Post on 11-Mar-2016
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Propone Schiffrin, en ―El con-
trol de la palabra―, una pren-
sa subvencionada por el esta-
do y propone además sub-
venciones para los editores,
distribuidores y libreros. Cree
que el estado puede perma-
necer indemne a las presio-
nes de quienes detentan el
poder, es decir, supone que
el estado es un ente autóno-
mo, superior y omnímodo, tal como otros creen
que es el mercado. Pero afortunadamente el
problema del comercio del libro no reside en la
disyuntiva estado versus mercado. La angustia
de Schiffrin, autor de ―La edición sin editores‖,
es la concentración en unas pocas manos de
editoriales, distribuidoras y medios de comuni-
cación; advierte la situación de países como
Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, en don-
de un porcentaje elevado del mercado de libros
ha sido acaparado por unas pocas corporacio-
nes. Lo descrito por Schiffrin es cierto y por
supuesto preocupante, más aun cuando se co-
noce el increíble desparpajo con que por ejem-
plo Patrick Le Lay presidente de TF1 (canal de
televisión francés) afirma: ―El oficio de TF1 con-
siste en ayudar a Coca Cola a vender su produc-
to. Ahora bien, para que un mensaje publicitario
sea percibido, es preciso que el cerebro del te-
lespectador esté disponible. Nuestras emisiones
tienen, por vocación, la tarea de hacerlo disponi-
ble. Lo que vendemos a Coca Cola es tiempo de
cerebro humano disponible‖.
No obstante la propuesta de subvenciones o
estatización de Schiffrin es ingenua y un tanto
trasnochada. Vale en cambio la ponderación
que realiza del trabajo de un grupo de editores y
libreros gracias a los cuales se garantiza la efec-
tiva circulación de verdadera literatura y de opi-
niones independientes. Lo demás que suceda:
el cambio de propiedad de ciertas editoriales, la
concentración, el viraje ideológico de algunas o
la desidia con respecto al valor de sus propios
fondos editoriales, son asuntos dolorosos pero
intrascendentes. El tiempo se encargará de ir
reacomodando las cosas; por lo pronto es prefe-
rible recordar la sentencia de Walter Scott:
―paciencia primo y baraja las cartas‖. (pfa)
El secreto de Christine. John Banville con el seudónimo “Benjamin Black”. Alfaguara.
John Banville publica su pri-
mera novela policiaca. La
prosa no es la misma arte-
sanía meticulosamente cons-
truida con maestría y preci-
sión de Mefisto, por ejemplo,
pero el arte de Banville sigue
presente. Sobre todo en la
deliciosa lentitud con la que
va dibujando las escenas,
entrelazándolas y mostrando
a los personajes en acción.
Esta vez, además, aparecen
ciertas miradas, aquí y allá, sugiriendo la intriga.
Dos ejemplos: ―El portero se volvió a reír, con una
risa forzada, sin resuello. Quirke bruscamente se
alejó caminando. Al bajar las escaleras notó en los
nervios de la espalda los ojos de pronto serios con
que el tipo lo seguía muy atento. Lo que no llegó a
sentir fue la otra mirada melancólica, pendiente
de él desde una ventana iluminada cinco plantas
más arriba, donde algunas siluetas vagas, festi-
vas, seguían de trajín, bebiendo a pie firme‖. Y
más adelante, luego de describir una escena de
felicidad conyugal: ―Besándose, no vieron en una
ventana de la planta inferior de la casa una cara
de labios finos, unos ojos fríos que los miraban‖.
El propio Banville ha dicho, para explicar el cam-
bio de nombre: ―A Benjamin Black le gusta contar
una historia y no le preocupa en exceso su estilo,
algo que a John Banville, en cambio, sí le preocu-
pa muchísimo‖. Pero algo que hace de este libro
una obra notable es justamente el estilo. Des-
pués de todo, lo del seudónimo parece una ton-
tería, puesto que los editores y el mismo autor se
han encargado de contar desde el comienzo
quién está detrás. La traducción del título parece
una mala elección. La novela se llama Christine
Falls, hermoso apellido y, como lo advierte Quirke
ante el cadáver de la muchacha, muy diciente:
―… Christine cae… Y tanto que has caído: el ape-
llido te sentaba como un guante‖. ¿No era ésta
una advertencia lo suficientemente clara para
traductores y editores? .Pablo R. Arango.
