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www.ts.ucr.ac.cr 1 Tendencias teórico - epistemológicas y metodológicas en la formación profesional Dra Margarita Rozas Pagaza 1 Agradezco la gentil invitación del Comité Organizador del XVIII Seminario Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social, para participar de este panel y decirles que es un honor para mí estar con profesionales tan prestigiosos, compartir con amigos y colegas que desde hace muchos años y desde lugares diversos hemos transitado este largo trayecto de reflexionar sobre la profesión. Estos Seminarios Latinoamericanos, además, nos permiten reencontrarnos y enriquecernos mutuamente desde la escucha y el intercambio de ideas. Respecto al tema que nos convoca en esta mesa: “Las tendencias teórico, epistemológicas y metodológicas existentes en la formación profesional”, intentaré introducir algunas reflexiones previas antes de desarrollar el tema propiamente dicho. En primer lugar, volver a plantear como tema de este Seminario Latinoamericano, los fundamentos que sustentan la relación de la formación profesional con la realidad social me parece un hecho significativo, porque en la década de los 90, en pleno auge del neoliberalismo, la posibilidad de esta reflexión estaba obstruida por la sobrevaloración de los medios e instrumentos de la acción, como producto de una clara visión pragmática y utilitarista de la formación. Los que insistieron en seguir pensando los fundamentos teóricos como base argumentativa de la intervención, eran y son considerados “atrasados”, en tanto no son capaces de entender la complejidad de los cambios de la sociedad a luz de nuevas teorías. Hablar de fundamentos era considerado reiterar algunas teorías ya superadas en tanto metateorías que no alcanzaban a capturar los cambios generados en esta etapa “del fin de la historia”. Los que sustentaban estos cambios, tomaron como base de sus argumentos, el relativismo social y que justificaron el opacamiento de la visibilidad que la cuestión social había adquirido durante el Estado de Bienestar Social. 1 Docente-investigadora y Directora de la Escuela Superior de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Directora de la Maestría de Políticas Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

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Tendencias teórico - epistemológicas y metodológicas en la formación profesional

Dra Margarita Rozas Pagaza 1

Agradezco la gentil invitación del Comité Organizador del XVIII Seminario

Latinoamericano de Escuelas de Trabajo Social, para participar de este panel y decirles

que es un honor para mí estar con profesionales tan prestigiosos, compartir con amigos y

colegas que desde hace muchos años y desde lugares diversos hemos transitado este largo

trayecto de reflexionar sobre la profesión. Estos Seminarios Latinoamericanos, además,

nos permiten reencontrarnos y enriquecernos mutuamente desde la escucha y el

intercambio de ideas.

Respecto al tema que nos convoca en esta mesa: “Las tendencias teórico,

epistemológicas y metodológicas existentes en la formación profesional”, intentaré

introducir algunas reflexiones previas antes de desarrollar el tema propiamente dicho. En

primer lugar, volver a plantear como tema de este Seminario Latinoamericano, los

fundamentos que sustentan la relación de la formación profesional con la realidad social

me parece un hecho significativo, porque en la década de los 90, en pleno auge del

neoliberalismo, la posibilidad de esta reflexión estaba obstruida por la sobrevaloración de

los medios e instrumentos de la acción, como producto de una clara visión pragmática y

utilitarista de la formación. Los que insistieron en seguir pensando los fundamentos

teóricos como base argumentativa de la intervención, eran y son considerados “atrasados”,

en tanto no son capaces de entender la complejidad de los cambios de la sociedad a luz de

nuevas teorías. Hablar de fundamentos era considerado reiterar algunas teorías ya

superadas en tanto metateorías que no alcanzaban a capturar los cambios generados en esta

etapa “del fin de la historia”. Los que sustentaban estos cambios, tomaron como base de

sus argumentos, el relativismo social y que justificaron el opacamiento de la visibilidad

que la cuestión social había adquirido durante el Estado de Bienestar Social.

1 Docente-investigadora y Directora de la Escuela Superior de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. Directora de la Maestría de Políticas Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

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En tal sentido, no se puede hablar de las tendencias teóricas en la formación

profesional sin hacer referencia a la década de los 90, la que generó profundos cambios

económicos y sociales que transformaron la estructura de nuestros países. Particularmente

ello se observa en el caso Argentino como paradigmático de esos cambios y sus terribles

consecuencias sociales, generando modificaciones también en la vida cultural e intelectual,

que a mi juicio tienen y tuvieron un papel fundamental en una comprensión simplificada

de la “cuestión social”, al considerarla una entidad separada del proceso de la sociedad y

como constitutiva de una visión unidimensional de la realidad. Ello ha significado la base,

sobre la cual el liberalismo triunfa desde el punto de vista ideológico. Las ciencias sociales

no han estado ausentes de esta comprensión y particularmente el Trabajo Social, como

profesión.

En el marco de dichos cambios culturales, la universidad y los ministerios de

educación promovieron programas de mejoramiento de la calidad académica a través de la

reforma de los Planes de Estudio favoreciendo con financiamiento internacional, sobre

todo a aquellas carreras vinculadas al desarrollo tecnológico. Del mismo modo las políticas

de investigación y particularmente los modos de evaluación que se establecieron, tuvieron

una clara direccionalidad al afianzar las premisas de una ciencia al servicio del mercado.

Las ciencias sociales, quedaron postergadas y sin capacidad de reacción y previsión

respecto a las consecuencias de un régimen de acumulación devastador. En este marco,

algunas escuelas de trabajo social se esforzaron por llevar a cabo reformas de planes de

estudio, que han constituido un avance respecto al debate de la profesión introduciendo

aspectos referidos a la cuestión social, como fundamento constitutivo del trabajo social.

Sin embargo, creo que faltó y falta profundizar el debate sobre las directrices teóricas,

metodológicas y operativas que orientan la formación profesional de los trabajadores

sociales.2

En esta perspectiva, explorar las tendencias de la formación profesional es una tarea

compleja si partimos por entender que una tendencia significa una fuerza que impulsa un

cuerpo hacia un punto y en consecuencia, una tendencia teórica refiere a un conjunto de

proposiciones y de abstracciones que dan cuenta sobre los fenómenos sociales. En tal

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sentido, como diría Alexander, una teoría “no sólo son intentos de explicar el mundo sino

esfuerzos para evaluarlo, comprender cuestiones de sentido, amplias (1992). En definitiva,

una tendencia refiere a un conjunto coherente de ideas sobre el hombre, la sociedad y la

historia a partir del cual, se direcciona también una visión sobre la profesión en relación a

la sociedad.

