Bravatas en vez de misiles

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6 Internacional Lima, domingo 7 de abril del 2013 Conflicto • Corea del Norte Creciente tensión Juegos con fuego. Tropas norcoreanas realizan ejercicios con piezas de artillería. Jaime Cordero Periodista Bravatas en vez de misiles Para las dos Coreas, la guerra fría todavía no ha terminado. El mundo ha posado sus ojos (y sus temores) en la península coreana, donde el régimen de Pyongyang ha dado rienda suelta a todo su arsenal de amenazas. Pese a su incendiario discurso, pocos analistas creen que Kim Jong-un y su camarilla militar realmente quieran un conflicto armado. Apoyo naval. EE.UU. ha desplegado dos des- tructores capaces de derribar misiles. REUTERS REUTERS E l 8 de agosto de 1945, dos días des- pués de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, más de 600.000 soldados del Ejército Ro- jo cruzaron la frontera entre su país y los territorios chinos ocupados por el Imperio Japonés. Al día siguiente, estalló una nue- va bomba nuclear en Nagasaki y el 15 de agosto el emperador Hirohito anunció la rendición de su país. En el poco tiempo que le quedaba a la Segunda Guerra Mundial, las tropas soviéticas ocuparon las islas Ku- riles, buena parte de Manchuria y el norte de la península coreana. No fue una batalla decisiva para el curso de la guerra, pero sí para el escenario regio- nal asiático de los años siguientes, incluso hasta hoy. La península coreana, que hasta en- tonces era un protectorado japonés, fue dividida en dos grandes zonas de respon- sabilidad, delimitadas por el paralelo 38. El norte quedó bajo el control de la URSS y Estados Unidos se hizo cargo del lado sur. Se suponía que esta sería una partición temporal, hasta que fuera posible formar un gobierno y un Estado únicos para todo el territorio. Pero en la práctica este anhelo se reveló imposible. En poco tiempo la península coreana se convirtió en uno de los terrenos más calien- tes de la Guerra Fría. “Se trata de una zona estratégica. Por su posición geográfica, era un punto equidistante de Japón, China y el extremo oriental de la Unión Soviética. Además, la posibilidad de tener bases mili- tares y de establecer un gobierno de mode- lo occidental siempre fue una intención de Estados Unidos”, explica César Puerta, pro- fesor de Historia Contemporánea en la Uni- versidad Nacional Mayor de San Marcos. Seis décadas de guerra Para 1948, cada una de las áreas de respon- sabilidad ya tenía su propio gobierno. Bajo el ala de Estados Unidos, en el sur empezó a germinar un estado capitalista, aunque la democracia llegaría mucho después. En el norte, con la connivencia de Stalin, se for- mó un régimen comunista bajo el coman- do de un ex guerrillero de los tiempos de la ocupación japonesa, llamado Kim Il-sung. El 25 de junio de 1950, tras dos años más de intentos frustrados de formar un es- tado único (ambos lados querían imponer su modelo político en toda la península), las tropas norcoreanas invadieron el sur. Se iniciaba así la Guerra de Corea, el primer conflicto armado de la Guerra Fría. Tres años, un mes y dos días después, la guerra se detuvo en un virtual empate. Agotados tras dos años de enfrenta- miento de trincheras, el 27 de julio de 1953 los representantes de ambos ban- dos se reunieron dentro de una caseta en la localidad de Panmunjeon. Del lado sur estaban los representantes de las fuerzas de las Naciones Unidas, encabezadas por Estados Unidos. Del lado norte, el ejército norcoreano y el ejército de voluntarios chi- no. Lo que se firmó allí fue un armisticio, no un tratado de paz. Técnicamente, las dos Coreas llevan 63 años en guerra, hasta el día de hoy. Durante todo ese tiempo, ambos lados se han armado hasta los dientes. Esa tensión constante explica en gran medida por qué el pueblo surcoreano ha tomado con relativa tranquilidad la nueva ola de amenazas del norte, mientras que en el resto del mundo se han activado las alar- mas y el temor de una guerra total, incluso con armas nucleares. La mayoría de analistas serios cree que es poco probable que las bravatas de ambos lados den paso a hostilidades reales. “La enorme tensión que crea Corea del Norte con sus amenazas constantes ha origina- do una gran incertidumbre mundial. Pero tiene una serie de connotaciones políticas y económicas con el objetivo, entre otros, de mantener la supervivencia del régimen

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Reportaje sobre la crisis en la peníbsula coreana / abril 2013

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6 Internacional Lima, domingo 7 de abril del 2013

Conflicto • Corea del Norte • Creciente tensión

Juegos con fuego. Tropas norcoreanas realizan ejercicios con piezas de artillería.

