C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

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~Vida

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Yo ESTIMO A LOS POBRES Y

CONTRITOS DE ESPÍRITU. - ISAÍAS 66:2

Dios dice bien claro que le atraen los humildes. También dice bien cla­ro que está contra el orgulloso. Estos dos, la humildad y el orgullo, no pueden coexistir. Donde se fomenta uno se derrota al otro.

¿Cuál seguírásr C. J. Mahaney nos pinta un impactante cuadro de la batalla diaria que ruge silenciosa dentro de cada cristiano y nos pregunta si podemos dar cabida al enemigo de nuestra alma, el orgullo, o cultivar de un modo activo a nuestra mejor amiga, la humildad. Cuando uno reconoce la falacia del orgullo e intencionalmente se humilla. uno está en libertad de saborear abundantes misericordias e insólitas bendiciones. Uno halla que una nueva vida es nuestra, una vida que Dios ricamente favo­rece. Una vida de glorificación de Dios que no queremos perdernos.

«C. ]. Mahaney no es humilde. Al menos, eso le dirá. Y esa es una de las cosas por las que está tan bien capacitado para escribir este libro".

MARK E. DEVER, pastor principal de la Iglesia Bautista Capitol Hill. Autor de: Una iglesia saludable: 9 Características

·· Una muy necesitada llamada de advertencia sobre este importante tema. Recomiendo mucho este libro».

]ERRY BRIDGES. Autor de En pos de /a santidad

«Este es el libro ideal del hombre ideal en el momento ideal ". R. ALBERT MOHLER ]R.

Presidente, Southern Baptist Theological Scminary

C. ]. MAHANEY dirige Sovereign Grace Ministries [Ministerios Gracia Soberana] en su misión de establecer y respaldar iglesias locales. Fue pastor de la iglesia Covenant Life en un suburbio de Washington DC por veintisiete años y es autor de varios libros. entre ellos jesucristo nuestro medíadory La vída cruzcéntríca. C. J. y su esposa. Carolyn. tienen tres hijas casadas y un hijo. Viven en Gaithersburg. Maryland.

VIDA CRISTIANA 1 VIDA PRÁCTICA 1 GENERAL CHRISTIAN LIVING 1 PRACTICAL LIFE 1 GENERAL

ISBN- 10: 0-8297-4837-7 ISBN- 13: 978-0-8297-4837-6

111 1 9 780829 74837 6

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«En nuestra comunidad cristiana rara vez se piensa en la humildad. C. J. Mahaney nos hace una muv necesaria llamada de atención acerca de este

importante tema. Recomiendo mucho este libro•>.

jERIZY BRmcrs

AUTOR DE Eí\. !'OS DF lA SANflDAD

.,Mi amigo C.J. Mahaney aborda un tema de suma importancia. Como

Dios se opone al orgulloso y da su gracia ;ll humilde, ¿que~ podría resultar

m;ís importante que entender y desarrollar genuina humildad corno pa­

r;u-ravos para b ¡,~racia? El libro de C. J.,·~ bíblico, :,incero y esLÍ lkno de

ideas útiles. En nuestras iglcsÍ;lS hoy necesitamos mt'IJm egornanía y m;ís

humildad y L·spíritu de servicio. Que Dios utilice este libro para recor­

thrnos qm· "solo los humildes son st~nsatns",,

RANDY ALCORN

AliTOR DE EN fRE /.1\ GIMCH \'LA \'1'/WAD, UNA f'AliMJOfA

«Necesitamos que se nos recuerde todos los días CJIIC Dios es comrario a

los orgullosos. Neccsiramos que se nos repita una y otra vez en qué con-·

sistc la grandeza ::t los ojos de Dios. Es importante para los líderes en la iglesia, líderes en las Lmlilias, y para todos los que de~ean llevar una vida

de excelencia gue complazca a Dios. Le agradezco a C..J. Mahaney d tra­

tamiento honesto y pre,·iso de este ¡K:cado cornúnmcn re "aceptado".

Que L1 verdaJ que se explica en c.~rc libro los saque del orgullo y coseche

en su interior el agradable aroma de la humildad. Dios no solo es contra­

rio al orgulloso sino que exalta al humilde.>>

)OHN MACARTIHJR

I'AsTOR v MI\J<:STRO, CRACE CoMMUN!TY C:r!tJRCIJ

«En Hwnildad: Grandeza Vcrd(ulcra, C. J. Mahaney pn.:scnta un ma­

nual de opcLtciones claro y útil para el crecimiento permanentt· del cre­

yente. para Lt lucha contra d orgullo y el cuh:ivo ék L1 humildad. C.J. no

es marinero en tierra f·lrrne Ul este conflicto. 'Tanto él como su querida

congregación manifiestan la obra de la gracia soberana unto en su hu­

mildad personal y colectiva como en b seriedad con que se entl·,~nran al

orgullo. Decir ''cristiano orgulloso" es un oxímoron. Que d Señor de la

gloria, quien se humilló hasta b muerte, utilice este libro para extermi­

nar el orgullo en todos nosotros, y vaya formando en nosotros la verda­

dera grandeza del espíritu de servicio y de la negación propia».

].l.!GON DuNCAN m MlNfSTRO PRINCIPAL. FJRST PRESBYTERIAN CHLJRCH

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«C.J. Mahaney no es humilde. Al menos, esto es lo que nos diría. Y esta

es una de las razones de que esté tan capacitado para escribir este libro.

Lo he leído. He visto humildad en su vida, y en las vidas de aquellos a

quien ha enseñado. Si están luchando contra el orgullo, como es mi caso,

también deberían leerlo. Y si no están luchando contra el orgullo, ¡en

verdad que necesitan leerlo!»

MARK E. DEVER

PAsToR PRINCIPAL, CAPITOL Hru. BAPTrsT CHuRcH

Aon>R, Nine Marhsfor a Healthy Church

«Este es el libro adecuado para la persona adecuada en el momento ade­

ctndo. Más que cualquier otra persona que he conocido, C. J. Mahaney

me ha enseííado en qué consiste en realidad la humildad. Es un hombre

cuya humildad es un don para toda la iglesia. Sabe que la humildad es

hntaleza, y que Dios usa al humilde de una manera poderosa. Entiende

el peligro del orgullo y nos invita a todos a que aspiremos a una herencia

de grandeza, una grandeza que muestra al mundo todo la gloria de Dios.

Nos conduce a una visión del mundo centrada en la cruz, que transfor­

mad rodas las dimensiones de la vida>>. R. ALBERT Mom.ER }R.

PRESIDENTE, SouTHERN BAPTIST TIIEOLOGICAL SEMINARY

«Un libro maravilloso, que hace pensar, que abochorna, centrado en

Dios, basado en la Biblia, acerca de b humildad, de un autor que es

ejemplo de ella en su propia vida. Valoro de manera especial las sugen:n­

cias de Mahaney en cuanto a di.<.ciplinas prácticas p<Ha ayudamos a culti­

var la humildad delante de Dios. Este rnensaje será propicio para

librarnos a nosotros y a nuestr<ts iglesias de ,Jcstruirnos por cansa del or··

gullo, nos had agradecidos por las pcqueílas bendiciones cotidianas, y

nos acercará más a Dios>>. WAYNE GRlJDEM

f'Rüf<ESOR E INVESTIGADOR DE BIIH.IA Y TEOLOGÍA

PHOENIX SEMJNARY

VERDADERA

e~ 1· M .. -~. ~. . . .. A.HANEY

VI& DJ·:WOA/JO.'iA /,¡) EJ((,'/<,'},j<,'lW'lA

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La misión de EDITORIAL VIDA es proporcionar los

recursos necesarios a fin de alcanzar a las personas

para Jesucristo y ayudarlas a crecer en su fe.

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

© 2006 EDITORIAL VIDA

Miami, Florida 33122

Publicado en in¡~lés con el título:

1/umi!ity: hue Greatnes.>

© 2005 por Sovcreign Gracc Ministries

Originally published in English under thc titlc:

Humility: Truc Grcalnns by C.J. Mahaney

Copyright (i) 2005 by Sovcreign Crace M inimies.

PublisiJ<·d by Mulrnornah l'uhlishcrs, lnc.

(,() 1 Norrh l.arch Strccr ·- Sisrers, Orcgon 97759 USA

All nun-English bngudgc rights are contr:tcted throu¡\h:

Gospd Litcraturc lnrcrnarional, PO Box ;'¡()()(), Untario,

CA 917<í 1-100:1, USA

Traducción: jmi M. HI<IIJ( lt Edición: Rojtls á· Rojas h'rlitorts, l11c.

Diseíío de cubiert:l: Clruf'o Nit,tf Uno

Diseño interior: NtVtli Ó' Rojas Fditore.>. fne.

Reservados todos los derechos. A menos que se indique lo contrario,

el texro bíblico se tomó de la Santa Biblia N ucva Versión 1 nternacional.

© 1999 por la Sociedad Bíblica lnt~rnacional.

ISBN-JO: 0-8297-4837-7

ISBN-13: 978-0-8297-4837-6

Categoría: Vida cristiana 1 Vida pdcrica /General

Impreso en Estados Unidos de América

Primed in the U nited S tates of America

0607080910•:•10987654321

A mi hijo, Chad

BlackCrystal™
Texto escrito a máquina
BlackCrystal™
Texto escrito a máquina
digitalizado por Jorge Mendoza: [email protected]
BlackCrystal™
Rectángulo
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C~ONTENIDO

Prefacio por Joshua Harris .............. 9

1 nrroducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

1' A RTJ: 1

NUESTRO MAYOR i\1\lll;O. NUESTRO MAYOR LNI·MICO

La lucha de lCI humildad conlru d orgullo

C.~PÍ'IUU> J

La promesa de humildad .............. 17

CAPÍTULO 2

Peligros del orgullo . . . . . . . . . . . . . . ... 25

PARTE][

EL <.I<AN CAMI\10

Nucsl ro Salvwlm y el sccrclo de la vcrdaderu g,randczu

CAPÍTULO :3

La grandeza redefinida . . . . . . . . . . . . . . . 39

CAPÍTULO 4 La grandeza demostrada. . . . . . . . . . . . . . . 4 7

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CAPÍTULO')

PAR n, III

NUESTRA CRAN BlJSQUEDA

Lo ¡náctiw ck la verdadera humildad

Al comenzar cada día .......... 63

CAPÍTULO (1

Al finalizar cada día . . . . . " . . " .. 79

CAPÍTULO 7

Un enfoque especial. ........... 87

CAPlTULO 8

Identificar evidencias de gracia . . . . . . . . . . 97

CAPÍTULO')

Es ti m u lar a otros. o •••••••••• 111

CAPÍTULO 1 o Invitar y buscar la corrección ....... . 12.3

CAPÍTULO 1 l Responder con hurnildad ante las pruebas . 137

C~PÍHJLO 12

Un legado de grandeza. . . . . . . . . . . . . . 155.

Una última palabra . . . . . . . . . . . . . . . 167

Cómo debilitar el orgullo y cultivar la humildad: Lista de sugerencias . . . . 171

Agradecimientos especiales. . . . . . . . . . . . 173

PREFACICJ

A HlJMlLDAD ES ALGO GRACIOSO.

,}\)r un1aclo, es un rasgo sumamente deseable. Lama­

yoría de nosotros, como cristianos, diriamos que queremos

ser humildes, ¿no es cierto? O por lo menos deseamos que

nos vean como humildes. Al mismo tiempo, pocos de no­

sotros hemos prestado atención a qué significa de hecho

ser humildes. Todavía menos hemos pensado en qué im­

plica crecer en humildacl

En lugar de vcrcbdcr:l lmmilcbd. aprendemos ciertas

palabras o frases que pensamos nos hacen ver como hurnil­

clcs. «011 ¿de veras? No es nada» o ,,cualquiera lo hubiera

podido hacer». Bajamos la mirada y nos encogemos de

hombros o quizá incluso nos sonrojamos. Claro está, en

realidad no lo dcnmos en serio: por dentro nos estamos

congratulando por lo humildes que parecemos y nos senti­

mos. Querernos tener esta reputación peru no sabemos

cómo llegar a lo real. Como niños que juegan a ponerse la

ropa de sus padres, sl'Jlo representamos ser humildes, nada

nos queda bien.

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HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

Me alegro de que se hayan interesado por este libro.

Creo que puede ayudar a que la humildad sea algo más que

una representación. En estas páginas se puede aprender a

hacer de la humildad el atuendo diario de su vida.

El auLor, Cj.Mahaney, es un gran amigo mío, y he pasa­

do mucho tiempo con d. Hemos trabajado juntos, incluso

vivido juntos. (Alquilé por un aflo, cuando era .soltero, una

habiución en el sótano de la casa de M~th<mcy). Se lo digo

para que vea que puedo comprobar la autcn\icidad de lo

que cscri be. CJ ha hecho frente a las batallas de 1 orgullo

que todos nos c11Írcntamos. Es un hombre que, por la gra­

cia de Dios, ha cultivado y buscado la clase de humildad

que müs importa, la que define toda una vida ele caminar

con Dios.

Para mi, el mejor ejemplo de esta clase ele humildad es

el hecho de que, después ele veintisie:tc Mios de servir como

pastor principal de la iglesia Covcnant Life, decidió ceder­

me el puesto. Tengo solo treinta aftos, mientras que C._).

ttc11c cincuenta y uno y, en mi opinión, todavía está en la

plenitud de su vida y ministerio. Pero rne IUe formando y

asesorando, para luego, con gozo, pcrrnitirme sustituirlo.

La mayor parte de los pastores jóvenes tienen que comen­

zar su propia iglesia para poder estar a temprana edad al

frente de una, ya que pocos hombres de más edad están

dispuestos a renunciar o cornpartir un puesto de liderazgo.

C.j. no solo estuvo dispuesto a hacer esta transición sino

que 1a preparó por años de modo que yo pudiera comenzar

con posibilidades de éxito.

lO

PREI'ACIO

Aunque apenas he cornenzado mi ministerio en la igle­

sia Covenant Life, el eJemplo de C.). me ha inspirado a mi­

rar hacia el futuro, hacia cuando pueda l1acer la misma

entrega al siguiente líder de nuestra iglesia. ¿Quién sabe7

Ese jovencito de diez <111os que corre por el pasillo ele la

iglesia podría urt día estar sentado detrás de mi escritorio.

Y cuando llegue ese día, espero tener la misma humildad

de corazón que me ha clcrnostrado C.J Tengo la intcncicin ele seguir aprendiendo de CJ. y sl:

que los lectores aprenderán de d en este libro. Lo que me

gusta de 1-Iumi/dad: Grandeza \lerdadera es que desplaza el

centro de atención de la audicnc:la humana, con la que es­

tamos tan a menudo preocupados, para recordarnos al

único Observador, nuestro único Soberano y Salvador,

cuya atención se consigue atraer con un corazón y vida que

muestren verdadera humildad. Pido que, al ir leyendo,

vaya c:rccicnclo en todos el anlwlu por la verdadera grande­

za a los ojos de Dios y se desborde en una vida de genuina

humildad.

.Joshua f-Tanis

11

Page 10: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

INTRODUCCIÓN

SCRlB!R J\CI'RC/\ DE L/\ HUMIUJ/\11 constituye una expe­

-riencia que empequel1ece. ¿Quién desea escribir por

voluntad propia acerca ele este tema? Yo no. Un sinnúmero

de veces, mientras escribía este libro. me sentí indinado a

pensar: ¡Qué tonto eres! ¿Por qué aceptaste hacerlo? Y los

podría entretener por horas contándoles los comentarios y

expresiones faciales de quienes se enteraban de que estaba

escribiendo un libro con este título.

Entiendo su reacción. Si encontrara a alguien que pre­

tendiera tener algo que decir acerca ele la humildad, pensa­

ría de inmediato que se trataba ele una persona

incompetente para hablar de ello.

Por esta razón pcrmítan1nc dejarlo bien claro desde el

comienzo. Soy una persona orgullosa que busca la humil­

dad por la gracia de Dios. No escribo como una autoridad

en el tema. Escribo como un compaüero peregrino que ca­

mina con todos los lectores por la senda que nos marcó

nuestro humilde Salvador. Solo puedo dirigirme a ustedes

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HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

con confianza en el Dios grande y hondadoso que ha pro­

metido gracia al humilde (ver Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5).

Esa promesa constituye el meollo ele este libro. Y esa pro­

mesa es para todos aquellos que se apartan del pecado y

confb.n en el Salvador.

La estructura de este libro es sencilla y directa.

En la primera parLe veremos que, sea cual fuere la edad

o la vocación, la humildad es nuestra mayor amiga y el or­

gullo nuestro mayor enemigo

En la segunda parte descubriremos que la humildad ge­

nuina exige una rcddinición radical del éxito. Aprendere­

mos de las cnseüanzas deJcsucristo a los discípulos cuál es

la naturaleza ele la verdadera grandeza, y por qué esta gran­

deza se puede alcanzar solo por medio ele su muerte en la

cruz para pecadores como ustedes y yo.

Por último, en la tercera parte, nos volveremos muy

pr<icticos. Examinaremos cóm~J cultivar la humildad y so­

cavar el orgullo cada día de nuestra vida.

Espero que realicen este recorrido conmigo. Sin eluda

que l'ucclo pensar en muchos que serían mejores guü1s.

Pero he experimentado la prumesa ele la humildad. Su pru­

mcsa es real. Y es para todos.

pARTE

NlJESTRCJ MAYO H. AMIC;C).

N1JESTRfJ MAYOR ENEMIC~O

Lu lucha de la humildad contra el orgullo

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.LA PRC)MESA DE

H.UMILDAD

' n una cultura que con frecuencia recompensa el or-

gullo, en un mundo listo a admirar y aplaudir al orgu­

llnso, en un mundo descoso de ]Lunar «grandes» a cs~ts

misrnas personas, alguna que \1tra vez la humildad atr<\c

cierta atención más bien sorprendente.

Tmncrnos, por cjcmplll el libro t'xito de ventas Good lo

Crcat. Desde 200 L, este rnanual de liderazgo ele Jim C:o­

llins se ha convenido en urw de los más populares e influ­

yentes en el mundo de los negocios. Rara vez me he

encontrado con un líder que no lo haya leído. El libro res­

ponde a esta pregunta: ¿Puede una buena compat\ia llegar·

a ser una gran compai1ía y, ele ser así, cómo? Para encontrar

la respuesta, C:ollins y un grupo ele investigadores dedica-·

ron cinco ai1o.s a estudiar once corporaciones que habían

dado el salto de ser compm1ías simplemente buenas a gran­

eles.

Page 13: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

Tuvo l3 ocasión ele escuchar a Jim Collins hablar acerca

de este terna ante un público compuesto de pastores y líde­

res de negocios. En su presentación, Collins identificó dos

características en el carácter de lo5 elircctores de estas corn­

pafíías que pasaron ele ser buenas a ser graneles.

La primera no resultó ninguna sorpres<1 Estos l1ornbres

y mujeres tenían una voluntad profesional increíble, esta··

ban nwtivados, dispuestos ;1 soportar lo que fuera para lo­

grar que su compailía tuviera éxito.

Pero la segunda característica que tenían en común es­

Los líderes no lüe algo que los investigadores habían espe­

rado encontrar. Estos líderes motivados eran scnciltos y

modesto:>. Solían referirse a la contribuciün de otros y no

les gustaba at ¡·acr b. atención hacia sí mismos. «Esos lideres

nunca deseaban convertirse en héroes excepcionales», es­

cribe Collins. « t'~unca aspiraban a que lus pusieran en un

¡x:dcsL1l u en convertirse en íconos inalcanzables. Parecían

personas comunes y corrientes que, ele manna discreta,

iban kl\?T;mdo resultados extraordinarios». - 1.)

Cuando Collins cntrn:isló a personas que trabajaban con

estos líderes, dice que, para describirlos, «conslantcmentc UÜ··

lizahm pabbras como tranquilo., hulllildc, modesto, reserva­

do, Límido, boncbdo::;o, de modales suaves, discrcLo, rc1.1cente,

no creían en lo que se escribía de ellos, y así sucesivamente>>.'

18

L ,\ P R O M L S A D Jo HU \1 1 L nA D

A LOS OJOS DE DlOS

Parece que ahí encontramos un reconocimiento obvio del

valor de la hum1ldad, reconocimiento de que la humildad

funciona, de e¡ ue ayuda mucho a fomentar el respeto por

quienes la tienen y a inspirar confianza y seguridad en las

personas que los rodean.

Sí, es asombrosu que a veces la humildad llarnc la aten­

ción del mundo.

Pero todavía hay algo rnás asombroso. La humildad lla­

ma la atención de Dios. En lsaías 66:2 leemos estas pala­

bras del Seüor:

Yo miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y

que tiembla a mi palabra (Hcina- Vale r:ú

Este profundo pasaje nos conduce a una motivación y

propósito totalmente diferentes en cuanto a la humildad

de los que encontraremos jamás en las páginas de un ma­

nual secular de negocios. Encontramos que la motivación

y el propósito se basan en este hecho sorprendente: la hu­

mildad atrae la mi.rada de nuestro Dios soberarro.

Si entendemos el trasfondo de este pasaje, encontramos

un significado todavía mayor. Dios se está dirigiendo a los

israelitas, un pueblo con una identidad única. Escogidos

por Dios de entre todas las naciones de la tierra, tenían tan­

to el templo como la Torah, la ley de Dios. Pero no tembla­

ban ante su palabra. En un sentido, toda estaba a su favor

19

Page 14: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

excepto lo más importante. No tenían humildad delante de

Dios.

Por ello en este pasaje, Dios en su misericordia aleja la

atención a los israelitas de su orgulloso supuesto de privile­

gio como su pueblo escogido y de su preocupación por la

parafernalia religiosa. Estas cosas no atraen su mirada acti­

va y amable. Pero la humildad sí.

DIOS AYUDA A QUIENES ...

La mirada de Dios es un tema que se encuentra en toda la

Escritura. Tomemos, por ejemplo, las conocidas palabras

de 2 Crónicas 16:9, <<El Sefíor recorre con su mirada toda

la tierra, y está listo para ayudar a todos los que le son l'ie­

les». Es obvio que Dios no tiene ojos físicos; Dios es espiri­

tu Uuan 4:2.4). No necesita ojos físicos, porque tambié:n es

omnisciente. Nada elude su atención. Está al tanto ele todas

las cosas.

Pero aunque esté consciente ele todo, tambié:n busca

algo en particular, algo que actúe como imán, que atraiga

su atención y lo invite a involucrarse ele rorma activa. Dios

se siente de manera definitiva atraído hacia la humildad. La

persona humilde es la que atrae la atención de Dios y, en

este sentido, atraer la atención significa también atraer su

gracia, su inmerecida bondad. Pensemos en esto: hay algo

que podemos hacer para atraer más la fortaleza y ayuda

gratuita, inmerecida y sobrenatural de Dios.

20

LA PROMESA DE IIL'MlLLlAO

¡Qué promesa! Escuchemos de nuevo este conocido pa­

saje como si fuera la primera vez: '<Dios ... da gracia a los

humildes» (Santiago 4:6). En contra de b falsa creencia

popular, Dios no ayuda a los que <<se ayudan a sí mismos>>;

ayuda a los que se humillan.

Esta es la promesa para la humildad. Dios apoya en l'nr­

ma personal y providencial al humilde. Y la gracia que

otorga al humilde es inconrnensurahlcmcntc abundante.

Como lo escribió Jonathan Edwards, "Los placl:rcs de la

humildad son en realidad los deleites rnás rchnaclos, ínti­

mos y exquisitos del mundo».' El propósito de este libro es

ayudarlos a que se sitúen para recibir y experimentar estos

placeres exquisitos.

Qtn: ES LA HUMILDAD

En mi caso, el libro de Collins fue un útil recordatorio de

que, en un mundo que alaba al orgulloso, se sigue valoran­

do la humildad. Pero libros como Good to Grcal tienen

graves limitaciones; solo basta ciertu punto rllls pueden

conducir a comprender la humildad porque no se basan en

un concepto bíblico del mundo. Nuestra definición de hu­

mildad debe ser bíblica y no solo pragmática, y para que

sea bíblica debe comenzar a partir de Dios. Como lo escri­

bió Juan Calvino, «Es evidente que el ser humano nunca

llega a un verdadero conocimiento ele si mismo sino hasta

que haya contemplado antes el rostro ele Dios, y después

2l

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HUMlLDAD CRANIHZA VERDADERA

de semejante contemplación descienda para mirarse a sí

misnlO>>.

En vista de ello, la siguiente definición nos puede ayu­

dar: La humildad es valoramos con honestidad c1la luz de la

santidad de Dios y de nuestra pecamínosídad.

Esta es b doble realidad en la que se fundamenta toda

verdadera humildad: la santidad ele Dios y la pecami.nosi­

dacl nuestra. Sin una toma honesta ele conciencia ele ambas

rcaliclaclcs (y a lo largo de este libro iremos rdlcxionanclo

acerca de arnbas), cualquier evaluación propia será chstor··

si u nada y no pocl remos ni entender ni practicar la verdade­

ra humildad. Nu llegaremos a experimentar la promesa y

los deleites que ofrece la humildad.

l\1r esta razón deseo encauzarlos hac:i;\ la ayuda de Dios

para p(ldcr evaluar la vida propia de manera honesta, para

poder entender si están crcc1cnclo en la humllclad que atrae

su rnirac.la y gracia suya más abundante.

· I " ,.¡·¡:;·N e~ 11 )S? ¿ _j \ ·- Ll'• ( ' .

I·Ltcc unos aítos nuestra iglesia, Covcnant Lifc en Caithcrs­

burg, Maryland, celebró su vigésimo quinto aniversario. En

la reunión para festejar juntos esta ocasión, Gary Ricuc:ci,

quien forma parte de nuestro cc¡ui po pastoral y es uno ele los

pastnrcs fundadores de la iglesia, nos presentó un panorama

de nuestra historia. Mencionó que aunque mucho de ella

habia cambiado en el curso ele esos veinticinco ar1os, como

el aspecto físico de ciertos pastores, como yo mismo, los

22

l A 1' R O \1 F S A D E H U ivl 1 L D A D

valores especiales que estuvieron presentes cuando la iglesia

comenzó habían permanecido inmutables.

Un miembro de la iglesia y líder del trabajo en grupos, de

nombre Jim, escuchó con suma atención a Gary esa mafia­

na. Antes ele empezar a asistir a Covenanl L.ifé, había forma­

do parte de una congregación en la que, larncntablerncntc,

se había producido una grave división. Al escuchar la des­

cripción que hizo Cmy de los valores perdurables ele nues­

tra iglesia, la menLe dcjirn comcnz<i a comparados con los

valores que se manifestaban en su antigua iglesia. «¿Por

CJUl' lúe tan clifcr-cntc mi cxpcricnciah>, se estaba pregun­tando Jirn.

Escuchó a Gary que afirmaba que, clcsclc el mismo co­

mienzo, la iglesia Covcnant Lile había mostrado un pro­

fundo amor por la Palabra ele Dios.

<<.Sí», pensabaJim, <H!Osolros lam.bit'"n lo ieníanWSii.

«Amübantos la gracia, y nos encantaban los cultos».

<ÓÍ, tambit'H 1WSO{TOSii.

<<Creíamos en la importancia ele las relaciones», agregó Gary.

Una vez másJitTl respondió para sí, «Deacuerdo, tenía­mos es/m).

Luego Cary afirmó, <<Y se insistía mucho en la hurnil­

dad, en especial entre los líderes».

YJim pensó, <<No. Esto no lo teníamos¡¡_

Podemos preguntarnos: Cuando se trata de los valores

según los cuales vivimos, ¿qué dirán los demás acerca de

23

Page 16: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

1 ! U M ! L D A D e; R A N D E Z :\ \' E f< D <\ ll E R A

nosotros un día! ¿Afirmarán que la humildad caracterizó

nuestra vida!

T<u1tas empresas humanas, tantos grandes pLmes del

género humano, se han visto socavados debido a que quie­

nes participaban en ellos no tenían hrtmikbcl. En el capíl u­

!(1 siguiente exanlinarcmos cw1n pdigroso es el orgullo,

pcru nuestra motivación para erradicar el orgullo debe ir

más alb de conocer sus trampas y ¡;cligros. N ucsl ra bús·­

c¡Lteda debe moverse b3.JO el impulso de la pt·.omesa sor­

prendente que la humildad nos tiene reservada: ¡Dios da

gracia al hwnilde!

..._Qué estamos construyendo con nuestra vida7 ¿Un ma-·

trimoniol ¿Una ramilla? ¿Un negocio/ ¿Una iglesia? En todas

nuestras empresas, ,~estamos conscientes de que necesita­

mos que la gracia de Dios dé un valor duradero a nuestros

esfuerzos¿ iAnhclamos la ayuda y bendición providenciales

de Dios! Enlonccs, pcrrnitamo.s que la promesa de humil­

dad nwldcc nuestra vida y nuestras clccciuncs, pma que así

nucslros hiJOS y oLros puedan recordamos y cleci r de noso­

tr<rs, La tenían. Tcnlan humildad. Teman lo que irnportaba.

Notas

l. Jnn Cdlins, Cooclto Crrcat (Ncw York Harpcr Colltns, 2001). 27.

2. De la c~noucicin del 2 ele marzo de l. 723 en el di;¡rio dcJ)nathan

Edw:mls, l'vlcrnoi r u! Jonatlwn Eclwards,

ht tp:!/wwvv.Lrans. ukgc)_cnm/mcnwi r·jonathan~cdwards. pdf ( mgrc­

sado el 3 ele aí!p;;Lo del 2005.

3. )t)hn C:alvin, lnstitutes ofthf C::hnstimJ Religion, voll ((;rancl Ra­

Jilds, MI: Wm. B. Eerdm;Jns Puhlishing Company, l9LJ0l, 38.

24

PELIGROS DEL C)RC~TJLLC)

lNSTCl~J 0JUI<OIJU., qmcn perfeccionó el arte de

criticar con ingenio, en cierta ocasión describió a

un contrinumte político como <wn hombrecito mediocre

que tiene rnucho por lo que sentirse mediocre». La última

¡1artc de esta observación es una descripción exacta de mi

persona, ::nmque no puedo decir que soy hurnilclc. ¡Sin

duela tcngu mucl1o por lo que sentirme humilde! Mi inepti­

tud general la conocen todos los que rnc han conocido en

alguna l"onna, y esto no es una exageración.

