B.F. Skinner - In Memoriam

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T7- 1 •r. bkmner: ín memoriam Emilio Ribes Iñesta Coordinador .1943 UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

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UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

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Colección Fin de Milenio Serie Ciencia de la Conducta

Coordinador de la serie: Emilio Ribes Iñesta

B.F. SKINNER: In memor i am

Coordinado por: Emilio Ribes Iñesta

caHi»o TIKNMNTS DE LA COSTAj

UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

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Versión en inglés en Context Press, Reno, USA En prensa

Traducción: Víctor Manuel Alcaraz

CENTRO UNIVSRSlTARiOee-tft.COSTA CAMPÜS P U E B T O V ) /

BIBLIOTECA:.

No. DE ADQUISICIMi:

FACTURA:

FECHA DE ENTREGA: fi) ASIFlCAfílON: /SO * PT93 SKf No. EJEMPLARES: No. VOLUMEN:

Primera edición, 1994 D.R. © 1994, Universidad de Guadalajara Dirección de Publicaciones Calderón de la Barca 280, sector Juárez CP 44260, Guadalajara, Jalisco, México Impreso y hecho en México Printed and made in México ISBN 968-895-487-X

En memoria: a Vicente García

WftRSIDAD DE CENTRO UNIVWSITABW

DE LA COSTA

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Prólogo

Burrhus Frederic Skinner falleció el 18 de agosto de 1990. Skinner ha sido, incuestionablemente, uno de los grandes psicólogos de es-te siglo, tanto por sus contribuciones conceptuales y metodológi-cas, como por sus aportaciones directas de tipo experimental y tecnológico.

En ocasión del XI Congreso Mexicano de Análisis de la Conduc-ta, en marzo de 1991, se celebró un simposio satélite en homenaje a B.F. Skinner, en el recinto del Salón Generalito de San Ildefonso, pleno de tradición académica. A dicho simposio fueron invitados un conjunto de investigadores distinguidos en el análisis de la con-ducta, que de un modo u otro fueron colaboradores y colegas cerca-nos de B.F. Skinner. Los participantes en dicho simposio fueron Fred S. Keller, Peter B. Dews, James A. Dinsmoor, Philip Hineline, Charles Shimp, JackL. Gewirtz, Peter Harzem, y Howard Rachlin. Las presentaciones de dichos académicos constituyen el contenido de este volumen en memoria de B.F. Skinner, con dos cambios. En primer lugar, no se incluye la contribución de Philip Hineline. En se-gundo lugar, aparece un escrito por Emilio Ribes, cuya reproduc-ción es posible gracias a la gentileza de Apuntes de Psicología, órgano del Colegio de Psicólogos de-Andalucía.

El simposio satélite en homenaje a B.F. Skinner fue posible por el apoyo prestado por la Escuela Nacional de Estudios Profesiona-les Iztacala y la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, así como por el interés y preocupación de Vicente García y Héctor Ayala, para que tuviera el marco, desarro-llo y difusión adecuados.

Emilio Ribes Iñesta Guadalajara, febrero 1993

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S!a contribución de Skinner a l.Farmacología

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-UI i jjj|1937 B.F. Skinner con W.T. Heron publicaron un escrito intitu-||(lo "Los efectos de la cafeína y de la benzedrina sobre el condicio-namiento y la extinción" (Skinner y Heron, 1937). El estudio que hicieron consistió en investigar los efectos de las drogas sobre las Mipuestas de las ratas en lo que hoy se llamaría un programa de in-tervalo fijo de 4 minutos (IF4) y después de 4 días de extinción. En una y otra condición encontraron que la tasa de respuestas había si-do aumentada por las drogas. Dicho trabajo lo llevaron a cabo en la 1}Diversidad de Minnesota instigados, de alguna manera, por un in-forme, hecho por un alumno que fungía como ayudante del labora-torio, de que sus compañeros abusaban de la benzedrina (Meisch, Comunicación personal). Benzedrina era el nombre comercial de loa anfetaminas, las cuales, tanto a mediados de la década de los 30 como después, se utilizaban para aliviar la congestión nasal me-diante inhalaciones. Las anfetaminas eran suficientemente voláti-les como para que su inhalación se viera facilitada en un grado tal que llegaba a producir efectos conductuales. Esto último parecía «cr el resultado que los estudiantes buscaban. La conducta de los alumnos intoxicados resultaba extraña y el escrito en el que se co-municaron los hallazgos experimentales del estudio con las ratas vino a ser la primera demostración de muchos de los rasgos esen-ciales de la farmacología conductual. Sin embargo, el escrito no produjo, después de su publicación, impacto alguno, ni en la farma-cología, ni en la psicología. Permaneció aparentemente desconocido,

* Universidad de Harvard.

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sin citas en la literatura farmacológica hasta antes de 1955. En aquel tiempo no se hacían búsquedas a través de computadoras y si un escrito no era citado poco después de su aparición, se perdía irremediablemente. El trabajo de Skinner y de Heron fue finalmen-te citado en la literatura farmacológica (Dews, 1955) y hacia 1957 los métodos y el enfoque ejemplificados en el artículo de 1937 lle-garon a dominar el campo de la farmacología conductual en la mis-ma forma como lo hacen a la fecha. La influencia tal vez sea menos obvia hoy en día que en 1957, porque los métodos y el enfoque son ya "clásicos" en la farmacología conductal y consecuentemente, no se le atribuyen a Skinner mediante una cita explícita, pero eso, a fin de cuentas, es lo menos importante. Ha habido también algunos re-tos de carácter transitorio a la farmacología, provenientes, por ejemplo, de la corriente no-científica de la neuropsicología cognos-citiva (cualquiera que sea el significado de este término), pero eso no significa que la ciencia haya detenido su avance. El presente en-sayo traza la historia de la farmacología conductual desde 1937 hasta 1957, con el objeto de ver por qué fue ignorada en 1937 y lle-gó a ser dominante en 1957. De esta manera cubriremos las contri-buciones de Skinner a la farmacología.

Primero veamos los antecedentes del escrito de 1937. En los pri-meros años de este siglo, Pavlov y su escuela habían creado un sis-tema para estudiar la conducta (Pavlov, 1926, reimpreso en 1960). Con sus métodos sólo ciertos tipos de conducta podían investigar-se, pero sin embargo, fue un gran logro demostrar experimentalmente que cualquier clase de comportamiento podía ponerse bajo control y ser estudiado de un modo sistemático y científico. Lo anterior se con-sideró como una gran realización debido, parcialmente, a que Pavlov ya era famoso como ün fisiólogo gastrointestinal muy importante. Pavlov y sus seguidores estudiaron los efectos de las drogas sobre los reflejos condicionados. A mi juicio, sus experimentos no produje-ron resultados muy interesantes. Un esfuerzo muy digno en la cien-cia no siempre conduce a algún lado. La farmacología pavlovianá fue seguida en el país donde se originó, pero nunca llegó a tener al-guna influencia importante más allá de los países que se encontra-ban dentro del campo de la Unión Soviética.

En las primeras décadas del siglo XX hubo algunos escritos es-porádicos sobre farmacología conductual. Por ejemplo, Holling-

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worth (1912) publicó una monografía sobre la farmacología con-dUCtual de la cafeína en los seres humanos. Sus estudios merecen 111U mención especial por dos razones. Primero por su modernidad, t i t ías investigaciones se llevaran a cabo actualmente, los métodos f el diseño serían muy similares. Segundo, el trabajo era sumamen-t l Completo y coherente, lo que por lo general sólo se logra después dtt haber desarrollado una serie de estudios, Hollingworth, sin em-IjITgO, aparece sin antecedentes, pareciéndose, en ello, a los ensa-yóji clínicos controlados de Lund contra el escorbuto a la mitad del

jfalo XVIII. El trabajo fue llevado a cabo en la Universidad de Co-lumbia bajo los auspicios de la Coca Cola y recibió la supuesta in-fluencia de M. Cattel, E. Thorndike y W. Woodworth quienes fueron maestros de Wollingworth en dicha Universidad (Benjamín, Rogers y Rosembaum, 1991). Hacia 1920, D. Macht en la Universi-dad de Johns Hopkins, mostró un interés, explícito, en desarrollar U farmacología conductual, a la que él vino a denominar: psicofar-macología (Macht, 1920) y por lo tanto, llevó a cabo una búsqueda de métodos que le sirvieran para su propósito. Por ese motivo se di-rigió al Departamento de Psicología de su Universidad, en donde JiB. Watson le hizo un laberinto con el que inició sus experimentos. Macht, sin embargo, era suficientemente astuto como para no de-pender sólo del laberinto y encontró a otra persona en la Universi-dad, llamado Ulrich, quien en forma sistemática estudiaba los "reflejos motores" en la rata (Ulrich, 1921). Ulrich hacía que sus ratas caminaran por una cuerda rígida para obtener comida. Macht, en colaboración con Ulrich, estudió, con ese medio, los efectos mo-tores de la prostatectomía (Macht y Ulrich, 1922). Muchos años más tarde, Macht se percató, en sí mismo, de los efectos conductua-ICB de carácter colateral de las sulfamidas, cuando sufrió una neu-monía y fue tratado con esa clase de medicamentos. Por esa razón, » finales de los años 30, se puso a estudiar las sulfamidas con el mé-todo que había utilizado con Ulrich. Otra de las innovaciones de es-te autor en los estudios que realizaba, fue la de hacer que las ratas cu lugar de caminar por la cuerda horizontal, treparan por ella cuan-do estaba dispuesta verticalmente (Macht 1943). Macht en sus estu-dios había ido más allá de la farmacología conductual pavloviana,

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pero lo más probable es que él mismo no se hubiese dado cuenta de lo que había logrado y su influencia, otra vez, no se hizo notar sino hasta más tarde.

Lo que hacía importante el escrito de Skinner y Heron de 1937 fue que la conducta que estudiaron, es decir, las respuestas bajo IF y durante la extinción, había sido previamente investigada como parte de un sistema coherente. Este sistema, por supuesto, había si-do creado por B.F. Skinner mientras estaba en Harvard, comprome-tido en el desarrollo de una gran empresa creativa que principió al término de los años 20 y que tuvo sus años más prolíficos entre 1931 y 1936. Una presentación muy completa de ese trabajo apare-ció en el libro La conducta de los organismos (Skinner, 1938). Nó-tese que me he referido a un sistema. En fisiología podría hablarse de una teoría, o sea un intento de lograr coherencia en una masa de datos experimentales. La teoría psicológica principia con postula-dos y procede luego a probar hipótesis, una práctica, que por cierto, no ha conducido a proporcionarle base alguna a ninguna de las ciencias naturales. Skinner había obtenido muchos resultados ori-ginales. Sorprende todo lo que encontró en tan pocos años, gracias a su dedicación, a un programa cuidadoso de trabajo y al desarrollo continuo de métodos más eficientes, además de una extraordinaria habilidad para reconocer indicios que podían llevarle a resultados importantes.

Hubo cuatro grandes logros en ese periodo creativo. Primero, desde el punto de vista intelectual, Skinner rompió con los lazos que podían haberle amarrado a Pavlov y a sus seguidores, que se habían concentrado en las cadenas E-R. Segundo, inventó un apara-to y desarrolló varios métodos nuevos que permitieron el avance de la ciencia de la conducta, que por aquel entonces, se encontraba en ciernes, inventó, por ejemplo, el registro acumulativo, cuyo uso fue crucial para reconocer los efectos de los programas de reforzamien-to. Tercero, usó las nuevas técnicas para llevar a cabo un gran nú-mero de experimentos originales y para recoger mucha información que pocos años después fue sumamente útil. Cuarto, hizo una sínte-sis de sus hallazgos, publicada originalmente en varios artículos y luego en la monografía de La conducta de los organismos. Ahora bien, ¿se dieron cuenta los farmacólogos de la importancia de este trabajo?

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Primero, por razones que luego se harán aparentes, los farmacó-logos no habían visto la necesidad de contar con una farmacología conductal y hubiesen ignorado el artículo aun si accidentalmente lo hubieran encontrado. Segundo, el escrito de 1937 fue publicado en una revista psicológica, Psychological Record, una publicación desconocida para los farmacólogos, de ahí que era imposible que encontraran el artículo al hojear incidentalmente una revista de las que acostumbraban leer. Igualmente, los farmacólogos no revi-saban monografías psicológicas corno la de La conducta de los organismos. De manera recíproca, los psicólogos no estaban inte-resados en las drogas (aún a la fecha, pocos lo están) y consecuen-temente, no se hallaban dispuestos a proseguir estudios fuera del campo de su interés y menos ir más allá de la psicología. Tercero, el escrito fue un artículo aislado. Muy a menudo hace falta que va-rios trabajos de un área en desarrollo, aparezcan en forma sucesiva para que atraigan la atención y convenzan que el nuevo conoci-miento puede utilizarse. Cuarto, en la investigación se habían emplea-do dosis aisladas de las drogas, de modo que no se establecieron relaciones dosis-efectos. Quinto, los hallazgos no fueron dramá-ticos, su importancia residía en su relación con un cuerpo de co-nocimiento, cuya sustancia se encontraba en La conducta de los organismos, conocida por pocos fuera del ámbito de la psicología y sobre todo ignorada, por completo, por quienes estaban interesados en las drogas.

Entre paréntesis, puede señalarse que no hay que achacarle una gran falta a Skinner por haber estudiado sólo una dosis aislada de la droga. La importancia crucial de demostrar relaciones sistemáticas entre ciertas cantidades de droga y la intensidad de sus efectos, no había sido reconocida fuera de la farmacología y no era tan impor-tante en psicología como en fisiología y en otras ciencias biológi-cas. Las razones de la importancia fundamental que tiene, explorar las relaciones dosis-efecto, todavía no son fácilmente comprensi-bles para todos los científicos. Algunas de esas razones son las siguientes: Primero, el efecto de un agente sobre una función fisio-lógica o psicológica va desde cero hasta un efecto devastante a me-dida que la dosis aumenta desde una cantidad infinitesimal hasta una proporción suficientemente grande. Si se estudia sólo Una dosis no es posible saber, con una precisión aceptable, en qué parte se encuentra

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la dosis en el continuo dosis-efecto y de qué manera influye, enton-ces, sobre la función particular que se encuentra en estudio. Segun-do, todos los agentes tienen más de un efecto. La evidencia que se obtiene de un efecto característico de una droga, es decir el tipo de efecto que es verdaderamente interesante, surge conforme la inten-sidad cambia de modo ordenado, a medida que la dosis también se modifica. Esa evidencia no se tiene si únicamente una dosis se estu-dia. Tercero, si sólo una dosis se investiga, los efectos caracte-rísticos de los agentes se encuentran inextricablemente confundidos con las variables concomitantes presentes cuando se administra el agente en cuestión. Incluso en el caso en el que se llegan a compa-rar los efectos de administrar el agente con los efectos de propor-cionar un placebo, como por ejemplo, una solución salina, esos efectos concomitantes permanecen. Cuarto, si nada más una dosis se estudia, es imposible hacer una comparación válida con otros agentes o con los efectos reportados de ese mismo agente.

¿Quiénes eran los farmacólogos que no eran conscientes de la necesidad de contar con una farmacología conductual? Hasta los años 50 y de alguna manera, todavía a la fecha, los farmacólo-gos hablan y continúan refiriéndose a la farmacología del sistema nervioso central (SNC), a pesar de que se enfrenten a efectos pura-mente conductuales. Las drogas son clasificadas como anestésicos, hipnóticos, analgésicos, convulsivantes, anticonvulsivantes y así de manera parecida. Estos efectos de las drogas eran conocidos por lo menos por una generación en 1930. El campo parecía, además, relativamente maduro. El desarrollo que se esperaba de nuevas dro-gas se concretaba a mejorar los agentes dentro de las categorías co-nocidas. Las pruebas que las compañías farmacológicas tenían disponibles se dirigían a dichos propósitos. No se creía que pudie-ran desarrollarse drogas que tuvieran efectos conductuales nuevos. En 1937, estábamos a 15 años de obtener conciencia de que era po-sible encontrar nuevos efectos conductuales para las drogas.

Los primeros 10 años de esta historia de 20 años, pueden pasarse rápidamente. Cuando La conducta de los organismos fue publica-da, la guerra era objeto de preocupación y los farmacólogos estaban más interesados en agentes antibacterianos y antiinfecciosos, como las sulfamidas y las drogas contra la malaria, que en agentes que ac-

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tuaran sobre el SNC. Skinner mismo se vio implicado en un trabajo relacionado con la guerra en el Proyecto "Paloma".

Antes déla guerra 1939-1945, Bovet y Staub (1937) habían identi-ficado ciertos compuestos que antagonizaban a la histamina, pero fue únicamente durante la guerra y en el periodo que le siguió, que se desarrollaron agentes terapéuticamente útiles por Halpern (1942), Loew (1947) y por Bovet, Horclois y Walthert (1944). Ha-cia 1947 ya se había demostrado que distintas clases químicas de agentes tenían una actividad útil para, antagonizar muchos de los efectos de la histamina (Loew, 1947). Halpern, en particular, había reportado que existía un anhistamínico muy potente, la fenotiazina 3277 RP, que ulteriormente se llamó prometazina (Halpern y Du-crot, 1946).

Todas las clases de agentes antihistamínicos tenían otros efec-tos, además de antagonizar algunas de las acciones de la histamina: producían "somnolencia". Se empezaron, entonces, a buscar nue-vos agentes que tuvieran efectos antihistamínicos pero que no produjeran somnolencia. Se hicieron necesarios, de este modo, mé-todos que midieran, en el laboratorio, los efectos conductuales de los nuevos agentes a fin de que fuera posible descubrir incluso efectos que pudieran pasar desapercibidos. Winter y Flakater (1951) de los La-boratorios Merck, Sharp y Dohme, estudiaron los efectos de los antihistamínicos, sobre la actividad locomotora de los roedores y en el trepado de la cuerda de las ratas. La prueba para el trepado de la cuerda fue la de Macht. Se medía con un reloj, el tiempo de trepa-do por una cuerda, para así obtener comida de ratas que previamen-te habían sido sujetas a privación de alimento. Winter y Flakater demostraron que los efectos de los antihistamínicos eran diferentes de los que producían los barbitúricos y además se distinguían de los originados por otra clase de drogas en ése entonces conocidas.

En 1950, un grupo de la compañía farmacéutica francesa, Rho-ne-Poulenc, decidió principiar un programa de investigación siste-mático sobre los efectos de los antihistamínicos sobre el SNC. En dicho programa se decidió deliberadamente ignorar los efectos an-tihistamínicos. En el programa se utilizaron las mismas pruebas que previamente se habían empleado para comprobar la ausencia de efectos (Swasey, 1974). Su trabajo lo comenzaron con la prome-tazina. Posteriormente descubrieron la clorpromazina, otra fenotia-

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zina. En la primera publicación sobre la farmacología de la clorpro-mazina, sus descubridores en Rhone-Poulenc, hacían ver que la prueba que les permitió descubrir la clorpromazina fue la de Winter y Flakater, modificada (en realidad la prueba de Macht), así mismo señalaron que posteriormente iban a publicar los fundamentos de la prueba y los resultados obtenidos con ella, en un artículo por sepa-rado, lo que por cierto nunca hicieron (Courvoisier, Fornel, Ducrot, Kolsky y Koetschet, 1953).

Parece que el procedimiento empleado por Courvoisier y cola-boradores fue electrificar una parrilla en lá que ponían a la rata. Un estímulo auditivo, tal vez el sonido de un timbre eléctrico, se pre-sentaba antes de que se proporcionara un choque a la rata, la cual, para evitar este último, tenía que trepar por la cuerda. La prueba fue descrita en términos pavlovianos. El trepado dé la cuerda des-pués del principio del choque era la "respuesta i acondicionada" a un C h o q u e que funcionaba como "estímulo ¡«condicionado". Él trepa-do de la cuerda cuando la rata escuchaba el estímulo auditivo antes del inicio del choque, se trataba de una "respuesta condicionada" al timbre: "el estímulo condicionado".

Algunos aspectos de esta descripción pavloviána son equivo-cados. Por ejemplo, la respuesta incondicionada de una rata en una parrilla súbitamente electrificada es un salto acompañado de una fuerte agitación. Cuando poco después, el salto hacia la cuerda pro-porciona un escape inmediato del choque, la respuesta llega á condicionarse ala aparición de éste último. La prueba puede me-jor describirse en términos operantes. El choque lleva, eventualmen-te, después de que genera en sus primeras exposiciones algunos saltos y fugas precipitadas alrededor de la caja, a la respuesta de es-cape: el trepado por la cuerda. El estímulo de advertencia es un estí-mulo discriminativo para una respuesta de evitación: el trepado por la cuerda. La respuesta es reforzada por la recepción ocasional del choque que funciona como un reforzador negativo. Tanto las res-puestas de escape como las de evitación son claramente mantenidas por sus consecuencias. Empero, Courvoisier y colaboradores des-cubrieron la clorpromazina y por lo tanto pueden perdonárseles al-gunas pequeñas inexactitudes terminológicas.

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En este tipo de trabajos vino luego a comprometerse L. Cook, quien se había incorporado recientemente a los laboratorios Smith, Kline y French (SKF). SKF había descubierto un compuesto, el SKF525A, que prolongaba el tiempo que los ratones dormían después de una dosis de hexobarbital, un barbitúrico de acción corta. El hexobarbi-tal tiene efectos poco duraderos porque es rápidamente metabo-lizado, reduciéndosele a sus compuestos inactivos. El SKF525A prolongaba esta clase de efectos al amenguar el metabolismo. Tan-to Winter y Flataker (1951) como el grupo de Rhone-Poulenc ha-bían demostrado que los antihistamínicos alargaban el tiempo del sueño. Cuando Rhone-Poulenc dio a SKF una muestra de clorpro-mazina, Cook encontró rápidamente que la clorpromazina, al igual que el SKF525A, prolongaba el sueño producido por barbitúricos, pero no interfería con el metabolismo del hexobarbital, de ahí que ésto sugiriera un efecto directo sobre el SNC. Consecuentemente, buscó mejor caracterizar los efectos de la clorpromazina. Para ello estudió la actividad locomotora. Construyó una caja con Una parri-lla electrificada y una especie de repisa de madera que se proyecta-ba del techo, hacia abajo. Una rata que se encontrara en la caja podía fácilmente saltar a la repisa desde el piso electrificado1. En el método de Cook, un zumbador precedía al choque eléctrico. Cuan-do la rata se quedaba en la repisa después de que terminaba el ensa-yo, se le volvía a colocar, manualmente, en la parrilla electrificada. Algunas veces, la parrilla se encontraba todavía electrificada cuan-do la rata volvía al piso, asegurándose de ese modo que la experien-cia del choque se mantuviera y la fuerza de la respuesta de trepado quedara bien establecida. Con dosis adecuadas de clorpromazina y en una extensión mayor que con el pentobarbital, la rata saltaba a la

1 La semejanza del método de Cook con el de Macht, el de Winter y el utilizado en Rhone-Poulenc, es obvia. Sin embargo, los métodos fueron de-sarrollados independientemente y no fue sino hasta que Cook Visitó Rhone-Poulenc que se dio cuenta de los antecedentes (Cook, comunicación perso-nal). Al mismo tiempo que Winter y Flateker estudiaban la actividad loco-motora en Merck, yo llevaba a cabo con métodos parecidos, estudios dentro de la misma línea, en los laboratorios Burroughs Wellcome, sin tener noticia alguna del trabajo que se realizaba en Merck. Estos ejemplos de evolución paralela muestran que cuando ciertas circunstancias se reúnen para alentar el avance de una rama particular de la ciencia, los investigadores se enfren-tan, independientemente, a los mismos problemas y oportunidades, dé ahí que de manera inevitable comiencen a trabajar en líneas que en algún grado serán parecidas.

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repisa al principio del choque, pero no antes. Con el pentobarbital, los saltos a la repisa, al comenzar a sonar el zumbador se veían per-turbados sólo cuando las dosis hacían a la rata atáxica, ocasiones en las cuales el salto se veía interferido incluso después de que el cho-que se había iniciado. Los resultados de estas pruebas convencie-ron a SKF que la clorpromazina era un agente muy interesante y por lo consiguiente, obtuvieron los derechos para usar el compuesto en América.

Se descubrió que la clorpromazina tenía un efecto antipsicótico, por lo que dicha droga tuvo un gran impacto en la práctica psiquiá-trica y en la farmacología. El descubrimiento de un tipo completamen-te nuevo de "actividad del SNC" significaba que la farmacología del "SNC" no se encontraba todavía madura. Si efectos completamente nuevos podían hallarse, ¿quién podía llegar a saber cuántas nuevas actividades podrían producirse? Los horizontes de la psiquiatría y de las compañías farmacéuticas se ampliaron inmediatemente. La farmacología académica recibió el reto de proporcionar métodos que permitieran caracterizar y medir los nuevos tipos de efectos. Así mismo fue impulsada a encontrar un marco intelectual para comprender dichos efectos. Otro reto para la farmacología fue el que recibió en cuanto a su papel más convencional de determinar los mecanismos de los nuevos compuestos sobre la actividad de los órganos, las células, los tejidos y en general sobre los aspectos más moleculares. La clorpromazina fue clasificada como un "tranquili-zante mayor" con base en sus efectos sobre la manía y la esquizo-frenia. Por ese mismo tiempo, se describió otro nuevo tipo de efecto, este se debía a lo que se llamó un "tranquilizante menor", el meprobamato (Miltown). La farmacología del meprobamato es completamente distinta a la de la clorpromazina. Aunque los me-probamatos fueron menos importantes que la clorpromazina su descubrimiento fortaleció la convicción de que eran posibles nue-vos tipos de actividad.

Una consecuencia de ello fue que la farmacología se vio obliga-da a aceptar el enfoque conductual, aunque faltaba un ingrediente muy importante para el desarrollo de una rama de la ciencia: el cua-dro Conceptual. Específicamente, para que la farmacología conduc-tual se desarrollara era necesario contar con un cuerpo sistemático de conocimientos acerca de los determinantes de la conducta, a fin

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de que de esa manera, se pudieran establecer relaciones con los efectos particulares de una droga, de la misma forma que los efec-tos de una droga sobre el sistema cardiovascular pueden com-prenderse a la luz de un conocimiento sistemático de la fisiología cardiovascular. Las pruebas ad hoc como la del trepado de la cuer-da eran valiosas, si se quiere esenciales, para el descubrimiento de nuevos agentes o como en los casos relatados, para encontrar nue-vas clases de agentes, pero tomadas en su conjunto constituían una base muy pobre para el desarrollo de una ciencia coherente. Los re-sultados de diferentes pruebas no pueden reunirse para que con su progresiva acumulación permitan se integre una nueva rama cientí-fica. Los conceptos pavlovianos no habían comprobado su ade-cuación. Fue Skinner quien dio el empujón crítico para que se desarrollara la farmacología conductual en los años 1953-1955 al proporcionar el cuadro conceptual del que se carecía.

El cuadro intelectual proporcionado no fue un sistema teórico del tipo de los que conformaban los enfoques tradicionales en psi-cología. No se dieron puntos de vista ortodoxos para que fueran de-fendidos, excepto tal vez, el enfoque expresado en la frase de Ferster de que "la paloma siempre tiene la razón", que simplemente representa uno de los principios fundamentales de toda ciencia na-tural. El fenómeno debe ser estudiado como es o como será y no co-mo se "supone" que debe ser.

El cuadro conceptual que Skinner dio a la farmacología surgió de su trabajo en el segundo de sus periodos intensamente creativos que principió con su retorno a Harvard en 1948 y que alcanzó su fuerza completa cuando Ferster se le reunió en 1951. Dicho periodo continuó hasta el fin de la época que hemos reseñado, es decir, has-ta 1957. Gran parte del trabajo que entonces realizó se encontraba prefigurado en La conducta de los organismos, aunque el reconoci-miento del poder de los programas de reforzamiento vino principal-mente de esta segunda época de labores, así como el estudio del efecto de las drogas sobre la respuesta controlada por programas, la cual caracteriza a la farmacología moderna y la distingue de sus tanteos previos.

Los antecedentes de este segundo periodo más creativo fueron los que enseguida se mencionan: Skinner fue a Minnesota en 1936 en donde permaneció hasta que fue nombrado Jefe del Departamen-

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to de Psicología en Indiana, en 1945. Desde cualquier punto de vis-ta era sumamente productivo en esos tiempos. En los días en los que estuvo en Minnesota escribió el artículo sobre la benzedrina, se comprometió en el proyecto "Paloma" y por supuesto, dio a luz La conducta de los organismos. Sin embargo, cuando volvió a Har-vard en 1948 su creatividad aumentó todavía más a pesar de que de-dicaba un esfuerzo considerable a escribir para la enseñanza. Dio comienzo a las actividades del Laboratorio de palomas. En su tra-bajo relacionado con la guerra había utilizado palomas y se había dado cuenta de sus ventajas, por lo que, apoyado por la Oficina de Investigaciones Navales se dispueso a aprovecharlas. Hacia el oto-ño de 1950 el laboratorio operaba a un ritmo tal que hubo necesidad de contar con un asistente. Skinner contrató a un estudiante gradua-do, Charles B. Ferster, quien era protegido de Keller y de Schoen-feld en Columbia. Esta fue una feliz elección. Ferster llegó a Cambridge a principio de 1951 y de ese modo comenzó una era de productividad que en la variedad de contribuciones originales y en la cantidad de las mismas, eclipsó los años de juventud de Skinner (ya no se trataba del trabajo de un sólo hombre). Ferster por derecho propio, era un científico original y efectivo, como lo demostró en los años siguientes, empero, su trabajo en el laboratorio de las palomas lo vio como el de un facilitador: Primero se preocupó por traducir las ideas de Skinner y llevarlas a la práctica, segundo, propició el ingreso de nuevas personas al análisis experimental de la conducta. Skinner fue tan prolífico en ideas y discernimientos como en efecti-vidad científica, de la misma forma como lo había sido 20 años an-tes. Al contratar a Ferster vino a darle vida al proyecto de su juventud y hacer más completa la dedicación al trabajo que le ca-racterizaba desde 1930, A Ferster le sucedió en 1954, Morse, quien tenía la misma calidad académica.

La principal contribución de ese periodo fue la exploración de las propiedades y consecuencias conductuales de los progra-mas de reforzamiento. El reforzamiento parcial y el intermitente habían sido estudiados por décadas. Muchos ejemplos de res-puestas controladas por programas aparecen en La conducta de los organismos, pero no fue sino hasta los días del laboratorio de palomas en los 50 que se descubrió el extraordinario poder de control de los programas, sobre la conducta, a lo largo de periodos prolon-

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gados de tiempo y se vino a ver la complejidad del comportamiento que engendraban. Antes, se suponía que la conducta podía ser cien-tíficamente determinada, sólo mediante un estímulo provocador en un acoplamiento directo E-R. Pavlov, ciertamente, pensaba así. La distinción entre estímulos que provocan una respuesta y estímu-los discriminativos que indican la ocasión en que una respuesta puede ocurrir, fue hecha por Skinner en 1930. Pero no fue sino hasta después de que se observó cómo se desarrollaba un com-portamiento ordenado bajo el claro control de los programas de reforzamiento, puestos en operación por horas, días, semanas y meses, que se cayó en la cuenta de que la conducta de las personas ordinarias, en la vida cotidiana, era controlada por mecanismos si-milares. El registro acumulativo mostró en una forma vivida los cambios ordenados en la respuesta a lo largo de periodos prolonga-dos, dentro del tiempo real. Este fue un logro del laboratorio de las palomas.

Las mismas propiedades de respuesta controlada por progra-mas, la hicieron llamativa como una base para estudiar los efectos de las drogas sobre la conducta. Los fisiólogos y los farmacólogos habían utilizado el kimógrafo, introducido por Ludwig en 1847, un instrumento que llevaba el registro constante de actividades fisio-lógicas como la contracción de los músculos lisos y esqueléticos o el nivel y las oscilaciones de la presión sanguínea o la profundidad y el ritmo de la respiración en el tiempo real. El registrador acu-mulativo es un kimógrafo inclinado. Tanto el registrador acumulativo como el kimógrafo permiten registros cuantitativos seguros de las variables dependientes fisiológicos o conductuales. Es también muy importante el hecho de que esos aparatos presentan los resultados en el tiempo real, por lo que permiten ver primero, de una sola mirada y luego estudiar concienzudamente, las consistencias e inconsisten-cias, así como las relaciones temporales que presentan los fenóme-nos. En 1955 las respuestas que se daban en un cierto periodo, pudieron ser contadas directamente por medio de mecanismos digi-tales. Fue factible, entonces, utilizar los números obtenidos para evaluaciones de carácter cuantitativo. Aun así, el registro acu-mulativo permanece como un instrumento imprescindible en los estudios en los que se hacen cuantificaciones, porque sirve para in-terpretar los números sin sentido: por ejemplo, señalan cuándo fra-

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casan los programas o cuándo se combinan en un muestreo tempo-ral, periodos sin respuesta, con periodos de altas tasas de respuesta, en los que el examen de la tasa promedio conduciría a que se incu-rriera en errores. Cuando los números no observados ni vigilados, se procesan directamente en una computadora, los resultados pue-den conducir y por lo general lo hacen, a cuantificaciones sin senti-do, en las que no hay manera de saber si la computadora actúa de manera apropiada, como lo haría un procesador de comida y cuán-do es simplemente un basurero.

Con los métodos de los que hablamos, se hacen manifiestos los efectos de las drogas sobre la conducta. Los cambios que las drogas producen en las tasas de respuesta son vistos en el tiempo real, en el momento en el que suceden, por ejemplo, es factible observar cam-bios en la presión sanguínea provocados por la droga en el preciso momento en el que aparecen en un kimógrafo o en un oscilógrafo y luego cuantificar los efectos importantes. En el caso de la conducta, los cambios en las respuestas, debidos a las drogas, pueden relacio-narse con los programas que engendran ese tipo de formas de res-ponder. Esos resultados adquieren una gran solidez, son además confirmables por cualquier investigador en no importa qué parte y además son generalizables a las distintas especies y algo todavía más importante, los programas han probado determinar, ellos mis-mos, los efectos de las drogas. Por otra parte, como es en cierto mo-do ilimitada la variedad de respuestas, programas y reforzadores, al igual que otras circunstancias, que pueden estudiarse, las posibili-dades de la farmacología conductual están completamente abiertas. Los organismos son muy complicados y se necesitan hacer muchos experimentos para clarificar los fenómenos que se relacionan con ellos. Las respuestas reproducibles, controladas por programas proporcionan una base adecuada para llevar a cabo un sinnúmero de experimentos. En contraste, no puede esperarse que ayuden al avance de la farmacología conductual, experimentos con un diseño complejo en los que se determinan los efectos de una variable aisla-da y luego los resultados se someten a análisis de varianza.

La similaridad entre el kimógrafo y el registro acumulativo, ilus-tra otro punto. El estudio de la respuesta controlada por programas ha sido criticado debido a que una o muy pocas respuestas repetiti-vas, se registran, seleccionadas de entre todas las respuestas poten-

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cíales que conforman el repertorio de un sujeto. Pero ¿quién es capaz de tratar todos los estados fisiológicos simultáneamente: el cardiovascular, el gastrointestinal, el músculo-esquelético, el en-docrino y tantos otros que existen? Incluso, cuando se tienen opor-tunidades para hacer varias medidas y se tiene el deseo urgente de obtener tanta información fisiológica como sea posible, como en el caso de los sujetos que se encuentran en espacios con micrograve-dad, sólo se monitorean unos cuantos sistemas a la vez. Verdade-ramente, cualquier intento de medir simultáneamente todas las variables fisiológicas, mecánicas, químicas y eléctricas, está con-denado al fracaso, de ahí que no se halla ni siquiera contemplado. No obstante, hay repetidos intentos de algunas personas interesa-das en la conducta y en los efectos de las drogas sobre la conducta, de obtener un cuadro más completo de la actividad de los fármacos mediante el registro simultáneo de todos los aspectos del comporta-miento. De manera inevitable, dichos intentos se apoyan en técni-cas de observación en las que se califican todas las actividades conductuales de un sujeto, sea en forma directa o por medio de vi-deograbaciones. No debe sorprendernos que esos esfuerzos no ha-yan proporcionado contribuciones duraderas a la ciencia.

La ciencia de la conducta se parece más a la química orgánica que a la historia natural. La química orgánica fabrica las moléculas que desea estudiar. Los estudiantes de la conducta han obtenido los mayores progresos cuando han construido las conductas que están interesados en investigar. Las moléculas que aparecen en forma na-tural y las conductas que ocurren, también, naturalmente, son va-liosas como puntos de partida, pero la ciencia plenamente definida, depende sobre todo de los artificios de laboratorio. Ferster y Skin-ner fueron grandes artífices de conducta y los programas que em-plearon fueron su principal instrumento.

Skinner no estaba realmente interesado en la farmacología como tal. En La conducta de los organismos, los resultados obtenidos con las drogas son descritos en el capítulo: "Otras variables" (léa-se: raras y extremas). Pero Skinner veía sus métodos bajo la pers-pectiva de que podían ser valiosos en el desarrollo de una ciencia de la farmacología conductual, así como de otras ciencias y por lo tanto se fijó la misión de ver cómo era factible emplearlos. Por eso entró en contacto con el Jefe de Farmacología de la Escuela de Me-

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dicina de Harvard, Otto Krayer y le sugirió que interesara a alguien en el estudio de los efectos conductuales de las drogas a través de sus métodos. Yo había entrado al Departamento de Krayer en enero de 1953 y poco tiempo después visité a Skinner en Cambridge. Ese mismo día me reuní con Ferster por primera vez. Pocos días más tarde empezamos nuestra colaboración en experimentos de tipo pi-loto, cpn drogas, en el laboratorio de las palomas. Los resultados de muchos de esos experimentos fueron mencionados brevemente en "Programas de reforzamiento" (Ferster y Skinner, 1957) (ver ejem-plo, las páginas 83, 109, 385, 413, 596, 627, 695 y 716). Los ex-perimentos piloto sirvieron para confirmar que las técnicas eran prometedoras para el desarrollo de la farmacología conductual. Po-co tiempo después Ferster me "prestó" una caja para pichones (una caja para hielos, para excursiones, de Sears Roebuck con una placa de plástico Gerbrand, en una de sus partes y un dispensador de co-mida Gerbrand, con el cacerolito para el, alimento abajo de la llave formada por la placa de plástico). También recibí el equipo necesa-rio para, la programación (relevadores, contadores de tiempo, con-tadores de respuestas y un registrador acumulativo), de ahí que pude de inmediato comprometerme en el trabajo.

En el ambiente excitante y lleno de apoyos del laboratorio de las palomas, la introducción de alguno de los nuevos descubrimientos que provenían del mundo de las drogas, era siempre recibido con interés. Antes de que finalizara 1957, muchos de los estudiantes del laboratorio habían ya conducido un experimento con drogas. Las drogas estudiadas fueron bromuros, barbitúricos y THC. Morse y Herrstein (1956) hicieron publicaciones sobre los barbitúricos y Morse sobre una gran variedad de otras drogas. Ferster, como ya lo había dicho antes, colaboró en muchos de esos experimentos. Du-rante varios años, nosotros desde la Escuela de Medicina prestamos el servicio de proporcionarle a los psicólogos del Memorial Hall en Cambridge, soluciones farmacológicas en concentraciones apro-piadas.

Ferster dejó el laboratorio de las palomas en 1955 para irse al Laboratorio de Primates de Yerkes que entonces se encontraba én Orange Park, en Florida, allí continuó su carrera productiva y origi-nal con contribuciones a las ciencias médicas, por ejemplo, con el desarrollo de ambientes y programas que pudieran generar y soste-

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ner conductas apropiadas en niños autísticos, pero fuera de una bre-ve colaboración con Apprison en el Centro Médico de la Universi-dad de Indiana, no continuó con los estudios farmacológicos.

