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Vida consagrada: un año para soñar Los consagrados en el hoy de la Iglesia: alegres, profetas, fraternos Donato Cauzzo, m.i. Lugar de los consagrados en la Iglesia Carlos García Andrade, c.m.f. La oración camino de humanización Fabio Ciardi, o.m.i. Un hombre para el diálogo: Pedro Arrupe, s.j. Armando Ceccarelli, s.j. En la tierra como en el cielo Pio Vallarino, o.f.m.cap. Religiosos por la unidad de los cristianos Paolo Cocco, o.f.m.cap. N.º 95/2015 Julio - Septiembre Unidad y Carismas

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Vida consagrada:

un año para soñar

Los consagrados en el hoy de la Iglesia:

alegres, profetas, fraternos Donato Cauzzo, m.i.

Lugar de los consagrados en la Iglesia Carlos García Andrade, c.m.f.

La oración camino de humanización Fabio Ciardi, o.m.i.

Un hombre para el diálogo: Pedro Arrupe, s.j. Armando Ceccarelli, s.j.

En la tierra como en el cielo Pio Vallarino, o.f.m.cap.

Religiosos por la unidad de los cristianos Paolo Cocco, o.f.m.cap.

N.º 95/2015 Julio - Septiembre

Unidad y Carismas

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Edición italiana

«Unità e Carismi», Fabio Ciardi, o.m.i.,Via della Selvotta, 2500041 Albano Laziale, Roma, [email protected]

Edición inglesa (Asia, África)

«Charisms in Unity», Conrad Sciberras,mssp, Via della Salvotta, 25 00041 Albano Laziale, Roma, Italia.

Edición francesa

«Unitè et Charismes», Roger Bourcier, fsg10, av. Rémy René-Bazin85290 St-Laurent-sur-Sevre, [email protected]

Edición alemana

«charismen. Ordenschristen in Kirche undGesellschaft», Hans Schalk, cssrKaulbachstrasse 47D - 80539 München, [email protected]

Edición eslovena

«Edinost in Karizme», Anton Nadrah, o.cist.,Cistercijanska opatija Sticna61295 Ivancna Gorica, Eslovenia

Edición polaca

«Jednosc i Charyzmaty», Ludwik Myciels-ki, o.s.b.Biskupow 72 PL48-355 Burgrabice, [email protected]

Edición española

Edita: Movimiento de los Focolares (R-2800178-B)Andrés Tamayo, 4. 28028 Madrid

Revista trimestral de espiritualidad y comunión

Edición portuguesa

«Unidade e Carismas», Germano van de Meer, s.v.d.C.P. 18 - 06730-970 Vargen Grande Paulista SP, [email protected]

Consejo de redacción: Carlos García Andrade, c.m.f.; Joaquín Mª Vicente, o.carm; José

Luis Belver, o.s.a.; Juan Gil, o. carm; José Damián Gaitán, o.c.d.; Santiago Sierra, o.s.a.

Administración: Joaquín Mª Vicente, o.carm. Ayala, 35. 28001 Madrid.

Tel. 914351660 - Fax 914351786 - e-mail: [email protected]

Composición: José Luis Belver, o.s.a. www.unidadycarismas.es

Depósito Legal: M-16.216-1991

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Unidad y Carismas, N.º 95 Julio - Septiembre 2015

VIDA CONSAGRADA:

UN AÑO PARA SOÑAR

Editorial

Un año para la vida consagrada Carlos García Andrade, c.m.f. 4

Perspectivas

Los consagrados en el hoy de la Iglesia:

alegres, profetas, fraternos Donato Cauzzo, m.i. 6

Lugar de los consagrados en la Iglesia Carlos García Andrade, c.m.f. 12

La oración camino de humanización Fabio Ciardi, o.m.i. 17

Testigos

Gobernar con la santidad Costanzo Donegana, p.i.m.e 23

Un hombre para el diálogo: Pedro Arrupe, s.j. Armando Ceccarelli, s.j. 26

Experiencias

Saber perder Piotr Andrukiewicz, c.s.s.r. 31

En la tierra como en el cielo Pio Vallarino, o.f.m.cap. 34

Nuevos horizontes

Religiosos por la unidad de los cristianos Paolo Cocco, o.f.m.cap. 39

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Unidad y Carismas

EDITORIAL

Un año para la vida religiosa

EEL 21 de noviembre de 2014, fiesta de la Presentación de la Virgen María, se inaugu-raba en Roma e l Año de la Vida Consagrada. Nuestra revista Unidad y Carismas,dedicada a la vida consagrada, no puede dejar de acoger el reto que representa esta

iniciativa del papa Francisco, intentando comprenderlo bien.

Cuando se señala un año “especial” o un día “particular” dedicado a resaltar un aspecto osector de la Iglesia o de la sociedad, surge espontáneo el deseo de agradecer y aprovechar laoportunidad que tal ocasión representa. Pero al mismo tiempo, también nos damos cuenta queel mensaje implícito no es muy positivo. La necesidad de poner en evidencia algo da a enten-der que hasta ahora tal aspecto o sector ha sido algo olvidado o ha llegado a ser marginal.¿Cuáles son las motivaciones de este año dedicado a los consagrados y a las consagradas?

Quizá, entre todos los grupos eclesiales, las personas consagradas son las que han sufridocon mayor fuerza el temporal del post-Concilio. Ellas son quienes, en el momento en que la se-cularización se convirtió en un fenómeno permanente, se encontraron en una posición incó-moda, perdieron su rol social. Si las personas consagradas se sienten, de repente, como verda-deros marginados –se dedican públicamente a cosas que la mayoría de las personas concibecomo pertenecientes al sector privado– esto significa que tienen una fuerte necesidad de apo-yo por parte de la comunidad eclesial. Y aunque muchas de sus actividades son apreciadas: es-cuelas, cuidado de enfermos, atención a los pobres, etc., los consagrados se sienten aceptadossólo por lo que hacen, pero no por lo que son. Esto es un problema serio porque la vida consa-grada ha perdido de golpe el marco social que sustentaba su identidad en medio de la sociedad.

Pero no parece que con este año el Papa pretenda darnos un poco de consolación y de áni-mo, como cuando se trata de reforzar la débil personalidad de un hijo aún adolescente. No esesto lo que se desprende de la carta que nos dedicó al inicio de este año.

Lo que se ve es que hay una verdadera sintonía entre muchos temas queridos por el PapaBergoglio y los rasgos que caracterizan la vida y el papel eclesial de los consagrados. Antetodo los religiosos se han caracterizado siempre por ir hacia las periferias, en las zonas quepodemos llamar de frontera, y esto es un ritornelo que nunca falta en los discursos y mensa-jes del papa Francisco. Muchas personas consagradas, desde hace mucho tiempo, se en-cuentran en las periferias urbanas y existenciales.

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También hay otro aspecto importante: la dimensión profética. El papa Francisco ha ha-blado repetidamente de los consagrados como aquellos que tienen una misión profética.«Un religioso jamás debe renunciar a la profecía», dijo a los padres generales. Y afirmóexplícitamente que de los consagrados se espera la capacidad de despertar al mundo, de ha-cer bulla, ruido, ofrecer un testimonio fuerte.

Otra consonancia es la de la alegría. En el don total a Dios y al servicio de los hombres,que debe caracterizar a las personas consagradas, el Papa ve una gran posibilidad de testi-moniar cómo esta vida puede colmar nuestras expectativas y hacernos felices como perso-nas. Más aún, esta felicidad y esta alegría son cruciales para presentar la propuesta de evan-gelizar por atracción, no por proselitismo.

También existe un interés muy preciso respecto a los religiosos. Afirmó el Papa: «Me es-pero por tanto que la “espiritualidad de comunión”, indicada por san Juan Pablo II, lleguea ser realidad y que vosotros estéis en primera línea acogiendo “el gran reto que tenéis de-lante” en este nuevo milenio: “hacer de la Iglesia la casa y la escuela de comunión”».

Luego desea que se dé importancia a la "mística de vivir juntos", para que la comunión seviva dentro de las comunidades. Y añadió:

«También espero que crezca la comunión entre los miembros de los distintos Institutos.¿No podría ser este Año la ocasión de salir con mayor valor de los confines del propio Ins-tituto para desarrollar juntos, a nivel local y global, proyectos comunes de formación, deevangelización, de actuaciones sociales? De esta forma podrá ofrecerse más eficazmenteun verdadero testimonio profético».

Esto significa que, poniendo de relieve el colectivo de los consagrados/as, el Papa Fran-cisco encuentra un lugar donde afirmar las líneas emergentes de su propuesta para la Iglesia.

Por lo tanto, no un año para mirarnos a nosotros mismos: para no caer en la autocompla-cencia, pero tampoco para lamer las propias heridas. No es así como se regenera la vida con-sagrada. Ni tampoco es un año en el que esperar de la Iglesia una “palmadita en la espalda”esperando que logre animarnos.

El año de la Vida Consagrada es un momento para reemprender el camino de manera co-rrecta. Para servir a la Iglesia y a la humanidad como Dios quiere. Los artículos de este nú-mero de Unidad y Carismas creemos que expresan este estilo. Presentamos algunos estudiosque analizan la vida consagrada desde diferentes puntos de vista: desde las propuestas delpapa Francisco, a la inserción eclesial de los consagrados en el campo de la vida de oración;hemos recordado a algunos testigos cualificados, como el P. Pedro Arrupe; también nos po-demos asomar a las expectativas de los jóvenes a través de dos hermosas experiencias; y, porúltimo, una ojeada a los consagrados de las Iglesias cristianas hermanas.

El Año de la Vida Consagrada tendría que implicar a todos: formadores, teólogos, jóve-nes, contemplativos, encuentros ecuménicos... Ojalá este Año, ya avanzado, esté siendo unagracia para todos. Al final, la vocación de cada carisma es colorear a toda la Iglesia con lapeculiaridad propia. Si crecemos en la comunión, como Jesús piensa, y crecemos en dar lavida los unos por los otros, el fruto será inesperado y hermoso.

Carlos García Andrade, claretiano

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Unidad y Carismas

1. Que sea siempre verdad que «donde hayreligiosos hay alegría»

Nunca dejarán de impresionarme estaspalabras de Jesús que nos transmite el evan-gelista Juan: «Os he dicho estas cosas para quemi alegría esté en vosotros y vuestra alegría seaplena» (Jn 15, 11). “Estas cosas” de las quehabla Jesús son todo lo que había enseña-do, el evangelio entero, y en particular lasúltimas cosas que había comunicado a losdoce: el precepto del amor mutuo. Pareceque lo que más preocupa a Jesús es que es-temos llenos de alegría, que seamos felices.No nos ha dejado sus enseñanzas para que

Donato Cauzzo, m.i.

Los consagrados en el hoy de la Iglesia:alegres, profetas, fraternos

PERSPECTIVAS

¿Qué se espera el papa Francisco de las personas consagradas, en este año especial dedica-do a ellas, y también en el futuro? Lo ha dicho claramente en la Carta apostólica A todoslos consagrados, del 21 de noviembre de 2014: «Que sea siempre verdad [...] que “dondehay religiosos hay alegría” [...]. Espero que ‘despertéis al mundo’, porque la nota que carac-teriza a la vida consagrada es la profecía [...]. Me espero [...] que estéis en primera línea paraacoger “el gran reto que tenemos delante” en este nuevo milenio: “Hacer de la Iglesia la casay la escuela de la comunión”»1. Para comentar estas tres explícitas expectativas del papaFrancisco, presentamos algunas reflexiones sobre la vida de los consagrados hoy, en torno alas tres palabras: alegría, profecía, fraternidad.

seamos un poco mejores, para resolver losproblemas de la convivencia social, paramostrarnos un camino que nos abra un díael paraíso... Todo esto también es cierto,pero sería demasiado poco. Su deseo era, yes, que seamos felices, que poniendo enpráctica su enseñanza podamos ser hom-bres y mujeres contentos, realizados, “lle-nos de alegría”.

Deberíamos preguntarnos: las personasconsagradas, ¿estamos mostrando a quienhabla con nosotros, a quien participa ennuestras celebraciones, a quien escuchanuestras catequesis, a quien entra en nues-tras comunidades, que somos personas feli-

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ces, que nuestro corazón rebosa serenidad yalegría, y que se manifiesta en el rostro y enel modo de vivir?

El papa Francisco escribe: «La alegría delEvangelio que llena la vida de la comunidad delos discípulos es una alegría misionera»2, es de-cir, ella misma es anuncio del evangelio. Yes un anuncio creíble, porque de este modose puede mostrar que vale la pena verdade-ramente seguir a Jesús; que vivir como se-guidores suyos nos llena el corazón y res-ponde a todas nuestras expectativas. Obser-vemos lo que sucede en un grupo de perso-nas: la alegría es contagiosa. Si uno, poralgún motivo, está contento, logra transmi-tir a los demás su alegría con palabras y congestos, con el canto o con la danza, y, deeste modo, todo el ambiente se contagia. Laalegría se difunde y crece, conquista a losdemás y atrae.

Escuchando las confidencias de religio-sos y religiosas que han decidido dejar lavida consagrada, no es raro escuchar comomotivo del abandono el no sentirse felices.Y explican: estoy seguro que mi vocaciónera auténtica, incluso hoy siento que Diosme llama y quiero seguirlo, pero en reali-dad la vida que llevaba, el trabajo quehacía, las relaciones en la comunidad nome daban la felicidad a la que no quiero re-nunciar. Algunos y algunas piensan queesta felicidad la pueden encontrar en otromodo de vida, quizá con una mujer o conun hombre, o haciendo otras experiencias,y así abandonan la vida consagrada. Perono porque ya no amen a Dios y a su voca-ción, sino porque reivindican el derecho aser felices.

El papa Francisco comenta: «Un segui-miento triste es un triste seguimiento». ¿Esta-mos experimentando y siendo capaces demostrar que Dios puede hacernos felices,que no necesitamos buscar otros caminos uotros medios para nuestra felicidad y reali-zación? Al entrar en nuestras comunidades,

¿la gente percibe un ambiente gozoso? Esmuy sencillo: si quien viene a nuestras ca-sas religiosas halla un clima tenso, encuen-tra hombres o mujeres tristes, pesimistas,caras largas, siempre prontos a criticar y alamentarse, piensa espontáneamente: estaspersonas no han encontrado aquí su felici-dad, ¿por qué tengo yo que unirme a ellospara acabar así?

Se puede aplicar a la vida consagradauna frase de Evangelii gaudium (citada enuna homilía por Benedicto XVI en Apare-cida, Brasil, en 2007, sobre la nueva evan-gelización): «La Iglesia no crece por proselitis-mo, sino por atracción»3. Podemos aplicarla anosotros: la vida consagrada no crece por-que organicemos hermosas campañas vo-cacionales, sino si los jóvenes que nos co-nocen se sienten atraídos por nosotros, sinos ven contentos.

2. «¡Despertad al mundo!»

En la teología de la vida consagrada seha escrito siempre que lo que identifica aesta forma de vida respecto a las otras voca-ciones en la Iglesia es la profesión de lostres consejos evangélicos o la radicalidaddel seguimiento de Jesús. Hoy esto no pare-ce suficiente para expresar toda la riquezaque la vida consagrada representa para laIglesia y para el mundo. Según el papaFrancisco, la nota que la caracteriza es laprofecía. Cuando le preguntaron4 cuál erala característica distintiva de la vida consa-grada hoy, respondió con seguridad: «La ra-dicalidad evangélica no es solamente de los reli-giosos, sino que se pide a todos. Pero los religiosossiguen al Señor de manera especial, de modo

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«La alegría del Evangelio que llena lavida de la comunidad de los discípulos esuna alegría misionera».

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profético»5. Y a la pregunta: «¿Cuál es la prio-ridad de la vida consagrada?», el papa Francis-co indicó: «La profecía del Reino [...]. El acen-to debe recaer en ser profetas, no en jugar a serlo[...]. Los religiosos y las religiosas son hombres ymujeres que iluminan el futuro»6.

El pensamiento del papa Francisco esclaro: los religiosos son profetas. En la Igle-sia están llamados a «ser profetas que den testi-monio de cómo Jesús vivió en esta tierra [...]. Unreligioso nunca debe renunciar a la profecía». Yluego explica: «Ser profetas a veces puede signi-ficar hacer ruido [...]. La profecía produce rumor,murmullo. Pero en realidad su carisma es el deser levadura: la profecía anuncia el espíritu delEvangelio».

Con una frase muy vigorosa, el Papa nospide a los consagrados: «¡Despertad al mun-do!». Con otras palabras, en Vita consecratase decía que la primera tarea de los consa-grados es vivir «una existencia transfigurada,capaz de sorprender al mundo»7.

