SUPLEMENTO CULTURAL - HP 338

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Comunicante Comunicante Comunicante VIERNES 13 DE FEBRERO DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 16 El amor en los tiempos de la Metafísica Durango y un encuentro de escritores fue el testigo de este choque de mundos. Una mirada, un saludo, y luego una plática que a cuatro años de distancia se ha vuelto interminable Por: Ricardo Bonilla Esparza Págs: 6 Por Carlos Yescas Alvarado Pág. 3 Por: Juan L. Simental Págs. 4 y 5 Ilumina la Inmaculada Concepción a la Galería Episcopal La escultura de la Inmaculada Concepción permanece entre el tiempo y el asombro de miles de personas que visitan la Galería Episcopal de Catedral La magia de escribir sandía Ya no soy el de entonces, diría Neruda, pero soy por el que fui. Ahora puedo nombrar un puñado de conjugadores de verbos y hacedores de las vidas que me hubiera gustado vivir; ahora soy de poesía y de prosa y sé distinguir entre la anfibología y la redundancia. Pero no sé olvidar

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La magia de escribir sandía

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ComunicanteComunicanteComunicanteVIERNES 13 DE FEBRERO DE 2015 SUPLEMENTO CULTURAL 16

El amor en los tiempos de la MetafísicaDurango y un encuentro de escritores fue el testigo de este choque de mundos. Una mirada, un saludo, y luego una plática que a cuatro años de distancia se ha vuelto interminable

Por: Ricardo Bonilla Esparza Págs: 6 Por Carlos Yescas Alvarado Pág. 3

Por: Juan L. Simental Págs. 4 y 5

Ilumina la Inmaculada Concepción a la Galería EpiscopalLa escultura de la Inmaculada Concepción permanece entre el tiempo y el asombro de miles de personas que visitan la Galería Episcopal de Catedral

La magiade escribir

sandíaYa no soy el de entonces, diría

Neruda, pero soy por el que fui.

Ahora puedo nombrar un

puñado de conjugadores de

verbos y hacedores de las vidas

que me hubiera gustado vivir;

ahora soy de poesía y de prosa

y sé distinguir entre la

anfibología y la redundancia.

Pero no sé olvidar

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Editor / Ricardo Bonilla Editor / Daniel Azdar Diseño / Grupo Editorial HADEC

Acerca de él, Carlos Fuentes afirmó: “es un hombre que nos ha liberado, que nos ha dicho que se puede hacer todo”.

Nomás por hablar de algo…

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(Foto: Laura Alemán)

La Efeméride

El 13 de febrero es el Día Mundial de la

Radio. “No han ideado una pantalla de TV tan

suficientemente grande, brillante, clara y colorida

como para igualar la capacidad de la mente para crear sus propias

imágenes vivas”, como lo hace la radio. (Bob

Schulberg).

A propósito del Día del Amor y la Amistad. Afirma el Gabinete de Comunicación estratégica que nueve de cada diez mexicanos se consideran románticos, aunque sus opiniones están divididas sobre si es la rutina o el verdadero amor lo que mantiene unidas a las parejas.

VIERNES 13 DE FEBRERO DE 2015

Cortázar y su afán de creer

(nació el 12 de febrero de 1949)

“Los hombres engañan más

que las mujeres;las mujeres, mejor”,

Joaquín Sabina

A Cortázar le gustaba aventu-rarse dentro de las posibilidades extremas del lenguaje y jugó con nuestro idioma con un virtuosismo casi escandaloso. La palabra que lo define es búsque-da: de lo fantástico en lo real, de lo mágico en lo cotidiano;

búsqueda de un sentido tras-cendente, aunque no religioso, para el hombre; búsqueda, en fin, de una salida (pasaje, túnel, puente) que nos redima de la rutina cotidiana que es una de las formas de llamar a la muerte.Humorista a la Buster Keaton, optimista anticonvencional obsesionado con los juegos, su empatía con las revoluciones cubana y sandinista no lo llevó al trato con dictadores ni a los favores que estos dispensan. (…) No pocos amigos de Cortázar se distanciaron de él por su

filiación revolucionaria.“Por esos tiempos [finales de los sesenta] Julio descubrió la política y abrazó con fervor e ingenuidad causas que a mí también, años antes, me habían encendido pero que ya entonces juzgaba deplorables. Dejé de verlo…”, escribió Octavio Paz.El régimen cubano lo utilizó, creo yo, como un tonto útil. El momento de mayor tensión ocurrió durante el Caso Padilla. Muchos intelectuales aprove-charon para romper con la Re-volución cubana. Cortázar (…)

