Capítulo 11. PROBLEMÁTICA SOCIOAMBIENTAL DE LA

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| 167 Capítulo 11. PROBLEMÁTICA SOCIOAMBIENTAL DE LA DISPONIBILIDAD Y LA GESTIÓN DEL AGUA SUPERFICIAL María Perevochtchikova 1 Introducción E l agua es un recurso indispensable para la existencia de la vida en el planeta, incluyendo a los seres humanos y todos los ecosistemas (Guerrero, 2003; Emoto, 2008). En térmi- nos cuantitativos, las aguas superficiales son abundantes y cubren hasta 75% de la esfera terrestre, en forma de océanos, ríos, lagos y agua del subsuelo, con variaciones temporales. Estas variaciones son más notorias en el invierno, cuando en el hemisferio norte la proporción as- ciende hasta 83% (es decir, 443 millones de km 2 ; Losev, 1989). En términos volumétricos el pano- rama es distinto, ya que toda la cantidad del agua sería en realidad como una muy delgada película que se extiende sobre la superficie terrestre, de la cual solo 2.53% es agua dulce apta para el consu- mo humano, y el resto salada. De esta cantidad de agua dulce, 99.6% se encuentra congelada o bajo la superficie, y solo 0.4% se distribuye en forma natural y muy heterogéneamente por el territorio del planeta (Carabias et al. , 2005). La humanidad siempre ha interactuado con el agua y la ha utilizado para fines domésticos, culturales, recreativos, industriales y agrícolas. Con el crecimiento poblacional y el desarrollo eco- nómico –especialmente notorio en los últimos dos siglos– se han dado procesos de sobreexplotación de este valioso recurso, lo cual ha conducido a un severo deterioro ambiental (Embarcadero, 2015). Los cambios en la distribución espacial de la disponibilidad de agua (relacionados con el ciclo hidro- lógico), la creciente contaminación y otros efectos secundarios impactan directamente las condicio- nes socioeconómicas de la población y aumentan las situaciones de riesgo, los problemas de salud, la desigualdad en el acceso al recurso agua, y los conflictos por la construcción de obras hidráulicas, entre otros problemas (Perevochtchikova, 2010). Este hecho se relaciona directamente con el sistema de la gestión actual del agua, que ha priorizado los intereses del desarrollo económico ante los sociales y ambientales, favoreciendo usos ineficientes para satisfacer actividades productivas (Cotler, 2004). Es entonces necesario pensar en un cambio radical en la planeación y el manejo de todos los recursos naturales, incluyendo los hídricos. Un camino a tomar se visualiza en la llamada gestión integrada del agua, que incorpora de manera sistémica todos los factores y actores que intervienen, así como los aspectos técnicos y geo- gráficos, socioeconómicos, políticos y administrativos (Andrade, 2004). A fin de comprender estas interacciones y apoyar a la administración en los esfuerzos de prevención y conservación ecológica, es necesario realizar un análisis multifactorial y dejar claro que el agua forma parte fundamental de los ecosistemas, es un recurso natural, un bien social y un bien económico cuya cantidad y calidad deberían de determinar la naturaleza de su utilización (Saldívar, 2007; Domínguez, 2013). México enfrenta importantes desafíos en materia de degradación ambiental, en particular en relación con el agua. El aumento de la demanda del líquido y su distribución inequitativa, la conta- minación de las fuentes y el cambio de uso del suelo, han modificado los patrones del ciclo hidroló- gico. A la presión que se ejerce sobre el agua por la intervención humana, se suman las deficiencias del sistema de gestión actual (Dourojeanni, 2004). 1 Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales ( cedua), El Colegio de México A.C., Av. Camino al Ajusco 20, Col. Pedregal de Santa Teresa, 10740, México, D. F. Correo electrónico: mperevochtchikova@ colmex.mx

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Capítulo 11. PROBLEMÁTICA SOCIOAMBIENTAL DE LA

DISPONIBILIDAD Y LA GESTIÓN DEL AGUA SUPERFICIAL

María Perevochtchikova1

Introducción

El agua es un recurso indispensable para la existencia de la vida en el planeta, incluyendo a los seres humanos y todos los ecosistemas (Guerrero, 2003; Emoto, 2008). En térmi-nos cuantitativos, las aguas superficiales son abundantes y cubren hasta 75% de la esfera terrestre, en forma de océanos, ríos, lagos y agua del subsuelo, con variaciones temporales.

Estas variaciones son más notorias en el invierno, cuando en el hemisferio norte la proporción as-ciende hasta 83% (es decir, 443 millones de km2; Losev, 1989). En términos volumétricos el pano-rama es distinto, ya que toda la cantidad del agua sería en realidad como una muy delgada película que se extiende sobre la superficie terrestre, de la cual solo 2.53% es agua dulce apta para el consu-mo humano, y el resto salada. De esta cantidad de agua dulce, 99.6% se encuentra congelada o bajo la superficie, y solo 0.4% se distribuye en forma natural y muy heterogéneamente por el territorio del planeta (Carabias et al., 2005).

La humanidad siempre ha interactuado con el agua y la ha utilizado para fines domésticos, culturales, recreativos, industriales y agrícolas. Con el crecimiento poblacional y el desarrollo eco-nómico –especialmente notorio en los últimos dos siglos– se han dado procesos de sobreexplotación de este valioso recurso, lo cual ha conducido a un severo deterioro ambiental (Embarcadero, 2015). Los cambios en la distribución espacial de la disponibilidad de agua (relacionados con el ciclo hidro-lógico), la creciente contaminación y otros efectos secundarios impactan directamente las condicio-nes socioeconómicas de la población y aumentan las situaciones de riesgo, los problemas de salud, la desigualdad en el acceso al recurso agua, y los conflictos por la construcción de obras hidráulicas, entre otros problemas (Perevochtchikova, 2010).

Este hecho se relaciona directamente con el sistema de la gestión actual del agua, que ha priorizado los intereses del desarrollo económico ante los sociales y ambientales, favoreciendo usos ineficientes para satisfacer actividades productivas (Cotler, 2004). Es entonces necesario pensar en un cambio radical en la planeación y el manejo de todos los recursos naturales, incluyendo los hídricos. Un camino a tomar se visualiza en la llamada gestión integrada del agua, que incorpora de manera sistémica todos los factores y actores que intervienen, así como los aspectos técnicos y geo-gráficos, socioeconómicos, políticos y administrativos (Andrade, 2004). A fin de comprender estas interacciones y apoyar a la administración en los esfuerzos de prevención y conservación ecológica, es necesario realizar un análisis multifactorial y dejar claro que el agua forma parte fundamental de los ecosistemas, es un recurso natural, un bien social y un bien económico cuya cantidad y calidad deberían de determinar la naturaleza de su utilización (Saldívar, 2007; Domínguez, 2013).

