Antología literatura

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Seminario de Literatura mexicana siglo XX DEPARTAMENTO DE LETRAS UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA Silvia Quezada (selección de textos)

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Seminario de Literatura mexicana siglo XX

DEPARTAMENTO DE LETRAS

UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA

Silvia Quezada(selección de textos)

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SeminariodeLiteraturaMexicanaIII(Antología)Elaboró:SilviaQuezadaDepartamentodeLetrasdelaUniversidaddeGuadalajara2008

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Presentación

El carácter de esta antología es puramente didáctico. No podría entenderse de otramanera al revisar su contenido. El material que la constituye fue agrupándose deacuerdo a las necesidades bibliográficas: textos de difícil localización o entes solitariosque parecieran haber sido redactados para el análisis. El alumno se verá en la urgenciade realizar lecturas complementarias: el prólogo a Poesía en movimiento, de OctavioPaz; alguna de las novelas revolucionarias, sin olvidar La sombra del caudillo deMartín Luis Guzmán; El luto humano de José Revueltas, el capítulo inicial de Noticiasdel imperio, por Fernando del Paso, así como algunos de los fragmentos que loscompañeros de grupo preparen para las exposiciones orales. La investigación estarápresente cuando sea necesario localizar teoría acerca de El Ateneo de la Juventud,la revista Taller, la Generación del Crack, u otros tópicos elementales. Preparar unaantología balanceada y completa no ha sido la intención de estas páginas. El lector advertirá sin embargo, las preferencias lectoras de quien antologa.Inevitable que suceda así. La lectura cronológica fue inscribiendo en la memoria uníndice propio, donde los nombres de Alfonso Reyes, Ramón López Velarde, JoséRevueltas, Carlos Pellicer, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Fernando del Paso,Elena Garro, Salvador Elizondo, Carlos Fuentes, Francisco Hernández y David Huertadarían en individual, para un curso de 60 horas. De singular importancia es el estudio de los movimientos culturales que el sigloXX como escenario vio representar. De hecho, el curso pudo organizarse con baseen los doce momentos estéticos diferenciados, mas el costo de no incluir a figurasliterarias independientes de grupos, hubiera sido muy alto. Quede la presente antología como un registro temporal de los contenidos que a loslectores de principios de siglo nos interesa. La vigésima centuria es un objeto deestudio demasiado ambicioso para agotar en un curso semestral, máxime cuando elsiglo XX fue para la literatura mexicana, la de su develamiento y proyeccióninternacionales.

S.Q.

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Reseña

Aurelio AsiainLa literatura mexicana del siglo XX

de José Luis Martínez y Christopher Domínguez MichaelCNCA, México, 1995; 288 pp.

Es un volumen pesado, aparatoso, difícil de manejar como libro de consulta y que nocabe en los estantes normales. Su tamaño es más bien el de un table book pero,aunque está lleno de fotos, la edición no es bastante fina para adornar una sala: laportada es fea, las pastas se doblan y el papel es demasiado brilloso. No se deja leer. Es una lástima, porque se trata de un libro que hacía falta: una historia de Laliteratura mexicana del siglo XX, escrita por el mayor de nuestros historiadoresliterarios, José Luis Martínez, y el más informado, constante y combativo de nuestroscríticos jóvenes, Christopher Domínguez Michael. La Dirección General dePublicaciones del CNCA debería aprovechar la edición para abastecer las bibliotecaspúblicas y las escolares, cancelar la colección absurda en que el libro figura y hacerde inmediato una edición rústica, de bolsillo, sin fotos, que pudiera traerse y llevarse,como los libros de verdad, y leerse cómodamente. Antes habría que corregir las erratas y los gazapos (no son muchos), actualizaralgunos datos, subsanar las omisiones y revisar los criterios de la edición, porque losdos autores no se pusieron de acuerdo en el método de trabajo. La parte escrita por José Luis Martínez es la más amplia, abarca un período másextenso (de principios de siglo a 1960) y está mejor estructurada. Delimita lasgeneraciones, distingue a los grupos y tendencias, se ocupa de las revistas importantesy tiene el acierto de incluir entre las obras literarias a las de historiadores, filósofos,antropólogos y críticos de la cultura, y la innovación feliz de tratar a los autoresexiliados con la misma vara que a los mexicanos. No se trata de un ensayo unitario. José Luis Martínez se ocupa por separado decada autor, lo que afecta un poco a la visión de conjunto pero permite en cambio unaconsulta rápida y deja apreciar mejor ciertos hallazgos. Cada ficha incluye un juicio,a veces mínimo, a veces minucioso, y una bibliografía directa e indirecta que sólo enmuy pocos ejemplos merecería actualizarse o corregirse. En los mejores casos, lasentradas son verdaderos ensayos, que recuerdan por su omnisciencia, su capacidadde síntesis, su buena pluma y su orden a los artículos de la vieja EnciclopediaBritánica que tanto le gustaba a Borges. No faltan aquí y allá, la cita memorable, laanécdota divertida, el dato curioso que anima la lectura. Tampoco, claro, los juicios

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discutibles –pero de ellos está hecha la crítica literaria. Lo único que me deja perplejoes la disparidad en la extensión de los distintos artículos ¿merecía tanto espacio elpoeta Pedro Requena Legarreta, que “frustró su desarrollo poético” y tan poco elprosista Mariano Silva y Aceves, autor de textos “emocionantes y perfectos”? ¿Nohabía más que decir de Rodolfo Usigli? Pero José Luis Martínez (quizá por ladeformación del investigador que quiere presumir un hallazgo, quizá por la emociónmemorialista que pule un recuerdo) suele pecar más por exceso que por defecto, yno hay que reprochárselo. El “Breve repaso a las letras contemporáneas de México (1955-1993)” escritopor Christopher Domínguez Michael es mucho más combativo (y por lo mismo másdiscutible), más breve y apresurado y mucho menos órganico. Curiosamente, es másselectivo que las páginas anteriores: lo normal hubiera sido que la criba de José LuisMartínez hubiera desechado más paja, pues hace cuentas de un terreno ya cosechado.Si la primera parte del volumen se detiene en Otilio González, ¿no debiera la segundadecirnos algo de Orlando Guillén? ¿Por qué no figuran los poetas como Jorge Brasho Ernesto Trejo, que tienen décadas publicando? Las fallas son más notorias en elcapítulo dedicado a la crítica, inexplicablemente, porque el autor se ha lamentadomuchas veces del desdén que el género soporta. ¿Dónde quedó Alberto Paredes?¿No había más que decir de Adolfo Castañón, sin duda el más original y el mejorescritor entre nuestros críticos literarios? Pero mis reparos mayores se refieren al plan de la obra. Una vez que lo hizoJosé Luis Martínez, ¿no habría que haber considerado entre los escritores a lospracticantes de las mal llamadas “ciencias sociales”? Entre nuestros historiadores yantropólogos hay algunas plumas mejores que las de muchos novelistas y poetascomentados. Lo mismo cabe decir de extranjeros radicados en México. ¿Para quéapunta Christopher Domínguez que escritores como Álvaro Mutis, José Luis Gonzálezy Alejandro Rossi “son parte integral de la literatura mexicana”, si luego no vuelve aocuparse de ellos? Uno de los aciertos de la segunda parte del libro está en las citas de otroscríticos a que recurre, y que son particularmente numerosas en el apartado que sededica a la poesía. Dejan pensar que para tener una mejor historia de la literaturamexicana (no sólo contemporánea), lo que necesitamos no es tanto un escritor comoun editor inteligente que recopile, discrimine, jerarquice y edite las miles y miles depáginas críticas sobre la literatura mexicana publicadas en libros, revistas y periódicos,coma ha hecho Francisco Rico para integrar la historia de literatura española. ElCNCA debería lanzar una beca para ello y publicar el libro resultante como libro, nocomo gran pisapapeles.

En Vuelta 232, México: marzo de 1996, págs. 47- 48

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La cena

La cena, que recrea y enamora.San Juan de la Cruz

Alfonso Reyes (1889- 1959)

Tuve que correr a través de calles desconocidas. El término de mi marcha parecíacorrer delante de mis pasos, y la hora de la cita palpitaba ya en los relojes públicos.Las calles estaban solas. Serpientes de focos eléctricos bailaban delante de mis ojos.A cada instante surgían glorietas circulares, sembrados arriates, cuya verdura, a laluz artificial de la noche, cobraba una elegancia irreal. Creo haber visto multitud detorres –no sé si en las casas, si en las glorietas– que ostentaban a los cuatro vientos,por una iluminación interior, cuatro redondas esferas de reloj. Yo corría, azuzado por un sentimiento supersticioso de la hora. Si las nuevecampanadas, me dije, me sorprenden sin tener la mano sobre la aldaba de la puerta,algo funesto acontecerá. Y corría frenéticamente, mientras recordaba haber corridoa igual hora por aquel sitio y con un anhelo semejante. ¿Cuándo? Al fin los deleites de aquella falsa recordación me absorbieron de manera quevolví a mi paso normal sin darme cuenta. De cuando en cuando, desde lasintermitencias de mi meditación, veía que me hallaba en otro sitio, y que sedesarrollaban ante mí nuevas perspectivas de focos, de placetas sembradas, de relojesiluminados... No sé cuánto tiempo transcurrió, en tanto que yo dormía en el mareo demi respiración agitada. De pronto nueve campanadas sonoras resbalaron con un metálico frío sobre miepidermis. Mis ojos en la última esperanza cayeron sobre la puerta más cercana:aquel era el término. Entonces, para disponer mi ánimo, retrocedí hacia los motivos de mi presencia enaquel lugar. Por la mañana, el correo me había llevado una esquela breve y sugestiva.En el ángulo del papel se leían manuscritas las señas de una casa. La fecha era el díaanterior. La carta decía solamente: “Doña Magdalena y su hija Amalia esperan a usted a cenar mañana, a las nuevede la noche. ¡Ah, si no faltara!...” Ni una letra más. Yo siempre consiento en las experiencias de lo improvisto. El caso además, ofrecíasingular atractivo: el tono, familiar y respetuoso a la vez, con que el anónimo designaba

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a aquellas señoras desconocidas; la ponderación “¡Ah, si no faltara!...”, tan vaga ytan sentimental, que parecía suspendida sobre un abismo de confesiones, todocontribuyó a decidirme. Y acudí, con el ansia de una emoción informulable. Cuando,a veces, en mis pesadillas, evoco aquella noche fantástica (cuya fantasía está hechade cosas cotidianas y cuyo equívoco misterio crece sobre la humilde raíz de lo posible),paréceme jadear a través de avenidas de relojes y torreones, solemnes como esfingesen la calzada de algún templo egipcio. La puerta se abrió. Yo estaba vuelto a la calle y vi, de súbito, caer sobre el sueloun cuadro de luz que arrojaba, junto a mi sombra, la sombra de una mujer desconocida. Volvíme: con la luz por la espalda y sobre mis ojos deslumbrados, aquella mujerno era para mí más que una silueta, donde mi imaginación pudo pintar varios ensayosde fisonomía, sin que ninguno correspondiera al contorno, en tanto que balbuceabayo algunos saludos y explicaciones. —Pase usted, Alfonso. Y pasé, asombrado de oírme llamar como en mi casa. Fue una decepción elvestíbulo. Sobre las palabras románticas de la esquela (a mí, al menos, me parecíanrománticas), había yo fundado la esperanza de encontrarme con una antigua casa,llena de respetabilidad. A cambio de esto me encontré en un vestíbulo diminuto y conuna escalerilla frágil, sin elegancia; lo cual más bien prometía dimensiones modernasy estrechas en el resto de la casa. El piso era de madera encerada; los raros mueblestenían aquel lujo frío de las cosas de Nueva York, y en el muro, tapizado de verdeclaro, gesticulaban, como imperdonable signo de trivialidad, dos o tres máscarasjaponesas. Hasta llegué a dudar... Pero alcé la vista y quedé tranquilo: ante mí,vestida de negro, esbelta, digna, la mujer que acudió a introducirme me señalaba lapuerta del salón. Su silueta se había coloreado ya de facciones; su cara me habíaresultado insignificante, a no ser por una expresión marcada de piedad; sus cabelloscastaños, algo flojos en el peinado, acabaron de precipitar una extraña convicción enmi mente: todo aquel ser me pareció plegarse y formarse a las sugestiones de unnombre. —¿Amalia? — pregunté. —Sí—. Y me pareció que yo mismo me contestaba. El salón como lo había imaginado, era pequeño. Mas el decorado, respondiendo amis anhelos, chocaba notoriamente con el del vestíbulo. Allí estaban los tapices y lasgrandes sillas respetables, la piel de oso al suelo, el espejo, la chimenea, los jarrones;el piano de candeleros lleno de fotografías y estatuillas —el piano que nadie toca—y junto al estrado principal, el caballete con un retrato amplificado y manifiestamentealterado: el de un señor de barba partida y boca grosera. Doña Magdalena, que ya me esperaba instalada en un sillón rojo, vestía también

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de negro y llevaba al pecho una de aquellas joyas gruesísimas de nuestros padres:una bola de vidrio con un retrato interior ceñido por un anillo de oro. El misterio delparecido familiar se apoderó de mí. Mis ojos iban, inconscientemente, de doñaMagdalena a Amalia y del retrato a Amalia. Doña Magdalena, que lo notó, ayudómis investigaciones con alguna exégesis oportuna. Lo más adecuado hubiera sido sentirme incómodo, manifestarme sorprendido,provocar una explicación. Pero doña Magdalena y su hija Amalia me hipnotizaron,desde los primeros instantes, con sus miradas paralelas. Doña Magdalena era unamujer de sesenta años; así es que consintió en dejar a su hija los cuidados de lainiciación. Amalia charlaba: dona Magdalena me miraba; yo estaba entregado a miventura. A la madre tocó –es de rigor– recordarnos que ya era tiempo de cenar. En elcomedor la charla se hizo más general y corriente. Yo acabé por convencerme deque aquellas señoras no habían querido más que convidarme a cenar, y a la segundacopa de Chablis me sentí sumido en un perfecto egoísmo del cuerpo lleno degenerosidades espirituales. Charlé, reí y desarrollé todo mi ingenio, tratandointeriormente de disimularme la irregularidad de mi situación. Hasta aquel instantelas señoras habían procurado parecerme simpáticas; desde entonces sentí que habíacomenzado yo mismo a serles agradable. El aire piadoso de la cara de Amalia se propagaba, por momentos, a la cara de lamadre. La satisfacción, enteramente fisiológica, del rostro de doña Magdalenadescendía, a veces, al de su hija. Parecía que estos dos motivos flotasen en el ambiente,volando de una cara a la otra. Nunca sospeché los agrados de aquella conversación. Aunque ella sugeríavagamente, no se qué evocaciones de Sudermann, con frecuentes rondas al difícilcampo de las responsabilidades domésticas y –como era natural en mujeres de espíritufuerte– súbitos relámpagos ibsenianos, yo me sentía tan a mi gusto como en casa dealguna tía viuda y junto a alguna prima, amiga de la infancia, que ha comenzado a sersolterona. Al principio la conversación giró toda sobre cuestiones comerciales, económicas,en que las dos mujeres parecían complacerse. No hay asunto mejor que éste cuandose nos invita a la mesa en alguna casa donde no somos de confianza. Después, las cosas siguieron de otro modo. Todas las frases comenzaron a volaren redor de alguna lejana petición. Todas tendían a un término que yo mismo nosospechaba. En el rostro de Amalia apareció, al fin, una sonrisa aguda, inquietante.Comenzó visiblemente a combatir contra alguna interna tentación. Su boca palpitaba,a veces, con el ansia de las palabras, y acababa siempre por suspirar. Sus ojos sedilataban de pronto, fijándose con tal expresión de espanto o abandono en la pared

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que quedaba a mis espaldas, que más de una vez, asombrado volví el rostro yomismo. Pero Amalia no parecía consciente del daño que me ocasionaba. Continuabacon sus sonrisas, sus asombros y sus suspiros, en tanto que yo me estremecía cadavez que sus ojos miraban por sobre mi cabeza. Al fin, se entabló entre Amalia y doña Magdalena, un verdadero coloquio desuspiros. Yo estaba ya desazonado. Hacia el centro de la mesa, y, por cierto, tan bajaque era una constante incomodidad, colgaba la lámpara de dos luces. Y sobre losmuros se proyectaban las sombras desteñidas de las dos mujeres, en tal forma queno era posible fijar la correspondencia de las sombras con las personas. Me invadióuna intensa depresión, y un principio de aburrimiento se fue apoderando de mí. De loque vino a sacarme esta invitación insospechada: —Vamos al jardín. Esta nueva perspectiva me hizo recobrar mis espíritus. Condujéronme a travésde un cuarto cuyo aseo y sobriedad hacían pensar en los hospitales. En la oscuridadde la noche pude adivinar un jardincillo breve y artificial, como el de un camposanto. Nos sentamos bajo el emparrado. Las señoras comenzaron a decirme los nombresde las flores que yo no veía, dándose el cruel deleite de interrogarme después sobresus recientes enseñanzas. Mi imaginación destemplada por una experiencia tan largade excentricidades, no hallaba reposo. Apenas me dejaba escuchar y casi no mepermitía contestar, las señoras sonreían ya (yo lo adivinaba) con pleno conocimientode mi estado. Comencé a confundir sus palabras con mi fantasía. Sus explicacionesbotánicas, hoy que las recuerdo, me parecen monstruosas como un delirio: creohaberles oído hablar de flores que muerden y de flores que besan; de tallos que searrancan a su raíz y os trepan, como serpientes, hasta el cuello. La oscuridad, el cansancio, la cena, el Chablis, la conversación misteriosa sobreflores que yo no veía (y aún creo que no las había en aquel raquítico jardín), todo mefue convidando al sueño, y me quedé dormido sobre el banco, bajo el emparrado.

—¡Pobre capitán! — oí decir cuando abrí los ojos— . Lleno de ilusiones marchóa Europa. Para él se apagó la luz. En mi alrededor reinaba la misma oscuridad. Un vientecillo tibio hacia vibrar elemparrado. Doña Magdalena y Amalia conversaban junto a mí, resignadas a tolerarmi mutismo. Me pareció que habían trocado los asientos durante mi breve sueño;eso me pareció... —Era capitán de artillería –— me dijo Amalia— ; joven y apuesto si los hay. Su voz temblaba. Y en aquel punto sucedió algo que en otras circunstancias me hubiera parecidonatural, pero que entonces me sobresaltó y trajo a mis labios mi corazón. Las señorashasta entonces sólo me habían sido perceptibles por el rumor de su charla y de su

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presencia. En aquel instante alguien abrió una ventana en la casa, y la luz vino a caer,inesperada, sobre los rostros de las mujeres. Y -¡oh cielos!- los vi iluminarse depronto, autonómicos, suspensos en el aire –perdidas las ropas negras en la oscuridaddel jardín– y con la expresión de piedad grabada hasta la dureza en los rasgos. Erancomo las caras iluminadas en los cuadros de Échave el viejo, astros enormes yfantásticos. Salté sobre mis pies sin poder dominarme ya. Espere usted –gritó entonces doñaMagdalena–; aún falta lo más terrible. Y luego dirigiéndose a Amalia: Hija mía, continúa; este caballero no puede dejarnos ahora y marcharse sin oírlotodo. —Y bien —dijo Amalia—: el capitán se fue a Europa. Pasó de noche por París,por la mucha urgencia de llegar a Berlín. Pero todo su anhelo era conocer París. enAlemania tenía que hacer no sé qué estudios en cierta fábrica de cañones... Al díasiguiente de llegado, perdió la vista en la explosión de una caldera. Yo estaba loco. Quise preguntar; ¿qué preguntaría? Quise hablar ¿qué diría?¿Qué había sucedido junto a mí? ¿Para qué me habían convidado? La ventana volvió a cerrarse, y los rostros de las mujeres volvieron a desaparecer.La voz de la hija resonó: —¡Ay! Entonces, y sólo entonces, fue llevado a París. ¡A París que había sido suanhelo! Figúrese usted que pasó bajo el Arco de la Estrella: pasó ciego bajo el Arcode la Estrella, adivinándolo todo a su alrededor... Pero usted le hablará de París,¿verdad? Le hablará del París que él no pudo ver. ¡Le hará tanto bien! (“¡Ah, si no faltara!”...Le hará tanto bien”). Y entonces me arrastraron a la sala, llevándome por los brazos como a un inválido.A mis pies se habían enredado las guías vegetales del jardín; había hojas sobre micabeza. —Helo aquí — me dijeron mostrándome un retrato. Era un militar. Llevaba uncasco guerrero, una capa blanca, y los galones plateados en las mangas y en laspresillas como tres toques de clarín. Sus hermosos ojos, bajo las alas perfectas de lascejas, tenían un imperio singular. Miré a las señoras: las dos sonreían como en eldesahogo de la misión cumplida. Contemplé de nuevo el retrato; me vi yo mismo enel espejo; verifiqué la semejanza: yo era como una caricatura de aquel retrato. Elretrato tenía una dedicatoria y una firma. La letra era la misma de la esquela anónimarecibida por la mañana. El retrato había caído de mis manos, y las dos señoras me miraban con unacómica piedad. Algo sonó en mis oídos como una araña de cristal que se estrellaracontra el suelo.

