Bello, Andrés - Obras completas. Vol. 08. Gramática latina y escritos complementarios

491
 OBRAS CO~ÍPLETAS D E AN1)RES BELLO VI”

Transcript of Bello, Andrés - Obras completas. Vol. 08. Gramática latina y escritos complementarios

OBRAS

CO~PLETAS DE

AN1)RES BELLO

VI

Primera Edicin, 1958 Ministerio de Educacin, Caracas. Segunda Edicin Facsimilar, 1981 Fundacin La Casa de Bello, Caracas. Depsito Legal if. 8 1-2.993

G

RAMAT LATINAY

1 CA

ESCRITOS COMPLEMENTARIOS

COMISION EDITORA DE LAS OBRAS COMPLETAS DE

ANDRES

BELLO

RAFAEL CALDERADIRECTOR

PEDRO GRASESSECRETARIO

AUGUSTO MIJARES ( 1897-1979ENRIQUE PLANCHART (1894-1953 JULIO PLANCHART (1885-1948)

FUNDACION LA CASA DE BELLOCONSEJO DIRECTIVO

1980/1983

OSCAR SAMBRANO URDANETADIRECTOR

RAFAEL CALDERA PEDRO PABLO BARNOLA PEDRO GRASES JOSE RAMON MEDINA LUIS B. PRIETO F.

J. L. SALCEDO BASTARDOVOCALES

ANDRES

BELLO

G RAMAT 1 CA LATINAYESCRITOS COMPLEMENTARIOSPRLOGO Y NOTAS DE AURELIO ESPINOSA PLIT, S. 1.RECTOR

DE LA UNIVERSIDAD CATLICA DEL ECUADOR

LA CASA DE BELLOAO BICENTENARIO DE ANDRES BELLO

CARACAS, 1981

RELACION DE LOS VOLUMENES DE ESTA SEGUNDA EDICION1. Ii. 111. lv. V. VI. VII. VIiI. IX. X. XI. XII. XIII. XIV. XV. XVI. XVII. XVIII. XIX. XX. XXI. XXII. XXIII. POESIAS BORRADORES DE POES1A FILOSOFIA DEL ENTENDIMIENTO Y OTROS ESCRITOS FILOSOFICOS GRAMATICA DE LA LENGUA CASTELLANA I)ESTINADA AL USO DE LOS AMERICANOS ESTUDIOS GRAMATICALES ESTUDIOS FILOLOGICOS 1. PRINCiPIOS DE LA ORTOLOGIA Y METRICA DE LA LENGUA CASTELLANA Y OTROS ESCRITOS ESTUDIOS FILOLOGICOS II. POEMA DEL CID Y OTROS ESCRITOS GRAMATICA LATINA Y ESCRITOS COMPLEMENTARIOS TEMAS DE CRITICA LITERARIA DERECHO INTERNACIONAL 1. PRINCIPIOS DE DERECHO INTERNACIONAL Y ESCRITOS COMPLEMENTARIOS DERECHO INTERNACIONAL II. DERECHO INTERNACIONAL III. DOCUMENTOS DE LA CANCILLERIA CHILENA (Vol. XXI de la primera edicin de Caracas) DERECHO INTERNACIONAL IV. DOCUMENTOS DE LA CANCILLERIA CHILENA (Vol. XXI1 de la primera edicin de Caracas) CODiGO CiViL DE LA REPUBLICA DE CHILE (Vol. Xli de la prin-zera edicin de Caracas) CODIGO CIVIL DE LA REPUBLICA DE CHILE (Vol. Xlii de la primera edicin de Caracas) CODIGO CIVIL DE LA REPUBLICA DE CHILE (Vol. XIII de la primera edicin de Caracas) DERECHO ROMANO (Vol. X1V de la primera edicin de Caracas) TEMAS JURIDICOS Y SOCIALES (Vol. XV de la -brimera edicin de Caracas) TEXTOS Y MENSAJES DE GOBIERNO (Vol. XVI de a primera edicin de Caracas) LABOR EN EL SENADO DE CHILE (DISCURSOS Y ESCRI~ TOS) (Vol. XVII de la primera edicin de Caracas) TEMAS EDUCACIONALES 1 Vol. XVJ11 de la primera edicin de Caracas) TEMAS EDUCACIONALES II (Vol. XVII1 de la primera edicinde Caracas)

TEMAS DE HISTORIA Y GEOGRAFIA (Vol. XIX de la pri. mera edicin de Caracas) Xxiv. COSMOGRAFIA Y OTROS ESCRiTOS DE DIVULGACION CIENTIFICA (Vel. XX de la primera edicin de Caracas XXV. EPISTOLARIO (Vol. XXIJI de la primera edicin de Caracas XXVI. EPISTOLARIO (Vol. XXJV de la primera edicin de Caracas

SIGLASO. C.: Obras Compltas de don Andrcs Bello. 15 Santiago, 18811893. 1952.AMTJNTEGUI, Vida Bello: Vid-a de don Andrs Bello, por Miguel Luis Amuntegui, Santiago, 1882.

yola.

O. C. Caracas: Obras Completas de Andrs Bello. Caracas,

BELLO

LATINISTA

INTRODUCCIN

A LA GRAMTICA LATINA

La edicin oficial de las Obras Completas de Don Andrs Bello, hecha a fines del pasado siglo en Santiago de Chile, no incluy la Gramtica Latina, que, si bien compuesta por su hijo, Francisco Bello, debe, por muchos ttulos, constar entre las obras del gran polgrafo. Estos ttulos son, no slo la paladina confesin de Don Francisco en la dedicatoria de la primera edicin de 1838, en la que reconoce haber sido ~socorridoen este trabajo por ios vastos conocimientos de su padre, sino tambin el testimonio mudo del ejemplar de aquella tirada primera, conservado en la Biblioteca Nacional de Santiago, que sirvi para la segunda edicin de 1846-1847. En l ape-

nas hay pgina que no lleve numerosas correcciones de mano de Don Andrs Bello, aadiduras, muchas de stas minuciosas y dilatadas, que se alargan por varias hojas. Adems, por propia declaracin del padre, suyas son todas las innovaciones introducidas, en la Gramtica Latina de Don Francisco, tanto en su Primera como en su Segunda Parte, a partir de la segunda edicin impresa despus de la prematura muerte del joven Bello, y a la que, como a triste legado, consagr Don Andrs utodo el tiempo y esmero posibles escribe para corresponder de algn modo al favor con que haba sido acogida la primera, y1

Obra nmero 131, volumen 4 de la

vitrina

1-2 del Museo Bibliogrfico.

XI

Obras Completas de Andrs Bello

a ios encargos de su autor. ttNuestras lgrimas aade han humedecido ms de una vez los esparcidos apuntes trazados por la mano de un hijo querido, debilitada ya por los largos padecimientos de una enfermedad dolorosa y fatal. Pero hemos tenido as un doble estmulo, ei deseo de contribuir, en cuanto nos era dado, a la mejora de la educacin literaria que tan celosa y liberalmente promueve nuestro gobierno, y un sentimiento casi religioso hacia la memoria de aquel excelente y malogrado joven. Culpa nuestra ser si trabajando bajo tan poderosas inspiraciones no hemos sabido merecer los sufragios de los ilustrados profesores de nuestros establecimientos nacionales 2 Por esta ltima frase toma Don Andrs Bello la plena responsabilidad de la obra, y con esto consta que, aunque la edicin primera fue redactada por su hijo, y con nombre de l salieron todas las ediciones sin que en ninguna apareciera el de Don Andrs, sin embargo, tan copiosamente recibi la obra primitiva el imponderable beneficio de las mejoras con que la ciencia del dolorido padre la quiso avalorar, que, tal como aparece en su forma definitiva, ms debe llamarse obra de ste que del primer autor. Sobra, por tanto, fundamento a la decisin que la Comisin Editora de la nueva coleccin de Obras Completas de Don Andrs Bello ha tomado, de dedicar un tomo a la Gramtica Latina y dems publicaciones afines del gran maestro, quien con ello, a los mltiples florones de su inmortal corona, aade uno ms, y merecidisimo, el de insigne latinista.* * * LAS EDICIONES

La obra apareci en cuatro ediciones sucesivas. Reza la portada de la primera: Gramtica/de la/lengua latina,/poi~/FranciscoBello,/Profesor del Instituto Nacio2 Advertencia, p. iii de la Segunda Edicin, 1846.

xl

Bello latinista

nal de Chile.//Haec ars nisi fundamenta jecerit,/quidquid superstruxeris corruet./M. F. Quintiliano./Instit. orat. lib. 1 .c.4.//Santiago./lmprenta de la Opinion.//1 838 ./ Consta ci libro de ocho pginas sin numeracin (ttulo, dedicatoria, prlogo, erratas notables), seguidas de doscientas setenta pginas de texto (1-144: Analoga en cinco captulos; 145-243: Sintaxis en quince captulos; 245-268: Prosodia en siete captulos; 269-270: Apndice. Explicacin del calendario romano). Peculiaridades de la edicin primera son la dedicatoria A MI PADRE (que, omitida en la segunda y tercera cuidadas por Don Andrs Bello, reaparece en la cuarta), el Prlogo, que no se reedit nunca, como tampoco la tercera parte, o sea la Prosodia.La segunda edicin, que se dice Aumentada y corregida, y que al ttulo de Profesor del Instituto Nacional que llevaba el autor en la primera, aade el de Miembro de la Universidad de Chile, tiene para las dos partes de Analoga y de Sintaxis portadas distintas. El pie de imprenta de la Analoga dice: Santiago. Imprenta Chilena. 1846; el de la Sintaxis: Santiago. imprenta Chilena, calle de Valdivia n21. Abril de 1847. Comprende la Primera Parte tres pginas de Advertencia (1-111) que enumeran las alteraciones e innovaciones introducidas en la segunda edicin; seis pginas de Nociones generales (1-6); ciento cuarenta y nueve (6-155) dedicadas a la Analoga en nueve captulos; y por fin tres pginas ms (1-111) de Adiciones y Correcciones, debidas dice Don Andrs Bello en la Advertencia inicial a Don Luis Antonio Vendel-Heyl. La Segunda Parte, abarca Advertencia (pp. Y-VI), Erratas (pp. VII-VIII), y el texto de Sintaxis (pp. 161-326) en quince captulos. Siguen Adiciones y Correcciones del mismo Vendel-Heyl (p. 327) y el ndice de ambas partes (329-330). Por este ndice consta que, aunque la Divisin de la Gramtica (p. 6) reconoce cuatro partes: An4oga,XIII

Obras Completas de Andrs Bello

Sintaxis, Prosodia y Ortografa, slo se atiende en la obraa las dos primeras. La tercera edicin, tambin con dos portadas, fue hecha en la misma Imprenta Chilena de Santiago, trasladada a la Calle de San Carlos, 43, y tiene la fecha de Febrero de 1854. Las pginas 1-VII contienen una Advertencia breve seguida de la que estuvo antepuesta a la Segunda edicin. Viene luego el texto corrido en trescientas treinta y una pginas (1-160, las nociones generales y la Analoga, llamada aqu Lexiloga en nueve captulos; y 161-331, la Sintaxis en diecisis captulos). Esta edicin, segn indica la Advertencia inicial de Don Andrs Bello, fue revisada y corregida, su mayor parte, por el Seor Vendel-Heyl, calificado de sabio humanista y fillogo, cuya reciente y repentina muerte ha sido una prdida deplorable para las Letras en general en Chile, sobre todo para la enseanza del Griego y del Latn, de su especial idoneidad y de toda su predileccin. La edicin cuarta hecha a los nueve aos lleva la siguiente portada: Gramtica/de la/Lengua latina/por/Don Fran-

cisco Bel!o./Cuarta edicin,/Aumentada y corregida/por/ el Doctor Justo Florian Lo beclz.,/Profesor Universitario, Miembro de a Universidad de Chile y Profesor del/Instituto Nacional de Santiago./Haec ars nisi fundamenta jecerit,/quidquid superstruxerit corruet./Quintil./Parte