¿Qué comporta en concreto para noso-tros, los consagrados, ser profetas en elmundo de hoy? Nos ayuda a recordar quérepresenta y cómo se expresa la profecía enla Biblia. No se llega a ser profeta por pro-pia elección, como quien decide dedicarsea una determinada profesión. Se llega a ser-lo por una llamada de Dios: «El Señor Diosha hablado, ¿quién puede dejar de profetizar?»(Am 3, 8). Es más, los falsos profetas se re-conocen por el hecho que lo hacen por pro-pia iniciativa, quizá por conveniencia. Estapalabra pronunciada por el Señor quema enel corazón de quien la recibe y desde esemomento no puede sustraerse a su misiónde profeta.

También llegan momentos de duda, detentación y desilusiones. Ser profeta esduro, expone a contrariedades, inclusopone en riesgo la vida; y muchos profetashan sido inmolados. Pero el profeta sabeque nunca está solo: Dios escucha de buengrado sus quejas, pero no hace que le falte

su ayuda y su palabra de consuelo. «No te-mas, porque yo estaré contigo para protegerte»,asegura Dios a Jeremías (Jr 1, 8).

El profeta no habla en nombre propio,no tiene un mensaje privado o verdades su-yas que imponer a los demás; simplementetransmite lo que ha escuchado a Dios en laoración y en la reflexión. El profeta recibede Dios la capacidad de escrutar la historiadonde vive y de interpretar los aconteci-mientos: es como un centinela que vigiladurante la noche y sabe cuándo llega la au-rora (cf. Is 21, 11-12). Conoce a Dios y co-noce a los hombres y mujeres con los quevive. Es capaz de discernir y también de-nunciar el mal del pecado y las injusticias,porque es libre, no tiene que responder aotros amos fuera de Dios, no tiene otros in-tereses que los de Dios. El profeta está habi-tualmente de parte de los pobres y de los in-defensos porque sabe que Dios mismo estáde parte de ellos. En estas característicasdel profeta no parece difícil reconocer el re-trato del consagrado en la Iglesia y en elmundo de hoy.

Interpretando las palabras del papaFrancisco, “hacer ruido” con la profecíapuede significar ir contracorriente respectoa una mentalidad mundana (que algunasveces ha entrado también en las estructurasde la Iglesia y en nuestros conventos y mo-nasterios...); puede significar también abrircaminos nuevos que nuestros padres nohan recorrido. Ser profetas requiere creati-vidad y audacia –otras dos palabras muyqueridas por el papa Francisco– para revi-sar las estructuras que podían funcionar en

««La profecía del Reino [...]. El acentodebe recaer en ser profetas, no en jugar aserlo [...]. Los religiosos y las religiosasson hombres y mujeres que iluminan elfuturo».

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el pasado pero que hoy no corresponden alas demandas de Dios y de la humanidad,para renovar el estilo y los modelos en losque antaño se encarnó el carisma de nues-tros Institutos. Una ley universal de los or-ganismos vivos es la capacidad de adapta-ción: quien no cambia, muere.

3. “Expertos en comunión”

Si la fuente primera de nuestra alegríacomo consagrados es la relación personalcon Cristo, que nos ha llamado y que sabe-mos nos ama, no puede faltar al mismotiempo la experiencia de la alegría que pro-viene de unas relaciones humanas afectuo-sas, auténticas y cálidas.

Quien no se siente a gusto con los herma-nos o hermanas, con los cuales vive en co-munidad, podrá tal vez obligarse con unacto de virtud que ofrecerá a Dios y sopor-tará la cruz, pero no podrá sofocar parasiempre su humanidad: antes o después bus-cará fuera las fuentes alternativas de satis-facción y realización. Una vez escuché unproverbio brasileño: «Las alas no crecen cor-tando las patas». Las alas de la dimensión es-piritual, de la santidad, no crecen cortandolas piernas de nuestra humanidad, sino másbien valorándola, purificándola, haciéndolacrecer y florecer a un nivel más alto, que esel del Espíritu, con la ayuda de la gracia.Me parece que este principio deriva de la leyde la encarnación: en el Verbo, toda la con-dición humana es asumida y redimida, esdecir, llevada a pleno cumplimiento.

Son muchos los signos que nos dicen quevivir hoy en comunidad es más difícil queen el pasado. Entre las causas hemos de te-ner en cuenta la fuerte mentalidad indivi-dualista que caracteriza la cultura actual.También nosotros somos hijos de esta cul-tura y esto condiciona ciertamente nuestromodo de vivir.

Pero sabemos que no podemos ser fieles

seguidores de Jesús si vivimos solos nuestrarelación personal con Dios, la práctica delos votos y las tareas del ministerio que elejercicio de nuestro carisma comporta. Enlos siglos pasados, la formación a la vida es-piritual tuvo un carácter más individual quecomunitario: el fin que se proponía a quienelegía “el estado de perfección” era su san-tificación personal, tal vez a imitación delfundador.

Me parece que aquí hay un elemento no-vedoso para los consagrados, que se mues-tra necesario en la cultura actual: «el paso dela sequela Christi individual, que sigue siendonecesaria, a la sequela Christi comunitaria.Chiara Lubich, parafraseando la imagen de san-ta Teresa de Ávila, escribió que hoy tenemos quecomprometernos a construir, además del “casti-llo interior”, que es la relación personal conDios, también el “castillo exterior”: ir a Diosjuntamente con los hermanos y las hermanas.Esto vale para todos los bautizados en la Iglesia,para todos los cristianos. Pero para nosotros, con-sagrados, esto debería valer de modo especial. LaIglesia, de hecho, nos confía como tarea específi-ca ser ejemplo para los demás cristianos de cómose puede vivir la opción radical de Dios y delevangelio no solos sino en comunión: comunióncon Dios y comunión entre nosotros»8.

En el documento Religiosos y promociónhumana de la SCRIS, los religiosos han sidodefinidos “expertos en comunión”9. ¿Cómoserlo de verdad?

El papa Juan Pablo II indicó, en 2001, lapromoción de una espiritualidad de comu-nión como «el gran reto que tenemos delanteen el milenio que comienza» y como principioeducativo en todos los lugares donde seplasman el hombre y el cristiano, donde seeducan los ministros del altar, los consa-grados, los agentes de pastoral, donde seconstruyen las familias y las comunida-des10. No podemos entender, ni realizar, lasrelaciones entre consagrados y con todaslas demás vocaciones de la Iglesia, sin ser

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cia del mismo amor divino que actúa ennosotros, porque ya ha sido derramado ennuestros corazones por medio del EspírituSanto (cf. Rm 5, 5). Dios nos ha amado pri-mero y ha sanado, con la redención, nues-tra capacidad de amarle a él y a nuestrosprójimos.

Pero, al mismo tiempo, exige que cadacual haga su parte para merecerlo y hacerloposible. El don de la comunión, por nuestraparte, se ha de ganar y reconquistar cadadía, a lo largo de un itinerario que exige elcompromiso de todos y que puede experi-mentar desaceleración y cansancio. La rea-lización de una vida comunitaria fraternaes un empeño que exige la renuncia de unomismo y la aceptación de los límites de loshermanos: es un camino esforzado y perse-verante de accesis. Sabemos que no es fácil;de hecho, no pocos lo abandonan, o dejanla comunidad, o siguen en ella, pero vivien-do prácticamente por su cuenta, haciendolo mínimo previsto por las prácticas comu-nitarias, mirando más a sus intereses que alproyecto comunitario.

Todo esto lo podemos comprender y aco-ger solo partiendo de la lógica de la cruz,del don total de uno mismo por amor aDios y a los hermanos: «como os he amado».

«Hay que admitir que esta temática resultahoy problemática tanto de cara a los jóvenescomo de cara a los adultos. [...] Hay que prepa-rarse bien desde el principio para ser constructo-

conscientes y estar decididos a asumir esteprincipio vital de la espiritualidad de co-munión. Es la nota eclesiológica indispen-sable del momento actual, que dice quépide hoy el Espíritu Santo, si queremos serfieles al designio de Dios y responder a lasexpectativas del mundo. Y las conclusionesson precisas: «No nos hagamos ilusiones: sineste camino espiritual, de poco servirían los ins-trumentos externos de la comunión. Se conver-tirían en medios sin alma, máscaras de comu-nión más que sus modos de expresión y creci-miento»11.

Si toda la Iglesia tiene que vivir esta indi-cación de san Juan Pablo II, los consagra-dos son como sus “especialistas”, porqueesta es la esencia de su opción de vida: launión con Dios y la unión entre ellos en lavida fraterna. Por esto en Vita consecrata laIglesia encomienda a las comunidades devida consagrada la particular tarea de «fo-mentar la espiritualidad de la comunión, antetodo en su interior y, además, en la comunidadeclesial misma y más allá aún de sus confines»12.Vivir juntos en comunidad, si no estamosimpregnados profundamente por este espí-ritu de la comunión, se reduce a mero he-cho sociológico. Estamos juntos mientrasesto nos ayude, quizá para desempeñar me-jor el apostolado, pero no hallamos en lacomunión con los hermanos o las herma-nas el motivo de nuestra alegría y la fuerzapara seguir adelante.

De hecho, sabemos que esta comunión,que es al mismo tiempo humana y sobrena-tural, la podemos realizar y experimentarcuando vivimos el amor recíproco queJesús nos mandó: «Amaos los unos a los otroscomo yo os he amado» (Jn 13, 34-35; 15, 12-13.17), según el modelo de la comunión tri-nitaria y la medida del amor de Cristo (quees la medida de la cruz).

Este tipo concreto de amor, que nos dis-tingue como discípulos, antes que ser frutode nuestra buena voluntad, es consecuen-

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Si la fuente primera de nuestraalegría como consagrados es la rela-ción personal con Cristo, que nos hallamado y que sabemos nos ama, nopuede faltar al mismo tiempo la ex-periencia de la alegría que provienede unas relaciones humanas afec-tuosas, auténticas y cálidas.

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res y no solo consumidores de comunidad [...].Una vida común fraterna y compartida tiene unencanto natural para los jóvenes, pero perseverardespués en las condiciones concretas de vida pue-de convertirse en un fardo pesado»13.

En este sentido, comprendo la famosafrase del joven jesuita san Juan Berchmans(1599-1621): «Vita comunis mea maxima poe-nitentia» (La vida común es mi gran peni-tencia). Muchas veces estas palabras se haninterpretado solo en un sentido negativo,acentuando la dificultad que representa elvivir juntos en comunidad, pero a mí meparece que indican mucho más.

Para aquellos que son llamados por Diosa seguir a Cristo junto con otros hermanos ohermanas en una comunidad religiosa, noes necesario buscar otras penitencias o for-mas de ascesis para santificarse. Las exigen-cias cotidianas del amor al hermano, a lahermana, con todos los matices que la cari-dad evangélica requiere, son la palestra don-de ejercitar nuestra virtud, nuestro espaciocaracterístico para santificarnos juntos. Estocomporta, ciertamente, un aspecto de asce-sis, de renuncia al hombre viejo, pero estambién nuestra gran oportunidad para en-contrarnos y amar a Dios en la concrecióndel rostro del hermano, de la hermana, quevive a nuestro lado. Entonces la ascesis, quetambién la vida fraterna requiere, florece enuna nueva experiencia del amor de Dios: es«la “mística” de vivir juntos», a la que se refie-

re el papa Francisco, que hace de nuestravida «una peregrinación santa»14.

El amor recíproco entre hermanos o entrehermanas en la comunidad religiosa asegu-ra, al mismo tiempo, la unidad entre losmiembros sin mortificar las diferencias y losdones de cada uno. En la comunidad, elamor recíproco refuerza la fraternidad y lacomunión, garantizando a cada uno la liber-tad según el designio de Dios sobre él. En-tonces, viviendo en comunidad, los indivi-duos no se sienten humillados, pueden hallarsus legítimos espacios de autonomía y sentir-se animados a desarrollar sus talentos. Y estohace experimentar la estima y el aprecio alos hermanos, en un ambiente de alegría yhaciendo hermoso vivir y trabajar juntos.

1 Francisco, Carta Apostólica a todos los consagra-dos con ocasión del Año de la Vida Consagrada (21 no-viembre 2014).

2 Francisco, Exhortación apostólica Evangeliigaudium, 24 noviembre 2013, n. 21.

3 Ibid., n. 14.4 Encuentro con la USG, 29, noviembre, 2013.5 Cf. El texto presentado por A. Spadaro, Sve-

gliate il mondo!, en La Civiltà Cattolica 4 enero 2014,p. 5. Cf. también: Francisco, Carta Apostólica a todoslos consagrados..., cit.

6 A. Spadaro, cit., p. 7.7 Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsi-

nodal Vita consecrata, 25 marzo 1996, n. 20. 8 Joâo Braz de Aviz, Intervención en la apertu-

ra del Capítulo General de los Salesianos, Roma, 3marzo 2013.

9 SCRIS, Religiosos y promoción humana, 25 abril1978, n. 24.

10 Cf. Juan Pablo II, Carta apostólica Novo mi-llennio ineunte, n. 43. Francisco, Carta Apostólica atodos los consagtrados... cit.

11 Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennioineunte, n. 43

12 Id., Exhortación apostólica postsinodal Vitaconsecrata, n. 51.

13 CIVCSVA, La vida fraterna en comunidad, n.23.

14 Francisco, Exhortación apostólica Evangeliigaudium, n. 87.

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«Hay que prepararse bien desde elprincipio para ser constructores y no soloconsumidores de comunidad [...]. Unavida común fraterna y compartida tieneun encanto natural para los jóvenes, peroperseverar después en las condicionesconcretas de vida puede convertirse en unfardo pesado».

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PPROBABLEMENTE las causas queen la cultura actual de Occidente ge-neran un grave malestar para los

consagrados, tienen que ver con la derivasecularizadora de la sociedad, que deja fue-ra la dimensión religiosa del hombre y de lacolectividad. La religión se ha convertidoen un asunto privado que no cuenta para lavida pública, y la paganización de la cultu-ra es un fenómeno en aumento. Pero tal vezlos desafíos más complejos nacen dentro dela misma Iglesia. Dicen que el camino máslargo y tortuoso es el que va de la cabeza alcorazón. Por lo que se refiere a la vida con-sagrada y a su inserción en la Iglesia, pode-mos decir que nos encontramos ante uncaso ejemplar.

Un paseo a través de la historia

En la Lumen Gentium n. 44 el Vaticano IIhizo una afirmación sobre la vida consagra-

da que podemos considerar histórica: «Elestado cuya esencia está en la profesión de losconsejos evangélicos, aunque no forma parte dela estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece,sin embargo, de manera indiscutible, a su vida ya santidad». Es histórica esta afirmaciónporque es la primera vez en la historia de laIglesia que un concilio dedica un capítulode una constitución dogmática a la vidaconsagrada. Y es histórica, porque suponeun verdadero giro con respecto al pensa-miento tradicional.

Durante siglos, en los manuales de dere-cho canónico, los religiosos y religiosaseran definidos como los que no eran nipresbíteros ni laicos. En otras palabras, sesabía de ellos lo que no eran más que lo queeran. Y la razón es muy simple. Ocupanuna posición intermedia. Entre los consa-grados hay muchos que han sido ordenadospresbíteros, pero son presbíteros sui generis(por los votos, la vida común, la no directa

Unidad y Carismas

Carlos García Andrade, c.m.f.

La vida consagraday su lugar en la Iglesia

El papel de los consagrados en la eclesiología de comunión representa uno de los puntosque requiere con urgencia una adecuada comprensión, dadas las dificultades que se derivande la historia y de la teología para responder a las nuevas necesidades de la Iglesia y de lasociedad.

PERSPECTIVAS

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dependencia de los obispos); hay otros quese llaman hermanos “laicos” pero que noson como los demás laicos de la Iglesia(que se casan, forman una familia).

A esta dificultad se le añadía otra: dadoel fuerte acento canónico que caracterizabala comprensión de la Iglesia, los consagra-dos eran considerados en sí mismos (profe-san los consejos evangélicos y forman el es-tado de perfección), pero no resultaba claroel modo de conjugar la vocación consagra-da con las otras vocaciones eclesiales.

Es verdad que el Código de DerechoCanónico de 1917 había dado una orienta-ción más precisa, pero con el Vaticano IIsucede verdaderamente un giro sustancial.El elemento decisivo de la tesis conciliar esel paso de una visión prevalentementecanónica a otra decididamente teológica denuevo cuño que abre nuevos horizontes.