Ante la pregunta ¿qué tendencias sustentan hoy la formación? uno presupone que todos

estamos pensando que existe una tendencia o varias, en el sentido de una fuerza teórica,

política y ética que imprime como tal, una hegemonía en el pensamiento respecto a la

formación y fundamentalmente respecto a la formación de los trabajadores sociales. En

relación a ello cabe preguntarnos, ¿existen diversas tendencias en la formación

profesional?; ¿se visualizan como bloques articulados que disputan un espacio?. Si así

fuera, cuáles son sus características fundamentales?. A nuestro juicio existen tendencias

que emergen con grados diversos de explicitación y, en algunos casos con un interés por

reactualizar una perspectiva teórica y metodológica vinculada a diversas concepciones

acerca de la cuestión social. En esta dirección, el positivismo, el funcionalismo y el

marxismo como tendencias teóricas, siempre han estado y están presentes en la formación

profesional. Sin embargo; es necesario resaltar que estas grandes matrices, reaparecen

“metamorfoseadas” en las teorías contemporáneas que moldean de manera dispersa la

formación; planteándose a la luz de estas teorías viejos problemas aún no resueltos en la

formación, podemos mencionar el debate persistente respecto a la metodología o

metodologías para la intervención; imprecisiones respecto al objeto de intervención;

preocupación por considerar si se trata de una disciplina o profesión. Dilemas existentes

aún respecto a la producción de conocimiento; reiterada preocupación por el rol

profesional; sobre las concepciones de la intervención y la visión restringida sobre lo

público estatal y su relación con la sociedad civil; asimismo sobre las concepciones de

pobreza. La diversidad de estos problemas se han intentando resolver desde miradas

diferentes entre ellas desde la teoría de los sistemas, la teoría del interaccionalismo

simbólico, del relativismo individual, del neoparsonianismo y la teoría interpretativista

que han configurado un pensamiento identificado como conservador por un lado, y como

renovador por otro, en este último caso están sobe todo, aquellos que se consideran

2 Me refiero fundamentalmente al caso Argentino, es posible que en el marco de las transformaciones generados en las política educativa es posible que la observación que hago, con algunos matices fue el rasgo

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postmodernos. Asimismo y en contraposición a estas posturas aparece una tendencia

denominada crítica, que en algunos casos, hace referencia al marxismo o los marxismos de

libre interpretación, todo ello teniendo como telón de fondo los cambios generados en la

vida social de la década de los 90. Abarcar todo ello, en esta exposición implicaría un

trabajo más profundo y sistemático, por lo tanto, apenas quedarán esbozados.

1. LOS RASGOS DEL POSITIVISMO EN LA FORMACION PROFESIONAL

Es una tendencia que surge a fin del siglo XVIII y principios del siglo XIX, con una

ideología conservadora identificada con el orden industrial/burgués y sigue vigente en la

actualidad, basado en premisas que estructuran un sistema coherente y operacional. Dichas

premisas sustentan que la sociedad está regida por leyes invariables que transcurren

independientemente de la voluntad y de la acción de los hombres. Por lo tanto, la vida

social reproduce una armonía natural, sobre todo porque la sociedad está regida por leyes

naturales y, en tanto tal, asimilada naturalmente (naturalismo positivista). Desde esta

perspectiva la sociedad puede ser estudiada por los mismos métodos y procesos

impregnados en las ciencias naturales. Dicho estudio se debe realizar por la observación y

explicación causal de los fenómenos de manera objetiva, neutra y libre de juicios de valor,

ideologías y preconceptos.

La pretensión de neutralidad valorativa en las ciencias sociales ignora el

condicionamiento histórico-social del conocimiento científico y la existencia de los

intereses socio-económicos de las clases sociales. En este sentido, desde el punto de vista

de la ideología positivista de Comte hasta nuestros días, se construye un sistema

conceptual que tiende a la defensa del orden establecido en la sociedad moderna, la que

posibilita una estabilidad social. El orden y la estabilidad implica un estado fijo y

homogéneo por la cual las ciencias del hombre y las ciencias de la naturaleza

prácticamente son lo mismo (homegeneidad epistemológica). En consecuencia para

Comte, como defensor sistemático del orden, fundamenta que el estudio de los fenómenos

de los 90.

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sociales deben ser considerados dentro del mismo ámbito de los fenómenos astronómicos,

físicos, fisiológicos sujeto a leyes invariables, es decir una suerte de física social.3

Durkhein (185-1917) positivista consecuente, en su obra “Las reglas del método

sociológico”, sostiene que la regla fundamental es considerar a los fenómenos sociales

como cosas, cuyo funcionamiento se regula por leyes naturales. Durkhein, figura

importante de la sociología académica, además sostiene que para que la nueva ciencia, (se

refiere a la sociología) sea fundada debe extenderse la idea de las leyes naturales a los

fenómenos humanos, ello permitiría que la ciencia perfeccione la sociedad resolviendo sus

problemas o cualquier anomalía social.

Durkhein, concibe a la sociedad como un sistema de órganos diferentes en el cual cada

uno tiene un papel particular, y ciertos órganos tienen una situación privilegiada, es decir

una situación natural, funcional e inevitable y, por lo tanto es un fenómeno absolutamente

normal que se encuentra en cualquier organismo, los órganos que tienen alguna variación

se presentan como anomalías. La preocupación de Durkhein está en dar fundamento al

orden social nuevo, surgido de la Revolución Industrial y del desarrollo del sistema

capitalista, como un orden legítimo y positivo. Si bien dicho orden está consolidado, al

mismo tiempo, observa que está amenazado por las crisis y que ellas debe ser

rigurosamente tratadas para reestablecer su regularidad o absorber sus nuevas propiedades.

