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Capítulo I Individuo y sociedad posmodernos

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Capítulo I

Individuo y sociedadposmodernos

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…Ocurre en cada pulsación de tu sangre.

No hay un instante que no pueda ser el cráter del Infierno.No hay un instante que no pueda ser el agua del paraíso.

No hay un instante que no esté cargado como un arma.En cada instante puedes ser Caín o Siddartha, la máscara

o el rostro.En cada instante puede revelarte su amor Helena de Troya.

En cada instante el gallo puede haber cantado tres veces.En cada instante la clepsidra deja caer la última gota.

“Doomsday”, Jorge Luis Borges

La identidad moderna, según la analizaban los científicospositivistas, partió de un concepto de unidad, integralidady homogeneidad, en tanto para el posmodernismo la iden-tidad es algo fluido, relacional, que adquiere diferentes for-mas y que más que una esencia es un proyecto en marcha.

Comienzan a presentarse, hacia fines de la década del70 del siglo pasado, tres variables que van generando unethos hedonista que se consolida en la última década delsiglo XX. Se trata de una ética de la estetización, la pérdi-da de nexos históricos y el consumismo que es funcionalal neoliberalismo imperante. Esta nueva moral individua-lista está desprovista de principios rígidos y es sustentadapor individuos lábiles y sin convicción. La vanguardia in-dividualista de fines del 60 da paso a un sujeto que ya noes transgresor de la moral religiosa ni de la ética conser-vadora. Entre otras características, presenciamos el fin delestilo personal en el arte, ya que nuestros lenguajes cultu-rales han perdido los ideales de lo original a manos de lonovedoso tecnologista; en tanto a la muerte de las ideolo-gías corresponde un paradigma religioso blando al tiem-po que se habilitan caminos al surgimiento de sectas detodo tipo; por otra parte la cantidad de información es tan

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grande (y por lo mismo inasible, inútil, ya que no vienejerarquizada) que se pierde la escala humana, dando lu-gar a la cómoda virtualidad para evitar el vértigo.

Paul Virilio nos comenta que el reemplazo de la velo-cidad vehicular de los cuerpos por el viaje sin desplaza-mientos que deja la organización del ritmo vital a los ins-trumentos termina reduciendo la voluntad a cero (frentea la pantalla del televisor o de la computadora) y permi-tiendo que la “visión de la luz en movimiento (que no otracosa son las pantallas) reemplace la búsqueda de cualquiermovimiento personal” al tiempo que evita riesgos, sobretodo el de la relación interpersonal que provocan inusita-damente los viajes físicos.13 El tiempo queda, así, limitadoa un continuo instante (presente permanente), donde seha perdido la percepción directa de la realidad y la posi-bilidad de “hacer historia” (o interactuar sobre su reali-dad), ya que el encierro del instante provoca el someti-miento de la voluntad a la percepción electrónica.

Beatriz Sarlo, en un texto de gran claridad, analiza lacondición posmoderna, sin descuidar el comportamientoindividual. El sujeto posmoderno es descripto en el marcode un clima muy especial (en este libro Sarlo escribe “des-de” el Buenos Aires de mediados de la década del 90):“veinte horas de televisión diaria por cincuenta canales,y una escuela desarmada, sin prestigio simbólico ni recur-sos materiales; paisajes urbanos trazados según el últimodesign del mercado internacional y servicios urbanos enestado crítico”. Este ambiente porteño ejemplifica lo queocurre en gran parte de Occidente en vías de desarrollo,debido a la homogeneización cultural omnipresente:

… la reproducción clónica de necesidades con la fantasíade satisfacerlas es un acto de libertad y de diferenciación.

13 P. Virilio, La estética de la desaparición, Anagrama, Barcelona 1988.

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Si todas las sociedades se han caracterizado por la repro-ducción de deseos, mitos y conductas (porque de ellas tam-bién depende la continuidad), esta sociedad lo lleva a cabocon la idea de que esa reproducción pautada es un ejerciciode autonomía de los sujetos. En esta paradoja imprescindi-ble se basa la homogeneización cultural realizada con lasconsignas de la libertad absoluta de elección.14

14 Beatriz Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, Ariel, Buenos Aires,1994; nótese que este libro es publicado en 1994, cuando la Argentinaera considerada en el mundo un modelo de evolución de la moder-nización liberal.

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Impasse autocontemplativo

Lo viejo se muere, lo nuevo todavía no ve el día,y en este claroscuro surgen los monstruos

Antonio Gramsci

La ampliación social de un hedonismo normalizado y ad-ministrado, higiénico y racional sucede al fin del disfrutesin límites del hippismo y del militantismo juvenil de iz-quierda. El impasse autocontemplativo incluye las aspira-ciones al bienestar material y al entretenimiento; el amora sí mismo estimula una dedicación cada vez mayor alos cuidados corporales. Hedonismo prudente que se ma-nifiesta en una proliferación de técnicas de trainning físi-co, medicinas blandas, regímenes dietéticos, relajación,productos para el cuidado personal, productos light, bio,cirugías estéticas que simulan algún retardo del paso deltiempo o que corrigen desviaciones del modelo masificado:Narciso que se define por un trabajo de autoconstrucción(body-building) y de autoabsorción (anorexia/bulimia).

En ese marco surge un sujeto que se separa del indivi-dualismo disciplinado y militante, heroico y moralizadorde 1968. Se impone así, hacia mediados de la década del70, un individualismo à la carte sobre la base de un hedo-nismo que tiende a hacer del logro íntimo el fin de la exis-tencia: nuevo individualismo, escindido del imperio deideales sociales y de todo rigorismo.15 La autoedificación

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15 Gilles Lipovetsky, L’ère du vide, Paris, Folio-Gallimard, 1993.

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de sí mismo sin vía colectiva, se impuso con desencantopero de modo generalizado.

Volviendo sobre 1968, particularmente a lo que haceal Mayo francés, intentaremos comprender qué ocurrió enmenos de 20 años, las razones por las que se produjo taltransformación en el sujeto. El discurso de Mayo llevabaimplícito cuatro premisas: crítica (“el patriotismo es unegoísmo en masa”; “acumulen rabia”), espontaneidad(“abajo el socialismo realista, viva el surrealismo”; “exa-gerar, ésa es el arma”), imaginación (“la imaginación alpoder”; “sean realistas: pidan lo imposible”), disfrute (“lapoesía está en la calle”; “decreto el estado de felicidad per-manente”).16 La revolución política había fracasado, losestudiantes reemplazaron a los obreros aburguesados paraproducir una revolución cultural: ¿acceso de fiebre de lajuventud, complot subversivo, crisis de civilización, con-flicto social o político, nueva forma de la lucha de clases,simple encadenamiento de circunstancias?17 Quizá todoeso y algo más, pero que tardó muy poco en agotarse. Lafilosofía francesa de la época se volvía nihilista, radica-lizando el pesimismo alemán, que portaba ya los gérme-nes de la disolución del yo, del sujeto, en la década del80. La tendencia narcisista ya estaba presente en 1968,aunque se disfrazara de militante, para luego devenir cla-ramente hedonista una década después, un antihuma-nismo proveniente de la filosofía en boga de la época(estructuralismo), que es la que desencadena la violencia.

El pensador Castoriadis opina que el Mayo del 68 cons-tituye un movimiento político, profundamente marcadopor una dimensión mesiánica, utópica, pero fraternal y

16 Los graffitis han sido extraídos de la página de Internet http://www.dim.uchile.cl/~anmorier/ideas/graffiti.html.

17 L. Ferry y A. Renaut, La pensée 68: Essai sur l’antihumanismecontemporain, París: Gallimard, 1985.

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comunitaria.18 Y afirma que lo esencial del movimiento noresidía en los reclamos provenientes de utopías izquierdis-tas, sino en las exigencias mismas del individualismo; susresultados no encarnaron en lo político sino en una for-midable liberación de costumbres, que a partir de allí nocesó de ampliarse hasta la década del 90. Por lo que estemovimiento debería considerarse, por sobre todo, como unaspecto de la crítica social. Por lo dicho, el paso del 68 alos años 80 se realiza con la radicalización del individua-lismo y el abandono de las verdades universales.

Complaciente consigo y autorreferencial, libre de cul-pas, el individuo que cambia de siglo, que intentamos des-cribir, ya no necesita “ser” sino que, al emanciparse de latradición, se conforma con “estar siendo”. Esto represen-ta un estado de permanente fuga que lo excusa de reflexio-nar sobre su circunstancia y viabilidad futura. De otro lado,el estado de hiperrealidad (virtualismo) que surge de la re-volución de los medios de comunicación, al construir unnuevo entorno social, lleva a la disolución de la realidadobjetiva y, con ella, del ego individual que la modernidadpostuló como actor social y conciencia autónoma.19 En eléxtasis de la comunicación, los conceptos de autonomía yvoluntad individual son impensables porque el individuoen estado de hiperrealidad ya no mantiene ninguna rela-ción objetiva con su ambiente. Para Baudrillard, esta situa-ción es profundamente obscena porque borra cualquier dis-tinción que pueda existir entre la identidad individual ysu entorno: al perder vigencia los pares binarios clásicos,sujeto/objeto y público/privado, ya no hay vida privada,ni intimidad, pues el individuo se disuelve en la comuni-cación, creando una nueva forma de esquizofrenia.20

18 Cornelius Castoriadis. L’institution imaginaire de la société, Paris,Seuil, 1980.

19 Alain Touraine. Critique de la modernité. Paris: Fayard. 1994.20 Jean Baudrillard. Simulacres et simulations. Paris : Editions Galilée, 1990.

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Por lo dicho hasta aquí no debería llamar la atenciónque, de un tiempo a esta parte, se haya hecho un cultode la juventud, “divino tesoro”, que ya no se refiere a laentrega al amor bucólico o a ideologías utopistas: se en-salza la juventud como un valor sin que, bajo ningún pun-to de vista, se pueda considerar como una virtud sinocomo un estadio cronológico en el curso de la vida y queno tiene ningún mérito en sí mismo, más que la frescuray la inocente torpeza de la tierna edad. Si en otras épocaslas cantantes de ópera, las actrices de teatro y luego decine, eran modelos de mujer, las más deseadas, hoy la so-ciedad de consumo presenta a adolescentes como mode-los de belleza y objeto de todo el deseo masculino. Comosi cualquier rasgo del paso del tiempo pudiera arruinar labelleza, se prefiere a niñas adolescentes, de 15 años o me-nos, para promocionar y vender cualquier tipo de produc-to. No es sino la moda y la publicidad la que impone estenuevo paradigma hueco, vacío de todo contenido, sin unavoz, un gesto, con los que antes las actrices completabanel modelo con alguna manifestación de personalidad, y nouna simple imagen (máscara) y un caminar antinatural,aunque estudiadamente provocador, por una pasarela.

Por otra parte, como el primado del ego ha sido plebis-citado y el otro puede ser prescindible, se debilita el amorcortés: en este nuevo escenario, en el cual la relación deuno con otro sexo parece más marcada por la disuasiónque por la seducción, el amor físico ha sido banalizado.Son tiempos en que algunos prefieren la compañía demascotas domésticas, que sólo reclaman el mínimo com-promiso del alimento diario, por sobre las complejidadesde la convivencia en pareja.

