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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADO EN CIENCIA POLÍTICA MAESTRIA EN CIENCIA POLÍTICA LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por Héctor Gabriel Briceño Montesinos Como requisito parcial para optar al grado académico de Magíster en Ciencia Política Realizado con la asesoría del Profesor Friedrich Welsch Julio, 2009

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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADO EN CIENCIA POLÍTICA

MAESTRIA EN CIENCIA POLÍTICA

LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO

Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por

Héctor Gabriel Briceño Montesinos

Como requisito parcial para optar al grado académico de

Magíster en Ciencia Política

Realizado con la asesoría del Profesor

Friedrich Welsch

Julio, 2009

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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR Decanato de Estudios de Postgrado

Maestría en Ciencia Política

LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO

Este Trabajo de Grado ha sido aprobado en nombre de la Universidad Simón Bolívar

por el siguiente jurado examinador:

NATALIA BRANDLER

Presidenta

THAIS MAINGON Miembro Principal Externo

UCV-CENDES

FRIEDRICH WELSCH Miembro Principal – Tutor

Fecha: 08 de julio de 2009

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AGRADECIMIENTOS

Al Profesor Friedrich Welsch, tutor de este trabajo, quién no ha dudado en compartir

su inagotable conocimiento y experiencia ya sea a través de interesantes y

estimulantes reflexiones, jocosos comentarios, artículos, libros o extensas bases de

datos. Mil gracias por su confianza.

A la Profesora Natalia Brandler quien con su confianza y paciencia, así como con sus

acertados comentarios y observaciones incentivó la exploración de perspectivas

diferentes.

A Gaby, por los lunes.

Rubén e Idalia quienes junto a Dios nos dieron la vida.

Al Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación - FONACIT, por su apoyo para

la realización de este Trabajo de Grado a través del proyecto G-1997000635

“ESTUDIO DE LA CULTURA POLITICA, EL RENDIMIENTO GUBERNAMENTAL Y EL

COMPORTAMIENTO ELECTORAL DEL VENEZOLANO”.

A todos, mil gracias.

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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADO EN CIENCIA POLÍTICA

MAESTRIA EN CIENCIA POLÍTICA

LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO

Por: Briceño Montesinos, Héctor Gabriel Carnet N: 0483884 Tutor: Friedrich Welsch

Julio, 2009

RESUMEN

El presente trabajo de investigación tiene como objetivo entender las relaciones existentes entre los valores y actitudes políticas de los venezolanos y las estructuras del Estado, determinando si existe coherencia entre los patrones de autoridad de ambos ámbitos, a partir del estudio de la participación, la confianza y la tolerancia como valores sociales y la participación electoral como estructura del Estado. Partiendo del análisis de la participación electoral su avances y retrocesos durante el período 1958 – 20081 se ha identificado en el binomio compromiso cívico – movilización social un resumen de las variables que permiten entender las relaciones entre las variables estudiadas. El principal hallazgo del estudio se resume en que a medida que los factores contextuales que incentivan la participación electoral (sintetizados en la variable movilización social) declinan, la “responsabilidad” de participar o no en procesos electorales se sustenta sobre el compromiso ciudadano, es decir, en cuan comprometido se sienten los individuos con el funcionamiento del sistema democrático. Palabras claves: Participación electoral, cultura política, Movilización social, compromiso cívico.

1 El estudio de los valores del venezolano lo hemos hecho a partir de estudios de opinión pública, disponibles únicamente entre 1973 - 2007

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ÍNDICE GENERAL Pág.

APROBACIÓN DEL JURADO………………………………………………………… ii

AGRADECIMIENTOS………..…………………………………………………….…… iii

RESUMEN…………………..………………………………………………………………. iv

ÍNDICE GENERAL…………………………….…………………………………………. v

ÍNDICE DE CUADROS………………………….……………………………………… vii

INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………… 1

Planteamiento del problema……………………………………………………. 3

Objetivo General……………………………………………………………………. 9

Objetivos específicos……..……………………………………………………….. 9

CAPÍTULO I: CULTURA POLÍTICA………..…………………………………….. 11

1.1 Homogeneidad vs diversidad……….…………………………………….. 15

1.2 Valores e instituciones………………………………………………………. 21

1.3 Sistema cultural y sistema político ¿cómo se relacionana?...... 25 1.4 Modernización y modernidad. Participación y confianza.………. 30

1.5 Legitimidad de la autoridad y modernidad………………………….. 38

1.6 Venezuela. Cultura Política……..…………………………………………. 40

CAPÍTULO II: PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN VENEZUELA 1958 – 2008: ¿DE LA CIMA A LA BASE Y DE REGRESO?..............

45

2.1 Variables sociodemográficas y participación electoral: élite y masas………………………………….………………………………………………..

55

CAPÍTULO III: CONFIANZA INTERPERSONAL: ¿EL VUELO DEL GANSO?...........................................................................................

63

3.1 Confianza en instituciones: ¿en busca del orden?......................................................................................

68

3.2 Un índice de confianza……..……………………………………………….. 70

3.3 Confianza y participación electoral……………………………………… 72

CAPÍTULO IV: PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES: RECONSTRUCCIÓN DEL ESCENARIO…………………………….……………

77

4.1 Protestas: nuevas formas de participación para todos los venezolanos………………………..…………………………………………………

83

CAPÍTULO V: INTERÉS EN LA POLÍTICA, EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO GUBERNAMENTAL Y DE LA DEMOCRACIA………......

91

5.1 Democracia y desempeño económico: cuestión de percepciones…………………………..……………………………………………..

97

CAPÍTULO VI: CONCLUSIONES……………………..…………………………… 101

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BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………. 109

ANEXO..….…………………………………………………………………………………… 116

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ÍNDICE DE CUADROS Cuadro Pág.

1-1 DESARROLLO ECONÓMICO Y TERCERA OLA DE DEMOCRATIZACIÓN………………………………………………………

17

1-2 REGÍMENES POLÍTICOS SEGÚN SU DISTRIBUCIÓN Y RIQUEZA………………………………………………………………………

19

2-1 PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL POR PERÍODOS……………………………………………………………………

51

2-2 PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN COMICIOS PRESIDENCIALES. AMÉRICA LATINA 1950 – 2006……………

53

2-3 CORRELACIONES (PEARSON) ENTRE % DE PARTICIPACIÓN, IDH Y PIB PER CAPITA 1958 – 2008………

55

2-4 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN REPORTADA POR GRUPOS DE EDAD 1073 – 2007………………………………………

57

2-5 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN POR GÉNERO 1973 – 2007…………………………………………………………………………….

58

2-6 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN POR NIVEL EDUCATIVO ALCANZADO 1996 – 2007……………………………..……………….

58

2-7

VOTOS TOTALES, REGISTRO ELECTORAL PERMANENTE (REP) % DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL (TODOS LOS COMICIOS), POBLACIÓN TOTAL, GASTO SOCIAL E ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO, 1958 – 2008…………………………

61

2-8 POBLACION EN EDAD ELECTORAL Y OTROS…………………… 62 3-1 CONFIANZA INTERPERSONAL 1973 – 2007…………………….. 63

3-2 CONFIANZA POR GRUPOS DE EDAD 1973 – 2007……………. 64

3-3 CONFIANZA POR GÉNERO 1973 – 2007………………………….. 66

3-4 CONFIANZA SEGÚN INGRESOS 1996 – 2007…………………… 66

3-5 CONFIANZA SEGÚN CLASE SOCIAL 1973 – 2003……………… 67

3-6 CONFIANZA SEGÚN NIVEL EDUCATIVO 1973 – 2006……….. 68

3-7 CONFIANZA EN INSTITUCIONES 1996 – 2007…………………. 69

3-8 ÍNDICE DE CONFIANZA 1996 – 2007……………………………… 71

3-9 ÍNDICE DE CONFIANZA POR GENERO 2000 – 2006…………. 71

3-10 CONFIANZA SEGÚN INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES 1973 – 2007……………………………………………… 72

3-11 ÍNDICE DE CONFIANZA SEGÚN INTENCIÓN DE PARTICIPAR EN ELECCIONES 1996 – 2006………………………

73

4-1 % PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES TRADICIONALES Y DENSIDAD DE PARTICIPACIÓN 1996 – 2007…………………………………………………………………………….

79

4-2 % DE DISPOSICIÓN A PARTICIPAR EN ELECCIONES SEGÚN SU PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES RELIGIOSAS 1996 – 2007………………………………………………

80

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4-3

% DE INTENCIÓN DE PARTICIPAR EN ELECCIONES SEGÚN SU PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES COMUNITARIAS 1996 – 2006…………………………………………

81

4-4 % DE INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES SEGÚN PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES POLÍTICAS 1973 – 2007…………………………………………………………………. 82

4-5 NATURALEZA DE LA PROTESTA ANTES Y DESPUÉS DEL CARACAZO…………………………………………………………………… 85

4-6 PARTICIPACIÓN EN MANIFESTACIONES 1996 – 2007……... 86

4-7 % DE INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES SEGÚN SU DISPOSICIÓN A PARTICIPAR EN MANIFESTACIONES 1996 – 2007……………………………………. 87

4-8 PARTICIPACIÓN NO CONVENCIONAL E INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES AÑO 2005…………………… 88

4-9 PARTICIPACIÓN EN MANIFESTACIONES SEGÚN NIVEL SOCIOECONÓMICO AÑO 2007……………………………………….. 88

5-1 INTERES EN POLÍTICA 1973 – 2006………………………………. 91

5-2 INTERÉS EN POLÍTICA Y INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES PRESIDENCIALES 1973 – 2006……………… 92

5-3 SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA 1983 – 2006…………. 93

5-4 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL SEGÚN SU SATISFACCIÓN CON EL FUNCIONAMIENTO DE LA DEMOCRACIA 1983 – 2006…………………………………………….

94

5-5 EVALUACIÓN DE LA GESTIÓN DE GOBIERNO Y EVALUACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO DE LA DEMOCRACIA AÑO 2006……………………………………………………………………. 95

5-6 EVALUACIÓN DE GOBIERNO Y DE LA DEMOCRACIA % TOTALES AÑO 2006……………………………………………………… 95

5-7 CALIFICACIÓN DE LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL PAÍS 1998 – 2006…………………………………………………………………. 97

5-8 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL SEGÚ LA EVALUACIÓN ECONÓMICA DEL PAÍS 1998 – 2006…………… 98

6-1 COMPROMISO CÍVICO Y MOVILIZACIÓN 2000 Y 2006……… 105

A-1 TABLA DE CORRELACIONES 1973 – 2007……………………….. 116

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como objetivo estudiar las relaciones entre los niveles de

participación electoral y la cultura política del venezolano. Partiendo desde la

perspectiva de las teorías de la correspondencia, que tienen como supuesto que

existe un acoplamiento entre las dimensiones culturales, políticas y económicas de

una misma sociedad, exploramos de qué forma las tasas de participación electoral

expresan las orientaciones valorativas del venezolano y su interrelación.

La estrategia planteada para alcanzar este objetivo ha sido el análisis de la cultura

política del venezolano a través de una serie de estudios de opinión pública que

comprende el período entre los últimos 35 años de la democracia venezolana, a saber

de 1973 a 2008 y el análisis de los resultados electorales en este mismo período2.

En primera instancia se planteó el abordaje de los valores del venezolano a partir de

tres dimensiones específicas: la confianza, la participación en organizaciones y la

tolerancia; sin embargo, durante el desarrollo del trabajo ha sido necesario hacer

revisiones al número de variables en función de dos factores: variables disponibles en

las bases de datos3 y aportes encontrados en la bibliografía referente a la

participación electoral en Venezuela.

2 En el capítulo II, donde se analiza las tasas de participación electoral, se aprovechó la disponibilidad de datos a partir de 1958. Sin embargo, a partir del siguiente capítulo se utiliza solo los resultados de los años en los que se disponen también estudios de opinión pública. 3 Las bases de datos utilizadas fueron: Baloyra 1973; Botoba 1983; DATOS 1993; Latinobarómetro 1996, 1998, 2000, 2003, 2005, 2006 y 2007; LUZ-RedPol 2006; Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000; y Paralelo 2003. Las bases de datos se utilizaron en orden de prioridad en que se encuentran ordenados en esta nota. El año 2006 se utilizó simultáneamente la encuesta Latinobarómetro y LUZ-RedPol, debido a que ninguna de las bases contenía la totalidad de las variables estudiadas. Sin embargo, la coincidencia de los resultados de las variables disponibles en ambos estudios, nos permiten hablar de consistencia de las mediciones. Una dificultad que habrá que enfrentar se refiere a la comparación de estudios de opinión que no presentan el mismo diseño de investigación, como son las variadas encuestas

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Así la variable tolerancia ha quedado fuera del trabajo, pues sólo se disponía de

mediciones en dos de las bases de datos (Estudio Mundial de Valores 1996 y 2000).

Esta razón haría imposible realizar un seguimiento del comportamiento de la variable

tal como se planteó a comienzos del proyecto de investigación, y se desarrolló en el

resto de los casos.

Luego, en el capitulo que antecede a las conclusiones se encuentran una serie de

variables que no habían sido consideradas al comienzo de la investigación, pero que

fueron identificadas durante el desarrollo de la misma ya sea producto de un análisis

profundo de las variables planteadas, ya sea producto de la revisión bibliográfica.

Este conjunto de variables que incluye la evaluación de la gestión de gobierno, de la

economía y del funcionamiento de la democracia, interés en política y participación

no convencional, han significado una de las dos dimensiones que complementa los

hallazgos realizados durante el proceso de investigación y que se resumen en las

conclusiones.

Por otro lado, la investigación se desarrollo en dos niveles de análisis: individual y

universal. Esta estrategia siguió los aportes fundamentales de algunos de los

principales estudios del sistema electoral venezolano y sus relaciones con la cultura

política4. Las conclusiones también expresan estas dos dimensiones de análisis.

En este sentido, los hallazgos obtenidos en la investigación se resumen en dos

categorías en el nivel individual, que hemos denominado “Compromiso cívico” y

“Movilización”, dimensiones conceptuales que sintetizan las principales variables que

actúan durante las dos etapas de la participación electoral: alta participación (1958 –

1983 y 2006) y baja participación (1988 – 2000), y una a nivel societal: legitimidad

del sistema político. aquí mencionadas, sin embargo, podemos señalar que esta estrategia (estudios longitudinales) ha sido adopta en distintos trabajos de investigación en el pais, entre ellos: WELSCH, 2006; WELSCH, 1992. 4 MOLINA, José E., 1991; PÉREZ BARALT, Cármen, 2001.

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Planteamiento del problema

Una de las pocas áreas que goza de un consenso más o menos generalizado en las

ciencias sociales se refiere a la interacción entre los sistemas político, cultural y

económico. Se afirma que estos tres sistemas constituyen una tríada que se

influencia mutuamente y que necesita mantener una relación en la cual se sustenten

entre sí.5

La idea de las relaciones entre estos sistemas es propuesta por Montesquieu y

desarrollada por diversos autores que van desde Marx y Weber hasta Huntington,

Inglehart y Eckstein y es denominada teoría de correspondencia (Weber, 1905;

Huntington, 1991; Eckstein, 1992; Inglehart, 1997), entre las cuales se encuentran las

denominadas teorías del desarrollo.

La consecuencia de las afirmaciones de estas escuelas que apoyan la tesis de la

interacción entre los sistemas político, cultural y económico es que sin armonía entre

los mismos, toda sociedad se encuentra en crisis. Esto se traduce en la necesidad de

construir un sistema social con conexiones que sustenten su viabilidad en el

entrelazamiento de lo político, económico y lo cultural, es decir, una sociedad que

refleje en todos sus ámbitos y espacios (instituciones del Estado y de la sociedad,

sector privado, empresarial, etc.) los mismos valores en más o menos igual grado.

Quizás no la misma orientación valorativa, pero al menos valores distintos pero que

no entren en conflicto o contradicción.

5 El término “sistema” que se aplica aquí a lo político, a lo cultural y a lo económico será especificado más adelante durante el desarrollo del marco teórico, sin embargo, para efectos de mantener la coherencia del discurso podemos adelantar que la perspectiva a la que se acoge el concepto de sistema se refiere a la visión sociológica que entiende un sistema como el conjunto de instituciones, organizaciones y las relaciones sociales que dentro y entre de ellas suceden, siendo elementos muy relevantes de los sistemas los distintos actores que en ellos operan. Así entendido el concepto de “sistema” tiene una estrecha relación con el término “estructura” en su acepción también sociológica, que se refiere a las reglas y recursos que ordenan y orientan las relaciones entre los actores que conforman un sistema. Ver: GIDDENS, 1984

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Este elemento que hemos denominado “armonía” conforma uno de los puntos

centrales de la teoría de Marx, quién apostaba al sistema económico como el factor

determinante de la tríada (Inglehart 1997)6, con la capacidad de modelar el resto de

las relaciones sociales. Weber por su parte, en su estudio sobre la Ética protestante y

el espíritu del capitalismo (Weber, 1905), otorgó mayor importancia a los valores

culturales como elementos del cambio social, económico y político de la sociedad.

Más recientemente los estudios de Huntington y de Inglehart han aportado mayores

evidencias de la interacción entre los sistemas, sin embargo ambos se han resistido a

otorgarle supremacía a alguno de los elementos de la “tríada”.7

El presente trabajo pretende insertarse bajo esta perspectiva general denominada

como “teorías de correspondencia”, y estudiar en qué medida la dinámica de la

sociedad venezolana y de su sistema político se relaciona con los valores y

orientaciones culturales.

En este sentido, nuestro problema de investigación parte de visualizar inconsistencias

entre las instituciones del Estado y las orientaciones de los valores culturales de la

sociedad venezolana, como por ejemplo, la incapacidad de manejar la complejidad,

pluralidad y múltiples demandas sociales, en contraposición con la baja flexibilidad de

las instituciones del Estado, lo que se traduce en problemas de ingobernabilidad e

inestabilidad del sistema político, o en su defecto, en la necesidad de gobernar

mediante prácticas “poco democráticas”. Manfred Mols (Mols, 1985: 45) señala a este

respecto lo siguiente:

6 Karl Marx en, INGLEHART, 1997 7 No obstante, y a pesar de que sus estudios en ocasiones presentan las relaciones variables como “correlaciones” en las cuales no es posible determinar la direccionalidad de dichas relaciones, esto no impide desarrollar modelos en los cuales se presente el “sistema político” como variable independiente.

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5

“La famosa figura del análisis de Huntington de la “political decay” significa sobre todo que en la economía, en la sociedad y en la cultura, se han producido diferenciaciones que el sistema político no ha recogido ni con arreglos institucionales diferenciados de la misma manera ni a través de cambios de valores y actitudes. Por lo tanto, “political decay” es la situación de quiebra dentro de un mismo cuerpo nacional (...) La fórmula de la “simultaneidad de lo no simultaneo” es aquí correcta. Si uno ve más exactamente la política latinoamericana, se notan cinco expresiones de esta no simultaneidad, cinco contradicciones internas, que son a la vez producto y legado de la historia y presión contemporánea de transformación. Son las siguientes:

- Caudillismo versus dominio de los tecnócratas; - Política como juego ordenado versus la idea de un Estado (super)

politizado; - Pretorianismo versus corporativismo populista; - Civilismo versus militarismo; - Cultura urbana versus cultura del campo.”

El problema de la relación entre el sistema cultural y el sistema político se presenta

entonces como un problema entre la estructura de la sociedad y la estructura del

poder. Harry Eckstein propone que esta relación no se extienda necesariamente a

todo lo largo de todas las prácticas culturales, sino a unas muy específicas: las pautas

y patrones de autoridad, donde autoridad se refiere a las relaciones de dominación y

subordinación en toda relación social (Eckstein, 1992). En este sentido, Eckstein

afirma que la estabilidad de un sistema democrático no depende tanto de cuán

democráticas son sus instituciones, sino, de cuán coherentes sean los patrones de

autoridad de las instituciones democráticas con los patrones de autoridad de la

sociedad.

De esta manera, y a la luz de lo expresado, nuestra inquietud de investigación puede

ser planteada de la siguiente manera: ¿Existe correlación entre los sistemas político y

cultural de la sociedad venezolana? ¿Puede ser explicado el sistema político

venezolano a partir de sus relaciones con el sistema cultural?

El problema de investigación planteado de esta manera es demasiado amplio, lo que

puede tener como consecuencia que se exploren las relaciones propuestas muy

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superficialmente. Por esto queremos indagar el problema de la simultaneidad en tres

elementos que la literatura presenta como claves para el funcionamiento del sistema

democrático, estos son: la participación, la confianza y la tolerancia.

