UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADO EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRIA EN CIENCIA POLÍTICA
LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO
Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por
Héctor Gabriel Briceño Montesinos
Como requisito parcial para optar al grado académico de
Magíster en Ciencia Política
Realizado con la asesoría del Profesor
Friedrich Welsch
Julio, 2009
ii
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR Decanato de Estudios de Postgrado
Maestría en Ciencia Política
LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO
Este Trabajo de Grado ha sido aprobado en nombre de la Universidad Simón Bolívar
por el siguiente jurado examinador:
NATALIA BRANDLER
Presidenta
THAIS MAINGON Miembro Principal Externo
UCV-CENDES
FRIEDRICH WELSCH Miembro Principal – Tutor
Fecha: 08 de julio de 2009
iii
AGRADECIMIENTOS
Al Profesor Friedrich Welsch, tutor de este trabajo, quién no ha dudado en compartir
su inagotable conocimiento y experiencia ya sea a través de interesantes y
estimulantes reflexiones, jocosos comentarios, artículos, libros o extensas bases de
datos. Mil gracias por su confianza.
A la Profesora Natalia Brandler quien con su confianza y paciencia, así como con sus
acertados comentarios y observaciones incentivó la exploración de perspectivas
diferentes.
A Gaby, por los lunes.
Rubén e Idalia quienes junto a Dios nos dieron la vida.
Al Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación - FONACIT, por su apoyo para
la realización de este Trabajo de Grado a través del proyecto G-1997000635
“ESTUDIO DE LA CULTURA POLITICA, EL RENDIMIENTO GUBERNAMENTAL Y EL
COMPORTAMIENTO ELECTORAL DEL VENEZOLANO”.
A todos, mil gracias.
iv
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADO EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRIA EN CIENCIA POLÍTICA
LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO
Por: Briceño Montesinos, Héctor Gabriel Carnet N: 0483884 Tutor: Friedrich Welsch
Julio, 2009
RESUMEN
El presente trabajo de investigación tiene como objetivo entender las relaciones existentes entre los valores y actitudes políticas de los venezolanos y las estructuras del Estado, determinando si existe coherencia entre los patrones de autoridad de ambos ámbitos, a partir del estudio de la participación, la confianza y la tolerancia como valores sociales y la participación electoral como estructura del Estado. Partiendo del análisis de la participación electoral su avances y retrocesos durante el período 1958 – 20081 se ha identificado en el binomio compromiso cívico – movilización social un resumen de las variables que permiten entender las relaciones entre las variables estudiadas. El principal hallazgo del estudio se resume en que a medida que los factores contextuales que incentivan la participación electoral (sintetizados en la variable movilización social) declinan, la “responsabilidad” de participar o no en procesos electorales se sustenta sobre el compromiso ciudadano, es decir, en cuan comprometido se sienten los individuos con el funcionamiento del sistema democrático. Palabras claves: Participación electoral, cultura política, Movilización social, compromiso cívico.
1 El estudio de los valores del venezolano lo hemos hecho a partir de estudios de opinión pública, disponibles únicamente entre 1973 - 2007
ÍNDICE GENERAL Pág.
APROBACIÓN DEL JURADO………………………………………………………… ii
AGRADECIMIENTOS………..…………………………………………………….…… iii
RESUMEN…………………..………………………………………………………………. iv
ÍNDICE GENERAL…………………………….…………………………………………. v
ÍNDICE DE CUADROS………………………….……………………………………… vii
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………… 1
Planteamiento del problema……………………………………………………. 3
Objetivo General……………………………………………………………………. 9
Objetivos específicos……..……………………………………………………….. 9
CAPÍTULO I: CULTURA POLÍTICA………..…………………………………….. 11
1.1 Homogeneidad vs diversidad……….…………………………………….. 15
1.2 Valores e instituciones………………………………………………………. 21
1.3 Sistema cultural y sistema político ¿cómo se relacionana?...... 25 1.4 Modernización y modernidad. Participación y confianza.………. 30
1.5 Legitimidad de la autoridad y modernidad………………………….. 38
1.6 Venezuela. Cultura Política……..…………………………………………. 40
CAPÍTULO II: PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN VENEZUELA 1958 – 2008: ¿DE LA CIMA A LA BASE Y DE REGRESO?..............
45
2.1 Variables sociodemográficas y participación electoral: élite y masas………………………………….………………………………………………..
55
CAPÍTULO III: CONFIANZA INTERPERSONAL: ¿EL VUELO DEL GANSO?...........................................................................................
63
3.1 Confianza en instituciones: ¿en busca del orden?......................................................................................
68
3.2 Un índice de confianza……..……………………………………………….. 70
3.3 Confianza y participación electoral……………………………………… 72
CAPÍTULO IV: PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES: RECONSTRUCCIÓN DEL ESCENARIO…………………………….……………
77
4.1 Protestas: nuevas formas de participación para todos los venezolanos………………………..…………………………………………………
83
CAPÍTULO V: INTERÉS EN LA POLÍTICA, EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO GUBERNAMENTAL Y DE LA DEMOCRACIA………......
91
5.1 Democracia y desempeño económico: cuestión de percepciones…………………………..……………………………………………..
97
CAPÍTULO VI: CONCLUSIONES……………………..…………………………… 101
vi
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………. 109
ANEXO..….…………………………………………………………………………………… 116
ÍNDICE DE CUADROS Cuadro Pág.
1-1 DESARROLLO ECONÓMICO Y TERCERA OLA DE DEMOCRATIZACIÓN………………………………………………………
17
1-2 REGÍMENES POLÍTICOS SEGÚN SU DISTRIBUCIÓN Y RIQUEZA………………………………………………………………………
19
2-1 PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL POR PERÍODOS……………………………………………………………………
51
2-2 PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN COMICIOS PRESIDENCIALES. AMÉRICA LATINA 1950 – 2006……………
53
2-3 CORRELACIONES (PEARSON) ENTRE % DE PARTICIPACIÓN, IDH Y PIB PER CAPITA 1958 – 2008………
55
2-4 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN REPORTADA POR GRUPOS DE EDAD 1073 – 2007………………………………………
57
2-5 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN POR GÉNERO 1973 – 2007…………………………………………………………………………….
58
2-6 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN POR NIVEL EDUCATIVO ALCANZADO 1996 – 2007……………………………..……………….
58
2-7
VOTOS TOTALES, REGISTRO ELECTORAL PERMANENTE (REP) % DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL (TODOS LOS COMICIOS), POBLACIÓN TOTAL, GASTO SOCIAL E ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO, 1958 – 2008…………………………
61
2-8 POBLACION EN EDAD ELECTORAL Y OTROS…………………… 62 3-1 CONFIANZA INTERPERSONAL 1973 – 2007…………………….. 63
3-2 CONFIANZA POR GRUPOS DE EDAD 1973 – 2007……………. 64
3-3 CONFIANZA POR GÉNERO 1973 – 2007………………………….. 66
3-4 CONFIANZA SEGÚN INGRESOS 1996 – 2007…………………… 66
3-5 CONFIANZA SEGÚN CLASE SOCIAL 1973 – 2003……………… 67
3-6 CONFIANZA SEGÚN NIVEL EDUCATIVO 1973 – 2006……….. 68
3-7 CONFIANZA EN INSTITUCIONES 1996 – 2007…………………. 69
3-8 ÍNDICE DE CONFIANZA 1996 – 2007……………………………… 71
3-9 ÍNDICE DE CONFIANZA POR GENERO 2000 – 2006…………. 71
3-10 CONFIANZA SEGÚN INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES 1973 – 2007……………………………………………… 72
3-11 ÍNDICE DE CONFIANZA SEGÚN INTENCIÓN DE PARTICIPAR EN ELECCIONES 1996 – 2006………………………
73
4-1 % PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES TRADICIONALES Y DENSIDAD DE PARTICIPACIÓN 1996 – 2007…………………………………………………………………………….
79
4-2 % DE DISPOSICIÓN A PARTICIPAR EN ELECCIONES SEGÚN SU PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES RELIGIOSAS 1996 – 2007………………………………………………
80
viii
4-3
% DE INTENCIÓN DE PARTICIPAR EN ELECCIONES SEGÚN SU PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES COMUNITARIAS 1996 – 2006…………………………………………
81
4-4 % DE INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES SEGÚN PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES POLÍTICAS 1973 – 2007…………………………………………………………………. 82
4-5 NATURALEZA DE LA PROTESTA ANTES Y DESPUÉS DEL CARACAZO…………………………………………………………………… 85
4-6 PARTICIPACIÓN EN MANIFESTACIONES 1996 – 2007……... 86
4-7 % DE INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES SEGÚN SU DISPOSICIÓN A PARTICIPAR EN MANIFESTACIONES 1996 – 2007……………………………………. 87
4-8 PARTICIPACIÓN NO CONVENCIONAL E INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES AÑO 2005…………………… 88
4-9 PARTICIPACIÓN EN MANIFESTACIONES SEGÚN NIVEL SOCIOECONÓMICO AÑO 2007……………………………………….. 88
5-1 INTERES EN POLÍTICA 1973 – 2006………………………………. 91
5-2 INTERÉS EN POLÍTICA Y INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN EN ELECCIONES PRESIDENCIALES 1973 – 2006……………… 92
5-3 SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA 1983 – 2006…………. 93
5-4 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL SEGÚN SU SATISFACCIÓN CON EL FUNCIONAMIENTO DE LA DEMOCRACIA 1983 – 2006…………………………………………….
94
5-5 EVALUACIÓN DE LA GESTIÓN DE GOBIERNO Y EVALUACIÓN DEL FUNCIONAMIENTO DE LA DEMOCRACIA AÑO 2006……………………………………………………………………. 95
5-6 EVALUACIÓN DE GOBIERNO Y DE LA DEMOCRACIA % TOTALES AÑO 2006……………………………………………………… 95
5-7 CALIFICACIÓN DE LA SITUACIÓN ECONÓMICA DEL PAÍS 1998 – 2006…………………………………………………………………. 97
5-8 INTENCIÓN DE PARTICIPACIÓN ELECTORAL SEGÚ LA EVALUACIÓN ECONÓMICA DEL PAÍS 1998 – 2006…………… 98
6-1 COMPROMISO CÍVICO Y MOVILIZACIÓN 2000 Y 2006……… 105
A-1 TABLA DE CORRELACIONES 1973 – 2007……………………….. 116
1
INTRODUCCIÓN
El presente trabajo tiene como objetivo estudiar las relaciones entre los niveles de
participación electoral y la cultura política del venezolano. Partiendo desde la
perspectiva de las teorías de la correspondencia, que tienen como supuesto que
existe un acoplamiento entre las dimensiones culturales, políticas y económicas de
una misma sociedad, exploramos de qué forma las tasas de participación electoral
expresan las orientaciones valorativas del venezolano y su interrelación.
La estrategia planteada para alcanzar este objetivo ha sido el análisis de la cultura
política del venezolano a través de una serie de estudios de opinión pública que
comprende el período entre los últimos 35 años de la democracia venezolana, a saber
de 1973 a 2008 y el análisis de los resultados electorales en este mismo período2.
En primera instancia se planteó el abordaje de los valores del venezolano a partir de
tres dimensiones específicas: la confianza, la participación en organizaciones y la
tolerancia; sin embargo, durante el desarrollo del trabajo ha sido necesario hacer
revisiones al número de variables en función de dos factores: variables disponibles en
las bases de datos3 y aportes encontrados en la bibliografía referente a la
participación electoral en Venezuela.
2 En el capítulo II, donde se analiza las tasas de participación electoral, se aprovechó la disponibilidad de datos a partir de 1958. Sin embargo, a partir del siguiente capítulo se utiliza solo los resultados de los años en los que se disponen también estudios de opinión pública. 3 Las bases de datos utilizadas fueron: Baloyra 1973; Botoba 1983; DATOS 1993; Latinobarómetro 1996, 1998, 2000, 2003, 2005, 2006 y 2007; LUZ-RedPol 2006; Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000; y Paralelo 2003. Las bases de datos se utilizaron en orden de prioridad en que se encuentran ordenados en esta nota. El año 2006 se utilizó simultáneamente la encuesta Latinobarómetro y LUZ-RedPol, debido a que ninguna de las bases contenía la totalidad de las variables estudiadas. Sin embargo, la coincidencia de los resultados de las variables disponibles en ambos estudios, nos permiten hablar de consistencia de las mediciones. Una dificultad que habrá que enfrentar se refiere a la comparación de estudios de opinión que no presentan el mismo diseño de investigación, como son las variadas encuestas
2
Así la variable tolerancia ha quedado fuera del trabajo, pues sólo se disponía de
mediciones en dos de las bases de datos (Estudio Mundial de Valores 1996 y 2000).
Esta razón haría imposible realizar un seguimiento del comportamiento de la variable
tal como se planteó a comienzos del proyecto de investigación, y se desarrolló en el
resto de los casos.
Luego, en el capitulo que antecede a las conclusiones se encuentran una serie de
variables que no habían sido consideradas al comienzo de la investigación, pero que
fueron identificadas durante el desarrollo de la misma ya sea producto de un análisis
profundo de las variables planteadas, ya sea producto de la revisión bibliográfica.
Este conjunto de variables que incluye la evaluación de la gestión de gobierno, de la
economía y del funcionamiento de la democracia, interés en política y participación
no convencional, han significado una de las dos dimensiones que complementa los
hallazgos realizados durante el proceso de investigación y que se resumen en las
conclusiones.
Por otro lado, la investigación se desarrollo en dos niveles de análisis: individual y
universal. Esta estrategia siguió los aportes fundamentales de algunos de los
principales estudios del sistema electoral venezolano y sus relaciones con la cultura
política4. Las conclusiones también expresan estas dos dimensiones de análisis.
En este sentido, los hallazgos obtenidos en la investigación se resumen en dos
categorías en el nivel individual, que hemos denominado “Compromiso cívico” y
“Movilización”, dimensiones conceptuales que sintetizan las principales variables que
actúan durante las dos etapas de la participación electoral: alta participación (1958 –
1983 y 2006) y baja participación (1988 – 2000), y una a nivel societal: legitimidad
del sistema político. aquí mencionadas, sin embargo, podemos señalar que esta estrategia (estudios longitudinales) ha sido adopta en distintos trabajos de investigación en el pais, entre ellos: WELSCH, 2006; WELSCH, 1992. 4 MOLINA, José E., 1991; PÉREZ BARALT, Cármen, 2001.
3
Planteamiento del problema
Una de las pocas áreas que goza de un consenso más o menos generalizado en las
ciencias sociales se refiere a la interacción entre los sistemas político, cultural y
económico. Se afirma que estos tres sistemas constituyen una tríada que se
influencia mutuamente y que necesita mantener una relación en la cual se sustenten
entre sí.5
La idea de las relaciones entre estos sistemas es propuesta por Montesquieu y
desarrollada por diversos autores que van desde Marx y Weber hasta Huntington,
Inglehart y Eckstein y es denominada teoría de correspondencia (Weber, 1905;
Huntington, 1991; Eckstein, 1992; Inglehart, 1997), entre las cuales se encuentran las
denominadas teorías del desarrollo.
La consecuencia de las afirmaciones de estas escuelas que apoyan la tesis de la
interacción entre los sistemas político, cultural y económico es que sin armonía entre
los mismos, toda sociedad se encuentra en crisis. Esto se traduce en la necesidad de
construir un sistema social con conexiones que sustenten su viabilidad en el
entrelazamiento de lo político, económico y lo cultural, es decir, una sociedad que
refleje en todos sus ámbitos y espacios (instituciones del Estado y de la sociedad,
sector privado, empresarial, etc.) los mismos valores en más o menos igual grado.
Quizás no la misma orientación valorativa, pero al menos valores distintos pero que
no entren en conflicto o contradicción.
5 El término “sistema” que se aplica aquí a lo político, a lo cultural y a lo económico será especificado más adelante durante el desarrollo del marco teórico, sin embargo, para efectos de mantener la coherencia del discurso podemos adelantar que la perspectiva a la que se acoge el concepto de sistema se refiere a la visión sociológica que entiende un sistema como el conjunto de instituciones, organizaciones y las relaciones sociales que dentro y entre de ellas suceden, siendo elementos muy relevantes de los sistemas los distintos actores que en ellos operan. Así entendido el concepto de “sistema” tiene una estrecha relación con el término “estructura” en su acepción también sociológica, que se refiere a las reglas y recursos que ordenan y orientan las relaciones entre los actores que conforman un sistema. Ver: GIDDENS, 1984
4
Este elemento que hemos denominado “armonía” conforma uno de los puntos
centrales de la teoría de Marx, quién apostaba al sistema económico como el factor
determinante de la tríada (Inglehart 1997)6, con la capacidad de modelar el resto de
las relaciones sociales. Weber por su parte, en su estudio sobre la Ética protestante y
el espíritu del capitalismo (Weber, 1905), otorgó mayor importancia a los valores
culturales como elementos del cambio social, económico y político de la sociedad.
Más recientemente los estudios de Huntington y de Inglehart han aportado mayores
evidencias de la interacción entre los sistemas, sin embargo ambos se han resistido a
otorgarle supremacía a alguno de los elementos de la “tríada”.7
El presente trabajo pretende insertarse bajo esta perspectiva general denominada
como “teorías de correspondencia”, y estudiar en qué medida la dinámica de la
sociedad venezolana y de su sistema político se relaciona con los valores y
orientaciones culturales.
En este sentido, nuestro problema de investigación parte de visualizar inconsistencias
entre las instituciones del Estado y las orientaciones de los valores culturales de la
sociedad venezolana, como por ejemplo, la incapacidad de manejar la complejidad,
pluralidad y múltiples demandas sociales, en contraposición con la baja flexibilidad de
las instituciones del Estado, lo que se traduce en problemas de ingobernabilidad e
inestabilidad del sistema político, o en su defecto, en la necesidad de gobernar
mediante prácticas “poco democráticas”. Manfred Mols (Mols, 1985: 45) señala a este
respecto lo siguiente:
6 Karl Marx en, INGLEHART, 1997 7 No obstante, y a pesar de que sus estudios en ocasiones presentan las relaciones variables como “correlaciones” en las cuales no es posible determinar la direccionalidad de dichas relaciones, esto no impide desarrollar modelos en los cuales se presente el “sistema político” como variable independiente.
5
“La famosa figura del análisis de Huntington de la “political decay” significa sobre todo que en la economía, en la sociedad y en la cultura, se han producido diferenciaciones que el sistema político no ha recogido ni con arreglos institucionales diferenciados de la misma manera ni a través de cambios de valores y actitudes. Por lo tanto, “political decay” es la situación de quiebra dentro de un mismo cuerpo nacional (...) La fórmula de la “simultaneidad de lo no simultaneo” es aquí correcta. Si uno ve más exactamente la política latinoamericana, se notan cinco expresiones de esta no simultaneidad, cinco contradicciones internas, que son a la vez producto y legado de la historia y presión contemporánea de transformación. Son las siguientes:
- Caudillismo versus dominio de los tecnócratas; - Política como juego ordenado versus la idea de un Estado (super)
politizado; - Pretorianismo versus corporativismo populista; - Civilismo versus militarismo; - Cultura urbana versus cultura del campo.”
El problema de la relación entre el sistema cultural y el sistema político se presenta
entonces como un problema entre la estructura de la sociedad y la estructura del
poder. Harry Eckstein propone que esta relación no se extienda necesariamente a
todo lo largo de todas las prácticas culturales, sino a unas muy específicas: las pautas
y patrones de autoridad, donde autoridad se refiere a las relaciones de dominación y
subordinación en toda relación social (Eckstein, 1992). En este sentido, Eckstein
afirma que la estabilidad de un sistema democrático no depende tanto de cuán
democráticas son sus instituciones, sino, de cuán coherentes sean los patrones de
autoridad de las instituciones democráticas con los patrones de autoridad de la
sociedad.
De esta manera, y a la luz de lo expresado, nuestra inquietud de investigación puede
ser planteada de la siguiente manera: ¿Existe correlación entre los sistemas político y
cultural de la sociedad venezolana? ¿Puede ser explicado el sistema político
venezolano a partir de sus relaciones con el sistema cultural?
El problema de investigación planteado de esta manera es demasiado amplio, lo que
puede tener como consecuencia que se exploren las relaciones propuestas muy
6
superficialmente. Por esto queremos indagar el problema de la simultaneidad en tres
elementos que la literatura presenta como claves para el funcionamiento del sistema
democrático, estos son: la participación, la confianza y la tolerancia.
