SUPLEMENTO CULTURAL - HP 450

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Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 26 DE JUNIO DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 35 “El arte se debe sacar a las calles” El artista en Durango debe salir más a las calles, llevar el arte a la gente, hacer a un lado el miedo o el ego y ser más libre: Roberto Rentería Barragán. La prole siempre será la prole La evidencia de la historia es aplastante: son los menos los que provocan los cambios; a los más les basta su afán de cada día. Ricardo Bonilla Págs. 6 y 7 Juan L. Simental Pág. 8 Crónica de un escribiente apresurado… Escribir frenético, una palabra tras otra; ideas atropelladas que urge terminar... Es la noche antes del día de entrega, 20:56; el tiempo se acaba. A veces gana la urgencia sobre el afán Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5 y los tres libros que me marcaron

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Crónica de un escribiente apresurado... y los tres libros que me marcaron

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ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 26 DE JUNIO DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 35

“El arte se debe sacar a las calles”

El artista en Durango debe salir más a las calles, llevar el

arte a la gente, hacer a un lado el miedo o el ego y ser más

libre: Roberto Rentería Barragán.

La prole siempre será la proleLa evidencia de la historia es aplastante: son los menos los que provocan los cambios; a los más les basta su afán de cada día.

Ricardo Bonilla Págs. 6 y 7 Juan L. Simental Pág. 8

Crónica de un escribiente apresurado…

Escribir frenético, una palabra tras otra; ideas atropelladas que urge terminar...Es la noche antes del día de entrega, 20:56; el tiempo se acaba.

A veces gana la urgencia sobre el afán

Por: Juan L. Simental Págs: 4 y 5

y los tres libros que me marcaron

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Editor / Ricardo Bonilla Diseño / Grupo Editorial HADEC

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VIERNES 26 DE JUNIO DE 2015

El 26 de junio de 1994 un millón de homosexuales recuerdan en diferentes países el 25 aniversario del incidente de Stonewall, que marcó el inicio del Movimiento Gay. El día 28 de junio es Día Internacional de la Diversidad Sexual.

Allende y Neruda, en tinta verde

(Murió el 25 de junio de 2009).

“Me identifico totalmente con Peter Pan, el niño perdido de la Tierra de Nunca Jamás”,

Michael Jackson.

Son probablemente dos de los personajes chilenos de mayor relevancia en el siglo XX: el

expresidente socialista Salvador Allende y el Nobel Pablo Neruda, militante comunista. Nacidos con cuatro años de diferencia —el escritor en 1904 y el mandatario, en 1908— ambos fueron comprometi-dos hombres de izquierda, que cul-tivaron por décadas una relación poco explorada, que solo terminó con sus respectivas muertes. “¿Cómo dos hombres de la misma generación, de orígenes sociales

distintos —Allende de la pequeña burguesía y Neruda de clase media baja—, llegaron a defender con tanta fuerza una misma ideología política en los años 70?”, es la pregunta central que intenta responder el his-toriador chileno Abraham Quezada.El presidente y el escritor, sin em-bargo, también tuvieron importan-tes divergencias. La más relevante se produjo cuando Neruda era el embajador del Gobierno de la Uni-dad Popular en Francia y pidió que su amigo, el escritor Jorge Edwards, fuera trasladado a París para colabo-

rar con él. Pero Edwards había sido expulsado recientemente de Cuba, donde cumplía labores diplomáticas, y Fidel Castro le pedía a Allende expulsarlo del servicio exterior. Que-zada relata que ante la negativa del presidente para trasladarlo, Neruda amenazó con su renuncia. El socia-lista finalmente cedió: “Fue la única vez que el poeta le torció la mano al mandatario”.La última vez que se vieron antes del Golpe de Estado fue en julio del año siguiente, para el 69 cumpleaños del poeta, su último aniversario. En esa

ocasión, el presidente le regaló una fotografía en la que aparecen juntos, que dedicó con un bolígrafo de tinta verde, similar a la que usaba el poeta: “Para Matilde y Pablo con el cariño y afecto del compañero presidente”. Dos meses después, los dos estaban muertos. Ninguno llegó a ser testigo del destino oscuro de Chile en los siguientes 17 años. (Rocío Montes; El País, 14 de diciembre de 2014. Basado en “Pablo Neruda y Salvador Allende. Una amistad, una historia”, de Abraham Quezada. Allende nació el 26 de junio de 1908).

