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Thelma Nava Poesía página 3 Braulio Peralta El espectáculo de Bichir (y Alatriste) página 3 Alicia Quiñones Entrevista con Fernando Trueba página 8 MILENIO domingo 26 de febrero de 2012 452 ¿Yo campeón? Página 4 CORTESÍA XAVIER VELASCO Xavier Velasco -

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suplemento semanal

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Thelma Nava Poesía página 3 Braulio Peralta El espectáculo de Bichir (y Alatriste) página 3 Alicia Quiñones Entrevista con Fernando Trueba página 8

MILENIO domingo 26 defebrero de 2012 452

¿Yo campeón?Página 4

CORTESÍA XAVIER VELASCO

Xavier Velasco-

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02 antesala

Sus facciones podían parecer muy masculinas y casi toscas, si no fuera

por su cuerpo alto y majestuoso, y su pecho y hombros poderosos, y, sobre todo, por la expresión severa y a la vez apacible de sus grandes ojos negros, rodeados por una profunda sombra bajo las cejas negras, y por la suave expresión de su boca y su sonrisa. Rara vez sonreía, por eso su sonrisa era más efectiva. Exhalaba fuerza y salud virginal”.

Esta es la forma como Tolstoi describe a la chica más bella del pueblo en Los cosacos. La descripción necesita que antes se nos haya aclarado que la mujer es bella, pues de lo contrario podríamos imaginar otra cosa.

Por mucho que se esmere el novelista en revelar la fisonomía de una mujer, cada quien la entenderá a su manera, aun con aquellos atributos emblemáticos de la literatura, como los pechos turgentes y las piernas bien torneadas. Y es que la palabra es una abstracción, provocando que los escritores tiendan a recrear a las señoritas de Aviñón más que a la Gioconda.

Ya sabemos que el porte que Doré le dio a Sancho Panza se aleja una enormidad del que Cervantes nos describe. Y sería interesante pedirle a varios especialistas de la PGR que leyeran Madame Bovary y nos hicieran el retrato hablado de Emma. ¿Qué tan distintos serían unos de otros?

En Sebastopol, el mismo Tolstoi nos describe a un hombre: “Atractivo, delgado, moreno, con una larga y angosta nariz y un largo bigote que sobresalía de sus mejillas”. ¿Qué lector de veras se detiene a hacer una concienzuda imagen mental de este hombre? ¿Qué se entiende por atractivo? ¿Qué tan larga y angosta es una nariz larga y angosta? De acuerdo,

Toscanadas

Retrato hablado

el bigote es largo, ¿pero espeso, ralo, rizado?

Con las palabras nunca se sabe. No son precisas ni al decir: “Una rosa es una rosa es una rosa”. Eso me gusta. Así, la mujer del primer párrafo tiene un cuerpo tan alto y majestuoso como yo lo decida, sus ojos son tan grandes como yo quiera y sonríe como a mí me gusta que sonría. Tolstoi la sugiere; yo la hago a mi medida.

Una medida que ha de tener sus límites. Si se dice que tiene hombros fuertes, yo no debo imaginarla frágil, sino con esa belleza campesina en que la disposición al trabajo pesado era parte de los atributos estéticos.

Por eso ha de haber un error si alguien supone que Anna Karenina se parece a Greta Garbo y otro piensa que más bien le da un aire a Sophie Marceau. O quizá no sea un error sino meros criterios de presupuesto y taquilla.

Una vez más estoy hablando de Tolstoi, y no puedo evitarlo porque estoy leyendo sus obras completas, que en realidad no son completas, pues mi edición es de veinticuatro tomos y tengo entendido que la versión rusa alcanza los noventa. La cosa es que espero aprender un poco de lo mucho que él sabía sobre la condición humana.

Si bien, aunque lo considero un sabio, no le tomaría al pie de la letra sus ideas sobre la belleza femenina. Jamás, al beber una copa con una mujer, le soltaría un piropo tolstoiano: “Oh, amada mía, exhalas fuerza y salud virginal”. nV

De culto

John Aubrey

Los planetas malignos

John Aubrey nació en Inglaterra en 1626 y murió en 1697, sin dinero y con una montaña de escritos inéditos como herencia. De ellos,

de esa extraña combinación de notas, bosquejos y trazos a medias, surgieron sus Vidas breves, obra única de la ensayística moderna por su belleza y heterodoxia. A contracorriente de la biografía, estas Vidas breves son, a su manera, un tratado de lo insustancial, de lo nimio y cotidiano, sobre aquello que todos tendemos a olvidar.

Aubrey fue un lector curioso, un arqueólo-go original. Le interesaba la vida de los demás como una forma de narración, y presentaba la suya como corolario de una travesía abrupta y estrepitosa: en el ensayo que trata sobre su vida, combina arbitrariamente la primera y la tercera persona, como si de pronto dejara de ser él mismo y se convirtiera en un biógrafo frío y lejano. Envidiaba la buena suerte de algunos nobles y se entretenía describiendo los tapi-ces y las fuentes de sus casas. Dicen que podía dibujar a la perfección montando a caballo, lo cual, aseguraba él, le ahorraba mucho tiempo en sus viajes. Trazaba, en líneas bien definidas, caminos y castillos sin apearse, dibujando al vuelo, siendo al mismo tiempo una especie de jinete y pintor. Vivía obsesionado con la me-moria: la figura de una casa abandonada y en ruinas representaba la imagen más fiel de la

Víctor Barrera Enderle [email protected]

Ex libris • San Juan de la Cruz

Bitácora psicotrópicaXavier Velasco

Nada está más de moda que pasar de moda.

muerte. Morir no significaba desaparecer, sino ser olvidado. Aubrey hablaba de los muertos como si estuvieran a su lado, bebiendo té o libando un buen vino. Prefería la escatología a la ontología, a Diógenes que a Platón.

Marcel Schwob decía que Aubrey jamás experimentó la necesidad de establecer una relación entre los detalles individuales y las grandes ideas. Es cierto. Para él, para Aubrey, Hobbes, de quien escribió una biografía, no era tanto un filósofo como un hombre calvo que vivía en la casa de la esquina, un hombre al que veía andar a las nueve de la mañana y volver después del almuerzo. Tal vez, y sólo tal vez, realmente todos no seamos más que eso: sujetos inmersos en una rutina, empecinados en reconocernos como excepcionales. Y esto es lo significativo, porque se acompasa con otra de las ideas clave de Aubrey, que lo amplía y lo profundiza: Aubrey creía que la Historia se ocupa de los grandes momentos, esos en donde precisamente dejamos de ser lo que somos para convertirnos, por un instante, en sujetos trascendentales. Curiosamente, cuando habló de sí mismo, afirmó que su existencia había estado regida por la influencia de planetas malignos. Por eso pidió que no se lo juzgara bajo la luz de la ciencia, sino bajo el lenguaje cifrado de la astrología. nV

David [email protected]

Eko

domingo 26 defebrero de 2012

ELPAISCOM

ESPECIAL

Greta Garbo como Anna Karenina

Visor

Milenio Diario Visor Dirección José Luis Martínez S. Edición Alicia Quiñones Asistente Erick Baena Arte y diseño Alejandra Saavedra