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Y corrí, a través de calles desconocidas. Bailaban los focos delante de mis ojos.Los relojes de los torreones me espiaban, congestionados de luz... ¡Oh, cielos! Cuandoalcancé jadeante, la tabla familiar de mi puerta, nueve sonoras campanadasestremecían la noche. Sobre mi cabeza había hojas; en mi ojal, una florecilla modesta que yo no corté.

REYES, Alfonso. La cena y otras historias. México: FCE 1984

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Suave patria

Ramón López Velarde (1888-1921)

Proemio

Yo que sólo canté de la exquisitapartitura del íntimo decoro,alzo hoy la voz a la mitad del foro,a la manera del tenor que imitala gutural modulación del bajo,para cortar a la epopeya un gajo.

Navegaré por las olas civilescon remos que no pesan, porque vancomo los brazos del correo chuánque remaban la Mancha con fusiles.

Diré con una épica sordina:la patria es impecable y diamantina.

Suave Patria: permite que te envuelvaen la más honda música de selvacon que me modelaste por enteroal golpe cadencioso de las hachas,entre risas y gritos de muchachasy pájaros de oficio carpintero.

Primer acto

Patria: tu superficie es el maíz,tus minas el palacio del Rey de Oros,y tu cielo, las garzas en deslizy el relámpago verde de los loros.

El Niño Dios te escrituró un establoy los veneros de petróleo el diablo.

Sobre tu Capital, cada hora vuelaojerosa y pintada, en carretela;y en tu provincia, del reloj en velaque rondan los palomos colipavos,las campanadas caen como centavos.

Patria: tu mutilado territoriose viste de percal y de abalorio.

Suave Patria: tu casa todavíaes tan grande, que el tren va por la víacomo aguinaldo de juguetería.

Y en el barullo de las estaciones,con tu mirada de mestiza, ponesla inmensidad sobre los corazones.

¿Quién, en la noche que asusta a la rana,no miró, antes de saber del vicio,del brazo de su novia, la galana pólvorade los juegos de artificio?

Suave Patria: en tu tórrido festínluces policromías de delfín,y con tu pelo rubio se desposael alma, equilibrista chuparrosa,y a tus dos trenzas de tabaco, sabeofrendar aguamiel toda mi briosaraza de bailadores de jarabe.

Tu barro suena a plata, y en tu puñosu sonora miseria es alcancía;y por las madrugadas del terruño,en calles como espejos, se vacíael santo olor de la panadería.

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Cuando nacemos, nos regalas notas,después, un paraíso de compotas,y luego te regalas toda entera,suave Patria, alacena y pajarera.

Al triste y al feliz dices que sí,que en tu lengua de amor prueben de tila picadura del ajonjolí.

¡Y tu cielo nupcial, que cuando truenade deleites frenéticos nos llena!

Trueno de nuestras nubes, que nos bañade locura, enloquece a la montaña,requiebra a la mujer, sana al lunático,incorpora a los muertos, pide el Viático,y al fin derrumba las madereríasde Dios, sobre las tierras labrantías.

Trueno del temporal: oigo en tus quejascrujir los esqueletos en parejas;oigo lo que se fue, lo que aún no toco,y la hora actual con su vientre de coco.Y oigo en el brinco de tu ida y venida,oh trueno, la ruleta de mi vida.

Intermedio: Cuauhtémoc

Joven abuelo: escúchame loarte,único héroe a la altura del arte.

Anacrónicamente, absurdamente,a tu nopal inclínase el rosal;al idioma del blanco, tú lo imantasy es surtidor de católica fuenteque de responsos llena el victorialzócalo de cenizas de tus plantas.

No como a César el rubor patriciote cubre el rostro en medio del suplicio:tu cabeza desnuda se nos quedahemisféricamente, de moneda.

Moneda espiritual en que se fraguatodo lo que sufriste: la piraguaprisionera, el azoro de tus crías,el sollozar de tus mitologías,la Malinche, los ídolos a nado,y por encima, haberte desatadodel pecho curvo de la emperatrizcomo del pecho de una codorniz.

Segundo acto

Suave Patria: tú vales por el ríode las virtudes de tu mujerío.Tus hijas atraviesan como hadas,o destilando un invisible alcoholvestidas con las redes de tu sol,cruzan como botellas alumbradas.

Suave Patria: te amo no cual mito,sino por tu verdad de pan bendito,como a niña que asoma por la rejacon la blusa corrida hasta la orejay la falda bajada hasta el huesito.

Inaccesible al deshonor, floreces;creeré en ti, mientras una mexicanaen su tápalo lleve los doblecesde la tienda, a las seis de la mañana,y al estrenar su lujo quede llenoel país, del aroma del estreno.

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Como la sota moza, Patria mía,en piso de metal, vives al día,de milagro, como la lotería.

Tu imagen, el Palacio Nacional,con tu misma grandeza y con tu igualestatura de niño y de dedal.

Te dará, frente al hambre y el obús,un higo San Felipe de Jesús.

Suave Patria, vendedora de chía;quiero raptarte en la cuaresma opaca,sobre un garañón, y con matraca,y entre los tiros de la policía.

Tus entrañas no niegan un asilopara el ave que el párvulo sepultaen una caja de carretes de hilo,y nuestra juventud, llorando, ocultadentro de ti el cadáver hecho pomade aves que hablan nuestro mismo idioma.

Si me ahogo en tus julios, a mí bajadesde el vergel de tu peinado densofrescura de rebozo y de tinaja;y si tirito, dejas que me arropeen tu respiración azul de inciensoy en tus carnosos labios de rompope.

Por tu balcón de palmas bendecidasel Domingo de Ramos, yo desfilolleno de sombra, porque tú trepidas.

Quieren morir tu ánima y tu estilo,cual muriéndose van las cantadorasque en las ferias, con el bravío pechoempitonando la camisa, han hechola lujuria y el ritmo de las horas.

Patria, te doy de tu dicha la clave:sé siempre igual, fiel a tu espejo diario;cincuenta veces es igual el Avetaladrada en el hilo del rosario,y es más feliz que tú, Patria suave.

Sé igual y fiel; pupilas de abandono;sedienta voz, la trigarante fajaen tus pechugas al vapor; y un tronoa la intemperie, cual una sonaja:¡la carreta alegórica de paja!

LÓPEZ VELARDE, Ramón en Poesía mexicana, de Francisco Montes de Oca. México: Ed.Porrúa,1998; Séptima edición. Págs. 272-276.

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Hormigas

A la cálida vida que transcurre canoracon garbo de mujer sin letras ni antifaces,a la invicta belleza que salva y que enamora,responde, en la embriaguez de la encantada hora,un encono de hormigas en mis venas voraces.

Fustigan el desmán del perenne hormigueoel pozo del silencio y el enjambre del ruido,la harina rebanada como doble trofeoen los fértiles bustos, el infierno en que creo,el estertor final y el preludio del nido.

Mas luego mis hormigas me negarán su abrazoy han de huir de mis pobres y trabajados dedoscual se olvida en la arena un gélido bagazo;y tu boca, que es cifra de eróticos denuedos,tu boca que es mi rúbrica, mi manjar y mi adorno,tu boca, en la que la lengua vibra asomada al mundocomo réproba llama saliéndose de un horno,en una turbia fecha de cierzo gemebundoen que ronde la luna porque robarte quiera,ha de oler a sudario y a hierba machacada,a droga y a responso, a pabilo y a cera.

Antes que deserten mis hormigas, Amada,déjalas caminar camino de tu bocaa que apuren los viáticos del sanguinario frutoque desde sarracenos oasis me provoca.

Antes que tus labios mueran, para mi luto,dámelos en el crítico umbral del cementeriocomo perfumes y pan y tósigo y cauterio.

LÓPEZ VELARDE, Ramón en Poesía mexicana, de Francisco Montes de Oca. México: Ed.Porrúa,1998; Séptima edición. Págs. 279-270

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MANIFIESTO ESTRIDENTISTA

Actual Número 1*

HOJA DE VANGUARDIA

COMPRIMIDO ESTRIDENTISTADE MANUEL MAPLES ARCE*

Iluminaciones subversivas de Renée Dunan, F.T. Marinetti, Guillermo de Torre, Lassode la Vega, Salvat Papasseit, etcétera y algunas cristalizaciones marginales.

E MUERA EL CURA HIDALGO

X ABAJO SAN RAFAEL – SAN

I LÁZARO———————

T ESQUINA———————

O SE PROHÍBE FIJAR ANUNCIOS

En nombre de la vanguardia actualista de México, sinceramente horrorizada de todaslas placas notariales y rótulos consagrados de sistema cartulario, con veinte siglos deéxito efusivo en farmacias y droguerías subvencionales por la ley, me centralizo enel vértice eclactante de mi insustituible categoría presentista, equiláteramenteconvencida y eminentemente revolucionaria, mientras que todo el mundo que estáfuera del eje, se contempla esféricamente atónito con las manos torcidas , imperativay categóricamente afirmo, sin más excepciones a los “players” diametralmenteexplosivos en incendios fonográficos y gritos acorralados, que mi estridentismodeshiciente y acendrado para defenderme de las pedradas literales de los últimosplebiscitos intelectivos: Muera el Cura Hidalgo, abajo San Rafael, San Lázaro, Esquina,Se prohíbe fijar anuncios.

*Cartel fijado en los muros. Apareció en diciembre de 1921

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I. Mi locura no está en los presupuestos. La verdad, no acontece ni sucede nuncafuera de nosotros. La vida es sólo un método sin puertas que se llueve a intervalos.De aquí que insista en la literatura insuperable en que se prestigian los teléfonos ydiálogos perfumados que se hilvanan al desgaire por hilos conductores. La verdadestética, es tan sólo un estado de emoción incohercible desenrollado en un planoextrabasal de equivalencia integralista. Las cosas no tienen valor intrínseco posible,y su equivalencia poética, florece en sus relaciones y coordinaciones, las que sólo semanifiestan en un sector interno, más emocionante y más definitivo que una realidaddesmantelada, como puede verse en fragmentos de una de mis anticipacionespoemáticas novilatitudinales: “esas rosas eléctricas...” (Cosmópolis, núm. 34). Parahacer una obra de arte como dice Pierre Albert-Birot, es preciso crear, y no copiar.“Nosotros buscamos la verdad en la realidad pensada, y no en la realidad aparente.”En este instante asistimos al espectáculo de nosotros mismos. Todo debe sersuperación y equivalencia en nuestros iluminados panoramas a que nos circunscribenlos esféricos cielos actualistas, pues pienso con Epstein, que no debemos imitar a laNaturaleza, sino estudiar sus leyes, y comportarnos en el fondo como ella. II. Toda técnica de arte, está destinada a llenar una función espiritual en un momentodeterminado. Cuando los medios expresionistas son inhábiles o insuficientes paratraducir nuestras emociones personales —única y elemental finalidad estética—, esnecesario, y esto en contra de toda la fuerza estacionaria y afirmaciones rastacuerasde la crítica oficial, cortar la corriente y desnucar los “swichs”.Una perchera reumática se ha carbonizado, pero no por esto he de abandonar eljuego. ¿Quién sigue? Ahora el cubilete está en Cipriano Max –Jacob y essensacionalísimo por lo que respecta a aquel periodista circunspecto, mientrasBlaise Cendrars, quien siempre está en el plano de superación, sin perder el equilibrio,intencionalmente equivocado, ignora, si aquello que tiene sobre los ojos es un cieloestrellado o una gota de agua al microscopio.III. “Un automóvil de carreras en movimiento, es más bello que la Victoria deSamotracia.” A esta eclactante afirmación del vanguardista italiano Marinetti,exaltada por Lucini, Buzzi, Cabacchioli, etcétera, yuxtapongo mi apasionamientodecisivo por las máquinas de escribir, y mi amor efusivísimo por la literatura de loavisos económicos. Cuanta mayor, y más honda emoción he logrado vivir en unrecorte de periódico arbitrario y sugerente, que en todos esos organillerismos pseudo-líricos y bombones melódicos para recitales de changarro gratis a las señoritas,declamatoriamente inferidos ante el auditorio disyuntivo de niñas fox-troteantes yespasmódicas y burgueses temerosos por sus concubinas y sus cajas de caudales,como valientemente afirma mi hermano espiritual Guillermo de Torre, en su manifiestoyoista leído en la primera explosión ultraica de Parisiana, y esto, sin perforar todas

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esas poematizaciones (sic) entusiastamente aplaudidas en charlotadas literarias, enque sólo se justifica el reflejo cartonario de algunos literaturípedos “specimen” .IV. Es necesario exaltar en todos los tonos estridentes de nuestro diapasónpropagandista, la belleza actualista de las máquinas de los puentes gímnicosreciamente extendidos sobre las vertientes por los músculos de acero, el humo delas fábricas, las emociones cubistas de los grandes trasatlánticos con humeanteschimeneas de rojo y negro, anclados horoscópicamente —Ruiz Huidobro— junto alos muelles efervescentes y congestionados, el régimen industralista de las grandesciudades palpitantes, las bluzas (sic) azules de los obreros explosivos en esta horaemocionante y conmovida; toda esta belleza del siglo, tan fuertemente intuida porEmilio Verhaeren, tan sinceramente amada por Nicolás Beaudan, y tan ampliamentedignificada y comprendida por todos los artistas de vanguardia. Al fin, los tranvías,han sido redimidos del dicterio de prosaicos, en que prestigiosamente los habíavalorizado la burguesía ventruda con hijas casaderas por tantos años de reardarismosucesivo e intransigencia melancólica, de archivos cronológicos.V. ¡Chopin a la silla eléctrica! He aquí una afirmación higienista y detersoria. Ya losfuturistas anti- selenegráficos, pidieron en letras de molde el asesinato del claro deluna, y los ultraístas españoles, transcriben, por voz de Rafael Casinos Assens, lacuidación de las hojas secas reciamente agitada en periódicos y hojas subversivas.Como ellos, es de urgencia telegráfica emplear un método radicalista y eficiente.¡Chopin a la silla eléctrica! (M.M.A.trademark) es una preparación maravillosa; enveinte y cuatro horas exterminó todos lo gérmenes de la literatura putrefacta y suuso es agradabilísimo y benéfico. Agítese bien antes de usarse. Insisto. Perpetuemosnuestro crimen en el melancolismo trasnochado de los “Nocturnos”, y proclamemos,sincrónicamente, la aristocracia de la gasolina. El humo azul de los tubos de escape,que huele a modernidad y a dinamismo, tiene, equivalentemente, el mismo valoremocional que las venas adorables de nuestras correlativas y exquisitas actualistas.VI. Los provincianos planchan en la cartera los boletos del tranvía reminiscente.¿En dónde está el hotel Iturbide? Todos los periódicos dispépticos se indigestan conestereotipias de María Conesa, intermitente desde la carátula, y hasta hay alguienque se atreva integralmente asombrado sobre la alarma arquitectónica del TeatroNacional, pero no ha habido nadie aún, susceptible de emociones liminares al margende aquel sitio de automóviles, remendado de carteles estupendos y rótulosgeométricos. Tinas planas: azules, amarillas, rojas. En medio vaso de gasolina, noshemos tragado literalmente la avenida Juárez, 80 caballos. Me ladeo mentalmenteen la prolongación de una elipse imprevista olvidando la estatua de Carlos IV.Accesorios de automóviles, refacciones Haynes, llantas, acumuladores y dínamos,chasís, neumáticos, klaxons, bujías, lubricantes, gasolina. Estoy equivocado.

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Moctezuma de Orizaba es la mejor cerveza de México, fumen cigarros del BuenTono, S.A., etcétera, etcétera. Un ladrillo perpendicular ha naufragado en aquellosandamios esquemáticos. Todo tiembla. Se amplían mis sensaciones. La penúltimafachada se me viene encima.VII. Ya nada de creacionismo, dadaísmo, paroxismo, expresionismo, sintetismo,imaginismo, suprematismo, cubismo, orfismo, etcétera, etcétera, de “ismos” más omenos teorizados y eficientes. Hagamos una síntesis quinta-esencial y depuradorade todas las tendencias florecidas en el plano máximo de nuestra moderna exaltacióniluminada y epatante, no por un falso deseo conciliatorio, —sincretismo—, sino poruna rigurosa convicción estética y de urgencia espiritual. No se trata de reunirmedios prismales, básicamente antisísmicos, para hacerlos fermentar,equivocadamente, en vasos de etiqueta fraternal, sino, tendencias insínticamenteorgánicas, de fácil adaptación recíproca, que resolviendo todas las ecuaciones delactual problema técnico, tan sinuoso y complicado, ilumine nuestro deseo maravillosode totalizar las emociones interiores y sugestiones sensoriales en forma multánimey poliédrica.VIII. El hombre no es un mecanismo de relojería nivelado y sistemático. La emociónsincera es una forma de suprema arbitrariedad y desorden específico. Todo el mundotrata por un sistema de escoleta reglamentaria, fijar sus ideas presentando un soloaspecto de la emoción, que es originaria y tridimensionalmente esférica, con pretextossinceristas de claridad y sencillez primarias dominantes, olvidando que en cualquiermomento panorámico esto se manifiesta, no nada más por términos elementales yconscientes sino también por una fuerte proyección binaria de movimientos interiores,torpemente sensible al medio externo, pero en cambio prodigiosamente reactiva alas propulsiones roto-traslatorias del plano ideal de verdad estética que Apollinairellamó la sección de oro. De aquí, que exista más de una amplia interpretación en lasemociones personales electrolizadas en el positivo de los nuevos procedimientostécnicos, porque estos cristalizan un aspecto unánime y totalista de la vida. Las ideasmuchas veces se descarrilan, y nunca son continuas y sucesivas, sino simultáneas eintermitentes. (II. Profont aujour d’hui. Cendrars. Cosmópolis, núm.33). En un mismolienzo, diorámicamente, se fijan y se superponen coincidiendo rigurosamente en elvértice del instante introspectivo .IX. ¿Y la insinceridad? ¿Quién ha inquerido? Un momento, señores, que hay cambiode carbones. Todos los ojos se han anegado de aluminio, y aquella señorita distraída,se pasea superficialmente sobre los anuncios laterales. He aquí una gráficademostrativa. En la sala dómestica se hacen los diálogos intermitentes, y una amigaresuelta en el teclado. La crisantema eléctrica se despetala en niveles mercuriales.

