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    LA ACTUALIDAD DEL PENSAMIENTO DE CARL VON CLAUSEWITZ

    Resumen

    El artculo tiene por propsito plantear la vigencia del pensamientode Carl von Clausewitz cuya aplicacin, ms all de las guerras entre

    Estados nacionales, puede extenderse al anlisis de la confrontacin

    entre partidos polticos o clases sociales. Aboga por el componente

    poltico de los enfrentamientos militares, y estima que la guerra, aun

    si denota polaridad y fragmentacin, aun si es exacerbada y

    continua, sigue siendo fundamentalmente poltica. Muestra cmo en

    el caso colombiano los excesos de violencia han contribuido a

    eliminar y oscurecer esas fronteras de lo poltico, no obstante lo cual,

    la poltica sigue existiendo en el conflicto, si bien revestida de mala

    poltica. Propone, retomando a Clausewitz y ante la ausencia del

    Estado en ciertas zonas del pas, un mayor uso de la defensa comoestrategia de guerra.

    Palabras clave:Guerra, poltica, violencia, defensa, Estado, Clausewitz.

    Abstract

    The article presents the validity of the thought of Carl von

    Clausewitz, which application, beyond the wars among national

    States, can be extended to the analysis of the confrontation amongpolitical parties or social classes. It defends the political component of

    the military clashes, and estimates that war, even if denotes polarity

    and fragmentation, even if is irritated and continuous, continues

    being fundamentally political. It shows how in the Colombian case

    the excesses of violence have contributed to eliminate and darkness

    the political borders, nevertheless which, the politics continues

    existing in the conflict, though covered with bad politics. It proposes,

    taking up again Clausewitz and facing the absence of the State in

    certain zones of the country, a greater use of the defense as strategy

    of war.

    Key words:War, politics, violence, defense, State, Clausewitz.

    De la guerra de los Estados a la guerra de los partidos

    La guerra se ha transformado vertiginosamente en los ltimosdoscientos aos. Pero esta transformacin no es slo laimpuesta por la revolucin cientfico-tecnolgica o por laexplosin demogrfica: es el trnsito de las enemistades

    acotadas a las enemistades absolutas; es el paso de lasguerras de los Estados nacionales a las guerras de clasessociales y partidos polticos. El camino va de la nacin enarmas en los comienzos del siglo XIX, a las concepcionescontemporneas que tienden a borrar las fronteras entre laguerra y la paz, entre el combatiente y el no combatiente,entre la guerra nacional y la guerra internacional. En medio delas transformaciones, el pensamiento de Clausewitz sobrevive:la distincin entre guerra real y guerra absoluta sigue en pie.La tendencia a definir la enemistad en trminos absolutos hahecho que las guerras de nuestra poca tengan una direccin

    ms marcada hacia la guerra absoluta, como guerras que sondirigidas hacia alteracin del equilibrio social.En las guerras de la contemporaneidad ven algunos tericosun oscurecimiento de la vigencia de Clausewitz porque nocorresponden a una relacin entre conflicto armado y polticade Estado nacional, estrictamente. Pero la poltica no debe serconsiderada, lo mismo que la guerra, slo bajo su formareal; debe ser comprendida tambin bajo su formaabsoluta, como el campo de los conflictos de intereses ens, sean de la poltica nacional del Estado o de la poltica departidos o clases. Si se sigue a Clausewitz de cerca, se ver

    que siempre tiene presente el concepto puro de la poltica,lo mismo que el de la guerra y quedar claro que la polticadel Estado es solamente una de las formas que puede tomarla poltica real. De tal manera que es legtimo mirar losconflictos de hoy, no siempre nacionales en sentido estricto,bajo la ptica clausewitziana y entender que la teora de laguerra nacional se ha desdoblado paulatinamente en unateora de la guerra civil. Dicho esto sin desconocer la vigenciaque conserva, todava, el Estado nacional y el papel quecumple en la movilizacin de los pueblos para la guerra, comose apreciar ms adelante, cuando se haga referencia a

