Textos de Lectura Complementaria

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE FACULTAD DE HUMANIDADES. DEPARTAMENTO DE HISTORIA Cátedra: Historia Contemporánea del Siglo XX. Selección de documentos para lecturas complementarias Profesora: Mabel Mendieta

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTE

FACULTAD DE HUMANIDADES. DEPARTAMENTO DE HISTORIA

Ctedra: Historia Contempornea del Siglo XX.Seleccin de documentos para lecturas complementarias Profesora: Mabel Mendieta

Ao 2015 Breve fundamentacin: La presente seleccin de documentos que utiliza la ctedra, se proporcionar a los alumnos en formato digitalizado y un ejemplar impreso quedar en la biblioteca de la Facultad de Humanidades para su consulta.Tiene, entre sus objetivos, el proporcionar una herramienta didctica para comprender, en orden cronolgico, sucesos que han originado profundos cambios en el escenario internacional o que han cerrado ciclos en el mismo. Permite, adems, provocar el dialogo y reflexin con los alumnos, en clases, como un recurso vitalizador utilizado por el docente. Se trata de una ceida seleccin de un caudal inagotable de fuentes y sigue una lnea historiogrfica casi exclusivamente poltica, aunque la historia es de abordaje multidimensional, tal como lo hacemos durante el desarrollo acadmico.Por otra parte, hacer una seleccin de lecturas en otro sentido sera pagar el precio de un frrago insoportable para el alumno, que, adems debe leer otra bibliografa para la comprensin de las diversas dimensiones de los procesos histricos. Este trabajo aborda el llamado perodo corto del siglo XX segn HOBSBAWN, Eric: Historia del Siglo XX. Buenos Aires, Crtica. 1998, del que transcribimos su introduccin: Visin panormica del siglo XX, necesaria para proporcionar una dimensin holstica de los procesos que tratan de explican nuestro presente. El conjunto de textos que aqu se presenta pretende, en parte, fundamentar esa visin y cubrir , adems, la necesidad de los alumnos de acceder a fuentes que se hallan dispersas y muchas veces son de difcil acceso en el medio. En el intento de dar una mnima vertebracin que permita la lectura en beneficio no slo de su compresin segn un orden cronolgico sino en una visin de acontecimientos causa efectos, se ordena los documentos segn diversos perodos del denominado ciclo corto.Como ya se advirti es una seleccin acotada, de ninguna forma completa ni acabada que procura facilitar y completar la visin sobre los principales acontecimientos que se desarrollaron durante el Siglo XX.

INDICEVista panormica del Siglo XX: Doce personas reflexionan sobre el Siglo XX. HOBSBAWN, Eric: Historia del Siglo XX Buenos Aires, Crtica. 1998. pp. 11 a 26Triple Alianza entre Alemania, Austria-Hungra e Italia. 1882. Viena: 20 de mayo de 1882..Acuerdo Militar Franco-Ruso.1892. San Petersburgo, 18 de agosto de 1892.Alemania y la crisis de Marruecos.1904, Declaracin relativa a Egipto y Marruecos: Londres, a 8 de abril de 1904.Alemania y la crisis de Marruecos 1904. Nota del barn Holstein: 3 de junio de 1904.El asesinato de Jean Jaurs. Jean Jaurs: Discurso en Lyon, 23 de julio de 1914Lon Jouhaux: Discurso en los funerales de Jaurs, 4 de agosto de 1914.La Revolucin Rusa.1917.Lenin y su concepcin de la revolucin. Vladimir Ilich Lenin: Tesis de Abril.1917. .Lenin visto por J.Reed, periodista norteamericano. En John Reed,John: Diez das que estremecieron al mundo. Barcelona, Ed Pion.1982Todo el poder para los soviets:Consejos de un ausente. Carta de Lenin al Comit Central, 8 de octubre de 1917.El frente occidental. Eric Hobsbawn: Historia del Siglo XX: Madrid, Crtica.1995. El discurso de los Catorce Puntos de Wilson 1918. Discurso del presidente Wilson al Congreso de EE.UU.: 8 de Enero de 1918Las posturas divergentes de los vencedores: Lloyd George. Memorndum de Lloyd George: 25 marzo 1919 Las posturas divergentes de los vencedores: Wilson. El Presidente Wilson dirigindose a Clemenceau en el Consejo de los 4. Las posturas divergentes de los vencedores: Clemenceau. El jefe de gobierno francs, Georges Clemenceau, dirigindose al Consejo de los 4Pacto de la Sociedad de Naciones .1919. Versalles, 28 de junio de 1919El Tratado de Versalles. Clusulas militares. 1919: Versalles, 29 de Junio de 1919.El Tratado de Versalles.Reparaciones de guerra 1919. Versalles, 29 de Junio de 1919Consecuencias de la Primera Guerra Mundial para Europa. Albert Demangeon. Le declin de l'Europe.Pars, 1920.Tratado de Rapallo entre Alemania y Rusia 1923. Los fines de la poltica exterior alemana en 1925 Extracto de una carta de Stresemann. Les Papiers: 7 de septiembre de 1925El Pacto de Locarno 1925: Stresemann, A.Chamberlain, B.Mussolini, Briand y Vandervelde.El Pacto Briand-Kellogg 1928. Pars, 27 de agosto del ao 1928La paz y la guerra segn Mussolini. Fragmentos de su discurso en 1938. El Pacto Antikomintern 1936 Berln, 25 noviembre, 1936 Hitler y la cuestin de los Sudetes.1938.Adolfo Hitler. Extractos de un discurso pronunciado en el Palacio de los Deportes de Berlin. 26/09/.1938.Comentarios de Chamberlain antes de la Conferencia de Munich.Neville Chamberlain, premier britnico.Alocucin radiada, 27 de septiembre de 1938 El Pacto de Munich 1938. Hitler, Chamberlain, Daladier y Mussolini.29 de Septiembre de 1938El pacto de no agresin germano sovitico.Von Ribbentrop, Molotov.Mosc, 23 de Agosto de 1939.El pacto de no agresin germano sovitico: protocolos adicionales secretos. Mosc, 23 de Agosto de 1939. Ribbentrop, Molotov Ultimtum francs a Alemania 1939.Edouard Dadalier: primer Ministro francs : setiembre de 1939: Coulondre Embajador de Francia en Berln..Ultimtum britnico a Alemania 1939.Lord Halifax Secretario del Foreing Office en 1937. Neville Henderson Embajador del Reino Unido en Berln.Winston Churchill: el discurso de "sangre, esfuerzo, lgrimas y sudor" 1940 Discurso de Churchill a la Cmara de los Comunes.13 de mayo de 1940.Propuesta de Unin franco-britnica 1940. Propuesta redactada por Jean Monnet: con la colaboracin de consejeros britnicos, entre ellos John Maynard Keynes. 16 de junio de 1940Discurso del General De Gaulle llamando a la lucha contra Alemania 1940. Charles de Gaulle. Londres, 18 de junio de 1940

La Carta del Atlntico 1941. Franklin D. Roosevelt. Winston Churchill. 14 de agosto de 1941 Carta de Hitler a Mussolini anuncindole la invasin de Rusia.1941. Adolf Hitler. Junio de 1941.Discurso de Stalin llamando a la resistencia 1941 Stalin. Mosc. 31 de julio de 1941.

Declaracin de guerra de Japn. 1941.Declaracin de las Naciones Unidas1942. Washington, 1 de enero de 1942Acuerdos de la Conferencia de Tehern.1943. F. D. Roosevelt - J. Stalin - W. Churchil.Declaracin de Dumbarton Oaks sobre las Naciones Unidas.1944.

Conferencia de Yalta. Resoluciones sobre la ONU.1945. J. V. Stalin - F. D. Roosevelt - W. Churchill.Declaracin sobre la Europa liberada. V. Stalin - F. D. Roosevelt - W. ChurchillConferencia de Yalta - Resoluciones sobre Alemania.1945. J. V. Stalin - F. D. Roosevelt - W. Churchill.Conferencia de Yalta. Resoluciones sobre Polonia. 1945. J. V. Stalin - F. D. Roosevelt - W. ChurchillConferencia de Yalta. Resoluciones sobre Japn.1945.J. V. Stalin - F. D. Roosevelt - W. ChurchillCapitulacin de Alemania.1945. En nombre del Alto Mando alemn: Jodl .En presencia: Por el Mando Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas W. B. Smith. Por el Alto Mando sovitico: Ivan Susparoff. Por el Alto Mando francs: General F. Sevez. Reims (Francia) a las 02:41 del 7 de mayo de 1945Discurso de Truman en la Conferencia de San Francisco.1945. Harry TrumanCarta de las Naciones Unidas.1945. San Francisco. 26 de junio de 1945Conferencia de Potsdam - Ultimtum a Japn.1945.Capitulacin de Japn 1945.Convencin de Bonn sobre Alemania. 1952. K. Adenauer - D. Acheson - A. Eden - R. SchumanTratado de la Comunidad Europea de Defensa.1952. K. Adenauer - P. van Zeeland - R. Schuman - A. de Gasperi - J. Bech - D. Stikker.Los Acuerdos de Ginebrasobre Indochina.1954Tratado de Defensa Colectiva del Sureste de Asia (SEATO).1954.Bandung. Declaracin sobre los problemas de los pueblosdependientes.1955. El Pacto de Varsovia: 1955.Nacionalizacin del Canal de Suez 1956. Gamar Abdel NasserEl "Informe Secreto" de Kruschev al XX Congreso del PCUS.1956. Kruschev.Tratado de ROMA .1957 Roma.25 de marzo de 1957.KRUSCHEV y la coexistencia pacfica. Kruschev en el Economic Club de Nueva York. Resolucin 1514 de la ONU sobre la Independencia a los pueblos coloniales. 1960. Nueva York.14 de diciembre de 1960.Una reaccin occidental ante la construccin del Muro de Berln.1961.Declaracin de Belgrado de Pases No Alineados. 1961. Belgrado. La crisis de Cuba - Carta de Kruschev a Kennedy. 1962. 26 de octubre de 1962.Nikita Kruschev. La crisis de Cuba - Carta de Kennedy a Kruschev.1962. 28 de octubre de 1962. John F. Kennedy. Los Acuerdos de Evian sobre la autodeterminacin de Argelia. 1962.