Asimismo establece la función del Estado como positiva, en tanto puede contribuir a

mejorar los problemas humanos sin afectar el orden orgánico de la sociedad.

La influencia del positivismo en la profesión y su apropiación abarca al menos, a mi

juicio, tres aspectos: el referido al origen de la profesión, a las funciones atribuidas y a la

preocupación recurrente respecto a los métodos de intervención, además estos aspectos

deben ser entrecruzados con esta concepción sobre la visión de sociedad. Respecto al

origen de la profesión, (que por cierto, sigue en debate), podemos señalar, que existe la

idea de que ella surge como evolución de la formas anteriores de intervención social, léase

caridad, filantropía y asistencia organizada. Dichas formas de intervención se han ido

perfeccionando hasta llegar a ser acciones profesionalizadas, el carácter de

3 La evolución del positivismo primero como utopía positivista desarrollado por Condorcet hasta la ideología positivista de Comte está ampliamente desarrollado en “las aventuras de Karl Marx contra el Baron de Munchhausen. Marxismo y postivismo en la sociología del conocimiento”.Ed. Cortez, San Pablo, Brasil 1966.

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profesionalización se da fundamentalmente por la modernización de sus métodos y

técnicas. Esta perspectiva evolucionista presupone un desarrollo natural de dichas formas

de intervención, desvinculada de las relaciones sociales y los procesos históricos. Al

mismo tiempo, el carácter naturalizado de dicha evolución aparece neutral, ingenua

desprovisto de conceptos.4 En esta perspectiva se encuentran muchos autores que han

trabajado sobre la historia de la profesión, entre ellos, por citar algunos; están Ander Egg,

Natalio Kisnerman. Como tesis contrapuesta está los que plantean el surgimiento de la

profesión como parte de la división social y técnica del trabajo, imbricada en la

reproducción de las relaciones sociales capitalistas, esta perspectiva ha sido desarrollada

ampliamente por Marilda Iamamoto, en su obra clásica “relaciones sociales y trabajo

social”. La unilinialidad de la perspectiva evolucionista, en su forma profesionalizante

lleva a considerar que el uso del método científico hace que la práctica de la intervención

sea también científica. En cuanto al método, los métodos y metodologías que marcaron y

siguen marcando la preocupación por el cómo de la intervención profesional, la influencia

del positivismo está en su formulación lógico-formal, caracterizado por una secuencia de

etapas, en unos casos, y en otros, según el sujeto de la acción a partir de la trilogía de los

métodos: caso, grupo y comunidad.

Leila Lima (1972) hace un análisis, respecto al “reiterado esquematismo” en el proceso

metodológica, en la que se privilegia, las etapas, sub.etapas, momentos, sub-momentos

“señalando a priori, sus funciones, sus características, sus objetivos, formas de control...

que termina en la obsesión de la fidelidad al esquema en prejuicio del movimiento de los

procesos sociales ... esto se denomina formalismo” ( Pág.34), efectivamente la ingeniería

técnica del método y su fidelidad al mismo supone una ingeniería social, capaz de resolver

las patologías sociales de ese organismo vivo, la sociedad del cual hablaba Durkheim.

Respecto a las funciones del trabajo social, en la perspectiva del positivismo,

históricamente en la profesión está presente el absorber los desequilibrios que la sociedad a

planteado, en distintos momentos históricos, a través de la educación para el cambio en la

época del desarrollismo, de la integración al sistema y los subsistemas llámese familia,

grupo y comunidad. Pero la expresión más significativa tiene que ver con la separación de

4 Esta concepción ha sido denominada “endogenita” por Montaño, Carlos en su obra “la naturaleza del Servicio Social: un ensayo sobre su génesis, especificidad y reproducción, Pág. 9, Ed. Cortez, san Pablo,

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esas funciones del contexto de análisis y la investigación. Separación entre conocimiento

que genera la investigación y la acción del profesional. La marca del positivismo ha sido

tan fuerte en este sentido, que hoy seguimos en un registro de dicotomías parcialmente

resueltas.

Por otro lado, la fractura entre razón e historia, ha llevado a dicotomizar el conocer y el

hacer, y lo que es más grave, la pretensión de asignarle “objetividad” al conocimiento a

partir de la fuerza de los hechos. Ello ha llevado a considerar que el conocimiento es

neutro, desprovisto de los conflictos ideológicos y de las presunciones. La perspectiva de

Greenwood,, considera justamente que ese conocimiento científico, no puede ser parte del

Trabajo Social porque el contacto con la realidad, construida en términos de “problemas

sociales” tiene una cercanía “emocional” con la práctica y un acceso a ella a través de los

sentidos. Por lo tanto, el rol de la práctica profesional se mueve en el ámbito de la utilidad

que ella tiene para “resolver problemas” y en la eficiencia técnica que sustenta dicha

solución de problemas sociales. Al mismo tiempo que dicha eficiencia, es la base para

tener legitimidad como profesión.

La solución de los problemas planteados en estos términos implica encubre el

interrogante sobre la naturaleza de los llamados “problemas sociales”, puesto que ello

correspondería a las ciencias sociales. En consecuencia, al Trabajo Social le compete

solamente la aplicabilidad de esos conocimientos “objetivos” producidos en la esfera de las

ciencias sociales. Decimos “objetivos”, en tanto dichos conocimientos, tal como venimos

explicando están libre de interpretaciones y desligados de los contextos de explicación.

Agregando a este atributo de “objetividad” que la ciencia positiva sustenta, está la

consideración de la invariabilidad de los hechos sociales, por lo que dicha invariabilidad

refuerza la idea del dato objetivo. En tal sentido, la intervención del trabajador social actúa

sobre esa invariabilidad de los hechos, con la diferencia que la relación que establece con

los hechos tiene una implicancia “emocional”, ello impediría, según esta concepción

producir conocimiento en el sentido positivista..

