Afectividad y Fe - Tema 2

8
International Dominican Youth Movement - IDYM Página 1 Podríamos afirmar, sin ser demasiado exagerados, que la afectividad forma parte de la entraña de la vida de las personas. Amar y sentirnos amados son, quizá, las necesidades que más nos preocupan a hombres y mujeres, después de la propia supervivencia, claro está. Cuando nacemos, otros seres humanos, distintos a nosotros, nos toman en sus brazos y nos cuidan. Se preocuparán de alimentarnos, vestirnos y convertirnos en seres autónomos. El ser humano es un ser necesitado, por definición, alguien que no puede subsistir sin este vínculo que lo anuda a otros semejantes. Durante el resto de nuestras vidas viviremos en relación a otros en un movimiento que unas veces buscará el acercamiento y otras la huída. Movimiento que nos aportará grandes alegrías, pero en ocasiones profundas decepciones que nos harán sufrir. Habrá personas con las que no queramos vivir y otras de las que nunca nos queramos separar. Muchos filósofos han insistido en el carácter desajustado de lo humano. Así, como el animal sí está ajustado a la naturaleza y al mundo, el ser humano tiene que ir construyéndose y creándose cada día. Por eso dirá Ortega y Gasset que así como el un tigre siempre será el primer tigre, el hombre no es igual al primer hombre . Decía Sartre que estamos condenados a ser libres, es decir que no podemos no elegir, y las distintas elecciones que hagamos en nuestra vida configurarán quienes somos en cada momento. Por este motivo la reflexión sobre la afectividad nunca estará acabada. De ahí que este asunto tenga mucho que ver con la Responsabilidad y con la ética, ya que no sólo somos responsables de nuestra vida sino de la de aquellos con quienes convivimos. En este artículo vamos a analizar cómo son esos vínculos que vamos forjando a lo largo de nuestra vida y nos preguntaremos qué es lo que la fe nos puede aportar. El evangelio de Jesús quizá tenga que decirnos más de lo que imaginamos sobre este asunto. Podríamos partir de tres ideas que nos servirán de telón de fondo: La primera, que todos los seres humanos andamos buscando la felicidad. Y, como es lógico, no de la misma manera. Para unos esa felicidad tendrá mucho que ver con la salud, la mejora económica, el sentido de la vida o el amor perdido. La segunda, que la felicidad hay que buscarla, hay que ir tras ella. Algunos incluso afirman que se es más dichoso en el camino que conduce al encuentro de los objetivos que el hecho de conseguirlos. Por último que, en no pocos casos, alcanzarla supone pagar un precio no exento de sufrimientos y de duro esfuerzo. Lo que los cristianos identificamos con la cruz.

description

Tema 2

Transcript of Afectividad y Fe - Tema 2

Page 1: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 1

Podríamos afirmar, sin ser demasiado exagerados, que la afectividad forma parte de

la entraña de la vida de las personas. Amar y sentirnos amados son, quizá, las necesidades que más nos preocupan a hombres y mujeres, después de la propia supervivencia, claro está. Cuando nacemos, otros seres humanos, distintos a nosotros, nos toman en sus brazos y nos cuidan. Se preocuparán de alimentarnos, vestirnos y convertirnos en seres autónomos. El ser humano es un ser necesitado, por definición, alguien que no puede subsistir sin este vínculo que lo anuda a otros semejantes. Durante el resto de nuestras vidas viviremos en relación a otros en un movimiento que unas veces buscará el acercamiento y otras la huída. Movimiento que nos aportará grandes alegrías, pero en ocasiones profundas decepciones que nos harán sufrir. Habrá personas con las que no queramos vivir y otras de las que nunca nos queramos separar.

Muchos filósofos han insistido en el carácter desajustado de lo humano. Así, como el animal sí está ajustado a la naturaleza y al mundo, el ser humano tiene que ir construyéndose y creándose cada día. Por eso dirá Ortega y Gasset que así como el un tigre siempre será el primer tigre, el hombre no es igual al primer hombre. Decía Sartre que estamos condenados a ser libres, es decir que no podemos no elegir, y las distintas elecciones que hagamos en nuestra vida configurarán quienes somos en cada momento. Por este motivo la reflexión sobre la afectividad nunca estará acabada. De ahí que este asunto tenga mucho que ver con la Responsabilidad y con la ética, ya que no sólo somos responsables de nuestra vida sino de la de aquellos con quienes convivimos.