La participación es, a partir de los estudios de Almond y Verba, una dimensión de

análisis de suma importancia (Almond/Verba 1963). En este sentido, es un buen

indicador acerca de los patrones de autoridad de una sociedad, pues nos habla de las

formas que asume la ciudadanía en la construcción de la sociedad, ya sea con fines

políticos o no. Los partidos políticos, grupos de presión y sociedad civil en general son

manifestaciones de una sociedad para enfrentar y presentar ante el Estado y el resto

de la sociedad sus demandas y necesidades. Para Eckstein los patrones de autoridad

mas importantes son aquellos que se encuentran mas cercanos a las estructuras del

Estado

“(...) un gobierno será inestable (y los patrones de autoridad de una sociedad incongruentes) si los patrones de autoridad del gobierno se encuentran disociados (esto es, substancialmente diferentes) de los otros segmentos sociales, o si sucede un cambio abrupto en los patrones de autoridad de cualquier segmento adyacente de la sociedad, o si existen, proporcionalmente, muchos patrones de autoridad en las elites políticas (es decir, en los actores políticamente activos).” (Eckstein, 1992:191)

Por su parte, Ronald Inglehart (1997) identifica la confianza tanto en las instituciones

como en las personas y la participación social como factores que tienen una alta

correlación con un sistema político democrático. En su análisis de los valores de las

sociedades industrializadas avanzadas presenta una de las dimensiones de análisis

que agrupa las variables antes mencionadas (junto a muchas otras): valores de

supervivencia / valores de auto-expresión (survival/self-expression values), que

relaciona ciertas actitudes y orientaciones con las formas de autoridad y la estabilidad

del sistema político.

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“Sociedades que enfatizan valores de supervivencia muestran niveles relativamente bajos de bienestar subjetivo, reportan relativamente bajos niveles de salud, baja confianza interpersonal, son relativamente intolerantes hacia grupos externos, bajo apoyo a la igualdad de géneros, enfatizan valores materialistas, tienen niveles relativamente altos de fe en la ciencia y la tecnología, presentan niveles relativamente bajos de activismo por el medio ambiente, y son relativamente favorables hacia gobiernos autoritarios. Las sociedades que enfatizan los valores de auto-expresión tienden a presentar preferencias contrarias en todos estos tópicos (...) sociedades que enfatizan valores de auto-expresión tienden a ser mucho más estables que aquellas que enfatizan los valores de supervivencia.” (Inglehart, 2000: 88)

Por su parte, Giddens (Giddens, 1990) identifica la confianza como uno de los

elementos fundamentales del funcionamiento de la modernidad, esto es, la confianza

en los mecanismos, herramientas y sistemas abstractos que permiten el desarrollo de

la sociedad. En este sentido, uno de los “efectos” principales de la confianza social es

la transformación de las relaciones sociales; así la confianza en las instituciones8

puede estar fundamentada por distintas orientaciones, donde los mecanismos por los

cuales se generan estas orientaciones juegan un papel principal. Ligado a la idea de

confianza y las orientaciones sobre las que ésta se genera, se encuentra la idea de

riesgo y peligro (en términos de Giddens la falta de información), que se refieren a

las formas de funcionamiento del sistema y de las estructuras que orientan. Así,

Giddens identifica según las formas que orientan y desarrollan la confianza, la

distinción entre una cultura moderna y una premoderna.

Ahora bien, estas variables que se han presentado de manera muy breve, permitirán

entender las formas culturales de la sociedad venezolana, siendo el punto común de

intersección entre ellas, lo que Eckstein (Eckstein, 1992) define como patrones de

autoridad.

8 Entendiendo instituciones en su acepción sociológica, de conjunto de normas generales que regulan y moderan la acción.

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8

La siguiente tarea es trazar un marco específico para el análisis de las estructuras del

Estado, de manera tal que nos permita realizar un análisis más profundo y lógico, que

si abordáramos la generalidad de las estructuras del Estado venezolano.

Para esto la institución de la participación política electoral, entendida como las

posibilidades sistémicas y canales para la participación, a través de las diversas

formas que van desde el voto popular en los distintos niveles Nacional, Regional y

Local, proporciona un marco de referencia lo suficientemente amplio, profundo y

documentado9 para permitirnos realizar un análisis exhaustivo.

La dimensión “participación política” es sin duda uno de elementos fundamentales del

análisis de los sistemas políticos. Los estudios sobre la democracia como

procedimiento o democracia procedimental han jugado un papel importante durante

algún tiempo en ciencia política al ubicar como elemento central de un sistema

democrático el proceso mediante el cual una sociedad participa en la selección de sus

gobernantes. La definición de democracia procedimental que hiciera Schumpeter en

Capitalismo, Socialismo y Democracia, según la cual “El método democrático es el

acuerdo institucional para llegar a las decisiones políticas, en el que los individuos

ejercitan el poder de decidir por medio de una lucha competitiva mediante el voto del

pueblo” (Schumpeter, 1942: 43) es una de las más claras afirmaciones acerca del

papel de las elecciones (y la participación) como institución definitoria del sistema

político democrático.

Una vez definido el marco de análisis de las estructuras políticas y culturales, es

necesario delinear los limites dentro de los cuales se debe mover la presente

investigación. En este sentido son varias las razones para establecer dichos límites.

La principal a la que debemos hacer referencia es la delimitación temporal. Para la

misma hemos seleccionado el año 1973 como el límite inferior, puesto que representa

9 Con información abundante y accesible.

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9

el año en que se realiza por primera vez un estudio de opinión pública diseñado para

el estudio académico de los valores políticos del venezolano.

El limite superior lo definimos a partir de la posibilidad de acceder a datos que nos

permitan llegar a estudiar las variables propuestas lo mas cercano posible al

momento actual. Es de nuestro conocimiento la existencia de encuestas de opinión

en los temas aquí planteados, para el año 200710, siendo este el límite superior

propuesto.

La segunda de las delimitaciones se refiere al aspecto espacial. La presente

investigación se realizará en el ámbito de la sociedad venezolana a nivel

principalmente nacional.

Así, el problema que origina nuestra investigación queda expresado en el siguiente

objetivo de investigación:

Objetivo General

Partiendo de los datos disponibles, determinar la relación existente

entre los valores culturales del venezolano, especialmente en los

valores de confianza y participación social; y el sistema político

institucional venezolano, expresado en las formas de participación

política, en el período 1973 - 2007

Objetivos específicos:

Caracterizar los sistemas de valores de la sociedad venezolana según sus

valores de confianza, participación y tolerancia.

10 Tal como se verá más adelante en la propuesta metodológica, es nuestra intención realizar una estudio cuantitativo a través de encuestas de opinión y resultados electorales.

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10

Especificar los mecanismos que canalizan la incorporación de los valores

sociales a las estructuras estatales.

Conocer cómo se relacionan los valores del venezolano con el Estado y sus

instituciones.

Hipótesis nula

Las formas de participación políticas no tienen relación con el sistema de

valores de la sociedad venezolana.

Hipótesis 1

Las formas de participación política se relacionan de forma simultánea con

los distintos sistemas y orientaciones valorativas del venezolano, es decir,

sus patrones de autoridad específicos.

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11

CAPÍTULO I

CULTURA POLÍTICA

Antes de continuar se hace necesario desarrollar algunos conceptos fundamentales

que permitirán dibujar el marco de referencia para la realización de los objetivos de

investigación propuestos. Así, se quiere recorrer desde los aspectos más generales

referentes al paradigma dentro del cuál se desarrollará la propuesta, hasta las

definiciones de las variables fundamentales.

Al comienzo del libro “Culture Matters” Samuel Huntington propone, a partir de

distintos estudios, realizar una comparación entre dos países: Corea del Sur y Ghana.

A comienzo de los años 60, asegura, ambos países poseían indicadores económicos,

políticos y sociales muy similares. En la actualidad los indicadores económicos

(ingreso per capita) de Corea del Sur se asemejan a los de Grecia, los de Ghana, al

contrario, se han deteriorado registrando un producto interno bruto que representa

un quinceavo del de Sur Corea. La conclusión, el desarrollo únicamente fue posible

gracias a algunas “cualidades culturales” de la sociedad surcoreana. “Los Sur

Coreanos valoran el ahorro, la inversión, trabajo duro, educación, organización y

disciplina. Los Ghaneses tienen valores distintos. En resumen, los valores importan.”

(Huntington, 2000: xiii)

Uno de los supuestos básicos del paradigma de cultura política es que éste tiene la

capacidad de levantar grandes obstáculos al desarrollo de los objetivos trazados

socialmente (cualquiera que éstos sean), así como puede ofrecer ventajas de igual

magnitud. En este sentido, es importante señalar desde el comienzo que esto no

traduce esta postura en un determinismo cultural, según el cuál exclusivamente la

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12

sustitución de unos valores tradicionales por otros modernos (incluso occidentales)

sería la única garantía de desarrollo. Distintos estudios señalan en otra dirección,

como por ejemplo los trabajos de Banfield 1967 y Putnam 1993 según los cuales el

aprovechamiento de ciertos “recursos culturales” puede ayudar y orientar el

desarrollo donde existen otras “desventajas culturales”. Así, a lo largo de este trabajo

entenderemos la cultura (sistema cultural) bajo una perspectiva probabilística y no

determinista, es decir, que determinadas orientaciones culturales proporcionan

mayores probabilidades de ocurrencia a ciertos fenómenos y disminuyen la

probabilidad de otros.

Siguiendo a Inglehart se rechaza

“(…) la noción de que la construcción cultural es el único factor que configura la experiencia humana. Hay también una realidad objetiva ahí afuera, que se relaciona tanto con las relaciones sociales como con la ciencia natural. La realidad externa es crucial cuando se llega al recurso político último, es decir, la violencia (…)” (Inglehart, 1997: 14)

Por esto se hace necesario señalar que la cultura, como variable, puede tener

distintos grados de significación probabilística. Esto quiere decir, que una misma

variable en distintos contextos puede generar resultados distintos. También quiere

decir que es una variable que se desenvuelve en un mismo contexto con otras

variables, generando condiciones particulares que resultan de la forma como se

entrelazan. En este sentido, el marco conceptual que señala Harry Eckstein, la teoría

de correspondencia entre patrones de autoridad, nos sugiere enfocar nuestra mirada

en los valores, conductas y actitudes, y en la estructura (arquitectura) de estos con el

entorno en el que se “entrelazan”.

Los estudios sobre la participación en organizaciones de distinto tipo (asociacionismo)

brindan un ejemplo interesante. La variable asociación no se relaciona de manera

simple con el apoyo a la democracia o con conductas prodemocráticas. Por ejemplo,

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13

el concepto de Coleman de capital social, deja abierta una serie de relaciones de

interdependencia (cohesión social) y confianza mutua existente entre grupos de

negociantes de diamantes en Nueva York, pero de acceso restringido (Coleman,

1988). Igualmente Foley y Edwards (Foley, 1998) señalan que los participantes en

manifestaciones y miembros de asociaciones de defensa de los derechos humanos,

presentan un mayor soporte a las instituciones democráticas, sin embargo, los

miembros de otro tipo organizaciones no presentan esta orientación tan clara. Incluso

existen miembros de agrupaciones que presentan datos en la dirección contraria, es

decir, que desarrollan conductas adversas a la democracia (como por ejemplo

organizaciones que soportan grupos no democráticos).

Así, mas que señalar direccionalidad en las relaciones entre las variables estudiadas,

nuestra labor está orientada a conocer la forma como se estructuran las relaciones

entre las variables principales en estudio.

“Los Gobiernos son patrones de autoridad. Otras unidades sociales también tienen patrones de autoridad. Modos de gobernarse. Entonces (la estabilidad) es un factor a la vez endógeno y exógeno al gobierno, y a la vez no lo es: es una posible variable “linkage” (puente) que puede conectar gobiernos y sus contextos, a través de la cual los factores contextuales pueden incidir en los gobiernos (y viceversa).” (Eckstein, 1992: 180)

Presentada una de las características esenciales de la cultura política como

paradigma, se hace necesario abordar otra serie cualidades y rasgos que nos

ayudarán a delimitar nuestro espectro de investigación. Para presentar estos

aspectos queremos levantar unas preguntas clásicas: ¿qué se entiende por cultura?

¿de qué factores depende la cultura? ¿y cómo se relacionan con los otros elementos

no culturales? ¿cómo se relaciona la cultura con el resto de los elementos del sistema

social, a saber: lo político, lo social y lo económico?

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14

En primer lugar vale la pena aclarar que la definición de cultura y de los distintos

temas relacionados, son abordados desde una perspectiva analítica. Esto quiere decir

que se orienta más hacia una concepción de cultura que aporte aspectos empíricos

observables y susceptibles de medición, que a una concepción antropológica,

interesada en conocer los significados de la cultura. En este sentido, la cultura como

metodología de análisis e investigación, implica que para estudiar el funcionamiento

de una sociedad es necesario entender y comprender los valores, percepciones,

conocimientos, creencias y habilidades interiorizadas por las personas que componen

una determinada sociedad. Citando nuevamente a Inglehart completamos nuestra

definición de cultura: “Una cultura es un sistema de actitudes, valores y

conocimientos compartidos ampliamente por la sociedad y transmitido de generación

en generación.” (Inglehart, 1997:18) y Larry Diamond especifica la cultura política

como: “(…) las creencias, actitudes, valores, ideales, sentimientos, y evaluaciones

acerca del sistema político de su país, y el rol propio dentro de ese sistema.”

(Diamond, 1994:11)

La cultura política democrática ha sido definida como la inversa de la personalidad

autoritaria. En este sentido, Inkeles (ver Diamond, 1994) identifica los componentes

de la personalidad autoritaria como: fe en líderes poderosos, odio hacia los outsiders

y desviados, sentido de poco poder e ineficiencia al actuar, cinismo extremo,

suspicacia y desconfianza en los otros y dogmatismo. Por su parte, los valores de la

cultura democrática son: flexibilidad, confianza, eficacia, apertura hacia nuevas ideas

y experiencias, tolerancia hacia la diferencia y las ambigüedades, aceptación de los

otros, y una orientación hacia la autoridad que no es ni sumisa ni hostilmente

rechazante, sino una actitud continuamente vigilante (Diamond, 1994).

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15

1.1 Homogeneidad vs Diversidad

Un primer tema importante sobre la cultura política se refiere a la homogeneidad vs.

la diversidad de los valores dentro de una sociedad y su impacto en el sistema

político.

La distribución de los valores y la identidad de los pueblos es uno de los

prerrequisitos fundamentales que identifica Rustow para la construcción de una

sociedad democrática (Rustow, 1970). La única e imprescindible condición para el

nacimiento de la democracia es la unidad nacional, entendida como una situación en

la cual:

“la basta mayoría de los ciudadanos en democracia (o a estar en democracia) no tengan duda o reserva acerca de a cual comunidad política pertenecen. (Puesto que la democracia es) un sistema de reglas de mayorías temporales (…) esas reglas y políticas pueden cambiar libremente los límites, pero el consenso acerca de la composición de la ciudadanía debe continuar inalterada.” (Rustow, 1970: 9)

En este sentido, Rustow menciona una de las características principales de la creación

de los Estados y democracias modernas, esto es, que se encuentran unidas a la

creación de los Estados-Nación como unidades territoriales y de identidad básicas

para su funcionamiento, permitiendo la delimitación de quiénes pueden decidir y

participar en la construcción del destino de esa unidad. Supone a su vez, que todo

miembro de la unidad comparte una idea (valores y actitudes) mas o menos

homogénea de la dirección y el bienestar del grupo, y que por supuesto, no querrá

atentar contra estos fines.

Sin embargo, parte fundamental del análisis de Huntington en “La tercera ola”, hace

referencia a la tensión opuesta a la presentada por Rustow. En este sentido, la

principal consecuencia del desarrollo experimentado en algunos países durante las

dos décadas posteriores a la II Guerra Mundial, es la movilidad y diversidad social

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que se traduce en diversidad de valores, conductas y actitudes, que al mismo

repercuten en las demandas que se orientan hacia las estructuras estatales. Así, los

países en que estos cambios sucedieron, como resultado de la diversidad de

demandas que se orientaron hacia el Estado, junto a la incapacidad de las

instituciones no democráticas de procesar y canalizar dichas demandas, generaron las

“rupturas” que dieron paso a algunas de las democracias que se constituyeron

durante la “tercera ola democratizadora” (Huntington, 1991).

De igual manera Huntington apunta que existe una correlación bastante fuerte entre

el desarrollo económico y democracia. En efecto, tan sólo un 16,3% de los países con

ingresos de más de mil dólares per cápita tenían un régimen autoritario para 1.989,

en comparación al 77,3% de países con menos de 1.000 dólares de ingreso per

cápita y regímenes autoritarios para el mismo año. Más significativo aún (y como

muestra la el cuadro #1-1), un 76% de los países no democráticos de ingresos

medios altos (entre 1.000 y 3.000 dólares per cápita) se democratizaron en el período

de la “tercera ola”, al igual que un 40% de los pocos países ricos (con ingresos

mayores a los 3.000 dólares per cápita) que aún tenían gobiernos autoritarios para el

período.

“La correlación entre riqueza y democracia implica que las transiciones a la

democracia deberían ocurrir originariamente en países de nivel medio de desarrollo

económico. En los países pobres, la democracia es improbable; en los países ricos, ya

es un hecho” (Huntington, 1991: 66) afirmaba.

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Cuadro #1-1

Fuente: HUNTINGTON, Samuel, “Tercera Ola”, Editorial Paidós, 1991

Pero ¿de qué manera afecta el desarrollo económico al sistema político? Huntington

ha acotado que la relación entre desarrollo económico y democracia no es una

relación directa, sino que se encuentra mediada por una serie de variables entre las

que resalta la expansión de una serie de valores y actitudes que apoyan los procesos

democráticos, a través de la expansión en el acceso a la educación y el crecimiento

de la clase media, como se sugiere la figura #1-1.

Fuente: HUNTINGTON, Samuel, “Tercera Ola”, Editorial Paidós, 1991

Figura #1-1

El desarrollo económico como factor de la democratización

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A su vez, el hecho de que países con altos valores de PIB (considerados países ricos)

como Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes, no emprendieran la travesía

hacia la democracia pareciera confirmar esta hipótesis11, puesto que a pesar de

alcanzar índices de desarrollo económico elevados, los mismos no parecen ser el

resultado de un proceso amplio y continuo de industrialización que permita un

equitativo acceso a beneficios como educación, salud, riqueza (entre otros) para toda

la población.12

Como se observa en el cuadro siguiente,13 existe una relación significativa entre la

distribución de los ingresos y un sistema político democrático. En la medida que los

índices de desigualdad aumentan, las probabilidades de que un país sea democrático

disminuyen. Lo mismo aplica para los índices de distribución de las tierras, y otros.

Existe también una correlación significativa entre los índices de distribución de los

ingresos y amplitud de las clases medias, en los países democráticos (Cuadro #1-2).

Es decir, en aquellos países democráticos en los que los índices de distribución de la

riqueza son más “equitativos” (o igualitarios) las clases medias tiende a aumentar,

creando una serie de valores “prodemocráticos.

11Unanálisiscomparativodeporquénosedan lastransicionesdemocráticasen lospaísesdelmedio oriente y si en los de América Latina en: “Civil society and democratisation incomparativeperspectiva:LatinAmericaandtheMiddleEast”,MehranKanrava&FrankOMora,enThirdWorldQuarterly,Vol.9Nº.5.12Poresto,indicadorescomoíndicesdeanalfabetismoydedistribucióndelosingresosaportaronaHuntingtonunútilacercamientoalasituaciónsocialdelospaísesentransición.Algunosautoresseatrevenacolocarcomofronteraparalosprocesosdetransiciónunpaíscon50%delapoblaciónalfabetizadayuningresopercápitamayora250dólares(paraelperíododelaterceraolacasitodoslospaísesdeAméricaLatinayahabíanalcanzadolameta).

13Datoscuadro6.1:DAHL,1997,p.85‐86

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19

Cuadro #1-2

Regímenes políticos según distribución de la riqueza

Fuente: HUNTINGTON, Samuel, “Tercera Ola”, Editorial Paidós, 1991

Otro elemento de suma importancia representa el crecimiento de la población urbana

de las dos últimas décadas antes de la tercera ola, “Todavía en 1950, el 60% de la

población latinoamericana vivía en el campo; 10 años más tarde era el 47,8% y en

1975 sólo el 38% (…)” (Mols, 1985: 105).

Llegados a esta etapa nos planteamos la pregunta de cómo el desarrollo económico

se relaciona con los procesos que se desatan junto al mismo y dan vida a cambios en

el sistema político.

