Download - 142757863 El Castillo Kafka

Transcript
  • FRANZ KAFKA

    EL CASTILLO

    Digitalizado porhttp://www.librodot.comhttp://www.librodot.com

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    I

    LA LLEGADA1

    Cuando K lleg era noche cerrada. El pueblo estaba cubierto por una espesa capa de nieve. Del castillo2 no se poda ver nada, la niebla y la oscuridad lo rodeaban, ni siquiera el ms dbil rayo de luz delataba su presencia. K permaneci largo tiempo en el puente de madera que conduca desde la carretera principal al pueblo elevando su mirada hacia un vaco aparente.

    Se dedic a buscar un alojamiento; en la posada an estaban despiertos, el hostelero no tena ninguna habitacin para alquilar, pero permiti, sorprendido y confuso por el tardo husped, que K durmiese en la sala sobre un jergn de paja. K se mostr conforme. Algunos campesinos an estaban sentados delante de sus cervezas pero l no quera conversar con nadie, as que l mismo cogi el jergn del desvn y lo situ cerca de la estufa. Haca calor, los campesinos permanecan en silencio, an los examin un rato con los ojos cansados antes de dormirse.

    Pero poco despus le despertaron. Un hombre joven, vestido como si fuese de la ciudad, con un rostro de actor, ojos estrechos y cejas espesas permaneca a su lado junto al posadero. Los campesinos todava seguan all, algunos haban dado la vuelta a sus sillas para ver y escuchar mejor. El joven se disculp muy amablemente por haber despertado a K, se present como el hijo del alcaide del castillo y despus dijo:

    Este pueblo es propiedad del castillo, quien vive aqu o pernocta, vive en cierta manera en el castillo. Nadie puede hacerlo sin autorizacin del conde. Usted, sin embargo, o no posee esa autorizacin o al menos no la ha mostrado.

    2

  • El Castillo

    K, que se haba incorporado algo, se alis el pelo, mir desde abajo a la gente que le rodeaba y dijo:

    En qu pueblo me he perdido? Acaso hay aqu un castillo?

    As es dijo lentamente el joven, mientras aqu y all se sacuda alguna cabeza sobre K, el castillo del Conde Westwest3.

    Y hay que tener una autorizacin para pernoctar? pregunt K como si quisiese convencerse de que no haba soado las informaciones aportadas con anterioridad.

    Hay que tener la autorizacin fue la respuesta, y K capt un tono de burla cuando el joven pregunt al hostelero y a los huspedes con el brazo extendido:

    O acaso no hay que tener una autorizacin?Entonces tendr que recoger la autorizacin dijo

    K bostezando y se quit la manta con la intencin de levantarse.

    S, y quin se la va a dar? pregunt el joven.El seor conde dijo K, no me queda otro

    remedio. Solicitar ahora, a medianoche, una autorizacin

    del conde? exclam el joven, retrocediendo un paso.No es posible? pregunt K con indiferencia,

    entonces por qu me ha despertado?Pero el joven entr en clera.Maneras de vagabundo! exclam. Exijo

    respeto para la autoridad condal! Precisamente le he despertado para comunicarle que debe abandonar en seguida el condado.

    Basta de comedias dijo K con un tono llamativamente bajo, volvi a echarse y se cubri con la manta. joven, ha llegado demasiado lejos y maana

    3

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    volver a ocuparme de su conducta. El posadero y estos seores sern testigos, en el caso de que necesite testigos. Por ahora contntese con saber que soy el agrimensor4 solicitado por el conde. Mis ayudantes vendrn maana en coche con los aparatos. No quise perderme un paseo por la nieve, pero por desgracia me he desviado algunas veces del camino y por eso he llegado tan tarde. Que era muy tarde para presentarme en el castillo es algo que ya saba yo mismo ates de su leccin. Por esta razn me he conformado con este albergue nocturno que usted, dicho con indulgencia, ha tenido la descortesa de perturbar. Con esto he concluido mis explicaciones. Buenas. noches, seores.

    Y K se volvi hacia la estufa.Agrimensor? oy an que preguntaban

    dubitativamente a sus espaldas, luego se hizo el silencio. Pero el joven se recobr de la sorpresa y le dijo al posadero en un tono lo suficientemente apagado para interpretarse como una actitud de respeto hacia el sueo de K, pero lo suficientemente elevado como para que le fuese comprensible:

    Me informar por telfono.Cmo! Hasta un telfono haba en esa posada de

    pueblo? Estaban perfectamente establecidos. Ese detalle sorprendi a K, aunque en verdad lo haba esperado. Result que el telfono estaba situado casi encima de su cabeza, su somnolencia lo haba pasado por alto. Pero si el joven quera telefonear no podra impedir, ni con toda su buena voluntad, perturbar el sueo de K. Se trataba de si K deba dejarle llamar, y decidi permitirlo. Pero entonces ya no tena sentido simular que estaba dormido, as que volvi a ponerse boca arriba. Vio a los campesinos arrimarse tmidamente y hablar entre ellos: la llegada de un agrimensor no era algo balad. La puerta de la cocina

    4

  • El Castillo

    se haba abierto, ocupando todo el umbral se encontraba la poderosa figura de la posadera; el posadero se acerc a ella de puntillas para informarla de lo sucedido. Y entonces comenz la conversacin telefnica. El alcaide dorma, pero un subalcaide, uno de los subordinados, un tal Fritz, estaba all. El joven, que se present como Schwarzer, explic que haba encontrado a K, un hombre en la treintena, bastante andrajoso, durmiendo tranquilamente en un jergn de paja con una minscula mochila como almohada y con un bastn nudoso al alcance de la mano. Era evidente qu le haba resultado sospechoso, y como el posadero haba descuidado ostensiblemente su deber, la obligacin de Schwarzer consista en llegar al fondo del asunto. El hecho de despertarle, el interrogatorio, la amenaza derivada del deber de expulsarlo del condado, haban sido tomados con indignacin por parte de K, por lo dems, segn haba resultado al final, con razn, pues afirmaba ser un agrimensor solicitado por el conde. Naturalmente que supona al menos un deber formal comprobar esa afirmacin, y Schwarzer le peda por ese motivo al seor Fritz que averiguase en la secretara central si realmente se esperaba a un agrimensor de ese tipo y que telefonease la respuesta en seguida.

    Entonces volvi el silencio. Fritz averiguaba por su cuenta y all se esperaba la respuesta. K permaneci como hasta entonces, ni siquiera se dio la vuelta, no pareci mostrar curiosidad alguna, se limitaba a mirar ante s. El relato de Schwarzer, en su mezcla de maldad y cautela, le dio una idea de la formacin diplomtica de la que dispona en el castillo gente inferior como Schwarzer. Y tampoco carecan de diligencia, la secretara general tena servicio nocturno. Por aadidura, daba visiblemente una rpida respuesta, ya sonaba la llamada de Fritz. Ese informe

    5

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    pareci muy corto, pues Schwarzer, furioso, colg en seguida el auricular.

    Ya lo haba dicho! grit. Ninguna huella de un agrimensor, un vulgar vagabundo mentiroso, tal vez algo peor.

    Por un momento K pens que todos, Schwarzer, los campesinos, el posadero y la posadera, se iban a arrojar sobre l; para al menos evitar la primera acometida se acurruc debajo de la manta, desde all volvi a sacar lentamente la cabeza y oy cmo sonaba el telfono, parecindole que lo haca con una fuerza inusitada. Pese a que era muy improbable que volviese referirse a K, todos se quedaron estticos y Schwarzer regres al aparato. All escuch una larga aclaracin y luego dijo en voz baja:

    As que un error? Esto me resulta muy desagradable. El mismo jefe de oficina ha telefoneado? Extrao, muy extrao. Cmo se lo voy a explicar ahora al seor agrimensor?

    K escuch. As que el castillo le haba nombrado agrimensor. Eso era por una parte desfavorable, pues mostraba que el castillo saba todo lo necesario acerca de l, que haba equilibrado las fuerzas y que emprenda la lucha sonriendo. Por otra parte tambin era favorable, pues eso demostraba, segn su opinin, que se le menospreciaba y que gozara de ms libertad de la que haba pensado desde un principio. Y si crean que se le podra mantener en un estado de continuo terror mediante ese reconocimiento de su condicin de agrimensor, que, ciertamente, les otorgaba cierta superioridad moral, se equivocaban, slo le causaba un ligero escalofro, nada ms.

    K hizo una seal negativa a Schwarzer cuando intent acercarse a l con actitud sumisa; se neg a trasladarse al dormitorio del posadero, sobre lo que se

    6

  • El Castillo

    le insisti, se limit a aceptar del hostelero una bebida para favorecer el sueo, de la hostelera una jofaina con jabn y una toalla y ni siquiera tuvo que solicitar que se vaciase la sala, pues todos se apresuraron a salir escondiendo el rostro para que no se les pudiese reconocer al da siguiente; apagaron la lmpara y finalmente tuvo tranquilidad. Durmi profundamente, slo molestado una o dos veces por las ratas que se deslizaban por la habitacin, hasta que lleg la maana.

    Despus del desayuno, que, como toda la manutencin, segn indicaciones del posadero, corra a cargo del castillo, quera dirigirse inmediatamente al pueblo. Pero como el posadero, con quien slo haba hablado hasta ese momento lo necesario en recuerdo de su conducta del da anterior, no paraba de vagar a su alrededor con un semblante de muda splica, sinti compasin de l y le invit a sentarse un rato a su lado.

    An no conozco al conde dijo K, al parecer paga con generosidad el trabajo bien hecho, es cierto? Cuando alguien como yo viaja tan lejos de su mujer e hijo, siempre quiere llevar algo a casa.

    A ese respecto el seor no debe preocuparse, nadie se queja aqu de salarios bajos.

    Bien dijo K, no soy una persona tmida y tambin le puedo dar mi opinin a un conde, pero siempre resulta mucho mejor resolver todos los problemas de forma pacfica.

    El posadero se haba sentado frente a K en el borde de la repisa de la ventana, no se atreva a sentarse con ms comodidad, y contempl a K todo el tiempo con unos grandes y temerosos ojos castaos. Al principio haba hecho esfuerzos por acercarse a K, ahora pareca como si prefiriese huir de l. Tema que le preguntara sobre el conde? Tema la desconfianza

    7

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    del seor por el que ahora tomaba a K? K tuvo que cambiar de conversacin. Mir la hora y dijo:

    Pronto llegarn mis ayudantes, podrs ofrecerles aqu alojamiento?

    Por supuesto, seor dijo, pero, no vivirn contigo en el castillo?

    Acaso renunciaba tan fcilmente y encantado a sus huspedes que los quera relegar a toda costa al castillo?

    Eso an no es seguro dijo K, antes tengo que conocer qu trabajo quieren que realice. Si tuviera, por ejemplo, que trabajar aqu abajo, entonces sera razonable vivir aqu abajo. Tambin temo no adaptarme a la vida arriba en el castillo. Siempre quiero ser libre.

