Schutz Luckman_Las Estructuras Del Mundo de La Vida

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Las estructuras del mundo de la vida - Alfred Schutz Thomas Luckmann Amorrortu editores Buenos Aires ESTE LIBRO NO PÜEDE SALIR DEL RECINTO DE LA BIBLIOTECA ¿

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Fenomenología y teoría social

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Las estructuras del mundo de la vida

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Alfred Schutz Thomas Luckmann

Amorrortu editores Buenos Aires

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Bibliografía en castellano1

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Bergson, H., El pensamiento y lo moviente, Buenos Aires, La Pléyade.Ensayos sobre los datos inmediatos de la conciencia, Madrid, Aguí- lar.La evolución creadora, Madrid, Espasa.Bleuler, E., Demencia precoz, Buenos Aires, Hormé.Carrel, A., La incógnita del hombre, México, Diana.Husserl, E., Fenomenología de la conciencia del tiempo inmanente, Buenos Aires, Nova.Ideas relativas a una fenomenología pura y a una fenomenología fenomenológica, México, Fondo de Cultura Económica.Lógica formal y lógica trascendental, México, UNAM. Meditcciones cartesianas, México, El Colegio de México.James, W., Principios de psicología, Madrid, s.d.Merleau-Poi?;y, M., Fenomenología de la percepción, México, Fondo de Cultura Económica.Noüy, Lecomti»du, SI destino humano, México, Diana. Santayana, G., Dominación v potestades, Buenos Aires, Sudamericana.Schutz, A., El problema de la realidad social, Buenos Aires, Amo- rrortu editores.Estudios sobre teoría social, Buenos Aires, Amorrortu editores. Fenomenología del mundo social, Buenos Aires, Paidós.Sullivan, H. S., La teoría interpersonal de la psiquiatría, Buenos Aires, Psique.Weber, M., Economía y sociedad, México, Fondo de Cultura Económica, 2 vols.Whitehead, A. N., Proceso y realidad, Buenos Aires, Losada.

1 Versiones castellanas de los títulos seguidos de A a lo íaigo de la obra.

Indice general

7 Prólogo, Thomas Luckmanrt17 Introducción de los traductores al inglés, Richard M. Zaner y H. Tristram

Engelhardt (h.)23 Glosario

25 1. El mundo de la vida cotidiana y la actitud natural

25 [A]. El mundo de la vida como fundamento incuestionado de la concepción natural del mundo

29 [B]. Lo problemático y lo presupuesto35 [C]. La estructuración del mundo de la vida para el sujeto vivo38 [D]. Planes y factibilidades

41 2. Las estratificaciones del mundo de la vida

42 [A]. Ambitos de realidad con una estructura finita de sentido

53 [B]. Las estratificaciones del mundo de la vida cotidiana 109

3. El conocimiento del mundo de la vida109 [A]. El acervo de conocimiento: su relación con la situación, su génesis y su estructura 182 [B]. La significatividad 224 [C]. La tipicidad

236 4. Conocimiento y sociedad

236 [A], El carácter socialmente condicionado del acervo subjetivo de conocimiento 252 [B]. El origen del acervo social de conocimiento 289 [C]. La estructura del acervo social de conocimiento 302 [D]. Los correlatos subjetivos del acervo social de conocimiento

314 Bibliografía en castellano

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Director de la biblioteca de sociología, Luis A. Riga]The Structures of tke Life-World, Alfred Schutz y Thomas Luckmann© Ilse Schutz y Thomas Luckmann, 1973 Traducción, Néstor Míguez

Revisión, Ariel Bignami

Unica edición en castellano autorizada por Ilse Schutz, Nueva York, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n’ 11.723. © Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores S. A., Icalma 2001, Buenos Aires.

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada, escrita a máquina por el sistema multigraph, mimeó- grafo, impreso, etc:, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización debe ser previamente solicitada.

Industria argentina. Madc in Argentina.

ISBN 84-610-1065-5

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PrólogoThomas T.nrlcyann

Alfred Schutz murió en la primavera de 1959, a los sesenta y un años. La muerte lo sorprendió cuando estaba preparando el libro que tenía planeado desde hacía un tiempo, en cuyos preliminares había comenzado a trabajar intensamente a principios y mediados del año anterior a su muerte. La intención que alentaba este proyecto era reunir los resultados de sus investigaciones sobre la estructura del mundo de la vida cotidiana, y presentar en una sola exposición orgánica lo que aún se hallaba disperso en varias publicaciones.Este libro, Las estructuras del mundo de la vida, fue escrito, pues, en circunstancias no habituales. Los planes trazados por Schutz antes de morir estaban lo bastante maduros como para incluir un esbozo general del contenido, referencias detalladas a su obra publicada y de qué manera integrarla en el libro, así como bocetos y aide-mémoires de análisis todavía no efectuados. Cuando su viuda examinó estos materiales .conmigo, convinimos en que su publicación seria de considerable utilidad para quienes estudiaran la obra de Schutz, y podia ser indispensable para los investigadores interesados en una reconstrucción y una interpretación exactas del opus filosófico y sociológico de aquel. También comprendimos, sin embargo, que esa publicación postuma nunca podría cumplir, ni siquiera aproximadamente, con los propósitos que ,guiaron a Schutz en su propia concepción del libro. Pese a ello, en mi carácter de ex discípulo de Schutz y de persona cuyo pensamiento recibiera su decisiva influencia, acepté retomar la t<nea donde él la había dejado. Aunque sospechaba haberme embarcado en una misión difícil, .aún ignoraba hasta qué punto lo sería. Para completar Strukturen der Lebenswelt, a las dificultades de la revisión postuma de los manuscritos de un gran maestro por su discípulo se su-maban los problemas de la colaboración entre dos autores desiguales: uno, muerto; el otro, vivo. Uno, que contemplaba retrospectivamente los resultados de muchos años de esfuerzos singularmente concentrados y dedicados a resolver ios problemas que iban a ser abordados en el libro; el otro, beneficiario de esos esfuerzos. Uno, un maestro siempre dispuesto a corregir sus análisis pero ahora imposibilitado de hacerlo; el otro, un alumno que vacilaba en enmendar dichos escritos, pero a quien los estudios que prosiguió en la dirección indicada por el maestro obligaban a volver ocasionalmente a los comienzos.En rierto sentido, este libro es la Summa de la vida de Schutz, y como tal es suyo exclusivamente. En otro sentido, es la culmina

ción de la obra de muchos autores, entre los cuales Schutz es el más importante y yo apenas el último. Sin embargo, el análisis de las estructuras de la vida cotidiana no termina aijui. Es la interminable tarea de una philosophia pertunis y de un teoría histórica de la sociedad.Schutz continuó estudiando la frontera entre la filosofía y la ciencia social desde 1932, cuando Springer, en Austria, publicó su primera obra importante, Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt. Austria fue el país donde nació, donde pasó su infancia y juventud, donde cumplió su servicio militar en la Primera Guerra Mundial, donde efectuó sus estudios jurídicos, económicos y filosóficos y tuvo sus primeros empleos en la abogacía y la banca. Entre su primer libro (el único publicado durante su vida) y el plan para un segundo transcurrió un cuarto de siglo. Durante ese lapso conoció a Husserl, quien había leído su libro con gran interés y lo invitó a ser su adjunto en Friburgo, oferta que Schutz tuvo que declinar. Eran los primeros años del fascismo y el nazismo. Schutz se trasladó a París antes de que Hider ocupara Austria. En 1939 emigró a Estados Unidos de América, acompañado por su esposa, con quien inició una nueva existencia en condiciones que no eran habituales para él. En esto su destino fue el de muchos otros sabios europeos. Lo insólito, sin embargo, fue que reconstruyó sus carreras de abogacía y economía en su nuevo país, prosiguió sus investigaciones y además comenzó a dar conferencias en el Gradúate Faculty de la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales de Nueva York, institución que, presidida por Alvin W. Johnson, se había convertido en un refugio para muchos sabios exiliados. Sólo durante los últimos años de su vida redujo Schutz sus otras actividades para aceptar, en 1952, una cátedra en esa institución.Pese a tantas perturbaciones externas, Schutz ocupó ese cuarto de siglo de su vida con una investigación intensiva de los fundamentos de las ciencias sociales. Adquirió la creciente certeza de que la solución adecuada para los problemas metodológicos básicos de las ciencias del hombre solo podría hallarse en una descripción precisa de la peculiar constitución humana del «objeto de estudio» de esas ciencias. Se afirmó en su convicción inicial de que la fenomenología de Husser! ofrece un método riguroso para el análi- lisis descriptivo de la constitución del mundo de la vida cotidiana en la experiencia humana; pero advirtió que faltaba aplicar el método fenomenológico al mundo social, el producto de la acción simbólica del hombre v del trabajo material. Así, Schutz se basó en el pensamiento de Husserl, pero en su intento de aclarar la relación entre los métodos y las teorías de la ciencia social y su base empírica, el mundo de la vida cotidiana, aplicó anticipadamente a las ciencias sociales ideas que Husserl elaboró en sus últimos tiempos, y que se conocieron plenamente solo después de publicarse los importantísimos «manuscritos de la crisis» en Die Krisis der europáischen Wissenschafiex ziv.d die transzendentale Phano- menologie (1954). Con todo, Schutz no fue únicamente un filósofo fenomenológico. Fue también un científico social preparado en derecho, economía y sociología. Adhirió al individualismo metodológico de Max Weber y comprendió la importancia estratégica de una adecuada teoría de la acción humana para la metodología de la ciencia social. * este respecto, la obra de Schutz es una notable continuación de una preocupación fundamental de Weber. Sin embargo, no cabe duda de que el pensamiento original y las investigaciones sistemáticas de Schutz lo llevaron a un nuevo territorio, donde quizá ni Husserl —

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cuyo conocimiento de las ciencias sociales no era comparable a su saber en ciencias físicas (ni a su dominio de matemática y lógica)— ni Weber —cuyo pensamiento nunca abandonó totalmente premisas filosóficas neokan- tianas convencionales— habrían querido seguirlo. En ese territo-iio, Schutz fue un precursor, y una generación de jóvenes investigadores transita por caminos que él abrió.Los treinta o más ensayos y artículos posteriores al Sinnhafte Aufbau que aparecieron durante su vida fueron publicados en inglés (excepto unos pocos en alemán, francés y español) en diversas revistas filosóficas y sociológicas y en volúmenes dedicados a simposios.2 Abordan una gran variedad de problemas, que van desde la intersubjetividad, los signos y los símbolos, el lenguaje, las tipificaciones y el conocimiento, lias realidades «múltiples» y la acción social, hasta la metodología de las ciencias sociales y análisis críticos de William James, Max Scheler, Jean-Paul Sartre y, por supuesto, Husserl. El alcance y la variedad de temas revelan los intereses de un espíritu amplio, aunque la forma dispersa en que tales artículos fueron publicados pueda dar la impresión superficial de un opus fragmentario.Esta impresión es engañosa. El esquenTa bás’jo del pensamiento de Schutz, tal como aparece en el Sinnhafte Aufbau, fue enriquecido, pero no modificado básicamente, por las nuevas influéíicias intelectuales que obraron sobre él; por ejemplo, su encuentro con el pragmatismo norteamericano, especialmente con William James y George Herbert Mead. Quien lea con cuidado sus diversos ensayos observará que la obra de Schutz continuó en la dirección indicada por su primer libro; la unidad de su pensamiento surge con gran claridad comparando el Sinnhafte Aufbau con el plan para Strukturen der Lebenswelt. Las investigaciones emprendidas por Schutz durante el cuarto de siglo transcurrido entre su primer libro y el plan para el segundo pueden ser consideradas como va- naciones sobre el tema principal del primero, tal vez como transposiciones ■ diferentes tonos, o bien, en ocasiones, como desarrollos de temas imciahnente secundarios. Contemplada retrospectivamente y teniendo a la vista el esbozo d%la obra posterior, la búsqueda de Schutz durante ese período puede ser considerada también como la indagación, hecha por una mente de singular cob'" renda, de problemas ya planteados o tocados en su obra anterior. No hay duda de que la recapitulación final de su pensamiento y su obra, concebidos como descripción sistemática del mundo del sentido común en cuanto realidad social,3 estaba destinada a encontrar firme fundamento en la resolución de esos problemas. Es evidente que Schutz consideraba como presuposiciones necesarias de esta

2 La mayoría de estas publicaciones fueron reimpresas después de lu muerte, entre 1962 y 196fi por Martinus Nijhoff, de La Haya, en los tres volúmenes de ensayos de Schutz que fueron compilados, sucesivamente, por su discípulo Maurice Natanson, su colega Arvid Brodersen y su esposa Ilse Schutz [véase la nota 2 de pág. 17 (N. del E.)]. Véase una bibliografía detallada en el apéndice al segundo volumen de esta obra [aún inédito], o las bibliografías de la selección de trabajos de Schutz, On Phenomenology and Social Relations, compilada por otro de sus ex discípulos, Helmut Wagner (University of Chicago Press, serie «Herencia de la sociología». 1970), o la bibliografía adjunta a los ensayos en memoria de Alfred Schutz, Phenomenology and Social Reality, ed. por Maurice Natanson (T.a Haya, Martinus Nijhoff, 1970).3 Este es, dicho sea de paso, el título de un breve y sumamente perspi caz análisis del pensamiento de Schutz realizado por su amigo Aron Gur- witsch y publicado en Social Research, vol. 29, n* 1, primavera de 1962, págs. 50-62.