JaimeCorderoPeriodista

Bravatas en vez de misiles

Para las dos Coreas, la guerra fría todavía no ha terminado.

El mundo ha posado sus ojos (y sus temores) en la península coreana, donde el régimen de Pyongyang ha dado rienda suelta a todo su arsenalde amenazas. Pese a su incendiario discurso, pocos analistas creen que Kim Jong-un y su camarilla militar realmente quieran un conflicto armado.

Apoyo naval. EE.UU. ha desplegado dos des-tructores capaces de derribar misiles.

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El 8 de agosto de 1945, dos días des-pués de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, más de 600.000 soldados del Ejército Ro-

jo cruzaron la frontera entre su país y los territorios chinos ocupados por el Imperio Japonés. Al día siguiente, estalló una nue-va bomba nuclear en Nagasaki y el 15 de agosto el emperador Hirohito anunció la rendición de su país. En el poco tiempo que le quedaba a la Segunda Guerra Mundial, las tropas soviéticas ocuparon las islas Ku-riles, buena parte de Manchuria y el norte de la península coreana.

No fue una batalla decisiva para el curso de la guerra, pero sí para el escenario regio-nal asiático de los años siguientes, incluso hasta hoy.

La península coreana, que hasta en-tonces era un protectorado japonés, fue dividida en dos grandes zonas de respon-sabilidad, delimitadas por el paralelo 38. El norte quedó bajo el control de la URSS y Estados Unidos se hizo cargo del lado sur. Se suponía que esta sería una partición temporal, hasta que fuera posible formar un gobierno y un Estado únicos para todo el territorio. Pero en la práctica este anhelo se reveló imposible.

En poco tiempo la península coreana se convirtió en uno de los terrenos más calien-tes de la Guerra Fría. “Se trata de una zona estratégica. Por su posición geográfica, era un punto equidistante de Japón, China y el extremo oriental de la Unión Soviética. Además, la posibilidad de tener bases mili-tares y de establecer un gobierno de mode-

lo occidental siempre fue una intención de Estados Unidos”, explica César Puerta, pro-fesor de Historia Contemporánea en la Uni-versidad Nacional Mayor de San Marcos.

Seis décadas de guerraPara 1948, cada una de las áreas de respon-sabilidad ya tenía su propio gobierno. Bajo el ala de Estados Unidos, en el sur empezó a germinar un estado capitalista, aunque la democracia llegaría mucho después. En el norte, con la connivencia de Stalin, se for-mó un régimen comunista bajo el coman-do de un ex guerrillero de los tiempos de la ocupación japonesa, llamado Kim Il-sung.

El 25 de junio de 1950, tras dos años más de intentos frustrados de formar un es-tado único (ambos lados querían imponer

su modelo político en toda la península), las tropas norcoreanas invadieron el sur. Se iniciaba así la Guerra de Corea, el primer conflicto armado de la Guerra Fría.

Tres años, un mes y dos días después, la guerra se detuvo en un virtual empate.

Agotados tras dos años de enfrenta-miento de trincheras, el 27 de julio de 1953 los representantes de ambos ban-dos se reunieron dentro de una caseta en la localidad de Panmunjeon. Del lado sur estaban los representantes de las fuerzas de las Naciones Unidas, encabezadas por Estados Unidos. Del lado norte, el ejército norcoreano y el ejército de voluntarios chi-no. Lo que se firmó allí fue un armisticio, no un tratado de paz. Técnicamente, las dos Coreas llevan 63 años en guerra, hasta el día de hoy.

Durante todo ese tiempo, ambos lados se han armado hasta los dientes.

Esa tensión constante explica en gran medida por qué el pueblo surcoreano ha tomado con relativa tranquilidad la nueva ola de amenazas del norte, mientras que en el resto del mundo se han activado las alar-mas y el temor de una guerra total, incluso con armas nucleares.

La mayoría de analistas serios cree que es poco probable que las bravatas de ambos lados den paso a hostilidades reales. “La enorme tensión que crea Corea del Norte con sus amenazas constantes ha origina-do una gran incertidumbre mundial. Pero tiene una serie de connotaciones políticas y económicas con el objetivo, entre otros, de mantener la supervivencia del régimen

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1,2 millones de soldados tiene el ejército de Coreadel Norte. Además, cuenta con másde 7millones de reservistas.

