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1 LA DOCTRINA MARIOLOGICA DEL MAESTRO SAN JUAN DE AVILA Juan Esquerda Bifet Sumario: 1. Características de la mariología avilista 2. Dimensión cristológica de la maternidad divina 3. María siempre Virgen 4. Madre nuestra y Medianera 5. Toda santa e Inmaculada 6. Asunción de María 7. Devoción y espiritualidad mariana * * * Presentación Antes y después de la canonización del Maestro San Juan de Avila (1970), se hicieron estudios de mucho interés sobre su doctrina mariológica. Casi todos ellos se centran en algún punto o tema concreto, especialmente la Asunción, el Corazón de María, contemplación, culto y devoción, etc. A veces, los estudios se concretan un alguno de sus escritos: sermones, cartas... 1 En el año 1961 ya publiqué una síntesis breve de la mariología avilista 2 . Pero desde entonces son muchos los estudios que se han realizado y publicado sobre la doctrina mariológica del santo Maestro 3 . Me parece, pues, oportuno un nuevo estudio de síntesis sobre este tema, que en realidad queda siempre abierto a nuevas investigaciones. La síntesis mariológica avilista, que intento ofrecer, puede servir de punto de partida para otras investigaciones, teniendo en cuenta que los temas mariológicos han quedado abiertos a nuevas perspectivas, gracias 1 ? Iré citando estos estudios en el decurso de la presente reflexión. Me remito, por el momento, al Diccionario de San Juan de Avila (Burgos, Monte Carmelo, 1999), donde recojo la bibliografía existente sobre los temas mariológicos; ver la voz "María" y sus voces de referencia: Anunciación, Cantares, Cenáculo, Corazón de María, devoción, Dolorosa, Encarnación, Espíritu Santo, espiritualidad mariana, Eucaristía, Iglesia, Inmaculada, Magníficat, Navidad, virginidad. 2 ? Síntesis mariológica de los escritos de Juan de Ávila: Ephemerides Mariologicae 11 (1961) 169-191. 3 ? Además del Diccionario citado en la nota 1, ver una síntesis mariológica avilista, con bibliografía más actualizada, en: Introducción a la doctrina de San Juan de Avila (Madrid, BAC, 2000) cap. III, 2, e.

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LA DOCTRINA MARIOLOGICA DEL MAESTRO SAN JUAN DE AVILA

Juan Esquerda Bifet

Sumario:

1. Características de la mariología avilista

2. Dimensión cristológica de la maternidad divina

3. María siempre Virgen

4. Madre nuestra y Medianera

5. Toda santa e Inmaculada

6. Asunción de María

7. Devoción y espiritualidad mariana

* * *

Presentación

Antes y después de la canonización del Maestro San Juan de Avila

(1970), se hicieron estudios de mucho interés sobre su doctrina mariológica.

Casi todos ellos se centran en algún punto o tema concreto, especialmente la

Asunción, el Corazón de María, contemplación, culto y devoción, etc. A

veces, los estudios se concretan un alguno de sus escritos: sermones,

cartas...1

En el año 1961 ya publiqué una síntesis breve de la mariología

avilista2. Pero desde entonces son muchos los estudios que se han realizado

y publicado sobre la doctrina mariológica del santo Maestro3. Me parece,

pues, oportuno un nuevo estudio de síntesis sobre este tema, que en realidad

queda siempre abierto a nuevas investigaciones.

La síntesis mariológica avilista, que intento ofrecer, puede servir de

punto de partida para otras investigaciones, teniendo en cuenta que los

temas mariológicos han quedado abiertos a nuevas perspectivas, gracias

principalmente al concilio Vaticano II ("Lumen Gentium", cap. VIII, año

1    ? Iré citando estos estudios en el decurso de la presente reflexión. Me remito, por el momento, al Diccionario de San Juan de Avila (Burgos, Monte Carmelo, 1999), donde recojo la bibliografía existente sobre los temas mariológicos; ver la voz "María" y sus voces de referencia: Anunciación, Cantares, Cenáculo, Corazón de María, devoción, Dolorosa, Encarnación, Espíritu Santo, espiritualidad mariana, Eucaristía, Iglesia, Inmaculada, Magníficat, Navidad, virginidad.

2    ? Síntesis mariológica de los escritos de Juan de Ávila: Ephemerides Mariologicae 11 (1961) 169-191.

3    ? Además del Diccionario citado en la nota 1, ver una síntesis mariológica avilista, con bibliografía más actualizada, en: Introducción a la doctrina de San Juan de Avila (Madrid, BAC, 2000) cap. III, 2, e.

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1964), "Marialis cultus" (1974) y "Redemptoris Mater" (1987).

Los estudios mariológicos actuales han marcado nuevas pistas de

investigación. Las fuentes avilistas necesitan redimensionarse o releerse,

para aprovechar mejor sus contenidos en vistas a estos nuevos horizontes.

Analógicamente a como las nuevas investigaciones se remiten siempre a las

fuentes bíblicas, patrísticas, litúrgicas, etc., también una figura del

calibre del Maestro Avila (que merecería proclamarse Doctor de la Iglesia),

puede servir de inspiración en todos los períodos históricos de la Iglesia.

La cuestión fundamental consistirá en si esta síntesis, que intentamos

elaborar, responde positivamente a esta necesidad de revalorizar una figura

mariana del pasado, para avanzar en las nuevas perspectivas que se abren

continuamente a la mariología, como a todos los demás tratados teológicos.

1. Características de la mariología avilista

Quien conozca los escritos avilistas, sabe muy bien que en ella

aparecen todos los temas mariológicos clásicos: maternidad divina de María,

virginidad, santidad, Inmaculada, maternidad espiritual, mediación,

Asunción, realeza... Estos títulos marianos quedan expuestos con claridad de

pensamiento, fundamentación bíblica y patrística, base teológica, adaptación

pastoral, aplicación espiritual.

Al conjunto de "sermones sobre Nuestra Señora" (Ser 60-72), tenidos

durante diversas fiestas marianas, se le ha llamado, a veces, "libro de la

Virgen". Al lector no se le escapa que el predicador está hablando desde la

propia vivencia, teniendo en cuenta los contenidos de la doctrina. En

realidad todos los sermones avilistas suelen empezar con una invocación a

María, motivada según los datos de la fiesta que se celebra. Algunas

expresiones dejan traslucir una profunda espiritualidad mariana: "Más

quisiera estar sin pellejo que sin devoción de María" (Ser 63, 544s);

"cuando yo veo una imagen con su Niño en los brazos, pienso que he visto

todas las cosas" (Ser 4, 553s).4

4    ? A. MOLINA PRIETO, Los tres sermones asuncionistas de San Juan de Ávila, en: Virgo Liber Verbi (Roma, Marianum, 1991) 281-309; J. STÖHR, Das in Maria verwicklichte ja der Creatur su Gottin den Marienpredigten des Hl. Juan de Avila (Zaragoza, VIII Congres. Mariológico Internacional, 1979) (ponencia). Sobre su predicación en general: J. ESQUERDA BIFET, El año litúrgico en los sermones de san Juan de Avila, en: AA.VV., Fovenda sacra liturgia. Miscelánea en honor del Dr. Pere Tarrés (Barcelona, Centre de Pastoral Litúrgica, 2000) 427-442; R.M. HORNEDO, El estilo coloquial del Beato Ávila: Razón y Fe n.868 (1970) 513-524; A. HUERGA, El ministerio de la palabra en el B. Juan de Ávila: Semana Avilista (Madrid 1969) 93-147; L. MORALES OLIVER, El Beato Maestro Juan de Ávila y el estilo de la predicación cristiana: Semana Nacional Avilista (Madrid 1952) 19-27; J.A. MUNITIZ, La oratoria del Bto. Ávila y los clásicos: Humanidades n.21 (1928); L. SALA

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Los biógrafos del Maestro Avila ofrecen muchos testimonios concretos

de su espiritualidad mariana, como cuando, en Granada, ayudó con sus

sermones a la construcción de una iglesia en honor de la Santísima Virgen,

acarreando él mismo algunas piedras5. Una de sus oraciones marianas

preferidas, que recitó en el momento de expirar, era la siguiente:

"Recordare, Virgo Mater, cum steteris ante Deum, ut loquaris pro nobis bona,

et avertas indignationem suam a nobis"6.