Summa los minuciosos análisis de las actividades objetiva- doras de la conciencia humana y de sus resultados más importantes, las tipificaciones, y los signos y símbolos en la comunicación intersubjetiva. Brisándose en el análisis de Husserl y el suyo propio acerca de la orientación humana en el espacio y el tiempo, así como en sus investigaciones sobre la experiencia de los «semejantes» en situaciones cara a cara, logró develar tos estratos de esas estructuras elementales de la vida cotidiana que sirven de cimiento a la experiencia social, el lenguaje y la acción social, y por ende, al complejo mundo histórico de la vida humana.Es de lamentar que Schutz no haya podido cumplir los planes de lo que, con un poco de exageración, podríamos llamar el terminus ad quem de su vida como filósofo y científico social. Probablemente sea fútu especular sobre qué forma definitiva y formulaciones finales habría presentado exactamente el libro si hubiera tenido tiempo de terminarlo, pero acaso sea necesario destacar algo que debe quedar claro. Este libro no puede ser el que habría lescrito Schutz. Ni siquiera es el libro que yo creo que él habría escrito: la inmersión total de mi pensamiento y mi obra en su plan era algo imposible y que, estoy seguro, Schutz no habría deseado en estas circunstancias. Por otra parte, he procurado ser lo más fiel posible a la intención básica del proyecto: el análisis de las estructuras de la vida cotidiana.El plan inicial de capítulos y secciones era el siguiente:

Capitulo 1: El mundo de la vida de la actitud naturalA. Como fundamento incuestionado de la actitud naturalB. Lo presupuesto y lo problemáticoC. Una situación estructurada para el sujeto de la vivenciaD. Los planes y lo factible

Capitulo 2: Estratificaciones del mundo de la vidaA. EspacialB. Temporal

C. SocialD. Ambitos de realidad con una estructura de sentido finita £. Sistemas de signos y símbolosF. Ambitos de significatividad (?)

Capitulo 3: El conocimiento del mundo de la vida. Significatividad y tipicidadA. £1 acervo de conocimiento a mano y su estructuraB. La situaciónC. Interés determinado por un planD. SignificatividadE. TipificaciónF. Tipicidad, acervo de experiencia y conocimiento del futuroG. La tipicidad en cuanto es condicionada por la significatividadH. Tipos del mundo socialI. Socialización del desarrollo de tipos

Capítulo 4: El mundo de la vida como ámbito de la praxisA. Comportamiento, acción y motivoB. El proyectoC. Elección entre proyectosD. Acción recíprocaE. Interpretación de los actosF. Los actos en el mundo circundante y en el mundo de los con-temporáneosG. Acción racional

Capítulo 5: Los tomentos trascendentes del mundo de la vida y su dominic mediante los signos y los símbolos A Introducción: los signos y los símbolos como componentes del mundo de la vidaB. Revisión del tratamiento del problema en la literatura sobre el temaC. Desarrollo y aplicación de la teoría husserliana de la apresen- taciónD. Teoría de los órdenes múltiples de BergsonE. Los signos y la vivencia de la trascendencia: (I) solitariaF. Los signos y la vivencia de la trascendencia: (II) intersubjetivaG. El mundo presupuesto interpretado mediante signos: comprehensión, manifestación, comunicaciónII. Trascendencia de la naturaleza y la sociedad. Realidades múltiples: el símbolo I. Símbolo y sociedaa

Capítulo 6: Las ciencias en el mundo de ¡a vidaA. El mundo de la vida como fundamento incuestionado de la cienciaB. Hacia una fenomenología de *a actitud naturalC. Ciencia de la naturaleza y ciencia socialD. ¿Cuál es el objeto de la ciencia social?E. El científico social y su situaciónF. La interpretación del mundo social por el mundo de la vida y por la cienciaG. Postulados de las elaboraciones conceptuales científico-socialesH. La unidad de la ciencia y el problema de la continuidad

He seguido la estructura general del plan de Schutz, con dos excepciones importantes. La estructura interna del tercer capítulo, referente al acervo subjetivo de conocimiento, difiere un poco de la proyectada por Schutz; y lo más importante es que dos secciones relativamente secundarias del plan

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original para este capítulo —«obre las tipificaciones de la realidad social y sobre la socialización de tipos— han sido más desarrolladas. Los análisis adicionales de los problemas planteados en estas secciones pronto demos-traron la necesidad de un tratamiento sistemático. El resultado de ello fue un capítulo totalmente nuevo: el actual capítulo 4, sobre el conocimiento y la sociedad. El otro cambio importante proviene de mi decisión de renunciar al proyectado capítulo final sobre la metodología de las ciencias sociales. Los planes de Schutz no parecen haber ido mucho más allá de lo que expuso sistemáticamente en el ensayo sobre la interpretación de sentido común y la interpretación científica de la acción humana; tampoco proporcionan suficientes detalles acerca de cómo se proponía continuar. Por ello, no me cieí capaz de desarrollar con éxito el análisis de este problema de un modo totalmente compatible con las ideas de Schutz (en otro lugar he formulado mis propias ideas sobre el tema). En muchos casos, empero, me atuve al detalle de los planes de Schutz para cada capítulo. Cuando no lo hice, el cambio fue dictado por las exigencias intrínsecas del análisis y la sistematización de la exposición. Quisiera agregar que estoy casi seguro de que el mismo Schutz no habría vacilado en introducir cambios de este tipo. Como autor más joven, por supuesto, tuve que pensar dos veces lo que él habría pensado una sola.No es posible mencionar aquí esos cambios uno por uno. En algunos casos, incluso a mí me resultaría difícil reconstruir el grado en que guardo fidelidad literal a los detalles del plan original. En los apéndices al segundo volumen se reproducirán los planes originarios de Schutz, sus borradores y todo otro manuscrito pertinente. Los lectores interesados en estos asuntos, los eruditos que quieran conocer con precisión los escritos de Schutz y todo el que desee comparar la fidelidad a las intenciones con las desviaciones en los detalles, deberán consultar tales apéndices.Para la orientación general del lector, sin embargo, será útil dar aquí una idea global del plan de Schutz, y caracterizar brevemente los borradores y manuscritos. El plan consiste en tarjetas de distintos colores (cada color diferencia entre tarjetas con títulos de capítulos, tavetas correspondientes a secciones y subsecciones, y tarjetas numeradas referentes a diversos artículos). Los borradores y manuscritos consisten en referencias a y extractos de los mi rusentas de Husserl en Lovaina (Serie A: 6001-6073), Buffalo

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(B I 15: 6100-6159 v B 16:. 6160-6186), y en extractas de la Krisis de Husserl (7001-7076).Hay otra referencia al Brief Boehm. Algunas tarjetas introducidas en el plan general contienen referencias al Grosses Relevanzma- nuskript (que fue más tarde revisado por Richard Zaner y publicado póstumamente en inglés con el titulo de Reflectiovr on the Problem of Relevance {New Haven: Yale University Press, 1970] y en alemán con el de Das Problem der Relevanz [Francfort, 1971]), así como a la sección X del manuscrito sobre la significatividad y al que trata de los «Leerstelle», o sea los «vacíos», adjunto al primero. Los manuscritos expresamente escritos como preparación de Strukturen consisten en seis cuadernos de notas en alemán. Schutz se proponía escribir el libro en alemán, y probablemente sea esta la razón por la cual eligió también este idioma para su labor preparatoria. Dicho sea de paso, esta es también la razón de que yo haya utilizado el alemán para redactar el librq^

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Los cuadernos contienen materiales de diversos grados de importancia. En parte consisten en traducciones alemanas de términos y pasajes de artículos de Schutz en inglés, fragmentos breves de diversos autores sobre los problemas que interesaban a Schutz, aide-mémoires sobre esos autores, y planes detallados para restruc- turar algunos análisis de su obra publicada, con la finalidad evidente de integrarlos mejor en el esquema global del libro proyectado. Estos planes parecen haber sido seguidos en parte en el detallado esquema de capítulos y secciones que luego anotó en las tarjetas de índices mencionadas. Más interesante aún es el hecho de que los cuadernos contienen revisiones de algunos lineamien* tos analíticos de su obra publicada, que a veces van más allá de las cuestiones de estilo. Y lo más importante es que también contienen esbozos de nuevas líneas de análisis, y el reconocimiento explícito de problemas que se dejan planteados para su posterior solución. El manuscrito I (Bar Harbor, Maine, 1957) se refiere principalmente a la teoría de la significatividad: el manuscrito II (Seeíisberg, Suiza, 12-16 de agosto de 1958) trata sobre todo la teoría de la acción y se basa en El sentido común y la interpretación científica de la acción humana. La elección entre diversos (proyectos de acción y Formación de conceptos y teorías en lai ciencias sociales; el manuscrito III (Seeíisberg, 17-18 de agosto de 1958) aborda el mismo problema y también se basa primordialmente en los artículos mencionados; el manuscrito IV (Seeíisberg, 19-27 de agosto de 1958) está dedicado en lo fundamental a los problemas de la teoría de la comunicación y se basa en Símbolo, realidad y sociedad; el manuscrito V (Minnewaska, N Y., octubre 26-noviembre 9 de 1958) tiene como origen principal el mismo artículo y trata el mismo problema, pero incluye también cuestiones sobre las realidades múltiples, la «trascendencia» y, nuevamente, la teoría de la significatividad; el manuscrito VI (Nueva York, 9-14 de noviembre de 1958) es una continuación del V. Los cuadernos fueron transcritos por la esposa de Schutz.Mi vinculación con Strukturen der Lebenswelt abarca la mayor parte de mi vida adulta, pero se la puede relatar brevemente. A principios de la década de 1950, después de estudiar varios años lingüística, literatura, psicología y filosofía en otras partes, llegué a Nueva York para trabajar en filosofía y luego en sociología, en el Gradúate Faculty de la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales. Algunos de mis maestros fueron Karl Lowith, Kurt Riezler, Kurt Goldstein, Dorion Caims y tres sabios que gravitaron en mi pensamiento posterior de manera muy directa. Uno de ellos era Cari Mayer, destacado especialista en Max Weber y sociólogo de la religión, que ejerció gran influencia principalmente a través de la enseñanza. Otro era Albert Salomon, cuyo enorme conocimiento y gran pasión por la historia de tas ideas políticas y sociales inspiró a estudiantes de las más diversas procedencias. El tercero fue Alfred Schutz.Aprendí mucho de esos hombres, y aunque me resulta imposible discecg¿r por separado en qué medida estoy en deuda con cada uno de ellos, tal vez haya una diferencia. Concurrí a los seminarios de Schutz varios años; mantuve correspondencia con él sobre los bosquejos de algunas de mis obras; leí la suya una y otra vez; adapté para su publicación en inglés un capítulo fundamental de su Sinnhafte Aufbau; escribí introducciones y análisis de su obra; incorporé los resultados de sus análisis a varios escritos míos y, finalmente, trabajé durante años en Strukturen der Lebenswelt: por todo eílo hay zonas enteras de mi pensamiento,

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especialmente en la teoría de la acción y la comunicación, en que me resulta muy difícil señalar con certeza qué no es suyo.Corresponde que, al relatar la historia de esos años, aproveche la ocasión para agradecer a Aron Gurwitsch por su cuidadosa lectura de los borradores iniciales de extensas partes de este libro. Aunque Gurwitsch nunca fue formalmente mi maestro, aprendí mucho de el, en especial cuando fuimos colegas en el Gradúate Faculty de la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales, entre 1960 y 1965 (recuerdo con placer nuestra colaboración en un seminario sobi-e Schutz). Fue por consejo suyo que eliminé del manuscrito toda una sección sobre las fronteras del mundo social, originariamente escrita por mí para incluirla en Strukturen, pero en la cual llegaba a conclusiones con las que —como señaló Gurwitsch— era poco proba'ule que Schutz estuviera de acuerdo. Fue publicada, en cambio, en el volumen Phenomenology and Social Reality: Fssays tn Memory of Alfred Schutz, compilado por Maurice Na- tanson (La Haya: Martinus Nijhoff, 1970).He suprimido tamDien de este primer volumen una sección, referente al lenguaje en la vida cotidiana v destinada a constituir una parte fundamental del análisis de la conexión entre diversos ámbitos finitos de seiitido, al final del segundo capítulo. Al redactarla, su tamaño aumentó desproporcionadamente y se convirtió en un análisis de la constitución del lenguaje en la vida cotidiana] La incorporaré ai sexto capítulo de Strukturen (en el volumen II), al cual corresponde más lógicamente en su forma actual. Situada en un contexto algo distinto, constituye el núcleo de mi contribución a Life-World and Consciousness: Essays for Aron fíumñtsch, ed.-por Lester E. Embree (Evanston, 111.: Northwestern University Press, 1972). Desgraciadamente, esto deja inconcluso el análisis de los vínculos entre los ámbitos finitos de sentí- do, y con ello la parte final del segundo capitulo. Se sugiere al lector consultar el segundo volumen.No aprovecharé la ocasión para agradecer a la señora Ilse Schutz, ya que esto sería superfluo. Ella integra demasiado íntimamente la vida de Schutz, aun su vida intelectual, y está demasiado inextricablemente ligada a los intentos de convertir su legado en realidad para que nadie —ni siquiera alguien estrechamente vinculado con esos intentos— pueda permitirse agradecerle por lo que es ahora parte de su vida.En 1960, un año después de morir Schutz, regresé a la universidad donde había estudiado. Allí enseñé hasta 1965 en el departa; mentó que había sido el de Schutz, y volví nuevamente en jgl período lectivo de 1966. El borrador original de los primeros cuatro capítulos de Strukturen fue escrito en este lapso, y la mayoría de los tres primeros capítulos en 1963-64, durante una licencia (que pasé en la Selva Negra alemana). Después, y hasta 1970, enseñé en Francfort y me dediqué a revisar dicho borrador. El manuscrito definitivo fue enviado a Richard Zaner y H. Tristram Engel-hard (h.), con quienes tengo la suerte de contar como traductores. Finalmente, ta4 vez el lector quiera saber cuál es la fecha probable de aparición del segundo volumen, que contendrá los dos capítulos sobre la pación social y sobre los signos, ios símbolos y la comunicación, así como los apéndice; con los materiales originarios de Schutz para el libro.