México enfrenta importantes desafíos en materia de degradación ambiental, en particular en relación con el agua. El aumento de la demanda del líquido y su distribución inequitativa, la conta-minación de las fuentes y el cambio de uso del suelo, han modificado los patrones del ciclo hidroló-gico. A la presión que se ejerce sobre el agua por la intervención humana, se suman las deficiencias del sistema de gestión actual (Dourojeanni, 2004).

1 Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales (cedua), El Colegio de México A.C., Av. Camino al Ajusco 20, Col. Pedregal de Santa Teresa, 10740, México, D. F. Correo electrónico: mperevochtchikova@ colmex.mx

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SECCIÓN II. LA NATURALEZA Y SU INTERACCIÓN CON EL SER HUMANO| 168

Como en muchas otras partes del mundo, en México existe un fuerte desequilibrio entre los usos del agua y su oferta natural, lo que llama a la necesidad del desarrollo de nuevas formas de pensamiento y análisis de los recursos hí-dricos (Aboites et al., 2008) con un enfoque socioambien-tal. Así pues, este capítulo pretende presentar un panorama sistémico de la problemática de las aguas superficiales en México, tomando en cuenta las características naturales del país, los factores antropogénicos de presión y el sistema de gestión del agua, para reflexionar acerca del futuro del bino-mio agua-sociedad.

Disponibilidad de agua

Condiciones naturales hidroclimatológicasAl territorio mexicano continental, de alrededor de 1.96 millones de km2 de extensión (Torregrosa, 2012), se suman 5 000 km2 de islas y casi 3 millones de km2 de Zona Económica Exclusiva (zee), una franja de 370 km a lo largo de los 11 122 km de costas en el Océano Pacífico, el Golfo de México y el Mar Caribe. Los cuerpos de agua interiores tienen una extensión de 29 000 km2, y las lagunas coste-ras alcanzan 15 000 km2 (Carabias y Landa, 2005). Todos estos espacios forman una gran variedad de ecosistemas acuáticos que albergan diversas formas de vida, dada la ubi-cación geográfica favorable del país sobre el Trópico de Cán-cer (23°26’N), donde se puede encontrar una variedad de climas y condiciones biogeográficas relacionadas (Landa y Carabias, 2008).

En términos climáticos, dos terceras partes de México (regiones Centro, Norte y Noroeste) son consideradas ári-das y semiáridas, con precipitación menor a 500 mm anua-les y, en algunos casos, hasta menores a 200 mm acumula-dos (como en los estados de Sonora, Baja California y Baja California Sur). Hacia el sur y sureste se presenta un clima húmedo, con precipitación por encima de 2 000 mm anua-les, e incluso de 3 000 mm, como ocurre en el estado de Ta-basco (Conagua, 2011). También es importante la presen-cia constante de los huracanes sobre las costas mexicanas, que traen lluvias benéficas, sobre todo en los territorios ári-dos del norte del país. Esta distribución heterogénea de las condiciones climáticas naturales se refleja en una gran di-versidad de ecosistemas asociados, que también tiene que ver con el relieve y la geología, entre otras características geográficas (Guerrero et al., 2012).

Maderey y Carrillo (2005) señalan que México es atravesado en forma longitudinal por la Sierra Madre Occi-dental y la Sierra Madre Oriental, y en la parte central y al sur del país en forma transversal por el Cinturón Volcánico

Mexicano y la Sierra Madre del Sur, que después del Istmo de Tehuantepec obtiene el nombre de Sierra Madre de Chia-pas. Entre las tres primeras formaciones, al norte del país se encuentra la Altiplanicie Mexicana, formada por mesetas y sierras de baja elevación que definen las cuencas centrales. Por otro lado, hacia las costas se definen las cuencas que desembocan en los océanos, y en la parte del Cinturón Vol-cánico Mexicano (cvm) se han formado varias cuencas en-dorreicas (cerradas) en las que el escurrimiento superficial no tiene salida natural. La península de Yucatán se caracte-riza por llanuras kársticas que imposibilitan la presencia de escurrimientos superficiales permanentes.

Con excepción de los estados de Baja California, Baja California Sur y Coahuila, la parte norte de Zacatecas y la península de Yucatán, el agua superficial se hace presen-te en todo el país. Entre los cuerpos de agua más signifi-cativos destacan 70 lagos cuya superficie varía entre una y 10 000 ha, localizados en el centro del país y vinculados al cvm. El lago interior más grande es Chapala, de 1 116 km2 de extensión y una profundidad de cuatro a seis metros. Se reconocen 37 ríos principales, de los cuales 12 drenan al Golfo de México, 19 al Océano Pacífico y al Golfo de Cali-fornia, y seis son interiores (Landa y Carabias, 2008). Los ríos y arroyos constituyen una red de 633 000 km de lon-gitud. Por 50 de estos cauces corre 87% del escurrimiento superficial y sus cuencas cubren 65% de la superficie con-tinental del país (Figura 1A). Dos tercios del escurrimiento se encuentra en solo siete ríos: Grijalva-Usumacinta, Papa-loapan, Coatzacoalcos, Balsas, Pánuco, Santiago y Tonalá (Conagua, 2011).

Otro recurso hídrico superficial importante son los hu-medales y que tienen una dinámica subterránea de soporte. Los humedales son los lugares más productivos del planeta. En las desembocaduras de los ríos, en ambas líneas costeras mexicanas, son sistemas clave en el ciclo hídrico, por los múltiples servicios que ofrecen (control de inundaciones, estabilización de costas, retención de erosión). Para 2011, se registraban en el país 131 humedales con 9 millones de ha en total, determinados como sitios ramsar (Conagua, 2011). En los ecosistemas de agua dulce tienen su hábitat 506 especies de peces (163 de ellas endémicas), 285 espe-cies de anfibios (123 endémicas) y 41 especies de reptiles (Landa y Carabias, 2008).

Disponibilidad de agua y presión antropogénicaLa disponibilidad natural total del agua en Méxi-co, referida a la cantidad total de agua renobable, es de 471.5 km3 (Ibid.). El país recibe anualmente 1 489 km3 de agua en forma de precipitación, dividida en dos estaciones: seca durante el invierno y húmeda en el

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verano. Esto equivale a 775 mm de lámina promedio anual o 47 980 m3/s (Torregrosa, 2012). Se estima que 73.1% se evapotranspira, 21.1 escurre por ríos y arroyos y 4.8 se in-filtra (Conagua, 2011). Además, México recibe de Estados Unidos y Guatemala un caudal de 1 586 m3/s, y envía a Es-tados Unidos 14 m3/s por el Tratado Internacional de Aguas de 1944 (Torregrosa, 2012).

