UNIVERSIDAD CEU SAN PABLO FACULTAD DE MEDICINA ...
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UNIVERSIDAD CEU SAN PABLO
FACULTAD DE MEDICINA
Departamento de Ciencias Médicas Clínicas
Rentabilidad de las pruebas de imagen en el diagnóstico
de la Endocarditis Infecciosa de una serie quirúrgica.
María Isabel Tejeda González
Director: José Barberán López
Madrid, abril 2017
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Agradecimientos:
A mis padres, por responder siempre a todas mis preguntas. Y en especial a mi madre,
por ser esta la continuación del camino que ella comenzó: “ La fuerza del león, la viveza
del águila y unas manos delicadas”. A mi padre, modelo de sabiduría y justicia.
A Juan Miguel, por estar a mi lado siempre. Porque gracias a su sentido crítico me
mantengo con los pies en la tierra.
A Juanmi, Sofía y Gonzalo, porque son mi motor. Y por intentar respetar el silencio,
aunque no siempre ha sido fácil.
Al Dr Barberán, por su capacidad para ordenar el caos.
Al Dr Constanza y el Dr Solís, porque sin ellos este trabajo no habría sido posible.
Al equipo de cardiología de HM Montepríncipe por su colaboracíon.
A Maria José, por regalarme su amistad todos los días.
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INDICE
Abreviaturas pg 7
Introducción pg 10
Justificación pg 54
Hipótesis y objetivos pg 56
Material y métodos pg 58
Resultados pg 70
Discusión pg 90
Conclusiones pg 102
Anexos pg 106
Bibliografía pg 110
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ABREVIATURAS
AAS: Ácido acetilsalicílico
ACO: Anticoagulantes orales
ACV: Accidente cerebrovascular
ADVP: Adictos a drogas por vía parenteral
AHA: American Heart Association
BAV: Bloqueo aurículo-ventricular
BGN: Bacilos gram negativos
BNP: péptido natriurético atrial
CI: Cardiopatía isquémica
CMI: Concentración mínima inhibitoria
DAI: Desfibrilador automático implantable
DL: Dislipemia
DM: Diabetes mellitus
E: Especificidad
E3D: Ecocardiograma en 3 dimensiones
ECN: Staphylococcus coagulasa negativa
EHS: European Heart Society
EI: Endocarditis infecciosa
EPOC: Enfermedad pulmonar obstructiva crónica
ERAS: enfermedad relacionada con la asistencia sanitaria
ESC: European Society of Cardiology
ETE: Ecocardiograma transesofágico
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ETNB: Endocarditis trombótica no bacteriana
ETT: Ecocardiograma transtorácico
FA: Fibrilación auricular
FR: Factor reumatoide
GAME-SEICV: Grupo de Apoyo al manejo de la Endocarditis Infecciosa de la
Sociedad Española de Infecciones Cardiovasculares
GI: Gastrointestinal
GRD: Grupos relacionados con el diagnóstico
HACEK: Haemophilus spp., Aggregatibacter (Actinobacillus) spp.,
Cardiobacterium hominis, Eikenella corrodens y Kingella spp.
HC: hemocultivos
HIV: virus de la inmunodeficiencia humana
HTA: Hipertensión arterial
IAM: Infarto agudo de miocardio
IC: Insuficiencia cardíaca
ICC: Insuficiencia cardíaca congestiva
IR: insuficiencia renal
IRC: Insuficiencia renal crónica
LCR: Líquido cefalorraquídeo
NYHA: New York Heart Association
PCR: Proteina C reactiva
PET/TC: Tomografia por emisión de positrones/ Tomografía
computarizada
PMP: Proteínas microbicidas plaquetarias
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RMN: Resonancia Magnética Nuclear
S: Sensibilidad
SAMR: S. aureus resistente a meticilina
SAMS: S. aureus sensible a meticilina
SPECT/TC: tomografía computarizada de emisión monofotónica/
Tomografía computarizada
TC: Tomografía computerizada
UFC: unidades formadoras de colonias
VDRL: Venereal Disease Research Laboratory. Test serológico reagínico para
el diagnóstico de la sífilis
VPN: Valor predictivo negativo
VPP: Valor predictivo positivo
VSG: Velocidad de sedimentación globular
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INTRODUCCIÓN
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1. GENERALIDADES DE LA ENDOCARDITIS INFECCIOSA
Concepto
La endocarditis infecciosa (EI) se define como la infección del endocardio del
corazón. Aunque cualquier parte puede estar involucrada, la superficie valvular es
la más afectada(1).
Epidemiología
La EI, a pesar de los avances conseguidos, constituye un problema sanitario de
envergadura, que conlleva una elevada mortalidad (en torno al 30%) y una
frecuente comorbilidad(2)(3). La incidencia de la EI está aumentando en las
últimas décadas, siendo actualmente de 3,7 casos por cada 100.000 habitantes en
nuestro medio. En España la EI afecta principalmente a pacientes ancianos, con
una media de edad de 69 años (55-77 años) y predominio del sexo masculino(4), a
diferencia de lo que ocurría en la época preantibiótica, donde la media de edad era
de 26 años(5)(6)(7). En la infancia es una enfermedad poco frecuente, y
habitualmente se asocia a cardiopatías congénitas. En la actualidad, más de un
tercio de los episodios de EI en nuestro país son de origen nosocomial o
relacionados con el sistema sanitario(2)(4).
En estudios recientes se estima que la supervivencia a un año es del 80-90%,
mientras que a 5 años es del 60-70%(8)(9), siendo los principales factores de
riesgo para mortalidad la edad, insuficiencia cardiaca (IC) y comorbilidad
previa(10).
La localización más frecuente de la lesión endocardítica es la válvula mitral, hasta
en un 45% de los casos, asociada o no a daño en otras válvulas, aunque este
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porcentaje varía según las series(2). Le sigue en frecuencia la válvula aórtica (5-
36%), siendo frecuente la coexistencia de lesiones endocardíticas en ambas
válvulas, mitral y aórtica. La frecuencia de la EI sobre válvula aórtica está
aumentando(1)(2) (del 5% en 1938 al 38% en 2000), mientras que la de la
endocarditis derecha está disminuyendo (afectación valvular tricuspídea en un
5%, pulmonar menos de 1%)(1).
Factores de riesgo
Aunque cualquier daño estructural cardíaco predispone a sufrir una EI, el espectro
de factores predisponentes ha variado en las últimas décadas. Mientras que hace
años la enfermedad reumática cardíaca y las valvulopatías congénitas eran las
lesiones más frecuentemente encontradas, actualmente en España son las
valvulopatías degenerativas seguidas del prolapso de la válvula mitral, y ha
aumentado el porcentaje de pacientes que padecen una EI sin lesión cardíaca
predisponente (57% de los casos)(1)(11). El paciente tipo de EI también ha
cambiado: en los años 60 era un varón joven con valvulopatía reumática, mientras
que actualmente es un varón mayor de 60 años con valvulopatía degenerativa(1).
Factores de riesgo no cardiologicos:
Edad mayor de 60 años: la edad media de los pacientes con EI ha ido
aumentando en los últimos 40 años, por 2 factores: la menor incidencia de
valvulopatía reumática en la población general, y el envejecimiento de la
misma, con mayor número de valvulopatías degenerativas. Además, estos
pacientes requieren cirugía de recambio valvular con mayor frecuencia, lo que
también aumenta el riesgo de sufrir una EI(11).
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Cirrosis hepática: la prevalencia de EI se encuentra en torno al 17% en
pacientes cirróticos, ya que predispone a infecciones, tanto por la
inmunodepresión asociada como por el mayor número de ingresos
hospitalarios(12).
Infecciones relacionadas con la atención sanitaria: hasta un 35% de las EI
están relacionadas con el sistema sanitario (ERAS)(11). Este término define las
EI con inicio de los síntomas desde 48 horas después del ingreso hospitalario
hasta 6 meses después del alta (nosocomial) o tras manipulaciones
terapeúticas o diagnósticas ambulantes en los 6 meses previos al inicio de los
síntomas (nosohusiales). Entre éstas, la más frecuente es la bacteriemia
asociada a cateter vascular (63%), seguida por las manipulaciones urológicas
(14%)(7). Comparando los pacientes que sufren EI de origen nosocomial
respecto a las de origen comunitario, los primeros son más frágiles, más
ancianos y presentan un índice de Charlson (Anexo I) mayor por la coexistencia
de Diabetes Mellitus (DM), neoplasias e insuficiencia renal crónica (IRC)(7).
Entre estos últimos destaca el grupo de pacientes en hemodiálisis, por tener
más predisposición a la bacteriemia relacionada con el catéter y mayor
prevalencia de calcificación valvular por alteración del metabolismo
fosfocálcico(13), con una incidencia de EI hasta 60 veces superior a la
población general(14).
Adicción a drogas por vía parenteral (ADVP): generalmente origina EI
derecha por inoculación directa de bacterias de la superficie cutánea, o por
inyección de sustancias contaminadas por microorganismos. Aunque fue un
problema habitual en los años 80 y 90, actualmente es poco frecuente. Además,
el uso de drogas vía parenteral se asocia frecuentemente a la infección por HIV,
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lo que predispone a EI por microorganismos poco frecuentes como Salmonella
spp. y Listeria(15).
Mala higiene dental: los pacientes con mala higiene dental tienen un mayor
riesgo de sufrir EI, aunque este concepto actualmente está en revisión, dado
que las últimas guías de la American Heart Association (AHA) indican que
procedimientos dentales habituales que no requieran manipulación gingival no
aumentan el riesgo de sufrir EI(16).
Factores de riesgo cardiológicos:
Prácticamente cualquier tipo de cardiopatía que favorezca un flujo sanguíneo
turbulento predispone a padecer EI.
Valvulopatías: en los últimos años se ha observado que ha variado el espectro
de valvulopatías que predisponen a padecer una EI. En series previas se
objetivaba que las valvulopatías reumáticas y las cardiopatías congénitas eran
las más frecuentes, pero en el estudio Euro Heart Survey se observó que
actualmente las lesiones más frecuentes son las valvulopatías degenerativas, y
que ha aumentado el número de pacientes sin cardiopatía conocida(17).
Mientras que en los paises desarrollados el porcentaje de EI asociadas a
cardiopatías reumáticas ha ido disminuyendo, en los paises en vías de
desarrollo las valvulopatías reumáticas continúan siendo el principal factor
predisponente. En España los resultados obtenidos en diferentes estudios son
superponibles a estos datos, siendo la valvulopatía degenerativa y el prolapso
de la válvula mitral las cardiopatías más frecuentes, y el número de pacientes
sin lesión valvular conocida ha variado del 25 al 57%(18). Entre las
endocarditis protésicas, se ha visto una tendencia al descenso de la incidencia
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de las precoces (<1 año), mientras que las endocarditis protésicas tardías están
aumentando, además de hacerlo también la incidencia de EI sobre marcapasos
y otros dispositivos intravasculares(19).
Cardiopatías congénitas: son sobre todo el ductus arteriosus, los defectos
septales ventriculares, la coartación de aorta, la válvula aórtica bicúspide y la
tetralogía de Fallot. En varones mayores de 60 años se ha encontrado la
existencia de válvula aórtica bicúspide hasta en un 20% de los casos de EI, con
mal pronóstico a pesar de recambio valvular precoz(20). También los pacientes
que presentan estenosis subaórtica obstructiva tienen más riesgo de padecer
EI, sobre todo aquellos que sufren formas graves de la enfermedad, con
alteraciones hemodinámicas importantes. Pero de todas las cardiopatías
congénitas destaca el prolapso de la válvula mitral, que afecta sobre todo a
mujeres jóvenes. El riesgo de sufrir EI aumenta sobre todo en aquellos
pacientes que tienen los velos valvulares engrosados y redundantes(21).
Habitualmente este tipo de pacientes presentan clínica de EI más larvada y con
menor mortalidad que las EI izquierdas de otros tipos(22).
Historia previa de EI: la EI recurre hasta en un 4% en los pacientes que han
sufrido previamente la enfermedad(19).
Dispositivos intravasculares: la existencia de catéteres intravenosos o la
práctica de procedimientos invasivos predispone a sufrir ERAS, habitualmente
por patógenos nosocomiales, con una mayor morbimortalidad que las
infecciones adquiridas en la comunidad(19).
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Fisiopatología
Formación de la Endocarditis Trombotica No Bacteriana (ETNB)
Habitualmente, el endotelio sano no es colonizado por bacterias circulantes en
sangre. Sin embargo, cuando el endotelio se encuentra dañado (por múltiples
factores como catéteres, flujos turbulentos, lesiones inflamatorias o degenerativas,
etc.), la exposición de las proteínas de la matriz extracelular provoca un acúmulo
de fibrina y plaquetas para intentar reparar la lesión. Así se forma la Endocarditis
Trombótica No Bacteriana (ETNB), que favorece la adhesión bacteriana. En
ocasiones, la simple inflamación del endotelio (por ejemplo, en lesiones
degenerativas con microtrombos) favorece la EI, ya que las células endoteliales
inflamadas presentan integrinas beta, proteínas transmembrana que conectan la
fibronectina sanguínea a la superficie endotelial. Algunas bacterias como
Staphylococcus aureus presentan proteínas de unión a fibronectina en su
superficie, facilitando así la penetración del microorganismo en las células
endoteliales, donde escapa de los mecanismos de defensa fisiológicos y del efecto
de los antibióticos. Una vez en el interior celular prolifera, produciendo la lesión
endocardítica típica(23).
LA ETNB habitualmente se encuentra en el lado de menor presión de la válvula,
exactamente en el mismo lugar donde se suelen encontrar las vegetaciones
endocardíticas(24). Por ejemplo, en las válvulas insuficientes, la verruga
endocardítica suele aparecer en el lado auricular de la válvula mitral o en el
ventricular de la válvula aórtica.
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Desarrollo de la endocarditis infecciosa
Una vez formada la ETNB, cualquier episodio de bacteriemia transitoria puede
colonizar la lesión. La bacteriemia ocurre cuando se daña una superficie
colonizada, por ejemplo la mucosa oral, genitourinaria o la superficie cutánea.
Dependiendo de la gravedad de la lesión se movilizarán más o menos bacterias
(Tabla 1).
Tabla 1. Incidencia de bacteriemia tras procedimientos(25)
Procedimiento % hemocultivos positivos
Extracción dental 18-85%
Masticar chicle 17-51%
Cepillado dental 0-26%
Broncoscopia 15%
Intubación orotraqueal 16%
Amigdalectomía 28-38%
Gastroscopia 8-12%
Colonoscopia 0-9,5%
Enema baritado 11%
Cistoscopia 0-17%
Sondaje vesical 8%
Parto vaginal 0-11%
Si el grado de bacteriemia es bajo (<10 UFC/ml), en 15 minutos la sangre vuelve a
ser estéril y habitualmente no se produce la infección(26). La capacidad de unión
de las bacterias a la lesión endocárdica depende de varios factores, tanto
bacterianos como del huésped: adhesinas, síntesis bacteriana de dextrano,
anticuerpos específicos, trombocidinas, macroglobulinas, crioglobulinas y
complejos autoinmunes circulantes. Cuando las bacterias colonizan el acúmulo de
plaquetas y fibrina de la matriz valvular por medio de moléculas de superficie,
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activan la vía extrínseca de la coagulación y se recubren de fibronectina, bajo la
cual proliferan, aumentando de tamaño la vegetación. Dado que el crecimiento
bacteriano ocurre bajo la superficie, las células defensivas son incapaces de
detectar o erradicar la infección. En las zonas más profundas de la verruga se
encuentran bacterias en estado vegetativo. Además, se ha comprobado que las
bacterias aisladas de pacientes con EI son con mayor frecuencia resistentes a la
acción de las Proteinas Microbicidas Plaquetarias (PMP), mientras que las mismas
bacterias en pacientes con infecciones de otro tipo son sensibles a la muerte que
inducen estas proteínas(27)(28).