4 La de 1973, fecha en que se entregó a la imprenta la edición en inglés del libro. Hasta el momento de publicarse esta versión castellana no tenemos noticia de que el anunciado segundo volumen haya aparecido. (N. del E.)

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Probablemente sea aventurado hacer predicciones. Sin embargo, cico que en esta primavera * completaré la redacción final de esos capítulos, y que el segundo volumen aparecerá dentro de un año.

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Introducción de los traductores al inglésRichard M. ZanerH. Tristram Engelhardt (h.)

Como indica el prólogo del profesor Luckmann, Las estructuras del mundo de la vida es la culminación de veintisiete años de labor de Alfred Schutz, y abarca el fruto de su trabajo entre 1932 y 1959, año de su muerte. Representa el esfuerzo fundamental de Schutz por lograr una comprensión global de la índole de la realidad social. A diferencia de su primer libio, Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt,5 este estudio es un análisis más detallado *y básico de los fundamentos de las estructuras sociales. Además, la crítica inicial de Weber y la apropiación de ideas tomadas de la fenomenología de Husserl habían madurado durante más de un cuarto de siglo y se habían convertido en un enfoque totalmente original de esos fenómenos. Las estructuras del mundo de la vida presenta una elaboración de temas apenas esbozados en el primer libro de Schutz y en sus artículos.6

Cosa más importante aún, presenta una integración de su teoría de la significatividad a su análisis de las estructuras sociales. El análisis del papel de la signifi- cMividad en la estructuración del mundo de la vida apareció, en forma un tanto incompleta, en la publicación postuma, de Reflec- ‘tions on the Problem of Relev anee* donde por primera vez se ofrecía un examen sistemático del fenómeno, aunque fuera esque-máticamente. En el presente volumen ese examen es ampliado y situado en el marco más general del proyecto fundamental de Schutz: brindar una descripción fenomenológica del mundo de la vida.En muchos aspectos, este libro es también una brillante síntesis de su pensamiento. Por la profundidad y amplitud de los análisis, toca la mayoría de los temas que Schutz abordó durante su vida, tales como: la dimensión espacial y temporal del mundo de la

5 Alfred Schutz, D*r sinnhufte Aufbau der sozialen Welt, í* Viena, Springer, 1932; 2? ed., Viena, Springer, 1960. [Trad. al inglís por George Walsh y Fredrrick Lehnert, The Phenomenology of the Social World, Evanston, 111., Northwestern University Press, 1967.] (Agregamos el signo *** cuando se cita por primera vez en las notas de cada capitulo una obra que tiene versión castellana. La nómina completa se encontrará en la Bibliografía en castellano al final del volumen.)6 A. Schutz, Collected Papers, La Haya, Martinus Nijhoff, vol. I: The Problem of Social Reality, A ed. por Maur::e Natanson, con prólogo deH. L. van Br.da. 1962; vol. II: Studies in Social Theory, «*« ed. por Ar- vid Brodersen, 1964-; vol. III: Studies i,i Phenomenological Philosophy, ed. por Ilse Schutz, con una Introducción de Aron Gurwitsch, 1966

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vida, las estructuras de la fantasía y el sueño, el origen de la singularidad de las biografías individuales, el acervo de conocimiento, el tipo y la típiddad, el origen y desarrollo de las primeras relaciones sodales, etc. Visión final de un gran filósofo, el libro desarrolla las nodones de «acento de realidad» y «estilo de la vivencia o de la cognición», al caracterizar los diversos ámbitos de sentido, los mundos del sueño, la fantasía y la vida cotidiana. Conceptos fundamentales como los de «curso de vida» (es decir, la corriente del vivir cotidiano), las «orientaciones Tú y Ellos», etc., son elaborados e integrados en el contexto de la descripdón que hace Schutz de las estructuras del mundo presupuesto en la vida cotidiana.Como él mismo destacó muchas veces, la vida cotidiana implica intrínsecamente la suspensión de las dudas acerca de la realidad del mundo. Invoca una especie de 0poj¿, la puesta entre paréntesis de una actitud crítica. Como empeño fenomenológico, el estudio de Schutz se enfoca de manera explícita en esa epojé implícita, lo cual equivale a adoptar una segunda epojé y establecer una actitud fenomenológica crítica. Esta epojé de la epojé («natural») tiene la virtud de hacer posible emprender la descripción del mundo presupuesto en la vida cotidiana. Las estructuras del inundo de la vida son aprehendidas como la trama de sentido presupuesto en la actitud natural, el contexto básico de «lo indis- cutido» —y, en este sentido, !o «tomado como evidente»— que l-i'bvace en toda vida y acción sociales. Al proyectar un análisis general de estas estructuras, Schutz esperaba ofrecer una fenomenología desarrollada de la realidad social, y con ello dar cuenta de ios fundamentos de Hs ciencias sociales.Para alcanzar este objetive se dar. una serie de pasos. En el primer capítulo se examina concisamente el mundo de la vida como ámbito de la actitud natural, el dominio dentro del cual se presupone al mundo como «evidentemente» («indiscutiblemente») real. Schutz estimaba que esta «realidad» se experimenta como social; tal, en verdad, el quid de la obra. Por ello, el análisis de los estructuras del mundo de la vida ofrece los fundamentos para una teoría social abarcadora.En el segundo capítulo se demuestra que la comprensión del ámbito del mundo de la vida revela una dimensión social central. Así, las relaciones espaciales y temporales son también relaciones sociales que contribuyen a estructurar el mundo en términos del encuentro cara a cara con semejantes («asociados»), meros contemporáneos y luego nuestros predecesores y sucesores. Los estratos básicos del mundo de la vida sustentan («fundan», en la terminología de Husserl) estratos de sentido aún más sociales, con lo cual se socializan de manera creciente. Con esto Schutz logra señalar, no solo que las relaciones espaciales y temporales son sociales, sino también que el estilo mismo de la experiencia vivida y cognición en el mundo cotidiano es social. El mundo, cí»n sus múltiples elementos, es aceptado como un teatro donde el conocimiento y la acción son fundamentalmente intersubjetivos.

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En los capítulos tercero y cuarto, que abarcan la uujw parte del volumen, se desarrolla este tema. En particular, se demuestra el carácter social y contextual del conocimiento. Primero es examinado el carácter contextual y situacional de la vida cotidiana. Todo momento de la vida consciente ocurre dentro de ana situación específica, de modo que las categorías de toda determinación de toda situación tienen un origen predominantemente soda!. Estamos siempre en una situación, y la situación está siempre socialmente condicionada. El concepto de «situación» es diestramente desarrollado en términos de una de las nociones básicas de Schutz: Jas estructuras de significatividades temáticas, interpretativas y mo- tivacionales, en las que se basa «toda experiencia y todo acto». Schutz relaciona su doctrina de la situación y de las estructuras de significatividades con sus explicaciones sobre los tipos y la ti- picidad. Estos últimos deben ser entendidos solamente en términos de la situación en que surgen y las estructuras de significatividades que condicionaron su desarrollo. Un tipo es producido en una situación y surge como solución (o intento de solución) a problei- mas concretos. Todo tipo contiene así una referencia implícita a la situación problemática de su constitución, al «estado “originario” del problema». Ese estado, sin embargo, debe a su vez su constitución a las tres estructuras de significatividades. Por ende, todos los análisis de significatividad se refieren implícitamente a las estructuras sociales que determinan la situación. En resumen, el contexto y la realidad social están entrelazados, y solo en términos de esta interdependencia se debe entender la significatividad y la ti- picidad. De hecho, se trata de una vastísima y novedosa epistemología: una explicación fenomenológica del conocimiento considerándolo básicamente social. Es ab initio una gaiantía contra el solipsismo.Además, Schutz reconoce que el conocimiento y la sociedad se hallan profundamente entrelazados. El conocimiento, tanto especializado como general, surge en una matriz de acción y experiencia compartidas y condicionadas por otros. En verdad, la realidad del mundo de la vida cotidiana, siendo una realidad social, posee estructuras sociales de significatividades en las que cada uno de nosotros ha nacido y en las que vive y «envejece» junto con sus semejantes. En su primera interacción con otros, el niño está incluido en un contexto motivacional recíproco con estructuras de significatividades (objetivos, medios, actitudes) que han sido socialmente delineadas y son «presupuestas». A medida que surgen socialmente significatividades motivacionales e interpretativas, se forma un acervo social de conocimiento que se objetiva en signos, marcas y lenguaje. Este análisis de la socialización del conocimiento tiene otra consecuencia: no solo se nos ofrece la base para una teoría social del conocimiento, sino también para una sociología del conocimiento. Y las estructuras básicas de tal sociología sugieren que el acervo de conocimiento tiene ciertas propiedades notables, entre ellas una de las más importantes diferenciaciones sociales; a saber, la distribución social del conocimiento. La diferer.cia-

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ción va desde el conocimiento disímil que poseen los dos sexos (p. ej., una madre explica a su hija el problema de la menstruación) has La el conocimiento que tienen los especialistas y que no está al alcance de los legos. La diferencia entre el lego, el bien informado y el especialista es una «división del trabajo» epistemológica fundamental, con vastas e importantes consecuencias para la estructura de la sociedad. La distribución social del conocimiento estructura la sociedad y los roles sociales; establece una profunda separación y desigualdad en toda sociedad. Entre otras cosas, es básica para comprender la índole de los roles y las diferencias sexuales en la distribución del poder en la sociedad. Como dice Schutz, «los grupos de “expertos” constituyen uno de los catalizadores institucionales de la concentración de poder» (pág. 299; las páginas indicadas corresponden a este libro). Además, la distribución social del conocimiento es importante para comprender la situación de subculturas que a menudo poseen «versiones» diferentes del conocimiento general y constituyen «sociedades dentro de la sociedad».Debe observarse también que la obra de Schutz sugiere muchas otras cuestiones, de las que él mismo se ocupó muy poco o nada. Para indicar una sola de esas esferas, podría ser muy fecunda en la elaboración de nuevas maneras de evaluar las desviaciones individuales respecto de la realidad cotidiana de la persona normal. Por ejemplo, ¿cuál es el estilo de la vivencia o de la cognición del esquizofrénico? O, ¿en qué contexto de sentido el «acento de realidad?, en lugar de caer en el ámbito fundamental de la vida alerta, cae en cambio en el ensueño alucinatorio? Schutz alude a este problema cuando analiza las interrelaciones de Don Quijote con el molino de viento (véase capítulo 2, A, 3). Agrega la inte-resante sugerencia de que las alucinaciones, a diferencia de los sueños, pueden ser sociales, como en el caso de la folie á deux (pág. 50); pero cuanto más nos alejamos de la realidad intersubjetiva, tantQjnás atrás dejamos el mundo de la vida cotidiana, que no es un mundo privado, sino «el mundo de nuestra experiencia común». Quien abandona este mundo se acerca al autismo, al retraimiento respecto de la vida cotidiana descrito por Eugen Bleuler en la pri-mera caracterización cabal de la esquizofrenia,7 y a la grave ruptura cun la realidad que es típica de esta enfermedad. Otras formas iie desviación aparecen como «carreras» determinadas por biografías particulares; por ejemplo, la pederastía (pág. 106). Una tipología de las enfermedades mentales centrada en las estructuras de significativiaades y las situaciones que les son peculiares ofrecería un modo de comprender los contextos de sentido de la lo-cura y proporcionaría una base filosófica para una teoría ínter- personal de la psiquiatría. (Pensamos en la obra de Harry Stack Sullivan asi titulada, donde recurre a teorías como la «psicología social» de G. H. Mead.8 Las estructuras del mundo de la vida, por su mayor detalle y profundidad de ideas, sería una base mucho más adecuada.) Cabría mencionar otros tipos de problemas que todavía están lejos de ser bien comprendidos, y que la

7 Dementia Praecox oder Gruppe der Schizophrenien, »** Leipzig, Deu- ticke, 1911. [Trad. al inglés por J. Ziskin, Dementia Praecox or the Group of Schizophrenias, Nueva York, International Universities Press, 1966.] Podría mencionarse también que el excelente estudio de Gerhard Bosch sobre el autismo infantil (Infantile Autism, Nueva Vurk, Springer, 1970), que toma mucho de la obra de Husserl, tiene gran cantidad de paralelos cercanos con algunas nociones de Schutz.8 Harry Stack Sullivan, Tkt Interpersonal Theory of Psychiatry, *** Nueva York, Norton, 1953. pdgs. 16-17.* En él hemos añadido los términos correspondientes en castellano. Consúltese también el «Glosario de términos principales» (inglés/castellano) incluido en Estudios sobrt teoría social, «** págs. 272-73. (N. del E.)