Como ejemplo clásico sirva la famosa te-sis de LG 44: Desde el punto de vista canó-nico resultaba muy clara la idea de la nopertenencia de los consagrados a la estruc-tura jerárquica de la Iglesia. Decir, sin em-bargo que la vida religiosa “pertenece […]de manera indiscutible a su vida y santidad”representa una dificultad para el horizontecanónico que busca siempre la precisión. Setrata de una tesis que teológicamente esmuy rica, pero, desde el punto de vista canó-nico, es imprecisa y difícil de delimitar.

Este paso comporta reordenar las priori-dades. Si la visión canónica fija la atenciónen los derechos y deberes que regulan lasrelaciones entre los miembros de la socie-dad eclesial, y tiende a poner en primer pla-no el papel decisivo de la autoridad que go-bierna y guía el ejercicio adecuado de estasnormas, la visión teológica se orienta sobretodo a unir y articular la Iglesia con los di-namismos teologales y espirituales que sonsu raíz, y pone particularmente de relieve larealidad global del cuerpo eclesial y de lasrelaciones intersubjetivas. Esta transición

no es nada fácil. Significa pasar de la ecle-siología que presentó a la Iglesia como “so-ciedad perfecta” a la que la define como“sacramento de unidad”, como “misteriode comunión”. Eclesiología de comuniónes una expresión muy hermosa, mucho másatrayente, que parece conectar bien con lasexigencias conciliares. Y, según el cardenalDanneels «La eclesiología de comunión esla idea central y fundamental de los docu-mentos del Concilio» . Pero hay fronteraspor superar.

Los muros históricos que franquear

Sobre todo, hay un hecho sorprendente:la comunión era un concepto totalmentenuevo. Cuando el Concilio focalizó la aten-ción en la idea de la comunión, no había enla Iglesia todavía una teología, una espiri-tualidad y una experiencia de vida que per-mitiesen esa propuesta. Entre los religiososse practicaba solamente la comunión verti-cal, es decir, la obediencia a la jerarquía dela Iglesia. A nivel horizontal, en la relaciónentre las vocaciones y las instituciones ecle-siales, abundaba la desconfianza, los celos,la sospecha, la indiferencia. La verdaderacomunión quedaba lejos.

No existía tampoco la teología trinitariaque, bloqueada después del siglo XIII, se de-sarrollaría solo en los años 80-90. No existíala espiritualidad de comunión, por la que seprocura ir juntos hacia Dios. No es la pri-

Eclesiología de comunión es unaexpresión muy hermosa, muchomás atrayente, que parece conectarbien con las exigencias conciliares....«La eclesiología de comunión es laidea central y fundamental de los docu-mentos del Concilio»

Perspectivas 1133

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mera vez que sucede un hecho semejante enla historia de la Iglesia. Un Concilio lanzauna idea nueva, y la acogida de la propuestaconciliar resulta difícil y problemática. Másaún, es muy probable que una de las razo-nes principales de la confusión ocurrida enel post-Concilio haya estado determinadapor el hecho de que, faltando una idea pro-piamente cristiana de comunión, se haya in-tentado imitar el modelo civil de la demo-cracia que, aun teniendo un indudable va-lor, no expresa lo que la Iglesia propone.

Esta falta de instrumentos ha sido, a miparecer, decisiva tanto para explicar los mu-chos errores cometidos, como para hacerentender que muchos se hayan convertidoen escépticos ante la posibilidad de la co-munión, incluso sin haberla jamás experi-mentado.

Además, este cambio de lenguaje y deplanteamiento implica otros aspectos esen-ciales subyacentes a la idea de la comunión,que siendo decisivos, no se perciben inme-diatamente. El Concilio llegó a expresarsecon fórmulas que solo algunos años anteshubieran sido impensables. Dice por ejem-plo: «Cuanto se ha dicho del pueblo de Dios sedirige por igual a laicos, religiosos y clérigos»(LG 30). Se afirma de todo el pueblo deDios la participación en las funciones sa-cerdotal, profética y real de Cristo (LG 10-13). Para proponer la comunión es necesa-rio afirmar la igualdad fundamental entretodos los creyentes de la vocación universal

a la santidad. En efecto, dirá la LumenGentium: «Común dignidad de los miembrospor su regeneración en Cristo, gracia común dehijos, común vocación a la perfección […]. AnteCristo y ante la Iglesia no existe desigualdad al-guna en razón de estirpe o nacimiento, condiciónsocial o sexo» (LG 32).

Estas palabras eran expresamente nega-das en los inicios del siglo XX, cuando elplanteamiento canónico establecía una dis-paridad total entre pastores y grey, hacien-do de la Iglesia una sociedad formada es-tructuralmente por personas desiguales.

Es esto lo que hace difíciles los cambiosen una institución como la Iglesia. No bas-ta con introducir un nuevo concepto. Hayque superar las inercias establecidas, cam-biar hábitos muy radicados y criterios quetienen un consenso muy difundido. Aun-que la propuesta de la comunión y la cola-boración ha sido bien acogida, no siemprese han superado estos muros heredadosque, sencillamente, bloquean la posibilidadde desarrollo de una dinámica de verdaderacomunión en la Iglesia.

Los muros internos por superar

Otros obstáculos provienen de la propiadificultad intrínseca de la comunión cristia-na. Como ha señalado con fuerza el Magis-terio de la Iglesia, cuando se habla de co-munión eclesial, el modelo y punto de refe-rencia es la comunión trinitaria. Esto nohace más fácil el camino.

Ese modelo es muy exigente porque llevaa una totalidad en el don recíproco que, siya es difícil en las relaciones interpersona-les, resulta casi imposible de proponer en lasrelaciones entre las instituciones y las reali-dades eclesiales. Para llegar al amor recípro-co, hay que conseguir antes aceptarse, dialo-gar, lograr la colaboración apostólica. Yaunque se han dado algunos pasos, estamostodavía lejos de un horizonte semejante.

Unidad y Carismas

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«Común dignidad de los miembrospor su regeneración en Cristo, graciacomún de hijos, común vocación a laperfección […]. Ante Cristo y ante laIglesia no existe desigualdad alguna enrazón de estirpe o nacimiento, condiciónsocial o sexo»

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El modelo es poco conocido. Y, aunqueel desarrollo de la teología trinitaria en losúltimos decenios del siglo pasado ha sidouno de los pasos significativos de la teo-logía dogmática, la traducción a la prácticapastoral, a la articulación eclesial y al hori-zonte de la evangelización, es todavía muydébil. Me parece indicativo que la Novo Mi-llennio Ineunte, documento del Magisterioen que se encuentra una más decidida y ar-ticulada propuesta sobre la comunión ecle-sial, integrada en un horizonte de pastoraly de evangelización, no haya sido acogidacon el acompañamiento de los comentariosque normalmente surgen después de unaintervención oficial del Papa. Se puede de-cir que pasó casi inadvertida.

El modelo de la comunión tropieza conla herencia tradicional porque, a nivel fun-damental, lo que propone es otra ontología,diferente de la ontología clásica. Una onto-logía en la que “ser” significa darse unomismo, no afirmarse uno mismo. Tal onto-logía no ha sido todavía elaborada, perohabrá que hacerlo absolutamente porque,para lanzarse sin paracaídas en la dinámicade la comunión, es necesario estar conven-cidos de que el don de uno mismo es parallevar el propio ser a su plenitud. De otramanera, cuando luego se prueba la dimen-sión pascual inherente a toda comunióncristiana, nos paramos y volvemos atrás.Con mayor motivo si lo que está en juego esuna institución.

Las propuestas posibles

¿Cómo es posible caminar en la direc-ción adecuada? Se puede decir, como prin-cipio general, que, a partir del modelo trini-tario, se trata de conjugar unidad y plurali-dad. Comunión profunda junto a un respe-to profundo por la diversidad del otro.Siempre en líneas generales se puede decirque la clave es el amor.

Pero estas visiones globales no ayudanmucho. Es necesario encontrar conceptosque hagan de mediaciones, que ayuden aencarnar, a entender cómo articular esaunidad plural; hacen falta además actitudesconcretas dirigidas a ese fin. Creo que esposible señalar algunas, referidas directa-mente a la articulación de la vida consagra-da con las otras realidades eclesiales.

Para comprender, por ejemplo, la articu-lación entre consagrados y presbíteros dio-cesanos, ha sido muy útil la distinción pre-sentada por Von Balthasar entre la santidadobjetiva y la santidad subjetiva de la Iglesia.El ministerio ordenado, en efecto, expresauna santidad ligada al servicio que presta,una santidad objetiva, garantizada, que nodepende nunca de la santidad personal delministro. Porque el ministerio ordenadoexiste y está al servicio del pueblo de Dios.En el caso de los carismas, en cambio, lasantidad ligada a ese don personal dependeplenamente de la aceptación por parte delsujeto que recibe el carisma: está, pues, vin-culada a la persona. De hecho, si no se dala respuesta adecuada por parte de la perso-na que recibe el carisma, este no puede darsus frutos de santidad. Esta distinción ayu-da a asignar papeles diferentes en la Iglesia.

Otro ejemplo es cómo superar la divisiónentre los estados de vida cristiana. Hablarde un “estado de perfección” significa ipsofacto reducir los demás estados (clerical y

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Aunque el desarrollo de la teo-logía trinitaria en los últimos dece-nios del siglo pasado ha sido uno delos pasos significativos de la teologíadogmática, la traducción a la prácti-ca pastoral, a la articulación eclesialy al horizonte de la evangelización,es todavía muy débil.

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laical) a “estados de imperfección”. No pa-rece una respuesta satisfactoria.

Superar esta división clásica es posible sipensamos cuál es la realidad que conllevala perfección. Lo que perfecciona las cosases el amor. Pero el amor es la vocación detodo estado de vida cristiana. No se puededecir que solo los consagrados aman verda-deramente. No tiene sentido, por tanto, su-gerir que tengan ellos el monopolio de lasantidad y la perfección.

Es fundamental que los consagrados re-fuercen su vínculo con la Iglesia local. Esnecesario comprender que la exencióncanónica, si por un lado concedía una granlibertad, expresión típica de la universali-dad de los carismas –distintos en este as-pecto del ministerio ordenado, que estásiempre ligado al territorio–, al mismotiempo hacía pagar a los consagrados unpeaje pesante: el desapego de la Iglesia lo-cal. Muchos religiosos y religiosas vivenaislados de la Iglesia local donde residen.¿Cómo pueden vivir la comunión si, en laparroquia donde están, la gente, los laicos,ni siquiera los conocen, si no hacen acto depresencia en la iglesia parroquial, si no haycontacto, diálogo constante? Deseable seríaque en el consejo pastoral de cada parro-quia hubiera un representante de las comu-nidades religiosas que residen en su territo-rio. Es ahí donde logra encarnarse la comu-nión con las otras vocaciones. Pero estamostodavía muy lejos de ello.

Otro paso decisivo en el desarrollo de laeclesiología de comunión se produjo conJuan Pablo II. Con motivo del primer en-cuentro de los movimientos, celebrado enRoma el día de Pentecostés de 1998, el papadijo, tanto en el congreso teológico celebra-do en los días precedentes como en la grancelebración de la plaza de san Pedro, que“los dones jerárquicos y los dones carismáti-cos son recíprocamente complementarios”;más aún, que “la dimensión institucional y

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la dimensión carismática son co-esencialesen la constitución divina de la Iglesia, fun-dada por Jesucristo y su obra de salvación” .A mi parecer este constituye el paso másconcreto y decisivo, después del Concilio,para incrementar una verdadera eclesio-logía de comunión. Desgraciadamente noha tenido la resonancia que merecía. Perocomenzar a entender el papel de esta di-mensión carismática que, sin pertenecer a laestructura jerárquica de la Iglesia, es, sinembargo, co-esencial a ella, me parece quees el camino para un verdadero progreso enla inserción eclesial de los consagrados.

Análogamente, el “principio mariano” –alque ahora podemos solo aludir– acerca lavida consagrada al papel de la Virgen Maríaen la Iglesia. Una perspectiva que se fundaen el presupuesto de que María es la ca-rismática (llena de Espíritu Santo) y en eldato que, incluso siendo esencial en la Igle-sia, no pertenece a su estructura jerárquica.Esperemos que la nueva redacción de Mu-tuae Relationes, en la que está trabajando hacetiempo la CIVCSVA (Congregación paraInstitutos de Vida Consagrada y Sociedadesde Vida Apostólica) pueda ofrecernos otraspistas válidas para una plena inserción de losconsagrados en el corazón de la Iglesia.

1 Cf. Sínodo Extraordinario, 1985 (a los XXaños del Vaticano II), Relación final, II, C, I.

2 Pontificio Consejo para los laicos. Actas delCongreso Mundial de los Movimientos Eclesiales, LEV.Cf. también «Mensaje autógrafo de Juan Pablo II alCongreso Mundial de los Movimientos».

La dimensión institucional y ladimensión carismática son co-esen-ciales en la constitución divina de laIglesia, fundada por Jesucristo y suobra de salvación

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EENTRE los medios para avanzar enel camino de la santidad personal ycomunitaria, el papa Francisco ha

indicado la oración como «el más importante[…], también la oración gratuita, la oración dealabanza y de adoración. Nosotros, consagrados,somos consagrados para servir al Señor y servir alos otros con la Palabra del Señor, ¿no? Decir alos nuevos miembros, por favor, decidles que re-zar no es perder tiempo, adorar a Dios no es per-der tiempo, alabar a Dios no es perder tiempo. Sinosotros consagrados no nos detenemos cada díadelante de Dios en la gratuidad de la oración, elvino será vinagre» .

¿Por qué rezar? Porque queremos seguira Jesús, vivir como él… y Jesús rezaba.Cuántas veces en el evangelio vemos que lodeja todo para apartarse solo a orar. Escomo si tuviese nostalgia de casa. Se retira-ba para encontrarse con el Padre y con elEspíritu, para estar con ellos, para revivir launidad con ellos; y también para hablar con

ellos de su vida, de sus proyectos. Respira-ba aire de familia y allí, en su mundo, el cie-lo, encontraba fuerza y coraje para volveren medio de la gente y hacer frente a lascontradicciones, incluso a la muerte.

En la oración tomaba conciencia de suidentidad de Hijo de Dios y de la misiónque el Padre le había confiado, del modo derealizarla. En el bautismo en el Jordán,cuando descendió el Espíritu Santo y laspalabras del Padre le revelaron que era elHijo amado, Jesús estaba orando.

Las grandes decisiones las tomó durantela oración: después de una noche de ora-ción eligió a los Doce; en la oración delhuerto de los olivos aceptó beber el cálizque el Padre le ofrecía...

La oración camino de humanización

Jesús no solo ora, sino que invita a losdiscípulos a hacer lo mismo y enseña cómo

Fabio Ciardi, o.m.i.

La oración,camino de humanización

PERSPECTIVAS

La oración como premisa y realización de la vida en Dios y del vivir social. ¿Qué dar en lavida de unidad si no se tiene a Dios para dar? ¿Cómo se pueden decir palabras de vida si noestamos habituados a hablar con Dios?.

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orar. Sabe que, también para nosotros, laoración es el camino para tomar concienciade nuestra identidad y de nuestra misión.

Me he preguntado cuál fue el momentode la humanización. ¿Cuándo se produjo elpaso del ser animal a la persona humana?¿Cuándo el hombre llegó a ser hombre? Laciencia de la evolución tiene sus fascinanteshipótesis, pero yo pienso que el cambio su-cedió en el momento en el que Dios se diri-gió a su criatura y, dirigiéndole la palabra,comenzó a hablar con ella. Respondiendo,la criatura tomó conciencia de sí. Así nacióun diálogo.

En la oración descubrimos que somos el“tú” de Dios y también descubrimos queél es nuestro “Tú”. La relación con Dios es,por tanto, constitutiva del hombre, lo hacepersona (= ser en relación).

Lo expresa de manera clara la Constitu-ción pastoral Gaudium et spes del ConcilioVaticano II:

«La razón fundamental de la dignidad huma-na consiste en la vocación del hombre a la comu-nión con Dios. Desde su mismo nacimiento, elhombre está invitado al diálogo con Dios. Siexiste es porque Dios lo ha creado por amor, y poramor no cesa de darle la existencia; y solo se pue-de decir que el hombre vive en la plenitud de ver-dad cuando reconoce libremente ese amor y seconfía por entero a su Creador» (n. 19).

No se trata de un acto solo en el origen,sino de un camino progresivo hacia la ple-na madurez humana que continúa a lo lar-go de toda la vida, hasta la última respues-ta a la última llamada, con la que Dios nosinvitará a entrar en la plena y definitiva co-munión con él. Será el momento de nues-tro último y definitivo “sí”, en el cual nues-tra humanidad alcanzará finalmente suplenitud.