2. EL FUNCIONALISMO DE PARSONS

1998

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La presencia de Parsons en la formación profesional siempre ha estado presente, a

través del funcionalismo y el estructural funcionalismo. Tendencias que moldearon el

pensamiento intelectual de posguerra, con la esperanza de forjar una teoría que además de

explicar la inestabilidad de la sociedad, contribuya al proceso por el cual se genere

consenso político y equilibrio social. Este propósito constituiría el fundamento de lo que se

debe considerar como una “buena sociedad” al estilo norteamericano. Asimismo en un

primer momento Parsons intenta explicar la crisis de 1930 en su primera obra “La

Estructura de la acción social” con la que pretende construir una teoría abstracta que

mantenga los parámetros del orden y el equilibrio para aportar a un dilema que la sociedad

occidental tiene respecto a la integridad del individuo y su capacidad para el raciocinio.

Ambos aspectos habían sido amenazados, según el autor por el fascismo y el comunismo.

Por ello, para salvar la integridad del individuo y sostener su capacidad de razonar es

preciso modificar y reformular la teoría Liberal. Su marco de referencia parte a través de

lo que él denomina “acto unidad” que se combina en una suerte de modelo, aspectos como:

esfuerzo, finalidades o metas con condiciones, medios y normas. Según esta perspectiva

cada persona tiene la posibilidad de ser “agente” en tanto actúa en función de propósitos y

voluntad. Sin embargo, reconoce que el alcanzar estas metas no es un acto automático, es

decir producto de la simple manifestación del esfuerzo; en tanto que los actos, las metas, se

consiguen dentro de ciertas circunstancias, estas circunstancias son los elementos

materiales que restringen la agencia. Estas restricciones se pueden combatir y orientar los

propósitos de los actores; en ese sentido se transforman en medios para la acción, pero

algunos de esos elementos son inalterables y se convierten en las condiciones de la acción.

En su obra, “La estructura de la acción social”, que da sustento al funcionalismo, Parsons

desarrolla el concepto de Estructura en un sentido más específico, en la que plantea un

modelo de sociedad en tanto sistema funcional, estableciendo tres sistemas de acción: de la

personalidad, de la sociedad y la cultura. Dichos sistemas, se relacionan con diversas

dimensiones de la vida social, ya sean éstas una persona, una situación social o una

institución. En el sistema de la personalidad están las necesidades de la persona individual

que pueden ser orgánicas y emocionales, que se expresan de manera combinada y

organizan la identidad individual a través del proceso evolutivo de socialización y

experiencia del individuo en la sociedad. En el sistema de la vida social se dan las

interacciones que pueden ser de cooperación o de antagonismo. Presupone la existencia de

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más de dos personas en este proceso de interacción en la que aparece un problema de

distribución de bienes. Por otro lado el sistema social está sometido a procesos de escasez

y organización, a partir de los cuales las instituciones y las estructuras tienen como función

enfrentar la escasez y organización. A su vez estas funciones plantean el problema de la

legitimidad y de la justicia. Por último identifica el sistema cultural que hace alusión a

patrones simbólicos de sentido y valor. Estos tres sistemas están relacionados y se

corresponden, pero al mismo tiempo, la diferencia entre estos sistemas permite ver los

procesos de socialización y de interdependencia que puede permitir una evaluación de la

precariedad o no de estos procesos.

Por otro lado, según Parsons los sistemas sociales tienen dos mecanismos: el de

asignación y el de integración. “Los procesos de asignación distribuyen disponibilidades,

personal y recompensas, los procesos de integración mantienen bajo control estos procesos

distributivos. La asignación se relaciona con la producción; la integración brinda a la

producción un efecto de amortiguación y un marco. La asignación se concentra sobre los

medios e inevitablemente crea conflictos; la integración se relaciona con los fines, la cual

según Parsons crea estabilidad.” (Alexander:pág 55)

Como podemos observar, la influencia de este pensamiento en la formación

profesional está planteada a través del auge de la teoría de sistemas, asimismo del análisis

mecanicista de la realidad, en tanto la relación recurso-demanda de la realidad, se

aproxima al sentido que se le da a la asignación y a la integración como instancias

necesarias para la satisfacción de las necesidades. Por otro lado, la estrategia profesional

desde esta perspectiva, se centra en ecuasionar recursos y demanda en términos de

establecer una relación de equilibrio que favorezca al equilibrio individual, grupal y

comunitario. La perspectiva simplificadora de la práctica social del profesional, está

limitada a la administración de recursos y a la generación de recursos, tendencia que se

acentúa ante el crecimiento de la pobreza, el cambio de las políticas sociales y el desarrollo

de programas sociales de emergencia, como producto del achicamiento de la función social

del Estado. La ausencia de generar reflexiones sobre las tensiones problemáticas de los

sujetos como producto de la forma de organización de la sociedad, lleva a una visión

estática de los problemas sociales y, a una reproducción igualmente estática de sus

soluciones. Por lo tanto, la orientación de la intervención desprovista de conocimiento en

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ese sentido estaría dado por el carácter utilitario de la funciones asignadas, entendidas

dichas funciones, como el rol asignado para trabajar en las problemáticas que la sociedad

asume a partir del supuesto de la existencia de disfunciones que alteran el funcionamiento

regular del cuerpo vivo, que constituye la sociedad.

El rol como función pre-establecida no tiene implicancia en los procesos de la vida social,

más que al nivel de externalidad en la relación con dichos procesos, situación que implica

el piso necesario para atribuirse que la eficiencia de la acción, consiste justamente en la

operatividad técnica, que tiene como fin, fortalecer dichas funciones y roles

3. EL INTERACCIONALISMO SIMBOLICO - LA TEORÍA DE LA ELECCIÓN

RACIONAL Y OTRAS TEORIAS POS-PARSONIANAS

Estas teorías tienen como punto de referencia al individuo y el ejercicio de su libertad.

Los problemas de la distribución de recursos se resolverá por la interacción de los

individuos y por el equilibrio natural que genera dicha interacción. La autoregulación entre

individuos maximiza los recursos materiales y simbólicos, la riqueza y el poder. Estas

teorías son las que dominan el pensamiento social de los años 90 y son el fundamento del

neoliberalismo. Todas estas teorías aparecen como crítica a las concepciones sociales

explicativas de las relaciones sociales capitalistas del Estado de Bienestar, tanto

norteamericano como europeas.