El lugar de Ferster en el laboratorio de las palomas fue tomado por Morse quien había terminado sus estudios de graduado junto con Skinner y ya se encontraba involucrado en los experimentos con drogas. Morse prosiguió con su interés en la farmacología, interés que conserva hasta la fecha. Cuando Morse dejó el laboratorio de las palomas para integrarse al Departamento de Farmacología en la Escuela de Medicina, su lugar fue tomado por Gollub, a quien no le llamaba la atención la farmacología, la cual, desapareció finalmen-te del laboratorio de las palomas. Posteriormente, resulta interesan-te que Gollub haya desarrollado ese interés que antes no tenía, al trabajar con su estudiante, Branch. Las intervenciones de Skinner en el campo de la farmacología fueron mínimas. A lo largo de va-rios años asesoró a los laboratorios Merck, Sharp y Dohme e hizo visitas regulares a West Point, Pensilvania acompañado de J. Brady para discutir sobre farmacología con J. Boren y H. Hansen quienes eran farmacólogos conductuales y con K. Beyer, el Jefe de Farma-cología. De acuerdo con Brady (comunicación personal), Skinner ponía en práctica sus extraordinarias capacidades analíticas y su discernimiento, a los problemas que se le planteaban en esas sesio-nes, pero estaba bajo un fuerte control dé estímulos y su atención muy pronto se volvía a sus propios temas, cuando dejaba West Point. Verdaderamente, nunca le escuché discutir en Cambridge sobre problemas contemporáneos en farmacología conductual ni acerca de la visión que tenía de esa área para el futuro. Skinner es-tuvo de acuerdo en ser el copresidente del simposio de la Academia de Ciencias de Nueva York sobre "Técnicas para el estudio de los efectos de las drogas sobre la conducta" (Dews y Skinner, 1956), aunque no presentó ningún trabajo. Hacia 1957, su influencia di-recta desapareció. De todas maneras, en ese tiempo, gracias a él, se había cambiado de modo irrevocable la farmacología conductual y en los laboratorios dedicados a este campo sus técnicas estaban firmemente establecidas, al mismo tiempo que nuevos investiga-dores recibían formación en su uso y aplicaciones.

Cuando yo me inicié en la farmacología conductual, me sentía muy inseguro porque carecía de antecedentes en Psicología. Ferster

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me alentó y me dijo que lo que no sabía no era digno de conocerlo (los residentes del laboratorio de palomas no se caracterizaban por su humildad, además de que no tenían razones para ser humildes). Empero, yo buscaba un colega con formación sólida. Quedé agradeci-do cuando Morse principió a colaborar conmigo en la Escuela de Me-dicina, tras aceptar una beca que le consiguió Krayer. Desde el principio, Morse fue una figura que descolló en la farmacología conductual y actualmente sigue siéndolo con nuevas y originales con-tribuciones. Siempre tuvo una influencia profunda en algunos de los cerca de 50 investigadores que hacían su postdoctorado o reali-zaban visitas al laboratorio. Fueron estos investigadores, la mayo-ría de los cuales han permanecido en el campo de la farmacología conductual, quienes recibieron la influencia de Skinner, luego la diseminaron y continúan perpetuándola.

Hacia la mitad de los 50, la influencia de Skinner empezó a lle-gar a la farmacología de distintas fuentes, además del laboratorio de las palomas. Cuando Skinner estaba en Indiana publicó con W.K. Estes un escrito sobre la "ansiedad" experimental. Una rata que respondía en forma estable (bajo un programa de IF), empezó a recibir una señal auditiva que terminaba con un choque eléctrico, breve, a las patas (Estes y Skinner, 1941). Después de varias repeti-ciones la rata aminoró sus respuestas o dejó de plano de responder durante el estímulo auditivo (mientras esperaba "ansiosamente" el choque), pero después de haber recibido el choque, la rata volvía a reasumir sus respuestas normales. J.V. Brady, un estudiante gra-duado de la Universidad de Chicago que trabajaba con Howard Hunt, quien había sido colega de Skinner en Minnesota, comenzó a buscar formas de disminuir la "ansiedad" provocada por el procedi-miento de Estes-Skinner. Primero estudió los efectos de choques electroconvulsivos y posteriormente del tetratilamonio (un agente bloqueador ganglionar que elimina los efectos del sistema nervioso autónomo, sin afectar en forma directa al sistema nervioso central). Fueron las convulsiones y no el tetratilamonio las que selectiva-mente atenuaron la disminución en las respuestas que se presenta-ban durante los periodos en los que aparecía el estímulo auditivo. Ese mismo autor, en 1956, presentó un informe sobre los efectos de la reserpina y la anfetamina en el fenómeno descubierto por Estes y Skinner (Ver Brady, 1957). La reserpina era una droga que se usaba

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desde hacía mucho tiempo en la India y había sido introducida en la medicina occidental al principio de los 1950 para el tratamiento de la presión sanguínea elevada, habiéndose encontrado que poseía también efectos anti-psicóticos. Por ejemplo, la reserpina calmaba a los esquizofrénicos agitados en una forma similar a como lo hacía la clorpromazina. Después de haber recibido la reserpina, la rata bajó el procedimiento de Estes y Skinner, respondía más lentamente que en las condiciones de control, excepto durante la presentación del estímulo auditivo (un click), periodo en el cual respondía más rápi-do que durante el tiempo correspondiente en los días de control. (La ansiedad había sido atenuada). Después de la administración de anfetamina se presentaba el fenómeno inverso. La rata respondía más rápido en los periodos en los que no se presentaba el click, pe-ro mostraba un efecto de supresión mayor durante el click. La figu-ra que mostraba estos efectos en el registro acumulativo de las tres sesiones (ver Brady, 1957) causó una vivida impresión en los far-macólogos, particularmente entre los farmacólogos industriales que buscaban nuevos procedimientos que les ayudaran a descubrir nuevas drogas en los años plenos de ebullición que siguieron al ha-llazgo de la clorpromazina. Las direcciones de los laboratorios proporcionaron fondos para que se realizaran trabajos en farma-cología conductual y en un periodo muy corto de tiempo las prin-cipales compañías farmacéuticas de los Estados Unidos, contaban con farmacólogos conductuales o al menos con un psicólogo que rápidamente aprendía farmacología conductual. Muchos de estos psicólogos fueron contratados por recomendación de Brady y casi todos se encontraban influidos por Skinner. Algunos como Verha-ve y Boren, se habían graduado en Columbia bajo las enseñanzas de Keller y de Schoenfeld. Otros habían recibido la influencia de Brady, quien por ese tiempo, tenía a su cargo un importante labora-torio, muy productivo, en el Instituto de Investigaciones Walter Reed, de la Armada. Brady y Sidman se habían dedicado a contra-tar, en esa época, toda una corriente de jóvenes psicólogos. Ferster era asesor de SKF. Cook ampliaba sus esfuerzos con la contrata-ción de Kelleher quien había sido influenciado por Ferster en Yerkes. Hacia 1957, la influencia de Skinner en la industria farma-cológica estadounidense era ubicua. En los departamentos acadé-micos de farmacología esa influencia fue menor, al igual que fuera

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de los Estados Unidos donde la permeabilidad no fue tanta. Even-tualmente, la farmacología conductual, en todas partes, fue irre-versiblemente influenciada por Skinner. En una reunión efectuada en Washington en 1956, para revisar el estado de la psicofarmaco-logía (Colé y Gerard, 1959), Skinner estuvo en un taller junto con Neal Miller, John Fuller (de los laboratorios Jackson en Bar Har-bor), Brandy y yo mismo. Goodman (de Goodman y Gilman) se refirió al grupo interesado en la farmacología conductual como "la cohorte de Skinner". Para Goodman y para muchos otros, la farmacología conductual representaba el uso de los métodos y las actitudes skinnerianas en el campo de la farmacología. Cabe decir que en un grado considerable, ese punto de vista era correcto.

La influencia de Skinner sobre la farmacología provino de sus contribuciones científicas. Skinner llegó a tener estatura mun-dial, cqn apariciones en periódicos y revistas. Era una figura muy controvertida. En realidad, él mismo animaba la controversia de-bido a que presentaba en una forma muy clara y sin ambages, sus puntos de vista, incluso cuando constituían un reto a las creencias fuertemente establecidas. Pero en medio de la controversia y la pu-blicidad, las contribuciones de Skinner han sido algunas veces descuidadas. El desarrollo trivial de una "cuna" es mucho más co-nocido que el descubrimiento del poder de los programas. El título que N. Sutherland dio al obituario a Skinner en The Guardian fue "El gurú fanático del conductismo". Skinner no fue fanático. Era ecléctico acerca de muchos asuntos distintos a los que la no-ciencia plantea a la ciencia, especialmente en relación con la conducta. No fue un gurú. No hizo ningún intento de organizar sus estudiantes en una escuela de leales seguidores. En realidad era indiferente a su destino, hizo menos de lo que muchos acostumbran para dirigir las carreras de los otros y de ese modo mantener su propia influencia. Por último, dado que ciertamente insistía en el enfoque conductual a la ciencia de la conducta, actuaba de esa manera porque no veía otra forma de aproximarse a ese objeto de estudio desde una pers-pectiva científica. Su devoción estaba dirigida a la ciencia, no al conductismo como un "ismo". En el laboratorio de Skinner se lle-vaba a cabo una especie de primera evaluación del científico en el área biológica, conduciéndole a desarrollar situaciones y métodos que le permitieran estudiar fenómenos interesantes. Skinner acep-

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taba los resultados tal cual se producían, les examinaba para evitar todo prejuicio y consideraba todas las interpretaciones razonables. Nunca fue influido por preconcepciones acerca de los resultados, no esperaba resultados "correctos" a los ojos del público o que pro-movieran actitudes sociales "correctas".

La ciencia de Skinner fue una extensión de las ciencias de la vida en el estudio de la conducta, no fue un esfuerzo diferente con reglas distintas para interpretar las evidencias. De eso no tengo ninguna duda, al menos ésa fue la experiencia que tuve en contacto con él, mientras era un estudiante graduado y Un becario. Skinner recibió siempre la influencia de biólogos como Crozier y Hoagland. Inclu-so el espacio que tuvo para su laboratorio se lo proporcionó Crozier en el Departamento de Biología. Cuando estudiaba con una beca, trabajó en el Departamento de Fisiología de la Escuela de Medicina de Harvard y ahí recibió la influencia de gigantes de la neurofisio-logía como Alexander Forbes y Hallowell Davis. En ese laborato-rio debe haber conocido a Walter Cannon y Arturo Rosenblueth (quien venía de México). Siempre insistió que el estudio de la con-ducta era un campo científico por derecho propio, que no era nece-sario fisiologizar, pero en su frabajo usaba las mismas reglas para tratar la evidencia que usan los fisiólogos. Dado que sus estudios conductuales fueron, por así decirlo, de nivel semejante a los estu-dios fisiológicos y farmacológicos, tanto los fisiólogos como los farmacólogos pudieran emplear sus métodos y resultados sin tener que dar un salto para salvar la discontinuidad. Sus contribuciones científicas serán entonces reconocidas en el futuro, con mayor am-plitud, después de que las controversias se hallan desvanecido cuando se introduzca la luz de una mayor perspectiva.

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it

Dos psicologías: El conductismo postskinneriano y la Psicología cognoscitiva*

Howard Rachlin**

La esencia del conductismo skinneriano es su fe en que una ciencia completa de la conducta puede establecerse sin el uso de términos mentales. Él precio que Skinner pagó por su rechazo de los térmi-nos "mentales" fue su ¿ceptación de causas "internas" (Zuriff, 1979). Willard Day (1969) refiere de la manera siguiente, el inter-cambio entre Skinner y el filósofo Michael Scriven: "Skinner obje-ta... no lo privado, sino lo mental". Este tipo de conductismo que aquí llamamos skinneriano, ha sido frecuentemente denominado "conductismo radical".

La elección opuesta, la aceptación de situaciones que son mentales y el rechazo de motivaciones que son (intrínsecamente) privadas reci-be, algunas veces, el nombre de "conductismo metodológico" y en ocasiones "conductismo lógico". El conductismo postskinneriano es técnicamente una forma de conductismo metodológico o lógico, debido a que acepta los términos mentales y rechaza las causas internas.

En el siglo XX, el conductismo metodológico ha tomado muchas formas. Por un lado, el operacionismo psicológico, como el de E.G. Boring y S.S. Stevens (Stevens, 1936) que de acuerdo a la tradición de Wundt y de Tichner (en una línea de maestro a alumno que iba

* Este artículo fue preparado con el apoyo de un subsidio de los Institutos Nacionales de Salud. ** State University of New York atStony Brook.

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de Wundt a Titchner, de éste a Boring y de éste último a Stevens), argüía que las sensaciones no tenían un carácter privado pues era factible identificarlas con las respuestas verbales y no verbales a los estímulos simples (la sensación de "rojo", por ejemplo, se iden-tificaba con la afirmación verbal "veo un objeto rojo", o su equiva-lente). Este punto de vista condujo a Skinner (1979) a señalar: "Mientras el operacionismo de Boring le limita a basarse en mi conducta externa, yo todavía permanezco interesado en lo que po-dría denominarse el Boring desde dentro" (p. 295).

El operacionismo psicológico afirmaba que los estados psicoló-gicos más complejos, al igual que las creencias, podían ser estudia-das, científicamente, sólo en la extensión en que fueran analizadas en sus sensaciones componentes. De acuerdo a Stevens, "los datos de los sentidos" de naturaleza objetiva, no son sólo fundamentales para la psicología, sino para todas las ciencias. No únicamente las creencias individuales de todos los días se supone que están forma-das por sensaciones (en la forma como objetivamente las pueden medir los psicólogos), sino que también las teorías científicas es-tán, a fin de cuentas, basadas en los mismos elementos. La Psicolo-gía, en tanto se dedica a estudiar los informes de las personas sobre sus sensaciones, es de acuerdo a Stevens, "la ciencia propedéuti-ca", la que precede a todas las otras.

Los "neo-realistas" como Holt (1915) también señalaron que to-da la vida mental "está afuera", en el mundo. Pero al contrario de Boring y Stevens, los neo-realistas concebían a los objetos y a nuestras relaciones con ellos, como patrones temporalmente ex-tendidos, opuestos a las pronunciaciones verbales discretas. La diferencia entre los "neo-realistas" como Holt y los operacionistas psicológicos como Stevens es paralela a la que aparece entre los gestaltistas y Wundt. El mentalismo de Wundt y el operacionismo de Stevens fueron moleculares y estructurales, mientras que el mentalismo de los gestaltistas y el operacionismo de Holt eran mo-lares y funcionales.

El operacionismo neo-realístico de Holt tuvo una fuerte influen-cia sobre Tolman (Smith, 1986) y J.R. Kantor (Zuriff, 1984) y en algún sentido subyace al enfoque post-skinneriano. Hay empero, varias razones para no clasificar al conductismo post-skinneria-no como un mero neo-realismo: en primer lugar, los neo-realistas,

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al explicar algún estado mental, como la conciencia, en térmi-nos de patrones temporalmente extendidos de conducta, identi-ficaban otros estados mentales con los objetos externos mismos. Los dolores y los colores eran tratados por los neo-realistas como ca-racterísticas que poseían los objetos en el mundo (al igual que las sillas y las mesas) y no como características de la conducta. El post-skinnerismo (como yo lo concibo) es "completamente" con-ductista. Segundo, los neo-realistas no contaban con un método científico claro. Rechazaban la teoría materialista del "rosario" de la causalidad (eficiente) pero no la sustituyeron por otra y por lo tanto, eran vulnerables a las críticas que actualmente les dirigen los filósofos a los conductistas (metodológicos) de que si bien pueden explicar los estados mentales, no son capaces de explicar las inte-racciones entre estados mentales. Fodor (1981, p. 5) dice: Las cau-sas mentales tienen efectos abiertos en virtud de sus interacciones mutuas. El conductismo no proporciona ningún análisis satisfacto-rio de las afirmaciones que articulan esa clase de interacciones. No obstante, el conductismo postskinneriano, no es vulnerable a la crítica de Fodor. Como lo indica Kantor (1963), el conductismo moderno viene a ser el renacimiento del naturalismo aristotélico en la ciencia. El conductismo skinneriano avanza en una mayor medi-da en esa dirección.

El naturalismo aristotélico trata la interacción entre estados mentales en los términos de una ciencia de las causas finales. Las causas finales interactúan entre sí no como lo hacen las bolas de bi-llar (una bola empuja a la que le sigue) en la forma como lo plantea la "teoría del rosario" de la causalidad eficiente, sino como un con-junto de objetivos y de subobjetivos entremezclados a la manera como ocurre cuando, paso por paso, se construye una casa. El con-ductismo postskinneriano es, esencialmente, una versión empírica y experimental del análisis aristotélico.

El resto de este artículo está dedicado a la presentación de la Psi-cología post-skinneriana, con el fin de lograr lo siguiente: delinear en forma clara los límites entre el conductismo post-skinneriano y la psicología, llamémosle, tipo, para así asignarle a cada una su propio papel en el esfuerzo de comprender las mentes de los seres humanos y de los no-humanos; trazar el desarrollo del concepto de "reforzamiento" en el condicionamiento instrumental y su estado

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actual en la psicología, como una causa final y por último, de modo incidental, identificar a los psicólogos que se hallan comprometidos en la investigación postskinneriana (sin importar las protestas que ex-presan, pues como conductista y observador, me reservo el derecho de decirles lo que ellos realmente piensan).

La emergencia del conductismo postskinneriano La diferencia más importante entre Skinner y el conductismo post-skinneriano es la presencia de términos mentales en la corriente mencionada al último y su ausencia en la primera. ¿Por qué la ciencia psicológica necesita términos mentales? Skinner (1938) señalaba que sólo había dos tipos básicos de conducta: las respon-dientes, que son clases de conducta (como la dilatación pupilar en una persona o la salivación en los perros) evocados por la estimula-ción que inmediatamente les antecede y las operantes, las cuales son clases de conducta que se hallan correlacionadas con las con-secuencias ambientales inmediatas. Como ejemplos de operantes

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le encuentran: las presiones de la palanca por parte de las ratas, los picoteos de las claves de respuestas por las palomas y toda la con-ducta animal que normalmente es considerada como voluntaria. Los aspectos del ambiente que son cruciales para la dinámica de las ope-rantes y dé las respondientes son los estímulos que anteceden a las respondientes y los reforzadores de las operantes, consecuencias que por lo general, aumentan la tasa de emisión de las operantes (el condicionamiento operante estudia las relaciones entre operantes y reforzamientos). Así mismo, son de importancia para las operantes, los estímulos discriminativos en cuya presencia tiene lugar una determinada relación operante-reforzador. Un ejemplo de estí-mulo discriminativo es el letrero de abierto-cerrado en la puerta de una tienda que señala que hay una determinada relación entre empujar la puerta (la operante) y abrir la puerta (el reforzador).

En ninguna parte hay términos mentales. Algunas veces Skinner (1953) ofrece "interpretaciones" en las que el uso de vocablos men-ta listas en el habla cotidiana se explica en términos de operantes, reforzadores y estímulos discriminativos. El autocontrol, por ejem-plo no viene a ser otra cosa que una operante de evitación ante cier-tos estímulos discriminativos ("Déjame esconderme de ti Satán''), como podría ser cruzar al lado opuesto de la calle, para evitar el olor evocativo de una salchichonería. La terminología no-mentális-ta de Skinner ha servido muy bien para el análisis de operantes po-mo picoteo de claves por pichones, presiones de la palanca de las ratas y apretones de botones por parte de seres humanos (Honig y Sladdon, 1977). Por otra parte/los patrones de conducta descubier-tos en una situación con una especie, aparecen en otras situaciones con otras especies. Estos patrones cambian en una forma sistemáti-ca con las variables motivacionales del tipo de la privación del re-forzador y la dosis de una droga. Las técnicas skinnerianas han tenido mucho éxito en áreas de la terapia de conducta que van des-de el tratamiento de las psicosis severas al control del peso. La gran ventaja que tiene cuando se les aplica es que se enfocan sobre las consecuencias, lo que Skinner llama "las contingencias de reforza-miento". Por ejemplo, muchas mujeres (y algunos hombres) sufren de agorafobia, se mantienen encerrados en sus casas, tienen ataques de pánico en los sitios públicos y consecuentemente se resisten a dejar sus casas. Cuando se buscan las causas y se plantea el trata-

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miento de dicha conducta, los terapeutas de conducta skinnerianos, no consideran sólo los antecedentes, sino también las consecuen-cias: evitación del trabajo, evitación de tentaciones sexuales o atención prestada por amigos y parientes, etc. Cuando en la con-ducta que se ha vuelto poco funcional, se enfocan sus consecuen-cias, se hace posible, en muchos casos, el desarrollo de una terapia exitosa mediante la sustitución de la conducta inadecuada, por otra1

que lo sea menos y que logre fines equivalentes. Las técnicas skinnerianas han sido igualmente exitosas cuando

se les aplica a las tareas directivas en los negocios y en áreas qué normalmente se consideran como cognítivas, como la enseñanza de la lectura y de las matemáticas a los niños y en el nivel de estudios de preparatoria, la enseñanza de cursos como anatomía o lenguas extranjeras.

Sin embargo, a pesar de esos éxitos, no ha sido posible en el laboratorio operante o en muchas áreas de aplicación del con-ductismo skinneriano, dividir toda la conducta en respondientes y operantes. Recuérdese que una respondiente debe correlacionar-se con un estímulo que la anteceda y una operante con un reforza-dor que sea su consecuencia. ¿Qué, por ejemplo, refuerza el acto de no aceptar un cigarrillo que se le ofrece a un fumador que trata de ya no fumar? Para referirse a actos como esos y para establecer tra-tamientos de los mismos, los terapeutas de conducta han tomado dos caminos, ninguno de ellos satisfactorio.

Algunos como Homme (1965) permanecen leales al conductis-mo skinneriano (el conductismo radical) y han desarrollado una psicología operante del organismo "oculto", hablan de respondien-tes internas (cubiertas), operantes internas ("cubiertantes") (Nota del traductor: neologismo que pretende seguir el sentido y las re j

glas de formación de "coverants" en inglés) y estímulos discrimi-nativos internos. De acuerdo a estos psicólogos, la persona que sé niega aceptar un cigarrillo se refuerza a sí misma (se da palmadita en la espalda, por así decirlo). Esta concepción tiene problemas ló^ gicos y empíricos. Lógicamente, si una persona puede reforzar sus propias acciones ¿por qué se retiene de reforzar alguno de sus ac-tos? ¿Qué es lo que refuerza el proporcionar o el retirar reforza-mientos? (Catania, 1975). Empíricamente no hay evidencia de que

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el auto-reforzamiento trabaje, más bien se tienen datos de que no trabaja (Castro y Rachlin, 1980).

El otro camino tomado por los terapeutas de conducta les ha lle-vado a la terapia conductual cognitiva (Mahoney, 1974). Los tera-peutas de conducta cognitivos retienen las técnicas skinnerianas para los actos que son claramente reforzados. Pero cuando los re-forzadores ambientales no son obvios o inmediatos, abandonan por completo el conductismo y se refieren a estados mentales, conside-rados como causas internas. De esta manera, la persona que se nie-ga a aceptar un cigarrillo, lo hace porque cree que éso es mejor para SU salud y porque desea ser saludable. Un terapeuta, entonces, lo que necesita es fortalecer las creencias y los deseos de las perso-nas, mediante argumentos lógicos o pidiéndoles a los pacientes que repitan aseveraciones sobre sus creencias o a través del re-forzamiento a dichas creencias. Incluso este último procedimiento es cognitivo, no conductual, pues descansa sobre la suposición de que las aseveraciones sólo hacen evidentes estados internos y que el reforzamiento no actúa, únicamente, sobre la aseveración ex-terna, sino también sobre la creencia interna. Después de todo, es la negativa a aceptar cigarrillos (lo que la creencia se dice que cau-sa) lo que el terapeuta trata de fortalecer y no la aseveración verbal. En principio no hay nada equivocado en la terapia cognitiva. Si las personas tienen creencias que constituyen estados internos y sus creencias producen acciones específicas, hay que cambiar la creen-cia para modificar la acción.

Desde el punto de vista del conductismo lógico o metodológico, los terapeutas cognitivos cometen lo que Ryle (1949) llama un "error categorial". Si una creencia no es nada más que un patrón de acciones (como los conductistas postskinnerianos plantean), enton-ces la afirmación de una creencia es meramente una de esas accio-nes. Cuando se altera la aseveración, podría afectarse la creencia sólo en la medida en la que se llegue a afectar una parte del patrón, sin que se llegue a la fuente central de los distintos componentes del patrón en cuestión. La Quinta Sinfonía de Beethoven, por ejemplo, es un patrón de notas con cuatro notas muy familiares al principio. Cuando se escuchan esas notas, tocadas por una orques-ta, se tiene rápidamente la seguridad de que va a escucharse el res-to. Si se alteran esas cuatro notas, se modificará seriamente la

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Quinta Sinfonía de Beethoven (en una extensión, tal vez, que al-guien podría llamar al resultado de otra manera), pero ese cambio! no tiene necesariamente ningún efecto sobre las otras notas.

Pero, de nuevo, quizá el conductismo lógico esté equivocado. Es posible que haya un estado central, más o menos innato, con una representación más o menos coherente en el sistema nervioso, que: controle toda aquella conducta que para un observador externo constituya una evidencia de que la persona que se comporta de esa manera tiene creencias. Si se altera la creencia (como cyando se di-ce 9a. de Schubert en lugar de 5a. de Beethoven) entonces se alte- ; ran todos los que serían sus efectos conductuales. Los terapeutas cognitivos, lo que tratan, entonces, es de encontrar los antecedentes centrales, las causas eficientes, el núcleo, el meollo, el origen, la cámara de control de la conducta movida por creencias, la esencia misma de las creencias de las personas. El problema que tienen es que abandonaron lo que hizo el programa de Skinner exitoso —su concentración en las consecuencias más que en los antecedentes. Un terapeuta cuyo foco son las causas centrales eficientes (el có-mo) de las creencias de una persona, tiende a perder de vista que el reforzamiento (lo que obtiene una persona), otorgado a un cierto comportamiento —los efectos de la creencia de una persona en sus relaciones con su familia, amigos o con su ambiente en general— viene a ser el "porqué" de la creencia.

Por supuesto, nada de esto importa en relación con la efectivi-dad, demostrada, de la terapia cognitiva de conducta. Por desgra-cia, la terapia cognitiva de conducta ha comprobado ser tan efectiva como la terapia farmacológica (frente a problemas, como la depre-sión clínica, por ejemplo), pero no ha probado ser mejorque la tera-pia de conducta sola, frente a la mayor parte de los problemas clínicos (Turk, Meichenbaum y Genest, 1983). Las razones de su popularidad actual, entonces, no se fundan en su éxito como trata-miento sino (supongo), en lo fácil y segura que es su aplicación. Si usted tuviera que extraer inferencias acerca de su conducta, lo más probable es que hubiese menos probabilidad de que se le demostra-ra su error, si sus inferencias se refieren a estados mentales internos, invisibles, que si sus planteamientos hacen mención a reforzadores, también invisibles. Los patrones conducta-reforzamiento pueden,

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eventualmente, aparecer, pero los estados mentales internos, lo más probable es que nunca se le aparezcan al terapeuta.

Hay, empero, una tercera vía que es factible seguir cuando se OStá frente a un acto que aparentemente no tiene un estímulo evocador y ningún reforzamiento visible —-Ja vía del conductis-mo post-skinneriano, que trata el reforzamiento, no como un suce-so, sino como una relación establecida, entre una conducta y su ambiente, a lo largo de períodos muy prolongados. En los laborato-rios, los picotazos de las palomas, los apretones de palancas de las ratas, las presiones de botones de los seres humanos, son los obje-tos de estudio de los post-skinnerianos preocupados por encontrar las relaciones molares entre estas formas de comportamiento y sus reforzadores. Dentro del laboratorio skinneriano, el lenguaje (ope-rantes, respondientes, reforzadores, etc.) ha recibido pocas adicio-nes (tasas relativas de reforzamiento y de respuesta, la distinción entre tasas locales y totales) y ese conjunto de vocablos es por lo general, suficiente para describir las relaciones investigadas. Pero, incluso en el laboratorio post-skinneriano, no se encuentra la mis-ma disposición anterior a usar con rigidez tales palabras. Términos co-mo "valor", "auto-control", "tentación", "memoria" y "libertad" han comenzado a aparecer en la literatura del condicionamiento ope-rante. En la medida en la que estos términos implican inferencias, se refieren a partes previas y subsecuentes a los patrones de con-ducta de larga duración, más bien que a fenómenos que ocurren en el interior del animal. Apuntan a algo que no puede ser visto. Pero ese algo se encuentra en el tiempo (antes y después del acto actual) y no en un espacio (el interior del organismo que realiza una deter-minada conducta).

Debido a que los terapéutas de conducta se han inclinado por la primera de las dos vías (la terapia a la conducta cubierta o terapia cognitiva de conducta), la tercera vía, el conductismo post-skinne-riano, no ha sido aplicado por los psicólogos o los filósofos moder-nos a los problemas que se encuentran fuera del laboratorio (ver, sin embargo, Rachlin, 1980). Para encontrar un análisis sólido y co-herente de tipo post-skinneriano, a las situaciones de la vida coti-diana, es necesario retrotraerse en el tiempo y en el espacio hasta la antigua Grecia, a la ciencia de las causas finales de Aristóteles.

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La siguiente sección, traza el desarrollo del concepto básico de reforzamiento instrumental, desde sus inicios de tipo mecanícista, hasta su concepción contemporánea como causa final (en la forma de una función de utilidad económica). En el curso de esta sección se describirán algunos de los trabajos de laboratorios del moderno conductismo post-skinneriano. La última sección intentará ilustrar la compatibilidad existente entre los objetivos de la ciencia cognos-citiva y el conductismo, cuando se les analiza a través del concepto conductista y cognoscitivista de "probabilidad". La probabilidad se eligió como un término ilustrativo, porque tiene un claro sentido conductual (una frecuencia relativa) y un sentido Cognoscitivista, también claro (un estado de creencias). Además, mucha investiga-ción y reflexión teórica se ha realizado, en forma separada, para analizar a la probabilidad en los dos sentidos que previamente men-cioné y por otra parte, mi propia investigación está dirigida a explo-rar las relaciones entre el sentido cognoscitivista y conductual del término de probabilidad.

El reforzamiento como una causa final

El término reforzamiento fue usado por E.L. Thorndike (1911) para describir sus experimentos con gatos en "la caja de proble-mas". Los gatos eran puestos en una caja de madera con un enreja-do. Para escapar de la caja los animales podían presionar una palanca, jalar una cuerda o alcanzar, a través del enrejado, el pasa-dor de la puerta. Cuando se les introducía por primera vez en la ca-ja, saltaban, daban de arañazos en distintas partes, caminaban en círculos, etc., hasta que "accidentalmente" movían el mecanismo de escape. Esa secuencia era el primer "ensayo". Con cada nuevo ensayo, se acortaba el tiempo necesario para que el gato saliera de la caja, hasta que al último, bastaba con ponerlo en el interior de la caja para que de inmediato se dirigiera al mecanismo de escape pa-ra operarlo.

Para explicar este proceso, Thorndike formuló la hipótesis de que se formaban un conjunto de conexiones internas entre "la situa-ción" (el interior de la caja de problemas) y las distintas respuestas que el gato daba a esa situación (olfateo, rascado, saltos, etc.). Ese

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Conjunto de conexiones internas formaba una "familia jerárquica de hábitos" en la que ciertas conexiones individuales son inicial-mente fuertes y otras más débiles. Cuando al gato se le pone por primera vez dentro de la caja, recorre la jerarquía: Primero se acti-van las conexiones más fuertes, luego las que les siguen en fuerza y así de esa manera. Cuando, al último, una conexión específica per-mite la apertura de la caja, dicha conexión es "reforzada" (La ley del efecto de Thorndike). En la figura 2a. se ilustra el mecanis-mo descrito de reforzamiento.

El reforzamiento sirve para elevar, dentro de la jerarquía de há-bitos, la conexión que hay entre la representación interna del estí-mulo (E) y la representación interna de la respuesta (R). Debido a que en el siguiente ensayo esa conexión es fortalecida, la res-puesta que permite abrir la caja llega a presentarse más pronto. Tras muchos ensayos, dicha conexión interna se ha hecho tan fuerte

(a) AMBIENTE ANIMAL

•Mm of m o j u , . fnwott m3SSS? 1 DE UC0ST.4

R E F O R Z A D O R

(b) AMBIENTE A N I M A L

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R E D N E R V I O S A

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R E S P U E S T A R E D N E R V I O S A

C O N T 1 G E N C I A

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R E S P U E S T A R E D N E R V I O S A

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C O N T 1 G E N C I A

O P E R A N T E

R E D N E R V I O S A

R E F O R Z A D O R

Figura 2. (a) El modelo de n,orndike del «forzamiento de las conexiones E-R. (b) La concepción de Skinner del reforzamiento directo a las respuestas.

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(se ha elevado tanto en la jerarquía en relación con otras respues-tas) que la respuesta de apertura de la caja ocurre casi de inmedia-to. Varios puntos deben ser notados en relación con la ley del efecto. Primero, es un modelo que básicamente es "cognitivo". Thorndike estaba interesado, sobre todo, en las conexiones existen-tes entre las representaciones internáS de la situación y la respuesta. El "aprendizaje" consiste en fortalecer tales conexiones. La con-ducta pone en evidencia que el aprendizaje ha ocurrido. Segundo, el modelo es relativamente simple. Es de notarse que no contiene ninguna representación interna de los objetivos o propósitos del animal. La conducta propositiva, de acuerdo a Thorndike, emerge de la operación de los mecanismos descritos, sin que se forme una representación coherente de los mismos. El modelo de Thorndike es entonces, una forma simple de un buen número de modelos cog-nitivos a los que Dennett (1978) llama "sistemas intencionales".

Thorndike había definido los reforzadores como objetos placen-teros y a los objetos placenteros como elementos a los cuales el or-ganismo generalmente se acerca.1 El sistema que Hull (1952) desarrolló posteriormente, vino a ser una cuantificación y elabora-ción del de Thorndike, con el agregado de que había un mecanismo in-terno, distinto, que explicaba la activación del reforzamíento (pero sin indicar que existía una representación interna coherente del reforza-miento). De acuerdo a Hull, un reforzamiento ocurre cuando se re-duce una necesidad (posteriormente, un impulso). La privación de alimento, por ejemplo, crea una necesidad que es reducida con la comida. De esta manera, cuando un animal privado de alimen-to, come, todas las conexiones E-R son activadas y reforzadas. En teoría, el psicólogo podría obtener del biólogo una lista de lo que necesita un individuo de una determinada especie, para sobrevivir. Luego, el psicólogo, podría privar al animal de alguno de esos ele-mentos necesarios para la sobrevivencia y usar ese elemento para reforzar cualquier conexión E-R. Las relaciones entre privación, la cantidad del elemento proporcionado y la fuerza de la conexión E-R, deberían componer el conjunto de "leyes del aprendizaje". Ese

1 El caso simétrico, los objetos displacenteros o dolorosos que reducen la fuerza de las conexiones, fue llamado por Thorndike "La ley negativa del efecto". Es motivo de una fuerte disputa, que está más allá de nuestros pro-pósitos el presentar, si existe o no, una ley negativa del efecto o si de una manera más general, el castigo es simétrico al reforzamiento.

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fue el programa que Hull intentó desarrollar para la psicología, un programa que recibió diversas críticas de Skinner y de Tolman.

Tolman y sus estudiantes señalaron, primero, que la reducción de necesidades no es necesaria ni suficiente para explicar el apren-dizaje.2 Por ejemplo, la sacarina no reduce ninguna necesidad apa-rente de una rata y sin embargo, sirve, exactamente igual que la Comida, para reforzar el aprendizaje del laberinto, mientras que unas vitaminas, que las ratas sí necesitan, no funcionan (incluso en lus formas naturales) como re forzamiento. La reacción de Hull an-te esa evidencia fue la de cambiar el concepto de "reducción" de ne-cesidad por el de "reducción" de impulso. En lugar de referirse a la lista proporcionada por los biólogos, los propios psicólogos debe-rían determinar, en un experimento, cuáles eran los impulsos bási-cos de un animal. El problema con la reducción de impulsos, que fue señalado inmediatamente por Tolman y sus seguidores, radica-ba en que tan pronto como un nuevo reforzador se descubría, de Inmediato se postulaba un impulso que le correspondiera. Por ejemplo, cuando se demostró que la oportunidad de jugar con un rompecabezas reforzaba el aprendizaje de varias respuestas en los monos, se propuso de inmediato un impulso para el juego, del mismo modo que se plantearon impulsos de curiosidad, de aprecio, de exploración y tantos otros más de la misma naturaleza. La reduc-ción del impulso terminó por convertirse en una teoría del re for-zamiento de muy difícil manejo, no sólo por su círcularidad (las concepciones circulares pueden ser muy útiles), sino debido a que al postular un número igual de impulsos y de reforzadores, la teoría no proporcionaba elementos para organizar a los reforzadores.

La objeción de Skinner al sistema de Hull no se dirigió a los pro-blemas suscitados por la naturaleza de los reforzamientos, como lo ha-bía hecho Tolman (Skinner sentía que una vez que un reforzador era descubierto, sin importar lo que fuera, podía utilizarse con cualquier

2 La concepción de Tolman (1949) de "mapas cognoscitivos, disponibi-lidad medios-fines y signos-expectactivas gestálticas", como características de los organismos, las cuales sirven de mediación entre los estímulos y las respuestas, fueron una elaboración de los sistemas de Thorndike y de Hull que permitió plantear la existencia de representaciones internas coherentes de los propósitos y de los fines. El papel del reforzamiento como base auto-mática de la conducta con características aparentemente propositivas, fue minimizado en el modelo del aprendizaje de Tolman.

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operante). Lo que fue objeto de la crítica de Skinner fue la suposi ción, dentro del sistema de Hull, de que el reforzamiento actuaba para fortalecer una conexión E-R interna. El neurofisiólogo She-rrington (1906) había reiterado y demostrado de una manera enfáti-: ca, el argumento de Dewey (1906) de que los reflejos no existe como algo interno en el animal. Un estímulo, de acuerdo a She-rrington, no tiene una representación coherente interna (y menos las "situaciones"). La vía que un estímulo sigue en el sistema ner vioso es según Sherringtori, difusa. Sin embargo, en un lugar; cercano al punto en el que la respuesta es disparada, la difusión se concentra en lo que dicho autor llamó la vía final común. Skinne (1938) analizó la evidencia disponible para demostrar que ni siquiera esa vía final común del reflejo, tenía una representación interna co-herente. Una respuesta refleja, conforme a Skinner, se convierte e" focal en la conducta "abierta", la vía final común del reflejo es la respuesta misma (ver figura 2b). Un reflejo, según este autor, es uit fenómeno completamente abierto, una correlación entre un estímu-lo externo y una respuesta abierta. Si como Skinner señalaba, noi existe ninguna representación coherente en las conexiones estímu-lo respuestas, el reforzamiento no puede fortalecer dichas conexio-nes. De acuerdo a Skinner, el reforzamiento fortalece, no las conexiones internas E-R, sino (a través de una red nerviosa com-pleja), la respuesta abierta misma.

El paso importante siguiente en las concepciones modernas del reforzamiento lo dio David Premack (1965). Primero, Premack transformó la familia jerárquica de hábitos en una jerarquía skinne- ; riana de respuestas emitidas, no asociadas a los estímulos. Para Premack, todos los reforzadores son en realidad respuestas. El re-forzador, entonces, es comer la manzana. El ambiente contribuye proporcionando la oportunidad para que dicha respuesta se haga (ofrece la disponibilidad de la manzana). La posición de una res-puesta en la jerarquía de Premack (su valor) puede medirse (para un animal dado en un estado determinado) cuando se le pone en rela-ción con otras respuestas en pruebas de elección. El reforzamiento por sí mismo es la contingencia de una respuesta altamente valora-da sobre una respuesta de un valor inferior. La razón por la que una rata hambrienta eleva la tasa de apretones de la palanca después de que la comida se hace contingente con la opresión de la palanca, es

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que la comida tiene, en las mediciones, un valor superior al de la presión de la palanca (en otras palabras, la rata hambrienta eligirá comer en lugar de presionar la palanca). La mayor parte del trabajo experimental de Premack sobre este tópico consiste en demostra-ciones ingeniosas de la consistencia que existe entre el orden de respuestas en las pruebas de elección, la capacidad de la respuesta más valorada para reforzar a la de valor inferior y la falta de capaci-dad de la respuesta con valores inferiores para reforzar a la que tie-ne valores superiores. Por ejemplo, si a una rata se le priva de la posibilidad de que realice una respuesta motora (como la de pre-sión de la barra), pero no se le priva de comida, la comida no refor-zará la presión de la barra sino que esta última será la que refuerce la comida de la rata.

