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pdfcrowd.com Almacén de clásicas Inicio Latín 4º E.S.O. Latín I Latín II Actividades Juegos Imágenes Biblioteca Documentales Películas Índice de entradas LA ERUPCIÓN DEL VESUBIO: EL TESTIMONIO DE UN POMPEYANO (Cartas de Plinio el Joven a su amigo el historiador Tácito) La terrible erupción del Vesubio que el 29 de agosto del año 79 d.c. sepultó a Pompeya, a Herculano y a otras poblaciones de la Campania fue presenciada desde lejos, en la población que se elevaba en el promontorio Miseno, una de las puntas del golfo de Nápoles, por Plinio el Joven, que entonces contaba con dieciocho años. Su tío y padre adoptivo, el naturalista Plinio el Viejo, mandaba la flota romana estacionada en Miseno, y en cuanto advirtió la catástrofe se encaminó a las proximidades del volcán, lo que le costó la vida. Su sobrino se quedó con su madre en Miseno, población que también sufrió de las consecuencias de la erupción y de los terremotos, pero se retiraron al campo en los momentos de mayor peligro. Más tarde Plinio, en dos cartas, explicará a su amigo el historiador Tácito sus impresiones sobre aquel terrible acontecimiento. Si quieres leer en latín estas dos cartas de Plinio a Tácito en las que habla de esta catástrofe, las tienes aquí: Epistulae VI, 16 y Epistulae VI, 20 . Epistulae VI, 16 "Cayo Plinio a Tácito, salud Me pides que te describa la muerte de mi tío a fin de que más verazmente se transmita a la posteridad. te lo agradezco porque estoy convencido de que, si tú conmemoraras su muerte, alcanzará gloria inmortal. Porque, aunque haya perecido en la destrucción de una de las tierras más bellas, con tantos pueblos y ciudades, y aunque aquel inolvidable acontecimiento le asegure una vida inmortal y aunque él mismo haya dejado obras permanentes, la eternidad de tus escritos le añadirá eternidad. Considero felices a los que, por gracia de los dioses, les es dado hacer cosas dignas de ser escritas o escribir cosas dignas de ser leídas, pero felicísimos considero a los que cupo hacer ambas cosas. Mi tío se contará en el número de estos, tanto por sus libros como por los tuyos. Y así gustosamente me pongo a hacer lo que de mí solicitas. Estaba en Miseno y mandaba personalmente la escuadra. El noveno día antes de las Kalendas de septiembre (24 de agosto), casi a hora séptima, mi madre le indicó la aparición de una nube de inusitadas grandeza y forma. Había tomado el sol y se había lavado con agua fresca y luego había comido un poco, y echado, estudiaba. Se calzó las sandalias y subió a un sitio desde donde se podía contemplar mejor aquel portento. Aparecía una nube y los que la miraban desde lejos no sabían desde que montaña salía, pero después se supo que se trataba del Vesubio. La nube tenía un aspecto y una forma que recordaba a un pino, más que a ningún otro árbol, porque se elevaba como si se tratara de un tronco muy largo y se diversificaba en ramas. Creo que ello se debía a que, al debilitarse la corriente que en un principio la impulsaba, la nube, sin esta fuerza impulsora o debido a su propio peso, se desvanecía