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ALTERIDADES. 1993 3 (5): Págs, 9-20 Tradiciones comparativas de estudios culturales: América Latina y los Estados unidos' GEORGE YÚDICE** Comenzaré con una renuncia: puedo hablar de algunas tradiciones de estudios culturales, pero sería 'impo- sible para mí, e inclusive para un equipo completo de investigadores, cubrir exhaustívamente el terreno implicado por las "tradiciones comparativas de los estudios culturales en América Latina y los Estados Unidos". Aun en la mejor de las circunstancias, es decir, apoyado por un eficiente sistema de difusión de los trabajos en estudios culturales, como ocurre en los Estados Unidos, uno se enfrenta al problema del acceso desigual: a esferas públicas subalternas den- tro de los límites del Estado-nación, integrado por personas que tienen que lidiar no solamente con sus pobres condiciones de vida, sino también con repre- sentaciones problemáticas de esas condiciones y, además, al acceso desigual de los investigadores al conjunto de las prácticas culturales de los diversos grupos. La dificultad para aprender acerca de la vida cultur~ de colectividades variadas se multiplica geo- metrícamente en Latinoamérica, y no solamente para los investigadores norteamericanos y europeos: tam- bién para los investigadores locales. Me gustaría concentrarme en esta dificultad dife- rencial y extrapolar de ella un marco más amplio, que adoptaré para discutir las tradiciones de los estudios culturales norte y latinoamericanos. Este marco im- plica el examen de las diferencias en las estructuras estatales; las relaciones del mercado global y su im- pacto en las economías de consumo nacionales, las universidades y los sistemas de la industria cultural, • Traducción de José Hernáridee Prado, •• Centro de Graduados. Universidad de la Ciudad de Nueva York. entre otros ejemplos. Comienzo mi exposición bajo es- te esquema porque hace la discusión más manejable, / aun a cambio de una mayor especificidad. Intentaré ser muy concreto en algunos de mis ejemplos, que no deben tomarse como representativos de la totalidad a comparar, sino más bien como ilustrativos de algunas similitudes y diferencias significativas. Sin este marco -que abarca diferentes circunstan- cias para el estudio de la cultura en las dos regiones- seria dificil aseverar cómo es que las similitudes en el análisis de la cultura tienen diferentes funciones se- gún la región de que se trate. Si me limitara allegado del Centro Birmingham de Estudios Culturales de los Estados Unidos y a muchos proyectos de investiga- ción político-culturales latinoamericanos, tendria que enfatizar la prerníriencía de los trabajos que abordan lo popular y sus relaciones con la industria cultural y de masas. Por supuesto que lo popular puede cons- truirse y analizarse desde muchas perspectivas, pero lo que ambas tradiciones tienen en común, al menos como yo generalmente las he caracterizado, es el cambio en la definición de cultura, entendida como práctica especializada particularmente de élites, has- ta concebirla como parte de la vida cotidiana. A este respecto, las metodologtas no difieren mayonnente. A finales de los años sesenta y en los setenta hubo un giro hacia el postestructuralismo y en especial hacia un enfoque althusseriano para erigir el lugar de lo popular. Las clases (como objeto de estudio) fueron crecientemente desplazadas por la vida cotidiana y, en particular, el foco del análisis se trasladó de los modos como las fuerzas económicas y sociales determina- ban la conciencia de los grupos dominados hacia las maneras como, aun bajo las circunstancias más

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ALTERIDADES. 19933 (5): Págs, 9-20

Tradiciones comparativas de estudiosculturales: América Latina y los Estados unidos'

GEORGE YÚDICE**

Comenzaré con una renuncia: puedo hablar de algunastradiciones de estudios culturales, pero sería 'impo-sible para mí, e inclusive para un equipo completo deinvestigadores, cubrir exhaustívamente el terrenoimplicado por las "tradiciones comparativas de losestudios culturales en América Latina y los EstadosUnidos". Aun en la mejor de las circunstancias, esdecir, apoyado por un eficiente sistema de difusión delos trabajos en estudios culturales, como ocurre enlos Estados Unidos, uno se enfrenta al problema delacceso desigual: a esferas públicas subalternas den-tro de los límites del Estado-nación, integrado porpersonas que tienen que lidiar no solamente con suspobres condiciones de vida, sino también con repre-sentaciones problemáticas de esas condiciones y,además, al acceso desigual de los investigadores alconjunto de las prácticas culturales de los diversosgrupos. La dificultad para aprender acerca de la vidacultur~ de colectividades variadas se multiplica geo-metrícamente en Latinoamérica, y no solamente paralos investigadores norteamericanos y europeos: tam-bién para los investigadores locales.

Me gustaría concentrarme en esta dificultad dife-rencial y extrapolar de ella un marco más amplio, queadoptaré para discutir las tradiciones de los estudiosculturales norte y latinoamericanos. Este marco im-plica el examen de las diferencias en las estructurasestatales; las relaciones del mercado global y su im-pacto en las economías de consumo nacionales, lasuniversidades y los sistemas de la industria cultural,

• Traducción de José Hernáridee Prado,•• Centro de Graduados. Universidad de la Ciudad de Nueva York.

entre otros ejemplos. Comienzo mi exposición bajo es-te esquema porque hace la discusión más manejable, /aun a cambio de una mayor especificidad. Intentaréser muy concreto en algunos de mis ejemplos, que nodeben tomarse como representativos de la totalidad acomparar, sino más bien como ilustrativos de algunassimilitudes y diferencias significativas.

Sin este marco -que abarca diferentes circunstan-cias para el estudio de la cultura en las dos regiones-seria dificil aseverar cómo es que las similitudes en elanálisis de la cultura tienen diferentes funciones se-gún la región de que se trate. Si me limitara allegadodel Centro Birmingham de Estudios Culturales de losEstados Unidos y a muchos proyectos de investiga-ción político-culturales latinoamericanos, tendria queenfatizar la prerníriencía de los trabajos que abordanlo popular y sus relaciones con la industria cultural yde masas. Por supuesto que lo popular puede cons-truirse y analizarse desde muchas perspectivas, perolo que ambas tradiciones tienen en común, al menoscomo yo generalmente las he caracterizado, es elcambio en la definición de cultura, entendida comopráctica especializada particularmente de élites, has-ta concebirla como parte de la vida cotidiana. A esterespecto, las metodologtas no difieren mayonnente. Afinales de los años sesenta y en los setenta hubo ungiro hacia el postestructuralismo y en especial haciaun enfoque althusseriano para erigir el lugar de lopopular. Las clases (como objeto de estudio) fueroncrecientemente desplazadas por la vida cotidiana y, enparticular, el foco del análisis se trasladó de los modoscomo las fuerzas económicas y sociales determina-ban la conciencia de los grupos dominados hacia lasmaneras como, aun bajo las circunstancias más

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disciplinas científicas. Más a menudo que el términoHumanidades se emplea el de Facultad de Letras, peroincluso ese nombre es de reciente acuñación, puesdata de los años veinte. El estudio de la cultura,incluyendo la cultura artistica y literaria, se refiere amenudo a lo que en los Estados Unidos se consideranciencias sociales. Más aún, desde que la interdisci-plinariedad se promueve en instituciones regionalesde ciencias sociales como CLACSO o FLACSO, lo queaquí referimos como estudios culturales se identificamucho más con el análisis antropológíco y sociológi-co. Por esta razón, el análisis cultural en Latinoaméricase relaciona más directamente con el estudio de la so-ciedad civil y política que en los Estados Unidos.Añádase a eso el poderoso rasgo social de los estu-dios literarios, como sucede en las obras de AntonioCándido o de Ángel Rama, que procuran al criticoestadounidense la impresión de que la teoria y lacritica latinoamericana son más sociológicas queestéticas.

