Post on 02-Aug-2015
~Vida
Yo ESTIMO A LOS POBRES Y
CONTRITOS DE ESPÍRITU. - ISAÍAS 66:2
Dios dice bien claro que le atraen los humildes. También dice bien claro que está contra el orgulloso. Estos dos, la humildad y el orgullo, no pueden coexistir. Donde se fomenta uno se derrota al otro.
¿Cuál seguírásr C. J. Mahaney nos pinta un impactante cuadro de la batalla diaria que ruge silenciosa dentro de cada cristiano y nos pregunta si podemos dar cabida al enemigo de nuestra alma, el orgullo, o cultivar de un modo activo a nuestra mejor amiga, la humildad. Cuando uno reconoce la falacia del orgullo e intencionalmente se humilla. uno está en libertad de saborear abundantes misericordias e insólitas bendiciones. Uno halla que una nueva vida es nuestra, una vida que Dios ricamente favorece. Una vida de glorificación de Dios que no queremos perdernos.
«C. ]. Mahaney no es humilde. Al menos, eso le dirá. Y esa es una de las cosas por las que está tan bien capacitado para escribir este libro".
MARK E. DEVER, pastor principal de la Iglesia Bautista Capitol Hill. Autor de: Una iglesia saludable: 9 Características
·· Una muy necesitada llamada de advertencia sobre este importante tema. Recomiendo mucho este libro».
]ERRY BRIDGES. Autor de En pos de /a santidad
«Este es el libro ideal del hombre ideal en el momento ideal ". R. ALBERT MOHLER ]R.
Presidente, Southern Baptist Theological Scminary
C. ]. MAHANEY dirige Sovereign Grace Ministries [Ministerios Gracia Soberana] en su misión de establecer y respaldar iglesias locales. Fue pastor de la iglesia Covenant Life en un suburbio de Washington DC por veintisiete años y es autor de varios libros. entre ellos jesucristo nuestro medíadory La vída cruzcéntríca. C. J. y su esposa. Carolyn. tienen tres hijas casadas y un hijo. Viven en Gaithersburg. Maryland.
VIDA CRISTIANA 1 VIDA PRÁCTICA 1 GENERAL CHRISTIAN LIVING 1 PRACTICAL LIFE 1 GENERAL
ISBN- 10: 0-8297-4837-7 ISBN- 13: 978-0-8297-4837-6
111 1 9 780829 74837 6
«En nuestra comunidad cristiana rara vez se piensa en la humildad. C. J. Mahaney nos hace una muv necesaria llamada de atención acerca de este
importante tema. Recomiendo mucho este libro•>.
jERIZY BRmcrs
AUTOR DE Eí\. !'OS DF lA SANflDAD
.,Mi amigo C.J. Mahaney aborda un tema de suma importancia. Como
Dios se opone al orgulloso y da su gracia ;ll humilde, ¿que~ podría resultar
m;ís importante que entender y desarrollar genuina humildad corno pa
r;u-ravos para b ¡,~racia? El libro de C. J.,·~ bíblico, :,incero y esLÍ lkno de
ideas útiles. En nuestras iglcsÍ;lS hoy necesitamos mt'IJm egornanía y m;ís
humildad y L·spíritu de servicio. Que Dios utilice este libro para recor
thrnos qm· "solo los humildes son st~nsatns",,
RANDY ALCORN
AliTOR DE EN fRE /.1\ GIMCH \'LA \'1'/WAD, UNA f'AliMJOfA
«Necesitamos que se nos recuerde todos los días CJIIC Dios es comrario a
los orgullosos. Neccsiramos que se nos repita una y otra vez en qué con-·
sistc la grandeza ::t los ojos de Dios. Es importante para los líderes en la iglesia, líderes en las Lmlilias, y para todos los que de~ean llevar una vida
de excelencia gue complazca a Dios. Le agradezco a C..J. Mahaney d tra
tamiento honesto y pre,·iso de este ¡K:cado cornúnmcn re "aceptado".
Que L1 verdaJ que se explica en c.~rc libro los saque del orgullo y coseche
en su interior el agradable aroma de la humildad. Dios no solo es contra
rio al orgulloso sino que exalta al humilde.>>
)OHN MACARTIHJR
I'AsTOR v MI\J<:STRO, CRACE CoMMUN!TY C:r!tJRCIJ
«En Hwnildad: Grandeza Vcrd(ulcra, C. J. Mahaney pn.:scnta un ma
nual de opcLtciones claro y útil para el crecimiento permanentt· del cre
yente. para Lt lucha contra d orgullo y el cuh:ivo ék L1 humildad. C.J. no
es marinero en tierra f·lrrne Ul este conflicto. 'Tanto él como su querida
congregación manifiestan la obra de la gracia soberana unto en su hu
mildad personal y colectiva como en b seriedad con que se entl·,~nran al
orgullo. Decir ''cristiano orgulloso" es un oxímoron. Que d Señor de la
gloria, quien se humilló hasta b muerte, utilice este libro para extermi
nar el orgullo en todos nosotros, y vaya formando en nosotros la verda
dera grandeza del espíritu de servicio y de la negación propia».
].l.!GON DuNCAN m MlNfSTRO PRINCIPAL. FJRST PRESBYTERIAN CHLJRCH
«C.J. Mahaney no es humilde. Al menos, esto es lo que nos diría. Y esta
es una de las razones de que esté tan capacitado para escribir este libro.
Lo he leído. He visto humildad en su vida, y en las vidas de aquellos a
quien ha enseñado. Si están luchando contra el orgullo, como es mi caso,
también deberían leerlo. Y si no están luchando contra el orgullo, ¡en
verdad que necesitan leerlo!»
MARK E. DEVER
PAsToR PRINCIPAL, CAPITOL Hru. BAPTrsT CHuRcH
Aon>R, Nine Marhsfor a Healthy Church
«Este es el libro adecuado para la persona adecuada en el momento ade
ctndo. Más que cualquier otra persona que he conocido, C. J. Mahaney
me ha enseííado en qué consiste en realidad la humildad. Es un hombre
cuya humildad es un don para toda la iglesia. Sabe que la humildad es
hntaleza, y que Dios usa al humilde de una manera poderosa. Entiende
el peligro del orgullo y nos invita a todos a que aspiremos a una herencia
de grandeza, una grandeza que muestra al mundo todo la gloria de Dios.
Nos conduce a una visión del mundo centrada en la cruz, que transfor
mad rodas las dimensiones de la vida>>. R. ALBERT Mom.ER }R.
PRESIDENTE, SouTHERN BAPTIST TIIEOLOGICAL SEMINARY
«Un libro maravilloso, que hace pensar, que abochorna, centrado en
Dios, basado en la Biblia, acerca de b humildad, de un autor que es
ejemplo de ella en su propia vida. Valoro de manera especial las sugen:n
cias de Mahaney en cuanto a di.<.ciplinas prácticas p<Ha ayudamos a culti
var la humildad delante de Dios. Este rnensaje será propicio para
librarnos a nosotros y a nuestr<ts iglesias de ,Jcstruirnos por cansa del or··
gullo, nos had agradecidos por las pcqueílas bendiciones cotidianas, y
nos acercará más a Dios>>. WAYNE GRlJDEM
f'Rüf<ESOR E INVESTIGADOR DE BIIH.IA Y TEOLOGÍA
PHOENIX SEMJNARY
VERDADERA
e~ 1· M .. -~. ~. . . .. A.HANEY
VI& DJ·:WOA/JO.'iA /,¡) EJ((,'/<,'},j<,'lW'lA
La misión de EDITORIAL VIDA es proporcionar los
recursos necesarios a fin de alcanzar a las personas
para Jesucristo y ayudarlas a crecer en su fe.
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
© 2006 EDITORIAL VIDA
Miami, Florida 33122
Publicado en in¡~lés con el título:
1/umi!ity: hue Greatnes.>
© 2005 por Sovcreign Gracc Ministries
Originally published in English under thc titlc:
Humility: Truc Grcalnns by C.J. Mahaney
Copyright (i) 2005 by Sovcreign Crace M inimies.
PublisiJ<·d by Mulrnornah l'uhlishcrs, lnc.
(,() 1 Norrh l.arch Strccr ·- Sisrers, Orcgon 97759 USA
All nun-English bngudgc rights are contr:tcted throu¡\h:
Gospd Litcraturc lnrcrnarional, PO Box ;'¡()()(), Untario,
CA 917<í 1-100:1, USA
Traducción: jmi M. HI<IIJ( lt Edición: Rojtls á· Rojas h'rlitorts, l11c.
Diseíío de cubiert:l: Clruf'o Nit,tf Uno
Diseño interior: NtVtli Ó' Rojas Fditore.>. fne.
Reservados todos los derechos. A menos que se indique lo contrario,
el texro bíblico se tomó de la Santa Biblia N ucva Versión 1 nternacional.
© 1999 por la Sociedad Bíblica lnt~rnacional.
ISBN-JO: 0-8297-4837-7
ISBN-13: 978-0-8297-4837-6
Categoría: Vida cristiana 1 Vida pdcrica /General
Impreso en Estados Unidos de América
Primed in the U nited S tates of America
0607080910•:•10987654321
A mi hijo, Chad
C~ONTENIDO
Prefacio por Joshua Harris .............. 9
1 nrroducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
1' A RTJ: 1
NUESTRO MAYOR i\1\lll;O. NUESTRO MAYOR LNI·MICO
La lucha de lCI humildad conlru d orgullo
C.~PÍ'IUU> J
La promesa de humildad .............. 17
CAPÍTULO 2
Peligros del orgullo . . . . . . . . . . . . . . ... 25
PARTE][
EL <.I<AN CAMI\10
Nucsl ro Salvwlm y el sccrclo de la vcrdaderu g,randczu
CAPÍTULO :3
La grandeza redefinida . . . . . . . . . . . . . . . 39
CAPÍTULO 4 La grandeza demostrada. . . . . . . . . . . . . . . 4 7
CAPÍTULO')
PAR n, III
NUESTRA CRAN BlJSQUEDA
Lo ¡náctiw ck la verdadera humildad
Al comenzar cada día .......... 63
CAPÍTULO (1
Al finalizar cada día . . . . . " . . " .. 79
CAPÍTULO 7
Un enfoque especial. ........... 87
CAPlTULO 8
Identificar evidencias de gracia . . . . . . . . . . 97
CAPÍTULO')
Es ti m u lar a otros. o •••••••••• 111
CAPÍTULO 1 o Invitar y buscar la corrección ....... . 12.3
CAPÍTULO 1 l Responder con hurnildad ante las pruebas . 137
C~PÍHJLO 12
Un legado de grandeza. . . . . . . . . . . . . . 155.
Una última palabra . . . . . . . . . . . . . . . 167
Cómo debilitar el orgullo y cultivar la humildad: Lista de sugerencias . . . . 171
Agradecimientos especiales. . . . . . . . . . . . 173
PREFACICJ
A HlJMlLDAD ES ALGO GRACIOSO.
,}\)r un1aclo, es un rasgo sumamente deseable. Lama
yoría de nosotros, como cristianos, diriamos que queremos
ser humildes, ¿no es cierto? O por lo menos deseamos que
nos vean como humildes. Al mismo tiempo, pocos de no
sotros hemos prestado atención a qué significa de hecho
ser humildes. Todavía menos hemos pensado en qué im
plica crecer en humildacl
En lugar de vcrcbdcr:l lmmilcbd. aprendemos ciertas
palabras o frases que pensamos nos hacen ver como hurnil
clcs. «011 ¿de veras? No es nada» o ,,cualquiera lo hubiera
podido hacer». Bajamos la mirada y nos encogemos de
hombros o quizá incluso nos sonrojamos. Claro está, en
realidad no lo dcnmos en serio: por dentro nos estamos
congratulando por lo humildes que parecemos y nos senti
mos. Querernos tener esta reputación peru no sabemos
cómo llegar a lo real. Como niños que juegan a ponerse la
ropa de sus padres, sl'Jlo representamos ser humildes, nada
nos queda bien.
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
Me alegro de que se hayan interesado por este libro.
Creo que puede ayudar a que la humildad sea algo más que
una representación. En estas páginas se puede aprender a
hacer de la humildad el atuendo diario de su vida.
El auLor, Cj.Mahaney, es un gran amigo mío, y he pasa
do mucho tiempo con d. Hemos trabajado juntos, incluso
vivido juntos. (Alquilé por un aflo, cuando era .soltero, una
habiución en el sótano de la casa de M~th<mcy). Se lo digo
para que vea que puedo comprobar la autcn\icidad de lo
que cscri be. CJ ha hecho frente a las batallas de 1 orgullo
que todos nos c11Írcntamos. Es un hombre que, por la gra
cia de Dios, ha cultivado y buscado la clase de humildad
que müs importa, la que define toda una vida ele caminar
con Dios.
Para mi, el mejor ejemplo de esta clase ele humildad es
el hecho de que, después ele veintisie:tc Mios de servir como
pastor principal de la iglesia Covcnant Life, decidió ceder
me el puesto. Tengo solo treinta aftos, mientras que C._).
ttc11c cincuenta y uno y, en mi opinión, todavía está en la
plenitud de su vida y ministerio. Pero rne IUe formando y
asesorando, para luego, con gozo, pcrrnitirme sustituirlo.
La mayor parte de los pastores jóvenes tienen que comen
zar su propia iglesia para poder estar a temprana edad al
frente de una, ya que pocos hombres de más edad están
dispuestos a renunciar o cornpartir un puesto de liderazgo.
C.j. no solo estuvo dispuesto a hacer esta transición sino
que 1a preparó por años de modo que yo pudiera comenzar
con posibilidades de éxito.
lO
PREI'ACIO
Aunque apenas he cornenzado mi ministerio en la igle
sia Covenant Life, el eJemplo de C.). me ha inspirado a mi
rar hacia el futuro, hacia cuando pueda l1acer la misma
entrega al siguiente líder de nuestra iglesia. ¿Quién sabe7
Ese jovencito de diez <111os que corre por el pasillo ele la
iglesia podría urt día estar sentado detrás de mi escritorio.
Y cuando llegue ese día, espero tener la misma humildad
de corazón que me ha clcrnostrado C.J Tengo la intcncicin ele seguir aprendiendo de CJ. y sl:
que los lectores aprenderán de d en este libro. Lo que me
gusta de 1-Iumi/dad: Grandeza \lerdadera es que desplaza el
centro de atención de la audicnc:la humana, con la que es
tamos tan a menudo preocupados, para recordarnos al
único Observador, nuestro único Soberano y Salvador,
cuya atención se consigue atraer con un corazón y vida que
muestren verdadera humildad. Pido que, al ir leyendo,
vaya c:rccicnclo en todos el anlwlu por la verdadera grande
za a los ojos de Dios y se desborde en una vida de genuina
humildad.
.Joshua f-Tanis
11
INTRODUCCIÓN
SCRlB!R J\CI'RC/\ DE L/\ HUMIUJ/\11 constituye una expe
-riencia que empequel1ece. ¿Quién desea escribir por
voluntad propia acerca ele este tema? Yo no. Un sinnúmero
de veces, mientras escribía este libro. me sentí indinado a
pensar: ¡Qué tonto eres! ¿Por qué aceptaste hacerlo? Y los
podría entretener por horas contándoles los comentarios y
expresiones faciales de quienes se enteraban de que estaba
escribiendo un libro con este título.
Entiendo su reacción. Si encontrara a alguien que pre
tendiera tener algo que decir acerca ele la humildad, pensa
ría de inmediato que se trataba ele una persona
incompetente para hablar de ello.
Por esta razón pcrmítan1nc dejarlo bien claro desde el
comienzo. Soy una persona orgullosa que busca la humil
dad por la gracia de Dios. No escribo como una autoridad
en el tema. Escribo como un compaüero peregrino que ca
mina con todos los lectores por la senda que nos marcó
nuestro humilde Salvador. Solo puedo dirigirme a ustedes
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
con confianza en el Dios grande y hondadoso que ha pro
metido gracia al humilde (ver Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5).
Esa promesa constituye el meollo ele este libro. Y esa pro
mesa es para todos aquellos que se apartan del pecado y
confb.n en el Salvador.
La estructura de este libro es sencilla y directa.
En la primera parLe veremos que, sea cual fuere la edad
o la vocación, la humildad es nuestra mayor amiga y el or
gullo nuestro mayor enemigo
En la segunda parte descubriremos que la humildad ge
nuina exige una rcddinición radical del éxito. Aprendere
mos de las cnseüanzas deJcsucristo a los discípulos cuál es
la naturaleza ele la verdadera grandeza, y por qué esta gran
deza se puede alcanzar solo por medio ele su muerte en la
cruz para pecadores como ustedes y yo.
Por último, en la tercera parte, nos volveremos muy
pr<icticos. Examinaremos cóm~J cultivar la humildad y so
cavar el orgullo cada día de nuestra vida.
Espero que realicen este recorrido conmigo. Sin eluda
que l'ucclo pensar en muchos que serían mejores guü1s.
Pero he experimentado la prumesa ele la humildad. Su pru
mcsa es real. Y es para todos.
pARTE
NlJESTRCJ MAYO H. AMIC;C).
N1JESTRfJ MAYOR ENEMIC~O
Lu lucha de la humildad contra el orgullo
.LA PRC)MESA DE
H.UMILDAD
' n una cultura que con frecuencia recompensa el or-
gullo, en un mundo listo a admirar y aplaudir al orgu
llnso, en un mundo descoso de ]Lunar «grandes» a cs~ts
misrnas personas, alguna que \1tra vez la humildad atr<\c
cierta atención más bien sorprendente.
Tmncrnos, por cjcmplll el libro t'xito de ventas Good lo
Crcat. Desde 200 L, este rnanual de liderazgo ele Jim C:o
llins se ha convenido en urw de los más populares e influ
yentes en el mundo de los negocios. Rara vez me he
encontrado con un líder que no lo haya leído. El libro res
ponde a esta pregunta: ¿Puede una buena compat\ia llegar·
a ser una gran compai1ía y, ele ser así, cómo? Para encontrar
la respuesta, C:ollins y un grupo ele investigadores dedica-·
ron cinco ai1o.s a estudiar once corporaciones que habían
dado el salto de ser compm1ías simplemente buenas a gran
eles.
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
Tuvo l3 ocasión ele escuchar a Jim Collins hablar acerca
de este terna ante un público compuesto de pastores y líde
res de negocios. En su presentación, Collins identificó dos
características en el carácter de lo5 elircctores de estas corn
pafíías que pasaron ele ser buenas a ser graneles.
La primera no resultó ninguna sorpres<1 Estos l1ornbres
y mujeres tenían una voluntad profesional increíble, esta··
ban nwtivados, dispuestos ;1 soportar lo que fuera para lo
grar que su compailía tuviera éxito.
Pero la segunda característica que tenían en común es
Los líderes no lüe algo que los investigadores habían espe
rado encontrar. Estos líderes motivados eran scnciltos y
modesto:>. Solían referirse a la contribuciün de otros y no
les gustaba at ¡·acr b. atención hacia sí mismos. «Esos lideres
nunca deseaban convertirse en héroes excepcionales», es
cribe Collins. « t'~unca aspiraban a que lus pusieran en un
¡x:dcsL1l u en convertirse en íconos inalcanzables. Parecían
personas comunes y corrientes que, ele manna discreta,
iban kl\?T;mdo resultados extraordinarios». - 1.)
Cuando Collins cntrn:isló a personas que trabajaban con
estos líderes, dice que, para describirlos, «conslantcmentc UÜ··
lizahm pabbras como tranquilo., hulllildc, modesto, reserva
do, Límido, boncbdo::;o, de modales suaves, discrcLo, rc1.1cente,
no creían en lo que se escribía de ellos, y así sucesivamente>>.'
18
L ,\ P R O M L S A D Jo HU \1 1 L nA D
A LOS OJOS DE DlOS
Parece que ahí encontramos un reconocimiento obvio del
valor de la hum1ldad, reconocimiento de que la humildad
funciona, de e¡ ue ayuda mucho a fomentar el respeto por
quienes la tienen y a inspirar confianza y seguridad en las
personas que los rodean.
Sí, es asombrosu que a veces la humildad llarnc la aten
ción del mundo.
Pero todavía hay algo rnás asombroso. La humildad lla
ma la atención de Dios. En lsaías 66:2 leemos estas pala
bras del Seüor:
Yo miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y
que tiembla a mi palabra (Hcina- Vale r:ú
Este profundo pasaje nos conduce a una motivación y
propósito totalmente diferentes en cuanto a la humildad
de los que encontraremos jamás en las páginas de un ma
nual secular de negocios. Encontramos que la motivación
y el propósito se basan en este hecho sorprendente: la hu
mildad atrae la mi.rada de nuestro Dios soberarro.
Si entendemos el trasfondo de este pasaje, encontramos
un significado todavía mayor. Dios se está dirigiendo a los
israelitas, un pueblo con una identidad única. Escogidos
por Dios de entre todas las naciones de la tierra, tenían tan
to el templo como la Torah, la ley de Dios. Pero no tembla
ban ante su palabra. En un sentido, toda estaba a su favor
19
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
excepto lo más importante. No tenían humildad delante de
Dios.
Por ello en este pasaje, Dios en su misericordia aleja la
atención a los israelitas de su orgulloso supuesto de privile
gio como su pueblo escogido y de su preocupación por la
parafernalia religiosa. Estas cosas no atraen su mirada acti
va y amable. Pero la humildad sí.
DIOS AYUDA A QUIENES ...
La mirada de Dios es un tema que se encuentra en toda la
Escritura. Tomemos, por ejemplo, las conocidas palabras
de 2 Crónicas 16:9, <<El Sefíor recorre con su mirada toda
la tierra, y está listo para ayudar a todos los que le son l'ie
les». Es obvio que Dios no tiene ojos físicos; Dios es espiri
tu Uuan 4:2.4). No necesita ojos físicos, porque tambié:n es
omnisciente. Nada elude su atención. Está al tanto ele todas
las cosas.
Pero aunque esté consciente ele todo, tambié:n busca
algo en particular, algo que actúe como imán, que atraiga
su atención y lo invite a involucrarse ele rorma activa. Dios
se siente de manera definitiva atraído hacia la humildad. La
persona humilde es la que atrae la atención de Dios y, en
este sentido, atraer la atención significa también atraer su
gracia, su inmerecida bondad. Pensemos en esto: hay algo
que podemos hacer para atraer más la fortaleza y ayuda
gratuita, inmerecida y sobrenatural de Dios.
20
LA PROMESA DE IIL'MlLLlAO
¡Qué promesa! Escuchemos de nuevo este conocido pa
saje como si fuera la primera vez: '<Dios ... da gracia a los
humildes» (Santiago 4:6). En contra de b falsa creencia
popular, Dios no ayuda a los que <<se ayudan a sí mismos>>;
ayuda a los que se humillan.
Esta es la promesa para la humildad. Dios apoya en l'nr
ma personal y providencial al humilde. Y la gracia que
otorga al humilde es inconrnensurahlcmcntc abundante.
Como lo escribió Jonathan Edwards, "Los placl:rcs de la
humildad son en realidad los deleites rnás rchnaclos, ínti
mos y exquisitos del mundo».' El propósito de este libro es
ayudarlos a que se sitúen para recibir y experimentar estos
placeres exquisitos.
Qtn: ES LA HUMILDAD
En mi caso, el libro de Collins fue un útil recordatorio de
que, en un mundo que alaba al orgulloso, se sigue valoran
do la humildad. Pero libros como Good to Grcal tienen
graves limitaciones; solo basta ciertu punto rllls pueden
conducir a comprender la humildad porque no se basan en
un concepto bíblico del mundo. Nuestra definición de hu
mildad debe ser bíblica y no solo pragmática, y para que
sea bíblica debe comenzar a partir de Dios. Como lo escri
bió Juan Calvino, «Es evidente que el ser humano nunca
llega a un verdadero conocimiento ele si mismo sino hasta
que haya contemplado antes el rostro ele Dios, y después
2l
HUMlLDAD CRANIHZA VERDADERA
de semejante contemplación descienda para mirarse a sí
misnlO>>.
En vista de ello, la siguiente definición nos puede ayu
dar: La humildad es valoramos con honestidad c1la luz de la
santidad de Dios y de nuestra pecamínosídad.
Esta es b doble realidad en la que se fundamenta toda
verdadera humildad: la santidad ele Dios y la pecami.nosi
dacl nuestra. Sin una toma honesta ele conciencia ele ambas
rcaliclaclcs (y a lo largo de este libro iremos rdlcxionanclo
acerca de arnbas), cualquier evaluación propia será chstor··
si u nada y no pocl remos ni entender ni practicar la verdade
ra humildad. Nu llegaremos a experimentar la promesa y
los deleites que ofrece la humildad.
l\1r esta razón deseo encauzarlos hac:i;\ la ayuda de Dios
para p(ldcr evaluar la vida propia de manera honesta, para
poder entender si están crcc1cnclo en la humllclad que atrae
su rnirac.la y gracia suya más abundante.
· I " ,.¡·¡:;·N e~ 11 )S? ¿ _j \ ·- Ll'• ( ' .
I·Ltcc unos aítos nuestra iglesia, Covcnant Lifc en Caithcrs
burg, Maryland, celebró su vigésimo quinto aniversario. En
la reunión para festejar juntos esta ocasión, Gary Ricuc:ci,
quien forma parte de nuestro cc¡ui po pastoral y es uno ele los
pastnrcs fundadores de la iglesia, nos presentó un panorama
de nuestra historia. Mencionó que aunque mucho de ella
habia cambiado en el curso ele esos veinticinco ar1os, como
el aspecto físico de ciertos pastores, como yo mismo, los
22
l A 1' R O \1 F S A D E H U ivl 1 L D A D
valores especiales que estuvieron presentes cuando la iglesia
comenzó habían permanecido inmutables.
Un miembro de la iglesia y líder del trabajo en grupos, de
nombre Jim, escuchó con suma atención a Gary esa mafia
na. Antes ele empezar a asistir a Covenanl L.ifé, había forma
do parte de una congregación en la que, larncntablerncntc,
se había producido una grave división. Al escuchar la des
cripción que hizo Cmy de los valores perdurables ele nues
tra iglesia, la menLe dcjirn comcnz<i a comparados con los
valores que se manifestaban en su antigua iglesia. «¿Por
CJUl' lúe tan clifcr-cntc mi cxpcricnciah>, se estaba preguntando Jirn.
Escuchó a Gary que afirmaba que, clcsclc el mismo co
mienzo, la iglesia Covcnant Lile había mostrado un pro
fundo amor por la Palabra ele Dios.
<<.Sí», pensabaJim, <H!Osolros lam.bit'"n lo ieníanWSii.
«Amübantos la gracia, y nos encantaban los cultos».
<ÓÍ, tambit'H 1WSO{TOSii.
<<Creíamos en la importancia ele las relaciones», agregó Gary.
Una vez másJitTl respondió para sí, «Deacuerdo, teníamos es/m).
Luego Cary afirmó, <<Y se insistía mucho en la hurnil
dad, en especial entre los líderes».
YJim pensó, <<No. Esto no lo teníamos¡¡_
Podemos preguntarnos: Cuando se trata de los valores
según los cuales vivimos, ¿qué dirán los demás acerca de
23
1 ! U M ! L D A D e; R A N D E Z :\ \' E f< D <\ ll E R A
nosotros un día! ¿Afirmarán que la humildad caracterizó
nuestra vida!
T<u1tas empresas humanas, tantos grandes pLmes del
género humano, se han visto socavados debido a que quie
nes participaban en ellos no tenían hrtmikbcl. En el capíl u
!(1 siguiente exanlinarcmos cw1n pdigroso es el orgullo,
pcru nuestra motivación para erradicar el orgullo debe ir
más alb de conocer sus trampas y ¡;cligros. N ucsl ra bús·
c¡Lteda debe moverse b3.JO el impulso de la pt·.omesa sor
prendente que la humildad nos tiene reservada: ¡Dios da
gracia al hwnilde!
..._Qué estamos construyendo con nuestra vida7 ¿Un ma-·
trimoniol ¿Una ramilla? ¿Un negocio/ ¿Una iglesia? En todas
nuestras empresas, ,~estamos conscientes de que necesita
mos que la gracia de Dios dé un valor duradero a nuestros
esfuerzos¿ iAnhclamos la ayuda y bendición providenciales
de Dios! Enlonccs, pcrrnitamo.s que la promesa de humil
dad nwldcc nuestra vida y nuestras clccciuncs, pma que así
nucslros hiJOS y oLros puedan recordamos y cleci r de noso
tr<rs, La tenían. Tcnlan humildad. Teman lo que irnportaba.
Notas
l. Jnn Cdlins, Cooclto Crrcat (Ncw York Harpcr Colltns, 2001). 27.
2. De la c~noucicin del 2 ele marzo de l. 723 en el di;¡rio dcJ)nathan
Edw:mls, l'vlcrnoi r u! Jonatlwn Eclwards,
ht tp:!/wwvv.Lrans. ukgc)_cnm/mcnwi r·jonathan~cdwards. pdf ( mgrc
sado el 3 ele aí!p;;Lo del 2005.
3. )t)hn C:alvin, lnstitutes ofthf C::hnstimJ Religion, voll ((;rancl Ra
Jilds, MI: Wm. B. Eerdm;Jns Puhlishing Company, l9LJ0l, 38.
24
PELIGROS DEL C)RC~TJLLC)
lNSTCl~J 0JUI<OIJU., qmcn perfeccionó el arte de
criticar con ingenio, en cierta ocasión describió a
un contrinumte político como <wn hombrecito mediocre
que tiene rnucho por lo que sentirse mediocre». La última
¡1artc de esta observación es una descripción exacta de mi
persona, ::nmque no puedo decir que soy hurnilclc. ¡Sin
duela tcngu mucl1o por lo que sentirme humilde! Mi inepti
tud general la conocen todos los que rnc han conocido en
alguna l"onna, y esto no es una exageración.