Manifestaciones clínicas
Habitualmente la EI se presenta de forma aguda. El período de incubación suele ser
menor de 2 semanas, pero el tiempo hasta el diagnóstico suele ser mayor de 5
semanas(29). Existen cuatro procesos que causan el cuadro clínico: la infección
valvular, las embolias sépticas a prácticamente cualquier órgano, la bacteriemia
mantenida y los fenómenos inmunológicos. Por lo tanto, los síntomas pueden ser
muy variados, lo que puede causar un retraso en el diagnóstico e incluso no ser
sospechado y ser diagnosticado postmortem(30).
La fiebre es un hallazgo frecuente, pero puede estar ausente hasta en un 5% de
los casos, sobre todo en ancianos y en pacientes con enfermedades terminales,
o si han recibido tratamiento antibiótico previo. No suele ser elevada, pero si
persiste a pesar de la correcta antibioterapia, se suele asociar a determinados
agentes microbiológicos, como S. aureus y hongos, complicaciones
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cardiológicas (abscesos) o periféricas (embolismos sépticos), e implica a veces
la necesidad de cirugía precoz y una mayor tasa de mortalidad(31).
Los síntomas inespecíficos como malestar general, mialgias, escalofríos,
astenia y pérdida de peso suelen ser frecuentes, pero pueden conducir a
diagnósticos erróneos como enfermedades autoinmunes o malignas.
Los soplos cardíacos son un hallazgo frecuente, hasta en un 85% de los casos,
y se suelen asociar a IC, que es actualmente la causa más habitual de muerte en
EI(30).
La pericarditis cuando está presente suele asociarse a abscesos miocárdicos.
En la actualidad los estigmas de EI son poco frecuentes(28):
o Las uñas en vidrio de reloj aparecen sólo en un 10% de los casos de
larga evolución.
o Las hemorragias en astilla subungueales son frecuentes, y tanto más
específicas cuanto más cercanas se encuentran al lecho ungueal.
o Las petequias, poco específicas, aparecen hasta en un 40% de los casos,
sobre todo en la conjuntiva, mucosa oral y extremidades. Pueden ser
secundarias a embolismos periféricos o vasculitis.
o Los nódulos de Osler son lesiones de 2 a 15 mm, dolorosas, migratorias,
localizadas en el pulpejo de los dedos o en la eminencia tenar. Pueden
desaparecer en horas, y están presentes hasta en un 25% de los casos de
EI.
o Las manchas de Janeway son máculas hemorrágicas indoloras
localizadas en las palmas y plantas que duran varios días, y son de
origen embólico.
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o Un 5% de los pacientes con EI presentan manchas de Roth o
hemorragias retinianas.
La esplenomegalia, que hace años era una manifestación frecuente, ha
disminuido su incidencia, probablemente por el diagnóstico precoz de la
enfermedad. Los infartos esplénicos son frecuentes, pero asintomáticos en la
mayoría de los casos. La mejor prueba para diagnosticar esta complicación es la
tomografía computerizada (TC), que además permite distinguir entre abscesos
y embolismos sépticos(30).
Las artromialgias son una manifestación frecuente, sobre todo en estadíos
iniciales de la enfermedad, y puede ocasionar un diagnóstico erróneo al simular
enfermedades reumáticas.
Hasta un tercio de los pacientes con EI presentan episodios embólicos, sobre
todo esplénicos, renales o de arterias retinianas. Los embolismos pulmonares
se asocian a endocarditis derecha, y las embolias de grandes vasos suelen estar
asociadas a endocarditis fúngicas(32).
Algo menos de la mitad de los enfermos con EI (40%) presentan clínica
neurológica, pudiendo ser la primera manifestación de la enfermedad. Implica
un aumento de la mortalidad. Se puede presentar como embolismos,
aneurismas micóticos, convulsiones, cefalea, alteraciones visuales o
encefalopatía metabólica(33).
21
Principales complicaciones
IC: es la complicación más frecuente en la EI, sobre todo en la EI aórtica,
secundaria a insuficiencia valvular severa, aunque también puede estar
causada por miocarditis o pericarditis. La insuficiencia valvular puede ocurrir
por rotura de cuerdas tendinosas, perforación de velos o porque la vegetación
impide el cierre adecuado de la válvula. En ocasiones puede ocurrir que una
lesión primaria aórtica se extienda hacia el velo mitral anterior, causando
también insuficiencia valvular mitral(34). El diagnóstico se realiza mediante
ecocardiografía transtorácica (ETT) que evalúa tanto las lesiones valvulares
como las consecuencias hemodinámicas, la fracción de eyección (FE) y la
presión arterial pulmonar. La asociación de la elevación del péptido
natriurético atrial (BNP) y de las troponinas conlleva un mal
pronóstico(35)(36). La existencia de IC es el predictor de mortalidad más
importante(34)(37) y es la principal indicación quirúrgica de la EI(38).
Ausencia de control de la infección: es la segunda causa de intervención
quirúrgica. Puede estar motivada por persistencia de la infección, que se define
como fiebre y hemocultivos (HC) positivos tras 7 días de tratamiento
antibiótico, generalmente debida a microorganismos resistentes, tratamiento
antibiótico inadecuado, complicaciones embólicas o infección extracardiaca.
Otra posible causa de persistencia de la infección es la extensión perivalvular
de la infección (abscesos, pseudoaneurismas y fístulas). Suele estar asociado a
un mal pronóstico y debe ser sospechado en pacientes con fiebre persistente o
que presentan un bloqueo del sistema de conducción no existente
previamente(30).
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Los abscesos perivalvulares son más frecuentes sobre válvulas protésicas en
posición aórtica y en infecciones por Staphylococcus coagulasa negativa
(ECN)(39)(40). Los pseudoaneurismas y las fístulas suelen ser secundarias a
infección por S. aureus y se acompañan de importante destrucción valvular(40).
A pesar del tratamiento quirúrgico precoz, estas complicaciones conllevan una
elevada mortalidad.
Otra complicación son los embolismos sistémicos, siendo el bazo y el cerebro
los órganos más frecuentemente afectados en EI izquierda, y el pulmón en EI
derecha. Los embolismos afectan a más de la mitad de los pacientes y pueden
ser silentes hasta en un 20% de los casos(7). Una vez iniciado el tratamiento
antibiótico, el riesgo de embolias va disminuyendo progresivamente(39).
Aumentan este riesgo(41):
o Vegetaciones mayores de 10 mm, móviles
o Vegetaciones en posición mitral
o No disminución del tamaño de la vegetación con tratamiento antibiótico
o Embolismos previos
o Infección por determinados microorganismos como S. aureus,
Streptococcus gallolyticus y Candida spp(41)(42).
Las complicaciones neurológicas ocurren hasta en un tercio de los pacientes
diagnosticados de EI, y pueden presentarse de multiples formas: accidentes
isquémicos transitorios (AIT), hemorragias subaracnoideas o
intraparenquimatosas, abscesos cerebrales o meningitis. Son más frecuentes si
la bacteria implicada es S. aureus. Una complicación cerebral refuerza la
indicación quirúrgica de la EI, que no debería ser retrasada por un posible
deterioro neurológico(43)(44). Entre estas complicaciones neurológicas
23
destacan los aneurismas micóticos. Aunque pueden aparecer en cualquier
localización, son más frecuentes en cerebro. Ocurren a consecuencia de un
embolismo séptico intraluminal o en los vasa vasorum. El diagnóstico precoz es
fundamental, dada la elevada morbimortalidad. Algunos se resuelven con
tratamiento antibiótico, mientras que otros requieren intervención quirúrgica
o endovascular.
Las complicaciones esplénicas (infartos, abscesos o ruptura) deberían
sospecharse siempre que exista fiebre, bacteriemia persistente o dolor
abdominal. Habitualmente con tratamiento antibiótico se resuelven, excepto en
el caso de abscesos grandes, que requieren esplenectomía o drenaje
percutáneo(7).
Las alteraciones del sistema de conducción cardíaco son complicaciones
poco frecuentes, pero implican un mal pronóstico y una elevada
mortalidad(30). Ocurren por diseminación de la infección a traves del
endocardio. El bloqueo a-v (BAV) completo generalmente ocurre en EI sobre
válvulas izquierdas. La fibrilación auricular (FA) es una arritmia frecuente en
EI, sobre todo en pacientes ancianos y conlleva un mayor riesgo de
embolismos.
La insuficiencia renal (IR) generalmente es de origen multifactorial:
glomerulonefritis por complejos inmunes, infartos renales, toxicidad
farmacológica y por contrastes e IC. Empeora tambien el pronóstico, aunque en
la mayoría de los casos es reversible(45)(46).
24
Etiología
Ya se ha comentado previamente que los microorganismos más frecuentemente
causantes de la EI son Streptococcus spp. y Staphylococcus spp. (80% de los casos).
Los estreptococos del grupo viridans eran clásicamente los agentes causales más
frecuentes en países desarrollados y actualmente lo es en los que están en vías de
desarrollo(7).Estos causan con frecuencia EI en pacientes con prolapso mitral(47).
S. bovis o galloliticus es un comensal del tracto digestivo y su asociación con EI
implica la existencia de lesiones en el tracto gastrointestinal o neoplasias colónicas,
por lo que debe realizarse colonoscopia(28).
Los enterococos habitan en el tracto gastrointestinal y la uretra. Son los causantes
del 18% de las EI y suelen tener un curso tórpido, habitualmente en varones
ancianos tras manipulación genitourinaria y mujeres jóvenes después de
procedimientos obstétricos. La incidencia de EI por enterococo ha aumentado en
las últimas décadas debido a la resistencia que presentan estos microorganismos a
la acción de las cefalosporinas y al uso masivo de antibióticos(48). La mayoría de
las bacteriemias por enterococo son de origen nosocomial, y suelen ser
polimicrobianas(49).
La EI por Streptococcus pneumoniae es poco frecuente, solo un 1-3% del total.
Suele tener un curso fulminante con pericarditis o formación de abscesos
perivalvulares. Se puede asociar a meningitis, y un factor predisponente es el
alcoholismo. La mortalidad es elevada, hasta un 50%, generalmente por
compromiso hemodinámico secundario a la destrucción valvular(50).
Los estreptococos del grupo B (S. agalatiae) son causantes de EI en pacientes con
otros factores de riesgo (DM, alcoholismo, insuficiencia hepática, carcinomas) y
conllevan una elevada mortalidad(51).
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Actualmente el microorganismo causal más frecuente de EI en nuestro medio es el
S. aureus. Su incidencia ha aumentado por el contacto con el medio hospitalario,
pero solo un 10% de los pacientes con bacteriemia por S. aureus desarrollan la
enfermedad. Este microorganismo suele afectar a válvulas sanas con un curso
agresivo, causando mortalidad en un 40% de los casos. También ha aumentado la
frecuencia de S. aureus resistente a meticilina (SAMR) asociado sobre todo al uso
de catéteres vasculares. Suele causar abscesos miocárdicos, pericarditis purulenta
y abscesos periféricos (cerebrales, renales, etc.)(52)(53)(54)(55).
El segundo en frecuencia es el S. epidermidis, también asociado al medio
hospitalario y con elevada mortalidad. Entre los ECN destaca el S. lugdunensis, por
su agresividad y elevada mortalidad a pesar de ser susceptible habitualmente a
penicilinas y cefalosporinas.
Los bacilos gram negativos (BGN) suelen causar sólo un 2% de las EI.
Tradicionalmente se asociaban al uso de drogas por vía parenteral, pero
actualmente se asocian al medio sanitario, sobre todo postcirugía cardíaca e
implantes endovasculares. Suelen tener una evolución subaguda y la bacteriemia
persistente es frecuente a pesar del tratamiento antibiótico adecuado. Aun así,
tiene buen pronóstico, con una mortalidad menor del 30%. El BGN más frecuente
es Escherichia coli aunque hace años predominaba la EI por Salmonella spp., que
suele cursar de forma grave con embolismos sépticos y perforación valvular(56).
Otras bacterias gram negativas, como las del grupo HACEK (Haemophilus spp.,
Aggregatibacter actinomycetemcomitans, Cardiobacterium hominis, Eikenella
corrodens y Kingella Kingae), son menos frecuentes y tienen un curso subagudo,
vegetaciones grandes y precisan recambio valvular con frecuencia(56).
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Los bacilos gram positivos (BGP) como Corynebacterium spp. se han aislado en
cultivos de válvulas protésicas. Suele presentar un curso agresivo. También se han
descrito casos de EI por Lactobacillus spp. y Listeria monocytogenes, con un curso
subagudo, generalmente asociadas al uso de drogas por vía parenteral e
inmunodepresión(57).
Entre las bacterias anaerobias, que causan el 1% de los casos de EI destacan
Bacteroides fragilis, Fusobacterium y Clostridium spp. Suelen tener un curso
subagudo y mortalidad elevada(11).
Las EI causadas por hongos son poco frecuentes, predominando Candida spp.,
sobre todo C. parasilopsis, seguida por Aspergillus spp. El pronóstico suele ser malo
ya que producen vegetaciones grandes que sueltan embolismos sistémicos con
frecuencia, invaden el miocardio y los antifúngicos penetran mal en la
vegetación(58).
La EI debida a Coxiella Burnetii se describió por primera vez en 1959. Suele
precederse de un cuadro gripal meses antes, y tiene un curso crónico. Afecta a la
válvula aórtica en la mayoría de los casos, y suele cursar con
hepatoesplenomegalia, trombocitopenia e hipergammaglobulinemia. El
diagnóstico es serológico: el antígeno fase I indica infección crónica, mientras que
el fase II indica infección aguda. Títulos elevados de antígeno fase I mayores de
1/200 son prácticamente diagnósticos de EI por fiebre Q(28). La incidencia de EI
por Coxiella ha disminuido hasta ser prácticamente nula(2).
Un comentario aparte merece la EI en los ADVP, ya que los agentes etiológicos
suelen ser diferentes: predomina S. aureus, seguido por Pseudomonas aeruginosa y
Candida spp. Es frecuente la infección polimicrobiana. Suele afectar a válvulas
27
cardíacas derechas y tiene un buen pronóstico, con una mortalidad en torno al
5%(15).
Resumiendo: el orden de frecuencia de estos microorganismos sería: en primer
lugar S. aureus, 2º Streptococcus del grupo viridans, 3º enterococos, 4º ECN, 5º S.
gallolyticus, 6º otros estreptococos, 7º bacterias gram negativas, 8º hongos, 9º
grupo HACEK (2).
Tabla 2. Microorganismos causales más frecuentes según el tipo de EI(59)
28
Diagnóstico
El diagnóstico de la EI se debe hacer integrando la historia clínica, la exploración
física, los hallazgos de laboratorio y las pruebas de imagen. En la EI coexisten
múltiples alteraciones analíticas, ninguna patognomónica de la enfermedad.
