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Alberto de Segovia NOTAS SOBRE LA S IERRA DEL G UADARRAMA (ASPECTOS Y PAISAJES) Real Sociedad Española de Alpinismo PEÑALARA

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Alberto de Segovia

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SIERRA DEL GUADARRAMA(ASPECTOS Y PAISAJES)

Real Sociedad Española de AlpinismoPEÑALARA

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NOTAS

SOBRE LA

SIERRA DEL GUADARRAMA

(ASPECTOS Y PAISAJES)

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Alberto de Segovia

NOTASSOBRE LA

SIERRA DEL GUADARRAMA(ASPECTOS Y PAISAJES)

Real Sociedad Española de AlpinismoPEÑALARA

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© De los textos, sus autores

Edita: Dirección General de Promoción y Disciplina Ambientaly Ordenación del Territorio

ISBN: 84-451-2898-1Depósito Legal: M. 44.747 - 2006

Imprime: Imprenta TARAVILLA (Antiguos Talleres de Galo Sáez)

Tirada: 1.000 ejemplaresFecha de edición: octubre, 2006

PAPEL RECICLADOLIBRE DE CLORO

R.S.E.A. PEÑALARA

egh5450
BVCM-derechos protegidos
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PRÓLOGO

AlAlAlAlAl recuperar esta obra de Alberto de Segovia, en colabora-ción con la Real Sociedad Española de Alpinismo Peñalara, con-tinuamos la labor de divulgación de las ideas y los trabajos deaquellos que, hace casi cien años, descubrieron la Sierra deGuadarrama como un entorno natural de especial valor en sí ypara disfrute de los madrileños.

Noventa y seis años, después de escritas, estas líneas nostransmiten la sensación de que esta cordillera, que ya entoncesservía de lindero entre las provincias de Madrid y Segovia, eincluso con una parte de Ávila, era una tierra inexplorada, des-conocida y hasta temida.

La obra ensalza las excelencias de las excursiones, por elGuadarrama, para la salud y para el desarrollo personal de«madrileños y serranos», que, según su vehemente autor, «hayque sostener por patriotismo, por madrileñismo», como patriotaespañol en perfecta congruencia con el concepto no excluyentedel madrileño de amor a sus tierras, sus rincones, gentes y cos-tumbres.

Los artículos publicados en el periódico La Correspondenciade España, que configuran estos dieciséis capítulos, promocio-naban una Sierra de Guadarrama, por aquel entonces, bastanteignorada por los habitantes de Madrid. Desconocimiento que hoynos puede sorprender por la inmediatez de nuestra cordillera.

Creo que debemos reconocer, por tanto, la labor de estaspublicaciones para acercar su contenido a todos los madrileños.Gracias a estas influencias —la educación en la naturaleza y lavaloración de la vida al aire libre—, tuvo lugar la creación delas primeras asociaciones madrileñas de montañeros. Hoy, qui-zás porque esté más amenazado, valoramos y respetamos, enmayor medida, el medio natural y por ello somos más conscien-tes de la necesidad de cuidarlo y protegerlo, no sólo para nues-

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tro aprovechamiento sino también para preservárselo a las ge-neraciones futuras.

Mucho ha cambiado nuestra Sierra, desde las descripcionesde Alberto de Segovia, en que «sólo había un refugio para darcobijo ocasional a quienes se aventuraban a adentrarse en Na-vacerrada y un manantial de aguas claras donde saciar la sedhombres y caballerías».

Pero se mantiene incólume, quizás más intenso, el deseo deprotegerla y disfrutarla que ya tenía el autor de estos artículos.En este sentido, hoy contamos dentro de sus límites con variosespacios naturales, especialmente protegidos, que confío quepronto se convertirán en un nuevo Parque Nacional que, de for-ma integrada y unitaria con la vertiente de Castilla y León, pro-tejan este enclave excepcional.

El lector sabrá disfrutar estas líneas acercándose a la rique-za de esta, nuestra Sierra, que tanto nos ofrece y con la que losmadrileños tenemos el compromiso de mantener y mejorar.