Si hablaran con cualquiera de mis arnigus, confirmarían
de cuüntas maneras los sorprendo una y otra vez con nuc-·
vos descubrimientos de mis ineptitudes Jnclusu ele ~tlgt.'m
modo los divierto, en especial cuando se trata de situacio
nes prácticas y ele mecánica.
Un día mi hija me mencionó que nuestro automóvil ha
cía un ruido raro, y me fui a averiguarlo Tr;ttó de preparar
me, pero no había previsto para nacb el chJllido violento
HUMILDAD GRAN!HZA VERDADERA
que me ensordeció al arrancar el motor. De inmediato lo
apagué.
En un momento como este, la prudencia requiere solo
una forma ele actuar: salir del vehículo, regresar a la casa y
llamar a un servicio de reparación de automóviles digno de
confianza.
Esta hubiera sido la respuesta adecuada y prudente. En
su lugar, me dejé llevar por el arrogante instinto masCLtli
no, que requiere cuando menos levantar la capota y mirar
con suma atención el motor. Después ele todo, los vecinos
quizá estaban mirando, y queríamos por lo menos dar la
impresión de que teníamos ciertos conocimientos ele me
cánica.
Sin embargo, cuando crecia mi fuerte fue el atletismo,
no los automóviles. Y para ser sincero, soy inepto no solo
en motores de automóvil, sino en automóviles en generaL
Para que no piense nadie que estoy exagerando, voy a inte
rrumpir brevemente este relato con otro.
La siguiente historia es auténtica. De veras.
NECESlDAD DE AYUDA
Un tiempo atr~ts, alguien me hizo saber que la llanta iz
quierda trasera de rni automóvil, ¿o era quizá la derecha
írascral, estaba baja. Ahora bien, ele hecho, no lenía ni idea
ele cómo inflar una llanta. Por esta razón acudí a un amigo,
y quiero que sepan que era un amigo intimo, para pedirle
ayuda.
26
P t' L 1 e; ll. O S [) E J. ( 1 R l; U l. L < l
En un momento como este, la respuesta compasiva y
servicial de parte ele un amigo sería responder con alegria,
<<Claro, voy a ayudarte». En vez de ello, mi buen amigo ex
clamó, «No lo puedo creer. ¡No lo puedo crccrl ¿Qué: lti no
sabes ponerle aire a la liante(?»
Siguió con lo mismo una y otra vez, hasta que me mir(J
dircctu a la cara para agregar, «Amigo mío, eres un inútil».
Mi amigo solo se estaba divirtiendo a cost<t mía, pero la
verdad es que en una ocasión antcri,)r había tratado, por
mí mismo, de inflar una llama de rni automcívil. Arrodill<"t
do para tratar ele colocar el tubo del aire en la v<ílvub, o sea
como fuere que se llame ese pcquel'lo tronquito al que se
une la manguera a la llanta, el ruido SUI11<1mcntc estrepito
so que se produjo lúe amenazador ¡prrrrtl ¡prrrtl
Entonces comenzó a oírse un zumhidu intenso: iDIN(;
DING DINC DIN(;t De repente se apodcr-...í de mí un pro
fundo temor de que Lt llanta estuviera a punto de reventar.
Va a explotar, me dije, y vas a morir. Y en el funeral, todos
tus amigos, cnjug<indosc las Ligrimas en rncdio de su due
lo, menearán la cabeza y se estarán cliciciJ(lu, «jQLH; inú
til!»
Estuy convencido de que el resultado l'inal de mi inLctllo
ese día fue solo ayudar a que saliera rnás aire del que le in
troduje. Y al alejarme de la gasolinera con una llanta muv . '
poco inflada, pude casi oír el tenue sonido de la risa del
empleado de la gasolinera que me acompaüaba camino a b
casa.
27
HUMILDAD· (;RANDEZA VERDADERA
CONTJ:.¡_A TODA LÓGICA
Así pues, dada mi historia personal, ¿qué seguridad pro
pia, sin base alguna, pudo en todo caso motivarm.e ese dí.a
a levantar la capota para examinar el motor7 Lo único que
de hecho sé hacer bien es comprobar si el recipiente del li
quido limpiaparabrisas necesita más agua. Por esto lo com
probé, con gran seguridad. (l::staba a más de la mitad).
Entlmces cerré la capota (tamhit'n con mucha seguri
dad) y, tonto orgulloso que era, me volví a subir al auto
móvil para una vez más ponerlo en marcha, como si con
solo haber mirado el motor fuera suficiente para repararlo,
cumn si las piezas descompuestas se estuvieran diciendo,
«¡Nos ha visto! Volvamos a nuestro sitio, ¡rápido!».
Pero al darle la vuelta a la llave, emitió el mismo chillido.
Solo entonces llegué a la casa para hacer lo que debería
haber hecho mucho antes. Telefoneé al taller de reparacio
nes para explicar la condición en que estaba mi alltomóvil,
totalmente dispuesto <t compartirles mi firme convenci
miento de que el problema no era el recipiente de líquido
limpiaparabrisas.
Ahora bien, se podría muy bien asumir que en un ser
humano normal, una ineptitud como esta no podría en
modo alguno coexistir con ninguna cantidad significativa
de orgullo. Alguien tan poco hábil como yo sería normal
mente humilde, ¿no es cierto? Sin embargo, sin ninguna
clase de duda puedo afirmar que en mi vida son muy evi
dentes tanto la incompetencia como el orgullo. De hecho,
iremos descubriendo en este libro cómo el orgullo tiene un
28
P 1' L 1 e; R U S DE L ll R l; \! L L ()
modo extraño y seguro de no tener en cuenta para nada la
lógica. ¿Podemos estar de acuerdo con esto?
La triste realidad es que ninguno de nosotros es inmune
a los efectos cegadores, contra toda lógica, del orgullo.
Aunque se manifiesta de diferentes formas y en diferentes
grados, nos contagia a todos. El verdadero problema no es
si hay orgullo en nuestro corazón; es m;;ís bien dónde se da
el orgullo y cómo se manil'iesta en nuestra vida. La Escritu
ra nos muestra que el orgullo está profunda y peligrosa
mente enraizado en todas nuestras vidas, rnucho más que
lo que estarnos dispuestos a admitir o incluso a pensar.
.John Stott ha reflexionado con claridad acerca ele ello y
escribió lo siguiente: «En todas las L1ses eJe nuestro desa
rrollo cristiano y en todas las esferas de nuestro discipula
do cristiano, el orgullo es el mayor enemigo y b humildad
nuestra gran amiga».'
l--Iemos visto la promesa que contiene la lmmildad, el
apoyo bondadoso de Dios. Pero tamhi(_;n debemos estar
conscientes de los grandes peligros del orgullo, no solo al
guna que otra vez o bajo ciertas circunstancias, sino en
cada fase y en cada esfera de la vida. Durante toda nuestra
permanencia en esta tierra, y en todos los ámbitos de nues
tras vidas, todos nosotros compartimos el mayor de los
enemigos que nos es común: el orgullo.
EL PRIMER PECADO
La historia del orgullo es larga, antecede a Adán y Eva.
29
HUMILDAD GRA"'DEZA VERDADERA
El orgullo, según parece, fue el primero de los pecados.
lsaías 14 describe la caída de un rey, pero que no era un
simple gobernante terrenal. Este rey es la encamación ele la
arrogancia que desafía a Dios, pero el lenguaje que se utili
za en el pasaje al parecer se refiere a la rebelión y caída de
Satanás mismo.
En lsaías 14:13, se pone de manifiesto la motivación de
trás de la rebelión de Satanás: ''Decías en tu corazón: 'Subi
ré hasta los ciclos. ¡Levantaré mi trono por encima de las
estrellas de Dios!». Bajo el mando del orgulloso Lucifer,
criaturas angélicas poderosas que poseían belleza y gloria
más allá de lo que podemos imaginar, desearon con arro
gancia ser reconocidos y ocupar una condición semejante a
la ele Dios mismo. En respuesta a ello, Dios ele inmediato
los juzgó de manera ri.gurosa.
El orgullo no solo parece ser el pecado más antiguo,
sino que está en la médula de tocio pecado. «El orgullo»,
cscribc]uhn Stott, «es m{ts que el primero de los siete peca
dos capitales; es la esencia ele todo pecado»,..
En realidad, desde la perspectiva de Dios, parece que el
lHgullo es el pecado más grave. En base a rnis estudios, me
he convencido de que no hay nada que Dios odie más que
esto. Dios con toda justicia odia todo pecado, pero hay
mucl1as evidencias en la Biblia que permiten concluir que
no hay ningún pecado que lo ofenda más que el orgullo.
Cuando su Palabra revela las cosas '<que el Señor abo
rrece» y "que le son detestables>>, son los «ojos que se
30
PEL!CRUS DEL t"IRl;LJLl.O
enaltecen» del hombre orgulloso lo que encabeza la lista (Proverbios 6:16-17).
- Cuando la sabiduría personificada ele Dios habla, se en
fatizan estas claras palabras: «aborrezco el orgullo y la arrogancia» (Proverbios g:] 3).
y pensemos en la perspectiva divina acerca del orgullo
que se revela en Proverbios L(y '5: «El Scilor aborrece a los ancwan tes lJJ1't c·<·)c··t ,,,., - , · - · · 1 · o . , . . L • ·'L ,_.,, ~,cgut a. liO qucc arán llnpuncs>> .
. Nu se puede encontrar en toda la Escritura un lenguaje
mas contLmdcnte respecto al pecado.
COMPETm CON DIOS
¿Por qut' odia Dios al orgullo ,:n forma tan vehemente?
He aquí el por qut;: el orgullo se da cuando seres huma
nos pecadores aspiran a lo condición y posíci<ín de Dios Y se niegan a reconocer su dependencia de d. ..
Charles Bridgt~s en cint<t oc:tsúín (\liliCntó cómo el ur-gullu lcv·mt·l l'lc<rt··-t7 · r·)· ' ' . . "Lon comr~t 1 tos y ''cumpitc Ctlll d por la su¡)rcm·wh» F"t·lnt('" ·tt·lt . 1 ¡· ...
. .L • , • ····', "' ' . (' un;t e e Jntnnn perspicaz Y
bíblica de b esencia del orgullo: cnrnpctir con Dios por l~t supremacía, y levantar nuestro U)razón contra d.
Para fines d, · r ¡·,,,· · ... ] · ... ' t. co,1 c.own pel:::,ona , cornenc:é a adoptar
esta dchmctón de orgullo hace pocos at'tos, después de caer
en la cuenta de que, hasta cierto punto, había ido ClTcicn
do sin que el orgullo afectara mi vida. Pero seguía conté
sándontc ele orgullo. Sabía que Jlo me sentía lo bastante
culpable de ello. De modo que en \'ez de sulo confesar a
31
H ¡_;M 1 L 1! A D (,E A ~J fJ 1' ;: ,\ \' !' R 1> .'\ IJ ERA
Dios que <<en esa sittwción me enorgullecí» y de pedirle
perdón. aprendí a decir, <ÓL'r1or. en ese momento, con esa
~tclitud y ese acto, estuve cmnriticndo contigo por la
su¡ncnwcfct. A esto se rcducia todo. Perdóname».
Y en lug~u de confesar ante otra persona, <do que dije
lue orgulloso de mi parle; ¿me puedes perdonar?» corncn
l"C ~1 decir, «lo que ~1caho dr h~1cn IUl' competir con Dios
pnr la supremacía», y snlo ckspuc;s pedir el perdón de la
persona. Esta Jm'tctica aun1cnltl la ctrga ele culpabilidad en
mi corazón debido a la gra\'ccLrd ele este pccad1).
El orgullo asume innumerables l'orrn::ts, pero tiene un
solo fin: glorificarse a uno mismo. htc es el motivo y pro
p(lSito final del orgullo: quitarle a Dios su gloria legítima y
buscar glorificarse uno mismo, compitiendo con él por la
supremacía. La persona orgullosa buscar glorificarse a ~;i
rnisma y no a Dios, con lo cual de bvc:ho intt:nta quitarle a
Dio~. algo que solo él merece recibir.
No sorprende que Dios se oponga al orgullo. No sor
prende que odie el orgullo. Permitamos quL: esta verdad
penetre en nuestra Forma de pcns<\L
0POSlUON ACTlVA DE DIOS Al. URGULLO
A.hura han.; la pregunta siguiente: ¿Qué: odiamos?
Puedo decir qué odio. Tcngu dos listas. Una es una lista
tonta que comienza con alimentos que a veces pienso de
ben ser productos de la Caída. Detesto el pastel de carne.
DctestL) el SélUcrkraut. Y detesto el requesón. incluso odio
cu~mdo alguien come queso req ur:'S<1n delante mío; n w quua ~::1 ;1pctito.
Tamhit'll rcch~1zu todos los equipos proksionalcs de di
versos deportes de b ciudad de Nueva York, lo cual es scn
cilbnJcnte parte de mi hercncú1, al haber nacido v haber J .
sido criado en el área de W;¡shingLun DC.
Esto es solo el comienzo. una pcqucr'ía rnucstr;1 de mi
lonu. li•;t~t ele cosas que udiu. l'cru tarnhié:n tengo una lisu
sen;¡ de co:<ts que odio. Estoy scgtut) lk que todos tenernos tamhién algo p;rrccido.
(''cliu el abono.
Odio el ~lhw:;o inlantil.
Odio el racismo.
¿Que odian ustedes:)
Nadie udi;t n:1da con la intcmidad con que Dws odia L'l
orgullo Su odio del orgullu es puru, y su odio es santo.
Juan Cal vino cscrihic'J: «J)ius nu puede soportar ver que
su glort;:t la ton1;1 como prupia b cri~ttur:t ni siquiera en el
gradu nus n1ímrno; ele igual rntxlo, k t"L:sulta intolcrahk la
arrogancia sacrílega de quienes, abb;ímlusc a si miSilJOS.
oscurecen su gluria lo m;¡s que pucdcm>. 1
Y como Dios no soporta esta arrogancia. se revela en b
EscTitura corno opuesto de IT1ancc1 activa al orgulln.Dc
manera aclíva.
«Dios se OJ!OIK' a los orgullosos>> (Samiago 4:6; J Pedro
5:5). «Se upunc» en esta atirme1cion es un verbo aclivo, en
tiempo prcscnt e, lo en al muesLm qlrc b opusición de Dios
33
HU\1Jl_D/\ll CRANDEZA VERD,\DERA
al orgullo es una actividad inmediata y constante. E1 orgu
llo no eludirá por tiempo indehnida la disciplina.
FUERZA DEL ORGULLO
Para entender mejor la perspectiva que tiene Dios del or
gullo, nos convendría tom.ar nota de su fuerza destructora
tan especial. Jonathan Edwards llama al orgullo <da peor
víbora que hay en el corazón» y «el mayor perturbador de
la paz del alma y de la dulce comunión con CristO>r; con
sideraba que el orgullo era el pecado mj.s difícil de extir
par, y «el más oculLo, secreto y enganosu de todos los
deseos». r
A pesar ele esta prolunda comprensión de su fealdad,
Edwards mismo luchaba sin cesar contra su propio orgullo
(y esto me cb esperanza, sabiendo que no estoy solo n1 esta
lucha). «Qu(' pobre gusano tan necio soy, tonto, ciego, en
gafíado, cuando el orgullo actúa», cscribi(l en cicrL:l oca
sión Edwarcls.' En sus sermones y l'll muchos de sus
innumerables escritos ponía constant:crncnt.c sobre aviso
contra el orgullo, en especial el orgullo cspirinwl, que con
sideraba corno la causa principal del lin prcmat uro del
Cran Avivamiento, que babia aportado t~1nta vitalidad
espiritual a la iglesia en tiempo de Edwards.
El orgullo también socava la unidad y puede en última
instancia dividir a una iglesia. Muéstrenme una iglesia en la
que hay divisiones, donde hay disputas, y les mostraré una
iglesia en la que hay orgullo.
34
P C Ll C RO S DE' L l) ll e; lJ LL. ()
El orgullo también derriba a líderes. «El orgullo echa a
perder a pastores e iglesias más que cualquier otra c:osar>,
ha escrito Mike Rcnihan. «Es más insidioso en la iglesia
que el radón en la casa>r.(, Cuando leamos acerca de algún
otro personaje público que sucumbe, recordemos Prover
bios 16:18: «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altane
ría el fracasorr. La situación ele esa persona podría parecer
que es complicada por razón de las circunsL~mc:ias, pero en
el fondo no l1ay complicación: el orgullo está antes de la
caída.
ADVI:l\TENClAS MISERICORDIOSAS DE DIOS
Las advertencias que se encuentran en b Escritur<t en
cuanto al orgullo no podrían ser más serias y que nos de
ben ¡Joner a pensar. Y son una cxprcsúm de h misericordia
de Dios, que huscan nuestro bien.
Dios es miscrinHdioso y por esto nos advierte de esta
manera. Es misericordioso en este hecho de revelar este
pecado a nuestro corazón y de idcntilicar su gravedad y
consecuencias potenciales. Es misericordioso, y quiere
protegernos. Por est::t razón, en Luda su Palahra, Dios pre
senta el orgullo como nuestro mayor enemigo.
Al desenmascarar el orgullo, así como al presentarnos a
la humildad como nuestra mejor amiga, Dios nos describe
el camino hacia la verdadera grandeza, camino que ven:
mos con suma claridad en la vida y muerte de nuestro
35
llll M l LDAD e; RAND EZA Vf:RDADE RA
Salvador. Cornencemos juntos a recorrer esa senda en el
capitulo siguiente.
Notas l. Jolm .Slott, «i'riclc, Humility ,';¡· Cnd,» Sovcrcign Gracc Onlinc, Scp
liCillbrc/Octuhrc 2000, http://www.suvcrcigngraccminis-
trics orglsgo/v 18nu5/prl_priclc. html (consultado el "> de agosto el el
200'5)
2. lh!d. 1. C:umcntarin ~ti SahnLl l): L-3 cn]L1hn C:alvin, Commcntary n11lhc
Book or Ps;dms, trad. Jnncs Andcr.son. Fcrdman~, Gmnd Ra¡wb,
lVII, 1961, n.p.
4. jonathan Edwards, Adncc to Young Convcrts, (H;uÜord Evangcli
cal Tmct SoL:il'Ly, 1821 ), en un principio ,·arta a Dchorah Hathcway
kchada el 3 dcpmio de l H L
5. De la :moucilin del 2 de marzo de 17L'J, en el diar1u de Jun;Jthan
Lclwarcls. Mcmoir uf]onathan Fclwards,
htt p:!/www .t racLs uk,ep L't>m/mc moicjunathan __ cdw;mls pd 1 ( CL\11·
sultadn el 1 ele ;lgostu del 200'))
6. Mikc Rcnih:m, <di. Pastor's !'riele ;mcl )oy>' C:nnvns;tcion de sohrc
mc.sa,Juliu de Jc)l)l)_
36
PARTE IJ
Nucslro Salvador y d secreto de la verdadera grandeza
l~A- G-RANDEZA REDE.FINIDA
11/\RU':-; Sl'lmc.rclN en cierta occ1sión predicó acerca ck
la necedad del orgullo, y lo llanh·l «una cosa sin lún
clamcnto», «Uila cosa estúpida» y Lcnnbi(~n «lo más loco que
pueda existir>>_'
Pero a pcs~n de la LOLll nccccLtLl e irr,teionalicbd ckl
orgullo, su obstinada presencia se rnanHicsta en innume
rables formas dentro de toclLlS nosotros_ 1 nduso los discí-
pulos de Jesús no estuvieron inmunes; ele hecho, fueron
in rr~tcl ores dcstac~tclus.
¿QUIEN ES EL MAYO!~?
El orgullo resulta especialmente evidente en la búsqueda
documentada de grandeza y apreciación personales por
parte de los disclpulos_ Esta búsqueda no fue sutil, y no pa
rece que fuera esporádica. Sl'gún sus propios relatos, fue
algo pronunciado y al parecer constante_
HU M [ L DA D G R A G: D E Z -\ V E R D >\ D [ R t\
Notcse, por ejemplo, In que leemos en Marcos 9, cuando
los discípulos y Jesús andaban juntos. «Llegaron a Caper
naúnl. Cuando ya estaba en casa, Jesús les preguntó:¿Qué
venían discutiendo por el can1ino·h (Marcos 9:33!.
Pero los chscípulos, sin dudJ clcsconccrt::cdos y avcrgon
:::ados, «se quedaron callados» (v.?A ). Person¡~s que cst.a
b::m recibiendo una preparación intensiva de parte ele
jesucristo, el ejemplo máximo ele humildad y espíritu ele
servicio, estaban inmersos en una disputa a fondo acerca
de su relativa superioridad.
JesLlS conocía sus corazones, del rnisrno modo que co
noce los nuestros. Por esta razón ele manera inmediata y
perspicaz abordó su egoísta ambición: «Entonces Jesús se
sentél, llamó a los doce y les dijo: 'Si alguno quiere ser el
primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»
(Marcos 9:35).
Jesús redefinió en forma radical la grandeza. Pero, al pa
recer, lo que dijo no caló.
UNi\ PREGUt'JTA VALIENTE
E~n ['vbrcos lO cncont ramos a los hcnnanos .J<~eoho y Juan
que se acercan al Salvador aparte de sus com¡xu1cros, los
otros discípulos. Al¡xucc:cr de acuerdo entre s1 en cuanto a
su propia grandeza, le presentan a jesús un ¡;ctición espe··
cial.
Por lo visto Juan y Jacobo pensaban que el Salvador
compartía la elevada opinión que tenían de sí mismos,
LA e; 1< A N L' 1' l.,\ 11 ['U E!' í ~1 1 LJ .·1
porque no hay ni un ápice de falta de seguridad en Jo que
preguntan: <<Maestro .. , queremos que nos concedas lo que
te vamos a pedir». Jesús les pregunta qm~ desean. Respon
den: «Concéclenos que en tu glorioso remo uno de noso
tros se siente a Lu derecha y el otro a Lu izquierda» (Marcos
10:35-37).
Marcos ya nos ha contado que Jesús y sus discípulos se
dirigían hacia Jerusalén, donde Jac:obo y .Juml y los otros
esperaban que el S;dvador estableciera ele inmediato su rei
no, militar y políticamente Iba a entrar, pues, en su «glo
rioso reino» y 1\)S dos herm::tnos deseaban ocupar en el
mismo un lugar pmmincnte. Sin duda asumían que, a la
luz de su obvia superioridad, era adecuado c¡uc ocuparan
esa clase ele puesto prominente. <<Resolvarnos este asunto
de la grandeza ya», parece que estén dicicnd\). «¿Qui&n es
el maym<' ¡Nosotros somos los mayores' Y Mal'stro, quere
mos que reconozcas este hecho haciendo que nos sente
mos a tu derecha e izquierda».
Se ponen plenamente de manifiesto los deseos llenos ck
orgullo de sus corazones. En su petición no hay nada sutil.
No piden fe para sobrellevar el surrimicnto del 1\lacstro.
No piden el privilegio de apoy;nlo en su sulrimicnto.
Quieren ser bmo.sos, pura y simplemente. Jacuhu y Juan
han clehniclo la grandeza como rango y plKicr, y quieren el
título. Desean el respeto, el aplauso y la importancia. En
sus corazones llenos de orgullo, jesús es solo un medio
para el fin que tienen de exaltación personaL
41
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
Este pas<.\ie en modo alguno exonera a los otros discípu
los, porque lamentablemente los otros diez no eran dife
rentes. De alguna forma se enteraron de la petición de
Jacobo y Juan y «se indignaron contra Jacobo y Juan» (v. 41),
lo cual denota que, en su corazón, se albergaba ambición
egoísta y también pretensión de superioridad moraL
¿Nos podemos ver en esta historia? Nos resulta fácil a
veces despreciar a los discípulos sin reconocer en ese retra
to de ellos nucstm propio rustro. Mientras iban carninan
do, discutían accrc1 de quié11 cr:~ el mayor; quizá nosotros
no discutimos acerca c.lc esto, pero ¿no debatirnos lo mis
mo a diario en nuestms pensamientos rnás intirnosl Si
ustedes son como yo, se comparan :t otros y buscan opor
tunidades para reclamar que son rnás importantes que
ellos, como lo hicieron los discípulos.
RFDEFIN1CIC)N
Es de agradecer qucjcsüs sea miscriumlioso y bondadoso
con mtcstros corazones llenos de orgullo, al igual que lo
fue con sus equivocados discípulos. Lccmn~; en M<lrcus
10:42: «Jesús los llamó». ¿Podemos percibir la paciencia
que les tuvo el Salvador, al igual que su compromiso amo
roso de cnsc11arlcs lo que tanto necesitaban aprender?
Les recuerda primero lo que ya habían podido constatar
todos ellos durante los largos :.n1os de la ocupación roma
na: <<Como ustedes saben, los que se consideranjefes ele las
naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales
42
L ,\ (; f\ A el U 1 Z, \ 1\ 1: J) E¡. 1 N 1 11 ,\
abusan ele su <1utoriclaci». Luego el Salvador plantea un
contraste: «Pero entre ustedes no debe ser asi»
Lo que resulta espccialrncnte sugestivo e instructivo en
sus palabras siguientes es que Jesús no critica ni prohibe en
forma catcg(lrica el deseo y b ambición de grandcz;1.
En su lugar, reorienta claramente esta arnbición, la re
define, y la purifica: «El que quiera hacerse grande entre
ustedes deherd ser su servidor, y el que quiera ser el prime
ro drbcrcí ser esclavo de todos,> (vv.·+ '3·+t).
Siempre qucrcnJos prcsL1r cuidadosa atención cuando
en la Escritura cncontranJos esa palabra deber. <<Deber»
nos lJ<lCC pensar en nlgo que se requiere, algo que es indis
pensable. «¿Quieren ser graneles?», cliccjcsús. «Bien, esto
es lo que dchc darse. Lo que se requiere es que se vuelvan
servidores ele los dcrn;'¡o.;; ~;ignilka nada menos que cnnver-
1 irse en C:)l'lavo de lucios».
Rccorclcmos que la persona que estú afirmando esto es
el cjnnplo m;iximo de la vndadera grandeza Y esto es
l'X<.IC'Llmcnlc lo quc]csüs pasa a achr~n: «Porque ni aun el
Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino pam servir y
para ciar su vicia en rescate por muchos» (v.45).
En el excelente comentario que Willüm Lanc cscnhió,
menciona que Jesús se rclicrc a «la invcrsilín de todas las
ideas humanas acerca de grandeza y rango>> . .' Ahí se pro
duce una inversión profunda e histónca, que tiene que
darse en la vida de cada uno de nosotros para que podamos
tener la posihiliclacl de llegar a ser grandes a los ojos ele
43
HlJMILDAD CRANDEZA VERDADERA
Dios. Significa poner patas arriba nuestras ideas arraigadas
y mundanas en cuanto a la definición de grandeza.
TODO A NUESTRO ALREDEDOR
La diferencia no podría ser más eruela.
Definido en rorrna cultural y pecaminosa, buscar b
grandeza parece lo siguiente: personas motivadas por el in
terés propio, la satisfacción propia, y un ralso sentido de
autosuficiencia, buscan una amhici<1n egoísta con el !'in de
darse importancia.
Contrastemos esto con la búsqueda de verdadera gran
ckza tal como se define bíblicamente: servir a otros para la
gloria de Dios. Esta es la expresión gL:nuina de humildad;
esta es la verdadera grandeza, tal como la definió el Salva-
dor.
¿Han visto en tiempos recientes algunos ejemplos de
verdadera grandeza? Los que se ofrecen a continuación son
so1o una muestra ele 1o que he podido ubservar y vivir.
Se trata de Bryce, el hijo adolescente y religioso, que res
peta a sus padres y cuida de sus hermanos más pequeños,
incluyendo a Eric, quien padece de autismo.
Se trata de Teresa, mujer soltera con una risa contagio
sa, que, siempre alegre, sirve a numerosas familias en nues
tra iglesia.
Se trata ele Trey, un pastor amigo mío que [unge como
pastor asistente de su hijo Rich.
44
Se trata de Eric, e1 hombre de negocios exitoso que cada
domingo sirve de manera voluntaria en nuestra iglesia es
tacionando automóviles.
Se trata de mi hija Kristin, que trabaja sin descanso en.
su casa para cuidar ele su esposo, Brian, y de sus tres hijos
pcqueríos.
Se tr;Ha de Dick, hombre soltero y funcionario de co
rreos, que llevó una vida sencilla para así poder ayudar a
sostener a familias que deseaban adoptar nihos.
Se trata de Kcn, el padre que rcnunci() a su tr;thajo y a
todl) lo que le era familiar para trasladarse con su familia al
otro extremo del país a una iglesia local más S(llida
Y se trata de Bcrnic y Pcarl, la pareja ele unos ochenta
afíos quienes, a pesar de problcrnas graves de salud, entre
garon su cor;m¡n y vida al pcqucfio grupo que lkrnic diri-
gía. Ahora ya cst~in disfrutando con el Salvador.
La verdac.lcra grandeza cst<i en tocio nuestro alrec.lcdor.
La pregunta es, ¿la vemos? O, m;'ts importante, ¿la husca
mos7 Estos ejemplos y rni1 más muestran qw.' quiere decir
ser grande a los ojos de Dios: servir con humildad :1los de-
más para gloria de Dios.
Asi pues, tenemos dos definiciones l)pucstas: grandcz:t
que se define a partir de la cultura y el pecado frente a gran
deza definida según la Biblia. El conflicto entre ambas con
tinúa hasta hoy. La lucha se desencadena en nuestros
corazones mismos. Necesitamos con urgencia ser libera
dos. Y es la promesa de 1ibcrtad respecto al orgullo lo que
jesús nos ofrece.