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obra de Schutz podría esclarecer; por ejemplo, la teoría de los valores (que, como sugirió el mismo Schutz, es una de las consecuencias importantes de su obra), la filosofía de la historia, lo que podría llamarse la «lógica del uso efectivo» (o la racionalidad de la vida cotidiana), etc. El espacio con que contamos, sin embargo, no permite sino una mera mención de tales problemas.

Al traducir este texto al inglés hemos procurado volcar el manuscrito en un lenguaje adecuado a la terminología y fraseología de Schutz. Como Schutz empleó aquí distinciones en alemán que no existen en inglés, hemos apelado a diversos recursos para conservar su sentido. En su mayoría, esos recursos han sido usados anteriormente, ya sea en otras traducciones de obras de Schutz o por el mismo Schutz cuando escribía en inglés. Un breve glosario incluye las palabras que han sido traducidas de manera en cierto modo única;* pero en general, los lectores que conozcan traducciones inglesas de Schutz y de Edmund Husserl no encontrarán nada nuevo. En verdad, hay muy pocos tecnicismos, de modo que los téi minos elegidos son claros para cualquierr. que conozca la fenomenología. Con todo, conviene advertir desde ya que algunos términos tienen una traducción peculiar de Schutz. Por ejemplo, la traducción de John Macquarrie y Edward Robmson Tle Ser y tiempo, de Heidegger, ha dado amplia difusión a la versión de vor- handen y zuhanden en inglés como tpresent at hand» y tready to * hand», respectivamente. El uso de Schutz de las expresiones «on hand» y «at hand» corresponde a su propio uso de vorhanden y zuhanden, que han sido traducidos según aquel. Lo mismo sucede con la traducción de Einstellung, en algunos contextos, como «oiientation» (y no nattitude*), aunque su traducción como «afíi- tvde* en expresiones tales como «natural altitudes ya ha quedado establecida y se mantiene aquí. En general, hemos tratado en lo posible de captar el significado exacto del original sin violentar el estilo inglés; pero, dado que el desarrollo del programa de análisis de Schutz exige apreciar con cuidado el sentido de sus palabras, hemos considerado que esto hace más necesaria la precisión que el estilo.El lector observará que este primer volumen termina un poco abruptamente. Esto obedece a la necesidad de publicar por sepa-rado los capítulos 5 y 6. Como resultado de ello, se interrumpe donde se proyectaba continuar el análisis en otro capítulo. Sin embargo, tiene una unidad temática derivada del examen de las estructuras del mundo de la vida mediante el análisis del papel del conocimiento en el mundo de la vida. El análisis de la acción y del lenguaje en el segundo volumen prosigue dicho examen gin suplantar los resultados del primero. Esta es, entonces, una obra autónoma. El hecho accidental de presentarse aislada puede resultar incluso provechoso, permitiendo que quien estudia a Schutz ahonde en esos análisis separadamente.Ni este estudio fundamental ni otras obras de Schutz habrían aparecido sin la notable devoción y persistencia de su esposa, Ilse Schutz, a quien los traductores quedan muy reconocidos por su aporte sustancial a la publicación de esta obra. Queremos también expresar nuestra particular gratitud a Susan Malloy Engelhard, por su ayuda y guía en la traducción y la preparación del manuscrito. Sin sus muchas contribuciones, esta traducción habría sido, sin duda, vacilante.

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Glosario

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Alemán

AnzeichenausgezeichnetauslegenBereichBewusstseinsspannung

Du-EinstelljingDurchführbarkeitenErfahrungErlebniserreichbarFolgewelt

fraglos gegebenGegenstandgeschlossene Sinnge-bieteHandelnHandlungHandlungsentwurf

Ihr-EinstellungLebensplanLebensweltLeiblichkeitNachweit

ObjektObjektivierungReichweite

SinnSinnzusammenhang

Typ, Typus TypikInglés

indica tion paramount explícate provincetensión of cons- ciousness thou-orientation practicabilities experience lived

experience within reach world of succes- sors, subsequent worldtaken for granted objectfinite provinces ofmeaningactionactproject for an act

they-orientationlife-planlife-worldlive corporealityworld of successors

Objectobjectivationreach (e.g., worldwithin a c t u a lreach)meaningmeaning-context

typetypicality, set of typesCastellano

indicacióneminenteexplicitarámbitotensión de concien-ciaorientación Tú factibilidades experiencia vivencia al alcance mundo de los sucesores, m u n d o subsiguiente presupuesto objetoámbito finito desentidoacciónactoproyecto de un actoorientación Ellos plan de vida mundo de la vida

corporeidad viva mundo de los su-cesores Objeto objetivación a l c a n c e (p. ej., mundo al alcance efectivo) sentidocontexto de sentido tipotipicidad, conjunto de tipos

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Umwelt

ursprünglichvorhandenVonvelt

wiederherstellbar

Wisscnsvorrat

ZeichenzuhandenZusarrmenhang environs, surroun- ding world original, originary on handworld of predeces- s o r s , precedent worldrestoreble (e.g., world within res- torable reach) stock of knowledge

signat handcontext, connec- entorno, mundo circundante original, originario presentemundo de los pre-decesores, mundo precedente recuperable (p. ej., mundo al alcance recuperable) acervo de conocimiento signo a mano contexto

1. El mundo de la vida cotidiana y la actitud natural

[A], El mundo de la vida como fundamento incuestionado de la concepción natural del mundo

Las ciencias que aspiran a interpretar y txplicar la acción y el pensamiento humanos deben comenzar con una descripción de las estructuras fundamentales de lo precientífico, la realidad que parece evidente para los hombres que permanecen en la actitud natural. Esta realidad es el mundo de la vida cotidiana. Es el ámbito de la realidad, en el cual el hombre participa continuamente, en formas que son al mismo tiempo inevitables y pautadas. El' mundo de la vida cotidiana es la región de la realidad en que el hombre puede intervenir y que puede modificar mientras opera en ella mediante su organismo animado. Al mismo tiempo, las objetividades y sucesos que sp encuentran ya en este ámbito (incluyendo los actos y los resultados de las acciones de otros hombres) limitan su libertad de acción. Lo ponen ante obstáculos que pueden ser superados, así como ante barreras que son insuperables. Además, solo dentro de este ámbito podemos ser comprendidos por nuestros semejantes, y solo„“n él. podemos actuar junto con ellos. Unicamente en el mundo de la vida cotidiana puede constituirse un mundo circundante, común y comunicativo.9 El mundo de la vida cotidiana es, por consiguiente, !a realidad fundamental y eminente del hombre.Por mundo de la vida cotidiana debe entenderse ese ámbito de la realidad que el adulto alerta y normal simplemente presupone en la actitud de sentido común. Designamos por esta presuposición todo lo que experimentamos como incuestionable; para nosotros, todo estado de cosas es aproblemático hasta nuevo aviso. Por supuesto, aún tenemos que considerar la circunstancia en la cual se puede poner en teia de juicio lo que hasta ahora se presuponía. En la actitud natural, siempre me encuentro en un mundo que presupongo y considero evidentemente «real». Nací en él y presumo que existió antes de mí. Es el fundamento incuestionado de todo lo dado en mi experiencia, el marco presupuesto por así decir, en el cual se colocan todos los problemas que debo resolver. Este mundo se me aparece en ordenamientos coherentes de objetos bien circunscritos que tienen determinadas propiedades. Pa

9 En el sentido husserliano. Véanse sus Ideen, & vol. II: Phánomenolo- gische Untersuchungen zur Konstitution, La Haya, Martinus Nijhoff, 1952, § 50-51 y esp. 185, 193.

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ra los hombres que están en la actitud natural, el mundo nunca es una mera acumulación de manchas coloreadas, ruidos incoherentes o centros que irradian frío y calor. La posibilidad de una reducción de la experiencia a elementos como estos, y la consiguiente cuestión de cómo llegan a reconstituirse en objetos de experiencia, no se me presenta en la actitud natural. Más bien expresa un problema que pertenece al pensamiento específicamente filosófico y científico.Además, presupongo simplemente que otros hombres también existen en este mundo mío, y, en verdad, no solo de manera corporal y entre otros objetos, sino más bien como dotados de una conciencia que es esencialmente igual a la mía. Así, desde el comienzo, mi mundo cotidiano no es mi mundo privado, sino más bien un mundo intersubjetivo; la estructura fundamental de su realidad consiste en que es compartido por nosotros. Tal como me resulta evidente, dentro de la actitud natural, que hasta cierto punto puedo obtener conocimiento de las experiencias vividas por mis semejantes —p. ej., de los motivos de sus actos—, así también presumo que lo mismo es válido recíprocamente para ellos con respecto a mí. Debe examinarse cuidadosamente cómo se constituye esta comunidad del mundo de la vida, cuál es su estructura y cuál es su significación para la acción social. Por el momento, basta establecer que en la actitud natural presumo que los objetos del mundo exterior son, en lo fundamental, los mismos para mis semejantes que para mí. De igual modo, la «naturaleza», el ámbito de las cosas del mundo exterior, puramente, como tales, es intersubjetiva. Presupongo además que la significación de este «mundo natural» (que ya fue experimentado, dominado y nombrado por nuestros predecesores) es fundamentalmente la misma para, mis semejantes que para mí, puesto que es colocado en un marco común de interpretación. En este sentido, el ámbito de las cosas que pertenecen al mundo exterior es también social para mí.Sin duda, mi mundo de la vida consiste no solo en este ámbito (aunque ya está relacionado con mis semejantes), sino también en un ámbito experimentado como «naturaleza». Pero encuentro r.o solo «naturaleza», sino también semejantes, como elementos de mis circunstancias situacionales. Es evidente para mí, en la actitud natural, que puedo actuar sobre mis semejantes y que también ellos pueden actuar sobre mí. Sé que puedo entrar en múltiples relaciones sociales con ellos. Ese conocimiento contiei.c también el supuesto implícito de que ellos, mis semejantes, experimentan sus relaciones —que, recíprocamente, me incluyen— de una manera que es, para todos los fines prácticos, similar a la manera en que yo los experimento a ellos.Puesto que no podemos entrar aquí en el problema fenomenológi- co de la constitución de la intersubjetividad, debemos contentarnos con enunciar que en la actitud natural de la vida cotidiana se presupone sin discusión lo siguiente: a) la existencia corpórea de otros hombres; b) que esos cuerpos están dotados de conciencias esencialmente similares a la mía; c) que las cosas del mundo extemo incluidas en mi ambiente y en loe de mis semejantes son las mismas para nosotros y tienen fundamentalmente el mismo sentido; d) que puedo entrar en relaciones y acciones recíprocas con mis semejantes; e) que puedo hacerme entender por ellos (lo cual se desprende de los supuestos anteriores); /) que un mundo social y cultural estratificado está dado históricamente de antemano como marco de referencia para mí y mis semejantes, de una manera, en verdad, tan presupuesta como el «mundo natural»; g) que, por lo tanto, la situación en que me encuentro en todo momento es solo en pequeña medida creada exclusivamente por mí.

La realidad cotidiana del mundo de la vida incluye no solo la «naturaleza»

experimentada por mi, sino también el mundo social (y por ende el mundo cultural) en el cual me encuentro; el mundo de la vida no se crea a partir de los objetos y sucesos simplemente materiales que hallo en mi entorno. Sin duda estos son, en conjunto, un componente de mi mundo circundante; no obstante, también pertenecen a este último todos los estratos de sentido que transforman las cosas naturales en Objetos culturales, los cuerpos humanos en semejantes y los movimientos de los semejantes en actos, gestos y comunicaciones. Ahora bien; cierto es que William James llama al subuniverso del mundo sensorialmente perceptible y físico la «realidad eminente».10

De las observaciones precedentes, sin embargo, se desprende que hay razones imperiosas para postular el mundo total de la vida cotidiana como nuestra realidad pre-eminente. Lo que nos es dado lisa y llanamente en la actitud natural, en ningún caso incluye solamente los objetos de percepción extema (entendidos puramente como tales), sino también los estratos de sentido de orden inferior, ■íntrias a los cuales las cosas naturales son experimentadas como

* Objetos culturales. En verdad, puesto que estos estratos de sentido adquieren realidad solo a través de Objetos, cuestiones concretas y sucesos del mundo exterior, creemos que nuestra definición no es incompatible con la de James. Estamos de acuerdo con Santaya- na en que «el espíritu nunca tiene ideas, y mucho menos ideas que pueda comunicar, sin un medio material y una ocasión material. Es necesario mover la lengua; las palabras convencionales audibles deben pasar por los labios y llegar a un oído dispuesto. Las manos que sostienen herramientas o planes deben intervenir para llevar a cabo el proyecto».8 El mundo de la vida, entendido en su totalidad, como mundo natural y social, es el escenario y lo que pone límites a mi acción y a nuestra acción recíproca. Para dar realidad a nuestros objetivos, debemos dominar lo que está prese- te en ellos y transformarlos. De acuerdo con esto, no solo actuamos y operamos dentro del mundo de la vida sino también sobre él.

