Antropología e historia. Lisón Tolosana

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Antropologa e Historia: dilogo intergenricoCARMELO LISN TOLOSANA

El poeta puede contar o cantar las cosas, no como fueron, sino como deban ser; el historiador las ha de escribi-, no como deban scm, sino como fueron, sin afla(li ni quitar a la verdad cosa alguna... A lo que yo imagino dijo clon Quijote no hay historia humana en el inundo qtie mio tengo sus rltibaj OS... CERvANTES

En repetidas ocasiones he rebasado, con cierto temor, las borrosas fronteras de la Antropologa social aventurndorne en rcmszias por el ancho campo de la Historia; el botn obtenido en esta expansin analtica me confirmaba, cada vez, que era precisamente la profundidad temporal del problema investigado la que me proporcionaba la descripcin caracterizadora adecuada y el punto de vista interpretativo estratgico 2 El material etnogrfico recogido personalmente en investigacin directa me incitaba con frecuencia a historiarlo, natural mente desde una perspectiva cultural. Pero es interpretativamente rentable hibridar la Antropologa con la historia para obtener un cruce que sea a la vez Antropologa e Historia? Es, sin duda, difcil alcanzar un doble enfoque pertinente y en la misma prolundidad. La Antropologa no es Historia ni la Historia Antropologa a pesar de su contiglidad epistemolgica, aunque no hay tina nica manera de etnografiar ni un solo modo de- hacer

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eriieio dc lrioeetomi Universiiv Press. 1983 Amr2m-opoIor~um r:iiIemj,-cm dc: (limIr-ict, AL~l, vatios ediciones: Lcr I:s/mctmum mmsc-jjhmI. vol. 1, .-\kal. 199(1; Jirdiridimo, est,-ocm,,m-m Y c:m-ccmir-lad. Akal. i992; Aatr-opologu Soc:cH: ,-fh:xhsm,c-x m?&mrIo;I,r/ex. GiS. 956: 1-sc:- o-m4cms e;? (cm historio ele Espades, Temmss de 1-lay. (992 ~- les imrremge-; riel me3j Asss?mtmi. 199k

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historia, ambas disciplinas presentan algunas diferencias nucleares en cuanto a mtodo y enfoque formal. Hay una cierta tensin entre la etnografa vivida y la etnografa documentada. Lo que no quiere decir que recabe territorio especial pal-a la Antropologa: las fronteras son porosas y, ms importante, las celebraciones interparroquiales. Campo tan amplio tiene que venir forzosamente parcelado en las lneas que siguen que no pretenden, en modo alguno, ser ni tratar de Antropologa de la histoia, ni de Etnohistoria, o de aculturacin o difusionismo y ni siquiera de la historia de las formas de la cultuia en su estructura dinmica o de historia social, cultural o de costumbres. Mi cometido es mucho ms simple y modesto: sugerir cmo empujados y avalados por la prolongada expe-iencia etnogrfica personal, jo sfra, podemos ventajosamente, escudriar aspectos del pasado con lupa antopolgica. Por qu? La respuesta viene enmarcada en este ensayo experimental en el que voy a tratar de ver qu se puede descubrir sobre el tema al hilo de la narracin de vivencias etnogrficas ya sidas, pero repetibles cada vez que hacemos trabajo de campo.

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En 1954 me sorprendi un texto breve que por casualidad le sobre la santa compaa. Se trataba pens- de una creacin cultural gallega o formaba parte esa descripcin del significado errante de estaihigucm o estarica? Apunt unas breves notas en un fichero, hoy ya antan, y me olvid del tema. Mi sorpresa fue mucho mayor cuando en 1963 un lugareo gallego, todava atemorizado, inc cont cmo la noche anterior se haba encontrado de golpe con as da noite. Con qu?, le pregunt inquiridor. Con la compana, me contest. Al pasar por el recodo de o fradiflo oy acercarse un rumor como de rezos; prest atencin sobresaltado y vio pasar a su vera a la compaa; an tuvo que apartarse un poco para dejarles el camino libre. Ean los muertos de la parroquia que acababan de salir, al caer las doce en punto de la noche, del cementerio prximo. El cortejo fnebre se diriga con sus dbiles luces nocturnas a la casa de un vecino que iba a morir, etc. Inmediatamente me convert en una mquina de preguntas, algunas de las cuales provocaron, por mi ineptitud y desconocimiento, sonoras carcajadas. Pude, por otra parte, comprobar que los participantes en la conversacion crean el testimonio del vidente. La inesperada narracin no slo me hizo vivir la experiencia de la diferencia, sino que, a travs de una particularidad excepcionalmente sugerente, me introdtmjo en un rea de imaemna-

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cin y significado, o en otras palabras, en una particular ontologa de lo sobrenatural. Este efecto-sorpresa es propio, como todos sabemos, del trabajo de campo antropolgico. Durante dos aos anduve, en romeraje etnogrfico, por aldeas gallegas esforzndome en recoger material primario para poder elucidar despus esta forma de discurso metafsico cultural. Recopil casi 300 casos concretos y detallados, 97 de los cuales me fueron contados en propia voz, por el mismo visionario en persona. No hace falta subrayar el valor extraordinario de estos visionarios en cuanto agentes de inteligibilidad del problema. Con el paso del tiempo y debido a mi continuo peregrinaje regional llegu a acumular ms de 30 denominaciones locales diferentes del fenmeno, riqueza lxica que en su energa reveladora me ha permitido categorizar un conjunto de modalidades diferentes significativas en el interior de un campo semntico-evolutivo, guiado por un concepto regulador. Esta precisin informativa refleja una plural especificidad geogrfica, o mejor, una variedad cultural narrativa heterofnica que me indujo a historiar el concepto con mtodo regresivo para verificar si la heterologia actual tena races especficas en el pasado. La riqueza del presente me llev a comprobar primero la existencia de algunos motivos permanentes y tenaces y, segundo, la pobreza histrico-documental, en trminos comparativos, en relacin al tema. Y aqu entramos de lleno no slo en el ncleo de este ensayo, sino en el centro de gravedad de la Antropologa social. El trabajo de campo etnogrfico asume presencia prolongada y, por tanto, experiencia personal, esto es, sensaciones y vivencias de vario tipo, intensa observacin minuciosa, activa participacin y anotacin objetiva esmerada por parte del investigador. Desde esta etnogrfica base, esto es, desde la experiencia vivida en presente, estaremos asumimos tambin en inmejorables condiciones para conjurar histricamente, en plenitud, la gestacin y avatares del presente cultural que conocemos en su polismica realidad; el estar all cuando las cosas suceden, el presenciar en su complejidad circunstancial y contingencia significadora cmo la historia se hace, nos puede proveer de todo un carcaj de preguntas afiladas desde las que leer el pasado documental. La densidad de la vida ajena vivida personalmente y en su particularidad comunitaria, la mltiple exhibicin ante nuestros ojos y odos de lo especfico, problemtico, cambiante y conflictivo, los sucesos concretos que presenciamos, los individuos con nombre propio que nos hablan, la evidencia verbal, las posturas, gestos y ritos y dems actos expresivos, el espacio y tiempo convivenciales, etc., se transforman en otros tantos penetra/la que operan como eficaces retos sensoriales que vehiculan mltiples pensamientos que a su vez requieren un conocimiento de