Si hablaran con cualquiera de mis arnigus, confirmarían

de cuüntas maneras los sorprendo una y otra vez con nuc-·

vos descubrimientos de mis ineptitudes Jnclusu ele ~tlgt.'m

modo los divierto, en especial cuando se trata de situacio­

nes prácticas y ele mecánica.

Un día mi hija me mencionó que nuestro automóvil ha­

cía un ruido raro, y me fui a averiguarlo Tr;ttó de preparar­

me, pero no había previsto para nacb el chJllido violento

Page 17: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRAN!HZA VERDADERA

que me ensordeció al arrancar el motor. De inmediato lo

apagué.

En un momento como este, la prudencia requiere solo

una forma ele actuar: salir del vehículo, regresar a la casa y

llamar a un servicio de reparación de automóviles digno de

confianza.

Esta hubiera sido la respuesta adecuada y prudente. En

su lugar, me dejé llevar por el arrogante instinto masCLtli­

no, que requiere cuando menos levantar la capota y mirar

con suma atención el motor. Después ele todo, los vecinos

quizá estaban mirando, y queríamos por lo menos dar la

impresión de que teníamos ciertos conocimientos ele me­

cánica.

Sin embargo, cuando crecia mi fuerte fue el atletismo,

no los automóviles. Y para ser sincero, soy inepto no solo

en motores de automóvil, sino en automóviles en generaL

Para que no piense nadie que estoy exagerando, voy a inte­

rrumpir brevemente este relato con otro.

La siguiente historia es auténtica. De veras.

NECESlDAD DE AYUDA

Un tiempo atr~ts, alguien me hizo saber que la llanta iz­

quierda trasera de rni automóvil, ¿o era quizá la derecha

írascral, estaba baja. Ahora bien, ele hecho, no lenía ni idea

ele cómo inflar una llanta. Por esta razón acudí a un amigo,

y quiero que sepan que era un amigo intimo, para pedirle

ayuda.

26

P t' L 1 e; ll. O S [) E J. ( 1 R l; U l. L < l

En un momento como este, la respuesta compasiva y

servicial de parte ele un amigo sería responder con alegria,

<<Claro, voy a ayudarte». En vez de ello, mi buen amigo ex­

clamó, «No lo puedo creer. ¡No lo puedo crccrl ¿Qué: lti no

sabes ponerle aire a la liante(?»

Siguió con lo mismo una y otra vez, hasta que me mir(J

dircctu a la cara para agregar, «Amigo mío, eres un inútil».

Mi amigo solo se estaba divirtiendo a cost<t mía, pero la

verdad es que en una ocasión antcri,)r había tratado, por

mí mismo, de inflar una llama de rni automcívil. Arrodill<"t­

do para tratar ele colocar el tubo del aire en la v<ílvub, o sea

como fuere que se llame ese pcquel'lo tronquito al que se

une la manguera a la llanta, el ruido SUI11<1mcntc estrepito­

so que se produjo lúe amenazador ¡prrrrtl ¡prrrtl

Entonces comenzó a oírse un zumhidu intenso: iDIN(;

DING DINC DIN(;t De repente se apodcr-...í de mí un pro

fundo temor de que Lt llanta estuviera a punto de reventar.

Va a explotar, me dije, y vas a morir. Y en el funeral, todos

tus amigos, cnjug<indosc las Ligrimas en rncdio de su due­

lo, menearán la cabeza y se estarán cliciciJ(lu, «jQLH; inú­

til!»

Estuy convencido de que el resultado l'inal de mi inLctllo

ese día fue solo ayudar a que saliera rnás aire del que le in­

troduje. Y al alejarme de la gasolinera con una llanta muv . '

poco inflada, pude casi oír el tenue sonido de la risa del

empleado de la gasolinera que me acompaüaba camino a b

casa.

27

Page 18: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD· (;RANDEZA VERDADERA

CONTJ:.¡_A TODA LÓGICA

Así pues, dada mi historia personal, ¿qué seguridad pro­

pia, sin base alguna, pudo en todo caso motivarm.e ese dí.a

a levantar la capota para examinar el motor7 Lo único que

de hecho sé hacer bien es comprobar si el recipiente del li­

quido limpiaparabrisas necesita más agua. Por esto lo com­

probé, con gran seguridad. (l::staba a más de la mitad).

Entlmces cerré la capota (tamhit'n con mucha seguri­

dad) y, tonto orgulloso que era, me volví a subir al auto­

móvil para una vez más ponerlo en marcha, como si con

solo haber mirado el motor fuera suficiente para repararlo,

cumn si las piezas descompuestas se estuvieran diciendo,

«¡Nos ha visto! Volvamos a nuestro sitio, ¡rápido!».

Pero al darle la vuelta a la llave, emitió el mismo chillido.

Solo entonces llegué a la casa para hacer lo que debería

haber hecho mucho antes. Telefoneé al taller de reparacio­

nes para explicar la condición en que estaba mi alltomóvil,

totalmente dispuesto <t compartirles mi firme convenci­

miento de que el problema no era el recipiente de líquido

limpiaparabrisas.

Ahora bien, se podría muy bien asumir que en un ser

humano normal, una ineptitud como esta no podría en

modo alguno coexistir con ninguna cantidad significativa

de orgullo. Alguien tan poco hábil como yo sería normal­

mente humilde, ¿no es cierto? Sin embargo, sin ninguna

clase de duda puedo afirmar que en mi vida son muy evi­

dentes tanto la incompetencia como el orgullo. De hecho,

iremos descubriendo en este libro cómo el orgullo tiene un

28

P 1' L 1 e; R U S DE L ll R l; \! L L ()

modo extraño y seguro de no tener en cuenta para nada la

lógica. ¿Podemos estar de acuerdo con esto?

La triste realidad es que ninguno de nosotros es inmune

a los efectos cegadores, contra toda lógica, del orgullo.

Aunque se manifiesta de diferentes formas y en diferentes

grados, nos contagia a todos. El verdadero problema no es

si hay orgullo en nuestro corazón; es m;;ís bien dónde se da

el orgullo y cómo se manil'iesta en nuestra vida. La Escritu­

ra nos muestra que el orgullo está profunda y peligrosa­

mente enraizado en todas nuestras vidas, rnucho más que

lo que estarnos dispuestos a admitir o incluso a pensar.

.John Stott ha reflexionado con claridad acerca ele ello y

escribió lo siguiente: «En todas las L1ses eJe nuestro desa­

rrollo cristiano y en todas las esferas de nuestro discipula­

do cristiano, el orgullo es el mayor enemigo y b humildad

nuestra gran amiga».'

l--Iemos visto la promesa que contiene la lmmildad, el

apoyo bondadoso de Dios. Pero tamhi(_;n debemos estar

conscientes de los grandes peligros del orgullo, no solo al­

guna que otra vez o bajo ciertas circunstancias, sino en

cada fase y en cada esfera de la vida. Durante toda nuestra

permanencia en esta tierra, y en todos los ámbitos de nues­

tras vidas, todos nosotros compartimos el mayor de los

enemigos que nos es común: el orgullo.

EL PRIMER PECADO

La historia del orgullo es larga, antecede a Adán y Eva.

29

Page 19: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRA"'DEZA VERDADERA

El orgullo, según parece, fue el primero de los pecados.

lsaías 14 describe la caída de un rey, pero que no era un

simple gobernante terrenal. Este rey es la encamación ele la

arrogancia que desafía a Dios, pero el lenguaje que se utili­

za en el pasaje al parecer se refiere a la rebelión y caída de

Satanás mismo.

En lsaías 14:13, se pone de manifiesto la motivación de­

trás de la rebelión de Satanás: ''Decías en tu corazón: 'Subi­

ré hasta los ciclos. ¡Levantaré mi trono por encima de las

estrellas de Dios!». Bajo el mando del orgulloso Lucifer,

criaturas angélicas poderosas que poseían belleza y gloria

más allá de lo que podemos imaginar, desearon con arro­

gancia ser reconocidos y ocupar una condición semejante a

la ele Dios mismo. En respuesta a ello, Dios ele inmediato

los juzgó de manera ri.gurosa.

El orgullo no solo parece ser el pecado más antiguo,

sino que está en la médula de tocio pecado. «El orgullo»,

cscribc]uhn Stott, «es m{ts que el primero de los siete peca­

dos capitales; es la esencia ele todo pecado»,..

En realidad, desde la perspectiva de Dios, parece que el

lHgullo es el pecado más grave. En base a rnis estudios, me

he convencido de que no hay nada que Dios odie más que

esto. Dios con toda justicia odia todo pecado, pero hay

mucl1as evidencias en la Biblia que permiten concluir que

no hay ningún pecado que lo ofenda más que el orgullo.

Cuando su Palabra revela las cosas '<que el Señor abo­

rrece» y "que le son detestables>>, son los «ojos que se

30

PEL!CRUS DEL t"IRl;LJLl.O

enaltecen» del hombre orgulloso lo que encabeza la lista (Proverbios 6:16-17).

- Cuando la sabiduría personificada ele Dios habla, se en­

fatizan estas claras palabras: «aborrezco el orgullo y la arrogancia» (Proverbios g:] 3).

y pensemos en la perspectiva divina acerca del orgullo

que se revela en Proverbios L(y '5: «El Scilor aborrece a los ancwan tes lJJ1't c·<·)c··t ,,,., - , · - · · 1 · o . , . . L • ·'L ,_.,, ~,cgut a. liO qucc arán llnpuncs>> .

. Nu se puede encontrar en toda la Escritura un lenguaje

mas contLmdcnte respecto al pecado.

COMPETm CON DIOS

¿Por qut' odia Dios al orgullo ,:n forma tan vehemente?

He aquí el por qut;: el orgullo se da cuando seres huma­

nos pecadores aspiran a lo condición y posíci<ín de Dios Y se niegan a reconocer su dependencia de d. ..

Charles Bridgt~s en cint<t oc:tsúín (\liliCntó cómo el ur-gullu lcv·mt·l l'lc<rt··-t7 · r·)· ' ' . . "Lon comr~t 1 tos y ''cumpitc Ctlll d por la su¡)rcm·wh» F"t·lnt('" ·tt·lt . 1 ¡· ...

. .L • , • ····', "' ' . (' un;t e e Jntnnn perspicaz Y

bíblica de b esencia del orgullo: cnrnpctir con Dios por l~t supremacía, y levantar nuestro U)razón contra d.

Para fines d, · r ¡·,,,· · ... ] · ... ' t. co,1 c.own pel:::,ona , cornenc:é a adoptar

esta dchmctón de orgullo hace pocos at'tos, después de caer

en la cuenta de que, hasta cierto punto, había ido ClTcicn­

do sin que el orgullo afectara mi vida. Pero seguía conté­

sándontc ele orgullo. Sabía que Jlo me sentía lo bastante

culpable de ello. De modo que en \'ez de sulo confesar a

31

Page 20: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

H ¡_;M 1 L 1! A D (,E A ~J fJ 1' ;: ,\ \' !' R 1> .'\ IJ ERA

Dios que <<en esa sittwción me enorgullecí» y de pedirle

perdón. aprendí a decir, <ÓL'r1or. en ese momento, con esa

~tclitud y ese acto, estuve cmnriticndo contigo por la

su¡ncnwcfct. A esto se rcducia todo. Perdóname».

Y en lug~u de confesar ante otra persona, <do que dije

lue orgulloso de mi parle; ¿me puedes perdonar?» corncn­

l"C ~1 decir, «lo que ~1caho dr h~1cn IUl' competir con Dios

pnr la supremacía», y snlo ckspuc;s pedir el perdón de la

persona. Esta Jm'tctica aun1cnltl la ctrga ele culpabilidad en

mi corazón debido a la gra\'ccLrd ele este pccad1).

El orgullo asume innumerables l'orrn::ts, pero tiene un

solo fin: glorificarse a uno mismo. htc es el motivo y pro­

p(lSito final del orgullo: quitarle a Dios su gloria legítima y

buscar glorificarse uno mismo, compitiendo con él por la

supremacía. La persona orgullosa buscar glorificarse a ~;i

rnisma y no a Dios, con lo cual de bvc:ho intt:nta quitarle a

Dio~. algo que solo él merece recibir.

No sorprende que Dios se oponga al orgullo. No sor­

prende que odie el orgullo. Permitamos quL: esta verdad

penetre en nuestra Forma de pcns<\L

0POSlUON ACTlVA DE DIOS Al. URGULLO

A.hura han.; la pregunta siguiente: ¿Qué: odiamos?

Puedo decir qué odio. Tcngu dos listas. Una es una lista

tonta que comienza con alimentos que a veces pienso de­

ben ser productos de la Caída. Detesto el pastel de carne.

DctestL) el SélUcrkraut. Y detesto el requesón. incluso odio

cu~mdo alguien come queso req ur:'S<1n delante mío; n w quua ~::1 ;1pctito.

Tamhit'll rcch~1zu todos los equipos proksionalcs de di­

versos deportes de b ciudad de Nueva York, lo cual es scn­

cilbnJcnte parte de mi hercncú1, al haber nacido v haber J .

sido criado en el área de W;¡shingLun DC.

Esto es solo el comienzo. una pcqucr'ía rnucstr;1 de mi

lonu. li•;t~t ele cosas que udiu. l'cru tarnhié:n tengo una lisu

sen;¡ de co:<ts que odio. Estoy scgtut) lk que todos tenernos tamhién algo p;rrccido.

(''cliu el abono.

Odio el ~lhw:;o inlantil.

Odio el racismo.

¿Que odian ustedes:)

Nadie udi;t n:1da con la intcmidad con que Dws odia L'l

orgullo Su odio del orgullu es puru, y su odio es santo.

Juan Cal vino cscrihic'J: «J)ius nu puede soportar ver que

su glort;:t la ton1;1 como prupia b cri~ttur:t ni siquiera en el

gradu nus n1ímrno; ele igual rntxlo, k t"L:sulta intolcrahk la

arrogancia sacrílega de quienes, abb;ímlusc a si miSilJOS.

oscurecen su gluria lo m;¡s que pucdcm>. 1

Y como Dios no soporta esta arrogancia. se revela en b

EscTitura corno opuesto de IT1ancc1 activa al orgulln.Dc

manera aclíva.

«Dios se OJ!OIK' a los orgullosos>> (Samiago 4:6; J Pedro

5:5). «Se upunc» en esta atirme1cion es un verbo aclivo, en

tiempo prcscnt e, lo en al muesLm qlrc b opusición de Dios

33

Page 21: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU\1Jl_D/\ll CRANDEZA VERD,\DERA

al orgullo es una actividad inmediata y constante. E1 orgu­

llo no eludirá por tiempo indehnida la disciplina.

FUERZA DEL ORGULLO

Para entender mejor la perspectiva que tiene Dios del or­

gullo, nos convendría tom.ar nota de su fuerza destructora

tan especial. Jonathan Edwards llama al orgullo <da peor

víbora que hay en el corazón» y «el mayor perturbador de

la paz del alma y de la dulce comunión con CristO>r; con­

sideraba que el orgullo era el pecado mj.s difícil de extir­

par, y «el más oculLo, secreto y enganosu de todos los

deseos». r

A pesar ele esta prolunda comprensión de su fealdad,

Edwards mismo luchaba sin cesar contra su propio orgullo

(y esto me cb esperanza, sabiendo que no estoy solo n1 esta

lucha). «Qu(' pobre gusano tan necio soy, tonto, ciego, en­

gafíado, cuando el orgullo actúa», cscribi(l en cicrL:l oca­

sión Edwarcls.' En sus sermones y l'll muchos de sus

innumerables escritos ponía constant:crncnt.c sobre aviso

contra el orgullo, en especial el orgullo cspirinwl, que con­

sideraba corno la causa principal del lin prcmat uro del

Cran Avivamiento, que babia aportado t~1nta vitalidad

espiritual a la iglesia en tiempo de Edwards.

El orgullo también socava la unidad y puede en última

instancia dividir a una iglesia. Muéstrenme una iglesia en la

que hay divisiones, donde hay disputas, y les mostraré una

iglesia en la que hay orgullo.

34

P C Ll C RO S DE' L l) ll e; lJ LL. ()

El orgullo también derriba a líderes. «El orgullo echa a

perder a pastores e iglesias más que cualquier otra c:osar>,

ha escrito Mike Rcnihan. «Es más insidioso en la iglesia

que el radón en la casa>r.(, Cuando leamos acerca de algún

otro personaje público que sucumbe, recordemos Prover­

bios 16:18: «Al orgullo le sigue la destrucción; a la altane­

ría el fracasorr. La situación ele esa persona podría parecer

que es complicada por razón de las circunsL~mc:ias, pero en

el fondo no l1ay complicación: el orgullo está antes de la

caída.

ADVI:l\TENClAS MISERICORDIOSAS DE DIOS

Las advertencias que se encuentran en b Escritur<t en

cuanto al orgullo no podrían ser más serias y que nos de­

ben ¡Joner a pensar. Y son una cxprcsúm de h misericordia

de Dios, que huscan nuestro bien.

Dios es miscrinHdioso y por esto nos advierte de esta

manera. Es misericordioso en este hecho de revelar este

pecado a nuestro corazón y de idcntilicar su gravedad y

consecuencias potenciales. Es misericordioso, y quiere

protegernos. Por est::t razón, en Luda su Palahra, Dios pre­

senta el orgullo como nuestro mayor enemigo.

Al desenmascarar el orgullo, así como al presentarnos a

la humildad como nuestra mejor amiga, Dios nos describe

el camino hacia la verdadera grandeza, camino que ven:­

mos con suma claridad en la vida y muerte de nuestro

35

Page 22: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

llll M l LDAD e; RAND EZA Vf:RDADE RA

Salvador. Cornencemos juntos a recorrer esa senda en el

capitulo siguiente.

Notas l. Jolm .Slott, «i'riclc, Humility ,';¡· Cnd,» Sovcrcign Gracc Onlinc, Scp­

liCillbrc/Octuhrc 2000, http://www.suvcrcigngraccminis-

trics orglsgo/v 18nu5/prl_priclc. html (consultado el "> de agosto el el

200'5)

2. lh!d. 1. C:umcntarin ~ti SahnLl l): L-3 cn]L1hn C:alvin, Commcntary n11lhc

Book or Ps;dms, trad. Jnncs Andcr.son. Fcrdman~, Gmnd Ra¡wb,

lVII, 1961, n.p.

4. jonathan Edwards, Adncc to Young Convcrts, (H;uÜord Evangcli­

cal Tmct SoL:il'Ly, 1821 ), en un principio ,·arta a Dchorah Hathcway

kchada el 3 dcpmio de l H L

5. De la :moucilin del 2 de marzo de 17L'J, en el diar1u de Jun;Jthan

Lclwarcls. Mcmoir uf]onathan Fclwards,

htt p:!/www .t racLs uk,ep L't>m/mc moicjunathan __ cdw;mls pd 1 ( CL\11·

sultadn el 1 ele ;lgostu del 200'))

6. Mikc Rcnih:m, <di. Pastor's !'riele ;mcl )oy>' C:nnvns;tcion de sohrc­

mc.sa,Juliu de Jc)l)l)_

36

PARTE IJ

Nucslro Salvador y d secreto de la verdadera grandeza

Page 23: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

l~A- G-RANDEZA REDE.FINIDA

11/\RU':-; Sl'lmc.rclN en cierta occ1sión predicó acerca ck

la necedad del orgullo, y lo llanh·l «una cosa sin lún­

clamcnto», «Uila cosa estúpida» y Lcnnbi(~n «lo más loco que

pueda existir>>_'

Pero a pcs~n de la LOLll nccccLtLl e irr,teionalicbd ckl

orgullo, su obstinada presencia se rnanHicsta en innume­

rables formas dentro de toclLlS nosotros_ 1 nduso los discí-­

pulos de Jesús no estuvieron inmunes; ele hecho, fueron

in rr~tcl ores dcstac~tclus.

¿QUIEN ES EL MAYO!~?

El orgullo resulta especialmente evidente en la búsqueda

documentada de grandeza y apreciación personales por

parte de los disclpulos_ Esta búsqueda no fue sutil, y no pa­

rece que fuera esporádica. Sl'gún sus propios relatos, fue

algo pronunciado y al parecer constante_

Page 24: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU M [ L DA D G R A G: D E Z -\ V E R D >\ D [ R t\

Notcse, por ejemplo, In que leemos en Marcos 9, cuando

los discípulos y Jesús andaban juntos. «Llegaron a Caper­

naúnl. Cuando ya estaba en casa, Jesús les preguntó:¿Qué

venían discutiendo por el can1ino·h (Marcos 9:33!.

Pero los chscípulos, sin dudJ clcsconccrt::cdos y avcrgon­

:::ados, «se quedaron callados» (v.?A ). Person¡~s que cst.a­

b::m recibiendo una preparación intensiva de parte ele

jesucristo, el ejemplo máximo ele humildad y espíritu ele

servicio, estaban inmersos en una disputa a fondo acerca

de su relativa superioridad.

JesLlS conocía sus corazones, del rnisrno modo que co­

noce los nuestros. Por esta razón ele manera inmediata y

perspicaz abordó su egoísta ambición: «Entonces Jesús se

sentél, llamó a los doce y les dijo: 'Si alguno quiere ser el

primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»

(Marcos 9:35).

Jesús redefinió en forma radical la grandeza. Pero, al pa­

recer, lo que dijo no caló.

UNi\ PREGUt'JTA VALIENTE

E~n ['vbrcos lO cncont ramos a los hcnnanos .J<~eoho y Juan

que se acercan al Salvador aparte de sus com¡xu1cros, los

otros discípulos. Al¡xucc:cr de acuerdo entre s1 en cuanto a

su propia grandeza, le presentan a jesús un ¡;ctición espe··

cial.

Por lo visto Juan y Jacobo pensaban que el Salvador

compartía la elevada opinión que tenían de sí mismos,

LA e; 1< A N L' 1' l.,\ 11 ['U E!' í ~1 1 LJ .·1

porque no hay ni un ápice de falta de seguridad en Jo que

preguntan: <<Maestro .. , queremos que nos concedas lo que

te vamos a pedir». Jesús les pregunta qm~ desean. Respon­

den: «Concéclenos que en tu glorioso remo uno de noso­

tros se siente a Lu derecha y el otro a Lu izquierda» (Marcos

10:35-37).

Marcos ya nos ha contado que Jesús y sus discípulos se

dirigían hacia Jerusalén, donde Jac:obo y .Juml y los otros

esperaban que el S;dvador estableciera ele inmediato su rei­

no, militar y políticamente Iba a entrar, pues, en su «glo­

rioso reino» y 1\)S dos herm::tnos deseaban ocupar en el

mismo un lugar pmmincnte. Sin duda asumían que, a la

luz de su obvia superioridad, era adecuado c¡uc ocuparan

esa clase ele puesto prominente. <<Resolvarnos este asunto

de la grandeza ya», parece que estén dicicnd\). «¿Qui&n es

el maym<' ¡Nosotros somos los mayores' Y Mal'stro, quere­

mos que reconozcas este hecho haciendo que nos sente­

mos a tu derecha e izquierda».

Se ponen plenamente de manifiesto los deseos llenos ck

orgullo de sus corazones. En su petición no hay nada sutil.

No piden fe para sobrellevar el surrimicnto del 1\lacstro.

No piden el privilegio de apoy;nlo en su sulrimicnto.

Quieren ser bmo.sos, pura y simplemente. Jacuhu y Juan

han clehniclo la grandeza como rango y plKicr, y quieren el

título. Desean el respeto, el aplauso y la importancia. En

sus corazones llenos de orgullo, jesús es solo un medio

para el fin que tienen de exaltación personaL

41

Page 25: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

Este pas<.\ie en modo alguno exonera a los otros discípu­

los, porque lamentablemente los otros diez no eran dife­

rentes. De alguna forma se enteraron de la petición de

Jacobo y Juan y «se indignaron contra Jacobo y Juan» (v. 41),

lo cual denota que, en su corazón, se albergaba ambición

egoísta y también pretensión de superioridad moraL

¿Nos podemos ver en esta historia? Nos resulta fácil a

veces despreciar a los discípulos sin reconocer en ese retra­

to de ellos nucstm propio rustro. Mientras iban carninan­

do, discutían accrc1 de quié11 cr:~ el mayor; quizá nosotros

no discutimos acerca c.lc esto, pero ¿no debatirnos lo mis­

mo a diario en nuestms pensamientos rnás intirnosl Si

ustedes son como yo, se comparan :t otros y buscan opor­

tunidades para reclamar que son rnás importantes que

ellos, como lo hicieron los discípulos.

RFDEFIN1CIC)N

Es de agradecer qucjcsüs sea miscriumlioso y bondadoso

con mtcstros corazones llenos de orgullo, al igual que lo

fue con sus equivocados discípulos. Lccmn~; en M<lrcus

10:42: «Jesús los llamó». ¿Podemos percibir la paciencia

que les tuvo el Salvador, al igual que su compromiso amo­

roso de cnsc11arlcs lo que tanto necesitaban aprender?

Les recuerda primero lo que ya habían podido constatar

todos ellos durante los largos :.n1os de la ocupación roma­

na: <<Como ustedes saben, los que se consideranjefes ele las

naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales

42

L ,\ (; f\ A el U 1 Z, \ 1\ 1: J) E¡. 1 N 1 11 ,\

abusan ele su <1utoriclaci». Luego el Salvador plantea un

contraste: «Pero entre ustedes no debe ser asi»

Lo que resulta espccialrncnte sugestivo e instructivo en

sus palabras siguientes es que Jesús no critica ni prohibe en

forma catcg(lrica el deseo y b ambición de grandcz;1.

En su lugar, reorienta claramente esta arnbición, la re­

define, y la purifica: «El que quiera hacerse grande entre

ustedes deherd ser su servidor, y el que quiera ser el prime­

ro drbcrcí ser esclavo de todos,> (vv.·+ '3·+t).

Siempre qucrcnJos prcsL1r cuidadosa atención cuando

en la Escritura cncontranJos esa palabra deber. <<Deber»

nos lJ<lCC pensar en nlgo que se requiere, algo que es indis­

pensable. «¿Quieren ser graneles?», cliccjcsús. «Bien, esto

es lo que dchc darse. Lo que se requiere es que se vuelvan

servidores ele los dcrn;'¡o.;; ~;ignilka nada menos que cnnver-

1 irse en C:)l'lavo de lucios».

Rccorclcmos que la persona que estú afirmando esto es

el cjnnplo m;iximo de la vndadera grandeza Y esto es

l'X<.IC'Llmcnlc lo quc]csüs pasa a achr~n: «Porque ni aun el

Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino pam servir y

para ciar su vicia en rescate por muchos» (v.45).

En el excelente comentario que Willüm Lanc cscnhió,

menciona que Jesús se rclicrc a «la invcrsilín de todas las

ideas humanas acerca de grandeza y rango>> . .' Ahí se pro­

duce una inversión profunda e histónca, que tiene que

darse en la vida de cada uno de nosotros para que podamos

tener la posihiliclacl de llegar a ser grandes a los ojos ele

43

Page 26: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HlJMILDAD CRANDEZA VERDADERA

Dios. Significa poner patas arriba nuestras ideas arraigadas

y mundanas en cuanto a la definición de grandeza.

TODO A NUESTRO ALREDEDOR

La diferencia no podría ser más eruela.

Definido en rorrna cultural y pecaminosa, buscar b

grandeza parece lo siguiente: personas motivadas por el in­

terés propio, la satisfacción propia, y un ralso sentido de

autosuficiencia, buscan una amhici<1n egoísta con el !'in de

darse importancia.

Contrastemos esto con la búsqueda de verdadera gran­

ckza tal como se define bíblicamente: servir a otros para la

gloria de Dios. Esta es la expresión gL:nuina de humildad;

esta es la verdadera grandeza, tal como la definió el Salva-­

dor.

¿Han visto en tiempos recientes algunos ejemplos de

verdadera grandeza? Los que se ofrecen a continuación son

so1o una muestra ele 1o que he podido ubservar y vivir.

Se trata de Bryce, el hijo adolescente y religioso, que res­

peta a sus padres y cuida de sus hermanos más pequeños,

incluyendo a Eric, quien padece de autismo.

Se trata de Teresa, mujer soltera con una risa contagio­

sa, que, siempre alegre, sirve a numerosas familias en nues­

tra iglesia.

Se trata ele Trey, un pastor amigo mío que [unge como

pastor asistente de su hijo Rich.

44

Se trata de Eric, e1 hombre de negocios exitoso que cada

domingo sirve de manera voluntaria en nuestra iglesia es­

tacionando automóviles.

Se trata de mi hija Kristin, que trabaja sin descanso en.

su casa para cuidar ele su esposo, Brian, y de sus tres hijos

pcqueríos.

Se tr;Ha de Dick, hombre soltero y funcionario de co­

rreos, que llevó una vida sencilla para así poder ayudar a

sostener a familias que deseaban adoptar nihos.

Se trata de Kcn, el padre que rcnunci() a su tr;thajo y a

todl) lo que le era familiar para trasladarse con su familia al

otro extremo del país a una iglesia local más S(llida

Y se trata de Bcrnic y Pcarl, la pareja ele unos ochenta

afíos quienes, a pesar de problcrnas graves de salud, entre­

garon su cor;m¡n y vida al pcqucfio grupo que lkrnic diri-­

gía. Ahora ya cst~in disfrutando con el Salvador.

La verdac.lcra grandeza cst<i en tocio nuestro alrec.lcdor.

La pregunta es, ¿la vemos? O, m;'ts importante, ¿la husca­

mos7 Estos ejemplos y rni1 más muestran qw.' quiere decir

ser grande a los ojos de Dios: servir con humildad :1los de-­

más para gloria de Dios.

Asi pues, tenemos dos definiciones l)pucstas: grandcz:t

que se define a partir de la cultura y el pecado frente a gran­

deza definida según la Biblia. El conflicto entre ambas con­

tinúa hasta hoy. La lucha se desencadena en nuestros

corazones mismos. Necesitamos con urgencia ser libera­

dos. Y es la promesa de 1ibcrtad respecto al orgullo lo que

jesús nos ofrece.