Primera./Santiago de Chile./Librera Espaola de P. Yuste y Ca,/Calle de los Hurfanos, nm. 29, A, B y C, esquina de la/de la Bandera./ A la vuelta de la pgina de portadase lee: La cuarta edicin de esta obra se ha hecho con el beneplcito de su propietario, y nos ha cedido todos sus derechos para perseguir ante la ley cualquier fraude. Los ejemplares legtimos sern los que vayan numerados y rubricados por los Editores. Y efectivamente el ejemplar a laXIV

Bello latinista

vista, que pertenece a la Comisin Editora, lleva una elegante rbrica y el nmero 630. La fecha de la edicin se halla en un segundo pie de imprenta: ~Imprenta Chilena,/ Calle del Peumo, esquina de la de Hurfanos, Nm. 29/ 1863. De la advertencia transcrita se deduce que el propietario de la obra, que deba ser Don Andrs Bello, cedi todos sus derechos y no intervino ya personalmente en la edicin. El nuevo editor, Doctor Justo Florin Lobeck, reprodujo la sentida dedicatoria de Francisco Bello a su padre, suprimidas en las dos ediciones intermedias, y en cambio omiti la Advertencia de la Segunda edicin copiada ntegramente en la tercera. La cuarta consta de cuatro pginas sin numeracin, y trescientas cincuenta y seis de texto corrido: Nociones generales 1-7; Lexiloga 7-168, en nueve captulos con su fe de erratas; Sintaxis 169-3 53, en diecisiete captulos; Apndice 354-356: Explicacin del Calendario romano y Fe de erratas. El texto reproducido en estas Obras Completas es el de la tercera edicin, que representa la obra cabal de Don Andrs Bello. Para este fin hemos dispuesto de una reproduccin fotogrfica de dicha edicin. Sealaremos en notas las diferencias de alguna importancia con las ediciones anteriores, as como las innovaciones introducidas por el editor de la cuarta. No hemos credo del caso reproducir la Prosod~a que ocupa las veintitrs ltimas pginas de la edicin primera (245-268), eliminacin que se debe al propio Don Andrs Bello, quien, habiendo corregido tan cuidadosa y popiosamente la Analoga y la Sintaxis, dej sin tocar la Prosodia y la hizo desaparecer de las dos reediciones que tom a su cargo.* * *

Obras Completas de Andrs BelloIDEAS DE BELLO ACERCA DEL LATN

Despus de esta breve introduccin histrica acerca de la obra que en este tomo entrega al pblico la Comisin Editora, la primera incumbencia de este prlogo debe ser considerar qu es lo que representa esta Gramtica Latina en el conjunto de la produccin literaria y cientfica de Don Andrs Bello, y, ms todava, lo que en la vida y en la personalidad del sabio polgrafo significa el haberla escrito y el haber tenido acopiada suma tan ingente de conocimientos como fueron precisos para escribirla. Dos artculos se reproducen en este volumen, publicados por vez primera en El Araucano, el uno: Sobre el estudio de la lengua latina en 1831, el otro: Latn y Derecho Romano en 1834, siete y cuatro aos respectivamente antes de la aparicin de la Gramtica Latina de Don Francisco Bello. En ellos se encuentran las principales razones por las que su ilustre padre defiende tan resuelta y convencidamente el estudio del latn. Empieza el primer artculo con este aserto: Suponemos decidida la cuestin acerca de la importancia y utilidad de los estudios clsicos, como fundamento de toda educacin liberal; y dando un paso ms, nos proponemos inquirir cul sea el mejor modo de hacerlos. Un tanto, y algo ms que un tanto, se ilusionaba el gran humanista al dar por zanjada aquella disputa. No sio no estaba zanjada a favor en forma decidida, sino que en el curso del siglo XIX fue perdiendo da a da tanto terreno que, para principios del siglo XX, haba prevalecido prctica y al parecer definitivamente en todas las repblicas hispanoamericanas la persuasin contraria. En la actualidad han optado ms o menos radicalmente todas ellas por la exclusin de las disciplinas clsicas en la formacin de sus luventudes, reemplazando las antiguas humanidades por bachilleratos enciclopdicos de tendencia cientfica. Xv

Bello latinista

Hecho indudable, ante el cual, sin embargo, una reflexin se impone: la mera mayora numrica de opinantes no es, ni tiene derecho a ser tenida por criterio concluyente de verdad, por cuanto en muchos casos tales mayoras no se forman por el peso legtimo de motivos prevalecientes, sino al empuje de complejos intereses en que muy poco tienen que ver la reflexin y el juicio. Si el criterio adverso a los estudios clsicos se hubiese generalizado en nuestra Amrica en virtud de una refutacin vlida de las razones que a su favor aduca Don Andrs Bello en 1831, no habra sino callar; pero la verdad es que estas razones estn intactas en nuestros das, ya que en el terreno de la discusin serena nadie las ha desvirtuado en lo mnimo. Preciso es reconocerlo, no es la persuasin razonada de la ineficacia de los estudios de latinidad lo que los ha hecho desterrar de la segunda educacin americana, sino influjos coligados de ndole muy distinta. En ms de un pas ha pesado en la opinin la especie de que el latn no poda ser objeto sino de estudios exclusivamente eclesisticos, y que deba, por tanto, relegarse a los seminarios especie ridcula si se considera que los mayores latinistas y helenistas modernos se hallan en las universidades laicas y protestantes de Inglaterra, Alemania, Francia y Estados Unidos. Con visos menos irracionales que los de esta fobia anticlerical, han actuado otras razones, que, sobre todo en su conjunto, no pueden menos de impresionar. Es, por una parte, el auge invasor de las teoras paneconomistas que io reducen todo a las preocupaciones materiales de la existencia; es la visin estrecha y halagadora de la utilidad inmediata de estudios directamente encaminados al lucro; es la urgencia con que tantos jvenes se ven obligados a empezar a ganarse cuanto antes la vida; es, por otra parte, la necesidad real de tcnicos cientficos e industriales, que en todos los pases se experimenta para la explotacin de la riqueza nacional; es la vulgarizacin de ios inventos de la ciencia y sus aplicaxv

Obras Completas de Andrs Bello

ciones a la vida casera que hacen indispensable para el hombre moderno cuando menos una iniciacin en las ciencias experimentales. Estas razones son ciertamente dignas de ser tomadas en cuenta, o para pensarse en la creacin de tipos diversificados de segunda educacin (como en muchos pases europeos, en los que, con planes de estudios divergentes, existen dos bachilleratos, tcnico el uno y humanstico el otro), o, donde esto no sea posible, para esbozar una modificacin en lo que de excesivamente acadmico tena la estructura de los antiguos estudios secundarios. Esta modificacin, discreta y tinosa, bien pudiera admitirse a ttulo de oportuna adaptacin a las exigencias pragmticas de los tiempos; pero no la eliminacin radical del latn que, haciendo tabla rasa de todas las experiencias pasadas, desecha inconsideradamente lo que tena de valioso y de irreemplazable la formacin clsica que estuvo vigente por siglos. Nadie discute la necesidad urgente de tcnicos en todos los rdenes de la produccin y de la vida moderna mecanizada; pero nadie debiera tampoco discutir la necesidad, tan imprescindible por cierto como la de los tcnicos, de hombres de formacin mental superior, ms gil y ms universal, que sean capaces de coordinar las labores parciaies e inconexas de estos tcnicos y de atender a los problemas complejsimos de la direccin general y del gobierno de la sociedad, de acuerdo con ios grandes principios de la filosofa de la vida y de la ciencia poltica. Reducir la formacin de las juventudes a la formacin de tcnicos especializados sera para cualquier pas un propsito suicida. Y aun sin llegar a este extremo, incalculable es el mal que se estn haciendo las naciones con reformas iconoclastas, como las que se han verificado casi en todas partes en nuestro continente. Lamentable inconsciencia pedaggica la de sus dirigentes, si no saben apreciar el inevitable descenso de cultura que trae consigo el abandono de las disciplinas dedicadas a la formacin desinteresada del espritu. Xv

Bello latinista

Para contrarrestar a tiempo esta inconsciencia destructora falt entre nosotros el dique de firme tradicin que en otros pases ha contenido el prurito inconsulto de reformas atropelladas en materia de educacin pblica. En realidad faltaba una tradicin clsica arraigada, razonada y convencida en la Espaa del siglo XVIII y, por consecuencia natural, en sus antiguas colonias. Hubo ciertamente en toda la Amrica colonial estudios medios de latinidad, y se lleg a escribir en Amrica latn verdaderamente elegante; con todo, no haba el arraigo y la fe capaces de resistir a la ventolera de innovaciones. Si la tradicin clsica hubiese tenido ms hondura, y, sobre todo, una vigencia ms consciente, un empeo ms vital en la conservacin y perfeccionamiento de sus valores educativos, no hubiera sufrido el colapso que sufri. El espritu cientfico del siglo XIX, hubiera promovido la adopcin de mtodos en consonancia con el adelanto general de las ciencias; los mismos estudios clsicos se hubieran remozado y vigorizado, con inmensas ventajas para sus aplicaciones educativas, como sucedi en Alemania, en Inglaterra, en Francia, en Holanda, y no hubieran capitulado, como lo hicieron, ante la invasin de las matemticas, de la fsica y de la qumica y de las ciencias naturales, cuya tendencia es inevitablemente la de subordinar los intereses de la educacin a sus propios progresos. Con estas consideraciones se explica, en parte al menos, el rumbo pragmtico que en todos nuestros pases hispanoamericanos han tomado los estudios secundarios oficiales. Pero es preciso repetirlo, lo que se ha hecho en este repudio de los estudios clsicos, ha sido cerrar los ojos a las razones q~..ie los abonan, y volverles la espalda, sin discutirlas, ni menos refutarlas. All estn ellas en pie en su inalterable verdad, tal como las estamp Don Andrs Bello hace ms de un siglo. Vale la pena considerarlas y ponderarlas.