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Pero no es esto todo. Los vecinos inciensan gasolina. En el periódico amarillista haytonterías ministeriales. Mis dedos abstraídos se diluyen en el humo. Y ahora, yopregunto, ¿Quién es más sincero?, ¿los que no toleramos extrañas influencias y nosdepuramos y cristalizamos en el filtro cenestésico de nuestra emoción personalísimao todos esos “poderes” ideocloróticamente diernefistas, que sólo tratan decongraciarse con la masa amorfa de un público insuficiente dictatorial y retardatariode cretinos oficiosos, académicos, fotofóbicos y esquiroles traficantes y plenarios?X. Cosmopoliticémonos. Ya no es posible tenerse en capítulos convencionales delarte nacional. Las noticias se expanden por telégrafo; sobre los rasca-cielos, esosmaravillosos rasca-cielos tan vituperados por todo el mundo, hay nubes dromedarias,y entre sus tejidos musculares se conmueve el ascensor eléctrico. Piso cuarenta yocho. Uno, dos, tres, cuatro, etcétera. Hemos llegado. Y sobre las paralelas delgimnasio al aire libre, las locomotoras se atragantan de kilómetros. Vapores quehumean hacia la ausencia. Todos se acerca y se distancia en el momento conmovido.El medio se transforma y su influencia lo modifica todo. De las aproximacionesculturales y genésicas, tienden a borrarse los perfiles y los caracteres raciales, pormedio de una labor selectiva eminente y rigurosa, mientras florece al sol de losmeridianos actuales, la unidad psicológica del siglo. Las únicas posibles en arte. Sonlas propias infranqueables de nuestra emoción marginalista. XI. Fijar las delimitaciones estéticas, hacer arte con elementos propios y congénitosfecundados en su propio ambiente. No reintegrar valores, sino crearlos totalmente, yasí mismo, destruir todas esas teorías equivocadamente modernas, falsas porinterpretativas, tal es la derivación impresionista (post-impresionismo) y desinenciasluministas (divisionismo, vibracionismo, puntillismo, etcétera). Hacer poesía purasuprimiendo todo elemento extraño y desnaturalizado (descripción, anécdota,perspectiva). Suprimir en pintura toda sugestión mental y postizo literaturismo, tanaplaudido por nuestra crítica bufa. Fijar delimitaciones, no era el paralelo interpretativode Lessing, sino en un plano de superación y equivalencia. Un arte nuevo comoafirma Reverdy, requiere una sintaxis nueva; de aquí siendo positiva la aserción deBraque: el pintor piensa en colores, deduzco la necesidad de una nueva sintaxiscolorística. XII. Nada de retrospección. Nada de futurismo. Todo el mundo allí, quieto, iluminado,maravillosamente en el vértice estupendo del minuto presente; atalayado en el prodigiode su emoción inconfundible y única y sensorialmente electrolizado en el “yo”superatista, vertical sobre el instante meridiano, siempre el mismo, y renovadosiempre. Hagamos actualismo. Ya Walter Bonrad Arensberg, lo exaltó en unaestridencia afirmativa al asegurar que sus poemas sólo vivirían seis horas; y amemosnuestro siglo insuperado. ¿Qué el público no tiene recursos intelectuales para

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penetrar el prodigio de nuestra formidable estética dinámica? Muy bien. Que sequede en la portería o que se resigne al “vaudeville”. Nuestro egoísmo es yasuperlativo; nuestra convicción, inquebrantable.XIII. Me complazco en participar a mi numerosa clientela fonográfica de estolistaspotenciales, críticos desrrados y biliosos, roídos por todas las llagas lacerantes de lavieja literatura agonizante y apestada, académicos retardatarios y específicamenteobtusos y nescientes consuetudinarios y toda clase de androides esotéricos yprodigiosamente logrados en nuestro clima intelectual rigorista y apestado, con queseguramente se preparan mis cielos perspectivos, que son de todo punto inútiles suscóleras mezquinas y sus bravuconadas zarzueleras y ridículas, pues en mi integralconvicción radicalista y extremosa, en mi aislamiento inédito y en mi gloriosatransigencia, sólo encontrarán el hermetismo electrizante de mi risa negatoria ysuversista ¿Qué relación espiritual, qué afinidad ideológica puede existir entre aquelSr. que se ha vestido de frac para lavar los platos y la música de Erik Satie? Con estevocablo dorado. Estridentismo, hago una transcripción de los rótulos dadá que estánhechos de nada, para combatir la “nada oficial de libros, exposiciones y teatro”. Ensíntesis una fuerza radical opuesta contra el conservatismo solidario de unacolectividad anquilosada.XIV. Excito a todos los poetas, pintores y escultores jóvenes de México, a los queaún no han sido maleados por el oro prebendario de los sinecurismos gobiernistas, alos que aún no se han corrompido con los mezquinos elogios de la crítica oficial ycon los aplausos de un público soez y concupiscente, a todos los que no han ido alamer los platos de los festines culinarios de Enrique González Martínez, para hacerarte (!) con el estilicidio de sus menstruaciones intelectuales, a todos los grandessinceros, a los que no se han descompuesto en las eflorescencias lamentables ymetíficas de nuestro medio nacionalista con hedores de pulquería y rescoldos defritanga, a todos ésos, los excito en nombre de la vanguardia actualista de México,para que vengan a batirse a nuestro lado en las lucíferas filas de “decouvert”, endonde, creo que Lasso de la Vega: “estamos lejos del espíritu de la bestia. ComoZaratustra nos hemos librado de la pesadez, nos hemos sacudido los prejuicios. Nuestrarisa es una gran risa. Y aquí estamos escribiendo las nuevas tablas. Para terminarpido la cabeza de los ruiseñores escolásticos que hicieron de la poesía un simplecancaneo rapsoniano, subido a los barrotes de una silla: desplumazón después delaguacero en los corrales edilicios del domingo burguesista. La lógica es un error y elderecho de integralidad una broma monstruosa me interrumpe la intelcesteticidaRenée Dunan. Salvat-Papasseit, al caer de un columpio ha leído este anuncio en lapantalla: escupid la cabeza calva de los cretinos, y mientras que todo el mundo, quesigue fuera del eje, se contempla esféricamente atónito, con la manos retorcidas, yo,

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gloriosamente aislado, me ilumino en la maravillosa incandescencia de mis nervioseléctricos.

Directorio de Vanguardia

Rafael Casinos Assens. Ramón Gómez de la Serna. Rafael Lasso de la Vega. Guillermo deTorre. Jorge Luis Borges. Cleotilde Luisi. Vicente Ruiz Huidobro. Gerardo Diego. EugenioMontes. Pedro Garfias. Lucía Sánchez Saornil. J. Rivas Panedas. Ernesto López Parra. JuanLarrea. Joaquín de la Escosura. José de Ciria y Escalante. César A. Comet. Isac del VandoVillar. Adriano del Valle. Juan Las. Mauricio Bacarisse. Rogelio Buendía. Vicente Risco. PedroRaida. Antonio Espina. Adolfo Salazar. Miguel Romero Martínez. Ciriaquiain Caitarro. AntonioM. Cubero. Joaquín Edwards. Pedro Iglesias. Joaquín de Aroca. León Felipe. Eliodoro Puche.Prieto Romero. Correa Calderón. Francisco Vighi. Hugo Mayo. Bartolomé Galíndez. JuanRamón Jiménez. Ramón del Valle Inclán. José Ortega y Gasset. Alfonso Reyes. José JuanTablada. Diego M. Rivera. D. Alfaro Siqueiros. Mario de Sayas. José D. Farías. Fermín Revueltas.Silvestre Revueltas. P. Echeverría. Atl. J. Torres García, Rafael P. Barradas. J. Salvat Papasseit.José María Yenoy. Jean Epstein. Jean Richard Bloch. Pierre Brune. Marie Blanchard. Corneau.Farrey. Fournier. Riou. Mme. Ghy Lohem. Marie Laurencin. Dunozer de Segonzac. Honeger.Georges Auric . Ozenfant. Alberto Gleizes. Pierre Reverdy. Juan Gris. Nicolás Beauduin. WilliamSpeth. Jean Paulhan. Guillermo Apollinaire. Cypien. Max Jacob. Jorge Braque. Survage .Coris. Trist Tzara. Francisco Picabia. Jorge Ribemont. Dessaigne. Renée Dunan. Archipienko.Soupault. Bretón. Paul Eluoard. Marcel Duchamp. Frankel. Sernen. Erik Satie. Elie Faure.Pablo Picasso. Walter Bonrad Arensberg. Celine Arnauld. Walter Pach. Bruce. Morgan Roussel.Marc Chagall. Herr Baader. Max Ernest. Christian Schaad. Lipchitz. Ortiz de Zárate. Correiad’Araujo. Jacobsen. Schkold. Adam Fischer. Mme. Fischer. Peer Kroogh. Alf Rolfsen.Jeauneiet. Piet Mondrian. Torstenson. Mme. Alika. Ostrom. Geline. Salto. Weber. Wuster.Kokodika. Kandinsky. Steremberg. (Com. de B. A. de Moscou). Mme. Lunacharsky.Erhenbourgh. Taline. Konchalowsky. Machkoff. Mme. Ekster. Wlle Monate. Marewna.Larionow. Gondiorowa. Belova. Sontine. Daiibler. Doesburg. Raynal. Zahn. Derain. WalterowaZur = Mueklen. Jean Cocteau. Pierre Albert. Birot. Metsinger. Jean Charlot. Maurice Reunal.Pieux. F. T. Marinetti. G. P. Luccini. Paolo Buzzi. A. Palazzeschi. Enrique Cabacchioli. LiberoAltomare. Luciano Folgore. E. Cardile. G. Carrieri. F. Mansella Fontini. Auro d’ Alba. MarioBetuda. Armando Mazza. M. Boccioni. C. D. Carrá. G. Severini. Balilla. Pratella. Cangiullo.Corra. Mariano. Boccini. Fessy. Sentimelli. Carli. Ochsé. Linati. Tita Rosa. Saint-Point. Divoire.Martini. Moretti. Pirandello. Tozzi. Evola. Ardengo. Sarcinio. Tovolato. Daubler. Doesburg.Broglio. Utrillo. Fabri. Vatrignat. Liege. Norah Borges. Savory. Gimmi. Van Gogh. Grunewald.Derain. Caucconet. Boussingault. Marquet. Gernez. Fobeen. Delaunay. Kurk. Scchiwiters.Heyniche. Klem. Zirner. Gino. Galli. Bottai. Cioccatto. George Bellows. Giorgio de Chirico.Modigliani. Cantarelli. Soficci. Carena. etcétera.

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MANIFIESTO CRACK

(Volpi-Urroz-Padilla_Chàvez-Palouno. 70, septiembre 2000

1.LA FERIA DEL CRACK (UNA GUíA) Pedro Àngel Palou (1966)

Las palabras más certeras sobre los retos que se le plantean a las novelas del Cracklas iba a pronunciar, vreo, Ítalo Calvino en Seis propuestas para el próximo milenio.En esas páginas, Calvino proponía una reflexión necesaria hoy, cuando la literatura y,sobre todo, la narrativa ven desplazado a su lector potencial por las tecnologías delentretenimiento: los juegos de video, los medios masivos y, recientemente, para quienpueda solventarlos, los juegos de realidad virtual en los cuales oh, paradojas el desarrolloun individuo provisto de un modernísimo casco y un anatómico guante puede ver, oíre incluso palpar las aventuras que un disco compacto le proporcione.

¿Cómo podrá competir, entonces, el narrador con sus escasos medios para granjearsea los lectores perdidos en ese vasto mundo de pocas tinieblas? Calvino, adelantándose,supo la respuesta: usando las más añejas armas del oficio digan lo que digan sobre laprostitución mas viejo del mundo:

La levedad. Calvino ponderaba esta virtud de la literatura, pensando que obrascomo Romeo y Julieta, el Decamerón o el propio Quijote construían su poderosamaquinaria narrativa en función de una extraña ligereza. O mejor, de una aparentesencillez. Era más fácil manejar un terrible mensaje moral mediante este recurso. Laaguda mirada, la àcida crítica social, se encuentran supeditadas a un ligero y frescohumor no exento también del más terrible de los sarcasmos. Decía Chesterton que elhumor en literatura debe producir hilaridad, pero congelando la sonrisa en una muecareflexiva que detenga el tiempo y desentierre el espejo.

Primer territorio de la feria del Crack que con ustedes hemos visitado: El Palacio de la Risa.

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La rapidez. Los teóricos de la comunicación saben desde hace tiempo que a laimplosión de la información va aparejada la deflación del sentido. La guerra delPérsico, la primera vía satélite, nos ilustró sobre esto; en realidad no supimos nada,aunque creíamos verlo y conocerlo todo. Sin embargo, no podemos negar que loprimero que asombra es la frialdad aterradora. Si poco después de principios desiglo el mundo se cimbró, y el verbo es gráfico, con el hundimiento del Titanic, hoylas tragedias de la guerra de Sarajevo ni impactan ni conmueven: informan.

Segundo territorio visitado: La Montaña Rusa.

La multiplicidad. El Quijote es quizá la obra múltiple por excelencia en la historiade la literatra. Gargantúa le pisa los talones y el Tristam Shandy le lleva la maleta.Hoy, es ocioso apuntarlo, la propia realidad se nos arroja múltiple, se nos revelamultifacética, eterna. Se necesitan libros en los cuales un mundo total se abra anteel lector, y lo atrape, en nuestro anterior apartado usábamos este mismo verbo, peroaquí la estrategia es distinta. No es de vértigo, sino de superposición de mundos delo que se trata. Usar todo el potencial metafórico del texto literario para decirnuevamente: «aquí están ustedes, encuéntrense».

Tercer territorio recorrido en la feria del Crack: La Casa de los Espejos.

La visibilidad. Virtud última de la prosa, su textura cristalina. El propio Flaubert loveía así: «qué perro asunto es la prosa! Nunca acaba uno de corregir. Un buenfragmento de prosa debe de ser igualmente rítmico y sonoro que un buen verso».No ocioso formalismo, sino búsqueda de la intensidad de la forma, uso a fondo delas virtudes magníficas del idioma castellano y de sus múltiples sentidos.

Cuarto puesto de la feria: La Bola de Cristal

La exactitud. Calvino nos prevenía sutilmente que aisláramos los valores de los quehemos estado hablando. Y es con este último apartado que podemos ilustrar cómono hay exactitud sin precisión, cómo no existe velocidad sin precisión y exactitud, ycómo es imposible la levedad sin el vértigo, la transparencia y la rapidez. Exacto estodo buen texto de prosa. Más aún, equilibrado. La añeja preocupación del fondo yla forma es gratuita cuando una obra literaria busca en la devoción la exactitud. Losabía Conan Doyle, para quien el efecto lo era todo. Para lograrlo, hay que recurrira todo lo demás. Pero quizá la mayor enseñanza de esta propuesta de Calvino sea lade hacernos comprender que no es posible la exactitud de la obra literaria si esta no

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*Hoja volante

se da naturalmente, conseguida sin esfuerzo. Picasso dixit: «La inspiración existe,pero tiene que encontrarte trabajando». ¿Qué queremos decir? Agilidad, poder dedescripción (y describir es observar con la intención de hacer las cosas interesantes,como quería Flaubert, pero también seleccionar estas pequeñas grandes cosas, queno sólo forman parte de la vida, sino que son la vida) y ese ingrediente que permiteal lector continuar sin descanso la lectura y aumentar su curiosidad. Ahí se revela laimportancia que debe conceder el narrador de fin de siglo a la exactitud que implicaponer la palabra precisa en el momento adecuado.

Y con esto damos término al penúltimo lugar visitado: El Tiro al Blanco.

La consistencia. Ítalo Calvino planeaba escribir este apartado basándose sólo en elanálisis de uno de los textos más hermosos de Melville, Bartleby, el escribiente.Este extraño personaje, empleado de una notaría, se niega poco a poco a participarde la existencia, repitiendo la frase «prefería no hacerlo». Al final del relato, Bartlebyes encerrado y muere repitiendo la sentencia, negándose incluso a comer.

Consistente con su proyecto de vida y con su futuro, la novela del Crack se antojacomo renovación desde el tradicional último espacio a visitar: recorrer nuevamente,y con la misma voluntad de naufragio, la feria del Crack, mostrada en el siguientetetrálogo.

1. Las novelas del Crack no son textos pequeños, comestibles. Son, más bien,el churrasco de las carnes, que otros escriban los bistecs y las albóndigas. Ala ligereza de lo desechable y de lo efímero, las novelas del Crack oponen lamultiplicidad de las voces y la creación de mundos autónomos, empresanada pacata. Primer mandamiento: «Amarás a Proust sobre todos los otros».

2. Las novelas del Crack no nacen de la certeza, madre de todos losaniquilamientos creativos, sino de la duda, hermana mayor del conocimiento.No hay, por ende, un tipo de novela del Crack, sino muchos; no hay unprofeta, sino muchos. Cada novelista descubre su propio pedigrí y lo muestracon orgullo. De padres y abuelos campeones, las novelas del Crack apuestanpor todos los riesgos. Su arte es, más que el de lo completo, el de lo incumplido.Segundo mandamiento: «No desearás la novela de tu prójimo».

3. Las novelas del Crack no tienen edad. No son novelas de formación, yrehuyen la frase de Pellicer: «Tengo años y creo que el mundo nació

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conmigo». No son, por ende, las primeras novelas de sus autores doce lastentaciones de la autobiografía, del primer amor y del ajuste de cuentasfamiliar pesan por sobre todas las cosas. Si la posesión más preciada delnovelista es la libertad de imaginar, estas novelas exacerban el hechobuscando el continuo desdoblamiento de sus narradores. Nada más fácilpara un escritor que escribir sobre sí mismo, nada más aburrido que la vidade un escritor. Tercer mandamiento: «Honrarás la esquizofrenia y escucharásotras voces, déjalas hablar en tus páginas».

4. Las novelas del Crack no son novelas optimistas, rosas, amables, saben,con Joseph Conrad, que ser esperanzado en sentido artístico no implicanecesariamente creer en la bondad del mundo. O buscan un mundo mejor,aunque sepan que tal vez, en algún lugar que no conoceremos, tal ficciónpueda ocurrir. Las novelas del Crack no están escritas en ese nuevoesperanto que es el idioma estandarizado por la televisión. Fiesta del lenguajey, por qué no, de un nuevo barroquismo: ya de la sintaxis, ya del léxico, yadel juego morfológico. Cuarto mandamiento: «No participarás en un grupoen que te acepten a ti como miembro».

Tomado de : lateral, revista de Cultura..

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Aspectos a considerar en el análisis del texto poético*

1.Siempre son útiles pero no necesarios:Fecha del poema o del libro de poemasAutor, nota biográficaOpiniones vertidas por la critica literariaSe recomienda entreverar estos datos en el cuerpo escritural

2.Cuestionar al cuerpo por su:FormaMetroRimaRitmoEstrofasProcedimientos: (encabalgamientos, reiteraciones sonoras)Figuras: (oxímoron, quiasmo, hipérbole...)Isotopías: estatismo/ dinamismo

simbolismosentidos implicados

Tipos enunciativos: discurso, narración, descripción, argumentación, explicación.Correspondencias /oposicionesIntertextualidadPosición poética del texto ante el hacer

*Según apunte recogido en el discurso Metodologías del análisis textual, impartido por el Dr. JavierGarcía Méndez, durante el mes de mayo 2000

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Prisma

Manuel Maples Arce (1898- 1981)

Yo soy un punto muerto enmedio de la hora,equidistante al grito náufrago de una estrella.Un parque de manubrio se engarrota en la sombra,y la luna sin cuerdame oprime en las vidrieras.

Margaritas de orodeshojadas al viento.

La ciudad insurrecta de anuncios luminososflota en los almanaques,y allá de tarde en tarde,por la calle planchada se desangra un eléctrico.El insomnio, lo mismo que una enredadera,se abraza a los andamios sinoples del telégrafo,y mientras que los ruidos descerrajan las puertas,la noche ha enflaquecido lamiendo su recuerdo.El silencio amarillo suena sobre mis ojos.Prismal, diáfana mía, para sentirlo todo!Yo departí sus manos,pero en aquella horagris de las estaciones,sus palabras mojadas se me echaron al cuello,y una locomotorasedienta de kilómetros la arrancó de mis brazos.Hoy suenan sus palabras más heladas que nunca.Y la locura de Edison a manos de la lluvia! El cielo es un obstáculo para el hotel inverso refractado en las lunas sombrías de los espejos; los violines se suben como la champaña, y mientras las ojeras sondean la madrugada,

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el invierno huesoso tirita en los percheros. Mis nervios se derraman. La estrella del recuerdo naufragada en el aguadel silencio. Tú y yo coincidimos en la noche terrible,meditación temáticadeshojada en jardines,Locomotoras, gritos,arsenales, telégrafos.El amor y la vidason hoy sindicalistas,y todo se dilata en círculos concéntricos.

MAPLES ARCE, Manuel. Las semillas del tiempo. México: FCE. Col. Letras Mexicanas,1981 Págs. 284-285

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Crucero

Genaro Estrada (1887- 1937)

Belle matinée, tu es peinte sur la nuit.