45

Page 27: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

H ¡; M 1 ¡_ D .4. D C R ,\ N D E Z A \' E R l1 i\ D E R A

Notas 1. Charles Haddon Spurgcon, "Priclc ancl Humility " scrrnón pronun-

ciado el J 7 ele agosto de 1HS6, en SoULhwark, lnglalcJTa,

hu p//christianunpluggcd.cum/humility_3.htm (consultado el 3 ele

agusto clel2005. 2. William L L.anc, Thc c;,¡o,pcl orMark, Thc Ncw lntcrnational Com­

mcntmy on 1hc Ncw Tcst:1mrnt (c;rancl Rapids, lvll Ecnlrmns,

l':lH), 383.

46

l .. i\ C~RAl'~DEZ,_A DEM.OS'TRAl)A

IIUI\1\ LLJc,M,ILh ~ti punto nucial. No es cxagn<ldn afir­

mar que entender el contenido de este c1pítulo es

fundamental par~t captar la verdad de la que tn-tta todo el li­

bro. Por esta raz(rn, si hiciera falta, hay que leerlo despacio,

porque nPs L'Slamos accn:anclo a un ll'rrL~Ilt) santo.

He aquí tma vcrcbcl esencial: para aprctlClcr Lt verdadera

hurnildad, ncccsitanws algo nüs que redefinir la grandeza;

m'ccsitamos inclusL) más que el ejemplo personal de ~';nvi-­

cio humilde que 1ws ha dado jesús_

Lo que neccsit<mws es su muerte.

Fscuchcrnus de nuevo lo que dijo jesús en Marcos

1 OA'5: «Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que k

sirvan, sino para servir y para dar su vida en 1-escaLc por

muchos»_ El Salvador aquí aclara a sus discípulos la dife­

rencia entre su ejemplo y el ele ellos. Insiste en el carácter

único de su propio sacrificio. Les dice no solo que se

Page 28: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

1-1 U \1 1 L DA D • C R A 1\ D E Z A V E R D A D ERA

alcanza la verdadera grandeza emulando su ejemplo, sirto

tambit'n que la verdadera grandeza no nos es posible

aparte del sacrificio t:mico del Salvador_

Solo jesús vino p~1ra dar su vida en rescate por los peca-­

dos ele muchos, y esto lo distingue de cualquier otro servicio

con carác:Ler de sacrificio que alguien más, en algún lugar,

podríajamús oCrenT Encontran1o.'i ac¡ut lo que es completa,

total y' catcgóricnnentc Ctnico en el Salvador y su cjernplo. Y

en genuina humildad, nuestro servicio a otros sicrnprc es

tanto un ickcto del sacrificio único ele .Jesús comtl la prueba

dcltmsmo. Solo ::;u sacril"icio nos hace posible lograr y expe­

rimentar verdadera grandeza a los ojos ele D1os.

Donalcl I;nglish expresa este punto de la siguiente 1or­

tna: <<hl la raíz de todo servicio cristiano en el mundo cst<i

el SE'!'í.ur crw.:ilkacll) y resucitado, quien rr1uril'> para lihe­

r:trnos y con ello hacer posible dicho scrvicio». 1

Por esta ra-­

zón todo servicio cristiano no solo rdlcja el cjcmpJc, del

Salvador. En última instancia nuestro scrviciu solo existe

para dirigir la :1tcnción hacia su Cuente, a nuestro Scí'10r

crucificado y resucitado, quien se entregó a sí misrno en

rcsc:Jt.c por todos nosotro.s.

Demos un paso rn:1s p:tra ex<1mirwr nüs de cerca c~~tc in­

cornparablc ::;acriJicio.

jEStJS DIO EL EJEMPLO

En Marcos 1 O encontramos ajcsús y a sus discípulos cami­

no a jerusalén. Se trata del último desplazamicnlo durante

el ministerio de Jesús, y el destino final se abre ante sus

ojos. Se acerca la hora para la que, a fin de cuentas, vino_ La

cruz esU en el horizonte.

Este largo viaje hasta jerusalén y la cruz serú al parecer

muy solitario para el Salvador porque lo realiza sin la ple­

na comprensión y apoyo ck sus discípulos. La ambición

egoísta los sigue cegando, de manera que el Salvador debe

continuar enscüánclolcs e instruyéndolos y enfrentándose

a su arrogancia.

Con todo, por triste que sin duda debió sentirse su umt­

zón en este momento, «se les :tclclantó» (v_)2). Nadie ll)

empuja a que siga~ nadie lo obliga. Muestra el camino_ Y

quien va delante es el üni.co en este grupo de viandantes

que cslí't consciente de la indescriptible angustia que lo

espera en ese lugar.

Dctcngárnonos, quizú, para imaginarlo. Vcarnos esa fi­

gura solitaria que va delante, plenamente consciente y sa­

bedora ele lo que le espera cnJcrusal(:n. Veámoslo firme en

su corazón, decidido, rnarcando la pauta a sus discípulos,

avanzando decidido.

¿lbcia dónde?

Hacia Jerusalén.

¿Para qué·?

Para morir

Nada lo disuadirá. Está totalmente decidido a cumplir

con esta cita escogida desde la eternidad. Sin vac:llar se diri­

ge a un lugar donde ser<i traicionado y arrestado, donde

será acusado y condenado, donde será objeto de burlas y

49

Page 29: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMJL.DAD. GRANDEZA \'ERDADE'Ri\

recibirá escupitajos y azotes y al final será ejecutado_ Y no

hay indecisiones, ni resistencia en sus pasos. Aunque lo

espera un sufrimiento inimaginable, avanza, va delante.

EL RESCATE

Este es el tr:tslundo del encuentro de Jesús con bs pala­

hr~ls y acciones orgullosas ele sus arrogantes e indignados

clisdpul,1s. Al enlrcrrtarsc a su orgullo, y al nuestro, p,1r

primer~\ vczjcsús define l'i prop(1sit,1 de la muerte que 1,1

cspcr:1 y ele ¡,1 que logrará: <'d Hij(l del hornbrc vino

p~1ra scrvtr y par~\ dar su vida en rescate por lllllL:hos»

(Marcos 1 0:45)

Antes, cr1cstc mismo capítulo, Marcos incluyó inlcmn~t­

ción adicim1al que ahonda el signihcado de este morm:nto

ins,mclablc: no Jltucho antes, jesús hahia encontrado :1 un

joven rico que c¡ucrL1 saber cómo ganar la vida eterna. Dcs­

pw;~; de escuchar b respuesta del Salvador, los cliscípulos

«se :tsumbran1n» y le prcgunuron, <d:ntonccs, ¿qukn pn­

clní. salvarse?» .lcsüs los rniní fijamente y rcspotlcli(í, '<Para

los hombres es imposible ... pero no para Dios; ck hecho,

para Dios todo es po~;ihle>> (v 27).

Una vez rcvclacLt la imposibilidad ele b salvación aparte

de Dios, ahora Jesús revela cómo .salvar;¡ Dios El Salvador

describe su muerte próxima como un ncscHe». !\1 utilizar

esta palabra muestra su intención y actúa en forma cstrak­

gica.

50

L;\ CRi\"'DFlc\ DFMO~-¡ lli\DA

Es ele lamenur que la palabra rescate tenga para noso­

tros un significado bastante limitado. No la enconLrarnos

casi nunca a no ser en programas de televisión o películas

que tienen corno argumento algún secuestro. Pero el signi­

ficado ele estJ palabra resultaba mucho más intenso e in­

mediato para los discípulos en ese momento. Así nos lo

recuerda Donalcl English, ''En las culturasjudía, romana y

griega, el rescate resultaba una imagen familiar. Era el pre­

cio que se pagaba para liberar a un esclavo, a un prisionero

de guerra o a una persona condenada»-' El rescate repre­

sentaba el pago de un precio que se cxigia para liberar ele

diversas formas de esclavitud, cautiverio o condena, que

eran comunes en esa época.

AUSENCIA DE RESPETABILID!\D

Además, la palabra rescate no se asociaba con respetabili­

dad. La persona a la que se rescataba era o esclavo, o un

enemigo cautivo o un criminal condenado.

¿Cómo se <1plica esto en nuestro caso? Demasiado

bien. Como lo escribe John Stott, en la imagen de rescate

lo que se enf~ltiza '<es nuestro estado lamentable, de he­

cho nuestro cautiverio en el pecado, que hizo que luera

necesario que Dios nos liberara». lEste es el punto neurál­

gico que se nos revela aquí. Así pues, oír al S:1lvador utili­

zar la palabra rescate y entenderlo en forma correcta es

recordarnos de nuevo nuestro estado grave y lamentable,

y sentirnos afectados por ello, nuestra condición ele

51

Page 30: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

H L; M l L D :\ D C T-U N [) l" Z A \' C R DAD ERA

miserable perdición y desdichada esclavitud al pecado. No

podemos liberarnos a nosotros mismos del orgullo y de la

ambición egoísta; es absolutamente necesario que se dé un

rescate divino.

.Jesús cst{t tratando de inculcar este mensaje en cada uno

de nosotros: «Est;in perdidos. Su situación no podría ser

más dcscspcranzacb. Y por su propi~1 cucnla, son incapa­

ces ele cambiarla o eludirla>>.

¿Por qué fue necesaria la muerte de Jesús":> Porque toda

la hunLmJcLtd es C\)rrupta y está condcnacb, v todos noso­

tros tenemos una aguda tendencia a negar la rcalicL1d de

nuestra condición de pcrdickm delante ck Dios.

HENOS !\C~UÍ

Par~t aclarar lo grctvc de nuestra condición, basta con seguir

leyendo Marcos 10 Hag<'nnoslo con cuidado y encont.rare­

nws llUL'Strn propio rostro entre los diversos retratos que

M~lJTos mcluyc en este IXlSaJC de la bcriLUra.

Quizj nos J-cconozc;mlos en el joven rico que estimó

rnas sus posesiones que las palabras del Salvador. Quiz;;í

nos veamus cnjacoho y Juan y sus egoístas ambiciones. O,

si nos ccmsidcramos superiores ajacobo y Juan y a su acti­

tud, entonces Corrnmnos parte dd grupo ele los otros discí­

pulos en su indignación, que puso de manilicsto no solo su

propio deseo ele gloria sino tambit~n que se consideraban

justos por si mismos, posiblemente un pecado mucho más

grave que el dejac:obo y Juan.

52

L,\ CRc\N[)[c.1A Llf~1()S'IR,·\ll,\

Pero quiero ser claro. Todos nosotros encontramos

nuestro rostro en la galería de retratos ele pecadores que

presenta Marcos. Y jesús mismo nos hace ver qm; s1gnilica

esto, es decir, una condición humanamente inalterable de

ser cautivos del pecado .

Nuestra situacú)n no podría ser más grave. Antes ele

nuestra conversión h·;1mns prisioneros del pecado, e inclu­

so clcspw~s de la misma seguimos comhaticndt) Ll plTscn­

cia del pcc1clo, aunque estamos libres del poder y ctstign

dd pl'GH.Io. Y si cst:mlll:C. conscientes de este pclig1·o, nuJKcl

valoraremos lo sulkicntc la importancia de la muerte de

JesLtS. Es e:-:.le cautiverio hajo el pecado y cst;1 tcndcnci;l

continua a pecar lo que hace necesaria Lt muerte del S;tiva­

dor como resurte de nnrcflos Fste es el precio que exige el

rescate: la vida del HiJo unig(nilo de Dios.

Era complcLaml'nte imposible que lns discípulos sL: li­

beraran de su búsqueda egoísta de su propi;1 cxalt~lci(Jil,

del mismo modo que para nosotros es in1posihlc libnar­

nos ele esos misnws pecados. ¡Pero Dios consigue lo c¡uc L'S

hununamentc imposihkl Paga el precio pnr rn.t\.'Slra liber­

tad, y este precio es el sacrificio sustitutivo del flijo de

Dios, que no t icnc pecado, en la cruz.

LAS BUENAS NUEVAS

¿Cómo salvará Díos7 Ll) harc'í ejecutando a su HIJO, pl)r el

bien de los jóvenes ricos, por el bien ele Jacobo y Juan, por

el bien ele los diez discípulos indignados, y por el bien de

53

Page 31: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUI\IILDAD CRANDEZA VERDADERA

orgullosos pecadores corno todos nosotros. ¿Cómo nos li­

berará Dios de la cárcel del orgullo? ¿Cómo podemos ser li­

berados del poder dominador de las vacuas ddiniciones

ele grandeza que el mundo ,)frece!

1\ml quienes sienten el efecto de su grave condición,

para quienes se dan cuenta de su condición humanamente

inalterable, las buenas nuevas son que hay Alguien que

aparece en escena y dice: die venido tvlucsLro el camino.

Avanzo sin vacilar hacia donde seré clavado a una cruz y

lcvcmtado como el ejemplo definitivo de sufrimiento, y ahi

descenderá sobre mí b violencia concentrada ele la ira del

Padre ~1 causa de vuestros pecados. Y gemiré, porqLLc no

tengo pecado y los pecados me son ajenos, hasta el müs mí­

ni rno Pero en b cruz experimentaré los pecados de

muchos, encunados en mi cuerpo. Y morirh>.

bta es la muerte que lo aguarda. Pero dcsput:s de su su­

[úmiento vcndr;'t el gozo: ¡el gozo seguro de s~Lber que su

muerte ha rescatado a los muchos!

Este es el efecto de LL muerte expiatoria del Hijo de

Dios.

SI Dlt)S QUIERE RECUPEIV\RNOS

Lcon Morris describe así nuestra condición humanamente

inaltcrahlc:

Dios crecí al ser humano, lo creó para que fuera suyo

... Dios lo colocó en el Edén para que viviera en c:o-

54

LA (;RANllLZA Dl'MOSTRAJ:l.\

munión con él, pero el hombre pecó. Se convirtió en

esclavo del maL No puede liberarse. Esta es precisa­

mente la situación que d mundo antiguo vio que re-·

quería un acto redentor. Quienes pertenecemos a

Dios hemos caído en manos del poder de un fuerte

enemigo del cual no podemos liberarnos. Sí, lo pue­

do decir con toda reverencia: Dios, si quiere rccupc-·

ramos, debe pagar el precio.

Y la gran cnsc11anz~L del Nuevo Testamento es que

Dios ha pagado el precio. Nos ha rcdimidu. Cristo se

convirtió en nuestro Redentor ... Para liberar a los es-·

clavos del pecado pagó el precio. EsL1hamos cmti­

vos. Estáharnos bajo el lón:o dominio del mal. No

podíamos librarnos. Pero se pagó el precio y el rcsul-·

t.ado es que somus libres.'

Así es. ¡Somos libres' Hemos sido rcscat.ados ... libera­

dos ... nuestros pecados han sido perdonados. Que; alivio'

Y luego sornos transfo1-rnaclos a lo largo ele toda nuestra

vida a imagen ele su Hijo, sirviendo a otros pam la gloria de

Dios. F~stc es el ckctl) ele este sacriliciu. Muchos son rcsca­

Laclos, muchos son transfonnados. Incluyendo a Jacobo y

Juan. Porque este relato en Marcos 10 no es el último

capitulo de su historia.

S.'i

Page 32: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRA:'0DEZA VERDADERA

jACOBO Y JUAN TRANSFORMADOS

A Jacobo y Juan los rescató la muerte del Salvador y reci­

bieron el perdón ele su orgullo y ele todos sus pecados. Y

también fueron transformados, ele personas que confiaban

en sí mismas a humildes siervos que vivirían para servir a

otros con el evangelio para la gloria de Dios.

Y sufririan.

Dcspué:s de b resurrección y ascensión de Cristo, Jaco­

bo fue el primero ele los apóstoles que murió mártir, como

leemos en el libro de Hechos: «En ese tiempo el rey Hcro-·

des hizo arrestar a algunos de la iglesia con d hn de mal­

tralarlos. A Jacobo, henn<tno de Juan. lo mandó matar a

espada» (Hechos 12: 1-2).

La Escritura nos chcc: ''Mucho valor tiene a los ojos del

Sciior la muerte de sus fieles» (Salmo 116: 15). ¡Cuán in-­

sondahlemcntc vahoso a sus ojos debe haber sido ver a este

hombre, en otro liernpo confiado en sí mismo y egoís­

tamente ambicioso. arrodillarse rnicntras b espada del

\'crclugo se levantaba sobre su cabezal ¿Qué hah1a trans­

formado ajacobo·¿ ¿Qué había sucedido entre Marcos JO y

Hechos 12?

El Salvador había muerto como resulte

Juan, su hermano, tambil;n sería translormado . .Juan

luc, al parecer, el último ele Lodos los apóstoles en morir,

pero sufrió persecución y fue desterrado a la isla ele Pal-­

mos. Es obvio, según las cartas que .Juan escribió, que com­

prendió la enseñanza ele su Salvador acerca del esp1rit u de

servic10 en humildad: '<En esto conocernos lo que es el

56

amor: en que Jesucristo emregó ~;u vida por nosotros»

(1 Juan 3: 16). Juan lo entendió bien.

¿Qué transformó a Juan? ¿Qué había sucedido enlrc

Marcos ] O y la composición de las cartas de Juan 1

El Salvador había muerto como rescate.

Los _);tcobo y Juan que vernos en Marcos LO no estaban

para nada dispuestos a entregar su vida por otros. sino que

serían totalmente transformados. Y la explicación de esta

transformación no fue solo el ejemplo de nuestro Sc1ior

sino su sacrificio. Este sacrificio fue un rescate por el peca­

do, y su dccto fue liberar a)acobo y Juan de su eguísrno y

palruncs de orgullo.

Ahí estaban dos hombres transformados en servidores

humildes del evangelio y en servidores humildes de b igle­

sia gracias al sacrificio del Salvador. Dos hombres que aca­

barcm su vida siendo vcnl21dt:rarncnte graneles a los ojos de

Dios.

¿Pur qué? ¿Cómo?

\\1:] Hijo del hombre no vino para que k sirvan sino

para servir y para dar su vida en rcscatt' por mudws>; (Ma­

teo 20:28).

VEl~ EL ORICEN

Al encontrarnos ante quienes sirven con humildad, sabe­

mos que son verdaderamente graneles a los o¡os de Dios.

Pero entendemos también el origen de su servicio. Su hu­

milde servicio debería recordarnos esla muerte, este

57

Page 33: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

11 L! M 1 L D :\ 1! : e; P J\ N JI E Z •\ V [ R l! A DE R A

rescate, este precio pagado para liberar a quien ahora ve­

mos sirviendo.

Examinemos por un momento nuestra propia vida.

¿Donde estaríamos hoy si no nos hubiera rescatado, si no

nns huhic¡;¡ lihcn\dn7 Les dir(~ donde. Scguitünws consi­

dcr;inclonos autosuficicntcs, tratando de aumentar la con­

Jbnza propia para conseguir que nos alaben.

Pero ¿qué nos ha sucedido? Si nuestra conversión ha

sido genuina, hemos sido perdonados y transformados. Y

aunque de· momento sigue h;1hicndo en nosotrus tL·nt;Kión

y tcndcncb ~ti pecado, se ha producido un CC111lhiL> lunch­

mental y radical de modo que tenemos cleksl'l> de snv1r ~~

utrus y de buscar que Dios sea glorific:¡cJo. C)noccmos el

llamarmento intnÍ\)r a dar la vida unos por otros porque d

entregó su vida por nosotros.

¡QuC' n1uertc Lm podcrusal ¡La cruz rescaL1, Lt uuz libe­

ra, la cru::: tr~msformal Hagamos, pues, de ello nucstruuh-­

jctivo y h;\IJltu permanente; cuando vcalllos a <tlglllcn que

sirve, acurckrnonos del saniliciu del Salvadm, pon¡ue sin

su sacríjú:io no hay snvkio. La vcn.bdn~1 grandeza solo se

alcanza cmulandn el e¡crnplo ele! Salvador, y suiL) resulta

posibk clcbieh) al ~;acrihcio del Salvador.

58

Notas

1. Dnnald English, TIJc Mcssagc ofMarh: Thc Mystcry ofFaith (l)n\v­

ncrs Gmvc, 11..: lmcrVarslly Prcss, 1992), l82

) !hiel

) iulm5ttlll T/¡c- Cross o}Ciuhl (Uown1T; (;mw.IL lnttrV:¡rstl\

l't"cc.~, [e)~<)), l7'J

"1 Ll'llfl Mu1Tis, l he ;\JutlCllKIIL lb Mcatlili¡:' :ttHISigntltc·:mcc (1\l\\

nn::. c;nl\'C, IL: lnl\rV:usity Frcc;s, 1 \JH+), 12U-2l. tH

59

Page 34: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

PARTE 111

NUESTRA GRAN BÚSQUEDA .,,

La práctica de la verdadera hu.míldad

Page 35: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

_______________ ........................................... .

AL COMENZAR CADA DÍA

l ,\()U 1 l.IN 1'1 NC,;\f\1 11 N ro /\1 ;\t;~·L\N 11. Es posi hlc adm i r~tr

b humildad y :d misrnu tiempo sq_1,uir sin1do orgu­

llosos. Estoy' muy conscinllc de que es posible que, en m1

Gtso, csk CllSct\:mckl ac:nc:l de la lnunild::td sin enfrentar el

orgullo en rni prupio nrLt7~<lll. Y lTJ este rnomct1lo podemos

estar cng;uündon(ls pcns:mclo que csLtmos logrando l'rcn:u·

contra el orgullo t;lll srJlo porc¡Ul· csunws lcyclllll) un lihm

acerca de !:1 hun1ikbd. Ci 1\Tu cspn'1 que llll sc<t :1S1I)

NU[STJ~¡\ NECI:')IDAD DE PONH\IA EN PRÁCTICA

CON DECIS!C:)l\1

No hasta C\m solo sentirse inspirados con b promesa de

humildad o el significado ele la verdadera grandeza, corno

tampoco es suficiente haber c:omprcndiclo los peligros del

orgullo. Si de veras queremos que en nuestras vicbs se pro­

duzca una transformación importante, si queremos

Page 36: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

H L, M l L 11 .'\ n e; R ,\ \l D E: l ,\ V F R D ,\ D t: E .-\

avanzar t:n frenar el orgullo y en actuar con humildad,

clr::lx· cbrsc una puesta cn¡míctiw decidida de la verdad, nn

t:sfucr:::o y búsqueda por parte nuestra que Dios utilizará

para una t:ra nsf~Jrrnac1ón sant i l'icadora en n ucstra vida.

Recordemos de nuevo la sabia recomendación de John

Stott: en todas las cta¡¡as de m.lcstru crecimiento y madurez

cristiana, y en todos los aspccL(l5 ele nuestra obediencia y

servicio, nuestro mayor enemigo es el urgullo y nuestra

mayor ~diada la lmmildad.

E:stoy convencido de ello ya e¡ u e así lo crbci1a b Escrit u­

ra y, debido a esta certeza y convencimiento .. debo pensar

en CLirnu puedo a diario, con cliligt'ncia y decisión, dehil it m

a mi mayor enemigo y l'ortalecer ct mi mayor ~trnigo, todo a

partir de la gracict a la sombra de la cruz.

UNA ESTRATEClA PRÁCTlC;\

En el resto de este libro, deseo analizar con los lectores

una Ltrga lista ele lurmas prúctic:ts que he descubierto qul:

debilitan el orgullo y cultivan la hurnikbd, que ~tyucbn ;t

tembbr ante su Palabra y :1 mantenerse cuncent.rado.s en

buscar la vcrclader;l grandeza.

Los pu11Los en esta lista no son algo que simplemente he

ido anotando durante mús o rm:nos el mes pasado, sino

algo que cumcnc(: a desarrollar en privado hace algunas

ckcadas Han ido evolucionando a partir de mi vida a

modo ele búsquedas que, en l'orma gradual y progresiva,

han ido calando en mi corazón y mente en los últimos

64

Al <'<l'v\J: NZAR CADA DÍA

treinta afí.os de procurar crecer en la gracia. Y han demos-­

trado ser útiles de manera consistcllle.

Para fines pr:kticos, pensemos en esta lista tan solo como

recomendaciones, no exigencias, como sugerencias a ser

ponderadas. No pensemos que estoy tratando de promover

una estricta imitación de mis práctic<:lS. 5e ofrecen para que

se consideren y se reflexione sobre ellas; después de ponde­

rar su valor, cada uno elche elaborar su propia lista.

Pero pcnnítanmc in';istir en lo siguiente: cada uno debe

preparar su propia lista. Hay que hacerlo con decisión. Ha­

bría que planear utda db la derrota del mayor de los ene­

migos y el cultivo del rnayor de los arnigos.

Algunos de estos puntos de b list<A son pr:icticas cotidia­

nas, acciones y respuestas relativamente cortas que todos

pueden poner en práctica ele manem regular y repetida.

Las veo como l'onnas de smnetn a disciplin~t mi día o rni

rutina diaria con el 11n de trepidar ante la Palabra de Dios,

debilitar el orgullo y desarrollar humildad. Otros puntos

de la lista son esCuerzos que requieren rn:'1s tiempo:, son

búsquedas a largo plazo que podnan prolongarse pur uno

o ni;1s aííos, pero con el mismo ob¡ctivo de atacar el orgullo

y l'ortalcccr la humildad.

REFLEXIONAR EN LA MARAVILLA DE lA CRUZ

Para mí, el aspecto en la lista que me resulta más consisten­

temen te útil es este: reflexionar acerca de la nwravílla de la

cruz de Cristo. Creo que este también será el hábito y

65

Page 37: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

práctica más importantes para cualquiera. Para asumir en

verdad una conducta seria e intencionada en cuanto a mor-­

tificar el orgullo y cultivar la grandeza, debemos cada día

comemplar la asombrosa cruz en la que murió el Príncipe

de la Cloria.

«Llenen sus afectos con la cruz de Cristo», escribió]ohn

Owen, «de modo que no quede espacio para el pecado» .1

Y

esto incluye que no haya cabida para el orgullo.

Martín Uoyd-Joncs escribió lo siguiente acerca de la

forma más segura de buscar la humildad:

1-lay solo una cosa que conozco que me derriba al

suelo y me hurnilla hasta el polvo, y es mirar al :Hijo

de Dios, y en especial contemplar la cruz.

L.a cruz excelsa al contemplar,

Do Cristo allí por mi muril),

Nada se puede cornparar

A las riquezas de su amor.

Ninguna otrd cosa puede lograrlo. Cuando veo

que soy pecador ... que nada que no sea el Hijo ele

Dios me puede salvar, me siento lmJnillaclo hasta el

polvo ... Nada que no sea b cruz puede darnos este

espíritu ele hunlildad.'

John Stolt nos ayuda a entender por qué la cruz tiene

este poderoso efecto:

66

AL COMENZAR CADA DIA

Cada vez que miramos la cruz de Cristo parece que nos

esté diciendo, «Estoy aquí por Li. Es tu pecado el que so­

brellevo, tu maldición la que estoy sufriendo, tu deuda la

que estoy pagando, tu muerte la que estoy muriendo.»

Nada en la historia ni. en d universo nos abate como la

cruz. Todos nosotros tenemos ideas exageradas ele noso­

tros mismos, en especial vernos como bucr;os, hasta que

hemos visitado un lugar llamado Calvario. Es ahi, a los

pies de la cruz, que nos vernos reducidos a n ucst ra

verdadera talla.'

En cierta ocasión tuve el privilegio de pasar una hora

con Don Carson, experto bíblico y profesor en el Trinity

Evangelical Serninary. En el curso de nuestra conversa­

ción, me contó de una entrevista que había sostenido con

el clilúnto Carl Hcnry, quizj el teólogo evangé:lico más des­

tacado ele la segunda rnitad del siglo vcink. El Dr. Hcnry se

distinguía no solo por su brillantez sino también por su

humildad, una combinación insólita. El Dr. C:arson le pre­

guntó cómo babia podido permanecer hurnilcle por tantas

décadas.

Mientras escuchaba al Dr. C::arson, me mantenía listo

con papel y lapicero para registrar la rcs!Jllesta de Carl

Henry. Fue esta:

<<¿Cómo puede alguien ser arrogante cuando está al pie

de la cruz?t>

67

Page 38: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD· GRANDEZA VERDADERA

Tantas veces, después de esta conversación, he pensa­

do, Padre, deseo estar lo más cerca posible de la cruz, por-­

que me res~tlta más difícil ser arrogante cuando estoy ahí.

La cruz nunca nos halaga. Sttot también escribió, «Lejos

de brindarnos halagos, la cruz socava nuestro sentido de

bondad propia, y delante ele ella solo podemos estar con la

cabeza inclinada y un espíritu quebrantado»:'

Para ayudarnos todavía más a permanecer a diario más

cerca de la cruz, recomiendo que leamos The Cross oj'

Christ de John Stott o The Cospel for Real Lije de Jerry

Bridgcs. Libros como estos nos ayudan, como en cierta

ocasión lo dijo Charles Spurgeon, a «permanecer cerca de

la cmz para buscar el misterio de sus heridas»; al meditar

acerca de la expiación gloriosa del Salvador y a cultivar la

humildad mientras lo hacemos.

COMENZAI<. EL DÍA REC:ONOC:IENDO QUE

NECESITAMOS A DIOS

En el resto de este capítulo, deseo centrarme L:n prácticas

que inducen a la humildad y que pueden comenzar a for­

mar parte ele nuestra vi.da al comenzar cada día. La forma

en que comenzarnos la mañana con frecuencia sienta la

pauta para el día. Estoy convencido de que con frecuencia

el momento más determinante de nuestro día es cuando

nos despertarnos, porque int1uye en todo lo que le sigue.

El primer elemento diario en mi lista es este: comenzar

el día reconociendo nuestra dependencia de Dios y nuestra

68

AL C:Ot..!FNZAR CADA DlA

necesidad de Dios. Propongámonos por gracia que nuestro

primer pensamiento del día será una expresión de nuestra

dependencia de Dios, nuestra necesidad de Dios y nuestra

conl'ianza en Dios.

El pecado, incluyendo sobre todo el pecado de orgullo,

es algo activo, no pasivo. El pecado no st: levanta cansado,

porque no ha estado el urmiendo. Cuando uno despierta

por la mailana, el pecado es tú ab í, totalmente despierto,

listo para atacar. Por ello, en lugar de ser objeto de ataque

por parle del pecado en la mafíana, es preferible ir a la

ofensiva Debemos anunciarle al pecado, ü~stoy en guerra

contra ti. Sé que estás ahí, y Le voy a perseguir». Desde el

momento en que despierto, he aprendido a decirle a Dios

que dependo de I~l, y de este rnodo me sitúo humildemen­

te delante ele c~l.