a lo ancho y tan pronto era blanca como sucia y manchada, según llevara tierra o ceniza. Como hombre muy sabio, le pareció que aquel portento debía ser visto desde más cerca. Hizo preparar una nave libúrnica y me permitió ir con él, si quería, y le contesté que prefería quedarme trabajando, pues me había encargado que le escribiera ciertas cosas. Cuando salía de casa recibió un mensaje de Rectina, la mujer de Tasco, la cual le rogaba que le sacara de aquel trance, pues estaba atemorizada por el inminente peligro, ya que su villa estaba precisamente debajo de la montaña y sólo le era dado huir con navíos. Cambió de opinión y se afanó en llevar a término lo que había empezado con intención de estudio. Se embarca en cuatirremes con la intención de prestar auxilio no sólo a Rectina sino a muchos, porque aquel litoral era tan agradable que era muy frecuentado. Directamente se dirige ahí donde los demás huían, mantiene el timón en dirección al peligro, y tan ajeno al miedo que tomaba nota de los movimientos de aquella calamidad y de cuanto se ofrecía ante sus ojos. Cuanto más se aproximaba, la ceniza caía en las naves cada vez más caliente y más densa, y también pedruscos y piedras ennegrecidas quemadas y rajadas por el fuego, al paso que el mar se abría como un vado y las playas se veían obstucalizadas por los cascotes. Estuvo a punto de volver atrás, pero dijo al piloto, que se lo aconsejaba: "La fortuna favorece a los fuertes. dirígete a la casa de Pomponiano". Pomponiano vivía en Estabia, y la mitad del golfo lo separaba de nosotros, porque ahí el mar se interna a causa de una curva del litoral. aunque por aquella parte el peligro no era tan inminente, por el momento, llevó sus enseres a las naves, dispuesto a escapar si amainaba el viento contrario. Este viento fue favorable a mi tío, que llegó, lo abrazó tembloroso y lo consoló y animó, con la intención de apartar su temor con serenidad. ordenó que se le presentara el baño, y después se dirigió a la mesa, donde cenó alegremente o, lo que todavía es más digno de admiración, fingiendo estar alegre. Mientras tanto en el Vesubio relucían, en diversos lugares, anchísimas llamas y elevados incendios, cuyo fulgor y cuya claridad se destacaban en las tinieblas de la noche. Mi tío, para excusar el miedo, decía que se trataba de hogueras hechas por campesinos fugitivos o villas abandonadas que ardían. Entonces se fue a dormir y en verdad que durmió con un sueño profundo, pues sus ronquidos eran oídos por los que estaban de guardia en la puerta. Pero el patio por el que se llegaba a la habitación empezó a llenarse de tal modo de ceniza y de pedruscos que si hubiesen permanecido ahí, no hubieran podido salir. Se despertó y se reunió con Pomponiano y los Exposición Lectura recomendada Buscar Buscar en este blog Calendario Escolar 2013-2014 Calendario histórico del mundo clásico Calendario de fiestas romanas Calendarios y agendas MMDCCLXVII a.u.c. 7/27: ante diem sextum Kalendas Augustas: Ludi Victoriae Caesaris [+/-] Archivos [+/-] Etiquetas DICCIONARIO LATÍN ONLINE CONJUGADOR DE VERBOS Recursos para traducir

