Quinta Semana de Cuaresma - C , Fr Julio González Carretti Ocd.

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QUINTA SEMANA DE CUARESMA (Ciclo C) DOMINGO Lecturas bíblicas a.- Is. 43,16-21: Prodigios del nuevo Éxodo. En la lectura del profeta Isaías, nos presenta a Yahvé como Redentor y Santo, títulos que lo definen (cfr. Is. 43,15). Israel vive la opresión del destierro babilónico, son esclavos. Las intervenciones históricas de Dios en el pasado son garantía de la presenta acción salvífica, por lo mismo, hará justicia, una justicia redentora. Se abre la memoria histórica, la liberación presente es una prolongación, profundización del primer Éxodo (cfr. Ex.12-15; 14,15-31). El profeta nos dice ahora que todo eso se olvidará, cuando contemplemos lo que está Yahvé por hacer por su pueblo: un nuevo éxodo, más glorioso todavía que el primero. El mismo Dios que preparó el camino desde Egipto a la tierra prometida, abrió caminos en el Mar Rojo, ahora prepara nuevamente la vía a su pueblo desde el cautiverio babilónico su tierra Israel, prepara ríos en

Transcript of Quinta Semana de Cuaresma - C , Fr Julio González Carretti Ocd.

QUINTA SEMANA DE CUARESMA

(Ciclo C)

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Is. 43,16-21: Prodigios del nuevo Éxodo.

En la lectura del profeta Isaías, nos presenta a Yahvé como

Redentor y Santo, títulos que lo definen (cfr. Is. 43,15). Israel

vive la opresión del destierro babilónico, son esclavos. Las

intervenciones históricas de Dios en el pasado son garantía

de la presenta acción salvífica, por lo mismo, hará justicia,

una justicia redentora. Se abre la memoria histórica, la

liberación presente es una prolongación, profundización del

primer Éxodo (cfr. Ex.12-15; 14,15-31). El profeta nos dice

ahora que todo eso se olvidará, cuando contemplemos lo que

está Yahvé por hacer por su pueblo: un nuevo éxodo, más

glorioso todavía que el primero. El mismo Dios que preparó

el camino desde Egipto a la tierra prometida, abrió caminos

en el Mar Rojo, ahora prepara nuevamente la vía a su pueblo

desde el cautiverio babilónico su tierra Israel, prepara ríos en

el desierto, transforma una realidad de muerte en una

realidad de vida nueva (vv. 18-19; cfr. Is.35, 6-7; 41,18-19;

Ex.17,1-7). El símbolo del agua derramada por Yahvé sobre

el pueblo vencido, sobre la imagen del desierto y el yermo,

hablan de la transformación realizada por Dios en su pueblo.

Puestos en camino, el pueblo redimido, en la senda y camino

de regreso, se convierten en símbolo, también ellos, de la

acción liberadora de Dios, lo que provoca el reconocimiento

de las naciones devastadas, representadas por los chales y

avestruces (v.20). El pueblo nacido y guiado por Yahvé canta

las alabanzas de su Redentor y Salvador. En Cristo, Dios

Padre, todo lo hace nuevo (cfr. 2Cor. 5,17; 1Pe 2,9; Ap.21,5),

en quienes renovados por el Evangelio se convierten en sus

discípulos y misioneros.

b.- Flp. 3, 8-14: Todo lo estimo pérdida comparado con

Cristo.

El apóstol Pablo, presenta el ideal de la vida cristiana: el

conocimiento de Cristo, por vivir en Cristo. Lo que se

consigue con la participación en su revivir su misterio pascual

de muerte y resurrección (cfr. Rm. 6, 3-11; 2Cor. 3,18; 4,10).

Por este conocimiento ha dejado todo lo aprendido como

fariseo, al descubrir en Cristo la fuente de la verdadera

salvación (vv.2-7; cfr. 2Cor. 11,22; Hch.22,3-5; Gal. 2,16; Col.

2,6-12). Pablo delante de la excelencia del conocimiento de

Cristo Jesús, se coloca en la misma condición del pagano

que recién llega a la fe, puesto que la salvación no proviene

de la Ley (cfr. Rm.1, 17; Col.2,6). La fe cristiana es dinámica,

así como a él, Jesús lo alcanzó camino de Damasco, él

pretende alcanzar plenamente a Cristo, de ahí el movimiento

ascensional del cristiano hacia la perfección (v.12). Pablo en

un gesto de humildad confiesa no haber llegado a la

perfección, por eso sigue en carrera hacia la meta (v.14;

1Cor.9, 24ss). El cristiano impulsado por el Espíritu con el

conocimiento adquirido en el seguimiento de Cristo camina

hacia la vida eterna.

c.- Jn. 8,1-11: La mujer adúltera.