MILENIO francisco a. gonzález presidente · jaime barrera rodríguez director editorial · marina miranda directora general de negocios · jorge villarreal comercialización · miguel ángel puértolas jefe de información · antonio navarrete jefe de cierreeditores: jorge valdivia g. ciudad y región · moisés mora negocios · ignacio dávalos cultura · elda arroyo mp · hugo merino diseño · kaliope demerutis ocio · irene selser fronteras · horacio salazar tendencias · jairo calixto albarrán qrr y el ángel extermi-nador · susana moscatel hey! · fernando torres circulación · noé anaya producción ·

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03antesala

Poesía

Petrópolis bajo la nieblaPara la poeta mexicana, el viaje es la construcción de un camino, el reencuentro con la palabra y el amor

El espectáculo de Bichir (y Alatriste)

Thelma Nava

Entre el espectáculo que presenciamos en el ámbito cultural por la grilla a la que fue sometido el rector

José Narro para sacar a Sealtiel Alatriste de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, prefiero escribir de lo que ocupa a mucha gente, que desea el Oscar para un histrión de película: Demián Bichir. (Alatriste es una persona que quiere escribir novelas, buenas o malas, sujetas a la crítica, amén de que ha logrado en la vida grandes puestos como editor y promotor. ¿Será el fondo de todo, resquemores porque no publicó ciertas obras, o no incluyó a alguien en la nómina universitaria?)

Nadando con tiburones es una pieza teatral de Michael Lesslie donde Bichir interpreta a un sabueso en busca de proyectos fílmicos para Hollywood. Un ingenuo escritor es la carnada ideal para sus fines. Sentido del humor sobre una tragedia que tiene mucho que ver con la realidad. No es su mejor trabajo actoral porque sucumbió a la facilidad de ser dirigido por su hermano Bruno. ¡Pero destaca, y mucho! Lo que habla de su don natural: actuando es a todo dar.

Los Bichir —Odiseo, Bruno y Demián— se han ganado un sitio en el cine, el teatro o la televisión. Recuerdo el trabajo de los tres intérpretes, dirigidos magistralmente por Sabina Berman en Extras. Me “plagio” un texto mío, de 2003, pero conste: uso plagio entre comillas porque José Luis Caballero, especialista en derechos de autor, fue preciso en Proceso: la palabra “plagio” no existe en las poco más de 19 mil palabras que forman la Ley Federal del Derecho de Autor. Los que acusan a Sealtiel Alatriste ignoran que la acepción carece de reconocimiento jurídico. La ley autoral internacional permite, para efectos creativos, reproducir partes o fragmentos de otras obras, sin pago, acudiendo al derecho de cita. Nadie exige entrecomillar cuando se trata de citas literarias. Los enemigos de Sealtiel han magnificado el derecho de cita. Su único error: no haberla

A salto de línea

Braulio [email protected]

domingo 26 defebrero de 2012

realizado. Los artículos son de su autoría. Hasta aquí Caballero, sin comillas porque sinteticé. Mi comentario: lo de Alatriste fue un asunto político más que literario.

Decía de Extras: “El humor y la compasión que me provocó ver la adaptación que hizo Sabina Berman de la obra de Marie Jones, de la que también dirigió la puesta en escena, con especial atención en la actuación de los hermanos Bichir”. Demián es un actor de representación, cerca de la escuela de Diderot. Bruno es más fiel a Stanislavski, lo vivencial. Y Odiseo… me cuesta trabajo descubrir su vertiente. Si Demián nos lleva al terreno de la risa es porque sus dotes interpretativas son convincentes.

Su Hidalgo en el filme de Antonio Serrano es humano, de hueso, no de historia. Su caracterización —lo escribí aquí—, “a varios críticos de cine no les gustó quizá porque los personajes hablan castellano, no inglés o francés. Quizá porque necesitaban a Depardieu o Hopkins interpretando al Padre de la Patria y no al extraordinario actor que es Demián Bichir, creíble hasta la médula”. Como creíble y tierno es en Sexo, pudor y lágrimas, también dirigido por Serrano.

Quizá por malinchismo no creemos que le pueda ganar a sus oponentes: el espléndido Dujardin en El artista, magistral Gary Oldman en El espía que sabía demasiado, o un George Clooney convencional en Los descendientes. (No vi la de Brad Pitt.)

Bueno: pues le voy a Demián Bichir, un histrión de película que además habla inglés de bracero en A better life, un filme donde él es la cinta. Mañana lo sabremos.

CodaLo que no sabemos es el final del caso Alatriste. Porque con esos argumentos de Caballero… Tendremos que aprender de cultura jurídica ante semejante “crimen intelectual”. nV

Porque no era válido salir a buscar el fuego del mar

detuvimos los pasos frente a la tarde campana

llamando

golpeando a las puertas de la ciudad abierta

que aguardaba nuestra llegada en su vaivén de niebla.

El sol deshecho del día atravesaba las palabras

del descubrimiento

de las primeras hortensias en la ciudad sin prisa

donde todos los relojes parecían dejar su marca inmóvil.

Bajo el cielo amor bandera abierta buscábamos

una señal desnuda como el rostro del amor

como el amor que se desnuda en las mañanas del amor.

Lejos de la bahía regresaban los pájaros

sorpresivamente

como vuelve la forma del poema a los labios del poeta.

ESPECIAL

Este fin de semana, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Thelma Nava (Ciudad de México, 1932) será homenajeada por sus ochenta años de vida, por su trayectoria literaria y su labor como editora.

De entre su vasta producción, que abarca una veintena de poemarios, destacan La orfandad del sueño, Colibrí 50, El primer animal y Los pasos circulares. Junto a Margaret Randall y Luis Mario Schneider fundó las revistas El corno emplumado y Pájaro cascabel. En 1962 obtuvo el Premio de Poesía Ramón López Velarde.

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Octubre 31. No ha dado el mediodía y sospecho que ya es noche de brujas. Va-mos todos en una doble fila, escaleras arriba hacia el Salón de Actos. Somos casi doscientos, reparti-

dos en cuatro salones. En el B, que es el mío, soy el cuarenta y nueve de la lista. Es decir, el penúltimo. Sólo que hoy no serán los maes-tros titulares, sino el director de la secundaria —decimos que es el Bóxer, por esa jeta chata de perro asqueado y bravo— quien nos pasará al frente, de uno en uno, para entregarnos El Boletín: esa triste libreta que apenas con dos meses en el segundo año ya habla tan mal de mí. Tampoco va a llamarnos por orden alfabético, si como es la costumbre en estas solemnísimas ocasiones, comenzará por los peores alumnos, de forma que al final los mejores reciban un aplauso. Cuando menos así lo explica él, pero yo estoy tan cerca de saber la verdad que me crece el vacío en el estómago no bien el Bóxer hace su espeluznante entrada y alza la voz delante del rebaño:

—¿Sagrado Corazón de Jesús…?—En vos confío.—¿San Juan Bautista de La Salle…?—Ruega por nosotros.—¿Viva Jesús en nuestros corazones…?—Para siempre.—Sentados.En momentos como éste, los rezos de ri-

gor suenan como las órdenes al pelotón de fusilamiento. Yo apenas si los oigo, algo me dice ya que mis nervios de punta son los del infeliz que está solo entre paredón y pelotón. Hago cuentas: de las once materias debo de haber tronado cinco, cuando menos. Podrían ser hasta siete, justo los días que faltan para que cumpla los catorce años.