    guerras como la de Vietnam, en la cual se dan los elementosde las guerras civiles y los de las guerras nacionalessimultneamente.Tambin los desarrollos tcnicos tienden, aparentemente, aoscurecer la vigencia de Clausewitz, porque en el presente seven guerras en las cuales la ofensiva audaz, veloz y sin tregua,parecera que impide toda posibilidad de defensa. Sinembargo, siempre en la historia ha sido una constante que esasea la conducta de quien tiene superioridad absoluta. La leyde los nmeros de Clausewitz, le confiere al tamao de los

    Revista de Estudios Sociales, no. 16, octubre del 2003, 23-28

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    Armando Bor rero Mansil la*

    * Socilogo, profesor del Departamento de Ciencia Poltica de laUniversidad de los Andes.

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    ejrcitos un efecto decisivo solamente cuando los demsfactores, incluido el tcnico, se mantienen constantes. Pero lasguerras revolucionarias del siglo XX ponen las cosas en susitio: guerras que comienzan con enormes disparidades demedios, guerras en las cuales los insurgentes deben equilibrarla ley de los nmeros de Clausewitz con la utilizacin del

    tiempo y el espacio en una forma innovadora, son guerras queretrotraen a la actualidad el aserto clausewitziano, quienentendi la superioridad de la guerra defensiva, no en lostrminos estticos que le atribuyen muchos crticos, sino comouna relacin dinmica, en la cual es posible emplear todos losmedios ofensivos sin perder las ventajas de la defensiva (elaforismo de Clausewitz casi siempre se saca de contexto yesto ha hecho olvidar que la frase va precedida de laexpresin en abstracto.En abstracto la forma defensiva dela guerra es ms fuerte que la ofensiva.1 Las guerras del sigloXX ponen de presente, por la disparidad de medios de muchas

    de ellas, la primaca de la poltica y subrayan la diferenciaentre el concepto de guerra total y el de guerra absoluta.Las guerras revolucionarias permiten que el concepto filosficode guerra absoluta ilumine las realidades de la guerra realen una forma ms intensa, que las del siglo anterior,precisamente por su tendencia a los extremos, por laprofundidad de los sentimientos hostiles, a ese tipo ideal, el dela absoluta. Las guerras de los Estados se movieron ms en elcampo de las intenciones hostiles y por eso pudieron seracotadas por el derecho de la guerra en una medida difcil dealcanzar por las guerras de hoy.

    Ya Maquiavelo, en su tiempo, haba formulado la propuesta,cuando escribi en los Discursos sobre la primera dcadade Tito Livio, que si la guerra se somete a la poltica,tomar de forma natural su carcter y que, por tanto, si lapoltica es grandiosa, la guerra lo ser tambin y podralcanzar las cimas de las que adquiere su forma absoluta.Clausewitz introduce el concepto de nacin en laformulacin de Maquiavelo: Cuanto ms grandiosos ypoderosos son los motivos de la guerra, ms afectan a laexistencia misma de la nacin, ms violenta es la tensin queprecede a la guerra y ms se conforma la guerra a su forma

    abstracta.2 Lenin primero y Mao-Tse-Tung despus, llevaranms lejos la definicin al establecer la enemistad en el terrenode las visiones del hombre y de la sociedad. La enemistadest, en estos casos, ms cerca de los dilemas existenciales, delas oposiciones excluyentes (es l o yo, uno de los dos sobraen el mundo, un sistema no puede coexistir con otro) que en

    el caso de las guerras entre las naciones, porque estas ltimasse reconocen como interactores legtimos, interlocutoresvlidos, parte todos de un mismo sistema. Las guerras tiendena ser de avallasamiento antes que de aniquilacin: es decir, decondicionamiento de la voluntad oponente, no de eliminacinde las condiciones de existencia de otra voluntad.