Discurso de Kennedy en Berln.1963. Berln. 11 de junio de 1963La guerra de los seis das - La resolucin 242 del Consejo de Seguridad de la ONU 1967 La "Primavera de Praga" 1968. Programa de Renovacin del socialismo. Comit Central del Partido Comunista de Checoslovaquia. 5 de abril de 1968. La Doctrina Breznev. 1968. Leonid Breznev. 12 de noviembre de 1968

Comunicado conjunto de la Repblica Popular China y EEUU 1972. Shangai: 27de febrero de 1972. Tratado SALT I 1972. Mosc: 26 de mayo de 1972.La guerra del Yom Kippur - Resolucin 338 de la ONU 1973. 22 de octubre de 1973 La guerra del Yom Kippur - La crisis del petrleo 1973. Financial Times. 18 de octubre de 1973 Acuerdo de la Conferencia de Pars sobre el fin de la Guerra del Vietnam 1973. W. P. Rogers - T. van Lam - N. Duy Trinh - N. Thi Binh. Pars, 27 de enero de 1973Acta Final de la Conferencia sobre Seguridad y la Cooperacin en Europa 1975. Helsinki.1 de agosto de 1975 Acuerdos de Camp David entre Egipto e Israel 1978. M. Anwar Al-Sadat - M. Begin. 17 de septiembre de 1978 Declaracin de la VI Conferencia de Pases No Alineados 1979. La Habana. Septiembre de 1979Tratado de paz entre Israel y Egipto.1979. 26 de marzo de 1979Tratado sobre eliminacin de misiles de alcance corto e intermedio 1987R. Reagan-M. Gorbachov. Washington. 8 de diciembre de 1987 Gorbachov explica la Perestroika.1988. Gorbachov: La Perestroika y la Nueva Mentalidad.1988 Gorbachov. Acuerdo para la retirada de las tropas soviticas de Afganistn. 1988. Marzo de 1988Declaracin de independencia de Palestina.1988. 15 de Noviembre de 1988 El "Discurso de Brujas": la visin de Europa de Margaret Tachar 1988. Brujas: 20 de septiembre de 1988 Gorbachov: Discurso en la ONU anunciando medidas soviticas de desarme.1988. 7 de Diciembre de 1988.

Setenta y nueve muertos en28 aos de Muro de Berln.1989. EL PAIS: 10 de Noviembre de 1989. La "matanza de Tiananmen" segn una testigo 1989.Cumbre de la C.S.C.E. en Pars - Declaracin conjunta de 22 Estados Europeos. 1990. Pars: 21 de noviembre de 1990

Cumbre de la C.S.C.E. en Pars. Carta por una Nueva Europa 1990. Pars. 21 de noviembre de 1990 Tratado para un arreglo definitivo de la cuestin alemana. Tratado "2+4".1990. Mosc. 12 de septiembre de 1990. Los orgenes del conflicto de la ex-Yugoslavia. 1991. F.Fejt: en El Pas. 10 de julio de 1991 Tratado de Minsk entre Rusia, Bielorrusia y Ucrania para la creacin de la C.E.I.1991.S. Shushkevich - V. Kebich - B. Yeltsin - G. Burbulis - L. Kravchuk - FokinMinsk. 8 de diciembre de 1991 Tratado de Alma At de adhesin de diversas repblicas ex-soviticas a la C.E.I.1991. S. Shushkevich - V. Kebich - B. Yeltsin - G. Burbulis - L. Kravchuk - Fokin

INTRODUCCION: Vista PANORMICA DEL SIGLO XX.DOCE PERSONAS REFLEXIONAN SOBRE EL SIGLO XX. Isaiah Berln (filsofo, Gran Bretaa): He vivido durante la mayor parte del Siglo XX sin haber experimentado -debo decirlo- sufrimientos personales. Lo recuerdo como el siglo ms terrible de la historia occidental, Julio Caro Baroja (antroplogo, Espaa): Existe una marcada contradiccin entre la trayectoria vital individual -la niez, la juventud y la vejez han pasado serenamente y sin grandes sobresaltos- y los hechos acaecidos en el Siglo XX... los terribles acontecimientos que ha vivido la humanidad. Primo Leve (escritor, Italia): Los que sobrevivimos a los campos de concentracin no somos verdaderos testigos. Esta es una idea incmoda que gradualmente me he visto obligado a aceptar al leer lo que han escrito otros supervivientes, incluido yo mismo, cuando releo mis escritos al cabo de algunos aos. Nosotros, los supervivientes, no somos slo una minora pequea sino tambin anmala. Formamos parte de aquellos que, gracias a la prevaricacin, la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo. Quienes lo hicieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sin palabras. Ren Dumont (agrnomo, ecologista, Francia): Es simplemente un siglo de matanzas y de guerras. Rita Levi Montalcini (premio Nobel, cientfica, Italia): Pese a todo, en este esto , en este siglo se han registrado revoluciones positivas ... la aparicin del cuarto estado y la promocin de la mujer tras varios siglos de represin, William Golding (premio Nobel, escritor, Gran Bretaa): No puedo dejar de pensar que ha sido el siglo ms violento en la historia humana. Ernst Gombrich (historiador del arte, Gran Bretaa): La principal caracterstica del Siglo XX es la terrible multiplicacin de la poblacin mundial. Es una catstrofe, un desastre y no sabemos cmo atajarla. Yehudi Menuhin (msico, Gran Bretaa): Si tuviera que resumir el siglo XX, dira que despert las mayores esperanzas que haya concebido nunca la humanidad y destruy todas las ilusiones e ideales. Severo Ochoa (premio Nobel, cientfico, Espaa): El rasgo esencial es el progreso de la ciencia, que ha sido realmente extraordinario... Esto es lo que caracteriza a nuestro siglo.