En este artículo vamos a analizar cómo son esos vínculos que vamos forjando a lo largo de nuestra vida y nos preguntaremos qué es lo que la fe nos puede aportar. El evangelio de Jesús quizá tenga que decirnos más de lo que imaginamos sobre este asunto.

Podríamos partir de tres ideas que nos servirán de telón de fondo:

La primera, que todos los seres humanos andamos buscando la felicidad. Y, como es lógico, no de la misma manera. Para unos esa felicidad tendrá mucho que ver con la salud, la mejora económica, el sentido de la vida o el amor perdido.

La segunda, que la felicidad hay que buscarla, hay que ir tras ella. Algunos incluso afirman que se es más dichoso en el camino que conduce al encuentro de los objetivos que el hecho de conseguirlos.

Por último que, en no pocos casos, alcanzarla supone pagar un precio no exento de sufrimientos y de duro esfuerzo. Lo que los cristianos identificamos con la cruz.

Page 2: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 2

San Mateo afirma en su evangelio: “Donde está tu corazón, está tu tesoro”(Mt 16,19).

Para la lengua hebrea la palabra corazón tiene un sentido mucho más amplio que en otras tradiciones lingüísticas. Corazón no sería sólo el mundo del afecto o de la pasión, sino que incluiría, además, la memoria, la espiritualidad, el intelecto e incluso la conciencia. El corazón designa, por tanto, la misma personalidad del ser humano, lo más profundo que posee. Y así es como tenemos que interpretar el texto del evangelista.

El evangelio nos invita a hacernos una seria reflexión sobre el lugar en el que colocamos nuestros más profundos intereses, a quién o a qué le damos nuestro corazón, porque no se trata simplemente de qué es lo que nos atrae, sino más bien, a qué o a quienes nos entregamos.

La afectividad, desde esta luz evangélica, tiene mucho que ver con el sentido de pertenencia. Los seres humanos, con las decisiones que vamos tomando en nuestras vidas, acabamos siendo parte de algo o de alguien. De ahí la importancia de decidir adecuadamente. También, en las distintas elecciones, vamos configurando un tipo de corazón u otro, una personalidad propia.

La sociedad actual occidental nos ofrece un amplio abanico de posibilidades para elegir, algo impensable hace tan sólo cincuenta años. Los hombres y mujeres modernos podemos adherirnos a instituciones, opciones políticas y experiencias de muy distinta índole. Del mismo modo, la capacidad de comunicación y de movimiento actual nos permite conocer multitud de lugares y de personas. Pero corremos el riesgo de no arraigarnos a nada, ni a nadie, de no pertenecer a ningún lugar. El concepto de afectividad que estamos manejando aquí nos lleva a hacernos un replanteamiento de esta pertenencia.

Independientemente de lo diversas que sean nuestras experiencias, o de lo llenas que

se encuentren nuestras agendas, los seres humanos tenemos cuatro o cinco lugares de pertenencia básicos en los que ponemos nuestro corazón. Son los pilares sobre los que construimos nuestra vida. Teniendo en cuenta, por supuesto, las diferencias individuales y culturales, esos pilares podrían ser: la familia, las amistades, la pareja, el trabajo, la fe (donde podríamos incluir la vivencia en comunidad y el compromiso con el mundo), y el ocio. Todos estos elementos configurarían lo que podríamos denominar nuestro proyecto de vida.

Si estos pilares son sólidos, si hemos discernido bien la manera de vivirlos, entonces estaremos bien, en otro caso nos encontraremos con dificultades que pondrán en juego nuestra estabilidad emocional y la de los demás. No tener una cierta coherencia con los

Page 3: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 3

diversos aspectos de nuestra vida puede llevarnos a vivir experiencias que sólo nos aporten una felicidad ilusoria, que en ningún caso es la alegría de la que nos habla el evangelio.

