Todavia 14 | Trabajo

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Autores: Víctor E. Tokman, Rocío Guadarrama Olivera, Luis Beccaria, José Sergio Leite Lopes, Guillermo Campero, Juan Suriano, David Oubiña, Verónica Molas, Juan Pablo González, Laura Isola, Angélica Gorodischer | Artistas: Ernesto Berra, Lucrecia Orloff, Cristina Fraire, Graciela Calabrese, Pablo Páez, Nora Dobarro, Blanca Machuca, María Alcobre

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L U C R E C I A O R L O F F

Bar El Federal, 2005Litografía,40 x 29 cm

Viento que lleva el último suspiro misterioso

del bandoneón de Arolas dramático y gangoso

y trae desde las brumas del recuerdo, los turbios

perfiles de los viejos cafés de los suburbios

ENRIQUE CADÍCAMO

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10 21

TRABAJO

4 América Latina: entre falsos dilemas y olvidos

por VÍCTOR E. TOKMAN

Cómo superar la informalidad y la precariedad.

10 Las nuevas realidades del trabajo femenino

por ROCÍO GUADARRAMA OLIVERA

La situación de las mujeres en México.

16 La inestabilidad laboral en la Argentina

por LUIS BECCARIA

Estrategias para un crecimiento con equidad.

21 Brasil, de la disciplina a los derechos

por JOSÉ SERGIO LEITE LOPES

La formación de una cultura del trabajo.

26 Apuntes sobre la experiencia chilena

por GUILLERMO CAMPERO

De la inestabilidad a las políticas de protección social.

Dirección General

Rodolfo González

Dirección Ejecutiva

Omar Bagnoli

Dirección Editorial

Liliana Cattáneo

Jefatura de Redacción

Guillermo FernándezFlorencia Badaracco

Edición

Florencia Badaracco Betina CarbonariGuillermo FernándezMaría Isabel MenéndezVilma PauraConstanza Sanz Palacios

Dirección y Edición de Arte

Juan Lo Bianco

Diseño Gráfico

Paola Pavanello [ELB]Valeria Puopolo [ELB]

Corrección y redacción

Héctor Daniel ÁlvarezJulia Ariza

Relación e Imagen Institucional

Claudio ViolaCarlos Albisu

Colaboran en este número

Víctor E. Tokman, RocíoGuadarrama Olivera, Luis Beccaria,José Sergio Leite Lopes, Guillermo Campero, Juan Suriano,David Oubiña, Verónica Molas, Juan Pablo González, Laura Isola,Angélica Gorodischer

Artistas invitados

Ernesto Berra, Lucrecia Orloff,Cristina Fraire, Graciela Calabrese,Pablo Páez, Nora Dobarro, Blanca Machuca, María Alcobre

Traducción

Ada Solari

Agradecimientos

Silvia Dominguez SkegroPaula Hoyos Hattori

Impresión y encuadernación

Docuprint

Tapa y contratapa

Ernesto BerraFachada I c/ cielo ocre (detalle), 1997Técnica mixta sobre tela,75 x 100 cm

Copyright © Todos los derechosreservados. Registro de PropiedadIntelectual Nº 447505 ISSN 1666-5864

Una publicación de

Av. Leandro N. Alem 1067 piso 9C1001AAF Buenos Aires, Argentinatel: 4510-5730 / 5781e-mail: [email protected]

NÚMERO 14 / AGOSTO / 2006Nuest ro nor te es e l Sur

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To d aVíA 3

30 O P I N I Ó N

36 C I N E

40 A R T E S P L Á S T I C A S

48 M Ú S I C A

52 L I T E R A T U R A

56 L E C T U R A S

61 D I S E Ñ O G R Á F I C O

30 361 52 6061

30 Las incertidumbres humanas en tiempos de cambio

por JUAN SURIANO

Los trabajadores entre la resistencia y la nostalgia.

36 El acontecimiento inmóvil: Juan José Saer y el cine

por DAVID OUBIÑA

Una poética para apresar el instante.

40 ¿Arte concreto en las calles bahianas?

Rejas y portones a través de la mirada de Nora Dobarro.

44 Ensayos sobre la materia

por VERÓNICA MOLAS

El paisaje urbano en la obra de Ernesto Berra.

48 Violeta Parra y la nueva canción chilena

por JUAN PABLO GONZÁLEZ

La recuperación de la figura del cantautor, una asignatura pendiente.

52 La voz mediada

por LAURA ISOLA

Transcribir la voz y la denuncia, objetivos de una apuesta estética y política.

56 Disemsynth

Un cuento inédito de ANGÉLICA GORODISCHER.

61 Por los derechos culturales

El mensaje de una muestra que recorre el continente.

Ernesto Berra

en TodaVíA

Agradecemos muyespecialmente la participación del artista plásticoargentino ErnestoBerra.

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T R A B A J O

E R N E S T O B E R R A

Muro claro con cieloceleste, 2001Técnica mixta sobre tabla,47 x 45 cm

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To d aVíA 5

AMÉRICA LATINA:

ENTRE FALSOS

DILEMAS Y OLVIDOS

p o r V Í C T O R E . T O K M A N e c o n o m i s t a , c o n s u l t o r i n t e r n a c i o n a l

El marcado deterioro de la cali-dad de los empleos y la existenciade una gran cantidad de trabaja-dores informales son los dos rasgos más significativos del mercado laboral latinoamericano. El desafío actual es encontrarmecanismos que permitan crearmejores condiciones de trabajo y garanticen así el acceso a unaciudadanía plena.

El problema del desempleo se percibe como el mási m p o rtante en casi todos los países de América

Latina. La encuesta realizada en 2005 por L a t i n o b a r ó m e t roindica que el 30% de los habitantes lo ubica en esa posi-ción, superando en más del doble el porcentaje asignado ala delincuencia-seguridad pública. Esta primacía se man-tiene con independencia del nivel de desarrollo del país,del índice de desempleo registrado e, incluso, de lo exito-so que haya sido el esfuerzo por el cre c i m i e n t o .No es necesario estar desempleado para sentir temor.La inquietud por la desocupación excede a su realidad.Según la encuesta anterior, el 75% de los trabajadorestiene miedo de perder su trabajo. Esta percepción superacon amplitud la cifra que uno podría esperar si acepta elenfoque clásico que asocia de manera simplista la posibi-lidad de perder o encontrar empleo al índice que registrala tasa de desocupación. Desde ya, la incertidumbre y lostemores asociados crecen cuando el desempleo registra-do aumenta y se deterioran las condiciones de estabilidady de protección de los contratos de trabajo. En este sen-tido, no hay que olvidar que la permanencia media en elempleo en un país industrializado es de 10,5 años, mien-tras que en América Latina es de 7,6 años.

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6 To d aV í A

T R A B A J O

La preocupación y el temor por el empleo son, a su vez,el reflejo de la prioridad asignada a la ocupación como elmecanismo más efectivo para superar la pobreza y dismi-nuir la desigualdad. El 80% de los recursos de los hoga-res en la región provienen de ingresos percibidos por eltrabajo y, por ende, los empleos plenos y estables son lamejor garantía de protección laboral y social. La incor-poración de las mujeres al mercado, al aumentar elnúmero de personas que reciben salarios en una familia,se convierte en una vía más de salida de la pobreza. A lavez, el acceso de los jóvenes -que pueden capitalizar suformación- a empleos de mayor calidad o de mejorremuneración también favorece la movilidad ascendentey una mejora en la distribución del ingreso. Ahora bien, ¿cómo ha sido la situación laboral duranteel último cuarto de siglo en América Latina? El panora-ma es desalentador. En promedio, el desempleo ha pasa-do de niveles inferiores al 6% a más del 10%. Como erade esperar, el ajuste de la década del ochenta estuvoacompañado por una expansión del desempleo, y nisiquiera la recuperación económica de la década delnoventa significó el re t o rno a las tasas históricas de ocu-pación. La volatilidad del crecimiento en las economíasmás integradas a los mercados mundiales determinó quelos episodios de recuperación fueran de corta duracióny, por lo tanto, insuficientes para generar contratacionessostenidas. En el marco de las re f o rmas laborales de losaños noventa, los empleos fueron más inestables y estu-v i e ron sujetos a una mayor precariedad. Así, seis de cadadiez nuevos puestos de trabajo creados en esa décadaf u e ron informales; nueve de cada diez se cre a ron en ser-vicios –por lo general de baja productividad–, y cinco decada diez no tuvieron protección. La aparición deldesempleo en niveles antes desconocidos y el deterioroen la calidad de los empleos han generado, entonces, unc u a d ro propicio para los temores que, como vimos,e x p resa la población.

El falso dilema entre flexibilización

y trabajo estable y protegido

Pero volvamos al tema de las reformas laborales. Comoes sabido, la globalización jerarquizó la búsqueda decompetitividad a nivel internacional y, en el caso deAmérica Latina, esa búsqueda se trasladó al mercado detrabajo. La flexibilización se presentó así como una con-

dición necesaria para poder competir en mercados abier-tos y más volátiles, y la reducción de los costos laboralesse justificó por razones de eficiencia. Comenzaron,entonces, a reemplazarse los tradicionales contratos portiempo indefinido por contratos “a-típicos”, se redujeronlos costos de contratación y de despido, se extendieronlos períodos de prueba y se favoreció la subcontratación. Sin embargo, esas políticas constituyen una estrategia decarácter defensivo que se funda en dos falacias y que con-duce a una “competencia hacia abajo”. La primera deellas consiste en plantear que los países latinoamericanospueden competir sobre la base de bienes producidos conmano de obra barata. En realidad, los costos laborales enAmérica Latina son bajos, comparados con los de los paí-ses de mayor desarrollo, e incluso, con Corea. La compe-tencia sobre la base de una alta intensidad de mano deobra de bajo costo no tiene ninguna posibilidad de éxitof rente a las exportaciones de China e India. Estos paísesoperan con regímenes laborales decimonónicos y, ade-más, incorporan nuevas tecnologías a sus productos, vol-viéndolos cada vez más competitivos. La segunda falaciareside en afirmar que la reducción de costos laboralessignifica un estímulo para la inversión extranjera que sepuede traducir, por ende, en aumentos de las export a c i o-nes y del empleo. Estudios recientes demuestran quedicha inversión no responde a esos incentivos –conexcepción de la maquila–, sino que, por el contrario, lase m p resas se dirigen a países con reglas transparentes yseguras, con trabajadores calificados y bien re m u n e r a d o s .Les interesa aumentar la productividad como fuente deganancias y saben que trabajadores poco calificados y malremunerados no contribuyen a ese objetivo.En definitiva, debe reconocerse que priorizar el tema delempleo significa también tener en cuenta la formaciónde los trabajadores y las condiciones de estabilidad, pro-tección y respeto de sus derechos. Desde esta perspecti-va, el trabajo inestable y desprotegido también se asociacon la falta de inversión en capital humano y en innova-ción. En un ambiente de empleo con esas características,los trabajadores no se interesan por adquirir conoci-mientos, ni por aumentar su esfuerzo. Tampoco losempresarios están dispuestos a destinar recursos para lacapacitación de trabajadores que, como se perciben entránsito, no garantizarían un aumento en la productivi-dad de sus empresas.

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Se plantea, entonces, una paradoja aparente entre lanecesidad de flexibilizar y la de generar empleos de altacalidad. Afortunadamente, el dilema no se resuelveoptando por una u otra estrategia. Ambas son necesarias.Por ello, países como Dinamarca han avanzado en laflexi-seguridad. Esta alternativa reconoce que, para creceren el escenario económico actual, es necesario incorpo-rar flexibilidad en el mercado laboral pero, al mismotiempo, compensar adecuadamente a los afectados porlos cambios y apoyarlos para que puedan aprovechar lasnuevas oportunidades y acortar los tiempos de reconver-sión. Esto se logra con seguros de desempleo adecuadosy con políticas laborales activas, que incluyan la recalifi-cación y el apoyo para la reinserción laboral.Los países de América Latina deberían recoger estaexperiencia exitosa y, al mismo tiempo, adaptarla. Enprimer lugar, es necesario “reformular las reformas labo-rales”, particularmente las que buscaron la flexibilidad através de la precarización de la relación de trabajo yafectaron la productividad y la seguridad de los trabaja-dores. Se deben también rediseñar los mecanismos deprotección laboral y social y llevarlos del puesto de tra-bajo al trabajador, para poder así trasladar los beneficiosentre las distintas ocupaciones y mejorar la empleabili-dad. En segundo término, es necesario tener en cuenta lacomplejidad que caracteriza a los países en desarro l l otanto por la existencia de mercados segmentados comopor el peso que el sector informal tiene en sus economías.

Más de la mitad de la fuerza de

trabajo urbana en América Latina

no está integrada a los merc a d o s

formales. Estas personas trabajan

en pequeñas unidades pro d u c t i-

vas, muchas de ellas familiare s ,

por cuenta propia, también en el

servicio doméstico y en ocupacio-

nes familiares. A esas actividades

se dedican el 63% de los pobres y

el 75% del total de los indigentes.

E R N E S T O B E R R A

Construcción azul, 2002Madera pintada y patinada,33 x 30 x 4 cm

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T R A B A J O

Los olvidados, pero siempre invocados:

los informales

Las estadísticas indican que más de la mitad de la fuerzade trabajo urbana en América Latina no está integrada alos mercados formales. Estas personas trabajan enpequeñas unidades productivas, muchas de ellas familia-res, por cuenta propia, también en el servicio domésticoy en ocupaciones familiares. A esas actividades se dedi-can el 63% de los pobres y el 75% del total de los indi-gentes. Cada vez más los informales son reconocidoscomo problema, sin embargo, las propuestas suelen omi-tir su presencia y se orientan a mejorar la capacidad decreación de empleo de las grandes empresas y a defenderlos intereses de los ya incorporados. Un análisis detallado de la informalidad escapa a losobjetivos de este artículo, pero nos interesa aquí detener-nos en dos temas: la permanente discusión acerca decómo definir a los “informales” –pregunta clave paraavanzar en las políticas–, y la necesidad de una propuestacomprensiva que, sin dejar de lado los numerosos pro-gramas específicos, facilite el desplazamiento hacia laformalidad.

E R N E S T O B E R R A

Construcción azul, 2001Técnica mixta. Chapa y maderapintada y patinada,37 x 89 x 2 cm

Es necesario tener en cuenta

que la formalización abre la

puerta a la ciudadanía económi-

ca plena. En definitiva, se trata

de trasladar el énfasis de las

obligaciones a los derechos, ya

que éstos favorecen el desarrollo

y el progreso social.

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La conceptualización original define al sector informalcomo una forma de producción en pequeña escala. Estadefinición surge en países en desarrollo donde, ante lafalta de buenos empleos, un alto porcentaje de la pobla-ción recurre a cualquier tipo de actividad productiva que le permita obtener algún ingreso para sobrevivir.Desde esta perspectiva, la informalidad responde a unalógica de supervivencia que busca solucionar la ausenciade empleos y de protección y que utiliza para ello losescasos recursos de que se dispone, como el trabajo personal y familiar y un capital mínimo. En la actualidad, el concepto se ha ampliado al incorpo-rar la precarización como característica principal. Seintroduce así, la noción de economía informal, queincluye a todos aquellos ocupados que no gozan de pro-tección laboral ni social. En ese sentido, se considerainformales tanto a quienes trabajan en empresas grandesque no cumplen con sus obligaciones, como a quienes lohacen en pequeñas unidades productivas y también a lostrabajadores a domicilio y a los subcontratados de lasgrandes empresas. El énfasis se desplaza así hacia elámbito laboral y se centra particulamente en la necesidadde regular la subcontratación. Sin duda, esta situaciónrepresenta una mejora en los casos en los que los sub-contratos se asocian a una violación o una disminuciónde las obligaciones laborales. Sin embargo, el grueso delas actividades informales sigue reflejando problemas quetienen que ver con la capacidad de producción, coningresos insuficientes y con la exclusión.Una respuesta sistémica debe aspirar a la formalizaciónde los informales. Se requieren distintos instrumentospara poder configurar una estrategia efectiva de inclu-sión. El acceso a la formalidad significa poder superar lasbarreras existentes y estar en condiciones de cumplir conlas obligaciones que se asocian a ella. Ahora bien, esetránsito resulta sumamente difícil. Existen en la actuali-dad propuestas para rediseñar los mecanismos de accesoa la formalidad y, así, acercarlos a las posibilidades realesde los informales. Esos programas deben contemplarmodificaciones en el campo laboral, en el acceso al crédi-to, en la constitución de sociedades, en el ámbito tributa-rio y en la seguridad de localización para el comercioambulante. Más allá de los detalles, el rediseño de cadauna de estas áreas responde a distintas necesidades. Elreconocimiento de la relación laboral es un requisito

para constituir sujetos de protección; la titularización delcapital, para acceder al crédito; la legitimación de nuevasformas societarias individuales, para asumir riesgos en losnegocios sin hipotecar a la familia; el registro tributario,para incorporar prácticas de contabilidad y administra-ción; y la seguridad de localización, para mejorar lasopciones de los ambulantes.Las consideraciones anteriores conducen a una visión dela formalización como instrumento. Se justifica ahora, noya desde la perspectiva de la economía formal, sino apartir de los beneficios que el acceso a ella puede signifi-car para las personas ocupadas en el sector informal ypara las actividades que desarrollan. Sabemos que la reo-rientación que proponemos debe ir acompañada de unatransformación cultural que promueva nuevas actitudes ycomportamientos. Pero es necesario tener en cuenta quela formalización abre la puerta a la ciudadanía económicaplena. En definitiva, se trata de trasladar el énfasis de lasobligaciones a los derechos, ya que éstos favorecen eldesarrollo y el progreso social. La habilitación de losderechos puede generar círculos virtuosos que, ademásde extender la cobertura, creen las condiciones para quetodos los ciudadanos puedan cumplir con las obligacio-nes. Así, los informales serían los principales interesadosen este esfuerzo de formalización y se constituirían enagentes del cambio para su propio beneficio y el de susfamilias. •

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T R A B A J O

p o r R O C Í O G U A D A R R A M A O L I V E R A

s o c i ó l o g a U n i v er s i d a d A u t ó n o m aM e t r o p o l i t a n a , M é x i c o

Asediadas por la precariedad y ladiscriminación, las trabajadorasmexicanas participan en un mer-cado laboral cada vez más femini-zado. Reclaman sus derechos,desarrollan sus estrategias defen-sivas y realizan sus proyectos devida en sólidas redes familiares y sociales donde es posible hallar,también, nuevas formas de solidaridad.