Raymond Firth (antroplogo, Gran Bretaa): Desde el punto de vista tecnolgico, destaco el desarrollo de la electrnica entre los acontecimientos ms significativos del siglo XX; desde el punto de vista de las ideas, el cambio de una visin de las cosas relativamente racional y cientfica a una visin no racional y menos cientfica. Leo Valiani (historiador, Italia): Nuestro siglo demuestra que el triunfo de los ideales de la justicia y la igualdad siempre es efmero, pero tambin que, si conseguimos preservar la libertad, siempre es posible comenzar de nuevo ... Es necesario conservar la esperanza incluso en las situaciones ms desesperadas . Franco Venturi (historiador, Italia): Los historiadores no pueden responder a esta cuestin. Para m, el siglo XX es slo el intento constantemente renovado de comprenderlo. (Agosti y Borgese, 1992, pp. 42, 210, 154, 76,4,8,204,2,62,80,140 Y 160). I.El 28 de junio de 1992, el presidente francs Francois Mitterrand se desplaz sbitamente, sin previo aviso y sin que nadie lo esperara, a Sarajevo, escenario central de una guerra en los Balcanes que en lo que quedaba de ao se cobrara quizs 150.000 vidas. Su objetivo era hacer patente a la opinin mundial la gravedad de la crisis de Bosnia. En verdad, la presencia de un estadista distinguido, anciano y visiblemente debilitado bajo los disparos de las armas de fuego y de la artillera fue muy comentada y despert una gran admiracin. Sin embargo, un aspecto de la visita de Mitterrand pas prcticamente inadvertido, aunque tena una importancia fundamental: la fecha. Por qu haba elegido el presidente de Francia esa fecha para ir a Sarajevo? Porque el 28 de junio era el aniversario del asesinato en Sarajevo, en 1914, del archiduque Francisco Fernando de Austria-Hungra, que desencaden, pocas semanas despus, el estallido de la primera guerra mundial. Para cualquier europeo instruido de la edad de Mitterrand, era evidente la conexin entre la [echa, el lugar y el recordatorio de una catstrofe histrica precipitada por una equivocacin poltica y un error de clculo. La eleccin de una fecha simblica era tal vez la mejor forma de resaltar las posibles consecuencias de la crisis de Bosnia. Sin embargo, slo algunos historiadores profesionales y algunos ciudadanos de edad muy avanzada comprendieron la alusin. La memoria histrica ya no estaba viva. La destruccin del pasado, o ms bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contempornea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenmenos ms caractersticos y extraos de las postrimeras del siglo XX. En su mayor parte, los jvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relacin orgnica alguna con el pasado del tiempo en el que viven. Esto otorga a los historiadores, cuya tarea consiste en recordar lo que otros olvidan, mayor trascendencia que la que han tenido nunca, en estos aos finales del segundo milenio. Pero por esa misma razn deben ser algo ms que simples cronistas, recordadores y compiladores, aunque esta sea tambin una funcin necesaria de los historiadores. En 1989, todos los gobiernos, y especialmente todo el personal de los ministerios de Asuntos Exteriores, habran podido asistir con provecho a un seminario sobre los acuerdos de paz posteriores a las dos geras mundiales, que al parecer la mayor parte de ellos haban olvidado. Sin embargo, no es el objeto de este libro narrar los acontecimientos del perodo que constituye su tema de estudio -el siglo XX corto, desde 1914 a 11)91-, aunque nadie a quien un estudiante norteamericano inteligente le huya preguntado si la expresin segunda guerra mundial significa que hubo una primera guerra mundial ignora que no puede darse por sentado el conocimiento aun de los ms bsicos hechos de la centuria. Mi propsito es comprender y explicar por qu los acontecimientos ocurrieron de esa forma y qu nexo existe entre ellos. Para cualquier persona de mi edad que ha vivido durante todo o la mayor parte del siglo XX, esta tarea tiene tambin, inevitablemente, una dimensin autobiogrfica, ya que hablamos y nos explayamos sobre nuestros recuerdos (y tambin los corregimos). Hablamos corno hombres y mujeres de un tiempo y un lugar concretos, que han participado en su historia en formas diversas. Y hablamos, tambin, como actores que han intervenido en sus dramas -por insignificante que haya sido nuestro papel-, como observadores de nuestra poca y como individuos cuyas opiniones acerca del siglo han sido formadas por los que consideramos acontecimientos cruciales del mismo. Somos parte de este siglo, que es parte de nosotros. No deberan olvidar este hecho aquellos lectores que pertenecen a otra poca, por ejemplo el alumno que ingresa en la universidad en el momento en que se escriben estas pginas, para quien incluso la guerra del Vietnam forma parte de la prehistoria. Para los historiadores de mi edad y formacin, el pasado es indestructible, no slo porque pertenecemos a la generacin en que las calles y los lugares pblicos tomaban el nombre de personas y acontecimientos de carcter pblico (la estacin Wilson en Praga antes de la guerra, la estacin de metro de Stalingrado en Pars), en que an se firmaban tratados de paz y, por tanto, deban ser identificados (el tratado de Versalles) y en que los monumentos a los cados recordaban acontecimientos del pasado, sino tambin porque los acontecimientos pblicos forman parte del entramado de nuestras vidas. No slo sirven como punto de referencia de nuestra vida privada, sino que han dado forma a nuestra experiencia vital, tanto privada como pblica. Para el autor del presente libro, el 30 de enero de 1933 no es una fecha arbitraria en la que Hitler accedi al cargo de canciller de Alemania, sino una tarde de invierno en Berln en que un joven de quince aos, acompaado de su hermana pequea, recorra el camino que le conduca desde su escuela, en Wilmersdorf, hacia su casa, en Halensee, y que en un punto cualquiera del trayecto ley el titular de la noticia. Todava lo veo como en un sueo. Pero no slo en el caso de un historiador anciano el pasado es parte de su presente permanente. En efecto, en una gran parte del planeta, todos los que superan una cierta edad, sean cuales fueren sus circunstancias personales y su trayectoria vital, han pasado por las mismas experiencias cruciales que; hasta cierto punto, nos han marcado a todos de la misma forma. El mundo que se desintegr a finales de los aos ochenta era aquel que haba cobrado forma bajo el impacto de la revolucin rusa de 1917. Ese mundo nos ha marcado a todos, por ejemplo, en la medida en que nos acostumbramos a concebir la economa industrial moderna en funcin de opuestos binarios, capitalismo y socialismo, como alternativas mutuamente excluyentes. El segundo de esos trminos identificaba las economas organizadas segn el modelo de la URSS y el primero designaba a todas las dems. Debera quedar claro ahora que se trataba de un subterfugio arbitrario y hasta cierto punto artificial, que slo puede entenderse en un contexto histrico determinado, Y, sin embargo, aun ahora es difcil pensar, ni siquiera de forma retrospectiva, en otros principios de clasificacin ms realistas que aquellos que situaban en un mismo bloque a los Estados Unidos, Japn, Suecia, Brasil, la Repblica Federal de Alemania y Corea del Sur, as como a las economas y sistemas estatales de la regin sovitica que se derrumb al acabar los aos ochenta en el mismo conjunto que las del este y sureste asitico, que no compartieron ese destino. Una vez ms hay que decir que incluso el mundo que ha sobrevivido una vez concluida la revolucin de octubre es un mundo cuyas instituciones y principios bsicos cobraron forma por obra de quienes se alinearon en el bando de los vencedores en la segunda guerra mundial. Los elementos del bando perdedor o vinculados a ellos no slo fueron silenciados, sino prcticamente borrados de la historia y de la vida intelectual, salvo en su papel de enemigo en el drama moral universal que enfrenta al bien con el mal. (Posiblemente, lb mismo les est ocurriendo a los perdedores de la guerra fra de la segunda mitad del siglo, aunque no en el mismo grado ni durante tanto tiempo.) Esta es una de las consecuencias negativas de vivir en un siglo de guerras de religin, cuyo rasgo principal es la intolerancia. Incluso quienes anunciaban el pluralismo inherente a su ausencia de ideologa consideraban que el mundo no era lo suficientemente grande para permitir la coexistencia con las religiones seculares rivales. Los enfrentamientos religiosos o ideolgicos, como los que se han sucedido ininterrumpidamente durante el presente e siglo, erigen barreras en el camino del historiador, cuya labor fundamental no es juzgar sino comprender incluso lo que resulta ms difcil de aprehender. Pero lo que dificulta la comprensin no son slo nuestras apasionadas convicciones, sino la experiencia histrica que les ha dado forma. Aqullas son ms fciles de superar, pues no existe un tomo de verdad en la tpica pero errnea, expresin francesa tout comprendre c' est tout pardonner (comprenderlo todo es perdonarlo todo). Comprender la poca nazi en la historia de Alemania y encajarla en su contexto histrico no significa perdonar el genocidio. En cualquier caso, no parece probable que quien haya vivido durante este siglo extraordinario pueda abstenerse de expresar un juicio. La dificultad estriba en comprender. IICmo hay que explicar el siglo XX corto, es decir, los aos transcurridos desde el estallido de la primera guerra mundial hasta el hundimiento de la URSS, que, como podemos apreciar retrospectivamente, constituyen un perodo histrico coherente que acaba de concluir? Ignoramos qu ocurrir a continuacin y cmo ser el tercer milenio, pero sabemos con certeza que ser el siglo XX el que le habr dado forma. Sin embargo, es indudable que en los aos finales de la dcada de 1980 y en los primeros de la de 1990 termin una poca de la historia del mundo para comenzar otra nueva. Esa es la informacin esencial para los historiadores del siglo, pues aun cuando pueden especular sobre el futuro a tenor de su comprensin del pasado, su tarea no es la misma que la del que pronostica el resultado de las carreras de caballos. Las nicas carreras que debe describir y analizar son aquellas cuyo resultado -de victoria o de derrota- es conocido. De cualquier manera, el xito de los pronosticadores de los ltimos treinta o cuarenta aos, con independencia de sus aptitudes profesionales como profetas, ha sido tan espectacularmente bajo que slo los gobiernos y los institutos de investigacin econmica siguen confiando en ellos, o aparentan hacerlo. Es probable incluso que su ndice de fracasos haya aumentado desde la segunda guerra mundial. En este libro, el siglo XX aparece estructurado como un trptico. A una poca de catstrofes, que se extiende desde 1914 hasta el fin de la segunda guerra mundial, sigui un perodo de 25 o 30 aos de extraordinario crecimiento econmico y transformacin social, que probablemente transform la sociedad humana ms profundamente que cualquier otro perodo de duracin similar. Retrospectivamente puede ser considerado como una especie de edad de oro, y de hecho as fue calificado apenas concluido, a comienzos de los aos setenta. La ltima parte del siglo fue una nueva era de descomposicin, incertidumbre y crisis y, para vastas zonas del mundo como frica, la ex Unin Sovitica y los antiguos pases socialistas de Europa, de catstrofes. Cuando el decenio de 1980 dio paso al de 1990, quienes reflexionaban sobre el pasado y el futuro del siglo lo hacan desde una perspectiva fin de sicle cada vez ms sombra. Desde la posicin ventajosa de los aos noventa, puede concluirse que el siglo XX conoci una fugaz edad de oro, en el camino de una a otra crisis, hacia un futuro desconocido y problemtico, pero no inevitablemente apocalptico. No obstante, como tal vez deseen recordar los historiadores a quienes se embarcan en especulaciones metafsicas sobre el fin de la historia, existe el futuro. La nica generalizacin absolutamente segura sobre la historia es que perdurar en tanto en cuanto exista la raza humana. El contenido de este libro se ha estructurado de acuerdo con los conceptos que se acaban de exponer. Comienza con la primera guerra mundial, que marc el derrumbe de la civilizacin (occidental) del siglo XIX. Esa civilizacin era capitalista desde el punto de vista econmico, liberal en su estructura jurdica y constitucional, burguesa por la imagen de su clase hegemnica caracterstica y brillante por los adelantos alcanzados en el mbito de la ciencia, el conocimiento y la educacin, as como del progreso material y moral. Adems, estaba profundamente convencida de la posicin central de Europa, cuna de las revoluciones cientfica, artstica, poltica e industrial, cuya economa haba extendido su influencia sobre una gran parte del mundo, que sus ejrcitos haban conquistado y subyugado, cuya poblacin haba crecido hasta constituir una tercera parte de la raza humana (incluida la poderosa y creciente corriente de emigrantes europeos y sus descendientes), y cuyos principales estados constituan el sistema de la poltica mundial.