Travesía por Franco Álvarez

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por Franco Álvarez Travesía tu viaje comienza

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Libro de Franco Álvarez, estudiante del colegio Unión Nacional Árabe, Peñalolén, quien el año 2014 vivió el Programa Travesía experiencia educativa que inspiró este libro.

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por Franco Álvarez

Travesíatu viaje comienza

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Esta es la primera parte

de mi promesa para Macarena y Eduardo,

pronto vendrá más para sorprender.

El Autor

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TRAVESÍA

Querido lector, antes de comenzar a leer esta

aventura, responde esta pequeña encuesta:

1. ¿Has acampado alguna vez?– SÍ

– NO

2. ¿Te gustó esa experiencia?– SÍ

– NO

– UN POCO

3. ¿Si pudieras vivir la experiencia que estoy a punto de contarte, lo harías?– SÍ

– NO

– QUIZÁS

Después de haber respondido lo anterior, te

doy la bienvenida a este libro lleno de belleza,

aventura, compañerismo, cariño, emoción y,

lo más importante, diversión.

Sin más que decir…

COMENCEMOS…

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MARTES 18 de noviembre de 2014

Hoy es un día especial, no es cualquier martes: es

uno en que siento que disfrutaré con mi familia de

una manera diferente, pues mañana me embarco a

una aventura y no veré a mis hermanos por un buen rato. Esto

pensaba en el colegio, que se llama Unión Nacional Árabe, UNA,

en Peñalolén, cuando, a las cuatro de la tarde, mi tía Eli (que

ayudaba en nuestra casa) nos fue a recoger a mí y a mis herma-

nos, Jonathan y Fernando. Al llegar a mi pieza, desarmé la mo-

chila para preparar mi maleta. Estaba tan ansioso que no esperé.

Luego me puse a jugar con mis hermanos.

Cerca de las seis y media llegaron mis papás y me dijeron

que llevaba equipaje de más y me abrazaron más de diez veces

por los nervios.

Las ocho, hora de descansar, pues partía a mi primer campa-

mento, y, después de una conversación motivacional, me fui a

dormir. La verdad es que era un cuarto para las doce de la noche

y aún estaba despierto, pero al final el cansancio me venció.

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MIERCOLES 19 de noviembre de 2014

Hoy desperté a las seis de la mañana (habitualmente lo hago

una hora después), pero me quedé en la cama hasta que dieran

las siete para levantarme, prepararme para mi Travesía y despe-

dirme de todos.

A las siete y cincuenta minutos me fui. Cuando llegamos al

colegio, abracé a mi tía Eli y a mis hermanos, y me reuní con mis

dos mejores amigos, el Benjamín y el David, que estaban en la

puerta, con sus maletas. También estaba mi profesor jefe, Juan.

Diez minutos antes de irnos nos hicieron una encuesta para

saber cómo éramos en el día a día. Después, a las nueve de la

mañana, nos subimos al bus para dirigirnos al Parque Educativo

Likandes. Nos demoramos casi una hora y media en llegar al ca-

mino a Lagunillas, pero a mí se me hizo muy corto, pues con el

Benjamín íbamos cantando canciones chilenas de Eduardo Gatti,

Los Cuatro Cuartos y Gervasio.

Diez minutos después de haber llegado a este camino, el curso

Séptimo A se subió también a nuestro bus, pero en el kilómetro 1

(el Parque queda en el km 4 del camino a Lagunillas) tuvimos que

bajarnos porque un camión estaba con un desperfecto y la ruta es

muy estrecha.

Después de dos minutos llegó otro bus y embarcó a nuestro

colegio; a bordo, el profesor Juan decía en broma:

—¡Destino Algarrobo, El Quisco, Bahía Azul, San Antonio!

A los tres minutos llegamos a un camino de tierra para entrar

al Parque. No tardamos mucho.

Al bajar del bus, nos enviaron a una mesa de registro que a su

lado derecho tenía un letrero que decía: BIENVENIDOS VIAJEROS

Una rosa de los vientos estaba dibujada en medio.

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Dejamos nuestras cosas, nos cambiamos de ropa y salimos a

conocer una pequeña parte del Parque, y nos llamó la atención

un DRON que grababa el campamento desde arriba.

A los 15 minutos, el director del Parque dijo:

—Todos los muchachos y muchachas, dirigirse a la carpa

central, Ruca Pillú, para el discurso de iniciación.

