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Responsables Nacionales del Área Sectores: Prof. Carlos E. Bulacios / Dr. Adrián H. Álvarez Asesor del Área: Pbro. Lic. Luis Emmanuel Bonetta Consejo de Redacción: Dra. Delia Aboy de Montes Pita / Dra. Beatriz Balian de Tagtachian / Lic. Hernán Biscayart / Dra. Raquel Bolton / Dr. Alejandro Bulacio / Prof. Beatriz Buzzetti / Dra. Cecilia Díaz / Lic. Catalina Garavaglia de Tamayo / Lic. Hebe Hernando / Lic. Alicia Louise / Lic. Marìa Inés Passanante / Lic. Paola Scarinci de Delbosco

La Revista Signo es propiedad de la Acción Católica Argentina

Av. de Mayo 621, Ciudad Autónoma de Buenos Aires (C1084AAB) Los artículos firmados son de responsabilidad del autor

PRESENTACIÓN: Cuidar la fragilidad Por Carlos Bulacios

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LA ACCIÓN CATÓLICA ES MISIÓN CON TODOS Y PARA TODOS Por Rafael Ángel Corso

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EL DESARROLLO INTEGRAL, SOLIDARIO Y SOSTENIBLE Y LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA: de Populorum Progressio a Laudato Si’ Por Darío Pulfer

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DESORDEN Y VIOLENCIA: UNA MIRADA DESDE LA EDUCACIÓN Por Gabriela Mango de Guerra

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LA PROSTITUCIÓN: EL PADECIMIENTO CONSTANTE Y ATROZ DE SUS VÍCTIMAS. LA MIRADA SOCIAL Por Yanina Basílico

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LA ACCIÓN CATÓLICA Y SU CAMPAÑA “CUIDEMOS LA TIERRA, CUIDEMOS LA VIDA” Entrevista a Ignacio del Castillo

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BIBLIOGRÁFICAS 25

Revista del Área Sectores de la Acción Católica Argentina N° 67 - Enero 2018

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PRESENTACIÓN

CUIDAR LA FRAGILIDAD

Con gran entusiasmo llegamos a este nuevo número de Signo, convencidos de que Jesús nos convoca de entre su Pueblo para animar la vida y la misión de la Iglesia, llevando la alegría del Evangelio a todos los espacios y situaciones de la vida personal, familiar, comunitaria y social, para que todos podamos renacer como mujeres y hombres nuevos en Cristo, pensar las diferentes situaciones como Él, sentir como Él, actuar como Él, seguirlo a Él y llegar a todas las periferias geográficas y existenciales.

Salir hacia los demás significa detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. Por eso en este número abordamos dos problemáticas que duelen profundamente: la prostitución y la violencia, porque atentan contra la dignidad de los hijos de Dios y el respeto que se les debe como hermanos.

De igual modo, la cuestión del desarrollo integral, solidario y sostenible desde la Doctrina Social de la Iglesia y una síntesis de lo que fue la Campaña Nacional de la Acción Católica “Cuidemos la Tierra, cuidemos la vida” reflejan dos propuestas que pueden dar respuesta a aspectos que nos preocupan social y eclesialmente, porque “nada de lo humano puede resultarnos extraño” (EG, 187); estamos seguros de que si Jesús logra reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos.

¿Cómo lograrlo? Particularmente cuidando la fragilidad. Es necesario estar unidos a Dios para escuchar el clamor de los que, desde su debilidad, buscan la mano amiga y esperanzadora que los levante: una liberación que va más allá de la solidaridad surgida ante la inmediatez de situaciones difíciles, que supone una verdadera inclusión y promoción de todas esas personas que negligentemente vamos dejando al costado del camino: “El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno” (EG, 194).

Ante el contexto sociopolítico de nuestro país esto debe interpelarnos particularmente –“no es posible morirse de hambre en la tierra bendita del pan” – para construir una

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Presentación

mirada integral que convoque a todos los sectores interesados en el bien común y en cuidar la fragilidad de sus hermanos, entendiendo con claridad lo que nos dice Francisco: “Nuestro compromiso no consiste exclusivamente en acciones o en programas de promoción y asistencia; lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro «considerándolo como uno consigo». Esta atención amante es el inicio de una verdadera preocupación por su persona, a partir de la cual deseo buscar efectivamente su bien. Esto implica valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su modo de vivir la fe. El verdadero amor siempre es contemplativo, nos permite servir al otro no por necesidad o por vanidad, sino porque él es bello, más allá de su apariencia”. (EG, 199).

Que nuestro compromiso personal propicie el comunitario y así logremos esa verdadera Patria de hermanos que todos deseamos. Que el Señor nos dé la gracia de ser eficaces constructores de su Reino.

Lic. Carlos E. Bulacios

Responsable Nacional Área Sectores

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LA ACCIÓN CATÓLICA ES MISIÓN

CON TODOS Y PARA TODOS

Rafael Ángel Corso *

“Con todos, para todos” no es un eslogan, ni un pronunciamiento demagógico que

busca agradar gratuitamente, es una realidad enraizada en convicciones profundas, en las revelaciones más hermosas de nuestra fe.

Para el hombre de fe, la vida es un don y la creación entera devela el misterio extraordinario del amor de Dios. El hombre, “imagen y semejanza de Dios”, deseoso de felicidad y trascendencia y a la vez consciente de su finitud, desarrolla su existencia como una búsqueda permanente de saciedad y plenitud. Con palabras de san Agustín, podemos afirmar “que el hombre que salió de las manos de Dios no descansará hasta llegar a Dios”.

Esta convicción nos pone frente a la comprensión de la necesidad imperiosa del encuentro del hombre con la misericordia de Dios; todo el hombre y todos los hombres gritan desde el fondo de su ser esta necesidad.

Consciente o inconscientemente, más desordenada que ordenadamente, todos buscamos el “agua viva” que calme nuestra sed y dé sentido a la vida.

El encuentro existencial con Dios es el motivador profundo para descubrir y responder al amor divino con el deseo y realización del amor humano. Este “sí” ha de ser una respuesta libre y consciente, que sabemos se mantendrá siempre en tensión con las limitaciones y carencias de nuestra naturaleza herida.

Leemos en Evangelii Gaudium, 112: “La salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia. No hay acciones humanas, por más buenas que sean, que nos hagan merecer un don tan grande. Dios, por pura gracia, nos atrae para unirnos a sí. Él envía su Espíritu a nuestros corazones para hacernos sus hijos, para transformarnos y para volvernos capaces de responder con nuestra vida a ese amor. Como nos enseñó el papa Benedicto XVI, ‘Es importante saber que la primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser –con Él y en Él– evangelizadores’. El principio de la * Presidente del Consejo Nacional de la Acción Católica Argentina. Presentación en el IV Panel de

Especialistas durante el II Encuentro Internacional de la Acción Católica (Ciudad del Vaticano, 27 de abril de 2017).

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primacía de la gracia debe ser un faro que alumbre permanentemente nuestras reflexiones sobre la evangelización”.

La misión evangelizadora, la Buena Noticia de Jesús que nos revela el amor misericordioso del Padre, toma desde esta perspectiva una dimensión radical; la de descubrirnos como don de Dios, urgidos de responder a esa vocación como una tarea irrenunciable. Esta respuesta vital nos pone en camino no aisladamente sino comunitariamente como familia, como Pueblo de Dios que transita y realiza la historia. Vivir revestidos en el espíritu de la filiación divina y de la fraternidad humana hace de cada uno una nueva creatura en Cristo, para que Dios sea “todo en todos” (I Cor. 15, 28)

El papa Francisco nos dice en el número 113 de Evangelii Gaudium: “Esta salvación, que realiza Dios y anuncia gozosamente la Iglesia, es para todos y Dios ha gestado un camino para unirse a cada uno de los seres humanos de todos los tiempos. Ha elegido convocarlos como pueblo y no como seres aislados. Nadie se salva solo, esto es, ni como individuo aislado ni por sus propias fuerzas. Dios nos atrae teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana. Este pueblo que Dios se ha elegido y convocado es la Iglesia. Jesús no dice a los Apóstoles que formen un grupo exclusivo, un grupo de élite. Jesús dice: ‘Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos’ (Mt 28,19)”.

“Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino” (EG, 114).

Anunciar a Cristo a todos los hombres, en toda circunstancia, en todo lugar: territorios y sectores sociales, periferias geográficas y existenciales, en el acompañamiento personal y la cercanía física, iluminando los criterios de discernimiento y los juicios de acción: la realidad grita la necesidad de recuperar plenitud de vida y sentido, en la buena noticia del Evangelio de Jesús y en la realización de su Reino.

Nos sigue diciendo el Papa en Evangelii Gaudium (n° 181): “El Reino que se anticipa y crece entre nosotros lo toca todo y nos recuerda aquel principio de discernimiento que Pablo VI proponía con relación al verdadero desarrollo: ‘Todos los hombres y todo el hombre’. (. . .) Se trata del criterio de universalidad, propio de la dinámica del Evangelio, ya que el Padre desea que todos los hombres se salven y su plan de salvación consiste en ‘recapitular todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo’ (Ef. 1,10). (. . . ) ‘Toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios’ (Rm. 8,19). Toda la creación quiere decir también todos los aspectos de la vida humana, de manera que ‘la misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una destinación universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes de la convivencia y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño’1”.

Esta es una misión compartida con todos los miembros del Pueblo de Dios y con todos los hombres de buena voluntad, de todas las latitudes y de todos los tiempos; una tarea que nos impulsa a buscar lo que une por sobre lo que divide, realizando la comunión misionera, creando espacios de encuentro, trabajando con los que trabajan, fortaleciendo los lazos interreligiosos y la amistad social, construyendo el bien común, esforzándonos por el desarrollo integral; recreando la cultura de los pueblos para sanar las heridas de las

1 Cita del Documento de Aparecida, n° 380.

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guerras, el terrorismo, la persecución religiosa, la trata de personas, el trabajo esclavo, la injusticia y la inequidad distributiva, las migraciones forzadas, la falta de acceso al agua potable y a viviendas dignas, las adicciones, el consumismo hedonista, la indiferencia y todo desprecio, el abandono de la vida sufriente, la desnaturalización de la ecología integral y la destrucción de la casa común, y tantos otros males que brotando también del interior del ser humano son cizaña, causas de dolor, sufrimiento y configuran múltiples estructuras de pecado.

Citamos otro pasaje de la exhortación apostólica del Papa (n° 52): “La humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los adelantos que se producen en diversos campos. (. . .) Sin embargo, no podemos olvidar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas. (. . .) La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad. Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cualitativos, cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo”.

Este proceso de despersonalización reclama un cambio en el paradigma de desarrollo humano; necesitamos abrazar e irradiar la buena noticia de Jesús, la alegría del Evangelio. Este es el tiempo propicio, tiempo de misión de la Iglesia, misión para la Acción Católica: vivir el Evangelio de la vida, que dando vida permita superar la brecha entre lo actual y lo posible; tiempo de acompañamiento y cercanía, tiempo de discernimiento y puesta en servicio del enorme capital humano, sin exclusiones: ¡con todos y para todos!

Hay caminos propios del discernimiento de nuestro tiempo que el Papa nos ha señalado con absoluta claridad tanto en Evangelii Gaudium como en Laudato Si’ y Amoris Laetitia, y como Acción Católica los queremos reafirmar manifestando nuestro compromiso con la construcción de un mundo de paz: paz en los corazones, paz entre los hombres, paz entre las naciones; la familia, como escuela de comunión y humanidad; el compromiso con un nuevo paradigma de desarrollo humano integral, justo y fraterno. Este es nuestro tiempo, con sus luces y sombras, su extraordinario potencial y sus complejas y peligrosas amenazas.

Las respuestas del ateísmo mesiánico, sistémico y milenario, han fracasado; las del ateísmo libertino y consumista, que endiosan al dinero y materializan pragmáticamente al ser humano, están en crisis terminal con manifiestas contradicciones que insultan al bien común y a la razón y amenazan la paz de los pueblos y la sustentabilidad del planeta. Necesitamos fortalecernos como mujeres y hombres de diálogo que propicien el encuentro real con la carne sufriente de Cristo que habita en cada hombre y cada mujer, sin excluidos ni desechados. Necesitamos recrear una nueva síntesis entre ciencia, ética y fe capaz de poner el potencial de desarrollo al servicio de todo el hombre y todos los hombres, que realice con mayor plenitud el humanismo cristiano.

Confiémonos esperanzados a Jesucristo, Señor de la Historia, y a Él consagrémonos, por amor a Dios y a los hombres, por un futuro mejor, en comunión, que realice la voluntad del Padre sobre su Creación. De Él venimos y hacia Él vamos.

Que María, Estrella de la Evangelización, sostenga los esfuerzos del Foro Internacional de la Acción Católica en esta maravillosa misión.

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EL DESARROLLO INTEGRAL, SOLIDARIO Y SOSTENIBLE Y LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA:

de Populorum Progressio a Laudato Si’

Darío Pulfer∗

Muy buenas tardes a todos. Agradezco a la Pastoral Social la invitación y la oportunidad que me da para acercarles unas reflexiones en torno al desarrollo y la Doctrina Social de la Iglesia en el recorrido que va de la Populorum Progressio, de hace cincuenta años, hasta la encíclica Laudato Si’.

Como ustedes imaginarán, es una tarea imposible hacer ese recorrido en el tiempo que tenemos. Voy a marcar algunos hitos en esa trayectoria para invitarlos a una lectura de esta serie de materiales que quedan ordenados en torno al eje de la reflexión referida al desarrollo humano, poniéndolos en una línea de tiempo y llamando la atención sobre algunos de ellos que quizá, en el momento que salieron a la luz, no tuvieron la recepción o la repercusión que merecían, y que hoy, a la luz del magisterio de Francisco, son puestos en otro horizonte de lectura.

Traigo el recuerdo de Gerardo Farrell, sabiendo que hoy se presenta un libro del grupo que lleva su nombre, y su texto madre sobre Doctrina Social de la Iglesia con el que muchos nos formamos y con el cual empezamos a pensar estas cosas desde esa perspectiva. Aquí está el libro en el que se reflejan las conclusiones de la Primera Jornada de Pastoral Social, en la que Farrell tuvo una intervención. En ocho o diez carillas hizo una síntesis para mí excepcional sobre la Doctrina Social de la Iglesia. Al costado está ese libro con su tapa original, que publicó Gerardo con mala fortuna, justo un mes antes del golpe militar de 1976, que le demoró el obispado. Digo esto como homenaje al maestro y a quien nos enseñó a mirar estas cosas del modo en que ahora yo lo voy a presentar.

El esquema que sigo es una primera pregunta, la vinculación entre pasado y presente, y el marco conceptual: Pablo VI y Populorum Progressio, Juan Pablo II y Sollicitudo Rei Socialis, Benedicto XVI y Caritas in Veritate, y Francisco y Laudato Si’, con una síntesis y recapitulación.

∗ Dario Pulfer es profesor en Historia y licenciado en Educación. Dirige el CEDINPE de la Universidad Nacional de San Martín y el Departamento de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad Pedagógica Nacional. Es director de la Colección “Ideas en la Educación Argentina” y profesor en el Diplomado de Formación Sindical de la Pastoral Social de Buenos Aires y la Universidad Nacional de San Martín. Exposición realizada durante la XX Jornada de Pastoral Social organizada en la Arquidiócesis de Buenos Aires el 26 de octubre de 2017.