    No conoces el castillo dijo el posadero en voz baja.

    Es cierto dijo K, no se debe de juzgar con anticipacin. Por el momento, del castillo no s ms que all saben elegir al agrimensor adecuado. Tal vez haya otras ventajas.

    Dicho esto, se levant para liberarse del posadero que, intranquilo, no cesaba de morderse los labios. Desde luego no se poda ganar fcilmente la confianza de ese hombre.

    Mientras K se alejaba le llam la atencin un retrato oscuro en un marco tambin oscuro. Ya se haba fijado en l desde su lecho, pero no haba podido apreciar los detalles desde esa distancia y crea que el cuadro haba sido retirado quedando slo una mancha negra. Pero, como poda comprobar ahora, se trataba de un cuadro, el busto de un hombre de unos cincuenta aos. Mantena la cabeza tan inclinada sobre el pecho que apenas se podan distinguir los ojos; esa inclinacin

    8

  • El Castillo

    pareca causada por la elevada y pesada frente y una nariz grande y aguilea. La barba, a causa de la posicin de la cabeza, permaneca aplastada contra el mentn, pero volva a recobrar su amplitud ms abajo. La mano izquierda se hunda abierta en los cabellos, como si quisiese levantar la cabeza sin conseguirlo.

    Quin es? pregunt K. El conde?K permaneca ante el cuadro y ni siquiera se volvi

    hacia el posadero.No dijo el posadero, el alcaide.Buen aspecto tiene el alcaide del castillo dijo K,

    lstima que tenga un hijo que no le llegue a los talones.No dijo el posadero, atrajo un poco a K hacia s y

    le susurr en el odo:Ayer Schwarzer exager, su padre no es ms que

    un subalcaide e incluso uno de los ltimos.En ese momento el posadero le pareci a K un nio.El muy granuja! dijo K sonriendo, pero el

    posadero no sonri con l, sino que se limit a decir:Tambin su padre es poderoso.Vete! dijo K. Consideras a todos poderosos.

    Acaso a m tambin?A ti dijo con timidez y seriedad no te considero

    poderoso. Compruebo que tienes una gran capacidad de

    observacin dijo K. Dicho en confianza, no soy realmente poderoso. En consecuencia no tengo menos respeto que t frente a los poderosos, slo que no soy tan sincero como t y no siempre quiero reconocerlo.

    Y K dio unas palmadas en la mejilla del posadero para consolarle y ganar su favor. Entonces sonri un poco. En realidad pareca un adolescente con su rostro suave y casi barbilampio. Cmo era posible que se hubiese

    9

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    podido casar con esa mujer tan gruesa y de edad tan avanzada, a la que en ese momento se poda ver a travs de una ventana cmo trabajaba en la cocina con los codos bien separados del cuerpo? K, sin embargo, no quera seguir sondeando a ese hombre y terminar borrando la sonrisa que tanto le haba costado obtener de l, as que le hizo una seal para que le abriese la puerta y sali a la hermosa maana invernal.

    Ahora pudo ver el castillo ntidamente destacado en el aire luminoso, con su contorno an ms realzado por la ligera capa de nieve que lo cubra todo imitando todas las formas. Adems, en la montaa donde estaba situado el castillo pareca haber menos nieve que en el pueblo, donde K se desplazaba con no menos esfuerzo que el da anterior en la carretera principal. All alcanzaba la nieve hasta las ventanas de las casas y se acumulaba pesada sobre los bajos tejados, pero arriba, en la montaa, todo se elevaba libre y ligero, al menos eso pareca desde all abajo.

    En general, el castillo, como se mostraba desde la lejana, corresponda a lo que K haba esperado. No era ni un viejo castillo medieval ni un nuevo edificio suntuoso, sino una extensa construccin consistente en unos pocos edificios de dos pisos situados muy prximos unos de otros. Si no se hubiera sabido que era un castillo, se habra tenido por una pequea ciudad. K slo pudo ver una torre, si perteneca a una vivienda o a una iglesia era algo que no se poda saber. Bandadas de cornejas la rodeaban.

    Con la mirada fija en el castillo, K sigui su camino, sin que le inquietase nada ms. Pero al aproximarse, el castillo le decepcion: en realidad s que se trataba de un miserable villorrio, compuesto de casas de pueblo, y slo se distingua porque tal vez todo estaba construido de piedra, pero la pintura haca tiempo que se haba cado y la piedra pareca desmenuzarse. K se acord

    10

  • El Castillo

    fugazmente de su pueblo natal: apenas tena nada que envidiarle a ese supuesto castillo; si K hubiese venido slo para visitarlo, la larga marcha no habra merecido la pena y habra sido ms razonable haber vuelto a visitar una vez ms su lugar de nacimiento, donde haca tiempo que no haba estado. Y compar en su mente el campanario de su pueblo natal con la torre de arriba. El campanario, es cierto, no poda dudarse, se ergua recto, rejuvenecindose en la parte superior, y coronado por un techo ancho de tejas rojas, un edificio terrenal qu otra cosa podamos construir?, pero con una finalidad muy superior a la del achaparrado villorrio y con una expresin ms luminosa que la otorgada por el sombro da laboral. La torre de all arriba era lo nico visible era la torre de una vivienda, como ahora se mostraba, quiz la del castillo principal, un edificio redondo y uniforme, en parte cubierto piadosamente por la hiedra, con pequeas ventanas que destellaban por la luz del sol su aspecto tena algo de descabellado, y acababa en una especie de azotea, cuyas almenas, inseguras, irregulares, rotas, mordan el cielo azul y parecan haber sido diseadas por un nio descuidado o acobardado. Era como si algn habitante afligido que tendra que haberse mantenido encerrado en la habitacin ms alejada de la casa, hubiese roto el techo y se hubiese alzado para mostrarse al mundo.

    K se detuvo una vez ms, como si al estar quieto poseyera ms capacidad de juicio. Pero algo le perturb. Detrs de la iglesia del pueblo, al lado de la cual se haba detenido en realidad era slo una capilla, ampliada ligeramente para poder acoger a los feligreses se encontraba la escuela. sta era un edificio largo y bajo que aunaba extraamente el carcter provisorio y lo antiguo. Estaba situado detrs de un jardn cercado con una verja que ahora estaba cubierto de nieve. En ese preciso momento salan los

    11

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    nios con el maestro. Se apiaban a su alrededor, dirigiendo hacia l todas las miradas y sin parar de hablar entre ellos. K no poda entender su forma de hablar tan rpida. El maestro, un hombre joven, pequeo y estrecho de hombros, pero, sin que resultase ridculo, muy recto, ya se haba fijado en K desde lejos, si bien K era, aparte de su grupo, la nica persona que poda verse en el lugar. K, como forastero, salud primero a ese hombrecillo de aspecto autoritario.

    Buenos das, seor maestro dijo.Los nios enmudecieron de golpe, ese repentino

    silencio como preparacin a sus palabras debi de agradar al maestro.

    Contempla el castillo? pregunt con ms amabilidad de lo que K haba esperado, pero con un tono como si no aprobase lo que K estaba haciendo.

    S dijo K, soy forastero, ayer por la noche llegu a este lugar.

    No le gusta el castillo? pregunt rpidamente el maestro.

    Cmo? respondi K un poco confuso y repiti la pregunta de una forma ms suave:

    Que si no me gusta el castillo? Por qu supone que no me gusta?

    A ningn forastero le gustadijo el maestro.Para no decir nada inapropiado, K cambi de

    conversacin y dijo:Conoce al conde?No dijo el maestro, y quiso alejarse, pero K no

    cedi y volvi a preguntar:Cmo? No conoce al conde?

    12

  • El Castillo

    Por qu tendra que conocerlo? pregunt el maestro en voz baja y aadi en voz alta en francs: Tenga consideracin con la presencia de nios inocentes.

    K se crey entonces con derecho a preguntar:Podra visitarle, seor maestro? Permanecer

    aqu largo tiempo y ya me siento un poco abandonado; no me identifico con los campesinos, y tampoco con los habitantes del castillo.

    Entre los campesinos y el castillo no hay ninguna diferencia dijo el maestro.

    Puede ser dijo K, pero eso no altera mi situacin. Podra visitarle alguna vez?

    Vivo en la calle Schwannen, en la casa del carnicero.

    Eso era ms la informacin de una direccin que una invitacin; no obstante K dijo:

    Bien, ir.El maestro asinti con la cabeza y sigui su camino

    con los nios apiados a su alrededor que ya haban reanudado su gritero. Al poco tiempo desaparecieron por una callejuela que descenda abruptamente.

    K estaba preocupado, enojado por la conversacin. Por primera vez desde su llegada se senta realmente cansado. El largo camino hasta all pareca no haberle afectado en nada cmo haba caminado da tras da, tranquilamente, paso a paso!; ahora, sin embargo, se mostraban las consecuencias de ese esfuerzo enorme, y a destiempo. Se senta irresistiblemente impulsado a buscar nuevos conocidos, pero cada nuevo conocido aumentaba su fatiga. Si ese da, en el estado en que se encontraba, se obligaba a prolongar su paseo al menos hasta la entrada del castillo, habra hecho ms que suficiente.

    13

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    As que continu su camino, pero era un largo camino. Adems, la calle, esa calle principal del pueblo, no conduca al castillo, slo pasaba cerca; despus, sin embargo, como intencionadamente, torca y, aunque no se distanciaba del castillo, tampoco se aproximaba a l. K siempre esperaba que la calle finalmente se dirigiese hacia el castillo y slo fundndose en esa esperanza segua avanzando; en apariencia dudaba en abandonar la calle a causa de su cansancio, tambin se qued asombrado por la longitud del pueblo que no conoca fin, una y otra vez se sucedan las casuchas con las ventanas cubiertas de hielo, la nieve y la soledad; finalmente se apart de esa calle y le acogi una callejuela estrecha, con una capa de nieve an ms profunda, donde slo poda avanzar con gran esfuerzo al hundrsele los pies en el manto blanco; el sudor comenz a correr por su frente; de repente se detuvo y ya no pudo seguir.

    Bueno, no estaba aislado, a derecha e izquierda haba casas de campesinos; hizo una bola de nieve y la arroj contra una ventana. En seguida se abri una puerta la primera puerta que se abra durante toda la caminata por el pueblo y un viejo campesino, con una chaqueta de piel de cordero, con la cabeza inclinada, apareci en el umbral, dbil y amable.

    Puedo entrar un rato en su casa? dijo K, estoy muy cansado.

    No pudo or lo que le dijo el anciano, acept agradecido que le colocasen una tabla, que le salvaran de la nieve y que con unos pasos se hallara en una sala.