MARIANO ZABÍA LASALA

Consejero de Medio Ambientey Ordenación del Territorio

de la Comunidad de Madrid

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NUESTROS ORÍGENES

La La La La La gestación de «los Doce Amigos-Peñalara» tuvo sus orí-genes alrededor del Instituto de Reformas Sociales donde traba-jaban Constancio Bernaldo de Quirós, Juan Almela Meliá y Al-berto de Segovia. Pero el llamado «grupo de los cinco», del quehacen mención en la revista Peñalara, Bernaldo de Quirós yEnrique de la Vega, fue anterior en el tiempo y se formó en elAteneo de Madrid. Estos cuentan como en 1902, en sus salones,se había vertebrado un grupo compuesto básicamente por Enri-que de la Vega, su primo Enrique García Herreros (este Herre-ros no tiene relación de parentesco alguna con el que, setentaaños después, sería presidente de nuestra sociedad) Enrique deMesa, Constancio Bernaldo de Quirós y Luis Gorostizaga.

Posteriormente, ya fundada Peñalara, será Bernaldo de Qui-rós quien refleje en la revista, las primeras andanzas de aquelprimigenio grupo, precursor de nuestra actual sociedad, con elsiguiente párrafo:

«Tomamos la costumbre de reunirnos a última hora de latarde en el Ateneo para bañarnos al anochecido en el río ycenar después en los sotos de cierta huerta ribereña, laHuerta de los Cipreses, cuyo dueño, gran admirador delilustre sainetero D. Ricardo de la Vega, padre de nuestrocompañero Enrique, nos servía por poco dinero, como hués-pedes dignos de un trato de favor superlativo. La sobreme-sa era larga y feliz, en los buenos tiempos de las ilusionesde todos, y, para prolongarla más, con nuevos estímulospintorescos, emprendíamos largos paseos nocturnos que sólotenían fin con el alba. La primera semana nos contuvimosen los confines de la Moncloa; a la segunda, llegábamoshasta la ermita del Cristo de El Pardo: leve eminencia des-de donde, por primera vez, vimos un amanecer escenográ-

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fico con la gran sierra en el fondo. A la tercera semana,decidimos llegar hasta la Sierra misma; y, en efecto, el 6 deSeptiembre de aquel año hicimos la jornada de Navacerra-da hasta el Paular, empleando el día entero, perdiéndonos,al cabo, en El Palero, y llegando a la portería del Monas-terio a la luz de un relámpago oportuno.»

De esta primera excursión también hace mención Enrique dela Vega en un delicioso artículo dedicado a El Paular y publica-do en nuestra revista en 1914, precisando la fecha:

«En septiembre de 1902, a pocos metros de la Cartu-ja, de noche y combatidos por la tempestad, caminába-mos Constancio Bernaldo de Quirós, Enrique García He-rreros, Enrique de Mesa, el llorado camarada Luis deGorostizaga y yo, uno tras otro y cogidos, sin esperanzade hallar albergue ninguno, cuando un relámpago nos hizover muy próxima la entrada del Monasterio. ¡Ay, Dios! Lalucecita de una ventana nos guió a la puerta. Entramos.»

De sobra es conocida la evolución de este grupo, pero no sudiversa trayectoria posterior y su manera de amar y encarar surelación con la montaña.

Alberto de Segovia fue uno de estos primitivos «Doce Ami-gos»; sin embargo, su figura aparece desdibujada, y solamentea través de la revista Peñalara, de la que fue su primer tesore-ro, encontraremos testimonios de su actividad y de su persona-lidad. Aparece su nombre una y otra vez entre los asistentes alas primeras excursiones colectivas sociales, y, con Bernaldo deQuirós y Zabala, formó parte del grupo que eligió el emplaza-miento del Refugio Giner.

Tres años después, en abril de 1917, Constancio Bernaldo deQuirós escribe:

«Al anochecer hoy, 18 de febrero, domingo de Carnaval,Alberto de Segovia y yo hemos llegado al Albergue, cuando

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ya la nieve del circo de la Pedriza posterior se tornaba azulpálido bajo la sombra. Como es el segundo aniversario dela muerte del maestro (se refiere a Giner), hemos avanza-do hasta el Canto del Tolmo para descubrimos ante la lá-pida que le recuerda, elevando a su querida imagen nues-tra memoria. La noche cae cuando regresamos al Albergue.Preparamos una cena frugal, y nos retiramos a descansarsolos, aislados en la entraña de la áspera Sierra.»

Alberto de Segovia fue sobre todo y ante todo un Guadarra-mista. Sólo esporádicamente aparece su nombre en actividadesfuera de nuestra sierra, como su asistencia a la inauguración delParque Nacional de Ordesa, en agosto de 1920, junto a D. Eduar-do Hernández Pacheco y el Marqués de Villaviciosa de Asturias.