Más allá de estas diferencias termínológícas y es-otructurales dentro de la academia, existe además unadiferencia entre el trabajo de los estudios culturalesrealizado en la universidad y el elaborado de acuerdoa criterios no académicos, que se asocia a veces a pe-riódicos, estaciones de radio, organizaciones civiles,grupos feministas, museos, mUnicipalidades e inclu-so académicos independientes. Las OrganizacionesNo Gubernamentales (ONG)han sido particularmen-te importantes para hacer posible este trabajo, ya quelas fuentes de financiamiento son en general escasas.Tanto en estos programas interdisciplinarios extra-universitarios como en los científico-sociales e insti-tucionalizados, hay una clara tendencia a emplearmetodologías cuantitativas para el estudio de la cultu-ra, particularmente las impulsadas por Bourdieu, ytambién métodos de encuesta desarrollados en losEstados Unidos. Ello es una reacción, en parte, aaquella tradición dominante en el análisis culturalque es el ensayo intelectual, algunos de cuyos expo-nentes canonizados son José Marti, José EnriqueRodó, Gilberto Freyre, José Carlos Maríáteguí. JoséVasconcelos, Fernando Ortiz y Ezequiel Martinez Es-trada. También es notable que esta tradición, queforma parte de la autocomprensión nacional y conti-nental de América Latina, excluya visiblemente a mu-jeres intelectuales así como a gente negra o indigena.Mary Pratt ha caracterizado esta tradición como lahermandad nacional, significando con ello que ha te-nido un efecto reforzador de las jerarquías, allanandoel terreno cultural, por ejemplo, para la construcciónde una hegemonía favorable a las clases dominantesy al patriarcado.

colonizadas, estos grupos retaban y resistian a aquellasfuerzas, conduciendo a lo que se ha convertido másrecientemente en una politica de identidad y repre-sentación. La etnografia ha llegado a ser, por ejemplo,un importante instrumento para detenninar cómo hatenido lugar aquella resistencia. Así, sin un marco deanálisis más amplio, pareceria que estas tendenciastienen la misma significación en ambas regiones.Puede reconocerse una asimetria en el sentido de quemuchas de las nuevas corrientes teóricas y meto-dológícas se desplazaron de Norte a Sur, lo que nosignifica que no se hayan generado perspectivas enAmérica Latina que viajaran hacia el Norte. 'El emer-gente movimiento de concientización, típico de laPedagogía del oprimido de Paulo Freire y de las Comu-nidades Cristianas de Base, hizo importantes contri-buciones a la teoria pedagógica, como lo atestiguanlas obras de Ira Schor, Henry Giroux, Peter McLareny otros autores. Sin embargo, las tendencias domi-nantes, por lo menos de acuerdo al marco que estoytrazando aquí, apuntan más bien hacia un Hujodesigual del conocimiento y de metodologías. Meexplico.

En primer lugar, comoyalohe sugerido, elmercadopara determinadas clases de teoria y de investigaciónes mucho má~ grande en los Estados Unidos y algunospaíses de Europa occidental, lo que no significa que los

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académicos norteamericanos tengan un acceso másfácil a Foucault o a Bourdieu. Por el contrario, ciertosteóricos de prestigio han escrito algunos textos clavede los estudios culturales que se pueden adquirir enAmérica Latina, aunque comparativamente más carosque en Norteamérica, precisamente porque se esti-ma que el filo intelectual corta todavía deslizándosede norte a sur.

En segundo término. la recepción de aquellos tex-tos que David Bordwell ha denominado la TeoríaSLAB(Saussure, Lacan, Althusser y Barthes, aunquepudieran añadirse otros autores más) difiere en Latí-noamérica respecto de lo que podria juzgarse queocurre en los Estados Unidos, donde esos textos hantenido un impacto más grande en las Humanidades(particularmente en idioma inglés), en las que ha-bitualmente ha sido encasillada la transdisciplina,junto con los estudios sobre los medios y las comu-nicaciones. Por lo general, el término estudios culturalesse usa muy poco en América Latina. Sin embargo haymúltiples y fírmes tradiciones latinoamericanas deanálisis cultural que reciben los nombres de comu-nicación, historia intelectual, análisis del discurso,estudios interdisciplinarios y otros términos emplea-dos en disciplinas particulares. Inclusive el términoHumanidades significa en América Latina algo más,que generalmente no es incorporado al campo de las

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Apesar de estas caracteristicas ideológicas, debieradecirse que la tradición erisayístíca es un importan-te precursor de la nueva interdisciplinariedad, quepodemos identificar como estudios culturales en elcontexto latinoamericano. El hecho de que estos inte-lectuales evitasen muchos discursos que ahora soncodificados como disciplinas institucionalizadas hizoposible que atrajeran el espectro completo ,dela filoso-fia y de las prácticas culturales estéticas y cotidianasal análisis de los procesos social~s. Su punto débil, sinembargo, fue una excesiva confianza en las aproxi-maciones especulativas, que limitaban la practicidadde sus formulaciones. Hay una escasa atención a lascuestiones de género y orientación sexual, inclusohasta la fecha, por ejemplo en el trabajo de NéstorGarcía Canclini, el mejor conocido de los exponentesde los (que ahora se llaman) estudios culturales lati-noamericanos. Por lo general, la categoría de género seestá abriendo camino en varias disciplinas a través deltrabajo de feministas, pero todavia no posee la mis-ma importancia que en los Estados Unidos. Tal vezesta carencia relativa pueda explicarse considerandootra pieza de mi marco: la política.

