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  • Hombre-Rey-Sol

    En la mentalidad aborigen tradicional

    Oscar Freire

    Acerca del particular sello de los smbolos aborgenes de Amrica ya nos habamosreferido (1) sobre la importancia que, entre otras cosas, tiene la toma en cuenta delcarcter residual relativo a la gran mayora de las actuales expresiones indgenas,(respecto a las antiguas tradiciones de las cuales descienden) razn por la cual,decamos, se torna imprescindible ubicarlas en tiempo y en forma, ya que lasadaptaciones, el reduccionismo, las modificaciones sustanciales y la prdida u olvidode la mentalidad simblica han contribuido tanto en favor del sincretismo como de laacumulacin de imgenes, accesorios y ornamentos que, en la medida de suintensidad, nos distraen y nos alejan del punto esencial al que deben remitirse todaslas consagraciones tradicionales cualquiera sea el orden de sus aplicaciones.

    Ante las innumerables dificultades que ello representa en el orden explicativo, hemosinsistido siempre, en encarar a las sociedades nativas amerindias bajo tres aspectosfundamentales que no requieren la necesidad de tomar en cuenta a ciertasparticularidades formales, las cuales, precisamente, no solamente convocan alsincretismo y son las frecuentemente elegidas, sino tambin, aquellas mas difcilesde traducir y, sobre todo, las que mejor se prestan a la fabulacin y a losequivalentes imaginativos, ya que nunca logran trascender las usuales retricasliterarias de la mentalidad moderna.

    De tal manera que, para un acercamiento a ttulo de funciones solamenterepresentativas y adecuadas en lo referente a dichos aspectos indicados, hemos dereiterar, una vez mas, que ello concierne, obligadamente (por el carcter particularde nuestras lenguas modernas), entre otros mtodos coherentes, al uso de laperfrasis y quizs, en ocasiones, tambin convengan, ciertas modificaciones en lasfunciones simplificadoras de la ortografa moderna (2), siempre y cuando, sesubordine todo ello, al despliegue de los "datos tradicionales", a la asistencia de la"concordancia universal" y a la permanente toma en cuenta del concepto de"herencia primordial".

    Tal postura de encarar las cuestiones en el virtual campo terico de los principios,nos ha de resolver, evidentemente, varias situaciones complejas que, de no ser as,nos llevaran a ese consecuente sincretismo (3) cuando no a una serie de "ilusionescomparadas" que nos tentaran a creer en ciertas posibilidades de aplicacin peroque, en realidad, no iran mas all de las fantasas individuales o de los tantosmodismos reduccionistas y artificiosos puestos en boga por una de esas actualestendencias al simulacro y al espectculo.

    La legtima abolicin o relevamiento (aqu slo nos referimos al grado de lasaplicaciones generales) que corresponde en tradiciones ya perimidas o formalmenteno vigentes es, evidentemente, tan slo una de esas situaciones complejas (como"situacin compleja" entendemos aquello no resuelto desde los puntos de vistaformales o secundarios) de la cual se desprenden varias aristas dignas de atencincomo ser los casos de idolatra, latra, antropolatra, etc.(casos que, de justificarse,sera slo en aquellas formas degradadas (4) de las antiguas tradiciones ) o,tambin, aquellos prejuicios del profanum vulgus, es decir, los puntos doctrinales enlos cuales se pierden de vista los principios y que, en gran mayora, sonconsecuentemente vulgarizados y ordinariamente tratados.

    Por todas estas razones y en pro de una deseada sntesis, no entraremos enextensas estimaciones sobre aquellos argumentos que justifican ciertascancelaciones, tampoco en el detalle espinoso de dichas manifestaciones de cultocorrompidas o de los vestigios degenerados de las tradiciones originales. Mas bien,

  • nuestras sumarias observaciones, han de apuntar al intento de ampliar una serie deaspectos en el tratamiento de ese corriente reduccionismo "a la poca" que an seejerce en contra del simbolismo tradicional (en este caso el de la imagineraaborigen) como de su correspondiente y genuina intelectualidad.

    Dicha vulgarizacin, incuestionablemente, se corresponde, por un lado, con elliteralismo verbal exclusivista y, por otro lado, con una interpretacin de ordenpsquico inferior ( como hbito mental de la era moderna) y taxativamente definidapor Ren Gunon como que "La consecuencia inmediata del racionalismo, es lanegacin o la ignorancia del intelecto puro y supra-racional, de la "intuicinintelectual" que haban conocido la antigedad y la Edad Media, de hecho algunosfilsofos de nuestra poca intentan escapar al racionalismo y hablan incluso de"intuicin", pero, por una singular inversin de las cosas, solo consideran unaintuicin sensible o infra-racional" (5).