La iniciativa de Dios y la reciprocidad

En este diálogo la iniciativa es de Dios,

que habla a través de las palabras del evan-gelio, de las sembradas en los surcos de latierra, en la bóveda del cielo, en el corazónde los hermanos y de las hermanas, en losacontecimientos.

Hablaba a Moisés como a un amigo,como un hombre habla con su vecino. Ha-blaba a los discípulos no como a siervos,sino como a amigos, mostrándoles la Ver-dad totalmente. También nos habla a noso-tros, y nosotros podemos responderle, ha-blar con él, como con un amigo que sabe-mos que nos ama.

Así lo explica el Catecismo de la IglesiaCatólica: «Dios es quien primero llama al hom-bre. Olvide el hombre a su Creador o se escondalejos de su faz, corra detrás de sus ídolos o acuse ala divinidad de haberlo abandonado, el Diosvivo y verdadero llama incansablemente a cadapersona al encuentro misterioso de la oración.Esta iniciativa del amor del Dios fiel es siemprelo primero en la oración, la actitud del hombre essiempre una respuesta» (n. 2567).

En una palabra, Dios nos pone en elmundo porque quiere hablar con nosotros,quiere entrar en comunión con nosotros.Hace como los padres con el niño: piensanen él y lo aman incluso antes de que nazca,le hablan ya antes de que él pueda hablarcon ellos… El hablar del niño es una res-puesta al hablar de los padres. Nuestra ora-ción es una respuesta a Dios que nos habla.

La oración, relación con Dios

Entonces ya parece claro que la oraciónes un diálogo, una relación de amor conDios, una comunión recíproca, un estar conél. La definición más hermosa es la que nosofrece Teresa de Jesús, de Ávila: Es «tratarde amistad, estando muchas veces tratando a so-las con quien sabemos nos ama» (Vida 8, 5).

Como para Jesús, nuestra oración es“volver a casa”, entrar en el Paraíso, dete-nernos con las personas de la Santísima

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Trinidad, con los ángeles, con María, connuestros hermanos y hermanas que yaestán allí.

En Dios encontramos también a toda lahumanidad, a toda la creación. Nuestra in-terioridad nunca es replegarnos sobre noso-tros mismos, sino que se dilata sobre Dios ysobre todo el mundo entero, presente enDios.

En este diálogo Dios se compromete to-talmente, donándose hasta el fondo, hastael punto de darnos (no solo decirnos) su Pa-labra, el Verbo, que es su Hijo, Jesús. El de-cir de Dios es dar, darse.

También por nuestra parte, si este diálo-go quiere ser auténtico, debemos compro-meternos por completo. También para no-sotros deberá ser un donarnos, un amar atodos, con toda la vida. A Jesús le desagra-da cuando la oración es hecha con los la-bios y no con el corazón, cuando se repite“Señor, Señor” sin hacer su voluntad.

Por tanto, existe un estrecho nexo entreoración y vida, no son momentos separa-dos entre ellos. Se ora viviendo en el amor yuna vida vivida en el amor es oración.Tomás de Celano escribe de san Francisco:«al final ya no rezaba más, se había conver-tido en oración».

La oración y las oraciones

La oración es pues una relación, es vida.Sin embargo, esta relación necesita hacerseexplícita y ser cada vez más consciente. La“oración” entonces siente la necesidad deexpresarse en las “oraciones”.

Es como el niño: sabe que es hijo, queestá unido a los padres por el amor, perotiene necesidad de decir a la madre y al pa-dre: «Te quiero», tiene necesidad de abrazar-les. Cuando se encuentra en alguna dificul-tad es normal que grite: « ¡Mamá!», tienenecesidad de aferrarse a ella. Otras vecesquiere simplemente estar en sus brazos,

para sentirse seguro, protegido, para sentirsu afecto.

Lo mismo entre marido y mujer: yaestán unidos por el matrimonio y saben queentre ellos existe un vínculo de amor, perotienen necesidad de decirse que se quieren,de expresar concretamente el amor recípro-co, de lo contrario el afecto se debilita y launión se relaja.

También entre los amigos hay necesidadde relacionarse, de discutir, de expresarse,de confiarse… Es así como se consolida laamistad.

Todas estas actitudes son verdaderastambién en la relación con Dios y se expre-san sobre todo en las diversas formas deoración: la bendición, la alabanza, la ado-ración, la petición, la intercesión, la acciónde gracias; en las diversas modalidades: laoración vocal (por ejemplo, el rosario), laoración de letanía (también, el rosario), lameditación, la oración contemplativa; en lavariedad de gestos: la peregrinación, encen-der una vela…

Antes de mencionar algunas de estas dis-tintas modalidades, es útil recordar lo queJesús pide: «Cuando ores, entra en tu aposentoy, cerrada la puerta, reza a tu Padre en lo secre-to» (Mt 6, 6). Es la metáfora del recogimien-to. Es importante “cerrar la puerta”, es de-cir, tener el coraje de arrojar en el Padretoda preocupación, de vaciar el corazóndonándole personas y cosas para ser librespara poder estar con él, silenciando todo lodemás. ¿Cómo podemos escuchar la vozdel Señor y hablar con él si en nuestro apo-sento hablan tantas otras voces?

Hay momentos en los que podemos ex-perimentar que la estancia se ensancha: lavida de familia, un encuentro, un momentode oración comunitaria pueden convertirseen la estancia común donde Dios viene ahabitar. La intimidad con él ya no es sólo lade cada alma individual, sino la de muchasalmas hechas un alma sola.

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Muchas formas de oración

La oración más sencilla es la letanía.Puede repetirse hasta la saciedad palabrascomo: «Tú eres, Señor, mi único bien», «Tú sa-bes que te amo», «Ven, Señor Jesús»… El amornunca se cansa de repetir las mismas pala-bras. Este tipo de oración infunde paz, con-fianza y da la fuerza para reanudar el traba-jo, mantener relaciones sinceras con losdemás, afrontar pruebas y dificultades.

La meditación –otra forma de oración–por lo general se comienza desde la lecturade un escrito, o del recuerdo de algo que seha escuchado, de un suceso, que ayudan apenetrar en la realidad de Dios, en las ver-dades de la fe cristiana, en la vida de Jesús.Se reflexiona, dejamos que entren en el co-razón, las saboreamos, las confrontamoscon la propia vida para ver si Dios está con-tento de nosotros o si debemos cambiaralgo. La reflexión después da paso al afectoy al coloquio amoroso. Es un camino quelleva a conocer a Dios y a conocernos a no-sotros mismos.

La Lectio divina es una forma de ora-ción análoga a la meditación y a menudotiene el mismo contenido. Consiste en leerla Palabra de Dios, profundizarla a travésdel estudio, dejarse interpelar por ella, pre-guntándose cómo vivirla. La Palabra essiempre exigente, pone en la verdad. Pene-tra como una espada de doble filo, hiere y ala vez sana. Nutrirse de ella es nutrirse deJesús para vivir de él y como él.

La oración de quietud surge cuando seadvierte la presencia de Dios en nosotros oentorno nuestro. Sabemos que él está y nosama; sabemos que nosotros estamos con ély queremos amarlo, sin preocuparnos delas palabras. Es justamente sentirse en casa,en familia, en la paz.

La oración por excelencia sigue siendo lalitúrgica, sobre todo la eucarística, vividano como un acto de piedad o de devoción,

sino como la más alta participación en laoración misma de Jesús. Entramos en sumismo diálogo de vida y de amor con el Pa-dre, en su “sí”, hasta entregarnos nosotrosmismos con él, hechos él, a Dios y a la hu-manidad: es «su misa y nuestra misa».».

Detrás de cada una de estar formas estála presencia silenciosa del Espíritu Santo.Es él el que pone en nuestros labios la pala-bra “Padre” y el que nos hace llamar aJesús “Señor”. Orar es dejarse llevar a Diospor el Espíritu.

Cinco palabras para la oración

Sería bueno recorrer la historia de la ora-ción para saber cómo ha sido vivida por lossantos, cuál ha sido su enseñanza sobre ellay la enseñanza de los grandes Padres yDoctores. Lo mismo que hay un estado dela oración para cada uno de nosotros, igual-mente hay una historia de la oración paratoda la Iglesia. Cuántas cosas descubriría-mos si pudiésemos estudiarla.

Descubriríamos, por ejemplo, que Tertu-liano escribió el primer comentario al Pa-drenuestro, que Orígenes preparó el primertratado sobre la oración, dedicándolo auna pareja de esposos. Pasaremos de laoración del corazón, típica del Orientecristiano, a la salmodia, a la meditación ig-naciana, a la oración teresiana… Hasta laoración del papa Francisco que, por la tar-de, se pone delante de Jesús Eucaristía, ensilencio. A veces cuenta que está tan cansa-do que se adormece, pero esto no le turba,la basta saber que está en la presencia deDios y que él le mira… Pero se necesitaríamucho tiempo para contar la historia de laoración.

Hagamos solo una breve reseña de cincopalabras que la tradición nos ha transmiti-do como herencia para orar.

Te adoro. Es la confesión de Tomás:«Señor mío y Dios mío».

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El canto de los ángeles: «Santo, Santo,Santo, Santo es el Señor Dios del universo».

Adorar significa literalmente llevar laboca a Dios para darle un beso.

La adoración desemboca en el mar infi-nito del amor, con el beso y el abrazo deDios.

Te amo. Parece la palabra más fácil. To-dos la usan y la repiten en mil variaciones,hasta hacer que pierda valor.

«No quien dice: “Señor, Señor”, me ama,sino quien cumple la voluntad de mi Padre». Ysabemos cuál es su voluntad: darse a losdemás, dar la vida por los amigos, amar alos que no nos aman, amarnos los unos alos otros.

En el evangelio solo Pedro dice a Jesús«Te amo», pero solo como respuesta a unapregunta explícita: «¿Me amas?», y solo des-pués de haber pasado por la prueba. Aquel«Te amo» es verdadero porque ha sido puri-ficado por el dolor.

También nosotros a veces nos sentimosinterpelados por la pregunta incisiva deJesús: «¿Me amas? ¿Me amas de verdad?».

Por una parte tememos responder, porotra lo deseamos grandemente, porque elcorazón tiene necesidad de decir: «Te amo».

Te doy gracias. Con esta palabra mente ycorazón se abren sobre el cielo y la tierra.Damos gracias por haber sido creados y porla creación, por la salida del sol y por suocaso, por la luna y las estrellas, por los pá-jaros del cielo y los peces del mar, por elpan que cada día el Padre del cielo nos pro-porciona y por los que lo han preparadopara nosotros…

Le damos las gracias por la Palabra conla que nos nutre cada día, por la misericor-dia que nos hace nuevos cada día, por la lla-mada a seguirlo, por el Ideal recibido, porlos hermanos y hermanas que él nos da…

En la medida que la acción de gracias seensancha desde los confines de la tierrahasta lo más profundo del alma, desde los

abismos de los mares a los vértices de laadorable Trinidad Santísima, se transformaen canto de alabanza y de júbilo: «Obras to-das del Señor, alabad al Señor».

La acción de gracias brota nuevamenteen la adoración y se convierte en expresióndel amor.

Te pido perdón. Sí, porque en medio detanto esplendor de luz, se abre de repenteun terrible agujero negro: cuántas veces he-mos desperdiciado los dones del Señor, delos que apenas le hemos dado gracias, y he-mos traicionado al Amor.

«Te pido perdón» es una palabra liberado-ra. Por eso puede ser insidiosa. ¿Por qué pe-dimos perdón? ¿Para tranquilizar la con-ciencia? ¿Para evitar caer en las llamas delinfierno? ¿La petición de perdón es verda-deramente expresión de amor?

Lo que debería desagradar no es el casti-go que se merece por el pecado, no es lavergüenza de la traición y del adulterio, noes el juicio de los hermanos, sino el haberhecho sufrir al Amor.

El amor de Cristo es tan grande que pe-netra en la oscuridad de nuestra rebelión,para asumir nuestro pecado y clavarlo en lacruz. Repetir «Te pido perdón» es reconocernuestro pecado, pero sobre todo es recono-cer el culmen del Amor de Jesús, su aban-dono, reconocerse e identificarse con elAmor hasta lo más extremo de su expre-sión.

«Te pido perdón», y la misericordia inundael alma.

Te pido gracias. Es la expresión más po-bre, sin embargo la oración de petición esnoble como la de adoración, porque pedires reconocer la omnipotencia de Dios;como la declaración de amor, porque no seavergüenza de pedir; como la acción degracias, porque es confiada en recibir;como la petición de perdón, porque nace dela misma conciencia de pobreza.

¿Qué pedimos? La fidelidad al evangelio

2211Perspectivas

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y no separarse nunca del Amor. Luego laoración apunta decididamente hacia losdemás: los pequeños, los solos, los pobres,los que sufren violencias e injusticias, perotambién por los violentos y los injustos paraque se conviertan, por los oprimidos por ca-lamidades naturales y por guerras, los en-fermos y encarcelados, los moribundospara que sean acogidos por los brazos de lamisericordia y para que se cierren parasiempre las puertas del infierno.

Una vez más, el corazón se va dilatandosobre la humanidad entera y alcanza alamor infinito de Dios.

Cada una de estas palabras es pronun-

ciada en nuestro nombre y en el de toda lahumanidad. Incluso cuando estamos en losecreto del corazón y hemos cerrado lapuerta para hablar con Dios, jamás esta-mos solos.

La oración abre el corazón a Dios y atoda la humanidad. Es así como nuestrahumanización alcanza la plena madurez:nos convertimos en hombres y mujeres en-teros, nos convertimos en Jesús.

1 Francisco, Discurso a la asamblea plenaria dela Congregación para los Institutos de vida consa-grada y las sociedades de vida apostólica, 27 denoviembre del 2014.

Unidad y Carismas

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No debo olvidar nunca que la Realidad está dentro de mí, y que yo tengo quedar a los hermanos sobre todo la linfa que sube del fondo de mi alma, esa sutil vozde Dios que estimula e ilumina.

Hay que hacer que todo calle en nosotros para descubrir su voz. Hay que extra-er esta voz como se saca un diamante del fango: lustrarla, exponerla y ofrecerla enel momento oportuno, porque es amor, y el amor hay que darlo. Es como el fuegoque, al contacto con la paja u otras cosas, arde, de lo contrario se apaga. Corra-mos, porque la luz permanece encendida solo en el alma cuyo amor está en movi-miento, está vivo…

Hay que agradecer a Dios estos divinos momentos en que nos llama a esa otravida que vive dentro de nosotros, donde cada nota se afina, toda tiniebla se ilumi-na, todo pliegue se alisa y todo vacío se llena de Él. Y esto puede suceder en cual-quier momento del día.

Uno siente que somos dos: Él en mí y yo en Él. Y, sin embargo, somos uno: yo,agua de este manantial, flor de esta semilla divina, testigo de su realidad que llenami ser…

Quién sabe cuántos santos en formación hay en los divinos talleres del Cuerpomístico, que el Espíritu Santo va plasmando. Los veremos un día, cuando Dios lo ten-ga establecido.

Chiara Lubich, El Maestro interior en La doctrina espiritual, Ciudad Nueva, pp. 203-204.

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«« QQUIERO entrar en el Cielo can-tando», había deseado ma-dre Achillia Vergote y en

dos páginas había puesto la lista de lascanciones que quería que le cantasen susmonjas. Cuando el médico confirmó quesu partida estaba cerca, las hermanas can-taron durante tres horas seguidas, acom-pañadas por la guitarra, apretadas en lahabitación y en el pasillo. El último cantoque la madre Achillia había deseado erael Magníficat. Espiró justamente cuandose estaba cantando el Gloria Patri et Filio etSpiritui Sancto, al final del canto. En elmomento que se cantaba el cántico deMaría, las hermanas se dieron cuenta quese llamaban Hermanas de María y quemadre Achillia y muchas de ellas eran ad-herentes de la Obra de María. Y tambiénrecordaron la frase de su fundador: «Lasreligiosas se consagrarán a la Santísima Trini-dad».

Superiora

Madre Achillia en 1965 había sido elegi-da superiora de la congregación diocesanade las Hermanas de María, cuya casa ma-dre está en Ingelmunster, en Bélgica. Erajoven: cuarenta años. No era un periodo fá-cil por la gran agitación a nivel social, polí-tico y religioso (el post-Concilio), que atra-vesaba esta pequeña nación.