La primera quincena troné una, la segunda tres y la tercera cinco. No sé qué está pasan-do, nunca antes reprobé tantas materias en tan poco tiempo. Es como si cayera en espiral hacia el fondo de un remolino hambriento. No logro controlarlo, está dentro de mí, me digo de repente y ya sé que de nada serviría inventarme una excusa con esos argumentos. ¡Mamá! ¡Papá! ¡Ya no sé qué me pasa! ¡No soy yo, se los juro! Y lo peor es que es cierto, pero Alicia y Xavier no están para saberlo. Según calculo, éste es el resultado de una caída tan larga que empezó cuando entré a primero de secundaria, hace catorce meses, y no se ha detenido, ni se va a detener si no ocurre un milagro de aquí a mi cumpleaños. Ahora mismo no temo reprobar seis o siete mate-rias, sino que esa desgracia tenga que suceder a sólo siete días de que el milagro cruce las puertas de mi casa. Un milagro rodante con las llantas de taco, salpicaderas altas y motor Honda a cuatro tiempos de noventa gloriosos centímetros cúbicos.

Es cierto que las motos son emocionantes y a mí me encantaría echar carreras y caballi-tos con ella, pero lo que yo busco, lo que más me interesa y a nadie se lo puedo confesar, es que esa moto roja me consiga una novia. Si yo tuviera novia, estudiaría con gusto. Pasaría las materias. Soportaría fumarme estas seis horas diarias de mierda tras las bardas malditas del Instiputo Simón Bolívar, un purgatorio sólo para varones divididos en dos grandes manadas: los bravucones y los lambiscones. Unos y otros listos para reírse juntos y con-tentos a costillas de alumnos como yo, que estoy a unos instantes de formar fila entre la escoria de la escoria escolar y ser oficialmente un inadaptado.

Cuando escucho mi nombre de los labios del Bóxer, es como si me dieran con un marro

Con autorización de la editorial Alfaguara publicamos un capítulo de La edad de la punzada, una novela cuyo protagonista es tanto el último de los románticos como el campeón de los calenturientos, un caballero andante y un vándalo irredento, un francotirador de pulso firme y un inadaptado que se muere de miedo Xavier Velasco

¿Yo campeón?ESPECIAL

en la sien. Había contado con ser el sexto, hasta con suerte el décimo de atrás para adelante, no puede ser que me llame primero. ¿Qué está diciendo el Bóxer? ¿Yo? ¿Por qué yo? ¿Cómo yo? ¿Yo tengo once materias reprobadas? To-davía no atino a darme cuenta del efecto que tiene mi cara de sorpresa sobre la multitud, y en especial esa pregunta: ¿Yo? Resuenan ya risas y risotadas y el Bóxer las detiene con una mano en alto, pero no porque haya pensado en rescatarme sino porque es su turno para hacerlos reír.

—¡Felicidades! —alza los brazos, hace una mueca de falsa alegría—. ¡Acabas de romper el récord de esta escuela!

—¡No puede ser, profesor! ¡Tiene que haber una equivocación! —insisto, entre la carcajada general.

—Ahora sí reprobaste de todas, todas. Eres el peor alumno de esta escuela, y de la historia entera de esta escuela —lo está gozando tanto que se levanta—: por favor, un aplauso para su compañero.

Y aquí están aplaudiendo, los doscientos. Camino tembloroso de mi silla a la mesa del director, perseguido por aplausos y risas. Una vez que me entrega el boletín, recobra su mirada de pocas pulgas y esa nariz de perro huelefeo que hoy me dedica el más sincero de sus as-cos. ¿Qué diría el pinche Bóxer si supiera que mi mayor aflicción no es preguntarme cómo pude haber hecho para reprobar Ética, Inglés o Educación Física, ni saber que ahora soy tan famoso que ya ni en el recreo van a dejarme en paz, sino nomás temerme que a mi moto le están saliendo alitas? ¿Me la van a quitar sin habérmela dado, tan siquiera? La hilera se ha hecho larga y culebrea ya por los pasillos del Salón de Actos, una vez que todos los repro-bados estamos de pie y comienza don Bóxer con los aplicados: esos alumnos raros que

AlfaguaraMéxico, 2012

407 pp.

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domingo 26 defebrero de 2012 de portada

ESPECIAL

no saben lo que es tronar una materia, ni creen que exista vida más allá de un examen extraordinario. Hace un año, yo era casi uno de ellos. Reprobaba de pronto una materia o dos, no parecía demasiado difícil salvarlas todas en la misma quin-cena, ni desde luego terminar el semestre sin un solo promedio reprobado.

Aquí, en el Instiputo, ser de los reprobados tiene un precio especial. Además de regaños y castigos en la casa, soporta uno el desprecio de los más aplicados, que en mi caso es la gran mayoría, gracias a un reglamento que da y quita minutos al salón. En su oficina, el Bóxer guarda la lista oficial donde están los minutos decada grupo de la secundaria. Si el alumno González no guar-da estricta disciplina mientras formamos filas, el Bóxer nos lo anuncia en el megáfono: Diez minutos menos a Tercero B, por González que está platicando. Cuando el salón junta trescientos sesenta minutos, tiene derecho a un día de paseo por un horrible club deportivo al que nos llevan en un par de autobuses, lejísimos. Y eso sucedería la semana próxima, sumando los minutos obtenidos por cada alumno que se fue sin tronar, pero no va a pasar porque ya el Bóxer saca la cuenta de todas las materias reprobadas y le quita al salón tantos minutos que el día de paseo queda otra vez bien lejos. Agradezcan a sus compañeros irregulares que se van a que-dar sin salir, siembra cizaña el Bóxer, como esperando que a los reprobados nos queme la vergüenza y andemos quince días con la cabeza gacha y nunca más volvamos a reprobar. Sí, cómo no, pendejo, rujo entre dientes y me encierro en mí mismo para no escuchar más los comentarios. ¿Por mi culpa no vamos a salir? ¡Pues me alegro!, le gusta decir a Alicia, generalmente cuando está enojada, y eso es lo que yo opino en este momento. Me alegro, que se jodan. Para que sigan riéndose de mi desgracia.

¿Qué es lo peor que le puede pasar a quien ya le pasó lo que, según creía él, era lo peor que podía pasarle? Es casi me-diodía y ya camino a solas por el patio, como todos los días, sólo que ahora empeñado en dar con un rincón donde no haga reír a nadie más. ¿Creen acaso que porque yo repruebo más que nadie no puedo darme cuenta de cuán pendejos son? ¿Alguien me vio estudiar, tomar algún apunte, atender a una clase o siquiera entregar una tarea? ¿Y si les confesara que el consuelo por ser el peor alumno de esta escuela está en que eso comprueba que no somos iguales? ¿Ah, verdad, putos?

Desaparezco al fondo de la cancha de fut, no nada más porque es el único rincón vacío del Instiputo, también porque detrás está la calle. Y mejor, la avenida. Puedo cerrar los ojos y escaparme un ratito con la imaginación. Me agarro la muñeca derecha con tres dedos de la mano izquierda: se me acelera el pulso siempre que oigo rugir una moto. Pensándolo otra vez, todavía no me pasa lo peor-peor que podía sucederme. ¿O es que seré tan bruto de ir a entregarles a Alicia y Xavier el boletín con todas las materias reprobadas, a una semana de que sea mi cumpleaños?