Los estudios ya realizados sobre la doctrina mariológica del Maestro,

dan a entender que sus contenidos son, al mismo tiempo, asequibles,

profundos y de interés pastoral y espiritual. El Maestro Avila es un

exponente cualificado de la doctrina mariológica del siglo XVI y también un

pionero y precursor de la mariología del siglo XVII (siglo de oro de la

mariología española).7

A partir de una presentación de los temas marialógicos en dimensión

bíblica, litúrgica y teológica, el Maestro Avila prefiere dar más cabida a

la vivencia de esos contenidos de la fe. Anuncia la doctrina como quien

proclama el Misterio de Cristo en su faceta mariana, para pasar luego a la

urgencia de su aplicación ética y espiritual. Explica el tema en vistas a

suscitar en los creyentes la entrega a la contemplación y perfección. Es,

pues, una mariología también kerigmática y parenética.8

El Maestro no se detiene en los conceptos clásicos de la mariología,

concretados en los títulos marianos ya mencionados, sino que, a partir de

BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) 274-289 (El Maestro Ávila, predicador); J. SANDOVAL, Teología de la predicación del Beato Juan de Ávila (Roma, Gregoriana, 1960) (Tesis Doctoral, ms. 3116).

5    ? Ver: L. GRANADA, 2ª parte, cap. 7 (De la devoción que tenía a Nuestra Señora).

6    ? Esta oración, "Recordare", la recomienda en el sermón 66, 27ss.

7    ? Algunos estudios de síntesis: J. ESQUERDA BIFET, Síntesis mariológica de los escritos de Juan de Ávila: Ephemerides Mariologicae 11 (1961) 169-191; A.P. GONZÁLEZ GUTIÉRREZ, La actuación de María en la Iglesia de Cristo según San Juan de Ávila: Scripta de Maria 9 (Pamplona 1987) 109-147; R. JIMENO, La mariología estática en el Maestro Ávila, Granada, Fac. Teol. Cartuja, 1955 (Tesis doctoral); A. MOLINA, Presencia de María en el epistolario del Santo Maestro Juan de Ávila: Estudios Marianos 36 (1972), 281-304.

8    ? Todos los temas avilistas tienden a la exposicion del Misterio de Cristo, Verbo Encarnado y Redentor. La faceta mariana de este misterio es una nota de autenticidad en la exposición del tema cristológico. Ver: F. CARRILO, El Misterio de Cristo en el Beato Juan de Ávila (Málaga 1946); J. GUTIÉRREZ, El misterio de Cristo en la doctrina y vida de San Juan de Ávila (Roma, Univ. de Santo Tomás, 1974) (Tesis Doctoral).

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estos títulos más conocidos, va exponiendo algunas dimensiones de base

bíblica y patrística: María y el Espíritu Santo, Esposa del Verbo (modelo de

la Iglesia esposa), María y la Eucaristía, Corazón e interioridad de María.

Es una mariología de línea cristológica, pneumatológica, eclesiológica,

vivencial y pastoral.

Los sermones sobre la Virgen exponen principalmente los contenidos

bíblicos de la mariología, a partir de la Anunciación (Encarnación) y de la

visitación (sermón 66). De ahí pasará a presentar la asociación de María a

Cristo especialmente en la pasión (Virgen Dolorosa). La relación de María

con la Iglesia (especialmente antes de la Asunción), encuentra su base

bíblica en el Cenáculo de Pentecostés.9

Hay una característica muy notable en la doctrina avilista. Se trata

de una tendencia permanente a presentarla desde la interioridad o vivencia

de María. Es decir, desde su "Corazón". Este tema es de suma actualidad, no

sólo a partir de las apariciones de Fátima, sino también por ser tema

patrístico y tradicional en la Iglesia.10

La interioridad mariana descrita por el Maestro Avila se concreta en

su fidelidad a la acción del Espíritu Santo, que es también fidelidad

esponsal a Cristo. Por ser María figura de la Iglesia en este proceso de

fidelidad, el Maestro presenta el camino de la contemplación como imitación

de la interioridad o "Corazón" de María.11

La palabra "Corazón", en la doctrina avilista, concretiza, pues, las

actitudes internas de María. Así lo describe el mismo Maestro: "¡Gran

diferencia entre el corazón de los hijos de Adán, que se quedan en su propia

miseria, al corazón purísimo de aquella Señora, al cual no tocó el pecado de

Adán, y fue tan tomado de la gracia del Espíritu Santo, que más se puede

9    ? Ver estos temas en los apartados siguientes, especialmente al hablar de las fiestas y de la Asunción.

10    ? Ver síntesis teológica actual, con bibliografía, en: J.M. ALONSO, D. SARTOR, Inmaculado Corazón, en: Nuevo Dioccionario de Mariología (Madrid, Paulinas, 1988) 941-955. Ver el tema en el magisterio actual: LG 53, 56-58; MC 17,47; RMa 14, 18, 20, 26, 36-36. Otros estudios: D. FERNANDEZ, El corazón de Maria en los Santos Padres: Ephemerides Mariologicae» 37 (1987) 81-140; G. GREEN, Les antécédents, doctrinaux et historiques de la consécration du monde au coeur Immaculé de Marie, en: Maria. Études sur la Sainte Vierge (Paris 1949-1971) I, 827-873.

11    ? Sobre el Corazón de María en la doctrina avilista: J. CALVERAS, La devoción al Corazón de María en el «Libro de la Virgen María» del Bto. Ávila: Manresa 17 (1945) 296-346; 18 (1946) 3-29, 231-256; N. GARCÍA, El Bto. Ávila, Apóstol del Corazón de María: Maestro Ávila 1 (1946) 13-29. Sobre la contemplación de María: J. ESQUERDA BIFET, La oración contemplativa en relación con la devoción mariana según el Maestro Juan de Ávila: Anthologica Annua, 24-25 (1977-1978) 499-550.

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llamar divino que humano!" (Ser 69, 236ss).12

La mariología actual tiende a armonizar la dimensión cristológica con

la eclesiológica, en una perspectiva de historia de salvación y en línea

vivencial y evangelizadora. Una figura como la del Maestro Avila puede

aportar contenidos más kerignáticos y vivenciales, sin dejar de ser

eminentemente bíblicos y teológicos.13

2. Dimensión cristológica de la maternidad divina

San Juan de Avila habla frecuentemente de María como Madre de Dios. El

tema se encuadra en un contexto fuertemente cristológico, puesto que en los

títulos marianos aparecen siempre las cualidades de Cristo, verdadero Dios,

verdadero hombre y único Salvador.

La explicación del Maestro es la tradicional, puesto que la maternidad

de María se relaciona con la persona del Verbo (preexistente) en cuanto que

se hace hombre: "Madre es la Virgen de Dios verdadero, y de hombre

verdadero; aunque no madre de Dios en cuanto Dios, sino madre de Dios en

cuanto hombre" o en su nacimiento humano, puesto que en Jesucristo hay "dos

naturalezas, mas una persona". Así, pues, Jesucristo "es Dios y hijo de la

Virgen María, mas no es dos hijos, sino uno, y por eso ella es madre del que

es Dios y hombre... ¿Queréis honrar a la Virgen? Llamadla Madre de Dios

humanado" (Ser 68,122ss; cfr. Ser 61,99ss: 71,563ss).

La verdad de la maternidad divina de María consiste en que "dio al

Verbo de Dios el ser hombre, engendrándole de su purísima sangre, siendo

hecha verdadera y natural Madre de Él" (Tratado sobre el sacerdocio, n.2,

67ss).

Pero esta realidad de gracia no es estática, sino que hace de María

12    ? Describe así el Corazón de María: "fue el más tierno corazón el suyo de cuantos ha habido en el mundo" (Ser 67, 593ss). Por esto, la imagen de su corazón se convierte en una llamada a la conversión: "¡Oh pecadores, cuán caro me costáis!... Aquí se cumplió el conformarse con la voluntad de Dios" (ibídem, 636). Hace decir a la Virgen Dolorosa (en su soledad) esta expresión que se refiere a los Apóstoes: "Los racimos de mi corazón, los pedazos de mis entrañas, ¿adónde están? Traérmelos acá" (ibídem, 743ss).

13    ? Ver algunas cuestiones actuales sobre la mariología en: AA.VV., La mariologia tra le discipline teologiche (Roma, Marianum, 1992) (storia, teologia attuale, problematica, didattica, ecc.); AA.VV., Sviluppi teologici postconciliari e mariologia, Roma, Città Nuova 1977; AA.VV. (Sociedad Mariológica Española), Enciclopedia mariana posconciliar (Madrid, Coculsa, 1975); AA.VV., Crisis en Mariología. Mariologia y Teologia: Ephemerides Mariologicae 20 (1970) 5-203; S. DE FIORES, María en la teología contemporánea (Salamanca, Sígueme, 1991). Nos remitimos a las mariologías actuales más conocidas.

