Para una ontología histórica en la educación...

La ontología del presente de Michel Foucault, para un pensamiento de la educación

Dra. Liliana J. Guzman

XI Seminario Argentino Chileno - Seminario Cono Sur de Ciencias Sociales, Humanidades y Relaciones Internacionales.

Simposio de Filosofía FrancesaUniversidad Nacional de Cuyo

Desarrollare para este Simposio una interpretación sobre el alcance, actualidad y perspectivas a seguir desarrollando en los espacios de articulación del pensamiento, la investigación y la reflexión filosófica aplicada a lo educativo desde la ontología histórica de Michel Foucault, y en la linea interpretativa de Miguel Morey.

En este sentido, considero que la obra de Michel Foucault atravesando sus distintas etapas de producción intelectual no solo es una ontología del saber, del poder y de la subjetividad. La filosofía de Michel Foucault atraviesa el cuerpo de las preguntas filosóficas paradigmáticas de la modernidad y de sus ruinas, y es un pensamiento que se ha constituido en tema de inquietud transversal a las ciencias humanas y sociales, como a las teorías de la cultura. Es el caso de las teorías educativas, hay que recordar quizás nuevamente que la "ontología histórica de nosotros mismos" ha desarrollado aquellas

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nociones dedicadas especialmente a la interpretación de discursos verdaderos, a la genealogía del poder y a la ética de la subjetividad. En ese marco, considero que el aporte de Jorge Larrosa, entre otros interpretes hoy referenciales al pensamiento foucaulteano (Agamben, Rancière, Exposito, Morey), ha contribuido en gran manera a desplegar el conocimiento de la obra de Michel Foucault aplicada a la teoría educativa. Desde las publicaciones de Larrosa, por dar un ejemplo, varias experiencias se han realizado en América Latina para instalar en el debate educativo la obra de Foucault.

En nuestras latitudes, desde las detonadoras miradas de fuga de Tomas Abraham, hasta los desarrollos de grupos de investigación como son el caso de Esther Diaz, Walter Kohan en Brasil y en nuestra región de Cuyo, el grupo de Trabajo de Violeta Guyot –al que pertenezco-, la filosofía de Foucault ha devenido de antropología filosófica y ontología histórica de nosotros mismos, en una inquietud viva del pensamiento que en el campo educativo puede seguir siendo pensado. De ese efecto e inquietud del pensamiento en y a favor de la educación como formación, como experiencia formadora de sí, es de lo que aquí quisiera ocuparme esquemáticamente, de momento, tratando de ver los efectos o resonancias que produce una puesta en acto de las nociones claves de la ontología de Foucault a otros regímenes de discurso, como lo es la literatura o el cine.

Cabe recordar que en el legado que encontramos en todo el pensamiento de Foucault, siguiendo la periodización realizada por Miguel Morey, la ontología histórica de nosotros mismos es un dispositivo de comprensión de nuestras experiencias de saber, de poder, y de subjetividad o gobierno de si. Y tales experiencias son, en gran medida, un esfuerzo mayor por responder a las preguntas kantianas de la Ilustración, que decían: ¿qué puedo saber?, ¿qué puedo hacer?, ¿qué me cabe esperar? Y mas aun, esta apuesta del pensar autrement foucaulteano convierte el ultimo interrogante en la pregunta ¿Quien soy yo?

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En ese marco, uno discípulo directo de Foucault, y a estas alturas uno de sus principales embajadores, Miguel Morey, nos proporciona algunas claves que, a mi entender, podrían instrumentar una breve reflexión al margen de las valiosas puestas en juego del pensamiento filosófico de Foucault en el campo educativo y desde una apuesta a la formación y experiencia estética de la subjetividad.

Tales claves van en el orden de la relación que Morey establece entre tres formas de prácticas específicas medidas o construidas a través de los usos del lenguaje. Estas prácticas son, ni más ni menos, que esas actividades que tanto ocupan a los dispositivos educativos: escribir, leer y pensar. Y que son actividades vinculadas estrictamente a ese proceso de constitución de si que llamamos "formación" y ese conocimiento de si mismo que construimos como "experiencia".

Los enunciados propuestos por Miguel Morey, en el contexto de un ejercicio reflexivo sobre temas estéticos, de la cultura y de los modos de gobierno contemporáneo, son los que a continuación enumero algo escolar ente, cito:

a. La filosofía y la prosa nacen al mismo tiempo, en Occidente, instalando una mayéutica que nos enseña a hablar tal y cómo se escribe, y que permite al hombre pensarse bajo el gobierno del logos, de la palabra,

b. La filosofía es un género literario (“es palabra memorable que conserva el de los hombres cuando se hace pensamiento”1), que tiene su nacimiento histórico con la aparición de la escritura, y con ella, su riesgo, su capacidad de ser lugar y fármaco del olvido;

c. La escritura da a la filosofía un estatuto definitorio y comprensivo para asumirse a conciencia como “palabra memorable”,

1 Morey, M. Pequeña Doctrina de la Soledad, Barcelona: Sexto Piso, 2008, p. 266

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d. La literatura da un conocimiento y una anamnesis, pues en ella la historia que se relata es una historia que habla de nosotros y de nuestro presente,

e. Escribir y leer es un doble ejercicio del logos que posibilita una experiencia de sentido,

f. el logos administra la experiencia de nuestro presente y el sentido común de lo que Morey concibe como “nuestra sensatez contemporánea”,

g. escribir es siempre una manera de leer, y es una experiencia que corre “un grave riesgo de demolición sin recambios, y no de superación en una fase superior de altura”2, no por nada en nuestros tiempos la educación declina ante el imperativo del mercado fácil que impone leer cada vez menos,

h. Sólo se comprende a filosofar filosofando, parafraseando a Kant, y ello porque pensar es hacer del pensamiento una praxis, una experiencia del conocimiento, que acontece como en una conversación solitaria de la palabra consigo mismo, leyendo o escribiendo.