Ya en el salón, abundan los chistosos. Es como si se hubieran puesto de acuerdo y se turnaran para remedarme. ¿¡Yooooo!?, exageran y festejan, aun los que tienen cinco y seis reprobadas, pero yo los ignoro porque estoy concentrado en inventarme un plan. ¡De ninguna manera!, me ordeno, imitando de dien-tes para adentro la gravedad del Bóxer, no voy a permitir que la noticia aterrice en Calle Once número uno antes que esas dos llantas de motocross. Si hasta el Bóxer opina que soy lo peor entre lo peor, qué tanto más abajo puedo caer, me bur-lo ya de mí, sin afligirme mucho porque a cada minuto me importa menos lo que está aquí pasando. Antes, cuando veía que otros caían en desgracia delante de todos, me preguntaba qué tanto sentirían. ¿Llorarían por días y noches sin final? ¿Estarían temiéndose que sus papás los iban a encerrar en un internado?

No sé bien qué se siente reprobar las once, tal vez porque no acabo de creérmelo, o porque pienso que fue un accidente. Algo que me pasó, no sé por qué ni cómo. Algo que no me importa. No es que no me proponga mejorar, pero yo cómo le hago si mi cabeza está en otra parte. De niño era posible controlarlo, aunque fuera nomás por el miedo a terminar en un pinche internado. Pero ahora me da igual, o por lo menos ya no siento ese miedo. Quiero decir que ya hace como un año que a mi miedo lo tengo entretenido en otros asuntos. Nunca antes tuve tantos secretos, menos tan vergonzosos. Ser descubierto en uno solo de ellos me da más miedo que reprobar el año. ¿Qué haría en un hospicio? Escaparme, ¿qué más? ¿Pero cómo me escapo de ser el niño mimado, calentón y cursi de Calle Once número uno? Me digo: reprobando once materias, y vuelve la aflicción. ¿Cómo le voy a hacer para evitar que las huellas del Bóxer lleguen hasta mi casa de aquí a una semana?

—Quítale la bocina al teléfono —se acerca a aconsejarme Cagarcía y de paso me dice, en voz bajísima, que él no aplaudió en mi contra y que ese pinche Bóxer va a tener que pagármela.

—¿Y si son dos teléfonos?—¿Dos extensiones? —piensa, se hace el sabihondo.—¿Pues tú qué crees, pendejo? A los dos se las quitas y ya.—¿Y cómo voy a hacer para que no hagan caso cuando oigan

¿bueno?, ¿bueno?, soy el Bóxer, llamo del Instiputo…—Le quitas el audífono, o lo dejas ahí y aíslas el contacto con

periódico. ¿Ya me entendiste? ¡Burro pero mañoso, chingao!

Acerca de La edad de la punzadaDarse a escribir una novela autobiográfica es entregar los re-cuerdos privados a la imaginación de sabrá el diablo quiénes, cuántos y por dónde. Pero el recuerdo miente, y nosotros con él. Por eso hay que rascar entre las cicatrices, que es donde están impresas las huellas más legibles. ¿Cicatrices, he dicho? Qué más quisiera uno, sino ver cicatrices en las heridas que dejó abiertas la maldecida edad de la punzada. Pero hay he-ridas que no se quieren cerradas, pues sucede que duelen pero encantan. Por lo demás, escribir esta historia —ya no la mía, sino la del distante protagonista en cuyo pellejo se ha hecho preciso entrar— fue un deber que me impuse desde la misma edad de la punzada, cuando me preguntaba como un condenado por qué siempre tenía que ser yo al que le sucediera tanto melodrama, y la respuesta era: porque algún día vas a tener que contarlo. Cuando ese día llegó, había catorce velas esperando por mí en el centro del pastel. (Xavier Velasco)

—¿Tú cuántas reprobaste?—Cinco. No te asustes, campeón. Tu récord

no peligra.—¿Qué te van a decir en tu casa?—Nada. Yo también voy a operar el teléfono.—¿Hasta cuándo?—No sé. Hasta que se me pierda el boletín —sonríe

y hace que me gane la risa. Le digo Cagarcía porque es igual que yo: todo le sale mal. Pero sigue sonriendo, como si se esmerara delante de un espejo en plantar esa jeta de diablo vacilón. Pela los ojos, alza las cejas, se rasca la barbilla, me da más risa y me tapo la cara para que no se entere el profesor de Inglés, que es además nuestro titular y lleva todo el día echándome unos ojos de reproche que cualquiera diría que maté a mi mamá y me la comí.

Tampoco Cagarcía le cae bien. Es uno de esos maestros amigables que te dan en la madre sin dejar de sonreír. Un día te pasa al frente a contar chistes, al siguiente vas a la dirección con una doble nota en disciplina. Se apellida De la Peña; Cagarcía y yo le decimos Melaordeñas. Es como el jefe de los boy scouts y está siempre rodeado de lambisconcitos. ¿Cómo voy a explicar en mi casa que reprobé hasta Inglés, que es lo único que se supone que sé, si las clases que tomo en el Instiputo apenas pasan de pollito-chicken y gallina-hen? ¿Esperaba el pendejo Melaordeñas que me pusiera a conjugarle verbos por escrito, en presente, de uno en uno? ¿Que copiara en dos tintas sus fucking examples?

Según Cagarcía, todo eso demuestra que Me-laordeñas la agarró en mi contra. Pero a ver, digo, ¿quién no va a aprovechar para agarrarla en contra del pinche peor alumno de la escuela? Entreabro el portafolios, meto la mano izquierda y alcanzo el boletín, aunque no deje de mover el brazo para que piensen que sigo buscando. Me asomo y lo abro en la página de las calificaciones. Once números negros entre el cero y el cinco, encerrados en once círculos rojos. Se me hace que por fin averigüé qué es lo que pasa cuando pasa lo peor. Pasa que no lo crees. No puede ser, te dices. ¿Yo? ¿Cómo yo? ¿Qué tiene de gracioso que el acusado se defienda diciendo que a lo mejor hay una equivocación? ¿Si lo digo en

inglés me la dejan en diez reprobaditas?Dan las dos de la tarde y es como si cruzara

una frontera. Por más que poquito antes de la hora de la salida Melaordeñas jodiera con que no se les olvide traer mañana el boletín firmado, ¿eh?, y mirara hacia mí justo en ese momento, agarro el portafolios y me lanzo al pasillo sin pensar un instante más en el mañana, porque para mí el día sólo empieza cuando logro salir del Instiputo y cruzo la avenida, ya instalado en un mundo diferente donde todavía soy el que era ayer y voy a cumplir años y sueño en ir volando por las calles de Club de Golf México en una moto roja con las llantas de taco y una guapa en la parte trasera del asiento.