Parte de la respuesta a estas inquietudes ha sido adelantada al asegurar que estos

procesos de desarrollo económico impulsan la construcción de unas actitudes cívicas

de competencia así como de confianza en el sistema, al tiempo que desarrolla nuevas

estructuras competitivas, es decir, la reconfirmación de la tesis de Weber en “La ética

protestante y el espíritu del capitalismo”, “(…) el protestantismo alienta las empresas

económicas, el desarrollo de una burguesía, el capitalismo y la riqueza económica, lo

que facilita la aparición de las instituciones democráticas.” (Huntington, 1991: 79),

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sin embargo, en la misma tesis de Weber estos procesos tardaron tantos años como

asegura Dahl ha sido el recorrido de las primeras democracias.

Manfred Mols señala que:

“(…) cuando el desarrollo socio-económico y las transformaciones políticas no transcurren con una cierta sincronía y, sobre todo, en la misma dirección, sólo podemos esperar – tal como lo advirtiera enfáticamente Samuel Huntington – la ruina política.” (Mols, 1985: 86).

Es decir, los procesos económicos y culturales imprimieron a estas sociedades ritmos

que los sistemas políticos no lograron manejar, dando paso alternativas

democráticas.

Básicamente el efecto del desarrollo económico transformó las relaciones sociales al

crear distintos “sectores de poder”. Al ingresar estos nuevos actores a la esfera

pública y exigir del “sistema regulador de poder” cierta atención o satisfacción de sus

demandas comenzaron a “fracturarse” las estructuras de los regímenes políticos, esto

especialmente en los sistemas militares;

“(…) hasta ahora no se conoce ningún caso en el cual el dominio militar haya podido asumir con éxito la pluralidad de las posiciones y organizaciones procedentes de la “sociedad” (…) En todo el mundo los militares tienen dificultades para reconocer los conflictos sociales abiertos como elementos de la vitalización de la política. Como también en América Latina los militares buscan las soluciones políticas “correctas”, refuerzan (…) la tendencia siempre existente en la cual esta no es una conformación impuesta, que necesita siempre ser revisada, de los procesos vitales de los grupos humanos, sino una formación que puede ser obtenida en una forma óptima de una vez para siempre.” (Mols, 1985: 104).

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La incapacidad de las instituciones militares de establecer relaciones sociales distintas

a las jerárquicas que ordenan la institución militar revela la necesidad de instituciones

con carácter democrático, es decir, que tengan la capacidad de canalizar las

demandas que se generan en los distintos actores sociales (especialmente luego de la

gran multiplicación de los mismos) (Mehran, 1998). Esto plantea un problema

fundamental a las instituciones de las nuevas democracias durante sus primeros

años: el manejo de las expectativas creadas en los nuevos actores sociales.

1.2 Valores e instituciones

De esta manera, la tensión homogeneidad vs. diversidad de los valores plantea el

problema de la capacidad de las sociedades para manejar y resolver los conflictos, en

especial aquellos que afectan la estabilidad del sistema político. Tal como Rustow

señala, pareciese que las estructuras de los sistemas políticos democráticos

modernos, se fundaron sobre la base de una serie de valores y actitudes mas o

menos compartida (identidad), que no había existido antes en el mundo antes de la

construcción del Estado-Nación. Sin embargo, una vez constituido el Estado-Nación,

la diversidad social generada a partir del desarrollo económico (y la industrialización)

han ayudado la constitución de sistemas políticos democráticos, al demandar

instituciones con mayor capacidad para adaptarse a una sociedad cambiante.

En este sentido, innumerables veces la democracia ha sido definida como un proceso

continuo entre tensiones, más que un estadio que se alcanza una vez realizado o

constituido ciertos procedimientos. Ralf Dahrendorf, en Disaffected Democracies.

What´s troubling trilateral countries? afirma que “La democracia aparenta estar

siempre en crisis (…) el tópico es clásico en la teoría política. La ambivalencia de

Toqueville hacia lo que el denominó democracia estaba asociada a la esperanza

(desesperanza) de que no duraría mucho.” (Dahrendorf, 2000). De igual manera,

según Dahrendorf, la democracia fue diagnosticada en crisis en el primer reporte de

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la “Trilateral Comission” en 1975, cuyo título fue “La crisis de la democracia” (Crozier,

1975).

Así, puesto que las sociedades cambian, y en especial las sociedades modernas y

democráticas, el foco de estudio se centra en la “arquitectura” de las relaciones entre

los sistemas político y cultural, y su capacidad para brindar estabilidad.

La estabilidad de una sociedad es consecuencia de los niveles de correspondencia

entre los distintos sistemas que coexisten en la misma. En el presente trabajo, tal

como se ha señalado, interesan los sistemas político y cultural. Para esto utilizamos el

término congruencia.

La congruencia se refiere a la lógica que orientan los sistemas. Inglehart señala en

sus investigaciones que las sociedades tradicionales tienen orientaciones hacia la

autoridad distintas a las modernas. Las primeras, privilegian, tal como señala Weber,

sistemas tradicionales de autoridad, con grandes y rígidas estructuras jerárquicas,

donde tiene gran importancia las relaciones de parentesco, cercanía y lo religioso,

mientras las sociedades modernas se orientan hacia una autoridad de tipo racional-

legal. Por último, señalan las investigaciones de Inglehart que en las sociedades

“postmaterialistas” la autoridad tanto tradicional como racional-legal ha perdido

importancia.

De igual manera, Inglehart logra identificar correlaciones significativas entre las

orientaciones hacia los determinados tipos de autoridad (junto a otra cantidad

importante de valores que componen las dimensiones de su análisis – valores

tradicionales vs. valores racional-legales y valores de supervivencia vs. valores de

autoexpresión14) y los regímenes políticos de esas sociedades.

14 Traditional/Rational‐legal and survival/Self‐Expression values, INGLEHART, enHARRISON,2000

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Fuente: Inglehart, Ronald (1997) Modernización y posmodernización. El cambio cultural, económico y político en 43 sociedades, CIS, p.282

Figura #1-2

Democracia estable y los valores postmaterialistas

Entonces ¿cómo es la congruencia entre los patrones de autoridad y el sistema

político? ¿es necesario que todos los patrones de autoridad de una sociedad sean

congruentes con los patrones de autoridad del sistema político?

Hanna Arentd (Arendt, 1996) señala en “La condición humana” que existen esferas

de la vida humana que no inciden directamente en la experiencia social. Para señalar

esto, diferencia entre espacios públicos y espacios privados. Estos últimos, como por

ejemplo la familia, se definen como los espacios de las desigualdades, donde la

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autoridad del “pater familiae” es y debe ser ejercida de manera jerárquica. Sin

embargo, estos modelos no deben reproducirse en las esferas públicas, consideradas

las esferas de los iguales. En éstas deben representarse los objetivos comunes que se

comparten como sociedad, en donde todos los actores son iguales por su cualidad de

ciudadanos. Son precisamente, estos espacios públicos los de mayor repercusión en

las esferas sociales.

Sin embargo, la reproducción de los valores de las esferas privadas en la vida pública

(en especial la familia) genera lo que Putnam ha denominado “familismo amoral”.

Estos valores son importantes en tanto son reproducidos en la vida social, logrando

filtrarse hasta las esferas de gobierno.

Entonces, si la cultura se encuentra distribuidaa lo largo de los distintos grupos que

conviven en una misma sociedad15, y puesto que el sistema democrático supone la

ampliación de la participación a “todos” los grupos sociales; la idea de la congruencia

nos indica que:

“Un gobierno será estable si, (1) los patrones de autoridad social son idénticos a los patrones de gobierno, o si, (2) si constituyen los patrones graduales proporcionales a la segmentación social, o si (3) un alto grado de semejanza existe en los sectores adyacentes al gobierno y en la medida en la que mas se aleja menor es la reproducción de estos patrones (…) De igual manera, un gobierno será inestable (y los patrones de autoridad de una sociedad incongruentes) si, los patrones de autoridad de un gobierno se encuentran aislados (esto es, sustancialmente diferentes) de esos segmentos sociales, o si un cambio abrupto en los patrones de autoridad ocurre en alguno de los segmentos de la sociedad, o si una larga y diversa serie de patrones sociales existen en la elite política.” (Eckstein, 1992: 192)

15Inclusoincorporandovaloresdifusosencuantoasusespaciosdevalidezopertinencia.

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Las instituciones políticas son las encargadas de ejercer el poder en las sociedades, y

lo pueden hacer reproduciendo los distintos patrones de autoridad o por medio de la

coerción.

Las instituciones de la democracia se caracterizan precisamente por su orientación

hacia la reproducción y satisfacción de los valores y demandas que provienen de los

diversos grupos que componen una sociedad, es decir, adaptando sus estructuras a

los patrones de autoridad de las sociedades; lo que determina el objetivo y el modelo

de su desempeño. En este sentido, las principales características de las instituciones

democráticas son: 1. su carácter democrático, es decir, que sus poderes provienen de

la voluntad popular, expresada por medio de unas elecciones, 2. como consecuencia

de lo anterior, su poder se encuentra sujeto al control de la misma sociedad, y 3. la

capacidad de absorción del cambio social (la continua diversificación de las demandas

sociales); y por último, la promoción de valores compartidos, aunque sean muy

abstractos y generales (Eisenstad, 1968: 70).

1.3 Sistema cultural y sistema político ¿cómo se relacionan?

Resumiendo el punto anterior, una de las formas de relación entre el sistema cultural

y las instituciones políticas es que éstas últimas tienen como uno de sus objetivos

principales reproducir los valores de la sociedad, o en su defecto coercionarlos para

ejercer su autoridad. La teoría de la congruencia permite desarrollar las formas que

adquiere esta relación. Las siguientes preguntas son pertinentes para continuar

abordando el tema: ¿de qué manera específica el sistema de valores, las creencias y

actitudes se relacionan con el sistema político? Y ¿por qué la no reproducción de

estos valores, creencias y actitudes en el sistema político (la no congruencia) implica

la inestabilidad política y social?

Siguiendo a Inglehart

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“(…) el sistema de creencias de una sociedad suele justificar el orden social, legitimando el derecho de la élite a gobernar (…) El gobierno es un sistema de toma de decisiones para una sociedad. Y las personas de esa sociedad aceptan las decisiones debido: (1) a la coerción externa o (2) porque han interiorizado un conjunto de normas que justifican su consentimiento. Todas las sociedades dependen de una mezcla de las dos razones, aunque hay diferencias importantes en el grado en que las sociedades dependen de la coerción o de la legitimidad que da la cultura (ésta es la diferencia crucial entre las dictaduras inestables y las democracias estables).” (Inglehart, 1997: 69)

La legitimidad que se funda sobre la base de las normas, creencias y valores; es un

atributo necesario para el funcionamiento de un sistema político, en especial de uno

democrático, ya que los niveles de imposición mediante métodos coercitivos tienen

un costo asociado. Tal como expresa Robert Dahl: “En la medida en que el precio de

la supresión (de la oposición) exceda al precio de la tolerancia, mayores son las

oportunidades de que se dé un régimen competitivo.” (Dahl, 1997: 24). La coerción

tiene un costo importante, pero mas aún allí donde los valores y las creencias son

contrarias a la aceptación de la “dominación”, es decir, en donde existen valores

democráticos. Las decisiones acatadas por imposición y no por considerarse

legítimas, tenderán a ser infringidas en el momento en el cual exista oportunidad y

los costos asociados a la infracción sean aceptables.

Entonces, el apoyo popular es uno de los elementos necesarios para la estabilidad de

un sistema democrático. Un caso específico de inestabilidad es la que se refiere a la

tensión gobernabilidad-ingobernabilidad. Arbós y Giner definen la gobernabilidad

como:

“(…) la cualidad propia de una comunidad política según la cual sus instituciones de gobierno actúan eficazmente dentro de su espacio de un modo considerado legítimo por la ciudadanía, permitiendo así el libre ejercicio de la voluntad política del poder ejecutivo mediante la obediencia cívica del pueblo.” (Arbos/Giner, 1993: 13).

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La gobernabilidad, según estos autores tiene 4 dimensiones, de ellas, la primera la

han definido como “el dilema legitimidad/eficacia”16. La legitimidad, entendida como

el consentimiento o aceptación que los ciudadanos dan al ejercicio de la autoridad del

gobierno, depende (en un sistema democrático) de dos elementos: 1. “(…) su origen

mediato o inmediato en unas elecciones libres y competitivas.” y 2. su ejercicio ante

los ojos de los gobernados. Estos, esperan que sus demandas sean satisfechas. De

no serlo, consideran al gobierno ineficaz.

“La sobrecarga que conlleva la multiplicidad de demandas juega en contra de la eficacia de la acción de gobierno. Y, al mismo tiempo, al no ser siempre posible subsumir los intereses parciales en el interés general –que por principio se suponen que debe presidir como valor supremo de la acción legítima de gobierno– se erosiona la legitimidad cotidiana del gobierno.” (Arbos/Gines, 1993: 16)

A su vez, la erosión del ejercicio de la autoridad del gobierno implica que los

ciudadanos ya no estarán tan dispuestos a acatar las resoluciones de gobierno,

dificultando sus labores, hasta llegar a disminuir su eficacia. Entonces, un gobierno

no sólo debe ser eficaz en términos objetivos, sino también ser percibido como tal.

Este último proceso es uno de los elementos esenciales de la cultura política.

La cultura política, según Larry Diamond se compone de predisposiciones o

“orientaciones de acción” que se clasifican en tres tipos:

“(…) una orientación cognitiva, que envuelve conocimientos y creencias acerca del sistema político; una orientación afectiva, consistente en sentimientos acerca del sistema político; y una orientación evaluativa, que incluye los compromisos con los valores políticos y los juicios (haciendo uso de información y sentimientos) acerca del desempeño del sistema político en relación con esos valores (…) Estos elementos de la

16Lasotrastresdimensionesson:laspresionesydemandasdelentornogubernamental,odelacargaderesponsabilidades;lareestructuracióncorporativadelasociedady;laexpansiónycambiotecnológico,consusrepercusionesdemográficas,ecológicasysocialessubsiguientes.VerARBÓSyGiner,1993,p.14

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cultura política –la “dimensión subjetiva” de la política– se enfoca en tres dimensiones objetivas de la vida política: sistemas, procesos y políticas. El sistema político consiste en el régimen, esto es, las instituciones políticas, tanto “input” (partidos políticos, grupos de interés, medios de masa) como “output” (legislaturas, ejecutivo, burocracias, cortes); las incumbencias específicas de esas instituciones y la nación. Los procesos políticos es, por supuesto, la política –acciones, conflictos, alianzas, y estilos de comportamiento de los partidos, grupos de interés, movimientos, e individuos. Los “outputs” políticos son las políticas y las decisiones del sistema.” (Diamond, 1994: 12)17

La orientación de la acción tiene un impacto en el desempeño del sistema político,

aunque la misma, paradójicamente, puede no depender directamente del desempeño

objetivo del sistema político, sino del proceso subjetivo de la acción.

El modelo propuesto por Putnam, Pharr y Dalton, que recoge en general la

perspectiva de análisis del documento “Disaffected Democracies. What´s troubling

with Trilateral Countries?” define las posibles rutas que explican la confianza en el

gobierno y las instituciones políticas, al tiempo que trazan el camino cómo la

confianza y la participación (principalmente), junto a otros valores políticos inciden en

el desempeño de la democracia y sus instituciones.

“La satisfacción pública con las instituciones representativas es el fruto de la información a la cual los ciudadanos se encuentran expuestos, los criterios de evaluación del gobierno y las políticas, y el desempeño de esas instituciones. Así, el decline en la satisfacción de puede ser un cambio en cualquiera de las variables mencionadas. En primer lugar, la precisión y la comprensión de la información pública disponible acerca del desempeño democrático puede haber cambiado. Lógicamente esto puede ser tanto el deterioro (peor información acerca de un buen desempeño) o mejora (mejor información acerca de malos desempeños) (…) En segundo lugar, los criterios para evaluar las políticas y los gobiernos pueden haber cambiado en formas que hace objetivamente más difícil para las instituciones representativas conocer

17EstefracmentoesunaconstruccióndedistintostextosyartículosdeAlmondyVerba.

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esos estándares. (…) En tercer lugar, el desempeño de las instituciones representativas puede haberse deteriorado.” (Putnam, 2000: 23-24).

Así, el desempeño insatisfactorio de las instituciones de gobierno puede representar

un cambio en cualquiera de las dimensiones y/o en cualquier combinación de ellas.

Fuente: PUTNAM, Robert, Susan J. Pharr y Russell Dalton (editores), Disaffected Democracies. What´s troubling with Trilateral Countries? Princeton University Press, 2000

Figura #1-3

Explicando la confianza en el gobierno y las instituciones políticas:

Un modelo

Una de las explicaciones propuestas por estos autores sobre el desempeño

insatisfactorio se puede atribuir a la declinación de las capacidades de los agentes

políticos de actuar sobre los intereses y deseos de los ciudadanos. Entre las causas

que explican dicha ineficacia se encuentra el surgimiento de fuerzas que minan la

capacidad de los gobiernos nacionales de impactar en las demandas de la ciudadanía.

La segunda gran explicación hace referencia a la declinación de la fidelidad con que

los agentes políticos actúan sobre los intereses y demandas de los ciudadanos.

Dentro de la gran categoría cabría nombrar: los errores de los liderazgos políticos,

errores en la evaluación política de los votantes, y deterioro de la infraestructura

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cívica (o capital social) y de la articulación y agregación de intereses (Putnam, 2000).

Así los autores sugieren que niveles bajos de participación y confianza afectan el

desempeño gubernamental.

1.4 Modernización y modernidad. Participación y confianza

En el esquema presentado, los sistemas político y cultural se ven entrelazados o

vinculados. Uno de los puentes principales que hemos nombrado y que permiten esta

vinculación es la participación. Entendida desde los canales “convencionales” de

participación en un sistema democrático, que incluye a los partidos políticos,

organizaciones sociales y de la sociedad civil, la firma de peticiones, las

manifestaciones y congregaciones autorizadas, entre otras; hasta canales “no

convencionales” tal como protestas y manifestaciones no autorizadas, bloqueo de

tráfico, ocupación de espacios, saqueos, etc.

La participación es un indicador acerca de la cultura de política, es decir, como

afirman Almond y Verba en “The civic culture” nos permite “(…) saber hasta dónde

cree el individuo que llegan las obligaciones con su comunidad (…)” (Aldmond/Verba,

1965: 126). En este sentido, la forma cómo entiende la participación y cuándo y

porqué la ejerce el ciudadano venezolano es el principal objetivo de esta

investigación.

Desde una perspectiva histórica, la participación parece estar cambiando de sentido.

Los niveles de participación política convencional (participación electoral, participación

en partidos políticos) han sido una constante en aumento tal como señala Dahl en

“La Poliarquía”. Estas formas de participación alcanzaron sus niveles máximos ha

mediados del siglo XX. Sin embargo, se ha identificado un descenso significativo en

estos tipos de participación. Diversas explicaciones se han planteado, una de las más

repetidas es la de la apatía de las masas.

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Inglehart ha identificado que en las sociedades con mayores índices de valores

postmaterialistas, la disminución de estos índices de participación ha sido efectiva, sin

embargo, ha registrado, al contrario de masas apáticas, tasas importantes de

actividad mediante fórmulas no convencionales de participación,

“(…) los públicos de masas están abandonando las organizaciones políticas oligárquicas de vieja línea que los movilizaron en la era de la modernización; pero (…) se muestran cada vez más activos que nunca en una amplia serie de formas de participación política desafiante para la elite.” (Inglehart, 1997: 404)

La hipótesis de Inglehart plantea que nuevas representaciones culturales están a la

búsqueda de formas de participación coherentes con sus patrones de autoridad; dado

que las nuevas generaciones tienen orientaciones valorativas postmaterialistas en la

que la autoridad ha perdido importancia; esta nueva estructura de valores

“(…) despoja de autoridad tanto a la religión como al estado para dársela al individuo, con un énfasis cada vez mayor en los asuntos individuales (…) La posmodernización quita importancia a todo tipo de autoridad sea religiosa o secular, dejando mucho más espacio a la autonomía individual en la búsqueda del bienestar subjetivo individual.” (Inglehart, 1997: 405).

Igualmente Almond y Verba han señalado la aparición de nuevos mecanismos de

participación, en algunos casos se ha dicho que representan nuevas formas de

corrección y perfeccionamiento de la democracia.

En el modelo presentado de Putnam, Pharr y Dalton, se señala la forma cómo la

participación contribuye de manera indirecta en la construcción de la legitimidad de la

acción de gobierno. También se puede señalar que la participación, especialmente en

el rol de las organizaciones no gubernamentales, ayuda en cierta medida a canalizar

el curso de las demandas que antes se encontraba dirigido exclusivamente hacia el

Estado.