Tiene su origen en las investigaciones realizadas en la Escuela de Chicago, la que

adquiere importancia por sus investigaciones empíricas y su perspectiva casuística de la

comprensión de los fenómenos sociales. El nombre de interaccionalismo simbólico fue

acuñado por Herbert Blumer en 1938. El mismo, desde el punto de vista sociológico,

refiere a los procesos de interacción social, caracterizada por una orientación

inmediatamente recíproca, en la que se pone acento al carácter simbólico de dichas

interacciones. La principal crítica que se hace al interaccionalismo simbólico es el

tratamiento de los fenómenos sociales desde la inmediatez interpersonal y que ignora las

cuestiones relativas al poder y la dominación, además de considerar los fenómenos

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macrosociales como un simple horizonte (Hans Joas, 1990).5 Si bien es cierto que esta

tendencia no está explicitada de manera sistemática en la formación profesional, se observa

una gran influencia en la visión microsocial de la acción profesional, la ausencia de la

comprensión más amplia de las relaciones sociales, en tanto relaciones de dominación y

poder, acentúa la centralidad que adquiere el individuo en tanto persona que demanda, al

margen de las condiciones estructurales que definen las condiciones de la demanda. Existe

una clara separación entre la configuración de los problemas y los procesos sociales. En

esta dirección la intervención profesional es apenas un conjunto de acciones que constata

la existencia de la demanda y opera sobre ella con los mismos criterios que tienen los

dispositivos pre-establecidos para satisfacer dichas demandas. En consecuencia la

intervención transcurre sobre la acción como texto divorciado del contexto.

Me gustaría avanzar sobre todo en la filosofía pragmática que sustenta esta corriente

de pensamiento y que ha sido realimentada desde las investigaciones de la Escuela de

Chicago. Como todos sabemos, desde siempre hemos recusado al pragmatismo de la

profesión, sin embargo cabe preguntarse sobre su vigente en la profesión y en la

formación, y si efectivamente se han realizado rupturas significativas. Considero que a

pesar del intento de rupturas, ella está presente, aún para aquellos que consideran que han

roto con el pragmatismo. El pragmatismo es una filosofía de la acción vinculada al orden

social. Dicha acción tiene una dimensión de racionalidad e ideal normativo, en definitiva

una acción autorregulada, guiada por una concepción de control social de autorregulación

y resolución de problemas concretos. El concepto de acción, para el pragmatismo es

fundamentalmente instrumentalista que concibe los fines de manera estrecha y demasiado

práctico, en la cual el sujeto es visto de manera pasiva. Esta visión ha influido en la

formación a partir de considerar la práctica profesional como el proceso de afianzar la

eficiencia técnica en la solución de los problemas.

También a esta tendencia, se le ha denominado tecnicista, basada fundamentalmente en el

desarrollo de un conjunto de instrumentos que permitan mejorar la gestión social. Esta

postura se afianzó en la Argentina de la mano del neoliberalismo y de los organismos

internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, quienes

5 Ampliar en Alexander, c.J, “las teorías sociológicas desde la segunda guerra mundial”, Gedisa Editorial, barcelona 1987.

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después de los resultados de las políticas de ajuste, respecto al crecimiento de la pobreza,

empezaron a orientar políticas para “combatir la pobreza”. Para ello se propuso buscar la

efectividad de los programas sociales en relación al parámetro costo-beneficio. En esta

dirección se plantea la necesidad de ser rigurosos en definir la población-objetivo, elaborar

diagnósticos más exactos y proyectar el éxito de los programas para garantizar su

efectividad. La formación profesional fue rápidamente influenciada por esta tendencia al

analizar la cuestión social y particularmente la pobreza como un problema estático y como

expresión transitoria, “necesaria” hasta que se genere el crecimiento económico.

Por otro lado, la existencia de una tendencia tecnicista que alimenta el pensamiento

tecnocrático y que opera como base de las perspectivas más conservadoras, están

articuladas con las concepciones neofilantrópicas, que naturalizan a la pobreza e intentan

simplemente “elevar la productividad de los pobres”. La comprensión de la pobreza y las

formas de enfrentarla, durante esa década han estado orientadas a la justificación de su

existencia y a un conjunto de dispositivos técnicos, cuyo “tratamiento” de la misma, está

centrado en desvincularla de las relaciones sociales y las transformaciones del régimen de

acumulación capitalista, al considerarla un fenómeno transitorio y puntual. En esta

perspectiva se construyó un discurso hegemónico, en el que se separó la existencia de la

pobreza de las transformaciones estructurales de la economía y fundamentalmente del

trabajo. El lugar de construcción de este registro discursivo y desde donde se han

financiado diversos estudios sobre la pobreza, han sido los organismos internacionales y

muchos intelectuales se han ocupado del estudio del mismo. Asimismo se ha gastado

mucho dinero en financiamiento de diversos programas; sin embargo, el crecimiento de la

pobreza no ha cesado y aún nos cuesta asimilar que nos hemos convertido en un países

pobres y empobrecidos. La pobreza sería un problema de producción, es decir de las

formas de utilización de recursos que la sociedad y los individuos poseen, incluida su

fuerza de trabajo. Por lo tanto, los pobres sólo tendrían la posibilidad de mejorar sus

condiciones de vida si la sociedad es capaz de producir más bienes y servicios. En

consecuencia la solución, estaría atada al crecimiento económico y a los mecanismos

técnicos de la eficiencia en la producción y la eficiencia en el uso de la fuerza de trabajo.

Esta concepción no incluye en el análisis el modelo económico que la sustenta, solamente

hace recomendaciones sobre medidas de política económica, basándose en premisas de

carácter fáctico y utilitarista, en las que se privilegian los hechos sobre los juicios de valor

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y la ética. Es importante esta visión sustentada por Pareto que pone la mirada sobre las

preferencias y no sobre las necesidades, porque privilegia una estructura de diferencias de

carácter individual y relativa, lo que Doyal y Gough han denominado relativismo

individual y cultural. En definitiva, esta concepción privilegia la lógica privatista del

mercado y de la eficiencia económica sobre la racionalidad colectiva del bienestar y sobre

el carácter social de las necesidades.