Estoy parado enfrente del Instiputo, llevándome el carajo todavía, pero mi primer mérito como buen mentiroso consiste en esperar a mi mamá con la cara de mustio en su sitio. Ni triste ni contento, sólo despreocupado. Como si en vez de volver fatigado de otra mañana negra en esa escuela ojeta, con mi desgracia oculta en el portafolios, viniera de la playa cargando unos esquís. Veo un trozo del coche y ya la reconozco. Me levanto, correteo a abrir la puerta y cerrarla bien pronto, no sea que a algún idiota se le ocurra gritar un chiste malo sobre mi nuevo récord de once tronadas. Ya adentro la saludo, le doy su beso, suelto el aire y termino de transformarme en yo, ahora que el coche avanza y deja atrás el mundo en blanco y negro del que por hoy no quiero saber más.

Odio esta hora del día, por más que sea gloriosa. No soporto el calor de la calle, ni el coche, ni el cami-no, ni la estación de radio, ni la sopa que luego me quemará la boca, mientras voy figurándome qué jodidos le voy a inventar a Alicia, hoy que viene de tan bonito humor, si me pregunta por el boletín. No me lo han dado, claro. ¿Una semana entera voy a decir lo mismo? Sólo si me preguntan. De la tarde a la noche, y mañana temprano, con Xavier, haré milagros para que el tema de la conversación no se cargue ni un poco hacia la escuela. Llevo años pre-guntándome cómo pueden creerme cuando les digo que se me olvida entregarles las calificaciones. ¿Será que ellos también se olvidan de eso, o que tampoco quieren acordarse? Por si las moscas, hablo como perico, y de paso me entero de que Alicia va a salir en la tarde. Tengo que ir a Polanco, me comenta y me invita a acompañarla, pero le digo que necesito estudiar porque pasado mañana va a haber exa-men. Sirve que así la ayudo a convencerse de que las calificaciones no están listas. Según Xavier, eso es matar dos pájaros de una pedrada.

¿Vas a tener examen el día de muertos?, alza las cejas y me mira profundo, pero está jugando. Por fin se le acabó de pasar el coraje por las tronadas de hace quince días. Tengo uno al día siguiente, abro los párpados como un boy scout previsor, y otros dos al siguiente del siguiente. Serán unas tres horas, entre que se va y vuelve. Tiempo más que bastante para experimentar con el teléfono. ¿Bueno, bueno?, ¿quién habla? No se oye, señor Bóxer. ¿Ya se quitó el bozal? nV

La edad de la punzada se presentará el domingo 4

de marzo a las 20:00 horas en el Salón de Actos del

Palacio de Minería.

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06 periodismo domingo 26 defebrero de 2012

El Gran Cocodrilo va al cineUna de las experiencias menos atendidas de Efraín Huerta es la de crítico de cine, que ejerció durante muchos años. Fue un espectador apasionado, como lo muestra la recopilación de su columna Close up, publicada entre 1947 y 1952 en El Nacional

Luis Torres Albarrán

El cine mexicano continúa creciendo,apoyándose moralmente

en el formidable éxito que obtienen las películas excepcionales, hechas a pesar

del propio cine mexicanoEH

La soberbia de los productores, la bon-dad del público y la complacencia de la crítica son los tres factores fun-damentales que han contribuido a que el famoso cine mexicano —tan

pobre frente al norteamericano, tan raquítico frente al italiano, tan prosaico frente al francés— sea el máximo ejemplo del desbarajuste económico e ideológico de nuestro país”.

Con estas palabras, Efraín Huerta trazaba un diagnóstico del estado de la cinematografía nacional allá por 1949, aquejada por vicios como la pésima calidad de las películas, la falta de oportunidades para nuevas generaciones de actrices y actores, la mediocridad de algunos directores, la ignorancia y la vulgaridad de los productores…

Pero no todo era amargura para Huerta quien, en la figura y la obra de gente como Emilio El Indio Fernández, Alejandro Galindo o Gabriel Figueroa, también sabía reconocer las virtudes de ese mismo cine que —en sus propias pala-bras— hacía lo posible “por dignificarse, por encontrarse a sí mismo”.

Hoy, a 60 años de distancia, gracias al trabajo del investigador Alejandro García, en colaboración con Evelin Tapia, la Universidad de Guanajuato y Ediciones La Rana (Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato) rescatan parte de las opiniones del Gran Cocodrilo acerca del cine mexicano —y también del internacional— en Close up. Crítica cinematográfica de Efraín Huerta.

Es a partir de su interés en el rescate de los su-plementos culturales y las revistas literarias que Alejandro García descubre la crítica cinematográfica de Efraín Huerta en columnas como “Radar fílmi-co” de El Nacional, “Ases y estrellas” de Nosotros, “Llamado a las siete…” de Cinema Reporter.

Close up. Crítica cinematográfica… es una com-pilación en dos volúmenes de los textos que el poeta guanajuatense publicó del 6 de abril de 1947 al 17 de agosto de 1952 en la sección “Close up de nuestro cine”, de la Revista Mexicana de Cultura, el suplemento cultural de El Nacional.

Como en su vida misma, la lectura, la conversa-ción, la política y, sobre todo, la poesía inundan la crítica cinematográfica de Huerta. Su conocimiento del medio, su amistad con las personalidades del momento, su interés por artículos y ensayos de autores que publicaban en medios especializados de México y el extranjero hacen de Huerta un crítico incisivo, malicioso, mordaz, pero también atinado, divertido y, por momentos, entrañable.

Un crítico que no dudaba en empeñar todo su talento y energía a la hora de escribir de corazón, como en el texto del 23 de octubre de 1949 en el que, evidentemente consternado por la muerte de Blanca Estela Pavón en un accidente aéreo, escribe unas sentidas líneas: “Inventora de la abnegación y del sacrificio. Pueden o no haber gustado los te-mas generales de esas películas; pero fueron sus películas, sus mejores películas y sus magníficas creaciones estéticas. […] ¿No nos enseñó ella misma a sollozar? ¿No creó un aire irrespirable de tragedia en sus ficciones? Somos, en cierta forma, sus fieles

ROGELIO CUÉLLAR

El poeta y Premio Villaurrutia en 1975

Reseña

Efraín HuertaAlejandro García (comp.)

Close up. Crítica cinematográfica / Vols. I y IIEdiciones La Rana / Universidad de Guanajuato

Guanajuato, 2010Vol. I: 255 pp., vol. II: 337 pp.

C lose up. Crítica cinematográfica de Efraín Huerta se presentará en la XXXIII Feria del Libro del Palacio de Minería (Galería de Rectores) el

domingo 26 de febrero, a las 7 de la noche. Sobre este libro, Alejandro García, su impulsor, comenta: “Cuando uno hace una edición crítica, en este caso, una recopilación, lo más importante es que el autor vuelva a estar en la mesa de discusión. Y creo que, con el debido respeto, el maestro Efraín Huerta estaría feliz de que lo volvamos a leer, de que lo volvamos a criticar”. Apoyado en todo momento por Raquel y David Huerta —hijos del poeta—, confía en que la ocasión le permita retomar con ellos los planes para la recuperación de nuevos materiales, muy probable-mente los publicados en “Radar fílmico” o en el semanario El Fígaro.