La conferencia radiada sobre «Brujas, bandidos y lobos» queposteriormente apareció en nuestra revista, que representa suúltima colaboración, y que fue publicada en los meses de diciem-bre de 1924 y febrero y marzo de 1925. «La Montaña», «Alpi-nismo en América», «El Cristo de El Pardo», «La tumba deSchenider», diversas noticias y notas bibliográficas, referenciassobre libros encontrados en sus indagaciones en las librerías deviejo y especialmente un delicioso artículo sobre «Gustavo Adol-fo Bécquer y el Moncayo misterioso» merecen leerse y nos ayu-darán a conocer a este Alberto de Segovia.

De casta le venía al galgo: Hemos encontrado de enero de1925, también en nuestra revista, la siguiente nota necrológica:

«DDDDD. Alberto de Segovia. Alberto de Segovia. Alberto de Segovia. Alberto de Segovia. Alberto de Segovia.—El día 12 del mes corrientefalleció en Madrid el catedrático jubilado de la Facultadde Ciencias de la Universidad Central, D. Alberto deSegovia, padre de nuestro compañero del mismo nombre,uno de los antiguos “doce” de la primitiva PEÑALARA. Elsabio naturalista, maestro de muchas promociones de es-tudiantes, seguía con interés y cariño la marcha de nues-tra Asociación y sobre todo de nuestra revista, a la que su

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hijo dispensa una asidua colaboración, muchas veces anó-nima y siempre valiosa. Recordamos que a D. Alberto deSegovia es a quien debemos el hallazgo del precioso estu-dio de D. Casiano de Prado sobre los Picos de Europa queen vano habíamos buscando muchos años y que honra laspáginas de nuestra colección del año 1915. Extremandosu amabilidad, él mismo procuró y costeó la reproduccióndel retrato del ilustre geólogo que dimos entonces, ilus-trando el relato de su viaje de descubrimiento de aquellasmagníficas cumbres. Descanse en paz el venerable maes-tro y reciba su hijo Alberto, así como la viuda y los demáshijos, el testimonio de nuestro sentido pésame.»

Su rastro se diluye en el tiempo en nuestra revista, hasta quede nuevo su nombre aparece de modo sorprendente en un artí-culo de Enrique Herreros (ahora sí es el Herreros más univer-sal) en el nos cuenta, con su habitual gracejo, como se hizo po-seedor de una joya de difícil adquisición:

«Pasó el tiempo, y en 1945, en mi brujuleo en busca delibros, en la famosa librería de lance de Ontañón, en lacalle del Desengaño, hablando con el dependiente Cayo, queera y es un buen amigo, al pedirle libros de montaña me dijolo siguiente: “No, no ha salido nada; lo único que hay, esuna colección, de la Revista Peñalara, pero esa la tendráusted; por eso no se la he ofrecido, nunca.” El corazón medio un vuelco, como decían en las novelas de fin de siglo alver el galán a la mujer de sus sueños. Y desde entonces tengola suerte de poseer la colección de Alberto de Segovia, quehabía fallecido, y era uno de los fundadores, uno de losDoce Amigos. Mis desvelos por conseguir completa la Revis-ta de PEÑALARA habían sido, al fin, recompensados.»

No conocemos las habilidades montañeras de Alberto de Se-govia porque aunque fue un escritor notable, como se puede

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comprobar con la lectura de la presente obra reproducida enedición facsímil, sin embargo no tenemos constancia de ningúnartículo sobre sus andanzas serranas. Pero basta leer «estosapuntes hechos á vuela pluma», como él los califica en la dedi-catoria, para entender que fue un enamorado de la sierra,»tesorode la provincia de Madrid», la cual recorría infatigablemente.En esa pequeña dedicatoria a la Sociedad Económica Matritensede Amigos del País, ofrece los apuntes o notas en pro de la sa-lud pública, «y únicamente con el fin de contribuir un poco ála campaña de divulgación de las excelencias de la Sierra quehay que sostener por patriotismo, por madrileñismo».

También sabemos por pequeñas notas encontradas en nuestrosarchivos, que Alberto de Segovia entregó mucho de su tiempo yde sus ilusiones a su querida Peñalara, de la que, como hemosdicho, fue uno de sus fundadores. Ahora con el apoyo de laConsejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de laComunidad de Madrid, reeditamos este pequeño pero interesantetrabajo y rendimos un merecido homenaje a su figura, así comoa la de tantos otros Peñalaros, anónimos altruistas, como él.

JOSÉ LUIS HURTADO ALEMÁN

Presidente de la R.S.E.A. Peñalara

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