Aquí en los Estados Unidos los estudios culturalesse consolidan rápidamente alrededor de lo que hadado en llamarse el paradigma de la política de repre-sentación, que propone que elementos cruciales comola injusticia social basada en la raza o en la clase y ladiscriminación sexual, puedan pensarse como repa-rables a nivel discursivo. Contrariamente a esto, sejuzga que algunas prácticas y formas culturales po-pulares, especialmente la música y otras formasaltamente tecnificadas como el cine o el video, tantocomo la práctica más tradicional de escribir de lasminorías raciales,l tienen, otra vez a nivel discursivo ,efectos subversivos contra el statu quo. Desde estepunto de vista, las representaciones multiculturalessuelen considerarse instrumentos viables para enfren-tar los efectos de la discriminación. Pero la práctica dela política cultural en América Latina es, en todo loesencial, muy diferente. Las representaciones de cier-tos grupos subalternos, digase los negros en el Brasilo los pueblos indígenas de México forman parte, porun lado, del lIlestizaje o de la identidad híbrída queconstituye lo nacional popular, pero por otro lado, con-tribuyen a su propia estigmatización. Hay, desdeluego, una política de representación de gentemarginada, pero esa política no está usualmente alservicio de la rectificación de injusticias. Los aca-démicos norteamericanos especializados en AméricaLatina, sin embargo, cada vez interpretan más lasprácticas culturales de esos grupos precisamente deesta manera, es decir, de acuerdo con el paradigma de

la política de representación. Uno tiene que preguntar-se si esta tendencia también se hará manifiesta enLatinoamérica o si no lo hará. Después de todo, comootras transferencias culturales, es una cuestión detransnacionalización y globalización de los discursosmás prestigiosos y, en este caso, de la proyección deun cambio norteamericano en la política de identidadhacia las prácticas populares de los grupos subalter-nos latinoamericanos. Sin embargo, hay límites paraesta política de representación, y son mucho másobvios en el contexto latinoamericano.

En primer lugar, debe reconocerse que una polí-tica de representación generalmente se acompaña decierto grado de compromiso en el campo material, porejemplo, en la participación universal en un capitalismode consumo, por lo menos a nivel de las mercancíasbaratas. Intervenir a nivel de las representacionespudiera tener una función compensatoria en so-ciedades como la norteamericana, donde a pesar delos problemas de falta de vivienda, el acceso limitadoa los servicios de salud y la movilidad descendente, losrequerimientos básicos de la inmensa mayoria de lapoblación están resueltos. Pero ese no es el caso decasi toda América Latina. En segundo lugar, en tantoque no es la norma que el Estado norteamericano ad-ministre la producción cultural (pues se supone quesomos una sociedad con una intervención estatalrelativamente baja, aunque en efecto sentimos la cre-ciente presencia del poder del Estado en la toma dedecisiones en torno a aspectos culturales, a pesar delénfasis conservador sobre los beneficios de un gobier-no que se encaje), elEstado, en la mayori a de los paíseslatinoamericanos, está directalllente implicado en laconducción de lo cultural, tanto a nivel popular comoa nivel de las élites. De hecho, puede decirse que hasido una práctica generalizada de los países llamadosen desarrollo proteger su patrimonio cultural y su in-dustria cultural, pues ese es uno de los medios parareforzar el consenso. Acorde con el proyecto de mo-dernización brasileña, la refuncionalización de lasamba con el propósito de insertar a los negros y a losmulatos en una obediente fuerza laboral, bajo elgobierno de Vargas, es un caso evidente al respecto.

Aunque la formación de la identidad nacional di-fiere de país en país en América Latina, hay algunasconstantes en el modo como se articulan moderní-

. zación, representaciones de las razas subalternas,grupos étnicos y de inmigrante s y lo que podemosdenominar dependencia. Esta forma común de articu-lación difiereradicalmente de las solucíones nacíonalesadoptadas en los Estados Unidos y hace toda la di-ferencia en la comprensión del estudio de la cultura enLatinoamérica. Si en Gran Bretaña Amold, Leavis y

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popular y las relaciones norte-sur (caracterizadastradicionalmente como imperialismo) desarrollaronlo que hasta el dia de hoy se halla lejos de poder'reconocerse en otras tradiciones de los estudiosculturales. La obra del peruano José Carlos Maríáte-gui, el brasileño Gilberto Freyre y el cubano FernandoOrtiz -que acuño el térrnírio transculturación como uncorrectivo para la noción unidireccional de acultu-ración- implica un tipo de análisis holistico, si no esque organícísta, que se aproxima a la clase, la econo-mía regional, la inmigración, la religión, la músicapopular, la literatura y a otras prácticas culturalesdonde lo populur se refiere, más etímológícamente, alpueblo -de las clases trabajadoras- que a la popula-ridad de mercado, es decir, a la cultura de masas. Deun modo muy interesante, este análisis holístico de lacultura fue posible en el estilo de producción de co-nocimientos de la tradición ensayística, que nunca sedefinió claramente a nivel de disciplina en el contexto

. latinoamericano. Por supuesto, muchos de los analis-tas de la cultura popular pertenecieron también a lasélites; fueron intelectuales orgánicos al servicio de losnuevos proyectos nacional-capitalistas de moderni-zación; otros de esos analistas, como Martáteguí , tra-bajaron en cambio al lado de los oprimidos.

Eliot privilegiaban el poder de la alta cultura en laformación de los ciudadanos y en los Estados Unidosel énfasis recaía en la cultura de masas, en AméricaLatina las bases de la cultura hegemónica nacionaldescansan en lo popular. Esta tradición se remonta amediados del sigloXIXYse cen tra en la literatura comoel medio idóneo para crear una cultura autónoma,independiente de la europea. Andrés Bello (1847), aligual que José Martí, aducía que América Latina notendría una cultura propia hasta no contar con unaliteratura claramente definida, basada en prácticaslocales y que no imitara los modelos europeos. Estatradición aún está viva en el trabajo de Ángel Rama,quien en los años setenta y hasta su muerte, en losprimeros ochenta, luchó por probar que la culturalatinoamericana se hallaba a la par con las de Europay los Estados Unidos ya que, en su opinión, hasta elmodernismo del siglo XIXAmérica Latina habia esta-do completamente integrada a las fuerzas globales delcapitalismo, que Rama comprendia en parte como lafuerza conductora a la que respondía la cultura. Porsupuesto que entonces, según Rama, esta respues-ta sólo se expresaba a sí misma en la forma simbólicay por tanto compensatoria de la literatura, pues erasólo en esta esfera donde podía decirse que la prácticalatinoamericana se encontraba a la par con la de lospaíses metropolitanos (Rama, 1965; 1970 Y1985). Laintegración de Latinoamérica al capitalismo tuvo unsellopropio tal que an tícípónociones comoreconversióno hibridación, y que Rama llamó transculturación,siguiendo al antropólogo cubano Fernando Ortiz.

