Tercera Semana de Adviento

2
Tercera Semana de Adviento “Nos Visitará el Sol que nace de lo Alto…” (Lucas 1, 68-80) Los Profetas, como Juan el Bautista, tienen el corazón ardiendo de alegría… porque Dios les quema por dentro. A veces no es fácil gritar en el desierto, implica sus riesgos, sus aciertos, sus equivocaciones, hacerse violencia, confiar como un niño, saberse sostenido por Dios. Los profetas son fuego. También nos abren puentes para encontrarnos con ese Dios que nos ama con infinita ternura. Dios que sale al encuentro de nosotros y nos quiere abrazar. Una oración Libre y profética. Orar es sumergirse en el agua del perdón, de la vida nueva, es ser bautizado como hijo de Dios, y poder decir “Padre”. Juan el Bautista, el precursor, nos prepara el camino para encontrarnos con Jesús. Nos lo señalará, sin duda alguna, después de haberle él mismo buscado y encontrado. Pero repasemos algunas de las facetas de la vida de Juan que permanecen como luces para nosotros en el camino de nuestra oración personal y comunitaria. Te invitamos a leer cada lectura de la Palabra que trazamos aquí y hacer camino en esta tercera semana de adviento. Poner toda tu vida a la luz de lo que Dios nos invita a vivir. Aceptándonos tal cuál como somos, diciendo: “Aquí estoy”. 1. Saltar de Alegría (Lc 1, 39- 44) Orar es saltar de gozo, no dejando que la tristeza nos hunda y nos acobarde. Juan salta de gozo ya en el vientre de su madre. Toda su vida tendrá sentido a partir de este hecho. Dios sonríe sobre nuestra vida antes de que naciéramos. En este cariño de Dios se asienta nuestra confianza y nuestra responsabilidad de vivir saltando de gozo. Es decir, no quedándonos en nuestros refugios y seguridades, lo que ya hemos aprendido, conocido, hecho o vivido. Saltar de gozo aunque temblemos de incertidumbre abriéndonos a lo nuevo. Juan el Bautista saltó de gozo, fue fortalecido con el Espíritu Santo. Orar es aprender a reír y a bailar. Bailar como quien se deja llevar por el Espíritu y pone en fuga el miedo al que dirán y a lo que oprime. ¿Quién ha dicho que orar sea algo triste y aburrido? 2. Nacimientos (Lc, 1, 57-67) Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre. Él no compara, no quiere que repitamos lo que hicieron otros, sino que seamos originales y valientes para escuchar la voz interior que cada uno lleva. Orar es escuchar ese nombre pronunciado por Dios, y pedirle fuerzas para ser nosotros mismos. No es fácil. Juan necesitará el silencio y el desierto. No se asusten, no hay que distanciarse de la gente. Juan sí lo hizo, en el sentido que ahora veremos. 3. Desierto (Lc 1, 80b) El desierto es el lugar de la prueba, el silencio y la soledad; y es el lugar para tomar distancia aquéllos que se atreven a ser diferentes y a encontrar la verdad sin huir. En el silencio y la soledad, distancia de lo que aturde y confunde, Dios se deja oír (Lc 3,2). El desierto son, también, los peores momentos por los

Transcript of Tercera Semana de Adviento

Page 1: Tercera Semana de Adviento

Tercera Semana de Adviento

“Nos Visitará el Sol que nace de lo Alto…”

(Lucas 1, 68-80)

Los Profetas, como Juan el Bautista, tienen el corazón ardiendo de alegría… porque Dios les quema por dentro. A veces no es fácil gritar en el desierto, implica sus riesgos, sus aciertos, sus equivocaciones, hacerse violencia, confiar como un niño, saberse sostenido por Dios. Los profetas son fuego. También nos abren puentes para encontrarnos con ese Dios que nos ama con infinita ternura. Dios que sale al encuentro de nosotros y nos quiere abrazar.

Una oración Libre y profética.

Orar es sumergirse en el agua del perdón, de la vida nueva, es ser bautizado como hijo de Dios, y poder decir “Padre”. Juan el Bautista, el precursor, nos prepara el camino para encontrarnos con Jesús. Nos lo señalará, sin duda alguna, después de haberle él mismo buscado y encontrado.

Pero repasemos algunas de las facetas de la vida de Juan que permanecen como luces para nosotros en el camino de nuestra oración personal y comunitaria. Te invitamos a leer cada lectura de la Palabra que trazamos aquí y hacer camino en esta tercera semana de adviento. Poner toda tu vida a la luz de lo que Dios nos invita a vivir. Aceptándonos tal cuál como somos, diciendo: “Aquí estoy”.

1. Saltar de Alegría (Lc 1, 39- 44)

Orar es saltar de gozo, no dejando que la tristeza nos hunda y nos acobarde. Juan salta de gozo ya en el vientre de su madre. Toda su vida tendrá sentido a partir de este hecho. Dios sonríe sobre nuestra vida antes de que naciéramos. En este cariño de Dios se asienta nuestra confianza y nuestra responsabilidad de vivir saltando de gozo. Es decir, no quedándonos en nuestros refugios y seguridades, lo que ya hemos aprendido, conocido, hecho o vivido. Saltar de gozo aunque temblemos de incertidumbre abriéndonos a lo nuevo. Juan el Bautista saltó de gozo, fue fortalecido con el Espíritu Santo. Orar es aprender a reír y a bailar. Bailar como quien se deja llevar por el Espíritu y pone en fuga el miedo al que dirán

y a lo que oprime. ¿Quién ha dicho que orar sea algo triste y aburrido?

2. Nacimientos (Lc, 1, 57-67)

Dios nos llama a cada uno por nuestro nombre. Él no compara, no quiere que repitamos lo que hicieron otros, sino que seamos originales y valientes para escuchar la voz interior que cada uno lleva. Orar es escuchar ese nombre pronunciado por Dios, y pedirle fuerzas para ser nosotros mismos. No es fácil. Juan necesitará el silencio y el desierto. No se asusten, no hay que distanciarse de la gente. Juan sí lo hizo, en el sentido que ahora veremos.

3. Desierto (Lc 1, 80b)

El desierto es el lugar de la prueba, el silencio y la soledad; y es el lugar para tomar distancia aquéllos que se atreven a ser diferentes y a encontrar la verdad sin huir. En el silencio y la soledad, distancia de lo que aturde y confunde, Dios se deja oír (Lc 3,2). El desierto son, también, los peores momentos por los que pasamos a veces, en que nos sentimos mal y perdidos. Si logramos estar atentos, es cuando más aprendemos de la vida y Dios nos dice palabras al corazón que nos harán crecer. Dios es nuestro único refugio y su palabra el único alimento básico.

4. Prisión-verdad. (Jn 3, 22-31)

Juan es encarcelado por no callar la verdad, por no venderse al poder de turno. Será un hombre libre, aun lleno de cadenas, en la cárcel de un palacio lleno de aduladores del rey. Juan nos enseña un Dios que nos abre a descubrir la verdad. Orar es, por eso, preguntar por esa verdad que iremos descubriendo poco a poco. Juan da paso a Jesús. “Conviene que él crezca y yo disminuya.” (Jn 3,30). Es una preciosa actitud de humildad. La oración es, en esta línea, escuela de verdad, donde nos ponemos en escucha del corazón de la vida. En la oración respirar hondo significa poner nuestra vida sin temor en manos de Dios.

Que Juan nos mantenga alegres, valientes y despiertos en la búsqueda de la verdad y en el decir, sin temor, la buena noticia.

“No temas, que yo estoy contigo; no te angusties, que yo soy tu Dios.”

Isaías 41, 10