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    LA ERUPCIN DEL VESUBIO: EL TESTIMONIO DE UN POMPEYANO(Cartas de Plinio el Joven a su amigo el historiador Tcito)

    La terrible erupcin del Vesubio que el 29 de agosto del ao 79 d.c. sepult aPompeya, a Herculano y a otras poblaciones de la Campania fue presenciadadesde lejos, en la poblacin que se elevaba en el promontorio Miseno, una de laspuntas del golfo de Npoles, por Plinio el Joven, que entonces contaba condieciocho aos.

    Su to y padre adoptivo, el naturalista Plinio el Viejo, mandaba la flota romanaestacionada en Miseno, y en cuanto advirti la catstrofe se encamin a lasproximidades del volcn, lo que le cost la vida. Su sobrino se qued con sumadre en Miseno, poblacin que tambin sufri de las consecuencias de laerupcin y de los terremotos, pero se retiraron al campo en los momentos demayor peligro. Ms tarde Plinio, en dos cartas, explicar a su amigo el historiadorTcito sus impresiones sobre aquel terrible acontecimiento.

    Si quieres leer en latn estas dos cartas de Plinio a Tcito en las que habla de estacatstrofe, las tienes aqu: Epistulae VI, 16 y Epistulae VI, 20.

    Epistulae VI, 16

    "Cayo Plinio a Tcito, saludMe pides que te describa la muerte de mi to a fin de que ms verazmente se transmita a la posteridad. te loagradezco porque estoy convencido de que, si t conmemoraras su muerte, alcanzar gloria inmortal. Porque,aunque haya perecido en la destruccin de una de las tierras ms bellas, con tantos pueblos y ciudades, y aunqueaquel inolvidable acontecimiento le asegure una vida inmortal y aunque l mismo haya dejado obras permanentes, laeternidad de tus escritos le aadir eternidad. Considero felices a los que, por gracia de los dioses, les es dado hacercosas dignas de ser escritas o escribir cosas dignas de ser ledas, pero felicsimos considero a los que cupo hacerambas cosas. Mi to se contar en el nmero de estos, tanto por sus libros como por los tuyos. Y as gustosamenteme pongo a hacer lo que de m solicitas. Estaba en Miseno y mandaba personalmente la escuadra. El noveno daantes de las Kalendas de septiembre (24 de agosto), casi a hora sptima, mi madre le indic la aparicin de una nubede inusitadas grandeza y forma. Haba tomado el sol y se haba lavado con agua fresca y luego haba comido unpoco, y echado, estudiaba. Se calz las sandalias y subi a un sitio desde donde se poda contemplar mejor aquelportento. Apareca una nube y los que la miraban desde lejos no saban desde que montaa sala, pero despus sesupo que se trataba del Vesubio. La nube tena un aspecto y una forma que recordaba a un pino, ms que a ningnotro rbol, porque se elevaba como si se tratara de un tronco muy largo y se diversificaba en ramas. Creo que ellose deba a que, al debilitarse la corriente que en un principio la impulsaba, la nube, sin esta fuerza impulsora o debidoa su propio peso, se desvaneca a lo ancho y tan pronto era blanca como sucia y manchada, segn llevara tierra oceniza. Como hombre muy sabio, le pareci que aquel portento deba ser visto desde ms cerca. Hizo preparar unanave librnica y me permiti ir con l, si quera, y le contest que prefera quedarme trabajando, pues me habaencargado que le escribiera ciertas cosas. Cuando sala de casa recibi un mensaje de Rectina, la mujer de Tasco, lacual le rogaba que le sacara de aquel trance, pues estaba atemorizada por el inminente peligro, ya que su villa estabaprecisamente debajo de la montaa y slo le era dado huir con navos. Cambi de opinin y se afan en llevar atrmino lo que haba empezado con intencin de estudio. Se embarca en cuatirremes con la intencin de prestarauxilio no slo a Rectina sino a muchos, porque aquel litoral era tan agradable que era muy frecuentado.Directamente se dirige ah donde los dems huan, mantiene el timn en direccin al peligro, y tan ajeno al miedo quetomaba nota de los movimientos de aquella calamidad y de cuanto se ofreca ante sus ojos. Cuanto ms seaproximaba, la ceniza caa en las naves cada vez ms caliente y ms densa, y tambin pedruscos y piedrasennegrecidas quemadas y rajadas por el fuego, al paso que el mar se abra como un vado y las playas se veanobstucalizadas por los cascotes. Estuvo a punto de volver atrs, pero dijo al piloto, que se lo aconsejaba:

    "La fortuna favorece a los fuertes. dirgete a la casa de Pomponiano".

    Pomponiano viva en Estabia, y la mitad del golfo lo separaba de nosotros, porque ah el mar se interna a causa deuna curva del litoral. aunque por aquella parte el peligro no era tan inminente, por el momento, llev sus enseres a lasnaves, dispuesto a escapar si amainaba el viento contrario. Este viento fue favorable a mi to, que lleg, lo abraztembloroso y lo consol y anim, con la intencin de apartar su temor con serenidad. orden que se le presentara elbao, y despus se dirigi a la mesa, donde cen alegremente o, lo que todava es ms digno de admiracin,fingiendo estar alegre. Mientras tanto en el Vesubio relucan, en diversos lugares, anchsimas llamas y elevadosincendios, cuyo fulgor y cuya claridad se destacaban en las tinieblas de la noche. Mi to, para excusar el miedo,deca que se trataba de hogueras hechas por campesinos fugitivos o villas abandonadas que ardan. Entonces se fuea dormir y en verdad que durmi con un sueo profundo, pues sus ronquidos eran odos por los que estaban deguardia en la puerta. Pero el patio por el que se llegaba a la habitacin empez a llenarse de tal modo de ceniza y depedruscos que si hubiesen permanecido ah, no hubieran podido salir. Se despert y se reuni con Pomponiano y los

