Trabajo Practico Grabado Taller III

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Análisis de ‘La larga vida de los artistas’ por Eduardo Villar Profesora: Gabriela Zgaib Alumno: Ian C. Molina Taller: Grabado III La conclusión con la que da el señor Eduardo Villar es tan veraz como la frase citada en su nota. La relatividad del tema adoptado para el desarrollo de la columna es diametralmente opuesta a la certeza de que un artista puede extender su aspiración de vida, por el hecho de pintar apasionadamente. La paciencia y la dedicación aplicada al arte son hoy en día cosas pasadas, y esto mismo se puede relacionar en todos los campos. A muchos de nosotros inmersos en la vorágine del rutinario día a día, ya seamos artistas, artesanos, contadores, albañiles o secretarios nos es imposible la dedicación paciente a observar absolutamente nada. Las lecturas se han resumido a los caracteres permitidos en las redes sociales y a artículos de suma liviandad. Si pretende uno comentar detalladamente un pasaje de la Ilíada pasa por un erudito, cuando hasta hace menos de dos siglos era obligación en cualquier nivel secundario del viejo continente el conocer la obra homérica. Hoy somos un compendio de enunciados y nos es imposible incluso manejar todo lo que llega nuevo en materia tecnológica, en menos de una década nos superan tan ampliamente que cualquier conocimiento adquirido se hace obsoleto. ¿Quiénes pueden sobrevivir a las velocidades del mundo real? ¿Alguien lleva conscientemente las riendas de algo? Puedo pensar solo en aquellos que restauran cosas y viven inmersos en un pasado que extiende sus codos para hacerse lugar en una buhardilla con poca luz, el humo de una pipa y olores de solventes, pinturas, un piso con limaduras de madera y un bello

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Análisis de ‘La larga vida de los artistas’ por Eduardo Villar

Profesora: Gabriela Zgaib

Alumno: Ian C. Molina

Taller: Grabado III

La conclusión con la que da el señor Eduardo Villar es tan veraz como la frase citada en su nota. La relatividad del tema adoptado para el desarrollo de la columna es diametralmente opuesta a la certeza de que un artista puede extender su aspiración de vida, por el hecho de pintar apasionadamente. La paciencia y la dedicación aplicada al arte son hoy en día cosas pasadas, y esto mismo se puede relacionar en todos los campos. A muchos de nosotros inmersos en la vorágine del rutinario día a día, ya seamos artistas, artesanos, contadores, albañiles o secretarios nos es imposible la dedicación paciente a observar absolutamente nada. Las lecturas se han resumido a los caracteres permitidos en las redes sociales y a artículos de suma liviandad. Si pretende uno comentar detalladamente un pasaje de la Ilíada pasa por un erudito, cuando hasta hace menos de dos siglos era obligación en cualquier nivel secundario del viejo continente el conocer la obra homérica. Hoy somos un compendio de enunciados y nos es imposible incluso manejar todo lo que llega nuevo en materia tecnológica, en menos de una década nos superan tan ampliamente que cualquier conocimiento adquirido se hace obsoleto. ¿Quiénes pueden sobrevivir a las velocidades del mundo real? ¿Alguien lleva conscientemente las riendas de algo? Puedo pensar solo en aquellos que restauran cosas y viven inmersos en un pasado que extiende sus codos para hacerse lugar en una buhardilla con poca luz, el humo de una pipa y olores de solventes, pinturas, un piso con limaduras de madera y un bello amontonamiento de cosas cargadas de tiempo. Creo que ese es un lugar en donde se suele esconder este viejo escurridizo que llamamos tiempo: se mete en viejas latas de galletitas, en arcones, en atriles de bronce verduzco de óxido, en las manecillas de un reloj mecánico ensamblado a mano hace más de cincuenta años y que funciona a la perfección.

Es imposible fundamentar de alguna manera el más grande de los misterios a los que se enfrenta el ser humano, la muerte, poniendo como noción el hecho de que el artista busca ese atisbo de realidad o tenga el coraje de utilizar su arte para alejarla de algún modo. El problema es que todos estamos afectados a ella, de modo contrario no se entendería que quien supo dar vida al ‘Políptico de Gante’ haya muerto a sus 46 años de edad, o un pintor como Petrus Christus fallezca a los 53, sería por lo menos injusto.

Por lo tanto el muy buen intento del señor Villar queda como una de esas lecturas llenas de bellos nombres y palabras pero que a fin de cuentas no nos dicen mucho y nos terminan robando un poco de tiempo. Dicho esto me voy rápidamente a mi ejemplar de ‘Julio Cesar’ escrito por el más brillante de los poetas ingleses, Mr. William Shakespeare, que me está esperando para regalarme un poco de su tiempo, encapsulado en cada una de sus antiguas letras.