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cerm-mmreo Liscmm To!oscr,rcm

causa y un perfil histrico para su mejor inteleccin. Ms an: el pndulo cultural que nos lleva del presente a los pasados puede revelar nuevas dimensiones inesperadas en el proceso comparativo de un fenmeno que cambia parcial o considerablemente de significado en su recorrido plurisecular. Fascina constatar cmo la compaa no es en origen una creacin gallega sino un mito germnico que temporalmente se va revistiendo de distinto ropaje ecolgico-cultural hasta producir la explosin actual de significado. De esta manera las diferentes narraciones actuales se enriquecen por su historicidad y extensin y se definen en su especificidad actual distintiva; sin aqulla no podemos alcanzar sta. Este presentismo o efecto-presencia hace que estemos y actuemos en los mismos escenarios y con los mismos actores que protagonizan el drama del humano vivir, lo que nos zambulle bruscamente en la realidad del mundo fctico y nos acerca a la Ding-auz-sich en tanto en cuanto es posible, a lo que U. James define corno dic rgh.t real duing, al hecho o suceso en su significadora objetividad. A su vez, este sense of fact o mejor, efecto-realidad en el que vivimos y nos movemos reclama reposar con atenemon nuestra mirada etnogrfica en el modo de existencia de los fenmenos culturales, en su naturaleza intrnseca, contextualizacin estmctural, color local, timbre y clima especficos. Ahora bien, no nos detenemos aqu; ciertamente que los fenmenos socio-culturales se nos presentan en el trabajo de campo primero como realidades que no podemos dejar de reconocer de alguna manera, antes o despus, de una u otra forma porque se nos exhiben en su carcter de presencia ostensiva, pero a la vez evidencian y subrayan, en segundo lugar, el aspecto !ntencional de las cosas, todo aquello que tiene su ser cmi el representarse (ceremonias, fiestas y ritos en cuanto Denkformen), todo un universo mental de naturaleza mitico-mstica y de formas simblicas. Este ltimo viene hipostatizado, y por tanto reificado en polifnico dilogo hakhtineano, esto es. el mantenido con numerosos informantes, conocedores unos, ignorantes otros, discutidores, videntes, habladores que vibran en la palabra activa de la narracin en primera persona autorial, formulacin realista que al describir la propia experiencia objetiva la subjetividad, hace vivir a los oyentes su tiempo, espacio y submundo y les incita a identificarse con l. Curiosamente, descripcin en su formulacin etimolgica EK~9UOl significa hacer pblico algo, dejar salir o escapar secretos. El dilogo en la variedad y riqueza de perspectivas que ofrece es el modo de penetracin indispensable del etngrafo, un instrumento de exploracin del que no puede prescindir; el testimonio inmediato, plausible, consistente, contrastante y mltiple es fuente de conocimiento antropolgico. En el dilogo con infor-

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mantes sondeamos en profundidad, exploramos horizontes, dudamos, bifurcamos nuestros senderos inquiridores y omos con atencin a nuestros interlocutores que pausadamente desgranan su apreciacin de situaciones, problemas e instituciones y nos confan sus expectativas, miedos, frustraciones e ideas, las cuales nos dan numerosas pistas para vislumbrar el mundo del trasmundo que escorzan. En las mallas del dilogo aprendemos a oir voces, escuchar ecos y adivinar modulaciones mentales; el inicial dilogo en ignorancia cuando todava no sabemos formular preguntas pertinentes es nuestra escuela de aprendizaje: nos hace escuchar irnicas voces en paralelo u oposicin, voces voceadoras de la diferencia, voces encarnadas en hechos. Incluso la misma situacin dialogal es objeto de experiencia aleccionadora: el tono emotivo, neutro o agresivo, los comentarios en off, la escena espacial jerarquizada, los turnos elocuentes y silencios expresivos de los informantes conforman un cuadro humano que el etngrafo no puede menos de observar y analizar desde su participacin activa. La meticulosa participacin directa es otra de las situaciones privilegiadas del antroplogo. No basta con or palabras, es imperioso ver actuaciones y participar en la vida comunitaria en la medida de lo posible. Observar significaba ya en el siglo xv mirar y advertir con atencin alguna cosa haciendo sobre ella reflexin2. Participar equivala a tomar y recibir parte, hacer como propio y dar noticia>. El doble rgimen de los dos verbos (advertir y reflexionar, apropiarse y comunicar) define con sinttica precisin el cometido del antroplogo durante su investigacin etnogrfica ja situ. Este, el escenario del cotidiano vivir, est poblado de significantes privilegiados como por ejemplo el espacio (objetivado en marginal, perifrico, intermedio, profano, fundacional, noble, supremo, sagrado, etc.) y el tiempo (en sus reificaciones de duracin, sucesin, puntual, estructural, generaemonal, cclico, ocupacional, festivo, religioso, simblico, csmico, etc.). Nos aproximamos mas y entendemos mejor los esfuerzos, trabajos ocupacionales, disonancias, conflictos, penurias y ceremonias, penetramos ms intensamente en sus actitudes, creencias y valores escenificados en la accin, nos empapamos realmente del poderoso, preciso y configurante espritu del lugar y del espesor de las circunstancias cuando aplicamos a situaciones, hombres y mujeres el microscopio antropolgico, aqu y ahora, a raz del suelo, en su medio vital, en su localizacin exclusiva, en el sitas de la identidad, En este marco privilegiado convivimos, nos comprometemos, dialoAeoxso Da PArLNCIA: Um,ivemser! socrmbmr!crmies, Sevilla, 1490 flie:ricssrcsrio ce Amrtomicloeles, Madrid. 1726.

