Apuntes de Historia del Pensamiento Económico

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Apuntes de Historia del Pensamiento Económico I Contenido : Página 1. De la Biblia a Platón. 1 2. De Aristóteles a los Padres de la Iglesia. 5 3. El pensamiento económico Medieval. 10 4. La transición del Siglo XVI. 16 5. El mercantilismo. 18 6. Más allá del mercantilismo: Aparición de los métodos cuantitativos. 23 7. Después del mercantilismo: Aparición de las ideas liberales. 30 8. La aparición del pensamiento Fisiócrata. 36 9. Corriente de pensamientos discordantes. 45 10.Adam Smith y su economía de la autoconfianza. 51 11.El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say. 56 12.Malthus y su doctrina de la población. 63 13.Nuevas transformaciones de la economía de Smith 67 14.La economía política de David Ricardo. 70 15.De Ricardo a Mill. 77 16.John Stuart Mill. 83 69

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Apuntes de Historia del Pensamiento Económico I

 

Contenido: Página

1. De la Biblia a Platón. 12. De Aristóteles a los Padres de la Iglesia. 53. El pensamiento económico Medieval. 104. La transición del Siglo XVI. 165. El mercantilismo. 186. Más allá del mercantilismo: Aparición de los métodos cuantitativos. 237. Después del mercantilismo: Aparición de las ideas liberales. 308. La aparición del pensamiento Fisiócrata. 369. Corriente de pensamientos discordantes. 4510. Adam Smith y su economía de la autoconfianza. 5111. El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say. 5612. Malthus y su doctrina de la población. 6313. Nuevas transformaciones de la economía de Smith 6714. La economía política de David Ricardo. 7015. De Ricardo a Mill. 7716. John Stuart Mill. 83

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Capítulo 1. De la Biblia a Platón. Orígenes de la civilización occidental

1.1 EL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN LA BIBLIA.

El buen vivir es un valor en sí mismo. El amor hacia uno mismo es bueno y natural. La abnegación y la auste-ridad no pueden ser tomados como un fin en sí mismos. El gozo no debe evitarse porque sea malo en sí mis-mo sino por causa del pobre o el disminuido. Se regula la protección del pobre (derecho al diezmo cada tres años) y la del trabajador; el patrón no le debe negar su salario al término de la jornada. La jornada de trabajo no debe prolongarse en exceso, aún cuando se pague un salario alto. Un artesano empleado por sus habili-dades no debe ser sujeto a labores distintas de las de su profesión.

El sábado judío

Es la piedra angular de la legislación social bíblica; el día de descanso semanal para el patrón, sus trabajado-res, esclavos y extranjeros. Esta institución no tiene paralelo en las civilizaciones griega, romana o más anti-guas.

La esclavitud.

La legislación bíblica ordena la liberación periódica de los esclavos de raza israelita. No deberán estar sujetos por más de seis años, debiendo ser liberados al séptimo y proporcionársele comida en abundancia y otros bienes para que pueda iniciar una vida nueva. El esclavo israelita escapado no debe ser devuelto a su amo sino que podrá vivir sin ser molestado, provisión que se interpreta como primer paso en la abolición de la es-clavitud. Si un esclavo es muerto por la violencia de su amo, éste debe ser castigado, mientras que si resulta herido por mal trato debe ser liberado. Si un esclavo se fuga no debe ser devuelto a su dueño. La legislación romana, en contraposición, no protegía al esclavo.

El año sabático.

El año sabático (uno de cada siete), en el que ha de liberarse a los esclavos, tenía una significación adicional, era también el año en que debían cancelarse todas las deudas y debía permitirse a los pobres comer de la tierra ajena. Se trata más de una institución ideal que real o práctica.

El año jubilar.

Los derechos del propietario de la tierra, ya limitados por el año sabático, lo eran aún más por la institución del año jubilar, que prohibía el arrendamiento de la tierra por más de 50 años. Estas provisiones tendían a im-pedir la concentración de la tierra por latifundistas, si bien tal concentración de propiedad se daba con fre-cuencia.

Las instituciones del año sabático y el año jubilar pueden ser interpretadas como instrumentos para aliviar pe-riódicamente las tensiones sociales.

La Protección del débil.

La mayor parte de las veces, las deudas que se contraían estaban motivadas por el consumo, más que para efectos productivos, lo que colocaba al deudor en una posición de negociación débil. La Biblia declara ilegales los préstamos con interés en estos casos. Los escolásticos medievales se inspiraron en la Biblia y en sus es-critos abundan las referencias a los preceptos económicos y de todo tipo.

El trabajo.

Más que una maldición, el trabajo es considerado como una bendición, y la dignidad del trabajo humano se deriva del trabajo de Dios mismo en pro de la humanidad. Se honra la fatiga y se condena la ociosidad. Contrasta esto con Platón, que consideraba denigrantes el empleo y las artes manuales.

1.2 EL PENSAMIENTO ECONÓMICO EN LA GRECIA CLÁSICA.

Se ha dicho que “excepto las fuerzas ciegas de la naturaleza, nada mueve a este mundo que no sea de ori -gen griego”. Adam Smith, en “La Riqueza de las Naciones” hace referencia a Pitágoras, Demócrito, Epicuro, Zenón, Platón y Aristóteles. Malthus basó parte de su teoría sobre la población en los trabajos de Platón y Aristóteles. Mill tradujo cuatro diálogos de Platón. Marx escribió su tesis doctoral sobre la filosofía natural de Demócrito y Epicuro. Entre los clásicos sólo Ricardo no estudió a los griegos.

Es frecuente encontrar paralelismos entre las ideas griegas y el pensamiento económico desarrollado 2.000 años después (especialmente respecto a Aristóteles). El pensamiento económico de los griegos se encuentra en las discusiones de los filósofos. A diferencia de la Biblia, que se dirige a la gente en general, el público de los pensadores griegos esta formado por la elite de los más cultos. La Biblia se inspira en impulsos religiosos y el pensamiento económico de los grandes pensadores griegos se desarrolla principalmente en conexión con sus ideas políticas.

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Capítulo 1. De la Biblia a Platón. Orígenes de la civilización occidental

1.3 LOS FILÓSOFOS GRIEGOS

Sólo se conservan intactos los Diálogos de Platón y las principales obras de Aristóteles. De los demás pensa-dores griegos sólo existen fragmentos. Así, la visión que tiene generalmente el estudiante acerca de la filoso-fía griega queda distorsionada. La figura central de la filosofía griega fue Sócrates cuyo legado nos llegó a tra-vés de otros, fundamentalmente por medio de los “Diálogos” de Platón.

1.4 PLATÓN

Los diálogos de Platón que contienen ideas económicas son “La República” y “Las Leyes”, aunque se en-cuentran algunas en sus otros diálogos. Estos trabajos tratan de asuntos que caen dentro del ámbito de las ideas políticas con las que están relacionados.

La República.

El propósito de “La República” es dar respuesta a la pregunta que ha perseguido a los filósofos a través de los tiempos: ¿Qué es la justicia? No considera exhaustiva la definición aportada por el pensamiento corriente de que la justicia sea “solamente decir la verdad y pagar las propias deudas”, e introduce relaciones con el concepto de riqueza. Con este punto de vista Platón desarrolla su propio pensamiento respecto a la riqueza. Cree que la riqueza es una gran comodidad y que todos la aman debido a su utilidad. Distingue entre riqueza heredada y adquirida. Aquellos que han forjado su propia fortuna están mucho más ligados a ella que otras personas: su riqueza no solamente les es útil; es fruto de su creación. Su compañía no es recomendable.

Platón rechaza la teoría del contrato social según la cual, la conducta de los individuos está moderada por los acuerdos tomados en interés de todos. Cree que estos convenios se deben a que los hombres se dan cuenta de que si alguien actúa de forma censurable, el daño sufrido por la víctima es más importante que el beneficio obtenido por el culpable.

Establece la división de los bienes en tres categorías: 1) placeres y goces inocuos, que no tienen consecuen-cias posteriores a la satisfacción del momento. 2) objetivos que en sí mismos son una carga y que no son buscados por sí mismos sino por las consecuencias deseables de sus resultados, tal como realizar el propio esfuerzo (ejercicio físico y artes curativas). 3) La más elevada de las clases está formada por aquellas cosas que son buenas por sí mismas y por sus consecuencias, como el conocimiento y la salud. Una vez realizada la crítica a las ideas vigentes se dedica a diseñar un estado ideal que materialice la justicia en la Tierra. Pla-tón había observado que la ciudad estado estaba basada en la desigualdad natural de los hombres, dotados de dones y talentos más o menos desarrollados en unos que en otros. La división del trabajo, la especializa-ción y los intercambios son, por tanto, naturales y ventajosos.

La división del trabajo.

Uno de los conceptos centrales del pensamiento de Platón es el de la división del trabajo, de suma importan-cia en la historia del pensamiento económico. Dos mil años después sería la piedra angular del sistema eco-nómico propuesto por Adam Smith. Pero existen diferencias en sus enfoques. Para Platón lo relevante es que la desigualdad humana, da lugar a la especialización, mientras que para Smith, lo destacable es la mejora de la productividad que resulta de la especialización. A Smith le preocupan las “causas de la riqueza de las na-ciones” mientras que Platón busca la estructura de la comunidad ideal. Smith racionaliza el hacer dinero; Pla-tón racionaliza la distinción de clases y la estratificación de la sociedad.

Platón admite que la especialización eleva la producción al tiempo que incrementa la cantidad y la calidad de las mercancías producidas. Establece el tipo de mercancías que deben importarse y exportarse y comprende la figura del comerciante, que debe desempeñarla un tipo de individuo cuya carencia de fuerza física lo haga inútil para otras ocupaciones. En cuanto a los obreros manuales alaba su vigor físico pero cree que su mente es tan pobre que apenas merecen ser incluidos en la sociedad.

El estado ideal

El primer “modelo” de la ciudad estado ideal de Platón tiene en cuenta las necesidades humanas básicas. En él, se produce la justicia si cada uno se dedica a la ocupación para la que la naturaleza le ha dotado mejor.

El desentendimiento de la población respecto de las tareas productivas y el enorme gasto público y privado en actividades de tipo cultural y servicios necesarios en una nueva sociedad refinada causa una escasez de recursos en la ciudad estado que la empuja a la guerra como medio de obtener una base económica más adecuada (financiación a partir del botín de guerra). Según Platón, “todas las guerras se hacen para obtener dinero”.

En su segunda aproximación al estado ideal Platón plantea la necesidad de contar con una fuerza militar pro-fesional capaz de resistir la agresión. Así a la clase de productores agricultores, artesanos, comerciantes, tenderos, etc. se suma una segunda clase, la de los soldados.

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Capítulo 1. De la Biblia a Platón. Orígenes de la civilización occidental

En la tercera aproximación emerge íntegro el estado ideal de Platón. Aquí el sistema de dos clases (soldados gobernantes y productores gobernados), se transforma en un sistema de tres clases: productores, soldados, y filósofos reflejo de la mente y el alma humana, que el autor divide en tres partes, “una que procura, otra que lucha, y otra que piensa.” Tal orden armonioso de la sociedad constituye la justicia. Establece reglas para el paso de una clase social a otra, pero dentro de unos límites estrechos por su profunda creencia en las carac-terísticas heredadas y en la inmutabilidad de los rasgos humanos.

Para permitir a los filósofos obtener y mantener el poder del estado, Platón propone que influyan sobre la po-blación por medio de la propaganda en forma de mentiras “nobles” o “medicinales” en relación con su origen divino y el linaje inferior de las demás clases.

Propiedad privada frente a propiedad comunal

Tanto la riqueza como la pobreza tienen malas consecuencias. La riqueza produce lujo y ociosidad mientras la pobreza puede originar formas de conducta indignas y una disminución de la destreza en el oficio. Los dos componentes de la clase gobernante, soldados y filósofos, deben liberarse de la carga de la propiedad priva-da y la familia para poder dedicar sus vidas a los asuntos para los cuales les ha equipado mejor la naturaleza. Establece para estas clases una comunidad de propiedad, así como de mujeres. Esto quiere decir que las clases superiores no habitarán en casas privadas sino que vivirán juntos y compartirán alimentos comunes. La importancia que Platón da al requerimiento de que las clases superiores deban tener sólo una propiedad comunitaria queda de relieve en su discusión de las causas responsables de la degeneración del estado ideal. Tal degeneración puede presentarse principalmente como resultado de la operación de factores econó-micos. Las clases gobernantes se corromperán al adquirir un gusto por el dinero y las posesiones, y la clase productora, cuyos miembros por su misma naturaleza ya tienen tal gusto, no tendrán deseo de acceder a la posición de gobernantes si esta excluye la acumulación de riqueza.

Tipos de gobierno

En su conjunto Platón distingue cinco clases de gobierno: el aristocrático de la comunidad ideal gobernada por los mejores, y cuatro formas degeneradas: timocracia a gobierno de los soldados, oligarquía o plutocracia, gobierno de los ricos; democracia; y despotismo.

Si el soldado usurpa el poder, su ambición y el deseo de sobresalir darán lugar a excesos, envidias y rivalida-des, que serán estimulados por el deseo de posesión. Socialmente, la riqueza alcanzará un valor preponde-rante, reemplazando al conocimiento y la virtud. Al producirse este cambio, se requerirá la posesión de ciertos bienes para ejercer el poder político, estableciéndose la plutocracia. El estado quedará dividido en ricos y po-bres, con las dos clases antagónicas. Las filas de los pobres se verán engrosadas por ricos empobrecidos inevitablemente y, finalmente, las clases depauperadas se rebelarán, y al ganar los pobres se establecerá la democracia. Entonces el deseo de riqueza, imposible de satisfacer, da lugar a un incontrolable deseo de liber-tad, que se convertirá en el bien más valorado. A Platón le disgusta este arreglo social en el que todo el mun-do es libre de hablar y actuar como le parezca, aunque tiene que admitir que una constitución social bajo la cual cada uno puede desarrollar al máximo sus capacidades puede resultar conveniente. Eventualmente, la lucha económica traerá el fin de la democracia, tal como ha destruido otras formas de gobierno. En esta situa-ción se presenta un campeón del pueblo. Este se transforma en un déspota porque es incapaz de mantener-se en el poder por medios distintos del terror, haciendo la guerra igualmente a los ricos, a los que persigue como enemigos del pueblo, y a los hombres de coraje y razón, que le detestan.

Las leyes

Platón, anciano y escéptico abandona algunos de sus principios en aras de la viabilidad del sistema. La elimi-nación de la propiedad privada es el punto clave de todas las instituciones aplicables a las vidas de la gente que cuenta: la clase gobernante. Este es el enfoque que queda recogido en “Las Leyes”, obra en la que insis-te, en la idea de que la mejor comunidad política es la compuesta por amigos que comparten todo. Tal comu-nidad en la que no existe el término propiedad privada estará unida en torno a un mismo sistema de valores y tendrá un tamaño limitado (en torno a 5.000 unidades familiares). Platón ensalza el valor de una educación que no debe insistir en un sacrificio completo, sino más bien en la modestia y la sobriedad. La conducta recta y el buen vivir son moralmente superiores y proporcionan mayor placer que sus opuestos. Expone la idea de que la elección humana está condicionada por el placer y el dolor.

El número de posesiones no debe variar y la población debe mantenerse estacionaria, enviando colonizado-res al exterior cuando sea necesario y en caso de declive demográfico, como último recurso, admitir inmigran-tes. Sólo se podrán importar artículos necesarios y exportar lo que no se necesite.

Los ciudadanos sólo deben encargarse de los trabajos agrícolas relacionados con el sostenimiento de sus ha-ciendas. La artesanía y el comercio son “vocaciones sórdidas” que deben reservarse a residentes extranjeros. Los ciudadanos no deben poseer oro ni plata, solamente moneda fraccionaria, estándoles prohibido acumular riquezas en forma de dinero. Desaprueba las transacciones a crédito y, si llegan a producirse, el deudor no

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Capítulo 1. De la Biblia a Platón. Orígenes de la civilización occidental

tiene obligación de pagar intereses ni siquiera de devolver el capital. Es cometido de las autoridades públicas el control del comercio exterior y el de la calidad de las mercancías. Sólo debe exportarse lo que sobre e im-portar lo estrictamente necesario. El patrimonio del individuo debe permitirle evitar la indigencia sin alcanzar la opulencia. Platón piensa que un hombre muy rico no puede ser, al mismo tiempo, un hombre bueno. Las desi-gualdades económicas serán el resultado de la diferente economía y eficacia con que cada individuo rige su hacienda agrícola y no del tráfico de mercancías ni de ganancias especulativas que enriquecen a unos al tiempo que empobrecen a otros.

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Capítulo 1. De la Biblia a Platón. Orígenes de la civilización occidental

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Capítulo 2. De Aristóteles a los padres de la Iglesia.

2.1 ARISTÓTELES

No tuvo la visión ni la imaginación de su maestro, Platón, ni fue tan dogmático ni radical. Sin embargo tenía una mayor capacidad de análisis y sus planteamientos eran más empíricos. Abarca todos las ramas del co-nocimiento humano. Su contribución al campo de la economía no constituye un sistema coherente de pensa-miento sino que se encuentra en diferentes campos no integrados entre sí y, a menudo resulta inconsistente. La inclinación básica de Aristóteles es de tipo aristocrático como la de Platón, como lo es también su creencia en la desigualdad básica entre los seres humanos. Pero, a diferencia de Platón, Aristóteles no propone una reglamentación estricta y severa de la sociedad, y su solución al problema económico pone más énfasis en la mejora moral que en la reglamentación. Las personas pueden cambiar por un medio ambiente adecuado, por instituciones adecuadas, y mediante la persuasión, y si se convierten en mejores hombres, entonces el pro-blema de la escasez de bienes materiales se vuelve menos opresivo. Aristóteles defiende la mayor productivi-dad de la propiedad privada, en comparación con el sistema de propiedad comunal propuesto por Platón.

Las contribuciones de Aristóteles al pensamiento económico se refieren a la organización económica de la so-ciedad, la propiedad comunal frente a la propiedad privada, y los precios y el cambio.

La mayoría de sus ideas se encuentra en su Política, el primer tratado de ciencia política; algunas en la Éti-ca; y algunas más en la Lógica y en la Retórica. Al discutir la institución de la esclavitud admite que algunos la consideran injusta, por ser una mera convención ideada por el hombre y contraria a la naturaleza. Rechaza esta forma de pensar porque “desde la hora de nuestro nacimiento, algunos están marcados para la sumisión, otros para gobernar.” Arguye que el amo puede prever por el ejercicio de su mente; el esclavo puede con su cuerpo llevar a efecto tal previsión. En tal caso, amo y esclavo se benefician mutuamente y pueden ser ami-gos. No obstante, admite que no todos los esclavos lo son por naturaleza, ya que algunos lo son solamente por la fuerza.

Las formas de adquisición (producción)

La economía (literalmente, administración del hogar) dispone de aquello que las formas de adquisición pro-porcionan. Las formas de adquisición corresponden a diferentes maneras de vida, puras o combinadas: pas-toreo, agricultura, pesca, cacería y piratería. Su práctica proporciona al hombre lo que la naturaleza ha dis-puesto para él: la verdadera riqueza que es limitada en cantidad por las necesidades del hogar y de la ciudad. “La vida es acción, no producción.” Estas formas de producción son naturales porque están relacionadas fun-cionalmente con la satisfacción de las necesidades y producen una riqueza limitada cuantitativamente a ese propósito. En contraposición, son formas de adquisición antinaturales las que persiguen la ganancia moneta-ria, siendo la riqueza que rinden potencialmente ilimitada, ya que la acumulación de riqueza se vuelve un fin en sí misma. Tal riqueza no conoce límites porque el deseo de las personas por poseer bienes materiales tampoco tiene límite.

Uso y cambio

En línea con este razonamiento Aristóteles hace una importante distinción entre uso e intercambio, lo que más tarde ampliaría para distinguir entre valor de uso y valor de cambio. Argumenta que el uso verdadero y adecuado de las cosas es la satisfacción de las necesidades naturales. Se presenta un segundo e impropio uso cuando las cosas son intercambiadas con vistas a una ganancia monetaria. Esto incluye el comercio y el transporte, el empleo de mano obra no cualificada y cualificada, y el préstamo con interés. El intercambio de dinero por una promesa de pago del principal con su interés lo considera el menos natural de todos, y esto por dos razones: el préstamo con interés produce una ganancia por el simple hecho de hacer circular el dine-ro mientras que en otros tipos de intercambio el dinero es un instrumento destinado a facilitar la transacción. El dinero no se reproduce por sí mismo, y por eso el interés es contrario a la naturaleza.

Aristóteles comparte con Platón su rechazo por el comercio y su baja opinión sobre las cualidades del trabajo asalariado. No todas las transacciones comerciales son condenadas por Aristóteles sino sólo aquellas orien-tadas a la obtención de una ganancia monetaria. El trueque queda expresamente exento. Se asigna un status más dudoso a las transacciones que involucran el uso de dinero, aunque se utilice sólo como medida de valor y no como fuente de ganancia.

En la Ética enfatiza el hecho de que la ciudad se mantiene unida por un mutuo dar y tomar, por el cual cada uno da a otros algo equivalente a lo que recibe de ellos. En la Política, este principio es referido como “la sal-vación de los estados.” Más aún, la Ética trata específicamente de la justicia en los cambios, por lo que si to-dos los cambios fueran antinaturales es difícil entender cómo algunos pueden tener la calidad de justos.

La distinción entre actos de adquisición naturales y no naturales se basa en que los primeros están definidos por el carácter limitado de las necesidades humanas mientras que el carácter ilimitado de la ambición humana es la que distingue a los segundos. La frontera entre unos y otros no es clara y, a menudo debe resolverse apelando a la moderación, un principio de orden más moral que económico.

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Capítulo 2. De Aristóteles a los padres de la Iglesia.

Dinero

Aristóteles cree que el dinero no es “natural” en el sentido de ser indispensable para la completa satisfacción de las necesidades del hombre sino que se deriva de una ley o convención. El dinero vino a usarse para aten-der los requerimientos del comercio exterior, en el que la distancia hacía el trueque impracticable. Al principio se usaron como dinero algunos bienes útiles, medidos por peso y cantidad. Más tarde se usaron monedas, en las cuales el troquelado marcaba el valor de la moneda, eliminando la necesidad de pesar o medir. Con el uso de la moneda quedó establecido un instrumento de cambio y una medida para la riqueza, que facilitó una acu-mulación de tipo no natural. Sin embargo no deben confundirse dinero y riqueza. El dinero no es riqueza por-que la substitución de un convenio monetario por otro puede hacer perder valor al primero. El dinero no satis-face de manera inmediata las necesidades de la vida, y quien es rico en monedas puede sufrir carencia de alimentos.

En la “Ética”, se amplía la discusión sobre el dinero. El dinero es una forma representativa de la demanda, “que mantiene juntos todos los bienes.” Como el dinero existe por una convención, su valor puede ser cam-biado o suprimido. Sin embargo, aunque el valor del dinero no es constante, es más estable que el de las de-más mercancías y constituye un derecho futuro que asegura la obtención de mercancías.

Propiedad privada

Es notoria la defensa que Aristóteles hace de la propiedad privada frente a la propiedad comunal y a la impo-sición de restricciones a la riqueza privada como propuso Platón en sus Leyes. Su defensa de la propiedad privada fue escrita como una crítica al ideal de Platón en la República, en la cual los gobernantes han de po-seer propiedad sólo en común.

La unidad del Estado propuesta por Platón, sostiene, va en contra de tres principios: diversidad, reciproci-dad y autosuficiencia. El principio de diversidad requiere que un estado esté compuesto no sólo de muchos hombres sino de diferentes clases de hombres. Como entonces sería posible vivir el principio de reciprocidad, de acuerdo al cual la ciudad se mantiene unida por el mutuo dar y tomar de sus ciudadanos, los cuales dan a los demás una cantidad equivalente a lo que reciben de ellos. Más aún, la ciudad debe buscar la autosuficien-cia, que hace la vida deseable y completa. La ciudad debe disponer de recursos, materiales y de todo tipo, adecuados para permitir a los ciudadanos desarrollar al máximo su personalidad, sin depender de recursos externos. La autosuficiencia es inversamente proporcional a la unidad. Si es deseable la autosuficiencia, un menor grado de unidad, dice Aristóteles es preferible a un grado mayor, porque sin diversidad no puede haber autosuficiencia.

Aristóteles compara la propiedad comunitaria y la propiedad privada y encuentra que esta última es superior de acuerdo a cinco diferentes bases progreso, paz, placer, practicidad y filantropía.

1. La propiedad privada es más productiva que la propiedad comunitaria y proporciona más progreso. Los bienes que son propiedad de gran número de personas reciben muy poco cuidado. Las personas tienen incli-nación a preocuparse principalmente de su propio interés y a mostrarse negligentes respecto a los deberes que esperan que cumplan otras.

2. La propiedad comunitaria no conduce a la paz social porque la gente, al verse involucrada en su asocia-ción estrecha, encara todo género de dificultades. Se quejarán de que han contribuido con más trabajo y han obtenido una menor retribución que otros que han hecho menos trabajo y recibido un mayor rendimiento.

3. La propiedad privada proporciona placer al propietario, ya que la naturaleza ha implantado en los seres hu-manos, el amor a sí mismos, al dinero y a la propiedad. Este sentimiento se ve frustrado cuando todas las personas “pueden llamar mía a una cosa.”

4. Existe una referencia a la experiencia práctica. Si la propiedad comunitaria fuera una cosa tan buena, se-guramente hubiera sido instituida hace largo tiempo. La experiencia histórica da cuenta del uso extendido de la propiedad privada. Renunciar a ella significa no considerar tal experiencia.

5. La propiedad privada permite a las personas practicar la filantropía y les proporciona entrenamiento en la práctica de las virtudes de la templanza y la liberalidad. Parte de la propiedad de cada uno puede destinarse al uso privado, otra puede ponerse a disposición de los amigos, y otra más dedicarse al bienestar de los con-ciudadanos. La templanza sin la liberalidad tiende a volverse miseria, y la liberalidad sin templanza conduce a la lujuria.

Aristóteles se opone también a las limitaciones a la cantidad de bienes que un individuo puede poseer, y des-cribe las dificultades prácticas que enfrentarían tales restricciones. “Es más necesario limitar la población que la propiedad.” La negligencia en este sentido es inevitablemente causa de pobreza y “la pobreza es madre de la revolución y del crimen.” “Sería más importante igualar los deseos de la gente que sus propiedades.” Esto podría lograrse con la ayuda de una educación que tuviera en cuenta las diferencias individuales más que una que ofreciera el mismo programa para todos. Más aún, la desigualdad económica, aunque es una causa importante del disgusto social, no es la única causa. La desigualdad de cargo o prestigio son también impor-

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Capítulo 2. De Aristóteles a los padres de la Iglesia.

tantes, pero operan de manera distinta: las masas son incitadas a la revolución por una desigual distribución de la propiedad, mientras que la elite es incitada de igual manera por una desigual distribución de cargos y prestigio. No todos los crímenes son causados por la ambición, especialmente los grandes: “los hombres no se vuelven tiranos para no sufrir frío.” Por tanto, el factor económico, aunque importante, no es el único que opera en la historia.

Aristóteles no considera útiles ni la abolición de la propiedad privada ni su igualación. En lugar de ello, propo-ne una confianza en la educación y en unas instituciones adecuadas: las mejores personas, capaces de reci-bir tal entrenamiento, deben ser enseñadas a moderar sus deseos, refrenando así su ambición de mayores ri-quezas.

Justicia aristotélica

El principio de moderación es central en el pensamiento de Aristóteles y en él subyace el concepto de virtud. El hombre virtuoso practicará la liberalidad, en vez de comportarse de manera miserable o con dispendio. La noción de media o promedio asume gran importancia en la Ética de Aristóteles, en la cual, como en muchos otros escritos, absorbe mucho de las enseñanzas matemáticas de la escuela Pitagórica. Puesto que el análi-sis económico de Aristóteles lo que se relaciona o enlaza entre sí son las personas más que los bienes, tanto unas como otros aparecen vinculados por una serie de fórmulas matemáticas, de una manera difícilmente aceptable para los estudiosos modernos.

La media o promedio es a su vez ligada con el concepto de proporcionalidad, y todos estos conceptos se utili -zan en el análisis Aristotélico de justicia. Se distinguen varios tipos de justicia, incluida la justicia distributiva y la justicia correctiva. La justicia distributiva tiene que ver con la distribución de la riqueza y los honores en la sociedad. No son distribuidos de manera igual sino en proporción a los méritos o valor individual de cada ciu-dadano. La justicia correctiva, por el contrario, tiende a igualar las diferencias.

Como ejemplo, Aristóteles se refiere a la distribución de los gastos del tesoro público, que son proporcionales a las contribuciones de los ciudadanos al fondo público. Si A y B fueran los contribuyentes y C y D los gastos públicos tendríamos A/B = C/D “proporción geométrica” bajo la cual personas desiguales reciben partes tam-bién desiguales.

La justicia correctiva se relaciona con la corrección de males por el juez al reducir la ganancia de una parte y la pérdida de la otra. Esto se logra con la ayuda de una “proporción aritmética” cuyos términos medios son equidistantes de los extremos: A – C = C – B. Por ejemplo, si se encuentra que una mercancía que ha sido vendida por 10 unidades de moneda está defectuosa y el comprador reclama que el precio debe reducirse a 2 unidades de moneda, el juez fijaría el precio en un valor medio (10-2)/2 equidistante de los extremos.

Justicia en los cambios

El pasaje referido a la justicia en los cambios es oscuro, de modo que no es posible afirmar que al filósofo se estuviera refiriendo a un tercer tipo de justicia. De ser así, estaríamos hablando de justicia conmutativa.

Aristóteles comienza su análisis de la justicia en el cambio introduciendo la noción de reciprocidad. El hombre busca devolver mal por mal, y bien por bien, constituyendo esto último el elemento recíproco en el intercam-bio. Aclara Aristóteles que la reciprocidad en el intercambio no implica una correspondencia igual sino una “proporcional.” Dice: Si A es un constructor y B un zapatero, C una casa y D un zapato y el constructor y el zapatero van a intercambiar sus productos, se conseguirá un rendimiento proporcional por la acción recípro-ca. Cada uno entrega su bien al otro siempre y cuando exista igualdad proporcional de bienes antes de que tenga lugar tal intercambio. Esta condición se cumplirá cuando el número de zapatos entregado a cambio de la casa sea el correspondiente a la “razón” constructor / zapatero, de forma que se cumpla la igualdad

A / B = x zapatos / casa

Esta interpretación de la justicia en el intercambio, en términos de una proporción recíproca euclidiana plantea muchos interrogantes, cuya interpretación a cargo de las sucesivas generaciones de intérpretes del pensa-miento Aristotélico va desde la “teoría del valor del trabajo” a la “teoría de la utilidad”.

De acuerdo a las palabras usadas por Aristóteles, la interpretación en términos de la utilidad parece estar construida sobre bases más sólidas que aquella en términos del trabajo. Como él dice, los bienes a intercam-biar deben ser de alguna manera iguales, y debe ser valuados mediante una medida común. Esta medida, continúa, es la demanda o la necesidad, con el dinero sirviendo como símbolo representativo: “si los hombres no necesitan los bienes de otros, o no los necesitan en forma igual, no existiría el intercambio, o por lo menos el mismo intercambio.

Dice también Aristóteles en su Política que si una cosa es excesivamente abundante puede ocurrir que se convierta en dañina o que no reporte utilidad alguna para su poseedor. Esto anticipa la noción moderna de los rendimientos decrecientes. En la Lógica declara que lo deseable de un bien puede juzgarse por la ganancia

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Capítulo 2. De Aristóteles a los padres de la Iglesia.

resultante de aumentarlo a un grupo de bienes, o la pérdida resultante de restárselo. Esto es también una an-ticipación del concepto moderno de marginalidad.

A la luz de la teoría del intercambio, puede hablarse de Aristóteles como del creador de modelos matemáticos tan en boga en la teoría económica moderna.

Monopolio

La discusión de Aristóteles del intercambio aislado se expande hasta incluir el caso del monopolio. Esto lo ha-ce el autor en su “Política” al examinar los diferentes tipos de adquisición. Narra la historia de Tales, al que las gentes le reprochaban su pobreza, la cual probaba la inutilidad de la filosofía. Tales puso en práctica sus co-nocimientos de meteorología, anticipando una cosecha de aceitunas, alquilando por un valor insignificante to-das las prensas disponibles para la extracción del aceite con suma anticipación. Al tiempo de la cosecha pudo alquilarlas al precio que le vino en gana, demostrando así que los filósofos pueden ser ricos si se lo proponen, pero que su mira está puesta en otras cosas.

La creación de monopolios, dice Aristóteles, es practicada no sólo por los individuos sino también por los go-biernos, que cuando se encuentran necesitados de fondos, crean monopolios sobre los alimentos. Aristóteles no encuentra culpa moral en esta clase de negocio, ni tampoco en las operaciones realizadas por asociacio-nes que la ley griega prohibía.

2.2 EL DERECHO NATURAL

Entre las aportaciones de la doctrina estoica que nos han llegado a través del Derecho Romano, destaca el concepto de derecho natural, en el sentido de interpretar la suprema razón que gobierna este mundo y reflejar la naturaleza de las cosas. La ley natural vino a ser usada como la piedra de toque para probar las leyes pro-mulgadas por el hombre, es decir, el derecho positivo. El concepto ha sobrevivido hasta la jurisprudencia y la ética de nuestros días, especialmente en aquellas civilizaciones ligadas a un ideal de humanidad universal.

2.3 LA JURISPRUDENCIA ROMANA

El derecho natural desarrollado por los estoicos fue un derecho común en el sentido de que resultaba aplica-ble a toda la humanidad. Así el concepto se ha ampliado posteriormente al establecer las bases para el dere-cho de las naciones. Como los romanos eran un pueblo más activo que reflexivo, su contribución a la especu-lación económica no fue más allá de algunos comentarios acerca de las ventajas de una vida sencilla, de inte-reses agrícolas, y de la comparación del trabajo libre ante el del esclavo. Es notable la influencia ejercida por el Derecho Romano sobre las legislaciones de los países con “leyes escritas” (la mayoría de los europeos y latinoamericanos) y aún sobre el derecho consuetudinario de los países sajones. En el Derecho Romano en-contramos la doctrina de la corporación o sociedad. Bajo esta doctrina los activos de la sociedad quedan se-parados de los activos de sus propietarios y, aunque estos cambien, la sociedad permanece inmutada.

Casi todos los países han sentido el efecto de las leyes romanas respecto a propiedad y contratos. La ley ro-mana era casi absoluta en su protección al propietario y a su derecho a usar de su propiedad como le parez-ca, y mantuvo también la libertad de contratación. Algunos juristas romanos llegaron a considerar la propie-dad como instituida por ley natural. Esta idea fue recogida por John Locke, quien declaró que la protección de la propiedad es el principal propósito del gobierno. Otras conexiones intelectuales con los estoicos pueden establecerse a través del Derecho Mercantil, que de-be ser por naturaleza uniforme y universal y que los romanos basaron en leyes naturales que resultaban evi-dentes a partir de las prácticas comerciales al uso. El concepto del valor “razonable”, precio “razonable” etc. tienen este precedente.

2.4 LOS PADRES DE LA IGLESIA.

Tanto la riqueza como la propiedad privada fueron alguna vez criticados severamente por los Padres de la Iglesia. Estas críticas cuestionaban el origen recto de la riqueza y caracterizaban la propiedad privada como una desviación de la economía de Dios, que proporciona los bienes para ser compartidos. Así, Juan Crisós-tomo, el más grande de los Padres Griegos, alababa la economía de Dios. La propiedad privada, resultante de la naturaleza defectuosa del hombre, es responsable de muchos problemas. Respecto a la riqueza, es cuestionable si puede o no ser adquirida sin ser causa de injusticia por parte de su propietario o por sus here-deros. Los ricos se redimen a sí mismos sólo mediante el reparto de su riqueza. San Basilio, destacaba un espíritu igualitario: “aquel que ama a su prójimo como a sí mismo, no habrá de poseer más que su prójimo.”

San Ambrosio rechazaba de plano la división de los bienes en públicos y privados. La naturaleza, sostenía, da todos los bienes en común a todos los hombres. Por tanto, la caridad no es un regalo sino que puede ser exigida como materia de derecho. El pobre recibe lo que realmente es de él; el rico sólo paga una deuda. San Jerónimo compartía el punto de vista de San Juan Crisóstomo de que el hombre rico o bien es injusto o es

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Capítulo 2. De Aristóteles a los padres de la Iglesia.

heredero de una persona injusta. Para San Jerónimo toda la riqueza aparece manchada de iniquidad: la ga-nancia de un hombre, insistía, es probable que provenga de la pérdida de otro.

San Agustín declaró que la riqueza es un don de Dios y un bien, pero no el mayor ni el más alto. Consideraba a la propiedad privada responsable de varios males: disputas, guerras, injusticias. Aquellos que pueden, de-cía, deben abstenerse de ella, pero aquellos que no puedan deben, por lo menos, abstenerse de amar sus propiedades.

Aunque se atribuían muchos defectos a la riqueza y a la propiedad privada, ordinariamente la conclusión no era la abolición de estas instituciones en un mundo imperfecto. Para la multitud de la gente ordinaria, la con-clusión no era la institución de la propiedad comunitaria sino la necesidad de la caridad. En esto los Padres insisten en los términos más enérgicos. De un modo genérico, puede decirse que la doctrina y la práctica es-taban en línea con el pensamiento de Clemente de Alejandría.

No obstante, hacia el 340, el Sínodo de Gaugra condenó el criterio de que no había esperanza de salvación para los creyentes ricos que no abandonaran todas sus posesiones

La propiedad privada era tolerada pero no se la consideraba sacrosanta. San Agustín consideraba la propie-dad privada como una creación del estado, un derecho humano más que divino. “Por ley divina, decía, la Tie-rra y cuanto hay en ella son del Señor. El pobre y el rico están formados del mismo barro; la misma tierra pro-vee para el pobre y para el rico. Por derecho humano, sin embargo, alguien dice, esta tierra es mía, esta casa es mía, este es mi sirviente. ¿Por qué así? “Porque Dios ha distribuido a la humanidad estos derechos huma-nos a través de reyes y emperadores.” La legitimidad de la propiedad privada a la luz de la doctrina de la ley natural de la propiedad comunitaria fue un problema con el que hubieron de luchar los canonistas hasta que fue resuelto por Santo Tomás de Aquino en el siglo trece.

La tolerancia de la propiedad privada tuvo su corolario también en el reconocimiento del valor de ciertas acti -vidades económicas. A primera vista la declaración de Jerónimo de que la ganancia de un hombre es la pérdi-da de otro parece implicar la noción de que todos los intereses económicos privados están opuestos irreconci-liablemente entre sí y que las transacciones económicas benefician a sólo una de las partes. No se considera-ba sin embargo que todas las actividades económicas fueran censurables. El valor y la dignidad del trabajo humano fueron enfatizados por varios de los Padres de la Iglesia.

Llegó a pensarse, como llegó a ser prominente con los escritos de Adam Smith quince siglos después, que las actividades económicas perseguidas con fines de ganancia privada pueden tener como resultado un be-neficio para la sociedad. Juan Crisóstomo, a pesar de su ataque a la riqueza, afirma este punto cuando ense-ña que el trabajo por el propio beneficio y por el beneficio de otros están tan íntimamente ligados que ningún trabajador puede ganarse su paga sin producir algo que satisfaga las necesidades de otros. La economía del intercambio se conforma así al plan de Dios en el cual los hombres están interconectados unos con otros en razón de sus necesidades.

Para San Cipriano, el mandato divino de “creced y multiplicaos” sólo tenía sentido en el contexto de un mundo recién creado. Creía que el mundo de su época estaba superpoblado y encontraba en ello una de las princi-pales causas de las tensiones económicas.

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Capítulo 2. De Aristóteles a los padres de la Iglesia.

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Capítulo 3. Pensamiento económico medieval.

3.1 LA IGLESIA

La Iglesia fue uno de los grandes poderes de la política medieval y los conflictos entre emperadores, reyes y príncipes de la Iglesia eran seculares. Las doctrinas económicas de la Iglesia se derivaban de la Biblia, de las enseñanzas de los Padres griegos y latinos y de Aristóteles, cuyo prestigio era tan alto en el Siglo XIII que se le llamaba “El Filósofo”. Otra influencia importante fueron el Derecho Romano y el Derecho Canónico formado por la legislación promulgada en Concilios así como por los Papas y los obispos.

Las doctrinas económicas de la Iglesia estaban dirigidas a minimizar el pecado y maximizar la caridad. El pro-blema de que el hombre pudiera vivir mejor o peor en la vida terrena carecía de importancia frente a la cuestión trascendental de la salvación eterna.

La caridad y pecado

En cierto sentido, se veía a la caridad como el principal camino hacia la solución del problema económico de la escasez durante la Edad Media, aunque fuera de manera imperfecta. El pensamiento económico medieval por tanto, estaba entrelazado invariablemente con consideraciones teológicas. Enseñaba lo que debía ser, y su ca-rácter era normativo, si bien el cumplimiento de las normas era muy débil salvo en lo relativo a la caridad.

El orden medieval fue estático y la idea de progreso todavía no había nacido. Hubo, no obstante mejoras en el abastecimiento y avances tecnológicos, algunos de ellos importados.

La austeridad y el ascetismo eran virtudes para el pensamiento medieval, aunque propias de unos pocos elegi-dos. Los ricos estaban ligados al deber de practicar no sólo la caridad, sino también la liberalidad y la magnifi-cencia, esto es, usar sus riquezas de una manera generosa y para el logro de algún propósito grande y noble. Desde el punto de vista económico, la construcción de las imponentes catedrales y edificios de gobierno, ab-sorbió una porción substancial de los recursos disponibles y cumplió una función económica importante al pro-ducir empleo e inducir el gasto. Pero la caridad, practicada universalmente, destaca como el método para supe-rar el problema económico en la Edad Media.

3.2 SANTO TOMÁS (1.225–1.274)

En los escritos de Santo Tomás de Aquino encontramos una exposición completa del pensamiento medieval. Constituyen una estructura integral y consistente de pensamiento que busca la reconciliación de la fe y el cono-cimiento racional, y también una síntesis de la Doctrina Cristiana tal como surgió después de mil años de Aris-totelismo. El pensamiento de Santo Tomás habría de constituir la filosofía católica oficial vigente hasta nuestros días. Santo Tomás era teólogo y filósofo y cuando trata temas económicos lo hace sólo en forma incidental.

En el método escolástico, que Santo Tomás llevó a la perfección, se plantea una cuestión, seguida por una ex-posición justa, detallada y citando a las autoridades, del punto de vista a refutar o reinterpretar. Luego se da la respuesta, y los puntos de vista contrarios son objeto de crítica, nuevamente con amplitud de citas.

La propiedad privada

Santo Tomás aborda los tres asuntos que formaban el núcleo del pensamiento económico medieval: la institu-ción de la propiedad privada, el justo precio y la prohibición de la usura, Sobre la propiedad privada, Santo To-más establece que está de acuerdo con la ley natural y puede ser regulada por el gobierno. El propietario está obligado a compartir el uso de sus posesiones con otros, y la propiedad comunal se reserva solo para aquellos que desean alcanzar una vida de perfección.

La propiedad privada y la ley natural

Algunos de los pensamientos de Santo Tomás sobre la propiedad privada están en su “Tratado de Derecho” que es parte de la “Summa Teológica”. Concilia la doctrina de los Padres de la Iglesia que enseñaban que to-dos los bienes son comunes a todos los hombres con la de Aristóteles que defendía enérgicamente la propie-dad privada. Santo Tomás afirma que ciertas cosas pertenecen a la ley natural porque la naturaleza no las hu-biera hecho si fueran contrarias a ella. Pone como ejemplo las vestiduras.

La regulación de la propiedad

Santo Tomás aprueba la regulación de la propiedad instituida en el Antiguo Testamento (Año sabático, año ju-bilar y uso común de ciertos bienes) y cree, como Aristóteles, que la regulación salvaguarda el estado y el bien común. Santo Tomás no es partidario de una distribución igualitaria de la propiedad privada, ni establece un derecho absoluto del propietario contra el estado, como hicieron autores posteriores.

La administración de la riqueza

Santo Tomás mantiene que existen dos aspectos respecto a las propiedades, por una parte su adquisición y enajenación y, por otra, su uso. Con respecto a la adquisición y enajenación se justifica la propiedad privada sobre la base de las razones dadas por Aristóteles. Respecto al uso de las posesiones, Santo Tomás insiste en que debe permitirse a otros participar en ellas. Este deber, que refleja la idea de la administración de la riqueza,

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Capítulo 3. Pensamiento económico medieval.

puede ser cumplido mediante actos de caridad, liberalidad, y munificencia. La caridad no debe llegar hasta el extremo de poner en peligro la posición social del donante y su familia. La obligación de compartir con otros las propiedades conduce a la derogación de la ley humana bajo condiciones de urgente necesidad; en tales cir-cunstancias, la apropiación de los bienes ajenos deja de ser un robo. Este es uno de los pocos aspectos en que se muestra en desacuerdo tanto con Aristóteles como con San Agustín.

La redención de los negocios

La rehabilitación de la propiedad fue acompañada de la rehabilitación del hombre de negocios. Los Padres veían con preocupación las múltiples tentaciones a que se ve expuesto el comerciante por su actividad. San Agustín no cierra totalmente la puerta a la redención del hombre de negocios cuando aprueba la distinción en-tre el mercader y su actividad: la avaricia y el fraude son vicios del hombre, no de la actividad, la cual puede ser llevada a cabo sin tales vicios.”

Durante la Baja Edad Media las autoridades legales y teológicas empiezan a comprender la necesidad de la actividad comercial en una economía que había llegado a ser más desarrollada y compleja, y en la que prescin-dir de los servicios del comerciante equivaldría a volver a unas formas de vida más primitivas. Existe una razón más profunda, sin embargo, para la disposición de los últimos medievalistas para aceptar al comerciante y sus servicios: como el comerciante era un creyente más y operaba bajo todas las restricciones impuestas a los fie-les, la comunidad de creyentes podía aceptarlo.

En el Siglo XIII, cuando Santo Tomás escribe su Summa, los canonistas y escolásticos no encuentran falta en las ganancias del mercader que pueden ser interpretadas como un pago por su trabajo y gastos (transporte, al-macenamiento y riesgos). La Escritura ha hablado de que es digno el obrero de su salario, y la justicia deman-da una remuneración justa por el mismo. Este pensamiento fue aplicado al trabajo asalariado y autónomo.

Para la parte de los ingresos del comerciante que no eran identificables con el trabajo y los gastos en el sentido que acaba de describirse, los canonistas y escolásticos encuentran tres motivos que los justifican: El uso de los para el propio sustento, el destino del excedente a la caridad, y la intención de llevar a cabo los negocios como un servicio al proporcionar los bienes al público.

En la Summa Santo Tomás plantea la cuestión: “¿En el comercio, es legítimo vender algo por más de lo que se pagó por ello?”. Santo Tomás primero define la función del comerciante como el acto de involucrarse en el in-tercambio. Establece que el beneficio en sí mismo no es reprensible ni motivo de alabanza sino moralmente neutro. Se hace legítimo, al menos cuando es moderado, si el comerciante persigue un propósito necesario y honorable, tal como la propia manutención, la caridad o el servicio público.

El justo precio

La licitud del comercio era en última instancia una cuestión de conciencia del propio comerciante. La situación era diferente respecto al problema del justo precio. Aquí los legisladores canonistas y civiles tenían ante sí la tradición del Derecho Romano con su principio de la “laesio enormis” (violación excesiva) expandido por la práctica medieval. El Derecho Romano clásico en principio mantenía la libertad de contratación y negociación y no colocaba mayor restricción sobre el precio a que podrían llegar los negociadores. La violación excesiva era una excepción muy estrecha a esta regla, aplicable solamente a transacciones con tierras y con precios que fueran indebidamente bajos. En la doctrina legal medieval la regla de la violación excesiva fue más amplia y lle-gó a ser posible presentar ante las cortes la cuestión de la validez de cualquier transacción que excediera en más o en menos el 50% del justo precio.

Santo Tomás se pregunta en la Summa Teológica “¿puede un hombre vender legítimamente una cosa por más de lo que vale?”. El valor de un bien es su precio justo, y si el precio de venta se desvía de él, el comprador o el vendedor, según el caso, debe restituir la diferencia. La desviación debe ser considerable, ya que el justo pre-cio no es algo “definitivo y absoluto” sino el resultado de una estimación.

La divergencia entre la ley civil y la prohibición más estricta adoptada en la Doctrina Teológica es explicada por Santo Tomás por la diferencia fundamental entre la ley humana y la Ley Divina. La primera postula un “mínimo ético”, mientras que la segunda no deja sin castigo nada contrario a la virtud.

El justo precio era el precio corriente prevaleciente en un lugar dado en un tiempo dado, a determinarse por la estimación de cualquier persona honesta.

El requerimiento de que el precio sea lo hace derivar Santo Tomás de La Biblia (“todo lo que quieras que hagan para ti, hazlo tu también para ellos”) y de la justicia en los cambios expuesta por Aristóteles en la Política y en la Ética.