    De tal modo que, en el intento, tal como decamos, de ampliar esta misma lneaorientativa, y para entrar ya en el orden de los ejemplos, convendra sealar alcercenamiento intelectual ejercido sobre algunos de los aspectos centrales de losmundos aborgenes, particularmente, aquellos dados a mayor vulgarizacin general,como ser aquellos casos de " los cultos solares", de "la institucin de la realeza" o de"la mentalidad del hombre primitivo".

    El Sol

    A este respecto tenemos que, en la mayora de las explicaciones ordinarias deaquello que concierne a los denominados "cultos solares" se encaran, por lo general,dos niveles referidos, por un lado, a la interpretacin de las corrientes"fenomenolgicas" que se limitan en atribuir una serie de variantes en la existenciaconcreta del sol y a su injerencia fsica en la vida cotidiana de los pueblos tribalesmediante su regular reaparicin. Por otro lado, nos encontramos con lainterpretacin "mitolgica" moderna que reduce, en cierto modo, al simbolismotradicional en tanto se pronuncie exclusivamente por induccin o en cuanto incorporael concepto de "lo irracional", haciendo abstraccin de su contenido genuinamenteintelectual y del carcter de operatividad o "accin" correspondiente, de acuerdo aesas analogas ordenadas o sentidos superpuestos que existe entre el Macrocosmosy el Microcosmos.

    Con relacin a esto ltimo es que la representacin tradicional adquiere posibilidadesincomparables con la mera idea del "culto solar", mxime cuando esta interpretacin,tal como ha venido siendo constituida, se presenta, como decamos, con su usualcarcter predominante o de exclusividad.

    La realidad es que, para las sociedades amerindias, en sus constituciones originales,la figura del sol tanto como sus funciones fsicas adquieren la ndole del smbolo oreflejo de una realidad superior. Diramos que tales concepciones, son equivalentes alas nociones del "Sol espiritual", de la "Inteligencia divina", del Corazn del mundo" odel "Centro del mundo", etc., lo que, por otro lado, concuerda, en esencia, con lomismo expresado por las mas diversas humanidades (6).

    En reiteradas oportunidades hemos sealado las inagotables posibilidades simblicascontenidas en esa grafa universal del crculo con su centro (ya habamos apuntadoque, en distintos ordenes de aplicaciones, se halla diseminada por toda laamerindia)y, en cierto modo, ya nos hemos referido sobre algunas de sus diversassuperposiciones relacionadas a la casi totalmente desaparecida mentalidad originalaborigen (7).

    Es incuestionable que dicha grafa comporta algo mucho mas profundo que el simpletestimonio de un dibujo solar y que se refiere primaria y esquemticamente a uncentro fijo y a una lnea de rotacin o de circuir, de donde luego, es posible extraer,

  • como de un compendio sinttico del universo las mas diversas relaciones de acuerdoal orden de aplicaciones (de cada forma tradicional) que se contemple.

    As, el sol como centro, puede prefigurar la inmutabilidad absoluta del Principio acuya ndole invariable (y no partcipe de movimiento o desplazamiento alguno) sehace imposible de asociarle cualquier referencial que evoque la idea o la figura delmovimiento o del cambio constante que caracteriza a la naturaleza del mundo"circundante"; lo cual nos remite a la idea arquetpica, a la naturaleza fundamental oal significado esencial que conlleva, para la intelectualidad indiana, la fijacin o elestablecimiento de un centro y las estrechas relaciones o asimilaciones de este conlos sentidos anggicos del sol.

    Al mismo tiempo, esa circunstancia que rememora al desplazamiento incesante yque caracteriza a todas las cosas de la manifestacin como a mviles en trnsitocontinuo nos remite a las concepciones cclicas, a la orientacin, a las"clasificaciones" tradicionales y a los sentidos de accin ritual como a modosoriginales de confirmar que todo cuanto existe, se mueve, deviene, cambia o sedesplaza no tiene entidad real sino por el centro supremo del cual depende y endonde, necesariamente, debe converger.

    En el orden de los ejemplos y tan slo en uno de sus inagotables aspectos y de losmejores eptomes a citar, podramos referirnos a ese carcter sagrado o wakan queportaba todo lo manifestado para las tribus oglala-siux (8) quienes si bien distinguan"espritus" internos o tunwan como animadores de las diversas formas exteriores omanifestadas, estas no eran percibidas como reales, sino como meras extensionesformales, ya que de los tunwan se extraa la influencia espiritual para los ritos oacciones wakan (9) a modo de una resolucin completa de la existencia en la figurade aquello imposible de personificar denominado como el "Gran Espritu", "El CentroSupremo" o Wakan-Tanka y que era equiparado o asimilado al sol.

    Asimismo, la accin ritual mxima de los oglala (celebrada tambin por diversasnaciones aborgenes) se resuma en el wi wanyang wacipi (danza del sol) cuyosignificado literal de tradicin sera, aproximadamente (entre otros) de "bailarmirando fijo al sol" (10).