Nuestros movimientos corporales se insertan en el mundo de la vida y transforman sus objetos y sus relaciones recíprocas. Al mismo tiempo, esos objetos ofrecen a nuestras acciones una resistencia* que débanos superar o a la cual debemos rendirnos. £1 mundo de la vida es, entonces, una realidad que modificamos mediante nuestros actos y que, por otro lado, modifica nuestras acciones. En otras palabras, puede decirse que, en definitiva, nuestra actitud natural de la vida cotidiana está determinada totalmente por un motivo pragmático.En la actitud natural, sin embargo, el mundo ya me está dado para mi explicitación. Debo comprender mi mundo de la vida en el grado necesario para poder actuar en él y operar sobre él. Igualmente, el pensamiento, en la actitud del mundo de la vida, también está motivado pragmáticamente. Ya hemos señalado las principales «evidencias» que se hallan en la base de la actitud natural. Pasamos ahora a una breve descripción de la estructura del pensar dentro de la actitud natural.Cada paso de mi explicitación y comprensión del mundo se basa, en todo momento, en un acervo de experiencia previa, tanto de mis propias experiencias inmediatas como de las experiencias que me transmiten mis semejantes, y sobre todo mis padres, maestros, etc. Todas estas experiencias, comunicadas e inmediatas, están incluidas en una cierta unidad que tiene la forma de mi acervo de conocimiento, el cual me sirve como esquema de referencia para d:r el paso concreto de mi explicitación del mundo. Todas mis experiencias en el mundo de la vida se

10 [William James, Principies of Psychology, A Nueva York, Henry, 2 vols., 1890, vol. II, cap. 21. En adelante, las notas agregadas e intercalaciones que han sido hechas por los traductores al inglés se encerrarán entre corchetes.]

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relacionan con ese esquema, de modo que los objetos y sucesos del mundo de la vida se me presentan desde el comienzo en su carácter típico; en general, se me aparecen como ijontañas y piedras, árboles y animales, y más específicamente, como una serranía, como robles, aves, peces, etc.Cómo se constituyen las tipificaciones en el acervo de conocimiento es un problema que todavía falta investigar en detalle. En todo caso, es «evidente» para mí, en la actitud natural, que esos árboles «realmente» son árboles para usted y para mí, así como esos «pájaros» realmente son pájaros, etc. Toda explicitación dentro del mundo de la vida procede dentro del medio constituido por los asuntos que ya han sido explicitados, dentro de una realidad que es fundamental y típicamente familiar. Confío en que el mundo, tal como ha sido conocido por mí hasta ahora, persistirá, y que, por consiguiente, el acervo de conocimiento obtenido de mis semejantes y formado mediante mis propias experiencias seguirá conservando su validez fundamental. Llamaremos a esto (de acuerdo con Husserl) la idealización del «y así sucesivamente». De este supuesto deriva otro fundamental: que puedo repetir mis actos exitosos previos. En tanto la estructura del mundo pueda ser considerada constante, en tanto mi experiencia anterior sea .válida, queda en principio preservada mi capacidad de operar sobre el mundo detesta y aquella manera. Como lo expuso Husserl, la idealidad •lcionaf del «siempre puedo volver a hacerlo» se desarrolla correlativamente a la idealidad del «y así sucesivamente».11 Ambas idealizaciones y los supuestos acerca de la constancia de la estructura del^nundo que en ellas se basan —la validez de mi experiencia anterior y, por otra parte, mi capacidad de enerar sobre el mundo— son aspectos esenciales del pensar dentro de la actitud natural.

[Bl. Lo problemático y lo presupuesto

Hemos descrito las características estructurales más importantes del p>ensar dentro del mundo de la vida, así como las evidencias propias de la actitud natural. Esta descripción coincide en todo lo esencial con el concepto de «cosmovisión natural-relativa» desarrollado por Max Scheler,12 quien ve su carácter determinativo en el hecho de que esté dada de modo incuestionable. Es la experiencia grup»al sedimentada que ha pasado la prueba y cuya validez no necesita ser examinada por los individuos.Sin embargo, las experiencias, máximas e intuiciones típicas contenidas en la cosmovisión natural-relativa no constituyen un sistema cerrado y lógicamente articulado, como las formas superiores de conocimiento que Scheler coloca en oposición a la intuición natural-relativa. Esto es más cierto aún respecto de mi propio acervo de conocimientos dentro del mundo de la vida, que en su mayor parte está tomado de la experiencia grupal e incluye, además de esta, mis propias experiencias previas. La deficiente concordancia de los componentes de mi acervo de conocimiento no compromete fundamentalmente su evidencia, su validez «hasta

11 [Edmund Husserl, Fórmale und transzendentale Logik, A La Haya, Martinus Nijhoff, 1929, § 74; trad. al inglés por Dorion Cairas, La Haya, Martinus Nijhoff, 1969. Erfahrung und Urteil, Praga, Academia, 1939; 2* ed., Hamburgo, Claassen & Goverts, 1948, § 24, 516, 58, 61. Trad. al inglés por James S. Churchill y Karl Ameriks, Experience and Judgment: InvesUgations in a Geneaiogy of Logic, Evanston, 111., Northwestern Uni- versity Press, 1973. Una nueva edición alemana será publicada por Félix Moiner, Hamburgo.112Véase Max Scheler, Die Wissensformen und die Gesellschaft, Leipzig, Der Neue Geist, 1926, pág. 58 y sigs.

nuevo aviso»; lo cual contrasta a su vez con las formas superiores de conocimiento, p. ej., la ciencia con su postulado de congruencia lógica en cuanto a la validez de una teoría. En la actitud natural, tomo conciencia del carácter deficiente de mi acervo de conocimiento únicamente si una experiencia nueva no se adecúa a lo que hasta ahora ha sido considerado como el esquema de referencia válido presupuesto. Con ello se nos plantea de nuevo un problema que ya hemos señalado al comienzo, y al cual debemos dirigir ahora nuestra atención: ¿Qué significa presuponer algo como simplemente dado «hasta nuevo aviso»? ¿Y de qué manera lo que se ha vuelto cuestionable se tiansforma en algo presupuesto?Para responder a estas preguntas, debemos describir ahora con mayor detalle cómo se experimenta lo presupuesto. Luego debemos

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dirigir nuestra atención a un análisis más preciso de los estímulos a través de los cuales se nos motiva para considerar quejina experiencia requiere explicitación. A partir de este punto, examinaremos en qué circunstancias típicas se considera que un problema está resuelto o que una explicitación es adecuada.Lo presupuesto no constituye un ámbito cerrado, inequívocamente articulado y claramente ordenado; lo presupuesto dentro de la situación prevaleciente del mundo de la vida está rodeado de incertidumbre. Se experimenta lo presupuesto como un «meollo» de contenido determinado y directo, junto al cual se da también un horizonte que es indeterminado y que, por consiguiente, no está dado con el mismo carácter directo. Sin embargo, este horizonte, es experimentado al mismo tiempo como fundamentalmente determinable. como pasible de explicitación. Sin duda, está presente [on hand] desde el comienzo, no como cuestionable (en el sentido de dudoso), sino como susceptible de ser cuestionado. Consecuentemente, como resultado de ello lo presupueste tiene sus horizontes de explicitación: horizontes de indeterminación determinable. El acervo de conocimiento correspondiente al pensar dentro del mundo de la vida no debe entenderse como un contexto transparente en su totalidad, sino más bien como una totalidad de «evidencias» que cambian de una situación a otra, puestas de relieve en un momento dado por un fondo de indeterminación. Esta totalidad no es captable como tal, pero está co-dada en el flujo de la experiencia como cierto fundamento confiable de toda ex- pücitación situacionalmente determinada.Por otro lado, contemplado desde el «meollo» prevaleciente de evidencia, el horizonte (aún) indeterminado es un problema posible por el cual espero, dentro de la actitud natural (fundamentalmente, mediante mis capacidades), resolver este problema. Cómo se realiza la transformación de un problema posible en un problema real, cómo soy motivado a dar una explicitación dei horizonte, es una cuestión cuya solución debe preocupamos ahora, en lo posible antes de que emprendamos un análisis preciso de las estructuras de significatividades y la formación de tipicidades.13 Lo presupuesto es el ámbito de lo familiar: presenta soluciones para los problemas planteados por mis experiencias y actos anteriores. Mi acervo de conocimiento consiste en tales soluciones para los problemas. Estas se constituyen en interpretaciones de la experiencia (es decir, explicitaciones del horizonte). En tales expli- citaciones, las percepciones, experiencias y alternativas de acción que se toman cuestionables son clasificadas según los esquemas de referencia a mano; estos, a su vez, son modificados por ellas. La explicitación (que, en principio, nunca «finaliza») solo se lleva hasta donde es necesario para el dominio (determinado por el motivo pragmático) de la situación del mundo de la vida. Si una nueva experiencia real, en una situación similar del mundo de la vida, puede ser clasificada sin contradicción en un tipo cons-

tituido de experiencias anteriores (y, por ende, si se «ajusta» a un «quema significativo de referencia), entonces, a su vez, confirma "a validez del acervo de experiencia. Lo simplemente dado como cuestionable en la novedad de cada experiencia actual es, en el flujo rutinario de experiencias de la actitud natural, rutinariamente convertido en algo presupuesto. Lo que es cuestionable de este modo no es, desde luego, intrínsecamente problemático; ni lo es la «solución» surgida como tal en la conciencia. Por el contrario, la experiencia actual se me aparece en general como confiable desde el comienzo de acuerdo con su tipo, tanto más cuanto más se re-

13 Véase cap. 3, 2-C.

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laciona con una genuina postulación de identidad, por ejemplo, con un objeto anteriormente percibido. En su mayor parte, la experiencia actual se me aparece como algo que se presupone en su meollo, aunque es naturalmente «nuevo» en principio. La sucesión de experiencias, en la actitud natural, constituye típicamente una cadena de evidencias.Ahora bien; la cuestión que debemos examinar es cómo se interrumpe esa sucesión rutinaria de experiencias no problemáticas, y cómo surge un problema contra un fondo de evidencias. En primer lugar, la experiencia actual puede no ser simplemente clasificable en un esquema de referencia típico de acuerdo con el nivel situa- cionalmente significativo de tipos. Asi, por ejemplo, puede no bastarme reconocer una planta como un hongo si me propongo comerla, porque en tal caso son pertinentes para mí las tipificaciones subordinadas de «comestible» o «venenoso». En camb'o, mientras doy un paseo, puedo simplemente observar «hondos» sin sen-tirme motivado ? explicitar el «hongo comestible» y el «hongo venenoso». No obstante, sin una motivación situacionalmente condicionada para una explicitación ds este tipo, una experiencia concreta puede contradecir un tipo establecido (dado como significativo) . ¿ Cómo sucede esto? Cuando paso junto al objeto presupuesto en la percepción como un hongo, su parte posterior entra en mi campo visual con evidencia inmediata. Supongamos ahora que la parte posterior del hongo se revela como de ningún modo susceptible de ser inserta en alguna experiencia típica anterior. La clasificación rutinaria de mi experiencia ya efectuada en un esquema de referencia habitual halla oposición. El flujo presupuesto de mi experiencia se interrumpe; expresado de manera general- I el elemento más importante de mi experiencia es, en realidad, lo queobtengo con evidencia inmediata en la captación directa de mi conciencia. Sin embargo, a toda experiencia corresponden, además del recuerdo de fases de conciencia anteriores, también las previsiones de fases ulteriores que se hallan más o menos determinadas con respecto a sus tipos. Tales aspectos inmediatamente evidentes, empero, no están también dados conjuntamente en el momento de la percepción inmediata; una parte posterior típica, por ejemplo, es apresentada por la parte anterior del hongo.14 Ahora

14 Para el análisis de la ^presentación, consúltese E. Husserl, esp. Carte- tianische Meditalionen und Paríser Voitrágr, A La Haya, Martinus

bien; un aspecto formalmente apresentado puede él mismo hacerse evidente en el flujo futuro de mi experiencia; pero quizás aparezca en contraste con la apresentación ahora recordada; o sea que puede contradecir la fa^>e anticipada (si ahora se concreta real) de la anticipación. Si los aspectos apresentados de un objeto (vale decir, las fases anticipadas de mi conciencia), cuando se autopresentan, son incongruentes con la experiencia anterior, puedo decir que el carácter presupuesto de mi experiencia «estalla». En consecuencia, lo que hasta ahora se ha presupuesto pasa a ser cuestionado. La realidad del mundo de la vida exige de mí, por así decir, la re-ex- plicitación de mi experiencia, e interrumpe el curso de la cadena de evidencias.El núcleo de mi experiencia que, sobre la base de mi acervo de conocimiento, admito como evidente «hasta nuevo aviso» se ha vuelto problemático para mí. Ahora debo dirigir mi atención a él. Esto significa, sin embargo, que la explicitación del núcleo de experiencia sedimentado en mi acervo de experiencia ya no puede considerarse adecuada en la profundidad de un horizonte que ts adecuado «hasta nuevo aviso», y que debo retomar la explicitación del horizonte. Por ello, la motivación fundamental para esto ya está dada, de modo que la discrepancia entre mi acervo de experiencia y la experiencia concreta pone en tela de juicio, en todo caso en principio, un ámbito parcial de mi acervo de conocimiento. (El hecho.de que en ciertas condiciones mi acervo de conocimiento como tal se vuelva discutible, junto con los procesos de sedimentación por los cuales se forman en general las tipificaciones y, por ende, el hecho de una «crisis» radical, son hechos que no necesitamos discutir aquí.) ” •Por lo tanto, cuando abordo la re-explicitación del horizonte del núcleo de experiencias que se ha vuelto cuestionable, la profundidad y la amplitud de la explicitación está condicionada por el encuadre del problema. Examinemos nuevamente el ejemplo del hongo cuya parte posterior no corresponde a ningún conjunto de partes posteriores típicas de hongos. Si la re-explicitación es motivada solamente por la discrepancia de la experiencia actual con mi acervo de conocimiento, y si, además de esto, no tiene ninguna otra significación motivada para mí, entonces debo modificar por entero mi tipo de hongo. Mediante un manejo más cuidadoso, un examen detenido, etc., puedo llegar a la conclusión, por ejemplo, de que es, con todo, un hongo. En adelante, mi tipo «hongo» modificado deberá incluir, por consiguiente, una parte posterior de hongo hasta ahora atípica. O puedo comprobar en cambio, con una ulterior explicitación del lado frontal del objeto con aspecto de hongo que tengo delante, que sus otras cualidades son incompatibles con el tipo «hongo». En este caso, mi tipo «hongo» modificado se restringirá en esa medida, ya que excluye la salvedad hasta ahora, correspondiente a las partes anteriores típicas de los