Boletín Bibliográfico. Cra. 23 A No. 59-104. Teléfono 8854201. Manizales. Colombia. libelulalibros@une.net.co - CAROLINA ARANGO * PABLO FELIPE ARANGO
ISSN 1909-0110
Fecha del boletín
Junio 25 de 2008.
Volumen 1, nº 43. Libélula
Libros. Boletín Bibliográfico.
NOTAS (pfa)
Don Pablo Rolando A. en el último
número de la revista El Malpen-
sante contrapone la sífilis al mal de
Montano, prefiere la primera, su-
pone que el dolor físico conviene
más que otros dolores más profun-
dos. ¿Qué vida es la que supone
debe ser vivida? Jean Paul, el escri-
tor del romanticismo alemán sabía
que se pueden correr más riesgos
yendo de la propia habitación a la
de los hijos, que visitando el bajo
mundo. La miseria física no tiene
nada que ver con el tormento del
alma, o con el del espíritu, si pre-
fieren nombrarlo de esta manera.
Y el arte tiene que ver con este y no
con el primero. Se equivoca enton-
ces Pablo, y él lo sabe, por eso
acudió a los evidentes sofismas
que empleó en su nota. Las lanzas
ensangrentadas no llegaran unta-
das de sangre de otros, sino de
quien las trae, y para eso no es
necesario levantarse de la silla. El
desasosiego de Hemingway por
ejemplo no tenía nada que ver con
sus exabruptos físicos o su groser-
ía, era un tormento interno que no
requería alimento alguno.
***
“…Está el viaje más allá de las
columnas de Hércules y está el
viaje mínimo de Pickwick, a los
manantiales de Hampstead; o el de
una habitación a otra en la propia
casa, expedición no menos aventu-
rada ni menos rica en encantos y
riesgos. Los capitanes de altura de
Fiume y Trieste que atravesaban
los océanos llamaban burlonamen-
te “capitán de cadin” (de palanga-
na) a los que recorrían sólo peque-
ños trayectos entre Trieste e Istria o
entre Fiume y las cercanas islas del
Quarnero, pero también en ese
golfo el bóreas provoca tempesta-
des en las que se puede naufra-
gar.” (Claudio Magris. El infinito
viajar)
El control de la palabra.
A la sombra de las hojas
A Patricia Lara le preguntaron: “¿Qué libro
falta en su biblioteca?”; contestó:
“Tantos…” (Cromos, 16 de mayo). Y no se
trata de una muchacha.
Según Nabókov, Flaubert le escribió a
Louise Colet: “Qué sabios seríamos si sólo
conociéramos bien cinco o seis libros.” (Curso
de literatura europea, Bruguera 1983, página
25).
¿Qué pulsión nos hace entonces multiplicar
el número de nuestros libros?
De memoria cito a Tagore: “No hay peor sed
que la del que teme sufrirla teniendo el pozo
lleno.” Si a mano está el libro, ¿por qué con-
sultamos catálogos? ¿Qué perseguimos en
las reseñas de novedades? En vez de decir
que nos faltan tantos libros deberíamos
convenir en que nos sobran muchos.
***
Hace tiempo Martín Franco me preguntó:
“¿sería usted tan amable de recomendarme la
lectura de algún buen poeta?” Como estaba
para salir el boletín número 41 donde men-
taba entre mis libros preferidos: “…El poeta
es un fingidor de Fernando Pessoa, selección
y traducción de don Ángel Crespo (Espasa
Calpe, 1982)”, juzgué que quedaba respon-
dido. Sinembargo el reencuentro de unos
libritos magníficos, que conocí por Octavio
Arbeláez, me recuerda a Valerio Magrelli.
Aquí va una muestra:
Especialmente es en el llanto /que el alma
manifiesta /su presencia /y por una secreta
comprensión /transmuta en agua el dolor. /
La primera gemación del espíritu / es por
tanto la lágrima, /palabra transparente y
lenta. / Según esta elemental alquimia / en
verdad el pensamiento se substancia / co-
mo una piedra o un brazo. /Y no hay turba-
ción en el líquido, /sino sólo mineral /
desconsuelo de la materia.