(1) Los decenios transcurridos desde el comienzo de la primera guerra mundial hasta la conclusin de la segunda fueron una poca de catstrofes para esta sociedad, que durante cuarenta aos sufri una serie de desastres sucesivos. Hubo momentos en que incluso los conservadores inteligentes no habran apostado por su supervivencia. Sus cimientos fueron quebrantados por dos guerras mundiales, a las que siguieron dos oleadas de rebelin y revolucin generalizadas, que situaron en el poder a un sistema que reclamaba ser la alternativa, predestinada histricamente, a la sociedad burguesa y capitalista, primero en una sexta parte de la superficie del mundo y, tras la segunda guerra mundial, abarcaba a ms de una tercera parte de la poblacin del planeta. Los grandes imperios coloniales que se haban formado antes y durante la era del imperio se derrumbaron y quedaron reducidos a cenizas. L. historia del imperialismo moderno, tan firme y tan seguro de s mismo a la muerte de la reina Victoria de Gran Bretaa, no haba durado ms que el lapso de una vida humana (por ejemplo, la de Winston Churchill, 1874-1965). (1). He intentado describir y explicar el auge de esta civilizacin en una historia, en tres volmenes, del siglo XIX largo (desde la dcada de 1780 hasta 1914), y he intentado analizar las razones de su hundimiento. En el presente libro se hace referencia a esos trabajos, The Age ir Revolution, 17891848, The Age of Capital, 18481875 y The Age of Empire 18751914,cuando lo considero necesario. (Hay trad. cast.: Las revoluciones burguesas, Labor, Barcelona, 1987, reeditada en 1991 por la misma editorial con el ttulo La era de la revolucin; La era del capitalismo, Labor, Barcelona, 1989; La era del imperio, Labor, Barcelona, 1990; los tres ttulos sern nuevamente editados por Crtica a partir de 1996.) Pero no fueron esos los nicos males. En efecto, se desencaden una criais econmica mundial de una profundidad sin precedentes que sacudi incluso los cimientos de las ms slidas economas capitalistas y que pareci que podra poner fin a la economa mundial global, cuya creacin haba sido un logro del capitalismo liberal del siglo XIX. Incluso los Estados Unidos, que no haban sido afectados por la guerra y la revolucin, parecan al borde del colapso. Mientras la economa se tambaleaba, las instituciones de la democracia liberal desaparecieron prcticamente entre 1917 y 1942, excepto en una pequea franja de Europa y en algunas partes de Amrica del Norte y de Australasia, como consecuencia del avance del fascismo y de sus movimientos y regmenes autoritarios satlites. Slo la alianza -inslita y temporal- del capitalismo liberal y el comunismo para hacer frente a ese desafo permiti salvar la democracia, pues la victoria sobre la Alemania de Hitler fue esencialmente obra (no podra haber Nido de otro modo) del ejrcito rojo. Desde una multiplicidad de puntos de vista, este perodo de alianza entre el capitalismo y el comunismo contra el fascismo -fundamentalmente las dcadas de 1930 y 1940- es el momento decisivo en la historia del siglo XX. En muchos sentidos es un proceso paradjico, pues durante la mayor parte del siglo -excepto en el breve perodo de antifascismo- las relaciones entre el capitalismo y el comunismo se caracterizaron por un antagonismo irreconciliable. La victoria de la Unin Sovitica sobre Hitler fue el gran logro del rgimen instalado en aquel pas por la revolucin de octubre, como se desprende de la comparacin entre los resultados de la economa de la Rusia zarista en la primera guerra mundial y de la economa sovitica en la segunda (Gatrell y Harrison, 1993). Probablemente, de no haberse producido esa victoria, el mundo occidental (excluidos los Estados Unidos) no consistira en distintas modalidades de rgimen parlamentario liberal sino en diversas variantes de rgimen autoritario y fascista. Una de las ironas que nos depara este extrao siglo es que el resultado ms perdurable de la revolucin de octubre, cuyo objetivo era acabar con el capitalismo a escala planetaria, fuera el de haber salvado a su enemigo acrrimo, tanto en la guerra como en la paz, al proporcionarle el incentivo -el temor- para reformarse desde dentro al terminar la segunda guerra mundial y al dar difusin al concepto de planificacin econmica, suministrando al mismo tiempo algunos de los procedimientos necesarios para su reforma. Ahora bien, una vez que el capitalismo liberal haba conseguido sobrevivir -a duras penas- al triple reto de la Depresin, el fascismo y la guerra, pareca tener que hacer frente todava al avance global de la revolucin, cuyas fuerzas podan agruparse en torno a la URSS, que haba emergido de la segunda guerra mundial como una superpotencia. Sin embargo, como se puede apreciar ahora de forma retrospectiva, la fuerza del desafo planetario que el socialismo planteaba al capitalismo radicaba en la debilidad de su oponente. Sin el hundimiento de la sociedad burguesa decimonnica durante la era de las catstrofes no habra habido revolucin de octubre ni habra existido la URSS. El sistema econmico improvisado en el ncleo euroasitico rural arruinado del antiguo imperio zarista, al que se dio el nombre de socialismo, no se habra considerado -nadie lo habra hecho-como una alternativa viable a la economa capitalista, a escala mundial. Fue la Gran Depresin de la dcada de 1930 la que hizo parecer que poda ser as, de la misma manera que el fascismo convirti a la URSS en instrumento indispensable de la derrota de Hitler y, por tanto, en una de las dos superpotencias cuyos enfrentamientos dominaron y llenaron de terror la segunda mitad del siglo XX, pero que al mismo tiempo -como tambin ahora es posible colegir- estabiliz en muchos aspectos su estructura poltica. De no haber ocurrido todo ello, la URSS no se habra visto durante quince aos, a mediados de siglo, al frente de un bando socialista que abarcaba a la tercera parte de la raza humana, y de una economa que durante un fugaz momento pareci capaz de superar el crecimiento econmico capitalista. El principal interrogante al que deben dar respuesta los historiadores del siglo XX es cmo y por qu tras la segunda guerra mundial el capitalismo inici -para sorpresa de todos- la edad de oro, sin precedentes y tal vez anmala, de 1947-1973. No existe todava una respuesta que tenga un consenso general y tampoco yo puedo aportarla. Probablemente, para hacer un anlisis ms convincente habr que esperar hasta que pueda apreciarse en su justa perspectiva toda la onda larga de la segunda mitad del siglo XX. Aunque pueda verse ya la edad de oro como un perodo definido, los decenios de crisis que ha conocido el mundo desde entonces no han concluido todava cuando se escriben estas lneas. Ahora bien, lo que ya se puede evaluar con toda certeza es la escala y el impacto extraordinarios de la transformacin econmica, social y cultural que se produjo en esos aos: la mayor, la ms rpida y la ms decisiva desde que existe el registro histrico. En la segunda parte de este libro se analizan algunos aspectos de ese fenmeno. Probablemente, quienes durante el tercer milenio escriban la historia del siglo XX considerarn que ese perodo fue el de mayor trascendencia histrica de la centuria, porque en l se registraron una serie de cambios profundos e irreversibles para la vida humana en todo el planeta. Adems, esas transformaciones an no han concluido. Los periodistas y filsofos que vieron el fin de la historia en la cada del imperio sovitico erraron en su apreciacin. Ms justificada estara la afirmacin de que el tercer cuarto de siglo seal el fin de siete u ocho milenios de historia humana que haban comenzado con la aparicin de la agricultura durante el Paleoltico, aunque slo fuera porque termin la larga era en que la inmensa mayora de la raza humana se sustentaba practicando la agricultura y la ganadera. En cambio, al enfrentamiento entre el capitalismo y el socialismo, con o sin la intervencin de estados y gobiernos como los Estados Unidos y la URSS en representacin del uno o del otro, se le atribuir probablemente un inters histrico ms limitado, comparable, en definitiva, al de las guerras de religin de los siglos XVI Y XVII o a las cruzadas. Sin duda, para quienes han vivido durante una parte del siglo XX, se trata de acontecimientos de gran importancia, y as son tratados en este libro, que ha sido escrito por un autor del siglo XX y para lectores del siglo XX. Las revoluciones sociales, la guerra fra, la naturaleza, los lmites y los defectos fatales del socialismo realmente existente, as como su derrumbe, son analizados de forma pormenorizada. Sin embargo, es importante recordar que la repercusin ms importante y duradera de los regmenes inspirados por la revolucin de octubre fue la de haber acelerado poderosamente la modernizacin de pases agrarios atrasados. Sus logros principales en este contexto coincidieron con la edad de oro del capitalismo. No es este el lugar adecuado para examinar hasta qu punto las estrategias opuestas para enterrar el mundo de nuestros antepasado fueron efectivas o se aplicaron conscientemente. Como veremos, hasta el inicio de los aos sesenta parecan dos fuerzas igualadas, afirmacin que puede parecer ridcula a la luz del hundimiento del socialismo sovitico, aunque un primer ministro britnico que conversaba con un presidente norteamericano vea todava a la URSS como un estado cuya boyante economa... pronto superar a la sociedad capitalista en la carrera por la riqueza material (Horne, 1989, p. 303). Sin embargo, el aspecto que cabe destacar es que, en la dcada de 1980, la Bulgaria socialista y el Ecuador no socialista tenan ms puntos en comn que en 1939. Aunque el hundimiento del socialismo sovitico -y sus consecuencias, trascendentales y an incalculables, pero bsicamente negativas- fue el acontecimiento ms destacado en los decenios de crisis que siguieron a la edad de oro, seran estos unos decenios de crisis universal o mundial. La crisis afect a las diferentes partes del mundo en formas y grados distintos, pero afect a todas ellas, con independencia de sus configuraciones polticas, sociales y econmicas, porque la edad de oro haba creado, por primera vez con la historia una economa mundial universal cada vez ms integrada cuyo funcionamiento trascenda las fronteras estatales y, por tanto, cada vez ms tambin, las fronteras de las ideologas estatales. Por consiguiente, resultaron debilitadas las ideas aceptadas de las instituciones de todos los regmenes y sistemas. Inicialmente, los problemas de los aos setenta se vieron slo como una pausa temporal en el gran salto adelante de la economa mundial y los pases de todos los sistemas econmicos y polticos trataron de aplicar soluciones temporales. Pero gradualmente se hizo patente que haba comenzado un perodo de dificultades duraderas y los pases capitalistas buscaron soluciones radicales, en muchos casos atenindose a los principios enunciados por los telogos seculares del mercado libre sin restriccin alguna, que rechazaban las polticas que haban dado tan buenos resultados a la economa mundial durante la edad de oro pero que ahora parecan no servir. Pero los defensores a ultranza del laissez faire no tuvieron ms xito que los dems. En el decenio de 1980 y los primeros aos del de 1990, el mundo capitalista comenz de nuevo a tambalearse abrumado por los mismos problemas del perodo de entreguerras que la edad de oro pareca haber superado: el desempleo masivo, graves depresiones cclicas y el enfrentamiento cada vez ms encarnizado entre los mendigos sin hogar y las clases acomodadas, entre los ingresos limitados del estado y un gasto pblico sin lmite. Los pases socialistas, con unas economas dbiles y vulnerables, se vieron abocados a una ruptura tan radical, o ms, con el pasado y, ahora lo sabemos, al hundimiento. Ese hundimiento puede marcar el fin del siglo XX corto, de igual forma que la primera guerra mundial seala su comienzo. En este punto se interrumpe mi crnica histrica. Concluye -como corresponde a cualquier libro escrito al comenzar la dcada de 1990- con una mirada hacia la oscuridad. El derrumbamiento de una parte del mundo revel el malestar existente en el resto. Cuando los aos ochenta dejaron paso a los noventa se hizo patente que la crisis mundial no era slo general en la esfera econmica, sino tambin en el mbito de la poltica. El colapso de los regmenes comunistas entre Istria y Vladivostok no slo dej tras de s una ingente zona dominada por la incertidumbre poltica, la inestabilidad, el caos y la guerra civil, sino que destruy el sistema internacional que haba estabilizado las relaciones internacionales durante cuarenta aos y revel, al mismo tiempo, la precariedad de los sistemas polticos nacionales que se sustentaban en esa estabilidad. Las tensiones generadas por los problemas econmicos socavaron los sistemas polticos de la democracia liberal, parlamentarios o presidencialistas, que tan bien haban funcionado en los pases capitalistas desarrollados desde la segunda guerra mundial. Pero socavaron tambin los sistemas polticos existentes en el tercer mundo. Las mismas unidades polticas fundamentales, los estados-nacin territoriales, soberanos e independientes, incluso los ms antiguos y estables, resultaron desgarrados por las fuerzas de la economa supranacional o transnacional y por las fuerzas infranacionales de las regiones y grupos tnicos secesionistas. Algunos de ellos -tal es la irona de la historia- reclamaron la condicin -ya obsoleta e irreal- de estados-nacin soberanos en miniatura. El futuro de la poltica era oscuro, pero su crisis al finalizar el siglo XX era patente. Ms evidente an que las incertidumbres de la economa y la poltica mundial era la crisis social y moral, que reflejaba las convulsiones del perodo posterior a 1950, que encontraron tambin amplia y confusa expresin en esos decenios de crisis. Era la crisis de las creencias y principios en los que se haba basado la sociedad desde que a comienzos del siglo XVIII las mentes modernas vencieran la clebre batalla que libraron con los antiguos, una crisis de los principios racionalistas y humanistas que compartan el capitalismo liberal y el comunismo y que haban hecho posible su breve pero decisiva alianza contra el fascismo que los rechazaba. Un observador alemn de talante conservador, Michael Strmer, seal acertadamente en 1993 que lo que estaba en juego eran las creencias comunes del Este y el Oeste: Existe un extrao paralelismo entre el Este y el Oeste. En el Este, la doctrina del estado insista en que la humanidad era duea de su destino. Sin embargo, incluso nosotros creamos en una versin menos oficial y menos extrema de esa misma mxima: la humanidad progresaba por la senda que la llevara a ser duea de sus destinos. La aspiracin a la omnipotencia ha desaparecido por completo en el Este, pero slo relativamente entre nosotros. Sin embargo, unos y otros hemos naufragado (Bergedorfer 98, p. 95). Paradjicamente, una poca que slo poda vanagloriarse de haber beneficiado a la humanidad por el enorme progreso material conseguido gracias a la ciencia y a la tecnologa, contempl en sus momentos postreros cmo esos elementos eran rechazados en Occidente por una parte importante de la opinin pblica y por algunos que se decan pensadores. Sin embargo, la crisis moral no era slo una crisis de los principios de la civilizacin moderna, sino tambin de las estructuras histricas de las relaciones humanas que la sociedad moderna haba heredado del pasado preindustrial y pre capitalista y que, ahora podemos concluirlo, haban permitido su funcionamiento. No era una crisis de una forma concreta de organizar las sociedades, sino de todas las formas posibles. Los extraos llamamientos en pro de una sociedad civil y de la comunidad, sin otros rasgos de identidad, procedan de unas generaciones perdidas y a la deriva. Se dejaron or en un momento en que esas palabras, que haban perdido su significado tradicional, eran slo palabras hueras. Slo quedaba un camino para definir la identidad de grupo: definir a quienes no formaban parte del mismo. Para el poeta T. S. Eliot, esta es la forma en que termina el mundo: no con una explosin, sino con un gemido. Al terminar el siglo XX corto se escucharon ambas cosas. III Qu paralelismo puede establecerse entre el mundo de 1914 y el de los aos noventa? Este cuenta con cinco o seis mil millones de seres humanos, aproximadamente tres veces ms que al comenzar la primera guerra mundial, a pesar de que en el curso del siglo XX se ha dado muerte o se ha dejado morir a un nmero ms elevado de seres humanos que en ningn otro perodo de la historia. Una estimacin reciente cifra el nmero de muertes registrado durante la centuria en 187 millones de personas (Brzezinski, 1993), lo que equivale a ms del 10 por 100 de la poblacin total del mundo en 1900. La mayor parte de los habitantes que pueblan el mundo en el decenio de 1990 son ms altos y de mayor peso que sus padres, estn mejor alimentados y viven muchos ms aos, aunque las catstrofes de los aos ochenta y noventa en frica, Amrica Latina y la ex Unin Sovitica hacen que esto sea difcil de creer. El mundo es incomparablemente ms rico de lo que lo ha sido