Post on 20-Apr-2020
1985); Rudolph M. Bell, Holy Anorexia (University oí Chicago Press, 1985); Roger Shattuk,The Forbidden Experiment: The Story of theWild Boy of Aveyron (Farrar, Straus and Giroux, 1980); Roberto Zapperi, L 'uomo incito.L'Uomo, la donna e il potere (Lerici, 1979);Jean-elaude Schmitt, The Holy Greyhound:Guinefort Healer of Children Since the Thirteenthe Century (Cambridge University Press,1983); Robert Darnton, The Great Cat Massacre and Other Episodes of French Cultural History (Basic Books, 1984; Random House/Vintage, 1985); Michel Foucault, Madness andCivilization: A History of lnsanity in the Age ofReason (Randome House/ Vintage, 1973); CarIo Ginzburg, The Night Battles: Witchcraft andAgrarian Cults in the Sixteenth and SeventeenthCenturies (John Hopkins University Press,1984;Penguin, 1985); Y Arlette Farge, Délinquence elCriminalité: Le Vol d'Aliments iiParis au XVIlleSiecle (París: Plon, 1974).
2 Emmanuele Le Roy Ladurie, Montaillou:The Promised Land of Error (Random House/Vintage, 1979).
3 Ver Foucault, L 'ordre du discours (Galli-mard, 1971). .
KrausGcorgc Stcincr
Fragmento del ensayo "Black Danube", enThe New Yorker, julio 21,1986.
E 1 filo de la sátira es local. La eficaciade la sátira depende de la precisión, de ladensidad circunstancial, de su blanco. Aligual que el caricaturista, trabaja cerca desu objeto y busca conseguir un reconocimiento inmediato, sorprendido. En ciertosentido la sátira no busca únicamente ladestrucción sino la autodestrucción.Idealmente, consumiría su tópico y luegomodificaría la causa de su propio odio. Elfuego sucumbe en las cenizas apagadas.Karl Kraus, de Viena, el maestro satiristade nuestra época, llamó a su revista DieFackel (La Antorcha), pero él no es elúnico que se remite al motivo del fuego;llama y sátira están relacionadas desdehace mucho tiempo.
En consecuencia, poca sátira, verbal opictórica, ha resultado duradera. En Aris-
tófanes hay una especie de bufonada delintelecto, un payasear maravillosamentefísico de las ideas, que asegura un gradode universalidad, pero una buena partehasta de sus mejores comedias causa risasólo después de pasar por las espinas delas notas al pie y las explicaciones eruditas. La generalidad de los temas de Juvenal-la guerra entre los sexos, la hipocresíareligiosa, la crasitud ostentosa del nouveau riche, la corrupción interminable dela política urbana- es tal que llega a convertir su odio en una tristeza perenne sobre el hombre. Sin embargo, resultasorprendente que Juvenal se vea mejoren citas que todo completo. En la agudezadel argumento, en la exactitud del acoplamiento entre el escenario satírico y sucontraparte política-religiosa, La historiade una tina sigue siendo la obra maestrade Swift. Hoy únicamente los académicosleen esta creación feroz, sólo porque requiere de un conocimiento especializadocon referencias íntimas a las políticas dela iglesia y el partido, del episcopado y elgabinete, en la Inglaterra del siglo XVIII.Si Los viajes de Gulliver sobrevive comoun clásico, se debe en gran medida a losespeciales objetivos satíricos, una vez máspolíticos, partidistas -de hecho, procaces-, que yacen en los relatos. Aquí, caside manera exclusiva, el venen), que exigía identificaciones y reconocimientosinmediatos, se evaporó en la fantasía.
El problema al que se enfrenta cualquier persona que en 1986 trate de llegara Karl Kraus en cualquier lengua que nosea el muy especial alemán vienés/antivienés es el del localismo, lo que HenryJames llamaría "el espíritu del lugar". Esproblema de la formidable densidad, dela indestramatización de la alusión efímera, de la referencia para enterados yde los supuestos codificados de la familiaridad hasta en los escritos más generales y más apocalípticos de Kraus. Alcomienzo del siglo, en el periodo deentre guerras y en vísperas de la catístrofe, Viena no es sólo el fondo firme, elpolo magnético de la idea de realidad deKraus; es la constante diaria de su minucioso reportaje moral. Es cierto que en
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Kraus había una arcadia vigilada celosamente: el amor tímido, tenso, por ciertos refugios en Bohemia y los Alpes.Pero el genio de su obra, el flujo siempreabundante de sus odios líricos, fue unasola ciudad seminal: anatomizada, disectada, cronicada en su vida política, social,artística, periodística, en un escrutiniode día a día, desde la década de los añosnoventa del siglo pasado hasta 1936, añode la muerte de Kraus. La Viena de Krauses el medio ambiente total de su sensibidad, como lo es Dublín para JamesJoyce.