Nosotros nos dirigimos hacia allá, nos senta-

mos y a los dos minutos nos hicieron elegir un lof

(comunidad en mapudungun). El David se fue a otro

lof, mientras que el Benjamín y yo nos unimos al lof llamado

Pitío cuyos integrantes eran: Javier Penadillo, Benjamín Ortega

(mi amigo), Dylan Mardones, Benedicto Durán, Franco Álvarez

(el autor), Nicolás Lobos y Jordan Guerrero.

En la mesa nos preguntaros nuestro nombre, nuestro curso

y nuestro colegio, después nos entregaron una mochila con un

gorro, una colación y una botella.

Después de retirar las cosas en la mesa de registro, nos pu-

sieron protector solar en la cara, manos y brazos. Seguimos el

camino y una monitora nos dijo:

—Chiquillos, el curso Séptimo B se distribuirá en tres carpas con

ocho personas cada una. ¿Se entendió?

Con el Benjamín y el David nos instalamos en la tercera carpa.

Bueno, nos debíamos poner en una que quedara cerca de todo

para en caso de emergencia no chocar con nada, porque yo tengo

un problema visual llamado nistagmus, que me imposibilita la

visión en la noche.

Benjamín recibe su mochila, David y yo

estamos atrás.

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edad, con barba, pelo largo, de casi

un 1,65 metros de altura, que era

muy simpático. Al vernos dijo:

—¿Pitío? Tomen los tambores

y síganme.

Lo seguimos y llegamos a un

lugar que parecía estar en medio

de una hermosa selva donde toca-

ban instrumentos siete indios de

una tribu solitaria pero aventure-

ra. Nos dijo su nombre y nos empezó a enseñar: primero nos dejó

que tocáramos como quisiéramos y después nos mostró cómo era

dirigir un grupo musical. Posteriormente nos indicó qué ritmo

tocaría cada uno; a mí me tocó el:

TRAC TRACA TRAC TRACA TRAC

BUMBUM BUMBUM…

¡Después de cinco minutos logramos hacer el ritmo! Termi-

nado el taller, nos entregó la bitácora, un lápiz y la chapita que

decía Pitío. Por último, nos llevamos las cosas y nos dirigimos al

comedor (mi hora favorita, jajajajaja).

Omar

Luego nos dieron la bienvenida y nos dieron las diez reglas de

Likandes, que son:

1. Transita sólo por los senderos demarcados.

2. Recicla tus desechos en los contenedores designados.

3. Disfruta de la naturaleza sin destruirla.

4. No realices fogatas.

5. Deja el lugar mejor que como lo encontraste.

6. Cumple con los horarios establecidos.

7. Cuida tus pertenencias y las de los demás.

8. No puedes fumar ni beber alcohol en el campamento.

9. Resuelve pacíficamente tus conflictos o pide ayuda.

10. Duerme a la hora y en el lugar indicado.

Posteriormente, nos dijeron a qué taller iría cada lof y a no-

sotros nos tocó “Bao y el Mundo del Ritmo”.

A los diez minutos nos dijeron:

—Pitío, pueden ir a su taller.

Reconozco que después de las instrucciones estaba muy

emocionado.

Caminamos un poco y llegamos a lo que parecía ser una casa

muy acogedora. Salió de ahí un hombre de unos 20 años de

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Después se levantó de la mesa y llegó José Luis, quien tam-

bién nos acompañó un rato.

De repente, Omar comenzó a decir lo siguiente por altavoz:

—Queridos viajeros, demos un fuerte aplauso a la gente de la

cocina por este rico almuerzo.

Les mostraremos a continuación el video de algunos de nues-

tros talleres para que tengan una noción de cada uno de ellos.

Que disfruten su almuerzo.

El video duró unos diez minutos, posteriormente me fui a

lavar los dientes y a reposar un poco. Después llamé por celular a

mi mamá para decirle que estaba bien, que había llegado bien y

que ya había almorzado.

Al rato comenzaron a llamar a los alumnos para una reunión

en la Ruca Pillú.

En esta reunión decidimos quién llevaría el medallón de los Pi-

tíos y cuáles serían los otros dos talleres que visitaríamos. Nos tocó:

- Gepe y Liber y el Mundo de los Artefactos.

- Api y el Mundo de la Colmena.