Pero, ¿qué ha ocurrido con la mujer? Recién en los años70 del siglo pasado la mujer parece haber conquistado ple-namente el poder de decidir sobre sí misma, sobre su fe-cundidad, sobre su cuerpo, de imponer su derecho a de-

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dicarse a cualquier actividad. Gilles Lipovetsky nos recuer-da que la mujer pasó de ser un mal necesario, denuncia-da por sus vicios y estigmatizada como tramposa, un serinferior en la antigüedad, a ser, a partir de la caída de nu-merosos tabúes y gracias a la dinámica igualitaria, unapersona que aún continúa en la lucha por sus derechospero a partir de un feminismo que no va contra su femi-nidad y que no diaboliza al hombre; y que ha pasado por(“segunda mujer”) ser objeto de admiración, hacia el si-glo XVIII con la aparición del amor cortés, para ser valo-rizada posteriormente como esposa, madre y educadorade niños, aunque aún no reconocida igualitariamente res-pecto del hombre. Esta “tercera mujer” está lejos de losideales de las primeras luchas feministas efectivas. De loque se ha tratado en nuestros tiempos posmodernos es delrescate de la diferencia, en donde la mujer cada vez vaconsolidando más su libertad de gobernarse a sí mismapero con papeles diferenciados. Así, sus tradicionales fun-ciones en el hogar y la familia no se mantienen sólo porel peso de la tradición cultural, sino porque esas tareas en-riquecen la vida emocional y relacional de la mujer, ya queconservan en sí mismas una dimensión de sentido: “los có-digos sociales que, como las responsabilidades familiares,permiten la autoorganización, el dominio de un universopropio, la constitución de un mundo cercano emocionaly comunicacional, se prolongan cualquiera sea la críticaque los acompañen por parte de las propias mujeres”.21

Sin embargo, si bien es enriquecedor que esta nuevatendencia de la mujer, casi de rechazo del mundo mas-culino (lo público, lo racional, el poder) en tanto preservasu mundo (lo íntimo, lo privado, la seducción y el amor),que ya no envidiaría más el mundo del hombre (deseosfálicos, que implican poder), la presencia de lo femeninoen los asuntos sociales, políticos y públicos en general, no21 Gilles Lipovetsky, La tercera mujer, Anagrama, Barcelona, 1999.

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es algo que podamos darnos el lujo de prescindir. El granpensador argentino Ernesto Sábato considera que una so-ciedad más humana es una sociedad más femenina, don-de la lucha por el poder no lo impregne todo. Desde lue-go que la sociedad estaba perdiendo cuando la mujer que-ría ser hombre, porque preservar las diferencias hace lariqueza de lo humano, pero los valores de la mujer no pue-den quedar relegados al ámbito íntimo, sino que es nece-sario que trasciendan a lo público.

Seguramente esta nueva tendencia femenina de la quehabla el pensador francés no es ajena de la lógica indivi-dualista posmoderna, la que no significa que cada uno sehaya vuelto un consumidor esclarecido, administradoravisado de su vida y de su cuerpo. Así, mientras se pres-ta mayor atención a la apariencia que al espíritu, se ace-lera la impronta de numerosas formas de autocontrol: fri-volidad de unos que coexiste, sin culpas, con la profun-dización de la marginación social de no pocos.

Quizá esto sea así porque se confunde el espíritu del pro-testantismo (cuna del capitalismo, a decir de Max Weber22 )y su exaltación de desinterés con la moderna doctrina delegoísmo, que sería (según, entre otros, Bernard Mandeville23 )el motor más poderoso de la conducta humana. Al respecto,Erich Fromm nos aclara que todo proviene de la confusiónentre egoísmo y amor a sí mismo, en su identificación, cuan-do el egoísmo narcisista constituye en verdad lo contrario: “ensu dinámica inconsciente hallaremos que el egoísta, en esen-cia, no se quiere a sí mismo sino que se tiene profunda aver-sión (…), su narcisismo constituye la sobrecompensación dela carencia básica de amor a sí mismo”.24

22 M. Weber, L’etique protestante et l’esprit du capitaisme, Plon-Agora,Paris, 1999.

23 B. Mandeville, Recherche sur la nature de la societé , Babel, Paris, 1998(originalmentte publicado en 1723 bajo el título de La fábula de las abejas).

24 E. Fromm, Miedo a la libertad, Paidós, Barcelona, 1987.

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Individualismo y política

La sociedad posmoderna no tiene más ídolosni tabúes,ni una imagen gloriosa de sí misma,

ni un proyecto histórico movilizadorGilles Lipovetsky

25 T. Eagleton, Las ilusiones del posmodernismo , Paidós, Buenos Aires,1997.

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Los políticos neoliberales, del mismo modo que la culturahedonista-narcisista, celebran el “Yo”, el logro inmediatode los deseos y trabajan en paralelo para dualizar las de-mocracias: generan más flexibilización de controles esta-duales (¿mayor libertad?) y más exclusión social, mayorautovigilancia higiénica y más toxicomanía, mayor recha-zo a la violencia y más delincuencia en las orillas, mayordeseo de confort y más homeless, mayor amor por los ni-ños y más familias sin figura paterna.

El profesor de Oxford de extracción socialista, TerryEagleton, opina que como las energías revolucionarias fue-ron gradualmente decayendo, la preocupación por el cuer-po vino a ocupar su lugar: “con el cambio de los tiempos,los leninistas fueron portadores de credenciales lacanianasy todo el mundo saltó de la producción a la perversión; elsocialismo de Guevara dio paso a las somatizaciones deFoucault y Jane Fonda”.25 Al parecer, en el pesimismo delpsiquiatra Michel Foucault, opuesto a sus cualidades máspolíticamente activistas, la izquierda pudo encontrar unarazón sofisticada que puede justificar elegantemente su pro-

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pia parálisis política. La sexualidad se convierte a partir delos años 70s en el fetiche más de moda de todos26 (ademásdel dinero), en tanto la preocupación por la salud física haaumentado hasta convertirse casi en una neurosis mayor.El cuerpo (la salud, pero fundamentalmente las aparien-cias) habría desplazado a las políticas radicales: la preocu-pación por el cuerpo encajaría perfectamente con las sos-pechas posmodernas sobre los grandes relatos modernos(ideas de fundamentación universal) así como con su ape-go al pragmatismo y lo concreto, y a la celebración (al me-nos de los posmodernos franceses) del placer. El cuerpoofrecería para el posmodernismo un modo de conocimien-to más íntimo que la despreciada racionalidad iluminista.

Pero, además, si por un lado el hedonismo conllevauna labor permanente de reciclaje y de autovigilancia, porel otro degrada el sentido del esfuerzo y del trabajo, pre-cipita el derrumbe de las instancias tradicionales de con-trol social (tradiciones, familia, escuela, iglesia, sindicatos)y produce desocialización y criminalidad. Narciso presen-ta dos perfiles, bajo una contradicción engañosa: aparen-tando integridad y responsabilidad, está perdido y solo,sin destino e insensible frente a los otros. Cultiva la vidapresente, creando serios problemas a la edificación del fu-turo de las democracias: su apego a vivir el momento pro-duce sobreendeudamiento, caída del ahorro, primado dela especulación por sobre la inversión, fraude y evasiónfiscal. La sociedad posmoderna no avanza hacia una ma-yor tolerancia y regulaciones flexibles. Asistimos al rena-cimiento, tan espectacular como sorprendente, de losintegrismos y las ortodoxias religiosas. En las antípodas delos valores individualistas, el neointegrismo religioso recha-za el derecho a la adaptación de la tradición y aboga poruna sumisión implacable a la ley. Sin embargo, por otra26 Eagleton nos recuerda que para Freud un fetiche es aquello que obtura

un resquicio intolerable.

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parte asistimos a la emergencia de la era de la New Age,o de las religiones a medida. Extremismo dogmático ysincretismo narcisista son dos polos que se mantienen per-fectamente aislados.

El carácter sagrado del presente privado ha contribui-do, en gran parte, a acentuar el rechazo de la clase políti-ca e incluso a la desculpabilización del discurso racista. Lacomunicación en esta era hedonista favorece el hiperrea-lismo del presente frente a los grandes flujos de inmigra-ción: lo que preocupa en la vida cotidiana de los paísesdesarrollados es la amenaza del extranjero. La descalifi-cación de los grandes proyectos ideológicos y de los par-tidos políticos ha conducido al crecimiento de las extre-mas derechas en Europa (riesgo que alarga su siniestrasombra en nuestra Latinoamérica, frente al desprestigio dela dirigencia política tradicional): toda una categoría depoblación ha podido reconocerse en un discurso que ex-plota la actitud contestataria, las múltiples frustracionese inquietudes, las dificultades de vecinazgo, del miedo endefinitiva, sin que por ello se vuelva a afirmar cualquiersuperioridad racial ni la voluntad de destruir a las demo-cracias pluralistas. Hasta el pensamiento de la extremaderecha se ha vuelto light para mejor adaptarse al electo-rado posmoderno. De ahí las dificultades que encuentranlos políticos tradicionales para alertar eficazmente a lapoblación sobre el renacimiento fascistoide.

El reclamo hacia la dirigencia de “protección del extran-jero” es una expresión del vacío y de la ansiedad posmo-derna. El rotundo fracaso de los partidos políticos en cuan-to a su tarea de representación de la sociedad ha dado cur-so a la posibilidad de que la ciudadanía se resista a asu-mir compromisos políticos mayores: tasas de abstenciónrécord, desafiliación sindical, las protestas se vuelven cor-porativas, en defensa de intereses particulares, y es en este

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caldo de cultivo donde crece la reacción. Son épocas defractura social; sobre ello, Beatriz Sarlo nos ilustra:

la dulcificación de las costumbres privadas, en las capasmedias educadas, sigue los pasos de una dureza crecientedel espacio público y del nicho socio-ecológico ocupado porlos más pobres. Esta divergencia es uno de los datos de losúltimos años en América Latina: capas medias-altas sensi-bilizadas a todos los temas del abanico finisecular y secto-res expulsados de los umbrales mínimos que la moderni-dad consideraba un derecho. Esta oposición es adecuada-mente dramatizada por las industrias informativas que, almismo tiempo, recaudan su prestigio en uno y otro lado delínea, en la medida en que las oposiciones fuertes son siem-pre espectaculares para las víctimas y para los que por elmomento no lo son o están seguros de no serlo.27

Frente a una ciudad que debería ser un espacio socia-lizador, equilibrador y enriquecedor de la personalidad, lasgrandes metrópolis actuales parecerían profundizar la na-turaleza esquizoide de la nueva personalidad urbana, quepromueve los contactos superficiales y el carácter transito-rio de las relaciones sociales y el individualismo. Lo que creauna suerte de anomia alentada por la soledad omnipresen-te, el aturdimiento sonoro y lumínico y la prosecución desatisfacción de necesidades personales vitales a través de laprivilegiada vía del consumo. Todo ello genera un aumentode la conflictividad social que se manifiesta en forma de com-portamientos desordenados de carácter individual o grupal:vandalismo, criminalidad y violencia, así como locura ymarginación. Se suma a ello el creciente desinterés social,que se hace más patente en las ciudades, hacia las perso-nas que por una u otra razón se sitúan fuera del ámbito pro-ductivo: ancianos, inmigrantes y desempleados; desde el27 B. Sarlo, “Sensibilidad, cultura y política”, en Varios. Observatorio S.

XXI, Paidós, Buenos Aires, 2002.

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punto de vista de la productividad y la competitividad sonun residuo que carece de valor de uso o de cambio.