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muelo Lisms Tolcssommer

gamos, nos equivocamos y nos corrigen, seguimos de cerca biografas individuales y casos personales que nos hablan con ms poderosa y ms estimulante voz que la que proviene de sntesis analticas o documentales. Esta experiencia en colaboracin, este intercambio continuo y aprendizaje interminable y fluido, esta involucracin osmtica permanente no slo nos presenta la oportunidad de trabar un frtil dilogo con hechos; nos enriquece, adems, con el sentido de lo relevante y complejo, con los valores principales de la vida local. A travs y por medio del efecto-observacicla participanme la comunidad nos revela gradualmente sus virtualidades estructurales y sus significados multivalentes. Efectivamente: la activa apreciacin directa del comportamiento comuntario descubre joyas de detalles y nomenclaturas estimulantes que proveen de generosos dividendos a la mirada antropolgica precisamente porque el ojo etnogrfico aprehende los comportamientos, normas e instituciones en patmterns asociativos, en sentidos fijados por contextos, en contingencias condicionales conmingere es ligar estrechamente o dependencias y conexiones explicativas. La percepcin de la arquitectura de bloques culturales siguiendo la orientacin proveniente de los agentes, hechos, valores y cosas es algo que nos depara la observacin participante en el devenir palpitante de la vida; el sentido general del todo proviene de la convivencia prolongada en el interior de una etnografa deictica, demostrativa. En la fenomenologa de la accin percibimos entramados de relaciones jerrquicas, en la conducta interindividual observada adivinamos organizacin de pormenores en gestalmen o conjuntos de totalidades parciales porque los detalles que inspeccionamos vienen pegados con goma real-mental para que tengan sentido duradero, y las actuaciones en que participamos forman parte de un club de datos en el interior de una estrategia englobadora. Al estar personalmente envueltos en mallas de relaciones y tramas de intercambios formulamos implcitamente sopoi con sentido interno, mapas con redes internamente imbricadas y reas culturales homogneas. Ejemplificamos, tipificamos, sintonizamos el item con el tipo porque como especialmente muestran, entre otros, Goethe, Dostoievski, Cervantes, Goya y Juan de la Cruz, lo universal y absoluto se esconde humildemente en la superficialidad del detalle. El impulso referencial y objetivante que de ste proviene induce a analizar la capacidad final de cada cultura como un todo, es decir, en su racionalidad, eficacia, disonancia, inestabilidad y coherencia internas. Adems, este esfuerzo totalizador al que se ve ltimamente provocado el etngrafo-testigo corrobora la apuesta ontolgica a la que a su vez se ve apremiado el antroplogo-intrprete: detrs de lo que se ve y oye y ms all

A mrtmcspologa e J-Iistmsm-io: cliloges ifltemgemmmiecs

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de lo que hace en cuanto partcipe hay algo escondido, velado, invisible pero esencial y duradero que debe investigar El ejhcto-tota/idad que acabo de escorzar se complernenta, por lo sugerido, con el efecto-cultura; no es discutible en Antropologa la centralidad del hecho cultural. El inicial viaje etnogrfico a lo distante y ajeno se ve, en ltima instancia, coronado por el empeo hermenutico dirigido a alcanzar la ultimidad concreta de la vida humana, esto es, la potica de cada cultura. Pero ntese que ni el intento ni el nodo ni el mtodo ni la finalidad para coronar esta empresa se diluyen en la esfera de la metafsica. Tratamos de apresar con nuestra etnografa ideas reguladoras, inferir principios moderadores o ritmos uniformes a lo Kant, es decir, rasgos generalizables e hiptesis que nos ayuden a explorar universos de significado y moralidad, pero insisto, desde la etnografa-accin, desde la conducta cooperadora y mutuamente dependiente, inmersos, como actores estratgicos e intencionales, en el espacio cotidiano de intercambio relacional, apurando el uso y consumo de normas pautadas, adaptando nuestras expectativas a las expectativas de nuestros vecinos, aprendiendo y practicando la gramtica de la interactividad recproca y la semntica de la intersubjetividad para, desde esta interioridad vivencial, penetrar, hasta donde logremos, en el universo mental, de naturaleza mtica y de formas simblicas de los estudiados, en su antimundo cultural, en una palabra. En realidad nada tiene de extrao este cometido final antropolgico: intentar dar sentido a la dureza, perplejidades, contradicciones y misterio de la vida, representar los esfuerzos creativos de un grupo por ordenar la precariedad y el caos a travs de emblemas, iconos, frmulas y smbolos, descubrir cmo organizan la fusin cannica de pensamiento, creencia y sentimiento, cuerno, mente y espritu, reflexionar sobre cmo articulan lo ambiguo, confuso, irracional y desconocido y cmo regulan la convivencia en sus vidriosos registros de identidad, ctnicidad, exclusin, violencia, trabajo y herencia cultural, es labor nuestra tan natural como imperiosa por la simple razn de que todo eso es algo radicalmente humano, algo que, a su manera, hacen todas y cada una de las culturas que estudiamos. Nada fcil es penetrar en ese trasmundo de categoras extraas, signos opacos, representaciones labernticas y smbolos polivalentes; tampoco lo es alcanzar el sentido de valores que nos repugnan, de creencias que nos parecen absurdas y de maravillosas fantasas potico-mticas, pero ah estn escenificando su inherencia a lo que es vivir en cada cultura, y tambin esperando la varita mgica del etngrafo-antroplogo para que transforme esos aprioris culturales en las experiencias primeras que conducen a esas conformaciones y trace el camino que lleva de las emo-