Si desde el principio los estudios culturales de élí-te se centraron en la literatura, la raza fue el terrenosobre el que se negoció la relación entre nación y Es-tado en los estudios de cultura popular. De hecho, elproblema de la raza, como factor de complicación enla definición de la identidad latinoamericana y comoelemento principal de la politica de identidad, seremonta al momento de la conquista (debo reconocer,por lo menos entre paréntesis, que el género fue unfactor importante 'ante el hecho de que muy pocasmujeres ibéricas acompañaron a los conquistadoresy colonízadoresv.Io que hizo del problema del mesti-zaje un asunto marcadamente sexual; sin embargo,este es un terreno que, con pocas excepciones, no hasido cultivado hasta el presente). Más específicamen-te, desde los años veinte y en los treinta, cuando losintelectuales de la rriayoría de los países latinoame-ricanos empezaron a examinar el asunto de la raza demanera consistente como el factor principal en la de-finición de la cultura -la cultura nacional (la patriachica) y la continental (la patria grande)- nuevasintuiciones sobre la interaccíón de la raza, la cultura

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Fue en los años veintey los treinta que se modelnuevas formas estatales para que América Latinatrara en la economía global de la primera posguerraen calidad de productora de sus titu tos de importació

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Este nuevo papel requirió de una novedosa interpela-ción de los ciudadanos como trabajadores y, como lostrabajadores más factibles eran de diferente raza (in-dígenas, negros o mestizos) o bien de diferente etnia(ínmtgrantes), el resultado fue un Estado autorita-rio (como el peronista en Argentina o el varguísta enBrasil) que buscaba legitimidad entre los sectorespopulares para sus proyectos modernizadores, ante laoposición de la oligarquía tradicional. Al respecto delos estudios culturales, la cuestión no es tanto si estepopulismo fortaleció efectivamente los sectores popu-lares; más bien es si puso en la agenda de cualquieranálisis social y de cualquier política la cuestión de lacultura popular, ínclusive hasta el presente, cuandoésta se estudía en términos de movimientos socialesmás que sobre la base exclusiva de las clases. La ex-periencia latinoamericana ha realizado, de hecho, unagran contribución a la teoria social contemporáneabajo el reconocimiento, ya expresado por Gramsci, deque la política, el conocimíento legítimo y la cultura sefunden en el proceso de hegemonía, como lo explicaErnesto Laclau, y asímismo funcionan, básicamente,como una articulación de "contenidos no clasistas-interpelaciones y contradicciones- que constituyenla materia prima sobre' la que operan las prácticasideológicas de clase". En otras palabras, lo cultural esterreno de conflicto y articulación de conocimien tos le-gítimosy con testatarios. Debiera agregarse que la obratemprana de Laclau sobre el populismo se inscribiódentro de y revolucionó la tradición argentina de aná-lisis de la política populista. Sólo su trabajo posterior,en colaboración con el de Chantal Mouffe, se vio ins-pirado por el movimiento británico de los estudiosculturales.

Otra corriente principal de estudios culturales quederiva de la experiencia latinoamericana es la que serefiere a la noción de flujos culturales, particular-mente de norte a sur, vinculados a la tecnología, laciencia, la información, los medios, las tendencias ar-tísticas e intelectuales y las relaciones de mercado. Yaen la década de los ochenta del siglo XIX, José Martíescribió perspicazmente sobre los cambios cultura-les producidos en el eje Norte-Sur. Por supuesto que-Martí, al igual que la mayoria de los estudiosos dela cultura latinoamericana hasta tiempos recientes,reducía esa relación al imperialismo cultural. Pos-teriormente, un análisis tranenacionai de los flujosculturales arrojó importantes intuiciones en torno aprocesos sociales y políticos más generales. Por ejem-plo, se ha percibido que los mass media norteame-ricanos, no pueden ser vistos sólo como colonizadoresde América Latina, sino que tienen un efecto gene-rador de contradicciones en comunidades donde la

igualdad de los sexos no forma parte del sentido co-mún. Esto ha conducido a toda una nueva generaciónde estudiosos sociales a acuñar términos tales comoreconuerstón cultural (Néstor García Canclini) o me-diaciones de recepción diferenciada (Jesús Martín-Barbero), desde mediados de los años setenta. En-focando, por ejemplo, el consumo y otros instru-mentos de mediación cultural, estos criticas hanlogrado medir cómo y hasta qué punto los diversosgrupos que componen la heterogeneidad cultural deLatínoaméríca interactúan entre sí, y qué perspec-tivas tienen los grupos subalternos de ganar unamayor participación en la distribución del saber, losbienes y los servicios.

El estudio de la relación de la cultura con los mo-vimientos sociales tiene también una larga historia. Aprincipios de los años sesenta se desarrolló a travésdel continente una corriente conocida como concien-tización. Su propósito fue retar a la política estatal,las instituciones elitistas y la estratificación socialdesarrolladas sobre la base del conocimiento legítimo,a fin de propagar la causa de los sectores populares dela población. Esto se hizo creando instituciones alter-nativas y buscando una alianza con institucionestradicionales como la iglesia o el establishment educa-tivo, para legitimar los conocimientos incorporados enlas prácticas populares. El movimiento se dedicó nosólo al estudio de la cultura sino, más allá, a la rede-finición de la propia cultura con un criterio no elíttsta

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Difícilmente pudiera decirse, entonces, que la culturacorresponde al "way oflife" de una nación como entidaddiscreta y separada de las tendencias globales. Másaún, el sociólogochilenoJ osé J oaquin Brunner proponeque lo que puede parecer una crisis de la modernidaden el contexto norteamericano y europeo, de hecho esnorma en América Latina. Brunner rechaza la idea deque la modernización sea inherentemente extranjeraen relación a un supuesto ethqscultural novohispano,barroco, cristiano y mestizo, y también que sea falsa(al decir de intelectuales como Octavio paz) en tantoque éstá colonizada por valores culturales distintos.Brunner objeta esa noción esencialista de AméricaLatina y piensa que más que debido a ese realismomágico implícito que los hombres de letras han pro-movido para legitimar mezclas contradictorias, estasúltimas se han generado por la diferenciación de mo-dos de producción, la segmentación de mercados deconsumo cultural y la expansión e internacionaliz'a-cíón de la industria cultural. Las peculiares formaslatinoamericanas de hibridación, por consiguiente, nodebieran elogíarse por sus maravillosas cualidades, nitampoco denuncíarse como falsas; más bien habriaque entenderlas como presentaciones que caracteri-zan la emergencia de una esfera cultural moderna ensociedades heterogéneas. (1987: 4)

El antropólogo mexicano Guillermo Bonfil tambiénse ha referido a una crisis paradigmática al afirmar laviabilidad de la antropología en el contexto presente.Él aduce que la antropología surgió en México comomateria adjunta al proyecto de integración nacionaldel Estado cardenista. ¿Cuál es, entonces, el espaciopara la antropología, ahora que el Estado promueveuna integración de México en el arreglo transnacionalque es en lo inmediato elTratado de Libre Comercio deAmérica del Nortevy que tan sólo es la primera etapade la empresa del presidente Bush para impulsar unaIniciativa de las Américas secundada por muchos go-biernos latínoamerícanos." Mientras los antropólogosformaron parte integral del proyecto nacional del Es- .tado, pudieron apuntalar en algo las decisiones po-líticas, pero en la actualidad. sugiere Bonfil (1991 :18-19). los antropólogos necesitan aliarse con la socie-dad, es decir, modificar la relación con sus informantese implicarlos en proyectos al servicio de las propiascomunidades y de los movimientos sociales.