Laboratorio
En el hemograma es frecuente encontrar anemia, habitualmente de trastornos
crónicos, sobre todo en enfermedad subaguda. La leucocitosis está presente en
menos de un tercio de los casos, y cuando aparece leucopenia, se asocia a
esplenomegalia.
La velocidad de sedimentación globular (VSG) se eleva en un porcentaje elevado de
los casos, de tal forma que una VSG normal va en contra del diagnóstico de EI.
También se puede encontrar hipocomplementemia, sobre todo asociada a
deterioro de la función renal, hipergammaglobulinemia, factor reumatoide (FR)
positivo en casos de evolución prolongada de la enfermedad, y en pocas ocasiones
un test VDRL falsamente positivo(34).
Los inmunocomplejos circulantes son un hallazgo relativamente frecuente y
podrían ser un marcador de evolución de la enfermedad dado que sus niveles
disminuyen con el tratamiento antibiótico adecuado, igual que las crioglobulinas,
que se encuentran en suero hasta en un 95% de los casos. La proteína C reactiva
(PCR) también está elevada en prácticamente todos los pacientes con EI, y dado
que sus niveles se normalizan al mejorar la enfermedad, se usa para monitorizar el
tratamiento(60).
La mayoría de los pacientes con EI tiene un sedimento de orina patológico, con
hematuria, proteinuria y piuria, hallazgos bastante inespecíficos(28).
29
Diagnóstico microbiológico
La microbiología es la piedra angular del diagnóstico y tratamiento de la EI, ya que
identifica a la bacteria y su S a los antibióticos. Dado que en las EI hay una
bacteriemia persistente no es necesario esperar a que el paciente presente fiebre
para extraer los HC, y un sólo HC positivo debe ser tenido en cuenta para el
diagnóstico microbiológico. Los primeros HC extraidos suelen identificar al
microorganismo en el 90% de los casos. Si el paciente ha recibido antibioterapia en
las 2 semanas previas, el porcentaje de HC positivos desciende. Se deben extraer 3
parejas de HC en las primeras 24 horas incluso sin fiebre.
Puede ocurrir que los HC sean negativos, hasta en un 31% de los casos de
EI(20)(61). Esto puede ocurrir por varias causas:
EI derecha subaguda
Toma de cultivos tras más de 3 meses de evolución de la enfermedad
Uremia en el seno de EI crónica
Absceso mural
Microorganismos de crecimiento lento (anaerobios, HACEK) u hongos
Administración previa de antibióticos
Patógenos intracelulares (Rickettsia spp., Clamidia spp., Tropheryma whipplei)
Endocarditis de causa no infecciosa
En caso de HC negativos causado por la toma previa de antibióticos, se debería
suspender el tratamiento antibiótico(62) y extraer nuevos HC. Si se sospecha EI
por hongos o microorganismos de crecimiento lento se deben usar medios de
cultivo adecuados para estos agentes, sin necesidad de prolongar el tiempo de
cultivo(28). También se deben realizar serologías para Coxiella, Bartonella,
Legionella pneumophila, Brucella y Mycoplasma pneumoniae, y reacción en cadena
30
de la polimerasa para Tropheryma Whipplei, Bartonella y hongos, (28) y la biopsia
y cultivo de médula ósea pueden ser necesarias para identificar a estos
microorganismos.
En caso de que todas estas pruebas resultaran negativas, habría que pensar en
otras causas no infecciosas de endocarditis, realizando pruebas inmunológicas
(62).
Una vez comenzado el tratamiento antimicrobiano se deben extraer nuevos HC en
48-72 horas para comprobar la efectividad del mismo.
Diagnóstico por imagen
Las pruebas de imagen son útiles para el diagnóstico de la EI, valorar sus
complicaciones (IC, extensión de la enfermedad, riesgo embolígeno, etc.) y el
seguimiento de la infección.
La ecografía, en sus diferentes modalidades, se describe más adelante en un
apartado específico.
Actualmente, con la nueva tomografía axial computerizada (TC) multicorte se
pueden obtener imágenes cardíacas bastante precisas con una mínima radiación y
en poco tiempo. Su eficacia es comparable a la ecocardiografía transesofágica
(ETE) para detectar vegetaciones tanto en válvulas nativas como en protésicas,
pero la ETE tiene una mayor eficacia a la hora de detectar lesiones pequeñas. Los
hallazgos de la TC suelen ser comparables a los hallazgos intraoperatorios(63). En
pacientes con calcificaciones valvulares extensas, la TC detecta mejor las lesiones
endocardíticas, dado que la ETE tiene limitaciones a causa de la sombra acústica.
La TC también es útil en pacientes con lesiones extensas sobre la válvula aórtica,
en los que tienen riesgo coronario y en los que el cateterismo conlleva una elevada
probabilidad embolígena. Además, durante el mismo estudio se puede realizar una
31
TC cerebral o abdominal buscando embolismos o complicaciones a distancia. Su
única limitación son los pacientes con IR, dada la toxicidad del contraste, en
alérgicos al mismo, o en pacientes inestables hemodinámicamente(64).
La resonancia magnética nuclear (RMN) craneal tiene una mayor S para
detectar lesiones cerebrales que la TC. Esto es útil en casos de sospecha de EI, ya
que si existen lesiones se añade un criterio menor de Duke al diagnóstico (62). Si
se realiza RMN cerebral de forma sistemática a todos los pacientes con sospecha de
EI, hasta el 85% presentan lesiones cerebrales, tanto isquémicas como
hemorrágicas. La RMN abdominal también demuestra lesiones esplénicas en un
tercio de los pacientes con EI, pero esto no tiene impacto en la clasificación
diagnóstica de Duke.
Tanto la PET TC como la SPECT/TC son pruebas complementarias cuando hay
sospecha de EI y existen dificultades diagnósticas, como en EI sobre válvulas
protésicas o dispositivos intravasculares. Su S diagnóstica es del 87% si se utilizan
como único método diagnóstico, aumentando la S hasta un 90% si se combinan con
los criterios de Duke modificados(65). La SPECT TC usa leucocitos marcados, que
se acumulan en tejidos inflamados y se obtienen imágenes en 2 tiempos, precoz y
tardío(66). Requiere la manipulación de la sangre del individuo y un tiempo de
realización prolongado. La PET TC en cambio se realiza en un menor tiempo, y se
basa en la mayor captación de glucosa por el órgano afectado. El mayor problema
que presenta es la poca S para detectar lesiones cerebrales, dada la elevada
actividad metabólica cerebral. Ambas pruebas son útiles también para detectar
embolismos sépticos, y en el diagnóstico de tumores, como el de colon asociado a
EI por Streptococcus galloliticus(67).
32
Diagnóstico histológico
Es el patrón oro del diagnóstico de la EI. Siempre que el paciente sea intervenido,
se debería enviar muestra de tejido valvular al patólogo para la confirmación
diagnóstica(28).
Criterios diagnósticos
Desde que en 1971 Pelletier y Petersdorf definieron los primeros casos de EI y
crearon unos criterios diagnósticos, estos se han ido modificando para aumentar
su S y especificidad (E). En 1994 investigadores de la Universidad de Duke
modificaron estos criterios para incluir la ecocardiografía en el diagnóstico. Los
criterios diagnósticos de Duke modificados (Anexo II) son los más utilizados
actualmente y son de dos tipos: mayores y menores. Estos criterios son de tipo
clínicos, ecocardiográficos y biológicos, y se utilizan para definir los casos de EI
como definida, posible o rechazada(68). Presentan una S del 80% pero esta
disminuye en el caso de EI sobre válvula protésica o sobre dispositivos
intravasculares, dado que la ecocardiografía no es concluyente hasta en un 30% de
los casos(69).
Los criterios mayores para el diagnóstico de EI según Duke son(68):
HC positivos para microorganismos frecuentemente causantes de EI
(Streptococcus viridans, S. gallolyticus, S. aureus, enterococos) o del grupo
HACEK, un HC positivo o serología positiva para Coxiella burnetii.
Hallazgos típicos de EI en la ecocardiografía, incluyendo vegetaciones,
dehiscencias protésicas de reciente aparición, abscesos, o aparición de
insuficiencias valvulares no existentes previamente.
Evidencia de daño endocárdico, como la aparición de un nuevo soplo.
33
Criterios menores:
Fiebre.
Patología cardíaca predisponente o uso de drogas intravenosas.
Fenómenos vasculares: embolismos arteriales, embolias pulmonares sépticas,
aneurismas micóticos, hemorragias intracraneales, lesiones de Janeway o
hemorragias conjuntivales.
Fenómenos inmunológicos: nódulos de Osler, manchas de Roth, elevación de
FR y glomerulonefritis.
Evidencia microbiológica: HC positivos que no se incluyan entre los criterios
mayores.
Clasificación
EI definida:
2 criterios mayores
1 mayor y 3 menores
5 menores
Evidencia microbiólogica por cultivo de una vegetación o de un absceso
intracardíaco
Evidencia histológica de vegetación o absceso intracardíaco
EI posible:
1 criterio mayor y 1 criterio menor
3 criterios menores
34
EI rechazada:
Resolución de la clínica de EI tras 4 días de tratamiento antibiótico
Ausencia de evidencia histológica tras 4 días de antibioterapia
Existencia de otro diagnóstico alternativo(69)
Además, la European Society of Cardiology (ESC) en las últimas guías clínicas para
el diagnóstico de la EI incluye algunas propuestas como(62):
Hallazgo de masas paravalvulares en una TC cardiaca como criterio mayor
Hallazgo de actividad perivalvular en SPECT cardíaco en sospecha de EI sobre
válvula protésica como criterio mayor
Aneurismas micóticos o eventos embólicos como un criterio menor
Por otro lado, la EI se define según el tipo de válvula afectada (nativa o protésica),
precoz o tardía en el caso de las EI protésicas (antes o después de un año de la
cirugía de recambio valvular), aguda o subaguda (según el tiempo de evolución y la
clínica). Basándonos en esta clasificación, se puede intuir el microorganismo
probablemente causante de la infección, como se describe en la tabla 3.
Tabla 3. Microorganismos causales de EI
Válvula natural o infección tardía sobre válvula protésica
ADVP Infección precoz de válvula protésica
Frecuentes S. aureus Estreptococos del grupo viridans
S. aureus ECN S. aureus
Menos frecuentes
Enterococos Streptococcus galloliticus
ECN Grupo HACEK
Estreptococos del grupo viridans y betahemolítico Pseudomonas
aeruginosa
Estreptococos del grupo viridans Enterococos
35
Tratamiento
La EI se comporta de forma distinta al resto de infecciones a la hora de su
tratamiento. Aunque las bacterias presenten S in vitro a los antimicrobianos, la
erradicación de la infección requiere semanas de tratamiento y en ocasiones la
curación no se alcanza sólo con antibióticos, siendo necesaria la cirugía. Esto se
debe a varias peculiaridades:
las bacterias se encuentran inmersas en una matriz de fibrina, donde se
multiplican sin interferencias de las células fagocíticas y existe una densidad
bacteriana muy elevada. Hay estudios que confirman que cuando se inhibe la
formación de la vegetación con antiagregantes o anticoagulantes la infección se
erradica más rápidamente(70)(71).
Además, existen bacterias en situación vegetativa con baja actividad
metabólica, por lo que son menos susceptibles a los antibióticos, sobre todo a
aquellos que actuan sobre la síntesis de la pared celular.
Se han descrito varios patrones de actuación del antibiótico a nivel de la
vegetación: máxima concentración en la periferia de la lesión sin difusión hacia
el núcleo (teicoplanina), difusión hacia el núcleo pero con mayor concentración
en la periferia (ceftriaxona) y penetración homogénea en la vegetación
(quinolonas)(72)(73).
36
Tratamiento médico
Existen varios principios básicos para el tratamiento de la EI(28):
Se deben usar preferentemente antibióticos parenterales, dada la absorción
errática y la biodisponibilidad reducida de los antibióticos orales.
Es preferible una terapia prolongada (mínimo 6 semanas en las EI sobre
válvulas protésicas y 4 semanas en las nativas), dado que tiempos más cortos
se asocian a recaidas porque no se consigue la completa esterilización de la
válvula.
De elección se deben usar antibióticos con actividad bactericida. Los
antibióticos bacteriostáticos suelen ser menos efectivos. Una respuesta
favorable a estos antibióticos no implica curación y se asocia a más recidivas.
La combinación de antibióticos, sobre todo sinérgicos, como penicilinas y
aminoglucósidos conlleva una rápida reducción de la carga bacteriana.
Además, las últimas guias clínicas de la European Heart Society (EHS) incluyen
otras recomendaciones(74):
Los aminoglucósidos no han demostrado beneficios clínicos en el tratamiento
de EI sobre válvula nativa y existe riesgo de nefrotoxicidad. Si están indicados
se deben administrar en dosis única para reducir el riesgo de toxicidad
renal(75)(76).
La rifampicina sólamente debería administrarse en casos de EI sobre válvula
protésica tras 3-5 días de tratamiento antibiótico eficaz, cuando la bacteriemia
ha disminuido. Esto se explica por el efecto sinérgico de la combinación de
antibióticos contra las bacterias en estado larvado y evitaría la aparición de
bacterias resistentes a rifampicina(77)(78).
37
Aparte de estas recomendaciones, más del 30% de los pacientes con EI izquierda
requerirán cirugía de recambio valvular o para evitar complicaciones embólicas,
por lo que un seguimiento conjunto de infectología y cirugia cardíaca es preciso.
Tratamiento quirúrgico
Aunque tradicionalmente el tratamiento de la EI se basa en la antibioterapia
prolongada, actualmente hasta un 50% de las EI izquierdas son
intervenidas(79)(80). A pesar de los grandes avances en cirugía de reparación y
recambio valvular, la mortalidad continúa siendo elevada, pudiendo variar del 6 al
36%. Esta gran variabilidad depende no solo del centro hospitalario, sino de otros
factores como el tipo de válvula afecta, el microorganismo causante y la
comorbilidad del paciente(56)(81)(82)(83)(84)(85).
Las indicaciones quirúrgicas de la EI son(86)(87)(88):
IC (nivel de evidencia B)
Disfunción valvular severa (nivel de evidencia B)
Episodios embólicos recidivantes o riesgo elevado de embolismos (vegetación
>10mm aórtica o mitral) (nivel de evidencia B)
Infección no controlada a pesar de tratamiento antimicrobiano adecuado (nivel
de evidencia B)
Complicaciones locales como abscesos perivalvulares o miocárdicos (nivel de
evidencia B)
Tratamiento antimicrobiano no eficaz (nivel de evidencia B)
Infección por microorganismos resistentes como los del grupo HACEK u
hongos (nivel de evidencia B)
Infecciones sobre dispositivos intracardíacos como marcapasos o
desfibriladores (nivel de evidencia B)
38
Infecciones sobre válvulas protésicas por Staphylococcus spp. o BGN no del
grupo HACEK (nivel de evidencia B)
La indicación más frecuente de cirugía cardíaca es la IC, seguida de la persistencia
de la infección a pesar del tratamiento adecuado(89).
En el caso de la IC, habitualmente secundaria a la destrucción valvular provocada
por la infección, se recomienda realizar cirugía urgente si hay edema agudo de
pulmón persistente o shock cardiogénico. Las EI aórticas con regurgitaciones
severas y agudas y las protésicas con grandes dehiscencias tienen mayor riesgo de
presentar esta complicación. También se debe realizar cirugía urgente en caso de
insuficiencia mitral o aórtica severa en ausencia de IC(90)(91)(92).