Nijhoff, 1950, § 49-54. [Trad. al inglés por Dorion Cairas, Cartesian Me- ditations. La Haya, Martinus Nijhoff, 1960.] Véase también Ideen, vol. II, § 44-47.hongos, que están asociadas con las que en adelante serán partes posteriores a típicas de hongos. En ambos casos, se resuelve el problema planteado, y lo que se hizo cuestionable durante la modificación inicial del tipo es nuevamente presupuesto «hasta nuevo aviso». Si mi encuadre del problema contiene aún otras motivaciones, naturalmente desearé llevar más adelante la expliátadón del horizonte antes de hallar una solución que sea satisfactoria «hasta nuevo aviso».Hasta ahora hemos examinado casos en los que la experiencia concreta no puede ser insertada sin reservas en un conjunte situacio- nalmente significativo de tip>os. Sin embargo, una importante motivación para la explicitación de horizontes puede

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darse también de manera directa; a saber, que una experiencia se adapte sin mayor dificultad a los esquemas de referencia y al conjunto de tipos pertenecientes a mi acervo de conocimiento, p>ese a lo cual no es simplemente «p>asada por alto» sino que más bien se toma cuestionable en la nueva situación, porque el nivel del conjunto de tipos se manifiesta insuficiente. La familiaridad es familiaridad única-mente con referencia a lo típico, mientras que los aspectos atípicos del horizonte permanecen indeterminados, puesto que, con respecto a ellos, una tipificación ha demostrado ser superflua (es decir, en la anterior situación concreta de explicitación). Nuestro conocimiento es presupuesto; o sea que lo cuestionable fue explicita- do, el problema fue resuelto, de un modo y en un grado que bastaban para la problemática concreta situacionalmente condicionada. Pero esto significa también que el proceso de explicitación se interrumpió en alguna parte (¡fundamentalmente, siempre pudo ser llevado más adelante!), de modo que la solución fue parcial; en otras palabras, fue una solución «hasta nuevo aviso». Nuestro acervo de conocimiento y sus esquemas correlativos de tipificación resultan de la discontinuidad de los procesos de explicitación, y manifiestan la sedimentación de problemáticas situaciorales anteriores. Ahora bien; toda nueva situación puede tener aspectos ontológi- ca, biográfica y socialmente determinados, que hacen aparecer la tipificación hasla ahora suficiente como insuficiente para mí en lo que respecta a alguna experiencia concreta, y me impulsa a avanzar, mediante esa experiencia, hacia nuevas explicitaciones. Ya nos hemos detenido en un ejemplo simple. Puedo no haber comido un hongo hasta ahora, por lo cual el nivel de tipificación de «hongo» era suficiente para mí. A causa del hambre (caucada por cualquier tipo de circunstancia natural, social o específicamente biográfica), ahora estoy interesado en comer hongos. Si veo uno de ellos (vale decir, si una experiencia concreta entra sin discusión en el esquema de referencia «hongo»), la inaccesibilidad del tipo «hongo» penetra en la conciencia para mis experiencias y actos ahora situacionalmente condicionados. Si en algún momento anterior aprendí ya a distinguir entre hongos comestibles y no comestibles,*puedo ahora tratar de recordar los horizontes correspondientes que tai vez hayan quedado confusos. Si no, solo utilizaré conjeturas, también ancladas en mi acervo de conocimiento y que,

cumo muchos otros problemas, fueron ya explicitadas por mu predecesores o semejantes: puedo llevarme el hongo a casa y comprar un libro sobre hongos; o bien (presumiendo que estoy completamente librado a mis propios recursos) puedo emprender varios experimentos, por ejemplo, con animales. £1 esquema de los experimentos dependerá de mi acervo de conocimiento (p. ej., mi cuerpo y los cuerpos de ciertos animales han sido considerados similares en diversos aspectos; por lo tanto, puedo postular para el experimento que también son iguales en estos aspectos, si me sucede que, no comiendo hongos, moriré de cualquier modo de hambre; pero en caso de comer los hongos que no son dañinos para otros animales, tengo cierta probabilidad de sobrevivir).En todos estos casos, se trata de dar una explicitación adicional del horizonte. Las explicitaciones previas atesoradas en mi acervo de experiencia (determinadas por situaciones anteriores y consideradas como soluciones adecuadas para esas situaciones) no bastan para la solución de lo que es problemático en la situación actual. Me veo ahora impulsado a continuar con la explicitación hasta que la solución parezca suficiente también para el problema concreto en consideración.Hay otra circunstancia en la cual una experiencia puede hacerse problemática con respecto a mi acervo de conocimiento. Como hemos dicho, este no es un sistema lógicamente integrado, sino solamente la totalidad de mis explicitaciones

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sedimentadas y situa- donalmente condicionadas, compuestas en parte de soluciones individuales a los problemas y en parte de soluciones tradicionales socialmente transmitida:. Toda nueva situación me aporta un nuevo

* conocimiento que iw es examinado respecto de su compatibilidad con esquemas de referencia que parecen ajenos a la problemática en consideración Tales esquemas de referencia no entran en modo alguno en la captación de mi conciencia. Ahora bien; la insuficiencia de las explicitaciones significativas hasta ahora, y en verdad la insuficiencia de ámbitos enteros de esquemas de referencia, puede acceder a la conciencia por medio de muchas experiencias concretas. Con ayuda de otros esquemas, acometo entonces una explicitación de los esquemas de referencia que hasta ahora no me han parecido inmediatamente significativos. Solo entonces puede aparecer en la conciencia la incompatibilidad posible de dos o más ámbitos de esquemas de referenci?. Esta incompatibilidad, por su parte, me impulsa a buscar una nueva explicitación de la experiencia actual y de los horizontes circundantes que ahora se han vuelto cuestionables, o de los esquemas que hasta ahora han sido juzgados como suficientes. Así, aun en problemas prácticos tales como los que se me presentan en la vida cotidiana, puedo hallar una tendencia al pensar «teórico» o, en todo caso, a una integración al menos parcial de esquemas de referencia incompatibles en mi acervo de conocimiento. Es obvi» que por este medio de ningún modo se logra una articulación lógica de mi acervo de conocimiento. Los ámbitos compuestos de presuposiciones siguen siendo para mí, como siempre, más o menos impenetrables u «opacos».

Si bien esta opacidad general del aoervto de conocimiento dentro del mundo de la vida parece una deficiencia, desde el punto de vista del conocimiento teórico, debe recordarse que en la actitud natural estoy gobernado por motivos pragmáticos. Mi acervo de experiencia me sirve para la solución de problemas prácticos. En el pensamiento teórico, puedo hacer de la duda un principio metodológico. En el mundo de la vida cotidiana me interesa, en cambio, poder orientarme en mi acción de modo rutinario. Las explicita- ciones sedimentadas en mi acervo de conocimiento tienen el carácter de directivas para la acción: si las cosas son de tal y cual manera, actuaré de tal y cual manera. La utilización eficaz de esas directivas hace que no necesite buscar en todo momento nuevas soluciones para los problemas, explicitaciones de horizonte, etc., sino que puedo actuar en cambio como ya he actuado «en tales circunstancias». Así, aunque las directivas pueden ser, por ende, opacas en todo su horizonte «teórico», se me aparecen en las si-tuaciones «prácticas» como evidentemente aplicables. Su continuo éxito «práctico» garantiza para mí su confiabilidad, y se convierten en normas habituales, bajo la forma de recetas. Naturalmente, debe observarse también que mi acervo de experiencia se transmite socialmente en considerable medida. Las recetas ya han sido «probadas» en otras partes. La primera garantía de las recetas es de carácter social.

[C] . La estructuración del mundo de la vida para el sujeto vivo

Como ya hemos dicho, el mundo de la vida es intersubjetivo desde el comienzo. Se me presenta como un cor^xto subjetivo de sentido; aparece dotado de sentido en los actos explicitativos de mi conciencia. El mundo de la vida es algo que debe ser

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dominado de acuerdo con mis intereses particulares. Proyecto mis propios planes en el mundo de la vida, y este resiste la realización de mis objetivos, por lo cual algunas cosas se me hacen factibles y otras no. Desde el comienzo, sin embargo, encuentro en mi mundo de la vida a semejantes que se manifiestan no solo como organismos, sino también como cuerpos dotados de conciencia, como hombres «'iguales a mí». La conducta de un semejante no es, digamos, un suceso espaciotemporal, sino más bien una acción «como la mía». Es decir, está sumergida para él en contextos de sentido, y está subjetivamente motivada e intencionalmente articulada de acuerdo con sus intereses particulares y con lo que le resulta factible. Normalmente, en la actitud natural «sabemos» lo que otro está haciendo, por qué lo hace y por qué lo hace ahora y en estas circunstancias. El sentido no es una cualidad de ciertas vivencias que emergen nítidamente en el flujo de conciencia, es decir, de las objetividades constituidas dentro de este. Es más bien el resultado de mi expli-

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citación de vivencias pasadas que son captadas reflexivamente desde un Ahora actual y desde un esquema de referencia actualmente válido. En la medida en que estoy envuelto en vivencias y dirigido hacia los Objetos a los que ellas apuntan, esas vivencias no tienen ningún sentido para mí (¡aparte de la particular estructura de sentido y temporal de la acción!). Las vivencias adquieren sentido por vez primera cuando son explicadas post hoc y se hacen comprensibles para mi como experiencias bien circunscritas. Así, solo tienen sentido subjetivamente aquellas vivencias que son presentadas por el recuerdo en su efectividad, que son examinadas con respecto a su constitución y que son explicadas en cuanto a su posición en un esquema de referencia a mano.15 Por consiguiente, solo en la explicitación mi propia conducta adquiere sentido para mí. Pero, a su vez, la conducta de mis semejantes se me hace «inteligible» mediante la interpretación en mi acervo de conocimiento de sus gestos corporales, sus movimientos expresivos, etc, con lo cual simplemente acepto como dada la posibilidad de su conducta con sentido. Además, sé que mi conducta puede ser explicitada por él como provista de sentido en sus actos de interpretación, y «sé que él sabe que yo sé». El mundo de la vida cotidiana es, por lo tanto, fundamentalmente intersubjetivo: es un mundo social. Todos los actos, cualesquiera que sean, se refieren a un sentido que es explicitahle y debe ser explicitado por mí, si deseo orientarme en el mundo de la vida. La interpretación del sentido, la «comprensión», es un principio fundamental de la actitud natural en lo que respecta a mis semejantes.Pero no solo la acción actualmente comprehendida de mis semejantes (o mía) se experimenta subjetivamente como conducta motivada y tendiente a un fin, es decir, con sentido, sino también las institucionalizaciones de la acción en encuadre? sociales. Estas se refieren, en principio, a la acción de mis semejantes, mis prede-cesores, ya se los explicite como seres anónimos («se lo hace de este modo»), como legisladores individualizados, como fundadores de religiones, etc. La acción de ellos se refiere nuevamente al sentido que han dado a su acción.Esto es análogamente válido para las objetivaciones de las intenciones humanas en sistemas de signos y lenguaje, y también para los resultados objetivados de actos humanos, tales como las obras de arte. Todos ellos se refieren a actos originales de explicitaciones reflexivas que otorgan sentido a posteriores actos de re-explicitación, v a su transformación en algo habitual dentro de lo que mis pre-decesores y mis colegas de tradición y de cosmovisión natural-relativa 8 consideran como provisto de sentido y evidente.Pero ni siquiera las herramientas son experimentadas solo como cosas del mundo externo (lo cual también son, por supuesto), sino