600.000 soldados tiene Corea del Sur. A ellos se suman 28.500 soldados de Estados Unidos.

Esta semana Corea del Norte amenazó directamente a Estados Unidos con un ataque nuclear. También impidió el acceso a los trabajadores surcoreanos al complejo industrial de Kaesong, ubicado en su territorio, y amenazó con cerrarlo, algo que

hasta ahora no ha cumplido. Asimismo, puso en marcha un reactor nuclear que estaba parado desde el 2007. Washington ha replicado que se toma en serio las amenazas y Rusia ha advertido que queda poco margen para negociar.

Una creciente espiral de amenazas y réplicas

La guerra a lo lejos. Kim Jong-un, líder de Corea del Norte, pasa revista a las posiciones de su ejército. La foto ha sido distribuida por la agencia oficial de noticias de Pyongyang.

KCNa/aP

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600peruanos están registrados como residentes en Corea del Sur, según la embajada peruana en Seúl.

“Ante cualquier provocación debemos responder con fuerza, sin tener en cuenta consideraciones políticas” .Park Geun-hyePdta. de Corea del Sur

Una península, dos realidades opuestasPara Corea, la herencia de más de tres décadas de ocupa-ción y guerras fue un territorio arrasado y una población sumida en la pobreza y la hambruna. En 1945, el ingreso per cápita anual en la península era 65 dólares por per-sona, explica Joon-Kyung Kim, profesor e investigador del KDI School de Seúl. A ambos lados del paralelo 38 era necesario comenzar de cero, y los caminos que eligió ca-da régimen no pudieron ser más distintos.

Corea del Sur abrazó el capitalismo y emprendió el camino de la industrialización, guiada por la mano dura del dictador Park Chung-hee (padre de la actual presi-denta, Park Geun-hye), quien gobernó hasta que fue ase-sinado, en 1979. Para los años noventa, todo el mundo occidental hablaba del milagro surcoreano. En el 2011 el ingreso per cápita llegó a 22.489 dólares anuales.

Corea del Norte, en cambio, adoptó una versión in extremis del comunismo estalinista, aderezada con un hermetismo y militarismo exacerbados, y dirigido por una dinastía. No hay cifras fiables sobre el PBI per cápi-ta, pero se cree que alrededor del 25% de la población norcoreana sufre hambruna ahora mismo.

Demostraciones de fuerza. Desfiles y formaciones marciales con miles de soldados son comunes en Corea del Norte. En ellos se reafirma el odio a los enemigos: Estados Unidos y Corea del Sur.

rEUtErS / kCNa

comunista norcoreano”, señala en su blog Santiago Castillo, periodista español ex-perto en la península coreana.

Changsup Shin, primer secretario de la Embajada de Corea del Sur en el Perú, también resta importancia a las amenazas y asegura que lo que en realidad busca el régimen de Kim Jong-un es sentarse a ne-gociar. “Corea del Norte quiere conversar. Su régimen necesita comida, recursos, dinero para sostenerse. Su objetivo es ne-gociar eso, no con Corea del Sur, sino con Washington. Por eso ha amenazado obje-tivos estadounidenses”, explica.

El diplomático piensa que es muy pro-bable que, luego de que esta espiral de amenazas pierda intensidad, Estados Unidos acceda a conversar con Pyongyang. “Ahora mismo no, por una cuestión de ‘ti-ming’”, explica. “Si Washington accediera a hacerlo ahora, dejaría una imagen de de-bilidad ante las demandas norcoreanas”.

Delicado balance militarLuego de estas consideraciones políticas, recién viene la evaluación militar. Cierta-mente, la perspectiva de un conflicto con armas atómicas es uno de los grandes te-

mores de la humanidad desde los tiempos de la Guerra Fría, pero a estas alturas los expertos ni siquiera están seguros de si Co-rea del Norte cuenta con la tecnología ne-cesaria para desencadenar ese escenario apocalíptico.

Sin embargo, que no haya acreditado la posesión de armas nucleares no hace al ejército de Corea del Norte una fuerza menor. Se trata ahora mismo de uno de los más grandes del mundo, con 1,2 millones de soldados listos para entrar en combate y al menos 7 millones de reservistas. Tiene además varios miles de tanques, vehículos blindados y piezas de artillería.

Corea del Sur también tiene una fuerza armada poderosa, con más de medio mi-llón de soldados y un número significativo de blindados y aviones. Aunque numéri-camente es inferior al norcoreano, los ex-pertos aseguran que lo supera largamente en tecnología. Pero lo que definitivamente inclinaría la balanza a su favor en un hipo-tético conflicto es el apoyo de su aliado in-condicional, Estados Unidos.