El hedonista posmoderno busca orden, límites y res-ponsabilidad a su medida. La despenalización moral dela xenofobia, el desprestigio del amor al otro y el culto deldinero no ocultan la otra cara del air du temps: el consen-so en cuanto a los derechos del hombre, el benevolado, lapreocupación ética en la comunicación y en la investiga-ción biológica, respecto del medio ambiente. Pero no exis-te contradicción alguna entre el triunfo del individualis-mo y esas nuevas aspiraciones éticas, ya que se trata deuna moral indolora, sin obligación y sin sanción, con unmínimo de compromiso que, sin embargo, es suficientepara tranquilizar conciencias. Por otro lado, las últimasgeneraciones, al apostar por los derechos del hombre, mos-traron convencimiento de que su progresivo triunfo, lejosde manifestar el “fin de la historia”, estaría marcando laderrota definitiva de las mediocres dictaduras, de las ti-ranías. Nuestra memoria se mantiene viva y alerta respec-to de los crímenes contra la humanidad y para conjurarnuevos peligros llevamos a la práctica la construcción deun incipiente derecho internacional con categorías pena-les y sus tribunales, a la espera del establecimiento de unapolicía mundial a su servicio.

Sin embargo, dudamos al momento de definir conexactitud qué significa el concepto de humanidad en tiem-pos en que tres revoluciones nos han sacudido: la revolu-ción económica global, comúnmente llamada globaliza-ción; la revolución informática, concomitante con la an-terior; y la última novedad, la revolución genética. Laglobalización, portadora de promesas incontestables parala humanidad, con el acompañamiento del genio de lademocracia ya domesticado, resultó estar llena de amena-zas, siendo la más grave la de la erosión política. Esto úl-timo significa poner en duda la capacidad humana de

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actuar colectivamente sobre los acontecimentos. La revo-lución numérica, con su inmediatez virtual y su sofisti-cada utilización de medios tecnológicos para transmitirtan pobres mensajes, hace emerger un nuevo continente:Internet, que termina por mostrar su soberana eficienciaen todos los dominios del hombre, desde la cultura al co-mercio, pasando por las finanzas y las comunicaciones yla transmisión de “data” en general. La revolución gené-tica, que ya se muestra ampliamente gobernada por loslobbies inconfesables de la biotecnología, queda sometidaa las leyes del mercado antes que a la bioética.

Si a las promesas de la modernidad tardía de un mun-do mejor, más justo, libre de dictaduras, de otros some-timientos y holocaustos que sacudieron la primera mitaddel siglo XX, las confrontamos con la dura realidad queheredamos de estas tres revoluciones (¿progreso?) pode-mos comprender la desorientación del aparato de reflexiónde la humanidad (la intelectualidad), que aparece frag-mentado en el pensamiento. Nos preguntamos si quien seocupa de bioética comprende qué es la globalización, y silos expertos en esta nueva disciplina, a su vez, compren-den los terribles alcances de la revolución numérica, sindescuidar, entre sus temas de reflexión, las consecuenciasde los avances en el diseño del mapa genético humano.Mucho más difícil parecería imaginar a los científicos nu-méricos y expertos en comunicaciones ocuparse de los pro-cesos económicos globales y de la primacía de los merca-dos por sobre cualquier consideración política o ética.

Parecería que recién comenzamos a comprender quelos problemas principales, los peligros más inmediatos,no son forzosamente los que están ligados a tal o cual aspec-to de las revoluciones citadas sino a la interacción de lastres, a las influencias mutuas, interferencia incontroladade una sobre la otra, aceleración intempestiva que potenciael valor de las restantes. No es el avance científico lo que

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28 G. Lipovetsky, 1993, op. cit.29 Martin Bubber, ¿Qué es el hombre?, Breviarios-Fondo de Cultura

Económica, México D.F., 1985.

asusta respecto de la biotecnología y la genética, sino siva a ser el mercado quien va a dominar la revolución del ge-noma humano, más allá de toda voluntad política que ne-cesariamente debe apoyarse sobre una ética (en tanto losmercados sólo se apoyan en su propia lógica). La violen-cia de estos cambios nos condena, lo queramos o no, aabordar la realidad desde un enfoque interdisciplinario:esas tres mutaciones requieren de un pensamiento conjuntoy coordinado, abarcativo y global, sistémico, sin el cualel proyecto de la tecnociencia creará sus propias formasde dominación, frente a un paradigma democrático quese muestra impotente y obsoleto. De no ser así, nos espe-rará un nuevo colonialismo esclavista, eugénico y nihilis-ta, bajo el manto de un nuevo look maquillado por la fa-talidad, que no dejará resquicios para el pensamiento lú-cido, comprometido y, llegado el caso, combativo.

En este marco, sin guías ni líderes, con la democraciadevaluada y la solidaridad olvidada en el cajón de los re-cuerdos, el espíritu de abnegación se ha vuelto irrisorio, alreforzarse la pasión del ego, del bienestar y de la salud. Enla actualidad el corazón se combina con la complacenciade la frivolidad, los valores con el interés, la bondad con laparticipación acotada, la preocupación por el futuro conlas aspiraciones del presente: “sea cual fuere el estado degracia de la ética, la cultura del sacrificio ha muerto, al tiem-po que hemos cesado de reconocernos en la obligación devivir por otra cosa que no sea nosotros mismos”.28

En todo caso, quizá convenga recordar a Martin Bubber:“Únicamente cuando el individuo reconozca al otro en todasu alteridad como se reconoce a sí mismo, y marche desdeese reconocimiento a penetrar en el otro, habrá quebranta-do su soledad en un encuentro riguroso y transformador”.29

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Sociedad de la incertidumbre

Advertimos que nos encontramos en un períodode bifurcación al que no se aplica el concepto de

la ley clásica de la naturalezaIlya Prigogine

En nuestro tiempo posmoderno han caído todos los deter-minismos (ideológico, económico, tecnológico), presentán-dose un escenario donde parece haber más riesgos que cer-tidumbres. Como siempre, nos enfrentamos a un “jardín delos senderos que se bifurcan” (metáfora borgiana del labe-rinto de la vida), red multidireccional donde se nos ofre-cen infinitos caminos posibles e imposibles al mismo tiem-po: una vez que se ha emprendido uno, las otras posibili-dades se vuelven intransitables, debido a la irreversibilidaddel tiempo. Se hace presente como nunca la dualidad en-tre el caos (las bifurcaciones) y el orden (el determinismo).Pero esta vez no estamos auxiliados por una guía de valo-res, en tanto el saber se vuelve genérico, práctico y difuso.

El lingüista italiano Raffaele Simone manifiesta que enla actualidad asistimos a la tercera fase en la historia delmodo en que se forman los conocimientos: la primera co-incide con el invento de la escritura, que permitió fijar consignos las informaciones en un soporte estable; la segundacomienza con la invención de la imprenta, que posibilitó auna gran cantidad de personas el acceso a los textos. Nues-tra tercera fase ha comenzado hace unos 20 años con larevolución de los medios de comunicación: nuestro acceso

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al saber (entendido como conocimiento de todo tipo) pro-viene de diferentes fuentes, muchas de ellas audiovisualesy de soporte electrónico.30

Simone señala que es evidente que el medio que utili-za un mensaje influye decisivamente en la naturaleza mis-ma del mensaje: por ejemplo, la escritura nos permite ma-nifestar un saber más articulado y de mayor complejidad,quizá porque activa una forma específica de funciona-miento de la inteligencia. Los tipos de conocimiento queson comunes en la actualidad son menos articulados, me-nos sutiles y, es más, hasta pueden prescindir de su apo-yo en formulaciones verbales. No se puede inferir, comolo hacen algunos hipercríticos de la posmodernidad, queen el paso del siglo XX al siglo XXI se haya producido unadegradación cualitativa del conocimiento, sino que quizásólo haya cambiado su naturaleza. En tanto han ido cam-biando los instrumentos materiales de transmisión de co-nocimiento (la pluma, la imprenta, la computadora y losmedios audiovisuales), para la mente humana se ha tra-tado de un paso de la oralidad a la escritura y, en la ac-tualidad, se ha transitado de la escritura a la visión y laescucha coordinadas. Esto produce significativos cambiosen el trabajo que la mente ejerce sobre las informaciones,en cuanto al modo que las recibe y elabora: se activan nue-vos mecanismos y puede que otros pasen a reposo.

Ahora bien, lo que realmente es significativo es el cam-bio cualitativo de conocimiento que esta transición estáproduciendo: con la proliferación del chat (charla corta víaInternet, con su simbología propia como los emoticons oíconos de emociones31) y del “habla celular” (conversaciónparticular que se utiliza cuando se habla por teléfono ce-lular), “si bien sus propiedades estructurales todavía no30 Raffaele Simone, La tercera fase, Taurus, Madrid, 2001.31 Estos iconos y que aproximan lo escrito a lo hablado e incorporan

hasta la gestualidad.

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han sido descritas, pero no nos alejaremos mucho de laverdad si decimos que deben ser parecidas a aquellas dellenguaje de los jóvenes: genérico, carente de referentes pre-cisos, anclada en la nada; y a pesar de todo, imponente,creciente, desbordante”.32

Por otro lado, es de destacar que la complejidad de lavida moderna ha hecho que el conocimiento necesariopara el discurrir cotidiano se haya incrementado enorme-mente. Bastará pensar qué cantidad de software es nece-sario dominar para manejar los aparatos domésticos, co-menzando por la simple videocasetera. Esta complejidad,que es fácilmente aprendida por las nuevas generacionesy que provocan la desazón en los más viejos, implica ungran cambio cultural. El saber práctico que antes poseíanlas viejas generaciones hoy es dominio de los jóvenes, eincluso de los niños: los “viejos” quedan inexorablementeaislados en su mundo cognoscitivo, en tanto las genera-ciones “educadas” en los salones de los videojuegos pare-cerían ser los dueños de la era “tecnotrónica”.

Si seguimos a Bacon (El Avance del Saber) en lo que alas funciones intelectuales corresponde, y en relación a lacustodia del conocimiento, podremos notar ciertas diferen-cias que hacen de nuestro tiempo una época nueva: “elcometido del hombre es descubrir aquello que se busca opropone, o juzgar aquello que se descubre, o retener aque-llo que se juzga, o comunicar aquello que se retiene”.33 Nopodemos dejar de sentir cierta decepción con nuestra épo-ca si comparamos estas cuatro funciones con los conoci-mientos aproximativos y genéricos que nos propone lanueva tecnología de medios audiovisuales. Simone mani-fiesta que “de una buena parte de conocimientos sólo te-nemos el récord, una especie de ficha mental que contieneel nombre de la información y alguna nota genérica sobre32 R. Simone, op. cit.33 Citado por R. Simone, op. cit.