En el caso de infección persistente, la cirugía está indicada cuando los cultivos
continúan siendo positivos tras 7-10 días de tratamiento antibiótico, habiendo
excluido otras causas de fiebre persistente como abscesos extracardíacos(93).
Cuando la infección está causada por microorganismos de difícil tratamiento, como
hongos, SAMR o enterococos resistentes a vancomicina se recomienda cirugía, así
como en la infección sobre válvula protésica por el grupo HACEK(94)(95) y
endocarditis fúngicas.
La existencia de abscesos perivalvulares, asociados o no a disfunción protésica, u
otras complicaciones intracardíacas como fístulas son también indicación
quirúrgica.
Otra indicación frecuente de cirugía es la existencia de eventos embólicos. Existe
mayor riesgo de presentar embolismos en el caso de que la vegetación sea >10
mm, se encuentre sobre la válvula aórtica o exista lesión multivalvular(96)(97),
además de si la infección está causada por determinados microorganismos (S.
aureus, S. gallolyticus y Candida spp.). Dado que el riesgo embólico disminuye con
39
el tratamiento antibiótico adecuado, esta cirugía se debería realizar de forma
precoz.
En el caso de válvulas nativas, la cirugía implica resección de la vegetación,
desbridamiento, drenaje y limpieza de abscesos si los hay y colocación de un
parche de pericardio para reparar el defecto residual. La indicación de recambio
valvular únicamente se mantiene en casos de destrucción masiva de la válvula, en
el caso de abscesos paravalvulares y en EI sobre válvula protésica, dado que es una
cirugía más compleja que conlleva una mayor mortalidad(98).
Se han realizado estudios comparativos entre tratamiento médico y tratamiento
quirúrgico más médico en pacientes con EI sobre válvula nativa complicada,
observándose una reducción de la morbimortalidad a los 6 meses en los pacientes
con tratamiento combinado respecto a los que sólo recibían tratamiento médico,
obteniendo un mayor beneficio los pacientes con IC(99)(100). También se han
realizado estudios que comparan la supervivencia en pacientes sometidos a
resección de la vegetación vs. recambio valvular, con mejores resultados en los
primeros(100).
En el caso de EI sobre válvula protésica, el tratamiento quirúrgico de elección debe
ser el recambio valvular, así como en EI sobre dispositivos intravasculares el
tratamiento incluye la retirada del material protésico.
Diferentes estudios han valorado si se obtienen mejores resultados implantando
válvulas biológicas o metálicas, con resultados controvertidos, sobre todo en lo que
se refiere a reinfección valvular(101). Las guías quirúrgicas de la American Heart
Association (AHA) recomiendan la colocación de válvulas metálicas en menores de
65 años, y biológicas en mayores de 65, independientemente del riesgo de
embolismos(47). En el estudio Euro Heart Survey el 65% de las válvulas
40
implantadas eran metálicas, 21% biológicas. Se concluyó que el pronóstico era
mejor y el riesgo de infección era menor en las protésicas (3-9%), mientras que en
las biológicas era 9-27%, aunque existe un sesgo de edad y mayor comorbilidad
(mayor en los pacientes con válvulas biológicas implantadas)(19)(102).
Tradicionalmente existía la idea de que el tratamiento quirúrgico mejoraba el
pronóstico de los pacientes con EI al compararlo con el tratamiento médico(103).
En distintos estudios se ha comprobado que existe un sesgo de selección respecto a
los pacientes que reciben tratamiento quirúrgico, siendo habitualmente pacientes
con menor comorbilidad, más jóvenes y con mayor esperanza de vida(104). En el
caso de cirugía precoz, la situación es similar. Tras una revisión de los distintos
estudios publicados, la conclusión es que la cirugía precoz beneficia a los pacientes
candidatos a la intervención de acuerdo con las guías clínicas que presentan un
riesgo quirúrgico aceptable(105).
Entre los factores que aumentan el riesgo quirúrgico de la EI
destacan(80)(106)((107):
EI sobre válvula protésica
Destrucción tisular importante
Infección por Staphylococcus spp.
Cirugía de urgencia
IC
Edad, sexo y comorbilidad
Existen diferentes tablas para determinar el riesgo quirúrgico en pacientes
sometidos a cirugía cardíaca, entre ellas destaca el EuroScore II (Anexo III), que
41
cuantifica el riesgo quirúrgico según porcentajes, considerándose alto riesgo
quirúrgico >10%. Evalúa:
Factores individuales: edad, sexo, enfermedad pulmonar crónica, arteriopatía
extracardiaca (una o más de las siguientes: claudicación de miembros
inferiores, oclusión carotidea o estenosis >50 %, cirugía previa o prevista sobre
la aorta abdominal, carótidas o arterias periféricas), enfermedad neurológica
que afecte severamente a la marcha o a la actividad cotidiana, cirugía cardíaca
previa que haya requerido apertura del pericardio, creatinina >2 mg/dl,
tratamiento antibiótico por EI en el momento de la cirugía).
Situación preoperatoria crítica, definida por 1 o más de las siguientes:
taquicardia, fibrilación ventricular o muerte súbita resucitada, masaje cardiaco
preoperatorio, ventilación mecánica previa a la anestesia, uso de inotrópicos o
necesidad de balón de contrapulsación preoperatorio , fracaso renal agudo
preoperatorio (oliguria/anuria < 10 mL/h).
Factores cardíacos: angina inestable (angina de reposo que requiere nitratos
intravenosos hasta el momento de la intervención), disfunción ventricular
izquierda, IAM previo en los últimos 90 días, hipertensión sistólica pulmonar >
60 mmHg.
Otros factores relacionados con la cirugía: cirugía de emergencia (realizada el
mismo día en que se sienta la indicación), cirugía cardíaca distinta de bypass
aortocoronario, intervención sobre aorta torácica, rotura septal postIAM.
Esta escala infraestima el riesgo quirúrgico en pacientes diagnosticados de EI, ya
que no incluye a los items que han demostrado empeorar el pronóstico en estos
pacientes. Es por ello que se han realizado múltiples estudios comparativos y se
42
han propuesto otras escalas como la PALSUSE(80), que evalúa otros parámetros
importantes en el pronóstico de la cirugía sobre EI:
EI sobre válvula protésica
Edad >70 años
Destrucción tisular importante
Infección causada por S. aureus
Sexo femenino
Indicación de cirugía urgente
EuroScore II>10%
Profilaxis
La profilaxis antimicrobiana en la EI se basa en evitar que la bacteria se adhiera a
la superficie valvular durante una bacteriemia transitoria en pacientes con factores
de riesgo. Las indicaciones de profilaxis han variado desde el año 2002 en base a
las siguientes afirmaciones:
Existe mayor riesgo de infección durante bacteriemias repetidas transitorias
(por ejemplo cepillado dental diario) que durante un procedimiento invasivo
que produzca una bacteriemia masiva (por ejemplo manipulación dental). En el
caso de una extracción dentaria, se produce bacteriemia transitoria en 10-
100% de los casos y en una limpieza dental 40% de los pacientes presentan
bacteriemia, mientras que el simple hecho de masticar implica un riesgo de
bacteriemia de hasta el 50% y el cepillado dental del 68%. Teniendo en cuenta
que la mayoría de la población visita al dentista 2 veces al año, es evidente que
el riesgo es mucho mayor con actividades cotidianas(108).
43
El riesgo de adquirir una EI durante manipulaciones dentarias es bajo
(1/45000 procedimientos)(26)(109)(110).
La administración de antibióticos profilácticos implica un riesgo de anafilaxia y
de resistencias bacterianas.
La profilaxis más importante radica en una adecuada higiene dental ya que el
riesgo aumenta si hay antecedentes de enfermedad periodontal y bocas
sépticas(109).
La población de riesgo que debería recibir profilaxis antibiótica ante
determinados procedimientos es la que presenta elevado riesgo de padecer EI,
con elevada mortalidad y mayor riesgo de complicaciones :
o Portadores de válvulas protésicas o material protésico valvular, incluido el
implantado por via percutánea.
o Pacientes con historial previo de EI.
o Antecedentes de cardiopatías congénitas cianóticas, previo a su reparación
o en los 6 meses posteriores a la reparación.
La profilaxis no está recomendada para pacientes con riesgo intermedio de EI
(válvula aórtica bicúspide, prolapso mitral y estenosis aórtica calcificada) aunque
estos pacientes sí deberían seguir algunas medidas profilácticas como higiene
dental y visitas al dentista 2 veces al año, desinfección de heridas, antibioterapia
eficaz si existe alguna infección activa, evitar automedicación con antibióticos y
evitar también en lo posible el uso de catéteres y procedimientos invasivos(26).
Situaciones de riesgo de sufrir EI:
Ante procedimientos dentales, sólo debería administrarse profilaxis antibiótica
en aquellas maniobras que impliquen manipulación gingival, de la región
periapical dental o perforación de la mucosa oral(110). La mayoría de las
44
bacteriemias tras manipulación dental están causadas por estreptococos del
grupo viridans, por lo que el régimen antibiótico más aceptado es amoxicilina 2
gramos antes del procedimiento en dosis única y en alérgicos, cefalosporinas
de primera generación, clindamicina o azitromicina. Para manipulaciones de
otras zonas distintas de la cavidad oral, sólo se recomienda profilaxis en
individuos de riesgo si la zona manipulada presenta signos de infección.
Manipulación de vías respiratorias: sólo se requiere profilaxis con un
antibiótico antiestreptocócico ante procedimientos invasivos para tratar una
infección (por ejemplo, drenaje de absceso) o que impliquen biopsias de la
mucosa. Si se sospecha infección por Staphylococcus spp., añadir un antibiótico
que erradique este microorganismo.
Manipulación gastrointestinal: a pesar de que las infecciones del tracto
gastrointestinal frecuentemente son polimicrobianas, el enterococo es el
microorganismo que con mayor frecuencia puede causar EI. Por lo tanto en
pacientes con riesgo elevado, ante infecciones del tracto gastrointestinal o
manipulaciones invasivas se debe administrar un antibiótico antienterocócico
como penicilina, ampicilina o piperacilina.
Manipulación genitourinaria: en pacientes con riesgo elevado, ante infecciones
del tracto urinario se debe intentar erradicar la infección (cubriendo
enterococo) previo al procedimiento. En caso de no ser un procedimiento
programado se debe administrar antibioterapia con espectro antienterocócico.
Manipulaciones cutáneas: en el caso de precisar una intervención sobre piel
infectada se debe adminitrar profilaxis frente a Staphylococcus spp. y
estreptococos beta hemolíticos con penicilinas o cefalosporinas.
45
Manipulación cardiovascular: si el paciente va a ser sometido a un
procedimiento cardiovascular, ya sea una cirugía de recambio valvular o un
implante de un dispositivo intracardíaco, se debe realizar profilaxis con
antibióticos con espectro antibacteriano frente a S. aureus y ECN. Si el
procedimiento es prolongado se debe administrar otra dosis intraoperatoria y
la última dosis a las 24 horas. De elección se está usando cefazolina por su
probada eficacia(111).
2 ECOCARDIOGRAMA EN EL DIAGNÓSTICO DE LA ENDOCARDITIS
INFECCIOSA
Ecocardiograma en el diagnóstico de la EI
La ecocardiografía es una prueba fundamental en el diagnóstico de la EI y sus
hallazgos típicos (vegetaciones, dehiscencias protésicas de reciente aparición,
abscesos o aparición de insuficiencias valvulares no existentes previamente)
constituyen un criterio mayor en la definición de esta infección. Los criterios
ecocardiográficos de EI pueden verse en la tabla 4(112).
La ecocardiografía está indicada siempre que exista sospecha clínica de EI y debe
hacerse lo antes posible(113).
En la actualidad disponemos de tres tipos de ecocardiograma: ecocardiograma
transtorácico (ETT), ecocardiograma transesofágico (ETE) y ecocardiograma en 3
dimensiones (E3D). Pero todas tienen limitaciones en el diagnóstico de la EI(113):
La S y E no son del 100%
Una ecocardiografía negativa no excluye una EI
46
Los resultados de las ecocardiografías deben ser interpretados con cautela y
relacionarlos con la presentación y la probabilidad de EI.
Además, la identificación de las vegetaciones puede ser difícil en algunas
ocasiones:
Presencia de lesiones valvulares previas (prolapso mitral y lesiones calcificadas
degenerativas)
Válvulas protésicas
Vegetaciones pequeñas (2-3 mm)
Embolización reciente
EI no vegetante
En caso de una ecocardiografía inicialmente negativa, ésta se debe repetir a los 5-7
días si la sospecha clínica de EI es todavia alta, e incluso antes si hay una infección
por S. aureus (114).
Por otro lado, los falsos positivos los podemos encontrar en algunas situaciones
clínicas(115):
Trombos
Excrecencias de Lambl
Prolapsos
Rotura de cuerdas
Fibroelastoma valvular
Enfermedad valvular degenerativa o mixomatosa
Lesiones de Libman-Sacks de lupus eritematoso sistémico
Síndrome antifosfolípido primario
Lesiones reumatoides
47
Tabla 4. Criterios ecocardiográficos de EI (112)
ETT
La ETT es la técnica de imagen inicial de elección para el diagnóstico de la EI,
con una S en la detección de vegetaciones del 70% y 50% en válvula nativa y
protésica, respectivamente; y una E del 90%. En la identificación de los
abscesos su S es menor, en torno al 50%, y mantiene su E(113)(116). La ETT es
mejor que la ETE en la identificación de abscesos de localización anterior y en
la valoración hemodinámica de la disfunción valvular(62).
En pacientes de bajo riesgo, una ETT negativo descarta con alta probabilidad
una EI de forma rápida y no invasiva(117).
Según las guías de la ESC 2015(62) la ETT se debe realizar en las siguientes
circunstancias:
o Ante la sospecha clínica de EI
o En la bacteriemia por S. aureus(118). Bajo esta circunstancia, el ETE tuvo
una S del 100% y una E del 99% para detectar la presencia de EI, frente a un
32 y 100% respectivamente del ETT(119)
48
La única situación en la que una ETT de buena calidad es suficiente, es aquella
en que es negativa y el riesgo de EI es bajo(113).
ETE
La ETE tiene una mayor S en la detección de vegetaciones y abscesos que la
ETT (>90% vs 50%) y una E similar. Debido a esto se recomienda en las
siguientes situaciones(62):
o ETT negativo con alta sospecha clínica de EI
o ETT de baja calidad
o En presencia de válvulas protésicas o dispositivos intracardiacos
o ETT positivo para EI
E3D
La E3D muestra una S similar a la ecografía 2D (60-92%) con mayor E (77-
100% vs 74-88%) en diferentes estudios realizados(120). Es especialmente útil
para evaluar complicaciones como abscesos y perforaciones valvulares,
cuantificar el tamaño de la vegetación y predice mejor el riesgo embolígeno
(Figuras 1 y 2). Permite realizar una reconstrucción en 3D de la válvula, lo que
aporta mucha información de cara a la cirugía. Aun así, siempre debe ser una
técnica de apoyo a la ecografía 2D(120)(121) (122).