Washington no solo mantiene 28.500 soldados estacionados en la península, también tiene tropas en otras zonas cer-

La situación de los derechos humanos en Corea del Norte ha motivado fuertes advertencias de parte de las Naciones Unidas y organizaciones independientes. Amnistía Internacional afirma que al menos 200.000 personas están encarceladas en

seis grandes campos para presos políticos. También son frecuentes las ejecuciones, incluso en público. Ante la ONU, el representante norcoreano aseguró tener “uno de los mejores sistemas de protección de los derechos humanos del mundo”.

La ONU alerta sobre violaciones de DD.HH. 460 aviones de combate y 680 helicópteros tiene la fuerza aérea de Corea del Sur.

4.100 tanques y 2.600 vehículos blindados posee el ejército de Corea del Norte, casi el doble que su vecino del sur.

Conflicto • Corea del Norte • Creciente tensión

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Fuente: FAS

Estados Unidos9.400

Gran Bretaña185

Francia300

China240

India60-80

Pakistán70-90

Coreadel Norte

10 omenos

Israel200

Rusia13.000

Cabezas nuclearesArsenal nuclear en el mundo

Para responder a las amenazas de Corea del Norte, Estados Unidos ha reforzado su presencia militar en la zona con su equipamiento más moderno. Destacan en este despliegue los cazas F-22 Raptor, los más avanzados en la actualidad, invisibles a los radares. También se realizaron ejercicios con bombarderos B-2, que son capaces de llevar armamento nuclear y también pueden evitar las defensas antiaéreas.

EE.UU. despliega su fuerza aérea

Solo nueve países forman parte del selecto club de po-seedores de las letales y es-tratégicas ojivas nucleares: Rusia, EE.UU., Francia, Gran Bretaña, Israel, Pakistán, In-dia, China y Corea del Norte.

Aunque después de la Guerra Fría la tendencia ha sido la disminución de los arsenales atómicos, toda-vía hay miles de ojivas en poder de estas naciones.

Solo Rusia posee 13.000 armas atómicas, mientras que EE.UU. tiene 9.400. En el momento de mayor tensión bélica luego de la Segunda Guerra Mundial, estas dos potencias llega-ron a almacenar más de 70.000 armas nucleares. El primer test nuclear lo reali-zó Estados Unidos en 1945.

Se llamó la prueba Trinity y se efectuó en el estado de Nuevo México.

Ese mismo año, EE.UU. lanzó dos bombas atómicas sobre las ciudades japone-

sas de Hiroshima y Nagasa-ki, causando la muerte de más de 200 mil personas.

Cuatro años después, la Unión Soviética realizó su primera prueba nuclear.

El reducido club de los países con ojivas nuclearesEl 31 de julio de 1991,

cinco meses antes de la caída de la URSS, rusos y estadounidenses firmaron el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (Start I). El acuerdo limitaba la canti-dad de vehículos y cabezas nucleares que ambos países podían poseer. Además, so-bre la base del Start I Bielo-rrusia, Kazajistán y Ucrania desmantelaron su capaci-dad nuclear.

En 1993, George H. W. Bush y Boris Yeltsin firma-ron el Start II, mientras que en el 2010 Barack Obama y su homólogo Dimitri Med-vedev rubricaron el Start III.

El próximo país que po-dría sumarse al club es Irán, que trabaja de manera ace-lerada en el enriquecimiento de uranio, clave para obte-ner la bomba atómica.

canas (como Japón y Guam, en las Islas Marianas) y ha desplegado sus sistemas de defensa contra misiles para proteger a sus aliados regionales.

Tremenda concentración de fuerzas ha convertido la península coreana en una de las zonas más densamente militarizadas del mundo. Pero, curiosamente, eso hace que la hipótesis de un conflicto generaliza-do sea más improbable, puesto que el da-ño que se pueden infligir ambos bandos es considerable.

“Corea del Norte sigue acaparando la atención mundial [...] pero una guerra con su vecino del sur o un ataque nuclear a EE.UU. son imposibles, a menos que el régi-men de Kim Jong-un quiera suicidarse, da-da su inferioridad militar para responder a cualquier réplica”, dice Santiago Castillo.

“No creo que haya guerra”, señala César Puerta. “Pero si llegara a haberla –matiza–, seguramente sería un conflicto focalizado, como los de Iraq o Afganistán. Difícilmente llegaría a ser una guerra de escala global y menos nuclear”.