nunca por lo que respecta a su capacidad de producir bienes y servicios y por la infinita variedad de los mismos. De no haber sido as habra resultado imposible mantener una poblacin mundial varias veces ms numerosa que en cualquier otro perodo de la historia del mundo. Hasta el decenio de 1980, la mayor parte de la gente viva mejor que sus padres y, en las economas avanzadas, mejor de lo que nunca podran haber imaginado. Durante algunas dcadas, a mediados del siglo, pareci incluso que se haba encontrado la manera de distribuir entre los trabajadores de los pases ms ricos al menos una parte de tan enorme riqueza, con un cierto sentido de justicia, pero al terminar el siglo predomina de nuevo la desigualdad. sta se ha enseoreado tambin de los antiguos pases socialistas, donde previamente reinaba una cierta igualdad en la pobreza. La humanidad es mucho ms instruida que en 1914. De hecho, probablemente por primera vez en la historia puede darse el calificativo de alfabetizados, al menos en las estadsticas oficiales, a la mayor parte de los seres humanos. Sin embargo, en los aos finales del siglo es mucho menos patente que en 1914 la trascendencia de ese logro, pues es enorme, y cada vez mayor, el abismo existente entre el mnimo de competencia necesario para ser calificado oficialmente como alfabetizado (frecuentemente se traduce en un analfabetismo funcional) y el dominio de la lectura y la escritura que an se espera en niveles ms elevados de instruccin. El mundo est dominado por una tecnologa revolucionaria que avanza sin cesar, basada en los progresos de la ciencia natural que, aunque ya se prevean en 1914, empezaron a alcanzarse mucho ms tarde. La consecuencia de mayor alcance de esos progresos ha sido, tal vez, la revolucin de los sistemas de transporte y comunicaciones, que prcticamente han eliminado el tiempo y la distancia. El mundo se ha transformado de tal forma que cada da, cada hora y en todos los hogares la poblacin comn dispone de ms informacin y oportunidades de esparcimiento de la que disponan los emperadores en 1914. Esa tecnologa hace posible que personas separadas por ocanos y continentes puedan conversar con slo pulsar unos botones y ha eliminado las ventajas culturales de la ciudad sobre el campo. Cmo explicar, pues, que el siglo no concluya en un clima de triunfo, por ese progreso extraordinario e inigualable, sino de desasosiego? Por qu, como se constata en la introduccin de este captulo, las reflexiones de tantas mentes brillantes acerca del siglo estn teidas de insatisfaccin y de desconfianza hacia el futuro? No es slo porque ha sido el siglo ms mortfero de la historia a causa de la envergadura, la frecuencia y duracin de los conflictos blicos que lo han asolado sin interrupcin (excepto durante un breve perodo en los aos veinte), sino tambin por las catstrofes humanas, sin' parangn posible, que ha causado, desde las mayores hambrunas de la historia hasta el genocidio sistemtico. A diferencia del siglo XIX largo, que pareci -y que fue-- un perodo de progreso material, intelectual y moral casi ininterrumpido, es decir, de mejora de las condiciones de la vida civilizada, desde 1914 se ha registrado un marcado retroceso desde los niveles que se consideraban normales en los pases desarrollados y en las capas medias de la poblacin y que se crea que se estaban difundiendo hacia las regiones ms atrasadas y los segmentos menos ilustrados de la poblacin. Como este siglo nos ha enseado que los seres humanos pueden aprender a vivir bajo las condiciones ms brutales y tericamente intolerables, no es fcil calibrar el alcance del retomo (que lamentablemente se est produciendo a ritmo acelerado) hacia lo que nuestros antepasados del siglo XIX habran calificado como niveles de barbarie. Hemos olvidado que el viejo revolucionario Federico Engels se sinti horrorizado ante la explosin de una bomba colocada por los republicanos irlandeses en Westminster Hall, porque come ex soldado sostena que ello supona luchar no slo contra los combatiente: sino tambin contra la poblacin civil. Hemos olvidado que los pogroms de la Rusia zarista, que horrorizaron a la opinin mundial y llevaron al otro lado del Atlntico a millones de judos rusos entre 1881 y 1914, fueron episodio! casi insignificantes si se comparan con las matanzas actuales: los muertos se contaban por decenas y no por centenares ni por millones. Hemos olvidado que una convencin internacional estipul en una ocasin que las hostilidad des en la guerra no podan comenzar sin una advertencia previa y explcita: en forma de una declaracin razonada de guerra o de un ultimtum con un: declaracin condicional de guerra, pues, en efecto, cul fue la ltima guerra que comenz con una tal declaracin explcita o implcita? Cul fue 1: ltima guerra que concluy con un tratado formal de paz negociado entre lo: estados beligerantes? En el siglo XX, las guerras se han librado, cada vez; ms, contra la economa y la infraestructura de los estados y contra la poblacin civil. Desde la primera guerra mundial ha habido muchas ms baja: civiles que militares en todos los pases beligerantes, con la excepcin de los Estados Unidos. Cuntos de nosotros recuerdan que en 1914 todo el mundo aceptaba que: la guerra civilizada, segn afirman los manuales, debe limitarse, en la medid de lo posible, a la desmembracin de las fuerzas armadas del enemigo; de otra forma, la guerra continuara hasta que uno de los bandos fuera exterminada Con buen sentido... esta prctica se ha convertido en costumbre en las naciones de Europa (Encyclopedia Britannica, XI ed., 1911, voz guerra.) No pasamos por alto el hecho de que la tortura o incluso el asesinato han llegado a ser un elemento normal en el sistema de seguridad de los estado modernos, pero probablemente no apreciamos hasta qu punto eso constituye una flagrante interrupcin del largo perodo de evolucin jurdica positiva desde la primera abolicin oficial de la tortura en un pas occidental, en la dcada de 1780, hasta 1914. Y sin embargo, a la hora de hacer un balance histrico, no puede compararse el mundo de finales del siglo XX con el que exista a comienzos del perodo. Es un mundo cualitativamente distinto, al menos en tres aspectos. En primer lugar, no es ya eurocntrico. A lo largo del siglo se ha producido la decadencia y la cada de Europa, que al comenzar el siglo era todava el centro incuestionado del poder, la riqueza, la inteligencia y la civilizacin occidental. Los europeos y sus descendientes han pasado de aproximadamente 1/3 a 1/6, como mximo, de la humanidad. Son, por tanto, una minora en disminucin que vive en unos pases con un nfimo, o nulo, ndice de reproduccin vegetativa y la mayor parte de los cuales -con algunas notables excepciones como la de los Estados Unidos (hasta el decenio de 1990)- se protegen de la presin de la inmigracin procedente de las zonas ms pobres. Las industrias que Europa inici emigran a otros continentes y los pases que en otro tiempo buscaban en Europa, al otro lado de los ocanos, el punto de referencia, dirigen ahora su mirada hacia otras partes. Australia, Nueva Zelanda e incluso los Estados Unidos (pas biocenico) ven el futuro en el Pacfico, si bien no es fcil decir qu significa eso exactamente. Las grandes potencias de 1914, todas ellas europeas, han desaparecido, como la URSS, heredera de la Rusia zarista, o han quedado reducidas a una magnitud regional o provincial, tal vez con la excepcin de Alemania. El mismo intento de crear una Comunidad Europea supranacional y de inventar un sentimiento de identidad europeo correspondiente a ese concepto, en sustitucin de las viejas lealtades a las naciones y estados histricos, demuestra la profundidad del declive. Es acaso un cambio de autntica importancia, excepto para los historiadores polticos? Tal vez no, pues slo refleja alteraciones de escasa envergadura en la configuracin econmica, intelectual y cultural del mundo. Ya en 1914 los Estados Unidos eran la principal economa industrial y el principal pionero, modelo y fuerza impulsora de la produccin y la cultura de masas que conquistara el mundo durante el siglo XX. Los Estados Unidos, pese a sus numerosas peculiaridades, son la prolongacin, en ultramar, de Europa y se alinean junto al viejo continente para constituir la civilizacin occidental, Sean cuales fueren sus perspectivas de futuro, lo que ven los Estados Unidos al dirigir la vista atrs en la dcada de 1990 es el siglo americano, una poca que ha contemplado su eclosin y su victoria. El conjunto de los pases que protagonizaron la industrializacin del siglo XIX sigue suponiendo, colectivamente, la mayor concentracin de riqueza y de poder econmico y cientfico-tecnolgico del mundo, y en el que la poblacin disfruta del ms elevado nivel de vida. En los aos finales del siglo eso compensa con creces la desindustrializacin y el desplazamiento de la produccin hacia otros continentes. Desde ese punto de vista, la impresin de un mundo eurocntrico u occidental" en plena decadencia es superficial. La segunda transformacin es ms significativa. Entre 1914 y el comienzo del decenio de 1990, el mundo ha avanzado notablemente en el camino que ha de convertirlo en una nica unidad operativa, lo que era imposible en 1914. De hecho, en muchos aspectos, particularmente en las cuestiones econmicas, el mundo es ahora la principal unidad operativa y las antiguas unidades, como las economas nacionales, definidas por la poltica de los estados territoriales, han quedado reducidas a la condicin de complicaciones de las actividades transnacionales. Tal vez, los observadores de mediados del siglo XXI considerarn que el estadio alcanzado en 1990 en la construccin de la aldea global -la expresin fue acuada en los aos sesenta (Mac luhan, 1962)- no es muy avanzado, pero lo cierto es que no slo se han transformado ya algunas actividades econmicas y tcnicas, y el funcionamiento de la ciencia, sino tambin importantes aspectos de la vida privada, principalmente gracias a la inimaginable aceleracin de las comunicaciones y el transporte. Posiblemente, la caracterstica ms destacada de este perodo lineal del siglo XX es la incapacidad de las instituciones pblicas y del comportamiento colectivo de los seres humanos de estar a la altura de ese acelerado proceso de mundializacin. Curiosamente, el comportamiento individual del ser humano ha tenido menos dificultades para adaptarse al mundo de 111 televisiones por satlite, el correo electrnico, las vacaciones en las Seychelles y los trayectos transocenicos. La tercera transformacin, que es tambin la ms perturbadora en algunos aspectos, es la desintegracin de las antiguas pautas por las que se regan IIIS relaciones sociales entre los seres humanos y, con ella, la ruptura de los vnculos entre las generaciones, es decir, entre pasado y presente. Esto es sobre todo evidente en los pases ms desarrollados del capitalismo occidental, en los que han alcanzado una posicin preponderante los valores de un individualismo asocial absoluto, tanto en la ideologa oficial como privada, aunque quienes los sustentan deploran con frecuencia sus consecuencias sociales. De cualquier forma, esas tendencias existen en todas partes, reforzadas por la erosin de las sociedades y las religiones tradicionales y por la destruccin, o autodestruccin, de las sociedades del socialismo real. Una sociedad de esas caractersticas, constituida por un conjunto de individuos egocntricos completamente desconectados entre s y que persiguen tan slo su propia gratificacin (ya se le denomine beneficio, placer o de otra forma), estuvo siempre implcita en la teora de la economa capitalista. Desde la era de las revoluciones, observadores de muy diverso ropaje ideolgico anunciaron la desintegracin de los vnculos sociales vigentes y siguieron con atencin el desarrollo de ese proceso. Es bien conocido el reconocimiento que se hace en el Manifiesto Comunista del papel revolucionario del capitalismo (esa burguesa... ha destruido de manera implacable los numerosos lazos feudales que ligaban al hombre con sus "superiores naturales" y ya no queda otro nexo de unin entre los hombres que el mero inters personal). Sin embargo, la nueva y revolucionaria sociedad capitalista no ha funcionado plenamente segn esos parmetros. En la prctica, la nueva sociedad no ha destruido completamente toda la herencia del pasado, sino que la ha adaptado de forma selectiva. No puede verse un enigma sociolgico en el hecho de que la sociedad burguesa aspirara a introducir un individualismo radical en la economa y... a poner fin para conseguirlo a todas las relaciones sociales tradicionales (cuando fuera necesario), y que al mismo tiempo temiera el individualismo experimental radical en la cultura (o en el mbito del comportamiento y la moralidad) (Daniel Bell, 1976, p. 18). La forma ms eficaz de construir una economa industrial basada en la empresa privada era utilizar conceptos que nada tenan que ver con la lgica del libre mercado, por ejemplo, la tica protestante, la renuncia a la gratificacin inmediata, la tica del trabajo arduo y las obligaciones para con la familia y la confianza en la misma, pero desde luego no el de la rebelin del individuo. Pero Marx y todos aquellos que profetizaron la desintegracin de los viejos valores y relaciones sociales estaban en lo cierto. El capitalismo era una fuerza revolucionaria permanente y continua. Lgicamente, acabara por desintegrar incluso aquellos aspectos del pasado pre capitalista que le haba resultado conveniente -e incluso esencial- conservar para su desarrollo. Terminara por derribar al menos uno de los fundamentos en los que se sustentaba. Y esto es lo que est ocurriendo desde mediados del siglo. Bajo los efectos de la extraordinaria explosin econmica registrada durante la edad de oro y en los aos posteriores, con los consiguientes cambios sociales y culturales, la revolucin ms profunda ocurrida en la sociedad desde la Edad de Piedra, esos cimientos han comenzado a resquebrajarse. En las postrimeras de esta centuria ha sido posible, por primera vez, vislumbrar cmo puede ser un mundo en el que el pasado ha perdido su funcin, incluido el pasado en el presente, en el que los viejos mapas que guiaban a los Seres humanos, individual y colectivamente, por el trayecto de la vida ya no reproducen el paisaje en el que nos desplazamos y el ocano por el que navegamos. Un mundo en el que no slo no sabemos adnde nos dirigimos, sino tampoco adnde deberamos dirigirnos. Esta es la situacin a la que debe adaptarse una parte de la humanidad en este fin de siglo y en el nuevo milenio. Sin embargo, es posible que para entonces se aprecie con mayor claridad hacia dnde se dirige la humanidad. Podemos volver la mirada atrs para contemplar el camino que nos ha conducido hasta aqu, y eso es lo que yo he intentado hacer en este libro. Ignoramos cules sern los elementos que darn forma al futuro, aunque no he resistido la tentacin de reflexionar sobre alguno de los problemas que deja pendientes el perodo que acaba de concluir. Confiemos en que el futuro nos depare un mundo mejor, ms justo y ms viable. El viejo siglo no ha terminado bien.