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El desarrollo integral, solidario y sostenible y la Doctrina Social de la Iglesia: de Populorum Progressio a Laudato Si’

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Lo primero es que cuando nos acercamos a estos materiales siempre lo hacemos desde el presente, por medio de preguntas, y ponemos en diálogo ese presente con el pasado, porque queremos comprender nuestro hoy a la luz de ese pasado, y ese pasado a la luz del presente. Ese diálogo que nos proponemos hoy es entre Populorum Progressio y Laudato Si’, pasando por una trayectoria de los documentos que ya sugerí.

Partimos, entonces, de las problemáticas actuales del mundo en que nos toca vivir, y tratamos de hacer una especificación y una contextualización a nuestra situación, que es el ejercicio que hizo el Grupo Farrell con la Laudato, no una lectura en general sino tratando de leerla a partir de nuestros contextos. Voy a recuperar unos hitos y jalones en esa trayectoria, a los veinte, a los cuarenta y a los cincuenta años, concluyendo con el pensamiento de Francisco, pero ese aspecto va a ser más desarrollado en los paneles que siguen.

Marco de referencia y marco conceptual. Como marco de referencia, en el planteo metodológico que realizamos, privilegiamos un método de la Doctrina Social de la Iglesia que se inicia en el ver. ¿Por qué, en esta coyuntura, el ver? Nosotros vivimos una situación de transición, de paso de una sociedad a otra, y en esa larga transición, muchos de los elementos que eran claros y certeros para un período anterior dejan de serlo para el actual. La identificación de las problemáticas, en esas situaciones de indefinición estratégica, es fundamental, y si no se parte de una buena lectura y de una interpretación cabal del contexto en el cual a uno le toca operar, puede estar fallándose en la operación. Digo esto porque en la situación anterior, quizá el ver era un paso obligado y rápido; enseguida se pasaba a analizar y discernir, y finalmente a un largo plan de acción. Creo que en este momento, y el pensamiento del Papa va en esa dirección, hay que identificar con claridad cuál es el mundo en el que estamos, cuáles son los dinamismos que tiene, cuáles son las tendencias y los actores, y cuáles son las líneas de intervención que se pueden ir planteando, que siempre van a ser mucho más humildes que lo que eran en un contexto mucho más regular, como el que se vivió en el mundo hasta mediados de los setenta.

En el marco conceptual, yo planteo una serie de cuestiones para alejarnos del pensamiento lineal o simplista o de aproximaciones ingenuas al contexto. Una parte del marco conceptual es un pensamiento multitemporal, que tome acontecimientos, coyuntura y estructura; que sea multinivel y tome lo regional, lo nacional y lo provincial; que sea multicausal y multidimensional, lo que es necesario para cualquier aproximación que se quiera un poco más compleja al mundo contemporáneo. Por último, refrescar el hecho de que la Doctrina Social de la Iglesia no es un conjunto de principios sino el punto de cruce entre tres elementos: el Evangelio, las ciencias sociales y las realidades sociohistóricas. Insisto en que no es un conjunto de principios sino una guía para la acción y la transformación temporal. Si uno no lee los marcos sociohistóricos, difícilmente pueda desarrollar una operación o una guía de intervención para transformar las realidades conforme a la visión y a los principios que sostiene.

Primer momento: Pablo VI y Populorum Progressio. Después del Concilio Vaticano II, en 1967, el Papa da lugar a la Populorum Progressio, que pone en el centro del análisis la idea del desarrollo integral. Esta idea tiene cincuenta años: no es de hoy ni novedosa. Tiene una serie de advertencias que ya han sido mencionadas: la distancia que se iba abriendo entre los países desarrollados y subdesarrollados, en un contexto de un ciclo expansivo de la economía, los treinta años gloriosos del capitalismo en el mundo, cuando había una regulación keynesiana del mercado mundial mediante el Estado de bienestar, una

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euforia desarrollista. Estaba la creencia de que mediante la cooperación, los países periféricos, subdesarrollados o en vías de desarrollo, como se los conocía entonces, podían alcanzar ese desarrollo. Por eso Pablo VI habló del desarrollo como el nuevo nombre de la paz y llamó a la cooperación entre los países.

Esto tuvo ecos rápidos en América Latina, con el documento de Medellín y nuestra Comisión de Pastoral Popular, y más adelante con el documento de San Miguel. Se extiende un poco hacia Puebla, vía Evangelii Nuntiandi, y tiene un eco tardío en Iglesia y Comunidad Nacional.

Segundo momento: Juan Pablo II y Sollicitudo Rei Socialis. A los veinte años de la Populorum Progressio, Juan Pablo II publica la Sollicitudo Rei Socialis. Él dice que en la Populorum Progressio se vislumbraba la distancia entre los países desarrollados y subdesarrollados, y llega a la triste y amarga constatación de que esa distancia ha aumentado, no solamente por la desigualdad entre las naciones sino también porque hacia el interior de las naciones también ha aumentado la desigualdad, creándose en los países centrales un “cuarto mundo”. Esto sucede a fines de los ochenta: ya se había desatado la crisis del petróleo, ya se había entrado en un ciclo de baja de la economía internacional y estaban en crecimiento las posturas neoliberales. Para los países periféricos ya había aumentado el proceso de desigualdad interna e internacional, y el Papa plantea ahí, junto con el otro documento que había presentado, Laborem Exercens, la necesidad de poner en el trabajo humano la centralidad, la construcción de estilos de desarrollo que tengan en el centro el trabajo, que no se pase a la idea simple de que la tecnología puede resolver todos los problemas, que los países tienen que entrar en un proceso solidario y que hay que buscarle una fórmula de salida a la crisis de la deuda externa.

También plantea que el criterio de verdad y de justicia en la sociedad es el salario, cómo se distribuye la renta en la sociedad. No es una cuestión de bienestar relativo, sino cuánto es lo que va para el sector del trabajo y cuánto lo que va para el sector del capital. Recordemos que una de las primeras medidas que tomó Martínez de Hoz fue eliminar la medición de la distribución nacional de la renta en la Argentina, que es el modo de objetivar cómo la sociedad distribuye los productos del trabajo, y es una deuda de la democracia no haber reestablecido ese indicador claro de lo que sería el grado de justicia que tiene nuestra sociedad. Juan Pablo II habla de la solidaridad como nuevo nombre de la paz, así como Pablo VI hablaba del desarrollo.

Tercer momento: Benedicto XVI y Caritas in Veritate. En 2009, el Papa publica Caritas in Veritate. El planteo central es la cuestión tecnológica, el desplazamiento de la mano de obra, la idea del “solucionismo tecnológico”. Hay una crítica a la idea de que la tecnología, librada a su propio desarrollo, va a resolver todos los problemas humanos y un planteo de la necesidad de llegar a una nueva institucionalidad global para regular los flujos financieros. Ya se había producido una serie de crisis, que empieza con el “Tequila” y termina con Lehmann Brothers, y por eso plantea una nueva regulación y un nuevo gobierno para esas fuerzas de la globalización financiera que han quedado sin gobierno.

En América Latina, para esa época, se produce una serie de cambios en la dirección de los gobiernos y es el tiempo de Aparecida, con las categorías de exclusión y de descarte unidas a la de diversidad.

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Cuarto momento: Francisco y Laudato Si’. En el centro de la encíclica, Francisco plantea una relación inescindible entre lo ecológico y lo social. No es un planteo ecologista naturalista o conservacionista, sino que propone el cuidado de lo que es la “casa común”, pero atendiendo fundamentalmente a los temas sociales. No es tampoco un planteo contrario a la idea del desarrollo; por el contrario, propone el desarrollo diversificado y critica las posturas extractivistas o primarizantes en relación al suelo y a la minería. Se refiere a la situación de aquellos países que no han diversificado su estructura productiva. No es, por lo tanto, tampoco un planteo antiindustrial, porque eso condenaría a los países periféricos a ser proveedores eternos de materias primas y alimentos. En suma, no es un ecologismo light, sino que es un planteo profundo de ecología humana e integradora de los aspectos que tienen que ver con un desarrollo integral y solidario, a lo que agrega lo de sostenible, lo que tiene que ver con el cuidado de la dimensión ambiental de ese desarrollo.