La participación es, a partir de los estudios de Almond y Verba, una dimensión de
análisis de suma importancia (Almond/Verba 1963). En este sentido, es un buen
indicador acerca de los patrones de autoridad de una sociedad, pues nos habla de las
formas que asume la ciudadanía en la construcción de la sociedad, ya sea con fines
políticos o no. Los partidos políticos, grupos de presión y sociedad civil en general son
manifestaciones de una sociedad para enfrentar y presentar ante el Estado y el resto
de la sociedad sus demandas y necesidades. Para Eckstein los patrones de autoridad
mas importantes son aquellos que se encuentran mas cercanos a las estructuras del
Estado
“(...) un gobierno será inestable (y los patrones de autoridad de una sociedad incongruentes) si los patrones de autoridad del gobierno se encuentran disociados (esto es, substancialmente diferentes) de los otros segmentos sociales, o si sucede un cambio abrupto en los patrones de autoridad de cualquier segmento adyacente de la sociedad, o si existen, proporcionalmente, muchos patrones de autoridad en las elites políticas (es decir, en los actores políticamente activos).” (Eckstein, 1992:191)
Por su parte, Ronald Inglehart (1997) identifica la confianza tanto en las instituciones
como en las personas y la participación social como factores que tienen una alta
correlación con un sistema político democrático. En su análisis de los valores de las
sociedades industrializadas avanzadas presenta una de las dimensiones de análisis
que agrupa las variables antes mencionadas (junto a muchas otras): valores de
supervivencia / valores de auto-expresión (survival/self-expression values), que
relaciona ciertas actitudes y orientaciones con las formas de autoridad y la estabilidad
del sistema político.
7
“Sociedades que enfatizan valores de supervivencia muestran niveles relativamente bajos de bienestar subjetivo, reportan relativamente bajos niveles de salud, baja confianza interpersonal, son relativamente intolerantes hacia grupos externos, bajo apoyo a la igualdad de géneros, enfatizan valores materialistas, tienen niveles relativamente altos de fe en la ciencia y la tecnología, presentan niveles relativamente bajos de activismo por el medio ambiente, y son relativamente favorables hacia gobiernos autoritarios. Las sociedades que enfatizan los valores de auto-expresión tienden a presentar preferencias contrarias en todos estos tópicos (...) sociedades que enfatizan valores de auto-expresión tienden a ser mucho más estables que aquellas que enfatizan los valores de supervivencia.” (Inglehart, 2000: 88)
Por su parte, Giddens (Giddens, 1990) identifica la confianza como uno de los
elementos fundamentales del funcionamiento de la modernidad, esto es, la confianza
en los mecanismos, herramientas y sistemas abstractos que permiten el desarrollo de
la sociedad. En este sentido, uno de los “efectos” principales de la confianza social es
la transformación de las relaciones sociales; así la confianza en las instituciones8
puede estar fundamentada por distintas orientaciones, donde los mecanismos por los
cuales se generan estas orientaciones juegan un papel principal. Ligado a la idea de
confianza y las orientaciones sobre las que ésta se genera, se encuentra la idea de
riesgo y peligro (en términos de Giddens la falta de información), que se refieren a
las formas de funcionamiento del sistema y de las estructuras que orientan. Así,
Giddens identifica según las formas que orientan y desarrollan la confianza, la
distinción entre una cultura moderna y una premoderna.
Ahora bien, estas variables que se han presentado de manera muy breve, permitirán
entender las formas culturales de la sociedad venezolana, siendo el punto común de
intersección entre ellas, lo que Eckstein (Eckstein, 1992) define como patrones de
autoridad.
8 Entendiendo instituciones en su acepción sociológica, de conjunto de normas generales que regulan y moderan la acción.
8
La siguiente tarea es trazar un marco específico para el análisis de las estructuras del
Estado, de manera tal que nos permita realizar un análisis más profundo y lógico, que
si abordáramos la generalidad de las estructuras del Estado venezolano.
Para esto la institución de la participación política electoral, entendida como las
posibilidades sistémicas y canales para la participación, a través de las diversas
formas que van desde el voto popular en los distintos niveles Nacional, Regional y
Local, proporciona un marco de referencia lo suficientemente amplio, profundo y
documentado9 para permitirnos realizar un análisis exhaustivo.
La dimensión “participación política” es sin duda uno de elementos fundamentales del
análisis de los sistemas políticos. Los estudios sobre la democracia como
procedimiento o democracia procedimental han jugado un papel importante durante
algún tiempo en ciencia política al ubicar como elemento central de un sistema
democrático el proceso mediante el cual una sociedad participa en la selección de sus
gobernantes. La definición de democracia procedimental que hiciera Schumpeter en
Capitalismo, Socialismo y Democracia, según la cual “El método democrático es el
acuerdo institucional para llegar a las decisiones políticas, en el que los individuos
ejercitan el poder de decidir por medio de una lucha competitiva mediante el voto del
pueblo” (Schumpeter, 1942: 43) es una de las más claras afirmaciones acerca del
papel de las elecciones (y la participación) como institución definitoria del sistema
político democrático.
Una vez definido el marco de análisis de las estructuras políticas y culturales, es
necesario delinear los limites dentro de los cuales se debe mover la presente
investigación. En este sentido son varias las razones para establecer dichos límites.
La principal a la que debemos hacer referencia es la delimitación temporal. Para la
misma hemos seleccionado el año 1973 como el límite inferior, puesto que representa
9 Con información abundante y accesible.
9
el año en que se realiza por primera vez un estudio de opinión pública diseñado para
el estudio académico de los valores políticos del venezolano.
El limite superior lo definimos a partir de la posibilidad de acceder a datos que nos
permitan llegar a estudiar las variables propuestas lo mas cercano posible al
momento actual. Es de nuestro conocimiento la existencia de encuestas de opinión
en los temas aquí planteados, para el año 200710, siendo este el límite superior
propuesto.
La segunda de las delimitaciones se refiere al aspecto espacial. La presente
investigación se realizará en el ámbito de la sociedad venezolana a nivel
principalmente nacional.
Así, el problema que origina nuestra investigación queda expresado en el siguiente
objetivo de investigación:
Objetivo General
Partiendo de los datos disponibles, determinar la relación existente
entre los valores culturales del venezolano, especialmente en los
valores de confianza y participación social; y el sistema político
institucional venezolano, expresado en las formas de participación
política, en el período 1973 - 2007
Objetivos específicos:
Caracterizar los sistemas de valores de la sociedad venezolana según sus
valores de confianza, participación y tolerancia.
10 Tal como se verá más adelante en la propuesta metodológica, es nuestra intención realizar una estudio cuantitativo a través de encuestas de opinión y resultados electorales.
10
Especificar los mecanismos que canalizan la incorporación de los valores
sociales a las estructuras estatales.
Conocer cómo se relacionan los valores del venezolano con el Estado y sus
instituciones.
Hipótesis nula
Las formas de participación políticas no tienen relación con el sistema de
valores de la sociedad venezolana.
Hipótesis 1
Las formas de participación política se relacionan de forma simultánea con
los distintos sistemas y orientaciones valorativas del venezolano, es decir,
sus patrones de autoridad específicos.
11
CAPÍTULO I
CULTURA POLÍTICA
Antes de continuar se hace necesario desarrollar algunos conceptos fundamentales
que permitirán dibujar el marco de referencia para la realización de los objetivos de
investigación propuestos. Así, se quiere recorrer desde los aspectos más generales
referentes al paradigma dentro del cuál se desarrollará la propuesta, hasta las
definiciones de las variables fundamentales.
Al comienzo del libro “Culture Matters” Samuel Huntington propone, a partir de
distintos estudios, realizar una comparación entre dos países: Corea del Sur y Ghana.
A comienzo de los años 60, asegura, ambos países poseían indicadores económicos,
políticos y sociales muy similares. En la actualidad los indicadores económicos
(ingreso per capita) de Corea del Sur se asemejan a los de Grecia, los de Ghana, al
contrario, se han deteriorado registrando un producto interno bruto que representa
un quinceavo del de Sur Corea. La conclusión, el desarrollo únicamente fue posible
gracias a algunas “cualidades culturales” de la sociedad surcoreana. “Los Sur
Coreanos valoran el ahorro, la inversión, trabajo duro, educación, organización y
disciplina. Los Ghaneses tienen valores distintos. En resumen, los valores importan.”
(Huntington, 2000: xiii)
Uno de los supuestos básicos del paradigma de cultura política es que éste tiene la
capacidad de levantar grandes obstáculos al desarrollo de los objetivos trazados
socialmente (cualquiera que éstos sean), así como puede ofrecer ventajas de igual
magnitud. En este sentido, es importante señalar desde el comienzo que esto no
traduce esta postura en un determinismo cultural, según el cuál exclusivamente la
12
sustitución de unos valores tradicionales por otros modernos (incluso occidentales)
sería la única garantía de desarrollo. Distintos estudios señalan en otra dirección,
como por ejemplo los trabajos de Banfield 1967 y Putnam 1993 según los cuales el
aprovechamiento de ciertos “recursos culturales” puede ayudar y orientar el
desarrollo donde existen otras “desventajas culturales”. Así, a lo largo de este trabajo
entenderemos la cultura (sistema cultural) bajo una perspectiva probabilística y no
determinista, es decir, que determinadas orientaciones culturales proporcionan
mayores probabilidades de ocurrencia a ciertos fenómenos y disminuyen la
probabilidad de otros.
Siguiendo a Inglehart se rechaza
“(…) la noción de que la construcción cultural es el único factor que configura la experiencia humana. Hay también una realidad objetiva ahí afuera, que se relaciona tanto con las relaciones sociales como con la ciencia natural. La realidad externa es crucial cuando se llega al recurso político último, es decir, la violencia (…)” (Inglehart, 1997: 14)
Por esto se hace necesario señalar que la cultura, como variable, puede tener
distintos grados de significación probabilística. Esto quiere decir, que una misma
variable en distintos contextos puede generar resultados distintos. También quiere
decir que es una variable que se desenvuelve en un mismo contexto con otras
variables, generando condiciones particulares que resultan de la forma como se
entrelazan. En este sentido, el marco conceptual que señala Harry Eckstein, la teoría
de correspondencia entre patrones de autoridad, nos sugiere enfocar nuestra mirada
en los valores, conductas y actitudes, y en la estructura (arquitectura) de estos con el
entorno en el que se “entrelazan”.
Los estudios sobre la participación en organizaciones de distinto tipo (asociacionismo)
brindan un ejemplo interesante. La variable asociación no se relaciona de manera
simple con el apoyo a la democracia o con conductas prodemocráticas. Por ejemplo,
13
el concepto de Coleman de capital social, deja abierta una serie de relaciones de
interdependencia (cohesión social) y confianza mutua existente entre grupos de
negociantes de diamantes en Nueva York, pero de acceso restringido (Coleman,
1988). Igualmente Foley y Edwards (Foley, 1998) señalan que los participantes en
manifestaciones y miembros de asociaciones de defensa de los derechos humanos,
presentan un mayor soporte a las instituciones democráticas, sin embargo, los
miembros de otro tipo organizaciones no presentan esta orientación tan clara. Incluso
existen miembros de agrupaciones que presentan datos en la dirección contraria, es
decir, que desarrollan conductas adversas a la democracia (como por ejemplo
organizaciones que soportan grupos no democráticos).
Así, mas que señalar direccionalidad en las relaciones entre las variables estudiadas,
nuestra labor está orientada a conocer la forma como se estructuran las relaciones
entre las variables principales en estudio.
“Los Gobiernos son patrones de autoridad. Otras unidades sociales también tienen patrones de autoridad. Modos de gobernarse. Entonces (la estabilidad) es un factor a la vez endógeno y exógeno al gobierno, y a la vez no lo es: es una posible variable “linkage” (puente) que puede conectar gobiernos y sus contextos, a través de la cual los factores contextuales pueden incidir en los gobiernos (y viceversa).” (Eckstein, 1992: 180)
Presentada una de las características esenciales de la cultura política como
paradigma, se hace necesario abordar otra serie cualidades y rasgos que nos
ayudarán a delimitar nuestro espectro de investigación. Para presentar estos
aspectos queremos levantar unas preguntas clásicas: ¿qué se entiende por cultura?
¿de qué factores depende la cultura? ¿y cómo se relacionan con los otros elementos
no culturales? ¿cómo se relaciona la cultura con el resto de los elementos del sistema
social, a saber: lo político, lo social y lo económico?
14
En primer lugar vale la pena aclarar que la definición de cultura y de los distintos
temas relacionados, son abordados desde una perspectiva analítica. Esto quiere decir
que se orienta más hacia una concepción de cultura que aporte aspectos empíricos
observables y susceptibles de medición, que a una concepción antropológica,
interesada en conocer los significados de la cultura. En este sentido, la cultura como
metodología de análisis e investigación, implica que para estudiar el funcionamiento
de una sociedad es necesario entender y comprender los valores, percepciones,
conocimientos, creencias y habilidades interiorizadas por las personas que componen
una determinada sociedad. Citando nuevamente a Inglehart completamos nuestra
definición de cultura: “Una cultura es un sistema de actitudes, valores y
conocimientos compartidos ampliamente por la sociedad y transmitido de generación
en generación.” (Inglehart, 1997:18) y Larry Diamond especifica la cultura política
como: “(…) las creencias, actitudes, valores, ideales, sentimientos, y evaluaciones
acerca del sistema político de su país, y el rol propio dentro de ese sistema.”
(Diamond, 1994:11)
La cultura política democrática ha sido definida como la inversa de la personalidad
autoritaria. En este sentido, Inkeles (ver Diamond, 1994) identifica los componentes
de la personalidad autoritaria como: fe en líderes poderosos, odio hacia los outsiders
y desviados, sentido de poco poder e ineficiencia al actuar, cinismo extremo,
suspicacia y desconfianza en los otros y dogmatismo. Por su parte, los valores de la
cultura democrática son: flexibilidad, confianza, eficacia, apertura hacia nuevas ideas
y experiencias, tolerancia hacia la diferencia y las ambigüedades, aceptación de los
otros, y una orientación hacia la autoridad que no es ni sumisa ni hostilmente
rechazante, sino una actitud continuamente vigilante (Diamond, 1994).
15
1.1 Homogeneidad vs Diversidad
Un primer tema importante sobre la cultura política se refiere a la homogeneidad vs.
la diversidad de los valores dentro de una sociedad y su impacto en el sistema
político.
La distribución de los valores y la identidad de los pueblos es uno de los
prerrequisitos fundamentales que identifica Rustow para la construcción de una
sociedad democrática (Rustow, 1970). La única e imprescindible condición para el
nacimiento de la democracia es la unidad nacional, entendida como una situación en
la cual:
“la basta mayoría de los ciudadanos en democracia (o a estar en democracia) no tengan duda o reserva acerca de a cual comunidad política pertenecen. (Puesto que la democracia es) un sistema de reglas de mayorías temporales (…) esas reglas y políticas pueden cambiar libremente los límites, pero el consenso acerca de la composición de la ciudadanía debe continuar inalterada.” (Rustow, 1970: 9)
En este sentido, Rustow menciona una de las características principales de la creación
de los Estados y democracias modernas, esto es, que se encuentran unidas a la
creación de los Estados-Nación como unidades territoriales y de identidad básicas
para su funcionamiento, permitiendo la delimitación de quiénes pueden decidir y
participar en la construcción del destino de esa unidad. Supone a su vez, que todo
miembro de la unidad comparte una idea (valores y actitudes) mas o menos
homogénea de la dirección y el bienestar del grupo, y que por supuesto, no querrá
atentar contra estos fines.
Sin embargo, parte fundamental del análisis de Huntington en “La tercera ola”, hace
referencia a la tensión opuesta a la presentada por Rustow. En este sentido, la
principal consecuencia del desarrollo experimentado en algunos países durante las
dos décadas posteriores a la II Guerra Mundial, es la movilidad y diversidad social
16
que se traduce en diversidad de valores, conductas y actitudes, que al mismo
repercuten en las demandas que se orientan hacia las estructuras estatales. Así, los
países en que estos cambios sucedieron, como resultado de la diversidad de
demandas que se orientaron hacia el Estado, junto a la incapacidad de las
instituciones no democráticas de procesar y canalizar dichas demandas, generaron las
“rupturas” que dieron paso a algunas de las democracias que se constituyeron
durante la “tercera ola democratizadora” (Huntington, 1991).
De igual manera Huntington apunta que existe una correlación bastante fuerte entre
el desarrollo económico y democracia. En efecto, tan sólo un 16,3% de los países con
ingresos de más de mil dólares per cápita tenían un régimen autoritario para 1.989,
en comparación al 77,3% de países con menos de 1.000 dólares de ingreso per
cápita y regímenes autoritarios para el mismo año. Más significativo aún (y como
muestra la el cuadro #1-1), un 76% de los países no democráticos de ingresos
medios altos (entre 1.000 y 3.000 dólares per cápita) se democratizaron en el período
de la “tercera ola”, al igual que un 40% de los pocos países ricos (con ingresos
mayores a los 3.000 dólares per cápita) que aún tenían gobiernos autoritarios para el
período.
“La correlación entre riqueza y democracia implica que las transiciones a la
democracia deberían ocurrir originariamente en países de nivel medio de desarrollo
económico. En los países pobres, la democracia es improbable; en los países ricos, ya
es un hecho” (Huntington, 1991: 66) afirmaba.
17
Cuadro #1-1
Fuente: HUNTINGTON, Samuel, “Tercera Ola”, Editorial Paidós, 1991
Pero ¿de qué manera afecta el desarrollo económico al sistema político? Huntington
ha acotado que la relación entre desarrollo económico y democracia no es una
relación directa, sino que se encuentra mediada por una serie de variables entre las
que resalta la expansión de una serie de valores y actitudes que apoyan los procesos
democráticos, a través de la expansión en el acceso a la educación y el crecimiento
de la clase media, como se sugiere la figura #1-1.
Fuente: HUNTINGTON, Samuel, “Tercera Ola”, Editorial Paidós, 1991
Figura #1-1
El desarrollo económico como factor de la democratización
18
A su vez, el hecho de que países con altos valores de PIB (considerados países ricos)
como Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes, no emprendieran la travesía
hacia la democracia pareciera confirmar esta hipótesis11, puesto que a pesar de
alcanzar índices de desarrollo económico elevados, los mismos no parecen ser el
resultado de un proceso amplio y continuo de industrialización que permita un
equitativo acceso a beneficios como educación, salud, riqueza (entre otros) para toda
la población.12
Como se observa en el cuadro siguiente,13 existe una relación significativa entre la
distribución de los ingresos y un sistema político democrático. En la medida que los
índices de desigualdad aumentan, las probabilidades de que un país sea democrático
disminuyen. Lo mismo aplica para los índices de distribución de las tierras, y otros.
Existe también una correlación significativa entre los índices de distribución de los
ingresos y amplitud de las clases medias, en los países democráticos (Cuadro #1-2).
Es decir, en aquellos países democráticos en los que los índices de distribución de la
riqueza son más “equitativos” (o igualitarios) las clases medias tiende a aumentar,
creando una serie de valores “prodemocráticos.
11Unanálisiscomparativodeporquénosedan lastransicionesdemocráticasen lospaísesdelmedio oriente y si en los de América Latina en: “Civil society and democratisation incomparativeperspectiva:LatinAmericaandtheMiddleEast”,MehranKanrava&FrankOMora,enThirdWorldQuarterly,Vol.9Nº.5.12Poresto,indicadorescomoíndicesdeanalfabetismoydedistribucióndelosingresosaportaronaHuntingtonunútilacercamientoalasituaciónsocialdelospaísesentransición.Algunosautoresseatrevenacolocarcomofronteraparalosprocesosdetransiciónunpaíscon50%delapoblaciónalfabetizadayuningresopercápitamayora250dólares(paraelperíododelaterceraolacasitodoslospaísesdeAméricaLatinayahabíanalcanzadolameta).
13Datoscuadro6.1:DAHL,1997,p.85‐86
19
Cuadro #1-2
Regímenes políticos según distribución de la riqueza
Fuente: HUNTINGTON, Samuel, “Tercera Ola”, Editorial Paidós, 1991
Otro elemento de suma importancia representa el crecimiento de la población urbana
de las dos últimas décadas antes de la tercera ola, “Todavía en 1950, el 60% de la
población latinoamericana vivía en el campo; 10 años más tarde era el 47,8% y en
1975 sólo el 38% (…)” (Mols, 1985: 105).
Llegados a esta etapa nos planteamos la pregunta de cómo el desarrollo económico
se relaciona con los procesos que se desatan junto al mismo y dan vida a cambios en
el sistema político.
Parte de la respuesta a estas inquietudes ha sido adelantada al asegurar que estos
procesos de desarrollo económico impulsan la construcción de unas actitudes cívicas
de competencia así como de confianza en el sistema, al tiempo que desarrolla nuevas
estructuras competitivas, es decir, la reconfirmación de la tesis de Weber en “La ética
protestante y el espíritu del capitalismo”, “(…) el protestantismo alienta las empresas
económicas, el desarrollo de una burguesía, el capitalismo y la riqueza económica, lo
que facilita la aparición de las instituciones democráticas.” (Huntington, 1991: 79),
20
sin embargo, en la misma tesis de Weber estos procesos tardaron tantos años como
asegura Dahl ha sido el recorrido de las primeras democracias.