49
Figura 1. Diagnóstico de EI sobre bioprótesis mitral con E3D(123).
Figura 2. Dehiscencia de anuloplastia mitral diagnosticada por E3D(123).
Las indicaciones y las recomendaciones de los diferentes tipos de
ecocardiografía para el diagnóstico de pacientes con sospecha de EI, que hace la
última guía europea sobre el manejo de los pacientes con EI, puede verse en las
figuras 3 y 4(62).
50
Figura 3. Indicaciones de ecocardiografía ante la sospecha de EI (62).
51
Figura 4. Papel de la ecocardiografía en la EI(62).
52
Para conocer la precisión de los diferentes tipos de ecocardiogramas en el
diagnóstico de la EI, se han realizado estudios donde se correlacion sus hallazgos
con las lesiones observadas por el cirujano durante la
intervención(124)(125)(126). En los últimos años este tipo de estudios se han
centrado en la E3D. Hansalia et al. observaron en 13 pacientes que la E3D
localizaba con mayor precisión las vegetaciones y era más rigurosa en la deteción
de complicaciones que la ETE(127). En un estudio sobre EI en válvula tricúspide en
10 pacientes que fueron intervenidos, en la ETE no se observaron 5 vegetaciones y
un absceso que sí fueron detectados en la E3D, con confirmación quirúrgica(128).
En un trabajo retrospectivo realizado en 15 casos de EI aórtica protésica, la E3D
detectó más lesiones (6/6 vegetaciones y 15/15 extensiones perivalvulares) que la
combinación ETT/ETE (5/6 vegetaciones y 14/15 extensiones perivalvulares) con
mejor delimitación de las mismas(129).
Ecocardiografía en el diagnóstico y manejo de la complicaciones de
la EI
La ecocardiografía, además de su papel en el diagnóstico de la EI, también tiene un
gran valor en el pronóstico de la EI mediante la predicción de la mortalidad y sus
complicaciones más frecuentes y graves (IC, extensión perivalvular de la infección
y fenómenos embólicos). El conocimiento de estos aspectos ayuda al clínico a hacer
indicaciones quirúrgicas y cuándo llevarlas a cabo (130)(131)
En el caso de la IC, la ETE permite identificar los mecanismos que la producen:
regurgitación valvular aguda, obstrucción valvular y fístula intracardiaca. Además,
la ETT puede identificar una pobre tolerancia hemodinámica como la
53
regurgitación torrencial, elevadas presiones de llenado derecha e izquierda,
hipertensión arterial pulmonar y disfunción ventricular.Estos hallazgos sugieren la
necesidad de cirugía valvular aún en ausencia de signos clínicos de insuficiencia
cardiaca(62).
La ETE es la prueba de elección para el diagnóstico de la extensión perivavular. Su
hallazgo es indicativo de cirugía por riesgo de:
IC debido a fístulas o dehiscencia valvular protésica
BAV completo por interrupción del sistema de conducción
persistencia de la infección(132)(133)(134)(135)
Los fenómenos embólicos, en muchos casos silentes excepto los cerebrales, pueden
ser prevenibles mediante la evaluación de la vegetación por ETE: longitud máxima,
movilidad y localización. Las grandes, móviles y de localización mitral tienen alto
riesgo de embolismo. En este sentido se aconseja cirugia urgente en vegetaciones
de >10 mm si ya ha habido uno o más embolismos previos. También se aconseja
cirugía precoz si se asocia a fallo cardiaco, persistencia de infección bajo
tratamiento antibiótico, abscesos, endocarditis protésica, infección por S. aureus y
estados protromboticos(39)(130)(136)(137)(138).
Así mismo, la ETE también se aconseja de forma intraoperatoria para dar al
cirujano una evaluación anatómica final(139).
Finalmente, debe hacerse un seguimiento ecocardiográfico de los pacientes con EI
en tratamiento antibiótico y quirúrgico, y durante el primer año después de
finalizado el mismo (62).
54
JUSTIFICACIÓN
55
A pesar de disponer de una gran cantidad de pruebas de imagen para el
diagnóstico de la EI, la ecocardiografía es un componente esencial de los criterios
diagnósticos de esta entidad clínica y juega un papel central para dilucidar sus
complicaciones y tratamiento. La identificación de vegetaciones, abscesos,
perforaciones valvulares o dehiscencias protésicas permite confirmar el
diagnóstico de EI en la mayoría de los casos, sin embargo, a veces no se consigue
por falsos positivos o negativos. Por tanto, los resultados de la ecocardiografía
deben ser interpretados con precaución.
Para conocer el verdadero valor del ecocardiograma en el diagnóstico de la EI en
nuestro centro y mejorar su rendimiento, nos pareció oportuno comparar los
hallazgos ecocardiográficos observados en el manejo habitual de este tipo de
pacientes con los descritos por el cirujano durante la intervención.
56
HIPÓTESIS Y OBJETIVOS
57
Hipótesis
Las lesiones sugestivas de endocarditis infecciosa halladas en las pruebas de
imagen no se corresponden exactamente con las observadas in vivo durante la
cirugía.
Objetivos
Principal: Conocer la rentabilidad de los criterios de Duke modificados y la
ecocardiografía en el diagnóstico de la EI.
Secundario: Describir las características de los pacientes con EI de una cohorte
quirúrgica.
58
MATERIAL Y MÉTODOS
59
Diseño del estudio
Este es un estudio retrospectivo de los pacientes mayores de 18 años con
diagnostico de EI realizado en el Hospital HM Universitario de Montepríncipe
durante el periodo comprendido desde enero 2012 a diciembre 2016. El protocolo
de diagnóstico por imagen de la EI implantado en este centro es el aconsejado por
la última guía europea (Figura 3)(62).
El Hospital HM Universitario Monteprincipe es un hospital privado, con 216 camas,
que es centro de referencia para cirugía cardíaca en el grupo HM hospitales y de
otros hospitales privados de Madrid , tanto de Madrid como de otras ciudades
españolas. La media de ingresos anuales con el diagnóstico de EI en los últimos 3
años ha sido 15 casos por año (12-18).
Selección de pacientes y recogida de datos:
Para la selección de los casos se revisaron las historias clínicas de los pacientes
ingresados con diagnostico final de EI definitiva o probable, según los criterios e
Duke modificados (Anexo I) y se introdujeron en una base de datos por orden
consecutivo de hospitalización. En el estudio se incluyeron 57 casos de EI, de los
que 9 ya venían con diagnóstico de EI procedentes de otros centros. Para el análisis
ecográfico sólo se tuvieron en cuenta las pruebas realizadas en nuestro hospital.
La recogida de datos se realizó basada en el protocolo del Grupo de Apoyo al
manejo de la Endocarditis Infecciosa de la Sociedad Española de Infecciones
Cardiovasculares (GAME-SEICV)(7). Se incluyeron las siguientes variables:
60
1 Datos del paciente
Datos demográficos
o Edad
o Sexo
o Fecha de nacimiento
o Fecha de ingreso
o Fecha de inicio de los síntomas
o Fecha de diagnóstico definitivo
o Servicio médico o centro que remite al paciente
o Indice de Charlson ( riesgo bajo 0-1, medio 1-3, alto >3)
Patología de base
o HTA
o DM
o DL
o EPOC
o CI
o ACV
o Enf vascular periférica
o IR ( Cr>1,4 mg/dl)
o Neoplasias
o Enfermedad del tejido conectivo
o Patología hepática
o Patología neurológica
o HIV
o ADVP
61
Factores de riesgo cardiológicos para presentar EI
o IC
o FA/Flutter auricular
o Cirugía cardíaca previa, tipo de cirugía y fecha
o Valvulopatía previa
Reumática
Degenerativa
Prolapso mitral
Cardiopatía congénita
o EI previa
o Portador de dispositivo
Catéter intravascular
Marcapasos/DAI
Protesis articular
o Maniobra invasiva
Tratamientos concomitantes
o Aspirina
o Anticoagulación
o Inmunosupresores
62
2 Características clínicas de la EI
Diagnóstico por criterios de Duke
o Definida
o Probable
Localización valvular
o Mitral
o Aórtica
o Tricuspídea
o Mitroaórtica
o Dispositivos
o Marcapasos/DAI
Tipo de válvula afecta
o Nativa: no reparada
o Plastia valvular: reparación quirúrgica de una válvula natural
o Protésica (metálica/ biológica)
o Dispositivo intravascular
Tiempo desde el inicio de los síntomas hasta el diagnóstico
Origen de la infección
o Comunitario
o Hospitalario
o Relacionados con el sistema sanitario
63
Posible foco de la bacteriemia
o Odontógeno
o Gastrointestinal
o Cutáneo
o Respiratorio
o Vascular
o Genitorinario
o Otros
Tipo cronológico de infección
o Precoz
o Tardía
Presentación clínica
o Fiebre
o Aparición o empeoramiento de soplos nuevos
o Fenómenos vasculares
o Fenómenos inmunológicos
o Esplenomegalia
Datos de laboratorio
o Creatinina basal
o PCR
o VSG
o FR
64
3 Complicaciones
Cardiovasculares
o IC
o IAM
o Aneurisma micótico
o Bacteriemia persistente
o ACV
o Embolismos periféricos
o Arritmias auriculares
o Trastornos del sistema de conducción cardíaco
Complicaciones extracardíacas
o I renal
o Parada cardiorespiratoria
o Ventilación mecánica
o Necesidad de soporte hemodinámico
o Shock séptico
o Deterioro de función hepática
4 Diagnóstico
Microbiología
o HC
Fecha de los primeros HC extraidos
Fecha de los primeros HC positivos
Número de HC extraidos
o Otros cultivos ( orina, liquido articular, liquido pleural)
65
o Cultivo valvular
o Serologías para otros microorganismos (sobre todo HACEK)
o Microorganismo causante de la infección, en caso cultivos positivos
o Bacteriemia persistente, definida como persistencia de fiebre y
hemocultivos positivos tras 1 semana de tratamiento antibiótico
adecuado
Pruebas de imagen
o ETT
o ETE
o E3D
o PET-TC
o Lesiones observadas:
Vegetación
Absceso
Fístula
Dehiscencia protésica
Insuficiencia valvular no conocida
o Localización de las lesiones
5 Indicación de cirugía y procedimientos quirúrgicos
Indicación de cirugía (si/no)
Fecha de la intervención
Tipo de cirugía realizada (electiva/ urgente)
Tiempo entre el diagnóstico de EI y la cirugía
Tiempo de tratamiento antibiótico hasta la cirugía
Riesgo quirúrgico según el índice EuroScore II
66
Hallazgos quirúrgicos y su localización
o Vegetaciones y su localización
o Abscesos y su localización
o Fístulas y su localización
o Dehiscencias protésicas
o Perforación valvular
o Pseudoaneurisma
Procedimiento quirúrgico realizado
o Plastia valvular
o Recambio con válvula biológica
o Recambio con válvula metálica
o Retirada de dispositivo
6 Evolución en el momento del alta
Curados al alta
Alta con tratamiento antibiótico oral
Exitus durante el ingreso
7 Evolucion durante el primer año de seguimiento
EI resuelta
Recidiva ( precoz/tardía)
Exitus por complicaciones de la EI si/no
Pérdidas de seguimiento
67
Correlación entre las observaciones ecocardiográficas y durante la
cirugía
Las lesiones características de EI observadas por el cirujano en la intervención
sirvieron de referencia para corroborar o no las detectadas mediante
ecocardiografía y el diagnóstico de la misma realizado por los criterios de Duke
modificados.
Análisis estadístico
Estadística descriptiva
Las variables cuantitativas se han expresado como media + DS (rango) y las
variables cualitativas mediante porcentajes.
Estadística analítica
Para realizar este estudio se ha utilizado como contraste de normalidad la prueba
de Kolmogorov-Smirnov con la corrección de Lilliefors, para poder determinar con
qué tipo de contraste se iba a trabajar, el paramétrico o el no paramétrico.
Para la comparación de dos grupos independientes de variables cuantitativas se
utilizó el test de la T de Student y como prueba no paramétrica la U de Mann-
Whitney, y para la comparación de mas de dos grupos, el test de ANOVA o la
prueba de Kruskal-Wallis. Las relaciones entre variables cualitativas se analizaro
utilizando los test de Ϫ2 de Pearson y el estadístico exacto de Fisher. Para el
estudio de la significación estadística se han considerado como valores
significativos p<0,005.
Para la determinación de la significación estadística en la S y el valor predictivo
positivo (VPP) (calculados de acuerdo a sus definiciones estándar), entre los
68
diferentes tipos de ecocardiograma y los criterios de Duke modificados usados
para el diagnóstico de la EI, se utilizaron tablas de contingencia y se asoció a un
intervalo de confianza al 95% (IC 95%).
Para la evaluación de la correlación entre variables cualitativas se utilizó el Índice
de concordancia kappa.
El análisis de los datos se ha llevado a cabo con el paquete estadístico SPSS
Statistics 20 (Statistical Package for the Social Sciences, SPSS for Windows).
69
70
RESULTADOS
71
ANÁLISIS UNIVARIADO
Características basales de los pacientes
Las características basales de esta cohorte de pacientes se muestran en la tabla 5.
La edad media fue 64,9 años + 13,75 (rango: 33-85) y la mayoría eran varones
(n=42; 73,68%).
Respecto a la patología de base de estos pacientes destacan los factores de riesgo
cardiovascular: HTA 25 (43,8%), dislipemia 21 (36,8%), DM 17 (29,8%) y la
enfermedad vascular establecida CI 14 (24,5%), vasculopatía periférica 9 (15,8%)
y accidente cerebrovascular (ACV) 9 (15,8%). Otras enfermedades de base menos
frecuentes fueron la IR moderada-severa 15 (26,3%) y la hepática 6 (10,6%).
Solamente 3 (5,3%) pacientes tenían una neoplasia activa en el momento del
diagnóstico de EI.
En cuanto a los factores de riesgo cardiológicos asociados a la EI, 34 (59,6%)
pacientes presentaban una valvulopatía previa al diagnóstico, de las que 14
(25,2%) eran degenerativas, 7 (12,6%) reumáticas, 7 (12,6%) prolapsos mitrales y
4 (7%) congénitas. Así mismo, 44 (77,2%) de ellos habían sido o eran portadores
de algún dispositivo, entre los que destacan los intravasculares: catéter
intravascular 24 (42,1%), marcapasos o DAI 19 (33,4%). Por otro lado, 35 (61,4%)
pacientes tenían antecedente de una cirugía cardíaca previa y 7 (12,3%) habían
padecido algún episodio de EI previa.
Hasta un 36,8% (n=21) de los casos presentaban arritmias auriculares (fibrilación
o flutter auricular) previas al diagnóstico y 10 (18%) estaban diagnosticados de IC,
sobre todo en estadio II de la NYHA (n=5; 8,8%). La media del índice de
comorbilidad de Charlson fue 4,75. Veintitrés (40,4%) pacientes recibían
72
tratamiento con antiagregantes plaquetarios, y 22 (38,6%) estaban anticoagulados
con anticoagulantes orales o heparina de bajo peso molecular. Sólo 2 (3,6%)
pacientes estaban en tratamiento activo con inmunosupresores. La media del
índice EuroScore II fue elevada (11,7+ 12,6; rango 0,93-48,3%).