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ella,...y poseer el récord de un determinado conocimientono equivale en absoluto a disponer completamente de él”.¿Será que el homo videns que estamos incubando, entrela multiplicación de páginas de Internet y horas frente altelevisor, reemplazará al homo leggens con su cultura di-fusa?34 En todo caso el fenómeno es demasiado actual paraaventurar conclusiones. De lo que sí podemos estar segu-ros es de que las jóvenes generaciones están más entrena-das en su “inteligencia simultánea” (acostumbrados a loscódigos iconográficos, y donde se tratan al mismo tiempodiferentes informaciones; lo audiovisual no suele presen-tar una arquitectura temporal organizada, posee un len-guaje genérico y da referencia vagas, ya que es no propo-sicional), en tanto los que aún conservan una cultura dela escritura poseen más una “inteligencia secuencial” (ellenguaje alfabético —que es proposicional, analítico, es-tructurado y referencial— requiere una cierta sucesión queordene la información).35 Queda claro que el esfuerzo decomprender no se puede comparar con la vivencia del mi-rar. Pero incluso esto también es aplicable a determina-dos textos de gran éxito en nuestros días: el best-seller dela New Age de Paulo Coelho apela con sus textos a la in-teligencia simultánea, a esa “convivialidad” fácil, agrada-ble, con mensajes tan vagos en los que cualquiera puedereconocerse y hacer un oráculo de ellos. Simone cita el si-guiente párrafo:34 Giovanni Sartori, en su texto Homo videns (Taurus, 1998) manifiesta

que al aumento de consumo de televisión hay que atribuir unempobrecimiento de la capacidad de entender debido a que, a diferenciade la palabra escrita, la TV produce imágenes y anula conceptos, y deeste modo tiende a atrofiar la capacidad de abstracción y con ellanuestra capacidad de entender.

35 Será importante recordar esta tendencia que privilegia lo simultáneo(como en el arte, se requiere utilizar la inteligencia simultánea frente aun cuadro, al menos en una primera aproximación) cuando se analiceel paradigma estético que impone la posmodernidad.

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El guerrero de la luz tiene la espada en sus manos... Hay mo-mentos en la vida que lo conduce hacia una crisis: se ve for-zado a separarse de cosas que siempre amó. Entonces el gue-rrero reflexiona. Analiza si está cumpliendo la voluntad deDios o si actúa por egoísmo, y en el caso de que la separa-ción esté realmente en su camino, la acepta sin protestar.36

Coelho habla como los jóvenes posmodernos: de for-ma elemental, banal en cuanto al léxico, que es siempregenérico (vacío de referencias) visto que se dirige a un pú-blico individualista y autocomplaciente.

Pero Francis Fukuyama nos reconforta, desde su “granruptura”,37 al anunciar la reversión de las consecuencias nodeseadas, efectos colaterales (collateral damages, diría GeorgeW. Bush), de las tendencias negativas de la globalización ydel triunfo del mercado por sobre cualquier consideraciónpolítica. Según manifiesta, han disminuido los delitos conel auge de la nueva sociedad civil (confundiendo, quizá, elaumento de la represión policíaca y la aparición de la doc-trina de la tolerancia cero con el accionar de las ONG).Testimonia que el auge de organizaciones cívicas que, porejemplo, en los Estados Unidos se han multiplicado en elúltimo decenio, nos lleva a la reconstrucción de la gran rup-tura que habría tenido lugar con el tránsito de la sociedadindustrial a la posindustrial en los países desarrollados.Acepta (¿cómo negarlo?) que el deterioro de los valores delos últimos años ha tenido consecuencias nefastas, y cita latasa de divorcios, en los EE.UU., que creció de menos del 3por mil en 1950 a más de 5 en 1980; los hijos de padres nocasados pasaron de 5 a 31% entre 1940 y 1993; en tantomás de un 70% de los ciudadanos norteamericanos confíapoco o nada en su gobierno (fines de la década del 90). Elcorrelato de estas cifras es que el crimen ha pasado de en-36 P. Coelho, Manual del guerrero de la luz, Planeta, Barcelona, 2000.37 F. Fukuyama, La gran ruptura , Atlántida, Buenos Aires, 1999.

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tre 100 y 200 episodios violentos por cada 100 000 habi-tantes a más de 700 en sólo 30 años. Dado que la mayoríade estas circunstancias son irreversibles, según el nipo-nor-teamericano, la reconstrucción en curso no puede signifi-car una vuelta a los viejos valores, sino el surgimiento denuevos patrones morales. Incluso si se ve un renovado augereligioso (en los EE.UU., por supuesto, que es desde dondeFukuyama mira el mundo, por CNN) afirma que no es con-secuencia de un auténtico renacer de la fe en Dios sino deun intento, muy válido por cierto, por rescatar la vida so-cial a través de los ritos comunitarios (lo que, desde luego,no amenaza en absoluto la supremacía de los mercadoscomo sí lo harían partidos políticos contestatarios, lo quedeja muy tranquilo a Fukuyama). Nuestro héroe aplaudela política de tolerancia cero con respecto al delito, ya queha sido ella la que estimuló el regreso de las familias de clasemedia (la “gente decente”) a los centros urbanos de dondehuyeron espantados por la marginalidad. Se ruega al lec-tor disculpar la ironía con que hemos venido tratando lasideas fukuyamistas, pero es que a este “pensador” no se leocurre mejor cosa que la brutalidad policíaca para acabarcon el crimen de los expulsados del sistema. Y todavía tie-ne otras muy buenas ideas para acabar con el humanismoque con tanto esfuerzo impuso la modernidad, y que tan-tas vidas costó.

El viejo orden se ha roto y un nuevo orden social esta-ría cobrando forma entre nosotros, basado en la represióny el nuevo sometimiento del trabajador disfrazado de com-promiso corporativo. Un mundo soñado por los cultores dela libertad a ultranza de los mercados, donde los valoresmorales de la sociedad son funcionales al mercado y el con-sumo, adaptados a la organización económica posindustrial¿No sería mejor ampliar fábricas que penitenciarías; centrosde reentrenamiento que incrementar el presupuesto de la

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38 P. Gamba, artículo “La reconstrucción moral según Francis Fukuyama”,en sitio www.analitica.com/cyberanalitica/neroli; ver tambien reportajeen sitio www.gurusonline.tv/es/conteudos/fukuyama.asp

represión? ¡Claro que no! Si lo que es admirable para él esla promoción de las “culturas corporativas”, donde los tra-bajadores frente al terror de perder sus empleos (y con elloel respeto de los hijos, de los amigos y el repudio del cónyu-ge; la pérdida de sí mismo) se identifican más que nuncacon los intereses de la empresa, dueña y señora de su vida.Nuevos vínculos de lealtad, que Fukuyama confunde conafinidad e incluso con afecto, que surgen de lo más animaldel ser humano: el instinto de supervivencia.

Fukuyama habla de “valores funcionales” (funcionalesal neoliberalismo, no ya a la humanidad, para lo cual lapalabra valores no necesita ninguna calificación comple-mentaria). Como comenta Pablo Gamba, desde un edito-rial de la revista electrónica Cyberanalítica: los fundamen-talistas del futuro no llegarán blandiendo una Biblia en unamano y un revólver en la otra, ni cimitarras bajo el símbo-lo de la media luna, sino con una sonrisa, elegantementevestidos y con una insignia empresarial en la solapa.38

La proliferación de post, neo, anti, hiper y otros prefi-jos reciclados refleja la dificultad para identificar y com-prender al mundo y los fenómenos contemporáneos, ade-más de expresar, sin lugar a dudas, la nostalgia que pro-duce la pérdida de lo conocido y la crisis de identidademergente. Más relevante aún, la confusión de valores estállevando hoy a su disolución: verdadero/falso, normal/anormal, e incluso bello/feo, son parejas de oposiciónsobre las que reposa la arquitectura del razonamiento, queson relativizadas por el pensamiento posmoderno. Por ello,a lo que quizá estamos asistiendo es a la nihilizacióndel pensamiento, al haberse socavado los fundamentossobre los cuales se edifica la socialización. Creemos que una

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sociedad puede adoptar las opciones culturales de su elec-ción, pero no puede descalificar las categorías lógicas sincaer en anomia social, que es también consecuencia delautismo individualista-hedonista, del que nos hemos ocu-pado en los apartados anteriores.

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Medios, consumismo y política

Así como la sociedad del Medioevo se balanceabaentre Dios y el Diablo, nuestra sociedad pendula

entre el consumismo y su denuncia.Jean Baudrillard

Los teóricos de la posmodernidad no sólo afirman que hacambiado la naturaleza misma de la sociedad sino quecuestionan la comprensión dominante que se tiene de larealidad: gracias a su ubicuidad, los medios de comuni-cación construyen la realidad. Realidad electrónica, inun-dada de imágenes y símbolos, que provoca el desvaneci-miento de cualquier realidad objetiva que se esconda de-trás de ellos. Nuestro mundo se está convirtiendo en unconglomerado de simulaciones que genera modelosvirtuales sin orígenes en la realidad.39 En este mundo desimulación se dificulta la diferenciación de lo imaginariode lo real, lo verdadero de lo falso. Y esta hiperrealidad seha convertido en el entorno cotidiano de gran parte de lahumanidad. López Arellano, en un artículo sobre “Rela-tivismo y Posmodernidad”, cita a Umberto Eco:40 “la ima-ginación americana exige cosas reales y para lograrlo fa-brica simulacros”; la extraordinaria ilusión de realismo queha sido recreado, a partir de un extravagante bricolaje de

39 J. Baudrillard, 1990, op. cit.40 José López Arellano –Universidad de Sherbrook, Québec–, artículo

“Relativismo y posmodernidad” en revista electrónica “Ciencia, ergosum” (http://ergosum.uaemex.mx), México, marzo 2000.

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estilos y objetos provenientes de todas partes del mundoy de diferentes épocas históricas, provoca una fusión dela copia con la realidad y, de hecho, la copia resulta másconvincente que el modelo original. En efecto, la meca dela hiperrrealidad es los Estados Unidos, con Las Vegas (es-pejismo en el desierto), Hollywood (mundo onírico y dela fascinación producido por la industria del cine) y los“parques temáticos” de Orlando (paraísos artificiales deldeseo para todas las edades).

Muestra acabada del avance posmoderno en los me-dios de comunicación son la proliferación de los realityshows (o muestra pública de la realidad tal cual ella suce-de, y en tiempo real): trozos de vidas anónimas, que noson actores sino gente común, que hace honor a la frag-mentación tan cara a las tendencias estéticas actuales; sinmotivo ni argumento se juntan personas dispares (claroque jóvenes) y se observa cómo interactúan, lo que per-mite la catarsis del televidente que prefiere quedarse antela pantalla que “salir” a la vida e interactuar con el otro,lo que conlleva sus riesgos (el espectador descarga emo-ciones desde su posición de observador no participante);pero, además, el televidente se siente reflejado en los par-ticipantes de tan particular show y, como son sus pares(podrían ser sus vecinos), se siente importante porque éltambién podría estar frente a las cámaras. Y todo esto sinasumir responsabilidad alguna, y logrando justificar sumoral blanda, que es la misma que aparece en las panta-llas (el que ayer traicionó a quien manifestó ser su mejoramigo, hoy condena gesticulando ampulosamente por lainconducta superficial de otro participante). Actores de símismos, es absolutamente indiferente lo que hagan o loque digan.