Como factor de presión antropogénica, cabe seña-lar que actualmente la población de México consta de casi 112 340 000 de habitantes (Inegi, 2010), lo que lo ubica como el décimo país más poblado del mundo. Tres cuartas pates de la población habita en zonas urbanas (Torregrosa, 2012; Banco Mundial, 2012) y 40% se concentra en 39 nú-cleos urbanos de más de 500 000 habitantes (27.7% de la población total) en las partes centro y norte del país (Cuadro 1). Además, en el mismo espacio se localizan las cuatro zo-nas metropolitanas económicamente más importantes del país: Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Puebla- Tlaxcala y Toluca (Embarcadero, 2015).

Cuadro 1. Diferencias entre disponibilidad del agua, población y pib en el país

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Fuente: Conagua (2012).

De esta manera, se visualiza con claridad el desajus-te entre la disponibilidad natural del agua y la presión que sobre el recurso ejercen la población y sus actividades pro-ductivas, ya que en las zonas con menor disponibilidad de agua se ubican importantes zonas urbanas con la mayor aportación al pib. Mientras que las regiones Norte, Centro y Noreste cuentan con 1 734 m3 de agua por habitante por año, la región Sureste cuenta con 13 097 m3 por habitante por año (Conagua, 2011). Por otro lado, los territorios que poseen mayor disponibilidad natural del agua resultan de mayor rezago y marginación social, y de menor índice de desarrollo humano (Banco Mundial, 2012).

Otro problema relacionado con las consecuencias de la presión antropogénica es la contaminación del agua. Las cifras muestran que durante 1985-2007 el caudal de aguas residua-les municipales aumentó en 34% relacionado con el creci-miento poblacional del país en doble, de 58.2 a 103 500 000 de habitantes (Jiménez et al., 2010:282). Las descar-gas difusas de origen agrícola, reportadas sin un regis-tro continuo triplican el volumen de aguas municipales. En total, en México se generan actualmente 431.7 m3/s

de aguas residuales, de los cuales 243 m3/s son de carácter municipal. Además, de esta cantidad 85% se colectan, solo 40.5% se tratan y los demás no reciben ningún tratamiento (Arreguín et al., 2010).

Los índices de la calidad del agua indican que los sitios más contaminados se encuentran en el centro del país, rea-lidad que se vincula con alto desarrollo urbano, industrial y de servicios. Tomando en cuenta la demanda química de oxígeno (dqo), 20.4% de los sitios medidos están contami-nados, y 5.6% fuertemente contaminados. Con la demanda bioquímica de oxígeno (dbo), las proporciones son 11.3% de sitios contaminados y 3.8% fuertemente contaminados. Finalmente, en cuanto a sólidos suspendidos totales (sst), 3.1% de los sitios están contaminados (Conagua, 2011). En general, el agua superficial calificada como excelente ha ba-jado de 28% en 2003 a 24 en 2007, la de buena calidad ha aumentado cuatro por ciento y la fuertemente contamina-da se ha mantenido (Torregrosa, 2012). Por otra parte, aún existen muchos problemas en la información acerca de la calidad, suficiencia y continuidad del suministro del agua y el acceso a ella, así como en la determinación de los están-dares de límites permisibles (Jiménez, 2007).

Escenarios de escasezDe acuerdo con los pronósticos de la Conapo (2014), la po-blación del país se incrementará en cerca de 8 millones de habitantes en 2030, y la población urbana llegará a 81%. Se espera el mayor crecimiento poblacional y económico en las regiones central y norte del país, en las cuencas de los ríos Lerma, Santiago y Bravo, en la Cuenca de México y también en la Península de Baja California.

Considerando la tendencia del continuo crecimiento de la población urbana y, en general, de la actividad eco-nómica en México, en los próximos años se puede esperar un aumento significativo en la demanda de agua para dife-rentes usos a corto y mediano plazo, lo que en consecuen-cia provocaría afectaciones sumamente graves al ambiente, reflejadas en la disminución de la disponibilidad natural del agua (superficial y subterránea), tanto en términos espacia-les como temporales, así como en la constante pérdida de la calidad del recurso. Estas tendencias irían a la par con las bajas en la eficiencia tecnológica y económica de la red del servicio de agua potable y alcantarillado, además del au-mento de conflictos sociales por la desigualdad e inequidad en el acceso al recurso (Evalúa DF, 2010; Sosa, 2011).

Actualmente la disponibilidad del agua natural per cá-pita es de 4 090 m3 por habitante por año, y ha ido disminu-yendo desde mediados del siglo pasado, cuando alcanzaba valores de 17 825 m3 por habitante por año. La proyec-ción a 2030 disminuye a 3 815 m3 por habitante por año

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(Conagua, 2011), lo que podría agravarse más aún por los efectos del cambio climático (Escolero et al., 2009; Domín-guez et al., 2013).

Gestión de agua

En México, la Conagua es el órgano institucional descon-centrado de la Semarnat, que tiene la responsabilidad de administrar y preservar las aguas nacionales, cumpliendo tareas normativas, técnicas y consultivas enfocadas por la ley al impulso de la gestión integrada de recursos hídricos (Valencia et al., 2004; Ortiz, 2013). Su fundación se re-monta a 1926, con la formación de la Comisión Nacional de Irrigación, más tarde Secretaría de Recursos Hidráulicos (1946) y posteriormente, en 1970, Secretaría de Asenta-mientos Humanos y Obras Públicas (sahop).

En la misma década, la Secretaría de Agricultura y Ga-nadería y la Secretaría de Recursos Hidráulicos se fusiona-ron en la Secretaría de Agricultura y de Recursos Hidráu-licos para el manejo de agua de uso agrícola, y en 1980 la sahop transfirió algunos de los sistemas de agua potable a los gobiernos estatales y municipales (Barreda, 2006; Ortiz, 2013). Finalmente, en 1989 se creó la Conagua, y en 1994 se incorporó a la Semarnap, la que en 2000 se dividió en dos: la Semarnat y la Sagarpa (Torregrosa, 2012).

Instrumentos institucionalesEl primer instrumento de la gestión del agua se apoya en la creación de las instituciones necesarias para administrar las aguas nacionales, lo que en México recae en la Cona-gua, que actualmente interactúa con múltiples instituciones a tres niveles de gobierno para llevar a cabo sus atribucio-nes. En términos administrativos, para cumplir sus tareas, en 2009 la Conagua contaba con casi 14 000 empleados, 2 200 de ellos asignados a las oficinas centrales, y los de-más ubicados en organismos de cuenca y direcciones locales (Ortiz, 2013; Semarnat, 2013).

