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Sistema Bibliotecario de la Suprema Corte de Justicia de la NaciónCatalogación

Primera edición: agosto de 2010

D.R. © Suprema Corte de Justicia de la NaciónAvenida José María Pino Suárez, núm. 2Colonia Centro, Delegación CuauhtémocC.P. 06065, México, D.F.

Prohibida su reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización escrita de los titularesde los derechos.

Impreso en MéxicoPrinted in Mexico

Las ilustraciones que forman parte de la presente investigación jurídico-histórica, se utilizan en términosde lo dispuesto por el artículo 148, fracción III de la Ley Federal de los Derechos de Autor, sin fines delucro, reconociendo expresamente su autoría.

Esta obra estuvo a cargo del Instituto de Investigaciones Jurisprudenciales y de Promoción y Difusiónde la Ética Judicial.

La edición y diseño de esta obra estuvieron al cuidado de la Dirección General de la Coordinación deCompilación y Sistematización de Tesis de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Calderas Rosas, AdrianaRafael de Zayas Enríquez : el juez frente al batallón de fusilamiento / Adriana

Calderas Rosas ; [obra a cargo del Instituto de Investigaciones Jurisprudencialesy de Promoción y Difusión de Ética judicial ; presentación Guillermo I. OrtizMayagoitia]. — México : Suprema Corte de Justicia de la Nación, DirecciónGeneral de la Coordinación de Compilación y Sistematización de Tesis, 2010.

xiii, 125 p. ; 24 cm.— (Serie jueces ejemplares ; 3)

ISBN 978-607-468-221-2

1. Zayas Enríquez, Rafael de, 1848 -1932 – Biografía 2. Resolución judicial– Jueces de Distrito 3. Proceso jurisdiccional – Juristas 4. Servidor público 5.Periodismo 6. Doctrina 7. Publicaciones 8. Facultad de investigación de laSuprema Corte de Justicia de la Nación 9. Historia de México I. México. SupremaCorte de Justicia de la Nación. Instituto de Investigaciones Jurisprudenciales yde Promoción y Difusión de la Ética Judicial. II. Ortiz Mayagoitia, GuillermoIberio, 1941- , pról. III. t. IV. Ser.

POH700.113C242r

Adriana Calderas Rosas*

SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

* Licenciada en Historia por la Universidad Iberoamericana (1989-1993). Ha colaboradoen diversas instituciones tales como la Universidad Iberoamericana, el Centro de Inves-tigación y Docencia Económica (CIDE), el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM,el Colegio de Michoacán y la Revista Artes de México, entre otras.

SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

Ministro Guillermo I. Ortiz MayagoitiaPresidente

Primera SalaMinistro José de Jesús Gudiño Pelayo

Presidente

Ministro José Ramón Cossío DíazMinistra Olga Sánchez Cordero de García Villegas

Ministro Juan N. Silva MezaMinistro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea

Segunda SalaMinistro Sergio Salvador Aguirre Anguiano

Presidente

Ministro Luis María Aguilar MoralesMinistro José Fernando Franco González Salas

Ministra Margarita Beatriz Luna RamosMinistro Sergio A. Valls Hernández

Comité de Publicaciones, Comunicación Social,Difusión y Relaciones Institucionales

Ministro Guillermo I. Ortiz MayagoitiaMinistro Sergio A. Valls Hernández

Ministro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea

Instituto de Investigaciones Jurisprudencialesy de Promoción y Difusión de la Ética Judicial

Ministro en Retiro Juan Díaz RomeroDirector General

VII

Contenido

Presentación ....................................................................................... IX

Primera Parte

Los primeros años de un perfecto veracruzano ............................. 3

Presencia de la familia Juárez en la juventud de Rafael deZayas Enríquez ................................................................................... 13

Admiración por Porfirio Díaz ........................................................... 21

Segunda ParteLa hecatombe de Veracruz y el Juez de Distrito

Rafael de Zayas Enríquez

Rafael de Zayas Enríquez y "Luis Terán" ......................................... 31

Puede perderse todo… menos el honor .......................................... 43Los Jueces y la Suprema Corte ................................................... 43

25 de junio de 1879: Dura Lex Sed Lex ............................................ 49

Serie Jueces ejemplaresVIII

Tercera Parte¿Habrá quién quiera oírme?

Hacia el fin de su carrera pública ..................................................... 79

El Centenario de don Benito ............................................................ 91

Apuntes confidenciales: Los Temores de Zayas ................................ 95

La última faz de su evolución ........................................................... 101

Última etapa de su vida .................................................................... 107

Bibliografía ......................................................................................... 117

Publicaciones periódicas ................................................................... 123

Archivos .............................................................................................. 125

IX

PresentaciónEs indispensable poner en práctica el principio de que el gobierno noreside en el Ejecutivo, sino que está formado por él, por el Legislativoy por el Judicial, no como tres poderes distintos, sino como tres distin-tas fases o tres distintas manifestaciones de un solo y mismo gobierno,cada una con órbita de acción perfectamente definida, como lo estápor nuestra Ley fundamental, siendo el Legislativo el que da la ley, elEjecutivo el que la pone en acción y el Judicial el que cuida que se cumpla,castigando al que la viola, amparando a aquel contra quien se viola.1

A su regreso de New York, Jorge Labra nos refirió de la visita quehizo a un buen amigo nuestro y coterráneo, el señor licenciado donRafael de Zayas Enríquez, y quien en la plática que con él tuvo, lemanifestó que había llegado a la avanzada edad de ochenta años,creyendo ser el único que existía de sus contemporáneos; y conside-rando muertos, al señor don Teodoro A. Dehesa, y a algunos otrosde sus viejos amigos, Labra le contestó que vivían muchas de laspersonas que él mencionaba, lo que produjo a Zayas gratísimaimpresión.

Dice Jorge Labra que Zayas goza de muy buena salud y representano tener más de sesenta años por lo bien conservado que se encuen-tra. De ello tenemos pruebas por sus escritos que revelan energía ybuen cerebro. Nosotros a nuestra vez nos sentimos complacidos detener datos por la vieja amistad que con el mismo Rafael de Zayasnos ha unido desde hace algunos años.2

1 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Porfirio Díaz, Nueva York, 1908.2 ITUARTE, F. J., El Dictamen de Veracruz, 12 de agosto de 1928.

Serie Jueces ejemplaresX

El 9 de junio de 1932 murió en la ciudad de Nueva York Rafael deZayas Enríquez. En aquel año el doctor Francisco J. Ituarte, amigode Rafael de Zayas y colaborador del diario El Dictamen de Veracruz,escribió:

Los viejos amigos del licenciado don Rafael de Zayas Enríquez queaun vivimos, nos complacemos en recordarlo, porque al hacerlo revi-vimos el recuerdo de épocas ya pasadas que fueron de cultura, depatriotismo y de progreso para nuestra querida Veracruz, para nuestraamada Patria Chica.3

Escribir hoy acerca de la vida de Rafael de Zayas Enríquez signi-fica revivir el recuerdo de épocas pasadas en las que destacaron algunoshombres por su cultura y patriotismo. Es también revivir el recuerdode ciertos hombres quienes como Rafael de Zayas Enríquez —distin-guidos profesionales del Derecho— contribuyeron de una u otra formaa que en años posteriores la facultad de investigación de la Supre-ma Corte de Justicia de la Nación se estableciera en el artículo 97 de laConstitución de 1917 como una respuesta a la precariedad de los mediosde control judicial hasta entonces existentes en relación al respeto alas garantías individuales.

No obstante que durante casi todo el siglo XIX ocurrieron infini-dad de hechos reprobables en lo que respecta a la violación a las garan-tías individuales, diversos autores coinciden en reconocer los hechosocurridos en el Puerto de Veracruz en el mes de junio de 1879 como elantecedente de la facultad de investigación de la Suprema Corte. Fueen estos fatídicos hechos en los que se vio involucrado Rafael de ZayasEnríquez —quien como Juez de Distrito— se dirigió al lugar del fusi-lamiento evitando la ejecución de dos de los acusados de conspiración

3 ITUARTE, F. J., "Murió en Nueva York un Viejo Escritor: D. Rafael de Zayas Enríquez",en El Universal, México, 11 de junio de 1932.

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en contra del gobierno de Porfirio Díaz. La ejecución de aquellos hom-bres indignó no sólo a los vecinos del Puerto de Veracruz sino a la opi-nión pública nacional pues los detenidos debieron haber quedado entodo momento bajo el amparo y protección de la justicia federal paraenseguida realizar la investigación o averiguación previa.

Rafael de Zayas Enríquez fue popular en su tiempo por ser autorde poemas románticos y versos, algunos musicalizados por trovadoresveracruzanos o yucatecos. En el popular Cancionero Chan Cil publicadoen Mérida en 1909 por don Luis Rosado Vega fueron incluidas dos desus letras: ¿Te Acuerdas? y la habanera Tengo mi hamaca tendida. Tam-bién fue colaborador de semanarios o revistas en las que gustaba deescribir acerca de temas modernos en su tiempo tales como el jazz o laradio, o bien crónicas de sociedad o costumbristas. De este género seencuentran algunos de sus artículos en La Guirnalda: periódico de litera-tura y variedades, editado en el Puerto de Veracruz allá por el año 1868en el cual colaboraban también José Gutiérrez Zamora, gran amigo de suinfancia, o quienes más tarde fueron reconocidos hombres de la litera-tura y la política como Guillermo Prieto, Ignacio Manuel Altamirano,Justo Sierra o Francisco Sosa.

Su obra dramática titulada Paula fue estrenada en el Teatro Prin-cipal de Veracruz cuando él era aún un joven escritor y escribió variasobras literarias como Oceánida, reeditada en 1998 por el Instituto deInvestigaciones Lingüístico Literarias de la Universidad Veracruzana,y la novela El Teniente de los Gavilanes, reeditada en 2004 por el ConsejoNacional para la Cultura y las Artes por ser considerada una de las grandesnovelas de la historia mexicana ya que se desarrolla en el México de laintervención francesa y el segundo imperio de Maximiliano de Habsburgo.Yucatán fue otra de sus obras en la que destaca su amor por la historiade México, y también lo fue la obra biográfica que le brindaría un granreconocimiento al ganar el primer lugar en el Concurso Literario orga-

Serie Jueces ejemplaresXII

nizado en 1906 por la Comisión Nacional del Centenario de Juárez:Benito Juárez. Su vida. Su obra, reeditada en varias ocasiones.

Rafael de Zayas Enríquez fue conocido también porque juntocon su padre se distinguió por ser un periodista de combate, es decir,crítico de los tiempos políticos a la vez que sustento de ciertos candi-datos a cargos públicos. Con todo —y no obstante que durante muchotiempo se haya tenido la creencia de que después de lo ocurrido en 1879el presidente Porfirio Díaz puso su nombre en el cajón de los olvidos—Rafael de Zayas Enríquez es recordado aun con frecuencia por habersido el Juez de Distrito quien en cumplimiento de su deber, no sólo llevóa cabo la averiguación de los hechos ocurridos en el Puerto de Veracruz,sino que delató a los ejecutores del crimen haciendo público el ahorafamoso telegrama enviado por Porfirio Díaz al entonces gobernadorde Veracruz con la orden: "Mátalos en Caliente".

Rafael de Zayas Enríquez no fue expatriado por el presidentePorfirio Díaz. Él mismo abandonó el país en aquel año 1879 al igualque en infinidad de ocasiones en las que su intención fue distanciarsede una manera de hacer política —que según su propia opinión— nodaba cabida a un hombre para el que antes que nada estaba la verdad,la ley y la justicia. Destacan sus escritos publicados en los primerosaños del siglo XX en los que claramente expresa su inconformidad antela situación a la que el gobierno de Porfirio Díaz había conducido al país.Amigo de Bernardo Reyes y de Teodoro Dehesa —entre otros tantosporfiristas— Zayas Enríquez pasó de ser uno de los más fervientes admi-radores de Porfirio Díaz a uno de sus más severos críticos, pues no sólovio el progreso, sino la ambición de poder, la injusticia, la desigualdad yel abuso. Así, en 1906 escribiría sus Apuntes Confidenciales al PresidentePorfirio Díaz advirtiéndole sobre la inminente Revolución cuyas deman-das políticas y sociales años más tarde derivarían en la Constituciónde 1917.

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Rafael de Zayas Enríquez logró conquistar un lugar no sólo enla literatura mexicana sino en la sociedad de su tiempo como un hombrehonorable, y sobre todo, como un Juez justo. A su muerte, había vividoy había visto mucho. Es por ello que este trabajo —producto de unaconvocatoria dada a conocer por el Instituto de Investigaciones Jurispru-denciales y de Promoción y Difusión de la Ética Judicial— tiene comoprincipal objetivo recordar y reconocer al Juez Rafael de Zayas Enríquezya que poco se ha destacado su desempeño como tal considerandoque un Juez es esencialmente aquella persona que como autoridadpública sirve a un Tribunal de Justicia con el fin de resolver una contro-versia o decidir —con absoluta honestidad— el destino de un inculpado.

El Instituto de Investigaciones Jurisprudenciales y de Promo-ción y Difusión de la Ética Judicial tiene el compromiso fundamentalde contribuir a la difusión del conocimiento de los criterios jurispruden-ciales tanto para el desarrollo o perfeccionamiento de la actividad juris-diccional, como para la toma de conciencia por parte de los miembrosdel Poder Judicial y del público en general.

Ministro Guillermo I. Ortiz MayagoitiaPresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación

y del Consejo de la Judicatura Federal

PPPPPrimera parte

3

Los primeros años de un perfecto veracruzano

Rafael de Zayas Enríquez nació en el Puerto de Veracruzel 24 de julio de 1848. Su padre, el escritor y periodista

don Rafael de Zayas, había emigrado de La Habana debido a las perse-cuciones ocurridas a causa de las distintas corrientes políticas que enaquellos años intentaban solucionar los problemas de Cuba. Una de estascorrientes cifraba sus esperanzas en el posible desarrollo de la región sobrela base de la pequeña propiedad agraria en detrimento de la oligarquía.Tras haber trabajado para el ejército español, el general de origen venezo-lano Narciso López encabezaba otra corriente que cifraba sus esperanzasen la anexión de Cuba a Estados Unidos. Fue en estos años de constan-tes levantamientos armados en la Isla que don Rafael de Zayas emigraraal Puerto de Veracruz, donde se compromete en matrimonio con laseñorita Blasa Enríquez, al parecer también oriunda de La Habana.

Sobre la infancia de don Rafael de Zayas Enríquez, en realidad noes posible saber muchos detalles; se sabe que fue hijo primogénito del

Serie Jueces ejemplares4

matrimonio entre don Rafael y doña Blasa, quienes una vez instalados

en el agitado Puerto de Veracruz fueron queridos por su modo honesto

de vivir.

La Independencia de México significó el inicio de un largo

período durante el cual se fue consolidando un Estado-nación alrededor

de un bien marcado nacionalismo. El Puerto de Veracruz mantuvo su

posición estratégica y fue escenario de una serie de luchas aun cuando

en el último cuarto del siglo XIX un grupo liberal emergente consiguió

dominar, después del largo periodo de guerra civil, caudillismo e inter-

venciones extranjeras. La guerra con Francia no fue la última embestida

sufrida en el Puerto de Veracruz, poco después Estados Unidos dio inicio

a un ataque más intenso como parte de una guerra de conquista.

En los días anteriores al desembarco de los estadounidenses,

numerosas familias vecinas de Veracruz —entonces ciudad amura-

llada— habían emigrado hacia los pueblos o rancherías aledaños o a

ciudades más distantes como Orizaba o Xalapa, sin embargo, muchos

civiles que permanecieron en el Puerto mostraron gran valentía frente

a la adversidad. Las mujeres cosieron saquillos y cartuchos de cañón y

prepararon sábanas y vendas para atender a los heridos. Los hombres

capaces de tomar las armas se alistaron en la Guardia Nacional de la

ciudad. El Ayuntamiento cooperó eficazmente en la defensa dispo-

niendo de sus fondos, proporcionando caballada a los oficiales, abaste-

ciendo de alimentos al Batallón de la Guardia Nacional en la localidad

y suspendiendo el cobro de diversos impuestos para estimular el arribo

de víveres.

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En marzo de 1847 fue bombardeo el baluarte de Santiago, el deSan José, el de San Fernando y Santa Bárbara; también lo fueron iglesias,hospitales de heridos y casas particulares. Fueron miles los heridos ymuertos en el Puerto, pero pronto se firmó la capitulación. La ocupa-ción del Puerto se prolongó durante 16 meses hasta que la ciudad deMéxico se rindió el 15 de septiembre y la bandera estadounidenseondeó en el Palacio Nacional. La cohesión nacional provocada tras estaderrota hizo que el grupo liberal emergente se consolidara para conse-guir el poder poco tiempo después.

En medio de este ambiente de luchas por el poder ocurridas enMéxico creció Rafael de Zayas Enríquez. Era el año 1858 cuando Rafael,contando con diez años de edad, vio arribar a Ulúa al "Tennesse", el barcoen el cual viajaba procedente de Nuevo Orleans el gabinete liberal enca-bezado por el presidente constitucional Benito Juárez, quien después

Entrada de las fuerzas norteamericanas a la Plaza Mayor, Ciudad de México. Litografía deNebel, Carl, 1847. www.mexicomaxico.org/zocalo/zocalo.htm

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de haber sufrido la persecución del ejército federal a causa de la llamadaGuerra de Reforma, fue recibido en el país por su amigo Manuel Gutié-rrez Zamora, gobernador del Estado de Veracruz.

Según cuenta Rafael de Zayas, don Manuel Gutiérrez Zamoraera el típico veracruzano: franco, generoso, leal y valiente. Era hijo deuna antigua y distinguida familia de Veracruz dedicada al comercio ydesde muy joven había participado en la política y en la guerra. Cuando elgeneral norteamericano Winfield Scott sitió y bombardeó Veracruzen 1847, don Manuel figuró entre los mejores defensores de la ciudadcon el cargo de Mayor de la Guardia Nacional del Puerto. No quisocapitular y no capituló: se fugó de la plaza en un bote, desembarcó enLa Antigua, y se fue a continuar la guerra junto con otros jóvenesveracruzanos que se unieron a la guerrilla del célebre Padre CeledonioDomeco Jarauta hasta que su liberalismo le valió la persecución deSanta Anna quien lo desterró a Europa.4 A su regreso y con motivodel triunfo del Plan de Ayutla cuyo objetivo fue dar fin a la dicta-dura de Antonio López de Santa Anna, fue nombrado gobernador delEstado de Veracruz.5

Manuel Gutiérrez Zamora organizó la memorable recepción del"Tennesse" en 1858. Pequeñas embarcaciones se hicieron a la mar llenasde gente ansiosa por saludar a Benito Juárez. Mientras tanto, a bordode las falúas del Resguardo y de la Capitanía del Puerto, los altosfuncionarios del gobierno del Estado de Veracruz fueron al encuentrodel Presidente legítimo quien desembarcó en medio del estruendo dela artillería y del clamor inmenso de todo un pueblo que se encontrabaaglomerado en el muelle o en las calles.

4 El Padre Celedonio Domeco Jarauta (Zaragoza, España, 1814) fue defensor de Méxicodurante la Intervención norteamericana en 1847. Murió fusilado en Guanajuato por ordendel Presidente Anastasio Bustamante.

5 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Benito Juárez. Su Vida. Su Obra, Facsímil de la Edición Mexi-cana de 1906. Fundación Miguel Alemán, México, 2006, p. 82.

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En los portales y en la Plaza de Armas esperaban vecinos delPuerto que en medio de cañonazos y música marcial vieron pasar aJuárez acompañado del gobernador, con quien se dirigió hasta la igle-sia parroquial en donde se llevó a cabo un Te-Deum. Incluso el clero parti-cipó en la fiesta en la que —de acuerdo con el testimonio de Rafaelde Zayas Enríquez— llamaba la atención la figura de Benito Juárez—pequeño de cuerpo y de color bronceado— en medio de ManuelGutiérrez Zamora —corpulento y rubio— y del general don Ramón Igle-sias —alto y blanco—.6

6 Íbid., p. 84.

El Malecón, Veracruz, 1908. Colección Briquet A., propiedad artística y literaria,Fototeca AGN, México

Tras la instalación del gobierno constitucional en el Puerto deVeracruz, Benito Juárez asentó domicilio familiar. Vivió sin sobresaltosmientras su gabinete recibía cuantiosas cantidades de dinero de parte

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de los poderosos comerciantes extranjeros quienes a cambio consiguie-ron la concesión para la construcción de algunas obras de infraestruc-tura o se beneficiaron con algunas reformas arancelarias para agilizarel intercambio internacional, lo que con el paso del tiempo les dio laposibilidad de ocupar también cargos en la política local. Transcu-rrieron varios meses hasta el levantamiento del también presidenteMiguel Miramón establecido en la Ciudad de México y quien eracaudillo de los llamados conservadores que durante la Guerra de Reformase opusieron al gobierno liberal entonces establecido en Veracruz.

En febrero de 1860 Miramón salió de la Ciudad de Méxicodirigiéndose a Xalapa; sin embargo, Veracruz estaba lista para la defensadebido a que Manuel Gutiérrez Zamora había hecho prodigios paraadiestrar a sus guardias nacionales. Aquella plaza contaba con 148 caño-nes de varios calibres y poco más de cuatro millares de valientes hom-bres dispuestos a perder la vida antes que rendirse. Pero Miramón hizoun último intento al cual se refiere Rafael de Zayas Enríquez en suobra acerca de la vida de Benito Juárez.