Este evangelio nos narra la suerte de una mujer sorprendida

en adulterio. Jesús después de predicar del agua viva (cfr.

Jn.7, 37-38), se retira a orar al Monte de los Olivos (v.1). El

pueblo vuelve a la mañana siguiente, para escuchar a Jesús

(v.2). Los fariseos y escribas, le traen una mujer sorprendida

en adulterio, la ponen en medio, entre Jesús y el pueblo

(v.3). Ellos la acusan, para desafiar a Jesús (vv.4-5); ellos

saben lo que manda la Ley, el adulterio era un pecado grave,

castigado con la muerte de lapidación (vv.5-6; cfr. Lv. 20,10;

Dt. 22, 22; 23,23s; Jn. 6, 30-31; 9,29); pero quieren poner a

Jesús frente a Moisés. El conflicto es fuerte y público, se

estamos ante un verdadero proceso judicial. El joven rabino

no sólo interpreta a Moisés, sino que es capaz de legislar

como él. Jesús no pronuncia sentencia contra la mujer, no la

condena, escribe en el suelo, se da tiempo para dar una

respuesta sensata y rescatar a la mujer de la muerte.

Inclinado sobre el hombre, no ha venido a condenar sino a

salvar. Dado que los fariseos insisten, Jesús se levanta,

restableciendo el diálogo, apela a la conciencia de los que

acusadores, ejecutores de la sentencia, y proponiendo que

quien esté libre de pecado, lance la primera piedra (v.7; Lev.

24,1-16; Dt.13,10; 17,2-7). Jesús no desconoce la culpa de la

mujer, pero la exhorta a no volver a pecar (v.11). Toda una

llamada a no convertirse en jueces del pecador, sino mirar el

propio pecado, del que nadie está libre. Su palabra salvó una

vida (cfr. 3,17; Lc.19,10); es la misión de Jesús, signo de la

llegada del Reino de Dios entre los hombres y mujeres

pecadores hoy en su Iglesia.

Teresa de Jesús, cuan agradecida de Dios estuvo siempre,

del amor y delicadeza, con que Jesús trató a la mujer en su

tiempo y hoy en su Iglesia. “Pues no sois Vos, Criador mío,

desagradecido para que piense yo dejaréis de hacer lo que

os suplican; ni aborrecisteis, Señor, cuando andabais en el

mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con

mucha piedad. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis,

o rentas, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas para

honra de vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis de oír, Padre

eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos? No

por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la sangre

de vuestro Hijo y sus merecimientos.” (CV 3,7).

LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Dan. 13, 1-9. 15-17. 19-30. 33-62: Susana y el juicio de

Daniel.

En la primera lectura, tenemos la consagración de Daniel

como profeta, cuando interviene con la ayuda de Dios y juzga

sobre una situación de injusticia. La justicia en un juicio, era

signo de fidelidad a la Alianza, faltar a ella o desconocerla,

era una ofensa a Dios (v.41; cfr. Ex. 33,1-9; Is.1, 17. 23; Jr.

5,28; 21,12; 22,3; Jb. 29,12-14; Pr. 24,11-12; Ez. 22, 27.29).

Pero sabemos que la justicia de los hombres, se equivoca, si

la pasión ciega el veredicto; sólo Dios conoce lo que hay en el

corazón de los hombres. “Entonces Susana gritó fuertemente:

Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo

conoces antes que suceda, tú sabes que éstos han levantado

contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber

hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.” (vv.

42-43; Sal. 32, 13-15; Pr.15, 28). Dios interviene con su

infinita sabiduría, despierta el espíritu del joven Daniel, y

manifiesta que por sobre el juicio de los hombres, está el

juicio de Dios representado por el ángel (vv.46.59; cfr. Sal.

57,12; Jb.19, 29; Mal. 2,17). Los culpables, los dos ancianos,

reciben su propia condena, y todos alaban a Dios que salva a

los que confían en su juicio (vv.60-62; cfr. Sal.36, 39; 106,13).

Encontramos el triunfo de la pureza y castidad por sobre la

maldad humana. El relato con todos los detalles son una

preciosa joya de la literatura hebrea donde se exalta la virtud

de la castidad matrimonial y de la fidelidad a la Ley de Yahvé.

Preludio de Jesucristo, Justo Juez (cfr. Is.11, 3; Jr.23, 5),

que salvará a hombres y mujeres del juicio falible de los

hombres.

b.- Jn. 8, 12-20: Yo soy la luz del mundo.