45
H ¡; M 1 ¡_ D .4. D C R ,\ N D E Z A \' E R l1 i\ D E R A
Notas 1. Charles Haddon Spurgcon, "Priclc ancl Humility " scrrnón pronun-
ciado el J 7 ele agosto de 1HS6, en SoULhwark, lnglalcJTa,
hu p//christianunpluggcd.cum/humility_3.htm (consultado el 3 ele
agusto clel2005. 2. William L L.anc, Thc c;,¡o,pcl orMark, Thc Ncw lntcrnational Com
mcntmy on 1hc Ncw Tcst:1mrnt (c;rancl Rapids, lvll Ecnlrmns,
l':lH), 383.
46
l .. i\ C~RAl'~DEZ,_A DEM.OS'TRAl)A
IIUI\1\ LLJc,M,ILh ~ti punto nucial. No es cxagn<ldn afir
mar que entender el contenido de este c1pítulo es
fundamental par~t captar la verdad de la que tn-tta todo el li
bro. Por esta raz(rn, si hiciera falta, hay que leerlo despacio,
porque nPs L'Slamos accn:anclo a un ll'rrL~Ilt) santo.
He aquí tma vcrcbcl esencial: para aprctlClcr Lt verdadera
hurnildad, ncccsitanws algo nüs que redefinir la grandeza;
m'ccsitamos inclusL) más que el ejemplo personal de ~';nvi-
cio humilde que 1ws ha dado jesús_
Lo que neccsit<mws es su muerte.
Fscuchcrnus de nuevo lo que dijo jesús en Marcos
1 OA'5: «Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que k
sirvan, sino para servir y para dar su vida en 1-escaLc por
muchos»_ El Salvador aquí aclara a sus discípulos la dife
rencia entre su ejemplo y el ele ellos. Insiste en el carácter
único de su propio sacrificio. Les dice no solo que se
1-1 U \1 1 L DA D • C R A 1\ D E Z A V E R D A D ERA
alcanza la verdadera grandeza emulando su ejemplo, sirto
tambit'n que la verdadera grandeza no nos es posible
aparte del sacrificio t:mico del Salvador_
Solo jesús vino p~1ra dar su vida en rescate por los peca-
dos ele muchos, y esto lo distingue de cualquier otro servicio
con carác:Ler de sacrificio que alguien más, en algún lugar,
podríajamús oCrenT Encontran1o.'i ac¡ut lo que es completa,
total y' catcgóricnnentc Ctnico en el Salvador y su cjernplo. Y
en genuina humildad, nuestro servicio a otros sicrnprc es
tanto un ickcto del sacrificio único ele .Jesús comtl la prueba
dcltmsmo. Solo ::;u sacril"icio nos hace posible lograr y expe
rimentar verdadera grandeza a los ojos ele D1os.
Donalcl I;nglish expresa este punto de la siguiente 1or
tna: <<hl la raíz de todo servicio cristiano en el mundo cst<i
el SE'!'í.ur crw.:ilkacll) y resucitado, quien rr1uril'> para lihe
r:trnos y con ello hacer posible dicho scrvicio». 1
Por esta ra-
zón todo servicio cristiano no solo rdlcja el cjcmpJc, del
Salvador. En última instancia nuestro scrviciu solo existe
para dirigir la :1tcnción hacia su Cuente, a nuestro Scí'10r
crucificado y resucitado, quien se entregó a sí misrno en
rcsc:Jt.c por todos nosotro.s.
Demos un paso rn:1s p:tra ex<1mirwr nüs de cerca c~~tc in
cornparablc ::;acriJicio.
jEStJS DIO EL EJEMPLO
En Marcos 1 O encontramos ajcsús y a sus discípulos cami
no a jerusalén. Se trata del último desplazamicnlo durante
el ministerio de Jesús, y el destino final se abre ante sus
ojos. Se acerca la hora para la que, a fin de cuentas, vino_ La
cruz esU en el horizonte.
Este largo viaje hasta jerusalén y la cruz serú al parecer
muy solitario para el Salvador porque lo realiza sin la ple
na comprensión y apoyo ck sus discípulos. La ambición
egoísta los sigue cegando, de manera que el Salvador debe
continuar enscüánclolcs e instruyéndolos y enfrentándose
a su arrogancia.
Con todo, por triste que sin duda debió sentirse su umt
zón en este momento, «se les :tclclantó» (v_)2). Nadie ll)
empuja a que siga~ nadie lo obliga. Muestra el camino_ Y
quien va delante es el üni.co en este grupo de viandantes
que cslí't consciente de la indescriptible angustia que lo
espera en ese lugar.
Dctcngárnonos, quizú, para imaginarlo. Vcarnos esa fi
gura solitaria que va delante, plenamente consciente y sa
bedora ele lo que le espera cnJcrusal(:n. Veámoslo firme en
su corazón, decidido, rnarcando la pauta a sus discípulos,
avanzando decidido.
¿lbcia dónde?
Hacia Jerusalén.
¿Para qué·?
Para morir
Nada lo disuadirá. Está totalmente decidido a cumplir
con esta cita escogida desde la eternidad. Sin vac:llar se diri
ge a un lugar donde ser<i traicionado y arrestado, donde
será acusado y condenado, donde será objeto de burlas y
49
HUMJL.DAD. GRANDEZA \'ERDADE'Ri\
recibirá escupitajos y azotes y al final será ejecutado_ Y no
hay indecisiones, ni resistencia en sus pasos. Aunque lo
espera un sufrimiento inimaginable, avanza, va delante.
EL RESCATE
Este es el tr:tslundo del encuentro de Jesús con bs pala
hr~ls y acciones orgullosas ele sus arrogantes e indignados
clisdpul,1s. Al enlrcrrtarsc a su orgullo, y al nuestro, p,1r
primer~\ vczjcsús define l'i prop(1sit,1 de la muerte que 1,1
cspcr:1 y ele ¡,1 que logrará: <'d Hij(l del hornbrc vino
p~1ra scrvtr y par~\ dar su vida en rescate por lllllL:hos»
(Marcos 1 0:45)
Antes, cr1cstc mismo capítulo, Marcos incluyó inlcmn~t
ción adicim1al que ahonda el signihcado de este morm:nto
ins,mclablc: no Jltucho antes, jesús hahia encontrado :1 un
joven rico que c¡ucrL1 saber cómo ganar la vida eterna. Dcs
pw;~; de escuchar b respuesta del Salvador, los cliscípulos
«se :tsumbran1n» y le prcgunuron, <d:ntonccs, ¿qukn pn
clní. salvarse?» .lcsüs los rniní fijamente y rcspotlcli(í, '<Para
los hombres es imposible ... pero no para Dios; ck hecho,
para Dios todo es po~;ihle>> (v 27).
Una vez rcvclacLt la imposibilidad ele b salvación aparte
de Dios, ahora Jesús revela cómo .salvar;¡ Dios El Salvador
describe su muerte próxima como un ncscHe». !\1 utilizar
esta palabra muestra su intención y actúa en forma cstrak
gica.
50
L;\ CRi\"'DFlc\ DFMO~-¡ lli\DA
Es ele lamenur que la palabra rescate tenga para noso
tros un significado bastante limitado. No la enconLrarnos
casi nunca a no ser en programas de televisión o películas
que tienen corno argumento algún secuestro. Pero el signi
ficado ele estJ palabra resultaba mucho más intenso e in
mediato para los discípulos en ese momento. Así nos lo
recuerda Donalcl English, ''En las culturasjudía, romana y
griega, el rescate resultaba una imagen familiar. Era el pre
cio que se pagaba para liberar a un esclavo, a un prisionero
de guerra o a una persona condenada»-' El rescate repre
sentaba el pago de un precio que se cxigia para liberar ele
diversas formas de esclavitud, cautiverio o condena, que
eran comunes en esa época.
AUSENCIA DE RESPETABILID!\D
Además, la palabra rescate no se asociaba con respetabili
dad. La persona a la que se rescataba era o esclavo, o un
enemigo cautivo o un criminal condenado.
¿Cómo se <1plica esto en nuestro caso? Demasiado
bien. Como lo escribe John Stott, en la imagen de rescate
lo que se enf~ltiza '<es nuestro estado lamentable, de he
cho nuestro cautiverio en el pecado, que hizo que luera
necesario que Dios nos liberara». lEste es el punto neurál
gico que se nos revela aquí. Así pues, oír al S:1lvador utili
zar la palabra rescate y entenderlo en forma correcta es
recordarnos de nuevo nuestro estado grave y lamentable,
y sentirnos afectados por ello, nuestra condición ele
51
H L; M l L D :\ D C T-U N [) l" Z A \' C R DAD ERA
miserable perdición y desdichada esclavitud al pecado. No
podemos liberarnos a nosotros mismos del orgullo y de la
ambición egoísta; es absolutamente necesario que se dé un
rescate divino.
.Jesús cst{t tratando de inculcar este mensaje en cada uno
de nosotros: «Est;in perdidos. Su situación no podría ser
más dcscspcranzacb. Y por su propi~1 cucnla, son incapa
ces ele cambiarla o eludirla>>.
¿Por qué fue necesaria la muerte de Jesús":> Porque toda
la hunLmJcLtd es C\)rrupta y está condcnacb, v todos noso
tros tenemos una aguda tendencia a negar la rcalicL1d de
nuestra condición de pcrdickm delante ck Dios.
HENOS !\C~UÍ
Par~t aclarar lo grctvc de nuestra condición, basta con seguir
leyendo Marcos 10 Hag<'nnoslo con cuidado y encont.rare
nws llUL'Strn propio rostro entre los diversos retratos que
M~lJTos mcluyc en este IXlSaJC de la bcriLUra.
Quizj nos J-cconozc;mlos en el joven rico que estimó
rnas sus posesiones que las palabras del Salvador. Quiz;;í
nos veamus cnjacoho y Juan y sus egoístas ambiciones. O,
si nos ccmsidcramos superiores ajacobo y Juan y a su acti
tud, entonces Corrnmnos parte dd grupo ele los otros discí
pulos en su indignación, que puso de manilicsto no solo su
propio deseo ele gloria sino tambit~n que se consideraban
justos por si mismos, posiblemente un pecado mucho más
grave que el dejac:obo y Juan.
52
L,\ CRc\N[)[c.1A Llf~1()S'IR,·\ll,\
Pero quiero ser claro. Todos nosotros encontramos
nuestro rostro en la galería de retratos ele pecadores que
presenta Marcos. Y jesús mismo nos hace ver qm; s1gnilica
esto, es decir, una condición humanamente inalterable de
ser cautivos del pecado .
Nuestra situacú)n no podría ser más grave. Antes ele
nuestra conversión h·;1mns prisioneros del pecado, e inclu
so clcspw~s de la misma seguimos comhaticndt) Ll plTscn
cia del pcc1clo, aunque estamos libres del poder y ctstign
dd pl'GH.Io. Y si cst:mlll:C. conscientes de este pclig1·o, nuJKcl
valoraremos lo sulkicntc la importancia de la muerte de
JesLtS. Es e:-:.le cautiverio hajo el pecado y cst;1 tcndcnci;l
continua a pecar lo que hace necesaria Lt muerte del S;tiva
dor como resurte de nnrcflos Fste es el precio que exige el
rescate: la vida del HiJo unig(nilo de Dios.
Era complcLaml'nte imposible que lns discípulos sL: li
beraran de su búsqueda egoísta de su propi;1 cxalt~lci(Jil,
del mismo modo que para nosotros es in1posihlc libnar
nos ele esos misnws pecados. ¡Pero Dios consigue lo c¡uc L'S
hununamentc imposihkl Paga el precio pnr rn.t\.'Slra liber
tad, y este precio es el sacrificio sustitutivo del flijo de
Dios, que no t icnc pecado, en la cruz.
LAS BUENAS NUEVAS
¿Cómo salvará Díos7 Ll) harc'í ejecutando a su HIJO, pl)r el
bien de los jóvenes ricos, por el bien ele Jacobo y Juan, por
el bien ele los diez discípulos indignados, y por el bien de
53
HUI\IILDAD CRANDEZA VERDADERA
orgullosos pecadores corno todos nosotros. ¿Cómo nos li
berará Dios de la cárcel del orgullo? ¿Cómo podemos ser li
berados del poder dominador de las vacuas ddiniciones
ele grandeza que el mundo ,)frece!
1\ml quienes sienten el efecto de su grave condición,
para quienes se dan cuenta de su condición humanamente
inalterable, las buenas nuevas son que hay Alguien que
aparece en escena y dice: die venido tvlucsLro el camino.
Avanzo sin vacilar hacia donde seré clavado a una cruz y
lcvcmtado como el ejemplo definitivo de sufrimiento, y ahi
descenderá sobre mí b violencia concentrada ele la ira del
Padre ~1 causa de vuestros pecados. Y gemiré, porqLLc no
tengo pecado y los pecados me son ajenos, hasta el müs mí
ni rno Pero en b cruz experimentaré los pecados de
muchos, encunados en mi cuerpo. Y morirh>.
bta es la muerte que lo aguarda. Pero dcsput:s de su su
[úmiento vcndr;'t el gozo: ¡el gozo seguro de s~Lber que su
muerte ha rescatado a los muchos!
Este es el efecto de LL muerte expiatoria del Hijo de
Dios.
SI Dlt)S QUIERE RECUPEIV\RNOS
Lcon Morris describe así nuestra condición humanamente
inaltcrahlc:
Dios crecí al ser humano, lo creó para que fuera suyo
... Dios lo colocó en el Edén para que viviera en c:o-
54
LA (;RANllLZA Dl'MOSTRAJ:l.\
munión con él, pero el hombre pecó. Se convirtió en
esclavo del maL No puede liberarse. Esta es precisa
mente la situación que d mundo antiguo vio que re-·
quería un acto redentor. Quienes pertenecemos a
Dios hemos caído en manos del poder de un fuerte
enemigo del cual no podemos liberarnos. Sí, lo pue
do decir con toda reverencia: Dios, si quiere rccupc-·
ramos, debe pagar el precio.
Y la gran cnsc11anz~L del Nuevo Testamento es que
Dios ha pagado el precio. Nos ha rcdimidu. Cristo se
convirtió en nuestro Redentor ... Para liberar a los es-·
clavos del pecado pagó el precio. EsL1hamos cmti
vos. Estáharnos bajo el lón:o dominio del mal. No
podíamos librarnos. Pero se pagó el precio y el rcsul-·
t.ado es que somus libres.'
Así es. ¡Somos libres' Hemos sido rcscat.ados ... libera
dos ... nuestros pecados han sido perdonados. Que; alivio'
Y luego sornos transfo1-rnaclos a lo largo ele toda nuestra
vida a imagen ele su Hijo, sirviendo a otros pam la gloria de
Dios. F~stc es el ckctl) ele este sacriliciu. Muchos son rcsca
Laclos, muchos son transfonnados. Incluyendo a Jacobo y
Juan. Porque este relato en Marcos 10 no es el último
capitulo de su historia.
S.'i
HUMILDAD GRA:'0DEZA VERDADERA
jACOBO Y JUAN TRANSFORMADOS
A Jacobo y Juan los rescató la muerte del Salvador y reci
bieron el perdón ele su orgullo y ele todos sus pecados. Y
también fueron transformados, ele personas que confiaban
en sí mismas a humildes siervos que vivirían para servir a
otros con el evangelio para la gloria de Dios.
Y sufririan.
Dcspué:s de b resurrección y ascensión de Cristo, Jaco
bo fue el primero ele los apóstoles que murió mártir, como
leemos en el libro de Hechos: «En ese tiempo el rey Hcro-·
des hizo arrestar a algunos de la iglesia con d hn de mal
tralarlos. A Jacobo, henn<tno de Juan. lo mandó matar a
espada» (Hechos 12: 1-2).
La Escritura nos chcc: ''Mucho valor tiene a los ojos del
Sciior la muerte de sus fieles» (Salmo 116: 15). ¡Cuán in-
sondahlemcntc vahoso a sus ojos debe haber sido ver a este
hombre, en otro liernpo confiado en sí mismo y egoís
tamente ambicioso. arrodillarse rnicntras b espada del
\'crclugo se levantaba sobre su cabezal ¿Qué hah1a trans
formado ajacobo·¿ ¿Qué había sucedido entre Marcos JO y
Hechos 12?
El Salvador había muerto como resulte
Juan, su hermano, tambil;n sería translormado . .Juan
luc, al parecer, el último ele Lodos los apóstoles en morir,
pero sufrió persecución y fue desterrado a la isla ele Pal-
mos. Es obvio, según las cartas que .Juan escribió, que com
prendió la enseñanza ele su Salvador acerca del esp1rit u de
servic10 en humildad: '<En esto conocernos lo que es el
56
amor: en que Jesucristo emregó ~;u vida por nosotros»
(1 Juan 3: 16). Juan lo entendió bien.
¿Qué transformó a Juan? ¿Qué había sucedido enlrc
Marcos ] O y la composición de las cartas de Juan 1
El Salvador había muerto como rescate.
Los _);tcobo y Juan que vernos en Marcos LO no estaban
para nada dispuestos a entregar su vida por otros. sino que
serían totalmente transformados. Y la explicación de esta
transformación no fue solo el ejemplo de nuestro Sc1ior
sino su sacrificio. Este sacrificio fue un rescate por el peca
do, y su dccto fue liberar a)acobo y Juan de su eguísrno y
palruncs de orgullo.
Ahí estaban dos hombres transformados en servidores
humildes del evangelio y en servidores humildes de b igle
sia gracias al sacrificio del Salvador. Dos hombres que aca
barcm su vida siendo vcnl21dt:rarncnte graneles a los ojos de
Dios.
¿Pur qué? ¿Cómo?
\\1:] Hijo del hombre no vino para que k sirvan sino
para servir y para dar su vida en rcscatt' por mudws>; (Ma
teo 20:28).
VEl~ EL ORICEN
Al encontrarnos ante quienes sirven con humildad, sabe
mos que son verdaderamente graneles a los o¡os de Dios.
Pero entendemos también el origen de su servicio. Su hu
milde servicio debería recordarnos esla muerte, este
57
11 L! M 1 L D :\ 1! : e; P J\ N JI E Z •\ V [ R l! A DE R A
rescate, este precio pagado para liberar a quien ahora ve
mos sirviendo.
Examinemos por un momento nuestra propia vida.
¿Donde estaríamos hoy si no nos hubiera rescatado, si no
nns huhic¡;¡ lihcn\dn7 Les dir(~ donde. Scguitünws consi
dcr;inclonos autosuficicntcs, tratando de aumentar la con
Jbnza propia para conseguir que nos alaben.
Pero ¿qué nos ha sucedido? Si nuestra conversión ha
sido genuina, hemos sido perdonados y transformados. Y
aunque de· momento sigue h;1hicndo en nosotrus tL·nt;Kión
y tcndcncb ~ti pecado, se ha producido un CC111lhiL> lunch
mental y radical de modo que tenemos cleksl'l> de snv1r ~~
utrus y de buscar que Dios sea glorific:¡cJo. C)noccmos el
llamarmento intnÍ\)r a dar la vida unos por otros porque d
entregó su vida por nosotros.
¡QuC' n1uertc Lm podcrusal ¡La cruz rescaL1, Lt uuz libe
ra, la cru::: tr~msformal Hagamos, pues, de ello nucstruuh-
jctivo y h;\IJltu permanente; cuando vcalllos a <tlglllcn que
sirve, acurckrnonos del saniliciu del Salvadm, pon¡ue sin
su sacríjú:io no hay snvkio. La vcn.bdn~1 grandeza solo se
alcanza cmulandn el e¡crnplo ele! Salvador, y suiL) resulta
posibk clcbieh) al ~;acrihcio del Salvador.
58
Notas
1. Dnnald English, TIJc Mcssagc ofMarh: Thc Mystcry ofFaith (l)n\v
ncrs Gmvc, 11..: lmcrVarslly Prcss, 1992), l82
) !hiel
) iulm5ttlll T/¡c- Cross o}Ciuhl (Uown1T; (;mw.IL lnttrV:¡rstl\
l't"cc.~, [e)~<)), l7'J
"1 Ll'llfl Mu1Tis, l he ;\JutlCllKIIL lb Mcatlili¡:' :ttHISigntltc·:mcc (1\l\\
nn::. c;nl\'C, IL: lnl\rV:usity Frcc;s, 1 \JH+), 12U-2l. tH
59
PARTE 111
NUESTRA GRAN BÚSQUEDA .,,
La práctica de la verdadera hu.míldad
_______________ ........................................... .
AL COMENZAR CADA DÍA
l ,\()U 1 l.IN 1'1 NC,;\f\1 11 N ro /\1 ;\t;~·L\N 11. Es posi hlc adm i r~tr
b humildad y :d misrnu tiempo sq_1,uir sin1do orgu
llosos. Estoy' muy conscinllc de que es posible que, en m1
Gtso, csk CllSct\:mckl ac:nc:l de la lnunild::td sin enfrentar el
orgullo en rni prupio nrLt7~<lll. Y lTJ este rnomct1lo podemos
estar cng;uündon(ls pcns:mclo que csLtmos logrando l'rcn:u·
contra el orgullo t;lll srJlo porc¡Ul· csunws lcyclllll) un lihm
acerca de !:1 hun1ikbd. Ci 1\Tu cspn'1 que llll sc<t :1S1I)
NU[STJ~¡\ NECI:')IDAD DE PONH\IA EN PRÁCTICA
CON DECIS!C:)l\1
No hasta C\m solo sentirse inspirados con b promesa de
humildad o el significado ele la verdadera grandeza, corno
tampoco es suficiente haber c:omprcndiclo los peligros del
orgullo. Si de veras queremos que en nuestras vicbs se pro
duzca una transformación importante, si queremos
H L, M l L 11 .'\ n e; R ,\ \l D E: l ,\ V F R D ,\ D t: E .-\
avanzar t:n frenar el orgullo y en actuar con humildad,
clr::lx· cbrsc una puesta cn¡míctiw decidida de la verdad, nn
t:sfucr:::o y búsqueda por parte nuestra que Dios utilizará
para una t:ra nsf~Jrrnac1ón sant i l'icadora en n ucstra vida.
Recordemos de nuevo la sabia recomendación de John
Stott: en todas las cta¡¡as de m.lcstru crecimiento y madurez
cristiana, y en todos los aspccL(l5 ele nuestra obediencia y
servicio, nuestro mayor enemigo es el urgullo y nuestra
mayor ~diada la lmmildad.
E:stoy convencido de ello ya e¡ u e así lo crbci1a b Escrit u
ra y, debido a esta certeza y convencimiento .. debo pensar
en CLirnu puedo a diario, con cliligt'ncia y decisión, dehil it m
a mi mayor enemigo y l'ortalecer ct mi mayor ~trnigo, todo a
partir de la gracict a la sombra de la cruz.
UNA ESTRATEClA PRÁCTlC;\
En el resto de este libro, deseo analizar con los lectores
una Ltrga lista ele lurmas prúctic:ts que he descubierto qul:
debilitan el orgullo y cultivan la hurnikbd, que ~tyucbn ;t
tembbr ante su Palabra y :1 mantenerse cuncent.rado.s en
buscar la vcrclader;l grandeza.
Los pu11Los en esta lista no son algo que simplemente he
ido anotando durante mús o rm:nos el mes pasado, sino
algo que cumcnc(: a desarrollar en privado hace algunas
ckcadas Han ido evolucionando a partir de mi vida a
modo ele búsquedas que, en l'orma gradual y progresiva,
han ido calando en mi corazón y mente en los últimos
64
Al <'<l'v\J: NZAR CADA DÍA
treinta afí.os de procurar crecer en la gracia. Y han demos-
trado ser útiles de manera consistcllle.
Para fines pr:kticos, pensemos en esta lista tan solo como
recomendaciones, no exigencias, como sugerencias a ser
ponderadas. No pensemos que estoy tratando de promover
una estricta imitación de mis práctic<:lS. 5e ofrecen para que
se consideren y se reflexione sobre ellas; después de ponde
rar su valor, cada uno elche elaborar su propia lista.
Pero pcnnítanmc in';istir en lo siguiente: cada uno debe
preparar su propia lista. Hay que hacerlo con decisión. Ha
bría que planear utda db la derrota del mayor de los ene
migos y el cultivo del rnayor de los arnigos.
Algunos de estos puntos de b list<A son pr:icticas cotidia
nas, acciones y respuestas relativamente cortas que todos
pueden poner en práctica ele manem regular y repetida.
Las veo como l'onnas de smnetn a disciplin~t mi día o rni
rutina diaria con el 11n de trepidar ante la Palabra de Dios,
debilitar el orgullo y desarrollar humildad. Otros puntos
de la lista son esCuerzos que requieren rn:'1s tiempo:, son
búsquedas a largo plazo que podnan prolongarse pur uno
o ni;1s aííos, pero con el mismo ob¡ctivo de atacar el orgullo
y l'ortalcccr la humildad.
REFLEXIONAR EN LA MARAVILLA DE lA CRUZ
Para mí, el aspecto en la lista que me resulta más consisten
temen te útil es este: reflexionar acerca de la nwravílla de la
cruz de Cristo. Creo que este también será el hábito y
65
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
práctica más importantes para cualquiera. Para asumir en
verdad una conducta seria e intencionada en cuanto a mor-
tificar el orgullo y cultivar la grandeza, debemos cada día
comemplar la asombrosa cruz en la que murió el Príncipe
de la Cloria.
«Llenen sus afectos con la cruz de Cristo», escribió]ohn
Owen, «de modo que no quede espacio para el pecado» .1
Y
esto incluye que no haya cabida para el orgullo.
Martín Uoyd-Joncs escribió lo siguiente acerca de la
forma más segura de buscar la humildad:
1-lay solo una cosa que conozco que me derriba al
suelo y me hurnilla hasta el polvo, y es mirar al :Hijo
de Dios, y en especial contemplar la cruz.
L.a cruz excelsa al contemplar,
Do Cristo allí por mi muril),
Nada se puede cornparar
A las riquezas de su amor.
Ninguna otrd cosa puede lograrlo. Cuando veo
que soy pecador ... que nada que no sea el Hijo ele
Dios me puede salvar, me siento lmJnillaclo hasta el
polvo ... Nada que no sea b cruz puede darnos este
espíritu ele hunlildad.'
John Stolt nos ayuda a entender por qué la cruz tiene
este poderoso efecto:
66
AL COMENZAR CADA DIA
Cada vez que miramos la cruz de Cristo parece que nos
esté diciendo, «Estoy aquí por Li. Es tu pecado el que so
brellevo, tu maldición la que estoy sufriendo, tu deuda la
que estoy pagando, tu muerte la que estoy muriendo.»
Nada en la historia ni. en d universo nos abate como la
cruz. Todos nosotros tenemos ideas exageradas ele noso
tros mismos, en especial vernos como bucr;os, hasta que
hemos visitado un lugar llamado Calvario. Es ahi, a los
pies de la cruz, que nos vernos reducidos a n ucst ra
verdadera talla.'
En cierta ocasión tuve el privilegio de pasar una hora
con Don Carson, experto bíblico y profesor en el Trinity
Evangelical Serninary. En el curso de nuestra conversa
ción, me contó de una entrevista que había sostenido con
el clilúnto Carl Hcnry, quizj el teólogo evangé:lico más des
tacado ele la segunda rnitad del siglo vcink. El Dr. Hcnry se
distinguía no solo por su brillantez sino también por su
humildad, una combinación insólita. El Dr. C:arson le pre
guntó cómo babia podido permanecer hurnilcle por tantas
décadas.
Mientras escuchaba al Dr. C::arson, me mantenía listo
con papel y lapicero para registrar la rcs!Jllesta de Carl
Henry. Fue esta:
<<¿Cómo puede alguien ser arrogante cuando está al pie
de la cruz?t>
67
HUMILDAD· GRANDEZA VERDADERA
Tantas veces, después de esta conversación, he pensa
do, Padre, deseo estar lo más cerca posible de la cruz, por-
que me res~tlta más difícil ser arrogante cuando estoy ahí.
La cruz nunca nos halaga. Sttot también escribió, «Lejos
de brindarnos halagos, la cruz socava nuestro sentido de
bondad propia, y delante ele ella solo podemos estar con la
cabeza inclinada y un espíritu quebrantado»:'
Para ayudarnos todavía más a permanecer a diario más
cerca de la cruz, recomiendo que leamos The Cross oj'
Christ de John Stott o The Cospel for Real Lije de Jerry
Bridgcs. Libros como estos nos ayudan, como en cierta
ocasión lo dijo Charles Spurgeon, a «permanecer cerca de
la cmz para buscar el misterio de sus heridas»; al meditar
acerca de la expiación gloriosa del Salvador y a cultivar la
humildad mientras lo hacemos.
COMENZAI<. EL DÍA REC:ONOC:IENDO QUE
NECESITAMOS A DIOS
En el resto de este capítulo, deseo centrarme L:n prácticas
que inducen a la humildad y que pueden comenzar a for
mar parte ele nuestra vi.da al comenzar cada día. La forma
en que comenzarnos la mañana con frecuencia sienta la
pauta para el día. Estoy convencido de que con frecuencia
el momento más determinante de nuestro día es cuando
nos despertarnos, porque int1uye en todo lo que le sigue.
El primer elemento diario en mi lista es este: comenzar
el día reconociendo nuestra dependencia de Dios y nuestra
68
AL C:Ot..!FNZAR CADA DlA
necesidad de Dios. Propongámonos por gracia que nuestro
primer pensamiento del día será una expresión de nuestra
dependencia de Dios, nuestra necesidad de Dios y nuestra
conl'ianza en Dios.
El pecado, incluyendo sobre todo el pecado de orgullo,
es algo activo, no pasivo. El pecado no st: levanta cansado,
porque no ha estado el urmiendo. Cuando uno despierta
por la mailana, el pecado es tú ab í, totalmente despierto,
listo para atacar. Por ello, en lugar de ser objeto de ataque
por parle del pecado en la mafíana, es preferible ir a la
ofensiva Debemos anunciarle al pecado, ü~stoy en guerra
contra ti. Sé que estás ahí, y Le voy a perseguir». Desde el
momento en que despierto, he aprendido a decirle a Dios
que dependo de I~l, y de este rnodo me sitúo humildemen
te delante ele c~l.