HOBSBAWN, Eric: Historia del Siglo XX Buenos Aires, Crtica. 1998. pp. 11 a 26

Inicios del siglo XXTriple Alianza entre Alemania, Austria-Hungra e Italia 1882Sus Majestades, el Emperador de Austria, Rey de Bohemia, Rey apostlico de Hungra, el Emperador de Alemania, Rey de Prusia, y el Rey de Italia, animados por el deseo de aumentar las garantas de la paz general, de fortificar el principio monrquico y de asegurar con ello mismo el mantenimiento intacto del orden social y poltico en sus Estados respectivos, han acordado concluir un tratado que, en virtud de su naturaleza esencialmente conservadora y defensiva, no persigue otro objetivo que el de precaverles contra los peligros que pudieran amenazar la seguridad de sus Estados y la tranquilidad de Europa() han convenido los artculos siguientes:Artculo 1. Las Altas Partes contratantes se prometen recprocamente paz y amistad, y no entraran en alianza o compromiso alguno dirigido contra cualquiera de sus Estados.Se comprometen a proceder a un intercambio de ideas acerca de las cuestiones polticas y econmicas de carcter general que pudieran sobrevenir, prometindose adems apoyo mutuo dentro del lmite de sus propios intereses.Artculo 2. En el caso de que Italia, sin mediar provocacin directa por su parte, fuese atacada por Francia por cualquier motivo que fuera, las otras dos Partes contratantes estarn obligadas a prestar a la Parte atacada socorro y ayuda con todas sus fuerzas.La misma obligacin incumbir a Italia en caso de una agresin no directamente provocada de Francia contra Alemania. ()Artculo 4. En el caso de que una gran Potencia no firmante del presente Tratado amenazase la seguridad de los Estados de una de las Altas Partes contratantes y, en razn de ello, la parte amenazada se viese forzada a hacerle la guerra, las otras dos se obligan a observar respecto a su ahijada una neutralidad benvola."Francia no est an preparada para el combate. Inglaterra se enfrenta con dificultades interiores y coloniales. Rusia rechaza la guerra, porque teme la revolucin interior. Vamos a esperar a que nuestros adversarios estn preparados o debemos aprovecharnos del momento favorable para provocar la decisin? Esta es la grave cuestin que hay que zanjarEl ejrcito austraco es an fiel y til. Italia est todava firmemente ligada a la Triple Alianza e incluso si prefiere (...) mantener la paz para restaar las heridas de la ltima guerra, sabe (...) que si Alemania es derrotada, quedar sin remedio a merced de la violencia de Francia e Inglaterra y perder su posicin independiente en el Mediterrneo (...) Podemos igualmente contar llegado el caso con Turqua y Rumania (...) Podramos tener la direccin de la poltica europea mediante una ofensiva resuelta, y podramos asegurar nuestro porvenirEsto no quiere decir que debamos provocar la guerra; pero all donde se manifieste un conflicto de intereses (...) no debemos retroceder, si no solucionarlo mediante la guerra y comenzarla con una ofensiva resuelta, poco importa el pretexto, porque no se trata de ese conflicto, sino de nuestro porvenir, lo que est en juego."Hecho en Viena el da veinte del mes de Mayo del ao mil ochocientos ochenta y dos.Acuerdo Militar Franco-Ruso 1892Francia y Rusia, animadas por un idntico deseo de conservar la paz y sin otro objetivo que el de prevenir la necesidad de una guerra defensiva, provocada por un ataque de las fuerzas de la Triple Alianza contra una u otra de Ellas, han convenido las disposiciones siguientes:1. Si Francia fuera atacada por Alemania, o por Italia apoyada por Alemania, Rusia empleara la totalidad de sus fuerzas disponibles para atacar a Alemania.Si Rusia fuera atacada por Alemania, o por Austria apoyada por Alemania, Francia empleara la totalidad de sus fuerzas disponibles para combatir a Alemania;2. En caso de que las fuerzas de la Triple Alianza, o de una de las Potencias que de ella forman parte, llegaran a ser movilizadas, Francia y Rusia, a la primera noticia del hecho y sin necesidad de un acuerdo previo, movilizarn inmediata y simultneamente la totalidad de sus fuerzas, conducindolas lo ms cerca posible de sus fronteras;4. () Los Estados Mayores mencionados se comunicarn, ya en tiempo de paz, cuanta informacin relativa a los ejrcitos de la Triple Alianza obre o llegara a obrar en su conocimiento respectivo.5. Francia y Rusia no concluirn la paz separadamente.6. Todas las clusulas que anteceden se mantendrn rigurosamente secretas.7. La presente Convencin tendr la misma duracin que la Triple Alianza.San Petersburgo, 18 de agosto de 1892Alemania y la crisis de Marruecos 1904.Declaracin relativa a Egipto y Marruecos:"Artculo 1. El Gobierno de Su Majestad Britnica declara que no tiene intencin de cambiar el status poltico de Egipto.Por su parte, el Gobierno de la Repblica Francesa declara que no pondr obstculos a la accin de Inglaterra en este pas pidiendo que se fije un trmino para la ocupacin britnica ni de cualquier otra manera ()Artculo 2. El Gobierno de la Repblica Francesa declara no tener intencin de cambiar el status poltico de Marruecos.Por su parte, el Gobierno de Su Majestad Britnica reconoce que corresponde a Francia, especialmente como Potencia cuyos dominios lindan en gran extensin con los de Marruecos, velar por el orden en este pas y facilitarle ayuda para todas las re formas administrativas, econmicas, financieras y militares que necesite.Declara que no pondr obstculos a la accin de Francia a este respecto ()Artculo 7. Con el fin de asegurar el libre trnsito del Estrecho de Gibraltar, ambos Gobiernos convienen en no permitir que se levanten fortificaciones u obras estratgicas cualesquiera en la parte de la costa marroqu comprendida entre Melilla y las alturas que dominan la orilla derecha del Seb ()Sin embargo, esta disposicin no se aplica a los puntos actualmente ocupados por Espaa en la costa marroqu del Mediterrneo.Artculo 8. Ambos Gobiernos, inspirndose en sus sentimientos de sincera amistad con Espaa, toman en especial consideracin los intereses que este pas deriva de su posicin geogrfica y de sus posesiones territoriales en la costa marroqu del Mediterrneo, con respecto a los cuales el Gobierno Francs llegar a un acuerdo con el Gobierno Espaol. El acuerdo a que pueda llegarse acerca de este asunto entre Francia y Espaa se comunicar al Gobierno de Su Majestad Britnica."Londres, a 8 de abril de 1904.Alemania y la crisis de Marruecos 1904."Alemania debe protestar ante la intencin de Francia por apropiarse de Marruecos no solo por razones materiales, sino sobre todo para salvaguardar su prestigio. La posicin a esgrimir al respecto sera la siguiente: la absorcin abiertamente premeditada de Marruecos por Francia pone fin a la libre competencia extranjera y origina, por tanto, a los intereses de las terceras Potencias, y en particular de Alemania, un grave perjuicio ahora y en el futuro. Durante mucho tiempo cremos que Francia buscara un acuerdo con las Potencias interesadas. Sin embargo, no ha sido as, al menos por lo que a Alemania se refiere. En consecuencia, el Gobierno alemn se ve obligado a asumir, por su propia iniciativa, la defensa de los intereses alemanes que nuestro Soberano resumi ante el Rey de Espaa de esta manera: Nosotros reclamamos la libertad de comercio y de trfico en Marruecos.Este programa caducara desde el momento en que Francia se apoderase de Marruecos. Nota del barn Holstein: 3 de junio de 1904Primera Guerra Mundial: 1914- 1918El asesinato de Jean Jaurs. "A travs de las calles de Europa apareca cada pueblo con su pequea antorcha, y ahora ah est el incendio (...) La poltica colonial de Francia, la poltica hipcrita de Rusia y la brutal voluntad de Austria han contribuido a crear la situacin terrible en la que nos encontramos.Europa se debate en una gran pesadillaCiudadanos, a pesar de todo, y os digo esto como una especie de desesperacin, no hay ms que una posibilidad de mantener la paz y de salvar la civilizacin, desde el momento en que estamos amenazados de muerte y salvajismo, la de que el proletario rena todas sus fuerzas, y que todos los proletarios, franceses, ingleses, alemanes, italianos, rusos, pidamos a esos millones de hombres que se junten para que el latido unnime de sus corazones aleje la horrible pesadilla."Jean Jaurs: Discurso en Lyon, 23 de julio de 1914"Esta guerra no la hemos querido nosotros (...) Conducidos a la lucha, nos movilizamos para rechazar al invasor, para salvar el patrimonio de la civilizacin y la ideologa liberal que nos ha legado la historia. No queremos que se pierdan las pocas libertades arrancadas a las fuerzas del mal con tantos sufrimientos. Contestamos "presente" a la orden de movilizacin. Nunca haremos una guerra de conquistas (...) Emperadores de Alemania y de Austria-Hungra (...) que habis querido la guerra, nos comprometemos a doblar las campanas, tocar a muerto, de vuestro reino."Lon Jouhaux: Discurso en los funerales de Jaurs, 4 de agosto de 1914.