En la puerta del comedor estaba Omar, un monitor, quien

nos dijo:

—Pitío, el comedor tiene tres filas: carnívoro, omnívoro y

vegetariano. ¡Que disfruten el almuerzo!

Elizabeth nos dijo:

—Pitío, formarse en fila carnívoro, excepto los vegetarianos.

Después de esperar unos cinco minutos, nos tocó servirnos el

almuerzo: pollo asado con arroz, helado de postre y una de-

liciosa ensalada de lechuga, cebolla y tomate. ¡Qué rico!

Si visitas el campamento ya tendrás una noción de

cómo se come allí.

Omar se sentó un momento con nosotros, y, entre

la conversación, le dije.

—Omar, es de mala educación sentarse a la mesa con

sombrero.

Él respondió riendo:

—Jajajaja, okey me lo quitaré pero tú sácate el jóckey pues

también es un sombrero, jajajajajajajajaja.

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Esto lo resumiré porque es uno de los talleres

que, si vas a Likandes, es mejor que lo vivas sin

saber qué es. Lo que sí te contaré es que tuvimos la

oportunidad de poder ver a la abeja reina. Estaba marcada

con un punto verde, pues era el color de la reina para ese año.

Después volvimos en furgón a la zona central, donde nos

dijeron que quedábamos en libre albedrío y podíamos descansar

una hora y media hasta la cena del campamento.

Yo me junté con David y Benjamín para ir a dar una vuelta

por el lugar y buscar conejos.

Después fuimos al “comelof” para apartar lugar en las filas,

pero cuando llegamos nos dijeron que debíamos ir a recoger

nuestros sacos de dormir, colchonetas y mantas de polar.

Los fuimos a dejar a la carpa para correr al comelof, ya que

se dio la hora de cenar. Corrimos en vano pues igual nos encon-

tramos con las filas, pero de todas formas estuvo deliciosa: había

hamburguesa con todo lo que le quisieras poner.

Después de comer se dio el agradecimiento a la gente de la

cocina y se nos dejó libres.

A la derecha, el guardián del Mundo de la Colmena, Seba Lavín.

Terminada la reunión, nos

pusimos bloqueador solar y

partimos hacia el Mundo de

los Artefactos. Llegamos a un

lugar cerca del río y el taller

parecía ser de un artesano de

86 años de edad. Dentro de él

estaban Gepe y Liber quienes

nos recibieron con un cálido

saludo, nos dijeron qué debíamos hacer y nos propusieron dos

actividades: construir un laberinto de madera y un juego de

mini-fútbol.

Nos costó mucho armar el laberinto, pues no podíamos fijar

sus paredes porque no habíamos captado que debíamos levan-

tarlo para poner las tuercas de la parte de abajo. Al darnos cuen-

ta de esto, Benjamín y Jordan se metieron debajo del madero y

aseguraron las tuercas, mientras el resto ponía los tornillos de la

parte de arriba. Tras nuestro esfuerzo, lo terminamos más rápido

de lo esperado.

Luego nos hicieron probarlo, y ¡sí funcionó! Lo había-

mos hecho bien; luego nos tocó verificar el artefacto del

otro grupo, el mini-fútbol, y a ellos también les quedó

muy bien. Tras terminar todo, nos dejaron hacer nuestro

propio llavero de madera.

Después salimos de esta casa de herrero y nos fuimos

a una especie de apiario, en un furgón, donde Api nos dijo qué

debíamos y no debíamos hacer allí.

Al llegar bajamos por una pequeña quebrada para ir a un

claro donde nos entregaron un traje de apicultor (nunca había

visto en persona esos trajes, sólo los conocía en la tele). Tras

colocárnoslos, el apicultor nos explicó cómo era el mundo de las

abejas y nos explicó lo que estábamos a punto de ver.

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permitir, pues todo esto está hecho para ustedes y no queremos

que vengan alumnos que lo destruyan, ya que dejan a los próxi-

mos visitantes sin poder disfrutar. Si no les interesa, respeten a

sus compañeros, a quienes sí les importa.

Después de esta advertencia se nos dijo que iríamos a un

juego llamado Luces y Sombras.

Llegó Elizabeth con un farol, junto a Rayen (después será

mencionada con más detalle), y nos llevaron a un sitio donde

nos sentamos y nos dieron las instrucciones de este juego.

Estas son:

—Cada integrante del lof tiene que tomar una tarjeta que

represente una cualidad positiva del compañero elegido. Éste

debe leerlas todas y decir cuál es la que más lo identifica. Al otro

día haríamos lo mismo, pero con las características negativas.