La cuestión general, ¿qué es la justicia? y la especial, ¿qué es el justo precio?, nunca han dejado de ser premi-sas inquietantes para el estudioso. Algunos han dicho que Santo Tomás fue un precursor de la teoría del valor del trabajo, doctrina económica que fue aceptada hasta fines del siglo XIX. Otros lo han interpretado como un exponente de la teoría subjetiva del valor, que considera el valor económico de un bien como derivado de su

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Capítulo 3. Pensamiento económico medieval.

utilidad. No hay ningún pasaje en la Summa que indique que Santo Tomás implica que el valor de un bien sea igual a la cantidad de trabajo agregado en él. Más aún, enfatiza el punto de vista aristotélico y patrístico de que el valor de un bien está reflejado por su utilidad, y su precio por la demanda o la necesidad.

El sistema de precios medieval

Los estudiosos modernos han interpretado las ideas de Santo Tomás y las de su maestro, San Alberto Magno, sobre el justo precio, como algo funcional, esto es, como un instrumento para facilitar la operación del sistema medieval de precios. Según este punto de vista, el valor de las cosas –procedente de la evaluación subjetiva de cada individuo y que se convierte en valoración objetiva al ser la valoración de la mayoría– reflejan las cualida-des objetivas de los bienes y miden el valor de la utilidad que pueden prestar. Ambos afirman que la vida social está basada en la especialización del intercambio. No habría intercambio y la sociedad se hundiría si los pro-ductores no reciben un justo precio que cubra su trabajo y gastos.

Así el justo precio llega a ser un instrumento que facilita el desempeño de ciertas funciones especializadas. Su fin es conservar el orden de la sociedad medieval, con sus estructuras gremiales y sus niveles tradicionales de vida para cada uno de los diferentes grupos, que no deben competir entre sí, y proteger a la sociedad de los monopolistas y de las fuerzas de una competencia incontrolada. El sistema medieval de precios servía como instrumento para estabilizar la distribución de recursos productivos.

La regulación de los precios

En el mundo medieval muchos precios estaban sujetos a reglamentación por parte de las autoridades y las asociaciones gremiales. Cuando era obligatorio tal precio regulado, la adherencia al mismo se consideraba que cumplía con el requerimiento del justo precio. La regulación de precios pretendía, normalmente, poner límites a su crecimiento pero, a veces, también trataba de evitar su desplome fijando precios mínimos.

El pecado de la usura

La prohibición medieval del interés es contraria a las ideas del Derecho Romano que permitía una tasa del 12% anual en préstamos monetarios y del 50% en préstamos en especie. La doctrina medieval del interés, derivada de las enseñanzas de los Padres, tiene su confirmación en varios pasajes del Antiguo Testamento y en las pa-labras de Jesús: “presta libremente, sin esperar nada a cambio”.

En 325 el Concilio de Nicea prohibió al clero el cobro de intereses sobre los préstamos de todas las clases y en 789 Carlomagno prohibió la usura por parte de clérigos y laicos. Carlomagno definía la usura en términos gene-rales, como “pedir a cambio más de lo que se da”. En 1139 el Segundo Concilio de Letrán expresamente prohi -bió toda usura. Desde entonces canonistas y teólogos dieron creciente atención a la usura interpretándola co-mo una violación de la ley natural y de la justicia o como un pecado de avaricia o falta de caridad.

Esta actitud hacia el interés no puede explicarse en términos de ventajas para la Iglesia puesto que la prohibi -ción era más bien una desventaja económica porque los clérigos eran más prestadores que acreedores. Por cuanto toca a la economía en general, la sociedad medieval era primitiva y predominantemente agraria, para la cual era muy adecuada la prohibición del interés.

Santo Tomás redefine la doctrina de la usura. Sobre la base de conceptos derivados del Derecho Romano se establece una distinción entre bienes consumibles y no consumibles, y entre un préstamo y un arrendamiento. Un terreno puede alquilarse porque su uso produce un usufructo o rendimiento. El arrendador puede recibir el importe de una renta además de la devolución de la finca arrendada. No es así en el caso de un préstamo de bienes consumibles, como vino o grano, que no rinden un usufructo o rendimiento. Así, si el prestador de tales bienes pide a cambio más de lo que prestó, estaría pidiendo más de lo que existe, esto es, un rendimiento más allá del proporcionado por su uso. Al hacerlo viola la justicia.

Respecto al dinero, su propósito principal, como dijo Aristóteles, es servir como medio de intercambio siendo gastado o consumido. Es un bien consumible, y se prohíbe al prestador de dinero pedir un exceso sobre el im-porte prestado, como en el caso del vino o el grano.

Santo Tomás era consciente de que los precios cambian a través del tiempo, pero le era extraña la noción de que el mero paso del tiempo da un valor futuro a los bienes diferente del valor presente.

Los títulos de interés extrínsecos

La teoría de la usura de Santo Tomás es más aplicable de manera inmediata a los préstamos para el consumo que a los acuerdos destinados a facilitar el uso productivo del capital. Estos no quedan excluidos de la prohibi-ción de la usura porque el capitalista, en lugar de poner disponibles los fondos en forma de crédito, tiene la li -bertad de escoger otras formas legales tales como la sociedad o la asociación, bajo las cuales los socios com-parten pérdidas y ganancias. Si el acuerdo tuviera la forma de un crédito y no pudiera demandarse legalmente ningún interés bajo el título intrínseco del préstamo mismo, el acreedor podría exigir una compensación por el damnum emergens, el “daño sufrido”. Santo Tomás acepta explícitamente este tipo de título extrínseco pero excluye de tal compensación el lucro cesante.

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Capítulo 3. Pensamiento económico medieval.

Un título extrínseco relacionado, explícitamente aprobado por Santo Tomás, era la mora o incumplimiento. El deudor que dejaba de cubrir sus obligaciones oportunamente debía al acreedor una compensación por la de-mora. Este teoría abrió una puerta para evadir la prohibición de la usura, por ejemplo simulando un plazo muy corto para el crédito y una mora temprana para el deudor.

Otro título extrínseco, periculum sortis, el “riesgo,” se permitía sólo en circunstancias restringidas. El acreedor no podía pedir compensación por la mera posibilidad de que el deudor pudiera dejar de pagar el principal. Al capitalista sí le era lícito pedir compensación por el riesgo corrido de que fracasara una operación colectiva. Es-te riesgo no surgía de un contrato de crédito, sino de un acuerdo tomado por una sociedad o consorcio, en el que se compartían pérdidas y ganancias.

3.3 LOS CONSORCIOS

El consorcio llegó a ser la forma preferida de inversión, sin la mancha de la usura. Era exactamente la suposi-ción del riesgo de fracaso lo que distinguía la asociación permitida ante el prohibido préstamo con interés. En la transacción de crédito el deudor no queda liberado de su deuda si fracasa. Si la transacción se lleva a cabo en forma de una empresa conjunta o asociación, la incidencia del fracaso cae sobre todos los socios incluyendo, ante todo, al capitalista. La concentración en este tipo de inversión más que el uso de fondos prestados puede haber sido un estímulo para la expansión que ocurrió en un amplio frente durante la última parte de la Edad Media. Mucho más de lo que pudo hacerlo el financiamiento con préstamos a interés, la inversión en la asocia-ción animaba la participación activa del socio propietario del capital en la administración de los fondos inverti-dos, introduciendo un cuidado y afán extraordinarios en un negocio cuyo peso, de otro modo, habría caído sólo sobre los hombros del deudor. La concentración en la asociación tuvo así el efecto de convertir al capitalista en un empresario que toma riesgos.

En lo que respecta a la posición del socio sin capital, debe haber sido encontrada más atractiva que la del deu-dor, quien en caso de fracaso del negocio continuaría con la carga de su deuda.

3.4 LOS CENSALES

Por supuesto, debió existir algún tipo de arreglo necesario para aquellos que ni pudieran tomar el papel de em-presarios que toman riesgos pero querrían obtener algún rendimiento sobre su dinero. Tal persona podría en-tregar sus fondos al propietario de tierras, al estado, o al clero, y podría a cambio adquirir un censal, es decir, una renta anual derivada de un activo productivo del vendedor de la anualidad, tal como su tierra, su empresa o, en el caso de entidades públicas, de los ingresos por impuestos. Los censales fueron una importante institu-ción de financiamiento en la Edad Media. Sin embargo, su distinción de los préstamos no fue siempre fácil, por la dificultad de trazar una línea divisoria cuando la anualidad no estaba ligada a una propiedad específica del vendedor sino que estaba basada en su capacidad de producción de ingresos; o cuando el rendimiento anual era fijo más que ligado al rendimiento de la propiedad sobre la que estaba basado; o cuando la anualidad se establecía a plazo más que en forma perpetua; o cuando la anualidad pudiera ser redimible por el comprador o el vendedor en lugar de no ser redimible. En lo general los censales tuvieron la aprobación de los teólogos me-dievales porque era un tipo de inversión no exenta de riesgo. Santo Tomás no se pronunció sobre los censales.

3.5 LOS BANCOS DE DEPÓSITO Y CAMBIOS

El tenedor de una anualidad podía venderla con descuento, práctica controvertida como lo fue la banca de de-pósito. Los grandes banqueros mercantiles de Italia, sobre todo en Florencia, aceptaban depósitos y pagaban una tasa fija de interés sobre ellos, algunas veces incondicionalmente y otras si existían rendimientos. Además de operaciones de depósito, estos banqueros estaban involucrados en transacciones de cambio extranjero, que frecuentemente servían para encubrir operaciones de crédito. Las letras de cambio fueron ampliamente usadas en el siglo XIV. En una transacción conocida como cambio sicco, “cambio seco,” se extendía una letra de cambio para disimular una clara operación de crédito.

Las letras de cambio cumplieron importantes funciones sirviendo como substitutas del dinero en un tiempo en el que las necesidades de dinero eran grandes y su provisión no podía expandirse fácilmente. Su uso obvió el envío de dinero, reduciendo riesgos y molestias. Su uso facilitó el ajuste de los pagos internacionales. Esto fue particularmente cierto en las actividades de cambio de los comerciantes encargados de los negocios del papa-do, cuyos intereses financieros estaban extendidos ampliamente y eran de mayor volumen que los de cualquier otra organización.

En los escritos contemporáneos de los teólogos las actividades de los banqueros cambiarios fueron identifica-das a menudo como usurarias. El tratamiento más amplio del cambio bancario puede encontrarse en los escri-tos de San Antonino, quien rechaza por usura las transacciones de cambio internacional que involucraban cré-dito, incluyendo el anticipo de fondos por parte del banquero, pagable en otro lugar y tiempo futuro.

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Capítulo 3. Pensamiento económico medieval.

Las actividades de los banqueros de depósito y cambio durante la última parte de la Edad Media indican que no existía completo acuerdo entre la doctrina teológica y las prácticas financieras.

3.6 LA DOCTRINA SOBRE LA USURA EN LOS TIEMPOS MODERNOS

A fines de la Edad Media la doctrina escolástica fue aceptando gradualmente una creciente variedad de présta-mos a interés. Se fue reconociendo que la entrega de los fondos propios constituye en sí mismo una pérdida y que el dinero en mano tiene para el que lo posee un valor mayor que el dinero futuro. Se reconocía así no solo la figura del daño emergente, sino también la del lucro cesante. Como se ha dicho, muchas transacciones de crédito tales como las letras de cambio y los censales, fueron interpretados como compras y ventas y no como préstamos, y no debían supeditarse a la regla de la usura sino a la del justo precio, que admitía las ganancias.

Tanto la regla del justo precio como la doctrina de la usura fueron interpretadas en ocasiones como un artificio ideado, no para declarar ilícito el interés, sino para mantenerlo dentro de límites moderados. En el Siglo XIX, las autoridades eclesiásticas dieron su aprobación implícita al cobro de intereses, siempre que estuvieran por debajo de las tasas máximas establecidas por las leyes del país.

Adam Smith condenó toda prohibición legal explícita del interés, pero donde las leyes estipulaban un tipo máxi-mo de interés, él propugnaba que fuera bajo, ligeramente superior al tipo de mercado. Smith favoreció una tasa de interés baja porque esto incrementaría las oportunidades de conseguir que el ahorro se dirigiera a nuevas inversiones más que a contraer deudas.

Según Keynes, que siempre vio con buenos ojos la doctrina escolástica por sus consecuencias de tipos bajos, “La destrucción del estímulo hacia la inversión, sustituida por la excesiva preferencia por el dinero en efectivo fue el peor de los males, y el principal impedimento para el crecimiento de la riqueza”.

3.7 IDEAS SOBRE EL DINERO

Nicolás de Oresme compiló las diferentes corrientes de pensamiento de su época en su libro Origen, Naturale-za, Derecho y Alteraciones de la Moneda en el que reflexiona sobre los desórdenes de que habían sido respon-sables los reyes franceses al recurrir continuamente a la falsificación o alteración del dinero.

Antecedentes medievales

El dinero en la Edad Media estaba representado únicamente por monedas. En Europa el papel moneda no sur-ge sino hasta finales del Siglo XVII y su aparición refleja los interminables problemas que surgían a causa de las continuas alteraciones del dinero.

La adulteración de la moneda no tuvo su origen en los tiempos medievales ya que es tan antigua como la mo-neda misma. La moneda empezó a usarse en el reino de Lydia en Asia Menor en el Siglo VII a.C. Parece que los déspotas orientales no introdujeron la moneda para utilidad del pueblo sino más bien como una forma de obtener ingresos. La gente entregaba metales preciosos al tesoro y recibía a cambio unas monedas cuyo con-tenido de metal monetario era mucho menor. No parecía que nadie perdiera en tanto las monedas fueron acep-tadas para su valor nominal.

Se practicó la devaluación de la moneda desde tiempo inmemorial, ya que las autoridades monetarias retiraban en ocasiones las monedas para sustituirlas por otras nuevas de menor contenido metálico. En 594 a.C. Solón en Atenas redujo el valor metálico de la moneda ateniense en una cuarta parte. La falsificación y adulteración de la moneda arruinó el dinero romano. A mediados de la Edad Media, en una economía de puro trueque, los deberes feudales se saldaban en especie o en trabajo, por lo que el dinero en esas circunstancias actuaba co-mo unidad de valor o de cuenta ejerciendo escasamente su función de medio de pago. Las obligaciones se es-tipulaban en términos de moneda pero podían ser satisfechas por la entrega de bienes equivalentes.

La práctica de la adulteración de moneda fue condenada por los canonistas y teólogos medievales así como por los escritores seculares de la época. Daban a este asunto un tratamiento semejante al que los escritores modernos dan a la inflación. Era una abominación que no debía permitirse.

La condena que los escolásticos hacían de las manipulaciones era una aplicación consistente de su teoría mo-netaria, la cual a su vez estaba ligada a la doctrina de la usura. John Buridan, maestro de Oresme en la Univer-sidad de París, analizó la naturaleza del dinero en función de las cuatro causas aristotélicas. Su causa material, de la que surge, es una sustancia rara o escasa. Su causa eficaz, la que produce el dinero, es el gobierno. Su causa formal, que transforma la sustancia rara en dinero, es el símbolo de su valor grabado en la cara de la moneda. Su causa final, o propósito, es servir a las necesidades del hombre facilitando el intercambio de bienes.

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Capítulo 3. Pensamiento económico medieval.

3.8 EL TRATADO DE ORESME (1325-1382)

La fuerza del trabajo de Oresme radica no tanto en sus consideraciones metafísicas o argumentos legales co-mo en el énfasis en los aspectos políticos y económicos de la materia. El criterio empleado frecuentemente por Oresme al resolver una cuestión o al evaluar una política gubernamental es la utilidad común, “para la que el dinero fue inventado y por lo que éste se regula.” El príncipe, así como está a cargo de otras pesas y medidas, tiene la prerrogativa exclusiva de la acuñación, pero no es propietario de la moneda circulante ni su amo. En lu-gar de ello pertenece a aquellos que la han adquirido a cambio de bienes o servicios, esto es, la comunidad.

El material del cual se hacen las monedas no debe ser ni demasiado escaso ni demasiado abundante.

Así como las leyes no pueden ser alteradas sin una necesidad evidente, tampoco debe alterarse el sistema monetario excepto bajo condiciones de grave necesidad o de claras ventajas para toda la comunidad. Oresme distingue cinco diferentes tipos de alteración de la moneda: forma, razón bimetálica, denominación, peso, y ma-terial. Como regla general, no se permite ninguna de estas alteraciones.

La utilidad que el príncipe obtenga de la alteración de la moneda es una pérdida para la comunidad. Por medio de alteraciones repetidas el príncipe puede imperceptiblemente extraer casi toda la riqueza de sus súbditos y esclavizarlos. La utilidad resultante de las alteraciones o devaluaciones es injusta porque es hecha a costa de la comunidad propietaria del dinero. Es también no natural porque el dinero está diseñado para servir como una cierta medida, y no debe derivarse utilidad alguna de tal medida. Más aún, la devaluación es peor que la usura, la cual por lo menos ocurre en forma de un contrato al que se adhiere voluntariamente el deudor, mientras que la devaluación se lleva a cabo contra la voluntad de los ciudadanos y está próxima al robo y la extorsión.

Otra de las consecuencias de la devaluación será que “el dinero malo hará desaparecer el bueno” concepto ex-puesto por Oresme dos siglos antes de que Gresham enunciara su famosa ley. Hay otros efectos indeseables de la devaluación sobre la economía. El tráfico externo e interno se verán dificultados cuando el dinero pierda solidez. Los ingresos determinados en moneda no pueden ser correctamente gravados y valuados. El dinero no puede prestarse con seguridad. El mal ejemplo que dan los soberanos invita a su imitación por los falsifica-dores.

Oresme contempla con recelo la excesiva concentración de poder. La cesión del derecho de alterar la moneda que hace a la comunidad y no al príncipe, es un pilar sobre el que se apoya el desarrollo de la economía y el pensamiento político. Encontramos aquí el germen de la idea de que la administración monetaria debe confiar-se a una autoridad monetaria independiente y no a una autoridad ejecutiva.

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Capítulo 4. La transición del Siglo XVI. Aparición de la teoría cuantitativa del dinero

4.1 LA APARICIÓN DE LA TEORÍA CUANTITATIVA DEL DINERO

La aparición de la teoría cuantitativa del dinero en la segunda mitad del Siglo XVI constituye un hecho de enorme importancia en la historia de la economía. Esta teoría analiza la relación entre la oferta y la deman-da de dinero y considera que los precios vienen determinados por esa relación. Si la demanda de dinero, esto es, la oferta de bienes a cambio de dinero, permanece inalterable, y si la oferta de dinero aumenta, el nivel de precios subirá. Por el contrario, si la oferta de dinero cae, el nivel de precios disminuirá. Esta es la teoría en su forma más simple.

La teoría, aplicada en principio sólo a la oferta y demanda de dinero, prepara el terreno para la aparición en su momento del análisis de oferta y demanda como un principio explicativo general, un avance que se alar-gó durante tres siglos y culminó con los trabajos de Alfred Marshall al final del siglo XIX.

Además de la enorme importancia de esta teoría, las circunstancias de su nacimiento arrojan también luz sobre la manera y condiciones en que evolucionan las nuevas ideas en el pensamiento económico. Como ocurre con muchos otros descubrimientos semejantes, los cambios en las condiciones económicas fueron un factor importante en el estímulo del nuevo pensamiento. Durante la Edad Media lo inadecuado de la ofer-ta de dinero había desalentado la expansión económica. Ahora, con el descubrimiento del Nuevo Mundo, una corriente incesante de metales preciosos llegó a España y se difundió por toda Europa. Los precios su-bieron, y como la explicación tradicional de los cambios en el nivel de precios, que señalaba como causa de los mismos la devaluación de la moneda, no parecía ya adecuada para las cambiantes circunstancias como lo había sido antes, los pensadores de muchos países tuvieron que buscar una razón mejor.

Ciertas consideraciones de política práctica fueron un segundo factor que impulsó el nuevo pensamiento. Si la devaluación no era ya la principal causa de la elevación de precios, una mayor estabilidad en el nivel de los mismos hacía necesarias otras medidas aparte de la de evitar simplemente la devaluación. Para ello ha-bía que desarrollar una nueva explicación. De manera similar, algunos teólogos españoles estuvieron entre los pioneros en la formación de la teoría cuantitativa del dinero, si bien no lo hicieron con fines meramente especulativos sino porque querían resolver algunos problemas prácticos de la ética mercantil.

4.2 COPÉRNICO

Copérnico fue un genio universal, clérigo de profesión y experto en matemáticas, derecho canónico y medi-cina. En 1.522 explicó ante la asamblea prusiana los principios en que debe basarse una moneda firme. Su afirmación más importante es que el dinero se deprecia normalmente cuando se hace demasiado abundan-te. Añade un ejemplo: “cuando mucha plata ha sido transformada en moneda existe más demanda para los lingotes que para las monedas.” Esta peculiar ilustración puede indicar que la disminución en el valor del di-nero que acompaña a un incremento de su cantidad fue considerada por Copérnico como debida principal o exclusivamente a la relación del valor de mercado del metal monetario y no con el valor de todas las demás mercancías.

“El dinero normalmente se deprecia cuando se vuelve demasiado abundante.” Una mente extraordinaria es capaz de ensanchar las fronteras de la ciencia estableciendo una verdad general, mientras que un investi-gador ordinario es probable que vea solo lo concreto, observando en este caso la llegada de tesoros y rela-cionándola con la subida de precios.

4.3 MARTÍN DE AZPILCUETA (1.493 – 1.586)

Como el efecto tanto inmediato como a largo plazo de la revolución de precios que siguió al descubrimiento de América fue primero sentido en España, no es sorprendente que fueran algunos observadores sobre-salientes de la escena española los que primero relacionaran el incremento de precios con la llegada de los metales preciosos del Nuevo Mundo. Uno de ellos fue Martín de Azpilcueta (también conocido como el doc-tor Navarro), un predicador dominico que había estudiado derecho canónico en Toulouse antes de ingresar como docente en Salamanca. En 1556 publicó un manual sobre teología moral con un apéndice dedicado a la discusión de la usura.

Una de las cuestiones que examina en su trabajo es la licitud de las transacciones de cambio con el exte-rior. ¿Pueden los financieros aprovecharse legítimamente de las disparidades en el valor del dinero, com-prando barato en un país y vendiendo caro en otro? Navarro responde en principio a esta pregunta con un resonante “sí”. Entre otras razones que él da para las disparidades en los valores de dos monedas es su es-casez relativa. “El dinero,” dice, “vale más cuando es escaso que cuando es abundante; se hace caro cuan-do existe una fuerte demanda y pobre oferta del mismo.” Cuando el dinero es escaso, las mercancías y los servicios productivos tendrán bajos precios; cuando es abundante, como en España después del descubri-miento de las Indias, los precios son altos. Martín de Azpilcueta desarrolló así la teoría cuantitativa del dine-ro conjuntamente con una discusión sobre los precios internacionales. Las diferencias en el valor del dinero

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Capítulo 4. La transición del Siglo XVI. Aparición de la teoría cuantitativa del dinero

están unidas a las diferencias en el poder adquisitivo, debidas éstas a su vez a las diferencias en la cantidad de dinero.

Siguiendo la sugerencia de Aristóteles de que la demanda o necesidad humana se refleja en los precios, va-rios autores de la escuela de Salamanca mencionan igualmente la apetencia subjetiva y el coste de produc-ción como determinantes del precio. Así se acercan a una teoría de oferta y demanda de la que la teoría cuantitativa del dinero, es una aplicación especial. Dice Navarro “todas las mercancías se encarecen cuan-do existe una fuerte demanda y una pobre oferta. El dinero, en tanto en cuanto puede ser vendido, intercam-biado o cambiado cualquier forma de contrato, es también una mercancía, por lo que se encarece cuando la demanda es grande y la oferta del mismo pequeña.”

4.4 JEAN BODIN (1.530-1596)

El hallazgo de la teoría cuantitativa del dinero es atribuido normalmente a Jean Bodin, jurista francés, cuya fama se extiende también a los campos de la filosofía de la historia y la ciencia política. Bodin desarrolló la teoría cuantitativa del dinero en su obra “Respuesta a las Paradojas de M. Malestroit”. No hay certidumbre de si Bodin fue influido por Azpilcueta o sucedió al contrario. Bodin mismo reclama para sí el haber sido el primero en atribuir el existente alto nivel de precios a la abundancia de oro y plata. Hay que tener en cuenta que Bodin nació 37 años después que Azpilcueta.

Hay dos puntos de vista contrastantes sobre la naturaleza del pensamiento creativo, la teoría heroica y la teoría sistemática. La teoría heroica interpreta los avances en el pensamiento como un accidente, como el trabajo espontáneo de un hombre que de repente aparece en escena. La teoría sistemática enfatiza los fac-tores ambientales, las circunstancias de la época, y el trabajo de los predecesores que, combinados, prepa-ran el escenario para el desarrollo de la nueva idea. La teoría heroica es adecuada para explicar la visión del asunto por una persona ajena al tema de que se trate. La sistemática aclara el hecho de que las innova-ciones en economía aparezcan con tanta frecuencia en forma múltiple. Es especialmente adecuada para ex-plicar los avances de la economía moderna, que si bien se ha hecho más analítica y técnica, es también más mecánica. Por lo que resulta posible que un hombre joven abra un nuevo camino por el simple hecho de dar un paso más allá que sus predecesores.

El pensamiento de Bodin es más clasificador que analítico, y su principal contribución es una clasificación de los factores que intervienen en las variaciones del nivel de precios. Distingue los cambios de los precios generales de los cambios de los precios relativos. Para él son cinco las causas del alza en los precios. La abundancia de oro y plata, los monopolios, la escasez de mercancías debida a las exportaciones y al gasto excesivo, el lujo de monarcas y nobles, y la devaluación de la moneda. Lo que Bodin dice acerca del lujo de monarcas y nobles merece especial atención porque describe no solamente su impacto inmediato sobre los precios sino que introduce consideraciones psicológicas: la gente, dice, “estima y aumenta el precio de todo lo que los grandes señores prefieren, aunque las cosas en sí mismas puedan no ser dignas de tal valua-ción.” El “snobismo” se pone en juego “cuando los grandes señores ven que sus súbditos tienen en abun-dancia las cosas que ellos prefieren.” Entonces empiezan a despreciarlas, causando la caída de los precios.

Puesto que Bodin ve en la abundancia de oro y plata la principal y casi única razón del alza de precios, no se preocupa demasiado por el consiguiente aumento del tesoro, y su discusión está libre de los prejuicios mercantilistas de épocas posteriores. Apoya el comercio exterior, no solo por motivos económicos, sino tam-bién como una forma de mantener la comunicación y los buenos sentimientos entre las naciones. Aunque las exportaciones pueden ser responsables del alza de precios, las importaciones tendrán un efecto opues-to.

Para impedir las alteraciones de la moneda debidas a la competencia, sugiere que los países se unan en un acuerdo internacional, por el que se comprometan a emitir exclusivamente dinero de valor auténtico. Tam-bién propuso la creación de graneros públicos como método de estabilizar los precios. Respecto al interés en los préstamos creía que no había diferencia entre la usura moderada y la desorbitada ya que ambas fue-ron prohibidas por Dios.

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Capítulo 5. El mercantilismo. S XVII y XVIII

5.1 PENSAMIENTO ECONÓMICO DE LA ÉPOCA.

En general, el pensamiento del período fue eminentemente práctico y orientado a la política. Los escritores del período estaban interesados en algunos problemas económicos especiales y no trataron de construir un modelo de economía que mostrara las relaciones entre las variables fundamentales que sólo un enfoque sistemático puede producir. Como usualmente se preocupaban sólo de un segmento de la economía, a su punto de vista le faltó integración y estaba lleno de contradicciones.

Características nacionales

Las mayores aportaciones se dieron lógicamente en los países con mayor desarrollo comercial y, especial-mente, en Inglaterra. Holanda, a pesar de su admirable desarrollo, no produjo ningún pensador económico notable. En Italia sí hubo pensadores destacados. Los franceses y alemanes eran oficiales del gobierno u hombres de estado. El declive económico español acarreó la decadencia del pensamiento económico.

La defensa de los intereses propios

En Inglaterra abunda el caso del hombre de negocios economista que trata en sus escritos de aspectos re-lacionados con sus intereses privados y que es consciente de la posibilidad de conflictos entre sus propios intereses y los de la sociedad. Su producción literaria está siempre bajo esa sospecha y conscientes de ello procuraban aportar argumentos para disiparla. Esta circunstancia limitó la efectividad de la literatura econó-mica como instrumento para influir sobre la opinión pública y los políticos.

5.2 EL MERCANTILISMO

El primer análisis del mercantilismo, como cuerpo doctrinal del S XVII y primera mitad del XVIII, se debe a Adam Smith quien en “La riqueza de las naciones” lo critica y pone en evidencia sus debilidades frente al sistema de libertad económica que él proponía. “El sistema mercantil es un fraude que la clase negociante ha perpetrado contra el público”. El mercantilismo alude tanto a un cuerpo de pensamiento como a una for-ma de gobierno. El mercantilismo se desarrolla en una época de rivalidades y guerras entre las grandes po-tencias de Europa, en la que tiene lugar la aparición del Imperio Británico como potencia mundial.

Las rivalidades económicas

Las pesquerías holandesas del arenque dieron lugar al nacimiento de una industria del transporte, estimula-ron la existencia de unas fuerzas navales y el desarrollo de distintas industrias auxiliares. En los prolonga-dos conflictos que mantuvieron ingleses y holandeses por la explotación de las aguas inglesas tuvieron su origen tanto la literatura económica que trata de los asuntos relacionados con el comercio como y las finan-zas internacionales como el moderno Derecho Internacional. El punto de partida de éste es la obra del ho-landés Hugo Grocio “Mare liberum” en la que defendía la libertad de explotación de las aguas, que tuvo su réplica en el “Mare clausum” de John Seldom. Las dos fuentes que dieron origen a las controversias mer-cantilistas fueron la competencia internacional y los conflictos internos de intereses.

Los portavoces de las grandes compañías privilegiadas (compañías reguladas y sociedades por acciones) publicaban opúsculos y folletos para defender sus intereses. Las hostilidades entre estas compañías eran frecuentes, como lo eran las alianzas conjuntas para protestar contra las actividades de los banqueros y fi-nancieros. Se quejaban de los altos intereses y de la manipulación de los tipos de cambio. El problema de la usura pasó, por tanto, del ámbito moral al económico.

La balanza comercial

La idea de la balanza comercial aparece en la literatura económica en 1610, aunque deriva de ideas ante-riores. En 1616 Francis Bacon la expresó en los siguientes términos: “hagamos que las exportaciones exce-dan a las importaciones e incrementemos las reservas del Reino, pues las balanza comercial deberá saldar-se en dinero o en metálico. Esta misma idea había originado en tiempos medievales un sistema de regula-ciones bullonistas de las transacciones de importación y exportación individuales.

5.3 MILLES Y WHEELER

En la Inglaterra de 1600 poco quedaba de las regulaciones bullonistas, tan solo la prohibición de exportar moneda y metales preciosos. En ese ambiente aparece la figura del diplomático y funcionario de aduanas Thomas Milles, quien manteniendo un discurso extremista pretendía restaurar las antiguas instituciones: mercados fraccionados, restricción de las exportaciones a ciertas compañías y ciudades, supervisión de los comerciantes extranjeros por los inspectores locales, “estatutos de empleo” que obligaban al vendedor ex-tranjero a emplear el dinero obtenido de una importación en la compra de mercancías inglesas, el “Royal Exchequer” que había de ser transformado en un instrumento de control de cambios, y otras instituciones que habían caído en desuso con el tiempo.

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Capítulo 5. El mercantilismo. S XVII y XVIII

Milles se encontraba tan fuera de época que sus panfletos tuvieron poca influencia, pero como contenían ataques contra la “Society of Merchant adventurers”, John Wheeler, secretario de esta institución, escribió su “Tratado sobre el Comercio”, una especie de apología de lo que hoy llamaríamos competencia ordenada, tal como era llevada a cabo por 3.500 miembros de la sociedad. Wheeler da una definición precisa de lo que es un monopolio y niega que la sociedad lo practique aunque se ve en apuros a la hora de demostrarlo.

Milles critica a las compañías reguladas tanto como a los banqueros. Sus denuncias más violentas fueron dirigidas contra las transacciones de cambio exterior. “ El intercambio de mercancías afirmó, es tal laberinto de errores y prácticas privadas, que aunque los reyes llevan la corona, quienes reinan son los banqueros particulares, las sociedades de mercaderes, y las personas ambiciosas que sólo buscan su propia ganancia.

5.4 MALYNES

Los prejuicios de Milles contra las transacciones de cambio exterior fueron compartidos por Gerard de Maly-nes, mercader de la época, quien generalizando las causas de su propio infortunio, echaba la culpa de sus desgracias y las de la nación a las maquinaciones de los banqueros.

Su visión era la de un medievalista que vivió en un entorno que le resultaba difícil de aceptar. Se mostraba profundamente sospechoso respecto de la usura (influido por Thomas Wilson). Concentró su ira contra las transacciones de cambio exterior, las que le parecían servir de tapadera para una especie de usura viciosa.

Cree que la usura es como un lobo sujeto por las orejas, peligroso si se le mantiene sujeto y más peligroso aún si se le suelta. Su queja de que el dinero, por naturaleza una unidad de medida, se había vuelto un ar-tículo de comercio y su insistencia de que los cambios debían ser negociados a la par recordaban las nocio-nes medievales sobre el dinero y el justo precio. Su ideal era un universo económico ordenado, estático, y bien regulado, en el que el deseo de lucro estuviera siempre limitado por normas gubernamentales.

Malynes y Milles dieron tal importancia a las transacciones de cambio exterior, que fueron bautizados como bullonistas por los estudiosos del mercantilismo.

Los términos comerciales

Aunque Malynes no habla de la balanza comercial utilizando esta expresión, Establece una analogía entre la nación y un hogar: si las compras exceden a los ingresos disminuirá la riqueza. Puede incurrirse en esta pérdida en tres formas: exportando oro, plata o monedas, vendiendo los artículos nacionales demasiado ba-ratos o comprando demasiado caros los artículos extranjeros. Malynes se preocupa no solo por la relación entre exportaciones e importaciones sino también de la relación entre los precios de las exportaciones y las importaciones.

Los términos comerciales se han deteriorado porque los precios se han elevado en el exterior más rápida-mente que en Inglaterra. Inglaterra compra caro y vende barato. ¿Puede aliviarse esta situación con una de-valuación de la moneda inglesa, como proponían algunos? Malynes rechaza esta solución y afirma que ello elevaría los precios tanto en el interior como en el exterior y además estos últimos en mayor proporción que los primeros. Muchos de estos argumentos están tomados de Bodin, con cuya obra está familiarizado.

La tasa de cambio.

Cuando las exportaciones inglesas queden por debajo de las importaciones, el saldo neto de Inglaterra será deudor. La demanda de moneda extranjera excederá a la oferta, la moneda inglesa bajará y la moneda ex-tranjera se elevará hasta provocar la salida de numerario. Malynes se dio perfecta cuenta de todo esto, pero cegado por sus creencias en las manipulaciones de los banqueros, cerró los ojos al hecho de que las fluc-tuaciones de la tasa de cambio que daban lugar a exportaciones de dinero en metálico, reflejaban operacio-nes comerciales. En su lugar atribuyó a los banqueros el poder de manipular las tasas de cambio con la úni-ca finalidad de aumentar sus propias ganancias y los denunció como responsables de la salida de dinero en metálico hacia el exterior.

Así, de acuerdo con Malynes, ni una tasa de cambio baja ni una alta de la moneda inglesa traerán numera-rio al país. Repetidamente las fluctuaciones en la tasa de cambio son atribuidas a las tretas de los banque-ros más que al movimiento de exportaciones e importaciones. El remedio que propone Malynes es la elimi-nación de las fluctuaciones en las tasas de cambio, estabilizando las tasas en la paridad que marca el valor intrínseco de cada moneda y uniendo esto a un amplio sistema de control de cambios.

5.5 MUN (1571-1641)

Publicó primero un Discurso sobre el Comercio de Inglaterra con las Indias Orientales. Póstumamente se publicó su principal trabajo, La Riqueza de Inglaterra por el Comercio Exterior, de cuyo título Adam Smith diría más tarde: “se convirtió en máxima fundamental de política económica, no sólo en Inglaterra, sino para todo país comercial. Expresa perfectamente el espíritu de la época para la que fue escrito, época dominada por el deseo de expansión económica y poder político.

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Capítulo 5. El mercantilismo. S XVII y XVIII

El discurso sobre El Comercio de Inglaterra con las Indias Orientales

Intenta responder a las distintas objeciones que con frecuencia realizaban los detractores de dicho comer-cio, quienes creían que “no era beneficioso para la Cristiandad, porque estaba privando a Europa, y espe-cialmente a Inglaterra, de su riqueza y era el responsable de la escasez de plata producida en Inglaterra por la acuñación de moneda y de la pérdida de hombres y materiales”.

Mun contesta que tal comercio es beneficioso a diferencia del comercio de épocas anteriores (a través de intermediarios turcos) ya que los precios resultaban más baratos. Creía además que se trataba de importar mercancías imprescindibles o que, en su condición de substitutas de otras, hacían bajar los precios; “ade-más no es necesario pagar en efectivo y lo único que lleva consigo dicho transporte es trabajo y materiales de nuestro propio país”. “Es cierto que la CIO tiene licencia para exportar anualmente una cierta cantidad de plata, pero tiene también la obligación de devolver al país una cantidad equivalente. También se han abierto mercados para los paños ingleses, el plomo y el estaño. Algunas de las mercancías importadas por la Com-pañía se quedan en Inglaterra donde son vendidas mucho más barato que antes. Pero más de tres veces de lo que se queda en Inglaterra para uso doméstico es reexportado a otros países, y el superávit producido por el comercio con las Indias Orientales es mayor que el producido por todos los demás tipos de comercio juntos.

Se admite que el comercio con las Indias Orientales consume materias primas inglesas, como la madera, pero este es precisamente el fin de estos materiales. La construcción de barcos proporciona trabajo a los pobres. Si Inglaterra renunciara a su comercio con las Indias Orientales este sería tomado de inmediato por los holandeses. Esto solamente aumentaría el flujo de efectivo hacia el exterior porque los holandeses dupli-carían el precio o cargarían lo que quisieran por los bienes exportados a Inglaterra.

Las verdaderas causas de la presente zozobra económica son la devaluación de la moneda en el exterior y la circulación allá de la moneda inglesa sobrevalorada. Contra esto no encuentra Mun un remedio sencillo; la devaluación de la moneda inglesa empobrecería las condiciones de vida de los particulares, y sería un asunto que no tendría fin, pues estimularía nuevas devaluaciones en el exterior. Otros factores incluyen el bajo tipo de cambio inglés que es causa de exportaciones de metal. Porque en tanto los precios del cambio deban subir o bajar según haya escasez o abundancia de dinero y este haya de ser traído y llevado, el cam-bio será más bien un negocio para algunos hombres adinerados en lugar de adecuarse a las necesidades de cambio de los mercaderes.

Mun concluye sus observaciones aconsejando la restricción del uso doméstico de los artículos importados y que se destinen a la reexportación; aconseja también que se estimulen la pesca y la producción interior de artículos que puedan competir con los importados, y evitar el dispendio en comer y vestir. Aunque no utiliza todavía el término balanza comercial, el concepto subyacente impregna todo el trabajo.

La riqueza de Inglaterra por medio del comercio exterior

El segundo trabajo de Mun insiste en la importancia del comercio exterior para la economía nacional y habla abiertamente de la teoría de la balanza comercial: “el valor de lo que vendemos a los extranjeros anualmen-te debe ser siempre mayor a nuestras importaciones”. El mismo propósito se consigue reduciendo el consu-mo de artículos extranjeros. Mun elogia la legislación sobre el consumo suntuario de los demás países y las leyes que ordenan el uso de manufacturas nacionales.

Las exportaciones pueden provenir igualmente de las riquezas “naturales (materias primas)” o de las “artifi-ciales (manufacturas y comercio)”. Inglaterra debe sacar el máximo partido de ambas, pero debe cultivar es-pecialmente las últimas.

El cultivo de la riqueza artificial tiene también otras ventajas. La riqueza natural hace a la gente descuidada, orgullosa y entregada al despilfarro; la riqueza artificial, por el contrario, promueve la vigilancia, la literatura, las artes y la política. La riqueza artificial proporciona oportunidades para una mayor diversidad de empleos.

Es partidario de la promoción de la industria textil pero prestando atención a la diversificación en otras activi-dades y pone como ejemplo lo arriesgado del comercio holandés especializado en la pesca.

La promoción de las exportaciones requiere que se preste atención adecuada a los precios de los artículos. Una política de precios atinada reflejará el tipo de mercado en el que tiene lugar la venta así como la elasti-cidad de la demanda por los productos de exportación. Una reducción en precios puede reducir las ganan-cias particulares pero puede ser de beneficio para el público si con ello se consigue un aumento en los in-gresos totales.

Las partidas invisibles (servicios)

Mun llama la atención sobre la importancia que las partidas invisibles (servicios) tienen sobre la balanza co-mercial y da una lista casi completa de las mismas, entre las que incluye el seguro de las mercancías, los gastos de los viajantes, las remesas enviadas a Roma, las comisiones de comerciantes y, de forma desta-cada, las ganancias obtenidas por los servicios de embarque.

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Capítulo 5. El mercantilismo. S XVII y XVIII

Cuando escribió su libro aún no se había promulgado el “Acta de navegación” que reservaba el comercio con Inglaterra a los barcos ingleses. Admite que el comercio debería ser libre pero que muchos países lo restringen en su propio provecho. Recomienda el comercio con países lejanos ya que es fuente de ingresos para la flota mercante y produce mayores ganancias que el comercio con países próximos. Insiste en el be-neficio de la reexportación y distingue entre la ganancia del país y el beneficio del comerciante, relacionado con el coste del transporte.

Considera que las manufacturas elaboradas a partir de materiales extranjeros deberían estar exentas de im-puestos y que los aranceles sobre productos destinados a la reexportación deberían ser bajos. Sin embar-go, se deberían penalizar las importaciones destinadas al consumo interior. Todas estas medidas están de acuerdo con el concepto de balanza comercial.

Balanzas generales y particulares

Para Mun no hay inconveniente en que la balanza comercial con las Indias Orientales sea deficitaria, por que lo que realmente importa es que la balanza general sea superavitaria. Una balanza particular puede ser desfavorable debido a unas relaciones triangulares, pero esta circunstancia se convierte en deseable si es necesaria para obtener una balanza general favorable.

Riqueza y comercio

Mun apoya la exportación de moneda nacional, como una mercancía más, con el fin de incrementar la rique-za. El dinero que vuelve en forma de mercancías dará lugar a una cantidad mayor aún de dinero. Se dife-rencia en eso de muchos mercantilistas poseídos por el “miedo a las mercancías”

El dinero no debe dejarse ocioso, sino que debe utilizarse como reserva de capital; debe ser convertido en mercancías y nuevamente en dinero, lográndose así su multiplicación. Mun se aproxima a la teoría de la fluctuación de los precios internacionales pero la teoría no toma forma en su mente porque ve los fondos procedentes de la exportación como algo que ha de enviarse nuevamente al exterior para evitar que produz-can la elevación de los precios interiores.

A diferencia de otros mercantilistas, Mun no considera que la expansión monetaria sea algo indispensable para el crecimiento de la economía del país, ni está a favor de la elevación de precios. “El activo de cada persona no tiene por qué incluir sino una pequeña cantidad de dinero en efectivo. El resto debe pasar conti-nuamente de mano en mano en los negocios, para beneficio de todos. La teoría monetaria, cuyo germen encontramos en estas citas, especialmente en lo que respecta a la adecuada oferta de dinero, los motivos para tener saldos en efectivo, y la velocidad de circulación, no fue explicada por Mun, sino que fue desarro-llada por John Locke décadas más tarde.

Después de defender la limitación de precios para fomentar las exportaciones, incurre en una contradicción cuando dice “El comercio exterior es el único medio para mejorar el precio de nuestras tierras”. No tiene es-crúpulos en relacionar las subidas de precios con el incremento de la exportación y viceversa.

En la teoría de la balanza comercial de Mun no existe otra forma de traer riqueza al país que no sea la ex-portación de bienes y servicios. Mun se separa de Misselden que había apoyado la devaluación y de Maly-nes que había propuesto un control y paridad de tasa en los cambios. Mun considera estas medidas como innecesarias y hasta perjudiciales.

La devaluación de la moneda, la alteración en la ley o el peso del metal obligarán a la moneda a permane-cer en el interior porque los extranjeros no la aceptarán a su valor nominal. Además la devaluación no sería efectiva porque otros países responderían tomando medidas idénticas.

A diferencia de Malynes, Mun describe los cambios como algo esencialmente pasivo e indica que sus varia-ciones reflejan los movimientos del comercio y no las manipulaciones de los banqueros.

Critica el estatuto de empleo, que obliga a quienes exportan mercancía hacia Inglaterra a comprar mercan-cías inglesas, puesto que es una medida que invita a la revancha, con lo que se reduciría el volumen del co-mercio.

Mun, a diferencia de otros mercantilistas (especialmente Child) cuando discute las razones de la depresión en los negocios, no espera que estos se estimulen por una reducción en las tasas de interés. Estos son ba-jos, afirma, porque la demanda de fondos prestados es baja a causa de la disminución del volumen comer-cial. El comercio y el tipo de interés suben o bajan juntos.

“La causa de que nuestras monedas suban o bajen de valor en los cambios radica en la abundancia o esca-sez de las mismas”.

La hacienda pública

Los impuestos, aunque parezcan una forma de opresión son necesarios e incluso provechosos para la na-ción. Es verdad que pueden destinarse para la guerra pero también pueden utilizarse en otros gastos públi-cos que beneficien a la comunidad. Los impuestos sobre el consumo acaban elevando los salarios, de modo

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Capítulo 5. El mercantilismo. S XVII y XVIII

que el efecto impositivo acaba recayendo en mayor medida sobre los ricos que son los que utilizan y consu-men, principalmente, el trabajo de los pobres.

A la pregunta de ¿Qué cantidad puede atesorar el rey anualmente? responde que la equivalente al superávit de la balanza comercial. El exceso de ingresos sobre esa cantidad debe ser redistribuido para evitar la ruina de la economía privada y de la pública. Mun ve con recelos los gastos de guerra y pone como ejemplo la sangría del tesoro español a causa de esta lacra. El autor no está realmente preocupado por el flujo interior del metal, salvo en lo referente al techo del aumento anual del tesoro real.

El uso del tesoro

Mun piensa que el dinero no debe acumularse como medio de cambio ni como almacén de riqueza, ni como fetiche. El dinero debe servir principalmente como medio para efectuar el intercambio internacional, es decir, “para conducir el comercio”. “El comercio es un medio para obtener dinero y el dinero es un medio para am-pliar el comercio”. Recordemos que este tipo de razonamientos provienen del director de la East India Com-pany, que veía el comercio como un fin en sí mismo. Al igual que otros mercantilistas, da menos valor al oro y la plata extraídos de las minas que al conseguido mediante el comercio exterior. Locke es quien va más lejos en la defensa de esta teoría.

Mun cree que “la abundancia y el poder hacen a una nación viciosa e imprevisora”, aunque no faltan en sus teorías consideraciones acerca de la abundancia y del poder, como consecuencia del comercio

El equilibrio militar y económico

Bacon, una de las mentes más preclaras de la época asocia la balanza comercial con la grandeza y el pode-río militar. Para los mercantilistas el poder, el comercio y las riquezas son magnitudes fijas a escala mundial de modo que, cualquier aumento de la cuota que un país posee de cualquiera de ellas debe hacerse a costa de la pérdida de otra nación. Y lo que es cierto para las naciones también puede aplicarse a los individuos. Para Mun, la necesidad de un hombre es la oportunidad para otro y la pérdida de uno es la ganancia de otro.

El conflicto de intereses

A la luz de las ideas expuestas en el párrafo anterior, los mercantilistas creen que la política comercial en particular y la política económica en general son los instrumentos de una guerra económica. La solución del problema económico se reduce a la consecución de la ganancia nacional. Mun, como el resto de mercanti-listas, contempla la posibilidad de que la nación gane y el comerciante pierda. También puede ocurrir lo con-trario si las importaciones se destinan principalmente al consumo interior. Cuando surge el conflicto entre in-terés privado e interés público los mercantilistas se muestran partidarios de las regulaciones y restricciones tendentes a limitar los beneficios privados.

Mun piensa que el comercio interior tiene poco interés puesto que se trata de transferencias de riqueza o conmutaciones. Sólo el trabajo que contribuye a la balanza de exportación crea riqueza y es verdaderamen-te productivo. De esa idea se concluye que la profesión de comerciante exportador es la más productiva de todas. Además de profeta del capitalismo comercial, Mun fue profeta del capitalismo industrial por la gran importancia que le otorgaba a la exportación de manufacturas.

El interés de los mercantilistas en la producción para la exportación contrasta vivamente con el pensamiento de la escuela clásica. Adam Smith creía que “el consumo era el único fin y propósito de toda producción... el sistema mercantil sacrifica el interés del consumidor en beneficio del interés del productor”

El flujo de metal

Mun fracasó en su intento de desarrollar una teoría del flujo del metal, y de no haber sido así hubiera derri-bado la estructura que con tanto cuidado había levantado. Aunque es consciente de la relación entre la cantidad de dinero y el nivel de precios, por un lado, y entre el nivel de precios y el saldo de la balanza co-mercial, por otro, no enlaza unas relaciones con otras hasta formar la cadena que constituye la teoría del flu-jo automático de metal. Mun no veía lo que no quería ver. Su principal error consistía en creer que si el dine-ro se destinaba a nuevas exportaciones en lugar de permanecer ocioso en el cofre del rey no tendría lugar una subida interior de precios.