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instrumento del mismo Cristo, como asociada a la redención, sin interferir

paralelamente, sino que es transparencia e instrumento o como "alba" que

anuncia el sol, por ser "mensajera de aquel luciente sol... madre del sol"

que es Jesús, el Hijo de Dios (Ser 61, 96ss). Está, pues, asociada a su Hijo

como "Esposa del Verbo eterno" (Ser 65 -1-, 520s), de quien es "madre y

esposa" (Plática 15ª, 13; cfr. Ser 70. 732).14

María está asociada a la obra redentora de Cristo como "Nueva Eva"

(cfr. Ser 60, 554ss; Ser 63,125ss; Ser 67, 275ss, 367ss). Su asociación a

Cristo, tiene, pues, sentido esponsal. Todas las gracias recibidas por María

tienen este objetivo: "Para que ayude al segundo Adán, que es Jesucristo,

para ayudarle en la redempción y a recoger las ánimas por quien Él derramó

su sangre" (Ser 60, 556ss).

La Virgen Dolorosa es uno de los temas más emotivos de la doctrina

avilista. Presenta el tema en relación con el amor de Cristo: "Tras nos

anduviste desde que naciste del vientre de la Virgen, y te tomó en sus

brazos, y te reclinó en el pesebre, hasta que las mismas manos y brazos de

ella te tomaron, cuando te quitaron muerto de la cruz, y fuiste encerrado en

el santo sepulcro como en otro vientre" (AF cap. 69, 7027ss). El dolor de

María repercutió en el dolor del mismo Cristo, como "carga de la compasión

que de su sagrada Madre llevaba", la cual estaba "muy llena de pena, como lo

iba El" (Ser 37, 156ss).

En el dolor de María podemos descubrir que "nosotros somos la causa de

la pasión de Jesucristo y de las angustias de su Madre" (Ser 67, 17s). La

devoción a la Virgen Dolorosa corresponde a la vocación cristiana de meditar

la pasión, "estar allí con ella". En el día de la soledad de María, "todo

cristiano debe gastar este día en acompañar a la Virgen, que fue hoy

lastimada en gran manera" (ibídem, 39ss).

En el dolor de María se descubre su relación íntima con Cristo, como

"Oveja y su Cordero inocente", que sufren por culpa de nuestros pecados

(cfr. Ser 67, 71s). Las expresiones avilistas son impresionantes: "¿No

bastaba matar al hijo y ponelle en una cruz, sin matar también a la Madre?

¿Por qué se cuece a Jesucristo en las lágrimas de su Madre? Si lo queréis

asado, asado está en el fuego de tan grandes tormentos, asado lo tiene el

fuego de su amor... y si lo queréis cocido, cocido está en lágrimas, que de

los ojos de su sacratísima Madre salían, viendo lo que estaba padeciendo"

14    ? El Maestro acentúa la relación de María con la humanidad o "santísima carne" salvífica de Cristo, "con cuyos trabajos y muerte fuimos redimidos, podemos decir que fue carne de la Virgen, pues que ella se la dio y la mantuvo" (Ser 68, 207ss). Así, pues, "nuestra bendita mujer fue criada para que ayudase al segundo Adán, Cristo, a restaurar lo que el primer hombre y mujer echaron a perder" (ibídem, 421ss). Somos, pues, "hacienda de sus entrañas" (Ser 70, 734s).

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(ibídem, 141ss).

Este tema está relacionado con el "Corazón" de María, de que hemos

hablado más arriba: "¿Qué hizo su virginal corazón... que ansí la habéis hoy

lastimado, que ansí la habéis hoy entristecido?... ¿Por qué tanto la habéis

afligido el día de hoy?" (Ser 67, 154ss).15

La estrecha unión de María con Cristo aparece en el Calvario: "No te

quedó consuelo ni arrimo en la tierra, muerto tu santísimo Hijo, porque en

él tenías todas las cosas... Al monte Calvario subió con su hijo; mas no le

trujo a la vuelta consigo, que allá le dejó" (Ser 67, 214ss).16

La relación de María con Cristo no solamente pone en evidencia su

maternidad divina y su asociación a la obra redentora, sino es también

relación con el misterio eucarístico. El Maestro, al hablar de la

Eucaristía, menciona frecuentemente a la Virgen. Su explicación no es

circunstancial, sino de algo que es intrínseco a la celebración eucarística.

Las expresiones avilistas son profundamente teológicas y, al mismo

tiempo, de gran fuerza pastoral y espiritual. María invita a acercarnos a

Cristo presente en el misterio eucarístico: "Venid y comed del pan que yo

concebí en mis entrañas, y del pan que yo parí" (Ser 12, 19ss). Allí está

"la guirnalda de la humanidad que le dio su santísima Madre" (Ser 36,

1971s).

La Eucaristía es el "pan de la Virgen" (Ser 39, 28). "Ella es la que

nos lo guisó, y por ser ella la guisandera se le pega más sabor al manjar"

(Ser 41, 155ss). "Ella fue... la que nos amasó este pan" (Ser 46, 12ss; cfr.

Ser 56, 285ss; Ser 58, 48ss; Ser 70, 788ss).17

15    ? Ella ha sido "la más santa y la más lastimada, la más querida y la más angustiada, la más alta y la más abajada... Si mucho la amastes, mucho la afligistes... a la medida de amor que tuvistes, fue el doble que ha pasado" (ibídem, 176ss).

16    ? La descripción de la "Pietà" la hace con estos términos: "Comienza la Virgen de allegalle las manos a la cabeza y topaba con las espinas... todos los cabellos llenos de sangre... ¿Este es el cuerpo que yo tan tiernamente trataba y envolvía?... Llora la Madre, lloran cuantos están presentes" (ibídem, 549ss).

17    ? Los estudios avilistas sobre la Eucaristía, no dejan de señalar esta dimensión mariana: L. AGUIRRE, El Bto. Juan de Ávila, paladín de la Eucaristía: Verdad y Vida 2 (1944) 422-436; M. BRUNSÓ, El Padre Ávila y la Eucaristía: Semana Nacional Avilista (Madrid 1952) 29-56; J.M. CARDA, Los efectos de la Eucaristía en los escritos del Bto. Ávila: Rev. Española de Teología 18 (1958) 261-281; A. HUERGA, El Beato Ávila y el Maestro Valtanás: dos criterios distintos en la cuestión disputada de la comunión frecuente: La Ciencia Tomista 84 (1957) 425-457; F. IRIARTE, Evolución y fuentes principales de la espiritualidad eucarística del Apóstol de Andalucía: Rev. de Espiritualidad 17 (1958) 33-55; T. PIZARRO, La eucaristía pan de vida eterna. Orientaciones de espiritualidad del Santo Maestro Juan de Ávila (Cáceres 1986).

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En esta relación entre María y la Eucaristía, se puede encontrar la

relación entre María y el sacerdote ministro. El sacerdote ministro se

siente invitado a la santidad, por ser "semejante" a la Virgen María y estar

estrechamente relacionado con ella (cfr. Carta 6, 88ss; Carta 8, 45ss; cfr.

Tratado sobre el sacerdocio, n.2, 45ss, 75ss, n.15, 619ss).

La relación entre María y el sacerdote ministro tiene dimensión

cristológica, eucarística y eclesial. Es una especie de paralelismo que

relaciona profundamente a María con el sacerdote, por el hecho de hacer

presente a Cristo en medio de la comunidad eclesial: "Mirémonos, padres, de

pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hechos semejantes a la

sacratísima Virgen María, que con sus palabras trujo a Dios a su vientre...

Y el sacerdote le trae con las palabras de la consagración" (Plática 1ª,

111ss; cfr. Carta 157, 260ss).

La acción de sacerdote en la celebración eucarística es semejante a la

de María, por "el ser sacramental que el sacerdote da a Dios humanado", no

de modo esporádico, sino en todas las celebraciones eucarísticas (Tratado

del sacerdocio, n.2, 70ss). Por esto, María considera a los sacerdotes como

parte de su mismo ser: "Los racimos de mi corazón, los pedazos de mis

entrañas" (Ser 67, 743ss). La castidad o virginidad sacerdotal también tiene

esta perspectiva eucarística y mariana (cfr. Tratado del sacerdocio, n.15).18

3. María siempre Virgen

El tema de la virginidad de María era un tema pacífico y lleno de

contenido en tiempo del Maestro Avila. La exposición de la doctrina se

basaba en los contenidos del "Credo", con sus raíces bíblicas y patrísticas.

Precisamente comentando el "Credo", afirma el Maestro Avila que este título

mariano manifiesta la realidad divina de Jesús, como Hijo de Dios que se

"encarnó por Espíritu Santo de Santa María Virgen" (Ser 39, 6s; comenta este

artículo del "Credo").