Tabla 5. Características basales de los pacientes
Variable N (%) Edad en años (media + DS) (rango) 64,95 + 13,75 (33-85) Hombres 42 (73,68)
Enfermedades de base Índice de Charlson, media + DS HTA Diabetes mellitus Dislipemia EPOC Cardiopatía isquémica ACV Enfermedad vascular periférica Insuficiencia renal Neoplasias Enfermedad del tejido conectivo Patología hepática Patología neurológica
4,75+2,92 25 (43,8) 17 (29,8) 21 (36,8)
8 (14) 14 (24,5) 9 (15,8) 9 (15,8)
15 (26,3) 3 (5,3) 1 (1,8)
6 (10,6) 2 (3,5)
Factores de riesgo cardiológicos de EI Insuficiencia cardiaca
NYHA I NYHA II NYHA III NYHA IV
Fibrilación auricular / flutter auricular Cirugía cardiaca previa Valvulopatía previa
Reumática Degenerativa Prolapso mitral Congénita
E. infecciosa previa Portador de dispositivo
Catéter intravascular Marcapasos/DAI Prótesis articular
Maniobra invasiva
10 (18)
0 5 (8,8) 4 (7)
1 (1,8) 21 (36,8) 35 (61,4) 34(59,6) 7 (12,6)
14 (25,2) 7 (12,6)
4 (7) 7 (12,3)
44 (77,2) 24 (42,1) 19 (33,4)
1 (1,8) 28 (49,1)
EuroScore II % media+ DS (rango) 11,7+12,6 (0,93-48,3%)
73
Tratamientos concomitantes Aspirina Acenocumarol Inmunosupresores
23 (40,4) 22 (38,6)
2 (3,6)
Características de la endocarditis infecciosa
En el estudio se han incluido un total de 57 casos, de los que 46 (80,7%) fueron
diagnosticados de EI definitiva y 11 (19,3%) de EI probable al ingreso. Casi la
mitad de las EI registradas estaban localizadas sobre la válvula aórtica 25 (43,9%),
seguidas por la válvula mitral 16 (28,1%) o ambas 5 (8,8%). Nueve pacientes
(15,8%) presentaron una infección sobre dispositivos intravasculares (marcapasos
o DAI). Veintiocho (49,1%) EI asentaban sobre válvula nativa y 25 (43,8%) sobre
una válvula protésica, de las que 15 (26,3%) eran biológicas. De todas las
infecciones sobre material protésico (34 válvulas o dispositivos) 18 (52%) fueron
precoces y 16 (47%) tardías. La mayoría de las EI (n=53; 93%) fueron casos
diagnosticados de novo, siendo recidivas solamente 4 (7%). El lugar de adquisición
de la infección se identificó en 45 (78,9%) casos, de los que 24 (42,1%) fueron
infecciones hospitalarias, seguidas en frecuencia por las de origen comunitaria 19
(33,3%). Aunque en un elevado porcentaje de pacientes (42,1%; n= 24) no se pudo
determinar el foco que originó la bacteriemia, el cutáneo 14 (24,6%) y el
genitourinario 7 (12,3%) fueron los más frecuentes identificados. La maniobra
invasiva que originó la infección se evidenció en 28 (49,1%) casos: accesos
venosos, tanto centrales como periféricos, 12 (21,1%); cirugía cardíaca 6 (10,5%) y
manipulaciones genitourinarias 5 (8,8%). La demora media desde el inicio de los
síntomas hasta el diagnóstico fue de 8,9 + 12,2 días (rango: 0-67) (Tabla 6).
74
La mayoría de los pacientes consultaron por fiebre continua o intermitente (n= 44;
77,2%). En la exploración clínica los hallazgos más frecuentes fueron: aparición de
nuevo soplo 12 (21,1%) y fenómenos vasculares 10 (17,5%) e inmunológicos 3
(5,3%). El empeoramiento de soplos cardíacos ya existentes fue poco frecuente, así
como la existencia de glomerulonefritis que se detectó en un sólo caso (1,8%)
(Tabla 6).
Tabla 6. Características clínicas de la endocarditis
Variable N (%) Diagnóstico clínico de EI (criterios de Duke)
Definitiva Probable Sobre válvula nativa Sobre válvula protésica Dispositivo Precoz Tardía
46/57 (80,7) 11/57 (19,3)
27 (47,3) 25 (43,8) 9 (15,8)
18/34 (52,9) 16/34 (47)
Días entre el inicio de síntomas y el diagnóstico de EI, media + DS (rango)
8,94 + 12,23 (0-67)
Lugar de adquisición Comunidad Relacionado con sistema sanitario Hospital Desconocido
45 (78,9) 19 (33,3)
2 (3,6) 24 (42,1) 12 (21)
Tipo cronológico de infección Caso nuevo Recidiva
53 (93)
4 (7) Localización valvular
Aórtica Mitral Tricuspídea Mitro-aórtica Dispositivos
57 (100) 25 (43,9) 16 (28,1)
2 (3,5) 5 (8,8)
9 (15,8) Tipo de válvula
Nativa Plastia valvular Protésica
Mecánica Biológica
28 (49,1)
3 (5,3) 25 (45)
10 (17,5) 15 (26,3)
Tipo de dispositivo Marcapasos DAI
8 (14) 1 (1,8)
75
Foco de la infección Odontógeno Cutáneo Respiratorio Gastrointestinal Genitourinario Vascular Otro
1 (1,8)
14 (24,6) 2 (3,5) 4 (7,1)
7 (12,3) 5 (8,8)
24 (42,1) Presentación clínica
Fiebre > 38º C Soplos nuevos Empeoramiento de soplos Fenómenos vasculares1 Fenómenos inmunologicos2 Esplenomegalia
44 (77,2) 12 (21,1)
5 (8,8) 10 (17,5)
3 (5,3) 1 (1,8)
Maniobra que originó la infección Vía central/periférica Exploración genitourinaria Manipulación dentaria Cirugía cardíaca Exploración gastrointestinal Infección cutánea Desconocida
28 (49,1) 12 (21,1)
5 (8,8) 1 (1,8)
6 (10,5) 3 (5,3) 1 (1,8)
29 (50,9) Datos de laboratorio
Creatinina basal
1,05 +0,9 (0,9-2,6) DAI: desfibrilador automático implantable 1Fenómenos vasculares: infartos pulmonares, embolismos arteriales, aneurismas micóticos, hemorragias intracraneales, hemorragias conjuntivales, manchas de Janeway 2Fenómenos inmunológicos: glomerulonefritis, nódulos de Osler, manchas de Roth, factor reumatoide
Complicaciones de la endocarditis infecciosa
Las complicaciones que se presentaron con mayor frecuencia durante el curso
clínico de la enfermedad se pueden ver en la tabla 7. La IC congestiva y la
bacteriemia persistente, ambas en 25 (43,9%) casos, fueron las más habituales. Las
arritmias y alteraciones del sistema de conducción cardíaco (bloqueos del sistema
de conducción, fibrilación o flutter auricular de reciente diagnóstico y taquicardia
ventricular) en 19 (33,3%) casos le siguen en frecuencia. La complicación
76
extracardíaca más habitual fue el deterioro de la función renal, observándose en 19
(33,3%) pacientes. Diez (18%) pacientes desarrollaron shock séptico y necesitaron
de soporte hemodinámico, aunque sólo 8 (14%) de éstos precisaron ventilación
mecánica invasiva y 1 (1,8%) balón de contrapulsación. En cuanto a la
diseminación de la infección, en el 15,8% (n=9) de los pacientes se observaron
embolismos periféricos, en el 12,3% (n= 7) embolismos en el sistema nervioso
central y en un 4 (7%) aneurismas micóticos.
Tabla 7. Complicaciones de la endocarditis infecciosa antes de la cirugía
Variable N (%) Cardiovasculares
Insuficiencia cardiaca IAM Aneurisma micótico Bacteriemia persistente ACV Embolismos periféricos Arritmias auriculares
Extracardíacas Insuficiencia renal Parada cardiorrespiratoria Ventilación mecánica Necesidad de soporte hemodinámico Shock séptico Empeoramiento función hepática
25 (43,9)
3 (5,3) 4 (7)
25 (43,9) 7 (12,3) 9 (15,8)
19 (33,3)
19 (33,3) 1 (1,8) 8 (14) 10(18) 10 (18) 6 (10,5)
77
Procedimientos diagnósticos
Microbiológicos
Los HC se extrajeron en el 100% de los pacientes, como está reflejado en la tabla 8.
Fueron negativos en 10 (17,5%) casos, identificándose el microorganismo
causante de la infección en el resto, 47 (82,4%). Los más frecuentes fueron
Staphylococcus spp. (n=20; 35%), seguidos de E. faecalis en 12 (21,1%) pacientes y
Streptococcus spp. en 12 (21,1%). De S. aureus hubo 10 (17,5%)y todos fueron
sensibles a meticilina. El número de ECN fue idéntico, la mayoría S. epidermidis.
Hubo 2 casos de EI por C. albicans. Se trataba de un paciente con dos episodios de
EI recidivante, con ingresos prolongados en la unidad de cuidados intensivos y
antibioterapia de amplio espectro durante un período muy prolongado de tiempo,
que finalmente falleció (Tabla 8).
Pruebas de imagen
Todos los pacientes de nuestra serie tenían una ETT inicial, en 48 (84,2%) casos se
realizó en nuestro centro y en el resto fue hecho en otro distinto. La ETT fue
diagnóstica de EI en 29/48 casos (60,4%), siendo los hallazgos más frecuentes las
vegetaciones 17 (58,6%) y la insuficiencia valvular 9 (31%).
La ETE se hizo en 44/57 pacientes (77,2%) y fue diagnóstica de EI en 37/44
(84%). Los hallazgos más frecuentes fueron también las vegetaciones (81%) y la
insuficiencia valvular (29,7%). Las ETT y ETE fueron realizadas indistintamente
por los 4 cardiólogos del servicio de cardiología.
La E3D se practicó en 33/57 (57,9%) pacientes y fue positiva en 25/33 (75,7%)
casos. Las alteraciones más frecuentemente observadas también fueron las
vegetaciones (80%) y las insuficiencias valvulares (28%), pero además se
78
visualizaron más complicaciones intracardíacas como abscesos y fístulas (16% y
8% respectivamente). Esta prueba siempre fue realizada por el mismo cardiólogo.
Únicamente se realizó una PET-TC en 2 (3,5%) pacientes con sospecha de EI sobre
válvula aórtica protésica, siendo diagnóstica en ambos casos (Tabla 8)
Tabla 8. Procedimientos diagnósticos de la endocarditis infecciosa
Variables N (%) Microbiológicos Hemocultivos
S. aureus S. aureus SM S. aureus RM
ECN S. epidermidis S. lugdunensis
Streptococcus spp S. gallolyticus S. mitis S. viridans S. oralis
Enterococcus spp E. faecalis E. faecium
Candida albicans Pseudomonas aeruginosa Negativos
Cultivo valvular (sólo los intervenidos)
57 (100) 10 (17,5) 10 (17,5)
0(0) 10 (17,5)
8 (14) 2 (3,5) 12 (21) 2 (3,5) 5 (8,8) 3 (5,2) 2 (3,6)
12 (21,1) 12 (21,1)
0 (0) 2 (3,6) 1 (1,8)
10 (17,5)
40 (80) Pruebas de imagen
ETT* Positivo
Vegetaciones Abscesos Fístulas Dehiscencia protésica Insuficiencias valvulares
Negativo Localización
Aórtica Mitral Pulmonar Tricuspídea Dispositivo
57/57 (84,2) 29/48 (60,4) 17/29 (58,6)
0/29 (0) 0/29 (0)
2/29 (6,8) 9/29 (31)
19/48 (39,5)
16/29 (55,1) 11/29 (37,9)
0/29 (0) 1/29 (3,4)
4/29 (13,7)
79
ETE Positivo
Vegetaciones Abscesos Fístulas Dehiscencia protésica Insuficiencia valvular
Negativo Localización
Aórtica Mitral Pulmonar Tricuspidea Dispositivo
E3D Positivo
Vegetaciones Abscesos Fístulas Dehiscencia protésica Insuficiencia valvular
Negativo Localización
Aórtica Mitral Pulmonar Tricuspídea Dispositivo
PET-TAC Positivo Negativo Localización
Aórtica Mitral Pulmonar Tricuspídea Dispositivo
44/57 (77,2) 37/44 (84) 30/37 (81)
0/37(0) 0/37(0)
4/37 (10,8) 11/37 (29,7) 7/37 (18,9)
21/37 (56,7) 14/37 (37,8)
0/37 (0) 2/37 (5,4) 3/37 (8,1)
33/57 (57,9) 25/33 (75,7) 20/25 (80) 4/25 (16) 2/25 (8) 2/25 (8)
7/25 (28) 8/33 (24,2)
12/25 (48) 13/25 (52)
0/25 (0) 2/25 (8)
2/25 (3,5)
2/2 (100) 0/2 (0)
2/2 (100)
0/2 (0) 0/2 (0) 0/2 (0) 0/2 (0)
ETT: Ecocardiografía transtorácica ETE: Ecocardiografía transesofágica E3D: Ecocardiografía 3D *48 realizadas en nuestro centro
80
Indicación de cirugía y procedimientos quirúrgicos
De los 57 pacientes diagnosticados de EI definitiva o probable, 50 (87,7%) tenían
indicación quirúrgica pero, como se puede ver en la tabla 9, sólo fueron
intervenidos 44 (77,2%). En el resto se descartó la intervención por presentar un
elevado riesgo quirúrgico, evaluado mediante el EuroScore II, o por tener una corta
expectativa de vida por otras comorbilidades. La cirugía se realizó de manera
electiva en 35/44 (79,5%) pacientes y urgente en 9/44 (20,4%). Durante la
intervención quirúrgica se confirmó EI en 37/44 (84,09%) casos. De los 7 casos
restantes, 3 pertenecían a cirugías diferidas, tras completar el tratamiento
antibiótico de la EI y otras 4 tenían una EI sobre cable de marcapasos que fue
retirado percutáneamente, por lo que no se pudo confirmar la existencia de
vegetaciones. Hubo confirmación anatomopatológica en 35/44 (79,5%) y en 40/44
(90,9%) pacientes se obtuvo cultivo del tejido extraido, que fue positivo en 23/40
casos (57,5%).
Durante el acto quirúrgico se pudo observar que los hallazgos in situ implicaban
una mayor gravedad de la infección que lo observado en las pruebas de imagen.
Sobre todo se detectaron un mayor número de complicaciones, como abscesos
(n=15), perforaciones valvulares (n=12) y fístulas (n=2) (Tabla 9).