P. VALERYPreludio

A DISTINTOS caminos el cruceropor decidir el rumbo de los vientosofrece doce en la estación de enero.

Siempre en preludios de contentamientosnos detenemos por la nueva víaterminal en los líricos lamentos.

Al paralelo que desgasta el díael paso a buena gana detuvieraa trueque de cansancio en alegría.

Pero la incitación de la banderaque señala el peligro, estimulanteal más rendido viajador lo fuera.

Y por ser del estímulo excitanteespera la linterna coloradaque en la noche previene al caminante.

Decorativo juego a la mirada,conviene omiso proseguir el pasooponiendo carrera violentada;

pues antes que episodio de fracasovale mejor el encontrar veredade incertidumbre por el campo raso.

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A tal empeño decidir me quedala ofrecida elección, que he decidido,de seguir de los aires en la rueda,

porque rumbo oficial y conocidosólo es procurador del deleitosoy mórbido poema entumecido.

Entregado del viento en el gozosomaquinar de imprevistas estaciones,subir a la vertical vertiginoso.

Desertor de gastadas emocionesvoy, cazador de insospechadas presas,a quitar la capucha a mis halconesescépticos de todas las sorpresas.

Lamento

Gota que no cae la estrellaque quieren sorber mis ojostan mojados de su luz;esperanza dilatada,tan cerca de mi cabeza,donde no alcanza la manoque le alarga la romanza.¡Ay; y como te alcanzara,sortija de mi esperanza,gota que no caes, brillantevidrio que te estás tan alto!

Nocturno

Salió la luna por las lomasdesnuda toda.Temblaba en el aire la lunacon su traje de plata fría.Rodaba blandamente tiradapor los caballos blancos de la noche.

Cantaba la lunasu balada alemana,donde los castillosen el fondo de las lagunasalbergan historias encantadaspor las intrigas de las hechiceras.La curva suave de las lomasiba paseando la luna,hasta que llegó un bosque negroque la engulló de una dentellada.

Lloraron los perros largamentedesde el fondo de sus casitas de madera.

De prisa

Apresuradamentete diré mi cuita,-apresuradamente:no tengo tiempo-.

Besaré tu manosin que tú lo sientas,al pasar junto a ti.No tengo tiempo.

Probaré el espejoen tus ojos,cuando no pueda verte.No tengo tiempo.

Apresaré tu formauna noche, en el sueño,soñando en otra cosa.No tengo tiempo.

Me llegará la calmade amarte quietamente,cuando haya muerto mi recuerdo.

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Esperanza

Yo no puedo mirar mis manossin pensar en tu ausencia.Las tengo olorosas del recuerdode tu despedida sin palabras.

Tiemblan sólo al presagiode que se acerque tu distanciay suelen enlazarse dócilesen el complejo del hábito.

Puestas sobre la mesame invitan, como un mapa antiguo,a leer en sus mofleteslos vientos de tus suspiros.

Y en sus líneas adivinatoriaspuedo leer, como en un mapa,las rutas de mis veleros que se cruzancon la profunda línea del corazón.

Para pulsar las teclasen dos tiempos de la sinfonía incompleta,se paralizan de pronto en la cadenciaque puede rematar, a destiempo,la última frase que no quise decirte.

Vigilia

Toda la noche en soliloquio.Toda la noche perdiendo pensamientosentre la sombra de la alcoba.

De pronto desaparecieron los sentidosque eran copos de invisible algodónentre el aire negro del cuarto.

Me llegó un recuerdo,claro, claro, claro,de los cinco años-blusa escocesa, perro de yeso,William Zuber, fotógrafo-y aquella escuela náuticaen la fragata de casco de cobresobre la playa sur ...

(Lejos ¿sonaron? las tres.)

Pasó un soneto romano de Du Bellay;reví el paso de la diligenciacon su postillón injuriantey el café de olla en un pueblecito costero.Aquellas corbatas de Regent Streetque llegaban hasta las rodillascomo los faldones de las camisas francesas;la opereta de Audranen que una vez quise ser el barítono...

(El viento hace silbar los alambres,se agitaron las aves en el gallinero,el despertador Big Ben está andando.)

Ahora me veo en el pizarrón,sin querer declarar por amor propioque no puedo con el polinomio;aquella señora de edadque quería que metiera la manopor entre las rejas de la ventana;la sierra mecánica de la carpintería,que chirriaba, vecina, a la hora del almuerzo;la bala que pasó por mi frenteen la serranía de Morelos;la visión de Doverdesde un paquebote del gobierno belga;los trofeos venatoriosen el Hotel Almada de Guaymas;

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Viaje

La senda blanca de tu brazovan caminando mis ojos.Hay un venero azul oscuro,corriente entre el camino transparente.Pláceme recorrer punto por puntode la mano hasta el hombrola senda blanca en que el mirar viajerotraza su itinerario.Y poco a poco las pupilasvan cerrando sus gradosy marcando el crepúsculo,hasta que el sueñohace llegar la noche.

Conocimiento

Siempre la misma sombra, siempre.

Experiencia de sombrasque hace distinguir sus matices en el sueño.Conos de luz entre la sombra,triángulos de sombra al trasluz,fondos de crepúsculospara el alto cañón de una callede rascacielos a la tinta china.

Pero la mía no es la que proyectala luz contra mi cuerpo,ni la ausente del personajede Adelbert von Chamisso,ni males de conciencia,ni meditaciones melancólicas.Mas siempre las percibo-refugio en fiesta de fatigas-entre todas las sombras catalogadasen la filosofía y la literatura.

Siempre la misma sombra.

y el pasmo ante el retratode la bella desconocidaatribuido a Piero della Francesca.

Poco a poco el alba fue revelandomuros claros y muebles oscuros,volvieron las formas habituales,empezó la invasión de los murmullosy principié a dormircomo si acabara de apagar la luz.

Eco

En la sombra del sueñoescuché una palabrahelada como gota de silencioen la palma de una mano muerta.

Pasó cerca de mi cabezacomo el roce del ala del viento.Tembló en la oscuridadcomo el suspiro de un eco.

Se fue corriendo la palabrapor el filo de un hilo de humo,hasta que se perdió su recuerdoen la profundidad invisible.

VeladaToda la noche fuisteposesión en mis brazos.Capturé tu sueñotoda la noche.Viví la perfecciónuna noche en Atenas.Ni una consonancia,ni un ripio.

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Joya

Entre las valvas de mis manosuna perla, tu mano,rosa, con orientes azules,temblaba por el agua marinera.Oprimida con ansia propietariala coloco en mi pecho, en el centro,corbata o alfiler, adorno siempre,mecida por el ritmo de mi pecho;o luce, rosa con oriente perla,flor festival en mi desierto inerte.

Crucero

Nunca presente, mas tan cerca acaso,que apenas presentida ya es presenciay el sólo imaginar borra la ausenciay marca, vivo en desear, el paso.

Si por borrosa impresión parecepresunción que quisiera ser certeza,duda la preferencia a la firmezapor la inestable duda que la acrece.

Así entre no querer, y estar queriendo,vacilación que no decide nada,al caer de la tarde es alboraday al alba noche que se está muriendo.

O péndulo mortal que en la novelaoscila defraudando la esperanza:la salvación que el condenado alcanzay pena que a la víctima desvela.

Por tardo, anhelo en fracasar caminarealidad que deviene a la quimeray fragmento de historia que quisieraser símbolo en la hoja de la encina.

Insegura la ruta a los momentosvariables sus señales al instante,ofrecen ensayar al caminanteemulador de príncipes de cuentos.

Y en pueril imitar de folletonespor decidir caminos ignorados,guiarse por los enanos encantadoso dejarse llevar por los dragones.

Afirmación que en negativa esperano alcanza a definir fórmula cierta;la intimida la puerta por abiertay salta, por vedada, la barrera.

Presentida, mas siempre acaso lejos,a mi llamada incierta acude luegoy en mis manos, tendidas en el ruego,brillan por un momento sus reflejos.

¡Ay, estéril urdir del pensamiento,anuncio de esperanza sin fortuna,fugacidad untada de la lunaque el cielo prende y arrebata el viento! [.......]

Ruego

Si acaso has de decírmelo algún día-aire que pasas sin decirme nada-hazme un signo sutil con tu mirada,con tu mirada pasajera y fría

Temblando al porvenir el alma míasiempre esperando la palabra ansiada,sale a ver el confín y al no ver nadahosca retorna a su melancolía.

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Experta en ansiedad, docta en suspiros,los da el aire en los revueltos girosllamando lo que nunca ha de llegar.Pero es inútil rescatar mis ansiasporque otra vez, enfermas defragancias,de nuevo al aire volveré a lanzar.

ESTRADA, Genaro. Obras completas. México. Siglo XXI.1988. Págs.77-103.

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Canto a un dios mineral

Jorge Cuesta (1903-1942)

Capto la seña de una mano, y veoque hay una libertad en mi deseo,ni dura ni reposa;las nubes de su objeto el tiempo alteracomo el agua la espuma prisionerade la masa ondulosa.

Suspensa en el azul la seña, esclavade la más leve onda, que socavael orbe de su vuelo,se suelta y abandona a que se liguesu ocio al de la mirada que persiguelas corrientes del cielo

Una mirada en abandono y viva,si no una certidumbre pensativa,atesora una duda;su amor dilata en la pasión desiertasueña en la soledad inerte y estádespiertaen la conciencia muda.

Sus ojos errabundos y sumisos,el hueco son, en que los fatuos rizosde nubes y de frondasse apoderan de un mármol de uninstantey esculpen la figura vacilanteque complace a las ondas.

La vista en el espacio difundidaes el espacio mismo, y da cabidavasto y mismo al sucesoque en las nubes se irisa y se desdorae intacto, como cuando se evapora,que está en las ondas preso.

Es la vida allí estar, tan fijamentecomo la helada altura transparentelo finge a cuanto subehasta el purpúreo límite que tocacomo si fuera un sueño de la roca,la espuma de la nube.

Como si fuera un sueño pues sujeta,no escapa de la física que aprietaen la roca la entraña,la penetra con sangres mineralesy la entrega en la piel de los cristalesa la luz, que la daña.

No hay solidez que a tal prisión nocedaaun la sombra más íntima que vedaun receloso seno¡en vano! ; pues al fuego no es inmuneque hace entrar en las carnes quedesunelas lenguas del veneno.

A las nubes también el color tiñe,túnicas tintas en el mal les ciñe,las roe, las horada,y a la crítica nuestra, si las mira,por qué al museo su ilusión retirala escultura humillada.

Nada perdura, ¡oh, nubes!, ni descansa.Cuado en un agua adormecida ymansaun rostro se aventura,igual retorna a sí del hondo viajey del lucido abismo del paisajerecobra su figura.Íntegra la devuelve al limpio espejo,ni otra, ni descompuesta en el reflejocuyas diáfanas redes

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suspenden a la imagen submarinadentro del vidrio inmersa, que la ruinadetiene en sus paredes.

¡Qué eternidad parece que le fragua,bajo esa tersa atmósfera de agua,de un canto el conjuroen una isla de las horas,áurea y serena al pie de las aurorasperennes de futuro!

Pero hiende también la imagen leve,del unido cristal en que se muevelos átomos compactos:se abren antes, se cierran detrás de ellay absorben el origen y la huellade sus nítidos actos.

Ay, que del agua el imantado centrono fija al hielo que se cuaja adentrolas flores de su nado;una onda se agita, y la estremeceen una onda más desaparecesu color congelado.

La transparencia a sí misma regresa,y expulsa a la ficción, aunque no cesa;pues la memoria oprimede la opaca materia que, a la orilla,del agua en que la onda juega y brilla,Se entenebrece y gime.

La materia regresa a su costumbre.Que del agua un relámpago deslumbreo un sólido de humotenga un cielo ilimitado y tensoun instante a los ojos en suspenso,no aplaza su consumo.Obscuro perecer no la abandonasi sigue hacia a una fulgurante zona

la imagen encantada.Por dentro la ilusión no se rehace;por dentro el ser sigue su ruina y yacecomo si fuera nada.

Embriagarse en la magia y en el fuegode la áurea llama, y consumirse luego,en la ficción conmueveel alma de la arcilla sin contorno:llora que pierde un venturero adornoy que no se renueve.

Aun el llanto otras ondas arrebatan,y atónitos los ojos se desatandel plomo que acelerael descenso sin voz a la agoníay otra vez la mirada honda y vacíaflota errabunda fuera.

Con más encanto si más pronto muere,el vivo engaño a la pasión se adhierey apresura a los ojosnáufragos en las ondas ellos mismosal borde a detener de los abismoslos flotantes despojos.

Signos extraños hurta la memoriapara una muda y condenada historiay acaricia las huellascomo si oculta obcecación lograraa fuerza de tallar la sombra avararecuperar estrellas.

La mirada a los aires se transporta,pero es también vuelta hacia dentro,absorta,el ser a quien rechazay en vano tras la onda tornadizaconfronta la visión que se deslizacon la visión que traza.

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Y abatido se esconde, se concentra,en sus recónditas cavernas entray ya libre en los murosde la sombra interior de que es el dueñosuelta al nocturno paladar el sueñosus sabores obscuros.

Cuevas innúmeras y endurecidas,vastos depósitos de breves vidas,guardan impenetrablela materia sin luz y sin sonidoque aún no recoge el alma en su sentidoni supone que hable.

¡Qué ruidos, qué rumores apagadosallí activan, sepultos y estrechados,el hervor en el senoconvulso y sofocado por un mudo!Y graba al rostro su rencor sañudoy al lenguaje sereno.

Pero, ¡qué lejos de lo que es y viveen el fondo aterrado, y no recibelas ondas todavíaque recogen, no más, la voz que aflorade un agua móvil al rielar que dorala vanidad del día!

El sueño, en sombras desasido, amarrala nerviosa raíz como una garracontráctil o bien floja;se hinca en el murmullo que le envuelve,o en el humor que sorbe y que disuelveun fijo extremo aloja.

Cómo pasma a la lengua blanda ygruesa,y asciende un burbujear a la sorpresadel sensible oleaje:su espuma frágil las burbujas prende,

y las pruebas, las une, las suspendela creación del lenguaje.

El lenguaje es sabor que entrega al labiola entraña abierta a un gusto extraño ysabio:despierta en la garganta;su espíritu aún espeso al aire brotay en la líquida masa donde flotasiente el espacio y canta.

Multiplicada en los propicios ecosque afuera afrontan otros vivos huecosde semejantes bocas,en su entraña ya vibra, densa y plena,cuando allí late aún, y honda resuenaen las eternas rocas.

Oh, eternidad, oh, hueco azul, vibranteen que la forma culta y delirantesu vibración no apaga,porque brilla en los muros permanentesque labra y edifica, transparentes,la onda torturosa y vaga.

Oh, eternidad, la muerte es la medida,compás y azar de cada frágil vida,la numera la Parca.Y alzan tus muros las dispersas horas,que distantes o próximas, sonorasallí graban su marca.

Denso el silencio trague al negro,obscuro rumor, como el sabor futurosolo en la entraña guardeinformen sus recónditas moradas,su sombra ceda formas alumbradasa la palabra que arde.

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No al oído que al antro se aproximaque el banal espacio, por encimadel hondo laberintolas voces intrincadas en sus vetasoriginales vayan, más secretasde otra boca al recinto.

A otra vida oye ser, y en un instantela lejana se une al titubeantelatido de la entraña;al instinto un amor llama a su objeto;y afuera en vano un porvenir completola considera extraña

El aire tenso y musical espera;y eleva y fija la creciente esfera,sonora, una mañanala forman ondas que juntó un sonido,como en la flor y en enjambre del oídomisteriosa campana.

Ese es el fruto que del tiempo es dueño;en él la entraña su pavor, su sueñoy su labor termina.

El sabor que destila la tinieblaes el propio sentido, que otros pueblay el futuro domina.

En Museo poético por Salvador Elizondo, México: UNAM, 1974; 204-208 pp.

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La muchacha ebria

Efraín Huerta (1914-1982)

Este lánguido caer en brazos de una desconocida,esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,huella de pie dormido, navaja verde o negra;este instante durísimo en que una muchacha grita,gesticula y sueña por una virtud que nunca fue suya.Todo es sino la noche,sino la noche grávida de sangre y lechede niños que se asfixian,de mujeres carbonizadasy varones morenos de soledady misterioso, sofocante desgaste.Sino la noche de la muchacha ebriacuyos gritos de rabia y melancolíame hirieron como el llanto purísimo,como las náuseas y el rencor,como el abandono y la voz de las mendigas.

Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molidoy fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinasllanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, que con sólo negra barba y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,de la muchacha que una noche —y era una santa noche—me entregará su corazón derretido,sus manos de agua caliente, césped, seda,sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,sus torpes arrebatos de ternura,su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,su pecho suave como una mejilla con fiebre,y sus brazos y piernas con tatuajes,

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y su naciente tuberculosis,y su dormido sexo de orquídea martirizada.Ah la muchacha ebria, la muchacha de sonreír estúpidoy la generosidad en la punta de los dedos,la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,una fecha sangrienta y abatida.

¡Por la muchacha ebria, amigos míos!

HUERTA, Efraín. http//www.columbia.edu/~gmo9/poetry/huerta/huerta.html

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Cabeza de Ángel

Octavio Paz (1914-1998)

Apenas entramos me sentí asfixiada por el calor y estaba como entre los muertos ycreo que si me quedara sola en una sala de esas me daría miedo pues me figuraríaque todos los cuadros se me quedaban mirando y me daría una vergüenza muygrande y es como si fueras a un camposanto en donde todos los muertos estuvieranvivos o como si estuvieras muerta sin dejar de estar viva y lástima que no sepacontarte los cuadros ni tanta cosa de hace muchísimos siglos que es una maravillaque están como acabados de hacer ¿por qué las cosas se conservan más que laspersonas? Imagínate ya ni sombra de los que los pintaron y los cuadros están comosi nada hubiera pasado y había algunos muy lindos de martirios y degüellos de santasy niños pero estaban tan bien pintados que no me daban tristeza sino admiración loscolores tan brillantes como si fueran de verdad el rojo de las flores el cielo tan azul ylas nubes y los arroyos y los árboles y los colores de los trajes de todos colores yhabía un cuadro que me impresionó tanto que sin darme cuenta como cuando te vesen un espejo o como cuando te asomas a una fuente y te ves entre las hojas y lasramas que se reflejan en el agua entré al paisaje con aquellos señores vestidos derojo verde amarillo y azul y que llevaban espadas y hachas y lanzas y banderas y mepuse a hablar con un ermitaño barbudo que rezaba junto a su cueva y era muydivertido jugar con los animalitos que venían a hacerle compañía venados pájaros ycuervos y leones y tigres mansos y de pronto cuando iba por el prado los moros mecogían y me llevaban a una plaza en donde había edificios muy altos y puntiagudoscomo pinos y empezaban a martirizarme y yo empezaba a echar sangre como surtidorpero no me dolía mucho y no tenía miedo porque Dios arriba me estaba viendo y losángeles recogían en vasos mi sangre y mientras los moros me martirizaban yo medivertía viendo a unas señoras muy elegantes que contemplaban mi martirio desdesus balcones y se reían y platicaban entre sí de sus cosas sin que les importaramucho lo que a mí me pasaba y todo el mundo tenía un aire indiferente y allá lejoshabía un paisaje con un labrador que araba muy tranquilo su campo con dos bueyesy un perro que saltaba junto a él y en el cielo había una multitud de pájaros volandoy unos cazadores vestidos de verde y de rojo y un pájaro caía traspasado por unaflecha y se veían caer las plumas blancas y las gotas rojas y nadie lo compadecía yyo me ponía a llorar por el pajarito y entonces los moros me cortaban la cabeza conun alfanje muy blanco y salía de mi cuello un chorro de sangre que regaba el suelo