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En “The civic culture” los autores definen tres tipos de cultura política: Parroquial,

Súbdito18 y Participante. Estas son el resultado de las orientaciones hacia las tres

dimensiones “objetivas de la vida política”: sistemas, procesos y políticas. La cultura

política parroquial se caracteriza por no identificar roles políticos especializados, es

decir, no diferencia entre la acción política y cualquier otra de la sociedad. La cultura

política súbdito se caracteriza por distinguir el sistema político y sus políticas

(outputs) y sus especificidades dentro de una sociedad, pero no logra identificar al

ciudadano “común” como un agente activo de la política. Por último, la cultura

política participante se caracteriza por un sujeto que se identifica como agente activo

de la sociedad, en su sistema y sus procesos políticos.

El proceso mediante en el cual se transita de una estructura de valores hacia otra,

especialmente en la orientación que va de los valores parroquiales hasta los

participantes, se puede denominar como proceso de modernización. Inglehart resume

este proceso como el tránsito de una sociedad con valores tradicionales hacia otra

centrada en valores racional-legales, tal como apuntó Weber. De allí el movimiento a

la sociedad postmoderna se da mediante la búsqueda de la maximización del

bienestar individual, una vez alcanzado una sociedad post-escasez.

¿Pero qué elementos caracterizan los valores modernos en contraposición con los

valores tradicionales? Los estudios sobre la modernidad se han orientado a identificar

los elementos que componen este fenómeno, y que constituyen el rompimiento con

los valores tradicionales. El elemento principal señalado en este proceso ha sido

tradicionalmente la aparición de una lógica o racionalidad orientada a medios.

Para Giddens, el elemento fundamental que define la modernidad, no es la búsqueda

de la construcción de un gran metarrelato19; “(…) la línea de relato englobadora

18“Subject”19 En el planteamiento propuesto por Lyotard los metarrelatos, metanarrativas omacrorrelatos sonasumidoscomodiscursos totalizantesymultiabarcadores,en losque se

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mediante la cual se nos coloca en la historia cual seres que poseen un pasado

determinado y un futuro predecible.” Este metarrelato también se concibe como la

búsqueda del conocimiento verdadero e irrefutable, en el cual la humanidad se vería

redimida en su totalidad. Por el contrario, Giddens concibe la modernidad como un

proceso racional reflexivo. Bajo esta “lógica”, todo conocimiento se encuentra sujeto

a revisión. La verdadera característica de la modernidad, no es entonces la

construcción del conocimiento único y verdadero, sino la constante reflexión sobre

todo el conocimiento.

“La reflexión de la vida moderna consiste en el hecho de que las prácticas sociales son examinadas constantemente y reformadas a la luz de la nueva información sobre esas mismas prácticas (…) lo que es característico de la modernidad, no es abrazar lo nuevo por sí mismo, sino la presunción de reflexión general en la que naturalmente, se incluye la reflexión sobre la naturaleza misma de la reflexión.” (Giddens, 1999: 46)

La importancia de esta discusión radica en que este fenómeno denominado

modernidad ha venido a trastocar todas las estructuras que fundamentan a las

sociedades, entre ellas, por supuesto, los valores y creencias. La modernidad

caracterizada por la creciente especialización y diferenciación de la sociedad,

principalmente como consecuencia de los procesos de industrialización. Eisenstadt

afirma que “las características (…) de la modernización se refieren tanto a lo que

podríamos llamar aspectos sociodemográficos de las sociedades, como a los aspectos

estructurales de la organización social” en los cuales los viejos vínculos sociales,

económicos se desgastan y rompen, de manera tal que permite absorber nuevas

pautas de conductas. Estas nuevas pautas y patrones de conducta provienen (y se

moldean a partir) de los procesos de educación universal, industrialización,

urbanización, entre otros.

asume la comprensión de hechos de carácter científico, histórico y social de formaabsolutista, pretendiendo dar respuesta y solución a toda contingencia. En:http://es.wikipedia.org

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“La modernización revela así dos aspectos estrechamente vinculados, aunque distintos. El primero es el desarrollo de una estructura social que presenta un gran variedad de diferenciación y diversificación estructurales, actividades y problemas en permanente transformación y de tendencias al cambio continuo y a la transformación de los sistemas. Sin embargo, el mero desarrollo de estas tendencias no supone por sí silo el de una estructura institucional que sea capaz de encarnar de una manera relativamente estable estos cambios continuos y que sea capaz, por consiguiente, de asegurar el mantenimiento del orden civil. De este modo, el problema crucial que la modernización crea en seguida es el de la capacidad de la estructura social emergente para enfrentar estos cambios continuos o, en otras palabras, el problema del desarrollo sostenido, es decir, la posibilidad de desarrollar una estructura institucional capaz de absorber problemas y demandas constantemente cambiantes. Esto es lo que constituye el problema central y el desafío de la modernización.” (Eisenstad, 1968: 78)

Giddens identifica la confianza como crucial en la construcción de la modernidad. Esta

se ha visto profundamente cambiada a través de paso del una sociedad tradicional a

una moderna. En las sociedades tradicionales, afirma, la confianza constituía un

elemento que se otorgaba a los miembros de la comunidad. Estas comunidades se

encontraban organizadas sobre la base de sus semejanzas y sus relaciones de

parentesco, y se construye mediante procesos cercanos, en los cuales las personas se

encuentran presentes (relaciones de copresencia). En las sociedades tradicionales,

todo miembro de la comunidad es “de confianza”, mientras los “extraños” son todos

aquellos que no forman parte de la comunidad.

Estas relaciones son definidas por Tönnies en sus conceptos de Gemeinschaft y

Gesellschaft, y luego son redefinidas por Durkheim en los conceptos de solidaridad

mecánica y solidaridad orgánica. La primera, se da entre los miembros de sociedades

tradicionales, y se basa en las relaciones de parentesco y comunidad, sobre la norma

de un objetivo común. La solidaridad orgánica, por su parte, se da en las sociedades

más complejas, en las que la división del trabajo y la especialización de las

actividades han derrumbado el objetivo compartido de la sociedad, alzando unas

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relaciones de interdependencia social funcional. La solidaridad orgánica es más el

resultado de trabajos concatenados de los distintos órganos o partes que componen

el sistema social. La confianza que se desarrolla en estas sociedades es entonces un

valor funcional, basado en la diferenciación y en la necesidad del cumplimiento de

ciertos requisitos de funcionamiento para el mantenimiento de la sociedad.

El tránsito de una sociedad tradicional a una moderna está signado por las

transformaciones en la división del trabajo, y por lo tanto en los tipos de solidaridad.

De igual manera, la confianza se transforma junto a los mecanismos que la confieren.

En la modernidad, los miembros de la comunidad ya no son los depositarios de la

confianza. Más bien lo son los sistemas de interrelación y funcionamiento

interdependiente, es decir, los miembros concatenados de un sistema de producción

especializado.

El proceso de modernización, y en el caso específico de la transformación de la

confianza, consiste en la deconstrucción y construcción de la simbología, tal como

señala Eisenstadt. Los símbolos de las sociedades tradicionales son muy específicos y

reducidos a unos pocos miembros de comunidades, como la simbología de la nobleza

durante la Edad Media nunca significó mayor referencia para el resto de los estratos

de esas sociedades (al menos no como un referente inclusivo). En la sociedades

modernas, estos símbolos se vaciaron de contenido y se ampliaron permitiendo

referencias a grupos más extensos de la sociedad. Un ejemplo de esto son los

referentes de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” durante la Revolución Francesa.

“La gran ruptura hacia la modernidad estuvo representada por igual por el gran cambio en el contenido de los símbolos del centro, por su secularización y por su creciente posibilidad de participación, aunque fuera de una manera intermitente o parcial, de los grupos más amplios en las formulaciones de sus símbolos e instituciones centrales. Esta ruptura contiene en sí misma las características específicas de los cambios en la modernidad, la propensión a la transformación del sistema

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y la persistencia de las demandas de cambio protesta y transformación.” (Eisenstad, 1968: 77-78)

El significado de la confianza tradicional se ve modificado, siendo una característica

exclusiva de las sociedades modernas, lo que Giddens denomina los sistemas

abstractos, uno de los depositarios más importantes de la confianza. Los sistemas

abstractos se refieren a relaciones anónimas. Estas son relaciones que se dan en

“ausencia” de otros, o en presencia no visible20 de los actores involucrados, o a

través de mecanismos no accesibles para la gente común, como por ejemplo,

mediante medios electrónicos.

La confianza en un sistema abstracto implica “(…) la fe en el manejo de un

conocimiento del que una persona profana es en gran parte ignorante” (Giddes,

1999, 88). Y es precisamente esta confianza en los mecanismos a los que no es

posible acceder mediante conocimiento no especializado, lo que proporciona la base

para el desempeño de una sociedad funcionalmente interdependiente y especializada.

Tal como se señala en la figura Nº1-2, las instituciones de la modernidad,

especialmente las instituciones democráticas, demandan ciertos requisitos para

garantizar un buen funcionamiento. De esta manera, la confianza que se otorga a los

distintos actores del sistema político (instituciones del Estado, partidos políticos, etc.)

es un componente fundamental, aún en situaciones en que muchas de las actividades

y procesos desarrollados por estos actores no sean accesibles para la mayoría de la

población.

Inglehart define la cultura de la confianza como uno de los componentes que

contribuyen a la estabilización de la democracia, entendiendo ésta como la norma de

la “leal oposición”, que se presenta junto a la tolerancia, concebida como

consideración de que “los otros” (bien sean estos partidos políticos, organizaciones

civiles, etc.) se encuentran en su legítimo derecho de competir y tratar de incidir en

20Lasrelacionesvisiblessonaquellasquesedancaraacaraoen“copresencia”.

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los procesos de toma de decisiones mediante los mecanismos legales y legítimos

establecidos.

“En los regímenes autoritarios el modo usual de manejar la oposición es encarcelar o ejecutar a sus líderes. Un elemento crucial para el surgimiento de la democracia es el establecimiento de la norma de la leal oposición: en lugar de ser considerados como traidores que conspiran para derrocar al gobierno, se confía en que la oposición se atenga a las reglas del juego democrático. Esto significa que si la oposición gana unas elecciones, la elite gobernante debe cederles el poder, segura de que sus miembros no serán encarcelados, ni se les despojará de sus propiedades, y de que (tras cierto tiempo) la nueva elite celebrará elecciones en las que puedan competir libremente por el poder.” (Inglehart,1997:214)

Es decir, los criterios de participación y oposición que según Dahl caracterizan la

poliarquía, son valores que necesitan encontrarse en una sociedad (y no sólo en sus

élites), ya que no sólo quienes se encuentran compitiendo directamente por el poder

necesitan confiar que su seguridad será garantizada (tolerancia), sino también la de

sus seguidores, y que es necesaria la aceptación de los resultados de un

procedimiento democrático no sólo por parte de las élites, sino también por la

población. Esto nos regresa a un elemento señalado anteriormente, que juega un

papel fundamental en el complejo de relaciones de los sistemas políticos y los

sistemas culturales, este es la legitimidad.

Por otro lado, la confianza y la tolerancia soportan la legitimidad de un sistema

político mediante la moderación y balance de los conflictos, construyendo los puentes

entre los distintos actores políticos, al igual que facilita las relaciones jerárquicas del

ejercicio de la autoridad. Arbos y Giner explican que la labor de los gobiernos no es

sólo ser legítimos, sino también (principalmente) ejercer el poder.

“La cualidad de gobernable se refiere a la dimensión política de un orden social. Presupone que el poder político es capaz de ejercer acción de gobierno sobre los ciudadanos; es decir, que orientando su conducta con mandatos y prohibiciones, fundamentados en el consentimiento y en la represión, consigue sus objetivos.” (Arbos/Giner, 1993: 14)

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La confianza y la tolerancia son rasgos principales para el ejercicio del poder.

1.5 Legitimidad de la autridad y modernidad

Los cambios en las formas de autoridad son uno de los elementos que ha

caracterizado los procesos de modernización. Tal como señaló Weber y ha sido

reafirmado por distintos autores como Inglehart, representa la transición de la

legitimidad de la autoridad basada en aspectos tradicionales como la cercanía, la

comunidad, la familia, lo religioso, entre otros, por una legitimidad de la autoridad

basada en la racionalidad y la legalidad.

No obstante, la falta de legitimidad de algunos sistemas políticos (incluso

democráticos) ha permitido el desarrollo de nuevas formas de expresión. Así, la

participación ha sido generada en algunos espacios como un recurso ante un sistema

político poco legítimo (o incongruente). En este sentido,

“(…) la participación requiere de un interés activo en los asuntos públicos, que se valida mediante la información y la participación, y la orientación hacia formas modernas de autoridad y reglas objetivas, mas que hacia tradicionales y/o arbitrarias formas de autoridad.”21

Así, hay sistemas con experiencias democráticas que han logrado consolidar sus

mecanismos institucionales, precisamente a partir de la poca legitimidad y confianza

que detentan sus instituciones.

Por esto, entre los valores democráticos se cuenta una actitud vigilante ante las

estructuras del Estado. Citando a Sydney Hook “(…) Un requerimiento positivo de una

democracia en funcionamiento, es una escéptica aunque no ciega, actitud de

desconfianza hacia el ensanchamiento del poder (…)” (Hook en Diamond, 1994: 12).

21INKELES,EnDiamond,1994,p.14

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Por supuesto, esto implica que ese estado no deteriore la legitimidad de la idea de

democrática o de la democracia como sistema político.

Entonces, una de las formas que garantiza una mayor legitimidad es la participación.

El activismo mediante el cual los ciudadanos se mantienen involucrados en los

procesos de gobierno. La experiencia directa con ellos, a través de las distintas

formas de participación es un factor importante que aumenta la legitimidad de los

regimenes. También por esto, la participación consolida la estabilidad y desarrollo de

la democracia. Entonces, la legitimidad es en gran medida la consecuencia de la

relación (congruencia) entre el funcionamiento del sistema político y las expectativas

de los ciudadanos (sus valores y creencias, al igual que niveles de información y

emociones) sobra la cual se sustentan las evaluaciones.

“Este componente central de la cultura democrática (el apoyo y confianza en el sistema democrático) deriva parcialmente del desempeño en el tiempo del régimen democrático, pero también está influenciado (especialmente durante los primeros años del régimen) por la manera cómo las instituciones democráticas se articulan con las formas legitimas de autoridad tradicional, y luego a partir de los procesos de socialización, expansión de la educación y otros tipos sociales y culturales de cambio.” (Hook en Diamond, 1994: 13)

La teoría plantea como requisito para la estabilidad democrática, la creencia en la

legitimidad del sistema en dos niveles: la democracia como norma (como sistema

ideal) y la democracia práctica (el funcionamiento del sistema de hecho). Siendo así

que, a pesar de que el sistema de hecho pueda ser evaluado como deficiente,

continúe siendo considerado, en sus aspectos normativos (deber ser), mejor que

cualquier otro sistema político.

Almond y Verba argumentan que la cultura política en cualquier nación es el

resultado de la combinación de los tres tipos que definen: parroquial, subject y

participante.

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“En la “cultura política” el rol participante se encuentra fusionado y balanceado con: el rol súbdito, dando lugar a una actitud de pasiva aceptación de la autoridad política y de lealtad hacia ella, y con el rol parroquial, que une al individuo con los grupos tradicionales como la familia y la iglesia, y que absorbe la energía que de otra manera se podría concentrar exclusivamente en lo político. Así, esta mezcla de roles permite moderar la intensidad de la participación política, dando a la mayoría de los ciudadanos un carácter intermitente.” (Diamond, 1994: 14)

Esto permite conciliar la necesidad de consenso para el ejercicio de la autoridad

(legitimidad y gobernabilidad), al tiempo que articula un conjunto de grupos y

organizaciones para la vigilancia y el control del desempeño de las instituciones de

gobierno.

La pregunta pertinente que se desprende es ¿qué combinación es necesaria para

garantizar el mantenimiento y consolidación de la democracia? Parte de la respuesta

que sugieren Almond y Verba es que, dado que toda cultura política es una mezcla de

las tres orientaciones definidas, el resultado apropiado para el mantenimiento de la

democracia es el balance que se sitúan entre “(…) la actividad política, pero no tanto

como para destruir la autoridad gubernamental; hay intervención y compromiso pero

con moderación (…)” (Almond/Verba 1965: 360).

1.6 Venezuela. Cultura política.

El sistema político democrático venezolano ha sido definido por Juan Carlos Rey como

“sistema populista de conciliación de élites”. El mismo se basa en tres factores

principales:

“(…) la abundancia relativa de recursos económicos provenientes de la renta petrolera, con los que el Estado pudo satisfacer la demanda de grupos y sectores heterogéneos; un nivel relativamente bajo y relativa simplicidad de tales demandas, que permitió su satisfacción con los

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recursos disponibles; y la capacidad de las organizaciones políticas (partidos políticos y grupos de presión) y de su liderazgo para agregar, canalizar y representar esas demandas, asegurando la confianza de los representados” (Kornblith, 1998: 164)

El objetivo principal de este sistema era garantizar la continuidad del régimen

democrático, evitando en primer lugar, que los distintos sectores poderosos de la

sociedad se vieran provocados a atentar contra el mismo (para lo cual se

desarrollaron mecanismos de construcción de consensos bajo la regla de la

unanimidad de todos los actores cuyos intereses se vieran afectados, y del cual el

elemento más simbólico -aunque no único- lo representa el pacto de Punto Fijo).

El segundo objetivo era generar apoyo y confianza por parte de la población en los

mecanismos de la democracia representativa, “(…) mediante el respeto de la regla de

la mayoría en la selección de las autoridades gubernamentales, garantizando la

regularidad y respeto a las elecciones” (Kornblith, 1998: 165). De igual forma,

construcción del apoyo de las masas a la democracia se basó en una asociación entre

el desempeño económico de la Nación y el sistema político. En este sentido, la

administración por parte del Estado de la renta petrolera sirvió para generar en toda

la población un incremento en las expectativas económicas individuales y grupales.

“Se argumentaba que, en contraste con lo ocurrido durante la década dictatorial, la democratización de los canales de acceso al gobierno y al Estado mediante elecciones regulares e imparciales, garantizaría, a su vez, la democratización de la política económica y social, de modo de asegurar al conjunto de la población el disfrute de la riqueza social.” (Kornblith, 1998: 170)

Así, el gasto público y en especial las políticas sociales se ocuparon de satisfacer las

expectativas sociales de riqueza, sobre la base de una renta petrolera que permitía

un uso ineficiente y poco equitativo, pero que a su vez generaba la legitimidad

democrática necesaria para el sistema político y sus principales actores, en especial

en los estratos mas pobres, ya que para estos la redistribución de los ingresos por

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parte del Estado compondrían la parte más significativa de sus ingresos. (Navarro

1992 en Kornblith, 1998: 171)

Esto generó un proceso de creciente apoyo a la democracia. El mismo fue

transformándose de un apoyo objetivo y concreto al desempeño hacia el sistema

político de manera abstracta (abstracta). Sin embargo, el peligro de la valoración del

sistema democrático por sus desempeños, y en particular a partir de su desempeño

socioeconómico se hizo cada vez más visible, en especial una vez llegada la época de

crisis económica como consecuencia de la caída de los ingresos petroleros.

“La quiebra del modelo socioeconómico y la frustración de las expectativas de mejoramiento socioeconómico individual y colectivo erosionaron la adhesión de la población al régimen democrático y a sus principales actores e instituciones, revelando la vulnerabilidad del vínculo establecido entre las condiciones socioeconómicas y la integración sociopolítica.” (Kornblith, 1998: 172)

Por otro lado, el sistema populista de conciliación de élites generó un apoyo

importante de la población en general hacia los principales actores de la democracia,

entre ellos los partidos políticos, y los grupos de intereses de trabajadores y

empresarios. Sin embargo, éstos han ido perdiendo su legitimidad.

Se ha argumentado que las negociaciones entre élites, característica del sistema

político, junto con la diversificación de los actores sociales generaron una

imposibilidad de representar, organizar y canalizar las demandas de la población. J.C.

Rey afirma que estos procesos generaron una democracia “hiperorganizada y

elitista” (Kornblith, 1998: 174). Sin embargo, estos procesos de diversificación de

demandas (y actores) no lograron generar un conjunto de instituciones que

sustituyeran o compitieran o se engranaran con las existentes:

“Se argumenta que la excesiva dominación de los partidos constriñó a la sociedad civil, que el liderazgo partidista quedó rezagado respecto del

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crecimiento político e intelectual del resto de la sociedad, que los partidos políticos devinieron en organizaciones exclusivamente centradas en sus propios intereses políticos-electorales, convirtiéndose en maquinarias pragmáticas y corruptas, ajenas a controles democráticos y éticos, etc.” (Marta Sosa 1993 en Kornblith, 1998: 175)

De manera tal que la legitimidad de los actores sociales y políticos se deterioró aún

más, generando un sistema político que cada vez más era percibido a espaldas de la

mayoría de la población.

De esta manera, el sistema electoral se presenta como caja de resonancia de los

valores y actitudes de la población hacia el sistema político, al menos en dos

aspectos: el primero los niveles de participación, y segundo en el cambio de

preferencias.