    Es indudable que, por la cualidad de estos indicios simblicos y por los vestigiossupervivientes sea posible aceverar que la compleja institucin de la danza del solhaya sido una de las mas extraordinarias representaciones del esquema universal demanifestacin y en el que, slo algunos de sus aspectos mas sobresalientes, como elposte de lamo o de algodonero situado en el centro de la choza sagrada, elcercamiento circular de los postes ahorquillados y el amojonamiento ritual de lasdirecciones del espacio representaran, por un lado, a la inmutabilidad principial yluego, en la figuracin de un orden descendente e irrecproco del primero a todasaquellas resoluciones del crculo y del cuadrado en un como equivalente sinttico deluniverso, al mismo tiempo, como trasfondo geomtrico viviente de todas lasanalogas y asimilaciones correspondientes a la asctica y a la doctrina sacrificial,que en muchos de los casos involucraba a todos los componentes de la nacin tribal.

    *

    En otro eptome ejemplar como puede ser el caso de "la piedra del sol" de losmexicas (ampliamente vulgarizada como "el calendario azteca") y en el orden delmismo simbolismo se reproduce (al margen de ciertos matices y algunas variantes)un idntico esquema de manifestacin cuyo Nepantlia Tonatiuh o centro, asimilado alsol, no solamente determina las direcciones del espacio y las fases del tiempo, sinotambin, es a la vez, el eje implcito que interpenetra los tres mundos superpuestosy que, con la misma disposicin tetrapartita corresponden al cielo, tierra einframundo.

  • Respectivamente, en la autctona cosmovisin mexica, convendra no dejar demencionar que, de los inagotables aspectos simblicos contenidos en este esquemauniversal, las diversas manifestaciones cosmognicas, teognicas o teomquicas,particularmente las transposiciones heliomorfas correspondientes a lascualificaciones de cada uno de los cuatro rumbos tradicionales y referentes alTlauhcampa (oriente), Yyecampa (norte), Cihuatlampa (oeste) y Viztlamoa (sur), talcomo se pueden ver ilustrados en el Cdice Borgia (49, 50, 51y 52) no seran masque, en una profundizacin del simbolismo, las unidades de posicin de la quintadireccin o del mismo punto central. En este caso, en una de sus tantasdesignaciones, como Xiutecutli (el medioda) o "El Seor que nos saca la lengua"cuyo jeroglfico nos confirma, una vez mas, la ndole esencial y el significadoanaggico de la vibracin sonora primordial irradindose a partir de un centroestablecido.

    Es probable que, al mismo tiempo, en lo relacionado a las concepcionestradicionales, estemos tocando aqu uno de aquellos puntos mas complejos y difcilesde captar por parte de la mentalidad moderna, ya que los hbitos inductivos y elinstrumento explicativo de esta no trabaja con participacin del simbolismotradicional en su sentido de imagen real (es decir, en oposicin a lo infra-racional) nicon patrones de sntesis como pueden ser la identidad o la semejanza (11) que,siempre, y en todos los ordenes, reducen la tendencia a la divisibilidad continua. Porel contrario, dichos hbitos modernos multiplican las destituciones y lasdisyunciones, generando por un lado,la abstraccin del pensamiento respecto de laidea y concluyendo, por otro lado, en ese estado de separatividad entre la palabra yla cosa.

    Todo ello queda demostrado en estas relaciones del sol (12) sucintamentemencionadas. Es ms, tienen por otra parte, estrechas equivalencias con aquellasderivaciones del simbolismo del rey (sin dejar de aadir que, dichas asimilaciones,por funciones de la analoga, se hallan frecuentemente delegadas en todos losestamentos sociales de los mundos tradicionales) y que, en su aspecto masprofundo, expresan identificacin plena con la doctrina del hombre universal.

    El Rey

    En lo que sigue podremos vislumbrar, quizs con mayor propiedad, aquello esbozadomas arriba y que caracteriza a la consabida actitud de asumir la existencia conparticipacin del simbolismo, como lnea de pensamiento inherente a la mentalidaddel hombre tradicional del cual este, nuestro comentario, slo refiere algunosejemplos en el sentido de las equiparaciones del origen primordial con cada salidadel sol, con cada inicio de ciclo, con cada aparicin del rey, y, al mismo tiempo, concada gesto, o accin ritual del hombre aborigen en general.

    En efecto, si a la luz tradicional consideramos el indudable simbolismo subyacente enlas historias legendarias, crnicas mticas, representaciones en estelas, imgenesplsticas o esa sagrada y extensa genealoga real de las tantas sociedadespreamricanas que han expresado tanto mayas, aztecas e incas (por slo nombrarlas mas conocidas) y que, con tanto empeo se han preocupado de hacerlas constar,(por medio de escribas, dignatarios y sacerdotes) notaramos que sera muy posiblecorroborar un conjunto de elementos orientados hacia un mismo centro personificadoen el Rey, en su imagen y en sus funciones.