    A las frases antes recordadas de Maquiavelo y de Clausewitz,Lenin y Mao hubieran podido aadir la clase o el partido.Pero ms all de este cambio de protagonista, el sentido declase y de partido trasciende el contenido nacional. El enemigoes universal, aunque la guerra se desarrolle en planosnacionales y con una carcter intensamente nacional (como enlas guerras de liberacin nacional), lo cual posibilita eldesarrollo de la figura del guerrillero: estrategia defensiva parapreservar la propia fuerza y tctica ofensiva para desgastaral enemigo. Simultneamente, ligado a la tierra pero guiadopor la gran poltica, el guerrillero no slo se sale de los

    moldes de la guerra convencional, sino que, en una escaladesconocida para el soldado regular, debe mantenerseconscientemente en el plano de la poltica. De otra manera lairregularidad deviene bandidismo.No solamente en el campo de la izquierda se ha llevado elaserto clausiwitziano a las vecindades de lo absoluto. Losdiscpulos de Clausewitz se encuentran en todo el espectroideolgico, aunque la asimilacin sea dismil y, en general,casi ninguno de los que se han inspirado en sus escritos losha acogido en su totalidad. La tradicin prusiana, porejemplo, la de Moltke, Schlieffen y Ludendorff, acab por

    entender la relacin entre guerra y poltica como lasubordinacin del Estado al ejrcito. En 1918, Ludenndorffexigi del Kaiser la movilizacin total. Era la guerra total,no la absoluta de Clausewitz. En la total la polticadesapareca en favor de la guerra sin lmites. El soberanosera el general. Pero Ludendorff no entendi que la sociedady la poltica preceden a la guerra. Su idea precisaba de unaconcepcin de la paz como interregno incmodo entre lasguerras, el estado natural del hombre. Max Weber aclarcmo la guerra llega hasta el punto en el cual pone entensin todas las fuerzas de una sociedad. En ese momento

    no es posible, no es ganable, porque destruye el fundamentomismo de los intereses que se defienden con las armas.En otras tradiciones, sobre todo en Francia y en la GranBretaa, Clausewitz no ha sido popular. La idea ms generales la caricatura de un militar que siempre busca librar unabatalla y vencer al enemigo en medio de un choquesangriento.Prusiano sediento de sangre es una definicintan oda como filsofo nebuloso o como genio malignodel Estado Mayor prusiano. Tal vez su lectura cay en unterreno poco frtil: la Europa posterior a la Santa Alianza, en la

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    1 Carl von Clausewitz,De la guerra, Barcelona, Editorial Labor, 1984,pg.277.2 Ibid, pg. 322.

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    cual las apelaciones al patriotismo no eran de buen recibo.Yahaba pasado la poca de las luchas nacionales, del lanrevolucionario francs y se imponan las guerras delimperialismo.Finalmente, cuando Clausewitz sostuvo que la guerra es lapoltica bajo otra forma, la violenta, observaba seguramente la

    poltica como la poltica nacional de un Estado. Es el campo delos conflictos de intereses, y Clausewitz siempre plante en suobra que la poltica de Estado es solamente una de las formasque puede asumir la poltica real. Tan real como lasproyecciones posteriores de la poltica revolucionaria: por esoes tan real tambin la permanencia de la idea clausewitzianaen las guerras de los partidos, en las luchas guerrilleras delsiglo veinte y hasta en la propia guerra nuclear. Muchosadversarios de la obra de Clausewitz han querido ver en estaltima el fin de la idea de la poltica tras la guerra. El equilibriodel terror se manejaba, segn este enfoque, bajo una mirada

    puramente tcnica. No entrevieron que era un instrumentopara una gran poltica y que slo un motivo polticoexcepcional poda desencadenar el uso de un instrumentotambin excepcional.