En este evangelio, Jesús se declara, la Luz del mundo,

durante de la fiesta de las Tiendas (v.12), y luego se entabla

una discusión con los judíos acerca del testimonio de sí

mismo (vv.13-20). Luz que alumbra a todo aquel que quiera

seguir a Jesús en forma personal. En el AT, encontramos

símbolos que nos hablan de Dios como Luz: la nube luminosa

que acompaña a Israel por el desierto (Ex. 13, 21), la

Sabiduría (cfr. Sb. 9,1-6; 18,1-4), que invita a los hombres a

su banquete y el Siervo que sufre está llamado a ser luz de

las naciones (cfr. Is. 42,6; 49, 6). El símbolo de la luz,

acompañó siempre a la figura del Mesías en la mentalidad

profética (cfr. Is.9, 1-2; 42,6; 49,6; 60,3; Mal.4,2). Si antes

Jesús se manifestó como agua, ahora lo hace como Luz (cfr.

Jn. 7, 37-39; Mt. 4, 14; Lc. 1, 78; 2, 32). La imagen del agua,

expresa el mensaje y la obra salvadora del Mesías: caminar a

su vera, significa, vivir, ser y obrar a su luz. Mundo, equivale a

hombres, que ÉL saca de las tinieblas, a la luz de una nueva

vida. Esta metáfora se puede equiparar a las referidas a la

vida (cfr.Jn.1, 14; 4,14; 6, 35; 10,10; Ap. 21,6; 22,14). En un

segundo momento, Juan nos presenta el discurso sobre el

testimonio que Jesús da de sí mismo y que los judíos

cuestionan. La verdad el testimonio de Jesús se encuentra en

su origen: viene del Padre, es su Enviado, y regresa al Padre,

con los que crean en ÉL. Los testigos que apoyan a Jesús

son el Padre y sus obras (cfr.Jn.5, 36; 10,25; Dt. 17,6; 19,15;

Nm.35, 30). Él es el único que conduce a los hombres al

Padre, porque conoce a Dios, es su Padre, se identifica con

ÉL y Dios con ÉL (cfr. Jn. 8, 19). Esta experiencia de luz que

es vida, suscita en quien se adhiere a Cristo, la actitud de

obrar como ÉL. El cristiano se sumerge más y más en el

misterio de Jesús, Hombre y Dios verdadero, que se traduce

en comunión íntima y vital con EL, pero como ÉL, con y en el

Padre (cfr. Jn. 8, 8). Con ese trasfondo de la fiesta de las

Tiendas, los candelabros de oro despedían luz que recordaba

el paso de Israel por el desierto, a cuyo alrededor se bailaba,

cantaba, y la alegría acompañaba estas fiestas. En la

comunidad eclesial, los cristianos, con la unción del Espíritu y

su acción pueden no sólo adherirse a Cristo en el Bautismo,

sino ser testigos, luz en su ambiente (cfr. 1Jn. 2, 27; Mt.5,14).

La invitación que nos hace Jesús es en esta Cuaresma es a

conocerle más; la inclusión del evangelista al decir, que su

discurso Jesús lo hizo en el lugar donde estaba el tesoro del

Templo, en la nueva economía Jesús es el verdadero templo

de Dios y el verdadero tesoro: Luz que es vida para los

hombres.

Teresa de Jesús, paso de las tinieblas a la luz después de su

famosa conversión. “No puedo entender qué es lo que temen

de ponerse en el camino de la perfección. El Señor, por quien

es, nos dé a entender cuán mala es la seguridad en tan

manifiestos peligros, como hay en el andar con el hilo de la

gente, y cómo está la verdadera seguridad en procurar ir muy

adelante en el camino de Dios. Los ojos en El y no hayan

miedo se ponga este Sol de Justicia, ni nos deje caminar de

noche para que nos perdamos, si primero no le dejamos a

Él.” (V 35,14).

MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Num. 21,4-9: La serpiente de bronce.