    Una gran sala en la penumbra. El que vena de fuera al principio no poda ver nada. K tropez con un cubo y una mano femenina le retuvo. Desde una esquina llegaron los lloros de un nio pequeo, de otra se

    14

  • El Castillo

    elevaba humo convirtiendo la penumbra en tinieblas, K pareca estar entre nubes.

    Pero si est borracho dijo alguien.Quin es usted? Por qu lo has dejado entrar?

    se oy que deca una voz dominante dirigida al anciano. Acaso se puede dejar entrar a cualquiera que se arrastre por las calles?

    Soy el agrimensor del condado dijo K, intentando as justificarse ante la persona an invisible que haba hablado.

    Ah!, es el agrimensor dijo una voz femenina y luego sigui un completo silencio.

    Me conocen? pregunt K.Claro que s dijo brevemente la misma voz.El hecho de que le conocieran no le pareci ninguna

    recomendacin.Al fin se disip algo el humo y K pudo orientarse

    lentamente. Pareca un da de limpieza general. Cerca de la puerta se estaba lavando ropa. El humo, sin embargo, proceda de la esquina izquierda, donde, en una cubeta de madera tan grande como K no la haba visto en su vida tena las dimensiones de dos camas se baaban dos hombres en agua caliente. Pero an ms sorprendente, sin que se pudiera precisar en qu consista la sorpresa, era la esquina derecha. De un gran tragaluz, el nico en la pared del fondo, proceda, del patio, una plida luz blanca de nieve que daba al vestido de una mujer, que casi yaca con aspecto cansado en un silln en lo ms profundo de la esquina, una apariencia sedosa. Tena un beb al pecho. A su alrededor jugaban un par de nios, hijos de campesinos, como se poda comprobar, pero ella no pareca ser de su misma clase, si bien la enfermedad y

    15

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    el cansancio tambin otorgan delicadeza a los campesinos.

    Sintese! dijo, resollando, uno de los hombres, uno con barba y bigote. Indic, cmicamente, con la mano sobre el borde de la cubeta, un bal, y al hacerlo salpic el rostro de K con agua caliente. En el bal se sentaba ya aletargado el anciano que le haba dejado entrar. K estaba agradecido de poder sentarse al fin. Entonces nadie se preocup de l. La mujer que haca la colada, rubia, en plena juventud, cantaba en voz baja mientras trabajaba; los hombres en el bao pataleaban y se daban la vuelta, los nios queran acercarse a ellos, pero eran rechazados una y otra vez por chorros de agua que tampoco respetaron a K; la mujer en el silln yaca como innime, ni siquiera miraba a la criatura que tena al pecho, sino hacia un lugar indeterminado en las alturas.

    K contempl esa invariable imagen triste y hermosa a un mismo tiempo, pero luego debi de quedarse dormido, pues al ser llamado por alguien en voz alta, se asust y descubri que su cabeza se apoyaba en el hombro del anciano que estaba a su lado. Los hombres, que haban terminado de baarse ahora le tocaba el turno a los nios que se movan por la cubeta vigilados por la mujer rubia, se encontraban vestidos ante K. Result que el gritn de la barba era el ms ordinario de los dos. El otro, no ms alto que el de la barba, aunque con menos barba, era un hombre silencioso y pensativo, de ancha figura y rostro tambin ancho, que mantena la cabeza inclinada hacia abajo.

    Seor agrimensor dijo, aqu no puede quedarse. Perdone la descortesa.

    Tampoco quera quedarme dijo K, slo descansar un poco. Ya lo he hecho y me voy.

    16

  • El Castillo

    Es probable que se sorprenda de la poca hospitalidad dijo el hombre, pero para nosotros la hospitalidad no es costumbre, no necesitamos huspedes.

    Refrescado por el sueo y ms perspicaz que antes, K se alegr por las sinceras palabras. Se movi con ms libertad, apoy su bastn aqu y all y se acerc a la mujer tendida en el silln; por lo dems, l era el ms alto en la habitacin.

    Cierto dijo K, para qu necesitan huspedes. Pero en un momento u otro se necesita alguno, por ejemplo a m, al agrimensor.

    Eso no lo s dijo lentamente el hombre, si le han llamado, es probable que le necesiten, eso es una excepcin; nosotros, sin embargo, gente humilde, nos atenemos a las reglas, eso no nos lo puede reprochar.

    No, no dijo K, slo les puedo estar agradecidos, a ustedes y a todos los presentes.

    E inesperadamente para todos, K se dio la vuelta y qued ante la mujer. Ella miraba a K con sus ojos azules y cansados, un pauelo de cabeza transparente de seda. le llegaba hasta la mitad de la frente, la criatura dorma en su pecho.

    Quin eres? pregunt K.Con desdn, aunque no quedaba claro si su

    desprecio se diriga a K o se refera a su propia respuesta, dijo:

    Una mujer del castillo.Todo eso slo haba durado un instante, pero K ya

    tena a su derecha e izquierda a cada uno de los hombres y, como si no hubiera ningn otro medio de comunicacin, le llevaron hasta la puerta en silencio pero aplicando todas sus fuerzas. El anciano se alegr de algo y aplaudi, tambin la mujer que lavaba se ri

    17

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    cuando los nios comenzaron repentinamente a hacer ruido como locos.

    K se encontraba en la callejuela y los hombres le vigilaban desde el umbral de la puerta. Otra vez caa nieve, sin embargo pareca haber aclarado algo. El de la gran barba grit impaciente:

    Adnde quiere dirigirse? Por aqu se va al castillo, por all al pueblo.

    K no le respondi, pero al otro, que a pesar de su superioridad le pareca el ms tratable, le dijo:

    Quin es usted? A quin tengo que agradecerle la hospitalidad? Soy el maestro curtidor Lasemann, pero no le tiene que agradecer nada a nadie.

    Bien dijo K, quiz volvamos a encontrarnos. No lo creo dijo el hombre.En ese instante exclam el de la barba con la mano

    levantada: Buenos das, Artur! Buenos das, Jeremas!K se dio la vuelta. As que en ese pueblo sala la

    gente a la calle! De la direccin del castillo venan dos jvenes de estatura media, los dos muy delgados, con trajes estrechos, muy parecidos de rostro, de tez muy morena, pero con unas perillas tan negras que aun as destacaban. Para la condicin en que se hallaba la calle avanzaban sorprendentemente deprisa, dando grandes zancadas rtmicas con sus piernas delgadas.

    Adnde vais? pregunt el de la gran barba.Slo se poda hablar con ellos a gritos, tan rpido

    caminaban y no se detenan.Negocios! exclamaron rindose. Dnde?En la posada!Hacia all me dirijo yo tambin! grit K.

    18

  • El Castillo

    De repente, y ms que cualquier otra cosa, sinti la gran necesidad de que le llevaran con ellos; trabar conocimiento con ellos no le pareci muy productivo, pero parecan alegres compaeros de camino.

    Ellos oyeron las palabras de K, se limitaron a asentir con la cabeza y ya haban pasado de largo.

    K an permaneca en la nieve y tena pocas ganas de levantar el pie para volver a hundirlo una vez ms un poco ms all. El maestro curtidor y su compaero, satisfechos por haberse desembarazado definitivamente de K, se retiraron lentamente, no sin dejar de mirarle desde la casa por el resquicio de la puerta. K se qued solo rodeado de nieve.

    Una buena oportunidad para desesperarse un poco pens, si me encontrase aqu por casualidad y no por mi propia voluntad.

    En la casa situada a la izquierda se abri de repente una ventana minscula cerrada haba parecido azul oscura, tal vez por el reflejo de la nieve, y era tan pequea que al permanecer ahora abierta no se poda ver todo el rostro de la persona que miraba por ella, slo los ojos, unos ojos castaos y ancianos.

    All est oy K que deca una voz femenina y temblorosa.

    Es el agrimensor dijo una voz masculina. Entonces fue el hombre quien mir por la ventana y pregunt no de una manera descorts, pero s como si le preocupase que todo estuviese en orden delante de su casa.

    A quin est esperando?A un trineo que me lleve dijo K.Por aqu no pasa ningn trineo dijo el hombre.

    En esta calle no hay trfico.

    19

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    Pero si es la calle que conduce al castillo objet K.

    A pesar de eso dijo el hombre con cierta inflexibilidad por aqu no hay trfico.

    Los dos callaron. Pero el hombre meditaba algo, pues an mantena abierta la ventana, de la que sala humo.

    Es un camino bastante malo dijo K por mantener la conversacin.

    El hombre, sin embargo, se limit a decir: S, es cierto.Despus de un rato aadi:Si quiere le llevo con mi trineo.S, por favor dijo K con gran alegra. Cunto

    me va a cobrar? Nada dijo el hombre.K se asombr.Usted es el agrimensor dijo el hombre

    explicndose y pertenece al castillo. Adnde quiere ir?

    Al castillo dijo rpidamente K.All no voy dijo el hombre en seguida.Pero si pertenezco al castillo dijo K repitiendo las

    palabras del hombre.Puede ser dijo el hombre algo reservado. Entonces llveme a la posada dijo K. Bien dijo el hombre, ahora salgo con el trineo.La conversacin no le dio la impresin de amabilidad,

    sino la de un empeo egosta, temeroso y casi pedante de retirar a K de la entrada de la casa.

    Se abri la puerta del patio y por ella apareci un trineo para cargas ligeras, completamente plano y sin

    20

    caroResaltado

  • El Castillo

    ningn asiento, tirado por un pequeo y dbil caballo, detrs sali el hombre, no un anciano, sino un hombre dbil, encorvado, cojo, con un rostro delgado, colorado y con aspecto de acatarrado, que daba la impresin de ser muy pequeo debido a la bufanda de lana que rodeaba el cuello. El hombre estaba visiblemente enfermo y slo haba salido para poder desembarazarse de K. ste hizo una alusin al respecto, pero el hombre la rechaz con seas negativas. K slo pudo enterarse de que era el cochero Gerstcker y que haba cogido ese trineo tan incmodo porque ya estaba preparado y sacar otro habra necesitado mucho tiempo.

    Sintese dijo, y seal con el ltigo la parte trasera del trineo.

    Me sentar junto a usted dijo K.Entonces me marchar dijo Gerstcker.Pero por qu? pregunt K.Me marchar repiti Gerstcker y sufri un

    ataque de tos que le sacudi tanto que se vio obligado a afirmar fuertemente sus piernas en la nieve y a sujetarse con las dos manos en el borde del trineo. K no dijo nada ms, se sent en la parte trasera del trineo, la tos se fue calmando lentamente y partieron.

    El castillo all arriba, extraamente oscuro a esa hora, y que K haba tenido la esperanza de alcanzar ese mismo da, se alejaba una vez ms. Como si le quisiera dar una despedida provisional, en el castillo se oy el repicar de una campana con un tono alegre y alado, que al menos durante un instante hizo temblar el corazn, como si le amenazase pues el son tambin era doloroso el cumplimiento de lo que l anhelaba con inseguridad. Pero al poco tiempo esa gran campana enmudeci y fue reemplazada por una campanita dbil y montona, quiz arriba o quiz ya en

    21

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    el pueblo. Ese repique se adaptaba mejor al lento avance y al lastimoso pero implacable cochero.