    La actualidad de Clausewitz

    Los sucesos del ltimo medio siglo, atrapados entre lavigencia de la Guerra Fra y el fin del mundo bipolar ponende presente la actualidad del pensamiento de Clausewitz.Basta pensar la guerra de Vietman, en el plano de los

    grandes sucesos internacionales y la propia guerracolombiana, en el plano ms modesto de los sucesosdomsticos, para citar dos conflictos que han sacudido ams de una generacin y encontrar intacto el camino deClausewitz, quien entendi que la guerra depende depremisas polticas determinadas y que no es una actividadautnoma y sin lgica. La larga guerra vietnamita, la msimportante de la postguerra, comprendidas la de Indochinafrancesa y la de reunificacin de Vietman contra losEstados Unidos, es reveladora en sumo grado de lasrelaciones subyacentes a los enfrentamientos blicos; la

    colombiana, aparentemente ms confusa y sin sentido,tambin tiene la poltica, as sea la mala poltica, comomotor de su prolongacin. Son slo dos ejemplos, es cierto,pero vale la pena comenzar el abordaje a travs de doshechos presentes en la memoria o de dolorosa vivenciacotidiana. Hacen ms fcil la interpretacin.Los dirigentes de la insurgencia anticolonial en Vietman, sepropusieron mantener frreamente el carcter nacional de sulucha. La ventaja poltica que esto significaba fue vista,lcidamente, como superior a las que poda brindar la

    aceptacin de fuerzas chinas en 1949 o a las consecuenciasde plantear el conflicto en trminos de bloques polticosenfrentados con base en formulaciones puramenteideolgicas. A la lucha nacional vietnamita, los franceses slopudieron oponer una legalidad colonial que ya erafrancamente ilegtima en la segunda postguerra. Frente a los

    norteamericanos, quienes formularon su justificacin de laintervencin en trminos de bloques, los del conflicto este-oeste, los dirigentes de Hanoi mantuvieron su lnea sindesviaciones: el carcter nacional de la guerra por lareunificacin y la liberacin estuvo siempre en primer lugar. Seaceptaba ayuda material pero no cayeron en la tentacin deaceptar tropas extranjeras. Saban muy bien cuntaindependencia se perda para la conduccin de lasoperaciones, para las negociaciones diplomticas y para laautonoma futura del Estado nacional.Por contraste, el Estado survietnamita nunca pudo ni formular

    una poltica nacional, ni movilizar en tal sentido su poblacin;no tuvo autonoma alguna para conducir operaciones, nopudo proyectar legitimidad y dej la guerra en manosnorteamericanas. La superioridad poltica fue de quienespudieron concebir una causa y luchar de manera consecuentepor la misma. La poltica defini, sin sombra alguna, elvencedor. La poltica gener una determinacin que resultsuperior a los medios tcnicos.Muy cerca geogrficamente de Vietnam, se encuentra unejemplo de guerra revolucionaria que no pudo construir unapoltica para la movilizacin de la poblacin y que por eso

    fue vencida por un poder colonial. Se trata de Malasia. All,ante la imposibilidad de movilizar el sentimiento de lamayora malaya hacia una guerra percibida como empresade la minora china, los rebeldes tuvieron que plantear lalucha en trminos de sola ideologa y programarevolucionarios. Fue insuficiente. Prim la solidaridad tnico-nacional para definir quin era el amigo y quin el enemigo.El desideratumltimo de la poltica en trminos schmittianosse cumpli plenamente.Los colombianos asistimos a un conflicto distinto, en el cual,a diferencia del vietnamita, se siente un dficit de buena

    poltica. No est en juego la cuestin nacional, que salvo porlas alusiones a los recursos naturales y el debate alrededor delos procesos globalizadores, los cuales aparecen, dicho sea depaso, de manera marginal y bastante dbil en los discursosinsurgentes, no genera un polo de referencia para loscolombianos. El Estado, por su parte, y por supuesto las clasesdirigentes, no han entendido cabalmente la necesidad deobtener, conservar y proyectar legitimidad para sus proyectosde Estado, sea este demo-liberal o social de derecho. Lacorrupcin, la inequidad y la ineficiencia campean.