Nótese lo que ha sucedido en el curso de la transición de Thorn-dike a Premack. La teoría de Thorndike es una teoría del aprendiza-je. Algo permanente le ocurre a una conexión interna E-R cuando es fortalecida. Puede decirse que de esa manera el animal adquiere un reflejo o un hábito. La teoría de Premack, empero, es, estricta-mente, una teoría del desempeño. Cuando se restauran las condi-ciones previas, el animal hace inmediatamente lo que antes había hecho. Si en una rata hambrienta, la comida se hace contingente con la presión de la palanca, aumentará entonces la presión de esta última, si la comida se hace independiente de la presión de la palan-ca, la presión de la palanca bajará a su nivel anterior. Nada es fortale-cido en una forma permanente, nada es aprendido. El interés del investigador ha cambiado, ya no se preocupa de las relaciones inter-nas en el animal sino que ahora presta más bien atención a las rela-ciones entre el animal y su ambiente, se ha dado un cambio de los esfuerzos de saber "cómo" ocurre la respuesta a tratar de saber "por qué" ocurre.

El modelo de Premack depende, críticamente, de las pruebas de elección para poder determinar el valor reactivo de un par de res-puestas, sin embargo, las pruebas de elección pueden variar bas-tante y varios procedimientos de elección es posible que tengan resultados muy diferentes. Un método para obtener de manera clara, sin ambigüedades, el valor relativo de un reforzador en una variedad de pruebas de elección, fue desarrollado por Richard

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Herriistein (1970) y William Baum (1973). La "Ley del aparea-miento" de Herrnstein (generalizada por Baum),dice:

(Rl/R2)=(rl/r2)s (1) Dicho lo anterior con palabras: En un experimento de elección,

la proporción de las tasas de un par de respuestas (R1/R2) iguala la proporción de las tasas de re forzamiento (rl/r2) contingentes sobre de ellas, elevado a una potencia "s". Se ha encontrado que la ecua-ción (1) de la ley del apareamiento se aplica a cualquier contingen-cia respuesta-reforzador sin importar si Rl y R2 son tasas de la misma respuesta o si R1 se concibe como una respuesta discreta y R2 como cualquier acción que el animal haga, diferente a la res-puesta discreta. No obstante, cuando R l y R2 representan tasas de respuesta con valores casi equiparables (como sería el que la palo-ma picotee, sea a la placa derecha o a la de la izquierda en la caja de Skinner), entonces, la proporción de la tasa de respuestas (R1/R2) reflejará, completamente, el valor relativo de sus consecuencias (rl/r2). Entonces, la ley del apareamiento proporciona una especie de escala conductual para medir el valor relativo de los reforzadores. En tanto que constituye una generalización empírica, la ley del apa-reamiento ha recibido apoyo experimental de la misma manera que cualquier otra ley psicológica (William, 1988). Las variacio-nes que se le han hecho (Baum, 1973, Fantino y Davison, 1983), no han retado su validez empírica básica.

Un factor crítico del éxito empírico de la ley del apareamiento es su carácter "molar". Las tasas de respuesta (R1/R2) y las tasas de reforzamiento (rl/r2) se conciben, usualmente, como algo que ocurre en la misma situación. Supongamos que en una sesión experimental de "T" minutos, una paloma picotea 100 veces un manipulandum (un disco iluminado o una clave de respuestas) y 50 veces otro, entonces R1 = 100/T, R2 = 50/T y R1/R2 = 100/50. Las tasas de reforzamiento (rl y r2) son calculadas de manera co-rrespondiente. Además la relación entre Rl y r l y entre R2 y r2 (la contingencia de re forzamiento) no necesita ser uno a uno, basta con que exista una correlación positiva. En los experimentos de Skin-ner, los reforzadores individuales siguen inmediatamente a las res-puestas individuales, pero en la conducta de la vida cotidiana no se da el reforzamiento de modo tan rápido y confiable. Para una perso-na que busca controlar su peso, por ejemplo, la relación entre comi-

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da y peso es mucho más vaga. Guando entre respuestas y reforzado-res se programan en el laboratorio relaciones correlativas (como opuestas a las relaciones uno a uno) la ley del apareamiento todavía describe las elecciones del sujeto (Baum y Rachlin, 1969).

El exponente "s" es una medida de "sensibilidad". Cuando las respuestas individuales son discretas y discriminables (como dos claves para una paloma o dos palancas para una rata, comparadas con la elección que un estudiante pueda hacer entre dos escuelas) y además los reforzadores son independientes entre sí (no son sus-titutos económicos como una Coca o una Pepsi, ni complementos económicos como el zapato izquierdo y el derecho), la sensibilidad se acerca a la unidad. Empero, si estas condiciones patrón son vio-ladas, la sensibilidad varía de la unidad en una forma sistemática (Baum, 1974, Rachlin, 1978).

Tal vez, la aplicación más significativa de la relación de aparea-miento a los problemas de la vida cotidiana, la encontremos en el área del autocontrol (Ainslie, 1975, Logue, 1988, Mazur y Logue, 1978, Rachlin y Green, 1972). En la medida en que maduran las personas se hacen más sensibles a las tasas totales de re forzamiento y menos sensibles a los retardos individuales. Un niño de 4 años puede preferir una barra de dulce hoy, en lugar de 10 barras maña-na, pero se espera de los adolescentes que cambien un placer inme-diato por el trabajo que significa el estudio, gracias a la promesa de felicidad (o evitación de la miseria) que se les hace para años fu-turos.

Una implicación de la ecuación (1) del apareamiento se ilustra en la figura 3.

Aquí se plantea que un animal tiene que elegir, no entre dos tasas de reforzamiento en una situación, sino entre dos situaciones. Una es de corta duración con recompensas relativamente inmediatas (como ir a una fiesta en la noche). Vamos a llamarla situación "pla-centera". La otra es de larga duración con recompensas mayores pero relativamente retardadas (como estudiar 4 años para obtener un grado y un mejor trabajo) a la que vamos a denominar situación "buena". En la figura 3 el grado de beneficio de la situación "bue-na" resulta ser mayor que el de la meramente placentera. El hecho de que la situación "buena" se represente a la derecha de la placen-

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s las "fuacíones de d e « " q-e predichas por la ley del apareamiento. Representan el «valor

50

presente" de una recompensa distante, en donde el "presente" se WUeve con el tiempo a lo largo de la abscisa. Las funciones de des-cuento aumentan con el tiempo de la misma manera que el costo de

, Un compromiso se hace mayor en la medida que se acerca la fecha de |U cumplimiento. Conforme pasa el tiempo y los retardos para las lltuaciones placenteras y buena se hacen cada vez más cortos, el denominador de la fracción, por el que se calcula la tasa de reforza-miento, se hace progresivamente más pequeño, acercándose a la Unidad del tiempo. Cuando las situaciones buena y placentera son relativamente distantes (en el punto "Y" en la figura 3) el valor pre-sente de la situación "buena" es más alto que el de la meramente "placentera". La ley del apareamiento predice entonces que la si-tuación "buena" será elegida en ese punto. De este modo, los estu-diantes son muy trabajadores al principio, antes de que las tentaciones aparezcan y el trabajo escolar se haga más oneroso. Posteriormen-te, (en el punto X) los valores relativos de las condiciones alternati-vas se invierten. Si una tarde en la que es necesario estudiar, alguien invita al alumno a una fiesta, puede verse que el hecho de que sucumba a la tentación, resulta de las interacciones entre las re-compensas y sus correspondientes retardos y no es el producto de una batalla "interna" (Esto no quiere decir que no ocurra batalla "interna" alguna). Los parámetros de las funciones de descuento de las palomas pueden ser muy diferentes a los de los seres humanos (segundos versus años) pero se tiene evidencia (Rachlin, Raineri y Cross, en prensa) que la forma general (hiperbólica) predicha por la ley del apareamiento, es la misma para ambas especies.

Una implicación de la figura 3 es que si en el punto Y se hace disponible una elección para "evitar" la tentación que surgirá en el punto X, el animal hará esa elección. Los pichones, por ejemplo, eligen comprometerse en esa vía alternativa (Ainslie, 1975, Ra-chlin y Green, 1972) y los individuos humanos realizan, por su-puesto, una conducta semejante (Por ejemplo, si elijo que mi salario de 9 meses se extienda 12 meses y pierdo de esa manera el interés que gano, podría buscar recibir una pequeña cantidad adi-cional al término de los nueve meses que me evite tener la tentación de gastar todo y quedarme sin dinero durante el verano de tres me-ses). El estudio de la tentación, el compromiso, el retardo de la gra-

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tificacidn y el autocontrol en términos de funciones de descuento en los humanos y en los no-humanos es una rama activa de inves: tigación, en la actualidad, dentro del conductismo post-skinne-, riano. j

Mientras la respuesta de compromiso de una paloma puede con-sistir en el picoteo de una clave, las personas se comprometen, fre^ cuentemente, a obtener recompensas mayores, aunque retardadas,; mediante una reestructuración de su conducta en unidades más lar-

• i gas (que ocupan períodos más extendidos de tiempo). Por ejemplo, la persona que planea su comida con un día, una semana, o un mes| de anticipación, puede controlar su peso de mejor manera que el in-í dividuo que tiene que hacer decisiones 10 o 20 veces al día de co-mer o no, pequeños refrigerios.

En la medida en que el patrón de la conducta humana se hace más complejo, lo bueno obtenido es cada vez menos distinguible del patrón mismo. La ley del apareamiento de Herrnstein dice que: los patrones de conducta se aparean a los patrones de recompensa,:

pero esa formulación pierde su sentido (como medio de medir el valor) cuando los dos lados de la ecuación representan lo mismo. Por ejemplo, la persona cuyo patrón de comida es describible, úni-camente sobre largos periodos de tiempo, controla "ipsofacto", su propia comida. De manera similar, las formas complejas de arte, música y literatura, se dice que son buenas en virtud de la forma compleja que adquieren ellas mismas.

Para poder lograr un desarrollo ulterior del concepto de reforza-miento (como un valor) se necesita tratar el problema de cómo el valor puede aumentar con la complejidad. Un enfoque destinado a ello, consiste en pedir prestado de la microeconomía el concepto de conducta individual dirigida a obtener la utilidad máxima frente a varias constricciones (Allison, 1983, Hursh, 1978, Lea, Tarpy y Webly, 1987, Rachlin, Battalio, Kagel y Green, 1981, Staddon, 1979). La figura 4 muestra un modelo económico muy simplifica-do. Los círculos delgados representan los contornos de valor cons-tante de una función de utilidad circular. Estos contornos pueden considerarse como los contornos de altitud en un mapa que repre-senta una colina que sube hacia arriba desde la derecha de su punto de origen (O). La línea diagonal gruesa representa una constricción ambiental simple; la suma de las dos tasas de respuestas (R1+R2)

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no puede exceder cierto valor fijo. Entonces, todas las combinacio-nes posibles de Rl y R2 se hallan confinadas al triángulo de la dere-cha formado por los dos ejes y la línea diagonal gruesa. El punto X representa el valor máximo (el punto más alto de la colina) que pue-de obtenerse bajo esa clase de constricciones. Modelos parecidos al que acabamos de presentar han mostrado ser capaces de explicar la conducta que aparece bajo los distintos tipos de programas de re-forzamiento estudiados por Skinner, así como en las condiciones do elección más complejas que permitieron derivar la ley del apa-reamiento de Herrnstein (Rachlin, 1978). Un rasgo crítico de esos modelos es que el valor máximo obtenido con una sola respuesta es menor que el que podría obtenerse con una mezcla proporcional (un patrón) de las dos respuestas. En el grado en el que se agreguen más dimensiones, el valor máximo obtenible es cada vez mayor. Consecuentemente, la complejidad aumenta el valor.

El procedimiento empírico para investigar los modelos del tipo que ilustramos en la figura 4, es el que sigue:

a) Obsérvense los patrones conductuales bajo un conjunto selec-cionado de constricciones ambientales.

b) Infiérase una función de utilidad a partir de los patrones ob-servados, bajo la suposición que la utilidad será la máxima dentro del conjunto de constricciones observadas o impues-tas en el paso a.

c) Dada la función de utilidad y la suposición de maximaliza-ción, hágase una predicción de la conducta bajo un conjunto nuevo de constricciones (aún no observadas).

d) Revísese la función de utilidad sobre la base de la desviación, que pudiera encontrarse entre la conducta predicha y la con-ducta real.

El proceso planteado no es más que una investigación destinada a encontrar las causas finales. El resultado del proceso relativo a la función de utilidad "es" una causa final en el sentido exacto que Aristóteles le daba al término. El concepto de re forzamiento de Skinner, del cual surgió el concepto post-skinneriano de funciones de utilidad conductual es a fin de cuentas, una versión simple de una causa final. En la medida que el reforzamiento llega a inferirse de observaciones de la conducta abierta (ya sea aumentos sim-ples de la tasa individual de respuesta, resultados de una prueba de

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Figura 4. La tasa de una respuesta (Rl) contra otra (R2). La línea diagonal repre senta la constricción de que Rl más R2 no debe exceder una suma determinada Las líneas circulares delgadas representan contornos de igual valor. Los contor nos con mayor valor se encuentran más cercanos al centro que los menos valora dos. El punto X es el valor más alto que se puede lograr bajo la constricció impuesta.

elección o conducta bajo constricciones) sin hacer referencias a 1 biología, la fisiología o la introspección, los reforzadores así inferidos vienen a ser causas finales en el sentido aristotélico.

La siguiente sección ilustra la diferencia entre la psicología cog-noscitiva y la post-skinneriana en términos de las concepciones distintas que una y otra tienen sobre la probabilidad.

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Probabilidad

La figura 5 a pesar de sus complicaciones es una representación limplificada de cómo los modelos cognoscitivo y conductual (a partir de este punto le vamos a quitar el adjetivo de post-skinneria-no y nos limitaremos a hablar de conductismo o de psicología con-ductual, etc.) tratan conceptos idénticos.

La doble línea vertical representa los límites entre una persona y au mundo. Nótese que cinco líneas horizontales, tres sólidas y dos punteadas, cruzan los límites. Las líneas sólidas son las tres varia-bles conductuales críticas. La de arriba, dirigida hacia la persona, representa los "datos" o la información, de cualquier tipo, recibida por la persona e incluye estímulos del tipo de los silbatazos que dan los trenes, luces rojas y verdes de las señales de tráfico, o instruc-ciones proporcionadas por un psicólogo a un sujeto experimental. Estos estímulos informativos pueden funcionar de dos maneras: se-ñalar resultados significativos (como los trenes que son señalados por sus silbatazos o la comida que es señalada por tonos sonoros en los experimentos de Pavlov). En estos últimos casos los fenómenos señaladores se denominan "estímulos condicionados" o EC. La re-lación de los EC a los fenómenos ambientales significativos (estí-mulos incondicionados o El) es independiente de la conducta del animal. En términos skinnerianos se trata de una relación que viene a ser una "contingencia respondiente". El proceso total, en el que quedan incluidos los efectos sobre la conducta, recibe el nombre de "condicionamiento respondiente".

Alternativamente, la información podría señalar, no un fenó-meno significativo, sino la relación entre una "conducta" y su "resultado", una relación que de acuerdo a Skinner se llama "con-tingencia operante". Los estímulos significativos que señalan la pre-sencia de una contingencia operante se denominan estímulos "discriminativos". Las luces rojas y verdes de las señales de tráfico indican la relación que existe entre cruzar la calle y la probabilidad de tener un accidente (o ser multado) y vienen a ser estímulos "dis-criminativos" (o ED). El proceso total, junto con sus efectos sobre la conducta, corresponde al "condicionamiento operante".3

3 Hay un fuerte debate entre los conductistas (que ignoraremos por com-pleto aquí) acerca de si el condicionamiento respondiente es realmente una forma de condicionamiento operante o viceversa.

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Figura 5. Un modelo conductual (a la izquierda) y un modelo cognoscitivista (a la derecha) de las elecciones probabilísticas.

Las dos flechas punteadas que cruzan los límites entre la persona y el mundo, representan los reportes verbales (de las representaciones y de las decisiones en los esquemas de la figura). Los reportes verba-les pueden ser complejos y extendidos temporalmente (como mu-chas acciones no verbales como tocar el saxofón), en cuyo caso (de la misma manera que en otras acciones abiertas de carácter com-plejo) necesitan tener una estructura sintáctica de tipo igualmen-te complejo. Alternativamente, pueden ser simples o discretas

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(quejarse o decir "ay" o "sí" o "no") y por lo tanto, tener una estruc-tura muy simple. Sea cual fuere el reporte verbal debe ser evocado, como sucede con otras conductas complejas, por un estímulo (El) o implicar consecuencias significativas por las que de la misma manera que cualquier otra conducta abierta, necesitarán quedar comprendidos en una u otra forma de condicionamiento, operante o respondiente.

Los conductistas estudian las relaciones entre los fenómenos que cruzan los límites demarcados en el esquema de la figura 5 y se concretan a los del lado izquierdo. Tanto las inferencias conductua-les como los modelos se refieren a contingencias operantes y res-pondientes que pueden no estar presentes en el momento, pero que sirven de "contexto" para las acciones que tienen lugar. Un comer-ciante puede darle a uno de sus clientes, agobiado por la pobreza, una rebanada gratis de pan, sea porque habitualmente es generoso o porque se encuentra comprometido en una campaña de promoción. Los motivos diferentes del comerciante constituyen contextos po-tenciales distintos (y causas) de sus actos. Desde un punto de vista conductual, los contextos difieren en virtud de las diversas contin-gencias operantes o respondientes que han operado sobre el co-merciante en períodos muy extendidos de tiempo que rebasan el momento presente. La pregunta sobre cuál es el motivo real del co-merciante, tiene que responderse, desde el punto de vista conduc-tual, típico, sólo con referencia al contexto conductual abierto, o sea, la existencia o no de una campaña promocional y su conducta cuando dicha campaña no se desarrolla.

Un rasgo importante del punto de vista conductual que hay que enfatizar es que el problema puede plantearse con referencia tanto a lo que podría ocurrir en el futuro como lo que sucedió en el pasado, en virtud de que el contexto temporal de una situación breve, se ex-tiende tanto hacia al futuro como hacia el pasado. Para decidir los motivos reales del comerciante se podría hacer un experimento "post-hoc", enviándole clientes pobres a su tienda en diferentes ocasiones (En términos técnicos se trataría, entonces, de determi-nar la función de utilidad a la que responde el comerciante con el fin de predecir su conducta futura en otras circunstancias. Una fun-ción de utilidad como ya lo dijimos en la sección previa, busca en-contrar una causa final aristotélica).

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Si el comerciante muriera inmediatamente después de su acto generoso (y se perdiera la historia de las recompensas que había re-cibido o dichas recompensas no existieran), no habría "ninguna forma, incluso en principio", de determinar el contexto conductual (los motivos del comerciante).

Sería algo semejante a pretender saber qué sinfonía escuchamos, la Novena sinfonía de Beethoven o Isl Novena sinfonía de Schubert, en el caso de que una y otra tuvieran tres notas idénticas y tratára-mos de determinar la sinfonía que oímos a partir de sólo esas tres notas. Desde el punto de vista conductual. Un acto mental, conside-rado como un motivo, únicamente tiene significado a lo largo de un período largo de tiempo. Si se muestrea sólo un segmento del tiem-po, se tiene que hacer una conjetura sobre el motivo. Cuando se to-man muestras cada vez más extendidas en el tiempo, se pueden llegar a conocer mejor los motivos del comerciante, aunque nunca se alcance el 100 por ciento de la certidumbre, pues un contexto, en principio, es infinito. Lo dicho anteriormente es válido, incluso pa-ra el conocimiento que el comerciante tiene de sí mismo, pues des-de un punto de vista conductual (el de la izquierda del diagrama), el comerciante está en una posición privilegiada debido a la cantidad y no a la calidad de la información con la que cuenta. El tiene una muestra mucho mayor de su propia conducta que cualquier otra persona, pero eso no significa que su muestra sea mejor. En reali-dad, la información que posee sobre sus propios motivos es más mala que la de un observador externo, pues él sólo puede observar los reflejos de su conducta (a través de los resultados que ha obteni-do), mientras que el observador externo puede ver la conducta di-rectamente. El conductista, entonces, le da la vuelta a la noción mentalista común de que los individuos tienen un acceso pri-vilegiado a sus propios estados mentales. El conductismo post-skinneriano se parece, a este respecto, a la psicología freudiana (aunque por supuesto, difiere de dicha psicología y muchas otras formas).

La psicología cognoscitivista toma el mismo tipo de datos que la conductista, es decir, las cinco flechas que cruzan los límites entre la persona y su mundo y hace una inferencia acerca del contexto en el que ocurren dichos fenómenos, no a partir de las contingencias pasadas y futuras, sino sobre la base de lo que sucede en el presen-

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te, en el interior del organismo que manifiesta una determinada conducta. La psicología cognoscitiva, observa el diagrama desde la parte derecha. Por otra parte, se apoya de modo preponderante en los reportes verbales (Ericcson y Simón, 1984) y le da una menor importancia relativa a la conducta no verbal, abierta (por ese mo-tivo los experimentos de la psicología cognoscitiva, utilizan, predominantemente, sujetos humanos). El contexto cognoscitivo del acto generoso del comerciante, consiste en los fenómenos que ocurren en su interior (en los estados de sus mecanismos in-ternos) que son contemporáneos con sus actos, sus causas efi-cientes.

La parte derecha de la figura 5 ilustra en una forma bastante es-quemática, los términos con los que la psicología cognoscitiva ma-neja la información probabilística (la teoría de los prospectos de Kahneman y Tversky, 1979). En un experimento típico se le hacen a los individuos, dentro de un grupo de grandes proporciones, pre-guntas del siguiente tipo: "Qué preferiría usted, comprometerse en ganar 10,000 dólares con un 50 por ciento de posibilidades de obte-nerlos o recibir 5,000 dólares seguros" (La mayor parte de los suje-tos prefieren la ganancia segura). El primer estadio del modelo cognoscitivo consiste en hacer una especie de "edición" del pro-blema y transformarlo en 4 elementos (probabilidades de 1.0 y de .5 para las cantidades de 10,000 y 5,000) dentro de las repre-sentaciones internas. La representación interna puede ser reportada directamente (la flecha superior punteada) pero su creación repre-senta sólo el primer paso en el proceso de toma de decisiones. Las representaciones se combinan, en distintas formas, de acuerdo a ciertas especificaciones planteadas por la teoría, hasta llegar a la decisión final que por último, también es objeto de un reporte (la flecha punteada inferior). Los investigadores han encontrado que los reportes verbales de las representaciones de probabilidad son, por lo general, predictores poco confiables de las decisiones (las representaciones internas efectivas de la probabilidad reciben el nombre de "pesados de decisión" en la teoría de los prospectos). Los reportes verbales, sin embargo, son predictores muy confiables de las decisiones reales cuando (ocasionalmente) se les pide a los sujetos que elijan entre resultados probabilísticos verdaderos, en lugar de resultados hipotéticos (por supuesto, las cantidades de di-

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ñero son mucho más pequeñas en los experimentos de elección real). El objeto último de la teoría cognoscitiva es predecir las decisiones y las elecciones en una gran variedad de circunstancias de laborato-rio y de la vida real. Se arguye, por otro lado, que la teoría de los prospectos, explica bien las situaciones.

Desde la perspectiva que hemos adoptado, lo importante es que se concibe la probabilidad como un estado interno. El experimenta-dor que dice "La probabilidad de ganar 10,000 dólares es de .5", de acuerdo con la teoría de los prospectos (y la mayor parte de las teorías cognoscitivas), activa una representación interna. La probabilidad verdadera es la representación. Esto refleja una perspectiva "subjetivista" de la probabilidad, lo cual significa, a fin de cuentas, la confianza o la certidumbre que el sujeto tenga acerca de los fenómenos que pudieran sobrevenirle. La confianza o la certidumbre, determinan, entonces, las elecciones subsecuentes (Lucas, 1970). Cuando un meteorólogo dice "La probabilidad de llu-via es de 90 por ciento," la confianza en que va a llover, que de esa manera se suscita en quien la escucha, podrá inducir a este último, a que lleve un paraguas a su trabajo. Las palabras del meteorólogo son la causa eficiente de la confianza y esta última, a su vez, es la causa eficiente (parte) de la decisión de tomar el paraguas, lo cual lleva, también como causa ef iciente (parte) a la toma real del paraguas. El mecanismo crítico puede implicar varios lazos de retroalimentación (mostrados en la figura 5) y puede ser incluso mucho más complejo (como el reflejo patelar es

,más complicado que una serie de conexiones E-R), pero no cabe duda que se trata de un mecanismo que implica una serie de actos causados eficientemente.

Para un conductista, la afirmación del experimentador; "La probabilidad de 1,000 es de .5" no evoca una representación in-terna. "Se trata de una representación de una clase de fenóme-nos probabilísticos, totalmente externa". La afirmación verbal sirve para colocar las circunstancias presentes, completamente específicas (el experimento psicológico) en el contexto de un con-junto de fenómenos. En otras palabras, decirle a alguien que la probabilidad de X es de .5, es indicarle "Compórtate en este experi-mento como si jugaras a los volados y fueras a ganar X, cada vez que salga sol". Si el individuo no entiende lo anterior es que las ins-

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trucciones del experimentador carecen para él de significado por-que, previamente, no ha tenido la oportunidad de enfrentarse a di-cho género de experiencias. Las probabilidades reales, desde un punto de vista conductual, son las frecuencias relativas de los fenó-menos mismos. Esta es una perspectiva "objetivista" de la proba-bilidad. La predicción del meteorólogo de que "La probabilidad de lluvia es de 90 por ciento es, desde el punto de vista conductista, un estímulo discriminativo que conduce a quien lo recibe a tomar el paraguas. Dicho estímulo adquirid el carácter de discriminativo del mismo modo en el que se establecen otros estímulos del mismo tipo, gracias a que de una manera confiable señalan un conjunto de-terminado de contingencias operantes (En ocasiones previas, cuan-do fue escuchada una predicción del tiempo de esa naturaleza, fue reforzado el hecho- de que se tomara el paraguas para llevárselo al trabajo).

Entonces, para el conductista, el significado esencial de una afir-mación de probabilidad es que representa externamente lo que para un cognoscitivista es representado en forma interna. Entre el conductista y el cognoscitivista hay una diferencia "semántica". Nótese, sin embargo, que ni el cognoscitivista, ni el conductista tra-tan las estructuras "sintácticas". No resulta claro porque pudieran ser mejor decir que distintas afirmaciones equivalentes sintácti-camente, dan lugar a la misma representación interna, que aseve-rar que distintas afirmaciones equivalentes sintácticamente sirven como estímulo discriminativo de la misma conducta de elección abierta.

Una razón para que discutamos aquí las aproximaciones conduc-tuales y cognoscitivas a la probabilidad es que el trabajo experi-mental de ambos enfoques ha convergido sobre el mismo modelo (Rachlin, Loge, Gibbon y Frankel, 1986). El espacio no nos permi-te trazar las distintas correspondencias pero para que el lector se forme una idea, podríamos imaginar cómo le presentaríamos a un animal no-humano una situación probabilística. Usted no podría decirle nada sobre la probabilidad. Por otro lado, es imposible pre-sentarle a un sujeto no-humano una probabilidad en un solo "ins-tante". Una moneda tiene que haber sido echada al aire varias veces antes de que surja la probabilidad de que la caída del lado del sol tiene una probabilidad de .5. Para llegar a eso es necesario

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cierto tiempo. Entonces, a los no-húmanos hay que presentarles la probabilidad como la frecuencia relativa que tienen las situaciones actuales. La conducta de elección de los animales frente a esas fre-cuencias relativas de varias situaciones actuales, corresponde a los reportes de tipo verbal que hacen los seres humanos sobre las deci-siones que toman ante las probabilidades presentadas también ver-balmente. La forma que adquiere la función que relaciona a la probabilidad con la conducta es la misma en ambas especies y ex-plica el mismo tipo de irracionalidades aparentes de humanos y no-humanos, aunque los parámetros de las funciones difieren am-pliamente entre las especies.4 Visto en forma retrospectiva dicha convergencia tenía que haber ocurrido. La respuesta a las pregun-tas de "qué" y "cómo" parece conducir a que se revele el mismo sustrato.

Debido a que en el ambiente predomina, en la actualidad, una posición anti-conductista, presente en los psicólogos mentalistas y cognoscitivistas, en las orientaciones fisiológicas y en las de los fi-lósofos de toda clase de escuelas, parece que cuando se sale a la de-fensa del enfoque conductista (post-skinneriano) se ataca a todos los demás puntos de vista. Por el contrario, el progreso en la res-puesta a una de las preguntas del qué o del cómo, significa un pro-greso en la respuesta a la otra.

Interacciones entre causas finales

El propósito de este capítulo ha sido delinear los planteamientos que se hacen los psicólogos conductistas postskinnerianos. Para ello se dio un ejemplo de cómo el conductismo trata una rama parti-cular de la psicología de moda (la teoría de la decisión). Una correspondencia similar podía presentarse entre el conductis-mo postskinneriano y otras ramas de la psicología de moda, como

4 En los seres humanos y en los no-humanos se presentan irracionalidades aparentes en las recompensas "descontadas". Una recompensa puede descon-tarse por ser menos probable o por ser demorada. Las elecciones humanas pare-cen irracionales cuando se descuentan alternativas con base en probabilidades establecidas de una sola vez, es decir, cuando las alternativas se presentan co-mo situaciones que pueden suceder o no con apoyo en una sola tirada de los da-dos o en un único volado de una moneda. Por ejemplo, una persona podría preferir una pequeña ganancia que tenga una alta probabilidad (pX) a una gran

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la psicología fisiológica o con aquellos tipos de conductismo (como el de Pavlov o el de sus seguidores modernos) que se concentran en el animal interno. Es obvio que en el estudio de los problemas de la psicología hay lugar (y necesidad) para todos los enfoques que de-muestren ser viables.

El lector inclinado a la filosofía, quizá persista en su duda de si se le ha dado respuesta a sus objeciones fundamentales al conduc-tismo, principalmente la de que no explica las interacciones entre los estados mentales. Una respuesta completa (con respecto a la sensación, a las creencias, a la memoria, la imaginación, el pensa-

ganancia con una baja probabilidad (qY). Pero estas alternativas pueden inver-tirse cuando ambas se hacen más riesgosas en proporciones iguales. Entonces, mientras pX es preferida a qY, el resultado reducido r(qY) se prefiere a r(pX) cuando la probabilidad r se concibe como un riesgo común aumentado. Es esta inversión la que parece inconsistente e irracional (Aliáis, 1953).

De igual manera, tanto las elecciones humanas como las no humanas parecen irracionales cuando se descuentan las alternativas sobre la base de resultados fijos o "retardos" únicos. Un animal podría preferir una recompensa pequeña (X) con un retardo corto (c) a una recompensa grande (Y) que tenga un largo retardo (d), pero la preferencia puede invertirse cuando un solo retardo común (e) es agregado a uno y otro (c+e para X y d+e para Y). Esta es exactamente la especie de inversión de la preferencia responsable para el fracaso en autocon-trol que previamente discutimos, un niño prefiere una barra de dulce (X) hoy (c), a dos barras de dulce (Y) mañana (d), pero invierte su elección cuando se le ofrece una barra de dulce para la siguiente semana (c+e) y dos barras de dul-ce 8 días después (d+e).

Formas funcionales correspondientes explican el retardo y el descuento pro-ba bilis tico. Estas son, para el descuento por la demora, la ecuación de Manzur (1987) v= (1+kd) -1 V, donde v es el valor descontado, V es el valor sin des-cuento, d es el retardo y k es una constante que representa el valor del descuen-to. Las diferencias entre las funciones de humanos y de no-humanos se hallan principalmente en esta constante. Por ejemplo (a pesar de las tasas de interés bancarias), las personas expresan indiferencia ante la perspectiva de obtener $ 1000 en 5 años o $ 500 ahora y una paloma también es indiferente a recibir 4 pelotillas de comida en 5 o 6 segundos y 2 pelotillas ahora. La ecuación de des-cuento de la probabilidad v= (l+hteta)-l V explica las elecciones para las probabilidades establecidas de una sola vez en esta ecuación teta es la "dife-rencia contra", en donde teta = (l-p)/p y p es la probabilidad del resultado, mientras la constante h representa el grado del descuento.

Por otra parte, cuando recompensas probabilísticas o retardadas se presentan a humanos o a no-humanos, no como elecciones individuales, sino como pa-trones de conducta que implican consecuencias que son relativamente de largo término, o de carácter molar (incluido el juego repetido del "dilema del prisio-nero" donde las probabilidades implican las expectativas relacionadas con la conducta de los otros), la conducta parece "racional" en el sentido de que bus-ca maximalizar las tasas de reforzamiento totales.

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miento, el conocimiento y otros términos mentales de la misma especie) requiere un análisis intensivo de la psicología aristotélica (Rachlin, manuscrito no publicado). Pero tal vez baste ahora con que hagamos un simple esbozo.

Si usted estuviera escribiendo un libro de cómo construir una ca-sa, probablemente describiría esa tarea como un conjunto de objeti-vos y de criterios entrelazados: dibujar primero los planos, luego ponerlos cimientos, tender la plomería y el sistema eléctrico, cons-truir los pisos, las paredes y los techos. Cada paso lo dividiría en sub-objetivos (por ejemplo, echar los cimientos consistiría en nive-lar el terreno, construir los que van a ser los soportes de la casa, po-ner la tubería, el drenaje, verter el cemento y así en adelante). Seria muy raro que usted hablara de causas "eficientes" (como tomar un buen desayuno para darse energía para martillar). La causa por la que usted puede martillar con suficiente fuerza, en algún sentido tiene que ver con el desayuno que tomó en la mañana, pero en otro sentido la causa es lograr el mejor ensamble de la madera, la causa de que usted se encuentre en el proceso de construir el piso de la ca-sa, la causa de que usted esté comprometido en construir una casa, la causa de que al hacerlo usted se gana la vida (si es un constructor profesional) o va a proporcionarle abrigo a su familia, si es que us-ted mismo construye su casa, la causa de que usted pretenda vivir bien. Todas ellas son causas finales y es muy natural hablar de los objetivos como los causantes de la acción, sobre todo cuando al-guien le pregunta "¿Por qué haces eso?".

No es "necesario", al menos que quien le pregunte tenga la fanta-sía de que debido a que posee una mente científica "sólo" va a quedar satisfecho si se le proporcionan causas eficientes, decir o incluso implicar en la respuesta que se dé a la pregunta de "¿Por qué haces eso?, que sus representaciones internas de las conse-cuencias le llevaron al acto de martillar y que una representación interna del piso causó que usted diera de martillazos, o que la repre-sentación interna del piso le condujo a que dispusiera la madera en forma adecuada y así sucesivamente. Hablar de representaciones internas sería superfluo en un libro sobre cómo construir una casa, pues el objetivo es terminar la casa y no su representación interna.

De la misma manera que las causas eficientes se traslapan entre sí, también lo hacen las causas finales. Usted puede construir su ca-

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sa para hacer ejercicio y conservarse sano o para tener un abrigo. De acuerdo a Aristóteles, las causas finales son más abstractas y las eficientes menos abstractas que el acto que causan. Tomar lo que parece una causa final natural y convertirla en una causa efi-ciente interna (como tienden a hacerlo los mentalistás) es hacerla más concreta. No es incorrecto al realizar tal hecho, si al mismo tiempo se presenta una representación concreta coherente de la in-teracción de las causas eficientes (como en la teoría de los prospec-tos), pero si uno se queda en eso, se da lugar a que se pierda de vista el contexto más amplio del acto y además se sacrifica la posibilidad de predecir, controlar y explicar la conducta.

Cuando se dice que la razón de martillar es que se "desea" cons-truir una casa y que se "sabe" que con el uso del martillo se da un paso para lograr dicho objetivo, resulta útil imaginar la representación in-terna concreta de ese deseo y del conocimiento que interactúa con él. Pero también puede ser útil imaginar el deseo y el conoci-miento como categorías abstractas de acciones pasadas y futuras dé carácter abierto, traslapándose entre sí y con otras categorías simi-lares. Los objetivos de la ciencia: la explicación, la predicción y él control, pueden conseguirse en esas dos formas.5

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5 Para una exposición detallada del trabajo actual sobre las áreas discutidas en este capítulo y su relación con el lenguaje, la conciencia y otro tipo de proble-mas psicológicos, ver mis dos libros más recientes: Juicio, decisión y elección (1988) eIntroducción al conductismo moderno (3a. edición, 1991).

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La conducta computacional y el análisis de la conducta: Una interpretación de Catania y Reynolds (1968)

CHARLES P . SHIMP*

Resumen

Una de las funciones citadas más a menudo en el condicionamiento operante es la que relaciona la cantidad de conducta con la canti-dad de reforzamiento. Un escrito clásico de Catania y Reynolds (1968) describió varias de esas funciones aplicadas a los programas de intervalo variable. Las funciones que describieron a partir de su primer experimento han sido objeto de numerosos análisis teóricos. Sin embargo, ese experimento mostró que la tasa de respuesta mo-lar era una mezcla de diferentes tasas de respuestas locales. El pre-sente capítulo describe un procesamiento computacional o modelo dinámico conductual que describe cualitativamente, tanto las fun-ciones de la tasa molar, como las de las tasas locales del experimen-to de Catania y Reynolds (1968). El modelo se discute, además, en términos del futuro de un nuevo campo llamado "conducta compu-tacional".

Los desempeños mantenidos por los programas de reforzamiento operante tienen importancia para tratar de comprender, no sólo el reto intrínseco que implica explicar la bella ordenación de los desempeños mismos, sino también por el hecho de que ese tipo de conductas son utilizadas, muy a menudo, como líneas base para

* Universidad de Utah. Salt Lake City, Utah.

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medir los efectos de las manipulaciones experimentales en psico-farmacología, economía, ecología y neurociencia conductuales. Si las conductas de línea base no se comprenden adecuadamente, en-tonces los efectos de las manipulaciones corren el riesgo de ser ma-linterpretados.

Uno de los programas de línea base más sensibles y por lo tanto de mayor uso, es el programa de intervalo variable. Por lo tanto, es muy importante comprender la conducta que controla este progra-ma. Empero, los análisis teóricos actuales de los desempeños bajo intervalo variable, dejan mucho sin explicar. Por ejemplo, la teoría con la que ahora se cuenta, maneja lo que tal vez sea el tema princi-pal del artículo de Catania y Reynolds (1968). Estos investigadores condujeron seis experimentos separados y proporcionaron el con-junto de resultados empíricos que tiene el mayor detalle, entre los resultados actualmente diponibles, en los desempeños de intervalo variable. El conjunto total de resultados en su escrito, representa un reto formidable para cualquier teoría que busque manejarlos. El presente escrito da un primer paso en esa dirección, enfocándose al experimento número 1, cuyos resultados podrían resumirse de la si-guiente manera:

"En el experimento 1, las duraciones relativas de una secuencia de intervalos presentaron una progresión aritmética que se mantu-vo constante, en tanto que el intervalo promedio variaba. La tasa de respuesta aumentó monotónicamente en una función negativa-mente acelerada de la tasa de reforzamiento, dentro de un rango de 8.4 a 300 reforzamientos por hora. La tasa de respuesta aumentó también, conforme pasaba el tiempo, dentro de los intervalos in-dividuales de un programa dado" (Catania y Reynolds, 1968, pá-gina 327).