A todos nos tocó un turno y todos dijimos una cosa buena

de cada uno.

Luego Elizabeth dijo:

—Muy bien, Pitíos, vengan.

De un segundo a otro se apagaron

las luces, pues nos vendaron los ojos.

Nos hicieron caminar del hombro del

compañero; en mi opinión era muy di-

fícil pues no podías ver nada.

En un momento se nos dijo:

—Deténganse aquí.

Nos detuvimos y nos debimos

tomar de la mano del compañero y

mantener la calma, cosa que no es

difícil pues estabas con tus amigos,

pero las bromas que se hacían empe-

zaron a tensar el ambiente ya carga-

do de suspenso y música que asusta Omar y Marco

David y yo salimos del comelof para ir a nuestra carpa, pero

a medio camino se nos acercó un hombre de 1,68 de alto, que

portaba lentes de sol, de unos 24 años de edad y además muy

simpático, quien preguntó:

—¿Quién de ustedes es Franco Álvarez?

A lo que yo respondí:

—Soy yo.

Él, con voz seria, me dijo:

—Queremos entrevistarte por tu libro, ya que se ven pocos

casos como el tuyo.

Yo, sorprendido le contesté:

—Okey, estoy de acuerdo.

Luego de un rato de conversar de qué se trataba el libro,

pactamos la hora de la entrevista (en ese momento ya era de no-

che) y luego sonó el aviso de que debíamos dirigirnos a la carpa

central para algo diferente.

Este es el discurso textual de lo que se nos dijo:

—Estimados estudiantes, un grupo de ustedes está haciendo

destrozos en las carpas, ensucia el comelof, etc. Eso no se les va a

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Benedicto, Enzo, Benjamín y yo.

a cualquiera. Yo estaba en medio de la Gabriela y el Dylan, y

no recuerdo qué pasó en ese momento, pero sé que di un salto

hacia atrás, asustado. Una voz calmada, profunda y muy dulce

me decía:

—¿Estás bien? Trata de calmarte.

Me acarició la cabeza un par de veces hasta que me tranquilicé.

Después de eso, sentí unas manos en la nuca, alguien me

quitó la venda de los ojos y pude ver, entre tenues luces, en

medio de la noche, antorchas con fuego y una mujer que hacía

acrobacias con ellas. Fue un espectáculo muy hermoso.

Terminado este show se nos llevó hacia la escalera del come-

lof, donde Omar dio un pequeño discurso. Posteriormente contó

el cuento chileno “El Hua-Han herido por la envidia’’, una histo-

ria escrita por Manuel Gallegos, que yo le conté a Omar hace un

año de lo relatado aquí.

Luego se nos envió a dormir a las carpas.

Sin mentirte, querido lector, no nos dormimos al instante,

pues gritábamos, hablábamos y escuchábamos música. Entre lo-

cura y locura, entraron compañeros del otro lado de la carpa a

golpearnos, por una broma que no les cayó muy bien, pero no

alcanzó a ser una pelea, sino un juego más.

Después de casi cuarenta regaños de los vigilantes, sonó una

bachata de Romeo Santos. En pocos minutos la carpa presentó un

silencio profundo y al final todos nos quedamos dormidos.

Aquí termina el primer día.

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JUEVES 20 de noviembre de 2014

Son casi las tres de la mañana y lo pri-

mero que oigo es la voz de David que me

dice que me salga de encima suyo, pues

estaba durmiendo y no me di cuenta de

que estaba invadiendo su espacio.

Al rato se escucharon pasos que en

un principio se pensó que eran de los

vigilantes, pero resulto ser Jordan que

venía de la carpa de otros compañe-

ros, tiritando, cansado y sin poder

dormir. Le hicimos un lugar para que

se pudiera acostar.

Nos preocupamos un poco, pues parecía que intentó venir a

nuestra carpa más de una vez con fallidos resultados, pero esto

es lo que pasó, según Jordan: “Me fui a la otra carpa a jugar, y

no podía volver, por suerte finalmente lo logré”.

Después de eso el Benjamín lo tapó con su saco para que

pudiera dormir bien el resto de la noche. Sin embargo, el ladrido

de un perro nos tuvo despiertos por un buen rato.

Finalmente el sueño hizo lo suyo y pudimos pasar buena noche.