A continuación veremos varias competencias básicas extraídas de los actuales estudios sobre inteligencia emocional y de los propios textos evangélicos. Se trata de herramientas que nos ayudarán a discernir en las distintas facetas de nuestra vida. Éstas son: Visión/Sentimiento; Excelencia/Mediocridad; Zona de conforte/ Zona incómoda; Abundancia/ Escasez y Gana-Ganar/ Ganar-perder.

Tenerlas presentes a la hora de caminar nos será de utilidad a la hora plantearnos dónde y cómo gestionamos nuestros afectos.

Buscad ante todo el reinado de Dios y su justicia y lo demás se os dará por añadidura (Mt 6, 33)

Qué es aquello que quiero para mí y para los demás puede ser la pregunta básica que oriente mi vida y mis afectos. Necesitamos un telón de fondo, una guía, una hoja de ruta en la que consultar. Si no tengo claro qué mundo quiero y qué tipo de persona he de ser, difícilmente podré decidir en cada momento lo más adecuado. Todos tenemos proyectos, sueños y metas que queremos conquistar. No es lo mismo trabajar de una manera o de otra, o invertir mi tiempo en unas cosas que en otras. El sermón del monte nos da una serie de pautas sobre lo que significa el reinado de Dios como proyecto para la humanidad. Ser sal y luz en medio de los otros, no murmurar sobre los demás, amar a los enemigos, no hacer del dinero un dios o no devolver el mal recibido son sólo algunas de las claves que conducen a construir el mundo que Dios sueña para todos.

Sin embargo, no siempre es fácil permanecer ahí. Si el mismo Jesucristo fue víctima de las tentaciones del dinero, el poder y la fama, nosotros no vamos a ser menos. Las tentaciones tienen mucho que ver con las sensaciones y con las apetencias. En el trabajo, en la familia y en el resto de facetas de mi vida, los sentimientos a menudo me llevan a desear lo que más me gusta en ese momento, pero no siempre aquello que me conduce a mi visión o a mi proyecto vital.

Lo más significativo de todo esto es que aunque guiarme por la visión sea, en no pocas ocasiones, menos cómodo que hacerlo por lo que siento, la felicidad que me produce es mucho mayor, más duradera. Su fruto es la alegría profunda de la que hablábamos más arriba. Cuántas veces nos hemos arrepentido al dejarnos llevar por lo que sentíamos y no por

Page 4: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 4

lo que estábamos convencidos. Decidir cómo me comporto con los demás, o qué clase de amor voy a dar, comportará muchas veces una renuncia. Una renuncia a la apetencia en pro de algo mayor que quiero construir. El objetivo final al que apuntan mis decisiones forma mi visión con la que la totalidad de mi persona se compromete.

Preguntas: ¿Qué visión de futuro tengo para mi vida?; ¿Cuáles son mis convicciones?; ¿en qué se parecen a lo que Dios quiere?; ¿Cuáles son los sentimientos que al usarlos como guía no me funcionan en mi vida?; ¿Qué hábitos me alejan de mi visión?

Sed pues perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto (Mt 5, 48)

En repetidas ocasiones Jesús provoca a sus interlocutores para pedirles que si su modo de actuar no es éticamente superior al de los fariseos, o incluso al de los paganos, difícilmente podrán vivir el plan de Dios. Se trata de una llamada a la perfección. El corazón del hombre (en el sentido amplio en el que hablábamos más arriba) es capaz de llegar más lejos de lo que sospechamos. Los santos, y los grandes hombres y mujeres de la historia, han sido un ejemplo de ello. El seguimiento de Jesús no es un camino para ser simplemente “buenas personas”, no es una forma de vida para hacer sólo lo correcto o lo que se espera de mi en cada momento. Jesús critica a los fariseos precisamente por eso, por ser extremadamente correctos y cumplidores. El joven rico que se acerca a Jesús buscando la perfección era una buena persona y cumplía con los mandamientos, pero le faltaba algo más que lo separaba de la plenitud.