El presente escrito desarrolla un modelo para manejar cualitati-vamente estos dos resultados, el que muestra que la tasa total de respuesta depende de la tasa total de reforzamientos y el que mues-tra que la tasa local de respuesta depende sobre la tasa local de re-forzamientos en programas de intervalo variable aritméticos. El modelo que se desarrolla aquí es estocástico, es un modelo dinámi-co de conducta (Marr, 1990, Shimp, 1989, Staddony Bueno, 1991). Pertenece a una familia de modelos de tiempo real, de tipo estocás-tico, que han sido aplicados previamente a otros fenómenos con-

102 70

ductuales. Otros modelos relacionados muy estrechamente al que vamos a presentar, han simulado los desempeños en los que se hacen ajustes temporales (Shimp, 1984a), los desempeños en los tiempos entre las respuestas (Shimp, 1984a, Shimp, Childers y Hightower, 1990), así como los desempeños concurrentes de ta-sa (Shimp, 1984b).

El modelo

El trabajo del modelo depende de las combinaciones interactivas de unos pocos procesos de conducta, cada uno de los cuales puede ser resumido de una manera muy simple. El estímulo discrimina-tivo que confronta un sujeto momento a momento, se interpreta como una colección de rasgos dinámicos rápidamente cambian-tes. Se supone que el estímulo refleja de modo simultáneo tanto los estímulos del medio actuales como los postefectos de los estí-mulos recientes. La historia de reforzamiento de un sujeto con cada una de las configuraciones posibles de este estímülo cambiante, se supone que controla la conducta momento a momento. El ob-jetivo que se tiene es desarrollar un modelo cuya descripción sea tan adecuada, sobre la base momento a momento, que, ver-daderamente "actúe", es decir, genere una corriente conductual (Shimp, 1989).

Cabe aquí un comentario en relación con los términos del len-guaje natural utilizados para describir los procesos de conducta se-parados. El lenguaje natural apela a agentes ocultos, homúnculos y a una serie de regresiones lógicas infinitas (Skinner, 1957, Witt-genstein, 1953). En el presente escrito, las expresiones del lengua-je natural implican recuerdo, conocimiento y partes semejantes, empleadas ocasionalmente para simplificar lo que de otra ma-nera estaría compuesto por secciones de un programa de cómpu-to. No olvidarse, sin embargo, que es posible hacer traducciones a términos puramente mecánicos. Un objetivo principal del diseño que presentamos es desarrollar un modelo dinámico que se com-porte y aprenda automáticamente en respuesta a las distintas ex-periencias ambientales del modelo, sin control o guía por un agente oculto.

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El procesamiento conductual de un estímulo: El modelo "ve" el estímulo como una colección de estímulos componentes (Skinner, 1932, Neimark y Estes, 1967). Para aplicar el modelo a programas aritméticos de intervalo variable, se necesita atribuir propieda-des de estímulo a la respuesta y al comedero, pues de estos even-tos depende la probabilidad del reforzamiento. La ocurrencia de cualquiera de estos eventos se supone que "activa" los rasgos com-ponentes de la respuesta visual que el modelo les da a cada uno de ellos: Para cada intervalo de tiempo, delta-t, hay una probabilidad, "Pa" de que sea activado un rasgo que corresponda a un estímulo físicamente presente. No hay una activación espontánea de rasgos componentes en la ausencia del estímulo. Las estimulaciones que aquí describimos tienen cinco rasgos asignados a una respuesta vi-sual que se da a la respuesta ejecutada sobre la clave y a la que sur-ge frente el comedero. Hubo en consecuencia, 10 rasgos. Dicho número fue seleccionado para asegurar que el cómputo fuera trata-ble. (El tiempo de estimulación aumenta geométricamente con el número de rasgos).

Postefectos de los eventos recientes: Cada rasgo en la respuesta visual del modelo puede estar, para un cierto momento, activo o inactivo. Los postefectos de corto término de un estímulo se deri-van de la desactivación de los rasgos en la respuesta visual. Se su-pone que la desactivación de un rasgo depende sólo del tiempo: Para cada delta-t hay una probabilidad "Pf ' de que cualquier rasgo sea activado o desactivado. A lo largo de todas las estimulaciones que aquí se describen, el valor de delta-t es equivalente a 0.5 seg. Se hace además, dos simplificaciones en relación con la desactiva-ción: El valor de "Pf" para un rasgo es igual al que le corresponde a cualquier otro rasgo y "Pf" no depende del tiempo en el que un ras-go fue activado o del estado de activación de cualquier otro rasgo. Estas suposiciones son discutidas con mayor detalle en Shimp, Childers y Hightower (1990).

Aprendizaje: Los precesos conductuales descritos implican que lo que un modelo "ve", cambia dinámicamente como una función de los estímulos del ambiente y del tiempo. En cualquier momento, la combinación de 10 rasgos activos e inactivos puede ser repre-sentada como un número binario de 10 bits. Cada combinación mo-mentánea posible corresponde a una respuesta visual del sujeto que

102

se asume se haya relacionada con uno de estos dos números eleva-dos a la décima potencia. En la práctica, en el contexto de cualquier tarea experimental, sólo aparece una fracción relativamente peque-ña de estas configuraciones.

Estas configuraciones momentáneas tienen historias asociadas de reforzamiento. El modelo asocia historias de reforzamiento con configuraciones de rasgos y no establece vínculos entre historias de reforzamiento y rasgos individuales. De acuerdo a esto, es crítico el rasgo específico que se encuentra todavía activo, debido a que es el patrón específico completo o sea la configuración, la que defi-ne un número binario particular de 10 bits.

Ese número que corresponde a un determinado patrón es agre-gado a una lista, la cual, define la "memoria" del modelo para la historia de re forzamiento proporcionada por las condiciones que en seguida van a darse, si un picoteo a la clave ocurre (ver abajo) cuan-do la configuración momentánea de estímulo del modelo tiene un valor numérico particular, al que llamaremos "x" e inmediatamente después se libera un re forzamiento, entonces la configuración "x" pasa a la memoria del modelo si es que antes no se encontraba ahí. Una configuración "y" se remueve de la memoria con la probabili-dad "Pr" cuando una respuesta ocurre frente a la configuración mo-mentánea de estímulo del modelo con un valor igual a "y" y dicha respuesta no es reforzada.

Picoteo de la clave: El modelo inquiere a cada momento sobre si una respuesta visual (recuérdese que esta última es un número bina-rio de 10 bits) tiene asociada una historia de re forzamiento. El mo-delo lo que hace es simplemente buscar si el número actual se encuentra en la lista de números que definen su memoria o sus his-torias de reforzamiento. Si encuentra al número, el modelo "pico-tea" la "clave", si no lo halla, sólo responde con una probabilidad de tasa-baja, "Po". Cuando un picoteo ocurre se activan los cin-co rasgos correspondientes. El modelo, subsecuentemente, "sabe" cuánto tiempo ha pasado a partir de la última respuesta reforzada, sobre la base del número de rasgos que todavía se encuentran acti-vos. En promedio, números más grandes diagnostican tiempos más largos y números más pequeños determinan tiempos más cortos. De esta manera el modelo maneja los posteféctos de una respuesta o del reforzamiento.

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En resumen, la configuración actual de estímulos del modelo sir-ve a cada momento como un estímulo, ya sea E+ o E- que corres-ponde a su propia historia ambiental. Si la configuración es E+, el modelo emite una respuesta debido a que "recuerda" haber sido reforzado en la presencia de dicho E+. Si la configuración es E-, el modelo responde únicamente con un probabilidad de baja-tasa.

Detalles misceláneos de la estimulación: Estas ideas acerca de los procesos de conducta en tiempo real están representadas en un programa de computadora que simula el desempeño del pichón. Los sujetos simulados se entrenan bajo un programa hasta que reci-ben 900 reforzamientos. Luego se analiza el desempeño durante los 300 últimos reforzadores. Cada simulación principia sin historias de reforzamiento:

Al principio los desempeños se deben a lo que sería la línea base de respuestas. Llegan a estar bajo el control de las contingencias de reforzamiento sólo después de que el sujeto simulado encontró y adquirid una historia de reforzamiento.

Las estimaciones paramétricas son informales, pues en virtud del largo tiempo de cómputo que se requiere, no se tienen los valores de mejor ajuste a los parámetros teóricos. La obtención de resultados provenientes de un sujeto simulado para una sóla condición experi-mental, con un sólo conjunto de valores númericos correspondientes a los parámetros teóricos, requiere desde unos minutos hasta varias horas, dependiendo de la contingencia, la cantidad de entrenamien-to y los valores del parámetro. Se necesitan simulaciones de unos cuantos cientos de horas. Aquí únicamente presentaremos una pe-queña muestra. Alrededor de una docena de diferentes combinacio-nes paraméíricas se han intentado con resultados que a partir de las primeras simulaciones informales, guiaron a la experimentación con parámetros subsecuentes.

Resultado -

Nuestro objetivo fue desarrollar un modelo que delineara los aspec-tos generales y las principales tendencias de los datos obtenidos en el experimento Ño. 1 de Catania y Reynolds (1968). No se hizo nin-gún esfuerzo por capturar los detalles específicos del desempeño de

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cada sujeto. El manejo de dichos detalles tendrá, probablemente, que esperar el desarrollo futuro de la industria de computadoras en i referente a máquinas de alta velocidad. La figura 1 figura correspondiente de Catania y Reynolds (1968 p. 331). Los

Figura 1. (1968, p.

100 200 0 100 200

REFORZAMIENTO POR HORA

, Esta figura es una reproducción de la figura 1 de Catania y Reynolds 331).

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resultados pueden compararse a los producidos por el modelo y que aparecen en la figura 2,

Se tuvieron 15 secciones, pero la sección última y la que le pre-cedió no se presentan aquí debido a artefactos que aparecieron en las mismas (véase también a Catania y Reynolds, 1968). Los pro-

40-1.

30-

20-

10-

/

200 400 600 200 400 600 REFORZAM1ENTO POR HORA

Figura 2. Tasa de "picoteo de la clave" como una función de la tasa de "reforza-miento" en 6 diferentes sujetos simulados. La respuesta fue mantenida por progra-mas de reforzamiento idénticos a los empleados con los pájaros reales de la figura 1. Ver el texto para la descripción del modelo computacional que permitió producir estos resultados.

102

gramas de intervalo variable que se emplearon en las estimulacio-nes fueron idénticos a los descritos por Catania y Reynolds (1968, pp. 329-330), aunque para reducir el tiempo de la estimulación no se simularon todos los programas que se utilizaron. La duración de los reforzadores fue siempre la equivalencia a la de 4 segun-dos de duración que usaron Catania y Reynolds (1968). Se calcula-ron igualmente las tasas de respuesta promedio y locales de la misma manera en que ellos lo describieron.

Una comparación de las figuras 1 y 2 muestra que el modelo se parece a los sujetos reales. Aprendió a responder a los distintos pro-gramas de intervalo-variable y lo hizo en una forma que la tasa total promedio de respuestas aumentó monotónicamente y se aceleró ne-gativamente en función de los reforzamientos por hora. Los 6 dife-rentes paneles de la figura 2 corresponden a diferentes sujetos, es decir, representan el desempeño del modelo bajo diferentes pará-metros. Los valores para los parámetros "Pr", "Pf", "Pa" y "Po" fueron los siguientes, según aparecen en los paneles a partir de f: 0.010, 0.100, 0.950, 0.100, 0.010, 0.100, 0.750 y 0.100; 0.010, 0.100, 0.950 y 0.025, 0.010, 0.050, 0.750 y 0.050; 0.010, 0.050, 0.500 y 0.050, y 0.010, 0.050,1.000 y 0.050, respectivamente.

La figura 3 reproduce la figura 2 de Catania y Reynolds (1968, p. 333) y muestra como la tasa local de respuesta variaba como una función del tiempo transcurrido a partir del re forzamiento. Re-cuérdese que en los programas aritméticos de intervalo variable, la probabilidad del reforzamiento aumenta como una función del tiempo transcurrido desde el último reforzamiento. La figura 3 muestra, consecuentemente, que la tasa de respuesta del sujeto ge-neralmente aumentaba como una función de la probabilidad de re-forzamiento local.

La figura 4 muestra los resultados correspondientes del modelo, a partir de las mismas 6 simulaciones cuyos resultados totales fue-ron presentados en la figura 2.

La figura 4 muestra que el modelo pudo cualitativamente repro-ducir el patrón general presentado por los sujetos reales. Sin em-bargo, hubo una notable diferencia, pues la tasa de respuesta local del modelo tendió algunas veces a disminuir cuando los tiempos post-reforzamiento se alargaron, mientras que en los sujetos reales la tasa local de respuesta continuó con su tendencia a aumentar (ver

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0 200 400 600 800 T I E M P O D E S D E E L R E F O R Z A M I E N T O ( S E G U N D O S )

Figura 3. Esta figura es la reproducción de la figura 2 de Catania y Reynolds (1968, p. 333).

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TIEMPO DESDE EL R E F O R Z A M I E N T O (SEGUNDOS)

Figura 4. Tasa de "picoteo de la clave" como una función del tiempo transcurrido desde el "reforzamiento" para los mismos 6 sujetos simulados presentados en la fi-gura 2 en donde aparecen las tasas de reforzamiento más alta, media y la más baja que obtuvieron los pájaros reales de la figura 3. Ver el texto para la descripción del modelo computacional que produjo resultados.

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la figura 3). Entonces, él modelo capturó el patrón total de la figura 3 para los sujetos reales, aunque con algunos errores en ciertos de-talles.

En general, el modelo produjo, aunque de manera un tanto grue-sa, el cuadro cualitativo correcto. La tasa media de respuestas fue una función que aumentó apropiadamente en función de la tasa de reforzamiento y la tasa local de respuesta aumentó igualmente en forma adecuada en función de la tasa de reforzamiento local. El cuadro, sin embargo, no es adecuado en algunos detalles específi-cos. Tal vez el error más sistemático fue que la tasa de respuesta lo-cal comenzó a disminuir con tiempos post-reforzamiento largos en periodos en los que debería todavía aumentar.

Discusión

A pesar de la importancia de los desempeños de intervalo-variable en el análisis de la conducta, tanto teórico como aplicado, la buena fortuna de lo que presentamos aquí sólo podrá verse en un futuro le-jano, en el que se sabrá si resulta en una adecuada comprensión de este tipo de desempeños. La teoría con la que se cuenta actualmente no describe de manera lo suficientemente precisa el conjunto de funciones ordenadas y de interrelaciones bajo el control de los pro-gramas de intervalo variable.

El modelo que planteamos representa un paso en dirección de las descripciones que requiere el experimento 1 de Catania y Reynolds (1968), pero deja muchas preguntas sin contestar como una tarea para la investigación futura. Una de estas preguntas es la siguiente: si el modelo puede describir cómo la tasa de respuesta local aumen-ta en un programa aritmético de intervalo variable, también puede describir cómo la tasa de respuesta local es aproximadamente cons-tante en un programa de intervalo variable con una oportunidad de reforzamiento constante (Catania y Reynolds, 1968, experimento 3). Y si en verdad logra hacer esto último, podría igualmente plan-tearse si, de la misma manera, es capaz de tratar parámetros seme-jantes, apropiados para un programa aritmético. Preguntas como la anterior, de naturaleza muy general, quedan formuladas para que la investigación futura las clarifique. El modelo descrito aquí

102

es un ejemplo de investigación en un nuevo campo que podría de-nominarse "Conducta Computacional". Dicho campo abre nuevos métodos para el desarrollo de la teoría de la conducta (Kehoe, 1989, Wearden y Clark, 1988). Este nuevo campo puede ayudar, además, a dar aliento a diversos análisis teóricos que escapen a la famosa crítica de Skinner acerca de las teorías que se elaboran para dar cuenta de "otros niveles" distintos al de la propia conducta. No puede olvidarse que un número exageradamente reducido de teo-rías tienen como referencia central la salida de la conducta tal y co-mo en verdad ocurre en el momento actual. Las teorías algebraicas, por ejemplo, toman la salida como una expresión estática de diga-mos la tasa media de respuesta. Por lo tanto, una teoría algebraica no produce una salida al nivel de la conducta. Proporciona única-mente un resumen estadístico y no representa al comportamiento como tal. Los modelos de procesos computacionales por el otro la-do, expresan un "comportamiento" en el sentido que generan co-rrientes de conducta que pueden ser comparadas con las reales (Shimp, 1989, Shimp, Childers y Hightower, 1990).

La esperanza que tenemos para el futuro es la de que este tipo de modelos genere corrientes de conducta que no se distingan de las reales. Probablemente pase algún tiempo antes de que un ex-perimentador se enfrente al problema de no ser capaz de distinguir la diferencia entre el comportamiento de un modelo estocástico y la conducta de un pichón bajo un programa de intervalo variable. Fal-ta todavía mucho tiempo para que un modelo computacional pueda pasar la prueba de Turing (Turing, 1963), incluso para el caso de los programas más simples. Pero entre tanto es necesario demostrar que podemos enfrentarnos al reto de contribuir a alcanzar ese obje-tivo específico que por otra parte, conduce al logro de un objetivo más general, el de desarrollar la teoría de la conducta por medio de los avances de la conducta computacional. Reconocimientos:

Esta investigación fue apoyada, en parte, por el subsidio NIMHH ROI MH 42270, por el comité para el Apoyo de las Ciencias Bio-médicas de la Universidad de Utah y por el Comité Universitario de Investigación de esa misma Universidad. El autor desea manifestar su agradecimiento a Francés Friedrich y William Johnston por los comentarios que le hicieron con respecto al modelo y a William

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Harris de Psycomp Services por su ayuda en el desarrollo de los programas de cómputo. Una versión abreviada de este escrito se presentó en el Simposio satélite en honor a B.F Skinner que se cele- i bró en la ciudad de México en marzo de 1991, organizado por la So- { ciedad Mexicana de Análisis de la Conducta. El autor quiere ; también agradecer la generosidad de sus anfitriones, especialmente la del doctor Emilio Ribes. Material relacionado con este escrito ¡ igualmente se presentó en la Conferencia de Jacksonville sobre Di- ; námica de la Conducta en junio de 1990. J

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El legado institucional e ideológico de Skinner*

JAMES A . DINSMOOR**

Una forma de evaluar la influencia relativa de diferentes figuras en la historia de una ciencia es comparar el número y el tamaño de las Instituciones que han dejado tras de sí. Cuando esta comparación se hace para el caso de la psicología, debemos de tener cuidado de es-pecificar quien pudiera ser elegible para poder considerarlo de la manera como hemos propuesto.

Si por ejemplo, incluimos a Sigmund Freud, la preminencia de Skinner cambiaría. Pero si la comparación que hacemos la restrin-gimos a quienes recibieron preparación académica formal en psico-logía y por lo tanto se les identificó como psicólogos profesionales, entonces no cabe duda alguna que Skinner sobrepasa a todos los demás.

La sociedad para el análisis experimental de la conducta

La primera organización dirigida a promover los puntos de vista de Skinner en la psicología, fue la Sociedad para el Análisis Ex-perimental de la Conducta. La sociedad no fue más que un mero instrumento legal: proporcionó la estructura necesaria para publi-car una revista. En ese tiempo, el número de revistas existentes en

* Agradezco a Donald A. Cook y Alexandra W. Logue por los comentarios que me hicieron a una primera versión de este artículo. ** Universidad de Indiana.

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el campo de la psicología era relativamente pequeño y los estudia tes del área del condicionamiento tenían que publicar sus trabaj acomodándose a los criterios metodológicos de la prueba formal hipótesis, el uso de diseño de grupos y el empleo de la probabilida estadística normal que ¿ara muchos de los que habían adoptado 1 tecnología de la investigación propuesta por Skinner (ver Din moor, 1966, Sidman, 1960) no eran aceptables.

Una salida más acordfc con los principios metodológicos del an* lisis era necesaria. En 1957, un grupo de investigadores que se haí liaban asociados sobre todo a las Universidades de Harvard y d Columbia, se reunieron kn un cuarto de hotel en ocasión de la Reu nión anual de la Asociación Psicológica del Este y bajo el auda liderazgo de Charles B.¡Ferster, fundaron el Journal ofthe Experi mental Analysis of Behavior (JEAB) (en Laties, 1987 se encucntr una relación más detallada). El primer número de la nueva revist apareció en 1958, se imprimieron 1500 ejemplares pero se contó con únicamete 286 suscripto res. Por fortuna, las suscripciones au mentaron en los siguientes 15 años y llegaron en 1973 a más d 4000.

Diez años después, en 1968, la Sociedad comenzó a publicar otra revista, el Journal of Applied Behavior Analysis (JABA) en el que se extendieron las técnicas de investigación de Skinner a la mani-pulación directa de la conducta significativa para la sociedad, sobrepasándose el propósito inicial de encontrar un medio de de-terminar las funciones conductuales abstractas (ver Baer, Wolf y Risley, 1968), Debido a que la investigación aplicada se ve más fa-vorecida por el público en general, se anticipó que la nueva revista iba a proporcional fondos adicionales que podrían ser utilizados pa-ra subsidiar el JEAB (este apoyo, sin embargo, nunca ha sido re-querido). Hacia 1975, el JABA había alcanzado una circulación pagada de más de siete mil ejemplares.

En años recientes, han proliferado las revistas académicas, tanto fuera como dentro de la psicología y sus precios han aumentado más allá de los límites razonables. Hasta para las bibliotecas resul-ta a veces difícil encontrar los fondos que les permitan mantener sus suscripciones y contar con los espacios físicos para la guarda de sus acervos. La práctica de mantener colecciones personales de revista ha sufrido severamente. Aunque el JEAB y el JABA han

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mantenido sus precios bajos, su circulación también ha declina-do. Comparados con otras revistas, siguen en una posición favo-rable en sus áreas respectivas, no sólo si se considera el número de lus suscriptores {Laties, 1987), sino también si se toma en cuenta la frecuencia con la que sus artículos han sido citados en la literatura científica.

Divisiones 25 y 28

Otra institución que claramente refleja la influencia de Skinner es la División 25 de la Asociación Psicológica Americana (APA). Aunque ahora existe también una división de orientación psicoana-lítica, la División 25 de la APA fue la primera y por muchos años, la única, que se encontraba inspirada por las enseñanzas de un sólo individuo. La propuesta de establecer una nueva División que llegó a ser conocida como la División del Análisis Experimental de la Conducta fue discutida originalmente y por último aprobada, en una reunión del Consejo Directivo de la Sociedad para el Análisis Experimental de la Conducta que se tuvo en el seno de la Conven-ción de la APA el 3 de septiembre de 1963. Skinner fue comisiona-do por el Comité para que estudiara los requerimientos técnicos de la propuesta. Después, a principio de 1964, se enviaron copias de la petición, cuyo borrador se debía a Skinner, a 345 suscriptores indi-viduales de la revista (es decir, dicha petición no se mandó ni a los estudiantes ni a las instituciones). Alrededor de 252 miembros de la APA (la lista puede consultarse en el Journal ofthe Experimental Analysis of Behavior, 1964, 7, 444-445) firmaron la petición de Skinner y por ese hecho llegaron a ser miembros de la nueva Divi-sión. En 1968 la División 25 tenía 600 miembros entre titulares y asociados y hacia 1973, contaba con 1241. Si este número se com-para con el de 1158 que es el número de miembros de la División 3 que representa a los psicólogos experimentales, se puede ver la importancia de la División 25 (Asociación Psicológica America-na, 1973).

Ya que hemos hablado de la división 25, vale la pena mencionar otra División de la APA. Se trata de la División 28 de Psicofarma-cología. Dicha División no fue organizada en torno a un enfoque

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determinado o a una cierta tecnología, sino alrededor de una disci-^ plina. A pesar de ello, la influencia de Skinner en esa División es, evidente. Los métodos operantes para el estudio de la conducta fueJ ron introducidos en la literatura farmacológica por Peter Dews; (1955). En 1953 Dews se había desplazado del Departamento de? Farmacología de la Escuela de Medicina de Harvard al laborato j rio de Skinner para examinar las técnicas que este último autor ha-bía desarrollado. Dews quedó cautivado por lo que vio ahí (Dews,! 1987) y empezó a participar en forma regular en las reuniones se-j manales del proyecto paloma de Skinner. Casi de inmediato princi-pió a realizar un trabajo propio con un equipo que le prestó Skinner. ¡ Joseph Brady también jugó en ese aspecto un papel muy importante ! al recomendar a las principales empresas farmacéuticas del país ai investigadores que provenían de los laboratorios de Columbia y de Harvard. La mayor parte de los primeros miembros de la Sociedad de Farmacología Conductual y de la División 28 formaban parte de ese núcleo que se formó alrededor de Dews y de Brady, de ahí que hasta la fecha exista un gran traslape en las membresías a la Divi-sión 25 y 28. A pesar de todo lo anterior, la Asociación Psicológica Americana no ha proporcionado un ambiente atractivo a quienes se dedican a la investigación. Los clínicos han dominado en forma creciente los órganos de gobierno y sus actividades reflejan lo que son sus intereses. Cada vez más los psicólogos académicos y los que se ocupan principalmente en realizar investigación se han ne-gado a participar en la APA o han dejado de mantener su membre-sía a esa Asociación. Muy pocos trabajos de investigación se presentan en las Convenciones Anuales de la APA y las conferen-

, cias invitadas o los simposios no proporcionan un sustituto adecua-do. Después. de que fue rechazada la propuesta de reestructurar la AP/Ty tras la formación en 1988 de la Sociedad Psicológica Ameri-cana, cómo un foro alternativo para los científicos que se dedican a la psicología, el proceso relatado ha sufrido una aceleración. De todas maneras, un número muy grande de la división 25, que simpatizan con los puntos de vista de Skinner, no se han desafiliado, con la espe-ranza de mantener abiertos los canales de comunicación con los psicó-logos aplicados que conforman la membresía principal de la APA.

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La Asociación para el análisis ¿e la Conducta Actualmente tengo muchas esperanzas de que se constituya otra or-

Í|8Iiización. La Asociación para el Análisis de la conducta refleja 01 puntos de vista de Skinner de una manera independiente y au-

tosostenida. En un principio la Asociación llevaba el nombre de la Asociación del medio-oeste para el análisis de la conducta. La ABA surgió para proporcionar un cobijo más amplio que el ofreci-do por la Asociación del medio-oeste. Nació el 3 de mayo de 1974 en una conferencia que tuvo lugar en Chicago en el campus de la Uni-versidad (ver Dinsmoor, 1979, Pcterson, 1978). Después de la reu-nión la Asociación del medio-oeste hizo a un lado su designación regional y se declaró una organización internacional. Durante los primeros años, la mayoría de los asistentes a sus convenciones eran estudiantes, relativamente jóvenes que provenían de los campus de Western Michigan, Drake y West Virginia. Pero cuando las reunio-nes empezaron a regularizarse, acogieron a analistas de la conducta ya establecidos y a sus estudiantes en todo el país. En años recien-tes, la membresía a la Asociación para el Análisis de la Conducta ha ido de 1840 hasta 2100 afiliados. Los inscritos en las convencio-nes han pasado de 1243 a 1429 (ABA Newsletter, v.12, No. 2, vera-no de 1989). Estas cifras pueden compararse con las de la sociedad Psicológica Americana (APS) que es la Asociación más reciente-mente organizada y que intenta representar a todo el espectro aca-démico y de investigación en psicología. La APS informó que en 1991 su membresía era de 11,400, pero a su convención sólo se ins-cribieron 1300, o sea un número semejante al de la ABA.

El programa de la ABA para 1992 incluyó 772 presentaciones . con un total de 1600 participantes en sesiones de cartel, conferen-cias, simposia y actividades semejantes. El folleto de la convención incluyó también una lista de 26 afiliados nacionales y regionales, algunos de ellos muy importantes. La Asociación para el Análisis de la Conducta de Michigan, por ejemplo, tuvo 454 participantes a su convención de 1990. Una estimación del número de miembros inscritos en las organizaciones regionales que no están a la vez comprendidos en el total de la ABA alcanza la cifra de 2000 a 3000

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individuos. Para dar una idea de la amplitud de la organización, ala gunas de las áreas en las que se han formado grupos, son: autismc| infantil, desarrollo del niño, psicología clínica, instituciones corre-1 cionales, educación, análisis experimental de la conducta humana; análisis experimental de la conducta de los no-humanos, gerontolo-gía, rehabilitación, acción social, conducta verbal y comunidades; del tipo Walden 2. Al menos tres de estos grupos publican sus pro-i pias revistas: El Educador conductual, el Boletín del Análisis Expe-rimental de la Conducta Humana y el Análisis de la Conducta Verbal (hay que anotar también la. Revista para el Manejo Conduc-tual de las Organizaciones y otras revistas que se hallan más o me-nos ligadas a los aspectos conductuales y que han sido enlistadas por Wiatt, Hawkins y Davis, 1986). Una organización estrecha-mente asociada a la ABA es la Sociedad para el Avance del Análi-sis de la Conducta que publica el Analista de la Conducta. Esta revista tiene ahora 14 años de ser publicada, pero no es como el JEAB o el JABA, un órgano en el que se recojan datos de investiga-ción y no se le encuentra en todas las bibliotecas institucionales. Se distribuye a todos los miembros de la ABA e incluye material histó-rico, revisiones de la literatura, contribuciones teóricas, recuerdos, políticas, revisiones de libros y discusiones que cubren muchos as-pectos interesantes para los lectores. El Analista Conductual cubre un mayor número de temas que las revistas de investigación y pro-porciona lo que quizá sea la única oportunidad para los analistas conductuales de estudiar tópicos muy diferentes y de conocer una amplia variedad de actividades profesionales, además de que permite comunicaciones que cruzan los límites de los distintos campos de especialización. Al ayudar a mantener la cohesión de la comunidad conductual, cumple una función que cada vez resulta más importante.

El Centro de Cambridge para los estudios conductuales

Otra institución que ha comenzado a jugar un papel muy importan-te en la preservación y diseminación de los principios conductuales

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II el Centro de Cambridge para los Estudios Conductuales, locali-lado en Cambridge, Massachussetts, cerca del campus de Harvard. Aunque Skinner no estuvo comprometido personalmente en su or-ganización y sus estudios no están dirigidos únicamente por la po-lición skinneriana, una buena parte de su Consejo Directivo y su Consejo de Asesores han estado asociados a esa clase de puntos de Vista. El Centro de Cambridge tiene una biblioteca, un archivo his-tórico, cuenta con becarios e internos y con un programa educativo Continuo. A auspiciado varias conferencias de gran importancia so-bre problemas sociales que podrían recibir soluciones conductua-les. Publica también dos revistas (Conducta y Filosofía de la Conducta y Problemas Sociales) y una serie de monografías y de li-bros (Progresos en los estudios sobre la conducta).

Comunidades utópicas En respuesta al libro de Skinner, Walden 2, se establecieron tres co-munidades utópicas que todavía permanecen. Están localizadas en Luisa, Virginia (Kinkade, 1973), Kalamazoo, Michigan (Ulrich, 1973) y en Hermosillo, Sonora (Comunidad de los Horcones, 1982, 1984, 1986, 1989). Para una historia más completa ver Altus (1991).

Influencia internacional Un aspecto de la influencia de Skinner que no es nueva para mis lectores pero al que me gustaría agregarle un comentario especial, es que el impacto de sus teorías no se restringid a los Estados Uni-dos. Por ejemplo, la Asociación para el Análisis de la Conducta se presenta a sí misma como una organización internacional y hace es-fuerzos especiales por invitar conferencistas de otros países para que participen en sus convenciones. Se han registrado más de 100 visitantes internacionales cada año. El JEAB tiene cerca de un cuarto de sus inscripciones hechas por individuos o instituciones de otros países. El grupo más grande es el de Japón (132), le siguen Canadá (109), Gran Bretaña (73), Alemania (40), Australia (35) y Nueva Zelanda 26. El JABA tiene más suscripciones de otros paí-

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ses, provenientes de Noruega (265), Canadá (239), Japón (1553 Gran Bretaña (123), Australia (107), Alemania (53), Nueva Zelanl da (35), España (34) y Holanda (28). En varios países hay grupos similares al de la Sociedad Mexicana de Análisis de la Conducta! pero debería ser difícil generar una lista completa de esos grupos] ya no digamos, realizar estimaciones significativas de sus memj bresías. i

| Contribuciones ideológicas a

Recuerdo que dos o tres días despúes de la muerte de Skinner, fui| entrevistado por un reportero del periódico de mi Universidad y no] se me olvida que estaba preocupado sobre la respuesta que debería! darle en el caso que me preguntara acerca de si Skinner había sido una figura prominente en el campo de la Psicología. ¿A qué podría atribuírsele su fama? Si sus preguntas inquirieran sobre Watson, Pavlov o Thorndike, pensaba que no iba tener ningún problema en darle una respuesta bastante simple, suficientemente breve para que la escribiera y la utilizara en su artículo. Pero sentía que eso no era válido para Skinner. Suponía que ningún resumen era suficien-te. Si mencionaba una sola de las contribuciones de Skinner, eso no iba a bastar, y ni siquiera con 2 o 3 podía dar cuenta de la naturaleza prolífica de su inventiva o proporcionar, aunque fuera un pálido es-bozo de las muchas formas en las que influyó en la ciencia de la conducta. Lo que coloca a Skinner muy por arriba de otros indivi-duos relevantes en la historia de la Psicología no es alguno de sus logros en particular sino la variedad, la diversidad de las contribu-ciones de tipo original, de carácter utilitario o de naturaleza signifi-cativa que hizo.

Un nuevo tipo de condicionamiento

Si alguien quisiera saber cuales de las contribuciones de Skinner fueron las más importantes, se tendrían diferentes respuestas según los antecedentes que tuvieron en la psicología quienes contestarán o de acuerdo a los intereses que les movieran o los valores que po-seyeran. Entre 1930 y 1940, el nombre de Skinner llegó a ser cono-

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0, entre los psicólogos teóricos y experimentales, en virtud de estudios empíricos que había llevado a cabo en los procesos bá-~S del condicionamiento en la rata y en la paloma y por el hecho que había establecido una distinción entre el condicionamien-de tipo R o condicionamiento operante y el condicionamiento

g á l i c o o respondiente (Tipo E) estudiado por Pavlov (por ejemplo: ífjllgard, 1956, Hilgard y Marquis, 1940, Woodworth, 1951). Aun-JBO la distinción operante-respondiente se ha puesto en tela de du-

por algunos de los estudiantes del aprendizaje, aparece todavía í jpl la mayor parte de los libros de texto contemporáneos de psico-

logía.

Tecnología Experimental En una revisión conmemorativa del primer libro de Skinner, La Conducta de los organismos (1938), seleccioné dos de los aspectos de su primer trabajo que a mí me parecieron de una importancia particular (Para más detalles, ver Dinsmmor, 1988 y en prensa). Primero tenemos una innovación tecnológica, su adopción de la respuesta de presión de la palanca como un índice del cambio con-dtictual. En lugar de monitorear la localización de la rata en cual-quier aparato de prueba (por ejemplo una pasarela, un laberinto, una caja de obstrucción, una plataforma de salto) como lo habían hecho los primeros investigadores, Skinner registró los cierres de una acción momentánea, con un interruptor que se prendía y retor-naba a su posición inicial. Un beneficio que este mecanismo aca-rreó fue el que vino a evitar que se presentaran confusiones entre las respuestas, el momento en el que ocurrían y los estímulos que las causaban, comunes en los aparatos antiguos (por ejemplo: la activi-dad "x" requiere "y" segundos y ocurre en el lugar "z"). Otro bene-ficio resultó del hecho de contar con un interruptor que era operado directamente por el animal (mediante opresiones de la palanca y posteriormente picoteos de una clave de respuestas), esto hizo posi-ble colocar todo el proceso experimental bajo el control de un cir-cuito eléctrico automatizado, lo que condujo a que se ganara en seguridad, flexibilidad, complejidad, objetividad y eficiencia. Esta característica de la instrumentación skinneriana ha sido amplia-

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mente adoptada para estudiar procesos conductuales del tipo d aprendizaje (operante y respondiente, simple y complejo), la m moría, la motivación, la sensación y la percepción y además fun menta una gran parte del trabajo contemporáneo en farmacolog conductual, teratología y toxicología.

Skinner en sus propios escritos (por ejemplo, 1976) subrayó descubrimiento del registro acumulativo que emplea un transduct electromecánico para representar de una manera continua y detall da el número total de presiones o de picoteos ejecutados por un jeto como una función del tiempo transcurrido desde el inicio de sesión experimental. En los primeros años estos aparatos de regí tro fueron un rasgo típico de los laboratorios que utilizaban los me todos de Skinner. El Boletín de la División 25 tuvo por nombre juego de palabras "El Registro de la División 25" cuyo emblema la primera página era una muestra de un registro acumulativo, aparato que comentamos ha servido para monitorear lo que suced durante la sesión experimental y por lo tanto, muestras de registros! acumulativos se han considerado siempre necesarias como una par-te de los datos publicados. A partir de la inclinación del registro, el experimentador puede leer tanto las tendencias a largo término co-mo las fluctuaciones más cortas que ocurren momento a momento en la frecuencia (tasa) con la cual la rata presiona la palanca o la paloma picotea la clave de respuestas. La tasa de respuestas del su-jeto, según Skinner, es el equivalente más cercano, con el que ac-tualmente se cuenta, de lo que se ha considerado como la dimensión de mayor interés, la probabilidad de ocurrencia de una cierta cla-se de conducta (Skinner, 1950).

Antes de dejar la tecnología de laboratorio, me gustaría mencio-nar otras contribuciones. Skinner fue pionero en el uso de pichones, los cuales ahora han llegado a ser las especies más socorridas en muchos de los laboratorios de condicionamiento. Fue también Skinner quien desarrolló el procedimento de igualación a la muestra que se utiliza muy extensamente en los estudios sobre me-moria y en otros "procesos cognoscitivos" con palomas. El empleo del peso corporal como índice del nivel de privación también fue introducido por Skinner. El uso de un sólo sujeto en lugar de la realización de comparaciones entre grupos, no fue un plantea-miento original de Skinner, fue más bien Pavlov quien llevó a cabo

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ensas comparaciones, realizadas de manera sucesiva, en sujetos Jviduales e igualmente, un buen número de los estudiosos de los

Ocesos sensoriales en sujetos humanos han empleado ese proce-¡miento.

istema conceptual Jtn la revisión que mencioné arriba del libro de La conducta de los Organismos, (Dinsmoor, 1988 y en prensa), el segundo rasgo que ínfaticé fue el conjunto relativamente pequeño de categorías teóri-0BS, algunas de ellas pedidas prestadas a Pavlov, que Skinner utili-gó para analizar sus datos. Entre ellas se incluían conceptos como Clase de respuestas que producían consecuencias comunes catego-rizadas como reforzamientos positivos, negativos, primarios y se-cundarios; la extinción y la recuperación espontánea; los estímulos discriminativos positivos y negativos; la inducción (generaliza-ción) entre los estímulos; la inducción y la diferenciación de las respuestas; las aproximaciones sucesivas; el encadenamiento y tan-tos otros más de índole semejante. Debido a que estos conceptos se definieron en términos funcionales y con base en la experiencia histórica de un sujeto individual, más bien que en términos de sus características sensoriales inmediatas, pueden extrapolarse sin problemas sin tomar en cuenta los límites usuales de la topogra-fía de la respuesta, el tipo de estímulos, la especie del sujeto y la si-tuación particular en la que ocurren los fenómenos estudiados. Dichos conceptos pudieron entonces servir como categorías muy generales para el estudio de los procesos de la conducta, tanto en el laboratorio como en ambientes naturales. AI mismo tiempo, fue posible especificar esos conceptos en términos de fenómenos físicos observables, lo que ayudó a preservar su rigor científico. Algunos de esos conceptos como el de transferencia del control de un estímulo a otro (desvanecimiento) y el uso de la inducción entre las respuestas, así como el reforzamiento selectivo de variaciones específicas de una conducta para "moldear" nuevas unidades de comportamiento, son más o menos propios del sistema de Skinner y han probado ser extremadamente útiles en el trabajo aplicado, tanto con humanos como con no-humanos. A Skinner puede considerár-

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sele de una manera correcta, como el padre de la modificación conducta en este país (ver Goodall, 1972, Martin y Pear, 1983) y trabajo sobre lo que ahora se conoce como "máquinas de enseñai za" (ver Holland, 1960) proporcionó un impulso muy importante la instrucción programada.