LAS NUEVAS REALIDADES

DEL TRABAJO FEMENINO

UN BALANCE DESDE MÉXICO

E R N E S T O B E R R A

Muro blanco en tensión, 1999Técnica mixta sobre tabla,50 x 100 cm

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Las ciencias sociales han documentado, desde distintasópticas disciplinarias, los profundos cambios sucedi-

dos en el mundo del trabajo en las últimas décadas. Lascomunidades científicas nacionales e internacionalescoinciden en señalar la multidimensionalidad y volatili-dad de las ocupaciones y de la propia fuerza de trabajo.En esta nota queremos subrayar ese carácter múltiple yvolátil desde la perspectiva de las mujeres mexicanas,quienes, durante el último tercio del siglo pasado y enmedio de profundas crisis económicas, duplicaron su par-

ticipación hasta llegar a constituir casi el 40% de lapoblación activa.El primer aspecto que despierta interés en este procesode feminización del trabajo en toda América Latina esque coincide con una marcada precariedad, producidapor la aplicación de reformas estructurales y estrategiasde apertura comercial y de flexibilización que –de una uotra forma– los gobiernos de la región han puesto enpráctica. En este punto, el ejemplo de Chile ilustra muybien los efectos “modernizadores” producidos por los

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T R A B A J O

E R N E S T O B E R R A

Muro azul, 1999Técnica mixta sobre tabla,50 x 100 cm

cambios en las normas laborales que impulsaron tanto elgobierno dictatorial como los que le siguieron. En otrospaíses, como la Argentina, esa modernización se manifes-tó a través de la privatización indiscriminada de empresaspúblicas y, en los casos de México y otros países deCentroamérica, por medio de las llamadas empresasmaquiladoras, que comenzaron sus actividades incorpo-rando casi exclusivamente mano de obra femenina.En medio de este contexto “modernizador”, neoliberal oglobalizador, como se lo quiera llamar, las mujeres apare-cen de manera contundente en la esfera económica. Estacircunstancia, que no es casual –y sobre la que no pode-mos explayarnos aquí–, explica que la participación feme-nina en la economía no se traduzca necesariamente en unmayor bienestar para las mismas mujeres y sus familias,ya que su inserción mayoritaria se da en trabajos inesta-bles y sin protección social, tanto en la industria como enlos servicios por cuenta propia.Los estudios acerca de la participación económica feme-nina en el mercado de trabajo de México y AméricaLatina han resaltado esta relación perversa entre femini-zación y precarización. Las investigaciones revelan que setrata de mujeres de diverso origen socioeconómico y gra-

dos distintos de escolaridad, con diferentes edades ysituaciones familiares; factores todos ellos que determi-nan oportunidades desiguales en un mundo laboral quesigue ordenado, abierta o veladamente, por criteriossexistas. Al mismo tiempo, demuestran que estos merca-dos todavía reproducen los papeles tradicionales delhombre proveedor y de la mujer esposa-madre-ama decasa, a pesar de los datos que evidencian el crecimientode familias con doble o múltiple responsabilidad econó-mica (en las que la madre, los hijos y otros integrantes–familiares o no– contribuyen en igualdad de condicio-nes al mantenimiento de sus hogares) y también de aque-llas encabezadas exclusivamente por mujeres.

Familia, mujer y trabajo

Si analizamos la literatura que se publicó en México enlas últimas tres décadas, se observa un cambio entre losestudios de los años ochenta, estrictamente sociodemo-gráficos, y las más recientes reflexiones, que profundizanen el significado del trabajo de las mujeres y en los con-flictos materiales, simbólicos e identitarios que se derivande la relación-tensión entre sus responsabilidades fami-liares y laborales.

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Es posible observar, en los intersticios del mundo laboral mexicano,

gérmenes de colectividades que emergen a contracorriente de los

procesos desintegradores provocados por la globalización de la vida

social. Estas comunidades expresan nuevas formas de solidaridad

que trascienden la familia y que actúan como vehículos para la

búsqueda de trabajo, la migración económica y para hacer frente

a los complejos problemas de la vida comunitaria.

En estas últimas investigaciones se habla de una doble omúltiple identidad femenina, laboral y de género, que seconstruye en contextos sociales ordenados por discursosy prácticas que clasifican con etiquetas diferentes los tra-bajos “para hombres” y “para mujeres”. Los primeros seidentifican con ciertos aprendizajes y oficios, como losdesempeñados históricamente por trabajadores de lasminas, por electricistas y albañiles; o con habilidadesprofesionales y jerarquías de mando que corresponden ala dirección de empresas o negocios. Por su parte, lostrabajos “para mujeres” se reconocen por ser una conti-nuación de sus responsabilidades familiares, como losque realizan enfermeras, maestras y trabajadoras sociales,o porque evidencian las destrezas femeninas “innatas”,tan valoradas por las modernas empresas globalizadaselectrónicas -asentadas principalmente en las ciudadesfronterizas del norte de México-, y por las de costura,que buscan mano de obra barata en los estados máspobres del centro y sureste del país.En la reproducción de estos esquemas laborales sexistas,la familia juega un papel fundamental. Es en ella dondese establecen las normas y valores primarios que rigenlos comportamientos “femeninos” o “masculinos”, a par-

tir de los cuales hombres y mujeres eligen un destinolaboral o profesional compatible con los roles aprendi-dos. Las mujeres que trabajan por necesidad, que son lasmás pobres y de inferior escolaridad –generalmente uni-das y con hijos–, muestran trayectorias caracterizadas poruna muy baja remuneración tanto en los empleos adomicilio como en el comercio y en las empresas globali-zadas. Las que tienen más recursos económicos y escola-ridad superior a la básica están mejor pertrechadas parainsertarse en el mercado. Sin embargo, la socializaciónfamiliar y escolar las inducen principalmente a elegircarreras feminizadas, y el propio mercado de trabajo tienesus “techos de cristal” que les impiden, aun a las mejorpreparadas, alcanzar los puestos de trabajo de más altajerarquía y mejor remunerados.En las investigaciones sobre el tema, hemos encontradoque las redes familiares constituyen ámbitos de articula-ción sobre los que las mujeres edifican su imaginarioprofesional/ocupacional, en una relación ambigua y con-flictiva, pero indispensable para realizar sus propios pro-yectos de vida.En los casos de las mujeres de clase media, estas redestienen un carácter más definido e influyente en la elec-

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1 4 To d aV í A

T R A B A J O

ción y práctica profesional y en la definición de su propiaorientación vocacional. Especialmente, sobresale el papelque juegan los padres en el momento de decidir cuál serála mejor profesión para sus hijas y cuál para sus hijos.Por otro lado, las obreras industriales urbanas se distin-guen por un nivel escolar más bajo. Sus redes, diluidas enfamilias extensas, amigos y vecinos, son recursos impor-tantes para que se mantengan en el mercado de trabajo.En las imágenes de su familia de origen, las figuras feme-ninas son las más sobresalientes. Entre algunas de estasmujeres, la figura del padre apenas se insinúa en sus rela-tos. Los abuelos, en cambio, y especialmente las abuelas,juegan un papel muy importante en el cuidado de loshijos cuando las madres tienen que asumir el papel deproveedoras.Estas configuraciones familiares, asentadas en redesfemeninas intergeneracionales, suponen un compromisotácito entre sus integrantes –abuelas, madres, hijas, her-manas– que se despliega de manera conflictiva a lo largode sus vidas (en las relaciones madre-hija, por ejemplo),pero que ineludiblemente reaparece en los momentos decrisis o de necesidad, en los que se ayudan unas a otras.Sin embargo, la familia también puede actuar comomecanismo de control, de opresión e incluso de violenciaen contra de las mujeres. Esta condición de las familiasmexicanas se ha hecho más evidente, aunque suene con-tradictorio, con el debilitamiento de las estructuraspatriarcales generado por el desempleo masculino y lamayor independencia económica femenina en cierto tipode mercados de trabajo trasnacionalizados. Esas situaciones que enfrentan las mujeres pobres consti-tuyen un fuerte obstáculo para su desarrollo, para su sub-sistencia y, en casos extremos, llegan a poner en riesgo supropia vida. Uno de los ejemplos más crudos de esta rea-lidad es la ola de feminicidios en Ciudad Juárez, localidadfronteriza del estado de Chihuahua, en el norte deMéxico, mundialmente conocida como “las muertas deJuárez”. Allí la instalación de empresas maquiladorasgeneró un mercado de trabajo con mano de obra mayori-tariamente femenina. Esa nueva visibilidad laboral de lamujer se produjo en un medio socialmente hostil hacialas que trabajan fuera del hogar, y donde no existen polí-ticas públicas ni privadas para crear los apoyos sociales yculturales que garanticen su bienestar. De todas formas,se entrecruzan en este caso variables que hacen de él un

ejemplo difícilmente encuadrable dentro de un único ejede análisis, ya que entran en juego también el poderíoincontrolado de las bandas de narcotraficantes y lasacciones xenófobas generadas por las políticas anti-inmi-grantes estadounidenses, entre otros factores.

Identidad, estrategias y movilización

Ahora bien, esta compleja realidad que enfrentan las tra-bajadoras podría llegar a convertirse en palanca para eldesarrollo de una identidad resistente, intergeneracional ycolectiva entre mujeres con capacidad de liderazgo. Eneste sentido, es posible observar en los intersticios delmundo laboral mexicano, gérmenes de colectividades queemergen a contracorriente de los procesos desintegrado-res provocados por la globalización de la vida social.Estas comunidades expresan nuevas formas de solidari-dad que trascienden la familia y que actúan como vehícu-los para la búsqueda de trabajo, la migración económicay para hacer frente a los complejos problemas de la vidacomunitaria.Cuando se ahonda en el estudio de los modos de vida delas mujeres pobres, es posible reconocer las múltiplesformas en que ellas se movilizan para organizar su vida ydarle un sentido total, articulado, a sus responsabilidadesfamiliares, domésticas, comunitarias, laborales y ciudada-nas. Esta manera de verlas como actoras, y no solo comovíctimas de procesos estructurales e institucionales quelas sobrepasan y someten, permite recuperar el sentidode sus acciones y prácticas encaminadas hacia mejoreshorizontes de vida. En este plano de la experiencia feme-nina, aparecen las redes sociales impulsadas por las pro-pias mujeres, no solo desde la familia, sino también desdeel vecindario, la comunidad y desde las iniciativas queprovienen de organizaciones promotoras de los derechoshumanos y laborales. Un ejemplo de esas redes lo hemos encontrado en lascomunidades del Valle de Tehuacán, en los límites entrelos estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca. En un cruceprivilegiado de caminos entre el centro, el sureste y elsuroeste del país, en el que se enfrentan también elMéxico tradicional, rural e indígena, y la nueva moderni-dad importada, las mujeres se han vuelto polifuncionalesen el sentido más social de la palabra. Esta forma de serpolifacética se expresa en su intermitencia laboral entreel trabajo agrícola y el desempeñado en las empresas

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To d aVíA 1 5

contratistas o en las filiales de los grandes consorciosfabricantes de las tradicionales mezclillas, y de otrasprendas de vestir asentadas en la región. Combinan supaso por los talleres familiares clandestinos –subcontra-tados por aquellas empresas– perdidos entre las callejue-las de los poblados del Valle, en los que llevan a cabotareas intensivas, como el deshebrado; con los trabajostradicionales femeninos, como la elaboración y venta detortillas de maíz en los mercados locales. En este periplo laboral fluctuante y de riesgo permanen-te, las mujeres construyen estrategias para defenderse delas duras y largas jornadas de trabajo, de los despidosinopinados, de la desprotección social, de los sindicatosfantasmas, de la contaminación de sus pueblos, etcétera.Organizan, así, formas de resistencia apenas perceptibles,como la negativa a usar zapatos cerrados para trabajar enlugares excesivamente cálidos; como el reclamo colectivoen espacios laborales donde los sindicatos son letramuerta; y como la denuncia de acoso sexual y explota-ción de niños en las fábricas cuyos dueños, protegidospor el gobierno estatal (al menos uno de ellos) han sidoacusados de pederastia en la prensa nacional y ante lostribunales competentes. Estas “pequeñas” acciones, talvez no generalizadas, pero ejemplares, abren una rendijaa la posibilidad de arreglos sociales favorables para lasmujeres –y también para los hombres, jóvenes, viejos yniños que junto con ellas forman parte de la fuerza detrabajo de estas empresas–, especialmente cuando sebasan en procesos de identificación construidos desde supropia experiencia, y cuando coinciden con el trabajodesarrollado por redes y organizaciones sociales que pro-mueven estas formas de solidaridad en los espacios labo-rales, la comunidad y la familia. •

En este periplo laboral fluctuante

y de riesgo permanente, las

mujeres construyen estrategias

para defenderse de las duras

y largas jornadas de trabajo,

de los despidos inopinados,

de la desprotección social, de

los sindicatos fantasmas, de la

contaminación de sus pueblos.

E R N E S T O B E R R A

Gran muro naranja, 1999Técnica mixta sobre tabla,75 x 100 cm

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1 6 To d aV í A

T R A B A J O

LA INESTABILIDAD

LABORAL EN

LA ARGENTINA

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To d aVíA 1 7To d aVíA 1 7

¿Resultan válidos los shocks económicos o la acelerada transformacióntecnológica para explicar la inestabilidad que caracteriza el mercado detrabajo en la Argentina? El problema parece radicar en la escasez deempleos formales y de calidad. El debate podría centrarse, entonces,en las políticas productivas que permitan generarlos.

Entre los rasgos de la compleja realidad laboral queaún subsisten en la Argentina se destacan la elevada

desocupación y la extendida presencia de empleos preca-rios, aquellos que realizan muchos trabajadores porcuenta propia, los asalariados no registrados en la seguri-dad social, o el servicio doméstico. Hacia fines de 2005,el 10% de la población activa estaba desempleada y soloel 42% del conjunto de los ocupados eran asalariados “enblanco”, registrados en la seguridad social. A estas situa-ciones, que no son independientes, sino más bien doscaras de una misma moneda, se les asocia otro fenómeno:la elevada inestabilidad laboral.Cuando la presencia de estos factores en la estructuraocupacional es importante, las personas suelen tener querotar con mayor frecuencia entre distintos puestos, oentre éstos y la desocupación. Por cierto, la inestabilidadque ha crecido de manera generalizada en la Argentinano golpea con igual intensidad a todos las personas ni atodos los hogares. Si bien ha afectado de manera crecien-te a los sectores medios, es evidente que son los trabaja-dores de bajos niveles educativos quienes se encuentrancon mayor frecuencia expuestos a asiduos cambios en lasituación de empleo. También los jóvenes exhiben patro-

nes de alta rotación en períodos breves. Cabe interrogar-se en qué medida estos rasgos del mercado de trabajoargentino resultan transitorios o si, en cambio, respon-den a una dinámica que tiende a cristalizar una realidadlaboral más inestable. ¿La inestabilidad es, acaso, desea-ble, funcional o hasta necesaria para facilitar el creci-miento económico?

Inestabilidad o flexibilidad: ¿qué esperar?