La influencia de la obra de Mun es incuestionable y ha servido históricamente para respaldar la política co-mercial con mayor frecuencia de lo que lo han hecho las doctrinas de la libertad de comercio de la escuela clásica. Los clásicos separaban la distribución óptima de recursos por todo el mundo de toda consideración de tipo político. A diferencia de la opinión de los clásicos en cuanto a su teoría del pleno empleo, Mun creía que el comercio abría nuevas oportunidades de trabajo para los pobres.

Keynes estaba impresionado por el pensamiento mercantilista en algunos de sus puntos y alababa la apor-tación de los mercantilistas al arte de gobernar, que alcanzaron algunos puntos de sabiduría práctica que, más tarde, cayeron en el olvido debido a las irreales abstracciones de Ricardo.

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Capítulo 6. Más allá del mercantilismo. La aparición de los métodos cuantitativos

De los cimientos del pensamiento mercantilista colocados por Mun surgieron dos tendencias distintas: Una fue la gradual liberalización del pensamiento económico, que veremos en el capítulo siguiente, y la otra la de los métodos cuantitativos, tendencia revivió en una etapa posterior del desarrollo de la economía política.

6.1 LA BÚSQUEDA DE LA MEDIDA

El que los métodos cuantitativos empezaran a utilizarse en la economía durante el siglo XVII no fue por mera casualidad. La innovación fue al encuentro de las necesidades de la época, estuvo sancionada por el pensa-miento filosófico y su aparición es paralela a la de la geografía y la contabilidad privada.

La conversión de los tributos y las demás obligaciones en pagos en efectivo alentó la necesidad de las opera-ciones cuantitativas. La estadística, en el sentido original y primitivo de la palabra, es decir, la recolección y estimación de datos para fines estatales, fue la compañera natural para los tributos nacionales fijados y exigi-dos en dinero.

En el campo del comercio exterior, la antigua reglamentación sobre metales preciosos para las transacciones individuales había retrasado el interés por los cálculos o el volumen del comercio. Con la aparición de la doc-trina de la balanza comercial y al ocupar un puesto central en la teoría y en la práctica de la época tales cálcu-los se convirtieron en un instrumento de la mayor importancia para el éxito de las políticas comerciales.

La recolección de datos cuantitativos fue también estimulada por el desarrollo de la cartografía al incorporarse a los mapas datos cuantitativos. Muchos de los grandes pensadores de la época fueron también matemáti-cos. En el siglo XVII, Newton y Leibinitz inventaron el cálculo diferencial y Descartes creó la geometría analíti -ca. Habrían de pasar, sin embargo, otros doscientos años para que dichas técnicas encontraran su lugar en la economía. Lo que absorbió el pensamiento económico del siglo XVII no fueron tanto las técnicas matemáti-cas, como la filosofía mecanicista de los grandes pensadores de la época, y junto con ella, el concepto de que es posible medir la mayor parte o casi la totalidad de las cosas.

6.2 DESCARTES, HOBBES Y BACON

La filosofía del siglo XVII fue cayendo gradualmente bajo el hechizo de Descartes cuya obra arranca de una experiencia mística que le reveló el universo como un mecanismo que podía ser descrito en términos mate-máticos, sin embargo, no aplicó las matemáticas a la mente humana ni a las relaciones entre los hombres.

Esto fue realizado por Hobbes cuya inclinación al mecanicismo matemático tenía una gran dosis de empiris-mo. Aristóteles y los sabios de la antigüedad habían desarrollado sus argumentos en términos verbales. Aho-ra los matemáticos poseían un poderoso instrumento para avalar sus descubrimientos con el atributo de la certeza.

Bacon, el apóstol del experimentalismo inductivo, subestimó tanto la deducción como el poder del razona-miento matemático y quizá la influencia de su pensamiento esté relacionada con el retraso de la economía puramente matemática que no avanzó ni un solo paso hasta el siglo XIX. Spinoza, una de las mentes más preclaras de la época, propuso desarrollar la ética siguiendo líneas geométricas. En el campo de la economía Petty introdujo el método de la aritmética política , que describe de la siguiente manera: “en lugar de utilizar solo comparativos, superlativos y argumentos intelectuales, yo me he propuesto expresarme en términos de números, pesos y medidas, usar solo argumentos que tengan sentido y considerar únicamente las causas que estén visiblemente basadas en la naturaleza”.

6.3 PETTY

Sus principales obras fueron “Tratado sobre las tasas y contribuciones” (1662), “Aritmética Política”, y un libro sobre el dinero titulado “Por poco que sea”. Todos estos escritos fueron consecuencia de acontecimientos de la época. Discuten los cambios del sistema de ingresos del erario, los recursos para la guerra, la reforma mo-netaria, el potencial de guerra de las grandes naciones y otros problemas del día. Ayudó a Hobbes en sus tra-bajos anatómicos.

Estos principios generales, surgen incidentalmente a lo largo de la discusión de problemas concretos y puede decirse que su enunciado constituye una de las más importantes aportaciones al tema de la economía antes de Adam Smith.

Introducción de Petty a la economía política

La inclinación de Petty hacia la estadística y lo cuantitativo y su forma de abordar la economía a través de los hechos tienen quizá su origen en su trabajo como agrimensor. Los hábitos de pensamiento y acción origina-dos por este tipo de trabajo pueden encontrarse de nuevo en su forma de estudiar la economía e influyen tan-to en lo que el se disponía a hacer –expresarse en forma de números, pesos y medidas, utilizar sólo argu-mentos razonables y considerar únicamente las causas que estuvieran visiblemente basadas en la naturale-za– como en lo que no pensaba hacer.

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Capítulo 6. Más allá del mercantilismo. La aparición de los métodos cuantitativos

Petty procura no abandonar el reino de lo tangible para desarrollar así una teoría de decisión económica ba-sada en una psicología mecanicista, tal como la enseñada por su maestro Hobbes. Sin embargo, a pesar de ser una mente matemática, Petty no fue cartesiano, es decir, no fue un exponente de la economía matemática pura en el sentido de buscar fórmulas matemáticas para interpretar la mecánica social.

Petty como estadístico

Petty no fue un estadístico en el sentido moderno de la palabra, ya que no pasó de la media aritmética simple; pero sí un pionero en el empleo de datos cuantitativos. Como tales datos eran difíciles de obtener en tiempos de Petty, éste utilizaba con frecuencia métodos abreviados para calcularlos en forma aproximada y esta fue la base de su método de aritmética política, método que tenía evidentes defectos y de cuya arbitrariedad era consciente. Un ejemplo: para calcular la población de Londres multiplica el número de entierros en un año por treinta, suponiendo que anualmente muere una persona de cada treinta. Davenant, principal apóstol de la arit-mética de Petty, le acusa de alterar las cifras, a veces para su propio provecho. Adam Smith dijo en alguna ocasión que no tenía mucha fe en la aritmética política”.

La renta nacional

El principal logro de Petty, desde una óptica actual, fue la derivación conceptual de la renta nacional, un paso que abrió nuevos caminos, pero que no tuvo gran influencia ni sobre el pensamiento de sus contemporáneos ni el de economistas posteriores. Fue un concepto que no se perdió nunca por completo en las discusiones sobre economía, aunque no existieran datos estadísticos que lo apoyaran. El concepto de la renta nacional no llegó al primer plano de la economía sino hasta la tercera década del siglo XX, cuando apareció no sólo como piedra angular de la teoría macroeconómica de Keynes, sino como estructura sistemática y continua del esta-do de cuentas de la economía nacional.

La discusión completa de este concepto (en su “Verbum sapienti”) ocupa solo unas páginas llenas de aritméti-ca política, es decir, de métodos abreviados, dando por sentados los conceptos más relevantes. Petty supone implícitamente que la renta nacional es igual a los gastos nacionales (40 M£ / año).

Petty no introduce la noción de renta nacional para medir sus cambios o para desarrollar una teoría sobre su determinación, sino para respaldar sus argumentos en favor de una base de tributación más amplia. Cree que los impuestos deberían fijarse “sobre la tierra y las existencias” y sobre “los hombres considerados indepen-dientemente de sus bienes”, en la misma proporción en que los bienes tangibles se encuentran respecto al valor capitalizado del trabajo, es decir a razón de 3 a 5. A la luz de esta conclusión, el hombre que trabaja es-tá sometido a menos impuestos de los que debiera. Petty afirma que debería trabajar más duramente y gastar menos, ambas en un 20%, con lo que podría pagar unos impuestos del 10%, siendo esta la proporción en que se encuentran los impuestos de la nación respecto a la renta nacional.

La supuesta igualdad entre los ingresos y los gastos expuesta por Petty parece un antecedente de la ley de Keynes, según la cual los ingresos de una persona suponen los gastos de otra. Petty no hace ninguna conce-sión ni al ahorro ni a la inversión.

Un rasgo del pensamiento de Petty es su olvido relativo de la acumulación de capital. Para él la fuerza diná-mica principal que promueve el progreso económico es más bien el aumento de población que la inversión. Para Petty, “la riqueza, capital o provisión de una nación es el resultado de un trabajo anterior” formulación ésta de su teoría del valor trabajo que había de repercutir en la literatura clásica posterior.

Efectos del multiplicador

No está completamente claro que la doctrina de Petty incluya los efectos secundarios o inducidos del gasto nacional ya que cuando habla de los efectos beneficiosos de la construcción de grandes obras públicas –in-cluso suntuarias o inútiles–, parece que sólo piensa en el efecto disciplinario que el trabajo ejerce sobre la mente de los hombres y no en el efecto multiplicador del gasto público.

La teoría del valor

La microeconomía de Petty, es decir, sus puntos de vista acerca del valor y la distribución, son un subproduc-to de su preocupación pragmática por las medidas y su propuesta política. Su teoría del valor para no es abiertamente una teoría del trabajo, sino que coloca la tierra y el trabajo uno junto a otro: “la tierra es la madre de la riqueza, de la misma manera que el trabajo es el padre y principio activo de la misma”.

La doctrina del par

La doctrina de Petty señala especialmente los factores originales de producción, tierra y trabajo, como las fuentes del valor económico. En su “Anatomía Política de Irlanda” enfrenta lo que considera el “asunto más importante de la economía política,” esto es, encontrar la equivalencia (par) entre tierra y trabajo, de manera que pueda expresarse el valor de cualquier cosa en función de una u otro por separado. Petty relaciona el va-lor de la tierra con el valor del trabajo mediante una unidad de medida común en la que puede expresarse

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Capítulo 6. Más allá del mercantilismo. La aparición de los métodos cuantitativos

tanto el producto de la tierra como el producto del trabajo. Petty cree que ha encontrado este patrón o unidad de medida común en la cantidad de alimentos que un hombre necesita diariamente por término medio.

Petty llama producto de la tierra lo que esta produce cuando es utilizada sin el trabajo humano. Por ejemplo, el aumento de peso de una ternera que sea puesta a pastar será el producto de la tierra y también su renta. Este producto, transformado en “alimentos/día”, puede ya compararse con el rendimiento de una tierra a la que se aplique un trabajo humano y la diferencia, expresada una vez más en “alimentos/día”, servirá para me-dir el valor del producto del trabajo o su jornal. Petty se da cuenta, sin embargo, de que es el dinero, y no la unidad por él propuesta, la que se usa normalmente para medir el valor y se ve en apuros para encontrar una forma de transformar en dinero la renta anual de una tierra. Esto lo realiza en su “Tratado sobre las Tasas y las Contribuciones”, en el que iguala el rendimiento de la tierra, libre de los gastos de producción que se su-pone medirían la contribución del trabajo, con el rendimiento de una mina de plata, también libre de gastos de producción. Así, la “renta natural y verdadera de la tierra” es decir, su rendimiento menos el grano utilizado por el agricultor para su propia subsistencia, bien sea directamente o por su intercambio por otros bienes, fue-ra por término medio de veinte “bushels de trigo por año y si el mismo hombre trabajando en una mina de pla-ta, obtuviera veinte onzas de plata después de deducir los gastos anuales de producción, podríamos decir que un bushel de trigo equivale a una onza de plata.

Así pues, la primera variante de la doctrina del par de Petty, o sea, el alimentos/día, hace posible hallar la equivalencia entre el valor de la tierra y el valor del trabajo. Su segunda variante hace posible la conversión de la renta natural en dinero; y, en una tercera variante, relaciona la renta con el interés: “interés natural sim-ple”, es decir, el interés sin contar la prima por riesgo que no puede ser menor que la renta producida por una cantidad de tierra igual a la que el dinero prestado permitiría comprar. Si el interés fuera menor, el presunto prestamista preferiría comprar tierra para obtener un rédito mayor. Petty es consciente de la interdependencia general de las variables económicas.

En la doctrina del par hay resonancias del concepto de los costes de oportunidad y de la igualación de las rentas de los factores. El concepto de “trabajo-día” se anticipa a los clásicos en la búsqueda de una unidad absoluta de medida de valor.

Criterios sobre la distribución

Los criterios de Petty acerca de la relación entre el interés y la renta y su pensamiento acerca de los salarios, son sólo los rudimentos de una teoría sobre la distribución. El interés es una compensación por las molestias y por ello no se deben retribuir los créditos pagaderos a la vista, (Como ocurre actualmente con los depósitos a la vista en los bancos comerciales USA). En cuanto a la renta, reflejará los precios de los productos de la tierra y, si estos suben, también las rentas subirán. Si la agricultura se expansiona a consecuencia de un in-cremento en la demanda de productos agrícolas, las rentas de las tierras mejor situadas también subirán. Es-tas consideraciones contienen el germen de la Teoría de Ricardo sobre la renta diferencial.

El rasgo más notable de la teoría salarial de Petty no es que fuera una teoría de la subsistencia, ya que esto era conforme al pensamiento de la época. Para él, la teoría de la subsistencia tiene un contenido normativo que está atestiguado por el decrecimiento de la curva de la oferta de trabajo. Los salarios deben estar regula-dos y quedar por debajo de un techo instituido, de forma que no proporcionen más de lo necesario para la subsistencia. Si fuesen mayores, el trabajador respondería reduciendo proporcionalmente el tiempo o el es-fuerzo de trabajo. Petty alude a una paradoja que posteriormente daría qué pensar a Malthus y a Ricardo: los salarios reales serán altos cuando haya abundancia de alimentos ya que los salarios monetarios son relativa-mente rígidos a la luz de precios decrecientes de los alimentos. Para evitar en este caso una reducción de la cantidad de trabajo realizado, Petty sugiere que en el caso de una cosecha especialmente abundante se se-pare y almacene una cierta cantidad de alimentos.

Criterios acerca de la población

Petty afirma que “la escasez de personas es la verdadera pobreza.” El crecimiento de la población va acompañado de un aumento de ingresos, puesto que los gastos generales o del gobierno no crecen con la misma rapidez. Más aún, al aumentar la densidad de población se producen importantes mejoras en la cali-dad de la misma. Al crecer la población, se desarrolla el trabajo y el aprendizaje de especializaciones y sobre la base de este entrenamiento las personas se vuelven aptas para realizar tareas intelectuales. Es contrario a que el comercio sea regido por ningún tipo de religión y cree que la heterodoxia intelectual es característica de los emprendedores y de los elementos económicamente más activos.

Petty esperaba tanto del crecimiento de la población que éste, y no la ganancia nacional, era para él el instru-mento más importante para resolver el problema económico. La ganancia en el sentido mercantilista, es decir, la ganancia a costa de los demás, no le parecía que fuera el principal camino hacia la solución del problema económico. Lo que puede considerarse como la idea central de la economía de Petty, encuentra paralelo en las ideas de Benjamín Franklin, mientras que es totalmente opuesto a las ideas de Malthus.

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Capítulo 6. Más allá del mercantilismo. La aparición de los métodos cuantitativos

La balanza comercial

Petty, a diferencia de sus contemporáneos no es un entusiasta de la balanza comercial favorable. En su opi-nión, el examen de la doctrina de la balanza comercial, aplicado al caso de Irlanda, no podía dar sino resulta-dos negativos: “Irlanda, aunque exporta más de lo que importa, se empobrece cada día más como paradoja, porque los terratenientes ausentes le quitan el superávit comercial, sin darle nada a cambio.”

Pensamiento monetario

Petty está de acuerdo con la opinión de sus contemporáneos de que es necesaria una determinada cantidad o proporción de dinero para llevar a cabo el comercio de una nación, pero que para el comercio no sólo sería perjudicial la existencia de una cantidad de dinero inferior a la necesaria, sino también igualmente una canti-dad mayor. En el último caso, convendría hacer improductivo el exceso, colocándolo en las arcas reales. Cree que Inglaterra debe procurar tener más dinero que los estados vecinos pero, a diferencia de otros escritores, Petty no se refiere al dinero como la sangre sino más bien como la grasa del cuerpo político, que le resta agili-dad y le pone enfermo. Aquí también hace Petty un cálculo aproximado de la cantidad de dinero deseable y la relaciona con la velocidad de circulación, considerando a esta última, a su vez, en función de la periodicidad con que se paga al trabajador. Si no hay suficiente dinero, será conveniente crear un banco, porque ello “casi doblará la eficacia de la moneda acuñada.” Si existe demasiado dinero se fundirá y convertirá en lingotes, pa-ra exportarlo como un producto más, o bien será prestado a interés.

La hacienda pública

En cuanto a las diversas formas de incrementar los ingresos públicos, Petty compara las ventajas relativas de las tierras de la corona con la contribución sobre la tierra y considera que esta última es la mejor, pues el rey tendrá más seguridad y más contribuyentes, cuidando que los gastos de la recaudación no excedan sus ven-tajas. El impuesto sobre la tierra, al gravar las rentas de la misma, será adecuado para los nuevos territorios. Probablemente se capitalice de inmediato y el precio de la tierra se reducirá en consecuencia. En un país ya habitado, la imposición de impuestos sobre la renta tendría diferentes efectos que influirían sobre los plazos de arrendamiento. Si el arrendamiento es a corto plazo, el terrateniente elevará la renta y los arrendatarios los precios de sus productos. En el caso de arrendamiento a largo plazo el terrateniente no puede trasladar el im-puesto a los arrendatarios, y como la renta no aumenta, el importe del impuesto, siendo un porcentaje de la renta, será menor que en el caso anterior. Sin embargo, los productos del arrendatario alcanzarán también los mismos altos precios que los productos de los arrendatarios a corto plazo, por lo que los arrendatarios de lar-go plazo estarán en mejor situación económica que antes de que se presentara el impuesto. La carga final, descansa sobre el arrendador de largo plazo y sobre los consumidores.

Como regla general, los impuestos deben ser proporcionales e indiferentes a la distribución de la riqueza pre-valeciente en el país. Lo que importa realmente al pueblo es la posición relativa en que se encuentra respecto al rico más que el tamaño absoluto de su riqueza e ingresos. Si los impuestos son proporcionales, nadie sufre una pérdida por ello.

En línea con este pensamiento, se encuentra el juicio de Petty favorable al sistema de contribuciones holan-dés, donde no se imponen las contribuciones sobre lo que se gana sino siempre según lo que se gasta. Tanto aquí, como en su repulsa de las tierras de la corona como fuente de ingresos públicos, Petty repite las ideas desarrolladas por su maestro Hobbes en el “Leviatán”. Hobbes ofrece una justificación más profunda del he-cho de basar los impuestos en el consumo y no en la riqueza ni en la renta. Como Petty, insiste en la imposi-ción de impuestos uniformes pero tal uniformidad no depende de la uniformidad de bienes sino de la igualdad de la deuda que cada hombre debe a la república por su protección. La igualdad de imposición para Hobbes consiste más en la igualdad de lo que se consume que en los bienes que poseen los consumidores. Cuando los gravámenes están basados en lo que el hombre consume, cada hombre paga con arreglo a lo que utiliza: la república no queda defraudada por los gastos ostentosos del hombre particular. Esta proposición ha tenido el respaldo en los tiempos modernos de Mill, Marshall, Pigou, Fischer y Caldor.

¿Un impuesto sobre la renta negativo?

Petty propone en su Aritmética Política que se fije una asignación regular y adecuada con cargo a los impues-tos públicos para todos aquellos que de otra manera vivirían de la caridad o del crimen. Lo que Petty quería con todo esto era probablemente hacer una demanda de auxilio público para los pobres, en forma de donati-vos de dinero. Sin embargo, los términos en que está expresada esta propuesta hacen confundirla con un im-puesto sobre la renta negativo, forma de subvencionar al pobre que existe en los países escandinavos y que es defendida aún en los Estados Unidos.

Petty es pionero en emplear conceptos tales como los de “ciclo”, “ceteris paribus”, “pleno empleo”, etc.

El poder del gobierno

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Petty considera que el poder del estado está limitado, no tanto por los derechos de los ciudadanos, como por las leyes de la naturaleza que imponen controles a la efectividad del ejercicio de la política. Es contrario a las restricciones sobre el interés y se refiere a la “inutilidad de promulgar leyes contrarias a la naturaleza”. En es-te sentido su pensamiento puede considerarse como embrión de las ideas liberales. Al igual que Hugo Gro-cio, interpretó las leyes de la naturaleza como principios racionales derivados de la naturaleza del hombre y de la sociedad (visión secular).

6.4 GRAUNT

Discute temas tales como la relación entre los nacimientos de varones y mujeres o entre la mortalidad y facto-res tales como la edad y la residencia. Su logro principal fue la demostración empírica de la regularidad de los fenómenos sociales cuando se los estudia sobre la masa y en forma de promedios. Graunt no era economista y los asuntos que discutió no caen dentro del campo de la economía, pero la importancia de su método em-pírico y su aplicación de la ley de los grandes números es obviamente importante en la economía. La ley de los grandes números mantiene que en la observación de fenómenos de masas la validez general y la inde-pendencia respecto a variaciones accidentales aumentan cuando aumenta también el número de casos en observación. Este es uno de los grandes principios en los que se basan la ciencia estadística y la actuariales. Graunt fue un empírico estricto que manejó la ley de los grandes números, sin darse completa cuenta de su existencia.

6.5 SÜSSMILCH

Fue un pastor prusiano que retomó las ideas de Graunt para probar la existencia de un plan divino a partir de la regularidad de los fenómenos demográficos. Malthus lo cita en sus “Ensayos sobre el principio de pobla-ción”. Resulta sorprendente que quienes estudiaron aritmética política y manejaron la ley de los grandes nú-meros no desembocaran en el campo de los seguros de vida, basados en dicha ley. El primero en trabajar en unas “tablas de vida” fue el astrónomo Edmund Halley, introduciendo así la teoría de las probabilidades en un campo práctico cercano a la economía.

6.6 FLEETWOOD

Otra rama de investigación abierta por las tendencias cuantitativas de la época fue el estudio de la historia de los precios. La obra de Fleetwood contiene la primera historia sistemática de los precios y durante mucho tiempo fue el único trabajo de su clase. Tiene un lugar también en la historia de los números índices, puesto que Fleetwood empleó promedios sobre los precios de los bienes individuales. Entrevió el difícil problema de las ponderaciones, pero pudo eludirlo debido al observar que todos los precios aumentaban en proporciones similares.

6.7 DAVENANT

Charles Davenant es el principal apóstol de la aritmética política de Petty y representa el eslabón con el emergente pensamiento liberal. Los escritos de Davenant están dedicados a los problemas políticos y econó-micos de su tiempo.

El trabajo de Davenant es de particular importancia porque sirve para ilustrar que, al menos en Inglaterra, el pensamiento mercantilista estuvo frecuentemente en desacuerdo con la política mercantilista. Davenant se mofa de una ley que ordena enterrar a los muertos con vestiduras de lana y se opone a una legislación que restringe la importación y el uso dentro del país de los tejidos procedentes de la India.

El comercio y el poder

En todos sus escritos, Davenant destaca la importancia de la política comercial mercantilista como fuente de poder político. En su “Ensayo sobre las formas y modos de pertrechar la guerra” señala que el superávit pro-cedente de la importación y obtenido por el comercio con países lejanos es indispensable para financiar la guerra, añadiendo que este comercio es el que hace de Inglaterra una potencia marítima.

Criterios acerca de la población

En el mismo trabajo, Davenant descubre un nuevo aspecto del problema de la población. Afirma que el creci-miento de la población es beneficioso porque el aumento de la densidad de población es un incentivo para el ingenio, la frugalidad y la laboriosidad. En los países poco poblados no hay más que pereza y miseria. Ingla-terra debería recibir a todos los hombres afligidos y oprimidos. Al aumentar la población ciertamente subirá el valor de la tierra y de las rentas. La libertad general de conciencia atraerá a los emigrantes. No debe tenerse miedo a la tolerancia religiosa. La industriosa frugalidad de los artesanos extranjeros servirá de acicate a la sana competencia y será un buen correctivo para la pereza y el lujo de nuestro propio pueblo.

Restricciones al comercio

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Capítulo 6. Más allá del mercantilismo. La aparición de los métodos cuantitativos

En su Ensayo sobre el Comercio con las Indias Orientales, se opone al embargo de las importaciones textiles de la India para proteger la industria inglesa de la lana, ya que una parte importante de las importaciones van a ser reexportadas. Si Inglaterra renunciara a este lucrativo comercio, pronto los holandeses se harían cargo del mismo. Davenant afirma “El comercio es libre por naturaleza, Todas las leyes promulgadas para gobernar-lo y dirigirlo, podrán ser útiles quizá para los fines de los hombres particulares, pero rara vez servirán al bien público. Sin embargo los gobiernos deberán cuidar del conjunto pero dejando en general que sean las causas segundas las que hagan el trabajo... El comercio no debe ser suprimido pero tampoco debe ser alentado en los casos en los que no esté basado en las conveniencias naturales”

Davenant es también un habilidoso especialista de las finanzas públicas. Como la mayoría de las autoridades de su época, mantiene que la incidencia final de todos los impuestos recae sobre la tierra.

La aritmética política

Davenant define la aritmética política como “El arte de razonar, por medio de las cifras, sobre las cosas relati -vas al gobierno”, y la encuentra útil para calcular el potencial de guerra del propio país, el del enemigo y el de los aliados; para predecir el desarrollo o la decadencia económica de un país; la relación del sistema tributario y otras políticas públicas; y facilitar un informe cierto sobre la balanza comercial”.

Para Davenant sólo pueden controlarse los precios de los productos perfectamente normalizados, puesto que dichos artículos son uniformes y no se prestan a mejoras. Los precios de los otros artículos deben permane-cer inciertos y libres, a fin de que puedan proporcionar un incentivo para los que quieren conseguir productos mejores. Poseía una mente elástica que no dudaba en descartar sus propias opiniones anteriores si encontra-ba nuevas razones para ello.

Pensamiento monetario

Davenant argumenta en contra de aquellos mercantilistas que consideran que el oro y la plata son el único y más útil tesoro de una nación. Ellos son en verdad, la medida del comercio, pero el manantial y la raíz de toda riqueza se encuentra en los productos naturales y artificiales del país, es decir, en lo que la tierra da o en lo que el trabajo y la industria producen. En el fondo, el dinero no es más que una forma de contar a la que los hombres se han acostumbrado en sus tratos.

Davenant amplía la discusión de los asuntos monetarios para incluir el crédito. En la época en que escribió, la letra de cambio se había emancipado de las transacciones de cambio exterior; se había hecho negociable y descontable y se había transformado en un sustituto del dinero para los simples propósitos del comercio inte-rior. “La moneda ha sido devaluada tanto que solo se utiliza para pequeñas transacciones. Para todas las transacciones importantes, lo que se utiliza son letras y pagarés. Estos instrumentos han aumentado en gran medida el dinero disponible en el país y para este efecto son más útiles que el dinero metálico”. Esta es una exposición temprana del llamado criterio nominalista del dinero que sería frecuente entre escritores posterio-res. Los nominalistas se oponen al criterio de los metalistas que propugnaban una teoría del valor del dinero como mercancía y que consideraban esencial que el dinero estuviera formado, o bien cubierto por el metal correspondiente considerado como mercancía, por lo que hacían derivar el valor del dinero, del valor de la misma, es decir del valor del metal. El papel moneda fue sin duda el invento social más grande de fines del si-glo XVII. Incrementó enormemente la oferta de dinero, facilitando el desarrollo y el cambio al mismo tiempo que la inflación y la aparición de nuevas clases sociales. En una sociedad abierta, como la propuesta por Child y Davenant, los hombres de talento pueden elevarse desde una clase social baja hasta alcanzar posi-ciones prominentes. Davenant fue consciente de esta transformación de la sociedad y quizá fue el primer es-critor de economía en llamar la atención sobre la importancia de la clase media “los hombres de posición in-termedia que subsisten de los oficios y la industria”, en la que junto con los obreros y la clase acomodada, ya-ce la fuerza de un gobierno.

Davenant, en la línea de Petty, calcula las necesidades monetarias de la nación, o sea la renta nacional. La renta nacional comprende todo lo que se produce en un país, desde la tierra y sus productos, hasta el comer-cio exterior y los trabajos interiores, tales como los oficios, la industria, etc. El gasto nacional incluye lo que se consume por necesidad en ropas y alimentos para el pueblo o lo que se requiere para su defensa en tiempo de guerra o para su ornato en tiempo de paz. El exceso de ingresos sobre gastos es una plusvalía que puede llamarse riqueza nacional, es decir, la reserva de capital en el sentido moderno de la palabra.

6.8 KING

Davenant no solo contribuyó a los métodos cuantitativos con su propio trabajo sino diseminando los importan-tes datos estadísticos de Gregory King. Durante un siglo, el trabajo demográfico de King, su cálculo de la ren-ta nacional y las relaciones estadísticas entre el precio del trigo y la cantidad vendida que ilustran las leyes de la elasticidad y de la demanda, sólo pudieron encontrarse en el Ensayo de Davenant. Su exposición de la re-lación existente entre el precio del trigo y la cantidad vendida, prefigura el estudio teórico y estadístico de la

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Capítulo 6. Más allá del mercantilismo. La aparición de los métodos cuantitativos

demanda, que no llegó a realizarse hasta el siglo XX. Su estimación, conocida en ocasiones como la ley de King muestra que una reducción de la cosecha de trigo puede ir acompañada de un incremento de su precio en proporciones superiores a la tarifa común (ejemplo numérico).

Los logros de Petty, Graunt, Davenant y King quedaron estancados a principios del siglo XVIII y su colapso refleja la falta de pensamiento económico durante esa época. La falta de autores que tomaran el relevo se de-bió a la falta de estadísticas nacionales para sentar las bases de una ciencia económica cuantitativa. Los regí-menes absolutos tendían a ocultar los datos y hasta principios del XIX no parecen los censos sistemáticos y periódicos.

6.9 BERNOULLI

Mientras el pensamiento económico se estancaba, los grandes matemáticos realizaban avances sensaciona-les en un campo que hoy se considera economía matemática. Un ejemplo es la aportación de Daniel Bernou-lli, matemático suizo, con su intento de resolver la llamada paradoja de San Petersburgo. La paradoja es la discrepancia existente entre el valor matemático de una probabilidad y el valor que la gente le da ordinaria-mente. Bernoulli introduce así el elemento subjetivo como uno de los determinantes del valor, es decir, la utili-dad que depende de las circunstancias particulares de la persona que realiza la estimación. Los problemas del tipo de la paradoja de San Petersburgo solo se pueden resolver si se tienen en cuenta las circunstancias particulares de cada persona y especialmente su riqueza. Bernoulli va sin embargo más lejos y desarrolla tan-to el concepto de la utilidad marginal como el principio de la utilidad marginal decreciente. No hay duda, afir-ma, que una ganancia de mil ducados tiene más importancia para un pobre que para un rico aun cuando am-bos ganen la misma cantidad. El trabajo de Bernoulli tiene otras importantes implicaciones en las teorías del juego, de los seguros y de la tributación progresiva.

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Capítulo 7. Después del mercantilismo. La aparición de las ideas liberales

El lema de Petty de que “el mundo se opone a ser mal gobernado” y muchos de los aforismos de Davenant son los eslabones que unen el pensamiento económico del Siglo XVII con el movimiento liberal. Esta tenden-cia encontró expresión formal en los trabajos de Child, de Locke y de North.

7.1 CHILD

Al igual que Mun estuvo conectado con la Compañía de las Indias Orientales y su posición fue tan poderosa en ocasiones que llegó a caracterizarse como el director virtual de la compañía. Publicó un libro con el título de “Nuevo Discurso Sobre el Comercio”.

La obra de Child trata una variedad de temas más amplia que la de Mun como la colonización, políticas y sa-larios, población, y ayuda a los pobres. Su preocupación principal es la tasa de interés que considera que en Inglaterra es demasiado alta. La teoría de la balanza comercial la da por sentada aunque admite la dificultad de obtener un cálculo exacto de las importaciones y las exportaciones. Child desarrolla con gran claridad el concepto mercantilista de la productividad. Para Child los mercaderes, artesanos y campesinos son las tres clases de personas que hacen la riqueza de una nación o la traen del exterior. Otras clases como la nobleza, la burguesía, los hombres de leyes, los médicos, intelectuales y vendedores lo único que hacen es pasar la ri -queza de mano en mano dentro del país.

Child hace notar que la economía nacional y los objetivos políticos no siempre son compatibles. Una política determinada puede ayudar a una cosa a expensas de la otra. Así, Child da primacía al poderío nacional sobre el lucro, como cuando apoya el “Acta de navegación”. Child señala también la posibilidad de conflicto entre los intereses privados y el interés de la sociedad, poniendo sobre aviso contra la confusión de ambos. Consi-dera que las exclusiones monopolísticas y las restricciones la época gremial eran contrarias al interés nacio-nal. Añade otro caso de conflicto: los comerciantes pueden hacerse ricos siguiendo la regla de comprar bara-to y vender caro, pero dicha regla no puede mantenerse para el comercio exterior de la nación debido a la competencia extranjera.

Child tampoco encuentra contradicción entre su petición de rebajar el tipo legal de interés y el principio del mercado competitivo. Los que puedan pagar el mejor precio por un producto no dejarán nunca de obtenerlo de una u otra forma, a pesar de la oposición de las leyes o por mucho que se interponga cualquier tipo de po-der. Sin embargo apoya las normas que obligan a las colonias a vender azúcar sólo a la metrópoli.

Elementos liberales del pensamiento de Child

“La libertad y la propiedad, afirma, conducen al incremento del comercio y a la mejora de cualquier país”. Child propone recompensar a los inventores e innovadores, al mismo tiempo que se opone a las restricciones que aun permanecían en vigor del antiguo orden gremial estable y estático. Se opone a la idea de que hay demasiados comerciantes en Inglaterra y cree que se debe facilitar el acceso de cualquier persona al capital de las compañías reguladas y de las sociedades, mediante cuotas de admisión.

Desaprueba la reglamentación del precio de la cerveza: tal reglamentación obstaculiza la mejora del producto e impide la imitación de otras bebidas extranjeras obtenidas también de los cereales; desaprueba también los impuestos que gravan por igual las exportaciones y el consumo interior, los derechos de exportación sobre ar-tículos del país, las leyes que restringen los salarios, la inmigración o la tolerancia religiosa: dichas leyes coar-tan el aumento de la población, favorecen la emigración y hacen que los hombres de talento se queden fuera del país. Child comparte la opinión de Hobbes de que los hombres son distintos por naturaleza. Quiere una sociedad abierta donde los disidentes e inconformistas sean respetados.

Child no era contrario a todo tipo de restricciones y controles, sino que se oponía solo a las que resultaban perjudiciales para la nación o para los intereses importantes. Así, además de un tipo legal de interés bajo, apoya el sistema colonial, el Acta de Navegación, las restricciones sobre la importación de mercancías que puedan obtenerse en el país o que deban de adquirirse en países que no compran las mercancías inglesas. Según sus propias palabras, apoya las leyes que no van contra la naturaleza sino que la apoyan y ayudan.

Criterios acerca de la población

Malynes había expresado su temor a los efectos de un exceso de población. Años más tarde, Mun considera que es deseable una nación populosa por el poderío militar y la reactivación de los lugares abandonados. En términos generales, los mercantilistas preferían las familias numerosas. Child cree que “la riqueza de una ciu-dad la constituyen la multitud de sus habitantes.” Acepta el crecimiento de la población, que considera relacio-nado con las condiciones económicas. Los salarios altos constituyen una prueba evidente de la prosperidad del país, pues son causa de un aumento de población que enriquece considerablemente al mismo. El aumen-to de población es consecuencia de un incremento del comercio y de una mejora de las tierras. Child no en-cuentra inconveniente en los salarios altos; si son causa de que aumenten los costos, estos últimos podrán bajar reduciendo el tipo de interés.

Son frecuentes entre los autores mercantilistas las quejas sobre la indolencia de la gente.

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Capítulo 7. Después del mercantilismo. La aparición de las ideas liberales

El desempleo y la ayuda al pobre

Las medidas propugnadas por los mercantilistas respecto a la población, la ayuda a los pobres y desemplea-dos deben interpretarse conforme a estos criterios. Los mercantilistas no estaban tan preocupados por la abundancia de gente como por la escasez de empleos. Child cree que el nivel de población tiende a al ajuste automático por la vía de los salarios. Si la población disminuye, los salarios aumentan y un mayor número de personas estará interesado en trabajar.

La economía imperial

La visión del mercantilismo como forjador del estado no encaja con la variante inglesa puesto que, cuando aparecieron en escena en Inglaterra los escritos mercantilistas, estaba ya consolidado el estado nacional. Lo que en el continente fue la creación del estado, en Inglaterra fue la creación del imperio.

Debido a su punto de vista acerca de las ventajas de una población abundante, Child está muy interesado en la cuestión de si las colonias americanas han supuesto una pérdida de población para Inglaterra. En lo gene-ral, la emigración hacia Norteamérica no ha sido una verdadera pérdida para Inglaterra ya que, si no hubieran existido sus colonias muchas de las personas hubieran emigrado a otro sitio. Pero puesto que las colonias compran manufacturas inglesas, no hay menos sino más personas en Inglaterra a causa de las colonias. Las colonias, como Nueva Inglaterra cuyo comercio no está limitado a la metrópoli, son perjudiciales. Si el comer-cio colonial no estuviera restringido, los holandeses pronto se harían cargo de él, debido a que su mercado es libre y pueden vender en mejores condiciones.

Child compara las colonias francesas y españolas en América con las inglesas, para desventaja de las prime-ras. Siendo la propiedad, la libertad y la herencia los acicates más efectivos del trabajo, nada tiene de sor-prendente que las colonias francesas no sean un éxito. El colonizador francés no se convierte en propietario de la tierra como el inglés sino que trabaja bajo la supervisión y el control de la compañía colonizadora y del rey de Francia. Los españoles concentran todo su esfuerzo en la extracción minera de oro y la plata. Descui-dan el cultivo de la tierra y la obtención de productos agrícolas y, con ello el desarrollo de su comercio maríti -mo.

La idea del progreso

Es el primer autor en tratar la idea del progreso. Vence la “flaqueza y corrupción de la naturaleza humana que tiende a situar el mundo feliz en el pasado” para situarlo en el futuro. Esta idea, que en tiempos posteriores se dio por sentada era absolutamente original en la época de Child.

La evolución gradual

Otro concepto aportado por Child al pensamiento económico es el de continuidad o evolución gradual. Su le-ma de que ni la naturaleza ni las leyes actúan a saltos lo encontramos más tarde recogido por Marshall.

La experimentación

La actitud empírica y antidogmática de Child en el campo de la economía política se convirtió en tradición in-glesa. Para los observadores extranjeros resulta admirable la capacidad de los ingleses para combinar liber-tad y estabilidad política con unos grados variables de experimentación e intervensionismo.

La controversia sobre el interés

Mientras que en el Siglo XVI se estuvo muy cerca de establecer la libertad de la tasa de interés, los escritores del siglo XVII trabajaron para intentar controlarlo. La licitud del interés era algo que ya estaba fuera de duda. Lo que se discutía ahora era el techo que debía ponerse a los tipos de interés para que los empresarios ingle-ses no perdieran competitividad frente a los holandeses.

Se culpaba a las altas tasas de interés como responsables de otro buen número de dificultades, incluyendo algunas apenas relacionadas con el costo de los créditos. Child, para quien una tasa de interés baja repre-sentaba una panacea que sanaría todos, o casi todos, los males de una sociedad, incluida la ebriedad.

Normalmente, los autores del siglo XVII ya no abordan el problema del tipo de interés desde el punto de vista de la teología moral, sino que tienen una concepción secular. Así queda constatado en el “Tratado contra la Usura” de Sir Thomas Culpeper un opúsculo que pretende probar la ilegalidad de la usura. Child apoya este tipo de argumentación y cree que nada pone más de relieve la secularización progresiva del pensamiento que la deificación de la nación, así como la idea de que lo que es dañino para la nación debe ser pecado.

Child propone una reducción de la tasa máxima de interés del 6 al 4% o menos. Está a favor no sólo de una tasa de interés reducida, sino inferior a la holandesa. Sólo de esta forma podrá mantenerse la posición com-petitiva del comercio inglés ante su rival holandés. Cuando Manley insiste en que son los altos salarios más que las tasas de interés los que arruinan al comercio inglés, Child responde que los holandeses pagan tam-bién salarios altos. Manley propone una alternativa entonces para la tasa de interés que pagan los ingleses: ¿por qué no pedir prestado a los holandeses? Child se opone a ello. Cuando deudor y acreedor son ingleses

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el pago de intereses es una mera transferencia, pero cuando quien presta es el holandés, el préstamo se con-vierte en una clara pérdida para la nación.

Child es consciente de que la tasa de interés no es la misma para las distintas clases de comercio. Un comer-cio en el que se transfiera la mercancía lentamente y con precios estables en el tiempo será especialmente sensible a una tasa de interés alta. La aparente escasez del dinero es atribuida por Child a las prácticas co-merciales que obstruyen la circulación, promueven la usura y detrae ahorro a la iniciativa empresarial.

El autor considera que el interés bajo engendra frugalidad, laboriosidad y destreza, porque a la larga unos ti-pos reducidos incrementarán los fondos prestados con el consiguiente aumento del número de comerciantes. La competencia hará que sus ganancias sean menores y se verán obligados a ser más frugales, disminuyen-do de paso el consumo de mercancías extranjeras.

Para Child, la reducción del tipo de interés da lugar a la riqueza de un país, mientras que sus detractores piensan que el tipo de interés bajo no es más que el efecto de la riqueza. Child admite la posibilidad de que la reducción de tipos sea causa y efecto de la riqueza.

7.2 JOHN LOCKE

La obra de Child atrajo la atención de John Locke, el filósofo de la libertad y fundador del empirismo moderno. En 1692 publicó una obra titulada “Algunas Consideraciones sobre las Consecuencias de la Reducción del In-terés y la Elevación del Valor del Dinero”, que constituye un tratado sobre los aspectos más destacados de la economía. Para Locke el campo de la economía política era parte del tema más amplio de la política misma, la cual a su vez caía dentro del campo de la filosofía moral. Era contemporáneo de Petty, a quien es posible que conociera cuando coincidieron en Oxford. Cada uno conocía la obra del otro.

Locke y el interés

Su atención se centra sobre la restricción legal del tipo de interés. Esta discusión le llevó a desarrollar una teoría sobre el dinero, su naturaleza y sus funciones, la demanda que de él se hace y su relación con los pre-cios y la tasa de cambio, así como a una teoría de la oferta y la demanda, tanto en términos generales como en aplicaciones específicas sobre el dinero y la tierra.

Locke admite que una tasa de interés alta es perjudicial para el comercio. Los vendedores se encontrarán an-te una desventaja competitiva y el costo del dinero puede absorber sus ganancias. La única manera de resar-cirse es mediante la frugalidad y laboriosidad, porque la necesidad de dinero por sí misma regula su precio. Por ello, debe evitarse regular la tasa del mercado a través de la legislación. Los prestatarios encontrarán la manera de evadir la restricción legal y los probables prestamistas que carezcan de la habilidad para obtener un rendimiento superior al legal pondrán su capital en manos de los banqueros. Estos monopolizarán el crédi-to. Al final, se reducirá la provisión de dinero para crédito, se restringirá el comercio, y caerá el precio de la tierra.

Si ha de existir una tasa de interés legal, lo mejor es que se aproxime a la tasa natural que se origina por la escasez de dinero. La responsabilidad de una alta tasa natural de interés descansa en dos factores, (1) la es-casa oferta de dinero respecto a las deudas y, (2) la escasa oferta de dinero en relación al volumen del co-mercio. Así la teoría de Locke sobre el interés es de carácter monetarista e interpreta el interés como precio del dinero. Un cambio en la tasa de interés no causa un efecto inmediato sobre la cantidad de tierra, dinero, o productos en Inglaterra y no tiene por tanto efecto sobre los precios; pero, indirectamente, al afectar la canti -dad de dinero o el volumen de los productos en el país, puede producir tales efectos.

Pensamiento monetario

Los puntos de vista de Locke sobre el dinero reflejan la aparición del papel moneda. Distingue dos funciones para el dinero: como “unidad” de valor y como “fianza”, es decir, como derecho para reclamar determinados productos. Si sólo sirviera para contar, es decir como moneda imaginaria, no haría falta que el dinero fuera de oro o plata. El papel moneda podría también utilizarse como un título para reclamar mercancías en el interior del país, pero en las transacciones internacionales, seguirían siendo necesarios el oro y la plata.

Según su teoría del consentimiento, “La humanidad, al haber consentido en dar un valor imaginario al oro y a la plata los ha convertido en señales comunes que aseguran a los hombres que recibirán cosas de valores determinados a cambio de cantidades concretas de dichos metales. “Una legislación interior puede hacer aceptable el uso del papel moneda dentro del país, pero nunca podrá darle el valor intrínseco que el consenti-miento general de la humanidad ha fijado en el oro y la plata.

En la discusión de Locke acerca del tamaño deseable para el capital monetario de un país se hace una distin-ción entre los fines interiores y los internacionales. Para fines internacionales no se necesita simplemente más oro y plata, sino más en proporción al resto del mundo o a nuestros vecinos.

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Aunque sigue manteniéndose en lo general la teoría cuantitativa del dinero se introducen modificaciones im-portantes. 1) La sustancia de la que está hecho el dinero deja de ser algo de poca importancia. 2) ya no servi-rá cualquier cantidad de dinero. Se requerirá de una cierta proporción entre la cantidad de dinero del país y su comercio.

El argumento de Locke sirve para respaldar la idea de una balanza comercial favorable a fin de que el capital monetario de un país no quede por debajo del de otros, pues ello traería efectos deplorables no, sólo sobre el comercio, sino también sobre la agricultura, el empleo, los salarios, las transacciones comerciales y los movi-mientos migratorios. El asunto adquiere carácter de urgencia porque el capital monetario mundial crece conti-nuamente, tanto en forma absoluta como respecto a la cantidad de bienes. Esto implica tanto la idea de una inflación universal ininterrumpida como la noción de que un país que permanece inmóvil se va quedando atrás. Locke estableció la importancia del concepto de velocidad de circulación del dinero pero no lo desarro-lló en ningún lugar de su obra.

Así la teoría de Locke respecto al dinero y a los precios difiere de manera importante respecto a los puntos de vista de otros mercantilistas. No considera que los precios bajos sirvan de estímulo para la exportación. Esta teoría puede considerarse como un paso atrás, ya que está más alejada de la teoría del movimiento automáti-co del metal, de lo que estuvieron otras de autores anteriores. En ningún momento se declara explícitamente a favor de precios más altos de los vigentes en el extranjero, sino que desarrolla un argumento sobre la hipó-tesis de que los precios han bajado por debajo del nivel del extranjero porque la cantidad de dinero del país era menor que en otros.

En el análisis de Locke sobre la posición económica de un país respecto al exterior, el capital monetario tiene otra función además de la de mantener los precios y la producción a un nivel deseable. Locke explica esta función en su teoría sobre el cambio exterior, en la que señala que además de los movimientos de bienes hay otros factores que determinan la tasa de cambio: el capital monetario del país y los movimientos de capital. En cuanto a la cantidad de dinero del país, si es grande con respecto a la que poseen otros países, dice Lo-cke, será causa de que el cambio del país se eleve por encima de la paridad, como lo haría un saldo en las exportaciones.

La idea de que la abundancia de dinero elevará la tasa de cambio, trayendo probablemente más dinero al país, aleja aún más las teorías de Locke sobre el movimiento automático del metal. Según esta teoría la abundancia de dinero invertiría el movimiento del comercio y sería causa de una posterior salida de metal. La teoría de Locke implica lo contrario y se convirtió en la base de las teorías inflacionistas de los mercantilistas posteriores partidarios del papel moneda, tales como Law.

Aunque los criterios de Locke acerca de las necesidades monetarias de un país para fines internacionales son una versión extrema del pensamiento mercantilista, su teoría de la demanda de dinero para fines interio-res contiene una afirmación sobre la demanda de dinero que es sorprendentemente moderna. Relaciona una vez más el volumen de las necesidades monetarias de un país con el comercio del mismo.

Teoría del valor y del precio

La teoría general sobre el valor y el precio, que establece Locke, es una teoría de oferta y demanda. “El pre-cio de un artículo sube o baja en proporción al número de compradores y vendedores.” Relaciona la oferta o cantidad con la demanda o salida de los productos. La demanda dependerá de la necesidad y de la utilidad; la utilidad o la estimación estarán guiadas por el capricho y por la moda.

Independientemente de que la demanda de dinero sea constante, ilimitada, o ambas cosas, Locke concluye que, en lo que se refiere al dinero, la salida del mismo, o sea su demanda, es inmaterial y, su valor, a diferen-cia del de otros bienes, está exclusivamente regulado por su cantidad.