protestó en privado, se distanció un poco, pero no claudicó en su fe revolucionaria. Cortázar quería creer.Cortázar quería llevar a su lector “al abismo del ser” de Octavio Paz, al Nirvana budista. Rayuela “es una invitación –dice Harss– a dar un salto mor-tal fuera del tiempo para caer en la otra orilla, en la eternidad”. (Tomado de “Cortázar fuera del tiempo”, de Fernando García Ramírez; Letras libres, agosto de 2014. Cortázar murió el 12 de febrero de 1984).

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El amor enlos tiempos de la Metafísica

VIERNES 13 DE FEBRERO DE 2015

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La probable caída de basura espacial en la tierra alarmó a Jorge Guerrero de la Torre. “¿Qué tal si cae en mi casa en Durango?”, pensaba. La calma llegó al leer “El prin-

cipito” y le hizo descubrir que quizá él era uno de esos niños que viajan a través de diversos planetas, quizá como Super-man, a quien leía con avidez. Luego vendría Asimov, Sagan, y muchos otros que lo convirtieron en un “hijo de la ciencia ficción” y posteriormente en un escritor de este género.

Reneé Acosta, a través de la academia, de la ciencia, quizá sin tanta ficción como Jorge, buscaba la respuesta a la exis-tencia. En la Filosofía y la Poesía buscaba la conexión entre lo humano y lo místico. Buscaba un puente desde Chihuahua hasta los confines del universo.

Durango y un encuentro de escritores fue el testigo de este choque de mundos. Una mirada, un saludo y luego una plática que a cuatro años de distancia se ha vuelto intermina-ble. Encontraron el equilibrio y las respuestas.

Como dice Reneé, encontraron el amor y con ello, el me-jor cuento, la mejor poesía y una historia más increíble, pero real, que la que se pudiera encontrar en cualquiera de aque-llos libros que Jorge leía de niño.

Inició el viaje. El compartir el cine, la televisión, los de-sayunos y el campo del pensamiento, del análisis y de la literatura. Reneé dice que los escritores tienen un carácter complicado; sin embargo, para Jorge la manera de mantener una relación amorosa es el respeto y el amor por la literatura. “Ella tiene un carácter de maestra; muy generosa. Yo, a quien tiene algo qué enseñar me le acerco, me callo y aprendo. Me provee de una visión amplia y compleja que me hace sentir insuflado de inspiración”, dice.

En esta unión, todo embona, pues no hay competencia, cada uno crea sus propios textos, orientados a la metafísica, es decir, “un amor literario que en este caso sí se transporta a la realidad”, señala Jorge.

Finalmente, para Jorge y Reneé, luego de la búsqueda por esos mundos metafísicos las respuestas llegaron. La nave lle-gó a tierra, reconoce Jorge, y lo mejor de la literatura, lo mejor de los encuentros de escritores es que ahora tienen la oportu-nidad de compartir sus pasiones, el amor: por la literatura y el

que siente el uno por el otro. Además, subraya Jorge, no hay nada mejor que tener una correctora en casa.

Por Carlos Yescas Alvarado

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Tal vez jamás había pasado de los consa-bidos “papá” y “mamá” escritos a fuerza de repetición, del acomodo renovado de

una consonante y luego una vocal, y luego de vuelta otra vez. No lo recuerdo, pero así debió haber sido. Era la escasa reflexión de la grafía, la nula conciencia de acentos y comas; era el acto de creer y abandonarse en los brazos del que sabía. La fe de los sencillos.

Eran siete mis años contados y el primero de los grados de un camino que apenas mos-traba la punta de este lado. Uno de tantos en-tre más de cuarenta desterrados de la inocen-cia de no saber nada; un chiquillo de ojos fijos y de silencios azorados porque el misterio de las palabras se desfloraba en el trazo enérgico de Cristina, aquella Cristina de mis primeros años de aprendiz, diestra en la batalla librada en el tan extenso verde del pizarrón.