Nomás por hablar de algo…La Efeméride

El 26 de junio de 1977 Elvis Presley da su último concierto. Elvis usaba tres aceites diferentes para el pelo. En la parte delantera, una cera muy fuerte para el tupé, un tipo de aceite para la parte de arriba y vaselina atrás. Decía que era la única forma de que el pelo cayera perfecto mientras actuaba.

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VIERNES 26 DE JUNIO DE 2015

SATÍN Y SEDA

Crónica de unas vacaciones felices… sin perder el glamour en el intento

Nadia Bracho

Quién dijo que eso de las vacaciones era como tejer y cantar

-¿Y qué me voy a poner para irme de vacaciones a la pla-ya? -pregunta la niña que está ansiosa por partir a su viaje de fin de cursos (en mis tiempos nos invitaban una nieve al templo de San Agustín y punto).

-Qué te parece un traje de baño, las “chanclas” y una cámara de llanta para que te diviertas en el mar -contesto animada recordando los paseos en familia, el tío Felipe con su sombrilla y la prima Esther “rojo camarón” por su aler-gia al Sol.

-¡“Chanclas”!, eso no voy a usar, yo lle-varé unas sandalias “Baby Blue” en color “rosa trendy” -dice la futura vacacionista.

-Pero se te van a ensuciar en la playa y te informo que el color rosa desaparecerá por completo para seguir el “beige arena” y terminar con el “negro asfalto” -le recuer-do con esto quién es la que cuenta con una verdadera experiencia en cuanto a viajes.

-No, para nada. Yo no voy a caminar por la playa, todos mis compañeros vamos a rentar unas cuatrimotos y correremos a toda velocidad por agua y arena…

-¡Qué! Y tú crees que te van a rentar una máquina (por no decir infernal) como esas para que unos cuantos imberbes se sientan en competencia con Hernán Cor-tés y vayan a conquistar también el mun-do. Yo misma me encargaré que ni uno de ustedes se suba, así tenga que ir personal-mente a constatarlo -unos cuantos pesta-ñeos de la “puberta” me indicaron que eso y otras tres mil 567 cosas le tenían sin el menor cuidado, por lo que se encogió de hombros y manifestó sin emoción:

-Entonces rentaremos caballos, si no quieres que nos subamos a las mo-tos…

-¡Caballos! Ni siquiera en ca-

racoles de mar te quiero montada, qué no ves que es mucha respon-sabilidad. ¿Qué pasó con las va-caciones donde recogíamos las conchitas de la playa, al ir cami-nando por las tardes o los casti-

llos de arena que formábamos? -recuerdo con nostalgia.

-¡Ay mamá! Si quieres tener con-chitas puedes ir a comprarlas en las tien-

das de los hoteles, ahí están seleccionadas, hay de muchos tamaños, ninguna está rota y no tienes que ensuciarte para recogerlas -me contesta de inmediato. Yo devuelvo la estocada con la pericia que me han dado los años y el constante inter-cambio de comunicación entre adolescentes y padres de familia.

-¿Y los castillos de arena? Esos no los puedes comprar en ninguna tienda.

-Hacer castillos de arena es de “loosers” –termina mi frase en forma directa y, si estamos hablando de estocadas, acabo de recibir una directa al plexo solar con agujero de salida en la séptima vértebra, por lo que tuve que cambiar de tema con rapidez para no hacer evidente mi “nocaut” técnico.

-Te gustarían los pantalones pescadores con unos tres cambios de blusa, así solamente vas a llevar una maleta y no te estorbará…

-¡Tres blusas…! ¡Mamá! No voy a ir nada más con eso a la playa, ¿y las salidas por la tarde al “mall”, las funciones de cine, la visita al acuario y cuando bajemos a platicar al lobby del hotel?

¿Qué me voy a poner? - termina en casi un sollozo.

-¿Que qué te vas a poner? Yo empacaba unos shorts, cinco blusas, el traje de baño de bolitas (hasta que se desintegró y cambié a otro mode-lo) y las siempre útiles “chanclas” para la playa.