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    dems que haban estado velando. Deliberaron si se quedaran bajo cubiertoo si saldran al raso, ya que el edificiovacilaba debido a frecuentes y largos temblores y pareca que sus cimientos se corran de un lado para otro. Noobstante, si salan a la intemperie, eran de temer las lluvias de pedruscos, aunque ms soportables. Cotejados ambospeligros, se opt por la segunda solucin: en mi to ello constituy el triunfo de la razn sobre la razn, en losdems, el miedo sobre el miedo. Se pusieron almohadas en la cabeza, sujetas con trapos, nica proteccin contra loque caa. En otras partes haba amanecido ya; all segua una noche ms negra y ms densa que todas las noches,slo rota por antorchas y luces variadas.

    Pareci oportuno ir a la playa y ver que posibilidades existan en el mar, que estaba desierto y adverso. All se echsobre un lienzo y pidi agua fresca, y la bebi dos veces. A l le despert y a los dems les hizo huir el olor delazufre, precursos de las llamas y estas llegaron luego. Se levant apoyndose en dos siervos, pero cay en seguidadebido, a lo que creo, a que el vaho caliginoso le tap la respiracin y le cerr el estmago, que tena muy delicado ypropenso al vmito. Cuando nuevamente se hizo de da -y era el tecero desde que haba dejado de ver- su cuerpo fuehallado intacto y tal como iba vestido; pero ms tena el aspecto de dormir que de estar muerto. Acabo, pues,aadiendo nicamente que te lo he contado tal como lo vi, o tal como o relatar inmediatamente despus desucedido, es decir, cuando el recuerdo era reciente. T escoge lo que ms te convenga, pues no es lo mismoescribir una carta que una historia, ni dirigirse a un amigo que a todos.Ten salud. "

    Epistulae VI, 20.

    "Cayo Plinio a Tcito, saludInducido por la carta que, a instancia tuya, te escrib sobre la muerte de mi to, me dices que deseas saber sobre lostemores por los que pas cuando me qued en Miseno, que es donde interrumpa mi relato. Aunque mi nimo sehorroriza al recordarlo, empezar. As que mi to se hubo marchado me entregu al estudio , pues para esto me habaquedado; luego me ba, cen y dorm con inquietud y poco. Haca muchos das hab sufrido un terremoto no muyalarmante, ya que es algo muy frecuente en Campania. Pero aquella noche fue tan fuerte que pareca que todo msque moverse se vena abajo. Mi madre entr precipitadamente en mi habitacin en el preciso momento que yo salacon intencin de despertarla si dorma. Nos sentamos en la explanada que haba entre los edificios y el mar. No s sipor provocacin o por imprudencia, pues an no tena dieciocho aos, me llev un volumen de Tito Livio, y paradistraerme, me puse a leerlo y a tomar notas, como haba hecho antes. De pronto se acerc un amigo de mi to, querecientemente haba llegado de Espaa para visitarlo, y al vernos ah sentados, y a m que aun estaba leyendo,reproch a mi madre su paciencia y a m mi confianza. No obstante, yo segu ocupado con mi libro.

    Lleg la primera hora del da y no era todava claro. Los edificios de los alrededores estaban tan agrietados que enaquel lugar descubierto y angosto el miedo creca por momentos. Entonces nos pareci oportuno abandonar la villa.La multitud nos segua admirada, pues en los momentos de pnico uno se suele guiar por las decisiones de losdems, y todos empujaban a los fugitivos. Al llegar al campo, nos paramos. Nos sorprendan muchas cosas dignasde admiracin y de temor. Entre otras, ocurra que los vehculos que habamos ordenado que nos precedieran, apesar de estar en un campo llansimo, emprendan diversas direcciones y no era posible mantenerlos quietos.Adems veamos que el mar se recoga en si mismo, como si temiese los temblores de la tierra. La playa se habaensanchado y muchos animales marinos haban quedado en seco sobre la arena. Por otro lado una negra y horriblenube, rasgada por torcidas y vibrantes sacudidas de fuego, se abra en largas grietas de fuego, que semejabanrelmpagos, pero eran mayores.