Evidencia de esto representa la disminución significativa en la participación electoral,

en especial a partir de los años 80 y, por otro lado, la descomposición del

funcionamiento del sistema político bajo un esquema bipartidista, denotando la

desconfianza en los principales actores políticos. Quizás el caso más simbólico en este

sentido, lo representa la victoria electoral de Rafael Caldera fuera de los partidos

políticos tradicionales en elecciones presidenciales el año 1993, por vez primera

desde la instauración del período democrático.

Todo esto se ha transformado en la incapacidad de generar amplios consensos que

produzcan o reproduzcan la legitimidad que llegó a gozar el anterior modelo.

Pareciese entonces que el diagnóstico que nos presenta Miriam Kornblith, es el de

una sociedad que logró construir cierta congruencia entre su sistema político y la

sociedad. Sin embargo, por dos razones principales el equilibrio (congruencia) se ha

ido deteriorando. Las principales instituciones políticas se han ido separando de

manera continua de las expectativas y aspiraciones de la población, a la vez que ésta

última se ha ido diversificando.

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En nuestro marco teórico hemos identificado estos dos procesos (ver figura Nº1-2)

relacionados con los criterios de evaluación de la ciudadanía (valores distintos y

diversos) y con el desempeño institucional; por un lado, las instituciones de la

democracia no han podido responder a las expectativas de la población, al tiempo

que ésta se ha diversificado y complejizado, de manera que el desempeño que antes

podía ser satisfactorio, ya no lo es.

¿Cuáles son las respuestas que ha dado la sociedad venezolana al sistema político y

social ante los problemas analizados? ¿Cuáles son sus orientaciones hacia el futuro?

Kornblith identifica varias orientaciones generadas a partir de “la crisis del sistema

populista de conciliación de élites” que vale la pena repasar, entre estas:

Nuevas formas de organización de la sociedad civil;

Revalorización de opciones autoritaria, militarista y/o revolucionaria;

Apoyo a opciones personalistas;

Opciones violentas (saqueos, tomas, violencia urbana).

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CAPITULO II

PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN VENEZUELA 1958 – 2008: ¿DE LA CIMA A LA BASE Y DE REGRESO?

Las teorías de la modernización asumen como principio que un sistema político

avanza de la mano de los cambios sociales, económicos y culturales de la

modernización. Esto quiere decir que los procesos que permiten el aumento de los

niveles de alfabetización, educación, ingresos, salud, desplazamiento de la población

del campo a la ciudad, de la mano de obra del sector primario de la economía al

secundario y terciario, y la incorporación a un sistema de valores modernos, entre

otros, permiten y estimulan la consolidación del sistema político democrático. Los

estudios tradicionales de Seymour Martin Lipset, Daniel Bell, Daniel Lerner, Samuel

Huntington, entre otros, han demostrado la importancia de estos procesos. Sin

embargo, a mediados de los años 70 con la aparición del Informe de la Comisión

Trilateral para la Democracia (Crozier/Huntington/Watanuki, 1975) e investigaciones

como las de Robert Putnam (Putnam 1995), se ha posicionado la idea sobre la crisis

de los sistemas políticos democráticos, a través de la interpretación de los indicadores

de participación electoral.

Por su parte, Pippa Norris, ha identificado distintas tendencias en la participación

electoral, en el estudio que incluye 193 países (Norris, 2002) que van desde aquellos

países que muestran crecimiento significativo en la participación electoral, hasta

países con índices contrarios. En este sentido, concluye que "(…) durante los últimos

cincuenta años, países con rápido desarrollo humano han experimentado un

crecimiento sustancial en la participación electoral, especialmente en Asia y

Latinoamérica" (Norris, 2002: 57), sin embargo, para las sociedades que han

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alcanzado niveles de desarrollo mas avanzado (sociedades postindustriales) el

proceso de modernización parece haber desarrollado un efecto de techo o barrera”

(Norris, 2002: 57).

Es de resaltar que existen diferencias considerables entre países con similares niveles

de desarrollo.

Para Venezuela, la trayectoria parece consolidarse en etapas distintas. El inicio de la

democracia se caracteriza por altas tasas de participación electoral, especialmente en

comicios presidenciales, con niveles de participación superiores al 80%. Los comicios

regionales (tanto poder legislativo como ejecutivo) se caracterizaron desee sus inicios

por niveles inferiores de participación con respecto a los nacionales, a pesar de que

las tendencias generales de ambos niveles de elección han fluctuado de manera

similar.

A partir de los años ochenta, y con un aumento significativo entre 1988 y 1993, los

niveles de participación electoral en elecciones presidenciales parecen iniciar una

nueva etapa, al rondar el 60% de participación para los años 1993, 1998 y 2000, tal

y como se ven en el Gráfico #2-1.

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Gráfico #2-1 % de Participación

Elecciones presidenciales y regionales 1958 - 2008

Fuente: CNE

Aunque el año 2006 registra lo que puede ser un repunte en la participación

electoral, con 74% de asistencia, al ampliar la perspectiva a comicios de carácter

nacional (añadiendo las convocatorias a referendo de 1999, 2004 y 2007), la

tendencia parece mantenerse en el tiempo, tal como se observa en el Gráfico #2-4.

En todo caso, la pregunta de si nos encontramos en una nueva etapa de la

participación electoral en Venezuela queda abierta, así como la dirección o ruta que

tomará esa etapa.

Carmen Pérez Baralt, señala respecto a ésta posibilidad, la aparición de la opción del

"outsider" que logra motivar y movilizar a las masas en procesos eleccionarios, sin

embargo no considera que pueda significar realmente el inicio de una nueva etapa en

el sistema democrático venezolano:

"Hugo Chávez logró atraer durante su campaña al electorado más descontento, al más insatisfecho con la democracia. Este sector del electorado, que en anteriores oportunidades había optado por la

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abstención, no solamente incluye a personas descontentas con la gestión del gobierno, sino además a aquellos con una profunda insatisfacción hacia lo político. Sin embargo, ello no es suficiente para revertir la tendencia creciente de la abstención electoral." (Perez Baralt, sin fecha: 242)

Al ampliar la perspectiva, analizando el comportamiento de la población en edad

electoral (PEE), es decir, la porción de la población de 18 años y más (a partir de

proyecciones realizadas de los datos de los distintos censos de población nacional),

vemos como se amplía la magnitud del efecto abstención, pero especialmente para

los años de la década de los 90, tal y como se observa en el gráfico #2-2.

Gráfico #2-2 % de Participación PEE y REP

Años de Elecciones presidenciales 1958 - 2006

Fuente: CNE e INE. Cálculos Propios.

En este sentido, para la década de los 90 no sólo decaen los niveles de participación

electoral, sino también en los niveles de registro de la población ante el ente comicial

(antiguo Consejo Supremo Electoral - CSE, hoy Consejo Nacional Electoral - CNE),

amplificando de manera significativa los niveles de abstención y la consecuente

deslegitimación de la democracia venezolana.

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El gráfico #2-3 muestra el porcentaje de la población en edad electoral (PEE) inscrito

en el Registro Electoral Permanente (REP). Se puede observar, como los niveles de

registro rompen el umbral en que se mantuvo el REP de un promedio de 13,13 % de

la población fuera del mismo entre 1958 y 1988, a un promedio de 18,57 entre 1993

y 2000.

El año 1998 representa el segundo año de menor participación, y también el

segundo año con mayor brecha entre la PEE y el REP (ver Cuadro #2-8 al final del

capítulo).

Gráfico #2-3 % Población en edad electoral inscrita en el REP

Años de elecciones presidenciales 1958 - 2006

Fuente: INE, CNE. Cálculos propios

Dos elementos se conjugan en este escenario. En primer lugar, las variables

institucionales, a saber, la desregularización de las sanciones contra la abstención –

voto obligatorio y los operativos para la incorporación de nuevos votantes (los que

cumplen mayoría de edad, nuevos ciudadanos, y los excluidos del sistema electoral).

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En segundo lugar, cuenta la variable apatía y desinterés de la población hacia el

hecho electoral y la deslegitimación de la democracia (Perez Baralt, 2001).

Un indicador interesante del inicio de una nueva etapa en los niveles de participación

electoral lo representa el repunte en la asistencia a los comicios regionales del 2008,

los cuales constituyen un aumento de más de 15 puntos de la participación en

relación con los comicios regionales del año 200422, al tiempo que registra la tasa

más alta de participación para elecciones de ejecutivos regionales y locales, y el

segundo lugar para los comicios regionales en general, tal y como se observa en el

gráfico #2-1.

Gráfico #2-4 % de Participación

Elecciones Nacionales 1958 – 2008

Fuente: CNE.

22Incidenciadirectaenlamotivaciónalaparticipaciónenéstosprocesoselecoralespuedentenerlosresultadosdeloscomiciosrelaizadosinmediatamenteantes.Así,losresultadosdelReferendum Revocatorio del año 2003 han podido demovilizar a la población opositora,mientrasestemismogrupopuedeversevigorizadoparalasregionalesde2008apartirdelosresultadosobtenidosenelReferendumConstitucionalde2007.

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Para Latinoamérica, Pippa Norris señala que la participación electoral promedio ha

presentado ganancias sustanciales (Norris, 2002: 48) en el período comprendido

entre 1945 al 2000. Contrariamente a esto, Venezuela ha experimentado unos niveles

de decrecimiento en la participación. El promedio de participación en elecciones

presidenciales del subcontinente para los años 90 es de 70,23% mientras que para el

mismo período en Venezuela es de 66,4% (presidenciales), de 59,7% (para los

comicios nacionales, es decir incluye referenda y presidenciales), de 54,9% (para

todos los comicios realizados en el período, es decir, regionales y locales más

nacionales), y 47,7% para las regionales. Por su parte, el promedio de participación

para todo el período democrático en Venezuela aumenta significativamente,

evidenciando la erosión del sistema político durante la década de los 90.

81,8%, 76,6%, 53,1% y 68,4% son los promedios de asistencia en los comicios

presidenciales, nacionales, regionales y todos los realizados, respectivamente, en el

período 1958-2008, como se observa en el Cuadro #2-1.

Cuadro #2-1 Promedio de participación por períodos

Fuente: CNE. Cálculos propios

El Cuadro #2-1 muestra que la participación en Venezuela presenta las siguientes

características:

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1. Las elecciones para los niveles regionales siempre han mantenido menores

porcentajes de participación respecto a los presidenciales y nacionales en

general (tendencia mundial);

2. El período que comprende las elecciones realizadas durante las primeras tres

décadas de democracia, representa los niveles más altos de participación

lectoral de la historia democrática del país;

3. Los niveles de participación para el período 2000-2008 marcan un ligero

repunte en la participación electoral en comicios regionales y nacionales,

mientras en los presidenciales mantiene la tendencia descendente de la

década de los 90, a pesar de que los niveles de participación de los comicios

presidenciales del año 2006 marcan un ligero repunte;

4. Los niveles de participación en comicios regionales marcan un ligero repunte

en el período 2000-2008, al igual que el nuevo umbral superior de asistencia a

estos eventos (selección de ejecutivos regionales y locales).

En términos latinoamericanos, Venezuela se ubica en el 4to lugar de los países con

menor participación para la década de los 90, con casi 4 puntos por debajo del

promedio para el subcontinente, únicamente superado en abstención por Guatemala,

El Salvador y Haití, tal y como se observa en el Cuadro #2-2.

Es llamativo que Venezuela presente estas cifras, pues el promedio general, entre

todos los comicios Presidenciales realizados entre 1958 y 2006, se ubica nuevamente

entre los primeros 4 de mayor asistencia. Así, es el país con la mayor variación entre

los promedios de participación electoral para 1990 en comparación con el período

1950 - 2006, lo que lo identifica como el de mayor volatilidad electoral en la región.

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Cuadro #2-2 Promedio de Participación electoral en comicios Presidenciales América

Latina 1950 - 2006

Fuente: Institute for Democracy an Electoral Assistence IDEA. www.idea.int/ Cálculos Propios.

Ahora bien, continuando con las hipótesis de la teorías de la modernización, y los

señalamientos que realiza Pippa Norris sobre la relación que existe una entre niveles

de modernización social y política, hemos probado la relación para Venezuela, a

través de el análisis del crecimiento y desarrollo humano y su relación con los niveles

de participación electoral.

El Gráfico #2-5 muestra la ruta del desarrollo en Venezuela, a través del Índice de

Desarrollo Humano (IDH), junto a la tasa de participación en elecciones Nacionales.

El análisis de ambas variables señala que durante los primeros años de democracia,

el sistema electoral reflejaba una correspondencia positiva con el desarrollo humano.

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Sin embargo, durante los últimos 28 años desaparece la correspondencia hasta el

punto de generar una correlación de signo negativo entre ambas variables.

Gráfico #2-5 % de participación

Todas las Elecciones e Índice de Desarrollo Humanos 1958 – 2008

Fuente: CNE e INE

El Cuadro #2-3 muestra correlaciones negativas (significativas) entre IDH y todos los

niveles de participación en elecciones, a excepción de las regionales con las que

muestra una correlación positiva, aunque moderada. Esto sugiere que la relación

entre desarrollo humano (IDH) y consolidación del sistema electoral (a través de la

participación electoral) para Venezuela ha generado el efecto contrario, es decir, que

el desarrollo no genera mayor compromiso con la democracia, al contrario mientras

se avanza en el modelo del desarrollo humano, la apatía hacia el sistema político

democrático aumenta.

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Cuadro #2-3 Correlaciones (Pearson) entre % de Participación

IDH y PIB per capita 1958 - 2008

Sig. ,000; N=19; Ver datos en el cuadro al final del capítulo. Fuente: CNE, BCV e INE. Cálculos propios. No obstante, las correlaciones entre los niveles de participación electoral y el

desarrollo económico, medido a través de la Producción Interna Bruta per capita,

muestra significativos niveles de correspondencia, para todas las elecciones, y muy

especialmente con los niveles regionales de participación.

Estos datos parecen reafirmar una relación señalada por distintos investigadores

(Carrillo/Gómez, 2007) sobre la valoración de la democracia venezolana a partir de su

desempeño económico.

2.1 Variables sociodemográficas y participación electoral: élite y masa Desde los inicios de la investigación del comportamiento electoral, las variables

sociodemográficas han jugado un papel fundamental en las explicaciones.

"Las variables sociodemográficas como la edad y el género son importantes por aspectos que se relacionan con la vida de los individuos en sociedad. La sucesión de generaciones conlleva cambios sociales y políticos que inciden en el proceso de socialización política y en la exposición de los individuos a la política, cuya incidencia tiende a expresarse en la edad y el género." (Pereira, 2008: mimeo)

Ronald Inglehart sostiene que los cambios en las formas de participación en las

sociedades con valores mayoritariamente posmaterialistas, se han sucedido en las

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generaciones que han nacido luego del fin de la segunda Guerra Mundial.

"Las cohortes de las posguerra en estas sociedades (industrializadas) crecieron bajo unas condiciones profundamente diferentes de las que rodearon a las generaciones anteriores (…) Esto originó un proceso de cambio intergeneracional de valores que está transformando gradualmente la política y las normas culturales de las sociedades industriales avanzadas." (Inglehart, 1998: 41)

La causa principal para estos cambios viene dada no por el predominio de

condiciones materiales (económicas) que transformen los valores, sino que están

mediadas por "un sentimiento de seguridad subjetivo de las personas y no su nivel

económico per se." (Inglehart, 1998: 43)

Al revisar los datos sobre intención de participación electoral por grupos etáreo,

podemos observar que el comportamiento es cambiante en el tiempo. Sólo el rango

de edades entre los 55 y 64 años mantiene un promedio superior al promedio general

de participación para todas las mediciones disponibles, excepto en el año 1998. Los

dos grupos más jóvenes (de 18 a 24 y de 25 a 34 años) por su parte, son los que

llegan a presentarse en mayores ocasiones por debajo del promedio general, sin

embargo, no es ésto característica exclusiva de este rango de edades. Todos los

grupo presentan al menos en una oportunidad, una intención de participación menor

al promedio total de intención participación para cada año.

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Cuadro #2-423 Intención de participación reportada por grupos de edad

1973 - 2007

Fuente: Baloyra 1973; Datos 1993, Latinobarómetro 1996-2007, cálculos propios. (ver correlaciones en anexo)

Aunque al ascender en los grupos de edad el número de veces que la intención de

participar es mayor al promedio aumenta, (es decir, que los grupos de mayor edad

tienden a ubicarse por encima del promedio de participación para cada año y a la

inversa), el estudio de las correlaciones entre las variables edad y participación no

arroja niveles significativos para esta relación.

Un elemento significativo de la disposición a la participación electoral, es que las

generaciones que participaron del proceso de democratización del sistema político

venezolano, y por ende en las primeras elecciones (año 1958) presentan mayores

niveles de participación que el resto de los grupos etario en casi todos los años.24 Una

explicación posible, adaptando la hipótesis de Inglehart sobre los valores

postmaterialistas, es que las generaciones que nacieron bajo el sistema democrático,

al darlo por sentado, no ven la necesidad de defender este sistema, buscando otras

formas de participación que expresen sus orientaciones y preferencias valorativas.

23Laspreguntasparalaconstruccióndelatablaporestudio:BALOYRA1973vote1973;BOTOBA1983voto83p¿Voto grande en 1983?; Datos 1993 i9 ¿ARE YOU GOING TO VOTE IN 1993 PRESIDENTIAL ELECTIONS?;Latinobarómetro 1996: P40. Si mañana hubieran elecciones, )por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro1998: SP53. Simañanahubieran elecciones, ¿Por quépartido votaríaUd?; Latinobarómetro 2000: P54ST.‐ Sieste domingo hubieran elecciones, ¿Por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro 2003: P54ST.‐ Si estedomingo hubieran elecciones, ¿Por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro 2005: P48ST. Si este domingohubiera elecciones, ¿Por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro 2006: P38ST. Si este domingo hubieraelecciones, ¿Porquépartido votaríaUd? ;Latinobarómetro2007:P64ST. Si estedomingohubieraelecciones,¿Por qué partido votaría Ud.?; RedPol 2006: 10.‐ ¿CON RELACIóN A LAS PR?XIMAS ELECCIONES PARAPRESIDENTE,¿USTEDIRáAVOTAR?24Quienes tuvieron la oportunidad de participar en los comicios del 58, para el año 1973tiene33añosymás,para1993tienen53ymás,ypara2003tienen63ymás.

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Más adelante probaremos ésta hipótesis, al estudiar las formas de participación no

convencional.

En cuanto al género, a pesar de que los hombres reportan niveles de participación

mayores al de las mujeres a lo largo de todas las mediciones disponibles, tal como se

observa en el Cuadro #2-5, los resultados del estudio de las correlaciones no sugiere

la existencia de relación significativa entre ambas variables (ver tablas de

correlaciones al final del capitulo).

Cuadro#2-5 Intención de participación por sexo

1973 - 2007

Fuente: Baloyra 1973; Datos 1993, Latinobarómetro 1996-2007. Calculos propios. (ver correlaciones en el anexo)

La variable nivel educativo tampoco presenta relación con los niveles de participación,

como vemos en el Cuadro #2-6, siendo homogénea para los diversos niveles

educativos.

Cuadro #2-6 Intención de participación por nivel educativo alcanzado

1996 - 2007

Fuente: Latinobarómetro 1996-2007. Calculos propios. (ver correlaciones en el anexo)

En general, las tendencias encontradas en el estudio de las variables

sociodemográficas coinciden con las encontradas en el clásico estudio de Baloyra y

Martz realizado en 1978: “En resumen, nuestra evidencia sugiere que no hay relación

en Venezuela entre desigualdad social y participación Electoral.” (Molina, 1991). Sin

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embargo, un elemento importante debe señalarse. Molina atribuye a los factores

institucionales (especialmente al voto obligatorio y la movilización partidista) la

ausencia de relación entre la participación electoral y otras variables:

“(…) preguntados sobre si votarían para el caso de que votar no fuera obligatorio, el 58% respondió que no. En la encuesta nacional en que se funda el importante estudio de Baloyra y Martz sobre las actitudes políticas en Venezuela, el 48,21% de los entrevistados manifestaron que no votarían si el voto no fuera obligatorio N=1512. En la encuesta realizada en 1987, en el área Metropolitana de Caracas, patrocinada por el Consejo Supremo Electoral, el 42,58% manifestó que no votaría en el supuesto considerado N=559. Así pues, hay indicios reiterados que apuntalan la tesis de que la obligatoriedad del voto es un factor muy importante en el alto nivel de votación que presenta el país. A juzgar por las encuestas mencionadas, si fuera eliminado, la asistencia electoral a las elecciones nacionales probablemente bajaría del sesenta por ciento. De estos datos puede inferirse que un efecto similar ocurriría si la credibilidad de la obligatoriedad del voto se viera menoscabada gravemente (…)” (Molina, 1991: 134)

En efecto, las predicciones de Molina se cumplieron a partir de las elecciones de

1993, tal como señala Baralt, al transformarse la abstención electoral en una

alternativa válida para los venezolanos, a partir de la continua pérdida de credibilidad

de las sanciones impositivas por parte de las instituciones del Estado (Pérez Baralt,

2001: 125), sin embargo, el análisis de las variables sociodemográficas a lo largo del

tiempo, incluyendo nivel educativo, permanece uniforme.