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    Muchas cosas desdibujan la poltica en el conflictocolombiano y entraban la posibilidad de resolverlo porcualquier va, sea esta la de la victoria militar de una de laspartes o la negociacin. Del lado insurgente, lo que fue unapropuesta socialista en embrin no encontr lasmediaciones democrticas que requera para ser

    alternativa. Del lado del Estado no apareci nunca unadirectriz moral que le diera contenido a las mediacionespotencialmente democrticas que ofrecan los procesosmodernizadores de la sociedad y la tradicin del estado dederecho, que maltrecho e imperfecto se ha mantenidounido a la legalidad republicana durante casi dos siglos.Pero lo poltico del conflicto se asoma tozudamente.Cualquier observador del proceso de paz intentado entre1998 y 2002 habr podido constatar que lo fundamentalno fue nunca lo que pensaba el gobierno de turno: que setrataba de la reforma social. Se trataba del poder, simple y

    llanamente. Por eso, porque se desconoci la naturalezams profundamente poltica del conflicto no se pudo nisiquiera acordar una agenda que se refiriera a lo esencial.Ni la subversin logra poner el acento en el conflicto declases ni el Estado logra colocarlo en el nivel de lademocracia y la moral. Pero ni el uno ni el otro, comotampoco el narcotrfico y los mtodos criminales queatraviesan el conflicto, logran tapar que el destino de laguerra es el marcado por la inteligencia crtica deClausewitz: la meta es la destruccin poltica del enemigo.Es la lgica radical que exige entender la previsin de la

    llegada a extremos en la direccin de la confrontacin.De esa lgica clausewitziana depende no slo una victoria deuno de los bandos, sino la posibilidad de la negociacin: paraforzarla hay que hacer lo que jams se plante el Estadocolombiano, vale decir, vislumbrar el tamao del esfuerzopoltico y militar necesario para hacer creble una poltica.Cuando se escribe la llegada a extremos no se quiere decirextremos de violencia. Se quiere decir tensin total de lasenergas sociales para asumir la construccin de un ordendemocrtico, eficaz, transparente, justo y capaz de generaridentidad nacional. En suma: buena poltica para darle

    contenido a una lucha que hoy ha cobrado la forma de unaguerra de aparatos militares.

    Los lmites de la guerra

    La guerra en trminos de Clausewitz muestra en los lmitesque se le imponen la innegable presencia de la poltica. Laguerra es la polticapor otros medios, aforismo que se repite(a Clausewitz se lo cita, pero no se lo lee) bajo la formabastarda de la continuacin de la poltica. Pero detrs de la

    definicin trascendental de Clausewitz, ste entendi biencmo esa naturaleza poltica poda verse oscurecida por laelementalidad de la guerra, cuya naturaleza y dinmica tiendea los extremos de violencia y resultados. Oscurecidasencillamente, no contradicha ni negada, porque como bienobserv Lenin ante la afirmacin de Clausewitz sobre cmo la

    guerra prolongada tiende a la pura expresin militar, Es eneste momento cuando es ms poltica. Para Clausewitz eraclaro que la lgica absoluta de la guerra no tena por qu seruna lgica disminuida de la poltica. Pero para losacontecimientos histricos que sucedieron a las guerrasnapolenicas, la lgica de la guerra hizo exigencias en ladireccin de la guerra absoluta tipo ideal jams concretadoque pareca evadir la lgica poltica del clculo, de la medida,de la racionalidad de los lmites. La guerra real se muevedentro de esos lmites, los de la intencin hostil regulada yno desbordada por el sentimiento hostil.