¿Qué más puedes llevar a la playa?Ahora venía la parte que siempre temía. La

niña abrió el clóset, se quedó mirando con dete-nimiento las prendas que colgaban. Su vista se fijó

después en la parte de abajo, como si contara los pares de zapatos y buscara unos en espe-cial; se encogió de hombros y se enfrentó a mi persona.

-No tengo nada qué ponerme -mi boca se abrió para expresar que no solamente tenía idea de lo gratificante que es hacer castillos en la arena, sino también para que tomara conciencia que hay miles de perso-nas que no tienen ni la cuarta parte de su guardarropa y son completamente felices; que las “chanclas” son el calzado perfecto para ir a las playas aquí y en China. Pero mi boca se volvió a cerrar y simplemente me asomé al clóset junto con la niña, re-cordando la última charla de “psicología de adolescentes” donde se especificaba que sus puntos de vista se tomaran en cuenta como si fueran adultos, tirando abajo siglos de educación donde el lema era: “yo siempre seré tu madre, aunque tengas 80 años”.

Entre las dos revisamos a conciencia el clóset de los “nunca hay nada qué po-nerse” y le fui

sacando cada uno de los atuendos que se iba a poner con sus respectivas zapatillas, ane-xando las palabras: “te verás fashion”, “con esto pones un taponazo a tus amigas”, “deja que fulana se quede en el hoyo cuando te vea con esto”, “esto es la onda”… entre otras exclamaciones que hicieron que la niña me tomara en cuenta como persona seria y de mentalidad totalmente madura, agregando un punto más al concepto de respeto.

¿Está próxima a viajar con sus hijos? Reconsidere este paso: por experiencia le manifiesto que es mucho mejor coor-dinar la logística de un autosecuestro y poner a todos en la cajuela con los ojos vendados, que escuchar sugerencias de cómo organizar maletas y hacer reservaciones.

Lidiar con hijos emocionados en plan de viaje no es tarea menor para una madre

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VIERNES 26 DE JUNIO DE 2015

Crónica de un escribiente apresurado… y los tres libros que me marcaron

Escribir frenético, una palabra tras otra; ideas atropelladas que urge terminar

Es la noche antes del día de entrega, 20:56; el tiempo se acaba. Debo escri-bir, frenético, una palabra tras otra;

ideas atropelladas en la aproximación del tex-to para la entrega. Así es a veces, sin tiempo para pensárselo mejor, sin pretensión mayor que la satisfacción del deber cumplido.

Salir del compromiso y respirar. Haya sido como haya sido.

Escribir y asomarse aquí y allá. Ir del tuí-ter (la Real aprobó la castellanización de la palabra) al facebook (la Real no ha aproba-do la castellanización), esa mala costumbre,

pero quizá haya una buena idea, tal vez pue-de que surja un nuevo pretexto (pretexto, el texto antes del texto); y luego de vuelta al párrafo… leer, releer, cambiar palabras, cer-cenar cacofonías y consonancias: la prosa no se hizo para la rima, sino para el equilibrio sonoro de la sintaxis. La duda permanente: ¿coma, punto y coma, punto y seguido?

Llueve, la lluvia repetida y constante de ju-nio moja la ropa recién lavada, ropa silenciosa

debajo de la lluvia vuelta a llover de los

días de junio. Corre, descuelga, se mojan los zapatos nuevos, relucientes, pero la ropa no espera. Calcetines, playeras, sábanas e intimi-dades mustias que miran de reojo, tímidas y avergonzadas. Descuelga frenético, igual que escribes. Luego ese ruido conocido, familiar, de agua que fluye sin freno en alguna parte: el tinaco del vecino que se desborda; será la pichancha, el piripitonche. Que Dios tenga piedad de su mala suerte.

Vuelvo. Mensajes internos por responder. Dudas literarias y existenciales: “sí, adelante; no hay problema”, “está bien, yo me encar-

go”… “Ok”, ¿qué es eso? Quien sabe de letras bien sabe que los extranjerismos acaban con la lengua natural –y peor aún contraídos-, además que carecen del sentido que hace la identidad idiomática entre los iguales. Pero a veces no hay más remedio: “Ok.

Yo me encargo”, es decir, “¡basta, lo re-suelvo como pueda!”. Punto final.