El Presidente Juárez se encontraba con su familia en el TeatroPrincipal de Veracruz ocupando el palco del centro, a su derecha estabaManuel Gutiérrez Zamora. Toda la sociedad veracruzana se había dadocita en el lugar, donde una excelente compañía de ópera interpretaba esanoche una ópera con música de Vincenzo Bellini —I Puritani— y justa-mente en el momento en que el público aplaudía con entusiasmo elpopular Dúo de las Banderas llegó un hombre que entregó un pliegoal presidente Juárez. La función quedó interrumpida. Juárez se pusode pie y enseguida abrió el pliego, leyó tranquilamente las pocas líneasque contenía, se acercó a la barandilla –del palco y con voz pausadaleyó la comunicación en la que se le participaba de la completa derrotade Miramón en Calpulalpan.

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Lo que pasó después no puede ser descrito. Juárez y Gutiérrez Zamorase dieron un estrecho abrazo. Resonó un formidable ¡viva! que encon-tró inmediato eco en toda la ciudad.

La orquesta tocó La Diana, los cantantes quisieron entonar "La Mar-sellesa", pero el público, en el delirio del entusiasmo, no atendía a nadaque no fuese Juárez, que no fuese Zamora, su glorioso colaborador.7

Miramón renunció a la presidencia y partió rumbo a La Habana.

No obstante, debido a la suspensión del pago de las deudas del gobiernojuarista a los gobiernos de España, Inglaterra y Francia, estos decidieron

presionar a México enviando tropas que arribaron al Puerto de Veracruz

a finales de 1861. La familia Zayas Enríquez se trasladó temporalmentea Tlacotalpan donde la madre de Rafael estableció un comercio de ropa

y telas hasta que regresaron al Puerto una vez que las tropas inglesas y

españolas se retiraron convencidas de las complicaciones económicaspor las que atravesaba el país. Efectivamente, el ministro de Relaciones

Exteriores, Manuel Doblado, consiguió convencer a las tropas inglesasy españolas, pero para los franceses la explicación no fue suficiente y

penetraron el altiplano con el fin de apoderarse de la ciudad de México.

Benito Juárez se encontraba en la capital cuando las tropas

francesas arribaron al zócalo de la Ciudad de México, el cual se vio repleto

de personas que fueron a despedir a Juárez, quien abandonó la Ciudadde México junto con una caravana para llevar consigo el gobierno de la

República hacia el norte a salvo de los invasores.

El Partido Liberal era casi exclusivamente un partido civil y pobre debienes de fortuna.¡Pero que importaba!

7 Íbid., p. 105.

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8 Íbid., p. 73.

Allí estaba Juárez, en toda la plenitud de su grandeza moral. Lasbatallas enseñaron al ejército liberal a combatir; las derrotas leenseñaron a triunfar.8

13

Presencia de la familia Juárez en la juventudde Rafael de Zayas Enríquez

El sustento de la familia Zayas Enríquez provenía en eseentonces, del quehacer de su padre quien era propietario

de la popular imprenta El Progreso, por lo que no obstante don Rafaelnunca acumuló fortuna, su trabajo como editor y periodista le dio la opor-tunidad a su hijo de tener relación con familias importantes en el Puerto,siendo precisamente con los hijos de Manuel Gutiérrez Zamora conquienes fue enviado a estudiar a Alemania. Indudablemente debido asus progresos intelectuales, esa primera estancia en Europa de Rafaelse debió también a que sus padres seguramente pensaron que era lamejor manera de ponerlo a salvo de la difícil situación por la que atra-vesaba el país y desde entonces Rafael fue adquiriendo el dominio delenguas extranjeras, lo que explica su progresivo conocimiento de unaextensa literatura.

Rafael permaneció en Europa algunos años para después viajara Estados Unidos y establecerse algún tiempo en Nueva York; coincidesu estancia en esa ciudad con el exilio de la familia Juárez.

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Benito Juárez había mandado a Margarita y sus hijos a NuevaYork para alejarlos de un posible atentado debido a la situación polí-tica. Los hijos de Manuel Gutiérrez Zamora tenían buena relación conla familia Juárez por lo que Rafael no tardó en relacionarse de unamanera más que cercana con ellos. Es el mismo Rafael de ZayasEnríquez quien, en una carta fechada en 1900, cuenta a su amigodon Enrique Olavarría y Ferrari que su relación con la familia Juárezfue cercana desde entonces hasta volver a México después del triunfode la República en 1867.9 Otra persona que unió a Rafael con los

Don Benito Juárez y Margarita Mazaredescolar.ilce.edu.mx

9 Archivo Personal de Enrique Olavarría y Ferrari. (Correspondencia caja 9) ColeccionesMexicanas, Españoles en México siglo XIX, Fondo Reservado, Biblioteca Nacional de México.

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Juárez fue su amigo Pedro Santacilia, poeta liberal de origen cubanoantiguo amigo de su familia.

Por sus ideas liberales e independentistas, Santacilia había sidoencarcelado en Cuba y luego exiliado. En Nueva Orleans entabló amis-tad con don Benito Juárez y poco después contrajo matrimonio con lahija mayor de éste, Manuela Juárez Maza. Durante la IntervenciónFrancesa en México, además de Matías Romero, Ministro Plenipoten-ciario de México en Washington —quien en medio de su tarea en prode la causa republicana, todo el tiempo estuvo al pendiente de la familiaJuárez— Pedro Santacilia fue encomendado no sólo para conseguirarmas sino también para cuidar de su suegra e hijos, pues un peligromás era la Guerra de Secesión que se entablaba entre el norte y el surde Estados Unidos. Juárez regresaría a la Ciudad de México hasta 1867.Mientras tanto, decidido a aceptar cierta oferta, después de renunciara sus títulos y seguro de que su presencia en México como emperadorera la voluntad de los mexicanos expresada en el plebiscito realizadopor los conservadores en la capital de México y Puebla, Maximilianode Habsburgo llegó al puerto de Veracruz en el famoso barco "Novara"el 28 de mayo de 1864 en medio de una gran algarabía.

En 1859 Maximilianofue contactado por primera ocasión, porlos conservadores mexicanos. Estos buscaban un príncipe europeo paraocupar la corona del que sería el Segundo Imperio Mexicano, auspiciadoéste por el ejército francés y la Iglesia Católica. Empero, Maximilianono fue precisamente lo que los conservadores esperaban y la mismaIglesia Católica se reveló al Imperio por no dar marcha atrás a las Leyesde Reforma y, debido a que los republicanos nunca dejaron de persis-tir en la lucha por recuperar al país del gobierno imperial, consiguieronla derrota de Maximiliano quien fue capturado y fusilado por un pelo-tón republicano en junio de 1867.

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En el mes de abril de ese mismo año Matías Romero habíapresentado a Margarita Maza con el Coronel McDown, comisionadopor el gobierno norteamericano de Ulises Grant para asegurar su regresoa México. Margarita, sus hijos y su yerno Santacilia viajarían por ferroca-rril a Saint Louis, luego en barco fluvial por el Mississipi hasta NuevaOrleans y luego a bordo del vapor de guerra "Wilderness" hasta el Puertode Veracruz. Y así fue. Una vez que desembarcaron, en medio de aplau-sos la familia Juárez abordó un ferrocarril con destino a Orizaba dondetambién fueron recibidos con campanas y cohetes y prolongaron suviaje hasta llegar a la Ciudad de México en julio. Su triunfo fue cele-brado mediante la colocación de una estatua que simbolizaba LaVictoria. Juárez se dirigió a la capital del país con su familia para reins-talarse en la presidencia luego de ganar las elecciones el 16 de enerode 1868, mientras que Rafael de Zayas Enríquez —quien volvió aMéxico en el "Wilderness" junto con los Juárez— permanecería al ladode su familia en el Municipio deMedellín, cercano al Puerto de Ve-racruz donde su madre habíaadquirido en propiedad unconocido hotel —el Hotel SanPablo—. Poco después la fami-lia Zayas Enríquez volvió alPuerto donde Rafael inició suquehacer literario en algunaspublicaciones. Siendo un jovende apenas veinte años colaboróen la revista conocida como LaGuirnalda editada en el Puertode Veracruz en 1868. En ellaRafael se dirigía principalmenteal público femenino firmandocon el seudónimo de Liporello:

Rafael de Zayas, Fotografía “Mora”, c.a. 1880.Archivo Zayas, Sevilla, en Saborit, a una visita

a Marius de Zayas, 2009, p. 15

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Tengo el placer de presentarme, amables lectorcitas, ante vosotras—y perdonad que no diga tengo el honor—, pero como según mi pobreopinión esa frase es una de las tantas esteoritipadas [sic] y huecas denuestro idioma, prefiero deciros siempre en su lugar, tengo el placer.¿No sois acaso de mi opinión? Estoy seguro de que sí.

Heme aquí pues, pluma en mano, tratando de escribiros un articulilloque es asaz pobre de por sí, pero el cual en ciertos momentos llega avaler mucho: cuando vuestros ojos negros brillantes le dirigen unade esas miradas dulces, divinas, que causarían la felicidad de todoaquel que siente latir dentro del pecho un corazón, por poco sensibleque este sea.

Quiero hablaros, lectoras mías, de vosotras mismas; en lo sucesivome ocuparé de vuestros trages [sic], de vuestros paseos, de vuestroshechizos en general; y digo esto para que me perdonéis la falta quehe cometido hoy ocupándome sólo de mi humilde individualidad.

¡Liporello murió en México! Pobre Liporello, exclamaban sus amigostransidos de dolor, ¡morir en la flor de su edad! En uno de los núme-ros de la ‘Vida de México’ periódico bien redactado, si los hay, habíaun artículo que decía:

Al caer los Gracos levantaron polvo al cielo —y de ese polvo se le-vantó Mario— Al caer Liporello levantó también polvo— y de él selevantó vuestro humilde servidor:

Rafael de Zayas Enríquez10

En La Guirnalda también escribieron jóvenes como Justo Sierra,Francisco Sosa y José Manuel Gutiérrez Zamora, entre otros, pero segu-ramente fue la participación de Rafael la que más atrajo al público, yno únicamente al femenino. Destacan ciertos escritos de Zayas Enríquezen los que permite descubrir no sólo su natural curiosidad por el

10 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, "Revista de Salón", en La Guirnalda: Periódico de Literaturay Variedades, Veracruz, domingo 29 de noviembre de 1868.

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comportamiento de la sociedad sino su sensibilidad en un momentoen el cual también se iniciaba como poeta. En su sección "Revista deSalón" publicó poemas pero también algunas de sus experiencias enlas populares tertulias del elegante salón de La Lonja Mercantil a la queasistían las familias del Puerto para intercambiar relaciones.

Compungido y contrito se presenta ante vosotras, amables lector-citas, este mísero Liporello, que después de haberos ofrecido unaRevista de Salón cada semana, ha callado durante tanto tiempo. Peronada habéis perdido por esperar, pues hoy me presento con mi sacode novedades lleno completamente, y tengo argumento para char-laros durante una semana entera. Charlemos pues.

El día 28 del pasado noviembre —Saturno lo tenga en su gloria—tuvo lugar el baile de la Lonja correspondiente a ese mes y Liporellocon su gancho de trapero en una mano y a la espalda su referidosaco, se aprestó a visitar aquellos salones, a caza de novedades.

Había allí muchas de esas bellezas de nuestros climas tropicales, deesas morenas de miradas lánguidas y aliento de fuego; y rubiasde mirar de cielo; y de esas vírgenes de una palidez nacarada y derasgados ojos. Todas vestían con sencillez, pero con buen gusto— ysobre todo brillaban por esa gracia que les es peculiar a las mugeres[sic] de nuestra costa.

El salón de la Lonja es sumamente elegante y de un estilo euro-peo. El piso de madera y los danzantes se deslizan sobre él con muchafacilidad y mucha gracia.

Y allí también estaban los parvulillos, con el cabello rizado, el chalecobajo y la camisa llena de holanes —así como en los salones bajos empe-zaban a conocer el abc del juego, en los altos aprendían a balbucearel amor.11

11 Ibid., domingo 13 de diciembre de 1868.

19RRRRRafael de ZZZZZayas EEEEEnríquez

Su participación en La Guirnalda le dio a Rafael de Zayas la oportu-nidad de dar a conocer su estilo personal; por lo pronto, fue en estosaños cuando una compañía dramática española estrenó su obra intitu-lada Paula, en el teatro principal de Veracruz. Y fue también en estosaños cuando Rafael decidió irse a vivir a la Ciudad de México, dondeinmediatamente se puso en contacto con los Juárez.

La familia Juárez habitaba una casa en los límites de la ciudad,junto al Templo de San Cosme, en el número 4 de la Calle Puente Leva-dizo. Ahí pasaban agradables momentos en compañía de amigos quelos visitaban a menudo como el poeta y político Guillermo Prieto,quien no tardó en manifestar un gran aprecio por el joven Rafaelde Zayas Enríquez. Tanto Guillermo Prieto como Ignacio RamírezCalzada, mejor conocido como el Nigromante, e Ignacio Manuel Altami-rano, entre otros, formaban un círculo social que acostumbraba reali-zar veladas literarias en las cuales además de poner en práctica laconciliación de todas las tendencias políticas, procuraban hacer unaliteratura nacional que incluyera todo tipo vocablos indígenas y mo-dismos populares pero sin dejar a un lado los temas de las letrasinglesas, francesas o alemanas del siglo XIX. Este grupo, al que seintegró Rafael como discípulo, pronto sería bautizado con el sobre-nombre de "El Benjamín de la Bohemia".

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Admiración por Porfirio DíazMás bien que un hombre de ideales, es un hombre de propósitos; másbien que un hombre práctico, es un hombre de acción, y puede decircomo Napoleón: ‘Mi mano de hierro no estaba colocada en la extremi-dad de mi brazo, sino conectada inmediatamente con mi cabeza’.12

Zayas Enríquez cuenta a su amigo Enrique Olavarría yFerrari que fue también en la casa de los Juárez donde

conoció a Porfirio Díaz.13 Para entonces, muchos de los amigos o colabo-radores de Juárez se habían convertido en sus críticos y para 1871, tantoIgnacio Ramírez como Ignacio Manuel Altamirano eran más biencontrarios a don Benito. La amistad de Rafael con estos dos hombres,más su admiración desmedida por Porfirio Díaz, ocasionó que lafamilia Juárez desconfiara un poco de él. Dicha situación se la hicieronsaber a Rafael dos yernos de don Benito Juárez, Pedro Santacilia y PedroContreras Elizalde, este último considerado uno de los primeros positi-vistas mexicanos quien poco antes había recomendado a Gabino Barredapara juntos integrar la comisión que, durante el gobierno juarista,intentaría reformar definitivamente la instrucción pública en relación

12 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Porfirio Díaz. La Evolución de su Vida, D. Appleton yCompañía, Chicago-Nueva York-Londres, 1908, p. 20

13 Archivo Personal de Enrique Olavarría..., op. cit.

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a la libertad de enseñanza en detrimento de la enseñanza religiosa.Sin embargo, nada de lo que pudieran decir los yernos de don Benitohizo a Rafael desistir de su admiración y apoyo a Porfirio Díaz para laselecciones presidenciales de 1871.

En estas elecciones Juárez se postuló por tercera ocasión y Díazpor segunda vez. Junto con Juárez y Díaz contendería el entoncespresidente de la Suprema Corte de Justicia, Sebastián Lerdo de Tejada.Para ese entonces, Rafael de Zayas Enríquez volvió a Veracruz paraafiliarse al Partido Porfirista, partido organizado por el mismo PorfirioDíaz en protesta por lo que pensaba era un abuso de poder por partede Juárez.

Rafael trabajó mucho por su candidato en aquellas elecciones.Recorrió toda la costa del Sotavento haciendo campaña. Él mismo fuepostulado para Diputado por Veracruz al Congreso de la Unión perodebido a las negociaciones que llevaba a cabo con los electores de la regiónrenunció a su candidatura a cambio de los votos para Porfirio Díaz,favoreciendo con eso al reconocido tlacotalpeño don Juan MalpicaDíaz, editor del periódico independiente El Correo del Sotavento.

Finalmente las elecciones favorecieron a don Benito Juárez y eldesilusionado Rafael permaneció trabajando en el Puerto de Veracruzhasta ser desterrado en 1872, justo cuando se avecinaba para él un im-portante periodo de exámenes.

Había dedicado gran parte de su tiempo a realizar sus estudiosde jurisprudencia en la ciudad de Xalapa, y era bien conocido por seruno de esos jóvenes cultos admiradores de Porfirio Díaz a quienes ésteinteligentemente utilizaba tanto para hacer planes revolucionarioscomo para pronunciar discursos de propaganda o bien para escribirartículos en los periódicos. Y era precisamente esto último lo que ZayasEnríquez sabía hacer muy bien, tanto, que se le asociaba con el Partido

23RRRRRafael de ZZZZZayas EEEEEnríquez

Porfirista y con la Revolución de la Noria, movimiento organizado porDíaz quien con un gran número de militares se proponía impedir queJuárez continuara en la presidencia, pero que sufrió un largo procesode derrotas.

Durante su destierro Zayas Enríquez se refugió en Perú, en dondecontrajo matrimonio con Ana Calmet de Saint-Wahaast, originaria dela región, con quien formaría una familia integrada por su primogénitoRafael, Marius —quien llegaría a ser un destacado promotor de arte eilustrador tanto en México como en el extranjero—, Jorge, Sara, Lilí yMargarita.

Al contemplar, mujer, tu rostro belloAl mirar de tus ojos la luz pura,

De mi dolor entre la noche oscuraLa esperanza alumbró mi corazón.

[…] Y eres la dueña ya de mi albedrío,Que en ti he encontrado a la mujer soñada,

Porque tienes de fuego la mirada,Porque tienes de fuego el corazón.14

A la muerte de Juárez el 18 de julio de 1872, y estando comopresidente de la Suprema Corte de Justicia Sebastián Lerdo de Tejada,fue éste último electo presidente interino de la República y tiempodespués el Congreso lo eligió presidente. Así, cuando Rafael volvió aMéxico en 1873 se encontró con que varios de sus amigos eran lerdistas.

Apoyaban a Lerdo de Tejada hombres que de alguna manera esta-ban a favor de que se terminara con los privilegios de los que habíandisfrutado ciertos jefes militares y la Iglesia Católica misma. Y, efectiva-

14 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, en La Guirnalda: Periódico..., domingo 6 de diciembrede 1868.

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mente, la Iglesia Católica fue una de las instituciones más afectadasdurante los gobiernos liberales, y durante el periodo de SebastiánLerdo de Tejada no fue la excepción . Este gobierno prohibió, entreotras cosas, cualquier manifestación religiosa que se diera fuera de lostemplos, llegando al grado de sacar de algunos conventos a congrega-ciones de monjas con el fin de destinar sus inmuebles al bien público.En cuanto a los militares, Lerdo de Tejada decidió aplicarles con rigorla Ley Juárez que, entre otras cosas, suprimía los fueros, principal-mente a los jefes militares que en infinidad de ocasiones abusaban desu poder. Por lo mismo había decidido en ocasiones privar de gradosmilitares a aquellos a quienes consideraba del bando enemigo —comoeran los porfiristas— o bien de aumento de sueldos o simplemente decualquier empleo en el gobierno.

Pero Rafael era más porfirista que nunca, tanto, que cuandoSebastián Lerdo de Tejada hizo público su interés por reelegirse en1876, él y su padre apoyaron en todo lo que pudieron a Porfirio Díazcon el objeto de impedirlo. No es posible saber cuál fue el interés de losZayas en apoyar a Porfirio Díaz, en reiteradas ocasiones Rafael comentaa sus amigos que la política no era de su interés; sin embargo, se sabeque apostaron todo por su candidato. En realidad dieron dinero, armas,parque, todo por Díaz y por la Revolución de Tuxtepec. El mismo Ra-fael cuenta que de todo lo que tenían únicamente les quedó una casahipotecada.15

Y es que hombres como Rafael y su padre, eran valiosos paraPorfirio Díaz. La mala experiencia de la Revolución de La Noria hizopensar a Porfirio Díaz que la experiencia militar no era suficiente, porlo que cuando decide a llevar a cabo la Revolución de Tuxtepec, no sólo

15 Archivo Personal de Enrique Olavarría..., op. cit.

25RRRRRafael de ZZZZZayas EEEEEnríquez

piensa en aquellos militares ambiciosos de poder o en la infinidad de

jóvenes entrenados que aunque sin ningún cargo militar estaban dis-

puestos a tomar las armas. Entonces también valora la participación

de los jóvenes cultos quienes con la pluma podían hacer lo que él sola-

mente era capaz de hacer a golpe limpio. Él, Díaz, podía no quererlos

—como dice Luis González— pero no por eso prescindiría de sus ser-

vicios.16 A muchos ya los tenía en la bolsa. Uno de ellos era el veracru-

zano Rafael Zayas Enríquez.

Durante el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada —tachado de

represor debido a su afán por conseguir la paz en el país— se encar-

celaba a todo aquel sospechoso de ir en contra del gobierno. Rafael no

revolucionaba, no conspiraba, pero su trabajo propagandístico le cau-

saba perjuicios. En otros tiempos lo hubieran fusilado o cuando menos

encerrado en Ulúa, pero solamente fue aprehendido por el comandante

militar de la plaza de Veracruz quien —supuestamente para protegerlo—

lo sacó del Cuartel del 5o. Batallón de Infantería para enviarlo a Cam-

peche, en donde permaneció cerca de ocho meses al cuidado de su amigo

don Joaquín Baranda, entonces gobernador del aquel Estado. Para Rafael

de Zayas Enríquez, Lerdo de Tejada no era un tirano, no era un mal pre-

sidente, pero la figura de Porfirio Díaz lo había cautivado.

El otro tirano, Joaquín Baranda, que era gobernador de aquel Estado,no se contentó con darme la ciudad por cárcel, sino que me autorizópara andar por donde quisiese suplicándome que no saliese de loslímites del Estado. 17

16 GONZÁLEZ, L., "El Liberalismo Triunfante", en Historia General de México, El Colegiode México, t. II, México, 1987, p. 934.

17 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, La Verdad Sobre el 25 de junio de 1879: Apuntes para lahistoria, Editorial Revista de Yucatán, Mérida, Yucatán, 1919, p. 13.