Jean Baudrillard comenta sobre Big Brother (el con-cepto de este programa pionero en los reality shows se havendido en todo el mundo y se pone en escena con actores

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locales; en Francia, por ejemplo, se llama Loft Story): “lo quela gente desea profundamente es un espectáculo de bana-lidad. En medio de tantas cosas que contar, de tanta vio-lencia que relatar, los medios han descubierto la vida coti-diana. La gente está fascinada y horrorizada al mismo tiem-po con la indiferencia del ‘rien à faire’ (o en el caso argen-tino, de la muletilla ‘boludo’, y en el mexicano de ‘guey’);el público movilizado como juez se ha vuelto ‘Big Brother’”.En efecto, la teleaudiencia cree tener el control y el poder y“con su voto afirma ‘así somos’ o ‘así no somos’”. El pen-sador francés cierra su comentario: “Nuestra época se havuelto experimental; la cultura occidental vive un tiempoen que tiene que simularlo todo”.41

Respecto de la nueva y creciente función social de losmedios de comunicación masivos y la intelectualidad, Bea-triz Sarlo comenta que

la soberbia “massmediática” no es sino el corolario de algoque, en primer lugar, fue explicado por los intelectuales tra-dicionales a los actores audiovisuales. Se habla menos deun proceso igual o más impactante: la reorganización delmundo de las ideas a partir de la transferencia de funcio-nes típicamente intelectuales (y políticas) a la industriacomunicacional: creo que este es el rasgo más notable de lavuelta del siglo. Hace 100 años los intelectuales competíanentre sí, dentro y fuera de los medios escritos; pero en lasúltimas décadas los intelectuales establecen sus ideas en unespacio donde éstas no son las únicas, ni siquiera las másprestigiosas. Por el contrario, un repertorio de figuracionessobre lo social-cultural reclama su autonomía de los inte-lectuales tradicionales (de origen académico, del campo ar-tístico o de la esfera política), aunque se alimente con es-quemas producidos por ellos.42

41 J. Baudrillard, artículo “Dust breeding”, publicado en sitio http://www.Ctheory.net.

42 B. Sarlo, 2002, art. cit.

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Para analizar la nueva intelectualidad (seguimos aGianni Vattimo en estos párrafos), se tienen que tomar encuenta ciertas variables, como el resurgimiento del nihi-lismo que reabre el diálogo filosofía-religión; el hecho deque el pluralismo filosófico, si se toma en serio su teoríade la interpretación, se tope nuevamente con la tradiciónjudeo-cristiana. Cuando el mundo se hace fábula porquela realidad se revela como un juego de interpretaciones,la metafísica se refuta a sí misma al no poder sostenerse,se renueva el nihilismo y revalora la experiencia estética,se provoca una tregua entre filosofía, ciencia y religión (seredefinen como diversos juegos del lenguaje, donde cadauno posee su legitimidad en tanto respete ciertos límites).

En la posmodernidad se prescinde de la concepción deque hay un lenguaje verdadero, todos tienen su validez(todas las verdades son interpretaciones). Derrida nos en-seña que se ha destruido la frontera entre metáfora y sig-nificado propio, no hay prueba de correspondencia entrelenguaje y verdad. Si escuchamos los signos de los tiem-pos (que en este caso se manifiestan en desprestigio de losgrandes relatos de la modernidad, pluralidad cultural, di-versidad, primacía de lo estético) con la caída del positi-vismo y del historicismo desaparecen las razones de serateo, al tiempo que surge una renovada autoridad de lasreligiones. Pero Vattimo afirma que, de todos modos, nose podría ir más allá de decir que “creemos que creemos”,lo que corresponde a una experiencia estética. La filoso-fía de occidente tiene que reconocer la influencia religio-sa judeo-cristiana, afirma el profesor de la Universidad deTurín, porque la historia del ser es la misma historia desalvación de la que habla la Biblia. La secularización delsiglo XXI no es sólo la disolución de lo sagrado, sino quees un aspecto esencial de la historia de la salvación, tal ycomo lo percibieron los filósofos modernos: la Biblia ha-bla del ser como evento y de Dios como alguien que aban-

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dona su propia trascendencia al crear el mundo y, luego,al enviar a Cristo. En nuestros tiempos, la filosofía debe-ría repensarse, entonces, sobre sus orígenes religiosos, altiempo que debe influir en la ciencia alertando que sus des-cubrimientos son históricos, por lo que mañana puedenser refutados. Incluso la física (última teología mística denuestra época, según Vattimo) aunque es un poderosoagente de explicación de la realidad, transpuesto cierto lí-mite se vuelve mito.

Planteados estos “a priori”, se puede continuar afir-mando que en nuestro tiempo, al haberse debilitado losfundamentos (la misma idea de fundamento es contesta-da), con un mundo vuelto metáfora, con la comunicacióninvadiéndolo todo, el mercado convirtiendo todos los va-lores de uso en valores de cambio, habiéndose desteñidolos conceptos de Estado-Nación e incluso de Humanidad,no ha quedado un lugar axiológicamente neutro para ha-cer teoría. En la modernidad, ser intelectual es pensar louniversal, desde la concepción a la que se adhiere; insta-larse conceptualmente en el mundo ideal para luego ba-jar al mundo real, con una metodología y un objetivo.¿Desde dónde pensar la posmodernidad? Si es que real-mente ésta existe…

Repensar la intelectualidad es redefinir la noción mis-ma de intelectual luego del debilitamiento de la democra-cia tradicional por desbordamiento de los marcosinstitucionales, en tanto se toma al mundo como horizontede referencia (globalización); con un individuo que nopuede ser concebido aisladamente sino desde sus compe-tencias comunitarias, surgiendo a la luz la diversidad queel afán homogeneizador no pudo tapar, que presenta unmúltiple universo de lealtades y opciones; con el consen-so sospechado de dominación de minorías, una comuni-cación socializada que presenta una incontenible variedadde mensajes y mensajeros; el progreso, contestado y la his-

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toria, revisada; el propio lenguaje perdiendo su legitimi-dad tradicional. Si es hijo de su tiempo y de su cultura,el intelectual contemporáneo será un interpretador reflexi-vo de mensajes, en una posición deliberadamente débildonde ninguna teoría tiene derecho de apropiación de fun-damentos. El intelectual-interpretador (hermeneuta), se-gún los lineamientos posmodernos, debería reconstruir losfundamentos sin ceder a la tentación del relativismo, de-jar de lado los monólogos coercitivos para afirmar la inter-subjetividad, la diversidad y la verdad entendida comoapertura. Queda claro, pues, que no se puede partir de na-cionalismos, ni de conservadurismos, ni neoliberalismospara interpretar nuestra época.

Volviendo al tema de la comunicación masiva, es evi-dente que las instituciones políticas en un sistema demo-crático difícilmente pueden seguir el ritmo de los deseosque impulsan los mass media . Sarlo advierte sobre “la sepa-ración, en la forma de gobierno, de lo judicial y lo político,la independencia de las burocracias administrativas queofrecen una resistencia a cambios que no observen cuida-dosamente las reglas que ellas establecen, ponen de malhumor a los medios, con menos razón que a quienes espe-ran, a las puertas de la sociedad, sin lograr nada”. Y esaimpaciencia sin tiempo se inscribe en las formas nuevasde sensibilidad: “en esta configuración la definición de ob-jeto es irrelevante, mientras que el acto lo es todo (porejemplo, el acto puro de compra, que los norteamericanosllaman ‘shopping spree’, el tipo de ideal de adquisiciónque no vale por el objeto sino por el gesto). La otra impa-ciencia, que tiene sus raíces en la desigualdad social y noen el deseo, invierte la fórmula de los Sex Pistols ‘I don´tknow what I want but I know how I’d get it’ por ‘sé loque quiero pero no sé cómo conseguirlo’”.43 Tanto desde43 B. Sarlo, 2002, art. cit.

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un punto de vista social como desde la cultura, vivimosen sociedades donde el transcurso del tiempo retrocedefrente a la primacía del ahora. Por nuestra parte conside-ramos más apropiado el lema “no sé lo que quiero perolo quiero ya”, que podría resumir mejor nuestro tiempode ansiedades.

El consumismo generalizado es indispensable para sos-tener la actual etapa del capitalismo tardío. La lógica delneoliberalismo remite a sí mismo, es autorreferencial comoel posmodernismo en todas sus partes constitutivas. Estehecho (no tener una legitimidad fuera de sí mismo) ponede manifiesto el peligro de que se termine minando la li-bertad, la justicia y la equidad en toda la sociedad (si noexisten libertad, justicia y/o equidad en una parte de lasociedad, es toda la sociedad democrática y liberal quequeda afectada) por asegurar la realización de la libertadindividual en la esfera económica (comercial, mejor dicho):quizá, la anarquía del mercado termine justificando paraalgunos la necesidad de un Estado autoritario; y esto eslo que asusta.

El shopping center, símbolo de la sociedad posmoderna,de su homogeneización cultural, constituye la meca delconsumismo. Este espacio urbano reemplaza a lo que an-tes en las ciudades se conocía como el “centro”: lugar decompras, de entretenimiento, de encuentros e incluso detrámites. Esta uniformidad de espacio sin cualidades (comoen los casinos de Las Vegas, al no haber aperturas visibleshacia el exterior, el tiempo parece no pasar) pretende sa-car de la realidad (“de la calle”) al habitante urbano, re-creándole un espacio artificial que no guarda ningún datode la ciudad en donde se halla inserto. Es un paraíso prote-gido por vigilantes y cámaras de seguridad (al modo de lasprisiones “panópticas” de Foucault) y donde es posiblerealizar todas las actividades cotidianas urbanas, a través

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de un pretendido libre recorrido multidireccional que, enverdad, sigue una estudiada estrategia de marketing.

Beatriz Sarlo hace una descripción acabada de estacápsula espacial acondicionada por la estética del merca-do. El shopping center

es un simulacro de ciudad de servicios en miniatura, dondetodos los extremos de lo urbano han sido liquidados: la in-temperie, que los pasajes y las arcadas del siglo XIX sólo in-terrumpían sin anular; los ruidos que no respondían a unaprogramación unificada; el claroscuro, que es producto dela colisión de luces diferentes, opuestas, que disputan, se re-fuerzan o, simplemente, se ignoran unas a otras; la gran es-cala producida por los edificios de varios pisos, las dobles ytriples elevaciones de los cines y teatros, las superficies vi-driadas, tres, cuatro, cinco veces más grandes que el másamplio de los negocios; los monumentos conocidos, que porsu permanencia, su belleza o su fealdad, eran los signos máspoderosos del texto urbano; la proliferación de escritos dedimensiones gigantescas, arriba de los edificios, recorrien-do decenas de metros en sus fachadas, sobre las marquesi-nas, en grandes letras pegadas sobre los vidrios de decenasde puertas vaivén, en chapas relucientes, escudos, cartelespintados sobre el dintel de portales, pancartas, afiches, le-treros espontáneos, anuncios impresos, señalizaciones detránsito. Estos rasgos, producidos a veces por el azar y otraspor el diseño, son la marca de una identidad urbana.44

Como el shopping es autorreferencial, cuando ocupa unedificio histórico o con ciertas características de estilo quees reciclado, sólo incorpora esas formas como decoraciónpero no como referencia arquitectónica, ya que como es-pacio nuevo no debe rendir tributo alguno a la tradición.Si el ciudadano se ha vuelto el consumidor, entonces losshopping centers son el “ágora” del nuevo civismo globa-44 B. Sarlo, Escenas de la vida posmoderna, op. cit.

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lizado; las referencias que presenta son universales, las mis-mas marcas comerciales, idénticos logotipos, la misma co-mida y una única lógica de circulación y consumo en unespacio extraterritorial que atrae a jóvenes y viejos, fami-lias acomodadas y pobres: “espacio de estética adolescenteque a todos fascina y no excluye a nadie” (Sarlo 2002).