Me han dicho que las necesidades natu-rales del cuerpo tienen su tiempo exacto y que hacerlas esperar acarrea irremediables consecuencias: cistitis, dolor del caballo, ar-dor en el bajovientre… las necesidades natu-rales no esperan, igual que no sabe de la es-pera la ropa recién lavada que se moja debajo de la lluvia de las tardes de junio. Luego es el timbre del teléfono: “¡ya llegué!”, dice su voz entusiasmada. Afuera llueve pero voy, inme-diato, y abro la puerta. Una vez adentro, es el abrazo reconciliador con la vida real, abrazo salvador que eclipsa todas las penas venidas de fuera; abrazo que atempera y da sosiego. “Sí, sí te quiero”, “también te extrañé”, “no, lo que pasa es que estoy intentando escribir y no sé qué es lo que estoy escribiendo, pero lo tengo que hacer”.

De nuevo frente a la pantalla. Mensajes internos que dicen de la violencia padeci-da años atrás con alguien que no le sabía querer, que le marcaba la cara y el cuerpo con la furia animal del macho dominante. “No sirve que te diga que no recuerdes; a veces la memoria se aferra a este tipo de re-cuerdos… pásalos, no te detengas en ellos”. Mensaje directo por tuíter: “yo también la quiero, señora guapa; el placer fue mío…”.

El tiempo pasa, 21:38; por fin se ha completado una cuartilla. Sin embargo, la insustancia es el ingrediente seis párrafos atrás, parrafadas por las que asoma el atis-bo de una trama que no termina de cuajar. Este número será uno más en la serie para que no se interrumpa la secuencia.

Nuevo mensaje interno: “soy malo para dar consejos: el mejor que te puedo dar es ‘miéntale la madre y olvídalo’”, digo con-vencido. Promesas de seducción dedicadas

a mi persona mientras brinco de párrafo en párrafo en busca de inexactitudes. Bien sabe el que lo sabe que el que escribe no debiera volver a leerse. Como dijo Alfonso Reyes al gran Borges: “nosotros publicamos para no ser eternos correctores”. Cuánta razón tenía ese hombre. Releerse a sí mismo es caer en la tentación de reescribirse y nunca termi-nar. El peor y más implacable de los jueces es siempre uno mismo.

Crema de cacao con hielo y un cigarro y uno más. Se ha dicho que los verdaderos es-critores son o eran ebrios consuetudinarios, fieles habituales del culto al dios Baco. Sin embargo, no lo creo del todo, no todos fue-ron Bukowski u Onetti o Lowry o Faulkner, borrachos empedernidos, taciturnos o irre-verentes. “No lo sé de cierto, pero supongo”, letras y alcohol fueron solo la fatal coinciden-cia, catártica ocurrencia de la vida que tiene sus propias razones. Además, no imagino al gran Borges atado a sustancia etílica alguna para escribir cuentos monumentales como “El Aleph” o su conmovedor poema “Las co-sas”. Pienso en Millás –ese que me hizo re-tornar a la infancia con su libro mágico, “El mundo”-, un poco loco, maniaco depresivo, pero solo eso… No lo sé de cierto, pero una crema de cacao con hielo –y es que se acabó el tequila y dejé la cerveza porque me está saliendo panza- ayuda con las palabras.

Promesas sexuales vía mensaje inter-no, y yo que soy de espíritu tan dispuesto aunque de carne tan débil y tan pronta.

Cuartilla y media y las horas marcan las 22 con 17. El tema y su hilo conductor debieron haber sido los tres libros que me marcaron para siempre; asunto mediático y mangoneado y, sin embargo, de raíz vital y de sustancia, echado a perder a causa de la deshonrosa inmodestia de la ignorancia.

¡Era más fácil solo haber dicho: “no existen esos tales, ningún libro me ha marcado la vida”! Pero todos somos un poco iguales. Qué difícil es decir, sola-mente, “no lo sé”; decir sí cuando es sí y no cuando es no. Y asunto arreglado.