Llegó el día. Siendo las seis de la mañana empezamos a des-

pertar y a abrigarnos, pues en este sector de la cordillera hace

frío a estas horas. Procedí a lavarme y peinarme.

Fui a la entrada del comelof donde miraba un juego que

José Luis les enseñaba a los que quisieran participar. Divisé al

profesor Juan, fui a saludarlo y a conversar con él; parecía en-

tretenerse en este campamento.

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Un viejo dicho dice que el colegio es la

segunda casa del alumno, pues allí tenemos

costumbres distintas al mundo exterior. Tene-

mos leyes, tradiciones y travesuras clandestinas

que son difíciles de entender para alguien que

no está en el colegio o para el que ya no forma parte de él

(palabras del autor).

Volviendo al tema, llego Benjamín a acompañarme, ya que

yo necesitaba de su ayuda para desplazarme por ciertos lugares

y decidimos ir a los Desafíos.

Después en la carpa central se dieron las dos opciones:

- Trekking al río.

- Desafíos de compañerismo.

Yo, como ya conté, elegí Desafíos, y fue la experiencia con

más adrenalina que he vivido en mis catorce años de vida.

Empezamos a caminar por un sendero rocoso y de tierra, don-

de se podía apreciar la belleza del Parque, con sus arboledas,

montañas, etc.

Mi crema

Dieron las ocho de la mañana y es hora del desayuno: cereal

con yogurt, con agregado de granola y fruta, entre otras cosas.

Para tomar, había jugo, leche y agua mineral.

Yo comí de todo un poco, pues quería salir a dar una vuelta

por el Parque. Me cambié de ropa y asistí al discurso de buenos

días en la carpa central.

Después del discurso nos destinaron a seguir con el juego de

Luces y Sombras, con Rayen.

Esta es una parte que no nos agradó mucho a varios, pues

era el momento en que había que decir las cosas malas que tenía

cada uno. A mí me tocó una lluvia de críticas negativas que me

ayudó bastante para más adelante.

Después de terminar el juego, nos enviaron a los talleres:

- Rayen y el Mundo de la Alquimia.

- Eco y el Mundo de los Tesoros Naturales (que actualmente

se llama Mundo de los Biosistemas).

Rayen es una terapeuta de flores naturales, sabe de la rea-

lidad que el ser humano común no puede entender. Ella nos en-

señó a hacer cremas y nos conectó con nuestro yo interno. Este

taller nos dejó una huella permanente. Todavía conservo la crema

que hice con Rayen. De recuerdo, les muestro su foto.

El segundo taller no nos gustó mucho pero puede que a ti sí,

si te gusta la naturaleza.

Luego fuimos corriendo al comelof para almorzar arroz con

carne asada. ¡Qué cosa más rica! Ese día, como siempre, compar-

tí con los monitores, para conocernos mejor.

Al salir, después de tres platos de comida, me puse a observar

el paisaje y a David, que buscaba conejos. Paseando por el Parque

encontraba gente de distintas comunas disfrutando de esta expe-

riencia que, en lo personal, te hace apreciar a tu familia y su com-

pañía, pues te sientes solo y sin alguien con quien jugar. Pero esto

es por dos segundos, pues tus compañeros pasan a ser tu familia.

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Daniel nos dio las instrucciones y nos hizo tomarnos del hom-

bro del otro.

Para qué escribir lo que viene, si te lo puedo mostrar en fotos:

¡Fue increíble! Fui capaz de superar este Desafío y cruzar por

este puente. Pero lo logré gracias al valor y a mi amigo que estu-

vo allí para consolarme cuando tuve miedo.

Después de bajar de ahí, jamás nos vimos igual.

Luego de que todos cruzáramos el puente, nos fuimos a

otro Desafío. No me acuerdo cómo se llamaba pero fue muy

entretenido, pues teníamos que trepar por un muro de made-

ra sólo sujetándonos de dos cuerdas azules, impulsados por

nuestros compañeros.

Créeme que estas cosas sacan lo mejor de uno y lo mejor del

compañerismo.

Benjamín y yo con el guardián de la experiencia Desafíos, Daniel.

Esto es sin fotoshop, es real, éste es el Parque Educativo

Likandes en todo su esplendor.

Al fin empezamos a subir hasta una estructura llamada Puen-

te Birmano, el cual se podía cruzar de a una persona, en un

trazado individual, o de a dos, en un trazado en parejas.