Como se dijo aquí, él abunda en un diagnóstico y una lectura del contexto sumamente crítico de un mundo desigual, incierto, que vive una guerra “por goteo”, que tiene un sistema que está desbocado, y en particular va contra la idea de un paradigma tecnocrático de gobierno que solo mira una serie de variables, sin contemplar las que tienen que ver con la inclusión y con el desarrollo personal y colectivo. Por eso él plantea un paradigma de la ecología humana integral, algo a nivel más global, pero por otro lado esto se acompasa con una propuesta de estilos de vida cuya sigla es JPIC (Justicia, Paz, Integridad de la Creación), un tema que viene siendo trabajado desde hace tiempo por movimientos apostólicos y congregaciones, y que tiene que ver con el cambio de actitud y de vida concreto de los seres humanos que estamos en el planeta.

Por otro lado hay una interpelación fuerte a los gobiernos y otros actores para establecer no solo un nuevo modo de regulación sino compromisos y nuevos protagonismos en este escenario que es complejo y que es muy difícil.

En los casos anteriores fui marcando la recepción en América Latina y en la Argentina. A nivel institucional de Iglesia todavía no hay repercusiones. Lo que yo noto, junto con otros, es que la recepción de la Laudato Si’ quizá tuvo más recuperación en el afuera de la Iglesia que hacia su interior.

Habiendo cumplido con el tiempo, cierro aquí y les agradezco la atención.

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DESORDEN Y VIOLENCIA:

UNA MIRADA DESDE LA EDUCACIÓN

Gabriela Mango de Guerra∗

En primer término quiero aclarar que, casi con absoluta certeza, las reflexiones que me propongo compartir no responderán a todas las asociaciones que muchos harán del tema de la violencia y el maltrato en el ámbito de la educación. No me referiré al bullying, ni al acoso ni al abuso escolar. Por el contrario, revisaré algunas cuestiones que, en el mejor de los casos, pueden ser parte de las causas del maltrato y la violencia que se vive en las escuelas.

Comencemos por rastrear el significado de la palabra “violencia”. Descubrimos que su etimología nos aporta claridad para comenzar a presentar algunas de las ideas que quisiera compartir esta tarde. “Violento” viene de violentus y significa “el que tiene fuerza o poder”. La fuerza y el poder pueden responder a un orden dado en la realidad o bien ir en contra de este. Ese orden nos remite a un estado de funcionamiento de algo de manera correcta, con armonía.

Si trasladamos esto al ámbito de las relaciones humanas, podemos decir que cuando hay orden los vínculos resultan equilibrados y cordiales. De lo contrario, aparece la violencia cuando se genera desorden. ¿Y cómo podemos entender esta idea de orden en el ámbito educativo? Aproximaremos posibles respuestas.

El orden en relación con el papel de los diferentes agentes educativos. Bajo este título quiero focalizar la mirada puntualmente en la familia y la escuela y en el vínculo que entre ambos agentes es esperable que se constituya. Este vínculo solemos identificarlo con el llamado “pacto educativo”. Refiere al acuerdo que entre ambas instituciones se establece y que tiene por centro la educación del niño.

Desde el sentido común, podemos advertir que es deseable y esperable que entre familia y escuela exista un vínculo de confianza mutuo que encuentra su fundamento último en el interés superior del niño. Este vínculo está mediatizado por dos principios básicos: el de la complementariedad y la subsidiariedad.

∗ Licenciada en Educación. Miembro del Instituto para el Matrimonio y la Familia de la Universidad Católica Argentina. El presente artículo se basa en la ponencia presentada por la autora en el panel “Malos tratos y violencia. Prevenir, detectar y actuar”, organizado por el Foro UCA Vida y Familia y realizado el 24 de octubre de 2017.

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Desorden y violencia: una mirada desde la educación

La familia, agente natural de la educación de los hijos, comparte en parte su misión con la escuela, porque ésta es capaz de ofrecer pluralidad de experiencias formativas, experiencias de socialización y de encuentro interpersonal. Es el ámbito propicio para facilitar el pasaje de lo privado a lo público. Es tarea específica de la escuela la enseñanza de contenidos educativos mediante diferentes recursos técnicos, pedagógicos y didácticos. Entendida como agente subsidiario de educación, asume una actitud de ayuda (“subsidium”); por tanto, de apoyo, promoción y desarrollo.

Así, entendemos que la relación entre la escuela y la familia encuentra su justo medio, su orden, cuando se reconoce la preeminencia de la institución familiar en materia educativa y comprendemos a partir de este orden el lugar y el rol que le compete a la escuela.

Sin embargo, advertimos que el pacto educativo atraviesa en estos días rupturas o al menos serias fisuras. Por un lado encontramos que la institución educativa en sí, así como la figura del docente, padecen desacreditación y descalificación social. Por otro lado advertimos que la misma institución familiar está en crisis. Ambas realidades confluyen debilitando la relación esperable que debiera darse entre la escuela y la familia.

Una de las manifestaciones más visibles de este fenómeno es la falta de criterios, acuerdos y códigos comunes. Se traduce en expectativas fallidas: la familia no asume las responsabilidades que la escuela espera y la escuela no cumple la misión que la familia le adjudica ¿Quién nació primero, el huevo o la gallina? Hay un desorden en las responsabilidades. La familia, por su parte, se aleja del rol fundamental que debiera asumir como primera y principal educadora y espera de la escuela más de lo que corresponde o incluso más de lo que puede dar. La socialización primaria y los hábitos de conducta se forjan y se desarrollan antes que nada en el seno de la familia. ¿Por qué la familia en ocasiones no asume en primer lugar esta misión ineludible? Es compleja la respuesta, pero basta ver la crisis que como institución hoy sufre para pensar posibles respuestas. Esta crisis se produce en las que debieran ser sus bases más firmes, su fundamento. Se conforman familias sobre vínculos lábiles, breves y erráticos que no entienden de abnegación ni de renuncias. Los vínculos interpersonales son provisorios y parecieran tener fecha de vencimiento o estar sujetos a revisión permanente.

Por otro lado, los referentes adultos no asumen el rol que les compete porque impera un relativismo cultural que afecta todas las esferas y cuyo imperativo categórico es el “todo vale”. Así, hasta las más profundas convicciones están de algún modo venidas a menos o desacreditadas, lo cual supone una situación de notoria vulnerabilidad. El pensamiento contemporáneo se vuelve frágil, voluble, sujeto a mutaciones constantes, lo cual genera una pérdida de norte, una pérdida de sentido para las generaciones más jóvenes, o sea los hijos.

Pensemos en una situación concreta. Hasta hace unos años, si un alumno era sancionado justamente por un acto de indisciplina, al padre no se le ocurría poner en tela de juicio la medida. Hoy en día, no solo se cuestiona la medida sino que se llega muchas veces a instancias mucho más extremas. La educación se ha judicializado y las demandas son moneda corriente. Esto refleja una triste realidad: la falta de confianza. Y al perderse la confianza la relación entre ambas instituciones se vuelve violenta, porque el otro siempre es visto como aquel del que me tengo que defender, de quien tengo que dudar o a quien tengo que denunciar por no estar haciendo lo que yo considero correcto o, lo que es peor aún, no está haciendo lo que a mí me gustaría.

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Desorden y violencia: una mirada desde la educación

Si analizamos un poco más de cerca circunstancias como estas y volvemos a pensar en la violencia como falta de orden, es interesante realizar algunas consideraciones en torno a la idea de autoridad. Para esto es esclarecedor recurrir otra vez a la etimología de la palabra. Viene del latín auctoritas, pero, a su vez, esta proviene de auctor (autor), cuya raíz latina es augere: aumentar, hacer crecer, magnificar. Según esta definición, el autor no es necesariamente quien crea, sino aquel que hace que algo crezca y prospere. Por eso, la autoridad que ejerce el padre, la madre o el docente no se limita al poder que ejercen sobre aquellos que tienen bajo su potestad. Es mucho más: ejercer la autoridad es hacer que las personas crezcan y prosperen, orientados por los padres o el maestro. El que tiene autoridad no destruye al otro, lo cual sería autoritarismo, sino que es quien desde su experiencia ayuda a crecer.