    Dichos elementos eran resumidos, no solamente en los sagrados ornatosiconogrficos, (cetros, coronas, tocados y atavos) si no tambin, tal como hemosdicho, en esas circunstancias "histricas" y en las crnicas que datanacontecimientos fundamentales como, por ejemplo, entre otros, "la subida al trono","las apariciones" en los rituales pblicos, el trnsito por "la va regia", lasconsagraciones edilicias o "las declaraciones de guerra" que adems de marcar loseventos estatales, seran analogas perfectas de las transformaciones visuales del sol

  • durante su curso y, por otro lado, tambin se equipararan (como ya hemosconsignado en otra anotacin) (13) a los distintos atributos y ropajes de las personasdivinas que se entrecruzan cclicamente para protagonizar una teomaquia ocomponer el teatro teognico.

    Tales asimilaciones (superpuestas al control poltico y militar) otorgaban al Reyciertas funciones precisas, en un doble aspecto: uno exterior e indirecto, relativo alpoder temporal y a la funcin real en carcter de supervisor de los ritos pblicos ysustento de las personas divinas a los efectos de garantizar el mantenimiento de unorden justo y poder sellar y fijar "en sus cuevas" a los embriones de "las fuerzas delmal" o a los agentes del caos, asegurando as el equilibrio del mundo y confirindoleun permanente status fundacional establecido en el orgen primordial.

    El segundo aspecto, interior y directo lo erige como Epifana del Principio de dondeemana toda autoridad espiritual y cargo sacerdotal. En este caso, hay equivalenciascon el atributo de "mediador" tpico de los Reyes-Pontfices tanto de oriente como deoccidente asignados a la funcin simblica de "ser y establecer un puente" o de "unirla tierra al cielo" como prefiguraciones de la transposicin del estado sensible alsuprasensible.

    De tal modo, que para el hombre tradicional preamericano, era tambin, sugobernante, un axis mundi asimilado al sol y al rbol del mundo, posicionado en elcentro del universo donde se unen todos los sectores del mismo y, por tanto,erigindose como seor de los tres mundos (cielo, tierra e inframundo) (14).

    Igualmente, en las referencias de algunas identificaciones que conciernen al axismundi conviene destacar, no solamente el caso de los componentes simblicos delpuente y que son, al mismo tiempo, los expresados en "la va regia" o en "el caminoreal", tambin se corresponden estrechamente con el simbolismo de la Va Lctea.

    La Va Lctea, que es tambin "el rbol del mundo", era denominado por los mayascomo Wakah Chan (cielo elevado o cielo del 6) y, en ocasiones, representado comopedestal de Itzam Ye o el ave primordial asimilada al sol en su aparicin fundamental(en el solsticio de invierno) y del cual sus transfiguraciones visuales, en el curso delas temporadas, constituan una de las representaciones mas extraordinarias del"periplo inicitico universal" o del esquema universal de manifestacin, cuyasverdaderas claves simblicas, se dice que (dentro de un ambiente mayense), slopueden ser correctamente interpretadas, no por quienes apliquen algn tipo defrmulas inductivas modernas, sino por quienes dominaren los principios de laCiencia Sagrada o de aquel conocimiento anaggico resguardado, principalmente,dentro de los implcitos de transposicin concerniente, en este caso, y, entre otros, atres ciencias tradicionales como ser el calendario ritual (Tsolk'in o T'zolkin) (15), lallamada "cuenta secreta" (ciencia de los nmeros) y aquella correspondiente a "laciencia de los nombres".

    De dichos implcitos de transposicin, tambin se dice que, originalmente, eran unpatrimonio regio por aquello de los ritos del Tsolk'in en lo referente a inaugurar "lospasos del sol", realizar la "cumbre zenital" o completar "la unin de cielo y tierra".Pero, de todo ello, debe entenderse que, la original institucin real en la mentalidadaborigen tradicional, an con todo lo que significa el peso de sus formalidadesestatales, apunta, fundamentalmente, tanto en el carcter de reyes-dioses o dereyes-sacerdotes a establecer un acto de "presencia espiritual" que garantice unanormal irradiacin de la "corriente celeste" hacia todos los sectores, es decir, enpleno dominio de una triple atribucin resumida en la lengua divina (La PalabraPrimordial), el conocimiento divino (La Sabidura) y la "energa" divina (La InfluenciaEspiritual), condiciones que garantizaban a cualquier componente social cualificadoaquellas posibilidades de poder transponer las aplicaciones estatales temporales enel presente de eternidad.