Podemos vivir una vida normativa, acorde con lo que marcan nuestras pautas sociales, pero en definitiva un tanto mediocre. Somos mediocres cada vez que nos conformamos con una adecuada forma de trabajar o de vivir mis relaciones de pareja. Somos mediocres cada vez que no damos un paso más sabiendo que podría darse. Somos mediocres cada vez que no arriesgamos y nos quedamos con lo convencional.

El psicólogo Lawrence Kohlberg, analizó los niveles de madurez ética dividiéndolos en: pre convencional, convencional y pos convencional, definiendo éste último nivel como el propio de aquéllos que no actúan por convención sino por convicción. Son pos convencionales aquellos que añaden un plus en su manera de vivir y de actuar, aquellos capaces de ir incluso contra las leyes establecidas, si eso supone encontrar un bien mayor. La sociedad posee manuales no escritos de comportamiento que a menudo son invitaciones a comportarnos de un modo vulgar. Desde el evangelio estamos llamados a ser excelentes. No se trata de ser mejores que nadie o de imitar lo que otros hicieron, pero sí de sacar la mejor versión de nosotros mismos. ¡Cuántas cosas nos estamos perdiendo a veces por no dar un paso más en los distintos aspectos de nuestra vida!

Page 5: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 5

Preguntas: ¿En qué aspectos de mi vida estoy siendo mediocre?; ¿Qué metas alcanzaría si me atreviese a ser realmente excelente?; ¿En qué nivel de madurez personal considero que me encuentro?

Entrad por la puerta estrecha; porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué estrecha es la puerta, qué angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que

dan con ella! (Mt 7 13-14)

Todos tenemos en nuestra vida lo que algunos llaman nuestras “zonas de confort”. Se trata de aquellos espacios en los que estamos totalmente cómodos y en los que disfrutamos porque ahí no tenemos que hacer ningún esfuerzo. Nuestro cuerpo y nuestra mente nos lo agradecen. También son zonas de confort aquellas maneras de afrontar el mundo a las que ya estamos acostumbrados gracias al hábito creado. Trabajar de un mismo modo o solucionar nuestros problemas de una forma similar nos ahorra energía y esfuerzo. Hasta aquí no hay ningún problema.

Sin embargo existen otras zonas de confort que pueden ir en nuestra contra. Decidir si nos ponernos a estudiar o no, si madrugamos o permanecemos en la cama o si convendría o no poner a trabajar nuevos talentos, nos incomoda, y mucho. Aunque en muchos momentos tengamos claro el camino que hemos de seguir, los pretextos y las excusas se sucederán para persuadirnos a permanecer en nuestra zona de confort (esto no va a servir para nada, otros lo hacen mejor que yo, lo haré en otro momento, etc.) pero la voz de la conciencia también nos dirá que lo intentemos, que lleguemos más lejos, que no nos conformemos. El evangelio, desde el símil de la puerta estrecha, nos deja claro que lo cómodo no nos llevará a ninguna parte, mientras que la vida se encuentra detrás de lo incómodo. Pero no es incómodo porque hagamos uso de una espiritualidad de sufrimiento por sí mismo, sino porque todo lo que merece la pena cuesta trabajo. No olvidemos que seguimos al Señor Jesús, a quien se le complicaron bastante las cosas por ser fiel al Padre.

Existe un método muy interesante para aprender a tomar buenas decisiones. Se llama el método coste-beneficio. Este método nos enseña que ante una decisión, cualquiera que sea, importante o no, tenemos varios caminos a elegir, por ejemplo, implicarme activamente en mi comunidad de fe o dejarme llevar. El método nos dice que no hay respuesta correcta, sino conveniente o no conveniente, dependiendo de lo que queramos conseguir. Los dos caminos posibles tienen un precio y un beneficio, y nosotros tenemos que discernir uno u otro, no por lo cómodo o incómodo que resulte, sino por los costes y beneficios que para nosotros tenga. Con frecuencia, detrás de todo lo que me resulta incómodo hay un regalo para mí: una superación personal, un beneficio para otros, etc.