Alfonso Reyes al gran Borges: “nosotros

publicamos para no ser eternos correctores”

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VIERNES 26 DE JUNIO DE 2015

Crónica de un escribiente apresurado… y los tres libros que me marcaron

Escribir frenético, una palabra tras otra; ideas atropelladas que urge terminar

Por Juan L. Simental

a mi persona mientras brinco de párrafo en párrafo en busca de inexactitudes. Bien sabe el que lo sabe que el que escribe no debiera volver a leerse. Como dijo Alfonso Reyes al gran Borges: “nosotros publicamos para no ser eternos correctores”. Cuánta razón tenía ese hombre. Releerse a sí mismo es caer en la tentación de reescribirse y nunca termi-nar. El peor y más implacable de los jueces es siempre uno mismo.

Crema de cacao con hielo y un cigarro y uno más. Se ha dicho que los verdaderos es-critores son o eran ebrios consuetudinarios, fieles habituales del culto al dios Baco. Sin embargo, no lo creo del todo, no todos fue-ron Bukowski u Onetti o Lowry o Faulkner, borrachos empedernidos, taciturnos o irre-verentes. “No lo sé de cierto, pero supongo”, letras y alcohol fueron solo la fatal coinciden-cia, catártica ocurrencia de la vida que tiene sus propias razones. Además, no imagino al gran Borges atado a sustancia etílica alguna para escribir cuentos monumentales como “El Aleph” o su conmovedor poema “Las co-sas”. Pienso en Millás –ese que me hizo re-tornar a la infancia con su libro mágico, “El mundo”-, un poco loco, maniaco depresivo, pero solo eso… No lo sé de cierto, pero una crema de cacao con hielo –y es que se acabó el tequila y dejé la cerveza porque me está saliendo panza- ayuda con las palabras.

Promesas sexuales vía mensaje inter-no, y yo que soy de espíritu tan dispuesto aunque de carne tan débil y tan pronta.

Cuartilla y media y las horas marcan las 22 con 17. El tema y su hilo conductor debieron haber sido los tres libros que me marcaron para siempre; asunto mediático y mangoneado y, sin embargo, de raíz vital y de sustancia, echado a perder a causa de la deshonrosa inmodestia de la ignorancia.

¡Era más fácil solo haber dicho: “no existen esos tales, ningún libro me ha marcado la vida”! Pero todos somos un poco iguales. Qué difícil es decir, sola-mente, “no lo sé”; decir sí cuando es sí y no cuando es no. Y asunto arreglado.

En mi caso, aunque mi caso tal vez no im-porta, sí existen esos tres libros, aunque con el tiempo se han ido acumulando más y más, por lo que tendría que hablar de más de tres libros que me han marcado. Pero, circunscrito al es-píritu de la cuestión, diré solo de tres, los tres que, antes de la toma de conciencia que viene con los años, me dejaron su profunda huella.

“La mansión de los espejos”, el primero en cro-nología y en consecuencias. No recuerdo el autor, es más, nunca supe quién fue. Tenía yo siete años cuando, a pausas, aprendí a leer en sus páginas. Es un libro duro en todos los sentidos; el sexo es la sustancia. Por algún descuido de mi padre supe que existía el portafolios de los libros prohibidos. Así, de tarde en tarde, leí de cabo a rabo.

Violencia multiplicada por mil: psicológica, física, sexual; palabras sin tapujo ni disfraz. Y yo con solo siete años. ¿Cómo pudo haberme mar-cado un libro tal? Lo hizo profundamente. Des-de entonces, y hasta la fecha, he creído que el amor es más que solo carnes que se encuentran, cuerpos que se invaden, cavidades sometidas al arbitrio del verdugo. El amor tiene que ser más que solo el ansia que enciende la sangre; el amor duele, es verdad, pero no debiera ser a causa de la pena infligida por el que ha pervertido su na-turaleza, que es el encuentro ansiado después de la ausencia, de la soledad con la que se nace, como lo dijo Fromm: “nacemos solos y morimos solos, y no queremos estar solos”. Eso es el amor, y eso lo aprendí en el más prohibido de los libros cuando apenas eran siete mis años.

Para hablar del segundo debo hacer una confesión: “Introducción a la historia de la filosofía”, de Ramón Xirau –mi primera Bi-blia-, fue un libro que pedí prestado a mis 17… y que nunca regresé.

Ahora, en este momento (22:43) lo ten-go entre las manos. Es un libro de 500 pági-nas, fragmentado en dispares fracciones por una encuadernación deficiente y por los 31 años que ha estado conmigo. En él confirmé mi premonición primera acerca del amor: el amor es siempre insatisfecho; el amor es ausencia constante; el amor es el deseo –como aspiración- no correspondido. Cuando

el amor encuentra contestación pierde la melancolía que le encen-dió el afán original y originante.