Pocos días después de su elección, elobispo nombró al nuevo director espiritualde la congregación, P. Pieter Reynaert, unsacerdote para ellas totalmente desconoci-do. El P. Pieter se relacionaba con el Movi-miento de los Focolares y en alguna conver-sación habló a la madre Achillia y a otrashermanas sobre la espiritualidad de la uni-dad. La superiora llegó a esta conclusión:«Deseo que todas las religiosas de la congrega-ción conozcan esta espiritualidad, pero ningunadebe sentirse obligada a vivirla».

Costanzo Donegana, p.i.m.e.

Gobernar con la santidad

TESTIGOS

La unidad entre dos carismas afronta y resuelve la difícil situación de la vida religiosa enBélgica en la Iglesia postconciliar.

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Con la colaboración –o mejor, con la to-tal unidad– de sor Inmaculada, su vice,hizo conocer a sus hermanas la espirituali-dad de la unidad, a través de encuentros, re-tiros, incluso pidiendo al Centro de la Obrade María personas que les hablasen. Y en-tre estas religiosas nació una vida que hacontagiado a las Hermanas de María y aotras religiosas de Bélgica. Las hermanasque pasaban por Ingelmunster decían a lasotras: «Tenéis que ir a Ingelmunster; no sabe-mos qué ha sucedido allí, pero hay una atmósfe-ra tan hermosa que nos sentimos acogidas real-mente con gran amor».

Un día, desde el Centro del Movimien-to de los Focolares, se le hizo a sor Inma-culada la propuesta de pasar la mitad desu tiempo al servicio de las religiosas de laObra de María y la otra mitad al serviciode su Congregación. Ella era superiora dela comunidad de Ingelmunster y la madreAchillia, que estaba delicada de salud,había sido operada de cáncer antes de suelección y posteriormente había sufridootra operación. Cuando sor Inmaculada lecomunicó la propuesta, respondió: «Ahorami alegría es plena» y se comprometió a co-municarlo al Consejo, que lo aceptó total-mente, con el ánimo de no entorpecer unaobra de Dios. Sor Inmaculada comenzóasí a recorrer diversos países, prestandouna contribución decisiva a la difusión dela espiritualidad de la unidad entre las reli-giosas.

Revivir al fundador

El Centro para las religiosas de la Obrade María comenzó a organizar encuentrosinternacionales. Chiara Lubich tuvo unaconversación al principio, en 1971, desarro-llando el tema La religiosa hoy. En aquel pe-riodo agitado, en el que muchos queríancambiarlo todo, afirmó que «la verdadera re-novación de la vida religiosa consiste en que las

religiosas puedan revivir a su fundador en el sigloXX, y revivirlo justamente como él viviría si hoyestuviese aquí». La madre Achillia estabapresente y volviendo del encuentro encargóa algunas hermanas que estudiasen los es-critos del fundador, el P. Dufort. Ella mis-ma las apoyaba e iba personalmente por lascomunidades. El resultado fue una nuevaregla, basada sobre los escritos del funda-dor y sobre la espiritualidad de la unidad.Como centro, la frase del fundador: «La her-manas se consagrarán a la SS. Trinidad».

Reproduzco ahora parte de la entrevistaa sor Inmaculada, que describe eficazmen-te la personalidad espiritual de madreAchillia.

«Era una mujer muy intelectual, pero al mis-mo tiempo muy humana. Hablaba a las herma-nas con palabras elegidas, muy adecuadas. Erasobre todo una mujer sabia, siempre dispuesta aacoger a cada una con profunda atención, frutode su gran amor. Verdaderamente influyó en lacongregación por lo que hizo, pero sobre todo consu ser. Siempre decía: “La primacía absoluta latiene la unidad”. Y esto en las cosas más pe-queñas. Cuando pasábamos por las comunida-des, me recordaba: “No vamos a resolver proble-mas, sino solo para amar y transformar nuestropequeño dolor en amor”. Lo hacíamos todo te-niendo a Jesús presente en medio de nosotras yera una gracia grande que nos ayudó a vivir tam-bién el periodo difícil de los años 1955-1960, pe-riodo en el que bastantes hermanas salieron delconvento. Un día, una de ellas vino para decir-nos que quería dejar el convento. Nos dijimos:“Precisamente esta persona no debe salir”. In-tentamos hablar con ella en distintas ocasionespara disuadirla, pero sin éxito, permanecía ina-movible. Pedimos consejo a nuestro director, P.Reynaert, que nos dijo: “La única cosa que osqueda por hacer es vivir todavía más la unidadentre vosotras dos”. La madre Achillia comentóinmediatamente: “Vamos a hacer todo lo posiblepara dar prioridad absoluta a Jesús en medio denosotras”. Lo hicimos. Después de tres semanas

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aquella hermana vino a decirnos: “Olvidad loque os he dicho. He decidido quedarme».

La madre Achillia un día intuyó que eranecesario un Centro en Roma para acoger alas consagradas que cada vez seguían enmayor número la espiritualidad de la uni-dad. Lo habló con las superioras mayoresde Bélgica, que la estimaban mucho. Des-pués de haber conseguido el apoyo de lapresidenta de las religiosas, ella y sor Inma-culada estuvieron pegadas una semana alteléfono acosando a las comunidades queconocían, hasta recoger la suma necesaria.El Centro, que lleva su nombre, fue inaugu-rado al año siguiente de su muerte y tienecomo lema la palabra que le dio Chiara:«No moriré, viviré y contaré las maravillas delSeñor».

Todo es amor

Durante el período de la redacción de lasnormas, madre Achillia tuvo que sufrir unasegunda operación por el cáncer, que ya nodaba esperanzas. Ella había pedido a sorInmaculada que la hiciese saber cuando es-tuviese cercana a la muerte. «Sabes –comen-taba– que veo este momento como el más hermo-so encuentro con mi Esposo y quiero prepararmemuy bien». Cuando sor Inmaculada se lo re-veló, dijo: «Demos gracias a Dios también poresto. He recibido en mi vida la gracia de hacersiempre lo que el Señor me pedía, tendré tambiénla gracia para morir cuando llegue el momento.Mientras tanto haremos una sola cosa: viviremosel momento presente con solemnidad, que quieredecir con mucha alegría, con mucho amor, por-que esto es el mayor don que puedo dar a la con-gregación, a la Obra de María, a la Iglesia»

Unas semanas antes de su muerte habíaescrito a sus hermanas:

«En estos años, Dios ha hecho grandes cosasentre nosotras, nos ha colmado de dones […]. Nohe visto aumentar nuestro número, pero he podi-do vivir con vosotras el crecimiento hacia la san-

tidad. No sé si tendremos muchas vocaciones,pero tendremos -–creo– santas».

Sabiduría que serviría a muchos religio-sos –incluso superiores– preocupados porlos números.

Impresionante el nivel espiritual del in-tercambio de correspondencia entre ChiaraLubich y la madre Achillia en los últimostiempos de vida de la religiosa belga. DecíaChiara:

«Todo es Amor, Mutter Achillia, ¿verdad?¡Todo es Amor! Amor es el dolor, Amor las con-solaciones que puede tener, Amor el pasado, elpresente, el futuro. Amor el permanecer, Amor elir, el partir –si Dios lo quiere– para la Vida tanpoblada de personas de la Obra de María […]Amor cada lágrima, Amor el desprendimiento,Amor la preocupación… porque todo es JesúsAbandonado, el Amor entregado del todo».

Madre Achillia responde: «El Amor no senos da para poseerlo, sino para comunicarlo. Lagloria de Dios consiste en esto: que Él sea siempremás amado […]. Si tengo la fortuna de ver a Jesúsantes que usted, Chiara, le prometo que lo abrazaréen nombre suyo; le expresaré todos sus deseos deamor y le ofreceré toda la Obra. Esperando esteparticular encuentro, sigo encontrándolo en cadamomento presente vivido solemnemente. Sé que loencuentro siempre en el fondo de mi alma como miúnico Esposo: Jesús Abandonado».

Así madre Achillia partió el 23 de mayode 1978, pasando a la vida eterna, como lehabía escrito Chiara al final de su carta:«¡Ahora es Cuaresma, pero vendrá la Pascua!¡La que Dios quiere, pero siempre luminosa! Gri-temos con la vida y con cuanta fuerza tengamosque ¡Todo es amor!».

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«Era sobre todo una mujer sabia,siempre dispuesta a acoger a cada unacon profunda atención, fruto de su granamor».

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EEL verano de 1971 tuve la oportuni-dad de pasar algunos días de vaca-ciones en la casa donde residía el P.

Arrupe. Con frecuencia paseábamos juntos.El 6 de agosto por la mañana –era el aniver-sario de la bomba atómica de Hiroshima–no pudo evitar contarme aquel drama quetanto marcó su misión en el Japón. Él eramaestro de novicios en Nagatsuka, en lagran periferia de Hiroshima, y se encontrabacelebrando la misa cuando ocurrió la explo-sión. Se rompieron los cristales de la capillay todos fueron lanzados al suelo. Cayeronvigas, tejas y cantidad de cascotes. A Diosgracias, todos quedaron con vida.

«Apenas cesó el fragor, me levanté del suelo–me contaba– y vi delante de mí que el reloj aúncolgaba de la pared, aunque parado: eran las8:10. Aquel péndulo silencioso e inmóvil fue paramí un símbolo. La explosión de la primera bombaatómica puede considerarse un acontecimientofuera de la historia. No es un recuerdo, es una ex-periencia perpetua que no cesa con el tic-tac del re-loj. Ahora Hiroshima pertenece a la eternidad»1.

La tragedia era enorme. La casa se con-virtió en hospital de emergencia, donde élmismo ejerció de médico, ayudado por losnovicios y por la comunidad. El padre se de-dicó a todos con una generosidad incansa-ble. Este aniversario remarcó su experienciade misionero.

Vida y personalidad

El P. Pedro Arrupe, que a los 58 años, des-pués de 27 como misionero en Japón, llega aRoma como superior general de los jesuitas,era vasco, nacido en Bilbao el 14 de noviem-bre de 1907, de una familia profundamentecatólica, el último de cinco hijos. En la uni-versidad estudió Medicina y se doctoró en1927. Dotado de gran afabilidad y sentidodel humor, comunicaba siempre en cualquierambiente simpatía y éxito. El golpe decisivopara entrar en la Compañía de Jesús le vinoinmediatamente después de una peregrina-ción a Lourdes, donde, como médico, asistióa la evaluación de algunos milagros ocurri-

Unidad y Carismas

Armando Ceccarelli, s.j.

Un hombre para el diálogo:Pedro Arrupe, s.j.

TESTIGOS

General de los Jesuitas de 1965 a 1981, presidente de la Unión de Superiores Generales(USG) de 1967 a 1977, Pedro Arrupe, s.j., ha sido uno de los protagonistas centrales del post-Concilio en la Iglesia, en los tiempos duros, y en los tiempos de las opciones radicales. La his-toria le hará justicia.

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dos en la gruta. Entró en el noviciado el 15de enero de 1927. Con la expulsión de la je-suitas de España en 1929, estudió filosofía enBélgica y teología en Holanda. Fue ordena-do sacerdote el 30 de julio de 1936. Luego,en Estados Unidos, prosiguió los estudios deespecialización en Ética Médica.

En 1938 fue enviado como misionero aJapón, realizando su gran sueño. En cuantopudo practicar suficientemente la lengua, fuenombrado párroco en Yamaguchi. A sus mi-sas, donde hacía unas homilías breves peromuy sentidas, era muy asiduo un señor, elcual, después de unos meses de asistir a ellas,le pidió ser bautizado. Decía: «¡Yo soy comple-tamente sordo, pero asistiendo a sus homilías, porsu expresión he comprendido que el bien que mecomunicaba era tan hermoso que he deseado tener-lo yo también!». De 1942 a 1954 fue maestrode novicios, doce años dedicados a la forma-ción inicial. En 1955, el P. Arrupe se convir-tió en hombre de gobierno, primero comoprovincial de su Provincia, y luego, desde el22 de mayo de 1965, como superior generalde la Compañía de Jesús.

Un guía en tiempos de grandes cambios

Al llegar a Roma, ya tenía a sus espaldasuna buena experiencia internacional: la Pro-vincia del Japón contaba con cerca de 300jesuitas, provenientes de treinta naciones di-versas. Intuía lúcidamente los múltiplescambios que desde los primeros años 60 es-taban transformando rápidamente Europa,el mundo y la misma Iglesia. La Compañía,como orden apostólica, no podía quedarsefuera. El P. Arrupe tenía el don de ver positi-vamente las grandes exigencias de la con-ciencia moderna y no podía concebir que laCompañía, cuyo fin es «servir a Dios para biende los hombres» (Ex. Gen. n. 2) se convirtieraen una institución superada, nostálgica delas glorias del pasado.

El Concilio le invitaba a hablar de Dios al

hombre contemporáneo, para lo cual se pre-cisaba una «reconversión en las estructuras, en lasobras, en los hombres y en las mentalidades». Noera un proceso fácil, ni indoloro, pero era ne-cesario, para orientar el camino de la Orden ala luz del Concilio, leyendo los “signos de lostiempos” y realizando el “discernimiento”,corazón y columna de la espiritualidad igna-ciana. Fueron tiempos difíciles. De los36.000 miembros, muchos se vieron afecta-dos por el viento de la contestación. En 1980,casi al final de su mandato como superior ge-neral, el número había descendido a 27.200.

No era ni teólogo, ni profesor, pero, comohombre espiritual y de fecunda inspiraciónapostólica, intuía que una orden religiosa,que desde su fundación se definía “contem-plativa en la acción”, tenía que recuperar suauténtico carisma, adaptándolo a los tiem-pos en una renovada fidelidad. Para dar unnuevo impulso, no había más camino que la“vuelta a las fuentes”, como decía Perfectaecaritatis. Por eso se comprometió con fuerzaa promover el estudio del pensamiento desan Ignacio. La Autobiografía, los Ejercicios es-pirituales, las Constituciones, todo vuelto a leerdesde diversos ángulos para iluminar el dis-cernimiento del hoy. Entre 1965 y 1971 sepublicaron más de cien libros sobre el pensa-miento religioso de san Ignacio. El P. Arrupeaprovechaba todas las reuniones de jesuitaspara ilustrar el carisma ignaciano. No teníaempacho en tratar los temas candentes delmomento: en 1972 sus intervenciones se re-cogieron y publicaron en muchas lenguascon los títulos Ante un mundo que cambia yNuestra vida consagrada.

Sus líneas operativas para el apostoladoeran tres: la importancia de las relaciones per-sonales abiertas a todos, tener el sensus Societa-tis Jesu, o la fuerza apostólica del cuerpo de laCompañía más que de los individuos, y, porúltimo, la opción por los pobres y por los últi-mos y, por tanto, la acción incisiva y eficaz enlas estructuras injustas que generan pobreza.

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Ante todo, valoraba muchísimo la impor-tancia de las relaciones personales y los con-tactos directos. No se contentaba en conocerla situación de los jesuitas a partir de los in-formes escritos. Desde el comienzo empren-dió muchos viajes. El método adoptado erael diálogo, el conocimiento directo de laspersonas, de los problemas y de los lugaresdonde trabajaban.

Luego insistía mucho en el sensus SocietatisJesu, que tomaba de la expresión paulina sen-sus Christi. Decía que hoy no basta con ser una“comunidad de apóstoles”, donde el indivi-dualismo puede adueñarse de ella, sino una“comunidad apostólica”, cuya eficacia pro-viene de ser todos “compañeros de Jesús”, ypor tanto unidos en un proyecto guiado por laobediencia, que toma inspiración en la fe enCristo, representado por el Sumo Pontífice ypor la lectura de los signos de los tiempos.

De 1967 a 1977 fue reelegido cinco vecespresidente de la Unión de Superiores Gene-rales (USG), manifestando un liderazgo no-table y sus dotes de reformador. Fue decisivaen aquellos años la colaboración con el car-denal Eduardo Pironio, uno de los protago-nistas de la renovación religiosa católica enAmérica del Sur, presidente del CELAM,llamado luego a Roma por Pablo VI paraponerse al frente de la Congregación de Re-ligiosos e Institutos Seculares.

P. Arrupe y la opción preferencial por lospobres

Para ayudar evangélicamente al pobre, esnecesario haber experimentado situacionesconcretas de pobreza, que los religiosos nodeben darlas por descontadas. Marcado porsu experiencia misionera en un país paganocomo el Japón, decía: «Hay que experimentar loque significa sentirse solo en una gran ciudad, noconocer a nadie, no tener el apoyo de la seguridadque proviene de las relaciones humanas ordinarias.Ser pobre también por la lengua, no poder expresar

plenamente el pensamiento, encontrarse siempre ensituación de inferioridad en las conversaciones, oser poco apreciado por ser extranjero. Para sentir elaislamiento y la marginación del pobre, es necesa-rio despojarse de las seguridades propias y ponersea prueba para comprobar si somos capaces de fiar-nos solo de Dios que nos manda.