Queda un factor más para balancear la ecuación de fuerzas en la península: La República Popular China, lo más parecido

La península coreana es una de las regiones más densamente militarizadas del mundo.

2 misiles Musudan desplegó Corea del Norte el jueves. Tienen un alcance de 3.000 kilómetros.

que tiene Corea del Norte a un amigo en el contexto internacional.

Durante décadas, Beijing ha ejercido sobre la dinastía de los Kim una suerte de padrinazgo, ayudando con recursos y re-duciendo el peso de las sanciones que re-cibe Pyongyang. Sin embargo, actitudes y declaraciones recientes parecen dejar en evidencia que incluso a Beijing se le es-tá acabando la paciencia con su belicoso vecino. De hecho, las últimas sanciones a Corea del Norte aprobadas en el Consejo de Seguridad de la ONU contaron con el voto favorable de Beijing.

“Corea del Norte no puede entrar a una guerra. Tiene tropas y armas, pero no los medios para sostenerlas. Le faltan comida, logística, incluso le escasea el petróleo para mover los tanques y aviones. Para todo eso necesitaría a China, pero China no quiere la guerra”, señala Changsup Shin.

En la actual coyuntura, es difícil pensar que China apoyaría un ataque norcoreano. Pero tampoco Seúl ni Washington están in-teresados en golpear primero a Corea del Norte, lo que sí podría llevar a Beijing a res-ponder. De ese delicado equilibrio depen-de ahora mismo la paz en Asia.

Roger Zuzunaga Ruiz Resulta difícil imaginar un escenario de pesa-dilla tan perfecto como el que en estos días se desarrolla en la península de Corea. El régimen comunista ha respondido al inicio de unas maniobras conjuntas entre el go-bierno democrático del sur y EE.UU. con

una combinación de movimientos militares, gestos ina-mistosos y retórica hostil que ha colocado a la región al borde de un choque bélico. Pese a que algunos observa-dores han restado importancia a esta escalada, la historia reciente induce a la preocupación. A modo de ejemplo, en marzo del 2010, un submarino norcoreano torpedeó y hundió la corbeta Cheonan de la Armada del Sur, lo que colocó a ambos países al borde la guerra. Con estos antecedentes, hay razones sobradas para la inquietud.

La pregunta clave es por qué el régimen comunista se ha embarcado en esta escalada. El hermetismo de los estalinistas de Pyongyang hace materia de especulación las causas de la crisis. Para algunos se trata de una estra-tagema para distanciar al gobierno surcoreano y EE.UU. Para otros, se quiere fortalecer el liderazgo de Kim Jong-un, frente a unas fuerzas armadas excesivamente pode-rosas. Sea como sea, la presente crisis es, sobre todo, una señal de que la política de Washington hacia la península coreana requiere de una revisión. Durante las pasadas dos décadas, el gobierno norteamericano ha apostado por el apaciguamiento. De este modo, EE.UU. ha ofreci-

do una y otra vez garantías de seguridad y oportunida-des económicas al régimen a cambio de que abandone su programa nuclear y dé pasos hacia la distensión. Sin embargo, Pyongyang ha optado por generar crisis perió-dicas para fortalecer su posición negociadora y pedir un precio cada vez más alto por no desencadenar un conflic-to. Cabe preguntarse si no es hora de que la Casa Blanca apueste por un nuevo curso de acción que combine el fortalecimiento de la disuasión militar, la presión econó-mica y el apoyo a la disidencia para forzar un cambio de régimen en un país que ha demostrado su falta de interés por buscar fórmulas de convivencia pacífica.

En tanto, incluso si se evitan males mayores, la crisis va a tener graves consecuencias en Asia Oriental. Tanto Corea del Sur como Japón no pueden permanecer pa-sivos frente a un vecino que mantiene un esfuerzo siste-mático para dotarse de armas atómicas y misiles de largo alcance. Muy probablemente, Seúl y Tokio darán pasos para fortalecer su desarrollo militar. En este escenario, es probable que la República Popular China se sienta ame-nazada y opte a su vez por acelerar su ya apabullante rearme. La presente crisis puede ser el desencadenante de una carrera armamentista. Paradójicamente, la erra-da política de apaciguamiento impulsada por Washing-ton para prevenir el estallido de un conflicto puede abrir la puerta a un escenario más volátil y peligroso al que inicialmente se quería evitar.

elanálisis

Román D. OrtizInternacionalista

Cabe preguntarse si no es hora de que la Casa Blanca apueste por un nuevo curso de acción hacia Pyongyang .

Consecuencias no intencionadas