Serie Jueces ejemplares26

Durante su estancia en Campeche, Rafael Zayas Enríquez revalidósus estudios de jurisprudencia en el Instituto Literario de Campeche yconsiguió titularse como abogado. Trabajó en esa ciudad algunos mesesmás hasta que supo del triunfo de su candidato. Con conocimiento desu amigo Joaquín Baranda, Rafael se fugó a bordo del vapor "City ofHabana" que lo llevaría de regreso al Puerto de Veracruz. Ahí, en ciertamedida la situación había cambiado.

Porfirio Díaz sufrió una serie de derrotas militares hasta conse-guir el triunfo en 1876 con la Revolución de Tuxtepec sustentada enun Plan que si bien reconocía la Constitución y las Leyes de Reforma,específicamente desconocía a Sebastián Lerdo de Tejada como Presi-dente en base al lema: Sufragio Efectivo, No Reelección. Lerdo de Tejadafue acusado de haberse convertido en una farsa debido al menoscabode soberanía de los Estados, a la falta de administración de justicia,al despilfarro del dinero público, etcétera. Se le acusaba de entreguista

Joaquín Barandawww.centenarios.org.mx

27RRRRRafael de ZZZZZayas EEEEEnríquez

por entregar al país a los ingleses con la concesión del Ferrocarril deVeracruz y también por el pacto del reconocimiento de la enorme deudainglesa y es que fue precisamente Lerdo de Tejada quien había inaugu-rado el moderno Ferrocarril México-Veracruz el 1o. de enero de 1873en medio de salvas que se dispararon en la fortaleza de San Juan deUlúa y en el baluarte de Santiago. Sin embargo, para 1876, no obstan-te haber sido triunfador en las elecciones, también fue acusado defraude electoral. El constante hostigamiento por parte de PorfirioDíaz ocasionó su renuncia, dando al presidente de la Suprema Corte,José María Iglesias, la posibilidad de ocupar la jefatura del Ejecu-tivo. Sebastián Lerdo de Tejada abandonó el país en enero de 1877, yse dirigió a Estados Unidos.

Porfirio Díaz fue nombrado presidente constitucional el 5 demayo de 1877, siendo algunos de sus objetivos principales el recono-cimiento de Estados Unidos, la pacificación del país y por supuesto elprogreso económico. Para lograr esto último tenía que trabajar porla pacificación ya que la paulatina integración de México al mercadointernacional había propiciado un aumento en el tránsito de productosque constantemente era amenazado por gavillas de bandoleros que ataca-ban las vías de comunicación, aunado a lo anterior tanto a los ya existen-tes grupos armados cuyo propósito era controlar regiones o localidadespor medio de cacicazgos, como a los grupos políticos producto de lasambiciones de gobernadores o jefes militares o hasta de civiles disiden-tes. Así fue como la principal consigna de Porfirio Díaz, en aquel primeroperiodo de gobierno (1876-1880) fue: antes que nada paz y orden, y paraello decidió nombrar personalmente a quienes una vez que le habíandemostrado de alguna manera su lealtad, colaborarían con él para logrartan importante fin.

Cuando Rafael de Zayas Enríquez, procedente de Campeche,fue recibido por su padre en el Puerto de Veracruz inmediatamente se

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presentó ante él un ayudante del Luis Mier y Terán quien le comunicóque el General (Terán) le suplicaba que se presentara inmediatamenteante él. Una vez que desembarcó en el muelle se dirigió a su casa y antesde llegar a ver a su familia el empleado se presentó de nuevo paranotificarle que tenía la orden de llevarlo ante el General quien pocodespués lo recibió con los brazos abiertos exclamando:

Cristiano… cuánto se ha hecho usted esperar

Luis Mier y Terán era uno de esos amigos de Porfirio Díaz quehabía sido nombrado gobernador de Veracruz y le tenía a Rafael de ZayasEnríquez reservada la Jefatura y Comandancia Militar del Cantón, loque a Zayas no le agradó del todo pues había decidido no volver aocuparse activamente en la política.

Para evitar que las ambiciones o alianzas entre los gobernadoreso jefes militares impidieran la pacificación del país, Porfirio Díaz habíaido nombrando en distintos cargos a algunos Jefes Militares de su con-fianza. Luis Mier y Terán y Porfirio Díaz habían sido amigos desde lainfancia. Terán vio encumbrarse a Díaz sin asombro ni envidia sinocon entusiasmo, mismo entusiasmo con el que aceptó el cargo de gober-nador y con el que ofreció a Zayas el cargo que éste aceptó con la condi-ción de que sería por poco tiempo, y desempeñándose únicamente comojefe político, sin cargo militar. Rafael era la esperanza de su familiaquien había perdido casi todo precisamente por apostar todo por lapresidencia de Díaz, pero muchos temores lo abrigaban y así lo expresóa Terán —como él lo llamaba—:

Se equivoca usted Cristiano. Si por algo quiero que esté usted cercade mí y en un puesto importante, es justamente para tener persona detoda mi confianza a quien consultar, que me guíe.18

18 Íbid., p. 14.

SSSSSegunda parteLa hecatombe de Veracruz

y el Juez de DistritoRafael de Zayas Enríquez

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Rafael de Zayas Enríquez y "Luis Terán"

Rafael de Zayas Enríquez escribió algunas obras hoy endía consideradas históricas pero que en su momento signi-

ficaron para el autor un intento de dar a conocer en diferentes lugaresaquello que resultaba lo más importante del país que en su opiniónnecesitaba más que nunca la generosidad de los intereses extranjerospara su desarrollo. Estas obras fueron por ejemplo Los Estados Uni-dos Mexicanos, sus condiciones naturales y sus elementos de prosperidad,editada por la Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento en 1893y Los Estados Unidos Mexicanos, sus progresos en veinte años de paz,1877-1897: estudio histórico y estadístico, fundado en los datos oficialesmás recientes y completos, publicada por la editorial neoyorkina H. A.Rost a principios del siglo XX. Por supuesto que estas obras se escribie-ron también con el fin de enaltecer el nombre de Porfirio Díaz, ya quea pesar de ciertas vicisitudes, durante la última década del siglo XXRafael aun confiaba en su gobierno.

En 1919 todo había cambiado y Rafael de Zayas Enríquez decidiódedicar una de sus obras a contar la verdad acerca de los hechos ocurri-

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dos en el Puerto de Veracruz la noche del 25 de junio de 1879, en dondeexpresa antes que nada que su deseo era morir habiendo puesto lascosas en su lugar. Es así que dedica una buena parte de la obra a hablarde Luis Mier y Terán, o... simplemente Luis Terán.

De acuerdo con lo escrito por Rafael de Zayas Enríquez en La Ver-dad sobre el 25 de junio de 1879: Apuntes para la historia, Luis Terán pro-bablemente era oriundo de Guanajuato, no de Oaxaca y mucho menosveracruzano. Su nombre real era Luis Terán pero utilizaba el apellido"Mier" para hacer creer que era pariente del célebre General Manuel Miery Terán. Había de llegado al Puerto de Veracruz desde muy joven encompañía de unos arrieros, siendo ese su primer oficio, hasta que seenlistó en un batallón de infantería formado para defender a BenitoJuárez cuando la Guerra de Reforma. Entonces lo nombraron tenientey fue ahí, en Veracruz, cuando Rafael de Zayas Enríquez lo conociósiendo aún niño.

Luis Mier y TeránZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, "La verdad sobre el25 de junio: Apuntes para la historia", Ed. Rev.

de Yucatán, Mérida, Yucatán, 1919

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Terán —como se refiere a él Rafael de Zayas Enríquez— visitabala casa del señor Cuesta con cuya hija, de nombre Adela, había contraídomatrimonio; Adela, a su vez, era madrina de bautizo de una hermanade Rafael. Era un hombre alto, robusto, de tez blanca —aunque conalgo de sangre india— cuenta Zayas. Era un hombre de lenguaje llanoque a pesar de haberse criado entre arrieros no usaba malas palabras.Sus ademanes eran bruscos aunque con cierto refinamiento. A todomundo llamaba "cristiano o cristianito". Se le consideraba bondadoso,aseado y generalmente vestía con pantalón y camisa blancos, sinchaleco o chaqueta. Tampoco usaba sombrero. La instrucción de Teránera puramente primaria; sabía mal leer y escribir, pero se sentía atraídopor los hombres que ostentaban algún saber. Y tenía una pasión: Porfi-rio Díaz. Terán y Díaz habían sido amigos desde la infancia. Terán habíavisto encumbrarse a Díaz sin asombro ni envidia, sino con entusiasmo.Díaz lo sabía, y por lo mismo lo consideraba uno de sus más leales amigos.

Cuando triunfaron los liberales Benito Juárez dejó el Puerto deVeracruz para dirigirse a la Ciudad de México y Terán se retiró con elgrado de Capitán. Al poco tiempo se convirtió en corredor de arrieros,negocio que conocía bien y en el que ganaba lo suficiente para vivir;sin embargo, tiempo después estuvo preso en la Martinica debido a quedurante la segunda intervención francesa volvió a unirse al Ejército yfue capturado. Lo absolvieron debido a la insistencia de su esposapero con la condición de que no volviera a tomar las armas, empero, asu regreso a Veracruz volvió a unirse al Ejército, esta vez para lucharcontra el Imperio. La popularidad que fue adquiriendo en el Puerto yasea por su trabajo como corredor de arrieros o como "militar" le sirviópara figurar también en la política, siendo su lema: "Porfirio Díaz o lamuerte". Junto con Díaz participó en la Revolución de Tuxtepec en laque una vez más fue capturado, sólo que al entrar triunfante PorfirioDíaz a la Ciudad de México, éste lo puso en libertad para enseguidanombrarlo gobernador de Veracruz y Comandante Militar de esa Plaza.

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Para entonces Terán se había autonombrado General. El puebloveracruzano no lo sabía, pero aparentaba ser todo un General de Divi-sión aunque sin las condiciones y conocimientos que se encuentranhasta en un cadete del Colegio Militar.

La sucesión de gobernadores se dio en términos de preferenciase influencias que cada candidato podía llegar a tener en Porfirio Díaz.Así es que Díaz nombró a Luis Terán Gobernador del Estado de Veracruzen virtud de su popularidad en el Puerto —que Díaz creyó se extendíapor todo el Estado— además por la confianza ciega en su fidelidad. Anadie mejor que a éste podía entregarle la plaza más importante de laRepública en esos años y Terán fue bien recibido pues a pesar de quemuchos lo consideraban incapaz de regir con acierto los interesesdel Estado, después de todo tenía buena reputación —era honradoy de buenas intenciones— y creyeron que si llegaba a tener a su lado unbuen Secretario de Gobierno, lograría hacer algo en beneficio no sólode Veracruz sino del país. Y al parecer así lo hizo pues es consideradouno de los hombres de Díaz más comprometidos con el pago de la deudaconsecuencia de la sentencia emitida por el Tribunal lnternacional deReclamaciones establecido en 1868. Al parecer, Terán fue un eficienteadministrador de los recursos obtenidos por la Aduana de Veracruz ylo recaudado por las cuotas voluntarias de comerciantes que contri-buyeron, de alguna manera, al pago de esta deuda contraída por asuntosrelacionados con el llamado Fondo Piadoso de las Californias, y que fue recla-mado por el gobierno norteamericano, lo que no obstante era una grancarga financiera para el gobierno, fue aceptada por Díaz debido a lasituación política imperante que lo dejó imposibilitado para tenercualquier tipo de enfrentamiento con Estados Unidos.19

19 El Fondo Piadoso de las Californias tiene origen en la labor evangelizadora de lospadres Eusebio Francisco Kino, Ugarte y Salvatierra el cual recaudaban los virreyes desde suaprobación en 1697. Debido a que en 1848 Estados Unidos se apropió de esa región, el gobiernode México, que tenía en su poder dicho Fondo, dejó de realizar pagos a las Misiones.

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Realizar éste pago fue también un golpe estratégico ya que serequería no sólo del restablecimiento del crédito internacional con elpropósito de obtener recursos sino también contar con una estabi-lidad política y social que diera confianza a los inversionistas extran-jeros, lo que ayudaría también a la realización de la obra modernizadoradel gobierno. Cabe señalar que fue éste el motivo que llevó a PorfirioDíaz a actuar con mano dura, principalmente cuando se dieron losbrotes de conspiración contra su gobierno.

El primer Secretario de Gobierno de Luis Mier y Terán fue LeónMalpica, un tlacotalpeño inteligente pero sin conocimientos prácticosen materia de gobierno. Era un hombre de carácter reposado quien sabíaescuchar y aprovechar lo que oía, por lo que los veracruzanos vieron enMalpica un freno para las impetuosidades de Luis Mier y Terán. Tam-bién su cuñado Miguel Cuesta fue nombrado Comandante Militar perotodos sabían que era Terán quien desempeñaba el cargo. Él lo dispo-nía todo. Ya no en mangas de camisa y sin sombrero, sino vestido conun levitón gris de paño grueso, de corte tipo militar, Terán visitaba loscuarteles a diario, conferenciaba con los tenientes coroneles que manda-ban los cuerpos de la Guarnición, inspeccionaba el rancho de la tropa yprocuraba obtener entre los soldados la misma popularidad que habíaalcanzado entre los civiles. También manejaba la Aduana Marítima dela Plaza como si fuera el administrador de esa oficina.

En la Secretaría de Gobierno se empezaba a trabajar a las ochode la mañana y generalmente se prolongaban las labores hasta las doso tres de la madrugada, con dos interrupciones para las comidas. Teránexigía que se le diese cuenta de todo tipo de correspondencia recibidaen esa oficina y a la hora de la firma quería leer de arriba abajo cuantodebía firmar aunque en realidad no leía nada porque no podía y se teníaque conformar con el extracto que le relataba el mismo oficial que lehabía llevado tal o cual oficio. Los empleados siempre se mostraban

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abrumados por tantas labores que no tenían fin. Eran momentoscomplicados para el gobierno del Estado de Veracruz pero sobre todopara la ciudad veracruzana debido al incremento de población,propiciado por la expansión comercial, pero también por los grupospolíticos inconformes con el gobierno de Porfirio Díaz.

En esas circunstancias un hombre como Terán —con una masaencefálica tan reducida, que no tenía la costumbre de los trabajos inte-lectuales, que ignoraba por completo las materias que le consultaban,que apenas tenía tiempo para comer y para dormir, pronto debíaver agotadas sus energías físicas, que eran grandes, y más pronto lasintelectuales, que eran algo escasas— comenta Rafael de ZayasEnríquez—.20

No pasaron muchas semanas sin que empezaran a surgir dificul-tades entre Luis Mier y Terán y Rafael de Zayas Enríquez, por lo queéste último se vio obligado a presentar su renuncia a la Jefatura, mismaque fue rechazada por Terán en reiteradas ocasiones. Por su parte elpresidente Porfirio Díaz había hablado alguna vez con Zayas Enríquezhaciéndole presente que Terán lo necesitaba.

Le ruego licenciado, que por ningún motivo deje solo a Terán.Conozco a ustedes dos muy bien. Sé que Terán lo respeta a usted yusted es una garantía para mí, y por eso hago a usted responsable decuanto pase en el Estado.[Porfirio Díaz].21

Efectivamente, Luis Mier y Terán ejercía el cargo de gobernadorporque había sido impuesto por Díaz, pero las elecciones apenasestaban por realizarse y para que Terán fuera electo legalmente debía

20 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, La Verdad Sobre el 25 de junio..., op. cit., p. 13.21 Íbid., p. 15.

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renunciar al cargo que entonces desempeñaba como comandantemilitar. Así se lo hizo ver Zayas Enríquez al recordarle que una delas promesas de la Revolución de Tuxtepec era la libertad electoral.Terán lo que más deseaba era volver a hacerse cargo de su correduríade arrieros, sin embargo, no tenía más remedio que obedecer como parti-dario, como amigo y… ¿cómo militar?...

Zayas: Le advertí que una de las promesas de la Revolución de Tuxte-pec era la libertad electoral, y me contestó:

Terán: Doy a usted mi palabra de honor cristiano de que las eleccionesserán completamente libres y legales y de que castigaré de un modoejemplar a quiera [sic.] que las falsee.

Zayas: A pesar de eso general, usted no puede ser electo legalmentegobernador del Estado.

Terán: ¿Por qué?

Zayas: Porque lo prohíbe la Constitución. Usted es actualmenteComandante Militar, tiene usted el empleo de General de División.Necesita usted renunciar dentro del término que marca la Consti-tución para estar en aptitud de ser legalmente electo.

Terán: Ya me lo han dicho Cristiano, pero… No me es posible renun-ciar… No se renuncia a lo que no se tiene.22

Terán no era General de División ni de Brigada, ni siquiera Coro-nel. Jamás figuró en el escalafón del ejército. Por eso no lo fusiló Lerdode Tejada. El único título que tenía era el de Teniente Coronel otor-gado por Porfirio Díaz, así es que si renunciaba el pueblo lo tendríacomo un farsante. Finalmente se llevaron a cabo las elecciones con todaregularidad y Terán fue el triunfador.

22 Íbid., p. 16.

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A Rafael de Zayas Enríquez no le gustaba trabajar al lado de Teránya que se veía obligado a hacer observaciones a los acuerdos de Te-rán, mismas que eran atendidas aunque de mal modo. Presentó unatercera y una cuarta renuncia pero antes de cumplirse el plazo solicitadopor Terán, recibió una credencial que lo acreditaba como Diputado a laLegislatura del Estado por el Distrito de Tantoyuca, donde no se habíaelegido representante en su oportunidad. Y es que Rafael era cono-cido en todo el Estado. Las autoridades de los ayuntamientos sedirigían a él para solucionar dificultades con el gobernador y en elmencionado Distrito la gente era la que había solicitado su nom-bramiento. Rafael pensaba que si en la Jefatura había sido un estorbopara Terán, más lo sería en la legislatura. Pero Terán no lo considerabaasí. Y sucedió lo que había previsto. Terán y él no estaban de acuerdo.

Buena parte de la Cámara capitaneada por el diputado xalapeñoLuis Molina empezaba a serle hostil a Terán. Luis Molina era un jovenimpetuoso e inteligente que murió al poco tiempo pero sus seguidorescontinuaron siendo hostiles a Terán. No obstante que Rafael de Zayasse daba cuenta de que con frecuencia tenían razón, no podía unírseles.Menos aun cuando la orden de Terán era que Rafael se impusiera en laCámara para manejarla a su antojo pues los opositores eran inteligentesy en su mayoría hombres de mucho empuje; además, muchos de losproblemas se suscitaban debido a que los Poderes Legislativo y Judi-cial residían en Xalapa, y el Ejecutivo estaba acentado en Veracruz.

Con frecuencia Terán era solicitado en la Cámara y no asistía yaque estaba bajo su responsabilidad tanto la administración de la AduanaMarítima como la Guarnición de la Plaza y la de Ulúa, así como la admi-nistración entera del Estado. No era posible que Terán dejara el Puertode Veracruz porque abandonar todo aquello era sumamente peligrosopara el Estado y para el país entero. Conforme a la conveniencia políticaTerán tenía razón, dejaba en Rafael la responsabilidad de salvar todo

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tipo de situaciones con el fin de asegurar la tranquilidad del presidentePorfirio Díaz, pues era sabido por Terán que algunos de los diputadosde la oposición conspiraban contra la paz que imperaba en el Estado deVeracruz.

Por otro lado, una de las quejas expresadas por Rafael de Zayas,respecto a su trabajo con Luis Mier y Terán, es que éste se empeñaba enque fuese ciego ejecutor de su voluntad aun cuando violara la ley. En laCámara más bien le estorbaba y fue entonces cuando le hizo entregade su nombramiento de Juez Primero Suplente de Distrito, rogándoleque se hiciera cargo del Juzgado porque el Juez había renunciado y eraDíaz quien lo quería en ese cargo.

Zayas: General —le dije— acaba de dar usted el paso peor aconsejadoque imaginarse puede. Recuerde usted lo que le dije cuando me nom-bró Jefe Político; recuerde lo que le dije cuando me entregó la credencialde Diputado; eso mismo, y con mayor motivo, se lo repito hoy. La últi-ma persona que debió usted recomendar para el Juzgado de Distritosoy yo.

Terán: ¿Por qué? —Me preguntó con asombro.

Zayas: Porque como Jefe Político era yo el subalterno de usted y elpartidario. Como Diputado me era dado obrar aun como partida-rio. Pero como Juez de Distrito tengo que ignorar partidos políticos,relaciones de amistad, todo compromiso hasta hoy contraído paraenterarme a la ley y para hacer justicia ante todo, sobre todo y a pesarde todo. Hasta hoy hemos tenido divergencias de opiniones; desdemañana estamos expuestos a tener serios conflictos.23

No pasó una semana sin que Terán lo mandara llamar.

23 Íbid., p. 23.

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Terán: Cristiano ¿qué está usted haciendo? Apenas hace unos cuantosdías que despacha el Juzgado de Distrito y ya me ha amparado acinco soldados.

Zayas: Es verdad —le contesté— y participo a usted que en estosmomentos acabo de dictar auto de suspensión a favor de dos más.

Terán: ¡Eso es imposible! Me va usted a dejar sin ejército. Esa no esla conducta de un fiel amigo.

Zayas: En eso tiene usted razón; es la conducta de un Juez recto.

Unas semanas después lo volvió a llamar.

Terán: Cristiano… ¿se ha propuesto usted arruinar el erario?

Zayas: ¿Por qué lo dice?

Terán: Porque ha dictado una serie de sentencias en juicios fiscalescontra la Aduana Marítima y a favor de los comerciantes. ¿En quéconsiste esto?

Zayas: No tiene más que dos explicaciones general. O soy un igno-rante o un pillo. Si lo primero, no hay más que destituirme; si losegundo, no hay más que encausarme. Pero antes de proceder con-sulte usted con el licenciado don Luis Santaella, oaxaqueño, amigo yconsejero de usted, protegido del presidente, hombre entendidoy honrado, que desempeña el cargo de Promotor Fiscal del Juzgado deDistrito, que se ha conformado con todas mis sentencias; y consultetambién con el Magistrado de Circuito, a quien se ha pasado en revi-sión o en apelación, sin que hasta ahora haya venido siquiera unarevocada o modificada.