El pueblo atraviesa el desierto, lugar vasto donde sufren

hambre, sed y el ataque de enemigos como las serpiente y

los escorpiones (cfr. Dt. 8, 15; Is. 14, 29; 30,6). El pueblo se

queja por el maná, lo llegan a despreciar, las serpientes

abrasadoras son un castigo divino (v.5), mueren muchos en

el camino (cfr.1Cor.10, 9). La intención de Dios es que el

pueblo recapacite y confíe en ÉL. En tanto el pueblo pide a

Moisés que interceda por ellos, reconoce su pecado, y él lo

hace: “Y dijo Yahveh a Moisés: Hazte un Abrasador y ponlo

sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y lo mire,

vivirá. Hizo Moisés una serpiente de bronce y la puso en un

mástil. Y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba

la serpiente de bronce, quedaba con vida” (vv.8-9). Dios

perdona a su pueblo Israel, el signo de la serpiente de

bronce, se convierte en signo salvador. La serpiente en la

antigüedad, e Israel no es la excepción, creía en los poderes

curativos de la serpiente, símbolo de la fertilidad. La historia

que escuchamos hoy tiene resabios de la cultura cananea,

que un tiempo incluso, a se le dio culto en el templo de

Jerusalén, hasta que Ezequías en su reforma mandó destruir

un ídolo que la representaba (cfr. 2 Re.18, 4). La serpiente en

el relato, es Providencia de Dios y salud de Dios para su

pueblo en el desierto. El símbolo mira a Dios como fuente de

salud y bondad, para quien contempla la serpiente de

bronce y que supera al castigo impuesto por el mismo Dios

por las quejas del pueblo. El símbolo de muerte y de vida

como es la serpiente de bronce nos habla también del Juicio

y la misericordia que prevalece en el obrar de Dios. Todo

gracias a la intercesión de Moisés su siervo, que temeroso

sube al monte a dialogar con Yahvé, trayendo vida para

Israel.

b.- Jn. 8, 21-30: Cuando levantéis al Hijo del hombre,

entonces sabréis quien Yo soy.

Si Jesús se ha proclamado luz del mundo, ha sido para que

los hombres lo sigan; cuando se marche, los hombres lo

buscarán, pero no lo podrán encontrar, sin la adherencia a ÉL

no puede encontrar el camino, hacia donde va, que no es otra

cosa que cumplir la voluntad el Padre en su misterio pascual.

En Juan, la revelación del Padre la encontramos en Jesús,

envuelta en el velo de su carne (cfr. Jn.1, 14); misterio que

mientras se abre a la fe del creyente, divide a los hombres.

Jesús se manifiesta como expresión nítida de la voluntad del

Padre, lo ha visto y oído, por eso actúa como lo hace. Sin

embargo, el lenguaje es enigmático, su venida, su regreso al

Padre, su origen y destino, su envío y misión, mientras para

unos sus palabras son incomprensibles, para otros, es

claridad para su fe inicial en Jesús (vv. 22-23). Pero si no

creen en ÉL, no lo pueden seguir, el pecado, es la razón de la

no adhesión a Cristo Jesús, es decir, oposición al plan

revelador de Dios. Morirán en su pecado, si no creen en

Jesús, en “Yo soy” (v. 24). ÉL hace presente a Yahvé, lo

invade con su presencia amorosa, se halla en ÉL,

contemplamos en Jesús al Padre. Los fariseos preguntan:

“¿Quién eres tú?” (v. 25), Jesús se remite a su experiencia de

Hijo, el Padre en ÉL se muestra veraz y que no lo abandona

jamás; lo conforma en que siempre hace lo que le agrada.

Ante sus dudas les remite a la respuesta que será definitiva:

su Exaltación. “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre

entonces sabréis que Yo soy” (v. 28). Una Exaltación que se

refiere a la crucifixión, es decir, lo elevarán a la Cruz; camino

hacia la gloria del Padre. Su regreso, Resucitado y en su

Ascensión, confirmará que vino del Padre, y conocerán que

Yo soy. El evangelista habla que muchos creyeron en ÉL,

quizás siguieron su discurso, pero sabemos que Jesús los

conocía bien en su interior (cfr. Jn.2, 23-24). La adhesión que

quiere Jesús es total, es decir, creer que viene del Padre y

acercarse a ÉL como el Enviado de Dios, luz que alumbra

nuestro caminar para seguirle adonde vaya.

La Santa Madre nos invita a poner los ojos en Jesús, para

comprender que es Dios y que para gozarle debemos vivir su

mismo misterio pascual. “Poned los ojos en el Crucificado, y

se os hará todo poco” (7M 3,8).

MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Dan. 3,1.4-6. 8.12.14-20.24-25.28: Los tres jóvenes en

el horno.

Esta lectura de Daniel, describe la persecución que sufren los

judíos en tiempos de Antíoco IV (s. II a. C.; cfr.1Mac. 6-7),

enseña que la fidelidad a la Alianza, Dios la premia con el

triunfo de la fe sobre el mal. La virtud de los justos, es

probada por la persecución, dentro del gran misterio de la

batalla del bien con el mal, lo que alude a llegada del Reino

de Dios y al Juicio final, concebido como un parto doloroso.