Locke sigue entonces investigando los determinantes de la demanda y la oferta. Los bienes, en general se consideran valiosos debido a que pueden ser cambiados o consumidos. Su utilidad es una condición necesa-ria pero no suficiente para ponerles un precio. Deben también ser escasos. Así, el aire y el agua son útiles pe-ro no tienen precio porque su cantidad es mucho mayor que la necesidad de ellos.

Para Locke la moda no es más que la ostentación de riqueza, y el alto precio de los artículos que se paga por seguirla más bien hace aumentar que disminuir la salida de dichos productos. Su importancia está en el gasto y no en su utilidad.

Ciertos bienes tienen demanda porque proporcionan un flujo de ingresos, y en relación a esto Locke desarro-lla una temprana teoría de la capitalización. El principal ejemplo es la tierra, cuyo valor se debe “a que su constante producción de bienes vendibles proporciona unas determinadas rentas anuales.” El multiplicador conocido como “renta anual” aplicado a una ganancia anual constante y perpetua de la tierra da, en una pri-mera aproximación que el precio de la tierra es inverso al tipo de interés. Esta regla que relaciona los altos va-lores de la tierra con los tipos de interés y viceversa fue sometida por Locke a una prueba empírica y el resul -tado le hizo dudar de su validez. La tierra que se encuentra en un lugar favorable, como por ejemplo en la ve-

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Capítulo 7. Después del mercantilismo. La aparición de las ideas liberales

cindad de centros industriales, tiene un valor debido a su escasez y por tanto un precio superior. Las fuerzas que mueven la demanda de dinero son en parte las mismas que influyen en la demanda de bienes y también en parte a las de la demanda de la tierra, dependiendo de si el dinero se quiere como medio de cambio o co-mo fondo para préstamos. Por el uso de la tierra el arrendatario paga una renta; por el uso de los fondos pres-tados, el prestatario paga un interés. El interés y la renta surgen debido a la desigual distribución del dinero y de la tierra. El prestatario o el arrendatario tienen menos dinero o menos tierra de la que ellos pueden o quie-ren utilizar; el prestamista o el terrateniente tienen, en cambio más del uno o de la otra.

Teoría de Locke sobre la propiedad

Locke toca también el problema de la desigualdad de la riqueza, aunque sin resolverlo satisfactoriamente, en sus “Dos Ensayos sobre el Gobierno Civil”, su gran contribución a la filosofía política. Locke desarrolla esta teoría sobre el fondo de un estado natural que no es necesariamente una situación histórica, sino la que hu-biera podido existir en ausencia de un gobierno y una sociedad civil. Para Hobbes, el estado natural hubiera sido una guerra de todos contra todos. Para Locke, sin embargo, el estado natural no sería un estado sin ley, sino ordenado por la ley natural. La razón, que es donde radica dicha ley, enseña que todos los hombres de-ben ser iguales e independientes y que no debe dañarse ni la vida ni la libertad ni las posesiones de los de-más. Sin embargo, los hombres procuran escapar de los males que aquejan al estado natural estableciendo una sociedad civil por medio de un contrato social y creando un gobierno confiable, siendo cada persona a la vez parte y beneficiario de esta confianza. El fin principal de que los hombres creen este medio de conviven-cia es para la mutua defensa de sus vidas, libertades y pertenencias, o sea todo aquello a lo que Locke da el nombre general de propiedad.

Locke usa la palabra propiedad tanto en su sentido amplio, en el que abarca una extensa gama de intereses y aspiraciones humanas, como en un sentido estricto, cuando se refiere a los bienes materiales. El meollo de su argumento está en que se trata de un derecho natural y en que se deriva del trabajo. Al considerar que la propiedad es un derecho natural que se encuentra por encima del gobierno, Locke difiere de Hobbes, para quien la propiedad es una creación del gobierno soberano. Al hacerlo proceder del trabajo, discrepa también de otros exponentes de la ley natural (como Grocio), que consideran que depende de un consentimiento ge-neral o de un contrato.

La teoría del valor – trabajo

Según Locke, la naturaleza ha dado a la humanidad la tierra en común, pero ha suministrado a cada hombre algo que pertenece a su propia persona. Del mismo modo que el cuerpo es propiedad de cada uno, así ocurre también con el trabajo de su cuerpo, y con la labor de sus manos. Al aplicar el trabajo a los productos de la naturaleza, el hombre se apropia de ellos. El trabajo no es solo el origen de la propiedad, sino que marca tam-bién la diferencia del valor entre las cosas. Locke considera que el trabajo representa el noventa por ciento del valor de las cosas, atribuyendo el resto a la naturaleza. La idea de Locke de que la propiedad precede al gobierno y que este no puede disponer arbitrariamente de las propiedades de sus súbditos fue una de las grandes fuerzas que dieron lugar a la edad moderna. Sin embargo, su teoría del valor-trabajo decayó pronto frente a las que justificaban la propiedad privada sobre bases utilitarias.

Los límites a la acumulación

Siguiendo la teoría del valor-propiedad, en el estado natural, los límites a la acumulación quedan determina-dos por la capacidad de producción del hombre y por su capacidad de consumo. Ambas son consideradas por Locke como lo suficientemente moderadas como para impedir que las mercancías se estropeen o desper-dicien, o que los hombres se roben unos a otros.

Dice Locke: “la naturaleza ha establecido perfectamente la medida de la propiedad, mediante la posibilidad li-mitada del trabajo del hombre y lo que es conveniente para su vida. Ningún trabajo de ningún hombre podría apoderarse de todo, ni podría tampoco consumir más que una pequeña parte de ello; por esto, es imposible que ningún hombre, vistas las cosas de esta forma, pueda invadir los derechos de los demás o adquirir para sí una propiedad con perjuicio de su vecino.”

Mediante estas limitaciones a la acumulación de bienes perecederos y los factores que los producen, era po-sible evitar lo que Locke consideraba como una ofensa contra las leyes de la naturaleza: el desperdicio.

La introducción del dinero marca la culminación de este proceso. He aquí una cosa duradera que los hombres pueden conservar sin que se estropee y que, por mutuo consentimiento, puede cambiarse por otras cosas más útiles pero perecederas, que sean necesarias para la vida.

La introducción del dinero hace posible la acumulación ilimitada de propiedad sin que se produzcan pérdidas por el desperdicio. El mismo consentimiento de la humanidad sobre el valor del oro y la plata justifica su uso en forma de dinero y justifica también las desigualdades en la propiedad privada. Según Locke el oro y la pla-ta pueden ser atesorados sin daño para nadie puesto que no se estropean ni decaen en manos de su posee-dor. Con la introducción del dinero se desvanecen los límites que la ley natural había puesto originalmente a

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la acumulación y a la desigualdad. Locke no admite explícitamente que haya un conflicto entre la ley natural y lo que el hombre ha dispuesto por consentimiento general. Señala, sin embargo, que la desigualdad ha tenido lugar debido al tácito acuerdo sobre el uso del dinero y no por el contrato social que establece la sociedad ci-vil; añade que las leyes de la tierra pueden regular la propiedad. Quizá implique esto que una de las funciones del gobierno sea moderar el conflicto existente entre la acumulación ilimitada de propiedad que ha autorizado el consentimiento general y la casi igual distribución de riqueza autorizada por la ley natural.

Al proclamar que el gobierno debe tener el consentimiento de los gobernados prepara el terreno para la mo-narquía constitucional inglesa y para el trabajo de los “Founding Fathers” de los Estados Unidos.

Las conclusiones más claramente liberales de Locke son las relacionadas con el tipo de interés y si dudó en declararse a favor de otras teorías liberales, como las contenidas en el pensamiento de Davenant, es porque intuyó que algunas de sus ramificaciones entraban en contradicción con el principio de la balanza comercial.

7.3 SIR DUDLEY NORTH

Sus criterios económicos poco corrientes quedan expuestos en sus “Discursos sobre el comercio”, folleto pu-blicado en 1691 y que se considera en la historia de la economía como una temprana exposición de las doc-trinas del libre comercio y del laissez faire. Las ideas de North estaban tan por encima de su época que sólo pudieron ser acogidas con simpatía cuando se superó el pensamiento mercantilista de modo que no parece que ejercieran ninguna influencia sobre sus contemporáneos ni son representativas de los puntos de vista de su época. A North, que carecía de formación académica de todo tipo, se le puede considerar un “intruso”. La oportunidad de desarrollar nuevas ideas en materia de economía se la dieron los acontecimientos concretos de su tiempo: el problema del interés y la reforma del dinero.

Para North, la conveniencia de una balanza comercial favorable o el deseo de acumular riquezas, propios del pensamiento mercantilista, no eran sino obsesiones y el resultado de una forma de pensar vulgar y desorde-nada, que no podía o no quería generalizar. Por ello, se propone abordar el asunto con un enfoque metodoló-gico, según principios cartesianos.

Para North no hay diferencia entre el comercio nacional y el internacional, ambos funcionan mejor si se les deja libres de reglamentaciones. El volumen del comercio mundial no es una cosa fija, en el sentido de que la reducción del comercio de una nación se contrarreste mediante el aumento del comercio de otra. Cuando de-cae el comercio de un país “se anula y se pierde una gran parte del comercio mundial porque todo está rela-cionado entre sí. North define el comercio como una conmutación por la que los hombres se proveen de co-sas cómodas a cambio de cosas superfluas. Cree que los países no se hacen ricos mediante reglamentacio-nes sino siendo activos y prudentes productores. El oro y la plata no son, en modo alguno, distintos de los de-más artículos y obedecen igualmente a las leyes de la oferta y la demanda. Cuando el dinero es escaso se llevarán metales a acuñar y cuando haya abundancia de monedas se fundirán para convertirlas en metal pro-piamente dicho.

Critica la legislación contra el lujo suntuario porque cree que desalienta la laboriosidad y la inventiva y que de la apetencia desmedida de algunos hombres se benefician otros muchos. Si nos sintiéramos contentos con la simple satisfacción de nuestras necesidades tendríamos un mundo miserable.

A pesar de que cuestiona las propuestas mercantilistas, incluida la teoría de la balanza de pagos, existen mu-chos puntos de coincidencia entre su pensamiento y el de Locke. Ambos rechazan la reducción legal del tipo de interés y consideran que el cambio y el dinero contante son una misma cosa. Los dos emplean la teoría de la oferta y la demanda y describen el efecto demostración. La influencia entre ambos es evidente pero no está claro quién influyó sobre quien

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8.1 LOS MERCANTILISTAS FRANCESES

El siglo XVIII habría de traer la preeminencia de dos nuevas escuelas del pensamiento económico, la Fisió-crata y la clásica. Los Fisiócratas eran en su mayor parte franceses, mientras que los clásicos eran general-mente escoceses e ingleses. Los Fisócratas tuvieron una influencia importante sobre Adam Smith, fundador de la escuela clásica. Bodin y Boisguilbert son las dos figuras líderes en el pensamiento económico de Fran-cia antes del advenimiento de la fisiocracia, pensamiento que constituye la reacción ante el mercantilismo.

Nadie ha dado una expresión más poderosa a la posición fundamental de los mercantilistas que Montaigne, el gran ensayista francés, quien en su vigésimo ensayo desarrolló ampliamente el tema indicado por su título: “la ventaja de uno es el daño de otro”. Los comerciantes adquieren riqueza a partir del consumismo de los jó-venes, los agricultores por la escasez de grano y los constructores de la destrucción de las casas; Montaigne generaliza este pensamiento y se acerca mucho a un concepto de destrucción creativa resucitado en el crite-rio de Schumpeter sobre la competencia, que dice ser de ley natural: la aparición y crecimiento de una cosa genera el declive y el desmoronamiento de otra.

LAFFEMAS. En su conjunto, el mercantilismo francés fue más bien obra de hombres de acción, ministros de finanzas, etc. que de pensadores. Uno de ellos fue Barthélemy de Laffemas, ministro de finanzas de Enrique IV, quien discutió diversos problemas económicos en numerosos opúsculos en los que subraya la importancia de la fabricación de manufacturas. Otro escritor fue Antoine de Montchrétien, que incluye en sus escritos el término de “economía política.” Subrayó la necesidad de la regulación y la instrucción industrial. Repitió la ob-servación de Montaigne de que la ganancia de un hombre supone una pérdida para otro y lo aplicó específi-camente al comercio exterior.

COLBERT. La regulación estatal y la promoción de la fabricación de manufacturas alcanzaron una cima con Jean Baptiste Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV, recordado como uno de los grandes experimentado-res del sistema mercantilista. Dio su nombre al sistema que habría de llamarse colbertismo, bajo el cual la fa-bricación fue protegida por medio de subsidios y tarifas. El colbertismo trajo también consigo toda una red de regulaciones que trataban de controlar la calidad y el precio de las manufacturas y los productos agrícolas y de eliminar las barreras para el comercio interior de Francia. Colbert intentó también realizar ciertas reformas fiscales, pero sus esfuerzos se vieron frustrados por la corrupción de los tribunales y por los gastos reales en las continuas guerras.

El problema fiscal francés estaba agravado por la erosión de la taille, un impuesto directo del que las clases pudientes podían declararse exentos y que muchos terratenientes podían reducir valorando a la baja sus pro-piedades, con lo que la presión fiscal recaía principalmente sobre la población rural. Colbert intentó aumentar los impuestos sobre el consumo con el fin de que no pudieran ser burlados por aquellos que escapaban a la taille.

VAUBAN. Amigo de Colbert, intentó resolver los problemas económicos por medio de la aritmética política. Propuso una reforma fiscal que reemplazara un cierto número de impuestos por un diezmo real (dime royale) que era una especie de impuesto sobre las rentas personales que debería basarse sobre los ingresos, y va-riar en proporción a las necesidades fiscales; se proponía un límite para este impuesto del 10%. Se hizo inclu-so un intento de hacer dicho impuesto progresivo, con un tipo reducido para los artesanos.

El apoyo del gobierno a las manufacturas, su relativo descuido de la agricultura y su incapacidad para resol-ver el problema fiscal proporcionaron el fondo sobre el que se desarrollaron los escritos de Boisguilbert, un teórico de logros considerables.

8.2 BOISGUILBERT (prefisiócrata)

Miembro de la nobleza judicial y terrateniente, sus obras más importante son “Le détail de la France” y “Fac-tum de la France” En ellas se opone a los juicios preconcebidos de los mercantilistas mediante argumentos que habrían de desarrollarse con plenitud en las teorías de los fisiócratas, de las que puede considerarse pre-cursor. Cree que la agricultura y la vida rural eran, en muchos sentidos, superiores a la industria y que ésta no debía de promoverse a costa de la población rural. En esta línea, defiende el alza de precios de los productos agrícolas. “Estos han sido deprimidos en el interés de la población urbana, mediante una prohibición sobre la exportación de granos”. Se acerca mucho con ello a captar los conceptos del principio de marginación y la elasticidad de la oferta y la demanda. Los precios bajos del grano provocan su escasez y los precios altos, por el contrario, son causa de abundancia. Si los campesinos no pueden cubrir sus costos de producción res-ponderán dejando que los cultivos disminuyan y se estropeen. Ello producirá escasez y los bajos precios en-gendrarán precios más elevados. Boisguilbert se acerca mucho al enunciado de la fórmula del laissez faire cuando defiende la libertad de la exportación de grano. “La naturaleza, si se la deja sola, producirá un equili-

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Capítulo 8. La aparición del pensamiento fisiocrático. La corriente circular de la naturaleza.

brio en el que los agricultores serán pagados en forma adecuada y quedará al mismo tiempo asegurada una oferta suficiente.”

La economía de los precios altos

Sin embargo, Boisguilbert cae en la misma contradicción que los mercantilistas cuando apoya los aranceles a la importación para evitar el descenso de los precios interiores. Por ello, su sistema no es tanto de “laissez faire” como de precios altos; desarrolla más aún esta característica de su teoría, cuando habla de promover el consumo. Afirma que los artículos de consumo son más importantes que el oro y la plata. La demanda efecti-va de los consumidores se verá fortalecida por los altos precios, que él considera como sinónimos de prospe-ridad. En contraste con los mercantilistas, da escasa importancia a la cantidad de dinero en metálico. Argu-menta que el dinero es un instrumento más eficaz cuando se encuentra en las manos del pobre que cuando está en los bolsillos del rico. El primero lo gastará y el segundo lo atesorará. Para Boisguilbert atesorar es equivalente a robar.

Como lo había hecho antes Petty, Boisguilbert identifica la renta nacional con el gasto de consumo. Al resaltar el papel desempeñado por el consumo como fuerza motriz de la economía, admite la interdependencia mutua que vincula a compradores y vendedores en una “cadena de opulencia.” Si un posible vendedor no consigue cubrir su costo de producción, la cadena se rompe, y el equilibrio se destruye. Al dejar de comprar mercancía un posible cliente, se produce una contracción en las compras de los demás con lo que el mal se extiende a la economía en conjunto. Para Boisguilbert, la evolución económica se detendrá en el mismo momento en que la producción agrícola alcance un máximo y no pueda expandirse ya.

En Francia se le considera el precursor de las teorías del multiplicador y del estado estacionario. En cuanto a la reforma fiscal, era partidario del diezmo real, igual que Vauban, aunque con naturaleza de impuesto único, anticipándose a una de las ideas centrales del pensamiento fisiócrata. Su actuación como oficial del gobierno no le permitió poner en práctica sus ideas, que por lo demás ejercieron poca influencia sobre sus contemporá-neos porque, a menudo, pecaban de exageradas.

El pensamiento económico francés se fue separando más aún del mercantilismo gracias a las obras de John Law y de Richard Cantillon. Aunque el primero era escocés y el segundo irlandés, los efectos inmediatos de sus trabajos se dejaron sentir en Francia más que en ningún otro sitio.

8.3 LAW (prefisiócrata)

John Law, tuvo una actuación desastrosa en la dirección de los asuntos financieros de Francia, pero su contri-bución al pensamiento económico fue sin embargo muy importante. El mago financiero escocés fue invitado a ir a Francia, a la muerte de Luis XIV, para restaurar la economía del país. Fundó un banco que, entre otras cosas, emitía papel moneda, y la Compañía del Mississippi para promover el desarrollo de Luisiana, entonces colonia francesa. Bajo el sistema de Law aumentó enormemente la emisión de billetes de banco y gran parte de ellos fueron utilizados para subastar las acciones de la Compañía del Mississippi, que alcanzaron niveles fantásticos, hasta que finalmente estalló la burbuja.

Los pensamientos de Law, expuestos en su obra “Dónde se consideran el dinero y el comercio junto con una propuesta para suministrar dinero a la nación”, tienen una importancia mayor en la historia de la economía por lo que ayudaron a dar un nuevo golpe a las ideas mercantilistas, que lo hicieron precursor de la fisiocracia. Law no menospreció el papel representado por el dinero; por el contrario, sus criterios no sólo se centran en el concepto del dinero en circulación, sino que se basan en la idea de utilizar el dinero y la política monetaria para dirigir los asuntos económicos de la nación. El punto que le distingue de los mercantilistas es su prefe-rencia por el papel moneda y el crédito, que él consideraba mejores instrumentos que la moneda metálica pa-ra fortalecer y expandir la economía.

En la historia del pensamiento económico Law ha sido caracterizado como un simple inflacionista. Sin embar-go, fue más que eso; a él se debe la idea de que el dinero puede ser creado mediante operaciones bancarias. Autores anteriores habían comparado las operaciones bancarias a las actividades de los traficantes en meta-les preciosos que aceptaban depósitos de los clientes para prestarlos a otros distintos. Con Law, surge la idea de que los banqueros no se limitan a transferir dinero de unos a otros, sino que son también capaces de crear su propio dinero. Law también introduce en la nomenclatura económica la palabra circulación.

Las “espléndidas pero quiméricas ideas” de Law, como fueron calificadas por Adam Smith,. pueden resumirse como sigue. El valor del dinero metálico puede fluctuar según fluctúen los precios de los metales de que está formado. La tierra, sin embargo, nos proporciona un patrón fijo para el valor y puede movilizarse por medio de papel moneda emitido sobre la seguridad de las hipotecas. Law propone la creación de un banco del gobierno que emita el papel moneda y lo redima, a su presentación, en metal monetario, ya que la unidad monetaria continúa representando una cantidad determinada de dicho metal. Así, la oferta de papel moneda se expandi-rá o se contraerá, según las necesidades monetarias del país. Las deudas primarias podrán pagarse en pa-pel, pero el dinero metálico continuará empleándose para los pagos internacionales.

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Capítulo 8. La aparición del pensamiento fisiocrático. La corriente circular de la naturaleza.

Al igual que Locke, desarrolla también una teoría de la oferta y demanda; relaciona la cantidad u oferta con la demanda; utiliza ya esta última palabra para designar lo que Locke llamaba salida de los productos. Aristóte-les, al referirse a algún producto, había hecho la distinción entre el uso y el cambio. Law amplia esta distinción y, como habían de hacer más tarde los economistas clásicos, distingue entre valor de uso y valor en cambio. Los clásicos, sin embargo, adheridos como estaban a la teoría del valor-trabajo, apenas mencionaron el valor de uso y desarrollaron solamente la teoría del valor en cambio. Law, por el contrario, combina ambos valores (en uso y en cambio) en una teoría subjetiva que explica el valor en cambio de una cosa en función de su utili-dad y su escasez. Las cosas tienen un valor porque son útiles pero el que valga más o menos está determi-nado por la “razón existente entre la mayor o menor cantidad (oferta) de las mismas, respecto a la demanda de ellas.” De la misma manera, las variaciones de la oferta o de la demanda llevarán consigo una variación del valor de las cosas.

Law amplía aún más su teoría del valor, aplicándola al dinero metálico. Se opone a Locke, que había hablado del “valor imaginario” del oro y la plata. Como el valor de las cosas deriva de su uso, para Law todos los valo-res son subjetivos. Así, los metales preciosos tienen un valor determinado como mercancías, que proviene de su uso en el arte y en la industria. Si se les utiliza además como dinero, este segundo uso crea una demanda adicional y con ello un valor también adicional. Así la moneda tiene un valor más alto que el de una cantidad igual del mismo metal precioso no utilizado como dinero.

8.4 CANTILLON

Cantillon, banquero irlandés en París, amasó una gran fortuna bajo el régimen de Law. Su obra tardó en co-nocerse, quizá por su deseo de anonimato. Su obra póstuma “Essai sur la nature du commerce en general” denota una profunda visión analítica y conocimiento del mundo. Jevons la define como “el primer tratado sis-temático sobre economía” y “la cuna de la economía política.” Desde entonces Cantillon gradualmente ha ve-nido reconociéndose como figura importante en la economía del siglo XVIII. Cantillon estaba familiarizado con las obras de Petty, Davenant, Locke, Boisguilbert y muchos otros. Ejerció una notable influencia sobre los fi -siócratas; su obra cayó después en el olvido (eclipsada por las de Quesnay y Smith) hasta que fue recupera-do por Jevons.

Cantillon fue un teórico de primer orden y mucho más sistematizador que Petty, a quien emula en algunos as-pectos, principalmente en su aritmética política. Cantillon frecuentemente empleó cálculos cuantitativos. Petty había utilizado la fórmula del céteris paribus; Cantillon habla de “todo lo demás siendo igual.”

Ni Petty ni Locke presentaron su pensamiento para conformar un sistema integral y consistente en el que en-cajaran los diversos elementos del proceso económico. Petty se acercó a ello al introducir el concepto de la renta nacional y formulando su ley según la cual el ingreso de alguien es el gasto de otro. Cantillon va más le-jos y describe detalladamente las operaciones de un sistema de precios.

Para Cantillon la tierra es la fuente o “materia” de toda riqueza y el trabajo la “forma” que la produce, dando con esto un toque aristotélico a los puntos de vista de Locke y Petty, y resaltando el valor de la tierra, en lo que se anticipa a los fisiócratas. Antes de explicar la forma de actuar de su sistema de precios, describe el de-sarrollo de las instituciones económicas. Postula luego una ley que habría de volver a aparecer, aunque con diferente aspecto, en el pensamiento de Marx, Weber y Pareto: una ley de la concentración de la propiedad, que se decía debía regir en cualquier tipo de sociedad económica: la propiedad se irá concentrando invaria-blemente en manos de unos pocos. Incluso si se empezara con una distribución uniforme, las diferencias en el número de hijos y en las facultades de cada uno producirían pronto una desigualdad.

Cantillon da entonces una amplia sugerencia sobre la demanda de productos y de mano de obra. Afirma que “todas las clases y todos los habitantes de un estado viven a expensas de los propietarios de la tierra.”

La oferta de los factores de producción

Suponiendo de momento una demanda fija, Cantillon pasa a discutir la oferta de mano de obra. El precio del trabajo de los artesanos será más alto que el del trabajo agrícola, debido a los mayores gastos que implica el aprender la especialidad. La oferta está, por otra parte, restringida, porque no todos los hijos de los artesanos serán capaces de aprender el oficio de sus padres. La ocupación de los puestos de trabajo será una respues-ta a la demanda. Si una oferta reducida de mano de obra eleva su precio, ello atraerá más personas, con lo que volverá a bajar dicho precio. Una oferta elevada de mano de obra, en cambio, irá acompañada de unos salarios más bajos que serán corregidos mediante el consiguiente movimiento de los productores hacia otras regiones u ocupaciones distintas. Como regla general, los distintos productores se regulan cuantitativamente a sí mismos según el número de empleos y la demanda de ellos. Son siempre proporcionales al empleo y és-te basta para mantenerlos. Si ello no ocurriera, disminuiría la nupcialidad, aumentaría la mortalidad infantil y la población dejaría de crecer.

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Capítulo 8. La aparición del pensamiento fisiocrático. La corriente circular de la naturaleza.

Para este autor las escuelas de caridad y los esfuerzos para incrementar el número de artesanos eran inútiles porque el trabajo especializado es sólo un factor complementario del factor capital. En ausencia de capital, no tiene sentido la formación de capital humano.

La importancia que concede a la tierra y la clase propietaria sólo son comprensibles desde el contexto feudal de la época. Sin embargo sus ideas sobre el mercado de trabajo están muy alejadas del sistema feudal y son afines al liberalismo y al individualismo de la nueva era.

Teoría de los precios

Distingue entre el precio normal, al que inadecuadamente llama “valor intrínseco”, y el precio del mercado. El precio normal está en función de la cantidad y la calidad de tierra y trabajo que han sido necesarios para pro-ducir una cosa. Puede ser mayor o menor que el precio de mercado, ya que éste refleja las exigencias del consumo. Puede ocurrir, por ejemplo, que los campesinos planten mucho o demasiado poco de una cosa con el resultado de que el precio de mercado quede por encima o por debajo del precio normal. Sin embargo, en una sociedad bien ordenada, el precio de mercado no se alejará mucho del precio normal, para los artículos cuyo consumo sea prácticamente invariable; dicho precio podría incluso ser fijado por los magistrados.

Cantillon, como antes Petty, busca la “equivalencia” y la encuentra igualando el valor de un trabajador con el doble del producto de la tierra que él consume, para dejar con ello un margen por las variaciones en la calidad o en el estado del trabajador. Esto será necesario para mantener al trabajador en persona y para asegurar la continuidad de la oferta de trabajo, manteniendo a dos de sus hijos hasta que puedan independizarse. Precio normal de una cosa = cantidad y calidad de la tierra necesaria para producirla + cantidad de tierra se asigna para el consumo del trabajador que la ha producido.

Terratenientes, empresarios y asalariados

Al expresar la medida del valor de las mercancías en forma de cantidades de tierra, Cantillon prepara el te-rreno para la idea central de su obra: “puesto que toda la tierra pertenece al soberano o a los poseedores de la misma, todas las cosas que tienen un valor intrínseco de este tipo, lo tienen a expensas de aquellos.” En consecuencia, todos los individuos son mantenidos, no sólo mediante el producto de la tierra que se cultiva en beneficio de los propietarios, sino también a expensas de estos últimos, ya que de su propiedad obtienen todo cuanto poseen.

La clase propietaria (escasa) es la clase independiente, mientras que empresarios y asalariados forman la clase dependiente. El empresario, que entra ya en la historia del pensamiento económico, tiene unos ingresos impredecibles pues dependen de los precios a los que consiga vender, suponiendo que los de coste son fijos.

Criterios sobre la población

Cantillon considera que la renta y la población están relacionadas positivamente y en forma causal. “Los hom-bres se multiplican como los ratones en un granero cuando tienen medios ilimitados de subsistencia.” Así, “si se dedicara toda la tierra para el simple sostenimiento del hombre, la raza humana aumentaría hasta sobre-pasarse el número de hombres que la tierra puede mantener.

No se pronuncia sobre el dilema entre una gran población pobremente abastecida o una población menor que viva con mayor comodidad.

La soberanía del terrateniente

Cantillon describe la el funcionamiento de un sistema de precios autorregulado en el que la soberanía del consumidor queda representada bajo el aspecto concreto de “soberanía del terrateniente” en cuanto que cla-se de superior poder adquisitivo cuyos hábitos tienden a ser imitados. En este sistema, el precio normal de las mercancías refleja tanto su coste de producción como el precio de oferta del trabajo. Introduce la figura del empresario aunque muy desdibujada, ya que no toma la iniciativa en los cambios y responde al modelo esta-blecido por los terratenientes. Tampoco lo ve como un administrador del dinero o un capitalista.

Pensamiento monetario

Aplica al dinero la teoría del valor, con ayuda de una teoría cuantitativa, modificada por una teoría de los cos-tes de producción. Estudia la dependencia entre la oferta monetaria y la velocidad de circulación del dinero. Llega a esbozar la idea de dos corrientes circulares de sentido contrario, una de dinero y otra de servicios. En esa idea están los cimientos del tableau de Quesnay.

Uno de los puntos más destacados de la segunda parte del trabajo de Cantillon es su análisis de lo que Key-nes habría de llamar “difusión de los niveles de precios”, es decir, el hecho de que los cambios monetarios no afectan a todos los precios en la misma forma, en el mismo grado, o en el mismo tiempo.

Aplica esta teoría a dos ejemplos, el incremento de dinero como consecuencia de la explotación de nuevos yacimientos mineros y la difusión del dinero que entra en el país como resultado de una balanza comercial fa-vorable. El efecto en este último caso es que crecen el empleo, el consumo y los precios y en última instancia

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Capítulo 8. La aparición del pensamiento fisiocrático. La corriente circular de la naturaleza.

la importación de mercancías de los países que con moneda escasa y menor nivel de precios. sus ideas que-dan debilitadas al insistir en la importancia de una balanza comercial favorable.

Comercio internacional.

Al considerar Cantillon que la producción agrícola es el factor que limita el crecimiento de la población, se opone al cambio internacional de los productos agrícolas por mercancías, en cuya obtención se hubiera em-pleado gran cantidad de trabajo. Con estas ideas, desarrolladas posteriormente por Steuart desprecia las ven-tajas de la especialización en el comercio internacional para el incremento de la productividad.

8.5 LOS FISIÓCRATAS

Los fisiócratas asimilaron muchas de las ideas más relevantes de Cantillón como la de la corriente circular y la especial posición de la clase terrateniente, aunque descartaron enérgicamente la de la balanza comercial favorable. Con los fisiócratas aparece por primera vez una escuela de pensamiento económico con una cabe-za reconocida, un grupo de seguidores íntimamente unidos para propagar las doctrinas del maestro y una pu-blicación periódica para contribuir a su difusión. A partir de los fisiócratas, fueron surgiendo nuevas escuelas de pensamiento, como la clásica, los marxistas, los economistas históricos, los neoclásicos y los keynesianos, entre otras. Como regla general, puede decirse que la formación de una escuela requiere un jefe con carisma y una base donde empezar. La ausencia de una jefatura sostenida y prolongada fue algo que faltó a la escue-la fisiócrata y esa es la razón por la que sólo floreció durante una década.

QUESNAYLa cabeza de los fisiócratas fue François Quesnay, médico personal de Luis XV para quien el estudio de la economía fue una fase de transición en su carrera intelectual. Empezó a interesarse por la economía después de cumplir sesenta años y poco después perdió todo interés por el tema para dedicarse a las investigaciones matemáticas.

TURGOTEs el fisiócrata mejor recordado. Fue uno de los últimos ministros del antiguo régimen y pretendía conservar su independencia intelectual de los fisiócratas a cuyo grupo se empeñaba en no pertenecer a pesar de estar muy unid a él.

DUPONT DE NEMOURS, editor y director del periódico de la escuela, fundó una dinastía industrial de gran renombre. Los trabajos de los fisiócratas fueron poco conocidos fuera de Francia y del reducido grupo de los especialistas. La obra de Quesnay no se tradujo al inglés hasta 1962, de modo que la imagen de la escuela se formó a través de la obra de Turgot, originalmente escrita para instruir a dos estudiantes chinos.

Critica del pensamiento mercantilista

El sistema de los fisiócratas requería una completa reconstrucción de la economía, ya que ellos hicieron pe-dazos todo el pensamiento mercantilista. Nada quedó de la primacía del comercio exterior que para ellos no era más que un “mal necesario”. La esperanza de obtener ganancias nacionales a costa de otros países no es más que una ilusión, pues las precarias ganancias se perderán en las guerras resultantes.

El comercio no es más que el cambio de unas mercancías por otras; cada venta es al mismo tiempo una com-pra. Para poder vender, hay que comprar. El oro y la plata no constituyen riqueza, sino que son simplemente los efectos de la producción real que ha cambiado de forma. Cuanto mayor sea esta última, serán necesarios menos oro y plata. Las privaciones no proporcionan riqueza, la producción sí.

El orden natural y el orden positivo

El propósito de los fisiócratas fue reorganizar la economía francesa por medio de una reforma tributaria y la promoción de un sistema agrícola eficaz y de gran escala. Quesnay hizo una aguda distinción entre el orden natural y el orden positivo, formado el primero de reglas benéficas y evidentes por sí mismas y reflejando el otro la insuficiencia del legislador humano. Cuando el orden positivo se distancia del orden natural perfecto e inmutable, dejan de manifestarse con toda su plenitud los efectos beneficiosos de este último. Si el gobierno se dejara iluminar por la razón las leyes positivas, perjudiciales para la nación, desaparecerían. El criterio de Quesnay sobre el mundo y la ciencia están de acuerdo con el modelo del racionalismo cartesiano.

El individualismo económico

Los fisiócratas se imaginaban el orden natural de la sociedad como regulado por el principio del individualis-mo. Turgot insistía en que el individuo es el mejor juez de sus propios intereses. Para Quesnay, el secreto de una sociedad bien ordenada estaba en que todos trabajaran para los demás pensando que trabajaban para sí mismos. Los fisiócratas postulaban una perfecta armonía tanto entre los intereses individuales como entre los intereses del rey y los de los súbditos. Así pues, la frase “laissez faire”, laissez passer, se acuñó en relación con el pensamiento de los fisiócratas y ha sido una máxima que ha servido hasta nuestros días como una afir-mación del individualismo económico.

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Sólo en el orden natural (ideal) puede alcanzar el individualismo su pleno florecimiento. En el orden positivo vigente, el libre juego de las fuerzas individuales puede resultar frustrado, con desventajas que darán lugar a conflictos económicos en lugar de armonía.

La propiedad privada

El individualismo de los fisiócratas se complementaba con un profundo respeto de la propiedad privada. Co-mo Locke, Quesnay funda la propiedad privada en el trabajo, pero funda también el trabajo en la propiedad: es la seguridad de que se va a poseer una serie de cosas, dice, lo que induce al hombre a realizar el trabajo necesario para el bienestar de la sociedad.

Los fisiócratas hablan de la propiedad de un hombre como la medida de la libertad de la que disfrutan. Para ellos la función primordial del orden positivo era la protección del derecho de propiedad. Quesnay resalta que la libertad y la igualdad son incompatibles. De manera análoga a la ley de la concentración de Cantillon, los fi -siócratas apoyan explícitamente la desigualdad de las posesiones. Es más conforme aumenta la riqueza de una sociedad aumenta al mismo tiempo la desigualdad. La desigualdad está en la base del pensamiento fisió-crata y, lejos de resultar ofensiva, era considerada socialmente útil y natural al reflejar las diferencias de talen-to y de fortuna.

El “produit net”

Los fisiócratas utilizaron un sistema en equilibrio en el que la interacción de las tres clases económicas, cam-pesinos, terratenientes y artesanos produce la renta nacional. La productividad es algo exclusivo de los cam-pesinos. Al aplicar su trabajo a la tierra, obtiene un superávit o producto neto, que es el exceso sobre el costo de producción. Este superávit tiene dos características únicas. En primer lugar, brota una y otra vez como un don de la naturaleza y, en segundo lugar, el superávit producido por el agricultor, sirve para mantener al resto de la sociedad, esto es a los señores, incluidos el rey y la Iglesia, así como los artesanos, industriales y co-merciantes.

La competencia existente para obtener los arrendamientos permite al señor extraer a los campesinos el pro-ducto neto en forma de rentas, que se convierten así en la ganancia de los señores. Estos últimos no son pro-ductivos en el sentido estricto de la palabra, ya que lo que ellos reciben ha sido producido por los campesi -nos. Sin embargo, merecen la denominación de clase “mixta”, porque proporcionan capital a los campesinos y mantienen en circulación el producto neto, ya que una parte vuelve a los campesinos como pago de sus pro-ductos y otra se gastará en la adquisición de manufacturas.

Agricultores: clase trabajadora no disponible. Único trabajo productivo que produce su sustento y mantiene al resto de la sociedad. Ingresos reducidos al nivel de subsistencia debido a la competencia en los contratos.

Artesanos, industriales y comerciantes: clase trabajadora no disponible. Ingresos reducidos al nivel de subsistencia. Clase económicamente estéril que se limita a transformar materias primas de origen agrícola. Son conocidos como clase estipendiaria porque reciben estipendios procedentes del producto de la tierra.

Señores: Son la clase mixta o disponible que incluye al rey, la nobleza y el clero.

El “tableau economique”

La relación existente entre las tres clases fue representada por Quesnay en su “tableau economique”, primiti-vo ejemplo del flujo circular de los “ingresos nacionales” y de su reproducción anual. Hay distintas variables del “tableau” pero todas siguen dos modelos básicos: uno representa las sucesivas rondas de gastos y el otro resume los resultados finales. La información dada en el “tableau” de Quesnay puede colocarse sin demasia-da dificultad en una tabla input-output de Leontief, quien reconoce las semejanzas entre su construcción y la de los fisiócratas. Quesnay considera ejemplos en los que la situación de la economía está en equilibrio como en desequilibrio. En estos ejemplos estuvieron basadas las principales propuestas económicas de los fisiócra-tas, a saber, el libre comercio, la libertad específica de exportación de productos agrícolas y el impuesto direc-to y único gravado sobre el único superávit, o sea el “produit net” que se convierte en el ingreso de la clase de los señores como consecuencia del cobro de la renta.

El “tableau” en equilibrio puede considerarse más próximo del orden natural de los fisiócratas que del orden positivo.

Los fisiócratas eran conscientes de que la economía francesa de la época estaba llena de superávit, es decir, de ganancias que sobrepasaban los costes de producción en otros sectores distintos del agrícola, pero los in-terpretaron como imperfecciones del mercado provocadas por políticas inadecuadas tanto en el comercio in-terior como en el exterior.

Teoría del valor y del precio

Lo que los fisiócratas no supieron explicar fue el superior valor–productividad de la agricultura. Si las fuerzas de la competencia hacen descender los precios de las manufacturas hasta los costos de producción y los sa-larios agrícolas e industriales al nivel de subsistencia, ¿por qué los precios de los productos agrícolas consti-

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tuyen una excepción y permanecen lo suficientemente altos como para dar el producto neto? Quizá los fisió-cratas creyeron que la presión de la población frente a los medios de subsistencia fuera tan fuerte como para que los precios agrícolas constituyeran una excepción a la regla general de la competencia. Tal explicación no es muy probable dado que la economía francesa producía normalmente un superávit para la exportación.

Lo más probable es que los fisiócratas pensaran una política gubernamental que promoviera un nivel de pre-cios agrícolas altos para producir un produit net sustancial que superara los costes de producción de los cam-pesinos. Según esto, el superior valor–productividad de la agricultura estaría basado no sólo en el orden natu-ral sino también en la política pública. Si hubieran tenido que elegir entre el laissez faire y la intervención a fa -vor de los precios agrícolas se hubieran decantado por esto último.

El lujo

Al igual que Boisguilbert, identificaron las cantidades grandes de productos vendidas a precios elevados con la prosperidad y resaltaron la conveniencia de fortalecer la demanda del consumidor. Quesnay creía que “en un país agrícola, la frugalidad es la madre de la pobreza. Estaba a favor del lujo de subsistencia, es decir del alto nivel de consumo de productos agrícolas, y en contra del lujo de decoración, o sea, del alto nivel de con-sumo de manufacturas que hubiera ido en detrimento del consumo de productos agrícolas.

Las regulaciones

Los fisiócratas estuvieron a punto de romper con la doctrina del “laissez faire” cuando algunos de sus segui-dores (Quesnay) se mostraron favorables a la imposición de restricciones legales sobre el tipo de interés para favorecer a los campesinos. Turgot mantenía la postura contraria. La rotura con aquella doctrina se hizo evi-dente cuando los fisiócratas se opusieron a la exportación de manufacturas pero no a la de productos agríco-las. Creían que la exportación de manufacturas favorecía la caída de precios agrícolas mientras que la expor-tación de productos del campo impulsaba los precios interiores. La exportación de artículos de lujo sólo servía para atender una demanda extranjera frágil y caprichosa.

Teoría del valor y del precio

El “bon prix” de Quesnay formaba parte de su teoría del valor que está relacionado con el prix fondamental, que es igual al coste de producción. Los precios del mercado forman un espectro. En un extremo del mismo, pueden estar por debajo del coste de producción, en cuyo caso causarán pérdidas. En el otro extremo pue-den ser demasiado altos constituyendo una carga. El “bon prix” está situado entre estos extremos en un pre-cio que proporciona cierta ganancia, por lo que constituye un incentivo para mantener o expandir la produc-ción. El “prix fondamental” es el vínculo que relaciona la teoría del precio de Quesnay con su teoría del valor. Distingue entre valor en uso y valor en cambio. El valor en uso refleja las necesidades y los deseos individua-les y está relacionado solo de una forma muy leve con los otros valores y con los precios. Quesnay no desa-rrolla la teoría del valor de uso y concentra su atención en el valor de cambio. La riqueza está constituida so-lamente por aquellas cosas que tienen “valeur vénale”, es decir el valor surge únicamente donde hay una so-ciedad. Establece que este valor no está controlado en ningún momento por las necesidades del hombre, no es tampoco un valor arbitrario ni se fija por un acuerdo entre las partes contratantes.

Con esta exposición, sólo elimina los factores que no influyen sobre el valor de cambio pero nada dice sobre los que lo determinan. El valor de cambio sería un valor objetivo que, sin pasar por la mente humana, se hace explícito en el momento del intercambio pero no es determinado por el comprador ni el vendedor.

Esto deja al costo de producción, el “prix fondamental”, como uno de los determinantes del valor y junto con él, se menciona la influencia del comercio exterior, que para los fisiócratas es un factor estratégico en la for-mación de los valores y los precios.

Con su énfasis sobre el valor en cambio y su rechazo de los determinantes psicológicos del valor, la teoría del valor coste de Quesnay está alineada con el pensamiento de la época. Los clásicos substituyeron esta línea por la del valor-trabajo y no es hasta finales del XIX cuando surge la teoría subjetiva.

Uno de los pocos que desarrolló una teoría subjetiva durante el XVIII fue Turgot. Para este autor, todas las valoraciones son subjetivas y relativas en función de los deseos cambiantes del hombre. El valor estimativo refleja la utilidad y escasez de una mercancía. El promedio de los valores estimativos es el valor apreciativo que, a su vez, determina el precio. El precio de mercado estaría a mitad de camino entre los diferentes ofreci-mientos y las diferentes peticiones.

Rendimientos decrecientes

Turgot introdujo el principio de los rendimientos decrecientes. Las aplicaciones adicionales de factor variable harán que el producto crezca, primero en proporción creciente y después en proporción decreciente hasta al-canzar un máximo. Esta idea es una anticipación del pensamiento marginalista y no parece que recibiera mu-cha atención en su tiempo.

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Teoría del capital

Quesnay subrayó la necesidad de unos “avances” constituidos por un capital determinado y circulante que debía estar disponible antes de comenzar el proceso productivo. Sobre esta base Turgot construyó una teo-ría del capital que las posteriores generaciones de economistas apenas pudieron mejorar. Los ahorros de la suministrados por los terratenientes –y excepcionalmente por las otras clases cuando practican la frugalidad– son riquezas mobiliarias, es decir, stocks de bienes o de dinero. Su demanda deriva del hecho de que toda actividad económica requiere unos “avances” de los que sólo podrá disponerse si previamente se han ahorra-do. Turgot cree que el dinero retenido para el negocio se convierte inmediatamente en capital real, o sea, se invierte. Por lo tanto, los ahorros, aunque se hagan normalmente en forma de dinero, no constituyen una pér-dida para la corriente monetaria puesto que vuelven inmediatamente a la circulación. Este criterio es recogido por Adam Smith, se puede considerar central entre los clásicos. Keynes fue el primero en rebatirlo.

Turgot distingue cinco formas diferentes de emplear el capital: la compra de tierras, la inversión para la agri-cultura, la industria, el comercio, y los préstamos a interés. Cada uno de ellos proporciona unas ganancias distintas. Las inversiones en tierras son las que dan menos beneficios, debido a su seguridad y facilidad. La ganancia obtenida de los fondos prestados será más alta debido a que incluye una remuneración por el riesgo corrido. Debido a esto y también por el cuidado y la atención que se requieren por parte del inversionista, el capital invertido en la agricultura, la industria o el comercio deberá proporcionar unas ganancias mayores.

El interés

El interés se paga como un coste de oportunidad, debido a que, si el prestamista hubiera utilizado sus fondos para la compra de tierras, hubiera obtenido unas determinadas ganancias, oportunidad esta a la que renuncia en el momento en que presta su dinero. Turgot refuerza esta consideración con el derecho de propiedad: el prestamista es el propietario de sus fondos, puede hacer con ellos lo que desee y nadie puede pretender te-ner su uso a cambio de nada.

Turgot atribuye al interés una función estratégica en la economía. Es el termómetro mediante el cual puede cobrarse sobre la abundancia o la escasez de capital. El capital solo puede emplearse en aquellas inversio-nes que produzcan tanto o más que el tipo de interés. Este último puede ser considerado como una especie de “nivel”, por debajo del cual, todo trabajo, toda agricultura, toda industria o todo comercio terminan.

El equilibrio y la corriente circular

La aparición de los conceptos de equilibrio y corriente circular marcan un hito en el desarrollo de la ciencia económica. Aunque Quesnay pudo construir el edificio de su pensamiento gracias a los cimientos puestos por Cantillon, las construcciones fisiócratas deben mucho a la fusión del pensamiento económico con ideas pres-tadas de las ciencias naturales. Para los fisiócratas el orden natural de la sociedad era como una rama de la física. Sus logros en economía son ejemplo de que un adelanto es posible gracias al encuentro de diferentes pensamientos que surgieron originalmente en distintas ramas de la ciencia.

El pensamiento mercantilista se había enriquecido con la asimilación del saber de los negocios; el de los fisió-cratas fue estimulado por la adaptación de las ideas de las ciencias físicas.

8.6 LA INFLUENCIA DE LOS FISIÓCRATAS

Las reformas emprendidas a instancias de los fisiócratas fueron un fracaso, no tanto porque la abolición de las restricciones al comercio de grano coincidieran con un ciclo de malas cosechas sino por lo anacrónico de su programa, que estaba lleno de incongruencias.

Los fisiócratas buscaban preservar el antiguo régimen y para conseguirlo desarrollaron un programa con un buen número de características claramente medievales, mezcladas con otras sorprendentemente modernas. En forma análoga al pensamiento económico medieval, sus ideas fueron preceptivas y exigían una adhesión al orden natural. De la misma manera que en los tiempos medievales el poder económico era dominado por las fuerzas de la religión, así ahora debía estar contenido por la obediencia al orden natural. La tierra, que ha-bía sido la principal fuente de riqueza durante la edad media, debía recobrar su posición. Como los señores feudales de antaño, la clase de los terratenientes podría ahora disfrutar de una posición preponderante en la sociedad y, como compensación, los miembros de dicha clase estarían sujetos, ya no a unas obligaciones feudales sino al mantenimiento del estado a cuyo frente había un soberano absoluto. Pero a diferencia de los labriegos medievales, la clase campesina estaría ahora libre de todo tipo de deberes feudales o dependen-cias personales características de la sociedad medieval. En su lugar, habría de transformarse en una clase próspera de actuación eficaz y a gran escala, que debería producir para abastecer a un mercado, libre de to-da regulación. El énfasis que pusieron en la preeminencia de la agricultura resultaba anticuado en una época que veía el amanecer de la revolución industrial.

La economía técnica de los fisiócratas, si se la separa de su política y de su filosofía, ejerció efectos de largo alcance sobre el curso del pensamiento económico. Smith estuvo muy influenciado por ella, y especialmente

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Capítulo 8. La aparición del pensamiento fisiocrático. La corriente circular de la naturaleza.

por las ideas de Turgot. Marx se inspiró en el tableau para desarrollar su sistema, cuya idea central es el su-perávit pero producido por los obreros más que por los campesinos. Hay afinidades con la econometría mo-derna y entre el tableau y las tablas de Leontief, que representan la unión entre la teoría y la observación es-tadística. Existe también una analogía clara entre el zigzag del tableau y el multiplicador.

La influencia del pensamiento de Quesnay sobre Keynes está fuera de toda duda.