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crrs-ssmec, Liscimm flslcsscrmr a

ciones y sentimientos comunitarios a esas configuraciones imaginativas. De la doble experiencia la nuestra de ellos y la propia nativa- extraemos, siempre en Jedback objetivo-mental, ideas que pasan a smbolos y que, a veces, acaban en mitos; exprimimos el significado general de la minuciosidad particular, exploramos imaginativamente los vectores finales de la vida pero a travs de lo especfico y concreto etnogrfico. Nuestra privilegiada posicin epistemolgica proviene de que como etngrafos tenemos los pies en el hunmus cultural local y como antroplogos erguimos la cabeza sobre el horizonte para poder otear otras culturas y compararlas entre s. Estamos dentro pero somos de fuera; si penetramos el umbral ajeno es porque venimos caminando desde otra ladera; al estar cierto tiempo dentro adquirimos un peculiar estado interno-externo, un extrao carcter anfibolgico pero a la vez mediador. Ahora bien, por mucho que prolonguemos el tiempo interior difcilmente captaremos en plenitud imgenes mentales, creencias, formas analgicas e inferemiciales, esencias, gozos y tristuras que no forman parte de nuestro marco vital; en importantes ocasiones nos tendremos que conformar con aproximaciones, resonancias y ecos. Pero podemos hacer de nuestra necesidad virtud. La distancia con el correspondiente desconocimiento nos fuerza no slo a or sino a escuchar voces nativas diferentes, confusas y aun contradictorias y, a veces, a discrepar de todas. Los hechos y comportamientos, asociaciones, rituales e instituciones estn ah, ciertamente, pero no son plenamente definibles slo desde el presente y desde dentro. Lo humano es, a la vez, nico y plural, particular y general, individual y universal, modo especifico de ser y estar que slo podemos interpretar convincentemente si a las anteflores aadimos premisas estmcturales, histrico-comparativas y universales; no tiene sentido no ir ms all de lo concreto y vivido, hay que trascenderlo. Aunque nuestro organon metodolgico no es ni puede ser el de la ciencia exacta, tenemos que servirnos de criterios, categoras, estrategias y mecanismos externos para contextualizar desde fuera lo interno hacindole formar parte de estructuras generales de explicacin. El esfuerzo generalizado, la descripcin de la relacin micro/macro, el endurecimiento de los hechos e ideas en objetividad institucional, la formulacin de reglas, valores, acciones y creencias en matrices isomrficas y el anlisis de las formas de integracin cultural en una palabra, requieren el cjco-distancia, esto es, no ser solamente conceptualizados desde premisas vvenciales y participativas, sino desde puntos ptimos categoriales forneos que permitan comparacin y generalizacin cientficas. La narrativa cultural de la alteridad precisa de la frissoum de la distancia.

Am> mcssolcgo e Hislcsm-im: didioges

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II

En la seccin anterior vienen reseadas en forzada sntesis nuestras principales seas de identidad, aquEllas que nos marcan y separan, hasta cierto punto, de otras disciplinas afines; tambin los puntos fuertes y estrategias que nos acercan a dimensiones humanas no tan accesibles desde otras perspectivas; en tercer lugar, las privilegiadas plataformas propias desde las que asaltamos con nuestras pregumitas los quala de la humana existencia que es algo ms que condicionantes socioeconmicos y avatares polticos. Los grandes aprioris de la vida identidad, amor, moralidad y muerte van ms y mejor con intensidad, detalle, enigma y significado que cori cifras o estadsticas. No hay listado cannico de especificas mansiones antropolgicas pero la convergencia de los mdulos arriba apuntados integra un conjunto realmente impresionante, no tanto de trajes tericos cuanto de provocativos desiderata instrumemtales que procuran respuestas frtiles siempre a tener en cuenta. Son nuestra ensea. Y, sin embargo, las cosas son ms complejas, como la cultura. Si reparamos en las expresiones holofrsticas en las que he condensado los argumentos parciales tendremos la sensacin de hallarnos frente a un cerrado crculo paradjico que impone prescripciones incompatibles: el efecto-presencia y el efecto-distancia por ejemplo, o el efecto-realidad y el efecto-cultura, o la apreciacin de que el cmo observado viene contaminado y aun saturado de porqu, o de que los rata de la experiencia campera estn precodificados, o de que el testimonio del testigo no es siempre fiable o convincente puesto que puede ser una mera opinin injustificada que nos transmite en un dilogo en el que unos interlocutores influencian a otros. Nullius in verba, no fiarse de la palabra ha sido desde su origen el molto de la Royal Sociey; la memoria, segn la flaqueza humana, tiene mayor parte de la olvidanza, que sobra de la recordacin escribi Diego Enrquez del Castillo en el borrador de la Crnica de Enrique IV>. Ms todava: cierto que tenemos que investigar bloques culturales inteligibles, no fragmentos discretos que acaban siendo incomprensibles, pero las culturas, cada cultura ha de ser analizada, adems de en trminos holisticos la vida es algo ms que la suma de sus partes-, como texto y discurso complejo, roto, ambiguo, como laberinto de argumentos y profusin de narrativas no siempre concordantes que dificultan la generalizacin. Qu quiero decir con todo esto? Hay algo as como la falacia del presente etnogrjico que conviene justipreciar no porque quede desautorizado ningn extremo del opyavov antropoLo he ledo 9~~.0 2l. A. DOvERMOND: Lcr htem-crorma perdida ce la Edad Media caseuamsa, Salamanca,