    La historia deja claras esas relaciones y esos dilemas en ladecisin de emplear la fuerza. Para no recurrir a unejemplo clsico de las guerras calculadas y medidas parasu exacto fin, como son las guerras de Bismark, se puedetraer a colacin un suceso ms cercano a la memorialatinoamericana contempornea: la guerra de lasMalvinas en 1982. El Gobierno argentino no se propuso(tampoco poda ir ms lejos), destruir las fuerzas militaresde la Gran Bretaa ni mucho menos poner en cuestin laexistencia estatal del Reino Unido. Tampoco los britnicospensaron en aniquilar la nacin argentina o en avasallar

    totalmente su voluntad poltica. Slo se trataba deafirmar la soberana sobre unas islas. La enemistad estabaacotada y, por lo tanto, la poltica tena mrgenesprecisos y total direccin del proceso. La lgica absolutaestaba excluida por los lmites que imponan los objetivosy por una talanquera definitiva, la dificultad tcnica de irms all. No haba espacio para que la guerra setransmutara en algo no poltico. Era la poltica con todossus clculos y sus dilemas. Pero la carencia de autonomade la guerra plantea la pregunta de si es posible ir msall de la poltica. Ms todava, puede existir un Estado

    que se entienda a s mismo como afirmacin absoluta, sinlmites para sujetar la violencia y para fijar los objetivosde su utilizacin?La guerra ideolgica se instala en esas peligrosasvecindades. Est presente in nace en la RevolucinFrancesa. Las guerras de la revolucin hicieron posible eldespertar de la pasin nacional, de la movilizacin en granescala de los recursos humanos y materiales de toda lasociedad. Fue posible tambin la inversin del servicio delas armas, trasmutado de deber en derecho, gracias al

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    nacimiento del ciudadano como sustituto del sbdito. Peroan dentro de la pasin nacional, los lmites, bien quecorridos, se mantuvieron. Estas fueron las guerras deClausewitz, las que le indicaron la posibilidad de la guerraabsoluta, tipo ideal de la guerra capaz de iluminar lasrelaciones polticas subyacentes a la guerra real. Pero ni

    la Grande Arme poda ir hasta donde llegaron despuslas guerras del siglo XX, cuando se concibieron soberanasradicales y guerras radicales.Todava la Primera Guerra Mundial conserv los lmites. Pero en1918 se apreci ya la inversin de las frmulas clausewitzianas.El mariscal Ludendorf pidi subordinar la poltica a la guerra.Su pedido de movilizacin total implicaba moverse a laguerra absoluta. La necesidad de sobrevivir como pueblo ycomo nacin impidieron la marcha al despeadero.La Segunda Guerra Mundial hizo lo que la primera logrevitar. Esta se mantuvo como guerra entre naciones por

    intereses nacionales. La satisfaccin de los mismos podaresguardar a los contendores de caer en el aniquilamientode la voluntad poltica propia. Pero la segunda introdujola lucha por ideas del hombre y de la historia. Elsuperhombre o el proletario, la democracia liberal o elReich totalitario, el colectivo irracional o el primado delindividuo, fueron los sustentos de unos objetivos de laguerra. Los intereses tradicionalmente esgrimidos,territorios y recursos, estaban todava presentes, perohubieron de coexistir con valores y visiones del mundo. ElEstado nacional no fue ya el nico sustento del

    sentimiento hostil clauswitziano. Su lugar fuecompartido por la guerra revolucionaria de partidos conreferencias universales.La apariencia de la guerra se hizo ms poltica con laaparicin de las guerras de guerrillas, bien fueran deliberacin nacional o revolucionarias. El siglo XX fueprdigo en este tipo de conflictos, en los cuales el cambioms notable fue la concepcin de la enemistad que lossustentaba. Guerra poltica, abiertamente, contra unenemigo que no era convencional (combatiente conobligaciones legtimas para con su propio Estado), es decir,

    no un adversario vlido y respetado como soldado atado alDerecho Internacional, sino un enemigo que pone enpeligro una manera de vivir la existencia, un enemigonegacin de un orden social, un enemigo absoluto y norelativo, al cual se combate sin la reglas de la guerraconvencional. El enfrentamiento es un trance existencial. Enese orden de ideas, la poltica legitima al combatiente queusa medios ilegales e irregulares. Sin la poltica,abiertamente expresada, es un mero criminal, un fuera dela ley.