A modo de resumen, los primero 30 años de la democracia venezolana se

caracterizaron por una alta participación, seguidos por la caída más importante de los

niveles de participación en Latinoamerica (durante los años 90), definiendo a

Venezuela por su alta volatilidad. Así queda situada entre los países con mayores

niveles de participación histórica de la Región (4to lugar para los datos disponibles

entre 1950 - 2008) y en el puesto 14 de 17 para el promedio de participación

electoral en la década de los 90.

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El proceso de deslegitimación de la participación electoral durante la década,

aumenta de manera alarmante, al ampliar el análisis de la población inscrita en el

Registro Electoral Permanente (REP) a la Población en Edad Electoral (PEE), lo que

sitúa al año 1998 una escasa participación del 42,7%, y menor que 50% para los

comicios entre 1993 y 2000.

La entrada al siglo XXI no parece afectar de manera significativa los niveles de

participación, especialmente en las presidenciales, aunque sí marcan el nuevo umbral

superior de referencia para comicios regionales.

En cuanto a la relación entre desarrollo y participación electoral, pereciese haber

mucha mayor vinculación entre el crecimiento económico y la participación electoral

(y de manera mucho más contundente con los niveles regionales y locales) que con

el desarrollo humano, el cual ha seguido una ruta de crecimiento constante, a pesar

de la significativa caída de los años 90 en la participación electoral.

Por su parte, las principales variables sociodemográficas no muestran, en esta

primera aproximación general, relación con la participación electoral, en coincidencia

con estudios anteriores. Sin embargo, las cohortes que experimentaron el proceso de

democratización del país han presentado de forma sostenida mayores niveles de

participación que otros grupos etáreo.

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Cuadro #2-7 Votos Totales, Registro electoral Permanente (REP), % de participación electoral (todos los comicios), Población Total, Gasto Social e Índice de

Desarrollo Humano, 1958 - 2008

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CAPÍTULO III

CONFIANZA INTERPERSONAL: ¿EL VUELO DEL GANSO?

Ya se ha abordado en el marco teórico la importancia de la confianza para la

sociedad moderna, y en especial para el funcionamiento de la democracia.

Igualmente se ha argumentado que esta relación de la confianza es relevante tanto a

nivel de la confianza interpersonal como a nivel de la confianza en las instituciones.

Cuadro #3-1 Confianza interpersonal

1973 - 2007

Fuentes: Baloyra-Martz 1973; Latinobarómetro 1997, 1998, 2001, 2002, 2003, 2005, 2006, 2007; Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000; Latinobarómetro reporta un 12% de confianza para el año 1996 Tal como se puede observar en el Cuadro #3-1, la confianza interpersonal histórica

en Venezuela presenta una tendencia sostenida ascendente. Sin embargo, aún para

las últimas mediciones, no dejan de ser niveles de confianza bastantes bajos para

una sociedad “moderna” o con demandas de modernidad.

A este respecto, Welsch señala que los bajos niveles de confianza interpersonal en la

cultura del venezolano no se encuentran asociados a las crisis económica, política y

social del país, puesto que mientras éstas se profundizaban, la confianza

interpersonal mostraba un “lento pero sostenido progreso” (Welsch, 2006).

Resalta en la serie histórica el crecimiento aproximado al 100% entre los primeros 23

años que van de 1973 a 1996, mientras entre los 2 años que van de 2003 a 2005 se

repite un incremento de la misma proporción. Sin embargo, luego de este

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impresionante aumento, los datos señalan un estancamiento en los niveles de

confianza interpersonal de la sociedad.

Al examinar la confianza por grupos de edades (Cuadro #3-2) es posible visualizar un

fenómeno interesante. Para el año 1973, se observa una ligera relación entre el

rango de edades y la confianza interpersonal, siendo los más jóvenes los que

presentan mayor confianza, mientras la generaciones más adultas se muestran más

desconfiados.

Cuadro #3-2 Confianza por grupos de edad

1973 - 2007

Fuente: BALOYA 1973, Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000, PARELELO 2003, y Latinobarómetro 1998, 2005, 2006 y 2007 (ver correlaciones en el anexo)

Este fenómeno ha sido identificado por Ronald Inglehart como el cambio

generacional, según el cual las nuevas generaciones son portadoras de los nuevos

valores de la sociedad postmaterialista. No obstante, la validez del fenómeno

postmaterialista, parece desaparecer tres décadas después.

Pudiese decirse que los jóvenes han dejado de ser los portadores del cambio social

(estrictamente de la confianza interpersonal); proponiendo, a partir de lo que indican

los datos que en términos de grupos de edades, la confianza en la sociedad

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venezolana se encuentra distribuida de manera más o menos homogénea, por lo que

el proceso mediante el cual la sociedad venezolana ha modernizado sus valores, si

bien en primera instancia se encontró liderado por las generaciones más jóvenes,

luego se ha convertido en un proceso uniforme de toda la sociedad venezolana.

El nivel de confianza entre los más jóvenes para el año 2003, justo antes de

duplicarse los niveles de confianza para el año 2005, regresa a la altura del año 1973,

siendo el año 2003 y el 2005 los únicos años en que este grupo se encuentra por

debajo del promedio nacional.

La confianza interpersonal vista a través del género muestra una diferencia

significativa, que ubica a las mujeres en niveles de confianza histórica inferiores a la

de los hombres. No obstante, como bien señalan los niveles sociales generales de

confianza, en ningún momento la confianza para cada uno de los grupos llega a

alcanzar valores altos, existiendo tan solo un rezago por parte de las mujeres. En

este sentido, la hipótesis de la confianza interpersonal y la cultura matrisocial en

Venezuela puede representar una aproximación explicativa al fenómeno. La mujer

como promotora y cultivadora del fortalecimiento de las relaciones sociales de

parentesco, en contraposición de las relaciones sociales abiertas, en la cual, la cultura

matrisocial demanda “lealtades automáticas” para el entorno “íntimo familiar”, y

desconfianza para la esfera pública (Hurtado, 1995: 173-176).

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Cuadro #3-3 Confianza por género

1973 - 2007

Fuente: BALOYA 1973, Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000, PARELELO 2003, y Latinobarómetro 1998, 2005, 2006 y 2007 (ver correlaciones en el Anexo) Aparte a lo anterior, es posible observar que la tasa de crecimiento de la confianza

por género, en el período 1973 – 2007, presenta una agilidad similar para ambos

casos, con un crecimiento total de alrededor de 4,4 veces el nivel para el año 1973.

Cuadro #3-4 Confianza según nivel de Ingresos

1996 - 2007 (%queconsideraquesepuedeconfiarenlagente)

Años Bajo Medio Alto Total

1996 9,90 14,78 15,93 13,39

2000 18,24 15,95 16,05 16,72 Fuente: Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000 (ver correlaciones en el anexo)

Los Cuadros #3-4 y #3-5 muestran otra orientación llamativa de la confianza en la

sociedad venezolana. El nivel de ingresos y más especialmente la clase social,

muestran cierta relación con la confianza interpersonal. Dicha relación pareciese

expresarse en un sentido: a mayor clase social mayor confianza interpersonal. Sin

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embargo, hay que señalar que los coeficientes de correlación no indican una relación

significativa25.

Cuadro #3-5 Confianza según clase social

1973 - 2003 (%queconsideraquesepuedeconfiarenlagente)

Años ClaseE ClaseD ClaseC*ClaseAB** Total

1973 4,32 5,83 8,84 10,20 6,14

2003 18,49 23,68 23,89 30,56 20,49

*Paraelaño2003claseC‐**Paraelaño2003ClaseAByC+

Fuente: BALOYRA 1973 y PARELELO 2003 (ver correlaciones en el anexo)

Los datos también evidencian un acercamiento histórico de la confianza entre las

clases sociales, de manera tal que mientras que los niveles de confianza de las clases

altas se han triplicado en las tres décadas entre 1973 – 2003, la de las clases E y D

se han multiplicado un poco mas de cuatro veces durante el mismo período,

produciendo un acercamiento continuo entre las clases sociales. En este caso, igual

que los anteriores, la diferencia entre las clases sociales, no representa una diferencia

entre valores modernos y valores tradicionales de confianza, es decir, se mantiene la

homogeneidad entre la sociedad venezolana en sus niveles de confianza.

25Apesardenopresentarcoeficientesdecorrelaciónsignificativos,lacontinuaaparicióndelarelaciónmereceatención.

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Cuadro #3-6 Confianza según nivel educativo

1973 - 2006

*Incluye Sin nivel ª Incluye Universitaria incompleta. Fuente: BALOYTA 1973, World Values Survey 1996, 2000, y LatinoBarómetro 2003 y 2006 (ver correlaciones en el anexo)

El Cuadro #3-6 muestra una relación importante entre el nivel de educación

alcanzado y la confianza interpersonal. Así, aunque los niveles de confianza

interpersonal aumentan en función de mayores niveles educativos, los dos niveles

mínimos de educación no se encuentran en el último lugar en confianza

interpersonal. Igualmente, la distancia entre grupos se ha ido reduciendo durante el

paso de las tres décadas aquí representadas. Cabe destacar que los porcentajes de

confianza para estos dos niveles educativos correspondiente al año 2006, son

mayores al resto de los grupos, alcanzando niveles de confianza cercanos al de países

desarrollados, los cuales, según Inglehart: “En la mayoría de las democracias

estables, al menos el 35% del público expresa la opinión de que se puede confiar en

la mayoría de la gente” (Inglehart, 1998: 230).

3.1 Confianza en instituciones: ¿en busca del orden? La confianza en las instituciones es orto indicador importante sobre las orientaciones

culturales de una sociedad. En el marco conceptual de este trabajo, se ha señalado

que la confianza en las instituciones es un indicador de modernidad, tal como señala

Giddens. En este sentido es necesario resaltar que todas las sociedades tienen niveles

diferenciados de confianza para las distintas instituciones sociales. Así podemos

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observar en el Cuadro #3-7 que la confianza en las principales instituciones del

Estado se mantiene relativamente baja a lo largo del tiempo, además de presentar un

carácter volátil. El Congreso (Asamblea Nacional) mantiene niveles muy bajos de

confianza, superando el umbral del 50% en el año 2005, tras un aumento acelerado

de 32 puntos entre 2003 y 2005. Igualmente el Poder Judicial presenta niveles de

confianza muy bajos durante los últimos 11 años. Los partidos políticos muestran un

bajísimo nivel de confianza por parte de la sociedad venezolana.

Cuadro #3-7 Confianza en Instituciones 1996 - 2007

Fuente: LatinoBarómetro 1996 - 2007

Mención especial merecen la Presidencia de la República y las Fuerzas Armadas. Es

significativo el apoyo alto y sostenido a estas dos instituciones, pues representan las

principales agencias generadoras de “orden”. Los militares son, siguiendo a Weber,

los administradores del monopolio de la fuerza, mientras la Presidencia es, por ser

Venezuela un país con un régimen presidencialista, el principal núcleo de poder. En

efecto, no parece casual que los niveles de confianza sean mas altos en las

instituciones con estructuras jerárquicas, verticales y rígidas, que aquellas en que se

privilegia la horizontalidad y el debate en la toma de decisiones.

Carrasquero señala que la baja confianza (interpersonal) en una sociedad

democrática tiende a favorecer gobiernos de “mano dura” (Carrasquero, 2003).

Igualmente, los datos de la confianza en las instituciones sugieren que la confianza

privilegia aquellas instituciones que mediante acumulación de poder mantienen el

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orden, más que aquellas que incentivan el debate dentro de la sociedad, como

pueden ser los partidos políticos, el parlamento, entre otras. La confianza en la

Presidencia de la República también ayuda a explicar los niveles de participación en

elecciones presidenciales, por encima de los comicios locales y regionales.

La Iglesia y las empresas privadas por su parte, son otras instituciones, fuera del

Estado, que mantienen altos niveles de confianza a lo largo de la serie. Una vez más,

la Iglesia es una fuente de autoridad tradicional, mientras la empresa privada

representa la alternativa de modernización frente al poderoso Estado venezolano. En

este sentido se expresan los dos aspectos más importantes de una sociedad en

proceso de modernización: orden y desarrollo (bienestar).

Así, afirmamos a través de los datos que la confianza en las instituciones no es

homogénea, y que por tanto, siendo destilada a través de distintos “filtros” culturales,

entre los cuales pudiese nombrarse la demanda de orden social para una sociedad

que crece y se moderniza, pero con costos asociados a esa modernización que

pudiesen estar sobrepasando los beneficios del cambio social adelantado.

3.2 Un índice de confianza Para analizar con mayor detalle la confianza en la sociedad venezolana, hemos

desarrollado un índice (compuesto por dos instituciones fundamentales del sistema

político democrático, como son: el Parlamento y los Partidos Políticos, más la

confianza interpersonal) lo que permitará aproximarse con mayor exáctitud y

consistencia, a las orientaciones valorativas del venezolano, especialmente en

relación al espectro político.

El Cuadro #3-8 muestra cómo la confianza mantiene una ruta ascendente a lo largo

de los últimos 10 años, movilizándose la población de los niveles más bajos de

confianza hacia niveles medios, con especial fuerza en el año 2006, siendo éste el

único año en que la mayor proporción deja de ubicarse en el nivel inferior, para pasar

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al medio. Sin embargo, la población que tiene altos niveles de confianza continúa

siendo especialmente pequeña.

Cuadro #3-8 Índice de confianza

1996 - 2007

Fuente: Latinobarómetro. Cálculos propios.

Cuando examinamos el índice de confianza por género, encontramos una diferencia

importante entre los grupos, evidencia que se suma a la hipótesis planteada

anteriormente, en referencia a la matrisocialidad, a saber, la demanda de lealtades

automáticas hacia el entorno familiar, y desconfianza hacia las esferas

extrafamiliares.

Cuadro #3-9 Índice de Confianza por género

2000 - 2006

Fuente: Latinobarómetro. Cálculos propios.

El Cuadro #3-9 muestra que existe una diferencia significativa entre géneros, que

aumenta cuando los niveles de participación disminuyen.

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3.3 Confianza y participación electoral Finalmente al analizar la confianza y su relación con la participación electoral,

podemos observar que efectivamente existe cierta reciprocidad. El Cuadro #10

muestra que para los años de elecciones presidenciales se mantiene una diferencia

constante en los niveles de confianza interpersonal, según la intención de

participación en elecciones, siendo siempre mayor al promedio la del grupo que

manifiesta participar, y viceversa.

Cuadro #3-10 Confianza según intención de participación en elecciones

1973 - 2007

Fuente: BALOYTA 1973, Latinobarómetro 1998 - 2006. El promedio de confianza el año 2006 se ve afectado por el número de datos válidos al realizar el cruce de las variables. (ver correlaciones en el anexo)

Este cuadro también muestra que a excepción del año 1998 (que se caracteriza por

romper la tendencia descendente), la diferencia entre los niveles de confianza

interpersonal según intención de participar en elecciones, tiende a incrementarse en

años de elecciones presidenciales.

Los datos analizados anteriormente también sugieren nuevos respaldos que

corroboran las tesis planteadas en los estudios clásicos sobre participación en

Venezuela, así Molina (1991) afirma que al disminuir la percepción de las sanciones

como consecuencia de la abstención electoral, adquieren preponderancia los factores

individuales: “(…) el incentivo a la participación derivado de la obligatoriedad del voto

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se ha visto disminuido a consecuencia de la no aplicación de las sanciones (…)

dependiendo su poder de estímulo, más ahora que antes, del sentido del deber cívico

de los votantes” (Molina, 1991: 166). El cuadro muestra un aumento significativo

entre los niveles de confianza entre quienes afirman asistir a comicios electorales

presidenciales y quienes no. La brecha que comienza en el año 1973 en una

diferencia de 2,9 puntos, culmina en el año 2006 con 11,5 puntos.

Al trabajar sobre la base del índice de confianza, añade mayor información a otra

tesis planteada sobre la participación: a menores niveles de participación, mayor es la

incidencia de los factores individuales.

Cuadro# 3-11 Índice de confianza según intención de participación en elecciones (aquí

quienes aseguran que participarán) 1996 - 2006

Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007

El año 2000, el de mayor abstención electoral presenta una asociación significativa

(moderada) entre confianza y participación, que se mantiene para el año 2006. Por

su parte, para el año 1998 la relación se mantiene, aunque la correlación desaparece

casi por completo. Esto puede deberse a que este año los niveles de participación

rompieron la tendencia descendente que venía presentando.

Resumiendo, podemos señalar lo siguiente:

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En primer lugar, para el año 1973 (primeras mediciones que disponemos),

Venezuela posee niveles muy bajos de confianza interpersonal, característicos

de una sociedad tradicional.

Para esa primera medición, sin embargo, algunos grupos sociales parecen

liderar el proceso hacia la modernización (de los valores). En primer lugar, los

jóvenes muestran niveles poco más altos de la media nacional, en coherencia

con los hallazgos de Inglehart. No obstante, los estadísticos de correlación no

señalan significación del la relación.

Mucho más significativo es el caso de los niveles de educación. Aquellos con

niveles universitarios muestran altos niveles de confianza interpersonal,

aunque curiosamente, también es el grupo que ha registrado el menor

crecimiento a lo largo de la serie estudiada.

El análisis de la confianza según género, muestra un rezago histórico de las

mujeres. Aunque el mismo no llega a ser significativo (a excepción del año

2003), su constancia es llamativa.

En general, los perfiles sociodemográficos parecen delinear el comportamiento

de una sociedad que inicia un proceso de transformación y modernización, de

la mano de claras élites sociales: Jóvenes, Universitarios, Clases Altas, pero

que en poco tiempo la sociedad se constituye en un bloque más o menos

sólido, al tiempo que mantiene la velocidad de los cambios. Así vemos cómo

en los primeros 17 años, los niveles de confianza social prácticamente duplican

(de la mano de estos grupos), al igual que en los últimos 17 (sin liderazgo

específico alguno).

La institución en la que tradicionalmente mayor confianza tiene la sociedad

venezolana es en la Iglesia. Es también la que mayor consistencia tiene

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durante los últimos 10 años. Por su parte, las empresas privadas parecen

apoyarse cada vez más en la confianza de la ciudadanía.

En cuanto a la confianza en las instituciones del Estado, la ciudadanía parece

privilegiar aquellas con mayor concentración de poder y ejercicio jerárquico del

mismo, como son la Presidencia de la República y las Fuerzas Armadas, en

detrimento de los espacios de búsqueda de acuerdos y del desarrollo del

diálogo racional y construcción de consensos, tal como lo indican los datos. La

confianza en instituciones “autoritativas” antes que en las “deliberativas”

revela el rostro antipolítico de la confianza.

Hemos propuesto la tesis de que dos de los “filtros” culturales que decantan la

confianza en las instituciones de la sociedad venezolana parecen ser la

demanda de orden y de desarrollo. Esta hipótesis está relacionada con las

diferencias en las tasas de participación entre las elecciones presidenciales y

regionales y locales.

El índice de confianza que hemos construido permite medir con mayor

precisión los cambios registrados en la sociedad venezolana. Para esto, hemos

seleccionado el indicador de confianza interpersonal y dos instituciones

fundamentales de la democracia, como son los partidos políticos y el

parlamento. Los resultados del índice compuesto revelan que los cambios en

las orientaciones valorativas de los venezolanos son un poco menos explosivos

de lo que índices sencillos revelan. No obstante, permanece la orientación del

cambio, develando el rostro de la confianza socio-política y su trayectoria.

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Este índice, al cruzarlo por género, demuestra que en la sociedad venezolana,

las mujeres parecen tener mayores niveles de desconfianza en general que los

hombres26.

Finalmente, se observa una diferencia constante en los niveles de confianza

interpersonal, pero también en el índice de confianza (socio-política), según

intención de participar en procesos electorales. Esta diferencia tiende a

aumentar, los años en que efectivamente se han llevado a cabo elecciones

presidenciales.

Al mismo tiempo, aumenta la relevancia de los niveles de confianza en

aquellos años de menor participación en comicios.

En este sentido, la flexibilización de las sanciones a la abstención así como su

despenalización han traído como consecuencia que la confianza aumente sus

niveles de importancia en su relación con los niveles de participación.

26Estaafirmacióndebeserprobadaconmayorprofundidad.