Con el propósito de auxiliar el manejo del agua super-ficial, la Conagua (2012) ha delimitado el territorio mexica- no en 718 cuencas hidrográficas, agrupadas a su vez en 37 Regiones Hidrológicas (rh) y, para fines estrictamente ad-ministrativos, en 13 Regiones Hidrológico-Administrativas (rha), apegándose a los límites municipales. Cabe señalar que existe una gran diferencia entre los conceptos de cuen-ca hidrográfica e hidrológica (ine, 2007), ya que la primera supone una exclusiva delimitación superficial de parteaguas por los puntos más altos del relieve, mientras que la otra incorpora la parte subterránea con todos los flujos bióticos y abióticos. En particular, en México, para los fines de la

gestión, el agua superficial ha sido separada de la subterrá-nea, basándose primordialmente en el concepto de cuen-ca hidrográfica (Cotler, 2004; Perevochtchikova, 2010; Semarnat, 2013; Figura 1).

Es importante señalar que desde 1989 la responsabi-lidad directa de prestar los servicios de agua potable, al-cantarillado y saneamiento corresponde a los municipios mexiquenses, como lo establece el Artículo 115 de la Cons-titución Mexicana. Sin embargo, los organismos creados para este fin a nivel municipal cuentan con esquemas muy diversos. Por ejemplo, en algunas entidades federativas son descentralizados y administrados por los municipios, pero en otros son estatales e incluso son representados como juntas o comisiones que controlan la operación y el servicio (Sandoval, 2010). La mayoría de los organismos son públi-cos, aunque existen concesiones de servicios a empresas pri-vadas, lo cual genera diferencias en las tarifas y los modos de operación (Conagua, 2003). El número total de emplea-dos involucrados en las actividades relacionadas con el abas-tecimiento y el saneamiento de agua es de 94 200 personas en todo el país, entre oficinas y organismos operadores. Por su parte, la acción de la Conagua se apoya en los progra-mas establecidos a nivel nacional, como el Plan Nacional de Desarrollo, el Programa Nacional de Medio Ambiente y Recursos Naturales, el Programa Nacional Hídrico, y los programas hídricos a nivel regional.

Instrumentos legalesEl sustento jurídico para el manejo del agua se encuentra en los artículos 27, 73 y 115 de la Constitución Mexicana (Torregrosa, 2012), en los que se establecen los regímenes de propiedad de las aguas, las autoridades responsables y la transferencia de prestación del servicio de agua potable, saneamiento y alcantarillado a los municipios (Dentón, 2006). La principal Ley de Aguas Nacionales (lan) y su re-glamento establecen las pautas necesarias para el proceso de explotación, uso y aprovechamiento del agua median-te títulos de concesión otorgados por el Ejecutivo Federal. Dichos títulos de concesión se inscriben en el Registro Público de Derechos de Agua (repda), que al 2009 contaba con 362 000 asignaciones registradas. Asimismo, los per-misos para la descarga de aguas residuales deben ser apro-bados por la Conagua (2011).

De manera adicional, se cuenta con el apoyo de la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente (lgeepa), la Ley General de Salud (lgs), las leyes estatales para la gestión del agua y las Normas Oficiales Mexicanas (nom). Estas últimas sirven para presentar los límites máxi-mos permisibles de parámetros fisicoquímicos de la calidad del agua para diferentes usos y tipos de aprovechamiento

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(Jiménez, 2007). En doce de estas normas se especifican los criterios para organismos operadores de sistemas de agua potable, saneamiento y alcantarillado (Torregrosa, 2012).

Para fines administrativos, la Ley de Aguas Naciona-les establece 26 consejos de cuenca, órganos colegiados de integración mixta que sirven para la planeación, la realiza-ción y la administración de las acciones de gestión del agua por cuenca o región hidrológica (Cotler, 2004; Semarnat, 2013). Por otro lado, se han definido e instalado 32 comisio-nes de cuenca en regiones con condiciones geográficas muy específicas, en apoyo a los consejos de cuenca y atención por subcuenca. Para el caso de las aguas superficiales, se han instalado 41 comités de cuenca, a fin de brindar la atención a nivel de microcuenca (Dentón, 2006).

Por otro lado, es importante consignar que los organis-mos a nivel municipal para la dotación de los servicios de agua potable y saneamiento carecen de suficiente capacidad técnica y financiera (Torregrosa, 2012:314). Para mejorar esta situación, en el Programa Nacional de Agua Potable y Al-cantarillado se propone que dichos organismos operen como empresas descentralizadas, tengan consejos administrati-vos (incluso para asignar tarifas), usen recursos financieros recaudados para la provisión del servicio, cuenten con cier-ta autosuficiencia financiera y se apoyen en la participación ciudadana (Sosa, 2011; Domínguez, 2013).

Instrumentos económicosEl presupuesto de la Conagua para 2008 asignaba 65% a las acciones relacionadas con los servicios de agua potable, alcantarillado y saneamiento, otro 20% al desarrollo de la infraestructura hidroagrícola y 15% a la administración y preservación (Torregrosa, 2012). En 2009 estas proporcio-nes cambiaron a 53%, 23 y 21, respectivamente.

Los instrumentos económicos se refieren al pago por derechos que las personas físicas y morales están obligadas a realizar por el uso y explotación del agua. El país está subdi-vidido en nueve zonas de acuerdo con la disponibilidad del agua, y la lista de los municipios figura en el Artículo 231 de la Ley Federal de Derechos. En general, se observa que el cobro es mayor en zonas con menor disponibilidad natural del agua (Aguilar, 2011). En caso de descargas de aguas re-siduales, los cuerpos de agua que reciben los contaminantes se clasifican en categorías A, B y C (de menor a mayor), según los efectos de impacto ambiental ocasionados.

Los conceptos de cobro por parte de la Conagua (2011) incluyen el uso, la explotación y el aprovechamiento del agua, el uso de cuerpos receptores, la extracción de mate-riales, el suministro en bloque a centros urbanos e indus-trias, los servicios de riego, el uso de zonas federales y otros, como servicios de trámite, multas, etc. El total de la recau-

dación en 2009 por todos estos rubros fue de 10 716 millo-nes de pesos, y los principales aportes provinieron del uso y el aprovechamiento de agua (74.1% del total), seguido por el suministro de agua en bloque (19.4%). Las regiones que mayor aportan por estos conceptos son la rha viii, Lerma- Santiago-Pacífico, y la rha xiii, Aguas del Valle de México (64% en conjunto).

Sistema de monitoreo hidroclimatológico

El monitoreo ambiental es muy importante en la gestión del agua, pues proporciona los datos que ayudan a formar el pa-norama real y construir la perspectiva histórica de los cam-bios sucedidos en la naturaleza bajo la influencia de múl-tiples factores naturales y antropogénicos. A partir de los datos provenientes de la observación climatológica e hidro-métrica se establecen los indicadores para los diagnósticos de la situación ambiental y la elaboración de políticas públi-cas (Unesco-wwap y unsd, 2012). Es por eso que el moni-toreo tiene un lugar de crucial importancia en la instrumen-tación administrativa del proceso de manejo integral de los recursos naturales (Barrios, 2003).