Terán: Cristiano vamos a hablar confidencialmente y como dos viejosy buenos amigos. Nos encontramos en momentos sumamentedifíciles. Y apenas puedo dormir, porque veo los peligros que nosrodean. Estamos sobre un volcán. Necesitamos obrar con muchaprudencia y a la vez con mucha energía. No podemos licenciar ni un

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solo soldado, no podemos privar a la Aduana de un solo peso. No mediga usted que la ley y la ley. La primera ley es la de la necesidad. Voya hablarle un poco del porvenir. El general Díaz no podrá salir reelectoinmediatamente pero tampoco puede retirarse del gobierno porcompleto. Al salir tiene que dejar como sucesor a un hombre de todasu confianza.

Zayas: A usted.

Terán: Es lo probable […]. Al ser presidente lo necesitaré a usted comomi principal Ministro y Consejero.

Zayas: No puede ocurrírsele disparate mayor que nombrarme Minis-tro. Yo no sirvo para gobernar, no sirvo para mandar, y no me aguan-taría usted un mes a su lado.24

Terán le exigió a Rafael de Zayas la promesa de que no contaríaa nadie lo que acababa de confiarle, por lo que le ofreció que mientrasél y Porfirio Díaz viviesen, lo callaría. Esa fue la última vez que Rafaelde Zayas Enríquez vio a Terán en el Palacio de Gobierno.

Hay hombres a quienes se puede servir, pero con quienes no se puedecooperar. Terán era uno de ellos.25

24 Íbid., p. 24.25 Íbid., p. 26.

43

Puede perderse todo…menos el honor

Los Jueces y la Suprema Corte

En el México del siglo XIX, cuando las constantes guerras provocaronque muchos del bando perdedor quedaran en la ruina, cuando lasfacciones ganadoras cerraban puertas a personas non gratas, y cuandolas arcas se vaciaban para comprar cañones o insignias y galonespara los oficiales del ejército triunfante, en fin, cuando las ciudades fue-ron a menudo saqueadas por milicias y bandoleros, fue entoncesque muchos pudieron decir, ‘todo se ha perdido... menos el honor’.26

Durante el siglo XIX hubo que plantear la manera de conformarun sistema judicial acorde con los intereses del país, por lo que en eseproceso tanto la imagen como la presencia de los jueces fue funda-mental, ya que no sólo legitimaban el orden sino al gobierno en turno.

26 CÁRDENAS GUTIÉRREZ, S., "La Imagen Pública de los Jueces Mexicanos en el sigloXIX: Una aproximación desde la arqueología judicial", en Historia de la Justicia en México,t. 1, Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), México, 2005, pp. 55-87.

Serie Jueces ejemplares44

Entonces ¿qué fue lo que a jueces como Rafael de Zayas Enríquez loshizo conducirse siempre con honestidad ante los problemas? ¿Quélos hizo pensar en que antes que la legitimidad del algún gobiernoestaba el deber y la justicia?

Tal parece que en el siglo XIX para los jueces su honorabilidaddescansaba, sobre todo, en la imagen pública, en el buen nombre, encomportarse con caballerosidad o en mostrar una actitud decorosa.27

El caso de Rafael de Zayas Enríquez pone al descubierto una conductaque no solamente osciló de una manera tan simple entre el honor ola deshonra propia sino entre su compromiso de ejercer con toda caba-lidad su oficio a fin de hacer cumplir con la justicia o permanecer, apesar de todo, como un leal amigo —no sólo de Porfirio Díaz— sinode su gobierno. El compromiso de Rafael de Zayas no era únicamentecon la justicia como tal sino con el país, con la nación mexicana. Es unhecho que la vida de los jueces —tal como la de Zayas Enríquez—fluctuó entre el honor o la deshonra pública a causa de las malasprácticas. Y también estaba el honor institucional —en este caso— elrelacionado con la máxima autoridad judicial: la Suprema Corte.

Una vez iniciado el gobierno de Porfirio Díaz en 1877 la SupremaCorte fue prácticamente desintegrada debido a la destitución de casitodos los ministros del gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada. Sólolos Jueces de Distrito o Magistrados de Circuito continuaron traba-jando, siempre y cuando demostraran haber cumplido —y protestarancumplir— con el Plan de Tuxtepec. Es decir, cumplir con el gobiernode Porfirio Díaz.

La Suprema Corte fue reinstalada el 10 de junio de 1877 —y sibien se integró por hombres como el jurista Ignacio L. Vallarta quien

27 Ídem.

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fue severamente criticado por la prensa por ser considerado un incon-dicional de Díaz— algunos especialistas afirman que fue debido a supresencia que en esos años se discutieron importantes temas jurídicos,políticos, económicos o históricos que entonces eran fundamenta-les para la conformación de un sistema judicial que atendiera a lascondiciones que se iban presentando en aquel México de fin de siglo.28

Aquella Suprema Corte —que trabajó de forma notable de junio de1877 a agosto de 1879— estuvo integrada por los Ministros Ignacio LuisVallarta —quien era el Presidente— Ezequiel Montes, Pedro Ogazón,Manuel Alas Sardaneta, Miguel Blanco, José María Bautista, SimónGuzmán, Antonio Martínez de Castro, Ignacio Manuel Altamirano,Trinidad García y el fiscal José Eligio Muñoz —entre otros—, quienesa pesar de su apoyo a Díaz, constituyeron un equilibrio fundamentalen aquella etapa de transición hacia tiempos de menor agitación, porpasiones políticas, permaneciendo en su mayoría con absoluta recti-tud e independencia frente al Ejecutivo. Ese era su deber.

Durante los primeros años del gobierno porfirista hubo quejaspor parte de los habitantes de algunos lugares por carecer de un Juezde Distrito, sin embargo, poco a poco Porfirio Díaz fue nombrandocasi personalmente a los Jefes Militares de algunas regiones e igual-mente a algunos Jueces de Distrito. Tal fue el caso de Zayas Enríquezquien, como Juez, fue un notable ejemplo. Nunca fue ambicioso, y fuecapaz de juzgar honestamente y con justicia por su sabiduría y expe-riencia, características del Juez ideal expuestas en el Sala Mexicano delsiglo XIX.29 Tanto su desempeño como Juez de Distrito, en los hechos

28 CABRERA ACEVEDO, L., "La Suprema Corte de Justicia en el Primer Período del Porfi-rismo (1877-1880)", en La Suprema Corte de Justicia a principios del Porfirismo 1877-1882,SCJN, México, 1990. www.bibliojuridica.org/PDF

29 SALA, Juan, Sala Mexicano, o sea, la Ilustración al Derecho Real de España […] Ilustradacon noticias oportunas del Derecho Romano…, México, Librería del Portal de Mercaderes, 1849,título IV, Ley III, p. 30; citado por CÁRDENAS GUTIÉRREZ, S., op. cit., p. 61.

Serie Jueces ejemplares46

del 25 de junio, como en el caso del Teniente Carlos Aviet —a quien

se le inculpaba de haber asesinado a un Capitán compañero dehabitación— revelan vasto su conocimiento del Derecho y denotan su

ética personal. Es casi seguro que su ética personal le impidio a Zayas

Enríquez caer en el delito de prevaricato.

El prevaricato era una de las conductas que mas afectaban la

carrera de un Juez. Consistía en el abuso de poder de Jueces o Magis-trados al cobrar derechos injustos, vender la justicia o bien agravar los

padecimientos de los reos para redimirse mediante pago de dinero, entre

otras cosas. Se consideraba que quien cometía dicha conducta no sóloafectaba al reo o a las partes sino a la sociedad entera por impedir el

cumplimiento del orden o la justicia, o hasta por el escándalo que

generaba. A quien cometiera prevaricato se le castigaba con la pérdidadel empleo y la inhabilitación perpetua para ejercer la judicatura.

Empero, en caso de que un Juez fuera acusado injustamente de cometerdicho delito se le debía restituir en justicia el honor mediante la

reinstalación en su cargo. Cuando esto le llegaba a ocurrir a un Juez,

este procuraba que todo se hiciera de manera pública para que la sociedadque había descargado su maledicencia sobre el inculpado asistiera a la

restitución de su imagen in integrum.30

Los hechos ocurridos en el Puerto de Veracruz, en junio de 1879,

fueran una de las pruebas más importantes para el Juez de Distrito,

Rafael de Zayas Enríquez, pues con su presencia honorable dio legiti-midad de un hecho reprobable, no sólo a su juicio sino al de los Minis-

tros de la Suprema Corte y al de prácticamente toda la opinión pública

de Veracruz y de México.

30 CÁRDENAS GUTIÉRREZ, S., op. cit., p. 70.

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Hacia principios de aquel año, de 1879, habían empezado a surgirrumores acerca de quién sería el candidato oficial a la presidencia de laRepública ya que al año siguiente se celebrarían elecciones. Se mencio-naban los nombres de quien era Ministro de Guerra y Marina, el generalManuel González, y del amigo y asesor personal del presidente Díaz,Justo Benítez, aunque la prensa difundió el nombre de Protasio Tagle,Ministro de Gobernación, como tercer candidato.

En casi todos los momentos de sucesiones presidenciales,durante el siglo XIX, hubo levantamientos armados que apoyaban auno u otro candidato. Esta ocasión no era la excepción. Militares lealesa Sebastián Lerdo de Tejada habían sido pacíficamente apartados de lapolítica por Porfirio Díaz y otros fueron asesinados por las tropas fede-rales. Los lerdistas no cesaron la lucha, y en la víspera a las eleccionesde 1880 estaban presentes. Se hallaron rebeliones menores en distintaspartes del país las cuales fueron inmediatamente sofocadas. Sucedieronotras más arduas, como la del general Mariano Escobedo, organizadadesde Estados Unidos, que finalmente no dio resultado. Y otras másque no alcanzaron a irrumpir en el panorama nacional como la queaparentemente había sido planeada por algunos lerdistas en el Puertode Veracruz y que fue de las rebeliones más sonadas y que más reper-cuciones tuvieron en la opinión pública de todo el país.

49

25 de junio de 1879: Dura Lex Sed Lex

Merced a mi intervención salvaron su vida varios de los presos y cesó

la matanza. La Suprema Corte de Justicia me ordenó que hiciere una

averiguación de los hechos, y cumplí fielmente la orden sin dejarme

intimidar por amenazas y asechanzas, ni corromper con ofertas.

De cuantas personas intervinieron en ese asunto yo fui el único, tal

vez, que se portó con completa honradez. Los documentos lo

demuestran.31

En el Diario Oficial se les llamó "conspiradores lerdistas" y en esa

misma situación comprometida los dejaron los documentos de la Secre-

taría de Gobernación que se encuentran en el expediente del proceso

iniciado a Luis Mier y Terán, en donde se afirma que los fusilados eran

miembros de un complot conformado por lerdistas que pretendían derro-

car al presidente Díaz.

31 Archivo Personal de Enrique Olavarría..., op. cit.

Serie Jueces ejemplares50

En realidad se ha escrito mucho acerca de los hechos ocurridosen el mes de junio de 1879, en la ciudad de Veracruz, además de perió-dicos como El Monitor Republicano —crítico del gobierno de Díaz—hubo quien tan sólo a dos meses de ocurridos los hechos publicó unfolleto en memoria de los nueve fusilados, mismo que alcanzó la segundaedición coincidentemente en 1910, cuando el gobierno de Porfirio Díazestaba por llegar a su fin.32 Es el caso del folleto publicado por IrineoPaz titulado La hecatombe de Veracruz: corona fúnebre en memoria de lasvíctimas sacrificadas la noche del 24 al 25 de junio de 1879 que a más deser reeditado en 1910 fue comentado una vez más en 1958 por XavierTavera Alfaro.33 Debido a la repercusión que estos hechos tuvieronen la opinión pública, no es de sorprender que éstos fueran recordadosuna vez más en 1905 por el periódico Regeneración, justo cuando los her-manos Flores Magón —políticos y periodistas opositores a lo que enton-ces era ya considerada una dictadura de Porfirio Díaz— se encontrabanexiliados en Saint Louis Missouri debido a su labor como líderes delevantamientos y huelgas.34 Y uno más de los escritos acerca del 25de junio es precisamente el realizado y publicado por Rafael de ZayasEnríquez en 1919, el cual es sin duda la descripción más fidedigna, nosólo de los hechos sino de las personas que participaron, siendo el autorel mejor testigo con el que el tribunal de la historia pueda contar:

Esta no es una confesión, porque nada tengo que confesar puestoque no participé directa ni indirectamente en el crimen. Es simple-mente la deposición de un testigo ante el Tribunal de la Historia.35

32 PAZ, Irineo, La hecatombe de Veracruz: corona fúnebre en memoria de las víctimas sacrifi-cadas la noche del 24 al 25 de junio de 1879, México, "Fiat Lux", 1910.

33 TAVERA ALFARO, Xavier, "Las Víctimas de Luis Mier y Terán", en Colección La Palabray el Hombre, enero-marzo 1958, no. 5, pp. 33-41, Universidad Veracruzana, 1958.

34 "25 de junio de 1879" en Regeneración, Periódico Independiente de Combate, Saint LouisMissouri., E.U.A., junio 24 de 1905, Año 1, 2a. Época.

35 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, La Verdad Sobre el 25 de junio..., prólogo.

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Pese a que existen opiniones positivas acerca del desempeño deLuis Mier y Terán como gobernador del Estado de Veracruz, lo queRafael de Zayas Enríquez destaca en sus memorias de Luis Mier y Terán,o Terán, es que era un hombre en quien la megalomanía palpitabaen el fondo de su espíritu. Parecía como si Terán se asumiera como unAtlas que llevaba sobre sus hombros, si no el mundo, al menos la Patria—comenta Zayas Enríquez—. Parecía también que de él dependía lasuerte del país y, sobre todo, la de su amigo Porfirio Díaz, de quien—como se ha dicho— se consideraba legítimo sucesor en la presidenciade la República.

Entre los años de 1877 hasta 1879 se conspiraba en muchas partesdel país en contra de Porfirio Díaz y a favor del regreso de SebastiánLerdo de Tejada. Así es que en 1879, al estar próximas las eleccionesde 1880 el centro de la principal conspiración —la mejor organizada—estaba en la Ciudad de México, siendo su objetivo principal apode-rarse, precisamente, de la Plaza de Veracruz y de Ulúa. Por tal motivo elpresidente Porfirio Díaz espiaba agudamente a los conspiradores con su

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reconocida habilidad siempre exhortando a Terán para que estuviesealerta. Y vaya que lo estaba. Precaución innecesaria —asegura Zayas—pues los conspiradores se mostraban imprudentes. Terán estaba al tantode que a la cabeza de dicha conspiración se encontraban los coronelesLorenzo Fernández y José B. Cueto; ambos habían servido durantelas administraciones de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada,pero al ser derrotado este último habían solicitado su retiro, tal y comolo hicieron todos o casi todos los Jefes del Ejército. Hasta ese momentoTerán no había conseguido comprobar nada.

El coronel Fernández no vivía oculto, el coronel Cueto sí. Esteúltimo se encontraba oculto en la parte extramural de la ciudad —estoes— en la parte exterior de la muralla que durante siglos había rodeadola ciudad de Veracruz. Había en la calle principal un establecimientode perfumería y artículos de París, llamado el El Trocadero, de éste erandependientes Francisco Cueto —hermano del Coronel y en quien sehabía arraigado la idea de lealtad a la Constitución pero quien no selimitaba en sus expresiones en contra del gobierno tuxtepecano— y elxalapeño Antonio Ituarte, quien había ingresado al Ejército en tiempode Sebastián Lerdo de Tejada, con el grado de Capitán de Infantería,con el fin de combatir a los hombres de Díaz durante la Revolución deTuxtepec. Luis Mier y Terán lo había invitado a unirse al gobierno peroItuarte se había negado. Para Terán era un hecho que Cueto e Ituarteconspiraban.

Una noche Terán los llamó a su presencia despacho y losamonestó por su conducta, les aconsejó que salieran de Veracruz“porque de lo contrario se iba a ver en la necesidad de fusilarlos”. Losjóvenes negaron el cargo que se les hacía y se retiraron burlándose deTerán, a quien mucho conocían. La amenaza no surtió ningún efectode momento, la tomaron como una de sus fanfarronadas. No obstantey debido a un testimonio de don Teodoro Dehesa, político porfiristaquien entre otras cosas fue gobernador de Veracruz y buen amigo deRafael Zayas Enríquez, se sabe que una de tantas noches que en él mismo

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acompañaba al entonces gobernador Luis Mier y Terán, a dar vueltasen la Plaza de Armas de Veracruz, se encontraron en dirección opuestaprecisamente a Francisco Cueto, a Antonio Ituarte, y a otro joven, GuillermoRosas. Dehesa cuenta que cuando vieron a los jóvenes advirtió unmovimiento la mano de Mier y ,dentro del bolsillo de su pantalón, porlo que intervino, haciéndole ver que enfrentarse a esos jóvenes no eraprudente dada su investidura de gobernador, a lo que respondió Teránque aquellos jóvenes querían burlarse de él.36

36 TAVERA ALFARO, Xavier, op. cit., p. 35.

Plaza de Veracruz, 1905. Colección Waite, C.B., propiedad artística y literaria,Fototeca AGN, México

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También eran sospechosos el marino de origen campechanoVicente Capmany y el joven Lorenzo Portilla. Vicente Capmany habíaservido a la Marina con generosidad por lo que siendo de principiosliberales durante el Imperio organizó la expedición a Tabasco que asaltóal bergantín La Industria y el barco La Capitana y partiendo desdeChampotón en varias canoas consiguió la caída de la plaza de Campechelogrando que en recompensa a sus hazañas Benito Juárez le diera el nom-bramiento de Capitán de Fragata. Para 1879 se había alejado de la polí-tica; era propietario de una embarcación con la cual se dedicaba alcomercio. Aunque de Lorenzo Portilla no se tienen datos biográficossí se sabe que fue encarcelado para después ser desterrado en tiem-pos del Imperio por expresar libremente sus opiniones.

Por orden de Terán, Capmanyy Portilla habían sido puestos a dis-posición del Juez de Distrito Rafaelde Zayas Enríquez, por el delito deconspiración contra el gobierno fe-deral, pero en aquella ocasión resultóque para Zayas la acusación era vagay el único testigo que depuso contraCapmany se desdijo por completo alser careado con él. Terminada la ave-riguación y después de examinarla,el Promotor Fiscal del Juzgado, donLuis B. Santaella, hombre de confian-za de Terán, convino junto con Zayasque la misma estaba agotada. Terántendría que comprender que si no seaportaban más datos los detenidosserían puestos en libertad.

Vicente CapmanyZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, "La verdadsobre el 25 de junio: Apuntes para la

historia", Ed. Rev. de Yucatán, Mérida,Yucatán, 1919

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Tanto Luis Mier y Terán como Santaella sospechaba de Capmany,pero no tenía más datos para mantenerlo en prisión. Finalmente lossospechosos fueron puestos en libertad por Rafael de Zayas Enríquezprovocando la ira de Terán. Al parecer éste no estaba enterado de ningunaconspiración. Mientras es suceda en Veracruz, en la Ciudad de Méxicoera cateada por la policía la casa de otro sospechoso: Felipe Robleda.

Ni en la obra de Rafael de Zayas Enríquez, ni en algún otrodocumento escrito acerca de los hechos del 25 de junio de 1879 se escla-rece la identidad de Robleda. Pero se sabe, sin embargo, que bajo laalfombra sobre la que descansaba un piano fueron encontrados algu-nos papeles importantes relativos a la conspiración, entre ellos se des-taca una lista que contenía los nombres de los principales conspiradoresy el lugar en el que residían. Fue entonces que el presidente PorfirioDíaz comunicó a Terán lo anterior.

Francisco CuetoZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, "La verdad

sobre el 25 de junio: Apuntes parala historia", Ed. Rev. de Yucatán,

Mérida, Yucatán, 1919

Serie Jueces ejemplares56

En la lista aparecían los nom-bres de Antonio Rubalcaba, FranciscoCueto, Antonio Ituarte, Vicente Cap-many, Lorenzo Portilla, Felipe Ro-bleda, Bonifacio Topete, Carlos Fuero(los tres vecinos de la Ciudad de México),Manuel Acevedo, Juan Caro, Luis Alva(originario de Xalapa que había parti-cipado en contra de las intervencionesextranjeras en México) y finalmenteel doctor Ramón Albert Hernández (ori-ginario de Mérida, Yucatán).

Luis G. AlvaZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, "La verdad

sobre el 25 de junio: Apuntes parala historia", Ed. Rev. de Yucatán,

Mérida, Yucatán, 1919

Antonio ItuarteZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, "La verdad

sobre el 25 de junio: Apuntes parala historia", Ed. Rev. de Yucatán,

Mérida, Yucatán, 1919

Ramón Albert HernándezZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, "La verdad

sobre el 25 de junio: Apuntes parala historia", Ed. Rev. de Yucatán,

Mérida, Yucatán, 1919

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El 24 de junio, procedente de Alvarado, llegó a Veracruz el pilotodel puerto Jacinto Carmona con la noticia de que se había sublevado elvapor de guerra Libertad el cual estaba en la estación de Tlacotalpan.Enseguida Terán mandó detener a Carmona poniéndolo incomunicadoen la cárcel de la ciudad. Zayas narra que en su carácter de Juez deDistrito y por el testimonio del señor José M. Pérez Milicua, Coman-dante Principal del Departamento de Marina del Atlántico supo queaquel día 24, después de las cinco de la tarde, Terán solicitó más infor-mación acerca del vapor de guerra Libertad porque con anterioridadotro vapor de guerra el Independencia había marchado en su relevo.En esa ocasión, al parecer Pérez hizo ver a Terán que si el Libertad nollegaba al puerto era probablemente debido a que la barra se encontrabaobstruida, pero Terán sabía que algo había ocurrido. En realidad la tripu-lación del Libertad sí se había sublevado. El vapor había bajado deTlacotalpan hacia las tres de la mañana y salido fuera de la barra al ama-necer, pero la suerte del Independencia se ignoraba.