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Capítulo 9. Corriente de pensamientos discordantes: Galiani, Hume, Steuart

Existieron otros pensadores de la época que contribuyeron al pensamiento económico. Como una alternati-va al pensamiento fisiócrata surgió el pensamiento empirista de Hume; fue enfatizado por Galiani, crítico de los fisiócratas; y comentado igualmente por Steuart. La segunda mitad del siglo XVIII señala los límites de la lucha entre los seguidores del racionalismo y los del empirismo.

Ninguno de los tres escritores mencionados desarrolló un sistema económico integral, ni fundó escuela al-guna. A Galiani se le recuerda sobre todo como un precursor de la teoría subjetiva del valor y a Hume por su ataque demoledor al mercantilismo. Steuart, el “último mercantilista” expuso sin embargo las debilidades de esta doctrina. Lo que liga a los tres pensadores es su antirracionalismo, esto es, su oposición a las ideas de los fisiócratas.

9.1 GALIANI

Los fisiócratas expusieron sus opiniones con un dogmatismo propio de los creyentes que se consideran en posesión de la verdad y acusan a los no creyentes de ceguera intelectual. Galiani, diplomático italiano en París, escribió sus “Diálogos sobre el comercio de trigo” que contenían una crítica efectiva de la fisiocracia. Condenaba el dogmatismo racional de esta escuela desde el punto de vista del relativismo histórico, y pedía políticas flexibles en línea con las condiciones históricas y geográficas más que una adhesión a principios inmutables de aplicación supuestamente universal.

Le preocupaba la propagación de la doctrina fisiocrática y, al igual que el gran historiador y filósofo Vico, se opuso al aserto de los racionalistas de que es posible llegar a principios válidos para todas las épocas y lu-gares. El principio del relativismo histórico permitió a Galiani descubrir la teoría subjetiva del valor.

En su obra “Della Moneta”, parte de modelos económicos sencillos y avanza hacia otros más complejos in-troduciendo incentivos económicos, precios, dinero e impuestos.

Teoría subjetiva del valor

La contribución más importante de Galiani es su teoría del valor, basada en la distinción entre valor en uso y valor en cambio. Desarrolla primero una teoría del valor en uso y luego deriva de ella el valor en cambio.

El sentido histórico de Galiani le hace contemplar el valor no como inherente a la calidad de los productos sino como algo que cambia con la apreciación cambiante del hombre. Reconoce el efecto poderoso de las fuerzas sociales y destaca el papel de la moda como determinante de los deseos del hombre y en conse-cuencia del valor. En el análisis del valor como una relación subjetiva entre la mente del hombre y los bienes externos, la utilidad y la escasez emergen como determinantes del valor. Define la utilidad como “la capaci-dad de un bien de proporcionarnos felicidad.” Por tanto, cualquier bien que produce placer es útil. Existen pasiones o deseos elementales, que una vez satisfechos dan paso a otros nuevos igualmente poderosos, sin llegar nunca a la satisfacción completa.

Galiani sugiere una serie de principios que una vez desarrollados son parte de una teoría subjetiva del valor que emergió en la década de los 1870. Es consciente del efecto substitución y del concepto de utilidad mar-ginal. Y nunca deja de enfatizar el sentido estrictamente subjetivo y el carácter relativo de la utilidad y del rango de los bienes que se derivan de ella. La teoría del valor de Galiani no dio lugar a una teoría de los precios, tarea intentada pero completada por Turgot, quien aprobaba la idea del valor subjetivo. Law, Turgot, Galiani y Condillac desarrollaron teorías subjetivas del valor durante el siglo XVIII pero no consiguieron mu-chos adeptos. Como Adam Smith se adhirió a la idea del valor-trabajo de Locke, la teoría subjetiva del valor no fue retomada hasta finales del siglo XIX. La obra capital de Smith no contiene ninguna influencia de Ga-liani. El único vínculo entre los dos fue Hume, al que ambos trataron.

9.2 HUME

David Hume, filósofo escocés, fue la primera gran figura del pensamiento económico en abrir la ruta que condujo al establecimiento de la economía como parte constituyente de una ciencia social más amplia. Pe-tty, Locke, y Quesnay llevaron al pensamiento económico las ideas preconcebidas y los puntos de vista de los científicos naturalistas. Los tres fueron médicos y su alianza inicial era con las ciencias naturales. Tales actividades le eran ajenas a Hume, quien desde joven se dedicó a la construcción de una ciencia social, es decir, “una ciencia del hombre”, como agente social y miembro de una sociedad, que debía basarse en la experiencia y la observación. Escribió su “Tratado de la Naturaleza Humana”, en el que intentaba introducir el método empírico en los temas morales.

Hume y los fisiócratas.

Tanto los fisiócratas como Hume están ligados al individualismo y el liberalismo económicos, pero las filoso-fías en las que se basan son diferentes. Los puntos de vista de los fisiócratas postulan un orden providencial del mundo, armonioso, inmutable, y benéfico. Para Hume estas materias caen más allá del conocimiento

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Capítulo 9. Corriente de pensamientos discordantes: Galiani, Hume, Steuart

humano, y su punto de partida, a diferencia de los fisiócratas, es la naturaleza del hombre más que la del mundo. Existe una profunda diferencia entre los métodos de Hume y el de los fisiócratas. Los fisiócratas eran racionalistas que buscaban verdades evidentes a la luz de la razón. Hume, por otra parte, fue un empi-rista que practicaba el método de la observación. Era consciente de las limitadas oportunidades para utilizar una experimentación genuina en las ciencias sociales y por ello confiaba en la introspección y en las leccio-nes de la historia. El moderno enfoque científico que considera la verdad científica más como un proceso que como un dogma tiene su antecesor en Hume. Hume fue también el primero en hacer una aguda distin-ción entre las afirmaciones positivas y las normativas.

Tanto los fisiócratas como Hume eran utilitaristas; equiparaban la utilidad con el bien. Para Quesnay, la ley moral implica la adhesión a un orden natural que “es evidente que es el más ventajoso para la humanidad. Los fisiócratas eran partidarios de un utilitarismo dogmático en tanto que Hume defendía un utilitarismo em-pírico.. La propiedad privada merece respaldo porque es socialmente útil bajo las condiciones existentes. Si las circunstancias fueran diferentes, por ejemplo, si todos los bienes estuvieran disponibles en cantidades ili-mitadas, o si toda persona se preocupara tanto por los demás como de sí misma, la utilidad social, y por tanto la justificación de la propiedad privada, se desvanecerían.

Como los fisiócratas, Hume apoya la distribución desigual de la propiedad. Le parece que la perfecta igual-dad sería “de alta utilidad”, pero cree que el coste social de esta situación sería prohibitivo y destruiría el ahorro y la industria conduciendo a una depauperación general. Las consecuencias políticas de una igual-dad perfecta serían desastrosas porque producirían la anarquía o la tiranía: tiranía si el gobierno tuviera que respaldarla, anarquía si al nivelar la propiedad se derrumbaran las bases del poder político. Cada persona, si es posible, debe disfrutar de los frutos de su trabajo. Tal igualdad es “más acorde con la naturaleza huma-na.”

Los ensayos económicos de Hume discuten materias tales como el comercio, el dinero, el interés, el comer-cio internacional, los impuestos, el crédito público, y la población.

La psicología del hombre económico

En el “Tratado de la naturaleza humana” Hume presta una atención especial a las motivaciones psicológi-cas de las actividades económicas. Lejos de ser un hedonista que explicara todo en términos del deseo de placer, describe a las personas como seres en busca de una mezcla proporcional individual de acción, pla-cer, y diversión. Los frutos del trabajo no sólo satisfacen el deseo de placer sino que el trabajo mismo aúna el deseo con la acción. A diferencia de los economistas clásicos, Hume no ve el trabajo como esencialmente penoso y encuentra en él elementos de diversión y espíritu deportivo. Afirma también, “todo en el mundo es comprado por el trabajo; y nuestras pasiones son la única causa del trabajo.”

La evolución económica: la circulación de efectivo.

La historia es, junto a la psicología, la estrella que guía las investigaciones económicas de Hume. La diversi-dad de experiencias humanas es compatible con elementos de regularidad. Las sociedades económicas surgen de un proceso de evolución que las dota de características propias junto a otras que son comunes a todas las sociedades. El pensamiento económico de Hume, de raíz histórica, es esencialmente dinámico y enlaza con la moderna teoría del crecimiento económico.

Este autor fue uno de los primeros en desarrollar de forma convincente la teoría de circulación automática de efectivo. Si el país A mantiene una balanza comercial favorable con el país B, verá crecer la cantidad de dinero y el nivel de precios. Con esta situación decaerán las exportaciones y atraerá las importaciones. En el país B ocurrirá justamente lo contrario.

El efecto demostración del comercio exterior.

Hume no considera al comercio exterior como una invención estratégica para producir dinero, como lo hicie-ron los mercantilistas, ni tampoco un mal necesario, como pensaban los fisiócratas. En lugar de ello enfati-zaba el papel del comercio exterior como promotor del desarrollo económico de un país. Buscando el proce-so evolutivo más que un equilibrio momentáneo, llama la atención sobre la función educativa del comercio exterior, que hace conocer a los hombres “los placeres del lujo y las ganancias en el comercio,” Esta sería la principal ventaja del comercio exterior.

Una vez que el comercio exterior haya cumplido con su función educativa, pueden retirarse los fondos desti-nados a él y dirigirse a la producción de bienes de uso interno. Esta visión puede observarse en la evolución histórica de muchos países subdesarrollados.

El globalismo de Hume

A diferencia de los mercantilistas Hume no considera que el volumen del comercio exterior sea fijo. En lugar de identificar la ganancia de un país con el empobrecimiento de sus vecinos, Hume anticipa el punto de vis-ta opuesto. Los individuos como las naciones no deben temer la prosperidad de sus vecinos; sólo pueden

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Capítulo 9. Corriente de pensamientos discordantes: Galiani, Hume, Steuart

beneficiarse de ser miembros de una comunidad próspera. Cuanto más rápido crezca la economía de un país, mayor será su demanda para los productos de sus vecinos.

La migración de la oportunidad económica

Bajo este punto de vista optimista y global, los intereses económicos de los diferentes países son tan com-patibles entre sí como los de los individuos. Pero su realismo le impide cerrar totalmente los ojos a la posibi-lidad de conflictos económicos resultantes de la incompatibilidad de intereses económicos nacionales. En el largo acontecer de la historia, “una feliz concurrencia de causas” hace que sea muy poco probable que una nación que mantiene una posición comercial preponderante pueda conservar para siempre esa posición pri-vilegiada. Para demostrarlo, Hume establece lo que podríamos llamar una ley de migración de las oportuni-dades económicas, según la cual el desarrollo económico de un país se detiene o modera al mismo tiempo que se abren oportunidades para el desarrollo de otros. Una vez que un país se ha hecho comercialmente próspero, su nivel de precios será desfavorable si se le compara con el bajo precio del trabajo en otros paí-ses que no tienen un comercio de tal volumen, y en los que no abundan el oro y la plata. Las manufacturas se van desplazando gradualmente, abandonando aquellos países a los que ya hayan enriquecido y volando hacia otros, a los que son atraídas por los bajos costes de los materiales y el trabajo.

La teoría de Hume acerca del auge y declive relativo de las economías regionales y nacionales puede ser complementada por su punto de vista acerca de la importancia del efecto demostración en el plano interna-cional, o sea la influencia de unas culturas sobre otras.

Entre las contribuciones de Hume a la economía interior está su teoría del interés, su discusión sobre los empréstitos y su famosa teoría de la inflación beneficiosa. Hume no pretendió construir un sistema abstracto de principios económicos; su economía está basada en el estudio del hombre como ente social y es una ampliación de su método empírico basado en la psicología y la historia.

Pensamiento monetario

La argumentación de Hume es presentada con frecuencia como si fuera una elaboración de la teoría cuanti-tativa del dinero, a la que se adhiere aparentemente. “La cantidad absoluta de los metales preciosos, es un asunto casi indiferente. Hay sólo dos circunstancias que tienen una cierta importancia y son su incremento gradual y su cabal difusión y circulación por todo el estado.” Es una falacia el asignar a los factores moneta-rios consecuencias que son realmente el resultado de “un cambio en las formas y en las costumbres de la gente.” La teoría mercantilista del interés, que hace variar la tasa de interés en forma inversamente propor-cional a la oferta de dinero, es un ejemplo de tal falacia. En lugar de ello, la tasa de interés reflejará primor-dialmente la demanda y la oferta de capital real, factores que a su vez son influidos por los hábitos y la ma-nera de ser de las personas. En las sociedades agrarias, el tipo de interés es alto porque no hay una clase ahorradora, porque los señores disipan todo el dinero. La tasa de interés bajará en el curso del desarrollo económico, cuando una clase formada por comerciantes y fabricantes surja para adquirir una “pasión” por las utilidades y practique la frugalidad. Al acumularse el capital, “la abundancia reduce su precio,” y tanto la tasa de interés como la utilidad declinan.

La relación entre la tasa de interés y la tasa de utilidad no es causal en el sentido de que una baja tasa de interés sea la causa de una baja tasa de utilidad o viceversa. Ambas reflejan el nivel de desarrollo económi-co y su relación es de interdependencia, más bien funcional que causal.

La importancia del ensayo de Hume sobre el interés indica la importancia que adjudica a la aparición de una clase comercial e industrial. Según la agricultura va siendo complementada por las actividades comerciales e industriales, el efecto de demostración hará que los campesinos se vayan convirtiendo en ricos agriculto-res, al mismo tiempo que la difusión de la propiedad entre las clases comerciales otorgará “autoridad y con-sideración a estos hombres de rango medio que son la base mejor y más leal de la libertad general.” Las clases de Hume son categorías económicas que se distinguen principalmente por las características psico-lógicas de sus miembros.

La deuda pública.

Hume es partidario de una clase media, siempre que sea una clase activa y no esté formada por rentistas. Esta es una de las razones por las que condena con firmeza la deuda pública, la cual contempla en manos de personas ociosas que llevan una vida inútil e inactiva. La práctica de contraer deudas invitará al abuso inevitablemente. La deuda es perniciosa cuando para pagarla el estado debe abandonar sus funciones ele-mentales; si se opta por la vía de la exacción impositiva sobre el capital se destruirá el crédito público.

Teoría de la inflación benéfica

La teoría de la inflación benéfica de Hume parte de un incremento de la cantidad de dinero, producido, por ejemplo, por una balanza comercial favorable. En línea con la teoría cuantitativa del dinero, el incremento en la cantidad de dinero tenderá a elevar los precios, pero Hume introduce una nueva idea, el periodo de tiem-

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Capítulo 9. Corriente de pensamientos discordantes: Galiani, Hume, Steuart

po transcurrido entre el incremento de la cantidad de dinero y el alza de los precios. Durante el proceso de ajuste se produce un aumento transitorio de la producción y el consumo. La sorprendente conclusión de Hu-me de que el incremento de la oferta monetaria elevará la producción y no sólo los precios, se deduce con la ayuda de un análisis de la expansión que no difiere mucho del que ofrece la teoría del multiplicador. Mal-thus y Ricardo discutieron dicha idea y hablaron de “un efecto mágico sobre la industria”, reconociendo que fue Hume el primero que hizo esta observación. Pero mientras Malthus se mostraba inclinado a aceptar la idea, Ricardo la criticó. La tradición Ricardiana fue la más fuerte hasta que ideas similares recibieron más amplia circulación bajo la Teoría General de Keynes.

El análisis de corto plazo del efecto benéfico de elevar la oferta de dinero recibió la aprobación de Keynes, quien aplaude lo que considera un rasgo mercantilista en Hume. La defensa que Hume hace de los comer-ciantes estaba también dentro de la tradición mercantilista, pero su devastadora crítica de las teorías mer-cantilistas sobre el dinero, el interés y la balanza comercial, contribuyeron mucho para acabar de desacredi-tar las mismas.

Las relaciones de Hume con los fisiócratas y con Smith.

Aunque los Discursos de Hume, publicados en 1752 y pronto traducidos al francés, preceden al trabajo de los fisiócratas, Du Pont, el primer historiador del pensamiento fisiocrático, omite mencionar a Hume entre los precursores de la nueva ciencia. Hume conoció personalmente a buen número de fisiócratas y mantuvo co-rrespondencia con Turgot, con quien discutió las ventajas de un impuesto único. Pero no ocultó su baja opi-nión acerca de los fisiócratas y de su método metafísico, racionalista y dogmático.

Hume fue gran amigo de Adam Smith, pero en su correspondencia no hay nada que arroje luz alguna sobre sus ideas respectivas acerca de la economía. Hume critica el tratamiento que Smith hace de la renta. De una manera que anticipa la teoría de la renta de Ricardo, escribe: “No puedo pensar que la renta de granjas constituye parte alguna del precio del producto, sino que el precio es determinado conjuntamente por la cantidad y la demanda.”

La filosofía utilitaria de Hume, su defensa del individualismo económico, su creencia en la compatibilidad de los intereses de los individuos y las naciones, y su actitud crítica hacia las ideas mercantilistas y fisiócratas fueron compartidas por Smith. La gran diferencia entre los dos está en el método. Hume escogió la trayecto-ria empirista, mientras que en el pensamiento de Smith se decanta por el racionalismo abstracto y deducti-vo aunque mezclado con una cierta proporción de empirismo casual. Aunque Smith hace uso de las leccio-nes de la historia, lo hace incidentalmente y de manera que no obstruya la construcción de un gran sistema de pensamiento primariamente abstracto. El historiador y el teórico siguen rutas distintas hacia el conoci-miento, y el elegido por el historiador no conduce a un sistema. Es dudoso que Hume hubiera construido una economía sistemática de permanecer apegado a su método empírico. Ningún economista que ha practi-cado el método empírico ha construido jamás una economía sistemática. En el mejor de los casos, los eco-nomistas históricos han tenido la capacidad de hacer una clasificación de los sistemas, pero no han produci-do un sistema en sí mismo.

Entre los economistas institucionales, Veblen se acerca mucho a Hume en estatura intelectual, pensamiento filosófico y actitud escéptica.

9.3 STEUART

Tres años después de la publicación de los Discursos de Hume, James Steuart, un escocés exiliado, publicó su obra “Principios de Economía Política”, sólo nueve años antes que “La Riqueza de las Naciones” de Smi-th. Pasó la mayor parte de su vida adulta exiliado en Alemania y allí escribió la mayor parte de sus “Princi-pios”

Steuart y Smith

El libro de Steuart fue el primero en llevar el nombre de la nueva ciencia en su título y el primero en desarro-llarlo en una escala importante. No es de sorprender el poco éxito de la obra de Steuart porque se le compa-ra desfavorablemente con la obra de Smith. Para Smith el individuo era el primer motor del desarrollo eco-nómico, para Steuart era el paternalismo de un déspota ilustrado, del hombre de estado que él supone esta-rá constantemente alerta, atento a su empleo, capaz e incorruptible, tierno en su amor por la sociedad que gobierna y desdeñoso de los intereses individuales a los que consideraba inconsistentes con el bienestar general. Steuart fue un defensor del viejo orden, Smith el profeta de una nueva era.

Su libro se aproxima a un sistema de política económica más que a uno de economía. La orientación políti-ca de su pensamiento no le deja perder de vista las especiales circunstancias históricas y geográficas que rodean a la historia de cada país y que, a su juicio, limitan la validez de las reglas generales y de los siste -mas como el fisiocrático. Steuart defiende el relativismo histórico que le hace respaldar el punto de vista de que cada país tiene su propia política económica, ya que son enormes las diferencias en cuanto a distribu-ción de la propiedad, ordenación social, carácter de los habitantes, formas de gobierno, leyes y costumbres.

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Capítulo 9. Corriente de pensamientos discordantes: Galiani, Hume, Steuart

Malthus y Ricardo consideraron a Steuart como uno de los precursores de la economía política, llamada economía nacional en Alemania, país en el que su obra tuvo muy buena acogida durante el siglo XIX.

Steuart Y Hume

Steuart, hombre entrenado en el derecho pero no en la epistemología, se lanza a investigar los principios de la nueva ciencia, pero al mismo tiempo no deja nunca de insistir en que “las circunstancias concomitantes... producen reglas generales de escasa validez.” Hume, al hablar de las motivaciones psicológicas de las acti-vidades económicas, había señalado la acción, el placer y el ocio como las tres grandes fuerzas motivado-ras. Esto no basta para Steuart. El hombre, afirma, actúa de manera uniforme en todas las épocas, en todos los países, y en todos los climas, movido por los principios del propio interés conveniencia, deberes, o pa-siones. El aserto de Hume arroja luz sobre el comportamiento humano; el de Steuart es una perogrullada.

Steuart y la población

Steuart discute la población y la agricultura, la industria y el comercio, el dinero y la moneda, el crédito, las deudas y los impuestos. El crecimiento de la población es considerado con mayor atención de lo que lo ha-bían hecho antes Mun, Child o Petty, que apoyaban este crecimiento. Cantillon había reconocido que el cre-cimiento estaba limitado por las subsistencias. Steuart cae del lado del nuevo pensamiento. El poder del hombre para reproducirse, dice, “se parece a un manantial tapado con un peso,” representado por los me-dios de subsistencia. Las enfermedades contrarrestarán la posible tendencia de la población a crecer más rápido que la cantidad de alimentos. El crecimiento de la población es consecuencia de una producción agrí-cola que excede a las necesidades de la población campesina. Como respuesta se producirá una demanda recíproca, la de la población no agrícola será de productos alimenticios y la de los campesinos será la de manufacturas. El desarrollo industrial es, según esto, un requisito previo, tanto para la expansión de la pro-ducción en el sector agrícola como para el crecimiento de la población facilitado por dicha expansión.

Steuart distingue tres etapas en el desarrollo económico: el comercio primitivo (infantil), en el que para pro-mover el desarrollo económico interior se alienta el lujo; el comercio internacional (maduro) en el que se alienta la frugalidad en el interior y el lujo en el exterior con el fin de reducir la demanda interior y mantener los precios en niveles competitivos; y por último, el comercio interior (ancianidad) que corresponde a la eta-pa más brillante del desarrollo de un país y se inicia cuando un país se ve amenazado por una balanza co-mercial desfavorable. La riqueza adquirida mediante el comercio exterior debe ponerse en circulación, pro-moviendo nuevamente el lujo para equilibrar la oferta y la demanda.

La regulación gubernamental

Dado que situación de los diferentes países no constituyen una unidad política y la actitud de sus habitantes frente al lujo y la frugalidad es diferente, no es posible dejar el comercio libre y sin restricciones. Por ello, el hombre de Estado de Steuart debe utilizar un conjunto de medidas políticas mercantilistas incluyendo subsi-dios y restricciones sobre las exportaciones e importaciones. Al igual que los mercantilistas, Steuart es parti-dario de la exportación de trabajo y contrario a la salida de materias del país. Para lograr este objetivo, du-rante la etapa de comercio exterior debe procurarse que los salarios se mantengan en el nivel de subsisten-cia. En la época en la que Turgot descubría la ley de los rendimientos decrecientes en la agricultura, Steuart creía que debía elevarse el precio de las subsistencias a fin de estimular la roturación de nuevas tierras.

La teoría del precio

Steuart hace contribuciones notables a la teoría del precio y la demanda. Distingue el “valor real del bien,” y el “beneficio sobre la enajenación.” El valor real de un bien está determinado por la subsistencia y los gastos del trabajador durante el tiempo necesario promedio para la terminación del producto, y por el valor del ma-terial, que representa nuevamente trabajo y subsistencia. Steuart sostiene que el precio no puede ser infe-rior al valor real, mientras que el beneficio fluctuará en respuesta a las condiciones cambiantes de la deman-da. La demanda debe ser efectiva, esto es, respaldada por la capacidad de proveer lo demandado recípro-camente. De lo contrario se produce inflación.

La teoría de la demanda de Steuart es precursora de la teoría de los mercados. Se aleja de la bipolaridad monopolio – competencia al considerar que éstos son sólo los extremos entre los que se sitúa el espectro de las diferentes situaciones que pueden darse en el mercado. Habla de competencia en la oferta y en la demanda y cree que sólo cuando ambas se dan simultáneamente es posible hablar de equilibrio. Sin embar-go, desconfía de que esta sea la situación más habitual y sugiere toda una serie de regulaciones para pro-vocar que los recursos se desvíen hacia las industrias en las que la demanda sea más elevada, con el fin de combatir los incrementos de precios.

La economía del papel moneda

Steuart no extiende su teoría de los precios a los factores productivos, pero muestra la forma en que los cambios en los haberes de las personas afectan a la distribución de la riqueza y cómo se facilitan dichos

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Capítulo 9. Corriente de pensamientos discordantes: Galiani, Hume, Steuart

cambios a través del dinero simbólico: billetes de banco, créditos bancarios, letras, bonos, etc. Las oportu-nidades para el cambio de un bien no consumible (la tierra) por otro consumible originan cambios en la dis-tribución de la riqueza y dichas oportunidades se incrementan con la introducción del dinero simbólico. La monetización de los activos reales que por su naturaleza no pueden circular, –y que constituían la principal causa de la desigualdad hasta la aparición del dinero– permite una circulación adecuada. Es una forma de destruir las verdaderas causas de la desigualdad y de hacer que las fortunas se igualen.

Entre los logros de Steuart está el intento de desarrollo de una teoría del crédito, el apoyo a la introducción de las máquinas, su criterio favorable a la inversión exterior a largo plazo y el respaldo de las medidas pro-teccionistas para permitir el desarrollo de la industria primitiva.

En lo que respecta a la intervención del gobierno, sus ideas están más en sintonía con la economía mixta de nuestros días que con la que prevalecía en su época.

Considera que “lo que forma el bien común es la combinación de los intereses privados de cada uno” y no tiene fe en un sistema en el que los individuos buscaran el interés público antes que el suyo propio. No obs-tante, considera el interés privado sólo como un motivo y no lo eleva a la categoría de principio básico de la organización económica. La figura clave es el hombre de Estado que todo lo regula ya que no cree en los mecanismos de regulación automática.

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Capítulo 10. Adam Smith y su economía de la autoconfianza

10.1 LA VIDA DE SMITH

Smith estudió en el Glasgow College donde tuvo como profesor de filosofía moral a Hutcheson. Estudió para sacerdote pero no tomó las órdenes sagradas. En 1750 ocupó la cátedra de lógica en el Glasgow College y posteriormente la de lógica. Por esa época entabló una relación de amistad con Hume que habría de durar hasta la muerte de éste en 1776. La “filosofía moral” era lo que hoy entendemos como ciencias sociales. Abandonó la cátedra para convertirse en tutor de un joven noble y después se trasladó a Francia donde em-pezó a escribir “La Riqueza de las Naciones” Esta obra recibió una gran acogida desde el primer momento, lo que le valió el nombramiento de comisario de Aduanas de Edimburgo. La amplitud de los temas tratados por Smith atestiguan la amplitud de sus inquietudes intelectuales.

10.2 LOS INTERESES PRIVADOS Y EL BIEN COMÚN.

Los puntos de vista filosóficos de Smith reflejan el espíritu de la época, con su creencia en el orden newto-niano de la naturaleza, es decir, un universo mecanicista cuya organización armoniosa y beneficiosa prueba la sabiduría y la bondad de su creador. Los moralistas británicos del siglo XVIII, entre los que se encuentra Smith, propusieron varios principios para tratar de integrar el mundo moral y social de una manera similar.

A Smith le correspondió la tarea de aplicar la idea de un mundo, que funciona como un mecanismo armonio-so y bien ordenado, a las relaciones económicas y sociales.

La idea de la armonía de intereses y la noción de que la persecución de los intereses privados puede ser beneficiosa para la sociedad, estaba ya en el aire cuando Shaftesbury la incorporó a la corriente principal de la filosofía británica del siglo XVIII.

10.3 MANDEVILLE

Este pensamiento que, en síntesis, identifica las virtudes privadas con los beneficios públicos, fue desafiado por el médico holandés Mandeville para quien todo egoísmo es vicio y toda abnegación es virtud sin que exista término medio entre ambos. Su “Fábula de las abejas” que lleva el subtítulo de “vicios privados, bene-ficios públicos” escandalizó a la Inglaterra de su época. Condena el lujo y la búsqueda de ganancia como vi-cios, pero los describe al mismo tiempo como requisitos previos e indispensables para la prosperidad eco-nómica. De esta forma los vicios privados se convierten en beneficios para todos. Con esto hace aparecer al mundo como algo fundamentalmente perverso.

Es refutado por Smith quien habla con frecuencia de una “mano invisible” que conduce al hombre a promo-ver el interés público, aún cuando el fin que se proponga no sea éste sino sólo su beneficio personal.

No parece que Smith tomara esta idea de Mandeville sino más bien de Shaftesbury. Por otra parte, la no-ción de “laissez faire” era ajena a las ideas de Mandeville, firme partidario de la intervención económica, pa-ra convertir los vicios privados en beneficios públicos mientras Smith confía esa transformación al libre juego de la competencia. Mandeville hace una farsa del “rigorismo” a diferencia de los ministros presbiteranos de la iglesia escocesa de la época que predicaban la total depravación del hombre y que pueden calificarse co-mo auténticos rigoristas.

10.4 HUTCHESON

Fue maestro de Smith, a quien precedió en la cátedra de filosofía moral en Glasgow. A pesar de ser ministro presbiterano sus ideas se apartaban del ascetismo rigorista. Consideraba que el hombre estaba, por natura-leza, más dispuesto a la benevolencia que al mal y que el mundo contenía más felicidad que miseria. Nues-tro sentido moral nos inclina a la benevolencia hacia los demás y nos conduce a la realización de actos que son a la vez útiles y placenteros. Hutcheson proporcionó a Smith, de esta manera, otro modelo de aquella mano invisible que trabaja, en este caso en sentido contrario, es decir, desde el beneficio de la sociedad al individual. Hutcheson no dudaba que la acción virtuosa es siempre útil aún cuando su virtud no derivara de su utilidad. Se adelantó a Bentham al proponer la famosa fórmula utilitarista de que “la mejor acción es la que procura una mayor felicidad a un mayor número de personas”.

Basa la ley natural en la utilidad social que es también la base del derecho a la propiedad privada, “sin el cual pocas esperanzas tendríamos de que existiera ningún tipo de industria”.

10.5 LA ÉTICA DE SMITH

La “Teoría de los sentimientos morales” y “La Riqueza de las naciones” son la versión de Smith acerca del newtonianismo moral y social, extendiendo el último la idea hasta el campo de la economía política. Ambas obras están en la tradición filosófica de los moralistas británicos, como Shaftesbury y Hutcheson. La “Teoría de los sentimientos morales” constituye un intento de desarrollar una ética basada en la benevolencia o

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Capítulo 10. Adam Smith y su economía de la autoconfianza

compasión como principio unificador. Su éxito se debió a que es una ética que procede de los sentimientos humanos y no de la razón, de unas ideas innatas o de unos principios teológicos.

A pesar de la importancia de su “Teoría de los sentimientos morales”, la mayor aportación intelectual de Smith es “La Riqueza de las Naciones” en la que intenta, de una forma nueva, conciliar la nueva ciencia de la economía política en un universo newtoniano, mecánico y al mismo tiempo, armónico y beneficioso, en el que la sociedad se beneficia de las no intencionadas consecuencias de la búsqueda del interés particular de cada persona. Ambos trabajos están integrados por un principio unificador: Lo que realiza la compasión en el terreno moral, lo hace el propio interés en el económico.

La ética de Smith describe al hombre en posesión de un sentimiento de compañerismo que le hace ser par-tícipe de los sentimientos de los demás. Al compadecer o simpatizar con los demás aprobamos sus senti-mientos. Y los demás, deseosos de obtener esta aprobación, procurarán ser dignos de ella, siendo empuja-dos a obrar correctamente. El juez que decide la dignidad moral de nuestras propias acciones y de los actos de los demás habla a través de la voz de la propia conciencia interior. La de Smith es una ética de autodo-minio y de confianza en uno mismo, como lo es su laissez faire en economía.

Smith no admite que el sentido moral, la benevolencia o la utilidad puedan ser las bases de la ética, que él fundamenta en la simpatía o compasión por los demás y el deseo de aprobación que nos hacen dominar nuestro egoísmo y dar rienda suelta a nuestra inclinación por la benevolencia. El gran designio de la natura-leza es la felicidad de la humanidad, felicidad que promovemos nosotros mismos cuando seguimos los dic-tados de nuestras facultades morales.

Cada hombre recibe el encargo de la naturaleza de cuidar de sí mismo y por ello pretenderá conseguir su propia dicha dedicando a ello sus mejores esfuerzos. Si en la carrera hacia la prosperidad empujamos a nuestros competidores estaríamos violando las leyes del juego limpio, lo que sería inadmisible para nuestros semejantes. Pero si la ambición permanece dentro de los límites de la prudencia y la justicia, sería merece-dora de admiración.

El hombre busca la riqueza no solo porque le empujen a ello las necesidades naturales sino, principalmente, por el deseo de emular a los que están por encima de él. El objetivo final de nuestros deseos es conseguir la condición de los grandes. Pero es sin duda esta cualidad engañosa de la riqueza “la que hace que surja la industria humana y la mantiene en movimiento perpetuo.” De esta forma, sin pretenderlo ni saberlo va avanzando el interés de la sociedad conducido por una mano invisible.

Smith extrajo de la filosofía moral británica la idea de un orden providencial del universo, en el que el hom-bre no es más un instrumento del Creador.

Los estudiosos alemanes de Smith creen descubrir un conflicto entre el principio de simpatía que ordena el mundo moral y el principio del propio interés que cumple la misma función en el mundo económico. El pro-blema es más aparente que real si la búsqueda del interés privado se sitúa en el contexto del juego limpio al que nos hemos referido. Aunque hay más optimismo y complacencia en “La teoría de los sentimientos mo-rales” que en “La riqueza de las naciones”, ambas están integradas por el mismo principio de autodominio o confianza en uno mismo que se manifiesta en el lema económico de laissez faire.

La libertad natural

La mano invisible tiene sus precedentes en la filosofía moral británica pero refleja también varias corrientes de pensamiento difíciles de desenmascarar. “Para llevar a un Estado desde la barbarie hasta la máxima opulencia poco se necesita aparte de paz, impuestos cómodos y una tolerable administración de justicia. El resto vendrá por sí mismo mediante el curso natural de las cosas. Los gobiernos que sigan caminos diferen-tes serán antinaturales y para mantenerse en el poder deberán ser opresivos y tiránicos.

10.6 PUFENDORF Y LOCKE

La idea del laissez faire aparece temprano en la obra de Smith; sin embargo no sabemos hasta donde fue estimulada por sus estudios sobre Derecho natural realizados en Glasgow, donde pudo leer a Grocio y Pu-fendorf, escritores exponentes de una ley natural secularizada, de la que deducían los principios básicos de la jurisprudencia. En el pensamiento de Pufendorf surge obscuramente la idea de unos “derechos naturales” que la ley natural concede al hombre y al ciudadano. La obligación que tiene el gobernante de respetar di-chos derechos es considerada por Pufendorf como incompleta, ya que en el caso de que las leyes humanas prohíban lo que las leyes naturales ordenan, el ciudadano deberá respetar las leyes humanas.

En los escritos de Locke el estudio de los derechos naturales alcanza su pleno desarrollo. Los derechos na-turales llegan a considerarse ahora como algo innato e inalienable, en contraste con los derechos adquiri-dos. Con esto surge la idea de la limitación de las funciones gubernamentales.

Transmisión de la idea de los derechos naturales:

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PUFENDORF LOCKE

HUTCHESONSMITH

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Capítulo 10. Adam Smith y su economía de la autoconfianza

En Locke pudo encontrar Smith unas definiciones mucho más claras acerca de los derechos de los indivi-duos frente al gobierno, que expresan las aspiraciones populares de la época respecto a la protección de la vida, de la libertad y de la búsqueda de la felicidad. La garantía de la libertad del hombre en sociedad está asegurada en el pensamiento de Locke tanto por el consejo de los gobernados, como por otras condiciones entre las que se incluye la de considerar al gobierno como un administrador fiduciario, al que se le autoriza sólo a promulgar leyes que sean para el bien del pueblo. La grandeza de la filosofía de Locke reside en ha-ber proporcionado los cimientos del estado democrático moderno, sin encerrarlo dentro de ninguna forma concreta de organización económica.

Cuando Smith hace su petición de la libertad natural o de laissez faire, tenía ya tras de sí la tradición de la fi -losofía política de Locke. En ésta pudo encontrar ya la gran idea de que existen limitaciones a las funciones legítimas del gobierno, como la que restringe la actuación del poder legislativo a la promulgación de leyes que promuevan el bien común. Para Smith el bien público o común, requería del laissez faire, ya que la per-secución del interés de cada uno, guiado por la mano invisible de la competencia, daría lugar a dicho bien; la intervención del gobierno en la esfera económica obstaculizaría, por el contrario, la consecución del bien público, en lugar de ayudar a conseguirlo.

10.7 LAS PARADOJAS DE LA SOCIEDAD COMERCIAL.

Smith fundió el liberalismo político de Locke con su propio liberalismo económico, convirtiéndose con ello en el profeta de la sociedad comercial del capitalismo moderno, bajo la cual la iniciativa privada, estimulada por las ganancias, puso en práctica las innovaciones tecnológicas de la revolución industrial, en forma relativa-mente independiente de los controles gubernamentales.

Sin embargo, la sociedad comercial tan convincentemente racionalizada para los contemporáneos de Smith en “La Riqueza de las Naciones” resulta ser una sociedad que el mismo Smith encuentra viciada por nume-rosos y serios defectos. La obra está llena de ejemplos de los mismos. La división del trabajo de la que sur-ge la riqueza de las naciones, elogiada en el Libro I, está descrita en el Libro V como la responsable de ha-cer al hombre un ser estúpido, por la monotonía y la simplicidad de las operaciones que debe realizar.

Si este es el sino del trabajador en la sociedad comercial, uno cree que podrían encontrarse características compensadoras entre las otras clases sociales. No es esta la opinión de Smith. De los terratenientes dice que, “como a todos los demás hombres, les gusta cosechar donde nunca sembraron” y habla de la “indolen-cia, que es la consecuencia natural de la comodidad y seguridad de su situación” y que con frecuencia les hace ignorantes.

A los patrones les encuentra: en todo tiempo y lugar, haciendo una especie de cábalas tácitas, pero cons-tantes y uniformes, para no elevar los salarios por encima de su nivel actual.

Comportamiento que muy bien puede violar lo que Smith considera necesario para la equidad, es decir, que aquellos que alimentan, visten, y dan alojamiento a toda la población, deberían participar en el producto de su propio trabajo, de forma que pudieran a su vez alimentarse, vestirse y albergarse en forma tolerable. En cuanto a los comerciantes y patronos industriales, Smith dice que se quejan mucho de las consecuencias desfavorables de la elevación de los salarios, pero omiten comentar sobre las consecuencias de sus exage-radas ganancias.

Smith opina que el interés de los traficantes en cualquier rama del comercio o de la industria es siempre opuesto al interés del público, ya que consiste siempre en ampliar el mercado y reducir la competencia. Smi-th habla de “la mezquindad de los prejuicios mercantilistas”, de “la mezquina rapacidad y el espíritu monopo-lizador de los comerciantes e industriales”. Para Smith la sociedad comercial está llena de brechas y conflic-tos que amenazan los “sagrados derechos de la propiedad privada”

Los pasajes de este tipo muestran una brecha en la postura de Smith, que por una parte defiende la socie-dad comercial con su libertad natural y por otra, critica esa misma sociedad con la misma acritud que Marx o Veblen.

El trabajo de Smith es una mezcla única de racionalismo y empirismo, de deducción y de inducción. Su ra-cionalismo le permite construir un gran sistema de pensamiento sobre la base de unos pocos principios fun-damentales; su empirismo le hace ser realista y le proporciona el don de la persuasión, al complementar ca-da idea general con cantidad de ejemplos adecuados y convincentes. El empirismo de Smith le permitió ver al gobierno como responsable de que se perturbe la complaciente idea del universo ordenado que caracteri-za su ética y las notas discordantes que turban la armonía de su economía.

Si Smith encontraba el mundo de la economía tan lleno de imperfecciones ¿por qué apoyó, a pesar de todo, la idea de una sociedad comercial con una fortaleza intelectual nunca igualada? La clave de sus intenciones puede quizá encontrarse en ciertos pasajes de los Discursos de David Hume, en los que se subrayan los efectos civilizadores del comercio. Smith se refiere a estos pasajes de esta forma: El comercio y la fabrica-

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ción de manufacturas han ido introduciendo gradualmente el orden y el buen gobierno y, con éstos, la liber-tad y la seguridad de los individuos entre los habitantes de un país.

10.8 LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA

Smith fue hijo de la era de la Ilustración y se opuso vigorosamente al antiguo régimen. En su pensamiento, el comercio y la industria surgen como los instrumentos indispensables para el cambio. La interpretación de Smith acerca de este cambio histórico es el siguiente: En tanto los señores feudales no encontraron nada que comprar con aquella parte de sus productos que excedía a sus limitadas necesidades, emplearon el ex-cedente en mantener a sus dependientes. En esto basaban su poder, y era la base sobre la que administra-ban justicia y mantenían fuerzas militares en la región. El poder de los señores feudales se comenzó a des-moronar con la aparición del comercio y la manufactura, al convertirse en compradores de productos que podían comprar con sus excedentes y consumirlos ellos mismos, sin compartirlos con sus dependientes. Al dejar de mantener a éstos, perdieron poder y autoridad sobre ellos. Así los señores vinieron a mantener, aunque indirectamente ahora, a los mismos que antes dependían de él.

Es posible que Smith considerara que la influencia civilizadora de la sociedad comercial, la que trajo la libe-ración respecto a las dependencias feudales, fuera lo suficientemente importante como para hacerle aceptar sus inconvenientes en vista de lo que él consideraba un bien mayor: la libertad política y la independencia. La conclusión de este razonamiento es que la libertad política no puede florecer sin libertad económica.

10.9 SMITH Y LOS FISIÓCRATAS.

Smith mantuvo estrecho contacto con los fisiócratas, pero su pensamiento marca un agudo contraste con el de ellos. Smith apoyaba el laissez faire porque para él era un compañero indispensable de la libertad políti-ca. La intención de los fisiócratas era diferente: proclamaban el laissez faire como medio de perpetuar el an-tiguo régimen absolutista. Más aún, la idea del laissez faire de los fisiócratas era modificada por el bon prix para los productos agrícolas. Smith nunca compartió los puntos de vista acerca de la conveniencia de los precios altos para los productos agrícolas, la productividad única de la agricultura, o un impuesto único. Du-pont, el primer historiador del pensamiento económico, insistía en que todo lo sólido en la “Riqueza de las Naciones” era derivado de los fisiócratas, mientras que todo lo añadido por Smith era defectuoso. Hay buen número de pasajes en la obra de Smith que indican la influencia fisiócrata, pero puede considerarse que la idea básica del laissez faire es propiedad intelectual de Smith, aunque Quesnay y Smith la concibieran de manera simultánea.

10.10 LA INFLUENCIA DE ROUSSEAU.

Smith, como cualquier pensador de su época no escapó de la influencia de Rousseau, con quien mantuvo amplia correspondencia. La influencia de Rousseau es especialmente notable cuando Smith identifica los efectos perniciosos de la división del trabajo. El pensador francés creía que los hombres dejaron de vivir una vida libre en el momento en que empezaron a necesitar la ayuda de los demás por parecerles ventajoso po-seer provisiones para dos personas. Aparece aquí la idea de alienación desarrollada por Hegel y Marx. En la versión de Smith el hombre se deshumaniza por la división del trabajo y para precaverse de los efectos nocivos cree indispensable que el gobierno patrocine la educación. Esta excepción a la teoría del laissez fai-re llegó a ser sumamente influyente en la historia de la educación.

10.11 SMITH Y LA TRADICIÓN INGLESA

Si lo que contara fueran más las palabras que la esencia del pensamiento, podríamos encontrar preceden-tes a la idea del laissez faire de Smith. Existen referencias en los escritos de Child (acerca de la libertad y la propiedad), Petty (el mundo se resiste a ser mal gobernado), Davenant (el comercio es libre por naturaleza). Pero si exceptuamos a North cuyo escrito no alcanzó a un público numeroso hasta el siglo XIX, todas estas frases fueron dichas de forma no sistemática, para apuntalar una posición política determinada pero no para construir un plan de acción general.

10. 12 LA ECONOMÍA POLÍTICA CLÁSICA

En “La Riqueza de las Naciones” el principio del laissez faire se convierte en la piedra angular de todo un sistema de pensamiento. El principio del laissez faire, la competencia, y la teoría del valor trabajo son as-pectos destacados de la enseñanza de la escuela clásica de economía, formada esencialmente por Smith, Malthus, Ricardo y Mill. Esta escuela, la segunda en la historia del pensamiento económico, fue líder duran-te los cien años que siguieron a la publicación de la obra de Smith en 1776. No todos los economistas clási-cos siguieron en detalle los patrones establecidos por Adam Smith. A medida que la ley natural, los dere-chos naturales, y el orden newtoniano de la naturaleza dieron lugar a otras percepciones, algunos escritores pusieron mayor énfasis en el principio de la utilidad como el fundamento del laissez faire.

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Capítulo 10. Adam Smith y su economía de la autoconfianza

Durante el siglo XIX la escuela clásica enfrentó tres desafíos, el primero de la escuela histórica, el segundo de los Socialistas, y el tercero por parte de los economistas de la utilidad marginal hacia 1870. Aunque so-brevivió a los ataques de los economistas históricos y los socialistas, la tercera corriente destrozó la teoría del valor.

En el siglo XX, El desafió de Keynes hacia el laissez faire puso en duda los cimientos mismos de la econo-mía clásica. Pero lo que le parecía anticuado a Keynes era terriblemente revolucionario dos siglos atrás. Lo propuesto por los clásicos marca un agudo contraste con tendencias anteriores en el pensamiento económi-co. Los medievalistas se inclinaron a confiar en la caridad como medio de solución para el problema econó-mico. Los mercantilistas exaltaron la búsqueda de la ganancia nacional y vieron en ella el indicio para el po-der y la abundancia. Los fisiócratas por su parte hicieron de la reconstrucción de la agricultura el instrumen-to para derrotar la escasez y la pobreza. Los clásicos encuentran fallos en todas estas posturas. Los medie-valistas pedían las buenas obras; los reformadores la fe. En su lugar Smith trae la demanda del laissez faire, un sistema de libertad natural, como el mejor medio para producir la riqueza de las naciones. En tal sistema el individuo puede perseguir su propio interés, pero, independientemente de sus intenciones, hay un orden providencial que tenderá a convertir la búsqueda del interés privado en un instrumento que sirva a los intere-ses de la sociedad.

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La Riqueza de las Naciones de Smith está dividida en cinco libros, que discuten, en este orden, la produc-ción y la distribución con referencia al trabajo, el capital, el desarrollo económico, la historia de la economía, y las finanzas públicas. Los dos primeros libros destacan como los más importantes en asuntos tales como la división del trabajo, y las teorías del valor, el precio, los salarios, utilidades, e intereses.

Respecto al fin de las actividades económicas, cree que el único propósito de la producción es el consumo y de ahí se sigue que sólo deba atenderse el interés del productor si es para promover el del consumidor. A pesar de eso Smith no desarrolla una teoría completa del consumo y se centra principalmente en la produc-ción. Con el advenimiento de la revolución industrial y el consiguiente aumento de la producción aparece el problema de la distribución que es central en el pensamiento de Ricardo.

El énfasis que Smith pone sobre el consumo le separa tanto de la economía medieval –orientada al consu-mo aunque no desarrollase una doctrina de la producción– como de los mercantilistas preocupados con el comercio exterior y la acumulación de metales preciosos.

La diferencia entre Smith y los mercantilistas se destacan en las observaciones que abren el gran tratado de Smith en el que señala como criterio para el bienestar económico el ingreso per cápita nacional en lugar de la renta nacional o riqueza nacional.

Los conceptos macroeconómicos del tipo de la renta nacional no nacieron con la revolución keynesiana sino que formaban ya parte de la economía clásica. Se pusieron en primer plano con la economía de la distribu-ción de Ricardo y quedaron eclipsados por la tendencia individualizante de la economía de la utilidad margi-nal. Los clásicos recogieron, a su vez, estos conceptos macroeconómicos de las aportaciones de Petty, Da-venant y los fisiócratas.

11.1 LA DIVISIÓN DEL TRABAJO

Smith considera que la renta nacional per cápita nacional está determinada por dos factores, la productivi-dad del trabajo y la proporción en la que el trabajo productivo se encuentra respecto del no productivo. Pare-ce que la idea de que existe un trabajo no productivo proviene de los fisiócratas y Smith incluye en esta ca-tegoría de trabajo todo lo relacionado con los servicios. Respecto a la productividad del trabajo Smith consi-dera principalmente su relación con la división del trabajo, que surge como la condición económica más im-portante para obtener incrementos en la productividad. Presenta así su famoso ejemplo de la producción de alfileres y la subdivisión de las tareas correspondientes.

Smith asigna los efectos favorables de la división del trabajo a tres circunstancias: el incremento resultante en la habilidad y destreza del obrero, el ahorro de tiempo que de otra manera se perdería al cambiar de un tipo de tarea a otra, y la invención de la maquinaria que facilita la labor y que Smith considera es fruto de la inventiva de trabajadores que se han especializado en un estrecho tipo de operaciones.

Pero el punto de vista de Smith es más amplio de lo que indica el ejemplo de los alfileres. Tiene puesta su mente en la especialización no sólo por habilidades, sino también por ocupaciones, funciones, empresas, e industrias, y en un contexto del trabajo se referirá también a lo que podría llamarse la división territorial del trabajo, la base para el comercio Interregional e internacional.