Nabucodonosor, como Antíoco, en su tiempo, mandaron a los

judíos, bajo pena de muerte, adorar un ídolo: en el caso del

rey babilonio su propia estatua, mientras que Antíoco mandó

poner a Zeus en el templo de Jerusalén. Los tres jóvenes se

niegan y son condenados a muerte; brilla entonces la fe de

los justos en el poder de Dios, su testimonio vencerá al

perseguidor (cfr. Sal. 2,16-20.24; 5,1-6). Pero Dios los libra

de las llamas de fuego por la acción de su ángel, hasta que

finalmente, el rey Nabucodonosor confiesa su fe en el Dios de

Israel (v. 95). Se resalta la libertad interior del creyente, en

medio de la persecución, permanece libre en la verdad y luz

de la fe.

b.- Jn. 8, 31-42: Jesús y Abraham.

En este evangelio, encontramos la defensa y acusación que

hace Jesús contra sus adversarios, los fariseos, sus

acusadores. Se dirige a los que lo había seguido en su

exhortación, los que habían creído en ÉL, pero que lo

seguían con una fe débil, inicial, sin embargo, queda claro

que también había otros que no lo aceptan, es más, quieren

matarlo (vv.31.37.40). Las palabras de Jesús develan la

libertad con que Jesús habla que conduce a la fe en ÉL, si

aceptan su palabra, libertad verdadera del pecado, y una fe

que va más allá de ser hijos de Abraham por motivos de raza,

sino ser creyentes y justos. Se trata de ser hijos de Dios por

la fe en Cristo Jesús. A aquellos que lo aceptan les pide que

permanezcan en su palabra, es decir que mantengan una

comunicación vital con ÉL. Permanecer es mantener la

aceptación de su persona, como algo vital para el discípulo;

sólo así se conoce la verdad y gusta la verdad, que lleva o

converge en la libertad. La muerte ya no tiene domino sobre

el discípulo, porque vive la experiencia de la salvación. Ellos

se sienten libres porque son descendencia de Abraham, se

sienten orgullosos de ser el pueblo escogido por Yahvé, sin

embargo; Jesús les reconoce ser descendientes del patriarca

Abraham, pero no poseen su espíritu, por eso no lo

reconocen a ÉL. Jesús habla lo que ha visto y oído a su

Padre, por ello desenmascara a sus adversarios, diciéndoles

que, el patriarca jamás hubiera querido eliminarlo;

argumentan que no son hijos de la prostitución, tienen un

Padre, (cfr. Os. 1,2; Ez. 16, 44), Abraham no es su padre,

sino Satanás (cfr. Jn. 8,44). El presumir ser hijos de Abraham,

es una certeza tan infundada como ser libres. Todo el

discurso se centra en la comunión plena con Dios y con

Jesús, rechazar a Jesús, su persona y mensaje, es rechazar

a Aquel que lo envió (cfr. Jn. 1, 11). La verdad y la libertad,

como el amor, son atributos de Dios, que provienen de ÉL,

quien acoge a Jesús, como verdad del Padre, ama sus

palabras y obras. En esta Cuaresma de la Misericordia,

acojamos Jesús, única verdad del Padre, que vino del cielo

para que el hombre participe de esa categoría de ser hijo de

Dios.

Teresa mujer que luchó por la libertad interior, como espacio

para el crecimiento humano y cristiano del orante, que no nos

espante la verdad de lo que somos, para aceptarla con amor

y libertad de espíritu. “Si quiere ganar libertad de espíritu y no

andar siempre atribulado, comience a no se espantar de la

cruz, y verá cómo se la ayuda también a llevar el Señor, y con

el contento que anda y el provecho que saca de todo; porque

ya se ve, que si el pozo no mana, que nosotros no podemos

poner el agua. Verdad es que no hemos de estar

descuidados, para que cuando la haya, sacarla; porque

entonces ya quiere Dios por este medio multiplicar las

virtudes.” (Vida 11,17).

JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Gen. 17, 1-9: Alianza de Dios con Abraham.

La primera lectura nos habla de la alianza de Dios con

Abraham, según la versión sacerdotal. Es en el destierro

babilónico, cuando Israel y la alianza parecían

completamente en el olvido. Serán los círculos sacerdotales,

quienes confirmarán la Alianza de Dios con su pueblo y con

toda la humanidad en la persona de Abraham, quien fue

padre de muchos pueblos porque creyó en la palabra de

Dios. Esta Alianza presenta una teología cimentada en una fe

inquebrantable en la voluntad de Dios de establecer con

Abraham, una Alianza para siempre con su pueblo. Este texto

revela la decadencia en que había caído el compromiso del

pueblo con Dios, durante el destierro. Son los autores, los

sacerdotes que con una fe verdaderamente admirable hacen

revivir la fe: Dios, es siempre fiel a la alianza que ÉL hizo con

Abraham y su descendencia para siempre. Los hombres

pueden romper la Alianza, Yahvé no. Todo un canto a la fe

teologal de Abraham, pero principalmente en el pacto que

Dios realiza con cada creyente.

b.- Jn. 8, 51-59: Antes de Abraham existo yo.