La aportación más segura y más necesaria quepodemos dar a la reforma de la Iglesia universales la de proceder desprovistos lo más posible de co-sas, siguiendo el ejemplo de nuestro Señor [...].Despojarnos de nosotros significa sentirnos perso-nalmente impotentes [...], experimentar la humi-llación, porque el pobre es despreciado y no mere-ce atención»2.

La atención a los pobres y la relativa cues-tión social no eran nuevas en los documentoseclesiales, sino que se habían convertido enun tema caliente con la experiencia de los“curas obreros” y con toda la cuestión deldiálogo con las teorías marxistas en los años60 y 70. A la Compañía de Jesús le pilló delleno el vendaval del posconcilio, sobre todoen Sudamérica, pero no solo allí. La contesta-ción juvenil y la Teología de la liberación ha-cen del padre Arrupe un hombre de fronteray uno de los protagonistas más expuestos.

Queriendo ser el hombre del diálogo y dela síntesis a todos los niveles, el P. Arrupetuvo que afrontar todas las oposiciones y lasdivisiones de aquel momento, en primer lu-gar dentro de la Compañía, pero también enla relación con la Santa Sede y con los papasbeato Pablo VI y san Juan Pablo II. En loscinco primeros años de su generalato, las re-laciones entre la Santa Sede y el P. Arrupe sebasaron en la estima y la confianza recípro-cas. El deterioro comenzó cuando se encen-dió fuertemente el choque entre las distintasinterpretaciones sobre la apertura del Conci-lio. Algunos entendían una apertura tal quetodo tenía que ser renovado, mientras otros–mucho más silenciosos pero igualmentefuertes– querían mantener el equilibrio de latradición. La estrategia del P. Arrupe fue

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bien acogida por los jóvenes, pero a los másancianos pareció “débil” y a los ojos de laCuria Pontificia no apareció estar “autoriza-do” como para mantener a los miembros dela Compañía en una obediencia segura alpapa. Es curioso constatar que también Pa-blo VI, en aquel contexto, recibió las mis-mas críticas. Es el sino de quien quiere man-tener a toda costa un equilibrio y un diálogoen las controversias.

¿Pasión por la Iglesia o desobediencia?

El momento de la incomprensión fuerteentre el P. Arrupe y Pablo VI fue en la se-gunda mitad de 1974. Convocada la Con-gregación General, había una fuerte corrien-te que pedía se extendiera el IV voto de obe-diencia al papa a todos los miembros de laOrden, incluidos los hermanos coadjutores(san Ignacio lo reservaba a algunos sacerdo-tes más probados). Pablo VI, informado deesta posibilidad, vio en esto el grave peligrode desnaturalizar el significado cristológicoy eclesiológico que dicho voto tenía en lamente de san Ignacio. El peligro estaba enorientar a la Orden hacia una laicización.Por esto pedía resueltamente, en carta delSecretario de Estado, cardenal Villot, que seevitara incluso la discusión de este punto enla Congregación General.

La carta pontificia solo se dio a conocer alos padres Congregados después de haberdiscutido la petición. Obviamente, la actua-ción de los padres Congregados y del P.Arrupe se interpretó como no adhesión a lasdirectivas del papa.

En ese momento él vivió un profundo des-garro interior, porque, por un lado, quería serrespetuoso con el derecho propio de la Com-pañía, y, por otro, no quería ni siquiera opo-nerse al más pequeño deseo del papa. Des-pués de una noche de oración, mandó repar-tir entre los padres Congregados una páginaescrita por él, que ha quedado como uno de

sus escritos más importantes: «La Congrega-ción General reconoce haberse equivocado, por nohaber entendido lo que se debía entender [...]. Poreso nos encontramos en el punto más profundo dela aflicción y de la humillación, sintiendo haberperdido la confianza de Aquel al cual hemos pro-metido fidelidad, la cual es el principio y el funda-mento de nuestro Instituto. Estamos realmente enel fondo, porque lo que más amamos y que es larazón de nuestra existencia –es decir, el servicio a laIglesia bajo el Romano Pontífice– parece que havacilado, vacilando su confianza».

Estas palabras son prueba de un dolormuy fuerte, así como de la grandeza de áni-mo de quien profesa un gran amor por laIglesia y por el papa. Todo se aclaró a conti-nuación, porque el 7 de marzo de 1975, enla audiencia privada al P. Arrupe, Pablo VIquiso renovar los sentimientos de afecto yestima por su persona y por la Compañía.

Su profundo sufrimiento, vivido en aque-lla amargura como y con Jesús en Getse-maní, impidió realmente la división de laCompañía, auténtico riesgo en la discusiónentre quien orientaba la Orden hacia la for-ma de un Instituto Secular y quien no queríaperder la línea de la “vieja Compañía”. Parallevar a todos a la unidad es necesario poner-se como Jesús Crucificado que en la cruz hareconciliado a los hombres con Dios y atraí-do a todos a la unidad.

Nueva conciencia en el cuerpo apostóli-co de la Compañía

De aquí surgió una nueva conciencia enla acción apostólica de los jesuitas: la vincu-lación estrecha entre “servicio de la Fe” y“promoción de la Justicia” (Diakonìa Fidei etPromotio Justitiae). La irrupción del pobre enla conciencia católica cuestionó grandemen-te a toda la Compañía de Jesús.

El 14 de noviembre de 1980, antes de Na-vidad, al P. Arrupe le impresionó el fenóme-no de los Boat People (gente del barco), de los

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refugiados políticos, y, en este fenómeno, viocon visión profética un nuevo campo decompromiso para toda la Compañía. Inme-diatamente escribió una carta a todos losProvinciales preguntándole a cada unocómo podía contribuir para hacer frente aesta emergencia. La respuesta fue generosa yconmovedora: así arrancó el Jesuit RefugeeService (servicio jesuita del refugiado, JRS),primeramente en Singapur y en Tailandia,luego en Australia y por último en Roma. Alprincipio no se preveía durante cuánto tiem-po sería necesaria semejante presencia ni quédimensiones podría alcanzar. Hoy, despuésde 35 años, el JRS tiene un Secretariado cen-tral en Roma y es una red de solidaridad quela Compañía desarrolla en diversas partes elmundo. Los refugiados políticos y los emi-grantes de los países más pobres son un fenó-meno creciente que interpela a todas las fuer-zas políticas de los países acomodados.

La prueba final

En 1980, aunque seguía viajando y visitan-do a los jesuitas, el P. Arrupe sentía que susfuerzas decaían, por lo que empezó a pensaren la posibilidad de presentar su dimisión alpapa Juan Pablo II. Era una opción insólitaporque el cargo de padre general en la Com-pañía siempre había sido vitalicio. Tampocotodos los consejeros estaban de acuerdo,puesto que solamente tenía 73 años. Pero élsiguió con mucha atención llevando sus moti-vos a la plegaria. «¡Tomémonos un poco de tiem-po! –dijo Juan Pablo II–, y mientras tanto con-tinúe!». El P. Arrupe se declaró cordialmenteobediente. El 13 de mayo 1981 tuvo lugar elatentado contra el Santo Padre, y el 7 deagosto el P. Arrupe sufrió un ictus, quedandotodo en suspenso hasta el 6 de octubre, cuan-do el Santo Padre tomó la decisión de nom-brar un delegado pontificio para gobernar laCompañía hasta que se convocase la Congre-gación General para elegir un sucesor.

El 7 de agosto de 1981, día de la enferme-dad, y el 5 de febrero de 1995, día de sumuerte, son las dos fechas que marcan la úl-tima fase de la vida del P. Arrupe, la que po-demos llamar su Getsemaní. Catorce años desoledad, de dolor, ciertamente, pero tambiénde luz por el modo con que vivió cada mo-mento, estando todavía lúcido de mente enun cuerpo cada vez más deteriorado. Es elúltimo servicio que pudo hacer a la Com-pañía, icono vivo de la santificación median-te la humillación, el silencio y la oración. Sepreparaba así un nuevo camino de la Com-pañía de Jesús superando definitivamentetensiones ad intra y ad extra.

Concluyo con algunas palabras de la car-ta de dimisión que dirigió a la Congrega-ción General y que conservamos como sutestamento: «Queridos Padres: Yo me sientomás que nunca en las manos del Señor. Toda mivida, desde la juventud, lo he deseado. Hoy es elSeñor mismo quien ha tomado la iniciativa [...],es una experiencia muy profunda. En estos 18años de generalato, no he deseado otra cosa queservir al Señor y a la Iglesia con todo el corazón[...]. Doy gracias al Señor por los grandes progre-sos que he visto realizarse en la Compañía. Cier-tamente, ha habido también defectos –sobre todolos míos–, pero es un hecho que también ha habi-do progresos notables: en la conversión personal,en el apostolado, en la atención a los pobres y, porejemplo, a los refugiados [...]. Es oportuno haceruna mención especial a la actitud de lealtad y deobediencia filial hacia la Iglesia y hacia el SantoPadre, particularmente en estos últimos años.Demos gracias a Dios [...]. Que para nosotros seaDios siempre el centro de todo [...]. Que estemossiempre atentos a su voz [...], que nos indica elmayor servicio hecho con amor y del mejor modoposible».

1 P. Arrupe, ¡Yo viví la bomba atómica!, México1965.

2 P. Arrupe, De la simplicidad de vida, autógrafo,1973.

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EESCUCHÉ por primera vez la expre-sión “saber perder” cuando aún esta-ba en el seminario. Fue durante la vi-

sita a nuestra comunidad de dos redentoristasque venían del extranjero y que vivían desdehacia tiempo la espiritualidad del Movimien-to de los Focolares. El grupo del seminario,que se adhería al Movimiento de los Focola-res, invitó a aquellos sacerdotes para tener unencuentro. Desafortunadamente, después deestar un rato con nosotros, los llamaron nues-tros superiores, que también quería compartirla alegría de su presencia. Al despedirse denosotros, dijeron estas dos palabras: "saberperder". La mayoría de nosotros no conocíaentonces esta expresión. El padre AndrzejWodka, que entre nosotros era el que desdehacía más tiempo conocía la espiritualidadde la Obra de María, nos explicó que se trata-ba de una expresión que escondía un conteni-do profundo. Con estas palabras, Chiara Lu-bich, quiso definir una actitud evangélicamuy concreta, que aflora en las personas queviven la espiritualidad de la unidad, y que se

manifiesta muy útil en la vida cotidiana, confundamentos teológicos muy profundos. Siconsideramos el misterio de la Trinidad, ve-mos que el perder tiene allí su fuente. El Pa-dre pierde al hijo para recibirlo de nuevo.Cada una de las Personas de la Trinidad sepierde para renacer en la otra. María pierdelo más valioso y preciado de su vida, su ma-yor tesoro que es su Hijo Jesucristo. Jesús,instruyendo a sus discípulos, les dice: «El quequiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierdasu vida por mi causa, la salvará» (Lc 9, 24). Sa-ber perder es una actitud profundamenteevangélica. Enseña a no apegarse a las perso-nas, cosas, circunstancias, lugares, tareas, a lapropia persona, a los deseos, planes, sueños,sentimientos e incluso a la opinión propia, apesar de que nos parezca que es la más acer-tada. La actitud de perder nos enseña la ver-dadera libertad del hijo de Dios que se sienteagradecido, alegre, dispuesto a hacer la vo-luntad de Dios, porque vive el momento pre-sente. El hombre que vive en esta actitud nose quejará cuando no llegue a suceder algo

Piotr Andrukiewicz, c.s.s.r.

Saber perder

EXPERIENCIAS

«El que quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mi causa, la encontrará»(Lc 9, 24). Saber perder es una actitud profundamente evangélica, enraizada en el corazón mismode la Trinidad. Es una actitud que enseña a no apegarse a personas, cosas, circunstancias, lugares,tareas, a la propia persona… Es una experiencia personal que cuento en estas páginas.

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que esperaba, no envidiará las cualidades delos demás, no se ensimismará en sus defectos,no estará apegado a su persona y a su aspectofísico, no temerá los cambios de destino ni alos nuevos retos que se le presenten. Estarádispuesto a perder incluso a las personas másqueridas a las que Dios llame.

Desde que escuché la expresión “saber per-der”, ha sido de gran ayuda en mi vida, puesantes no lo tenía muy en cuenta. Ahora, enmuchas situaciones, cuando tengo que perderalgo importante, como una determinada cir-cunstancia, el encuentro con una persona,etc., si las cosas han ido en contra de lo previs-to, me suelo repetir: ¡“saber perder”, hay quesaber perder! Así siempre vuelve la paz al co-razón y la libertad interior, que me disponepara reemprender lo que en ese momento seme presenta como voluntad de Dios.

Al ir conociendo cada vez más profunda-mente la espiritualidad de la unidad, en-contré un libro de Chiara Lubich, editado en1969, titulado Saber perder. En él encontrépensamientos que me hicieron más cons-ciente de que el perder es una capacidad ne-cesaria en la vida del momento presente. En-tre otras cosas escribió Chiara Lubich: «Milsentimientos, mil santos afectos, mil pensamientosllenan a veces mi mente tan ocupada en diferentesobras al servicio de la iglesia: coloquios, trabajo,viajes… Tan variados que luego los llevo conmigocomo un tesoro para reflexionar, analizar. Cosasque muchas veces me dan un profundo consuelointerior. Y sin embargo todo esto es un espléndidomundo que me empaña el alma, una riqueza que,en cierta manera, me ocupa espacio en lugar deDios. Entonces he comprendido una vez más: vivirel presente y poner en el Corazón de Jesús todocuanto ha sido objeto, tal vez santo, del momentopasado; en el Corazón de Jesús, para que lo conser-ve, lo haga madurar y progresar y me lo devuelva,como ha sucedido tantas veces, crecido y desarro-llado.

Perder, en definitiva. Saber perder es la ley delEvangelio, como la Desolada perdió para hacer la

voluntad de Dios, es decir, por Dios, incluso aJesús…, su Obra. “Perder” para estar enteramen-te proyectada en lo que Dios quiere de mí en elpresente.

Perderlo todo. Para que en ese vacío entre denuevo el sol de Dios y en Él se encuentren en suverdadero lugar, en sus debidas proporciones y enlos matices divinos, mis afectos y mis pensamien-tos. Con el amor por la Iglesia, hoy, pueblo deDios en camino, pero ya en parte en la gloria,donde goza, o en la purificación. Y el amor por laIglesia de mañana que Dios ya ve y ama comoEsposa del Verbo»1.

Estudiando los escritos de mi fundador,san Alfonso María de Ligorio, he descubiertoque también él se refiere muchas veces a estamisma experiencia. En su sistema de espiri-tualidad la define con la palabra “desapego”.Se trata del desprendimiento de las cosas, per-sonas, circunstancias, e incluso de las funcio-nes y talentos, para conseguir la libertad delcorazón que es la disponibilidad. Va unido ala práctica del perder y hasta del cortar lo quepodría convertirse en un obstáculo para la re-alización del plan de Dios. En uno de sus li-bros dice: «Cuando el Señor quiere atraer unalma a su perfecto amor, trata de apartarla de todoslos apegos de los bienes creados. Y así comienzaquitándole los bienes temporales, los placeres mun-danos, las cosas, los honores, los amigos, los fami-liares, la salud del cuerpo; y por medio de semejan-tes pérdidas, de disgustos, menosprecios, muertes yenfermedades, la va despojando de todo lo creado,hasta que ponga en él todos sus afectos»2.

El perder forma parte fundamental delprograma de la tensión a la perfección. SanAlfonso se refiere a la imagen de la expolia-ción de Cristo en la cruz, como modelo dedesprendimiento y perderlo todo por amor.

La capacidad de perder es muy útil en elcontexto de la vida consagrada. Primero,como virtud que nos hace dóciles al cumpli-miento de la voluntad de Dios y, luego, comodisposición que hace más fáciles las relacio-nes dentro de la comunidad. Si sé perder,

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nunca estaré insatisfecho de mi comunidad,ni de la función que desempeño actualmente,ni me lamentaré de las situaciones desfavora-bles, pues en cada una se me ofrece la posibi-lidad de perder algo, que después resulta seruna ganancia. No envidiaré los éxitos y ho-nores de mis co-hermanos, ya que siempre es-taré dispuesto a perder lo que es mío para sersemejante a Cristo que de la pérdida hizo ga-nancia.