Cristina, aún la recuerdo: alta, gruesa, fuerte como el tronco de un árbol macizo; hosca, de palabras secas y acento duro, la mi-rada filosa y de pocas y nubladas sonrisas; es-tricta y exigente. Sabía mandar y lo hacía sin titubeos, sin misericordia, cuando ordenaba a alguno de aquellos más de cuarenta que le provocan ataques de impaciencia y una espe-cie de ira, casi como de ángel exterminador, en aquel paraíso de inocencias rotas entre su-mas y restas de palitos y bolitas y mariposas y borregos enumerados, como para espantar los sueños tiernos de los condenados a ser un día el futuro de aquella patria de honores a la bandera y héroes recitados en cívica letanía.

Cristina, mi maestra de primer año.Se fue la mitad del ciclo en medio

de la sobrevivencia silenciosa de ha-

berme convertido en el anónimo espectador de las incipientes peripecias lingüísticas de los que nos aventajaban a los demás. La selección natural y la ley del más fuerte habían plantado el muro entre los duchos que habían aprendi-do a responder: “¡yo, maestra!”, y los que en-tendimos que mantener la boca cerrada era el acto cultual para no despertar las iras amargas de la señorita profesora. Pero la suerte tiene también razones que la razón no entiende.

La fatalidad posee sus propios plazos y no respeta ni miedos ni ojos que, seráficos, supli-can al Dios de todos los destinos. Ese día la suerte había sido echada y el sinum y el fatum me arrebataron del sueño dulce de los justos: “¡cuarenta y cuatro! ¡Cuarenta y cuatro!, pase al pizarrón”. La desgracia era doble. Ese día descubrí que no solo había perdido el nombre y el apellido y me había convertido en una es-pecie de número de serie, sino que ahora debía enfrentarme al monstruo: el verde inmenso de aquel pizarrón en el cual tantas batallas ha-bían sido libradas y el descabezadero era hasta entonces incontable.

Heme ahí: arrastrando los pies, desvalido, cada vez menos los pasos que me aproxima-ban al cadalso, cargando siete años escasos de existencia todavía sin estrenar y ya con tantos pesares por delante. “A ver, cuarenta y cuatro, escriba… escriba una palabra”, fue la orden de aquella diosa gélida que clavó en mi pequeñez los tizones de su mirada espeluznante. “Escri-ba… sandía”. A mi mente vino inmediata la rebanada roja, dulce y jugosa de lunares mo-renos, y la frescura se hizo en mi nariz y la me-moria gustativa me revivió el frescor que me alivió en tantos días soleados… pero escribir,

Hay sucesos que no se olvidan jamás, por ejemplo

la primera vez…

Más de cuarenta años atrás nacía el misterio de las palabras

La magia de escribir sandía

Ese día la suerte había sido echada y el sinum y el fatum me arrebataron del sueño dulce de los justosJuan L. Simental

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VIERNES 13 DE FEBRERO DE 2015

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escribirla, ¡qué le pasaba a esa mujer!

El gis me tem-bló en los dedos. Silencio, la paz del sepulcro, pero tam-bién la potencia queriendo ser acto; el salto cuántico de la letra rumbo a la existencia de la palabra. Apiádate Padre bueno de los desvalidos que en ti confían.

Estiré la mano, entonces la magia vino a mí. Primero fue la culebrita siseante… luego el signi-ficado y su significante. Una a una, cada letra se fue destilando con la constancia de la gota sobre la piedra; cada una fue apareciendo como el oro que en el crisol brilla en lágrimas agradecidas. Una a una, hasta completar seis retoños brotados de mis manos, seis letras para decir… sandía.

No hubo alarde ni porras ni fanfarrias ni aplausos de aquellos que, expectantes, miraban con el alma en un hilo; no hubo ni siquiera un: “bien, cuarenta y cuatro” de aquel ángel llama-do Cristina. Al terminar, silencio, silencio y la contemplación de mi primera palabra, hija de mis pocas certezas y de mis incógnitas sin fin. La primera palabra. En el principio el buen Dios tuvo que haber creado las sandías, debió haber pronunciado: “hágase la sandía”, y la sandía se hizo y Él debió haber visto que era buena. El génesis de la palabra.

Se dice que las palabras no son más que palabras

y que el viento se las lleva. Es cierto, hay tantas pala-bras así: esas que se dicen al vuelo, las que se pronuncian por compromiso, aprisa y sin pensar, y aquellas que se usan para “mentir con pie-dad”. Palabras que no debie-ran decirse porque no valen más que el silencio.