Decir del tercero implica en mí un hondo debate: o “Médico de cuerpos y almas”, de Taylor Caldwell, que he leído dos o tres veces –y que leería una vez más-, o “El paraíso en la otra esquina”, de Vargas Llosa. El prime-ro dice de aquella época de mi vida en la que un día me soñé Lucano, el médico sabio que no conoció en vida al Jesús en-carnado y que, sin embargo, le amó al extremo. El segundo, la vida de Gauguin, “ese público peca-dor”, conmovió profundamente –hasta las lágri-mas contenidas- mi lado oscuro y me confirmó en el convencimiento de que la vida es la vida tan solo y a veces no hay nada que hacer: el paraíso siempre estará en la otra esquina, en otra parte, nunca aquí; nunca al alcance de la mano.

Un minuto y serán las 23; son las 23. Fre-nético, deprisa. Páginas por entregar, palabras por escribir. Releer al estilo de Cosío Villegas, en voz alta para descubrir los sonidos malso-nantes, cacofonías y consonancias. Escribien-te, que no escritor, siempre insatisfecho. Pero se trata solo de un número más –la piedra constante de tropiezo- y encomendarme a la misericordia del ficticio lector que uno espera que exista siempre dispuesto. ¿Quién lo sabe? El albur perenne de la palabra escrita.

Se acabaron los mensajes internos y las promesas carnales quedaron en tal vez. Haya sido como haya sido, hay palabras para lle-nar páginas de papel para publicar en viernes… y luego volver a comenzar: Samsara, el círculo de los sentidos de Kamala, la cortesana hermosa y sabia que enseñó a Sidd-harta el mandamiento principal en el arte del amor: “nunca exijas el placer que antes no ha-yas dado”.

Son las 23 con 12. Por hoy he cumplido.

No lo sé de cierto,

pero supongo”, letras y alcohol son solo fatal coincidencia

El amor es más que

solo carnes que se

encuentran, cuerpos que se invaden

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VIERNES 26 DE JUNIO DE 2015

Captura los edificios e iglesias más emblemáticos de la ciudad

Roberto Rentería Barragán, dibujante y pintor lleva sus obras a las avenidas y andadores de la ciudad

“El arte se debe sacar a las calles”

Las calles de la ciudad se convier-ten en lienzos, su arquitectura en la mejor estampa y la gente

en ese brillo que irradia a cada instan-te, a cada movimiento, a cada respiro de la vida que se va.

Es el paisaje diario de la cotidia-

neidad, aquella que transcurre en el devenir del tiempo, sin más im-portancia que aquella que se le da en el lecho de muerte, cuando cada instante se convierte en una resis-tencia de aliento.

Pero no siempre es así, hay quie-nes luchan contra la voracidad

de la rutina y la pérdida con-

El artista debe salir más a la calle, acercar el arte a la gente; ser más libre

Pretende dar a conocer la arquitectura más representativa de Durango

tinua del asombro. Artistas que al parecer aún tienen ojos de niños para valorar todo aquello que les rodea en su andar.

“Yo me dedico cien por ciento al arte, aquí estoy en la ciudad de Durango echándole ganas, promoviendo el arte, pintando en las calles”, expresa Roberto Rentería Barragán, dibujante, pintor, músico, poeta y de todo un poco, tal como se describe.

Con sus obras, dice, pretende dar a conocer la arquitec-tura más representativa de Durango, desde construcciones religiosas, hasta edificios emblemáticos. A pesar de que ahí están, aún hay gente que no conoce de su existencia. Hay quienes normalmente no voltean a ver las imágenes, ni las fachadas, ni nada.

Su segundo propósito, afirma, es llevar a cabo una expo-sición a varios municipios del estado para que conozcan su obra, porque hay gente que no tiene oportunidad de venir a la capital a conocer estos edificios a la ciudad.

Sus trabajos hechos con lápices normales o lapiceros, a través del dibujo artístico y técnico los plasma en tamaños de 50 por 72 centímetros, otros a la mitad de ese, dependiendo de la edificación que se vaya a realizar.