Terán comisionó a José M. Pérez Milicua para solicitar a los seño-res "Torre Fisher y Compañía" el flete del vapor remolcador Tenoya, endonde se trasladarían el general Eulalio Vela y el celador del puertoJuan Grinche con el fin de averiguar la verdad de lo ocurrido con losotros vapores. Más celadores fueron requeridos por Terán paraacompañar, en una falúa, a la tropa que por su parte se dirigiría albergantín goleta Unión con el objeto de aprehender a Vicente Capmany.Así, llegaron por Capmany alrededor de las once y media de la noche,quien al verlos se incorporó de la hamaca en la cual se encontrabaacostado a bordo del Unión, se vistió y siguió a la tropa sin oponerresistencia para presentarse ante Terán.

Rafael de Zayas Enríquez asegura que si bien había una conspi-ración fraguada, lo que sucedió después fue un fraude de Terán pues alrealizar la averiguación de los hechos, ordenada por la Suprema Corte,

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se dio cuenta de que si bien la aprehensión de los sospechosos habíasido instruida por oficio del Ministerio de Gobernación y Justicia, tantoCapmany como los demás hombres habían sido aprehendidos enaquella ocasión por orden directa de Terán, estando éste presente, aquien en todo caso se le había exhortado a remitirlos a la Ciudad deMéxico. Zayas expone algunos oficios contenidos en el expedienteformado en su momento por la Secretaría de Gobierno del Estado, rela-tivos a las aprehensiones de los conspiradores, de los cuales —opina—son puras falsedades. Zayas muestra un documento con el sello de laSecretaría de Estado y del Despacho de Gobernación en México; endicho oficio se comunicaba al Gobernador del Estado de Veracruz queel presidente Díaz estaba enterado de que en el puerto había la inten-ción de subvertir el orden público, sublevando al Ejército y a la tri-pulación del vapor de guerra guarda-costa "Libertad", por lo que serecomendaba al gobernador dictar las disposiciones eficaces necesariaspara ejercer la vigilancia sobre las personas mencionadas en una lista,aprehendiéndolas si fuera necesario y remitiéndolas a la capital del país.Hasta aquí —por lo menos aparentemente— Porfirio Díaz habíamanejado la situación de manera que los sospechosos fueran aprehen-didos sólo de ser necesario; entre éstos se encontraban también losoficiales Juan Caro y Antonio Rubalcaba, quienes por su carácter militarhubieran tenido que permanecer en la Comandancia Militar de Vera-cruz, aunque eso nunca ocurrió.

Uno de los oficios expuestos por Zayas da a entender que el Co-mandante Militar de la Plaza, Miguel Cuesta —cuñado de Terán—, estabaenterado de la orden de aprehensión que existía en contra de los sos-pechosos, quienes una vez aprehendidos serían remitidos en tren a laCiudad de México. Por otro lado, el alcalde de la cárcel manifestabala aprehensión, la que a decir de los vecinos del puerto se había ini-ciado desde las ocho de la noche de aquel 24 de junio. Efectivamente, losseñores Antonio Ituarte y Francisco Cueto habían sido aprehendidos enel Portal de las Diligencias, Lorenzo Portilla en la estación del ferro-

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carril, Jaime Rodríguez en el Zócalo, Luis G. Alva y Ramón AlbertHernández en sus domicilios, así como a Vicente Capmany a bordo delUnión. Y se había realizado también la aprehensión de otros doshombres de nombre Ricardo Suárez y Luis Galinié quienes no aparecenen la lista remitida a Terán.37

El ruido de las descargas despertó a casi todos los vecinos delpuerto quienes en sus casas inmediatamente se preguntaron acerca delo sucedido. Todo había sido preparado por Terán quien al parecer prontoencontraría la manera de aparentar su inocencia. Mediante un oficiocon fecha 25 de junio, que fue entregado a Zayas como prueba de suinocencia, Luis Mier y Terán da parte a la Secretaría de Gobernaciónde la siguiente manera:

Telegrama. Minuta. Veracruz, junio 25 de 1879. Secretaría de Gober-nación. México.

Según su orden del 23 anoche fueron aprehendidos los CC. VicenteCapmany, doctor Ramón Albert Hernández, Antonio Ituarte, Fran-cisco Cueto, Lorenzo Portilla, Jaime Rodríguez y Luis Alva. En lamisma noche fueron puestos a disposición de la Comandancia Militarpara que con la escolta del tren los mandara hoy a esa capital. Coman-dancia ordenó trasladarlos de la Casa de Detención a uno de los Cuarte-les. Entre tres y cuatro de la mañana oí tiros rumbo a los citadoscuarteles, y en el acto me dirigí a ellos y al llegar al del 23, supe porlo que me manifestó el C. Ángel Álvarez, Capitán de Guardia de Pre-vención, que los referidos presos, ayudados por dos oficiales sehabían echado sobre la guardia y que ésta en cumplimiento de sudeber, había hecho uso de sus armas, resultando de ello diez muertosy dos heridos; entre los primeros se encontraban nueve de los pre-sos a los que se refiere su precitada orden.- Luis Mier y Terán.38

37 JUVENAL, "La Hecatombe de Veracruz", en El Monitor Republicano, México, 1o. dejulio de 1879.

38 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, La Verdad sobre el 25 de junio…, op. cit., p. 40.

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¡Todos mintieron! —dice Zayas al recordar los hechos— ya quede acuerdo a su averiguación como Juez de Distrito supo que la comu-nicación del 23 de junio del Ministerio de Gobernación y Justicia erafraudulenta, pues consideró dudoso que estando enterado el presidentePorfirio Díaz de la posible sublevación de la tripulación del vaporLibertad hubiera recurrido al uso del correo y no de la vía telegráfica.De haberlo hecho se hubiera prevenido la sublevación.

¿Cómo pudo el Ministerio de Gobernación y Justicia ordenar alGobernador del Estado que aprehendiese a dos oficiales del ejércitoque estaban en activo servicio? Esa providencia —asegura Zayas—la debió ordenar el Ministro de Guerra directamente al ComandanteMilitar de la Plaza de Veracruz. ¿Cómo podía ordenar el mismo Ministrode Gobernación y Justicia que se remitiesen a México las personas indi-cadas cuando éstas eran residentes en Veracruz, y si habían delinquido,era en dicha ciudad donde debían ser juzgadas? Y también fue unamentira que Terán hubiera puesto a Capmany a disposición de la Coman-dancia Militar en el Cuartel 23 aquella noche del 24 de junio, puesexistía constancia de que a la 1:00 de la madrugada se encontrabaaun en el Palacio de Gobierno —según el informe del Comandante deMarina— también en manos de Zayas.

El jefe de la policía, Pedro Teulet, en declaración que hizo enVeracruz ante el Juzgado de Distrito, expuso que antes de la una de lamadrugada del 25 de junio vio pasar a Vicente Capmany custodiadopor una escolta de la guarnición de la Plaza, la cual lo condujo hastalos altos del Palacio de Gobierno, de donde bajó al poco tiempo siendoremitido a otro lugar que ignoraba. Que posteriormente bajó el gober-nador Terán acompañado de algunos individuos y después de las dosde la madrugada el Secretario de Gobierno, el licenciado Agustín Mo-reno, solicitó cuatro agentes de policía armados, quienes se unieron acuatro soldados y un oficial, para remitir a los presos que se encon-

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traban en Casa de Detención del Puerto de Veracruz hasta el Cuartel23 con excepción de Ricardo Suárez y Luis Galinié.

Por su parte, el sereno Francisco Segura declaró al Juez de Dis-trito Rafael de Zayas que como a las dos de la madrugada hizo la tandaque le está encomendada, de la puerta de la merced a la puerta de laalameda, estando con los guardias terrestres Tomás Ramos e HilarioQuintos, vieron pasar al gobernador Terán acompañado de algunosayudantes —a quienes negó conocer— dirigiéndose a los cuarteles.Junto con todos ellos iba la escolta mencionada la cual conducía a undetenido. El sereno declaró también que al poco tiempo de haber sidotestigo de lo anterior se escuchó una descarga en los cuarteles y poste-riormente otras más.

El agente de la policía municipal Benito Rosas dio su declaracióna Zayas diciendo que como a las cuatro de la madrugada del 25 de juniofue despertado por un comandante quien le ordenó formar parte deuna escolta compuesta de cuatro sargentos de la guarnición y de cuatroagentes de policía. Que inmediatamente les fueron entregados, por partedel alcalde de la cárcel, los señores Francisco Cueto, Lorenzo Portilla,Antonio Ituarte, Luis Alva, Jaime Rodríguez y otro señor, para serconducidos al Cuartel del Batallón 23 en cuya puerta encontraron algobernador quien fue llamando uno a uno a los presos.

Rafael de Zayas Enríquez expone que ni Capmany ni los demáshombres fueron entregados a la Comandancia Militar —como lo diceel telegrama de Terán dirigido a la Secretaría de Gobernación y Justi-cia— ya que cuando los presos llegaron al Cuartel 23, conducidos porla escolta, éste ya se encontraba ahí y fue él quien introdujo a los nueve,a saber: Jaime Rodríguez, Antonio Ituarte, Francisco Cueto, LuisAlva, Ricardo Suárez, Lorenzo Portilla, Luis Galinié, Ramón Albert Her-nández, y Jacinto Carmona. ¿Capmany no entró en la cárcel? ¿Por orden

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de quién mandó Terán aprehender a Galinié, Suárez y Carmona? ¿Porqué los aprehendió? No estaban en la lista enviada por el Ministro deGobernación pero sí en la Terán.

Rafael de Zayas relata que aquella noche, cerca de las cinco de lamadrugada, llamaron a la puerta de su casa, despertó con sobresalto yordenó a un criado que abriese el zaguán. Entró un individuo quiensubió rápidamente la escalera y le dijo que fuera inmediatamente alCuartel del Batallón 23 pues Terán estaba fusilando. El hombre era unenviado del Coronel Miguel Terán, Comandante Militar de la Plaza ycuñado de Terán. Su nombre era Andrés Jiménez, un campechano aquien Zayas conocía por haber sido deportado junto con él y consig-nado a Yucatán con su compañero de infancia Vicente Gutiérrez Zamoracuando lo enviaron a Campeche.

Jiménez se alejó con la misma rapidez con la que había llegadoa la casa de los Zayas. Su padre quiso acompañarlo pero Zayas le pidióque no lo hiciese. Corrió por las calles. Había llovido hacia poco y elcielo estaba nublado. En el camino escuchó una descarga de fusilería yapresuró el paso. Frente al Cuartel había un grupo de Jefes de la Guarni-ción entre los que se encontraba Miguel Cuesta. Zayas pasó a través deellos siendo seguido por Cuesta, por el Teniente Rosalino Martínez,por el Teniente Coronel Benjamín Álvarez, el doctor Barbachano —amigodel doctor Ramón Albert Hernández— y dos o tres personas más.

Los centinelas intentaron detenerlo pero Zayas logró entrar hastala Sala de Banderas donde se encontraba Terán vestido de gris, con sulevitón de corte militar, paseándose agitado. En una pequeña mesa frentea la puerta estaba sentado el licenciado Agustín Moreno, que era elSecretario de Gobierno, hombre honrado, instruido, pero sumamentepusilánime. Cerca de él estaba de pié José González Pérez, joven vera-cruzano de color negro empleado de la Aduana Marítima, DiputadoSuplente del Congreso de la Unión y muy apegado a Terán.

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La presencia de Zayas causó gran asombro. Terán se detuvofrente a él acusándolo de lo que pasaba por haber puesto en libertad alos hombres que anteriormente habían sido consignados, a lo que Zayasrespondió que él era Juez y no verdugo.

Usted era el primero que tenían designado para asesinarlo. […] Ustedy yo. Lo que he hecho es salvar a usted Cristiano.39

Pero Zayas insistió en saber qué era lo que pasaba. Se dirigió auna mesa donde había pequeños montones de objetos como relojes,anillos, carteras, y cada montón tenía una etiqueta con el nombre de lapersona a la que pertenecía. Eran nueve.

¿Cuántos quedan? —preguntó Zayas. Quedaban tres hombrespor fusilar. Eran Luis Galinié, Ricardo Suárez y Jacinto Carmona,quienes enseguida quedaron bajo protección y amparo del Juez deDistrito.

No me condene usted Cristiano sin haberme oído. Yo le probaré austed que soy inocente, que no tengo la culpa de nada. Le ofrezcoque saldré de aquí para que me juzguen, y espero que usted sea midefensor.

¿Me lo promete usted? 40

Entonces Zayas prometió ser su defensor siempre que le demos-trara su inocencia. Pidió la lista de los fusilados y se retiró. Los jefes yoficiales que se habían quedado en la puerta amontonados abrieronpaso mirando a Zayas con respeto, con asombro o con temor. Pero¿cómo habían sucedido los hechos?

39 Íbid., p. 50.40 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, La Verdad sobre el 25 de junio…, op. cit., p. 50.

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Cerca de las dos de la madrugada Terán había llegado al Cuarteldel Batallón 23 junto con otros hombres entre quienes se encontrabael licenciado Agustín Moreno, su Secretario de Gobierno, y la escolta man-dada por el Teniente Carlos Aviet la cual custodiaba a Vicente Capmany.Enseguida Terán dio la orden de prevenir a la guardia del Cuartel deque si escuchaban tiros no se alarmasen. Se instaló en la Sala de Ban-deras e hizo que llevaran a Capmany ante su presencia a quien le dijoque por orden del presidente Porfirio Díaz lo iba a fusilar. Capmany nopudo hacer nada. Fue fusilado y después el Cabo Apolinar Calva ledio el tiro de gracia.

A continuación Terán se dirigió al Cuartel del Batallón 25 dondese encontraba el Teniente Coronel Rosalino Martínez a quien pre-guntó si había cumplido sus órdenes de relevar a los oficiales de laguardia que era cubierta por el Capitán Antonio Loredo y el TenienteRubalcaba quienes fueron acusados de conspirar junto con los Tenien-tes Manuel Roselló y Juan Caro. Loredo y Roselló fueron salvadospor el Teniente Coronel Benjamín Álvarez pero Rubalcaba y Caro nocorrieron con la misma suerte.

Terán hizo entrar a los civiles. Fue llamado el doctor Ramón AlbertHernández y fue fusilado por el pelotón al mando del Mayor JulioSaggiante. La siguiente víctima fue Antonio Ituarte. Terán le advirtióque ya le había dicho que se ausentara de la ciudad y no le había obe-decido. Antes de ser fusilado miró a Terán gritándole "¡asesino!". Llegóel turno a Francisco Cueto quien exclamó que de ser acusado de algúndelito debía ser juzgado antes que fusilado. Siguieron el anciano JaimeRodríguez, Lorenzo Portilla y el último fue Luis Alva, quien en tiemposde Sebastián Lerdo de Tejada había sido Administrador del HospitalMilitar pero para entonces se dedicaba al comercio. La noticia de losasesinatos se fue difundiendo por toda la ciudad de Veracruz.

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Terán había pedido a Zayas que fuera su defensor. Sabía perfecta-mente que tendría que enfrentar a la justicia pero se considerabainocente bajo el argumento de que solamente había cumplido con undeber impuesto por la situación, y fue justamente en el Cuartel delBatallón 23 —una vez que los cuerpos de las víctimas habían sidoenterrados en el cementerio— donde le entregó un telegrama a Rafaelde Zayas Enríquez. No tengo más que obedecer órdenes superiores,le dijo.

Zayas observó aquel telegrama que se encontraba en cifras peroinmediatamente Terán le dio una traducción del mismo. El telegramaconstaba de tres palabras, además de las dos de la firma: "Mátalos enCaliente. Porfirio Díaz".

Zayas quedó anonadado. Miraba el telegrama original, la clave,la traducción, sin saber qué pensar. Era una orden terminante de eje-cución violenta. Y en ese momento dijo a Terán que en todo caso aqueltelegrama era una respuesta —una consecuencia— de otro que era el ante-cedente. Más tarde se lo enseñaré, le aseguró Terán. Zayas se fue delCuartel con la seguridad de que jamás vería ese telegrama y que si veíaalguno también sería falso.

No tuve la fatuidad de creer que el cambio que se había operado enTerán cuando me presenté en la madrugada se debiese a mi influenciapersonal, ni al respeto y consideración que él me profesaba.

El fenómeno lo había operado el Juez de Distrito, representantede la Justicia Federal, no el individuo. A mí me habría fusilado, comolo tenía ofrecido; pero no se atrevió a atentar contra el funcionariojudicial.

Al verme surgir inesperadamente ante su vista, en medio de labacanal de sangre, brotó la luz en su entenebrecido cerebro, y se vioen el fondo de un abismo. Entonces pensó en su salvación, y por esoimploró mi ayuda, pretendiendo que fuese su defensor; por eso me

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mostró el telegrama del presidente. Después de esa entrevista en elCuartel, no volvimos a vernos jamás.41

Al salir del Cuartel, Rafael de Zayas vio un continuo rastro desangre que se extendía a lo largo de toda la calle, hasta llegar a la puertade la merced. Lo había dejado a su paso el carretón en que condujeronlos cadáveres de los fusilados. La averiguación dio inicio casi ense-guida por orden de la Suprema Corte de Justicia, cuya intervenciónse debió a la denuncia de los hechos presentada por el Juez de DistritoRafael de Zayas Enríquez en la que expuso que en Veracruz no habíagarantías de ninguna especie, que se estaban obedeciendo ciegamentelas órdenes del Gobernador del Estado quien había invadido la esferade la Federación aprehendiendo, condenando y ejecutando a los ciu-dadanos por delitos cuyo conocimiento competían al Juzgado a sucargo. El día primero de julio el Fiscal de la Suprema Corte, José EligioMuñoz, presentó ante ésta el pedimento de intervención debido a lagravedad de los hechos ocurridos en Veracruz.

En aquel momento otra preocupación para Zayas era el arribo alpuerto de los sospechosos del vapor Libertad, a quienes ya los esperabanen el muelle varios soldados con la orden de ejecutarlos, por lo que unavez que se advirtió a Terán que los reos debían ser consignados a lajusticia federal y no ejecutados, dio parte a la Suprema Corte para queexhortara al Ejecutivo a fin de que éste dictara las órdenes correspon-dientes con el fin de evitar más muertes:

Sabiendo que en estos momentos entra a puerto el vapor de guerra‘Libertad’ que se sustrajo a la obediencia del Supremo Gobierno, yque se han dictado órdenes de ejecutar a sus tripulantes, para cuyoefecto se me dice que hay una fuerza en el muelle, requiero a Ud.formalmente en nombre de la justicia federal para que si viniesen

41 Íbid., p. 63.

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algunos reos en dicho vapor se consignen a las autoridades que debanjuzgarlos por exigirlo así el derecho de gentes, la Constitución Federaly los fueros de la humanidad; advirtiendo a Ud. que inmediata-mente doy parte de este paso a la Suprema Corte de Justicia para suconocimiento.

He creído de mi deber dar este paso para evitar escenas que horro-ricen de nuevo a la humanidad, y para mantener incólumes losderechos de los ciudadanos. Veracruz, junio 30 de 1879.—R. de ZayasEnríquez.42

Fue el Magistrado Ezequiel Montes el encargado de dar parte alEjecutivo, quien por medio de la Secretaría de Justicia e InstrucciónPública respondió a la Suprema Corte que las órdenes ya habían sidolibradas para que las autoridades de Veracruz normaran sus proce-dimientos sujetándose estrictamente a la ley. Sólo que Porfirio Díazcon anterioridad había girado instrucciones a Terán y esto provocótal confusión que puede decirse que para la Suprema Corte significó unaburlay así lo expresaron los diarios de la época:

Los sucesos de Veracruz continúan preocupando a la opinión pública[…].

Nuestros lectores han visto la actitud que la Suprema Corte de Justi-cia ha tomado en este negocio, actitud digna del poder que representala justicia de la Unión; pero los documentos publicados hasta ahoraponen de manifiesto que los sucesos han sido mucho más gravesde lo que pudo creerse al principio, abriendo el campo a una serie deconsecuencias […].

[…] de los telegramas que la Suprema Corte remitió al Juez de Dis-trito de Veracruz con fecha 1o. del actual se deduce que el gobierno

42 "Sucesos de Veracruz. Secretaría de Estado y del Despacho de Justicia e InstrucciónPública. República Mexicana. Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos.Oficial", en El Monitor Republicano, México, 6 de julio de 1879.

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de aquel estado se negó a abrir la comunicación que le pasó el juzgadopidiéndole consignara a los reos del vapor ‘Libertad’ a su juez com-petente; que entonces la Suprema Corte se dirigió al Presidente dela República excitándole para que dictara las órdenes convenientes afin de evitar nuevas catástrofes, a lo cual contestó el jefe del Ejecutivoque ya se libraban las órdenes correspondientes para que las autori-dades de Veracruz normaran sus procedimientos sujetándose estricta-mente a la ley, pues parece que el comandante militar del puertohabía tratado con igual desprecio al juez de Distrito, y por último queeste último funcionario había entablado competencia para conocerde la causa de los tripulantes del vapor ‘Libertad’.

[…] ¿A qué tiempos hemos llegado que los jueces federales no tienengarantías para cumplir sus deberes? ¿Y qué papel representa en estalúgubre farsa el Ejecutivo?

¿Acaso los funcionarios de Veracruz que tienen amagado al juez deDistrito han desobedecido órdenes del presidente?