Semejante reconversión de la práctica del antro-pólogo tiene importantes repercustones en los estudios

-culturales. La sugerencia de Bonfil se está llevando acabo, de hecho, por parte de otros científicos socialesque conciben los estudios culturales no solamente co-mo el estudio dela cultura, sino como una intervenciónen ella y como una colaboración con las luchas de los

ypopular. Como tal, estemovimientooperómultidisci-plinariamente, abarcando la pedagogía (Paulo Freire),la economía política (elmarxismo), la religión (laTeolo-gía de la Liberación), el activismo fuertemente enraízado(las comunidades cristianas de base entre las clasestrabajadoras de la ciudad y del campo y las organi-zaciones estudiantiles), la etnografía, el periodismo,la literatura y otras prácticas culturales. De lomás sig-nificativo fue una nueva modalidad expresiva quesurgió del movimiento: el testimonio. Dar testimonioimplicaba la producción de un conocimiento popu-lar que accedia a los campos de diferentes disciplinasde otras configuraciones culturales: la historia social,la etnografía, la autobiografia, la literatura, el análisispolítico y el alegato. Específicamente, este conoci-miento quería oponerse al conocimiento legítimoquejustificaba la modernización, es decir, la reestructu-ración social, política y económica según elmodelo deldesarrollo europeo y norteamericano; una reestruc-turación que había tenido consecuencias de deterioroentre los sectores populares. Este reto al desarrollismoha subrayado, inclusive. una duradera resistenciaepístemológíca a los flujos de conocimiento con sentidode Norte a Sur en América Latina, sin contemplar queesos flujos funcionan para integrar a la región en unasituación desventajosa y en beneficio de la politicaeconómica de los Estados Unidos.

Mucho de lo discutido en este ensayo engarza enuna cuestión de valor; es decir, elvalor de la producción,circulación, recepción, transformación, respuesta,etcétera, del conocímíento y las formas culturales engeneral. Finalmente, la manera como estos procesospuedan ser mediados en y a través de relaciones depoder determina su valor. Estas relaciones de poderatraviesan clases, razas, géneros, geopolíticas y dis-tintas fronteras. Reconocer ello es afirmar la crisisactual del conocimiento y su legitimación, no sólo enel Norte, sino también en el Sur.

Son muchos los cientificos sociales y los criticosde la cultura latinoamericanos que escriben acerca deuna crisis de paradigmas, a menudo insertándola enla crisis global de la modernidad. Uno de los escasisi-mos centros de investigación dedicados actualmentea los estudios culturales en América 'Latina, el ILET(Instituto Latinoamericano de Estudios Transna-cionales), fundado en México en 1976, con sucursalesen Buenos Aires y en Santiago, se ha centrado en losflujos transnacionales de comunicaciones. infor-mación, imágenes de identidad de género y estilos devida en relación con el colapso de la política formaly los nuevos movimientos sociales, la democrati-zación y la creciente importancia de lo cultural ena integración de modos transnacionales de vida.

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nuevos movimientos sociales. Aquí las interrela-ciones entre política, política cultural, formación deidentidades, construcción de instituciones y recons-trucción de una ciudadania corren parejas. Porejemplo, Elizabeth Jelin y otros miembros del CEDES(Centro de Estudios del Estado y la Sociedad) hantrabajado los últimos tres años con víctimas de lasviolaciones a los derechos humanos en Argentina. Lapremisa de Jelin es que elconcepto de ciudadanía enuna cultura democrática debiera considerar aspectossit!Ibólicos tales como la identidad colectiva, y no úni-camente un díscurso racionalizable en relación aderechos. (Jelin, 1991) A este respecto, ella se acercamucho al concepto de Nancy Fraser sobre la correla-ción entre la iden tidad y las interpretaciones sobre lasnecesidades en conflicto. De acuerdo con Fraser,los conflictos entre necesidades opuestas en la socie-dad contemporánea revelan que habitamos un nuevoespacio social: distinto a la esfera pública ideal, en laque suelen prevalecer los mejores argumentos. Lasinterpretacibnes sobre las necesidades en conflictoencierran la viabilidad de expertos que supervisanburocracias estatales y otras instituciones que ad-ministran servicios, la legitimidad de las peticiones delos grupos sobre la base de su ethos cultural, y "losdiscursos de 'reprivatización' de los grupos de electoresque buscan repatriar necesidades nuevamente pro-blematizadas hacia sus anteriores enclaves domésticoso económicos oficiales". (1989: 157) A las esferas deFraser deberiamos añadirles, además, los enclavesestéticos tradicionales que relegarían las prácticasindividuales, sobre la base del gusto, a formas elitistaso populares reguladas por los aparatos estatales.

_Para continuar con Jelin, ella postula tres domi-nios en los cuales se produce la ciudadanía: a) elintrapsíquico, donde están ias bases para las relacio-nes intersubjetivas; b) el de las esferas públicas, y c)el de las relaciones del Estado con la sociedad, desdelas autoritarias hasta las participativas, tomando enconsideración inclusive formas de clientelismo, dema-gogia y corrupción. La cuestión principal es cómofomentar un ethos democrático. La respuesta de Je-lin es expandir las esferas públicas, es decir. aquellosespacios no controlados por el Estado en los que lasprácticas que conducen o se oporien.a una conductademocrática se ven obstaculizadas o promovidas. Laproliferación de esferas públicas asegurará que no sea

.sólo una concepción de ciudadanía (con sus derechosy responsabilidades) la que prevalezca. En tal senti-do, la ta:ea del investigador es trabajar en colaboracióncon grupos a fin de crear espacios donde la identidady el ethos cultural de aquellos grupos pueda tomarforma. Este proyecto. que incluye entonces una

dimensión de estudios culturales, se convierte enparte de la lucha por la democratización de la sociedad,de la misma manera que el Estado se convierte enagente de las políticas de libre mercado y de la prí-vatización de los espacios públicos y culturales.