El evangelio, nos presenta el final del diálogo de Jesús con

los judíos. La vida eterna, enseña Jesús, se obtiene de

observar su palabra, hacerla propia, y realizar sus exigencias,

es decir, el creyente no conocerá la muerte (v.51). Jesús los

declara hijos del diablo, mientras ellos lo acusan de tener un

demonio; estar loco (v.52; cfr. Mt. 8, 44. 48-49). ¿Cómo

puede Jesús ofrecer vida eterna, si Abraham y los profetas

murieron? ¿Por quién se tiene Jesús? (v.53). Jesús no busca

su propia gloria, como Enviado del Padre, Dios lo glorificará

cuando llegue su Hora; intervendrá de tal modo que le

devolverá su gloria (v.54). Los judíos entonces reivindican la

paternidad del único Dios verdadero, pero no lo conocen

como lo conoce ÉL. No conocen a Dios, porque no reconocen

al Hijo y no aceptan su palabra, mientras que Jesús sí

conoce al Padre (v.55). Jesús afirma que Abraham, se

regocijó pensando en ver el día de Jesús, en cambio, ellos no

lo reconocen, quieren matarle (v.56; Gn. 24,1; Am.5,18). Los

judíos le preguntan: cómo siendo joven, podía haber visto a

Abraham, Jesús no había dicho que lo había visto, sino que el

Patriarca había visto los días de Jesús: “Jesús les respondió:

En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham

existiera, Yo Soy.” (v. 58; Jn.1, 1-18). Jesús trasciende el

tiempo, existía antes del tiempo del Patriarca, ÉL ya existía.

Esta declaración le ganó a Jesús el título de blasfemo y sus

adversarios aplican la ley reservada a los blasfemos (v.59;

cfr. Lev. 24,16). Por ser la Vida le quieren matar, pero no ha

llegado su Hora, señalada por el Padre (cfr. Jn. 7, 30),

donará su vida sólo porque Jesús lo quiere. Su resurrección

será su retorno glorioso al seno del Padre. Mientras tanto, se

retira, el tiempo sigue a la luz, se recoge en ÉL.

S. Teresa de Jesús buscó el conocimiento de Cristo, Verdad

y Vida para el cristiano, y por ello su vida mística, la mejor

respuesta de Dios a sus anhelos. “Quedóme una verdad esta

divina Verdad que se me representó, sin saber cómo ni qué,

esculpida, que me hace temer un nuevo acatamiento a Dios,

porque da noticia de Su majestad y poder de una manera que

no se puede decir: sé entender que es una gran cosa.

Quedóme muy gran gana de no hablar sino cosas muy

verdaderas, que vayan delante de lo que acá se trata en el

mundo, y así comencé a tener pena de vivir en él. Dejóme

con gran ternura y regalo y humildad; paréceme que, sin

entender cómo, me dio el Señor aquí mucho… entendí el

gran bien que hay en no hacer caso de cosa que no sea para

llegarnos más a Dios, y así entendí qué cosa es andar un

alma en verdad delante de la misma Verdad. Esto que

entendí es darme el Señor a entender que es la misma

Verdad.” (CV 40,3).

VIERNES

Lecturas bíblicas

a.- Jr. 20,10-13: Confesiones de Jeremías.

Jeremías, nos introduce en sus confesiones, en sus crisis

interiores. Le acechan las amenazas exteriores, persecución

y odio a muerte. El pueblo se burla de él, remedan sus

palabras, sus anuncios de desgracias; los de su pueblo, sus

parientes, intentan matarle, sus amigos conspiran, le espían

acechando un traspiés suyo (v.10; Jr.6, 25; 11,18; 12,6; 20,3;

46,5; 49,29), esperan verlo caído, para acabar con su vida.