Porque una de dos: o esas órdenes existen, como dice la SupremaCorte, y los funcionarios del puerto las han desobedecido, lo cualequivale a un acto de rebelión contra los supremos poderes judicial yejecutivo de la República; o bien no hay tales órdenes, y entonces laSuprema Corte ha sido engañada, en cuyo caso no nos extrañaríaver a los Magistrados privados a su vez de toda garantía.

[…] Entre tanto el Diario Oficial parece extrañar que la mayor partede los periódicos de esta capital se ocupen con vehemencia de lo acon-tecido en Veracruz, y nota con rara perspicacia que las noticias departiculares y las correspondencias anónimas contienen contradic-ciones y exageraciones en el relato de los hechos. El colega de Palacioolvida sin embargo que entre todas esas correspondencias y noticiasexiste un acuerdo pasmoso, y es demostrar que las noticias oficialespublicadas sobre este negocio forman un conjunto de falsedades enque nadie cree, inclusive el mismo gobierno. […]

[…] si el Ejecutivo tiene tanto empeño de que depuren los hechos,probablemente para formar opinión ¿por qué se resiste tanto el go-bernador de Veracruz a que el juzgado de Distrito cumpla con su

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deber hasta el extremo de infringir el artículo 17 de la Constitución?Probablemente se nos contestará que el gobierno no tiene la culpade ello; pero a la vez volvemos a preguntar a nuestro apreciablecolega, ¿existen las órdenes del Presidente a los funcionarios deVeracruz para que acatasen los acuerdos de la Suprema Corte? Y siesas órdenes han sido desobedecidas ¿cómo considera el Presidenteun acto semejante? […]43

No obstante todo lo anterior los sospechosos del vapor Libertadno fueron puestos a disposición del Juez de Distrito sino del Gober-nador del Estado y fue cuando la Suprema Corte decidió excitar al Ejecu-tivo a dar las órdenes correspondientes para que se le permitiera al Juezcumplir con sus deberes.

República Mexicana.-Suprema Corte de Justicia de los EstadosUnidos Mexicanos.-Tribunal Pleno.

Esta Corte Suprema de Justicia ha tenido a bien aprobar las siguien-tes proposiciones fiscales:

‘1a. Dígase al Ejecutivo que esta Corte Suprema tiene datos fidedignospara creer que el juzgado de Distrito de Veracruz a consecuencia delos últimos sucesos habidos en aquel puerto, no tiene las garantíasnecesarias para ejercer sus funciones, y que habiéndole ordenadoesta misma Corte que levantara una averiguación sumaria sobre esossucesos, cree conveniente excitar al Ejecutivo a fin de que dicte lasórdenes conducentes para que el referido juzgado tenga la libertadque necesita para cumplir con sus deberes. 2a. En virtud de lo expuestoen el art. 17 de la Constitución federal que previene: que los tribu-nales estén siempre expeditos para administrar justicia, y en el art.11 de la Ley del 8 de noviembre de 1870, dese conocimiento de loshechos ocurridos en Veracruz al Gran Jurado nacional para que pro-ceda a lo que haya lugar en justicia contra el ciudadano gobernadorconstitucional de aquel Estado’.

43 VIGIL. J. M., "Boletín del Monitor", en El Monitor Republicano, México, 5 de julio de1879.

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Lo que comunico a Ud. para los fines consiguientes en cumplimientode lo mandado. Libertad en la Constitución, México, julio 3 de 1879.E. Montes.-Ciudadano Secretario de Justicia.44

La excitativa no fue del agrado de Porfirio Díaz, para quien enaquellos días nada era de su agrado, ni del de Terán, quienes nunca pensa-ron que habría un Juez como Rafael de Zayas Enríquez que insistierahasta las últimas consecuencias a fin de demostrar la comisión del crimeny la mentira de las aseveraciones que muchos habían hecho de maneraoficial.

En la averiguación que Zayas instruyó por disposición de la Supre-ma Corte de Justicia, ordenó que se pidiera al Juez del Registro Civilcopias autorizadas de las actas de defunción de los fusilados, las que lefueron remitidas el 3 de julio de ese año 1879. Encontrándose encar-gado del juzgado el licenciado Rafael Cortés, oaxaqueño, amigo fiel deTerán. En su Verdad… Zayas reproduce un acta en la que se dice que losfusilados fallecieron de muerte repentina en el Cuartel 23 de la ciudadde Veracruz, firmando como testigos hombres allegados a Terán y otro denombre Diego Pérez —a decir de Zayas— un hombre inexistente.

Por más providencias que dicté, fue imposible averiguar el para-dero del C. Diego Pérez que figura como declarante en las actasmencionadas.45

Mandó a declarar a otro de los testigos de esas actas de defun-ción. Uno era Pedro T. Malpica.

Preguntando para que dijera quién lo llamó para testigo contestóque un señor Diego Pérez, que ignora dónde vive, cuyas señas ignora

44 Sucesos de Veracruz…, op. cit.45 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, La Verdad sobre el 25 de julio…, op. Cit., p. 66.

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porque no lo conoce, y que sabe que se llama así porque el mismo Pérezle dijo su nombre; que Pérez encontró al declarante por la mañana,no recuerda si a las siete o a las ocho, en el Cuartel del Batallónnúmero 23, y le suplicó que sirviese de testigo de unos cadáveres, alo que accedió el declarante: que dichos cadáveres eran los de Fran-cisco Cueto, Lorenzo Portilla, Vicente Capmany, Jaime Rodríguez,doctor Albert Hernández, Luis Alva y los oficiales Juan Caro y unRubalcaba.

Preguntando si vio los cadáveres dijo: que los vio en un patio delCuartel sin recordar la posición en que estaban porque le impresionóaquella vista.

Preguntando si sabe qué originó la muerte de esos individuos, dijoque lo ignora, pues no sabe de qué ni cómo murieron.

Preguntando cómo es que testifica que aquellos individuos murieronde muerte repentina, dijo que porque así se lo dijo Pérez, pero queignora de qué murieron. Que su declaración la prestó al Juez del Regis-tro Civil en una pieza del mismo Cuartel del 23.46

Y así Zayas preguntó a otros testigos coincidiendo todos en quefue el Juez del Registro Civil quien los llamó a atestiguar pero sin saberde qué habían muerto los hombres en el Cuartel 23. ¿Quién concertóel plan de las actas de defunción?

Zayas hizo comparecer también ante el Juzgado al señor Leo-poldo Camarena, oficial de policía municipal, quien fue el encargado deconducir los cadáveres al cementerio y de su declaración consta que elgobernador fue quien dio la orden de llevar al cementerio y enterrarcinco cadáveres dejando bien tapadas las fosas y regresar por los otroscuatro que debían ser inhumados de la misma manera.

46 Íbid., p. 67.

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En cuanto a la exhumación de los cadáveres con motivo de laaveriguación, el 3 de julio, Zayas dictó el auto mediante el cual losfacultativos Manuel Garmendia, Ernesto Hegewisch, Miguel Heras y Enri-que Palazuelos, procederían a la inspección de los cadáveres y emitiríanlos informes correspondientes al número y forma de las heridas, partesdel cuerpo en donde las recibieron, armas con que se hicieron, distanciaa que fueron inferidas, si con ellas se causó la muerte, y todo lo demásque fuera conducente al esclarecimiento de los hechos que averiguabapor orden de la Suprema Corte remitiéndose, al efecto, oficio al Juezdel Registro Civil para que permitiera la exhumación de los cadáveres.Sin embargo, en la noche del mismo día recibió una comunicación departe del Juzgado Civil en la que se le explicaba que por orden del gober-nador no era posible exhumar los cadáveres de los fallecidos en el Cuartel23 debido a que eso representaba un riesgo para la salud. También habíala orden de que el guardián del Cementerio no indicara el lugar dóndese encontraban los cadáveres.

Ahora bien, debido a que Zayas se valió una y otra vez del apoyode la Suprema Corte pronto recibió un telegrama de parte del Ministrode Justicia mediante el cual se le comunicaba que el Presidente PorfirioDíaz —informado del telegrama dirigido a la Corte— había dictadolas órdenes correspondientes a fin de que se le permitiera practicar lasdiligencias solicitadas y fue invitado por el Comandante Militar, ge-neral Ignacio de la Peza, para fijar la fecha y hora de la exhumación.La exhumación se inició a las cuatro y media de la madrugada del 13 dejulio de 1879. Todos los cadáveres menos el de Rubalcaba tenían el tirode gracia. Todos tenían fracturado el cráneo. Rubalcaba había muerto poruna herida en el corazón.

El 25 de junio el Juez de Distrito, Rafael de Zayas Enríquez,terminó con la averiguación de los hechos y remitió el expediente a laSuprema Corte, la que por tratarse de un funcionario público acordó

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dar conocimiento de lo sucedido al Gran Jurado Nacional, a fin de pro-

ceder a lo que hubiera lugar en justicia, contra el Gobernador de Vera-

cruz. Así concluyó la misión de la Suprema Corte de Justicia, aunque

no sin antes volver a dirigirse al Ejecutivo.

[…] la Suprema Corte de Justicia ve con pena que el Ejecutivo eneste gravísimo negocio muestre desagrado por el celo de la Corte, ydesea que por la honra del país, por el buen nombre del gobierno,por los fueros de la humanidad y por el respeto que merecen las garan-tías del hombre y nuestra Constitución, el Ejecutivo prescinda de lascuestiones de mera fórmula y sujetándose a los preceptos de la leysuprema, haga cuanto esté de su parte en la órbita de sus facultadespara que la justicia triunfe, castigándose, conforme a la ley, a losculpables de los sucesos de Veracruz.47

El gobernador de Veracruz Luis Mier y Terán tuvo que enfrentar

al Congreso aun y cuando en todo momento aseguró que los conspira-

dores lerdistas habían atacado el Cuartel 23, razón por la cual la guardia

los había matado. Pronto llegaría la recomendación presidencial y el Gran

Jurado Nacional sin formar un verdadero proceso —lo que era y es un

requisito para la posible absolución de un inculpado—, finalmente resol-

vería que los crímenes imputados a Luis Mier y Terán no eran del tipo

oficial, siendo que los hechos ejecutados por el gobernador de Veracruz

efectivamente fueron de tipo oficial —pues a decir del Magistrado José

María Bautista— “los ejecutó como gobernador, ejerciendo funciones

de autoridad y haciendo uso de la fuerza pública”.48

47 "Boletín del Monitor", en El Monitor Republicano, México, 10 de julio de 1879.48 "Voto del Ministro Bautista en el amparo pedido por la señora Candelaria Pacheco de

Albert, contra el veredicto del Gran Jurado Nacional en la causa formado al gobernadorde Veracruz", en BAUTISTA, José María. El octavo magistrado de la Suprema Corte de Justicia…José María Bautista da cuenta al pueblo de su conducta en el despacho de su encargo. Enero de1883, México, Imprenta de Ignacio Escalante, pp. 50-55; citado por CABRERA ACEVEDO,L., op. cit.

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Es importante señalar señalar que en 1880 una viuda de los fusi-

lados en junio del año anterior, promovió un amparo contra la 2a. Sección

del Gran Jurado Nacional por sus procedimientos en la causa instruida

al gobernador de Veracruz por haber aprehendido a su esposo para des-

pués asesinarlo sin forma alguna de juicio. La señora Candelaria Pacheco

de Albert, viuda de doctor Ramón Albert Hernández invocó sus garan-

tías y las de su esposo ante la resolución del Gran Jurado Nacional otor-

gándole el amparo ocho de diez Magistrados quienes expusieron con

lealtad a la Constitución y con independencia sus razones.49

Rafael de Zayas Enríquez, agobiado por el exceso de trabajo y por

las terribles emociones que había sufrido, por el acto de la exhumación

de cadáveres de personas a quienes en su mayor parte había conocido

y tratado desde su infancia, sufriendo de una fiebre intermitente que

tuvo por origen la exhumación, pidió una licencia a la Suprema Corte

para separarse del Juzgado y resolvió ir a Europa a pasar algunos meses

pues deseaba retirarse de una vez de la política y de los asuntos públicos.

Salió de Veracruz a mediados del mes de agosto.

De acuerdo con el relato de Zayas, un periódico de la ciudad de

México —del cual no menciona el nombre— imprimió en una de sus

páginas que su huida a Europa había sido posible gracias a los recursos

recibidos del gobierno, el presunto soborno se había hecho público.

Un soborno que en todo caso debió haberse ejercido cuando el Juez

Zayas Enríquez dio inicio a las diligencias y no al terminarlas, pues fue

uno de esos días, antes de su partida a Europa, cuando llegó a Veracruz

49 Este proceso puede consultarse en la Biblioteca Nacional de la UNAM: Proceso Instruidopor la Segunda Sección del Gran Jurado con motivo de los acontecimientos ocurridos en la Ciudadde Veracruz la noche del 24 al 25 de junio de 1879, México, Imprenta del Comercio de Dublany Compañía, 1880.

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a bordo del tren extraordinario una persona de confianza del presidenteDíaz encargada de exponer el plan para la farsa jurídica que había desalvar a Terán. Esa misma tarde fue a ver a Zayas el licenciado Santaellapara comunicarle que estaba comisionado para ofrecerle el puesto quequisiera y todo el dinero que solicitara con tal de que conviniera enaceptar una cosa muy sencilla y nada comprometedora instruyendo lasdiligencias como mejor le pareciese.

Todo lo que se pedía era que hiciera aparecer en el expedienteuna comunicación del gobernador fechada la noche del 24 de junio ydepositada en el buzón de su casa —de Zayas— la misma noche, con elfin de hacer constar que la había encontrado a la mañana siguiente.La comunicación diría simplemente que habían sido aprehendidosCapmany y demás compañeros y que quedaban a su disposición —delJuez de Distrito— en el Cuartel 23, por no ofrecer suficientes garantíasla casa de detención. La respuesta fue corta, categórica y definitiva: unno sin apelación. El licenciado Santaella le estrechó la mano y le dijoque estaba seguro de su respuesta, pero que no obstante no podía evadirla comisión que se le había asignado por razones que él —Zayas— com-prendería bien.

La opinión pública siempre cobijó la idea de que Rafael de ZayasEnríquez fue castigado, que tuvo que salir de México por ser personano grata para el gobierno de Porfirio Díaz —aunque Zayas no lo diceasí—. Díaz terminó aquel año de 1879 dando órdenes para sofocar rebe-liones locales que al grito de ¡Muera Porfirio Díaz! intentarían impedirsu reelección. Y finalmente, tras una campaña electoral sin contra-tiempos, con el apoyo de los grupos políticos y económicos nacionalesy con el beneplácito de las potencias extranjeras, como Estados Unidos,Inglaterra y España, Manuel González fue electo presidente, y comotal, empezó a ejercer el cargo el 1o. de diciembre de 1880.

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A Luis Mier y Terán lo sustituyó el general Apolinar Castilloquien como gobernador continuó con la política establecida por elrégimen porfirista.

El Ejecutivo debe comprender que no es la sangre laque hace enmudecer a los que reclaman sus derechos.

"La Corte y el Gobierno. El Crimen de Veracruz", enEl Monitor Republicano, México, 11 de julio de 1879.

TTTTTercera parte¿Habrá quién quiera oírme?...

79

Hacia el fin de su carrera pública

A pesar de la extraordinaria intervención que tuvo Rafael de

Zayas Enríquez en los hechos de junio de 1879, y proba-blemente en otros tantos casos no conocidos, él no tenía un buen

concepto de sí mismo como abogado. Obviamente no por ser incapaz

de llevar cualquier caso con profesionalismo sino porque comprendíaperfectamente bien la política de su tiempo y, por lo mismo, sabía de

la necesidad de contribuir, de la manera más honesta posible, en la admi-

nistración de una verdadera justicia en el país.

Después de la llamada Hecatombe de Veracruz se dirigió con su

familia al extranjero. Después de un tiempo razonable regresó a Méxicopara reanudar su trabajo como editor del periódico El Ferrocarril, el cual

fue publicado en el Puerto hasta 1887. En estos años fueron sus

colaboradores en el periódico el poeta y político veracruzano SalvadorDíaz Mirón, amigo entrañable quien siempre lo estimuló a continuar sus

estudios literarios, y el escritor Jerónimo Baturoni.

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En 1880 —cercanas las elecciones— don Francisco Prida leofreció subvención para que con sus publicaciones sostuviera lacandidatura de Manuel González. Rafael de Zayas Enríquez no aceptó,sin embargo, sabiendo que Manuel González era el candidato apoyadopor Díaz hizo todo lo que estaba a su alcance para colaborar en la causa.Cuando Manuel González fue electo Presidente le ofreció trabajo ensu administración, a lo que una vez más Zayas Enríquez se negó.

El general Manuel González era un militar que había partici-pado como teniente durante la intervención norteamericana en México.Posteriormente combatió en la Guerra de Reforma, al lado del bandoConservador. Durante la segunda intervención francesa en México deci-dió abandonar ese partido para ingresar en el ejército liberal, debido aque su padre había sido asesinado por las tropas norteamericanas.

El general González luchó al lado de Porfirio Díaz en la segundaintervención francesa y se convirtió en lugarteniente general del Ejér-cito de Oriente. También apoyó a Díaz durante la Revolución de La Noriay nuevamente durante la de Tuxtepec. Habiendo sido herido en unenfrentamiento en Tuxtepec, Díaz le da el nombramiento de Ministrode Guerra en reconocimiento por sus servicios hasta que en 1879 con-siguió ser uno de los candidatos presidenciales.

Durante su gobierno, Manuel González impulsó el desarrollo delos ferrocarriles, dio concesiones para la creación de la primera redde telégrafos en el país y para la fundación del primer Banco Nacional,antecedente del actual Banco de México. En noviembre de 1881, la emi-sión de la moneda de níquel, que sustituía a la de plata, provocó unacrisis económica y de no ser por la intervención de Porfirio Díaz elgobierno de Manuel González se hubiera visto envuelto en una guerracivil. Pero fue también Porfirio Díaz quien, junto con su suegro —el

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abogado y político don Manuel Romero Rubio—, propagó los malosmanejos de la administración de González, lo que al parecer evitaría queéste continuara en la Presidencia para 1884.

En este mismo año Díaz se postula como candidato presidencial,y luego de una campaña apoyada por los sectores de la Iglesia y losempresarios, se convierte en Presidente por segunda ocasión el 1o.de diciembre de 1884. Rafael de Zayas Enríquez se reconcilió con laadministración de Porfirio Díaz en esta etapa, y gracias a ello le fueronofrecidos varios cargos públicos. Trabajó al frente de la ComandanciaMilitar de Veracruz a partir de 1884, justo enseguida de haber tomadoprotesta como gobernador del Estado el general Juan de la Luz Enrí-quez, en sustitución de Apolinar Castillo. Posteriormente, trabajó comoSecretario en la Suprema Corte Militar, siendo este el momento en elcual intervino como abogado en el caso del teniente Carlos Aviet aquien se le inculpaba de haber asesinado a un capitán compañero dehabitación. Una vez más Rafael de Zayas Enríquez pudo evitar lamuerte del inculpado, ya que de no haber sido por su intervenciónéste hubiera sido fusilado.

Juan de la Luz Enríquez fue un gobernador que a pesar de con-tinuar con la política porfirista —por demás centralista—, intentó rea-lizar gestiones análogas al gobierno federal estableciendo importantesvínculos diplomáticos que le permitieron mantenerse informado delacontecer mundial, al mismo tiempo que propició intercambios econó-micos y culturales con diversos países. En sus memorias, Juan de la Luzhace un recuento de los consulados de Europa, Estados Unidos y AméricaLatina que establecieron su sede en territorio veracruzano: en el Puertoestaban los consulados de Alemania, Bélgica, Dinamarca, Suecia, Francia,Italia, Inglaterra, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, El Salvador,Costa Rica, Colombia y Chile; así como vice-cónsules de España enXalapa y Tuxpan; de Estados Unidos en Minatitlán; de Francia, en Jical-tepec, etcétera.

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Rafael de Zayas Enríquez consiguió el nombramiento de Agente

de Instrucción Pública del Estado en Europa por lo que acompañado de

su familia en 1889 se estableció en Barcelona, desde donde su quehacer

sería informar acerca de la educación española. Durante su estancia

en Barcelona fue también comisionado por el Gobierno del Estado de

Veracruz para asistir a la Exposición Universal a realizarse en París del 6

al 31 de mayo de ese mismo año, con lo cual se estaría celebrando el

centenario de la toma de la Bastilla, acontecimiento considerado tradi-

cionalmente como el comienzo de la Revolución francesa. En 1889 fue

terminada la Torre Eiffel por lo que ésta fue elegida como símbolo prin-

cipal de la Exposición Universal y fungió como arco de entrada a la Feria.

Vista aérea de París desde un globo aerostático. Liébert Alphonse, 1889, Biblioteca del Congreso,EUA. (Dominio público)

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Rafael de Zayas regresó a México con su familia —compuestapor seis hijos, su esposa Ana y su cuñada Margarita—. Una vezestablecidos en la Ciudad de México, Rafael fue nombrado profesorinterino de Historia Universal en la Escuela de Agricultura y Veteri-naria, ubicada en el pueblo de San Jacinto, San Ángel, y también trabajóen el periódico El Siglo XIX hasta que en agosto de 1891 fue nombradoSecretario de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia Militar.

La necesidad de conseguir el sustento para su familia llevó aZayas Enríquez a buscar la oportunidad de escribir en algunas publi-caciones. En estos años colaboró para el diario El Nacional a la vez quetrabajaba en el Ministerio de Fomento impulsando la participaciónde México en la Exposición Universal a celebrarse en Chicago en 1893—también llamada World's Columbian Fair—. Esta feria estaba dedi-cada a conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento del NuevoMundo por Cristóbal Colón. En 1893 —cuando trascurre el tercerperíodo del gobierno de Porfirio Díaz— Rafael de Zayas sustituye aRicardo Domínguez al frente de la secretaria de redacción del diario deApolinar Castillo llamado El Partido Liberal, y —debido a su amistadcon el general Bernardo Reyes— consigue algunas curules sucesivas enel Congreso Federal.