Se trata tan solo de una estrategia para controlar los
pensamientos que permitimos que entren a nuestra men
te. En su excelente libro, Spirilual Deprcssion, Martín
Lloyd-Joncs preglllllaba, «¿Han caido en la cuenta de que
la mayor parte de su inlelicicbd en la vida se debe al hecho
de que se csuin escuchando a sí mismos en 1 ugar de hablar
se a sí mismosh>r. Es prolí.mdo, y es verdad.
Tomemos un momento para pasar revista y examinar
nuestra forma de pensar el ella anterior. ¿Dedicamos más
tiempo a hablarnos a nosotros mismos con la verdad, opa
samos la mayor parte del tiempo a escucharnos? La mayo
ría de nosotros dedicamos más tiempo a escuchar mentiras
que a hablamos con la verdad. Y este proceso de escucha
69
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
suele comenzar cuando nos levantamos. El despertador ha
interrumpido bruscamente el don del sueño, y comienza la
escucha. Al ir transitando por nuestra rutina de la mafi~ma,
no estamos dirigiendo los pensamientos en nuestra mente;
sirnplcmcnLc estamos a merced de ellos. Vamos pensando
en quejas acerca lo sucedido el día antes o en preocupacio
nes acerca de lo que nos espera hoy. Nos miramos en el es
pejo del bcri1o y ponderamos e1 dafto, luego rumiamos con
pena acerca ele cómo nos sentirnos. No estamos al mando
de nuestro pensar. Simplemente dejamos que los pensa
mientos sigan si curso ..
Pero en lugar de ello, podemos declarar b guerra ~d or
gullo hablámlonos con b verdad y csLJblcc'icndo el tuno
adecuado para el día que comienza, Ain1und\) mcnLd·
rncnte nuestra dependencia de Dios )' b llcccsidad que
tenemos de d.
COMENCEMOS EL DÍA EXPRESANDO
GRATITUD i\ DIOS
El segundo elemento diario es este: Comencemos el día ex
presando gratitud a Dios.
«La gratitud», nos lo recuerda Michacl Rarnscy, «es un
terreno en el que no es fácil que crezca el orgullo».' .Así cs ..
y queremos cultivar ese terreno. Asi pues, desde el comien
zo del día, deseamos acoger al Salvador con gratitud, no
refunfml.ando.
70
AL COMENZAR CADA DÍA
Se decía de Matthew Henry que «fue un observador
atento y agradecido de oraciones contestadas»; su gratiLucl
por las misericordias de Dios estaba sin cesar «endulzando
su espíritu y con frecuencia invitaba a otros para que se le
unieran en dar graci<IS».11
Si uno se encontraba con Hcmy,
de inmediato ecua en la cuenta ele que se trataba de alguien
que tornaba nota con agrac.lccinlicnto de lo que Dios hacía
por él, y lo hacía de una forma atractivamcmc alegre que
resultaba contagiosa.
¡Cómo deseo que sea así tambit;n la descripción de rni
persona' ¿Lo desearnos t a m bit'n todos nosotros 7
¿Qu(~ suceclcría si me encontrara con ustedes rn~li'I;ma
por la mai'una? ¿Me cncont¡·aría con alguien que era un ob
serv<tclor atento y agrac.lccidu de oraciones respondidas, al
guien qut~ en unct funna manifiesta estaba agradecido con
Dios por sus nutchas misericordias?
Tamhit'n desearnos continuar, clmanlc todo el clú, ex
presando gratitud por las innumerables manifestaciones
ele la gracia de Dios. Es corno si Dios lUcra colocando notas
en nucst ras vidas a rnodo de recordatorios vivos de su pre
sencia y provisión. Están en todas partes. ¿Cuán atentos y
perspicaces somos respecto a ellos:> ¿Somos observadores
agradecidos ele los 1nnumcrablcs indicios de su provisión,
su presencia, su bondad y su gracia?
Una persona ing¡-ata es una persona orgullosa. Si soy in
grato, soy él!Togantc. Y si soy arrogante, necesito recordar
que Dios no simpatiza conmigo en esa arrogancia. Se
opone al orgulloso.
71
HU\1ILDAD· CRANDEZA VERDADERA
Que cada uno de nosotros reconozca cada día que, sea
cual fuere la gracia que recibamos de Dios, es mucho más
que lo que merecemos, e indescriptiblemente mejor que el
infierno que todos merecemos.
PRACTiCAR LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES
El hábito siguiente: Practicar las di.scíplinas espirituales:
oración, estudio de la Palabra de Dios, adoración. Hagá ..
moslo en forma consistente, a diario, y de preferencia al
comienzo del día, ele ser posible. Si estamos clebidarnente
motivados, será esto una demostración y declaración diaria
de nuestra dependencia de Dios y de nuestra necesidad de
su persona.
He descubierto que me resulta posible enfrentarme a mi
dia motivado por mi autosuficiencia. Pero también he
aprendido que el hecho mismo de abrir la Biblia para leerla
y concentrar mi corazón y ntcnte en oración ah rma que ne
cesito a Dios. Esta comprensión me beneficia mucho, por
que, al igual que todos, tengo experiencias crnocionales
muy fluctuantes de un día a otro en mis nwmcntos devo
cionales. Una maí1ana estoy hondamente convencido de
que Dios está cerca de mi, en tanto que al día siguiente solo
puedo sentir su ausencia. En cuestión ele horas paso de lo
que parece una experiencia espontánea de puro gozo a
preguntarme, «¿Dónde estás? ¿A dónde fuisteh>
El hecho es, desde luego, que no fue a ningún lado.
Ayer me permitió experimentar su presencia; hoy parece
72
AL COME\IZAR CADA DÍA
que me está enviando el mensaje, «Quiero que desarrolles
más confianza en mí; por esta razón, estoy retirando esa
sensación ele mi proximidad?»
He aprendido que, aparte de cómo me siento, cuando
ya be terminado ele leer la Biblia en la mallan a, puedo saber
que le he dado a entender, <<Te necesitci, dependo de ti». Al
detenerme a estudiar y leer y orar antes de comenzar la la
bor cotidiana, puedo confiar en que he dado un paso más
para debilitar el orgullo y fortalecer la humildad.
El mejor libro que he leído acerca de este tem.a es Spíri
tual Disciplines jór the Christian Lijé de Donald S. Whi.t
ncy, y se lo recorni.enclo.
APROVECHE EL TIEMPO DEL VIAJE DIARIO AL TRABAJO ' '"
Otra cosa que se puedo hacer cada rnaflana: Aprovechar el
tiempo del viaje diario al lugar de lrab(~jo para memorizar
la Escritura y meditar sobre ella.
El ticm po que nos torna desplazarnos de casa al trabajo
todos los días representa el mayor porcentaje de tiempo
desperdiciado en nuestra cultura.
Maüana por b maüana, el sol saldrá en la zona donde
vivo, y mailana por la mai1ana el o-áfico por carreteras y ca
lles será compacto. Y miles ele personas irán sentadas en
sus autornóviles o en autobuses reaccionando corno si algo
inesperado estuviera sucediendo, aunque así ha sido por
muchos a!'íos. Y ¿qué están haciendo sentados? Queján-·
dose.
73
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
Si el. tiempo de desplazamiento es largo, ¿_en qué gasta
mos el tiempo?
Según los datos oficiales, el trabajador promedio gasta
una media hora en ir al trabajo o regresar de1 mismo. Esto
equivale a una hora al día. Si utilizáramos ese tiempo para
escuchar una grabación de la Escritura, ¡en solo tres meses
habríamos escuchado toda la Bib1ia!
Incluso si el desplazamiento no es muy largo, hay clu-·
r;mtc el día un sinnúmero de segmentos de tiempo, a los
que yo llamo momentos mundanos, que pueden aprove-
charse como oportunidades para experimentar b gracia
transformadora de Dios rnediantc la memorización de la
Escritura y la nwditación acerca ele la misrna.
I~n el siglo diecinueve, el estadista evangélico Vviiliam
'VVilberforcc fue en gran parle responsable por dar por ter
minada la participación de Inglaterra en el comercio de es-·
clavos. John Plpcr ha escrito y h~1blado mucho acerca de
este héroe de la fe, y cuenta cómo Wilbcrforcc utilizaba su
caminata de l<ilómetro y medio de ida y vuelta de su casa al
Parlamento, donde era miembro de la Cárnara de los Co
munes, para mcrnorizar el salmo 119 y meditar acerca del
mismo. \Vilberl'orcc podía recitar todo el salmo en el curso
de su recorrido ele kilómetro y medio. Aprovechaba ese
tiempo para hablarse con la verdad, no para escucl1arsc a sí
mismo.
Para muchos de nosotros, el tiempo de desplazamiento
de la casa al trabajo cada día se desperdicia. Se puede dedi
car este tiempo a rutinas mentales, o aprovecharlo como
74
AL COMENZAR C.ADA DÍA
medio de gracia para permitir que la Escritura transforme
nuestro pensamiento.
DEPOSITAI< NUESTRAS I)RFOCUPACIONES EN i.:L
E.l último punto para cada mafíana (y algo a lo que hay que
volver a lo largo del día): Deposilemos nuestras preocupa
ciones en d. El apóstol Pedro en l'orma clara y Jm'íctica nos
clcscribc en l Pedro 5:6-7, cómo podernos todos ll)S días
humillarnos. Primero, escribe, «Humíllense, pues, ha¡o la
poderosa mano de Dios». Luego nos indica cómo, «depo
siten en d toda ansiedad, porque él cuida ele ustedes».
Cuando nos hum i liamos ca el a mailana dcpusiLmdo nues
tras preocupacimws en el Scf1nr, comenzamos el día libres
de preocupación. Los humildes están genuinamente libres
de preocupaciones.
He descubierto cuán verdadero es esto en cuanto a mi y mi ~tlrna. l)ondc hay preocupación, donde hay ansiecbd, el
mgullo es la base Cuando cxpcrimCilll) ansiedad, el pro
hlerna básicn e~; que estoy tratando de ser autosu!kicnte.
Estoy actuando en forma independiente de Dios.
¿Cu~d es la solución?
«Humíllese», dice Dios.
¿Cómo?
«¡Reconozca que me necesita! Deposite sus preocupa
ciones en mí, y lo transformaré. CJ Porque aunque estoy
contra su orgullo, le otorgaré gracia cuando se humille, y lo
1 i braré de preocupaciones, no de responsabilidades sino de
75
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
preocupaciones. Quedará libre de preocupaciones. El gozo
y la paz serán sus características».
MANTENERSE C:ARCADO
Tenemos que centrarnos en esto a diario, porque no somos
corno taladros a baterías; nos cargamos por la mafi.ana para
que podamos durar por el resto del día. liemos de man
tener una actiLUd implorante a lo largo del día, presentándo
le a Dios sin cesar cualquier preocupación que cnc.ontre
mos, cualquier responsabilidad que produzca ansiedad
que se cruce en nuestro camino.
Quizá se hayan preguntado por qué sus prácticas clevP
cionales por la maflana a veces parecen producir efecto por
solo más o menos una hora. He aprendido a no esperar
que lo que he experimentado nt el estudiu bíblico por la
maii.ana me seguirá sustentando a las dos y media de la tar
de. No, para las dos y media de la tarde, alguien me habrá
generado una preocupación (o más probable todavía, una
serie de personas lo habrán lwcho). Y esto requiere accr··
carse ele fonTta reflexiva al Sct1or para depositar en él esas
preocupaciones.
Tengo que recordar que cuando me sienta abrumado de
preocupaciones, el verdadero problema es el orgullo y la
autosuficiencia. Debo en rorma consciente y específica de
positar mis preocupaciones en él y de esta forma humillar
me.
76
AL COMENZAR CADA DI;\
No nos confundamos. Dios no se ha ido a ninguna par
te. Es tan soberano, tan bueno, tan fiel cuando estoy
sumergido en preocupaciones como en esas horas tempra
neras ele comunión. El problema no es Dios, es mi orgullo
que se resiste a confiar en él mediante la dependencia en d.
De hecho, debería recon(~cer también que todas las
preocupaciones que me sobrevienen las permite Dios de
manera concreta con el fin ele cultivar la hurnildacl en mi
vida. No deberia mostrarme sorprendido cuando rne lle
gan, porque l1ay una razón para ello.
Dios desea que aprenda a depender de él, a necesitarlo,
y en última instancia, a darle gloria con un aprecio cada vez
más prolunclo por la mano poderosa de Dios.
Por ello defiendo que utilicemos de manera sabia los
mon1entos matutinos, permitiendo que la luz de la gracia
de Dios nos penetre para ilurninar todo nuestro día. Estoy
convencido de que la aplicación intencionada ele estos hc\
hitos matulin.os el iarios -·-reconocer la necesidad ele Dios,
expresar nuestra gratitud a Dios, practicar disciplinas espi
rituales, depositar nuestras preocupaciones en él, aprove
char d liernpo ele desplazaiTliento para benefici.o espiritual,
depositar nuestras preocupaciones en él, y sobre todo, re
flexionar acerca de la maravilla ele la cruz ele Cristo--·· son
las cosas más eficaces que podemos poner en práctica para
experimentar en forma más profunda la promesa y los
deleites ele la humildad.
77
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
Notas l. John Owen. de su tratado sobre "lndwelling Sin," http//www.go
drules.net/libmry/owen/ U] 295owen_!4.htm (consultado el 3 de
agosto del 2005)
2. Manyn Lloyd-jones, citado en Charles Swindoll, So You Want lo Be
Líhc Christ 7 Eight Esscntials to Get You Therc (Nashvillc. TN: W
Publishing Group, 2005), 139.
3. .John Sto u, Tlu: Mcssage of Galatians (Downers Grovc, 1 L~ IntcrVar
sity Prcss, 1968!, 179.
4. john Ston, The Cross ofCIJrisl (Downcrs Grove, IL: lntcrVarsity
Press, 1986), 12.
'5. Charles H. Spurgeon, Moming and Evcning (Ncw Kcnsington. PA:
Whrtakcr House. 200 1), 7.
6. Martyn Lloyd~)ones. Spiritual Depression (Grand Rapids, MI: Ecrd
mans, ] 965). 20.
7. Michacl Ramscy, Tlu: Cluist.ian Pliest Today (London: SPCK, 1972)
79-8 L; citado en John Stolt, "Pride, Hu mi lity & Cocl," en i\livc to
Cod, eds. J l. Packcr anc! Lorcn Wilinson (Downus Crovcr, lL:
IntcrVarsity J0l)2), 112.
8. Ligon Duncan, citado en Mauhcw Hcnry, Mct/Jodfór Praycr
(Ross-shirc Christian hlCus, 1994), introducción.
78
AL l~I"N"ALIZAI~ C~i\D.A D"ÍA
1' Al.)llt crtWl UlN.Jllt'.:TO ele prácticas útiles en mi lista,
que se centra sobre todo en la última parte de mi
día. b; un t-ec:or-c.laLOrio que necesitamos de rnancra espe
cial, por·c¡uc pocos de nosotros hemos pensado en ténninos
bíblicos y estratégicos en cómo glori!kar a Dios al linal del
día, si bien la lorma en que tcrrninarnos el día de hoy puede
sin duda afectar la forma que nos encontremos mahana.
Conocemos la importancia de practicar disciplinas espiri-
tuales por la mai'1ana, pero 1a mayor parte de nosotros no
estamos conscientes de ninguna instrucción bíblica cspeCJ
fica acerca de cómu concluir cada clfa.
El final c.lc cada día nos brinda una oportunidad única
para cuiLivar la humildad y debilitar el orgullo, así como
percibir el deleite de Dios. ¿Cómo? Pasando cuidadosa re
vista a nuestro día y atribuyéndole a Dios toda la gloria por
la gracia que hemos experimentado ese dia.
J-1 U i'vll L DAD: C R A N DE Z A V E R DAD ERA
Como sabemos, a lo largo ele cada día experimentamos
gracia salvadora, gracia santificante, gracia sustentadora,
gracia para servir, o sea., gracia que debería maravillarnos.
Pero ¿qué sucede a rncnudo en nuestra mente cuando co
locamos la cabeza en la almohada? ¡Tratamos de no pensar
acerca de las tareas desagradables que nos esperan mar1a
na' O, si por alguna razón pensamos en las bendiciones
que hemos experimentado ese día, no llcg~mlos a expresar
agradecimiento a Dios y dar toda la gloria al Unico que
vcrdaclcr;unentc la mcn~cc.
«Cuando hemos hecho algo que merezca alal;anza»,
escribkJ el gigante puritano Thomas WaLson, «debemos
ocultarnos bajo el velo de la humildad, y trasladar a Dios la
gloria de todo lo que hemos hecho». 1
Claw que no hay por qué esperar al l'inal del día para
hacerlo. Hagárnoslo cada día, todo el dLt a lo largo del día.
Pero ¡no dejemos que concluya ningún día sin la ~~transfe-·
rencia» cspecílic~t y consciente de toda la gloria, p!lr toda la
gracia. a solo Dios' Esta es b forma humilde de conc:luir to
dos y cada uno de los días.
EVITAR EL PLAClO CC)SMICO
En aiios recientes una pareja ele historiadores muy poputa
res, cuyos escritos he disfrutado, fueron acusados ele pla
gio en sus obras. Cuando vi los reportajes del caso, rni
reacción inicial fue pensar, ¿C()nw pudieron? ¿Por qué lo
hicieron? Pero al nd1exionar más, recordé que cada vez que
80
AL FINALIZAR CAPA DÍA
alego ser el "autor», en mi vida y ministerio, de lo que es en
realidad don de Dios, estoy cometiendo plagio cósmico. Y
esto es mucho más grave que cualquier presunto dolo de
parte ele esos dos historiadores.
Así pues, ¿_qué debo hacer/
Por gracia debemos de manera deliberada trasladar la
gloria a Dios.
El estímulo que recibo ele parte de aquellos entre quie
nes descmpefw mi ministerio me resulta abrumador. Creo
que sus expresiones de aliento agradan a Dios. Al agraclc
cer1cs en silencio sus amables palabras, traslado la gloria a
Dios. Sé que en mi ministerio no puedo cambiar la vida de
nadie. No tengo poder para hacerlo. Cuando otros descri
ben cambios que se han producido por medio ele mi predi
cación o mi liderazgo, estoy profundamente consciente de
que sencillamente rw tengo esta clase de capacidad o
poder.
Sí, los líderes dcsernpcl'i:ul un papel vital en la iglesia, y
es bueno dar las gracias a los líderes que Dios ha utilizado
como medios de su gracia. Jlcro no debemos atribuir la glo
ria a ninguna persona. La gloria se atribuye de manera ex
clusiva y total a Dios. Solo éJ puede regenerar un corazón.
Solo c;l puede cambiar una vida. Por tanto, solo Dios
debería recibir gloria.
Sean cuales fueren los éxitos que experim.entemos en
nuestra vida y ministerio y vocación, aprendamos a trasla
dar de inmediato la gloria a él. Si los negocios que tenemos
entre manos tienen éxito, ¿trasladamos la gloria por este
81
1-ICM!LDAD: GRANDEZA VERDADERA
éxito a d 1 S1 las personas nos felicilan por ser buenos pa
dres, ¿trasladarnos la gloria a él? Reconozcamos que, aun
que somos un medio ele gracia para nuestros hijos, no
podemos por nosotros mismos transformarlos~ solo Dios
puede hacerlo Y al hacerlo solo él merece la Floria '' .
ACEPTAR EL DON DEL SliENO
Otro elemento irnportantc para poner en práctica antes de
dormirse: recibir el don del sueño de la rnono de Dios y re
conocer el prop(isito para el que Dios lo otorga.
Mi esposa, C:amlyn, y yo hemos estado casadns por
t !Tinta ar1os pletóricos ele gracia, y prolundanwnte rornjn
ticos, y en los primeros veintisiete :n'1ns donnimos en la
cama y colchones cun los que con1cnzarnos. l\1r b noche,
comu que nos dejábamos cwrjuntos en ella y nos cncon
Lrúbamos a la 1nitad; era como una c:trna de agua sin agua.
Antes de por (in ckcidir cambiarla, hubo mornentos en
que me detuve a mirarla. Sabb que, en promedio, todos
dedicarnos ca~;¡ un tercio de la vida a clorrnir, y me S(;nlí
conmnuonack1 ame el hecho de que unos nueve ;:r!los de
mi vida habían transcurrido en esa cama. ¡l'Jucvc aiios!
Tarnhk'n me llamó la atención el hecho de que la Escri
tura habla accn.:;¡ de esos nueve afíos. ¿Nos ciamos cuenta
de con qut' frecuencia en la Escritura hay alusiones al sue
fío7 No nos debería sorprender, porque Dios es el soberano
de toda la vida, como declaró David: «Del Se11or es la tierra
y todo cuanto hay en ella» (Salmo 2.4: l).Dios creó el suer1o
82
AL l~lNALIZAR CADA DÍA
y lo puso en el ser humano. Por esta razón, por todos los
aüos que me pasaré en la cama, estoy decidido a mantener
la perspectiva bihlica del suei1o; por tanto, quiero glorificar
a Dios cada noche al cerrar los ojos.
Demasiados cristianos se duermen noche tras noche sin
que lo que la Escritura cnsefla acerca de ello los informe e
inspire. Muchos ele nosotros nunca hemos pensado en
nuestro suefío desde la perspectiva ele Dios, aunque profe
samos amarlo y servirlo; nuestra práctica y perspectiva en
cuanto al sue11o no difieren ele las de los no cristianos. Esto
debe cambiar.
Un cristiano, informado e inspirado por la Escritura, ve
la conclusión del trabajo cada día, la limitación que Dios
irnpone al trabajo cada día y d acostarse a dormir cada día,
como un don total de Dios. Un don otorgado en forma gra
tuita por su espléndida generosidad. Y quienes desatien
den este don sufrirán inevitablemente consecuencias.
UN RECORDATORIO COTIDIANO DE PARTE DE DIOS
Son obvios los bcndlcios del sueño. Al dormir, se restau
ran las fuerzas, se aclara la mente, y se nos prepara para
servir a Dios otro día, a levantarnos y experimentar sus mi
sericordias que son nuevas cada maüana. ¡Qué don tan
maravilloso que se nos otorga a diario!
El hecho es que Dios nos pudo haber creado sin la nece
sidad de dormir. Pero decidió incorporar esta necesidad
dentro ele nosotros, y esto tiene una finalidad espiritual.
83
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
Cada noche, al encontrarme ele nuevo frente a la necesidad
de dormir, se me recuerda que soy una criatura dependien
te. No soy aulosuficiente. No soy el Creador. Solo hay Uno
que ~<jamás duerme ni se adormece» (Salmo 121:4), y este
no soy yo.
El suefío es un don, pero un don que nos hace sentir hu
mildes. En solo cuestión ele horas, cuando más, estarem.os
ele nuevo listos para recibir el don del sueiio de parle de
Dios. Cuando llegue este momento, deseo que oremos algo
así: «Ser1or, gracias por este don. El hecho de que esté Lan
cansado es un recordatorio ele que soy la criatura y solo Tú
el Creador. Solo Tú ni cluerrnes ni Le adormeces, en tamo
que, en cuanto a mí, no puedo prescindir del suel'ío. Gra
cias por este don gratuito, restaurador, que me humilla».
UNA IMACEN Y UNA PARABOLA
De ser posible, procuremos que el último pensamiento
cada noche sea una expresión de gratitud por el sacrificio . '
del Salvador en la cruz como sucedáneo por nuestros mu-
chos pecados. Esto es lo que trato de hacer cada noche, y
recomiendo a todos esta práctica.
Mi buen amigo Marl< Devcr en cierta ocasión me reccn
dó que el sueflo es una imagen y una parábola de qué signi
fica ser cristiano. Nuestro suefí.o esta noche será un acto de
fe, pequeño pero real. Depositaremos todo nuestro peso en
una cama, con la confianza en que su estructura aguantará.
Nos podemos relajar por completo, porque no hace falta
84
AL fiNALIZAR CADA DÍA
de parte nuestra ningún esfuerzo para sostenernos; alguna
otra cosa nos sustenta. Y ele igual manera, a lo largo de la
noche mientras dormimos, Alguien más 110s sustenta. Es
un cuadro ele en qué consiste pertenecer a Cristo.
He sido cristiano por más de treinta afíos, y he aprcncli-·
do que acostarme cada noche es en realidad una imagen y
una parábola de la experiencia de mi vida desde ese final
del verano de 1972 en que Dios me concedió el rniJagro de
la regeneración por mecho ele la proclamación ele su cvan
gelio. Antes ele ese momento era objeto ele su ira, pero en el
misterio ele su rniscricorclia, fui de inrnecliato translormado
en objeto ele su misericordia cuando puse en manos de
Jesucristo todos los aspectos de mi vida, comenzando por
el perdón de mis pecados, al igual que todas mis esperan
zas para el ruturo.
El sueno es un don que Dios pone a disposictón de tuda
la burnanidad. Es otra de las innumerables ilustraciones de
su extravagante generosidad no solo hacia su pueblo sino
incluso hacia quienes le son hostiles y se le oponen. Y no·
sotros, como su propio pueblo, no solo deberíamos darle
gracias sino responder plena, apropiada y bumildernentc
al recibir este don.
Por esto no debernos simplemente dormirnos esta no
che o cualquier noche. Aprovechemos la oportunidad para
mortificar el orgullo y cultivar la hum i !ciad identificando el
sueflo como un don santo de parLe ele Dios, como un recor
datorio de nuestra total dependencia de él y ocasión para
examinar nuestro corazón delante ele él. Que el Espíritu
85
HUMILDAD. CRANDEZA VEEDADERA
nos dé una nueva percepción y valoración del sueño, de
forma que este acto al parecer ordinario pueda transfor
marse en una oporLunidad para cultivar la humildad y
debilitar el orgullo.
Nolc1s l. Thom:ts Watson, Body ofDivinity (hlinburgh: Bmmcr o[ Truth,
1 lJ91:l), n.p.
86
·u· ... -·· .. ·-~ ·-·e ) .. ...., A N Et\II-~C)QlJE E,_)f EC.-L·j_L
, i\IM ,\YUIMRNUS 1\ e UlllV;\1~ ];¡humildad y debilitar el or-
gullo, las siguientes prácticas que se rccornicnd:tn nos
lleva r:m rnós al h de nuestras rutinas coticl ian~ts. Las IX:icti
cas en este capítulo tienen que ver con tiempos de cnloquc
especial, o sea, cosas en las que nos concentramos por
bastante ticmpu. Por esto, al ir leyendo, rn:ornicndo que
estemos al tanto y, de ser necesario, especialmente cstirnu
laclos. ¡Nos espera un contenido reL1dorl Pero c:onlio en
que estas sugerencias 1-csultar<'m ser rnu y grat i l"icantcs para
todos, corno ya lo han sido para rnL
ESTUDIAr~ LOS ATRIBUTOS DE; DIOS
Lo primero de la lista en esta sección: estudiar los atributos
de Dios.
Estudiar todos sus atributos, pero recomiendo que se
estudien sobre todo lo que los teólogos han identificado
HUMILDAD GRAJ\DEZA VERDADERA
como los atributos incomunicables de Dios. Se trata de los
atributos de Dios ele los que no se pueden encontrar ni re-·
!lejos ni ilustración en la.esláa humana. Son atributos que
Dios no comparte con nosotros.
Cuando decimos, por ejemplo, que Dios es inllnito, es
tamos hablando ele un atributo incomunicable; Dios no
comparte esta cualidad con nosotros. Solo Dios es inrinüo,
exento ele cualquier limitación ele espacio y disLmda.
Como lo formula el New Biblc DicLíonary, «Cuando deci
mos que Dios es infinito en espíritu, llegamos a algo que
está completamente fuera del alcance de nuestra experien
cia>>. 1
Sí, así es.
Dios es omnipresente, presente por igual en todas par
tes. Pensemos en ello por un n1omento. No hay ningún lu
gar donde no est( plenamente presente. t~oscMos, por otro
lado, solo podemos estar en un lugar en un momento
dado, ¡e incluso entonces no siernpre estamos totalmente
en dicho lugar!
Dios también es absolutamente existente por sí mismo y
suficiente por sí mismo. De este atributo, escribe R.C.
SprouJ:
La gran diferencia entre un ser humano y un ser .supremo
es precisamente esta: aparte de Dios, no puedo cxislir.
Aparte de mí, Dios sí existe. Dios no me necesita para ser;
yo sí lo necesito para ser. Esta es la diferencia entre lo que
llamamos un ser que existe por sí mismo y un ser depen
diente. Nosotros somos dependientes. Somos frágiles. No
88
UN f'NFOQ\iE ESPECIA\
podemos vivir sin aire. sin agua, sin alimentos. Ningún
ser humano tiene dentro ele sí rnismo el poder de ser. La
vida se vive entre dos hospitales. Necesitamos un sistema
ele soporte desde el nacimiento hasta la muerte para que
sustente la vida. Somos como flores que se abren y luego
se marchitan y luego se desvanecen. Así es como diferi
mos de Dios. Dios no se marchita. Dios no se desvanece.
Dios no es frágiL'
Matthew Henry lo expresó así: ''El ser humano mayor y
mejor en el mundo dice, por la gracia de Dios soy lo que
soy, pero Dios dice en forma absoluta ... Yo soy el que soy».
Al estuchar estos atributos, nos vamos dando cuenta
cada vez müs de la distancia indescriptiblemente enorme
entre nosotros y Dios. Resulta irónico que esta distancia
que nos separa ele Dios se volverá incluso más real cuando
nos situemos "más cerca" ele Dios en el cielo, como nos lo
recuerclaJonathan Edwarcls: ü.os santos en la gloria están
tan dedicados :1 la alabanza, porque tienen una humildad
perfecta, y tienen un scnt ido tan grande de la distancia
infinita entre ellos v Dios» 1 ./ - ~ .