Respecto de la recepción que tendrán las críticas de Efraín Huerta al paso del tiempo, reconoce: “Puede haber opiniones encontradas. Efraín Huerta hace críticas muy duras, muy fuertes, a ciertos iconos del cine mexicano. Pero aquí también entramos en una realidad: hablar de la época de oro del cine mexicano creo que ya ha sido, en cierta manera, puesto en tela de juicio: ¿qué tan época de oro fue del cine mexicano?”

discípulos. Los fraternales discípulos de una hermana adorable y adorada”.

Pero que tampoco se tentaba el cora-zón a la hora de fustigar, por ejemplo, “a los timoratos y mojigatos” que habían desatado el escándalo tras el estreno de Los olvidados, contra los que carga el 6 de mayo de 1951, a propósito de la lección recibida desde Cannes luego de que Luis Buñuel fuera declarado mejor director: “Los reproches que los mexi-canos hipócritas dirigen a Los olvidados son precisamente eso: hipócritas. […] Hay que ver de frente la verdad de un país, y ésta es una de las misiones del cine, cuando se resuelve a afrontar los temas mexicanos. Presentar un Méxi-co exclusivamente de charros y chinas

poblanas, en serenatas de noches de luna, es falsear a México”.

Mexicano amantísimo de su país, Efraín Huerta le reprochaba, entre otros, dos gran-des pendientes a la cinematografía mexi-cana de su época: no haber hecho —fuera por falta de presupuesto, de ambición o de capacidad— las grandes películas de la Conquista y de la Revolución.

El 9 de noviembre de 1947, ironiza: “No se han podido reunir varios millones para realizar una epopeya de resonan-cia como la Conquista de México. […] La conquista de México será la cinta más espectacular, eso sí, de todos los tiempos. […] Pero estamos soñando. So-ñar no cuesta nada. […] Sigamos pues gastando dinero en dramones exage-

rados, en versiones de corridos y en comedias de María Antonieta Pons”.

Y el mero 20 de noviembre de 1949, atiza: “Tenemos una potencia creadora en Emilio Fer-nández, en Bracho, en Gavaldón, en Bustillo Oro, en Chano Urueta, en Matilde Landeta. Potencia visible, aunque, repito, desparramada. A ellos está encomendada la alta misión de definir nuestro cine. Y de crear, comercialmente o no, filmes re-volucionarios dignos de la epopeya de 1910”.

Si ya el cine soviético había logrado “relatos impecables y fielmente partidaristas” de la Re-volución de Octubre, cuánto más urgente resul-taba aquí dejar de perder millones “exaltando el aspecto feudal de la charrería y desvirtuando los dramas líricos de los campesinos”.

Desde “Close up de nuestro cine”, el espacio donde proyecta esos grandes acercamientos al cine mexicano de su época, Efraín Huerta busca colaborar en el hallazgo de su auténtica expresión. Lo hace con firmeza, a punta de comentarios certe-ros, por momentos despiadados: “el mexicano ha sido el cine peor administrado del mundo, dicho sea en lo económico y en lo artístico”, “hay mucha estulticia y demasiada ignorancia en el cine na-cional”, “la producción mexicana, tan vanamente mercantil, tan voraz y superficial”…

Pero en sus críticas hay mucho más que sen-tencias que invitan al ejercicio facilón de tratar de ceñirlas, más o menos a la fuerza, al estado actual del cine mexicano. En ellas —compiladas en las cerca de 600 cuartillas que conforman Close up. Crítica cinematográfica…— late el testimonio vivo de un espectador apasionado, que lo mismo emprende una sincera defensa del matrimonio de María Félix y Agustín Lara, que alza la voz, una y otra vez, en defensa de los escritores cinematográficos, absorbidos por el director, nulificados por el productor.

Generoso y humilde, igual cede su espacio a las confidencias que hace Alfred Hitchcock acerca de su técnica —“hacer cine es, ante todo, saber contar una historia”— que reseña La sirena (también conocida como La huelga), ¡Feliz travesía! y El paso del diablo —películas filmadas en Checoslovaquia, la Unión Soviética y Polonia, respectivamente—, en las que su obstinación y fidelidad políticas en-cuentran ejemplos de la lucha por la paz mundial y un mejor porvenir para la humanidad.

Acercarse a Efraín Huerta en su faceta de crítico de cine es, ante todo, una oportunidad inmejorable para coincidir o disentir respecto de sus opiniones de cine de hace 60 años, en la confianza de que, como concluyera el Gran Cocodrilo, en todo ser humano late en potencia un crítico de cine. Y de que el cine se inventó para que todo mundo lo discutiera y nadie llegara a un acuerdo. nV

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Es curioso ver la marcada presencia de varios músicos de origen cubano en New Orleans

durante los años formativos del jazz, así como la visita a La Habana de compañías minstrels que nutrieron el sonido, durante su gestación, en este lado del mundo.

Aceptado el hecho de que gran parte de los músicos insulares han salido de las brass bands cubanas, similares a las que existen y han existido siempre en New Orleans, no podemos negarnos a un resultado de sonoridades comunes.

Las bandas militares cubanas, particularmente las integradas por pardos y morenos, de quienes se dice mantenían su sabor a pesar de la compostura impuesta por los mandos modélicos españoles de la época, son el espejo de lo que en New Orleans se creaba a un mismo tiempo. ¿Casualidad o causalidad? Nunca lo sabremos. Nos encontramos ante experiencias fundacionales que aglutinan y desarrollan ambos contextos sazonados por una fuente común, la música africana, la americana con el mar por medio.

El puerto de New Orleans y La Habana, en su ir y venir, las conexiones entre arquitectura, comercio y arte, la peligrosa cercanía y nuestras raíces africanas, nos emparentan para siempre con esta sonoridad.

Ernán López-Nusa, quien tras años de estudios e interpretación ha descubierto los lazos interiores que —desde el piano— nos conducen por el corredor simbiótico entre el danzón, la habanera, el dixieland y el

Como las cartas no llegan

La Habana-New Orleans en las teclas de un piano

Wendy Guerra

domingo 26 defebrero de 2012 en librerías

Novedades

Nada parece ocurrir en las vidas cansinas de Paul y Liz, nada salvo facturas, préstamos bancarios, tarjetas de crédito, notificaciones de acreedores, descuentos por pagos anticipados. Y muchas co-sas parecen estar ocurriendo a su alrededor; por ejemplo, un aumento en el número de analfa-betos funcionales, un escandaloso repunte de la especulación financiera. Sirviéndose del diálogo como herramienta casi única, Gaddis —en quien muchos han querido ver a un alter ego de Thomas Pynchon— disecciona a una sociedad estaduni-dense apuntalada en el racismo, el fanatismo religioso, la idiotez y el amor al dinero. Los lec-tores en lengua española reconocerán en Gótico carpintero a una de las novelas estelares de las postrimerías del siglo XX. Su cadencia estilística, la soterrada violencia que gobierna los espacios domésticos, la punzante ironía son algunos de sus mejores y más envidiables atributos.

Entre los libros editados en español por el bicen-tenario del nacimiento de Dickens, destacan estas memorias del payaso inglés más importante del siglo XIX. Con traducción, prólogo y notas del argentino Eduardo Berti, quien delinea las circuns-tancias que llevaron a Dickens a aceptar la tarea de rehacer “y mejorar la biografía del célebre clown”, aun cuando se encontraba en plena escritura y publicación por entregas de Oliver Twist, el libro, que apareció en febrero de 1838, no sólo narra la vida de Grimaldi sino traza un panorama del teatro británico en el arranque del XIX. Adjudi-cado a Boz —pseudónimo de Dickens—, el texto cuenta el ascenso y caída de Grimaldi, conocido como “Joy”, quien continúa siendo recordado y festejado por payasos, arlequines y mimos de todo el mundo. El drama y el humor se dan cita en esta historia donde la exageración y la magia de Dickens están siempre presentes.