Ha ido ganando creciente aceptación la idea de un capita-lismo que en el futuro tendría un mayor grado de inesta-bilidad laboral. Según este supuesto, se acabaría el mundode los “empleos de por vida” y sería necesario acostum-brarse a cambiar de trabajo con mayor frecuencia que enel pasado. Entre las diversas razones que se mencionanpara explicar esta tendencia, puede indicarse la mayorrapidez del avance tecnológico, que acorta la vida útil deproductos y procesos y, consecuentemente, de las compe-tencias que han adquirido los trabajadores. En el mismosentido, se sostiene que mercados más competitivos –enparte debido a la globalización– van a requerir una rápidamodificación de las variedades de bienes y servicios a ofre-cer, y esta situación contribuiría a acelerar las obsolescen-

E R N E S T O B E R R A

Construcción sobre el muro, 2003Técnica mixta,44 x 35 x 4 cm

p o r LUIS BECCARIA i n v e s t i g a d o r - d o c e n t e U n i v e r s i d a d N a c io n a l d e G en er a l S a r m i e n t o

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T R A B A J O

Cabe interrogarse en qué medida estos rasgos del mercado de

trabajo argentino resultan transitorios o si, en cambio, responden

a una dinámica que tiende a cristalizar una realidad laboral más

inestable. ¿La inestabilidad es, acaso, deseable, funcional o hasta

necesaria para facilitar el crecimiento económico?

cias de las calificaciones. Los mercados internacionaliza-dos estarían expuestos a shocks frecuentes y, para mantenerla competitividad, los niveles de empleo oscilarían conmayor amplitud. Este argumento sobre la realidad econó-mica justificaría el pedido por parte de la empresas de eli-minar o reducir las regulaciones laborales que dificultanlos ajustes de personal. En definitiva, la mayor inestabili-dad no solo sería un rasgo inherente de las economías deestos tiempos y de aquellos por venir, sino que ademásresultaría deseable, desde la perspectiva de la competitivi-dad de las economías nacionales, que existiera una mayorfluctuación del empleo.Pueden esbozarse diversos argumentos para cuestionar lavisión anterior acerca de la conveniencia de un empleo másinestable para mejorar la competitividad. Pero quizás esmás importante, para los objetivos de esta nota, indagar enqué medida las razones que explican la creciente inestabili-dad económica y laboral arriba mencionadas resultan re l e-vantes para dar cuenta del cuadro de elevada variabilidadocupacional que afecta actualmente a la sociedad arg e n t i n a .El examen de los rasgos que asume la movilidad indica queestaría solo parcialmente explicada por el cambio técnicoy/o la mayor inestabilidad de la economía. Por el contrario,esta situación parece obedecer primordialmente a la todavíainsuficiente generación de empleos formales de calidad, quep e rmitan absorber la fuerza de trabajo con diferente gradode calificación que se vuelca al mercado año tras año.La importancia que se otorga a la deficiencia de la deman-da agregada de trabajo para explicar la situación actual deinestabilidad ocupacional se refuerza si se analiza lo que

ocurrió hasta los años ochenta. Como el desempleo y laprecariedad en ese período eran menores (el desempleo,en los setenta, oscilaba entre el 2% y el 4%, mientras quela participación de los asalariados en blanco superaba el50%), ella resultaba menos notoria, a pesar de que la eco-nomía estaba sometida a pronunciadas fluctuaciones. Enefecto, aunque la apertura comercial y financiera así comolos manejos de otros componentes de la política económi-ca dieron lugar a ciclos de diversa duración e intensidad enlos últimos quince años, la volatilidad económica en laArgentina no fue privativa de estos años.

Algunos escenarios posibles

Desde fines de 2002, el empleo total ha aumentado a unritmo muy intenso –6,5% por año–, proceso que, en losúltimos meses, también estuvo acompañado por unaimportante expansión de la cantidad de empleos asalaria-dos “en blanco”. Por ejemplo, durante 2005, el 80% de lospuestos generados en las áreas urbanas del país fueron deeste tipo. Solamente la consolidación y la persistencia enel tiempo de esta dinámica permitirá modificar el panora-ma que caracteriza la actual situación laboral argentina.Ello haría posible que disminuyese la cantidad de ocupa-ciones precarias, de corta duración; y que aquellos traba-jadores con niveles de educación no muy elevados tuvie-ran mayores oportunidades para alcanzar un adecuadogrado de seguridad, imprescindible para elevar el bienes-tar. Pero aun cuando tal escenario optimista se verificase,el empleo formal podría no revestir el mismo grado deestabilidad que en el pasado, si los desarrollos tecnológi-

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To d aVíA 1 9To d aVíA 1 9

cos y/o la creciente globalización tuviesen los efectoscomentados más arriba. Se trataría, de cualquier manera,de un contexto diferente del que caracteriza desde hacetiempo al mercado laboral argentino, ya que en ese esce-nario primarían los puestos formales, con cobertura social.Ocupaciones que por su duración y estabilidad, que no secuentan en meses sino en años, podrían evitar el alto nivelde incertidumbre que genera la precariedad. El análisis de las condiciones que permitirían consolidar elactual proceso de expansión económica y del empleo –yalcanzar ese escenario optimista respecto de la situaciónlaboral– aparece como un tema que excede largamente losobjetivos de esta nota, pero que resulta prioritario en laArgentina actual. Intentaremos, por lo tanto, bosquejaralgunas ideas sobre esta cuestión.La expansión económica es una condición necesaria paraque continúe creciendo el empleo de calidad, premisasobre la que existe un amplio consenso. Conviene, en con-secuencia, avanzar en el análisis de dos temas sobre los quehay posiciones divergentes y que, como se verá, seencuentran interrelacionados: por un lado, las condicionesque permitirían esa expansión económica sostenida y, porel otro, aquellas que posibilitarían que el crecimiento deri-ve en un aumento importante de la ocupación y de lasremuneraciones, compatible con una mejora en la distri-bución del ingreso.Respecto de estas cuestiones, una posición que cuenta conamplio apoyo señala que un manejo adecuado de ciertasvariables clave –como las fiscales y las monetarias– resultasuficiente para asegurar el crecimiento, ya que permitiría

generar un contexto estable y atractivo para la inversión.Desde esta misma perspectiva, los interrogantes sobre elnexo “dinámica de la producción-dinámica del empleo”resultan irrelevantes, dado que la primera asegura, con eltiempo, la consecución de la segunda. Otra gama de opi-niones, en cambio, favorece cierto activismo estatal en laeconomía. Entre ellas se encuentra la de quienes creenque el Estado debe colaborar en asegurar un c o n t e x t om a c roeconómico favorable al crecimiento, por medio depolíticas que influyan sobre los precios fundamentales,como el tipo de cambio. Un nivel más o menos alto de esteúltimo beneficiaría el empleo a través de la protección a lap roducción nacional y su impacto sobre las export a c i o n e s ;de manera adicional, los salarios resultarían re l a t i v a m e n t ereducidos, en términos del costo del capital.No cabe duda de que un adecuado manejo en los planos fis-cal, cambiario o monetario es imprescindible para mantenerun ritmo sostenido de crecimiento. Sin embargo, no siem-p re resulta suficiente para mejorar el grado de equidad dis-tributiva. Las políticas productivas son un ingrediente queconvendría incorporar a una estrategia de cre c i m i e n t onacional que busque reducir la desigualdad y ubique elempleo en el centro de las preocupaciones. Nos referimos aun complejo conjunto de acciones dirigido a incentivar lainversión en sectores o, especialmente, en redes o tramasque cuenten con buenas posibilidades de desarrollo. Puedena b a rcar diferentes instrumentos, como los de tipo fiscal,f i n a n c i e ro, arancelario, tecnológico y de capacitación.Ahora bien, una condición clave para una estrategia deesta índole consiste en identificar las bases sobre las cuales

E R N E S T O B E R R A

La casa amarilla, 2006Objeto. Madera y metal38 x 81 x 11 cm

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T R A B A J O

se puede apoyar el crecimiento argentino; en este sentido,resulta imprescindible una amplia discusión acerca delpatrón de especialización productiva. Éste es un tema muycomplejo que involucra no solo consideraciones económi-cas –como las relativas a los probables escenarios de laeconomía mundial–, sino también, y fundamentalmente,políticas.

El desafío de las políticas productivas

Al examinar la potencialidad de los diferentes sectores otramas, se debe contemplar la experiencia de las firmasnacionales y extranjeras, pero también su capacidad paragenerar sinergias positivas en el resto del aparato produc-tivo. Precisamente, en este análisis, el empleo aparececomo la variable clave. Las empresas con mayores proba-bilidades de generar un flujo sostenido de nuevos puestosde trabajo de calidad son aquellas que deberán contem-plarse como sujetos prioritarios de políticas.Sería aventurado identificar aquí algunos de esos sectoreso tramas, pero vale señalar que ellos incluyen, sin duda, amuchos de los existentes. Por otra parte, la búsqueda nodebería focalizarse exclusivamente en las ramas manufac-tureras, que son las que generalmente encabezan la lista deactividades con mayor potencial. Desde ya, las accionesrespecto de las actividades industriales ocuparán un papel

importante, dada su relevancia tecnológica y por el hechode que elaboran insumos de uso difundido en el resto delaparato productivo. Pero, además, la incorporación devalor agregado a productos primarios aparece como otroámbito relevante, especialmente porque permitiría articu-lar el enfoque sectorial con otro de tipo regional. Los des-balances entre diferentes zonas del país constituyen, comoya se sabe, una de las dimensiones de la desigualdad glo-bal del ingreso. Los servicios que concentran actualmentela mayor parte del empleo y que, seguramente, aumenta-rán su alcance en el futuro, aparecen, sin embargo, comoun sector que deberá privilegiarse, en especial para apoyaractividades en las que se pueden generar numerosos pues-tos de calidad.Ahora bien, una estructura productiva basada en activida-des con capacidad de crecimiento sostenido, muy proba-blemente ocupará cada vez más a trabajadores de alta cali-ficación. Éste es un dato para tener en cuenta al diseñar eimplementar las políticas, ya que puede representar unpotencial conflicto con el objetivo de dinamizar el empleode personas con baja escolarización, que son quienesenfrentan mayores dificultades laborales. Este problema,sin embargo, puede atenuarse. Por un lado, el aumentogeneral del empleo creará más oportunidades para losmenos calificados en la medida en que algunos puestosque ellos pueden desempeñar están siendo ocupadosactualmente por personas más capacitadas. Este fenómeno–conocido como “sobre-educación” o “devaluación edu-cativa”– resulta otra expresión de la todavía difícil situa-ción laboral argentina. Por otro lado, al continuar el pro-ceso de expansión de la escolarización, la oferta de traba-jadores menos calificados crecerá de manera cada vez máslenta, tal como indica la tendencia actual. Incrementar los esfuerzos para elevar la cantidad y la cali-dad de la educación colaborará en esta dirección, más alláde que éste debe ser un objetivo de toda acción del Estado,ya que constituye un derecho de los ciudadanos. Contarcon una población mejor y más educada resulta, entonces,de suma importancia para apoyar estrategias de creci-miento con equidad. •

E R N E S T O B E R R A

Nero-cartonero, 2003Técnica mixta,52 x 56 x 3 cm

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BRASIL, DE LA DISCIPLINA

A LOS DERECHOSp o r J O S É S E R G I O L E I T E L O P E S a n t r o p ó l o g o , P r o g r a m a d e P ó s - Gr a d u a ç ã o e m A n t r o p o l o g ia S o c i a l , M u s e u N a c i o n a l - U F R J

T R A B A J O

E R N E S T O B E R R A

Perfil urbano con cielo blanco, 2006Técnica mixta sobre tabla,70 x 75 cm

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2 2 To d aV í A

T R A B A J O

El proceso de formación de una cultura del trabajo enel Brasil a lo largo del siglo X X, se vincula con un

modelo de disciplinamiento y control de los trabajadore s ,que asumió formas de dominación “fuertes” o “autorita-rias” en los establecimientos y empresas de gran tamaño.P e ro también se enlaza con el proceso en el que se ate-n u a ron esas relaciones autoritarias a través de la incorpo-ración, por parte de los trabajadores, del uso de dere c h o s ,y de la constitución de formas de asociación.A partir de la década de 1930, los trabajadores de lasfábricas y establecimientos urbanos comenzaron a regirse

por una serie de leyes sociales, reunidas en laConsolidación de las Leyes del Trabajo (CLT), en 1943.En el campo, esas leyes recién se extendieron veinte añosdespués, con el Estatuto del Trabajador Rural de 1963.El lapso entre las dos fechas resulta significativo en lamedida en que muestra la lentitud en el ritmo de difu-sión de la ciudadanía en el Brasil, el modo desigual en elque se otorgaron los derechos a los trabajadores, enespecial a aquellos sometidos a la influencia de los gran-des propietarios rurales o agroindustriales.Hay que re c o rdar que las transformaciones que tuviero nlugar en los centros agrícolas tras la abolición de la esclavi-tud re p ro d u j e ron formas de dominación que, muchasveces, estaban directamente relacionadas con el períodoesclavista. Éste fue el caso de sistemas de trabajo como eldel m o r a d o r, en el Nordeste –región donde prevalecía laagricultura de la caña de azúcar–, o el del c o l o n o, en elSudeste –en torno a la cultura del café–, en los que sesojuzgaba a las poblaciones (negras) salidas de la esclavitud,a los descendientes (blancos o mestizos) de los ex “hombre sl i b res de la sociedad esclavista” –habitantes de las zonasrurales–, e incluso a los inmigrantes traídos de Europa o deJapón que se concentraron en San Pablo. En efecto, aque-llas relaciones estaban marcadas por la dominación social“ f u e rte” de los propietarios rurales sobre el resto de lapoblación campesina. Ese vínculo trascendía el sentidoestricto de las “relaciones de trabajo”, como se conocían enla ciudad, y abarcaba también las actividades familiares, éti-cas, religiosas, culturales y políticas de las personas.En esa sociedad, los sindicatos y las mutuales de las dosprimeras décadas del siglo XX contribuyeron a formaruna ética del trabajo. Por su parte, la nueva legislación delas décadas de 1930 y 1940, que ya mencionamos, si bienparalizó a algunos de los sindicatos más combativos, pro-

En el itinerario histórico de los sistemas de trabajo en el Brasil, desdelas iniciales formas esclavistas hasta el actual esquema neoliberal, es posible descubrir el recorrido de un proceso de expansión de losderechos que, aun con sus avances y sus retrocesos, implica la gradualformación de una cultura del trabajo.

E R N E S T O B E R R A

Medianera multicolor con cielo azul, 2006Técnica mixta sobre tabla,70 x 75 cm

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movió desde el Estado la agremiación. De ese modo,efectivizó derechos (y, consecuentemente sancionó losincumplimientos patronales), que pudieron así llegar alos trabajadores de las empresas más renuentes a la orga-nización gremial de sus subordinados. Con el fin de ladictadura del “Estado Novo” de Getulio Vargas (1937-1945) y del gobierno del general Dutra (1946-1950)–que intervino de manera sistemática en los sindicatos-,los trabajadores urbanos pudieron apropiarse de sus aso-ciaciones y desarrollar una importante campaña de difu-sión de sus derechos, hasta el golpe de 1964.Ahora bien, aun cuando la extensión de la ciudadanía en elBrasil tenga en su origen y en su dinámica la marca delcorporativismo de la época de Va rgas, no por ello dejó dec rear cierta “sociedad salarial” en el país. Creó pro f e s i o n e sy carreras en el servicio público, en las grandes empresas yen diferentes establecimientos, que incluyeron tanto a losasalariados de clase media como a los obre ros. Impulsó,asimismo, una estructura para la justicia laboral y un siste-ma de previsión social. En la posguerra, las empresas esta-tales adoptaron esos modelos de carreras y de dere c h o s .La experiencia de esos trabajadores, incorporados al mer-cado laboral después de 1945, sigue presente en nuestraépoca y se vincula, justamente, con la conquista de losd e rechos sociales. Aquellas generaciones fueron las pri-meras en gozar de jubilaciones determinadas por los añosde vida laboral, y las actuales también aspiran a obtener-las. Su proyecto de vida quedó sellado por esa posibilidady, para lograrlo, valía la pena realizar el esfuerzo de traba-jar desde muy joven. A pesar de que el nivel salarial siem-p re fue muy bajo –cercano al del salario mínimo–, lamayoría de aquellos trabajadores manuales con empleoregular podía sobrevivir gracias a recursos marginales (laagricultura en quintas, las changas o el pequeño comer-cio), a la ayuda errática del “paternalismo industrial” o“ e m p resario”, y a la protección de los derechos sociales.De ese modo, los trabajadores fueron integrados a lasociedad y a un proyecto universalista de expansión dederechos, aunque muchos de ellos no se respetaron enalgunas empresas, que históricamente han sido renuentesa aceptarlos. En el momento mismo en el que se aprobóla legislación laboral se formaron en forma simultáneauna fuerza de trabajo principal y con derechos, y otrasecundaria y “clandestina”, sin libreta legal. Esta situa-ción prefigura, ya en la década de 1930, un modelo pare-

cido al que en el vocabulario de hoy se conoce como pre-carización de la fuerza de trabajo.Luego, desde mediados de la década de 1950, ya con laaplicación del modelo industrial fordista en San Pablo,tuvo lugar un desplazamiento de trabajadores de origenrural (provenientes de los estados de San Pablo, MinasGerais y los del Nordeste) hacia la producción automotrizy la red de industrias que la sostiene, y se formó de hechoun mercado de trabajo nacional. La industrialización inten-

Aun cuando la extensión de la

ciudadanía en el Brasil tenga en

su origen y en su dinámica la

m a rca del corporativismo de la

época de Vargas, no por ello

dejó de crear cierta “sociedad

salarial” en el país. Creó pro f e s i o-

nes y carreras en el servicio

público, en las grandes empre-

sas y en diferentes estableci-

mientos, que incluyeron tanto a

los asalariados de clase media

como a los obre ro s .