Se trata tan solo de una estrategia para controlar los

pensamientos que permitimos que entren a nuestra men­

te. En su excelente libro, Spirilual Deprcssion, Martín

Lloyd-Joncs preglllllaba, «¿Han caido en la cuenta de que

la mayor parte de su inlelicicbd en la vida se debe al hecho

de que se csuin escuchando a sí mismos en 1 ugar de hablar­

se a sí mismosh>r. Es prolí.mdo, y es verdad.

Tomemos un momento para pasar revista y examinar

nuestra forma de pensar el ella anterior. ¿Dedicamos más

tiempo a hablarnos a nosotros mismos con la verdad, opa­

samos la mayor parte del tiempo a escucharnos? La mayo­

ría de nosotros dedicamos más tiempo a escuchar mentiras

que a hablamos con la verdad. Y este proceso de escucha

69

Page 39: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

suele comenzar cuando nos levantamos. El despertador ha

interrumpido bruscamente el don del sueño, y comienza la

escucha. Al ir transitando por nuestra rutina de la mafi~ma,

no estamos dirigiendo los pensamientos en nuestra mente;

sirnplcmcnLc estamos a merced de ellos. Vamos pensando

en quejas acerca lo sucedido el día antes o en preocupacio­

nes acerca de lo que nos espera hoy. Nos miramos en el es­

pejo del bcri1o y ponderamos e1 dafto, luego rumiamos con

pena acerca ele cómo nos sentirnos. No estamos al mando

de nuestro pensar. Simplemente dejamos que los pensa­

mientos sigan si curso ..

Pero en lugar de ello, podemos declarar b guerra ~d or­

gullo hablámlonos con b verdad y csLJblcc'icndo el tuno

adecuado para el día que comienza, Ain1und\) mcnLd·

rncnte nuestra dependencia de Dios )' b llcccsidad que

tenemos de d.

COMENCEMOS EL DÍA EXPRESANDO

GRATITUD i\ DIOS

El segundo elemento diario es este: Comencemos el día ex­

presando gratitud a Dios.

«La gratitud», nos lo recuerda Michacl Rarnscy, «es un

terreno en el que no es fácil que crezca el orgullo».' .Así cs ..

y queremos cultivar ese terreno. Asi pues, desde el comien­

zo del día, deseamos acoger al Salvador con gratitud, no

refunfml.ando.

70

AL COMENZAR CADA DÍA

Se decía de Matthew Henry que «fue un observador

atento y agradecido de oraciones contestadas»; su gratiLucl

por las misericordias de Dios estaba sin cesar «endulzando

su espíritu y con frecuencia invitaba a otros para que se le

unieran en dar graci<IS».11

Si uno se encontraba con Hcmy,

de inmediato ecua en la cuenta ele que se trataba de alguien

que tornaba nota con agrac.lccinlicnto de lo que Dios hacía

por él, y lo hacía de una forma atractivamcmc alegre que

resultaba contagiosa.

¡Cómo deseo que sea así tambit;n la descripción de rni

persona' ¿Lo desearnos t a m bit'n todos nosotros 7

¿Qu(~ suceclcría si me encontrara con ustedes rn~li'I;ma

por la mai'una? ¿Me cncont¡·aría con alguien que era un ob­

serv<tclor atento y agrac.lccidu de oraciones respondidas, al­

guien qut~ en unct funna manifiesta estaba agradecido con

Dios por sus nutchas misericordias?

Tamhit'n desearnos continuar, clmanlc todo el clú, ex­

presando gratitud por las innumerables manifestaciones

ele la gracia de Dios. Es corno si Dios lUcra colocando notas

en nucst ras vidas a rnodo de recordatorios vivos de su pre­

sencia y provisión. Están en todas partes. ¿Cuán atentos y

perspicaces somos respecto a ellos:> ¿Somos observadores

agradecidos ele los 1nnumcrablcs indicios de su provisión,

su presencia, su bondad y su gracia?

Una persona ing¡-ata es una persona orgullosa. Si soy in­

grato, soy él!Togantc. Y si soy arrogante, necesito recordar

que Dios no simpatiza conmigo en esa arrogancia. Se

opone al orgulloso.

71

Page 40: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU\1ILDAD· CRANDEZA VERDADERA

Que cada uno de nosotros reconozca cada día que, sea

cual fuere la gracia que recibamos de Dios, es mucho más

que lo que merecemos, e indescriptiblemente mejor que el

infierno que todos merecemos.

PRACTiCAR LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES

El hábito siguiente: Practicar las di.scíplinas espirituales:

oración, estudio de la Palabra de Dios, adoración. Hagá ..

moslo en forma consistente, a diario, y de preferencia al

comienzo del día, ele ser posible. Si estamos clebidarnente

motivados, será esto una demostración y declaración diaria

de nuestra dependencia de Dios y de nuestra necesidad de

su persona.

He descubierto que me resulta posible enfrentarme a mi

dia motivado por mi autosuficiencia. Pero también he

aprendido que el hecho mismo de abrir la Biblia para leerla

y concentrar mi corazón y ntcnte en oración ah rma que ne­

cesito a Dios. Esta comprensión me beneficia mucho, por­

que, al igual que todos, tengo experiencias crnocionales

muy fluctuantes de un día a otro en mis nwmcntos devo­

cionales. Una maí1ana estoy hondamente convencido de

que Dios está cerca de mi, en tanto que al día siguiente solo

puedo sentir su ausencia. En cuestión ele horas paso de lo

que parece una experiencia espontánea de puro gozo a

preguntarme, «¿Dónde estás? ¿A dónde fuisteh>

El hecho es, desde luego, que no fue a ningún lado.

Ayer me permitió experimentar su presencia; hoy parece

72

AL COME\IZAR CADA DÍA

que me está enviando el mensaje, «Quiero que desarrolles

más confianza en mí; por esta razón, estoy retirando esa

sensación ele mi proximidad?»

He aprendido que, aparte de cómo me siento, cuando

ya be terminado ele leer la Biblia en la mallan a, puedo saber

que le he dado a entender, <<Te necesitci, dependo de ti». Al

detenerme a estudiar y leer y orar antes de comenzar la la­

bor cotidiana, puedo confiar en que he dado un paso más

para debilitar el orgullo y fortalecer la humildad.

El mejor libro que he leído acerca de este tem.a es Spíri­

tual Disciplines jór the Christian Lijé de Donald S. Whi.t­

ncy, y se lo recorni.enclo.

APROVECHE EL TIEMPO DEL VIAJE DIARIO AL TRABAJO ' '"

Otra cosa que se puedo hacer cada rnaflana: Aprovechar el

tiempo del viaje diario al lugar de lrab(~jo para memorizar

la Escritura y meditar sobre ella.

El ticm po que nos torna desplazarnos de casa al trabajo

todos los días representa el mayor porcentaje de tiempo

desperdiciado en nuestra cultura.

Maüana por b maüana, el sol saldrá en la zona donde

vivo, y mailana por la mai1ana el o-áfico por carreteras y ca­

lles será compacto. Y miles ele personas irán sentadas en

sus autornóviles o en autobuses reaccionando corno si algo

inesperado estuviera sucediendo, aunque así ha sido por

muchos a!'íos. Y ¿qué están haciendo sentados? Queján-·

dose.

73

Page 41: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

Si el. tiempo de desplazamiento es largo, ¿_en qué gasta­

mos el tiempo?

Según los datos oficiales, el trabajador promedio gasta

una media hora en ir al trabajo o regresar de1 mismo. Esto

equivale a una hora al día. Si utilizáramos ese tiempo para

escuchar una grabación de la Escritura, ¡en solo tres meses

habríamos escuchado toda la Bib1ia!

Incluso si el desplazamiento no es muy largo, hay clu-·

r;mtc el día un sinnúmero de segmentos de tiempo, a los

que yo llamo momentos mundanos, que pueden aprove-­

charse como oportunidades para experimentar b gracia

transformadora de Dios rnediantc la memorización de la

Escritura y la nwditación acerca ele la misrna.

I~n el siglo diecinueve, el estadista evangélico Vviiliam

'VVilberforcc fue en gran parle responsable por dar por ter­

minada la participación de Inglaterra en el comercio de es-·

clavos. John Plpcr ha escrito y h~1blado mucho acerca de

este héroe de la fe, y cuenta cómo Wilbcrforcc utilizaba su

caminata de l<ilómetro y medio de ida y vuelta de su casa al

Parlamento, donde era miembro de la Cárnara de los Co­

munes, para mcrnorizar el salmo 119 y meditar acerca del

mismo. \Vilberl'orcc podía recitar todo el salmo en el curso

de su recorrido ele kilómetro y medio. Aprovechaba ese

tiempo para hablarse con la verdad, no para escucl1arsc a sí

mismo.

Para muchos de nosotros, el tiempo de desplazamiento

de la casa al trabajo cada día se desperdicia. Se puede dedi­

car este tiempo a rutinas mentales, o aprovecharlo como

74

AL COMENZAR C.ADA DÍA

medio de gracia para permitir que la Escritura transforme

nuestro pensamiento.

DEPOSITAI< NUESTRAS I)RFOCUPACIONES EN i.:L

E.l último punto para cada mafíana (y algo a lo que hay que

volver a lo largo del día): Deposilemos nuestras preocupa­

ciones en d. El apóstol Pedro en l'orma clara y Jm'íctica nos

clcscribc en l Pedro 5:6-7, cómo podernos todos ll)S días

humillarnos. Primero, escribe, «Humíllense, pues, ha¡o la

poderosa mano de Dios». Luego nos indica cómo, «depo­

siten en d toda ansiedad, porque él cuida ele ustedes».

Cuando nos hum i liamos ca el a mailana dcpusiLmdo nues­

tras preocupacimws en el Scf1nr, comenzamos el día libres

de preocupación. Los humildes están genuinamente libres

de preocupaciones.

He descubierto cuán verdadero es esto en cuanto a mi y mi ~tlrna. l)ondc hay preocupación, donde hay ansiecbd, el

mgullo es la base Cuando cxpcrimCilll) ansiedad, el pro­

hlerna básicn e~; que estoy tratando de ser autosu!kicnte.

Estoy actuando en forma independiente de Dios.

¿Cu~d es la solución?

«Humíllese», dice Dios.

¿Cómo?

«¡Reconozca que me necesita! Deposite sus preocupa­

ciones en mí, y lo transformaré. CJ Porque aunque estoy

contra su orgullo, le otorgaré gracia cuando se humille, y lo

1 i braré de preocupaciones, no de responsabilidades sino de

75

Page 42: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

preocupaciones. Quedará libre de preocupaciones. El gozo

y la paz serán sus características».

MANTENERSE C:ARCADO

Tenemos que centrarnos en esto a diario, porque no somos

corno taladros a baterías; nos cargamos por la mafi.ana para

que podamos durar por el resto del día. liemos de man­

tener una actiLUd implorante a lo largo del día, presentándo­

le a Dios sin cesar cualquier preocupación que cnc.ontre­

mos, cualquier responsabilidad que produzca ansiedad

que se cruce en nuestro camino.

Quizá se hayan preguntado por qué sus prácticas clevP­

cionales por la maflana a veces parecen producir efecto por

solo más o menos una hora. He aprendido a no esperar

que lo que he experimentado nt el estudiu bíblico por la

maii.ana me seguirá sustentando a las dos y media de la tar­

de. No, para las dos y media de la tarde, alguien me habrá

generado una preocupación (o más probable todavía, una

serie de personas lo habrán lwcho). Y esto requiere accr··

carse ele fonTta reflexiva al Sct1or para depositar en él esas

preocupaciones.

Tengo que recordar que cuando me sienta abrumado de

preocupaciones, el verdadero problema es el orgullo y la

autosuficiencia. Debo en rorma consciente y específica de­

positar mis preocupaciones en él y de esta forma humillar­

me.

76

AL COMENZAR CADA DI;\

No nos confundamos. Dios no se ha ido a ninguna par­

te. Es tan soberano, tan bueno, tan fiel cuando estoy

sumergido en preocupaciones como en esas horas tempra­

neras ele comunión. El problema no es Dios, es mi orgullo

que se resiste a confiar en él mediante la dependencia en d.

De hecho, debería recon(~cer también que todas las

preocupaciones que me sobrevienen las permite Dios de

manera concreta con el fin ele cultivar la hurnildacl en mi

vida. No deberia mostrarme sorprendido cuando rne lle­

gan, porque l1ay una razón para ello.

Dios desea que aprenda a depender de él, a necesitarlo,

y en última instancia, a darle gloria con un aprecio cada vez

más prolunclo por la mano poderosa de Dios.

Por ello defiendo que utilicemos de manera sabia los

mon1entos matutinos, permitiendo que la luz de la gracia

de Dios nos penetre para ilurninar todo nuestro día. Estoy

convencido de que la aplicación intencionada ele estos hc\­

hitos matulin.os el iarios -·-reconocer la necesidad ele Dios,

expresar nuestra gratitud a Dios, practicar disciplinas espi­

rituales, depositar nuestras preocupaciones en él, aprove­

char d liernpo ele desplazaiTliento para benefici.o espiritual,

depositar nuestras preocupaciones en él, y sobre todo, re­

flexionar acerca de la maravilla ele la cruz ele Cristo--·· son

las cosas más eficaces que podemos poner en práctica para

experimentar en forma más profunda la promesa y los

deleites ele la humildad.

77

Page 43: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

Notas l. John Owen. de su tratado sobre "lndwelling Sin," http//www.go­

drules.net/libmry/owen/ U] 295owen_!4.htm (consultado el 3 de

agosto del 2005)

2. Manyn Lloyd-jones, citado en Charles Swindoll, So You Want lo Be

Líhc Christ 7 Eight Esscntials to Get You Therc (Nashvillc. TN: W

Publishing Group, 2005), 139.

3. .John Sto u, Tlu: Mcssage of Galatians (Downers Grovc, 1 L~ IntcrVar­

sity Prcss, 1968!, 179.

4. john Ston, The Cross ofCIJrisl (Downcrs Grove, IL: lntcrVarsity

Press, 1986), 12.

'5. Charles H. Spurgeon, Moming and Evcning (Ncw Kcnsington. PA:

Whrtakcr House. 200 1), 7.

6. Martyn Lloyd~)ones. Spiritual Depression (Grand Rapids, MI: Ecrd­

mans, ] 965). 20.

7. Michacl Ramscy, Tlu: Cluist.ian Pliest Today (London: SPCK, 1972)

79-8 L; citado en John Stolt, "Pride, Hu mi lity & Cocl," en i\livc to

Cod, eds. J l. Packcr anc! Lorcn Wilinson (Downus Crovcr, lL:

IntcrVarsity J0l)2), 112.

8. Ligon Duncan, citado en Mauhcw Hcnry, Mct/Jodfór Praycr

(Ross-shirc Christian hlCus, 1994), introducción.

78

AL l~I"N"ALIZAI~ C~i\D.A D"ÍA

1' Al.)llt crtWl UlN.Jllt'.:TO ele prácticas útiles en mi lista,

que se centra sobre todo en la última parte de mi

día. b; un t-ec:or-c.laLOrio que necesitamos de rnancra espe­

cial, por·c¡uc pocos de nosotros hemos pensado en ténninos

bíblicos y estratégicos en cómo glori!kar a Dios al linal del

día, si bien la lorma en que tcrrninarnos el día de hoy puede

sin duda afectar la forma que nos encontremos mahana.

Conocemos la importancia de practicar disciplinas espiri-­

tuales por la mai'1ana, pero 1a mayor parte de nosotros no

estamos conscientes de ninguna instrucción bíblica cspeCJ­

fica acerca de cómu concluir cada clfa.

El final c.lc cada día nos brinda una oportunidad única

para cuiLivar la humildad y debilitar el orgullo, así como

percibir el deleite de Dios. ¿Cómo? Pasando cuidadosa re­

vista a nuestro día y atribuyéndole a Dios toda la gloria por

la gracia que hemos experimentado ese dia.

Page 44: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

J-1 U i'vll L DAD: C R A N DE Z A V E R DAD ERA

Como sabemos, a lo largo ele cada día experimentamos

gracia salvadora, gracia santificante, gracia sustentadora,

gracia para servir, o sea., gracia que debería maravillarnos.

Pero ¿qué sucede a rncnudo en nuestra mente cuando co­

locamos la cabeza en la almohada? ¡Tratamos de no pensar

acerca de las tareas desagradables que nos esperan mar1a­

na' O, si por alguna razón pensamos en las bendiciones

que hemos experimentado ese día, no llcg~mlos a expresar

agradecimiento a Dios y dar toda la gloria al Unico que

vcrdaclcr;unentc la mcn~cc.

«Cuando hemos hecho algo que merezca alal;anza»,

escribkJ el gigante puritano Thomas WaLson, «debemos

ocultarnos bajo el velo de la humildad, y trasladar a Dios la

gloria de todo lo que hemos hecho». 1

Claw que no hay por qué esperar al l'inal del día para

hacerlo. Hagárnoslo cada día, todo el dLt a lo largo del día.

Pero ¡no dejemos que concluya ningún día sin la ~~transfe-·

rencia» cspecílic~t y consciente de toda la gloria, p!lr toda la

gracia. a solo Dios' Esta es b forma humilde de conc:luir to­

dos y cada uno de los días.

EVITAR EL PLAClO CC)SMICO

En aiios recientes una pareja ele historiadores muy poputa­

res, cuyos escritos he disfrutado, fueron acusados ele pla­

gio en sus obras. Cuando vi los reportajes del caso, rni

reacción inicial fue pensar, ¿C()nw pudieron? ¿Por qué lo

hicieron? Pero al nd1exionar más, recordé que cada vez que

80

AL FINALIZAR CAPA DÍA

alego ser el "autor», en mi vida y ministerio, de lo que es en

realidad don de Dios, estoy cometiendo plagio cósmico. Y

esto es mucho más grave que cualquier presunto dolo de

parte ele esos dos historiadores.

Así pues, ¿_qué debo hacer/

Por gracia debemos de manera deliberada trasladar la

gloria a Dios.

El estímulo que recibo ele parte de aquellos entre quie­

nes descmpefw mi ministerio me resulta abrumador. Creo

que sus expresiones de aliento agradan a Dios. Al agraclc­

cer1cs en silencio sus amables palabras, traslado la gloria a

Dios. Sé que en mi ministerio no puedo cambiar la vida de

nadie. No tengo poder para hacerlo. Cuando otros descri­

ben cambios que se han producido por medio ele mi predi­

cación o mi liderazgo, estoy profundamente consciente de

que sencillamente rw tengo esta clase de capacidad o

poder.

Sí, los líderes dcsernpcl'i:ul un papel vital en la iglesia, y

es bueno dar las gracias a los líderes que Dios ha utilizado

como medios de su gracia. Jlcro no debemos atribuir la glo­

ria a ninguna persona. La gloria se atribuye de manera ex­

clusiva y total a Dios. Solo éJ puede regenerar un corazón.

Solo c;l puede cambiar una vida. Por tanto, solo Dios

debería recibir gloria.

Sean cuales fueren los éxitos que experim.entemos en

nuestra vida y ministerio y vocación, aprendamos a trasla­

dar de inmediato la gloria a él. Si los negocios que tenemos

entre manos tienen éxito, ¿trasladamos la gloria por este

81

Page 45: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

1-ICM!LDAD: GRANDEZA VERDADERA

éxito a d 1 S1 las personas nos felicilan por ser buenos pa­

dres, ¿trasladarnos la gloria a él? Reconozcamos que, aun­

que somos un medio ele gracia para nuestros hijos, no

podemos por nosotros mismos transformarlos~ solo Dios

puede hacerlo Y al hacerlo solo él merece la Floria '' .

ACEPTAR EL DON DEL SliENO

Otro elemento irnportantc para poner en práctica antes de

dormirse: recibir el don del sueño de la rnono de Dios y re­

conocer el prop(isito para el que Dios lo otorga.

Mi esposa, C:amlyn, y yo hemos estado casadns por

t !Tinta ar1os pletóricos ele gracia, y prolundanwnte rornjn­

ticos, y en los primeros veintisiete :n'1ns donnimos en la

cama y colchones cun los que con1cnzarnos. l\1r b noche,

comu que nos dejábamos cwrjuntos en ella y nos cncon­

Lrúbamos a la 1nitad; era como una c:trna de agua sin agua.

Antes de por (in ckcidir cambiarla, hubo mornentos en

que me detuve a mirarla. Sabb que, en promedio, todos

dedicarnos ca~;¡ un tercio de la vida a clorrnir, y me S(;nlí

conmnuonack1 ame el hecho de que unos nueve ;:r!los de

mi vida habían transcurrido en esa cama. ¡l'Jucvc aiios!

Tarnhk'n me llamó la atención el hecho de que la Escri­

tura habla accn.:;¡ de esos nueve afíos. ¿Nos ciamos cuenta

de con qut' frecuencia en la Escritura hay alusiones al sue­

fío7 No nos debería sorprender, porque Dios es el soberano

de toda la vida, como declaró David: «Del Se11or es la tierra

y todo cuanto hay en ella» (Salmo 2.4: l).Dios creó el suer1o

82

AL l~lNALIZAR CADA DÍA

y lo puso en el ser humano. Por esta razón, por todos los

aüos que me pasaré en la cama, estoy decidido a mantener

la perspectiva bihlica del suei1o; por tanto, quiero glorificar

a Dios cada noche al cerrar los ojos.

Demasiados cristianos se duermen noche tras noche sin

que lo que la Escritura cnsefla acerca de ello los informe e

inspire. Muchos ele nosotros nunca hemos pensado en

nuestro suefío desde la perspectiva ele Dios, aunque profe­

samos amarlo y servirlo; nuestra práctica y perspectiva en

cuanto al sue11o no difieren ele las de los no cristianos. Esto

debe cambiar.

Un cristiano, informado e inspirado por la Escritura, ve

la conclusión del trabajo cada día, la limitación que Dios

irnpone al trabajo cada día y d acostarse a dormir cada día,

como un don total de Dios. Un don otorgado en forma gra­

tuita por su espléndida generosidad. Y quienes desatien­

den este don sufrirán inevitablemente consecuencias.

UN RECORDATORIO COTIDIANO DE PARTE DE DIOS

Son obvios los bcndlcios del sueño. Al dormir, se restau­

ran las fuerzas, se aclara la mente, y se nos prepara para

servir a Dios otro día, a levantarnos y experimentar sus mi­

sericordias que son nuevas cada maüana. ¡Qué don tan

maravilloso que se nos otorga a diario!

El hecho es que Dios nos pudo haber creado sin la nece­

sidad de dormir. Pero decidió incorporar esta necesidad

dentro ele nosotros, y esto tiene una finalidad espiritual.

83

Page 46: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

Cada noche, al encontrarme ele nuevo frente a la necesidad

de dormir, se me recuerda que soy una criatura dependien­

te. No soy aulosuficiente. No soy el Creador. Solo hay Uno

que ~<jamás duerme ni se adormece» (Salmo 121:4), y este

no soy yo.

El suefío es un don, pero un don que nos hace sentir hu­

mildes. En solo cuestión ele horas, cuando más, estarem.os

ele nuevo listos para recibir el don del sueiio de parle de

Dios. Cuando llegue este momento, deseo que oremos algo

así: «Ser1or, gracias por este don. El hecho de que esté Lan

cansado es un recordatorio ele que soy la criatura y solo Tú

el Creador. Solo Tú ni cluerrnes ni Le adormeces, en tamo

que, en cuanto a mí, no puedo prescindir del suel'ío. Gra­

cias por este don gratuito, restaurador, que me humilla».

UNA IMACEN Y UNA PARABOLA

De ser posible, procuremos que el último pensamiento

cada noche sea una expresión de gratitud por el sacrificio . '

del Salvador en la cruz como sucedáneo por nuestros mu-

chos pecados. Esto es lo que trato de hacer cada noche, y

recomiendo a todos esta práctica.

Mi buen amigo Marl< Devcr en cierta ocasión me reccn­

dó que el sueflo es una imagen y una parábola de qué signi­

fica ser cristiano. Nuestro suefí.o esta noche será un acto de

fe, pequeño pero real. Depositaremos todo nuestro peso en

una cama, con la confianza en que su estructura aguantará.

Nos podemos relajar por completo, porque no hace falta

84

AL fiNALIZAR CADA DÍA

de parte nuestra ningún esfuerzo para sostenernos; alguna

otra cosa nos sustenta. Y ele igual manera, a lo largo de la

noche mientras dormimos, Alguien más 110s sustenta. Es

un cuadro ele en qué consiste pertenecer a Cristo.

He sido cristiano por más de treinta afíos, y he aprcncli-·

do que acostarme cada noche es en realidad una imagen y

una parábola de la experiencia de mi vida desde ese final

del verano de 1972 en que Dios me concedió el rniJagro de

la regeneración por mecho ele la proclamación ele su cvan

gelio. Antes ele ese momento era objeto ele su ira, pero en el

misterio ele su rniscricorclia, fui de inrnecliato translormado

en objeto ele su misericordia cuando puse en manos de

Jesucristo todos los aspectos de mi vida, comenzando por

el perdón de mis pecados, al igual que todas mis esperan­

zas para el ruturo.

El sueno es un don que Dios pone a disposictón de tuda

la burnanidad. Es otra de las innumerables ilustraciones de

su extravagante generosidad no solo hacia su pueblo sino

incluso hacia quienes le son hostiles y se le oponen. Y no·

sotros, como su propio pueblo, no solo deberíamos darle

gracias sino responder plena, apropiada y bumildernentc

al recibir este don.

Por esto no debernos simplemente dormirnos esta no­

che o cualquier noche. Aprovechemos la oportunidad para

mortificar el orgullo y cultivar la hum i !ciad identificando el

sueflo como un don santo de parLe ele Dios, como un recor­

datorio de nuestra total dependencia de él y ocasión para

examinar nuestro corazón delante ele él. Que el Espíritu

85

Page 47: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. CRANDEZA VEEDADERA

nos dé una nueva percepción y valoración del sueño, de

forma que este acto al parecer ordinario pueda transfor­

marse en una oporLunidad para cultivar la humildad y

debilitar el orgullo.

Nolc1s l. Thom:ts Watson, Body ofDivinity (hlinburgh: Bmmcr o[ Truth,

1 lJ91:l), n.p.

86

·u· ... -·· .. ·-~ ·-·e ) .. ...., A N Et\II-~C)QlJE E,_)f EC.-L·j_L

, i\IM ,\YUIMRNUS 1\ e UlllV;\1~ ];¡humildad y debilitar el or-

gullo, las siguientes prácticas que se rccornicnd:tn nos

lleva r:m rnós al h de nuestras rutinas coticl ian~ts. Las IX:icti­

cas en este capítulo tienen que ver con tiempos de cnloquc

especial, o sea, cosas en las que nos concentramos por

bastante ticmpu. Por esto, al ir leyendo, rn:ornicndo que

estemos al tanto y, de ser necesario, especialmente cstirnu­

laclos. ¡Nos espera un contenido reL1dorl Pero c:onlio en

que estas sugerencias 1-csultar<'m ser rnu y grat i l"icantcs para

todos, corno ya lo han sido para rnL

ESTUDIAr~ LOS ATRIBUTOS DE; DIOS

Lo primero de la lista en esta sección: estudiar los atributos

de Dios.

Estudiar todos sus atributos, pero recomiendo que se

estudien sobre todo lo que los teólogos han identificado

Page 48: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRAJ\DEZA VERDADERA

como los atributos incomunicables de Dios. Se trata de los

atributos de Dios ele los que no se pueden encontrar ni re-·

!lejos ni ilustración en la.esláa humana. Son atributos que

Dios no comparte con nosotros.

Cuando decimos, por ejemplo, que Dios es inllnito, es­

tamos hablando ele un atributo incomunicable; Dios no

comparte esta cualidad con nosotros. Solo Dios es inrinüo,

exento ele cualquier limitación ele espacio y disLmda.

Como lo formula el New Biblc DicLíonary, «Cuando deci­

mos que Dios es infinito en espíritu, llegamos a algo que

está completamente fuera del alcance de nuestra experien­

cia>>. 1

Sí, así es.

Dios es omnipresente, presente por igual en todas par­

tes. Pensemos en ello por un n1omento. No hay ningún lu­

gar donde no est( plenamente presente. t~oscMos, por otro

lado, solo podemos estar en un lugar en un momento

dado, ¡e incluso entonces no siernpre estamos totalmente

en dicho lugar!

Dios también es absolutamente existente por sí mismo y

suficiente por sí mismo. De este atributo, escribe R.C.

SprouJ:

La gran diferencia entre un ser humano y un ser .supremo

es precisamente esta: aparte de Dios, no puedo cxislir.

Aparte de mí, Dios sí existe. Dios no me necesita para ser;

yo sí lo necesito para ser. Esta es la diferencia entre lo que

llamamos un ser que existe por sí mismo y un ser depen­

diente. Nosotros somos dependientes. Somos frágiles. No

88

UN f'NFOQ\iE ESPECIA\

podemos vivir sin aire. sin agua, sin alimentos. Ningún

ser humano tiene dentro ele sí rnismo el poder de ser. La

vida se vive entre dos hospitales. Necesitamos un sistema

ele soporte desde el nacimiento hasta la muerte para que

sustente la vida. Somos como flores que se abren y luego

se marchitan y luego se desvanecen. Así es como diferi­

mos de Dios. Dios no se marchita. Dios no se desvanece.

Dios no es frágiL'

Matthew Henry lo expresó así: ''El ser humano mayor y

mejor en el mundo dice, por la gracia de Dios soy lo que

soy, pero Dios dice en forma absoluta ... Yo soy el que soy».

Al estuchar estos atributos, nos vamos dando cuenta

cada vez müs de la distancia indescriptiblemente enorme

entre nosotros y Dios. Resulta irónico que esta distancia

que nos separa ele Dios se volverá incluso más real cuando

nos situemos "más cerca" ele Dios en el cielo, como nos lo

recuerclaJonathan Edwarcls: ü.os santos en la gloria están

tan dedicados :1 la alabanza, porque tienen una humildad

perfecta, y tienen un scnt ido tan grande de la distancia

infinita entre ellos v Dios» 1 ./ - ~ .

Incluso ahora, cuanto nl<is conscientes estamos de esta

distancia y esta diferencia entre nosotros y Dios, tanto más

experimentaremos y expresaremos humildad, y diremos

con David, "Conocimiento tan maravilloso rebasa mi com­

prensión; tan sub lime es que no puedo entenderlo» (Salmo 139:6).