La acción del Espíritu Santo en María no es sólo en el momento de

concebir al Verbo, sino en toda la existencia de María y, de modo concreto,

también en el momento de darlo a luz: "Parió esta Señora con alegría a su

18    ? J. ESQUERDA BIFET, Espiritualidad sacerdotal mariana en Juan de Ávila: Estudios Marianos 35 (1970) 85-114. La aportación del Maesto Avila puede enriquecer las perspectivas actuales sobre el mismo tema: Mons. DUPERRAY, Regina cleri, in: Maria III (Du Manoir) (Paris, Beauchesne, 1954) 659-696; J. ESQUERDA BIFET, María, Iglesia y sacerdocio. Espiritualidad sacerdotal mariana, en: Teología de la espiritulidad sacerdotal (Madrid, BAC, 1991) cap. 10; B. JIMÉNEZ DUQUE, María en la espiritualidad del sacerdote: Teología espiritual 19 (1975) 45-59; R. LAURENTIN, Marie, l'eglise et le sacerdoce, (Paris l952); P. PHILIPPE, The Virgin Mary and the Priesthood (New York, Alba House, 1993).

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precioso hijo... pues ella había de parir al gozo y alegría del cielo y de

la tierra... mientras más cercana al parto, más alegre estaba" (Ser 3,

11ss).

En realidad, toda la vida de María pertenecía al misterio di su Hijo.

Por esto, al darle a luz, quedó "la Virgen entera" (Ser 46, 524) y se le

puede decir: "Todo fue del Espíritu Santo y vuestro" (Ser 61, 137s).

Aludiendo a la zarza incombustible (Ex 3,2ss), dice el Maestro: "Está Dios

en ella y no se quema, preñada está y doncella" (Ser 65 -1-, 242ss; cfr. Ser

65 -2-, 13ss).

La acción del Espíritu Santo en María era permanente, para

santificarla y hacerla "llena de gracia", como digna morada del Verbo

encarnado. Como en casi todos los temas, el Maestro hace su exposición en

relación con alguna fiesta litúrgica. Así explica el tema de la virginidad

en la celebración mavideña: "¡Quién os viera hoy madre y virgen, tan virgen

como las vírgenes y tan madre como las madres!" (Ser 4, 19ss).

Concebir, gestar y dar a luz es siempre el mismo misterio de la

virginidad mariana bajo la acción del Espíritu Santo. Fue un "milagro

doblado", por "concebir sin obra de varón y parir virgen" (Ser 4, 37ss; cfr.

Ser 49, 74ss). Por esto fue parto sin dolor, "y esto no quitándoos a vos la

verdura de la virginidad, que, aunque fue vuestro fructo, no os quitó la

flor. Que en vos sola el fructo es flor, y la flor fructo" (Ser 61, 145ss;

cfr. Ser 3, 11ss y Ser 4, 365ss).19

La dimensión cristológica y pneumatológica de la virginidad mariana

deriva también hacia la dimensión eclesial. María, en la Iglesia, es modelo

de quienes viven de modo especial su relacional esponsal y virginal con

Cristo. María es, pues, "principio de vírgenes, amparadora y abogada de

ellas" (Carta 33, 72). Es "Virgen de las vírgenes" por "la limpieza virginal

con que concibió al Hijo de Dios" (AF cap. 14, 1313ss). La virginidad en la

Iglesia será "a imitación de nuestra Señora" (ser 29, 507).20

19    ? El Maestro refleja una opinión frecuente en muchos escritores marianos. En efecto, la pregunta de María al ángel (cfr. Lc 1,34) indicaría que "tanto es el amor que tiene la Virgen a su limpieza, que no trueca su virginidad por ser madre del Hijo de Dios" (Ser 65 -1-, 148ss).

20    ? A las personas que querían consagrarse a Dios, les proponía imitar "a la bienaventurada María, Virgen, Madre y Esposa", Madre de las vírgenes (Carta 38, 191ss). Cristo Esposo les da "su compañía en pago de la soledad que acá pasaron por Él" (ibídem, 206s; cfr. Ap 14,4). En la lucha por conservar la virginidad, hay que invocar al "virginal Esposo y a su limpísima Madre" (Carta 70, 159ss). Las personas consagradas a Dios por la virginidad "tienen más semejanza con la Madre Virgen"; por esto, Cristo "se huelga mucho... de ser concebido, nacido y envuelto y tratado de cuerpo virgen, porque Él es virgen" (Carta 84, 9ss). Cristo "quiere ser tratado de brazos y corazones limpios, y por eso se puso en los brazos de la Virgen, y Josef fue también virgen limpísimo, para dar a entender que quiere ser

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4. Madre nuestra y Medianera

Cuando el Maestro Avila explica la maternidad espiritual de María,

siempre relaciona el tema con la vida de gracia o participación en la vida

divina. Su maternidad se realiza por la mediación; su mediación es

eminentemente maternal.

María es Madre nuestra porque nosotros somos hermanos de Cristo: "La

Virgen benditísima dos hijos tiene, uno natural y otro adoptivo" (Ser 28,

34s). Al concebir a Cristo por obra del Espíritu Santo, nos concibió a

nosotros y, consecuentemente, nos ama con el mismo amor con que ama a Cristo

(cfr. Ser 32, 48ss). "Todos los que somos hermanos de Jesucristo... todos

somos hijos de la Virgen" (Ser 62, 729s).

La explicación del Maestro se hace a veces dialogal: "Os será muy

verdadera Madre en todas vuestras necesidades" (AF cap. 59, 6098s). Como

María se cuidaba de Jesús, así ahora se cuida de nosotros: "Tomas al Niño y

lo mantienes por nosotros" (Ser 4, 578ss).

La expresión madre "espiritual" se encuentra en el Maestro Avila

traducida a "Madre de gracia" (Ser 61, 118). María es medianera de la gracia

que se nos comunica, como creyentes y como comunidad eclesial. Al ser Madre

en el orden de la gracia o "Madre de ella" (Ser 70, 113), María no deja de

ser también hermana nuestra (cfr. Ser 14, 23ss), en el sentido de ser "Madre

de misericordia" (Ser 60, 398) o "enfermera del hospital de la misericordia

de Dios" (Ser 60, 704s; cfr. Ser 58, 30ss; Ser 62, 822ss: Ser 68, 397ss). En

este sentido es Madre de pecadores (cfr. Ser 63, 318ss; Ser 68, 230ss).

El discípulo amado, al pie de la cruz, recibe a María como Madre en

nombre de todo el pueblo cristiano y de toda la humanidad. Al darnos a su

Madre, Jesús "miró al provecho de la Iglesia que entonces había y también a

los que después habíamos de nacer en ella hasta que el mundo se acabe" (Ser

70,484ss). Por esto, es "verdadera Madre del pueblo cristiano" (Ser 69,

789s) y cuida de todos nosotros, "hasta que el mundo se acabe" (Ser 69,

742).

Si María es "nuestra Madre", ya "podemos llamar nuestro" lo que el

Señor le ha comunicado para bien nuestro (cfr. Ser 70, 1338s), puesto que

por ella se nos da el mismo Señor (cfr. Carta 20 -1-,220ss).

María fue dada por Jesús como Madre a la Iglesia: "Miró en esto el

Señor al mayor provecho de su sacratísima Madre; miró al provecho de la

Iglesia que entonces había y también a los que después habíamos de nacer en

ella hasta que el mundo se acabe" (Ser 70, 483ss).

tratado de vírgenes" (Ser 4, 340ss).

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La mediación mariana en la doctrina avilista tiene dimensión

cristológica, como derivación de la mediación de Cristo. La dimensión

eclesiológica aparece en que la mediación deriva al bien de toda la Iglesia.

La misma Iglesia es un conjunto de mediaciones, especialmente por medio del

anuncio y de la celebración eucarística y sacramental.

Se puede encontrar la doctrina avilista sobre la mediación mariana en

el inicio de casi todos sus sermones. En ese momento celebrativo y eclesial,

se pide la intercesión de María para conseguir la gracia concreta a que se

refiere al tema de la fiesta (cfr. Ser. 18, 15ss; Ser 20, 20s; Ser 23, 15s;

Ser 24, 7s; Ser 26, 2ss).