    Eh, t exclam repentinamente K (ya se hallaban cerca de la iglesia, el camino hacia la posada no estaba lejos, as que K poda osar algo), me sorprende mucho que te atrevas a llevarme por los alrededores por tu propia cuenta. Puedes hacerlo?

    Gerstcker no le prest atencin y continu la marcha junto a su caballito.

    Eh! exclam K, cogi algo de nieve del trineo, hizo una bola, la lanz y acert en la oreja de Gerstcker. ste se detuvo y se volvi. Pero cuando K le vio as tan cerca de l esa figura encorvada y en cierto modo maltratada; el rostro colorado, delgado y cansado, con mejillas disparejas, una plana, la otra cada; la boca abierta, con actitud de sorpresa, en la que slo se vean unos pocos dientes tuvo que repetir con compasin lo que antes haba dicho por maldad: si Gerstcker no poda ser castigado por transportarle.

    Qu quieres de m? pregunt Gerstcker sin comprender, y no esper ninguna aclaracin, llam al caballito y reanud el camino.

    Cuando ya se hallaban cerca de la posada K se dio cuenta de esta circunstancia al tomar una curva, para su sorpresa comprob que ya haba oscurecido. Tanto tiempo haba estado fuera? Segn sus clculos, slo una o dos horas, y haba salido por la maana. Tampoco haba sentido hambre, y haca poco an haba percibido la claridad del da, no obstante ahora ya anocheca.

    Das cortos, das cortos se dijo, baj del trineo y entr en la posada.

    Arriba, en la pequea escalera del vestbulo, le agrad ver al posadero alumbrando con un farol ante

    22

  • El Castillo

    s. Acordndose fugazmente del cochero, K se detuvo, oy que alguien tosa en la oscuridad y comprob que estaba detrs de l. Bien, ya le vera prximamente. Slo cuando lleg arriba, donde estaba el posadero, que le saludaba con humildad, comprob que haba un hombre a cada lado de la puerta. Tom el farol de las manos del posadero e ilumin a las dos personas; eran los dos jvenes con los que se haba encontrado y a los que se haban dirigido con los nombres de Artur y Jeremas. Ahora le saludaron. Sonri en recuerdo de su servicio militar, de aquellos tiempos felices.

    Quines sois? pregunt, y mir de uno al otro. Sus ayudantes respondieron.Son los ayudantes confirm en voz baja el

    posadero.Cmo? pregunt K. Sois mis antiguos

    ayudantes a los que dije que viniesen despus de m y a los que he estado esperando?

    Ellos asintieron.Est bien dijo K despus de un rato, est bien

    que hayis venido.Por lo dems dijo K despus de otro rato, os

    habis retrasado mucho, sois negligentes.Era un largo camino dijo uno de ellos.Un largo camino repiti K, pero me he

    encontrado con vosotros cuando regresabais del castillo.

    S dijeron sin ms aclaraciones. Dnde tenis los aparatos? pregunt K. No tenemos ninguno dijeron.Los aparatos que os haba confiado dijo K. No tenemos ninguno repitieron.

    23

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    Pero, qu clase de gente sois? dijo K. Entendis algo de agrimensura?

    No respondieron.Si sois mis antiguos ayudantes, tenis que entender

    algo dijo K. Ellos callaron.As que esas tenemos dijo K, y los empuj

    delante de l hacia el interior de la casa.

    24

  • El Castillo

    2

    BARNABS5

    Los tres estaban sentados juntos ante una mesita en la taberna de la posada, beban cerveza y guardaban silencio. K en el centro, a derecha e izquierda sus ayudantes. Haba otra mesa ocupada por campesinos, como en la noche anterior.

    Resulta difcil con vosotros dijo K, y compar sus rostros como haba hecho frecuentemente con anterioridad, cmo os voy a distinguir? Slo os diferenciis en los nombres, en lo dems sois idnticos como... se interrumpi y continu maquinalmente, como serpientes.

    Ellos se rieron.Se nos diferencia bien dijeron como justificacin.Lo creo dijo K; yo mismo he sido testigo de ello,

    pero yo slo veo con mis ojos y con ellos no puedo distinguiros. Por eso os tratar como a un solo hombre y os llamar a los dos Artur, as se llama uno de vosotros quiz t? pregunt K a uno de ellos.

    No dijo ste, yo me llamo jeremas.Bueno, da igual dijo K, os llamar Artur a los

    dos. Si envo a Artur a algn lado, os vais los dos juntos, si le encargo a Artur un trabajo, lo hacis los dos, aunque eso tiene para m la gran desventaja de que no os puedo emplear en trabajos distintos; sin embargo, tiene la ventaja de que los dos tenis una responsabilidad indivisible sobre todo lo que os encargue. Cmo os repartis el trabajo que os encargue, me resulta indiferente, pero no me podis hablar uno despus del otro, para m sois un solo hombre.

    25

    caroResaltado

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    Ellos meditaron un instante y dijeron: Para nosotros sera muy desagradable.Cmo no dijo K; es natural que os resulte

    desagradable, pero as lo har.Ya desde haca un rato haba observado K que uno

    de los campesinos rondaba la mesa: finalmente se decidi, se acerc a uno de los ayudantes y quiso susurrarle algo en el odo.

    Disculpe dijo K, golpe con la mano en la mesa y se levant, stos son mis ayudantes y ahora tenemos una entrevista. Nadie tiene derecho a molestarnos.

    Oh!, perdone, perdone dijo el campesino atemorizado y regres a su grupo.

    Esto tenis que tenerlo muy presente dijo K volvindose a sentar, no podis hablar con nadie sin mi permiso. Yo soy aqu un forastero y si sois mis antiguos ayudantes, tambin vosotros sois forasteros. Nosotros, los tres forasteros, tenemos, por consiguiente, que mantenernos juntos; estrechadme entonces vuestras manos.

    Con demasiada docilidad estrecharon la mano de K.Me habis dado vuestra palabra dijo, tenis

    que cumplir mis rdenes. Ahora me ir a dormir, os aconsejo que hagis lo mismo. Hoy hemos perdido un da de trabajo, maana tendremos que comenzar muy temprano. Tenis que conseguir un trineo para ir al castillo y estar aqu, ante la casa, con l, a las seis de la maana, dispuestos para partir.

    Bien dijo uno, pero el otro se inmiscuy:Dices bien, pero sabes que es imposible.Silencio dijo K, ya queris comenzar a

    distinguiros.

    26

  • El Castillo

    Pero entonces tambin habl el primero:Tiene razn, es imposible, sin autorizacin ningn

    forastero puede ir al castillo.Dnde se consigue esa autorizacin? No lo s, tal vez del alcaide.Entonces intentaremos hablar con l por telfono.

    Llamad en seguida al alcaide, los dos.Corrieron hacia el aparato, pidieron la conexin por

    el modo en que se afanaban aparentaban ser ridculamente obedientes preguntaron si poda ir al castillo con ellos al da siguiente. El no pudo orlo K desde su mesa, pero la respuesta fue an ms detallada: ni maana ni ningn otro da.

    Yo mismo telefonear dijo K, y se levant. Mientras que hasta ese momento, salvo el incidente con el campesino, los presentes apenas haban reparado en K y sus ayudantes, sus ltimas palabras despertaron el inters general. Todos se levantaron al mismo tiempo que K y, aunque el posadero intent echarlos hacia atrs, se agruparon alrededor del aparato formando un semicrculo. Entre ellos predomin la opinin de que K no recibira ninguna respuesta. K tuvo que pedirles que permaneciesen en silencio: no quera or su opinin.

    En el receptor escuch un zumbido, como nunca lo haba odo al telefonear. Era como si ese zumbido estuviese compuesto de innumerables voces infantiles, pero en realidad tampoco era un zumbido, sino un canto de voces lejanas, extremadamente lejanas, como si de ese zumbido se formase una nica voz elevada y fuerte que golpeaba el odo como si quisiese penetrar ms en el pobre aparato auditivo. K escuchaba sin decir nada, haba apoyado el brazo izquierdo en el soporte del telfono y escuchaba en esa postura.

    27

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    No supo cunto tiempo estuvo all escuchando, al cabo el posadero le tir de la chaqueta y le dijo que acababa de llegar un mensajero para l.

    Fuera! grit perdiendo el dominio de s mismo, quiz en el auricular del telfono, pues entonces se anunci alguien. Se desarroll la siguiente conversacin:

    Aqu Oswald, quin es? grit una voz severa y arrogante con lo que a K le pareci un pequeo defecto en la articulacin que intentaba compensar con un suplemento de severidad. K dud en identificarse, estaba indefenso ante el telfono: el otro poda fulminarle, colgar el auricular y K se habra cerrado un camino quiz no carente de importancia. El titubeo de K acab con la paciencia del hombre.

    Quin es? repiti, y aadi: Me agradara que no se telefonease tanto desde all: hace slo un instante se ha telefoneado.

    K no se ocup de esa indicacin y anunci con una decisin repentina:

    Soy el ayudante del seor agrimensor.Qu ayudante? Qu seor? Qu agrimensor?K se acord de la conversacin telefnica del da

    anterior. Pregntele a Fritz dijo brevemente.Para su sorpresa surti efecto. Pero ms por el hecho

    de que surtiera efecto, se asombr de la centralizacin del servicio.

    La respuesta fue:Ya s, el eterno agrimensor, ja, ja. Qu ms?

    Qu ayudante? Josef dijo K.

    28

  • El Castillo

    Le molestaba algo el murmullo de los campesinos a sus espaldas, en apariencia no estaban de acuerdo en que no se presentase correctamente. Pero K no tena tiempo de ocuparse de ellos, pues la conversacin necesitaba de toda su concentracin.