Corría el año de 1965, “Bogotá había dejado de ser un pueblo apagado por el frío y la llovizna para convertirse en una ciudad bulliciosa y colorida” leemos al inicio de esta novela por la cual circulan decenas de personajes cuyos actos llevan consigo los tatuajes de la desmesura y la violencia. Dijimos “novela” pero a 35muertos le sienta mejor la categoría de torrente. Sergio Álvarez consigue reunir tantas voces que el lector no puede menos que reconocer su ambición totalizadora. Escribe como si pintara un mural. Casi treinta años de historia colombiana pasan frente a nuestros ojos sin tomarse un respiro. Es el tiempo que engendró a matones bendecidos por la mitología urbana, a jóvenes activistas que toman lecciones de comunismo mientras hacen el amor, a guerrilleros crapulosos, paramilitares actuando como empresarios, en fin, los mismos que erigieron la leyenda negra de Colombia.

Como señalan los autores, 2008 resulta un año importante para el mundo porque en ese mo-mento se toma conciencia del poderío chino. Dos hechos son importantes: los Juegos Olímpicos de Pekín, que significaron de algún modo su presentación en sociedad, y la crisis económica en Estados Unidos, que afectó a todo el mundo occidental. El par de periodistas españoles em-prendieron una larga investigación por 25 países en distintas partes del mundo —la Siberia rusa, Medio Oriente, África y América Latina— para ver de qué modo la actual potencia oriental ha extendido sus tentáculos. El esquema es el que ha seguido el imperialismo en todas las épocas: explotación, corrupción y maquiavelismo. Con la apertura de relaciones, se esperaba que China asimilara los valores occidentales pero más bien parece que ha sido al revés. El reto para nuestra cultura es contener esta avalancha.

ragtime, habla del proyecto Habanaorleans. Dice que “es la reconstrucción musical de esta historia con la sonoridad actual, partiendo del piano como médula y mezclando los brass de New Orleans, acoplados a la base rítmica cubana”.

El registro de esta experiencia cultural completaría el viaje histórico en una serie de presentaciones compuestas por músicos de las dos orillas.

“Habanaorleans —continúa López-Nusa— será el punto de partida sonoro para abrir el puente invisible, ése que nos ha separado y que nos unirá, musicalmente, de una vez por todas”. Temas originales, canciones emblemáticas, ritmos y ritos que trascendieron en la memoria musical de ambas ciudades serán los ingredientes justos para la cocción de esta deliciosa recopilación cultural en formato de disco. Los temas iniciales para la antología han sido compuestos y ensayados, los intérpretes por la parte cubana se encuentran en plena forma para las sesiones de confrontación.

Este proyecto espera contribución para hacerse realidad en el puente de ida y vuelta, músicos de ambas orillas deben viajar y grabar el resultado de sus inspiraciones. Será necesario que la política de hace 50 años entre Cuba y Estados Unidos deje pasar el sonido, que las restricciones hagan la excepción académica ante voces gemelas que hace mucho tiempo necesitan un registro común.

Tras inundaciones, derrumbes históricos y culturales, La Habana y New Orleans se levantan y dejan escuchar la resonancia de sus ruinas. nV

Charles DickensMemorias de Joseph GrimaldiPáginas de EspumaMéxico, 2012284 pp.

Con edición e introducción de Miguel Ángel Muñoz, este libro reúne textos sobre arte de Rubén Bonifaz Nuño (Córdoba, Veracruz, 1923). Traductor de clásicos griegos y latinos, autor de poemarios como Fuego de pobres y Los demo-nios y los días, Bonifaz Nuño ha escrito también acerca de creaciones artísticas prehispánicas y contemporáneas de nuestro país, lo mismo en libros que en catálogos, estableciendo con frecuencia un vínculo entre la tradición y el presente. Elogio del espacio se divide en dos partes: “Visión sobre los antiguos mexicanos”, con reflexiones y apuntes sobre el arte azteca, teotihuacano, maya, etcétera, y “De la contem-poraneidad a lo contemporáneo”, donde el au-tor comenta obras de Ricardo Martínez, Pedro Cervantes, Fernando de Alba, Ángela Gurría y Santos Balmori. El volumen se cierra con dos poemas, uno dedicado a la pintora española Elvira Gascón y un homenaje a Gurría.

La vida de Pitágoras es un misterio, a pesar de que varios han escrito sobre ella. Se desarrolla entre 570 y 490 a.C. en un marco geográfico que parte de la isla de Samos y abarca la costa de Asia Menor y la ciudad de Crotona, en el sur de Italia. Ahí suceden sus descubrimientos y teorías y se origina una secta social y política basada en su pensamiento. Es filósofo y científico, pero también un chamán, un místico que “encarna el arquetipo del mediador sapiencial entre la comunidad humana y lo divino”. Es precisamen-te la recuperación de Pitágoras como símbolo religioso, como figura carismática, lo que anima la primera parte de este libro; en la segunda se recopilan, con nuevas traducciones, todas las biografías del filósofo, obra de Porfirio, Jámbli-co, Diógenes Laercio, Focio de Constantinopla y Diodoro de Sicilia. Como apéndice aparece la colección de máximas pitagóricas llamada Versos de oro.

ESPECIAL

William GaddisGótico carpinteroTraducción de Mariano PeyrouSexto pisoMéxico, 2011283 pp.

Sergio Álvarez35muertosAlfaguaraMéxico, 2011504 pp.

Juan Pablo Cardenal y Heriberto AraujoLa silenciosa conquista chinaCríticaBarcelona, 2011320 pp.

Rubén Bonifaz NuñoElogio del espacioEl Colegio Nacional/ UAM/ UNAMMéxico, 2011214 pp.

David Hernández de la FuenteVidas de PitágorasAtalantaEspaña, 2011438 pp.

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08 cine domingo 26 defebrero de 2012

Sin teorías conspiratorias, el mundo se está acabando. Al menos el mundo como

lo conocemos y uno de los síntomas es éste: el cine no es lo que era. No puede seguirlo siendo con la irrupción de internet. Ahora, cuando se cierran los ciclos vale la pena echar un ojo al pasado. Tal vez por eso Hazanavicius ha decidido cerrar el ciclo de los talkies que se abrió en 1927, cuando Al Jolson dijo al mundo “You ain’t heard nothing yet”, con El artista, que comienza justo con el reverso de esta frase: “¡No voy a hablar! ¡No diré una palabra!”

Hazanavicius no está haciendo una falsa película muda por capricho. Usa el sonido sincronizado, con tanta finura que más valdría decir que con su película el director apuesta por un filme en que el audio recobre sentido. En el golpeteo de los zapatos de baile, en los murmullos del sueño. Aquí está Chaplin, claro, pero más está Cocteau. Aquí están Douglas Fairbanks y Mary Pickford, pero más están Billy Wilder y la nostalgia de su Sunset Boulevard (que no es muda pero es cine de atardecer). Cada cartón, cada letrero en la calle, cada sonido son una invitación a encontrar el sentido. Griffith aquí está claro, pero ése que utilizaba como inspiración para sus cuadros a Jean François Millet.