Filosofía de la ciencia

Con el fin de diferenciarse de la corriente principal, tradicioná del conductismo, a la cual le llamó "conductismo metodólogico Skinner definió su postura colmo "conductismo radical". Esta dis tinción la formuló en base a su tratamiento de los eventos privado (por ejemplo, Skinner, 1945). Aunque en lo personal veo el análisi de Skinner en lo referente a este problema, como muy plausible extremadamente perceptivo, no encuentro que sea incompatibl con los puntos de vista de otros conductistas, por lo menos en forma como Skinner quiso distinguirse a sí mismo de ellos. De to-l das maneras, el tratamiento de Skinner de los eventos privados lol veo más como un problema filosófico que como un tema como im-| plicaciones amplias para la teoría y la práctica psicológica. I

En contraste, un tema más central en los escritos de Skinner y con mucho mayor impacto sobre los principios que se extraen de la investigación y se aplican a los usuarios de los servicios psicológi-cos, ha sido su intento de hacer a un lado las entidades mediatorias o los procesos, reales o imaginarios que se encuentran en el inte-rior del organismo. Skinner trató de construir una "ciencia pura-mente descriptiva" (Skinner, 1938, p. 426) en la que "la explicación se reduzca a la descripción" (Skinner, 1931, p. 446). Debido a su in-sistencia en que la explicación científica no necesita incluir ningu-na otra cosa distinta a la descripción de relaciones entre fenómenos observables, a su sistema muchas veces se le llama "conductismo descriptivo". Su hostilidad a los intermediarios no observables ha sido uno de los temas más persistentes, más importantes y con fre-cuencia más mal entendidos de los escritos de Skinner. Para mí, su exposición más lúcida, no debe ser encontrada en la referencia más citada de "¿Son necesarias las teorías del aprendizaje?" (Skinner, 1950) sino en una charla menos conocida intitulada "¿Que'es la

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inducta psicótica? (Skinner, 1956, ver también Skinner, 1972). A <Ufl nivel más popular, algunos pasajes reveladores pueden encon-garse en Ciencia y conducta humana (Skinner, 1953, p. 30-31).

La insistencia de Skinner de trazar los antecedentes de la con-ducta hasta fenómenos que tienen lugar fuera del organismo, ha He-dido a una gran confusión entre los escritores que tienen menos preparación en filosofía de la ciencia. Es difícil creer que estos crí-'ficos hayan leído verdaderamente a Skinner o si lo hicieron, es se-guro que no lo comprendieron. Acusan a Skinner de "ignorar" o "descuidar" los factores causales que se encuentran dentro del or-ganismo, como sí el problema se limitara a la pura observación em-pírica y entonces Skinner hubiese fracasado al darse cuenta de evidencias sumamente obvias. Pero el problema que tratamos no es empírico, se relaciona con la naturaleza básica de los que es una teoría científica.

Lo que hace que una ciencia sea útil a la sociedad humana es que proporcione una base para predecir y controlar los fenómenos natu-rales. La tarea de predecir la conducta sigue un procedimiento ge-neral que consiste en recoger y clasificar observaciones, con el propósito de descubrir aquellos antecedentes que siempre siguen a uha determinada conducta y cuales son los que a veces no aparecen. Para que un fenómeno pueda ser útil en esta tarea, debe determi-narse si ocurrió o no, en otras palabras, necesita "observarse" y esa observación debe ser independiente del planteamiento que hagamos sobre la ocurrencia del fenómeno que pretendemos predecir. La tarea de controlar o cambiar la conducta agrega otra necesidad: Los fenó-menos antecedentes tienen que estar bajo control, deben ser fenóme-nos que nosotros podamos hacer que sucedan o que no tengan lugar, en otras palabras tienen que ser antecedentes "manipula-bles". Sólo si nosotros podemos cambiar los antecedentes es factible que cambiemos la conducta resultante. Aunque los in-vestigadores que se dedican a la fisiología tienen técnicas para observar y manipular los procesos internos, esta disciplina se en-cuentra en gran medida separada de la psicología. Bajo circunstan-cias normales la sociedad no tiene acceso a esta clase de fenómenos intervenientes, estudiados por la ciencia fisiológica. Son los estí-mulos externos los que de manera característica observamos y

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manipulamos y consecuentemente, utilizamos para predecir y con j

trolar la conducta. • Puede argüirse que el suponer procesos hipotéticos dentro del

organismo, como las metáforas freudianas por ejemplo, o las es-tructuras cognoscitivas, sirve para organizar e integrar en forma más detallada los hallazgos que se han hecho sobre las relaciones existentes entre la conducta y las variables ambientales (por ejem? pío, Spence, 1944). Esto puede ser verdad en ocasiones, y una argu^ mentación más fuerte, del mismo tipo, podría hacerse para el casc de los eventos fisiológicos, los cuales, bajo ciertas circunstancias^ llegan a ser observables. Pero el peligro que siempre está presente y que fue lo que Skinner subrayó en muchas ocasiones, es que entona ees se incurra en el olvido de que se trate de procesos hipotéticos y que en la fisiología real sólo son pasos, estaciones entre lo que le sucede o se le hace al organismo y su reacción a esa clase de fenó-menos. Si trazamos la cadena causal y nos detenemos en los fenóme-nos intervinientes no tenemos una ciencia que permita la predicción o el control de los eventos conductuales. No importa lo que pense-mos que se encuentre dentro del organismo, a final de cuentas son las relaciones externamente observables que el organismo estable-ce con su ambiente, lo que viene a ser la base de la psicología como ciencia.

Conducta verbal

Un análisis casual, de sentido común, de la conducta de los pájaros que se encuentran fuera de nuestras ventanas, o de los perros, los ga-tos u otras especies de mamíferos que tenemos como mascotas, nos ; lleva a darnos cuenta que es bastante fácil ponernos en su lugar e interpretar sus acciones en términos humanos o antropomórficos. Aun en las explicaciones científicas en las que la dirección de la in-ferencia va, típicamente, en dirección contraria y la conducta de otras especies es utilizada para explicar nuestra propia conducta, 1 nos encontramos que los miembros de la especie humana exhiben un grado muy grande de chauvinismo. A pesar de que tenemos orí-genes comunes en la historia evolutiva y de que existen impre- ( sionantes correspondencias en todas las estructuras y funciones = principales, muchas personas se resisten a aceptar que los hallaz- ;

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gos de las investigaciones realizadas en ratas y palomas, sirvan pa-rí comprender el comportamiento de nuestra propia especie.

En los casos en los que hay una falta de continuidad entre nues-tra propia conducta y la de otras especies, sospecho que interviene la mediación verbal, discutida por Skinner bajo el encabezado de Conducta "gobernada por reglas" (Skinner, 1969, especialmente en lia páginas 146 y siguientes). Por este motivo y en virtud del papel tan penetrante que la conducta verbal ha jugado en las sociedades humanas, el campo es de una importancia trascedental para cual-quiera que se encuentre interesado en una ciencia que abarque to-dos los aspectos del comportamiento. Es en esta área en la que Skinner sintió que él había hecho el más importante de sus aportes (Skinner, 1978, p. 122). En las explicaciones precientíficas, la producción y la discriminación de la conducta verbal, ha sido trata-da en términos dualísticos. Un hablante o un escritor dicen que al principio de su charla o de su escritura tenían algo al cual le dan el nombre de "ideas", luego pasaron a expresar esas ideas en palabras transformadas en estímulos visuales o auditivos recibidos por un escucha o lector, quienes, por último y con distintos grados de éxi-to, identificaron esas palabras y las tradujeron para convertirlas en las ideas originales.

Skinner inició su trabajo en esta área en 1934, apoyándose en fundamentos más aceptables, congruentes con el resto de la ciencia de la conducta, sin embargo, su libro sobre la conducta verbal no apareció sino muchos años después (Skinner, 1957). Al momento de su primera edición, el libro fue sujeto a una explosión crítica, ex-tremadamente polémica, por parte de un lingüista muy influyente (Chomsky, 1959). La revisión de Chomsky evitó que la mayoría de los lingüistas y los psicolingüistas hicieran un examen serio de sus contenidos. Como Kenneth MacCoorquodale (1970) ha señala-do, muchas de las críticas de Chomsky se dirigieron a cosas que Skinner nunca dijo y revelaron poca comprensión del punto de vis-ta de este último autor. No hay duda de que el ataque de Chomsky suprimió severamente la influencia que Skinner pudo haber tenido en esta área. Por el otro lado, los psicólogos cognocitivistas po-drían sorprenderse al darse cuenta que esa limitación no fue fatal. Los analistas de la conducta nunca pusieron en duda la importancia de la formulación de Skinner y ha habido investigaciones sobre los

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procesos verbales, que aunque de poca monta, son cada vez en m i yor número, que reconocen la contribución skinneriana (ver cita en los números recientes del JEAB). Incluso hay indicios de que I descuido persistente de los lingüistas al trabajo de Skinner, pare® que esta a punto de terminar (ver Andresen, 1990 y 1991). 1

Un orden social mejor 1

Para el público general, el nombre de Skinner quizá sea mejor c J nocido que el de cualquier otro científico contemporáneo (Vá APA Monitor, julio de 1975), pero su reputación no se haya basad; en sus innovaciones metodológicas, su sistema conceptual, su en foque epistemológico o los cambios que ha originado en la aplic^í ción de la psicología a los problemas prácticos. Incluso entre lo individuos con una amplia educación académica y con informa ción extensa, se le conoce, sobre todo, por ser el autor de los li bros: Más allá de la libertad y dignidad humana (Skinner, 1971) 3 Walden 2 (Skinner, 1948), traducidos a 8 lenguas y vendidos eii cerca de un millón de ejemplares. Debido al tamaño del número dej sus lectores, estos libros es posible que tengan una gran influen-j cia, pero en los periódicos, al menos, su mensaje ha sido malinter-j pretado.

Ambos libros hacen énfasis en el mismo tema básico: el castigo no sólo es displacentero y frecuentemente dañino, también es ine fectivo como método de control social. (La base de esta última afir-mación está abierta a cuestionamientos, ver por ejemplo, Azrin y Holz, 1966, pero ese es el punto de vista de Skinner). Los indivi-duos podrían cooperar con mayor facilidad y de un modo más com-pleto con los objetivos sociales, si las técnicas aversivas que están en uso fueran reemplazadas por procedimientos basados en el re-forzamiento positivo (ver también Sidman, 1989).

El mensaje es bastante simple pero los comentaristas sociales que no tienen antecedentes en psicología parecen tener dificulta-des para comprenderlo. Tal vez, el sólo pensar que la ciencia pueda aplicarse a la conducta humana, dispare una reacción condicionada de alarma. Para lograr una mayor objetividad, los científicos hacen esfuerzos por suprimir los prejuicios personales que pudieran ses-

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g|r inadecuadamente sus conclusiones. Esta tendencia en muchas V l C C S interpretada por los legos en la ciencia, como la expresión de tBI actitud, más profunda, de hostilidad hacia todos los sentimien-IQI subjetivos y hacia las idiosincracias personales. Tal estereoti-

S, es muy poderoso. Es posible que el hábito de suponer que las Cnicas coercitivas son el único medio por el que la conducta indi-

vidual puede ser coordinada con los objetivos institucionales, esté ^ n fuertemente arraigado en esos comentaristas que les impida joncebir cualquier otra posibilidad, aún la de meramente examinar } | | implicaciones de este tipo de propuestas. Con olvido completo

todo lo que Skinner dijo, muchos de los que hicieron su obitua-rio, afirmaron que favoreció el uso de "la recompensa y el castigo" para establecer un mayor control sobre la conducta humana, así, li revista Time señaló: "Intentó restringir muchas de las liberta-des individuales para que su Sociedad Utópica, basada en sus principios de ingeniería social, fuera creada" (septiembre 3 de 1990, p. 72).

Es probable que por el hecho de que desde su nacimiento, los se-res humanos encuentran, como una parte ubicua de sus rutinas cotidianas, que su conducta está bajo control externo, debiéndo-le incluir dentro de ese control el que ejercen otras personas, que las más de las veces fracasen en percatarse de esa realidad que tie-nen siempre presente. Todas las instituciones sociales requieren, para funcionar, de un cierto grado de cooperación entre sus miem-bros. Si esta cooperación no se presentara, las sociedades dejarían de existir. No es la deseabilidad de la organización social la que se lia puesto en entredicho, sino las técnicas que deberían emplearse para asegurarla. Incluso los filósofos clásicos del anarquismo han reconocido la necesidad de la cooperación, lo que dichos filósofos no han aceptado es que esa cooperación requiera el aparato represi-vo de los estados-naciones modernos. Por sus críticas, Skinner ha sido descrito como totalitario, pero si el uso de las técnicas aversi-vas es la base del juicio que debemos hacer de él, más Jjien debería-mos representárnoslo como más cercano a los anarquistas.

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DELA COSTA

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Contingencias de reforzamiento en la interacción ambiente-infante El legado de Skinner al estudio del desarrollo del niño

JACOB L. GEWIRTZ*

B. F. Skinner no fue el primero que empleó el paradigma del apren-dizaje operante (cf. por ejemplo, el aprendizaje Thorndikeano de 1898 a los reflejos condicionados del 2o. tipo de Pavlov), ni tampo-co planteó la concepción inicial del reforzamiento (cf. por ejemplo a Hull, 1943). A pesar de eso, en lo que respecta al marco analíti-co-conductual, una de sus más importantes y duraderas contribu-ciones, fue la de operacionalizar las unidades conducta-ambiente y ambiente-conducta, así como el concepto que les es inherente de re-forzamiento. Sobre la base del carácter contingencial de las consecuen-cias que recaen sobre la unidad-conducta, el concepto de reforzamiento viene a ser el motor más poderoso del cambio conductual en el aprendizaje operante (aunque podría ser en el campo total de la psi-cología). En mayor medida que cualquier otro enfoque al aprendi-zaje conductual, el operacionalismo de Skinner, en la forma totalizadora con la que lo presentó, ha facilitado el análisis de cómo los estímulos, es decir los eventos que el ambiente proporciona a la conducta, llegan a afectar el comportamiento del infante y del niño y viceversa.

Antes de comenzar a revisar el impacto de Skinner sobre el estu-dio del desarrollo del niño, delinearé esquemáticamente los ele-mentos del paradigma funcional del aprendizaje operante.

* Universidad Internacional de Florida.

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Reforzamiento

El concepto de reforzamiento

El concepto de reforzamiento en el análisis funcional empleado e aprendizaje operante es bastante claro (Catania y Harnad, 198 Skinner, 1938, 1953, 1969). En el aprendizaje operante son posi bles numerosas y diversas definiciones de los eventos del ambient y la conducta que se presentan en la arena conductual. Un análisi funcional examina las "relaciones" entre un conjunto específico d definiciones operacionales de los términos que se utilizan y en el caso de que existan, los cambios sisteríiáticos que ocurren en al-gunos de los atributos (por ejemplo, en la tasa, la amplitud, la la-, tencia, la duración, el tiempo entre las respuestas) de la unidad conductual bajo estudio, como una función de la unidad contingen-te de eventos ambientales que recaen sobre dicha unidad comporta-mental. Esta situación es además comparada con otra en la que la unidad de eventos ambientales que previamente se determinó no se halla presente. El cambio que así se identifica en la conducta, el cual típicamente viene a denotar el aprendizaje, confirma la utili-dad funcional de la categoría de definiciones y de unidades desa-rrollada y justifica el evento contingente que tiene lugar, llamado "estímulo reforzante" o "reforzador" (incluyéndose dentro de este término la oportunidad de que se de una conducta, Premack, 1959, 1962) del evento conductual que a su vez es denominado la "res-puesta" o la "operante". Posteriormente, el evento en cuya pre-sencia la respuesta es seguida por una contingencia reforzante, adquiere el papel de estímulo discriminativo o de indicio para la respuesta. La concepción de reforzamiento, cuando se le usa, sim-plemente implica que existen unidades extrínsecas de eventos am-bientales que cuando se hacen contingentes con clases de unidades de eventos conductuales (o sea respuestas), cambiarán sistemática-mente la tasa (o algún otro atributo) de alguna de esas respuestas.

A lo largo de los años, la investigación más fructífera se ha con-cretado a utilizar sólo la definición de reforzamiento en los proce-sos del aprendizaje operante. Aunque en la literatura operante se han proporcionado listas de estímulos reforzantes y con ella se ha

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Implicado que los eventos incluidos funcionarán probablemente como reforzadores para "cualquier" unidad de conducta (respues-ta) en "cualquier" contexto (por ejemplo Risley, 1977), es claro, en el paradigma del aprendizaje operante, que un evento ambiental que funciona como reforzador para una respuesta particular, en un contexto dado, no necesariamente funcionará como reforzador para una respuesta diferente o para la misma respuesta en un con-texto distinto. Mas todavía, únicamente la "respuesta", no la per-sona, pueden ser reforzados bajo presentaciones de estímulos contingentes en el paradigma del aprendizaje operante. El análisis que realizo del legado de Skinner continúa con ilustraciones de có-mo el concepto de reforzamiento ha determinado una porción sus-tancial de las ideas y de la investigación que se han efectuado sobre el desarrollo conductual del niño. En particular, discutiré, primero, los usos más o menos positivos, luego consideraré como esa con-cepción ha afectado, en una proporción no muy importante, las in-vestigaciones que se realizan en situaciones naturales y que se hallan un tanto distanciadas del dominio experimental en el que el paradigma del aprendizaje operante y de las contingencias de refor-zamiento se generaron. Buena parte de esa investigación ha ignora-do las implicaciones del reforzamiento en la conducta del niño a partir del reforzamiento contingente de las respuestas de la madre. Luego trataré el empleo mutilado de los conceptos de reforzamien-tos que podríamos llamar mezclados y las dificultades y costos de ese tipo de usos. Finalmente haré notar, algo que posiblemente no conoció Skinner, la demostración de que de una manera inevitable se ve uno conducido a adoptar un enfoque del desarrollo humano basado en el condicionamiento, cuando se hace la aproximación operacional que él promovió del control total de la conducta por es-tímulos que cambian el comportamiento, momento a momento, conformándose de una manera muy estrecha a las modificaciones que ocurren en los estímulos.

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El reforzamiento a la conducta del infante La concepción de Skinner del análisis funcional, ha generado, co-mo puede constatarse en la literarura sobre el desarrollo del niño,

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una gran cantidad de trabajo dirigido a identificar los estímulos qu J funcionan como reforzadores de ciertas respuestas particulares! Utilizaré la literatura sobre el infante humano para proporcionar a l l gunos ejemplos. La investigación se halla, típicamente enfocada all problema cuestionable de la identidad de los estímulos reforzantes! pues de un modo implícito se asume la eficacia generalizada de losl estímulos reforzantes, cuando se ignoran las identidades específica J de la respuesta sobre las cuales dichos estímulos son proporcionados! contingentemente. Este cuerpo de trabajo ha sido realizado en contexJ tos que se dispusieron especialmente para que la respuesta del niño] fuera seguida, en una forma instantánea, por el valor particular del! estímulo contingente empleado, el reforzador putativo. En esta cla-j se de condiciones estandarizadas, la respuesta del ambiente (por lo; común la de los padres o sus representantes), la cual proporciona el ' estímulo contingente, es definida, la mayor parte de las veces, co-mo si fuera constante o con variaciones dentro de límites muy es-trechos, mientras que la respuesta objetivo del infante se considera más libre en cuanto a sus variaciones, siendo tomada como la varia-ble dependiente. De manera ideal, la duración de cada una de las condiciones en las que se proporciona un estímulo reforzante es menor a la duración de la respuesta sobre la que el reforzamiento se hace contingente.

Estas situaciones paradigmáticas son empleadas en forma ruti-naria para proporcionar una base experimental que permita con-cluir cuál es la función como reforzadores de los estímulos que se proporcionan a la aparición de ciertas clases particulares de res-puestas, dado que la presentación de los estímulos contingentes se asocia con un aumento en alguno de los atributos de la clase de res-puestas (su tasa, amplitud o duración). Por Otro lado, la remoción completa de dicho estímulo y su contingencia (a través de la extin-ción) o su supresión funcional por su presentación no contingentf con la respuesta (por medio de programas de reforzamiento dife-renciales a otras respuestas, DRO) se asocia con una disminución en alguna de las medidas de uno de los atributos de la respuesta. Es-te paradigma estandarizado se emplea en circunstancias que en gra-dos diferentes, varían de las condiciones que ocurren en forma natural y proporciona, además el significado del término "contin-gencia", un significado que por rutina, en el trabajo experimental,

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le entiende como el rango de unidades de eventos ambientales que funcionan como estímulos reforzantes para unidades particulares de respuesta. Un gran número de investigaciones se han hecho con es-te paradigma skinneriano en el que se manipula experimentalmente la contingencia existentes entre una unidad de conducta y sus con-lecuencias. De este modo, los principios del paradigma del apren-dizaje operante se han establecido empíricamente, en una forma muy sólida.

A lo largo de los años se han identificado una gran variedad de Unidades de estímulos reforzantes para numerosas unidades de conducta infantil. Las diversas unidades de eventos ambientales con-tingentes que se han descubierto y que funcionan como estímulos reforzantes de varias respuestas infantiles, incluyen: Una madre que levanta a su hija de 4 meses de edad como una contingencia a las sonrisas de la niña, para así reforzarlas (Brackbill, 1958); Una madre que entra a la habitación del niño y permanece ahí durante 10 segundos mientras se orienta hacia el bebé y atiende a sus llan-tos, contingentes sobre un programa de CRF de 5 segundos de chi-llidos, refuerza esos chillidos (Gewirtz, 1991a); un complejo de estímulos visuales, auditivos y táctiles consistentes en sonrisas, vo-calizaciones del tipo de "sh-sh" y golpecitos sobre el estómago del niño, proporcionados por uno de sus familiares, contingente sobre sus respuestas vocales en un conjunto de bebés institucionalizados de 3 meses de edad, funcionó como reforzador (Rheingold, Gewirtz y Ross, 1959, Wiesberg, 1964); el mismo estímulo complejo de tipo social y con carácter contingente, funcionó como un reforzador para la producción de sonidos consonánticos y vocálicos del niño (Routh, 1969. Para una revisión completa de la literatura del condiciona-miento vocal del infante, ver a Poulson y Núñez, 1988); un comple-jo familiar, la cara del adulto sonriendo al mismo tiempo que decía "niño bueno" expuesta contingentemente a través de una ventana abierta, funcionó para reforzar, de manera separada, los contactos visuales y las sonrisas, al mes y a los dos. meses de édad (Etzel y Gewirtz, 1967); en un paradigma de control acoplado para la evo-cación de vocalizaciones, funcionaron como reforzadores las imi-taciones maternales contingentes de los sonidos vocales de niños de 4 a 6 meses de edad (Peláez-Nogueras y Gewirtz, 1987); la co-mida contingente con rotaciones de cabeza en niños hambrientos de

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1 mes de edad (Papousek, 1961); despliegues visuales contingentes! reforzaron también rotaciones de cabeza en niños de 3 meses del edad (Carón, 1967), lo mismo el chupeteo no nutritivo (Siqueland yl DeLucía, 1969); mientras que la activación contingente de un mó-j vil reforzó las patadas de un niño de 3 meses de edad (WatsonJ 1978, Watson y Ramey, 1972), así como estirones de las piernas! (Rovee-Collier y Fagen, 1981); verbalizaciones maternales contin ] gentes o el que la madre le prestara atención al niño, así como res I puestas similares cuando aparecían indicios de que la madre sel retiraba y el niño protestaba, reforzó las protestas a la separación del niños de 6 a 12 meses (Gewritz y Peláez-Nogueras, 1987, 1991a,1 1991c). Además, la conducta imitativa del adulto apareada y hecháf contingente con la conducta del niño, funcionó como un reforzador más efectivo que la comida o la estimulación táctil (Haugany McIntyreJ 1972). Por otra parte, los sonidos vocálicos de niños de 3 a 9 meses de edad, fueron reforzados por estimulación social contingente cuando ésta ! se dio sin retardo, pero no cuando se proporcionó con retardos de 3 a 6 se-gundos (Milar 1972,1976, Ramey y Ourth, 1971).

La edad, es decir el tiempo de desarrollo, constituye una "varia-ble vacía" y conforma solamente el "espacio" en el que operan las variables (Baer, 1970, Gewirtz, 1969, 1978). Aún cuando existen normas de edad en la literatura, el nivel criterio de conducta para los distintos valores normativos se puede alcanzar, mediante ope-raciones de condicionamiento, muchos meses antes de la fecha en la que se reportan niveles comparables en la literatura sobre desarrollo. De este modo, Gewirtz y Peláez-Nogueras (1987,1991a, 1991c), en-trenaron las protestas infantiles a las separaciones maternales por medio de orientaciones y verbalizaciones contingentes y obtuvie-ron identificaciones de las madres a los 5 meses de edad, mientras que Schaffer y Emerson (1964) señalan que eso ocurre a los 11 me-ses. Por lo tanto, la variable edad, en meses, se halla vacía en lo que se refiere a las protestas de los niños.

El descuido de las contingencias de reforzamiento

Quizá sea instructivo tomar el análisis conductual para examinar la teoría y los métodos convencionales en la literatura sobre la inves-

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ligación infantil, particularmente en aquellos puntos en los que pueden estar implicadas las contingencias de reforzamiento. En la literatura que no se halla orientada por el enfoque analítico-con-ductual, es común el fracaso en la consideración de la existencia de un patrón sistemático de respuestas maternales contingentes sobre la conducta del infante bajo estudio o bien que proporcionen esti-mulación discriminativa a dicha conducta. Esta omisión caracterís-tica de los investigadores convecionales, les ha llevado a tratar las respuestas del infante, sujetas a su evaluación, tales como las pro-testas de los niños a la separación de sus madres, como síntomas o índices de "causas" subyacentes putativas de digamos el "apego" (Bowlby, 1960, Schaffer y Emerson, 1964) "la seguridad del ape-go" (Ainsworth, Blehar, Waters y Wall, 1978) o la "ansiedad de la separación" (Kagan, Kearsley y Zalazo, 1978). La explicación de los determinantes de estas respuestas es mucho más simple, las ta-sas en las que se presentan estos patrones de respuesta en una deter-minada situación, es el resultado de las historias correspondientes de aprendizaje operante. Tales patrones son inducidos y seguidos en forma rutinaria o intermitente por respuestas maternales contin-gentes que funcionan como reforzadores para las unidades de con-ducta de protesta.

Esta falta de atención al papel de las contingencias que recaen sobre las unidades de conducta infantil proporcionadas por la con-ducta maternal, presente en las investigaciones que se hacen con in-fantes, afecta negativamente, la estandarización de las pruebas que se emplean. Además, desde un punto de vista metodológico, oscurece, necesariamente, la comprensión de los determinantes proximales tanto de la conducta de los niños como del comportamiento de la madre en la interacción diádica bajo estudio. Este problema puede ser identificado con investigaciones efectuadas en dos condiciones: una enfocada sobre las protestas infantiles inducidas por las parti-das maternales como índice del apego (representado contra la va-riable vacía de la edad en meses) sin tomar en cuenta lá's respuestas maternales contingentes con las protestas cuando ocurren las se-paraciones (Schaffer y Emerson, 1964) y la segunda mediante la prueba muy popular, de la situación del extraño que ha sido desa-rrollada por Ainsworth para evaluar los patrones tipológicos del apego de los infantes a sus madres, procedimiento en el que tam-

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bién se fracasa en la consideración de las conductas de la madre i ra teractiva, pues en la situación de prueba y en las primeras condicioa| nes de examen se descuida el hecho de que podrían estar presentes algunos indicios para la conducta o que ciertos comportamientos en factible que sean contingentes con las reacciones infantiles y por ld| tanto, Contribuyan a las calificaciones de apego (Ainsworth y Witfi ting, 1969, Ainsworth y col., 1978 y para comentarios más detalla! dos ver Gewirtz y Peláez-Nogueras, abril de 1990). I

En el marco presentado arriba se informa de un experimento eñi el que se ilustra como las protestas deJ| niño, las cuales, como ya sáj mencionó, han servido como índices del "apego" o de "la ansiedad dej la separación", pueden quedar bajo el control de indicios proporcional dos por estímulos discriminativos y por contingencias generadas! por la conducta de las madres durante sus partidas o separaciones! breves del niño (Gewirtz y Peláez-Nogueras, 1991a, 1991c). La de-| mostración de que dichas protestas infantiles pueden ser moldea-1 das, mantenidas y aumentadas por patrones de respuesta maternal contingente y que esas protestas pueden ser disminuidas o elimina-; das por respuestas no contingentes (un programa de reforzamiento diferencial de otras conductas), ha venido a proporcionar eviden-cia de que las protestas a la separación y a la partida de las madres que para algunos investigadores son índices no aprendidos del "ape-go'^ para otros representan "ansiedad", tienen una base condiciona-da. Se ha demostrado, entonces, que esas protestas infantiles son operantes discriminadas y constituye un riesgo para su compren-sión, el ignorar los papeles de los indicios proporcionados por la conducta maternal y las contingencias que actúan sobre esas pro-testas (Gewirtz y Peláez-Nogueras, 1990).

Son raros los estudios que toman sistemáticamente en cuenta los efectos de las contingencias antecedentes y contemporáneas sobre la conducta infantil sujeta a evaluación. Esto necesita subrayarse, al menos por dos razones. La primera es que en años recientes, la li-teratura sobre la interacción padres-hijos ha reflejado un interés creciente en los efectos de las contingencias proporcionadas por la conducta de la madre o del niño para el comportamiento del otro en la interacción. Sin embargo, muchos estudios que tratan a las con-tingencias, han fracasado en reconocer que esas contingencias pue-

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den tener implicaciones reforzantes para la unidad de conducta que les sigue . Este énfasis sobre las contingencias "sin" reforzamiento es posible que surja de una suposición subyacente limitada, que plantea que las contingencias únicamente dan lugar a resultados globales en la conducta, del tipo de los rasgos, como la "seguridad" de Ainsworth (1989) la "autoeficacia" de Bandura (1969, 1977) o la "desesperanza aprendida" de Seligman (1970). La segunda razón para ese fracaso a considerar las implicaciones futuras para las uni-dades de conducta seguidas por contingencias es muy importante y resulta ser bastante bien comprendida por los lectores. Surge del hecho de que desde hace casi un siglo, el enfoque principal a los procesos del aprendizaje, que fue primero el del condicionamiento thorndikeano y actualmente el del aprendizaje operante sikinneria-no, han, uno y otro, enfatizado la contingencia de las consecuencias de la conducta (que constituye el reforzamiento o el castigo) como el principal "motor" del cambio conductual.

Las contingencias en interacción

Hay una diferencia entre los enfoques que toman en cuenta las contingencias en la interacción aprendida padres-hijo y los inves-tigadores que no enfatizan el aprendizaje. Por supuesto, las contin-gencias de la unidad de conducta de un actor sobre la unidad de conducta de otro, implican el reforzamiento del primero pero no el del último. En la interacción diádica, el contenido y la topografía de las conductas de toma de turnos de cada miembro del par pa-dres-hijos pueden cambiar en cada turno dentro de la serie. Por esa razón, los investigadores analítico-conductuales intentan, ordina-riamente, estudiar el flujo de las influencias que reflejan el aprendi-zaje operante en las distintas series de interacción en situaciones experimentalmente dispuestas en las que la conducta de cambio de turno de un miembro de la diada (por lo general la madre) es contro-lada, restringida o manipulada, en tanto que la conducta del niño, la cual es tomada como la variable independiente, se le deja libre para que varíe (por ejemplo Gewirtz y Peláez-Nogueras 1991c). Ocasio-nalmente, el procedimiento es invertido, la conducta del niño se

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mantiene constante o es manipulada y a la de los padres se le permi-te que varíe libremente (Gewirtz y Boyd, 1977b).

El investigador analítico-conductual que estudia la conducta de' infante en la interacción que sucede en las situaciones propias de 1 vida sin poder usar el paradigma experimental limitante que acabá mos de detallar, registra las unidades de conducta de los dos actore y luego busca las relaciones condicionales entre ellos, es decir, Itf conductas del adulto en diferentes turnos (los antecedentes secueii cíales) para cada conducta del infante que sea de interés (Haupt f Gewirtz, 1968). Es de esta manera que el investigador puede exami nar el impacto supuesto de las contingencias de reforzamiento par cada conducta objetivo del infante bajo muchas de las circunstari cias que podrían considerarse como ecológicamente válidas. Eití pero, este proceso no permite traducir todas las contingencia implicadas como reforzadores en todas las ocasiones, pues en cad; turno en la secuencia de interacción, hay cambios en las identidade y en las combinaciones de los subconjuntos de conductas emitida por el actor y además, una sola unidad de conducta del actor, pued ser que ocurra con poca frecuencia. Por ese motivo, el investigado analítico conductual, de manera alternativa, se las arregla para li-mitarse a considerar la respuesta de cada uno de los actores dentrcf del conjunto total de respuestas que cada uno podría emitir secuenl cialmente.

¿Por qué es reforzante el reforzador?

¿Por qué un reforzador incondicionado es reforzante? En el nivelj de análisis proximal, la respuesta a esta pregunta marginal es dadi por las relaciones funcionales que existen entre los fenómenos am-; bientales antecedentes y los factores contextúales o de la situación' o entre las operaciones establecidas que pueden disminuir o facili^ tar la eficacia de los estímulos reforzantes, por una parte, y por la1

otra, los estímulos contingentes que funcionan como reforzadores' para clases de respuestas particulares. En la medida en la que u n í respuesta no reduccionista es requerida, la contestación que puedéí darse recurre a la historia evolutiva de la especie. Los estímulos in-condicionados, incluyendo los reforzadoress funcionales para di-

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Verso tipo de respuestas, pueden concebirse con un valor adquirido debido a las contingencias de supervivencia en la historia evolutiva de las especies (Skinner, 1966, 1981, Petrovich y Gewirtz, 1985). Como lo reconocen también los sociobiólogos, los procesos de se-lección de contingencia por parte de las especies, incluyen tanto las prácticas de apareamiento y de crianza, como la provisión y el con-lumo de comida (Wilson, 1975, Dawkins, 1976).

Algunos usos heterodoxos en el desarrollo infantil

Sobre los reforzadores mezclados

El énfasis operacional, en el enfoque conceptual de Skinner, sobre la contingencia de tres términos, incluye los estímulos reforzantes terminales a la vez que hace hincapié en las condiciones contextúa-les que disminuyen o elevan la eficacia de los estímulos implica-dos, lo que evita la necesidad de usar de manera laxa postulaciones acerca de motivos o impulsos o "reforzadores" mezclados (por ejemplo reforzadores "intrínsecos", "auto-reforzamientos" o "re-forzadores vicarios") para organizar o explicar las ocurrencias con-ductuales en los contextos en donde la historia de reforzamiento de la conducta es desconocida y no se hace un intento serio por identi-ficar los estímulos reforzantes extrínsecos que podrían sostener las unidades conductuales. Se dice entonces, que una operante es pro-ducida o fortalecida por "reforzamiento vicario", lo que bajo la ló-gica operacional del aprendizaje operante de Skinner debería de proponerse que es mantenida o inducida por uña operación válida, dentro del paradigma operante, sea por un reforzador extrínseco o por un indicio discriminativo (Gewirtz, 1971a, 1971c). Un ejemplo de análisis conductual del aprendizaje observacional y del modela-miento dentro del paradigma operante es proporcionado por Degu-chi, Fujita y Sato (1988).

Al respecto, sería pertinente poner un ejemplo de "reforzamien-to vicario" a partir del trabajo de Bandüra, dentro de la literatura del aprendizaje en el desarrollo. Basta una sola ocasión después de que un sujeto observa que la conducta abierta del modelo es segui-

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da por un evento contingente (a partir de alguna fuente ambienta que puede funcionar, concebiblemente, como un reforzador par las respuestas del modelo, para que en el observador ocurra la mi ma respuesta (Bandura, 1969, 1971, 1977b, 1986). Este event, puede ocurrir en contextos en donde la ausencia de reforzador" extrínsecos impide que se dé una contingencia sobre respuesta también ausentes por parte del observador. El paradigma d " aprendizaje operante implica, y una investigación muy extendid con base en ese paradigma, lo confirma, que la conducta apareada la conducta del modelo puede dar lugar a un programa de reforza. miento intermitente extrínSéco. Sin examinar la historia de re-forzamiento del sujeto, referente a esta conducta apareada, s plantea, en forma gratuita, la concepción del "reforzamiento intrín-seco o vicario", que luego se aplica para dar cuenta de un event conductual aparentemente nuevo. Estas concepciones divergen dé las del paradigma del aprendizaje operante en donde el reforza-miento extrínseco tiene un significado funcional para la psicologí conductual.

El uso de la etiqueta de reforzamientos mezclados en la psicolo-gía del desarrollo infantil puede llegar a sugerir que un proceso ex-plicativo ha sido proporcionado en términos de los conceptos y paradigmas del aprendizaje operante, cuando en realidad, el proce-so explicativo del evento conductual en cuestión, consistente en, de manera nominal, señalar que existe un "reforzamiento intrínseco o vicario", no es de ninguna manera una explicación. Incluso textos introductorios sobre el análisis conductual, de muy alta calidad co-mo el de Mazur (1990, p.269) aceptan sin crítica esas explicaciones aparentes de los fenómenos del aprendizaje que resultan del "refor-zamiento vicario" y eso a pesar de que sólo en apariencia se da una explicación en términos operantes, evitándose de ese modo evalua-ciones críticas de los mecanismos subyacentes.

Otro uso menos problemático en la psicología del desarrollo y en la literatura del aprendizaje operante tiene que ver con la designa-ción equivocada de eventos que tienen un significado muy claro en el paradigma del aprendizaje operante. Un ejemplo son los estímu-los que han funcionado como reforzadores cuando se han propor-cionado de manera contingente con una respuesta objetivo. Cuando esos mismos estímulos se presentan en forma no-contingente so-

l i ó

bre la respuesta objetivo, en un tratamiento comparativo, como en los programas DRO, se emplea el término inadecuado de "reforza-miento no-contingente" a la operación de presentar ese tipo de estí-mulos no-contingentemente (por ejemplo Baer y Wolf, 1970, Cooper, Heron y Heward, 1987, Lefrancois, 1989). Por definición, en el para-digma del aprendizaje operante, la presentación contingente es un rasgo necesario del reforzador.

Sobre la conceptualización del desarrollo

Antes de terminar, me gustaría atribuir a B.F. Skinner las bases de una importante contribución a los conceptos que ahora se tienen so-bre el desarrollo humano. En este campo, la variable correspon-diente a la edad se emplea, típicamente, para identificar e incluso para organizar los cambios que tienen lugar con el desarrollo. Sabe-mos que la edad, en tanto variable temporal, es una variable vacía, no es la edad sino los procesos que tienen lugar en el tiempo cómo variables ambientales, los que se encuentran relacionados con los cambios secuenciales de la conducta que se producen durante el de-sarrollo (Baer, 1970, Gewirtz, 1969, 1978). Para los psicológos tra-dicionales del desarrollo, son bastante discriminables los cambios en la conducta, que en sí constituyen el contenido del desarrollo in-fantil y que ocurren asociados con unidades de tiempo muy largas. De este modo, Bjorkland en 1989, en una publicación sobre el desa-rrollo del pensamiento del niño, indica: "todos los niños cursan su desarrollo aproximadamente en la misma forma y aproximadamen-te al mismo tiempo" (p. 4). Con ese punto de vista de los psicólogos tradicionales del desarrollo, se ocultan las variaciones intra e inter-sujeto.