Otro ejemplo de estudios culturales que ha tomadouna dirección diferente, aunque complementaria de lade Jelin, es el de Néstor García Canclini y el equipo deinvestigadores de la Universidad Autónoma Metropo-litana, que ha llevado a cabo recien temente un estudioacerca de los efectos del inminente Tratado de LibreComercio sobre la educación y la cultura. Esta es unapolítica de análisis que considera aspectos tales comola economía política, por lo común nunca incluida enel tipo de estudios culturales que predomina en losEstados Unidos. Para dar sólo un ejemplo de estetrabajo -que tiene diferentes secciones referentes alprobable impacto de los acuerdos comerciales sobrela educación, las diversas industrias culturales, la in-novación tecnológica, la propiedad intelectual y losderechos de autor, el turismo y la cultura fronteriza-,digamos que la industria mexicana de las publicacio-nes se verá adversamente afectada cuando el Estadoponga a concurso la producción de libros de texto deeducación primaria (de los que se editan 96 millonesde ejemplares al año). Loque complica el asunto es queese concurso admitirá editores extranjeros, haciendoentonces improbable que las compañías mexicanaslogren competir en términos de costos o calidad. (Gar-tía Canclini, 1991: 111) Pero más importante a nivelde lo cultural es la descentralización del propio siste-ma cultural, prevista en los planes de prívatízacíóneducativa. En lugar de que el Estado subsidie a lascomunidades, ellas mismas deberán adquír'ír los li-bros para sus estudiantes, como ocurre en los EstadosUnidos. Esto significa que las comunidades contro-larán el conlenido de los libros de texto, un aspecto delplan que la Iglesia Católica está ansiosa por ver pues-to en práctica. La Iglesia ya ha iniciado un ataque ala educación sexual y otras cuestiones éticas que has-ta el momento reflejan una posición relativamenteliberal.

Como es evidente a partir de nuestro breve ejem-plo, las repercusiones culturales del acuerdo de librecomercio son potencialmente inmensas. Aunque em-prendiendo una aproximación diferente, el grupo deartistas, escritores, ejecutivos de la industria cultu-ral, periodistas, académicos y otros. reunidos en laFundación Friedrich Ebert de Montevideo. constataademás el impacto de un inminente acuerdo comer-cial: el MERCOSUR(un mercado regional compuestopor Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). (Achugar,1991)Traigo a colación este esfuerzo sólo para dar otro

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Tradiciones comparativas de estudios culturales

ejemplo del creciente reconocimiento de cómo los es-tudios culturales deben ir más allá de una política derepresentaciones en la que las relaciones de poder seentiendan casi exclusivamen te como una función de lamanipulación simbólica. Si el ejemplo del trabajo delos nuevos estudios culturales en América Latina tienealgo que ofrecer a las tradiciones anglo-americanas esese reconocimiento de que las instituciones estatalesy civiles, los cuerpos políticos, la economía política,los tratados comerciales, etcétera, son indispensablespara cualquier proyecto viable de estudios culturales.Más aún, estos estudios subrayan el papel que el cri-tico cultural pudiera tomar: no permaneciendo ajenoy celebrando la supuesta subversividad de la estre-lla de rock o de la situación teatral fabricadas por losmedios; no condenando las políticas estatales sin en-frentar el problema de una intervención más directaen la política institucional. Por ello me resulta gratí-ficante ver en la nueva antología de Cultural Studiesde Routledge un ensayo de Tony Bennet intitulado"Putting Policy into Cultural Studies", que contradice acada uno de los demás ensayos del libro, toda vez quelos estudios culturales necesitan "examinar lasprácticas culturales desde el punto de vista de suimbricación con, o dentro de las relaciones de poder",Bennet adelanta "cuatro objetivos en relación a lascondiciones necesarias para cualquier forma satis-factoria de compromiso, tanto teórico como práctico,en las relaciones entre cultura y poder." (1992: 23)Pienso que estos cuatro objetivos son muy consisten-tes con la selección misma del traba] oiatinoamericanode estudios culturales que he revisado aquí. Ellos son

primero, la necesidad de ínclutr consideraciones políti-cas en la definición de cultura, corno si fuera un carnpoparticular de gobierno; segundo, la necesidad de distin-guir diferentes regiones de cultura dentro de ese CanlpOgeneral, en términos de los objetos, objetivos y técnicasdegobierno que les son peculiares; tercero,la necesidad deidentificar las relaciones políticas especíllcas a las dife-rentes regiones de cultura así definidas y de desarrollarmodos específtcos apropiados para cornprorneter-se con ydentro de ellas; y cuarto, lo conveniente de un trabajointelectual conducido de manera tal que tanto en su sus-tancia corno en su estilo, pueda calcular su influencia osus servicios a la conducta de agentes identificados en laregión de cultura involucrada. (1992: 23)

Aparte de ciertas críticas convincentes a esta apro-ximación políticamente orientada de los estudios cul-turales (la cual pudiera quedar subordinada a losdictados estatales, problema que ha afectado a muchosinvestigadores latinoamericanos, especialmente antes

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de la prívatízacíón en curso), tal aproxímacíón pudieraservir para fortalecer la política de representación ti-picamente norteamericana. Por lo general no se piensaque mucho de lo que constituye una identidad se debeen parte a presiones ejercidas desde el Estado. Si enLatinoamérica el eje de los estudios culturales se hadesplazado a las cuestiones de ciudadanía luego de lasdictaduras autoritarias, y a la transición a la democra-cia bajo las dífícíles circunstancias de las políticas delibre mercado, que han acentuado los conflictos socia-les durante el mismo periodo, en los Estados Unidosel Estado mismo ha colaborado en el cambio decuestiones, pasando de una ciudadanía apoyada en eldiscurso de los derechos a una basada en la íriterpre-tabilidad de las necesidades y las satisfacciones. Per-mitaseme explicar este cambio relacionado con lo quehe llamado antes el imperativo social de actuar (thesocial imperative of perforrrú. (Yúdice, s/1)

En las dos últimas décadas ha habido numerososdebates acerca de si la identidad es una esencia o essocialmente construida. Es común que la mayoria delas aproximaciones de los estudios culturales seadhieran a la perspectiva construccionista. Sin em-bargo, aquella perspectiva ha resultado insatisfacto-ria porque no reconoce la experiencia. No hablo aquíde la experiencia en el sentido en que Hoggart empleael término para referirse a la cultura de la clase traba-jadora. El uso que este autor hace de la noción rayaen el esencialismo, pues habla de maneras auténticas.para la pertenencia a la clase obrera. El regreso delCentro de Birmingham al trabajo subcultural desdiceesa aproximación y enfoca identidades que se consti-tuyen en un proceso de hegemonía. Pero tal apro-ximación no es suficientemente adecuada para tomaren cuenta la experiencia o los desempeftos de expe-riencia iperformances óf experience) que se hanconvertido en el modo en el que funciona la políticacultural en lbs Estados Unidos, la cual explica, enparte, un retorno a la identidad en la mayoria del artedel performance de los años ochenta y los noventa.

