Yasuo Hamanaka - Sumimoto Corp - Caso de Fraude

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Yasuo Hamanaka, junio de 1996 Sumitomo Corp, una empresa japonesa de inversión, sufrió una pérdida de 2.600 millones de dólares durante un periodo de 10 años por transacciones de cobre no autorizadas realizadas principalmente por este hombre, su principal corredor. Simutomo fue apodado "El señor cinco por ciento" porque se consideraba que su equipo de corretaje controlaba el cinco por ciento de las operaciones mundiales de cobre. Fue condenado a ocho años de prisión. A finales de 1994, la Bolsa de Metales de Londres (LME) tomó una decisión: abrir almacenes en Long Beach, California, donde sus clientes podrían guardar cobre. Pero esa simple decisión provocó una reacción en cadena que obligó al gigante japonés Sumitomo Corp. a revelar la semana pasada que había perdido US$1.800 millones en los últimos 10 años, a raíz de negociaciones no autorizadas de su poderoso jefe de corredores de cobre, Yasuo Hamanaka. La inesperada noticia reveló la asombrosa falta de control en una de las casas de corretaje más grandes y respetadas de Japón. También propinó otro golpe a la LME, que ya ha tenido otros escándalos de corretaje menos espectaculares y desde hace más de cuatro años recibe advertencias de que alguien podría estar manipulando el mercado de cobre. Los corredores y otras personas familiarizadas con el mercado pronostican que las pérdidas de Sumitomo probablemente alcanzarán US$2.600 millones antes que la

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Caso de Fraude

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Yasuo Hamanaka, junio de 1996

Sumitomo Corp, una empresa japonesa de inversión, sufrió una pérdida

de 2.600 millones de dólares durante un periodo de 10 años por transacciones

de cobre no autorizadas realizadas principalmente por este hombre, su

principal corredor. Simutomo fue apodado "El señor cinco por ciento" porque se

consideraba que su equipo de corretaje controlaba el cinco por ciento de las

operaciones mundiales de cobre. Fue condenado a ocho años de prisión.

A finales de 1994, la Bolsa de Metales de Londres (LME) tomó una decisión:

abrir almacenes en Long Beach, California, donde sus clientes podrían guardar

cobre. Pero esa simple decisión provocó una reacción en cadena que obligó al

gigante japonés Sumitomo Corp. a revelar la semana pasada que había

perdido US$1.800 millones en los últimos 10 años, a raíz de negociaciones no

autorizadas de su poderoso jefe de corredores de cobre, Yasuo Hamanaka.

La inesperada noticia reveló la asombrosa falta de control en una de las casas

de corretaje más grandes y respetadas de Japón.

También propinó otro golpe a la LME, que ya ha tenido otros escándalos de

corretaje menos espectaculares y desde hace más de cuatro años recibe

advertencias de que alguien podría estar manipulando el mercado de cobre.

Los corredores y otras personas familiarizadas con el mercado pronostican que

las pérdidas de Sumitomo probablemente alcanzarán US$2.600 millones antes

que la empresa pueda aclarar la maraña financiero creada por Hamanaka,

pérdidas que hacen parecer poca cosa los US$1.300 millones que perdió Nick

Leeson, de la británica Barings PLC, y los US$1.100 millones que perdió un

corredor de Daiwa Bank Ltd., de Japón.

Ayer, el director general de Sumitomo, Tomiichi Akiyama, expresó a la prensa

japonesa que las negociaciones no autorizadas de Hamanaka _cuyas

transacciones se asentaron en libros secretos_ movían anualmente US$20.000

millones, más del doble de lo que la compañía declara oficialmente.

Los corredores de todo el mundo se preguntan cómo Hamanaka pudo

mantener su charada durante 10 años sin que se enteraran los otros ejecutivos

de Sumitomo. Señalan que lo más probable es que una investigación implique

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a otros ejecutivos de la compañía. De hecho, un ejecutivo de Sumitomo

confirmó que la investigación interna se concentra en determinar si Hamanaka

actuaba con la ayuda de otros.

El gobierno británico investiga las actividades de por lo menos media docena

de corredores de metales y a los bancos con que Hamanaka hizo negocios.

Varios investigadores británicos pasaron el fin de semana en Washington,

donde estudiaron la información recogida por la Comisión del Mercado de

Futuros de Bienes Básicos de EE.UU. (CFTC) sobre las actividades de

Sumitomo. La CFTC fue la que incitó la investigación a nivel internacional.

Las firmas investigadas por las autoridades británicas incluyen Winchester

Metals Ltd., casa de corretaje londinense y filial de Winchester Commodities

Group Ltd., y Global Minerals & Metals Corp., con sede en Nueva York.

Sorprendidos y espantados Winchester Metals tuvo relaciones extensas con

Hamanaka y fue objeto de una investigación a principios del año. Las llamadas

realizadas por THE WALL STREET JOURNAL el viernes a Winchester Metals

fueron referidas a una firma de relaciones públicas contratada por la empresa.