A menos que logre reestablecer una vinculación con el mun-do y la sociedad que se funde sobre la reciprocidad y la ple-na expansión de su propio yo, el hombre contemporáneoestá llamado a refugiarse en alguna forma de evasión de lalibertad.45

45 Gino Germani prologaba así en los 60 su traducción castellana delclásico de Erich Fromm: Miedo a la libertad, Paidós, Madrid, 1987.

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Confusión de valoresen el siglo XXI

El Medio es el MensajeMarshall McLuhan

Una característica distintiva de la “derrota” de la moder-nidad se da en la pérdida de la pertinencia de la oposi-ción que estructura las parejas bipolares (pares opuestosque todas las sociedades en todos los tiempos han vividode modo referencial). Este es el hecho nuevo, que marcaun cambio radical en la historia del ethos: la negativa deesa pertinencia lógica. Se tiende hacia la indiferen-ciaciónde dos elementos antagónicos que constituyen original-mente el par portador de sentido: bien/mal; bello/feo; ver-dadero/falso; normal/anormal.46 Es en este caldo de cul-tivo, sociedad de la incertidumbre, donde se desarrolla elmodelo narcisista posmoderno ya descripto.

La primera de las confusiones que es necesario anali-zar es la del polo bien/mal. En este sentido cabría, al me-nos, identificar tres aspectos, como sigue:

• La conciencia laboral, o profesional, ha sido profunda-mente descalificada a partir “de la desvalorización deltrabajo frente al oportunismo y la especulación finan-

[69]

46 Jean Poirier, artículo “La machine à civiliser”, en Histoire de mœursvolume III, La Pléiade- Gallimard, Paris, 1991.

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ciera. El discurso neoliberal presenta una definición es-trecha y abstracta de la eficiencia, tendiente a identifi-carla con la rentabilidad financiera”;47

• La conciencia cívica también ha entrado en pérdida: poruna parte la dedicación al bien público y el desarrollo dela idea democrática está en declive y, por otra, la absten-ción al momento de cumplir con el deber electoral, laconfusión entre los intereses públicos y los personales, yel hecho de que los ciudadanos consideren que tienenmás derechos que deberes, ha llevado a desentendersede la política. En efecto, el ciudadano ya no cree en elEstado, en la medida en que los conceptos de nación ypatria se debilitaron en beneficio de entidades mayores(conciencia europea, solidaridad en el tercer mundo, iden-tidades religiosas) o más específicas, cuasi tribales (senti-miento de pertenencia a instituciones más cercanas, iden-tidades étnicas), o aun del individualismo hedonista másacérrimo. Quizá, los dos primeros fenómenos, que se con-traponen, expresen movimientos de reequilibrio. Pero loque es seguro es que el tercero (individualismo) alimentalas usinas de la descomposición social;

• La conciencia moral, por su parte, ha sufrido daños si-milares. Es el principio mismo de la moral que es con-testado, considerado de algún modo arcaico. Decaden-cia de valores filosóficos y éticos, así como la progre-sión de estéticas del absurdo, testimonian este hecho.Las nuevas ideologías individualistas y libertarias noreconocen ninguna censura al derecho de apertura to-tal y de disfrute del ser. Esto coincide con la dislocaciónde las estructuras de recepción y contención social dela persona, y han sido determinantes en la generaliza-ción de cierta amoralidad contemporánea, caracteriza-da por el desentendimiento del otro, o de lo social.

47 F. A. Gardella, 2001

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La deriva en la que está la conciencia laboral, cívica,moral, es un corolario de la disolución progresiva de lasseñales orientadoras tradicionales vigentes luego de tantotiempo: trabajo, nación, ética. La doble posibilidad quepermitiría a la vez un anclaje del ser en su medio ambientey un dispositivo de reequilibrio automático en caso de ne-cesidad está ahora comprometido, es un handicap que debesuperar la persona, ya debilitada por los traumatismos delcambio, para llegar a asumir plenamente las vicisitudes delmundo contemporáneo.

En occidente, la propensión a la inversión de modelostiene visos grotescos. Los ideales iluministas, que prometían“humanizar al hombre” a través de la cultura están sien-do contestados. Se contradice al Voltaire que predijo queen la medida de que declinen las creencias religiosas se di-siparían los odios. La realidad virtual, menos compromete-dora, se impone por sobre lo real propiamente dicho: ¿seráposible que una lágrima de ficción en el cine llegue a sermás vívida que un grito en la calle?48 Línea vital quebraday discontinua, de los que creen, desatendiendo la sabidu-ría de Heráclito de Éfeso, que se pueden “bañar en el mis-mo río”. Como si fuera posible retomar, sin discontinuar eltiempo, el sendero dejado atrás: espejismo de movilidad bio-gráfica que transforma a los adultos en jóvenes tardíos.

La complejidad de la división social del trabajo, los al-tos índices de divorcio, el número creciente de familiasmonoparentales y la tendencia al reciclaje laboral en unaeconomía que ha mostrado una extraordinaria expansiónen el sector de servicios, del trabajo temporal y de las nue-vas formas de trabajo a domicilio, provocan ciertas con-secuencias: se impone una amplia flexibilidad social,emotiva y política. Surgen, aún incipientes, redes de co-munidades capaces de inventar sus propias formas de vida48 J. Poirier, op.cit.

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y de expresión, frente al desprestigio de las ideologías yde los sistemas sociales estructurados alrededor de los“metarrelatos” (Dios, progreso, sexo, revolución, patria,familia, etc.). Se trata de una tendencia a reemplazar lostradicionales contratos en la vida familiar, sexual, laboral,cultural, por compromisos más flexibles.

A esta altura del texto nos parece conveniente incor-porar el concepto de “multitud”, según el filósofo italianoPaolo Virno.49 Para los apologistas del poder soberano enel siglo XVII, dice Virno, “multitud” es un término negati-vo: la entrada del estado de naturaleza en la sociedad ci-vil. Los ciudadanos, cuando se rebelan contra el Estado,son “la multitud contra el pueblo”, dice Hobbes. Pero esedestino negativo llega hoy a su fin porque la multitud noes un fenómeno “natural” sino el resultado histórico detransformaciones: los “muchos” irrumpen en escena cuan-do se produce la crisis de la sociedad del trabajo y ya nosirven las dicotomías público/privado y colectivo/indivi-dual. Ocurriría que la multitud que se resiste a la obedien-cia forma una multiplicidad sin unidad política, nunca lo-gra el estatus de persona jurídica, es incapaz de hacer pro-mesas, pactos, de adquirir o transferir derechos: se expre-sa como conjunto de “minorías actuantes”, ninguna de lascuales aspira a transformarse en mayoría. Por ello, la mul-titud desarrolla un poder que se niega a transformar engobierno; lo que haría la multitud es obstruir los mecanis-mos de la representación política.

El hecho decisivo para la mutación del pueblo en multitudfue el fin de la fábrica fordista y su línea de montaje, y eladvenimiento del intelecto, la percepción, la comunicaciónlingüística como principales recursos productivos. Decir que

49 Paolo Virno es profesor de la Universidad de Cosenza; fundó la revistaLuogo comune, de izquierda antiestatista; actualmente es un referentede la “nueva izquierda” junto con Toni Negri y Michael Hardt.

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el trabajo hoy se ha vuelto comunicativo significa decir queéste absorbe capacidades genéricas del hombre que, hastahace poco, se desplegaban en el tiempo extralaboral. Gus-tos estéticos, decisiones éticas, afectos, emociones convergenhoy en el mundo del trabajo, y así se hace difícil distinguirentre productor y ciudadano, público y privado. En esta in-distinción se afirma la multitud.50

Virno considera que es la sociedad civil que se ponepor encima o más allá de “la política” y asume el poderde decir no ante el Estado. Es “la nación” con sus símbo-los, la bandera y el himno; quizá (sin todavía saberlo, sinconciencia) es la primera protesta urbana antiglobaliza-ción en Argentina; y hasta podría ser lo que Virno llama“la multidud” y que existiría una línea que conecta la re-vuelta argentina de fines del 2001 (bajo la consigna “quese vayan todos”, dirigida a todos los políticos y dirigen-tes) con las protestas de Seattle y Génova, en 1999 y 2001,a través de un sentir antipolítico y antiestatal. El caso ar-gentino compartiría con el movimiento antiglobalizaciónla irrupción de un nuevo sujeto político, la multitud, queemerge con el modo de producción posfordista y se resis-te a delegar poderes en el Estado: “A diferencia del pue-blo la multitud es plural, rehúye de la unidad política, notransfiere derechos al soberano; se resiste a la obedienciay se inclina a formas de democracia no representativa”.

Un elemento central del nuevo modo de producción,que se daría tanto en el Tercer Mundo como en los paísesdesarrollados, es la existencia de una desocupación cró-nica que adiestra a una gran masa de trabajadores parala flexibilidad, la disponibilidad que exige el sistema just-in-time, según opina Virno. El verdadero adiestramiento

50 Artículo de Josefina Ludmer, “Argentina en la serie de Seattle-Lamultitud entra en acción”, y entrevista de Flavia Costa “Entre ladesobediencia y el éxodo”, diario Clarín, Buenos Aires, 19/01/2002.

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para la producción posfordista no se daría en la escuela,sino cuando el potencial trabajador busca trabajo; se vol-vería oportunista, adaptable, que son las aptitudes que lerequiere el nuevo modo de producción. Y sigue: “la debi-lidad estructural de la democracia representativa es hoyla tendencia fundamental hacia la restricción de la demo-cracia. Oponerse a esta tendencia desde el valor de la re-presentación es un gesto patético. Hoy democracia es laconstrucción y experimentación de formas no representa-tivas y extraparlamentarias: ligas, concejos, soviets que re-ducen la estructura del Estado porque interfieren con susaparatos administrativos”. Paolo Virno no se refiere a unaforma de democracia simplificada (directa, de asambleas),cuando dice “democracia no representativa”: “Pienso porejemplo en el Social Forum de ciudadanos post Génova,que agrupa diversos colectivos e individuos que se orga-nizan para pensar alternativas a problemas; pienso en ellaborioso camino de reapropiación y rearticulación porparte de la multitud de los saberes y poderes hasta ahoracongelados en los aparatos administrativos del Estado”.Por otra parte, continúa:

al decir “ambivalente” aludo a que los caracteres distinti-vos de la multitud pueden manifestarse en modos opues-tos: como servilismo o como libertad. La multitud tiene unvínculo directo con la dimensión de lo posible: cada estadode cosas es contingente, nadie tiene un destino —entendien-do por destino el hecho de que, por ejemplo, ya nadie estáseguro de que hará el mismo trabajo de por vida—. Esta con-tingencia es estructural en esta época y puede tener desa-rrollos opuestos: puede propiciar el oportunismo, el cinis-mo, el deseo de aprovechar la ocasión para prevalecer so-bre los otros; o puede expresarse como conflicto e insubor-dinación, defección y éxodo de la situación presente.