Creo que es muy dificil trazar en el presente unalínea de demarcación entre la comprensión de la polí-tica de identidad y lo que he denominado desempeñosde experiencia. Ambas entidades coinciden en mu-chas, si no es que en la mayoria de sus instancias.Pero permítaseme tratar de díferencíar. La política deidentidad en Norteamérica tiene su origen en lasluchas del movimiento por los derechos civiles que,como han afirmado Michael Omi y Howard Winant,fueron la primera expresión verdadera de demo-cratización en los Estados Unidos. (1986: 75) Por elloquerían señalar que a diferencia del periodo anteriora la Segunda Guerra M~ndial, en el que las minorias

George Yúdice

raciales se vieron constreñidas a una guerra de ma-niobras (war ofmaneuver) -"una situación en la quegrupos subordinados buscan preservar y extender unterritorio definido, 'para resistir asaltos violentos ydesarrollar una sociedad interna como alternativa pa-ra el sistema social represivo que confrontan" (1986:74)-, los derechos civiles transformaron el carácterde la política racial en una lucha-política o guerra deposiciones (war of posiiiorú, que necesita de la "exis-tencia de diversos terrenos institucionales y culturalessobre los que puedan montarse proyectos políticos deoposición." (1986: 74) En otras palabras, los derechosciviles devmíeron posición emergente y definida enla lucha por la hegemonía, hasta el punto de que latransformación de la matriz cultural y política quepropiciaron permitió a otros grupos subordinadosimpulsar sus propias guerras de posición. Desde lue-go que el Estado y la economía estuvieron envueltos enesa lucha por la hegemonía, de ello resultó que muchasinstituciones y políticas estatales se re definieran y quelas industrias cultural y del consumo aprendieran aseguir su propio mercadeo de posiciones. Los gruposde identidad en los Estados Unidos, tal como los en-tendemos .ahora, comenzaron a actuar o a desempe-ñarse en las esferas públicas acaso inventándose a símismos (authoring themselves) en cada proceso. Laidentidad se hizo necesariamente una práctica, undesempeño, un desplegamíento sobre el terreno íns-titucionalizado de la formación social, y actuar seconvirtió en el medio paré! apropiarse, por un reacen-tuamiento o una reconfiguración, de los géneros dís-poniblespara la participación social: las formas paranegociar todos los aspectos de la vida, desde la salud,la educación y la vivienda, hasta el consumo, lo esté-tico y la sexualidad. De hecho, como lo sostienen lasnuevas tearias de las esferas públicas, no solamentela identidad, sino también la comprensión misma delas necesidades y las satisfacciones se abrieron a lainterpretación y la ejecución."

Ese proceso de autoria (authoring process) va másallá de los límites del término construccionismo, queenfatiza las presiones de las instituciones y la econo-mía. También va más allá de la noción de grupo deinterés, cuyo autoconocimiento, dado de antemano,lo posibilita para buscar ventajas sociales y políti-cas. Desde luego que los grupos de identidad secomprometen también en la política de interés, perolos grupos de identidad nuevos o reinventados deli-nean y ejecutan sus identidades contingentemente.Todo lo que he dicho hasta el momento puede, tal vez,sostenerse para todos los grupos de identidad en losEstados Unidos. Sin embargo, parte de la compren-sión de las identidades actuantes de manera

contingente implica que diferentes grupos harán lomismo sobre bases muy diferentes. Michael Warner,por ejemplo, previene acerca de la disposición de actoreflejo del "paralelismo de identidad", es decir, la ideade que todos los grupos marginados por la raza, laetnicidad, el género, la preferencia sexual, la clase,etcétera, son de alguna manera equivalentes:

Diferentes condiciones de poder implican diferentes es-trategias que no siempre pueden hacerse homogéneas. Aveces la política de alianzas puede forzar importantescorrecciones. Muchos temas y esfuerzos organizaciona-les en la política gay han sido empleados sobre el modelode hombres blancos de clase media, de tal manera quesólo en principio resultan aparentes. Pero los requerimien-tos estratégicos pudieran diferir aun cuando la genteactúe de buena fe. Debido a que la apariencia homosexuales comúnmente invisible, por ejemplo, ella ocasiona unapolítica peculiar de dejar hacer y saber, erigiendo a mu-chos aspectos del movimiento homosexual en tácticas devisibilidad -clásicamente, en el modo activo de "salirse delcloset", o descararse, o más recientemente, de "salir depaseo" y en las políticas "a la cara" promovidas por QueerNationy ACT UP-. Una tensión considerable, tanto dentrode estas organizaciones corno en relación con otros gru-pos políticos, ha resultado del hecho de que estas nuevastácticas y su despliegue público responden en lo principala la política específica de la apariencia homosexual. 4

Es verdad que la particularidad de la apariencia fisicaes el criterio crucial en la comprensión de un desem-peño. No puedo imaginar el mismo tipo de actuaciónen un chicana masculino hecho y derecho, a partir desu chicanidad, su masculinidad o su cabalidad. Gene-ralmente, los afroamericanos, los chicanos y lasmujeres DO pasan por el ritual de salirse del dosetcomo tal. Sin embargo, hay diferentes clases de de-sempeño que se relacionan con formas de vestir, ges-ticular, hablar, etcétera, y que son parte del desempe-ño de la identidad en todos los grupos de identidad. Ladiferencia, me parece, remite a las fantasías que so-portan la ejecución, y a lo que todos los aspectos delmismo significan en relación con el deseo y la fantasía.

Atender a la fantasía en el reino de las ayudas so-ciales modifica la política de identidad desde su énfasisen corregir representaciones, hasta la comprensiónde que el desempeño no sólo consiste en adoptar unpapel (como propone la sociología convencional), o enconvertirse en un simulacro (enel sentido baudríllardía-no). En primer lugar aceptemos, por el bien de nuestroargumento, la definición psicoanalítica de fantasíacomo una "escena imaginaria en la que el sujeto es unprotagonista, representando la plena satisfacción de

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Tradiciones comparativas de estudios culturales

Me parece que la política de identidad ha encontradola manera de tratar los callejones sin salida que hanfrustrado históricamente las interpretaciones políti-cas de la cul tura estética. El desempeño (perfonnativity)que caracteriza la política de identidad en los EstadosUnidos y que es un importante. aunque poco teoriza-do. objeto de análisis en los estudios culturales. tienesus premísas en la expansión de la fantasía; en la di-mensión imaginativa que siempre se ha atribuido al

arte y a la totalidad del es-pacio público. Ello. desdeluego. tiene su precio. puesel efecto principal es. tal vez.la absoluta erradicación delo privado. aquel lugar alque se supone que tradicio-nalmente ha sido inherentela actividad estética.