No obstante que al parecer Zayas no disfrutaba del todo su queha-cer como diputado, su participación en el Congreso fue destacada. Asílo demuestra uno de sus discursos pronunciado en la sesión del 13 dejulio de 1897 durante el Concurso Científico Nacional, mismo que poneal descubierto la vocación de Rafael de Zayas Enríquez por la juris-prudencia —por el derecho penal principalmente— pero también sucompromiso con la sociedad y con el país.

El tema de aquel discurso pronunciado por Zayas fue El régimenpenitenciario en sus relaciones con la Constitución de 1857, el Derecho Penal

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vigente y las costumbres públicas. Le apasionaba la criminología y fueun estudioso no sólo de la delincuencia como tal —de su origen—,sino de la solución a este problema social. En su obra titulada Fisiologíadel Crimen, Zayas expone lo que para entonces era considerada la dis-tinción científica de los delincuentes: orgánico, pasional y ocasional.50

En su discurso de 1897 no abordó únicamente el tema fundamentaldel delincuente, sino también el del sistema penitenciario en su con-junto —que entre otras tantas insuficiencias— estaba orientado a laregeneración más no a la prevención. Así lo demuestran los estudiosacerca de la temida Cárcel de Belem en la Ciudad de México, inauguradaen 1863 en sustitución de la antigua Cárcel de la Ex Acordada.51

Además de proponer la unificación del régimen penitenciariode la República para ser dirigido desde la Secretaría de Gobernación,Zayas centró su discurso en temas del derecho, el cual había tenidoprogreso en materia civil —en asuntos relacionados con intereses mate-riales, por ejemplo— más no en materia penal pues poco se había estu-diado sobre asuntos relacionados con la libertad, la honra y la vida delindividuo. Sin embargo, estaba seguro de que pronto habría un progresoconsiderable en esa materia.

El binomio delito/pena se convertiría en un trinomio: delito/pena/delincuente, siendo este último el factor más importante.52 Si bienen la moderna Cárcel de Belem se había intentado disminuir los pade-cimientos físicos de los presos así como fomentar la moralidad en los

50 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Fisiología del Crimen. Estudio Jurídico- Sociológico, Veracruz,Imprenta de Rafael de Zayas, 1885.

51 Véase FLORES F., Graciela, "A la Sombra de la Penitenciaría: la cárcel de Belem en laciudad de México, sus necesidades, prácticas y condiciones sanitarias 1863-1900", en RevistaCultura y Religión, 2008. www.culturayreligion.cl

52 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Discurso pronunciado en la sesión del 13 de julio de 1897…Concurso Científico Nacional 1897, Sociedad de Geografía y Estadística, Oficina Tipográficade la Secretaría de Fomento, 1897, p. 6.

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delincuentes con la instrucción, el trabajo, la disciplina, para Zayas era

fundamental infundir en la sociedad el deseo de no delinquir (preven-ción del delito), para no caer en la prisión.

Es preciso no sólo combatir el ejército del crimen con la reclusión,sino también impedir que los bisoños se conviertan en veteranos, ysobre todo, imposibilitar el reclutamiento.

Los niños abandonados, la ignorancia, la miseria, la ociosidad, la taber-na, el garito y la prostitución, esas son las fuentes del crimen, allíhay que ir a buscarlo, allí es donde principalmente debe combatírsele,si no para arrancarlo de raíz, al menos para minorarlo en número,en intensidad y en sus funestas consecuencias, estableciendo comoprincipio:

Que si castigar es un derecho social, prevenir y redimir son deberesde la humanidad.53

Los hijos de Rafael de Zayas y Ana Calmet se formaron en laCiudad de México. La familia vivió un tiempo en una casa ubicada en

la calle Jesús María en las inmediaciones del Palacio de los Condes

de Calimaya y cerca del Palacio Nacional. Luego en la calle Edison, haciael poniente del centro de la ciudad. También vivieron durante corto

tiempo en el pueblo de Coyoacán. Al parecer nunca permanecieron en

un lugar definitivo, y muy pronto volverían a Estados Unidos. La fami-lia Zayas Calmet regresó a Nueva York en 1899 con el fin de emprender

algunos negocios; fue en aquella ciudad en donde sus hijos, Rafael y

Marius, se iniciaron en el estudio de la pintura llegando a ilustrar una delas obras de su padre: publicada en 1902 por la imprenta D. Appleton

y Compañía. El Teniente de los Gavilanes.54

53 Íbid., p. 7.54 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, El Teniente de los Gavilanes, Nueva York, D. Appleton y

Compañía, Editores, 1902.

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Durante los años que vivió en Nueva York, Rafael de Zayas Enríqueztambién escribió Los Estados Unidos Mexicanos, sus progresos en veinteaños de paz, 1877-1897, obra probablemente financiada por Porfirio Díaz,interesado en difundir los progresos del país durante su gobierno. Lo ante-rior se interpreta también de la correspondencia entre Rafael y su amigoEnrique Olavarría y Ferrari a quien comenta sobre la preparación de laobra y de los manuscritos que de vez en cuando enviaba a Díaz para suaprobación.

Enrique Olavarría y Ferrari fue conocido, entre otras cosas, porsu participación en la redacción del cuarto tomo intitulado Historia deMéxico Independiente, parte de la monumental obra México a través de losSiglos (1888), la cual fue coordinada por Vicente Riva Palacio. En rea-lidad sustituyó a Juan de Dios Arias a su muerte. Olavarría y Ferraritambién fue conocido en aquellos años debido a que fue diputado ysenador durante el gobierno porfirista, y por supuesto buen amigo deRafael.

Rafael de Zayas Enríquez deseaba regresar a México pero tanto eltrabajo como algunos problemas de salud lo hicieron permanecer enEstados Unidos. En 1903 fue nombrado Cónsul General de México en SanFrancisco, California, cargo que desempeñó sólo durante siete meses.

No obstante lo ocurrido en el mes de junio de 1879, en el Puertode Veracruz, Rafael trabajó por más de diez años para el gobierno dePorfirio Díaz. Para 1903 el tiempo había transcurrido; las circunstanciasdel país no eran las mismas, ni las de Rafael de Zayas Enríquez. Ya conotra perspectiva se empezaba a atenuar en Zayas aquella admiración porel presidente. Los cargos públicos no eran más una trinchera desdedonde era posible trabajar por el país —ni siquiera siendo diputado—cargo por el cual le estaba agradecido al general Bernardo Reyes —hom-bre honrado y trabajador quien se contaba entre los pocos y verdaderosamigos de don Porfirio, como Joaquín Baranda o don Teodoro A.

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Dehesa— pero de quien a partir de 1907 Zayas se distanció definiti-vamente debido a cierto epigrama que al parecer ofendió a tal grado algeneral, que jamás se volvieron a hablar.55

[…] Allí estoy en mi curul, momificado, en un callejón sin salida, sininfluencia, sin comisión, nulificado, recibiendo una limosna, no sési en vista de mi inutilidad o como una recompensa por mi patrio-tismo y honradez. El día que hice la protesta como Diputado, AlfredoChavero me dijo: ‘Ya sabe Ud. que aquí no habla sino cuando se lediga’. Cinco años después pedí un día la palabra… y me la negaron, yme regañó el presidente de la Cámara. […]

No faltará quien diga que yo tengo la culpa de todo esto; que debíser juarista, lerdista, porfirista, gonzalista y porfirista de nuevo, con-forme a quien estuviese en el poder, con lo cual no hubiera perdidomis bienes ni aumentado mis muchos males; que debí haber sido dócilinstrumento en manos de Iván, S. S. [se refiere a Luis Mier y Terán];que debí haber sido más tarde pachequista, serranista, dublanista olimantourista, y no haber sido siempre ni seguir siendo porfiristaneto (o tanto si se quiere). Pero amigo… tu bien sabes cómo soy y queno puedo ser de otra manera. No me arrepiento.

Sé que no se me comprende; pero yo estoy satisfecho de mi conductahumana, leal y patriótica, […].

Todos mis estudios, todas mis labores, de los últimos años no hantenido más que dos objetos: explicar la magnitud de la maravillosaobra del general Díaz y prestigiar a mi Patria.56

En realidad los mejores años de Rafael de Zayas Enríquez comoabogado habían pasado, pese a ello pronto tendría la oportunidad de

55 Este comentario lo hace Rafael de Zayas Enríquez a Fernando Iglesias Calderón enuna carta con fecha 25 de noviembre de 1930 aunque no menciona el contenido del epigrama.Fondo Fernando Iglesias Calderón, caja 13, Exp. 5, Archivo General de la Nación (AGN), México.

56 Carta a Enrique Olavarría y Ferrari, Nueva York, 10 de agosto de 1900. Archivo Personalde Enrique Olavarría..., op. cit.

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participar en la recopilación de leyes y disposiciones vigentes que años

más tarde convergerían en la Constitución de 1917. Mientras tanto se

encontraba en uno de sus mejores momentos como escritor, así es que

tanto su madurez intelectual como su habilidad literaria le permitieron

publicar infinidad de artículos y obras de diversa índole. De Zayas

escribió sobre temas jurídicos en publicaciones como El Foro, El Anua-

rio de Legislación y Jurisprudencia, La Ciencia Jurídica, El Derecho o La

Revista de Legislación y Jurisprudencia, pero de su obra literaria escrita

en los primeros años del siglo XX destaca un conjunto de poemas poco

conocido titulado Poemas Sudras (1903) en el cual es posible percibir

una legítima preocupación por la realidad social tanto de México como

del mundo.

En Poemas Sudras, Zayas destaca lo injusto de una sociedad como

la indostánica, dividida en castas o clases sociales, donde la inferior

no tiene derechos ni esperanza de tierra o de justicia; peor aún —

expresa Zayas—, cuando tal división se fundamenta en un origen

divino. El tiempo fue esculpiendo el pensamiento de Rafael de Zayas

Enríquez. Es probable que tanto sus lecturas como el contacto en Nueva

York con algunos críticos al gobierno hayan contribuido a la transfor-

mación paulatina de su pensamiento pero sobre todo de su admiración

por Porfirio Díaz. Poemas Sudras fue una obra dedicada al pueblo —tal

vez a los parias y a los sudras— quienes consideraban que en una vida

pasada estaba la respuesta a su estado y que en una vida futura estaría

la recompensa de la actual.

Dicen que la historia se repite. ¡Error! Lo que hay es que la humanidadno cambia.

[…] ‘Siempre he hecho fervientes votos porque llegue el día en quela debilidad inspire temor al fuerte’.

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57 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Poemas Sudras, Tipografía Artística, 1a. de RevillagigedoNúmero 2, México, 1903, p. VI.

Y he venido predicando la doctrina de redención, desde mi juventud,en el libro, en el periódico y en la tribuna. […]

A ella obedece también la presente colección de versos y otras quelistas quedan para ver la luz; a ella pienso consagrar los pocos añosque me quedan de vida, cumpliendo con mi deber según lo entiendo;luchando por destruir todo lo que significa opresión.57

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Aproximadamente en 1905 la familia Zayas Enríquez regresóuna vez más a México. En esta ocasión son los hijos de Rafael de Zayaslos que inmediatamente se iniciaron en el periodismo colaborando enel semanario La Actualidad. Semanario Ilustrado de Sociedad, Sport yLiteratura: Rafael como gerente y Marius como ilustrador. Muy prontoRafael de Zayas Enríquez obtendría el triunfo con la biografía BenitoJuárez. Su vida. Su obra —que a decir de don Andrés Henestrosa— esuna obra a la que indudablemente se le reconoce por estar biendocumentada.58 Fue también en 1906 cuando Rafael de Zayas Enríqueziniciaría sus Apuntes Confidenciales por encargo del gobernador delEstado de Veracruz, don Teodoro Dehesa. Zayas aún compartía conPorfirio Díaz un interés por los asuntos nacionales, pero con Dehesacompartía sobre todo un interés por solucionar los problemas socialesentre los que se encontraban los que desencadenarían el conflicto enla fábrica de tejidos de Río Blanco justo en enero del siguiente año.

58 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Benito Juárez. Su Vida. Su Obra, prólogo a la edición originalde Andrés Henestrosa, sep-setentas, México, 1972. Edición original: tipografía de la viuda deFrancisco Díaz de León, México, 1906.

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El Centenario de don Benito

En 1906 la Comisión Nacional integrada para la celebracióndel Centenario del natalicio de Benito Juárez abrió un

concurso literario en el cual Rafael de Zayas Enríquez obtuvo el primerlugar con la biografía titulada: Benito Juárez. Su vida. Su obra. Estetrabajo significó para Zayas un intento más de escribir para el pueblo.Su obra obtuvo un reconocimiento por parte de la Comisión, y se publicópor primera vez en 1906, en la conocida imprenta de la viuda de Fran-cisco Díaz de León, ubicada ésta en la esquina de la calle 5 de Mayo y elCallejón de Santa Clara en la Ciudad de México.

No cabe duda de que fue su patriotismo lo que lo llevó a escribiresta biografía en donde presenta al Juárez público, pero no sólo eso,también presenta los detalles de una vida privada de la que alguna vezél mismo fue testigo ya que conoció personalmente a casi todos los per-sonajes que figuraron en la vida de Benito Juárez. Los vio, los escuchóy seguramente los conservó grabados en su memoria. Asistió comoespectador al desenvolvimiento de los acontecimientos que constitu-yen esa etapa de la historia de México.

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[…] he sentido las palpitaciones de mi patria en sus horas de supremaangustia, y he visto sus explosiones de orgullo y de alegría deliranteen horas supremas del triunfo, y no puedo eximirme de ser hijo demi tiempo, de haber sufrido la influencia indeleble de los acontecimien-tos y de mi educación liberal; en una palabra, del radicalismo en cuyaatmósfera nací, me crié, y en la que respiro aún.59

Rafael de Zayas rindió así tributo de respeto y veneración aBenito Juárez legando su obra a la juventud, a la que en uno de los últi-mos párrafos le dice:

He allí la más altiva excelsitud que han producido los siglos, los queasombrados se encaraman unos sobre otros, ambicionando servirlede pedestal eterno. Ama, venera e imita a ese titán de las edades, yrespeta a la Nación que le sirvió de cuna; y cuando veas que la envidiaunida a la calumnia, su gemela hermana, dan rienda suelta a su impo-tente cólera, al ver tanta virtud unida a grandeza tanta, y procuren per-turbar a ese Juárez, honra del género humano, diles que mienten, yfustígalas con el látigo de la verdad indignada. Y que éstos, que paralos hombres de mi tiempo son gloriosos recuerdos, sean para ti, ¡ohjuventud! fuente de las más nobles esperanzas y estímulo para lasmás levantadas acciones.60

En 1906 Rafael de Zayas Enríquez enviaría a Porfirio Díaz elborrador de la obra Apuntes Confidenciales al Presidente Porfirio Díaz,la cual en aquel momento no fue dada a conocer al público precisamentepor su carácter confidencial; sin embargo, hoy en día es sin duda undocumento importante para el conocimiento general de las causas queincubaron la Revolución Mexicana, pero que en su momento al autorle ocasionaría ciertos problemas con el Presidente.

59 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Benito Juárez. Su Vida. Su Obra, Facsímil de la edición mexi-cana de 1906. Fundación Miguel Alemán, México, 2006, p. 2.

60 Íbid., p. 277.

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Los Apuntes Confidenciales fueron un encargo directo que PorfirioDíaz hizo a Zayas Enríquez con el fin de saber más acerca de la situacióngeneral prevaleciente en el país, especialmente la que existía en los luga-res de trabajo fabriles o agrícolas, lo que demuestra que había en elPresidente cierta preocupación por lo que podía llegar a ocurrir.

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Apuntes confidenciales: los temores de Zayas

No pretendo enseñar a usted nada nuevo, menos aún darle consejo,que sería mucho atrevimiento de mi parte creer que tuviese más ta-lento que usted y mayor experiencia que el hombre que pasa poruno de los primeros de nuestro siglo. Lo único que pretendo es expo-ner mi modo de ver y mi manera de pensar, por el conocimiento quetengo del pueblo mexicano, por hallarme en contacto con todas lasclases sociales, y porque mi alejamiento de la política militante meha puesto en condiciones de observar lo que no se puede muchas vecespercibir desde las alturas, y oír lo que no llega, ni siquiera como eco,hasta las cumbres del poder.61

Los comentarios que Rafael de Zayas Enríquez hizo al PresidentePorfirio Díaz en su obra Apuntes Confidenciales al Presidente Porfirio Díazfueron breves, pero claros y directos, siendo la principal advertencialo que para él era un hecho de acuerdo a la experiencia acumulada de lahistoria:

61 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Apuntes Confidenciales al Presidente Porfirio Díaz, ColecciónSuma Veracruzana, Serie Política, México, 1967, p. 7.

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[…] cuando nadie mira por el pueblo, el pueblo mira por sí mismo,y cuando el pueblo mira por sí mismo no es río que corre por su caucenatural, sino torrente que se desborda.62

En ese mismo año, 1906, cuando por encargo del entonces gober-nador del Estado de Veracruz, don Teodoro Dehesa y del mismo presi-dente Porfirio Díaz, es que Rafael de Zayas Enríquez escribe sus ApuntesConfidenciales. Su carrera pública había terminado pero no su interéspor el país. Compartía con Porfirio Díaz la preocupación por los asuntosnacionales aunque tal vez compartía con sus amigos Teodoro Dehesay Joaquín Baranda la idea de que había que poner más atención en losproblemas sociales.

Teodoro Dehesa fue también originario de Veracruz y partidariode Porfirio Díaz desde la proclamación del Plan de la Noria. Fue dipu-tado en varias legislaturas hasta que en 1892 Díaz apoyó su elección parael cargo de gobernador, cargo que ejerció desde entonces y hasta el mesde mayo de 1911. Dehesa fue una figura controvertida por su simultánealealtad hacia el presidente Díaz y su hostilidad hacia los científicos.

Al igual que Baranda, Dehesa pensaba que los llamados cientí-ficos, en su intento de propiciar un desarrollo industrial, habían des-cuidado la agricultura debido a que los empresarios, los banqueros oalgunos otros inversionistas no la consideraban un negocio redituable.Para Dehesa tanto los científicos como los hombres allegados a elloshabían hecho grandes fortunas, habían progresado extraordinaria-mente aprovechando su influencia con el poderoso ministro de Hacien-da: José Yves Limantour. Y es que para los científicos —de ideologíapositivista— el desarrollo del país sólo era posible a través de un pro-greso evolutivo en medio del orden —el cual había que mantener a toda

62 Íbid., p. 5.

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costa— y la paz, pero al parecer muchos de ellos habían aprovechadoel orden de cosas para realizar importantes negocios como obtener con-cesiones, deslindes o bien aprovechar las facilidades para el despojo detierras —entre otros—.

Con la creciente decrepitud de Díaz "los científicos" y su jefe de facto,Limantour, fueron los amos absolutos del país. Creció el poder y lasoberanía de los capitalistas extranjeros, aumentó la opresión delpueblo mexicano, abundaron los despojos de tierras a los mexicanos,se desbocó la explotación y expoliación de los recursos naturales delpaís por los capitales con matrices en el exterior.63

Esta era también la opinión de Teodoro Dehesa quien habíasido advertido, por su amigo el jurista Silvestre Moreno Cora, acerca delpeligro que imperaba en la región de Orizaba debido a la inconfor-midad de los obreros de Río Blanco. Silvestre Moreno Cora habíasugerido a Dehesa publicar una Ley del Trabajo que protegiera de algunamanera a los obreros, la cual al ser presentada por los diputados veracru-zanos a la Cámara Federal fue rechazada por la mayoría. Lo anterior,más su preocupación por la situación en otras regiones, llevó a Dehesaa sugerir al Presidente Porfirio Díaz la realización del estudio queposteriormente entregó Zayas el cual una vez que visitó la zona textilde Río Blanco, la minera de Cananea y la agrícola de Acayucan, pudoobservar directamente el ambiente que se vivía y también el que propi-ciaba los periódicos de oposición.

Yo no soy pesimista ni optimista. Veo todos los acontecimientos conserenidad y los estudio sin pasión ni idea preconcebida, único medioque conozco para poder formar un juicio tan exacto como es posible,

63 ANAYA IBARRA, Pedro María, "Quetzalcóatl y Tezcatlipoca", en El Nacional, México,29 de mayo de 1913; citado por BARANDA, Marta, José Yves Limantour Juzgado por FigurasClaves del Porfiriato, Estudios de Historia Moderna Contemporánea de México, vol. 9/Docu-mento 10, México, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM.

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dadas la fiabilidad del espíritu humano y, principalmente, mi defi-ciencia intelectual.

Siguiendo ese método, que es rigurosamente científico, he estudiadola situación actual del país, las condiciones en que se encuentra elGobierno y la significación que tiene el movimiento socialista quese ha iniciado, y cuya importancia crece de día en día, pues que incon-cusamente aumenta en intensidad y en extensión.64

Para Zayas el movimiento al que se refiere como socialista noera algo aislado ni estaba circunscrito a la clase obrera. Por el contrario,estaba muy generalizado y en él tomaban participación directa o indirecta-mente hombres de todas las clases sociales, y a más de ser un movimientosocialista —dice Zayas a Díaz— es un movimiento que principalmenteataca al industrialismo y específicamente al gobierno.

En casi todos los Estados reina el descontento, el que emana de laperdurabilidad de algunos gobernadores de los Estados, y del grupoque rodea a cada uno de ellos, lo que mata las aspiraciones legítimasde los demás ciudadanos que se creen con derecho a tomar partici-pación directa en la gestión de la cosa pública, ya para realizar idealespreconcebidos, ya para satisfacer ambiciones de poder, ya, en fin, paracontentar su vanidad.