Lea a Magrelli, Franco: Ora serrata retinae, y
Vetas y Naturalezas: en Visor. Ah, y los cua-
dernillos estupendos de poesía (y de cuento:
Felisberto Hernández, Katherine Anne
Porter…) están en facsímile en: http://
www.materialdelectura.unam.mx/ Ahí: e.
e. cummings, T. S. Eliot y W. H. Auden.
Boccato di cardinale.
José Fernando Calle
Libélula libros
marginalidad, no existe mayor desconsue-
lo que el que siente un hombre al ver que
el mundo sigue su rumbo sin él. Pero una extraña mujer parece ser la clave para
abrir esa dimensión perdida, solo que la
violencia necesaria para volver a ingresar
al marco frágil y rígido, es tan franca que
cobra un precio difícil de pagar.
Leer a Marai provoca pánico, lo digo en
serio, no se trata de un pánico físico, ni
más faltaba, es pánico existencial ante la comprobación de que todos marchamos
por la frágil y delgada línea que recorren
sus personajes. A veces creo que aferrán-
dome a la silla será suficiente, pero es
obvio que no. (pfa)
La extraña. Sandor Marai. Traduc. Mária Szijj y J.M. González Trevejo.
Salamandra. 2008.
No sabemos los lectores en español
cuántos libros más de Sandor Marai
tendrán guardados sus editores. Ojala bastantes. No sobran sus historias bur-
guesas, morosas y profundamente indi-
viduales, porque si algo caracteriza las
novelas de Marai, es la obsesión por el
individuo y los asuntos que incumben a
este en lo más profundo de su ser. La
gracia del escritor húngaro se evidencia
en esos monólogos que sostienen los personajes con ellos mismos, o en los
devaneos que les surgen precisamente
cuando dialogan con otros. Lo importan-
te sucede en el margen de la conversa-
ción, en los silencios, o en las frases no
dichas pero si pensadas.
La extraña es una novela de la misma
estirpe de todas las anteriores: centro-europea, con personajes de clase alta y
media aparentemente elementales pero
que finalmente revelan hondura y com-
plejidad en momentos inesperados.
El Profesor Azkenasy es una especie de
Wakelfield que sin proponérselo se des-
cubre al margen, y no logra volver a en-
trar al cuadro de su vida. No puede haber mayor tragedia que aquella de la
Página 2 Volumen 1, nº 43. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.
Casi todas los comentaristas y reseñis-
tas que se han ocupado de esta novela,
resaltan el enfrentamiento entre dos tipos de personas, uno representado por
la Generala Von Palikov y su familia, y
otro por la Condesa Kôhne y su románti-
co amante y pintor Hans Grill. Tienen
razón en parte, efectivamente se trata
de dos polos: la vida opaca y contenida,
contrasta con la ruptura social que ha
significado el amor surgido entre una aristócrata y el humilde pintor contrata-
do por su esposo para que le hiciera un
retrato. En los primeros todo es conten-
ción y ociosidad, en los segundos apa-
rente pasión. La Condesa cautiva
además a los hombres y mujeres del
círculo de la Generala no solo gracias a
su belleza sino también al misterio que destila debido a su pasado y resolución.
Pero Eduard Von Keyserling quiso ir más
allá de esta mera descripción, haber
resaltado las evidentes divergencias
habría sido relativamente fácil y poco,
quiso en cambio mostrar las dificultades
que enfrentan la Condesa y el pintor
para mantener su relación, amenazada
no por el entorno o por quienes se sien-
ten perturbados, sino por ellos mismos,
por la imposibilidad de mantenerse uni-dos y serenos. La pasión no es suficiente,
el encanto físico termina por cansar, ape-
nas cayados se soportan, y una vez
hablan todo se vuelve casi imposible.
Se equivoca quien suponga que esta
novela advierte una crítica a la conserva-
dora nobleza báltica de finales del siglo
XIX y comienzos del XX. Es todo lo contra-rio, es la advertencia precisamente del
riesgo que entraña la pasión, y de la difi-
cultad de comunicación entre clases. Y
ahí reside su encanto: en la sutileza, pero
a la vez resolución, con que Von Keyser-
ling defiende su entorno y sus prejuicios.
(pfa)
Olas. Eduard Von Keyserling. Traduc. Eugenio Bou. Minúscula.