Page 6: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 6

De esta manera, mis decisiones no debieran estar condicionadas por la dificultad que éstas acarreen, sino por si me compensa los precios que pago a cambio de los beneficios que obtengo. Cada vez que hacemos este esfuerzo, saliendo de nuestra comodidad, estamos haciendo un estiramiento, es decir, estamos superándonos como persona y estamos haciendo que nuestra zona de confort sea más amplia. El miedo también puede ser un gran tentador de nuestra zona de confort pero ya el gran Nelson Mandela dijo: No es valiente el que no tiene miedo, sino el que sabe conquistarlo. No hace falta explicitar ni los precios que él pagó ni los beneficios que consiguió.

Preguntas: ¿Cuáles son mis zonas de conforte?; ¿Qué beneficios me estoy perdiendo por no saltar a mi zona incómoda?; ¿Qué cosas tendría que empezar a cambiar?

El ojo suministra luz a todo el cuerpo: por tanto, si tus miras son generosas, todo tu cuerpo será luminoso; pero si tus miras son tacañas, todo tu cuerpo

estará tenebroso. Y si tu fuente de luz está a oscuras, ¡qué terrible oscuridad! (Mt 6, 22-23)

Pensemos por un momento en gente conocida que consideremos feliz. Con toda probabilidad habrá llegado a nuestra memoria personas que son generosas con la vida: en el tiempo que dedican a otros, en la implicación ante cualquier asunto o en las diversas actividades de las que participan. Nuestra vida afectiva, es decir, nuestros vínculos con lo que está fuera de nosotros mismos, puede ser estrecha y pobre o puede ser, en cambio, de una gran generosidad.

El himno de la caridad de San Pablo (1ªCor 13, 1-13) es una verdadera catequesis sobre este asunto. Dar sin condiciones y amar sin medidas ruines. El apóstol de Tarso es absolutamente radical al afirmar que si no amamos no somos nada.

Sin embargo muchas veces nuestra vida se limita a unas reducidas relaciones y a un pobre compromiso con el mundo que nos rodea. Nuestro ocio a veces se centra en hacer siempre lo mismo y con frecuencia ponemos la condición de que nos quieran, o que nos reconozcan, antes de donarnos a los demás. El evangelio nos invita a dar el primer paso, a ser los primeros en comprometernos con el mundo sin contar de antemano con la seguridad de que lo dado nos sea devuelto. Dad gratis lo que gratis habéis recibido. Se trata, por tanto, de una actitud, de una manera de encarar la vida. Esta gratuidad nos proporciona una libertad única, porque el amor hacia los demás no está condicionado por nada, sino que es pura donación.

Quizá podamos pensar que esto sólo es posible para grades filántropos o gimnastas de la fe, pero no es más que una cuestión de ponerse manos a la obra. Hacer pequeños gestos de gratuidad nos lleva a querer embarcarnos en otros. Las investigaciones del cerebro

Page 7: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 7

están demostrando que hacer el bien gratuitamente segrega endorfinas que nos hacen sentir bien y, por tanto, nos alientan a volver a hacerlo. Lo más humano no es, por tanto, lo más egoísta, como a veces insinuamos. Es como si Dios nos hubiese programado para hacer el bien. Quizá esta sea la base científica de la profecía evangélica recibiréis el ciento por uno.

El siguiente ejercicio puede ayudarte a cambiar una vida escasa por una más abundante. Pregúntate cuales son los roles que desempeñas en tu vida, como por ejemplo: hijo, hermano, marido, tía, nieta, profesor, lector, cristiano, jugador de fútbol, compañero, comprometido, soñador, orador, amante de la naturaleza, líder, etc. Una vez que tengas toda la lista hecha (no tanto de lo que haces, sino de lo que eres) pregúntate que roles estás descuidando y hazte un plan para que cada semana o cada mes vivas la gran abundancia que eres y dejes atrás la escasez de la que a menudo participas.

Preguntas: ¿Cuáles son los talentos que tengo?; ¿Qué facetas importantes de mi vida estoy descuidando?; ¿Qué ganaría yo, y los demás, si mi vida fuera fuente abundante?

Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de Dios (Mt 5, 20)

Todos los seres humanos somos herederos de los valores y creencias de la cultura en la que nacemos. Se trata de formas de pensar, sentir y actuar que aprendemos con el tiempo y que actúan sobre nosotros casi con la misma fuerza con la que lo hace nuestro código genético. Gran parte de esas creencias son buenas y útiles, y nos permiten vivir y desarrollarnos como seres humanos. Sin embargo, otras muchas no nos funcionan y sus frutos van contra la propia humanidad. Son estas últimas las que necesitamos poner en cuestión, si es que queremos construir un mundo mejor y unas formas de vida más sanas.

En prácticamente todas las tradiciones culturales se impone la falsa creencia de que para ganar, otro ha de perder. Se trata de un pensamiento dicotómico en el que queda excluida una tercera posibilidad: que ganemos todos. Hemos sido educados en la competición y entendemos el mundo en blanco o en negro. La mayor parte de los conflictos humanos se intentan resolver desde esta premisa errónea. Los conflictos amorosos, los problemas entre iguales, las dificultades laborales o las disputas entre naciones consideran que al final siempre habrá un vencedor y un vencido. Hasta las campañas y debates electorales son pensados como un litigio en el que uno gana y otro pierde, cuando se trata de pensar juntos para comprometernos con el bien común. No sería necesario mencionar los sufrimientos que este planteamiento está infligiendo a las parejas que ponen fin a su matrimonio. Los datos de los juzgados de muchos países pueden confirmarlo. Los propios discípulos de Jesús son reprendidos por él porque discutían sobre quienes entre ellos debían ocupar los primeros puestos. Si por algo llamó la atención la predicación de Jesús fue precisamente por tener en

Page 8: Afectividad y Fe - Tema 2

International Dominican Youth Movement - IDYM

Página 8

cuenta a los últimos, algo que chocaba con las creencias fuertemente aprendidas de sus interlocutores.

Frente al esquema de pensamiento basado en el ganar-perder, podemos elegir otro escenario, ganar-ganar. Se trata de optar por un criterio de decisión en el que se contemple la posibilidad de que nadie pierda. Se trata de una opción que muchos pueden calificar de ingenua pero que está dando resultados positivos en muchos ámbitos. La justicia del evangelio no puede estar basada en los mínimos, sino en los máximos. Estamos llamados a conseguir lo mejor, aunque el camino pueda resultar algo penoso. La mediación familiar o la integración de alumnos discapacitados en la escuela son logros basados en esta forma de pensar alternativa.

También hay personas que bajo el esquema ganar-perder entienden que su bondad y generosidad tiene que rebasar ciertos límites. Son personas que no han aprendido a decir que no. Una buena salud mental pasa por no aceptar cargas que sobrepasan sus posibilidades. Al fin y al cabo se trata de que todos ganemos. El asunto es que mi hermano esté bien y yo también.

Preguntas: ¿contemplo en mis decisiones que los demás ganen?; ¿Soy capaz de decir que no cuando tengo que hacerlo?; ¿Cómo podría diseñar un esquema ganar-ganar en mi entorno?

Podemos concluir que la afectividad es la capacidad humana para ligarse a aquellas

realidades y personas de un modo vital. Son los vínculos, no pasajeros, que al establecerlos definirán lo que somos y el tipo de mundo con el que deseamos vivir. Nuestra felicidad o infelicidad, depende en no pocas ocasiones, en la forma y manera en que establecemos estos vínculos. El Sermón del Monte de Mateo comienza, precisamente, con las bienaventuranzas, con un proyecto de vida que nos lleva a la dicha. De nosotros depende recoger este testigo para hacer posible un mundo mejor. Un mundo en el que nosotros y los demás podamos hacer realidad lo que Dios sueña para todos, el reino de Dios. Ahora bien, embarcarnos en este proyecto supone una tarea no exenta de esfuerzo. Pero todo lo que merece la pena tiene un precio.

Antonio Luis Ferreira Siles Psicólogo

Sevilla, España