    Entonces aquel amigo que haba venido de Espaa nos dijo seca y llanamente, a mi madre y a m:

    "Si tu hermano, si tu to, vive todava, quiere que vosotros tambin os salves. Si ha muerto quiso que lesobrevivirais. Por tanto qu esperis para emprender la huida?"

    Le respondimos que no buscaramos nuestra salvacin mientras no supiramos de la suya; y l sin esperar ms sealej del peligro lo ms velozmente que pudo. No tard mucho tiempo en descender aquella nube hasta la tierra ycubrir el mar; ya haba rodeado y escondido a Capri, y, corrindose hacia el Miseno, lo ocultaba. Entonces mi madreme peda, me rogaba y me mandaba que huyese como pudiera, porque siendo yo joven bien lo podra hacer, y ellaapesadumbrada por los aos y el cuerpo, morira tranquila al no ser la causa de mi muerte. yo, por mi parte, no mequera poner a salvo si no era justamente con ella; y asi la cog de la manoy la obligu a ir de prisa, lo que hizoacusndose a s misma de constituir un estrobo para m. Ya caa ceniza, aunque poca, pero al volver el rostro vi quese aproximaba una espesa niebla por detrs de nosotros que, como un torrente, se extenda por tierra.

    "Apartmonos -dije- mientras veamos, a fin de que la multitud no nos atropelle en la calle empedrada cuando venganlas tinieblas"

    Apenas haba dicho esto cuando anocheci, no como en las noches sin luna o nubladas sino con una oscuridad iguala la que se produce en un sitio cerrado en el que no hay luces. All hubieras odo chillidos de mujeres, gritos denios, vocero de hombres: todos buscaban a voces a sus padres, a sus hijos, a sus esposos, los cuales tambin agritos respondan. Unos lamentaban su desgracia, otros la de sus parientes, y haba quienes que por miedo a lamuerte la imprecaban. Muchos eran los que elevaban las manos hacia los dioses, y otros se haban convencido deque los dioses no existen, crean que era la ltima noche del mundo. No faltaban los que con terror falso y fingidoexageraban los peligros reales. Algunos notificaban a los crdulos con falsedad que se haba desmoronado eincendiado el Miseno. Cuando aclar un poco nos pareci que no amaneca sino que el fuego se iba aproximando;pero se detuvo un poco lejos y luego volvieron las tinieblas y otra vez la densa y espesa ceniza. De cuando encuando nos levantbamos para sacudirnos las cenizas, de lo contrario nos hubiera cubierto y ahogado con su peso.Me podra envanecer de no haberme lamentado y no haber proferido ningn grito fuerte en medio de tantos peligros,pero me consolaba, en mi mortalidad, la idea de que todos y todo acababa conmigo.

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    Aquel vaho caliginoso, no obstante, se desvaneci en humo y niebla, y pronto amaneci de veras y hasta luci el sol,aunque algo sombro, como cuando se produce un eclipse. Ante nuestros ojos parpadeantes todo pareca distitnto ycubierto de espesa ceniza, como si fuera nieve. Tras haber curado como pudimos nuestros cuerpos volvimos aMiseno y pasamos una noche angustiosa y terrible entre la esperanza y el miedo.

    Prevaleci el miedo, porque todava duraba el terremoto, y eran muchos los que aadan a las desventuras propias yajenas terrorficos vaticinios. Pero nosotros no determinamos marcharnos, aunque todava estbamos expuestos alpeligro, porque esperbamos noticias de mi to.Ten salud."

    Reportaje de la Historia. Editorial Planeta, SA. Barcelona - Espaa. 1986

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    1 Comentarios:

    Annimo dijo...

    ya se ha descubierto que la traduccin del 24 de agosto como fecha de la erupcin es incorrecta, porque seencontraron cadveres con las vestimentas tpicas de la poca de cosecha, por lo que tuvo que ocurrir enseptiembre-octubre

    27 de abril de 2014, 18:35

    Chersonesus iam nunc ab Ucrainasecederet... Revista Ephemeris,Varsovia, Polonia

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