Página 3 Volumen 1, nº 43. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.
Diccionario personal
Materialismo. 1) Materialismo históri-
co: influyente doctrina filosófica cuya
explicación requeriría varios volúme-
nes. Una historia, sin embargo, puede
ayudar a intuir su naturaleza. Al revi-
sar la historia clínica de la paciente, el
médico le pregunta: “Señora, ¿a Ud.
ningún médico le había aconsejado que
tuviera más cuidado? Aquí dice que
Ud. ha tenido ya tres enfermedades
venéreas”. La señora contesta: “No,
doctor, lo que pasa es que a mi esposo
le gusta mucho el materialismo”. 2)
Materialismo dialéctico: en Bucara-
manga, a los recicladores les dicen “los
materialistas”. En la fábrica de bolsas
de un primo, quien reutilizaba todos
los deshechos, se puso un aviso grande
con la advertencia: “se prohíbe a los
materialistas parar en lo absoluto”.
Pablo R. Arango -Libélula libros.
13 entrevistas a 13 poemas colombianos (y una conversación imaginaria).
Robinson Quintero Ossa. Fundación Domingo Atrasado. 2008.
Lograr que un poeta se
concentre en uno de
sus poemas puede ser
tan difícil como encon-
trar un buen poema.
Los escritores de poe-
mas sobran, los bue-
nos poemas escasean.
Lo importante no es el
poema, suponen mu-
chos publicadores, lo
importante es la obra.
Claro, la marea esconde las múltiples ver-
güenzas, los errores escandalosos. Se sir-
ven de la ignorancia poética y de las defi-
ciencias de lectura. Robinson Quintero esco-
gió trece poemas y los entrevistó, acudiendo
claro está a sus escritores, quienes evidente-
mente por momentos se sentían extrañados:
el objeto de entrevista eran sus versos, no
ellos, no sus anécdotas, sino el poema que a
Quintero más le gustó. La idea del libro y su
desarrollo fue estupenda. El entrevistador
no hizo concesiones, no cedió en su empeño
de insistir en el poema, de volver sobre él, de
descubrir sus entrañas, de volver a gozarlo
ahora en compañía de su artífice.
Pero este libro no puede leerse como un
documento periodístico, es mucho más que
Platón y un ornitorrinco entran en un bar... Thomas Cathcart y Daniel Klein. Planeta. 2008.
vidable, justo en el momento donde nos
damos cuenta que todo lo vivido jamás
podrá ser recreado; me detuve un mo-mento a pensar en el libro que empezaría
a leer ahora, en cual es el sentido de la
literatura, en cuales serán las emociones
del próximo libro, cual es el significado del
lenguaje.
Respire profundo, salude en la librería,
me sonreí de algo, no se que, y pensé, es
ahí donde esta la filosofía. Humberto Posada C. - Libélula libros
meras entrevistas, es una antología funda-
da no solo en razones estéticas sino en
razones vitales. Estos trece poemas hacen
parte de la vida y las lecturas de Quintero y
es esa condición la que lo induce a
―biografiar‖ tales ―creaciones‖; con razón
dice que libro podría llamarse ―Vida de
poemas‖. Sin duda mejor título.
Tal vez no se trate de sus o mis o los trece
poemas, pero no importa. Este peculiar
libro implica una formidable ruptura de los
géneros literarios: es una autobiografía
contada a través de los poemas de otros y
de las respuestas de los poetas, pero es
además, al menos en ciertos casos, una
respetuosa ficción con visos de ensayo
literario. ¿Cómo puede entender y leerse la
entrevista hecha a ―Los hombres se echan
a las calles‖ después de la muerte de José
Manuel Arango?, o ¿cómo la escogencia de
la biografía de este poema para abrir el
libro?: ―Digamos que una tarde/ El ruiseñor
cantó/ Sobre esta piedra/ Porque al tocar-
la/ El tiempo no nos hiere/ No todo es tuyo
olvido/Algo nos queda/Entre las ruinas
pienso/ Que nunca será polvo/ Quien vio
su vuelo/ O escucho su canto‖. El afán de
abrir con un golpe certero esta claro (pfa)
pesar de la molestia que me generó el
hecho de que de momento el humor no
fuera desprevenido sino impuesto, este libro vale la pena ser leído un par de veces,
eso si, sí no se tiene la gracia innata no
debe ser compartido en voz alta, porque
podría generar uno que otro desencanto,
pero merece ser leído, sobre todo los capí-
tulos de filosofía del lenguaje y de relativi-
dad ya que estos dos dan una idea de por-
que el lenguaje es primordial en todo cono-cimiento y porque los absolutos son com-
pletamente ajenos a la realidad, en espe-
cial cuando las escuelas de filosofía inten-
tan dar su versión de la concepción del
mundo. Esta es mi escala de valor, estos
dos fueron los mejores capítulos, sin em-
bargo a otro lector le apasionaran otros y
así la relatividad toma la fuerza requerida y el libro va tocando los principales temas
que han dominado el campo de la filosofía
con sus autores principales y sus mas te-
diosas teorías, todo con buen humor.