    Josef? preguntaron. Los ayudantes se llaman... una pequea pausa, al parecer reclamaba los nombres a otra persona, Artur y jeremas.

    sos son los nuevos ayudantes dijo K. No, sos son los antiguos.Son los nuevos, yo, sin embargo, soy el antiguo, el

    que ha llegado hoy despus del agrimensor.No! gritaron.Entonces, quin soy yo? pregunt K con la

    misma tranquilidad. Y despus de una pausa la misma voz con el mismo

    defecto de articulacin, aunque con otro tono ms profundo y respetable, dijo:

    T eres el antiguo ayudante.K escuch el timbre de la voz y casi pas por alto la

    pregunta: Qu quieres?Hubiese querido colgar el auricular. De esa

    conversacin ya no esperaba nada ms. Slo forzndose pregunt rpidamente:

    Cundo puede ir mi seor al castillo?Nunca fue la respuesta.Bien dijo K, y colg el auricular.Detrs de l los campesinos se haban aproximado

    mucho a su persona. Los ayudantes intentaban detenerlos lanzndole a l miradas de soslayo. Pero slo pareca ser una comedia; adems, los campesinos, satisfechos con el resultado de la

    29

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    conversacin, comenzaban a ceder lentamente. Entonces el grupo fue dividido desde atrs por un hombre con paso rpido que se inclin ante K y le dio una carta. K mantuvo la carta en la mano y mir al hombre, ya que en ese instante le pareca ms importante que la carta. Se daba una gran similitud entre l y los ayudantes, era tan delgado como ellos, con el mismo traje ceido, tambin tan gil y ligero como ellos y, sin embargo, tan diferente. Ojal K le hubiese tenido como ayudante! Le recordaba un poco a la dama con el lactante que haba visto en la casa del maestro curtidor. Vesta casi por entero de blanco, el traje no era de seda, era un traje de invierno como cualquier otro, pero tena la suavidad y solemnidad de un traje de seda. Su rostro era claro y sincero, los ojos demasiado grandes. Su sonrisa era enormemente estimulante; se pas la mano por el rostro como si quisiese ahuyentar esa sonrisa, pero no lo logr.

    Quin eres? pregunt K.Me llamo Barnabs dijo, soy un mensajero.Sus labios se abran y cerraban al hablar con

    masculinidad y, sin embargo, con suavidad.Te gusta este lugar? pregunt K, y seal a los

    campesinos, que an no haban perdido el inters por l, y que miraban con sus rostros atormentados el crneo pareca como si hubiese sido aplanado desde arriba y los rasgos faciales se hubiesen formado por el dolor al ser golpeados, sus labios gruesos, sus bocas abiertas, pero al mismo tiempo tampoco miraban, pues a veces su mirada erraba y permaneca fija en algn objeto antes de regresar; luego K seal a los ayudantes, que se mantenan abrazados, mejilla con mejilla, y sonrean, no se saba si humilde o burlonamente, se los seal como si le presentase un squito que le haban impuesto por circunstancias especiales, esperando en ello resida la confianza y a

    30

  • El Castillo

    eso era a lo que K daba importancia que Barnabs distinguiera razonablemente entre l y ellos. Pero Barnabs si bien con completa inocencia, como se poda reconocer no admiti la pregunta, la dej pasar como un criado bien educado deja pasar las palabras slo en apariencia dirigidas a l por su seor, y se limit a mirar a su alrededor en el sentido de la pregunta, saludando a sus conocidos entre los campesinos e intercambiando algunas palabras con los ayudantes, todo eso libre y espontneamente, sin mezclarse con ellos. K, desairado, pero no avergonzado, volvi a la carta que tena en la mano y la abri. Deca lo siguiente:

    Muy seor mo:Como usted ya sabe, ha sido aceptado en el servicio

    condal. Su superior ms prximo es el alcalde del pueblo, quien le comunicar los detalles acerca de su trabajo y sus condiciones salariales y a quien tambin tendr que dar cuenta de su trabajo. Sin embargo, no le perder de vista. Barnabs, el portador de esta carta, le preguntar de vez en cuando para conocer sus deseos y comunicrmelos a m. Siempre me encontrar dispuesto, en cuanto sea posible, a complacerle. Deseo tener trabajadores satisfechos.

    La firma era ilegible, pero impreso se poda leer: El director de la oficina X.

    Espera! le dijo K a Barnabs, quien obedeci con una ligera inclinacin. A continuacin, K llam al posadero para que le mostrase su habitacin, ya que deseaba permanecer un tiempo a solas con la carta. Al hacerlo record que Barnabs, a pesar de la simpata que senta hacia l, no era ms que un mensajero y pidi que le sirvieran una cerveza. Prest atencin a la forma en que la acept, aparentemente la acept

    31

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    encantado y se la bebi en seguida. En la casa slo haban podido poner a disposicin de K una habitacin en el tico, e incluso eso haba creado dificultades, pues haba dos criadas que haban dormido hasta entonces en ella y que haban tenido que ser alojadas en otro lugar. En realidad no se haba hecho otra cosa que sacar a las criadas, en lo restante la habitacin haba quedado intacta, nada de sbanas nuevas en la nica cama, slo un par de almohadas y una manta de caballerizas en el mismo estado en que haban quedado despus de la ltima noche; en la pared haba algunas imgenes de santos y fotografas de soldados; ni siquiera haban aireado la habitacin, al parecer no se esperaba que el husped permaneciese all mucho tiempo y tampoco se haca nada para retenerlo. K, sin embargo, se mostr conforme con todo, se rode con la manta, se sent a la mesa y comenz a leer de nuevo la carta a la luz de una vela.

    No era una carta uniforme, haba pasajes en los que se hablaba con l como si fuese una persona independiente, a quien se le reconoce una voluntad propia, as era el encabezamiento, al igual que el pasaje que se refera a sus deseos. Sin embargo, haba otros pasajes en que era tratado abierta o encubiertamente como un trabajador inferior apenas digno de la atencin de ese director; ste pareca tener que esforzarse para no perderle de vista, su superior slo era el alcalde del pueblo, a quien incluso tena que rendir cuentas, era probable que su nico colega fuese el polica del pueblo. sas eran sin duda contradicciones, tan visibles que deban de ser intencionadas. Pues el pensamiento absurdo, referido a una administracin como sa, de que haba actuado con indecisin, ni siquiera fue tomado en cuenta por K. Ms bien adverta en ello el ofrecimiento de una eleccin, se dejaba a su consideracin lo que quera hacer con las instrucciones de la carta: si quera ser un

    32

  • El Castillo

    trabajador del pueblo con una conexin, as y todo, distinguida, pero aparente con el castillo, o un trabajador del pueblo aparente que en realidad haca depender toda su relacin laboral de las indicaciones de Barnabs. K no dud al elegir, tampoco habra dudado sin las experiencias que ya haba tenido. Slo como trabajador del pueblo, lo ms alejado posible del seor del castillo, estaba en condiciones de alcanzar algo en el castillo; esa gente del pueblo, que an se mostraba tan recelosa frente a l, comenzara a hablar cuando l, aunque no se hubiese convertido en su amigo, s fuese un conciudadano, y una vez que ya no se diferenciase de un Gerstcker o Lasemann y esto tena que ocurrir con gran rapidez, de ello dependa todo, entonces se le abriran de golpe todos los caminos que, si hubiese dependido de los seores de arriba y de su indulgencia, no slo habran quedado cerrados para l, sino invisibles. Es cierto que haba un peligro y se haba acentuado suficientemente en la carta, se haba descrito con cierta alegra, como si fuese inevitable. Era la condicin de trabajador. Servicio, director, superior, trabajo, condiciones salariales, dar cuenta, trabajador, la carta abundaba en todos estos trminos laborales e incluso cuando se deca algo diferente, ms personal, se deca desde esa perspectiva. Si K quera convertirse en un trabajador, poda hacerlo, pero entonces con terrible seriedad, sin ninguna otra intencin. K saba que no le haban amenazado con una obligacin real, no la tema y aqu menos, pero s que tema la violencia del ambiente desalentador, la habituacin a las decepciones, la violencia de las influencias imperceptibles que se produciran a cada momento, pero tena que atreverse a enfrentarse con ese peligro. La carta tampoco silenciaba que, si se llegaba a la lucha, K sera quien habra tenido la osada de comenzarla, se haba dicho con sutileza y slo una conciencia inquieta inquieta,

    33

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    no mala poda advertirlo, eran las palabras como usted ya sabe respecto a su admisin en el servicio. K se haba anunciado y desde ese momento saba, como se expresaba en la carta, que haba sido admitido.

    K retir una foto de la pared y colg la carta en un clavo; en esa habitacin vivira, ah deba colgar la carta.

    Luego baj a la taberna de la posada; Barnabs estaba sentado con los ayudantes a una mesita.

    Ah!, ests ah dijo K sin motivo, slo porque se alegr de ver a Barnabs. ste se levant de inmediato. Apenas entr K, los campesinos se levantaron para acercarse a l, se haba convertido en una costumbre estar siempre detrs de sus talones.

    Qu queris continuamente de m? exclam K.No se lo tomaron a mal y regresaron lentamente a sus

    asientos. Uno de ellos, mientras se retiraba, dijo como explicacin y con una indefinible sonrisa, que otros imitaron:

    Siempre se entera uno de algo nuevo y se lami los labios como si lo nuevo fuese comida.

    K no dijo nada reconciliador, estaba bien si reciba algo de respeto, pero apenas acababa de sentarse al lado de Barnabs, cuando ya not el aliento de un campesino en la nuca; vena, segn dijo, a coger el salero, pero K dio, enojado, una patada en el suelo, y el campesino se alej corriendo sin el salero. Era fcil molestar a K, slo haba que incitar a los campesinos contra l: su obstinada participacin le pareca ms perversa que la reserva de los otros y, adems, tambin se trataba de reserva, pues si K se hubiese sentado a su mesa, con toda seguridad no se habran quedado sentados. Slo la presencia de Barnabs le impidi formar un escndalo. Pero se dio la vuelta hacia ellos con actitud amenazadora, y tambin ellos le

    34

  • El Castillo

    miraron. Al verlos as sentados, cada uno en su puesto, sin hablar entre ellos, sin un vnculo visible entre ellos, teniendo slo en comn que todos le miraban fijamente, le pareci que no se trataba de maldad lo que les impulsaba a perseguirle, tal vez queran realmente algo de l y no lo podan decir, y si no era eso, quiz se tratase slo de infantilismo; un infantilismo que pareca abundar en esa casa, acaso no era tambin infantil el posadero, que sostena una jarra de cerveza para un cliente con las dos manos, permaneciendo en silencio, mirando a K y haciendo caso omiso de una llamada de la posadera, quien se haba asomado por la ventana de la cocina?

    K, ms tranquilo, se volvi hacia Barnabs: le hubiese gustado alejar a los ayudantes, pero no encontr ninguna excusa, por lo dems . se limitaban a mirar en silencio sus cervezas.

    He ledo la carta comenz K. Conoces su contenido?

    No dijo Barnabs. Su mirada pareci decir ms que sus palabras. Tal vez K se equivocaba para bien como con los campesinos para mal, pero sigui sintindose bien en su presencia.

    Tambin se habla de ti en la carta, de vez en cuando tienes que transmitir informaciones entre la direccin y yo, por eso haba pensado que conoceras el contenido.

    Slo recib el encargo dijo Barnabs de entregar la carta, esperar a que se haya ledo y, si lo considerases necesario, llevar una respuesta oral o escrita.

    Bien dijo K, no necesita ser escrita, comuncale al seor director, cmo se llama? No pude leer el nombre.

    Klamm6 dijo Barnabs.