El Maestro sabe exponer la doctrina invitando a su práctica concreta:

"Cualquiera que a ella llamare, por ella le oirá Dios" (Ser 62, 770s). "¿Qué

podéis demandar que no os sea otorgado?" (Ser 72, 21ss). Las oraciones

cristianas suponen esta intercesión mariana. El Maestro era muy devoto de la

oración "Recordare" (Ser 66, 26ss), que tiene los matices de la visitación a

Santa Isabel (ibídem, 219ss).21

En la vida espiritual concreta, la mediación mariana es fuente de

aliento y de fuerza: "Ten a la Virgen por abogada, que huele a incienso muy

bien... porque si fueres devoto de ella, sentirás deshacerse las

tentaciones, como la cera delante del fuego" (Ser 63, 514ss). Esta confianza

en María no ahorra el propia esfuerzo y la propia "penitencia" (cfr. Ser 68,

440s). María está siempre "muy aparejada para socorrer a cualquier persona

en cualquier tiempo y negocio en que la llamare" (Ser 69, 803ss), "teniendo

el sello de su misericordia abierto para recebir a todos" (Ser 71, 632s).

Con la intercesión de María nos disponemos a recibir la gracia de

Dios: ¡"Oh si supiésemos qué bienes tiene quien a la Virgen tiene!... que no

sólo la Virgen es Madre de los justos, mas también abogada para alcanzar

perdón al pecador" (Ser 66,306ss).

Son muchos los términos análogos a la mediación de María, en el

sentido de asociada a Cristo (Nueva Eva). Ella es "medianera" (Ser 70,

1373ss), intercesora (Ser 13, 20ss; Ser 14, 23ss), abogada (cfr. Ser 60,

380ss), "universal limosnera de todas las gracias" (Ser 71, 530ss).

Siempre deriva hacia la misericordia y amor de Dios. La mediación y

maternidad espiritual de María infunden confianza en el Señor. María,

"después de Dios", es "esperanza única de pecadores" (Ser 70, 1356s).

Jesucristo quiere mostrar su bondad por medio de la mediación de María. Por

esto, según el Maestro Avila, se podría escribir un "libro" muy extenso

sobre los numerosos favores de Dios por medio de María (Ser 65 -1-, 531ss),

21    ? En relación con el Cuerpo Místico, compara a María con el "cuello" (cfr. Ser 60, 686ss; Ser 63, 465ss).

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"para que se viera su caridad" (Ser 65 -2-, 189s).22

5. Toda santa e Inmaculada

La santidad de María se relaciona especialmente con el título de la

maternidad divina. Dios la colmó de gracia y ella fue siempre fiel y

generosa. El Espíritu Santo la fue preparando para recibir en su seno al

Hijo de Dios: "Fue enseñada por el Espíritu de su Hijo, aun antes que Él

encarnase" (Ser 71, 131s).

Fue "llena de gracia" como "elegida" para ser Madre de Dios (Ser 69,

209ss). Su fe, como respuesta fiel y generosa, fue más perfecta que la de

Abraham (cfr. Ser 5-2-, 29 y Ser 49). Ella se reconoció siempre como sierva,

puesto que los dones de Dios eran gracia del Señor: "Su propia bajeza

confiesa; su servicio y amor liberalmente ofrece, sin atribuirse a sí misma

otra honra ni otro interese... todo lo cual sintió y dijo en llamarse nombre

de esclava" (AF cap. 92, 9778ss).

El "sí" ("fiat") de María era "su acostumbrada palabra" (Ser 70,

1250). Era su actitud habitual, concretada en este "sí" que ella pronunció

"infinitas veces" durante su vida (Ser 41, 133; Ser 49, 77), para

"conformarse con la voluntad de Dios" (Ser 67, 651s). La trascendencia de

este "sí" aparece en el hecho de ser un "ofrecimiento suyo por el remedio de

los hombres" (ibídem, 81s). Y así "por sus palabras vino Dios a los otros"

(Ser 66, 15s).

El proceso de santidad es siempre bajo la acción del Espíritu. María

fue "movida por el Espíritu Santo" (Ser 70, 462s). Su donación total era su

actitud habitual: "Aquí no hay tasa, sino que la Virgen amaba a Jesucristo

cuanto el Espíritu Santo le soplaba; y esto era mucho; y ansí no es decible,

no se puede tasar, no hay palabras para poder encarecerlo" (Ser 67, 331ss).

La acción del Espíritu Santo en María la hizo de modo permanente su

tabernáculo de predilección: "El santo templo de Dios, las entrañas de la

Virgen nuestra Señora son" (Ser 62, 29ss; cfr. Ser 64, 14ss). Por esto,

22    ? La teología mariana actual, siguiendo las pautas del concilio Vaticano II (LG) y de la encíclica "Redeptoris Mater", presenta la mediación de María como participación en la única medicación de Cristo y como concretización de la maternidad mariana. Analicé estos aspectos (con bibliografía actual) en: La mediación de María, aspectos específicos de la encíclica «Redemptoris Mater»: Ephemerides Mariologicae 39 (1989) 237-254. Ver también: D. BERTETTO, La mediazione di Maria nel Magistero del Vaticano II: Euntes Docete 40 (1987) 597-620; E. LLAMAS, La «mediación materna» de María en la encíclica «Redemptoris Mater», en: La Redemptoris Mater de Juan Pablo II, análisis y perspectivas: Estudios Marianos 61 (1995) 149-180; S. MEO, Mediadora, en: Nuevo Diccionario de Mariología (Madrid, Paulinas, 1988) 1304-1320.

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María "es muy amiga del Espíritu Santo, y Él de ella. En sus entrañas el

incomprehensible cupo... y esto todo por obra del Espíritu Santo... Conocen

muy bien el Espíritu Santo las entrañas de la Virgen, conoce muy bien aquel

su corazón tan limpísimo" (Ser 30, 60ss).23

Esta misma acción del Espíritu la hizo siempre Virgen, como hemos

visto más arriba. El Corazón de María estaba siempre a la escucha de la

palabra de Dios (cfr. Ser 69, 455ss). Por esto, María es modelo y "estrella"

que guía a los fieles, en todo el proceso de la santidad, para configurarse

con Cristo (cfr. Ser 5 -2-, 338ss; Ser 70, 82ss).24

El Maestro Avila no sólo habla de la santidad de María en general,

sino que la presenta como modelo de todas las virtudes (cfr. Ser 67, 255ss),

pero, sobre todo, del amor a Dios y al prójimo (ver todo el Ser 70). Su

grado de santidad es excelso, puesto que "tiene la cumbre de la santidad y

es dada por ejemplo a nosotros" (Ser 71, 93s) y se puede decir que "excede

a los ángeles y a todos los espíritus celestiales" (ibídem, 404s).25

El título de la "Inmaculada" era comunmente aceptado en el siglo XVI,

pero no siempre bien explicado. San Juan de Avila es un pionero en la

presentación de la doctrina a nivel de predicación, antes de los grandes

autores de la mariológica clásica española del siglo XVII. Su enseñanza está

basada en la Escritura y Tradición. Sus discípulos se hicieron pregoneros de

esta doctrina inmaculista, especialmente Diego Pérez de Valdivia.26

23    ? Sobre el Espíritu Santo en la doctrina de San Juan de Avila, ver: J. DEL RÍO MARTÍN, El Espíritu Santo y la Iglesia en los escritos de San Juan de Ávila: Isidorianum 7, n.13 (1998) 51-85; P. JOBIT, Bienheureux Jean d'Avila, sermons sur le Saint Esprit (Namur, Les écrits des Saints, 1960).

24    ? A San Juan de Avila se le reconoce con la característica de ser Maestro de vida espiritual: C.M. ABAD, La espiritualidad del Bto. Ávila: Manresa 28 (1956) 455-478; M. ANDRÉS MARTÍN, San Juan de Ávila, Maestro de espiritualidad (Madrid, BAC, 1997); F. CARRILO RUBIO, Espiritualidad del Beato Maestro Juan de Ávila: Semana Avilista 1 (1952) 93-105; J. ESQUERDA BIFET, Juan de Ávila, Maestro de espiritualidad cristiana: Studia Missionalia 36 (1987) 83-107; Id., Jean d'Avila, en: Dictionnaire de Spiritualité Chrétienne, VIII, 1 partie, 270-283; R. GARCÍA Y GARCÍA DE CASTRO, El Mtro. Juan de Ávila, santo y forjador de santos: Maestro Ávila 1 (1946) 223-238; I. MENÉNDEZ-REIGADA, El Beato Juan de Ávila, maestro de vida espiritual: Vida sobrentural 39 (1940-1941) 12-13, 102-109; 40, 27-36, 91-99; 41, 28-36; P. POURRAT, La spiritualité chrétienne (Paris 1944) t. 3, 159-163.