X!X

Obras Completas de Andrs BelloEL LATN Y EL CONOCIMIENTO DE LA ANTIGEDAD

La primera: El latn, dice, es el principal sendero que conduce al conocimiento de la antigedad. Razn en s evidente, que no se ve cmo se la pueda objetar. Efectivamente, no se la objeta; pero la rplica despreocupada que le oponen viene a ser: Y qu falta nos hace en el siglo XX el conocimiento de la antigedad? A lo que debe contestarse: Renunciar sistemticamente al conocimiento ntimo de la antigedad, es renunciar a poder ir jams a las fuentes primeras de las realidades de la vida contempornea, es condenarnos en muchos rdenes a irremediable superficialidad. Prescindamos aqu de los complejsimos aspectos de la vida social y de la poltica modernas, de los que, sin embargo, con tanta verdad deca el clebre profesor de Historia de Cambridge, T. R. Glover, para hacer sentir la trascendencia del estudio directo de las fuentes: Nada se mueve en el mundo actual que no haya sido puesto en movimiento por los Griegos; nada ha quedado fijo que no haya sido cimentado por los Romanos; limitmonos al terreno literario, al que tiene en mientes Don Andrs Bello. Inmenso es indudablemente el auge que han tomado las literaturas occidentales; legin incontable son los grandes autores espaoles, italianos, franceses, ingleses, alemanes, rusos, que han acumulado obras maestras para cuya lectura no es ya suficiente una vida; bastan por supuesto para ocupar las actividades de todos los fillogos y crticos existentes los problemas que suscitan las literaturas modernas, ms an, la sola produccin contempornea. Pero cul de estos problemas puede estudiarse a fondo, y seguirse hasta sus ltimos orgenes sin conocimiento de las literaturas griega y latina, de las cuales han procedido como de fuente primera todas nuestras literaturas? Y qu vale una ciencia que no tenga primeros principios, ni pueda remontarse a primeras experiencias con que comparar sus adelantos? Se hace imposible, por XX

Bello latinistm

ejemplo, una apreciacin exacta del grado de originalidad que hay en las atrevidas innovaciones que surgen cada da, si no se tiene por punto de referencia a los modelos antiguos. Las realizaciones pasmosas de aquellos iniciadores geniales como Homero, Safo, Tucdides, Esquilo, Sfocles, Platn, Demstenes, Cicern y Virgilio, siguen despus de siglos bullentes de vida y conservan una accin fecundante slo desconocida de quienes, no pudiendo ponerse en contacto vital con ellos, tampoco pueden formarse idea de su influjo perenne, de su orientacin inspiradora. El insigne historiador de Inglaterra Toms Babington Macaulay, al acabar de releer por tercera vez el texto ntegro de Tucdides, confesaba quedarse abismado de admiracin. En la prosa oratoria moderna quin podr apreciar la hondura de la huella dejada por el mximo orador de Roma, en cuya cadenciosa y enrgica diccin tantos secretos aprendieron grandes oradores y escritores vernculos como Luis de Granada, Bossuet y Newman? Quien pasa de la lectura directa de unas pginas de Cicern a la de los escritos de estos clsicos modernos, sensiblemente percibe el eco del verbo arrollador del gran tribuno, en la regia rotundidad del librrimo giro castellano, en la ponderada majestad del perodo francs, en la lcida vehemencia de la frase inglesa, difana, incisiva y convincente. Ecos del Virgilio buclico en Garcilaso, ecos del Horacio lrico en Fray Luis de Len, ecos del Sneca conceptista en los grandes conceptistas y gongorinos espaoles, ecos antiguos en todas partes; muchos conscientes y deliberados, muchos ms de ellos inconscientes y perceptibles nicamente para los que estn familiarizados con la voz original. No ha apuntado Sellar la idea tan verdadera de que se hace ya imposible apreciar lo que tuvo de extraordinariamente nuevo en su aparicin el arte de Virgilio, por lo muchsimo de l que se ha incorporado a la sensibilidad moderna y parece ahora patrimonio comn de todos? Cuntas cosas piensan inventar autores novsimos, que estn inventadas desde hace veinte y ms siglos! Cuntas de las novedades

xx

Obras Completas de Andrs Bello

ms atrevidas de que alardean ios isinos de las ltimas generaciones se encuentran ya en los revuelos lricos de los coros de las tragedias griegas! Cunto de lo que se da por exclusivamente propio y caracterstico de la fantasa y del sentir modernos fue ya percibido y expresado con fina concisin por los antiguos! Un caso solamente: recorriendo las largas series de ejemplos con que enriquece Bello su Gramtica Latina, tropec con la siguiente frase de Cicern, citada para explicar el uso de las proposiciones incidentes comparativas: Est iii animis tenerum quiddam, quod aegritndine quasi tempestate quatiatur. Hay en las almas un no s qu de tierno que con el dolor se parte, como sacudido de la tormenta. Qu es esto sino el toque tan fino y sugestivo que ha inmortalizado Le vase bris de Sully Prudhomme, delicadamente vertido al castellano por Gutirrez Coil? Pueden paliarse de mil modos las cosas, pero no es posible encubrir que renunciar a conocer los clsicos grecolatinos es renunciar a conocer nuestro abolengo cultural, renunciar a conocernos a fondo a nosotros mismos; que es perder la leccin trascendental del humanismo, consistente en comprobar en las obras que nos ha legado la antigedad clsica la perfecta unidad y fraternidad de la especie humana a travs de los siglos, la identidad de sus sentimientos bsicos que se perpetan en todos los tiempos y en todos los pueblos. Esto pondera Don Andrs Bello en el segundo artculo citado, de 1834: Para el cultivo de las bellas letras, escribe, es de la mayor importancia el latn . . . por el valor incomparable de las inmortales composiciones de los oradores, poetas e historiadores latinos. Quisiramos que nos dijese El Valdiviano si no valen nada en su concepto las facilidades de leer a Virgilio y Cicern en sus originales, o si conoce alguna versin que represente con mediana fidelidad las bellezas de estilo y de sentimiento de estos y otros escritores latinos. En aquellas obras bebi la Europa el buen gusto, y con el renacimiento de las letras latinas Xx

Belio latinista

y griegas se vi rayar otra era... Cundi con aquella literatura resucitada el amor de la libertad, cuyas inspiraciones son tan enrgicas en las producciones de la elocuencia antigua. Todo vari de aspecto. Lo mismo suceder con nosotros. si no (nos dejamos) alucinar por ese espritu de vandalismo literario, que corta el vuelo a las ms nobles aspiraciones del ingenio, que, halagando a la pereza, quiere perpetuar la barbatie, y condena, como rancios y gticos, cabalmente los mismos estudios que desterraron de Europa el goticismo, y la pulieron y civilizaron. No digamos, pues: Qu necesidad hay en el Siglo XX del conocimiento de la antigedad? La necesidad que tenemos es la que tiene toda planta de quedar unida a sus races, y todo ro de no interrumpir el paso directo del manantial; la necesidad de no afanarnos intilmente por descubrir lo que ya est descubierto, pr volver a empezar procesos de iniciacin, tiempo ha superados, y con qu perfeccin.. ; Ja necesidad de no desperdiciar neciamente tan valiosas experiencias como estn acumuladas en los escritos de los antiguos, tantos tesoros de psicologa, observaciones admirables de los repliegues ntimos del corazn humano, de las que supieron sacar incomparables lecciones para la ciencia suprema de la vida. Aun en su forma fragmentaria e inconexa de meros ejemplos gramaticales, esparcidos a lo largo de este libro, es digno de toda admiracin el acervo de nobles sentencias que ha recogido Don Andrs Bello de los ms variados autores de la clsica latinidad, Varrn, Plauto, Terencio, Cicern, Csar, Salustio, Nepote, Lucrecio, Catulo, Virgilio, Horacio, Tcito, Suetonio, Lucano, Aulo Gelio, Sneca. Leyendo a autores como stos se convence uno de la ceguedad de los que piensan que los adelantos materiales de la tcnica suponen una superioridad correspondiente en los valores espirituales, y se imaginan que la misma ventaja lleva el hombre de hoy al de hace veinte siglos que los medios de locomocin modernos a los que se usaron en Grecia y.. . .

xxiii

Obras Completas de Andrs Bello

Roma. Los textos que han dejado ios clsicos demuestran al contrario que, no por moverse ms rpidamente el hombre moderno, piensa ms lcidamente o siente ms hondamente que el antiguo. sta era la ntima conviccin de Don Andrs Bello en la primera mitad del siglo XIX, como io es tambin la del profesor de lengua y literatura latinas de la Universidad de Columbia, Gilbert Highet en esta primera mitad del vigsimo. En su libro Mans Unconquerable Mmd (La mente invicta del hombre) publicado en 19~4,asienta que uno de los medios ms eficaces para hacer surgir grandes ingenios entre los jvenes, es ponerlos en contacto con los escritos de grandes pensadores, satisfaciendo de este modo sus ansias intelectuales a las que no pueden bastar el trato ordinario y el intercambio de ideas con sus padres, con sus compaeros y con sus mismos maestros. Y para aclarar su pensamiento, el primer ejemplo que sugiere es Platn. Platn, dice, muri hace veintitrs siglos, pero contina viviendo en sus obras y hablndonos en ellas. Lo mismo pudiera afirmar de Homero que muri hace veintiocho siglos, o de Virgilio que dista de nosotros todo lo que dura la era cristiana. ~Parael joven que se inicia en estudios filosficos, contina Highet, nada mejor que leer a Platn y tratar de refutar sus argumentos, de hallar solucin a sus capciosas cuestiones, de afrontarle a un tiempo como discpulo y como impugnador. Siguiendo el mismo orden de ideas, pudiramos decir: Para el joven interesado en adquirir prctica oratoria, qu mejor maestro que Cicern? Sgale atento en sus insinuantes exordios, en sus hbiles exposiciones de hechos, en sus apretadas controversias, en sus sagaces refutaciones. Vea si dejan alguna escapatoria sus conclusiones irresistibles. Ensaye, si puede, sobre las mismas pautas un discurso contrario que combata las posiciones del orador romano, como confut Demstenes a Esquines en el Discurso por la Corona. Y al joven ilusionado con el arte y la belleza, le insinuaramos que se entregue

xxiv

Bello latinista

al encanto de la poesa de Horacio y de Virgilio, para sorprender los secretos de la perfeccin formal del primero, para captar la extraa palpitacin, el indefinible poder sugestivo de los hexmetros del segundo, la hondura insospechable de su interpretacin de la vida. Habla Highet de cambios repentinos que se verifican frecuentemente entre jvenes estudiantes, cuando, al impulso de un maestro estimulador o de una lectura que se ha convertido en sbita revelacin, parecen abrir los ojos a un mundo nuevo y entran en una efervescencia que duplica o triplica el ingenio que hasta entonces haban demostrado. Nada tan apto para provocar estos cambios maravillosos como el contacto ntimo y vivificante con los autores inmortales, con los que, a travs de tantas generaciones, han dado pruebas de esta potencia de fecundacin. A hacer posibles estos contactos aspiraba Bello al encauzar la juventud hacia los estudios clsicos.EL LATN Y EL DERECHO ROMANO

Pero, al par de Bello humanista, aboga en favor de los mismos Bello jurisconsulto. Se pide, dice, (el latn) para los estudios legales, porque se cuenta por uno de los necesarios el de la jurisprudencia romana, y porque muchos de los glosadores y tratadistas de la nuestra han escrito en latn. . . Y respondiendo a El l7aidiviano que daba por superfluo el estudio del Derecho Romano, escribe: Nos parece que no se mira su importancia para nosotros y aun para la mayor parte de los pueblos modernos, bajo su verdadero punto de vista. Nosotros creemos que aun la legislacin ms clara y metdica necesita de comentarios, porque no es lo ms difcil entender las leyes (y en las nuestras no es ste un negocio de pequea dificultad), sino penetrarse de su espritu y saber aplicarlas con acierto. . El jurisconsulto tiene que aplicar las leyes a todos ios negocios de la vida, le es necesaria por consiguiente una exacta. .