Hay algunas construcciones que requieren el lapicero por el tipo de arquitectura muy definida que tienen en los muros, pero hay otra que no tanto, entonces combino la arquitectura con algo más artístico. “Quiero que la gen-te sepa realmente la iconografía que tiene la fachada de cada uno de los edificios”, insiste.

Duranguense de nacimiento, pero radicado por varios años en ciudades como Reynosa y Zacate-cas, Roberto Rentería recuerda que su talento lo descubrió a la edad de cinco años.

“Yo nací con ese don, pero he trabajado en varias partes donde me han permitido aprender mucho, no es la única técnica que manejo, también tengo el óleo, acuarelas, entre otras, pero es más tardado para su elaboración”, detalla.

A los 15 años se fue a vivir To-rreón, Coahuila, en donde perma-neció 13 años con trabajos como diseñador industrial; posterior-mente, radicó en Durango seis años, realizando estas mismas tareas, además de trabajar en un diario local. Empero, su inquietud artística lo llevó a Zacatecas, en donde la mayor parte se dedicó a dibujar y exponer su obra.

“Ahí empezó todo. Hice tres expo-siciones, luego me fui a vivir 14 años a Reynosa, donde expuse cuatro veces y di una conferencia sobre la historia de la pintura”.

En dos años en Zacatecas reali-zó 34 dibujos, el más tardado fue el ventanal del coro de la

Por Ricardo Bonilla

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Aunque ahí están los edificios o iglesias, hay gente que no los conoce

fachada principal de Catedral de esta capital, con seis meses. En otros se ha llevado un trabajo de un día, dos, una semana, 22 días.

En Durango “ya rompí record” con 15 dibujos en cuatro meses, entre ellos del Teatro Ricardo Castro, los templos de Analco, San Agustín, algunos deta-lles de Santa Ana, así como el acceso principal del Edificio Central de la UJED, en el que ha tardado 21 días.

Actualmente trabaja en un pro-yecto inédito para el próximo Festi-val Cultural Revueltas 2015 y espe-ra próximamente llevar a cabo una exposición de pintura de arte abs-tracto, moderno. “Mucha gente dice que solo soy dibujante, pero hago muchos géneros”.

Sin embargo, considera que el artista en Durango debe salir más a las calles, llevar el arte a la gente, como sucede en otros lugares, para que sea más va-lorado, inclusive el popular, porque “lo que todo lo que yo hago está enfocado al arte, como artesanía o manualidad”.

Hay que abrir brecha, crear luga-res para pintar en la calle, hacer a un lado el miedo o el ego, ser más libres, porque este trabajo además sirve para que también la gente se anime a di-bujar. “Aquí empecé a dibujar en la peatonal (Corredor Constitución) en Semana Santa, luego se pusieron tres dibujantes más junto conmigo”.

La promoción del arte no nada más es de quienes se dedican a eso, sino también de quienes nos dedicamos a crearlo. “Hay muchas cosas que lo motivan a uno, depende también del estado de ánimo de las circunstancias que a uno lo rodean, de las personas, pero la pasión que trae uno es lo que nos motiva”, añade.

Sus trabajos, resalta, se pueden en-contrar en la Galería Episcopal, Museo de Arte Sacro; en el kiosco de la Plaza de Armas, en la tienda de artesanías ubicada en el Corredor Constitución, entre otras; como enlace ubica su fan page Roberto Rentería en Facebook.

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VIERNES 26 DE JUNIO DE 2015

“Las Revoluciones se hacen para sostener a las dictaduras”

“Morir odiando al Partido y su gente. En eso consistía la libertad”

La prole siempre será la prolePor Juan L. Simental

La historia ha demostrado que los grandes cambios de la hu-manidad han venido gracias

a las clases medias ilustradas. Cual-quier Revolución, francesa, rusa y hasta la mexicana, han sido instiga-das por personas que accedieron a un conocimiento mayor que el pobre y escaso que tenía el pueblo. Y aunque la masa siempre ha sido inmensa-mente mayor en número y posibili-dades, son otros los que han trazado el destino humano; esos otros siem-pre han sido los menos.