A veces el Señor, para enseñarnos unamayor libertad, parece que nos pida algoque creíamos que era una característica na-tural nuestra, es decir, inseparablemente li-gada a nuestra persona. Por ejemplo, la sa-lud. A veces se trata incluso de la pérdida defacultades particularmente necesarias parala vida como la vista, el oído, el gusto, lavoz, la capacidad de caminar, etc. ¿Acasodejamos por esto de ser personas amadaspor Dios? Todo lo contrario. Cuando, comoen mi caso, la pérdida afecta a la capacidadde sonreír, porque en una operación me le-sionaron un nervio facial, parecía que habíapedido algo que era esencial para que se ex-presara mi persona. Se trata, sin embargo,de apariencias, pues yo no soy una sonrisa,una voz, no soy un oído. Experimento en-tonces que todos estos sentidos y valores sonpasajeros y se pueden perder, pero nuncapierdo la esencia, mi subjetividad, gracias alo cual puedo decir que soy yo. Miremos asan Juan Pablo II. Al final de su vida terre-na, todos fuimos testigos de su gran lecciónsobre el saber perder. El Señor le privó pri-mero de la posibilidad de moverse, luego deuna buena audición y, finalmente, inclusode la capacidad de hablar. ¿Y Jesús? Jesúsfue más allá. En la cruz no sólo perdió suvida, sino también lo que parecía insepara-ble de su persona, la unión con el Padre. Enel momento más trágico de su agonía expe-rimentó el abandono del Padre. Hay que ha-cer notar que el perder no es un fin en sí mis-mo. Es un medio para llegar a una unión

cada vez más profunda con el Padre. Quienmuere, renace; cuanto más pierdo, más reci-bo. El motivo más profundo del perder es elamor.

Los habitantes de Loppiano, que han des-cubierto este misterio, hacen y difunden unaimagen singular de Jesús Crucificado, talladoen madera. Está hecha con una madera talla-da en forma de cruz y en ella, vaciándola,aparece la figura del Crucificado. Jesús, total-mente donado al Padre, perdiendo su vida ytodo lo que tiene, desaparece, es decir deja deexistir, pero al mismo tiempo, está entera-mente presente. En el misterio de Jesús Aban-donado se explica todo el sentido del Perder.Y en mi vida se repite este secreto de la ver-dadera viva. Yo no sé realmente cuándo lagente me alaba, admira, cuándo ejerzo auto-ridad, cuándo tengo que mandar o me sientomejor que otros, sino cuando, sabiendo per-der, desciendo de los pedestales, muero a mímismo para dar la vida por los demás. Esta esuna capacidad que no se aprende de una vezpara siempre. Cada día nos hallamos con cir-cunstancias y situaciones nuevas que nos en-señan a perder, y en la medida que avanza laedad, cuando van decayendo nuestras fuer-zas, se presentan mucho más. Por ejemplo,puede suceder que, por falta de salud, no con-sigamos realizar nuestros sueños y proyectos.Entonces tenemos que saber perder tambiénesto. Otras veces puede darse que no deba-mos perder efectivamente algo material, sinotener la disposición de la prontitud en perder,por ejemplo, nuestros programas para las va-caciones, o nuestras mejores y brillantes ide-as, que luego llegarán a realizarse, gracias aque estábamos dispuestos a perderlas. Este-mos, pues, dispuestos a perder lo que es nues-tro, a fin de que resurja lo que es de Dios.

1 Saber Perder en Escritos espirituales/2, CiudadNueva, Madrid (1969) 1999, p. 44.

2 San Alfonso María de Ligorio, Práctica deamar a Jesucristo, San Pablo, 1998.

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TTODO el mes de julio de 2014, loshabitantes de la Mariápolis perma-nente Piero de Kenya gozaron al

tener con ellos un focolar temporal de tresreligiosos. La llegada a la cita había sidopreparada con una abundante correspon-dencia vía internet entre ellos, con el Cen-tro de los religiosos de la Obra de Maríaen Albano (Roma), y Flavio Roverè y Jua-na Vázques, responsables de la ciudadelade Nairobi.

Escribía Flavio: «Sabemos que muchas ve-ces el Señor nos hace esperar, pero también sabe-mos que llamar nunca es en vano. Al llamar a lapuerta del Señor, pedimos la intervención deChiara Lubich, para que vuestra experienciaaquí sea el inicio oficial de una nueva realidadsoñada desde siempre».

Cuando en 1992 al inaugurar el lugardonde surgiría la Mariápolis Piero, Chiarahabía depositado dos medallitas en el sitiode la fundación de la futura casa de los sa-cerdotes y seminaristas diocesanos, pensan-do en los sacerdotes y también en los reli-giosos; pero la estancia estable de los reli-

giosos en la ciudadela se quedó siempre enun sueño.

Los nombres de los tres: Pio Vallarino,franciscano capuchino, Guy Sirot, Herma-no de san Gabriel, monfortano, y GiovanniMarconcini, misionero de la Consolata. Hi-jos de tres carismas de fundadores: sanFrancisco de Asís, san Luis María Griñónde Montfort y el beato Giuseppe Allamano.Los tres misioneros desde decenios en tie-rras de África: un italiano, en la RepúblicaCentroafricana y Chad desde hace 47 añosy todavía allí; el otro, francés, durante cua-renta años en Congo Brazzaville, Gabón,Senegal, Haití y ahora, desde hace algunosaños en Francia, al servicio de sus herma-nos ancianos; el tercero, italiano, misioneroen Kenya durante diez años, y en los últi-mos años director espiritual en el Colegiode Propaganda Fide de Roma.

Cuando en 2007, en la Mariápolis Piero,se tuvo un encuentro panafricano de reli-giosos, se pensó en la posibilidad de facili-tar para jóvenes religioso africanos una for-mación en la espiritualidad de la unidad.

Unidad y Carismas

EXPERIENCIAS

Pío Vallarino, o.f.m.cap.

En la tierra como en el cielo

Diario de un focolar temporal en Nairobi al servicio de jóvenes religiosos africanos.

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En 2013 los tres religiosos manifestaron sudisponibilidad para hacer esta experienciade focolar en Nairobi, con la bendición delos superiores de sus respectivas congrega-ciones, los cuales acogieron la petición dehacer esta experiencia, conscientes de queel diálogo entre los carismas genera riquezay refuerza las vocaciones respectivas.

A finales de junio de 2014 se pusieron ma-nos a la obra. Miles de kilómetros en avión:Pio desde el Chad (Goré), Guy desde Fran-cia (Nantes) y John desde Italia (Roma), conun único fin: ofrecer una experiencia de Igle-sia, una comunión entre carismas, en un lu-gar tan “carismático” como una Mariápolispermanente de la Obra de María. Traemosaquí en síntesis, el relato de los días de su es-tancia en la Mariápolis Piero.

3 de julio: llegada

Cuenta Pío, que ya llevaba una semanaen la Mariápolis: Ayer por la mañana llegóGuy. Con Flavio, responsable de la ciuda-dela, fuimos a recogerlo al aeropuerto. El“focolar temporal” toma cuerpo, y estamosdispuestos a lo que Jesús entre nosotrosquiera hacer en este mes. Nada más ponerpie en la casita que nos acoge, nos manifes-tamos la voluntad de facilitar la presenciade Jesús, día tras día, con nuestro amorrecíproco. Después de unas horas de des-canso tras el largo viaje, hacemos comu-nión de alma y del porqué estamos aquí.

5 de julio: programa

Desde anteayer han llegado focolarinosy focolarinas del Este de África: Tanzania,Burundi, Ruanda, Uganda, Kenya,Etiopía, Somalia y Gibuti para una reu-nión. Ayer por la noche, después de la san-ta Misa, se tuvo la presentación de toda lafamilia de Chiara presente en la ciudadela.Nos dieron la palabra a nosotros en primer

lugar. Nos presentamos y expusimos el pro-grama de estos días.

Primeramente, se prevé la visita a algu-nas comunidades religiosas de la ciudad.Luego, del 15 al 18 de julio, una mini-es-cuela de profundización en amor recíproco,a la luz de Jesús en medio. Luego, el 20 dejulio seguirá un open day (día abierto) paralas congregaciones religiosas masculinas yfemeninas. Después, del 21 al 24 de julio,una segunda escuela para jóvenes religiososy sus formadores, sobre el tema de La espiri-tualidad de comunión promovida por ChiaraLubich y el Movimiento de los Focolares.El reto es descubrir a qué religiosos africa-nos llama Dios para garantizar el caminohacia la unidad en África.

La acogida, la unidad, la oración y la co-laboración de todos los presentes nos confor-tan al comienzo de nuestra divina aventura.

10 de julio: puesta en marcha

¡Nuestro focolar está al completo! Johnha llegado el lunes 7 por la tarde. Una ex-plosión de alegría y de agradecimiento aDios por encontrarnos juntos finalmente.Guy y yo (Pio) ya estamos aquí cinco días,en la casita Luz Blanca, con nuestro ritmonuestro “a dos”. Naturalmente, con la lle-gada de John, tenemos que retomar la uni-dad, esta vez “a tres”, y así hacemos al díasiguiente.

Ha sido un fructuoso ejercicio de inter-cambio y escucha recíproca, de sugerenciasy propuestas para establecer horarios y pro-gramas. Aún no ha terminado, pero esta-mos en el camino correcto. Por la mañana,antes de rezar Laudes, renovamos con se-riedad el pacto de estar dispuestos a morirel uno por el otro.

13 de julio: aspectos

Hemos visto cómo distribuirnos los as-

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pectos concretos de la vida: la comunión debienes antes que nada. Abriendo nuestrasbilleteras, todo lo hemos puesto en comúny hemos visto los gastos ya realizados y porrealizar. Guy es el responsable de la gestiónde la comunión y, dado que ya ha demos-trado tener buenas cualidades de cocinero,también será responsable del aspecto delbienestar físico y de la salud. Confiamos lavida de oración y la comunicación a Pio, ya John el apostolado y la sabiduría. Todosjuntos cuidaremos la armonía de la casa.

19 de julio: balance intermedio

Desde hace una semana, nuestra expe-riencia a tres se ha abierto a Eugene, reli-gioso africano de Saint Joseph the Worker(San José Obrero). Él proviene de Uganday en abril-mayo de este año ha vivido en elcentro de espiritualidad Claritas de Loppia-no. Ha sido el único religioso con el que he-mos podido desarrollar la primera escuelaprogramada. El Señor construye su Obrapartiendo de pocas personas.

Hacia las 16.00 horas, tenemos una reu-nión con una treintena de focolarinos y fo-colarinas de la Mariápolis. El objeto del en-cuentro: programa, horario y contenidos demañana 20 de julio, open day para religiososy religiosas jóvenes. El tema de la invita-ción se convierte en programa de la jorna-da: Yes, we choose the Gospel. Charisms in com-munion towards a united world (Sí, elegimos elEvangelio. Carismas en comunión para un mun-do unido).

20 de julio: open day

Por la mañana, celebrando los Laudes,hemos pedido el toque vivificador del Espí-ritu Santo sobre todos los participantes enla jornada.

Algunas focolarinas y un grupo de chi-cas venidas de España se han multiplicado

para decorar la sala con gusto. El comienzodel encuentro lo marca el coro de los jóve-nes que viven en la ciudadela.

Las religiosas y los religiosos que han lle-gado son 28, de 11 congregaciones. Alrede-dor de la sala, delante y al fondo, una treinte-na de focolarinas y focolarinos, todos acoge-dores, atentos y copartícipes al máximo consu unidad para este acontecimiento único enla Mariápolis. También participan en el en-cuentro 12 sacerdotes diocesanos francófo-nos de la escuela que están haciendo al mis-mo tiempo. Así pues, el número total de par-ticipantes es de ochenta y cinco personas.

La presentación de Chiara y del Movi-miento de los Focolares y el tema sobre elperfil mariano de la Iglesia y sobre la comu-nión de carismas hallan una buena acogi-da. Algunas experiencias dan concreción alos temas.

El celebrante principal de la santa Misaes el P. Tarcisius, acompañado por 15 con-celebrantes. En la homilía (el evangelio ha-blaba del trigo y de la cizaña), él no se de-tiene tanto en la parábola («dado que –dijo–Jesús mismo la ha comentado»), cuanto sobresu fuerte experiencia en contacto con la es-piritualidad de comunión de Chiara Lu-bich. Por ser el superior general de los Her-manos de San José Obrero, su testimoniotiene un peso y una incisividad especial.

Por la noche, todos se marchan conten-tos de haber vivido una jornada de comu-nión eclesial.

21-24 de julio: encuentro para religiososnuevos

El lunes por la mañana comenzamosuna escuela para religiosos nuevos. Sononce, de cinco congregaciones: Apóstolesde Jesús (Kenya), Evangelizadores de Jesús(Kenya), Misioneros di Yarumal (Colom-bia), Hermanos de San José Obrero (Ugan-da) y Siervos del Corazón Inmaculado de

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María (Tanzania). Todos, excepto dos, par-ticiparon en el open day. Se comienza con laintroducción de John que habla de la razónde nuestra presencia; después, la presenta-ción de los asistentes. La atención de todoses altísima y se entra enseguida en la histo-ria del Ideal de la unidad, descrita con vive-za por la responsable de la ciudadela Juana.Otros temas: la Palabra de Vida, la elecciónde Dios, Jesús crucificado y abandonado, lavia Mariae y el arte del amor evangélico.

Una noche vimos el video de ChiaraLuce: las secuencias dramáticas y conmove-doras en el rostro de los parientes y amigosde la beata y su voz misma tocan los corazo-nes. Una tarde, en la cocina, la focolarinaitaliana Giuseppina enseña a hacer la pizza.En otro momento, visitamos la escuela ma-terna, los talleres de carpintería y de manu-facturas (como guitarras, bicicletas debambú y objetos de arte). Los jóvenes Yaru-mal han traído dos ordenadores y Fredy in-forma de todos los acontecimientos de loscuatro días, con fotos de cada día. Tambiénel deporte está previsto en el programa. Estees el simpático escrito de uno de los religio-sos jóvenes proveniente de Costa de Marfil:«Dado que el deporte es muy importante en la es-piritualidad de los focolares, una tarde hemos ju-gado todos un partido de fútbol. Jugábamos Cos-ta de Marfil contra el resto del mundo. ¿Os podéisimaginar quién ganó? Naturalmente, Costa deMarfil por 2 a 1. Pero lo más importante no es elresultado final, sino la comunión y la alegría quehemos experimentado juntos. Ha sido un mo-mento de verdadera comunión, en el que la nacio-nalidad de cada uno desaparecía para dejar espa-cio a una sola nación y un solo pueblo: la nacio-nalidad de los hijos de Dios».

25 de julio: impresiones

Hoy todos regresan a sus comunidades enKenya, Tanzania y Uganda. Se ha encendi-do un fuego; falta alimentarlo. Nos despedi-

mos intercambiando las direcciones de e-mail y los números de teléfono. Los jóvenesdejan sus impresiones al final de la escuelita.

«Aquí he experimentado muchas cosas. Heconocido personas nuevas de muchos lugares di-ferentes. Aprecio el trabajo que el Focolar está ha-ciendo, uniendo gente de países diferentes»(Pacôme).

«Estoy muy contento. He sentido fuertementeque en vez de leer la Palabra de Dios, tengo queponerla por obra. Aprecio también el respeto porcada uno y especialmente por mí, a pesar de serel más joven» (Firmin).

«Antes de llegar aquí estaba preocupado por-que no sabía mucho del Focolar. Me ha impresio-nado lo que se ha dicho sobre Jesús abandonado.El modelo de María propuesto por Chiara parallegar a la santidad me ha impresionado real-mente. He descubierto que amar debería ser minuevo lema. También aprecio el modo en que he-mos vivido aquí como una auténtica familia.Gracias por esto» (Nicolás).

«Estoy lleno de alegría. Había rezado paraque este encuentro fuera un éxito. Deseo ardiente-mente ver un día el Movimiento de los Focolaresdifundido por toda África para tocar a todosnuestros jefes. Me ha impresionado mucho verque he podido vivir con todos vosotros en una ver-dadera vida de comunidad. He visto el amor.Gracias» (Eugene).

«Aquí he experimentado cosas especialescomo fregar platos, cocinar y hacer la limpieza.Estas cosas no las he hecho nunca en mi vida desacerdote porque era un formador más bien duro.Este encuentro me ha hecho rejuvenecer y creceren la fe. Vuelvo a casa muy feliz» (Moses).

«Cada día estoy descubriendo más el carismade la unidad. Aprecio lo que se dice de JesúsAbandonado. He decidido ver a Jesús en cadauno y tratar de amarlo. El vídeo sobre los últi-mos días de Chiara Luce me ha tocado y heaprendido que cuando amas y ayudas a los otros,Dios no te deja nunca solo» (Serge).