  • En tal contexto, ello significa que la figura del Rey adquiere la naturaleza simblicaen representacin fundamental de la condicin humana, trascendiendo aquel sentidolato del "gobierno de uno solo" y traslapando en el sentido superior del "gobierno des mismo" en tanto prefigure las capacidades humanas de reintegracin al ordenprimordial (hombre verdadero) y en cuanto despliegue las posibilidades axiales(hombre universal) a las que alude todo estado regio, sacerdotal o divino, las cuales,en su sentido anaggico, ya nada tendran que ver con las prerrogativas dinsticas oestatales ni con los patrimonios o privilegios formales, sino que abarcaran en suprovidencia la completud de la manifestacin.

    El Hombre

    Este aspecto del simbolismo universal no solo revela, dentro de un contextotradicional, las posibilidades de todo hombre cualificado, cualquiera sea su estrato,su condicin u origen, sino tambin nos descubre, por otro lado (en otro de lostantos aspectos de la gran confusin de nuestra poca), a los elementos subyacentesen las exageraciones e insubsistencias de los anlisis racionalistas o literalistas queaplican, exclusivamente, dentro de un contexto moderno el mtodo inductivo(relativamente aceptable, por otra parte, sin sus pretensiones de exclusividad opreeminencia) y que obliga, inexorablemente, a desembocar en no pocos diadelos(crculos viciosos en la definicin y en la demostracin) como pueden ser, porejemplo, aquellos asociados a los cultos de "latra", "antropolatra" e "idolatra" o,por otro lado, a creer en las posibilidades de reaccin o de aplicacin social de ciertasdegradaciones transformadas en ideologas que, al no contemplar ya, lairreciprocidad absoluta del principio metafsico y la consecuente dependencia total delo contingente, expresan, sin principios reales, meras concepciones residuales,cuando no ciertas desviaciones con algn visaje de ser, entre otras, "imperialistas" o"monrquicas".

    Por las razones mencionadas, quizs sea posible obtener algunas inferencias de valorque permitan a todo interesado un ulterior desarrollo del tema y, poder as,aprehender la naturaleza de lo que verdaderamente gobernaba en las sociedadestradicionales aborgenes y animaba el sello particular de sus gestos, de su accinritual y de sus smbolos, es decir, las instituciones iniciticas, donde todo hombre,cualquiera fuere su condicin, poda encontrar y asimilar en si al Principio reinante yrector, coronndose, de acuerdo a los instantes esenciales de su cualificacin, comoverdadero Rey de "s mismo" y cooperando al equilibrio de los mundos.

    Por las referencias ordenadas de la analoga esto es muy posible constatarlo en elorden del simbolismo gestual asociado a la accin ritual de todo hombre aborigensuscrito al trnsito de la "senda sagrada" o "sendero ritual" como otra de lasasimilaciones anlogas respecto a lo que decamos mas arriba sobre "la va regia" o"la va lctea" sealando, al mismo tiempo, la ndole de sus actitudes fundamentalesen percibir el mundo o asumir la existencia.

    Basta repasar las notables coincidencias que, al respecto, es posible ratificar en lasdiversas sociedades o confederaciones y que han caracterizado al hombre de losmundos aborgenes, definiendo, en cierto modo, sus operadores mentales y sucapacidad de asociar o asimilar a su propia condicin cada acto de su vida cotidiana,cada componente estatal en el que se hallaba inmerso, cada elemento constitutivode sus entorno o cada aspecto de su relacin con el cosmos.

    As, por ejemplo, su primer referncial simblico de asociacin se hallaba constituidopor el mismo punto de observacin o el mismo punto central "desde donde se mira",es decir que, para una cualificada mentalidad simblica el centro "se halla en todaspartes" (16), ya que sus movimientos o desplazamientos locales se traducenpropiamente en un estado de simultaneidad. Esto mismo adquiere cierta eminenciade orden colectivo en ocasiones de conjuncin con todos los ordenes y aspectos

  • correlacionados a los centros espirituales o a las locaciones particularmente elegidaspor la geografa sagrada.

    De tal manera que, desde un punto de vista parcial o proporcional si se quiere, delesquema universal de manifestacin, las relaciones corporales, la condicin de propioy el campo visual, tambin se hallan esquemticamente determinados por la cruz detres dimensiones en referencias del eje que, en este caso, marca un extremo desumidad en la coronilla y traza la dimensin de verticalidad expresando laperspectiva de "arriba" y de "abajo" a la vez que establece, en el cuerpo humano lasimetra izquierda-derecha. Congruentemente, la proyeccin de dicho eje determinados dimetros ortogonales formado por cuatro radios o cuatro cuartos que setraducen en dos planos perpendiculares a la lnea del suelo y expresando lasdimensiones de horizontalidad: derecha-izquierda, adelante-atrs.