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como una cascada roja y del suelo nacían multitud de florecitas rojas y era un milagroy luego todos se iban y yo me quedaba sola en aquel campo echando sangre durantedías y días y regando las flores y era otro milagro que no acabara la sangre de brotarhasta que llegaba un ángel y me ponía la cabeza otra vez pero imagínate que con laprisa me la ponía al revés y yo no podía andar sino con trabajo y para atrás lo que mecansaba mucho y como andaba para atrás pues empecé a retroceder y me fui saliendode aquel paisaje y volví a México y me metí en el corral de mi casa en donde habíamucho sol y polvo y todo el patio cubierto por unas grandes sábanas recién lavadasy puestas a secar y las criadas llegaban y levantaban las sábanas y eran comograndes trozos de nubes y el prado aparecía todo verde y cubierto de florecitasrojas que mi mamá decía que eran del color de la sangre de una santa y yo meechaba a reír y le contaba que la santa era yo y cómo me habían martirizado losmoros y ella se enojaba y decía ay Dios mío ya mi hija perdió la cabeza y a mí medaba mucha tristeza oír aquellas palabras y me iba al rincón oscuro del castigo y memordía los labios con rabia porque nadie me creía y cuando estaba pegada a la pareddeseando que mi mamá y las criadas se murieran la pared se abrió y yo estaba al piede un pirú que estaba junto a un río seco y había unas piedras grandes que brillabanal sol y una lagartijita me veía con su cabecita alargada y corría de pronto aesconderse y en la tierra veía otra vez mi cuerpo sin cabeza y mi tronco ya estabacicatrizado y sólo le escurría un hilo de sangre que formaba un charquito en el polvoy a mí me daba lástima y espantaba las moscas del charquito y echaba unos puñadosde tierra para ocultarla y que los perros no pudieran lamerla y entonces me puse abuscar mi cabeza y no aparecía y no podía ni siquiera llorar y como no había nadieen aquel paraje me eché a andar por un llano inmenso y amarillo buscando micabeza hasta que llegué a un jacal de adobe y me encontré a un indito que allí vivíay le pedí un poco de agua por caridad y el viejito me dijo el agua no se le niega a uncristiano y me dio agua en una jarra colorada que estaba muy fresca pero no podíabeberla porque no tenía cabeza y el indito me dijo no se apure niña yo aquí tengounas de repuesto y empezó a sacar de unos huacales que tenía junto a la puerta sucolección de cabezas pero ninguna me venía unas eran muy grandes otras muychicas y había de viejos hombres y de mujeres pero ninguna me gustaba y despuésde probar muchas me enojé y empecé a darles de patadas a todas las cabezas y elindito me dijo no se amuine niña vamos al pueblo a cortar una cabeza que le acomodey yo me puse muy contenta y el indito sacó de su casa un hacha de monte de cortarleña y empezamos a caminar y luego de muchas vueltas llegamos al pueblo y en laplaza había una niña que estaban martirizando unos señores vestidos de negrocomo si fueran a un entierro y uno de ellos leía un discurso como en el Cinco deMayo y había muchas banderas mexicanas y en el kiosco tocaban una marcha y era

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como una feria había montones de cacahuates y de jícamas y cañas de azúcar ycocos y sandías y toda la gente compraba y vendía menos un grupo que oía alseñor del discurso mientras los soldados martirizaban a la niña y arriba por un agujeroDios lo veía todo y la niña estaba muy tranquila y entonces el indito se abrió paso ycuando todos estaban descuidados le cortó la cabeza a la niña y me la puso y mequedó muy bien y yo di un salto de alegría porque el indito era un ángel y todos memiraban y yo me fui saltando entre los aplausos de la gente y cuando me quedé solaen el jardín de mi casa me puse un poco triste pues me acordaba de la niña que lecortaron la cabeza. Ojalá que ella se la pueda cortar a otra niña para que puedatener cabeza como yo.

PAZ, Octavio. Obras completas, tomo 11, México: FCE, 1996.

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Monólogo de la viajera

Carlos Fuentes (1928)

"Señor caballero, sea usted quien sea, permanezca quieto y agradecido. Ha ido usteddemasiado lejos. Quisiera perdonar su indiscreción atribuyéndola a una juventudque aún no aprende a respetar el misterio ajeno.

"El misterio de los demás, señor caballero, es por lo común el dolor que nocompartimos o no comprendemos."Guarde silencio y escuche."No intente correr las cortinillas para verme."Guarde silencio y escuche..."¡No intente verme! Se lo digo por su bien más que por el mío."No sé quién es usted ni a donde se dirige."Lo que ahora le cuento será olvidado apenas nos separemos."Esto será cierto, aunque viva usted mil años más tratando de recordarlo."Es inútil; sólo viajamos de noche; desconoce usted la excepción que le ha permitidoencontrarnos de día; siempre he temido que un accidente de esta naturaleza seinterponga en mi camino; gracias a Dios, ni un atisbo de luz puede penetrar estacarroza; las cortinas son gruesas el vidrio está sellado con plomo y pintado de negro;es un milagro, señor caballero que se pueda respirar aquí adentro; pero a mí me hacefalta muy poco aire; me basta el que se reúne aquí mismo durante el día, cuandoreposo en los monasterios y los criados limpian mi carruaje."Aire y luz. Los necesitan los que aún cultivan el engaño de sus sentidos. Ante todo,señor caballero, le diré lo siguiente: largos años de preceptiva nos han enseñado quesólo podemos fiarnos de nuestros cinco sentidos. Las ideas florecen y se marchitanvelozmente, los recuerdos se pierden, las esperanzas nunca se cumplen, lossentimientos son inconstantes. El olfato, el tacto, el oído, la vista y el gusto son lasúnicas pruebas seguras de nuestra existencia y de la refleja realidad del mundo.Usted lo cree así. No lo niegue. No necesito verle o escucharle; pero sé que supobre corazón palpita en esos instantes gracias a la ambición de sus sentidos. Quisierausted olerme, tocarme, oírme, verme, quizás besarme... pero yo no le importo, señorcaballero; yo le intereso sólo como una prueba de que usted mismo existe, está aquíy es dueño en sus propios sentidos. Si yo le demostrara lo contrario...

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"¿Quién es usted? Yo no lo sé ¿Quién soy yo? Usted no lo sabe. Pero creo que sólosus sentidos podrán comprobar una y otra identidades. A cambio de sus sensaciones,a fin de perseverarlas con su preciosa distinción que para usted no es diferente deuna vana y voraz afirmación de la vida que fue creada parta usted y no usted para lavida, me sacrificaría sin pensarlo dos veces: sigue creyendo que el mundo culminaen su propia piel, no lo niegue; sigue pensando que usted, usted mismo, pobre caballero,es el privilegio y suma de la creación. Es lo primero que deseo advertirle: abandoneesta pretensión. Cerca de mí sus sentidos le serán inútiles. Usted cree que me escuchay que escuchándome puede actuar sobre mí o contra de mí. Deténgase un instante.No respire, porque dentro de esta carroza no hay aire. No abra los ojos que no hayluz. No intente escuchar; la palabras que le estoy dirigiendo no se las estoypronunciando a usted. Usted no me escucha, usted no puede escuchar nada, ningúnrumor puede penetrar en el vidrio sellado de esta carroza ni siquiera los himnos quehe ordenado cantar, ni siquiera el tambor que debe anunciar la congoja de nuestropaso..."Hemos salido de nuestro hogar y debemos pagar el precio del prodigio: el hogar sóloserá pródigo si lo abandonamos en busca de los abandonos que su costumbre nosniega. El exilio es un homenaje maravilloso a nuestros orígenes. Ah, sí, señor caballero,veo que usted también anda en el camino y sin brújula quizás nos podamos acompañarde aquí en adelante ahora el tiempo ha perdido su compás; es la primera vez queviajó de día y eso significa dos cosas. Que nos hemos encontrado por casualidad. Yque ahora debemos seguir rodando hasta recobrar todos los minutos perdidos por elaccidente: hasta que vuelva a terminar la noche. El regidor debe mostrarse confundido.Su deber es marcar los horarios con el reloj de arena que perpetuamente apoyasobre su rodilla (¿No lo vio usted?: viaja en un palanquín modesto; las gafas le resbalanpor la nariz) y ayer la arena en vez de caer como de costumbre, del huso superior alinferior, invirtió el proceso, desafió la fuerza de las cosas y hubiese llenado en unahora el vaso superior si el infelice regidor enemigo de las maravillas, no hubiesevolteado enseguida el reloj para asegurar la normalidad de la medida ¡Normalidad!Como si fuesen normales el origen del mundo, la alternancia de la luz y la sombra, lamuerte del grano para que el trigo crezca, el cuerpo de Argos y la mirada de laMedusa, la gestación de las mariposas y de los dioses y los milagros de Cristo NuestroSeñor. Normalidad: mostrádmela señor caballero, y yo os señalaré una excepción alorden anormal del universo mostradme el hecho normal y yo lo llamaré, por normal,milagroso."Desde entonces como en el principio; desde que el regidor volteó el reloj de arena,nos gobernamos por las revoluciones, apariciones, desapariciones y posible inmovilidadde los astros que quizá exploten, nazcan, vivan y mueran como nosotros, pero queacaso sólo sean testigos congelados de nuestras andanzas y agitaciones. A ellos no

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los podemos dominar, señor caballero. En eso estará usted de acuerdo. Siga creyendoque puede dominar sus sentidos; no pretenderá dominar las menguas y crecimientosde la luna. Podemos manejar el reloj de arena que nos cabe entre las manos, nopodemos hacer girar el disco del sol. Ahora no sabemos si hemos perdido o ganadoun día. No nos queda más remedio que esperar la nueva salida del sol y entoncesreanudar nuestra rutina, acercarnos a un monasterio, pedir hospitalidad, pasar allí eldía, abandonarlo de noche..."Pero el sol no penetra las ventanillas pintadas de mi carruaje. Estoy a merced demis sirvientes estamos dependiendo de que ellos vean de nuevo el sol y no puedoenterarme. No quiero. Llegaremos, cada amanecer, a un nuevo monasterio. Mebajarán de aquí envuelta en trapos, me conducirían a mala celda sin ventanas luegoa la cripta debajo de la tierra; luego, nuevamente, a la carroza; siempre rodeada desombras... Cuidémonos, señor caballero; estamos a merced de sus engaños. Ellospueden inventar que han visto el sol. Pueden aprovecharse de nuestro constanteapetito de sombras. Usted los vio esta mañana; no son gente de fiar. Viven de lacostumbre, ve usted; pero el hábito sólo afecta a los individuos. Yo señor caballero,vivo de la herencia. Y eso afecta a la especie."No es que sea gente mala. Al contrario; me sirven con devoción e incluso más alláde mis exigencias habituales. Pero deben estar cansados. No nos hemos detenidodesde que salimos huyendo del convento. Deben pensar que les he impuesto estamarcha como castigo por su equivocación. Los caballos deben traer espumas en losbelfos. Los muleros deben tener los pies llagados. Quizá la comida se ha podrido,quizás ni los moros, los judíos, acepten ya nuestras liebres y perdices, ni los mendigossiquiera. ¡Cómo deben mis pobres alguaciles y damas de compañía!"¡Pobres damas! Permita que me ría; imagine mi risa con su deseo ya que con susoídos sólo escuchará un aullido indignado: ¡Pobres damas!; he sido engañada, señor,he sido engañada; llegamos al amanecer a ese convento; yo estoy en manos de miservicio; sin ellos no puedo dar un paso; a ellos les corresponde prepararlo todo, nadadebe faltarnos, mi hijo es generoso y ha puesto a mis órdenes lo que usted ha vistouna guardia de cuarenta y tres alabarderos y sus oficiales, un mayordomo, un regidor,contralores, médicos, tesoreros, criados, botelleros, un alguacil, ocho damas de honory quince dueñas (ah, señor caballero, deje que me ría, no se asuste de mi risa),catorce ayudas de cámara, dos plateros y sus ayudas, dieciocho cocineros y suspinches; un monje preceptor y treinta y tres cautivos falsos conversos de Mahoma yde la judería, pues así hace ver mi hijo el Señor, en el curso de mi errancia, a todos losvillorrios de España cuán cierto es nuestro combate para arrancar de raíz las creenciasmalditas y acallar así las voces que contra nosotros murmuran haciendo creer quetoda la marranada, fingiendo falsa conversión, se ha metido a los concilios del reyno

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y allí debaten y disponen de nuestro nombre; no, que todos vean la pertinacia denuestra persecución contra la pertinaz infidelidad y hólgome en mezclar a judíos yárabes, que entre sí se detestan, pues es la ley que judío que roba a árabe y árabeque mata a judío, y aquí andan todos revueltos y humillados y sin próximo fin para suscuitas entre muleros, mensajeros, caballerangos, cazadores, gentiles hombres deservicio y pensionados, mis trece sacerdotes y un atambor y paje: todo lo que ustedha visto y también lo que no ha visto: Barbarica, la Barbarica, mi fiel compañera, laúnica mujer que puede acompañarme; usted no la puede ver porque es muy pequeñitay como tiene un feo defecto, insiste en viajar dentro de un baúl de mimbre... Señorcaballero: ¿qué más podía esperar de la gratitud filial, yo que nada he perdido másque una cosa, yo que de tan buena gana recorrería esos caminos a solas con micarga a cuestas, yo que sin necesidad de esta procesión me iría de pueblo en puebloy de claustro en claustro, vestida con un sayal, implorando caridad y albergue,contentándome con lo poco que exijo: soledad, desnudez y oscuridad, de día y denoche? Yo sola, con mi carga a cuestas. Si tuviera fuerzas, si me fuese físicamenteposible..."Esa es mi voluntad. Ni él está para bailes y galanteos, ni yo estoy para los lujos y lospartos. Se acabaron las fiestas y nos quedamos solos. Mandé quemar toda la ropaque él tocó; ordené que nuestra cama se hiciera una pira en el patio y si primeroquise seguir vestida hasta mi muerte como en el momento en que supe de la suya,hasta que mis faldas se me cayeran a jirones y las zapatillas se me adelgazaráncomo papel y los corpiños se descosieran por su cuenta, después opté por desvestirmeuna sola vez más y ponerme para siempre este hábito de costales remendados yunidos con costuras de cuerda. Pero ya ve usted; me envuelven en trapos negros yno me dejan ver, no me dejan respirar y ahora ya no puedo quitarme nada sola. Otrafue mi voluntad. Comería lo indispensable, pan mojado con agua, a veces un amasijode avena, cuando mucho un caldo de gallina. Dormiría en el suelo."¿Puede toda la sordidez humana, señor, compensar el vacío que deja la muerte?Eso quise, eso hago. Pero puesto que mi hijo insiste en ello viajo y cuento con esteminucioso servicio. Mis reglas son simples. Se sorprendería señor caballero queparece andar por el mundo sin jumento, sobre el cual descansar sus pesares y sin unhumilde par de zahones que lo protejan de piedras y espinas, se sorprendería, le digo,de la manera como las disposiciones más sencillas se complican en cuanto lassecuestra el ceremonial. Al cabo la ceremonia se convierte en la sustancia y elmeollo del asunto pasa por apariencia secundaria."Trasládeme cada atardecer a mi carruaje; corran las cortinas y sellen cada vezpuertas y ventanas; tengan aparejados los caballos; ruede la carroza negra detrás dela mía; enciéndanse las antorchas que habrán de guiarnos viájese la noche entera;

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acérquense cada madrugada los monjes y algunos alabarderos al monasterio máscercano y pidan con humildad y poder, un refugio contra el sol insoportable;trasládenme como siempre lo hacen oculta, envuelta en trapos, cargada por lossoldados, a un aposento desnudo, descienda tras de mí el cuerpo de mi marido;prepárese la misa de réquiem; avísenme la hora, celébrese la misa; abandónenme alpie del catafalco, sin más compañía que mi fiel Barbarica; recójanos al crepúsculo;reiníciese el viaje después de pagar un óbolo los monjes."Respétese mi dolor. Respétese mi compañía solitaria con la muerte. ¡Ninguna mujerse acerque! Ninguna, salvo Barbarica que casi no lo es y ninguna pasión o celopodría despertar. Escucho los pasos de mujer, vocecillas de mujer, tafetanes rozando,miriñaques crujiendo, risas agudas, suspiros de entrega; los muros de los conventosgimen con voces de amor; las huecas paredes aúllan con indecentes satisfacciones;detrás de la puerta de cada celda una mujer llora y grita su placer... ¡Ninguna mujerse atreva! Lo tolero todo señor caballero, la compañía dispendiosa que mi hijo me haimpuesto, la violación de mi declarada voluntad de anonimato, la burla de mi supremaintención de sacrificio: pobre mujer, desnuda y hambrienta, envejecida y solitaria, enharapos arrastrando por los caminos su pesada carga envuelta, como ella, en lossayales de la mendicidad. Todo lo acepto menos la presencia cercana de una mujer.Ahora él es mío, sólo mío, para siempre."La primera vez que volví a besarlo, señor caballero, tuve que romper el sello deplomo, la madera, las telas de cera que lo envolvían. Pude, por fin, hacer lo que quisecon ese cuerpo. Habían sido generosos y permisivos conmigo. Que nadie la contraríeen nada, que nadie haga nada que pueda malcontentarla; hágase su voluntad y protéjasesu salud y que poco a poco ella misma se convenza de la necesidad de enterrar alcuerpo: eso murmuraron, con estúpido aire de compasión."Encerrada en mi castillo, yo pude, al fin, hacer lo que quise. Apartar la capa de piely rasgar la camisa de seda (así, así, señor caballero, así) y arrancar el medallón de supecho y el gorro de terciopelo de su cabeza; pude bajar sus calzones de brocado (así,Barbarica, así) y sus medias color rosa y saber si era cierto lo que de él se decía ymurmuraba tanto en recámaras como en antesalas, cocinas, establos y conventos,son mary estoit beau, jeune et fort bien nourry, et luy sembloit qu´il pouvoit beaocupplus accomplir des ouvres de nature qu´il n'en faisoit; et d´autre part, il entoit avecbeaocup de jeunes gens et jeune conseil, qui et l´oeuvre luy faisoient et disoientparoles en présens de belles filles, et le ménoient souvent en plussieurs lieux dissoluz...Porque yo tenía que saber si era cierto; porque yo sólo le conocí en las alcobas tannegras y oscuras como este carruaje, señor caballero, a la hora de su gusto y saber,sin previo anuncio, sin palabras, sin luz, sin que él me mirase siquiera, pues él sólomiraba y se dejaba mirar de las hetairas de las villas sobradas y de las campesinas

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con las que ejercía su derecho de señorío; a mí me tomaba a oscuras; a mí metomaba para procrear herederos; conmigo invocaba el ceremonial que veda tododeleite de vista y de tacto, de preludio y contentamiento prolongado a un castomatrimonio español y católico, sobre todo si se trata de la pareja real, cuyo apresuradoacoplamiento no tiene más razón de ser que cumplir las estrictas leyes de lamultiplicación; ¿ve usted señor caballero, cómo pueden morir los sentidos y laceremonia sofocarlos y dejarnos sin más continente que la imaginación excarnada?Sólo ahora, muerto, puedo verlo entero y a solas, inmóvil y sometido por entero a micapricho, cada noche en nuestro hueco de piedra fría, sin adorno alguno, sin unreclinatorio siquiera."Mandé traer al docto varón y boticario de don Pedro del Agua para que vaciaraperfectamente las entrañas de mi marido y todos los demás órganos excepto elcorazón, que el propio señor del Agua recomienda conservar dentro del cuerpo;lavóle las cavidades e incisiones con un cocimiento de acíbar, alumbre, alcaparra,ajenjos y lejía que hirvió según arte, añadiéndoles aguardiente de cabeza, vinagrefuerte y sal molida. Bien lavado el cuerpo, lo dejó secar durante ocho horas entre dosfanegas de sal molida. Después lo rellenó muy cumplidamente con polvos de ajenjos,romero, estoraque, benjuí, piedra alumbre, cominos, escordio, mirra, cal viva, treintamanojos del árbol del ciprés y todo el bálsamo negro que cupo en el cuerpo. Rellenaslas cavidades, el señor del Agua recogió los bordes de ellas con costura que se llamapellejero y agua esquivada y procedió luego a untar el cadáver, menos la cabeza,cara y manos, esparciendo con un hisopo el betún de sustancias derretidas: trementina,pez negra, benjuí y acacia. Seguidamente fajó toda la parte untada con vendasembebidas en un licor mezclado de reina, estoraque, cera almáciga y tragacanto. Yel doctor del Agua se fue afirmando que mi marido se conservaría sin que las ruinasdel tiempo le ofendiesen. Así lo hice mío. "Hasta los altares he mandado retirar y las ventanas he mandado pintar de negro,para que cada capilla que visitamos sea idéntica al servicio que presta. El propiocatafalco real me parecía una ofensa a la severidad que quise, pedí y obtuve. Elmanto púrpura que le cubría, las chapas de plata y el crucifijo labrado eran una mofa;los cuatro candelabros, una injuria; la luz de los cirios, una parpadeante ofensa. Mecontaron: Señora, en vida amó el lujo y las fiestas. Recuerde: usted misma dio a luzuna noche de baile, en el patio del palacio de Brabante; mientras su esposo perseguíaa las muchachas de Flandes usted sintió los dolores del parto y se fue a esconder ala letrina y allí la encontramos y allí nació su hijo nuestro actual Señor. A tiempollegaron las comadronas, pues el cordón umbilical estrangulaba al infante una asfixiaazul congestionaba su cara y un baño de sangre ahogaba su cuerpo. Así fue referido.Ahora negaré el exceso de estos fastos y encontraré motivo de vida en el espectáculo