La influencia de esta perspectiva se observa en la insistencia que tiene el trabajo social

respecto a que, las posibilidades de solución relacionadas a las condiciones de vida de

los agentes, depende de sus capacidades y potencialidades, pero al mismo tiempo define

estas condiciones de vida como aspectos vinculados exclusivamente a la demanda, lo cual

restringe la lectura de la realidad a una mera descripción de dichas condiciones. Por otro

lado, en los años 90, se incorpora al discurso neoliberal la “economía de bienestar”,

visión que considera, que los individuos no padecen una carencia absoluta, porque al

menos poseen un recurso: su fuerza de trabajo. Por lo tanto “la economía de bienestar

pretende revelar, ponderar o evaluar la pobreza mediante el análisis de los

comportamientos de las personas, observando su esfuerzo por ganar más ingresos, la

composición de su canasta de consumo, su actitud, etc. La conclusión de este

razonamiento y de estos métodos de estimación es que la pobreza es un problema de las

características personales y de las conductas de los propios pobres” (Lo Vuolo, 1999:21).

Esta visión adjudica a la pobreza un atributo personal, en tanto ella depende de la

capacidad que las personas tengan para obtener un empleo remunerado, en definitiva ellos

serían responsables de su propia situación de pobreza. La otra visión de pobreza está

relacionada con la satisfacción de necesidades básicas, por la cual habría un conjunto de

necesidades que serían básicos para la condición humana y otros no. Esta concepción ha

dado lugar a algunas ambigüedades que son necesarias de aclarar. En primer lugar. es

necesario definir cuáles son los indicadores más adecuados para evaluar la satisfacción de

necesidades básicas y cuál sería el techo y el mínimo de esas necesidades básicas. Según

Potyara, hay dos tendencias que polarizan las posibles respuestas: una mayoritaria, la que

“identifica las necesidades básicas con estados subjetivos y relativos de carencias y,

minoritariamente de otro, los que encaran esas necesidades como fenómeno objetivo,

posible de generalización” (2002:47).

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Esta concepción dará lugar a la necesidad de ampliar el mercado socio-

ocupacional introduciendo formas de intervención profesional, relacionadas con el

gerenciamiento social, lo que se desprende de la preocupación de ampliar la formación

profesional con estos saberes específicos. Estas formas de intervención pueden ser

interesantes como ampliación sociocupacional del trabajador social y como incorporación

de instrumentos de intervención. Cabe señalar que lo que está en discusión no es si se usan

más y modernas formas de instrumentos de intervención, sino los fundamentos y los

objetivos con las que se encaran dichas formas. El objetivo de “combatir la pobreza” es un

objetivo fundamental, sin embargo las diversa lecturas sobre lo que ello significa, necesitan

ser problematizados y, en consecuencia las cursos de acción a seguir, en tal sentido hay

diferencias respecto a los planteos del liberalismo sobre el combate a la pobreza y la

cuestión social. Ello implica que la distinción de perspectivas deben ser rigurosamente

analizadas en la formación profesional, porque ello garantiza una intervención profesional

fundada y con una clara direccionalidad, ético-política

Los intelectuales orgánicos de la década de los 90 y muchos actores entre ellos,

gestores y ejecutores de intervenciones sociales, apoyados en las diferencias culturales

existentes en la sociedad, han privilegiado los elementos subjetivistas y el relativismo en el

tratamiento de la pobreza. Esta visión ha influenciado en el dominio intelectual de la

Nueva Derecha, léase neoliberalismo y neoconservadurismo, basándose en el

razonamiento de que si no existen necesidades comunes vividas colectivamente y que

sirvan de base para la formulación de las políticas sociales, debe ser el mercado el que se

encargue de la satisfacción de las necesidades

4. EL ECLECTICISMO

Junto a la tendencia anterior coexiste en el Trabajo Social el “eclecticismo”.

Entendemos este concepto en términos generales, en el sentido de un método que consiste

en reunir lo mejor de la doctrina de varios sistemas. Desde una perspectiva filosófica, es

una mezcla que no obedece a principios determinados de un punto de vista: concepciones

filosóficas, premisas teóricas, valoraciones políticas; distintos a menudo o contrapuestos.

El principal defecto teorico-metodológico del eclecticismo estriba en su incapacidad para

delimitar, en la suma de nexos y relaciones, los lazos fundamentales del objeto. Ello incide

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en la imposibilidad de hallar el eslabón principal en la cadena de acontecimientos y

establecer una estrategia adecuada. En tal sentido, se plantea para el trabajo social una

apropiación indiscriminada de teorías contrapuestas o una mezcla de corrientes teórico-

metodológicas, acompañada de modismos que, en definitiva no posibilita que el trabajo

social desarrolle tendencias diferenciadas y, en consecuencia también se diferencien la

miradas sobre los campos de intervención profesional. La carencia de una formación

teórica sólida (y su actualización permanente) hace que los profesionales realicen una

incorporación “indiscriminada” de referencias teórico-metodológicas, de tal manera que al

intervenir reproducen este eclecticismo sin generar tendencias e intervenciones fundadas

en cada perspectiva teórico-metodológica”. A mi juicio el eclecticismo se traduce en el

trabajo social, también en la idea del relativismo individual en el que la diferenciación de

necesidades individuales y satisfactores hacen que el concepto de necesidades sociales,

diluya en indicadores que diferencian los grados de necesidades según su cultura y sus

preferencias individuales.

Es importante señalar que el eclecticismo se inscribe en el debate teórico iniciado en los

años ochenta en torno a la condición post- moderna o, lo que es lo mismo, a la crítica de

la modernidad. El núcleo de este debate se encuentra “en la conciencia generalizada del

agotamiento de la razón, tanto por su incapacidad para abrir nuevas vías de progreso

humano como por su debilidad teórica para otear lo que se avecina” (Picó, J. 1994:13)

El mismo autor señala que esta constatación se observa en las diversas dimensiones de la

vida social: en la política por la finalización del Estado de Bienestar y la vuelta a

posiciones conservadoras de economía monetarista; en el ámbito de la ciencia asistimos al

boom de las tecnologías, (la cibértnética, la robótica, la informática) que abren un

horizonte incalculable a la capacidad humana; en el arte, se ha llegado a la imposibilidad

de establecer normas estéticas válidas y se difunde el eclecticismo en el campo de lo moral,

el que se traduce en la secularización sin fronteras de los valores, constituyéndose éste en

una fuerza subversiva incalculable. Del mismo modo, en las ciencias sociales, distintas

orientaciones epistemológicas y enfoques, privilegian el excesivo pluralismo y

fragmentación como la propia post-modernidad plantea.