Lamentablemente hoy se malentiende este concepto y se considera toda autoridad como sinónimo de autoritarismo que oprime, coarta, domina. Pero lo llamativo es que esta confusión no es privativa del mundo adolescente, sino que son los mismos adultos que parten de concepciones semejantes. De ahí la falta de límites: se advierte el límite solo desde lo que éste prohíbe, descuidando lo importante que es a la hora de educar. Quien considera solo el aspecto negativo del límite y lo identifica con actitudes de rigidez y represión, busca, por lógica, escapar a los límites, o sea extralimitarse.

La libertad es así concebida como absoluta, a tal punto de considerar como criterio de acción el estar librado al vaivén de las propias ocurrencias, juzgando negativamente todo lo que implique revertir o al menos limitar esta tendencia.

Desde esta perspectiva, los padres no se sienten autorizados a establecer pautas claras en relación a las conductas de los hijos por temor a cercenar su libertad y además no están dispuestos a tolerar el costo que la puesta de límites conlleva.

Tampoco hay claridad sobre lo que es adecuado permitir y lo que no. El mundo adulto tiene una enorme necesidad de ser convalidado en el criterio o la decisión más sencilla que pudiera emanar del sentido común.

En la República de Platón podemos leer lo siguiente: “El padre se acostumbra a que el niño sea su semejante, y a temer a los hijos, y el hijo a ser semejante al padre y a no respetar ni temer a sus progenitores, a fin de ser efectivamente libre. (…) En general los jóvenes rivalizan con los adultos en palabras y acciones; y los mayores, para complacerlos, rebosan de jocosidad y afán de hacer bromas, imitando a los jóvenes, para no parecer antipáticos y mandones”. Sí, este fragmento pertenece a una obra clásica y lo podemos leer en su libro IV, para ser más precisos. No es algo extraído del diario del domingo, aunque bien podría ser. Esto explica el porqué de tantas conductas desordenadas. Cuando del otro lado a través del límite se busca ordenar, se generan situaciones de violencia.

Un ejemplo de esto es cuando desde la escuela se insiste en el cumplimiento del régimen de convivencia, a la par que se advierte, no en pocos casos, la resistencia que esto genera.

Si se llama la atención por incumplimiento del uniforme, surge la subestimación del llamado de atención. Si se toma la decisión de sancionar una falta de disciplina, surge la autojustificación.

Si un alumno no aprueba un examen habiéndole concedido todas las instancias y oportunidades que pauta la normativa… No quiero estar en el lugar del director.

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Concluyendo en esta línea de análisis, familia y escuela no encuentran necesariamente un piso común sobre el cual transitar y los desacuerdos se hacen sentir. Querer ordenar esto implica muchas veces situaciones violentas.

Pensemos ahora en lo que sucede puertas adentro de la institución educativa y volvamos al inicio de la reflexión. ¿Qué situaciones propias de la vida escolar pueden ocasionar modos de funcionamiento susceptibles de ser ocasión de acciones que generen violencia?

Pensemos algunas respuestas. La existencia del sistema educativo nacional implica que las escuelas, ya sean estatales o privadas, estén vinculadas recíprocamente por un conjunto de normas pedagógicas y administrativas, comunes a todas ellas. Esta realidad manifiesta una mayor intervención del Estado en la vida social. Esta intervención tiene consecuencias altamente positivas: por ejemplo, pensemos en la asignación de recursos, la creación de escuelas incluso en lugares remotos, la universalización y democratización de la educación escolar. Además ha permitido la implantación progresiva de la gratuidad de la enseñanza, entre otros beneficios.

Junto a estas consecuencias positivas, no podrían dejar de señalarse algunas otras de signo contrario. La más grave es, sin duda, la tendencia al estatismo, que no es la intervención legítima y benéfica del Estado sino una intervención absorbente y excluyente, cuya expresión extrema es el monopolio escolar. Esta tendencia, que aparece en gobiernos democráticos, significa en los hechos la imposición de un pensamiento único en materia escolar del que es difícil escapar, lo cual lleva a poner en riesgo el principio constitucional de libertad de enseñanza.

Una segunda consecuencia negativa −que constituye, sin duda, un efecto no deseado por nadie− es la esclerosis y la burocratización del sistema educativo. Cuanto mayor es la intervención estatal, mayor es la proliferación de normas y reglamentaciones de toda especie y, consecuentemente, mayor es la rigidez del sistema. Ejemplo de esto son las tediosas reglamentaciones relacionadas con las salidas educativas, los criterios y procesos para regular la disciplina o los sistemas de evaluación, entre otros.

Los motivos que justifican la intervención del Estado en esta línea son, por un lado, el deseo de reducir al máximo el margen de error y, por otro lado, garantizar la calidad. No es momento de discutir si estos objetivos logran alcanzarse.

Considero oportuno, en cambio, reflexionar sobre lo que puertas adentro sucede cuando el control y la supervisión se exceden y el cumplimiento burocrático instala en la agenda del directivo lo urgente sobre lo importante, lo reglamentario sobre lo necesario, lo obligatorio sobre lo significativo. Estas situaciones llevan a postergar los proyectos propios, las iniciativas, la definición de espacios institucionales que verdaderamente respondan a aquel ideario que delinea la identidad de cada centro y que en ocasiones se diluye o se vuelve inconsistente.

No nos es difícil imaginar el malestar que situaciones como estas pueden generar. Y ¿cómo vemos plasmado el desorden generador de violencia en estas circunstancias? Justamente al alterarse la relación de subsidiariedad que entre el Estado y las comunidades menores debiera existir.

La subsidiariedad tiene un doble contenido: negativo uno y positivo el otro, pero ambos inseparables. En virtud del primero, el Estado debe respetar y hacer respetar la iniciativa de las personas y comunidades menores, por ejemplo la escuela. En virtud del segundo debe tomar la iniciativa para procurar a los individuos y comunidades menores

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todo aquello que sólo él puede brindar o puede procurárselo mejor que los particulares. ¿Dónde radica entonces el problema? En que la excesiva intervención del Estado oprime las iniciativas particulares o en el mejor de los casos las reduce a su mínima expresión.

Es habitual que los directivos manifiesten el desgaste y malestar que estas situaciones generan. Para que se viva un clima exento de violencia debería dársele a la institución educativa márgenes mayores de autonomía para canalizar su capacidad de iniciativa y creatividad. Un reglamentarismo exagerado y una programación demasiado frondosa y detallista de la enseñanza ahoga toda iniciativa, privando a docentes y alumnos de todo estímulo creador.

ALGUNAS ALTERNATIVAS SUPERADORAS

Comenzaba estas reflexiones intentando mostrar cómo el desorden en las prioridades, en las responsabilidades, en los roles, en el modo en que concebimos la autoridad, puede traer aparejado un modo de funcionamiento que se aleja del deseado y que en ocasiones puede dar lugar a distintas expresiones de violencia. Se trata, por tanto, de recuperar ese orden, de “volver a poner las cosas en su lugar”. Y para lograrlo creo oportuno fortalecer a la familia, recuperar la confianza, explicitar acuerdos y refundar el contrato.

En primer lugar, si miramos uno por uno los agentes involucrados es prioritario pensar en coordinar y aunar los esfuerzos desde la escuela y el entorno social para fortalecer a la familia. Es en la familia donde se gestan los primeros y más importantes vínculos. Es la familia la primera y más fundamental comunidad humana. Por su parte, toda escuela es −o debiera ser– también una verdadera comunidad, en cuyo seno los vínculos humanos profundos van mucho más allá de las exigencias recíprocas de índole estrictamente reglamentaria. Pero para que en la escuela se viva un auténtico espíritu de comunidad, empecemos por la familia, y por orden transitivo lo lograremos en la escuela.