25    ? Esta afirmación avilista pudo haber influido en la mariología clásica, cuando intenta presentar el grado de santidad de María. Ver: A. ROYO MARIN, La Virgen María, teología y espiritualidad mariana (Madrid, BAC, 1997) parte III.

26    ? Tratado de la singular y purísima Concepción de la Madre de Dios (1600). Ver: J. ESQUERDA BIFET, Diego Pérez de Valdivia, maestro de espiritualidad en el siglo XVI, discípulo de San Juan de Ávila (Roma,

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El primer momento de la existencia de María, su concepción Inmaculada,

fue momento de gracia, puesto que fue concebida sin pecado original. No es

sólo la ausencia del pecado de los primeros padres (y de sus consecuencias

pecaminosas), sino también una abundancia de gracia correspondiente a quien

había sido escogida para ser Madre de Dios. "No nace en noche de pecado ni

fue concebida en él" (Ser 61, 14).

La victoria de Jesús sobre el pecado repercute en María su Madre,

haciéndola Inmaculada y también inmune de todo pecado y de toda tendencia

pecaminosa: "Son obra nueva, hasta hoy en nadie, ni después de vos sino en

vuestro sacratísimo Hijo. Con mucha razón se admiran los ángeles y toda la

Iglesia en veros nacer como lumbre de alma, pues ven en vos una santidad que

ni hubo semejante en lo pasado ni la tendrá en lo por venir" (Ser 60,

108ss).

La base bíblica de la doctrina avilista es el texto de Gen 3,15,

teniendo como trasfondo la realidad de María "llena de gracia": "Ella es la

mujer de la cual está escrito que había de quebrantar la cabeza del demonio,

no sólo porque escapó del pecado original, mas de todos los otros pecados

mortales y veniales" (Ser 60, 234ss).

La gracia de la Inmaculada es el preludio de las otras que recibiría

como Madre de Dios: "La sacratístima Virgen María, por su singular

privilegio, fue preservada de pecado original, tuvo vida limpísima y ajena

de todo pecado; cuerpo limpio, por virginidad y ánima tal que es llamada de

Dios toda hermosa y que no hay en ella mancha" (Ser 71, 179ss; cfr. Cant

4,7).

Siempre se pone en primer plano la redención de Cristo, que es la

causa de la santidad de María y también de su Asunción a los cielos.

Inmaculada y Asunción se relacionan estrechamente: "De aquel inefable fuego

de amor con que la Virgen fue amada, resultó ser criada y reservada de todo

pecado y vivir tal vida que con la gracia del Señor mereció subir hoy al

cielo a reina con mayor excelencia que ningún hombre ni ángel" (Ser 69,

215ss).

La santidad de María no la eximió de dificultades ni tampoco del

esfuerzo constante por responder a la acción de Dios: "La Virgen es la que

siempre veló; desde el instante que fue concebida, siempre estuvo velando"

(Ser 80, 10ss). El hecho de acompañar a Cristo en la pasión, demuestra que

María compartió las dificultades inherentes a la vida humana: "Si bien

Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1972); Idem, El tratado de la Inmaculada de Diego Pérez de Valdivia (discípulo del Bto. Ávila) (Madrid, Pont. Univ. Comillas, 1964); Idem, Un mariólogo catedrático de la Universidad de Barcelona en el siglo XVI: Diego Pérez de Valdivia: Estudios Marianos 32 (1969) 279-303; L. SALA BALUST, F. MARTÍN HERNÁNDEZ, Santo Maestro Juan de Ávila (Madrid, BAC, 1970) cap. 8, n.3.

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miráis en sus fiestas, veréis en ellas su santidad y algún trabajo de qué

compadeceros. Santa fue en su concepción... santo fue su nacimiento, mas

llorando nació como las otras niñas" (Ser 71, 7ss).

Estas exposiciones marianas del Maestro Avila, sin perder la

fundamentación bíblica y teológica, tendían siempre a la vivencia cristiana.

En las dificultades de la vida, hay que mirar a María como modelo de

fidelidad y como protectora eficaz. La "limpísima Virgen María", la

Inmaculada, responde siempre al ser invocada. El Maestro alude a su propia

experiencia: "Especialmente he visto haber venido provechos notables por

medio de esta Señora a personas molestadas de flaqueza de carne, por rezarle

alguna cosa en memoria de la limpieza con que fue concebida sin pecado, y de

la limpieza virginal con que concibió al Hijo de Dios" (AF cap. 14,

1306ss).27

6. Dimensión eclesial y contemplativa de la Asunción de María

Los cuatro sermones del Maestro Avila sobre la Asunción de María (Ser

nn. 69-72) son un arsenal de temas marianos. Se trata de homilías muy

largas, recitadas durante la fiesta. La idea central es que María, asociada

a todos los misterios de Cristo en su vida terrena, fue glorificada en

cuerpo y alma.28

La predicación avilista sobre la Asunción tiende a describir el camino

de la contemplación, tomando como ejemplo y ayuda a la Santísima Virgen en

los últimos momentos de su vida terrena. Subraya la presencia de María en la

Iglesia primitiva, que se traducirá luego, ya glorificada, en protección

materna.29

La argumentación se basa en la armonía de la revelación y de los

contenidos de la fe. Así, por ejemplo, conjuga los datos de la maternidad

virginal (Lc 1,35), de ser "llena de gracia" (Lc 1,28; cfr. Ser 71, 2ss) y

de simbolizar el "Arca de la Alianza" que sube al cielo (Apoc 11,19). "Es

cosa muy justa que, pues en cuerpo y en ánima fue la Virgen bendita silla de

27    ? Sobre la Inmaculada en San Juan de Avila, además de la nota anterior, ver: J. ESQUERDA BIFET, Síntesis mariológica de los escritos de Juan de Ávila, o.c., 179-181 (Inmaculada); T. HERRERO, La Inmaculada en el Bto. Juan de Ávila: Estudios Marianos, 18 (1957) 371-380.

28    ? En los estudios sobre la mariología del Maestro Avila, que hemos citado en notas anteriores, se alude al tema de la Asunción. Ver especialmente: A. MOLINA PRIETO, Los tres sermones asuncionistas de San Juan de Ávila, o.c., 281-309.

29    ? J. ESQUERDA BIFET, La oración contemplativa en relación con la devoción mariana según el Maestro Juan de Ávila: Anthologica Annua, 24-25 (1977-1978) 499-550.

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Dios, y por muy particular manera, que ya que se partió esta silla en dos

partes en el día de su muerte, que luego, o en el tercer día, torne Dios a

juntar su silla y santísima arca, para que vean todos los que en el cielo

estuviesen aquella santísima carne, de la cual el Verbo divino tomó carne

humana, y que esté tan resplandeciente, que baste a alumbrar todo el cielo y

henchir de nueva alegría a todos los que allá están" (Ser 69, 710ss).

Como en otros títulos marianos, siempre se intenta resaltar los frutos

de la redención de Cristo. Por ser Inmaculada y por haber proporcionado el

cuerpo al Hijo de Dios, el cuerpo de María quedó glorificado (cfr. Ser 72,

42ss). Fue glorificada por los méritos de Cristo; con la Asunción se consumó

el proceso de santificación obrado por el Espíritu Santo en el decurso de

toda su vida (cfr. Ser 71, 131ss).

Como es habitual en la doctrina avilista, se describe la interioridad

("Corazón", deseos, actitudes) de la Santísima Virgen. Le sirve de punto de

apoyo bíblico el texto de los Cantares. Durante los últimos años de vida

mortal, María vivió cada vez más pendiente de la Palabra de Dios, anhelando

la venida definitiva de Cristo su Hijo.

Esta actitud de espera, entre la Ascensión del Señor y su propia

Asunción (cfr. Ser 69, 310ss), fue tremendamente dolorosa, más que la misma

pasión. Con este "penoso martirio" (Ser 70, 123), acompañó a la Iglesia

primitiva, como preparando su presencia activa en la historia eclesial

posterior. Su actitud permanente era la de estar "muy aparejada a padecer

martirio de amor" (ibídem, 383).

En medio de esta esperanza dolorosa, María fue acompañando a la

Iglesia: "Miró al provecho de la Iglesia que entonces había y también a los

que después habíamos de nacer en ella hasta que el mundo se acabe" (Ser 70,

484ss). Así se mostró como "Pastora, no jornalera", modelo de toda acción

pastoral (cfr. ibídem, 737)

El camino de la contemplación cristiana, se inspira en esta actitud

mariana de "perfecto amor" (Ser 69, 439ss; cfr. Ser 70, 191ss; 71, 210ss).