Y los que no tienen tales aspiraciones, al menos desean el cambio,creyendo que lo que venga hoy será mejor que lo que hoy tienen. Conmi genial franqueza diré a usted que esto no reza con la Presidenciade la República, a la que nadie aspira, contra la que nadie conspira, ysi se le hace algún cargo, es únicamente el de mantener en sus puestosa los hombres que condenan por inútiles y a algunos hasta por noci-vos; llegando a decir que nuestra sociedad está hoy dividida en doscastas: la una privilegiada, dirigente, sagrada, para la que son el poder,las prebendas, los negocios, los títulos y honores; y la otra carne decuartel, materia prima para el industrialismo, estancada, esclavizada,

64 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Apuntes Confidenciales…, op. cit., p. 5.

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sin esperanza ni porvenir, a la que toca la faena, la miseria y las pena-lidades. No justifico: narro.65

Para conjurar el peligro, Rafael de Zayas Enríquez propone a Por-firio Díaz encabezar la Revolución.

Si Luis XVI hubiese conocido esta verdad y hubiese sabido llevarla ala práctica, la Gran Revolución Francesa sería conocida en la historiacon el nombre de la ‘Gran Evolución’.66

65 Íbid., p. 12.66 Íbid., p. 23.

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La última faz de su evolución

[…] yo lo quiero, pero no sobrehumano e infalible. Yo lo he admirado,lo he seguido y le he servido. Creo conocerlo hasta donde es dado a unhombre conocer a otro y lo aprecio en todo su verdadero valor.

Mi trabajo no es la obra de un partidario ni de un enemigo, sino ladeposición franca y leal de un testigo ante el tribunal de la histo-ria; una especie de información ad perpetuam que quiero legar a laposteridad, antes de que la muerte me recoja. No digo ‘me sorpren-da’ porque no podrá sorprenderme. Hace tiempo que viene faltandoa la cita.67

Probablemente ante la imperante inconformidad hacia el go-

bierno y la hostilidad un tanto generalizada para entonces hacia la per-

sona de Porfirio Díaz, Rafael de Zayas Enríquez escribió en 1908 su

obra titulada Porfirio Díaz. La Evolución de su Vida, en la cual destaca al

67 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Porfirio Díaz. La Evolución de su Vida, D. Appleton y Com-pañía, Chicago-Nueva York-Londres, 1908, pp. 17-18.

Serie Jueces ejemplares102

hombre Porfirio Díaz, pero sobre todo al gobernante y lo más impor-

tante, explica por qué cree que es él, y sólo él —Díaz— quien debe enca-

bezar la inminente Revolución.

Rafael de Zayas Enríquez fue reconocido como periodista por

ser sustento del candidato Porfirio Díaz a la presidencia de la República

y poco después del Presidente. Como colaborador en la administración

pública fue incondicional por muchos años, y aunque jamás se dejó

corromper por los manejos de la política de Díaz, encaminada durante

su primer período de gobierno a pacificar al país removiendo cuantos

obstáculos se le opusieran para conseguir la regeneración, el progreso,

Zayas Enríquez justificó una y otra vez las maneras de Porfirio Díaz ase-

gurando que de no haber hecho lo que hizo habría quedado como un

revolucionario vulgar movido por una ambición punible.

Sin embargo, la admiración que sentía por Díaz se estaba ate-

nuando, incluso sus hijos se habían convertido en críticos del gobierno.

Para 1906 Rafael hijo, Marius y Jorge Zayas empezaron a colaborar

en las páginas de un periódico que entraría en conflicto con la dicta-

dura de Díaz por competir con El Imparcial, el diario subvencionado

por el gobierno. Desde octubre de 1906 los hijos de Zayas Enríquez

colaboraron en El Diario, Periódico Independiente bajo la dirección de

Juan Sánchez Azcona. Rafael hijo fue durante un tiempo el subdi-

rector del suplemento dominical: El Diario Ilustrado, en el cual Marius

publicó algunos dibujos acerca de la masacre de Río Blanco. Empero, el

retorno —o huida— de la familia Zayas a Estados Unidos, terminó

con una buena época de la empresa periodística fundada por Ernesto

T. Simondetti.

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Para Rafael de Zayas Enríquez el presidente Díaz fue un demó-crata. Por mucho tiempo realmente estuvo convencido de su honesti-dad y de sus buenas intenciones. Lo había comprobado —expresa— alconsiderar peligroso que un gobernante se prolongara indefinidamenteen el poder. Había condenado a Juárez y a Lerdo, pero él —Díaz— habíallegado al poder con una gran responsabilidad ante la historia. Esta erala opinión de Zayas aun en 1908.

Rafael de Zayas, 1898 archivo Zayas, Sevilla,en Saborit, A. Una visita a Marius de Zayas, 2009, p. 18.

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En 1906 había suplicado a Díaz que no viera con indiferencia losasuntos de Río Blanco y Cananea; había sugerido satisfacer a la opiniónpública, en parte, mediante el cambio de frente en El Imparcial, quitán-dole su carácter científico irritante, despectivo, su suficientismo desbor-dante y abofeteador, su intransigencia incontrastable, su malevolenciaincalificable, pero Zayas sabía que a los pueblos no se les engañaba conpromesas y superchería para contenerlos. Estaba seguro de que pasadoel primer momento de asombro y el tiempo otorgado a la expectativa,se volvería a la lucha con ardor, con verdadero encarnizamiento.

Vista parcial del Puerto, 1908. Colección Waite C.B. Propiedad Artística y literaria,Fototeca AGN, México

En 1908 Rafael de Zayas Enríquez aconsejó a Porfirio Díaz queencabezara la Revolución que empezaba a palpitar en el espíritu mexicano,que al parecer despertaba ya de su largo sueño. Que la encabezara ahí, en1908, cuando iniciaba tímidamente, para poder convertirla en una evo-

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lución, en un cambio que le imprimiera un sello de grandiosidad a sulabor de estadista. Muchos rieron al ver que Zayas hacía referencia a unaRevolución en México, la que consideraban imposible por creer en la pazfirmemente establecida y en el pueblo domado —tan domado— quemuchos lo creían incapaz de soñar siquiera con sacudirse el yugo.La huelga de Cananea ocurrida en junio de 1906, la rebelión de Acayucan,Veracruz también ocurrida en ese mismo año, así como la huelga deRío Blanco de enero de 1907 fueron manifestaciones que pretendíanmejorar las condiciones económicas de los trabajadores mexicanos, yaunque Porfirio Díaz intentó en un primer momento mediar en losconflictos, finalmente corrieron con la misma suerte que aquellos cons-piradores lerdistas de 1879. Para las autoridades la única alternativapara sofocar la inconformidad era el uso de la fuerza, siendo esta prác-tica precisamente lo que a Rafael de Zayas Enríquez preocupaba, yaque estaba seguro de que una vez que faltara la presión de la manode hierro de Porfirio Díaz, México presenciaría la explosión de fuerzasya latentes en varias regiones.

Para Rafael de Zayas Enríquez iniciaba así la nueva y últimaevolución del Presidente Porfirio Díaz convertido en un tirano, siendoque la tiranía no es más que el resultado fatal de la combinación de ele-mentos concurrentes, como la voluntad prepotente de un gobernanteomnímodo y la concesión tácita de un pueblo cuyo carácter se habíaido debilitando hasta que la debilidad a su vez había degenerado encobardía. Él mismo había tomado participación en todo aquello trashaber considerado a Díaz primero como un hombre útil, después comoun hombre necesario y al final como un ser providencial y único, procla-mándolo sin ambages y sin pudor, convirtiendo la gratitud en fanatismo,el elogio en adulación. Pero era tiempo de destruir prejuicios y de rectificarerrores, presentando al general Díaz tal como es, con su verdadera tallade hombre, sus pasiones de hombre y sus hechos de hombre.

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68 Íbid., p. 263.

Para Rafael de ZayasEnríquez, Porfirio Díaz habíaformado escuela. Sin em-bargo —aseguraba— si ésteevolucionaba en el sentidode organizar la libertad comomedio para hacer orgánicala paz por él establecida, suejemplo sería saludable, perosi no lo hiciera así por faltade voluntad o de tiempo, suejemplo igual sería salu-dable para los pueblos queaprenderían —a costa nues-tra— que nunca, por nin-gún motivo, se debe confiarlos destinos de la patria en lasmanos de un solo hombre,por más grande que parezca,

Porfirio Díaz, 1906, Colección Clarke, F.L. Per-sonajes, propiedad artística y literaria, Fototeca

AGN, México

por eminente que sean los servicios prestados por él en tiempos depeligros.

Y ojalá que, en cualquiera de los casos, pueblos y gobernantes noolviden la lección.

Paz no quiere decir orden, sino también libertad.68

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Última etapa de su vida

Para juzgar rectamente a un hombre público debemos considerar antetodo el objeto que se propuso y a cuya consecución consagró susesfuerzos; y después los medios que empleó para llegar al fin pro-puesto; sin perder de vista la época, los recursos y todas las condi-ciones que rodeaban al héroe.69

Rafael de Zayas Enríquez dio por terminada su carrera pública,pero en realidad nunca se alejó de la política de Porfirio Díaz, ni de losporfiristas netos. Bien dijo en alguna ocasión a su amigo Enrique Olava-rría y Ferrari que para tener más éxito en la política debió de haber sidojuarista —como lo fue en algún tiempo— o lerdista, porfirista, gonza-lista, porfirista de nuevo, y así sucesivamente, con lo cual no hubieraperdido sus bienes ni aumentado sus males —quizá refiriéndose a susituación económica. Ya entrado el siglo XX quizá debió haber sido tam-bién pachequista, serranista, dublanista o limantourista, con todo, Rafael

69 Íbid., p. 1.

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de Zayas Enríquez fue de los hombres que siempre confiaron en lasbuenas intenciones de Porfirio Díaz, a pesar de su amarga experienciacomo Juez de Distrito, en los hechos de junio de 1879, y de su partici-pación como diputado del Congreso Federal donde se encontraba comoen un callejón sin salida debido a la influencia que los científicos ejer-cían en la toma de decisiones de trascendencia para el progreso delpaís, específicamente en lo que respecta a la situación social. No obs-tante, Rafael de Zayas sabía que tenía amigos —pocos— pero excelentes,quienes siempre vieron más allá de lo que él mismo esperaba. Fue elcaso de Enrique Olavarría y Ferrari, Joaquín Baranda, fallecido en1909, y Teodoro Dehesa, con quien lo unió su hostilidad hacia los cientí-ficos, a quienes los mexicanos —en general— veían como culpables dela catástrofe económica del país.

La prensa mexicana había iniciado una campaña de desprestigioen contra del Presidente y desde 1906 el Partido Liberal Mexicano, fundadopor Ricardo Flores Magón, no sólo había recogido muchas de las deman-das del pueblo sino que era uno de los principales opositores al gobiernodeclarando el inicio de la Revolución y organizando así varias subleva-ciones que fueron reprimidas mediante la conocida práctica de loshechos de junio de 1879, en el Puerto de Veracruz, basada en el principioporfirista de que para lograr la paz había que hacer que los que quisierantrastornarla no pudieran y que los que pudieran trastornarla no quisieran.

Los hijos Zayas se habían unido a esta ola de críticas al gobierno,por lo que desde junio de 1907 la familia completa se había instaladoen Freeport, Long Island y después en el 225 de la Calle 80 Ponienteen Manhattan, desde donde, en un primer momento, Rafael de ZayasEnríquez escribiría al gobernador de Nuevo León, general BernardoReyes, suplicándole trabajo como corresponsal del Monterrey News enNueva York. Junto con sus hijos publicó infinidad de artículos esta vezen contra del gobierno de Díaz. Por estas publicaciones la familia fuevigilada por la agencia Thomas Furlog que estaba al servicio del presi-dente Díaz.

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Jorge de Zayas Calmetwww.zayaspublishing.com

Marius de Zayas Calmet ca. 1913Fotografía de Alfred Stieglitz

www.francisnaumann.com/ZAYAS/

Sumado a lo anterior, mientras Francisco I. Madero trabajabaen el manuscrito de La sucesión presidencial de 1910, Carlo de Fornaro,un personaje nuevo en la prensa mexicana quien había sido directorartístico de El Diario, y por tanto amigo de los Zayas, viajó a Nueva Yorky escribió Díaz, Czar of Mexico cuyo título traducido al español e impreso

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en Estados Unidos —México tal cual es…— sacudió a la clase política dela Ciudad de México más que La sucesión presidencial de 1910. El gobiernono pudo impedir que circulara, lo que llevó a Reyes Spíndola, directorde El Imparcial a interponer una demanda en contra de Fornaro pordifamación. Éste acusó a José Ives Limantour y a Porfirio Díaz en laprensa norteamericana y continuó con su activismo en la prensa liberaly socialista de Manhattan como The Appeal to Reason, The InternationalSocialist Review y The New York Evening Call.70 En 1909 Rafael de ZayasEnríquez iniciaría la edición de la revista América, publicación mensualen español en la que también colaboraron sus hijos. Esta revista llegóa su fin en 1911 debido a un repentino quebranto en la salud de Rafaelde Zayas Enríquez, situación que no le impidió seguir escribiendo casihasta el fin de sus días.

La amistad de Rafael de Zayas Enríquez con hombres que comoél disfrutaban del arte, de la literatura o la música, le dio la oportu-nidad de difundir algunas de sus obras tanto en el extranjero como enMéxico. Constantemente intercambiaba correspondencia con amigosen la Ciudad de México, en Veracruz, Campeche o Mérida, siendo estaúltima ciudad donde por aquellos años —todavía porfiristas— era distri-buido el popular Cancionero Chan Cil editado por Luis Rosado Vega.71

Cirilo Baqueiro Preve conocido como Chan Cil —considerado padre dela canción yucateca— enloquecía con las guarachas y habaneras cubanas,y aunque se apropió de este género, también se distinguió por musi-calizar versos de poetas yucatecos o veracruzanos como fue Rafael deZayas Enríquez. ¿Te acuerdas? fue uno de los poemas de Zayas musica-lizado como una danza incluida en el Cancionero Chan Cil de 1909, ytambién la habanera titulada Tengo mi hamaca tendida. La melopeya

70 Véase: SABORIT, Antonio, Una visita a Marius de Zayas, Gobierno del Estado de Vera-cruz, Instituto Veracruzano de la Cultura, Universidad Veracruzana, México, 2009.

71 VEGA, Álvaro (coord.), Chan Cil y otros precursores de la canción yucateca. Cancionero, EscuelaSuperior de Artes de Yucatán-Centro Regional de Investigación, Documentación y DifusiónMusicales "Gerónimo Baqueiro Foster", Gobierno del Estado de Yucatán, Mérida, Yuc., 2007.

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Invernal, localizada en el Archivo General de la Nación, fue una más delas composiciones musicalizadas de Rafael de Zayas Enríquez.72

72 ZAYAS ENRÍQUEZ, Rafael, Invernal, partitura musical, propiedad artística y literaria,Exp. 7824, México, 1909, AGN.

Cancionero Chan Cil 1909. Publicadoen Vega, Álvaro (coord.) Chan cil y otros

precursores de la canción yucateca.Cancionero…

Portada Cancionero Chan Cil 1909.Publicado en Vega, Álvaro (coord.)

Chan cil y otros precursores de la canción yucateca.Cancionero…

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En 1911, cuando José Yves Limantour regresaba a México proce-dente de Europa, fue entrevistado en Nueva York donde algunos revolu-cionarios se encontraron con él y le entregaron propuestas para quelas pusiera en manos del presidente Porfirio Díaz a fin de llegar a unacuerdo. Limantour se encontraba preocupado por la hostilidad delGobierno de Estados Unidos hacia Porfirio Díaz, pues le reprochabanla entrada de capital europeo a México, por lo que una vez que llegó alpaís exhortó a Porfirio Díaz a efectuar algunos cambios políticos. Díazaceptó que algunos de sus hombres se entrevistaran con los rebeldespero no se pudo llegar a ningún acuerdo, ocurriendo que estos últimos,comandados por Pascual Orozco en el Norte, atacaron Ciudad Juárez, quecayó en mayo de 1911, y desde allí Madero envió un telegrama exi-giendo nuevamente la renuncia de Díaz y de su vicepresidente RamónCorral. El 25 de mayo de 1911 ambos renunciaron a sus cargos, marcandocon ello el fin del Porfiriato.

Rafael de Zayas Enríquez vivió la revolución maderista y la renun-cia de Porfirio Díaz desde Nueva York y no volvió a México sino hasta1913 aunque no para quedarse por mucho tiempo. Su hijo Rafael cons-piraba contra Madero a mediados del año 1912 y las reuniones queéste llevaba a cabo en el cuartel de San Cosme, en la Ciudad de México,junto con otros inconformes —algunos de ellos militares— tenían elfin de convencerse de que el sobrino del dictador depuesto, Félix Díaz,no era el candidato ideal para reemplazar a Madero. La lealtad de losZayas hacia el General Bernardo Reyes —buen amigo de VictorianoHuerta— les hacía pensar que en todo caso el ideal era precisamenteeste último.73 Y esa misma lealtad (de Zayas hijo) hacia otro buen amigode su padre —don Teodoro Dehesa— le hacía estar convencido de queMadero en la presidencia significaba la continuación de las políticascientificistas.

73 SABORIT, Antonio, "El conspirador Joaquín Claussel", en Nexos en Línea.

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Una vez consumado el asesinato del Presidente Madero y del vice-presidente Pino Suárez, la noche del 22 de febrero de 1913, VictorianoHuerta asumió la Presidencia, cargo que desempeñaría hasta julio delaño siguiente debido a la presión ejercida por el general VenustianoCarranza. Precisamente en 1913 Rafael de Zayas Enríquez volvió aMéxico siendo contratado por el Presidente Huerta para realizar unarecopilación de leyes y disposiciones generales en todos los Estadosdel país con el fin de estimar la vigencia y autenticidad de las mismas.Probablemente éste sería el último trabajo desempeñado por Rafaelde Zayas Enríquez para el gobierno mexicano. No era más el gobierno de

Rafael de Zayas y Calmetwww.zayaspublishing.com

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Porfirio Díaz para el que tantos años había trabajado, no obstante segu-ramente significó para él una oportunidad más de servir a su patria.

Con fecha 18 de junio próximo pasado, dije a los C.C. Lics. EduardoPallares y Rafael de Zayas Enríquez, lo siguiente:

"El C. Presidente interino de los Estados Unidos Mexicanos, en usode la facultad que le concede la fracción II del artículo 85 de laConstitución Federal, ha tenido a bien comisionar a ustedes paraque formen una recopilación de leyes y disposiciones de caráctergeneral, vigentes, tanto federales, como locales de Distrito y Terri-torios, así como de los Estados de la Federación, haciendo el orde-namiento y clasificación de las mismas en la forma en que sea másconveniente, y para que elaboren un proyecto de ley que establezcareglas inequívocas para estimar la vigencia de las leyes, y la auten-ticidad de las mismas".

Lo que tengo a honra transcribir a usted para su inteligencia y efectosconsiguientes, reiterándole mi atenta consideración.

Libertad y Constitución. México, 19 de agosto de 1913.

P.O.D.C.S.

El subsecretario.

(firma ilegible)74

Rafael de Zayas Enríquez vivió en Nueva York el resto de su vida.Siempre gustó de usar largas barbas, para entonces, a pesar de ser unanciano, caminaba con paso firme y continuo siendo siempre jovial yalegre. Nunca le importó que estuviera cargado de años, de canas y derecuerdos, siempre hubo en su persona una gran capacidad mental deadaptación a los tiempos modernos.

74 Secretaría de Justicia, Caja 837, Exp. 1146, AGN, México.

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En 1929 uno de sus hijos publicó en París un libro de poemasescogidos con el título de Épicas en cuyo prólogo se lee un poco acercade los más de veinte premios recibidos por su padre, juegos florales yexposiciones en las que participó.

No cabe duda de que Rafael de Zayas Enríquez destacó por suamplia carrera literaria y por su inagotable trabajo con pro de la justiciay los valores humanos. Este es un trabajo en el cual se ha pretendido

Rafael de Zayas Enríquez, fotografiado por Paul B. Haviland, 1924,Archivo Zayas, Sevilla. En Saborit, A. Una visita a Marius de Zayas, 2009

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recordarlo una vez más y sobre todo reconocer en él al Juez justo yhonesto. Murió Rafael de Zayas Enríquez el 9 de junio de 1932, cuatroaños después de que falleciera su esposa Ana Calmet, en la ciudad deNueva York a los 84 años de edad; dejó un recuerdo imperecedero en elperiodismo, en la literatura, en la historia de México y, sobre todo, enla jurisprudencia. Sus cenizas se encuentran junto a las de su esposaen la sección masónica del cementerio de White Plains en StamfordConnecticut.

¿Qué tengo necesidad de luchar para vivir? ¿Y qué?

Eso entra por mucho en mi felicidad, primero porque nací luchador,segundo, porque puedo saborear los placeres de mis triunfos,pequeños, humildes, pero que no están empapados en sangre, ni anadie cuesta lágrimas, porque el único vencido es un ser abstractoque se llama las circunstancias.

Mi pan es mío, elaborado por mí y no amenazado ni cercenado a otro.Siendo yo rico en dinero, no tendría anhelo de ganarlo en cuanto mebaste para lo necesario, y entonces me faltaría un elemento para serfeliz.75

Vuelvan otra vez Rafael de Zayas Enríquez y su obraal camino… y ganen la batalla que pudiera faltar…

75 Carta a Enrique Olavarría y Ferrari, Nueva York, 12 de enero de 1900. Archivo Personalde Enrique Olavarría..., op. cit.

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Archivos

Archivo General de la NaciónFondo Fernando Iglesias CalderónFondo Instrucción Pública y Bellas ArtesFondo Propiedad Artística y LiterariaFondo Secretaría de Justicia

FototecaColección Waite, C.B. Propiedad Artística y LiterariaColección Briquet A. Propiedad Artística y Literaria

Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)Correspondencia de Enrique Olavarría y Ferrari, ColeccionesMexicanas, Españoles en México siglo XIX, Fondo Reservado,Biblioteca Nacional de México, Archivo Personal de Enrique Ola-varría y Ferrari.

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