En tan amarga soledad, el profeta reconoce que Yahvé está

con él, confianza total, a quien ha confiado su causa, como a

campeón poderoso (v.11; cfr. Sal. 9,14ss; 16; 30,15ss). Esta

misma confianza en su justicia, espera en Yahvé, Juez de lo

justo, la derrota, la impotencia, la vergüenza, la confusión

inolvidable, la venganza que sufrirán sus enemigos (v.12). En

sus palabras se refleja la justicia distributiva y la retribución

terrena, tan propia de ese ambiente judío del AT. El profeta

sale de su situación y pide alabar a Yahvé por sus obras,

porque él se convierte en testigo eximio de cuanto Dios ha

hecho en su vida, desde la tribulación germina la confianza

absoluta en que Dios no lo abandonará. El cristiano habiendo

vivido el misterio pascual de Cristo, espera confesar su fe en

Dios (cfr. Mt.10, 26-33; Jn.10,38), con su testimonio.

b.- Jn. 10, 31-42: Jesús se declara Hijo de Dios.

Por segunda vez, los judíos quieren apedrear a Jesús, por

declarar su unidad con el Padre, siendo hombre, pretende ser

igual a Dios, sus palabras suenan a blasfemia para los que no

creen, y salvación para quienes se abren a la fe (v.33). Es el

misterio de la “Palabra hecha carne” (Jn.1, 14), en la persona

de Jesús, sus palabras y obras. Cuando cita las Escrituras y

menciona a los “dioses” se refiere a los Jueces,

representantes de Yahvé, los príncipes ante el pueblo, a

quienes se dirigió la palabra de Dios (vv.34-35; cfr. 2Cro.

19,5-7; Sal. 82,6). Si la Ley llamó “dioses” a quienes vino la

palabra de Dios, cómo pueden llamarle blasfemo a Jesús,

cuando se declara “Hijo de Dios” (v. 36). Los judíos no tienen

derecho de apedrearle. La Escritura no podía ser

quebrantada, invalidada (cfr. Jn.7, 23; 24, 35; Hb. 4,12). Un

segundo argumento al que Jesús recurre, es el de las obras,

creer en ellas, aunque no crea en ÉL, pero dejando claro que

ellas corresponden a las obras que el Padre quiere que

realice. Si creen entonces reconocerán que el Padre obra en

Él, y por lo mismo, Él está en el Padre (V.38). De esa

profunda comunión de Jesús con su Padre, nace la

conciencia de saberse Enviado. ÉL se convierte en el espacio

donde Dios Padre encuentra su expresión, su verdadero

templo es Jesús por la comunión en que viven. Como no

había llegado su Hora, Jesús se les escapó. Finalmente, se

concientizan que todo lo anunciado por Juan Bautista sobre

Jesús, era verdad. “Y muchos creyeron en él” (v. 42). Serán

siempre las obras nacidas de la fe en ÉL, las que hablen del

grado de intimidad que se nos ha concedido abriéndonos al

misterio de comunión con el Padre y el Hijo. Creamos en

esa unidad del Padre y del Hijo, que es vida eterna para

nosotros y Jesús propone en esta Cuaresma para seguir el

camino hacia la Pascua.

Teresa de Jesús vive esa comunión con el Padre y del Hijo,

como comunión de salvación y gracia de la misericordia

divina. “Una vez acabando de comulgar, se me dio a entender

cómo este santísimo Cuerpo de Cristo le recibe su Padre

dentro de nuestra alma, como yo entiendo y he visto están

estas divinas Personas, y cuán agradable le es esta ofrenda

de su Hijo porque se deleita y goza con El -digamos- acá en

la tierra; porque su Humanidad no está con nosotros el alma,

sino la Divinidad, y así le es tan acepto y agradable y nos

hace tan grandes mercedes….

Importa saber cómo es esto, porque hay grandes secretos en

lo interior cuando se comulga. Es lástima que estos cuerpos

no nos lo dejan gozar.” (Relaciones 57).

SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Ez. 37, 21-28: Judá e Israel en un solo Reino.

El profeta Ezequiel, nos presenta los temas de su doctrina

mesiánica, con el uso del símbolo para expresar su mensaje

al pueblo. Escribir los nombres de Judá y José o Israel en dos

leños y luego de atarlos, los lleva en sus manos (v.20). El

mensaje es claro: la historia de Israel desde los tiempos de

David, promete en nombre de Yahvé, la repatriación y la

unidad en la tierra prometida, bajo la égida de un nuevo rey

David. Fue este rey quien consiguió la unidad de Israel,

Salomón la conservó pero no la supo transmitir. Aparece

entonces el ideal teocrático, en el futuro habrá un solo reino,

tras el fracaso y fin de la monarquía, el cisma religioso, llevó

al destierro y a la dispersión (v.22; cfr.1Re.12; Is.11, 13-14;

Jr. 3,18; 23,5-6; Os. 2,2; Miq.2,12; Zac.9,10). El anuncio de

Ezequiel, no es sólo el anuncio de retornar a la unidad, sino

bajo la égida de un nuevo David, un único Pastor,

representante de Dios, tiempo en que no habrá división, fruto

del pecado y del desorden (v.22; cfr. Ez. 34,15-16; 45,7ss).