Smith cree que la división del trabajo no surgió de la previsión humana, sino que fue la gradual consecuen-cia de la propensión humana a trocar, permutar, y cambiar una cosa por otra. Las diferencias entre las habi-lidades de cada hombre no son, a menudo, la causa sino el efecto de la división del trabajo. Este punto de vista era conforme con el pensamiento de la época que atribuía las diferencias humanas más a la educación que a la naturaleza.

A diferencia de la República de Platón, la división del trabajo de Smith no se deriva de la desigualdad entre los hombres. Por tanto no sirve como principio para la estratificación de la sociedad en tres clases como en la obra de Platón. En lugar de ello requiere de movilidad económica y la libertad de entrar a puestos de tra-bajo no cerrados a nadie por incapacidades originales.

Smith cierra su discusión sobre la división del trabajo enunciando el gran principio “que la división del trabajo está limitada por la extensión del mercado.” Sólo expandiendo los mercados pueden realizarse en su totali-dad los beneficios integrales de la división del trabajo. Esa es la razón por la que subyace tras los acuerdos de integración económica.

11.2 TRABAJO PRODUCTIVO E IMPRODUCTIVO

Aunque pocos encuentran fallos en la exposición de Smith respecto a la división del trabajo, su segundo fac-tor determinante del ingreso per cápita nacional, esto es, la proporción en la que el trabajo productivo se en-cuentra respecto del no productivo, ha sido objeto de controversias después de la publicación de la obra de Smith. Entre quienes apoyaron esta distinción se encuentran Malthus, Mill, y Marx. Ricardo no se compro-mete; y Say y Senior lo cuestionan. Marx hizo de la distinción de ambos tipos de trabajo un precepto de la economía socialista. En el extremo opuesto, la idea de que el trabajo del gobierno es improductivo ha inspi-

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Capítulo 11. El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say

rado lo que Keynes llama el criterio del tesoro por el que los impuestos se hacen improductivos en cuanto pasan a las manos de los empleados públicos.

Con la atención prestada hoy día a los problemas del desarrollo económico ha habido un revivir del interés en la distinción de Smith, y algunos estudiosos del desarrollo económico la contemplan hoy más favorable-mente que antes. Básicamente la idea de Smith es restringir el concepto de producción a los bienes mate-riales, que presumiblemente tienen mayor duración que los servicios. Las personas cuyo trabajo considera Smith como no productivo, son mantenidos por los ingresos de otros, y dejan de reproducir ingresos, mien-tras que el trabajo productivo añade el valor que le es debido al sujeto que lo produce y reproduce así su in-greso. Aparentemente Smith rechaza la idea de que alguien pueda hacerse rico empleando a personas que presten sus servicios a otras.

Aunque el trabajo improductivo obtiene un ingreso debido a la remuneración de los pagos hechos por otros, en el punto de vista de Smith, no produce ingresos en términos de producción. El trabajo productivo, por el contrario, mantiene a quienes lo han producido, a los trabajadores improductivos y a los ociosos.

11.3 LA TEORÍA DEL VALOR TRABAJO.

Al progresar la división del trabajo, sólo unas pocas necesidades de la persona son satisfechas directamen-te por su propio trabajo. En lugar de ello, la mayor parte de sus necesidades es cubierta por el intercambio. Pero puesto que lo producido por un individuo puede no satisfacer las necesidades de otro, la sociedad co-mercial requiere del dinero, una mercancía aceptada a cambio de los producido por sus respectivos traba-jos. Smith entra luego a discutir “el valor relativo o valor de intercambio de los bienes.” Menciona tanto el va-lor de uso como el valor en cambio, pero después de referirse a lo que hoy se conoce como la paradoja del valor un bien puede tener un alto valor en cambio y bajo valor de uso, y viceversa: el agua y los diamantes. El valor de uso desaparece de las discusiones de Smith quien se vuelve entonces al valor en cambio. Desa-rrolla así la teoría del valor trabajo:

El valor en cambio de un bien está determinado por la cantidad de trabajo que, a cambio de dicha cosa, se puede demandar en el mercado. Junto a esta teoría del valor en términos del trabajo demandado aparece una teoría del “coste real”, es decir, una teoría del valor en términos del esfuerzo de trabajo, de la que pare-ce derivarse la primera teoría. Las cosas tienen el valor del trabajo que se puede exigir en el cambio, porque el propietario, al cambiarlas, puede evitar el esfuerzo de trabajar él mismo para producir lo que obtiene en el cambio. Y continúa Smith: El trabajo fue el primer precio, el dinero original para las compras, lo que se pa-gaba por todas las cosas,

El valor, “real” o “natural”, de todos los bienes intercambiables se mide en términos de la cantidad de trabajo demandada. El trabajo, sin embargo, no es una cantidad homogénea, puesto que distintos tipos de trabajo están ligados a condiciones distintas de riesgo o ingeniosidad. Ante la imposibilidad de crear una equivalen-cia exacta, se obtiene una relación aproximada mediante los regateos y tratos del mercado, con los que se consigue equivalencia aproximada, suficiente para llevar a cabo los negocios de la vida común. De esta ma-nera, los precios del mercado se explican en función del trabajo exigido y éste en función de los precios del mercado. Este razonamiento ha sido calificado por los críticos de Smith como un círculo vicioso.

La intervención del dinero evita el cálculo del valor de las cosas con base en el trabajo. Si se considera sólo el trabajo realizado, las cantidades iguales de trabajo tendrán siempre el mismo valor o valor real; pero co-mo el valor del dinero sufre variaciones, lo mismo ocurrirá al “precio nominal” del trabajo y de las mercan-cías, cuando se considere su valor en función del dinero. Así pues, tanto el trabajo como las mercancías tie-nen un precio nominal y un precio real.

Conforme progresa la sociedad van surgiendo nuevas complicaciones y Smith reconoce que el trabajo deja de ser entonces el único factor determinante del valor y que el precio de un artículo producido con la ayuda del trabajo, la tierra, y el capital, incluye no sólo la retribución del trabajo, sino también un rendimiento sobre el capital y la tierra.

Pero una vez que ha empezado a utilizarse el capital en el proceso productivo y que la tierra se ha converti-do en propiedad privada, los precios de las cosas se convierten en salarios, beneficios y rentas. Con esto la teoría de Smith del valor trabajo se convierte en una teoría del costo de producción. En esto hay buen grado de ambivalencia. A veces aparecen la tierra y el capital como factores de la producción coordinados con el trabajo. Otras contemplan los rendimientos de la tierra y el capital como deducciones al producto del trabajo, pensamiento que adquirirá plena fuerza en el sistema de Marx.

11.4 EL PRECIO NATURAL

Smith habla de una tasa natural para los salarios, los beneficios y las rentas, del precio natural de las mer-cancías y de sus precios de mercado. La tasa natural, conocida también como tipo ordinario o tipo medio, está controlado por las fuerzas sociales. El precio natural de una mercancía es el que cubre los tipos natura-

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Capítulo 11. El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say

les de los salarios, beneficios y rentas. El precio de mercado, o sea el precio que alcanzan las cosas en el mercado, puede desviarse del precio natural. El precio de mercado está controlado por la cantidad ofrecida y por la demanda efectiva de aquellos que quieren pagar el precio natural. Si la demanda efectiva es mayor que la cantidad suministrada, el precio de mercado se elevará por encima del precio natural; en caso contra-rio bajará por debajo de él. Cuando el precio de mercado exceda al precio natural, el incremento consiguien-te en el factor pagos atraerá al factor oferta, aumentándose la cantidad de producto suministrado y los pre-cios bajarán de nuevo a sus niveles naturales.

Así, el precio natural se convierte en “el precio central hacia el que gravitan continuamente los precios de to-das las mercancías. Se producirán fluctuaciones en aquellos trabajos en los que la oferta no se ajusta por sí misma y con facilidad a la demanda, como ocurre en la agricultura, donde el precio de mercado cambia no sólo con las infrecuentes variaciones de la demanda sino también con las más regulares variaciones de la cantidad suministrada. Por otra parte, las fuerzas monopolísticas, las fricciones y la falta de información pue-den hacer que se mantengan los precios de mercado por encima del natural durante largos periodos de tiempo.

11.5 TEORÍA SOBRE LOS SALARIOS

El hecho de que el precio natural pueda estar relacionado con el nivel de producción no es considerado por Smith. Las suposiciones implícitas en este argumento son costes constantes y coeficientes de producción fi-jos. En su teoría no hay lugar para los rendimientos decrecientes o la substitución de factores. En su lugar el precio natural está relacionado funcionalmente con los factores de la producción. Como Smith señala, el precio natural varía con la tasa natural de cada uno de sus componentes, esto es, salarios, beneficios y ren-ta. El salario natural para el trabajo, de acuerdo a Smith, consiste en el producto del trabajo, el cual, antes de la posesión de la tierra y la acumulación del capital, pertenecía por entero al trabajador. Con la aparición de la clase de terratenientes y de los patrones capitalistas, tiene que compartir su producto con el terrate-niente y el patrón. Es probable que tanto los obreros como los patrones formen asociaciones para elevar o reducir los salarios. Usualmente tendrán más éxito los patrones, pero las necesidades del obrero y su fami-lia para subsistir forman un suelo por debajo del cual no pueden caer los salarios por un lapso prolongado.

Una demanda creciente de mano de obra puede elevar los salarios por encima del nivel de subsistencia, considerado por Smith como “el mínimo adecuado para la humanidad en conjunto.” Sin embargo, la deman-da de mano de obra puede sólo incrementarse en proporción al incremento en “los fondos destinados al pa-go de salarios.” Así aparece el fondo salarial, compuesto por el sobrante de la renta y del capital, es decir, por lo que excede a las necesidades personales del propietario y a lo que necesita para su negocio. Unos ingresos y un capital crecientes son los requisitos previos para que haya incrementos salariales.

Los salarios bajos son un síntoma de condiciones económicas estacionarias, bajo las cuales el fondo sala-rial, aún siendo grande, no aumenta, dejando de estimular la demanda de más mano de obra.

Un salario alto es el efecto de una riqueza creciente y la causa del crecimiento de la población. Según Smi-th, los altos salarios son relativos a las mejoras en la productividad de la mano de obra. Aunque Smith está a favor de salarios altos, no lo está con los precios altos. A diferencia de los Fisiócratas, asocia los bajos precios en los alimentos con la abundancia y la prosperidad, los precios altos con la escasez y la inestabili-dad. Cuando las provisiones son baratas y abundantes, los obreros pueden desear negocios por sí mismos y los patrones emplear más trabajadores; al elevarse la demanda de mano de obra y reducirse la oferta, es probable que suba el precio de la mano de obra.

Las fluctuaciones del precio de las provisiones tienen dos consecuencias sobre los salarios que se contra-rrestan entre sí: afectan a la demanda de trabajo –y por ello al salario– en una dirección, pero el descenso en el consumo, como consecuencia de esos mismos precios altos tira en la dirección opuesta.

11.6 EL INTERÉS Y LOS BENEFICIOS

Mientras que un incremento en la acumulación de capital tiende a aumentar la demanda de mano de obra y consecuentemente el nivel de los salarios, tendrá un efecto depresivo sobre la tasa de beneficio. Según se va acumulando capital, la competencia entre los capitalistas para encontrar inversiones lucrativas se hace más pronunciada y el capital se ve desplazado hacia empleos de una rentabilidad decreciente. En cambio, el interés, “la compensación que el deudor paga al acreedor, por los beneficios que tiene la oportunidad de conseguir mediante el uso del dinero”, tenderá a variar con la utilidad.

Smith desarrolla el principio de las ventajas iguales, en relación con los salarios y los beneficios, de acuerdo al cual, bajo condiciones de perfecta movilidad, las ventajas y desventajas de distintos tipos de trabajo ten-derán a igualarse. Lo mismo ocurrirá con los diferentes usos del capital. Las diferencias en los salarios, por ejemplo, serán compensadas por diferencias en otras ventajas o inconvenientes, tales como la amenidad del trabajo, el esfuerzo para aprenderlo, la seguridad en el empleo, o la posibilidad de recibir recompensas

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Capítulo 11. El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say

extraordinarias. El principio se aplica, sin embargo, sólo al empleo principal de una persona. Si los indivi-duos acumulan dos o más empleos, el empleo extra recibirá una retribución menor de la obtenida mediante la igualación de las ventajas totales. Como regla general, Smith considera que el pluriempleo se encontrará con más frecuencia en los países pobres que en los ricos.

11.7 LA RENTA

Para Smith el precio de la renta, “es naturalmente un precio de monopolio, ya que su importe no es en ma-nera alguna proporcional a lo que el propietario ha gastado para mejorar la tierra, sino a lo que al campesino le es posible pagar. Cuando discute los precios de las mercancías, incluye la renta de la tierra como uno de los elementos del coste y, en consecuencia, determinante de los precio del producto de la misma. Sin em-bargo, en el capítulo destinado específicamente a la renta, considera que una renta alta o baja es el efecto de un precio alto o bajo del producto de la tierra. Smith no parece haber apreciado contradicción alguna en estos pasajes, pues de lo contrario los hubiera modificado tras la crítica recibida de Hume. Es posible que estuviera pensando en argumentos microeconómicos en uno de los pasajes y macroeconómicos en el otro.

La renta, por otra parte, se interpreta como diferencial puesto que varía de acuerdo a las condiciones de fer-tilidad y localización. Respecto a esta última, las mejoras en los sistemas de transporte tenderán a igualar las diferencias de localidad así como las rentas.

En su teoría del desarrollo económico, Smith asocia el aumento de la renta nacional con una mayor partici-pación en la misma de los ingresos obtenidos por la clase terrateniente. Como consecuencia de la división del trabajo, la creciente especialización dará lugar un aumento de produc-tividad en el sector manufacturero de la economía que hará que bajen los precios de las manufacturas y se eleve el valor real de las rentas. Según esto, la creciente participación de los terratenientes en la renta na-cional refleja las mejoras habidas en términos comerciales en el sector agrícola, cuya productividad aumen-ta de forma más vacilante que la de la industria. Ricardo creía que el factor determinante no era tanto el au-mento de la productividad industrial como los rendimientos decrecientes de la tierra que elevan los precios agrícolas y hacen que mejoren los términos comerciales del sector.

11.8 EL CAPITAL

El capital es una exigencia de la economía de intercambio con su división del trabajo. En esta economía una persona no consume los productos de su propia industria sino que compra los productos de otros con el pre-cio contribuido por su propio producto.

La división del trabajo no puede ocurrir sin una acumulación previa de capital y, conforme se va poniendo en práctica aquella, se va necesitando más capital para utilizar la mano de obra, la cual crece en cantidad y productividad pudiendo manejar mayores cantidades de materiales. A veces Smith se refiere al capital como una aglomeración de cosas, otras como un fondo de inversión, y, mezclado con estos conceptos la idea, de-rivada de los fisiócratas, de que el capital consiste en “anticipos” hechos por el patrón para el mantenimiento de su fuerza de trabajo. El capital es el resultado de un acto de ahorro precedente, de abstenerse de consu-mir el producto del ingreso. El trabajo proporciona los objetos que la frugalidad acumula. Smith, al igual que Turgot, cree que la porción del ingresos que se ahorra es de inmediato utilizada como capital (Ahorro = In-versión). Esta fue la doctrina preponderante durante 150 años, que fue el tiempo que tardaron en aparecer las ideas que cuestionaban el carácter invariablemente beneficioso del ahorro.

Smith, para quien el dinero es sobre todo un medio de cambio, da escasa importancia a la posibilidad de atesorar dinero, ya que los hombres siempre están deseando cambiarlo por mercancías. En contraste con los mercantilistas, no ve un problema en la inadecuada oferta de dinero, porque al igual que el resto de los clásicos vivió en una época en que la introducción del papel moneda había aquietado las causas de la preo-cupación por este motivo.

11.9 COMERCIO EXTERIOR Y COMERCIO INTERIOR.

A diferencia de los mercantilistas Smith considera que el comercio interior es más productivo que el exterior, puesto que el capital utilizado en el comercio interior, de manera general, alentará una mayor cantidad de trabajo productivo en el país y elevará el ingreso nacional interno más de lo que lo haría cualquier inversión igual en comercio exterior. Sin embargo, considera que el comercio exterior cumple una importante función porque abre un mercado para los excedentes de productos en el mercado doméstico y proporciona oportu-nidades para el empleo de capital acumulado por encima de las necesidades de la economía doméstica. Una vez que las condiciones económicas estén a favor de la exportación, ésta se producirá sin necesidad de que el gobierno intervenga para favorecerla. Tampoco debe el gobierno interferir con las importaciones, tratando de preservar el comercio interior para los productores domésticos. Reglamentaciones de este or-den reducirán el ingreso nacional por debajo del que produciría un comercio libre.

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Capítulo 11. El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say

Las regulaciones que trastornen este orden reducirán la renta nacional por debajo del valor que tendría si el comercio fuera libre. Rechaza el argumento de la protección a la industria naciente, pero apoya el de la de-fensa de la industria frente a la opulencia. Concede que, a veces, los aranceles pueden ser usados como re-presalia y opina que cuando llegue el momento de eliminarlos, debe hacerse paulatinamente para evitar la ruina de quienes hubieran invertido en conocimientos y en capital.

11.10 LAS TAREAS DEL GOBIERNO

Smith nunca desarrolló una teoría integral sobre el gobierno más allá del principio general del laissez faire. Pero en su obra asigna al gobierno una cierta cantidad de tareas. Se opone a las restricciones gubernamen-tales al libre comercio. Mantiene explícitamente las tres funciones generales del gobierno que son propor-cionar protección, administrar justicia, y realizar ciertas obras públicas. Respalda específicamente la regula-ción de los bancos emisores, las empresas públicas de transporte, las patentes y los derechos de propie-dad, las leyes sobre la usura, la educación pública e incluso la concesión de monopolios temporales para explorar nuevos negocios en regiones remotas. Su criterio para determinar si una empresa gubernamental es o no beneficiosa se basa en su capacidad para dar beneficios. 11.11 LOS CÁNONES DE TRIBUTACIÓN

Entre las aportaciones de Smith a las finanzas públicas, la más conocida es su enumeración de los cuatro cánones de la tributación. Los impuestos, afirma, deben ser iguales, ciertos, convenientes, y económicos. Por igualdad entiende una tributación acorde con el principio de la capacidad de pago, la cual mide por el in-greso de la persona. Smith era consciente de que un impuesto determinado podía adaptarse a cada uno de los cuatro cánones en un grado diferente y toleraba cierta desigualdad siempre que no creara incertidumbre, para evitar perjuicios al contribuyente y corrupción entre los recaudadores. Esta aproximación arroja luz so-bre una perspectiva más general: los objetivos en política económica son normalmente variados y no siem-pre perfectamente compatibles.

11.12 LA INFLUENCIA DEL PENSAMIENTO DE SMITH

El libro de Smith obtuvo un éxito inmediato y sus efectos se hicieron sentir durante muchas generaciones. A pesar de ser profundo y penetrante el impacto de “La Riqueza de las Naciones” tardó en surtir efecto ya que, trece años después de su publicación estalló la revolución francesa y muchos ingleses descubrieron en el libro de Smith ideas afines con quienes habían encendido el fuego de la revolución francesa. El campo de la economía política cayó bajo la sospecha de albergar pensamientos peligrosos, hostiles a la preservación del antiguo orden. En Francia, el pensamiento de Smith entró en resonancia con el de alguno de los filóso-fos liberales como Condorcet, gran defensor de la libertad del individuo, cuyas ideas acerca del progreso ili-mitado de la humanidad suscitaron la oposición de Malthus.

Durante la revolución francesa se hicieron varios intentos por establecer la economía política como discipli-na académica. Estos intentos no pudieron concretarse durante el intervalo del régimen napoleónico, pero sí tras su caída en 1815.

11.13 JEAN BAPTISTE SAY

Say fue el primero en enseñar la nueva disciplina de la economía política en las instituciones francesas. Fue hombre de negocios, periodista y empresario de la recién mecanizada industria francesa de tejidos de algo-dón. Con 21 años leyó “La Riqueza de las Naciones” y 15 años más tarde escribió su Tratado de economía política, una obra en dos volúmenes que le convirtió en el principal apóstol de Smith. Y no sólo eso, consi -guió exponer las ideas del maestro de una forma ordenada y coherente especialmente adecuada para fines pedagógicos. Say ideó un modelo en el que las diferentes partes de la nueva ciencia quedaron ordenadas según una disposición que ha llegado hasta nuestros días: producción, distribución y consumo, a las que posteriormente se añadió la circulación o cambio.

La obra de Say refleja dos hechos importantes acerca del autor: que había nacido 50 años después que Smith y que tenía un conocimiento profundo del mundo de los negocios, incluyendo la parte de la produc-ción. Era consciente de que vivía en una nueva era. “Todo el saber tiene un origen reciente... en los últimos cien años, los avances científicos y el progreso tecnológico han hecho aumentar de forma muy notable la productividad.” Como Say estaba más impresionado que los fisiócratas por el avance tecnológico, la distri-bución de los frutos de este progreso era para él un problema de la mayor importancia. Creía que la solu-ción estaba en los precios bajos, que con el paso del tiempo deberían tender a cero desapareciendo así el problema económico y la economía política como ciencia. Esta hipótesis se convirtió en predicción por boca de Keynes y Galbraith

En un pasaje de su obra expone las circunstancias adversas que se derivan de la introducción de las máqui-nas, tanto para el empleo de los trabajadores como para los fondos de los capitalistas. Propone la construc-

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Capítulo 11. El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say

ción de obras públicas de interés a expensas del erario público.Say estaba de acuerdo con Smith y en contra de los fisiócratas al afirmar que un país es más rico y opulento cuanto más bajos son sus precios.

Say no está de acuerdo con Smith en atribuir sólo al trabajo la capacidad de producir valor. Para él, lo que produce valor es la laboriosidad humana, junto con la naturaleza y el capital, introduciendo así la división tradicional de factores productivos en trabajo, tierra y capital. Su idea sobre el valor destaca la importancia de la utilidad aunque sin llegar a desarrollar una teoría plenamente madura, basada en este elemento subje-tivo. La utilidad la crean no sólo quienes producen bienes tangibles sino también quienes se dedican al co-mercio o el transporte. Su experiencia personal desarrollada en la época en que aparece el capitalismo in-dustrial le hace redescubrir la figura del empresario a quien describe como la persona que toma sobre sí la responsabilidad inmediata, el riesgo y la dirección de una empresa de trabajo ya sea con capital propio o prestado.

La retribución del empresario debe estar conceptualmente separada de su retribución como capitalista. La remuneración del empresario está determinada por la escasez de talento empresarial, por el riesgo corrido no sólo en lo concerniente a la pérdida de fortuna sino también a la pérdida de fama. 11.14 La ley de Say

Say es conocido como el autor que desarrolló la ley de los mercados, ley que ha tenido hasta nuestros días un lugar preponderante en la discusión de la teoría económica. Para este autor “la misma producción es la que abre la demanda para los productos”. Dicho de otra forma: “un producto terminado ofrece, desde ese mismo instante, un mercado a otros productos por todo su valor”. Basándose en esta proposición se ha in-terpretado que Say negaba la posibilidad de un exceso de producción general. Los pensamientos de Say fueron mantenidos por Ricardo y sus seguidores pero recibieron el ataque de Malthus, Sismondi y otros.

El significado de la ley de Say ha sido objeto de controversia y, en mayor medida, desde que Keynes la con-virtiera en el blanco de sus ataques contra los clásicos. Quienes atacan la ley de Say la interpretan como una identidad tautológica en el sentido de que “la demanda total de mercancías es siempre igual a la oferta de las mismas”. Las implicaciones de esta identidad se contemplan a la luz de cuatro argumentos:

El argumento del trueque. La ley de Say es coherente sin reservas en un sistema de trueque en el que el dinero sólo se emplee como medio de cálculo. Sólo así es posible afirmar que la compra de un artículo con-lleva la venta de otro.

El argumento de la constancia de los saldos en efectivo. La ley es válida en este supuesto pero no cuando alguien desea tener más mercancías a costa de una parte de su efectivo, o aumentar éste desprendiéndose de algunos bienes.

El argumento de la igualdad del ahorro y la inversión. No constituye un problema en el sistema de Say pues-to que nadie desea atesorar dinero y los ahorros se transforman inmediatamente en inversiones.

El argumento de la ausencia de ilusión monetaria. Puesto que en la economía de Say los precios y las mer-cancías no están en una situación de sustitución directa, los precios relativos de las mercancías no se verán afectados por las variaciones en la cantidad de dinero. Esta inmutación de los precios relativos frente a los cambios del nivel de precios se conoce como ausencia de “ilusión monetaria”. Esto supone que las funcio-nes de demanda de las mercancías son homogéneas de grado cero respecto a los precios monetarios,

El argumento de la indeterminación. Pone de relieve que una economía monetaria en la que se mantenga la ley de Say dejará de tener sus precios determinados por las fuerzas del mercado. Según el efecto del saldo real, la gente, frente a las variaciones en el nivel de precios, querrá mantener constante el valor real de sus saldos en efectivo. Los cambios en el nivel de precios inducirán a las personas a cambiar mercancías por efectivo o viceversa, con consecuencias sobre los precios relativos de las mercancías. Si se admite el efecto del saldo real no puede mantenerse la ley de Say en su forma de identidad.

Para Say el dinero es neutro en cuanto a la variación real o relativa de los precios de las mercancías. Un producto es siempre comprado, en última instancia, con otro, incluso aunque se pague, en principio, con di-nero. El dinero, incluso cuando se emplea como capital, no se desea nunca como objeto de consumo, sino simplemente como objeto de trueque.

Say matiza su afirmación de que “el ahorro no quita nada al consumo...” añadiendo “...con tal de que el aho-rro vuelva a ser invertido o destinado a un uso productivo.”

Para superar los problemas que plantea la interpretación de Say como una identidad basta considerarla co-mo una igualdad que sólo se cumple en el equilibrio o que sea indicativa de una tendencia. La dificultad de esta interpretación radica en que Say nos facilita poca información acerca de los mecanismos que propician el ajuste entre oferta y demanda. Lo único que nos da es una insinuación sobre las variaciones del tipo de interés como factor equilibrante. Los detractores de esta interpretación destacan lo incompleto de esta expo-sición.

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Capítulo 11. El análisis del sistema de Smith y su reorganización por Say

Si no aceptamos ninguna de las interpretaciones anteriores (identidad o igualdad) lo que nos queda es una afirmación sobre la interdependencia entre la oferta total y la demanda total.

Say luchaba contra la restricción de la producción propia del monopolista y en este sentido su ley de los mercados presta apoyo a su argumento a favor del libre comercio. “Si una producción interior sin trabas es la mejor garantía de un mercado para el abastecimiento de todos, otro tanto ocurrirá con la producción ex-tranjera.” Cree que lo único que se necesita para estimular el crecimiento económico de los países subdesa-rrollados es la “libre producción”. Si se interpreta la ley de Say como una relación de interdependencia entre la oferta y la demanda no sólo no está en conflicto con la ley de Keynes –los ingresos de una persona son los gastos de otra– sino que ambas son una misma cosa.

Como ha quedado dicho, Malthus y Sismondi atacaron la ley de Say mientras que Ricardo y sus seguidores la apoyaron. Lo cierto es que la vaguedad con que fue enunciada estimuló el pensamiento posterior y contri-buyo a hacerla la parte más viva de la economía clásica, por ser la más discutida.

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Capítulo 12. Malthus y su doctrina de la población

“Ensayo sobre el Principio de Población”, publicado en 1798. Trata de la presión de la población. Sus plan-teamientos fueron apoyados por Ricardo y Mill.

“Principios de Economía Política” aparecido en 1820. Trata de la falta de adecuación de la demanda global. Sólo desde 1930, cuando la demanda agregada ha sido reconocida como un problema central en la econo-mía, se reconoció a Malthus como precursor del pensamiento moderno.

Malthus no cuestiona las bases del laissez faire de la economía de Smith pero se esfuerza en demostrar que aún bajo el laissez faire un país puede encontrar severos obstáculos para el bienestar económico, sien-do uno de ellos la presión de la población.

Thomas Robert Malthus se graduó en matemáticas y tomó las órdenes de la iglesia anglicana.

12.1 GODWIN Y CONDORCET

Tanto Malthus como Godwin y Condorcet desarrollaron sus puntos de vista sobre el mundo en conflicto con sus respectivos progenitores.

Godwin y Condorcet llegaron a gozar de una amplia reputación. Su lema era la perfectibilidad del hombre a quien ellos veían degradado y encadenado por viles instituciones que coartaban el desarrollo de la razón.

La principal obra de Godwin, “Justicia política” fue publicada en 1793. Este filósofo anarquista estaba en contra de todo gobierno organizado. A partir de las ideas de Smith, que había dicho que “si las virtudes de los hombres fueran supremas sería innecesario el gobierno” Godwin concluye que la virtud podría hacerse suprema relevando la necesidad de gobierno y permitiendo a las comunidades manejar sus asuntos sin co-acción. Los hombres se harían virtuosos al aceptar la supremacía de la razón. La razón inducirá a los hom-bres a compartir por igual la propiedad y el trabajo y hará que media hora de trabajo diario sea suficiente pa-ra procurar todo lo necesario para la vida. Cree que la población siempre se mantiene por debajo del nivel de los medios de subsistencia. Si existe presión de la población es como consecuencia de unas institucio-nes perversas y no de la negativa de la naturaleza a proveer lo necesario. Opina que el monopolio de la tie-rra restringe la producción agrícola en Europa y que la cantidad de tierras sin cultivar en todo el mundo sería capaz de mantener una población cinco veces mayor que la de su época.

La conclusión de que la presión de la población no debe preocupar era compartida por Condorcet. Este au-tor no era anarquista sino que defendía un gobierno representativo. Era amigo íntimo de Turgot y su pensa-miento refleja todas las facetas de la época de la Ilustración. Defendía las ideas liberales, las libertades civi-les, la abolición de la esclavitud, la emancipación de la mujer, la separación de la iglesia y el estado y la educación pública. Tras su ejecución en la época del Terror se publicó su “Diseño de una descripción histó-rica del progreso de la mente humana”. En este libro muestra su fe ilimitada en el progreso de la ciencia. La desigualdad entre las naciones desaparecerá a través de la Ilustración mientras que la desigualdad dentro de una misma nación disminuirá como consecuencia de la educación, el crédito cooperativo, los seguros de vejez. Los progresos científicos y tecnológicos permitirán que una misma cantidad de tierra pueda mantener a un número mayor de personas y con menos trabajo. Conforme se incremente la población el desarrollo del conocimiento abrirá nuevos métodos que permitirán mantener a un número mayor de personas. En la esca-la de los deberes humanos antepone la creación de bienestar para los hombres que ya están en el mundo al hecho de dar existencia a los que aún no han nacido; pero nada dice del método a seguir.

12.2 ARGUMENTOS A FAVOR DE LA IGUALDAD

Muchos quedaron impresionados al tiempo que otros quedaron ofendidos por las ideas de estos dos autores a favor de una mayor igualdad económica. Pero las voces de Godwin y Condorcet no eran las únicas que clamaban por esta idea.

Ogilvie, discípulo de Smith abogaba por un impuesto único sobre la tierra: Spence era partidario de la expro-piación a los terratenientes. Morelly, el Abbée de Mahly y Babeuf mantenían posturas en la misma línea.

12.3 EL PRIMER “ENSAYO”

El primer Ensayo de Malthus iba dirigido no tanto a Smith, cuyo optimismo trata de disipar, como contra las extravagancias de los profetas del progreso que trajo la Ilustración (principalmente Godwin y Condorcet). La creencia de ambos en la perfectibilidad del hombre deja escéptico a Malthus.

Establece dos postulados: 1) que el alimento es necesario para la subsistencia del hombre y 2) que la pa-sión entre los sexos es necesaria y permanecerá en su estado presente. Sobre la base de estos postulados concluye que “el poder de la población es indefinidamente mayor que el poder de la tierra para producir sub-sistencias para el hombre.” Esto es porque la población cuando no se limita, crece en proporción geométri-ca, mientras que las subsistencias, en el mejor de los casos lo hace en proporción aritmética. La naturaleza, al hacer dependiente la existencia del hombre de los alimentos, hace iguales las dos fuerzas, y lo hace fre-

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Capítulo 12. Malthus y su doctrina de la población

nando el crecimiento de la población siempre que presione contra la cantidad de alimentos. Los dos frenos son el vicio y la miseria.

Nadie sabe lo rápidamente que crecería la población si no existieran restricciones a su crecimiento. “Nunca en la historia fueron los modos de vida tan puros y simples, ni los medios de subsistencia tan abundantes como para que no se hayan evitado los matrimonios precoces; entre las clases bajas, por el temor de no te-ner la capacidad de proveer para la familia; o entre las clases superiores, por temor a disminuir su calidad de vida. Consecuentemente no hemos conocido un estado en el que el poder de la población para reprodu-cirse haya sido dejado en total libertad.”

Si la evidencia empírica no arroja luz sobre el potencial máximo para el crecimiento de la población, debe bastar con una aproximación. Malthus cree haberla encontrado en la situación demográfica de los Estados Unidos. En este país se ha observado que la población se duplica cada 25 años.

Al no existir casi estadísticas sobre la producción agrícola en tiempos de Malthus, su evidencia empírica pa-ra la progresión aritmética es todavía más débil que para la proporción geométrica de la población.

Si la población tiende a crecer mucho más rápido que la cantidad de alimentos, “la actuación constante de la implacable ley de la necesidad” pondrá freno a la población para que no sobrepase los medios de subsisten-cia. Esta ley también opera en sentido inverso: siempre que crezca la producción de los medios de subsis-tencia se producirá un aumento de la población.

El medio por el se establecen restricciones al crecimiento de la población son los dos controles del vicio y la miseria. Si la población crece antes de que se hayan expandido los alimentos, los precios de estos se eleva-rán y los salarios reales caerán. En el malestar conducente, el crecimiento de la población se detendrá tem-poralmente. Mientras tanto, la reducción en los salarios impulsará un creciente empleo de mano de obra so-bre la tierra, crecerán los alimentos, y eventualmente se dará un nuevo estímulo para el crecimiento de la población en este movimiento pendular.

Los frenos del vicio y la miseria pueden afectar a la natalidad, en cuyo caso pueden considerarse como “preventivos,” o la mortalidad, en cuyo caso serán “positivos” o represivos. El control positivo opera sobre to-do en las clases pobres, entre las cuales es alta la mortalidad infantil y la que surge generalmente de una nutrición inadecuada, hacinamiento, y mala salud. Las personas retrasarán su matrimonio por temor a la pérdida de status social. Malthus considera que tal demora es productiva de vicio y miseria.

A partir del principio de la población Malthus deriva la conclusión de que la asistencia pública para el pobre anula su propio propósito. Sólo aumenta el malestar al causar la elevación de los precios de las provisiones sin añadir nada a su volumen. La asistencia pública promueve la pereza y el derroche. Impulsa a los pobres a fundar familias para las que no pueden proveer y en consecuencia “crean el pobre que mantienen.” Lo que la sociedad da a los pobres lo toma de otros que lo merecen más. Igualmente objeta la construcción de vi-vienda para los pobres, ya que esto les impulsará a casarse.

Aunque Malthus prefiera el freno preventivo al represivo, el mundo de su primer “Ensayo” es profundamente sombrío: “El evitar la reaparición de la miseria no está al alcance del poder humano”. A diferencia de Go-dwin y Condorcet, no atribuye los males del mundo a las instituciones sino a la inmutable condición humana. Rechaza por inútiles los cantos de sirena de la reorganización social porque cree que una mayor igualdad induciría a los hombres a casarse antes y a tener muchos hijos sobre los que no tendrían ninguna responsa-bilidad personal en cuanto a la manutención.

Para evitar ofender a quienes sostenían la idea de la benevolencia divina, procura reconciliar su principio de la población con una idea de un universo providencialmente ordenado. Para ello arguye que el hombre es por naturaleza inactivo, perezoso y contrario al trabajo y sin la presión de la población nunca hubiera salido de este estado salvaje, ni hubiera poblado el mundo. El principio de población evita que los vicios de la hu-manidad obstaculicen el alto fin de la creación.

El Ensayo de Malthus fue un verdadero éxito porque muchos de sus lectores lo contrastaban con Godwin. Su prestigio como escritor en el campo de la economía política le llevó a abandonar su trabajo como párroco para aceptar el cargo de profesor en el “West India College” donde se formaban los futuros empleados de la West India Company. Fue miembro fundador del Political Economy Club (el único profesor) y de la Royal Estatistical Society. Conoció a Ricardo, con quien mantuvo una íntima amistad a pesar de que había mu-chas discrepancias doctrinales en sus planteamientos.

12.4 LAS REVISIONES DEL ENSAYO

En las sucesivas ediciones del Ensayo, disminuye la relevancia dada a las ideas de Godwin y Condorcet, que ya no estaban en boga y aparecen referencias críticas a los trabajos de Paine y Owen. Éste último fue el padre del socialismo británico y Malthus el primer crítico de ese sistema. La primera versión del Ensayo es muy breve y no está exenta de una elevada dosis de argumentación deductiva. Las sucesivas ediciones

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Capítulo 12. Malthus y su doctrina de la población

van creciendo en tamaño, principalmente por la aportación de material empírico, tomado de la demografía y de la historia y reunido gracias a la lectura y a diversos viajes por el extranjero.

El cambio más importante de la 2ª edición es la introducción de un tercer freno –adicional al vicio y la mise-ria– al que llama “sujeción moral” por el que se refería al freno preventivo por el que se posponía el matri-monio y se guardaba continencia durante la etapa prematrimonial. La aparición de este tercer freno, cuando menos no tan malo como los dos anteriores, hace que el mensaje de Malthus no sea tan sombrío y depri -mente como en la primera edición. Es posible que esta modificación se deba al influjo de Godwin, que había tratado de convencerle de la importancia de la prudencia como freno.

Malthus hizo del freno de la sujeción moral la base de sus proposiciones políticas, como medio para reducir la pobreza. Si la alimentación no se adecua a la población será necesario adecuar la población a los alimen-tos disponibles. Considera que para adquirir los hábitos de prudencia deben darse cuatro requisitos previos: la seguridad de la propiedad, la igualdad legal para dignificar las clases inferiores, la difusión del gobierno representativo y las mejoras de la educación. Al igual que Smith ve al hombre deseoso de mejorar su condi-ción, pero mientras Smith encuentra en la autoconfianza la solución al problema económico, Malthus cree que la clave está en la abnegación.

Lo más llamativo de la doctrina de Malthus era la idea de la doble progresión, geométrica para población y aritmética para los alimentos, porque transmitía una (falsa) sensación de exactitud científica.

Mientras Smith creía que el gobierno, con su mala actuación, era el verdadero responsable de los males económicos, Malthus hacía responsables a los pobres de la presión de la población y de los males resultan-tes de la misma y liberaba a las clases dirigentes de toda responsabilidad en los problemas económicos más urgentes. Ni Malthus ni Smith se dieron cuenta de la revolución tecnológica que comenzaba ni pudieron predecir la enorme expansión del sector agrícola ni la difusión del control de la natalidad.

12.5 LOS PRECURSORES DE MALTHUS

Malthus era consciente de que su doctrina de la población tenía muchos precursores. La colisión entre el poder del hombre para reproducirse y su capacidad para encontrar subsistencias ya había sido expuesta por Giovanni Botero en 1588 en su “Extensión de las ciudades”. El doctor Mondeville creía que el mal en-gendraba el bien y que el mal podía contener el crecimiento de la población. Cantillon consideraba que a menos que se opusiera a ello la falta de subsistencias, los hombres se multiplicarían como los ratones de un granero. Petty y Franklin habían intentado calcular el tiempo que tarde en duplicarse la población. Malthus se inspiró en Godwin y Ortes (“Reflexiones sobre la población”) para su idea del “freno de la prudencia”.

Robert Wallace fue un autor del siglo XVIII que también escribió sobre la población. Mantuvo una controver-sia con Hume respecto a si la población había aumentado o disminuido desde la antigüedad clásica. En su obra “Varias perspectivas de la humanidad” se muestra partidario de la igualdad pero, a diferencia de Go-dwin y Condorcet es pesimista respecto a ello. Godwin criticó el pesimismo de Wallace que Malthus consi-deraba claramente insuficiente. Es más pensaba que la presión de la población no era un problema del futu-ro sino que ya en su época el número de habitantes había sobrepasado las posibilidades de subsistencia.

12.6 INTERPRETACIONES DE MALTHUS

Malthus no se oponía ni a una gran población ni al propio crecimiento en sí mismo tan deseable como la re-ducción de la pobreza y la dependencia. Tampoco defendió nunca el vicio y la miseria, como creen entender algunos de sus críticos, lo que ocurre es que a veces presenta sus ideas en forma tan enérgica que da la impresión de complacerse con las desgracias humanas.

Si se opuso al socorro de los pobres, de cuya gradual abolición era partidario es porque creía que la pobre-za era un síntoma de la presión de la población que se aliviaría con la subida de salarios que se derivarían de una menor oferta de trabajo. Al igual que Smith era partidario de los salarios altos y acusaba de hipo-cresía a los que parecían deseosos beneficiar a los pobres mientras insistían en la conveniencia de mante-ner los salarios bajos. Pedía educación gratuita, cuidado médico para los pobres (en caso de accidente) asistencia a los emigrantes, ayuda a las familias con mas de 6 hijos y restricciones al trabajo infantil en las fábricas.

Malthus no defendió ni implícita ni explícitamente el control de la natalidad. Su freno de la sujeción moral se refería exclusivamente a matrimonios tardíos y a la continencia durante el periodo prematrimonial, pero era contrario al control de la natalidad. No elaboró el problema moral pero subrayó el económico mostrando su temor a que la indolencia humana aumentase si las personas casadas pudieran limitar el número de hijos.

En 1820, el casi olvidado Godwin publicó un una réplica a Malthus titulada “Sobre la población”. En la que predecía el gradual aumento de alimentos disponibles y el descenso de las tasas de natalidad. Su intuición le lleva a prever innovaciones desconocidas en su tiempo (alimentos sintéticos o de origen marino) y la in-troducción de máquinas en la agricultura.

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Capítulo 12. Malthus y su doctrina de la población

12.7 FRANCIS PLACE

En 1822 publicó sus “Ejemplos y pruebas del principio de población” como crítica amistosa al libro de Mal-thus. Adherido al reformismo radical, fue al mismo tiempo seguidor y crítico de Godwin y de Malthus y en su obra trata de reconciliar las posturas de ambos. Estaba impresionado tanto por la necesidad de reformas co-mo por la urgencia del problema de la población. No tenía fe en el tercer freno preventivo de Malthus, el de la sujeción moral y, por ello, recomendaba la anticoncepción, procedimiento condenado por Malthus.

El libro de Place contiene una de las primeras defensas de la conveniencia del control de natalidad desde el punto de vista económico. Encontramos una referencia anterior en Pierre Bayle (1697) quien menciona en su “Dictionario” que se trataba de una práctica habitual en la Inglaterra de los siglos XVI y XVII. Bentham y Mill defendieron también la idea del control de natalidad. Las ideas de Place surgieron de su propia expe-riencia, de la influencia de Malthus y de su relación con el círculo de seguidores de Bentham. Del activismo de Place y de sus seguidores nació el movimiento a favor del control de natalidad en GB y USA. Hacia 1960 los seguidores de este movimiento eran conocidos como maltusianos, un nombre poco apropiado sin duda.

12.8 MALTHUS Y DARWIN

Malthus ejerció una influencia decisiva en la formación de la teoría de la evolución. Los defensores del con-trol de natalidad no admitían el determinismo biológico que a juicio de Malthus convertían al hombre en una víctima de las fuerzas inexorables de la naturaleza. Creían que dicho determinismo era evitable. Sin embar-go, fueron muchos los científicos que, impresionados por la teoría de Malthus intentaron estudiar los efectos del determinismo biológico en animales y plantas. Tanto Darwin como Wallace, que llegaron por separado a la teoría de la evolución reconocieron la deuda que habían contraído con Malthus en la formación de sus propias teorías.

Cuando Darwin regresó en 1836 de su viaje en el Beagle, dijo que venía de “recoger datos al por mayor pe-ro sin ninguna teoría. Su pensamiento había llegado aun punto muerto hasta que leyendo el Ensayo de Mal-thus descubrió la luz que la teoría de éste sobre la lucha por la existencia y la progresión geométrica podía arrojar sobre la evolución de las plantas y los animales.

Darwin y Wallace encontraron por esta vía la clave de la teoría evolutiva según la cual la selección natural produce la supervivencia del más apto.

12.9 REACCIONES FRENTE A LAS IDEAS DE MALTHUS

Marx, que apreciaba la obra de Darwin, rechazaba el determinismo biológico aplicado al hombre. Al igual que Godwin y Condorcet creía que el origen de los males sociales eran debidos a una mala ordenación ins-titucional. Niega la validez de la teoría de Malthus y ve en el problema de población de la época un síntoma de otros desajustes de la sociedad que podían solucionarse mediante un cambio radical. Esta opinión tuvo efectos de largo alcance, como la actitud hostil de los regímenes comunistas al control de natalidad.

Senior añadió a los frenos de Malthus el “gusto por el confort y comodidades adicionales” que podían ser compartidos por las clases trabajadoras. Lloyd creía que el deseo de emular a los demás llevaría a los hombres a la prudencia. Jones señaló la existencia de “frenos neutros” cuyo fin era el de satisfacer ilimita-das necesidades secundarias. Observó que ni siquiera los más humildes trabajadores no gastan todo su sa-lario en alimentos y que entre las clases superiores, los gastos en alimentación constituyen una fracción de-creciente del total. Fue uno de los primeros miembros de la escuela histórica inglesa, criticó el concepto maltusiano de la pobreza y enunció su propia ley sobre la población: ”Conforme se multiplican las necesida-des secundarias entre las diferentes clases de la sociedad se multiplican también los motivos para la pru-dencia respecto al matrimonio”

Conforme avanzaba el siglo XIX, la expansión de la producción agrícola y las mejoras de los transportes arrojaron nuevas dudas sobre la insuficiencia de las provisiones de alimentos. Cuando hacia 1890 empeza-ron a declinar las tasas de natalidad en el oeste y norte de Europa, como consecuencia de la difusión de la información sobre el control de natalidad, la autoridad de Malthus se eclipsó y no volvió a aparecer hasta an-tes de la Gran Depresión. Por aquella época Malthus se había convertido en un símbolo para poner en guardia al mundo frente a la superpoblación.

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Capítulo 13. Nuevas transformaciones de la economía de Smith. El interés por la demanda

13.1 LAS APORTACIONES DE MALTHUS A LA TEORÍA ECONÓMICA

Los “Principios de Economía Política” fueron la culminación de una serie de estudios económicos cuyo ger-men se encuentra en varios capítulos del “Ensayo” Al discutir las leyes para los pobres, trazó los efectos de las variaciones en la renta transferida tienen sobre los precios. En esta obra, que recibió un elogio singular por parte de Keynes, Malthus no sólo ratifica el punto de vista que relaciona los cambios en los precios con los cambios en los ingresos sino que rechaza también explícitamente la interpretación que contempla los cambios en los precios principalmente como un fenómeno monetario. Considera que los cambios en la cantidad de moneda son probablemente más un efecto de los cambios en los precios que su causa. No deja de reconocer, sin embargo, que una vez que ha crecido la cantidad de dinero, actuará como un obstáculo para volver a los precios bajos. Su teoría sobre la inflación chocaba con las ideas al uso que atribuían el al-za de los precios a las manipulaciones de los monopolistas o al incremento del dinero en circulación.

Este temprano folleto introduce la construcción de modelos basados en casos “fuertes o extremos”, que ha-bía de considerarse propia del método de Ricardo.

13.2 EL AHORRO Y LA INVERSIÓN

Smith, se recordará, había expuesto las virtudes de la moderación y enseñó que los ahorros son “inmediata-mente transformados en inversiones”. Malthus ahora hace una distinción entre el hombre de negocios frugal de Smith y el avaro miserable que atesora sus ahorros, con consecuencias adversas para la economía. El que atesora, dice Malthus, “encierra bajo llave la facultad de producir”.

En la segunda década del siglo XIX, cuando el tema de la producción agrícola estaba en el candelero, escri-bió varios folletos que le señalan como un tibio defensor del libre comercio, presagiando las desavenencias que tuvieron con él los ricardianos.

13.3 EL CÁLCULO EN EL ANÁLISIS ECONÓMICO

Uno de los folletos de Malthus, las “Observaciones sobre los efectos de las leyes del grano”, contiene la que probablemente es la primera referencia en la economía inglesa a la utilidad del cálculo diferencial para la teoría económica. Ocasionalmente emplea el cálculo el principio del equilibrio o proporción.

Sin embargo, no sigue su sugerencia de emplear el cálculo en economía, quizá porque en sus años de ma-durez se volvió escéptico respecto de los instrumentos mecánicos de análisis. Para Malthus, “la ciencia de la economía política se parece más a las ciencias morales y políticas que a las matemáticas”.

Quienes sí emplearon el cálculo con éxito en la economía fueron Thomson (cálculo del beneficio máximo) Marshall y Cournot (economía matemática).

13.4 LA TEORÍA DE LA RENTA

Tras las guerras napoleónicas, el problema de las rentas altas y el de la protección a la agricultura mediante aranceles a la importación quedaron relacionados. En febrero de 1815 aparecieron cuatro folletos tratando este tema y enunciando el principio de la renta diferencial, que estaba ya por entonces en el aire. Malthus se adelantó a West, Torrens y Ricardo. Ya en 1806 había afirmado que “es siempre el precio el que determina la renta de la tierra y no al revés”.