xxv

Obras Completas de Andrs Bello

clasificacin de todos ellos; y, como el nmero de las leyes es siempre infinitamente menor que el de los casos, y stos varan infinito entre s, sin un hilo que le conduzca por este intrincado laberinto, est en peligro de tropezar y de perderse a cada paso. Ahora bien, el Derecho Romano, fuente de la legislacin espaola, que nos rige, es su mejor comentario; en l han bebido todos nuestros comentadores y glosadores; a l recurren para elucidar lo oscuro, y restringir esta disposicin, ampliar aqulla y establecer entre todas la debida armona. Los que lo miran como una legislacin extranjera, son extranjeros ellos mismos en la nuestra. Verdad inconcusa, en la que no han hecho mella las variaciones evolutivas de las legislaciones modernas; verdad trascendente, que califica el proceder de las universidades que han credo poder eliminar de ios planes de estudios de Jurisprudencia el Derecho Romano, reemplazndolo con estudios de Derecho Comparado. Cmo si lo primero que para comparar se necesita, no fuera el tener un punto comn de referencia, una norma comn, derivada del origen asimismo comn y la fuente primera! El Derecho Romano, insiste Don Andrs Bello, es necesario para el Derecho de Gentes; y si tenemos la noble curiosidad de explorar las instituciones y leyes de otras naciones y de consultar sus obras de jurisprudencia a fin de aprovecharnos de lo mucho que hay en ellas de bueno y aplicable a nosotros, es necesario familiarizarnos con el Derecho Romano, cuyos principios y lenguaje son los de toda la Alemania, los de la Italia, la Francia, la Holanda, y una parte de la Gran Bretaa. Pero surge obvia y desconcertante la dificultad de la lengua. Cmo estudiar provechosamente el Derecho Romano sin latn? Cmo, si no es en el latn original, captar la fuerza de sus frmulas jurdicas, sntesis vivas en cuyos enunciados una sola palabra que se cambia basta para falsear o debilitar la idea? Asi es, esta dificultad no tiene solucin satisfactoria, y bien puede ser que el abandono del

xxv

Bello latinista

Derecho Romano, por parte de juristas versados y competentes, no tanto se deba a desprecio cuanto a despecho, pues no es verosmil que ningn jurista de peso deje de ver la trascendencia de esa fuente primera del Derecho, y apele a una conviccin sincera de su inutilidad para decretar su expulsin del plan de estudios; lo nico creble es que se hayan resignado a esta expulsin en vista de lo limitado del fruto que del estudio del Derecho Romano se llega a sacar cuando no se lo puede entender en su texto original. Pero la ciencia es ciencia, y no se allana a los defectos e imperfecciones de los que aspiran a su dominio. No hay camino real hacia la Geometra deca a Alejandro Magno nio el maestro que se la enseaba. No hay tampoco camino real hacia la Jurisprudencia. Quien pretenda seorearla, necesita sentar sus bases sobre el Derecho Romano, y quien quiera dominar el Derecho Romano debe poder estudiarlo en su propia lengua y en ella pesar el sentido exacto y el valor de sus clsicos enunciados. La nica consecuencia concreta es que el conocimiento del latn es indispensable al jurista, y sa es la conclusin que saca Bello, sin reparar en lo que para muchos puede tener de mortificante y desconsoladora.EL LATfN Y LA GRAMTICA

Despus de Bello humanista y Bello jurisconsulto habla Bello pedagogo: La lengua latina es, dice, uno de los mejores medios de cultivar las varias facultades del alma. Sus tesoros literarios, que comprenden casi todos los departamentos de las artes y ciencias, suministran una serie de provechosos ejercicios para todas las facultades mentales, desde aquellas que asoman en la primera poca de la vida, hasta las que ocupan el entendimiento maduro de la edad viril. Dos ideas son las que en estas frases asienta Bello, a saber, que tanto el estudio filolgico del latn, o sea ci de la

xxvii

Obras Completas de Andrs Bello

gramtica latina por el que se tiene que empezar, como el estudio literario de los autores latinos, con el que se corona un curso de clsicos, son, cada uno en su propia esfera, estudios eminentemente formativos. Afirmaciones que no pueden ser puestas en duda sino por aquellas personas, instruidas tal vez y cultas, pero de las que dice el mismo Bello que por su diferente educacin y por la carrera que han seguido en la vida, no se hallan en estado de apreciar el valor de estos estudios. Respecto de la eficacia formativa de la gramtica latina, basta esta llansima consideracin. No tiene la pedagoga moderna ms inquieto afn que el de ahuyentar de las aulas el memorismo, el de impedir que las lecciones de geografa y de historia o de ciencias naturales o de educacin social o de cualquier otra asignatura, se conviertan en puro ejercicio de memoria sin asimilacin. Todos sus anatemas son contra los maestros que dictan en sus cursos, y se contentan con que los alumnos dcilmente repitan lo dictado. Pero a pesar de estos anatemas y de todos los recursos que pone en juego la escuela activa, el espectro del memorismo sigue cernindose sobre las aulas condenadas a planes de estudio enciclopdicos, y es el condigno castigo de quienes creen que la incumbencia de la segunda educacin es el desplegar a vista de la juventud el panorama de todas las ciencias humanas, pensando, sin duda, que este despliegue bastar para su formacin. Pondrese ahora lo que en este respecto ofrece la gramtica latina. Exige ciertamente en un principio un fuerte ejercicio de memoria en el aprendizaje de las declinaciones y conjugaciones. Pero no debe olvidarse que esto no es un mal sino un provecho grande, siempre que la memoria trabaje bajo la direccin del espritu reflexivo, y no tan slo mecnicamente, que es lo que la esteriliza. Y esto es lo que sucede en dicho aprendizaje, en razn de la morfologa misma de las declinaciones y conjugaciones, en las que la variedad de desinencias se va amoldando ordenadamente

xxvi

Bello latinista

a los diversos radicales. Aun las declinaciones y conju~aciones pueden aprenderse mediante la aplicacin razonada de las leyes que rigen su estructura morfolgica. Sin embargo, la gran labor formativa es la que viene en pos de esta necesaria memorizacin, cuando se llega al ejercicio de aplicar las declinaciones y conjugaciones para la formacin de las frases. Efectivamente, no puede construirse una frase latina, ni la ms sencilla, sin tener hecho el anlisis lgico de cada uno de sus trminos. No basta recordar cul sea para una palabra determinada la forma correspondiente al nominativo o al acusativo o al dativo, sino que es preciso averiguar el oficio que aquella palabra desempea en la frase. Si es complemento indirecto, se pondr en dativo; si es complemento directo, en acusativo; si es sujeto en nominativo, pero, en caso de tratarse de una proposicin subordinada de infinitivo, a pesar de ser sujeto, habr de ir en acusativo. Ya est traduciendo el nio del latn al castellano, ya est pasando del castellano al latn, este ejercicio de anlisis lgico es de todos los instantes, pues sin l no da un solo paso seguro. Y en qu materia, de todas cuantas puede estudiar un nio, existe un ejercicio de reflexin ms concentrado, ms ineludible y ms eficaz que en el anlisis lgico? Ponderan, y con razn, los pedagogos el sobresaliente valor formativo de las matemticas, que desarrollan en el alumno el espritu de reflexin, de observacin, de ilacin lgica y de exactitud. Le obligan, dicen, a pensar detenidamente para el planteamiento de los problemas, a fijarse en ios datos para la aplicacin acertada a ios mismos de las diversas frmulas, a ejecutar con suma atencin las operaciones debidas, pues la menor inexactitud vicia irremediablemente el resultado. Justsimas son sin duda alguna estas ponderaciones. Pero del anlisis gramatical y lgico debe decirse que, participando en todo de estas ventajas, aade una singular: la de no limitarse al aspecto numrico y cuantitativo de las cosas, sino antes de abarcar todas las categoras mentales; de obligar al nio a

xxix

Obras Completas de Andrs

Bello

manejar ios conceptos generalsimos de causa, de efecto, de condicin, de fin, y a considerar las circunstancias diverssimas que afectan a cualquier accin: tiempo, lugar, materia, instrumento, modo; y finalmente de hacerle aplicar de una manera adecuada tantos elementos distintos en sus combinaciones precisas, acomodndolos a todos los matices del pensamiento. Ejercicios de anlisis gramatical y lgico pueden hacerse, claro est, sobre frases del idioma propio. Sin embargo, ofrece ste un inconveniente pedaggico, a primera vista poco creble, pero realsimo: en el idioma propio procedemos por aplicaciones instintivas, en s tan maravillosas como inexplicables, y estamos, por tanto, expuestos a que nuestros aciertos en ellas se deban ms a adivinacin que a conocimientos conscientes y razonados. En cambio, al analizar en latn, ya para traducir, ya para componer, no puede el nio contar a ios principios con la feliz adivinacin instintiva; todo acierto suyo tiene que ser fruto de reflexin y de examen. Y cuando con el tiempo y la prctica llegue aqu tambin a lograr que obre el instinto, ser cuando el resultado formativo de un largo ejercicio habr sido plenamente asimilado por l y se haya asentado en su espritu con inmenso y duradero provecho. No conviene pasar de ligero sobre este fenmeno. Quien posea varios idiomas y entre ellos el latn, habr verificado una experiencia sencilla: cualquier texto normal francs o ingls, por ejemplo, podr traducirlo de corrida, podr recorrer con los ojos el escrito original e irlo leyendo en alta voz en espaol; con tal que conozca todas las palabras, su trabazn dentro de la frase no ofrece mayor dificultad. Nadie podr hacer lo mismo con un texto latino, por perfecto que sea su conocimiento del latn. Aunque entienda uno por uno todos los vocablos, el orden en que se hallan colocados dentro de la oracin es tan diferente del usual en las lenguas modernas, que se hace indispensable dar por lo menos una lectura rpida a la frase para primero orien-

xxx

Bello latinista

tarse, y luego volviendo sobre ella enunciar su significado en lengua verncula. Cuando no se trata de tr~iducirpara otros sino slo de enterarse privadamente de algn texto latino, el buen latinista lo lee de corrida; pero es porque se ha avezado, tras aos de trabajoso ejercicio, a prescindir del orden material de las palabras para la captacin inmediata del sentido. Para llegar a este resultado, es indispensable a los principios constreir al estudiante a establecer cada vez la relacin entre el orden en que se encuentran las palabras en la frase latina y el que le correspondera en castellano. Esto es lo que se inculca y exige al principiante. Al empezar cualquier traduccin, si espontneamente no lo hace, se le debe mandar: Ordene, es decir, reduzca al orden gramatical. Supongamos los dos primeros versos conocidsimos de la gloga primera de Virgilio:Tityre, tu patulae recubans sub tegmne fagi, silvestrem tenui musam meditaris avena.

Ordenar es leerlos as: Tityre, tu meditaris musam slves. trern avena tenui, recubaus sub tegmine fagi patulae. Fuera de las dos primeras palabras, ninguna de las diez restantes est en su sitio natural. Pero para devolverles momentneamente este sitio natural, a fin de descubrir sus relaciones mutuas es preciso analizarlas de una en una. Despus del vocativo Tityre, y del pronombre tu sujeto del verbo, el genitivo del adjetivo patulae va buscando su substantivo fagi, y este genitivo determinativo busca a su vez el substantivo al que determina que es teginine, el cual est en ablativo como rgimen de la proposicin sub, en el oficio de complemento circunstancial de lugar del participio recubans. ste, a su vez, forma una oracin subordinada del verbo principal meditaris, quien tiene su complemento directo en acusativo, musam silvestrem, y su complemento circunstancial de instrumento en ablativo, avena tenni. Con este anlisis se llega razonadamente al sentido exacto,

xxxi

Obras Completas de Andrs Bello

y ste puede ya tomar nuevas disposiciones estilsticas propias del idioma a que se traduce, y tendremos:Tendido al pie de tu haya de ancha sombra, t, Ttiro, en el leve caramillo ensayas tus tonadas campesinas.