    Dichas dimensiones reordenan, en cierto sentido el rito gestual de posicin delcuerpo que, por lo general, adoptaba el hombre aborgen en todas sus actividadescotidianas y en principal relacin con el "arriba" y el "abajo" a partir de un centroestablecido que orienta el entorno espacial o los elementos circundantes.

    De este modo (por citar uno de los inagotables aspectos) en las coordenadasobtenidas a partir de su situacin

    el observador nativo saba asimilar su derecha al "arriba", a la salida del sol, a losclaros iluminados de la espesura, a los lugares elevados, a la cabecera de los ros, alcalor, etc., y, por ende, su izquierda al "abajo", a la puesta del sol, salida de ros,fro, etc., es decir, una serie indefinida de vnculos cuyos significados analgicosquedan comprendidos dentro de "los tres mundos" y de "los cuatro sectores".

    Los investigadores cualificados han de notar aqu la importancia de estas cuestiones,ya que surge ante nosotros la notable capacidad asociadora en expresar lossignificados universales por parte de la "mentalidad primitiva", amn de ese ordende aplicaciones que hemos estado mencionando y, a partir del cual, se derivan unagama inagotable de relaciones y de transposiciones que interactuan sin destitucionestanto verticalmente entre el cielo y el inframundo u horizontalmente en el mundosensible o de la forma.

    Esto quiere decir que, la mentalidad simblica del hombre aborigen cualificado, en suestado original, se encuentra en una normal concentracin en las ideas eternas, yaque su perspicacidad (17) de las formas, su intencin, su gestualidad y accin ritualestablecen, a partir de su condicin y por participacin, aquel vnculo que, es a lavez, centro de orientacin permanente.

    Dicha orientacin es la demostracin cabal de lo dicho, ya que se refiere, en esasmismas aplicaciones de todo orden (18) a establecer comunicacin con los modeloscelestes, asegurando la habilitacin o la transposicin del estado de perspicacidad alde identidad o el paso de la circunferencia al centro.

    Si en tal sentido, tomamos algunos modelos de referencia, nos apercibiremos de lasnotables coincidencias, en lo esencial, entre naciones totalmente distintas entre s,como ocurre, por ejemplo, con aquel aspecto fundamental del extremo superior deleje vertical (tomado desde el punto de vista ya aclarado mas arriba) asimilado a "lacoronilla" que, desde el punto de vista de la tradicin hind, segnA.K.Coomaraswamy (19) tanto como Ren Gunon (20) es, entre otros, lacorrespondencia orgnica del Brahma-randhra o el sptimo chakra, es decir: "elpunto de contacto del individuo con el 'sptimo rayo' del sol espiritual" (21).

    .

    *

  • En lo que sigue, y a modo de conclusin, podramos redondear los aspectosmencionados, en relacin a la mentalidad simblica tradicional aborigen, advirtiendo,una vez ms, que, sus operadores mentales, no se refieren a meras categoras oclasificaciones en el sentido convencional que estas pueden interpretarsemodernamente, menos, a alguna forma de signo ilgico, algico o pre-lgicoadjudicado a las "culturas primitivas" y utilizado como sustituto del pensamientoracional. Tampoco guarda relaciones directas con la impronta "mtico-simblica" o"mgico-religiosa" de origen etnogrfico ni con los aspectos residuales mayormentereferidos a algn tipo de "espiritualismo" o a las prcticas psquicas delneochamanismo.

    De manera que, sumando lo ya expuesto (con particular acento en el esquemauniversal de manifestacin) creemos atraer esta cuestin a su lugar correcto, en unintento de ampliacin de este punto preciso, cuando expresamos la nocin masaproximativa de tabula (22) de donde deriva una modalidad mental que operaindefinidamente con smbolos y en forma sinttica, como en un cuadro ordenado denombres, figuras, acontecimientos, valores o magnitudes superpuestas y adaptadasal genio particular de cada nacin.

    Como para dar tan slo un ejemplo de dicha adaptacin y corroborar, al mismotiempo, el grado de su universalidad, mencionamos el caso de esa extraordinaria einspirada adecuacin escrituraria llamada tabula generalis u octava parte del arsgeneralis de Raimundo Lullio y en donde queda de manifiesto una mnima parte de loque queremos decir.

    Lo que queremos decir, precisamente, es que, en lo esencial, el mtodo dialctico delmodus escriturario de Lullio corresponde, por ejemplo, a la misma mentalidadtradicional que la del aquel artgrafo que hace miles de aos grab en la pared deuna cueva del Cingle de la Mola Remigia (Castelln) parte del esquema universalrepresentado por un emplumado dignatario "solar" en posicin central respecto decuatro enmascarados guerreros encardinados y que hemos heredado en calidad de"pintura rupestre". Igualmente (entre innumerables ejemplos) el caso de una roca deAlta, en el Crculo Polar Artico, donde otra "pintura rupestre" (puesto11, OlePedersen 9) expresa singulares detalles sobre cuatro hombres que se agarran de undisco oval. Asimismo, y, con todas las diferencias formales habidas en los ejemplosmencionados traemos a colacin el mismo mensaje esencial tanto en la concepcinarquitectnica de La kalassaya, o Puerta del Sol en Tiwanaku, Bolivia (donde seencuadra perfectamente el sol equinoccial) como el intihuatana de Machu Pichu en elcual se ejecutaba una operacin fundamental en el punto mas alejado del solsticio.(23).