15 Véase Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt, Viena, Springer, 1932; 2* ed., Viena, Springer, 1960, § 2. [Trad. al inglés por George Walsh y Frederick Lchnert, The Phenomenology of the Social World, Evanston, 111, Northwestern University t'rrss, 1967, págs. 45-96.1

que más bien se las considera en un esquema de referencia subjetivo de intereses y contextos de planes. Ellas son, para mi, una «tenaza» o un «martillo» con los que puedo obtener ciertos resultados. Al mismo tiempo, sin embargo, apuntan a un esquema de referencia más o menos anónimo de su utilidad «para todos», o para un «trabajador», etc. Y fin duda es posible, en principio, hacer referencia a los actos originarios dadores de sentido de «alguien», o de cierta figura histórica o mitológica que inventó la herramienta. En la actitud natural, estos diversos estratos culturales de sen-tido se adhieren siempre al objeto, aunque yo no tenga ante mi reflexión los actos dadores de sentido.Finalmente, como ya hemos dicho, también los objetos naturales como tales están incluidos en el ámbito de sentido perteneciente a la cultura. Mis experiencias de las objetividades naturales en el inundo de la vida adhieren siempre al sentido de la capacidad básica para experimentarlas de mis semejantes, y se me aparecen en tipificaciones lingüísticas, recetas de conducta, etc., en las cuales las explicitaciones de mis predecesores siempre están presentes para mí. En la actitud natural, estoy ya advertido de la historicidad del mundo social y cultural. La cuestionabilidad del mundo social y cultural es de carácter histórico. Sus objetivaciones son atri- buibles a hechos humanos, que pueden ser explicitados en lo que respecta a su sentido, mediante el cual «comprendo» el propósito de la herramienta, capto lo que representa un signo y entiendo cómo se orienta un hombre en su relación con un medio social.Ahora bien; en la actitud natural, es evidvite para mí que, en principio, mi semejante, «todo el que» es como yo, experimenta subjetivamente, en contextos subjetivos de sentido, las resistencias y limitaciones a los proyectos, así como los motivos «obvios» de los actos, etc., que nos impone el mundo natural y social. Es tanjbién evidente para mí que esta articulación de naturaleza y sociedad que me trasciende v lo trasciende a él es la misma, y, por consiguiente, que sus contextos subjetivos de sentido, así como mis indicios y modos de aprehensión subjetivamente experimentados, son de un orden «Objetivo».Cada individuo vive su ciclo vital de nacimiento, vejez y muerte; está sujeto a las vicisitudes de la salud y la enfermedad; oscila entre la esperanza y la pesadumbre. Todo hombre toma parte en el ritmo de la naturaleza, ve el movimiento del sol, la luna y las estrellas, vive el pasaje del día a la noche y está situado en algún punto de la sucesión de las estaciones. Todo hombre tiene relaciones mutuas con otros hombres, y es miembro de una estructura social •en la que ha nacido o a la que se ha incorporado y que existía antes de él y existirá después de él. Todo sistema social total tiene estructuras de relaciones familiares, grupos de edad y generaciones; tiene divisiones del trabajo y diferenciaciones según las ocupaciones; tiene equilibrios de poder y de dominio, dirigentes y dirigidos, y los tiene con todas las jerarquías asociadas. Cada hombre puede vivir entonces el mundo social como un sistema ordenado con determinadas constantes relaciónales, aunque sus aprehensiones en pers-pectiva, sus explicaciones subjetivas del orden, dependan, para mí tanto como para ¿1, de su posición o punto de vista, que en parte le es impuesto y en parte está determinado por la cadena biográfica de sus decisiones; pero a la vez, en principia, el mundo social

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es «comprensible» para mí de otra manera.

[D] . Planes y factibilidades

Dijimos que el pensar, en la actitud natural, está determinado por el motivo pragmático. Debemos orientamos en el mundo de la vida y, mientras actuamos y recibimos la acción de otros, debemos ajustar cuentas con los datos que nos imponen la! naturaleza y la sociedad. Sin embargo, es mediante mi acción, mediante mi actividad somática y por mediación somática, como procuro modificar lo que se me impone. Cada paso obedece al mismo precepto. El mundo de la vida es, ante todo, el ámbito de la práctica, de la acción. Los problemas de la acción y la elección deben ocupar, por lo tanto, un lugar fundamental en el análisis del mundo de la vida.16 En este punto, solo es preciso formular unas pocas observaciones para caracterizar en general el papel del motivo pragmático en la actitud natural.En nuestro pensar del mundo de la vida estamos, ante todo, orientados hacia el futuro. Lo que ya ha sucedido puede ser reinterpreta- do, pero no es posible modificarlo. En cambio, lo que está por venir es, en parte, pjeno a nuestra influencia (como sabemos por nuestra experiencia anterior), pero en parte modificable mediante nuestros actos posibles. Este conocimiento desde luego, descansa, en las idealizaciones del «y así sucesivamente» y del «puedo volver a hacerlo». Con respecto a los sucesos futuros que no pueden ser influidos somos, er. verdad, meros espectadores. Sin embargo, no por ello somos no participantes; más bien estamos motivados por el dolor y la esperanza. Ccn respecto a esos sucesos futuros que suponemos modificables por nuestras acciones, debemos decidir si queremos actuar o no, y cómo actuar si se presenta la ocasión. No obstante, en toda situación biográfica específica (a la cual, naturalmente, pertenece también mi acervo de experiencia) comprobamos que muchos elementos del mundo de la vida son inalterables, mientras que muchos son modificables por mi acción. Me encuentro en una situación espaciotemporal y social, en un mundo circundante natural y socialmente articulado. Como consecuencia de esto, surgen para mí estructuras de significatividad que (por medio de la memoria y de mi pasado, de la decisión pasada, de los actos emprendidos y de los proyectos inconclusos) se combinan en un sistema planificado, el cual, en verdad, no es homogéneo, pero se me aparece como uniforme. A veces puede ha

16 Véase el cap. 5 [en el vol. II de este estudio, a publicarse más adelante].

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ber, en el primer plano de mi conciencia, un plan que esté determinado por un interés predominante. Sin embargo, siempre está rodeado por un horizonte de sentido al cual puedo volver a referirme explícitamente. Si lo hago, descubriré que el interés predomi-nante está vinculado con otros intereses; que un objetivo a concretar es un paso parcial hada la concreción de objetivos superiores; que las decisiones han resultado de decisiones anteriores. En la vida cotidiana, los actos integran un sistema de planes de orden superior: para un ámbito específico del mundo de la vida, para el día, para el año, para el trabajo y el ocio, que a su vez tienen su lugar en un plan de vida más o menos determinado. Si, por el momento, concreto mi designio de escribir una carta a mi amigo, entonces puedo decir sin ulterior explicación: hoy solo tengo unas pocas horas, por esta y aquella razón; me propongo visitar pronto !a ciudad donde vive mi amigo, por esta y aquella razón; en los próximos días debo resolver un problema que mi amigo conoce, v así sucesivamente.El hecho de que mis actos, que puedo aprehender como actos típicos, han de tener consecuencias típicas, está al mismo tiempo presente para mí en mi acervo de experiencia. He escrito cartas similares a otros amigos, y ellos han reaccionado de tal o cual manera. He escrito cartas con contenidos diferentes al mismo amigo, y este ha reaccionado de tal o cual manera. Más simplemente aún: mediante lo que escribo, he logrado provocar una alteración irrevocable en mi mundo circundante, por pequeña que sea. Toda acción en mi mundo circundante lo modifica.Además, es también obvio para mí que (si deseo escribir a mi amigo) debo emprender toda una serie de acciones componentes que son fines subordinadc:, dirigidos hacia un objetivo superior. Debo escribir señales específicas; no puedo simplemente imaginar la carta. Solo puedo elegir entre unas pocas posibilidades, que conozco por mi experiencia anterior: lapicera, lápiz, máquina de escribir, cada una de las cuales tiene a su vez un horizonte de sentido que ya ha sido explicado, como la impersonalidad, la indiferencia, etc. Éstas posibilidades me obligan a su vez —cada una según mis intereses particulares, mis relaciones con mi amigo y las limitaciones de la situación (escribo más o menos sobre la línea y sólo tengo un lápiz a mano)— a tomar decisiones dentro de una jerarquía de planes. Si elijo la lapicera, no puedo escribir la misma carta con el lápiz. Si «pido» a mi amigo cierta información, no puedo «rogarle» que me la suministre, etc. Si mi tiempo es muy limitado, puedo solamente escribir a mi amigo X. pero no a Y ni a Z.En resumen: en la actitud natural no actúo solamente dentro d' - una jerarquía biográficamente determinada de planes. Por el contrario, veo también las consecuencias típicas de mis actos que son también aprehendidos como típicos, y me inserto en una estructura de incompatibilidades que es vivida como obvia. Ellas son de carácter en parte ontológico (no puedo escribir cartas con los ojos), eti parte histórico (nunca «se me habría ocurrido», en el siglo xv, escribir con otra cusa que con una pluma), y en ¡jarte biográfico (no he aprendido a escribir de manera legible; debo escribir con una máquina de escribir). Asi, las jerarquías puramente concebibles de planes se enfrentan con esferas específicas y parcialmente inalterables de incompatibilidades; el resultado es un sistema de motivaciones para alcanzar objetivos factibles.

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2. Las estratificaciones del mundo de la vida

Hasta ahora nos hemos ocupado del mundo de la vida cotidiana, que definimos como esa realidad que la persona alerta, normal y madura encuentra dada de manera directa en la actitud natural. Así, el concepto de mundo de la vida cotidiana abarca algo más que el concepto de «realidad eminente»17 de William James, que se refiere al mundo físico perceptible por los sentidos. Como hemos señalado, tanto el estrato cultural de sentido, primero que convierte a los Objetos físicos en objetos de la experiencia ingenua, como el mundo social cotidiano pertenecen también al mundo de la vida cotidiana. Sin embargo, el mundo de la vida abarca más aún que la realidad cotidiana. El hombre se hunde en el sueño día tras día. Abandona la actitud natural cotidiana para entregarse a mundos ficticios, a fantasías. Puede trascender la cotidianidad por medio de símbolos. Finalmente, como caso especial, puede modificar conscientemente la actitud natural. Ahora bien, podemos pensar el concepto de mundo de la vida tan ampliamente que incluya todas las modificaciones de actitudes y estados de alerta, o sea la tensión de la conciencia presente en el adulto normal. También podemos contrastar el mundo del pensamiento científico con el mundo de la vida de la experiencia natural. Se trata, en definitiva, de una cuestión terminológica. Es sumamente importante, sin embargo, describir la estructura de los ámbitos cuasi-ontológicos de realidad que son vividos por el adulto normal y alerta. Al hacerlo, debemos dejar de lado los problemas especiales del mundo del niño y de las realidades patológicas. Debe quedar establecido también que el mundo de la vida cotidiana es el ámbito de realidad eminente, y que la actitud natural es la actitud fundamentcl del adulto normal.La parte de nuestra investigación que exponemos en la sección siguiente está dedicada a describir este ámbito, el cual reviste singular importancia para las ciencias sociales. En la segunda sección de este capítulo analizaremos la estratificación temporal, espacial y social de este ámbito; pero tenemos que investigar especialmente la estructura cuasi-ontc'ógica del mundo de la vida, entendida en el sentido más amplio.

17 [William James, Principies of Psychology, »*, Nueva York, Henry, 2 vols., 1890, vol. II, cap. 21.]

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[A] . Ambitos de realidad con una estructura finita de sentido

1. El acento de realidad

En un conocido capítulo de su obra The Principies of Psycholo- gy,18

William James sostenía que la realidad no es nada más que un conjunto de relaciones con nuestra vida activa y emocional. La fuente de toda realidad es subjetiva; todo lo que despierta nuestro interés es real: llamar a un objeto real significa que este se encuentra en una relación definida con nosotros. «En síntesis, la palabra “real” es una orla de sentido». Nuestro primer impulso es tomar como inmediatamente real todo aquello a lo que nos referimos, en la medida en que no sea contradicho. Sin embargo, debe haber varios —probablemente infinitos— órdenes diferentes de realidad que, en un momento dado, tienen un especial estilo de ser, característico de ellos solamente. James los llamaba «subuni- versos».® Cita como ejemplo el mundo del sentido —es decir, el mundo de los objetos físicos (al que considera el orden principal de realidad)—, el mundo de la ciencia, el mundo de las relaciones ideales, el mundo de los ídolos, los diversos mundos sobrenaturales de la mitología y de la religión, los variados subuniversos de sentidos individuales, y los mundos de los visionarios y de los locos. En la medida en que se le presta atención, cada uno de esos mundo; es real a su manera; pero tan pronto como se le retira la atención, el mundo desaparece como realidad. Según James, todas las proposiciones, sean atributivas o existenciales, son creídas por el me -o hecho de ser pensadas, mientras no discrepen con otras proposiciones en las que se cree al mismo tiemDO Cafirman que sus términos son idénticos a los de otras proposiciones). Así, por ejemplo, el mundo del juego de una niña es «real» mientras no se lo perturba. La niña es realmente la «madre» y su muñeca es «realmente» un bebé. En el mundo de la producción artística, el Caballero, la Muerte y el Diablo tienen existencia real en el grabado de Durero, es decir, tienen existencia en el ámbito de sentido de la fantasía artística. En la realidad del mundo externo, son «re-presentaciones» pictóricas. Durante la función, Hamlet es real para nosotros como Hamlet, no como el actor X que «representa» a Hamlet.Munido de estas ideas respecto del carácter de la realidad, James aborda problemas esenciales, que son también importantes para nuestras consideraciones. De todos modos, James se movió deliberadamente dentro de los límites de un nivel psicológico de investigación; ahora desarrollaremos en otra dirección sus pasos iniciales. Es importante destacar, ante todo, que los órdenes de realidad no se constituyen mediante la estructura antológica de su Objeto, sino más bien mediante el sentido de nuestra experiencia.4 Por esta razón, preferimos hablar, no de subuniversos de realidad como hace James, sino de ámbitos finitos de sentido, a cada uno de los cuales conferimos el acento de realidad. Así, un ámbito finito de sentido consiste en experiencias de sentido compatibles entre sí. Dicho de otro modo, todas las experiencias que pertenecen a un ámbito finito de sentido apuntan a un estilo particular de vivencia, vale decir, un estilo cognoscitivo. Con respecto a este estilo, están en mutua armonía y son compatibles entre sí. La restricción señalada es importante. Las incongruencias e incompatibilidades que algunas experiencias aisladas