Incluso ahora, cuanto nl<is conscientes estamos de esta
distancia y esta diferencia entre nosotros y Dios, tanto más
experimentaremos y expresaremos humildad, y diremos
con David, "Conocimiento tan maravilloso rebasa mi com
prensión; tan sub lime es que no puedo entenderlo» (Salmo 139:6).
89
HU~11LDAD• GRANDEZA VERDADERA
Por tanto, insto a que, en los meses venideros, nos dech
quemos al estudio de los atributos incomunicables ele
Dios. Nada nos puede ayudar mejor a ello que la .Systema
Uc Theologv de Wayne Cruclem. O busqucrnos la versión
abrcvictda, bajo el tílulo ele Bíblc Doctrine. En amlx1s edi
ciones encontr~1rcrnos un capítulo sobre los atributos inco
munic:lhlcs de Dios, hajo el subtítulo «¿En qué di líen: Dios
ele nosotros?» Leamos este capitulo y creo que tendrá un
efecto profundo en m.LCstm corazón.
ESTlJDIAR LAS DOCTRINAS DF LA GRACIA
La segunda pl)sici(ln en mi lista de ejercicios a largo pbzo:
' csludíorlos doctrinas de la gracia. btucliar las doctrinas de
b elección, el llamamiento, la justificación, la perseveran-·
cía, y el dcctt' scr:'t b humildad. ¿Por quC? Pot·que las doc
trinas de la gnKía no dejan margen para complau.'rsc en
uno mismo, no dejan margen para el elogio propio.
Por ejemplo, Mark Wchb menciona córno la doctrina
de la elección frena el orgullo:
Dio.s phulCli dclihcr~tdamcntc la salvación de manera que:
r1adic pudiera alarck;u· Lk ella. No se limitó a organizar\;¡
de m;ulcu que se dc.salentarátllus alardes o :~e Jl"LJnluvic
ran en un trlítlimo: ¡Lt planilkó para que el alarclc c¡ucclara
cornplct~JmL·ntc cxcluiclol Esto es precisamente lo que
consigue la elección.'
90
UN ENFOl)UE ESPECIAL
Es exactamente así.
Y lo mismo es verdad para todas las doctrinas que tie
nen que ver con nuestra salvación. Pensemos en la doctri
na de nuestro «llamamiento». Básicamente, 5omos cristia
nos porque Dios nos llamó, ele manera soberana, gratuita,
misericordiosamente efectiva, no porque nosotro:,; se lo su
plicáramos. ¡Nuestro llamamiento a ir a t;l fue precedido y
hecho posible porque nos llamó! Esto nos humilla.
O tomemos la doctrina de n ucstra «juslifkación». So
mos justilkaclos delante ele Dios, declarados justos a sus
ojos, no debido a nuestro elesempcr1o moral sino por raz(m
del perfecto clcscmpcúo de su Hijo. Fsta es la intención
misma del evangelio, «a fin de que en su presencia nadie
pueda jactarse» ( 1 Corintios J :29). Tarnbi(:n esto nos hu
milla.
Luego cst.~t la doctrina ele nuestra << persevcrancü:1 ». Per
severaremos en nuestra fe hasta el fin de la vida no por
nuestras propias fuerzas, sino porque jesús nos guarda,
nos SLtstenta estrecharncnte en sus fuertes rnanos. Esto
tarnbkn nos humilla.
Nuestra salvación desde el principio hasta el fin, es en
verdad toda por gracia, y el efecto ele comprender esla gra
cia es la humildad.
Para entender m::ís estas doctrinas, recomiendo que lean
.Savccl by Grace, de Anthony 1-Iockema.
91
HUMILDAD: GRANDEZA VI0 RDADERA
ESTUDIAR LA DOCTRINA DEL PECADO
Y por fin, entre estos ejercicios a largo plazo: estudiar la
doctrina del pecado.
He oído hablar ele un rótulo en el espejo del probador
en una tiendJ por ckpartarnentos que dice, «Los objetos
vistos en el espejo pueden parecer mayores ele lo que real
rn.ente .som>. Esta no será nuestra experiencia al estudiar la
doctrina del pecado; no pareceremos mayores de lo que
somos en realidad.
.John Owen escribe, d-!ay dos cosas que son buenas
para humillar las almas de los humanos ... Una debida re-
11exión acerca ele Dios y luego acerca ele nosotros misrnos.
Acerca de Dios, en su grandeza, gloria, santidad, poder,
majestad y autoridad; de nosotms rnismos, en nuestra con
chción mezquina, abyecta y pecaminosa»{' Esos formarían
parle de los atributos incomunicables ele Dios, como vimos
antes. Por ello hay que estudiarlos primero.
No hay nadie que pueda ayudarnos en forma más efec
tiva en d estudio de nuestra «conchción mezquina, abyecta
y ¡x:caminosa>> que el mismojohn Owen. Si realmente de
seamos herir nuestro orgullo, leamos su Sin and Templa
/ion ya sea en la versión original o en la abreviada. Puedo
recomendar también que leamos Tl1c Enemy Within:
Slraíght Talh About lhe Power and Defcat ~~f Sin de Kris
Lundgaard, que es una maravillosa introducción a los
escritos de Owen y la doctrina del pecado.
Debemos estudiar el pecado e ir tomando conciencia ele
sus formas de actuar, porque con tanta frecuencia
92
UN ENFOQUE ESPECIAL
simplemente no percibimos la presencia del pecado. ¿Por
qué es asf? Hebreos 3:13 nos adviene, ~<ninguno de uste
des se endurezca por el engaíío del pecadO>>. La naturaleza
misma del pecado es engañar. El pecado es sutil y difícil de
discernir, en especial el pecado del orgullo. Y tiene un
efecto gradual ele endurecimiento en el alma.
El pecado tiene siempre un efecto destructor, pero con
frecuencia este efecto no resulta obvio de manera inmedia
ta. En el curso del tiempo, sin embargo, cuando se tolera el
pecado, se produce un efecto de endurecimiento en el alma ele un cristiano genuinamente converso.
Todos conocemos en mayor o menor grado este efecto
endurecedor. Quizá nos vamos gradualmente sintiendo
menos tocados por e1 culto colectivo en nuestra iglesia lo
cal. O hemos advenido recientemente que ha decrecido
nuestro apetito por la Sagrada Escritura. Podernos estar
rncnos sensibles al pecado, o nuestra confesión de pecados
es menos frecuente y no va acompafiada de pesar.
El efecto hnal de este endurecimiento que produce el
pecado es que la gracia ya no le resulta asombrosa al cris
tiano. Por esta razón necesitamos permanecer cercanos a la
doctrina del pecado, porque nos ayuda a ver la presencia
del orgullo y nos protege contra sus efectos cndurecedores.
La doctrina del pecado se elaboró en concreto para esto, y
es suficientemente poderosa como para acabar con el orgu
llo en nuestra vida por medio del poder del Espíritu Santo.
En cuanto a todos estos temas y doctrinas mencionados
en este capítulo, recordemos que no basta con solo el
93
HUMILDAD· GRANDEZA VERDADER.\
estudio. Junto con un mayor conocimiento, debe también
darse una aplicación de la verdad motivada por la gracia y
obediencia a la verdad motivada por la gracia. Solo enton
ces experimentaremos el poder liberador de Cristo en
cuanto al pecado del orgullo.
Dos MÁS
Caso de que esta lista se esté convirtiendo en una carga pe
sada y se piense que tocio es estudio y nada de recreo, voy a
agregar dos sugerencias únicas para contribuir a una ma
yor focalización y concentración. Cuando no estemos estu
diando los atributos de Dios, las doctrinas ele la gracia y la
doctrina del pecado, pongamos en práctica estos métodos
a toda prueba para cultivar b humildad y debilitar el orgu
llo.
Primero,juguemos lo mas posible al golf Así es, golf. En
mi experiencia deportiva, no creo que haya un deporte
más diJícil o más generador ele humildad. Más bien, diga
mos que es [humillante, porque si juegan algo de golf, ya
conocen todos esos golpes que producen risa en sus com
pañeros y humillación en uno mismo. Nadie puede sosla
yarlo, ni siquiera Tigcr Woods, y desde luego que yo no.
Y tengo otro más: riamos a menudo, y ricímonos a menudo
de nosotros mismos. Después ele leer Surpriscd by Laughler:
The Comic World of C.S.Lcwis de Terry Lindvall, vine a caer
en la cuenta de cuánto valoraba Lewis la risa. Inspirado por
su ejemplo, Lindvall escribe lo siguiente:
94
U N E p, f U (¿ U E E .S f' E C: 1 A L
La risa es un don divino al ser humano que es humilde. El
orgulloso no sal'c reír porque debe cuidar .sn dignicbcl;
no puede abandonarse a las sacudidas de su barriga. Pero
el hombre pobre y feliz ríe con gusto porque no k prcsla
atención a su ego.·
¿Y en el caso de cacLt uno de nosotros: ¿Litilizamns al
mé\xim~~ este d(m divino! Le agc1dczco ;J Dio~ que me he1ya
dmk, un padre con un sentido inlrccucnll' del humm,
quien me cnsei'Jó a rclnnc de rnl1nismo (v desde lucun <¡u(' J h - -
no faltaba de qué). Una y otra wz la ris~t me ha brindado
11na rnuy necesaria ayuda c11 mi h~1talla const;;~ntc contr;:t el orgullo.
Ahí están, pues: unas uuntas prácticas ··-algun~1s SlTias
otras mjs lignas---- que nos pueden ayudar a cxpcrirncntar
el gozo de una vicl~t humilde. 1\)r esto, en lo qul' nos quede
de vida, tomemos ticrnpo para estudiar los atributos de
Dios, Lts chldrinas de la gr<tcia y b doctrin;t del ¡xcad(l, y juguemos golf lo rn;is que pod:UllllS.
Y ri;'tmonos, riúntono~; de verdad. 1\>rque ;llrcdcdor
nucsl!\) abundan hts :.;itu;wil)ncs c1.imicas (A vcn:s d causa nuestra).
95
HU MIL O A O: G R ,\N DE Z A V ERO A DE RA
Notas l. Howard Marshall, ed., et al., Ncw Biblc Dictionwy, 3rd ed,
(Downers Grove, lL: lnterVarslly Press).
2. R. C. Sproul, Onc Holy Pass ion: Thc Ccmswl!ing Thirst to Know God
(Nashville, TN: Thomas Nelson, 1989), U3.
3. Matthew flcnry's Concise Commcnta.ry on thc Wholc Biblc
(Nashvllle, TN: Nelson Relérence, 2000), comentario de I'~xodo 3.
·4. Jonathan Eclwards, "Pmise, One of the Chid Employments of
Hcaven," en Thc Worhs ofJonatlwn Edwurds, cd. Hickman
(Edinburgh: B::mner ofTruth, lCJH). 2:917.
5. Mark Webb, "What Differencc Docs Lt Makc7 A Discussion of the
Evangclical Unity of the Doctrines of Grace"
www.shilohonline.org/articks/wcbb/wdclirn.htm (consultado el 3
ele agosto del 2005).
6. john Owen, citado en J. l. Packer .. A Qucst.ftJr Godlim:ss: Thc
Puritan Vision of thc Christian Lijé (Whcaton, IL: Crossway, J 990),
1 C) 3. 7. Teny Lindvall, Surpriscd by Laughtcr: Thc Comic World ofC. S.
Lewis (Nashville, TN: Thumas Nelson, 1996),1 :30-31.
96
lDEN1~IFICAf{ EVII)ENCIAS
DE (;10\C:LA~
N,~ TlRA Cc'JMTCA cui.srcA de Carlítos comienza con Linus
acurrucado en una silla, leyendo un libro, rnicntr~•s que
Lucy estú detrás de él con una expresión divertida en la cara.
-----Es muy cxtraiio -le dice Lucy------. Solo de mirarte su
cede.
---¿Sucede qué? -pregunta L.i.nus.
Lucy responde con t ranc¡uilidad:
-----Siento que me brota la crítica.
¿Cuán a menudo sentimos lo mismo cuando miramos
de cerca a los que nos rodean? La verdad es que esta es la
tendencia que todos tenemos :1parte ele la gracia.
En Orgullo y prejuicio dc.Janc Austcn, se dcscrtbe a uno
de los persom\jes principales, el Sr. Da rey, como una per
sona que «nunca mira a una mujer sino es para encontrar
un defecto».
HUMILDAD: c;RANDEZA VERDADERA
¿Con qué frecuencia actuamos como Lucy o el Sr.
Darcy? ¿Criticamos con frecuencia a otros7 ¿Miramos a
quienes nos rodean solo para encontrar un defecto tras
otro? Esta tendencia del orgullo es un hábito muy arraiga
do en muchos de nosotros que hemos sembrado semillas
ele exalución pro¡!ia a lo largo de los años.
Por esta razón e] siguiente elemt:nto en mi lista es una
práctica tan importante para cultivar la humildad: identifi··
car evidencias de gracia en otros. Esto implica buscar de
manera activa formas en que Dios está actuando en las
vidas de otras personas.
EL EJEMPLO DE PABLO
L<-1 prúclict de identificar evidencias de gracia en otros se ba
adoptado sobre Lodo a partir de lo que se describe en los nueve
prirncros wrsículos de la primera carta de Pablo a los Corin
tios. Creo que no hay día en que no inlluya en mí este [XNtjc.
Lo que vemos en d de la actitud compasiva de T\1hlo ha·
cia la iglesia de Corinto y su sincero aFecto por los creyen
tes es una demostración profunda de la gracia de Dios, y
Ltlilizo esta palabra con toda intención y ele manera enfáti
ca. Encuentro que la actitud de Pablo es extraordinaria.
Es probable que ninguna de las otras iglesias ~1 las que
Pablo había servido tuviera una necesidad más acuciantc
de cambio que la de Corinto. Esta i.glesia era algo especial.
Pensemos en la lista de problemas que Pablo tuvo que
abordar en su carta.
98
IDENTifiCAR EVIDENCIAS DE GRACIA
Habla de un error doctrinal grave en el que habían caído
los corintios al apartarse ele la centralidad ele la cruz para
dejarse seducir por sabiduría humana.
Se refiere a divisiones dentro de la iglesia que habían
conducido a que surgieran cuatro facciones, todas bs cua
les requerfan corrección.
Alude a una forma de inmoralidad en medio de ellos
que horrorizaría a los mismos paganos pero que solo gene
raba tolerancia de parte ck la iglesia de Corinto, tolerancia
de la que se sienten orgullosos.
Los corintios L:1mbién constituían un grupo al que les
gustaba pleitear, como nos lo sugiere la advertencia de
Pablo.
También ofrece esta hiriente valoración de sus reuniones
colectivas: «sus reuniones traen más perjuicio que benefi
cio» ( l Corinllos 1 1: 17). Cuando los corintins se reunían
para la Cena del Seüor, algunos de ellos estaban borrachos.
Entre tanto, la iglesia en Corinto también había enten
dido mal y utilizado mal los dones del Espíritu, de lo que
Pablo tiene que ocuparse por extenso.
Y encima de t,)do esto, había en esta iglesia una amplia
oposición a Pahll) rnisrno y a su autoridad apostólica. Ya es
lo bastante difícil dirigir una iglesia tan inmadura como
esta; ¡cuánto más exigente se debe ser cuando la iglesia que
uno dirige se resiste con fuerza a la autoridad de uno!
Y con todo, en las primeras frases de la carta, Pablo mani
fiesta un afecto profundo por esta iglesia que encuentro ex
traordinario. Les dice, «Siempre doy gracias a Dios por
99
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
ustedes». ¿Por qué? «Pues él, en Cristo jesús, les ha dado su
gracia» O :4). Pablo reconoce evidencias de gracia entre los
corintios, y por esta razón da gracias a Dios por ellos sin cesar.
LA CEGUERA DEL ORGULLO
En lo personal, nunca hubiera querido estar involucrado
en esa iglesia. Y de haber sido responsable por su creci
miento espiritual y obligado a escribirles una cana, dudo
que hubiera comenzado diciendo, «siempre doy gracias a
Dios por ustedes».
¿Por qué? Porque soy orgulloso. Y solo los humildes
pueden identificar ele manera consistente evidencia de gra
cia en otros que necesitan cambiar. Es algo de lo que es in
capaz el orgulloso y el que se cree justo.
Pero Pablo, en su humildad, vio a los corintios desde
una perspectiva divina, y permitió que esta perspectiva ele
terminara su actitud hacia ellos. Y quisiera decir con la au-·
toriclad de la palabra ele Dios que todos nosotros debernos
tener esta misma perspectiva hacia los creyentes alrededor
nuestro. Después ele todo, si Pablo pudo encontrar eviden
cias de gracia abundante incluso en la iglesia en Corinto,
¿qué excusa posible podríamos tener por no encontrar
evidencia ele gracia en nuestros hermanos cristianos?
lOO
IDENTIFICAR EVIDENCIAS fH GRACIA
IDENTIFICAR EVlDENCIAS DE GRACIA
¿Dónde encontramos e identificamos estas evidencias de
gracia? Y ¿cómo las reconoceremos cuando las veamos?
Deberíamos comenzar con lo siguiente: familiaricémo
nos a fondo con la lista del fruto del Espíritu: ''amor, alegría,
paz, paciencia, amahi.lidad, bondad, fidelidad, humildad y
dominio propio» (Gálatas 5:22-23). Impongámonos como
práctica observar cómo el Espíritu manifiesta estos rasgos en
las vidas que vemos en nuestro entorno.
De igual modo, farniliaricC:monos con las listas ele los do
nes del Espíritu (ver Romanos 12:6--8; 1 Corintios 12:8-10 y
12:28; Efesios 4:11; 1 Pedro 4:11) y observemos cómo el
Espíritu dota a los creyentes para que ensefíen, dirijan y sir
van. Y recordemos que estas listas no son exhaustivas sino
solo una muestra de los dones que el Espíritu provee.
Cuando nos Lnniliaricernos con el fruto del Espíritu y
con los clones del Espíritu y aprendamos a reconocer su ma
nifestación, ¡de repente tonJaremos conciencia ele que Dios
actúa en Loclas partes! No importa donde miremos, encon
traremos evidencias de la actividad de Dios, evidencias de
gracia. QuC: gozo y privilegio es discernir esta actividad en
las vidas ele aquellos a quienes amamos y por quienes nos
preocupamos y recordarles cómo Dios actúa en sus vidas.
101
HUMILDAD· CRANDEZA VERDiiDER'\
MOLDEANDO ESTA PERSPECTIVA DIVINA
¿Qué elementos moldearon b perspectiva divina de Pablo,
de manera que sus ojo$ se abrieran totalmente para valorar
las evidencias de gracia en las vidas ele los corintios?
Nótese primero que Pablo utiliza tres veces 1a palabra
llamados en los versículos iniciales de l Corintios. Nos re
cuerda la iniciativa de Dios; todos somos llamados. Somos
llamados a la santidad y llamados a la comunión con
Cristo.
Sinclair Fcgurson comenta que llamados es una de las
descripciones más !recuentes del cristiano con una solapa
labra en la Escritura. Al utilizarla, Pablo está reconociendo
y afirmando sobre todo la gracia soberana de Dios y nos re
cuerda su actividad previa. Dios actuó en nosotros antes de
que le responcliC'ramos.
Pablo nunca minimiza o deja ele lado la responsabilidad
humana. Pero se hace him:apiC~ y se enl'atiz:t, tanto en sus
escritos como en toda la Biblia, b soberanía de Dios y de
ella proviene su llamamiento, su requerimiento divino al
que debemos responder. La explicación l'undamcntal de
nuestra conversión no se encuentra en que l'ué:ramos m;\s
sabios o moralmente superiores a otros en saber escoger a
Dios, sino que Dios escogió tener misericordia de nosotros
e intervino en nuestra vida, revelando la nccesicbd que te
níamos del evangelio que nos ofrecía. Nuestra salvación se
debe por completo a la gracia soberana ele Dios.
Puedo estar total y personalmente de acuerdo con estas
palabras de Charles Spurgeon:
102
[DE"!TIF!CAR EVIDENCIAS DE CRACIA
Creo en la doctrina de la elección, porque tengo la certeza
ele que, si Dios no me hubiera escogido, yo nunca lo hu
biera escogido a él; y estoy seguro ele que me escogió an
tes de que nacier::t, o si no, nunca me hubiera escogido
más adelante; y debe haberme elegido por razones que
desconozco, porque nunca pude encontrar en mí ningu
na razón de por qu(: l u vo que poner sus ojos en mí con un
arnor cspccial. 1
Porque en el caso de Spurgcon, en el mío y en el de
cualquiera de los lectores, al pensar en nuestra conversión
y tratar de explicar total y sinceramente cómo se produjo,
debe salir a la luz este hecho. Fuimos llamados. La acción
previa de Dios nos condujo a donde estarnos hoy.
Lo mismo puede decir~;c con toda verdad de todos los
creyentes con los qut~ nos cruzarnos. Debemos rccorcbr
que Dios ha actuado previarncntc sobre esas personas. Esta
es la perspectiva divina con b que debernos comenzar, o
de lo contrario nos sobrcvcndr:t la tentación de buscar en
los otros sus ddectos en lugar de evidencias de gracia en
sus vidas.
Pablo sabía que los corintios habían sido llamados. Sa
bía que esta iglesia era creación de Dios. Y Pablo estaba
más consciente de esta actividad previa de Dios que ele los
fallos presentes de los cristianos. Este hecho mantuvo a Pa
blo compartiendo su fe en el cambio y la necesidad ele per
severancia en el proceso, y lo que sustentó a Pablo puede
sustentarnos también a todos nosotros.
103
¡-¡ U Jvl I L D A fl G R A N D f: l A V E R D A D E R A
DIOS ESTÁ ACTUANDO
El llamamiento de Dios en las vidas de los creyentes signifi
ca que Dios ha estado actuando en ellos, y las evidencias de
la grada ponen de manifiesto que está actuando en el pre
sente. Y motivaremos a otros por gracia cuando perciba
mos dt)nde y cómo está actuando en sus vidas y con
humildad se lo hagamos saber.
Necesitan saberlo porque, con demasiada frecuencia,
no están conscientes de ello. Dcmasiaclos cristianos están
mucho más conscientes ele la ausencia de Dios que ele su
presencia, y están más conscientes del pecado que de la
graoa.
Dios estcí actuando. Motivamos a otros por gracia cuan
do los ayudamos a verlo, y uno de los gozos mayores que
podemos experimentar es verlos llegar a esta toma de
conciencia.
En demasiados casos, su comprensión de la actividad
de Dios se ha ido reduciendo a lo espectacular, y piensan
que Io espectacular es algo que le sucede solo a otros, nun-·
ca a ellos mismos. Por esto neccsiL<J!TlOS estudiar la extensa
obra del Espíritu para así poder reconocer su actividad en
las Yidas de otros y sef1alárselo. Por ejemplo, algunas de las
mayores manücstacioncs ele poder que he visto se lucieron
presentes en personas que sufrlan mucho sin quejarse.
Esto es poder espiritual que procuro que comprendan,
ayudándoles a entender que su respuesta no es simple
mente su disposición o temperamento naturales; ¡es el po-
der de Dios en acción' Si él no estuviera actuando, sin duda
10-+
) D E N "! 1 f í L. ,\ R 1' \' 1 [)E 1'< C 1 A S Ll E L; R A C. 1 .\
que estarían amargados y enojados con Dios en medio del
sufrimiento que padecen.
Descubrir que Dios está actuando no significa negar o
desestimar la responsabilidad humana. Pero debernos bus
car esta responsabilidad en nuestra IJropia vida, y enseñar
la y promoverla en otros, precisamente porque Dios está
actuando, tal como Pablo nos dice: «Lleven a cabo su sal
vación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en
ustedes tanto el querer corno ell1acer para que se cumpla
su buena voluntad'' (Filipenses 2: J 2·- L3). Este «temor y
temblon' abarca la actitud piadosa de humildad; incluye d
temor de agraviar y ofender a nuestro Padre amoroso y
santo, y la conciencia de nuestra responsabilidad final ante
él. Nuestra búsqueda consciente de la obediencia y el cre
cimiento en religiosidad no es algo que ernprenc.lcmo:;; con
confianza en nosotros mismos, sirw como expresión ele
humilde dependencia del Dios que est;,'\ actuando.
LA FlDELIDAD DE DIOS
El segundo componente de la perspectiva divina es la con
fianza de Pablo en la fidelidad de Dios.
He ahí una iglesia que lo que menos tenía era solidez e
inocencia, pero Pal;lo les asegura que el Sef1or «les man
tendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en
el día de nuestro SeñorJcsucristo» (l Corintios 1:8). Pablo
tiene confianza total en el futuro de esta iglesia.
105
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
Debido a mi orgullo, nunca hubiera podido tener esa
conllanza en cuanto a los corintios. Sabiendo lo débiles
que eran, y con cuánta razón merecían reproches, ¿cómo
pudo Pablo decir semejantes cosas? Las pudo decir solo
debido al funclamemo de su confianza.
Las siguientes palabras de Pablo son estas: «Piel es Dios,
quien los ha llamado a tener comunión con su T-fijo Jesu
cristo, nuestro Seüon> (v.9). Es la misma conFianza quePa
blo expresó en estas palabras di rígidas a la iglesia en
Filipos: «Estoy convencido ele esto; el que comenzó tan
buena obra en ustedes la irá perfeccionando l1asta d día de
Cristo jesús» (Filipenses 1:6). Y en la práctica de la humil
dad, esa tiene que ser también la verdadera base ele nuestra
confianza respecto a otros: la fidchdad de Dios.
EN NUESTRAS :FAMILIAS
Solo cuando valorarnos las evidencias de gracia en las vidas
de otros podremos ser en verdad electivos en ayudar a que
se produzca el ajuste y el crecimiento en nuestras familias,
en nuestra iglesia y en las vidas ele todos los creyentes con
los que interactuamos. Solo con esta perspectiva divina po·
dcmos experimentar fe en el cambio, así como perseveran
cia en el proceso.
¿Qué se puede decir de nuestras familias? ¿Qué se puede
decir del cónyuge? Cuando interactúa con uno, ¿de qué está
más consciente nuestro cónyuge, de evidencias de gracia
106
l l1 E 'i l 1 F 1 C A R 1' \' 1 ll E N C 1 ,\ S 1 l le e; R ;\ e 1 A
que ha advertido o de la necesidad ele e:m1bio y crecimiento?
En mi labor como consejero, cuando me encuentro con
una pareja que está pasando por algún conllicto sin resol
ver en su rnatrirnonio, a veces comienzo pidiendo a ambos
cónyuges que mencionen evidencias de gracia que hayan
observado en b vida ele la otra persona. Si ninguno de los
dos acierta a hacerlo, entonces ya l1c idcnlificaclo el proble
ma fundamental: uno o ambos son amargados y santurro
nes. Para CJUC haya esperanza de poder resolver el conrlicto
que experimentan, su perspectiva requiere ajuste.
¿Y qué decir de los hijos? ¿Cuündo fue la última vez que
en forma concreta y sincera mencionó a su hijo una evi
dencia de gracia que haya observado en su vida? Si ha pasa
do más de una semana, ha sido clcmasiaclo. Algo hay que
cambiar y algo que hay que esperar lograr.
Si no somos constantes en estimular, tengamos la segu
ridad ele que al l'inalllcgarcmos a exasperarlo. Pero si so
rnos constantes, entonces, cuando llegue el momento para
una corrección necesaria, que sin ducb llegará, d ajuste
ser;i mucho más efectivo porque el entorno que habremos
creado no estará centrado en la corrección sino en la gracia.
EN NUESTRA ICLESIA
¿Y qué se puede decir ele las personas en nuestra iglesia?
¿Tenderían a vernos como solo otro que trata ele encontrar
fa1tas7 ¿O nos conocen como algttien que de manera activa
107
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
llama la atención acerca de las evidencias de la acción amo
rosa de Dios en sus vidas y en las de la iglesia?
En su comentario de l Corintios, David Prior pone ele
relieve el valioso ejemplo ele Pablo en relación con la forma
en que vemos hoy a nuestras iglesias:
Pablo mira a la iglesia de Corinto como es en Cristo jesús
anLes de mirar ninguna oLra cosa que pueda darse en la
iglesia. Esta declaración disciplinada de k rara vez se en
cucnLra en las iglesias lucalcs; se examinan los defectos y
hay quejas por eLlos, pero con rrecuencia no existe una vi
sión de lo que Dios ya ha hecho en Cristo.
¿Somos personas que nos apresuramos a tomar nota ele
los defectos de nuestra iglesia pero que somos mucho más
lentos para contemplar la obra ele Dios?
Como práctica útil al dirigir grupos pequci1os en nues
tra iglesia, con frecuencia he escogido a uno de los presen
tes y pedido a cada uno de los otros miembros clel grupo
que iclent.1fiquen una evidencia de gracia que hayan visto
en la vida de esa persona. Est.o puede resultar alentador,
porque es sorprendente con qué frecuencia los creyentes
no están conscientes del avance concreto que están logran
do, incluso avance que resulta obvio a todos los demás.
108
IDENTIFICAR EVIDENCIAS DE GRACIA
LA PREOCUPACIC)N CORRECTA
Mortificamos el orgullo y cultivamos la humildad cuando
identiCic:amos evidencias de gracia en quienes nos rodean,
evidencias de las que tomamos conciencia solo por medio
de una perspectiva divina que reconoce la obra activa ele
Dios y su llamamiento en nuestras vidas y que pone plena
confianza en su fidelidad en completar la obra que ha co
menzado. Sin esta perspectiva, siempre tenderemos a ser
críticos y pesimistas en nuestra actitud hacia otros.