El frente occidental.El ejrcito alemn penetr en Francia por diversas rutas (...) y slo fue detenido a algunos kilmetros al este de Pars, en el ro Marne, cinco o seis semanas despus de que se hubieran declarado las hostilidades (...) ambos bandos improvisaron lneas paralelas de trincheras y fortificaciones defensivas que se extendan sin solucin de continuidad desde la costa del canal de La Mancha hasta la frontera suiza, dejando en manos de los alemanes una extensa zona de la parte oriental de Francia y Blgica. Las posiciones apenas se modificaron durante los tres aos y medio siguientes.Ese era el "frente occidental", que se convirti probablemente en la maquinara ms mortfera que haba conocido hasta entonces la historia del arte de la guerra. Millones de hombres se enfrentaban desde los parapetos de las trincheras formadas por sacos de arena, bajo los que vivan como ratas y piojos (y con ellos). De vez en cuando, sus generales intentaban poner fin a esa situacin de parlisis. Durante das, o incluso semanas, la artillera realizaba un bombardeo incesante (...) para "ablandar" al enemigo y obligarle a protegerse en los refugios subterrneos hasta que en el momento oportuno oleadas de soldados saltaban por encima del parapeto, protegido por alambre de espino, hacia la "tierra de nadie", un caos de crteres de obuses anegados, troncos de rboles cados, barro y cadveres abandonados, para lanzarse contra las ametralladoras que, como ya saban, iban a segar sus vidas.En 1916 (febrero-julio) los alemanes intentaron sin xito romper la lnea defensiva en Verdn, en una batalla en la que se enfrentaron dos millones de soldados y en la que hubo un milln de bajas. La ofensiva britnica en el Somme (...) cost a Gran Bretaa 420.000 muertos (60.000 slo el primer da de la batalla). No es sorprendente que para los britnicos y los franceses (...) aquella fuera la "gran guerra", ms terrible y traumtica que la segunda guerra mundial.Los franceses perdieron casi el 20 por 100 de sus hombres en edad militar, y si se incluye a los prisioneros de guerra, los heridos y los invlidos permanentes y desfigurados - los gueules casss ("caras partidas") que al acabar la guerra seran un vvido recuerdo de la guerra-, slo algo ms de un tercio de soldados franceses salieron indemnes del conflicto. Esa misma proporcin puede aplicarse a los cinco millones de soldados britnicos (...)Eric Hobsbawn: Historia del Siglo XX: Madrid, Crtica.1995.

El discurso de los Catorce Puntos de Wilson 1918."1. Acuerdos de paz negociados abiertamente (...) La diplomacia proceder siempre (...) pblicamente.2. Libertad absoluta de navegacin sobre los mares (...)3. Supresin, hasta donde sea posible, de todas las barreras econmicas (...)4. Suficientes garantas recprocas de que los armamentos nacionales sern reducidos al lmite compatible con la seguridad interior del pas.5. Libre ajuste (...) de todas las reivindicaciones coloniales (...)6. Evacuacin de todos los territorios rusos (...)7. Blgica (...) deber ser evacuada y restaurada.8. Todo el territorio francs deber ser liberado (...) El dao hecho a Francia en 1871, en lo que se refiere a Alsacia-Lorena (...), deber ser reparado.9. Deber efectuarse un reajuste de las fronteras de Italia, siguiendo las lneas de las nacionalidades claramente reconocibles.10. A los pueblos de Austria-Hungra (...) deber serles permitido, con la mayor premura, la posibilidad de un desarrollo autnomo.11. Rumania, Serbia y Montenegro debern ser evacuados (...) A Serbia se le conceder libre acceso al mar (...)12. A los territorios turcos del actual Imperio otomano se les garantizar plenamente la soberana (...), pero las otras nacionalidades que viven actualmente bajo el rgimen de este Imperio deben (...) disfrutar de una total seguridad de existencia y de poderse desarrollar sin obstculos.13. Deber constituirse un Estado polaco independiente, que comprenda los territorios incontestablemente habitados por polacos, los cuales debern tener asegurado el acceso al mar (...)14. Deber crearse una Sociedad general de las Naciones en virtud de acuerdos formales, que tenga por objeto ofrecer garantas recprocas de independencia poltica y territorial tanto a los pequeos como a los grandes estados."Discurso del presidente Wilson al Congreso de EE.UU.: 8 de Enero de 1918Las posturas divergentes de los vencedores: Lloyd George."Desde todos los puntos de vista, me parece que debemos esforzarnos por establecer un acuerdo de paz como si furamos rbitros imparciales, olvidndonos de las pasiones de la guerra. Este acuerdo deber tener tres objetivos: ante todo, hacer justicia a los Aliados, teniendo en cuenta la responsabilidad de Alemania en los orgenes de la guerra y en los mtodos de guerra; seguidamente, el acuerdo debe ser de tal manera que un gobierno alemn consciente de sus responsabilidades pueda firmarlo estimando que podr cumplir las obligaciones que hay suscrito; por ltimo, este acuerdo no deber tener ninguna clusula cuya naturaleza pueda provocar nuevas guerras, y deber ofrecer una alternativa al bolchevismo, porque ser para las gentes razonables una solucin igualitaria del problema europeo."Memorndum de Lloyd George: 25 marzo 1919 Las posturas divergentes de los vencedores: Wilson."Espero que Vd. est de acuerdo, en principio, como el Sr. Lloyd George en la moderacin que es necesario mostrar con Alemania. No queremos ni podramos destruirla: nuestro mayor error sera darle razones poderosas para que quisiera un da tomarse la revancha. Clusulas excesivas sembraran la semilla segura de la guerra (...) Es necesario que evitemos dar a nuestros enemigos la impresin de injusticia. No temo para el futuro las guerras preparadas por complots secretos de los gobiernos, sino ms bien los conflictos creados por el descontento de las poblaciones. Si nos hacemos a nosotros mismos culpables de injusticia, ese descontento es inevitable."El Presidente Wilson dirigindose a Clemenceau en el Consejo de los 4 Las posturas divergentes de los vencedores: Clemenceau. "Tomo acta de las palabras y de las excelentes intenciones del Presidente Wilson. l elimina el sentimiento y el recuerdo: es ah donde tengo una observacin que hacer respecto a lo que acaba de decir. El presidente de EE.UU. desconoce el fondo de la naturaleza humana. El hecho de la guerra no puede ser olvidado. Amrica no ha visto esta guerra de cerca durante los tres primeros aos; nosotros, durante ese tiempo, perdimos un milln y medio de hombres. No nos queda mano de obra. Nuestros amigos ingleses, que han perdido menos que nosotros, pero lo bastante para haber tambin sufrido mucho, me comprendern.Las pruebas que hemos debido pasar han creado un sentimiento profundo sobre las reparaciones que nos son debidas; y no se trata slo de reparaciones materiales: la necesidad de reparaciones morales no es menos fuerte (...)Buscis hacer justicia a los alemanes. No pensis que ellos nos van a perdonar, buscarn la ocasin de la revancha, nada destruir la rabia de aquellos que han querido establecer su dominacin en el mundo y que se han credo tan cerca de conseguirlo."El jefe de gobierno francs, Georges Clemenceau, dirigindose al Consejo de los 4Pacto de la Sociedad de Naciones 1919Las Altas Partes Contratantes: Considerando que para fomentar la cooperacin entre las naciones y para garantizarles la paz y la seguridad, importa:Aceptar ciertos compromisos de no recurrir a la guerra;Mantener a la luz del da relaciones internacionales, fundadas sobre la justicia y el honor;Observar rigurosamente las prescripciones del Derecho Internacional, reconocidas de aqu en adelante como regla de conducta efectiva de los gobiernos;Hacer que reine la justicia y respetar escrupulosamente todas las obligaciones de los Tratados en las relaciones mutuas de los pueblos organizados;Adoptan el presente Pacto, que constituye la Sociedad de las Naciones.Artculo 1. Sern miembros originarios de la Sociedad de las Naciones aquellos de los firmantes cuyos nombres figuren en el anexo al presente Pacto, as como los Estados, igualmente nombrados en el anexo, que se hayan adherido al presente ()Artculo 2. Las funciones de la Sociedad, tal como quedan definidas en el presente Pacto, se ejercern por una Asamblea y por un Consejo, asistidos por una Secretara permanente.Artculo 3. La Asamblea se compondr de Representantes de los miembros de la Sociedad.La Asamblea se reunir en pocas determinadas, y en cualquier otro momento si las circunstancias lo exigen, en la sede de la Sociedad o en cualquier otro lugar que se designe.La Asamblea entender de todas las cuestiones que entren en la esfera de actividades de la Sociedad o que afecten a la paz del mundo.Cada miembro de la Sociedad no podr tener ms de tres representantes en la Asamblea, y no dispondr de ms de un voto ()Artculo 4. El Consejo se compondr de representantes de los Estados Unidos de Amrica, del Imperio Britnico, de Francia, de Italia y del Japn, as como de re presentantes de otros cuatros miembros de la Sociedad. Estos cuatro miembros sern designados libremente por la Asamblea y en las pocas que estime convenientes. Hasta la primera designacin de la Asamblea, los representantes de Blgica, de Espaa y de Grecia sern miembros del Consejo ()El Consejo entender de todas las cuestiones que entre dentro de la esfera de actividad de la Sociedad o que afecten a la paz del mundo.Artculo 5. Salvo expresa disposicin contraria del presente Pacto, las decisiones de la Asamblea o del Consejo se tomarn por unanimidad de los miembros re presentados en la reunin ()Artculo 6. La Secretara permanente estar establecida en el lugar de residencia de la Sociedad. Estar compuesta de un Secretario general y por los secretarios y personal que sean necesarios. ()Artculo 7. La sede de la Sociedad se establecer en Ginebra ()Artculo 8. Los miembros de la Sociedad reconocen que el mantenimiento de la paz exige la reduccin de los armamentos nacionales al mnimo compatible con la seguridad nacional y con la ejecucin de las obligaciones internacionales impuestas por una accin comn ()Artculo 10. Los miembros de la Sociedad se comprometen a respetar y a mantener contra toda agresin exterior la integridad territorial y la independencia poltica presente de todos los miembros de la Sociedad. En caso de agresin, de amenaza o de peligro, el Consejo determinar los medios para asegurar el cumplimiento de esta obligacin.Artculo 11. Se declara expresamente que toda guerra o amenaza de guerra, afecte o no directamente a alguno de los miembros de la Sociedad, interesa a la Sociedad entera, la cual deber tomar las medidas necesarias para garantizar eficazmente la paz de las naciones. ()Artculo 16. Si un miembro de la Sociedad recurriese a la guerra, a pesar de los compromisos contrados (...) se le considerar ipso facto como si hubiese cometido un acto de guerra contra todos los dems miembros de la Sociedad () Versalles, 28 de junio de 1919El Tratado de Versalles - Clusulas militares 1919:Clusulas militares, navales y areasCon el fin de hacer posible la iniciacin de una limitacin general de, armamentos de todas las naciones, Alemania se compromete a observar estrictamente las siguientes clusulas militares, navales y areas:Seccin Primera: Clusulas militares.CAPITULO PRIMEROEfectivos y cuadros del ejrcito alemnArtculo 159. Las fuerzas militares alemanas sern desmovilizadas y reducidas segn las condiciones que se insertan a continuacin:Artculo 160.() Desde ese momento, la totalidad de los efectivos del ejrcito que constituyen a Alemania no deber exceder de 100.000 hombres, incluidos los oficiales y depsitos, y ser destinado exclusivamente al mantenimiento del orden en el territorio y a la polica de las fronteras ()El gran estado mayor general alemn y las organizaciones similares sern disueltas y no podrn reconstituirse en forma alguna.CAPITULO SEGUNDOArmamento. Municiones. MaterialArtculo 164. Hasta la poca en que Alemania sea admitida como miembro de la Sociedad de Naciones, el ejrcito alemn no deber poseer un armamento superior a las cifras que se fijan en el cuadro nmero 2, anejo a la presente Seccin ().Artculo 169. Dentro del plazo de dos meses, a partir de la entrada en vigor del presente Tratado, las armas, las municiones y el material de guerra alemn, incluso el destinado a la defensa contra aeronaves, existentes en Alemania y que excedan de las cantidades autorizadas, debern ser entregados a los gobiernos de las principales Potencias aliadas y Parte Quinta :Clusulas militares, navales y areasCon el fin de hacer posible la iniciacin de una limitacin general de, armamentos de todas las naciones, Alemania se compromete a observar estrictamente las siguientes clusulas militares, navales y areas:Seccin Primera: Clusulas militares.CAPITULO PRIMEROEfectivos y cuadros del ejrcito alemnArtculo 159. Las fuerzas militares alemanas sern desmovilizadas y reducidas segn las condiciones que se insertan a continuacin:Artculo 160.() Desde ese momento, la totalidad de los efectivos del ejrcito que constituyen a Alemania no deber exceder de 100.000 hombres, incluidos los oficiales y depsitos, y ser destinado exclusivamente al mantenimiento del orden en el territorio y a la polica de las fronteras ()El gran estado mayor general alemn y las organizaciones similares sern disueltas y no podrn reconstituirse en forma alguna.CAPITULO SEGUNDOArmamento. Municiones. MaterialArtculo 164. Hasta la poca en que Alemania sea admitida como miembro de la Sociedad de Naciones, el ejrcito alemn no deber poseer un armamento superior a las cifras que se fijan en el cuadro nmero 2, anejo a la presente Seccin ().Artculo 169. Dentro del plazo de dos meses, a partir de la entrada en vigor del presente Tratado, las armas, las municiones y el material de guerra alemn, incluso el destinado a la defensa contra aeronaves, existentes en Alemania y que excedan de las cantidades autorizadas, debern ser entregados a los gobiernos de las principales Potencias aliadas Artculo 190. Queda prohibido a Alemania construir o adquirir otros buques de guerra que los que se destinen a reemplazar a las unidades armadas previstas en el presente Tratado ()Seccin Tercera: Clusulas referentes a la aeronutica militar y naval.Artculo 198. Las fuerzas militares de Alemania no pueden tener aviacin militar y naval (...)"Versalles, 29 de Junio de 1919.El Tratado de Versalles - Reparaciones de guerra 1919."PARTE SEPTIMA: SancionesArtculo 227. Las Potencias aliadas y asociadas acusan pblicamente a Guillermo II de Hohenzollern, ex-Emperador de Alemania, por la ofensa suprema contra la moral internacional de la santidad de los Tratados.Artculo 228. El gobierno alemn reconoce a las Potencias aliadas y asociadas el derecho de llevar ante sus tribunales militares a los acusados de haber cometido actos contrarios a las leyes y a las costumbres de la guerra ()PARTE OCTAVA: ReparacionesSeccin Primera: Disposiciones generalesArtculo 231. Los gobiernos aliados y asociados declaran, y Alemania reconoce, que Alemania y sus aliados son responsables, por haberlos causado, de todos los daos y prdidas infligidos a los gobiernos aliados y asociados y sus sbditos a con secuencia de la guerra que les fue impuesta por la agresin de Alemania y sus aliados.Artculo 232. Los gobiernos aliados y asociados reconocen que los recursos de Alemania no son suficientes teniendo en cuenta la disminucin permanente de los mismos, que resulta de las dems disposiciones del presente Tratado para asegurar la reparacin completa de todos los expresados daos y prdidas.Los gobiernos aliados y asociados exigen, sin embargo, y Alemania se compromete a ello, que sean reparados todos los daos causados a la poblacin civil de cada una de las Potencias aliadas y asociadas, o a sus bienes, mientras cada una haya sido beligerante con Alemania, en virtud de dicha agresin por tierra, por mar y por los aires, y, en general todos los daos ()Artculo 233. El importe de dichos daos, cuya reparacin corresponde a Alemania, ser fijado por una Comisin interaliada, que llevar el nombre de Comisin de Reparaciones ()"Versalles, 29 de Junio de 1919Entreguerras: 1919-1939Consecuencias de la Primera Guerra Mundial para Europa"Hasta ahora era un principio bsico de geografa econmica que Europa dominaba el mundo con toda la superioridad de su alta y antigua civilizacin. Desde siglos, su in fluencia y prestigio irradiaba hasta los confines de la tierra. Europa enumeraba con orgullo los pases que haba descubierto, los pueblos que haba alimentado con su esencia y formado a su imagen, los sociedades que haba coaccionado a imitarla y servirla.Cuando se piensa en las consecuencias de la gran guerra que acaba de terminar (...), cabe preguntarse si no palidece la estrella de Europa y, si con el conflicto en el que tanto ha sufrido no ha comenzado para ella una crisis vital que presagia su decadencia. Diezmando su multitud de hombres, vastas reservas de vida de donde extraa fuerzas el mundo entero; dilapidando sus riquezas materiales, precioso patrimonio ganado con el trabajo de generaciones; desviando durante aos los espritus y los brazos de la labor productiva hacia la brbara destruccin; despertando con ese abandono las iniciativas latentes o adormecidas de sus rivales, la guerra no habr asestado un golpe fatal a la hegemona de Europa en el mundo? ()El final del siglo XIX ya nos mostr la vitalidad y potencia de ciertas naciones extra-europeas, unas, como los Estados Unidos nutridas de sangre de la misma Europa, otras, caso del Japn, formadas a partir de sus modelos y consejos. La guerra, al precipitar el despegue de estos recin llegados, al provocar el empobrecimiento de las virtudes productivas de Europa, al crear de esta manera un profundo desequilibrio entre ellos y nosotros, no ha abierto para nuestro viejo continente una crisis de hegemona y expansin?"Albert Demangeon. Le declin de l'Europe.Pars, 1920.