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Otras corrientes profesionales parten de una concepción de intervención vinculada a la

salud; la definen como “clínica social donde se busca transformar, modificar o aminorar el

padecimiento del sujeto que llega a un servicio social, ...las tendencias teórico-

metodológicas se adaptan a las mutaciones anteriores (a la clínica social); pasan por

acceder a la subjetividad de la persona que se acerca a un servicio social, a un

conocimiento en profundidad del caso. De ahí el aporte de las teorías sociales que se

relacionan con el interpretativismo y el comprensivismo” las mismas que dan le dan

importancia al comprensión de la acción humana y al significado que dicha acción tiene.

Lo social es entendido a partir de la relación de dos o más personas y la acción como

conducta a la cual se le debe adjudicar un significado.

A esta postura ecléctica agregamos la de aquellos profesionales que incorporan las

llamadas teorías de posmodernidad, las cuales confunden aún más la explicitación de un

campo problemático que direccione la intervención profesional. Todas estas posturas, a mi

juicio, ayudan a encubrir la gravedad de la actual cuestión social a nivel de la intervención

y crean una gran confusión respecto al posicionamiento que el profesional debe tener en el

marco de las reglas de juego establecidas para direccionar las respuestas a la cuestión

social, desde la esfera política del Estado y la sociedad civil.

También hay cierto eclecticismo en algunos sectores que combinan inescrupulosamente

diferentes matrices, con estricto sentido coyuntural y sin demasiada reflexión al respecto.

Asimismo no puedo dejar de señalar que sobrevive, y en algunos casos se incrementa, por

el auge de la refilantropización de la asistencia, pero también porque en algunas unidades

académicas no ha perdido espacio, la concepción “comunitarista” con fuerte peso del

pensamiento de la Iglesia católica. Algunas características de esta línea constituyen

acciones de control social, por una parte; apelación al carácter solidario de las acciones,

por otro, asimismo el crecimiento del voluntariado y el tercer sector, constituyen formas de

intervención que afianzan el ideario neoliberal. Lo comunitarista manifiesta además un

posicionamiento anti-estado que termina siendo funcional al modelo neoliberal”. La vuelta

a la concepción comunitarista, tiene su base en la premisa de que la sociedad civil es lugar

puro de donde emana la verdad para la transformación de la sociedad, al mismo tiempo se

recusa al Estado como el lugar de todo los males. Desde el punto de vista ideológico estas

posiciones encubren la responsabilidad estatal sobre la cuestión social.

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5. TENDENCIA CRITICA

La tendencia crítica es denominada así por profesionales que sostienen que las

desigualdades sociales no son naturales y que deben ser parcial o totalmente atenuadas y,

que no necesariamente se sustenta en la teoría marxista. En todo caso, este sector de

profesionales hacen una interpretación libre de ella, teniendo como base la influencia de

pensadores europeos como Bourdieu, Rosanvallon, Castel, Castoriadis, Giddens y

Habermas, entre otros. La visión crítica se opone a la visión positivista, asimismo a la

razón técnica, y en consecuencia aporta una crítica a la sociedad capitalista.

El común denominador de esta tendencia es el cuestionamiento a la estructura de las

desigualdades sociales y el debilitamiento de los derechos sociales. Por otro lado, se

considera que los derechos sociales es constitutivo de la condición de ser trabajadores

sociales profesionales, en tanto el campo profesional tiene como objetivo garantizar

dichos derechos sociales, tan enunciados como poco respetados; derechos a una vida digna,

al trabajo, a una educación adecuada, a recibir justicia, atención de la salud y seguridad

social. Esta es la direccionalidad ético-política sobre la cual se traza la divisoria entre la

intervención profesional en trabajo social, y las propuestas profesionales técnico-

administrativas

En esta dirección algunos profesionales opinan que esta tendencia denominada crítica,

tiene su origen en el pensamiento crítico de las ciencias sociales que reconoce la relación

ineludible entre conocimiento e interés, que se sigue preguntando por las posibilidades de

un mundo más inclusivo para todos. Las implicancias que esta interrogación se expresa en

la formación profesional, respecto al lugar que tiene la profesión en la sociedad

contemporánea y asimismo en la configuración del campo profesional, en tanto sea a

capaz de interpretar la reconfiguración del mundo social en la que se inscribe dicho campo

profesional. Otros profesionales ponen énfasis en el discurso crítico sobre el anclaje entre

trabajo social y ciudadanía, en tanto esta categoría y la de condición de ciudadanos, es un

camino que posibilita la inclusión en un espacio común y de lucha por los derechos

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sociales, ubicando a la profesión en un lugar importante respecto a la reconstrucción de

relaciones sociales..

En esta misma dirección, otros profesionales entienden que existe una tendencia crítica

(en el sentido amplio del término) en tanto hay una preocupación por “trascender el

carácter inmediatista de la acción profesional, y ubicarla en una perspectiva estratégica de

mayor alcance. En esta dirección hay un reconocimiento que la acción voluntarista y la

deficiente formación teórica del profesional, constituye una limitación para capturar las

tensiones que se expresan en la sociedad, en la esfera de la producción, la esfera del Estado

y las esfera de las políticas públicas, y en consecuencia para poder decifrar la vida social

en la cual transcurren las trayectorias e individuales y colectivas de los sujetos. Para lo cual

se reconoce la importancia de la investigación como constitutiva de la formación

profesional. En esta perspectiva hay una intento de ruptura respecto a las dicotomías

instaladas en relación a la teoría/práctica, academia/intervención profesional.