No me entiendan rnal: No es que debamos descntcnclcr
nos o pasar por alto la necesidad ele corrección, en especial
en cómo los padres se relacionan con sus hijos y en cómo
los helercs ele la iglesia se relacionan con la iglesia. Pero
ninguna corrección será efectiva a no ser que la utilicemos
con una perspectiva divina de aquellos a quienes corregi
mos, porque nuestro corazón no estar;] lleno de afecto por
ellos o ele una fe renovacb en el cambio por su bien. Y sin
duela percibirán esa carencia en nuestro corazón.
Imitemos, pues, el ejemplo humilde de Pablo y preocu
pémonos de la perspectiva divina que hace posible que
sintamos un profundo afecto por otros y que el servicio y el
ministerio que les brindemos sea efectivo. Y en el proceso,
estaremos cultivando hurnildacl genuina, un corazón más
preocupado por la gloria de Dios que por la propia, y más
dedicado a servir a otros que a uno mismo. Esta es en
verdad la posición de humildad que Dios busca.
109
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
Notas l. Charles Spurgeon, "'A Ddense ol Calvinism,"
www.spurgcon.org/calvinis.htm (consultado el 3 de agosto del
2005)
2. David Prior, Thc Message of 1 Corinlllians: Lijé in 1/re Local Cllunh
(Duwncrs Crovc, IL: lntc:rVarsity Prcss, 1985), 2.)
llO
N 1 J. l/\:-.u DE este siguiente elemento en rni 1 isLa, es ti
mulm a otros cadu ella y lodos los dios, nada es m;\s
i rnportantc e¡ u e nues\ ras palabras
¿Nos damos cuenta ele que, en promedio, cada uno ele
nosotros emite unas veinticinco mil palabras por día? Mi
t:ütirnu libro no contenía tantas palabras. Todos los días
sale de nw'stra boca una gran cantidad de palabras que tic-·
nen un impacto en quienes nos rodean. Pero ¿cuánto ele
este caudal cumple con el propósito que Dios quiso para
nuestro habla7 ¿Cuánto de ello rcfkp orgullo, y no una hu
mildad basada en el evangelio'!
PALABRAS CON PODER Y PROPC)SlTO
Nuestras palabras son poderosas. Nuestras palabras impor
tan. «En la lengua hay poder de vida y muerte» (Proverbios
18:21). Dios mismo es quien nos ha dado esta fuerza e [m
portancia a nuestra comunicación verbal. Y ha dotado
HU1YilLDAD: c;RANDI:Zi\ VERD,\DERA
nuestro lenguaje con semejante poder con un propósito
primordial. ¿Nos darnos cuenta de cuál es este pmpósito?
En un pasaje breve pero profundo, Pablo nos ofrece una
profunda comprensión acerca de nuestras palabras y del
fin que Dios les ha establecido, cuál es y, desde luego, lo
que no es:
Evilcn toda cnnvcrsacic\n nh.scena. Por el contrario, c¡ue
sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean
ele benclicic'm para quienes escuchan (Efesios 1+:29).
Adviértase la aplicación exhaustiva que tiene este rnan··
elato para nuestro lenguaje: eviten ... por el contrarío. Hay
una cierta clase de lenguaje que nunca debería salir de
nuestra boca, y otra clase que debería estar presente en
todo lo que decimos. Así de arnplio es en realidad el alcan-
ce de este mandato. Pablo utiliza un con.trastc para ense
ñarnos; este versículo es una al"i rmación ele «no esto/sino
aquellO>>, ntostrándonos con claridad las clases de palabras
que Dios nos prol1íbc así come) las clases de palabras que
exige.
PAL.ABI~AS QUE PRODUCEN DESALIENTO
El lenguaje que se prohíbe es la «conversación obscena».
¿Sabemos qut~ es esta clase de conversación? Sin duela que
sí. Es una tentación y tendencia cotidiana en todos noso
tros.
112
[\IIMl'L,\R A ClTRL!S
La palabra obscena, que corrompe, es la mism.a que se
utiliza para denotar lo que estropea o deteriora los alimen
tos. Las palabras que corrompen producen putrefacción;
son palabras que engendran muerte y no palabras que
transmiten vida. Dios en este pasaje nos prohíbe con sabi
duría toda palabra que vaya en detrimento ele otros, pab
bras que mancillan a alguien, palabras que enemistan o
degradan.
Esto se da en formas negativas de lenguaje contra las
que Pablo ya ha escrito en esta carta, incluyendo la i<menti
nt'' (Efesios 4:25), <<calunltüas» ("1-:31) y vulgaridades
(5:·4). Pero ahora cun la expresión «conversación obscena»
introduce una categoría más ampha. Se refiere a cualquier
comunicación que impide el crecimiento en piedad, todo
lenguaje que impide que se cultiven relaciones bondado
sas; toda palabra que tenga un efecLO mortífero o entorpe
cedor en d alrna de otro.
Estas palabras corruptas por naturaleza penetran y se
expanden, y «agravian al Espíritu Santm> ( 4:30). Por tanto,
no se permite ningt:m lenguaje de esta clase. Entre los cre
yentes y sus familias en la iglesia ele jesucristo, no tiene que
haber ningww comunicación que genere ninguna clase ele
deterioro, [en ninguna forma, en ningún momento, por
parte de nadie.
Desde la perspectiva de Dios, ¿cuántas de las veinticin
co mil palabras que emitimos cada día podrían considerar
se como palabras corrompidas?
113
HUMILDAD: CRANDEZA VERDADERA
PAlABRAS QUE EDIHCAN
Además de ponernos sobre aviso acerca del lenguaje malo,
Dios también nos da un mandato positivo en Efesios 4:29.
Nuestras palabras deben comunicar aliento. Nuestra pala·
bra ba de ser de edificación, debe ser "buena para la nece
saria edificación» Y esto se aplica a todo lo que hablamos.
Se nos ordena más en concreto que comuniquemos <<solo»
lo que edifica.
<'Cuáles son las palabras que echlican!
Comcncunos por lo que no son. No son simplemente
palalmts corteses. Este versículo no exhorta a la amabilidad
o protocolo social. Y desde luego que no habla de halagar o
de palabras supcrlkialcs o de cumplidos que se centran en
las personas y tratan de adularlas.
Las palabras que en verdad eclilkan son las que revelan
el carácter y las pronlt:sas y la actividad ele Dios. Son pala-·
bras que se centran en la cruz, palabras que identifican la
presencia activa de Dios, y palabras que comunican las cvi-·
ciencias de gracia que observamos en otros. Son palabras
que brotan ele un corazón humilde.
Se nos rnanda que comuniquemos solo palabras como
estas, que son buenas para cdil'icarnos mutuamente. ¡Qué
manclatn tan rragrante! ¡Qu(: privilegio!
Como la Escritura nos habla de que Dios actúa en todas
las almas que han sido en verdad regeneradas, tenemos
este gozo de presentar a todos los crisrianos, en nuestro
mundo de relaciones, cómo percibimos que Dios está ac
tuando en sus vidas. Podemos entrar en sus vidas,
114
EST!Ml;LAR A OTRO~
discernir cómo Dios está presente y actuando en ellas, y
luego ¡celebrarlo! Y así dejamos un alma que ha sido edifi
cada y fortalecida.
Esto es nuestro privilegio y también nuestra responsabi
lidad, porque lo que tenemos ante nosotros es en concreto
un mandato. Es un mandato para que hablemos palabras
que alienten y cdi!"iquen. Pero hay todavía algo más en
todo esto.
PAlABRAS APROPIADAS
Pablo nos cnsel'la que el efecto de las palabras apropiadas
es el aliento, porque son necesarias para la persona a la que
tratamos de servir, <<a los oyentes».
Para poder ele manera efectiva animar o edificar a una
persona, ante todo debemos saber algo acerca de la misma,
lo cual se consigue por medio del estudio de la persona,
haciendo preguntas y escuchando con atención. Esto es lo
que haremos si tratarnos ele servir ele verdad a otros con
nuestras palabras y no simplemente impresionarlos. A par
tir de lo que sabemos acerca de otros, estamos en condicio
nes ele responder a esta pregunta: ¿Qué necesitan en estos
momentos? ¿Consejos? ¿Exhortación? ¿Advertencia? ¿Con
suelo? ¿Perdón? ¿O todo lo dicho?
En 1 Tesalonicenses 5:14, Pablo insta a que «amom·s
ten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayu
den a los débiles y sean pacientes con todos». De modo
que debemos hablar con cuidado. Debemos discernir:
llS
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
¿son ociosos7 ¿son de poco ánimo7 ¿son débiles7 Porque
sería poco prudente amonestar al débil, y también lo sería
ayudar a los ociosos. Así pues, ¿cuáles son sus circunstan
cias actuales? ¿Están pasando por una prueba de adversidad
o de prospericlac17 ¿En qué fase ele la vida se encuentran?
Sea cual fuere su situación, hay algo que podemos decir
para darles ánimo.
EXHORTARSE MUTUAMENTE A DIARIO
Se nos dice en Hebreos 3:12-13, «Cuidcnse, hermanos, de
que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e
incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. Más bien,
mi en tras dure ese "hoy", anímense unos a otros cada el fa,
para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño
del pecado».
Las palabras apropiadas y oportunas que edifican in
cluí rán con frecuencia palabras que exhortan, palabras que
ayudan a que otros se cuiden del pecado. Y tenernos que
hablar ele esta forma a diario. Debe ser constante, no oca
sional, porque el pecado está constantemente activo, no en
forma ocasional.
Al hacerlo, estamos ante todo y por encima de todo res
petando la autoridad y la prirnacía de la Palabra ele Dios y
la importancia ele la obediencia a 1a Palabra de Dios. Se tra
ta de una descripción de la rendición ele cuentas según la
Biblia. Debemos rendir cuentas primero y sobre todo no
unos a otros sino a Dios. Al cuidar los corazones unos de
116
ESTIMULAR A OTROS
otros en contra de los engall.os del pecado, estamos tratan
do de respetar la importancia ele la Palabra de Dios, por
que, en última instancia, somos responsables ante él. En
este contexto, 1a práctica de protegerse unos a otros es sin
duda una práctica bíblica. Es un don ele Dios, un medio vi
tal de experimentar su gracia para protegerse frente al en
gaiío del pecado.
También es muy intcrpersonal. Nos dice el pasaje de
Hebreos, <<exhortaos unos a otros cada día» El pasaje no
describe la actividad de predicar o ele ministerin pastoral.
No quiero quitarle importancia a la predicación y al minis
terio pastoral. Ambos no son opcionales, sino esenciales. Y
si la predicación y el n1.inistcrio pastoral son efectivos, el
resultado será una iglesia en la que los creyentes protegen
los corazones unos de otros en una interacción y una im
plicación cruciales mutuas habida cuenta de la presencia,
inlluencia y engatio del pecado. Protegerse es algo perso·· na l.
En la Sagrada Escritura, Dios no se limita a describir
nuestro problema básico. Nos indica una práctica para su
perarlo. En este pasaje nos dice, ,,como vuestro Padre,
quiero protegerlos contra el engall.o del pecado y de sus
efectos cndurecedores. Por esto por mi gracia, he escogido
a mi iglesia y establecido esta práctica de que se hablen
unos con otros para protegerse mutuamente».
Necesitamos esta ayuda, y la necesitamos cada día.
117
H U M J l_ D ,; D- e; R A N DE Z A V E R DAD ERA
P/\LAI3RAS CON PROPC)SITO
Por último, en Efesios "1·:29 Pablo ordena que nuestra co
municac1ún verbal tenga siempre un propósito, y el propó
sito correcto es «dar gracia a los oyentes>>. El propósito
bíbliu) de toda conversación que sostengamos, en toda ·in-
teracción personal, es que la persona que nos escuche rcci
b<l gracü
Todos necesitamos b gracia. No hay nadie que conoz
camos que no necesite rnás y más. Y Dios ha establecido su
iglesia de tal modo que, cuando estamos juntos en una
gnm asamblea colectiva o en un grupo pequeño o incluso
en una convcrsaci<'ln c~1sual, ¡;ociemos recibir gracia y tam
hil~n comunicar gracia por medio del intercambio de pala
bras que edifican y son apropiadas.
Tudas las conversaciones tienen esta capacidad. Por ello
clchcrnos orar, <Óchor, ayúclmTJC a di:sccmir qué clase de
gracia necesita esta personen. A quienes son legalistas o se
sienten conclcn~ldos, deseamos ayudarlos a que penetre en
sus allllas la gracia que _justilka. A quienes luchan con un
pecado que los acosa, deseamos aportar gracia que santil"i-
c;:t. J\ quienes sufren, deseamos aportar gracia que consue
la. J\ quienes se sienten cansados, clescanws rdrcscar sus
almas con gracia que sustenta. Y la lista sigue y sigue.
Por medio de todas y cada una de las interacciones, por
,_'asuales que sean, por breves que sean, deseo impartir gra
cia por medio ele mis palabras, porque este es el propósito
de Dios al otorgarnos el don del habla. Y, en decto,
118
E:iTIMI:LAI< A ClTHOS
tenemos la promesa de Dios en este pasaje de que cuando
nuestras palabras edifican y son apropiadas, darán gracia.
Por esto hemos ele preguntarnos: ¿Es este el efecto de mi
habla en los otros? ¿Es esta su experiencia común en nues
tras conversaciones? Experimentan gracia en mis palabras
y debido a ellas/
CUANDO SE TRATA DE CORRECII<
Esta norma tie1w una importancia especial cuando se trata
de corregir. Antes de corregir a alguien, debo prepararme
para ello pregunt<indome, ¿Cómo puede esta corrección
dar gracia? Esto no quiere decir que evitemos corregir o
que en b corrección adornemos las palabras. Pero debe
mos prepararnos para dar gracia cuando corregimos, y de
bemos comunicar esperanza en rncdio de In corrección.
¿Cómo?
Así es como: Nunca corregir sin recordarle a la persona,
en algún momento, el evangelio. Toda conversación que
incluya corrección también debe inc:luir el evangelio, por
que la corrección bíblica resulta incompleta aparte del
evangelio.
No hace mucho tuve que corregir a mi hijo, y como ya
era tarde para llegar a un compromiso ya adquirido, solo
dispuse de tm breve momento para hacerlo. Carolyn estu
vo presente observando la situación, y más tarde me dijo
que hubo algo inusual en mi interacción con mi hijo: «No
te oí decir nada acerca del evangelim>.
119
HLJM\LDAD GRANDEZA VERDADERA
Tenía razón. Había llamado la atención de mi hijo acer
ca del hecho que había violado una norma moral sin intro
ducir ele algún modo el evangelio y sin darle esperanza.
Este lenguaje no fue apropiado, a la luz ele Efesios 4:29; fue
una corrección inaceptable.
El hecho es que no debería resultarme dihcil incorporar
el evangelil1 cuando corrijo a mi hijo, porque quien loco
rrige es el peor pecador que conoce, y el que está corrigien
do no querría en modo alguno ser corregido sin que
alguien le diera esperanza. Y la esperanza siempre se en
cuentra en el evangelio.
EXAMINEMOS NUESTRAS PALABRAS, DESCUBRAMOS
NUESTRO CORAZ()N
En IJ.s correcciones o en cualquier clase de comunicación
con otros, cuando examinamos nuestras palabras descu
briremos nuestro corazón. Sinclair Ferguson escribe que
nuestro empleo ele la lengua «es la bisagra gracias a la cual
se mantiene abierta la puerta ele nuestra alma para revelar
nuestro espíritu. De hecho, nuestras palabras son como
muchos periodistas que se apresuran a enviar sus informes
acerca ele la condición de nuestra alma».1
¿Qué revelan nuestras palabras acerca de nucst ro espiri
Lu? ¿Qué informes están enviando nuestras palabras en
cuanto a Lt condición de nuestra alma7
Según lo entiendo, el habla corrompida es fruto del or·
gullo y manifestación del mismo, en tanto que las palabras
120
ESTIMULAR A <lTROS
que edifican son fruto de corazones a los que el evangelio
ha transformado y evidencia ele que el evangelio ha humi
llado un corazón. Solo el humilde puede preocuparse de
manera genuina por edificar y animar a otros.
En mi experiencia, cuando las palabras que cchlican es
tán ausentes tambi<~ll suele estar presente el orgullo y el
sentirse buenos, porque quienes son orgullosos también se
preocupan de si rnismos y piensan demasiado bien de si
mismos como para preocuparse por edificar a otros o para
ser sensibles a las verdaderas necesidades ele ellos. Son los
humildes los perspicaces, los hábiles en discernir la obra
ele Dios en otros porque se prcocupart por dios y desean
servirlos.
Por esto aconsejo que aprcndarnos de memoria Efesios
4:29 y meditemos sobre sus palabras, para que esté: presen
te en nuestras muchas conversaciones día tras clía. Reco
mendaría leer acerca de este tema el rne_jor lihro que
conozco que es War ¡~f Words de Paul David Tripp.
Volvamos a experimentar el poder y potencial translor
madores de este mandato y promesa, ele modo que un por
centaje cada vez mayor ele nuestras veinticinco mil
palabras diarias sirvan para edificar almas, transformar vi
das, palabras de ánimo que glorifiquen a Dios.
121
lJIJMILDAD· CRANDEZA VERDADERA
Notas 1. Sindmr Fcrguson, 'Thc Powcr of thc Tonguc," 'Tablct<.~lk Junc
llJ97,4'5.
122
LA C()R_REC~CIC)N
1\ I\11~;,/UITl/\ llL 1.'\ 1 IUMIIl\\Ll no puede ser un l.':il unzo
aislado. Por esta razón, b práctica siguicnk, ínvilur y
buscar la corrcccíon, ocupa un lug;u· destacado y \'ÍLd en
mi lista ele formas ele mortificar el OI)!,uJl,) y ndtivar la hu
nrilchd. Ll orguiiP no solo destruye, L;Hnhicn cng~u·n Ll pc
c;Hio. con su pudcr cngar'toso Cl)l1 mt.ll:ha lrcnt,'nt.'i;\ 111.'s
ciq~J. sin que llt-gucmos a tom;n Ullll:Ít~nci;~ de ckl.cctus
que otros ven nm L:larillad
Tornemos, por ejemplo, el hornbrc que SL' clcscrihL: en
en b siguin1tc hist,)ria con l<t que me cncnntr(:
Sentado con mi lamilia en una cafetería locaL noL<'
que una llWSa cercana b ocupahJ un h(nnbrc muy
bien vestido. Su traje de Armani y camis;1 muy bien
planchada armonizaban muy bien con nn<\ corbata
impact~mte. Sus zapatos puntiagudos estabzm muy
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
bien 1 ustrados. Iba muy bien peinado con todos los
cabellos en su lugar, y el bigote estaba muy bien cui-
cbclo. Estaba sentado a solas comiéndose una rosquilla y
parecía estar preparándose para alguna reunión. Re
visaba unos papeles, parecía algo nervioso, pues mi
raba con frecuencia su reloj Rolex. Era obvio que le
esperaba una importante reunión.
Se levantó y lo vi cómo se alisaba la corbata y se
iba preparando para irse.
De inmediato rne eh cuenta de que le colgaba ele
su bien nüdado bigote un residuo de queso crema.
Estab;l a punto de enfrentarse con el mundo, vestido
con suma elegancia, con queso crema en la cara.
Pc11sé en la reunión de negocios a la que estaba a
punto de asistir. ¿Quién se lo mencionaría? ¿Debería
decírselo yui ¿Qué pasaría si nadie se ll) mencionaba?'
¿Pensamos que tenemos una iclea clara ele en qué áreas
de nucsna vida está actuando el orgulln? ¿Estamos seguros
ele que entendemos bien en qué situación nos encontramos
en cuanto a la hurnildacl? Es muy probable que no seamos
como aquel hombre elegantemente vestido, bien peinado y
seguro ele sí mismo, ¡pero con una mota de queso crema en
el bigote'
124
INVITAR Y BUSCAR LA CCJRRECCION
UN MOMENTO DE MI VIDA CON QUESO CREMA
Permítamne contarles un momento de mi vida en el que
hubo queso crema, una de las experiencias de esta clase
que me han ayudado a convencerme de que no hay ningún
pecado más engañoso que el orgullo.
Formo parte de un grupo de rendición de cuentas con
hombres que se preocu¡xm por mi alma y velan por ella.
E~n una reunión con estos hermanos, les contaba que había
idcntilicado un patrón de pecado en mi vida la semana an
terior. Había torna<.lo conciencia de este pecado y me había
sentido culpable, y se lo babia confesado a Dios y había re
cibido su perdón. Ahora deseaba también informar a esas
personas, para luego seguir adelante, porque había otro
punto concreto que me estaba preoCLtpando y quería anali
zar con ellos.
Pero al ir describiendo en detalle mi pecado ele la se
mana anterior, mis amigos comenzaron a hacer preguntas
cuidadosas y penetrantes acerca del problema básico de
tr:ts del pecado. Les afirme' que el problema básico era ob
vio: L~ra el orgullo. Incluso me adentré en una breve
exposición acerca del orgullo, y luego hice saber a los her
manos que deseaba pasar a otra cosa que creía que era más
importante y más grave. Estoy seguro de que mi voz
transmitía cierto grado de irritación.
Pero los hermanos tenían más preguntas. Querían hacer
algunas observaciones. Y comenzaron a clesafiarme a mirar
más en prorundidad el patrón de pecado que había mos
trado la semana previa.
125
H\..'MILDAD. GRANDEZA VERDADERA
Volví a sentirme irritado. Daba por sentado que enten
día muy bien ese pecado concreto. ¿Por qué estábamos de
dicando tanto tiempo a algo que yo ya había entendido?
Esencialmente, había queso crema en todo mi rostro, y
no me daba cuenta. Mi pecado subyacente me había enga
üaclo. Estaba ciego. No lo veía ni lo pocHa ver. Pero ellos sí
lo vieron con claridad.
En mi orgullo, pensaba que nadie entendía mi corazón
tan bien como yo. Pero IJ. Escritura no sustenta semejante
conclusión. De hecho, la P<lbbra de Dios me dice, «No,
CJ , d pecado es sutil, el pecado es cngM'íoso y el pecado te
ciega. Y necesitas que otros te ayuden para poder entender
tu corazón>>.
Por la gracia de Dios, porque q uicnes estaban sentados
a mi alrededor en esa sala eran verdaderos arnigos que se
preocupaban por mí y no me Lenían temor, y persevera
ron. Aunque yo era arrogante, no solo por asumir que en
tendía a cahaliclad mi pecado y su causa büsica, sino
también en mi renuencia a analizarlo más en profundidad,
esos hombres perseveraron en su amabilidad. Y solo debi
do a su cordialidad y perseverancia y solo por la gracia de
Dios, por !in sí capk hasta quC: punto mi pecado rnc babia
cngaüado. Vi que mi confianza acerca de conocer a fondo
mi alma en esa situación, y en asumir que no necesitaba
que los ojos de nadie mús la examinara, era de hecho el
colmo ele la arrogancia.
Me estaban protegiendo el corazón y ayudando a ver la
verdadera dimensión de mi pecado. Pensé que ya me había
126
1 N V 1 T A R Y HU S e A R L.\ el' R RE e e 1 0 1\'
quitado el queso crema ele mi rostro y que había desapare
cido, pero me estaban diciendo con roela sinceridad, «No
ha desaparecido; ¡lo estamos viendo! Y te lo decimos
¡1orquc te am;mws».
AYUDA PAI<.A NUESTT<A CEGUERA
La dura realidad es que todos tenernos queso crema en la
car;t; de hecho, estcrnos u no conscientcs de ello, en estos
monwntos tenemos qut:so crcrna en la c::lr;t. Los dcm;is lo
ven con claridad. Y ncccsi1<1mo.s .su ayuda para idcntiCicar su presencia.
En su libro lnsLrumcrlls in llw Rcdcemer's l-lmuls, l'aul
David Tripp comenta, «La pcrccpcic)n que tengo de rni
rntsmo es tan correcta como un cspc¡o ele carnavah>. Luego
agrega, «Si quiero vcnnc con clJrici<Kl, necesito colocar dc
Lmtc ele mí. el espejo ele la Palabra de Dios». Me11ciona que
Hebreos 3: 12--1-:; «cnscJia de manera clara que[;¡ perspec-
tiva acerca de uno rnismo es producto de Lt comunidad» y
cxpliu1 por qut: no pudnnos alc;mzar esta perspectiva pie-·
na por nosotros mismos: «Corno en utd<t uno de nosutros
todavía hay remanentes ele pecado, tendremos bolsas ele
ceguera espiritual ... La Biblia dice que podemos ser espi
ritualmente ciegos y con todo pensar que podemos ver muy bien»}
Esto es lo que mis amigos encontraron en mí ese día . 1
bolsas de ceguera espiritual. Estaba ciego, pero en mi arro-
gancia y para vergüenza mía penstS. que podía ver muy
127
HU M! LOAD: GRAN DEJA VERDAD ERA
bien. «incluso nos sentimos ofendidos», agrega Tripp,
«Cuando las personas actúan como si nos vieran mejor que
como nosotros mismos nos vemos».' Así era exactamente
yo.
Sin la ayuda de otros para que me pueda ver con clari
dad, prestaré atención a rnis propios argum.entos, creeré en
mis propias mentiras y aceptaré mis propias ilusiones.
Olvidaré la advertenc:la ele Dios: <<Al necio le parece bien lo
que emprende, pero el sabio atiende al consejo» (Prover-
bios 12:15).
lNCLUSO ESTAR CON OTROS NO ES SLJF;[ClENTE
Uno se puede estar reuniendo con regLÜariclad con otros
para compaflerismo bíblico y rendición de cuentas, pero
hacer esto no es sufi.ciente en sí rnismo y por sí mismo. Es
vital, pero no basta. Formar parte regular de un grupo así,
sin eluda que incrementa la posibilidad y el pott>ncial de ser
obediente a la Palabra de Dios y aplicarla, pero no g<uanti
za la obediencia. Sé por experiencia personal que es posi
ble asistir a una reunión en la que otros confiesan su
pecado, en la que otros aceptan y responden a la repren
sión, y sm embargo no seguir su ejemplo.
Espero que todos nos estemos reuniendo con otros para
compaüerismo y rendición de cuentas, pero, por favor, se
pamos que para que esto sea un medio para recibir gracia y
crecer en nuestra vida, se requieren dos cosas como expre
sión de nuestra fe.
128
INV!TAR Y BUSCAR LA CORRECClÓN
Primera, reconocer con humildad que necesitamos a
otros. Estoy convencido ele que dejado a mí misrno, si trato
ele crecer por mí mismo, mi discernimiento del pecado
dentro de mí será deficiente, y por ello solo lograré un cre
cimiento limitado en religiosidad. Por esta razón necesito
la atención y la corrección de mi cónyuge y ele los miem
bros de mi grupo y por lo mismo debo buscar esa atención
y esa corrección suyas .. Todos neccsitanws ayuda. No po
demos vigilarnos de manera efectiva por nosotros mismos;
necesitamos los ojos perspicaces de otros.
El segundo requisito para un cornpallcrisrno y rendición
ele cuentas dcctivos en grupo pcqucl'io es que debernos par
ticipar ele manera humilde y decidida. No asumamos que
con solo asistir a un grupo, con solo relacionarse con quie
nes son religi.osos, estamos ya agradando a Dios y crccicn··
do en religiosidad. Esto es un cngafío.
Debemos procurar una participación humilde y decidi
da, y esto significa confesar de manera regular nuestro pe
cado y también invitar y ver con buenos ojos la corrección
de parte ele otros, en particular cuando nos reunimos para
ese preciso propósito.
Si estarnos en un grupo pequeüo para cornpaüerismo y
rendición de cuentas, ¿estamos participando de manera
humilde y decidida o nos contentamos con observar?
¿Estamos ele hecho esperando eludir cualquier corrección?
¿Sentimos un cierto alivio malsano cuando nuestro pecado
ha pasado desapercibido 7 ¿Informarnos de manera regular a
129
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
otros de nuestras tentaciones y pecados, o les presentamos
una versión corregida y halagadora de nosotros mismos?
Para ayudar a que nos evaluemos, me permito sugerir
que hablemos con nuestro cónyuge y con otras personas
cercanas para hacerles preguntas como estas:
¿Confieso mi pecado de manera coherente?
¿ Conjicso casos concretos de pecado y no solo categorías
generales o referencias generales al pecado?
¿Les resulta fácil a otros corregirme?
¿Conocen otros las áreas de tentación en mi vida en la
actualidad?
¿Conocen los patrones más destacados de pecado en mi
vida en la actualidad?
Por favor, no me entiendan mal. No estoy atribuyendo
infalibilidad a las observaciones ele otros. Pero ¿tenemos fe
suficiente de saber que la gracia de Dios dará a quienes nos
son más cercanos perspectivas de nuestra alma que no po
demos percibir por nosotros mismos? ¿Tenemos fe en que
Dios utilizará a otros para revelarnos nuestra alma y nues
tro pecado?
EL CONOCIMIENTO NO BASTA
Otra razón ele por qué necesitamos la ayuda de otros es
aseguramos que aplicamos la verdad que conocemos.
Aunque el conocimiento ele la Escritura es fundamental y
no opcional, por si mismo nunca resulta suficiente. Como
nos lo recuerda Santiago, «No se contenten solo con
130
escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos.
Llévenla a la práctica» (Santiago l :22). El estudio de la hu
mildad bíblica proporciona el potencial de lograr avances
importantes en religiosidad, progreso que resulta evidente
a todos y beneficia a todos, pero que también puede con
ducir a un engaüo propio progresivo.
En su comentario sobre Santiago, Peter Davids escribe:
Por muy vasto que sea nuestro conocimiento ele las Escri
turas, o por sorprendente que sea la memoria ele uno, si
esto es Lodo lo c¡ue se tiene es enganarsc a uno mismo. El
verdadero conocimiento es el preludio a la acción, y es la
obediencia a la Palabra lo que al final cucma+
El simple conocimiento de la Escritura no es la cima; es
solo el preludio a una obediencia activa. Esta verdad se
contiene en las palabras de nuestro Salvador: «¿Entienden
esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica» Quan 13: 17).