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siva, que había comenzado –a fines de los años cuare n t a –con dos empresas estatales localizadas en el estado de Ríode Janeiro –la Compañía Siderúrgica Nacional y la FábricaNacional de Motores–, se completó en la década de 1950con el establecimiento de astilleros navales en el mismoEstado, y con la industria siderúrgica en Minas Gerais. Lac o n s t rucción y puesta en funcionamiento de Brasilia, en losaños cincuenta y sesenta, también atrajo mano de obra ded i f e rentes lugares y características. Finalmente, en las déca-das de 1960, 1970 y 1980, en pleno régimen militar, se cre-a ron muchas empresas estatales y se amplió así el númerode asalariados. Esas empresas incorporaron en el Brasil elmodelo de la “sociedad salarial” euro p e a .El proyecto de generalización de los derechos continuóvigente, a pesar de que la dinámica de la lucha por suextensión fue obstaculizada por el régimen militar y porlos períodos de gran crecimiento seguidos de recesiones.La promulgación del Estatuto del Trabajador Rural de1963 y la implantación de la justicia laboral, de la previ-sión social y de la sindicalización en el campo abrieron elhorizonte para la extensión de los derechos a los trabaja-dores rurales. Esta situación los llevó también a cuestio-nar la pésima distribución de la propiedad de la tierra y aluchar por una reforma agraria.A fines de la década de 1970, ya en el contexto de la luchapor la vuelta de la democracia se organizó un fuerte movi-miento social de trabajadores, que si bien se concentró enalgunos puntos del país, al mismo tiempo, se extendió. Unode los lugares centrales fue la periferia del estado de SanPablo, en cuyas organizaciones sindicales -hasta entonceslimitadas por los controles estatales-, surgió un fuerte movi-miento en defensa de una cultura del trabajo y de sus dere-chos. Allí tuvieron lugar las primeras huelgas que desafiaro nal régimen militar, entre 1978 y 1980. Otro foco fue el inte-rior de Pernambuco –zona productora de caña de azúcar–,donde se re g i s t r a ron las primeras huelgas de trabajadore srurales, culminando así el proceso de organización sindicalen el campo, que había comenzado en la década de 1970.Más tarde, a lo largo de los años ochenta, se form a ro no rganizaciones que incluyeron diferentes tipos de trabaja-d o res, grupos perjudicados por los efectos negativos degrandes proyectos (como las re p resas hidroeléctricas), ya g rupaciones que luchaban por la re f o rma agraria. Laamplitud, la diversidad y la fuerza de ese conjunto demovimientos sociales despert a ron un interés intern a c i o n a l

A partir de la década de 1930,

los trabajadores de las fábricas

y establecimientos urbanos

comenzaron a regirse por una

serie de leyes sociales, reunidas

en la Consolidación de las Leyes

del Trabajo (CLT), en 1943.

En el campo, esas leyes recién

se extendieron veinte años

después, con el Estatuto del

Trabajador Rural de 1963.

El lapso entre las dos fechas

resulta significativo en la medida

en que muestra la lentitud en el

ritmo de difusión de la ciudada-

nía en el Brasil.

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por el país, pues ponían de manifiesto la esperanza y eldinamismo de esas luchas, que contrastaban con la falta deentusiasmo y la morosidad demostradas por las elites paracomenzar a saldar la inmensa deuda social acumulada.

Tiempo presente

En los últimos años, a nivel internacional se pro d u j e ro np rofundas transformaciones en el modelo de org a n i z a c i ó ndel trabajo y en el tipo de gerenciamiento. Estos cambios,que han afectado a diferentes naciones del mundo desarro-llado, llegaron también a los países periféricos como elBrasil, antes “protegido” por la inestabilidad inflacionaria,las políticas industriales en beneficio de la pro d u c c i ó nlocal y los intensos movimientos sociales iniciados en lalucha contra el autoritarismo del régimen militar. Las con-secuencias de estas transformaciones modernas son, para-dójicamente, el re t o rno de formas de vulnerabilidad de lasmasas, semejantes a las que padecían las poblaciones traba-jadoras antes de la época de la previsión social.Las políticas de inspiración neoliberal aumentan la sensa-ción de inseguridad aun en los sectores más formales yestables del mercado de trabajo y, desde ya, en las genera-ciones más jóvenes, que saben que no encontrarán las mis-mas oportunidades de trabajo que quienes les pre c e d i e ro n .La vulnerabilidad actual, a diferencia de la del períodoanterior a las leyes sociales, se produce después de la expe-riencia de protección, y esto acrecienta el sentimiento dep é rdida y el sufrimiento. La privación de derechos adquiri-dos da lugar a luchas de resistencia, a veces desacreditadas y

desesperanzadas. Pero fueron luchas de ese tipo las que lle-v a ron adelante los artesanos ingleses, quienes expro p i a d o spor el avance de la llamada Primera Revolución Industrialdel siglo X I X, inventaron y legaron para las generacionessiguientes una cultura del trabajo y de la solidaridad.H o y, el agravamiento de la desigualdad extrema en la dis-tribución del ingreso y la riqueza es el problema centraldel Brasil. A esa creciente asimetría contribuyó, sin duda,el hecho de que, a partir de la década de 1960, se hayadesalentado o bien destruido todo intento de re f o rm asocial, de re f o rma agraria, de re f o rma urbana y de univer-salización efectiva de la educación pública. Primero, conla dictadura militar y sus políticas de modernización conconcentración del ingreso. Luego, a partir de 1985, conlos sucesivos pactos entre las elites dirigentes y con lap o s t e rgación de re f o rmas sociales urgentes. Y, finalmente,con los intentos de aplicación de políticas neoliberalesque exacerbaron las tendencias de exclusión social.Desde ya, la anterior -y ahora debilitada-, concepcióncultural y política que asociaba los derechos al mundo deltrabajo puede revitalizarse, a partir de la búsqueda denuevas expresiones de ciudadanía. Algunos puntos de par-tida posibles pueden situarse en el encuentro de un equi-librio de fuerzas entre el hombre y la mujer, tanto en laesfera pública como privada; en la re f o rmulación del con-cepto de identidades étnicas indígenas y afro - b r a s i l e ñ a s ;en las luchas por la salud y la educación de las clasesp o p u l a res, así como en la defensa del medio ambiente.P e ro, más allá de esta propuesta, debemos reconocer que lap royección de los movimientos sociales –intensificadose n t re las décadas de 1980 y 2000–, la posibilidad pro g re s i v ade elegir re p resentantes en los diversos niveles del Estado,las experiencias de gobierno en los niveles local y estatal, yla elección de un ex sindicalista metalúrgico e inmigranten o rdestino como presidente de la República, todo ello pro-dujo –no obstante las dificultades de las reglas del juego for-males e informales del sistema político brasileño–, un cam-bio de ritmo en las transformaciones económicas que re s u l-taban perjudiciales para los trabajadores. Es de esperar quela memoria y la herencia de los movimientos sindicales ysociales recientes (como los de defensa de derechos huma-nos y los ambientalistas), con su impulso de universalizaciónde derechos y de solidaridad, se evidencien con mayor fuer-za cuando sus re p resentantes se enfrenten a la posibilidad deactuar en las diversas instancias del poder. •

To d aVíA 2 5

E R N E S T O B E R R A

“Construcción Multicolor con cielo amarillo, 2006Técnica mixta sobre tabla,70 x 75 cm

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T R A B A J O

APUNTES SOBRE LA

EXPERIENCIA CHILENA

p o r G U I L L E R M O C A M P E R O s o c i ó l o g o , U n i v e r s i d a d d e C h i l e / O I T

2 6 To d aV í A

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Ap a rtir de mediados de la década de los setenta, laeconomía y la sociedad chilenas han vivido un pro-

ceso de profunda transformación. Sus orígenes debenbuscarse en los cambios de la estructura económica orien-tados hacia la liberalización e integración al comercio y alas inversiones globales y en el régimen político autorita-rio que caracterizó esa etapa. Desde entonces, han surg i-do o se han replanteado temas que han ido conform a n d onuevas visiones sobre el trabajo. En este artículo nos cen-t r a remos en algunos de ellos que consideramos priorita-rios, como el de la protección y el diálogo social, losd e rechos y el empleo como fuente de bienestar.

Una etapa de incertidumbre y posibilidades

En primer lugar, nos parece importante detenernos en unacaracterística presente en todo este proceso: la incert i d u m-b re. En efecto, los cambios experimentados en la décadadel setenta fueron tan marcados, que desart i c u l a ron las

p e rcepciones que importantes sectores de la poblacióntenían sobre las reglas de la vida social y económica. Así,las nociones de competitividad, apertura, flexibilización yotras, apare c i e ron en la conciencia de parte de la poblacióncomo amenazas, más que como oportunidades. La movili-dad de los mercados de trabajo y las múltiples y volátilescompetencias laborales fueron asimiladas en el imaginariocolectivo como sinónimo de desempleo e inseguridad.Esta situación de incertidumbre se debió no solo a latransformación estructural de la economía chilena, sinotambién al hecho de que estos cambios se iniciaron bajoun régimen político autoritario. Al no ser el resultado deconsensos sociales y políticos, fueron percibidos, en granmedida, como ilegítimos. En un contexto de represión,se explica que las organizaciones sindicales y sus expre-siones políticas adoptaran una posición centralmentedefensiva. Este análisis nos lleva a afirmar que toda transformaciónprofunda como la vivida en Chile requiere, antes quenada, pasar por un proceso de legitimación. Para ello esnecesario abrir un debate entre los actores sociales, conel fin de encontrar los acuerdos básicos acerca de cuálesson los cambios que representan posibilidades de progre-so y cuáles no. Ésta es la primera conclusión sociopolíti-ca que, más allá de los ciclos económicos de éxito o decrisis observados, arroja nuestro análisis de la experienciachilena. A partir de allí, podemos avanzar con otras con-clusiones sobre cultura y políticas del trabajo que consi-deramos fundamentales.

Hacia empleos de calidad

Hasta el presente, el proceso de transformación laboralen Chile ha mostrado que las políticas macroeconómicasque protegen rigurosamente la estabilidad del crecimien-to son una base fundamental para la inversión y la crea-ción de empleos. Sin embargo, ha quedado claro, ade-más, particularmente en los últimos diez años, que no setrata solamente de aumentar las oportunidades laborales,sino también de asegurar la calidad del trabajo. En estesentido, es posible afirmar que un mercado extremada-mente flexible y liberalizado como el chileno genera unarotación excesiva de los trabajadores que impacta demanera negativa sobre la capacidad empresarial de inver-tir en los recursos humanos, y así impide mejorar sucompetencia profesional y su productividad.

Una mirada sobre la realidad chilena nos revela nuevas visionessobre el trabajo, capaces de aunarlos principios del derecho laboralcon las características de las economías liberalizadas. La necesidad de generar empleosde calidad, la movilidad y la flexi-bilidad protegida, y la ampliacióndel campo de acción sindical se imponen como temas impos-tergables del diálogo social.

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La creciente movilidad de factores técnicos y humanos,derivada de la adaptación a una economía altamenteabierta y competitiva, dio lugar a diversos fenómenos dereconversión y ajuste que afectaron la cantidad, la distri-bución sectorial, la estabilidad y la calidad de los emple-os. Se hace necesario, entonces, diseñar políticas queapunten a lo que podríamos denominar “movilidad y fle-xibilidad protegida”. Distintos actores públicos, políticosy sociales ya han comenzado a debatir este concepto,intentando identificar instrumentos que permitan a lostrabajadores, a los empleadores y al gobierno desarrollaruna política articulada que preserve, simultáneamente, lasexigencias de adaptación de la economía y las proteccio-nes y oportunidades que requiere el sector laboral.En la agenda de estos debates, se han incorporado mate-rias tales como la “flexibilidad pactada”, que consiste enestablecer acuerdos entre trabajadores y empresariosacerca de la forma en que deben aplicarse los mecanis-mos de flexibilidad. Frente a eventuales situaciones deajuste, la idea es que ambas partes analicen de maneraconjunta las respuestas y acuerden, a través de conven-ciones colectivas, los mecanismos que permitan transitar-las, conservando al máximo el número de empleos.Recientemente, también se ha comenzado a evaluar laimportancia de establecer sistemas público-privados decertificación de competencias profesionales para que losempleadores dispongan de una información estandariza-

da acerca de las características profesionales de los traba-jadores. Estos sistemas, al facilitar el conocimiento sobrela capacidad técnico-profesional, pueden mejorar la rela-ción entre la oferta y la demanda a nivel nacional. Otro tema central para la nueva agenda es el de la rela-ción entre las remuneraciones y la evolución de la econo-mía. Asociar de manera adecuada los ingresos a la pro-ductividad es un requisito indispensable para lograrcoherencia entre la política laboral y la macroeconómica.La experiencia vivida en Chile hasta mediados de losochenta indica que la simple rebaja de los costos labora-les, así como la desregulación de los sistemas de despido,no resultan instrumentos eficaces para articular el creci-miento económico con los requerimientos de competiti-vidad internacional. Por el contrario, ha quedado demos-trado que la capacidad de competir de una economíaabierta no se sustenta, en el largo plazo, sobre la base deuna mano de obra barata y fácilmente prescindible, sinoen una fuerza de trabajo entrenada para elevar la produc-tividad. Creemos, por lo tanto, que adecuar las remune-raciones de los trabajadores a los ritmos de productividadconstituye una exigencia para un desarrollo sostenido.Finalmente, si nos detenemos en el tema de la seguridadsocial, consideramos que es imprescindible elaborar políti-cas que avancen en dos líneas. Por un lado, es necesarioque el sector público y el sector privado actúen juntos: laresponsabilidad en este ámbito debe ser compartida para

T R A B A J O

La experiencia vivida en Chile hasta mediados de los ochenta indica

que la simple rebaja de los costos laborales, así como la desre g u l a c i ó n

de los sistemas de despido, no resultan instrumentos eficaces para

articular el crecimiento económico con los requerimientos de

competitividad internacional.

E R N E S T O B E R R A

Acontece en el mar I, 2001Técnica mixta sobre tabla,70 x 74 cm

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asegurar un financiamiento sólido del sistema y garantizarel acceso de la población a niveles básicos de asistencia.Por otra parte, se hace necesario encontrar vías de acceso ala seguridad social más eficaces, part i c u l a rmente para quie-nes trabajan con regímenes contractuales transitorios, par-ciales o de autoempleo y, en general, para los nuevos secto-res que están surgiendo bajo formas denominadas “atípi-cas”. Los sistemas clásicos, apropiados para los empleadosp e rmanentes, no son los adecuados para este otro tipo det r a b a j a d o res, por lo que resulta fundamental configurarmecanismos que respondan a sus características laborales.

Nuevos derechos laborales

La experiencia chilena ha sido particularmente complejaen el tema de los derechos laborales. Las políticas libera-les representaron fuertes limitaciones a la libertad sindi-cal y a las negociaciones colectivas. A pesar de que, apartir de 1979, se reconoció el derecho de sindicalizacióny de firmar convenios de trabajo, en la práctica siguióprevaleciendo la idea de que la agremiación y sus regula-ciones protectoras constituían obstáculos para el funcio-namiento del libre mercado.Ahora bien, del estudio del período comprendido entre1973 y mediados de los ochenta se desprende que una libe-ralización extrema del mercado de trabajo y de las re l a c i o-nes laborales no necesariamente produce una adecuadaasignación de los recursos materiales y humanos. Ta m p o c osuministra mecanismos apropiados para la solución deconflictos que aseguren que la relación entre empleadore sy trabajadores se desarrolle en un marco de estabilidad yde razonable equidad. La excesiva asimetría de poder ero-siona la capacidad de integración social mínima que todae m p resa re q u i e re para funcionar con eficiencia. Estas observaciones llevaron a reconsiderar la necesidadde generar mecanismos que permitan una mayor integra-ción social y cultural de los trabajadores a las nuevas rea-lidades de la economía y de las empresas. Se reconocióque la integración de los trabajadores constituye un fac-tor de gran importancia a la hora de garantizar los resul-tados –tanto macro como microeconómicos– que persi-

guen las políticas implementadas desde los años setenta. En ese sentido, queremos mencionar algunos de los temasque se están debatiendo y que consideramos prioritarios.Por un lado, resulta imprescindible ampliar el campo deacción de los sindicatos para que puedan superar las posi-ciones básicamente defensivas a las que fueron recluidos yasuman una posición más propositiva. En segundo lugar,es necesario que el sindicalismo se transforme en un actorcapaz de re p resentar la diversidad de las nuevas re a l i d a d e slaborales y de expresar su creciente heterogeneidad. Estosupone, por parte de los sindicalistas, re f o rmular la ideaclásica del mundo del trabajo como una realidad única, enfavor de un concepto que otorgue mayor relevancia a lasd i f e rentes características que éste adquiere en cada lugar.En tercer lugar, es necesario redefinir los contenidos espe-cíficos de los derechos que amparan a los trabajadores. Loi m p o rtante en una economía liberal eficiente no es limitarlos derechos, sino re f o rmularlos de manera innovadora, dea c u e rdo con los requisitos de las nuevas realidades. Enefecto, la forma concreta de definir los derechos funda-mentales en el trabajo no es la misma en la actualidad quela que caracterizó los modelos económicos anteriores. Podemos afirmar entonces, a modo de conclusión, quenuestro análisis de la experiencia chilena indica que losprincipios en que se asientan los derechos fundamentalesdel trabajo son compatibles con las características de laseconomías liberalizadas, siempre que se tomen en cuentalas modalidades que los derechos pueden adquirir ensituaciones nuevas y en constante cambio. Más aún, losucedido en Chile indica que esta economía requierecomo factor de integración social un conjunto de dere-chos laborales bien definidos. Sin ellos, el riesgo de ines-tabilidad y confrontación puede aumentar, afectando lacapacidad de desempeño exitoso en un contexto de altacompetitividad. Es necesario destacar, desde ya, que loanterior solo es posible mediante un diálogo capaz degenerar las bases de un nuevo consenso entre los actores,condición fundamental para la equidad, la estabilidad, lalegitimidad y el éxito de las transformaciones que haadquirido el desarrollo económico y social. •

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O P I N I Ó N

LAS INCERTIDUMBRES

HUMANAS EN

TIEMPOS DE CAMBIO p o r J U A N S U R I A N O h i s t o r i a d o r U B A , I D A E S / U N S A M

F o t o g r a f í a sC R I S T I N A F R A I R E

G R A C I E L A C A L A B R E S E

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Los tra b a j a d o res enfrentan hoy profundas tra n s f o rm a c i o n e sen el mundo labora l . Al igual que los primeros obreros de finesdel siglo XVIII ensayan formas de re s i s t e n c i a , sienten temorante un futuro incierto y nostalgia por el pasado perd i d o , s u e l os eguro de la identidad y las certezas.