Manfred Mols señala que:
“(…) cuando el desarrollo socio-económico y las transformaciones políticas no transcurren con una cierta sincronía y, sobre todo, en la misma dirección, sólo podemos esperar – tal como lo advirtiera enfáticamente Samuel Huntington – la ruina política.” (Mols, 1985: 86).
Es decir, los procesos económicos y culturales imprimieron a estas sociedades ritmos
que los sistemas políticos no lograron manejar, dando paso alternativas
democráticas.
Básicamente el efecto del desarrollo económico transformó las relaciones sociales al
crear distintos “sectores de poder”. Al ingresar estos nuevos actores a la esfera
pública y exigir del “sistema regulador de poder” cierta atención o satisfacción de sus
demandas comenzaron a “fracturarse” las estructuras de los regímenes políticos, esto
especialmente en los sistemas militares;
“(…) hasta ahora no se conoce ningún caso en el cual el dominio militar haya podido asumir con éxito la pluralidad de las posiciones y organizaciones procedentes de la “sociedad” (…) En todo el mundo los militares tienen dificultades para reconocer los conflictos sociales abiertos como elementos de la vitalización de la política. Como también en América Latina los militares buscan las soluciones políticas “correctas”, refuerzan (…) la tendencia siempre existente en la cual esta no es una conformación impuesta, que necesita siempre ser revisada, de los procesos vitales de los grupos humanos, sino una formación que puede ser obtenida en una forma óptima de una vez para siempre.” (Mols, 1985: 104).
21
La incapacidad de las instituciones militares de establecer relaciones sociales distintas
a las jerárquicas que ordenan la institución militar revela la necesidad de instituciones
con carácter democrático, es decir, que tengan la capacidad de canalizar las
demandas que se generan en los distintos actores sociales (especialmente luego de la
gran multiplicación de los mismos) (Mehran, 1998). Esto plantea un problema
fundamental a las instituciones de las nuevas democracias durante sus primeros
años: el manejo de las expectativas creadas en los nuevos actores sociales.
1.2 Valores e instituciones
De esta manera, la tensión homogeneidad vs. diversidad de los valores plantea el
problema de la capacidad de las sociedades para manejar y resolver los conflictos, en
especial aquellos que afectan la estabilidad del sistema político. Tal como Rustow
señala, pareciese que las estructuras de los sistemas políticos democráticos
modernos, se fundaron sobre la base de una serie de valores y actitudes mas o
menos compartida (identidad), que no había existido antes en el mundo antes de la
construcción del Estado-Nación. Sin embargo, una vez constituido el Estado-Nación,
la diversidad social generada a partir del desarrollo económico (y la industrialización)
han ayudado la constitución de sistemas políticos democráticos, al demandar
instituciones con mayor capacidad para adaptarse a una sociedad cambiante.
En este sentido, innumerables veces la democracia ha sido definida como un proceso
continuo entre tensiones, más que un estadio que se alcanza una vez realizado o
constituido ciertos procedimientos. Ralf Dahrendorf, en Disaffected Democracies.
What´s troubling trilateral countries? afirma que “La democracia aparenta estar
siempre en crisis (…) el tópico es clásico en la teoría política. La ambivalencia de
Toqueville hacia lo que el denominó democracia estaba asociada a la esperanza
(desesperanza) de que no duraría mucho.” (Dahrendorf, 2000). De igual manera,
según Dahrendorf, la democracia fue diagnosticada en crisis en el primer reporte de
22
la “Trilateral Comission” en 1975, cuyo título fue “La crisis de la democracia” (Crozier,
1975).
Así, puesto que las sociedades cambian, y en especial las sociedades modernas y
democráticas, el foco de estudio se centra en la “arquitectura” de las relaciones entre
los sistemas político y cultural, y su capacidad para brindar estabilidad.
La estabilidad de una sociedad es consecuencia de los niveles de correspondencia
entre los distintos sistemas que coexisten en la misma. En el presente trabajo, tal
como se ha señalado, interesan los sistemas político y cultural. Para esto utilizamos el
término congruencia.
La congruencia se refiere a la lógica que orientan los sistemas. Inglehart señala en
sus investigaciones que las sociedades tradicionales tienen orientaciones hacia la
autoridad distintas a las modernas. Las primeras, privilegian, tal como señala Weber,
sistemas tradicionales de autoridad, con grandes y rígidas estructuras jerárquicas,
donde tiene gran importancia las relaciones de parentesco, cercanía y lo religioso,
mientras las sociedades modernas se orientan hacia una autoridad de tipo racional-
legal. Por último, señalan las investigaciones de Inglehart que en las sociedades
“postmaterialistas” la autoridad tanto tradicional como racional-legal ha perdido
importancia.
De igual manera, Inglehart logra identificar correlaciones significativas entre las
orientaciones hacia los determinados tipos de autoridad (junto a otra cantidad
importante de valores que componen las dimensiones de su análisis – valores
tradicionales vs. valores racional-legales y valores de supervivencia vs. valores de
autoexpresión14) y los regímenes políticos de esas sociedades.
14 Traditional/Rational‐legal and survival/Self‐Expression values, INGLEHART, enHARRISON,2000
23
Fuente: Inglehart, Ronald (1997) Modernización y posmodernización. El cambio cultural, económico y político en 43 sociedades, CIS, p.282
Figura #1-2
Democracia estable y los valores postmaterialistas
Entonces ¿cómo es la congruencia entre los patrones de autoridad y el sistema
político? ¿es necesario que todos los patrones de autoridad de una sociedad sean
congruentes con los patrones de autoridad del sistema político?
Hanna Arentd (Arendt, 1996) señala en “La condición humana” que existen esferas
de la vida humana que no inciden directamente en la experiencia social. Para señalar
esto, diferencia entre espacios públicos y espacios privados. Estos últimos, como por
ejemplo la familia, se definen como los espacios de las desigualdades, donde la
24
autoridad del “pater familiae” es y debe ser ejercida de manera jerárquica. Sin
embargo, estos modelos no deben reproducirse en las esferas públicas, consideradas
las esferas de los iguales. En éstas deben representarse los objetivos comunes que se
comparten como sociedad, en donde todos los actores son iguales por su cualidad de
ciudadanos. Son precisamente, estos espacios públicos los de mayor repercusión en
las esferas sociales.
Sin embargo, la reproducción de los valores de las esferas privadas en la vida pública
(en especial la familia) genera lo que Putnam ha denominado “familismo amoral”.
Estos valores son importantes en tanto son reproducidos en la vida social, logrando
filtrarse hasta las esferas de gobierno.
Entonces, si la cultura se encuentra distribuidaa lo largo de los distintos grupos que
conviven en una misma sociedad15, y puesto que el sistema democrático supone la
ampliación de la participación a “todos” los grupos sociales; la idea de la congruencia
nos indica que:
“Un gobierno será estable si, (1) los patrones de autoridad social son idénticos a los patrones de gobierno, o si, (2) si constituyen los patrones graduales proporcionales a la segmentación social, o si (3) un alto grado de semejanza existe en los sectores adyacentes al gobierno y en la medida en la que mas se aleja menor es la reproducción de estos patrones (…) De igual manera, un gobierno será inestable (y los patrones de autoridad de una sociedad incongruentes) si, los patrones de autoridad de un gobierno se encuentran aislados (esto es, sustancialmente diferentes) de esos segmentos sociales, o si un cambio abrupto en los patrones de autoridad ocurre en alguno de los segmentos de la sociedad, o si una larga y diversa serie de patrones sociales existen en la elite política.” (Eckstein, 1992: 192)
15Inclusoincorporandovaloresdifusosencuantoasusespaciosdevalidezopertinencia.
25
Las instituciones políticas son las encargadas de ejercer el poder en las sociedades, y
lo pueden hacer reproduciendo los distintos patrones de autoridad o por medio de la
coerción.
Las instituciones de la democracia se caracterizan precisamente por su orientación
hacia la reproducción y satisfacción de los valores y demandas que provienen de los
diversos grupos que componen una sociedad, es decir, adaptando sus estructuras a
los patrones de autoridad de las sociedades; lo que determina el objetivo y el modelo
de su desempeño. En este sentido, las principales características de las instituciones
democráticas son: 1. su carácter democrático, es decir, que sus poderes provienen de
la voluntad popular, expresada por medio de unas elecciones, 2. como consecuencia
de lo anterior, su poder se encuentra sujeto al control de la misma sociedad, y 3. la
capacidad de absorción del cambio social (la continua diversificación de las demandas
sociales); y por último, la promoción de valores compartidos, aunque sean muy
abstractos y generales (Eisenstad, 1968: 70).
1.3 Sistema cultural y sistema político ¿cómo se relacionan?
Resumiendo el punto anterior, una de las formas de relación entre el sistema cultural
y las instituciones políticas es que éstas últimas tienen como uno de sus objetivos
principales reproducir los valores de la sociedad, o en su defecto coercionarlos para
ejercer su autoridad. La teoría de la congruencia permite desarrollar las formas que
adquiere esta relación. Las siguientes preguntas son pertinentes para continuar
abordando el tema: ¿de qué manera específica el sistema de valores, las creencias y
actitudes se relacionan con el sistema político? Y ¿por qué la no reproducción de
estos valores, creencias y actitudes en el sistema político (la no congruencia) implica
la inestabilidad política y social?
Siguiendo a Inglehart
26
“(…) el sistema de creencias de una sociedad suele justificar el orden social, legitimando el derecho de la élite a gobernar (…) El gobierno es un sistema de toma de decisiones para una sociedad. Y las personas de esa sociedad aceptan las decisiones debido: (1) a la coerción externa o (2) porque han interiorizado un conjunto de normas que justifican su consentimiento. Todas las sociedades dependen de una mezcla de las dos razones, aunque hay diferencias importantes en el grado en que las sociedades dependen de la coerción o de la legitimidad que da la cultura (ésta es la diferencia crucial entre las dictaduras inestables y las democracias estables).” (Inglehart, 1997: 69)
La legitimidad que se funda sobre la base de las normas, creencias y valores; es un
atributo necesario para el funcionamiento de un sistema político, en especial de uno
democrático, ya que los niveles de imposición mediante métodos coercitivos tienen
un costo asociado. Tal como expresa Robert Dahl: “En la medida en que el precio de
la supresión (de la oposición) exceda al precio de la tolerancia, mayores son las
oportunidades de que se dé un régimen competitivo.” (Dahl, 1997: 24). La coerción
tiene un costo importante, pero mas aún allí donde los valores y las creencias son
contrarias a la aceptación de la “dominación”, es decir, en donde existen valores
democráticos. Las decisiones acatadas por imposición y no por considerarse
legítimas, tenderán a ser infringidas en el momento en el cual exista oportunidad y
los costos asociados a la infracción sean aceptables.
Entonces, el apoyo popular es uno de los elementos necesarios para la estabilidad de
un sistema democrático. Un caso específico de inestabilidad es la que se refiere a la
tensión gobernabilidad-ingobernabilidad. Arbós y Giner definen la gobernabilidad
como:
“(…) la cualidad propia de una comunidad política según la cual sus instituciones de gobierno actúan eficazmente dentro de su espacio de un modo considerado legítimo por la ciudadanía, permitiendo así el libre ejercicio de la voluntad política del poder ejecutivo mediante la obediencia cívica del pueblo.” (Arbos/Giner, 1993: 13).
27
La gobernabilidad, según estos autores tiene 4 dimensiones, de ellas, la primera la
han definido como “el dilema legitimidad/eficacia”16. La legitimidad, entendida como
el consentimiento o aceptación que los ciudadanos dan al ejercicio de la autoridad del
gobierno, depende (en un sistema democrático) de dos elementos: 1. “(…) su origen
mediato o inmediato en unas elecciones libres y competitivas.” y 2. su ejercicio ante
los ojos de los gobernados. Estos, esperan que sus demandas sean satisfechas. De
no serlo, consideran al gobierno ineficaz.
“La sobrecarga que conlleva la multiplicidad de demandas juega en contra de la eficacia de la acción de gobierno. Y, al mismo tiempo, al no ser siempre posible subsumir los intereses parciales en el interés general –que por principio se suponen que debe presidir como valor supremo de la acción legítima de gobierno– se erosiona la legitimidad cotidiana del gobierno.” (Arbos/Gines, 1993: 16)
A su vez, la erosión del ejercicio de la autoridad del gobierno implica que los
ciudadanos ya no estarán tan dispuestos a acatar las resoluciones de gobierno,
dificultando sus labores, hasta llegar a disminuir su eficacia. Entonces, un gobierno
no sólo debe ser eficaz en términos objetivos, sino también ser percibido como tal.
Este último proceso es uno de los elementos esenciales de la cultura política.
La cultura política, según Larry Diamond se compone de predisposiciones o
“orientaciones de acción” que se clasifican en tres tipos:
“(…) una orientación cognitiva, que envuelve conocimientos y creencias acerca del sistema político; una orientación afectiva, consistente en sentimientos acerca del sistema político; y una orientación evaluativa, que incluye los compromisos con los valores políticos y los juicios (haciendo uso de información y sentimientos) acerca del desempeño del sistema político en relación con esos valores (…) Estos elementos de la
16Lasotrastresdimensionesson:laspresionesydemandasdelentornogubernamental,odelacargaderesponsabilidades;lareestructuracióncorporativadelasociedady;laexpansiónycambiotecnológico,consusrepercusionesdemográficas,ecológicasysocialessubsiguientes.VerARBÓSyGiner,1993,p.14
28
cultura política –la “dimensión subjetiva” de la política– se enfoca en tres dimensiones objetivas de la vida política: sistemas, procesos y políticas. El sistema político consiste en el régimen, esto es, las instituciones políticas, tanto “input” (partidos políticos, grupos de interés, medios de masa) como “output” (legislaturas, ejecutivo, burocracias, cortes); las incumbencias específicas de esas instituciones y la nación. Los procesos políticos es, por supuesto, la política –acciones, conflictos, alianzas, y estilos de comportamiento de los partidos, grupos de interés, movimientos, e individuos. Los “outputs” políticos son las políticas y las decisiones del sistema.” (Diamond, 1994: 12)17
La orientación de la acción tiene un impacto en el desempeño del sistema político,
aunque la misma, paradójicamente, puede no depender directamente del desempeño
objetivo del sistema político, sino del proceso subjetivo de la acción.
El modelo propuesto por Putnam, Pharr y Dalton, que recoge en general la
perspectiva de análisis del documento “Disaffected Democracies. What´s troubling
with Trilateral Countries?” define las posibles rutas que explican la confianza en el
gobierno y las instituciones políticas, al tiempo que trazan el camino cómo la
confianza y la participación (principalmente), junto a otros valores políticos inciden en
el desempeño de la democracia y sus instituciones.
“La satisfacción pública con las instituciones representativas es el fruto de la información a la cual los ciudadanos se encuentran expuestos, los criterios de evaluación del gobierno y las políticas, y el desempeño de esas instituciones. Así, el decline en la satisfacción de puede ser un cambio en cualquiera de las variables mencionadas. En primer lugar, la precisión y la comprensión de la información pública disponible acerca del desempeño democrático puede haber cambiado. Lógicamente esto puede ser tanto el deterioro (peor información acerca de un buen desempeño) o mejora (mejor información acerca de malos desempeños) (…) En segundo lugar, los criterios para evaluar las políticas y los gobiernos pueden haber cambiado en formas que hace objetivamente más difícil para las instituciones representativas conocer
17EstefracmentoesunaconstruccióndedistintostextosyartículosdeAlmondyVerba.
29
esos estándares. (…) En tercer lugar, el desempeño de las instituciones representativas puede haberse deteriorado.” (Putnam, 2000: 23-24).
Así, el desempeño insatisfactorio de las instituciones de gobierno puede representar
un cambio en cualquiera de las dimensiones y/o en cualquier combinación de ellas.
Fuente: PUTNAM, Robert, Susan J. Pharr y Russell Dalton (editores), Disaffected Democracies. What´s troubling with Trilateral Countries? Princeton University Press, 2000
Figura #1-3
Explicando la confianza en el gobierno y las instituciones políticas:
Un modelo
Una de las explicaciones propuestas por estos autores sobre el desempeño
insatisfactorio se puede atribuir a la declinación de las capacidades de los agentes
políticos de actuar sobre los intereses y deseos de los ciudadanos. Entre las causas
que explican dicha ineficacia se encuentra el surgimiento de fuerzas que minan la
capacidad de los gobiernos nacionales de impactar en las demandas de la ciudadanía.
La segunda gran explicación hace referencia a la declinación de la fidelidad con que
los agentes políticos actúan sobre los intereses y demandas de los ciudadanos.
Dentro de la gran categoría cabría nombrar: los errores de los liderazgos políticos,
errores en la evaluación política de los votantes, y deterioro de la infraestructura
30
cívica (o capital social) y de la articulación y agregación de intereses (Putnam, 2000).
Así los autores sugieren que niveles bajos de participación y confianza afectan el
desempeño gubernamental.
1.4 Modernización y modernidad. Participación y confianza
En el esquema presentado, los sistemas político y cultural se ven entrelazados o
vinculados. Uno de los puentes principales que hemos nombrado y que permiten esta
vinculación es la participación. Entendida desde los canales “convencionales” de
participación en un sistema democrático, que incluye a los partidos políticos,
organizaciones sociales y de la sociedad civil, la firma de peticiones, las
manifestaciones y congregaciones autorizadas, entre otras; hasta canales “no
convencionales” tal como protestas y manifestaciones no autorizadas, bloqueo de
tráfico, ocupación de espacios, saqueos, etc.
La participación es un indicador acerca de la cultura de política, es decir, como
afirman Almond y Verba en “The civic culture” nos permite “(…) saber hasta dónde
cree el individuo que llegan las obligaciones con su comunidad (…)” (Aldmond/Verba,
1965: 126). En este sentido, la forma cómo entiende la participación y cuándo y
porqué la ejerce el ciudadano venezolano es el principal objetivo de esta
investigación.
Desde una perspectiva histórica, la participación parece estar cambiando de sentido.
Los niveles de participación política convencional (participación electoral, participación
en partidos políticos) han sido una constante en aumento tal como señala Dahl en
“La Poliarquía”. Estas formas de participación alcanzaron sus niveles máximos ha
mediados del siglo XX. Sin embargo, se ha identificado un descenso significativo en
estos tipos de participación. Diversas explicaciones se han planteado, una de las más
repetidas es la de la apatía de las masas.
31
Inglehart ha identificado que en las sociedades con mayores índices de valores
postmaterialistas, la disminución de estos índices de participación ha sido efectiva, sin
embargo, ha registrado, al contrario de masas apáticas, tasas importantes de
actividad mediante fórmulas no convencionales de participación,
“(…) los públicos de masas están abandonando las organizaciones políticas oligárquicas de vieja línea que los movilizaron en la era de la modernización; pero (…) se muestran cada vez más activos que nunca en una amplia serie de formas de participación política desafiante para la elite.” (Inglehart, 1997: 404)
La hipótesis de Inglehart plantea que nuevas representaciones culturales están a la
búsqueda de formas de participación coherentes con sus patrones de autoridad; dado
que las nuevas generaciones tienen orientaciones valorativas postmaterialistas en la
que la autoridad ha perdido importancia; esta nueva estructura de valores
“(…) despoja de autoridad tanto a la religión como al estado para dársela al individuo, con un énfasis cada vez mayor en los asuntos individuales (…) La posmodernización quita importancia a todo tipo de autoridad sea religiosa o secular, dejando mucho más espacio a la autonomía individual en la búsqueda del bienestar subjetivo individual.” (Inglehart, 1997: 405).
Igualmente Almond y Verba han señalado la aparición de nuevos mecanismos de
participación, en algunos casos se ha dicho que representan nuevas formas de
corrección y perfeccionamiento de la democracia.
En el modelo presentado de Putnam, Pharr y Dalton, se señala la forma cómo la
participación contribuye de manera indirecta en la construcción de la legitimidad de la
acción de gobierno. También se puede señalar que la participación, especialmente en
el rol de las organizaciones no gubernamentales, ayuda en cierta medida a canalizar
el curso de las demandas que antes se encontraba dirigido exclusivamente hacia el
Estado.
32
En “The civic culture” los autores definen tres tipos de cultura política: Parroquial,
Súbdito18 y Participante. Estas son el resultado de las orientaciones hacia las tres
dimensiones “objetivas de la vida política”: sistemas, procesos y políticas. La cultura
política parroquial se caracteriza por no identificar roles políticos especializados, es
decir, no diferencia entre la acción política y cualquier otra de la sociedad. La cultura
política súbdito se caracteriza por distinguir el sistema político y sus políticas
(outputs) y sus especificidades dentro de una sociedad, pero no logra identificar al
ciudadano “común” como un agente activo de la política. Por último, la cultura
política participante se caracteriza por un sujeto que se identifica como agente activo
de la sociedad, en su sistema y sus procesos políticos.