Como se aprecia en la fotografía de la portada, que también

se reproduce en la página 23, llegué hasta allí con Benjamín,

Enzo y Benedicto. Al otro extremo del puente estaban Melanie

Fuenzalida, Eloísa Moraga y Fabiola Avilés.

Primero cruzaron por el trazado individual Gabriela y Eloísa,

luego por el lado opuesto, Melanie y Fabiola.

Después de las chiquillas decidimos con el Benja que cruzaría-

mos por el trazado en pareja.

En la imagen aparezco con gran nervio, no sabía qué cosa

podía pasar. ¿Y si me caía? ¿Y si el arnés se cortaba? No estaba

seguro de poder hacerlo.

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Nosotros salimos casi de los últimos, y en el camino encontra-

mos una araña pollito que estaba comiendo alguna cosa. Final-

mente llegamos a unas estructuras para caminar sobre el fuego.

También de los últimos, nos subieron a la estructura tres. Sentí

un miedo que por poco me paraliza y no me deja avanzar; sin

embargo, logré caminar por el madero hasta cruzar por encima de

unas llamas que te hacían sentir el calor dentro de tu ser. Llegué

al otro lado y sólo quería bajar de allí, pero tenía que retornar al

lugar donde había empezado.

¡Pude bajar sano y salvo! Los que me entrevistaron me aplau-

dían con alegría, y el profesor Juan se me acercó y me abrazó

muy cariñosamente.

Yo de espaldas, atrás con mis amigos.

Mi experiencia fue muy difícil y, sin mentirte, quedé col-

gado del arnés, pero pude retornar a las cuerdas azules y

logré subir.

Luego de estos Desafíos nos invitaron al río a refrescarnos. Yo

no fui inmediatamente, pues esperé al David para que me acom-

pañara, ya que me cuesta solo. Nos demoramos pero llegamos,

yo me metí sin polera junto con mi amigo y nos tomaron una

foto. Aclaro que en ese momento estábamos con problemas de

convivencia pero el campamento nos unió.

Luego me fotografiaron a mí solo, de espaldas. El agua es-

taba helada y me tuve que tomar un paracetamol. Después nos

sacaron del río y nos hicieron volver al Parque para ducharnos y

descansar un poco.

Más tarde me llevaron a la entrevista y me sirvieron café

con galletas. Si no me crees, pues mira la foto que puse en la

página subsiguiente.

¿VEZ QUE NO ERA MENTIRA?

Esta entrevista trató más que

nada de mi libro y de lo que me gustó

del campamento.

No pondré todo lo que dije, por

supuesto, pero mi última frase fue:

“Como Omar dice: ‘Travesía, tu via-

je comienza’’’.

Después de salir de ahí fuimos

a cenar un rico tomaticán con atún

y mayonesa. Cuando llegó la oscu-

ridad, con Benjamín nos pusimos

a cantar, hasta que nos empe-

zaron a sacar del comelof y nos

llevaron a un trekking nocturno

sobre el fuego.

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VIERNES 21 de noviembre de 2014

Eran casi las cinco de la mañana y José Luis entró en la carpa

diciendo:

—Chicos: censo. ¿Cuántos duermen en esta carpa?

Yo, entre Tongoy y los Vilos, muerto de frío, respondí:

—Duermen ocho, tío.

Con esas mismas palabras.

A las seis de la mañana desperté y arreglé mis cosas para el

viaje de retorno. Salí a tomar aire y a lavarme.

Cuando volví, Dylan ya había abierto los ojos, pero nos que-

damos dormidos de nuevo.

En el campamento se define el entorno según el avance de las

horas. Si quieres ver esto despierta temprano, pues la mayoría se

pierde esta belleza del paisaje por dormir otro rato.

Despertamos definitivamente a las siete de la mañana y fui-

mos a devolver las cosas que usamos para dormir. Después disfru-

tamos del último desayuno del campamento.

Luego conversé con Gepe un buen rato; cuando me iba, él me

besó la mano, y agradeció haberme conocido.

Después del discurso de actividades nos hicieron escribir en

los libros de los lof.

(Si vas al campamento y te toca ser Pitío, busca mi nota de

agradecimiento).

Luego nos juntamos con el curso y hablamos de cómo lo ha-

bíamos pasado.

Con María José bajamos al río y nos tomamos una foto, tam-

bién con el David. Y en otra aparezco solo. ¡Estas fotos son como

un tesoro para mí!