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de la muerte embalsamada, como antes casi conocí la muerte en el acto de dar lavida a mi hijo; como Raquel, pude proclamar al mío filius doloris mei y al mundoadvertirle: los hijos del dolor materno tienen simpatía con las felicidades. Besé lospies desnudos del despojo vendado y relleno de especies de mi esposo y el silenciofue repentino y absoluto. "Hay que taponearse los oídos con cera, señor caballero; no se puede vivir aguzandoinvoluntariamente el oído, cerrando los ojos y diciéndose que no tardarán en sucederseel rechinar de una puerta, el desplazamiento de un cuerpo torturado, la hoquedad depisadas invisibles, la lenta regeneración de las facciones, el crepitante crecimientodel vello y de las uñas de un cuerpo muerto, el renacimiento de las líneas borradas dela mano de un cadáver que las perdió al morir, como no las tuvo al nacer, no, señorcaballero, asesine sus sentidos, se lo he dicho, no hay otra solución si se quiere estarsolo con lo que se ama. Se fue el doctor Pedro del Agua y no supe si agradecer omaldecir sus diligencias. Era dueña absoluta de un cuerpo incorrupto, que manteníala semblanza de la vida y que por ello era vecino de otros hombres, y las mujerespodrían confundirlo sólo con un hermoso durmiente. ¿No las oye usted? ¡Son lasmujeres! Sí, maldije la ciencia del señor del Agua, que me restituyó a mi marido conla apariencia que en vida tuvo y la promesa de su incorruptibilidad corpórea; pero mearrebató lo único que podía ser mío, un cadáver corrupto, carne apestosa, polvo ygusanos, blancos huesos míos... ¿Entiende usted lo que le cuento, señor caballero?¿Sabe que hay momentos que no pueden medirse? Momentos que todo lo reúnen: lasatisfacción de un deseo cumplido junto con su remordimiento, el anhelo y el temorsimultáneos de lo que fue, y el simultáneo miedo y deseo de lo que será. No, quizásusted no sabe de lo que hablo. Usted cree que el tiempo avanza siempre haciadelante. Que todo es porvenir. Usted quiere un futuro; no se imagina sin él. Usted noquiere darle ninguna oportunidad a los que necesitamos que el tiempo se desvanezcay luego regrese sobre sus pasos hasta encontrar el momento privilegiado del amor yallí, sólo allí, se detenga para siempre. Embalsamé al príncipe don Felipe para que,semejante a la vida, la vida vuelva sin violencia a él si mi proyecto se cumple y eltiempo me obedece marchando hacia atrás, remontándose sin conciencia al momentoen que yo diga: detente, allí. Nunca más te muevas, ni hacia delante ni hacia atrás,allí, detente. Y si ese proyecto se frustra, entonces confío en que el parecido de miesposo con la vida atraiga hacia su cuerpo a otro hombre capaz de habitarlo, deseosode habitarlo, de cambiar su pobre envoltura mortal por la inmortal figura de mi maridoincorrupto. "Usted me mira con sorna y cree que estoy perdida. Usted sabe contar el tiempo.Yo no. Primero porque me sentí idéntica; después porque me sentí diferente. Entreantes y después, perdí para siempre mi tiempo. Sólo lo cuentan quienes nada puedenrecordar y nada saben imaginar. Digo primero y después pero hablo del único instante

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que es siempre y antes y después porque es siempre, un siempre en unión perfecta,amorosa unión. ¿Cree usted sentir mis manos sobre su boca, señor caballero? Río yle arrullo, le acaricio la cabeza. Pronto, Barbarica. No trate de tocarme, señorcaballero. A pesar de todo, a pesar de todo, ve usted poseemos dos cuerpos singularesque por ser diferentes son inmediatamente enemigos. No basta una vida parareconciliar dos cuerpos nacidos de madres antagónicas; hay que forzar a la realidad,someterla a nuestra imaginación, extenderla más allá de sus ridículos límites. Pronto,Barbarica; ¡él nunca regresará, ésta es nuestra única oportunidad date prisa, corre,vuela, vete, regresa, chiquitita! Intento respirar al ritmo de su cuerpo, imitar su cuerpo,joven caballero, cada vez concentro en esa imitación toda la lasitud de mi propiocuerpo y todo el filo de mi mente; que no encuentre usted resistencia; a fin deescucharle respirar, yo misma dejo de respirar; su aliento mudo será el primer signode mi deseo y de su retorno; ese aviso puede escapar a mi atención por culpa de unadistracción cualquiera, usted debe comprenderme; si me muevo, no sabré si él, siusted, ha vuelto a respirar. He asesinado todos los rumores, menos el de ese cánticoigual a mi pena y ese tambor idéntico al ritmo de mi corazón. Duerme abrazado a mí,señor caballero, duerme (tú; él) abrazado a su gemela mortal y quizás esta mañana(de noche sólo viajamos, yo en la carroza sellada, él, tú, en la carroza negra) hable ensueños y el sueño de él sea diferente a toda la soñada identidad de una pareja. "En ese caso, habría que matarlo de nuevo, ¿me entiende usted? Por lo menos lamuerte debe igualarnos; el sueño, así sea un sueño compartido, sería de nuevo laseñal de la diferencia, de la separación, del movimiento. Muertos de verdad, sinsoñar dentro de la muerte, igualados por la extinción total de la muerte, inánimes,idénticos, ni el sueño de la muerte ni la muerte del sueño separándonos y dandocauce a deseos diferentes. Un trueque de sueños, señor caballero. Qué cosa imposible.Yo soñaré con él. Pero él soñara con las mujeres. Seguiremos separados. No, señorcaballero, no se retire. Le juro que no le tocaré más. No hace falta. ¿Oíste, Barbarica?Ya no hace falta. Recostada encima de él (de él, no de usted, usted ya no sientenada, ¿verdad?) temblé y sollocé para impedir que los sueños se diferenciaran y nosdiferenciaran y no pude impedirlo, sentí un rápido alejamiento dentro de la quietud delos dos cuerpos abrazados y para retenerle recorrí con la espalda todo el perfilrecostado del cuerpo de mi esposo. La lengua me sabe a pimienta y clavo, señor,pero también a gusano y acíbar. "Imagine que sólo podía ser dueña de una silueta. Me acaricié a mí misma. Penséen el hombre que dormía bajo mi peso en el féretro compartido. Me sentí fundada, laprimera ola que llega a la primera playa. La decisión de crear una ciudad sobre latierra; de levantar un imperio sobre el polvo. Besé los labios eternamente entreabiertos.Imité esa voz; la imitó cada vez, mañana será hoy y hoy será ayer; imité la inmovilidad

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del polvo y de la piedra que confiscan nuestros movimientos de amor, desesperación,odio y soledad. Rocé mi mejilla contra la escarcha castrada donde latió el sexo de mimarido, el sexo que nunca pude ver, ni vivo ni muerto, pues el doctor del Agua extrajoante mi vista las vísceras corruptibles pero, dándome la espalda, me impidió mirar elmomento en que cortó el ya corrompido sexo de mi esposo. Era otro y era idéntico.Sólo hablaba, sólo se movía, cuando yo soñaba con él; era su dueña, su ama, suseñora, para siempre, pero sólo en el pensamiento. Los esfuerzos del doctor delAgua habían sido inútiles; pude haberlo enterrado porque era su dueña recordándole.Pensé esto, tome una decisión y le pedí a Barbarica que me azotara con una correa;y ella, llorando, lo hizo. Yo sólo había pensado en mí, pero yo sólo era la rama de unárbol dinástico. "Lo miré dormir a mi marido; fue llamado y era el hermoso. Quizás el sueño erasólo la vía final de su escandalosa presencia. Un gato negro te devora cada noche,Felipe, padre, marido y amante; la reyna no tenía sano el juyzio para governar. No,sólo lo tenía sano para amar, con desesperación, en la muerte y más allá de la muerte.Nuestras casas están llenas de polvo, señor caballero, por eso son casas de Castillay Aragón: polvo, rumores y sensaciones del tacto. ¿No escucha usted esas campanasque son devueltas a la unidad un sueño solitario antes de regresar a su condiciónvirtual de vibraciones? La reyna no tenía sano el juyzio para governar. La reynaabdicó a favor de su hijo, el Benjamín de esta Raquel sin lágrimas, sin dudas de queel hijo continuará la tarea de la madre y gobernará para la muerte. ¿No escucha esoshimnos que anuncian lo que ya sucedió? Deus fidelium animarum adestosupplicationibus nostris, et de animae famulae tuae... La Reyna, la criada de Dios, hamuerto, señor caballero; ha vuelto a ser una con su pobre príncipe ingrato y ligero envida, grave y constante en la muerte. "La Reyna ha muerto. Nadie mejor que un muerto para cuidar a otro muerto. LaReyna acude ahora al llamado de su hijo, que ha construido las tumbas de todos losseñores en un vergel castellano demolido, convertido en páramo de polvo y yescapor el hacha y la pica y el azadón, por los hornos de cal y las bascas blancas como losviejos huesos de la realeza que en este instante se dirigen a su patria final: la necrópolisespañola. Llegaremos envueltos en polvo, ceniza y tormentas, escucharemos ensilencio, amortajados, los responsos, el Memento Mei Deus y la antífona. AperiteMihi, recordaremos las viejas historias: "Nuestro Señor el Príncipe que haya gloria, había jugado muy reciamente a lapelota en lugar frío dos o tres horas antes de enfermarse, y dejóse resfriar sin cubrirse.El lunes de mañana amaneció con la calentura y con campanilla que decimos úvulatan engrosada e hinchada y relajada, algo también la lengua y paladares, que apenaspodía tragar la saliva ni hablar. A que le echaron ventosas en las espaldas y sobre el

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pescuezo y con aquello sintió luego alivio. Ese día vínole su frío y tenían los físicosconcertado de le purgar otro día martes. Pero antes, murió. "Ah, señor caballero, dirá usted que es cosa de risa arrastrar por toda la tierraespañola el cuerpo de un príncipe que murió de catarros y que en la vida fue cruel einconstante, frívolo y mujeriego como cualquiera de estos pinches de cocina quevienen en mi séquito. Tan de cascos alegres el Señor mi marido, que ayer mismo, apesar de mis órdenes de que en cada villa que entremos las mujeres permanezcanencerradas, lejos del cortejo de mi hermoso marido, el destino —como si el príncipedon Felipe siguiese ordenando sus apetitos desde la penumbra que le envuelve-—nos llevó a un convento de jerónimas que bien se guardaron de darme la cara anuestra llegada, enviando en su embozada representación a unos infelices ybarbilampiños acólitos que allí prestan sus servicios, y no sólo a la hora de la santamisa ¡imagínese usted!, de manera que las monjas no se mostraron sino hasta despuésde que el féretro fue instalado en la cripta; y entonces revoloteando como negrasmariposas, astutas y voraces como gatas en celo, las mujeres pasaron por encima demi dolor, mofáronse de mi presencia y, como en vida, adoráronle. "¿Mariposas? ¿Gatas? No, sino las hijas de Forcis y Ceto con las cabezas deserpiente rapadas; Medusas de las celdas penitenciarias; abdesas con mirada depiedra; Circes de los cirios chirriantes; nonas con los párpados incendiados; Grayasmísticas con el ojo común y un solo afilado colmillo para la aberrante pluralidad desus cuerpos; novicias de enmarañada cabellera gris; Tifeos de los altares; Arpíasahorcadas con sus propios escapularios; Quimeras que volaban en picada desde lacorona de los crucifijos, clavando los labios secos en los muertos labios de mi esposo;Equidnas que mostraban sus blancas ubres de mármol emponzoñado; mírelas volar,señor caballero, mírelas besar, tocar, mamar, ahuecar el ala velluda, abrir las patasde cabra y clavar las uñas de leona y ofrecer los fundillos de perra y olfatear con lasnarices húmedas el despojo de mi esposo: huela el incienso y el pescado, señorcaballero, la mirra y el ajo, sienta la cera y el sudor, el óleo y el orín ahora sí despiertensus sentidos y sientan lo que yo sentí: que ni en la muerte podía el cuerpo de mihombre ser mío. Vea el vuelo de las cofias blancas y la ambición de las garrasamarillas, escuche el rumor de los rosarios desgranados y de las sábanas desgarradas:sus negros hábitos envuelven el cuerpo que sólo a mí me pertenece, a los conventosque famosamente profanó regresa el cuerpo de mi esposo y allí le profanan ahora,pues no hay mujer en este reino que no prefiera las muertas caricias de mi putañeropríncipe a la viva inexperiencia de un imberbe acólito. Recen monjas, reina, reyna. "De esa confusión huimos; de esos contactos intolerables; y por eso pudo ustedencontrarnos al día y en los caminos. Señor caballero: nadie dirá que es cosa de risalo que yo hago: poseer un cuerpo, para mí, en muerte si no en vida; tal era mi

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proyecto y ya ve usted como lo frustraron los simunes apetitos de mi maridoembalsamado y de las muy coleantes jerónimas; pero si no a mí, ese cuerpo perteneceráa nuestra dinastía; moriremos nosotros, mas no nuestra imagen sobre la tierra. Laposesión perpetua y el perpetuo cortejo del muy alto príncipe cuyo cuerpo arrastróconmigo es duelo, es ceremonia, sí, pero también, créame, yo lo sé, yo no me engaño,locura llaman al puerto final de mi lucidez, es juego y es arte y es perversión; y nohay poder personal como el nuestro, que sobreviva si a la fuerza no añade laimaginación del mal. Esto le ofrecemos los dueños de todo a quienes nada tienen¿me entiende usted, pobre desposeído? Sólo quien puede darse el lujo de este amory de este espectáculo señor caballero, merece el poder. No hay trueque posible. Leregalo a España, lo que España no puede ofrecerme: la imagen de la muerte comoun lujo inagotable y devorador. Dénnos sus vidas, sus escasos tesoros, sus brazos,sus sueños, sus sudores y su honra para mantener vivo nuestro panteón. Nada puedemellar, pobrecito de usted el poder que se levanta sobre el sinsentido de la muerte,pues para los hombres sólo la muerte, fatal certeza, tiene sentido, y sólo la inmortalidad,improbable ilusión, sería locura. "Es lástima que usted no vivirá tanto como yo, señor caballero; lástima grande queno pueda penetrar mis sueños y verme como yo me veo, eternamente postrada alpie de las tumbas, eternamente cerca de la muerte de los reyes deambulandoenloquecida por las galerías de palacios que aún no se construyen, loca, sí, ebria dedolor ante la pérdida que sólo el matrimonio del rango y la locura saben soportar. Meveo, me sueño, me toco, señor caballero, errante, de siglo en siglo, de castillo encastillo, de cripta en cripta, madre de todos los reyes, mujer de todos, a todossobreviviendo finalmente encerrada en un castillo rodeado de lluvia y pastos brumosos,llorando otra muerte acaecida en tierras del sol, la muerte de otro príncipe de nuestrasangre degenerada; me veo seca y encogida, pequeña y temblorosa como un gorrión,vestida como una muñeca anciana, con un ropón de encajes rotos y amarillos,susurrando, desdentada, a las orejas indiferentes: 'no olvidéis al último príncipe y queDios nos conceda un recuerdo triste pero no odioso...' "Un verdadero regalo no admite una recompensa equivalente. Una ofrenda antiguasupera toda comparación y todo precio. Mi honor y mi rango, señor caballero, meimpiden aceptar algo que, en contrapartida pueda superar o siquiera equivaler a miregalo: una corona o un cuerpo totales, finales e incomparables. Yo ofrezco mi vidaa la muerte. La muerte me ofrece su verdadera vida. La primera vez, al nacer, creíamorir y sin saberlo nacía. La segunda vez, al morir, he vuelto a nacer sabiendo. Tales el regalo. Tal es la ofrenda insuperable de mi culto. No. Mi obra no es perfecta.Pero es suficiente. Ahora descanse. Olvidará usted todo esto que le he dicho. Todasmis palabras han sido dichas mañana. Esta procesión va en sentido opuesto al de

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este tiempo que usted sabe contar. Venimos de la muerte: ¿qué clase de vida podráaguardarnos al final de la procesión? Y ahora, gracias a su maldita curiosidad, ustedse ha unido a ella. Que nunca se hable mal de mi largueza, empero. A usted, señorcaballero, también le tengo un regalo. Nos esperan, señor caballero, nos han dadocita. Sí, sí..."

FUENTES, Carlos. Terra Nostra (1975). México: Joaquín Mortiz, 1997, 783 pp.

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Presente de infinitivo

Salvador Elizondo (1932)

El hecho ocurre a las 12:29. Ella mira por la ventana apoyada en el reborde "Son lasdoce y veintinueve"... dice la voz por el teléfono. Cuelga la bocina y repite en vozalta son las doce y veintinueve. "Es temprano", responde ella al tiempo que entra elbarco a la rada de Galveston. Del otro lado de la calle, por la acera que bordea elparque, una mujer joven empuja un cochecito de bebé. En el prado un hombre descansarecostado contra el tronco de un árbol. Hay papeles y fotografías sobre la mesa.Sopla el viento como siempre a esa hora y se mecen los follajes de los fresnos.Cuando ocurre el hecho una tórtola se posa en la cinta de la acera; picotea en lasfisuras de las losas. Es un hecho sin importancia el hecho que ocurre. Escribe queel hecho tiene lugar, según la información recibida por teléfono y enunciada oralmente,veintinueve minutos después del medio día. Ella está acodada en el parapeto de laventana. Su vista abarca algunas de las circunstancias que rodean al hecho queestá ocurriendo. Observa atentamente. Tiene tiempo. Es temprano. Cada una deesas circunstancias necesarias al acontecimiento del hecho se conforman en torno asu imposibilidad, haciéndolo posible. Todas concuerdan entre sí. Ninguna falta osobra cuando el hecho tiene lugar. Los papeles y las fotografías que están sobre lamesa no se mueven mientras el hecho ocurre. La mujer, inmóvil, mira por la ventanave al hombre que descansa a la sombra de un árbol y que cuando sucede el hecho,cruza los dedos detrás de la nuca; desgasta su fatiga pensando en Galveston. Pasaun barco sobre el papel cubierto de palabras. El sol tiene una inclinación de 86°sobre el horizonte. Pero ni la mujer que mira por la ventana ni la pluma fuente estánaconteciendo. Ello es la circunstancia inmutable dentro de la que el acontecimientodel hecho tiene lugar. Un lugar vacío. Un steamer pasa como un hecho, a lo lejos. lamujer del cochecito pasa como una barca; no se detiene cuando ocurre el hecho.No alza el vuelo la tórtola vibrátil; sigue picoteando en las losas de la acera. Elhecho ocurre como algo transparente contra la opacidad pétrea de las figuras pintadasen el escenario de las circunstancias dentro de lo que acontece él, el hecho: losárboles, el hombre que sueña que está llegando a Galveston, la joven madre queempuja el cochecito de su bebé, el parque, la calle, la ventana, la voz que dice son lasdoce y veintinueve, el cuaderno rayado en que está escrito que son las doce yveintinueve, la pluma fuente, la mujer recargada en el alféizar de la ventana quemira pasar a la madre con su hijo en el cochecito; contra todo esto la silueta vacía delhecho que se consuma. La naturaleza de ese acontecimiento es digna de la más

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ávida atención, si bien ayuda poco o casi nada a su descripción. Y es que la naturalezadel hecho es más importante que el hecho mismo; su naturaleza de ser un hecho quetiene lugar en el núcleo de un cúmulo de circunstancias; que tiene lugar; sí, peroindescriptiblemente, como si su verdadera naturaleza no fuera otra que la deacontecer sin más; sin la posibilidad misma de que su acontecer se pueda registrarmás que como el acontecer de la imagen de las doce y veintinueve en que tiene lugarun hecho que carece totalmente de importancia y que no puede ser descrito másque como una figura de la nada. El hecho no puede ocurrir sino como el vacío dentrodel que él mismo está teniendo lugar como hecho de acontecer puro. Ello se debe aque del hecho sólo lo que no es él puede ser descrito, a pesar de que el hecho estáaconteciendo ya, aquí, ahora.