El proceso mediante en el cual se transita de una estructura de valores hacia otra,
especialmente en la orientación que va de los valores parroquiales hasta los
participantes, se puede denominar como proceso de modernización. Inglehart resume
este proceso como el tránsito de una sociedad con valores tradicionales hacia otra
centrada en valores racional-legales, tal como apuntó Weber. De allí el movimiento a
la sociedad postmoderna se da mediante la búsqueda de la maximización del
bienestar individual, una vez alcanzado una sociedad post-escasez.
¿Pero qué elementos caracterizan los valores modernos en contraposición con los
valores tradicionales? Los estudios sobre la modernidad se han orientado a identificar
los elementos que componen este fenómeno, y que constituyen el rompimiento con
los valores tradicionales. El elemento principal señalado en este proceso ha sido
tradicionalmente la aparición de una lógica o racionalidad orientada a medios.
Para Giddens, el elemento fundamental que define la modernidad, no es la búsqueda
de la construcción de un gran metarrelato19; “(…) la línea de relato englobadora
18“Subject”19 En el planteamiento propuesto por Lyotard los metarrelatos, metanarrativas omacrorrelatos sonasumidoscomodiscursos totalizantesymultiabarcadores,en losque se
33
mediante la cual se nos coloca en la historia cual seres que poseen un pasado
determinado y un futuro predecible.” Este metarrelato también se concibe como la
búsqueda del conocimiento verdadero e irrefutable, en el cual la humanidad se vería
redimida en su totalidad. Por el contrario, Giddens concibe la modernidad como un
proceso racional reflexivo. Bajo esta “lógica”, todo conocimiento se encuentra sujeto
a revisión. La verdadera característica de la modernidad, no es entonces la
construcción del conocimiento único y verdadero, sino la constante reflexión sobre
todo el conocimiento.
“La reflexión de la vida moderna consiste en el hecho de que las prácticas sociales son examinadas constantemente y reformadas a la luz de la nueva información sobre esas mismas prácticas (…) lo que es característico de la modernidad, no es abrazar lo nuevo por sí mismo, sino la presunción de reflexión general en la que naturalmente, se incluye la reflexión sobre la naturaleza misma de la reflexión.” (Giddens, 1999: 46)
La importancia de esta discusión radica en que este fenómeno denominado
modernidad ha venido a trastocar todas las estructuras que fundamentan a las
sociedades, entre ellas, por supuesto, los valores y creencias. La modernidad
caracterizada por la creciente especialización y diferenciación de la sociedad,
principalmente como consecuencia de los procesos de industrialización. Eisenstadt
afirma que “las características (…) de la modernización se refieren tanto a lo que
podríamos llamar aspectos sociodemográficos de las sociedades, como a los aspectos
estructurales de la organización social” en los cuales los viejos vínculos sociales,
económicos se desgastan y rompen, de manera tal que permite absorber nuevas
pautas de conductas. Estas nuevas pautas y patrones de conducta provienen (y se
moldean a partir) de los procesos de educación universal, industrialización,
urbanización, entre otros.
asume la comprensión de hechos de carácter científico, histórico y social de formaabsolutista, pretendiendo dar respuesta y solución a toda contingencia. En:http://es.wikipedia.org
34
“La modernización revela así dos aspectos estrechamente vinculados, aunque distintos. El primero es el desarrollo de una estructura social que presenta un gran variedad de diferenciación y diversificación estructurales, actividades y problemas en permanente transformación y de tendencias al cambio continuo y a la transformación de los sistemas. Sin embargo, el mero desarrollo de estas tendencias no supone por sí silo el de una estructura institucional que sea capaz de encarnar de una manera relativamente estable estos cambios continuos y que sea capaz, por consiguiente, de asegurar el mantenimiento del orden civil. De este modo, el problema crucial que la modernización crea en seguida es el de la capacidad de la estructura social emergente para enfrentar estos cambios continuos o, en otras palabras, el problema del desarrollo sostenido, es decir, la posibilidad de desarrollar una estructura institucional capaz de absorber problemas y demandas constantemente cambiantes. Esto es lo que constituye el problema central y el desafío de la modernización.” (Eisenstad, 1968: 78)
Giddens identifica la confianza como crucial en la construcción de la modernidad. Esta
se ha visto profundamente cambiada a través de paso del una sociedad tradicional a
una moderna. En las sociedades tradicionales, afirma, la confianza constituía un
elemento que se otorgaba a los miembros de la comunidad. Estas comunidades se
encontraban organizadas sobre la base de sus semejanzas y sus relaciones de
parentesco, y se construye mediante procesos cercanos, en los cuales las personas se
encuentran presentes (relaciones de copresencia). En las sociedades tradicionales,
todo miembro de la comunidad es “de confianza”, mientras los “extraños” son todos
aquellos que no forman parte de la comunidad.
Estas relaciones son definidas por Tönnies en sus conceptos de Gemeinschaft y
Gesellschaft, y luego son redefinidas por Durkheim en los conceptos de solidaridad
mecánica y solidaridad orgánica. La primera, se da entre los miembros de sociedades
tradicionales, y se basa en las relaciones de parentesco y comunidad, sobre la norma
de un objetivo común. La solidaridad orgánica, por su parte, se da en las sociedades
más complejas, en las que la división del trabajo y la especialización de las
actividades han derrumbado el objetivo compartido de la sociedad, alzando unas
35
relaciones de interdependencia social funcional. La solidaridad orgánica es más el
resultado de trabajos concatenados de los distintos órganos o partes que componen
el sistema social. La confianza que se desarrolla en estas sociedades es entonces un
valor funcional, basado en la diferenciación y en la necesidad del cumplimiento de
ciertos requisitos de funcionamiento para el mantenimiento de la sociedad.
El tránsito de una sociedad tradicional a una moderna está signado por las
transformaciones en la división del trabajo, y por lo tanto en los tipos de solidaridad.
De igual manera, la confianza se transforma junto a los mecanismos que la confieren.
En la modernidad, los miembros de la comunidad ya no son los depositarios de la
confianza. Más bien lo son los sistemas de interrelación y funcionamiento
interdependiente, es decir, los miembros concatenados de un sistema de producción
especializado.
El proceso de modernización, y en el caso específico de la transformación de la
confianza, consiste en la deconstrucción y construcción de la simbología, tal como
señala Eisenstadt. Los símbolos de las sociedades tradicionales son muy específicos y
reducidos a unos pocos miembros de comunidades, como la simbología de la nobleza
durante la Edad Media nunca significó mayor referencia para el resto de los estratos
de esas sociedades (al menos no como un referente inclusivo). En la sociedades
modernas, estos símbolos se vaciaron de contenido y se ampliaron permitiendo
referencias a grupos más extensos de la sociedad. Un ejemplo de esto son los
referentes de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” durante la Revolución Francesa.
“La gran ruptura hacia la modernidad estuvo representada por igual por el gran cambio en el contenido de los símbolos del centro, por su secularización y por su creciente posibilidad de participación, aunque fuera de una manera intermitente o parcial, de los grupos más amplios en las formulaciones de sus símbolos e instituciones centrales. Esta ruptura contiene en sí misma las características específicas de los cambios en la modernidad, la propensión a la transformación del sistema
36
y la persistencia de las demandas de cambio protesta y transformación.” (Eisenstad, 1968: 77-78)
El significado de la confianza tradicional se ve modificado, siendo una característica
exclusiva de las sociedades modernas, lo que Giddens denomina los sistemas
abstractos, uno de los depositarios más importantes de la confianza. Los sistemas
abstractos se refieren a relaciones anónimas. Estas son relaciones que se dan en
“ausencia” de otros, o en presencia no visible20 de los actores involucrados, o a
través de mecanismos no accesibles para la gente común, como por ejemplo,
mediante medios electrónicos.
La confianza en un sistema abstracto implica “(…) la fe en el manejo de un
conocimiento del que una persona profana es en gran parte ignorante” (Giddes,
1999, 88). Y es precisamente esta confianza en los mecanismos a los que no es
posible acceder mediante conocimiento no especializado, lo que proporciona la base
para el desempeño de una sociedad funcionalmente interdependiente y especializada.
Tal como se señala en la figura Nº1-2, las instituciones de la modernidad,
especialmente las instituciones democráticas, demandan ciertos requisitos para
garantizar un buen funcionamiento. De esta manera, la confianza que se otorga a los
distintos actores del sistema político (instituciones del Estado, partidos políticos, etc.)
es un componente fundamental, aún en situaciones en que muchas de las actividades
y procesos desarrollados por estos actores no sean accesibles para la mayoría de la
población.
Inglehart define la cultura de la confianza como uno de los componentes que
contribuyen a la estabilización de la democracia, entendiendo ésta como la norma de
la “leal oposición”, que se presenta junto a la tolerancia, concebida como
consideración de que “los otros” (bien sean estos partidos políticos, organizaciones
civiles, etc.) se encuentran en su legítimo derecho de competir y tratar de incidir en
20Lasrelacionesvisiblessonaquellasquesedancaraacaraoen“copresencia”.
37
los procesos de toma de decisiones mediante los mecanismos legales y legítimos
establecidos.
“En los regímenes autoritarios el modo usual de manejar la oposición es encarcelar o ejecutar a sus líderes. Un elemento crucial para el surgimiento de la democracia es el establecimiento de la norma de la leal oposición: en lugar de ser considerados como traidores que conspiran para derrocar al gobierno, se confía en que la oposición se atenga a las reglas del juego democrático. Esto significa que si la oposición gana unas elecciones, la elite gobernante debe cederles el poder, segura de que sus miembros no serán encarcelados, ni se les despojará de sus propiedades, y de que (tras cierto tiempo) la nueva elite celebrará elecciones en las que puedan competir libremente por el poder.” (Inglehart,1997:214)
Es decir, los criterios de participación y oposición que según Dahl caracterizan la
poliarquía, son valores que necesitan encontrarse en una sociedad (y no sólo en sus
élites), ya que no sólo quienes se encuentran compitiendo directamente por el poder
necesitan confiar que su seguridad será garantizada (tolerancia), sino también la de
sus seguidores, y que es necesaria la aceptación de los resultados de un
procedimiento democrático no sólo por parte de las élites, sino también por la
población. Esto nos regresa a un elemento señalado anteriormente, que juega un
papel fundamental en el complejo de relaciones de los sistemas políticos y los
sistemas culturales, este es la legitimidad.
Por otro lado, la confianza y la tolerancia soportan la legitimidad de un sistema
político mediante la moderación y balance de los conflictos, construyendo los puentes
entre los distintos actores políticos, al igual que facilita las relaciones jerárquicas del
ejercicio de la autoridad. Arbos y Giner explican que la labor de los gobiernos no es
sólo ser legítimos, sino también (principalmente) ejercer el poder.
“La cualidad de gobernable se refiere a la dimensión política de un orden social. Presupone que el poder político es capaz de ejercer acción de gobierno sobre los ciudadanos; es decir, que orientando su conducta con mandatos y prohibiciones, fundamentados en el consentimiento y en la represión, consigue sus objetivos.” (Arbos/Giner, 1993: 14)
38
La confianza y la tolerancia son rasgos principales para el ejercicio del poder.
1.5 Legitimidad de la autridad y modernidad
Los cambios en las formas de autoridad son uno de los elementos que ha
caracterizado los procesos de modernización. Tal como señaló Weber y ha sido
reafirmado por distintos autores como Inglehart, representa la transición de la
legitimidad de la autoridad basada en aspectos tradicionales como la cercanía, la
comunidad, la familia, lo religioso, entre otros, por una legitimidad de la autoridad
basada en la racionalidad y la legalidad.
No obstante, la falta de legitimidad de algunos sistemas políticos (incluso
democráticos) ha permitido el desarrollo de nuevas formas de expresión. Así, la
participación ha sido generada en algunos espacios como un recurso ante un sistema
político poco legítimo (o incongruente). En este sentido,
“(…) la participación requiere de un interés activo en los asuntos públicos, que se valida mediante la información y la participación, y la orientación hacia formas modernas de autoridad y reglas objetivas, mas que hacia tradicionales y/o arbitrarias formas de autoridad.”21
Así, hay sistemas con experiencias democráticas que han logrado consolidar sus
mecanismos institucionales, precisamente a partir de la poca legitimidad y confianza
que detentan sus instituciones.
Por esto, entre los valores democráticos se cuenta una actitud vigilante ante las
estructuras del Estado. Citando a Sydney Hook “(…) Un requerimiento positivo de una
democracia en funcionamiento, es una escéptica aunque no ciega, actitud de
desconfianza hacia el ensanchamiento del poder (…)” (Hook en Diamond, 1994: 12).
21INKELES,EnDiamond,1994,p.14
39
Por supuesto, esto implica que ese estado no deteriore la legitimidad de la idea de
democrática o de la democracia como sistema político.
Entonces, una de las formas que garantiza una mayor legitimidad es la participación.
El activismo mediante el cual los ciudadanos se mantienen involucrados en los
procesos de gobierno. La experiencia directa con ellos, a través de las distintas
formas de participación es un factor importante que aumenta la legitimidad de los
regimenes. También por esto, la participación consolida la estabilidad y desarrollo de
la democracia. Entonces, la legitimidad es en gran medida la consecuencia de la
relación (congruencia) entre el funcionamiento del sistema político y las expectativas
de los ciudadanos (sus valores y creencias, al igual que niveles de información y
emociones) sobra la cual se sustentan las evaluaciones.
“Este componente central de la cultura democrática (el apoyo y confianza en el sistema democrático) deriva parcialmente del desempeño en el tiempo del régimen democrático, pero también está influenciado (especialmente durante los primeros años del régimen) por la manera cómo las instituciones democráticas se articulan con las formas legitimas de autoridad tradicional, y luego a partir de los procesos de socialización, expansión de la educación y otros tipos sociales y culturales de cambio.” (Hook en Diamond, 1994: 13)
La teoría plantea como requisito para la estabilidad democrática, la creencia en la
legitimidad del sistema en dos niveles: la democracia como norma (como sistema
ideal) y la democracia práctica (el funcionamiento del sistema de hecho). Siendo así
que, a pesar de que el sistema de hecho pueda ser evaluado como deficiente,
continúe siendo considerado, en sus aspectos normativos (deber ser), mejor que
cualquier otro sistema político.
Almond y Verba argumentan que la cultura política en cualquier nación es el
resultado de la combinación de los tres tipos que definen: parroquial, subject y
participante.
40
“En la “cultura política” el rol participante se encuentra fusionado y balanceado con: el rol súbdito, dando lugar a una actitud de pasiva aceptación de la autoridad política y de lealtad hacia ella, y con el rol parroquial, que une al individuo con los grupos tradicionales como la familia y la iglesia, y que absorbe la energía que de otra manera se podría concentrar exclusivamente en lo político. Así, esta mezcla de roles permite moderar la intensidad de la participación política, dando a la mayoría de los ciudadanos un carácter intermitente.” (Diamond, 1994: 14)
Esto permite conciliar la necesidad de consenso para el ejercicio de la autoridad
(legitimidad y gobernabilidad), al tiempo que articula un conjunto de grupos y
organizaciones para la vigilancia y el control del desempeño de las instituciones de
gobierno.
La pregunta pertinente que se desprende es ¿qué combinación es necesaria para
garantizar el mantenimiento y consolidación de la democracia? Parte de la respuesta
que sugieren Almond y Verba es que, dado que toda cultura política es una mezcla de
las tres orientaciones definidas, el resultado apropiado para el mantenimiento de la
democracia es el balance que se sitúan entre “(…) la actividad política, pero no tanto
como para destruir la autoridad gubernamental; hay intervención y compromiso pero
con moderación (…)” (Almond/Verba 1965: 360).
1.6 Venezuela. Cultura política.
El sistema político democrático venezolano ha sido definido por Juan Carlos Rey como
“sistema populista de conciliación de élites”. El mismo se basa en tres factores
principales:
“(…) la abundancia relativa de recursos económicos provenientes de la renta petrolera, con los que el Estado pudo satisfacer la demanda de grupos y sectores heterogéneos; un nivel relativamente bajo y relativa simplicidad de tales demandas, que permitió su satisfacción con los
41
recursos disponibles; y la capacidad de las organizaciones políticas (partidos políticos y grupos de presión) y de su liderazgo para agregar, canalizar y representar esas demandas, asegurando la confianza de los representados” (Kornblith, 1998: 164)
El objetivo principal de este sistema era garantizar la continuidad del régimen
democrático, evitando en primer lugar, que los distintos sectores poderosos de la
sociedad se vieran provocados a atentar contra el mismo (para lo cual se
desarrollaron mecanismos de construcción de consensos bajo la regla de la
unanimidad de todos los actores cuyos intereses se vieran afectados, y del cual el
elemento más simbólico -aunque no único- lo representa el pacto de Punto Fijo).
El segundo objetivo era generar apoyo y confianza por parte de la población en los
mecanismos de la democracia representativa, “(…) mediante el respeto de la regla de
la mayoría en la selección de las autoridades gubernamentales, garantizando la
regularidad y respeto a las elecciones” (Kornblith, 1998: 165). De igual forma,
construcción del apoyo de las masas a la democracia se basó en una asociación entre
el desempeño económico de la Nación y el sistema político. En este sentido, la
administración por parte del Estado de la renta petrolera sirvió para generar en toda
la población un incremento en las expectativas económicas individuales y grupales.
“Se argumentaba que, en contraste con lo ocurrido durante la década dictatorial, la democratización de los canales de acceso al gobierno y al Estado mediante elecciones regulares e imparciales, garantizaría, a su vez, la democratización de la política económica y social, de modo de asegurar al conjunto de la población el disfrute de la riqueza social.” (Kornblith, 1998: 170)
Así, el gasto público y en especial las políticas sociales se ocuparon de satisfacer las
expectativas sociales de riqueza, sobre la base de una renta petrolera que permitía
un uso ineficiente y poco equitativo, pero que a su vez generaba la legitimidad
democrática necesaria para el sistema político y sus principales actores, en especial
en los estratos mas pobres, ya que para estos la redistribución de los ingresos por
42
parte del Estado compondrían la parte más significativa de sus ingresos. (Navarro
1992 en Kornblith, 1998: 171)
Esto generó un proceso de creciente apoyo a la democracia. El mismo fue
transformándose de un apoyo objetivo y concreto al desempeño hacia el sistema
político de manera abstracta (abstracta). Sin embargo, el peligro de la valoración del
sistema democrático por sus desempeños, y en particular a partir de su desempeño
socioeconómico se hizo cada vez más visible, en especial una vez llegada la época de
crisis económica como consecuencia de la caída de los ingresos petroleros.
“La quiebra del modelo socioeconómico y la frustración de las expectativas de mejoramiento socioeconómico individual y colectivo erosionaron la adhesión de la población al régimen democrático y a sus principales actores e instituciones, revelando la vulnerabilidad del vínculo establecido entre las condiciones socioeconómicas y la integración sociopolítica.” (Kornblith, 1998: 172)
Por otro lado, el sistema populista de conciliación de élites generó un apoyo
importante de la población en general hacia los principales actores de la democracia,
entre ellos los partidos políticos, y los grupos de intereses de trabajadores y
empresarios. Sin embargo, éstos han ido perdiendo su legitimidad.
Se ha argumentado que las negociaciones entre élites, característica del sistema
político, junto con la diversificación de los actores sociales generaron una
imposibilidad de representar, organizar y canalizar las demandas de la población. J.C.
Rey afirma que estos procesos generaron una democracia “hiperorganizada y
elitista” (Kornblith, 1998: 174). Sin embargo, estos procesos de diversificación de
demandas (y actores) no lograron generar un conjunto de instituciones que
sustituyeran o compitieran o se engranaran con las existentes:
“Se argumenta que la excesiva dominación de los partidos constriñó a la sociedad civil, que el liderazgo partidista quedó rezagado respecto del
43
crecimiento político e intelectual del resto de la sociedad, que los partidos políticos devinieron en organizaciones exclusivamente centradas en sus propios intereses políticos-electorales, convirtiéndose en maquinarias pragmáticas y corruptas, ajenas a controles democráticos y éticos, etc.” (Marta Sosa 1993 en Kornblith, 1998: 175)
De manera tal que la legitimidad de los actores sociales y políticos se deterioró aún
más, generando un sistema político que cada vez más era percibido a espaldas de la
mayoría de la población.
De esta manera, el sistema electoral se presenta como caja de resonancia de los
valores y actitudes de la población hacia el sistema político, al menos en dos
aspectos: el primero los niveles de participación, y segundo en el cambio de
preferencias.