Los investigadores tradicionales del desarrollo infantil contras-tan el "desarrollo" con el "aprendizaje" y arguyen que tanto el de-sarrollo como el aprendizaje se reflejan en los cambios d& conducta que tienen lugar a lo largo del tiempo. El desarrollo se produce en períodos relativamente largos de tiempo, mientras que el aprendi-zaje tiene lugar, por lo general, en períodos temporales relativa-mente breves. En virtud de que los tradicionalistas usan unidades masivas de tiempo para facilitar sus identificaciones de las unida-des de conducta que integran el desarrollo, parece que se ven obli-

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gados a negar la importancia potencial de los procesos orientad por los paradigmas del condicionamiento que organizan los ca bios de conducta en segmentos temporales relativamente cort, Los tradicionalistas sostienen que debido a que el aprendizaje " función de experiencias específicas, es difícil predecir qué apre derá un niño particular y cuándo se producirá ese aprendizaje, menos que se conozcan varios detalles individuales (por ejemp} Bjorkland, 1989).

Como la concepción operacional de la investigación que plan Skinner, así como el cuerpo tan variado de trabajos que hizo, oí. obra de Keller, de Schoenfeld (1950) y muchos otros, forma una' teratura muy amplia, llena de concepciones y de datos de investig ción sobre el aprendizaje operante en muchas especies y en virt de que existe un acervo sustancial de esta literatura dedicada;' condicionamiento operante de diversas unidades de conducta neonato humano, de los infantes y los niños bajo distintos tipos contingencias ambientales, se puede demostrar en forma clara y co cluyente que el aprendizaje se presenta con eficiencia y rapidez (;; unidades breves de tiempo), que este aprendizaje puede reflejar una forma muy eficaz, los cambios que de momento a momento dan en las unidades ambientales y que este aprendizaje proporcio una base para organizar operantes discriminativas que pueden quj dar bajo muchos encabezados (algunos de ellos metafóricos).

Mi propia experiencia en la aplicación de los principios ope cionales skinnerianos me ha permitido organizarlos en rubros tai-como "la influencia y el control de los niños sobre sus cuidadore (Gewirtz, 1977a, 1991c, Gewirtz y Boyd, 1977b), "el desarroll moral" (Gewirtz y Peláez-Nogueras, 1991b), "el aprendizaje s cial" (Gewirtz, 1969, 1977b, 1978, 1991c, Gewirtz y Petrovic 1982) "los papeles de la estimulación, las condiciones deficientes el enriquecimiento ambiental" (Gewirtz, 1961a, 1968a, 1968 1971b, 1972b), el papel de "los determinantes contextúales de 1 eficacia de los estímulos" (Gewirtz, 1972c), el "apego" (Gewirt 1961b, 1972a, 1976b, 1977a, Gewirtz y Peláez Nogueras, 198 1991c, Petrovich y Gewirtz, 1985), "la imitación" (Gewirtz, 1971 1971b, 1991b), Gewirtz y Stingle, 1968) y en los reinos de la socia lización en situaciones como el "llanto infantil" (Etzel y Gewirtz5

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1967, Gewirtz, 1977a, 1991a, Gewirtz y Boyd, 1977b), "las men-ciones a las situaciones sociales que hace el infante" (Gewirtz y Peláez Nogueras, en prensa) así como "la ansiedad y el dolor de la separación" (Gewirtz y Peláez Nogueras, 1991a).

Este tipo de aprendizaje, tan eficiente, proporciona, con toda se-guridad, un modelo muy claro para el estudio del desarrollo huma-no, aunque sea sólo para determinar qué conductas se desarrollan y cuáles no, es decir, qué tipo de conductas no son susceptibles de operaciones de aprendizaje. Paradójicamente, el poder y la eficien-cia del paradigama del aprendizaje operante de B.F. Skinner ha sido empleado contra el empleo del aprendizaje como el "principal mo-tor" del desarrollo por los psicólogos tradicionales, para quienes el Desarrollo (con la letra mayúscula D) conductual debe ser masivo y lento. Dicha exigencia es un resultado directo del uso de unida-des masivas de tiempo para identificar cambios conductuales bastante gruesos, que para este tipo de psicólogos, son los compo-nentes principales y el único medio de estudio del desarrollo con-ductual.

E p í l o g o

El análisis que he presentado contiene ilustraciones de la utilidad del legado de B.F. Skinner al estudio y la concepción del desarrollo infantil en una gran variedad de condiciones interactivas entre el ambiente y el niño. El legado de Skinner ilumina el carácter prácti-co, la eficiencia y la ventaja comparativa (en relación con otros enfoques del aprendizaje conductual o con aproximaciones no-conductales al desarrollo) de utilizar las concepciones del aprendi-zaje operante para organizar y explicar muchos de los cambios secuenciales en los patrones de conducta que convencionalmen-te se piensa forman parte del desarrollo infantil.

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DE U COSTA

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Algunas reflexiones sobre la grandeza de un hombre

FRED S . KELLER

El hombre al que se refiere el título del presente trabajo, es por su-puesto, Burrhus Frederic Skinner, en cuyo honor se preparó este simposio. La grandeza de este hombre es ampliamente reconocida hoy en día por todo el mundo. Las reflexiones que deseo hacer se basan en el estudio de sus escritos y en la asociación personal que tuve con él durante muchos años. Cuando me refiera a él, lo llamaré Fred, el nombre que más comúnmente usaban todos sus amigos, aunque yo lo conocía mejor como Burrhus. En sus libros y escritos él se llamaba a sí mismo B. F.

Conocí a Fred en el otoño de 1928 cuando llegó al Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard como un estudiante graduado principiante. Había recibido su grado de Bachiller en el Hamilton College en el Estado de Nueva York en 1926. Se había interesado principalmente por la literatura inglesa y durante un año había intentado ser escritor, pero dejó esa carrera cuando descubrió (según él mismo lo dijo) que no tenía nada de qué escribir. Su deci-sión de inscribirse en psicología se basó, principalmente en la lec-tura de autores como Bertrand Russell, Jacques Loeb, Ivan Pavlov y John B. Watson. En potencia era entonces conductista-.

Yo también quise ser escritor pero no había tenido éxito y mi lle-gada a Harvard fue igualmente con un prejuicio conductista. Una razón importante para nuestra amistad subsecuente fue nuestra ad-herencia a ese punto de vista que no era muy popular en Harvard. Defendimos esa posición frente a nuestros maestros y compañeros de clase ante cualquier oportunidad que se nos presentara. Ayudaba

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a nuestros esfuerzos, la falta de un fuerte apoyo para los puntos de vista opuestos o posiblemente la tolerancia de nuestros profe-sores.

En este primer período empecé a percatarme de la genialidad de mi amigo y me di cuenta que su destino en nuestro campo iba a ser muy relevante. Cuando en una ocasión decidió entrar en fisiolo-gía le pedí que no se cambiara. En la medida que nuestra amistad maduraba, me impresionaban cada vez más sus potencialidades pa-ra hacer grandes empresas. Cuando recibimos nuestros doctorados en 1931, nos separamos, pero mantuvimos el contacto mediante car-tas o gracias a encuentros ocasionales. Desde entonces he seguido' sus investigaciones muy de cerca por el resto de su carrera.

El estuvo 5 años más en Harvard apoyado por el Consejo Nació nal para la Investigación y por una beca de la propia universidad* después pasó 9 años en la Universidad de Minnesota como maestr' e investigador, tres años en la Universidad de Indiana y por últimcí 26 años más en Harvard, antes de su retiró que tuvo lugar en 197¿ Dentro de este período de tiempo, escribió, de acuerdo a mis cálcu-los, nueve libros y aproximadamente 130 artículos para revistas. Incluso en el período de su retiro que fue de 16 años, continuó sien-do muy productivo. En ese tiempo escribió su autobiografía entre* grandes volúmenes y otros libros y artículos.

Fred fue premiado, durante su larga carrera, por muchos grupos e instituciones en" los Estados Unidos y en otros países. Recibid medallas, placas, certificados y la adherencia a las sociedades má selectas. Muchos grados honoríficos de diversas instituciones edul cativas le fueron otorgados. Su última recompensa fue la Cita Préf sidencial por las contribuciones de toda su vida a la psicología, que' le fue hecha por la Asociación Psicológica Americana.

"Grandeza" es una palabra que aplicamos a alguien por muchas' razones. Una persona recibe el nombre de grande porque hace una! invención que simplifica nuestras vidas, como podría ser por ejemplo, el telégrafo, el teléfono o la luz eléctrica. A otra se le llama grande porque crea obras de arte muy bellas o porque nos proporcio-na entretenimiento por un periodo largo. Otro recibe ese calificativo porque descubre una cura para una enfermedad muy extendida, otro más, porque dedica toda su vida a la ayuda de los que sufren inforí tunios. Hay otros que se les considera de ese modo porque lograif

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integrar armónicamente, hechos o elementos discordantes de los sistemas o teorías que conforman nuestro conocimiento. ¿Por qué motivos podemos hablar de la grandeza de Skinner? Sugiero que hay varios.

Pienso que el primero es su invención, lograda a través de varias aproximaciones, de un nuevo aparato o procedimiento para estu-diar la conducta de comer de la rata de laboratorio. Gracias a la pre-sión de una pequeña palanca dentro de una cámara experimental, el animal puede asegurarse de recibir una porción previamente deter-minada de su comida diaria, al mismo tiempo que se lleva un regis-tro acumulativo de sus respuestas sobre un papel que se mueve lentamente en un kimógrafo. Dicho de otra manera, la Caja de Skinner fue inventada y se pudo estudiarla tasa de alimentación del animal. En realidad, él hizo más que eso, inventó el aparato experi-mental mejor conocido para estudiar el aprendizaje animal que su-peraba por mucho el laberinto o la Caja de Problemas del Profesor Thorndike.

Mediante este equipo y a través del uso, como una medida, de la tasa de respuesta de la rata, Fred examinó la forma en la que se esta-blecía la presión de la palanca, el modo como se eliminaba cuando la comida dejaba de seguir al apretón de la palanca, la manera como los animales respondían cuando las recompensas se proporciona-ban de acuerdo a ciertos intervalos o después de cierto número de respuestas y la forma como cambiaba la tasa de respuestas cuando la comida se entregaba en una cámara iluminada y cuando se dejaba de dar en la oscuridad. Ese nuevo procedimiento, despertó cotidia-namente, nuevas preguntas. En realidad se había descubierto una mina de oro de la investigación experimental.

Gracias a su descubrimiento, Fred Skinner tuvo material para su primer libro en 1938: La conducta de los organismos. Este libro contenía un tratamiento de sus propios trabajos experimentales dentro de un cuadro sistemático que relacionaba su obra~con la de Sherrington sobre la acción refleja y con los estudios de Pavlov so-bre los reflejos condicionados, pero sin que se hiciera ninguna su-posición de tipo fisiológico. Dos clases de conducta fueron descritas en el libro de Fred: la "operante", llamada antes "volunta-ria" y la "respondiente" que en la antigua terminología se denomi-naba "refleja", la conducta operante recibió ese nombre porque

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operaba sobre el ambiente para producir recompensas o "refo mientos" (término este último que había sido adoptado a partí Pavlov), la presión de la palanca era un ejemplo de ese tipo de ducta. La conducta respondiente era conducta "evocada", es', constituida por la respuesta a una estimulación, como cuando laí, mida dentro del hocico de un perro hambriento evoca salivación1.

En el libro se enlistaron diversas leyes para las diferentes cía' de conducta, incluidas las respondientes (pavlovianas) y las c| rantes (a las que podríamos llamar thorndikeanas). El énfasisf libro fue, sin embargo, la conducta operante, más bien que la r, pondiente, así mismo se describieron en esa obra, las interrelacio; entre las leyes. En otras palabras, ahí se presentaba un sistema'"' conducta, el cual podía relacionarse con todas las esferas bás i | de la psicología individual como tradicionalmente se considerad esta última. Los lectores cuidadosos del libro encontraron más: ají, caciones prácticas a la vida cotidiana de los principios ahí detallado

Otros psicólogos empezaron a ver posibilidades en los métod| y en el sistema de Skinner. Comenzaron a llevarse a cabo un graí número de experimentos. Los problemas menores que estaban pr" sentes en el sistema fuferon resueltos, algunos de ellos por supropf autor, otros por investigadores en el campo que principiaron a reé nirse a intervalos regulares para intercambiar información e ideal La Asociación para el Análisis de la conducta comenzó a toma' forma, se fundó la Revista para el Análisis Experimental de / Conducta, la cual muy pronto se vio seguida por la Revista para él Análisis Aplicado de la Conducta y por otras tantas más. Puede decirse que se había dado inicio a un nuevo movimiento en psi-cología. i

Yo fui uno de los primeros afectados por las enseñanzas de "Laí Conducta de los Organismos". Había usado la Caja de Skinner du í rante muchos años antes de que el libro se publicara y lo seguí ha-ciendo después. Comencé entonces a darle al nuevo sistema más atención en mi propia labor docente y durante la II Guerra Mundial traté de aplicar sus principios en el campo del entrenamiento de los operadores de radio. Al fin de la guerra decidí ir más allá, con la ayuda de algunos colegas de la Universidad de Columbia (W.N. Schoenfeld y John Volkmann), así como de dos asistentes gradua-dos, ofrecí un curso de laboratorio para no graduados en el verano

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{|e 1946, en el que los principiantes en el campo de la psicología, repetían en forma exitosa algunos de los experimentos descritos por Fred en los capítulos de su libro. , También en ese período usé el libro como texto para los estu-diantes graduados de primer año en el Departamento de Psicología y en colaboración con Schoenfeld, publiqué, en 1950, Los princi-pios de psicología como un libro de texto para principiantes. Creo que ese fue el primer libro en el que se presentó el sistema de Skin-ner, a los estudiantes, al inicio de su educación.

El lugar de Fred Skinner en la historia de la psicología y posible-mente en la historia de la ciencia, quedó garantizado por Xa con-ducta de los organismos. Pero faltaba mucho por venir. Skinner hizo después algunas pocas correcciones al sistema, basadas en sus reflexiones y en su trabajo de investigación, además, extendió sus alcance en varias direcciones, tanto en el ámbito de la experimenta-ción como en el de las aplicaciones prácticas.

El siguiente libro de Fred, en 1948, fue una novela, Walden 2, en la que describe una pequeña comunidad utópica en donde se aplican los principios de la conducta al comportamiento de sus miembros, con un éxito considerable. El libro fue escrito en siete sema-nas y como él mismo nos lo cuenta, algunas veces lo hizo con una gran emoción. Cuando se publicó, tanto psicólogos y so-ciólogos, como el público en general, se fijaron en ella y tuvieron todo tipo de reacciones, lo mismo positivas que negativas. Según he sabido, más de un millón de ejemplares se vendieron y varias co-munidades experimentales se crearon siguiendo sus enseñanzas. La mejor conocida, hoy en día, es la de Los Horcones, en el Estado de Sonora, en el noroeste de México. Fred, según dijo, había abando-nado el campo de la literatura porque no tenía nada qué decir, pero en Walden 2 encontró, aparentemente, un tópico.

Tres libros más le siguieron en los 50, junto con una nueva in-vención. Ciencia y conducta humana apareció en 1953 y se usó co-mo libro de texto para estudiantes no graduados en los cursos de Educación General en Harvard. Fue algo así como La conducta de los organismos, para los principiantes, pues sus contenidos amplia-dos y simplificados se relacionaban con aplicaciones prácticas en numerosos campos del quehacer cotidiano: el gobierno, la religión, la psicoterapia, la industria o la educación, por ejemplo. No inten-

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taba reemplazar el texto de Keller y Schoenfeld que estaba oriejH do hacia los problemas de laboratorio, pero sospecho que c i f l mente lo hizo en muchas instituciones.

En 1957 aparecieron dos libros diferentes. Uno, recibió el t i l de Programa y reforzamiento y fue escrito en colaboración® Charles B. Ferster, un doctor de la Universidad de Columbia'S estuvo como asociado de investigación con Fred, por ese t ierJ j El libro igualmente constituyó una extensión de los métodosfl investigación descritos en La conducta de los organismojk estaba dedicado, por completo, al procedimiento del " re fo f i miento intermitente" con palomas como sujetos, en l u g a n las ya familiares ratas de laboratorio. (Fred fue el primero en el plear palomas en los tiempos de guerra en un proyecto en el quejl pájaros eran entrenados para guiar proyectiles destinados a alel zar objetivos militares). 1

Diez diferentes programas de reforzamiento fueron descritos! este enorme volumen en el que se reprodujeron más de 900 reg* tros de las respuestas de los pájaros. Este libro es la fuente más i; portante de información sobre "el mantenimiento", más bien q sobre el establecimiento o la eliminación de la conducta y ha coi ducido a incontables estudios acerca de este problema desde la f¡ cha de su aparición. Esta obra es otro tig£> de evidencias de la grande? de Fred Skinner.

Su interés por la literatura y el lenguaje no declinó durante s años de experimentalista. De tiempo en tiempo publicó artículos q revistas sobre tópicos tales como los patrones sonoros en la poesf la aliteración en los sonetos de Shakespeare, el estilo de Gertrudí Stein y la distribución de palabras asociadas. También inventó n' procedimiento, llamado "el sumador verbal", en el que patrones d sonidos vocálicos eran repetidos suave e indistintamente hasta qu los sujetos se escuchaban ellos mismos "diciendo" algo. (Ah-oo4 ee-oo, aho-oo-ee-oo "Hago eso") (Nota del traductor: En el ejem-plo inglés "I will eat you", debido a que el patrón vocálico presentado se pronuncia "ei-ou-ii-ou", lo cual de alguna manera es parecido at patrón de pronunciación de la frase ejemplificada). Alguien llamó a ese método el "Roscharch auditivo".

Sin embargo, la prueba más importante de su amor por las pala-bras, la dio con la publicación, también en 1957, de Conducta ver-

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bal, un libro que según él, planeó escribir en 1934 después de una ' conversación con el profesor Whitehead, el eminente filósofo que

se encontraba entonces en Harvard. En 1947, Fred, en ocasión de una visita de verano a la Universidad de Columbia, había dado un curso para graduados sobre conducta verbal. Los apuntes de sus clases los tomó Ralph Hefferline, uno de los miembros del Departa-mento y luego los puso a la disposición del resto de nosotros para que los estudiáramos en un seminario para no graduados. Poco des-pués, en Harvard, Fred utilizó el mismo material en una serie de conferencias a las que fue invitado: Las conferencias William Ja-mes, que luego vinieron a conformar el contenido del libro, años después.

En este libro de 1957 encontramos un tratamiento ampliado de todos los temas que tratamos en nuestro seminario. La conducta verbal fue descrita como una operante cuyo reforzamiento no era directo, sino que dependía, es decir era mediado, por otra perso-na. Abrir una puerta es una conducta operante, pedirle a una persona que la abra es de naturaleza verbal. En la obra que comentamos reci-bieron un tratamiento muy extenso varias clases de conductas del tipo de las ecoicas, las textuales y otras de naturaleza semejante. Además se discutieron ahí, el control ejercido por la audiencia so-bre tales respuestas así como la causalidad múltiple que tenían. Otros temas, como los de la gramática, la sintaxis, la composición literaria, la autoedición y el pensamiento se trataron en ese volu-men, aunque esta lista que ahora hago no pretende, de ninguna ma-nera, ser completa. No hay otro lugar en la obra de Fred Skinner en el que se muestren de manera tan obvia, su academicismo, sus habi-lidades analíticas y sus intereses literarios. Todo ello constituye una razón más para hablar de su grandeza.

El tópico final que quisiera tratar eii estas páginas, tiene para mí un especial afecto. Fue un tema al que también Fred le tuvo cariño y en el que se combinaron su talento para hacer invenciones, su amor por los niños y las reglas de aplicación práctica que fueron sugeri-das en la Conducta verbal y en La conducta de los organismos. Le ha llamado "las máquinas de enseñanza" o "la instrucción progra-mada".

En 1954 Fred escribió un artículo: "La ciencia del aprendizaje y el arte de la enseñanza", para una revista de revisiones: Las Revi-

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siones Educativas de Harvard. Cuatro años después escribió otjm para la Revista Science bajo el título de "Maquinas de enseñanza!! Ambos trabajos se basaban en algunas observaciones personalél que habia hecho. Enseguida cito lo que escribió años después sobn esta experiencia: "A finales de los treinta, mientras buscaba coin educar a nuestro primer hijo, empecé a escribir un libro al que 1 puse por título "Algo para pensar". Nunca lo terminé, aunque llj gue a tener la colaboración de un artista para que me hiciera la ilustraciones. En esa obra venían ejemplos de lo que después se v| no a denominar "instrucción programada"... En 1953 núestra hij más chica se encontraba en el 4o. año de su escuela privada e Cambridge. El 11 de noviembre fui a la escuela de visita, la maesír me sentó atrás de la clase durante la lección de aritmética. De ma ñera súbita, la situación se me hizo completamente absurda. En | salón había 20 organismos extremadamente valiosos. Sin que elli misma cometiera falta alguna, la maestra violaba casi todo lo qu'í sabíamos sobre los procesos de aprendizaje".

Fred nos dijo que lo que él intentó fue identificar las contingen cias de reforzamiento necesarias para lograr una enseñanza efecti-va de ese tipo de sujetos. Muy pronto diseñó una serie de máquina^ que permitieran a los maestros proporcionar las condiciones ade-cuadas para asegurar el progreso de los estudiantes en el salón de clases. !

No necesito explicarle al lector la instrucción programada o losj principios de las máquinas de enseñanza, tal vez sólo deba recoH darle que el estudiante debe moverse, con éxito, a través de una se-ji cuencia de pequeños pasos que le van a permitir la adquisición, del una manera progresiva, de un conocimiento o una habilidad, si sel asegura que a cada paso, dado a su propio ritmo, proporcione una | respuesta correcta que reciba reforzamiento y así, hasta que uní cuerpo entero de conocimiento sea dominado y el estudiante quede | en libertad de hacer otra actividad, tal vez comprometerse en apren- ¡¡ der otro programa. í

Cuando supe de ese nuevo desarrollo, me entusiasmé bastante y i como muchos otros me di cuenta de las posibilidades que se abrían en todos los niveles de la educación. Hacía 1960 ya era claro que había comenzado un movimiento. Por donde quiera empezaron a escribirse programas y a construirse nuevas máquinas, algunas de

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ellas puestas a la venta en condiciones de liquidación. Los usuarios empezaron a tener reuniones y la idea fue promovida por doquier cuando los publicistas se percataron de las posibilidades que exis-tían en el campo. En Columbia di clases sobre ese tema, en ellas de-cía que pronto lo que les enseñaba iba a ser superado. Ofrecí un seminario para explorar de manera profunda el campo y le pedí a cada estudiante que escribiera un programa. Incluso consideré con seriedad dos ofertas que se me hicieron para hacer investigación en dicha área. Me parecía que iba a ver el fin de los grupos de clase, desplazados por el método que enseñaba.

En Harvard, Fred continuó haciendo contribuciones al movi-miento que había iniciado. Un conteo rápido nos hace ver que escri-bió 19 artículos y dos libros sobre las máquinas o los programas de enseñanza entre 1960 y 1980. Todavía otros artículos aparecieron después y esto lo hizo mientras escribía sobre el diseño de las cultu-ras, la filogenia y la ontogenia de la conducta y muchos otros asuntos más, entre los cuales, hay que incluir el primero de los dos volúmenes de su autobiografía y un libro sobre el libre albedrío y el determinismo.

Todas las comparaciones que se han realizado sobre la instruc-ción programada y los procedimientos convencionales, han proba-do la superioridad de la primera, pero el método ha tenido poco o ningún efecto sobre las instituciones educativas. Algunos de los úl-timos escritos de Fred traicionan sus sentimientos de frustración al respecto, como pueden sugerirlo sus títulos: "Por qué los maestros fracasan". "La ciencia de la enseñanza en la Escuela Secundaria. ¿En dónde se encuentra el error?", "La vergüenza de la educación americana". En el último de los artículos que acabamos de mencio-nar sitúa el motivo de la vergüenza en los puntos de vista de los educadores e indirectamente, en la psicología que emplean. Se re-fiere a la psicología "cognoscitiva", en particular, como la respon-sable de ocultar el problema del aprendizaje tras la j£rga de la terminología de las computadoras y de un punto de vista ya supera-do que no proporciona datos sólidos, ni alternativas para resolver el problema.

Otra razón que tal vez podamos dar a la falta de interés de los educadores, es la de que el mérito intrínseco de un nuevo procedi-miento puede ser menos importante para adoptarlo, que las impli-caciones que su aceptación podría acarrear a quien principie a

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usarlo. El ritmo autoestablecido de la enseñanza, podría provocas una gran perturbación en la vida de los profesores, los administra! dores y hasta en los empleados de servicio de las escuelas. Una ve? que se han fijado ciertas rutinas y se les ha dado a los cursos una del terminada longitud, se han determinado horas y tiempos para loj programas escolares, es muy difícil romper con todo ello. Algunos maestros prefieren las clases orales, no les interesa manejar e; aprendizaje. La programación establece demandas nuevas a lo¡ profesores, es muy difícil encontrar programas publicados y poner! se a escribir un programa es casi un arte. |

Esto no significa que la instrucción programada, con o sin com putadora, no llegue a prevalecer algún día. Pienso que es el mayoi avance tecnológico en educación desde la invención de la imprend y algún día tal vez así sea vista.

¿Qué puedo ahora concluir sobre la grandeza de Fred Skinner,?1 Pienso que proviene de varias fuentes, no solamente de una. Princif pia, me parece, con su invención de la Caja de Skinner, el aparato de presión de la palanca y su medida asociada de la respuesta. Est' invención fue para la conducta voluntaria lo que el aparato dé; Pavlov para la conducta refleja. Condujo a que se hiciera una enorr? me cantidad de investigación en el propio laboratorio de Fred y< posteriormente en un número incontable de otros laboratorios.* También llevó a La conducta de los organismos, un libro en el que se delinea un sistema de conducta. Se dispusieron así, las condicio-nes para el desarrollo de una ciencia, desarrollo que todavía no ha¡ alcanzado todo su potencial.

La Conducta verbal, nueve años después es también una impor-tante razón para estimarla grandeza de Skinner. Llevó la enseñanza de La conducta de los organismos al campo de la literatura y el lenguaje, abriendo nuevas avenidas a la investigación. Luego vino la enseñan-za programada, las máquinas de enseñanza fueron sólo un instru-mento para presentarlos contenidos de un programa a un estudiante individual de una manera efectiva.

Hubo otras técnicas que Fred inventó, otros libros y artículos im-portantes que escribió y muchos analistas de la conducta a través del mundo siguen hoy los principios por él elaborados. Pero este úl-timo tema debe ser objeto de consideración en otra oportunidad.

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Skinner y la psicología: lo que hizo, lo que no hizo y lo que nos corresponde hacer

EMILIO RIBES IÑESTA*

El conductismo es un vino nuevo que no puede envasarse en odres viejos

John B.Watson (1924)

Existen científicos que con sus aportaciones metodológicas y con-ceptuales marcan y definen derroteros a seguir en la disciplina que cultivan. Este es el caso, excepcional en la psicología, de B.F. Skin-ner. Con su fallecimiento, no sólo es necesario reconocer sus con-tribuciones y logros en la construcción de la nueva psicología científica de este siglo, sino que, asimismo, es obligado aprovechar esta circunstancia para reflexionar simultáneamente sobre el que-hacer a realizar a partir de este momento. Paradójicamente, la pre-sencia de una gran figura, impide en ocasiones que la comunidad científica de una disciplina pueda releer críticamente su propia prácti-ca. Ahora, por múltiples motivos, es imperativo hacerlo.

Es extremadamente difícil evaluar objetivamente~la vida de un científico, y en el caso de B. F. Skinner lo es todavía en mayor gra-do por dos razones adicionales: 1) la gran influencia que todavía ejerce en un amplio sector de la psicología, y 2) la naturaleza, casi caótica, que caracteriza a la psicología de hoy en día Como ciencia sin consenso. Por ello, abordaré este examen de sus contribuciones

* Universidad de Guadalajara (México).

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así como el análisis de perspectivas que nos legó a los psicólogos desde el espacio conceptual del conductismo y del interconductis; mo. Las razones de hacerlo así, son obvias, al menos para mí: tods crítica debe asumirse desde una posición perfectamente delimita^ da y con profundo conocimiento de causa de los argumentos y con! clusiones que se evalúan. Cuando esta actitud coincide, además dé una trayectoria personal de compromiso con una forma de hacer! psicología y de transformarla desde su interior, se transparentan los! motivos que sustentan este análisis crítico. |

Skinner y el conductismo j

Skinner en sus volúmenes autobiográficos (Skinner, 1980 a, b, c, traducción española) comenta cómo su incorporación a la psicolo-j gía ya estaba Orientada por las obras de Pavlov, Watson y Rusell, de modo que al ingresar a Harvard tenía perfectamente claro que la única psicología aceptable era la psicología conductista.

Sus primeros escritos teóricos (1931, 1935, 1937) así como su obra más importante, The Behavior ofOrganisms (1938), cons-tituyeron la construcción virtual de una teoría general del com-portamiento, aun cuando su contenido empírico se restringiera exclusivamente a la conducta animal, y en especial, a una sola espe-cie, la rata blanca. En esas obras Skinner planteó una manera siste-mática y global de construir una teoría psicológica como teoría del comportamiento, y aun cuando su análisis sustantivo se limitara a ciertas formas de condicionamiento en la rata blanca, la perspecti-va conceptual cubría toda forma de comportamiento, incluyendo a las consideradas formas superiores del comportamiento humano, como pensar, la actividad científica, y otras más.

El conductismo, sin embargo, no constituía en su época, no lo hace ahora, una doctrina científica homogénea o unificada. Era la resultante de la convergencia histórica de variadas influencias y tradiciones de pensamiento: la teoría de la evolución, el empirismo y el asociacionismo, la neurología y la fisiología experimentales, el funcionalismo y el pragmatismo, y en alguno casos, diversas argu-mentaciones filosóficas provenientes de los avances de la física y de su impacto en las nuevas escuelas de pensamiento vinculadas al

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positivismo lógico y a las corrientes fenoménicas del conocimien-to. En 1930 reconocerse como Conductista (la mayúscula inicial es intencional), al igual que hoy día, no significa compartir necesaria-mente los mismos supuestos y maneras de hacer ciencia con todos aquellos otros amparados también bajo la misma denominación científica en la psicología.

Aun cuando en The Behavior ofOrganisms (1938) Skinner ya apuntaba a una manera distinta de hacer ciencia, en contraste con las orientaciones formales en boga, es en 1945, en su escrito sobre The Operational Analysis of Psychological Terms en que se esta-bleció una distinción que caracterizó a partir de ese momento el Conductismo "de" Skinner de las otras formas de conductismo. Es-ta distinción es la que delimitó al llamado conductismo radical del conductismo metodológico. El conductismo metodológico, como subproducto histórico del manifiesto conductista watsoniano (1913), se constituyó en el criterio de la identidad de la nueva psi-cología de este siglo. Ante la imposibilidad de sustentar una psico-logía de la experiencia subjetiva, pura, accesible sólo mediante el método de la introspección, la nueva psicología retomó el ar-gumento conductista de una ciencia no trascendental, amparada en los métodos de la ciencia natural, la observación y la experimenta-ción, y concordó en delimitar lo psicológico a partir del método —y no del objeto—. Lo psicológico sólo se podía identificar y estudiar inicialmente a partir de la actividad observable como comporta-miento. Ello, no obstante, no significaba que lo psicológico fuera idéntico o se limitara a dicho comportamiento como fenómeno ob-servable. En La batalla del conductismo (1972, traducción españo-la), William McDougall describía con toda claridad al conductismo metodológico:

En tercer lugar existe el Conductismo sano, ese tipo de psicología que utilizando todos los hechos o datos introspectivamente observables, no desprecia el examen de la conducta, no deja de utilizar con ampli-tud todos los hechos que constituyen los datos exclusivos del con-ductismo watsoniano. Es a este conductismo sano al que se refieren muchos autores contemporáneos de otros campos cuando hablan de la psicología conductista... Debo confesar mi imprudente pretensión de ser yo el primer creador y exponente de este conductismo sano o psi-cología conductista... (p. 303)

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Para Skinner, la diferencia entre el conductismo radical y el co ductismo metodológico radicaba en la consideración del «muné debajo de la piel» y su cognoscibilidad, distinción que de algún m' do distanció la especificidad del conductismo respecto del obje de estudio y lo aproximó al problema exclusivo de la posibilidad d conocer lo que Skinner llamó a los eventos privados. En la concep ción de McDougall, el conductismo metodológico era un condu tismo esencialmente dualista en el que no se descartaba a ningtí método para tener acceso a los procesos mentales y a los condue tuales. La psicología era interior y exterior, experiencia y conduct El conductismo metodológico que contempló Skinner era distint lo criticó por descuidar al mundo interior y por plantear que no pó día estudiarlo por no ser directamente observable. Skinner, al iguas que Watson, consideró que todo evento en el organismo era po' definición un evento material, físico. Su inobservabilidad no ld¡ cancelaba como hecho científico. Siguiendo a Watson —sorpresí, vamente para muchos— la conciencia era formulada como auto-descripción verbal, y Skinner se preocupó por la autodescripcióri, como método de conocimiento, es decir, las circunstancias sociales que permiten a un individuo reconocerse y hablar de sí mismo a otros. Skinner cuestionó al mundo interior como mundo concep-tual: el mundo mental de los psicólogos. Sin embargo, aceptó un mundo interior, privado, debajo de la piel, al que sólo puede acceder el propio individuo, que es material y físico, y al que paradójicamente los conductistas metodológicos no podían acceder directamente por considerarlo inobservable. El conductista radical sí podía hacerlo y lo integraba al universo de hechos de la conducta: al identificar las contingencias públicas que regulan la adquisición de los tactos au-todescriptivos se accedía directamente al mundo privado del indi-viduo. Por ello, Skinner comentó que... la ironía de esto es que, mientras Boring debe confinarse a una descripción de mi conducta externa, yo sigo interesado en lo que podríamos llamar Boring— desde—dentro (1945, p. 277).

En este escrito, Skinner parecía confundir al conductismo me-todológico con aquellas formas de psicología que reducían los «hechos» de la ciencia a aquel tipo de acontecimientos que son pú-blicamente verificables, y para los que la objetividad se reducía a un mero asunto de consenso observacional (v. gr., el operacionalis-

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mo radical de Boring y Stevens). Sin embargo, al limitarse a esta crítica de la objetividad como acuerdo observacional intersubjeti-vo, Skinner desplazó el problema de la objetividad fenoménica del plano observacional (epistémico) al plano definicional (ontológi-co): los fenómenos privados existían como fenómenos físicos, y su conocimiento por otros debía examinarse a la luz de las reglas que establece la comunidad verbal para que el individuo pueda reportar adecuadamente dichos fenómenos. Al margen de la extraña y sor-prendente analogía metodológica que guarda esta solución con la propuesta por los defensores de la introspección como método de conocimiento de la experiencia subjetiva —excepción hecha, claro está, de la naturaleza de lo reportado—, el análisis realizado por Skinner deja abierta nuevamente la puerta a planteamientos dualis-tas, entre otras razones por dos que parecen ser fundamentales, a saber:

1) La postulación de la existencia del fenómeno privado previo a todo este proceso de socialización. Este proceso se concibió exclusivamente como un entrenamiento para reportar públi-camente los eventos privados que «ya están ahí»; y

2) La suspensión de que la identidad físico-privado cancelaba al dualismo. Sin embargo, los modernos teóricos cognoscitivos (Davidson, 1970) sostienen una teoría de la identidad de los eventos mentales y los neurales, aún cuando no conciben a los primeros como funcionalmente equivalentes a los segundos.

Aun cuando el conductismo puede fundamentarse como una fi-losofía especial de la psicología sólo con señalar su carácter monis-ta, antimentalista, el conductismo radical expuesto por Skinner contiene además una concepción acerca de la explicación científica y de la lógica de la investigación y la construcción teórica.

Toda síntesis incurre en el peligro de la esquematización, pero procuraré sistematizar en forma extremadamente concisa la posi-ción de Skinner frente al quehacer científico. Explicar un fe-nómeno consiste, para él, en establecer relaciones funcionales —planteados inicialmente como covariaciones— entre las contin-gencias del ambiente y la conducta del organismo. En una explica-ción de la conducta no hay lugar para estaciones intermedias dentro del organismo, ni se puede apelar a variables que tienen lugar en un nivel observacional distinto a aquel en que se ocurre el comporta-

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miento (Skinner, 1950). Una vez establecidas las relaciones fun-cionales que definen a un fenómeno conductual, la función de la ciencia es predecir y controlar, es decir, determinar de antemano las ocasiones o circunstancias en que este fenómeno ocurrirá nue-vamente, así como disponer las condiciones prácticas efectivas para que ello tenga lugar. El límite entre ciencia y tecnología se vuelve sumamente tenue. Pero ¿cómo se establecen las relaciones funcionales y se formulan los conceptos y teorías apropiadas para* poder predecir su ocurrencia futura? En este punto, es inevitable desentrañar algunos de los supuestos de Skinner a partir de su pro-pia práctica científica. Hay dos preocupaciones esenciales en e trabajo inicial de Skinner: primero, la búsqueda de una unidad ana-lítica de los fenómenos de la conducta, y segundo, un criterio de representación de dicha unidad analítica que permita visualizar re-laciones ordenadas. í

Dadas las circunstancias históricas, Skinner, al igual que Pavlov' y Watson, no pudo hacer caso omiso de la categoría general del re-flejo. En sus primeros escritos teóricos previos a la aparición de The Behavior ofOrganisms, destacó el interés por identificar una unidad analítica de todo el comportamiento. Esta unidad debía; permitir analizar el comportamiento en términos de relaciones fun-í cionales o covariaciones entre eventos, a la vez que tales covariacio-nes eran susceptibles de identificarse como relaciones ordenadas.' El reflejo fue examinado como una correlación de eventos de estí-mulo y respuesta, cuyas variaciones no requerían de ningún construc-to intermedio de naturaleza neural. Así, Skinner (1931) concluyó que:

La esencia de la descripción de la conducta es la determinación de le-yes funcionales que describen la relación entre las fuerzas que actúan sobre, y el movimiento de un sistema determinado. El reflejo es por ; definición, el instrumento preciso para esta descripción (p. 458). El reflejo, concebido como la correlación de estímulos y res-

puestas, permitió la formulación de dos tipos de leyes. Las prime-ras, que describían las características de una correlación. Y otras, llamadas secundarias, en las que estas características se evaluaban como función de terceras variables, v. gr., «pulsión», condiciona-miento, «emoción», etc. Eran estas últimas leyes secundarias del reflejo las que tenían que ver con la «fuerza del reflejo» como un proceso eminentemente psicológico. Para proceder al análisis de

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estas segundas leyes, Skinner dio un paso más adelante, y distin-guió entre eventos y propiedades del reflejo. Los estímulos y res-puestas constituían los eventos y formaban parte del reflejo como una clase de correlaciones o correlación de clases. Las propiedades del reflejo eran aquellas susceptibles de ser afectadas sistemática-mente por terceras variables.

Con el objeto de delimitar el tipo de covariaciones funcionales que permitían identificar al reflejo como una unidad sensible a va-riables en la forma de relaciones ordenadas, Skinner prosiguió defi-niendo al reflejo como una covariación genérica, es decir, de clases de estímulo y respuesta. Skinner (1935) afirmaba que:

...(a) hay propiedades definitorias (no descritas en forma rigurosa) que establecen clases gruesas de estímulos y respuestas; (b) mediante la especificación de otras propiedades podemos establecer otras cla-ses menos comprensivas en una serie progresiva o un conjunto de ra-mificaciones que se extiendan desde una clase gruesa hasta entidades completamente restringidas (las últimas no necesariamente opera-bles); (c) que entre cualquiera de los dos miembros de dicha familia podemos demostrar inducción y mostrar que es una función del grado en que las entidades poseen sus propiedades en común; (d) que al res-tringir una preparación obtenemos mayor consistencia en el resul-tado, porque, a partir de (c) podemos hacer que dos evocaciones sucesivas sean más probables de parecerse una a la otra; pero (e) que algunas propiedades son en gran medida impertinentes en lo que toca a la inducción, de modo que en la restricción progresiva de una prepa-ración puede alcanzarse un punto después del cual una restricción posterior no arroje ninguna mejora en la consistencia y pueda produ-cir lo contrario, (p. 65)

Proseguía: ...Un reflejo se define por lo tanto como una correlación de un estímu-lo y una respuesta en un nivel de restricción marcado por lo ordenado de los cambios en la correlación, (p. 65) De este modo, la unidad de análisis quedó definida como una co-

variación de clases de estímulo y respuestas, que sometidas a terceras variables, mostraban, de acuerdo al nivel de restricción de dichas cla-ses, cambios ordenados.