    35

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    Comuncale entonces al seor Klamm mi agradecimiento por la admisin y por su amabilidad, agradecimiento y amabilidad que, como una persona an no adaptada a este lugar, s valorar en lo que se merecen. Me comportar segn sus instrucciones. Por ahora no tengo ningn deseo especial.

    Barnabs, que haba escuchado atento, pidi a K poder repetir el mensaje. K lo permiti y Barnabs lo repiti literalmente. Luego se levant para despedirse.

    Durante todo ese tiempo K haba examinado su rostro, ahora lo hizo por ltima vez. Barnabs era tan alto como K, sin embargo pareca como si inclinase la mirada hacia K, eso ocurra casi con humildad, pero era imposible que ese hombre pudiese avergonzar a alguien. Cierto, no era ms que un mensajero, no conoca el contenido de la carta que deba entregar, pero tambin su mirada, su sonrisa y su paso parecan ser un mensaje, por ms que no quisiera saber nada de ellos. Y K le extendi la mano, lo que pareci sorprenderle, pues l slo hubiese querido inclinarse.

    En cuanto se hubo ido antes de abrir la puerta se haba apoyado un instante con el hombro en ella y haba abarcado la sala con una mirada que no dirigi a nadie en particular, K se dirigi a sus ayudantes:

    Voy a traer de mi habitacin los planos, entonces hablaremos de nuestro prximo trabajo.

    Quisieron acompaarle. Quedaos aqu! dijo K.Pero no cejaron en su empeo. K tuvo que repetir la

    orden con ms severidad. Barnabs ya no estaba en el pasillo, acababa de irse. Tampoco lo vio ante la casa, y volva nevar. Grit:

    Barnabs!

    36

  • El Castillo

    No hubo respuesta. Acaso se encontraba an en la casa? No pareca haber otra posibilidad. No obstante, K volvi a gritar su nombre con todas sus fuerzas: el nombre estall en la oscuridad de la noche. Y desde la lejana lleg una dbil respuesta, tan lejos se encontraba ya Barnabs. K respondi y fue a su encuentro; en el lugar donde se encontraron ya no podan ser vistos desde la posada.

    Barnabs dijo K, y no pudo evitar un temblor en su voz, quera decirte algo ms. Me he dado cuenta de que no funcionara bien si tuviese que depender de tus visitas casuales si necesito algo del castillo. Si no te hubiese alcanzado ahora por pura casualidad an crea que estabas en la casa, quin sabe cunto tendra que haber esperado a tu prxima aparicin.

    Puedes pedirle al director dijo Barnabs que me enve regularmente a las horas que t indiques.

    Tampoco eso sera suficiente dijo K, tal vez no quiera decir nada en todo un ao, pero un cuarto de hora despus de tu partida se me puede ocurrir algo inaplazable.

    Debo comunicar entonces a la direccin dijo Barnabs que entre ella y t establezca otra conexin adems de la ma?

    No, no dijo K, de ningn modo, menciono este asunto slo de pasada, esta vez he tenido suerte y he logrado alcanzarte.

    Quieres que regresemos a la posada dijo Barnabs para que me puedas dar all el nuevo mensaje?

    Ya haba dado un paso en direccin a la posada.Barnabs dijo K, no es necesario, te

    acompaar un poco.

    37

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    Por qu no quieres ir a la posada? pregunt Barnabs.

    La gente me molesta all dijo K. Ya has visto la impertinencia de los campesinos.

    Podemos ir a tu habitacin dijo Barnabs.Es la habitacin de las criadas dijo K, sucia y

    mal ventilada, para no quedarme all quera acompaarte un poco, slo tienes que dejar aadi K para superar definitivamente sus dudas que me apoye en ti, t caminas con ms seguridad.

    Y K se cogi de su brazo. Haba una profunda oscuridad, no vea su rostro, su figura era imprecisa, ya con anterioridad haba intentado Palpar su brazo.

    Barnabs cedi y se alejaron de la posada. Sin embargo, K sinti que l, a pesar del gran esfuerzo, no era capaz de mantener el paso de Barnabs, que impeda la libertad de sus movimientos y que incluso en circunstancias normales todo tena que fracasar por ese detalle, y precisamente en una de las callejuelas como aquella en la que K se haba hundido en la nieve por la maana y de la que slo podra salir llevado por Barnabs. Pero alej esas preocupaciones y se consol con el silencio de Barnabs; si continuaban en silencio, entonces seguir caminando podra constituir tambin para Barnabs la finalidad de su compaa.

    Avanzaron, pero K no saba en qu direccin, no poda reconocer nada, ni siquiera saba si ya haban pasado la iglesia. Debido al esfuerzo que le causaba el simple hecho de caminar, ocurri que no poda dominar sus pensamientos. En vez de permanecer fijos en su objetivo, se confundan. Una y otra vez emergi su lugar de origen y los recuerdos de l le colmaron. Tambin all haba una iglesia en la plaza principal, en parte estaba rodeada por un viejo cementerio y ste a su vez por un elevado muro. Pocos nios haban

    38

  • El Castillo

    escalado ese muro, tampoco K haba sido capaz de escalarlo. No les impulsaba la curiosidad, el cementerio ya no tena para ellos ningn secreto, muchas veces haban entrado por su puerta enrejada, era el elevado muro lo que queran superar. Una maana la plaza, silenciosa y vaca, estaba inundada de luz, K nunca la haba visto as y jams la volvera a ver, le result sorprendentemente fcil; en un lugar donde otras veces haba fracasado con frecuencia, escal el muro a la primera con una bandera entre los dientes. An se desprendan piedras bajo l cuando ya estaba arriba. Desenroll la bandera, el viento despleg el pao, mir hacia abajo y a su alrededor, tambin sobre el hombro hacia las cruces hundidas en la tierra, nadie estaba en ese momento y all ms alto que l. Casualmente pas el maestro, oblig a K a bajar con una mirada enojada y, al saltar, K se lesion en la rodilla; slo con esfuerzo pudo regresar a casa, pero haba estado en el muro, el sentimiento de esa victoria le proporcion seguridad para una larga vida, lo que no era del todo absurdo, pues ahora, despus de muchos aos, vino en su ayuda en la noche nevada caminando del brazo de Barnabs.

    Se sujet a l con ms fuerza, Barnabs casi le arrastraba, el silencio no se interrumpi; del camino K slo saba que por el estado de la calle no se haban desviado hacia una de esas callejuelas laterales. Se alab por no detenerse debido a la dificultad del camino o a la preocupacin de tener que regresar; para que, finalmente, le arrastrasen, an alcanzaran sus fuerzas. Poda ser el camino infinito? Durante el da el castillo se haba presentado ante l como un fcil objetivo y el mensajero conoca con toda seguridad el camino ms corto.

    Entonces Barnabs se detuvo. Dnde estaban? No se poda seguir? Se despedira Barnabs de K? No le

    39

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    sera posible, K se sujetaba con tal fuerza del brazo de Barnabs que casi le haca dao. O poda haber ocurrido lo increble y se encontraban ya en el castillo o ante sus puertas? Sin embargo, por lo que K saba, no haban ascendido en ningn momento. O Barnabs le haba conducido por un camino que suba imperceptiblemente?

    Dnde estamos? pregunt K en voz baja, ms a l mismo que al otro.

    En casa respondi Barnabs de la misma manera.

    En casa?Ahora ten cuidado, no vayas a resbalar. El camino

    desciende. Desciende?Slo son unos pasos aadi, y ya estaba

    llamando a una puerta. Abri una joven, se encontraban ante el umbral de

    una gran sala, casi en plena oscuridad, pues slo brillaba una diminuta lmpara de aceite sobre una mesa en la parte trasera de la izquierda.

    Quin viene contigo, Barnabs? pregunt la muchacha.

    El agrimensor dijo l.El agrimensor repiti ella en voz alta mirando

    hacia la mesa. A continuacin, se levantaron de all dos ancianos, hombre y mujer, y otra joven. Saludaron a K, Barnabs le present a todos, eran sus padres y sus hermanas Olga y Amalia. K apenas se fij en ellos, le quitaron la chaqueta empapada para secarla en la calefaccin y K dej que lo hicieran.

    40

  • El Castillo

    As pues, no ellos, sino Barnabs era quien estaba en su casa. Pero, por qu estaban all? K se llev a Barnabs aparte y dijo:

    Por qu has venido a tu casa? O es que vivs en el recinto del castillo?

    En el recinto del castillo? repiti Barnabs, como si no comprendiese a K.

    Barnabs dijo K, t queras ir de la posada al castillo.

    No, seor dijo Barnabs, yo quera ir a casa, al castillo ir por la maana temprano, nunca duermo all.

    As que dijo K no queras ir al castillo, slo aqu su sonrisa le pareci lnguida, su apariencia deslucida. Por qu no me has dicho nada?

    No me has preguntado dijo Barnabs. Queras darme un mensaje, pero ni en la taberna ni en tu habitacin, entonces pens que me lo podras dar en casa de mis padres sin que nadie te molestase; se alejarn en seguida, si se lo ordenas, tambin podras pernoctar aqu si esto te gusta ms. No he hecho bien?

    K no pudo responder. Haba resultado ser un malentendido, un vulgar y banal malentendido y K se haba abandonado a l. Se haba dejado encantar por la chaqueta sedosa, brillante y ajustada de Barnabs, que ste ahora se desabrochaba y debajo de la cual apareca una camisa basta, de un color gris sucio, llena de remiendos sobre el poderoso y anguloso pecho de un siervo? Y todo lo que le rodeaba no slo estaba en sintona con eso, sino que llegaba a superarlo: el viejo padre gotoso, que avanzaba ms gracias a sus manos que a sus piernas rgidas; la madre con las manos dobladas en el pecho que, debido a su volumen slo poda dar pasos minsculos; los dos, el padre y la madre, haban abandonado su esquina desde que K

    41

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    haba entrado y an no le haban alcanzado. Las hermanas, rubias, muy similares y tambin parecidas a Barnabs, pero con rasgos ms duros que l, jvenes altas y fuertes, rodeaban a los recin llegados y esperaban de K algunas palabras de saludo, l, sin embargo, no poda decir nada, haba credo que en aquel pueblo todos tenan importancia para l y as era, slo esa gente no le importaba en lo ms mnimo7. Si hubiese sido capaz de regresar solo a la posada, se habra ido en seguida. La posibilidad de ir con Barnabs por la maana temprano al castillo no le tentaba. Ahora, en la noche, inadvertido, habra querido penetrar en el castillo, conducido por Barnabs, pero con el Barnabs que se le haba aparecido al principio, un hombre que le estaba ms prximo que cualquier otro de los que haba visto all hasta entonces, y del que haba credo al mismo tiempo que posea estrechas conexiones con el castillo que iban ms all de su rango visible. Sin embargo, con el hijo de esa familia, a la que perteneca por completo y con la que ya estaba sentado a la mesa, con un hombre que significativamente ni siquiera poda dormir en el castillo, era imposible ir al castillo en pleno da y cogido de su brazo, era un intento ridculo y desesperado.