¿Que propongo, entonces, con ese conjunto de enunciados de Morey en una puesta en acción de la ontología foucaulteana? Propongo detenernos un segundo a considerar apenas estos cuatro puntos:

Primero. Tal vez el discurso educativo hoy tenga un desafío de filosofía practica, que consiste quizás en reorientar su praxis a la constitución de discursos en un dialogo con la filosofía política y con la estética (incluso con las políticas estéticas, para decirlo con el termino de Jacques Ranciere). Y este giro de la praxis del discurso educativo debe darse, me parece, para pensar y actuar sobre los discursos de poder y sobre los discursos por los cuales los hombres de hoy enuncian sus experiencias en los relatos orales, la literatura y el cine.

2 Ob. cit. p. 274

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Segundo. Hoy la educación y la reflexión educativa debieran salir del letargo que nos imponen las coyunturas, para atreverse a describir e .indagar en aquellos modos por los cuales los hombres dicen verdades acerca de si, y hacen experiencias de epimeleia y parresia, de cuidado de si y de modos de hablar verdaderamente acerca de si mismos. Ambas practicas están presentes en nuestros modos de construcción de subjetividad y de discursos en nuestros milenarios tiempos de estetizacion de la cultura, y lo están en los regímenes estéticos de producción de verdad.

Tercero. Es posible, quizás, indagar en las practicas de constitución de los discursos verdaderos en los textos que no siempre la educación y sus instituciones llevan a la reflexión y al espacio educativo, me refiero a los textos de transmisión oral, los textos literarios, los textos cinematográficos. En esos textos construidos como discursos verdaderos, hay todo un ejercicio de los hombres por pensar de otro modo, por pensar autrement, diría Foucault. Es un modo de pensarse a si mismos en sus experiencias históricas, singulares, situadas, donde se producen objetivaciones para si y para los otros a través de procedimientos específicos de modos de gobierno de si, que la teoría educativa hoy no debiera descuidar.

Cuarto. Tal vez hoy la educación, el conjunto compuesto por la teoría, sus discursos, sus practicas concretas, se debe un debate y una ocupación implicativa y pluralista, situada a tono con los desafíos de las tendencias del Milenio. Un debate donde podamos pensar que, como y a quien educamos hoy, en este preciso momento de la historia, donde el pensar ya casi tiene muy poco lugar. Para ello, para cultivar el pensar, quizás la educación deba formular con Foucault su reiterada pregunta: "¿Quienes somos, en este presente histórico?" Pero hoy esa pregunta tal vez no puede ser respondida en el canon de los saberes o disciplinas que históricamente se preguntaron por el hombre. Hoy tal vez esta pregunta pueda ocuparse de indagar quienes somos con relación

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a la verdad, quienes somos en función de como ejercemos el poder, y quienes somos como cuerpos vivos que constituyen éticamente su subjetividad.

En ese triple desafío de la reflexión educativa, para hacerse la pregunta por quienes somos con relación al saber, al poder, y a la gobernabilidad, la educación necesariamente tendrá que tomarse en serio la indagación y preocupación consciente por como hoy hacemos nuestras experiencias en dispositivos de vida y poder, y de practicas atravesadas por un logos que se dice, se piensa, se comprende con relación a esas lineas de verdad, de ética y de poder de la que estamos entramados.

En ese triple desafío de la reflexión educativa, para ayudar a pensarnos en este momento histórico, hoy un pensamiento filosófico sobre la educación, al menos si se pretende situado, no puede estar al margen de los modos de enunciación de los sujetos en sus propios textos de producción contemporánea (pensemos en las redes sociales como Twitter, por ejemplo, clara manifestación de la puesta en escritura de lo que a alguien le ocurre en el instante en que se escribe). Tampoco la reflexión educativa hoy puede estar al margen en esos regímenes estéticos que ya no son propiedad de grupos privilegiados, como la literatura y el cine.

Hoy la educación, si aspira a poner en acción Etica y creativamente una ontología histórica de nosotros mismos, debe comprender aquello que nos constituye en las ruinas de la modernidad: los regímenes estéticos, sus modos de poner en habla un logos de verdad y poder. Para ello, habría que atreverse a un pensamiento educativo que ponga en dialogo la ontología foucaulteana con otras apuestas filosóficas, como la ontología del arte trazada por Gadamer, la ontología del cine de Deleuze y las estéticas ontológicas de Vattimo y Agamben. En ellas, en sus trazados al margen y sus rupturas, allí esta quizás el actual desafío para pensarnos hoy a nosotros mismos como sujetos de formación y experiencia, como argumentos, como cuerpo y lenguaje que nos pensamos y hablamos contando historias, nuestras

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propias historias, y con ella, nuestros modos contingentes y singulares de construir libertad.

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