Luego nos regalaron un collar con una rosa de los vientos

tallada, el que aún conservo de recuerdo, al igual que todos los

otros objetos que nos obsequiaron.

Empezamos nuestro regreso al campamento y llegamos a un

fogón a quemar malvaviscos. En esta oportunidad yo les conté

“Tamaru, el duendecillo’’, un cuento del norte de Chile.

Estuvimos hasta casi las tres de la mañana cantando y

bailando.

Finalmente llegó la hora del sueño y nos quedamos dormidos

de inmediato. No hubo escándalo, ni música, ni un solo grito,

solamente silencio.

Y esta es la última noche del campamento.

Edu, Calvin, Macarena y yo durante la entrevista.

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Posteriormente, fuimos a buscar las cosas y a subirnos al bus

de retorno. Recorrimos el mismo camino que hicimos de ida, y

nos traspasaron a un bus más grande. Yo me dormí. El cansancio

se adueña de tu ser el último día…

Llegamos al colegio y el profesor Juan dijo con voz casi

alegre:

—Bienvenidos a la realidad.

Mi tía Eli estaba allí y me recibió muy contenta. Al llegar a mi

casa me bañé y dormí.

Y bien, ésta es la historia del campamento de Caserta, espero

que te haya gustado.

Franco Álvarez su escribano.

Hasta luego.

Adiós.

¿Qué pasó con los personajes?

—David Bravo siguió en el colegio hasta fin de año.

—Benjamín Ortega siguió en el colegio hasta fin de año.

—La tía Eli siguió con nosotros por un buen tiempo.

—José Luis es el primero que me ayudó a publicar el libro.

—Omar hasta hoy sigue contando el cuento que yo le di a

conocer, cumpliendo su promesa.

- FIN -

Después de esto, el profesor Juan nos dejó meternos al río, yo

lo hice de una forma que no te he de contar porque te reirías de

mí. El profesor se sacó la polera y se metió de un tirón al agua.

No duró mucho pues estaba helada, pero nos sirvió para el calor.

Cuando por fin volvimos al patio central teníamos que armar

un cohete con materiales reciclables. Benjamín y yo fuimos a

buscar su bastón de trekking, cuando volvimos estaban lanzando

los cohetes.

Y tal como decía mi corazonada, nuestro lof fue el ganador.

Se acerca el final, pues nos llevaron a la escalera del comelof

y nos tomaron…

LA FOTO DE FINALIZACIÓN.

La pondré al final del libro.

Aquí salgo con María José, con David, y solo.

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El Mundo de la Fotografía El Mundo de los Tejidos

El Mundo de los Desafíos Mentales El Mundo de las Energías

El Mundo de las Alturas El Mundo del Cuerpo y el Movimiento

El Mundo de la Pantomima El Mundo de la Ruta Natural

El Mundo de los Artefactos El Mundo del Arco y la Flecha

El Mundo de la Colmena El Mundo del Ritmo

El Mundo del Laboratorio El Mundo del Dibujo Urbano

El Mundo de la Alquimia El Mundo de los Biosistemas

LOS MUNDOS DE LIKANDES Estos son los Mundos que puedes elegir

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Franco ÁlvarezNace el 30 de agosto de 2001, es el mayor de tres hermanos

y vive con sus padres en Peñalolén, cerca de su colegio, Unión

Nacional Árabe. La primera obra literaria que Franco escribe,

a mediados de 2014, se llama “Primer Reich”; luego vino “La

conspiración del Titanic” y otras tentativas. “Travesía, tu viaje

comienza”, que relata su experiencia en el campamento del

Parque Educativo Likandes, organizado por Fundación Caserta,

es su primera obra publicada. Su autor dice que se inspiró de

“Las aventuras de Tom Sawyer”, de Mark Twain, entre muchas

otras novelas que lo han cautivado.

Page 22: Travesía por Franco Álvarez

Autor: Franco Álvarez

Edición General: Marilú Ortiz de Rozas

Edición Caserta: Eduardo Galaz, Macarena Tapia

Corrección de textos: Hugo Rojas Miño

Imágenes: Franco Álvarez y Fundación Caserta

Diseño: CdiG

Ediciones Fundación Caserta 2015

Lo Beltrán 2347, Vitacura, Santiago

www.caserta.cl

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FRANCO ÁLVAREZ