89

Page 49: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU~11LDAD• GRANDEZA VERDADERA

Por tanto, insto a que, en los meses venideros, nos dech­

quemos al estudio de los atributos incomunicables ele

Dios. Nada nos puede ayudar mejor a ello que la .Systema­

Uc Theologv de Wayne Cruclem. O busqucrnos la versión

abrcvictda, bajo el tílulo ele Bíblc Doctrine. En amlx1s edi­

ciones encontr~1rcrnos un capítulo sobre los atributos inco­

munic:lhlcs de Dios, hajo el subtítulo «¿En qué di líen: Dios

ele nosotros?» Leamos este capitulo y creo que tendrá un

efecto profundo en m.LCstm corazón.

ESTlJDIAR LAS DOCTRINAS DF LA GRACIA

La segunda pl)sici(ln en mi lista de ejercicios a largo pbzo:

' csludíorlos doctrinas de la gracia. btucliar las doctrinas de

b elección, el llamamiento, la justificación, la perseveran-·

cía, y el dcctt' scr:'t b humildad. ¿Por quC? Pot·que las doc­

trinas de la gnKía no dejan margen para complau.'rsc en

uno mismo, no dejan margen para el elogio propio.

Por ejemplo, Mark Wchb menciona córno la doctrina

de la elección frena el orgullo:

Dio.s phulCli dclihcr~tdamcntc la salvación de manera que:

r1adic pudiera alarck;u· Lk ella. No se limitó a organizar\;¡

de m;ulcu que se dc.salentarátllus alardes o :~e Jl"LJnluvic­

ran en un trlítlimo: ¡Lt planilkó para que el alarclc c¡ucclara

cornplct~JmL·ntc cxcluiclol Esto es precisamente lo que

consigue la elección.'

90

UN ENFOl)UE ESPECIAL

Es exactamente así.

Y lo mismo es verdad para todas las doctrinas que tie­

nen que ver con nuestra salvación. Pensemos en la doctri­

na de nuestro «llamamiento». Básicamente, 5omos cristia­

nos porque Dios nos llamó, ele manera soberana, gratuita,

misericordiosamente efectiva, no porque nosotro:,; se lo su­

plicáramos. ¡Nuestro llamamiento a ir a t;l fue precedido y

hecho posible porque nos llamó! Esto nos humilla.

O tomemos la doctrina de n ucstra «juslifkación». So­

mos justilkaclos delante ele Dios, declarados justos a sus

ojos, no debido a nuestro elesempcr1o moral sino por raz(m

del perfecto clcscmpcúo de su Hijo. Fsta es la intención

misma del evangelio, «a fin de que en su presencia nadie

pueda jactarse» ( 1 Corintios J :29). Tarnbi(:n esto nos hu­

milla.

Luego cst.~t la doctrina ele nuestra << persevcrancü:1 ». Per­

severaremos en nuestra fe hasta el fin de la vida no por

nuestras propias fuerzas, sino porque jesús nos guarda,

nos SLtstenta estrecharncnte en sus fuertes rnanos. Esto

tarnbkn nos humilla.

Nuestra salvación desde el principio hasta el fin, es en

verdad toda por gracia, y el efecto ele comprender esla gra­

cia es la humildad.

Para entender m::ís estas doctrinas, recomiendo que lean

.Savccl by Grace, de Anthony 1-Iockema.

91

Page 50: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VI0 RDADERA

ESTUDIAR LA DOCTRINA DEL PECADO

Y por fin, entre estos ejercicios a largo plazo: estudiar la

doctrina del pecado.

He oído hablar ele un rótulo en el espejo del probador

en una tiendJ por ckpartarnentos que dice, «Los objetos

vistos en el espejo pueden parecer mayores ele lo que real­

rn.ente .som>. Esta no será nuestra experiencia al estudiar la

doctrina del pecado; no pareceremos mayores de lo que

somos en realidad.

.John Owen escribe, d-!ay dos cosas que son buenas

para humillar las almas de los humanos ... Una debida re-

11exión acerca ele Dios y luego acerca ele nosotros misrnos.

Acerca de Dios, en su grandeza, gloria, santidad, poder,

majestad y autoridad; de nosotms rnismos, en nuestra con­

chción mezquina, abyecta y pecaminosa»{' Esos formarían

parle de los atributos incomunicables ele Dios, como vimos

antes. Por ello hay que estudiarlos primero.

No hay nadie que pueda ayudarnos en forma más efec­

tiva en d estudio de nuestra «conchción mezquina, abyecta

y ¡x:caminosa>> que el mismojohn Owen. Si realmente de­

seamos herir nuestro orgullo, leamos su Sin and Templa­

/ion ya sea en la versión original o en la abreviada. Puedo

recomendar también que leamos Tl1c Enemy Within:

Slraíght Talh About lhe Power and Defcat ~~f Sin de Kris

Lundgaard, que es una maravillosa introducción a los

escritos de Owen y la doctrina del pecado.

Debemos estudiar el pecado e ir tomando conciencia ele

sus formas de actuar, porque con tanta frecuencia

92

UN ENFOQUE ESPECIAL

simplemente no percibimos la presencia del pecado. ¿Por

qué es asf? Hebreos 3:13 nos adviene, ~<ninguno de uste­

des se endurezca por el engaíío del pecadO>>. La naturaleza

misma del pecado es engañar. El pecado es sutil y difícil de

discernir, en especial el pecado del orgullo. Y tiene un

efecto gradual ele endurecimiento en el alma.

El pecado tiene siempre un efecto destructor, pero con

frecuencia este efecto no resulta obvio de manera inmedia­

ta. En el curso del tiempo, sin embargo, cuando se tolera el

pecado, se produce un efecto de endurecimiento en el alma ele un cristiano genuinamente converso.

Todos conocemos en mayor o menor grado este efecto

endurecedor. Quizá nos vamos gradualmente sintiendo

menos tocados por e1 culto colectivo en nuestra iglesia lo­

cal. O hemos advenido recientemente que ha decrecido

nuestro apetito por la Sagrada Escritura. Podernos estar

rncnos sensibles al pecado, o nuestra confesión de pecados

es menos frecuente y no va acompafiada de pesar.

El efecto hnal de este endurecimiento que produce el

pecado es que la gracia ya no le resulta asombrosa al cris­

tiano. Por esta razón necesitamos permanecer cercanos a la

doctrina del pecado, porque nos ayuda a ver la presencia

del orgullo y nos protege contra sus efectos cndurecedores.

La doctrina del pecado se elaboró en concreto para esto, y

es suficientemente poderosa como para acabar con el orgu­

llo en nuestra vida por medio del poder del Espíritu Santo.

En cuanto a todos estos temas y doctrinas mencionados

en este capítulo, recordemos que no basta con solo el

93

Page 51: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD· GRANDEZA VERDADER.\

estudio. Junto con un mayor conocimiento, debe también

darse una aplicación de la verdad motivada por la gracia y

obediencia a la verdad motivada por la gracia. Solo enton­

ces experimentaremos el poder liberador de Cristo en

cuanto al pecado del orgullo.

Dos MÁS

Caso de que esta lista se esté convirtiendo en una carga pe­

sada y se piense que tocio es estudio y nada de recreo, voy a

agregar dos sugerencias únicas para contribuir a una ma­

yor focalización y concentración. Cuando no estemos estu­

diando los atributos de Dios, las doctrinas ele la gracia y la

doctrina del pecado, pongamos en práctica estos métodos

a toda prueba para cultivar b humildad y debilitar el orgu­

llo.

Primero,juguemos lo mas posible al golf Así es, golf. En

mi experiencia deportiva, no creo que haya un deporte

más diJícil o más generador ele humildad. Más bien, diga­

mos que es [humillante, porque si juegan algo de golf, ya

conocen todos esos golpes que producen risa en sus com­

pañeros y humillación en uno mismo. Nadie puede sosla­

yarlo, ni siquiera Tigcr Woods, y desde luego que yo no.

Y tengo otro más: riamos a menudo, y ricímonos a menudo

de nosotros mismos. Después ele leer Surpriscd by Laughler:

The Comic World of C.S.Lcwis de Terry Lindvall, vine a caer

en la cuenta de cuánto valoraba Lewis la risa. Inspirado por

su ejemplo, Lindvall escribe lo siguiente:

94

U N E p, f U (¿ U E E .S f' E C: 1 A L

La risa es un don divino al ser humano que es humilde. El

orgulloso no sal'c reír porque debe cuidar .sn dignicbcl;

no puede abandonarse a las sacudidas de su barriga. Pero

el hombre pobre y feliz ríe con gusto porque no k prcsla

atención a su ego.·

¿Y en el caso de cacLt uno de nosotros: ¿Litilizamns al

mé\xim~~ este d(m divino! Le agc1dczco ;J Dio~ que me he1ya

dmk, un padre con un sentido inlrccucnll' del humm,

quien me cnsei'Jó a rclnnc de rnl1nismo (v desde lucun <¡u(' J h - -

no faltaba de qué). Una y otra wz la ris~t me ha brindado

11na rnuy necesaria ayuda c11 mi h~1talla const;;~ntc contr;:t el orgullo.

Ahí están, pues: unas uuntas prácticas ··-algun~1s SlTias

otras mjs lignas---- que nos pueden ayudar a cxpcrirncntar

el gozo de una vicl~t humilde. 1\)r esto, en lo qul' nos quede

de vida, tomemos ticrnpo para estudiar los atributos de

Dios, Lts chldrinas de la gr<tcia y b doctrin;t del ¡xcad(l, y juguemos golf lo rn;is que pod:UllllS.

Y ri;'tmonos, riúntono~; de verdad. 1\>rque ;llrcdcdor

nucsl!\) abundan hts :.;itu;wil)ncs c1.imicas (A vcn:s d causa nuestra).

95

Page 52: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU MIL O A O: G R ,\N DE Z A V ERO A DE RA

Notas l. Howard Marshall, ed., et al., Ncw Biblc Dictionwy, 3rd ed,

(Downers Grove, lL: lnterVarslly Press).

2. R. C. Sproul, Onc Holy Pass ion: Thc Ccmswl!ing Thirst to Know God

(Nashville, TN: Thomas Nelson, 1989), U3.

3. Matthew flcnry's Concise Commcnta.ry on thc Wholc Biblc

(Nashvllle, TN: Nelson Relérence, 2000), comentario de I'~xodo 3.

·4. Jonathan Eclwards, "Pmise, One of the Chid Employments of

Hcaven," en Thc Worhs ofJonatlwn Edwurds, cd. Hickman

(Edinburgh: B::mner ofTruth, lCJH). 2:917.

5. Mark Webb, "What Differencc Docs Lt Makc7 A Discussion of the

Evangclical Unity of the Doctrines of Grace"

www.shilohonline.org/articks/wcbb/wdclirn.htm (consultado el 3

ele agosto del 2005).

6. john Owen, citado en J. l. Packer .. A Qucst.ftJr Godlim:ss: Thc

Puritan Vision of thc Christian Lijé (Whcaton, IL: Crossway, J 990),

1 C) 3. 7. Teny Lindvall, Surpriscd by Laughtcr: Thc Comic World ofC. S.

Lewis (Nashville, TN: Thumas Nelson, 1996),1 :30-31.

96

lDEN1~IFICAf{ EVII)ENCIAS

DE (;10\C:LA~

N,~ TlRA Cc'JMTCA cui.srcA de Carlítos comienza con Linus

acurrucado en una silla, leyendo un libro, rnicntr~•s que

Lucy estú detrás de él con una expresión divertida en la cara.

-----Es muy cxtraiio -le dice Lucy------. Solo de mirarte su­

cede.

---¿Sucede qué? -pregunta L.i.nus.

Lucy responde con t ranc¡uilidad:

-----Siento que me brota la crítica.

¿Cuán a menudo sentimos lo mismo cuando miramos

de cerca a los que nos rodean? La verdad es que esta es la

tendencia que todos tenemos :1parte ele la gracia.

En Orgullo y prejuicio dc.Janc Austcn, se dcscrtbe a uno

de los persom\jes principales, el Sr. Da rey, como una per­

sona que «nunca mira a una mujer sino es para encontrar

un defecto».

Page 53: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: c;RANDEZA VERDADERA

¿Con qué frecuencia actuamos como Lucy o el Sr.

Darcy? ¿Criticamos con frecuencia a otros7 ¿Miramos a

quienes nos rodean solo para encontrar un defecto tras

otro? Esta tendencia del orgullo es un hábito muy arraiga­

do en muchos de nosotros que hemos sembrado semillas

ele exalución pro¡!ia a lo largo de los años.

Por esta razón e] siguiente elemt:nto en mi lista es una

práctica tan importante para cultivar la humildad: identifi··

car evidencias de gracia en otros. Esto implica buscar de

manera activa formas en que Dios está actuando en las

vidas de otras personas.

EL EJEMPLO DE PABLO

L<-1 prúclict de identificar evidencias de gracia en otros se ba

adoptado sobre Lodo a partir de lo que se describe en los nueve

prirncros wrsículos de la primera carta de Pablo a los Corin­

tios. Creo que no hay día en que no inlluya en mí este [XNtjc.

Lo que vemos en d de la actitud compasiva de T\1hlo ha·

cia la iglesia de Corinto y su sincero aFecto por los creyen­

tes es una demostración profunda de la gracia de Dios, y

Ltlilizo esta palabra con toda intención y ele manera enfáti­

ca. Encuentro que la actitud de Pablo es extraordinaria.

Es probable que ninguna de las otras iglesias ~1 las que

Pablo había servido tuviera una necesidad más acuciantc

de cambio que la de Corinto. Esta i.glesia era algo especial.

Pensemos en la lista de problemas que Pablo tuvo que

abordar en su carta.

98

IDENTifiCAR EVIDENCIAS DE GRACIA

Habla de un error doctrinal grave en el que habían caído

los corintios al apartarse ele la centralidad ele la cruz para

dejarse seducir por sabiduría humana.

Se refiere a divisiones dentro de la iglesia que habían

conducido a que surgieran cuatro facciones, todas bs cua­

les requerfan corrección.

Alude a una forma de inmoralidad en medio de ellos

que horrorizaría a los mismos paganos pero que solo gene­

raba tolerancia de parte ck la iglesia de Corinto, tolerancia

de la que se sienten orgullosos.

Los corintios L:1mbién constituían un grupo al que les

gustaba pleitear, como nos lo sugiere la advertencia de

Pablo.

También ofrece esta hiriente valoración de sus reuniones

colectivas: «sus reuniones traen más perjuicio que benefi­

cio» ( l Corinllos 1 1: 17). Cuando los corintins se reunían

para la Cena del Seüor, algunos de ellos estaban borrachos.

Entre tanto, la iglesia en Corinto también había enten­

dido mal y utilizado mal los dones del Espíritu, de lo que

Pablo tiene que ocuparse por extenso.

Y encima de t,)do esto, había en esta iglesia una amplia

oposición a Pahll) rnisrno y a su autoridad apostólica. Ya es

lo bastante difícil dirigir una iglesia tan inmadura como

esta; ¡cuánto más exigente se debe ser cuando la iglesia que

uno dirige se resiste con fuerza a la autoridad de uno!

Y con todo, en las primeras frases de la carta, Pablo mani­

fiesta un afecto profundo por esta iglesia que encuentro ex­

traordinario. Les dice, «Siempre doy gracias a Dios por

99

Page 54: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

ustedes». ¿Por qué? «Pues él, en Cristo jesús, les ha dado su

gracia» O :4). Pablo reconoce evidencias de gracia entre los

corintios, y por esta razón da gracias a Dios por ellos sin cesar.

LA CEGUERA DEL ORGULLO

En lo personal, nunca hubiera querido estar involucrado

en esa iglesia. Y de haber sido responsable por su creci­

miento espiritual y obligado a escribirles una cana, dudo

que hubiera comenzado diciendo, «siempre doy gracias a

Dios por ustedes».

¿Por qué? Porque soy orgulloso. Y solo los humildes

pueden identificar ele manera consistente evidencia de gra­

cia en otros que necesitan cambiar. Es algo de lo que es in­

capaz el orgulloso y el que se cree justo.

Pero Pablo, en su humildad, vio a los corintios desde

una perspectiva divina, y permitió que esta perspectiva ele­

terminara su actitud hacia ellos. Y quisiera decir con la au-·

toriclad de la palabra ele Dios que todos nosotros debernos

tener esta misma perspectiva hacia los creyentes alrededor

nuestro. Después ele todo, si Pablo pudo encontrar eviden­

cias de gracia abundante incluso en la iglesia en Corinto,

¿qué excusa posible podríamos tener por no encontrar

evidencia ele gracia en nuestros hermanos cristianos?

lOO

IDENTIFICAR EVIDENCIAS fH GRACIA

IDENTIFICAR EVlDENCIAS DE GRACIA

¿Dónde encontramos e identificamos estas evidencias de

gracia? Y ¿cómo las reconoceremos cuando las veamos?

Deberíamos comenzar con lo siguiente: familiaricémo­

nos a fondo con la lista del fruto del Espíritu: ''amor, alegría,

paz, paciencia, amahi.lidad, bondad, fidelidad, humildad y

dominio propio» (Gálatas 5:22-23). Impongámonos como

práctica observar cómo el Espíritu manifiesta estos rasgos en

las vidas que vemos en nuestro entorno.

De igual modo, farniliaricC:monos con las listas ele los do­

nes del Espíritu (ver Romanos 12:6--8; 1 Corintios 12:8-10 y

12:28; Efesios 4:11; 1 Pedro 4:11) y observemos cómo el

Espíritu dota a los creyentes para que ensefíen, dirijan y sir­

van. Y recordemos que estas listas no son exhaustivas sino

solo una muestra de los dones que el Espíritu provee.

Cuando nos Lnniliaricernos con el fruto del Espíritu y

con los clones del Espíritu y aprendamos a reconocer su ma­

nifestación, ¡de repente tonJaremos conciencia ele que Dios

actúa en Loclas partes! No importa donde miremos, encon­

traremos evidencias de la actividad de Dios, evidencias de

gracia. QuC: gozo y privilegio es discernir esta actividad en

las vidas ele aquellos a quienes amamos y por quienes nos

preocupamos y recordarles cómo Dios actúa en sus vidas.

101

Page 55: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD· CRANDEZA VERDiiDER'\

MOLDEANDO ESTA PERSPECTIVA DIVINA

¿Qué elementos moldearon b perspectiva divina de Pablo,

de manera que sus ojo$ se abrieran totalmente para valorar

las evidencias de gracia en las vidas ele los corintios?

Nótese primero que Pablo utiliza tres veces 1a palabra

llamados en los versículos iniciales de l Corintios. Nos re­

cuerda la iniciativa de Dios; todos somos llamados. Somos

llamados a la santidad y llamados a la comunión con

Cristo.

Sinclair Fcgurson comenta que llamados es una de las

descripciones más !recuentes del cristiano con una solapa­

labra en la Escritura. Al utilizarla, Pablo está reconociendo

y afirmando sobre todo la gracia soberana de Dios y nos re­

cuerda su actividad previa. Dios actuó en nosotros antes de

que le responcliC'ramos.

Pablo nunca minimiza o deja ele lado la responsabilidad

humana. Pero se hace him:apiC~ y se enl'atiz:t, tanto en sus

escritos como en toda la Biblia, b soberanía de Dios y de

ella proviene su llamamiento, su requerimiento divino al

que debemos responder. La explicación l'undamcntal de

nuestra conversión no se encuentra en que l'ué:ramos m;\s

sabios o moralmente superiores a otros en saber escoger a

Dios, sino que Dios escogió tener misericordia de nosotros

e intervino en nuestra vida, revelando la nccesicbd que te­

níamos del evangelio que nos ofrecía. Nuestra salvación se

debe por completo a la gracia soberana ele Dios.

Puedo estar total y personalmente de acuerdo con estas

palabras de Charles Spurgeon:

102

[DE"!TIF!CAR EVIDENCIAS DE CRACIA

Creo en la doctrina de la elección, porque tengo la certeza

ele que, si Dios no me hubiera escogido, yo nunca lo hu­

biera escogido a él; y estoy seguro ele que me escogió an­

tes de que nacier::t, o si no, nunca me hubiera escogido

más adelante; y debe haberme elegido por razones que

desconozco, porque nunca pude encontrar en mí ningu­

na razón de por qu(: l u vo que poner sus ojos en mí con un

arnor cspccial. 1

Porque en el caso de Spurgcon, en el mío y en el de

cualquiera de los lectores, al pensar en nuestra conversión

y tratar de explicar total y sinceramente cómo se produjo,

debe salir a la luz este hecho. Fuimos llamados. La acción

previa de Dios nos condujo a donde estarnos hoy.

Lo mismo puede decir~;c con toda verdad de todos los

creyentes con los qut~ nos cruzarnos. Debemos rccorcbr

que Dios ha actuado previarncntc sobre esas personas. Esta

es la perspectiva divina con b que debernos comenzar, o

de lo contrario nos sobrcvcndr:t la tentación de buscar en

los otros sus ddectos en lugar de evidencias de gracia en

sus vidas.

Pablo sabía que los corintios habían sido llamados. Sa­

bía que esta iglesia era creación de Dios. Y Pablo estaba

más consciente de esta actividad previa de Dios que ele los

fallos presentes de los cristianos. Este hecho mantuvo a Pa­

blo compartiendo su fe en el cambio y la necesidad ele per­

severancia en el proceso, y lo que sustentó a Pablo puede

sustentarnos también a todos nosotros.

103

Page 56: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

¡-¡ U Jvl I L D A fl G R A N D f: l A V E R D A D E R A

DIOS ESTÁ ACTUANDO

El llamamiento de Dios en las vidas de los creyentes signifi­

ca que Dios ha estado actuando en ellos, y las evidencias de

la grada ponen de manifiesto que está actuando en el pre­

sente. Y motivaremos a otros por gracia cuando perciba­

mos dt)nde y cómo está actuando en sus vidas y con

humildad se lo hagamos saber.

Necesitan saberlo porque, con demasiada frecuencia,

no están conscientes de ello. Dcmasiaclos cristianos están

mucho más conscientes ele la ausencia de Dios que ele su

presencia, y están más conscientes del pecado que de la

graoa.

Dios estcí actuando. Motivamos a otros por gracia cuan­

do los ayudamos a verlo, y uno de los gozos mayores que

podemos experimentar es verlos llegar a esta toma de

conciencia.

En demasiados casos, su comprensión de la actividad

de Dios se ha ido reduciendo a lo espectacular, y piensan

que Io espectacular es algo que le sucede solo a otros, nun-·

ca a ellos mismos. Por esto neccsiL<J!TlOS estudiar la extensa

obra del Espíritu para así poder reconocer su actividad en

las Yidas de otros y sef1alárselo. Por ejemplo, algunas de las

mayores manücstacioncs ele poder que he visto se lucieron

presentes en personas que sufrlan mucho sin quejarse.

Esto es poder espiritual que procuro que comprendan,

ayudándoles a entender que su respuesta no es simple­

mente su disposición o temperamento naturales; ¡es el po-­

der de Dios en acción' Si él no estuviera actuando, sin duda

10-+

) D E N "! 1 f í L. ,\ R 1' \' 1 [)E 1'< C 1 A S Ll E L; R A C. 1 .\

que estarían amargados y enojados con Dios en medio del

sufrimiento que padecen.

Descubrir que Dios está actuando no significa negar o

desestimar la responsabilidad humana. Pero debernos bus­

car esta responsabilidad en nuestra IJropia vida, y enseñar­

la y promoverla en otros, precisamente porque Dios está

actuando, tal como Pablo nos dice: «Lleven a cabo su sal­

vación con temor y temblor, pues Dios es quien produce en

ustedes tanto el querer corno ell1acer para que se cumpla

su buena voluntad'' (Filipenses 2: J 2·- L3). Este «temor y

temblon' abarca la actitud piadosa de humildad; incluye d

temor de agraviar y ofender a nuestro Padre amoroso y

santo, y la conciencia de nuestra responsabilidad final ante

él. Nuestra búsqueda consciente de la obediencia y el cre­

cimiento en religiosidad no es algo que ernprenc.lcmo:;; con

confianza en nosotros mismos, sirw como expresión ele

humilde dependencia del Dios que est;,'\ actuando.

LA FlDELIDAD DE DIOS

El segundo componente de la perspectiva divina es la con­

fianza de Pablo en la fidelidad de Dios.

He ahí una iglesia que lo que menos tenía era solidez e

inocencia, pero Pal;lo les asegura que el Sef1or «les man­

tendrá firmes hasta el fin, para que sean irreprochables en

el día de nuestro SeñorJcsucristo» (l Corintios 1:8). Pablo

tiene confianza total en el futuro de esta iglesia.

105

Page 57: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

Debido a mi orgullo, nunca hubiera podido tener esa

conllanza en cuanto a los corintios. Sabiendo lo débiles

que eran, y con cuánta razón merecían reproches, ¿cómo

pudo Pablo decir semejantes cosas? Las pudo decir solo

debido al funclamemo de su confianza.

Las siguientes palabras de Pablo son estas: «Piel es Dios,

quien los ha llamado a tener comunión con su T-fijo Jesu­

cristo, nuestro Seüon> (v.9). Es la misma conFianza quePa­

blo expresó en estas palabras di rígidas a la iglesia en

Filipos: «Estoy convencido ele esto; el que comenzó tan

buena obra en ustedes la irá perfeccionando l1asta d día de

Cristo jesús» (Filipenses 1:6). Y en la práctica de la humil­

dad, esa tiene que ser también la verdadera base ele nuestra

confianza respecto a otros: la fidchdad de Dios.

EN NUESTRAS :FAMILIAS

Solo cuando valorarnos las evidencias de gracia en las vidas

de otros podremos ser en verdad electivos en ayudar a que

se produzca el ajuste y el crecimiento en nuestras familias,

en nuestra iglesia y en las vidas ele todos los creyentes con

los que interactuamos. Solo con esta perspectiva divina po·­

dcmos experimentar fe en el cambio, así como perseveran­

cia en el proceso.

¿Qué se puede decir de nuestras familias? ¿Qué se puede

decir del cónyuge? Cuando interactúa con uno, ¿de qué está

más consciente nuestro cónyuge, de evidencias de gracia

106

l l1 E 'i l 1 F 1 C A R 1' \' 1 ll E N C 1 ,\ S 1 l le e; R ;\ e 1 A

que ha advertido o de la necesidad ele e:m1bio y crecimien­to?

En mi labor como consejero, cuando me encuentro con

una pareja que está pasando por algún conllicto sin resol­

ver en su rnatrirnonio, a veces comienzo pidiendo a ambos

cónyuges que mencionen evidencias de gracia que hayan

observado en b vida ele la otra persona. Si ninguno de los

dos acierta a hacerlo, entonces ya l1c idcnlificaclo el proble­

ma fundamental: uno o ambos son amargados y santurro­

nes. Para CJUC haya esperanza de poder resolver el conrlicto

que experimentan, su perspectiva requiere ajuste.

¿Y qué decir de los hijos? ¿Cuündo fue la última vez que

en forma concreta y sincera mencionó a su hijo una evi­

dencia de gracia que haya observado en su vida? Si ha pasa­

do más de una semana, ha sido clcmasiaclo. Algo hay que

cambiar y algo que hay que esperar lograr.

Si no somos constantes en estimular, tengamos la segu­

ridad ele que al l'inalllcgarcmos a exasperarlo. Pero si so­

rnos constantes, entonces, cuando llegue el momento para

una corrección necesaria, que sin ducb llegará, d ajuste

ser;i mucho más efectivo porque el entorno que habremos

creado no estará centrado en la corrección sino en la gracia.

EN NUESTRA ICLESIA

¿Y qué se puede decir ele las personas en nuestra iglesia?

¿Tenderían a vernos como solo otro que trata ele encontrar

fa1tas7 ¿O nos conocen como algttien que de manera activa

107

Page 58: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

llama la atención acerca de las evidencias de la acción amo­

rosa de Dios en sus vidas y en las de la iglesia?

En su comentario de l Corintios, David Prior pone ele

relieve el valioso ejemplo ele Pablo en relación con la forma

en que vemos hoy a nuestras iglesias:

Pablo mira a la iglesia de Corinto como es en Cristo jesús

anLes de mirar ninguna oLra cosa que pueda darse en la

iglesia. Esta declaración disciplinada de k rara vez se en­

cucnLra en las iglesias lucalcs; se examinan los defectos y

hay quejas por eLlos, pero con rrecuencia no existe una vi­

sión de lo que Dios ya ha hecho en Cristo.

¿Somos personas que nos apresuramos a tomar nota ele

los defectos de nuestra iglesia pero que somos mucho más

lentos para contemplar la obra ele Dios?

Como práctica útil al dirigir grupos pequci1os en nues­

tra iglesia, con frecuencia he escogido a uno de los presen­

tes y pedido a cada uno de los otros miembros clel grupo

que iclent.1fiquen una evidencia de gracia que hayan visto

en la vida de esa persona. Est.o puede resultar alentador,

porque es sorprendente con qué frecuencia los creyentes

no están conscientes del avance concreto que están logran­

do, incluso avance que resulta obvio a todos los demás.

108

IDENTIFICAR EVIDENCIAS DE GRACIA

LA PREOCUPACIC)N CORRECTA

Mortificamos el orgullo y cultivamos la humildad cuando

identiCic:amos evidencias de gracia en quienes nos rodean,

evidencias de las que tomamos conciencia solo por medio

de una perspectiva divina que reconoce la obra activa ele

Dios y su llamamiento en nuestras vidas y que pone plena

confianza en su fidelidad en completar la obra que ha co­

menzado. Sin esta perspectiva, siempre tenderemos a ser

críticos y pesimistas en nuestra actitud hacia otros.

No me entiendan rnal: No es que debamos descntcnclcr­

nos o pasar por alto la necesidad ele corrección, en especial

en cómo los padres se relacionan con sus hijos y en cómo

los helercs ele la iglesia se relacionan con la iglesia. Pero

ninguna corrección será efectiva a no ser que la utilicemos

con una perspectiva divina de aquellos a quienes corregi­

mos, porque nuestro corazón no estar;] lleno de afecto por

ellos o ele una fe renovacb en el cambio por su bien. Y sin

duela percibirán esa carencia en nuestro corazón.