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CAPÍTULO IV

PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES: RECONSTRUCCIÓN DEL ESCENARIO

La participación de las masas en la vida política a través del voto es uno de los

elementos fundamentales de la definición de democracia, tal y como ha sido definido

en el capítulo teórico de este trabajo. Sin embargo, otro de los elementos históricos

de la definición de democracia relacionados con el surgimiento de la democracia ha

sido la competencia entre élites.

En este sentido, Inglehart afirma que existen dos modelos de participación política, el

primero vinculado a la participación dirigida por la élite por medio de organizaciones

como el partido, el sindicato y la iglesia, y otro modelo de participación vinculado a la

movilización cognitiva, esto es, la movilización vinculada a procesos y capacidades

individuales (Inglehart, 1998). Así, “(…) mientras estas organizaciones dirigidas por la

élite podían movilizar a muchas personas, producían sólo un nivel relativamente bajo

de participación, un nivel que raramente iba más allá de la simple votación.”

(Inglehart, 1998: 223). El nuevo modelo de participación, basado en la movilización

cognitiva según Inglehart “(…) está mas orientado a cuestiones específicas que a la

votación, y tiende más a funcionar en los umbrales más altos de participación.”

(Inglehart, 1998: 225).

Por su parte, Pippa Norris ha estudiado tres dimensiones o modelos distintos de

participación: “Protesta activa” (protest activism), activismo cívico (civic activism) y

participación electoral, encontrando relaciones fuertes entre niveles nacionales de

protesta activa y desarrollo humano, a través del Índice de Desarrollo Humano, y

entre los niveles nacionales de protesta política y niveles de la democracia a partir de

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78

las mediciones del Freedom House (R=0,529, sig. 0,001 y R=0,386, sig. 0,001

respectivamente)” (Norris, 2002: 199).

Las nuevas formas de participación a su vez, suelen estar asociadas con nuevos

movimientos sociales, aunque la participación en nuevos movimientos en el estudio

de Norris, está asociada de forma negativa con la participación electoral27.

En cuanto el modelo tradicional de participación social, tal como observamos en el

cuadro #4-1, las diversas organizaciones sociales tienen trayectorias distintas en la

serie 1996 – 2007.

En primer lugar podemos observar que el año 1998 experimenta el tope de la

participación en organizaciones tradicionales de la sociedad civil (asociatividad), con

un promedio de asociatividad (o densidad) de 1,5 organizaciones por persona (es

decir, que cada persona pertenece en promedio en 1,5 organizaciones). No obstante,

también se observa un declive en la asociatividad a partir de ese momento.

Igualmente, el porcentaje de la población que dice no participan en organización

alguna disminuye el año 1998 a un 25,5 %. Esos altos índices de asociatividad

parecen estar asociados a los altos niveles de participación a través de organizaciones

religiosas, comunales y deportivas, que alcanzan conjuntamente su tope ese mismo

año.

27“thissuggeststhatthepeoplewhoaremostinclinedtosupportenvironmentalismarelesslikelythantheaveragetocastaballotinelectionand,bycontrast,thattheyaremorelikelytosuportprotestactivism”,NORRIS,2002,p.205

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79

Cuadro #4-1 % Participación en organizaciones tradicionales y densidad de

participación 1996 - 2007

Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2000; RedPol 2006, cálculos propios.

Lo que los datos permiten observar (a través de las tres organizaciones con series

completas: organizaciones religiosas, culturales y políticas), es que las dos últimas

presentan un importante aumento para el año 2007, luego de un breve retroceso el

año 2000. Por su parte, las organizaciones religiosas presentan una caída sostenida

desde el año 1998. Las asociaciones de tipo comunitarias (o comunales) se

mantienen en niveles que rondan lo 18% de participación, a pesar de los

llamamientos desde instancias del gobierno nacional a la participación comunitaria. El

estudio de opinión pública de RedPol 2006 muestra una participación de 24,5% en

organizaciones como consejos comunales, mesas de agua, asambleas ciudadanas,

entre otras28.

En la literatura sobre participación política, la participación en organizaciones

tradicionales, y especialmente las religiosas y políticas, se encuentran relacionadas de

forma significativa con la participación electoral. En este sentido, Norris basada en su

investigación sobre agencias tradicionales de movilización afirma que “la membresía

28Estudiodeopinión,RedPol,2006

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en sindicatos y organizaciones religiosas está altamente relacionada con la

participación electoral, así como con participación en otras organizaciones civiles y en

movimientos de protesta.” (Norris, 2002: 187)

Sin embargo, al revisar esta relación en la sociedad venezolana, encontramos que, a

pesar de que existe una mayor disposición a participar en elecciones entre los

miembros de las organizaciones religiosas, la diferencia no es significativa, tal y como

lo muestran los índices de correlación en el cuadro #4-2.

Cuadro #4-2 % de disposición a participar en elecciones según su Participación en

Organizaciones Religiosas 1996 – 2007

Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007, cálculos propios.

Podríamos señalar que las organizaciones religiosas en Venezuela no han sido

tradicionalmente, a diferencia de otros países, agencias de movilización electoral. En

cambio, las organizaciones comunitarias tienen un papel tradicional mucho más

importante como agencias de movilización electoral.

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Cuadro #4- 3 % de intención de participar en elecciones según su participación en

organizaciones comunitarias 1996 - 2006

Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2000 y RedPol 2006, cálculos propios.

El cuadro #4-3 muestra niveles significativos de correlación entre estas dos

variables29, aunque muy moderados. No obstante, este rol de las organizaciones

comunitarias parece estar en crecimiento continuo, es decir, a lo largo del tiempo se

puede observar un crecimiento de los niveles de correlación entre participación

comunitaria y participación electoral. Esto parece coherente, puesto que a partir del

año 1999 y los incentivos del gobierno nacional hacia la participación han vinculado

las distintas instancias de participación social a las fuerzas partidistas, tal es el caso,

por ejemplo, de los Círculos Bolivarianos, las Unidades de Batalla Electorales (UBEs),

entre otros que han sido absorbidos por el Partido Socialista Unido de Venezuela -

PSUV.

Los partidos políticos son, por definición, las agencias de movilización electoral más

importantes de todas las organizaciones sociales tradicionales. En este sentido,

diversas investigaciones en Venezuela han identificado la importancia de los partidos

en los procesos electorales. Así, Molina afirma que:

29Elsignonegativodelacorrelaciónesconsecuenciadelordendelasrespuestas.

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“ El alto grado de penetración de los partidos en todos los ámbitos de la sociedad venezolana, y la elevada tasa de militancia partidista que ha caracterizado al país (para el período analizado por Molina), han ofrecido un terreno abonado para que la movilización partidista sea un factor influyente en la asistencia electoral” (Molina, 1991: 170)

Un hallazgo importante de Molina es que la importancia de la militancia partidista en

la participación electoral aumenta durante los comicios distintos a los presidenciales.

Cuadro #4-4 % de intención de participación en elecciones según participación en

organizaciones políticas 1973 – 2007

Fuente: 1973 Baloyra, 1983 Botoba, 1993 Datos, 1996 – 2007 Latinobarómetro, excepto 2006 RedPol. **Incluye Militantes y simpatizantes

El cuadro #4-4 muestra la relación esperada entre membresía o militancia a un

partido e intención de participación en elecciones. Las correlaciones se mantienen

significativas y de moderadas a fuertes, a excepción del año 198330, y bajas para los

años 1998 y 2000. Respecto al año 1983, podemos señalar que la alta tasa de

participación reportada (sólo un 0,10% afirmó no participar en las elecciones

presidenciales) impacta sobre los datos trabajados.

Los años 1998 y 2000, se caracterizan por la denominada crisis de los partidos

políticos tradicionales (disminución en las tasas de militancia y simpatía partidista

desde 1988 y debilitamiento de la fidelidad partidista – Pérez Baralt, 2001), así como

la aparición del primer presidente no vinculado a partido político alguno (outsider);

sin embargo, la importancia de la movilización partidista en los procesos eleccionarios

30Cabedestacar,queMolinaconsigueuncoeficientedecorrelacióndeSommersD,de0,158entremilitanciayparticipaciónenlaseleccionesapartirdelosdatosporélanalizadosparaelmismoaño.

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83

logra mantenerse como una de las principales variables. Por otro lado, la variable

militancia parece mantenerse firme aun cuando los niveles de abstención electoral

aumentan de forma significativa, aunque disminuyendo un poco sus niveles de

significación. En este sentido, toma la ruta contraria de los factores culturales

estudiados hasta el momento, es decir, mientras los factores como la confianza

aumentan su importancia en la explicación de la participación a nivel de individuos

con la disminución de la participación electoral, la militancia partidista disminuye.

Aunque Molina había encontrado precisamente la relación inversa al comparar la

elección presidencial de 1983 y las municipales de 198431, lo que nuestros datos

señalan es que para elecciones presidenciales de menor participación las

correlaciones disminuyeron.

En parte este fenómeno puede ser explicado a partir de la ausencia de candidatos

formados en las filas de los dos principales partidos políticos, como consecuencia de

la ya mencionada crisis de los partidos para los años en estudio. Recordamos que

para las elecciones presidenciales de 1998 Acción Democrática y COPEI apoyan al

candidato del partido Proyecto Venezuela, Henrique Salas Romer, mientras que para

las elecciones del año 2000, ambos partidos se abstienen de presentar candidaturas,

dando su apoyo (aunque no la tarjeta) al candidato unitario de la oposición Francisco

Arias Cárdenas, sin embargo, para el año 2006 con el aumento de las tasas de

participación electoral, las correlaciones retoman niveles significativos, aun cuando

los principales partidos políticos tradicionales (que cuenta ahora con una menor

militancia) vuelven a apoyar a candidatos ajenos a su propia cantera.

4.1 Protestas: nuevas formas de participación para todos los venezolanos Las nuevas actividades que conforman el repertorio de la participación política en

Venezuela han sido estudiadas por diversos autores, analizando las organizaciones

31EncontrandounacorrelacióndeSommersde0,158paralapresidencialde1983yde0,311enlamunicipalde1984

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84

sociales a partir de los años 60, pero con especial énfasis a partir de 1989, luego del

estallido social denominado “El Caracazo”, punto de inflexión en la historia

venezolana de la protesta.

“Desde que estalló el Caracazo en 1989, la protesta se ha convertido en uno de los aspectos más característicos de la vida cotidiana en la capital y otras ciudades de Venezuela. En términos conceptuales, se entiende por “protesta popular” la acción disruptiva desarrollada por multitudes, grupos y / o actores de los sectores populares destinada a hacer público su desacuerdo o desavenencia con normas, instituciones, políticas, fuerzas, autoridades y / o condiciones sociales o políticas (López-Maya, 2001). Estas formas extra- institucionales han sido usadas tanto por actores considerados marginales en la sociedad, como por organizaciones que en el pasado dispusieron de mecanismos de voz, formales e informales, para expresar sus quejas y demandas (…) Este proceso se inició en la década de los ochenta, pero se exacerbó a partir del Caracazo, y no es más que el reflejo de la ausencia de canales de articulación y comunicación entre la sociedad y el Estado.” (Gónzales, sin fecha: 22-23)

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85

Cuadro #4-532

Naturaleza de la Protesta antes y después del Caracazo

Fuente: López - Maya

La participación por medio de mecanismos no convencionales tal como se señala en

la cita anterior, se ha venido posicionando cada vez más como una herramienta de

participación social, pero también ha experimentando una transformación en su

carácter. Aunque la definición de López – Maya presenta un sesgo importante al

asociar la protesta principalmente con sectores populares, los datos apuntan, tal

como veremos más adelante, que éstas formas de participación se posicionan cada

vez más como alternativas para la totalidad de la sociedad venezolana.

32Cuadrotomadode:GÓNZALEZFUENTES,Sonia,Documentodetrabajo,p23

Año Convencional Confrontacional Violenta Total

1983 147 8 7 162

1984 155 117 21 293

1985 206 41 15 262

1986 51 16 3 70

1987 36 15 32 83

1988 70 17 16 103

Total 1983 - 1988 665 214 94 973

1989 75 85 53 213

1990 39 54 30 123

1991 8 36 31 75

1992 13 56 64 133

1993 52 64 58 174

1994 49 65 73 187

1995 64 62 63 189

1996 53 122 98 273

1997 81 44 50 175

1998 77 67 22 166

1999 43 239 72 354

Total 1989 - 1999 554 894 614 2062

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86

Habría que resaltar que el Caracazo es una de las variables señaladas continuamente

como punto de transformación (agotamiento) del sistema político democrático

(sistema populista de conciliación de élites), que junto con la crisis de los partidos

políticos (Kornblith, 2002) definen el momento de apertura a la búsqueda de nuevas

formas de participación política. En este sentido (y aunque no contamos con

mediciones anteriores a los años de la crisis del sistema democrático venezolano),

podemos observar en el cuadro #4-6 que efectivamente con el paso del tiempo, las

manifestaciones forman parte cada vez mayor del repertorio de participación

ciudadana, comenzando en 1996 con un rechazo del 63,7% de la población y con 1

de cada 5 venezolanos afirmando haber participado en alguna protesta, y culminando

en 2007 con un rechazo de 40,1 % (es decir un aumento en la aprobación de la

protesta como mecanismo de participación de 23,6 %) y con 1 de cada 4

venezolanos afirmando haber participado en protestas o manifestaciones.

Cuadro #4-6 Participación en Manifestaciones

Venezuela 1996 - 2007

Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007, cálculos propios.

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Sin embargo, un elemento ha caracterizado las manifestaciones en Venezuela: lejos

de presentarse como un mecanismo que compita con las formas tradicionales de

participación política, se entrelaza con éstas conformando y fortaleciendo una alianza

democrática. En este sentido, a partir de el cuadro #4-7 podemos inferir que aquellos

que muestran mayor disposición a participar en manifestaciones (o que de hecho han

participado) también muestran mayor intención de participar en elecciones,

aumentando su significancia en los años de mayores tasas de participación.

Igualmente el cuadro #4-8 muestra que aunque otros tipos de actividades no

convencionales distintas a la manifestación política no muestran los niveles de

correlación significativos, mantienen la relación en el continuo que va desde la firma

de una petición hasta las medidas no convencionales e incluso ilegales como la toma

de edificios y participación en saqueos.

Cuadro #4-7 % de intención de participación en elecciones según su disposición a

participar en manifestaciones Venezuela 1996 - 2007

Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007, RedPol 2006, cálculos propios.

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Cuadro #4-8 Participación no convencional e intención de participación en elecciones

Año 2005

Fuente: Latinobarómetro 2005

Cuadro #4-9 Participación en manifestaciones según nivel socioeconómico

Año 2007

Fuente: Latinobarómetro 2007

En resumen podemos señalar los siguientes puntos:

Las organizaciones que cuentan con mayores tasas de participación son las

religiosas y los partidos políticos. En los últimos años, los partidos políticos ha

experimentado un aumento vertiginoso, sin embargo, la densidad de la

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participación, entendida como el promedio de participación en organizaciones

por ciudadano ha disminuido.

Los datos indican que las organizaciones comunitarias han experimentado un

ligero crecimiento en su activismo, pero muy lejos de lo que el discurso

promovido por el actual gobierno asegura. Un pequeño aumento de casi 6

puntos porcentuales desde 1998. Al contrario, los partidos políticos, aparecen

para el 2007 como la segunda organización más importante en términos de su

activismo, lejos de lo que indicara el diagnóstico de la crisis de los partidos

iniciado en los años 90.33

De igual forma, los partidos políticos siguen siendo el canal más importante en

la movilización electoral, y al contrario de los factores motivacionales

individuales, mantienen su nivel de relevancia aun cuando los niveles de

participación electoral aumentan, resaltando la gran importancia de estas

organizaciones para el mantenimiento de la legitimidad democrática.

El resto de las organizaciones sociales de tradicional importancia, como las

religiosas, culturales y deportivas, no muestran relaciones significativas con la

participación electoral. Entre ellas, las que mayor relevancia adquieren son las

organizaciones comunitarias.

En cuanto a las formas de participación no convencional, el principal hallazgo

se refiere a su relación con otras formas de participación. En este sentido,

33Aunqueelanálisisdelosvotosobtenidosenlasdistintaseleccionesrealizadasentre1999y2008, indican una altísima rotación en los porcentajes de votos, especialmente de lospartidos de oposición al gobierno deHugo Chávez, así, fuerzas comoAcciónDemocrática,ProyectoVenezuela,PrimeroJusticiayUnNuevoTiempo,sehanintercambiadoenlacabezadelospartidosdeoposición.Aestosesumaqueeselpartidopolítico(ynolostradicionales)elqueobtienenmayoríadelosvotos:MVR–PSUV,consolidandosé,almenosparalaprimeradécadadelsogloXXIcomoelmásimportante.

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podemos afirmar que, lejos de competir con las formas convencionales de

participación se relacionan de forma positiva, brindándole a la democracia un

repertorio para la participación de las masas, que lejos de debilitarla la

fortalecen.

A esto se suma el aumento continuo de la percepción de las alternativas no

convencionales como completamente legítimas para la participación y

revitalización de la democracia y la participación en general (salvo la de

carácter ilegal).

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CAPÍTULO V

INTERÉS EN LA POLÍTICA, EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO GUBERNAMENTAL Y DE LA DEMOCRACIA

Un factor importante para la comprensión de la participación electoral es el interés

hacia la política expresada por los ciudadanos. En este sentido, distintos autores han

señalado que la creciente apatía en la población electoral venezolana es uno de los

factores explicativos del aumento de la abstención a partir de los años 90 (Molina,

1991). Sin embargo, al revisar la serie de interés en la política en el cuadro #5-1

podemos observar que, a pesar registrar un ligero retroceso para el año 1996, la

serie presenta una trayectoria ascendente, con niveles que rondan el 30% en los

primeros 6 años del siglo XXI.

Cuadro #5-1 Interés en la política

1973 - 2006

Nota: La respuesta que complementan los años 1973 y 2006 es “Nada interesado” para la pregunta sobre su interés en política, mientras para el resto de los años las respuestas que completan la pregunta son: “Poco interesado” y “Nada interesado”. Fuente: Baloyra 1973; Datos 1993, Latinobarómetro 1996-2005, redPol 2006, cálculos propios.

En este sentido, se ha argumentado que la entrada de Hugo Chávez en la escena

política venezolana ha revitalizado el interés en la política; los datos señalan que si

bien los niveles de interés en la política permanecen bajos, han transitado un ruta

ascendente constante, con tan sólo dos años de retroceso. Habría que añadir que los

dos años que presentan esos valores se caracterizan por ser los únicos años en que

no se realizaron elecciones presidenciales. Por otro lado, y en concordancia con la

hipótesis del aumento del interés en la política luego de la entrada de Hugo Chávez

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en la escena política venezolana, se da entre 1996 y 1998 un aumento en los niveles

de interés en la política de 16,8 puntos porcentuales.

También se observa en la tabla #5-1, que los años de mayor participación coinciden

con los años de mayor interés en la política (en la serie de datos disponibles).

Sin embargo, cuando revisamos la relación entre ambas variables (interés en política

y participación electoral) a nivel individual, encontramos una relación sostenida

durante todos los años electorales presidenciales, aunque con correlaciones

significativas y bajas para los años 1973, 1998 y 2000, los dos últimos, los de menor

participación en elecciones presidenciales. Esto sugiere un fenómeno recurrente

durante todo el trabajo: durante los años de menor participación electoral, las

variables a nivel individual juegan un papel principal.

Cuadro #5-2 Interés en Política y intención de participación en elecciones presidenciales

1973 - 2006

Fuente: Baloyra 1973; Botoba 1983, Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.

Otro elemento importante al revisar la participación electoral son los niveles de

satisfacción con la democracia. Lipset ha señalado en su clásico libro “Political Man”

que cuando la democracia funciona correctamente, genera una cierta apatía en la

población que expresa no su desafección democrática, sino su confianza en que

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independientemente de los resultados electorales, el sistema democrático funcionará

correctamente y en beneficio de la población (Lipset, 1963).

Cuadro #5-3 Satisfacción con la democracia

1983 - 2006

Fuente: Botoba 1983, Latinobarómetro 1998-2000, RedPol 2006, cálculos propios.

No obstante, encontramos en esta investigación evidencia que contradicen la

hipótesis, al mostrar que existen relaciones a nivel de la sociedad venezolana entre

satisfacción con la democracia y participación electoral. Los años de mayor

participación en elecciones presidenciales (los dos extremos del cuadro #5-3)

representan los de mayor satisfacción democrática. Es decir, pareciera que los niveles

de participación electoral están vinculados con niveles societales de satisfacción

democrática. Igualmente implica, que la legitimidad de la idea democrática se

expresa efectivamente a través de los niveles de participación electoral.