«Me siento enriquecido por los momentos quehe vivido aquí en la Mariápolis. Estoy seguro de

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que no vuelve a casa el mismo Fredy. Doy gra-cias a Dios porque ha sido Él quien me ha traídoaquí» (Fredy).

29 de julio: evaluación

La experiencia del focolar temporal con-cluye. Escuchando las impresiones de losreligiosos africanos jóvenes, podemos decirque ha sido una experiencia positiva. Perola experiencia también nos ha enriquecidoa nosotros tres. El contacto continuo y vitalcon los focolarinos y las focolarinas nos hahecho crecer en unidad de corazón y deespíritu. Frutos de esta unidad son la ar-

monía en nuestras relaciones, la paciencia yla confianza recíproca. Aunque tenemostemperamentos y caracteres diferentes, he-mos conseguido crear entre nosotros unahermosa unidad.

Sí; podemos decir retomando el título deeste resumen: igual que nuestros tres funda-dores son uno en el Cielo, también noso-tros, sus hijos, hemos sido uno, con Jesúsen medio de nosotros –y ellos con noso-tros– en la Mariápolis Piero. Así como elloshan vivido para difundir la vida del evange-lio, también nosotros hemos podido daruna pequeña aportación a una nueva evan-gelización en África.

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La comunión que los consagrados y consagradas están llamados a vivir va más alláde la familia religiosa o del propio Instituto. Abriéndose a la comunión con los otrosInstitutos y las otras formas de consagración, pueden dilatar la comunión, descubrirlas raíces comunes evangélicas y juntos acoger con mayor claridad la belleza de lapropia identidad en la variedad carismática, como sarmientos de la única vid. De-berían competir en la estima mutua (cf. Rm 12, 10) para alcanzar el carisma mejor, lacaridad (cf. 1Co 12, 31).

Se debe favorecer el encuentro y la solidaridad entre los Institutos de vida consa-grada, conscientes de que la comunión «está estrechamente unida a la capacidad dela comunidad cristiana para acoger todos los dones del Espíritu. La unidad de la Igle-sia no es uniformidad, sino integración orgánica de las legítimas diversidades. Es larealidad de muchos miembros unidos en un solo cuerpo, el único Cuerpo de Cristo(cf. 1Co 12.12)».

Puede ser el comienzo de una búsqueda solidaria de caminos comunes para el ser-vicio de la Iglesia. Factores externos como la obligación de adaptarse a las nuevas exi-gencias de los Estados, y causas internas de los Institutos, como la disminución de losmiembros, orientan ya a coordinar los esfuerzos en el campo de la formación, de lagestión de los bienes, de la educación, de la evangelización. También en tal situaciónpodemos acoger la invitación del Espíritu a una comunión siempre más intensa. Aesta labor se anima a las Conferencias de Superiores y Superioras Mayores y a lasConferencias de los Institutos seculares, a todos los niveles.

CIVCSVA, Instrucción Caminar desde Cristo n. 30.

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Los religiosos y el ecumenismo

Si prescindimos de los grandes teólogoscomo Congar y Tillard, resulta difícil ima-ginar el vivo desarrollo del movimientoecuménico y lo que ello aportó en la Iglesiacatólica. Sin la contribución de teólogoscomo Daniélou y de Lubac, también resul-ta difícil imaginar la renovación en la teo-logía haciendo posible un diálogo positivocon protestantes y ortodoxos. Nos estamosrefiriendo a religiosos, lo cual parece másparadógico, pero al frente de la reformacatólica, los protagonistas más vanguardis-tas fueron jesuitas y capuchinos.

Si del lado del ecumenismo teológicosobresalen sobre todo religiosos, sin em-bargo, del lado del ecumenismo espiritualdescuella un sacerdote diocesano francés:Paul Couturier. No se puede negar quetuvo entre los destinatarios de las ideas quepropugnaba especialmente a comunidadesreligiosas de diferente denominación cris-

tiana y que sus reclamos encontraron terre-no fértil en especial en el Monasterio tra-pense de Grottaferrata, en el corazón de labeata María Gabriela Sagheddu. TambiénEn la misma época quien también encarnóel ecumenismo espiritual fue san LeopoldoMandic.

En el ecumenismo teológico los religio-sos siempre han ofrecido una importanteaportación. Cierto que también hay sacer-dotes diocesanos y laicos que se mostrarony se muestran capaces de dar valiosas apor-taciones, aunque siguen siendo los religio-sos los que se distinguen en este frente, por-que en este campo no basta la profesionali-dad; de hecho el ecumenismo teológico re-quiere largo tiempo y profunda visión parapoder dar frutos genuinos.

El Directorio para el ecuménico, publi-cado por la Santa Sede en 1993, dedica losnúmeros 50-51 a los religiosos. Llama laatención el que se les pida no continuarofreciendo personal en el frente teológico,

NUEVOS HORIZONTES

Paolo Cocco, o.f.m.cap.

Religiosospor la unidad de los cristianos

Entre las iniciativas llevadas a cabo en el Año de la Vida Consagrada está la que implicaa quienes pertenecen a las distintas denominaciones cristianas, poniendo de relieve el fuertepotencial ecuménico presente en la vida consagrada.

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sino comprometerse en el frente espiritual.De hecho, es en este frente en el que cadareligioso puede y debe comprometersepersonalmente, desde el valor de su propiocarisma.

El movimiento ecuménico ha sido califi-cado oficialmente como obra del EspírituSanto a favor de la Iglesia, así como lo estodo carisma (Concilio Vaticano II, Decre-to Unitatis Redintegratio, 4; Constitucióndogmática Lumen Gentium, 44). Todo caris-ma es dado a la Iglesia para su propio bieny su vitalidad; en ella unidad y santidad soncualidades relacionadas. Las comunidadesreligiosas son tanto más representativas yvaliosas, cuanto más se contempla y se irra-dia la santidad de la Iglesia. Esto lleva tam-bién a tomar conciencia sobre la necesidad,expresada por el mismo Cristo, de que la re-lación entre todos sus discípulos se caracte-riza por el amor (Juan 13, 35) y a descubrir,resaltar y promover lo que ello significaaquí y ahora.

La vida consagrada en lasdiversas confesiones cristianas

Entre las diversas instancias presentadasa los religiosos en este sentido, la más sor-prendente es que se entablen relaciones conlos religiosos de las otras denominacionescristianas.

En la carta apostólica Orientale Lumen deJuan Pablo II, publicada en 1995, se en-cuentra muy bien expuesto lo que represen-ta el monaquismo para las tradiciones cris-tianas orientales (n. 9). Sin embargo, lo quees poco conocido es el florecer de los caris-mas de la vida consagrada en las tradicio-nes cristianas occidentales distintas a lanuestra. De hecho, donde se implantó laReforma protestante la vida religiosa pa-recía haber desaparecido.

En las Iglesias luteranas y reformadas, lavida religiosa ha floreció con la formación

de comunidades de diaconisas y diáconosen la mitad del siglo XIX; otras comunida-des religiosas nacieron después de la segun-da guerra mundial. Sólo en 2007, la Iglesiaevangélica en Alemania ha manifestadouna aprobación oficial totalmente positivade tales comunidades, publicando al res-pecto un amplio documento. Comunidadesreligiosas protestantes existen también enlos países nórdicos de Europa y en los Esta-dos Unidos de América, en Suiza, en Fran-cia y en Camerún.

En las Iglesias episcopalianas –las queconstituyen la Comunión anglicana– lavida religiosa refloreció gracias a los avan-ces producidos por el Movimiento de Ox-ford a partir de 1840: hoy son alrededor de2.000 religiosos, muchos de los cuales si-guen el carisma de Benito de Nursia y deFrancisco de Asís. A éstos hay que añadirunos 3.000 miembros de la Tercera Ordende la Sociedad de San Francisco. Se handesarrollado también otros carismas parti-cipados por unas 3.000 personas entreconsagradas de vida común y personas ca-sadas.

Entre los nuevos carismas sobresale el dela Hermandad de la Melanesia, fundada en1925 por un nativo de las islas Salomón, enOceanía, y dedicada a la evangelización delos pueblos que todavía no habían recibidoel anuncio del evangelio. Se extendió enotros países vecinos, incluso después de queel fundador dejara la fraternidad. En abrilde 2003, siete de sus miembros fueron ase-sinados durante la guerra civil que explo-sionó en aquellas islas. Su sacrificio cruen-

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Todo carisma es dado a la Iglesiapara su propio bien y su vitalidad;en ella unidad y santidad son cuali-dades relacionadas.

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to hizo que volviera la paz después de añosde luchas fratricidas.

Los institutos religiosos recibieron unaprimera aprobación oficial de la Conferen-cia de obispos anglicanos en 1897. En Esta-dos Unidos se estableció una reglamenta-ción canónica en 1913. En 1930 los obisposanglicanos de todo el mundo, reunidos enla asamblea ordinaria en Lambeth, afronta-ron positivamente el tema y acordaron lacreación de un Consejo consultivo que fun-ciona desde 1935.

Este amplio y abigarrado florecimientoda fe de que los carismas de la vida religio-sa pertenecen a la Iglesia de Cristo y quetambién deben reconocerse presentes másallá de los límites canónicos determinadospor la comunión con el obispo de Roma (cf.Concilio Vaticano II, Constitución dogmá-tica Lumen gentium, 8).

Los franciscanos de la Expiación

Entre los carismas de vida consagrada,con una fuerte tendencia ecuménica, seencuentra el de las hermanas y los frailesfranciscanos de la Expiación. Lewis T.Wattson (1863-1940), cuando se prepara-ba para llegar a ser pastor de la Iglesiaepiscopaliana en los Estados Unidos, sin-tió la necesidad de que surgiera en ella unacomunidad de predicadores. En los mo-mentos más decisivos de su vida abrió yleyó la Biblia, como había hecho en sutiempo Francisco de Asís. Descubrió quesus aspiraciones también se daban en elcorazón de Lurana White (1870-1935),que también pertenecía a la Iglesia episco-paliana. Ambos sellaron esta profunda afi-nidad espiritual intercambiándose, el 7 deoctubre de 1898, dos crucifijos que Luranahabía llevado desde Asís. Lewis madurósu vocación a la vida religiosa en la Ordenepiscopaliana de la Santa Cruz, mientrasque Lurana realizó su formación en dos

institutos episcopalianos: las Hermanasdel Niño Jesús y las de Betania. Luranafundó la casa madre de la sociedad de laExpiación el 15 de diciembre de 1898. El27 de julio de 1900 Lewis se consagró aDios como religioso franciscano tomandoel nombre de Paul James, Lurana tambiénlo hizo en octubre siguiente. Con el tiem-po ambos fueron madurando gradualmen-te el acercamiento a la Iglesia de Roma,clarificando qué es lo que representa exac-tamente el ministerio de su obispo respec-to a toda la cristiandad; el 30 de octubre de1909 ambos fundadores y el mismo insti-tuto entraron a formar parte de la IglesiaCatólica. En el instituto, junto con unafuerte y decidida vocación ecuménica (fueel padre Paul el que inició la semana deoración por la unidad, relanzada despuéspor Couturier) pronto maduró la devocióna María, el servicio a los pobres y el apoyoa las actividades misioneras.

Comunión sí, no identificación

Las otras comunidades religiosas pro-testantes y anglicanas también han idomadurando con el tiempo la decisión deentrar en la plena comunión con el obispode Roma y, por consiguiente, a formar par-te de la Iglesia católica. La invitación quese hace en el Directorio a establecer y cul-tivar relaciones con los religiosos de otrasdenominaciones cristianas de ningúnmodo puede entenderse en perspectivaunionista como tampoco en espíritu deproselitismo. Cada carisma es don de Diosen beneficio tanto de la persona que sesiente llamada y de la comunidad que loencarna, como de la más amplia comuni-dad cristiana en la que florece una deter-minada comunidad religiosa. El carismaes dado para el bien de la Iglesia y para elcumplimiento del reino de Dios. Medianteun dado carisma un cristiano no persigue

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simplemente su perfección, ni simplemen-te está al servicio de un superior concretoo de una determinada comunidad, sinoque por encima de todo está al servicio delreino de Dios. Profundizando juntos enesta llamada, religiosos de diversa deno-minación cristiana podrán poner en evi-dencia de modo adecuado el verdaderosignificado y los auténticos valores que ca-racterizan no sólo a la comunidad propia,sino también a su denominación cristiana.Ellos podrán contribuir para que los as-pectos, básicamente mundanos, que hanllevado a la desconfianza, al distancia-miento y a la confrontación entre gruposcristianos sean superados y no sean moti-vo de división, de falta de comunión y deamor.

La más célebre de las recientes comuni-dades religiosas dedicadas al ecumenismoes la fundada por el pastor reformado fr.Roger Schutz en Taizé, al norte de Lyon, enFrancia, a finales de la segunda guerramundial. Desempeña un papel decisivo enla promoción del espíritu ecuménico entrela gente, especialmente entre los jóvenes.En Italia la comunidad de Bose, y, en Ale-mania, por la misma época nació la comu-nidad ecuménica de los Hermanos de Jesús(Jesus Bruderschaft), formada por religiosos,religiosas y también abierta a las personascasadas. La sede de esta comunidad se en-cuentra en Gnadenthal, entre Frankfurt yLimburgo.

Iniciativa autorizada concreta

La comunión entre religiosos católicos,ortodoxos y protestantes, auspiciada en elDirectorio, ha recibido como nunca el apo-yo autorizado y explícito del papa Francis-co. En su carta, publicada en la víspera delAño de la Vida Consagrada, quiso dirigirsetambién a los religiosos de las otras deno-minaciones cristianas.

Para promover esta comunión, en la se-mana de oración por la unidad de los cris-tianos, se celebró en el Instituto Agustinia-num de Roma, un encuentro ecuménicopara las personas consagradas, promovidopor la Congregación vaticana para la vidaconsagrada. El primer día se presentaronlos aspectos de la vida consagrada carac-terísticos de la tradición católica, el segun-do día los que caracterizan la ortodoxa, y eltercer día los de la tradición anglicana yprotestante.

Sábado, 24 de enero, los participantesdel encuentro fueron recibidos por elpapa. Dirigiéndoles la palabra, el papaFrancisco reafirmó cómo el ecumenismoespiritual representa el alma del movi-miento ecuménico. Destacó cuatro diná-micas suscitadas por el Espíritu Santo, lascuales se reflejan profundamente en lavida de quienes se han consagrado a Diosen una forma de vida comunitaria: unidaden la diversidad, dirigida al amor, al servi-cio y a la acogida recíproca; la conversióndel corazón y el perdón mutuo; la unidadcomo gracia pedida a Dios Padre en laoración; la gracia divina del bautismocomo llamada a la santidad. El Papa agra-deció a los consagrados de las diferentesdenominaciones el testimonio que dan delevangelio y el servicio que prestan a lacausa de la unidad, y pidió a todos que re-zaran por él.

Esta iniciativa concreta y autorizada esun ejemplo y un estímulo para el amor recí-proco entre todos los seguidores de Cristo.

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La comunión entre religiososcatólicos, ortodoxos y protestantes,auspiciada en el Directorio, ha reci-bido como nunca el apoyo autoriza-do y explícito del papa Francisco.

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«El culto que se da a la Eucaristía fuera de la Misa es de un valor ines-

timable en la vida de la Iglesia. Dicho culto está estrechamente unido a la cele-

bración del Sacrificio eucarístico. La presencia de Cristo bajo las sagradas es-

pecies que se conservan después de la Misa –presencia que dura mientras sub-

sistan las especies del pan y del vino–, deriva de la celebración del Sacrificio y

tiende a la comunión sacramental y espiritual. Corresponde a los Pastores ani-

mar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la

exposición del Santísimo Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las

especies eucarísticas.

Es hermoso estar con Él y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predi-

lecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha

de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el “arte de la oración”, ¿cómo

no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiri-

tual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el

Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas,

he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!

Numerosos Santos nos han dado ejemplo de esta práctica, alabada y reco-

mendada repetidamente por el Magisterio. De manera particular se distinguió

por ella San Alfonso María de Ligorio, que escribió: “Entre todas las devocio-

nes, ésta de adorar a Jesús sacramentado es la primera, después de los sacra-

mentos, la más apreciada por Dios y la más útil para nosotros”. La Eucaristía

es un tesoro inestimable; no sólo su celebración, sino también estar ante ella fue-

ra de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia.

Una comunidad cristiana que quiera ser más capaz de contemplar el rostro de

Cristo, […] ha de desarrollar también este aspecto del culto eucarístico, en el

que se prolongan y multiplican los frutos de la comunión del cuerpo y sangre del

Señor».

San Juan Pablo II, Ecclesia de Eucharistia, n. 25

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