En segundo término: cuando una familia elige una escuela donde enviar a sus hijos se asumen derechos y obligaciones de ambas partes. Es imprescindible tener en claro qué le compete a cada uno de los agentes involucrados y qué se espera de ellos, sin delegar ni postergar la misión educativa propia que ambos tienen, que es diferente pero complementaria.

Es necesario explicitar los acuerdos: es deseable que la escuela dé a conocer aquellas bases fundamentales plasmadas en el Ideario institucional y actualizados en todo proyecto pedagógico, y luego ser coherentes en el accionar cotidiano. A partir de ello, será posible refundar el contrato entre la escuela y la familia con mayor compromiso. Pero para lograrlo, urge que la familia ejerza con responsabilidad y conciencia su derecho a elegir la escuela conforme sus creencias y valores y que no sean otras variables las únicas importantes a la hora de optar (cuota, horarios, cercanía, idiomas).

Solo así escuela y familia sabrán a qué se comprometen y qué esperan unos de otros. Solo así será posible recuperar la confianza y redefinir los roles que a cada uno le compete poniendo la mirada en aquello que tienen y buscan en común: el bien de los hijos –alumnos que merecen crecer y recibir educación en ámbitos cuyos principios fundamentales sean compartidos por toda la comunidad de la que forman parte− y de este modo superar la incoherencia, el desorden y la violencia.

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Referencias bibliográficas

- AA. VV., Creciendo en familia (Buenos Aires: Prosed-UCA).

- Conferencia Episcopal Argentina (1985): Educación y proyecto de vida (Buenos Aires: Oficina del Libro).

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LA PROSTITUCIÓN: EL PADECIMIENTO CONSTANTE Y

ATROZ DE SUS VÍCTIMAS. LA MIRADA SOCIAL

Yanina Basílico∗

La prostitución ha sido calificada como la “profesión más antigua del mundo”, pero ¿qué es, verdaderamente? ¿Es un trabajo, una profesión? Podemos encontrar distintos tipos de prostitución y en establecimientos diversos, pero ¿sabemos su verdadero significado y lo que ésta esconde? Si lo buscamos en un diccionario, podemos encontrar que “La prostitución es una práctica por la que los varones se garantizan el acceso grupal y reglado al cuerpo de las mujeres”.

El acceso es en grupo, porque todos los varones pueden acceder al cuerpo alquilado; es algo así como un “bien público”. Es cierto que hay que tener algo de dinero, pero esta condición no invalida el carácter accesible, abierto a todos, de la mujer prostituida.

El acceso es reglado porque no tiene nada de natural y espontáneo; responde a una serie de normas conocidas y respetadas: las prostituidas están en determinados sitios, hay que preguntar cuánto cuesta su servicio y qué se ofrece a cambio.

El libre acceso al cuerpo de las mujeres está garantizado en casi la totalidad del planeta. Un hombre puede viajar de Valencia a Pernambuco, pasar por Taiwán o Egipto. Basta con que pare a un taxista y formule esta sencilla pregunta: “Aquí, ¿dónde están las mujeres?”, “¿Dónde están las chicas?”, “Tú ya me entiendes”. Cualquiera de estas frases es comprendida en el lenguaje universal de las sociedades patriarcales. El imaginario simbólico de lo que es una mujer no puede expresarse con más claridad y sencillez; se pone en el marco del comercio algo que no lo es ni puede ser y esto encubre todo lo que viene detrás.

Últimamente está muy en boga que “mi cuerpo es mío y con él hago lo que quiero”, pero no nos olvidemos que somos una integridad (cuerpo-mente-alma): nuestro cuerpo no es una cosa. San Pablo decía que “El cuerpo es el templo del Espíritu Santo”; por esta razón tenemos que darle un cuidado y por lo tanto merece respeto. No nos olvidemos de que el hombre alquila ese cuerpo y la mujer no deja de ser persona. Esto después se manifiesta en sus aspectos psicológico y social; tengamos en cuenta que habitualmente mantienen relaciones con un elevado número de “prostituyentes”. Por eso decimos y sostenemos que la prostitución provoca a quienes la ejercen daños reales e irreversibles la mayoría de las veces.

∗ Integrante del equipo “Basta de Trata” de la Acción Católica Argentina.

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La prostitución: el padecimiento constante y atroz de sus víctimas. La mirada social

Las personas que están en prostitución viven en constante estrés porque están a expensas de lo que les haga un señor “X”: les bajan las defensas, pueden tener infecciones repetitivas y dolores corporales. En lo psicológico su autoestima es muy baja, por la sensación de que valen poco, de que no son nadie. El miedo se hace constante. En la mayoría de los casos, como han pasado por situaciones de dolor, suben su umbral como una medida de protección, pero en realidad no se dan cuenta de que esto las desprotege. Se les enseña a disociar, que separen la mente del cuerpo, para no sentir. El asco lo deben anular para poder seguir y por eso suelen convertirse en drogadependientes y/o alcohólicas.

Recordemos que el cuerpo en la prostitución es una mercancía; no hay un ideal, no hay sentimientos, se pierde el gran valor, que es la dignidad humana, por el pago que reciben. Las personas prostituidas se someten a una humillación constante y son consideradas como objetos descartables: cuando no sirven más para el mercado se las arroja y se busca a otras.

Alrededor de la prostitución podemos encontrar varios mitos, entre ellos que quienes la ejercen ganan mucho dinero y sin esfuerzo o que lo hacen porque les gusta; que la prostitución VIP es libre; que son mujeres de vida alegre; que viajan mucho; que la prostitución evita violaciones; que es una actividad que se puede dejar cuando se quiere, pero pese a que se afirma que la eligieron de manera libre y voluntaria y que nadie las obliga, alrededor del 98 % de las personas en prostitución son o fueron víctimas de trata de personas, lo que elimina toda posibilidad de elección personal y voluntaria. Casi en su totalidad fueron captadas en la adolescencia, cuando estaban en formación, y su futuro y personalidad fueron quebrados a esa temprana edad.

Las pocas que accedieron por “voluntad propia” también lo hicieron en esa época, presionadas por la historia social y familiar y sin poder acceder a otras opciones.

La exclusión social, las guerras, el tráfico de personas, la migración, el hambre, el aislamiento, empujan a las personas (hombres, mujeres, travestis) a la situación de prostitución, donde aquellos que tienen mayor poder se aprovechan y se valen de quienes están en esta situación de vulnerabilidad.

Podemos seguir hablando por mucho tiempo sobre la prostitución, las violaciones y los daños que sufren las personas que están en este circuito, sin importar cómo llegaron a él. Por esta razón, pensando en ellas y por todo lo que pasan, nosotros no la consideramos un trabajo, mucho menos un oficio, y desde ningún punto de vista estamos de acuerdo con su reglamentación, porque de esta manera estaríamos beneficiando a los proxenetas. Así se promueve el tráfico sexual, se expande este comercio, y esto propicia la explotación de niños y niñas. Tenemos en nuestro planeta dos países con ejemplos muy claros para marcar lo dicho anteriormente. Uno es Holanda, donde se legalizó y reglamentó la prostitución y los proxenetas cuentan con total libertad de hacer lo que les parezca, y donde lamentablemente la demanda ha subido. Del lado opuesto está Suecia, donde se penaliza al “cliente” (para nosotros prostituyente), independientemente de si es trata de personas o no, en donde la prostitución en las calles ha disminuido un 50 % y las fuerzas de seguridad cierran los prostíbulos; por ende, podemos llegar a la conclusión de que sin demanda no hay oferta.

Exponemos diez razones por las cuales la prostitución no puede ser considerada un trabajo:

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La prostitución: el padecimiento constante y atroz de sus víctimas. La mirada social

1) La legalización/despenalización de la prostitución es un regalo para los proxenetas, los traficantes y la industria del sexo.