El sábado que termine el libro me entró
una profunda melancolía, similar a aquellas
que se siente al regresar de un paseo inol-
“Dimitri: Así, Tasso, tú eres de los que cree que no
hay verdades absolutas, y que toda verdad es rela-
tiva.
Tasso: Así es.
Dimitri: ¿y estas seguro?
Tasso: Absolutamente.”
Este es tal vez uno de los mejores descu-
brimientos que he tenido este año. No he
parado de reírme, no he parado de com-
prender la filosofía un poco mas a fondo,
no he parado de volver a entreabrir las
hojas de este libro, con el fin de recordar
alguno de esos momentos que me provoca-ron risa.
Este es un libro serio de filosofía que indu-
ce en algunos momentos sonrisas tímidas y
en otros carcajadas. Sin embargo Kant
seguirá siendo Kant y la filosofía seguirá
siendo filosofía aunque este libro logra
quitarle el traje de etiqueta que algunos
filósofos mal vestidos le quieren poner a su discurso.
Cada uno de los capítulos merece una rese-
ña distinta, sin embargo no tengo la pacien-
cia para escribirlas ni ustedes el tiempo
para leerlas, pero sí cabe resaltar que a
Página 4 Volumen 1, nº 43. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.
Hay libros que juegan
con la nostalgia. Y cuen-
ta Manguel, que alguna vez leyó Stevenson, que
la palabra ―la había in-
ventado en el siglo XVII
un estudiante alsaciano
que redactaba una tesis
de medicina y hacía re-
ferencia al mal que
aquejaba a los soldados suizos cuando se encontraban lejos de sus
montañas natales. En su caso, ocurría
justamente lo contrario: nostalgia era el
dolor de añorar unos lugares en los que
nunca había estado.‖ El nombre de la co-
lección no es mentiroso o inadecuado;
―literatura o muerte‖ es el destino doloroso y decidido que muchos personajes deciden
tomar: no puede haber otra vida que no
sea literatura, evasión, un arte de la fuga
que sólo se consigue en la página y su infa-
tigable pasar.
Stevenson es un escritor de la muerte,
Manguel un personaje que juega con la
añoranza, un lector que escribe siempre desde la más pura honestidad. El Steven-
son de este libro está muriendo, tose y es-
cupe motas de sangre, y el lector se entris-
tece, sabe que la vida abandona al maes-
Stevenson bajo las palmeras. Alberto Manguel. Traduc. Borja García Bercero. Norma.
Una pantera en el sótano. Amos Oz. Debolsillo - Siruela. 2007
Todo está en la voz. Es un
hecho que mi voz es fea,
no suena bien. No me gusta. En ocasiones la
oigo como la de una ado-
lecente y me avergüenzo.
Cuando comencé a leer
Una Pantera en el Sótano
no quedé muy convencido
de la fama de Amos Oz.
Pero me equivocaba: todo está en la voz. Leía en silencio, sintiendo los hechos y los
pensamientos que manaban de las letras.
Leía el libro pero no lograba disfrutarlo,
hasta el día en que lo ―terminé‖. Le dije a
mi interlocutora favorita que leyera. Todo
cambió, su voz le dio nueva vida a la histo-
ria y fue más hermosa.