    K se sent en un banco situado debajo de una ventana, decidido a pasar all la noche y a no reclamar de la familia ningn otro servicio. La gente del pueblo, que le haba echado o que tena miedo de l, le pareca menos peligrosa, pues le impulsaba a depender de s mismo, le ayudaba a mantener concentradas sus fuerzas; esos ayudantes aparentes, sin embargo, que en vez de al castillo le conducan, gracias a una pequea mascarada, a su familia, le apartaban de su camino; lo quisieran o no, trabajaban en la destruccin de sus fuerzas. Ignor una llamada de invitacin procedente de la mesa familiar, permaneciendo en el banco con la cabeza hundida.

    42

  • El Castillo

    En ese instante se levant Olga, la ms afable de las hermanas y, mostrando una huella de confusin juvenil, se acerc a K y le pidi que le acompaase a la mesa, en ella haban dispuesto pan y tocino e ira a traer cerveza.

    De dnde? pregunt K. De la posada dijo ella.Eso le convena a K. Le pidi que no trajera cerveza

    pero que le acompaara hasta la posada, pues an tena importantes trabajos que concluir. Sin embargo, result que no quera ir tan lejos, a su posada, sino a otra ms cercana, a la seorial. A pesar de ello, K le pidi que le dejara acompaarla; tal vez, pens, podra encontrar all una posibilidad para pernoctar; en todo caso lo habra preferido a la mejor cama en esa casa. Olga no respondi en seguida, se limit a mirar hacia la mesa. El hermano se haba levantado, asinti con la cabeza y dijo:

    Si el seor as lo desea.Con ese consentimiento, K casi estuvo a punto de

    retirar su peticin, pues slo poda consentir algo carente de valor. Pero cuando a continuacin se habl sobre la posibilidad de que la posada admitiese a K y todos dudaron, insisti en ir sin ni siquiera hacer el esfuerzo de fundamentar razonablemente su peticin; esa familia tena que aceptarle tal como era: en cierto modo no senta ninguna vergenza ante ellos. Slo le desconcertaba un poco Amalia con su mirada seria, directa e impvida, quiz tambin algo ablica.

    Durante el corto camino a la posada K se asi del brazo de Olga y ella le arrastr, no poda ayudarse de otra manera, como lo haba hecho su hermano, supo que esa posada slo estaba destinada a los seores del castillo, que all podan comer o incluso pernoctar cuando tenan algo que hacer en el pueblo. Olga habl

    43

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    con K en voz baja y confidencial: era agradable ir con ella, casi como con su hermano; K se resisti a esa sensacin de bienestar, pero termin plegndose a ella.

    La posada era exteriormente muy similar a la posada en que K viva; en el pueblo no haba grandes diferencias externas, pero s que podan advertirse en seguida pequeas: la escalera de entrada, por ejemplo, tena una barandilla, haban fijado un pequeo farol sobre la puerta, cuando entraron onde un pao sobre sus cabezas, era una bandera con los colores condales. En el pasillo les sali al encuentro el posadero, que al parecer se encontraba realizando una ronda de inspeccin; con los ojos pequeos, examinadores o somnolientos, no se saba muy bien, mir fugazmente a K y dijo:

    El seor agrimensor slo puede llegar hasta el despacho de venta de consumiciones.

    Claro dijo Olga, intercediendo en seguida, slo me acompaa.

    K, sin embargo, desagradecido, se desprendi de Olga y se apart con el posadero. Olga, mientras tanto, esper pacientemente al final del pasillo.

    Deseara pernoctar aqu dijo K.Por desgracia, eso es imposible dijo el posadero

    . Parece desconocer que la casa est exclusivamente destinada a los seores del castillo.

    Eso lo puede decir el reglamento dijo, pero tiene que ser posible dejarme dormir en algn rincn.

    Me encantara poder satisfacer su deseo dijo el posadero, pero aparte de la severidad del reglamento, del que usted habla como un forastero, su deseo resulta imposible de cumplir porque los seores son extremadamente sensibles; estoy convencido de

    44

  • El Castillo

    que son incapaces, al menos tomndolos desprevenidos, de soportar la mirada de un extrao; si yo le dejase dormir aqu y por una casualidad y las casualidades siempre se producen del lado de los seores le descubrieran, no slo estara yo perdido, tambin usted lo estara.

    Sonaba ridculo, pero era cierto. Ese seorn, abotonado hasta el cuello, que, con una mano apoyada en la pared y la otra en la cadera, con las piernas cruzadas y un poco inclinado hacia K, le hablaba en confianza, pareca no pertenecer al pueblo, por ms que su oscuro traje tuviese un aspecto solemne y pueblerino.

    Le creo perfectamente dijo K y tampoco menosprecio la importancia del reglamento: he debido de expresarme con imprecisin. Slo quiero llamarle la atencin sobre algo, en el castillo tengo valiosas conexiones y las tendr an ms valiosas, las cuales le aseguran contra todo peligro que pudiese ocasionar mi estancia aqu y le garantizo que estoy en condiciones de agradecerle con creces un pequeo favor.

    Lo s dijo el posadero, y repiti una vez ms: Eso lo s.

    Ahora K tendra que haber expresado su deseo con ms intensidad, pero precisamente esa respuesta del posadero le confundi, por eso se limit a preguntar:

    Pernoctan hoy aqu muchos seores del castillo?En ese aspecto sta es una noche ventajosa dijo

    el posadero tentador en cierta manera, slo se queda un seor.

    K no poda seguir insistiendo, pero tena la esperanza de que lo admitiesen, as que pregunt por el nombre del husped.

    45

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    Klamm dijo el posadero de pasada, mientras se volva hacia su esposa que apareci en ese momento con un vestido extraamente envejecido y usado, lleno de arrugas y pliegues, pero de un estilo fino, de la ciudad. Quera llevarse al posadero, pues el seor director deseaba algo. Pero antes de irse, el posadero se volvi hacia K, como si no fuese l sino K quien tuviese que decidir sobre la posibilidad de pernoctar all. K, sin embargo, no pudo decir nada; precisamente la circunstancia de que se hallase all su superior lo haba desconcertado; sin poder aclarrselo a l mismo, no se senta tan libre ante Klamm como frente al castillo; ser descubierto por l no habra supuesto un susto en el sentido del posadero, pero s una situacin desagradable, algo as como si le ocasionase algn dolor a alguien a quien le deba agradecimiento; al mismo tiempo le oprimi severamente advertir que en esa irresolucin se mostraban las temidas consecuencias de ser un subordinado, un trabajador, y que no era capaz, ni siquiera all, donde surgan, de luchar con ellas hasta eliminarlas. Permaneci de pie, se mordi los labios y no dijo nada. Una vez ms, antes de que el posadero desapareciese por una puerta, ste le mir y K le devolvi la mirada, pero no se movi de su sitio hasta que Olga vino y se lo llev.

    Qu queras del posadero? pregunt Olga. Quera pasar aqu la noche dijo K.Pero si vas a pernoctar en nuestra casa dijo Olga

    maravillada. S, claro dijo K, y le confi la interpretacin de

    esas palabras.

    46

  • El Castillo

    3

    FRIEDA8

    Donde se servan las bebidas, en una habitacin grande, vaca en el centro, se sentaban cerca de la pared, al lado de barriles y sobre ellos, algunos campesinos, que, sin embargo, presentaban un aspecto diferente a los de la posada de K. Eran ms limpios y uniformes, vestidos con un pao basto de color amarillo grisceo, las chaquetas eran holgadas, los pantalones ceidos. Eran hombres pequeos, a primera vista muy parecidos, con rostros angulosos y planos, pero al mismo tiempo de mejillas redondeadas. Todos parecan tranquilos y apenas se movan, slo con la mirada perseguan a los que haban entrado, pero lentamente y con actitud indiferente. Sin embargo, como eran tantos y reinaba tanto silencio, ejercieron en K cierto efecto. Volvi a tomar el brazo de Olga para as aclarar a aquellos hombres su presencia. En una esquina se levant un hombre, un conocido de Olga, y quiso aproximarse a ella, pero K la oblig a volverse en otra direccin con el brazo con el que se apoyaba. Nadie salvo Olga lo pudo notar; ella lo toler con una sonriente mirada de soslayo.

    Una jovencita de nombre Frieda les sirvi la cerveza. Una pequea, rubia e insignificante muchacha, con rasgos tristes y mejillas hundidas, que, sin embargo, sorprenda por su mirada, una mirada de especial superioridad. Cuando esa mirada recay en K, le pareci como si esos ojos hubiesen solucionado ya asuntos que le concernan y cuya existencia ni siquiera conoca, pero de cuya existencia esa mirada le convenci. K no dej de mirar de reojo a Frieda, tampoco cuando habl con Olga. No parecan ser amigas, slo intercambiaron algunas palabras indiferentes. K quiso

    47

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    contribuir algo a la conversacin y pregunt cuando menos se esperaba:

    Conoce al seor Klamm? Olga se ri.Por qu te res? pregunt K enojado. Pero si no me ro dijo, y sigui rindose.Olga es an una joven muy infantil dijo K, y se inclin

    sobre el mostrador para atraer una vez ms la mirada fija de Frieda.

    Sin embargo, ella la mantuvo baja y dijo en voz baja: Quiere ver al seor Klamm?K se lo pidi. Ella seal hacia una puerta situada a la

    izquierda, cerca de donde se encontraban.All hay un pequeo agujero, puede mirar a travs de l. Y esta gente? pregunt K.Ella levant el labio inferior y se llev a K hacia la puerta

    con una mano increblemente suave. A travs del agujero, que se haba realizado ostensiblemente con objeto de observar, pudo abarcar casi toda la habitacin. A un escritorio en el centro de la habitacin, en un redondo y cmodo silln, estaba sentado el seor Klamm iluminado intensamente por una bombilla que colgaba ante l. Era un hombre de mediana estatura, gordo y torpe. El rostro an estaba terso, pero las mejillas caan un poco por efecto de la edad. Luca un largo bigote. Unos quevedos torcidos que reflejaban la luz ocultaban sus ojos. Si el seor Klamm hubiese estado sentado completamente frente a la mesa, K slo habra podido ver su perfil, pero como haba adoptado una posicin oblicua, le poda ver toda la cara. Klamm apoyaba el codo izquierdo en la mesa; la mano derecha, que sostena un cigarro, descansaba sobre la rodilla. Sobre

    48

  • El Castillo

    la mesa haba una jarra de cerveza; como el borde de la mesa estaba elevado, K no pudo ver bien si all haba documentos, a l le pareca que estaba vaca. Para mayor seguridad le pidi a Frieda que mirase por el agujero y que le informase. Como ella haba estado haca poco en la habitacin, pudo confirmarle sin ms que no haba ningn escrito. K le pregunt a Frieda si ya tena que irse, pero ella le dijo que poda seguir mirando todo el tiempo que quisiese. K se haba quedado solo con Frieda. Olga, como comprob fugazmente, haba encontrado el camino hacia su conocido, estaba sentada sobre un barril y pataleaba.