    La diferencia establecida por la guerra revolucionaria llamala atencin sobre el caso colombiano. En ste, la confusinha reinado en el campo del Estado. Unas veces se habla dela guerra poltica (cuando se hace una recepcin acrticay mecnica, del concepto) para definir las intenciones deladversario revolucionario. Pero a continuacin se le

    desvaloriza como criminal sin ideario, indigno de lainterlocucin vlida. Las discusiones sobre el status polticode la guerrilla van y vienen con la suerte de los procesos denegociacin. Es esta una de las mayores fallas del Estadopara la conduccin de la guerra: la apreciacin incorrectade la naturaleza de su enemigo y de la profundidad de laenemistad. Los procesos de negociacin oscilan entre losvoluntaristas que suponen como problema principal laconfianza entre los adversarios y se centran en buscar unterreno de transaccin para las reformas sociales, y los decorte objetivo que ven el problema en las relaciones de

    poder y centran el esfuerzo negociador en la creacin deun marco nuevo del diseo poltico, para darle cabida a lainsurgencia en la poltica regulada y pacfica. Falta elintento de hacer de la reconciliacin un problema ubicadoen el plano de lo especficamente nacional, sobre todo enla actualidad cuando la guerrilla no tiene tercerointeresado en la esfera internacional. Falta tambin lacomprensin poltica adecuada para hacer de la guerra y lanegociacin momentos de una misma poltica y noprocesos alternativos y mutuamente excluyentes (lo uno olo otro).

    El que la guerra haya trascendido los lmites del derecho (hoyDerecho Internacional Humanitario) hace ftil, en el casocolombiano, la negacin del carcter poltico de la guerrilla poel hecho de no acogerlo. La descalificacin tiene sentido en elplano moral pero no en el poltico. Un enemigo puede sersimultneamente de carcter poltico e irregular, fuera delderecho. El problema es ms grave para el insurgente, porquese trata de una cuestin de grados y una conducta criminaltiende a desmoralizarlo y a despotencializarlo en gradosacordes con la descomposicin sufrida, pero no de maneratajante y automtica. Es de la naturaleza del irregular no

    acogerse al derecho, anota Carl Schmitt, pero desde laconvencin de Ginebra y sus protocolos adicionales, estabierta la puerta de la consideracin del enemigo comopoltico y legtimo, an si se trata de un combatiente irregular,si cumple con un mnimo establecido de condiciones.Pero la cuestin de los lmites de la guerra va ms all de lasustitucin de la poltica de Estado por la poltica de partido.Es tambin una cuestin de medios tcnicos. Si bien elconcepto de guerra absoluta no es lo mismo que guerratotal (ms referida a los medios de destruccin masiva y a su

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    empleo indiscriminado), los medios influyen las justificacionesy las directrices polticas. La no distincin entre combatientes yno combatientes, entre objetivos militares y civiles, tpica de laguerra total, supone una presin muy fuerte sobre quienestoman las decisiones polticas. Hiroshima, Nagasaki, Guernicay Dresde fueron decisiones polticas aunque todava esperen,

    como esperan autor los personajes de Pirandello, un derechoque las justifique. Clausewitz est tan detrs de lascontradicciones de Borodino en 1812, como de las bombasatmicas de 1945.

    El ataque, la defensa y la guerra irregular

    El ttulo anterior no sugiere un alejamiento de la poltica. Losaspectos operacionales de una guerra son determinadostambin, en ltima instancia por la poltica. Los objetivospolticos condicionan los medios: si se trata de conquistar

    territorios habr de preverse una guerra ofensiva y unasuperioridad de medios frente al enemigo. Si se trata dedisuadir, un dispositivo defensivo puede ser eficaz. Pero no hayfrmulas de aplicacin universal. Un conquistador puedepreferir el desgaste del enemigo mediante maniobrasdefensivas, antes de pasar a la ofensiva, y un dispositivo dedisuasin puede concebirse como ofensivo. Lo que realmenteinteresa es el papel de la poltica: la comprensin de losobjetivos, la disposicin de los medios, el clculo racional delas oportunidades y el establecimiento de lmites al uso de lafuerza acordes con el propsito poltico formulado.