Ricardo reconoció la deuda intelectual que había contraído con Malthus sobre este asunto. La teoría de la renta, no obstante, se considera más ricardiana que malthusiana, si bien ambas difieren en aspectos impor-tantes.

13.5 MALTHUS Y RICARDO

Las diferencias doctrinales entre Malthus y Ricardo se relacionan con las teorías del valor y de la demanda global.

Smith ofreció un buen número de variantes a la teoría del valor trabajo, y entre ellas Malthus prefería el “tra-bajo demandado” como medida del valor, mientras que Ricardo prefiere el “trabajo incorporado.” Aparte de las diferencias acerca de la adecuación de la demanda agregada, las diferencias de ambos pensadores per-manecen sobre estos tres puntos:

1) Malthus incluía la renta entre los rendimientos importantes que determinan el precio de un bien, mientras que Ricardo la excluía, razonando sobre la base de los productos marginalmente producidos.

2) Los dos difieren en su elección de una medida invariable del valor, prefiriendo Malthus el salario diario de la mano de obra común y Ricardo el oro.

3) Ricardo no usa el análisis de la oferta y la demanda porque no le parece que señale directamente a lo que le preocupa más como determinante fundamental del valor. Malthus, por otra parte, relaciona el costo de producción con la demanda e impulsa un enfoque centrado en la oferta y la demanda. “De todos los prin-

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Capítulo 13. Nuevas transformaciones de la economía de Smith. El interés por la demanda

cipios de economía política –decía– no hay ninguno que participe tanto en los fenómenos que caen bajo su consideración como el principio de la oferta y la demanda”

13.6 MALTHUS Y LA LEY DE SAY

Al transformar la búsqueda de un patrón absoluto del valor en un problema de índices de precios y al hacer el análisis de la oferta y de la demanda Malthus se aproximó a la forma moderna de tratar estos temas. Al destacar lo inadecuado de la demanda agregada, Malthus no sólo difiere de Ricardo y sus seguidores sino también de Say, que desarrolló la ley de los mercados que lleva su nombre y que niega la posibilidad de una sobreproducción general. Esta ley fue descubierta simultáneamente por Mill y había sido apoyada con entusiasmo por Ricardo. Al negar la validez de esta ley, esto es, al negarse a aceptar la tendencia de la economía hacia el pleno empleo, Malthus arrojó luz sobre una nueva serie de perspectivas de la teoría eco-nómica. Nace así la tarea de desarrollar una teoría que explicara la determinación de la renta nacional, sin limitar el estudio a la distribución bajo las condiciones de empleo total, que era la tarea que se había im-puesto Ricardo. Malthus cree que hay una relación entre su microeconomía de la demanda y el uso del concepto en macroe-conomía. Como ejemplo, dice que cuando no hay demanda efectiva de capital en el país de nada sirve reco-mendar el ahorro. El ahorro es o no beneficioso en función de las circunstancias.

13.7 LOS PRINCIPIOS DE MALTHUS

El gran mensaje de los Principios de Malthus es la reducción deliberada del ahorro desde la categoría de virtud absoluta a otra relativa. Malthus advierte sobre los efectos negativos del atesoramiento. Admite que la inversión requiere del ahorro, pero insiste también en que “el principio del ahorro, llevado al exceso, destrui-rá la motivación para la producción.” La noción de una propensión óptima al consumo fue formulada por Malthus con estas palabras: “Si el consumo excede a la producción, disminuye el capital del país y su rique-za se destruirá gradualmente debido a la disminución del poder de producir. Si la producción está muy por encima del consumo, cesarán los motivos para acumular y producir, debido a la disminución de la demanda de aquellos que tienen los medios para comprar. Debe existir un punto intermedio donde, tomando en consi-deración tanto el poder de producir como el deseo de consumir, se aliente al máximo el incremento de la ri-queza.

Malthus no comparte la idea de Say de que todos los ahorros son inmediatamente invertidos y hay alusio-nes a esta idea en sus “Principios” en los que distingue entre el ahorro nacional y el individual. El ahorro na-cional, considerado como el medio para una producción incrementada está confinado a más estrechos lími-tes que el ahorro individual. Mientras que algunos individuos continúan gastando, otros pueden desear con-tinuar ahorrando en gran forma; pero el ahorro nacional debe estar necesariamente limitado por la cantidad que pueda ser empleada con ventaja en proveer la demanda para los productos

Malthus rompe también con la idea de Smith respecto del dinero neutro que funciona sólo como medio de cambio pero no como almacén de riqueza. Considera al dinero como “absolutamente necesario para cual-quier ahorro considerable como para sufragar los gastos de los hijos, comprar una propiedad o exigir trabajo en el futuro”

Malthus elabora una teoría bastante desarrollada del subconsumo y del ahorro excesivo basada más en el excesivo volumen del ahorro y la inversión respecto a la demanda que en que los ahorros no se conviertan en inversión. Cuando hay exceso de stocks, el ahorro de capital empeorará el problema. Estas ideas sobre el ahorro excesivo le conceden un lugar en la historia de las teorías de los ciclos en los negocios y del es-tancamiento económico.

Los puntos de vista de Malthus acerca de lo inadecuado de la demanda general están derivados inmediata-mente de su teoría del valor: Las cosas están valoradas en términos del trabajo que pueden exigir y éste puede ser menor que el trabajo incorporado en su producción. De hecho, no habrá demanda de mano de obra a menos que el valor del producto exceda al del trabajo incorporado en el producto. El trabajo sólo no tiene la capacidad de comprar los productos de su industria puesto que los salarios son inferiores al valor de lo que producen. Por tanto, hay que confiar en otras clases para disponer de los productos, especialmente los ricos ociosos y sus sirvientes que no incrementan la oferta de mercancías y que como sólo se limitan a comprar, permiten colocar el producto nacional. Como defensor de la clase terrateniente, Malthus dignifica a este grupo social al hacerle responsable de absorber el exceso de producción.

No obstante, en el caso de una profunda depresión no confiaría exclusivamente en los gastos de la clase improductiva para restaurar la renta de pleno empleo. Tampoco confía en las medidas monetarias a las que considera estériles.

Las políticas fiscales que Malthus considera indican la independencia de una mente que se adelanta a su tiempo. Tiene sus dudas respecto al pago de la deuda publica a partir del ahorro. Discute los méritos relati-

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Capítulo 13. Nuevas transformaciones de la economía de Smith. El interés por la demanda

vos de una reducción de impuestos y un incremento en la compra por parte del gobierno de bienes y servi-cios y le asigna más importancia a esta última porque los efectos expansivos de una reducción de impues-tos están limitados por el deseo de la gente de ahorrar una parte considerable del impuesto remitido. Las obras públicas financiadas con impuestos son más efectivas que las reducciones de impuestos si crean una mayor y más cierta demanda de mano de obra y bienes.

13.8 LA MACROECONOMÍA DE MALTHUS

Si Malthus no recibió una acogida más generosa cuando planteó el problema de la determinación de la ren-ta nacional, fue quizá debido a que su macroeconomía iba unida a la defensa de la clase de los señores, que la opinión pública de la época consideraba más en declive que en ascenso. Así las cosas, el resto de pensadores despreciaron la teoría por este matiz ideológico despreciando las posibilidades de análisis que abrían sus ideas.

En el Ensayo subraya la falta de adecuación de la oferta mientras que en los Principios, la idea central es la falta de adecuación de la demanda. En un sentido formal ambas ideas son compatibles. La forma más sen-cilla de integrar el pensamiento de Malthus sería interpretar su doctrina de la población como una cuestión a largo plazo y sus ideas sobre la demanda como algo más inmediato. Pero esta interpretación ignoraría el hecho de que, para nuestro autor, la presión de la población sobre la cantidad de alimentos no era una ten-dencia a largo plazo sino un problema presente, permanente, apremiante e importante.

Aún arrinconado como lo dejaron los ricardianos, Malthus no estaba completamente solo con sus ideas he-terodoxas; Lauderdale y Sismondi expresaron su interés por la demanda global y transformaron el sistema de Smith en una dirección que les separó de Ricardo y de sus seguidores.

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Capítulo 14. La economía política de David Ricardo

14.1 LA VIDA DE RICARDO

El pensamiento de David Ricardo fue, ante todo una reacción y una transformación del gran sistema de Smi-th. Desde muy joven se empleó en la bolsa de valores, estableciéndose más tarde como corredor de bolsa, posición en la que se enriqueció y a la que más tarde renunció para hacerse miembro del parlamento inglés. El acontecimiento más decisivo de su carrera intelectual fue su encuentro y posterior amistad con James Mi-ll, seguidor de Bentham y del radicalismo filosófico quien, dándose cuenta del potencial intelectual de su amigo le animó a escribir sus “Principios de Economía Política y Tributación”, hizo que fuera elegido miem-bro del Parlamento y le ofreció el cargo de director de la East India Company.

La mayor parte de sus discursos se orientó a asuntos tales como las cuestiones monetarias, la deuda nacio-nal y los problemas agrícolas. Su propuesta de imponer un impuesto sobre el capital y de saldar la deuda nacional fue considerada, incluso por sus amigos, doctrinaria o teórica y le hizo perder influencia. Conside-raba que los dos grandes enemigos de la economía inglesa eran la deuda pública y las leyes del grano.

También en cuestiones políticas Ricardo era considerado un doctrinario, en tanto que insistía en la aplica-ción de unas teorías sin reparar en los problemas prácticos que se podían derivar de dicha aplicación. En resumen, podemos decir que no fue tan brillante en su condición de parlamentario como en la de financiero o economista. Fue tratado como un ultrarreformador y un visionario.

14.2 EL MÉTODO ECONÓMICO DE RICARDO

Con Ricardo la economía pierde la tendencia empírica que había sido característica de Adam Smith y se vuelve austera y abstracta. También pierde su contacto con la filosofía y llega a ser verdaderamente autóno-ma, esto es, desligada de cualquier principio excepto aquellos generados por la lógica interna de su propio sistema de pensamiento. Le interesaron sobremanera los problemas económicos, concretos y específicos de la Inglaterra del siglo XIX, como los problemas financieros ocasionados por las guerras napoleónicas y el desplazamiento de la estructura económica británica desde la agricultura hacia la industria. Tomó partido por quienes pretendían acelerar esta transformación y por eso se le considera como uno de los constructo-res del orden económico del siglo XIX, con una pax Britannica basada en la regla de oro del libre comercio. Los problemas que pusieron en movimiento el pensamiento de Ricardo fueron eminentemente prácticos y de orientación política.

14.3 EL DEBATE SOBRE EL METAL

Los escritos de Ricardo entre 1809 y 1813 tratan fundamentalmente sobre la controversia monetaria de su época. A partir de entonces su atención se torna gradualmente hacia los más amplios aspectos económicos presentados por el problema de la protección a la agricultura, sobre el que escribió sus Principios de Econo-mía Política. Cuando Ricardo publicó de forma anónima “ El Precio del Oro”, lo que era llamado el más gran-de debate monetario alcanzaba su cenit. La opinión estaba dividida entre los bullonistas para quienes la in-flación de la época de guerra era resultado de la expansión monetaria, y los antibullonistas, que la atribuían a la acción de otras causas. Ricardo se puso de parte de los bullonistas y aconsejó una pronta reasunción de los pagos en efectivo realizados por el Banco de Inglaterra, ya que durante el último cuarto del siglo XVIII el país seguía un patrón papel no convertible

14.4 THORNTON

Era banquero y parlamentario y su libro más destacado lleva el título de “El crédito del papel moneda en la Gran Bretaña”. No desarrolla una gran idea pero analiza de una forma cuidadosa las circunstancias relativas a la expansión y contracción monetaria, tanto en sus aspectos internos como internacionales. Trazó con de-talle el efecto que las variaciones de la cantidad de dinero producen sobre el tipo de interés y, en conse-cuencia, sobre los precios. Analizó la expansión monetaria resultante de la divergencia existente entre “el ti-po de interés adoptado en el banco” y la “tasa natural de beneficios mercantiles”. Se anticipó a Fisher al dis-tinguir entre tipo de interés nominal y real. Al igual que otros escritores de su época relacionó la cantidad de dinero no sólo con el nivel de precios sino también con la producción y era consciente de que ésta subía con la expansión y decrecía con la contracción monetaria.

Subrayó la posibilidad de crecimiento incluso bajo condiciones de pleno empleo: con la expansión moneta-ria, el nivel de precios en alza favorece la reducción de consumo de los más pobres, con lo que se liberan recursos para la inversión (ahorro forzoso).

En el campo de las finanzas internacionales, Thornton fue el primero en observar la entrada de fondos a corto plazo como respuesta a un aumento del tipo de interés relativo y expandió el mecanismo de ajuste de Hume para el caso hasta cubrir el caso en que la alteración inicial no proceda del lado monetario, sino del lado de las mercancías como, por ejemplo, como resultado de la pérdida de una cosecha.

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Capítulo 14. La economía política de David Ricardo

14.5 LA TEORÍA MONETARIA DE RICARDO

La influencia de Ricardo sobre el posterior desarrollo de la doctrina monetaria hizo olvidar la influencia ejer-cida por Thornton. En el folleto titulado “El alto precio de los lingotes” aboga por una estrecha teoría cuanti-tativa dl dinero. Para él, la expansión monetaria era la única causante de la inflación del periodo de guerra y cree que se habría evitado si el Banco de Inglaterra hubiera permanecido bajo la disciplina del patrón oro.

Su adhesión a una rígida teoría cuantitativa del dinero le impidió percatarse de la relación entre las variacio-nes monetarias y las de la producción. Aunque aceptaba la idea de Thornton sobre el vínculo indirecto entre el dinero y los precios a través del tipo de interés, no aprovechó la idea del ahorro forzoso a la que atribuyó efectos insignificantes.

Respecto a la balanza comercial desfavorable, no podría tener otra causa que una “excesiva cantidad de di-nero“ provocada por la expansión monetaria. Si se importa más de lo que se exporta es porque el dinero for-ma también parte de las exportaciones. Dice, “si consentimos en entregar nuestras monedas a cambio de bienes, debe ser por nuestra elección, no por la necesidad. “ Ricardo niega la necesidad de equilibrar los movimientos del oro: No es necesario exportar oro si el sólo propósito es mantener bajos los precios en el país exportador y elevarlos en el importador, ya que el oro acabará volviendo al país exportador primitivo a cambio de mercancías. ¿Por qué no empezar, entonces, exportando mercancías?

Ricardo propende a utilizar una especie de oscura taquigrafía que suprime los hechos que van contra los principios que son de provecho para las partes interesadas. Malthus critica el método de Ricardo y éste se defiende alegando que le interesa más el estado permanente de las cosas (largo plazo) que los aspectos temporales y los procesos de ajuste.

No debemos creer por ello que el genio de Ricardo sólo se encontraba cómodo en las altas cimas de la abs-tracción ya que, en su condición de hombre de negocios, era capaz de tratar con igual lucidez los problemas del mundo real.

Ricardo volvió a los problemas monetarios en 1816 con diversas publicaciones entre las que destaca una propuesta para poner fin al privilegio del Banco de Inglaterra para emitir papel moneda y que esta actividad la desempeñara una autoridad gubernamental para que los beneficios obtenidos con la emisión de billetes redundaran en el bien de los ciudadanos.

14.6 EL ORIGEN DE LOS “PRINCIPIOS”; SALARIOS Y BENEFICIOS

El punto de vista de Ricardo sobre los beneficios, que se había de convertir en la piedra angular de su sis-tema estaba en claro desacuerdo con el sostenido por Adm Smith. Éste había enseñado que según se acu-mula capital, la competencia entre los productores hace bajar la tasa de beneficios. Ricardo, por su parte, relaciona los beneficios con los salarios y, en última instancia, con el costo de producir las subsistencias del trabajador. Los altos costes de producción de los alimentos producirán salarios altos y beneficios bajos; los costes reducidos tendrán el efecto opuesto.

Cree que la acumulación de capital prepara el terreno para unos beneficios permanentemente decrecientes. El alza en el coste del producto bruto puede ser ocasionada por una gradual acumulación de capital que, al crear nueva demanda de trabajo, estimula el crecimiento de la población, promueve el cultivo de tierras infe-riores, lo que hará que se empleen más trabajadores, que se eleve el nivel de salarios y que decrezca la productividad.

14.7 LA RENTA Y LOS RENDIMIENTOS DECRECIENTES

Al principio del siglo XIX, conforme Inglaterra se transformaba de exportadora de grano en importadora neta se extendió una cierta conciencia del principio de la renta diferencial. Anteriormente, Turgot y Steuart ya ha-bían aludido a él. La búsqueda de la formulación del principio de la renta diferencial culminó en febrero de 1815 cuando Malthus, West, Torrens y Ricardo publicaron sendos escritos que enunciaban el nuevo princi-pio. Todos ellos, excepto Torrens, se referían a lo que había de llamarse más tarde los márgenes extensivos e intensivos del cultivo. Ricardo, en consonancia con Malthus, utiliza el principio de la renta diferencial para apoyar su idea de que el crecimiento de la población y el del capital llevarán consigo beneficios decrecien-tes, contingencia que él cree que puede evitarse mediante la importación de grano sin restricciones.

En el “Ensayo sobre los beneficios” desarrolla las partes esenciales de su teoría de la distribución que cubre los beneficios, los salarios y la renta de la tierra, pero no incluye una teoría del valor. En su lugar, utiliza un patrón cereal en el que tanto el producto agrícola como las cuotas distributivas se expresan en función del cereal. Ricardo supone que las tasas de beneficios de los agricultores controlan las tasas de beneficios de toda la economía. La única insinuación de la teoría del valor en el “Ensayo sobre los beneficios” señala que “el valor cambiable de todas las mercancías se eleva conforme aumentan las dificultades para su produc-ción”.

En los “Principios” sí desarrolla una teoría del valor que integra con su teoría de la distribución.

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Capítulo 14. La economía política de David Ricardo

14.8 PRODUCCIÓN CONTRA DISTRIBUCIÓN

Ricardo aborda el estudio de la economía general con un estudio de la distribución, en contraposición res-pecto a Adam Smith para quien el estudio de la producción ocupaba el centro de su interés.

La nueva importancia dada a la distribución estaba de acuerdo con las circunstancias cambiantes de la épo-ca. La transición de la agricultura a la manufactura elevó la cuestión acerca de la participación relativa de los terratenientes y los capitalistas. La aparición de los primeros problemas laborales ayudó a poner el énfasis en la distribución, es decir, en la forma de dividir el producto de la industria entre las clases que contribuyen a su obtención. La distribución no tenía un lugar propio en el pensamiento medieval orientado principalmen-te hacia el consumidor ni en las teorías mercantilistas enfocadas en el deseo de ganancia nacional. La im-portancia que concede Ricardo a la distribución supone una novedad en el pensamiento económico. Otra ruptura con la tradición del pensamiento de Smith es la búsqueda de leyes generales, concebidas no tanto como regularidades observadas empíricamente sino como construcciones lógicas que proceden de defini-ciones, premisas, y deducciones. Se trata, por tanto, de un método más racionalista que empírico.

Ricardo habla de tres clases sociales, los terratenientes, los capitalistas, y los trabajadores que reciben, res-pectivamente, rentas, beneficios, y salarios y defiende que la distribución del producto es esencialmente di-ferente en las distintas etapas de la humanidad.

Los trabajos de Malthus y West son los primeros que establecen una verdadera doctrina de la renta por cuanto permiten comprender el efecto que el aumento de la riqueza tiene sobre los beneficios y los salarios.

14.9 LA TEORÍA DEL VALOR

El Capítulo de Ricardo sobre el valor empieza con estas palabras: “El valor de un artículo, o la cantidad de cualquier otro artículo por la cual será cambiado, depende de la cantidad relativa de mano de obra necesa-ria para su producción, y no de la mayor o menor remuneración que se pague por este trabajo.”

Para Ricardo como para Smith, el valor es primariamente valor de cambio, más que valor de uso, y el valor de cambio tiene tres elementos constitutivos, utilidad, escasez, y trabajo implicados en el bien cuyo valor ha de determinarse. Respecto a la utilidad, ningún bien que carece de utilidad puede tener valor de cambio, pe-ro la utilidad no mide el valor de cambio. Por lo que se refiere a la escasez, ella sola determina el valor de los bienes que no pueden ser reproducidos mediante el trabajo. El valor de estos bienes reflejará la fuerza de la demanda por parte de quienes están ansiosos por adquirirlos. Más significativos son aquellos bienes que pueden ser reproducidos en cantidad mediante el trabajo humano, y es a estos, si se producen bajo condiciones de competencia perfecta, a los que se aplica la teoría del valor de Ricardo, esto es, que su valor de cambio está regulado por la cantidad de trabajo incorporado en ellos.

Ricardo rechaza la versión alternativa de Smith del “patrón de medida del valor”, esto es, el trabajo exigido u ordenado. El trabajo incorporado y el trabajo demandado, –señala– no son iguales y, además el trabajo de-mandado es una cantidad muy variable, sujeta a cambios en la oferta y demanda de mano de obra y a las de los precios de los artículos de primera necesidad. Para Ricardo no servía de gran cosa el patrón cereal, debido a su variabilidad como unidad de medida, que depende de las condiciones agrícolas, del crecimiento de la población y de las políticas de importación. (FVC: en el “Ensayo sobre los beneficios emplea el patrón cereal)

Ricardo discute un cierto número de dificultades con las que debe enfrentarse la teoría del valor trabajo, que él cree que surgen por la falta de homogeneidad del trabajo y del empleo de capital, que está asociado al trabajo en proporciones variables en los diferentes procesos de producción. Hay también diferencias en las proporciones en que se encuentran el capital fijo y el circulante, en la curación del capital fijo y en la veloci-dad de rotación del capital variable. Todo esto implica el reconocimiento de la significación del elemento tiempo en el proceso de producción.

Los bienes se intercambiarían en la proporción del trabajo incorporado en ellos si el trabajo y el capital estu-vieran siempre combinados en la misma proporción, si todos los capitales fijos tuvieran igual durabilidad, y si las tasas de rotación el capital circulante fueran uniformes a través de toda la economía. Pero puesto que esto no es así, los cambios en los salarios afectarán el valor de cambio de los bienes.

El reconocimiento de que no son sólo las cantidades de trabajo incorporado, sino también los salarios y los beneficios los que afectan al valor de cambio, nos lleva a considerar la teoría del valor de Ricardo no como una teoría-trabajo sino como una teoría-coste, aunque excluya la renta de la tierra.

Ricardo aplica su teoría del valor al dinero igualmente considerando el valor del dinero en los términos de una teoría del dinero como bien. Si el dinero ha de tratarse como un artículo, su valor reflejará la cantidad de mano de obra incorporado en él, como en el caso de los demás artículos. Un cambio en los salarios tendrá el mismo efecto sobre el precio del oro que sobre cualquier otro bien.

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Capítulo 14. La economía política de David Ricardo

Las monedas de oro pueden ser más valiosas que la cantidad de metal que contienen ya que incluyen el precio del monedaje del Estado que se interpreta en función del trabajo. En cuanto al papel moneda, todo su valor puede considerarse como monedaje.

Hemos de señalar que las ideas de Ricardo sobre el dinero evolucionan desde el cuantitivismo hasta la teo-ría del valor-trabajo, posiblemente como consecuencia de la disminución el papel moneda en circulación y las expectativas de una próxima adopción del patrón oro. Finalmente, acabó por excluir el papel moneda de la aplicación de su teoría del valor-trabajo por considerarlo una mercancía sujeta a monopolio.

La unidad invariable de medida del valor

Ricardo persiguió la búsqueda de una medida invariable del valor. El valor real o natural, o valor absoluto, para él está determinado estrictamente por la cantidad de trabajo sacrificado en la producción de un bien.

Para ser una medida invariable del valor, un bien debe tener incorporado en todo tiempo la misma cantidad de trabajo; tendría que haber sido producido exactamente con la misma combinación de capital fijo y circu-lante que el resto de las cosas, y la durabilidad del capital fijo y la velocidad de rotación del circulante em-pleados en su producción tendría que haber sido la misma que en la producción de todos los demás bienes. A falta de un artículo con esas características se podría usar el oro como una aproximación hacia una per-fecta medida invariable del valor, en la medida. Esta es la solución que propone Ricardo.

La elevación de los salarios tendría, de esta forma, diferentes efectos sobre las mercancías que depende-rían de que el empleo del capital y su durabilidad estuvieran por encima o por debajo de las del oro, en cuanto que término medio. Los precios de unas mercancías subirían y los de otras bajarían, permaneciendo invariables el precio medio y el valor del conjunto de la producción.

El valor y la distribución

Ricardo fue el primero en desarrollar una teoría del valor e integrarla en una teoría de la distribución, convir -tiéndose en el pionero de lo que llegaría a ser la principal preocupación de la teoría económica del siglo XIX: el valor y la distribución. En esta teoría Ricardiana del valor y la distribución se considera sin costo el uso de la tierra, y la renta parece ser como una transferencia de pago que no tiene nada que ver con ningún movi-miento de servicios compensatorio. La renta se paga porque la tierra tiene dueños, porque es limitada en cantidad, y porque difiere respecto a fertilidad y localización. A diferencia del pago de salarios a los trabaja-dores o de los beneficios para el capitalista, el pago de la renta no tiene la naturaleza de un incentivo nece-sario para obtener los servicios deseados. La renta se paga por el uso de las originales e indestructibles fuerzas del suelo.

14.10 LA TEORÍA DE LA RENTA

Según el principio diferencial, los costes de producción difieren tanto para los productos obtenidos en dife-rentes porciones de terreno como para los producidos con la aportación de diferentes cantidades de capital y trabajo sobre la misma parcela.

Según el principio marginal el valor de cambio de la producción está siempre regulado por el costo de pro-ducción incurrido “en las circunstancias más desfavorables.”

La teoría de la renta refleja tanto la actuación del principio diferencial como la del principio marginal que, en relación con el coste de producción hace aquí su entrada en la teoría económica.

El precio de los cereales cubrirá el coste de producción en la tierra menos fértil y más desfavorablemente emplazada, pero cuya producción sea todavía necesaria para satisfacer la demanda. Por otra parte, el pre-cio cubrirá el coste de la producción obtenida con el empleo de la menor cantidad de trabajo y capital reque-rido para satisfacer la demanda del producto.

Según este análisis, la renta es un superávit que va a parar en manos del propietario de la tierra cultivada bajo condiciones más favorables que aquellas que prevalecen en los márgenes. La renta no forma parte del costo de producción, “el trigo no es caro porque se pague renta, sino que la renta se paga porque el trigo es caro.” Para de-mostrar este proceso de formación de la renta, Ricardo empieza con el modelo de un nuevo país, donde la tierra fuera gratuita y sólo se utilizara la mejor tierra. No se paga renta alguna en la pri -mera aproximación de este modelo.

El aumento de la productividad puede detener temporalmente la elevación de la renta, pero a medida que aumentan los beneficios se alienta el crecimiento del capital y de la población, lo que requerirá una nueva expansión del terreno cultivado con el consecuente incremento de la renta. Según esto, el desarrollo econó-mico es un proceso que favorece sólo a los terratenientes, debido a que aumenta la cantidad de producto y el precio al que se vende.

precio

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coste renta

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Capítulo 14. La economía política de David Ricardo

14.11 LA TEORÍA DE LOS SALARIOS

Para Ricardo, “la misma causa que eleva la renta, esto es, la creciente dificultad de obtener una cantidad adicional de alimentos con la misma cantidad proporcional de trabajo, es la que eleva también los salarios.” Se refiere al coste marginal del trabajo. Los crecientes precios de los alimentos tenderán a incrementar “el precio natural del trabajo”, es decir, el salario que permite a los trabajadores “subsistir y perpetuar la espe-cie, sin aumento ni disminución.” Los salarios altos estimularán el crecimiento de la población, y cuando co-mo consecuencia haya aumentado la oferta de mano de obra, los salarios caerán. Cuando los salarios son bajos, caerán la población y la oferta de trabajo, provocando un aumento en los salarios.

El salario de subsistencia o natural no es absolutamente fijo sino que varía de acuerdo al tiempo y al lugar, reflejando hábitos, costumbres e instituciones sujetas a cambio. Ricardo encuentra en la experiencia históri-ca un incremento del salario de subsistencia, ya que las comodidades de las que goza el ser humano son cada vez mayores. Bajo condiciones de crecimiento económico sostenido el salario de mercado puede ser indefinidamente superior al de subsistencia, porque el crecimiento de capital provocará una elevación en la demanda de mano de obra. Cuando la oferta de trabajo alcance a la demanda, otro aumento del capital vol-verá a distanciar los salarios de mercado y los naturales.

Al crecer la población, el costo creciente de producir los alimentos no será compensado enteramente por sa-larios nominalmente más altos de manera que el salario perderá poder adquisitivo. Ricardo cree que los pre-cios de las manufacturas tienden a bajar porque se producen en condiciones de rendimientos crecientes. Así, en los países ricos el trabajador puede proveerse de una gran cantidad de bienes mediante la renuncia a una pequeña porción de alimentos.

14.12 LA TEORÍA DE LOS BENEFICIOS

La teoría de los beneficios de Ricardo está desarrollada como corolario a sus teorías sobre los salarios y el valor. Los salarios en dinero se elevan en el curso del desarrollo económico, reflejando el aumento en los precios de los alimentos que acompaña al incremento de la mano de obra demandada para la producción agrícola. Los precios de las manufacturas, por otra parte, permanecen a su nivel establecido ya que su pro-ducción no requiere de una cantidad adicional de mano de obra. Por tanto, conforme aumentan los salarios nominales, los beneficios bajarán. Los beneficios dependen del nivel de los salarios que dependen a su vez del nivel de precios de las cosas necesarias. El precio de las cosas necesarias depende principalmente del precio de los alimentos.

La tasa de beneficios tiende a situarse en el estado estacionario próxima a cero y cuando ocurre esto des-aparece el estímulo para la acumulación de capital. El crecimiento de la población cesará al no existir fon-dos adicionales para sostener a más trabajadores. “Casi todo el producto nacional, después de pagar a los trabajadores, será propiedad de los terratenientes y de los recaudadores de impuestos.”

El carácter parasitario de los propietarios se pone plenamente de manifiesto en la teoría de Ricardo sobre el crecimiento económico. En su “Ensayo sobre los beneficios” define el interés del terrateniente como “siem-pre opuesto al interés de todas las demás clases de la sociedad. Su situación es especialmente próspera cuando los alimentos son caros y escasos, mientras que al resto de personas le sucede lo contrario.

El autor ve esta situación como algo irremediable debido a las inexorables leyes que hacen que los precios de los alimentos coincidan con el coste de producción en los márgenes de cultivo. Si la renta fuera a parar a manos de los agricultores mejoraría su nivel de vida pero no disminuiría la cantidad de trabajo para obtener una unidad de producto en las tierras cultivadas menos productivas.

14.13 EL PRINCIPIO DE LAS VENTAJAS COMPARATIVAS

Ricardo creía que los salarios, como el resto de los contratos, debían fijarse por el libre juego de la oferta y la demanda y no veía otro remedio de escapar al estado estacionario que la defensa estricta del laissez fai-re. El autor pasó así a desarrollar su teoría a favor del libre comercio, basándose en el principio de las ven-tajas comparativas. Cuando discute las ventajas del comercio exterior no tiene como principal objetivo eluci-dar los factores que lo originan, sino que su interés principal se centra en las ventajas que obtienen los paí-ses con el comercio exterior: la relativa a la distribución y la que se relaciona con una mayor renta real.

Efectos del comercio sobre la distribución

Al estar impresionado por la tendencia al descenso de los beneficios a largo plazo, la cuestión que plantea Ricardo es la de los efectos directos e indirectos producidos por el comercio exterior sobre las tasas de be-neficios. Como los beneficios pueden variar sólo como respuesta a las variaciones de salarios, el comercio exterior no puede ejercer ningún efecto directo sobre los beneficios. Sin embargo, como efecto indirecto, los beneficios pueden aumentar si los artículos de primera necesidad, y especialmente los alimentos, se impor-tan del exterior a precios menores y como consecuencia de ello bajan los salarios. La importación de pro-ductos que no sean de primera necesidad no producirá tales efectos.

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Capítulo 14. La economía política de David Ricardo

Los efectos del comercio sobre la renta

Independientemente de los efectos sobre la distribución, el comercio exterior tiene siempre efectos desea-bles sobre la renta real. De acuerdo con su propia teoría del valor, Ricardo niega que el comercio exterior pueda afectar al valor de las mercancías, pero tiene una gran importancia porque su incremento contribuye al aumento de la cantidad de mercancías y por tanto “al conjunto de los goces”. A diferencia de lo que ocu-rre con los efectos sobre la distribución, que benefician sólo a los productores, los efectos sobre la renta be-nefician a todos, puesto que todos son consumidores. Gracias a este argumento, Ricardo encontró un apo-yo muy amplio para su teoría del libre comercio.

El principio de las ventajas comparativas demuestra el ahorro de recursos que el comercio internacional ha-ce posible, quedando los recursos liberados disponibles para producir otras mercancías. Las ganancias del comercio serán efectivas incluso si la mercancía importada es producida en el exterior a un coste de produc-ción mayor que en el interior.

La división de las ganancias del comercio

La distribución exacta de la ganancia obtenida por el comercio entre dos países no quedó establecida en la discusión de Ricardo y tuvo que esperar al análisis que hizo John Stuart Mill.

El comercio interior y el comercio exterior

En el comercio interior las mercancías deben intercambiarse en proporción a las cantidades de trabajo in-corporadas a su producción Sin embargo, Ricardo considera que esta regla no aplica en el comercio exterior porque el trabajo y el capital sólo pueden moverse dentro de los confines de un país. Al estar excluido, por hipótesis, el movimiento internacional de los factores, quedan oportunidades abiertas para el movimiento de los productos.

La distribución de los metales preciosos

Para llevar a la práctica el principio de las ventajas comparativas es necesario traducir las ventajas compa-rativas en diferencias absolutas de costes en dinero o precios. Dicha traducción fue obra de economistas posteriores pero fue Ricardo quien preparó el camino. Según su punto de vista, los metales preciosos están distribuidos por todo el mundo de tal manera que facilitan el mismo movimiento de mercancías que tendría lugar en una economía de trueque.

Las variaciones de la tasa de cambio

Si se produce una perturbación en el sistema de comercio formado por dos países (UK y Portugal) y dos mercancías (vinos y paños) de modo que UK deja de estar interesado en la importación de vino porque ha mejorado sus costes de producción, en un primer momento Portugal seguirá interesado en la importación de paños. Pero como no puede pagar sus importaciones con las ventas de vino, deberá comenzar a realizar pagos en efectivo aumentando la cantidad de metal en UK. Cuando el coste añadido de transportar oro iguale el beneficio que obtiene Portugal importando paños, cesará también el comercio de esta mercancía.

La prueba de que se ha restaurado el equilibrio es la paridad de tasas de cambio y no el estado de los pre-cios –Ricardo, como la mayoría de sus contemporáneos no utilizó el concepto de un nivel de precios basado en índices– o un valor del dinero uniforme en todos los países.

Como consecuencia de la falta de uniformidad de los niveles de precios, habrá también desigualdad en la distribución de los metales preciosos a través de todo el mundo. Los países que sobresalgan en la produc-ción de manufacturas exportables atraerán metales preciosos.

El principio de las ventajas comparativas fue un descubrimiento múltiple que Ricardo compartió con Torrens, quien lo había enunciado con anterioridad en términos más imprecisos y sin aludir a la relación entre los costes. Con la aceptación de este principio, el laissez faire asume una aceptación casi universal puesto que se puede aplicar a las relaciones económicas internacionales en el sentido más amplio y resuelve el conflic-to entre nacionalismo y cosmopolitismo, al señalar la armonía de los intereses nacionales.

14.14 RICARDO Y LA TRIBUTACIÓN

Ricardo, en tanto que partidario incondicional del laissez faire, encontraba pocas funciones del estado que fueran legítimas y entre éstas la más importante era la tributación. Por ello concedió a esta parcela de la economía una importancia capital. Su interés procedía del pobre tratamiento que había dado Smith al tema y de la relación que encontraba entre la teoría de la distribución y la teoría de la tributación.

Nuestro autor puede considerarse como el fundador de las finanzas públicas en el más estrecho y antiguo sentido de la expresión, que incluye primordialmente el asunto de la tributación.

Fue en realidad MacCulloch, destacado discípulo de Ricardo, quien había de escribir en 1845 el primer tra-tado especializado sobre el tema, dando origen a la primera subdisciplina de la economía.

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Capítulo 14. La economía política de David Ricardo

Las ideas de Ricardo sobre la tributación forman un todo integrado entre ellas mismas y con su teoría de la distribución debido a sus constante atención a las desviaciones e incidencias de los impuestos.

El impuesto sobre la renta de la tierra recae sobre los terratenientes y tiene la virtud de impedir la elevación de los precios de la producción obtenida en el margen, ya que desalienta nuevos cultivos.

Los demás impuestos recaen sobre los consumidores o los receptores de beneficios. Los impuestos sobre los salarios son sufragados por los beneficios al estar los salarios en el nivel de subsistencia. Los impuestos sobre el producto de la tierra o sobre los beneficios de las manufacturas se desviarán hacia los consumido-res. Los impuestos sobre los beneficios de los comerciantes reducirán los beneficios en todos los casos.

Ricardo cree que los impuestos se destinan a sufragar las guerras y al sostenimiento de trabajadores impro-ductivos en detrimento de la industria productiva del país. Es deseable su destino al aumento del capital.

La conclusión es que cada dólar gastado por el gobierno reduce el gasto privado en una cantidad igual. Esta idea se conoce como “criterio de la tesorería” y fue objeto de duros ataques por Keynes.

14.15 LA LEY DE SAY

Ricardo apoyó la ley de Say ya que creía que la demanda de mercancías crecía al mismo ritmo que su pro-ducción. A pesar de su aparente intransigencia introduce ciertas matizaciones cuando habla de los reveses y contingencias temporales tales como las que acompañan a la conversión en tiempos de guerra y a la re-conversión de posguerra.

Aunque en sus primeros escritos era partidario de la introducción de las máquinas, con el paso del tiempo se desdice porque duda de que resulte beneficiosa para todas las clases sociales. Más tarde aún, matiza que la introducción de máquinas sólo resultará perjudicial si se descubren súbitamente y se usan en forma extensiva. Sin embargo, cree que lo más probable es que en la práctica la introducción sea gradual, elevan-do los beneficios y los ahorros originado un aumento de la dotación de capital.

14.16 EL SISTEMA DE RICARDO

En general, los bienes se intercambian a precios proporcionales a la cantidad de mano de obra incorporada en ellos. Los salarios tienden a mantenerse al nivel de subsistencia. La falta de prudencia da lugar al creci-miento de la población que sólo está contenido por el carácter limitado de las subsistencias. Existen rendi-mientos decrecientes, que elevan el coste de la producción de alimentos. Al estar los precios de las provisio-nes establecidos según el margen de cultivo, el crecimiento del capital y de la población son causa de que dichos precios aumenten al expansionarse dicho margen.

En el curso del desarrollo económico, los salarios en dinero subirán, reduciendo los beneficios. La renta de la tierra crecerá al aumentar la diferencia entre el coste de producción en el margen y el coste de producción en condiciones superiores. Conforme los beneficios se vayan aproximando a cero irá cesando la acumula-ción de capital hasta alcanzar el estado estacionario. La libertad comercial puede frenar este proceso. Se-gún el principio de las ventajas comparativas, el libre comercio tendrá también efectos beneficiosos sobre la renta nacional. Todo ello da un nuevo y poderoso apoyo a la idea del laissez faire.

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Capítulo 15. De Ricardo a Mill

15.1 PANORAMA GENERAL DEL PERIODO

Desde 1823, año de la muerte de Ricardo, hasta 1848, cuando John Stuart Mill publicó sus Principios de Po-lítica Económica no surgió ninguna figura destacada en el panorama del pensamiento económico. Huno, no obstante, figuras secundarias que o bien consolidaron los logros del pasado o fueron pioneros al dar una nueva dirección al pensamiento económico. Así Bentham difundió la creencia en el utilitarismo. Torrens, co-descubridor de las teorías de la renta y la ventaja competitiva, estuvo presente en las discusiones acerca del comercio internacional y la colonización. Senior fue un pensador respetado, virtualmente el único en profun-dizar en los fundamentos teóricos de la economía clásica. Richard Jones atacó los métodos de los econo-mistas clásicos y se convirtió en el primer economista histórico de Inglaterra. Surgió el trabajo de Robert Owen conocido como un socialista Ricardiano (y quien es de recordar en el pensamiento administrativo por su preocupación por la integridad de la persona humana).

En Francia, donde la tradición intelectual de racionalismo creaba los mejores auspicios para la construcción de esquemas especulativos para la reorganización social surgieron Saint Simon y Fourier como líderes del pensamiento económico en el siglo XIX. En los Estados Unidos de desarrolló una rama característicamente americana de economía en la década de 1820. Buen número de escritores siguieron el patrón general de los clásicos pero haciendo excepción de teorías específicas, especialmente aquellas sobre la población y la renta, que les parecían poco adecuadas para las realidades del Nuevo Mundo. Otros llegaron a apartarse más de los clásicos oponiéndose a la libertad de comercio y asignando al gobierno funciones importantes en la promoción del desarrollo económico.

En este capítulo no estudiamos a los pioneros de la economía histórica, socialista y matemática.

15.2 BENTHAM

Jeremy Bentham se convirtió en la cabeza de los radicales filosóficos y fue conocido como reformador y filó-sofo de la reforma más que como economista. Publicó su Defensa de la Usura criticando a Adam Smith por permitir un techo legal en la tasa de interés. Su concepto del utilitarismo ejerció un notable estímulo sobre el pensamiento de su tiempo. Abrió nuevas rutas apartándose del laissez faire y, al hacer de la utilidad el con-cepto central de su reforma, expandió en gran manera el área de especulación que habría de convertirse en preocupación para generaciones posteriores de economistas.

Sus reformas transformaron la Inglaterra del siglo XIX: parlamento, prisiones, servicio civil, estadísticas... Bentham era, ante todo, un estudioso del Derecho. Consideraba su tarea más importante la reforma del De-recho y el desarrollo de una ciencia de la legislación, que pensaba derivar del principio de utilitarismo. Escri-bía “la naturaleza ha colocado a la humanidad bajo el reinado de dos soberanos principales, dolor y placer.

Ellos gobiernan todo lo que hacemos.” En el centro de su pensamiento no está la felicidad individual sino el “principio de utilidad” o principio de la máxima felicidad, concebido como el que reporta la máxima felicidad al mayor número de personas. Para él no existía una armonía de intereses como la postulada por Smith. Hace recaer en el gobierno la tarea de producir una armonía artificial por medio de la legislación. Para Ben-tham, es una función de la legislación y de la ciencia que de ella trata el establecer un sistema de castigos y recompensas que induzcan a los individuos a perseguir acciones que conduzcan a la mayor felicidad para el mayor número. Distingue entre el programa del gobierno, la falta de programa y los actos espontáneos de los individuos.

Como derivados del principio de máxima felicidad, e “inmediatamente subordinados” al mismo, listaba cua-tro grandes objetivos de la política pública, que en orden jerárquico son: subsistencia, seguridad, abundan-cia, e igualdad. Todo esto apartó a Bentham, de la posición del laissez faire y abrió nuevas tendencias en el pensamiento económico. Al convertir la igualdad en objetivo de la política económica abrió el camino para que J. S. Mill abordara la idea de la distribución bajo un nuevo enfoque.

A pesar de su oposición a poner un techo al tipo de interés, proponía limitar el precio del grano, lo que nos da una idea de su posición respecto al laissez faire. Sin embargo, entendía la legislación como un mal nece-sario e instaba al gobierno a que se estuviera quieto.

Cuando sugería que el gobierno se encargara de los seguros de vida, ponía el germen para la idea de la se-guridad social. Su pensamiento monetario se apartó de Ricardo y era próximo al de Thornton y Keynes; en-fatizaba la expansión económica como medio para alcanzar el empleo total, y su discusión de este problema muestra su conciencia respecto a la importancia del atesoramiento, del ahorro forzoso, la relación entre aho-rro e inversión, la propensión al consumo, y otros asuntos que forman el contenido del análisis moderno so-bre la renta y el empleo.

En su modelo utilitarista de toma de decisiones, decidió que los placeres y dolores pueden ser ordenados de acuerdo a su valor y que este puede estimarse tendiendo en cuenta ciertas “dimensiones” como intensidad, duración, certeza o incertidumbre, cercanía o lejanía, del placer o del dolor. Se sumaría otra dimensión, la extensión, si el asunto involucrara a un grupo de personas y no a un individuo.

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Capítulo 15. De Ricardo a Mill

Fue uno de los primeros en establecer la idea sobre la que se apoya el principio de utilidad marginal decre-ciente. Su interés por los máximos y mínimos de placer y de dolor establecen un precedente para el empleo futuro del principio de maximización del consumidor y de la empresa.

No fue su economía técnica sino su utilitarismo lo que proporcionó el estímulo y el reto para el pensamiento de John Stuart Mill. James Mill, discípulo de Bentham consideraba que éste había abandonado el estudio de sus ideas monetarias antes de haber tocado fondo.

15.3 JAMES MILL

Fiel más bien a Ricardo que a Bentham en su economía política, James Mill, padre de John Stuart Mill se re-fería a sí mismo y a MacCulloch como los «dos únicos discípulos genuinos de Ricardo». En 1808 publicó un pequeño tratado antifisiocrático «El comercio defendido» que atrajo la atención de Ricardo. Este folleto contenía algunas delas ideas subyacentes tras la ley de Say pero no está claro si conocía la obra del fran-cés, ni si las revisiones de Say estuvieron motivadas por los comentarios de James Mill. Su “Historia de la India Británica”, le condujo a la fama y el empleo en la Compañía de las Indias Orientales, en la que alcanzó una importante posición en la que le sucedió su hijo. Para Mill la utilidad era la piedra de toque de todas las cosas, incluyendo la calidad de una civilización. Pro-clamaría: “Una nación es más o menos civilizada en la proporción en que la utilidad sea el objeto de todos sus empeños.” Como escritor de economía política se interesó sobre todo en la difusión de las ideas de Ri-cardo, y fue con esa intención con la que publicó el primer libro de texto sobre economía, sus “Elementos de Economía Política”, que sigue en lo general el pensamiento de Ricardo. Mill llega a defender la teoría del va-lor trabajo en forma más ilimitada de lo que lo hizo Ricardo. Atribuye el valor del vino añejado a un incre-mento de la mano de obra gastada en él y se refiere al capital como “trabajo atesorado.” De manera similar a Malthus, es opinión de Mill que el crecimiento de la población tiende a superar el crecimiento del capital. Consideraba que el gran problema práctico consistía en cómo controlar el número de nacimientos.

15.4 MCCULLOCH

Como Mill, escribió un libro de texto, “Principios de Economía Política”. La aparición de este trabajo coincide con el ataque, por parte de Samuel Bailey, a la teoría del valor trabajo de Ricardo, teoría que tanto Mc-Cu-lloch como Mill podían a duras penas mantener. Anticipaba la necesidad de una justificación más completa de los beneficios, que Ricardo había descrito como un superávit sobre los salarios destinado a compensar al capitalista por su esfuerzo y el riesgo incurrido al poner su capital en un uso productivo. Así como Mill se re-firió al capital como “trabajo atesorado,” McCulloch lo llamó “trabajo acumulado.” Para él, “los beneficios, en el análisis final, se convertirán en salarios, los salarios de la mano de obra acumulada, y los salarios a su vez constituyen los beneficios de los propietarios de la máquina llamada hombre.”

Distingue entre el salario real o de mercado, que depende de la proporción en que se encuentra el capital ante el conjunto de la población trabajadora, –la teoría del fondo salarial– y el salario natural o necesario, igual a lo necesario para subsistir, que constituye un mínimo para el salario de mercado. Apoya fuertemente los salarios altos, porque constituyen el más fuerte estímulo para el esfuerzo, y el mejor medio de vincular a las personas a las instituciones bajo las que viven. Se muestra en contra de las Combination Laws que prohibían las asociaciones obreras, aunque considera que, en el largo plazo, ni la supresión ni la actuación de los sindicatos laborales tendrá efecto sobre los salarios. Si los salarios son bajos en un cierto tipo de tra-bajo, ello atraerá el capital y se elevarán los salarios. Los sindicatos, sin embargo, pueden acortar el interva-lo existente hasta que las fuerzas de la competencia entre los patronos produzcan un incremento en los sa-larios. Fue el primero en publicar un tratado monográfico sobre las finanzas públicas y uno de los primeros en estu-diar la historia de la economía. También compiló una cantidad de información comercial, geográfica y esta-dística.

15.5 WEST

West y Torrens compartieron algunos de los descubrimientos de Ricardo, ya que ambos detectaron inde-pendientemente el principio de la renta diferencial y Torrens también el de las ventajas comparativas. El En-sayo de West sobre la “Aplicación del capital a la tierra” contiene un enunciado superior del principio de la renta diferencial

15.6 TORRENS

Escribió sobre teoría económica, dinero y banca, política comercial y colonización. Presidió la primera reu-nión del Political Economy Club a la que asistieron Ricardo, Malthus (único profesor) y James Mill. Influyó más sobre sus contemporáneos que sobre las generaciones posteriores. Al formar parte de la corriente cen-

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Capítulo 15. De Ricardo a Mill

tral del pensamiento económico, algunas aportaciones de Torrens fueron descubrimientos múltiples cuya fa-ma tuvo que compartir con otros como Ricardo Malthus y J. S. Mill.