Decir palabras, pensar palabras, soñar con pala-bras; pero también decir mal con las palabras y has-ta decir nada. Y es que a las palabras se les ha vaciado de la sustancia; se ha perdido la conexión entre el signifi-cado y su significante. Por ejemplo, cuando se piensa “silla”, acude a la mente la idea universal de lo que es una silla; esto es el significa-do. Cuando la idea universal se “materializa” y aparece una silla (el significante: ob-jeto real, concreto), se esta-blece entonces la conexión entre la idea y la realidad. Así las palabras son “bue-nas”, porque sirven para expresar con exactitud una verdad. Sucede que, a veces, las palabras se usan para es-conder la verdad.

Bien lo dice Miguel Ruiz en “Los cuatro acuerdos”: sé impecable en las palabras, es decir, no mientas, no in-juries (que es una manera de ofender a la verdad), no hieras cuando pronuncies palabras; mejor lo dijo el Hijo del Carpintero: “no ju-res, no prometas; solo di sí cuando es sí y no cuando es no”. Anoche se lo dije a mi hijo: “la palabra es lo más valioso que el hombre po-see, porque habla de quién es uno mismo. Cuando la palabra se empeña, hay que respetarla para respetarse uno mismo”.

Que haya, pues, pala-bras, muchas palabras, y que sean como la vuelta al ori-gen, cuando la malicia no se había entrañado en el alma del mundo. Que el significa-do y su significante hagan impecable la intención, y que cada palabra sea dicha porque valga más que el si-lencio. Solo así tendrán razón de ser.

Hay palabras que no

debieran decirse porque

no valen más que el silencio

El significado ysu significante

Juan L. Simental

La palabra más soez y la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio Nietzsche

Hoy son más de cuarenta y cuatro los años que cuento cuando mido mi existencia en días y años, cuarenta y cuatro como fui en el entonces aquel de mi primer debate con las grafías. Ahora leo doscientas, trescientas, cuatrocientas pala-bras por minuto y escribo tantas como mi dislexia funcional me lo permite… pero no olvido, porque el olvido no solo es la pérdida de la memoria, sino la tumba de lo que se ha querido.

Ya no soy el de entonces, diría Neruda, pero soy por el que fui. Entrar a una librería llena de palabras me provoca el efecto de la salivación y de las mariposas en el estómago, la pasión dominante del amor primero, ese que nos toma des-prevenidos y con la guardia en medianía; vulnerable a los títulos y las portadas, al olor de las metáforas y a la celebridad de los nombres que se han significado por su destreza en las palabras. Ahora puedo nombrar un puñado de conjugadores de verbos y hacedores de las vidas que me hubiera gustado vivir; ahora soy de poesía y de prosa y sé distinguir entre la anfibología y la redundancia. Pero no sé olvidar.

La magia de la sandía me tomó desprevenido cuando solo eran siete mis años. Desde entonces hasta hoy, tantos libros han pasado, tantas palabras he aprendido a escribir y, como antes fui el cuarenta y cuatro, hoy me nombro afortunado.

Bendita la suerte. A veces es buena la suerte.

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VIERNES 13 DE FEBRERO DE 2015

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La escultura fue encargada a

Felipe de Ureña por el obispo

Pedro Anselmo Sánchez de Tagle

En los setentas, la escultura fue dañada a golpes por un extranjero que ingresó a la Catedral; posteriormente fue restaurada

Ricardo Bonilla Esparza

Realizada en el siglo XVIII, específicamente en 1749, bajo el gobierno episcopal de Pedro Anselmo Sánchez de Tagle, la escultura de la Inmaculada Concepción

permanece entre el tiempo y el asombro de miles de perso-nas. La Galería Episcopal de Catedral, Museo de Arte Sacro, la exhibe desde hace seis años en su sala Capitular.

De acuerdo al historiador y custodio de la Galería, José Alonso Martínez Barrios, esta escultura fue encargada a Fe-lipe de Ureña por el obispo Sánchez de Tagle. La Inmaculada Concepción fue consagrada en la elevación del Obispado de Durango en 1620; anteriormente se veneraba a la Asunción.

Teológicamente aparece representada como lo menciona San Juan: vestida de Sol, con la Luna a sus pies, limpia de pe-cado original, simbolismo que maneja al estar sobre el mun-do y la serpiente rodeando al mismo. La serpiente que rodea representa que todos nacemos con este pecado; sin embargo, ella aparece como limpia y pura, afirma.