Al observar a Viena, Kraus quedó desposeído por la clarividencia. En su febrilbrillo cultural percibió los síntomas deneurosis, de tensiones fatales entre "la
civilización y sus desencantos". (La famosa frase de Freud, un profeta rival, delque se burlaba, podría ser la misma qeKraus.) Kraus registró en el idioma delperiodismo, de las conversaciones de salón y en la retórica parlamentaria vieneses una enfermedad que invadía loscentros vitales del lenguaje alemán. Mucho antes que George Orwell, y de unamanera bastante más amplia, Karl Krausrelacionó la decadencia en la lucidez, enlos valores verdaderos, en el nervio personal del discurso privado y público con ladecadencia más amplia de las sociedadespolíticas del centro y occidente de Europa. Kraus buscó las sátiras en las mendacidades, en las clasistas operaciones de laley, y de la justicia criminal en particular,
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promulgó un repudio lacerante de todoel orden burgués. Antes, tal vez, quecualquier otro crítico social, Kraus localizó y analizó la subversión de las ideasestéticas en la Uteratura y en las bellasartes debidas al gran poderío de la comercialización, de los medios masivos, de los
- preenvasados. Las anatomías que Kraushizo del kitsch no han sido superadas. Yen fortnas que desafían la explicación racional -aquí Kraus es par de KafkaKraus sintió en el ocaso del viejo régimeneuropeo y en los horrores insanos'de laPrimera Guerra Mundial la llegada de unanoche aún más oscura. Al satirizar la fenaive en el progreso científico, Kraus pudo hacer en 1909 una proP9Sición completamente fantástica -hoy insufribleen cuanto a que el progreso científicotecnológico sirve para "hacer bolsos conla piel de los hombres".
Pero poy.amplias que sean sus implicaciones, los momentos proféticos enKraus, los trampolines' para el odio, 'nodejan de ser locales y temporales. Sus salvajes parodias y críticas del lenguaje par-'ten de algún artículo, a menudo trivial,en la prensa diaria, de alguna efímera reseña literaria, de alguna frase publicitariao de un anuncio. Las diatribas contra lasbrutales mi<;>pías de la ley o de la buro~
cracia del final del imperio o del periodode entre guérras las dispara alguna persecución oscura en los suburbios o el' centro de la ciu'dad. Las tan ambiguaspolémicas de Kraus sobre el tema de lahomosexualidad' -Kraus deploraba quese la persiguiera al mismo tiempo que temía su influencia subterránea en la política y en la literatura-, presumen unconocimiento íntimo de ciertos escándalos, casos de difamación, suicidios bajo lapresión del chantaje tanto en la Alemaniade los Hohenzollem como en el beaumonde vienés. ¿Quién recuerda hoy, yno digamos lee, a los periodistas, los críticos teatrales, los publicistas o los académicos pedantes que Kraus eligió para suscastigos incesantes? ¿Quién recuérda alos expertos forenses, a los criminólogos,a los que Kraus criticara la complacenciade su vistagorda"¡ Hasta la opus magna de
{{raus -el titánico drama-collage sobrela Primera Guerra Mundial, titulado LosúltImos días de la humanidad, y armado,de manera señorial, según las alegoríasWalpurgisnacht en la segunda parte delFausto de Goethe- con frecuencia requiere no sólo un conocimiento sólido,del dialecto y del caló vieneses sino también' de las minucias de las costumbresadministrativas y sociales en la fábricadesplomada del imperio austro-húngaro.
Un segundo obstáculo impide hoy acceder a Kraus. Son vastos los escritosreunidos; los dos volúmenes de cartas íntimas a la baronesa -Sidonie Nadhemy,quien fuera la gran pasión de su vida, sonprofundamente reveladoras. Pero el geniolacerante del hombre al parecer está manifiesto de una manera mucho más claraen sus apariciones como lector-declamador de sus propios textos, de sustraducciones de Shakespeare y otrosdramaturgos, y de poesía. Kraus dio unassetecientas lecturas él solo entre 1910 y1936. Contamos con numerosos testimonios de estas presentaciones -más recientemente en las memorias de Canetti-,todos impresionados de manera uniformeen cuanto a lo visto y a lo oído. De lasdeclamaciones y las lecturas de Krausemanaba al parecer una fuerza pura depensamiento. un carisma intelectual-carismático del virtuosismo más singular. En·tre 1916 y 1936, Kraus adaptó trece obrasde Shakespeare para ser ejecutadas poruna sola persona. Aquellos -que aún es·tán entre. nosotros- que estuvieron en elpúblico hablan de la multiplicidad de voces, de una tensión y un ritmo dramáticosque no han sido igUalados en el teatro actual. Las artes de Kraus en la presentacióndirecta incluían música: con un' acom·pañamiento en el piano, Kraus hací~
pantomima. cantaba, decía en forma decantaletas las operetas de Offenbach, aquien, junto con el dramaturgo decimonónico de Viena Johann Nestroy y el escritor contemporáneo de obras .para.cabaret Fi:ank Wedekind, Kraus colocabaal frente de la li~raturay de la sátira so- .cial. Fue Kraus en su fascistol. en su Teatro de la poesía y dél pensamiento. quien
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ejerció ('1 mayor embrujo. Al igual queotros grandes profetas y vigilantes de lanoche, Kraus tenía una relación con ellenguaje más física, más inmediata, quecualquiera que pueda establecerse a través de la literatura. De esos dramas de lapalabra han sobrevivido una o dos fotografías de aficionados. No tenemos grabaciones.