2) La legalización/despenalización de la prostitución y de la industria del sexo promueve el tráfico sexual.

3) La legalización/despenalización de la prostitución no supone un control de la industria del sexo. Por el contrario, la expande.

4) La legalización/despenalización de la prostitución aumenta la prostitución clandestina, ilegal y callejera.

5) La legalización de la prostitución y la despenalización de la industria del sexo promueven la prostitución infantil.

6) La legalización/despenalización de la prostitución no protege a las mujeres que están en la prostitución.

7) La legalización/despenalización de la prostitución aumenta la demanda de la prostitución. Incentiva a los hombres a comprar a las mujeres por sexo en un entorno social más permisivo y de mayor aceptabilidad.

8) La legalización/despenalización de la prostitución no promueve una mejora de la salud de las mujeres.

9) La legalización/despenalización de la prostitución no aumenta las posibilidades de elección de las mujeres.

10) Las mujeres que están dentro de la prostitución no quieren que se legalice o despenalice la industria del sexo.

Como creemos firmemente en nuestras convicciones y luchamos para que este flagelo se termine, nos unimos para realizar diferentes actividades, talleres, charlas, seminarios, campañas de visibilización, sensibilización, concientización y prevención para niños, niñas, adolescentes y jóvenes, donde mostramos la realidad de esta severa problemática.

También trabajamos para la incidencia política, para conseguir normas que promuevan el cierre de prostíbulos, que ataquen la raíz del problema y condenen penal y socialmente a explotadores y clientes, los verdaderos culpables de estas prácticas que durante siglos han victimizado, sobre todo, a mujeres y niñas.

Participamos de espacios de construcción colectiva que apuntan a visibilizar y sensibilizar la esclavitud y la violencia en cualquiera de sus representaciones.

En base a la realidad de cada país en la que nos toca vivir debemos estar unidos, trabajando fuertemente para terminar con todo esto y de a poco cambiar esta realidad…

Sabemos que en varios países la prostitución está legalizada y regularizada y esto conlleva un gran tráfico de personas esclavizadas, pero mientras tanto sostenemos un ideal de mujer (esa mujer que puede elegir, llevar una vida plena, optar estar con quien ama y de ahí dar una nueva vida al mundo) y denunciamos que no se puede aceptar esta práctica, que es una violación permanente, como trabajo. ¿Se puede seguir sosteniendo esto?

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LA ACCIÓN CATÓLICA Y SU CAMPAÑA

“CUIDEMOS LA TIERRA, CUIDEMOS LA VIDA”

- ¿Cómo nació la idea de la campaña?

La Acción Católica, desde hace ya muchos años, impulsa sus campañas nacionales. Lo que se busca es hacer “foco” en un tema determinado, de evidente actualidad, para desde él profundizar la mirada evangélica sobre ese tema, extraer conclusiones y, en definitiva, comunicar el mensaje a toda la comunidad. En años anteriores se habían hecho campañas sobre la responsabilidad ciudadana del voto (“Votá, tu voto vale”), sobre la familia (“En familia nuestra vida es más”), sobre la pobreza (“La pobreza duele”) y sobre las adicciones (“Probá no probar”), por solo mencionar algunas.

- ¿Cómo es la metodología de las campañas?

En las primeras oportunidades se realizaban dos campañas por año. Pero luego se fue viendo que los temas daban para un desarrollo más largo y prolongado en el tiempo y, a la vez, más profundo. Por eso se comenzó a realizar campañas bianuales. Ya la campaña de “En familia nuestra vida es más”, que se realizó durante 2013-2014, llevó dos años de desarrollo. La campaña sobre el medio ambiente también duró dos años. Las campañas, como dije, buscan siempre la metodología del ver, discernir y actuar, como modo de comprender el fenómeno, evaluar los criterios a la luz del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, y difundir el mensaje.

- Qué es lo que originó el tema de la campaña “Cuidemos la Tierra, cuidemos la vida”?

Indudablemente, el Papa tiene una especial preocupación por la problemática ambiental. Lo ha dicho en muchísimos discursos e intervenciones ante organismos internacionales y,

Entrevista a Ignacio “Nacho” del Castillo, coordinador de la campaña nacional “Cuidemos la Tierra, cuidemos la vida”.

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“La Acción Católica y su campaña "Cuidemos la tierra, cuidemos la vida".

sobre todo, publicó la encíclica Laudato Si’, que hace foco justamente en ese tema. Por ello, en la Asamblea Nacional de 2016, los dirigentes confiaron al Consejo Nacional que la campaña para ese año 2016 y este 2017 hiciera foco en estos temas.

- ¿Cuáles fueron las ideas o conceptos centrales en las que se sustentó la campaña?

La campaña tuvo su base teórica, fundamentalmente, en la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco. La campaña planteaba varias ideas centrales, pero la principal de todas ellas era que la “creación” es un don que Dios confió a los hombres, y por ello los hombres somos responsables de cuidar esa creación, no solo para las generaciones presentes, sino sobre todo para los que vienen después. Nuestros hijos y nuestros nietos tienen derecho y dignidad, como hijos de Dios, a gozar de la creación.

Por otro lado, pero no con menos importancia, la campaña también puso el eje sobre las cuestiones sociales que acarrea la problemática ambiental. En eso el Papa insiste mucho: un fenómeno de falta de agua potable, por ejemplo, por contaminación de esas aguas, afecta a toda la comunidad. Pero sin duda afecta de manera mucho más fuerte a los pobres de esa región, ya que estas personas no tendrán la posibilidad de contar con otras fuentes diferentes para satisfacer sus necesidades.

- ¿Qué materiales formativos se realizaron?

La campaña tuvo un eje o marco formativo que está presente en el material de campaña. Dicho cuadernillo, que fue impreso en 4000 ejemplares, fue repartido a cada una de las comunidades de Acción Católica de todo el país. Además está disponible en formato digital a través de nuestra página web. En cada comunidad, los dirigentes de cada grupo tuvieron con el material reuniones o actividades sugeridas para cada franja de edad (niños, jóvenes, adultos y sectores) como para discutir y debatir los contenidos.

Además de ello, y como novedad respecto de las campañas anteriores, se priorizó algunas fechas importantes del calendario como para proponer a partir de sencillos, pero profundos, subsidios que se difundieron digitalmente, la reflexión sobre ese tema: Día del Animal, Día del Árbol, Día del Planeta, etc. Son fechas importantes para todos, y la campaña buscó iluminarlos con sentido evangélico.

- ¿Qué actividades se llevaron adelante?

Localmente, fueron muchísimas actividades las que se hicieron en cada parroquia o en cada diócesis. En cada comunidad, se llevaron adelante iniciativas: desde limpiar lugares o concientizar sobre la basura, organizar campamentos sustentables y con cuidado del medio ambiente, denunciar contaminaciones locales de fábricas, apoyar a familias de bajos recursos como para mejorar su hábitat, etc. Las iniciativas son muchísimas, tan variadas y diferentes como la realidad de nuestro país.

Hasta incluso, por solo mencionar algún ejemplo, hay un proyecto muy serio de recuperación de materiales derivados del petróleo, que fue presentado en la Universidad Nacional del Litoral. Este proyecto nació de las reflexiones que un grupo de estudiantes de

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ingeniería de Concordia realizaron con base en el material de esta campaña. Seguramente el proyecto dará buenas soluciones a este problema ambiental.

Tal vez la actividad más importante a nivel nacional, y la más enriquecedora, fue la organización que se hizo, junto con otras organizaciones, de la “Jornada de Oración por la Creación”, que se realizó con miembros de otros credos y de otras religiones. Fue realmente muy rico; se hizo en dos oportunidades, una de ellas en un templo católico, y la otra en una mezquita.

- ¿Hubo otras instituciones que apoyaron la iniciativa?