Escultura exentaLa Inmaculada Concepción es una escultura exenta, con unas técnicas de policromado, estofado y cincelado: el policroma-do con el colorido de la pieza, que maneja en toda su com-posición; estofado con el laminado de hoja de oro, en el que aparece ella ornamentada y sobre el cual se aplica el cincela-do. Son pequeños puntos que forman figuras alrededor de la pieza, predominan imbricaciones y ornamentación de flores. La capa de la Inmaculada maneja una base de preparación en plata sobre la cual ya se aplica el mismo color, explica.

Martínez Barrios refiere que para finales del siglo XVIII, en la plenitud de la época virreinal en Durango -entre 1750 y 1770-, la Catedral estuvo ornamentada con altares tallados en madera, donde predominó este tipo de esculturas. La Inma-

Ilumina escultura de la Inmaculada Concepción a la Galería Episcopal

culada fue la pieza principal, al estar ahí consagra-da, y se colocó donde correspondía la pirámide, así lo mencionan los obispos.

Conforme lo describían, era un altar muy exu-berante, tallado en madera con medios y bajos relieves, esculturas, pilares adosados, exentos, ha-ciendo una conjunción para ornamentar o enmar-car esta escultura.

Sin embargo, este altar, junto con todas las piezas que contenía, fue removido en 1785 bajo el gobierno episcopal del obispo Esteban Lorenzo de Tristán; se mueve junto con el Coro de Catedral y el Altar de los Reyes; solo quedaron algunos restos, como esta escultura y un atril ubicado en una de las salas.

En un tiempo, cuando se traslada el Coro a la parte del ápside de la misma Catedral, ahí estuvo esta escultura, donde aún se celebran las ceremo-nias de Laudes, que llevan a cabo los canónigos de la Catedral de Durango.

Percance provoca dañosLamentablemente, precisa el historiador y custo-dio, entre los años de 1970 a 1980, esta escultura sufre un percance: ingresa a la Catedral una perso-na de origen extranjero y con un palo la golpea en símbolo de protesta, causándole daños, raspones; los ojos se enclavan en su interior, por eso no se aprecian completamente.

Para la década de los ochentas, el presbítero Juan Antonio Díaz, quien fue párroco de la Cate-dral, llevó a cabo la restauración de esta escultura. Actualmente permanece en la sala Capitular.

La Inmaculada

Concepción es una escultura

exenta, con unas

técnicas de policromado,

estofado y cincelado

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Juan L. Simental

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¡Ahí viene el cine!

Es inevitable, hay ciertos días en los que los olores, los sonidos y las devociones de ayer tocan a la puerta y la mirada se nos llena de emociones que andaban revueltas entre recuerdos a futuro y

la memoria desterrada.Tanto ha pasado desde que al tiempo le entró la prisa: se fueron el

“his” –al que Miguel Ríos le cantó-, el aguamiel, el camote sancocha-do, las gelatinas de colores del “viejito de las gelatinas”, los lonches de repollo –que no tortas ni sandwiches- de aquel triciclo en la Plazuela Baca Ortiz, las melcochas del “¡Sí haaay!”, en los juegos de beisbol de la Mexicana, la acequia limpiecita bajo los puentes de Luna o La Pasadita, las barras de colores –que eran en blanco y negro- de la TV, antes de las caricaturas de monitos son-rientes y de guantes blancos; la canción de la combi de la nieve y los domingos de mati-né en El Alameda.

Hoy los niños del Internet se ríen cuan-do imaginan a “El Santo” –si es que saben quién fue El Santo- aven-tándose un “round” contra los hombres lobo, metidos en la pared en-sabanada de doña Luz, en aquellas noches mágicas de cine de barrio, donde se mentaba la madre a los malos y entre porras se aplaudía a los buenos.

Como a las siete de la noche se escuchaba la voz de Antonio Agui-lar, montado en la camioneta de don Pancho, que llegaba con todos sus triques y el proyector de carrete y sus bocinas de consola. Los chiquillos nos juntábamos a media calle y las señoras arrastraban sus sillas, procurando el mejor lugar. La acera de enfrente era para los hombres mayores y los que ya podían fumar. Cuando los primeros cuadros se dejaban ver, el alma se nos quería salir por la boca.

Allí vimos la cueriza que “El Santo” le puso a los marcianos que venían a con-quistar la Tierra; nos emocionamos cuando Juliancito dejó su casa y se fumó su primer puro, en aquella isla desierta; las señoras vertieron lágrimas con la eterna lloradora, Marga López, en “Cuando los hijos se van”.