Evidencia de esto representa la disminución significativa en la participación electoral,
en especial a partir de los años 80 y, por otro lado, la descomposición del
funcionamiento del sistema político bajo un esquema bipartidista, denotando la
desconfianza en los principales actores políticos. Quizás el caso más simbólico en este
sentido, lo representa la victoria electoral de Rafael Caldera fuera de los partidos
políticos tradicionales en elecciones presidenciales el año 1993, por vez primera
desde la instauración del período democrático.
Todo esto se ha transformado en la incapacidad de generar amplios consensos que
produzcan o reproduzcan la legitimidad que llegó a gozar el anterior modelo.
Pareciese entonces que el diagnóstico que nos presenta Miriam Kornblith, es el de
una sociedad que logró construir cierta congruencia entre su sistema político y la
sociedad. Sin embargo, por dos razones principales el equilibrio (congruencia) se ha
ido deteriorando. Las principales instituciones políticas se han ido separando de
manera continua de las expectativas y aspiraciones de la población, a la vez que ésta
última se ha ido diversificando.
44
En nuestro marco teórico hemos identificado estos dos procesos (ver figura Nº1-2)
relacionados con los criterios de evaluación de la ciudadanía (valores distintos y
diversos) y con el desempeño institucional; por un lado, las instituciones de la
democracia no han podido responder a las expectativas de la población, al tiempo
que ésta se ha diversificado y complejizado, de manera que el desempeño que antes
podía ser satisfactorio, ya no lo es.
¿Cuáles son las respuestas que ha dado la sociedad venezolana al sistema político y
social ante los problemas analizados? ¿Cuáles son sus orientaciones hacia el futuro?
Kornblith identifica varias orientaciones generadas a partir de “la crisis del sistema
populista de conciliación de élites” que vale la pena repasar, entre estas:
Nuevas formas de organización de la sociedad civil;
Revalorización de opciones autoritaria, militarista y/o revolucionaria;
Apoyo a opciones personalistas;
Opciones violentas (saqueos, tomas, violencia urbana).
45
CAPITULO II
PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN VENEZUELA 1958 – 2008: ¿DE LA CIMA A LA BASE Y DE REGRESO?
Las teorías de la modernización asumen como principio que un sistema político
avanza de la mano de los cambios sociales, económicos y culturales de la
modernización. Esto quiere decir que los procesos que permiten el aumento de los
niveles de alfabetización, educación, ingresos, salud, desplazamiento de la población
del campo a la ciudad, de la mano de obra del sector primario de la economía al
secundario y terciario, y la incorporación a un sistema de valores modernos, entre
otros, permiten y estimulan la consolidación del sistema político democrático. Los
estudios tradicionales de Seymour Martin Lipset, Daniel Bell, Daniel Lerner, Samuel
Huntington, entre otros, han demostrado la importancia de estos procesos. Sin
embargo, a mediados de los años 70 con la aparición del Informe de la Comisión
Trilateral para la Democracia (Crozier/Huntington/Watanuki, 1975) e investigaciones
como las de Robert Putnam (Putnam 1995), se ha posicionado la idea sobre la crisis
de los sistemas políticos democráticos, a través de la interpretación de los indicadores
de participación electoral.
Por su parte, Pippa Norris, ha identificado distintas tendencias en la participación
electoral, en el estudio que incluye 193 países (Norris, 2002) que van desde aquellos
países que muestran crecimiento significativo en la participación electoral, hasta
países con índices contrarios. En este sentido, concluye que "(…) durante los últimos
cincuenta años, países con rápido desarrollo humano han experimentado un
crecimiento sustancial en la participación electoral, especialmente en Asia y
Latinoamérica" (Norris, 2002: 57), sin embargo, para las sociedades que han
46
alcanzado niveles de desarrollo mas avanzado (sociedades postindustriales) el
proceso de modernización parece haber desarrollado un efecto de techo o barrera”
(Norris, 2002: 57).
Es de resaltar que existen diferencias considerables entre países con similares niveles
de desarrollo.
Para Venezuela, la trayectoria parece consolidarse en etapas distintas. El inicio de la
democracia se caracteriza por altas tasas de participación electoral, especialmente en
comicios presidenciales, con niveles de participación superiores al 80%. Los comicios
regionales (tanto poder legislativo como ejecutivo) se caracterizaron desee sus inicios
por niveles inferiores de participación con respecto a los nacionales, a pesar de que
las tendencias generales de ambos niveles de elección han fluctuado de manera
similar.
A partir de los años ochenta, y con un aumento significativo entre 1988 y 1993, los
niveles de participación electoral en elecciones presidenciales parecen iniciar una
nueva etapa, al rondar el 60% de participación para los años 1993, 1998 y 2000, tal
y como se ven en el Gráfico #2-1.
47
Gráfico #2-1 % de Participación
Elecciones presidenciales y regionales 1958 - 2008
Fuente: CNE
Aunque el año 2006 registra lo que puede ser un repunte en la participación
electoral, con 74% de asistencia, al ampliar la perspectiva a comicios de carácter
nacional (añadiendo las convocatorias a referendo de 1999, 2004 y 2007), la
tendencia parece mantenerse en el tiempo, tal como se observa en el Gráfico #2-4.
En todo caso, la pregunta de si nos encontramos en una nueva etapa de la
participación electoral en Venezuela queda abierta, así como la dirección o ruta que
tomará esa etapa.
Carmen Pérez Baralt, señala respecto a ésta posibilidad, la aparición de la opción del
"outsider" que logra motivar y movilizar a las masas en procesos eleccionarios, sin
embargo no considera que pueda significar realmente el inicio de una nueva etapa en
el sistema democrático venezolano:
"Hugo Chávez logró atraer durante su campaña al electorado más descontento, al más insatisfecho con la democracia. Este sector del electorado, que en anteriores oportunidades había optado por la
48
abstención, no solamente incluye a personas descontentas con la gestión del gobierno, sino además a aquellos con una profunda insatisfacción hacia lo político. Sin embargo, ello no es suficiente para revertir la tendencia creciente de la abstención electoral." (Perez Baralt, sin fecha: 242)
Al ampliar la perspectiva, analizando el comportamiento de la población en edad
electoral (PEE), es decir, la porción de la población de 18 años y más (a partir de
proyecciones realizadas de los datos de los distintos censos de población nacional),
vemos como se amplía la magnitud del efecto abstención, pero especialmente para
los años de la década de los 90, tal y como se observa en el gráfico #2-2.
Gráfico #2-2 % de Participación PEE y REP
Años de Elecciones presidenciales 1958 - 2006
Fuente: CNE e INE. Cálculos Propios.
En este sentido, para la década de los 90 no sólo decaen los niveles de participación
electoral, sino también en los niveles de registro de la población ante el ente comicial
(antiguo Consejo Supremo Electoral - CSE, hoy Consejo Nacional Electoral - CNE),
amplificando de manera significativa los niveles de abstención y la consecuente
deslegitimación de la democracia venezolana.
49
El gráfico #2-3 muestra el porcentaje de la población en edad electoral (PEE) inscrito
en el Registro Electoral Permanente (REP). Se puede observar, como los niveles de
registro rompen el umbral en que se mantuvo el REP de un promedio de 13,13 % de
la población fuera del mismo entre 1958 y 1988, a un promedio de 18,57 entre 1993
y 2000.
El año 1998 representa el segundo año de menor participación, y también el
segundo año con mayor brecha entre la PEE y el REP (ver Cuadro #2-8 al final del
capítulo).
Gráfico #2-3 % Población en edad electoral inscrita en el REP
Años de elecciones presidenciales 1958 - 2006
Fuente: INE, CNE. Cálculos propios
Dos elementos se conjugan en este escenario. En primer lugar, las variables
institucionales, a saber, la desregularización de las sanciones contra la abstención –
voto obligatorio y los operativos para la incorporación de nuevos votantes (los que
cumplen mayoría de edad, nuevos ciudadanos, y los excluidos del sistema electoral).
50
En segundo lugar, cuenta la variable apatía y desinterés de la población hacia el
hecho electoral y la deslegitimación de la democracia (Perez Baralt, 2001).
Un indicador interesante del inicio de una nueva etapa en los niveles de participación
electoral lo representa el repunte en la asistencia a los comicios regionales del 2008,
los cuales constituyen un aumento de más de 15 puntos de la participación en
relación con los comicios regionales del año 200422, al tiempo que registra la tasa
más alta de participación para elecciones de ejecutivos regionales y locales, y el
segundo lugar para los comicios regionales en general, tal y como se observa en el
gráfico #2-1.
Gráfico #2-4 % de Participación
Elecciones Nacionales 1958 – 2008
Fuente: CNE.
22Incidenciadirectaenlamotivaciónalaparticipaciónenéstosprocesoselecoralespuedentenerlosresultadosdeloscomiciosrelaizadosinmediatamenteantes.Así,losresultadosdelReferendum Revocatorio del año 2003 han podido demovilizar a la población opositora,mientrasestemismogrupopuedeversevigorizadoparalasregionalesde2008apartirdelosresultadosobtenidosenelReferendumConstitucionalde2007.
51
Para Latinoamérica, Pippa Norris señala que la participación electoral promedio ha
presentado ganancias sustanciales (Norris, 2002: 48) en el período comprendido
entre 1945 al 2000. Contrariamente a esto, Venezuela ha experimentado unos niveles
de decrecimiento en la participación. El promedio de participación en elecciones
presidenciales del subcontinente para los años 90 es de 70,23% mientras que para el
mismo período en Venezuela es de 66,4% (presidenciales), de 59,7% (para los
comicios nacionales, es decir incluye referenda y presidenciales), de 54,9% (para
todos los comicios realizados en el período, es decir, regionales y locales más
nacionales), y 47,7% para las regionales. Por su parte, el promedio de participación
para todo el período democrático en Venezuela aumenta significativamente,
evidenciando la erosión del sistema político durante la década de los 90.
81,8%, 76,6%, 53,1% y 68,4% son los promedios de asistencia en los comicios
presidenciales, nacionales, regionales y todos los realizados, respectivamente, en el
período 1958-2008, como se observa en el Cuadro #2-1.
Cuadro #2-1 Promedio de participación por períodos
Fuente: CNE. Cálculos propios
El Cuadro #2-1 muestra que la participación en Venezuela presenta las siguientes
características:
52
1. Las elecciones para los niveles regionales siempre han mantenido menores
porcentajes de participación respecto a los presidenciales y nacionales en
general (tendencia mundial);
2. El período que comprende las elecciones realizadas durante las primeras tres
décadas de democracia, representa los niveles más altos de participación
lectoral de la historia democrática del país;
3. Los niveles de participación para el período 2000-2008 marcan un ligero
repunte en la participación electoral en comicios regionales y nacionales,
mientras en los presidenciales mantiene la tendencia descendente de la
década de los 90, a pesar de que los niveles de participación de los comicios
presidenciales del año 2006 marcan un ligero repunte;
4. Los niveles de participación en comicios regionales marcan un ligero repunte
en el período 2000-2008, al igual que el nuevo umbral superior de asistencia a
estos eventos (selección de ejecutivos regionales y locales).
En términos latinoamericanos, Venezuela se ubica en el 4to lugar de los países con
menor participación para la década de los 90, con casi 4 puntos por debajo del
promedio para el subcontinente, únicamente superado en abstención por Guatemala,
El Salvador y Haití, tal y como se observa en el Cuadro #2-2.
Es llamativo que Venezuela presente estas cifras, pues el promedio general, entre
todos los comicios Presidenciales realizados entre 1958 y 2006, se ubica nuevamente
entre los primeros 4 de mayor asistencia. Así, es el país con la mayor variación entre
los promedios de participación electoral para 1990 en comparación con el período
1950 - 2006, lo que lo identifica como el de mayor volatilidad electoral en la región.
53
Cuadro #2-2 Promedio de Participación electoral en comicios Presidenciales América
Latina 1950 - 2006
Fuente: Institute for Democracy an Electoral Assistence IDEA. www.idea.int/ Cálculos Propios.
Ahora bien, continuando con las hipótesis de la teorías de la modernización, y los
señalamientos que realiza Pippa Norris sobre la relación que existe una entre niveles
de modernización social y política, hemos probado la relación para Venezuela, a
través de el análisis del crecimiento y desarrollo humano y su relación con los niveles
de participación electoral.
El Gráfico #2-5 muestra la ruta del desarrollo en Venezuela, a través del Índice de
Desarrollo Humano (IDH), junto a la tasa de participación en elecciones Nacionales.
El análisis de ambas variables señala que durante los primeros años de democracia,
el sistema electoral reflejaba una correspondencia positiva con el desarrollo humano.
54
Sin embargo, durante los últimos 28 años desaparece la correspondencia hasta el
punto de generar una correlación de signo negativo entre ambas variables.
Gráfico #2-5 % de participación
Todas las Elecciones e Índice de Desarrollo Humanos 1958 – 2008
Fuente: CNE e INE
El Cuadro #2-3 muestra correlaciones negativas (significativas) entre IDH y todos los
niveles de participación en elecciones, a excepción de las regionales con las que
muestra una correlación positiva, aunque moderada. Esto sugiere que la relación
entre desarrollo humano (IDH) y consolidación del sistema electoral (a través de la
participación electoral) para Venezuela ha generado el efecto contrario, es decir, que
el desarrollo no genera mayor compromiso con la democracia, al contrario mientras
se avanza en el modelo del desarrollo humano, la apatía hacia el sistema político
democrático aumenta.
55
Cuadro #2-3 Correlaciones (Pearson) entre % de Participación
IDH y PIB per capita 1958 - 2008
Sig. ,000; N=19; Ver datos en el cuadro al final del capítulo. Fuente: CNE, BCV e INE. Cálculos propios. No obstante, las correlaciones entre los niveles de participación electoral y el
desarrollo económico, medido a través de la Producción Interna Bruta per capita,
muestra significativos niveles de correspondencia, para todas las elecciones, y muy
especialmente con los niveles regionales de participación.
Estos datos parecen reafirmar una relación señalada por distintos investigadores
(Carrillo/Gómez, 2007) sobre la valoración de la democracia venezolana a partir de su
desempeño económico.
2.1 Variables sociodemográficas y participación electoral: élite y masa Desde los inicios de la investigación del comportamiento electoral, las variables
sociodemográficas han jugado un papel fundamental en las explicaciones.
"Las variables sociodemográficas como la edad y el género son importantes por aspectos que se relacionan con la vida de los individuos en sociedad. La sucesión de generaciones conlleva cambios sociales y políticos que inciden en el proceso de socialización política y en la exposición de los individuos a la política, cuya incidencia tiende a expresarse en la edad y el género." (Pereira, 2008: mimeo)
Ronald Inglehart sostiene que los cambios en las formas de participación en las
sociedades con valores mayoritariamente posmaterialistas, se han sucedido en las
56
generaciones que han nacido luego del fin de la segunda Guerra Mundial.
"Las cohortes de las posguerra en estas sociedades (industrializadas) crecieron bajo unas condiciones profundamente diferentes de las que rodearon a las generaciones anteriores (…) Esto originó un proceso de cambio intergeneracional de valores que está transformando gradualmente la política y las normas culturales de las sociedades industriales avanzadas." (Inglehart, 1998: 41)
La causa principal para estos cambios viene dada no por el predominio de
condiciones materiales (económicas) que transformen los valores, sino que están
mediadas por "un sentimiento de seguridad subjetivo de las personas y no su nivel
económico per se." (Inglehart, 1998: 43)
Al revisar los datos sobre intención de participación electoral por grupos etáreo,
podemos observar que el comportamiento es cambiante en el tiempo. Sólo el rango
de edades entre los 55 y 64 años mantiene un promedio superior al promedio general
de participación para todas las mediciones disponibles, excepto en el año 1998. Los
dos grupos más jóvenes (de 18 a 24 y de 25 a 34 años) por su parte, son los que
llegan a presentarse en mayores ocasiones por debajo del promedio general, sin
embargo, no es ésto característica exclusiva de este rango de edades. Todos los
grupo presentan al menos en una oportunidad, una intención de participación menor
al promedio total de intención participación para cada año.
57
Cuadro #2-423 Intención de participación reportada por grupos de edad
1973 - 2007
Fuente: Baloyra 1973; Datos 1993, Latinobarómetro 1996-2007, cálculos propios. (ver correlaciones en anexo)
Aunque al ascender en los grupos de edad el número de veces que la intención de
participar es mayor al promedio aumenta, (es decir, que los grupos de mayor edad
tienden a ubicarse por encima del promedio de participación para cada año y a la
inversa), el estudio de las correlaciones entre las variables edad y participación no
arroja niveles significativos para esta relación.
Un elemento significativo de la disposición a la participación electoral, es que las
generaciones que participaron del proceso de democratización del sistema político
venezolano, y por ende en las primeras elecciones (año 1958) presentan mayores
niveles de participación que el resto de los grupos etario en casi todos los años.24 Una
explicación posible, adaptando la hipótesis de Inglehart sobre los valores
postmaterialistas, es que las generaciones que nacieron bajo el sistema democrático,
al darlo por sentado, no ven la necesidad de defender este sistema, buscando otras
formas de participación que expresen sus orientaciones y preferencias valorativas.
23Laspreguntasparalaconstruccióndelatablaporestudio:BALOYRA1973vote1973;BOTOBA1983voto83p¿Voto grande en 1983?; Datos 1993 i9 ¿ARE YOU GOING TO VOTE IN 1993 PRESIDENTIAL ELECTIONS?;Latinobarómetro 1996: P40. Si mañana hubieran elecciones, )por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro1998: SP53. Simañanahubieran elecciones, ¿Por quépartido votaríaUd?; Latinobarómetro 2000: P54ST.‐ Sieste domingo hubieran elecciones, ¿Por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro 2003: P54ST.‐ Si estedomingo hubieran elecciones, ¿Por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro 2005: P48ST. Si este domingohubiera elecciones, ¿Por qué partido votaría Ud?; Latinobarómetro 2006: P38ST. Si este domingo hubieraelecciones, ¿Porquépartido votaríaUd? ;Latinobarómetro2007:P64ST. Si estedomingohubieraelecciones,¿Por qué partido votaría Ud.?; RedPol 2006: 10.‐ ¿CON RELACIóN A LAS PR?XIMAS ELECCIONES PARAPRESIDENTE,¿USTEDIRáAVOTAR?24Quienes tuvieron la oportunidad de participar en los comicios del 58, para el año 1973tiene33añosymás,para1993tienen53ymás,ypara2003tienen63ymás.
58
Más adelante probaremos ésta hipótesis, al estudiar las formas de participación no
convencional.
En cuanto al género, a pesar de que los hombres reportan niveles de participación
mayores al de las mujeres a lo largo de todas las mediciones disponibles, tal como se
observa en el Cuadro #2-5, los resultados del estudio de las correlaciones no sugiere
la existencia de relación significativa entre ambas variables (ver tablas de
correlaciones al final del capitulo).
Cuadro#2-5 Intención de participación por sexo
1973 - 2007
Fuente: Baloyra 1973; Datos 1993, Latinobarómetro 1996-2007. Calculos propios. (ver correlaciones en el anexo)
La variable nivel educativo tampoco presenta relación con los niveles de participación,
como vemos en el Cuadro #2-6, siendo homogénea para los diversos niveles
educativos.
Cuadro #2-6 Intención de participación por nivel educativo alcanzado
1996 - 2007
Fuente: Latinobarómetro 1996-2007. Calculos propios. (ver correlaciones en el anexo)
En general, las tendencias encontradas en el estudio de las variables
sociodemográficas coinciden con las encontradas en el clásico estudio de Baloyra y
Martz realizado en 1978: “En resumen, nuestra evidencia sugiere que no hay relación
en Venezuela entre desigualdad social y participación Electoral.” (Molina, 1991). Sin
59
embargo, un elemento importante debe señalarse. Molina atribuye a los factores
institucionales (especialmente al voto obligatorio y la movilización partidista) la
ausencia de relación entre la participación electoral y otras variables:
“(…) preguntados sobre si votarían para el caso de que votar no fuera obligatorio, el 58% respondió que no. En la encuesta nacional en que se funda el importante estudio de Baloyra y Martz sobre las actitudes políticas en Venezuela, el 48,21% de los entrevistados manifestaron que no votarían si el voto no fuera obligatorio N=1512. En la encuesta realizada en 1987, en el área Metropolitana de Caracas, patrocinada por el Consejo Supremo Electoral, el 42,58% manifestó que no votaría en el supuesto considerado N=559. Así pues, hay indicios reiterados que apuntalan la tesis de que la obligatoriedad del voto es un factor muy importante en el alto nivel de votación que presenta el país. A juzgar por las encuestas mencionadas, si fuera eliminado, la asistencia electoral a las elecciones nacionales probablemente bajaría del sesenta por ciento. De estos datos puede inferirse que un efecto similar ocurriría si la credibilidad de la obligatoriedad del voto se viera menoscabada gravemente (…)” (Molina, 1991: 134)
En efecto, las predicciones de Molina se cumplieron a partir de las elecciones de
1993, tal como señala Baralt, al transformarse la abstención electoral en una
alternativa válida para los venezolanos, a partir de la continua pérdida de credibilidad
de las sanciones impositivas por parte de las instituciones del Estado (Pérez Baralt,
2001: 125), sin embargo, el análisis de las variables sociodemográficas a lo largo del
tiempo, incluyendo nivel educativo, permanece uniforme.