Para el monitoreo hidroclimatológico en México, la Conagua y su organismo descentralizado, el Servicio Me-teorológico Nacional (smn) han establecido dos subsiste-mas: a) de monitoreo climatológico (que proporciona datos de temperatura, precipitación, evaporación, etc.) y b) de ob-servación hidrométrica (con mediciones de escurrimiento y sedimentación), que además cuenta con estaciones de me-dición de la calidad del agua.

De esta manera se dispone de un total de 3 521 regis-tros de las estaciones en servicio para medir las característi-cas climatológicas (2 811 estaciones, 80 de tipo observatorio, 12 radares y 94 estaciones automáticas), con una marca-da falta de estaciones en el territorio norte del país, par-ticularmente en Chihuahua y Coahuila. Hay además 499 estaciones hidrométricas y 211 estaciones con mediciones conjuntas, concentradas en la parte central del país, en rela-ción con la presencia de cuerpos de agua superficial (Pere-vochtchikova, 2013). La red de monitoreo de la calidad del agua cuenta con 1 627 sitios de monitoreo y 28 Laboratorios Nacionales, 743 de los cuales se ubican sobre los cuerpos de agua superficial (226 red primaria, 282 red secundaria, 235 estudios especiales), 186 en zonas costeras, y los demás abarcan aguas subterráneas (Conagua, 2011).

La problemática del sistema de monitoreo proviene de una distribución territorial muy heterogénea, la discontinui-dad de los datos en el tiempo, el cierre de muchas estaciones por cuestiones financieras a partir de los años ochenta (por

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ejemplo, de las 55 estaciones que había en la Cuenca de Mé-xico en 1981, en 1989 pasaron a ser solo 19), la ausencia de informes hidrológicos integrales a nivel local, la ausencia de una cartografía oficial actualizada y basada en las ob-servaciones históricas, la ausencia de una regionalización hidrológica actualizada y de pronósticos hidrológicos que consideren los nuevos patrones de cambio del escurrimiento bajo la influencia antropogénica (Barrios, 2003; Aboites et al., 2008; Perevochtchikova, 2013).

Usos de agua superficial

Usos del aguaLos usos del agua se subdividen en consuntivos y no consun-tivos. En los primeros, el líquido se transporta al lugar donde se utiliza y no regresa a la fuente. Entre los usos consunti-vos están el agrícola, el abastecimiento público, la industria autoabastecida y la generación de energía eléctrica (exclu-yendo la hidroelectricidad, que entra en la clasificación de uso no consuntivo), (Conagua, 2011). Actualmente, para uso consuntivo se han asignado un total de 80.6 km3, mien-tras que para uso no consuntivo hay asignados 164.6 km3. Las fuentes para la primera categoría son principalmente aguas superficiales (ríos, arroyos, lagos; 68.9%) y las aguas subterráneas representan 31.1% (Conagua, 2014). En los últimos diez años las concesiones para agua superficial han aumentado 15%, y las de agua subterránea 21%, lo que re-fleja el aumento de la presión sobre el recurso (Embarcade-ro, 2015; Cuadro 2).

Los volúmenes de agua para usos consuntivos se distri-buyen de la siguiente manera: uso agrícola 76.7%, de abas-tecimiento público 14.3%, industria autoabastecida cuatro por ciento, y energía eléctrica 5.1% (Conagua, 2011). En virtud de que los mayores volúmenes del agua se asignan a los usos agrícola y público, las regiones receptoras se locali-zan principalmente en el centro del país y las costas del no-roeste, donde se ubican los distritos de riego. Cabe resaltar la diferencia entre las fuentes de abastecimiento del agua: 70% de la de uso agrícola proviene de fuentes superficia-les, mientras 70% de la de uso público urbano proviene de fuentes subterráneas, lo mismo que 62% de la destinada a la industria (Torregrosa, 2012; Embarcadero, 2015).

Presión sobre los recursos hídricos El grado de presión sobre los recursos hídricos es un indica-dor que relaciona los volúmenes empleados en usos consun-tivos del agua con la disponibilidad natural. Un porcentaje mayor a 40 se considera una presión fuerte. El volumen total de agua concesionado en México es de 81.6 km3, mientras que el agua renovable es de 471.5 km3, lo que resulta en un grado de presión sobre recursos hídricos de 17.3% (Conagua, 2014). Si bien a esta cifra se la conside-ra hoy día como presión baja, en 2010 se consideraba “mo-derada” a una cifra casi idéntica, 17.4% (Conagua, 2012). El grado de presión en el noroeste del país es de 88%, debido a los altos volúmenes asignados para actividades agrícolas y públicas urbanas, en el marco de una muy baja disponibili-dad natural del recurso (Banco Mundial, 2012; Cuadro 3).

Cuadro 2. Volúmenes concesionados para usos consuntivos del agua por región hidrológico-administrativa en millones de m3

Región hidrológico-administrativa

Volumen concesionado

AgrícolaAbastecimiento

público

Industria autoabastecida sin

termoeléctricasTermoeléctricas

I Península de Baja California 3 434.4 2 685.5 457.1 95.9 195.9

II Noroeste 6 316.6 5 029.7 575.5 120.8 590.6

III Pacífico Norte 10 228.1 9 528.1 642.6 57.4 0

IV Balsas 10 701.5 6 090.5 1 242.7 220.6 3 147.8

V Pacífico Sur 1 510.4 1 078.6 406.1 25.7 0

VI Río Bravo 9 145.4 7 574.7 1 247.7 212.2 110.8

VII Cuencas Centrales del Norte 3 760.8 3 271.6 376.1 84.7 28.3

VIII Lerma-Santiago Pacífico 15 012.2 12 358.9 2 105 505.2 43.1

IX Golfo Norte 5 777.4 4 141.9 1 002.1 472.7 160.7

X Golfo Centro 4 930.7 3 387.1 722.7 691.2 129.7

XI Frontera Sur 2 240.8 1 667.9 467.9 105 0

XII Península de Yucatán 3 813.9 2 643.3 588.1 573.4 9.1

XIII Aguas del Valle de México 4 779.1 2 365.1 2 127.9 173 113.2

Total 81 651.3 61 822.9 11 961.5 3 337.8 4 529.2

Fuente: Conagua (2014).

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De este binomio entre disponibilidad natural y uso del agua resulta que la parte centro y norte del país se conside-ran bajo presión “fuerte” o “alta” (Conagua, 2012), y “muy alta” en la Cuenca de México, donde se ubica la capital mexicana, mientras que la presión “baja” o “sin estrés” está en la parte sur-sureste del país, donde la presencia de agua superficial es abundante (Embarcadero, 2015). Para hacer frente a la “fuerte” presión en prácticamente la mitad del te-rritorio mexicano, se han implementado medidas de control, como el establecimiento de 160 zonas de veda para la extrac-ción del agua subterránea, sobre todo en las regiones áridas y semiáridas.