El llamado hiprbaton latino, que casi nunca falta en algn grado, llega a veces a extremos que desconciertan, si bien a la postre es preciso reconocer que nunca deja de producir efectos estticos imposibles de obtener por otros medios. Tomemos, por ejemplo la estrofa tercera de la Oda sfica de Horacio a Mercurio, Mercuri, facunde (1, 10)Te, boyes ohm nisi reddidisses per dolum amotas, puerum minaci voce dum terret, viduus pharetra risit Apollo.

Para quien no est familiarizado con las audacias del estilo de Horacio esta estrofa parecer poco menos que una charada, dado su orden gramatical enrevesadsimo, que puede indicarse con la siguiente numeracin puesta a sus diecisiete palabras:Te, boyes ohm nisi reddidisses 5 14 9 12 13 per dolum a-motas, pucrum minaci 16 17 15 6 11 voce dum terret, viduus pharetra 10 7 8 2 3 risit Apollo.4 1

De esta libertad extremada del orden verbal nace la diversidad de las traducciones, de las que, por va de ejemplo, citar nicamente las cuatro ms recientes:Ismael Enrique Arciniegas, Bogot, 1950, p. 20. Cuando eras nio, amedrentarte Apolo quiso al pedirte sus robustos bueyes, mas se ri cuando de pronto viose ya sin aljaba.

xxxii

Bello latinista Bonifacio Chamorro, Madrid, 1951, p. 37. Al propio Apolo sus robustos bueyes hurtaste audaz, y entonces eras nio! Mas cuando con tremendas amenazas intimidarte y recobrarlas quiso, sonri ci dios al verse de su aljaba tambin desposedo. Aurelio Espinosa Plit, Quito, 1953, p. 40. De nio hurtaste su rebao a Febo y l con furiosas voces te increpaba; mas hubo de rer al ver, atnito, que le habas robado hasta la aljaba. Roberto Jaramillo, Bogot, 1954, p. 33. Mientras con voce minaz y fiera Te increpa el robo de sus vaquillas, Le hurtas la aljaba: no pudo Apolo Tener la risa.

Por lo dems, el hiprbaton, alma de la frase latina, no es un mero capricho idiomtico, es un recurso ideolgico y esttico de primera calidad, que da al latn y al griego, como lenguas, una superioridad incuestionable sobre las lenguas modernas. Les sirve para producir efectos concretos, independientes del significado de las palabras y que se superponen a este significado, enriquecindolo. Srvanos de ejemplo la frase larga y tortuosa que abarca casi enteras las estrofas alcaicas segunda y~tercera de la 5a Oda del Libro 1 de Horacio:Heu quotiens fidem mutatosque deos flebit, et aspera nigris aequora ventis emirabitur insolens qui nunc te fruitur credulus aurea, qui semper vacuam, semper amabilem sperat, nescius aur~ fallacis!

xxxiii

Obras Completas de Andrs Bello La traduccin puede ser: Ay cuntas veces abismado, yerto, tu fe y tus dioses llorar mentidos, y tus serenos mares combatidos por el negro aquiln, el que inexperto hoy goza en tu belleza y verte espera cndido! siempre fiel y placentera .

No parece que falte nada al sentido, pero falta el dejo peculiar derivado de la admirable sustentacin, de los sabios esguinces del texto original, que dicen ms por s solos que cualquier amplificacin, y, sobre todo, que lo dicen con una discrecin perfecta que nunca tendran explicaciones directas. Y es de notar que no es nicamente esta propiedad refinada la que se ha beneficiado con el hiprbaton, sino la poesa misma. Se hallara fcilmente otro ejemplo igual a ste, en que surja la poesa autntica de la mera sintaxis? Porque la poesa de este fragmento horaciano no est nicamente en el sentimiento, ni en la propiedad extraordinaria de los vocablos, ni en lo ajustado y discreto de las imgenes, sino tambin y quiz principalmente en lo sostenido y jadeante de la construccin, en que se revela toda la complejidad y emocin del afecto del poeta. Parece estarse burlando del mozo enamorado, en realidad est aorando el tiempo en que todava senta l mismo, punzante y ansioso, el aguijn del amor. En virtud de estas condiciones idiomticas de las lenguas flexionales, la traduccin latina constituye un ejercicio activsimo de reflexin y de afinacin esttica; de reflexin, porque acostumbra al nio a fijarse en las realidades trascendentes (aqu, el sentido a travs del oficio lgico), ms que en las apariencias inmediatas (la colocacin material de las palabras) ; y de afinacin esttica, porque cuando, despus del primer esfuerzo para ordenar percibe el joven traductor la razn de ser del hiprbaton usado por el autor y lo que con ~l gana la idea, por haber puesto en relieve o las palabras ms importantes, o la unin

xxxiv

Bello latinista

lgica de las partes, o el peculiar sentimiento del pasaje, recibe con ello una leccin importantsima del arte de escribir, algo que influir eficazmente en la formacin de su propio estilo. Efecto que se comprueba por el hiprbaton espaol, aprendido del hiprbaton latino, con el que los grandes clsicos castellanos han dado a nuestra lengua un sello de dignidad y grandeza que la distingue y avalora entre todas las dems. Pero se dir que no siempre se obtienen estos halageos resultados, que tambin se ve dictar cursos de latn en forma mecnica y rutinaria, reducindolo todo a exigir de memoria declinaciones, conjugaciones, pretritos y supinos y listas de vocablos, y a recorrer trozos de autores cuyas traducciones yuxtalineales repiten asimismo de memoria los alumnos, sin darse cuenta siquiera de la correspondencia exacta de las palabras. No negaremos que tales aberraciones sean posibles, pues no hay cosa, por excelente que sea, de la que no se pueda abusar y a la que no sea fcil desvirtuar. Pero un latn reducido a series de formas gramaticales y a frases repetidas de memoria, no es el latn de los estudios clsicos. Ser el latn que en algunos planes enciclopdicos se ha introducido como una de tantas asignaturas, al par de la botnica, de la geografa, de la historia, de la fisiologa e higiene o de la educacin cvica. Las listas de formas de las declinaciones y conjugaciones estn all en el mismo plano que las listas de huesos que entran en el crneo o las enumeraciones de familias de las plantas, y las frases de traduccin se aprenden de carretilla lo mismo que los compendios de moral o de historia . . . Reducido a asignatura, de la que slo se piensa en despachar un examen a fin de ao, el latn se hace tan ineficaz para la formacin mental como cualquier otra materia. Para que logre su propia virtud formadora, es preciso hacerlo obrar conforme a su propia naturaleza. Y para esto hay que tener presente que el latn es

xxxv

Obras Completas de Andrs Bello

lengua esencialmente lgica, que slo por la aplicacin de mtodos rigurosamente lgicos se llega a dominar. Menos rica y vistosa que el griego, menos abundante y flexible, menos musical y potica, tiene en cambio el mrito de una estructura ms firme y definida, que deja la impresin de algo ms intangible, ms definitivo. Llegar a familiarizarse con el latn hasta poder leer de corrida sus obras maestras, es entregarse al ejercicio ms extraordinariamente eficaz de lgica mental, es ir adquiriendo insensiblemente los hbitos de la lucidez de pensamiento y de la nitidez de expresin. Habr quien no vea la trascendencia que esto tiene en cualquier orden para toda la vida? Adems, la gramtica latina no se estudia por s misma, para quedarse en ella; se estudia para poder llegar a los autores, para tener a mano la llave que introduce a aquellos tesoros literarios que pondera con fruicin Don Andrs Bello, reconocindoles aptitud para ejercitar todas las facultades y para acomodarse a todas las etapas del desarrollo del nio, del joven y del hombre. En el momento en que ya no es preciso ir analizando penosamente trmino por trmino y deletreando, por as decirlo, la frase, sino que, dominado ya su mecanismo externo y el indispensable vocabulario, puede la mirada tranquilamente abarcar ios cuatro, cinco o seis renglones que suelen llenar con sus sabias complejidades ios perodos latinos, cuando se puede seguir el majestuoso desarrollo del pensamiento tan luminoso, tan lleno, tan matizado en Tito Livio, o en Cicern o en Tcito, tan acerado y vibrante en Horacio y en Catulo, tan profundo, tan cargado de emocin y de misterio en Virgilio, entonces puede decirse uno que est en posesin de uno de los medios ms valiosos y ms seguros que existan de formacin humana y de enriquecimiento espiritual. Quienes han tenido oportunidad de observar y comparar en un mismo estadio de formacin, a jvenes educados con estudios clsicos y a jvenes sometidos al rgimen del bachillerato enciclopdico, llamado de Humanidades moderxxxv

Bello latinista

nas, por lealtad han tenido que reconocer una superioridad mental indiscutible en los primeros. Poseen naturalmente menos conocimientos concretos inmediatos, y al tener que iniciar una carrera tcnica se ven de hecho atrasados con relacin a los que se han ocupado por aos en adelantar materias; pero tienen en cambio ms adiestramiento para adquirir y asimilar ideas nuevas, ms equilibrio para administrar lo adquirido, ms capacidad de percepcin compleja y reflexiva, ms comprensin de los problemas humanos, sntesis ms rpida, expresin ms ajustada, ms neta y ms flexible. Desde luego, se supone para esta comparacin igualdad en las capacidades iniciales, pues un joven superiormente dotado, aunque se lo eduque con mtodos defectuosos, vendr a sobresalir por sus prendas individuales. Pero el honor de una pedagoga no est en hacer sobresalir a los que por s mismos pueden descollar, sino en hacer dar su pleno rendimiento a los talentos ordinarios.