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Virno incorpora, además, “la teoría del éxodo de lamultitud”, la que cambiaría la geometría de la hostilidad:“El “amigo” no es meramente el que comparte el mismo“enemigo”; está definido por las relaciones de solidaridadque se establecen en la fuga. Lo que se defiende como va-lor es la “amistad”, porque ya no interesa la conquista delpoder del Estado, sino salvaguardar las formas de vida ylas relaciones comunitarias. La acción de la multitud: unpoder solamente humano, un ateísmo político, y una dudaradical sobre el poder constituido”. No se está refiriendoa un éxodo territorial sino más bien a la deserción en elpropio lugar: a la defección colectiva del vínculo estatal,de ciertas formas de trabajo asalariado, del consumismo.El italiano concluye que

el hombre ya no dispone de un ethos sustancial, o sea deun repertorio de usos y costumbres repetitivos que loreaseguran y ordenan su praxis. Por eso ya no se siente ensu propia casa en ningún lado. Es un extranjero permanen-te que carece de instintos especializados, en constante deso-rientación y con un alto grado de incertidumbre. En cuantoa la infancia, esa etapa de aprendizaje asume hoy un ca-rácter crónico. La infancia, que ama la repetición (la mismafábula, el mismo juego), se prolonga en la reproductibilidadtécnica de la obra de arte y de la experiencia toda. Y llega-mos así a los “lugares comunes”. Cuando hoy usamos estaexpresión, entendemos una banalidad, un estereotipo. Perosu significado originario es otro. Tanto el extranjero comoel niño, para orientarse y protegerse de los imprevistos cuen-tan sólo con las estructuras generalísimas de la mente, esdecir, los “lugares comunes”. Los “lugares especiales”, so-bre los que se articulaba la eticidad tradicional, hoy desapa-recieron o devinieron simulacros vacíos.

Por otro lado, en su libro Il ricordo del presente, Virnopone de manifiesto que la memoria pública del “moder-

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nariato” es como un déjà vu, una experiencia donde pre-valece la impresión de que el presente carece de direccióny que el futuro está cerrado. La experiencia es la de unadetención de la historia porque el presente toma la formadel recuerdo, la sensación de haberlo vivido, dice Virno. Eldéjà vu ha cerrado una conciencia histórica y puede ser pen-sado como el hecho histórico en el que se funda la idea deun “fin de la historia”. Fenómeno contemporáneo del déjàvu, patología pública que coincide, dice Virno, con la so-ciedad del espectáculo, “porque el presente se duplica enel espectáculo del presente”.51

Volvamos a los valores modernos y a la influencia dela posmodernidad sobre ellos: bello/feo, son nociones tam-bién alcanzadas por la descalificación de valores. Losready-made que Marcel Duchamp creó genialmente a co-mienzos del siglo XX tienen sus homólogos en las actua-les realizaciones musicales por computadora y las obrasde arte al azar, como la pintura aleatoria. Estos recursoshan desplazado la objetividad del seno de la estética enbeneficio único de la subjetividad, tratándose de modelossin leyes y sin justificativo de ruptura alguna, ¡ya produ-cida por la vanguardia dadaísta hace 100 años! Arte dese-chable, emergente de la búsqueda de una “igualdad” malentendida en tanto eliminación de diferencias que niegala originalidad y la coherente pretensión del artista decrear una obra única. El nuevo compromiso es con el mer-cado, en prosecución del consumo de la obra, que es loque importa. Supuesta obra de arte que no espera mayorconsideración que la de cualquier bien de cambio.

Jean Poirier manifiesta que en las artes plásticas con-temporáneas es imposible distinguir entre cuatro tipos deproducciones: cuadros o dibujos artísticos posmodernos de

51 P. Virno y M. Hardt, Radical thought in Italy, University of MinnesotaPress, Minnesota, 1996.

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diferentes tendencias; pinturas o dibujos de pacientespsicopáticos realizados en hospitales psiquiátricos comoparte de tratamientos eficaces de cura; pinturas y dibujosde niños; dibujos o diseños obtenidos a partir del micros-copio (cultivo de bacterias, interior de cristales, documen-tación de trabajo en botánica, biología y geología).

Es todo el campo estético el que se encuentra trastor-nado cuando la publicidad se transforma en arte, a par-tir del artísticamente válido antecedente de las latas desopa Campbell’s de Andy Warhol. Obras del pop art que,allá por los 50 y 60, pudieron anticiparnos en algo los tiem-pos de éticas y estéticas blandas en que vivimos. Primacíadel arte decorativo por sobre el arte de anticipación: la van-guardia ha entrado en default. En arquitectura, el moder-no Le Corbusier siguió el precepto de Cézanne emergen-te del paradigma platónico —formas puras en la natura-leza—, en el sentido de que se puede componer la reali-dad espacial con esferas, cubos y conos. En tanto el ar-quitecto posmodernista plantea, atraído por lo caótico (lo“fractal”, la discontinuidad) la irregularidad de formasautoorganizadas que son parecidas pero no idénticas. Estenuevo paradigma, cuyo antecesor sea quizá Gaudí, que-da ejemplificado por el modelo estético que presenta elMuseo Guggenheim de Bilbao. Es difícil contestar el valorque tiene el posmodernismo arquitectónico, no así la apli-cación indiscriminada de su estética a otras disciplinas, enparticular en lo que hace a la ética y a la ciencia.

Vattimo habla de la muerte del arte, como idea pro-fética de Hegel, en la sociedad industrial avanzada: el artehabría dejado de existir como fenómeno específico, habien-do sido suprimido y hegelianamente superado por una es-tética general de la existencia. Ocurre que desde las van-guardias de principios del siglo XX se practica la expan-sión de la práctica estética en ámbitos no previstos por la

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tradición (land-art, body-art, teatro callejero, etc.), del mis-mo modo que surgen nuevas poéticas que se proponen así mismas como instrumentos privilegiados de conocimien-to de la realidad y que incluso intentan derribar estructu-ras sociales e individuales. Se señala que la obra de arteya no busca ubicarse en un determinado ámbito de valo-res sino, más bien, superar dichos límites al proponer, porejemplo, que el éxito de la obra dependerá de cuanto pue-de ella poner en discusión su propia condición. “En todosestos fenómenos que se hallan presentes de varias mane-ras en la experiencia artística contemporánea, no se tratasólo de autorreferencia que, en muchas estéticas, parececonstitutiva del arte, sino más bien, a mi juicio, de hechosespecíficamente vinculados con la muerte del arte en el sen-tido de una explosión de lo estético que se realiza tambiénen esas formas de autoironización de la propia operaciónartística”, señala Vattimo.

El pensador italiano cita el ensayo de Benjamin de 1936“La obra de arte en la época de su reproductibilidad téc-nica”, en el cual se analiza por primera vez el impacto delas técnicas de reproducción que permiten una generali-zación de lo estético: con la posibilidad de reproducir lasobras de arte no sólo pierden su aureola las obras anti-guas, sino que “nacen formas de arte en las que la repro-ductividad es constitutiva, como la fotografía y el cinema-tógrafo; las obras no sólo tienen un original sino que aquítiende sobre todo a borrarse la diferencia entre los produc-tores y quienes disfrutan la obra, porque estas artes se re-suelven en el uso técnico de máquinas y, por lo tanto,elimi-nan todo discurso sobre el genio (que en el fondo esla aureola que presenta el artista”...52 y lo aísla de la ex-periencia de los otros). Esto representa el paso de la sig-nificación utópica revolucionaria de la muerte del arte

52 G. Vattimo, Fin de la modernidad, Gedisa, Barcelona, 2000.

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(profetizada por Hegel, vivida por Nietzsche y confirma-da por Heidegger) a su significación tecnológica que se re-suelve en una teoría de la cultura de masas. Al respecto,los medios de comunicación masiva son fundamentales enesta “masificación estética”, los que no sólo distribuyen en-tretenimiento e información, sino también cultura y unaestética. Al decir de Vattimo, se trata de un criterio gene-ral de belleza que ha adquirido en la vida cotidiana delindividuo un peso enorme respecto de cualquier otra épo-ca del pasado, en tanto esos medios de comunicación pro-ducen públicamente un consenso en cuanto al gusto y sen-tir de la sociedad. Yendo un poco más allá, conviene de-cir que además los artistas han respondido a esta “muer-te débil” del arte en manos de los mass media con una ac-titud en el mismo sentido: el elevamiento de lo kitsch a unaestética de superación (“suicidio de protesta” lo llama elitaliano): ¿superación de la estetización de bajo nivel pro-puesta por los medios; o confirmación de la misma? Porlo que difícilmente se puede encontrar hoy en el arte obrasejemplares del genio como manifestación sensible de la ver-dad, o su anticipación. Resta preguntarse si no es posibleeste reencuentro con la obra artística, en su concepciónmetafísica tradicional, debido a que ya no puede referirsea la verdad porque ya no es real el mundo de la experien-cia integrada y autentificada por los valores modernos.

Según Baudrillard, todo el problema del arte es que élse encuentra enfrentado a un estatuto de la imagen quese le ha escapado: “ha perdido el poder de la ilusión, esaposibilidad de desafiar a la realidad, de crear otro cami-no distinto de la realidad”. Ocurre, según el pensadorfrancés, que

desde que todo se ha vuelto visible, donde todo es materiali-zado de inmediato por la imagen, queda cada vez menosespacio para otra simbología de las formas (…) Desgraciada-

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mente la desaparición del vanguardismo (“avant-garde”) noha significado también la desaparición de las “arrière-gardes”… más bien éstas últimas han triunfado, como si atodo el arte se le hubiera asignado recapitular un poco lasformas anteriores, reconstruir la historia del arte…

En efecto, no sólo la distinción entre arte y mera pro-ducción de imágenes banales se está esfumando, sino queincluso los mismos artistas parecen descreer de la ilusiónestética, quedando sólo la posibilidad de administrar (tes-timoniar) la descomposición de su propio instrumento decreación. Baudrillard asegura que el fenómeno no es nue-vo, sino que asistimos a sus etapas finales: todo el artemoderno es la historia de una desaparición, de unadesestructuración y estamos arribando a su fin y ahora noqueda más que reciclar los vestigios de formas pasadas.“Si en la pornografía ambiente (hiperrealidad de la ima-gen) se perdió la ilusión del deseo, en el arte contemporá-neo se ha perdido el deseo de la ilusión, en beneficio deuna elevación de todas las cosas a la banalidad estética”,concluye. En efecto, coincidimos en que se ha pasado dela energía de disociación de la realidad en busca de des-cubrir el secreto del objeto a la transparencia (“situacióntransestética”, define Baudrillard) y la pérdida del deseode la ilusión: “el arte actual reivindica la nulidad, la in-significancia, el no sentido (apunta a la nulidad en tantoque ya es nulo, y se dirige al no sentido siendo ya insig-nificante)… lo que queda por saber es si detrás se escon-de un nuevo modo de inteligencia o simplemente se tratade una lobotomía definitiva”.53

El “pensamiento débil” de Vattimo tiene su correlatoen cuanto al arte en la “percepción distraída” de Ben-jamin, por lo que según el posmodernismo no se daría ya53 J. Baudrillard, en artículo “Au-delà de la fin” (traducción del autor),

publicado en sitio www.perso.club_internet.fr.

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una experiencia del arte en esta época de reproductibi-lidad, del mismo modo que la experiencia moral ya no es-taría encontrándose en la disyuntiva de grandes decisio-nes entre valores totales.

Del mismo modo que el par objetivo-subjetivo, querecubre parcialmente esta otra pareja de opuestos, lo ver-dadero/falso (que parece más difícil de ser afectado) tam-bién ha sido alcanzado por la lógica del absurdo. Las cien-cias sociales parecen haber sido ampliamente sumergidasen esta vía. Las ciencias naturales y de la materia tiendena vulgarizar la idea de que no existe una sola sino variasverdades: las leyes cambian según la dimensión cuantita-tiva y/o temporal de los fenómenos de los que se ocupan.Así, la concepción probabilista ha reemplazado a la con-cepción normativa: parece que el relativismo generaliza-do quiere instalarse en el corazón de la metodología.54

La duda (es decir, el espíritu crítico), que es fundamen-to de la investigación científica, fue desviada de su fun-ción y, de alguna manera, pervertida. La observación ex-perimental se contamina de subjetivismo en la medida enque ha sido admitido que el observador influencia al ob-jeto/fenómeno observado, se trate de organismo vivos ode materia inerte.