¡No es nada complicado! Solo la obediencia es sufi
ciente. Solo nuestra obediencia motivada pm la gracia y la
aplicación ele lo que cnseila la Sagrada Escritura pueden
producir crecimiento en religiosidad.
LA LUCHA INTERIOR NUNCA ACABr'\
La doctrina bíblica del pecado nos recuerda que el pecado
que mora dentro nuestro permanece, y está activo, es hos
til a la gracia y hostil a la búsqueda de religiosidad. «¿Con
131
l!UMILDAD. GRANDEZA VERD,\DERA
qué frecuencia», escribe Kris Lunclgaard en The Enemy
Withín, «pensamos en el hecho ele que llevamos con noso
tros a un acompañante mortífero?» .. ,
Pablo nos recuerda la realidad ele este adversario inter
no mortífero:
Porque esta [la naturaleza pecaminosa] desea lo que es
contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es cllntra
rio a ella Los dos se oponen entre .sí, de modo que uste
des no puedan hacer lo que quieren (Cálatas ':í:l7).
Está claro que esto no se refiere a una descripción del
corazón humano antes ele la conversión, sino a una des
cripción ele la lucha C[LlC se establece dentro del corazón y
la vida regenerados después de la conversión. La oposición
cotidiana de la carne es algo que debemos asumir que está
actuando en nosotros, sobre todo cuando nos dedicamos a
crecer por gracia en religiosidad.
john Owcn nos advierte de manera penetrante:
No hay nada que hagamos por Dios a lo que el pecado no
se oponga. Y cuanta más espiritualidad o santidad haya
en lo que hacemos, tanto mayor es la enemistad a ello. Así
pue.s, los que más buscan a Dios experimentan la oposi
ción más violenta.''
A medida que vamos creciendo en nuestro deseo de
Dios, iremos constatando que la oposición del pecado no
132
INVITAR Y BUSCAR LA CORRECCICJN
disminuye sino que más bien se intensinca. ¿Espermnos
esa oposición cada vez mayor:> ¿Estamos conscientes ele
ella? Por esto se nos manda que nos vigilemos de cerca.
Que vigilemos nuestro corazón y lo estudiemos a la som
bra de la cruz como medio para proteger nuestro corazón
contra la presencia y oposición diarias del pecado. Si no
vigilamos, será inevitable que nos debilitemos.
Al ir madurando personalmente, al ir madurando nues
tras fa mi has y al ir madurando nuestras iglesias, necesitamos
más, y no menos, b doctrina del pecado; y necesitamos se
guir creciendo en una comprensión adecuada de esta doc
trina y en aplicarla.
Estemos seguros de que esto no es menos así porque
seamos pastores o maestros u obreros del ministerio. No
hay ningún privilegio en la relación con el pecado solo por
ser pastores. No hay ninguna excepción en el ministerio en
cuanto a la oposición de la carne. Solo hay una mayor res-·
ponsabiliclad ele oponerse al pecado y de debilitar la carne,
corno ejemplo para el rebal'i.o.
SIEMPI\E NECESITAMC>S AYUDA
john Owen mencionaba que aunque cada uno de nosotros
podemos ser competentes en una serie de áreas, nunca es
así con respecto a discernir nuestro pecado. Por nosotros
mismos, ninguno de nosotros llegaremos nunca a ser com
petentes en reconocer nuestro pecado. Siempre necesitare
mos ayuda.
133
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
No olvidemos nunca que otros ven lo que nosotros no
vemos. Donde estamos ciegos al pecado, su visión a menu
do es veinte-veinte. Y por la gracia ele Dios pueden aportar
claridad para ayudar a protegernos contra los efectos enclu
receclores del pecado. Otros pueden exhortarnos, alent<J.r
nos y corrcgi rnos. Son un don ele Dios en nuestra lucha
contra el pecado. Y nunca llegmnos a no necesitarlo. Nunca.
Y no nos sintamos incómodos cuanch) las observaciones
ele un amigo pueden no ser el lOO por cien certeras. He
descubierto que hay algo de verdad que a veces se puede
extraer incluso de críticas del enemigo. La lmmildad no
nos exige precisión matemática en los insumos de otra per
sona; la humildad se coloca de manera que pueda recibir la
gracia de Dios provenga ele donde provenga.
Por esta razón debemos animarnos a acudir <1 otros para
invitarlos a que e;-.:aminen nuestra vida. Dig<imoslcs, «Deseo
que tus ojos comprensivos se lijen en mi alma. Necesito tu
ayuda. ¿Dónde ves queso crema?» Y tambkn debemos ani
marnos a acudir a otros para presentarles nuestras observa
ciones. Hay que hacerlo con la seguridad de que, en última
instancia, hay quien nos guarda, nuestro Salvador mismo.
Nos guardará de hecho y hará que su obra en nosotros lle-·
gue a su culminación en el día ele jesucristo.
l34
lNVJTAR Y BUSCA~ LA CORRECCIClN
Notas
1.. Atribuido al Pastor james R. Needham en una Jlustraoón del 2004,
Lomacb de www.prcachmgtocbycom.
2. Paul Dav1cl Tripp, Instrumcnts in thc Rcdeemer\ Hands (Philhps
burg, NJ P&R, 2002), '5"1.
3. !bid.
4. Pctcr H. Davids, New Tntcrnational Bíblica/ Commmtwy:Jww~s,
vol. J 5 (Peabo<.ly MA: Hcncl rickson, 1989), "f l.
'5. l<ris !.undgaarcl, Tite Encmy Within (Phillipshurg, N.J: I\'SrR, 1 998), 32.
6. John Owcn, Sin cmd Tcmptation: Tlw Cltallcngc o(Pcrsonal God/i
ncss, cd. Dr. Jm1cs M. Hnustnn lMi nncapol is, MN: 13ct han y Housc
Publishcrs, 1996), \8.
135
RESPONDER
CON. riUMILDAD
ANTE lAS PRUEBAS
UJZA u PUNTO EN MJ LJST/1 que resulta más duro para
la mayoría ele las personas, el que afecta de manera
más profunda, el que parece más difícil de cumplir, y el
que con mayor rapidez provoca la respuesta «es más fácil
ele decir que ele hacer», es este: responder con humildad
ante las pruebas.
Para ayudar a superar esta dificultad, deseo que nos si
tuemos, con la ayuda ele la Sagrada Escritura, en la presen
cia de alguien para quien la vida no tenía sentido, alguien
cuyo horizonte anunciaba un sufrimiento atroz y horrible
para sí mismo y para el pueblo de Dios, y quien, a pesar ele
ello, descubrió una perspectiva divina en cuanto al sufri
miento y las pruebas, perspectiva que lo transformó de
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
manera radical con lo que dejó ele quejarse siempre y de
cuestionarlo todo para postrarse lleno de fe ante Dios.
SUFRIMIENTO INEVITABLE
Para ayudarnos a hacer nuestra esta perspectiva divina, si
tuémonos ante la presencia ele Habacuc. Tuve el privilegio
ele pasar muchas horas con este profeta, y ha sido en ver
dad una experiencia que produce humildad.
Creo que todos necesitarnos escuchar con suma aten
ción a Habacuc para poder emular su ejemplo cuando las
circunstancias con las que nos enfrentemos parezcan con
tradecir el carácter y las promesas ele Dios. Y ckjenme ser
muy claro al respecto: en algún momento de nuestra vida,
nos encontraremos con circunstancias que parecen contra
decir el carácter y las promesas de Dios, si es que no ha su
cedido ya. En algún momento en el futuro, la vida parecerá
no tener sentido.
En diferente grado, el sufrimiento es inevitable para to
dos nosotros. En su libro How Long, O Lord, D.ACarson
nos recuerda ele manera lúcida, «La verdad es que lo único
que tenemos que hacer es vivir bastante y suli·irernos>>.
Esta es la dura realidad.
Carson dice luego, «No pensamos en el tema del mal y
del sufrimiento todo lo que deberíamos hasta que nos en
contramos ante alguna tragedia». 1 En realidad, deberíamos
tratar ele desarrollar con antelación una teología del sufri
miento, para así estar preparados para sufrir y perseverar
138
RFSPONDER CON HUMILDAD ANTE LAS PR\:EBAS
mientras lo estemos experimentando. Porque la pregunta
crucial no es si sufriremos o no, sino cómo responderemos
cuando suframos.
Habacuc, corno alguien que ha pensado mucbo en el
tema del mal y del sufrimiento, nos puede ser de mucha
ayuda. Permitió que su punto ele vista fuera rnodihcado
para no seguir viviendo con falsas expectativas Fue trans
formado por una perspectiva divina que lo preparó para
un sufrimiento mucho mayor que es probable que ningu
no ele nosotros vayamos a experimentar.
Quizá nos encontremos en este momento envueltos en
una tragedia. Quizá en este momento alguien haya experi
mentado algún sufrimiento que otros no hayamos vivido.
De ser así, Habacuc quisiera decirles a esas personas una
palabra para consolarlos y fortalecerlos. Y si en la actuali
dad no estamos sufriendo, l-bbacuc querría preparamos
para lo inevitable.
CONFUNDIDO Y QUEJOSO
Cuando nos encontramos con Habacuc: por primera vez,
escuchamos a un profeta piadoso pero conJunchdo, que se
queja a Dios, ''¿)lasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda
sin que tú me escuches?» (flabacuc l :2a).
Se siente confundido porque, al mirar en torno suyo al
pueblo de Dios que lo rodea, ve una apostasía y desobe
diencia desenfrenadas, que parece que Dios tolera. «¿Hasta
cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos
l39
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
salves?» (Habacuc 1:2b). Acusa a Dios de inactividad
mientras que «el impío acosa al justo» y «las sentencias
que se dictan son injustas» (1:4).
Debemos recordar, llegados a este punto, que el Santo
no tenía ninguna obligación de responder a ninguna de las
quejas de HabacllC, que también era pecador. Pero Dios sí
responde. Le l1ace saber a Habacuc que tiene toda la i nten
ciém de disciplinar a su pueblo, pero no en la forma en que.
Habacuc lo hubiera podido prever. El instrumento para
castigar y purificar a su pueblo e¡ u e Dios piensa u ti !izar es
enviar una fuerza invasora ele los babilonios (calcleos), una
naci.ón orgullosa, implacable e impía.
Esto resulta en verdad una sacudida para el sistema teo
lógico de Habacuc. El profeta se horroriza. ¿Cómo puede
Dios utilizar un medio tan profano para disciplinar a su
pueblo?
Las quejas de H.abacuc continúan. Le pregunta a Dios,
«¿Por qué entonces toleras a los traidores? ¿Por qué guar
das silencio mientras los impíos se tragan a los justosh>
(1: 13). Una vez más acusa a Dios ele no mantener sus es
tándares de santidad y justicia. El plan de Dios parece que
no corresponde ni a su carácter ni a sus promesas.
Dios responde ele nuevo, y su respuesta es una expre
sión todavía mayor de su misericordia para con Habacuc y
para con cada uno de nosotros. Es una respuesta que trans
formará a Habacuc, un cambio que se nos presentará en
toda su amplitud a todos nosotros en el resto de este breve
libro, y que es sumamente pertinente para cada uno de
140
RESPONDER CON HUM\LDAD ANTE LAS PRUEBAS
nosotros que nos hemos apartado del pecado para confiar
en el Salvador, Jesucristo.
La primera parte de la respuesta de Dios se centra en
esta afirmación: ,,e] justo vivirá por su fe» (2:4), que cons·
tituye buenas nuevas para todos nosotros. La fe en Dios es
la clave para alcanzar una perspectiva divina ante circuns
tancias desconcertantes y preocupantes.
Segundo, r-labacuc aprende ele Dios que el camino de
los orgullosos en última instancia no prevalecerá, sean es
tos israelitas o babilonios. Los propósitos ele Dios en últi·
rna instancia prevalecerán y se cumplirán: «se llenará la
tierra del conocimiento ele la gloria del SEÑOR» (2: 14).
La respuesta de Dios al profeta llega entonces a su punto
culminante con estas maravillosas palabras: «el SEÑOR est:'i
en su santo templo; ¡guarde toda la tierra silencio en su
presencia'» (2:20).
[:ste encuentro transforma el corazón ele Habacuc delan
te de Dios. Porque al comienzo dd capítulo tercero y último
de este breve l.ibro, el profeta con el que nos encontramos
ya no se parece en ruda al hombre que vimos en los capítu
los J y 2. Ha sido transformado y ha pasado de cuestionar a
orar, de la confusión a la certeza y de sentirse perplejo a
conhar plenamente en Dios.
¡Qué sorpresa' Se ha producido un cambio enorme en
la disposición del corazón de Habacuc, aunque no han me
jorado en nada sus circunstancias. Nada ha cambiado, y
con tocio, para el corazón de Habacuc todo ha cambiado.
Ya no se siente orgulloso; su alma ya no está inflada. Por el
141
HUMILDAD· GRANDEZA VERDADERA
contrario, está confiando humildemente en Dios. Una vez
Dios le ha comunicado que el justo vive por su fe, Habacuc
se ha convertido en un ejemplo y en la personificación ele
esa verdad. De hecho la jé es por lo que vive.
Estas características ele su transformación se manifies
tan con claridad en d capitulo 3, y representan tres sef1ales
distintivas de todo aquel que en verdad se humilla delante
ele Dios. Esa persona (l) ora delante de Dios, (2) espera en
Dios y (3) se regocija en Dios. Hahacuc nos muestra las
tres.
0RAC1ÚN CENTRADA 1~N DIOS
1\clvit~rtasc b inmediata declaración con la que comienza el
capítulo 3: <<Oración del profeta Halxtcuc». Habacuc no si
gue cuestionando a Dios, sino que de manera hunlildc y
apropiada ora a Dios.
Y obs<:~rvcsc el contenido de su oración. No se centra en
sus propias necesidades o en su confltsión o en sus quejas
por los malvados o los babilonios; antes bien, en forma in·
cuestionable y clccidicla se centra en Dios. <'Set1or, he sabi
do de tu lama; tus obras, Sciíor, me dejan pasmado» (3:2).
Habacuc ha pasado a preocuparse por Dios, y ahora
siente pasión por la actividad y propósito de Dios en la his
toria: «Tus obras, Seüor, me dejan pasmado. Realízalas de
nuevo en nuestros días, dalas a conocer en nuestro
tiempo» (3:2).
142
R E S P O N D E R C O N 11 11 ¡, 1 1 1 1 ' \ 11 ·\ 1 1 1 1 ., 1· 1 · 1 1 1 1: , ' ,
Habac:uc ha recibido confirmación de qm: sulrira 1 )Í()'.
ha dejado bien claro que los babilonios invadirán y que no
habrá a donde huir ni donde refugiarse. Habacuc, junto
con todo el pueblo de Dios, sufrirá. Pero, ¿en qué consiste,
según este mismo versículo, la oración ele Habacuc? «Señor
... en tu ira, ten presente tu misericordia» (3:2). Su súplica
de misericordia se centra en una oración para que se cum
plan los propósitos de Dios.
CENTRADO EN LA SALVACI()N,
NO EN EL SUFRIMIENTO
En todo lo que resta ele la oración de Habacuc en este capí ..
tulo, vigoriza su re por medio ele un repaso histórico de los
eventos decisivos en la historia de b salvación de Israel,
con énfasis en clt'xodo. Reconoce c(mw Dios se ha enfren ..
tado en la historia con una serie de enemigos de lsracl, y
afirma su convencimiento de que Dios en su momento ac
tuarú en forma decidida para liberar a su pueblo, ''saliste a
liberar a tu pueblo, saliste a salvar a tu ungidO>> (3:1 3).
Nótese sobre todo el comienzo eni~Hico de este recuer
do de la obra salvadora de Dios: " ... viene Dios ... » (3:3).
Habacuc ya no ve a Dios como descuidando su respuesta a
su pueblo. ¡No, Dios vino! En el pasado no ha estado sin
nacer nada. No está sin hacer nada en el presente. No esta
rá sin hacer nada en el futuro.
¿No está acaso esta misma verdad en la entraña de nues
tra propia historia de salvación, en la persona y obra de
143
HUMlLDAD· GRANDEZA VERDADERA
nuestro Señor? ~~cristo jesús vino al mundo a salvar a los
pecadores» (l Timoteo 1: 15). ~~ ... el Hijo del hombre
... vino ... para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo
20:28). ,,el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que
se había perdido» (Lucas l<:J: lO).
Escuchemos el testimonio de nuestro Salvador: «Yo no
he venido a llamar a justos sino a pecadores» (Marcos
2: 17). ~~Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia» Uuan 10: lO). ,~sali del Padre y vine al m un
den> Unan 16:28). '<Yo soy la luz que ha venido al mundo»
(Juan 12:46). ~~Yo para esto nací, y para esto vine al mun-·
do: para dar testimonio de la verdad» (Juan 18:37). «He
vcnido, oh Dios, a hacer tu voluntacl» (Hebreos 10:7).
¡Dios ha venido a nosotros! ¡Nuestro Salvador vino!
Por esta razón, preguntémonos lo siguiente: Cuando
nos vienen la prueba y el sufrimiento, ¿en qué consiste
nuestra oración 7
Si nuestra oración es primordialmente una petición
para que el sufrimiento se alivie, entonces sepamos que
esto es bíblico. Lksde luego que no es no bíblico. En la
Escritura Dios nos exhorta a orar para obtener ayuda en
rncdio del sufrimiento (como lo hizo Pablo en 2. Corintios
12.:8). Pero en esos nwmentos, nuestras oraciones no
deberían centrarse en esto.
144
Ri.:SPC>J-.:DER CC.\; HL "lll.DAr> .\1•1 1'1 1 .\S PRUEB "
ESPERAR CON TRANQUILIDAD
Habacuc es un ejemplo convincente no solo de oración,
sino también de paciencia. Dice, «yo espero con paciencia
el día en que b calamidad venclc't sobre la nación que nos
invade» (Habacuc 3: 16). Dios ha prorncüdo disciplinar a
su pueblo Ha prornctido juzgar ::t los babilonios, y ha pro·
metido lknar la tierra con el conocimiento ele su gloria: por
consiguiente, H:thacuc esperar<\ con humildad y paciencia
el cumplirnicnto de cada una de las prorncsclS, st:an estas de
juicio o de bendición.
Recordemos que Habacuc no conocía para nada el mo
mento que Dios había escogido para todo ello. No sal1ia ni
la hora ni el día; no sabía el mes o ni siquiera el a1io, y lo
norrnal es que nosotro5 tampoco lu sepamos. Aunque en
contramos bs promesas de Dios en toda la Escritur~l, no se
nos dan con lecha~; ni ticrnpos cspccílicos. Por tanto, cuan·
do nuestras circunstancias van en contra del carúcter y pro
rncsas de Dios, tenernos la tent:aci.ón de proponerle a Dios
un marco temporal y pedirle que c:utrtpla sus promesas de
acuerdo con el mismo.
El ejemplo ele Habacuc es dilúenLe. Espera con packn··
cía, y esto presupone fe. Hace falta le para esperar con tran
quilidad algo para lo que tenenws una promesa de Dios,
pero sin fecha. ¿Qué promesas no se han curnpliclo hasta
ahora en nuestra vida? ,:Matrimonio·? ¿Embarazo? ¿Cura-
ción? {Un ascenso o puesto concreto? ¿Salvación para un
ser amado? ¿Esperaremos, como Habacuc, con tranquili
dad y humildad que Diós cumpla su promesa? Si Habacuc
145
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
puede esperar con tranquilidad la acción divina a gran es
cala en la que pensaba, entonces sin duda que nosotros po-
demos aceptar con calma el tiempo de Dios en nuestras
vidas relativamente insignificantes.
Ojalá no se me malinterprete. Esperar no es resignarse;
esperar es una confianza activa en que Dios cumplirá su
promesa en su momento perfecto, según su propósito últi
mo de glorificar a su Hijo.
Sí, la persona justa vivirá por !"e, y esta fe exige esperar
ALEGRARSE CON HUMILDAD
Por último, pongamos nuestros ojos y nuestra atención en
uno de los pasajes más sorprendentes y notables de toda la
Escritura, que se encuentra al final del libro de Habacuc:
Aunque la higuera nn ck renuevos,
ni haya frutos en las vides;
aunque lallc la cosecha del olivo,
y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas,
ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijan:: en d Sctior,
¡me alegraré en Dios mi libcnaclorl
(Habacuc 3:1 7-18).
Recordemos que Habacuc no se está refiriendo a una
simple desaparición de un agradable panorama campestre.
146
RESPONDER COh HUMILDAD ANTE LAS PRl:EBAS
Lo que tiene ante los ojos es la completa destrucción de la
tierra y ele los medios ele subsistencia de su pueblo. Las cir
cunstancias que imagina son atroces y horrorosas.
El «aunque» al comienzo de este pasaje no es hipotéti
co; Habacuc comprende muy bien lo grave del sufrimiento
que tanto él como su tierra natal experimentarán cuando
invadan los babilonios. Signi!karú b pérdicLl no solo de to
das las comodicbdes sino de todas las cosas necesarias, in
cluso hasta el extremo ele que ni siquiera haya comida.
Habacuc no desconocía en modo alguno los mé.todos ele
los babilonios corno conquistadores. Saquearían todo el
país y capturarían y deportarían a las personas. Habría vio
lencia y destrucción indiscriminadas. Esa era la realidad
con la que se enfrentaba Habacuc.
¿Y su respuesta 7
«Aun así, yo rne regocijart~ en el SCJ'\or».
Ahí está la resolución total y l'inal del conflicto que vi
mos primero desencadenarse en el alma del profeta a par
tir del capítulo l. Habacuc al fin se libera de una lcliciclad
superficial, cin:unstancial. La fuente y ob¡cto de su rego
cijo es Dios mismo: «rne rcgocipré en el Señor, ¡me alegra
ré en Dios, mi libertador!» Habacuc ha clescuhierl.o el
verdadero gozo, que trasciende cirCLmstancias y existe in
cluso en medio de grave sufrimiento, gozo que se encuen
tra solo en Dios. Y solo ahí es donde todos nosotros
podemos encontrar gozo en medio de nuestros sufrimien
tos más graves.
147
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
Sin pasar por alto la realidad del sufrimiento, flabacuc
no centró su atención en él sino que fijó su mirada en el as
pecto más serio y crítico de la salvación. Dejó de lado las
pruebas temporales para encontrar gozo en ''Dios, mili
bertadon>, el Dios que lo libera no solo delj uicio presente,
sino, lo que es más importante, del juicio futuro. Por esto
puede cantar.
NUESTRA RESPUESTA ANTE EL SUFRIMIENTO
Así pues, ¿de qué estamos más conscientes? ¿De nuestro
sufrimiento actual o ele nuestra salvación, esta "salvación
tan grande» (Herbreos 2:3) que es nuestra en jesucristo?
Admito que algunos puedan estar tan inmersos en dolo
rosos sufrimientos que otros quizá no comprendamos y,
ele ser así, podrían decir, "¿Quié:ncs son ustedes para ha
blarnos del sufrimiento:>» Si esta es la actitud que algunos
tienen, lo podemos entender.
Pero si alguien tiene esta ~lCtitud, quisiera decirles con
interés y compasión sinceros que si escuchan con cuidado
a Habacuc, es posible superarlo para aprender a encontrar
gozo en un lugar inesperado.
No estoy minimizando el sufrimiento ni el dolor de na
die; si de algún modo pudiera pasar algún tiempo con esas
personas, creo que encontrarían en mí empatía y compa
sión respecto a sus pruebas. Pero también deseo ayudarlos
con una perspectiva divina que provee una ayuda más sus
tancial y tiene un efecto más transformador de la vida que
148
RESPONDER CON HUMILDAD ANTE LAS PRUEilAS
lo que se puede conseguir con la simple empatía. Si, en
medio del sufrimiento, descubren la perspectiva divina
que Habacuc experimentó, podrán llegar a vivir el mismo
cambio cataclísmico que se produjo en el corazón y vida
del profeta, cambio tan dramático que los haría irreconoci
bles para sus amigos y familiares.
Esto es lo que aprendió Habacuc. Quienes sienten ver
dadero gozo en medio del sufrimiento son los que recono
cen que, en esta vida, nuestro sufrimiento nunca es tan
grande ni tan serio como nuestros pecados. Como lo escri
bió Jonathan Eclwards, ,,cuanto menores [son] las afliccio
nes más grandes que encontramos en este mundo ... que
lo que hemos merecido».2
Esta es una perspectiva divina
del sufrimiento. Sin importar la gravedad del sufrimiento
que experirnentamos en esta vida, siempre será menor que
lo que hemos merecido por nuestros pecados.
Así pues, ¿cómo responderemos cuando nuestras cir
cunstancias parezcan cont radccir el car~ictcr y las promesas
de Dios:> ¿Cómo reaccionaremos cuando nos parezca que
Dios no se ocupa de nosotros, cuando parece tolerar el pe
cado y no quiere aliviar el sufrimiento? ¿Cómo responde
remos cuando la vida parezca no tener sentido?
¿Nos pareceremos al Habacuc de los capítulos l y 2? ¿O
seremos más como el profeta transformado al que escucha
mos en el capítulo 3? ¿Nos quejaremos? ¿O confiaremos:>
¿Reaccionaremos ante nuestros sufrimientos con ira o re
sentimiento o indignación, o pidiendo que Dios sea glorifi
cado en nuestro sufrimiento y por medio del mismo?
149
HUMILDAD CRANDEZA VERDADERA
AUSENCIA DE ENOJO
Antes de continuar, pcrmítanme ilustrar el decto transfor
mador de una perspectiva divina con una historia de la
vida de mi hermana mayor Sharon.
Hace unas cuantas navidades, reunida la familia exten
dida para celebrar la festividad, el marido de Sharon, Davc,
mencionó algunas dificultades físicas que estaba experi
mentando, por lo que reuní a la familia para que cmir;mws
por él Nadie imaginaba el origen o la gravedad ele los sín
tomas que describió; en una semana le diagnosticaron que
tenía un tumor cerebral.
Se trataba de un tumor muy agresivo, como muy pronto
vinimos a saber. Después de un<l operación y de quimiote
rapia sin éxito, al poco tiempo Davc salió del hospital y lo
trajeron a la casa donde siguió recibiendo cuidados espe
cializados para esperar lo que ya parccia incvilable, y que
de hcd10 se produjo muy pronto. En el mes de junio
siguiente, Davc se fue a estar con d Se1íor.
Durante esas últimas semanas de vicla, colocaron la
cama de Dave en el centro ele la sala, clunde lo vinicwn a
visitar un sin número de personas que lo querían. Sharon a
menudo se sentaba junto a su ccuna y le acariciaba el cabe
llo y, estuviera o no consciente, lo hablaba al oído, para dc
ci rlc a su compaflero qué esposo y padre tan maravilloso
era.
En cierta ocasión, un pariente de Dave, no cristiano,
vino a visitarlo. Al observar cómo atendía Sl1aron a su es
poso, y pensar acerca de la juventud de Dave y los hijos
150
RESPONDER CU:.l HUMILDAD ANTE LAS PR\IEBIIS
que le sobrevivirían, al parecer se apoderó de él un profun
do enojo, enojo dirigido al Dios en quien Dave y Sharon
decían creer.
Le preguntó a Sharon, <<¡Por qué no estás enojada?»
Le miró a la cara y le respondió con la verdad del evan
gelio: «Dave merecía el infierno por sus pecados, como tú y
yo, y sin embargo Dios, en su misericordia lo perdonó de
bido a la vida, muerte y resurrección de jesucristo. L)avc se
va al cielcJ>>, elijo. «¿Cómo podría estar enojada con Dios
por llevárselo al ciclo?»
h1c una respuesta que estoy seguro que esa persona no
esperaba, y que dudo que la vaya a olvidar.
Después del fallecimiento de Dave, Sharon me pidió
que participara en el servicio fúnebre. Como era la costum
bre ele mi hermana, me dijo, «Quiero que prediques el
evangelio». Preveía que iban a asistir al servicio una gran
cantidad de personas no salvas, y que se les predicara el
evangelio. me insistió, es lo que Davc hubiera deseado.
Pero puedo ahrmar que fue una de las cosas más dilíc:i
lcs que jamás l1aya hecho. A medida que transcurría el ser
vicio, hice todo lo que pude para no romper a llorar al ver
la presentación en video de la vida de Dave, y al escuchar a
sus hijos ele pie frente a esa gran cantidad de personas para
honrar a su padre. Luego me llegó el turno de levantarme
para presentar el evangelio, cuando lo que más deseaba era
permanecer sentado y llorar.
Pero me obligué a pararme delante ele los amigos y fa
miliares de Dave. «La verdad», les dije, «es que preferimos
151
HU 'vi 1 L DAD. GRANDE Z i\ V E R DA !JERA
no hacerle caso a la muerte; no nos gusta mirar a la muerte
ele frente. Pero hoy no podemos eludirlo, ¿_no es cierto? La
muerte nos está mirando cara a cara, y nos vemos forzados
<\devolverle la mirada». Les hablé de la ira de Dios y acerca
ckl Salvador que cargó sobre sus hombros esa ira para que
pecadores como ellos y yo pudiéramos recibir perdón. Y
los invité a apartarse del pecado para confiar en el Salva
dor.
Mi hermana había demostrado de verdad la perspectiva
divina en el sufrimiento que nos sobreviene con wnta dure
za a rnuchos de nosotros. En su grave prueba, la preocupa
ción ck Sharon no fue su propio sufrimiento, por doloroso
y real que fuera. En vez de ello, su foco fUe la gracia de
Dios, Esa gracia, por medio del Salvador, trajo salvación a
su esposo y fortaleza para ella en medio del sufrimiento, y su preocupación era que otros esntcharan las buenas nue
vas ele esté Salvador.