A modo de resumen, los primero 30 años de la democracia venezolana se
caracterizaron por una alta participación, seguidos por la caída más importante de los
niveles de participación en Latinoamerica (durante los años 90), definiendo a
Venezuela por su alta volatilidad. Así queda situada entre los países con mayores
niveles de participación histórica de la Región (4to lugar para los datos disponibles
entre 1950 - 2008) y en el puesto 14 de 17 para el promedio de participación
electoral en la década de los 90.
60
El proceso de deslegitimación de la participación electoral durante la década,
aumenta de manera alarmante, al ampliar el análisis de la población inscrita en el
Registro Electoral Permanente (REP) a la Población en Edad Electoral (PEE), lo que
sitúa al año 1998 una escasa participación del 42,7%, y menor que 50% para los
comicios entre 1993 y 2000.
La entrada al siglo XXI no parece afectar de manera significativa los niveles de
participación, especialmente en las presidenciales, aunque sí marcan el nuevo umbral
superior de referencia para comicios regionales.
En cuanto a la relación entre desarrollo y participación electoral, pereciese haber
mucha mayor vinculación entre el crecimiento económico y la participación electoral
(y de manera mucho más contundente con los niveles regionales y locales) que con
el desarrollo humano, el cual ha seguido una ruta de crecimiento constante, a pesar
de la significativa caída de los años 90 en la participación electoral.
Por su parte, las principales variables sociodemográficas no muestran, en esta
primera aproximación general, relación con la participación electoral, en coincidencia
con estudios anteriores. Sin embargo, las cohortes que experimentaron el proceso de
democratización del país han presentado de forma sostenida mayores niveles de
participación que otros grupos etáreo.
61
Cuadro #2-7 Votos Totales, Registro electoral Permanente (REP), % de participación electoral (todos los comicios), Población Total, Gasto Social e Índice de
Desarrollo Humano, 1958 - 2008
62
63
CAPÍTULO III
CONFIANZA INTERPERSONAL: ¿EL VUELO DEL GANSO?
Ya se ha abordado en el marco teórico la importancia de la confianza para la
sociedad moderna, y en especial para el funcionamiento de la democracia.
Igualmente se ha argumentado que esta relación de la confianza es relevante tanto a
nivel de la confianza interpersonal como a nivel de la confianza en las instituciones.
Cuadro #3-1 Confianza interpersonal
1973 - 2007
Fuentes: Baloyra-Martz 1973; Latinobarómetro 1997, 1998, 2001, 2002, 2003, 2005, 2006, 2007; Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000; Latinobarómetro reporta un 12% de confianza para el año 1996 Tal como se puede observar en el Cuadro #3-1, la confianza interpersonal histórica
en Venezuela presenta una tendencia sostenida ascendente. Sin embargo, aún para
las últimas mediciones, no dejan de ser niveles de confianza bastantes bajos para
una sociedad “moderna” o con demandas de modernidad.
A este respecto, Welsch señala que los bajos niveles de confianza interpersonal en la
cultura del venezolano no se encuentran asociados a las crisis económica, política y
social del país, puesto que mientras éstas se profundizaban, la confianza
interpersonal mostraba un “lento pero sostenido progreso” (Welsch, 2006).
Resalta en la serie histórica el crecimiento aproximado al 100% entre los primeros 23
años que van de 1973 a 1996, mientras entre los 2 años que van de 2003 a 2005 se
repite un incremento de la misma proporción. Sin embargo, luego de este
64
impresionante aumento, los datos señalan un estancamiento en los niveles de
confianza interpersonal de la sociedad.
Al examinar la confianza por grupos de edades (Cuadro #3-2) es posible visualizar un
fenómeno interesante. Para el año 1973, se observa una ligera relación entre el
rango de edades y la confianza interpersonal, siendo los más jóvenes los que
presentan mayor confianza, mientras la generaciones más adultas se muestran más
desconfiados.
Cuadro #3-2 Confianza por grupos de edad
1973 - 2007
Fuente: BALOYA 1973, Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000, PARELELO 2003, y Latinobarómetro 1998, 2005, 2006 y 2007 (ver correlaciones en el anexo)
Este fenómeno ha sido identificado por Ronald Inglehart como el cambio
generacional, según el cual las nuevas generaciones son portadoras de los nuevos
valores de la sociedad postmaterialista. No obstante, la validez del fenómeno
postmaterialista, parece desaparecer tres décadas después.
Pudiese decirse que los jóvenes han dejado de ser los portadores del cambio social
(estrictamente de la confianza interpersonal); proponiendo, a partir de lo que indican
los datos que en términos de grupos de edades, la confianza en la sociedad
65
venezolana se encuentra distribuida de manera más o menos homogénea, por lo que
el proceso mediante el cual la sociedad venezolana ha modernizado sus valores, si
bien en primera instancia se encontró liderado por las generaciones más jóvenes,
luego se ha convertido en un proceso uniforme de toda la sociedad venezolana.
El nivel de confianza entre los más jóvenes para el año 2003, justo antes de
duplicarse los niveles de confianza para el año 2005, regresa a la altura del año 1973,
siendo el año 2003 y el 2005 los únicos años en que este grupo se encuentra por
debajo del promedio nacional.
La confianza interpersonal vista a través del género muestra una diferencia
significativa, que ubica a las mujeres en niveles de confianza histórica inferiores a la
de los hombres. No obstante, como bien señalan los niveles sociales generales de
confianza, en ningún momento la confianza para cada uno de los grupos llega a
alcanzar valores altos, existiendo tan solo un rezago por parte de las mujeres. En
este sentido, la hipótesis de la confianza interpersonal y la cultura matrisocial en
Venezuela puede representar una aproximación explicativa al fenómeno. La mujer
como promotora y cultivadora del fortalecimiento de las relaciones sociales de
parentesco, en contraposición de las relaciones sociales abiertas, en la cual, la cultura
matrisocial demanda “lealtades automáticas” para el entorno “íntimo familiar”, y
desconfianza para la esfera pública (Hurtado, 1995: 173-176).
66
Cuadro #3-3 Confianza por género
1973 - 2007
Fuente: BALOYA 1973, Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000, PARELELO 2003, y Latinobarómetro 1998, 2005, 2006 y 2007 (ver correlaciones en el Anexo) Aparte a lo anterior, es posible observar que la tasa de crecimiento de la confianza
por género, en el período 1973 – 2007, presenta una agilidad similar para ambos
casos, con un crecimiento total de alrededor de 4,4 veces el nivel para el año 1973.
Cuadro #3-4 Confianza según nivel de Ingresos
1996 - 2007 (%queconsideraquesepuedeconfiarenlagente)
Años Bajo Medio Alto Total
1996 9,90 14,78 15,93 13,39
2000 18,24 15,95 16,05 16,72 Fuente: Encuesta Mundial de Valores 1996 y 2000 (ver correlaciones en el anexo)
Los Cuadros #3-4 y #3-5 muestran otra orientación llamativa de la confianza en la
sociedad venezolana. El nivel de ingresos y más especialmente la clase social,
muestran cierta relación con la confianza interpersonal. Dicha relación pareciese
expresarse en un sentido: a mayor clase social mayor confianza interpersonal. Sin
67
embargo, hay que señalar que los coeficientes de correlación no indican una relación
significativa25.
Cuadro #3-5 Confianza según clase social
1973 - 2003 (%queconsideraquesepuedeconfiarenlagente)
Años ClaseE ClaseD ClaseC*ClaseAB** Total
1973 4,32 5,83 8,84 10,20 6,14
2003 18,49 23,68 23,89 30,56 20,49
*Paraelaño2003claseC‐**Paraelaño2003ClaseAByC+
Fuente: BALOYRA 1973 y PARELELO 2003 (ver correlaciones en el anexo)
Los datos también evidencian un acercamiento histórico de la confianza entre las
clases sociales, de manera tal que mientras que los niveles de confianza de las clases
altas se han triplicado en las tres décadas entre 1973 – 2003, la de las clases E y D
se han multiplicado un poco mas de cuatro veces durante el mismo período,
produciendo un acercamiento continuo entre las clases sociales. En este caso, igual
que los anteriores, la diferencia entre las clases sociales, no representa una diferencia
entre valores modernos y valores tradicionales de confianza, es decir, se mantiene la
homogeneidad entre la sociedad venezolana en sus niveles de confianza.
25Apesardenopresentarcoeficientesdecorrelaciónsignificativos,lacontinuaaparicióndelarelaciónmereceatención.
68
Cuadro #3-6 Confianza según nivel educativo
1973 - 2006
*Incluye Sin nivel ª Incluye Universitaria incompleta. Fuente: BALOYTA 1973, World Values Survey 1996, 2000, y LatinoBarómetro 2003 y 2006 (ver correlaciones en el anexo)
El Cuadro #3-6 muestra una relación importante entre el nivel de educación
alcanzado y la confianza interpersonal. Así, aunque los niveles de confianza
interpersonal aumentan en función de mayores niveles educativos, los dos niveles
mínimos de educación no se encuentran en el último lugar en confianza
interpersonal. Igualmente, la distancia entre grupos se ha ido reduciendo durante el
paso de las tres décadas aquí representadas. Cabe destacar que los porcentajes de
confianza para estos dos niveles educativos correspondiente al año 2006, son
mayores al resto de los grupos, alcanzando niveles de confianza cercanos al de países
desarrollados, los cuales, según Inglehart: “En la mayoría de las democracias
estables, al menos el 35% del público expresa la opinión de que se puede confiar en
la mayoría de la gente” (Inglehart, 1998: 230).
3.1 Confianza en instituciones: ¿en busca del orden? La confianza en las instituciones es orto indicador importante sobre las orientaciones
culturales de una sociedad. En el marco conceptual de este trabajo, se ha señalado
que la confianza en las instituciones es un indicador de modernidad, tal como señala
Giddens. En este sentido es necesario resaltar que todas las sociedades tienen niveles
diferenciados de confianza para las distintas instituciones sociales. Así podemos
69
observar en el Cuadro #3-7 que la confianza en las principales instituciones del
Estado se mantiene relativamente baja a lo largo del tiempo, además de presentar un
carácter volátil. El Congreso (Asamblea Nacional) mantiene niveles muy bajos de
confianza, superando el umbral del 50% en el año 2005, tras un aumento acelerado
de 32 puntos entre 2003 y 2005. Igualmente el Poder Judicial presenta niveles de
confianza muy bajos durante los últimos 11 años. Los partidos políticos muestran un
bajísimo nivel de confianza por parte de la sociedad venezolana.
Cuadro #3-7 Confianza en Instituciones 1996 - 2007
Fuente: LatinoBarómetro 1996 - 2007
Mención especial merecen la Presidencia de la República y las Fuerzas Armadas. Es
significativo el apoyo alto y sostenido a estas dos instituciones, pues representan las
principales agencias generadoras de “orden”. Los militares son, siguiendo a Weber,
los administradores del monopolio de la fuerza, mientras la Presidencia es, por ser
Venezuela un país con un régimen presidencialista, el principal núcleo de poder. En
efecto, no parece casual que los niveles de confianza sean mas altos en las
instituciones con estructuras jerárquicas, verticales y rígidas, que aquellas en que se
privilegia la horizontalidad y el debate en la toma de decisiones.
Carrasquero señala que la baja confianza (interpersonal) en una sociedad
democrática tiende a favorecer gobiernos de “mano dura” (Carrasquero, 2003).
Igualmente, los datos de la confianza en las instituciones sugieren que la confianza
privilegia aquellas instituciones que mediante acumulación de poder mantienen el
70
orden, más que aquellas que incentivan el debate dentro de la sociedad, como
pueden ser los partidos políticos, el parlamento, entre otras. La confianza en la
Presidencia de la República también ayuda a explicar los niveles de participación en
elecciones presidenciales, por encima de los comicios locales y regionales.
La Iglesia y las empresas privadas por su parte, son otras instituciones, fuera del
Estado, que mantienen altos niveles de confianza a lo largo de la serie. Una vez más,
la Iglesia es una fuente de autoridad tradicional, mientras la empresa privada
representa la alternativa de modernización frente al poderoso Estado venezolano. En
este sentido se expresan los dos aspectos más importantes de una sociedad en
proceso de modernización: orden y desarrollo (bienestar).
Así, afirmamos a través de los datos que la confianza en las instituciones no es
homogénea, y que por tanto, siendo destilada a través de distintos “filtros” culturales,
entre los cuales pudiese nombrarse la demanda de orden social para una sociedad
que crece y se moderniza, pero con costos asociados a esa modernización que
pudiesen estar sobrepasando los beneficios del cambio social adelantado.
3.2 Un índice de confianza Para analizar con mayor detalle la confianza en la sociedad venezolana, hemos
desarrollado un índice (compuesto por dos instituciones fundamentales del sistema
político democrático, como son: el Parlamento y los Partidos Políticos, más la
confianza interpersonal) lo que permitará aproximarse con mayor exáctitud y
consistencia, a las orientaciones valorativas del venezolano, especialmente en
relación al espectro político.
El Cuadro #3-8 muestra cómo la confianza mantiene una ruta ascendente a lo largo
de los últimos 10 años, movilizándose la población de los niveles más bajos de
confianza hacia niveles medios, con especial fuerza en el año 2006, siendo éste el
único año en que la mayor proporción deja de ubicarse en el nivel inferior, para pasar
71
al medio. Sin embargo, la población que tiene altos niveles de confianza continúa
siendo especialmente pequeña.
Cuadro #3-8 Índice de confianza
1996 - 2007
Fuente: Latinobarómetro. Cálculos propios.
Cuando examinamos el índice de confianza por género, encontramos una diferencia
importante entre los grupos, evidencia que se suma a la hipótesis planteada
anteriormente, en referencia a la matrisocialidad, a saber, la demanda de lealtades
automáticas hacia el entorno familiar, y desconfianza hacia las esferas
extrafamiliares.
Cuadro #3-9 Índice de Confianza por género
2000 - 2006
Fuente: Latinobarómetro. Cálculos propios.
El Cuadro #3-9 muestra que existe una diferencia significativa entre géneros, que
aumenta cuando los niveles de participación disminuyen.
72
3.3 Confianza y participación electoral Finalmente al analizar la confianza y su relación con la participación electoral,
podemos observar que efectivamente existe cierta reciprocidad. El Cuadro #10
muestra que para los años de elecciones presidenciales se mantiene una diferencia
constante en los niveles de confianza interpersonal, según la intención de
participación en elecciones, siendo siempre mayor al promedio la del grupo que
manifiesta participar, y viceversa.
Cuadro #3-10 Confianza según intención de participación en elecciones
1973 - 2007
Fuente: BALOYTA 1973, Latinobarómetro 1998 - 2006. El promedio de confianza el año 2006 se ve afectado por el número de datos válidos al realizar el cruce de las variables. (ver correlaciones en el anexo)
Este cuadro también muestra que a excepción del año 1998 (que se caracteriza por
romper la tendencia descendente), la diferencia entre los niveles de confianza
interpersonal según intención de participar en elecciones, tiende a incrementarse en
años de elecciones presidenciales.
Los datos analizados anteriormente también sugieren nuevos respaldos que
corroboran las tesis planteadas en los estudios clásicos sobre participación en
Venezuela, así Molina (1991) afirma que al disminuir la percepción de las sanciones
como consecuencia de la abstención electoral, adquieren preponderancia los factores
individuales: “(…) el incentivo a la participación derivado de la obligatoriedad del voto
73
se ha visto disminuido a consecuencia de la no aplicación de las sanciones (…)
dependiendo su poder de estímulo, más ahora que antes, del sentido del deber cívico
de los votantes” (Molina, 1991: 166). El cuadro muestra un aumento significativo
entre los niveles de confianza entre quienes afirman asistir a comicios electorales
presidenciales y quienes no. La brecha que comienza en el año 1973 en una
diferencia de 2,9 puntos, culmina en el año 2006 con 11,5 puntos.
Al trabajar sobre la base del índice de confianza, añade mayor información a otra
tesis planteada sobre la participación: a menores niveles de participación, mayor es la
incidencia de los factores individuales.
Cuadro# 3-11 Índice de confianza según intención de participación en elecciones (aquí
quienes aseguran que participarán) 1996 - 2006
Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007
El año 2000, el de mayor abstención electoral presenta una asociación significativa
(moderada) entre confianza y participación, que se mantiene para el año 2006. Por
su parte, para el año 1998 la relación se mantiene, aunque la correlación desaparece
casi por completo. Esto puede deberse a que este año los niveles de participación
rompieron la tendencia descendente que venía presentando.
Resumiendo, podemos señalar lo siguiente:
74
En primer lugar, para el año 1973 (primeras mediciones que disponemos),
Venezuela posee niveles muy bajos de confianza interpersonal, característicos
de una sociedad tradicional.
Para esa primera medición, sin embargo, algunos grupos sociales parecen
liderar el proceso hacia la modernización (de los valores). En primer lugar, los
jóvenes muestran niveles poco más altos de la media nacional, en coherencia
con los hallazgos de Inglehart. No obstante, los estadísticos de correlación no
señalan significación del la relación.
Mucho más significativo es el caso de los niveles de educación. Aquellos con
niveles universitarios muestran altos niveles de confianza interpersonal,
aunque curiosamente, también es el grupo que ha registrado el menor
crecimiento a lo largo de la serie estudiada.
El análisis de la confianza según género, muestra un rezago histórico de las
mujeres. Aunque el mismo no llega a ser significativo (a excepción del año
2003), su constancia es llamativa.
En general, los perfiles sociodemográficos parecen delinear el comportamiento
de una sociedad que inicia un proceso de transformación y modernización, de
la mano de claras élites sociales: Jóvenes, Universitarios, Clases Altas, pero
que en poco tiempo la sociedad se constituye en un bloque más o menos
sólido, al tiempo que mantiene la velocidad de los cambios. Así vemos cómo
en los primeros 17 años, los niveles de confianza social prácticamente duplican
(de la mano de estos grupos), al igual que en los últimos 17 (sin liderazgo
específico alguno).
La institución en la que tradicionalmente mayor confianza tiene la sociedad
venezolana es en la Iglesia. Es también la que mayor consistencia tiene
75
durante los últimos 10 años. Por su parte, las empresas privadas parecen
apoyarse cada vez más en la confianza de la ciudadanía.
En cuanto a la confianza en las instituciones del Estado, la ciudadanía parece
privilegiar aquellas con mayor concentración de poder y ejercicio jerárquico del
mismo, como son la Presidencia de la República y las Fuerzas Armadas, en
detrimento de los espacios de búsqueda de acuerdos y del desarrollo del
diálogo racional y construcción de consensos, tal como lo indican los datos. La
confianza en instituciones “autoritativas” antes que en las “deliberativas”
revela el rostro antipolítico de la confianza.
Hemos propuesto la tesis de que dos de los “filtros” culturales que decantan la
confianza en las instituciones de la sociedad venezolana parecen ser la
demanda de orden y de desarrollo. Esta hipótesis está relacionada con las
diferencias en las tasas de participación entre las elecciones presidenciales y
regionales y locales.
El índice de confianza que hemos construido permite medir con mayor
precisión los cambios registrados en la sociedad venezolana. Para esto, hemos
seleccionado el indicador de confianza interpersonal y dos instituciones
fundamentales de la democracia, como son los partidos políticos y el
parlamento. Los resultados del índice compuesto revelan que los cambios en
las orientaciones valorativas de los venezolanos son un poco menos explosivos
de lo que índices sencillos revelan. No obstante, permanece la orientación del
cambio, develando el rostro de la confianza socio-política y su trayectoria.
76
Este índice, al cruzarlo por género, demuestra que en la sociedad venezolana,
las mujeres parecen tener mayores niveles de desconfianza en general que los
hombres26.
Finalmente, se observa una diferencia constante en los niveles de confianza
interpersonal, pero también en el índice de confianza (socio-política), según
intención de participar en procesos electorales. Esta diferencia tiende a
aumentar, los años en que efectivamente se han llevado a cabo elecciones
presidenciales.
Al mismo tiempo, aumenta la relevancia de los niveles de confianza en
aquellos años de menor participación en comicios.
En este sentido, la flexibilización de las sanciones a la abstención así como su
despenalización han traído como consecuencia que la confianza aumente sus
niveles de importancia en su relación con los niveles de participación.
26Estaafirmacióndebeserprobadaconmayorprofundidad.
77
CAPÍTULO IV
PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES: RECONSTRUCCIÓN DEL ESCENARIO
La participación de las masas en la vida política a través del voto es uno de los
elementos fundamentales de la definición de democracia, tal y como ha sido definido
en el capítulo teórico de este trabajo. Sin embargo, otro de los elementos históricos
de la definición de democracia relacionados con el surgimiento de la democracia ha
sido la competencia entre élites.