Todos los grandes procesos de cambioeconómico que involucraron el trabajo

del hombre han generado, a partir de lascrisis de los modelos preexistentes, profun-das modificaciones sociales y culturales. Enesas coyunturas, una buena parte de losseres humanos siente dudas e incertidum-bres por el mundo que se pierde y por unfuturo que asoma impredecible. Es lo queocurre con las transformaciones actualesdel capitalismo y también con lo sucedidodurante el advenimiento de la RevoluciónIndustrial al despuntar el siglo XIX. Hoy, el mundo laboral, especialmente elrelacionado con el trabajo industrial, ha

entrado en crisis. Como consecuencia delderrumbe del Estado de Bienestar y de losprocesos de flexibilidad, las formas del tra-bajo se han transformado profundamentedesde mediados de los años setenta y, parti-cularmente de los ochenta, y afectaron demanera notable a los trabajadores. Estoscambios fueron acompañados por unimpresionante salto tecnológico y el mundofabril fue invadido por la automatización yla robótica, que modificaron las relacioneslaborales y la propia producción de capital.El trabajo cronometrado y la producción enserie se han intensificado hasta límitesimpensados hace pocos años, avanzando un

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paso más en el camino de despojar al obre-ro de su saber y de su conocimiento delproceso de trabajo.Pero el rasgo más preocupante ha sido elaumento del desempleo estructural y la evi-dente desproletarización fabril, que implicael achicamiento de la clase obrera. Estacaracterística se complementa con la terce-rización del trabajo y una mayor heteroge-neidad manifiesta en el ingreso masivo dela mujer al mercado laboral. Al mismotiempo, produce una subproletarizaciónque generaliza el empleo parcial y precario,denominado gastarbeiters en Alemania otrabajo en negro en América Latina e Italia.Mediante este tipo de empleo, Europarecluta su mano de obra entre los miles deinmigrantes pobres que llegan desde África,América Latina y Europa del Este. Estos profundos cambios afectaron tanto ala estructura productiva, a las formas derepresentación sindical y política, comotambién a los propios estilos de sociabilidadobrera. Los derechos de los trabajadores,

conseguidos a lo largo del tiempo con tantocosto, han sido desregulados debido a lasnecesidades del capital en esta nueva etapa.Es evidente que la inestabilidad laboral seha transformado en una condición perma-nente y, sin duda, estamos atravesando lacrisis más grave en la historia de la clasetrabajadora, puesto que fue afectada mate-rial y subjetivamente. Como sostieneRichard Sennett, “es posible que la corro-sión del carácter sea una consecuencia ine-vitable” en tanto el trabajo se ha convertidoen algo efímero. Sin duda, estas transformaciones han afec-tado a los trabajadores de todo el mundocapitalista, tanto en las economías centralescomo en las periféricas, generando unafuerte incertidumbre frente al futuro, perotambién diversas formas de resistencia. Eneste sentido, quiero apelar a dos imágenesmuy elocuentes. La primera proviene delprolífico cine social inglés de los añosnoventa, que tan bien expresó el desmem-bramiento de la cultura obrera. Puedo

optar entre varios films y elijo Lloviendo pie-dras, realizada por Ken Loach en 1993. Allí,Bob, un trabajador desocupado sin dema-siadas posibilidades de conseguir empleo,vive con su mujer y su hija en un típicobarrio obrero del norte de Inglaterra,empobrecido por el cierre de numerosasindustrias, y que ha quedado al margen dela estructura económica predominante. Porsupuesto, su situación es angustiante. Sinembargo, está decidido a conseguir de cual-quier forma que su pequeña hija tenga unvestido nuevo para la ceremonia de su pri-mera comunión. Este acontecimientomenor, casi banal, posee un significadotrascendente para Bob, pues se trata deobtener un bien tradicionalmente impor-tante para la clase obrera inglesa, como esel vestirse de manera acorde los días festi-vos. Al perder el trabajo, conservar esa cos-tumbre a través del vestido nuevo de su hijase convierte en una cuestión central parapreservar su dignidad.Para la segunda imagen me valgo de unanota publicada en el diario Clarín en elverano de 2002. En ella, un hombre queapenas ha superado los cuarenta años espe-ra pacientemente, en la puerta de un come-dor popular solidario del conurbano bonae-rense, que su esposa y sus cuatro hijos fina-licen el frugal almuerzo, producto de lacaridad y la solidaridad de sus compatriotas.Abordado por el cronista del diario, aunquecon reticencia, el hombre confiesa que hacetiempo ha perdido su trabajo en una fábricade engranajes y, salvo algunas changaseventuales, no ha podido encontrar unempleo regular. Así, a su familia no lequedó otra posibilidad que apelar a la cari-dad ajena para sobrevivir, pero él se niega aentrar en el comedor pues siente una pro-funda vergüenza y una herida en su digni-dad al no poder proveer, como tradicional-mente han hecho los obreros, el sustento asus seres queridos.

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O P I N I Ó N

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Podemos establecer una analogía entre el presente y la

Revolución Industrial de comienzos del siglo XIX. Su irru p-

ción generó un enorme entusiasmo, pero también dudas,

t e m o res e incert i d u m b res en amplios sectores sociales vin-

culados al trabajo preindustrial, un trabajo que –con la

incorporación de la máquina de vapor y la fábrica– se trans-

f o rmaba rápidamente.

Lo que me interesa rescatar de estas imáge-nes se relaciona con la perplejidad, incert i-d u m b re y precariedad con que estos indivi-duos viven transformaciones que los afectande manera directa. No obstante, llevan ade-lante una fuerte resistencia cultural a darsepor vencidos y, abandonados por el Estadoy por los propios sindicatos, mantener sudignidad se convierte en la verdadera ban-dera de lucha, tanto al hacer todo lo posiblepara comprar un vestido, como al evitar lacaridad del comedor popular.Ahora bien, a pesar de estas imágenes nega-tivas, aún no podemos prever cómo conclui-rá el actual proceso de cambio en el mundodel trabajo. Sabemos que el costo humano esmuy alto, pero deberíamos apelar a la expe-riencia histórica para constatar que, cada vezque se han producido transformaciones de

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esta envergadura, los costos han sido eleva-dos. En este sentido, podemos establecer unaanalogía entre el presente y la RevoluciónIndustrial de comienzos del siglo X I X. Sui rrupción generó un enorme entusiasmo,p e ro también dudas, temores e incert i d u m-b res en amplios sectores sociales vinculadosal trabajo preindustrial, un trabajo que –conla incorporación de la máquina de vapor y lafábrica– se transformaba rápidamente.En realidad, la irrupción del capitalismoindustrial implicó cambios estructuralesprofundos que involucraban los sistemas depoder, las relaciones de propiedad, la edu-cación, las instituciones religiosas y la fami-lia. En este contexto, las transformacionesdel mundo del trabajo adquirieron dimen-siones notables no solo por las modificacio-nes en las formas laborales, sino tambiénpor la inmensa cantidad de individuos queperdieron sus empleos, y formaron la pri-mera gran reserva de mano de obra de laindustria moderna. No debería olvidarseque el éxito de la primera fase de laRevolución Industrial se basó en la produc-ción masiva de textiles baratos. Para ello ypara obtener una rentabilidad adecuada, losempresarios impusieron salarios casi pordebajo del nivel de subsistencia. Esto fueposible debido a la incorporación generali-zada de mujeres y niños y por la importantedisponibilidad de trabajadores a causa delalto nivel de desocupación.

Entre 1780 y 1840, miles de hiladores ytejedores manuales, rurales y urbanos, per-dieron su trabajo cuando se mecanizó laproducción en Inglaterra, y fueron pocosquienes pudieron emplearse por un salarioen las novedosas fábricas. Aunque es ciertoque durante este proceso una parte de laproducción artesanal sobrevivió sin mecani-zarse y convivió con el sector moderno,pueblos enteros dedicados al tejido y alhilado se empobrecieron y quedaron almargen del desarrollo, de la misma maneraque, como hace dos décadas, le ocurrió alas poblaciones mineras. También el mundoagrario se vio afectado en este sentido. Sibien es cierto que el mayor porcentaje delos habitantes rurales terminó trabajandoen las nuevas industrias o como jornalerosagrícolas asalariados, este ejército de deso-cupados engrosó una parte de la multitudde pequeños y medianos campesinos, quefueron expulsados de sus tierras por los cer-camientos de las propiedades rurales queimpuso el capitalismo agrario, y que termi-nó con sus comunidades. Es evidente que eléxito de la Revolución Industrial ocluyó lahistoria de estos miles de perdedores, quese vieron obligados a sobrevivir al amparode la caridad paternalista de las leyes depobres. En realidad, como sostiene el histo-riador Edgard P. Thompson, solo significa-ron una cifra en el libro de costos del pro-ceso industrializador.

Ahora bien, hubo además otras víctimas.Me refiero a la multitud de trabajadoresindustriales que, desarraigada de sus anti-guas formas de trabajo y de sociabilidad,debió adaptarse a los nuevos modos deexplotación que les imponía el capitalismo.Miles de familias rurales se trasladaron a lasnuevas ciudades para emplearse.Acostumbrarse al trabajo en la fábrica y alhacinamiento habitacional fue una expe-riencia dura y compleja por una infinidadde motivos. ¿Cómo adaptarse a la disciplinafabril? Los nuevos obreros provenían en suamplia mayoría del campo. Durante gene-raciones sus actividades laborales, por cier-to duras y pesadas, habían estado relaciona-das con los ritmos de la naturaleza y orien-tadas al “quehacer”, incluidas las tareasprotoindustriales, como el tejido y el hiladoen el domicilio, cuyo grado de sincroniza-ción era escaso. Era habitual que trabajarandesde el amanecer hasta el anochecer y quesus labores se intensificaran en ciertas épo-cas, como la de la cosecha, y se incrementa-ran también al incluir otro tipo de activida-des, como la industria domiciliaria. Ya desde el siglo XVII, el trabajo ruralhabía comenzado a ser penetrado por larelación capitalista pues, a medida quecomenzaban a cercarse los campos, la intro-ducción de braceros asalariados transformóel trabajo orientado al quehacer diario entrabajo regulado. Es decir, el tiempo delpatrón se convirtió en dinero y, consecuen-temente, el tiempo del obrero no debíamalgastarse. Pero donde este cambio segeneralizó intensificando la explotación, fueen la fábrica, pues la mecanización requeríaun nivel de sincronía para el cual la discipli-na laboral era un dato esencial. Los trabaja-dores debían cumplir largas jornadas delabor, enmarcadas por el sonido de la sirenatanto al entrar en la madrugada, como alsalir al anochecer. Y cada jornada no sóloera larga, sino monótona y aburrida, lo que

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Es evidente que la inestabilidad laboral se ha transform a d o

en una condición permanente y, sin duda, estamos atrave-

sando la crisis más grave en la historia de la clase trabajado-

ra, puesto que fue afectada material y subjetivamente. Como

sostiene Richard Sennett, “es posible que la corrosión del

carácter sea una consecuencia inevitable” en tanto el traba-

jo se ha convertido en algo efímero .

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producía en el trabajador la alienación delplacer en la tarea. Sin duda, el contrastecon el mundo rural era notable, pues antesse alternaba la labor intensa con la ociosi-dad. Los días y semanas laborales eran irre-gulares y estaban salpicados de fiestas,ferias y del famoso San Lunes, día en el quela gente se dedicaba a gastar alegremente lapaga semanal. En 1820, en plena industrialización, unobrero fabril, hijo de un tejedor manual,recordaba los “buenos tiempos” cuando “elhumo de la fábrica no ensuciaba la atmósfe-ra”, cuando “no había sirena alguna que lesllamase a las cuatro o a las cinco de la

mañana”, cuando “había libertad paraempezar y dejar de trabajar cuando quisie-ran”. Seguramente esta mirada tenía unfuerte componente idílico y estaba cargadade nostalgia por el “mundo perdido”, peromarcaba el rechazo hacia las nuevas formasde explotación, un rechazo que durantemuchos años se expresó en el intento demantener sus costumbres y luchar contra larigidez disciplinaria. Es por eso que, en esamisma época, un observador se lamentabade la falta de disciplina de los trabajadorespues en Londres, sostenía, “se guarda SanLunes tan religiosamente…generalmenteseguido de un San Martes también”.

Estos tejedores, más que rechazar los cam-bios inherentes a la Revolución Industrial,sentían temor como Bob, el trabajadordesocupado de Loach, y como nuestroobrero anónimo del conurbano, frente a lasincertidumbres generadas por los procesosde transformación, y además temían (y temen) la pérdida de su identidad puespercibían que se desestructuraba su familia,se despreciaban sus saberes laborales y sereprimían sus costumbres y tradiciones culturales. En este sentido, añoraban (y añoran) el mundo perdido. •

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C I N E

p o r D A V I D O U B I Ñ A c r í t i c o c i n e m a t o g r á f i c o , p r o f e s o r e n l a U B A y e nl a U n i v e r s i d a d d e l C i n e

EL ACONTECIMIENTO INMÓVIL:

JUAN JOSÉ SAER

Y EL CINE

N a r rar el presente y apresar el instante se conjugan en la técnican a r ra t i va de Juan José Saer. El escritor constru ye así una poéti-ca que pone en escena la experiencia de la percepción del tiempo at ravés de los sentidos y que, a su ve z , se vale del cine como instru-mento para interrogar ciertas convenciones litera r i a s .

¿Cuál es la relación que la literatura modern aestablece con el cine? ¿En qué tipo de pelícu-las piensan los escritores? ¿Qué cosas tomanlos textos de los films? Fuertemente marc a d apor las innovaciones modernas en el estatutode la narración, la obra de Juan José Saer noha escapado al influjo magnético de lo cine-matográfico. La importancia del cine en suf o rmación literaria y en la composición de susnovelas ha sido señalada tanto por los críticoscomo por el autor. Y así como nunca deja deenumerar su árbol genealógico de escritore s(Joyce, Kafka, Faulkner, Proust, Flaubert ,Musil, Borges, Di Benedetto, Arlt,Macedonio Fernández, Juan L. Ortiz), tam-bién cita con la misma perseverancia su tradi-ción cinematográfica: Ingmar Berg m a n ,Michelangelo Antonioni, Andrei Ta r k o v s k i ,

Ya z u j i ro Ozu, Satyajit Ray, Robert Bre s s o n ,John Casavettes, Rainer Fassbinder y Jean-Luc Godard. En sus inicios, Saer fue profesor de Historiadel cine y de Crítica y estética cinematográ-fica en la Universidad Nacional del Litoral;también ha sido guionista de Palo y hueso(Nicolás Sarquís, 1967) y de Las veredas deS a t u rno (Hugo Santiago, 1985), entre otro sfilms. Esa estrecha convivencia con ciert oimaginario cinematográfico dejó marcas per-manentes en su escritura. El carácter org a n i-zador de la mirada, los cambios de perspec-tiva, la construcción del espacio, el s l o wm o t i o n, el desmontaje de las acciones, elmanejo del f l a s h b a c k, el fuera de campo o ela p rovechamiento de los tiempos muert o sson técnicas que el escritor aprende del cine

A r t i s t a i n v i t a d oPA B L O P Á E Z

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C I N E

y que –sobre todo en los textos escritos afinales de los sesenta y principios de lossetenta– le sirven para cuestionar la lineali-dad narrativa y la estética realista. Al mismotiempo, sin embargo, sus novelas re s u l t a nrefractarias a la adaptación cinematográfica ytrabajan a partir de un modo de re p re s e n t a-ción irremediablemente distinto. Se podríadecir que Saer usa ciertas técnicas del cinepara separarse del relato literario clásico y,en ese movimiento, construye una nuevaf o rma de especificidad literaria. F rente al modelo clásico lineal, Saer pro p o n eun relato circ u l a r, recursivo y fragmentario.No una literatura de avance, que desarro l l euna sucesión de acontecimientos dentro de lae s t ructura pro g resiva de una historia sino,más bien, una literatura gerundial, en sus-pensión, aferrada a la prolongación casi infi-nita del instante. A propósito de Nadie nadan u n c a, Beatriz Sarlo afirma que Saer postulauna teoría del pre s e n t e: “Lo que en la novela secuenta, más que un conjunto de peripecias ola historia de una subjetividad negada, sonlos e s t a d o s del presente, que deja de ser linealpara adquirir el espesor que le pro p o rc i o n a nlos leves desplazamientos de perspectiva. Elespesor resulta, también, de las formas enque se escribe de manera cada vez másexpandida, el mismo e s t a d o del pre s e n t e ”(Punto de Vi s t a Nº 10, 1980). En efecto, loque esa novela quiere capturar, lo que engeneral toda la literatura de Saer asedia a tra-vés de expansiones y cambios de perspectiva,es el modo en que transcurre un instante,cómo flota el presente en la experiencia,cómo reverbera fugazmente en una mirada,en suma, cómo “narrar la perc e p c i ó n ” .¿Qué toma Saer del cine en el nivel de losp rocedimientos? Se podría responder: la frag-mentación y la detención. He ahí las técnicasque definen el mecanismo del re g i s t ro cine-matográfico. Para lograr una proyección flui-da del movimiento y del tiempo, el cine debecapturar las acciones parcelándolas y conge-lándolas. De allí resulta que el re g i s t ro y lap royección son momentos opuestos y com-plementarios. (Significativamente el aparatoideado por los Lumière contenía en sí mismoesa contradicción: era cámara y proyector a lavez). Digamos que, para proyectar la conti-

nuidad, es preciso pasar por lo discontinuo.En La mayor, en El limonero re a l o en N a d i enada nunca, por ejemplo, la percepción fun-ciona por fragmentación: para procesar lagran masa de informaciones que recogen lossentidos, es preciso segmentar el entorno, ais-lar allí un momento, descomponerlo y exami-nar sus partes analíticamente. Aunque, alhacerlo, es inevitable que se produzca unasensación del objeto en la que éste no puedereconocerse. Para describir la acción en apa-riencia simple de engullir un bocado, es pre-ciso atravesar un laberinto de pequeños actosautónomos. Como una parodia de la célebreescena de Proust, Saer anota en La mayor:“Sopo la galletita en la taza de té, en la coci-na, en invierno, y alzo, rápido, la mano, haciala boca, dejo la pasta azucarada, tibia, en lapunta de la lengua, por un momento, yempiezo a masticar, despacio, y ahora quetrago, ahora que no queda ni rastro de sabor,sé, decididamente, que no saco nada, peronada, lo que se dice nada. Ahora no hay nada,ni rastro, ni re c u e rdo, de sabor: nada”. Sin duda, G l o s a es la gran novela sobre ladetención: la acción completa del texto cabeen el espacio acotado de las veintiuna cuadrasque re c o rren juntos Ángel Leto y elMatemático. Allí se extrema el pro c e d i m i e n-to para extraer el máximo de información encada instante de la caminata. Si los re c u r s o scinematográficos ocupan un sitio original enla escritura de Saer, es porque hace un usosubversivo del medio. Lo que le interesa, porlo tanto, no es su efecto de fluidez sino sucapacidad para producir un desmontaje delmovimiento. No sólo aprovecha el cinecomo instrumento para interrogar ciert a sconvenciones o procedimientos literarioscristalizados sino que, en ese movimiento, elp ropio dispositivo cinematográfico es puestoen cuestión. Se trata de una doble violenciaque lo vuelve irrecuperable para las prácticasinstitucionalizadas, tanto del cine como de laliteratura. En lugar de descansar sobre lac o n s t ruida fluidez de las imágenes fílmicas,utiliza lo cinemático como una interf e re n c i aque provoca la inmovilidad. Puesto que lamayor paradoja del cine es que perm i t ere p resentar la continuidad y el movimiento ap a rtir de la fragmentación y la detención,

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Saer trabaja la escena como

un plano cinematográfico, a la

manera de Antonioni: los luga-

res no se caracterizan tanto

por aquello que los habita sino

por esa amenaza de la ausen-

cia. El espacio es, potencial-

mente, un vacío.