EL LATN Y LAS LENGUAS MODERNAS

Otra ventaja pedaggica de la enseanza del latn aduce Don Andrs Bello, que seguramente sorprender a muchos que no han podido experimentar su verdad. ~No hay nada, dice, que facilite ms la adquisicin de las lenguas extranjeras, que el previo conocimiento de la latina. Aclara en seguida y puntualiza su pensamiento especificando: ttNo hablamos de aquella adquisicin superficial que consiste en traducir un libro fcil y en seguir con soltura una conversacin sobre materias familiares. Algo vale sin duda esta adquisicin, y es mucho ms rara de lo que se piensa. Pero, considerando los idiomas como otros tantos medios de cultura intelectual, es menester ir ms all; es menester poseerlos de manera que se forme una idea cabal del valor de sus signos, y de las varias modificaciones y matices que sus enlaces y condiciones dan al pensamiento; sin lo cual no

xxxvii

Obras Completas de Andrs Bello

es posible seguir el hilo de una discusin filosfica, ni comprender los procederes del anlisis de objetos abstractos; y todava lo es menos percibir el mrito de las obras de ingenio, donde se puede decir que la expresin es el todo. Para aquellos que no poseen las lenguas extranjeras en este grado, las composiciones de Racine, La Fontaine, Bossuet, o de Milton, Pope y Byron (no decimos nada de escritores como Shakespeare y Montaigne), pierden todo su colorido y hermosura. Comprendern a bulto el sentido, pero no percibirn el espritu que anima las obras maestras de las artes, de cuyo gusto debe empaparse la juventud que las cultiva. Y supuesta esta meta ambiciosa en el conocimiento de los idiomas extranjeros viene Bello a cerrar su argumento con la siguiente consideracin: Para llegar a este punto, concebimos que sirve de mucho aquel hbito de anlisis filolgica que se forma en el estudio de las lenguas antiguas. sta es una llave maestra, que introduce a lo ms difcil y recndito de los otros idiomas. Si se averigua quines son aquellos que mejor entienden el idioma francs o el ingls, y son ms capaces de verterlo con propiedad en el nuestro, se echar de ver que apenas hay uno entre ciento que no haya tenido la preparacin de que hablamos. Sin el latn no es posible, a lo menos es dificultossimo, adquirir las lenguas extranjeras modernas de tal modo que seamos capaces de percibir el mrito de lo que se ha escrito en ellas ~. Segn esto, no ser aventurado achacar a la falta de formacin clsica, prcticamente universalizada entre traductores de lengua espaola, la invasin que se nos ha echado encima de traducciones psimas, verdadera estafa del pblico que se fa de ellas, casi todas desafinadas, inexactas, incoloras, y muchas totalmente inservibles para dar una idea ni remota del valor de los originales. Juzgo, por ejemplo, imposible que ningn lector de lengua espaola, que no pueda leer originales franceses, llegue jams8 ~Latin y Derecho Romano, 1834. Cf. Escritos Complementarios, n del presente volumen.9iv

xxxviii

Bello latinista

a formarse idea del excelso valor del teatro de Racirie. No hay una sola traduccin capaz de dar una vislumbre siquiera de la delicadeza y suavidad exquisita de sus versos; para hacerla, hara falta un afinamiento filolgico y estilstico, que, como dice Don Andrs Bello, difcilmente se adquiere sino por el largo, menudo y exigente aprendizaje literario que imponen los estudios clsicos.

EL LATN Y EL DOMINIO DEL CASTELLANO

Hasta aqu hemos propuesto razones a favor de estos estudios, de acuerdo con la mente de Don Andrs Bello y reforzndolas con sus propias palabras. Una ms debemos aadir, aun corriendo el riesgo de parecer esta vez no estar de acuerdo con el gran maestro. Mas no la propondramos tan enfticamente, si no la visemos comprobada tan claro en l mismo, si no fuera l la encarnacin viva de esta verdad, por ms que parezca repudiarla. Hablamos del influjo decisivo de conocimientos profundos de latn para un conocimiento cabal del castellano. Persuadido estoy de que no es sino justicia afirmar de Bello que, si lleg a ser tan insigne lingista espaol, fue por haber sido tan eximio latinista. Es cierto, repito, que parece l mismo contradecir esta apreciacin. No a otra cosa suenan los rechazos de una nimia influencia del latn en el castellano, que una y otra vez explcitamente estampa en el luminoso Prlogo de su Gramtica de la Lengua Castellana. Entre otros, uno de ellos dice: El habla de un pueblo es un sistema artificial de signos, que bajo muchos respectos se diferencia de los otros sistemas de la misma especie; de que se sigue que cada lengua tiene su teora particular, su gramtica. No debemos, pues, aplicar indistintamente a un idioma ios principios, los trminos, las analogas en que se resumen bien o mal las prcticas de otro. Esta misma palabra idioma

xxxix

Obras Completas de Andrs Bello

est diciendo que cada lengua tiene su genio, su fisonoma, sus giros. ste es el punto de vista en que he procurado colocarme, y en el que ruego a las personas inteligentes. que procuren tambin colocarse, descartando, sobre todo, las reminiscencias del idioma latino. En Espaa, como en otros pases de Europa, una admiracin excesiva a la lengua y literatura de los romanos dio un tipo latino a casi todas las producciones del ingenio. Era sta una tendencia natural de los espritus en la poca de la restauracin de las letras. La mitologa pagana sigui suministrando imgenes y smbolos al poeta; y el perodo ciceroniano fue la norma de la elocucin para los escritores elegantes. No era, pues, de extraar que se sacasen del latn la nomenclatura y los cnones gramaticales de nuestro romance ~.. .

Ms abajo insiste en que, con respecto a la gramtica castellana de D. Vicente Salv, se ha propuesto exhibir el sistema de la lengua en la generacin y uso de sus inflexiones y en la estructura de sus oraciones desembarazado de ciertas tradiciones latinas que de ninguna manera le cuadran ~. Esta posicin es, desde luego, muy del agrado de ios modernos fillogos espaoles, y as el ilustre prologuista de la Gramtica de Bello en el Tomo IV de estas Obras Completas, Don Amado Alonso, recalca: Especialmente consciente y firme se mantuvo Bello frente a un modo particular de suplantacin historicista, que es el venerable error de dar por castellanas las formas y explicaciones de la gramtica latina, su lejana antecedente. Todo su artculo Gramtica castellana, 1832, es una ponderada crtica de la latinizacin indebida de la gramtica acadmica, que aplicaba a la lengua castellana la declinacin y los gneros nominales de la latina, y omita muchas formas y distinciones castellanas porque no figuraban en latn 6~ O C. Caracas iv, pp. ~ Ibid., p. 9. 6 Ibid., p. xxii.5-6.

XL

Belio latinista

En efecto, dicho artculo inculca enrgicamente el principio, por lo dems, incontestable, de que saber latn no es saber castellano: El que haya aprendido el latn. sabr el latn, y adems habr formado una mediana idea de la estructura del lenguaje y de lo que se llama gramtica general; pero no sabr por eso la gramtica del castellano; porque cada lengua tiene sus reglas peculiares, su ndole propia, sus genialidades, por decirlo as, y frecuentemente lo que pasa por solecismo en una, es un idiotismo recibido, y tal vez una frase culta y elegante en otra. Las nociones generales de gramtica son un medio analtico de grande utilidad sin duda para proceder con mtodo en la observacin de las analogas que dirigen al hombre en el uso del habla; pero pretender que, porque somos dueos de este instrumento, conocemos la lengua nativa sin haberle jams aplicado a ella, es lo mismo que si dijramos que para conocer la estructura del cuerpo animal basta tener un escalpelo en la mano ~. Razn sobrada tiene Don Andrs Bello para exigir el estudio directo e independiente de la gramtica castellana para el conocimiento del castellano como tal; razn sobrada para repudiar las reminiscencias del idioma latino que pretendiesen extender al castellano en un lecho de Procusto, sujetndolo a ajenas dimensiones; y asimismo para desechar tanto la nomenclatura y los cnones gramaticales latinos, como la rgida estructura de las oraciones que no le cuadran. Si en todo esto se ha excedido la Gramtica de la Academia o cualquier otra gramtica, deben ser corregidas para que el espaol cobre o recobre toda la libertad a que tiene derecho. Pero quiso Bello decir con esto que el mismo conocimiento profundizado del latn es un estorbo para el conocimiento del castellano? Esto no lo dijo nunca. Intrusiones de la gramtica latina en la gramtica castellana, eso s reprob, pero jams neg ni trat siquiera de amenguar el influjo del latn en el castellano, influjo~

O. C. Caracas, V, pp. 176-177.

XLI

Obras Completas de Andrs Bello

connatural a la dependencia de una lengua derivada respecto de la lengua de origen. Muy al contrario, explcito como nadie es Don Andrs Bello en sostener que para ahondar con seguridad en castellano, son de suma utilidad conocimientos slidos de latn. Es difcil, dice, hablar con propiedad el castellano, si no se posee la lengua madre, de que se derivan casi todos los vocablos y frases, ya que en la construccin y el genio se asemeja tanto. De qu proviene el mal uso que se hace entre nosotros de multitud de voces, y los solecismos que se cometen a menudo hablando y escribiendo? Se dir con razn que proceden de no estudiarse el castellano; pero es preciso aadir que una de las cosas que hacen ms fcil su estudio y nos llevan con ms brevedad y seguridad al uso legtimo de sus vocablos y frases, es el conocimiento de la lengua latina. Es un error creer que se aprende la propiedad del castellano con slo estudiar la Gramtica de la Academia u otra alguna ~. Esto escriba Don Andrs Bello en 1834. Con ello no contradice a lo que lemos en el artculo de 1832, ni propiamente lo atempera y matiza; lo que hace es presentarnos con toda claridad el anverso y el reverso de la medalla. Fuera, parece decir, el castellano latinizado!; pero fuera tambin el castellano independizado del latn! Don Amado Alonso ironiza el venerable error de dar por castellanas las formas y explicaciones de la gramtica latina, lejana antecedente de la castellana. No, ningn error es venerable; no lo es el de explicar el castellano por el latn, pero tampoco el de creer que la gramtica castellana se baste a s misma, y pueda prescindir de sus entronques con la latina, o el de desconocer lo que importa para penetrar en el sentido ntimo de las palabras castellanas el poder remontarse hasta sus etimologas. Acabamos de oir a Bello preguntando: ~Dequ proviene el mal uso que se hace entre nosotros de multitud de8Latn y Derecho Romano, art. cit.

XLii

Bello latinista

voces? De qu? De que no se sabe su verdadero sentido. Y este sentido verdadero se ha falseado por ignorarse su etimologa. Se puede acaso proferir (como a cada paso se oye) una frase ms absurda que, por ejemplo: Se desmand al llegar la discusin a lo ms lgido. Como si, viniendo de algeo, lgido no significase glacial. El Diccionario manual e ilustrado de la Real Academia de la Lengua observa: Es disparate usarlo por ardiente o acalorado. Sin embargo cuntos no dan en este disparate! o en otros parecidos por no conocer el origen de las palabras, por no sentir en las dicciones vernculas la significacin que por herencia traen entraada, por no vivirlas por dentro. Dado el tanto por ciento elevadsimo de palabras castellanas derivadas directamente del latn, calcadas sobre l, idnticas a l, qu influjo tan decisivo no tendr para dominar el buen uso del vocabulario, el poder referir cantidad de voces espaolas a su inmediato origen y sentirlas vibrar con toda la carga de armnicos que les confiere la larga vida que han tenido en la lengua madre antes de pasar a la nuestra. Pero entindase que esta referencia tiene que ser la referencia inteligente y significativa, no la que puede hacerse con el estudio superficial y memorstico de una simple lista de races latinas. Pensar que con races latinas se suple lo que da para la formacin mental el estudio completo y sistemtico del latn, es uno de los errores ms ridculos y ms lamentables de la pedagoga enciclopedista. Mas la pregunta de Don Andrs Bello no se refera nicamente a las voces mal usadas, sino tambin a los solecismos que se cometen a menudo hablando y escribiendo. La sintaxis espaola no ha surgido por generacin espontnea, no ha formado ella misma sus propios moldes. No los ha tomado, claro es, inmutables e inflexibles de la sintaxis latina, ha introducido, como no poda menos de hacer, mltiples modificaciones en esos moldes, pero asimismo en multitud de casos los ha respetado y se sigue sujetando a ellos, porque los siente congnitos y a su medida. Es, sobre todo,.?