En este sentido, Inglehart afirma que existen dos modelos de participación política, el
primero vinculado a la participación dirigida por la élite por medio de organizaciones
como el partido, el sindicato y la iglesia, y otro modelo de participación vinculado a la
movilización cognitiva, esto es, la movilización vinculada a procesos y capacidades
individuales (Inglehart, 1998). Así, “(…) mientras estas organizaciones dirigidas por la
élite podían movilizar a muchas personas, producían sólo un nivel relativamente bajo
de participación, un nivel que raramente iba más allá de la simple votación.”
(Inglehart, 1998: 223). El nuevo modelo de participación, basado en la movilización
cognitiva según Inglehart “(…) está mas orientado a cuestiones específicas que a la
votación, y tiende más a funcionar en los umbrales más altos de participación.”
(Inglehart, 1998: 225).
Por su parte, Pippa Norris ha estudiado tres dimensiones o modelos distintos de
participación: “Protesta activa” (protest activism), activismo cívico (civic activism) y
participación electoral, encontrando relaciones fuertes entre niveles nacionales de
protesta activa y desarrollo humano, a través del Índice de Desarrollo Humano, y
entre los niveles nacionales de protesta política y niveles de la democracia a partir de
78
las mediciones del Freedom House (R=0,529, sig. 0,001 y R=0,386, sig. 0,001
respectivamente)” (Norris, 2002: 199).
Las nuevas formas de participación a su vez, suelen estar asociadas con nuevos
movimientos sociales, aunque la participación en nuevos movimientos en el estudio
de Norris, está asociada de forma negativa con la participación electoral27.
En cuanto el modelo tradicional de participación social, tal como observamos en el
cuadro #4-1, las diversas organizaciones sociales tienen trayectorias distintas en la
serie 1996 – 2007.
En primer lugar podemos observar que el año 1998 experimenta el tope de la
participación en organizaciones tradicionales de la sociedad civil (asociatividad), con
un promedio de asociatividad (o densidad) de 1,5 organizaciones por persona (es
decir, que cada persona pertenece en promedio en 1,5 organizaciones). No obstante,
también se observa un declive en la asociatividad a partir de ese momento.
Igualmente, el porcentaje de la población que dice no participan en organización
alguna disminuye el año 1998 a un 25,5 %. Esos altos índices de asociatividad
parecen estar asociados a los altos niveles de participación a través de organizaciones
religiosas, comunales y deportivas, que alcanzan conjuntamente su tope ese mismo
año.
27“thissuggeststhatthepeoplewhoaremostinclinedtosupportenvironmentalismarelesslikelythantheaveragetocastaballotinelectionand,bycontrast,thattheyaremorelikelytosuportprotestactivism”,NORRIS,2002,p.205
79
Cuadro #4-1 % Participación en organizaciones tradicionales y densidad de
participación 1996 - 2007
Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2000; RedPol 2006, cálculos propios.
Lo que los datos permiten observar (a través de las tres organizaciones con series
completas: organizaciones religiosas, culturales y políticas), es que las dos últimas
presentan un importante aumento para el año 2007, luego de un breve retroceso el
año 2000. Por su parte, las organizaciones religiosas presentan una caída sostenida
desde el año 1998. Las asociaciones de tipo comunitarias (o comunales) se
mantienen en niveles que rondan lo 18% de participación, a pesar de los
llamamientos desde instancias del gobierno nacional a la participación comunitaria. El
estudio de opinión pública de RedPol 2006 muestra una participación de 24,5% en
organizaciones como consejos comunales, mesas de agua, asambleas ciudadanas,
entre otras28.
En la literatura sobre participación política, la participación en organizaciones
tradicionales, y especialmente las religiosas y políticas, se encuentran relacionadas de
forma significativa con la participación electoral. En este sentido, Norris basada en su
investigación sobre agencias tradicionales de movilización afirma que “la membresía
28Estudiodeopinión,RedPol,2006
80
en sindicatos y organizaciones religiosas está altamente relacionada con la
participación electoral, así como con participación en otras organizaciones civiles y en
movimientos de protesta.” (Norris, 2002: 187)
Sin embargo, al revisar esta relación en la sociedad venezolana, encontramos que, a
pesar de que existe una mayor disposición a participar en elecciones entre los
miembros de las organizaciones religiosas, la diferencia no es significativa, tal y como
lo muestran los índices de correlación en el cuadro #4-2.
Cuadro #4-2 % de disposición a participar en elecciones según su Participación en
Organizaciones Religiosas 1996 – 2007
Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007, cálculos propios.
Podríamos señalar que las organizaciones religiosas en Venezuela no han sido
tradicionalmente, a diferencia de otros países, agencias de movilización electoral. En
cambio, las organizaciones comunitarias tienen un papel tradicional mucho más
importante como agencias de movilización electoral.
81
Cuadro #4- 3 % de intención de participar en elecciones según su participación en
organizaciones comunitarias 1996 - 2006
Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2000 y RedPol 2006, cálculos propios.
El cuadro #4-3 muestra niveles significativos de correlación entre estas dos
variables29, aunque muy moderados. No obstante, este rol de las organizaciones
comunitarias parece estar en crecimiento continuo, es decir, a lo largo del tiempo se
puede observar un crecimiento de los niveles de correlación entre participación
comunitaria y participación electoral. Esto parece coherente, puesto que a partir del
año 1999 y los incentivos del gobierno nacional hacia la participación han vinculado
las distintas instancias de participación social a las fuerzas partidistas, tal es el caso,
por ejemplo, de los Círculos Bolivarianos, las Unidades de Batalla Electorales (UBEs),
entre otros que han sido absorbidos por el Partido Socialista Unido de Venezuela -
PSUV.
Los partidos políticos son, por definición, las agencias de movilización electoral más
importantes de todas las organizaciones sociales tradicionales. En este sentido,
diversas investigaciones en Venezuela han identificado la importancia de los partidos
en los procesos electorales. Así, Molina afirma que:
29Elsignonegativodelacorrelaciónesconsecuenciadelordendelasrespuestas.
82
“ El alto grado de penetración de los partidos en todos los ámbitos de la sociedad venezolana, y la elevada tasa de militancia partidista que ha caracterizado al país (para el período analizado por Molina), han ofrecido un terreno abonado para que la movilización partidista sea un factor influyente en la asistencia electoral” (Molina, 1991: 170)
Un hallazgo importante de Molina es que la importancia de la militancia partidista en
la participación electoral aumenta durante los comicios distintos a los presidenciales.
Cuadro #4-4 % de intención de participación en elecciones según participación en
organizaciones políticas 1973 – 2007
Fuente: 1973 Baloyra, 1983 Botoba, 1993 Datos, 1996 – 2007 Latinobarómetro, excepto 2006 RedPol. **Incluye Militantes y simpatizantes
El cuadro #4-4 muestra la relación esperada entre membresía o militancia a un
partido e intención de participación en elecciones. Las correlaciones se mantienen
significativas y de moderadas a fuertes, a excepción del año 198330, y bajas para los
años 1998 y 2000. Respecto al año 1983, podemos señalar que la alta tasa de
participación reportada (sólo un 0,10% afirmó no participar en las elecciones
presidenciales) impacta sobre los datos trabajados.
Los años 1998 y 2000, se caracterizan por la denominada crisis de los partidos
políticos tradicionales (disminución en las tasas de militancia y simpatía partidista
desde 1988 y debilitamiento de la fidelidad partidista – Pérez Baralt, 2001), así como
la aparición del primer presidente no vinculado a partido político alguno (outsider);
sin embargo, la importancia de la movilización partidista en los procesos eleccionarios
30Cabedestacar,queMolinaconsigueuncoeficientedecorrelacióndeSommersD,de0,158entremilitanciayparticipaciónenlaseleccionesapartirdelosdatosporélanalizadosparaelmismoaño.
83
logra mantenerse como una de las principales variables. Por otro lado, la variable
militancia parece mantenerse firme aun cuando los niveles de abstención electoral
aumentan de forma significativa, aunque disminuyendo un poco sus niveles de
significación. En este sentido, toma la ruta contraria de los factores culturales
estudiados hasta el momento, es decir, mientras los factores como la confianza
aumentan su importancia en la explicación de la participación a nivel de individuos
con la disminución de la participación electoral, la militancia partidista disminuye.
Aunque Molina había encontrado precisamente la relación inversa al comparar la
elección presidencial de 1983 y las municipales de 198431, lo que nuestros datos
señalan es que para elecciones presidenciales de menor participación las
correlaciones disminuyeron.
En parte este fenómeno puede ser explicado a partir de la ausencia de candidatos
formados en las filas de los dos principales partidos políticos, como consecuencia de
la ya mencionada crisis de los partidos para los años en estudio. Recordamos que
para las elecciones presidenciales de 1998 Acción Democrática y COPEI apoyan al
candidato del partido Proyecto Venezuela, Henrique Salas Romer, mientras que para
las elecciones del año 2000, ambos partidos se abstienen de presentar candidaturas,
dando su apoyo (aunque no la tarjeta) al candidato unitario de la oposición Francisco
Arias Cárdenas, sin embargo, para el año 2006 con el aumento de las tasas de
participación electoral, las correlaciones retoman niveles significativos, aun cuando
los principales partidos políticos tradicionales (que cuenta ahora con una menor
militancia) vuelven a apoyar a candidatos ajenos a su propia cantera.
4.1 Protestas: nuevas formas de participación para todos los venezolanos Las nuevas actividades que conforman el repertorio de la participación política en
Venezuela han sido estudiadas por diversos autores, analizando las organizaciones
31EncontrandounacorrelacióndeSommersde0,158paralapresidencialde1983yde0,311enlamunicipalde1984
84
sociales a partir de los años 60, pero con especial énfasis a partir de 1989, luego del
estallido social denominado “El Caracazo”, punto de inflexión en la historia
venezolana de la protesta.
“Desde que estalló el Caracazo en 1989, la protesta se ha convertido en uno de los aspectos más característicos de la vida cotidiana en la capital y otras ciudades de Venezuela. En términos conceptuales, se entiende por “protesta popular” la acción disruptiva desarrollada por multitudes, grupos y / o actores de los sectores populares destinada a hacer público su desacuerdo o desavenencia con normas, instituciones, políticas, fuerzas, autoridades y / o condiciones sociales o políticas (López-Maya, 2001). Estas formas extra- institucionales han sido usadas tanto por actores considerados marginales en la sociedad, como por organizaciones que en el pasado dispusieron de mecanismos de voz, formales e informales, para expresar sus quejas y demandas (…) Este proceso se inició en la década de los ochenta, pero se exacerbó a partir del Caracazo, y no es más que el reflejo de la ausencia de canales de articulación y comunicación entre la sociedad y el Estado.” (Gónzales, sin fecha: 22-23)
85
Cuadro #4-532
Naturaleza de la Protesta antes y después del Caracazo
Fuente: López - Maya
La participación por medio de mecanismos no convencionales tal como se señala en
la cita anterior, se ha venido posicionando cada vez más como una herramienta de
participación social, pero también ha experimentando una transformación en su
carácter. Aunque la definición de López – Maya presenta un sesgo importante al
asociar la protesta principalmente con sectores populares, los datos apuntan, tal
como veremos más adelante, que éstas formas de participación se posicionan cada
vez más como alternativas para la totalidad de la sociedad venezolana.
32Cuadrotomadode:GÓNZALEZFUENTES,Sonia,Documentodetrabajo,p23
Año Convencional Confrontacional Violenta Total
1983 147 8 7 162
1984 155 117 21 293
1985 206 41 15 262
1986 51 16 3 70
1987 36 15 32 83
1988 70 17 16 103
Total 1983 - 1988 665 214 94 973
1989 75 85 53 213
1990 39 54 30 123
1991 8 36 31 75
1992 13 56 64 133
1993 52 64 58 174
1994 49 65 73 187
1995 64 62 63 189
1996 53 122 98 273
1997 81 44 50 175
1998 77 67 22 166
1999 43 239 72 354
Total 1989 - 1999 554 894 614 2062
86
Habría que resaltar que el Caracazo es una de las variables señaladas continuamente
como punto de transformación (agotamiento) del sistema político democrático
(sistema populista de conciliación de élites), que junto con la crisis de los partidos
políticos (Kornblith, 2002) definen el momento de apertura a la búsqueda de nuevas
formas de participación política. En este sentido (y aunque no contamos con
mediciones anteriores a los años de la crisis del sistema democrático venezolano),
podemos observar en el cuadro #4-6 que efectivamente con el paso del tiempo, las
manifestaciones forman parte cada vez mayor del repertorio de participación
ciudadana, comenzando en 1996 con un rechazo del 63,7% de la población y con 1
de cada 5 venezolanos afirmando haber participado en alguna protesta, y culminando
en 2007 con un rechazo de 40,1 % (es decir un aumento en la aprobación de la
protesta como mecanismo de participación de 23,6 %) y con 1 de cada 4
venezolanos afirmando haber participado en protestas o manifestaciones.
Cuadro #4-6 Participación en Manifestaciones
Venezuela 1996 - 2007
Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007, cálculos propios.
87
Sin embargo, un elemento ha caracterizado las manifestaciones en Venezuela: lejos
de presentarse como un mecanismo que compita con las formas tradicionales de
participación política, se entrelaza con éstas conformando y fortaleciendo una alianza
democrática. En este sentido, a partir de el cuadro #4-7 podemos inferir que aquellos
que muestran mayor disposición a participar en manifestaciones (o que de hecho han
participado) también muestran mayor intención de participar en elecciones,
aumentando su significancia en los años de mayores tasas de participación.
Igualmente el cuadro #4-8 muestra que aunque otros tipos de actividades no
convencionales distintas a la manifestación política no muestran los niveles de
correlación significativos, mantienen la relación en el continuo que va desde la firma
de una petición hasta las medidas no convencionales e incluso ilegales como la toma
de edificios y participación en saqueos.
Cuadro #4-7 % de intención de participación en elecciones según su disposición a
participar en manifestaciones Venezuela 1996 - 2007
Fuente: Latinobarómetro 1996 – 2007, RedPol 2006, cálculos propios.
88
Cuadro #4-8 Participación no convencional e intención de participación en elecciones
Año 2005
Fuente: Latinobarómetro 2005
Cuadro #4-9 Participación en manifestaciones según nivel socioeconómico
Año 2007
Fuente: Latinobarómetro 2007
En resumen podemos señalar los siguientes puntos:
Las organizaciones que cuentan con mayores tasas de participación son las
religiosas y los partidos políticos. En los últimos años, los partidos políticos ha
experimentado un aumento vertiginoso, sin embargo, la densidad de la
89
participación, entendida como el promedio de participación en organizaciones
por ciudadano ha disminuido.
Los datos indican que las organizaciones comunitarias han experimentado un
ligero crecimiento en su activismo, pero muy lejos de lo que el discurso
promovido por el actual gobierno asegura. Un pequeño aumento de casi 6
puntos porcentuales desde 1998. Al contrario, los partidos políticos, aparecen
para el 2007 como la segunda organización más importante en términos de su
activismo, lejos de lo que indicara el diagnóstico de la crisis de los partidos
iniciado en los años 90.33
De igual forma, los partidos políticos siguen siendo el canal más importante en
la movilización electoral, y al contrario de los factores motivacionales
individuales, mantienen su nivel de relevancia aun cuando los niveles de
participación electoral aumentan, resaltando la gran importancia de estas
organizaciones para el mantenimiento de la legitimidad democrática.
El resto de las organizaciones sociales de tradicional importancia, como las
religiosas, culturales y deportivas, no muestran relaciones significativas con la
participación electoral. Entre ellas, las que mayor relevancia adquieren son las
organizaciones comunitarias.
En cuanto a las formas de participación no convencional, el principal hallazgo
se refiere a su relación con otras formas de participación. En este sentido,
33Aunqueelanálisisdelosvotosobtenidosenlasdistintaseleccionesrealizadasentre1999y2008, indican una altísima rotación en los porcentajes de votos, especialmente de lospartidos de oposición al gobierno deHugo Chávez, así, fuerzas comoAcciónDemocrática,ProyectoVenezuela,PrimeroJusticiayUnNuevoTiempo,sehanintercambiadoenlacabezadelospartidosdeoposición.Aestosesumaqueeselpartidopolítico(ynolostradicionales)elqueobtienenmayoríadelosvotos:MVR–PSUV,consolidandosé,almenosparalaprimeradécadadelsogloXXIcomoelmásimportante.
90
podemos afirmar que, lejos de competir con las formas convencionales de
participación se relacionan de forma positiva, brindándole a la democracia un
repertorio para la participación de las masas, que lejos de debilitarla la
fortalecen.
A esto se suma el aumento continuo de la percepción de las alternativas no
convencionales como completamente legítimas para la participación y
revitalización de la democracia y la participación en general (salvo la de
carácter ilegal).
91
CAPÍTULO V
INTERÉS EN LA POLÍTICA, EVALUACIÓN DEL DESEMPEÑO GUBERNAMENTAL Y DE LA DEMOCRACIA
Un factor importante para la comprensión de la participación electoral es el interés
hacia la política expresada por los ciudadanos. En este sentido, distintos autores han
señalado que la creciente apatía en la población electoral venezolana es uno de los
factores explicativos del aumento de la abstención a partir de los años 90 (Molina,
1991). Sin embargo, al revisar la serie de interés en la política en el cuadro #5-1
podemos observar que, a pesar registrar un ligero retroceso para el año 1996, la
serie presenta una trayectoria ascendente, con niveles que rondan el 30% en los
primeros 6 años del siglo XXI.
Cuadro #5-1 Interés en la política
1973 - 2006
Nota: La respuesta que complementan los años 1973 y 2006 es “Nada interesado” para la pregunta sobre su interés en política, mientras para el resto de los años las respuestas que completan la pregunta son: “Poco interesado” y “Nada interesado”. Fuente: Baloyra 1973; Datos 1993, Latinobarómetro 1996-2005, redPol 2006, cálculos propios.
En este sentido, se ha argumentado que la entrada de Hugo Chávez en la escena
política venezolana ha revitalizado el interés en la política; los datos señalan que si
bien los niveles de interés en la política permanecen bajos, han transitado un ruta
ascendente constante, con tan sólo dos años de retroceso. Habría que añadir que los
dos años que presentan esos valores se caracterizan por ser los únicos años en que
no se realizaron elecciones presidenciales. Por otro lado, y en concordancia con la
hipótesis del aumento del interés en la política luego de la entrada de Hugo Chávez
92
en la escena política venezolana, se da entre 1996 y 1998 un aumento en los niveles
de interés en la política de 16,8 puntos porcentuales.
También se observa en la tabla #5-1, que los años de mayor participación coinciden
con los años de mayor interés en la política (en la serie de datos disponibles).
Sin embargo, cuando revisamos la relación entre ambas variables (interés en política
y participación electoral) a nivel individual, encontramos una relación sostenida
durante todos los años electorales presidenciales, aunque con correlaciones
significativas y bajas para los años 1973, 1998 y 2000, los dos últimos, los de menor
participación en elecciones presidenciales. Esto sugiere un fenómeno recurrente
durante todo el trabajo: durante los años de menor participación electoral, las
variables a nivel individual juegan un papel principal.
Cuadro #5-2 Interés en Política y intención de participación en elecciones presidenciales
1973 - 2006
Fuente: Baloyra 1973; Botoba 1983, Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.
Otro elemento importante al revisar la participación electoral son los niveles de
satisfacción con la democracia. Lipset ha señalado en su clásico libro “Political Man”
que cuando la democracia funciona correctamente, genera una cierta apatía en la
población que expresa no su desafección democrática, sino su confianza en que
93
independientemente de los resultados electorales, el sistema democrático funcionará
correctamente y en beneficio de la población (Lipset, 1963).
Cuadro #5-3 Satisfacción con la democracia
1983 - 2006
Fuente: Botoba 1983, Latinobarómetro 1998-2000, RedPol 2006, cálculos propios.
No obstante, encontramos en esta investigación evidencia que contradicen la
hipótesis, al mostrar que existen relaciones a nivel de la sociedad venezolana entre
satisfacción con la democracia y participación electoral. Los años de mayor
participación en elecciones presidenciales (los dos extremos del cuadro #5-3)
representan los de mayor satisfacción democrática. Es decir, pareciera que los niveles
de participación electoral están vinculados con niveles societales de satisfacción
democrática. Igualmente implica, que la legitimidad de la idea democrática se
expresa efectivamente a través de los niveles de participación electoral.
A nivel individual, esta relación parece encontrarse ascendiendo en el transcurso del
tiempo, es decir, se está consolidando como estrategia de protesta en contra de
régimen democrático, tal como se observa en el siguiente cuadro.