Coincide con Ricardo en lo referente al principio de las ventajas comparativas y a la renta diferencial pero discrepa abiertamente en cuanto a la teoría del valor trabajo de Ricardo, siendo el primero en criticarla. Nie-ga la validez de una teoría del valor trabajo en una economía multifactorial y rehúsa a participar en la bús-queda de una medida invariable del valor. Para él, el valor es una mera relación entre bienes, no entre las cantidades de trabajo incorporado en ellos sino entre las cantidades de capital, incluido el desembolso en salarios, invertido en su producción. Si la competencia iguala las tasas de beneficios por toda la economía, entonces, argumentaba Torrens, los bienes deben intercambiarse en proporciona al capital invertido en ellos, con un ajuste que tenga en cuenta la diferente durabilidad del capital.

Ricardo y sus seguidores rechazan la teoría del valor de Torrens y para ellos fue una ofensa que se rehusa-ra a participar en la búsqueda de una medida invariable del valor. Sin esta medida, escribía Ricardo, un cambio en el valor relativo de las cantidades de capital empleado en diferentes empresas dejaría sin contes-tar la pregunta de cuál de los capitales ha cambiado de valor.

Torrens, en sus Cartas sobre Política Comercial, señalaba que un país puede mejorar los términos de su co-mercio por medio de las tarifas de derechos y sobre esta base hace una importante defensa de la reciproci-dad como piedra angular de la política comercial de un país. Un país, insistía, no debe bajar sus tarifas uni-lateralmente sino sólo si este paso va acompañado de reducciones semejantes en otros países. Su aporta-ción en este aspecto de la economía fue eclipsada por J. S. Mill quien desarrollo el tema en profundidad.Durante el debate sobre los metales preciosos Torrens fue un antibullonista que acentuó lo que Hume y Thornton habían subrayado y Ricardo negado, es decir, los efectos beneficiosos de la expansión monetaria sobre la producción. Torrens estuvo muy cerca de la doctrina de las “letras reales,” –defendida por Smith– que proclamaba que si los bancos anticiparan dinero sólo para financiar las transacciones comerciales a corto plazo, dichos anti-cipos permanecerían en forma líquida y la oferta monetaria se expandiría y contraería como lo exigieran las necesidades del comercio. Consideraba que un sistema monetario organizado conforme a la doctrina de las letras reales mostraría una tendencia crónica hacia la deflación. Fue uno de los primeros en exponer la teoría de las predicciones autocumplidas, que enunció diciendo que: “la ampliación de la confianza produce siempre la misma ampliación del mercado, a la que dicha confianza se anticipa.

15.7 LA "CURRENCY SCHOOL" FRENTE A LA "BANKING SCHOOL"

Una vez pasada la controversia sobre los metales, surgió en Inglaterra un segundo debate monetario en el que participaron todos los economistas más destacados. Cuando tuvo lugar el debate sobre los metales, In-glaterra se encontraba bajo un patrón de papel moneda no convertible. El segundo gran debate monetario ocurrió bajo un sistema monetario diferente. Había sido restaurado el patrón oro y se habían reanudado los pagos en metálico. Sin embargo, las quejas acerca de los desordenes monetarios eran interminables. Exis-tieron fluctuaciones drásticas de los precios, y a períodos de expansión monetaria seguían, a veces, movi-mientos contrarios con el consiguiente asedio de los bancos por parte de los impositores.

Pocos participantes en este debate negaban la conveniencia de establecer un patrón metálico. Hubo defen-sores de la plata y del bimetalismo pero sólo la escuela de Birmingham pidió que se volviera urgentemente a un patrón papel no convertible como medio para alcanzar el empleo total. Este grupo estaba dirigido por los hermanos Attwood, cuyas propuestas cayeron en saco roto.

Al final, no obstante, el tema de discusión quedó limitado a la organización adecuada del patrón papel convertible, y surgieron dos escuelas de pensamiento que adhirieron, una al currency principle y la otra al banking principle. El punto de discusión principal entre las dos escuelas era la forma de controlar adecuada-mente la oferta de dinero.

Currency principle. Una moneda en circulación (currency) formada por oro y papel convertible se compor-taría exactamente de la misma manera que lo haría una moneda formada exclusivamente por oro, es decir, se expandiría y contraería según la circulación del oro hacia dentro o hacia fuera del país. Tal comporta-miento del dinero, mantenían los seguidores de este principio, no se produciría automáticamente sino que requería de la regulación de la cantidad de papel moneda.

Banking principle. Niega la necesidad de tal regulación y en su lugar deja la determinación de la cantidad de papel moneda al criterio de la comunidad bancaria (banking), disciplinada por el requerimiento de conver-tibilidad. Más aún, esta escuela negaba que una moneda enteramente metálica se comportara de la manera postulada por la escuela del circulante, esto es que se expandiera o contrajera de acuerdo a los movimien-tos internacionales del oro. Tales movimientos, en lugar de llenar o vaciar el oro en circulación, podría en cambio llenar o vaciar las arcas del atesoramiento del oro, esto es, las reservas en metálico del sistema

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Capítulo 15. De Ricardo a Mill

bancario. Otra arma de esta escuela era la teoría del “reflujo” los billetes de banco son emitidos contra cré-ditos, y cuando estos vencen una cantidad igual de billetes fluirá de regreso al banco. Así si la convertibili-dad fallará en garantizar la adecuada limitación del papel moneda, el reflujo la aseguraría. Más aún, la es-cuela banquista señalaba que lo que hoy se conoce como masa monetaria consiste no sólo de oro y papel moneda, sino de todos los depósitos bancarios y letras de cambio.

El gran debate terminó al aprobarse la Bank Charter Act en 1844, que separó las funciones bancarias y mo-netarias del Banco de Inglaterra y restringió la emisión de billetes de acuerdo con las propuestas de la “cu-rrency school”. Fue Ricardo con sus contribuciones al debate sobre los metales quien propuso un límite a la emisión de papel no convertible hasta un importe tal del que pudiera ser emitido en condiciones de converti-bilidad. Torrens, gran líder de la escuela del circulante, rompió con la posición que había mantenido durante el debate sobre el metal.

15.8 TOOKE

La “banking school” fue encabezada por Thomas Tooke. Su análisis de los asuntos monetarios contiene nuevas e importantes perspectivas que le llevaron lejos de la teoría cuantitativa, tal como la apoyaron Ricar-do y sus seguidores. Se niega a interpretar los cambios en los precios generales como un fenómeno mone-tario y en su lugar los atribuye a los cambios en la oferta y la demanda de bienes y servicios. Así los cam-bios en la oferta monetaria aparecen como una reacción pasiva a las variaciones que ocurren en el mercado de bienes y servicios.

Tooke ofrece también una temprana versión de la teoría renta-precios, según la cual no es la cantidad de di-nero la que determina los precios generales, sino la renta y los gastos nacionales. Tambien realiza una for-mulación incipiente de la función de consumo. “La demanda efectiva de bienes de consumo se considera determinada por el nivel de ingresos y los gastos de consumo son, a subes, función de los ingresos.”

15.9 SENIOR

Se recuerda a Senior por sus contribuciones a la teoría y metodología económicas así como a la economía aplicada. Pronunció puntos de vista acerca de la naturaleza y alcance de la economía y las funciones del economista. La economía política, que trata sobre la riqueza, debe distinguirse de la ciencia legislativa, que tiene la felicidad o el bienestar como materia. La riqueza y el bienestar no son en manera alguna idénticas, y el economista debe recordar siempre que las consideraciones acerca de la riqueza no son ni los únicos ni los más importantes elementos para la solución de problemas de política.

Senior busca establecer la economía como una ciencia positiva y deductiva de validez universal. Admitía que la aplicación práctica de la economía requiere la determinación de hechos en gran escala (empirismo), pero insiste en que la economía depende del razonamiento más que de la observación.

Las proposiciones elementales de Senior, base de su economía positiva y deductiva, son: (1) el deseo del hombre de obtener riqueza adicional con el mínimo posible de sacrificio; (2) la propensión del hombre a cre-cer en número, que está limitada sólo por la moral o el mal físico o el temor a perder el propio nivel de vida; (3) la productividad del capital; y (4) el principio de los rendimientos decrecientes en la agricultura.

La contribución de Senior a la sustancia de la teoría económica incluye una teoría subjetiva del valor, la que como Say deriva de la utilidad y la escasez, considera la utilidad como relativa, y hace una formulación inci-piente del principio de la utilidad marginal decreciente: “El placer disminuye en una proporción rápidamente creciente...”

La contribución de Senior que más influyó sobre el pensamiento económico de su época –y la única incor-porada por J. S. Mill a sus Principios– fue su interpretación del capital como resultado de la “abstinencia” “ese agente, distinto del trabajo y de las fuerzas de la naturaleza, cuya concurrencia es necesaria para la existencia del capital, y que está en la misma relación con la utilidad que el trabajo tiene respecto a los sala-rios.” Ricardo, empeñado en considerar el trabajo como fuente de valor, había descrito los beneficios como una compensación por las molestias y riesgos del capitalista, pero no supo atribuir al capital un papel distin-to como factor de producción. Senior, colocó al capital a la misma altura que el trabajo en cuanto costes rea-les del proceso productivo.

A diferencia de John Stuart Mill, Senior no simpatiza con los sindicatos puesto que considera que el trabaja-dor individual es el mejor juez de sus propios intereses. Respaldó la legislación en materia de salud y habi-tación popular, educación elemental gratuita, y la reglamentación del empleo de los niños, pero no de las mujeres, a quienes, como Mill, consideraba tan capaces de manejar sus propios asuntos como los hombres.

Senior promovió la reforma de las leyes de los pobres por la que se sustituyó el auxilio de los hospicios por el externo y se imponía a los destinatarios de la ayuda unas condiciones de vida menos atractivas que las

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Capítulo 15. De Ricardo a Mill

del trabajador independiente más humilde. La creencia más extendida en la época es que los pobres lo eran únicamente por su propia indolencia.La influencia de Senior como teórico fue eclipsada por la de J. S. Mill que fue un ricardiano más fiel y cuya autoridad perpetuó la teoría ricardiana del valor.

15.10 WHATELY Y LLOYD

Son dos sucesores de Senior en la cátedra de Oxford. Whately considera que el trabajo no es esencial al valor y pone como ejemplo que las perlas no alcanzan un alto precio porque los hombres tengan que sumer-girse para buscarlas, sino que los hombres se sumergen para buscarlas porque tienen un alto precio. Conti-nuó en Irlanda la Tradición de Senior en Oxford, de independencia crítica del pensamiento de Ricardo.

Lloyd enunció de una forma más completa la teoría subjetiva del valor distinguiendo entre la utilidad total y marginal, y considera que el valor guarda una proporción con la utilidad marginal decreciente.

15.11 LONGFIELD

Atribuye al coste una influencia sólo indirecta –a través de la oferta– sobre el valor, al que considera deter-minado por la oferta y la demanda interpretadas como funciones matemáticas con el precio equilibrando a ambas. Al aplicar este mismo tipo de análisis oferta-demanda a los servicios productivos se convierte en uno de los primeros en tratar ciertos aspectos de la teoría de los precios. Se enfrenta al problema del coste conjunto y encuentra la solución que requiere que cada una de las mercancías producidas conjuntamente alcance un precio que equilibre las cantidades demandadas y ofrecidas y que la suma de sus precios cubra el coste conjunto.

No sólo enunció el principio marginal en distintos términos, en relación con la teoría del valor, sino que tal y como había hecho con la oferta y la demanda, lo presentó de una forma generalizada, siendo uno de los pioneros de la teoría subjetiva del valor como de la teoría de la productividad marginal.

En cuanto a los salarios, cree que dependen de la productividad y no del nivel de subsistencia, aunque es indudable que la subsistencia depende de los salarios.

En lo referente a las ventajas comparativas en el comercio internacional, fue el primero en extender el análi-sis de Ricardo a más de dos mercancías. Cree que el ajuste de los saldos internacionales de un país se de-be tanto a las variaciones de los ingresos como a las de los precios. Es uno de los precursores del punto de vista moderno que coloca la base del comercio internacional en las diferentes dotaciones de factores de los distintos países y en las diferencias de precios de los factores entre países.

Estudió el problema que suponían para Irlanda los propietarios ausentes, debido a la carga que suponía pa-ra la economía irlandesa tener que enviar las rentas de la tierra más allá de sus fronteras. En su plantea-miento coincide con J. S. Mill al anunciar que esta situación volvería los términos comerciales en contra de Irlanda, preparando así el camino para las teorías del s. XX sobre las transferencias internacionales.

15.12 WAKEFIELD Y EL DEBATE SOBRE LA COLONIZACIÓN

Se le considera uno de los constructores del nuevo imperio británico y en él recae el protagonismo sobre el debate de la colonización, a pesar de que otros autores contemporáneos se interesaron en el tema. Al igual que Smith despreciaba el valor económico y político de las colonias, argumentando que eran propias de go-biernos bajo la influencia de tenderos y sugirió la disolución del imperio.

La pérdida de las colonias norteamericanas fue seguida por la aglomeración de un nuevo imperio que, tras el fin de las guerras napoleónicas se extendía desde África, sobre Asia, hasta las antípodas.

Tanto Ricardo como James Mill, al estar adheridos a la ley de Say, no otorgaban ninguna utilidad a las colo-nias. Ricardo indicaba que “puesto que el comercio colonial afecta a los términos comerciales, debe regular-se para que resulte beneficioso para la metrópoli”. El contrapunto lo ponía Malthus con su teoría de la pobla-ción, que encontraba adeptos en quienes veían que las colonias podían ser una vía de escape para la opre-siva pobreza de Irlanda, la depresión que siguió a las guerras napoleónicas y la convulsión que suponía el avance de la industrialización. Malthus era escéptico sobre el efecto de este remedio al que consideraba, en todo caso, una solución temporal.

Torrens, más optimista, veía en la emigración a las colonias una válvula de seguridad que podía aliviar la zozobra, mejorar el nivel de salarios y calmar la situación política. Senior y otros desarrollaron la “teoría del vacío” según la cual lo único que hace el hueco creado por la emigración es alentar un nuevo incremento de la población.

La dirección del debate recayó en manos de Wakefield, quien escribió su influyente “Carta desde Sydney” desde la prisión, sin haber estado nunca en Sydney. Su punto de vista sobre lo que él denomina “coloniza-ción sistemática” puede resumirse en tres puntos: ventas de tierras, emigración seleccionada y gobierno au-

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Capítulo 15. De Ricardo a Mill

tónomo. Para él, el acceso libre a la tierra era sinónimo de desastre: no habría nadie interesado en realizar trabajo asalariado, las explotaciones estarían dispersas y sólo se invertiría en capital lo necesario para com-binar con el trabajo del dueño. Resultarían así explotaciones muy ineficientes. No se produciría división del trabajo, ni intercambio factores claves en el asentamiento de la civilización. Wakefield rechazó la idea de que los inmigrantes se eligieran entre trabajadores de oficios en desuso o con baja especialización. Y propu-so que las colonias fueran pobladas por parejas sanas y fuertes en vez de por pobres y condenados.

Su idea de que en el viejo mundo sobraba gente de todas clases era un corolario de su teoría de que en In-glaterra no sólo había exceso de hombres sino también de capital. La colonización sistemática de Wakefield serviría para extender el mercado de la metrópoli y darle salida a la producción sobrante, para aliviar el pro-blema de la población excesiva y para ampliar el campo de utilización del capital.

Torrens apoyó el plan de Wakefield y rechazó explícitamente la Ley de Say tras muchas idas y venidas. Aducía el exceso de capital existente en Inglaterra y el peligro que para los términos comerciales de su país suponían los aranceles que los clientes pudieran imponer. Afianzaba sus argumentos proponiendo una es-pecie de Unión Aduanera o área de libre comercio.

El modelo de Wakefield dejó una honda y positiva huella sobre J. S. Mill y una negativa sobre Karl Marx.

15.13 LA DEROGACIÓN DE LAS "CORN LAWS".

Cobden y Bright crearon una liga para la abolición de las “Corn Laws” con sede en Manchester. Todos los años se discutían en el parlamento mociones sobre la necesidad del libre comercio pero la derogación no llegó hasta que los efectos de una mala cosecha en UK dieron lugar a una ola de hambre en Irlanda.

Como los defensores de la derogación tenían su centro de operaciones en Manchester, ciudad que vivía del comercio de exportación, Disraeli les dio el nombre de “Escuela de Manchester”. Por extensión ese es el nombre que se da a los defensores del laissez faire en general.

Aunque el movimiento a favor de la derogación ganó terreno gracias a la posición general de la escuela clá-sica respecto al laissez faire, los argumentos de Smith y Ricardo contenían matizaciones respecto a la con-veniencia de una derogación gradual o parcial.

15.14 LOS ECONOMISTAS Y EL “LAISSEZ FAIRE”

Los economistas de la época eran, en general, defensores del principio del laissez faire, que era más prag-mático que dogmático y que, a menudo, debía competir con otros principios rivales. Así, los economistas sancionaron el control público sobre la emisión de dinero, apoyaron con vacilaciones la legislación industrial y estaban dispuestos a tolerar una emigración más o menos subvencionada con fondos públicos.

15.15 BASTIAT

En Francia, Bastiat adoptó en sus escritos una versión dogmática y doctrinaria del “Laissez Faire” e inyentó emular los éxitos de la liga para la abolición de las “Corn-laws”. Se opuso a todas las formas de proteccio-nismo y de intervención gubernamental y a los socialistas franceses.

Basaba su individualismo ultraliberal en su creencia en una preestablecida armonía de intereses económi-cos, bajo la cual sería más bien el desarrollo espontáneo y no las instituciones coercitivas el que aumentaría y difundiría la renta. No solo rechazaba el proteccionismo sino todas las medidas relativas al bienestar so-cial.

Desarrolla una teoría que hace derivar el valor, del trabajo que se ahorra la persona que adquiere una mer-cancía. El valor procede en última instancia del “servicio” y el cambio es un intercambio de servicios. La pro-piedad es un conjunto de servicios y es idéntica a la justicia.

Los antiproteccionistas americanos emplearon la munición que Bastiat les proporcionaba en forma de ideas y los antisocialistas han continuado haciendo otro tanto hasta nuestros días.

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Capítulo 16. John Stuart Mill. La redención del liberalismo

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A diferencia de Malthus y de Ricardo, John Stuart Mill dejó su marca no solo en la economía sino también en la filosofía y la política. Su pensamiento político planteó cuestiones relevantes todavía para todos aque-llos para quienes la libertad es un problema vital. Fue su más amplio interés por la posición del hombre en el cosmos y la sociedad, con las reglas de su pensamiento y con sus acciones, que dio una nueva dirección y enfoque a las contribuciones de Mill a la economía. En el punto de vista amplio del pensamiento de Mill la economía pura de la producción o de la eficiencia abren camino a conceptos más integrales en los que apa-recen la calidad de la vida y el desarrollo total del individuo. Mill fue un economista técnico, y un maestro, pero su economía técnica está modelada por sus ideas de filósofo social.

Mill no solo estaba convencido de la importancia suprema del desarrollo total del individuo sino que vio en tal desarrollo la única esperanza de la humanidad. Aunque Mill en lo general se adhiere a la doctrina sobre la población de Malthus y a la teoría de Ricardo sobre la distribución, la posibilidad de la regeneración hu-mana, siempre presente en el trabajo de Mill, quita la mancha del dilema de la población, el salario de sub-sistencia, el estado estacionario, y otros aspectos dolorosos de la economía clásica. En lugar del negro pa-norama de las economías de Malthus y de Ricardo el pensamiento de Mill ofrece la promesa de un optimis-mo mesurado. “Nadie cuya opinión merezca ser considerada”, escribe en su Utilitarismo, “puede dudar que la mayoría de los grandes males de este mundo son eliminables, y lo serán, si continúan mejorando los asuntos humanos”. El mesurado optimismo de Mill redime la economía clásica al hacerla compatible con la creencia en el progreso.

16.1 LA VIDA DE MILLEntre las influencias intelectuales recibidas por Mill, la primera fue la de su padre, lugarteniente de Bentham y mentor de Ricardo, quien legó a su hijo la tradición intelectual de ambos. Sentía hacia su padre una mez-cla de admiración y resentimiento. Fue un joven poco común, adelantado a su época y dotado de una inteli-gencia extraordinaria. Mill trabajó para la Compañía de las Indias Occidentales, en la que ocupó altos puestos durante 35 años hasta su retiro cuando la compañía fue liquidada en 1858.

16.2 EL UTILITARISMO DE MILL

Mill creció junto a Bentham y Ricardo, amigos de su padre que intentaron prepararle para el posterior lidera-to del círculo de Bentham, o de los “filósofos radicales”. Tras la muerte del líder y la de su padre adoptó una actitud crítica e independiente frente al benthanismo. En su “Utilitarismo” escrito en la etapa madura adopta una posición más conciliatoria. Mill está de acuerdo con la idea central de Bentham de que las acciones son buenas en la proporción en que tienden a promover la felicidad y malas cuando tienden a producir lo contra-rio. Sin embargo, considera, no solo la cantidad de placer, sino también su calidad. Mientras para Bentham el placer de una persona contaba tanto como el de otra, el enfoque de Mill abre la puerta a una evaluación discriminada no solo de los placeres sino también de los agentes que los disfrutan. “Un ser con facultades más altas, requiere más para ser feliz”.

La teoría de la utilidad moderna ha seguido los puntos de vista de Bentham más que los de Mill al no preo-cuparse de la calidad inherente de los bienes. Coloca la elección no entre clases de bienes sino entre uni-dades marginales de bienes.

Mill propuso conceder mayor poder de voto a las mentes privilegiadas. En su utilitarismo dejó sentado que es preferible ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho.

16.3 MILL Y LAS CORRIENTES DE PENSAMIENTO DE SU ÉPOCA.

Las influencias de Bentham y de James Mill sobre el hijo de este último se vieron eclipsadas por las de otros autores de diversas tendencias. En primer lugar destacan las influencias de Fourier y Saint-Simon, socialis-tas franceses, y las de sus seguidores así como las de Comte. Es también notable la influencia del movi-miento romántico de la época: Coleridge, Wordsworth y Carlyle entre otros, aunque sin desprenderse del ra-dicalismo de su época.

Tomó de Saint-Simon los argumentos sobre la emancipación de la mujer y la institución de la herencia y se tomó muy en serio el socialismo de Saint-Simon.

De Comte hizo suyo el lema de “orden y progreso” rivalizando con el principio de la máxima felicidad como sumo bien.

16.4 MILL Y HARRIET TAYLOR

Mill reconoció siempre en términos exaltados la deuda intelectual con esta mujer, con la que acabó casán-dose. Parece que la profunda devoción de Mill hacia Harriet le hizo exagerar su influencia sobre su trabajo. No obstante, parece que sus “Principios de Economía Política” contienen la influencia de Harriet en la forma

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de presentar las ideas. También se nota cierto influjo en la actitud más positiva que adoptó frente al socialis-mo en las últimas ediciones de su libro.

16.5 APORTACIONES A LA ECONOMÍA POLÍTICA INTERNACIONAL.

Las primeras aportaciones de Mill a la economía se encuentran en sus “Ensayos sobre algunas cuestiones no resueltas de economía política”. El primer ensayo trata de la teoría del comercio internacional, que puede considerarse como la mayor y más influyente realización de Mill en economía teórica.

La división de las ganancias procedentes del comercio

Mill desarrolló sus ideas acerca de la distribución de las ganancias que se obtienen por el comercio interna-cional. Ricardo había demostrado que existe una ganancia en el comercio pero dejó sin contestar la cues-tión de su distribución entre las partes.

Mill se apoya en la teoría de las ventajas comparativas para desarrollar lo que Torrens, cuyo trabajo se so-brepone al de Mill, denomina teoría de la demanda recíproca. En esta teoría Mill discurre sobre la determi-nación de la razón del precio de las exportaciones en términos de las importaciones, es decir, lo que desde tiempos de Marshall ha venido en denominarse “términos comerciales”. De acuerdo con la teoría de la de-manda recíproca los paños ingleses serán cambiados por vino portugués a un precio que se encuentra en-tre las razones de costos y es tal que permite obtener de Portugal exactamente la cantidad de vino que In-glaterra aceptará a cambio de los paños. A los precios que están por encima o por debajo del de equilibrio habrá exceso de oferta o exceso de demanda respectivamente.

¿Qué determina las cantidades de tela y de vino que se ofrecen a los distintos precios? Mill replica refirién-dose a los factores que dan lugar a la fuerza y la elasticidad de la demanda. Cuanto más fuerte sea la de-manda para un producto más favorables serán los términos comerciales para el país que lo produce y vice-versa. La discusión de Mill demuestra que entendía la demanda como una función y que era consciente de la significación de las variadas reacciones de los probables compradores ante los cambios en los precios, esto es, la elasticidad de la demanda. Se refirió al caso de demanda rígida diciendo que “de cada mercancía existe una determinada cantidad por encima de la cual nadie la desea, cualquiera que sea su precio.

Desarrolló también las relaciones existentes entre el precio, la demanda y el ingreso.

Tarifas y términos comerciales

Un derecho de importación, indicaba Mill, elevará el precio de las importaciones en el país importador. Al precio superior la cantidad demandada se verá reducida como lo hará el ingreso total por ventas realizadas por los comerciantes extranjeros, quienes no recibirán el precio de la venta total sino disminuido por el im-porte del arancel. El valor de sus exportaciones ya no cubrirá el valor de las importaciones, perderán oro y sus precios caerán, mientras que los precios se elevarán en el país que impone la tarifa.

Mill enfatiza sin embargo, que el argumento desarrollado por él no tiende a respaldar una tarifa prohibitiva que ponga fin a todo el comercio y prevé las consecuencias de las represalias. Aunque el análisis de Mill pa-rece debilitar el argumento a favor del libre comercio, se mantiene dentro de la tradición de Ricardo, que ha-bía indicado la posibilidad que se abría a un país metropolitano de variar a su favor los términos del su co-mercio colonial. Existe una relación directa entre la teoría de Mill y los esfuerzos contemporáneos por desa-rrollar una teoría de la tarifa óptima.

El mecanismo de ajuste

El énfasis puesto en los términos precios e ingresos indica que el mecanismo de ajuste (de la balanza de pagos), tal como lo contempla Mill, incluye cambios tanto en los precios como en los ingresos. Hume había enseñado que una balanza comercial pasiva es responsable de los movimientos del oro, y que estos, en lí-nea con la teoría cuantitativa del dinero, subirán los precios en el país que recibe el oro y los bajará en el país que lo pierde. Mill en cambio parece haber señalado tanto la importancia de las variaciones de los pre-cios como de las variaciones de los ingresos

La teoría del proceso de ajuste que contempla los cambios en los ingresos más que en los precios como el instrumento para la restauración del equilibrio ha estado en primer plano solo un poco antes de 1940 des-pués de la publicación de la Teoría General de Keynes. Sólo a partir del trabajo de Keynes ha sido posible relacionar la teoría del proceso de ajuste, que actúa a través de las variaciones de ingresos o renta, con una teoría plenamente madura de la determinación de la renta, que ha dado lugar a instrumentos conceptuales como la propensión a la importación y el multiplicador del comercio exterior.

Las transferencias unilaterales.

Cuando Mill discute las transferencias unilaterales de un país a otro, confía exclusivamente en las variacio-nes de los precios para asegurar el ajuste necesario. El descenso de los precios en el país que paga y el in -

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cremento en el país que recibe lleva consigo un deterioro de los términos comerciales del país que realiza el pago.

La teoría moderna no es tan restrictiva como la de Mill e incluye otras variables como el comportamiento de los ingresos y de los gastos en el país prestador y en el país prestatario, así como la propensión de éste últi -mo a gastar los nuevos ingresos en importaciones, el comportamiento del sistema bancario,etc. Como teóri-co de la economía, el trabajo de Mill fue principalmente de consolidación y de desarrollo del pensamiento ya establecido.

16.6 MILL Y LA LEY DE SAY

Say argumentaba que quien quiera que ofrezca un producto para su venta desea obtener un artículo a cam-bio de él, y es en consecuencia un comprador por el mismo hecho de ser vendedor. Mill acepta esta punto solo bajo la suposición de que existe un estado de trueque, cuando la compra y la venta se combinan en una operación singular e indisoluble. El uso del dinero, sin embargo, divide la operación en dos transaccio-nes separadas, que pueden ser ejecutadas en distintos períodos de tiempo. Aquel que vende no necesita comprar en el mismo momento en que realiza la venta; y en consecuencia no necesariamente se agrega a la demanda inmediata para un producto.

Con la separación en el tiempo de la compra y de la venta, puede ser fácilmente posible una situación de exceso de oferta, no como resultado de sobreproducción, sino de la falta de confianza. Una ansiedad gene-ral para vender sin demora coincide con una inclinación general a diferir las compras. Los inventarios subi-rán y los precios caerán. Mill considera, sin embargo, que el exceso de bienes es siempre temporal y será seguido generalmente por una demanda súbita. Niega así la posibilidad de estancamiento crónico inherente al pensamiento de Malthus y desarrolla en su lugar una incipiente teoría de los ciclos económicos, en la que el concepto de confianza ocupa una posición privilegiada. Su interpretación de la ley de Say la libera de su carácter paradójico y prepara el terreno para el criterio moderno que ve a la oferta y la demanda más liga-das por una relación de igualdad que por una relación de identidad.

16.7 EL MÉTODO DE MILL EN ECONOMÍA POLÍTICA

Para Mill, un economista es más un hombre que estudia una ciencia, que uno que practica un oficio. La eco-nomía política es más un conjunto de verdades positivas que un conjunto de reglas normativas, aun cuando dichas reglas estén basadas en aquellas.

La producción es el objeto tanto de la economía política como –en lo que respecta a la tecnología– de las ciencias naturales. Esta coincidencia entre ambas ciencias es más aparente que real, porque la economía es una ciencia moral interesada en las leyes de la mente, mientras que las ciencias naturales desarrollan le-yes de la materia que el economista debe aceptar como datos. Entre las ciencias morales o mentales, algu-nas enfatizan el papel del hombre como individuo, mientras que la economía le considera como un ser que forma parte de un tipo de sociedad, en la que coopera sistemáticamente con sus iguales para conseguir pro-pósitos comunes. La economía no trata con la naturaleza del hombre integral y su conducta en la sociedad sino que le considera solamente como un ser deseoso de poseer riqueza y capaz de emitir juicios sobre la eficiencia comparativa de los medios para alcanzar este fin. En lo general, la economía se abstrae respecto a consideraciones no económicas, tomando en cuenta solamente tres aspectos humanos, la aversión del hombre a trabajar, su deseo de disfrutar al presente de placeres costosos y el principio de la población.

Los tres han sido incorporados a la economía, pero al ignorar otras muchas motivaciones, la economía dará lugar sólo a verdades aproximadas que deberán modificarse teniendo en cuenta el resto de factores.

Así Mill construye un homo economicus pero es plenamente consciente de que su artificio es un tipo ideal que rara vez tiene su contrapartida exacta en el mundo de la realidad.

Mill llega a la conclusión de que la economía es esencialmente una ciencia abstracta que llega a determina-das conclusiones basándose en hipótesis que no tienen por qué tener ninguna base. A diferencia de las ciencias naturales, la economía ofrece un rango sumamente limitado para la experimentación controlada y es por esta razón por la que la inducción –la forma de razonar partiendo de hechos particulares para alcan-zar conclusiones generales– no puede utilizarse adecuadamente en economía.

La inducción sirve, sin embargo, para verificar las proposiciones generales que han sido desarrolladas con la ayuda de presunciones hipotéticas. Cuando se trata de aplicar la economía para propósitos de política práctica, es indispensable la verificación experimental. Esta comprobación consiste, básicamente, en la de-tección de las causas perturbadoras. Muchas de esas causas pueden estar relacionadas con factores no económicos. Por esa razón, asegura Mill que “el simple economista político, aquel que no ha estudiado otra ciencia que la economía política, si trata de aplicar su ciencia a la práctica, fracasará.

Mill mismo era un ferviente seguidor de los preceptos metodológicos. Su conciencia de la necesidad de pro-bar las hipótesis le hizo examinar la aplicabilidad de la ley de Say a una economía monetaria e interpretarla

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de modo que no estuviera en claro desacuerdo con el hecho observado de la existencia de una sobreoferta ocasional de los artículos que buscan los compradores. Fue un crítico imparcial de sus propias teorías, dis-puesto a admitir la existencia de hechos antes pasados por alto, y tenía la capacidad de ver las cosas desde el punto de vista de otros estudiosos de la materia. La actitud de Mill hacia su propio trabajo y su disposición de corregirlo en respuesta a razones que consideraba importantes indican la importancia que atribuía a los preceptos metodológicos que había elaborado en su juventud.

16.8 MILL Y COMTE

Mill volvió otra vez al método económico en su “Lógica”, publicada en 1843, después que sus “Ensayos” y antes que sus “Principios”. Por esa época estaba bajo la influencia de Augusto Comte, el positivista francés, y sus puntos de vista acerca del método adecuado para la economía y su lugar en las ciencias sociales muestran su intento de acercarse a las ideas de Comte y, si fuera posible, alcanzar una conciliación entre su propio pensamiento y el de aquél. El amplio e influyente sistema de Comte cubre todas las ciencias y toda la historia. Su sistema era de tipo cerrado, y su autor lo consideraba tan perfecto que cualquier intento por completarlo, corregirlo o mejorarlo le parecía absurdo. Su régimen de “higiene mental” no le permitía leer obras de nadie más, y si Mill no podía acomodar sus ideas a las suyas propias, ambos tendrían que sepa-rarse, lo que ocurrió finalmente.

Entre las ideas de Comte que Mill encontraba sugestivas y estimulantes, las dos más importantes eran la teoría sobre el consenso y su método positivo. El consenso consiste en la mutua interdependencia de todos los fenómenos sociales. Las tendencias filosóficas y religiosas de una época, sus creaciones literarias y ar-tísticas, su tecnología y sus instituciones políticas y económicas no son factores aislados sino que forman un todo integral. Están ligadas por un proceso de interacción por el cual un cambio profundo en un sector viene acompañado de cambios relativos en otros sectores. Con esta teoría del consenso el fundador de la sociología intenta terminar con la existencia de ninguna rama especializada de las ciencias sociales, en-contrando en la sociología las únicas pistas que revelan las leyes que regulan la vida del hombre en socie-dad.

Por otra parte, el método positivo del autor francés proclamaba la inducción como única forma adecuada de alcanzar generalizaciones.

Respecto a la economía política, Comte la censura basándose en la teoría del consenso y en la necesidad de la inducción. Su mera existencia es violatoria de la primera, y su método no satisface la segunda. Comte hizo algunas observaciones amables acerca de Adam Smith pero, en general, no encuentra nada bueno en la economía, a la que encontraba limitada, anticientífica, y más interesada en el significado de las palabras que en la realidad; “es más una rama de la metafísica, que una auténtica ciencia”.

Mill, por su parte, consideraba que si bien la sociología debía seguir el método inductivo, la economía debe-ría seguir su propio método deductivo. Más aún, la economía debería complementarse con la “etología,” una ciencia todavía por construirse, que sería de utilidad para revisar los descubrimientos de los economistas a la luz de patrones de conducta y respuestas características de diferentes países. “Los economistas ingleses –decía Mill– tienden a suponer que todo el mundo se comporta como lo haría un inglés, y esta suposición se ve a menudo cuestionada por los hechos”. Mill no trabajó posteriormente en este proyecto de ciencia, cuyo nombre aparecerá en tiempos modernos sirviendo otro propósito.

16.9 LOS PRINCIPIOS DE MILL

Criado en la economía ricardiana, Mill buscó poner al día lo que Ricardo había enseñado y armonizar “los principios establecidos por los mejores pensadores sobre la materia,” con nuevas ideas sobre la moneda, el comercio exterior, la colonización, etc. que habían ido surgiendo durante los últimos 30 años. Su objetivo no estaba limitado a la reelaboración de las ideas de Ricardo, ya que estaba interesado no sólo en la exposi-ción de principios abstractos, sino también en su aplicación práctica. En ese sentido, la estructura de sus “Principios” se parece más a la “Riqueza de las Naciones” de Smith que a los “Principios” de Ricardo.

La producción y la distribución

La gran innovación, que Mill destaca colocándola al inicio de su obra, es la distinción que traza entre la pro-ducción y la distribución. Los principios que regulan la producción de riqueza están basados en las ciencias naturales y por tanto más allá del control del hombre, mientras que “las leyes relativas a la distribución son parcialmente de institución humana” y como tales están sujetas a cambios.

Con esta división el autor parece querer resaltar el hecho de que la naturaleza pone un límite máximo a la producción (idea de la tacañería) aunque en otras partes de su obra introduce matizaciones. Porque Mill es consciente de que el límite máximo de la producción es flexible y refleja el estado de la tecnología y de los oficios (progreso de la civilización). Este progreso contrarresta la tendencia hacia los rendimientos decre-

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cientes. En otras partes escribe sobre el “ilimitado crecimiento del poder del hombre sobre la naturaleza. Aparece así una fisura en su sistema, puesto que la producción sería también una “institución humana”.

Mill, sin embargo, acentúa la diferenciación entre producción al dejar de emplear como eslabón entre las dos la teoría del valor trabajo, el eslabón que Ricardo había forjado con este propósito en mente. La posi-ción de Mill parece tan distante de los puntos de vista de Ricardo como del pensamiento neoclásico, que coordina la producción y la distribución con ayuda de la teoría de la productividad marginal.

Sensible como fue Mill a toda propuesta para el cambio social, quiso consolidar la economía como una cien-cia abierta que no se limitara a la organización económica de su época sino que fuera capaz de aceptar nuevas formas de organización social. Su distinción entre producción y distribución buscaba una reorganiza-ción y reforma económicas. Al señalar la variabilidad de las leyes de la distribución, la división del trabajo que se produce con el laissez faire aparece sólo como uno de varios tipos de organización económica. A di -ferencia de Adam Smith, Mill contempla el laissez faire no como un sistema natural de libertad sino como una institución humana y como tal sujeta a que se pruebe su utilidad social.

Mill nunca cesó en su firme creencia de la necesidad de controlar el crecimiento de la población ya que con-sideraba la producción era inflexible. Así como el punto de vista de Mill sobre la flexibilidad de la distribución soportaba su apertura de conciencia para propuestas de reformas sociales y económicas, su insistencia acerca de la naturaleza inflexible de la producción sirve como justificación para su opinión sobre la perenne necesidad de controlar los nacimientos. Este punto de vista recibió el desafío de Marx y sus seguidores.

La teoría del valor

Mill no se ocupó de la teoría del valor ni del monopolio. “Felizmente, no hay nada en las leyes sobre el valor que permanezca sin aclarar; la teoría sobre la materia está ya completa.” Esta omisión probablemente tenga que ver con su resistencia a desarrollar una teoría sobre el consumo junto a sus teoría de la producción y de la distribución, teoría que le hubiera proporcionado el marco analítico para una visión alternativa acerca del valor. El autor niega que las leyes del consumo sean tema para una rama nueva de la ciencia e insiste en que dichas leyes no son sino las leyes del goce humano. Si Mill se adhirió a la teoría del valor de Ricardo no fue sólo por deferencia hacia él sino por su actitud ambivalente hacia el utilitarismo de Bentham.

El monopolio y la competencia

Un asunto más difícil que la teoría subjetiva del valor era la teoría del monopolio. La teoría económica desa-rrollada por Mill no era de carácter general como para reclamar validez en cualquier clase de mercado, ni dejaba alternativa para reflejar distintos tipos de mercados. Era válida sólo en el supuesto de la presencia de competencia, una limitación de la que Mill era consciente. Prueba de ello es la afirmación acerca de que su teoría podía estar en desacuerdo con una realidad modelada según las fuerzas de la costumbre y de unos mercados no competitivos.

Estática y dinámica

Adaptando una idea desarrollada por Compte, Mill dividió la economía en una parte estática y otra dinámica sentando así un precedente para una nuevo punto de vista para la materia. La estática muestra los fenóme-nos en su coexistencia simultánea; la dinámica añade una teoría del movimiento que revela la naturaleza, las leyes, y las tendencias últimas del cambio siempre presente. La distinción entre estática y dinámica está más desarrollada en su “Lógica” que en los “Principios”

En los “Principios” la dinámica de Mill sigue las líneas principales de la economía Ricardiana, con las rentas de la tierra en alza, los beneficios en descenso y los salarios siempre cerca del nivel de subsistencia. Se coloca énfasis en el papel de la población y la necesidad de controlarla como un remedio para los bajos sa-larios y la pobreza. Mill añade nuevas ideas al bosquejo ricardiano. Así, en su discusión sobre el descenso de los beneficios discute los factores que pueden contrarrestar esta tendencia. Entre ellos destaca la expor-tación de capital, las depresiones de los negocios durante las cuales el capital es destruid o enviado al exte-rior y el perfeccionamiento de las técnicas productivas. Un análisis de estas afirmaciones nos da a entender que creía que en las economías desarrolladas de Europa tanto la población como el capital se habían hecho excesivos, a pesar de su relativa adhesión a la ley de Say.

El estado estacionario

Cree que en ausencia de tendencias de sentido contrario, en un corto intervalo de tiempo los beneficios se-rán bajos, cesará la acumulación de capital y se alcanzará el estado estacionario. A diferencia de la visión de Ricardo, Mill no ve el estado estacionario como algo desagradable; con tal que se limite el crecimiento de la población, el que se alivie a la humanidad de la presión del aumento de la producción será más bien una dicha que un daño. Critica tanto la persecución ciega del crecimiento económico que no presta atención a la calidad de vida a la que da lugar, como el goce prematuro de la sociedad opulenta. Sólo los países atrasa-dos tienen necesidad de crecer; lo que se requiere en los más desarrollados es una mejor distribución.

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En su tratamiento sobre el probable futuro de las clases laborales, Mill expresa su fe en que con el curso del tiempo la organización del trabajo dependiente, con su sistema salarial, dará lugar a nuevas disposiciones sociales tales como la participación en los beneficios, la asociación de trabajadores y capitalistas y, espe-cialmente, las cooperativas. Mill fue pionero en el estudio de las economías de escala, y consideraba a la cooperativa como la organización capaz de salvaguardar estas economías añadiendo a ello las ventajas en la productividad promovidas por los nuevos incentivos resultantes de la influencia de un armonioso espíritu de cooperación.

La teoría del fondo de los salarios

Tanto Mill como sus contemporáneos contemplaban el sistema salarial según la teoría del fondo de los sala-rios, que había dejado atrás la teoría ricardiana de la subsistencia.

Los exponentes de la teoría del fondo de los salarios consideraban que la demanda de trabajo estaba deter-minada por un fondo de capital destinado al mantenimiento del trabajo –el fondo salarial– y que la oferta de trabajo reflejaba el aumento de la población. Bajo esta óptica, el salario aparece como un cociente, siendo el dividendo el fondo de los salarios y el divisor el número de trabajadores. Para elevar los salarios es necesa-rio reducir el divisor, esto es, controlar el crecimiento de la población. Se hace énfasis más en el divisor que en el dividendo –el fondo salarial– porque se considera que este último es fijo, reflejando principalmente el importe de capital circulante destinado al pago de salarios.

Históricamente la idea del fondo salarial se origina en los puntos de vista de los fisócratas y Adam Smith de que el patrón (agrícola) anticipa los salarios en bienes o su valor monetario hasta que se recoja una nueva cosecha. En esta forma, la idea señala la contribución de la producción pasada a la producción presente, es decir, el sacrificio de los capitalistas, y la dependencia de los ahorros como fuente de la que proceden los salarios. La debilidad de la teoría del fondo de los salarios está en que olvida otros factores también impor-tantes para la teoría de los salarios o los considera poco influyentes. Nos referimos a la posibilidad de susti-tución entre factores productivos y a los factores que afectan a las tasas de beneficio y el ahorro.

Mill se adhirió a la teoría del fondo de los salarios pero en respuesta a la crítica de Thornton se retractó en un artículo publicado en 1869, pero sin altear su idea acerca del control de natalidad. En ese artículo admite que el fondo salarial no estaba fijado por la cantidad de capital circulante sino que puede ser complementa-do por los ingresos del patrono que podrían, en otro caso, destinarse al ahorro o gastarse en consumo.

Para Mill, este cambio doctrinal tuvo grandes consecuencias porque era ahora claro que las asociaciones de trabajadores podrían lograr salarios más altos. Quienes se encontraban bajo la influencia de la teoría del fondo salarial creían que tal incremento sólo podría conseguirse recortando los salarios de otros trabajado-res. Mill consideraba favorablemente las actividades de los sindicatos, siempre que las mismas fueran vo-luntarias. En su teoría del capital señala que “no es la compra de mercancías la que origina en forma inme-diata la demanda de trabajo, sino el ahorro del vendedor que permite aumentar el fondo de los salarios.

El papel del gobierno

Mill no comparte la fe ilimitada de su padre acerca de la identidad de intereses entre los gobernados y el gobierno representativo responsable ante ellos. No obstante, tanto la teoría de su padre como la de Macau-lay –detractor del sistema representativo– dejaron una profunda huella sobre Mill. Se alarmó ante la posibili-dad de abuso de la regla de la mayoría y en sus “Consideraciones sobre el gobierno representativo” hizo di -versas propuestas tendentes a controlar la tiranía de las masa dando un mayor peso a las funcione s políti-cas de los hombres de buena posición y de capacidad excepcional.

La sociedad –afirma Mill– no tiene ninguna garantía para proteger al individuo de sí mismo; su función legíti-ma es protegerle de los demás. Considera que el ejercicio del poder del gobierno es peligroso y enemigo de los mejores intereses del hombre y tiene solo una relación remota e indirecta con los asuntos económicos.

Mill fue liberal en los asuntos que afectaban al pensamiento y a la discusión de las ideas. También lo fue en los asuntos económicos, si bien mucho menos estricto en este caso, ya que aquí su defensa de la libertad deriva solo de un recelo generalizado sobre la ineficiencia, entrometimiento y mal hacer del gobierno. Así las cosas, el laissez faire aparece, no como una institución natural, sino como una regla práctica conforme con la experiencia y la utilidad y, por lo tanto, tan flexible como éstas.

El punto de vista de Mill respecto al socialismo

La actitud vacilante de Mill frente al socialismo no violentaba su pragmática idea del laissez faire, ya que el tipo de socialismo que él contemplaba no necesitaba un gobierno fuerte y activo, que asumiera la dirección de la industria nacionalizada. Ve el socialismo como algo del futuro, que debía evaluarse empíricamente y basarse en asociaciones voluntarias de tipo cooperativo, compitiendo entre sí. Rechazó explícitamente la re-volución por sus costes sociales y humanos y defendió la competencia como principio de organización eco-

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nómica y también la propiedad privada siempre que estuviera libre de abusos. Marx estimaba en poco a Mill, de quien dijo que “intentaba reconciliar lo irreconciliable” 16.10 LA INFLUENCIA EJERCIDA POR MILL

La influencia de Mill sobre los pensadores de su época es indudable. Fue aclamado por Gladstone, Freud y William James. El carácter extraordinariamente abierto de la mente de Mill y su sensibilidad frente a las ten-dencias intelectuales de su época hacían que su personalidad resultara poco atractiva para otras mentes menos sensibles y más dogmáticas. Subrayó la necesidad de los estudios históricos pero su método abs-tracto y generalizante le apartó de la naciente generación de economistas históricos. Jevons decía de él que era un mal lógico y su opinión como economista no era mucho mejor a pesar de que utilizaba los “Princi -pios” de Mill como texto en sus clases y lo recomendaba a los demás.

Bertrand Russell dijo de él que “fue poco afortunado con su fecha de nacimiento. Sus predecesores fueron pioneros en una dirección y sus sucesores en otra. Con Mill la economía clásica alcanzó su último resplan-dor, para caer bajo la embestida de nuevas ideas.

Cairnes

Mill no ocupó ningún cargo como docente pero la preeminencia de sus ideas fue tan dominante que penetró en las aulas desde el exterior. Cairnes fue uno de los exponentes de lo que podríamos llamar “rudimentaria escuela de Mill”. Elaboró de forma más completa la idea de Longfield sobre los grupos no competitivos, idea ésta que Mill había adoptado pero que no habría de alcanzar su plena madurez hasta el advenimiento de las teorías de la competencia imperfecta del siglo XX. Su aportación más duradera fue la descripción de la evo-lución de la posición económica de un país, que en la forma de la secuencia “deudor inmaduro – deudor ma-duro – acreedor inmaduro – acreedor maduro ha llegado a ser parte de la esencia de la economía.

Fawcett

Otro seguidor de Mill adherido a la teoría del fondo de los salarios. Tras quedar ciego en un accidente a los 25 años empezó una asombrosa carrera, como profesor de economía en Cambridge (donde fue sucedido por Marshall), miembro del Parlamento y director de Correos. Era más dogmático que Mill en su defensa del laissez faire

Sidgwick

Filósofo en Cambridge, fue la última gran figura de la filosofía inglesa, que se hizo al mismo tiempo un nom-bre en la “ciencia moral”. En ese aspecto, y debido a ser un utilitario, sobre él recayó la herencia de Mill, al que no por ello dejó de criticar en ocasiones. El utilitarismo sobrevivió a la economía clásica, ya que habría de recibir nueva vida con la llegada de la teoría subjetiva del valor.

Al igual que Mill, también Jevons y Edgeworth fueron utilitarios, aunque sus economías fueron más allá de la de Mill y de la clásica.