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Los cambios ordenados se visualizaron, como en toda la p s | cología, en la forma de funciones «suaves» que se representaba' geométricamente en la forma de líneas y curvas. Sin embargo, r contraste con la psicología en boga en los treinta —y desafortuná damente en los noventa—, este orden geométricamente representad no se consiguió mediante la fusión aritmética o geométrica de poca observaciones de muchos organismos individuales. La media de u grupo, como representación de un individuo «ideal», se sustituy/ por curvas individuales, en tiempo real, como representación digr talizada, de la actuación prolongada de un organismo en situacione,. controladas experimentalmente. El registro de frecuencias acumula das, como curvas ordenadas, procuró a Skinner el indicador del orde en la covariación de los elementos del reflejo como preparació, conductual.

Este hallazgo tecnológico, el registro acumulado de frecuencia: en tiempo real, no sólo constituyó un gran avance metodológico en e; análisis experimental— y posteriormente observacional— del com portamiento, sino que, además, consolidó uno de los supuesto, fundamentales de Skinner, relativo a la naturaleza ordenada de í realidad —y de la conducta—, y de la necesidad de construir la teo ría del comportamiento como un lenguaje de datos sustentados en f replicabilidad y el control de «hechos» rigurosamente obtenidos e' el laboratorio. Para Skinner, la conducta, como fenómeno de la na turaleza, constituía un fenómeno ordenado. Este orden sólo podí" ser descubierto mediante las unidades analíticas y los instrumento adecuados. El desorden o variabilidad de la conducta no era un!

propiedad intrínseca, sino una propiedad impuesta. Por consiguien te, el empleo de procedimientos observacionales —incluyendo la tec-nología de experimentación apropiados— debía permitir «imponerS orden al comportamiento. La preocupación de Skinner por la tecno¿ logia de la investigación era resultado de este supuesto fundamen, tal respecto de la naturaleza del comportamiento y de la actividad científica.

Si el descubrimiento de covariaciones ordenadas dependía, en* esencia, de la disponibilidad de una tecnología apropiada de obser-vación y experimentación, la teoría, venía a constituir solamente la descripción de las relaciones funcionales observadas en términos tales que dichas descripciones se construían como metáforas o ca-

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tegorías operacionales de los procedimientos empleados y los efec-tos observados. La teoría, en este sentido, sólo podía construirse como un lenguaje de datos que incluyera las operaciones de obser-vación y, las covariaciones observadas. Por ello, la teoría seguía a la experimentación y no le precedía. Hacer teoría era describir y predecir las operaciones experimentales y las covariaciones obser-vadas. El núcleo de la actividad teórica, sin embargo, no residía en ninguna actividad conceptual propiamente dicha, sino, por el con-trario, en el control efectivo de la conducta como tecnología de in-vestigación, primero, y de aplicación, posteriormente. Skinner lo afirmó explícitamente cuando dije que:

Cuando hemos logrado un control práctico sobre el organismo, las teorías de la conducta pierden su sentido. Un modelo conceptual es inútil para representar y administrar las variables pertinentes; asimos a la conducta directamente. Cuando la conducta muestra orden y con-sistencia, es poco probable que nos interesen las causas fisiológicas o mentalistas. Emerge un dato que toma el lugar de la fantasía teórica. En el análisis experimental de la conducta nos dedicamos a un objeto de estudio que no es sólo de manera manifiesta la conducta de un indi-viduo, y por lo tanto accesible sin las ayudas estadísticas usuales, sino también «objetivo» y «real» sin recurso a la teorización deductiva. (1956, p. 231).

Las ventajas y limitaciones que ofrece la perspectiva skinneria-na de la ciencia son ilustrados con toda claridad en la respuesta que dio, a una entrevista, al que esto escribe en febrero de 1990 (inédita):

Pienso que los datos son independientes de la teoría aunque las teorías determinan la selección de los datos. Esa es una de las objeciones que tengo contra las teorías. Todos los datos deberían ser considerados... muchas preguntas todavía no han sido contestadas, pero no las consi-dero contradicciones, especialmente porque nunca me ha interesado mucho la teoría.

Skinner y la teoría del condicionamiento * 1

La vida de los grandes científicos forma un todo orgánico. Es difí-cil compartimentalizarla o fragmentarla analíticamente. No obstan-te, incurro en el riesgo de así hacerlo con el propósito de realzar y destacar algunos aspectos de la obra de Skinner en uno u otro con-texto. En la práctica, la filosofía conductista, la teoría del condicio-

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namiento, la metodología de la investigación, las aplicaciones tí c nológicas y las ideas sobre la utopía social, todas estuvieran íntima? mente entrelazadas. í

La teoría del condicionamiento es la forma en que la psicologí se apropió históricamente el paradigma del reflejo. Dado que est apropiación se hizo desde la perspectiva del trabajo de Pavlov, n tiene nada de extraño que hasta 1930 la teoría del condicionamient fuera teoría del condicionamiento clásico. Aun cuando Pavlov ha biaba también del aprendizaje por solución de problemas, lo con cebía solamente como un mero encadenamiento de respuesta condicionadas clásicamente. Lo mismo podía decirse del trabajo Konorski y Miller (1937) quienes, aun manteniendo la distinción; de dos tipos de reflejos condicionados, no establecían la diferen cia de dos funciones de estímulo correspondientes: la evocativa y la discriminativa. La teoría del condicionamiento, antes de Skin? ner, no podía incorporar la conducta instrumental descrita poi; Thorndike (1911) en su situación de solución de problemas. Poste-riormente a Skinner, las teorías del condicionamiento, incluyendo aquellas explícitamente bifactoriales (Mowrer, 1960) mantuviera la reducción de todos los procedimientos a un solo proceso de con-dicionamiento: el condicionamiento clásico pavloviano.

Es en 1937 en Two Types of Conditioned Reflex: A reply to Ko-norski and Miller, e inmediatamente después en The Behavior o, Organisms (1938), que Skinner formula una nueva teoría del con-dicionamiento que reconoce dos procesos autónomos, y que inte-gra bajo una lógica común a los fenómenos tradicionales del condicionamiento clásico, así como a la conducta instrumental des-crita por Thorndike. No es necesario agregar que esta formula-ción condujo a una modificación sustancial del concepto de reflejo, y apartó a Skinner de la tendencia dominante de la psico-logía estímulo-respuesta (E-R) para convertirlo en un psicólogo respuesta-estímulo (R-E).

¿Cómo se llevó a efecto esta transformación conceptual de la teoría del condicionamiento? Dos aspectos parecen constituir el fundamento lógico de esta innovación, aun cuando uno de ellos, el concepto de Contingencia, apareciera después formalmente. El otro fue la taxonomía respondiente-operante, derivada de un crite-rio operacional-observacional omnipresente en todas las categorías

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formuladas por Skinner, y basado en el concepto genérico de clases estímulo y respuesta.

En el condicionamiento, como procedimiento general, se esta-blece una relación de condicionalidad, dependencia o contingencia entre distintos eventos de estímulo y de respuesta. En el condiciona-miento, ya sea como etapa inicial o como logro del procedimiento, siempre se tiene un evento necesario y un evento contingente o con-dicional. En el caso del condicionamiento clásico o respondiente, llamado originalmente tipo E, el estímulo incondicional es el even-to necesario y la respuesta es el evento contingente. Se le llama explícitamente condicional a la respuesta cuando se da ante un es-tímulo -el condicional-, también necesario, que adquiere propiedades funcionales por contexto o contigüidad. En el condicionamiento ope-rante, llamado originalmente tipo R, el evento necesario es la res-puesta del organismo, mientras que el evento condicional es el estímulo consecuente o reforzador. De esta manera, la taxonomía operante-respondiente establece una doble distinción lógica. Primero, una distinción de la condicionalidad: respecto del estímulo o respecto de la respuesta, distinción que permite integrar dos procedimientos o relaciones aparentemente desvinculados como casos de una rela-ción de contingencia. Segundo, una distinción basada en la obser-vabilidad del evento que se define como necesario en la relación de contingencia. La conducta, y el tipo de condicionamiento, se definen por la identificación de un evento necesario inicial, ya sea la pre-sentación del estímulo incondicional, que como en la relación re-fleja estricta, produce la aparición de una respuesta, o bien la ocurrencia de una respuesta «espontánea» que, aun cuando puede estar eventualmente correlacionada con un estímulo precedente, ocurre en ocasiones sin vinculación inmediata a un estímulo pre-vio. Skinner establece que:

Esta solución depende de la afirmación de que hay respuestas no co-rrelacionadas con los estímulos observables—una afirmación que no se puede hacer con ligereza—, pero que, hasta donde veo, no puede evitarse. Es un reconocimiento del hecho de que en el organismo in-condicionado pueden distinguirse dos tipos de conducta. Primero, existe el tipo de respuesta que se hace a estimulación específica, don-de la correlación entre la respuesta y el estímulo es un reflejo en el sentido tradicional. Me referiré a tal reflejo como una «respondiente» y usaré también el término como un adjetivo al referirme a la conduc-

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ta como un todo. Pero existe también un tipo de respuesta que ocurre espontáneamente en ausencia de cualquier estimulación con la cual pueda estar correlacionada específicamente. No necesitamos tener • una ausencia completa de estimulación con el fin de demostrar esto.; Ño significa que no podamos encontrar un estímulo que evoque tal conducta sino que ninguno es operativo en el momento en qué se ob-serva la conducta. Está en la naturaleza de este tipo de conducta el que , pueda ocurrir sin un estímulo eductor, aun cuando los estímulos dis-criminativos son prácticamente inevitables después del condiciona-' miento. No es necesario asumir unidades específicas identificables .f antes del condicionamiento, pero pueden establecerse mediante con-dicionamiento. Llamaré a tal unidad una «operante» y a la conducta en general, conducta operante. (1937, p. 274). La taxonomía propuesta por Skinner, aun cuando permitió inte-

grar dentro de un solo marco conceptual dos grandes grupos de fe , nómenos aparentemente desvinculados hasta ese momento, planteó nuevos problemas lógicos a la teoría de la conducta, la mayor parte, de ellos inherentes a la estructura conceptual de la propia teoría deí condicionamiento como una forma adaptada de la teoría del reflejo;. Los problemas que surgieron junto con la nueva formulación dé* Skinner pueden agruparse en dos aspectos: el primero, relacionado con la definición de la operante, y el papel lógico atribuido al refor-zador; el segundo, la simplificación del concepto de contingencia a una relación temporal, unidireccional, y la reducción de todo com-portamiento a dos clases de contingencia.

De acuerdo con la concepción genérica del reflejo, término que se abandonó después al reconocerse, a partir de 1938, la existencia de dos tipos de reflejos —el respondiente y el operante—, la ope rente se define como una covariación de clases de estímulo y res-; puesta. A diferencia de la clase denominada respondiente, en la que" el estímulo constituye el componente necesario de la contingencia, en la operante, el estímulo es condicional a la respuesta, la que ocu-rre en primer término como una acción «espontánea». Los pares que forman la covariación son la respuesta —usualmente apretar la palanca en la preparación experimental normal— y el estímulo re-forzador condicional a la respuesta —agua o comida normalmen-te—, La operante es la relación funcional que se establece entre estas dos clases de elementos de estímulo y respuesta.

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En la definición e identificación de la operante, los dos pares de la relación, en tanto tales, son inseparables. Ya lo subrayaba el pro-pio Skinner (1938) en una nota al pie cuando decía que:

La imposibilidad de definir un estímulo funcional sin referencia a una respuesta funcional, y viceversa, ha sido enfatizado especialmente por Kantor. (p. 35) De tal manera, la operante, como unidad analítica, constituye

una relación inseparable de la respuesta —predeterminada con cri-terios experimentales explícitos— y el estímulo contingente a ella o reforzador —la comida, agua, u omisión de un choque eléctrico, entre otros—. Para estudiar la operante, como un segundo tipo de reflejo —en el sentido de una covariación ordenada de clases—, es-ta debe variar como función de terceras variables, variables que no forman parte definitoria de la operante. Sin embargo, en el caso de la operante, la tercera variable preminente es el propio estímulo re-forzador. Tal como lo dice el propio Skinner (1938):

El estudio del condicionamiento no es el estudio de un tipo de reflejo sino la operación del reforzamiento y sus efectos en la fuerza del re-flejo. (p. 62). La contradicción lógica que se plantea es la siguiente: ¿cómo

puede ser el reforzador componente inevitable de una relación, y a la vez ser la tercera variable que afecta dicha relación? ¿Puede ser un mismo evento dos cosas simultáneamente? ¿Puede afectarse a sí mismo el reforzador como miembro de la operante en un mismo tiempo y espacio? La solución a este problema no es de índole em-pírica, sino conceptual, e implica necesariamente reconsiderar el concepto mismo de unidad de la conducta y los criterios bajo los cuales se define. Existen otros problemas adicionales vinculados a la función lógica del estímulo reforzador, pero no entraré a anali-zarlos. Baste destacar la contradicción evidente entre su postula-ción como variable independiente en el análisis de la conducta, y su función disposicional con base en su propia definición como even-to que afecta tendencias de respuesta. Mientras que en la relación respondiente es conspicua la función causal —en el sentido tradi-cional de ocurrencia previa, necesaria y eficiente—tanto de los es-tímulos condicional como incondicional, en el condicionamiento operante tanto el estímulo discriminativo como el reforzador pare-

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cen ajustarse más bien a lo que Ryle (1949) ha denominado catego rías disposicionales. Ninguno de los dos tipos de función de estimuló de la relación operante ejerce funciones equivalentes lógicamente » las de los eventos de estímulo en el condicionamiento clásico. El estímulo discriminativo constituye la ocasión para el reforzamiento, mientras que el reforzamiento afecta únicamente la probabilidad dé recurrencia, es decir, la tendencia a responder de cierta manera. No; obstante, el tratamiento teórico que da Skinner al estímulo refor-zante es, cuando menos, ambiguo. Lo emplea como equivalente al agente casual de la conducta, Evita el problema de la retroactivi-dad del efecto mediante la postulación de su acción sobre una clase y no sobre una instancia, pero es la medida en que este efecto es so, bre una clase como tendencia, es absolutamente cuestionable ató; buir al reforzador funciones o propiedades causales. Su dimensió lógica no es distinta de la de los estados de privación, de los que coincidentemente, depende su efectividad momentánea.

El segundo núcleo de problemas, como ya lo había señalado, es^ tá relacionado con el concepto de contingencia. Aun cuando en la definición inicial de la operante, en contraste con la respondiente, la contingencia, como relación de condicionalidad del reforzador respecto de la respuesta, es fundamental, ya en The Behavior of Or ganisms, al definir al reforzador en tanto tal, se vuelve equivalente a la función del reforzador en el condicionamiento respondiente, sin que se establezca la necesidad de un primer evento para que tenga lugar la relación operante. Es así como Skinner dice que:

La operación de reforzamiento se define como la presentación de una cierta clase de estímulo en una relación temporal ya sea con un estí-mulo o una respuesta. Un estímulo reforzante se define como tal por su poder para producir el cambio resultante, (p. 62). La cuestión central parece radicar en que, para definir a un refor-,

zador es suficiente hablar de la relación temporal —siempre y « cuando se den las condiciones «motivacionales» apropiadas —pero > para hablar de una relación operante es necesario hablar de la con-¡' tingencia del estímulo consecuente respecto de la respuesta. No obstante, es evidente que ambas definiciones no pueden ser total-, mente independientes, pues aun cuando la definición del reforzador, como una relación puramente temporal se aplica sin problemas a la relación respondiente, es muy cuestionable que pueda hablarse de

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reforzamíento operante en donde no se da la contingencia que defi-ne precisamente a la relación operante. Esto permite ubicar el mal-entendido en que incurre la práctica cotidiana de concebir a la conducta operante como «conducta controlada por sus consecuen-cias». Esta concepción se ajusta a la definición génerica de re-forzamiento, pero no a la conducta operante. La fragilidad de esta definición se percibe de inmediato cuando se destaca que la propia conducta respondiente condicionada es conducta controlada por sus consecuencias: el estímulo incondicional. El tratamiento de las definiciones de conducta operante y de reforzamiento como defini-ciones independientes condujo inevitablemente a tratar la llamada «conducta supersticiosa» como tipo de conducta operante, cuando en realidad se trata de una forma de conducta que, aun cuando no se ajusta al paradigma del reflejo por su carácter continuo indetermi-nado de antemano, está regulada por las condiciones contextúales que prescriben contingencias entre estímulos, independientemente de la respuesta (de manera semejante a lo que ocurre en el condicio-namiento clásico). Es así que, de manera contradictoria, Skinner (1948) en su estudio sobre la superstición en el pichón dice que:

Decir que un reforzamiento es contingente sobre una respuesta puede no significar nada más de que sigue a la respuesta... el condiciona-miento tiene lugar presumiblemente debido a la relación temporal so-la, expresada en términos del orden y la proximidad de la respuesta y el reforzamiento, (p. 168). Suponer que la contingencia del reforzamiento se reduce sola-

mente a una relación de orden y proximidad temporal con la res-puesta, lógicamente significa borrar los criterios que definen a la operante como un tipo de conducta distinta de la respondiente.

Así como el caso de la superstición ilustra la atribución de pro-piedades no identificables por definición: la de que la conducta li-bre de una paloma en una caja, sometida a la entrega periódica de alimento libre, sea un caso de conducta operante, la formulación de la teoría del condicionamiento como una teoría que identifica las operaciones observacionales —y las definiciones consiguientes— con los procesos, condujo al fenómeno contrario: la reducción de contingencias más complejas a la contingencia operante, enten-dida esta en su forma laxa como mera relación temporal entre una respuesta y su estímulo consecuente inmediato.

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En otra obra (Ribes y López, 1985) ya se han expuesto los ar-gumentos de por qué, aun cuando toda la conducta compleja incluye relaciones operantes —es decir, contingencias respuesta-estímulo—, dicha conducta no se puede reducir analíticamente a la contingencia operante. El caso más ilustrativo de esta situación, y» que se ubica todavía en el ámbito del estudio del comportamiento animal, es el de la discriminación condicional tal como se estructu-ra en el procedimiento de igualación de la muestra. En esta situa-ción, aun cuando el reforzador es contingente a la respuesta, la1

probabilidad de responder a un estímulo, como estímulo discrimi-' nativo, es una función parcial del reforzamiento de la respuesta que' se da en presencia de dicho estímulo. La función discriminativa co-mo tal no depende exclusivamente, como es el caso en la relación operante, de que la respuesta sea reforzada en presencia de un es-tímulo determinado. La función discriminativa de un estímulo depende, podría decirse exclusivamente, de su relación de con-tingencia con otro estímulo —el llamado estímulo de muestra— cuya función de selector de las propiedades discriminativas mo-mentáneas de los estímulos de comparación es, en principio, in-dependiente de su correlación con una respuesta reforzada. El reforzamiento de una respuesta aumenta la tendencia a responder ante la relación y a producir la relación estímulo discriminativo-re-forzador, pero no afecta en absoluto la propiedad discriminativa del estímulo como función contingente a la propiedad de otro estímulo (el selector). No obstante, la literatura especializada trata a la igua-lación de la muestra —y a la descriminación condicional— como un caso de «operante compleja», erróneamente...

Skinner y la metodología de investigación

Sin lugar a dudas, Skinner ha influido de manera fundamental a tra-vés de sus contribuciones metodológicas en la investigación del comportamiento. Aun cuando tales contribuciones siempre han es-tado vinculadas a consideraciones de orden teórico y filosófico, su impacto principal ha tenido lugar en las prácticas mismas de inves-tigación de algunos psicólogos y otros científicos interesados de un modo u otro en el comportamiento.

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La figura de Skinner no puede desvincularse de su contribución al método general del condicionamiento: la técnica de la operante libre, que constituyó, sin lugar a dudas, una innovación equivalen-te al procedimiento de los reflejos condicionales ideado por Pa-vlov. Aun cuando en la búsqueda del método se dieron, en ambos científicos , circunstancias fortuitas, también es cierto que existían motivos teóricos explícitos que facilitaron la acción de esa divina providencia científica que es la «serendipia».

En el momento en que Skinner diseñó el nuevo procedimiento de la operante libre (Ferster, 1953) existían tres técnicas experimenta-les en boga: la técnica del condicionamiento pavloviano, la caja de problemas al estilo de Thorndike, y unas variada gama de laberin-tos. Los tres procedimientos poseían una características en común: empleaban ensayos discretos que fragmentaban el tiempo experi-mental en el cual se evaluaba la conducta de los organismos. En el caso del condicionamiento pavloviano, la medida usual era algún tipo de secreción, aun cuando se usara también posteriormente la flexión de una extremidad por la administración de algún tipo de estímulo nocivo. La razón de esto no sólo radicaba en el origen fi-siológico de las investigaciones sobre los reflejos condicionales, sino como lo señaló el propio Pavlov (1927), en la falta de refina-miento de las técnicas electromiográficas de la época. Aun cuando, posteriormente, Kupalov (1969) desarrolló el método denominado como «condicionamiento situacional», la situación de condiciona-miento clásico se caracterizó por un organismo inmóvil, fijo, some-tido a intervalos discontinuos de relaciones entre estímulos. Los otros dos procedimientos, aun cuando no imponían restricciones espaciales al movimiento del organismo, compartían igualmente el uso de intervalos discontinuos de «disponibilidad de conducta», de modo que el animal era introducido y retirado del laberinto, o bien, «motivado» a salir de la caja mediante una recompensa colocada fuera. El espacio era significativo sólo como el lugar en donde se medía un resultado: abrir la puerta de la caja o llegar a donde estaba la comida o el agua. Las medidas eran siempre referidas al logro del organismo: la velocidad con que había llegado a la meta, la latencia con que había salido hacia la meta, o bien el número de errores, es decir, de lugares incorrectos elegidos.

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La técnica de la operante libre, en la medida en que estaba con-cebida para medir el comportamiento continuo del organismo indi vidual, rompió con las restricciones temporales impuestas por los procedimientos tradicionales. El organismo tenía la libertad de res-ponder o no en el operando o dispositivo de respuesta, que definí . el criterio de respuesta funcional para una determinada relación de contingencia. Dado que el organismo permanecía en el ambiente experimental en forma continua durante todo el período prescriT to como sesión experimental, la técnica de la operante libre po-día convertirse operacionalmente en un procedimiento de ensayos discretos desde el punto de vista de la presentación de las variables, sin que por ello se dejara de tener la posibilidad de continuar mi-, diendo la conducta del organismo en dicha situación. Esta conver-5 tibilidad operacional de la operante libre, aunque invertida, la hacía, análoga a la situación pavloviana, en la que el organismo, aquí in-, móvil, permanecía en forma continua en la condición experimental, pudiéndose observar su comportamiento en dicha situación en au-sencia de las variables de estímulo experimentales (v^ gr., el condi-cionamiento temporal).

La técnica de la operante libre introdujo el tiempo real como dimensión experimental. En la medida en que el organismo indi-vidual interactuaba en forma continua, permanente, con las condi-ciones de estímulo en la cámara experimental, se tenía un registro analógico en tiempo de la conducta digitalizada de ese organismo individual. Los procedimientos alternativos —-excluyendo al pa-vloviano, que sin embargo, procuraba solamente datos en la forma de magnitudes acumuladas—, tomaban muestras parciales de tiem-pos discontinuos y de los resultados o indicadores conductuales asociados de distintos organismos, que al promediarse estadística-mente se representaban como organismos «tipo» ideales, abstrac-tos, en tiempos abstractos. De este modo, la técnica de la operante libre, rompiendo con la restricción de desplazamiento impuesto por el procedimiento pavloviano, recuperó el organismo indivi-dual comportándose en tiempo real.

Para decirlo de alguna manera, la técnica de la operante libre creó, por vez primera en la historia de la psicología, el dato que la legitimaba como disciplina específica y autónoma: el individuo in-teractuando libremente con los objetos y acontecimientos de su en-

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torno. No obstante, la técnica de la operante libre no pudo des-vincularse de algunas cracterísticas limitantes, derivadas ya bien de la tradición refleja original, o de la concepción tecnológica acer-ca de la validez de los datos científicos.

La técnica de la operante libre, como procedimiento normaliza-do de investigación, representa la operacionalización de un ejemplar metodológico vinculado históricamente al paradigma del reflejo. En otros escritos (Ribes, 1985,1986,1990), ya he señalado cómo la teoría del condicionamiento, construida a partir de una metodolo-gía de investigación basada y derivada del paradigma del reflejo, incorporó a la teorización y, por consiguiente, a la selección de da-tos conductuales, los criterios dominantes en la concepción mecá-nica de reflejo tal como fue formulada por Descartes, tanto para los movimientos de los cuerpos inanimados como para los de los ani-males y otros seres vivos. Los criterios referidos fueron los siguien-tes: la atomicidad como representación esencial del movimiento de los cuerpos, y su característica discontinua como alternación de dos estados (reposo-acción), la concepción del espacio como un lugar fijo (las vías nerviosas), y la repetitividad del evento como movimiento del cuerpo reflejando la acción o impulso de otro cuer-po en movimiento (las leyes primarias del reflejo). Estos criterios lógicos definitorios del ejemplar del reflejo se tradujeron en algu-nas de las características de la técnica de la operante libre: el carác-ter discreto y puntual de la respuesta, la selección de la frecuencia repetida de la respuesta como medida básica de la conducta, y la fijación de un lugar de interacción del organismo con el ambiente en el operando, eliminando la dimensión espacial liberada por la cancelación de la restricción pavloviana.

Por otra parte, ya señalé la naturaleza tecnológica del criterio de certeza y validez del dato conductual que reguló la actividad científica dé Skinner: El dato era válido en la medida en que era re-plicable. Por ello la técnica de la operante libre se co«centró histó-ricamente en la producción de ejecuciones conductuales lo menos variables posible, y por consiguiente, lo más fácilmente replicables e identificables como patrones típicos de ciertas condiciones expe-rimentales. La delimitación entre estados estables y estados transi-torios obedeció al interés por producir ejecuciones mantenidas predeterminadas como criterio de estabilidad de los datos conduc-

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tuales. Paradójicamente, el criterio tecnológico subyacente en el de la técnica de la operante libre dirigió los esfuerzos experimental al establecimiento de estados conductuales —las ejecuciones tipio bajo programas de reforzamiento— en detrimento del análisis • los procesos conductuales que tenían lugar en dichas condicion —los estados de transición—. A pesar del lugar común en los te tos e historias de la psicología que ubica a Skinner como un teóri del aprendizaje, nada resulta más erróneo. Las transiciones q ; representan al «aprendizaje» nunca fueron consideradas teóric mente importantes. Se les consideró únicamente como etapas té nológicamente importantes para llegar a la producción de estadq estables (Ferster y Skinner, 1957). 'í

Estas características limitantes de la técnica de la operante 1 ib»ir. tal como se adaptó y adoptó históricamente, repercutieron en otro' aspectos importantes de la investigación conductual. Por una parte constriñeron de manera significativa el «horizonte» empírico de I' investigación experimental del comportamiento humano —espe? cialmente el vinculado al lenguaje—, y por otra, dificultaron el de-sarrollo de sistemas de observación y medición interactivos en condiciones naturales. La digitalización morfológica se convirtió, sorprendentemente, en el canon observacional de los analistas del comportamiento: qué conducta ocurre y cuántas veces ocurre.

Skinner y la conducta humana

AI construir una teoría de la conducta —aun bajo su peculiar con-cepción respecto del quehacer teórico— Skinner se planteó, desde un principio, la comprensión del comportamiento humano. Esto no sólo se dio por razones puramente conceptuales, sino que, dado el interés tecnológico de Skinner por desarrollar una ciencia práctica del comportamiento aplicable a la planeación de la sociedad, el análisis del comportamiento humano fue siempre de primera im-portancia. Ya desde 1938, en las conclusiones de The Behavior of Organisms, Skinner comentaba que:

No se puede decidir en este momento si se justifica o no la extrapola-ción. Es posible que existan propiedades de la conducta humana que requieran de una clase distinta de tratamiento. Esto sólo puede asegu-rarse aproximándose al problema de manera ordenada y siguiendo los

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procedimientos acostumbrados en una ciencia exper¡mental. No po-demos afirmar ni negar la discontinuidad entre los c a mp 0 S humano y subhumano en tanto sepamos tan poco acerca de ellos. No obstante, si se espera que el autor de un libro como este se atreva a hacer una con-jetura públicamente, puedo decir que las únicas diferencias que espe-ro ver reveladas entre la conducta de la rata y la del hombre (aparte de las enormes diferencias en su complejidad) yacen en e] campo de la conducta verbal, (p. 442). Su interés por el lenguaje, que culminó, con l a publicación de

Verbal Behavior (1957), son junto con Walden Tw0 (1948) y Scien-ce and Human Behavior (1953), pruebas fehacientes de la preocu-pación sistemática de Skinner por el análisis del comportamiento humano. Sin embargo, y de manera sorprendente, Skinner nunca asumió el análisis del comportamiento humano en el laboratorio. Todas sus contribuciones a la comprensión del comportamiento humano constituyeron ejercicios teóricos, hermenéuticos, basados en las categorías operacionales y el lenguaje de datos desarrolla-do en el laboratorio animal. En el mejor de los casos, Skinner aco-metió indirectamente el estudio del comportamiento humano en el laboratorio: demostró que podía sintetizar experimentalmente en animales condiciones analógicas a ciertas fondas de comporta-miento demostrado por los humanos.

Se pueden identificar cinco cuestiones generaies relacionadas con el comportamiento humano a las que Skinner prestó atención sistemática: la conducta social, los eventos privados, la conducta verbal, la conducta gobernada por reglas, y el análisis de las institu-ciones sociales. Excluyendo a la primera, a la que abordó pracial-mente de manera experimental, el resto de las cuestiones fue objeto de un análisis puramente hermenéutico y de extensión definicional, siguiendo los criterios que fundamentaron la distinción operante-respondiente.

El análisis de problemas tales como las interacciones sociales diádicas (la cooperación y la competencia), así Como la comunica-ción simbólica, fueron abordadas experimentalmente mediante análo-gos animales en que se diseñaron las contingencias simples que permitían reproducir interacciones entre dos org a n i s m 0 s de modo semejante a las que caracterizan al comportamiento humano. Para Skinner la conducta social no se distinguía, fundamentalmente, de

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la conducta no-social. Los procesos conductuales eran compartidos^ por ambos tipos de conducta. La diferencia yacía en que la conduc-ta social consistía en interacciones entre dos organismos, y por-¡ consiguiente era cuantitativamente más compleja. Los estímulosi discriminativos, los estímulos reforzantes y el programa que man-,! tenía o establecía las conductas interactivas de los dos organismos,^ interdependían de ellos mismos. No obstante, su descripción yj explicación se podía hacer, de manera estricta, identificando los i elementos de la triple relación de contingencia tal como eran?] «puestos» en la situación social por cada uno de los organismos. La | interacción no representaba per se un fenómeno emergente: era so-1 lo la combinación de dos comportamientos separados bajo contin-gencias comunes o interdependientes. Los estudios de Skinner (1962)1 y Epistein, Lanza y Skinner (1980) ejemplifican esta manera de abordar el análisis experimental de la conducta social.

En lo que toca a los eventos privados, ya he examinado en la pri-mera sección de este trabajo como se abordan desde la perspectiva de su naturaleza física y las reglas seguidas por la comunidad ver-bal para reforzar apropiadamente a los individuos en su reporte pú-blico. Un tratamiento semejante se hace de otro tipo de fenómenos como las sensaciones y el percibir, el pensar, etc., en que son trata-dos como respuestas respondientes u operantes, en ocasiones de naturaleza cubierta, bajo el control de estímulos evocadores o dis-criminativos bajo contingencias de complejidad variable. Estos fenómenos, típicos de los textos introductorios de psicología ge-neral, fueron examinados por Skinner como un mero ejercicio de interpretación en Science and Human Behavior (1953), Verbal Behavior (1957) y Contingencies of Reinforcement (1969) prin-cipalmente. De la misma manera, Science and Human Behavior (1953) y Beyond Freedom andDignity (1971), constituyen, en gran medida, un análisis teórico de la función de las instituciones socia-les como agencias de control del comportamiento humano. Dicho análisis se realizó de igual manera, como una extensión teórica del concepto de contingencias a las relaciones entre individuos e insti-tuciones sociales, análisis en el que las instituciones sociales se concibieron lógicamente como equivalentes a los individuos, es decir, en un mismo plano de funcionalidad, y por consiguiente, sus-ceptibles de ser examinados bajo las mismas categorías analíticas:

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las de la triple relación de contingencia. Esta yuxtaposición analíti-ca de dimensiones lógicas diferentes, condujo, a mi manera de ver, a una interpretación sobresimplificada de la relación entre indivi-duo e instituciones sociales, aún cuando algunos de los análisis par-ticulares pudieran tener aspectos extremadamente valiosos y pertinentes.

Aun cuando la cuestión de la conducta gobernada por reglas se formuló con posterioridad al tratamiento de la conducta verbal, la revisaré en primer término, pues ilustra de manera muy clara la ló-gica que subyace a los criterios definicionales con que abordó Skinner el análisis de los distintos fenómenos de la conducta. En el caso de la conducta gobernada por reglas, de manera semejante a la distinción entre conducta operante y respondiente, o entre eventos privados y públicos, Skinner empleó una lógica fundamentada en el criterio de la observabilidad de las relaciones eficientes entre even-tos de estímulo y respuesta. En la distinción operante-respondiente la conducta se definió en términos de la identificación o no de un evento de estímulo antecedente en relación eficiente con las res-puestas. En la distinción público-privado, el evento se distinguió por su accesibilidad observacional a terceros. En el caso de la con-ducta gobernada por reglas, como distinta de la conducta moldeada por contingencias, el criterio rector estribó en la identificación ob-servacional, durante la adquisición de la respuesta, de que este se viera o no seguida del estímulo reforzante. De hecho, se trata del criterio invertido para establecer la distinción entre operantes y re-pondientes: en este caso en vez de seleccionar al estímulo antece-dente como criterio, se toma al estímulo reforzante o consecuente. Si la conducta se ve seguida por reforzamiento, se trata de conducta moldeada por las contingencias. Si no se ve seguida por reforza-miento, se trata de conducta gobernada por reglas, en la que el control radica en el estímulo discriminativo, procurado por la ob-servación de la conducta de otro siendo reforzada, T) por la natura-leza abstracta de mandatos, instrucciones, etc., que «transmiten» la relación de contingencia al individuo. En ambos casos de gobierno por reglas —observacional o verbal—, se asume que la función de la regla es la de un estímulo discriminativo.

Ya he examinado críticamente este planteamiento previamente (Ribes y López, 1985; Ribes, 1987). No obstante, mencionaré sólo

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dos argumentos que destacan los problemas conceptuales que con lleva esta distinción entre conducta gobernada por reglas y conduc ta moldeada por contingencias.

El primero tiene que ver con la condición misma que permite e establecimiento de un estímulo como estímulo discriminativo. Un estímulo discriminativo lo es sólo en relación a la especificidad de la contingente de la que forma parte. No hay nada en su morfología como tal, que lo convierta en estímulo discriminativo en una sitúa ción, o que le otorgue propiedades transituacionales, cuando meno en la lógica de la teoría del condicionamiento operante. En otro tipo de teorización sí podría ser legítimo el planteamiento de transitua cionalidad del evento de estímulo, pero en el caso del condiciona miento operante la propiedad del estímulo está vinculada a la relación respuesta-re forzamiento en la que adquiere «significa ción» funcional. La interrogante que surge de inmediato es ¿cómo la conducta gobernada por reglas puede estar bajo el control de un estímulo discriminativo si éste sólo puede establecerse como fun-ción de su correlación con el reforzamiento de la respuesta? ¿es condición suficiente observar el reforzamiento de la conducta de otro para que dicha conducta, como conducta a imitarse, adquiera propiedades discriminativas? ¿significa esto que observar es una operante equivalente a la operante observada bajo reforzamiento, y que dicho reforzamiento la afecta de la misma manera que a la conducta siendo observada? Cuando se trata de instrucciones, mandatos, ¿tienen los estímulos verbales, en tanto tales, propieda-des transituacionales, equivalente a contingencias abstraídas? Si es así ¿cómo se adquiere esta propiedad de contingencia abstraída que puede funcionar como condición discriminativa transituacional-mente? Como puede apreciarse, el planteamiento de que la regla constituye un estímulo discriminativo provoca más interrogantes que soluciones.

El segundo argumento tiene que ver con el carácter mismo del estímulo discriminativo. El estímulo discriminativo es la ocasión en que aumenta o se establece la probabilidad de que una respuesta operante sea reforzada. De las propiedades y funciones que ejerce una luz de un color determinado en un programa múltiple de refor-zamiento, ¿se pueden extrapolar propiedades de abstracción de contingencias particulares bajo la misma categoría lógica? ¿Tienen

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sentido reducir tipos de relaciones que evidentemente constituyen formas complejas, con funciones extra y transituacionales, a las de un mero estímulo discriminativo, cuyas propiedades, por defi-nición, se restringen a la especificidad de un evento dada una rela-ción particular?

Quizá el problema central se radica en el tratamiento general que dio Skinner al comportamiento verbal. El libro Verbal Behavior cons-tituye, como el propio Skinner lo explícita en la introducción, un ejercicio teórico:

El énfasis se centra en un arreglo bien ordenado de hechos bien cono-cidos, con base en una formulación de la conducta derivada de un aná-lisis experimental de tipo más riguroso. La extensión presente a la conducta verbal es, de este modo, un ejercicio de interpretación más que una extrapolación cuantitativa de resultados experimentales rigu-rosos. (1957, p. 11). En otros escritos (Ribes, 1983, 1986), he señalado las limitacio-

nes que impuso, como lógica de análisis, la teoría del condiciona-miento a la interpretación de la conducta verbal. No tiene nada de extraño que, a más de treinta años de su publicación, Verbal Beha-vior haya orientado muy pocos estudios empíricos y experimenta-les. Las razones de ello son múltiples, pero destacan, entre otras, las siguientes:

1) La insuficiencia lógica de la definición de conducta verbal; 2) La inconsistencia del tratamiento analítico que hace de la

conducta verbal respecto de las propuestas generales que fun-damentan su interpretación como un caso especial;

3) La violación de las definiciones básicas de las categorías del condicionamiento operante al extenderlas al análisis de algu-nas clases generales de comportamiento verbal; y

4) Las contradicciones en que se incurre al tratar algunos proble-mas derivados de las propias definiciones y taxonomía pro-puesta para el estudio de la conducta verbal.

Aun cuando abundan cuestiones tales como el recurso a criterios morfológicos de identificación y clasificación de la conducta y los estímulos verbales, la violación de definiciones como la de la ope-rante discriminada, la respondiente y el reforzador, o bien el trata-miento contradictorio de categorías como las de mando y tacto, o la de tacto autodescriptivo y autocríticas descriptivas, destacan los

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problemas centrados en la definición misma de conducta verba tanto en la versión inicial (p.2) como en la versión refinada (p.225) La definición inicial establece que ...La conducta que es efectiv solo a tráves de la mediación de otras personas tiene tantaspropi dades dinámicas y topográficas que justifica, e indudablement demanda un tratamiento especial... Una definición de la conduct verbal como conducta reforzada por la mediación de otras personal, necesitó, como veremos, ciertos refinamientos, (p.2). El refinamien-to propuesto más adelante establece que ...una restricciónprelim^ nar sería limitar el término verbal a instancias en que laá respuestas del «escucha» han sido condicionadas (p. 224), pero ...el «escucha» debe responder de maneras que hayan sido condi donadas precisamente con el objeto de reforzar la conducta del que habla... (p.225)

Como lo examino en un trabajo en preparación (Ribes, tesis doc toral en filosofía), son varios los problemas que surgen inmediata mente de esta definición refinada, a saber:

1) ¿Deben tener los comportamientos verbales consecuencias producidas mecánicamente, aun cuando esta sea a través de acción de otros individuos?