Imitemos, pues, el ejemplo humilde de Pablo y preocu­

pémonos de la perspectiva divina que hace posible que

sintamos un profundo afecto por otros y que el servicio y el

ministerio que les brindemos sea efectivo. Y en el proceso,

estaremos cultivando hurnildacl genuina, un corazón más

preocupado por la gloria de Dios que por la propia, y más

dedicado a servir a otros que a uno mismo. Esta es en

verdad la posición de humildad que Dios busca.

109

Page 59: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

Notas l. Charles Spurgeon, "'A Ddense ol Calvinism,"

www.spurgcon.org/calvinis.htm (consultado el 3 de agosto del

2005)

2. David Prior, Thc Message of 1 Corinlllians: Lijé in 1/re Local Cllunh

(Duwncrs Crovc, IL: lntc:rVarsity Prcss, 1985), 2.)

llO

N 1 J. l/\:-.u DE este siguiente elemento en rni 1 isLa, es ti­

mulm a otros cadu ella y lodos los dios, nada es m;\s

i rnportantc e¡ u e nues\ ras palabras

¿Nos damos cuenta ele que, en promedio, cada uno ele

nosotros emite unas veinticinco mil palabras por día? Mi

t:ütirnu libro no contenía tantas palabras. Todos los días

sale de nw'stra boca una gran cantidad de palabras que tic-·

nen un impacto en quienes nos rodean. Pero ¿cuánto ele

este caudal cumple con el propósito que Dios quiso para

nuestro habla7 ¿Cuánto de ello rcfkp orgullo, y no una hu­

mildad basada en el evangelio'!

PALABRAS CON PODER Y PROPC)SlTO

Nuestras palabras son poderosas. Nuestras palabras impor­

tan. «En la lengua hay poder de vida y muerte» (Proverbios

18:21). Dios mismo es quien nos ha dado esta fuerza e [m­

portancia a nuestra comunicación verbal. Y ha dotado

Page 60: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU1YilLDAD: c;RANDI:Zi\ VERD,\DERA

nuestro lenguaje con semejante poder con un propósito

primordial. ¿Nos darnos cuenta de cuál es este pmpósito?

En un pasaje breve pero profundo, Pablo nos ofrece una

profunda comprensión acerca de nuestras palabras y del

fin que Dios les ha establecido, cuál es y, desde luego, lo

que no es:

Evilcn toda cnnvcrsacic\n nh.scena. Por el contrario, c¡ue

sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean

ele benclicic'm para quienes escuchan (Efesios 1+:29).

Adviértase la aplicación exhaustiva que tiene este rnan··

elato para nuestro lenguaje: eviten ... por el contrarío. Hay

una cierta clase de lenguaje que nunca debería salir de

nuestra boca, y otra clase que debería estar presente en

todo lo que decimos. Así de arnplio es en realidad el alcan-­

ce de este mandato. Pablo utiliza un con.trastc para ense­

ñarnos; este versículo es una al"i rmación ele «no esto/sino

aquellO>>, ntostrándonos con claridad las clases de palabras

que Dios nos prol1íbc así come) las clases de palabras que

exige.

PAL.ABI~AS QUE PRODUCEN DESALIENTO

El lenguaje que se prohíbe es la «conversación obscena».

¿Sabemos qut~ es esta clase de conversación? Sin duela que

sí. Es una tentación y tendencia cotidiana en todos noso­

tros.

112

[\IIMl'L,\R A ClTRL!S

La palabra obscena, que corrompe, es la mism.a que se

utiliza para denotar lo que estropea o deteriora los alimen­

tos. Las palabras que corrompen producen putrefacción;

son palabras que engendran muerte y no palabras que

transmiten vida. Dios en este pasaje nos prohíbe con sabi­

duría toda palabra que vaya en detrimento ele otros, pab­

bras que mancillan a alguien, palabras que enemistan o

degradan.

Esto se da en formas negativas de lenguaje contra las

que Pablo ya ha escrito en esta carta, incluyendo la i<menti­

nt'' (Efesios 4:25), <<calunltüas» ("1-:31) y vulgaridades

(5:·4). Pero ahora cun la expresión «conversación obscena»

introduce una categoría más ampha. Se refiere a cualquier

comunicación que impide el crecimiento en piedad, todo

lenguaje que impide que se cultiven relaciones bondado­

sas; toda palabra que tenga un efecLO mortífero o entorpe­

cedor en d alrna de otro.

Estas palabras corruptas por naturaleza penetran y se

expanden, y «agravian al Espíritu Santm> ( 4:30). Por tanto,

no se permite ningt:m lenguaje de esta clase. Entre los cre­

yentes y sus familias en la iglesia ele jesucristo, no tiene que

haber ningww comunicación que genere ninguna clase ele

deterioro, [en ninguna forma, en ningún momento, por

parte de nadie.

Desde la perspectiva de Dios, ¿cuántas de las veinticin­

co mil palabras que emitimos cada día podrían considerar­

se como palabras corrompidas?

113

Page 61: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: CRANDEZA VERDADERA

PAlABRAS QUE EDIHCAN

Además de ponernos sobre aviso acerca del lenguaje malo,

Dios también nos da un mandato positivo en Efesios 4:29.

Nuestras palabras deben comunicar aliento. Nuestra pala·­

bra ba de ser de edificación, debe ser "buena para la nece­

saria edificación» Y esto se aplica a todo lo que hablamos.

Se nos ordena más en concreto que comuniquemos <<solo»

lo que edifica.

<'Cuáles son las palabras que echlican!

Comcncunos por lo que no son. No son simplemente

palalmts corteses. Este versículo no exhorta a la amabilidad

o protocolo social. Y desde luego que no habla de halagar o

de palabras supcrlkialcs o de cumplidos que se centran en

las personas y tratan de adularlas.

Las palabras que en verdad eclilkan son las que revelan

el carácter y las pronlt:sas y la actividad ele Dios. Son pala-·

bras que se centran en la cruz, palabras que identifican la

presencia activa de Dios, y palabras que comunican las cvi-·

ciencias de gracia que observamos en otros. Son palabras

que brotan ele un corazón humilde.

Se nos rnanda que comuniquemos solo palabras como

estas, que son buenas para cdil'icarnos mutuamente. ¡Qué

manclatn tan rragrante! ¡Qu(: privilegio!

Como la Escritura nos habla de que Dios actúa en todas

las almas que han sido en verdad regeneradas, tenemos

este gozo de presentar a todos los crisrianos, en nuestro

mundo de relaciones, cómo percibimos que Dios está ac­

tuando en sus vidas. Podemos entrar en sus vidas,

114

EST!Ml;LAR A OTRO~

discernir cómo Dios está presente y actuando en ellas, y

luego ¡celebrarlo! Y así dejamos un alma que ha sido edifi­

cada y fortalecida.

Esto es nuestro privilegio y también nuestra responsabi­

lidad, porque lo que tenemos ante nosotros es en concreto

un mandato. Es un mandato para que hablemos palabras

que alienten y cdi!"iquen. Pero hay todavía algo más en

todo esto.

PAlABRAS APROPIADAS

Pablo nos cnsel'la que el efecto de las palabras apropiadas

es el aliento, porque son necesarias para la persona a la que

tratamos de servir, <<a los oyentes».

Para poder ele manera efectiva animar o edificar a una

persona, ante todo debemos saber algo acerca de la misma,

lo cual se consigue por medio del estudio de la persona,

haciendo preguntas y escuchando con atención. Esto es lo

que haremos si tratarnos ele servir ele verdad a otros con

nuestras palabras y no simplemente impresionarlos. A par­

tir de lo que sabemos acerca de otros, estamos en condicio­

nes ele responder a esta pregunta: ¿Qué necesitan en estos

momentos? ¿Consejos? ¿Exhortación? ¿Advertencia? ¿Con­

suelo? ¿Perdón? ¿O todo lo dicho?

En 1 Tesalonicenses 5:14, Pablo insta a que «amom·s­

ten a los holgazanes, estimulen a los desanimados, ayu­

den a los débiles y sean pacientes con todos». De modo

que debemos hablar con cuidado. Debemos discernir:

llS

Page 62: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

¿son ociosos7 ¿son de poco ánimo7 ¿son débiles7 Porque

sería poco prudente amonestar al débil, y también lo sería

ayudar a los ociosos. Así pues, ¿cuáles son sus circunstan­

cias actuales? ¿Están pasando por una prueba de adversidad

o de prospericlac17 ¿En qué fase ele la vida se encuentran?

Sea cual fuere su situación, hay algo que podemos decir

para darles ánimo.

EXHORTARSE MUTUAMENTE A DIARIO

Se nos dice en Hebreos 3:12-13, «Cuidcnse, hermanos, de

que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e

incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. Más bien,

mi en tras dure ese "hoy", anímense unos a otros cada el fa,

para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño

del pecado».

Las palabras apropiadas y oportunas que edifican in­

cluí rán con frecuencia palabras que exhortan, palabras que

ayudan a que otros se cuiden del pecado. Y tenernos que

hablar ele esta forma a diario. Debe ser constante, no oca­

sional, porque el pecado está constantemente activo, no en

forma ocasional.

Al hacerlo, estamos ante todo y por encima de todo res­

petando la autoridad y la prirnacía de la Palabra ele Dios y

la importancia ele la obediencia a 1a Palabra de Dios. Se tra­

ta de una descripción de la rendición ele cuentas según la

Biblia. Debemos rendir cuentas primero y sobre todo no

unos a otros sino a Dios. Al cuidar los corazones unos de

116

ESTIMULAR A OTROS

otros en contra de los engall.os del pecado, estamos tratan­

do de respetar la importancia ele la Palabra de Dios, por­

que, en última instancia, somos responsables ante él. En

este contexto, 1a práctica de protegerse unos a otros es sin

duda una práctica bíblica. Es un don ele Dios, un medio vi­

tal de experimentar su gracia para protegerse frente al en­

gaiío del pecado.

También es muy intcrpersonal. Nos dice el pasaje de

Hebreos, <<exhortaos unos a otros cada día» El pasaje no

describe la actividad de predicar o ele ministerin pastoral.

No quiero quitarle importancia a la predicación y al minis­

terio pastoral. Ambos no son opcionales, sino esenciales. Y

si la predicación y el n1.inistcrio pastoral son efectivos, el

resultado será una iglesia en la que los creyentes protegen

los corazones unos de otros en una interacción y una im­

plicación cruciales mutuas habida cuenta de la presencia,

inlluencia y engatio del pecado. Protegerse es algo perso·· na l.

En la Sagrada Escritura, Dios no se limita a describir

nuestro problema básico. Nos indica una práctica para su­

perarlo. En este pasaje nos dice, ,,como vuestro Padre,

quiero protegerlos contra el engall.o del pecado y de sus

efectos cndurecedores. Por esto por mi gracia, he escogido

a mi iglesia y establecido esta práctica de que se hablen

unos con otros para protegerse mutuamente».

Necesitamos esta ayuda, y la necesitamos cada día.

117

Page 63: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

H U M J l_ D ,; D- e; R A N DE Z A V E R DAD ERA

P/\LAI3RAS CON PROPC)SITO

Por último, en Efesios "1·:29 Pablo ordena que nuestra co­

municac1ún verbal tenga siempre un propósito, y el propó­

sito correcto es «dar gracia a los oyentes>>. El propósito

bíbliu) de toda conversación que sostengamos, en toda ·in-­

teracción personal, es que la persona que nos escuche rcci­

b<l gracü

Todos necesitamos b gracia. No hay nadie que conoz­

camos que no necesite rnás y más. Y Dios ha establecido su

iglesia de tal modo que, cuando estamos juntos en una

gnm asamblea colectiva o en un grupo pequeño o incluso

en una convcrsaci<'ln c~1sual, ¡;ociemos recibir gracia y tam­

hil~n comunicar gracia por medio del intercambio de pala­

bras que edifican y son apropiadas.

Tudas las conversaciones tienen esta capacidad. Por ello

clchcrnos orar, <Óchor, ayúclmTJC a di:sccmir qué clase de

gracia necesita esta personen. A quienes son legalistas o se

sienten conclcn~ldos, deseamos ayudarlos a que penetre en

sus allllas la gracia que _justilka. A quienes luchan con un

pecado que los acosa, deseamos aportar gracia que santil"i-­

c;:t. J\ quienes sufren, deseamos aportar gracia que consue­

la. J\ quienes se sienten cansados, clescanws rdrcscar sus

almas con gracia que sustenta. Y la lista sigue y sigue.

Por medio de todas y cada una de las interacciones, por

,_'asuales que sean, por breves que sean, deseo impartir gra­

cia por medio ele mis palabras, porque este es el propósito

de Dios al otorgarnos el don del habla. Y, en decto,

118

E:iTIMI:LAI< A ClTHOS

tenemos la promesa de Dios en este pasaje de que cuando

nuestras palabras edifican y son apropiadas, darán gracia.

Por esto hemos ele preguntarnos: ¿Es este el efecto de mi

habla en los otros? ¿Es esta su experiencia común en nues­

tras conversaciones? Experimentan gracia en mis palabras

y debido a ellas/

CUANDO SE TRATA DE CORRECII<

Esta norma tie1w una importancia especial cuando se trata

de corregir. Antes de corregir a alguien, debo prepararme

para ello pregunt<indome, ¿Cómo puede esta corrección

dar gracia? Esto no quiere decir que evitemos corregir o

que en b corrección adornemos las palabras. Pero debe­

mos prepararnos para dar gracia cuando corregimos, y de­

bemos comunicar esperanza en rncdio de In corrección.

¿Cómo?

Así es como: Nunca corregir sin recordarle a la persona,

en algún momento, el evangelio. Toda conversación que

incluya corrección también debe inc:luir el evangelio, por­

que la corrección bíblica resulta incompleta aparte del

evangelio.

No hace mucho tuve que corregir a mi hijo, y como ya

era tarde para llegar a un compromiso ya adquirido, solo

dispuse de tm breve momento para hacerlo. Carolyn estu­

vo presente observando la situación, y más tarde me dijo

que hubo algo inusual en mi interacción con mi hijo: «No

te oí decir nada acerca del evangelim>.

119

Page 64: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HLJM\LDAD GRANDEZA VERDADERA

Tenía razón. Había llamado la atención de mi hijo acer­

ca del hecho que había violado una norma moral sin intro­

ducir ele algún modo el evangelio y sin darle esperanza.

Este lenguaje no fue apropiado, a la luz ele Efesios 4:29; fue

una corrección inaceptable.

El hecho es que no debería resultarme dihcil incorporar

el evangelil1 cuando corrijo a mi hijo, porque quien loco­

rrige es el peor pecador que conoce, y el que está corrigien­

do no querría en modo alguno ser corregido sin que

alguien le diera esperanza. Y la esperanza siempre se en­

cuentra en el evangelio.

EXAMINEMOS NUESTRAS PALABRAS, DESCUBRAMOS

NUESTRO CORAZ()N

En IJ.s correcciones o en cualquier clase de comunicación

con otros, cuando examinamos nuestras palabras descu­

briremos nuestro corazón. Sinclair Ferguson escribe que

nuestro empleo ele la lengua «es la bisagra gracias a la cual

se mantiene abierta la puerta ele nuestra alma para revelar

nuestro espíritu. De hecho, nuestras palabras son como

muchos periodistas que se apresuran a enviar sus informes

acerca ele la condición de nuestra alma».1

¿Qué revelan nuestras palabras acerca de nucst ro espiri­

Lu? ¿Qué informes están enviando nuestras palabras en

cuanto a Lt condición de nuestra alma7

Según lo entiendo, el habla corrompida es fruto del or·­

gullo y manifestación del mismo, en tanto que las palabras

120

ESTIMULAR A <lTROS

que edifican son fruto de corazones a los que el evangelio

ha transformado y evidencia ele que el evangelio ha humi­

llado un corazón. Solo el humilde puede preocuparse de

manera genuina por edificar y animar a otros.

En mi experiencia, cuando las palabras que cchlican es­

tán ausentes tambi<~ll suele estar presente el orgullo y el

sentirse buenos, porque quienes son orgullosos también se

preocupan de si rnismos y piensan demasiado bien de si

mismos como para preocuparse por edificar a otros o para

ser sensibles a las verdaderas necesidades ele ellos. Son los

humildes los perspicaces, los hábiles en discernir la obra

ele Dios en otros porque se prcocupart por dios y desean

servirlos.

Por esto aconsejo que aprcndarnos de memoria Efesios

4:29 y meditemos sobre sus palabras, para que esté: presen­

te en nuestras muchas conversaciones día tras clía. Reco­

mendaría leer acerca de este tema el rne_jor lihro que

conozco que es War ¡~f Words de Paul David Tripp.

Volvamos a experimentar el poder y potencial translor­

madores de este mandato y promesa, ele modo que un por­

centaje cada vez mayor ele nuestras veinticinco mil

palabras diarias sirvan para edificar almas, transformar vi­

das, palabras de ánimo que glorifiquen a Dios.

121

Page 65: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

lJIJMILDAD· CRANDEZA VERDADERA

Notas 1. Sindmr Fcrguson, 'Thc Powcr of thc Tonguc," 'Tablct<.~lk Junc

llJ97,4'5.

122

LA C()R_REC~CIC)N

1\ I\11~;,/UITl/\ llL 1.'\ 1 IUMIIl\\Ll no puede ser un l.':il unzo

aislado. Por esta razón, b práctica siguicnk, ínvilur y

buscar la corrcccíon, ocupa un lug;u· destacado y \'ÍLd en

mi lista ele formas ele mortificar el OI)!,uJl,) y ndtivar la hu­

nrilchd. Ll orguiiP no solo destruye, L;Hnhicn cng~u·n Ll pc­

c;Hio. con su pudcr cngar'toso Cl)l1 mt.ll:ha lrcnt,'nt.'i;\ 111.'s

ciq~J. sin que llt-gucmos a tom;n Ullll:Ít~nci;~ de ckl.cctus

que otros ven nm L:larillad

Tornemos, por ejemplo, el hornbrc que SL' clcscrihL: en

en b siguin1tc hist,)ria con l<t que me cncnntr(:

Sentado con mi lamilia en una cafetería locaL noL<'

que una llWSa cercana b ocupahJ un h(nnbrc muy

bien vestido. Su traje de Armani y camis;1 muy bien

planchada armonizaban muy bien con nn<\ corbata

impact~mte. Sus zapatos puntiagudos estabzm muy

Page 66: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

bien 1 ustrados. Iba muy bien peinado con todos los

cabellos en su lugar, y el bigote estaba muy bien cui-

cbclo. Estaba sentado a solas comiéndose una rosquilla y

parecía estar preparándose para alguna reunión. Re­

visaba unos papeles, parecía algo nervioso, pues mi­

raba con frecuencia su reloj Rolex. Era obvio que le

esperaba una importante reunión.

Se levantó y lo vi cómo se alisaba la corbata y se

iba preparando para irse.

De inmediato rne eh cuenta de que le colgaba ele

su bien nüdado bigote un residuo de queso crema.

Estab;l a punto de enfrentarse con el mundo, vestido

con suma elegancia, con queso crema en la cara.

Pc11sé en la reunión de negocios a la que estaba a

punto de asistir. ¿Quién se lo mencionaría? ¿Debería

decírselo yui ¿Qué pasaría si nadie se ll) mencionaba?'

¿Pensamos que tenemos una iclea clara ele en qué áreas

de nucsna vida está actuando el orgulln? ¿Estamos seguros

ele que entendemos bien en qué situación nos encontramos

en cuanto a la hurnildacl? Es muy probable que no seamos

como aquel hombre elegantemente vestido, bien peinado y

seguro ele sí mismo, ¡pero con una mota de queso crema en

el bigote'

124

INVITAR Y BUSCAR LA CCJRRECCION

UN MOMENTO DE MI VIDA CON QUESO CREMA

Permítamne contarles un momento de mi vida en el que

hubo queso crema, una de las experiencias de esta clase

que me han ayudado a convencerme de que no hay ningún

pecado más engañoso que el orgullo.

Formo parte de un grupo de rendición de cuentas con

hombres que se preocu¡xm por mi alma y velan por ella.

E~n una reunión con estos hermanos, les contaba que había

idcntilicado un patrón de pecado en mi vida la semana an­

terior. Había torna<.lo conciencia de este pecado y me había

sentido culpable, y se lo babia confesado a Dios y había re­

cibido su perdón. Ahora deseaba también informar a esas

personas, para luego seguir adelante, porque había otro

punto concreto que me estaba preoCLtpando y quería anali­

zar con ellos.

Pero al ir describiendo en detalle mi pecado ele la se­

mana anterior, mis amigos comenzaron a hacer preguntas

cuidadosas y penetrantes acerca del problema básico de­

tr:ts del pecado. Les afirme' que el problema básico era ob­

vio: L~ra el orgullo. Incluso me adentré en una breve

exposición acerca del orgullo, y luego hice saber a los her­

manos que deseaba pasar a otra cosa que creía que era más

importante y más grave. Estoy seguro de que mi voz

transmitía cierto grado de irritación.

Pero los hermanos tenían más preguntas. Querían hacer

algunas observaciones. Y comenzaron a clesafiarme a mirar

más en prorundidad el patrón de pecado que había mos­

trado la semana previa.

125

Page 67: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

H\..'MILDAD. GRANDEZA VERDADERA

Volví a sentirme irritado. Daba por sentado que enten­

día muy bien ese pecado concreto. ¿Por qué estábamos de­

dicando tanto tiempo a algo que yo ya había entendido?

Esencialmente, había queso crema en todo mi rostro, y

no me daba cuenta. Mi pecado subyacente me había enga­

üaclo. Estaba ciego. No lo veía ni lo pocHa ver. Pero ellos sí

lo vieron con claridad.

En mi orgullo, pensaba que nadie entendía mi corazón

tan bien como yo. Pero IJ. Escritura no sustenta semejante

conclusión. De hecho, la P<lbbra de Dios me dice, «No,

CJ , d pecado es sutil, el pecado es cngM'íoso y el pecado te

ciega. Y necesitas que otros te ayuden para poder entender

tu corazón>>.

Por la gracia de Dios, porque q uicnes estaban sentados

a mi alrededor en esa sala eran verdaderos arnigos que se

preocupaban por mí y no me Lenían temor, y persevera­

ron. Aunque yo era arrogante, no solo por asumir que en­

tendía a cahaliclad mi pecado y su causa büsica, sino

también en mi renuencia a analizarlo más en profundidad,

esos hombres perseveraron en su amabilidad. Y solo debi­

do a su cordialidad y perseverancia y solo por la gracia de

Dios, por !in sí capk hasta quC: punto mi pecado rnc babia

cngaüado. Vi que mi confianza acerca de conocer a fondo

mi alma en esa situación, y en asumir que no necesitaba

que los ojos de nadie mús la examinara, era de hecho el

colmo ele la arrogancia.

Me estaban protegiendo el corazón y ayudando a ver la

verdadera dimensión de mi pecado. Pensé que ya me había

126

1 N V 1 T A R Y HU S e A R L.\ el' R RE e e 1 0 1\'

quitado el queso crema ele mi rostro y que había desapare­

cido, pero me estaban diciendo con roela sinceridad, «No

ha desaparecido; ¡lo estamos viendo! Y te lo decimos

¡1orquc te am;mws».

AYUDA PAI<.A NUESTT<A CEGUERA

La dura realidad es que todos tenernos queso crema en la

car;t; de hecho, estcrnos u no conscientcs de ello, en estos

monwntos tenemos qut:so crcrna en la c::lr;t. Los dcm;is lo

ven con claridad. Y ncccsi1<1mo.s .su ayuda para idcntiCicar su presencia.

En su libro lnsLrumcrlls in llw Rcdcemer's l-lmuls, l'aul

David Tripp comenta, «La pcrccpcic)n que tengo de rni

rntsmo es tan correcta como un cspc¡o ele carnavah>. Luego

agrega, «Si quiero vcnnc con clJrici<Kl, necesito colocar dc­

Lmtc ele mí. el espejo ele la Palabra de Dios». Me11ciona que

Hebreos 3: 12--1-:; «cnscJia de manera clara que[;¡ perspec-­

tiva acerca de uno rnismo es producto de Lt comunidad» y

cxpliu1 por qut: no pudnnos alc;mzar esta perspectiva pie-·

na por nosotros mismos: «Corno en utd<t uno de nosutros

todavía hay remanentes ele pecado, tendremos bolsas ele

ceguera espiritual ... La Biblia dice que podemos ser espi­

ritualmente ciegos y con todo pensar que podemos ver muy bien»}

Esto es lo que mis amigos encontraron en mí ese día . 1

bolsas de ceguera espiritual. Estaba ciego, pero en mi arro-

gancia y para vergüenza mía penstS. que podía ver muy

127

Page 68: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU M! LOAD: GRAN DEJA VERDAD ERA

bien. «incluso nos sentimos ofendidos», agrega Tripp,

«Cuando las personas actúan como si nos vieran mejor que

como nosotros mismos nos vemos».' Así era exactamente

yo.

Sin la ayuda de otros para que me pueda ver con clari­

dad, prestaré atención a rnis propios argum.entos, creeré en

mis propias mentiras y aceptaré mis propias ilusiones.

Olvidaré la advertenc:la ele Dios: <<Al necio le parece bien lo

que emprende, pero el sabio atiende al consejo» (Prover-

bios 12:15).

lNCLUSO ESTAR CON OTROS NO ES SLJF;[ClENTE

Uno se puede estar reuniendo con regLÜariclad con otros

para compaflerismo bíblico y rendición de cuentas, pero

hacer esto no es sufi.ciente en sí rnismo y por sí mismo. Es

vital, pero no basta. Formar parte regular de un grupo así,

sin eluda que incrementa la posibilidad y el pott>ncial de ser

obediente a la Palabra de Dios y aplicarla, pero no g<uanti­

za la obediencia. Sé por experiencia personal que es posi­

ble asistir a una reunión en la que otros confiesan su

pecado, en la que otros aceptan y responden a la repren­

sión, y sm embargo no seguir su ejemplo.

Espero que todos nos estemos reuniendo con otros para

compaüerismo y rendición de cuentas, pero, por favor, se­

pamos que para que esto sea un medio para recibir gracia y

crecer en nuestra vida, se requieren dos cosas como expre­

sión de nuestra fe.

128

INV!TAR Y BUSCAR LA CORRECClÓN

Primera, reconocer con humildad que necesitamos a

otros. Estoy convencido ele que dejado a mí misrno, si trato

ele crecer por mí mismo, mi discernimiento del pecado

dentro de mí será deficiente, y por ello solo lograré un cre­

cimiento limitado en religiosidad. Por esta razón necesito

la atención y la corrección de mi cónyuge y ele los miem­

bros de mi grupo y por lo mismo debo buscar esa atención

y esa corrección suyas .. Todos neccsitanws ayuda. No po­

demos vigilarnos de manera efectiva por nosotros mismos;

necesitamos los ojos perspicaces de otros.

El segundo requisito para un cornpallcrisrno y rendición

ele cuentas dcctivos en grupo pcqucl'io es que debernos par­

ticipar ele manera humilde y decidida. No asumamos que

con solo asistir a un grupo, con solo relacionarse con quie­

nes son religi.osos, estamos ya agradando a Dios y crccicn··

do en religiosidad. Esto es un cngafío.

Debemos procurar una participación humilde y decidi­

da, y esto significa confesar de manera regular nuestro pe­

cado y también invitar y ver con buenos ojos la corrección

de parte ele otros, en particular cuando nos reunimos para

ese preciso propósito.

Si estarnos en un grupo pequeüo para cornpaüerismo y

rendición de cuentas, ¿estamos participando de manera

humilde y decidida o nos contentamos con observar?

¿Estamos ele hecho esperando eludir cualquier corrección?

¿Sentimos un cierto alivio malsano cuando nuestro pecado

ha pasado desapercibido 7 ¿Informarnos de manera regular a

129

Page 69: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

otros de nuestras tentaciones y pecados, o les presentamos

una versión corregida y halagadora de nosotros mismos?

Para ayudar a que nos evaluemos, me permito sugerir

que hablemos con nuestro cónyuge y con otras personas

cercanas para hacerles preguntas como estas:

¿Confieso mi pecado de manera coherente?

¿ Conjicso casos concretos de pecado y no solo categorías

generales o referencias generales al pecado?

¿Les resulta fácil a otros corregirme?

¿Conocen otros las áreas de tentación en mi vida en la

actualidad?

¿Conocen los patrones más destacados de pecado en mi

vida en la actualidad?

Por favor, no me entiendan mal. No estoy atribuyendo

infalibilidad a las observaciones ele otros. Pero ¿tenemos fe

suficiente de saber que la gracia de Dios dará a quienes nos

son más cercanos perspectivas de nuestra alma que no po­

demos percibir por nosotros mismos? ¿Tenemos fe en que

Dios utilizará a otros para revelarnos nuestra alma y nues­

tro pecado?

EL CONOCIMIENTO NO BASTA

Otra razón ele por qué necesitamos la ayuda de otros es

aseguramos que aplicamos la verdad que conocemos.

Aunque el conocimiento ele la Escritura es fundamental y

no opcional, por si mismo nunca resulta suficiente. Como

nos lo recuerda Santiago, «No se contenten solo con

130

escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos.

Llévenla a la práctica» (Santiago l :22). El estudio de la hu­

mildad bíblica proporciona el potencial de lograr avances

importantes en religiosidad, progreso que resulta evidente

a todos y beneficia a todos, pero que también puede con­

ducir a un engaüo propio progresivo.

En su comentario sobre Santiago, Peter Davids escribe:

Por muy vasto que sea nuestro conocimiento ele las Escri­

turas, o por sorprendente que sea la memoria ele uno, si

esto es Lodo lo c¡ue se tiene es enganarsc a uno mismo. El

verdadero conocimiento es el preludio a la acción, y es la

obediencia a la Palabra lo que al final cucma+

El simple conocimiento de la Escritura no es la cima; es

solo el preludio a una obediencia activa. Esta verdad se

contiene en las palabras de nuestro Salvador: «¿Entienden

esto? Dichosos serán si lo ponen en práctica» Quan 13: 17).

¡No es nada complicado! Solo la obediencia es sufi­

ciente. Solo nuestra obediencia motivada pm la gracia y la

aplicación ele lo que cnseila la Sagrada Escritura pueden

producir crecimiento en religiosidad.