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cas-mejo Lixmm To!osrroa

lgico anteriormente delineado, sino porque la realidad cultural es, como ya lo he ido sugiriendo en los efectos-cultura, totalidad y distancia, narracin adems de experiencia, texto adems de dilogo, inferencia adems de realidad y siempre elaboracin conceptual imaginativa de forma que exige para su adecuada interpretacin un equilibrado y pendular argunzentum u utramque partem. Efectivamente, la experiencia tiene que ser transformada en conocimiento cultural que se obtiene en virtud de su referencia a esquemas conceptuales jerarquizados. Los objetos y los hechos son, sin duda alguna, observables pero tambin opacos y resistentes, no hay transparencia inmediata, son problemticos, estn cifrados, apuntan a algo otro; slo una exploracin imaginativa sujeta a reglas coglitivas y hermenuticas podr definirlos y explicarlos. Adems del intrnseco y misterioso significado de las cosas en sus leyes naturales y estructuras subterrneas, los objetos, acciones, sucesos y hechos vienen sobrecargados de sentidos ocultos, resultado de la necesidad humana de aadir significado, significado que reclama interpretacin. Hay que tener en cuenta, adems, que los sistemas de ideas y de creencias se rigen tambin por su propia dinmica intrnseca y dialctica internas, lo que hace que lleven una cierta vida independiente de contexto. No hay un punto firme o anclaje seguro, una nica perspectiva intelectual sino una plural dialctica discurso/realidad, narracin/materia, una permanente tensin entre el hecho y el valor, entre el texto y el contexto, entre el conocimiento y el conocedor. Acabo de referirme a narracin y texto, mediaciones ambas de la experiencia y de un presente que es slo parte de una dimensin temporal que lo hace inteligible. Pues bien, el realismo narrativo es convencional, las palabras son las que hacen la descripcin, las que domestican y estructuran la realidad; la hacen otra. Al simplemente describir las palabras fabrican ficcin y cuando estamos bajo su impacto nos sometemos no tanto a la fuerza de la realidad cuanto al poder de la palabra. El narrador, adems, habla slo en parte en su propio nombre, porque el lenguaje narra y describe por l, organiza, ordena e impone un marco de literaridad ms que de realidad. Debido a la morfologa de la narracin (estructura de materiales, argumento, tcnica, contenido, forma, punto de vista, etc.), los hechos descritos van ms con la estructura lingistica que con la emprica objetividad. El modo narrativo en cuanto secuencia contingente de sucesos epitomiza ideas, jerarquiza sucesos y valores y, por su forma y convenciones, refleja en su estructura una nairacin arquetpica. Las narraciones gticas en general y las visionarias gallegas sobre la compaa obedecen a criterios internos de seleccin y justificacin y pertenecen a la comn modulacin descriptiva comarcal. Los caracteres, corno bien saben Juan de la Cruz y Rilke, por ejemplo, llegan a tomas a veces, el control de la

Aa Cm-eso elogio e Ifiseomier. diclogo immeryzemssieo

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narracin. Este ltimo escribi en una carta refirindose a los Cuadernos de MaIte Laurids Rrigge: Desde la ltima vez que tuviste noticia de l, MaIte se ha transformado en una figura completamente separada de m y ha adquirido un ser y una individualidad que me interesan tanto ms cuanto ms se diferencial del autor Las nanaciones etnogrficas una vez transcritas se convierten en textos con su propia estructura interna y dinamicidad semntica; pertenecen a un genre que demanda, por tanto, una lectura consecuente. En cuanto texto ste tiene virtualidades de organizacin puramente sintagmticas y aspectos retrico-formales que hacen que lo que creemos hechos o casos reales sean literaridad y que lo verdadero pueda separarse de lo real. Dostoievski lo vio asi: Uno puede expresar incomparablemente ms sobre nuestra historia a travs de la fidelidad a la verdad potica que a travs de una mera fidelidad a la historia. Tolstoy es de parecida opinin: La descripcin de las figuras significantes de 1812 me forz a ser gobernado ms por documentos histricos que por la verdad [realidad] Ambos ofrecen alternativas al tratamiento histrico de un tema; todo material puede ser presentado desde ms de un gnero. El texto que leemos est compuesto, desde luego, de intencin y referencialidad extratextual, pero tambin de intertextualidad, esto es, de un tipo de discurso en relacin temtica compleja con otros textos que actan como fuerzas externas moldeadoras y contextualizadoras que aaden o restan significado. Al naturalizar el texto en contextos aqul se convierte en diferentes textos, lo que ampla el horizonte de expectativas del lector y, por tanto, la atribucin de sentido. As, por ejemplo, la compaa adquiere tanto mmnusvaloracin como plusvala connotativa y nuevo potencial significativo al enmarcara en las versiones germnica, medieval, escocesa, alemana, etc., ya que todos estos textos actan a su vez como cdigos con mensajes a interpretar. Lo que a su vez quiere decir, nos repiten los semilogos, que el texto, debido a su carcter singular, indeterminado e inacabado, requiere la cooperacin del lector para que ponga en marcha cdigos culturales de interpretacin, proceso que en su dinmica hace que el texto signifique diferentemente para diferentes lectores. La presencia, la experiencia, el dilogo y la participacin, la inmediatez en una palabra, tienen valor en s mismo; desde su especifico, insubstituible y ubrrimo modo epistemolgico de conocimiento producen un texto, ntese, paradjicamente objetivo y politrpico, con significado emprico, cultural eLo tenso de Lomrelomr Sc c=r-of Roo/es, vol - 17, o 16. p. (3Tire ?immres lites-am-y Srrsplemrremre, 5 dc agosto de 1994, p 2k

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(ermmmre lo lisos-r 7 lleva la implicacin de investigacin o entrevistas que traen adems las conclusiones peisonales del investigador t en este sentido Historia y Antropologa se superponen. En la actualidad ambas disciplinas estudian al Otro, distante en espaco o en tiempo, siempre diferente y difcil de entende. Alteridad, diferencia y distancia, voces extraas, discursos mentales ajenos que se dan y producen al otro lado de nuestra frontera por lo que es necesario traducirlos en tanto en cuanto sea posible ya que en sus extremos diferenciales plantean problemas de comiinensurabilidad. Historiador y antroplogo someten a examen microscpico el detalle, la circunstancia, la presencia de la contingencia, lo particular en su complejidad, lo que activa su sensibilidad no slo pama captar la polisemia imperante, sino tambin para insuflar vida, cIar sentido, penetrar en comportamientos. ideas y documentos, alcanzar la intenciona idad y evaluar lo htmmano: hay qte ir mns all tina vez que dominamos la iii u ci os id ad etn og mfi ca o doc ti meotal porqu e inRi vid, un iii e//ahle es!. Pasado y presente se convierten en presentables cuando los ti-ajeamos. Ambos. tina vez mas. converneil en el modo narrativo (le Sti exposicin que implica no formulacin rigurosa deductiva sino secuene ia contingente dc sucesos, modo ctie se lundamnenta en textos y doctimentos que activan primero,Hay una cmlicir$m cm? dos ~-oiLinscncs Akal, 994. en 7/re- 7irmres Oler-ns>- Ss/s,ss!eo;e,ss 25 dc jmiio rL 1991 y