En esta repatriación, será esencial la purificación de toda

idolatría, preparación inmediata a la nueva Alianza, propia de

los tiempos mesiánicos, que creará un pueblo santo por la

fidelidad a la alianza, expresión de la voluntad de Dios (v.24-

26; cfr.Ez.11,19; 36,26-27; Is.62,12; Jr.31,32). Finalmente,

Dios asegura su presencia eterna en medio de su pueblo, enr

su santuario, más espiritual que echo de piedras (vv.27-28;

cfr. Ez.43,7). La Iglesia, es el nuevo pueblo, el nuevo templo,

sacramento universal de salvación, nueva morada de Dios.

b.- Jn. 11, 45-57: Las autoridades judías deciden la

muerte de Jesús.

Este evangelio nos presenta la intención del autor de ir

presentando la escena el final de su relato: el trágico de la

vida de Jesús (Jn.11-12). Teológicamente, nos enseña que

Jesús es dueño de su vida, querido por el Padre. Haber dado

vida a Lázaro, sería el motivo para acabar con Jesús, por ser

la Vida, deciden matarlo. Su muerte, no será la última

palabra, sino la Vida que viene de Dios. Son los signos que

hace Jesús, los que provocan la alarma de las autoridades,

como la regreso a la vida de Lázaro, las que deciden su

muerte inminente. Estos signos podían provocar en el pueblo,

un levantamiento a favor de Jesús, lo que provocaría la

intervención de la guarnición romana asentada en Jerusalén.

En el fondo, temían que las instituciones judías, en particular

el Templo, desaparecieran. Caifás teme que la fama de Jesús

y su magisterio, transformen profundamente la religiosidad de

los judíos. Sumos sacerdote y fariseos, pertenecían a los

saduceos, amigos de Roma, controladores de las fianzas,

especialmente del templo. El triunfo de toda clase de

movimientos mesiánicos, era su ruina, porque el poder

romano caería sobre ellos para sofocarlos y el fin de su poder

sobre la gentes. Sabemos históricamente que era Anás,

suegro de Caifás quien movía en las sombras todos los

poderes de la política, la economía del templo. Con ello el

evangelista nos presenta un sacerdocio, que depende del

poder romano. La profecía de Caifás, que propone la muerte

de uno, Jesús, es para que no perezca Israel o todo el pueblo

de Dios. Totalmente contraria, es la idea que nos presenta el

evangelista, que contempla la muerte de Jesús, como la que

restablece al pueblo de Dios, no solo a judíos, sino también a

todos los que crean en ÉL. La ruina y dispersión que las

autoridades de Israel quieren evitar, precisamente vendrá por

ese Uno, que morirá, pero esa misma muerte atraerá a los

pies del Crucificado a hombres y mujeres de todas partes a lo

largo de los siglos al Nuevo Israel de Dios para la Vida

eterna. Conocidos por Jesús, estos propósitos, decide

retirase al desierto; está próxima su Hora. Este ir al desierto,

mientras el pueblo sube a Jerusalén a purificarse, supone el

inicio de un nuevo éxodo, el de la Pasión. A ÉL lo podían

encontrar en el desierto, no en el templo; ya hacía tiempo

había Jesús iniciado su éxodo de las instituciones de Israel,

las había superado, ahora se va a iniciar la verdadera

purificación con su pasión, y entonces podrán encontrarlo los

que lo busquen.

Santa Teresa de Jesús, no duda un instante en vincular el

misterio pascual de Cristo con la presencia real de Cristo en

la Eucaristía. Estar junto a Cristo es siempre lo mejor. “Hele

aquí sin pena, lleno de gloria, esforzando a los unos,

animando a los otros, antes que subiese a los cielos,

compañero nuestro en el Santísimo Sacramento, que no

parece fue en su mano apartarse un memento de nosotros.

¡Y que haya sido en la mía apartarme yo de Vos, Señor mío,

por más serviros! Que ya, cuando os ofendía no os conocía;

¡mas que conociéndoos, pensase ganar más por este

camino! ¡Oh, qué mal camino llevaba, Señor! Ya me parece

iba sin camino, si Vos no me tornárais a él, que en veros cabe

mí, he visto todos los bienes.” (Vida 22,6).

P. Julio González C.