La tendencia crítica, recupera la cuestión social como fundamento teórico-metodológico

de la profesión, sin embargo su reciente incorporación al debate profesional y al estudio

más sistemático sobre ella, tiene sus implicancias en ocasiones en una simplificación de la

relación de la cuestión social con la intervención profesional y, en general con la

formación profesional. Sabemos que hay diversas lecturas sobre la cuestión social que no

necesariamente son críticas; esto nos muestra que es necesario seguir indagando y

problematizando sobre dichas concepciones.

En el ámbito de esta tendencia es necesario rescatar a los pensadores brasileños,

especialmente a Marilda Iamamoto, Paulo Netto, entre otros que han realizado estudios

rigurosos sobre el trabajo social, su génesis y su desarrollo contemporáneo desde la teoría

marxista, asimismo han aportando a la reflexión de la cuestión social en relación a la

profesión.

Por otro lado, existen estudios sobre la cuestión social en relación a la intervención

profesional desde una perspectiva histórico social, en tal sentido se recupera la

particularidad que la cuestión social adquiere en cada formación social. En esta

perspectiva, considero importante rescatar la relación entre cuestión social e intervención

profesional como constitución del campo problemático, en tanto expresión de las

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desigualdades generadas en la sociedad capitalista. En esta dirección considero que el

aporte a la concepción crítica desde la construcción del campo problemático nos permite

señalar una direcionalidad en la comprensión de la reconfiguración del mundo social de

los sujetos: y alcanzar un concepto de intervención entendida como campo problemático en

trabajo social a partir de las siguientes premisas:

1. Ella se constituye a partir de la comprensión crítica e histórica de la cuestión social

contemporánea cuya particularidad es la expresión agravada de sus manifestaciones que

desde su origen, responden a la relación capital-trabajo generada en la organización de la

sociedad capitalista. El rumbo que tomó la sociedad constituye una fractura, una aporía o un

disloque social que invierte una lógica y sentido de la sociedad al ponerla al servicio del

mercado, argumentado en un primer momento por el liberalismo clásico y resignificado por

el neoliberalismo.

2. En esta perspectiva, la particularidad que adquiere la cuestión social debe ser

problematizada y mediada por las condiciones socio-históricas de cada sociedad. Estas

condiciones constituyen el contexto inmediato que permite reconocer las coordenadas de la

cuestión social. Al mismo tiempo dichas coordenadas se manifiestan en la vida cotidiana

de los sujetos que son operacionalizadas como demandas y constituyen la expresión más

específica de la relación contradictoria sujeto-necesidad, como producto de la lógica

invertida sobre la que emergió la cuestión social.

3. La visibilidad pública que adquirió la cuestión social se fundó sobre el reconocimiento de

las desigualdades sociales existentes a partir de la cual se construyeron los “problemas

sociales” vistos de manera estática y clasificatoria teniendo como base la consideración de

su carácter transitorio. Este carácter transitorio a su vez, es la forma cómo se construyeron y

entendieron los términos de la cuestión social; en consecuencia ello define la orientación de

las decisiones, las reglas de juego y las prioridades en la definición de la importancia de los

problemas sociales que el Estado debe enfrentar.

4. En esta perspectiva, el vaciamiento del lugar del sujeto como constructor de relaciones

sociales lo ha convertido en un consumidor y lo que es más grave, sin la mediación del

Estado, sometido a la barbarización de su existencia. Por otro lado, se va debilitando el

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horizonte emancipatorio y su posibilidad de autonomía al ser sometido a la mera lucha por

su subsistencia. En tal sentido la ecuación consumidor-demanda es absolutamente pertinente

dentro los parámetros que establece el neoliberalismo respecto a las condiciones de

reconstitución de la crisis del capitalismo. Los términos de la integración desigual de estos

consumidores al mercado marca un camino peligroso para el funcionamiento de la sociedad.

5. La comprensión de campo problemático, en tanto expresión de las manifestaciones de la

cuestión social, establece un conjunto de relaciones entre sujetos, instituciones y saber

profesional. Dichas relaciones establecen miradas diferenciadas sobre la cuestión social; en tal

sentido, debería incorporarse la lectura política de la cuestión social, además de su

comprensión teórica. Por ello, la definición ético- política y teórica es una dimensión central

que atraviesa el campo problemático. Esta perspectiva implica al menos, direccionar la

intervención hacia la comprensión de la cuestión social en el lugar de la instancia pública del

Estado y la sociedad, aún cuando sabemos que ello no significa la resolución definitiva de

dicha cuestión social. Pero dejar que ello se pulverice en la refilantropización de las acciones

privadas y aisladas, puede ser aún más peligroso para una gran mayoría de la sociedad.

6. La perspectiva teórica que desarrollamos para la comprensión de la intervención

profesional en tanto campo problemático sienta las bases para entender la particularidad de la

cuestión social como apropiación teórica de la realidad. En tanto tal no existe una lógica

interna que se formalice en una metodología de intervención o en implementación de

modelos de intervención que puedan ser aplicados, su efectividad no depende de la adecuada

aplicación de dichas metodologías. Por lo tanto, solamente en la medida que exista una

apropiación fiel de la realidad, se puede establecer procedimientos operativos que faciliten la

intervención profesional. Dicho de otro modo, la preocupación por racionalizar y

normativizar la intervención a través de metodologias formalizadas sin el contexto de

explicación al que venimos haciendo referencia a lo largo de este trabajo, no aportan a la

comprensión del campo problemático. Reconocemos que en los últimos tiempos recobran

importancia los procedimientos formales como indicativos de una lógica a seguir para hacer

eficiente la intervención profesional.

7. Las herramientas operativas de la intervención serán eficientes, y desde luego pienso que

es necesario que la sea, en tanto constituya parte de una perspectiva teórica que haga a la

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comprensión del campo problemático. Es más, el profesional de Trabajo Social, y cualquier

profesional que trabaje en el campo de lo social necesita incorporar instrumentos operativos;

sin embargo la consideración que la intervención se reduce a ellos es una manera de debilitar

el campo disciplinar aún cuando en lo inmediato pueda tener algún efecto positivo para

legitimarse en el espacio socio-ocupasional.

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