ELIZONDO, Salvador. El grafógrafo. México: Vuelta 1992. págs.92-94

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Sabiduría creadora* 1 1-3+ 22Yavé me poseyó al principio de sus caminos, antes de sus obras desde antiguo. 23Desde la eternidad fui yo establecida, desde los orígenes, antes que la tierra fuese. 24Antes que los abismos fui engendrada yo; antes que fuesen las fuentes de abundantes aguas; 25Antes que los montes fuesen cimentados, antes que los collados fui concebida. 26Antes que hiciese la tierra, ni los campos, ni el polvo primero de la tierra. 27Cuando afirmó los cielos, allí estaba yo; cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo. 28Cuando condensó las nubes en lo alto, cuando daba fuerza a las fuentes del abismo 29Cuando fijó sus términos al mar para que las aguas no traspasen sus linderos. Cuando echó los cimientos de la tierra, 30 Estaba yo con él como arquitecto, siendo siempre su delicia, solazándome ante él en todo tiempo; 31 Recreándome en el orbe de la tierra:

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Poema de amorosa raíz

Alí Chumacero (1918)

Antes que el viento fuera mar volcado,que la noche se unciera su vestido de lutoy que las estrellas y la luna fincaran sobre el cielola albura de sus cuerpos .

Antes que luz , que sombra y que montañamiraran levantarse las almas de sus cúspides;primero que algo fuera flotando bajo el aire;tiempo antes que el principio.

Cuando aún no nacía la esperanzani vagaban los ángeles en su firme blancura;cuando el agua no estaba ni la ciencia de Dios;antes, antes, muy antes.

Cuando aún no había flores en las sendasporque las sendas no eran ni las flores estaban;cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigasya éramos tú y yo.

CHUMACERO , Alí, Poesía reunida, México: CNCA ,1991. Pág. 47

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Los trabajos de la ballena

Eraclio Zepeda (1937)

Este puerto que usted ve con su muelle de concreto, con su calle para ir y venirdesde el principio al fin del caserío, con sus casas de ladrillo del lado de la tierra quees donde viven los pescadores y las barracas de madera junto al mar, en la playa,donde se sirve la comida a los fuereños, es ahora un puerto bueno. Pero cuandovinimos los primeros, aquí no había más que mar y soledad en abundancia. Recuerdo que yo era pequeño y ya sabía de bucear las heredades del ostión y dela almeja, porque cuando hay pocos brazos hasta el dedo chiquito sirve para irredondeando la comida. Y esto es lo que pasaba en el otro puerto; éramos pocos,sólo una familia. Porque en ese puerto, amigo, únicamente había tres casas; la de misanto abuelo, la de mi santo tío y la de mi madre que no resultó tan santa porqueterminó perdiéndose con un marinero que un día asomó desnudo piloteando unabarca de naufragio. Apenas empezaba a cantar el gallo nos levantábamos y salíamos de las trescasas del pueblo rumbo al mar que a esa hora es un ojo quieto que no sabe debravuras. Y desde ese momento hasta que empezaban a parpadear las luciérnagas,después del atardecer, no había más remedio que forcejear con las aguas para irlesarrancando el alimento. Mi santo abuelo era el mejor en la pesca, y no había mas que mirarlo caminarpor la playa para saber que era marinero, y de los de antes.Cuando yo llegaba a la orilla del mar ya me encontraba a mi abuelo listo para navegaren su canoa de un solo tronco que él mismo había quemado con fierros ardiendo.Porque antes en eso se bogaba, peleando de verdad con la mar a cualquier hora, yno es como hoy en estas barcas que a punta de gasolina andan pedorréandose en lasolas.Mi abuelo llegaba pisando la espuma que deja la resaca, silbando "ya se va laembarcación". Se santiguaba el pecho con el agua de la primera ola; y encarrerandosu cayuco mar adentro, de un brinco se sentaba en el bordo y silba silbando se ibacon sus remos hasta donde empieza la lejanía del horizonte. Y allí cumplía su faenahasta que el sol de la tarde hacía hervir la mar, poniendo la roja marea como escamasde huachinango. A esa hora volvía mi abuelo silbando o cantando aquello de " cuandoen la playa mi bella Lola/ su larga cola luciendo va / los marineros se vuelven locos/y hasta el piloto pierde el compás".

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Atracaba su cayuco en la playa para bajar las maravillas que había arponeadoen todo el día. Porque mi santo abuelo sólo con arpón trabajaba, y mientras estabamar adentro, pensando quién sabe qué saberes en su soledad, tenía siempre listo suarponcito y ya fuera escama, concha, o lija, a todo le arrimaba. Y al atracar, sus hijosy sus nietos corríamos a ayudarle a bajar lo que traía y ya todos juntos nos íbamosa los peroles y a las ollas para preparar la cena grande; y mientras, el viejo nosdejaba caer historias del mar y sus peligros, y de cómo el pez más grande es laballena, y que antes él veía rebaños de ballenas jugueteando con las barcas, porqueaquí enfrente de la costa, a menos de una milla, pasa su camino. Y nosotros quenunca habíamos visto una ballena no podíamos creer nada.

Una mañana, como siempre, mi santo abuelo se santiguó en las aguas y se fue alhorizonte. Y allá estaba mirando las aguas sin parpadear, cuando de pronto vio bajosu barca una sombra enorme que bogaba sumergida a menos de una braza. El miedose le metió en los huesos haciéndole sonar el esqueleto. Rogando ayuda a SantaBárbara tiró el arpón con toda la fuerza que pudo sobre la mancha aquella, y cerrandolos ojos se tiró boca abajo en el cayuco, esperando ser embarcado por la muerte y noparar de bogar hasta el mismo purgatorio. Sin embargo no pasó nada, y como nada sucedía abrió mi abuelo su santo ojo yvio que el sol y el mar eran los mismos, y entonces ya envalentonado abrió el otro ojoy se sentó en la barca. Bien agarrado con la mano izquierda en babor y la derecha en estribor seasomó y vio que la gran mancha estaba allí con el dardo sembrado, y apenas si unalágrima de sangre andaba como aprendiendo a nadar entre las aguas. Con mucho esmero empezó a recobrar el cordel y a cada jalón la mancha ibasubiendo. Cuando salió a la superficie al viejo se le quebró el espejo de los ojos yllorando tocó el gran lomo jabonoso con el arpón enterrado... -- Carajo, pesqué ballena-- exclamó asombrado. Y pasando la mano una y otra vez sobre la herida, entendió que el animal habíamuerto desde antes, en pago de Dios sabe qué mala aventura.

Fue un martes en la tarde cuando mi santo abuelo pescó la ballena. Bogó todala noche del martes, el miércoles completito siguió bogando, y tempraneando el jueveslo divisamos a lo lejos y fuimos a ayudarle. Habíamos estado temiendo que la marse lo hubiera tragado. Así que cuando lo vimos nadamos con fuerza.—¿Qué trae usted, abuelo— preguntamos-—Ballena — contestó.El abuelo dirigió toda la maniobra. Ordenó a mi tío que se trajera todos los arpones

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que había en las tres casas del puerto y él en persona fue clavándoselos a la ballenae indicando donde debíamos de jalar las cuerdas para arrimarla a la orilla. Todo el pueblo estuvo tirando las cuerdas hasta el atardecer de aquel juevesbendito. Cuando salió la luna el pescadazo estaba ya varado en las arenas como sifuera un barco encallado. Yo no sé de dónde salieron tantas luciérnagas esa noche,pero todas se fueron a volar encima de la ballena llenándola de luces, haciéndolacada vez mas barco. Nadie durmió esa noche y todos queríamos subirnos a sulomo. Y cuando mi santo tío se trepó, lo único que dijo fue: "pues en verdad que sí esuna ballena". Al amanecer empezamos a destazarla. Todas las manos del pueblo ayudaron acortar filetes, a cubrirlos con sal, extenderlos al sol, y a hervir los peroles para sacarel aceite. Trabajamos todo el viernes y el sábado, hasta completar 53 barrilitoscerveceros de manteca. Al promediar el domingo, las moscas habían cubiertototalmente lo que quedaba de la ballena, de tal manera que uno trabajaba enmediodel rumor constante. Bandadas de pelícanos y alcatraces planeaban encima denuestras cabezas y las gaviotas gritaban sin despegar la mirada de la ballena. Losárboles y las piedras del pueblo estaban viciosos de zopilotes que extendían las alasal sol con impaciencia. Los perros, a punto de volverse locos de tanto comer y tantocorrer, ladraban para ahuyentar a los pájaros. Eran las cuatro de la tarde cuando miabuelo dijo: — Esta ballena está apestando. Y la carne que habíamos logrado aprovechar era menos de la mitad de la que teníacubierta cubriéndole los huesos. Al amanecer del lunes la peste ya era insoportable. Ninguno de nosotros pudoacercarse al animal que estaba adueñado por los pájaros. Los perros habían terminadopor echarse en la arena cansados de correr y ladrar. Nosotros nos encerramos enlas tres casas del pueblo porque la peste era cada vez mayor y empezaba a provocarmareos. Las moscas estaban en todos lados y se nos metían por los oídos y los ojos.Caminábamos con un constante crujir, pisando sobre un pleamar de hormigas venidasde quién sabe dónde, unas que iban camino a la ballena y otras que regresaban deallá cargando pedacitos. El abuelo ordenó que nos amarráramos pañuelos empapados en vinagre parataparnos la boca y las narices y nos condujo a la ballena para hacer un último intentode librarnos de la peste. Luchando en contra de los pájaros que se habían vueltoinsolentes, clavó todos los arpones en la cola del animal y entre todos empezamos atirar mar adentro. Pero los arpones ya no se sostenían en aquella carne maleada yal jalarlos saltaban al aire haciendo un ruido esponjoso. Además no era lo mismo

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llevar una ballena hacia la playa, ayudados por las olas, que volverla al mar en contrade la marea. Al atardecer el abuelo decidió suspender los esfuerzos y todos volvimos aprisaa la casa seguidos por la algarabía de los pájaros, entre nubes de moscas y sobre elcrujir de las hormigas aplastadas. Fue entonces cuando mi tío le preguntó a mi abuelo: —¿ Y ahora qué vamos a hacer? Y el abuelo no contestó hasta que aplastó bien una hormiga con el dedo gordo delpie derecho: —Si no podemos sacar la ballena del pueblo, pues saquemos el pueblo de laballena. Y entonces nos venimos a hacer el pueblo a esta Caleta de San Simón.

ZEPEDA, Eraclio. Eraclio Zepeda de bolsillo. México: Ed. U. de G.,1990.

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Los locos somos otro cosmos

Óscar de la Borbolla

Otto colocó los shocks. Rodolfo mostró los ojos con horror: Dos globos rojos, torvos,con poco fósforo, como bolsos fofos; combó los hombros, sollozó: "No, doctor, no...Loco no..." Sor Socorro lo frotó con yodo: "Pon flojos los codos —rogó—, ponloscomo yo. Nosotros no somos ogros". Sor Flor tomó los mohosos polos color corchoocroso; con gozo comprobó los shocks con los focos; los tronó, brotó polvo conozono. Rodolfo oró, lloró con dolor: "No doctor Otto, shocks no..." Sor Socorro, conmonótono rostro, colocó los pomos: ocho con formol, dos con bromo, otros con cloro.Rodolfo los nombró "doctos", "colosos", con dolorosos tonos: los honró. Cómo no loscolmó, los provocó: "Son sólo orcos, zorros, lobos. ¡Monos roñosos!" Sor Flor confrondoso dorso, lo tomó por los hombros; Sor Socorro lo coronó como robot conhosco gorro, con plomos. Rodolfo, con fogoso horror, dobló los codos, forzó todos losporos, chocó con los pomos, los volcó; soltó tosco trompón, Sor Socorro rodó comotronco. "¡Pronto, doctor Otto! —convocó Sor Flor— ¡Pronto, con cloroformo! ¡Yolo cojo!..." Rodolfo, lloroso con mocos, los confrontó como toro bronco; tomó rojopomo, gordo como porrón. Sor Flor sonó como gong, rodó como trompo, zozobró. Otto, solo con Rodolfo, rogó como follón, rogó con dolo: "Rodolfo... Don Rodolfo,yo lo conozco... Como doctor no gozó con los shocks; son lo forzoso. Los propongocon hondo dolor... Yo lloró por todos los locos... Con shocks los compongo..." -No, doctor. No —Sopló ronco Rodolfo—. Los shocks no son modos. Los locosno somos pollos. Los shocks son como horno, son potros con motor, sonoros comocoros o como cornos... No, doctor Otto, los shocks no son forzosos, no sólo pococostosos, son lo cómodo, lo no moroso, lo pronto... Doctor, los locos somos sólo otrocosmos, con otros otoños, con otro sol. No somos lo morboso; sólo somos otros. Lootro, no lo ortodoxo. Otro horóscopo nos tocó, otro polvo nos formó los ojos, comoformó los olmos o los osos o los chopos o los hongos. Todos somos colonos, sólocolonos. Nosotros somos sólo los locos, otros son loros, otros topos o zoólogos, ocomo vosotros, ontólogos. Yo no los compongo con shocks, no los troncho, no losrompo, no los normo... Rodolfo monologó con honroso modo: probó, comprobó, cómo los locos sólo sonotros. Otto, sordo como todo ortodoxo, no lo oyó lo tomó por tonto; trocó todos lospros, los borró; sólo lo soportó por follón, obró con dolo. Rodolfo no lo notó. Ottorondó los pomos, tomó dos con cloroformo, como molotóvs los botó. Rodolfo con losojos rotos mostró los rojos hombros; notó poco dolor, borrosos los contornos, gordos

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los codos; flotó. Con horroroso torsón, rodó con hondo sopor. Otto soñó, soñó conrocks, con blondos gnomos, con pomposos tronos, con pozos, con oro, con forosboscosos, con olorosos lotos. Todo lo tocó: los olmos con cocos, los conos con oportorojo, los bongós con tonos como Fox Trot. Otto lo forró con tosco cordón, lo sofocó. Rodolfo sólo roncó. Sor Socorro tornócon poco dolor. Sor Flor, con bochorno, tomó ron: "Oh doctor -lloró-, oh, oh, nos doblócon sonoro trompón". Otto contó como lo controló. -Otto, pospón los shocks- rogó Sor Socorro. -No, no los pospongo. Loco o no yo lo jodo. No soporto los rollos... Pronto, ponlocon gorro. -¿Cómo doctor —notó Sor Flor-— ocho volts? -No, no sólo ocho. ¡Todos los volts! Yo no sólo drogo, yo domo... Lo domo o locorrompo como bonzo. -¡Oh no, doctor Otto!, como bonzo no. -¡Cómo no, Sor Socorro! Nosotros no somos tórtolos o mocosos; somos los doctos...¡Ojo, Sor Socorro! no soporto los complots. Otto, con morbo, soltó todos los volts, los prolongó con gozo. Sor Socorro consonrojo sollozó. Sor Flor oró por Rodolfo. Rodolfo rodó como mono, tronó comomosco. Otto lo nombró: "Don gorgojo", "loco roñoso", "golfo". Rodolfo zozobró consonso momo. Otto cortó los shocks.

DE LA BORBOLLA, Óscar. Las vocales malditas. México: Joaquín Mortiz, 1991.

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Tiempo libre

Guillermo Samperio (1948)

Todas las mañanas compro el periódico y todas la mañanas, al leerlo, me mancho losdedos con tinta. Nunca me ha importado ensuciármelos, con tal de estar al día en lasnoticias. Pero esta mañana sentí un gran malestar apenas toqué el periódico. Creíque solamente se trataba de uno de mis acostumbrados mareos. Pagué el importedel diario y regresé a mi casa. Mi esposa había salido de compras. Me acomodé enmi sillón favorito, encendí un cigarro y me puse a leer la primera página. Luego deenterarme de que un jet se había desplomado, volví a sentirme mal; vi mis dedos y losencontré mas tiznados que de costumbre. Con un dolor de cabeza terrible, fui albaño, me lavé las manos con toda calma y, ya tranquilo, regresé al sillón. Cuando ibaa tomar mi cigarro, descubrí que una mancha negra cubría mis dedos. De inmediato,retorné al baño, me tallé con zacate, piedra pómez y, finalmente, me lavé con unblanqueador; pero el intento fue inútil, porque la mancha creció y me invadió hastalos codos. Ahora, más preocupado que molesto, llamé al doctor y me recomendó quelo mejor era que tomara unas vacaciones, o que durmiera. En el momento en quehablaba por teléfono, me di cuenta de que, en realidad, no se trataba de una mancha,sino de un número infinito de letras pequeñísimas, apeñuscadas, como una inquietamultitud de hormigas negras. Después, llamé a las oficinas del periódico para elevarmi más rotunda protesta; me contestó una voz de mujer, que solamente me insultó yme trató de loco. Cuando colgué, las letritas habían avanzado ya hasta mi cintura.Asustado, corrí hacia la puerta de entrada; pero, antes de poder abrirla, me flaquearonlas piernas y caí estrepitosamente. Tirado boca arriba descubrí que, además de lagran cantidad de letras hormiga que ahora ocupaban todo mi cuerpo, había una queotra fotografía. Así estuve durante varias horas hasta que escuché que abrían lapuerta. Me costó trabajo hilar la idea, pero al fin pensé que había llegado mi salvación.Entró mi esposa, me levantó del suelo, me cargó bajo el brazo, se acomodó en misillón favorito, me hojeó despreocupadamente y se puso a leer.

SAMPERIO, Guillermo. Textos extraños. México, 1981

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El gato

Juan García Ponce (1932-2003 )

Entre las copas de los fresnos, rumorosas y móviles como un mar verde que seabriera de pronto, el alto chorro plateado de una fuente. Es una mañana de domingo,un frío y soleado día de otoño. El viento que agita las ramas de los árboles esparceel agua de la fuente. Ésta se encuentra en el centro de una plaza que encierra unpequeño parque y se abre como una estrella de ocho puntas en las calles y avenidasque salen de ella. Aparte del ligero movimiento de los árboles y el continuo rumor dela fuente, todo está en calma, callado, recogido sobre sí mismo. Sólo unos cuantoscoches circulan por las calles y avenidas. No hay gente. Una vieja casa de paredesde ladrillo rojo, enrejada, con un vetusto jardín al frente, mira hacia la plaza entre dosde las calles que forman la estrella. Un largo letrero en uno de los lados de la rejapermite saber que esa casa, aparentemente abandonada, es una escuela. Del otrolado de la plaza, entre dos avenidas, la arquitectura de un antiguo edificio deapartamentos repite el estilo pasado de moda de la escuela. Atravesando una de lasavenidas, otra casa de principios de siglo ha sido convertida en agencia funeraria;pero también dan a la plaza tres modernos edificios de apartamentos, con grandesventanales, como si alrededor de la plaza se resumiera y mostrara la desordenadamezcla de épocas y estilos que caracteriza a la ciudad.

Siguiendo por una de las estrechas calles laterales las rejas de la escuela, laarquitectura se unifica en una serie de casas de principios de siglo que determinan elambiente de la colonia, detenido sobre un tiempo muerto, ajeno a los movimientos dela ciudad. El rumor de la fuente ha quedado atrás, un frágil silencio se extiendesobre la calle, flota entre la larga hilera de ventanas semejantes de las casas.