LA LUCHA INTERIOR NUNCA ACABr'\

La doctrina bíblica del pecado nos recuerda que el pecado

que mora dentro nuestro permanece, y está activo, es hos­

til a la gracia y hostil a la búsqueda de religiosidad. «¿Con

131

Page 70: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

l!UMILDAD. GRANDEZA VERD,\DERA

qué frecuencia», escribe Kris Lunclgaard en The Enemy

Withín, «pensamos en el hecho ele que llevamos con noso­

tros a un acompañante mortífero?» .. ,

Pablo nos recuerda la realidad ele este adversario inter­

no mortífero:

Porque esta [la naturaleza pecaminosa] desea lo que es

contrario al Espíritu, y el Espíritu desea lo que es cllntra­

rio a ella Los dos se oponen entre .sí, de modo que uste­

des no puedan hacer lo que quieren (Cálatas ':í:l7).

Está claro que esto no se refiere a una descripción del

corazón humano antes ele la conversión, sino a una des­

cripción ele la lucha C[LlC se establece dentro del corazón y

la vida regenerados después de la conversión. La oposición

cotidiana de la carne es algo que debemos asumir que está

actuando en nosotros, sobre todo cuando nos dedicamos a

crecer por gracia en religiosidad.

john Owcn nos advierte de manera penetrante:

No hay nada que hagamos por Dios a lo que el pecado no

se oponga. Y cuanta más espiritualidad o santidad haya

en lo que hacemos, tanto mayor es la enemistad a ello. Así

pue.s, los que más buscan a Dios experimentan la oposi­

ción más violenta.''

A medida que vamos creciendo en nuestro deseo de

Dios, iremos constatando que la oposición del pecado no

132

INVITAR Y BUSCAR LA CORRECCICJN

disminuye sino que más bien se intensinca. ¿Espermnos

esa oposición cada vez mayor:> ¿Estamos conscientes ele

ella? Por esto se nos manda que nos vigilemos de cerca.

Que vigilemos nuestro corazón y lo estudiemos a la som­

bra de la cruz como medio para proteger nuestro corazón

contra la presencia y oposición diarias del pecado. Si no

vigilamos, será inevitable que nos debilitemos.

Al ir madurando personalmente, al ir madurando nues­

tras fa mi has y al ir madurando nuestras iglesias, necesitamos

más, y no menos, b doctrina del pecado; y necesitamos se­

guir creciendo en una comprensión adecuada de esta doc­

trina y en aplicarla.

Estemos seguros de que esto no es menos así porque

seamos pastores o maestros u obreros del ministerio. No

hay ningún privilegio en la relación con el pecado solo por

ser pastores. No hay ninguna excepción en el ministerio en

cuanto a la oposición de la carne. Solo hay una mayor res-·

ponsabiliclad ele oponerse al pecado y de debilitar la carne,

corno ejemplo para el rebal'i.o.

SIEMPI\E NECESITAMC>S AYUDA

john Owen mencionaba que aunque cada uno de nosotros

podemos ser competentes en una serie de áreas, nunca es

así con respecto a discernir nuestro pecado. Por nosotros

mismos, ninguno de nosotros llegaremos nunca a ser com­

petentes en reconocer nuestro pecado. Siempre necesitare­

mos ayuda.

133

Page 71: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

No olvidemos nunca que otros ven lo que nosotros no

vemos. Donde estamos ciegos al pecado, su visión a menu­

do es veinte-veinte. Y por la gracia ele Dios pueden aportar

claridad para ayudar a protegernos contra los efectos enclu­

receclores del pecado. Otros pueden exhortarnos, alent<J.r­

nos y corrcgi rnos. Son un don ele Dios en nuestra lucha

contra el pecado. Y nunca llegmnos a no necesitarlo. Nunca.

Y no nos sintamos incómodos cuanch) las observaciones

ele un amigo pueden no ser el lOO por cien certeras. He

descubierto que hay algo de verdad que a veces se puede

extraer incluso de críticas del enemigo. La lmmildad no

nos exige precisión matemática en los insumos de otra per­

sona; la humildad se coloca de manera que pueda recibir la

gracia de Dios provenga ele donde provenga.

Por esta razón debemos animarnos a acudir <1 otros para

invitarlos a que e;-.:aminen nuestra vida. Dig<imoslcs, «Deseo

que tus ojos comprensivos se lijen en mi alma. Necesito tu

ayuda. ¿Dónde ves queso crema?» Y tambkn debemos ani­

marnos a acudir a otros para presentarles nuestras observa­

ciones. Hay que hacerlo con la seguridad de que, en última

instancia, hay quien nos guarda, nuestro Salvador mismo.

Nos guardará de hecho y hará que su obra en nosotros lle-·

gue a su culminación en el día ele jesucristo.

l34

lNVJTAR Y BUSCA~ LA CORRECCIClN

Notas

1.. Atribuido al Pastor james R. Needham en una Jlustraoón del 2004,

Lomacb de www.prcachmgtocbycom.

2. Paul Dav1cl Tripp, Instrumcnts in thc Rcdeemer\ Hands (Philhps­

burg, NJ P&R, 2002), '5"1.

3. !bid.

4. Pctcr H. Davids, New Tntcrnational Bíblica/ Commmtwy:Jww~s,

vol. J 5 (Peabo<.ly MA: Hcncl rickson, 1989), "f l.

'5. l<ris !.undgaarcl, Tite Encmy Within (Phillipshurg, N.J: I\'SrR, 1 998), 32.

6. John Owcn, Sin cmd Tcmptation: Tlw Cltallcngc o(Pcrsonal God/i­

ncss, cd. Dr. Jm1cs M. Hnustnn lMi nncapol is, MN: 13ct han y Housc

Publishcrs, 1996), \8.

135

Page 72: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

RESPONDER

CON. riUMILDAD

ANTE lAS PRUEBAS

UJZA u PUNTO EN MJ LJST/1 que resulta más duro para

la mayoría ele las personas, el que afecta de manera

más profunda, el que parece más difícil de cumplir, y el

que con mayor rapidez provoca la respuesta «es más fácil

ele decir que ele hacer», es este: responder con humildad

ante las pruebas.

Para ayudar a superar esta dificultad, deseo que nos si­

tuemos, con la ayuda ele la Sagrada Escritura, en la presen­

cia de alguien para quien la vida no tenía sentido, alguien

cuyo horizonte anunciaba un sufrimiento atroz y horrible

para sí mismo y para el pueblo de Dios, y quien, a pesar ele

ello, descubrió una perspectiva divina en cuanto al sufri­

miento y las pruebas, perspectiva que lo transformó de

Page 73: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

manera radical con lo que dejó ele quejarse siempre y de

cuestionarlo todo para postrarse lleno de fe ante Dios.

SUFRIMIENTO INEVITABLE

Para ayudarnos a hacer nuestra esta perspectiva divina, si­

tuémonos ante la presencia ele Habacuc. Tuve el privilegio

ele pasar muchas horas con este profeta, y ha sido en ver­

dad una experiencia que produce humildad.

Creo que todos necesitarnos escuchar con suma aten­

ción a Habacuc para poder emular su ejemplo cuando las

circunstancias con las que nos enfrentemos parezcan con­

tradecir el carácter y las promesas ele Dios. Y ckjenme ser

muy claro al respecto: en algún momento de nuestra vida,

nos encontraremos con circunstancias que parecen contra­

decir el carácter y las promesas de Dios, si es que no ha su­

cedido ya. En algún momento en el futuro, la vida parecerá

no tener sentido.

En diferente grado, el sufrimiento es inevitable para to­

dos nosotros. En su libro How Long, O Lord, D.ACarson

nos recuerda ele manera lúcida, «La verdad es que lo único

que tenemos que hacer es vivir bastante y suli·irernos>>.

Esta es la dura realidad.

Carson dice luego, «No pensamos en el tema del mal y

del sufrimiento todo lo que deberíamos hasta que nos en­

contramos ante alguna tragedia». 1 En realidad, deberíamos

tratar ele desarrollar con antelación una teología del sufri­

miento, para así estar preparados para sufrir y perseverar

138

RFSPONDER CON HUMILDAD ANTE LAS PR\:EBAS

mientras lo estemos experimentando. Porque la pregunta

crucial no es si sufriremos o no, sino cómo responderemos

cuando suframos.

Habacuc, corno alguien que ha pensado mucbo en el

tema del mal y del sufrimiento, nos puede ser de mucha

ayuda. Permitió que su punto ele vista fuera rnodihcado

para no seguir viviendo con falsas expectativas Fue trans­

formado por una perspectiva divina que lo preparó para

un sufrimiento mucho mayor que es probable que ningu­

no ele nosotros vayamos a experimentar.

Quizá nos encontremos en este momento envueltos en

una tragedia. Quizá en este momento alguien haya experi­

mentado algún sufrimiento que otros no hayamos vivido.

De ser así, Habacuc quisiera decirles a esas personas una

palabra para consolarlos y fortalecerlos. Y si en la actuali­

dad no estamos sufriendo, l-bbacuc querría preparamos

para lo inevitable.

CONFUNDIDO Y QUEJOSO

Cuando nos encontramos con Habacuc: por primera vez,

escuchamos a un profeta piadoso pero conJunchdo, que se

queja a Dios, ''¿)lasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda

sin que tú me escuches?» (flabacuc l :2a).

Se siente confundido porque, al mirar en torno suyo al

pueblo de Dios que lo rodea, ve una apostasía y desobe­

diencia desenfrenadas, que parece que Dios tolera. «¿Hasta

cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos

l39

Page 74: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

salves?» (Habacuc 1:2b). Acusa a Dios de inactividad

mientras que «el impío acosa al justo» y «las sentencias

que se dictan son injustas» (1:4).

Debemos recordar, llegados a este punto, que el Santo

no tenía ninguna obligación de responder a ninguna de las

quejas de HabacllC, que también era pecador. Pero Dios sí

responde. Le l1ace saber a Habacuc que tiene toda la i nten­

ciém de disciplinar a su pueblo, pero no en la forma en que.

Habacuc lo hubiera podido prever. El instrumento para

castigar y purificar a su pueblo e¡ u e Dios piensa u ti !izar es

enviar una fuerza invasora ele los babilonios (calcleos), una

naci.ón orgullosa, implacable e impía.

Esto resulta en verdad una sacudida para el sistema teo­

lógico de Habacuc. El profeta se horroriza. ¿Cómo puede

Dios utilizar un medio tan profano para disciplinar a su

pueblo?

Las quejas de H.abacuc continúan. Le pregunta a Dios,

«¿Por qué entonces toleras a los traidores? ¿Por qué guar­

das silencio mientras los impíos se tragan a los justosh>

(1: 13). Una vez más acusa a Dios ele no mantener sus es­

tándares de santidad y justicia. El plan de Dios parece que

no corresponde ni a su carácter ni a sus promesas.

Dios responde ele nuevo, y su respuesta es una expre­

sión todavía mayor de su misericordia para con Habacuc y

para con cada uno de nosotros. Es una respuesta que trans­

formará a Habacuc, un cambio que se nos presentará en

toda su amplitud a todos nosotros en el resto de este breve

libro, y que es sumamente pertinente para cada uno de

140

RESPONDER CON HUM\LDAD ANTE LAS PRUEBAS

nosotros que nos hemos apartado del pecado para confiar

en el Salvador, Jesucristo.

La primera parte de la respuesta de Dios se centra en

esta afirmación: ,,e] justo vivirá por su fe» (2:4), que cons·­

tituye buenas nuevas para todos nosotros. La fe en Dios es

la clave para alcanzar una perspectiva divina ante circuns­

tancias desconcertantes y preocupantes.

Segundo, r-labacuc aprende ele Dios que el camino de

los orgullosos en última instancia no prevalecerá, sean es­

tos israelitas o babilonios. Los propósitos ele Dios en últi·­

rna instancia prevalecerán y se cumplirán: «se llenará la

tierra del conocimiento ele la gloria del SEÑOR» (2: 14).

La respuesta de Dios al profeta llega entonces a su punto

culminante con estas maravillosas palabras: «el SEÑOR est:'i

en su santo templo; ¡guarde toda la tierra silencio en su

presencia'» (2:20).

[:ste encuentro transforma el corazón ele Habacuc delan­

te de Dios. Porque al comienzo dd capítulo tercero y último

de este breve l.ibro, el profeta con el que nos encontramos

ya no se parece en ruda al hombre que vimos en los capítu­

los J y 2. Ha sido transformado y ha pasado de cuestionar a

orar, de la confusión a la certeza y de sentirse perplejo a

conhar plenamente en Dios.

¡Qué sorpresa' Se ha producido un cambio enorme en

la disposición del corazón de Habacuc, aunque no han me­

jorado en nada sus circunstancias. Nada ha cambiado, y

con tocio, para el corazón de Habacuc todo ha cambiado.

Ya no se siente orgulloso; su alma ya no está inflada. Por el

141

Page 75: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD· GRANDEZA VERDADERA

contrario, está confiando humildemente en Dios. Una vez

Dios le ha comunicado que el justo vive por su fe, Habacuc

se ha convertido en un ejemplo y en la personificación ele

esa verdad. De hecho la jé es por lo que vive.

Estas características ele su transformación se manifies­

tan con claridad en d capitulo 3, y representan tres sef1ales

distintivas de todo aquel que en verdad se humilla delante

ele Dios. Esa persona (l) ora delante de Dios, (2) espera en

Dios y (3) se regocija en Dios. Hahacuc nos muestra las

tres.

0RAC1ÚN CENTRADA 1~N DIOS

1\clvit~rtasc b inmediata declaración con la que comienza el

capítulo 3: <<Oración del profeta Halxtcuc». Habacuc no si­

gue cuestionando a Dios, sino que de manera hunlildc y

apropiada ora a Dios.

Y obs<:~rvcsc el contenido de su oración. No se centra en

sus propias necesidades o en su confltsión o en sus quejas

por los malvados o los babilonios; antes bien, en forma in·­

cuestionable y clccidicla se centra en Dios. <'Set1or, he sabi­

do de tu lama; tus obras, Sciíor, me dejan pasmado» (3:2).

Habacuc ha pasado a preocuparse por Dios, y ahora

siente pasión por la actividad y propósito de Dios en la his­

toria: «Tus obras, Seüor, me dejan pasmado. Realízalas de

nuevo en nuestros días, dalas a conocer en nuestro

tiempo» (3:2).

142

R E S P O N D E R C O N 11 11 ¡, 1 1 1 1 ' \ 11 ·\ 1 1 1 1 ., 1· 1 · 1 1 1 1: , ' ,

Habac:uc ha recibido confirmación de qm: sulrira 1 )Í()'.

ha dejado bien claro que los babilonios invadirán y que no

habrá a donde huir ni donde refugiarse. Habacuc, junto

con todo el pueblo de Dios, sufrirá. Pero, ¿en qué consiste,

según este mismo versículo, la oración ele Habacuc? «Señor

... en tu ira, ten presente tu misericordia» (3:2). Su súplica

de misericordia se centra en una oración para que se cum­

plan los propósitos de Dios.

CENTRADO EN LA SALVACI()N,

NO EN EL SUFRIMIENTO

En todo lo que resta ele la oración de Habacuc en este capí ..

tulo, vigoriza su re por medio ele un repaso histórico de los

eventos decisivos en la historia de b salvación de Israel,

con énfasis en clt'xodo. Reconoce c(mw Dios se ha enfren ..

tado en la historia con una serie de enemigos de lsracl, y

afirma su convencimiento de que Dios en su momento ac­

tuarú en forma decidida para liberar a su pueblo, ''saliste a

liberar a tu pueblo, saliste a salvar a tu ungidO>> (3:1 3).

Nótese sobre todo el comienzo eni~Hico de este recuer­

do de la obra salvadora de Dios: " ... viene Dios ... » (3:3).

Habacuc ya no ve a Dios como descuidando su respuesta a

su pueblo. ¡No, Dios vino! En el pasado no ha estado sin

nacer nada. No está sin hacer nada en el presente. No esta­

rá sin hacer nada en el futuro.

¿No está acaso esta misma verdad en la entraña de nues­

tra propia historia de salvación, en la persona y obra de

143

Page 76: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMlLDAD· GRANDEZA VERDADERA

nuestro Señor? ~~cristo jesús vino al mundo a salvar a los

pecadores» (l Timoteo 1: 15). ~~ ... el Hijo del hombre

... vino ... para dar su vida en rescate por muchos» (Mateo

20:28). ,,el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que

se había perdido» (Lucas l<:J: lO).

Escuchemos el testimonio de nuestro Salvador: «Yo no

he venido a llamar a justos sino a pecadores» (Marcos

2: 17). ~~Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en

abundancia» Uuan 10: lO). ,~sali del Padre y vine al m un­

den> Unan 16:28). '<Yo soy la luz que ha venido al mundo»

(Juan 12:46). ~~Yo para esto nací, y para esto vine al mun-·

do: para dar testimonio de la verdad» (Juan 18:37). «He

vcnido, oh Dios, a hacer tu voluntacl» (Hebreos 10:7).

¡Dios ha venido a nosotros! ¡Nuestro Salvador vino!

Por esta razón, preguntémonos lo siguiente: Cuando

nos vienen la prueba y el sufrimiento, ¿en qué consiste

nuestra oración 7

Si nuestra oración es primordialmente una petición

para que el sufrimiento se alivie, entonces sepamos que

esto es bíblico. Lksde luego que no es no bíblico. En la

Escritura Dios nos exhorta a orar para obtener ayuda en

rncdio del sufrimiento (como lo hizo Pablo en 2. Corintios

12.:8). Pero en esos nwmentos, nuestras oraciones no

deberían centrarse en esto.

144

Ri.:SPC>J-.:DER CC.\; HL "lll.DAr> .\1•1 1'1 1 .\S PRUEB "

ESPERAR CON TRANQUILIDAD

Habacuc es un ejemplo convincente no solo de oración,

sino también de paciencia. Dice, «yo espero con paciencia

el día en que b calamidad venclc't sobre la nación que nos

invade» (Habacuc 3: 16). Dios ha prorncüdo disciplinar a

su pueblo Ha prornctido juzgar ::t los babilonios, y ha pro·

metido lknar la tierra con el conocimiento ele su gloria: por

consiguiente, H:thacuc esperar<\ con humildad y paciencia

el cumplirnicnto de cada una de las prorncsclS, st:an estas de

juicio o de bendición.

Recordemos que Habacuc no conocía para nada el mo­

mento que Dios había escogido para todo ello. No sal1ia ni

la hora ni el día; no sabía el mes o ni siquiera el a1io, y lo

norrnal es que nosotro5 tampoco lu sepamos. Aunque en­

contramos bs promesas de Dios en toda la Escritur~l, no se

nos dan con lecha~; ni ticrnpos cspccílicos. Por tanto, cuan·

do nuestras circunstancias van en contra del carúcter y pro­

rncsas de Dios, tenernos la tent:aci.ón de proponerle a Dios

un marco temporal y pedirle que c:utrtpla sus promesas de

acuerdo con el mismo.

El ejemplo ele Habacuc es dilúenLe. Espera con packn··

cía, y esto presupone fe. Hace falta le para esperar con tran­

quilidad algo para lo que tenenws una promesa de Dios,

pero sin fecha. ¿Qué promesas no se han curnpliclo hasta

ahora en nuestra vida? ,:Matrimonio·? ¿Embarazo? ¿Cura-­

ción? {Un ascenso o puesto concreto? ¿Salvación para un

ser amado? ¿Esperaremos, como Habacuc, con tranquili­

dad y humildad que Diós cumpla su promesa? Si Habacuc

145

Page 77: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

puede esperar con tranquilidad la acción divina a gran es­

cala en la que pensaba, entonces sin duda que nosotros po-­

demos aceptar con calma el tiempo de Dios en nuestras

vidas relativamente insignificantes.

Ojalá no se me malinterprete. Esperar no es resignarse;

esperar es una confianza activa en que Dios cumplirá su

promesa en su momento perfecto, según su propósito últi­

mo de glorificar a su Hijo.

Sí, la persona justa vivirá por !"e, y esta fe exige esperar

ALEGRARSE CON HUMILDAD

Por último, pongamos nuestros ojos y nuestra atención en

uno de los pasajes más sorprendentes y notables de toda la

Escritura, que se encuentra al final del libro de Habacuc:

Aunque la higuera nn ck renuevos,

ni haya frutos en las vides;

aunque lallc la cosecha del olivo,

y los campos no produzcan alimentos;

aunque en el aprisco no haya ovejas,

ni ganado alguno en los establos;

aun así, yo me regocijan:: en d Sctior,

¡me alegraré en Dios mi libcnaclorl

(Habacuc 3:1 7-18).

Recordemos que Habacuc no se está refiriendo a una

simple desaparición de un agradable panorama campestre.

146

RESPONDER COh HUMILDAD ANTE LAS PRl:EBAS

Lo que tiene ante los ojos es la completa destrucción de la

tierra y ele los medios ele subsistencia de su pueblo. Las cir­

cunstancias que imagina son atroces y horrorosas.

El «aunque» al comienzo de este pasaje no es hipotéti­

co; Habacuc comprende muy bien lo grave del sufrimiento

que tanto él como su tierra natal experimentarán cuando

invadan los babilonios. Signi!karú b pérdicLl no solo de to­

das las comodicbdes sino de todas las cosas necesarias, in­

cluso hasta el extremo ele que ni siquiera haya comida.

Habacuc no desconocía en modo alguno los mé.todos ele

los babilonios corno conquistadores. Saquearían todo el

país y capturarían y deportarían a las personas. Habría vio­

lencia y destrucción indiscriminadas. Esa era la realidad

con la que se enfrentaba Habacuc.

¿Y su respuesta 7

«Aun así, yo rne regocijart~ en el SCJ'\or».

Ahí está la resolución total y l'inal del conflicto que vi­

mos primero desencadenarse en el alma del profeta a par­

tir del capítulo l. Habacuc al fin se libera de una lcliciclad

superficial, cin:unstancial. La fuente y ob¡cto de su rego­

cijo es Dios mismo: «rne rcgocipré en el Señor, ¡me alegra­

ré en Dios, mi libertador!» Habacuc ha clescuhierl.o el

verdadero gozo, que trasciende cirCLmstancias y existe in­

cluso en medio de grave sufrimiento, gozo que se encuen­

tra solo en Dios. Y solo ahí es donde todos nosotros

podemos encontrar gozo en medio de nuestros sufrimien­

tos más graves.

147

Page 78: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

Sin pasar por alto la realidad del sufrimiento, flabacuc

no centró su atención en él sino que fijó su mirada en el as­

pecto más serio y crítico de la salvación. Dejó de lado las

pruebas temporales para encontrar gozo en ''Dios, mili­

bertadon>, el Dios que lo libera no solo delj uicio presente,

sino, lo que es más importante, del juicio futuro. Por esto

puede cantar.

NUESTRA RESPUESTA ANTE EL SUFRIMIENTO

Así pues, ¿de qué estamos más conscientes? ¿De nuestro

sufrimiento actual o ele nuestra salvación, esta "salvación

tan grande» (Herbreos 2:3) que es nuestra en jesucristo?

Admito que algunos puedan estar tan inmersos en dolo­

rosos sufrimientos que otros quizá no comprendamos y,

ele ser así, podrían decir, "¿Quié:ncs son ustedes para ha­

blarnos del sufrimiento:>» Si esta es la actitud que algunos

tienen, lo podemos entender.

Pero si alguien tiene esta ~lCtitud, quisiera decirles con

interés y compasión sinceros que si escuchan con cuidado

a Habacuc, es posible superarlo para aprender a encontrar

gozo en un lugar inesperado.

No estoy minimizando el sufrimiento ni el dolor de na­

die; si de algún modo pudiera pasar algún tiempo con esas

personas, creo que encontrarían en mí empatía y compa­

sión respecto a sus pruebas. Pero también deseo ayudarlos

con una perspectiva divina que provee una ayuda más sus­

tancial y tiene un efecto más transformador de la vida que

148

RESPONDER CON HUMILDAD ANTE LAS PRUEilAS

lo que se puede conseguir con la simple empatía. Si, en

medio del sufrimiento, descubren la perspectiva divina

que Habacuc experimentó, podrán llegar a vivir el mismo

cambio cataclísmico que se produjo en el corazón y vida

del profeta, cambio tan dramático que los haría irreconoci­

bles para sus amigos y familiares.

Esto es lo que aprendió Habacuc. Quienes sienten ver­

dadero gozo en medio del sufrimiento son los que recono­

cen que, en esta vida, nuestro sufrimiento nunca es tan

grande ni tan serio como nuestros pecados. Como lo escri­

bió Jonathan Eclwards, ,,cuanto menores [son] las afliccio­

nes más grandes que encontramos en este mundo ... que

lo que hemos merecido».2

Esta es una perspectiva divina

del sufrimiento. Sin importar la gravedad del sufrimiento

que experirnentamos en esta vida, siempre será menor que

lo que hemos merecido por nuestros pecados.

Así pues, ¿cómo responderemos cuando nuestras cir­

cunstancias parezcan cont radccir el car~ictcr y las promesas

de Dios:> ¿Cómo reaccionaremos cuando nos parezca que

Dios no se ocupa de nosotros, cuando parece tolerar el pe­

cado y no quiere aliviar el sufrimiento? ¿Cómo responde­

remos cuando la vida parezca no tener sentido?

¿Nos pareceremos al Habacuc de los capítulos l y 2? ¿O

seremos más como el profeta transformado al que escucha­

mos en el capítulo 3? ¿Nos quejaremos? ¿O confiaremos:>

¿Reaccionaremos ante nuestros sufrimientos con ira o re­

sentimiento o indignación, o pidiendo que Dios sea glorifi­

cado en nuestro sufrimiento y por medio del mismo?

149

Page 79: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD CRANDEZA VERDADERA

AUSENCIA DE ENOJO

Antes de continuar, pcrmítanme ilustrar el decto transfor­

mador de una perspectiva divina con una historia de la

vida de mi hermana mayor Sharon.

Hace unas cuantas navidades, reunida la familia exten­

dida para celebrar la festividad, el marido de Sharon, Davc,

mencionó algunas dificultades físicas que estaba experi­

mentando, por lo que reuní a la familia para que cmir;mws

por él Nadie imaginaba el origen o la gravedad ele los sín­

tomas que describió; en una semana le diagnosticaron que

tenía un tumor cerebral.

Se trataba de un tumor muy agresivo, como muy pronto

vinimos a saber. Después de un<l operación y de quimiote­

rapia sin éxito, al poco tiempo Davc salió del hospital y lo

trajeron a la casa donde siguió recibiendo cuidados espe­

cializados para esperar lo que ya parccia incvilable, y que

de hcd10 se produjo muy pronto. En el mes de junio

siguiente, Davc se fue a estar con d Se1íor.

Durante esas últimas semanas de vicla, colocaron la

cama de Dave en el centro ele la sala, clunde lo vinicwn a

visitar un sin número de personas que lo querían. Sharon a

menudo se sentaba junto a su ccuna y le acariciaba el cabe­

llo y, estuviera o no consciente, lo hablaba al oído, para dc­

ci rlc a su compaflero qué esposo y padre tan maravilloso

era.

En cierta ocasión, un pariente de Dave, no cristiano,

vino a visitarlo. Al observar cómo atendía Sl1aron a su es­

poso, y pensar acerca de la juventud de Dave y los hijos

150

RESPONDER CU:.l HUMILDAD ANTE LAS PR\IEBIIS

que le sobrevivirían, al parecer se apoderó de él un profun­

do enojo, enojo dirigido al Dios en quien Dave y Sharon

decían creer.

Le preguntó a Sharon, <<¡Por qué no estás enojada?»

Le miró a la cara y le respondió con la verdad del evan­

gelio: «Dave merecía el infierno por sus pecados, como tú y

yo, y sin embargo Dios, en su misericordia lo perdonó de­

bido a la vida, muerte y resurrección de jesucristo. L)avc se

va al cielcJ>>, elijo. «¿Cómo podría estar enojada con Dios

por llevárselo al ciclo?»

h1c una respuesta que estoy seguro que esa persona no

esperaba, y que dudo que la vaya a olvidar.

Después del fallecimiento de Dave, Sharon me pidió

que participara en el servicio fúnebre. Como era la costum­

bre ele mi hermana, me dijo, «Quiero que prediques el

evangelio». Preveía que iban a asistir al servicio una gran

cantidad de personas no salvas, y que se les predicara el

evangelio. me insistió, es lo que Davc hubiera deseado.

Pero puedo ahrmar que fue una de las cosas más dilíc:i­

lcs que jamás l1aya hecho. A medida que transcurría el ser­

vicio, hice todo lo que pude para no romper a llorar al ver

la presentación en video de la vida de Dave, y al escuchar a

sus hijos ele pie frente a esa gran cantidad de personas para

honrar a su padre. Luego me llegó el turno de levantarme

para presentar el evangelio, cuando lo que más deseaba era

permanecer sentado y llorar.

Pero me obligué a pararme delante ele los amigos y fa­

miliares de Dave. «La verdad», les dije, «es que preferimos

151

Page 80: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU 'vi 1 L DAD. GRANDE Z i\ V E R DA !JERA

no hacerle caso a la muerte; no nos gusta mirar a la muerte

ele frente. Pero hoy no podemos eludirlo, ¿_no es cierto? La

muerte nos está mirando cara a cara, y nos vemos forzados

<\devolverle la mirada». Les hablé de la ira de Dios y acerca

ckl Salvador que cargó sobre sus hombros esa ira para que

pecadores como ellos y yo pudiéramos recibir perdón. Y

los invité a apartarse del pecado para confiar en el Salva­

dor.

Mi hermana había demostrado de verdad la perspectiva

divina en el sufrimiento que nos sobreviene con wnta dure­

za a rnuchos de nosotros. En su grave prueba, la preocupa­

ción ck Sharon no fue su propio sufrimiento, por doloroso

y real que fuera. En vez de ello, su foco fUe la gracia de

Dios, Esa gracia, por medio del Salvador, trajo salvación a

su esposo y fortaleza para ella en medio del sufrimiento, y su preocupación era que otros esntcharan las buenas nue­

vas ele esté Salvador.