De los 57 casos de EI diagnosticadas, se intervinieron:
24 (54,3%) casos sobre válvula aórtica y la cirugía practicada con mayor
frecuencia fue el recambio valvular: válvula biológica (n=14; 31,8%) y válvula
mecánica (n=9; 20,45%)
20 (45,45%) casos sobre válvula mitral y también se prefirió el recambio por
válvula biológica (n=10; 22,7%)
81
6 (13,6%) casos sobre válvula tricuspídea, pero en cambio, todas las
intervenciones realizadas fueron plastias valvulares (Tabla 9)
Tabla 9. Indicación, hallazgos y procedimientos quirúrgicos
Variable N (%) Indicación quirúrgica Intervenidos
50/57 (87,7) 44/57 (77,2)
Tipo de cirugía realizada Electiva Urgente
35/44 (79,5) 9/44 (20,4)
Días entre el diagnóstico EI y la cirugía, media + DS (rango) 13,2+8,2 (0-85) Días de tratamiento antibiótico antes de la cirugía, media + DS (rango)
16,16+14,65 (0-88)
Evidencia de EI durante la cirugía 37/44 (84,1) Hallazgos quirúrgicos
Vegetaciones Aórtica Mitral Tricúspide Cuerdas tendinosas Dispositivo intravascular
Abscesos Fístulas Dehiscencia protésica Perforación valvular Pseudoaneurisma
56 24 21 2 2 7
15 2 4
12 3
Criterios anatomopatológicos de E. infecciosa 35/44 (75,54) Procedimientos quirúrgicos sobre válvula aórtica
Plastias Recambio con válvula mecánica Recambio con válvula biológica
24/44 (54,5) 1 (2,27)
9 (20,45) 14 (31,8)
Procedimientos quirúrgicos sobre válvula mitral Plastias Recambio con válvula mecánica Recambio con válvula biológica
20/44 (45,45) 4 (9,1)
6 (13,6) 10 (22,7)
Procedimientos quirúrgicos sobre válvula tricuspídea Plastias
6 (13,6) 6 (13,6)
82
Evolución
Durante la hospitalización fallecieron 2/57 (3,5%) pacientes, ambos previamente a
la intervención quirúrgica (Tabla 10). El resto (n=55; 96,4%) fueron dados de alta:
44/57 (77,2%) tras cumplir el tratamiento antibiótico y considerados como
curados y los 11 restantes se remitieron a su domicilio con antibioterapia oral y
seguimiento en consultas externas. Durante el año siguiente 34/57 (59,6%)
pacientes se mantuvieron libres de enfermedad, 3/57 (5,3%) recidivaron, 9/57
(15,7%) fallecieron, 4 (7%) por complicaciones de la EI y 5 (8,7%) por otras
causas, y hubo 9 (15,8%) pérdidas de seguimiento (Tabla 10).
Tabla 10. Evolución de los pacientes N (%) Durante la hospitalización Curados En tratamiento antibiótico oral domiciliario Fallecidos
44/57 (77,2) 11/57 (19,2)
2/57 (3,5) Durante el 1º año de seguimiento Curados Recidiva Fallecidos Pérdidas de seguimiento
34/57 (59,6)
3/57 (5,3) 9/57 (15,7) 9/57 (15,8)
83
ANÁLISIS BIVARIADO
Mortalidad y otras variables
Con respecto a la mortalidad se observaron diferencias significativas en las
siguientes variables: la edad, índice de Charlson (media), EuroScore II (media y
<10), la localización mitroaórtica de la EI y dos complicaciones postquirúrgicas: la
dehiscencia protésica y el empeoramiento de la hepatopatía previa (Tabla 11).
En los pacientes con un índice de Charlson >3 el tratamiento con anticoagulantes y
la infección de origen nosocomial eran significativamente más frecuentes. Por el
contrario, en aquellos con un Charlson <3 la significación se alcanzó en la
presencia de abscesos valvulares y cuando las EI eran protésicas (Tabla 12).
Al comparar las EI de origen comunitario y hospitalario, en las últimas había
significativamente más IC, arritmias, cardiopatía previa degenerativa, foco cutáneo
de la infección y abscesos (Tabla 13).
En la comparación entre EI sobre válvula nativa y protésica, en las segundas la
HTA, las arritmias, la degeneración valvular y la infección hospitalaria alcanzaron
significación estadística (Tabla 14).
Por otro lado, al comparar las válvulas aórticas y mitral también se hallaron
diferencias significativas en el sexo, la toma de anticoagulantes, arritmias,
alteraciones de la conducción intracardiaca, foco cutáneo de la infección y
presencia de abscesos(Tabla 15).
Por último, los pacientes con IR (creatinina >1,4) y bacteriemia persistente tenían
significativamente más alteraciones de la conducción (p=0,001) y
pseudoaneurismas (p= 0,026), respectivamente.
84
Tabla 11. Mortalidad No fallecidos Fallecidos p
Edad 62,4+14,16 73,+9.79 0,018
Índice de Charlson, media + DS 4,2+2,8 7,2+2,6 0,003
EuroScore, media + DS 8,6+8,03 26,1+18,8 0,012
EuroScore II< 10 30 3 0,013
Complicaciones intracardíacas Dehiscencia protésica
1
3
0,025
Complicaciones clínicas Empeoramiento hepatopatía
2
4
0,01
Localización valvular Mitroaórtica
1
3
0,025
Tabla 12. Índice de Charlson CHARLSON <3 >3 p Tratamientos previos
Anticoagulantes
3
18
0,027 Origen de la infección
Hospitalaria
4
18
0,07 Complicaciones intracardíacas
Absceso
8
6
0,04 Tipo de válvula
Protésica
7
5
0,05
Tabla 13. Lugar de adquisición de la endocarditis infecciosa Comunidad Hospital p
Factores de riesgo FA/Flutter IC
5 0
14 10
0,02
0,003 Cardiopatía previa
Degenerativa
1
9
0,02 Foco de la infección
Cutáneo
2
11
0,02 Complicaciones intracardíacas
Absceso
7
2
0,055
85
Tabla 14. Tipo válvula (nativa/protésica) Nativa Protésica p
Factores de riesgo cardiovascular FA/Flutter HTA
4 8
17 17
0,001 0,04
Cardiopatía previa Degenerativa
3
11
0,02
Origen de la infección Hospitalaria
7
16
0,05
Complicaciones intracardíacas Rotura valvular
10
2
0,005
Tabla 15. Tipo de válvula mitral/ aortica Mitral Aortica p Varones 9 23 0,006 Tratamientos previos
Anticoagulantes
9
6
0,08 Factores de riesgo
FA/Flutter
9
5
0,02 Foco de la infección
Cutáneo
5
3
0,04 Complicaciones intracardíacas
Absceso
1
12
0,002 Complicaciones clínicas
Alteraciones conducción
5
4
0,014
86
Rentabilidad de los criterios de Duke modificados y las pruebas de
imagen en el diagnóstico de la EI
Al comparar en el total de pacientes los resultados del diagnóstico de EI obtenido
por los criterios de Duke y las imágenes observadas por ETT, ETE y E3D con la
confirmación diagnóstica alcanzada durante el acto quirúrgico (37/57; 64,9%) la
mayor S correspondió a la ETE (93%), seguida por el E3D (87%), la ETT y los
criterios de Duke, ambos con un 68%. El VPP fue cercano al 90% en los tres tipos
de ecografías y algo inferior para los criterios de Duke (Tabla 16).
Estos resultados fueron diferentes cuando se analizaron por tipo de válvula: nativa
o protésica. En las válvulas nativas la S y el VPP de la ETE y E3D estaban por
encima del 90%, a gran diferencia de la ETT y los criterios de Duke (Tabla 17). En
las válvulas protésicas la S y VPP de la ETT y E3D fue >90%. Sin embargo, el VPP
más alto correspondió a la ETT (100%) (Tabla 18).
Por otro lado, el tipo de lesión observada en las diferentes pruebas de imagen fue
comparado con lo visto in situ durante el acto quirúrgico. Las mejores relaciones
en cuanto a vegetación y absceso se observaron con la E3D y la perforación
valvular con la ETE. Los peores resultados fueron obtenidos con la ETT (Tabla 19).
87
Tabla 16. Total de pacientes
Confirmación quirúrgica EI
N=44
Si N= 37
No N= 7
S (%) VPP (%)
Duke Probable Definida
12 25
2 5
68 83
ETT Negativo Positivo
10 21
3 2
68 91
ETE Negativo Positivo
2 27
1 4
93 87
E3D Negativo Positivo
3 20
1 3
87 87
Tabla 17. Válvula nativa
Confirmación quirúrgica EI
N=22
Si N= 19
No N= 3
S (%) VPP (%)
Duke Probable Definida
8 11
2 1
58 92
ETT Negativo Positivo
6 11
1 2
65 85
ETE Negativo Positivo
1 15
1 1
94 94
E3D Negativo Positivo
1 10
1 1
91 91
Tabla 18. Válvula protésica
Confirmación quirúrgica EI
N=15
Si N=13
No N=2
S (%) VPP(%)
Duke Probable Definida
6 7
1 1
54 88
ETT Negativo Positivo
5 7
1 0
58 100
ETE Negativo Positivo
1 10
0 1
91 91
E3D Negativo Positivo
1 9
1 1
90 90
88
Tabla 19. Comparativa de lesiones halladas en pruebas de imagen vs. cirugía ETT Cirugía K
Vegetación 14 32 0,118
Absceso 0 12 0
Perforación valvular 2 11 0,175
ETE Cirugía K
Vegetación 23 31 0,1
Absceso 0 12 0
Perforación valvular 5 11 0,5
E3D Cirugía K
Vegetación 18 24 0,24
Absceso 4 9 0,5
Perforación valvular 3 6 0,4
89
90
DISCUSIÓN
91
La EI ya no es una enfermedad de pacientes jóvenes con valvulopatía, sino de
ancianos con múltiples comorbilidades, varones y con patología valvular
degenerativa(7)(11)(56)(140). Nuestros pacientes se ajustan a estas
características ya que presentaban una edad media de unos 65 años, donde
predominaban los varones (73,6%) con un índice de comorbilidad de Charlson
elevado (4,75). Entre las enfermedades de base previas a la EI destacaban la CI, la
IR y algunos factores de riesgo cardiovascular como la DM, la hipertensión arterial
y la dislipemia. Así mismo, un gran porcentaje de pacientes también tenían
antecedente de cirugía cardiaca (61,4%) y/o valvulopatía previa (59,6%), siendo la
más frecuente la degenerativa. La alta tasa de cirugía cardíaca previa, a diferencia
de otras series, puede ser un sesgo de selección de los pacientes(7). La presencia
de un dispositivo intravascular, transitorio (acceso venoso) o permanente
(marcapasos o DAI), también era común en esta cohorte y puede ser debido a la
edad de nuestros pacientes y su elevada comorbilidad cardiaca. Este perfil de
paciente también puede explicar que 45 (78,9%)de ellos estuvieran en tratamiento
con ACO o antiagregantes plaquetarios.
La media del índice quirúrgico EuroScore II en nuestra serie era elevado, mayor de
10%. Aparte de la edad y el sexo, en este índice también puntúan otros factores
como la IR, la enfermedad vascular periférica, la DM, la EI activa y el IAM reciente,
factores todos ellos habituales en los pacientes de nuestra serie. La
morbimortalidad quirúrgica en la EI es más elevada que la de otros
procedimientos quirúrgicos cardíacos, y el índice EuroScore II la infraestima, ya
que está pensado sobre todo para estimar el riesgo en cirugía de bypass coronario.
Hay otras publicaciones que proponen nuevos sistemas de estadiaje quirúrgico
específicos para la EI(80)(141).
92
Si comparamos las EI de esta serie con otra también quirúrgica de ámbito nacional,
las características son muy similares, excepto que hay mayor porcentaje de
válvulas protésicas afectadas(80), probablemente debido a que muchos de
nuestros pacientes habían sido intervenidos previamente. De las EI sobre material
protésico (válvulas y dispositivos) más de la mitad eran precoces (<1 año del
implante).
El tiempo medio de demora entre el inicio de los síntomas y el diagnóstico de EI
fue bajo (8,9 +12 días) y habitualmente causado por el retraso en la consulta del
paciente.
Respecto al lugar de adquisición de la infección, en nuestra serie predominaba el
hospitalario (42,1%) a diferencia del comunitario descrito en otros trabajos de
nuestro entorno (7)(11)(142). Hay que destacar que algunos de nuestros casos
fueron trasladados de otros centros una vez diagnosticados y tratados, sin constar
en la historia clínica el posible origen de la infección. El foco de la infección se
identificó en la mitad de los pacientes, siendo la mayoría de origen cutáneo
(heridas o punciones) seguido del genitourinario.
Cincuenta y tres (93%) de las EI registradas fueron casos nuevos, con sólo 4
recidivas posteriores al primer ingreso (3 durante el año de seguimiento).
Solamente una recidiva fue trasladada de otro centro para tratamiento quirúrgico.
La mayoría de las infecciones fueron izquierdas, con afectación predominante de la
válvula aórtica. Cinco EI presentaron afectación multivalvular y sólo se registraron
2 EI sobre válvula tricuspídea al ingreso, porcentajes similares a la serie de
Muñoz(7). Cabe destacar la escasa prevalencia de EI derechas en nuestro medio,
causada probablemente por la ausencia de pacientes ADVP o con infección por el
VIH.
93
En cuanto a los síntomas que motivaron la consulta de nuestros pacientes, el más
frecuente fue la fiebre, seguida de la aparición de un nuevo soplo y fenómenos
vasculares, similar a la frecuencia descrita por Muñoz(7)(56). Destaca la escasa
frecuencia de empeoramiento de soplos previos, tal vez motivada por la
variabilidad interobservador (algunos pacientes eran trasladados de otros
centros) y por el hecho de que este es un estudio retrospectivo, dependiendo de lo
detallada que fuera la historia clínica. La presencia de fenómenos inmunológicos y
síntomas clásicos de EI también es poco frecuente, igual que se describe en otras
series(7)(56)(142).
Muchos de nuestros pacientes presentaron complicaciones, siendo las más
frecuentes la IC y la bacteriemia persistente, que según la guía clínica de la ESC son
indicaciones quirúrgicas(62). Le siguieron en frecuencia las arritmias
supraventriculares y el deterioro de la función renal, probablemente de origen
multifactorial. Los embolismos periféricos no son tan frecuentes como en otras
series (7), si bien es cierto que no se buscaron de manera protocolizada. Un
porcentaje relativamente bajo (18%) precisó soporte hemodinámico previo a la
intervención y sólo 1 paciente presentó parada cardiorrespiratoria.
Los HC que se obtuvieron en el 100% de los pacientes, sólo fueron negativos en 10
(17,5%), en lo que probablemente intervino la administración previa de
antibióticos. En nuestra serie el principal agente causal de EI fue Staphylococcus
spp., seguido por Enterococcus spp. y Streptococcus spp., similar a la tendencia
descrita en los últimos años en otras series(7). Llama la atención que todos los S.
aureus aislados fueron sensibles a meticilina a pesar de la elevada prevalencia de
infección relacionada con el sistema sanitario. Como ya hemos mencionado
previamente, los 2 episodios registrados de EI por C. albicans fueron de un único
94
paciente con elevada comorbilidad, con un primer episodio de EI por S.
epidermidis, cuyo ingreso hospitalario fue prolongado, con estancia en UCI y
evolución tórpida, que falleció posteriormente.
Uno de los criterios mayores de Duke se basa en la existencia de vegetaciones o
abscesos en pruebas de imagen. Las guías clínicas de la AHA y de la ESC aconsejan
la realización de una ETT ante la sospecha de EI. Si ésta no es diagnóstica y existe
alta sospecha, recomiendan practicar una ETE(44)(62). Esta dinámica está cada
vez más en duda, sobre todo en el caso de EI protésicas, donde la S de la ETT en la
detección de vegetaciones es baja (75%)(143), en comparación con la ETE (85-
90%), retrasando el diagnóstico y el tratamiento con aumento de los costes(144).