94
Cuadro #5-4 Intención de participación Electoral según su satisfacción con el
funcionamiento de la democracia 1983 - 2006
Fuente: Botoba 1983, Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.
Aunque la diferencia en los niveles de participación entre los que se encuentran
satisfechos y no satisfechos con el funcionamiento de la democracia es aún pequeña
(aunque significativa, con niveles de bajos a moderados de correlación), pareciera
que mayores niveles de insatisfacción se podrían traducir en niveles de abstención
mayores a los experimentados durante las últimas dos décadas: la permanencia en el
tiempo de la insatisfacción con el sistema democrático se traduce en deslegitimidad
del ideario democrático y en menores tasas de participación electoral.
95
Cuadro #5-5 Evaluación de la gestión de gobierno y evaluación del funcionamiento de la
democracia Año 2006
Fuente:
RedPol 2006, cálculos propios.
El cuadro #5-5 muestra la
relación propuesta por Easton y estudiada en Venezuela por Arturo Sosa (Easton,
1979 y Sosa, 1991, 1997, 1999), entre el ideario democrático y su ejecución. En este
sentido podemos afirmar que casi 90% de los venezolanos muestran una relación
entre su evaluación de gobierno con la evaluación de la democracia, con una
correlación muy alta y significativa. Un 38 % de la población asocia de forma
negativa ambos factores.
Cuadro #5-6
Evaluación de Gobierno y de la democracia % totales 2006
Fuente: RedPol 2006, cálculos propios.
Entre los que afirman no participar en las elecciones se encuentra el grupo
mayoritario que evalúa de forma negativa tanto al gobierno como a la democracia
(53,4%) mientras un 27,4% de los abstencionistas evalúan de forma positiva el
gobierno y la democracia.
96
Entre los que afirman participar, se encuentra un grupo mayoritario de doble
evaluación positiva (54%) y un grupo de doble evaluación negativa de 36,6%, este
último grupo, es el que potencialmente puede convertir su posición en abstención,
como forma de protesta contra la democracia.
La coherencia entre quienes evalúan de forma positiva la democracia y participan, y
los que lo hacen de forma negativa y no participan (que corresponde a una gran
mayoría de la población de cada grupo – ver cuadro #5-6 datos en color rojo),
expresa cómo la crítica efectiva a una gestión de gobierno y a la democracia se
traduce en estímulo a la abstención-participación.
En este sentido, las dos evaluaciones no coherentes con las conductas
abstencionistas – participación (en color verde en el cuadro #5-6), expresan cierto
cinismo, pero también la imposibilidad de legitimidad de otras formas políticas,
sustentadas en elementos distintos a la participación electoral (esto para el grupo
pro-participación).
De esta manera, el paso de la participación electoral aun cuando se realiza una
evaluación negativa de la democracia y del gobierno, a la posición abstencionista es
el resultado de la efectiva deslegitimación de la democracia y del derrumbamiento del
movimiento “inercial de la cultura democrática” única columna de la participación
electoral para este grupo.
En realidad, éste parece ser un elemento importante en la cultura de la participación
electoral: Los distintos factores de la cultura política, en vez de promocionar o entrar
en conflicto con la participación electoral, buscan continuamente reforzar. Pareciera
que la cultura de realización de elecciones se encuentra mucho mas extendida e
incorporada en el imaginario político de la población venezolana que cualquier otra
forma de ejercicio de expresión de la voluntad popular y de la democracia.
97
5.1 Democracia y desempeño económico: cuestión de percepciones El último elemento importante a estudiar en su relación con la participación electoral
es la evaluación de la situación económica del país. Ya al comienzo de este trabajo se
había encontrado una relación significativa entre desarrollo económico a través de
producto interno bruto per capita y participación electoral.
Cuadro #5-7 Calificación de la Situación económica del País
1998 - 2006
Fuente: Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.
Cuando revisamos esta misma relación a través de los estudios de opinión,
encontramos nuevamente una diferencia significativa entre el año de mayor
participación electoral y la calificación sobre la situación económica del país, en la
serie de datos de opinión pública disponible (ver cuadro#5-7). En el año 2006, 5 de
cada 10 personas considera que la situación económica es buena, mientras que para
el año 1998 y 2000 tan sólo la consideran bueno económicamente 1 y 2 personas de
cada 10 respectivamente. Irónicamente, esta percepción, no coincide completamente
con el desempeño real de la economía cuyo PIB per capita fue de 1.810, 1.695 y
1.899 para los años 1998, 2000 y 2006 respectivamente (ver cuadro#2-8, para PIB
per capita), sin embargo no anula del todo la relación planteada.
98
Cuadro #5-8 Intención de participación electoral segú la evaluación económica del País
1998 - 2006
Fuente: Latinobarómetro 1998-2000, redPol 2006, cálculos propios.
Fuente: Latinobarómetro 1998, 2000 y RedPol 2006, cálculos propios.
Una vez más el año 2000, el de menor participación electoral, muestra las
correlaciones mas fuertes (aunque no dejan de ser bajas) entre la evaluación de la
situación económica y la intención de participación, corroborando la hipótesis de la
relación entre evaluación del desempeño económico de la nación y la participación
electoral. El cuadro #5-8 muestra cómo la relación se mantiene permanentemente
presente en todas las mediciones, y cobrando mayor fuerza en los años de menor
participación.
A modo de resumen es posible señalar:
El interés en la política durante los primeros años de democracia fue una
variable importante para la participación política, sin embargo, el paso del
tiempo dio pie al crecimiento de la apatía de la población, y un nuevo
resurgimiento de la política a partir del año 1998.
Paradójicamente los años de mayor interés en la política (1998 y 2000) son los
de menor participación electoral en la historia de las elecciones presidenciales
de Venezuela.
99
Sin embargo, a nivel individual el interés en la política sigue siendo una
variable predictora de la participación electoral tal como han señalado estudios
clásicos como el de Molina 1991.
Por su parte, podemos afirmar que los niveles de participación son
efectivamente niveles de legitimidad de la democracia. En este sentido, tanto a
nivel societal como individual, las opciones participación-abstención son las
alternativas resultantes de los niveles de satisfacción con la democracia.
Los datos a nivel individual indican que con el paso del tiempo, estas
estrategias de crítica-apoyo al sistema democrático se consolidan cada vez
más, lo que pone de relieve cambios en las formas de evaluación del sistema
político por parte del electorado (Putnam, 2000).
A su vez, las formas de evaluación de la democracia se encuentran asociadas
(con altísimos niveles de correlación v. Cuadro #5-5) con la evaluación del
desempeño del gobierno, es decir con las gestiones gubernamentales
específicas, tal como ha señalado con anterioridad Sosa.
Por lo que podemos afirmar que críticas sostenidas durante largos períodos de
tiempo a la(s) gestión(es) de gobierno, se traducen tanto en menos apoyo a la
idea democrática como en menores índices de participación.
Finalmente, la relación planteada en capítulos anteriores entre niveles de
participación y desempeño de la economía, se confirma a través de los datos
de los estudios de opinión pública, con una pequeña modificación: la
percepción sobre el desempeño de la economía no siempre está relacionada
100
de forma coherente con el desempeño real de la economía. Esta relación es
moderada tanto a nivel individual como societal.
CAPÍTULO VI
CONCLUSIONES
When I get to the bottom, I go back to the top of the slide, Where I stop and
turn, and I go for a ride, Till I get to the bottom and I see you again
(Beatles, Helter Skelter, White Album, 1968)
A lo largo de éste trabajo de investigación nos hemos propuesto identificar las
relaciones entre la participación electoral y la cultura política del venezolano. Con ésta
finalidad se han analizado dos niveles de interacción de las variables: individual
(unidad de análisis personas) y societal (unidad de análisis país-sociedad). Los
principales hallazgos del trabajo son consecuencia del desarrollo de ésta estrategia de
investigación. Igualmente las presentes conclusiones sintetizan los hallazgos más
significativos en esos mismos niveles de análisis.
La ciencia política venezolana ha identificado a lo largo de las últimas tres décadas los
espacios de retroceso del sistema democrático venezolano (Kornblith, 1998). Uno de
los indicadores que más ha sufrido este impacto de “las crisis de la democracia” ha
sido la participación electoral (Molina, 1991). En este sentido, los niveles de
participación (en elecciones presidenciales) en Venezuela han experimentado la caída
más importante de toda Latinoamérica, especialmente durante los años 90. Sin
embargo, el comienzo del siglo XXI parece marcar el inicio de una nueva etapa.
Esta etapa presenta las mismas características de la participación antes de la década
de los 90, es decir, más que la reinvención de un modelo de participación electoral
basado en motivaciones y causas distintas, son en su gran mayoría los mismos
102
elementos que sostuvieron hasta los años 80 una de las tasas de participación
electoral más altas de Latinoamérica.
Se ha afirmado a lo largo del presente trabajo que durante los años de alta
participación electoral las variables a nivel societal suelen tener mayor
preponderancia, mientras que en los de baja participación son las variables del nivel
individual las que juegan el rol principal. Entonces ¿cuáles factores promueven la
participación en cada escenario (alta – baja)?
La figura 6-1 recoge las principales variables relacionadas con cada uno de los niveles
de participación encontradas a lo largo del estudio (Alta – Baja) y en los niveles de
investigación (Individual – Societal):
Figura #6-1 Variables con relaciones significativas con la participación electoral a nivel
individual y societal
103
La figura 6-1 nos muestra el resumen de la información analizada a lo largo de la
investigación. Resalta en ésta que las variables que se encuentran contenidas en el
cuadrante inferior izquierdo (Baja participación – Nivel individual) se encuentran en
su mayoría en el superior derecho (Alta participación – Nivel societal), sugiriendo que
la ruta hacia mayores tasas de participación electoral pasa por la transformación de
los incentivos individuales en propuestas de carácter colectivo. Claro está, esta
transformación se da principalmente a través de organizaciones sociales (Partidos
Políticos, Organizaciones de la sociedad civil, entre otros) y su masificación.
En los escenarios de baja participación electoral, acuden al llamado aquellos
individuos que poseen una mayor confianza en instituciones, que participan en
organizaciones comunitarias, que se sienten satisfechas con el desempeño económico
del país y con la democracia. Sin embargo, el hecho de que éstas variables no tengan
importancia a nivel societal (como agregado), quiere decir que la tasa de asistencia
final a comicios electorales se sustenta en los perfiles individuales, y no en el
contexto societal.
El escenario contrario (alta participación social) se da cuando existe una alta
satisfacción con el desempeño de la economía, con la democracia, al igual que altas
tasas de participación en organizaciones sociales y políticas, más alta confianza en las
instituciones, todo esto a nivel de toda la sociedad venezolana, constituyendo un
contexto favorable que estimula la asistencia a los comicios en todos los ámbitos, y
en el cual disminuye la importancia de las características individuales.
Esto nos permite afirmar nuevamente que la mayor importancia del sistema cultural,
en su relación con los niveles de participación electoral, se encuentra en sus
agregados societales (a nivel país), siendo importante el nivel individual únicamente
cuando las condiciones sociales que incentivan la participación desaparecen.
104
Ahora bien, si cada escenario de participación se encuentra asociado con los niveles
societal e individual, y estos a su vez a un conjunto de variables ¿cómo se relacionan
esas variables dentro de cada escenario? ¿existe algún tipo de consistencia entre
esas variables?
Las variables que resumen el nivel societal puede ser definidas como “legitimidad del
sistema político”, con dos componentes: político y económico. En el componente
político, se encuentran la legitimidad de las instituciones de movilización, pero
también los espacios y formas de toma de decisión. En el componente económico, la
evaluación desempeño económico de la nación. No obstante, de ambas dimensiones
las variables que no se encuentran en el escenario de baja participación, y que por lo
tanto distinguen éste escenario pueden ser resumidas en las agencias de
“movilización social”.
En cuanto al nivel individual, resaltan en la figura 6-1 dos variables que caracterizan
al participante en comicios con baja asistencia: su interés en la política y confianza en
las instituciones. La ausencia de estas variables en los momentos de alta participación
electoral, nos señala que el compromiso cívico e institucional del votante en
elecciones de baja asistencia es mayor con respecto a las de alta asistencia34.
Así, regresando a los planteamientos que originan el presente trabajo de
investigación podemos afirmar que la participación electoral está asociada al binomio
compromiso cívico – movilización.
34Porsupuesto,tambiénnoshacepensarqueelqueparticipaenelprimerescenariotambién lohaceen loscomicios con alta participación (aunque a partir de los datos aquí analizados no es posible hacer estaafirmación).
105
Cuadro #6-1 Compromiso cívico y Movilización
2000 y 2006
Fuente: Latinobarómetro 2000 y RedPol 2006. Cálculos propios.
El cuadro #6-1 resume los indicadores para cada una de las categorías35 que
representan los dos momentos de participación electoral (baja y alta). En ambos
casos, los indicadores tienen niveles de correlación que van de medios a altos,
ratificado la validez de las categorías. En los años de menor participación,
representados aquí en el año 2000, el nivel de compromiso cívico es una variable
resumen de la relación entre cultura política y participación electoral (variable
endógena). Aquellos con mayor compromiso cívico, presentan una alta disposición a
participar, y viceversa. En los años de mayor asistencia a comicios, los más
movilizados (participación en instituciones y agencias de movilización) tienden a
asistir al acto electoral en mayor medida que los no movilizados (variable exógena).
35 Para el año 2000, la construcción del indicador de compromiso cívico se utilizaron lasvariablesdelestudioLatinobarómetro: interésenpolítica,confianzaencongreso,confianzaenlospartidospolíticos,participaciónenunaorganizacióncomunitaria,interésenpolíticaysatisfacción con la democracia; para el año 2006 se utilizaron las variables del estudioRedPol,paralaconstruccióndelindicadordemovilización:participaciónenunaorganizacióncomunitaria, asistencia a manifestaciones, satisfacción con la democracia y militanciapartidista.
106
Finalmente, el cuadro #6-1 también señala que si bien ambos grupos de variables
tienen validez a nivel individual, el segundo grupo denominado “movilizados” hace
referencia a las principales organizaciones de la sociedad como son los partidos
políticos y las organizaciones de base. Esto ratifica los planteamiento señalados por
Molina 1991 y otros, según el cual el debilitamiento de los factores institucionales (en
este caso las instancias de movilización de la sociedad) es el elemento fundamental
explicativo de la dramática disminución de los índices de participación electoral, al
tiempo que es la causante del aumento de la relevancia de los factores individuales.
A esto debemos sumar que si bien la mayoría de las variables de cultura política se
encuentran en ascenso continuo desde los años 70 (y que algunas de ellas han
experimentado una aceleración importante con la entrada del siglo XXI), aún se
mantienen en umbrales característicos de sociedades premodernas, imposibilitando
que los niveles de participación electoral se mantengan por efecto único de las
variables culturales a nivel individual.
Igualmente nuestros resultados muestran nuevos indicios sobre la denominada “crisis
del sistema político venezolano” (Kornblith, 1998), especialmente en el ámbito de los
partidos políticos. El reordenamiento de estas instancias de movilización y de la
población electoral alrededor de éstos, pueden ser los responsables del aumento de
los niveles de participación para los dos últimos procesos de selección de autoridades
de la primera década del siglo XXI.
Entonces afirmamos que las formas como el sistema político y el sistema cultural
venezolano se acoplan, se encuentra matizado por la relación entre dos dimensiones
de la cultura política del venezolano: compromiso cívico y movilización.
Sin embargo, los datos indican también la existencia de una tercera categoría que
contrario al binomio compromiso ciudadano – movilización (el cual parece funcionar
de forma inversa: cuando hay movilización disminuye la importancia del compromiso
107
ciudadano para explicar la participación electoral), se expresa mediante un continuo:
la legitimidad del sistema político y económico. En este sentido, la hipótesis de Sosa
(Sosa, 1991, 1997 y 1999) acerca del traslado de la evaluación del la gestión de
gobierno hacia la democracia como sistema político ideal, ha sido probada através de
los datos, encontrado además una importante relación entre éstas variables y la
asistencia a comicios electorales, lo que indica que la participación-abstención es
realmente el indicador más importante de legitimidad del sistema democrático, que
refleja las posturas sociales ante este sistema político (ver cuadros 5-5 y 5-6). En
cuanto a la legitimidad del sistema económico, se puede afirmar que la satisfacción
con el desempeño económico del país (con cierta independencia del desempeño
económico “real”) se encuentra directamente relacionado con los niveles de
participación, así como de forma independiente del resto de las variables (ver cuadros
5-7; 5-8 y 2-3).
Por su parte, el desarrollo humano juega un papel contrario a lo esperado en la
consolidación del sistema democrático, a juzgar por las correlaciones presentadas a
comienzos de este trabajo. Los años de mayor crecimiento del desarrollo humano (a
través del IDH) 1988-1993, y momento en el cual alcanza su tope histórico (1991),
coinciden con el resquebrajamiento del sistema político venezolano.
En la literatura sociopolítica suele diferenciarse los conceptos de desarrollo político y
modernización política, utilizando el primer término para definir la diversidad de la
organización social y política para agregar y manifestar sus demandas, mientras el
segundo término suele utilizarse para representar el proceso mediante le cual los
sistemas políticos construyen las instituciones para canalizar y satisfacer (o reprimir)
las demandas que emanan de la sociedad (Bill, 1981). En este sentido, un hallazgo
importante de este estudio se refiere a las nuevas formas de participación y
expresión de la sociedad venezolana, específicamente la protesta. El posicionamiento
de la protesta de forma transversal a la sociedad venezolana (ver cuadros 4-6; 4-7;
4-8 y 4-9) indica un desarrollo político importante, que al entrelazarse con la
108
participación electoral dotan de mayor fortaleza al sistema democrático. Sin embargo,
hay que señalar que este desarrollo político no supone por si sólo modernización
política, es decir, no supone la generación instantánea de instituciones que canalicen
las demandas sociales, pudiéndose producir el efecto contrario, lo que Huntington
denomina decadencia política: cuando las demandas políticas desbordan a las
instituciones existentes (Huntington, 1986).
La crisis y actual reordenamiento del sistema de partidos en Venezuela pone de
relieve que el compromiso ciudadano, por sí sólo, no es suficiente para mantener la
participación en comicios electorales en niveles que garanticen la legitimidad del
sistema democrático. Así, a pesar de haber un crecimiento importante durante los
años de democracia de la cultura democrática y el compromiso ciudadano (estudiado
aquí a través de ditintas variables), . Por su parte, el debilitamiento de la confianza
en las instituciones; su progresivo aumento de forma desigual y con preeminencia de
las instancias autoritativas, sin necesidad de búsquedas de consenso (presidente,
FFAA, etc.), ponen de manifiesto la debilidad del sistema político, al depender su
evaluación casi exclusivamente del ejercicio de un solo nivel de la democracia.
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Cultural de los venezolanos en dos tiempos y perspectiva comparada
116
ANEXO
Cuadro A-1
Tabla de correlaciones 1973 -
2007
UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR
DECANATO DE ESTUDIOS DE POSTGRADO COORDINACIÓN DE POSTGRADO EN CIENCIA POLÍTICA
MAESTRIA EN CIENCIA POLÍTICA NOMBRE DEL ESTUDIANTE: HÉCTOR BRICEÑO TÍTULO DEL TRABAJO DE GRADO: LA PARTICIPACIÓN ELECTORAL EN LA CULTURA DEL VENEZOLANO PROFESOR ASESOR: FRIEDRICH WELSCH MIEMBROS DEL JURADO: Natalia Brandler (Presidenta), Thais Maingon (jurado externa – CENDES – UCV), Friedrich Welsch (Tutor). PALABRAS CLAVES: Participación electoral, cultura política, Movilización social, compromiso cívico. APROBADO MENCIÓN SOBRESALIENTE NÚMERO DE PÁGINAS: 116 FECHA DE GRADUACIÓN: Noviembre 2009 MAESTRÍA EN CIENCIA POLÍTICA RESUMEN El presente trabajo de investigación tiene como objetivo entender las relaciones existentes entre los valores y actitudes políticas de los venezolanos y las estructuras del Estado, determinando si existe coherencia entre los patrones de autoridad de ambos ámbitos, a partir del estudio de la participación, la confianza y la tolerancia como valores sociales y la participación electoral como estructura del Estado. Partiendo del análisis de la participación electoral su avances y retrocesos durante el período 1958 – 20081 se ha identificado en el binomio compromiso cívico – movilización social un resumen de las variables que permiten entender las relaciones entre las variables estudiadas.
1 El estudio de los valores del venezolano lo hemos hecho a partir de estudios de opinión pública, disponibles únicamente entre 1973 - 2007
El principal hallazgo del estudio se resume en que a medida que los factores contextuales que incentivan la participación electoral (sintetizados en la variable movilización social) declinan, la “responsabilidad” de participar o no en procesos electorales se sustenta sobre el compromiso ciudadano, es decir, en cuan comprometido se sienten los individuos con el funcionamiento del sistema democrático.
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