N O SOY EJEMPLO

Uno de los retos con los que me enfrento a la hora ele desa·­

rrollar este terna es que no me considero un ejemplo de su­

frimiento profundo. No estoy seguro ele haber sufrido

alguna vez en forma considerable. Y con demasiada fre­

cuencia, cuando me encuentro con una prueba incluso li­

gera, me parezco al quejoso profeta Habacuc en el capítulo

1 rnuc:ho más que lo que me parezco a él en el capítulo 3.

En lugpr de orar y preocuparme por la gloria de Dios, en

152

P F S P ()N D r R CON li U M 1 L DA l' A N T r LA S P R ¡;EllA S

lugar de buscar discernir su propósito, en lugar de irnplo­

rar que sea glorificado en mi prueba y por medio de ella.

comienzo a cuestionar, a qucjannc y a pedir que se acabe.

Así pues, no soy un ejemplo brillante en esto. En vez de

ello, me inspira el ejemplo convincente de Habacuc, y ele­

seo parecénnclc. Si este capítulo tratara de mí, no lo cstaria

escribiendo. Pno no es acerca de mí; es acerca ele Habacuc,

y, en última instancia, es acerca ele nuestro Salvador.

Porque lo que sorprende no es que ustedes y yo sufra­

mos en esta vida; lo que realmente sorprende es que é·l su­

friera en lugar nuestro. ¿Por qué el lnoccnte sufrió por

nuestros pecados·,) Es inexplicable, pero nos corresponde

aceptarlo. Las buenas nuevas es que a este mismo Inocente

le dieron muerte por pecadores corno ustedes y yo, y que

luego resucitó de entre los rnucrtos, con lo que resolvic) el

aspecto y cnnllicto más graves en nuestra vi<b.

La respuesta ele Habacuc por fe en la salvación de Dios

anticipa la promesa más total ele salvación por medio de

Cristo que podemos ver y conocer como un hecho históri­

co. Como nos lo recuerda D.A.Carson acerca de Job, otro

personaje del Antiguo Testamento que tuvo que hacer

frente a un gran sufrirnicnto, <<En la noche más oscura de

nuestra alma, tenemos algo a lo que aferrarnos que Job

nunca conocio. Conocemos a Cristo crucificado. Los cris­

tianos hemos aprendido que, cuando no parece que haya

ninguna otra evidencia del amor de Dios, no podemos

eludir la cruZ>>.'

153

Page 81: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD· GRANDEZA VERDADERA

Miramos a Cristo crucificado, y podemos regocijarnos,

conociendo la fortaleza del Sefl.or en la forma en que Haba­

cuc la describió en las. últimas [rases del libro:

El Scf10r omnipotenLe es mi ruerza, da a mis pies la ligereza

de una gacela y me hace caminar por las alturas (Habac:uc

3: L9)

Habacuc tuvo ame sí una escalada pronunciada, y lo mis­

mo ocurre en el caso ele todos nosotros. Nos enfrentarnos a

un terreno difícil, pero esas mont<.111as y lugares elevados se

pueden transformar en oportur1iclacles y ocasiones para ex­

perimentar la fuerza de Dios y perseverar en última instan·­

cia para prevalecer por gracia, como lo suplicamos con

humildad, como lo esperamos con humildad, y como nos

regocijamos en humi.ldad.

Notas .l. D. A. C::arson, How Long, O Lord' (Crand RapHis, MI.: Baker,

1991), 16, 9.

2. Jonathan Edward.s, Thc Works oUonathan Eclwards (New Haven,

CT: Yak: Univcrsity Prcss, 1997), 32.1.

3. Carson, How Long, 191.

154

UN LEGADO DE

c;RANDEZA

"Ul!A 111\N J\DVII\TIIlU que he dedicado este libro a mi

é hijo Chacl. Chad tiene doce Mios y para su padre es

fuente de profundo gozo cuando lo veo que ama al Salva­

dor, que honra a su padre y a su madre, que se preocupa

por sus hermanas y sobrinos y que sirve en la iglesia C:ovc­

nant Ldc. Al igual que mis hi¡as ya casadas, rni hijo es un

deleite para rni corazon y mi vida.

Aunque Chacl es hurnilclc en formas en que yo no lo era

a su edad, también tiene en su vicia bolsas de orgullo. Su­

pongo que era inevitable al tenerme a mí por padre. Y dcs­

pm's ele predicar el evangelio a mi hijo, nada me ha

resu ltaclo más fundamental que enseüarle la importancia y

promesa de la humildad. Pocas veces estamos juntos sin

que esto forme parte ele nuestra conversación. Para mí es

un tema prioritario.

Page 82: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

Con frecuencia, cuando estoy con Chad, pienso acerca

del futuro cuando ya no estaré con éL Lo más probable es

que yo muera antes que él, e incluso ahora, cuando pienso

acerca de ese momento ele partida y separación, se me lle­

nan de lágrimas los ojos hasta el punto que casi no veo la

pantalla ele mi computador Pero quiero preparar a Chacl

para el tiempo en que ya no estaré aquí para conversar con

él ele esos temas. Y lo que es nüs importante, deseo prepa­

rarlo para el último día, en que los dos estaremos ante la

presencia de Cristo.

PREPARARSE PARA ESE DÍA

Según mi entender, lo fundamental en la paternidad es la

preparación. Preparación para el futuro de nuestros hijos

y preparación para el día del juicio l"inal que se va acercan­

do con celeridad. Si son padres o madres, déjenmc pre­

guntar: ¿Cómo va la preparación? ¿Qué plan tienen para

preparar a sus hijos?¿ Cuál es el contenido y las metas de su

preparación? ¿Qué clase ele legado dejarán a su hijo o hija7

¿Han pensado mucho en esto? Deberían haberlo hecho.

Para que la humildad esté siempre presente en nuestras

familias e iglesias, la deben cultivar los padres y los pasto­

res y transmitirla a nuestras familias e iglesias. Por esto creo

que resulta muy apropiado que reflexionemos acerca de

este tema antes de que demos por terminado nuestro

tiempo juntos.

156

U N LE G A DO DE G ¡, ,\ N U 1' Z A

¿Recuerdan a Santiago y a juan7 Podría sorprenderles

darse cuenta de que la madre estuvo con ellos para asegu­

rarse de que sus muchachos estarían un día sentados a la

derecha y a la izquierda de Jesús en su gloria. Marcos no

menciona a la madre en su relato, pero Mateo habla de ella

en su evangelio. No solo animó a sus hijos para que le lli­

cieran esta petición al Salvador, sino que llegó ante Jesús,

se postró delante de él (¿no les hubiera encantado haber es­

tado ahí para verlo?) y le imploró, «Ordena que en tu reino

uno de estos dos hijos míos se siemc a tu dered1a y el otro a

tu izquierda» (Mateo 20:21). Tenía ambiciones para sus

hijos.

NtlESTRAS AMBlCIONES PARA NUESTROS HIJOS

Si son padres, les pido que examinen con cuidado la in­

fluencia que tienen en sus hijos y su responsabilidad res­

pecto a ellos. ¿ Qm' arnbicionan para ellos? Casi todos los

padres ambicionan algo para sus hijos, pero ¿cuántos tie­

nen ambiciones para sus hijos que son bíblicas?

¿Incluye lo que ambicionan para su hijo o hija una cier­

ta vocación o un cierto nivd ele educación? ¿Graduarse de

una universidad? ¿Reconocimiento profesional o deporti­

vo o artístico? De ser así, quisiera hacer la pregunta si­

guiente: ¿Alguna de estas ambiciones armonizan con la

verdadera grandeza tal como la define la Escritura?

Y he aquí una pregunta más importante: ¿Alguna de las

ambiciones que tienen para su hijo o hija son más

157

Page 83: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

importantes para ustedes que el cultivo de su humildad y

espíritu ele servicio, que es la base para la verdadera gran­

deza según se define en la Biblia? ¿Alguna de estas ambicio­

nes son más importantes para ustedes que el que aprendan

a servir a otros para la gloria ele Dios7 En otras palabras,

¿están más interesados en el reconocimiento temporal para

su hijo o hija que en su recompensa eterna7

En última instancia, la paternidad tiene que ver sobre

todo con preparar a nuestros hijos para el último día. Toda

la labor paterna y materna debe ser en última instancia ir

preparando al hijo o a la hija para ese dia en que se encon­

trarán delante ele Cristo para rendirle cuentas.

SER EJEMPLO PARA NUESTROS lUJOS

Como padre pecador, igual a los demás, quisiera analizar

con ustedes lo que puede significar adoptar la verdadera

grandeza como lo que arnbicionarnos para nuestros hijos.

Para ayudar a que nuestros hijos lleguen a ser verdadera­

mente graneles a los ojos de Dios, he aquí algunas reco­

mendaciones, no una lista exhaustiva, pero que espero que

les parezcan útiles.

Primero y por encima de tocio, los padres han ele ser un

ejemplo de grandeza para sus hijos. Ser modelos es antes

que enseñar. No podemos enseñar o capacitar a nuestros

hijos si no les ofrecemos un patrón o modelo que puedan

seguir. No quiero decir ser ejemplo intachable; no se trata

de perfección. Hablo tan solo de la presencia ele la gracia en

158

lJ N L E l; A D O ]) E e; R A N lJ E Z A

nuestras vidas que se suele demo5trar sirviendo a otros

para la gloria de Dios.

La enseñanza eficaz, ele hecho, implica explicar a nues­

lros hijos lo que ya ban visto en nuestras vidas a modo de

ejemplo. Ntmca deberíamos divorciar la instrucción bíbli··

ca del ejemplo personal.

Si quieren ambicionar esto para sus hijos, o sea, la ver­

dadera grandeza a los ojos de Dios, deben comenzar con el

examen de su propia vida para preguntarse, ¿Soy para mis

hijos ejemplo de verdadera grandeza corno se d(flne en la

Escritura?

DEFINIR LA VERDADEI~A GRANDEZA

PARA N1.JESTROS HT)OS

E:n segundo lugar, tambk·n tenemos que df:finir con clari­

dad para nuestros hijos la verdadera grandeza. ¿Entienden

nuestros hijos la definición bíblica de verdadera grandeza

tal como Jesús la explica en Marcos lO y t:al corno vemos

que se enscfla en otros pasajes bíblicos?

El siguiente sería un valioso ejercicio que se puede reali­

zar: Pidan a sus hijos que les digan qué significa la vercla ..

dera grandeza. En esta interacción con ellos, descubrirán si

tienen una idea bíblica de la grandeza, y ele no ser así, de­

bería explicársela. Deben enseñarles que grandeza no

equivale a éxito, o talento, o capacidad o poder o aplauso.

Equivale a espíritu de servicio. Y equivale a humildad.

159

Page 84: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HU \1 1 Ul ,\ D: C RA 1\: DE Z A \'F R D ;\ D 1' R A

He aquí algo acerca de lo cual se puede reflexionar: ¿ Có­

mo respondería su hijo o hija si otro adulto les preguntara,

«¿A quién admiran más sus padres y por qué?>> Si no csLán

seguros de la rcspucsl<t, háganles la misma pregunta a sus

hiJOS.

ENSENAR A NUESTROS HIJOS A ADMIFU\I< LA

VERDADEI<A c;RANDEZA

En tercer lugar, debemos ense11ar a.nucstros hijos a discer­

nir y adm.irar la verdadera grandeza. Esta es otra pregunta

pam sus hijos: <<¿A quién admiráis más y por crue» La res­

puesta que les clen sugerirá nmcl·w.

Nuestra cultura exalta a quienes desde luego no son

graneles a los ojos ele Dios. Y hasta cieno punto nuestros

hijos no pueden aislarse ele la influencia del rnundo. Pero,

¿saben ver rnás allá de la publicidad exagerada? rSabcn

apanar su atención de estos rabos h(:roes para admirar en

su lugar a los que son vcrdaclcrarncnte grandes scgün In

clcl"inc la 1\iblúl

Podría referirme a las innumerables formas en que

nuestra cultura adula y ensalza a quienes no lo merecen, en

especial en la Gltcgorb general de cspccLáculos, que inclu­

ye a actores, atletas y m lisicos profesionales. ¿E;sUn sus hi­

jos conform~'\ndose ele manera lenta y sutil a este mundo en

cuanto a su admiración y emulación de estos personajes?

He aquí una recomendación. Si son padres, no alaben

más que lo que alaban el carácter religioso ele sus hijos.

160

UN LEC,\Dl' DE GRANDEZA

Alabo y estimulo a mi hijo por sus logros académicos u t n >

feos deportivos, pero lo que l·estejamos de verdad en 1111

casa es solo cuando se da una demostración de humildad,

espíritu de servicio o carácter rehgioso.

¿Qué los apasiona más para sus hijos? ¿Qué festejan en

sus hijos"? ¿Cuándo son objeto de su alabanza y celebración

públic;:¡s7 Asegurémonos de que esta alabanza y celebra­

ción tengan base teológica. Asegurémonos de que estamos

realzando lo que en verdad importa a los ojos de Dios. Ase­

gurémonos ele reservar la verdadera celebración para lo

que es genuinamente grande a los ojos de Dios.

¿H(~ROES DEPORTIVOS?

Tomemos los deportes, por ejemplo. Quisiera que recor­

daran que me gustan todos los deportes. Durante toda mi

vida he practicado deportes exigentes, de modo que no es

como si yo fuera un necio incoherente que est<1 aprove­

chando una oportunidad para expresar su profundo resen­

timiento hacia quienes son atléticamcnte superiores. No se

trata de esto.

Se trata ele lo siguiente: En ningún otro lugar en nuestra

cultura se menciona con más frecuencia la palabra grande

que en el contexto de los deportes profesionales. Si viéra­

mos por Lclevisión algún juego este fin ele semana y escu­

cháramos a los comentaristas, entonces es probable que

oiríamos repetir en toda la transmisión, como un mantra,

la palabra grande: grande, grande, grande. Pero podría ser

161

Page 85: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD. GRANDEZA VERDADERA

muy bien que en ninguna parte de nuestra cultura resulte

más evidente la ausencia ele verdadera grandeza que en los

depones profesi.onales. Tengamos, pues, cuidado de no fo­

mentar en nuestros hijos una admiración excesiva por los

ele portistas profesionales o universitarios.

No me opongo, claro está., a los deportes profesionales.

Toda 111i vida he sido seguidor ele Jos Pieles Rojas de Wa­

shington, y estoy contentísimo de que haya regresado el

haseball a mi ciudad natal Cl)n el equipo W<tshington Na­

Lionals. Pero me gusta pensar que soy un alicionado con

criterio. Cuando mis hijos y yo tenemos la ocasión de ver

jwnos deportes profesionales, trato de ensei1arlcs a discer­

nir. Nunca veo unjuego en ronna pasiva (creo que nunca

hago nada con pasividad). Nunca rne limito a observar. No

solo tengo siempre listo el control remoLo para cambiar de

canal cuando comienzan con anuncios, sino que cuando a

alguien lo llaman «grande, fantástico'' por una jugada ex-·

celentc, trato de aprovechar esa oportunidad para decir,

«Bueno, hijo, ¿es esta la verdadera grandeza que se define

en la Biblia? ¿Crees que Dios se siente especialmente im··

prcsion;1do wn esa jugada?,>

¿Alguna vez se han preguntado qué piensa Dios cuando

ve todas esas celebraciones ele una supuesta grandeza en

los deportes prol"esionales? Una cosa les puedo decir con

toda certeza: No se impresiona. De sentir algo, sería al1ic­

ciém por la exageración en la celebración.

Esto no quiere decir que sea malo aplaudir, que habría

que estar viendo el juego en silencio y decirles a los hijos,

162

UN I.rc"\ ¡·,o ll 1' ,, IU.I·II> 1

«¡No aplaudan''>- Esto no es lo que trato de dcctr i\¡)Ltild')

y mis hijos aplauden, pero también trato de impartir

cliscerni miento.

HONRARA LOS PADRES

¿A quién admiran más sus hijos? ¿Quién dirían que es ver­

dackramente grande? ¿De quién hablan con más vehemen­

cia, con mayor frecuencia? ¿De quién se muestran más

entusiastas? ¿Un actor, un músico? ¿Un deportista? ¿Un

personaje político?

¿No sería preferible alguien en su iglesia? La iglesia local

está llena de personas verdaderamente graneles. Todos los

domingos en la iglesia local hay un verdadero despliegue

de verdadera grandeza en aquellos que sirven con fidelidad

a otros para la gloria de Dios. Enseñemos a nuestros hijos a

discernir y admirar ahí a la verdadera grandeza. No nos li­

mitemos a asistir en rorma pasiva al culto dominical; pre··

paremos a nuestros hijos para acudir al mismo y

ensefit~mosles a achnirar a hombres y mujeres a su alrede­

dor que son en verdad graneles.

Después del servicio dominical, hablemos con ellos

acerca ele los ejemplos que han visto. Es un buen tema de

conversación para el almuerzo del domingo, mucho mejor

que lo serían sutiles críticas del estilo y contenido del ser­

món o ele los cánticos, o críticas del aspecto o comporta­

miento de las personas que asistieron al mismo.

163

Page 86: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

Y hay todavía un lugar más cercano en donde buscar la

grandeza. Si pudiera hablar en privado con sus hijos, esto

es lo que querría decirles. Les diría, 1<Sc han dado cuenta

de que bajo el mismo techo vive con ustedes la verdadera

grandeza? La verdadera grandeza csLcí ahi bajo la forma ele

su papá y de su mamá que los están sirviendcn>.

Les diría, «Sus padres les han servido con desprendi­

miento y sin descanso, y por esto son grandes a los ojos ele

Dios ¿Son grandes a los ojos de ustedes/ Quizá admiren a

un ckponista o cantante estrella, pero esa persona no ocu­

pa un lugar mús elevado que sus padres en la lista ele

personajes famosos de Dios».

Les diría a los hijos en todas partes que su entusiasmo

por sus padres debería superar con mucho su entusiasmo

por ninguna otra persona. A nadie deberían admirar o res­

pelar más. Porque estoy seguro de que en la mayor parte de

los casos, sus padres en diferentes formas son verdadera­

mente grandes a los ojos de Dios porque sirven a olros para

la gloria suya, no solo en la casa sino también en la iglesia.

Ahí es donde se puede encontrar una y otra vez la verdade­

ra grandeza.

El mandamiento bíblico de honrar padre y madre es, en

esencia, un mandamiento de reconocer la verdadera gran­

deza. Es un mandamiento con una promesa, y es un man­

damiento sabio, porque honrar a los padres es reconocer la

verdadera grandeza. Por esto hacen muy bien los hijos en

obedecerlo.

164

U N L E e; A D (1 L1 l (, R ,~ N D E Z A

También les recordaría a sus hijos lo siguiente: «Con

toda probabilidad, un día estarán ante el ataúd que contie­

ne el cuerpo sin vida de su padre o ele su madre. Ese cita lle­

gará, es inevitable, ineludible. Y ese día sentirán un

profundo dolor, como es natural, el dolor es religioso, y el

dolor es un don. Pero algo que no quisiera que experimen­

taran ese día es arrepentimiento, pesar por no haber sabido

honrarlos, conscientes ele que ahora y;:¡ es clemJsiado tarde.

«Escuchen, pues, estén al tanto y no sean tontos. Hon­

ren la verdadera grandeza. Honren a su padre y a su madre.

Establezcan corno ambición propia que, a partir de este

mornento y hasta el instante en que se encontrarán ante su

cuerpo sin vida, les expresarán su amor y aprecio en

muchas formas creativas».

Y luego esta pregunta: «¿Saben ya sus padres que los

aman y respetan rnucho7 <;Les han oído expresarlo? Si no,

pidan a Dios que les perdone su arrogancia. Examinen el

corazón y recib;m su perdón y cambio, por la gracia, ahora

mismo Honren a sus padres, y sientan el agrado de Dios».

Esto es lo que les diría. Pero como no estoy al·1í para ha­

cerlo, si sus hijos necesitan oír estas cosas, ¿por qué no se

las dicen?

ENSEÑAR A NUESTROS HijOS A SERVIR

Mi última sugerencia a los padres es que enseflen de mane­

ra consciente a sus hijos a servir, y siempre que sea posible,

sirvan en la iglesia con sus hijos.

165

Page 87: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HIJMTLDAD. c;RANDElA VERD:\Dl'Ri\

El proposito más elevado de su ramilia es servir a la igle­

sia locaL Es cierto que una de las r<lzones ele por qué existe

la iglcsb local es para formar a su ramilia, pero este no es el

proposito final; por otro lado, el propósito final de su rami-­

lia es servir en el contexto de la iglesia local para la gloria de

Dios. La iglesia es la ramilia de Dios, y ustedes tienen el pri­

vilegio de servir en la iglesia no solo como adultos sino

también con sus hijos.

l\1r ello, si todavía no están sirviendo de alguna forma

en su iglesia, deben procmar hacerlo y desearlo. E inclu­

van a sus t1IJOS lo antes posible en servir con ustedes en

ella.

Por üilirno, si son padres, tengan la seguridad de que la

paternidad es algo a lo que Dios los ha llamado y que les ha

dado en forma personal a sus hijos tanto para el bien de

ellos umw para la santi!icación propia. Son clones de Dios,

y llcg:1n cnn toda la gracia que ustedes necesitan para pre­

parar] us para su futuro, y en parlintb r para e 1 día en que se

pn'scntar;'ul nm ellos ante Cristo. i_Quc pueden l1acer huy

petra LJUl' en CSL' clía ustedes y sus hj¡us puedan escuchar las

¡xllahr,1s << 1.\iL'll hecho»?

166

UNA ÚLTIMA

PALABRA

·e permiten pasar unos mom.cntos finales con us­

.lteclcs? Prometo que no toman~ mucho tiempo.

Antes de que nos separemos, debo recordar una vez nüs

lo que es más importante. Debo recordar al Salvador.

Como sabernos, solo Uno en toda la historia ha obedeci­

do en forma total y pcrl'ccta lo que dice lsaías 66:2. ¡Solo

Uno! ¡Solo é~l! Y lo hizo por nosotros, como nuestro repre­

sentante y en última instancia, con1o nuestro sustituto, mu-­

riendo en la cruz por los pecadores como nosotros. Solo

Uno. Y ¡solo éJI Solo Jesucristo fue siempre humilde y mm­

ca orgulloso, y lo sigue siendo, y siempre lo será.

Pablo conmemora a este ser lJnico cuando escribe:

Siendo por naturaleza Dios, [Cristol no consideró el ser

igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se

rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza ele siervo

Page 88: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD GRANDEZA VERDADERA

y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al mani­

festarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo

obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz' Por eso

Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que

está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús

se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la

tierra, y toda lengua conl'iese que Jesucristo es el Sel1or,

para gloria ele Dios Padre (Filipenses 2:6-1 1).

¡Solo él, todo por nosotros y por todos nuestros pecados'

Eso, amigos mios, es gracia asombrosa, ¡sencillamente

asombrosa!

Y debido a él ahora podemos conocer perdón de peca­

dos y li.bertad del temor de ira futura. Porque « se humilló

a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte

ele cruz!>>, podemos ahora ser reconciliados con Dios y co­

nocerlo como Padre y ya no como .Juez, y solo por causa de

esta humildad perfecta y sacrificio perfecto en la cruz por

nuestro orgullo.

Por esto, si al leer este libro se han sentido en algún

modo culpables de orgullo, o de no humillarse o de no glo­

rificar a Dios, tomemos tiempo ahora para acudir a la cruz.

Acudamos de inmediato a la cruz para recibir perdón por

este pecado ele orgullo que Dios odia.

Confesemos ele manera concreta a Aquel al que hemos

ofendido. Y recibamos perdón del Padre que nos ama.

Démosle gracias de que nos haya dado los medios y ma­

neras de debilitar el orgullo y de cultivar la humildad,

168

UNA ÚLTIMA PALABRA

incluyendo la confesión de nuestros pecados, y decimos la

verdad en lugar de prestar oído a nosotros mismos.

Digámoslc que queremos declarar la guerra al orgullo

en nuestra vida, que queremos declarar la guerra a esta ten­

dencia activa, diaria, a vernos como suficientes por noso­

tros mismos, a este deseo de vivir con independencia de él

cuando en verdad dependemos totalmente de él por cada

hálito. ¡Anunciemos y declaremos con gozo nuestra de-­

pendencia! Confesemos esto con humildad y repetidas ve­

ces por el resto de nuestra vida: «Dependo de ti. ¡no me

basto a mí mismo! Y confío en la obra de tu Hijo por mí y

en la obra de tu Espíritu dentro de mi».

«El que comenzó tan buena obra en ustedes la irá per­

feccionando hasta e1 día ele Cristo jesús» (Filipenses 1:6).

¡El Se11or ha comenzado una obra en nuestras vidas para

debilitar el orgullo y fortalecer la humildad' Y queremos

utilizar todos los medios de la gracia para acelerar este pro­

ceso santificador en nuestros corazones y vidas ele modo

que podamos ser aquellos a los que él mira, de modo que

podamos agradarte.

En última instancia, no puede darse una expansión

efectiva de nuestra misión y ministerio en nuestra vida,

ningún cumplimiento del propósito específico al que nos

ha llamado, sin que baya cultivo ele la humildad en nuestro

corazón y el debilitamiento del orgullo en nuestra vida.

Pidamos, pues, su protección, de manera que, a partir

de este momento, prestemos más atención, no menos, a la

presencia del orgullo y a la promesa ele humildad, ele

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Page 89: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

manera que, sea cual fuera el nivel de madurez alcanzado,

no quedemos más vulnerables al orgullo o al supuesto de

que nuestro crecimiento espiritual y nuestro ministerio se

han logrado con nuestro propio esfuerzo o dones.

Reconozcamos ante él, «Señor, sé que mi vida y mi mi­

nisterio son pobres. Sé que los logros alcanzados no se de­

ben a mis propias fuerzas o dones, sino que ¡todos se

deben a tu asombrosa gracia! Tú eres el Único responsable

por estos espléndidos cambios, y Le doy toda la gloria». De

esta forma, transferimos toda la gloria a él y experimenta­

mos la promesa y los deleites de la humildad.

170

CóMO DEBILITAR EL ORGlJLLO

Y CULTIVAR LA HUMILDAI)

Listrl de sugerencias

SIEMPRI:

L. iRcllcxionar acerca ele lo maravilloso de b cruz de

Cristo

AL COMENZAR CADA DIA:

2. Comenzar el día reconociendo nuestra dependencia

de Dios y la necesiclacl que tenemos de e:~l

3. Comenzar el día expresando gratitud a Dios.

'f. Practicar las disciplinas espirituales: oración, estudio

de la Palabra de Dios, ador~tción. lbccrlo de forrna

consistente cada día y al finalizar el día, de ser posi­

ble. 15. Aprovechar el tiempo que toma desplazarse al trahaj(J

para memorizar y meditar acerca ele la Escritura

6. Dejar nuestras preocupaciones en sus manos, porque

él cuida de nosotros.

AL. FlNAL.lZAR CADA DÍA:

7. Al terminar el día, ceder toda la gloria a Dios.

171

Page 90: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

HUMILDAD: GRANDEZA VERDADERA

8. Antes de acostarse, recibir el don del sueüo de parte

de Dios y reconocer el propósito que tiene para nues­

tro sueno.

PUNTOS ESPECIALES EN LOS QUE CENTRARSE':

9. Estudiar los atributos de Dios.

1 O. EstuJiar las doctrinas de la gracia.

L J. Estudiar la doctrina del pecado.

12. Jugar golf lo más posible.

U. I\cír con frecuencia, y reírse a menudo de uno mis-

m o.

f( lDl lS L()S DÍAS Y SEMANAS:

14. Identificar evidencias de gracia en otros.

1'5. Animar y servir a otros todos los días.

lb. lnvit;Jr a que nos corrijan y buscarlo.

17. Responder con humildad ante las pruebas.

172

AGRADECIMIENTOS ESPECIALES

Donjacobson, por el privilegio y la oportunidad de

escribir este libro.

A Doung Gahbcrt, por su prolúndo interés por este li­

bro, y Sll aliento en todos los intercambios por email.

A Thmnas Womack, por primero convertir mis mensa­

jes en un manuscrito de modo que pudiera comenzar este

libro. Tu habilidad editorial excepcional está presente en

cada página. Ha sido un privilegio especial escribir este li­

bro contigo, amigo mío, y sin tu ayuda este libro no existi­

ría. Y sobre tocio, gracias por tu ejemplo de humildad, y tu

deseo de servirme.

A)oshua Harris, por su ayuda invaluable en la revisión

de todo el libro, en mejorar la sección intermedia, y en pro­

porcionar la ilustración con la que comienza el libro. Me he

sentido muy l1onrado de que escribieras el prd~tcio del li­

bro. Eres y serás siempre mi pastor principal Cavorito.

A Bob Kau11in, Jdf Purswell, justin Taylor y Steve Whi­

tacre, por todo vuestro tiempo, revisiones y aliento.

Page 91: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

IIUM!LDAD· GRANDEZA VERDADERA

Gracias por interesaros por este libro y por mi alma. No

tengo palabras suficientes para daros las gracias.

A toda la Iglesia Covenant Life y Ministerios de Gracia

Soberana, por vuestro ejemplo de humildad y espíritu de

servicio y por vuestra amistad y apoyo en oración. Es un

honor y gL)ZO indescriptibles servir al Salvador con voso­

tros.

A Kcnncth Maresco, Boh Kaullin, Gary Ricucci, John

Loltness y Grant Layrnan, por vuestra preocupación pasto­

ral y por la rorma en que sois eJemplo del título y conteni­

do de este libro.

A Nora Earles, quien sigue siendo la mejor secretaria ele!

mundo.

A Stcvc y Nicole, Brian y Kristin, Mike y Jancllc. No

pas~t un solo dia en que no se me llene el corazón de gozo al

ver vuestro arnor por el evangelio, vuestro arnor como es­

posos, y vuestro amor por vuestros hijos.

A mi esposa, Carolyn. Eres el ejemplo nüs convincente

de lsaías 66:2 que yo conozca, y, aparte del Salvador, no

hay otra persona a la que amt' rn:'ts que a ti.

174

Page 92: C. J. Mahaney - Humildad, Grandeza Verdadera

Nos agradnriÍ7 recibir noticia:> suyas.

Por fiwol~ enp(c sus conwntarios sobre este' 1 i/.lro

a la dirccci,)¡¡ que aparece a continuaci6n.

Muchas gracias.

Editorial Vida 7500 NW 25th Street1 Suite 239

Miami1 Florida 33122

Vida@zondervan. com www. edito ría lvida. e o m

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