El Maestro explica la muerte de María como muerte de "amor de Dios tan sin

medida" (ser 70, 430). Murió "con la gran fuerza del amor" (ibídem, 1022),

como "vencida y enferma de su amor" (ibídem, 1040s). Este amor se expresó en

un "fiat" respecto a la voluntad de Dios. Era "su acostumbrada palabra"

(ibídem, 1249s).30

30    ? Sobre la contemplación en el Maestro Avila, ver: M. ANDRÉS, Historia de la mística de la edad de oro en España y América (Madrid, BAC, 1994) XI,4 (San Juan de Ávila y su escuela); J. CHERPRENET, Juan de Ávila, Místico: Maestro Ávila 2 (1948) 99-118; J. ESQUERDA BIFET, La oración contemplativa, o.c., 499-550; J.B. GOMIS, Estilos del pensar místico, el Bto. Juan de Ávila: Rev. de Espiritualidad 10 (1951) 443-450; B. JIMÉNEZ DUQUE, Dimensión mística de la vida sacerdotal: Semana Avilista (Madrid 1969) 255-271; E.A.

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La presencia de María en la Iglesia, después de la Asunción, es una

realidad que corresponde a su ejercicio de mediación materna, como

continuación de su actuación durante su vida mortal: "Tengo hijos en el

mundo, la salvación de los cuales deseo con muy amoroso y maternal

corazón... no he perdido la compasión de ellos... Este cuidado tendré hasta

que el mundo se acabe" (Ser 69, 735ss).

En la cielo, la Virgen está "con Dios componiendo todas las cosas,

ayudando con obras y con su intercesión a que los infieles conozcan a Dios,

y los cristianos le amen y sirvan" (Ser 71, 629ss; cfr. 72, 19ss, 48ss). Su

maternidad es permanente y, por tanto, puede acompañar a los hijos

encomendados por el Señor: "Mas no por eso en el día de su grande honra se

olvida de los pobres hijuelos que son los cristianos" (Ser 71, 638ss).31

La coronación de María como "Reina" tiene sentido de que ella llega al

triunfo definitivo, siempre por los méritos de Cristo Redentor (cfr. Ser 69,

209ss). Al reconocer esta excelencia de María, la Iglesia da gloria a Dios.

María es Reina por ser Madre de Cristo Rey, por haber sido glorificada en

cuerpo y alma (Asunción) y también por sus excelsas virtudes (cfr. Ser 4,

538; Ser 22, 104-105; Ser 69, 225).

7. Devoción y espiritualidad mariana

Todos los temas marianos de la doctrina avilista tienden a la vivencia

de los mismos, como parte integrante de la vida cristiana o como vivencia de

la fe. Es lo que se ha llamado tradicionalmente culto y devoción y que,

actualmente, también se llama espiritualidad mariana.

María es Madre muy cercana a todos los redimidos. Las gracias que ha

recibido de Dios la convierten en "pastora", puesto que "después de

PEERS, Studies in the Spanish mystics (London 1951) vol. 2, pp. 121-148; R. ROUSSELOT, Les mystiques espagnols (Paris 1869) cap. 3 (Jean d'Avila).

31    ? Esta presencia de María en la Iglesia abre nuevos horizontes a la mariología. La encíclica "Redemptoris Mater" (Juan Pablo II, 1987) ha hecho hincapié en la presencia activa y materna de María (cfr. RMa 1, 3, 24), tomando como punto de partida la doctrina conciliar: "La Madre de Jesús, de la misma manera que ya glorificada en los cielos en cuerpo y alma es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro siglo, así en esta tierra, hasta que llegue el día del Señor (cfr. 2 Pe. 3,10), antecede con su luz al Pueblo de Dios peregrinante como signo de esperanza y de consuelo hasta que llegue el día del Señor" (LG 69). Algunos estudios actuales: E. BAREA, La presencia de María en la Iglesia. Magisterio de los papas, de León XIII a Pablo VI: Ephemerides Mariologicae 49 (1999) 11-52; I.M. CALABUIG, Per una ripresa del discorso sulla presenza della Vergine: Marianum n.149 (1996) 7-15; A. PIZZARELLI, La presencia de María en la vida de la Iglesia (Madrid, Soc. Educ. Atenas, 1992); F. UMAÑA, María, sacramento y presencia (Zipaquirá, Foyer de Charité, 1993).

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Jesucristo no ha habido otra pastora, ni hay quien así guarde las ovejas de

Jesucristo... la Virgen sin mancilla es nuestra pastora después de Dios"

(Ser 15, 20ss). Es "pastora, no jornalera que buscase su propio interese,

pues que amaba tanto a las ovejas, que, después de haber dado por la vida de

ellas la vida de su amantísimo Hijo, diera de muy buena gana su vida propia,

si necesidad de ella tuvieran" (Ser 70, 737ss).

Al inicio de los sermones marianos, invoca, a veces, a María con la

oración "Recordare", invitando a los oyentes a pedir una gracia particular

según el tema o la fiesta (cfr. Ser 66, 27ss). Los sermones marianos

avilistas siempre están relacionados con la fiesta que se celebra: Natividad

de María (Ser 60-62), su presentación en el templo (Ser 63), purificación de

Nuestra Señora (Ser 64), Anunciación (Ser 65), visitación (Ser 66), soledad

o Dolorosa (Ser 67), Asunción (Ser 69-72). El sermón 68 está dedicado a la

Virgen de las Nieves.

Además de estas fiestas, se hace mención especial del nombre de María

(Ser 65 -2-, 292ss). Pero muchos otros sermones (especialmente en torno a la

Navidad y a Pentecostés) tienen un gran contenido mariano.32

El tema de la Virgen Dolorosa es muy frecuente en los escritos

avilistas, como hemos visto en el apartado n. 2 (ver el sermón de la

Soledad, n.67). Se relaciona con la pasión, pero también con su espera antes

de la Asunción. Pero el tema pasa a ser devoción muy querida de los fieles

cristianos, que tienen costumbre de acompañar a María "el viernes en la

tarde y el sábado", recordando "los dolores de la Virgen María" (Ser 67,

304ss). Son días para entrar en el Corazón de María, para descubrir que su

"angustia" era tan grande como su "amor" (ibídem, 312s).33

El dolor de María tiene relación con su amor o santidad. Por esto, no

sirve un consuelo humano: "No hay remedio para alegralla. No hay quien le

iguale en el dolor, como no hay quien le llegue en la santidad" (Ser 67,

246ss). Pero acercarse a María en su dolor equivale a encontrar la solución

32    ? Ver las características de la predicación avilista, en la nota 4. Sobre el culto y devoción mariana, además de las notas anteriores, ver: J. ESQUERDA BIFET, Espiritualidad sacerdotal mariana en Juan de Ávila: Estudios Marianos 35 (1970) 85-114; D. FERNÁNDEZ, Culto y devoción popular a María en la obra de San Juan de Ávila: Ephemerides Mariologicae 31 (1981) 79-99; A. MOLINA, Presencia de María en el epistolario del Santo Maestro Juan de Ávila, o.c., 281-304. Sobre San José, ver el sermón 75 (predicado un 19 de marzo).

33    ? Se describe el dolor de María también en relación con la lanzada, cuando la Iglesia nace del costado de Cristo (cfr. Ser 67, 368ss), y también al exponer el descendimiento de la cruz. La Virgen iba repasando todas las heridas del cuerpo de Jesús cuando lo tenía en sus brazos (cfr. ibídem, 549ss).

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para el propio dolor. Puesto que María supo ofrecer a su Hijo en sacrificio,

también quien acude a María aprende a ofrecerse a sí mismo: "Cuando a alguna

persona mucho le doliere ofrecer algo a Dios, acuérdese de este dolor de la

Virgen y este ofrecimiento que hizo, y sosegarse ha su dolor" (Plática 16ª,

21ss).34

Para llegar a gozar del amor de María y de su triunfo en el cielo, hay

que pasar por su mismo dolor: "Acuérdese de la Madre de Dios, que al pie de

la cruz estaba en pie, y con corazón esforzado entre tantos trabajos. Y si

parte quiere del gozo de ello, téngala en las penas con ella" (Carta 212,

19ss).

La verdadera devoción del cristiano equivale a la unión con la

voluntad divina, bajo la acción del Espíritu Santo (Ser 41, 518ss). Cuando

se trata de devoción a María, se ha de concretar en: invocación, imitación,

conocimiento, celebración, afecto filial. "Señora, nuestro oficio será

pensar en vos, hablar de vos, seguiros a vos en vuestra vida y mirar cómo

hacíades y así hacer nosotros... gastarnos hemos todos en vuestro servicio"

(Ser 61, 265ss).