    Por otro lado, no resulta muy difcil encontrar significados equivalentes expresadossinttica y esquemticamente en todo tipo de manifestaciones prehispnicas comoser "mitos" y rituales: a saber, por ejemplo, los casos de las denominadas "culturasdel oro" de Colombia. En tal sentido, los kogi herederos del tesoro aurfero taironaque cualifican (entre varias relaciones correspondientes) con la misma voz tcnicanyui, tanto al sol, al oro, a la pieza de orfebrera, al dignatario o al hombre "deconocimiento", etc., tambin han heredado uno de sus mximos ritos consistente enla representacin del sol por parte del sumo dignatario rodeado de cuatro fogatas ycuatro sacerdotes a ttulo de los cuatro puntos cardinales. Luego de lascircunvalaciones y detalles respectivos llega el momento culminante anunciado por elapagamiento de las fogatas, el silencio y la obscuridad total, hasta que deviene lavisin por la cual se percibe todo el mbito sagrado, iluminado por una luz interior(El Sol espiritual). Dicho instante es denominado "principio del oro que brilla" o "elcomienzo del brillo ureo". Del mismo modo, se encuentran en toda el rea, tribustales como los tumaco, calima, quimbaya, muisca, etc., cuyos mitos, expresiones yritos son formalmente diversos y se distinguen entre s, lo cual no impide, en unaprofundizacin del simbolismo, hallar la misma raz primordial.

  • Evidentemente, nos hemos estado refiriendo a los usos originales, a los modosoperativos quizs menos entrevistos del simbolismo aborgen, por lo cual la materiade estudio y la abundancia de renglones an existente y a la mano, abre un abanicoinsospechable de posibilidades que puede permitir a los interesados incluirlas en elrango universal de la mentalidad tradicional, por supuesto que, traducida esta, a sunocin original y como expresin de la mas alta intelectualidad.

    Por ltimo, como para reforzar una definicin aproximada de dicha mentalidad,diramos que, en primera instancia, es una aptitud de perspicacidad (en aquelsentido aqu definido, nota N 17) en la disposicin combinatoria de relaciones desemejanza o correspondencias de las imgenes sensoriales del objeto que expresaun determinado sentido y que, luego, puede ser resuelta, por medio de la influenciay de la concentracin inherentes a la accin ritual, en las modificaciones osuperposiciones del primer significado del contenido que ya , como analoga inversa,puede ayudar o lograr la intuicin no sensible, en un acto sbito de indentidad y,salvar as, la distancia entre la representacin y el objeto o entre el smbolo y losimbolizado.

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    Notas

    (1) Ver "Antropologa e Indigenismo" en el semanario telemtico Webislam, N146, SeccinQuinto Sol.

    (2) En favor de una ortopeia mas original y como ayuda para resaltar, plus minusve, aquellobibliogrfico de las ideas dentro de la masa elocutiva. Decimos "bibliogrfico" para sealar laexistencia del sentido de la "bibliografa tradicional" , es decir, un determinado statussemejante, por ejemplo, al contemplado en algunos sectores del Islam, particularmente, aqueltenido en cuenta por ciertas cofradas del esoterismo islmico.

    (3) El trmino sincretismo que deriva del griego sygkretisms expresa claramente la mezclaformal de religiones, doctrinas o artes, siendo la anttesis de la sntesis que solo se refiere alprincipio o esencia que anima a toda va consagrada y como nico punto de convergenciaposible. De hecho, en los estudios tradicionales o en la bibliografa tradicional es legtimoreferirse a las analogas universales o al uso de la ciencia de las concordancias, siempre ycuando, se refieran a una demostracin sinttica, es decir la toma en cuenta del PrincipioSupremo del cual toda forma depende, pero, nunca hay que dejar de aclarar sobre, no slo laimposibilidad de cualquier comparacin formalista, sino tambin los peligros, mucho masgraves, que acechan a quienes de la teora pasan a las prcticas, ya sea "reponiendo" formasdesaparecidas o vas muertas o simplemente involucrndose en ritos o acciones que mezclanmodos privativos de distintas religiones, doctrinas o formalidades. Sobre esto mismo, ver"Contra la mezcla de las formas tradicionales", Cap.VII de "Initiation et Ralization Spiritualle",Ren Gunon.