2) Si no es así ¿cómo se puede distinguir el comportamiento ver bal del no verbal como intermediación de los efectos á través de la acción de otra persona, cuando el comportamiento del otro es en sí mismo el efecto, vbgr., una expresión, una con testación, etc.?

3) Si la conducta del hablante depende de que la respuesta del es-cucha haya sido condicionada precisamente para reforzarla ¿Se identifica la conducta verbal siempre a partir del escu-cha?

4) ¿Cómo es posible averiguar si la respuesta del escucha ha sido condicionada especialmente para reforzar al habíante en una circunstancia? El condicionamiento del escucha forma parte de su historia, y esta no es observable, por decirlo así, en los episodios particulares en que se aplica la definición.

5) Si el papel del escucha es reforzar la conducta del hablante con base en los criterios prescritos por una «comunidad ver-bal», ¿no constituye su función la de un mero sucedáneo dé los efectos directos que definen a toda conducta operante?

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Esto implicaría considerar al escucha como un mero gestor de consecuencias

6) La pregunta inevitable es ¿qué mantiene la conducta del escu-cha frente al hablante? ¿Es a su vez el hablante un medidor del reforzamiento del escucha por intermediar las conse-cuencias del hablante? ¿No constituye esto una definición circular?

7) En caso de que la definición no fuera circular, se tendría que postular que: a) la comunidad verbal mantiene la conducta del escucha, y esto implica violar el nivel empírico observacio-nal de la definición: b) que la historia de condicionamiento del escucha (que nunca se aclara si es simultánea, precedente o subsecuente a su condicionamiento como hablante) tiene una acción a distancia permanente, lo que significa atribuir a la historia popiedades causales o cuestionables; o, c) que el escucha refuerza al hablante por «solidaridad» o por recipro-cidad diferida, como lo implica el concepto de reforzamiento educativo, entre otros, y

8) En última instancia, lo que permitiría distinguir a la conducta verbal de la no verbal sería que el escucha —quien desde el punto de vista de Skinner paradójicamente no se comporta verbalmente (p.2)— respondiera apropiadamente a ciertas morfologías de conducta del hablante, procurando las conse-cuencias estipuladas por la comunidad verbal para tal tipo de conductas. De manera curiosa, la definición propuesta con-duciría a identificar el comportamiento verbal con base en criterios morfológicos, y desde el punto de vista de la con-ducta del escucha.

Skinner y las aplicaciones -V

No hay duda alguna de que gran parte del atractivo despertado por la obra de Skinner proviene de su interés por el desarrollo de una tecnología del comportamiento, y de la demostración de su factibi-lidad a partir de la metodología experimental creada en el laborato-rio animal.

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En 1948, Skinner, en Walden Two, se refería a una comunida utópica diseñada y administrada con base en una serie de proced mientos análogos a los empleados en el análisis experimental de 1 conducta animal en el laboratorio, y elevados a la categoría deprin cipios de acuerdo a la filosofía de la construcción teórica seguid' por Skinner: la teoría como lenguaje de datos, y las leyes o prinei pios como enunciados de las operaciones y sus efectos. La utopí dejó de serlo veinte años después —quizá un poco antes-— cuand surgió el movimiento genérico denominado modificación de con ducta primero (Ullman y Krasner, 1965), y análisis conductud-aplicado posteriormente (Baer, Wolf y Risley, 1968). Lo que é 1948 se planteaba como una mera especulación literaria respect de la posibilidad de utilizar socialmente ciertos conocimientos téc nicos creados en el laboratorio de investigación conductual duranté quince o veinte años, en los finales de los sesenta constituía una ex plosión de aplicaciones reales en los más diversos campos del que hacer humano: la educación, la salud, la rehabilitación, la ecología la administración, y otros más. La psicología asistía, atónita, a la! demostración histórica de su vialidad como tecnología social a par tir del estudio experimental del comportamiento animal. Skinner (1972) explicaba esta relación emergida entre el análisis experi-> mental de la conducta y la modificación de conducta práctica:

...El análisis experimental de la conducta no es cosa de simple medi-ción. Y es algo más que una cuestión de corroborar hipótesis. Consti-tuye un ataque empírico a las variables manipulables, de las cuales es función la conducta. En consecuencia, le presta al modificador de conducta un poder excepcional (p.6).

Considerando retrospectivamente la concepción de Skinner res^ pecto de la validez del conocimiento científico y de la forma de construir la teoría y sus extensiones, no tiene nada de sorprendente que la «teoría» del condicionamiento operante diera lugar, en un breve lapso, a un conjunto de técnicas de diseño y manipulación am-biental con el mayor grado de efectividad sobre el comportamiento en toda la historia de la psicología. El paradigma de conocimiento de Skinner fue esencialmente tecnológico, e inevitablemente con-dujo a una forma de hacer ciencia, teórica y experimentalmente, que hizo hincapié en el problema del control y li predicción.

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A pesar de la gran diversidad de logros iniciales producto de la aplicación de los «principios» del condicionamiento operante en la forma de técnicas de ingeniería conductual, dos problemas surgie-ron con el tiempo que, en cierta medida, moderaron, cuando menos, el optimismo reinante respecto de la eficacia y la generalidad de la nueva tecnología:

1) La mayoría de los conocimientos provenientes de la ciencia básica parecieron ser irrelevantes para el diseño y aplicación de so-luciones prácticas en circunstancias sociales diversas, limitándose el análisis conductual aplicado a utilizar sólo los principios ge-nerales, como una especie de jerga especializada, al margen de lo que ocurría en el laboratorio de investigación. De este modo, las aplicaciones se divorciaron progresivamente de su fuente original de fundamentación, desplanzándose el interés hacia criterios prag-máticos sobre el costo y eficacia de los procedimientos aplicados más que al análisis de las condiciones qué permitían su adaptación y funcionamiento. El análisis conductual aplicado se orientó hacia resultados, en vez de hacia el análisis de variables;

2) Vinculados al punto anterior, dada la naturaleza demostrativa y pragmática de la mayoría de los estudios de análisis conductual aplicado (Pierce y Epling, 1980), los resultados prácticos «posi-tivos» se fueron reduciendo paulatinamente a aquellas circuns-tancias en que se disponía de un control institucional efectivo, cuestionándose, al menos en el corto plazo, su generalidad y poder supuestos para cualesquier situación social. Correlativamente, surgió la duda en los «principios» mismos manifestada en la for-mulación de conceptos y procedimientos ad-hoc, justificados ex-clusivamente por su efectividad para tratar con cierto tipo de problemas.

Como ya lo he examinado previamente (Ribes, 1977,1979,1982), aun cuando el criterio de conocimiento empleado por Skinner favo-reció el desarrollo de un paradigma tecnológico de análisis expe-rimental de la conducta, las características Iógicfas del ejemplar del condicionamiento operante impusieron severas restricciones con-ceptuales a la metodología empleada. De entre las limitaciones ló-gicas más importante destacan:

a) La naturaleza discreta y atomista de las unidades de análisis en términos de estímulo y respuesta;

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b) La carencia de una representación conceptual de la historia individual y de los factores situacionales del contexto y el or-¡ ganismo;

c) La distinción de sólo dos tipos generales de comportamiento,, equivalentes desde un punto de vista cualitativo;

d) La preminencia de la explicación en términos de una sola va-riable, el reforzamiento, cuya definición requiere de efectos cuantitativos y selectores que sólo pueden aplicarse a unida-des discretas y repetitivas;

e) La cancelación dé la morfología como una propiedad diferen-cial de ciertas funciones conductuales (v. gr., la (Jistinción entre eventos convencionales y eventos físicos), y

f) La adopción de las dimensiones lógicas del tiempo y el espa-cio físico en la descripción e interpretación de los fénomenos conductuales.

El análisis en términos de antecedentes-respuestas-consecuen-cias ha constituido un ejemplar lineal de engañosa aplicabilidad. Aun cuando los elementos de la triple relación de contingencia constituyen aspectos fundamentales de toda interacción conduc-tual, es evidente que, por si solos, no agotan el complejo de relaciones y condiciones que tienen lugar en todo el fenómeno de la conducta, incluyendo a aquellos aparentemente simples, como las del condi-cionamiento clásico y el condicionamiento operante en animales. Aún cuando la triple relación de contingencias incluye algunos de los factores que integran una interacción conductual, y constituye un aspecto necesario de toda descripción, dicha unidad analítica no es suficiente. Por ello, el uso de las categorías generadas en el con-dicionamiento operante como modelo o análogo, extrapolado a ia solución de problemas conductuales en situaciones sociales con seres humanos, es limitado y limitante. Es limitado porque lógicamente es insuficiente para describir y representar el tipo de relaciones y los factores que forman parte de ellas en el comportamiento que no se ajusta a las características puntuales, repetitivas y ahistóricas pa-ra las que se diseñaron las categorías de operación-efecto de la teo-ría del condicionamiento operante. Es limitante porque no permite describir otras relaciones distintas a las que su propia lógica se aplica. Allí radica, en principip, el motivo de la separación, cada

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vez más profunda, entre el análisis experimental y el análisis apli-cado en la conducta.

Al margen de los aspectos lógicos del modelo extrapolado para describir, predecir y controlar el comportamiento humano en situa-ciones sociales, existen otras cuestiones igualmente importantes. Destacan tres fundamentales:

1)La naturaleza del conocimiento científico y la del conoci-miento tecnológico;

2) El papel central de la individualidad en todo proceso de cam-bio efectivo del comportamiento, y

3) La importancia de explicitar los criterios de cambio como cri-terios de valor ubicables dentro de un marco de referencia histórico-cultural, que no se deriva necesariamente de las consideraciones estrictamente tecnológicas que orientan di-cho cambio.

La extrapolación directa del conocimiento científico, en la for-ma de una lógica de categorías «operación-efecto», a procedimien-tos de diseño, intervención y predicción en situaciones específicas «naturales» —para referirme así a las condiciones constreñidas aje-nas a la investigación de laboratorio— se fundamenta en el supues-to de que el conocimiento científico es equivalente al conocimiento tecnológico como modo de conocimiento, y que en consecuencia, uno es directamente transferible o traducible al otro. Sin embargo, esto no parece ser así. Como ya lo señalamos anteriormente (Ribes y López, 1985):

El conocimiento científico contrasta con el modo tecnológico dé co-nocer. La tecnología es fundamentalmente un conjunto de procedi-mientos — y reglas para generarlos— dirigidos a la transformación, la eliminación o la creación de objetos o condiciones particulares con-cretas. La tecnología se describe en términos de cómo producir efec-tos o resultados específicos en circunstancias determinadas y, como modo de conocimiento se configura de dos formas: una, jomo resulta-do de la práctica sistemática relativa a la solución de problemas parti-culares —que podríamos denominar tecnología práctica—; otra, que está contenida a partir del conocimiento científ ico disponible o fac-tible. En la medida en que la ciencia, como modo analítico, procede mediante la descomposición de las propiedades d é l o s objetos concre-tos, desvinculándose de objetos y situaciones particulares en tanto tales, no puede ser aplicada directamente como conocimiento tecno-lógico. La tecnología proveniente de la ciencia tiene, por consiguien-

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te, que ser elaborada como conocimiento sintético y sintetizador; sin-tético en la medida en que resulta de un proceso de revisión del cono-cimiento analítico a lo concreto y singular de los objetos particulares; sintetizador, en tanto la tecnología como conocimiento requiere de la integración situacional de aspectos únicos enmarcados en categorías generales, (p. 244).

Adicional al hecho de la difícil justificabilidad de la extrapola-ción directa del conocimiento básico o conocimiento tecnológico, está la cuestión de la individualidad como centro de todo conoci-miento psicológico, sea referido a enunciados universales —o le-yes científicas—, sea referido al objeto y objetivo mismo del toda práctica psicológica a nivel social. Mientras la ciencia estudia las interacciones individuales abstraídas de toda singularidad, el cono-cimiento aplicado, sea o no tecnológico, tiene que ver directamente con individuos concretos y singulares. Resulta evidente que cual-quier proceso de transferencia del conocimiento científico sobre las leyes individuales abstractas a modos de conocimiento práctico o tecnológico dirigido a individuos concretos e irrepetibles, tiene que pasar por una adaptación especial en la que la individuación constituya el punto nodal de la traducibilidad de un tipo de conoci-miento a otro. La teoría de la conducta carece en la actualidad de una teoría del desarrollo en la medida en que éste se concibe sólo como un proceso de acumulación y diferenciación de repertorios. Lo mismo puede decirse acerca de una teoría de la personalidad, o teoría biográfica de la individuación del comportamiento. Esta se ha igualado con los conceptos de repertorio e historia de reforza-miento del individuo. La construcción de una auténtica teoría del desarrollo individual y de la personalidad, como individuación, constituye el requerimiento para poseer el conocimiento de infer-íase que haga posible la transferencia del conocimiento básico sobre el comportamiento humano a formas tecnológicas de cono-cimiento.

Finalmente, destaca una tercera cuestión: los criterios de valor que regulan o rigen los criterios de cambio en la aplicación social del conocimiento psicológico. Aun cuando este problema ya ha si-do apuntado en la literatura especializada (Goldiamond, 1974; Wolf, 1978), no se ha explicitado su contexto directamente en el problema de la moral, como dimensión valorativa de todo compor-

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tamiento humano. En otro trabajo, hemos esbozado algunas solu-ciones en este sentido (Ribes, Díaz González, Rodríguez y Landa, 1990). Aún cuando el análisis de la conducta, como ejercicio inter-pretativo, puede aclarar algunos de los problemas vinculados con la ética y la moral, como ya lo demostró Skinner (1971) en Beyon Freedom and Dignity, los propios analistas de la conducta no se pueden desvincular de esta problemática como parte inevitable y definitoria de su práctica como científicos aplicados. El ejercicio interpretativo se debe trasladar al propio examen conceptual de la práctica técnica.

Lo que queda pendiente

Como ya lo he anotado, es mucho lo que queda pendiente. Difícil-mente la historia de una ciencia puede cerrarse definitivamente por más genial que hayan sido las contribuciones de uno de sus estudio-sos. Y este es el caso de B. F. Skinner. Si Watson con su manifiesto cambió la naturaleza de la práctica científica de la psicología de manera radical, no constituye ningún atrevimiento afirmar que a partir de esa efeméride se tendrá que concebir a la psicología antes y después de Skinner. Es difícil suponer que un científico haya po-dido cambiar de manera más radical las prácticas y el conocimiento sobre su disciplina que lo que hizo Skinner. Pero, paradójicamente, y allí radica la grandeza de Skinner como científico, es sólo a partir de su obra y gracias a ella, que se nos plantean las limitaciones his-tóricas de los conceptos y nociones de nuestra disciplina, y que, a la vez que se nos confronta con la necesidad de cerrar definitivamente campos de problemas, actitudes teóricas y supuestos respecto de la naturaleza de la ciencia y de la psicología, se nos abren también un sinnúmero de posibilidades y opciones, muchas de ellas todavía no vislumbradas de manera precisa. El mejor reconocimiento que po-demos hacer de la grandeza de Skinner consiste en superar sus limi-taciones. He ahí el reto...

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Las lecciones que no hemos aprendido de B.F. Skinner*

PETER HARZEM**

Es una ventaja vivir al fin de este siglo. Nos permite mirar hacia atrás, ver cuáles son lo logros intelectuales y descubrir aquellos intelectos que representan a nuestra época y que probablemente permanecerán como hitos históricos. Por supuesto, el tiempo no respeta ninguna de las marcas hechas por el hombre y el que nos en-contremos en las postrimerías de un siglo no nos permite fijar para la posteridad los juicios que hagamos en estos momentos. La fama y la infamia son volubles y el número de grandes hombres y de mu-jeres importantes en la historia a quienes nosotros ya hemos olvi-dado, es mucho más grande que el de aquellos a quienes todavía veneramos. ,

Aun con esa precaución en mente es bastante claro que en los campos relacionados con la condición humana y con su bienestar, B.F. Skinner fue un intelecto sobresaliente del siglo XX. Fue un gran teórico de la conducta humana, preocupado por las duras reali-dades de nuestro tiempo, en continua búsqueda del modo como po-día llevar sus teorías a la práctica, para en esa forma mejorar la vida. El, además, tuvo una menos envidiable distinción: fue uno de los pensadores de nuestra época que ha recibido un mayor número de malas interpretaciones e incomprensiones.

* Basado en un escrito que se presentó en el simposio para conmemorar la obra de Skinner y que tuvo lugar en la ciudad de México, el 9 de marzo de 1991. De-seo dejar el testimonio aquí, de la sensibilidad especial que estuvo presente y de lo conmovedor de la ocasión organizada por Emilio Ribes y sus colegas en México. ** Auburn University, Estados Unidos.

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El ser malinterpretado o incluso el ser deliberadamente malinter-pretado por algún oponente intelectual no es algo que sea extraño en la historia académica. Nuestra admiración por la ciencia no siempre se separa de la admiración que tenemos por los científicos y por ese motivo olvidamos que el científico, como cualquier otra persona, puede ser víctima de faltas como la de los celos, la exage-ración y el egoísmo y puede estar tentado a buscar admiración me-diante las degradaciones que haga al trabajo de sus oponentes, en lugar de que busque apoyarse en la bondad de sus propios trabajos. Algunas veces la mera pereza, la haraganería que lleva a no preocu-parse por ponerse a leer los trabajos de sus oponentes, conduce a in-comprensiones de muy larga duración. No es fácil, en ocasiones, distinguir la simple ignorancia de la malicia.

Muchos estudiosos, a lo largo de la historia de las ideas, han sido vilipendiados por incomprensiones de ese tipo y muchos han su-frido personalmente por esos motivos. De Luis Pasteur se rieron porque sugirió que la enfermedad mortal del antrax era causada por "muy pequeños animales, tan pequeños que no podemos verlos". Harvey fue ridiculizado por sugerir, en contra de las autoridades médicas de su tiempo, que la sangre se encontraba en un continuo estado de movimiento a lo largo de una serie de tubos, Freud fue considerado un peligro para la moral de su sociedad cuando traspa-só la línea de los tabúes establecidos. Skinner provocó la furia de sus detractores, según creo, ¡porque se pensó, equivocadamente, como luego demostraremos, que si se le tomaba seriamente, po-día acabar con las grandes preocupaciones intelectuales que la hu-manidad ha tenido a lo largo de la historia en temas como los del amor, el odio, el pensamiento, los deseos y otros de naturaleza se-mejante. Se creyó y todavía se supone, que degradó la parte más preciosa de nosotros mismos, la sensibilidad de nuestras almas, convirtiéndonos en autómatas que estamos a merced de los cam-bios y agitaciones de nuestro ambiente.

La costumbre de malinterpretar y no llegar a comprender a los "conductistas" apareció antes de Skinner, con J.B. Watson. Los con-ductistas con una presión sanguínea estable podrían muy bien leer algunas de las afirmaciones de McDougall sobre este asunto y darse cuenta que en aquellos tiempos las circunstancias no eran mejores y que a fin de cuentas, el veneno anticonductista se ha de-

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bilitado, a pesar de que eso no consuele mucho a los conductistas actuales. Y en verdad puede decirse que no hay motivo de consue-lo, pues con el tieinpo se ha dañado la imagen de los conductistas, quienes ante los ojos del público intelectual general siguen siendo excesivamente mal vistos. Hace poco tuve el gran placer de conver-sar sobre arte, y literatura, con un profesor emérito de literatura in-glesa de una gran gentileza y cultura. Nuestra plática, en un cierto momento, cambió a las experiencias que habíamos tenido en nues-tra vida universitaria y sabiendo él que yo era psicólogo, me con-tó que hacía tiempo había participado en un grupo de selección en el que uno de los candidatos entrevistados les había dicho que era conductista y mi amigo, entonces, me dijo: "por supuesto que supe inmediatamente qué clase de persona era" Y me hizo ese comenta-rio porque al haber hablado conmigo de temas que forman parte del bagaje de cualquier persona civilizada y al darse cuenta que yo ha-bía leído los mismos libros que él, inmediatamente dio por hecho que yo no podía ser conductista. Y si nosotros tomamos el punto de vista que él había asumido y que muchos otros aceptan de lo que "es" un conductista, yo "no" soy conductista ni ningún otro podría serlo.

Pero ¿qué es entonces ser conductista? Es decir, desde el punto de vista académico, cuáles son las bases que permiten distinguir a un conductista de otro tipo de estudiosos. Para dar respuesta a esas preguntas vamos a regresar al tema de este ensayo, o sea, vamos a enfocarnos en el conductista más sobresaliente de nuestro tiempo, B.F. Skinner, cuyos pensamientos inspiraron a muchos de nosotros y a quien rendimos homenaje en esta colección de ensayos.

Junto con T.R. Miles resumimos en otra parte (1978), bajo cua-tro rubros, las principales contribuciones de Skinner: a) La insis-tencia, presente en su teoría de la conducta, sobre la importancia de las consecuencias del comportamiento, b) la extensión de este prin-cipio básico a la comprensiór\ de la vida y de las sociedades huma-nas, c) sus invenciones técnicas y metodológicas y "el) los nuevos hechos acerca de la conducta que descubrió. En relación con el pun-to de vista de Skinner sobre la condición humana, los dos prime-ros puntos señalados son los más importantes. Los dos últimos sonde especial valor para la psicología como disciplina y los tra-bajos de quienes los han ignorado, desgraciadamente por razones

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doctrinarias, muestran, por eso mismo, sus limitaciones. Por su-puesto, viene a ser un tipo especial de ineptitud intelectual al recha-zar un método por desacuerdos teóricos con el inventor de dicho método.

En este ensayo discutiré una selección, que por supuesto, será limitada, de los puntos de vista de Skinner y los contrastaré con lo que "se dice" de ellos. Una discusión similar podría hacerse con una selección completamente diferente. Cuando indico que trataré lo que "se dice", me refiero no sólo a lo que afirman los psicólogos, no importa que se muestren favorables o bien contrarios a las teorías de Skinner, sino también a lo que comentan quienes han recibido una impresión particular de Skinner a partir de fuentes secundarias.'

Sobre las teorías científicas

La mayor parte sostiene que Skinner evadió las teorías y que no só-lo pensó que eran innecesarias, sino que representaban obstáculos para el progreso científico. Casi todos los libros de texto contempo-ráneos repiten esa falsedad y muchos legos en psicología creen en esa afirmación. Aquí está lo que Skinner dice al respecto:

El simple catálogo de las relaciones funcionales no es suficien-te, pues estos son los hechos básicos de la ciencia, pero no repre-sentan a la ciencia. Los manuales científicos contienen cientos de miles de hechos tabulados, tal vez el conocimiento más amplio que exista, pero ésto no es la ciencia... No hay una figura más patética en la psicología contemporánea que la del mero colector de he-chos, quien opera, o cree que opera, sin base alguna para seleccio-nar un hecho en lugar de otro... la conducta únicamente podrá ser comprendida cuando se vaya más allá de los hechos mismos... de ahí que sea necesaria una teoría de la conducta (1947).

Acerca de la fisiología y del alcance general de las teorías

Es común el pensar que Skinner se opuso a las explicaciones fisio-lógicas de la conducta. Algunas veces se describe la psicología que a él le interesaba como la psicología de "la caja negra", lo que im-

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plica que el tratar de mirar dentro de la caja estaba en cierto modo prohibido. Skinner nunca hizo tal prohibición.

"Eventualemente podemos esperar que los rasgos principales de una teoría conductual tengan significado fisiológico. En la medida en que la ciencia de la fisiología avance, será posible mostrar lo que sucede en varias estructuras del organismo cuando tienen lugar los fenómenos de la conducta y entonces se podrá ver que tal vez los sistemas teóricos de las dos ciencias se corresponden. Un ejem-plo de este reacercamiento se encuentra en la forma en que los he-chos y los principios de la genética, provenientes de los estudios de los padres y de su descendencia, parecen corresponder con los he-chos y principios de la estructura celular. La ciencia de la genética ha alcanzado un nivel en el que resulta muy provechoso investigar los dos tipos de problemas al mismo tiempo...Una fecha igual habrá que esperar para la psicología, Lo cual le dará mayor realce al tra-bajo del fisiólogo y del psicólogo fisiológico" (1947).

¿Qué tipo de académico podría extraer de la cita anterior la con-clusión de que Skinner objetaba a la psicología fisiológica? y ¿quién podría además públicar en artículos y libros de texto esa cla-se de malentendido?. En el mismo artículo que comentamos, hay otra cita que atestigua la apertura de Skinner a este tipo de proble-mas generales, más allá de lo relacionado con la fisiología:

"Los problemas críticos presentes en los campos aplicados pue-den llevar a importantes contribuciones a la teoría. Es posible que se desarrollen nuevos métodos y se descubran otros hechos en la in-dustria, la educación, la clínica, así como en otras situaciones simi-lares. Pero el maridaje con los hechos, la obtención de información desde 'todos los campos de la conducta humana', en especial el es-tudio de los problemas que son teóricamente importantes y la ela-boración de sistemas conceptuales satisfactorios, es probable que permanezca siendo la función de los psicólogos dentro de las Uni-versidades" (1947, el entrecomillado es mío).

Hay otro punto significativo en esta aseveración que no debo dejar ir sin subrayarlo. Nótese que Skinner busca "la elaboración de sistemas conceptuales satisfactorios". Es obvio que no supone que la elaboración de ese tipo de "sistemas" venga a ser la "verdad" úl-tima. Ese tipo de ideas lo hubiese horrorizado al considerarlo como un dogma antiintelectual. Algunos de sus más fervientes seguido-

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res, cuyas buenas intenciones están fuera de cuestión, harían muy bien en notar lo anterior.

Sobre las limitaciones del método Todavía persisten quienes afirman que Skinner rechazó totalmente los métodos de análisis de las estadísticas. Pero lo que quizá él hu-biese expresado sería su insatisfacción con el estado en el que se encuentra la psicología cuando de manera habitual e invariable, re-quiere ese tipo de análisis en cada estudio que se pretenda publicar en las revistas psicológicas. Lo que él deseaba era una investiga-ción libre, no atada. Esto es lo que dice sobre el tema que ahora nos ocupa.

"No le haremos al joven psicólogo ningún favor si aceptamos re-construir nuestras prácticas para que encajen en los patrones de-mandados por la metodología científica actual... No tenemos razón alguna para decirles a los psicológos que se comporten como yo lo he hecho o como lo hace R. A. Fisher" (1956).

Sobre la "psicología estímulo respuesta"

Se sigue diciendo que el enfoque de Skinner al estudio experimen-tal de la conducta es el de "la psicología estímulo-respuesta". Su punto de vista es más bien el siguiente:

"Los reflejos, condicionados o de cualquier otro tipo, se refie-ren, principalmente, a la economía interna del organismo y al man-tenimiento de varios tipos de equilibrios. La conducta mediante la cual el individuo se relaciona con su ambiente y le permite obtener las cosas que necesita para su existencia y para la propagación de su especie, no puede encajonarse en la fórmula simple de todo-o-nada, estímulo respuesta" (1957)

Sobre los términos "mentalistas"

De acuerdo con Skinner, los términos a los que designó como "mentalistas", tienden, de una manera muy seria, a descarriar a las

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teorías psicológicas. Por esa razón pensaba que lo mejor era evitar el uso de términos de esa especie, cuando por ejemplo se iba a for-mular un proyecto de investigación. Lo anterior ha sido tomado no sólo por sus críticos, sino también por sus seguidores, como una prohibición completa al uso de palabras como "pensamiento", "per-cepción", "tener un sentimiento" o de palabras como "mente" y "men-tal". En realidad, Skinner nunca se planteó lo anterior, sino que más bien buscaba "una explicación satisfactoria" de esos conceptos y esperaba que iba a llegar el tiempo en el que esa explicación podría llegar a obtenerse. Los ejemplos siguientes presentan sus puntos de vista sobre estos asuntos:

"¿Cómo podemos explicar la conducta de referirse a los fenóme-nos mentales? La solución deber ser psicológica y no lógica... (to-davía hay) una completa falta de interés en este problema entre las aproximaciones psicológicas actuales..." (1945).

"Lo que parecen ser reacciones puramente sensoriales depen-den, muy a menudo, de variables en el campo del condicionamien-to, 'la motivación, y laemoción'." (1953, el entrecomillado es mío).

"No podemos proporcionar un marco de referencia semántico que apele exitosamente a la intención del hablante 'hasta que no contemos con una explicación psicológica satisfactoria de la inten-ción'." (1957, el entrecomillado es mío).

¿Por qué, entonces, tratamos erróneamente a este gran pensador del siglo XX? Es probable que en muchas ocasiones haya mera ig-norancia y no mala fe. (Dejemos al lector juzgar por si mismo que es lo que empuja a un estudioso: la malicia o la ignorancia). Las incomprensiones y las representaciones equivocadas surgen, fre-cuentemente, debido a una costumbre que se ha extendido, rápida-mente, en psicología y en otras disciplinas, pero que hubiera sido inadmisible para los académicos de hace apenas unas décadas, se trata, sobre todo, de la práctica de citar y escribir acerca de materia-les que no fueron leídos en la fuente original. Esa práctica malsana permite la multiplicación de errores e incomprensiones de artículo a artículo y de libro a libro. Hay muchas otras víctimas además de Skinner, pero en el caso de este último, la práctica ha alcanzado ni-veles insospechados. El resultado no es necesariamente, un daño al estudioso que se cita (Skinner tuvo una muy buena vida y cuando murió dijo una última y brillante palabra "maravilloso") sino, casi

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siempre, a la sociedad. Los prejuicios que así se desarrollan impiden í la adopción de técnicas que podrían haber sido efectivas para ali- j viar "algunos" sufrimientos, mejorar "algunos" aspectos de la edu- i cación y encontrar "algunas" formas de reducir las adicciones, el | crimen y otros problemas sociales. Subrayo la palabra "algunos" i para insistir que no se pretende que se pueden resolver con esas téc- '! nicas, "todos" los problemas. «

En décadas recientes nos hemos sensibilizado, cada vez más, a ¡j los prejuicios raciales y a otros de índole social, de ahí que conti-nuemos esforzándonos por superarlos. Hay, sin embargo, otro tipo de prejuicios que parecemos no advertir y al que llamaré el "prejui-cio intelectual". Ese prejuicio ocasiona mayores daños a nuestra cultura que los producidos por el otro tipo de prejuicios. Se trata de la tendencia de formarse opiniones sobre las teorías sin tener un co-nocimiento directo de las mismas, lo que lleva a rechazar sus pro-puestas sobre la base de "sus fuentes", en lugar de examinar su sustancia. Ese tipo de prejuicio ha cegado a algunos de los mejores intelectos de nuestra época y Ies ha impedido ver el conocimiento que poseemos, el cual, si hubiera sido aceptado, podría haber teni-do un buen uso social.

No queremos sugerir que Skinner, el teórico, el científico, nos haya dado las respuestas que necesitamos. Skinner no terminó el trabajo de encontrar los remedios que nos hacen falta, él, simple-mente, principió un camino de inquisición de la condición humana que por lo que ahora sabemos, parece ser muy prometedor. Quienes buscan en Skinner respuestas finales hacen vanas demandas y quie-nes proclaman que ya se encontraron todas las respuestas, están equivocados. Hoy en día, los detractores de Skinner no se limi-tan a sus enemigos intelectuales, sino que también se incluyen entre ellos, aunque de manera inintencionada, hasta sus más fer-vientes seguidores.

La historia nos demuestra que con frecuencia las interpretacio-nes más equivocadas de los pensamientos de los grandes pensado-res, surgen de afirmaciones que no fueron hechas por sus enemigos, sino por quienes adoptaron sus teorías. Los grandes pensadores, continuamente reformulan, modifican sus teorías, se retractan de algunas de sus afirmaciones, mientras que sus seguidores son más dados a seguir la versión osificada de la teoría, en la cual buscan

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respuesta a toda clase de preguntas que pudieran surgirles. Ese ha sido el destino de las teorías —en plural— de Sigmund Freud y a los ojos de algunos pocos, parece ser el destino de las teorías de Skinner, pues todavía hay una característica esencial del trabajo de Skinner que ha escapado a la atención de sus seguidores: la ino-vación.

Desde el principio de su carrera hasta el fin de sus días, Skinner buscó, continuamente, nuevas formas de analizar sus datos, de construir nuevos aparatos para responder mejor a las necesidades de la investigación, de encontrar nuevas áreas en las que estuviera presente una necesidad práctica para tratar de utilizar, en su resolu-ción, los métodos por él desarrollados. En su último discurso en la convención anual de la Asociación para el Análisis de la Conducta, describió las nuevas modificaciones que le había hecho a la deno-minada caja de Skinner. Mostró, entonces, un diagrama de la nueva caja y planteó que una caja cilindrica podría ser un instrumento de investigación mejorado. Sus primeros escritos sobre la "enseñanza programada" están llenos de planos relativos a artificios que po-drían adaptarse para trabajar con niños y con adultos y pocos de ellos se parecen a la caja de Skinner. Sus seguidores, sin embargo, han permanecido fijos en la caja de Skinner original y casi toda la investigación operante de los años cincuenta, consistió en registros de presiones de la barra y de entrega de reforzamientos proporcio-nados en la caja tradicional. Aún la investigación humana ha sido conducida en cubículos que esencialmente, son cajas de Skinner agrandadas para que en ellas quepan seres humanos y que cuentan con sistemas de registro de presiones de la barra (muy a menudo llamados apretones de un botón por parte de los seres humanos) y tienen, igualmente, sistemas de entrega de reforzamientos. La in-vestigación experimental en el análisis de la conducta debería de tomar nuevos impulsos, desarrollar nuevos alientos que fueran apropiados, a los problemas que se investigan. Los seguidores de Skinner deberían de tomar de él su ejemplo de que es nftjor acomo-dar el método y los aparatos a la pregunta que se pretende contestar y no limitar la pregunta a los aparatos que se tienen a la mano.

Leer directamente Skinner y no leer lo que de él se dice en los li-bros de texto, aclararía lo que planteó como base para el trabajo fu-turo. De esa manera no se podría concluir que ya conocemos la

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naturaleza humana. Empero, sus críticos no son siempre injustos. En algunos de sus escritos nos queda la impresión de que a veces, muy fácilmente, hace a un lado las nociones que en ese momento.no le interesan.

John Stuart Mili, en 1844, escribió lo siguiente acerca de Jeremy Bentham "Es difícil encontrar algo en la filosofía de Bentham que no sea verdadero. Pero lo malo de sus escritos es que resueltamente niega todo aquello que no ve". Esto es válido, literalmente, para Skinner. La única diferencia es que Skinner no niega resueltamen-te, aunque a veces da la impresión de hacerlo.

Los clichés se convierten en clichés por ser continuamente repe-tidos. Por otro lado, el repetirlos hace que parezcan verdaderos. El siguiente cliché parece apropiado para la ocasión: Con la muerte de Skinner el mundo perdió un gran humanista y la psicología perdió al último de los grandes teóricos.

En psicología hemos entrado a la edad del "equipo de investiga-ción" y a la del especialista cuyo conocimiento se limita a su espe-cialidad y su visión se confina a su conocimiento limitado. Algunos celebran lo anterior como un progreso, para mí y como producto de mis conversaciones con Skinner, lo anterior es algo lamentable y viene a ser una capitulación ante las minucias.

Si queremos "salvar al mundo", para pedir prestada una frase de Skinner, necesitamos que lo más pronto posible nos lleguen nue-vos Skinner. Entre tanto, debemos ver con gratitud sus contribucio-nes, las cuales podrían resumirse en las palabras que se le dirigieron a él, en agosto de 1990 en la Asociación Psicológica Americana:

"...con gran sensibilidad hacia la condición humana, combina-da con criterios sumamente rigurosos y una visión de largo alcan-ce, sentó las bases para aplicaciones de carácter innovador en psicología clínica, educación, medicina conductual, retardo men-tal, daño cerebral y en otras áreas que resultan incontables.

Como ciudadano del mundo, proporcionó discernimientos bas-tante reflexivos, muy a menudo provocadores, aunque siempre mi-sericordiosos, sobre los esfuerzos típicamente humanos dirigidos al ámbito de la ética, la libertad, la dignidad, el gobierno y la paz. Debemos decirle que usted ha cambiado de una manera fundamen-tal y para siempre, nuestro punto de vista sobre la capacidad hu-mana para aprender.."

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Si nuestra cultura sobrevive, estaremos en deuda de gratitud con Skinner por los servicios que prestó para ese fin.

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MsiDAD DE mmwm CENTRO UNtVCTSITAWO

OE U COSTA

Indice

PRÓLOGO 7

La contribución de Skinner a la Farmacología , 9 P.B. Dews

Dos psicologías: el conductismo postskinneriano y la psicología cognoscitiva 33 Howard Rachlin

La conducta computacional y el análisis de la conducta: una interpretación de Catania y Reynolds (1968) 69 Charles P. Shimp

El legado institucional e ideológico de Skinner . 8 5 James A. Dinsmoor

Contingencias de reforzamiento en la interacción ambiente-infante. El legado de Skinner al estudio del desarrollo del niño 105 Jacob L. Gewirtz

Algunas reflexiones sobre la grandeza de un hombre 129 Fred S. Keller

Skinner y la psicología: lo que hizo, lo que no hizo y lo que nos corresponde hacer 139 Emilio Ribes Iñesta

Las lecciones que no hemos aprendido de B.F. Skinner 175 Peter Harzem

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i Burrhus Frederic Skinner falleció el 18 de agosto de 1990. Skinner ha sido,

[ ¿ / T ^ J incuestionablemente, uno de los gran-j des psicólogos de este siglo, tanto por sus

contribuciones, conceptuales y meto- ; dológicas, como por sus aportaciones

directas de tipo experimental y tecnológico. . En Ocasión del XI Congreso Mexicano de Análisis de

la Conducta, en marzo de 1991, se celebró un simposio .satélite en homenaje a B.F. Skinner, en el recinto del Salón Generalizo de San Ildefonso, pleno de tradición académica. A dicho1 simposio fueron invitados investiga-dores distinguidos en el análisis de la conducta, que de un modo'u otro fueron colaboradores y colegas cercanos a B.F. Skinner.

Los participantes del simposio fueron Fred,S. Keller, Peter B. Dews, James A..Dinsmoor, Philip Hineline, Charles Shimp, Jack L. Gewirtz, Peter Harzem y Howard Rachlin. Las presentaciones de dichos académicos cons-tituyen el contenido de este volumen.

Colección Fin de Milenio Serie Ciencia de la Conducta

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Burrhus Frederic Skinner falleció el 181

! de agosto de 1990. Skinner ha sido, incuestionablemente, uno de los gran-

i des psicólogos de este siglo, tanto por sus contribuciones, conceptuales y mero-,

' dológicas, como por sus aportaciones: directas de tipo experimental y tecnológico.

. En ocasión del XI Congreso Mexicano de Análisis de la Conducta, en marzo de 1991, se celebró un simposio .satélite en homenaje a B.F. Skinner, en el recinto del Salón Generalito de San Ildefonso, pleno de tradición académica. A dicho simposio fueron invitados investiga-doresdistinguidos en el análisis de la conducta, que de un modo'u otro fueron colaboradores y colegas cercanos a B.F. Skinner.

Los participantes del simposio fueron Fred S. Keller, . Peter B. Dews, James A..Dinsmoor, Philip Hineline, Charles Shimp; Jack L. Gewirtz, Peter Harzem y Howard Rachlin. Las présentaciones de dichos académicos cons-tituyen el contenido dé estfe volumen.

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Colección Fin de Milenio Serie Ciencia de la Conducta