Saer saca provecho de ese conflicto que estáen la base de las películas: no adopta elmodelo de la re p resentación cinematográficadominante sino que usa sus técnicas de re g i s-t ro como estrategia de producción literaria. ¿Cómo se narra el presente? ¿De quémanera es posible registrar con fidelidadese estado en todas sus variaciones si, paracapturarlas, es preciso dar cuenta de susprolongaciones, su avance inevitable, suorden? ¿Cómo escribir el transcurrir, cómoescribir el movimiento si toda extensiónsupone una direccionalidad y, por lo tanto,una progresión? Para no imponer una cau-salidad al relato del presente, Saer trabaja apartir de una acumulación de breves instan-táneas, cada una de ellas sin memoria res-pecto de las anteriores. De esa forma suescritura alcanza un transcurrir inmóvil:una captura de los movimientos comosuperposición de placas detenidas, cada unadespués de las otras, cada una encima de lasotras. Los instantes existen sólo una vez,sin continuidad, sin contigüidad. Despuésde que han tenido lugar, no se fijan ni seacumulan en la experiencia sino que sedesatan, quedan sueltos y se pierden. Sitodo lo que cae fuera del presente es traga-do por la nada, a su vez el presente es –pordefinición– lo que no permanece. Y así,excluidas del flujo continuo, las cosas searriesgan a la dispersión o la ausencia.Saer trabaja la escena como un plano cine-matográfico, a la manera de Antonioni: loslugares no se caracterizan tanto por aquelloque los habita sino por esa amenaza de laausencia. El espacio es, potencialmente, unvacío. De manera que todo el trabajo decomposición consiste en devastar el plano yen aislarlo. No hay un espacio fuera delencuadre que complete lo mostrado; todoaquello que sale de los límites de la imagenes atrapado por un fuera de campo absolu-to. Lo mismo sucede con los textos de Saer.Ésa es la paradoja de estas narraciones.Como si las cosas únicamente subsistieranmientras son sostenidas por la mirada quelas describe. Y luego, más allá de ella, desa-parecen. Así, la escritura restituye al mundosu carácter de enigma y ejerce sobre él lastareas de una auténtica interrogación. Lo

que le interesa a esta literatura no es el filmen tanto representación de la fluidez, sinoese punto de descomposición en dondetoda acción se reduce a una serie demomentos inconmensurables. Capturadaen su propio reverso, en su negatividad, laimagen cinematográfica exhibe un carácterno reconciliado consigo misma. “Los pedazos no se pueden juntar” es loúltimo que dice el obre ro Luis Fiore enC i c a t r i c e s, antes de arrojarse por la ventanahacia el vacío. En Nadie nada nunca, el excampeón de permanencia en el agua descu-b re, luego de setenta y seis horas flotando,que el mundo ha estallado en pedazosdelante de sus ojos: “Hasta donde su vistapudiera alcanzar, es decir, todo el horizontevisible, la superficie que lo rodeaba, en laque ya no era posible distinguir el agua delas orillas, parecía haberse pulverizado y lainfinitud de partículas que se sacudían antesus ojos no poseían entre ellas la menorcohesión”. Y en Las nubes, perdido enmedio de la llanura pampeana, el doctorReal advierte de pronto que ha sido expul-sado a los suburbios del universo: “Me dicuenta de que, en ese mundo nuevo queestaba naciendo ante mis ojos, eran mis ojoslo superfluo, y que el paisaje extraño que seextendía alre d e d o r, hecho de agua, pastos,horizonte, cielo azul, sol llameante, no lesestaba destinado”. Ese extravío de sí es unacaracterística que puede rastrearse en otro stextos de Saer y que funciona como unnúcleo sobre el cual se construye su poética. En la acumulación de pequeños pre s e n t e saislados, Saer construye una poética quepone en escena la experiencia de una per-cepción desoladoramente fragmentaria, esc i e rto; pero también re t rotrae las cosas hastaun punto en el que el conocimiento ya no seencuentra colonizado por la costumbre, sinoaguijoneado por el afán exploratorio. La potencia de esta escritura consiste enencontrar el pasadizo entre cada fragmentoinsignificante y la totalidad inabarc a b l e .Entonces, finalmente, la literatura es investidade una función crítica porque se vuelvei n c o n t rolable y, a lo largo de una obra perf e c-ta, hace que cada instante se proyecte sobre laperspectiva majestuosa de una cosmogonía. •

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A R T E S P L Á S T I C A S

Hace unos años, la artista argentina Nora Dobarro visitó por primera vez la ciudad de Feira de Santana, zona de planicie semiárida del nordestebrasileño. Inmediatamente quedó sorprendida por la particularidad de laspuertas y portones de las casas feirenses, que tienen una enorme presenciavisual en el tejido urbano. En principio los asoció, por sus formas y colores,a máscaras y escudos propios de la cultura del África, tierra de origen deuna porción importante de la población de Feira.Gran parte del arte africano privilegia las formas sin analogía con lanaturaleza. A principios del siglo XX, su síntesis, su planimetría y sus

¿ARTE CONCRETO

EN LAS CALLES

BAHIANAS?

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A R T E S P L Á S T I C A S

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colores puros despertaron gran interés en los artistaseuropeos. Ese interés fue vital para el desarrollo delcubismo y para el surgimiento de una mirada diferenteque se halla también en el origen de la estética delmovimiento de arte concreto, migrado a la Argentina y el Brasil a mediados de ese siglo.El inesperado encuentro, en las rejas y portones de Feira, con formas colectivas que la artista vinculótanto al arte concreto como a su propia pro d u c c i ó n ,t r a n s f o rmó aquella primera visita en una obra plásticaque continúa hasta hoy: el P royecto Arte Concre t oen la Calle. Éste comprende más de 800 fotografías,un video-documental con re g i s t ro musical, video-re p o rtajes de los s e rr a l h e i ro s ( p rotagonistas de estefenómeno de arte aplicado) y de los artistas feire n s e sque colaboraron con el proyecto desde su inicio.Los portones de Feira no son artefactos utilitariosrelegados a la estricta función de marcar límites, vistos desde esta nueva perspectiva estética. Ella ilumina posibles rutas de circulación de lasimágenes y señala el valor de la integración de los fenómenos culturales de la región. •

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A R T E S P L Á S T I C A S

ENSAYOS SOBRE

LA MATERIA

Muro, fachada, construcción, mediane-ra, la casita pobre: estas señales en

los títulos de las obras de Ernesto Berraaluden a una realidad, la del paisaje urbano.Sin embargo, su pintura nunca abandonaun destino ligado al arte abstracto, a la ideade que el lienzo es un campo de juego, unespacio para explorar las propiedades físicasde la materia. A partir de los años ochenta, su pinturadescubre en la materia, el color y la luz, elsentido para ejercer una mirada artística.

Desde entonces, sus imágenes irán depu-rándose para resignificar, en una estéticapropia, la influencia de tendencias como laabstracción constructivista, el informalismoy el tachismo, que se reconocen en sus pin-turas y, más tarde, en sus objetos.Puede afirmarse que la materia rige la cos-movisión artística de Berra, tanto cuandotrabaja sobre tela, como cuando lo hacesobre madera, cartón o papel. Es, de estemodo, la base de operaciones en la que seimpone una imagen, la del paisaje vivido,

Camino por mi barrio y veo los tapiales, las paredes descasca-ra d a s , las fa chadas y las puertas en mi cuadra; es imposibleescapar del lugar donde uno vive . E . B . , 2 0 0 4.

ERNESTO BERRA

p o r V E R Ó N I C A M O L A S p e r i o d i s t a

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A R T E S P L Á S T I C A S

ya se trate de los motivos naturales o de losmuros urbanos. Es el pintor mismo quienafirma que en su obra la materia es genera-dora, movilizadora: “Experimentar diversastécnicas en una obra me lleva a realizarotras y así sucesivamente”. Sus búsquedas más personales se han enla-zado con los distintos lenguajes que indagó.En su infancia trabajó en la carpintería desu padre, en el barrio San Martín; a eseconocimiento le sumó, luego, la influenciaque recibió de Joaquín Torres García y delartista cordobés Marcelo Bonevardi. Susaportes se reflejan con claridad en las cons-trucciones que Berra desarrolla en los añosnoventa. La vida en distintos barrios tradicionales deC ó rdoba –San Martín, Alta Córdoba yGeneral Paz–, de casas de fachadas sencillas,le permitió redescubrir los muros y volver-los pintura. Las “descascaradas superf i c i e sde una medianera de barrio”, en palabrasdel crítico Gabriel Gutnisky, despert a ron suinterés por llevar el plano de la pinturahacia el objeto. Sus muros serenos transmi-ten el espíritu de los pintores metafísicos deC ó rdoba como Onofrio Palamara. Reviven,además, un clima que se remonta a los ita-lianos Giorgio De Chirico y Carlo Carrá ya los solitarios paisajes urbanos de Ern e s t oFarina o Manuel Reyna. Pero, al mismotiempo, el artista continúa su clara línea

c o n s t ructivista al incorporar maderas y cli-sés de imprenta en sus ensambles.Ni la genealogía local ni la influencia de losp i n t o res m a t é r i c o s e u ropeos y estadouniden-ses re s t a ron singularidad a la mirada deB e rra. Los revoques blancos de las casas, delas tapias, o de las casitas viejas de los barr i o sGeneral Paz o Pueyrredón se reflejan en susobras claras. La arena, las piedras molidas ylos carbonatos, incluso la arcilla de distintosc o l o res que utiliza, son de Córdoba. Másallá de la materia y de la textura que éstap roduce, el color que aparece en la obra esel de su entorno. Así lo cree el propio Berr a ,al medir su proyecto: “Mi tendencia va mása la abstracción, pero cuando pongo un azul,posiblemente estoy poniendo el azul delcielo de Córdoba. Lo mismo ocurre con laluz, tan particular de esta provincia”. De modo similar, el artista encuentra, enlos barrios humildes, una diversidad demateriales que lo inspiran: cartones, made-ras, plásticos, nylon y chapa oxidada. Eníntima relación con esta peculiar mirada,una de sus últimas series se titula La casitapobre (2002). También los elementos querevelan el paso del tiempo marcan su pro-ducción: puertas descascaradas por el uso ylos años, con muchas manos de pintura.“Son registros, apuntes que tomo natural-mente todo el tiempo y en cualquier lugar,alrededor de mi casa. Una puerta vieja ydesvencijada puede ser el detonador parauna obra”, confiesa.Lo cotidiano se transfigura y reaparecefuera del contexto original, en objetos naci-dos del diálogo entre pintura y materialesindustrializados o de segunda mano, comocintas de embalaje, pequeñas varillas demadera, latas con inscripciones y alambreso cables de alta tensión. Así, uno de estoscables puede cruzar el cielo y transformarseen el horizonte de un paisaje abstracto. En la serie Sueños fabriles (2000), Berr acontinuó desarrollando la textura de los

Sueños fabriles I, 2000Técnica mixta sobre tabla,120 x 90 cm

La casa pobre, 2003Objeto. Técnica mixta sobre tabla,18,5 x 62,5 x 3 cm

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m u ros. “La primera impronta en mi obraes bastante gestual, después necesito poneruna línea, alguna tensión, un objeto queme ayude a componer y armar la obra.Voy tomando cosas de la propia re a l i d a d .Las fachadas de las casas tienen una corn i-sita para parar el agua cuando llueve.Cuando aparecen en la obra, estos re f e re n-tes figurativos se tornan abstractos. Ela l a m b re está supliendo estéticamente altrazo de la línea. Lo asocio al tendido eléc-trico que pasa frente a las casas”. Por otro lado, en el protagonismo de la tela(en un juego donde interviene el pliegue, elhilo y la rotura) hay un lazo de familia conel italiano Alberto Burri, expresionista abs-tracto que empleaba materiales pobres ensus trabajos, quemaba las telas y las cortaba.Cuando en algunas obras de la última déca-da el artista deja zonas limpias de tensión,apenas interrumpidas por un tajo que apa-rece como una herida en la superficie, seadivina, por último, la lección de LucioFontana. El tratamiento al que somete latela transmite cierta sensualidad. “Soy elprimero en sentir eso”, consiente. Berra regresa al taller luego de comprar lastelas, las moja y las deja secar arrugadas,esta preparación va creando un clima detrabajo. Cuando los lienzos están listos, losselecciona y los cose entre sí, los pega con

tiza y cola sobre bastidores que él mismorealizó, y en este proceso va concretando laacción de agregar y quitar. Esa primeraimpronta va gestando la obra.Simultáneamente, incorpora otros materia-les, como pigmentos, cargas en polvos,arena, piedras molidas en granos muy finos,sustancias oleosas y acuosas, trazos conlápices o tizas de colores. Luego tajea lastelas con algún elemento cortante, y lasdeja secar algunos días más. Las observa, ycontinua haciéndoles ajustes finales. Cada vez más, extrema los silencios y re d u c eal mínimo ese puro acto de pintar. La tela ylos dobleces que genera son el soporte demanchas monocromas, zonas solo interru m-pidas por los elementos extra pictóricos opor algún grafismo. “Desde hace bastantetiempo –afirma– siento ganas inmensas dehacer obras casi blancas, muy minimalistas,con mucho espacio y pocos elementos. Escomo si quisiera interpretar el silencio”. •

Así lo cree el pintor mismo,

midiendo de este modo su

p royecto: “Mi tendencia va

más a la abstracción, pero

cuando pongo un azul, posi-

blemente estoy poniendo el

azul del cielo de Córdoba. Lo

mismo ocurre con la luz, tan

p a rticular de esta pro v i n c i a . ”

La casita amarilla, 2002Objeto escultórico.Madera pintada y patinada,18 x 26 x 8 cm

Dibujo, 1997 Lápiz, tinta y acuarela,12 x 20 cm

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La obra poética, musical y plástica de Violeta Pa r ra inauguróel campo estético que se consolidó en los años sesenta. La ori-ginalidad y vigorosa difusión que alcanzara esa propuestaconstituyen hoy un legado para las nuevas generaciones decantautores chilenos.

p o r J U A N PA B L O G O N Z Á L E Z

m u s i c ó l o g o d e l I n s t i t u t o d e M ú s i c a d e l a P o n t i f i c i aU n i v e r s i d a d C a t ó l i c a d e C h i l e

Y LA NUEVA

CANCIÓN CHILENA

VIOLETAPARRA

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M Ú S I C A

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Un país geográficamente aislado comoChile, con bajos índices de inmigra-

ción europea, con una población negra queemigró tempranamente a los países delNorte; un país que ha construido su identi-dad mirando hacia el campo, y en el que elmestizaje cultural ha sido obviado por susartistas e intelectuales, mal pudo desarrollaruna música popular que lo representarainternacionalmente.Han sido los aportes cosmopolitas, urba-nos, negros y mestizos los que han dadoforma a las músicas populares modernas denuestro continente, aquellas que han con-quistado el alma y el cuerpo de millones dehabitantes del siglo XX. Todo eso faltó enChile, o se produjo en pequeña escala, ytransformó al público y a los músicos chile-nos en obligados importadores de lo mejorde la música popular de toda América.Dentro de este panorama, resulta sorpren-dente el impacto de Violeta Parra y de losmúsicos de la Nueva Canción Chilena en

América y en Europa, pues lograron cons-truir una propuesta estética trascendente, a pesar de tantos elementos en contra.En una tierra más bien austera en expresio-nes musicales populares, el legado deVioleta Parra consistió, precisamente, enampliar las influencias de la canción chile-na, incorporando prácticas musicales delpasado y de otras zonas geográficas, aunquesiempre dentro de una drástica economíade recursos.Las canciones de Violeta, atrayentes por susinceridad expresiva y por su notable factu-ra formal y performativa, son de su tiempo,de un tiempo de agudos conflictos socialesy políticos que por primera vez fueronexpresados en forma elocuente por la can-ción popular. En su obra poética, musical yplástica, impacta la frontalidad de su críticaen una tierra de eufemismos; la mezcla delamor humano con el divino en una socie-dad católica, y su libertad para vivir y sermujer en una época sin feminismos.