XLIII

Obras Completas de Andrs Bello

de advertir que, ms importante que la identidad de tales o cuales construcciones en las dos lenguas, es el aire de familia general que se ha conservado indeleble entre las dos. Indicio notable de esta afinidad, en la que el castellano gana sin duda a todas las dems lenguas derivadas del latn, es la observacin que se puede hacer, por ejemplo, en el Smbolo de la fe de Fray Luis de Granada, en que el autor traduce con frecuencia largos prrafos de Cicern y sigue luego amplificando por su propia cuenta, sin que se pueda notar la ms leve diferencia de giro ni de tono entre lo vertido del latn y lo genuinamente castellano. Pudo Don Andrs Bello en un momento de mal humor motejar el ~5tipO latino, que una admiracin excesiva a la lengua y literatura de los.romanos dio a casi todas las producciones del ingenio, en Espaa, como en otros pases de Europa; pero si viese la bochornosa multitud de solecismos que, calcados del francs o del ingls, invaden cada da ms la prosa espaola, puede ser que mirase con envidia a los tiempos en que el influjo extico sobre nuestro lenguaje y nuestros escritos era el del latn, porque nunca puede ser del todo extico el influjo de la lengua madre. No es esto patrocinar latinismos en castellano, pero s afirmar que un latinismo siempre disonar menos en espaol que un anglicismo. De todos modos, al lado de ciertas salidas menos benvolas para con el latn que en una u otra ocasin pudo tener Don Andrs Bello, queda en pie la idea bien definida que expresa en la ltima frase de su artculo citado Latn y Derecho Romano de 1834, frase en la que da por errneo el creer que se aprende la propiedad del castellano con slo estudiar la Gramtica de la Academia u otra alguna. Ante esta afirmacin lo natural es preguntar: Qu ms, pues, hay que estudiar para dominar nuestra lengua? La respuesta es: Sus fuentes. Y su fuente primordial es el latn. Hablar y escribir de corrido, sin preocupaciones ni escrpulos de casticidad genuina, es cosa fcil; pero saber dar

XLIv

Bello latinista

cuenta de la legitimidad de todas las palabras o construcciones sintcticas que usamos en el flujo espontneo de la conversacin o de la escritura, es cosa que no todos pueden hacer. Con frecuencia hallamos en los buenos autores locuciones y giros, cuyo sentido ms o menos adivinamos, o sobre los que sencillamente saltamos sin entenderlos, al darnos cuenta que no sabramos ni justificarlos ni condenarlos. Tal, por citar un ejemplo, la doble frase del Quijote que tuve ocasin de discutir en la Asamblea Cervantina de la Lengua Espaola (Madrid, 1947). Se lee en el captulo XXV de la Primera Parte: ~Ohvosotras, napeas y dradas, que tenis por costumbre de habitar en las espesuras de ios montes, as los ligeros y lascivos stiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jams vuestro dulce sosiego, que me ayudis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os cansis de olla! Oh Dulcinea del Toboso, da de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, as el cielo te la d buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen trmino correspondas al que a mi fe se le debe. Reduciendo el primer perodo a sus trminos esenciales tenemos: Oh vosotras, napeas. as los. stiros. no perturben. vuestro. sosiego, que me ayudis a lamentar mi desventura. , y se pregunta: Cmo se lo puede explicar en castellano? qu valor lgico debe darse a las conjunciones as y que? La sola gramtica castellana para ninguna de las dos preguntas tiene respuesta. Explicacin satisfactoria slo se logra apelando a ejemplos latinos, en los que se descubre que la partcula sic as como que de suyo no tiene ms oficio que el de comparar, viene a cobrar el sentido optativo de ~ojal!, esto, por estar en y una oracin comparativa de dos miembros, de los cuales uno ha desaparecido por elipsis, y que vienen a corresponder, en cuanto al sentido, a un optativo seguido de una condicional. De modo que lo que significan las frases cervantinas resulta. . . . . . . . . . . .

XLV

Obras Completas de Andrs Bello

ser: ~Ohvosotras, napeas, ojal los stiros no perturben vuestro sosiego, si es que me ayudis a lamentar mi desventura! Oh Dulcinea del Toboso, ojal el cielo te d Ventura buena, si es que consideras el estado a que tu ausencia me ha conducido! Los comentaristas que se limitan a un crculo gramatical exclusivamente espaol, ni han intentado siquiera una explicacin de esta extraa construccin sintctica, que slo halla explicacin cuando se acude a la fuente latina de donde ha procedido ~. Ms de una vez ser necesario, como en este caso, remontarse ms all del castellano en uso, para hallar explicacin a vistosos pasajes de nuestros autores ms castizos.BELLO ENTRE EL CASTELLANO Y EL LATfN

Vemos, pues, que, con respecto a las relaciones entre el castellano y el latn, es indispensable buscar una conciliacin entre apreciaciones y conceptos al parecer opuestos que pueden citarse en diversos escritos de Don Andrs Bello. Para concordar estas aparentes contradicciones, basta ir al fondo del pensamiento del gran pedagogo, y para esto considerar la realidad de su experiencia personal. Es evidente e intolerable, como ya dijimos, el error de los que se empean en hacer entrar de fuerza al castellano en los moldes de la gramtica latina, en aquellos puntos en que la lengua derivada se ha desviado de la primitiva. Decir que los nombres castellanos son declinables por casos, porque lo son los latinos, es un despropsito; reducir a un soio tiempo de la conjugacin las formas verbales ha hecho, hizo y hubo hecho, porque no les corresponde sino una en latn: fecit, es una mutilacin. Cualquier protesta contra semejantes falseamientos es justificada. Pero los errores cometidos por mala aplicacin de un principio no prueban que el principio sea en s errado. Los abusos de las explicaciones latinizantes de~ Un latinismo en Cervantes. Revista

de Filologa

Espaola. Tomo

xxxii,

pp. 25-33, 1948.

XLVI

Bello latinista

la Gramtica castellana de la Academia no prueban que no haya existido un influjo bsico y constitutivo del latn sobre el castellano, y que no siga existiendo una correspondencia entre las formas y las construcciones de ambas lenguas. La extensin y el grado de fijeza y obligatoriedad de esta correspondencia debern sin duda aquilatarse y definirse con sumo cuidado, pero negar la existencia misma de esta correspondencia, o dispensarse de tomarla en consideracin, es condenarse a la superficialidad, retrocediendo ante la exploracin que avanza hasta la fuente primera. Prudentsimamente observa Don Andrs Bello que, siendo la gramtica nacional el primer asunto que se presenta a la inteligencia del nio, el primer ensayo de sus facultades mentales, su primer curso prctico de raciocinio, es necesario que todo d en ella una acertada direccin a sus hbitos, que nada sea Vago ni oscuro, que no se le acostumbre a dar un valor misterioso a palabras que no comprende, que una filosofa, tanto ms difcil y delicada cuanto menos ha de mostrarse, exponga y clasifique de tal modo los hechos, esto es, las reglas del habla, que, generalizndose, queden reducidas a la expresin ms sencilla posible lO Lo que al final de esta cita dice Bello acerca de la filosofa de la gramtica, que debe informarla sin mostrarse y ser la base generalizadora de las exposiciones y clasificaciones de los hechos sin traslucirse en ellas, deber decirse por iguales motivos del recurso a explicaciones latinizantes. El latn que debe poseer quien se precie de gramtico castellano no ha d.e servirle para entremeterlo inconsideradamente en la explicacin de las formas y de los fenmenos actuales del castellano, y menos para reducir con violencias deformadoras o mutiladoras la realidad castellana a los moldes latinos. Para lo que le ha de servir es para darse cuenta de la evolucin que han sufrido las formas, los giros y construcciones al pasar del latn a la len10

O. C. Caracas, V, p. 177.

XLVII

Obras Completas de Andrs Bello

gua verncula; para apreciar y definir los puntos en que han conservado la modalidad primitiva y los puntos en que la han modificado; para basar sobre esta apreciacin objetiva las explicaciones, ya similares, ya divergentes, con que d razn de aquello que, una vez pasada la evolucin de la lengua, ha sancionado en ella el uso comn como legtimo y correcto. Latinizar la Gramtica castellana es propio de quienes saben poco latn, y neciamente exhiben lo poco que saben. Los que lo conocen a fondo, como lo conoca Don Andrs BelIo, harn de l un uso discreto. Este recurso al latn, imperceptible para quienes, no conociendo la lengua madre, no se dan cuenta de cundo se apela a sus principios, habr, sin embargo, de ser constante en to.dos los puntos en que las lenguas romances se han mantenido adheridas a sus races romanas. Poca ciencia, suele decirse, aleja de Dios; mucha ciencia allega a Dios. Del mismo modo pudiera comentarse: poco latn estorba para el castellano; mucho latn es la mejor ayuda para comprenderlo, interpretarlo y ensearlo con dominio y perfeccin. Don Andrs Bello pudo denunciar con desenfado los abusos de los gramticos latinizantes, porque poda apreciar con justedad en qu y hasta qu grado se propasaban. Su protesta no es la protesta, un si es no es pedante, de quienes se precian de librarse de la servidumbre a la gramtica latina y de no confundir categoras lingsticas con categoras lgicas, cuando de latn tienen poco ms que nociones elementales, y no estn ni en estado de advertir la identificacin prctica de estas categoras en la lengua del Lacio, y lo mucho que de esta identificacin ha quedado en la estructura de la nuestra. No as Don Andrs Bello; su latn lo saba l a fondo; lea ios autores latinos con la misma penetracin que ios castellanos; y porque senta la idiosincrasia de ambas lenguas con verdadera intimidad, pudo definir equitativamente lo que las una y loXL VIII

Bello latinista

que las separaba, pudo ensearlas independientemente la una de la otra, pudo escribir una Gramtica latina apta para llevar a quien la estudie a la perfeccin del latn, y una Gramtica castellana que con justicia ha sido calificada de la mejor que se tiene de la lengua espaola. Precisamente por saber mucho latn, libert la gramtica castellana de la indebida servidumbre a la gramtica latina que le haba sido impuesta; pero pudo darle esta libertad externa, porque supo reconocer y respetar los lazos internos indisolubles con que estn ambas lenguas emparentadas. Pudo proclamar en el Prlogo de su Gramtica de la Lengua Castellana que se quera limitar a exponer el uso correcto de la lengua fundado en que la sola autoridad en lo tocante a una lengua es la lengua misma. No miro, deca, las analogas de otros idiomas sino como pruebas accesorias. Acepto las prcticas como la lengua las presenta. sin otras explicaciones que las que se reducen a ilustrar el uso por el uso. La filosofa de la gramtica la reducira yo a representar el uso bajo las frmulas ms comprensivas y simples. Fundar esas frmulas en otros procederes intelectuales que los que real y verdaderamente guan al uso, es un lujo que la gramtica no ha menester ~ Pero todo esto que suena a simplificacin no slo deliberada sino agresiva, lo pudo patrocinar Don Andrs Bello sin miedo a que nadie le tachase de superficial y de emprico, porque antes se haba curado en salud. Al principio del mismo Prlogo protesta: Hay quienes se figuran que en la gramtica las definiciones inadecuadas, las clasificaciones mal hechas, los conceptos falsos, carecen de inconvenientes, siempre que por otra parte se expongan con fidelidad las reglas a que se conforma el buen uso. Yo creo, con todo, que esas dos cosas son inconciliables; que el uso no puede exponerse con exactitud y fidelidad sino analizando, desenvolviendo los principios verdaderos que lo dirigen; que una lgica severa es indispensable requisito de. . . .