El 12 de junio de 1949, George Orwell publicó “1984”, la historia del Gran Hermano, la entidad inasible y al mismo tiempo omnipresente, has-ta en los sueños y en la más secreta de las intimidades. Es el relato de los cuatro Ministerios y, entre los cuatro, el del Amor el más terrible de todos. Es la crónica de la implacable Policía del Pensamiento detrás del peor de los delitos: el crimental, el pecado de pen-samiento, origen de todos los males, especialmente la subversión del orden establecido por el Estado a través del Partido: la ley suprema y el brazo eje-cutor del Gran Hermano.

La obra de Orwell dista de la vi-sión futurista de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, y se estaciona en un tiempo indeterminado que tal vez sea ese, el año 1984, donde cada espacio de la vida de los hombres y las mujeres de entonces responde a horarios esta-blecidos y posibilidades a través de las cuales se concede una libertad princi-pal: vivir agradecido con el Partido.

“1984” es también la historia de Winston Smith, uno más entre los mi-les incrustados en la vida sin ventura de los que habitan la Franja Aérea nú-mero 1 –que alguna vez se llamó Lon-dres- y cuya tarea encomendada en el Ministerio de la Verdad es la reescri-tura del pasado, a través de la cual se controla el presente y se tiene dominio sobre el futuro. Aquí reside la potestad del Partido: la posesión del pasado.

¿Qué hacer entonces para quebran-tar el dominio del Gran Hermano y la tiranía del Partido? “No hay nada que se pueda hacer”, sentencia O’Brien,

uno de los hombres más eficientes

al servicio del Estado. Y si nada se puede hacer, una es la razón: los proles siempre serán los proles…

“Así, creencias, costumbres, aficiones, emociones y actitudes mentales que le dan carácter a nuestro tiempo sostendrán la mística del Partido evitando que la verdadera naturaleza de la sociedad sea percibida por la masa. (…) Nada hay que temer de los proleta-rios. Marginados y sin poder efectivo, continuarán, de generación en generación y de siglo en siglo, traba-jando, procreando y muriendo, no solo careciendo de todo impulso de rebeldía, sino del entendimiento de que el mundo puede ser modificado…

“A los proletarios se les concede libertad intelec-tual dado que se les considera desprovistos de todo

interés que no sea por lo inmediato. En cambio, a un miembro del Partido no se tolerará la más insignificante des-viación ideológica”.

Más adelante, en plena tortura, O’Brien afirma:

“¡No! No te traemos aquí para que confieses y luego castigarte. ¿Quieres que te diga para qué te encuentras aquí? ¡¡Para que cures!! ¡¡Para que recuperes tu cordura perdida!! Sabes, Winston, nadie sale de aquí sin haber curado. No nos interesan los tontos delitos que hayan cometido. El Partido no se preocupa por actos; nos importa solo el pensamiento. No solo destrui-mos a nuestros enemigos, sino que los reconvertimos. ¿Comprendes lo que esto significa?”.

En la Franja Aérea número 1 los proles son el 85 por ciento de la pobla-ción; el 15 restante son los miembros del Partido. Sin embargo, nada hay que temer: los proles viven para lo próxi-mo, para la vida ordinaria del cada día. Se les concede la libertad de cometer pequeños delitos que el Partido, inclu-so, disimula no enterarse. Pensar dis-tinto es el verdadero pecado.

La evidencia de la historia es aplastante: son los menos los que provocan los cambios; a los más les basta su afán de cada día. La historia lo ha demostrado con creces. Luego de contemplar la miseria mental de su propio pueblo, el pueblo de Roma, la plebe, es que Tiberio forjó aque-lla frase: el pueblo tiene el gobierno que se merece, y es que al pueblo le bastaban el pan y el circo. Que otros decidieran por ellos; que otros man-daran, incluso, sobre la vida.

Siempre ha sido así, y siempre se-guirá siendo igual… siempre, mientras la prole sea solo la prole, depositaria de promesas que nunca que se cumplen, pero dispuesta a creer otra vez si no le quitan la satisfacción del pan y el circo; que otros sean los que asuman el man-do. Afirma la teoría que los que mandan lo hacen por decisión y soberanía del pueblo. Sea entonces.

No nos interesan los tontos delitos que hayan cometido. El Partido no se

preocupa por actos; nos importa solo el pensamiento”

“1984”, la profecía de George Orwell que se parece mucho a la realidad actual