Una discusión más com-pleta de esta dimensión de lapolítica cultural trasciendelas fronteras de este ensayo.Es suficiente con decir aquíque las actuales guerras cul-turales en los Estados Unidostienen algo que ver con estatransferencia de la ejecuciónde lo estético de la experienciaprivada hasta la pública. Lateoria estética clásica defi-ne la práctica artística comoconstitutiva del reino de la lí-

bertad. Pero esa libertad es precisamente lo que estáen riesgo cuando la fantasía se convierte en sujeto depresiones políticas. Se ha aducido. por supuesto. co-mo lo ha hecho Terry Eagleton. que semejante libertadsiempre fue una ilusión que encubria la dominaciónburguesa. una especie de prótesis de la razón o de"carta poder" del poder mismo. (1990: 16) Pero másque pensar todo ello en términos de libertad. lomás productivo seria caracterizarlo como el signode la satisfacción y la demanda que estructuran lafantasía y la identidad.

Me gustaria concluir refiriéndome al marco en elque líe comparado las tradiciones de los estudios cul-turales en los Estados Unidos y en Latinoamérica. Heusado este esquema como punto de partida y por ellono es del todo completamente adecuado repasar sussimilitudes y diferencias. Me gustaria sin embargo rei-terar el hecho de que en los Estados Unidos quienescultivan los estudios culturales tienden a poseer unbackground propio de las Humanidades y que en Amé-rica Latina la abrumadora mayoria de esos cultivadores

un (deseo)." (Laplanche y Pontalis. 1973: 314) A esterespecto. me aventuraria a aducir que en la sociedadestadounidense oonternporáriea, en la que los mediosy la cultura del consumo han planteado la cuestión dela ídentídad en el público y en la que las necesidadesy satisfacciones no son simples datos. sino fenómenosa ser interpretados y remontados. la fantasía no se li-mita a la psique privada. sino que se proyecta a la pan-talla de lo social. El deseo es. precisamente. el operadoren semejante situación. "(apa-recíendo) como la grieta quesepara la necesidad de lademanda." (Laplanche y Pon-talis. 1973: 483) Después detodo. los grupos de identidadintentan satisfacer sus deman-das de reconocimiento sobrela base de cómo pueden ellosproyectar sus necesidadeséticamente legitimadas en elterreno social y político. Ensegundo lugar. puesto queningún grupo tiene el controlde la politica de-l-a interpre-tación de las necesidades. elproceso de la fantasía socialdebe continuar. sujeto a lacompulsión de repetirse. Entercer término. lo dicho arri-ba pareceria indicar que lafantasía. como el proceso en ".I-:i=¡¡;;¡;==---

el que y a través del cual laidentidad y la política se enfrentan. es incapaz de pro-ducir fácilmente aquellas clases de lectura cognitivista(cognitivist) y política que persiguen las corrientes deorientación marxista en los estudios culturales.Jacqueline Rase es útil en este aspecto:

La fantasía y la compulsión a repetir aparecen como losconceptos frente a los que la idea de una objeción ple-namente política ante la injusticia estorba de continuo.Me parece que tal es el terreno sobre el que el debatefeminista acerca del psicoanálisis se ha desplazado enla actualidad; pero con ello tan sólo se ha subrayado unproblema más general en el análisis político. que siempreha estado presente en las lecturas radicales de Freud.¿Cómo reconciliar el problema de la subjetívídad queasigna actividad (pero no culpa). fantasía (pero no error)y conflicto (pero no estupidez) a los sujetos individuales-en este caso las mujeres- con aquella forma de análisisque también pudiera reconocer la fuerza de las estruc-turas en una urgente necesidad de cambio social?(1986: 14)

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George Yúdice

tienen una forrnacíón en ciencias sociales, inclusoaquellos corno el argentino Aníbal Ford o corno la bra-sileña Heloisa Buarque de Holanda, que trabajan laliteratura y l,as artes. Pero al igual que sus contrapar-tes norteamericanas, ellos han superado las fronterasde sus disciplinas, e incluso las fronteras de sus ins-tituciones, para adentrarse en otras esferas másmundanas, y esto es así necesariamente porque elsistema universitario de la mayoria de los paises lati-noamericanos es terriblemente endeble y con muybajos recursos económicos (terna que inicia una im-portante discusión que no puede abordarse aquí).

En lugar de algún punto definitivo, concédasemeproponer una agenda a manera de conclusión que pu-diera ayudamos a reunir las diferentes tradiciones deestudios culturales, pues estimo que esas tradicio-nes tienen mucho que ofrecerse unas a otras, y noexclusivamente en las esferas teórica y política.Proyectos de investigación comparativos y en colabo-ración seríari, desde mi punto de vista, indispen-sables para la posible conduccción de un mundocrecientemente transnacionalizado, en el que los efec-tos pueden sentirse siempre de un modo agudo a nivellocal. Sólo produciendo vinculaciones académicastransnacionales podremos enfrentar ese fenómeno.

Notas

1 Es un fenómeno interesante ver cómo algunas prácticasculturales tradicionalmente prestigiadas, por ejemplo laescritura literaria. han perdido en el último medio siglo suposición central en la definición de la identidad nacional,y cómo las minorias y los grupos subalternos han adop-tado crecientemente aquellas prácticas. Esto es aún másevidente en los Estados Unidos. donde la escritura cons-titutiva de grupos de latinos y de afro, asiático y nativo-americanos se ha colocado al centro de un movimientomulticultural que intenta desconstruir la cultura nacionaly reconftgurar'la como algo muy variado. Esta tendencia,sin embargo, es también evidente en muchos países lati-noamericanos en los que, al menos desde la perspectivade los estudiosos, las prácticas culturales de los sectorespopulares -de campesinos, obreros, habitantes de ciuda-des perdidas, jóvenes urbanos, etcétera- pudieran ubicarsea la par de prestigiosas formas culturales. Un resultadoimportante de este movimiento ha sido la conformacióndel testimonio como una forma literaria legítima. VéaseYúdíce, 1991(al y 1991(bl.

2 El afán de congeniar con el lado agradable de Bush fue tanfuerte que el presidente Meriem, de Argentina, enviótropas a la Guerra del Golfo Pérsico, a pesar de las aira-das protestas de la ciudadanía. El Ne'w York Timesreportó

que Menem envió dos barcos de guerra. un avión detransporte y 450 efectivos. declarando que "esta nuevaactitud de Argentina (Le. su renuncia a protestar por elimperialismo norteamericano) nos abre enormes posi-bilidades en el nuevo orden internacional." (Golden. 1990:A14) Bush. por supuesto. "recompensó a Buenos Airescon un desayuno privado".

3 Para un recuento de la política de las interpretacionessobre las necesidades en el contexto de la esfera pública.ver Fraser, 1990 y Yúdíce, 1990: 56-80 y 129-145.

4 Michael Warner, 1991:13. En este número especial deSocial Text sobre la teoria homosexual se incluyen ensa-yos seleccionados que serán publicados por la Univer-sidad de Minnesota en un extenso volumen.

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