El título ―una pantera en el sótano‖ es am-
biguo pero es el eje de la vida de Prifi, un
niño; hijo de judíos polacos; un soñador, miembro de una resistencia invisible e
inofensiva, prisionero de su amor por las
palabras. Profi sostiene una extraña rela-
ción –profesor/alumno- con ―El policía
número cuatro cuatro siete nueve…
Stephen Dunlop… un Goliat de algodón
rosa‖; Profi le enseña hebreo y aprende
inglés. Prifi es compañero de Ben Hur y Chita Reznik en la resistencia, sueñan con
volar en pedazos la residencia del Rey de
Inglaterra con un misil casero. ―¡profi, bo-
ged shafel!” es el hilo que ata la historia,
la atraviesa y la sella.
A pesar de ser una historia sencilla contie-
ne partes que excitan, que hacen llorar e
tro, en una isla lejana y húmeda. El único
remedio es el escritorio y concluir un relato
que si no se realiza, se escapará para siem-pre; pero eso ya nada importa: ―no tengo ni
la más mínima intención de emplear ni un
minuto de mi precioso tiempo en volver la
vista atrás para contemplar el rostro de la
muerte.‖
Tal vez sea esa la virtud mayor de Manguel:
intercambiar su papel de lector y de escri-
tor, contribuir a que el placer de la lectura, recreando una de las frases finales de
―Olalla‖, no sea un fin sino un afortunado
accidente.
Tomás David Rubio Casas. Libélula Libros.
infunden un profundo amor por las lenguas
y la sabiduría. Amos Oz, más que un gran
escritor es un conocedor del espíritu huma-no; los capítulos 17 (descripción de una
biblioteca), 21 (noche con Yardena), 22
(carta a Dunlop), 23 (historia de Hirsch y
Oleg), 24 (Israel, guerra y lágrimas) y 25 (el
hermosísimo final) dan fe de ello. En fin,
estas son sólo pistas, trampas, cabos que
trato de atar pero que quedarán sueltos,
pues es necesario leer cada una de las 233 páginas para entender cómo Profi queda
atrapado en la imagen furtiva de una mu-
jer, en sus formas y palabras, en la esencia
de la traición, que sólo cobra sentido en el
corazón de un niño.
Gracias amiga secreta.
Felipe Calderón V.—Libélula libros
La tumba de las luciérnagas—Las algas americanas. Akiyuki Nosaka. Traduc. Lourdes Porta y Junishi Matsuura.
Acantilado. 2007
La literatura de posguerra de los países
perdedores es autodestructiva. El reconoci-
miento de la perdida viene acompañado de un sentimiento de autoincriminación que
tarda en superarse. Sebal no solo fue un
gran escritor, sino que contribuyó además a
superar el difícil entramado literario tejido
por las culpas y temores de autores como
Henrich Boll o Gunter Grass. Yukio Mishima
hizo otro tanto con la literatura del Japón,
pero en su caso tenía la casi imposible ta-rea de levantar el espíritu de un pueblo or-
gulloso y milenario, que sentía amenazado
su pasado y su futuro por el mundo occiden-
tal. Es decir, Alemania contaba con Europa,
al fin y al cabo eran europeos, el Japón en
cambio debía enfrentar el temor de ser ab-
sorbido por el mundo occidental que, des-
pués de la guerra, se sentía con el ímpetu y el derecho necesario para colonizar.
En medio de todo lo anterior deben enten-
derse las breves novelas ―La tumba de las
luciérnagas‖ y ―Las algas americanas‖, gracias a las cuales se concedió a Akiyuki
Nosaka el premio Naoki en 1968. Se trata
de dos desgarradores relatos de posgue-
rra. En el primero las dificultades y penu-
rias de la pérdida erradican casi cualquier
gesto de solidaridad y amor. En el segun-
do una ridícula mujer representa la des-
agradable pretensión de la sociedad japo-nesa de acercarse al mundo norteamerica-
no. Su esposo enfrenta la rocambolesca
situación provocada por ella, de una ma-
nera bizarra e igualmente resentida. En
un caso la sociedad japonesa se ha des-
humanizado y lucha apenas por sobrevivir,
en el segundo se enfrenta a una sensación
de pérdida de identidad. En ambas nove-las Nosaka es magistral y breve. Y ya
sabemos la fortuna de la brevedad. Tal
vez hubiera merecido mejor el premio Aku-
tagawa, pero no puede exigirse a un pue-blo que aparte de ver el dolor que generan
sus miserias, premie a quien las evidencia.
(pfa)