    Clausewitz establece lgicamente la superioridad de ladefensa.En abstracto la forma defensiva de la guerra es msfuerte que la ofensiva. Este es el resultado que nosproponamos, porque, aunque es absolutamente natural y hasido confirmado miles de veces por la experiencia, es todavacontrario por entero a la opinin predominante, lo que pruebacmo las ideas pueden ser confundidas por escritoressuperficiales.3

    En el debate colombiano sobre la guerra aparece confrecuencia, y superficialmente como lo aseverara Clausewitz,la crtica a las fuerzas del Estado por una supuesta actitud

    defensiva en vez de una disposicin ofensiva para destruir alenemigo. La crtica, antes que contribuir a la claridad, revela lafalta de conduccin poltica adecuada del conflicto por partedel Estado. Una condicin necesaria de una buena poltica esla apreciacin exacta de la naturaleza y de las condiciones enlas cuales se desarrolla un conflicto. Smesele la decisin deresolverlo por la va que se determine como la adecuada, lo

    cual supone fuerzas materiales y morales suficientes paramovilizar voluntades y recursos.Ni una ni otra cosa aparecen claramente en Colombia durantelos largos aos de la guerra de guerrillas. Vale aqu, paraseguir ilustrando la lgica clausewtziana, recurrir al ejemplo delo acontecido en Vietman. All la estrategia y la tctica fueron

    tan reveladoras de las polticas que se constituye en un casoclsico para la comprensin del fenmeno. La guerrillasurvietnamita y el ejrcito del rgimen de Hanoi, en el norte,aplicaron con xito una estrategia defensiva. Nuncarenunciaron a mantener el control de las reas que ocupaban.Territorio y poblacin eran su objetivo. Las fuerzasnorteamericanas se dedicaron a la bsqueda y destruccin,pero no pudieron mantener control permanente de las reas.Obviamente, no poda hacerlo una fuerza extranjera, tandistante culturalmente de la poblacin. Pero tampoco pudieronhabilitar al rgimen survietnamita para hacerlo. El elemento

    moral fall y, en cambio, el oponente con una moral elevada,siempre estuvo dispuesto a aceptar costos, por altos quefueran, para defender lo conquistado. La superioridad derecursos les dio a los norteamericanos la ilusin de poderdesgastar al enemigo sometido a un inmenso poder de fuegopuesto a la ofensiva. Pero el doble acertijo de la guerrairregular, del que hablaba Kissinger no fue resuelto nunca. Laguerra militar se libraba con abundancia de medios. De dase poda tener la ilusin de expulsar al enemigo de las aldeas.Pero de noche la guerra oculta pasaba la cuenta de cobropor la no consolidacin de las ganancias. Lo mismo sucede en

    Colombia por la incomprensin estatal del doble carcter de laguerra. Las operaciones pueden desalojar a los insurgentesmomentneamente. Pero el Estado no consolida siempre lasganancias. Doscientos municipios sin presencia de la fuerzapblica y ms de siete mil corregimientos dan cuenta de larenuncia del Estado a realizar una defensiva necesaria paraasegurar el control sobre territorios y poblacin. La formams fuerte de la guerra se deja de lado, no se atiende a lapreservacin de la propia fuerza, no slo la militar sino la quese desprende de la poltica: mantener la legitimidad y laeficacia del Estado, sostener la primaca de lo poltico ante el

    dilema de los medios. Slo as podr ser movilizadaenteramente la fuerza de la nacin y evitar la degradacin deun conflicto convertido en guerra de aparatos.

    Bibliografa:

    Clausewitz, Carl von, De la guerra, Barcelona, Editorial Labor, 1984.

    DOSSIER Armando Borrero Mansilla

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    3 Ibid, pg. 277.