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en sus propios trminos internos e intrnsecos, no como algo otro, y despus como vehculos de mensajes codificados. Los dos necesitan entrar en dilogo constante y asociacin directa con los documentos, esto es, narraciones etnog-ficas en un caso, histricas en otro, manosearlos, leerlos, escucharlos en sus voces, increparlos y exprimirlos. Los dos tienen que hacer hablar a los silencios de los documentos, reconstruirlos, rellenar huecos, tolerar cierta incertidumbre viviremos siempre con ella, ser un tanto generosos con los datos, Despus de todo, un texto falso puede vehicular verdades importantes. Ambos, tambin, parten de referencias a esquemas de normas y valores y ambos precisan de un potente foco imaginativo-creativo para alcanzar los significados duraderos, misteriosos y obscuros porque no se rinden de otra manera. El conocimiento del presente, la introspeccin, el apego al detalle, la experiencia de vida, cl .snvoir-/=siredisriplinam, cl hbil manejo de los marcos categoriales apropiados, la visin totalizante imaginativa (a lo Balzac, ValleIncln, Gracin o Blasco Ibez) de ambas disciplinas pueden decirnos mucho de la humana naturaleza. Aun sin ser ni competir con literatos o novelistas, siempre tendremos que remontar los hechos insisto una vez massi queremos decir algo que valga la pena ser dicho. Empobreceramos el hecho si slo lo viramos a tavs de la focalizacin piopia de los hombres del pasado o desde el punto de vista de los informantes del presente. La -iqueza del presente etnogrfico nos provee de pluralidad de detalles significativos, temas relevantes y conexiones estructurales que nos pueden servir como de plataformas para entablar dilouos con textos actuales y papeles histricos y hacerles hablar siempre que tengamos en cuenta nuestra predominante orientacin secular, positiva y escptica que depaupera el cilios mstico-creencial de otras geografas y momentos culturales diferentes. Es imperativo, a la vez, evitar el anacronismo proyectivo enriquecedor poniendo en las mentes del pasado ms, mucho ms de lo que pensaron o pudieron pensar o imaginar. La Historia nos provee de to dilatado observatorio en el que podemos analizar si nuestras categoras culturales y mallas relacionales privilegiadas en el presente etnogrlico tienen vigencia en otros espacios y tiempos o si deben ser cuestionadas y perfeccionadas para convertirlas en parmetros realmente generalizables. La multivalencia del presente hace plurisgn ficar al pasado qte, a st vez, reteoriza al presente. El pasado puede, adems, adquirir algo as como un carcter de presente perpetuo paradigmtico: hay obras, textos, personajes y hechos que trascienden tiempos y culturas, sumas de fuerzas creadoras que se acercan a arquetipos y se condensan en mitos. Concretamente, entre nosotros, los estudios clsicos prolongan indefinidamente el tiempo ido, conjuntan presente y pasado; la herencia cultural es

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(?en mmsme/es L/ser ?/m/ovcsmsem

parte integrante del pensamiento y arte actual. Platn y Pndaro, Dante y Byron, Botticelli y Bach, no son tanto textos u obras geniales cuanto ros caudalosos de pensamiento y accin en perpetuo dilogo cuestionador con el presente. En realidad y resumen, el status ontolgico de las dos disciplinas es, desde varias perspectivas, virtualmente equivalente: cl historiador lee documentos, y el antroplogo, cuando redacta la monografa, textos; la expemiencia personal de la situacin etnogrfica hay que revivira porque sestea, como e. documento, en la penumbra del pasado. Ambas escuchan las voces de la alteridad pero para iflejor entendemos a nosotros mismos. He dejado a la compaa noctumeando, con su siniestro muensaje, por las corredoiras gallegas. Qu me aporta su investigacin directa y, en general, la experiencia de campo para acceder mejor pertrechado al anlisis histrico de problemas socio-culturales relevantes? El punto bsico de partida es como ya sabemos la virtualidad epistemolgica del presente vivido en modo participativo. La convivencia fsica, verbal y social hace que uno se sienta incluido en un modo de vida; la participacin mental y psicolgica nos envuelve emotivamente y nos ayuda a captar la atmsfera, la tonalidad del presente; la constelacin de sensaciones y experiencias fenomenolgicas genera todo un catlogo de preguntas que podemos hacer, en principio, al pasado. El modo presentacional del presente, la exgesis oral, instantnea, u situ, con los visionarios, las impresiones visuales espaciales y sonoras actan corno poderoso estmulo inical, nos sensibilizan a imaginar percepciones y relaciones retrospectivas, a procesar los documentos histricos pertinentes desde el dilogo cuestionador propio de la narrativa etnogrfica, a deslizarnos desde el panorama etnogrfico actual al pasado histrico; nos provocan, en una palabra, a la penetracin estratgica en la Historia desde la Antropologa. A la vez, y muy importante, la riqueza y densidad que observamos en el presente catico nos fuerza a pensar cun ajeno, complejo y diferente puede ser el pasado, cmo lo podemos minusvalorar cuando en lugar de escuchar el lenguaje de los documentos y buscar las diferencias nos apropiamos indebidamente del pasado por la direccin de las preguntas que interesan slo al presente. Pero una vez ms el presemite puede venir en nuestra ayuda pues para investigarlo previamente hemos tenido que realizar un doble enorme esfuerzo de olvido de nuestro universo conceptual y de reorientacin inquiridora. Desde esta purificadora perspectiva podemos intentar acercarnos a la historia latente, a aquella de la que no nos hablan explcitamente los documentos porque tampoco hablaban los actores, a saber, a convenciones, presunciones y principios morales reguladores. Este modo interno de visin y apropiacin, estas experiencias substantivas en modos de vida, tiempos y espacios interiores, entre informantes, desde