    Frieda dijo K con un susurro, conoce bien al seor Klamm?

    Ah, s, muy bien dijo.Se inclin hacia K y arregl con actitud juguetona su blusa

    color crema que, como ahora comprobaba K, era ligeramente escotada y colgaba de su pobre cuerpo como algo ajeno. Entonces ella dijo:

    No se acuerda de la risa de Olga? S, la muy malcriada dijo K.Bien dijo ella reconciliadora, haba motivos para

    rerse, usted pregunt si yo conoca a Klamm, y soy... aqu se enderez involuntariamente y volvi a dirigir su mirada victoriosa hacia K, aunque no guardase ninguna relacin con lo que se estaba hablando, soy su amante.

    La amante de Klamm dijo K. Ella asinti con la cabeza.Entonces usted es para m dijo K sonriendo para que

    no hubiese demasiada seriedad entre ellos una persona muy respetable.

    49

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    No slo para usted dijo Frieda amigablemente, pero sin imitar su sonrisa.

    K tena un remedio contra su altanera y lo emple, al preguntarle:

    Ha estado alguna vez en el castillo?Pero no result, porque ella respondi:No, pero acaso no es suficiente con estar aqu en el

    despacho de bebidas?Era evidente que su orgullo se haba desbordado y

    precisamente quera cebarse en K.Cierto dijo K, aqu, en la taberna, usted desempea

    las funciones del posadero.As es dijo ella, y comenc como criada en la

    posada del puente. Con esas manos tan suaves dijo K con un tono medio

    interrogativo y no supo si se limitaba a lisonjear o realmente haba sido obligado por ella a hacerlo. Sus manos, sin embargo, eran realmente pequeas y suaves, aunque tambin podra haberse dicho que eran delgadas e indiferentes.

    Nadie se ha fijado nunca en ellas dijo ella, ni siquiera ahora...

    K la mir con actitud interrogadora, ella sacudi la cabeza y no quiso seguir hablando.

    Usted tiene, naturalmente dijo K, sus secretos y no hablar de ellos con alguien a quien slo conoce desde hace una hora y que an no ha tenido la oportunidad de contarle cul es su situacin.

    sa fue, como se demostr en seguida, una indicacin inadecuada, era como si hubiese despertado a Frieda de una agradable ensoacin, ella sac de su cartera de piel,

    50

  • El Castillo

    que colgaba de su cinturn, un trozo de madera y tap con l el agujero en la pared, a continuacin, y para ocultar su cambio de humor, le dijo visiblemente forzada:

    En lo que a usted concierne, lo s todo, usted es el agrimensor.

    Despus de una pausa aadi:Ahora tengo que trabajar.Y ocup su puesto detrs del mostrador, mientras entre la

    gente se levantaba de vez en cuando alguno para que ella le llenase la jarra vaca. K quera volver a hablar con ella de forma discreta, as que tom una jarra vaca de un estante y se aproxim a ella.

    Slo una cosa ms, seorita Frieda dijo. Resulta extraordinario, y se necesita una gran energa para ascender de criada a camarera, pero se puede decir que una persona as ha alcanzado ya su meta? sta es una pregunta absurda. En sus ojos, y no se ra de m, seorita Frieda, no habla tanto la lucha pasada como la futura. Pero las resistencias del mundo son grandes, se tornan ms grandes cuanto ms grandes son los objetivos, y no supone ninguna vergenza asegurarse la ayuda de un hombre sin influencia pero igual de combativo. Tal vez podamos hablar con tranquilidad, no aqu, donde se fijan en nosotros tantas miradas.

    No s qu pretende usted dijo, y en el tono esta vez, contra su voluntad, no parecan reflejarse las victorias de su vida, sino las infinitas decepciones. Acaso desea separarme de Klamm?

    Cielo santo! Me ha ledo el pensamiento dijo K cansado de tanto recelo. Precisamente sa era mi intencin secreta. Usted debera abandonar a Klamm y ser

    51

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    mi amante. Y ahora ya me puedo ir. Olga! exclam K. Nos vamos a casa.

    Obediente, Olga descendi del barril, pero no pudo desembarazarse en seguida de los amigos que la rodeaban. Entonces dijo Frieda en voz baja, mirando a K con un aire amenazador:

    Cundo puedo hablar con usted? Puedo pernoctar aqu? pregunt K. S dijo Frieda.Puedo permanecer aqu?Salga con Olga para que me deshaga de la gente.

    Despus de un rato puede volver.Bien dijo K, y esper impaciente a Olga.Pero los campesinos no la dejaban, haban inventado un

    baile cuya protagonista era Olga; danzaban a su alrededor en corro y al lanzar un grito comn sala uno del corro, aferraba la cadera de Olga con una mano y la remolineaba; el corro giraba cada vez ms deprisa, los gritos, como resuellos hambrientos, se tornaron paulatinamente en uno solo; Olga, que al principio haba querido romper el corro sonriente, se tambaleaba de mano en mano con el pelo suelto.

    sa es la gentuza que me envan dijo Frieda, y se mordi con ira sus finos labios.

    Quines son? pregunt K.Los criados de Klamm dijo Frieda; una y otra vez los

    trae consigo y su presencia me trastorna. Apenas s de qu he hablado hoy con usted, seor agrimensor, si fue de algo malo, perdneme, la presencia de esa gente es la culpable: es lo ms despreciable y repugnante que conozco y a ellos les tengo que servir cerveza. Cuntas veces le he tenido

    52

  • El Castillo

    que pedir a Klamm que los enve a casa; si tengo que soportar a los criados de otros seores, al menos podra tener consideracin conmigo, pero todo ha sido en vano, una hora antes de su llegada se abalanzan como el ganado en el establo. Pero ahora deben irse realmente al establo, que es el sitio al que pertenecen. Si usted no estuviese aqu, abrira violentamente la puerta y el mismo Klamm tendra que sacarlos de esta habitacin.

    Pero, no los oye? pregunt K. No dijo Frieda, duerme.Cmo? exclam K. Duerme? Cuando mir en la

    habitacin an estaba despierto y sentado a la mesa.As se sienta siempre dijo Frieda, tambin cuando

    usted le vio estaba durmiendo. Le hubiera dejado mirar en otro caso? sa era su posicin para dormir, los seores duermen mucho, apenas se puede comprender. Por lo dems, si no durmiese tanto, cmo podra soportar a esa gente? Pero ahora tendr que expulsarlos de aqu yo misma. Cogi un ltigo de una esquina y se acerc con un nico salto, elevado y algo inseguro, a los danzantes. Primero se volvieron hacia ella como si fuese una nueva danzarina y, efectivamente, en un primer instante pareci como si Frieda quisiese dejar caer el ltigo, pero lo volvi a alzar.

    En el nombre de Klamm grit, al establo, todos al establo!

    Entonces comprobaron que iba en serio; con un miedo incomprensible para K comenzaron a aglomerarse en la parte trasera, con el golpe del primero se abri una puerta, el aire nocturno penetr en la habitacin, y todos desaparecieron con Frieda, que al parecer los llev por el patio hasta el establo. Pero en el silencio repentino que invadi la sala, K oy pasos en el pasillo. Para protegerse

    53

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    salt detrs del mostrador, era el nico lugar donde poda esconderse; aunque no le estaba prohibido permanecer en esa zona, quera pernoctar all, as que deba evitar que le vieran. Cuando la puerta se abri, se desliz en el interior. Que le descubriesen all no dejaba de ser peligroso, en todo caso la excusa de que se haba escondido all de la furia de los campesinos no era inverosmil. Era el posadero.

    Frieda! grit, y se pase varias veces por la habitacin. Afortunadamente, Frieda regres pronto y no mencion a K, slo se quej de los campesinos y se dirigi al mostrador con la intencin de encontrar a K, all pudo K rozar su pie y a partir de ese momento se sinti seguro. Como Frieda no mencion a K, al cabo tuvo que hacerlo el posadero.

    Y dnde est el agrimensor? pregunt.Era un hombre corts y bien educado por el trato duradero

    y relativamente libre con personas muy superiores a l, pero con Frieda hablaba empleando un tono especialmente respetuoso, que llamaba la atencin porque, a pesar de ello, en la conversacin no dejaba de ser el empleador frente a su empleada, adems frente a una empleada bastante audaz.

    He olvidado por completo al agrimensor dijo Frieda, y puso su pequeo pie en el pecho de K. Se ha debido de ir hace tiempo.

    Pero yo no le he visto dijo el posadero y he estado casi todo el tiempo en el pasillo.

    Aqu no est dijo Frieda con indiferencia.A lo mejor se ha escondido dijo el posadero,

    despus de la impresin que me ha dejado, le considero capaz de eso y de otras cosas.

    54

  • El Castillo

    No creo que tenga esa osada dijo Frieda, y presion an ms su pie contra K.

    Haba algo alegre y libre en su ser que K no haba advertido antes y ese rasgo se apoder increblemente de ella cuando de repente, y rindose, dijo:

    A lo mejor est escondido aqu debajo se agach hacia K y lo bes fugazmente para levantarse al instante y decir con un tono triste:

    No, no est aqu.Pero tambin el posadero dio motivo de sorpresa cuando

    dijo: Para m es muy desagradable no poder decir con

    seguridad que se ha ido. No slo se trata del seor Klamm, sino del reglamento. Pero el reglamento, seorita Frieda, me afecta a m tanto como a usted. Usted se hace responsable de esta sala, yo mismo registrar el resto de la casa. Buenas noches! Que duerma bien!

    An no haba salido de la habitacin, cuando Frieda apag la luz y ya estaba al lado de K debajo del mostrador.

    Amado mo! Mi dulce amado! susurr, pero ni siquiera roz a K, como inconsciente de amor yaca sobre la espalda con los brazos extendidos; el tiempo era infinito para su amor afortunado y suspir, ms que cant, una cancin. Luego se sobresalt, pues K estaba sumido en sus pensamientos, y comenz a arrastrarse hacia l como si fuera una nia:

    Ven, aqu se asfixia uno.Se abrazaron, el pequeo cuerpo arda en las manos de K,

    rodaron sumidos en una inconsciencia de la que K intent en vano liberarse; unos metros ms all chocaron con la puerta de Klamm provocan do un ruido sordo y all yacieron sobre un charco de cerveza y rodeados de otra basura de la

    55

  • Librodot El castillo Franz Kafka

    que el suelo estaba cubierto. All transcurrieron horas, horas de un aliento comn, de latidos comunes, horas en las que K tuvo la sensacin de perderse o de que estaba tan lejos en alguna tierra extraa como ningn otro hombre