Muy bien puede ser que el aforismomás celebrado de Kraus sea el más controvertido: "Sobre Hitler no se me ocurrenada" o "no sé qué decir" ("Mir ftillt zuHitler nichts ein".) El profeta se quedósin habla ante la comprensión pesadillesca de sus peores aprehensiones personales. Localizada al final de la primavera oal comienzo del verano de 1933, estaabstención del discurso, este adiós a laelocuencia, habla de una preocupaciónterrible. Los cientos de apariciones públicas, los treinta y siete volúmenes de DieFackel, la tormentosa salida de Kraus ysu reingreso marginal al judaísmo (esto
es algo oscuro) habían sido inútiles. Uninfierno filistino estaba a punto de apoderarse de la civilización europea y, másespecialmente, dellenuaje alemán, al queKraus había amado y por el cual habíaluchado. "El lenguaje es la única quimeracuyo poder ilusorio es interminable, lainexhaustibilidad que impide que la vidase empobrezca", escribió Kraus. "Quelos hombres aprendan a servir al lenguaje". Ahora el elemento elegido por Kraus,la única vara de la verdad al alcance delhombre pensante, se convertiría en elmegáfono ronco del inhumano. Ante Hitler, un antimaestro de la palabra conmenos escrúpulos que él -un actor, acróbata, declamador más magnetizadorKraus guardó silencio. En algún profundísimo nivel medio inconsciente, Krausdebió haber sentido en Hitler la monstruosa distorsión pero también la imagenparódica de sus propios talentos. Se vio así mismo entre la bola de cristal y el espejo y enmudeció de pronto.
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Manifiestos y aforismosde Karl Kraus
Traducción directa del alemán de José MaríaPérez Gay. Tomados del suplemento de Siempre!, La cultura en México, marzo 29,1978.
El delirio de grandeza no quiere decircreerse más de lo que uno es sino precisamente lo que uno es.
"Escribir bien", sin un tono propio, esmás que suficiente para el periodismo; entodo caso para la ciencia, nunca para laliteratura.
El escritor que eterniza las cosas cotidianas, compromete sólo la actualidad; elque periodiza la eternidad, tiene posibilidades de ser aceptado en la mejor sociedad.
Que la palabra escrita sea la encarnación natural y necesaria de una idea, yno la cáscara social y prescindible decualquier opinión.
No tener ideas y poder expresarlas, heaquí el trabajo de un periodista.
Los periodistas escriben porque no tienen nada que decir; y tienen algo que decir, porque escriben.
El historiador es, muchas veces, un periodista que avanza hacia atrás.
Los periódicos son a la vida lo que laclarividente a la metafísica.
Un periódico es tiempo enlatado y podrido.
Mis trabajos deben leerse dos veces,para entenderlos mejor. Pero no tengonada en contra si se leen tres. A hacerlouna vez, sería mejor no leerlos. No mehago responsable de las indigestiones deun imbécil que no tiene tiempo.
YO
no leo manuscritos ni impresos,no necesito de agencias periodísticas,no me intereso por ninguna revista,no deseo libros gratis ni obsequio los
propios,no escribo reseñas, sino las tiro al basu
rero,no pruebo, ni apruebo, ni promuevo ta
lentos,no doy autógrafos,no quiero ser reseñado, ni nombrado, ni
publicado o propagado, ni puesto enescena, ni leído públicamente, ni meda la gana aparecer en ningún catálogo, en ninguna antología, en ningúndiccionario de escritores, por interesantes y atractivos que sean,
no tengo necesidad de ese placer estético, evito cualquier oportunidad donde encontrarlo,
no voy a exposiciones, ni a conciertos, nia cines; y desde hace quince años, a noser el inolvidable Rey Lear representado por el magnífico señor WüIlner;
no frecuento teatros, ni lecturas públicas,a no ser las propias; evito, asimismo,asistir a todo baile público o privado,ver o participaren juegos o espectáculos caritativos para diez millones demuertos, o cien millones de heridos;me aparto de toda distracción, invitación, cenas o estímulos sociales;
no doy consejos, ni acepto ninguno,no visito a nadie, no molesto al prójimo,no recibo a intrusos,no escribo cartas, ni quiero leer ajenas,
escribo sólo aforismos; y señalo lainútil pérdida de tiempo que implicaquerer obligarme a cualquiera de estas tonterías que he insinuado, ocualquier otra que pudiera haber omitido, porque perturban mi trabajo,mi malestar y n'lación con el mundoexterno; y -dI' Sl'r posibll'- algún último favor quisiera pedirles: qUI' eldinero malgastado en timbres o ~astos
de esta naturall'za. a partir dI' hoy. lof'nvíen a la SoeiNlad u!' los Amigos.
1 Viena, Siliger Strasse 1()