Para ampliar la paleta sonora

y expresiva de la canción chi-

lena, Violeta desenterró rit-

mos, instrumentos y género s

musicales sepultados por el

tiempo. “Voy a d e s e n t i e rr a r

canciones”, decía.

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M Ú S I C A

Si bien sus canciones pueden parecercoyunturales, trascendieron su época y des-pertaron nuevos significados en las audien-cias. “Gracias a la vida”, “Volver a los die-cisiete”, “Me gustan los estudiantes”, “Lacarta”, “Arauco tiene una pena” y “RunRun se fue pa’l Norte”, por ejemplo, soncanciones de amor, de dolor y de lucha,creadas hace más de cuarenta años y que,sin embargo, mantienen toda su frescura yfuerza originales.Para ampliar la paleta sonora y expresiva dela canción chilena, Violeta desenterró rit-mos, instrumentos y géneros musicalessepultados por el tiempo. “Voy a desentie-rrar canciones”, decía. Así, recorrió su país,tal como lo habían hecho Béla Bartók,Heitor Villa-Lobos o Atahualpa Yupanqui,recolectando repertorios y formas de inter-pretación que luego difundiría y fundiríaen su propia creación.Al conjugar lo aprendido con su pro p i oimpulso creativo, Violeta re c rea la tradi-ción, no como Villa-Lobos y su conceptode “el folclore soy yo”, sino más bien conel sentido de “yo soy el folclore”, es decir,“ p e rtenezco a la tradición y la re i n v e n t o ” ,situación que, por lo demás, siempre seha dado en la cultura oral. Violeta re c re ala tradición no solo al resignificarla porun nuevo uso, sino reinventando sus pro-pios materiales: nuevos ritmos, instru-mentos, géneros y prácticas perf o rm a t i v a ss u rgen de sus manos como palomas deg re d a .En Violeta, hay una conciencia de artistaque la hace recorrer caminos propios y ori-ginales. Ya sea por la crucial influencia desu hermano mayor, el antipoeta NicanorParra, ya por haber expuesto sus tapices enel Museo de Artes Decorativas del Louvre,o por vivir artísticamente su vida, ella instalaun campo estético y popular propio. Sobreeste campo se construirá la Nueva CanciónChilena (NCC).

La aparición de la NCC, que alcanzó ribe-tes de movimiento cultural en los añossesenta, fue posible gracias a talentos indi-viduales como el de Violeta, al que sesuman sus hijos Angel e Isabel, junto aVíctor Jara, Rolando Alarcón y PatricioManns. Sin embargo, actualmente en Chiletambién existe un grupo de cantautoresjóvenes cuyo talento podría equipararse alos de Jara, Alarcón o Manns, pero suimpacto en la sociedad chilena es muchomenor. ¿Qué puede haber pasado?En los años cincuenta, el mundo vivía unafuerte corriente de rescate de expresionesfolclóricas que, en la década siguiente,impulsará el desarrollo de una figura nuevadentro de la escena urbana de la músicapopular: la del cantautor. Junto a una gui-tarra henchida de ritmos folclóricos, elcantautor introducirá el concepto de autoren la canción popular, hasta entonces aso-ciada a la figura del intérprete.Con el cantautor, la audiencia estará frentea un artista completo y autónomo, que haescrito la música y la letra de su canción,que la canta, la toca y hasta es su productordiscográfico. El cantautor se expresa direc-ta y auténticamente por múltiples canales,entregando sus sentimientos, experiencias yvisiones personales transformadas en can-ción. Si el cantautor dejara de cantar, esporque se ha puesto a escribir o a predicar,dos facetas relacionadas con su oficio, queemergen cuando calla la guitarra. La guitarra es su instrumento característicoy, debido a la fertilidad de la que goza enAmérica Latina, nuestros cantautores ten-drán un continente musical en sus manos.Esta guitarra-continente ha sido receptácu-lo de una enorme variedad de ritmos y for-mas de ejecución, lo que explica que unCaetano Veloso sea tan distinto de unDaniel Viglietti o de un Víctor Jara. Lostres con diferentes voces, pero con lamisma guitarra.

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Esta condición continental de la guitarra seaprecia nítidamente en los cantautores chi-lenos de los años sesenta, quienes la hacenestallar en mil sonidos, produciendo elensamble latinoamericano de la NuevaCanción. La guitarra será la convocante deun abanico de instrumentos con los quetradicionalmente ha estado asociada: laquena, la zampoña, el charango, el tiple, elcuatro, el bombo y muchos más. Esteensamble se cristalizará en los dos gruposseñeros de la NCC: Quilapayún e Inti-illi-mani, ambos asesorados por un cantautor–Víctor Jara– y por un compositor –LuisAdvis–, respaldados por el proyecto de unanueva sociedad.La Nueva Canción se desarrollará enChile hasta el golpe militar de 1973 y enE u ropa, durante los años del exilio, que sep rolongará hasta fines de los ochenta,manteniendo un perfil un tanto autónomorespecto de la música popular y de laindustria musical en general. Sin embarg o ,la NCC posee límites permeables con lap royección folclórica por un lado, y con lafusión y la world music por otro. Además, alo largo de su historia, influirá en el ro c kde fines de los años sesenta y en el CantoNuevo y la música de concierto durante ladictadura militar chilena. Y será, después,un re f e rente insoslayable para la genera-ción de músicos independientes surgida end e m o c r a c i a .La mezcla instrumental desarrollada por laNCC y su perfil de música elaborada ya b i e rta a la innovación constituye todo unmodelo para el desarrollo de nuevas mezclasy elaboraciones musicales. Desde el re t o rn ode la democracia, Chile ha aumentado sua p e rtura a las influencias externas, aunques i e m p re se ha visto amenazado por el peli-g ro de permanecer sepultado bajo ellas.Hoy, los nuevos cantautores chilenos per-manecen confundidos bajo la maraña desonidos que envuelve la escena contempo-

ránea, y el rescate del folclore ha sido susti-tuido por el husmeo en las músicas delmundo. Si a esto sumamos la inconmensura-ble circulación de música que enfrenta alauditor actual y la tiranía ejercida por elmercado, podremos imaginar a los nuevosVíctor Jara y a las nuevas Violeta Parra, silos hubiese, teniendo que esperar su turnoen la larga fila de estrellas de fin de semanaque colman las pantallas de televisión, lasondas radiales y las oficinas de los sellosdiscográficos.Finalmente, los nuevos cantautores chile-nos se han alejado de la industria estableci-da, cultivando un modo independiente deproducción y distribución de su obra, queha sido precariamente autofinanciado osubsidiado desde fines de los años ochentapor fondos públicos concursables. Entre lasnuevas cantautoras, se destacan MagdalenaMattehy, Elizabeth Morris y FrancescaAncarolla y, entre los cantautores,Francisco Villa y Gepe. A ellos se sumandos ochenteros, Luis Lebert y JoeVasconcellos, y un setentero, Eduardo Gatti,aún en vigencia. ¿Serán los nuevos Violetay Víctor? Probablemente no, por lo irrepe-tible de las figuras históricas, aunque toda-vía estamos lejos de poder medir su tras-cendencia.A partir del imperio del diseño y el remakeposmoderno, el pop parece gobernarlotodo. Lo hace al amparo de poderosas cor-poraciones internacionales del entreteni-miento que colman nuestros parlantes de“bom, bom, bom, bom” bien ecualizados.Ante ellos, el cantautor solo puede mante-nerse al margen. No es que el cantor sehaya callado, somos nosotros los que nologramos escucharlo. •

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Actualmente en Chile tam-

bién existe un grupo de can-

t a u t o res jóvenes cuyo talento

podría equipararse a los de

Jara, Alarcón o Manns, pero

su impacto en la sociedad

chilena es mucho menor.

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L I T E R A T U R A

Hay libros que dan la palabra a quienes históricamente nohan tenido acceso a ella. En la mayoría de los casos, es unintelectual el que entrevista a los protagonistas y luego orga-niza ese material, siguiendo las pautas de la lengua escrita.¿En qué medida esos testimonios conservan la fuerza de ladenuncia original? ¿Cómo desafiar las leyes del género? Hayal menos un texto que abre el camino en esta dirección.

p o r L A U R A I S O L A p r o f e s o r a d eL i t e r a t u r a , U B A - U n i v e r s i d a d d e S a n A n d r é s

LA VOZ MEDIADA

A r t i s t a i n v i t a d aB L A N C A M A C H U C A

Las tapas de los libros Me llamo Rigobert aMenchú y así me nació la conciencia y “ S i

me permiten hablar...” Testimonio de Domitila,una mujer de las minas de Bolivia exhiben elp roblema del género testimonial de lamanera más elocuente y enfática que cual-quier tratado o investigación sobre el tema. En la portada del primer texto, que es de1985, la cara sonriente de RigobertaMenchú duplica su nombre en el título: semuestra con el traje de indígena quiché y elarreglo típico en el peinado para presentarla historia de su vida, que es la de todo unpueblo. La fuerza de esa imagen se acre-cienta si leemos un epígrafe de su autoríaincluido en el interior: “Lo que a nosotroslos indígenas nos duele más es que nuestrotraje lo ven bonito pero la persona que lolleva es como si fuera nada”. Revertir esanada existencial parece ser el propósito deesta mujer tan hermosamente ataviada. El

diseño de tapa no parece contener nadaobjetable, hasta que advertimos que, juntoal título con el nombre de la testimoniante,aparece el de la antropóloga ElisabethBurgos-Debray. Es ella la que está en ellugar de la autora. Para la editorial, seráella la depositaria de los derechos, despuésde haber grabado, transcripto, ordenado yreescrito el material, después de haber ele-gido los epígrafes y haber elaborado la notaintroductoria y las demás explicaciones delos ocho días que Rigoberta pasó en sudepartamento de París, contando, en uncastellano aprendido hacía tres años, su his-toria de vida. Con respecto a esta situación,en 1987 la protagonista declaró: “[El libro]no me pertenece ni moralmente ni política-mente ni económicamente. Yo lo he respe-tado mucho porque jugó un inmenso papelpara Guatemala. Pero yo no tuve derechode decir si el texto me gustaba o no, si era

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fiel a los datos de mi vida. Ahora mi vida esmía, por lo tanto creo que ya es oportunodecirlo, que no es mi libro... Pienso quetodos aquellos que tengan sus dudas sobrela obra deben acudir a ella, porque incluso,legalmente, yo no tengo derechos de autorni regalías ni nada de eso”. A esto se lesuma la polémica que encendió David Stollcon su libro Rigoberta Menchú y la historiade todos los guatemaltecos pobres, en 1999,cuando no sólo puso en tela de juicio eltrabajo de Burgos-Debray sino la mismísi-ma veracidad de los dichos de la protago-nista. Allí vuelve a aparecer la ganadora delPremio Nobel de la Paz en la portada yaún se la ve sonriente. Sin embargo, ela n t ropólogo revisará cada uno de sus testi-monios orales con la vara de la documenta-ción: confrontará las fechas, los nombre s ,los datos, y concluirá que Rigoberta inventógran parte de su vida. Sin ánimo de entraren la polémica, es interesante observar elmecanismo que el propio testimonio pone a funcionar: confrontar la verdad de lamemoria. O algo más o menos así.Domitila Barrios de Chúngara es unamujer de los Andes bolivianos, esposa deun trabajador minero, madre de siete hijos,única integrante de la clase obrera que par-ticipó en la Tribuna del Año Internacionalde la Mujer, organizada en México en 1975por las Naciones Unidas. En la tapa dellibro que se publica dos años después deeste evento, pide permiso para hablar.También aparece en una foto, con la mantaque le cruza la espalda, y cargando, proba-blemente, a un niño pequeño. Una vezmás, a su nombre y a su imagen se leadjunta otro nombre de mujer: MoemaViezzer, educadora brasileña que ha sidosupervisora de proyectos de desarrollocomunitario en áreas del nordeste de Brasily se dedica, en la actualidad, a programasde investigación sobre la educación y lacomunicación populares. En ese texto seexpone detalladamente la vida de los mine-

Amuleto para proteger el corazón, 1998Técnica mixta,35 x 35 cm

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ros, que realizan un trabajo peligroso, sacri-ficado y mal remunerado, y se señala laescasez que sufren en todos los ámbitos:vivienda, atención médica, servicios sanita-rios, comida, etcétera. El relato se cruzacon la vida de la mujer de un minero quedebe cuidar a los niños y realizar trabajosinformales para completar el magro salariode su marido. Hasta aquí se trataría de unadescripción casi costumbrista, no desprovis-ta de escenas dolorosas. Pero el relato deDomitila, tal como está organizado en ellibro, cuenta algo más: su lucha y su plande acción. Estas dos últimas facetas del tes-timonio lo acercan al de Rigoberta, ya queambos transgreden lo meramente informa-tivo y presentan el texto como un elementode lucha: porque denuncia, porque revela,porque insta al cambio.

Lo llamativo es que éstos no son casos ais-lados ni meras coincidencias: la voz del tes-timoniante es una voz mediada. El letradosolidario, el intelectual que presta su letrapara que los que no tienen voz puedanhacerse escuchar, encarnan las versionesmás o menos consensuadas del género. Porotra parte, el proyecto político que los tes-timonios enarbolan deja un poco de lado elestatus estético: la vanguardia no reside enla forma sino en el contenido. Son escritu-ras de denuncia que promueven la acción.Sin embargo, como se verá, éste no es elúnico modelo de mediación, como tampocoel único ejemplo de que la lucha políticasolo es posible mediante la estrategia de ladenuncia. Para decirlo mejor: hay un libro,El Padre Mío (1989), y una autora, la chile-na Diamela Eltit, que servirán para confor-

mar la periferia del canon, ese lugar inesta-ble que no termina de delimitarse nunca.Una opción deliberada que elige contar lavoz del otro y denunciar un sistema autori-tario y dictatorial, aunque parezca que estáhablando de otra cosa.

El caso testigo

Si siguiéramos la lógica del canon literarioy nos propusiéramos armar una lista de lostestimonios, ésta incluiría los siguientestextos, según su fecha de publicación:Biografía de un cimarrón, 1966, de MiguelBarnet, Hasta no verte Jesús mío, 1969, deElena Poniatowska, “Si me permitenhablar...” Testimonio de Domitila..., 1977, deMoema Viezzer, La montaña es algo más queuna inmensa estepa verde, 1982, de OmarCabezas, Me llamo Rigoberta Menchú y asíme nació la conciencia, 1985, de ElisabethBurgos-Debray. A ellos habría que agregar-les un antecedente de 1952, Juan PérezJolote, de Ricardo Pozas. Deliberadamentela lista omite El Padre Mío, de DiamelaEltit, porque hay en él algo que se rebela,que no permite estabilizarlo conforme a lasreglas. A primera vista, en la edición chile-na de 2003, la tapa reproduce una foto queposiblemente sea la del personaje que dioorigen al libro. Tras una especie de cerra-dura o agujero negro se espía un retazo desu cara, desplazada, torcida la boca, sin unamirada atenta en los ojos: el hombre es unfragmento. El título, El Padre Mío, coincidecon el nombre que Eltit le pone a un vaga-bundo esquizofrénico que conoce, mientrasestaba realizando una investigación sobre laciudad y los márgenes de Santiago deChile. Lejos de simplificar esa realidad, ellibro consiste en la desgrabación de tresencuentros con el Padre Mío, que ocurrie-ron en 1983, 1984 y 1985 ( llamadas“hablas” por la autora). La transcripción, elregistro de lo escuchado sin epígrafes niagregados, casi como la oralidad en estado

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Conjuro por el pan II, 1999Técnica mixta,170 x 170 cm

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puro, sería el momento de mayor adecua-ción al testimonio. Sin embargo, Eltitcorroe los cimientos mismos del pasaje dela oralidad a la escritura ya que el discursode un loco, con sus reiteraciones, sus acele-raciones, sus listas y sus incoherencias, es elmenos legible de todos. La desarticulacióndel habla del Padre Mío no opera por elcontenido sino por la forma. Pero lo inte-resante de la propuesta de Eltit no terminaen la reproducción del habla tal como fueescuchada o en el intento de disminuir elhiato entre oralidad y escritura. Su apuestaes a la vez estética y política. En el prólogo,que es sobre todo un cuaderno de bitácorapara leer el texto, escritura casi al límite dela ilegibilidad, Eltit establece algunas aso-ciaciones elocuentes: “Cuando escuché alPadre Mío, pensé, evoqué a Beckett [...]Después de Beckett me surgió otra imagen.Es Chile, pensé. Chile entero y a pedazosen la enfermedad de este hombre; jironesde diarios, fragmentos de exterminio, síla-bas de muerte, pausas de mentira, frasescomerciales, nombres de difuntos”. Becketty el Chile de la dictadura constituyen eltándem que posibilita la lectura del testi-monio. No la denuncia directa de “los frag-mentos de exterminio, sílabas de muerte,pausas de mentira, frases comerciales, nom-bres de difuntos”, sino la puesta allí, enforma, del discurso que se muerde la cola,que aspira a ser él mismo la fuerza delmensaje. Por otra parte, aquí no habríaninguna posibilidad de discutir la dobleautoría del testimonio. Al menos en el sen-

tido en que lo plantea Menchú. La locuradel personaje, su habla psicótica y circular,ubicarían al discurso más en el ámbito delcaso clínico que en el del testimonio. Poreso cabe preguntarse: ¿testimonio de qué esEl Padre Mío? En todo caso, es testimoniode cómo estalla la función testimonial antela evidencia de que el lenguaje no es repre-sentativo ni transparente, tal como los otrosdos textos consideran. Es testimonio de laviolencia que opera el discurso cuando sevuelve un acto en sí mismo y pone en jaquela aparente estabilidad de las funciones deautor y testimoniante.