Es devoción que brota espontáneamente de la vocación cristiana: "Pues

ha puesto Dios este instinto en todos los cristianos de llamar luego a la

Virgen Maria" (Ser 62, 788s). La devoción a la Santísima Virgen es una

actitud de agradecer a Dios el haber recibido la vida divina por medio su

cooperación: "Por Señora tienen a la Virgen, y por muy obligados a sus

servicios, los que han recibido la vida por el fructo de su vientre, que es

Jesucristo" (Ser 68, 290ss).

Esta devoción es señal de predestinación. "Una de las señales de los

que se han de salvar es tener gran devoción a la Virgen" (Ser 63, 535s; cfr.

Ser 65 -2-, 199ss; Ser 71, 85ss). Pero debe ser devoción comprometida:

"Todos los que al Hijo honráis, honrad a la Madre, y conocedla y tenedla y

servidla por vuestra natural y verdadera Señora" (Ser 71, 575ss).

El Maestro invita frecuentemente a imitar a María (cfr. Ser 61, 228ss;

Ser 63, 593ss; Ser 69,813ss). "¿Pensáis que es ser devotos de la Virgen,

cuando nombran a María, quitaros el bonete no más? Más hondas raíces ha de

tener su devoción" (Ser 63, 530ss). Por esto, en forma dialogal, ofrece unas

pautas de examen: "-¿Qué haré para tener devoción a la Virgen? - ¿No le

tenéis devoción? Harto mal tenéis; harto bien os falta; más querría estar

sin pellejo que sin devoción a María" (ibídem, 542ss). Y concluye: "Quererla

bien y no imitarla, poco aprovecha" (ibídem, 593s).

34    ? Por esto, todos quedamos invitados a acompañar a María: "Cada uno en su rinconcillo... y estar allí con ella, pues sois la causa de sus dolores... Todo cristiano debe gastar este día en acompañar a la Virgen, que fue hoy lastimada en gran manera" (Ser 67, 39ss).

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Precisamente para instar a imitar a María, el Maestro va exponiendo

los diversos aspectos de su santidad, para dar gracias a Dios y para

imitarla por las virtudes de amor a Dios (Ser 68-70), virtudes teologales y

de amor al prójimo (Ser 65), humildad y obediencia (Ser 63), pobreza (Ser

64), castidad o virginidad (Ser 75), contemplación (Ser 63 y 69). Así, pues,

"si la amamos, imitémosla; y si por Madre la tenemos, obedezcámosla. Y lo

que nos manda es que hagamos todo aquello que su Hijo bendicto nos manda"

(Ser 69, 813ss).

Acudir a María pidiendo su intercesión, es algo innato en la vocación

cristiana, como ya hemos indicado en el apartado n.4. La razón es obvia: "Ha

puesto Dios este instinto en todos los cristianos de llamar luego a la

Virgen María. En teniendo una necesidad, luego: «¡Oh Señora, defiéndeme,

ruega por mí a Dios!». Y pues todos la llamamos en nuestros trabajos es que

ha puesto Dios en el Corazón de ella que ruegue a su Majestad por nosotros;

luego pues es nuestra Madre" (Ser 62, 788ss).

Esta doctrina avilista sobre la Santísima Virgen es eminentemente

espiritual y vivencial. Se trata de una devoción o espiritualidad mariana

del cristiano, como proceso de contemplación y perfección. María está

presente de modo activo, además de ser intercesora y acompañar con afecto de

madre. En este sentido, la devoción mariana que describe el Maestro Avila se

puede llamar espiritualidad mariana.35

Como hemos visto, la doctrina avilista es para todo cristiano (laico,

religioso, sacerdote). Pero el Maestro Avila ofrece algunos matices

especiales cuando se trata de la espiritualidad mariana sacerdotal y de la

vida consagrada (especialmente por la virginidad). A los sacerdotes

ministros los llama la Virgen "pedazos de mis entrañas" (Ser 67, 742ss). La

relación del sacerdote con María se basa en el paralelismo: "Mirémonos,

padres, de pies a cabeza, ánima y cuerpo, y vernos hemos hechos semejables a

la sacratísima Virgen María, que con sus palabras trujo a Dios a su vientre"

(Plática 1ª, 111ss; cfr. Ser 70, 639ss, 737ss; Tratado sobre el sacerdocio

60ss, 75ss, 619ss, 855ss; Carta 157, 260ss).

La devoción a María está relacionada con la figura de San José. El

35    ? La expresión "espiritualidad mariana" es más de nuestros días. Ha entrado en el magisterio por la encíclica "Redemptoris Mater" (año 1987): "Se trata aquí no sólo de la doctrina de fe, sino también de la vida de fe y, por tanto, de la auténtica «espiritualidad mariana», considerada a la luz de la Tradición y, de modo especial, de la espiritualidad a la que nos exhorta el concilio" (RMa 48). La doctrina avilista podría aportar matices interesantes para este tema. Ver: AA.VV., La spiritualità mariana della Chiesa alla luce dell'enciclica "Redemptoris Mater" (Roma, Teresianum, 1988); AA.VV., María en la espiritualidad de la Iglesia: "Estudios Marianos" 36 (1972); AA.VV., La spiritualità mariana: legitimità, natura, articolazione (Roma, Pont. Facoltá Teologica "Marianum", 1994).

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Maestro Avila se refiere al esposo de María para hablar de la obediencia de

Jesús y de la virginidad del mismo santo: "Cristo, obediente fue a su Padre

en vida y en muerte; y también obedeció a su santísima Madre, y al santo

Josef, como cuenta San Lucas" (AF cap.101, 10625ss; cfr. Lc 2,51). "Josef

fue también virgen limpísimo, para dar a entender que (Jesucristo) quiere

ser tratado de vírgenes" (Ser 4,342s).

Un largo sermón está dedicado a la figura de San José el día de su

fiesta (19 de marzo), con el intento de "contar las grandezas de este

bienaventurado Santo" (Ser 75, 22s; comenta Mt 1,18: María, Madre de Jesús,

desposada con José). Recordando las gracias recibidas por San José, los

creyentes se sienten invitados a alabar a Jesucristo: "Así todo lo que se

dijere en alabanza del santo Josef resulta en honra de Jesucristo nuestro

Señor, que lo honró con nombre de padre, y de la Virgen Santa María, de la

cual fue verdadero y castísimo esposo" (ibídem, 26ss).36

Se presenta a San José siempre en relación con María, Madre de Jesús,

para recordar las "grandes mercedes" y "la tribulación y prueba" que

afrontaron juntos (Ser 75, 52ss). Todo era misericordia de Dios para ambos

(cfr. ibídem, 76ss). Ambos se habían consagrado a Dios por la virginidad:

"Porque ella y tú entrambos tenéis hecho voto, de común consentimiento, de

guardar virginidad por toda la vida" (ibídem, 133ss).37

36    ? San José vivió en circunstancias de humildad y pobreza. Dios quiso que "San Josef, hombre bajo según el mundo y oficial carpintero, fuese levantado a tanta honra de ser verdadero esposo de la Madre de Dios y de ser llamado padre y tomado por ayo de aquel que tiene al Eterno Padre por padre y que es criador de cielos y tierra" (Ser 75, 80ss). Se santificó en el trabajo: "San Josef fue carpintero, y no estaría mal a quien no tiene de comer por vía lícita aprender un oficio y usarlo en su casa, pues, por muy alto que sea, no será tanto como San Josef ni como Jesucristo nuestro Señor, que también ayudaba al oficio de su Ayo" (Advertencias necesarias para los Reyes,n. 16).

37    ? Su corazón rebosaba de gozo al ver "tanta humildad, tanta caridad y tanta virtud en aquella Señora que por esposa le había sido dada", adorando, al mismo tiempo, "al bendito Niño Jesús, siendo informado que estaba en el vientre de nuestra Señora" (Ser 75, 586ss). Su gozo principal era el de oír y pronunciar el nombre de Jesús (cfr. ibídem,625ss). De este modo, se convirtió en "guarda de la mesma persona y castidad de la sacratísima Virgen nuestra Señora" (Ser 75, 775s). Tuvo que alimentar a la Sagrada Familia "de lo que ganare con su oficio en mucho sudor de su cara" (Ser 75, 1234s). En San José aparece la humildad del Verbo encarnado: "¡Bendito sea tú, Señor, que tanto te humillaste! A un carpintero" (Ser 65 -2-, 274s; comenta la anunciación: Lc 1,27). Ver datos sobre la piedad popular en el santo Maestro: J. ESQUERDA BIFET, Introducción a la doctrina de San Juan de Avila (Madrid, BAC, 2000) cap. IV, 4, d.