Esa calle tranquila en la que se muestra la paz del domingo sobre la mudapresencia de las casas, es atravesada por otra muy semejante pero en la que unadoble hilera de truenos de copa redonda forman una especie de arco bajo el quecorre la calle. El viento agita levemente las ramas de los truenos, que casi tocan lafachada de un edificio de tres pesos, de ladrillos rojos, con ventanas inglesas cuyosmarcos de Madera están pintados de verde. La cercanía establece una relacióndirecta entre los truenos y la fachada del edificio, de manera que los árboles,ocultándola en gran parte, la separan de la calle. El edificio está como Escondidotras una mampara de árboles. En las ramas de uno de los truenos que rodean el

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Delgado arco de un farol, frente a una de las ventanas en el centro del tercer piso,hay un nido en el que, gris y redonda, está echada con el pico oculto en el pecho unatórtola. Es una presencia arbitraria y extrañamente tierna. El viento que mueve deun lado a otro las ramas del árbol hace que el nido se balanceé con ellas ante laindiferencia de la tórtola, segura en su sitio, convertida en un cálido, suave, informeconjuto de plumas grises, sin principio ni fin.De pronto, en el segundo piso, una de las ventanas se abre de golpe, impulsada porel viento. Una mujer vieja, desmelenada, se asoma, saca los brazos para agarrar almismo tiempo las dos hojas de la ventana y vuelve a cerrar.El viento sigue agitando las ramas de los truenos. El nido se balancea casiviolentamente.Detrás de las ventanas sin cortinas que las ramas del árbol en el que se encuentra elnido casi toca, Andrés lee el periódico sentado en el piso, rodeado de periódicosesparcidos descuidadamente sobre la alfombra gris. El cuarto en el que se halla casino tiene muebles pero da la sensación de una profunda y cerrada intimidad. Andréses Delgado, no tiene más de treinta y cinco años, su aspecto es agradable porimpersonal. Absorto en la lectura, está vestido con un suéter oscuro y un pantalónde pana. Frente a él, en una estrecha cama de soltero con las mantas en desorden,duerme totalmente desnuda, dejando ver con un hermoso descuido su cuerpo en elque nadie repara, Alma.Andrés, vestido de traje, con corbata, abre la puerta del departamento, sale al pasilloy baja por la escalera.

* * *

El gato está echado en la esterilla colocada frente a la puerta del departamento delsegundo piso. Al pasar frente a él, Andrés se detiene un breve instante a mirarlo.Andrés: adiós.El gato levanta hacia él sus redondos ojos amarillos.Andrés sigue bajando.

GARCÍA PONCE, Juan. “El gato” (fragmento) en Novelas breves, México: Alfaguara,1997, pp. 537-539

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De Mar de fondo

Francisco Hernández (1946)

VIII

La primera mujer que recorrió mi cuerpo tenía labios de maga: Labios verdes yazules, con sabor a fruto silvestre, con señales indescifrables como la miel o el aire. Muchas veces incendió mis cabellos con siete granos y siete aguas con ensalmosque sonaban las campanillas de barro, con nubes de copal, que se mezclaban alembrión que recorría mi frente coronada por ramos de albahaca. Toda la noche ardía la pócima bajo mi cama. Al día siguiente, un niño nacido después de mellizos la arrojaba al río, deespaldas, para no ver el sitio donde caía ni el vuelo repentino de los zopilotes. Entre tanto, mi madre me contaba lo que colmillo blanco no sabia de la nieve yel recuerdo del mar era un espejismo bajo las sábanas.

Página en tu nombre

Tu nombre se puede morder como manzana.Huele a mango de Manila y a naranja china.Me deja la lengua morada al igual que el chagalapoliny la escobilla.Lo trituro y respiro hierbabuena.Al separarlo estalla una granada.Crece a la altura de la flor de caña, es la enredaderaque sube por la cerca o se extiende a ras de patio,perseguidor de coralillos, sandías y verdolagas.Si lo agito, escucho el agua que lo llena.Si se lo doy al loco de la casa, volará a la puntadel cerro y lo hará flauta.Para librarme de la oscuridad lo conservo en un frasco.Con la luz que despide se ilumina esta página.

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Última voluntad

Cuando yo muera,ponte un vestido blancoy enciende una candelafrente a un ramo de nubes.Con el vestido blanco,haz la espuma de un ríoque llegue hasta mi infancia.Con el ramo de nubes,dibuja otra Vía Láctea.Con la luz de la vela,quema estas palabras.

Hasta que el verso quede

Quitar la carne, toda,hasta que el verso quedecon la sonora oscuridad del hueso.y al hueso desbaratarlo, pulirlo, aguzarlohasta que se convierta en una aguja tan fina,que atraviese la lengua sin dolenciaaunque la sangre obstruya la garganta.

(Sin título)

músculos piel tejidos mineralesuñas dientes orín respiracionessístole semen glándulas membranasvenas pelos cartílagos falanges

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nervios vulva córneas incisivosbilis rótulas vértebras lunarespezón esmalte clímax estertoresnalgas llanto vejez deformidades

prepucio pus abdomen infusoriosciego trapecio esfinter hematomasbálano sien axilas estornudos

arrugas linfa tórax pestilenciaspubis calor costados nacimientoscanto rubores sombras osamentas

HERNÁNDEZ, Francisco. El infierno es un decir. Antología personal. México: CNCA, 1993; 115 pp.

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Un ejercicio de literatura comparada

El verso: un ir haciaquién sabe qué,por la vía de un trenque no existe.

Escribo un verso:me pierdo de vistaen la vía.

El verso viene del futuroa fundar su vía: trae un yoque no tenía el gusto de conocer.

¿El verso sabrá lo que irádiciendo o nomás dicelo que diceal decirlo?

Raúl Bañuelos en Junturas, México: El Hoyo 1996, pág.4

¿Qué dice lo que dice?¿qué desde mí y en mí dice lo que dice?¿qué dice lo que digo que dice lo que dice?¿qué de lo que dice lo que digo que dice lo que dicese está oyendo?

Ricardo Yáñez

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Octavio Paz

Los hombres no son nombresNo dicen lo que dicenYo he de decir lo que no dicenYo he de decir lo que dicenPiedra sangre espermaIra ciudad relojesPánico risa pánicoYo he de decir lo que no dicenPromiscuidad del hombreEl mal sin nombreEl nombre de los malesYo he de decir lo que dicenEl sagrario del cuerpo El arca del espíritu

Octavio Paz (fragmento de "Entrada en materia" en Salamandra, México 1963)

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El gusto en Cuadernos contra el ángel de Efraín Bartolomé (1950)

1. Soplo este polvo estéril esta hojarasca esta ceniza sucia2. Como quien escupe una brasa un alacrán un trago de vitriolo3. Soy un lamento lamido por el mal4. Soy la guanábana goteando en la boca reseca de la Sed5. Vuela en el espejismo de la tarde una ligera sal6. Un aliento marino me atrofia la garganta7. Por mis manos escupe la poesía su espumaje negro8. Un aliento marino me levanta9. Un aguardiente ronco me rasga la garganta10. Cruje revienta derrama sus rotas letras turbias tibias amargas11. Trago de vinagre12. Rumio trozos de carne como espesas palabras13. dulcísimas (las flamas)14. el ebrio fruto de mi corazón15. que envenena la sangre y nunca cesa16. de un tenso blues amargo17. de colmillos de sal y duro fuego18. una historia de sal19. Desde los ojos dulces con que miro las fiestas de los otros20. De mi lengua sin luz germinaron los dioses21. La noche está en tu boca. En tu saliva habita la tiniebla22. La noche escupe un rayo con su boca de sombra23. El polvo tu lengua canta para una generación de sordos24. Tu lengua es polvo25. Con mi saliva y mi dormido polvo me hago a mí mismo26. De tu boca saldrá sólo ceniza27. Compartiré contigo esta ración de infierno28. El filo de mi espada beberá en tu garganta29. Entre sueños goteaba su sal fina30. El viento mecía aromas de manzana31. con un turbio tropel de sal y espuma32. Me dio a beber su vino33. deja en mi olfato púas de azúcar imposible34. Este engranaje negro que tritura mi corazón frutal35. Esa cáscara en trozos que navega iluminando el aluvión

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36. lleva en su boca el gusto de una naranja intensa37. En las densas entrañas de la noche sudoroso sediento38. la lengua pez boqueando sobre una ardiente arena39. sediento (despierto)40. o un hermano mayor con la mirada dulce41. Hasta escupir la fiebre42. Mis ojos fueron nido de su veneno negro43. como canción amarga44. Cuerpos de sal Agua de tiempo45. Sal46. Las palabras de Job queman mi lengua47. A los que intentan sonreír llevando entre los dientes un corazón humano

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Escribo este desorden

Efraín Bartolomé

Soplo este polvo estéril esta hojarasca esta ceniza suciacomo quien escupe una brasa un alacrán un trago de vitriolo

Los hombres pasan movidos por el viento de la preocupaciónPasa un largo silencioPasa un dolor como un recuerdo oscuroPasan las palabras iluminando la noche dolorosamenteAbro este verso para que entre por él todo el aire nocturnoPara que entre por él la palabra que no se ha dicho aún la bienvenidaLa palabra de seda neblinosa y calienteque un día atravesara un territorio hostil de ademanes y ruidos y palabras ajenasy unió tu mano con tu pielmis labios con tu cuello

Bienvenida la palabra que no se ha dicho aún:la tenue lluvia cálida

que comienza a caer aquí:

Bartolomé, Efraín. Cuadernos contra el ángel. México: Universidad Autónoma deQuerétaro, 1987, pág. 10

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Incurable(fragmento)

David Huerta (1947)

Un papel, un demonio sólo yo a deshoras,escribiendo -mi boca sucede como un difícil númeroEn la neutra orilla de la noche los ídolos y las pasiones hanpintado la caudalosa ventanacon un solo color que no percibe el ojo deshojado.Por la sangre vienen las cantidades ínfimas del infinito,las variadas anécdotas de la muerte.Vienen las cantidades de la memoria. Pero ya no he de recordar un solo instantede los que existípara poder pagar el diezmo.Está mi vida situada en la confluencia de tantos cuerpos, he padecido tanto y másaún siempre,por cuanto tiempo. Pero no es hora de lamentarse. Ídolos y pasiones se siembranen mi boca.Y para conjurarlos he debido escribir todo esto. Con mi sola vida, mi difícil pasión,la única,he de sobrevivir con la forma de mi cuerpo, con los accidentes de mi memoria,con la inextinguible cantidad de mis escrituras,con el amor al lado de la muerte, con mis ideas y con el ávido alimento que de míme protege.

HUERTA, David. Incurable. México, Ed. Era 1987 págs. 258-259

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Arte poética

Pedro Ángel Palou

Le habían dicho bien: en Barcelona aún puedes encontrar los libros que deseas.Buscó durante años la edición anotada del Ars poética de Horacio. Sólo existen doscopias fechadas en Frankfurt en 1675. El Barrio Gótico lo embrujó de inmediato, ycuando ya habían pasado dos horas de haber franqueado una de las callejuelas quelo separan de Las Ramblas seguía admirando la arquitectura, con el cuello dobladohacia atrás y sin preocuparse por la dirección que le dieron. Una nube veloz lodistrajo de su area de contemplación y vino a encontrarse con el nombre que era suúnica referencia: «De Bosch, Librero». El número coincidía también con el apuntadoen su libreta de flores: 42. La casa donde se alojaba la librería era, como todo elbarrio, alta, gris y espigada, y sus remates puntiagudos hablaban con Dios.Un farol que se antojaba inservible pendía junto a la puerta de Madera. Antes detocar quiso asomarse por el poco espacio que dejaba el visillo Viejo, pero la oscuridadinterior no le permitía ver nada. Apretó el timbre y esperó. Un hombre que esperano es sólo un hombre que espera, pero él había aguardado tanto tiempo que no seimpacientó. Alguien tendría que abrir tarde o temprano. Al cabo de diez minutos unaluz en el interior iluminó el húmedo callejón. Al abrirse la puerta – al fin – un hombre diminuto –»No mide más de uno veinte»,pensó – y viejo, se presentó permitiéndole pasar: -De Bosch , ¿en qué puedo serleútil? –y extendió una mano huesuda y pálida, ultratúmbica.Explicó el propósito de su viaje y quién le había referido, en Madrid, la dirección dela librería. -Sí, conozco a Adolfo hace tiempo. Pasemos arriba.Mientras subía la también diminuta escalera de caracol pudo observar –la poca luzen la habitación lo hacía casi imposible – las altas estanterías de madera repletas devolúmenes antiguos. Le hubiera gustado enormemente detenerse con su linterna –siempre la llevaba a mano – y escrutar esos lomos por los que salivaba más aprisa.Siguió a De Bosch, que parecía adivinarle el pensamiento: -No se preocupe por loslibros de abajo. Son solo volúmenes, formas geométricas. Aquí está el verdaderoarsenal. Je –su risa aguda retumbó en el techo bajísimo, apenas a la medida dellibrero. Abrió una puerta también pequeña y se sentaron en un sofa raído apartandoalgunos papeles revueltos. Le ofreció un café que le calentó por un momento elcuerpo. El cuarto no era estrecho, pero nada cabía. Los libros habían invadido todoel espacio. –Puede verlos, aunque no están en venta – le dijo, señalándolos.

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Deambuló contemplando maravillas que hacía años no despertaban su maniáticaenvidia de coleccionista. Los buenos libreros están ya casi extintos. En su piso deMadrid tenía algunas joyas, nunca más de cien. Aquí había miles. Escogió tres: unaedición príncipe de la Philosophia reformata de Johan Daniel Mylius, un Atlasincunable con miniatures y mapas producidos por copistas excelsos y una Historiade la peste de Atenas de Tucídides editada en Ratisbona. El escritorio estaba vacíoy ahí pudo hojearlos con calma. Los tocaba con severidad pero dulcemente, como sisus páginas fueran las piernas frágiles de una bailarina. Dijo un precio:-No. No vendo nada de este cuarto, son mis reliquias. Es un sagrario. En realidad solo se moría por el libro de Mylius y repitió el precio pero solo por esevolumen. De Bosch aceptó, ofreciéndole otra taza de café. Un buen librero dejaver, se pone a distancia y tiene el suficiente ojo para encontrar el talon de Aquiles decada coleccionista. Supo que De Bosh no tenía el Horacio y le preguntó por él,resignado.-Lo tuve. No quería olvidarlo, perderlo, deshacerme de él. Era bellísimo. Cuando lopuse en mis manos lloré manchando la primera hoja. Pero un librero sabe que todotiene precio.-¿Dónde está? ¿Quién lo tiene? - Ella nunca soltará ese libro-¿Ella?- Jerónima Viladevall De Bosch le dio un número cuando se despedían. Es ahí mismo –señaló. A solo trescalles.Cuando se alejaba le gritó algo desde la ventana: inaudible.No supo si lo oyó reir. Era noche y la humedad lo calaba; llevaba el libro de Myliuscomo un bebé entre los brazos. Cuando al fin dio con la casa eran las once. No leimportó la hora. Tocó dos veces seguidas, desesperado. Jerónima Viladevall le abrióasombrada por la visita.Volvió a explicar la historia y le habló de De Bosh. Le iba a cerrar la puerta en lasnarices cuando vio el bulto en los brazos. Nada aguijonea tanto a un coleccionistacomo una forma envuelta, el misterio oculto de otro coleccionista.No sin recelo lo dejó pasar advirtiéndole que no conseguiría el libro. Jernónima eramás bien fea, hosca y hombruna. Pero él se dio cuenta de que si quería obtener suHoracio la única salida sería enamorarla. Hablaron de libros –lo único que tenían encomún – y se despidieron unas horas después, quedándose de ver al día siguiente.Ella le enseñaría el Ars poetica. -No te olvides de traer el Mylius – se despidió ella desde la puerta. La ciudad, aúnmás fría, no se apiadaba de él.

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Antes de ir a su encuentro con Jerónima compró flores y volvió a envolver suPhilosophia reformata. Le quedaba media hora para verla, la media hora máslarga de su vida. Ella estaba vestida de seda roja –su única provocación visible - ysin tacones. Le dio las flores percatándose de que no llevaba brasier. Sirvió dosvasos de whisky ; le tendió el suyo sentándose a su lado. Estuvieron viendo elMylius. Él aventuraba uno que otro roce furtivo que comenzaba a excitarlo. Estabadispuesto a todo con tal de conseguir su ansiado ejemplar. Matar, hacer el amo,cualquier cosa. Ella se mostraba codiciosa también: un sudor helado cubría susaxilas excitadas de coleccionista. Él no lo notaba; estaba preocupado por otrascosas. Quería su libro. Iba a conseguirlo. Se atrevió a pedirle que se lo enseñara.Ella fue a la caja fuerte y la abrió con la precision del experto. Cuando lo tuvo entrelas manos sintió un escalofrío recorriéndolo, un placer enorme: quizá el más grandede su vida.Tenía que darse prisa. Lo puso a un lado, hojéandolo apenas para ver la mancha dela lágrima de De Bosch. Se acercó a Jerónima sintiendo la navaja en el bolsillo. Eracapaz, por qué no. Luego regresaría a Madrid. Sería difícil saber de su paso por lacasa de la Viladevall. Ella se dejó abrazar, tocar, sentir. Fue desvistiéndola mientrasse desnudaba. No se quitó el pantalón. Sentía aún el frío del acero en el bolsillo. Ellarespondió a sus besos, lo acariciaba, gemía. Dieronvuelta, abrazados, en el sofá.Ella quedó debajo, aplastando su libro. Reunía coraje para el momento decisivo,final. Estaba besándola cuando sintió el filo del metal hundiéndose en su piel como enmantequilla. Apenas un Segundo. No pudo ver la mano de Jerónima empuñando elabrecartas. Ela lo apartó, hastiada, y fue a guardar los libros en la caja fuerte. Sevistió de prisa, pensando qué iba a hacer con el cadáver.

PALOU, Pedro Ángel, Los placeres del dolor, México: Nueva imagen, 2002, pp.78-83

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Índice

Presentación ........................................................................................................... 3Reseña. La literatura mexicana del siglo XX ......................................................... 5

Alfonso Reyes (1889- 1959)La cena .................................................................................................................. 7

Ramón López Velarde (1888-1921)Suave patria .......................................................................................................... 13Hormigas ............................................................................................................... 16MANIFIESTO ESTRIDENTISTA. Número 1* ................................................. 17MANIFIESTO CRACK ...................................................................................... 24Aspectos a considerar en el análisis del texto poético* ....................................... 28

Manuel Maples Arce (1898- 1981)Prisma ................................................................................................................... 29

Genaro Estrada (1887- 1937)Crucero ................................................................................................................. 31

Jorge Cuesta (1903-1942)Canto a un dios mineral ........................................................................................ 37

Efraín Huerta (1914-1982)La muchacha ebria ............................................................................................... 41

Octavio Paz (1914-1998)Cabeza de Ángel ................................................................................................... 43Carlos Fuentes (1928)Monólogo de la viajera .................................................................................... 46

Salvador Elizondo (1932)Presente de infinitivo .......................................................................................... 58Sabiduria Creadora ............................................................................................... 60

Alí Chumacero (1918)Poema de amorosa raíz ........................................................................................ 61

Eraclio Zepeda (1937)Los trabajos de la ballena ................................................................................. 62

Óscar de la BorbollaLos locos somos otro cosmos ............................................................................. 66

Guillermo Samperio (1948)Tiempo libre ......................................................................................................... 68

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Juan García Ponce (1932-2003 )El gato ................................................................................................................. 69

Francisco Hernández (1946)De Mar de fondo ................................................................................................ 71Página en tu nombre ............................................................................................. 71Última voluntad ..................................................................................................... 72Hasta que el verso quede ..................................................................................... 72(Sin título)........................................................................................................72Un ejercicio de literatura comparada .............................................................. 74Octavio Paz .......................................................................................................... 75

Efraín Bartolomé (1950)El gusto en Cuadernos contra el ángel ............................................................ 76Escribo este desorden ........................................................................................... 78

David Huerta (1947)Incurable ............................................................................................................... 79

Pedro Ángel PalouArte poética ......................................................................................................... 80

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Seminario de Literatura mexicana siglo XX;antología inédita que para la asignatura homónimaelaboró Silvia Quezada. VIII semestre de lalicenciatura en Letras hispánicas del Departamentode Letras de la Universidad de Guadalajara.