Amr mcspologa e Histesrias dieiloges in ce m-geadrices

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su piel y punto de vista, este vivir a lo nativo hasta cierto grado nos hace ver el presente fenomenolgicamente, como futuro del pasado, lo que relativiza un tanto nuestro angst epistemolgico al tratar de establecer puentes y continuidad de principios. Hipotetizamos que la estructura de relaciones sociales estables y el peso institucional en su necesidad intrnseca opera de manera similar no slo aqu y ahora sino tambin ms all y en tiempo fenecido. Categoras tales como identidad, solidaridad, exclusin, normas, reciprocidad, derechos-deberes y moralidad, por ejemplo, pueden, en alguna manera, subsanar los silencios documentales. En este sentido mi anlisis de la casa-familialinaje actual conceptualizado como un sistema relacional en permanente tensin interno-externa me ha servido como de principio regulador para organizar un interesante material histrico el libro de Vasco de Aponte, Casas y Linajes del reino de Galicia y dar razn estructural de los avatares en la regin en el siglo xv t Podemos extrapolar, con cautela, la trama de redes estructurales del presente a sucesos y momentos de antao en simetra situacional; tuvo que ser as, aproximadamente, podemos pensar. Pero volvamos a la compaa porque nos incita a imaginar en paralelo o analoga esos otros universos mentales que tambin encontramos en otros perodos; equipados en y por el presente cruzamos fronteras y viajamos al pasado. Hay gallegos, adems de los visionarios, que consideran as da noite como algo real, como hecho emprico o suceso objetivo. Pero no todos creen; hay un conjunto rural minoritario que rechaza enfticamente su realidad y allega pruebas para demostrar su carcter de fantasa y ficcin lo que enmarca el status realmente plural de la narracin y lo que, a su vez, puede iluminar el pasado. Para unos los relatos reclaman verdad objetiva, morada mental esta que puede ayudarnos a entender la mtica germnica y la creencia medieval, algo por tanto, vlido en s mismo. Tambin lo es el minucioso examen de Ja perspectiva y argumentacin de los activos incrdulos. Pero fijmonos en el aleccionador caso intermedio: muchos parecen mantenerse neutros, desapasionados, no toman decidida posicin ni a favor ni en contra. No creen pero tampoco descreen, ni afirman ni niegan; viven en un ambiente de creencia. Sus padres o familiares o amigos y vecinos, es decir, personas que ocupan un lugar importante en sus vidas, dicen que ven a la nocturna y lgubre procesin; otros lugareos que conocen han sido testigos presenciales del comportamiento en terror y errtico de los videntes porque los acompaaban en el momento epifnico, y muchos en su entorno creen. Por otra parte, les cautivan las narraciones, se asombran con cierta fascinacin ante lo posible preciEn Amm tmespeslcs crer emrlmmm mcml de Geml/e-iem, eso. e/e., cap - IX -

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cern-rseIr Lischm Tolcsm-osr o

samente por desconocido y misterioso, les excita, estiniula e inspira independientemente de su factualidad o liccionalidad. Para ellos no es, como ingenuamente, en nuestra simplicidad disyuntiva, asumimos nosotros, un problema cognitivo. Viven en el Limbo de la creencia, participan de una creencia flotante pero ni creen ni dejan de creer; no es se el problema. La pregunta pertinente a hacer es sencillamente: qu y cmo son, si son, las creencias en el interior de una cultuma? Al t-asladar la complejidad del presente al pasado tenemos que focalizarlo a lo Novalis, preguntndonos qu hay de extrao en lo familiar y de familiar en lo extrao para relativizar o realzar la dualidad. Desde esta discriminacin experimental estamos, creo, en mejores condiciones iniciales para evocar un totzmnm .Nymbolicum, esto es, los putterns de pensamiento e induccin en el interior de misteriosas reas de creencias pobladas por la ambigedad y la irm-acionalidad. Trasladando per analogicain attributionem la lgica de la situacin actual al pasado articularemos, en principio, con mejor conocimiento de causa, lo confuso, heterogneo y equvoco, la pasin y el sentimiento de forma que nos lleven a una consistente evaluacin de actitudes e ideas. A ello contribuirn tambin el conocimiento y examen detenido de los agentes de inteligibilidad (los visionarios, la bruxa, la meiga, el arresponsador y el endemoniado) que concretamente en mi caso me han facilitado el anlisis de la beata, del misionero y del poseso del siglo xvi por ejemplo, y tambin cotizarn dividendos los significantes privilegiados o zonas actuales marcadas (la casa, la iglesia, el cementerio, la encrucijada, el camnino de difuntos, el lmite entre vivos y la separacin entre vivos y muertos) en relacin a la compaa. Si a todo esto aadimos la apreciacin del corpus actual en toda su gama de valores metafsicos (sentido de la vida, del individuo, de la necesidad, de la libertad, de la religiosidad, de la muerte, miedos, deseos y dudas). ticos (bondad, maldad, justicia, responsabilidad) y cvicos (vecindad, solidaridad, etnicidad), dispondremos de una saturacin semitica que transferida del modo presentacional a lejanas tempo-alidades podr revelar para el presente la energa cultumal del pasado. CODA. No sabemos encuad-ar a los hechos humanos, los de ayer y de hoy, en el mareo de soluciones definitivas; las posibilidades de accin y pensamiento son y fueron extraordinariamente numerosas aunque las causas de los fenmenos socio-culturales no son tales como paa que no se puedan repetir de manera similar o anloga. La ecteza nos seguma eludiendo porque los problemas morales graves no se zanjan ni slo con argumento racional ni con consenso porque la explicacin cientfica no intemiieta antropolgicamente; hay verdades ms amplias y profundas que las de la ciencia. Pero no porque