Freud y Einstein signaron al siglo XX con la improntade la relatividad, pero ella estaba acotada de algún modopor la historia, el espacio y el tiempo: no se trata de pen-samientos anticientificistas, sino de una elevada racionali-dad, cada uno a su manera y según su disciplina. No escuestión de hacer un “berrinche” ocasionado por la angus-tia que provoca la falta de certezas. Esa carencia formaparte de la modernidad, y es desde esas falencias que seintenta este discurso aproximativo. La crítica que se pro-

54 Mario Bunge, Las ciencias sociales en discusión, Sudamericana,Buenos Aires, 1999.

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pone es al “vale todo”, que ha sido elevado como para-digma no sólo del arte sino que también pretende alcan-zar a las ciencias.

La relación posmodernismo/ciencia vivió una impor-tante crisis a mediados de 1996, cuando Alan Sokal, el fí-sico norteamericano de la Universidad de Nueva York,envió a una revista académica de alto nivel (Social Text),un artículo titulado “Transgrediendo los Límites: hacia unaHermenéutica Transformativa de la Gravedad Cuántica”.Este pomposo y ridículo título presidía una sarta de dis-parates sin significado pero convenientemente acompaña-dos con citas de reconocidos intelectuales posmodernos,y en una hilación discursiva que pretendía mantener unaalta reflexión filosófica sobre un tema en absoluto inde-terminado. Esta revista lo publicó, posiblemente, en el en-tendimiento de que en nuestra cultura blanda y posmo-derna un texto cuanto más oscuro y hermético, más pro-fundo es. Cuando los físicos Alan Sokal y Jean Bricmontpublicaron su libro Imposturas Intelectuales en septiembrede 1997,55 burlándose de las publicaciones científicas quecortejaban a todo aquel intelectual con chapa de posmo-derno, no previeron que sus ataques los convertirían encelebridades internacionales (ya que la farsa era tan evi-dente que no pensaron que nadie lo hubiera puesto en evi-dencia anteriormente). Ocurrió que a muchos otros pen-sadores les había llamado la atención un vocabulario pocotécnico para referirse a las ciencias, pero no lo considera-ron relevante en comparación con lo que estos críticosveían como dislates posmodernos en temas políticos, so-ciales y culturales. Era bastamente conocida la falta de ri-gor de prestigiosos pensadores, la mayoría de ellos fran-ceses, que habían abrevado en el pesimismo alemán.

55 A. Sokal y J. Bricmont, Imposturas intelectuales, Paidós, Barcelona,1999.

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Sokal y Bricmont impusieron un término, “relativismocognitivo”, criticando el empleo de jerga y nociones cien-tíficas en el discurso posmoderno, que es definido comocomplejo “retórico-conceptual-institucional”. Estos cientí-ficos, norteamericano y belga respectivamente, parten deuna discusión sobre el solipsismo y el escepticismo parallegar a afirmar la tesis que indica que la epistemología delsiglo XX separó a la ciencia de la realidad cotidiana, lo quefinalmente condujo a un escepticismo irracional. Sin em-bargo, si los filósofos posmodernos franceses que ellos cri-tican utilizan mal algunos términos científicos en cuestio-nes filosóficas, sociales, culturales, estos científicos incur-sionan en un terreno que les es ajeno, donde encadenande modo poco consistente una serie de cuestiones que es-tán lejos de poder ligarse como los pasos de un teorema:han entrado en el país de las ciencias sociales, donde losfísicos norteamericano y belga no pueden superar los pro-blemas técnicos de su discurso. De este modo nos quedaclaro que también resulta una impostura el que científi-cos se improvisen como filósofos e historiadores de la cien-cia. En definitiva, estos “médicos” deberían tomar algu-nas dosis del medicamento que recomiendan: Sokal yBricmont, les guste o no, se han incorporado al blando te-rreno de la antología intelectual posmoderna.

Si el desierto de palabras huecas del discurso posmo-derno y su retórica manipuladora provocan cierto recha-zo en quienes están preocupados por cuestiones sociales,también es cierto que los científicos sociales deben conti-nuar abogando firmemente por rigor, transparencia y ra-cionalidad discursiva en la creencia de que el mundo es,en principio, inteligible. Sin embargo, sería ridículo restrin-gir esta racionalidad a la de la matemática o la física, loque constituiría caer en un nuevo reduccionismo. AunqueSokal haya tenido razón y sus blancos preferidos (Lacan,

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Derrida, Lyotard, Kristeva, entre otros) hayan merecidoser puestos en ridículo, este ataque ha afectado seriamen-te, por extensión, a las ciencias sociales en su conjunto, loque finalmente ha favorecido la tesis neoliberal que tien-de a ignorar las cuestiones sociales. El gran error de los“impostores” consiste en haber intentado apropiarse deconceptos científicos con el propósito de dotar a sus en-sayos de cierta pátina de autoridad. Es evidente que unasociedad con una vida social vigorosa no hubiera permi-tido estos deslices posmodernos. Pero vivimos tiemposblandos, por ello el triunfo de los “impostores”, si los hay,no se debe tanto a que los posmodernos “estaban desnu-dos” sino a la miopía general que sigue a la moda másque a los valores y se deslumbra por los efectos especialesmás que por la dramática realidad.

Es obvio que toda civilización se apoya menos en el ri-gor de los pensadores científicos que en la coherenciasistémica de los pensadores humanistas, no científicos, quese preocupan con lucidez, honestidad y coraje por los valo-res éticos y culturales que necesita esa civilización para lo-grar un estado de armonía, desarrollo y paz social para ase-gurar su futuro. Como dice James Neilson “al igual que lastradiciones religiosas y las teorías políticas o económicas, delas ciencias pueden extraerse con facilidad ‘verdades’ queservirían para justificar tanto la compasión como el genoci-dio, la libertad como la tiranía, la mediocridad materialistageneralizada como la lucha de cada uno por superarse”.56

El triunfo del absurdo es un tema central de la posmo-dernidad, nacido sin duda al amparo del abandono de la“explicación” por la razón o por la fe, movimiento que seafirmó primero en estética y en literatura y que se volvióuna tendencia general hacia la última década del siglo XX.

56 J. Neilson, artículo “El Imperio de los farsantes”, periódico Río Negro ,Rio Negro, 8 de mayo de 1998.

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Su éxito se debe a su propia “absurdidad”: todo tiene surespuesta a través de su no-respuesta. Lo que constituye,ciertamente, la principal paradoja y una de las más im-portantes contradicciones fundada sobre su contrario, laracionalidad. Nihilismo intelectual que quizá pueda seridentificado con el predominio de la pulsión de muerte porsobre el instinto creativo: thanatos se impone a eros.

Por su parte, las tesis de la “antipsiquiatría”, en lo quehace al par normal/anormal, han logrado invertir los pa-peles: el delirio aparece como vector de sabiduría y es lasociedad enferma la que genera los desequilibrios. Esta vo-luntad reduccionista que propone negar las diferencias, noexpresa qué es lo que enferma al cuerpo social, que es loque realmente importa si queremos elaborar alguna cura.Lo más grave es que el conjunto de estas teorías, bajo laexcusa de dar a los psicópatas la dignidad que en efectono deberían haber perdido, desemboca directamente enuna “desresponsabilización” generalizada de los indivi-duos: todo comportamiento se vuelve, en el margen, nor-mal y por lo tanto socialmente legítimo.

También debe subrayarse la importancia que ha cobra-do recientemente la recusación de la oposición naturale-za/cultura. Se trata de creaciones de cultos fetichistas: delmismo modo que la negación de la locura va contra la ten-dencia tan característica de este modo de privilegiar lasminorías, también el ecologismo se vuelve fanático en mu-chos casos.

¿Será que cada vez sabemos menos, que hemos olvi-dado lo esencial? Norberto Bobbio responde: “la crisis ac-tual reside en la dispersión de una realidad dolorosa enmiles de realidades indiferentes, lo cual explica la apatíamoral, el abandono a la corriente de la sociedad y de lascosas; reside en la ruptura de una única voluntad propiaen miles de arbitrariedades, en el oscurecimiento de la

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claridad interior, en cuyo lugar amenaza de nuevo elmito”. Alarmante. Más aún si se tiene en cuenta que estediagnóstico lo hacía el gran pensador italiano en… 1943.Esto es, cuando Bobbio asistía al comienzo de la lucha deliberación antifascista, cuando los temas de relevancia hu-mana podían presentarse en favor de un orden neofascista.

Viene a colación citar a otro gran pensador:

Entonces como ahora había un vasto sector de la poblaciónque se hallaba amenazado en sus formas tradicionales devida por obra de cambios revolucionarios en la organiza-ción económica y social; especialmente se veía amenazadala clase media tal como lo está hoy por el poder de los mo-nopolios y por la fuerza superior del capital (financiero), ytal amenaza ejercía un importante efecto sobre el espíritu yla ideología del sector amenazado, al agravar el sentimien-to de soledad e insignificancia del individuo.57

Este párrafo fue escrito por Erich Fromm cuando seconsolidaba sobre Europa la negra sombra del fascismo,y sin embargo guarda tanta actualidad como el texto deBobbio de 1943. Volvemos a preguntarnos, ¿no hemosaprendido nada?

Retomamos a Bobbio para confrontar religión con fi-losofía y ciencia. Al analizar (ahora sí) la realidad presente,tras una consulta sobre la afirmación del papa Juan Pa-blo II respecto a que el nihilismo antihumano está ancla-do en el drama de la separación entre creencia y razón,manifiesta que es evidente que el Papa expresa su preocu-pación, en la encíclica Fides et Ratio, por la influencia delas filosofías del racionalismo, pero “sin embargo, curiosa-mente, no le inquieta el verdadero oponente que es el avan-ce tecnológico”. En verdad, es difícil no estar de acuerdocon Bobbio sobre que la preocupación no debe centrarse

57 E, Fromm, op. cit.

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en la filosofía sino en la aplicación del conocimiento cien-tífico, y sobre quién domina este avance (¿el mercado?)porque ya hace tiempo que se están superando todos loslímites, su avance es imparable e irreversible: “una vez quese ha inventado la bomba atómica no se la puede igno-rar”. El problema no es “si no hay Dios todo está permiti-do”, sino que “sólo si hay Dios, todo está permitido”. Ellema de los cruzados era Deus lo vaut, Dios lo quiere.Bobbio concluye que “ese es el lado opuesto del nihilismo,si Dios existe y yo estoy del lado de Dios, todo es posible,hasta la mayor crueldad”.

En todo caso, ético pero también pragmático, RisieriFrondizi nos aclara lo que debería ser evidente: “La exis-tencia de lo ‘mejor’ y lo ‘peor’ es una incitación constantea la elevación moral, a la tarea constructiva, a la luchacontra la injusticia, la ignorancia y la opresión”.58

58 Risieri Frondizi, ¿Qué son los valores? , Fondo de Cultura Económica,Buenos Aires, 1972.

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