Conflictos por el aguaLa contradicción entre disponibilidad natural y desarrollo económico se acompaña de múltiples conflictos entre diver-sos tipos de usos y usuarios. Por ejemplo, los centros urba-nos han incrementado la oferta de agua potable mediante la construcción de infraestructura para importación de agua de cuencas vecinas (Sosa, 2011), la compra de derechos de agua al sector agrícola periurbano, el aumento en la extrac-ción de agua subterránea y el uso de agua residual para fines agrícolas (Perevochtchikova, 2010). Estos mecanismos han elevado la competencia entre los diferentes actores por el acceso al agua, en su mayoría entre usuarios urbanos y ru-rales, agricultores, industrias, etc. La situación se torna aún más crítica en las zonas áridas del país y ha generado con-flictos de carácter socioeconómico e incluso de degradación ambiental (Castro, 2006).

Al respecto, Gutiérrez y Viqueira (2003) analizan el caso de la cuenca del río Cuautla, donde se da una competen-cia por el agua entre actividades agropecuarias, industriales y recreativas. Castro (2006) estudia la situación a nivel na-cional, con una diversidad de causas (factores y actores) de los conflictos por el agua. En el caso de la Cuenca de México, se observa un aumento de los conflictos en las estaciones de secas. Por otro lado, el trabajo de Barreda Marín (2006) abarca la problemática de los conflictos socioambientales por la construcción de presas y otras grandes obras hidráu-licas que conducen a la desaparición de ecosistemas impor-tantes y al injusto despojo de comunidades indígenas de sus tierras, sin compensación alguna, ni transparencia.

Infraestructura para abastecimiento y tratamiento del agua superficial

Cobertura de agua potable y alcantarillado Según los datos consignados en el Censo de Población y Vi-vienda (Inegi, 2010), la cobertura de agua potable en Mé-xico abarca el 90.9% de la población. Esto demuestra un pequeño incremento en comparación con el 2005, cuando la cobertura de agua potable era de 89.2%, con gran dife-rencia entre las áreas urbanas (94.3%) y rurales (76.8%; Torregrosa, 2012). Las partes del país menos cubiertas son las costas del Pacífico y del Atlántico, y el sur-sureste. Es importante señalar que, aunque la Conagua considera la co- bertura como acceso a agua entubada (al interior de la

Cuadro 3. Número de títulos inscritos en el REPDA y grado de presión sobre el recurso hídrico por región hidrológico-administrativa

Región hidrológico-administrativa

Concesiones en aguas

superficiales

Concesiones en aguas

subterráneas

Volumen total de agua concesionada

(millones de m³)

Agua renovable (millones de m³)

Grado de presión

(por ciento)

Clasificación del grado de presión

I Península de Baja California 2 256 9 169 3 434 4 999 68.7 Alto

II Noroeste 4 487 19 135 6 317 8 325 75.9 Alto

III Pacífico Norte 12 166 12 672 10 228 25 939 39.4 Alto

IV Balsas 15 173 13 048 10 702 22 899 46.7 Alto

V Pacífico Sur 9 668 16 887 1 510 32 351 4.7 Sin estrés

VI Río Bravo 6 029 37 119 9 145 12 757 71.7 Alto

VII Cuencas Centrales del Norte 3 678 26 911 3 761 8 065 46.6 Alto

VIII Lerma-Santiago Pacífico 18 932 57 560 15 012 35 754 42.0 Alto

IX Golfo Norte 9 083 14 291 5 777 28 115 20.6 Medio

X Golfo Centro 12 675 18 734 4 931 95 124 5.2 Sin estrés

XI Frontera Sur 24 648 8 449 2 241 163 845 1.4 Sin estrés

XII Península de Yucatán 254 30 216 3 814 29 856 12.8 Bajo

XIII Aguas del Valle de México 1 189 2 379 4 779 3 468 137.8 Muy Alto

Total 120 238 266 570 81 651 471 498 17.3 Bajo

Fuente: Conagua (2014).

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vivienda, en el terreno, de la llave pública o de otra vivien-da), esto no indica ni la cantidad, ni la frecuencia, ni la ca-lidad (Tiburcio, 2013).

Lo mismo sucede con el sistema de alcantarillado, con-siderado como acceso a la red pública o a un cuerpo de agua (fosa séptica, desagüe, barranca, grieta, lago o mar). Según los datos del Inegi (2010), 89.6% de la población del país tiene acceso a la red de alcantarillado, mientras que en 1990 solo 50.1% lo tenía. Sin embargo, el acceso a una fosa séptica sigue siendo alto (17.1%), y en categoría “otros” queda aún 1.9%, lo que representa un impacto ambiental por ausencia de algún tipo de tratamiento (Cuadro 4). En general, el trata-miento de aguas es menor a 40% (Torregrosa, 2012). Como en el caso del agua potable, el incremento del acceso a la red está vinculado al tamaño de las localidades, y en las grandes áreas urbanas el acceso es mucho mayor que en poblados más pequeños (Conagua, 2011; Banco Mundial, 2012).

Plantas potabilizadoras En 2010 se potabilizaban 91.72 m3/s, y el caudal ha ido au-mentando desde 1996 en las 645 plantas en operación del país. Las cifras muestran que en 2009 la potabilización era de 90.04 m3/s en 631 plantas, y que 37.8% del caudal pro-venía del agua superficial (Conagua, 2011). Entre las plantas más importantes se encuentran, en el centro del país, la de Guadalajara I (con 6 m3/s) y Los Berros (con 15 m3/s) y en el norte San Roque (con 6 m3/s). La distribución territorial de las plantas es muy heterogénea, y la mayor concentración se da en la parte central del país y en los estados de Sonora y Tabasco (Cuadro 4).

Entre los principales procesos de potabilización se des-tacan la ósmosis inversa (en 174 plantas), la clarificación convencional (195 plantas) y la clarificación de patente (140 plantas). El proceso más popular de potabilización incluye un tratamiento con cloro para destruir agentes patógenos. La eficiencia de cloración es de 93.66%, a nivel promedio nacional, y 50% de los estados de la República cumplen con el 90% de la eficiencia. Los mejores índices están en el cen-tro del país, y los rezagos en el sur y norte.