En el caso de otras complicaciones como abscesos, la S de ambas técnicas es aún
menor (ETT 28% y ETE 87%)(145). Por esto, se recomienda hacer ecografías
seriadas en caso de sospecha de EI, particularmente en pacientes portadores de
prótesis valvulares y patología valvular previa(44)(62).
En el caso que nos ocupa todos los pacientes con EI tenían una ETT, en nuestro
centro se realizaron en 48 casos, siendo diagnóstica en 29 (60,4%). Las lesiones
que con más frecuencia se observaron fueron vegetaciones y regurgitaciones
valvulares. La ETE se practicó al 77,2% (n=44) de los pacientes, y fue diagnóstico
en el 84% de los casos. Las vegetaciones (n=30) y la insuficiencia valvular (n=11)
también fueron las lesiones más detectadas. La E3D permite obtener una imagen
bastante precisa de la morfología y estructura valvular y es especialmente útil para
la localización de abscesos, perforaciones y dehiscencias protésicas(146). El
rendimiento de la E3D en el diagnóstico de la EI ha sido estudiado en pocos
estuddios y la mayoría corresponden a series con un número reducido de
pacientes incluidos. Hansalia et al. compararon la capacidad de la ETE y E3D en
95
detección de vegetaciones valvulares en 13 pacientes mediante la correlación con
los hallazgos quirúrgicos. La E3D permitió localizar las vegetaciones con mayor
precisión y fue más riguroso en el diagnóstico de complicaciones(127). En un
estudio sobre EI en válvula tricúspide nativa en 10 pacientes, en el que las lesiones
fueron confirmadas por cirugía, la E3D detectó más vegetaciones y abscesos que la
ETE(128). En un trabajo retrospectivo sobre 15 casos de EI aórtica protésica, la
E3D detectó más lesiones (6/6 vegetaciones y 15/15 extensiones perivalvulares)
que la combinación ETT/ETE (5/6 vegetaciones y 14/15 extensiones
perivalvulares) con mejor delimitación de las mismas(129).
Con respecto a la E3D, nuestro trabajo aporta la mayor serie descrita de esta
técnica en el diagnóstico de EI con correlación quirúrgica. La E3D se hizo en
aquellos pacientes en los que había alta sospecha diagnóstica no confirmada
mediante ETT o ETE o para evaluación prequirúrgica (n=33), siendo más de la
mitad de las EI protésicas ( n=17). Los hallazgos más frecuentes fueron similares a
los de las pruebas de imagen previas ( vegetaciones e insuficiencias valvulares),
pero llama la atención que el tercer hallazgo en frecuencia fueron los abscesos, que
en las pruebas anteriores no se encontraron. La forma de elección de la E3D
constituye un sesgo desfavorable a la hora de su valoración, ya que se usaba para la
posible detección de las lesiones que eran difícilmente visibles por los métodos
habituales. En resumen, la principal aportación de nuestra serie es la identificación
de los abscesos, para lo que es recomendada por otros autores(112)(129).
Respecto a la PET-TC, ya está propuesta su inclusión en los criterios de Duke,
porque parece aumentar la S de estos en el diagnóstico de EI hasta un 97%, sobre
todo en EI sobre válvulas protésicas(147) y en pacientes con EI sobre dispositivos
intracardiacos, cuya S y E son del 87% y 89%, respectivamente(146). En nuestra
96
serie sólo se realizó PET-TC a 2 pacientes que tenía una EI sobre un tubo
valvulado aórtico, siendo diagnóstico en ambos.
De 57 pacientes diagnosticados de EI probable o definida, 44/57 (77,2%) fueron
intervenidos, cifra más alta que otras series (34-44%)(56)(80). Otros 6 casos con
indicación de cirugía se descartaron por elevado riesgo quirúrgico o por mal
pronóstico tras la cirugía. Dado que nuestro hospital es de referencia en cirugía
cardíaca, 9 pacientes intervenidos habían sido trasladados de otros centros por
presentar lesiones valvulares severas o complicaciones y otros fueron remitidos
por alta sospecha clínica de EI. Esto explica el elevado porcentaje de pacientes
intervenidos. Las lesiones halladas sobre la válvula tricuspídea se repararon
mediante plastia, sin necesidad de recambio valvular, tanto en las intervenidas por
EI (n=2) como por daño valvular secundario. En la mayoría de los casos de EI
izquierdas se implantaron válvulas biológicas. Aunque la creencia general es que
las válvulas protésicas tiene más riesgo de complicaciones y recidiva de la EI,
existen varios estudios publicados que demuestran lo contrario(148)(149). El tipo
de prótesis se eligió en función de la edad y comorbilidad de los pacientes. Las
nuevas guías quirúrgicas de la AHA/ACC dan la opción de elegir entre prótesis
biológica y metálica en pacientes de 50-75 años, mientras que en mayores de 75
dan preferencia a las prótesis biológicas, aunque siempre
individualizando(44)(150). Las recomendaciones quirúrgicas de la ESC aconsejan
realizar reparación valvular en caso de que la lesión esté confinada a 1 válvula(62).
En caso de afectación multivalvular o complicaciones como abscesos, aunque se
podría hacer una reparación con un parche de pericardio o tricúspide por parte de
equipos experimentados, se prefiere la resección del tejido afecto seguido de una
sustitución valvular. Si bien recomiendan individualizar la elección del material
97
implantado (biológico o protésico), hacen hincapié en que es importante colocar el
mínimo posible de material protésico. En EI sobre válvula aórtica, la técnica de
elección es el recambio valvular(62).
Casi un 80% de los pacientes fueron intervenidos de forma electiva, en ocasiones
hasta 3 meses después del diagnóstico. De los 44 pacientes operados, sólamente se
halló evidencia de la infección en 37. De los 7 restantes, 4 fueron EI sobre cable de
marcapasos en los que las vegetaciones son barridas al retirar el cable, con el
consiguiente riesgo de embolismos en la circulación pulmonar, y los otros 3
restantes fueron cirugías diferidas tras completar el ciclo antibiótico, y se
realizaron por daño valvular severo secundario a la infección. Los hallazgos in situ
implicaban una mayor afectación tisular de la descrita en las ecografías, como se
puede ver en la tabla 9. Llama la atención el gran número de hallazgos quirúrgicos
en estos 37 pacientes: 56 vegetaciones y 15 abscesos, de los que por ecografía
solamente se observaron 5. El tiempo medio desde el diagnóstico de EI a la
intervención fue de 13,2 días, y aún superior el del tratamiento antibiótico desde el
ingreso hasta la intervención, 16,1 días, ya que en la mayoría de los casos se inició
tratamiento empírico ante la sospecha de EI. Se ha debatido si la cirugía precoz (<1
semana de tratamiento antibiótico) empeora el pronóstico, ya que las guías
recomiendan completar el ciclo antibiótico para que la válvula nueva asiente sobre
un lecho aséptico. En caso de complicaciones, las guías de la AHA/ACC del 2014 y
las actuales del 2017 recomiendan la cirugía precoz(44)(150) ya que no se asocia a
una mayor mortalidad ni recidivas(83). Las características de nuestros pacientes
determinaron que la cirugía se realizara antes de completar el tratamiento
antibiótico en la mayoría de los casos.
98
La muerte ocurrió en 11/57 (19,2%) pacientes, 2 durante la hospitalización y 9
tras el alta. Este porcentaje de éxitus intrahospitalario es inferior al descrito por
Revilla(84) y Muñoz(7), mientras que la mortalidad al 1 año es similar a la descrita
por Muñoz en su serie (7). El tratamiento secuencial oral domiciliario se llevó a
cabo en 11 pacientes estables y con HC de control de negativos para mejorar su
calidad de vida y en ningún caso la evolución fue peor que en el resto de casos.
Durante el año de seguimiento hubo 3 recidivas (2 EI por C. albicans y 1 por E.
faecalis sobre válvula protésica aórtica, actualmente pendiente de trasplante
cardíaco).
En nuestra cohorte, los únicos factores que se han relacionado significativamente
con la mortalidad han sido la edad, el índice de Charlson, el EuroScore II, la
existencia de dehiscencias protésicas y el deterioro de la función hepática durante
la evolución de la enfermedad, algunos de ellos ya observados en la serie descrita
por Muñoz (7).
Cuando analizamos los pacientes respecto al índice de Charlson, vemos que cuando
es >3 la EI de origen nosocomial es significativamente más frecuente,
probablemente por el uso más frecuente del sistema sanitario. Por el contrario,
cuando el Charlson es <3 son más frecuentes la EI sobre válvula protésica y los
abscesos intracardíacos, quizás por presentar una evolución más insidiosa de la
enfermedad, con menos síntomas, mayor tiempo de evolución y con demora en el
diagnóstico(44)(150).
Respecto al lugar de adquisición, las arritmias auriculares y la IC eran
significativamente más frecuentes en las EI nosocomiales, probablemente porque
estos pacientes son sometidos a un mayor número de procedimientos diagnósticos
y terapeúticos invasores. Esto también explicaría que en este tipo de EI, el foco de
99
la infección más frecuente sea el cutáneo. Los pacientes con edad avanzada y
comorbilidad también tienen significativamente más EI de origen hospitalario,
posiblemente por su mayor relación con el sistema sanitario, y en ellos es más
frecuente la valvulopatía degenerativa.
En cambio, el origen comunitario de la infección se asocia más frecuentemente con
abscesos intracardíacos, debido probablemente a infecciones de evolución más
larvada.
Las EI protésicas, con mayor relación con el sistema sanitario, se asociaron
significativamente con más arritmias, HTA, cardiopatía degenerativa y origen
nosocomial de la misma.
De otro lado, las EI sobre válvula nativa fueron más susceptibles a la rotura
valvular que las EI protésicas y además, algunos de estos pacientes no tenían
valvulopatía conocida, con lo que presentaron una demora en el diagnóstico al no
sospechar la enfermedad.
Nuestro estudio pone en evidencia que los pacientes con EI sobre válvula mitral
presentaban con más frecuencia antecedente de FA o flutter. Es bien conocido que
una valvulopatía mitral mantenida en el tiempo puede acarrear una dilatación de
la aurícula izquierda, con mayor riesgo de arritmias auriculares, y la consiguiente
anticoagulación, como reseñan las guías clínicas(1)(151). También tenían durante
la evolución de la enfermedad alteraciones del sistema de conducción, por el
mismo motivo. Los pacientes con valvulopatía aórtica eran con más frecuencia
varones y tenían con más frecuentemente abscesos, como se ha descrito en otras
series(152).
100
El objetivo final de nuestro estudio fue comparar la rentabilidad de los criterios de
Duke y de la ecocardiografía en el diagnóstico de la EI al correlacionarlos con los
hallazgos quirúrgicos.
Siguiendo este procedimiento, de forma global la mejor S y VPP correspondieron a
la ETE y E3D, en torno al 90%, como era de esperar(126), a pesar de que esta
última se llevó a cabo en los casos donde no eran concluyentes la ETT y ETE.
En las EI sobre válvula nativa no hubo grandes cambios con respecto a lo referido
en el apartado general, es decir, la S de la ETE y E3D fue del 90%. El VPP se
mantuvo para los ecocardiogramas, pero aumentó en los criterios de Duke. Con
respecto a la EI protésica la unica variación fue el VPP del 100% para la ETT.
En un estudio prospectivo en pacientes con sospecha de EI, donde por criterios de
Duke se confirmaron 12 casos de 46 (11 nativas), la S de la E3D con respecto a la
ETT para la detección de verrugas fue similar (91,6%), pero la E fue mejor para la
primera (100% vs. 88,2%)(122).
Hay otra serie retrospectiva de 48 pacientes donde se comparó el valor de la E3D
frente a la ETE en el diagnóstico de EI (vegetaciones y abscesos) sin confirmación
quirúrgica. En ella la S de la E3D es menor que la de la ETE (63% vs. 94%) con E,
VPP y VPN muy similares. En la detección de vegetaciones la diferencia entre
ambas pruebas fue de una sola lesión favorable a la E3D (153).
La correlación entre los hallazgos de la ETT con la cirugía fue baja para las
vegetaciones y perforaciones valvulares y no se detectó ningún absceso. En el caso
de la ETE la correlación mejoró en las perforaciones valvulares, pero tampoco
detectó ningún absceso. La mejor correlación respecto a los hallazgos quirúrgicos
se obtuvo con la E3D, tanto en vegetaciones como abscesos y perforaciones
valvulares, como ya se describe en otras series publicadas(127).
101
Nuestro estudio tiene algunas limitaciones:
Se trata de un estudio monocéntrico, por lo cual podría existir un sesgo en la
interpretación tanto de la ETT como de la ETE y E3D por nuestros cardiólogos.
El número de pacientes es bajo, ya que sólo se incluyeron los casos con
diagnóstico de EI definida o probable por criterios de Duke e imagen, y de
estos, los confirmados mediante cirugía. Aún así, es el estudio con mayor
número de pacientes descrito hasta la fecha que compara los resultados de la
E3D con los hallazgos quirúrgicos. No se pueden extrapolar los resultados a la
población general.
Al incluir únicamente pacientes con diagnóstico de EI confirmada no se pudo
calcular la E ni el VPN, ya que no se incluyeron sujetos sanos en el estudio.
El diagnóstico definitivo de EI fue retrospectivo, utilizando todos los datos
clínicos, microbiológicos y ecocardiográficos disponibles, de acuerdo a las guías
clínicas. Esto podría sobreestimar la eficacia de la ETE para el diagnóstico de la
EI, pero no debería afectar a la comparativa entre ETE y E3D, ya que las
alteraciones de imagen buscadas eran similares en ambos casos.
102
CONCLUSIONES
103
1 En el diagnóstico de la EI existe una falta de correlacción entre los hallazgos
ecográficos y las lesiones detectadas in vivo durante la cirugía en tiempo
real, particularmente en el caso de los abscesos valvulares.
2 La mejor relación en cuanto a vegetación y absceso se observó con la E3D y
la perforación valvular con la ETE.
3 Para el diagnóstico general de EI y en el caso particular de válvula nativa, la
ETE y el E3D han mostrado una gran S. Las dos anteriores junto a la ETT
tambien han alcanzado un VPP elevado.
4 Para el diagnóstico de EI sobre válvula protésica la ETE y la E3D son
pruebas de gran S. Los tres tipos de ecografía también han mostrado
tambien un alto VPP.
5 Los criterios de Duke solo parecen tener un elevado VPP para cualquiera de
los tipos de EI.
6 Los pacientes con EI de nuestra cohorte tienen una edad media en torno a
los 65 años, hay un claro predominio del sexo masculino y presentan un
alto grado de comorbilidad.
7 En cuanto a la EI no hay un claro predominio de la nativa sobre la protésica
ni de la comunitaria sobre la hospitalaria. Las válvulas más afectadas fueron
la aórtica y la mitral. Los agentes etiológicos más frecuentes fueron
Staphylococcus spp. La mortalidad durante el año de seguimiento fue del
15%.
8 La edad, la comorbilidad, el EuroScore II, la localización mitroaórtica y
algunas complicaciones parecen influir significativamente en la mortalidad.
104
9 La EI sobre válvula protésica se asoció significativamente con un mayor
número de arritmias supraventriculares, HTA, valvulopatía degenerativa y
origen hospitalario de la infección.
105
106
ANEXOS
107
Anexo I. Índice de comorbilidad de Charlson
108
Anexo II. Criterios de Duke modificados
109
Anexo III. Indice EuroScore II
110
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