Kalimán nos llevó el asombro mayúsculo con la telequinesis y el actus rictus. De vez en cuando, en la emoción máxima, “Pulgarcito” se soltaba brinque y brinque por toda la pared, Pedro Infante se volvía tartamudo o “Blue Demon” luchaba en cámara rápida y hablaba como ardilla. Luego seguían los gritos: “¡¡Cácarooo!!”; don Pancho se apura-ba a pegar la cinta chamuscada y todo retornaba a la paz.

Ese era el cine del barrio, en blanco y negro y entre la tierra y la infancia, donde la ingenuidad y la imaginación eran fundamentales; de Hollywood y sus Oscares poco sabíamos, si acaso “Los diez man-damientos”, con Charlton Heston, y una que otra de vaqueros con John Wayne.

Ahora, en plena época del DVD -¡y aún más!-, la melancolía de nuestras primeras películas se vuelve inevitable y dan ganas de oír otra vez las canciones de Toño Aguilar montado en la camioneta de

don Pancho, y de ver a doña Luz echándole agua a su banqueta, porque –como ella decía- “ahí viene el cine”.

Como afirmó Juan Carlos Rulfo: “entonces la vida era de uno”

Eras los tiempos en los que hasta una pared servía para presenciar el Séptimo Arte

Personajes que son parte de los relatos

de antaño, comoel “Cácaro”

La imaginación, más efectiva que los

efectos especiales de hoy

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La fórmula para sacar al país del atraso consiste en usar alfabeto, pan y jabón

Me acuerdo.Me acuerdo por allá cuando Vasconcelos fue secretario de Educación. Una sola vez me bastó escucharlo entre el gentío

mugriento –en su campaña Alfabeto, pan y jabón– para corregir mi penosa vida que, soy honesto, no valía nada entonces.

Me integré a las famosas misiones culturales porque “sabía y debía enseñar a los que no sabían”. Tenía la letra fea pero sí le daba su corridita al abecedario, de memoria, sin interrupción, sin respiro alguno. Les enseñaba a los chamacos las oraciones simples y las compuestas, les hablaba de higiene, del aprovechamiento de los recursos, y les llegué a leer, incluso, La suave patria que apenas unos dos años atrás se había publicado. Me querían bien. ¿Quién se habría imaginado eso de las escuelas rurales? Nomás don José.

Lo único que le reclamo fue aquello que dijo, algo así como: “La civilización termina donde comienza la carne asada”. Si a mí me

encanta la carne.Y allí iban los pies

descalzos entre la piedra filosa que no cede, iban y todavía tenían algo de tierra que era suya; tenían árboles en los que las manos se recargaban para quitarse las espinas que se quedaban entre los dedos de sus pies descalzos. Iban para llegar a su escuela, con

todo y que el rumor montaba al viento y se escuchaba que unos militares habían sido fusilados por apoyar a aquella corta rebelión delahuertista.

¿Por qué? Pues porque las cosas estaban muy tensas. Uno que otro católico analfabeta se acercaba al clérigo para preguntarle si era bueno mandar a los niños a la escuela: si aquél tenía rencores con los apestosos jefes por la supresión de bienes, los malaconsejaba con eso de que algo, algo se tramaba. ¿Para qué? Pues para que no fueran; pero si no tenía ningún pero o sólo era

indiferente, nomás les decía: “aprender siempre trae algo bueno; aunque no tanto como aprender de la Iglesia. Id en paz”, y los chamacos iban

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Celestino y Vasconcelos

VIERNES 13 DE FEBRERO DE 2015

refelices, pero los papás se quedaban reasustados. Así fue. Y han de saber que a mí sí me cambió la vida eso de hacer.

Y vieran que sí me canso de madrugar, de los calores de los hornos, de las horas que exige mi oficio de panadero. Pero nomás me acuerdo de Celestino el Prieto (el mismo que se ve allí sacándose una espina del pie), que logró un día, ante la mirada incrédula de todos, hacer una O perfectamente gorda, bonita, sin que pareciera un huevo feo, para escribir la oración: “Vasconcelos nació en Oaxaca como yo”.

Y han de saber que se me sigue enchinando la piel hasta el día de hoy con el “como yo”.

La cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los

pueblos ninguna conducta moralUn libro, como un viaje, se comienza

con inquietud y se termina con melancolía