La campaña, en general, tuvo una excelente recepción en otras organizaciones; muchas de ellas pertenecen a la sociedad civil. Creo que fue una excelente oportunidad para reflexionar junto con estas organizaciones, que como la nuestra, buscan siempre el bien común, y para poner la atención en estos temas ambientales que son tan importantes.

- ¿Cómo se formó el equipo de la campaña?

El equipo fue formado por miembros de cada una de las áreas de la conducción nacional. La idea era contar con distintas miradas de los niños, los jóvenes, los adultos y los sectores como para tener un panorama más completo. Además, contamos con la enorme colaboración de Daniel Díaz, del área Sectores, y Lorena Echagüe, de la diócesis de Avellaneda-Lanús, quienes profesionalmente son especialistas en temas ambientales, y nos asesoraron en los temas técnicos. Fue realmente importante su aporte. Por supuesto, no puedo dejar de mencionar a Claudia Carbajal, quien brindó su invalorable ayuda para presentar pedagógicamente los temas en un modo claro, didáctico y sencillo.

- ¿Cómo continúa?

La campaña, formalmente, terminó en la Asamblea anual del 5 de noviembre, cuando se hizo una misa y se dio gracias por todo lo vivido y por los frutos.

De todos modos, muchísimas cosas han quedado. Los materiales que se hicieron, son plenamente utilizables para cualquier actividad formativa. Pueden consultarse perfectamente en la página web www.accioncatolica.org.ar, dentro del micrositio de la campaña. Allí quedó todo y cualquiera puede bajar ese material y utilizarlo, tanto el cuadernillo como todos los subsidios, por lo que puede replicarse la campaña en cualquier lugar y en cualquier momento.

Quedó una fecunda relación con otras religiones y credos, preocupados también por el problema ambiental, con quienes hemos discutido estrategias, visiones, preocupaciones. Y, lo principal, hemos rezado juntos por el cuidado de la creación.

También se estableció una relación muy positiva con otras instituciones de la sociedad civil, que no necesariamente son religiosas, sino que están preocupadas por el bien común.

Pero, por sobre todo y como siempre, lo más importante que dejó la campaña es el testimonio de nuestra gente. Eso no es fácil de medir con datos, no encuentra correlato en una “planilla de Excel”, pero es lo realmente importante y esencial: ese testimonio que cada miembro de la Acción Católica dejó en su lugar de trabajo, en su escuela, en su fábrica, en su oficina, y que iluminó ese lugar con la luz del Evangelio respecto del problema

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“La Acción Católica y su campaña "Cuidemos la tierra, cuidemos la vida".

ambiental. Eso, no lo quita nada ni nadie, y es algo que seguirá de ahora en adelante. Es la “Acción Católica en salida” que siempre plantea el papa Francisco, enfocada en esta oportunidad en el problema del medio ambiente. Eso, creo yo, es lo más importante de todo.

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B I B L I O G R Á F I C A S

Biblioteca “Mons. Manuel Moledo”

Benedicto XVI y Francisco. Hacia un ecoevangelio. El llamado ecológico de los papas Benedicto XVI y Francisco. (Barcelona: Herder, 2016). “Desde que en el debate público comenzó a hacer su aparición el tema de la ecología y del desarrollo sostenible a comienzos de los años ochenta, su importancia ha ido creciendo hasta convertirse en una de las mayores reivindicaciones políticas. En este terreno, como en muchos otros, la Iglesia ha hecho algo más que acompañar el movimiento: a menudo lo ha precedido. Las páginas que siguen son prueba de ello” (Prólogo de Mons. Jean-Louis Brugues, Secretario de la Congregación para la Educación Católica).

En la primera parte de la obra se presentan textos de Benedicto XVI, “quien ha hablado de ecología más que cualquier otro predecesor suyo”. En la segunda, la carta encíclica del papa Francisco Laudato Si’ sobre el cuidado de la casa común.

Consideramos que es importante conocer y difundir la palabra de la Iglesia en este

tema que va más allá del simple concepto de protección de la naturaleza, para llegar al corazón del problema, que es de naturaleza ética y teológica. “La creación es un regalo y el hombre no puede disponer de ella a su antojo, sino que debe custodiarla para ayudar a cumplir el designio de Dios inscrito en la naturaleza”. Wojtyla, Karol. Mi visión del hombre (Madrid: Ediciones Palabra,

2010). Karol Wojtyla, nuestro querido y recordado Juan Pablo II,

desarrolló una peculiar visión del hombre, esperanzadora y moderna, fruto de sus riquísimas experiencias vitales, de sus estudios y de su reflexión filosófica y teológica. Este volumen, el primero de la Trilogía Inédita, comprende numerosos escritos inéditos hasta ahora en español.

En la primera parte expone su opinión sobre los principales

temas que afectan al hombre, como el amor, la felicidad o la justicia. La segunda parte, “Ensayos de ética”, es una selección de artículos publicados en revistas especializadas. Transcribimos algunos de sus títulos: “El problema de la ética científica”; “El origen de las normas morales”; “El significado del deber”; “El problema de la verdad y la misericordia”; “La postura frente al placer”.

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Bibliográficas

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Fazio, Mariano. Desafíos de la cultura contemporánea para la conciencia cristiana (Rosario: Ediciones Logos, 2010).

“Una de las experiencias más intensas que puede vivir un

hombre contemporáneo es la visita al campo de concentración de Auschwitz. Sorprende encontrar allí una masa de turistas que se mueve respetuosa y silenciosamente. Entrar en una de las barracas donde se amontonaban seres humanos tratados como números de una cruel contabilidad golpea profundamente. La presencia del mal –presencia misteriosa, pero real− pesa en el corazón de los visitantes. Pero en este pasaje de una tristeza sin límites existe una barraca un poco distinta. Es la celda en la que transcurrió sus últimos días un franciscano polaco, canonizado por Juan Pablo II, Maximiliano Kolbe. Allí se respira esperanza, paz y alegría. Entrar en esa celda es volver a casa, redescubrir la identidad de hijos de Dios. (. . .)

Me parece que esta experiencia, vivida en primera persona, es aplicable a los distintos

recorridos culturales de la Modernidad. (. . .) En estas páginas trataremos de dibujar un mapa de las principales corrientes culturales modernas teniendo como punto de referencia la apertura –o la cerrazón− a la trascendencia, elemento fundamental. (. . .) La crisis de la cultura contemporánea se puede identificar con una crisis de la verdad. La negación de conocer una verdad objetiva, o la no aceptación de la existencia de unos valores en sí mismos valiosos. (. . .) Por último avanzaremos algunas reflexiones desde una perspectiva cristiana abierta a la esperanza” (Prólogo del autor).

Informe sobre la esperanza. Diálogo con el cardenal Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Madrid: BAC, 2016).

Esta obra pone en el centro un tema nuevo, pues

vivimos hoy una gran crisis de esperanza. El hombre de hoy no percibe su falta de fe como una tragedia pero, en cambio, sí le inquieta profundamente la falta de esperanza y pretende sustituirla con sucedáneos como el optimismo. La pregunta es si hay una esperanza para el ahora, si se la puede encontrar en el cristianismo y, sobre todo, cuál es el fundamento de la esperanza cristiana.

El cardenal Gerhard Ludwig Müller es un teólogo, es

decir, un creyente que trata de expresar la respuesta de Dios a las preguntas del hombre. En un diálogo con el director general de la BAC, Carlos Granados, que se prolongó

durante un fin de semana, el cardenal respondió a las cuatro preguntas que integran capítulos de esta obra. Las respuestas son una bocanada de esperanza; nos ayudan a comprender que los problemas son también ocasion de crecimiento, y, sobre todo, que forman parte del misterio del plan de Dios que se va realizando poco a poco en la historia.

Contenido: I. - ¿Qué podemos esperar de Cristo? II. - ¿Qué podemos esperar de la

Iglesia? III. - ¿Qué podemos esperar de la familia? IV. - ¿Qué podemos esperar de la sociedad? V. - Conclusión: La clave comprensiva de la misericordia.