Todos en Winchester están sorprendidos y espantados ante la noticia de las

pérdidas de Sumitomo, dijo el portavoz. A últimas horas del viernes, Global

Minerals afirmó que las alegaciones de acción indebida que involucran a sus

operaciones de cobre son completamente falsas .

La LME, desde hace tiempo el centro internacional del corretaje de metales

_además de conocerse por su vigilancia laxa_ ha vuelto a convocar a un

pequeño comité para examinar este escándalo. El comité se creó originalmente

el año pasado para investigar los patrones poco comunes de fijación de precios

en el mercado de cobre. La LME dice que tomará las medidas que sean

necesarias después de completar esta investigación.

Lo que preocupa a muchos es que incluso después de desastres como el

colapso de Barings, las enormes pérdidas comerciales en Daiwa y la

subsiguiente debacle de 1994 que afectó a empresas con un supuesto sentido

común financiero, como Procter & Gamble, las compañías siguen errando

incluso a la hora de tomar medidas básicas para controlar sus actividades

financieras y limitar su exposición ante riesgos sin garantías.

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Es increíble que en esta época las compañías no controlen sus riesgos

comerciales , dice Richard Reinert, jefe de las operaciones europeas en Refco

Inc., importante compañía de corretaje de bienes básicos.

El cobre no tiene el atractivo ni el prestigio del oro, ni la sensibilidad del

petróleo, pero es un ingrediente vital para productos como los automóviles y los

cables eléctricos, y su consumo y precios son un barómetro de la actividad

económica.

Aunque David King, jefe ejecutivo de LME, señala que el comercio de los

metales se ha multiplicado por ocho en los últimos ocho años, para llegar a un

total de US$2.5 billones anuales, el LME se ha convertido en un centro de

controversia. Algunos agentes critican los tibios esfuerzos del mercado en

materia de vigilancia y acatamiento de las normas, así como de las poco

estrictas exigencias de información, y critican las normas que según ellos

permiten que florezcan los agentes deshonestos. En los años 80, los

escándalos en el comercio de aluminio y estaño estuvieron a punto de acabar

con el LME.

Otros casos Desde 1990, el mercado de cobre ha experimentado no menos de

tres escándalos, que culminaron con la caída de Hamanaka la semana pasada.

A principios de 1994, Codelco, la cuprífera estatal chilena, perdió más de $200

millones en sus transacciones con LME a manos de un agente deshonesto,

Pablo Dávila. Codelco ha comenzado a presentar demandas judiciales contra

corredores del LME, en un intento de recuperar lo que considera que fueron

pagos ilegales a Dávila con el fin de que canalizara el lucrativo negocio de

Codelco a un puñado de compañías favorecidas.

A principios de este año, cuando llegaron al mercado las afirmaciones de

Codelco sobre el comportamiento fraudulento de algunos corredores, algunos

participantes importantes decidieron evitar el LME.

A finales de 1994, el LME decidió establecer almacenes con capacidad para

decenas de miles de toneladas de cobre en el puerto de Long Beach, con el fin

de ofrecer a los consumidores estadounidenses un fácil acceso al metal. El

LME ya tenía bodegas de este tipo en Holanda y Singapur. Pero el LME decidió

no fijarse en la reacción de Daniel Rappoport, el enérgico presidente de la junta

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directiva del New York Merchantile Exchange. La división Comex del NYME se

ha visto opacada desde hace mucho por el LME, y Rappoport y sus

predecesores habían batallado años, en su mayoría infructuosamente, para

apoderarse de una mayor cuota del comercio mundial de metales. Rappoport

consideraba la decisión del LME de establecer las bodegas en Long Beach

como un juego de poder que apuntaba a destruir el contrato de cobre del

Comex.

Pocas salidas Las protestas de Rappoport ante la CFTC al principio sonaban a

envidia. Pero el año pasado, cuando los precios del cobre comenzaron a subir

de manera sostenida y las existencias comenzaron a bajar, se hizo evidente

que a los almacenes entraban muchas toneladas del metal pero salían muy

pocas. Rappoport y otros convencieron a la CFTC de que algo sospechoso

ocurría. Mary Schapiro, entonces jefe de la CFTC y hoy presidente de la

Asociación Nacional de Corredores de Valores de EE.UU., presionó

infructuosamente a los ejecutivos del LME para que compartieran información

sobre los corredores que tenían posiciones lo suficientemente grandes en el

mercado de cobre como para influir sobre los precios.

Los investigadores confirman que Hamanaka controlaba una parte cuantiosa

de la existencia de las bodegas, quizás hasta un 70%.

Pero los corredores dicen que lo más posible es que la estrategia de guardar

estas existencias tenía como fin aumentar los precios y mejorar su propia

posición. Uno de los operadores de bodega en Long Beach, dijo que Sumitomo

y Global controlan virtualmente todo el cobre depositado allí.