Tratado de Rapallo entre Alemania y Rusia 1923"El gobierno alemn, representado por el ministro del Reich, doctor Walter Rathenau, y el gobierno de la Federacin de Repblicas Socialistas Soviticas Rusas, representado por el comisario del pueblo Chicherin, han acordado las siguientes disposiciones:Artculo 1 Ambos gobiernos convienen en que las relaciones entre Alemania y la F. de las R.S.S. sobre los problemas de la postguerra deben regularse por las siguientes bases:a) Alemania y la F. de la R. S. S. renuncian mutuamente a la reparacin de sus gastos y daos de guerra, es decir, a aquellos daos que hayan producido a ellos y a sus sbditos las medidas militares en el teatro de la guerra, incluyendo las requisiciones llevadas a cabo en pas enemigo ()c) Alemania y Rusia renuncian recprocamente a la indemnizacin de los gastos hechos por ambas partes con los prisioneros de guerra ()Artculo 3. Quedan restablecidas las relaciones diplomticas y consulares entre Alemania y la F. de las R.S.S. ()Artculo 4. Ambos gobiernos convienen tambin en aplicar el principio de nacin ms favorecida a la condicin jurdica general de los nacionales de una par te en el territorio de la otra parte y a la reglamentacin general de las relaciones comerciales y econmicas entre ambas partes."Los fines de la poltica exterior alemana en 1925En mi opinin, la poltica extranjera de Alemania tiene en un futuro inmediato tres grandes objetivos. En primer lugar, la solucin para la cuestin renana en un sentido tolerable para Alemania y la seguridad de vivir en paz sin la que Alemania no podr recobrar sus fuerzas. En segundo lugar, la proteccin de los diez a doce millones de alemanes que viven ahora bajo el yugo extranjero. En tercer lugar, la rectificacin de nuestras fronteras orientales, recuperacin de Dantzig, del corredor polaco y modificacin del trazado de la frontera de la Alta Silesia. A ms largo plazo, unin de Austria o Alemania, aunque me doy cuenta de que esta unin complicar mucho el problema de nuestra organizacin. Extracto de una carta de Stresemann Les Papiers: 7 de septiembre de 1925El Pacto de Locarno 1925:Artculo 1. Las altas partes contratantes garantizan individual y colectivamente, como se estipula en los artculos que siguen, el mantenimiento del statu quo territorial, resultante de las fronteras entre Alemania y Blgica, y entre Alemania y Francia, y la inviolabilidad de dichas fronteras, tal como han sido fijadas por o en ejecucin del Tratado de Paz firmado en Versalles el 28 de junio de 1919, as como la observacin de las disposiciones de los artculos 42 y 43 de dicho Tratado, concernientes a la zona desmilitarizada. Artculo 2. Alemania y Blgica, y tambin Alemania y Francia, se comprometen recprocamente a no entregarse de una u otra parte a ningn ataque o invasin, y a no recurrir de una u otra parte en ningn caso a la guerra. Artculo 3. Tomando en consideracin los compromisos respectivamente adquiridos en el artculo 2 del presente Tratado, Alemania y Blgica y Alemania y Francia se comprometen a arreglar por va pacfica y de la manera siguiente todas las cuestiones, de cualquier naturaleza que sean, que vengan a dividirlos y que no hayan podido ser resueltas por los procedimientos diplomticos ordinarios Artculo 4. Si una de las altas partes contratantes estima que ha sido o es cometida una violacin del artculo 2 del presente Tratado o una contravencin del artculo 2 del presente Tratado o una contravencin de los artculos 42 43 del Tratado de Versalles, llevar inmediatamente la cuestin ante el Consejo de la Sociedad de Naciones. Stresemann, A. Chamberlain, B.Mussolini, Briand y Vandervelde.El Pacto Briand-Kellogg 1928"El presidente de Alemania, el Presidente de los Estados Unidos de Amrica, S.M. el Rey de los Belgas, el Presidente de la Repblica Francesa, S.M. el Rey de Gran Bretaa (), S. M. El Rey de Italia, S.M... El Emperador de Japn, el Presidente de la Repblica de Polonia, el Presidente de la Repblica Checoslovaca, persuadidos de que ha llegado el momento de proceder a una sincera renuncia a la guerra como instrumento de poltica nacional, a fin de que las relaciones pacficas y amistosas