    (4) Por lo cual sera improcedente o tpico de la miopa intelectual adjudicar dichos casos comoalgo natural a las tradiciones originarias.

    (5) Ver "El corazn irradiante y el corazn en llamas", Regnabit N11, Abril1926. Reelaboradoen "Smbolos fundamentales de la ciencia sagrada" Cap.LXIX.

    (6) En este sentido, es notable las coincidencias y equivalencias con las sociedades "arcaicas"del oriente y del occidente europeo.

    (7) Ver, por ejemplo, "La Intelectualidad indiana" en el semanario telemtico Webislam,seccin Quinto Sol, N 114

    (8) Residentes originarios de las llanuras occidentales del Ro Missouri en Norteamrica.

    (9) Equivalente al mana de los melanesios o al orenda de los Iroqueses.

    (10) Desde nuestro punto de vista, por las inevitables cuestiones de reduccionismo y desincretismo que venimos constantemente tratando, surgen considerables reservas sobre laoriginalidad de ciertas versiones actuales de dicho ritual, siendo muy probable que nunca

  • pudiera reconstituirse enteramente, particularmente, despus de las confinaciones indgenas ode las reservaciones impuestas por el gobierno de EE.UU. Mucho menos, por los aditamentosde las reconstrucciones idealizadas y los equivalentes imaginativos por parte de allegados"blancos" y, posteriormente, etngrafos que han frecuentado a dichas reservaciones. Por otrolado, y en relacin a la traduccin de la voz wi wanyang wacipi, aprovechamos para acentuarlo de "aproximadamente", ya que, el verdadero sentido de las voces oglala no tieneequivalentes en ninguna de las lenguas modernas. De todas maneras, es posible vislumbrar,por lo que anteriormente decamos, que dicha voz tcnica expresa plus minusve claramente elverdadero status del sol y la real naturaleza de la fijacin visionaria en el marco de lamentalidad simblica oglala, por lo cual se infiere, a la luz tradicional, que dicho ritual tendrarazones mucho mas profundas que un mero culto solar o una (algo mas compleja) ceremoniade "la renovacin del mundo"

    (11) Las cuales, al margen de una incomprensin, lamentablemente generalizada, sonasombrosamente y no sin cierta dosis de mala intencin, confundidas, en ocasiones, comoelementos de sincretismo. Evidentemente, que el desconocimiento de la naturaleza de lasntesis y de sus operadores, como la falta de una cabal definicin del sincretismo, lleva aquienes ejercen el literalismo de los smbolos a una singular castracin de la superposicin desentidos o a una suerte de traslacin "materialista" de los significados superiores de lossmbolos como de toda escritura sagrada.

    (12) Mencionemos que dichas relaciones, de uno u otro modo, convergen en lo esencial, conaplicaciones similares en casi la totalidad de las confederaciones y sociedades tribales.

    (13) Ver "Mundos aborgenes - Simbolismo y metafsica" en el semanario telemticoWebislam, N 118, seccin Quinto Sol.

    (14) Por solo nombrar un par de equivalencias mencionamos tanto el caso del Rey Wang de latradicin extremo oriental como el de Hermes Trimegisto " El tres veces grande".

    (15) Ver "Aproximaciones al Tsolk'in" en el semanario telemtico Webislam N 110, seccinQuinto Sol

    (16) Como contraste de la mentalidad disociadora del hombre moderno en el acto de ver lascosas del mundo.

    (17) El trmino perspicacidad que denota agudeza y penetracin de la vista, connota, almismo tiempo, por su originalidad, todo aquello relacionado con "la visin del entendimiento"

    (18) Recordemos, una vez ms, que dichas aplicaciones involucran a todo lo que pertenece yrodea al hombre tradicional: sus acciones, su cuerpo, su vivienda, sus utensilios, su comarca,etc.

    (19) "La Vierge allaitant saint Bernard", E.T., Pars 1937

    (20) "La caverna y el huevo del mundo", E.T., Pars 1938. Reelab. en "Smbolosfundamentales de la ciencia sagrada", Cap.XXXIII.

    (21) La 'coronilla', entre los amerindios, era sealada usualmente por ciertos adornos o tocados deplumas y, muy frecuentemente, por la marca exterior de una tonsura. Por slo nombrar algunosejemplos, era denominada como apyt por los guaranes del Paraguay, thambusy por los paecesde Colombia y al-kuoithen por los shelknam del extremo sur de Argentina.

    (22) Ver anotacin "El simbolismo del libro" en el semanario telemtico Webislam. N 150,seccin Pensamiento.

    (23) Ver datos bibliogrficos en "Diccionario Mitolgico de Bolivia", de A.P.Canda, La Paz,1981 y "Las mscaras de Sol", de L.Pancorbo, Barcelona 1998.