A nivel individual, esta relación parece encontrarse ascendiendo en el transcurso del

tiempo, es decir, se está consolidando como estrategia de protesta en contra de

régimen democrático, tal como se observa en el siguiente cuadro.

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Cuadro #5-4 Intención de participación Electoral según su satisfacción con el

funcionamiento de la democracia 1983 - 2006

Fuente: Botoba 1983, Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.

Aunque la diferencia en los niveles de participación entre los que se encuentran

satisfechos y no satisfechos con el funcionamiento de la democracia es aún pequeña

(aunque significativa, con niveles de bajos a moderados de correlación), pareciera

que mayores niveles de insatisfacción se podrían traducir en niveles de abstención

mayores a los experimentados durante las últimas dos décadas: la permanencia en el

tiempo de la insatisfacción con el sistema democrático se traduce en deslegitimidad

del ideario democrático y en menores tasas de participación electoral.

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Cuadro #5-5 Evaluación de la gestión de gobierno y evaluación del funcionamiento de la

democracia Año 2006

Fuente:

RedPol 2006, cálculos propios.

El cuadro #5-5 muestra la

relación propuesta por Easton y estudiada en Venezuela por Arturo Sosa (Easton,

1979 y Sosa, 1991, 1997, 1999), entre el ideario democrático y su ejecución. En este

sentido podemos afirmar que casi 90% de los venezolanos muestran una relación

entre su evaluación de gobierno con la evaluación de la democracia, con una

correlación muy alta y significativa. Un 38 % de la población asocia de forma

negativa ambos factores.

Cuadro #5-6

Evaluación de Gobierno y de la democracia % totales 2006

Fuente: RedPol 2006, cálculos propios.

Entre los que afirman no participar en las elecciones se encuentra el grupo

mayoritario que evalúa de forma negativa tanto al gobierno como a la democracia

(53,4%) mientras un 27,4% de los abstencionistas evalúan de forma positiva el

gobierno y la democracia.

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Entre los que afirman participar, se encuentra un grupo mayoritario de doble

evaluación positiva (54%) y un grupo de doble evaluación negativa de 36,6%, este

último grupo, es el que potencialmente puede convertir su posición en abstención,

como forma de protesta contra la democracia.

La coherencia entre quienes evalúan de forma positiva la democracia y participan, y

los que lo hacen de forma negativa y no participan (que corresponde a una gran

mayoría de la población de cada grupo – ver cuadro #5-6 datos en color rojo),

expresa cómo la crítica efectiva a una gestión de gobierno y a la democracia se

traduce en estímulo a la abstención-participación.

En este sentido, las dos evaluaciones no coherentes con las conductas

abstencionistas – participación (en color verde en el cuadro #5-6), expresan cierto

cinismo, pero también la imposibilidad de legitimidad de otras formas políticas,

sustentadas en elementos distintos a la participación electoral (esto para el grupo

pro-participación).

De esta manera, el paso de la participación electoral aun cuando se realiza una

evaluación negativa de la democracia y del gobierno, a la posición abstencionista es

el resultado de la efectiva deslegitimación de la democracia y del derrumbamiento del

movimiento “inercial de la cultura democrática” única columna de la participación

electoral para este grupo.

En realidad, éste parece ser un elemento importante en la cultura de la participación

electoral: Los distintos factores de la cultura política, en vez de promocionar o entrar

en conflicto con la participación electoral, buscan continuamente reforzar. Pareciera

que la cultura de realización de elecciones se encuentra mucho mas extendida e

incorporada en el imaginario político de la población venezolana que cualquier otra

forma de ejercicio de expresión de la voluntad popular y de la democracia.

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5.1 Democracia y desempeño económico: cuestión de percepciones El último elemento importante a estudiar en su relación con la participación electoral

es la evaluación de la situación económica del país. Ya al comienzo de este trabajo se

había encontrado una relación significativa entre desarrollo económico a través de

producto interno bruto per capita y participación electoral.

Cuadro #5-7 Calificación de la Situación económica del País

1998 - 2006

Fuente: Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.

Cuando revisamos esta misma relación a través de los estudios de opinión,

encontramos nuevamente una diferencia significativa entre el año de mayor

participación electoral y la calificación sobre la situación económica del país, en la

serie de datos de opinión pública disponible (ver cuadro#5-7). En el año 2006, 5 de

cada 10 personas considera que la situación económica es buena, mientras que para

el año 1998 y 2000 tan sólo la consideran bueno económicamente 1 y 2 personas de

cada 10 respectivamente. Irónicamente, esta percepción, no coincide completamente

con el desempeño real de la economía cuyo PIB per capita fue de 1.810, 1.695 y

1.899 para los años 1998, 2000 y 2006 respectivamente (ver cuadro#2-8, para PIB

per capita), sin embargo no anula del todo la relación planteada.

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Cuadro #5-8 Intención de participación electoral segú la evaluación económica del País

1998 - 2006

Fuente: Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.

Fuente: Latinobarómetro 1998, 2000 y RedPol 2006, cálculos propios.

Una vez más el año 2000, el de menor participación electoral, muestra las

correlaciones mas fuertes (aunque no dejan de ser bajas) entre la evaluación de la

situación económica y la intención de participación, corroborando la hipótesis de la

relación entre evaluación del desempeño económico de la nación y la participación

electoral. El cuadro #5-8 muestra cómo la relación se mantiene permanentemente

presente en todas las mediciones, y cobrando mayor fuerza en los años de menor

participación.

A modo de resumen es posible señalar:

El interés en la política durante los primeros años de democracia fue una

variable importante para la participación política, sin embargo, el paso del

tiempo dio pie al crecimiento de la apatía de la población, y un nuevo

resurgimiento de la política a partir del año 1998.

Paradójicamente los años de mayor interés en la política (1998 y 2000) son los

de menor participación electoral en la historia de las elecciones presidenciales

de Venezuela.

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99

Sin embargo, a nivel individual el interés en la política sigue siendo una

variable predictora de la participación electoral tal como han señalado estudios

clásicos como el de Molina 1991.

Por su parte, podemos afirmar que los niveles de participación son

efectivamente niveles de legitimidad de la democracia. En este sentido, tanto a

nivel societal como individual, las opciones participación-abstención son las

alternativas resultantes de los niveles de satisfacción con la democracia.

Los datos a nivel individual indican que con el paso del tiempo, estas

estrategias de crítica-apoyo al sistema democrático se consolidan cada vez

más, lo que pone de relieve cambios en las formas de evaluación del sistema

político por parte del electorado (Putnam, 2000).

A su vez, las formas de evaluación de la democracia se encuentran asociadas

(con altísimos niveles de correlación v. Cuadro #5-5) con la evaluación del

desempeño del gobierno, es decir con las gestiones gubernamentales

específicas, tal como ha señalado con anterioridad Sosa.

Por lo que podemos afirmar que críticas sostenidas durante largos períodos de

tiempo a la(s) gestión(es) de gobierno, se traducen tanto en menos apoyo a la

idea democrática como en menores índices de participación.

Finalmente, la relación planteada en capítulos anteriores entre niveles de

participación y desempeño de la economía, se confirma a través de los datos

de los estudios de opinión pública, con una pequeña modificación: la

percepción sobre el desempeño de la economía no siempre está relacionada

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de forma coherente con el desempeño real de la economía. Esta relación es

moderada tanto a nivel individual como societal.

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CAPÍTULO VI

CONCLUSIONES

When I get to the bottom, I go back to the top of the slide, Where I stop and

turn, and I go for a ride, Till I get to the bottom and I see you again

(Beatles, Helter Skelter, White Album, 1968)

A lo largo de éste trabajo de investigación nos hemos propuesto identificar las

relaciones entre la participación electoral y la cultura política del venezolano. Con ésta

finalidad se han analizado dos niveles de interacción de las variables: individual

(unidad de análisis personas) y societal (unidad de análisis país-sociedad). Los

principales hallazgos del trabajo son consecuencia del desarrollo de ésta estrategia de

investigación. Igualmente las presentes conclusiones sintetizan los hallazgos más

significativos en esos mismos niveles de análisis.

La ciencia política venezolana ha identificado a lo largo de las últimas tres décadas los

espacios de retroceso del sistema democrático venezolano (Kornblith, 1998). Uno de

los indicadores que más ha sufrido este impacto de “las crisis de la democracia” ha

sido la participación electoral (Molina, 1991). En este sentido, los niveles de

participación (en elecciones presidenciales) en Venezuela han experimentado la caída

más importante de toda Latinoamérica, especialmente durante los años 90. Sin

embargo, el comienzo del siglo XXI parece marcar el inicio de una nueva etapa.

Esta etapa presenta las mismas características de la participación antes de la década

de los 90, es decir, más que la reinvención de un modelo de participación electoral

basado en motivaciones y causas distintas, son en su gran mayoría los mismos

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elementos que sostuvieron hasta los años 80 una de las tasas de participación

electoral más altas de Latinoamérica.

Se ha afirmado a lo largo del presente trabajo que durante los años de alta

participación electoral las variables a nivel societal suelen tener mayor

preponderancia, mientras que en los de baja participación son las variables del nivel

individual las que juegan el rol principal. Entonces ¿cuáles factores promueven la

participación en cada escenario (alta – baja)?

La figura 6-1 recoge las principales variables relacionadas con cada uno de los niveles

de participación encontradas a lo largo del estudio (Alta – Baja) y en los niveles de

investigación (Individual – Societal):

Figura #6-1 Variables con relaciones significativas con la participación electoral a nivel

individual y societal

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103

La figura 6-1 nos muestra el resumen de la información analizada a lo largo de la

investigación. Resalta en ésta que las variables que se encuentran contenidas en el

cuadrante inferior izquierdo (Baja participación – Nivel individual) se encuentran en

su mayoría en el superior derecho (Alta participación – Nivel societal), sugiriendo que

la ruta hacia mayores tasas de participación electoral pasa por la transformación de

los incentivos individuales en propuestas de carácter colectivo. Claro está, esta

transformación se da principalmente a través de organizaciones sociales (Partidos

Políticos, Organizaciones de la sociedad civil, entre otros) y su masificación.

En los escenarios de baja participación electoral, acuden al llamado aquellos

individuos que poseen una mayor confianza en instituciones, que participan en

organizaciones comunitarias, que se sienten satisfechas con el desempeño económico

del país y con la democracia. Sin embargo, el hecho de que éstas variables no tengan

importancia a nivel societal (como agregado), quiere decir que la tasa de asistencia

final a comicios electorales se sustenta en los perfiles individuales, y no en el

contexto societal.

El escenario contrario (alta participación social) se da cuando existe una alta

satisfacción con el desempeño de la economía, con la democracia, al igual que altas

tasas de participación en organizaciones sociales y políticas, más alta confianza en las

instituciones, todo esto a nivel de toda la sociedad venezolana, constituyendo un

contexto favorable que estimula la asistencia a los comicios en todos los ámbitos, y

en el cual disminuye la importancia de las características individuales.

Esto nos permite afirmar nuevamente que la mayor importancia del sistema cultural,

en su relación con los niveles de participación electoral, se encuentra en sus

agregados societales (a nivel país), siendo importante el nivel individual únicamente

cuando las condiciones sociales que incentivan la participación desaparecen.

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Ahora bien, si cada escenario de participación se encuentra asociado con los niveles

societal e individual, y estos a su vez a un conjunto de variables ¿cómo se relacionan

esas variables dentro de cada escenario? ¿existe algún tipo de consistencia entre

esas variables?

Las variables que resumen el nivel societal puede ser definidas como “legitimidad del

sistema político”, con dos componentes: político y económico. En el componente

político, se encuentran la legitimidad de las instituciones de movilización, pero

también los espacios y formas de toma de decisión. En el componente económico, la

evaluación desempeño económico de la nación. No obstante, de ambas dimensiones

las variables que no se encuentran en el escenario de baja participación, y que por lo

tanto distinguen éste escenario pueden ser resumidas en las agencias de

“movilización social”.

En cuanto al nivel individual, resaltan en la figura 6-1 dos variables que caracterizan

al participante en comicios con baja asistencia: su interés en la política y confianza en

las instituciones. La ausencia de estas variables en los momentos de alta participación

electoral, nos señala que el compromiso cívico e institucional del votante en

elecciones de baja asistencia es mayor con respecto a las de alta asistencia34.

Así, regresando a los planteamientos que originan el presente trabajo de

investigación podemos afirmar que la participación electoral está asociada al binomio

compromiso cívico – movilización.

34Porsupuesto,tambiénnoshacepensarqueelqueparticipaenelprimerescenariotambién lohaceen loscomicios con alta participación (aunque a partir de los datos aquí analizados no es posible hacer estaafirmación).

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Cuadro #6-1 Compromiso cívico y Movilización

2000 y 2006

Fuente: Latinobarómetro 2000 y RedPol 2006. Cálculos propios.

El cuadro #6-1 resume los indicadores para cada una de las categorías35 que

representan los dos momentos de participación electoral (baja y alta). En ambos

casos, los indicadores tienen niveles de correlación que van de medios a altos,

ratificado la validez de las categorías. En los años de menor participación,

representados aquí en el año 2000, el nivel de compromiso cívico es una variable

resumen de la relación entre cultura política y participación electoral (variable

endógena). Aquellos con mayor compromiso cívico, presentan una alta disposición a

participar, y viceversa. En los años de mayor asistencia a comicios, los más

movilizados (participación en instituciones y agencias de movilización) tienden a

asistir al acto electoral en mayor medida que los no movilizados (variable exógena).

35 Para el año 2000, la construcción del indicador de compromiso cívico se utilizaron lasvariablesdelestudioLatinobarómetro: interésenpolítica,confianzaencongreso,confianzaenlospartidospolíticos,participaciónenunaorganizacióncomunitaria,interésenpolíticaysatisfacción con la democracia; para el año 2006 se utilizaron las variables del estudioRedPol,paralaconstruccióndelindicadordemovilización:participaciónenunaorganizacióncomunitaria, asistencia a manifestaciones, satisfacción con la democracia y militanciapartidista.

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Finalmente, el cuadro #6-1 también señala que si bien ambos grupos de variables

tienen validez a nivel individual, el segundo grupo denominado “movilizados” hace

referencia a las principales organizaciones de la sociedad como son los partidos

políticos y las organizaciones de base. Esto ratifica los planteamiento señalados por

Molina 1991 y otros, según el cual el debilitamiento de los factores institucionales (en

este caso las instancias de movilización de la sociedad) es el elemento fundamental

explicativo de la dramática disminución de los índices de participación electoral, al

tiempo que es la causante del aumento de la relevancia de los factores individuales.

A esto debemos sumar que si bien la mayoría de las variables de cultura política se

encuentran en ascenso continuo desde los años 70 (y que algunas de ellas han

experimentado una aceleración importante con la entrada del siglo XXI), aún se

mantienen en umbrales característicos de sociedades premodernas, imposibilitando

que los niveles de participación electoral se mantengan por efecto único de las

variables culturales a nivel individual.

Igualmente nuestros resultados muestran nuevos indicios sobre la denominada “crisis

del sistema político venezolano” (Kornblith, 1998), especialmente en el ámbito de los

partidos políticos. El reordenamiento de estas instancias de movilización y de la

población electoral alrededor de éstos, pueden ser los responsables del aumento de

los niveles de participación para los dos últimos procesos de selección de autoridades

de la primera década del siglo XXI.

Entonces afirmamos que las formas como el sistema político y el sistema cultural

venezolano se acoplan, se encuentra matizado por la relación entre dos dimensiones

de la cultura política del venezolano: compromiso cívico y movilización.

Sin embargo, los datos indican también la existencia de una tercera categoría que

contrario al binomio compromiso ciudadano – movilización (el cual parece funcionar

de forma inversa: cuando hay movilización disminuye la importancia del compromiso

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ciudadano para explicar la participación electoral), se expresa mediante un continuo:

la legitimidad del sistema político y económico. En este sentido, la hipótesis de Sosa

(Sosa, 1991, 1997 y 1999) acerca del traslado de la evaluación del la gestión de

gobierno hacia la democracia como sistema político ideal, ha sido probada através de

los datos, encontrado además una importante relación entre éstas variables y la

asistencia a comicios electorales, lo que indica que la participación-abstención es

realmente el indicador más importante de legitimidad del sistema democrático, que

refleja las posturas sociales ante este sistema político (ver cuadros 5-5 y 5-6). En

cuanto a la legitimidad del sistema económico, se puede afirmar que la satisfacción

con el desempeño económico del país (con cierta independencia del desempeño

económico “real”) se encuentra directamente relacionado con los niveles de

participación, así como de forma independiente del resto de las variables (ver cuadros

5-7; 5-8 y 2-3).

Por su parte, el desarrollo humano juega un papel contrario a lo esperado en la

consolidación del sistema democrático, a juzgar por las correlaciones presentadas a

comienzos de este trabajo. Los años de mayor crecimiento del desarrollo humano (a

través del IDH) 1988-1993, y momento en el cual alcanza su tope histórico (1991),

coinciden con el resquebrajamiento del sistema político venezolano.

En la literatura sociopolítica suele diferenciarse los conceptos de desarrollo político y

modernización política, utilizando el primer término para definir la diversidad de la

organización social y política para agregar y manifestar sus demandas, mientras el

segundo término suele utilizarse para representar el proceso mediante le cual los

sistemas políticos construyen las instituciones para canalizar y satisfacer (o reprimir)

las demandas que emanan de la sociedad (Bill, 1981). En este sentido, un hallazgo

importante de este estudio se refiere a las nuevas formas de participación y

expresión de la sociedad venezolana, específicamente la protesta. El posicionamiento

de la protesta de forma transversal a la sociedad venezolana (ver cuadros 4-6; 4-7;

4-8 y 4-9) indica un desarrollo político importante, que al entrelazarse con la

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participación electoral dotan de mayor fortaleza al sistema democrático. Sin embargo,

hay que señalar que este desarrollo político no supone por si sólo modernización

política, es decir, no supone la generación instantánea de instituciones que canalicen

las demandas sociales, pudiéndose producir el efecto contrario, lo que Huntington

denomina decadencia política: cuando las demandas políticas desbordan a las

instituciones existentes (Huntington, 1986).

La crisis y actual reordenamiento del sistema de partidos en Venezuela pone de

relieve que el compromiso ciudadano, por sí sólo, no es suficiente para mantener la

participación en comicios electorales en niveles que garanticen la legitimidad del

sistema democrático. Así, a pesar de haber un crecimiento importante durante los

años de democracia de la cultura democrática y el compromiso ciudadano (estudiado

aquí a través de ditintas variables), . Por su parte, el debilitamiento de la confianza

en las instituciones; su progresivo aumento de forma desigual y con preeminencia de

las instancias autoritativas, sin necesidad de búsquedas de consenso (presidente,

FFAA, etc.), ponen de manifiesto la debilidad del sistema político, al depender su

evaluación casi exclusivamente del ejercicio de un solo nivel de la democracia.

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WELSCH, Campubrí, Carrasquero y Varnagy (2006) La identidad político-

Cultural de los venezolanos en dos tiempos y perspectiva comparada

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ANEXO

Cuadro A-1

Tabla de correlaciones 1973 -

2007

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UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR

DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADO EN CIENCIA POLÍTICA

MAESTRIA EN CIENCIA POLÍTICA NOMBRE DEL ESTUDIANTE: HÉCTOR BRICEÑO TÍTULO DEL TRABAJO DE GRADO: LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO PROFESOR ASESOR: FRIEDRICH WELSCH MIEMBROS DEL JURADO: Natalia Brandler (Presidenta), Thais Maingon (jurado externa – CENDES – UCV), Friedrich Welsch (Tutor). PALABRAS CLAVES: Participación electoral, cultura política, Movilización social, compromiso cívico. APROBADO MENCIÓN SOBRESALIENTE NÚMERO DE PÁGINAS: 116 FECHA DE GRADUACIÓN: Noviembre 2009 MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA RESUMEN El presente trabajo de investigación tiene como objetivo entender las relaciones existentes entre los valores y actitudes políticas de los venezolanos y las estructuras del Estado, determinando si existe coherencia entre los patrones de autoridad de ambos ámbitos, a partir del estudio de la participación, la confianza y la tolerancia como valores sociales y la participación electoral como estructura del Estado. Partiendo del análisis de la participación electoral su avances y retrocesos durante el período 1958 – 20081 se ha identificado en el binomio compromiso cívico – movilización social un resumen de las variables que permiten entender las relaciones entre las variables estudiadas.

1 El estudio de los valores del venezolano lo hemos hecho a partir de estudios de opinión pública, disponibles únicamente entre 1973 - 2007

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El principal hallazgo del estudio se resume en que a medida que los factores contextuales que incentivan la participación electoral (sintetizados en la variable movilización social) declinan, la “responsabilidad” de participar o no en procesos electorales se sustenta sobre el compromiso ciudadano, es decir, en cuan comprometido se sienten los individuos con el funcionamiento del sistema democrático.