Ami Imes/ses Ierg,cm e iIim-ress-i e,: clicloges im?temgem?dmico

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no podamos conocer todo dejamos de conocer algo o no conocemos nada. Los documentos y textos de que disponemos no hablan, son ledos y por tanto pluriinterpretados, pero tampoco tienen ilimitadas connotaciones porque el vocabulario pone fronteras. la compaa no va con el bautismo prenatal debajo de un puente. Un texto o un documento no tiene lmites tericos significativos, pero en la prctica aguanta mejor unas interpretaciones que otras; el texto antropolgico y el documento histrico son dilogos abiertos a mltiples lecturas. pero no a una semiosis ilimitada o interpretacin libre no condicionada. No es legitimo sobrepasar la estructura del texto y su intencionalidad congruentes; un texto puede significar unas cosas y no otras. Ni la Antropologa es literatura ni la Historia un cronicn ?15 Los hechos sucedieron, desde luego, pero no son fcilmente definibles desde el presente, por lo que el pasado es susceptible de varias lecturas, pero lecturas que vienen acotadas y canalizadas por otros textos, por una realidad emprica y por una cultura objetivada. No inventamos los hechos en el presente etnogrlico ni falsificamos los documentos medievales; hay evidencia clara, objetiva, de la existencia de visionarios, bruxas y evanxeliadoras en Galicia, de la muerte del Justicia de Aragn y de la guerra civil espaola. Disponemos de cnones, mtodos y tcnicas unas mejores que otras y unos las manejarn melor que otros para contextualizar a esas personas y sucesos en dominios categoriales ms amplios. No hay verdad total, fija y absoluta en relacin al pasado, pero hay verdades parciales, contingentes, porque hay un pasado que fue real; no podemos ignorar la invasin rabe de la pennsula. No hay conocimiento pleno o exhaustivo, hecho que nimba a la interpretacin con un halo de incitante aventura y consiguiente riesgo, pero s podemnos dar una interpretacin que haga difcil otra. El largo invierno del relativismo absoluto ha pasado; la deconstruccin intransigente naci tarada, es algo passe; entramos con imaginacin en el presente y en el pasado pero sin imponerla. Encontramos en nuestro trabajo de campo una factualidad, en los textos y documentos un cierto empirismo, una coherencia o inconsistencia que analizamos, y en ambos casos vemos detrs a hombres y mujeres del presente o del pasado, de nuestra especie, no marcianos. Apoyados en esta base emprica y comn podemos aventurarnos a ir mucho ms all entablando un dilogo con el pasado para que nos descubra

i-i~me lodo tino limcoturn sobie narrativa liii al onmropiogo. iextos clsicos noii los dc C BRiEMONO: SeuO. (973; y R -, WELIUK y A. \VArrnm;s: T/mersr-y pl Liiemnmtmrme, l--iacourt. Broce & World, 1 942. NI s mcc ico mc es el dc 1. 0 Nciii: Fic:sirsas- of J3/sr:o mr mme: Reir elismg ofMss-ra ji ?-e T/mecss5, Univcrs1 my of Toron?o l>rcss, 1994. Dc todos dios y de otros me he scr~-ido.Logio drm ricis.

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cemm-mmmehs lsdm, ?ishmsemmma

la continua presencia y potencia de la cultura, concepto este que, a pesar de nuestra familiaridad con l, es un tanto misterioso por su doble faz y gesto plural. Por una parte nos dice categricamente que el Otro es realmente Otro y, por tanto, diferente, distinto, ajeno y extrao. Por otra, que ese mismo Otro no es realmente ni en definitiva Otro, sino que despus de todo, es miembro de la gran familia humana. Pues bien, estos dos gestos simultneos nos proponan una doble antropologizacin de la Historia. Partiendo de la especificidad cultural estamos llamados a investigar todo un conjunto de bloques fundamentales culturales que marcan y diferencian a los distintos grupos humanos o, en nuestro caso hispano, al mismo grupo en perodos distintos de su histora particular El otro gesto cultural nos ~ropone la investigacin de otra problemtica ms ambiciosa y general. Todos nos damos cuenta de que vivimos en particularidad, en nuestra familia, barrio, estamento, profesin y ecologa, de que no vivimos en Humanidad universal y general. Pero tambin todos sabemos que vivimos a la vez en multiculturalidad y panhumanismo como nos demuestran la tcnica y economa mundiales. Podemos, partiendo de esta realidad global y a travs de abstracciones imaginativas, alcanzar caractersticas fundamentales comunes a todas las culturas, algn tema bsico o denominador comn? Podemos aprehender en el simple hecho de ser humano algo as como un sujeto universal? Podemos vislumbrar, como pretendan los antroplogos del siglo pasado, algo comn en la idea de naturaleza humana en la que hoy slo se realza la diferencia cualitativa y el particularismo militante? El conjunto de textos antropolgicos y monografas camperas al representar en detalle la proliferacin ele formas culturales en tiempo y espacio ha puesto de relieve precisamente la filiacin tanto histrica como intertextoal, las analogas y diferencias de los grandes temas culturales. Debajo de esa gran variedad humana adivinamos unos pocos motivos bsicos; los grandes mitos humanos, sabemos desde Bachofen, Erazer, Lvi-Strauss y Needham transparentan variaciones mltiples de unos pocos argumentos, o sea, versiones culturales de primeridades y ultimidades, objetivaciones de arquetipos metahistricos. La investigacin de stos en su suprahistoria, en comparacin intercultural y en profundidad temporal, desde el Paleoltico hasta nuestros das, es un reto antropolgico. Ni la Antropologa es Historia en sentido estricto ni la Historia es Antropologa, pero precisamente por eso es posible y remunerante analticamente hacerse en mutualidad, pasar de una a otra, escuchar una y otra voz, movernos de modo a modo, de gnero a gnero. El material histrico puede ser presentado a travs de ms de una perspectiva disciplinar, la etnografa

Amrtsopeile,gnm e Ilirtomies: dilogo immtemgemmmieo

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requiere profundidad temporal. El dilogo intergenrico, concretamente y desde nuestra perspectiva antropolgica, la antropohistoria desbordar y potenciar el documento de antao hacindole significar en forma multiestructurada y sobre todo hibridizada. Quiz la lupa antropolgica pueda hacer hablar algn silencio e iluminar alguna zona obscura o rea de penumbra de ms de un documento.