N O SOY EJEMPLO
Uno de los retos con los que me enfrento a la hora ele desa·
rrollar este terna es que no me considero un ejemplo de su
frimiento profundo. No estoy seguro ele haber sufrido
alguna vez en forma considerable. Y con demasiada fre
cuencia, cuando me encuentro con una prueba incluso li
gera, me parezco al quejoso profeta Habacuc en el capítulo
1 rnuc:ho más que lo que me parezco a él en el capítulo 3.
En lugpr de orar y preocuparme por la gloria de Dios, en
152
P F S P ()N D r R CON li U M 1 L DA l' A N T r LA S P R ¡;EllA S
lugar de buscar discernir su propósito, en lugar de irnplo
rar que sea glorificado en mi prueba y por medio de ella.
comienzo a cuestionar, a qucjannc y a pedir que se acabe.
Así pues, no soy un ejemplo brillante en esto. En vez de
ello, me inspira el ejemplo convincente de Habacuc, y ele
seo parecénnclc. Si este capítulo tratara de mí, no lo cstaria
escribiendo. Pno no es acerca de mí; es acerca ele Habacuc,
y, en última instancia, es acerca ele nuestro Salvador.
Porque lo que sorprende no es que ustedes y yo sufra
mos en esta vida; lo que realmente sorprende es que é·l su
friera en lugar nuestro. ¿Por qué el lnoccnte sufrió por
nuestros pecados·,) Es inexplicable, pero nos corresponde
aceptarlo. Las buenas nuevas es que a este mismo Inocente
le dieron muerte por pecadores corno ustedes y yo, y que
luego resucitó de entre los rnucrtos, con lo que resolvic) el
aspecto y cnnllicto más graves en nuestra vi<b.
La respuesta ele Habacuc por fe en la salvación de Dios
anticipa la promesa más total ele salvación por medio de
Cristo que podemos ver y conocer como un hecho históri
co. Como nos lo recuerda D.A.Carson acerca de Job, otro
personaje del Antiguo Testamento que tuvo que hacer
frente a un gran sufrirnicnto, <<En la noche más oscura de
nuestra alma, tenemos algo a lo que aferrarnos que Job
nunca conocio. Conocemos a Cristo crucificado. Los cris
tianos hemos aprendido que, cuando no parece que haya
ninguna otra evidencia del amor de Dios, no podemos
eludir la cruZ>>.'
153
HUMILDAD· GRANDEZA VERDADERA
Miramos a Cristo crucificado, y podemos regocijarnos,
conociendo la fortaleza del Sefl.or en la forma en que Haba
cuc la describió en las. últimas [rases del libro:
El Scf10r omnipotenLe es mi ruerza, da a mis pies la ligereza
de una gacela y me hace caminar por las alturas (Habac:uc
3: L9)
Habacuc tuvo ame sí una escalada pronunciada, y lo mis
mo ocurre en el caso ele todos nosotros. Nos enfrentarnos a
un terreno difícil, pero esas mont<.111as y lugares elevados se
pueden transformar en oportur1iclacles y ocasiones para ex
perimentar la fuerza de Dios y perseverar en última instan·
cia para prevalecer por gracia, como lo suplicamos con
humildad, como lo esperamos con humildad, y como nos
regocijamos en humi.ldad.
Notas .l. D. A. C::arson, How Long, O Lord' (Crand RapHis, MI.: Baker,
1991), 16, 9.
2. Jonathan Edward.s, Thc Works oUonathan Eclwards (New Haven,
CT: Yak: Univcrsity Prcss, 1997), 32.1.
3. Carson, How Long, 191.
154
UN LEGADO DE
c;RANDEZA
"Ul!A 111\N J\DVII\TIIlU que he dedicado este libro a mi
é hijo Chacl. Chad tiene doce Mios y para su padre es
fuente de profundo gozo cuando lo veo que ama al Salva
dor, que honra a su padre y a su madre, que se preocupa
por sus hermanas y sobrinos y que sirve en la iglesia C:ovc
nant Ldc. Al igual que mis hi¡as ya casadas, rni hijo es un
deleite para rni corazon y mi vida.
Aunque Chacl es hurnilclc en formas en que yo no lo era
a su edad, también tiene en su vicia bolsas de orgullo. Su
pongo que era inevitable al tenerme a mí por padre. Y dcs
pm's ele predicar el evangelio a mi hijo, nada me ha
resu ltaclo más fundamental que enseüarle la importancia y
promesa de la humildad. Pocas veces estamos juntos sin
que esto forme parte ele nuestra conversación. Para mí es
un tema prioritario.
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
Con frecuencia, cuando estoy con Chad, pienso acerca
del futuro cuando ya no estaré con éL Lo más probable es
que yo muera antes que él, e incluso ahora, cuando pienso
acerca de ese momento ele partida y separación, se me lle
nan de lágrimas los ojos hasta el punto que casi no veo la
pantalla ele mi computador Pero quiero preparar a Chacl
para el tiempo en que ya no estaré aquí para conversar con
él ele esos temas. Y lo que es nüs importante, deseo prepa
rarlo para el último día, en que los dos estaremos ante la
presencia de Cristo.
PREPARARSE PARA ESE DÍA
Según mi entender, lo fundamental en la paternidad es la
preparación. Preparación para el futuro de nuestros hijos
y preparación para el día del juicio l"inal que se va acercan
do con celeridad. Si son padres o madres, déjenmc pre
guntar: ¿Cómo va la preparación? ¿Qué plan tienen para
preparar a sus hijos?¿ Cuál es el contenido y las metas de su
preparación? ¿Qué clase ele legado dejarán a su hijo o hija7
¿Han pensado mucho en esto? Deberían haberlo hecho.
Para que la humildad esté siempre presente en nuestras
familias e iglesias, la deben cultivar los padres y los pasto
res y transmitirla a nuestras familias e iglesias. Por esto creo
que resulta muy apropiado que reflexionemos acerca de
este tema antes de que demos por terminado nuestro
tiempo juntos.
156
U N LE G A DO DE G ¡, ,\ N U 1' Z A
¿Recuerdan a Santiago y a juan7 Podría sorprenderles
darse cuenta de que la madre estuvo con ellos para asegu
rarse de que sus muchachos estarían un día sentados a la
derecha y a la izquierda de Jesús en su gloria. Marcos no
menciona a la madre en su relato, pero Mateo habla de ella
en su evangelio. No solo animó a sus hijos para que le lli
cieran esta petición al Salvador, sino que llegó ante Jesús,
se postró delante de él (¿no les hubiera encantado haber es
tado ahí para verlo?) y le imploró, «Ordena que en tu reino
uno de estos dos hijos míos se siemc a tu dered1a y el otro a
tu izquierda» (Mateo 20:21). Tenía ambiciones para sus
hijos.
NtlESTRAS AMBlCIONES PARA NUESTROS HIJOS
Si son padres, les pido que examinen con cuidado la in
fluencia que tienen en sus hijos y su responsabilidad res
pecto a ellos. ¿ Qm' arnbicionan para ellos? Casi todos los
padres ambicionan algo para sus hijos, pero ¿cuántos tie
nen ambiciones para sus hijos que son bíblicas?
¿Incluye lo que ambicionan para su hijo o hija una cier
ta vocación o un cierto nivd ele educación? ¿Graduarse de
una universidad? ¿Reconocimiento profesional o deporti
vo o artístico? De ser así, quisiera hacer la pregunta si
guiente: ¿Alguna de estas ambiciones armonizan con la
verdadera grandeza tal como la define la Escritura?
Y he aquí una pregunta más importante: ¿Alguna de las
ambiciones que tienen para su hijo o hija son más
157
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
importantes para ustedes que el cultivo de su humildad y
espíritu ele servicio, que es la base para la verdadera gran
deza según se define en la Biblia? ¿Alguna de estas ambicio
nes son más importantes para ustedes que el que aprendan
a servir a otros para la gloria ele Dios7 En otras palabras,
¿están más interesados en el reconocimiento temporal para
su hijo o hija que en su recompensa eterna7
En última instancia, la paternidad tiene que ver sobre
todo con preparar a nuestros hijos para el último día. Toda
la labor paterna y materna debe ser en última instancia ir
preparando al hijo o a la hija para ese dia en que se encon
trarán delante ele Cristo para rendirle cuentas.
SER EJEMPLO PARA NUESTROS lUJOS
Como padre pecador, igual a los demás, quisiera analizar
con ustedes lo que puede significar adoptar la verdadera
grandeza como lo que arnbicionarnos para nuestros hijos.
Para ayudar a que nuestros hijos lleguen a ser verdadera
mente graneles a los ojos de Dios, he aquí algunas reco
mendaciones, no una lista exhaustiva, pero que espero que
les parezcan útiles.
Primero y por encima de tocio, los padres han ele ser un
ejemplo de grandeza para sus hijos. Ser modelos es antes
que enseñar. No podemos enseñar o capacitar a nuestros
hijos si no les ofrecemos un patrón o modelo que puedan
seguir. No quiero decir ser ejemplo intachable; no se trata
de perfección. Hablo tan solo de la presencia ele la gracia en
158
lJ N L E l; A D O ]) E e; R A N lJ E Z A
nuestras vidas que se suele demo5trar sirviendo a otros
para la gloria de Dios.
La enseñanza eficaz, ele hecho, implica explicar a nues
lros hijos lo que ya ban visto en nuestras vidas a modo de
ejemplo. Ntmca deberíamos divorciar la instrucción bíbli··
ca del ejemplo personal.
Si quieren ambicionar esto para sus hijos, o sea, la ver
dadera grandeza a los ojos de Dios, deben comenzar con el
examen de su propia vida para preguntarse, ¿Soy para mis
hijos ejemplo de verdadera grandeza corno se d(flne en la
Escritura?
DEFINIR LA VERDADEI~A GRANDEZA
PARA N1.JESTROS HT)OS
E:n segundo lugar, tambk·n tenemos que df:finir con clari
dad para nuestros hijos la verdadera grandeza. ¿Entienden
nuestros hijos la definición bíblica de verdadera grandeza
tal como Jesús la explica en Marcos lO y t:al corno vemos
que se enscfla en otros pasajes bíblicos?
El siguiente sería un valioso ejercicio que se puede reali
zar: Pidan a sus hijos que les digan qué significa la vercla ..
dera grandeza. En esta interacción con ellos, descubrirán si
tienen una idea bíblica de la grandeza, y ele no ser así, de
bería explicársela. Deben enseñarles que grandeza no
equivale a éxito, o talento, o capacidad o poder o aplauso.
Equivale a espíritu de servicio. Y equivale a humildad.
159
HU \1 1 Ul ,\ D: C RA 1\: DE Z A \'F R D ;\ D 1' R A
He aquí algo acerca de lo cual se puede reflexionar: ¿ Có
mo respondería su hijo o hija si otro adulto les preguntara,
«¿A quién admiran más sus padres y por qué?>> Si no csLán
seguros de la rcspucsl<t, háganles la misma pregunta a sus
hiJOS.
ENSENAR A NUESTROS HIJOS A ADMIFU\I< LA
VERDADEI<A c;RANDEZA
En tercer lugar, debemos ense11ar a.nucstros hijos a discer
nir y adm.irar la verdadera grandeza. Esta es otra pregunta
pam sus hijos: <<¿A quién admiráis más y por crue» La res
puesta que les clen sugerirá nmcl·w.
Nuestra cultura exalta a quienes desde luego no son
graneles a los ojos ele Dios. Y hasta cieno punto nuestros
hijos no pueden aislarse ele la influencia del rnundo. Pero,
¿saben ver rnás allá de la publicidad exagerada? rSabcn
apanar su atención de estos rabos h(:roes para admirar en
su lugar a los que son vcrdaclcrarncnte grandes scgün In
clcl"inc la 1\iblúl
Podría referirme a las innumerables formas en que
nuestra cultura adula y ensalza a quienes no lo merecen, en
especial en la Gltcgorb general de cspccLáculos, que inclu
ye a actores, atletas y m lisicos profesionales. ¿E;sUn sus hi
jos conform~'\ndose ele manera lenta y sutil a este mundo en
cuanto a su admiración y emulación de estos personajes?
He aquí una recomendación. Si son padres, no alaben
más que lo que alaban el carácter religioso ele sus hijos.
160
UN LEC,\Dl' DE GRANDEZA
Alabo y estimulo a mi hijo por sus logros académicos u t n >
feos deportivos, pero lo que l·estejamos de verdad en 1111
casa es solo cuando se da una demostración de humildad,
espíritu de servicio o carácter rehgioso.
¿Qué los apasiona más para sus hijos? ¿Qué festejan en
sus hijos"? ¿Cuándo son objeto de su alabanza y celebración
públic;:¡s7 Asegurémonos de que esta alabanza y celebra
ción tengan base teológica. Asegurémonos de que estamos
realzando lo que en verdad importa a los ojos de Dios. Ase
gurémonos ele reservar la verdadera celebración para lo
que es genuinamente grande a los ojos de Dios.
¿H(~ROES DEPORTIVOS?
Tomemos los deportes, por ejemplo. Quisiera que recor
daran que me gustan todos los deportes. Durante toda mi
vida he practicado deportes exigentes, de modo que no es
como si yo fuera un necio incoherente que est<1 aprove
chando una oportunidad para expresar su profundo resen
timiento hacia quienes son atléticamcnte superiores. No se
trata de esto.
Se trata ele lo siguiente: En ningún otro lugar en nuestra
cultura se menciona con más frecuencia la palabra grande
que en el contexto de los deportes profesionales. Si viéra
mos por Lclevisión algún juego este fin ele semana y escu
cháramos a los comentaristas, entonces es probable que
oiríamos repetir en toda la transmisión, como un mantra,
la palabra grande: grande, grande, grande. Pero podría ser
161
HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA
muy bien que en ninguna parte de nuestra cultura resulte
más evidente la ausencia ele verdadera grandeza que en los
depones profesi.onales. Tengamos, pues, cuidado de no fo
mentar en nuestros hijos una admiración excesiva por los
ele portistas profesionales o universitarios.
No me opongo, claro está., a los deportes profesionales.
Toda 111i vida he sido seguidor ele Jos Pieles Rojas de Wa
shington, y estoy contentísimo de que haya regresado el
haseball a mi ciudad natal Cl)n el equipo W<tshington Na
Lionals. Pero me gusta pensar que soy un alicionado con
criterio. Cuando mis hijos y yo tenemos la ocasión de ver
jwnos deportes profesionales, trato de ensei1arlcs a discer
nir. Nunca veo unjuego en ronna pasiva (creo que nunca
hago nada con pasividad). Nunca rne limito a observar. No
solo tengo siempre listo el control remoLo para cambiar de
canal cuando comienzan con anuncios, sino que cuando a
alguien lo llaman «grande, fantástico'' por una jugada ex-·
celentc, trato de aprovechar esa oportunidad para decir,
«Bueno, hijo, ¿es esta la verdadera grandeza que se define
en la Biblia? ¿Crees que Dios se siente especialmente im··
prcsion;1do wn esa jugada?,>
¿Alguna vez se han preguntado qué piensa Dios cuando
ve todas esas celebraciones ele una supuesta grandeza en
los deportes prol"esionales? Una cosa les puedo decir con
toda certeza: No se impresiona. De sentir algo, sería al1ic
ciém por la exageración en la celebración.
Esto no quiere decir que sea malo aplaudir, que habría
que estar viendo el juego en silencio y decirles a los hijos,
162
UN I.rc"\ ¡·,o ll 1' ,, IU.I·II> 1
«¡No aplaudan''>- Esto no es lo que trato de dcctr i\¡)Ltild')
y mis hijos aplauden, pero también trato de impartir
cliscerni miento.
HONRARA LOS PADRES
¿A quién admiran más sus hijos? ¿Quién dirían que es ver
dackramente grande? ¿De quién hablan con más vehemen
cia, con mayor frecuencia? ¿De quién se muestran más
entusiastas? ¿Un actor, un músico? ¿Un deportista? ¿Un
personaje político?
¿No sería preferible alguien en su iglesia? La iglesia local
está llena de personas verdaderamente graneles. Todos los
domingos en la iglesia local hay un verdadero despliegue
de verdadera grandeza en aquellos que sirven con fidelidad
a otros para la gloria de Dios. Enseñemos a nuestros hijos a
discernir y admirar ahí a la verdadera grandeza. No nos li
mitemos a asistir en rorma pasiva al culto dominical; pre··
paremos a nuestros hijos para acudir al mismo y
ensefit~mosles a achnirar a hombres y mujeres a su alrede
dor que son en verdad graneles.
Después del servicio dominical, hablemos con ellos
acerca ele los ejemplos que han visto. Es un buen tema de
conversación para el almuerzo del domingo, mucho mejor
que lo serían sutiles críticas del estilo y contenido del ser
món o ele los cánticos, o críticas del aspecto o comporta
miento de las personas que asistieron al mismo.
163
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
Y hay todavía un lugar más cercano en donde buscar la
grandeza. Si pudiera hablar en privado con sus hijos, esto
es lo que querría decirles. Les diría, 1<Sc han dado cuenta
de que bajo el mismo techo vive con ustedes la verdadera
grandeza? La verdadera grandeza csLcí ahi bajo la forma ele
su papá y de su mamá que los están sirviendcn>.
Les diría, «Sus padres les han servido con desprendi
miento y sin descanso, y por esto son grandes a los ojos ele
Dios ¿Son grandes a los ojos de ustedes/ Quizá admiren a
un ckponista o cantante estrella, pero esa persona no ocu
pa un lugar mús elevado que sus padres en la lista ele
personajes famosos de Dios».
Les diría a los hijos en todas partes que su entusiasmo
por sus padres debería superar con mucho su entusiasmo
por ninguna otra persona. A nadie deberían admirar o res
pelar más. Porque estoy seguro de que en la mayor parte de
los casos, sus padres en diferentes formas son verdadera
mente grandes a los ojos de Dios porque sirven a olros para
la gloria suya, no solo en la casa sino también en la iglesia.
Ahí es donde se puede encontrar una y otra vez la verdade
ra grandeza.
El mandamiento bíblico de honrar padre y madre es, en
esencia, un mandamiento de reconocer la verdadera gran
deza. Es un mandamiento con una promesa, y es un man
damiento sabio, porque honrar a los padres es reconocer la
verdadera grandeza. Por esto hacen muy bien los hijos en
obedecerlo.
164
U N L E e; A D (1 L1 l (, R ,~ N D E Z A
También les recordaría a sus hijos lo siguiente: «Con
toda probabilidad, un día estarán ante el ataúd que contie
ne el cuerpo sin vida de su padre o ele su madre. Ese cita lle
gará, es inevitable, ineludible. Y ese día sentirán un
profundo dolor, como es natural, el dolor es religioso, y el
dolor es un don. Pero algo que no quisiera que experimen
taran ese día es arrepentimiento, pesar por no haber sabido
honrarlos, conscientes ele que ahora y;:¡ es clemJsiado tarde.
«Escuchen, pues, estén al tanto y no sean tontos. Hon
ren la verdadera grandeza. Honren a su padre y a su madre.
Establezcan corno ambición propia que, a partir de este
mornento y hasta el instante en que se encontrarán ante su
cuerpo sin vida, les expresarán su amor y aprecio en
muchas formas creativas».
Y luego esta pregunta: «¿Saben ya sus padres que los
aman y respetan rnucho7 <;Les han oído expresarlo? Si no,
pidan a Dios que les perdone su arrogancia. Examinen el
corazón y recib;m su perdón y cambio, por la gracia, ahora
mismo Honren a sus padres, y sientan el agrado de Dios».
Esto es lo que les diría. Pero como no estoy al·1í para ha
cerlo, si sus hijos necesitan oír estas cosas, ¿por qué no se
las dicen?
ENSEÑAR A NUESTROS HijOS A SERVIR
Mi última sugerencia a los padres es que enseflen de mane
ra consciente a sus hijos a servir, y siempre que sea posible,
sirvan en la iglesia con sus hijos.
165
HIJMTLDAD. c;RANDElA VERD:\Dl'Ri\
El proposito más elevado de su ramilia es servir a la igle
sia locaL Es cierto que una de las r<lzones ele por qué existe
la iglcsb local es para formar a su ramilia, pero este no es el
proposito final; por otro lado, el propósito final de su rami-
lia es servir en el contexto de la iglesia local para la gloria de
Dios. La iglesia es la ramilia de Dios, y ustedes tienen el pri
vilegio de servir en la iglesia no solo como adultos sino
también con sus hijos.
l\1r ello, si todavía no están sirviendo de alguna forma
en su iglesia, deben procmar hacerlo y desearlo. E inclu
van a sus t1IJOS lo antes posible en servir con ustedes en
ella.
Por üilirno, si son padres, tengan la seguridad de que la
paternidad es algo a lo que Dios los ha llamado y que les ha
dado en forma personal a sus hijos tanto para el bien de
ellos umw para la santi!icación propia. Son clones de Dios,
y llcg:1n cnn toda la gracia que ustedes necesitan para pre
parar] us para su futuro, y en parlintb r para e 1 día en que se
pn'scntar;'ul nm ellos ante Cristo. i_Quc pueden l1acer huy
petra LJUl' en CSL' clía ustedes y sus hj¡us puedan escuchar las
¡xllahr,1s << 1.\iL'll hecho»?
166
UNA ÚLTIMA
PALABRA
·e permiten pasar unos mom.cntos finales con us
.lteclcs? Prometo que no toman~ mucho tiempo.
Antes de que nos separemos, debo recordar una vez nüs
lo que es más importante. Debo recordar al Salvador.
Como sabernos, solo Uno en toda la historia ha obedeci
do en forma total y pcrl'ccta lo que dice lsaías 66:2. ¡Solo
Uno! ¡Solo é~l! Y lo hizo por nosotros, como nuestro repre
sentante y en última instancia, con1o nuestro sustituto, mu-
riendo en la cruz por los pecadores como nosotros. Solo
Uno. Y ¡solo éJI Solo Jesucristo fue siempre humilde y mm
ca orgulloso, y lo sigue siendo, y siempre lo será.
Pablo conmemora a este ser lJnico cuando escribe:
Siendo por naturaleza Dios, [Cristol no consideró el ser
igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se
rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza ele siervo
HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA
y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al mani
festarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo
obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz' Por eso
Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que
está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús
se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la
tierra, y toda lengua conl'iese que Jesucristo es el Sel1or,
para gloria ele Dios Padre (Filipenses 2:6-1 1).
¡Solo él, todo por nosotros y por todos nuestros pecados'
Eso, amigos mios, es gracia asombrosa, ¡sencillamente
asombrosa!
Y debido a él ahora podemos conocer perdón de peca
dos y li.bertad del temor de ira futura. Porque « se humilló
a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte
ele cruz!>>, podemos ahora ser reconciliados con Dios y co
nocerlo como Padre y ya no como .Juez, y solo por causa de
esta humildad perfecta y sacrificio perfecto en la cruz por
nuestro orgullo.
Por esto, si al leer este libro se han sentido en algún
modo culpables de orgullo, o de no humillarse o de no glo
rificar a Dios, tomemos tiempo ahora para acudir a la cruz.
Acudamos de inmediato a la cruz para recibir perdón por
este pecado ele orgullo que Dios odia.
Confesemos ele manera concreta a Aquel al que hemos
ofendido. Y recibamos perdón del Padre que nos ama.
Démosle gracias de que nos haya dado los medios y ma
neras de debilitar el orgullo y de cultivar la humildad,
168
UNA ÚLTIMA PALABRA
incluyendo la confesión de nuestros pecados, y decimos la
verdad en lugar de prestar oído a nosotros mismos.
Digámoslc que queremos declarar la guerra al orgullo
en nuestra vida, que queremos declarar la guerra a esta ten
dencia activa, diaria, a vernos como suficientes por noso
tros mismos, a este deseo de vivir con independencia de él
cuando en verdad dependemos totalmente de él por cada
hálito. ¡Anunciemos y declaremos con gozo nuestra de-
pendencia! Confesemos esto con humildad y repetidas ve
ces por el resto de nuestra vida: «Dependo de ti. ¡no me
basto a mí mismo! Y confío en la obra de tu Hijo por mí y
en la obra de tu Espíritu dentro de mi».
«El que comenzó tan buena obra en ustedes la irá per
feccionando hasta e1 día ele Cristo jesús» (Filipenses 1:6).
¡El Se11or ha comenzado una obra en nuestras vidas para
debilitar el orgullo y fortalecer la humildad' Y queremos
utilizar todos los medios de la gracia para acelerar este pro
ceso santificador en nuestros corazones y vidas ele modo
que podamos ser aquellos a los que él mira, de modo que
podamos agradarte.
En última instancia, no puede darse una expansión
efectiva de nuestra misión y ministerio en nuestra vida,
ningún cumplimiento del propósito específico al que nos
ha llamado, sin que baya cultivo ele la humildad en nuestro
corazón y el debilitamiento del orgullo en nuestra vida.
Pidamos, pues, su protección, de manera que, a partir
de este momento, prestemos más atención, no menos, a la
presencia del orgullo y a la promesa ele humildad, ele
169
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
manera que, sea cual fuera el nivel de madurez alcanzado,
no quedemos más vulnerables al orgullo o al supuesto de
que nuestro crecimiento espiritual y nuestro ministerio se
han logrado con nuestro propio esfuerzo o dones.
Reconozcamos ante él, «Señor, sé que mi vida y mi mi
nisterio son pobres. Sé que los logros alcanzados no se de
ben a mis propias fuerzas o dones, sino que ¡todos se
deben a tu asombrosa gracia! Tú eres el Único responsable
por estos espléndidos cambios, y Le doy toda la gloria». De
esta forma, transferimos toda la gloria a él y experimenta
mos la promesa y los deleites de la humildad.
170
CóMO DEBILITAR EL ORGlJLLO
Y CULTIVAR LA HUMILDAI)
Listrl de sugerencias
SIEMPRI:
L. iRcllcxionar acerca ele lo maravilloso de b cruz de
Cristo
AL COMENZAR CADA DIA:
2. Comenzar el día reconociendo nuestra dependencia
de Dios y la necesiclacl que tenemos de e:~l
3. Comenzar el día expresando gratitud a Dios.
'f. Practicar las disciplinas espirituales: oración, estudio
de la Palabra de Dios, ador~tción. lbccrlo de forrna
consistente cada día y al finalizar el día, de ser posi
ble. 15. Aprovechar el tiempo que toma desplazarse al trahaj(J
para memorizar y meditar acerca ele la Escritura
6. Dejar nuestras preocupaciones en sus manos, porque
él cuida de nosotros.
AL. FlNAL.lZAR CADA DÍA:
7. Al terminar el día, ceder toda la gloria a Dios.
171
HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA
8. Antes de acostarse, recibir el don del sueüo de parte
de Dios y reconocer el propósito que tiene para nues
tro sueno.
PUNTOS ESPECIALES EN LOS QUE CENTRARSE':
9. Estudiar los atributos de Dios.
1 O. EstuJiar las doctrinas de la gracia.
L J. Estudiar la doctrina del pecado.
12. Jugar golf lo más posible.
U. I\cír con frecuencia, y reírse a menudo de uno mis-
m o.
f( lDl lS L()S DÍAS Y SEMANAS:
14. Identificar evidencias de gracia en otros.
1'5. Animar y servir a otros todos los días.
lb. lnvit;Jr a que nos corrijan y buscarlo.
17. Responder con humildad ante las pruebas.
172
AGRADECIMIENTOS ESPECIALES
Donjacobson, por el privilegio y la oportunidad de
escribir este libro.
A Doung Gahbcrt, por su prolúndo interés por este li
bro, y Sll aliento en todos los intercambios por email.
A Thmnas Womack, por primero convertir mis mensa
jes en un manuscrito de modo que pudiera comenzar este
libro. Tu habilidad editorial excepcional está presente en
cada página. Ha sido un privilegio especial escribir este li
bro contigo, amigo mío, y sin tu ayuda este libro no existi
ría. Y sobre tocio, gracias por tu ejemplo de humildad, y tu
deseo de servirme.
A)oshua Harris, por su ayuda invaluable en la revisión
de todo el libro, en mejorar la sección intermedia, y en pro
porcionar la ilustración con la que comienza el libro. Me he
sentido muy l1onrado de que escribieras el prd~tcio del li
bro. Eres y serás siempre mi pastor principal Cavorito.
A Bob Kau11in, Jdf Purswell, justin Taylor y Steve Whi
tacre, por todo vuestro tiempo, revisiones y aliento.
IIUM!LDAD· GRANDEZA VERDADERA
Gracias por interesaros por este libro y por mi alma. No
tengo palabras suficientes para daros las gracias.
A toda la Iglesia Covenant Life y Ministerios de Gracia
Soberana, por vuestro ejemplo de humildad y espíritu de
servicio y por vuestra amistad y apoyo en oración. Es un
honor y gL)ZO indescriptibles servir al Salvador con voso
tros.
A Kcnncth Maresco, Boh Kaullin, Gary Ricucci, John
Loltness y Grant Layrnan, por vuestra preocupación pasto
ral y por la rorma en que sois eJemplo del título y conteni
do de este libro.
A Nora Earles, quien sigue siendo la mejor secretaria ele!
mundo.
A Stcvc y Nicole, Brian y Kristin, Mike y Jancllc. No
pas~t un solo dia en que no se me llene el corazón de gozo al
ver vuestro arnor por el evangelio, vuestro arnor como es
posos, y vuestro amor por vuestros hijos.
A mi esposa, Carolyn. Eres el ejemplo nüs convincente
de lsaías 66:2 que yo conozca, y, aparte del Salvador, no
hay otra persona a la que amt' rn:'ts que a ti.
174
Nos agradnriÍ7 recibir noticia:> suyas.
Por fiwol~ enp(c sus conwntarios sobre este' 1 i/.lro
a la dirccci,)¡¡ que aparece a continuaci6n.
Muchas gracias.
Editorial Vida 7500 NW 25th Street1 Suite 239
Miami1 Florida 33122
Vida@zondervan. com www. edito ría lvida. e o m