Plantas tratadoras Las aguas residuales, por su parte, se subdividen en muni-cipales (provenientes del alcantarillado municipal urbano y rural) e industriales (las descargas directas de industrias autoabastecidas a los cuerpos de agua de propiedad na-cional). En 2010, las 2 186 plantas en operación trataron 93.6 m3/s, correspondiente a 44.67% del total de aguas re-siduales recolectadas en los sistemas de alcantarillado, en comparación con 33.7% en 1996 (Conagua, 2012). La dis-tribución de las plantas es bastante homogénea, pero con una cierta concentración en el centro y en la costa noroeste del país, con excepción de los estados de Coahuila, Yucatán y Quintana Roo (Cuadro 4).

Con base en los datos de la Conagua (2011), y subdi-vidiendo las aguas residuales por su procedencia, se observa que en 2009 se trató en 2 029 plantas solo 37.1% de las aguas residuales municipales (237.5 m3/s generados y 209.1 recolectados en sistemas de alcantarillado), y en 2 186 plan-tas solo 19.3% de las aguas no municipales, incluyendo a las industriales (190.4 m3/s generados y 36.7 recolectados).

Cuadro 4. Cobertura de agua potable y alcantarillado. Plantas potabilizadorasy tratadoras de aguas residuales por región hidrológico-administrativa

Región Hidrológico-Administrativa

Red de agua potable (%)

Plantas potabilizadoras (%)

Caudal potabilizado m3/s

Red de alcantarillado (%)

Plantas tratadoras (%)

Caudal tratado m3/s

I Península de Baja California 95.5 45 6.37 92.8 59 7.76

II Noroeste 96.3 24 1.92 88.2 101 3.06

III Pacífico Norte 91.3 153 7.85 87.5 306 7.43

IV Balsas 85.8 21 17.25 87.0 191 6.51

V Pacífico Sur 75.6 9 2.61 73.0 87 3.73

VI Río Bravo 97.0 59 15.91 95.1 214 21.27

VII Cuencas Centrales del Norte 95.0 71 0.40 90.6 129 4.69

VIII Lerma-Santiago Pacífico 94.9 114 12.5 93.0 550 19.45

IX Golfo Norte 84.9 44 7.24 73.2 113 3.70

X Golfo Centro 81.2 9 4.15 81.6 144 4.58

XI Frontera Sur 78.5 49 11.2 85.8 98 2.48

XII Península de Yucatán 94.2 1 0.01 84.2 78 1.96

XIII Aguas del Valle de México 96.8 46 4.33 97.7 116 6.98

Total 90.9 645 91.7 89.6 2 186 93.6

Fuente: Conagua (2012).

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La situación es preocupante por el impacto ambiental de las descargas directas a los cuerpos de agua superficial; además de la problemática del abandono de las construcciones por falta de financiamiento para el mantenimiento de las obras (Jiménez, 2007).

Entre los principales procesos de tratamiento desta-can los lodos activados (46.4%), las lagunas de estabiliza-ción (15.6%) y el tratamiento primario avanzado (11.1%; Conagua, 2011). En relación con la reutilización de las aguas tratadas, solo 5 051 millones de metros cúbicos (equivalente a 160 m3/s) se reutilizaron para fines agrícolas, ganaderos y silvicultura, y una menor proporción en industria, termoe-léctricas y en ingenios azucareros en el cultivo de caña.

Presas Un importante indicador del desarrollo económico son las presas; en México se cuenta con 4 462, 667 de las cuales es-tán clasificadas como grandes. Existen además 1 085 bordos (Conagua, 2011). La capacidad de almacwnamiento de las presas es de 150 km3 de metros cúbicos. En 2010, 98 prin-cipales presas almacenaban 106 km3, y 116 de estas presas representan 79% de la capacidad total. El volumen almace-nado en las presas depende de las características hidrocli-matológicas de cada territorio en particular, pero también de las políticas de administración de las presas para el con-trol de avenidas y descargas.

La distribución de las presas por el territorio mexica-no sigue el patrón de la localización de los ríos y arroyos y guarda relación con la topografía, la geología y la orografía, ubicándose principalmente hacia las dos costas y el centro del país, sobre todo en los estados de Chiapas y Oaxaca. Los estados que por sus características naturales no poseen recursos hídricos superficiales no disponen de presas de al-macenamiento; por ejemplo, los que se ubican en la penín-sula de Yucatán (Conagua, 2012). Los principales usos del agua de las presas son generación de energía eléctrica (sobre todo de las presas de gran capacidad de almacenamiento), irrigación (relacionado con la ubicación de distritos de rie-go), abastecimiento público (para zonas urbanas) y control de avenidas. Sin embargo, es de suma importancia comen-tar que las presas también son a menudo detonantes de im-pactos ambientales, económicos y conflictos sociopolíticos (Barreda, 2006).

Distritos de riegoLos distritos de riego son proyectos del Gobierno Federal desde 1926, e incluyen diversas obras, presas de almace-namiento, derivaciones directas, plantas de bombeo, pozos, canales y caminos. Con la creación de la Conagua y la pro-mulgación de la Ley Nacional del Agua, comenzó la trans-

ferencia de los distritos de riego a los usuarios, la cual había casi concluido en 2011. El uso eficiente del agua en los dis-tritos de riego para la producción de alimentos depende de las condiciones climáticas y la infraestructura hídrica, desde la fuente de abastecimiento hasta la conducción y la aplicación del riego. Actualmente existen 85 distritos de riego con 462 700 usuarios, concentrados en su mayoría en la parte norte del país, hacia las costas del Pacífico y el At-lántico, y en el centro (Conagua, 2012).

Las estadísticas oficiales señalan que la infraestructura existente permite el riego de 6.5 millones de ha (una mitad para distritos de riego y la otra mitad para unidades de rie-go). Sin embargo, dada la escasez de recursos para el man-tenimiento de la infraestructura, el manejo del agua para riego es poco eficiente. El uso de agua superficial para riego es muy superior al de agua subterránea. En 2009 se emplea-ron 28.9 km3 procedentes de fuentes superficiales, contra 3.3 km3 de fuentes subterráneas. Los principales cultivos que se riegan son maíz y trigo (45.6% de la superficie total regada), productos que representan 23.5% de la producción en toneladas y 36.4% del valor de la producción en dinero (Conagua, 2011). Lamentablemente, no se cuenta con in-formación detallada acerca de las unidades de riego.

Reflexiones finales

La distribución natural del agua en México es a todas lu-ces heterogénea, lo mismo que las actividades productivas, las cuales tienden a ser más intensas en aquellas regiones con menor disponibilidad del recurso. El uso de agua su-perficial para cubrir las necesidades agrícolas e industriales agrava los problemas de contaminación. Por otra parte, las deficiencias observadas en la cobertura de la red de distri-bución de agua potable y alcantarillado acentúa las inequi-dades sociales (Evalúa DF, 2010; Guerrero et al., 2012). Las tendencias actuales apuntan hacia una cobertura cada vez más deficiente del servicio de agua y saneamiento, especial-mente en áreas periféricas y rurales, donde ni la frecuencia del servicio ni la calidad del líquido son adecuados (Sosa, 2011; Tiburcio, 2013).