11

0. C. Caracas, IV, pp. 8 y 9.

XLIX

Obras Completas de Andrs Bello

toda enseanza; y que, en el primer ensayo que el entendimiento hace de s mismo, es en el que ms importa no,, 1

acostumbrarle a pagarse de meras palabras -. Aqu nos da Don Andrs Bello la clave de su procedimiento. Lo que en su Gramtica Castellana dar sern, en cada caso, enunciados, al parecer meramente empricos, que enseen el recto uso corriente. Exteriormente no habr ms. Pero a estos enunciados empricos, a estas reglas dei uso para el uso, habrn precedido largas disquisiciones, severos anlisis, acuciosa comprobacin de los principios que dirigen el uso, atentas comparaciones con las formas primitivas de donde se han derivado, con o sin modificaciones, las prcticas vernculas. El gran gramtico procede aqu como los viejos mdicos acreditados, que, hecho con la debida proli~ jidad el indispensable examen, dictaminan y recetan escuetamente sin sentirse obligados a autorizar su diagnstico con explicaciones de los motivos por los que llegaron a l. DeI mismo modo Bello entrega en su Gramtica recetas perentorias, las que se necesitan para la aplicacin inmediata, y slo en contados casos se alarga a explicar el largo proceso por el que lleg a ellas, En este proceso es donde aparecera el grandsimo y constante influjo que en el acierto de su magistral docencia del castellano ejerci a la continua el dominio que tena del latn, tanto de la lengua como de sus autores. Sus conocimientos minuciossimos de toda la morfologa latina le sirvieron de base de comparacin para una de sus hazaas gramaticales ms sonadas, tal vez la ms trascendental, su anlisis ideolgico de los tiempos de la conjugacin castellana; la lectura corrida de las obras maestras romanas le familiariz con el giro tan espontneamente lgico del pensamiento latino, y le puso en guardia contra un doble peligro, el de enfrenar arbitrariamente las tendencias nativas del castellano a la mayor soltura, y la de desconocer el fondo de instinto lgico, heredado del latn, que queda12

Ibid.,

p. 5.

L

Bello latinista

siempre latente, aun en medio de la aparente anarqua de sus alardes de libertad. Podemos, pues, concluir que no es Don Andrs Bello tan gran maestro de castellano, sino porque fue tan conspicuo maestro de latn. Si hubiese sido un latinista mediocre, hubiera querido lucir su barniz de latn. Como fue latinista acabado, se dio el lujo d.e disimular el latn que saba y aun de despreciarlo; pero es imposible que no tuviese conciencia de todo lo que le deba para la solidez, profundidad y seguridad de su gramtica castellana. Las ediciones de la Gramtica Latina hechas por Don Andrs son de 1846-47 y de 1854. La Gramtica de la Lengua Castellana fue publicada por vez primera en 1847, en Santiago, en la imprenta de El Progreso, exactamente en abril de aquel ao. Pues bien, la Segunda Parte de la Gramtica latina en su edicin segunda (primera de las de Don Andrs) editada en la Imprenta Chilena de Santiago, lleva el pie de imprenta exacto tambin de: Abril de 1847. A un mismo tiempo, pues, en unos mismos meses estuvo Don Andrs Bello corrigiendo las pruebas de las dos Gramticas, unificadas as en su mente; palpando estuvo y viviendo, por diarias comparaciones, a un tiempo lo que las acerca y lo que las diversifica, lo que importa saber latn para 1ominar el castellano y los lmites en que debe contenerse la lengua madre para que campee la justa autonoma adquirida por la que de ella naci.

NECESIDAD DE UN ESTUDiO

CABAL DEL LATfN

Pero para que los estudios de latn rindan los frutos que Don Andrs Bello pregona, y aquellos de que da l mism. muestras tan convincentes en sus propias producciones filolgicas y literarias, es preciso hacerlos con una seriedad y dedicacin incompatibles con la multiplicidad de asignaturas que la segunda educacin moderna juzga indispensable

LI

Obras Completas de Andrs Bello

para la vida. No es sta la oportunidad para enjuiciar este juicio, para sopesar las ventajas y los inconvenientes que ofrecen ambos sistemas educativos, el que se dedica a formar intelectual y vitalmente al joven, dejando para ms tarde el cargarlo de conocimientos prcticos, y el que se adelanta a impartirle estos conocimientos, dejando para despus o para nunca, el ver si atina por s mismo a aprovecharlos. Lo nico en que, con Bello, es preciso insistir, es que quien opte por el primer sistema debe resolverse a aplicarlo con entereza y sin asustarse de sus momentneas limitaciones. Bello no puede ser ms explcito en este punto. En el artculo Sobre el estudio de la lengua latina escribe: Cualesquiera que sean las utilidades que se esperan de la lengua latina, es cierto que no pueden lograrse, si no es aprendindola perfectamente. Sea que miremos este idioma como el principal sendero que conduce al conocimiento de la antigedad, o como uno de los mejores medios de cultivar las varias facultades del alma (los dos aspectos fundamentales anteriormente considerados), ni aquel conocimiento ni este cultivo pueden obtenerse sino por medio de un estudio completo. Nada ms experimentado, ninguna verdad ms ineludible que esta fuerte admonicin. Resueltamente prosigue Bello: El asunto es difcil, y aunque las dificultades no son insuperables, slo es posible vencerlas a fuerza de aplicacin y perseverancia. La estructura de esta lengua es tal que slo la griega le hace ventaja en la perfeccin y delicadeza de su complicado mecanismo; sus tesoros literarios, que comprenden casi todos ios departamentos de las artes y ciencias, suministran una serie de provechosos ejercicios para todas las facultades mentales, desde aquellas que asoman en la primera poca de la vida, hasta las que ocupan el entendimiento maduro de la edad viril. El aprendizaje de una lengua antigua es una marcha gradual desd.e las ms pequeas menudencias hasta la comprensin de las ms milagrosas creaciones del espritu humano. Un conocimiento perfecto de las priLII

Bello latinista

meras es condicin indispensable para llegar a las ltimas. Y esta sola consideracin nos convencer de la imposibilidad de lograr un resultado satisfactorio en poco tiempo. No hay estudio que no exija paciencia y tesn; y el de la lengua latina no cede en esto a ningn otro. No querramos acumular dificultades en la senda de la enseanza, que es ya bastante espinosa de suyo; pero no tenemos menos repugnancia a la propensin, tan general en nuestros das, de facilitar la empresa a costa de su resultado mismo, poniendo trmino a ella antes que el joven alumno haya llegado a saborearse con aquellos sanos y nutritivos frutos que son el premio de la perseverancia. Con estas palabras queda a la vista la total incongruencia de planes de estudios eclcticos, pues pretendiendo simultanear los frutos de la educacin antigua y los de la moderna, asignan y con horas contadas, dos o a lo ms tres aos al latn. En este tiempo, aun aprovechado con toda seriedad, difcilmente se puede llegar a ms que a un dominio relativo de la gramtica; si all se dejan los estudios, se habr cargado con todo lo penoso de tan rudo aprendizaje para renunciar a los frutos en el momento en que se iba a empezar a cosechar. Procedimiento irracional, que no puede tener otros resultados que, por una parte, hacer los estudios de latn aborrecibles a la juventud que se despecha ante una dificultad tan ardua y tan mal premiada, y por otra, proporcionar un fcil argumento a los pseudopedagogos que ante estos fracasos se afirman en su opinin de la ineficacia e inutilidad de la enseanza del latn. Hay que ser lgicos. Si se quiere que ste produzca los frutos de formacin integral que, por siglos, se han comprobado, es menester llevar su estudio hasta el trmino natural de la utilizacin y disfrute de las obras maestras de la literatura latina; pero para esto es preciso capacitar al alumno para su lectura corrida. Don Andrs Bello era lgico. Se atuvo a ambas conclusiones, e inculc la necesidad de poner en juego los medios LIII

Obras Completas de Andrs Bello

precisos. Insistimos, dice, en una instruccin gramatical exacta y completa. Es importante comenzar temprano y avanzar lentamente, porque el desarrollo del alma es tambin lento, y no sera racional esperar frutos cuando apenas empiezan a formarse las flores. Los ejercicios prcticos son la vida de la instruccin gramatical, como de todas las otras. El entendimiento, siempre activo, se fortifica d.e este modo sin exponerse al peligro d.e la precocidad; y las reglas, cuyo conocimiento es de la mayor consecuencia para ms adelante, se graban de un modo indeleble. La mxima del emperador Augusto, festina lente (apresrate lentamente), se debe observar con rigor, no perdiendo de vista que se trata de cultivar, no slo la memoria, sino el juicio y gusto del alumno. Estas observaciones ltimas, que, de puro evidentes, pueden parecer simplezas, son sin embargo recomendaciones novsimas de la pedagoga moderna alarmada con los resultados desengaadores de los planes enciclopdicos. Disminuir los programas! . . . es el reclamo universal; hacerlos calculndolos como para la mitad de las clases anuales de que dispone una asignatura, para que no sea un continuo avanzar y haya tiempo para ejercicios prcticos que permitan la asimilacin personal; no pretender amplitudes imposibles de conocimientos; afianzar con mltiples repeticiones los puntos bsicos, aunque no se logre abarcar todo lo que requiere el conocimiento cabal de la materia; asegurar as que algo al menos quede en la memoria, y que no salga el flamante bachiller, incapaz de responder ni a lo ms elemental de las ciencias en que se le supone versado. A esto se est volviendo tras tardas desilusiones. El da que, en su escarmiento, los fautores de planes de estudios secundarios enciclopdicos pasen del cercenamiento de programas al cercenamiento de asignaturas, y, resueltos a limitarse a las medidas de la capacidad adquisitiva de los entendimientos juveniles, traten honradamente de seleccionar las materias de mayor eficacia formativa, tal vez. . . .

LIV

Bello latinista

habr llegado el tiempo en que vuelvan a estar en auge los estudios clsicos tan inconsultamente abandonados. Ensayar nuevos mtodos huyendo del estancamiento de un tradicionalismo cerrado, es proceder enteramente racional impuesto por el instinto de progreso que aqueja al espritu humano. Pero saber reconocer a tiempo los errores que pueden cometerse en estos tanteos, saber volver sin miedo a lo que se ha revelado como insustituible, sera prueba de encomiable cordura que remediara muchos males.

*

*

LA GRAMTICA LATINA DE BELLO. LO QUE FUE. LO QUE ES

Si alguna vez llega este da, la Gramtica Latina de Don Andrs Bello r.ecobrar toda la importancia que tuvo al tiempo d.e su publicacin, a mediados del pasado siglo. Est fuera de toda duda que para 1838, fecha de la primera edicin preparada por Don Francisco, y lo mismo para 1846 y 1854 fechas de las dos ediciones, obra de Don Andrs, en ninguna parte de Amrica se haba escrito, en punto de filologa latina, nada comparable a esta Gramtica. Hubo de aparecer entonces como un alarde cientfico, digno objeto de orgullo para los americanos, pues poda entrar en competencia con las mejores gramticas latinas que corran entonces por ios centros educativos ms renombrados de Europa. Don Andrs Bello slo reconoce explcitamente su deuda a la clebre gramtica: Mthode ~our tudier la langue latine de Juan Luis Burnouf, Inspector general de estudios en Francia, fallecido en 1844, acatado como mxima autoridad en materia de enseanza del latn, y cuyo tratado era entonces la ltima palabra. La Gramtica Latina de los Bello, acervo documental tan notable para su tiempo, conserva indudablemente un gran valor positivo aun en nuestros das. Es cierto que la LV

Obras Completas de Andrs Bel