Con todo y lo refinado de sus referencias, The artist es un filme divertido; tanto como el Hugo de Scorsese. El 2011 fue magnífico para el cine. Hoy las favoritas del Oscar hacen homenaje a las primeras décadas del

Hombre de celuloide

¿Está la voz en las cuerdas vocales?

siglo pasado, cuando el cine sobrevivió su primera gran transición.

Y si Hugo busca recuperar el corazón en esta industria que está cambiando, The artist busca su voz, la del director y la del arte que está cultivando. Así que ganen o no, Hazanivicius y Scorsese muestran que cine habrá para rato, con todo y la muerte de la modernidad. Si en la literatura el retorno a la narrativa ha revivido al escritor, en el cine los artistas están inventando nuevas ideas con viejas técnicas. Tenemos mucho futuro, por más que cambien los medios de producción y distribución.

Más allá del manifiesto estético contra el arte por el arte y contra la novedad por la novedad, The artist es una obra enternecedora y entretenida. Sin falsas gesticulaciones, los actores nos llevan al año de 1927 para hablar del amor de una fanática y el declive de una estrella, porque esto es Hollywood, señores, y aquí el amor es lo que gusta. Y lo que gusta es también lo que vende. Ella, una loca enamorada y fiel al cambio; él, un seductor vanidoso que tiene un perro que actúa tan bien como John Goodman. En el encuentro entre él y ella sucederá la metamorfosis. Ya muchos años atrás hemos visto cómo un Sancho puede volverse el Quijote.

La búsqueda por la voz del nuevo cine es la de los dos filmes hollywoodenses más importantes del año pasado. Y ambos tocan este tema de principio a fin: ¿dónde está la voz del nuevo cine? La respuesta es sabia y por eso ha sido tan importante la forma: una película muda cuyo final demuestra que la voz no siempre está en las cuerdas vocales. nV

Fernando Zamora@fernandovzamora

ESPECIAL

La experiencia de recibir un Os-car no es desconocida para Fer-nando Trueba. En 1993 su cinta Belle époque, protagonizada por Penélope Cruz, ganó el premio a

mejor película de habla no inglesa. Esa no-che subió al escenario, recibió su estatuilla y dijo: “Gracias, Billy Wilder, para mí usted es Dios”. Ahora, en la nueva entrega de los galardones más prestigiados en el mundo del cine, el reciente trabajo del madrileño está nominado a mejor película de anima-ción. Chico y Rita es una historia de amor entre dos mulatos para quienes la música es el veneno que alimenta su pasión. La vida de los personajes viaja entre un elegante Nueva York de la década de 1950 y Cuba, una sinfonía intensa por el contraste de sus calles: las marquesinas de los hoteles, los bares modestos, el colorido, el talento y el amor de sus habitantes por la música frente a la decadencia arquitectónica.

La época dorada del jazz latino ha sido una de las obsesiones de Fernando Trueba, quien en 2000 estrenó Calle 54, un documental sobre sus principales exponentes: Paquito D’Rivera, Bebo y Chucho Valdez, Chano Domínguez. Chico y Rita, animada por Javier Mariscal, es también un homenaje a la música, y, específicamente, a Bebo, quien le ha puesto ritmo.

¿Chico y Rita es parte de su obsesión por el jazz latino?Tengo una relación muy fuerte con Cuba y con muchos amigos cubanos, muchos fuera, en el exilio, pero también muchos que están ahí y que forman parte de la música cubana. Chico y Rita es mi tributo a ellos, es como una carta de amor a su cultura y un homenaje a los músicos cubanos de la generación de los años cuarenta y cincuenta, como Bebo Val-dez, quien es para mí como un hermano, un amigo, un padre.

Entrevista

“Uno no debe creerse los premios”Chico y Rita, nominada como mejor película de animación en la 84 entrega de los Oscar, puede verse como un homenaje al jazz y a los ritmos afrocubanos

Alicia Quiñones

Escena de Chico y Rita

ESPECIAL

Fernando Trueba

The artist (El artista). Dirección: Michel Hazanavicius. Guión: Michel Hazanavicius. Música: Ludovic Bource. Fotografía: Guillaume Schiffman. Con Jean Dujardin, Berenice Bejo, John Goodman. Estados Unidos, 2011.

¿Cuánto tiempo le llevó realizar este filme?Trabajé durante seis años y medio en esta película de dibu-jos animados, que es también una historia de amor entre dos mulatos guapos, y ocurre entre finales de los años cuarenta y los años cincuenta, en La Ha-bana y Nueva York. Es también la historia de una joven que quiere cantar y un pianista joven. Es toda la época del jazz, la época de la música cubana, la época de Charlie Parker.

¿Alguna vez imaginó hacer una película de animación?Nunca había pensado hacer un largometraje de animación, pero me ocurre algo en la vida: me gusta hacer cosas que no he hecho, tener experiencias nuevas, probar otras cosas, y ésta ha sido una experiencia larga pero muy feliz.

¿Qué tan complejo resultó el proyecto?Nunca ha sido fácil hacer cine en España. Yo he hecho pelí-culas exitosas —está mal que lo diga— que han obtenido premios, pero el mío es un país donde la industria cinemato-gráfica es frágil; siempre hay que empezar de cero y luchar de nuevo en cada proyecto.

¿Después de un Oscar las cosas son más sencillas?Sí, ayuda. La gente te escucha pero ahora el mundo está en un momento muy duro. Todos están más interesados en el dinero que en la cultura, en el consumo que en la calidad, y yo siempre he creído que se pueden hacer cosas de calidad,

cosas buenas y que a la gente le gusten y que funcionen comer-cialmente. Calidad y público no están necesariamente en conflicto. Los grandes maes-tros hacían películas que veía muchísima gente y ahora son clásicos. Ahora todo es muy complejo. Las televisoras y las empresas de cine están dirigidas por ejecutivos, por contadores, por gente que no ama el cine ni la cultura. Po-drían estar dirigiendo igual una empresa de sillas pues lo único que miran son números. Vivimos en un mundo de capi-talismo salvaje e imbécil.

¿Qué se gana entonces con un Oscar?El premio y nada más. Los premios tienen una cosa mala: que siempre hay una cierta injusticia. Estoy seguro de que siempre hay alguien mejor que merecería más ese u otro premio. Esa es la parte estúpida de los premios. Luego tienen una parte maravillosa: te ayudan a trabajar, te dan una cierta libertad, un cheque, un crédito para hacer los proyectos que tú quieres. En ese senti-do, bienvenidos los premios. Eso sí: uno no debe creérselos. Digamos que yo he hecho un pacto con el cine. Para mí es como una religión, venero a mis clásicos: Billy Wilder, Hitchcock, John Ford, Bresson. Es una ambición —o pretensión, tal vez— pero me gustaría hacer películas que se queden en la memoria de la gente y que las disfrute, que le emocionen y ocupen su lugar en algún sitio de su vida; si no, ¿para qué te dedicas a esto? nV

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