Semejante panorama se verá aún más agravado ante los escenarios del cambio climático, con posibles aumen-tos de temperatura en los próximos años hasta de 4° C a escala regional (Torregrosa, 2012), lo que sin duda influirá en la modificación de los patrones del ciclo hídrico, reflejada sobre todo en el cambio de la distribución espacial y tempo-ral de la precipitación, la radiación solar y la evaporación, y provocará eventos hidroclimatológicos extremos (Escolero et al., 2009; Arreguín, 2010). Esto, aunado a una alta vulne-

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rabilidad de una buena parte de la población mexicana, au-mentará las situaciones de riesgo de inundaciones, deslaves y otros fenómenos (Arellano, 2010; Salazar et al., 2014).

La modificación del ciclo hidrológico afectaría la dis-ponibilidad natural del agua –que se encuentra ya bajo una fuerte influencia antropogénica–, y el aumento de la de-manda del agua para los usos agrícola y urbano conduciría a una mayor presión sobre los recursos hídricos (Guerrero et al., 2012). Incorporar los escenarios de cambio climático en las tareas de planeación supone un reto importante para la gestión del agua, y requiere de amplia investigación científi-ca y tecnológica (Domínguez et al., 2013).

La gestión del agua en México es sumamente com-pleja y depende de las interacciones entre las dependencias institucionales y oficinas de la Conagua a niveles federal, regional, estatal y local. Donde las funciones se entrecru-zan, y los principios de compatibilidad en tareas y comu-nicación están ausentes (Valencia et al., 2004; Perevocht-chikova, 2010). Por otro lado, los municipios que tienen la responsabilidad de proporcionar servicios de agua potable, alcantarillado y saneamiento, y cobrar por esto, en realidad carecen del apoyo financiero y técnico necesario por parte de las oficinas centrales y regionales.

En materia de legislación, existe la Ley de Aguas Na-cionales de 1992, con reforma en 2004, y el Reglamento de 1994. Con base en esto los títulos de concesión, asignación de agua potable y permisos de descarga de aguas residua-les corresponden al Registro Público de Derechos de Agua (pepda). La Conagua, por su parte, como organismo federal, elabora y controla la normatividad del agua e impone diver-sas normas oficiales relativas a su conservación, así como a los sistemas de alcantarillado, las tomas domiciliarias, los requisitos de construcción de pozos de extracción de agua y la protección de acuíferos, entre otros aspectos (Ortiz, 2013).

Entre las limitantes del actual sistema de gestión se puede mencionar su baja eficiencia física, económica, am-biental y social. Los datos muestran que la eficiencia físi-ca no supera 60% y la eficiencia económica 35% (ctmma, 2002; Perló et al., 2004); lo primero debido al alto número de fugas en la red de distribución de agua potable y drenaje, que pueden llegar hasta 40 o 60% (Perló y González, 2005), y lo segundo por la baja recuperación financiera del servicio que usualmente no cubre los costos de operación y mante-nimiento, dado lo bajo de las tarifas, los subsidios existentes y, en general, por la falta de pago de parte de la población (Saldívar, 2007; Evalúa DF, 2010).

La contaminación del agua proviene de fugas de la red de drenaje, la construcción de obras y la contaminación di-fusa por el uso de agroquímicos, entre otros factores (Ma-

zari, 2000), y los conflictos sociales se dan por el desvío de agua a otras cuencas o usos y por la inequitativa distribución del servicio (Shiva, 2004; Castro, 2006).

Así pues, entre los retos principales de la gestión del agua en México se puede mencionar: a) el fortalecimiento de la colaboración inter e intrainstitucional (Oswald, 2011; Domínguez, 2013); b) el desarrollo e implementación de las herramientas estructurales y no estructurales para la gestión integrada (Barreda, 2006; Escolero et al., 2009); c) la investigación multi e interdisciplinaria (Aboites et al., 2008; Oswald, 2011); d) la aplicación de medidas alterna-tivas para la conservación, preservación y manejo ecológico del agua (Burns, 2009; Tiburcio, 2013); e) el fortalecimien-to de la educación y de la conciencia ambiental ciudadana, con fomento de una nueva cultura del agua (Vázquez, 2006; Perevochtchikova, 2012); f) el fortalecimiento del sistema de monitoreo ambiental (Barrios, 2003; Perevochtchikova, 2013), y g) el fortalecimiento de la parte legislativa, norma-tiva, financiera y de operatividad institucional para el ma-nejo integrado ecosistémico del agua (Valencia et al., 2004; Vargas y Piñero, 2005).

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Glosario2

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Cuenca hidrológica. Unidad territorial normalmente deli-mitada por un parteaguas o línea divisoria de las aguas que se cierra en un polígono trazado por los puntos de mayor elevación. En la cuenca ocurre el agua en

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distintas formas y se almacena o fluye hasta un punto de salida que puede ser el mar u otro cuerpo receptor interior, a través de una red hidrográfica de cauces que convergen en uno principal. Es también el territorio en el que las aguas forman una unidad autónoma o dife-renciada de otras, aun sin que desemboquen en el mar. En dicho espacio delimitado por una diversidad topo-gráfica coexisten los recursos agua, suelo, flora, fauna, otros recursos naturales con ellos relacionados y el me-dio ambiente. La cuenca hidrológica, conjuntamente con los acuíferos, constituye la unidad de gestión de los recursos hídricos.

Disponibilidad natural media. Volumen total de agua re-novable superficial y subterránea que ocurre en forma natural en una región.

Grado de presión sobre el recurso hídrico. Indicador por-centual de la presión a la que se encuentra sometido el recurso agua y se obtiene del cociente entre el volumen total de agua concesionada y el agua renovable.

Región hidrológica. Área territorial conformada en fun-ción de sus características morfológicas, orográficas e hidrológicas, en la cual se considera a la cuenca hi-drológica como la unidad básica para la gestión de los recursos hídricos, cuya finalidad es el agrupamiento y sistematización de la información, análisis, diag-nósticos, programas y acciones en relación con la ocurrencia del agua en cantidad y calidad, así como su explotación, uso o aprovechamiento. Normalmente una región hidrológica está integrada por una o varias cuencas hidrológicas. Por tanto, los límites de la región hidrológica son en general distintos en relación con la división política por entidades federativas y munici-pios. Una o varias regiones hidrológicas integran una región hidrológico-administrativa.

Sistema de agua potable y alcantarillado. Conjunto de obras y acciones que permiten la prestación de servi-cios públicos de agua potable y alcantarillado, inclu-yendo el saneamiento, entendido como la conducción, el tratamiento, el alejamiento y la descarga de las aguas residuales.