Una pequeña historia

Desde que Casa de las Américas, en 1970,decidió incluir el testimonio entre las clasesde discursos que intervienen en el llamadoa concurso, se pudo apreciar un vertiginosoy sorprendente ascenso de escalafón en eljerárquico mapa que constituyen los géne-ros literarios. En un par de décadas, transi-taron de la marginalidad al centro de laescena aquellos textos que, basándose en unprotocolo de entrevista de corte antropoló-gico, desarrollaban la historia de una vidaejemplar, capaz de concentrar en su indivi-dualidad la voz de muchos. En esos textosla oralidad se vuelve escritura por interme-diación del letrado: es el excluido, el otro,el diferente, quien aparece en la escena cul-tural y deviene carne de escritura. En estacorriente casi institucional del testimonio,podemos inscribir los libros de RigobertaMenchú y Domitila. Sin embargo, El Padre

Mío elige recorrer un camino inverso, acontrapelo, y responder a su modo –dife-rente del resto– las mismas preguntas sobrecómo se producen los pormenores del pro-ceso, qué implica la escritura de un testi-monio en términos políticos y estéticos, ycuál es el rol del intelectual en esta tarea.Por un lado, en los libros sobre RigobertaMenchú y Domitila, las autoras se valen delprotocolo de la historia de vida para cons-truir el habla de los subalternos. Pero laintervención sobre la palabra oral del otrono se limita a la mera transcripción: hayuna incidencia directa del saber letrado,que dispone epígrafes, notas, correcciones,que domestica y vuelve legible el discursode Rigoberta, por ejemplo. El dominio dela letra no es democrático sino que seimpone frente al habla de la india quiché.En el otro extremo, Eltit reconoce que hayáreas diferenciadas y traza una fronteratenaz entre el prólogo y la desgrabación delas hablas del Padre Mío. En el primeroejerce su dominio: explica, argumenta,decodifica, interpreta. El resto lo deja libra-do al habla incongruente del que padece.Sin embargo, en ese dolor, en ese relatorabioso y violento, surge la epifanía. Eltitno intenta “curar” la palabra desquiciadadel vagabundo. Más bien opera a la inversa:al darle la letra, operación que convencio-nalmente clausura el sentido, lo libera, y laspalabras furiosas se esparcen desprolijas yalborotan. No tanto por lo que dicen sinopor estar allí, tan temidas, sobre el papelque dibujan. •

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Eltit reconoce que hay áreas diferenciadas y traza una fron-

tera tenaz entre el prólogo y la desgrabación de las hablas

del Padre Mío. En el primero ejerce su dominio: explica,

argumenta, decodifica, interpreta. El resto lo deja librado al

habla incongruente del que padece.

Conjuro por el pan I, 1999Técnica mixta,50 x 39 cm

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Angélica Gorodischer

Disemsynth

5 6 To d aV í A

L E C T U R A S

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¡Felicitaciones! Usted tiene en sus manos el modelo R95977-1/2006 del más sofisticadodisemsynth que puede encontrarse actualmente en plaza. Si usted ha usado ya nuestros art í c u l o s ,a p reciará inmediatamente las ventajas que este nuevo modelo le pro p o rciona. Si por el contrariono ha sido nunca el más que dichoso usuario de un disemsynth comprobará cómo se le hacenmás fáciles y agradables las ocupaciones de la vida diaria y cómo aprovecha las horas de ocio enhasta ahora insospechadas actividades, situaciones y actitudes. Le rogamos que lea atentamente los capítulos de este Manual a fin de poder usar nuestrosynth con la mayor facilidad y con el máximo de rendimiento.

INSTALACIÓN

Por sus rasgos físicos (tamaño, forma, color, peso) el disemsynth R95977-1/2006 puede ubi-carse en cualquier lugar de la casa, sean cuales fueren las características habitacionales de lavivienda (casa, departamento, quinta, country, institución pública o privada, etc.). Sugerimosque se lo coloque en un punto más o menos central, de fácil acceso y del cual no sea difícildesplazarlo para llevarlo a otro sitio.El disemsynth R95977-1/2006 no requiere para su perfecto funcionamiento, cables ni auri-culares ni soportes ni micrófonos ni ningún otro accesorio móvil expuesto como en algunosmecanismos a pérdidas o deterioros. Puede ubicárselo y usárselo a cielo abierto o bajo techo, incluso en sótanos o subterr á n e o s .Póngalo en el lugar que más le convenga y del que le resulte más fácil desplazarlo. Compro b a r áque es éste el primer servicio que le presta el aparato: el de hacerle la vida más fácil y libre dep re o c u p a c i o n e s .No hay inconveniente alguno en que esté cerca de fuentes de calor extremo (calefacción,estufa, sol del mediodía, caldera, etc.) o de frío máximo (re f r i g e r a d o r, fre e z e r, máquina dehacer helados, aire acondicionado en su punto más alto, etc.), artefactos imantados, radios,teléfonos celulares, computadoras y demás. De ningún modo se verá alterado su funciona-miento ni tampoco habrá que esperar para usarlo a que se restablezcan las condicionesa n t e r i o re s .Tampoco sufrirá inconvenientes el disemsynth R95977-1/2006 si se lo traslada en un bolsillodel traje, en una cartera, portafolios, paquete, canasta, bolsa de compras, cualquier artilugioparecido o simplemente las manos. Se aconseja eso sí, asegurarse de tenerlo sujeto con cier-ta seguridad para evitar pérdidas, robos o algún otro episodio enojoso.Llévelo con usted adonde vaya y comprobará su eficacia aun cuando se lo haya quitado de suentorno acostumbrado.

A r t i s t a i n v i t a d aM A R Í A A L C O B R E

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CARACTERÍSTICAS GENERALES

El disemsynth que hoy le presentamos no comporta ningún peligro para los niños aun demuy corta edad ni para los animales de pluma o pelo, domésticos o silvestres.Es por otra parte, prácticamente indestructible. No se alarme si llega a caer desde un mueblealto o rodar por la escalera o prestarse a que un niño lo investigue como suele investigar susjuguetes desarmables o no. La carcasa que envuelve el mecanismo está moldeada con unamezcla de elementos que se potencian unos a otros a fin de hacerla particularmente fuerte sinpor eso perder su maleabilidad. En el caso, remoto y casi impensable, de que se rompiera, encualquiera de nuestras sucursales se le cambiará el aparato completo aun cuando hubieracaducado la garantía y sin necesidad de ningún papeleo enfadoso: sólo será necesario mostrarel disemsynth dañado.El panel de control consta de veintitrés incisos que se manejan al tacto slow o quick según lasnecesidades del usuario. Supongamos como ejemplo que el dueño de nuestro disemsynth se encuentra en una situa-ción molesta o desagradable en el ámbito de su trabajo y que por lo tanto siente irritación delánimo, disgusto y tal vez hasta rencor. Comprendemos que el ejemplo roza el absurdo por-que desde que los synths irrumpieron en el mercado y sus precios se han ido acomodando atodos los presupuestos, este tipo de inconveniente ha desaparecido casi de nuestro entorno. Pero a fin de aclarar aun más las ventajas del disemsynth R95977-1/2006 sostendremos laescena como si efectivamente fuera a suceder a menudo. Bastaría en el caso de que se produ-jera, con teclear “on” y “16 quick”, cosa que puede hacerse incluso a ciegas si el aparato estáen un bolsillo, sólo deslizando las yemas de los dedos por sobre el panel de control.Los resultados no se harán esperar. La función DISEMinadora del aparato puesta en acciónpor el tecleo SINtetizará toda la energía positiva acumulada en días y horas anteriores, irrum-pirá en el torrente circulatorio del usuario y detendrá todo sentimiento de culpa, temor, agre-sividad, etc. Una sensación de bienestar partirá del feromsetting personal (ADNmixed pues-to en movimiento por el tecleo del 16 (bloqueo ardiromático) quick (rapidez del impulso) ytodo habrá pasado en menos de cinco segundos. El usuario sabrá inmediatamente que havuelto a su selección emocional anterior y podrá pulsar “off” o pasar a otra función.A continuación damos una lista tentativa de las funciones con sus indicaciones precisas. Quere m o sa d v e rtir a usted que ellas no son rígidas e inamovibles sino por el contrario intercambiables y fle-xibles. Usted podrá actuar a su gusto en ellas y diseñar las combinaciones que más le agraden amedida que va conociendo su synth y comprendiendo la vastedad de sus posibilidades.

INFORMACIÓN SOBRE FUNCIONES

Toda función admite los ritmos “quick” y “slow”. El uso frecuente del aparato permite ade-más que poco a poco se vayan instalando otros ritmos en las funciones que se usan con mayorregularidad. Acerca de esta particularidad no podemos darle ninguna indicación puesto quedepende de cada aparato y de cada usuario. De modo que usted se encontrará en algúnmomento con la sorpresa de nuevos ritmos, muy parecidos a los anteriores o, y esto es lomejor de todo, absolutamente diferentes. Le aconsejamos mantenerse atento a lo que vayasucediendo en este sentido. Las satisfacciones que le proporcionará son grandes e intensas. Yahora pasemos a las funciones.

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1. BEATITUD

2. SERENIDAD

3. EXCLUSIVIDAD

4. RENDIMIENTO

5. EXTRAPOLACIÓN

6. SUEÑO

7. ENSOÑACIÓN

8. DUERMEVELA

9. HUELLA

10. BRINCO

11. EXTRAVAGANCIA

12. LICENCIA

13. RECUERDO

14. ANDANTE MAESTOSO

15. RIQUEZA

16. ENTENDIMIENTO

17. SINARIO

18. ESTESIA

19. DELICIA

20. CALMA

21. TIEMPO PASADO

22. ATARDECER

23. SELECCIÓN ORGÁSMICA.

POSIBILIDADES INTRÍNSECAS DE FUNCIONES

Cada una de las veintitrés funciones admite a su vez innumerables activaciones procedentesde distintos medios. El agua, por ejemplo. Si usted lleva su synth al baño y se ducha sosteniéndolo cerca de supecho (ya sabe que no hay que tener ningún reparo en cuanto a los elementos a los que se loexpone), se bañará en todos los ríos del mundo y es posible, esto depende exclusivamente decada usuario, que descienda suavemente (o bruscamente si presiona la función Rendimientoquick) presionando la función Delicia-slow por las cataratas del Niágara (pueden ser las delNilo, las del Iguazú, a su gusto).La música es otro de los ejemplos clásicos. ¿Quiere bailar con Nijinsky? ¿Con Anna Pavlova?¿Con Michael Jackson? ¿Quiere tocar el cello con Mstislav Leopoldovitch Rostropovich?Para baile le recomendamos Estesia y para instrumentos, Huella. Ambas funciones en quicky, si hace mucho que usa su synth, algún ritmo insospechado que se haya ubicado de acuerdocon su mix personal, entre slow slow y quick más uno.Con el deporte, el footing, la actuación, la delincuencia de guante blanco, los descubrimien-tos científicos, la docencia, la poesía, la política y la cría de animales exóticos, necesitará sinduda de algunas activaciones que vienen ya impresas en los circuitos de “BúsquedaEspecializada”. Ninguna de ellas presenta dificultad alguna. Aunque usted no haya usadonunca un synth, caso muy raro en nuestra sociedad altamente tecnificada e inmensamente

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feliz, podrá dirigirse a ese tipo de Búsqueda y aparecerán inmediatamente todas las posibili-dades que le presenta el disemsynth R95977-1/2006, que son muchas.

MANTENIMIENTO

Otra de las ventajas de nuestro synth último modelo consiste en su mantenimiento o mejordicho en la inutilidad de cualquier esfuerzo en ese sentido. Déjese llevar por la dicha de teneren sus manos un synth de última generación, goce de todo lo que le promete, no limpie, nofriegue, no jabone, no cepille, no haga nada. La superficie del aparato hará lo necesario:rechazará el polvo, la grasa, la suciedad, atraerá la luz haciendo que la carcasa luzca brillantesin ser groseramente llamativa. Usted limite sus esfuerzos a ser feliz, que es el propósito bási-co de los synths.

PARA EL FUTURO

Apenas haya salido al mercado en 2007 el nuevo modelo de disemsynth que nuestros labora-torios ya están preparando, se lo haremos saber. Estamos seguros de que han de entusiasmarlelas posibilidades casi ilimitadas del modelo -2/2007.¡Mientras tanto le deseamos el más intenso aprovechamiento de la función 23! •

Rosario, junio 2006.

6 0 To d aV í A

L E C T U R A S

Angélica Gorodischer nació en Buenos Aires en 1928. Vive en Rosario desde 1936. Ha publicado un montón de libros,

todos de narrativa. Sostiene con cierta petulancia que jamás escribió teatro ni poemas, ni siquiera a los dieciséis años cuan-

do todo el mundo escribe poemas, sobre todo de amor no correspondido. Estudió en Rosario, en la Escuela Normal de

Profesoras Nº 2 y en la entonces Facultad de Filosofía y Letras de la entonces Universidad Nacional del Litoral. No obtuvo

título alguno. No es profesora ni licenciada ni académica ni doctora ni nada. En cuarto año se acordó de que quería escribir,

no enseñar, y abandonó. Es narradora.

Los libros de cuentos Mala Noche y Parir Hembra (1983), Técnicas de superv i v e n c i a (1994), Cómo triunfar en la vida ( 1 9 9 8 ) ,

M e n t a (2000) y Cien islas (compilación de artículos y cuentos, 2004); y las novelas La noche del inocente (1996), D o q u i e r ( 2 0 0 2 )

y Tumba de jaguare s (2006), se encuentran entre su producción literaria.

Los premios Emecé (1985), Gigamesh (España, 1994), Konex de Platino (1996) y Bullrich (2000), otorgado por la SADE a la

mejor novela del trienio escrita por una mujer, son algunos de los recibidos por su obra.

Dos becas Fulbright en Estados Unidos fueron obtenidas por su trayectoria. Una para el International Writing Program de la

Iowa University, en 1988; y otra para dictar dos cursos en la University of Northern Colorado, en 1991.

Un marido (el mismo desde hace 53 años), dos hijos, una nuera, una hija, un yerno, cinco nietos y una nieta, una casa, un

jardín, amigas y amigos en el país y en el extranjero. AG

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D I S E Ñ O G R Á F I C O

POR LOS DERECHOS

CULTURALES

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Lalo Quintana

La necesidad de salvag u a rdar las dive rs i d a-des culturales dentro del mundo globalizadomotivó el Pacto Internacional de Dere ch o sE c o n ó m i c o s , Sociales y Culturales firm a d opor la Organización de las Naciones Unidasen 1966. En el año 2004, por iniciativa dela A gencia Española de Cooperación Inter-n a c i o n a l , un grupo de diseñadores e ilustra-d o res fue convocado a realizar piezas gráfi-cas sobre este tema. El resultado fue unaexposición itinerante que actualmente re c o-r re ciudades iberoamericanas.

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6 2 To d aV í A

D I S E Ñ O G R Á F I C O

Nelson Ponce Pepe Menéndez

“Aspiramos a la construcción progresiva de un fondo que enriquezca el discurso visual de lacausa cultural y, a la vez, materialice, en sí mismo, esa confluencia de las distintas culturasgráficas, en este caso, de Iberoamérica”.

Norberto Chaves. Fragmento del texto incluido en el catálogo de la exposición.

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Jaime Eduardo Tamariz Geraldine Gillmore

“Posiblemente no existen mayores ni mejores expresiones que la imagen y la palabra. El cart e lno es sino la síntesis perceptiva de estos dos elementos, que son desnudados y reducidos a lamínima forma de significado para conseguir así la contundencia comunicacional”.

Álvaro Sobrino. Fragmento del texto incluido en el catálogo de la exposición.

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D I S E Ñ O G R Á F I C O

America Sanchez Rubén Fontana y Zalma JallufNorberto Chaves

La exposición

¿Cultura(s)? Alternativas, diversidad, derechos es una muestra itinerante que

reúne una treintena de carteles creados por diseñadores y artistas iberoamerica-

nos en torno al tema de los derechos culturales.

La curaduría del proyecto estuvo a cargo de Norberto Chaves y Álvaro Sobrino.

Los diseñadores e ilustradores convocados fueron: Carlos Arredondo, Ricardo

Assis, Juan Berrio, Pep Carrió y Sonia Sánchez, Norberto Chaves, José María

Cruz Novillo, Arnulfo Espinosa Rodríguez, Rubén Fontana y Zalma Jalluf,

Francisco Gálvez Pizarro, Geraldine Gillmore, Pepe Gimeno, Juan Heilborn,

Connie Hunter, Pablo Martín, Hoa Melgar, Pepe Menéndez, Karras Monserrat,

Eric Olivares, Jacobo Pérez Enciso, Nelson Ponce, Lalo Quintana, Carlos

Rolando, Daniel Roldán, Javier Royo, Hermenegildo Sábat, America Sanchez,

Antonio Serrano, Jaime Eduardo Tamariz Barreiro y Felipe Taborda.

Francisco Gálvez Pizarro

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