18 Ibid, págs. 282-322. [Véase también «Sobre las realidades múltiples», en Schutz El problema de la realidad social, pág. 197 y sigs. de la versión castellana. (N. del 5.) ]

tienen respecto de su sentido parcialmente afirmado pueden aparecer en todos los mismos ámbitos de sentido sin que se les retire el acento de realidad. Al contrario, la única consecuencia de esto puede ser la invalidez de esas experiencias respectivas dentro del ámbito finito de sentido. El carácter finito de un ámbito de sentido (del mundo de la vida cotidiana, del mundo de los sueños, del mundo de la ciencia o del mundo de la experiencia relien jsa) descansa en el carácter de la unidad de su propia vivencia peculiar, o sea su estilo cognoscitivo. La armonía y la compatibilidad, en cuanto a dicho estilo, están restringidas, en consecuencia, a un ámbito determinado de sentido. En ningún caso.aquello que es compatible dentro de un ámbito finito de sentido P es también compatible dentro del ámbito finito de sentido Q. Por el contrario, visto desde el ámbito P que se ha establecido como"real, aparece, junto con las experiencias particulares pertenecientes a él, como Duramente ficticio, incongruente e invertido. Por esta ra7Ón se justifica que hablemos de ámbitos finitos de sentido. No hay ninguna posibilidad de reducir un ámbito finito de sentido a otro con ayuda de una fórmula de conversión. La transición de un ámbito de sentido a otro sólo puede realizarse mediante un «salto» (en la acepción kierkegaardia- na). Este «salto» no es sino el cambio de un estilo de vivencia por otro. Puesto que, como pronto veremos, al estilo de vivencia le corresponde esencialmente una tensión específica de conciencia, tal «salto» v?. acompañado por una experiencia conmocionante, provocada por la alteración radical de la tensión de conciencia. Cuando hablamos de ámbitos finitos de sentido, entonces la finitud se basa exclusivamente en la estructura correspondiente de sentido.

4 Véase Edmund Husserl, Ideen, vol. I: Allgemeine Einführung in die reine Phánomenologie, La Haya, Martinus Nijhoff, 1950, § 55, pág. 134. [Trad. al inglés por W. Boyce: Gibson, Ideas: General Introrluction to Puré Phenomenology, Londres, Alien & Unwin, 1931, pág. 168.]«En cierto sentido, y con la debida cautela en el uso de las palabras, podemos decir que todas las unidades son "unidades de sentido” (...) una realidad absoluta es tan válida como un cuadrado redondo. “Realidad* y “mundo”, aquí utilizadas, no son sino rótulos para ciertas unidades de sentido válidas, a saber, unidades de “sentido” vinculadas con ciertas organizaciones de conciencia pura absoluta, que confieren sentido y presentan su validez en ciertas maneras esencialmente fijas, específicas». (Las bastardillas son de Husserl.)

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En efecto: durante un día, una hora incluso, podemos atravesar toda una serie de tales ámbitos, mediante modificaciones de la tensión de la conciencia.11 Hay tantas experiencias conmocionantes como ámbitos finitos de sentido capaces de recibir el acento de realidad mediante cambios de actitud. Aquí solo ataremos unos pocos ejemplos: dormirse (dar un salto hacia el sueño), despertar, alzarse el telón en el teatro, «estar absorto» en una pintura. Otros ejemplos son: el cambio de conciencia cuando se empieza a jugar, la vivencia de lo «numinoso», la sacudida mediante la cual, por ejemplo, el científico pasa después de comer a la actitud teórica, y también la risa como reacción frente a la dislocadura de la rea'idad en que se basa una broma.En tanto nuestras experiencias participan de la misma vivencia —o sea, el estilo cognoscitivo—; en tanto permanecen, por consiguiente, en un ámbito finito de sentido, la realidad de esas experiencias prosigue para nosotros. Solo cuando nuestro plan de vida nos impulsa a aceptar otra actitud («no debo seguir soñando despierto, debo ponerme a trabajar») o cuando nos perturba «una interferencia extraña» (p. ej., una detonación cuando estamos mirando un cuadro, tropezar mientras soñamos despiertos, el apetito repentino que nos acomete en un momento de contemplación científica, etc.; piénsese asimismo en la «iluminación» religiosa); solo cuando experimentamos una conmoción específica que trasciende bruscamente los límites de aquello que es para nosoVos algo momentáneamente «real», un ámbito finito de sentido, debemos (o «deseamos») transferir el acento de realidad a otros ámbitos de senrido. Según los ejemplos, parece que el mundo de vida cotidiana tuviera cierta preeminencia. De hecho, el mundo de la vida presenta los tipos primordiales de nuestra experiencia de la rea-lidad. En el transcurso de la vida cotidiana, sornos mantenidos continuamente dentro del mundo de la vida y podemos, con cierta restricción, concebir los otros ámbitos de sentido como modificaciones de aquella. No se puede olvidar, por cierto, que el acento de realidad puede ser otorgado a cada ámbito de sentido, de modo que desde la perspectiva del mundo de la vida cotidiana, en verdad, los otros ámbitos de sentido pueden aparecer solo como cuasi-realidades, pero al mismo tiempo, desde la actitud científica o desde la experiencia religiosa, el mundo de la vida cotidiana puede ser visto como una cuasi-realidad.

2. El estilo de vivencia: el estilo cognoscitivo y la tensión de conciencia

Hemos dicho que el acento de realidad se apoya en la armonía entre las experiencias y un estilo específico de vivencia, es decir,

5 Además, queda todavía el problema de los «enclaves»: todo proyecto de acto en el mundo de la vida cotidiana, por ejemplc, requiere alguna especie de actitud reflexiva, aunque no sea científica.un estilo cognoscitivo. ¿Qué es, entonces, un estilo de vivencia o un estilo cognoscitivo? Este se basa en la tensión especifica de conciencia. Como Bergson lo comprendió, las tensiones de conciencia son funciones de nuestra «atención a la vida» [attention á la vie] .* La actividad está unida a la mayor tensión de conciencia y manifiesta el más vigoroso interés por el encuentro con la realidad, mientras que el sueño está ligado a la total

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ausencia de tal interés y presenta el grado más bajo de tensión de conciencia. Este interés es el principio regulador fundamental de nuestra vida consciente. Define el ámbito del mundo que es significativo para no-sotros. Nos motiva de tal modo que nos sumergimos en nuestras vivencias actuales y nos orientamos inmediatamente hacia sus Objetos. O nos motiva a dirigir la atención a nuestras vivencias del pasado (quizá también de nuestro pasado inmediato) y a interrogarlas en lo concerniente a su sentido, o más bien a dedicamos, en una actitud correspondiente, a proyectar actos futuros. Examinemos ahora con mayor detalle ese grado de tensión cons-ciente que es de especial importancia para nosotros: el del estado de alerta. La conciencia se halla bajo la mayor tensión, la cual se origina en la actitud de plena atención a la vida y sus necesidades. En actos y obras dirigidos hacia el mundo circundante, el ego se interesa plenamente por la vida, y, por ende, está alerta. El ego vive en sus actos. Su atención se concentra en la realización de sus provectos. Se trata aquí de una atención activa, no meramente pasiva. En la atención pasiva exDerimento, por ejemplo, e! «oleaje» de petites perceptions, las vivencias (meramente pasivas) y mani-festaciones no-significantes de la espontaneidad. La espontaneidad significante (en el sentido leibniziano) puede ser definida como el esfuerzo tendiente a lograr percepciones siempre nuevas. En su forma inferior conduce a circunscribir las percepciones y transformarlas en apercepciones. En su forma superior conduce a los actos, particularmente a los que se insertan en el mundo externo y lo modifican: de tal modo, conduce a la efectuación. El estado de alerta delinea todo ámbito pragmáticamente significativo del mundo. Esta significatividad, a su vez, determina la forma y el contenido de nuestra vida de conciencia. Determina la forma porque determina la tensión de nv.estros recuerdos y, con ellos, el dominio de nuestras remembranzas de las vivencias del pasado, determinando al mismo tiempo el dominio de nuestras expectativas. Determina el contenido porque todas nuestras vivencias actuales son modificadas a través de proyectos anteriormente esbozados y su realización.7

6 Véase Henri Bergson, Essai sur les Données Immédiates de la Cons- cience, ** París, Alean, 1938, págs. 20 y sigs., 94-106; Metiere et Mé- moxre, París, Alcyi, 1889, págs. 189-95, 224-33; UEnergie Spirituelle, París, Alean, 1919, págs. 15-18, 80-84, 108-1 i, 129-37, 164-71; La Pensé* et le Mouvant, ** París, Alean, 1934, págs. 91 y sigs., 171-75, 190-93,233'38' . . . . . .7 Aquí, poi supuesto, a partir del análisis de la tensión de concienciacomo tal, llegamos al análisis de la dimensión temporal, donde el egoOtro aspecto del estilo de vivencia o estilo cognoscitivo que se vincula inmediatamente con la tensión de conciencia es una forma predominante de espontaneidad. Eli soñar despiertos, por ejemplo, se expresa en pasividad; la labor científica, en actos de pensamienr to; la vida cotidiana, en actos de efectuación (o sea, en la espontaneidad provista de sentido que se basa en un plan y está caracterizada por él, de modo que el estado proyectado puede producirse mediante movimientos del organismo animado que se insertan en el mundo externo), etc.Además, al estilo cognoscitivo corresponde una epojé especial. La suspensión fenomenológica de la aceptación de la realidad del mundo es esencialmente diferente en las diversas epojés subyacentes en la mitología de la ciencia empírica; pero también la actitud natural de la vida cotidiana tiene una ¡forma especial de epojé. En la actitud natural, el hombre no suspende, por cierto, sus creencias en la existencia del mundo externo y sus

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Objetos. Por el con ti ario, suspende toda duda respecto de su existencia. Lo que pone entre paréntesis es la duda en cuanto a si el mundo y sus Objetos pueden ser diferentes de como se le aparecen.8

El estilo de vivencia o estilo cognoscitivo contiene también una forma específica de socialidad. También aquí hay varias posibilidades: desde la soledad (que se pierde en los sueños, por ejemplo) hasta las diversas formas de la experiencia de otros, de sus comunicaciones y «productos» en el mundo intersubjetivo de la vida coti’iana que compartimos, en el cual la comunicación y la acción intersubjetivamente relacionada constituyen la norma.Así co*io ur.i forma específica d? socialidad corresponde al estilo de vivencia o al estilo cognoscitivo, lo mismo sucede con una apropiada forma específica Se autoexperiencia. En un sueño, o en la fantasía, es posible experimentarse subjetivamente como dotado de atributos totalmente distintos, pertenecientes a una biografía diferente, de los que se tienen en la vida cotidiana. En la actitud científica, uno se experimenta subjetivamente como científico; piensa dentro de una situación problemática predeterminada por el punto de vista científico y, en consecuencia, por así decir, anónimamente. En la experiencia religiosa, puede experimentarse subjetivamente en la totalidad del propio sí-mismo, o en las relaciones sociales cotidianas, hacerlo sólo bajo varios aspectos de roles. Además, al estilo de la experiencia subjetiva o estilo cognoscitivo corresponde una especial perspectiva temporal. El tiempo interior de los sueños y del ego solitario difiere del espaciotiempo homogéneo de las ciencias de la naturaleza y difiere también del tiempo social estándar, que se origina en el punto de intersección del tiempo interior con el tiempo del mundo * y sirve como base de la

actuante vive a través de sus propios actos, llegando asimismo a otros problemas de una teoría de la acción. (Véase el vol. II, cao. 5.)8 Véase H. Spiegelberg, «The Reality Phenomenon* and Reality», en Marvin Fartoer, ed.. Philosophical Essays in Memory of Edmund Husserl, Cambridge, Harvard University Press, 1940.* En El problema de la realidad social, Schutz empleó, en lugar de «tiempo del mundo» (world time), «tiempo cósmico» (cosmic time). Véase, estructura temporal universal del mundo intersubjetivo de la vida. Por otra parte, seria importante intentar una tipología sistemática de los diversos ámbitos de sentido y sus propios estilos de experiencias subjetivas (estilos cognoscitivos). Habría que mostrar exactamente cómo, al desvanecerse la tensión de conciencia y al apartarse de la vida cotidiana, sectores y estratos cada vez mayores del mundo de la vida cotidiana pierden su «evidencia» y su acento de realidad. Habría que indicar cómo la epoji de la actitud natural, en que se suspende la duda concerniente a la existencia del mundo de la vida cotidiana, es reemplazada por otras formas de epoj¿ que «ponen entre paréntesis» la creencia en ámbitos determinados del mundo de la vida cotidiana. No podemos hacer aquí una exposición completa de tal tipología, puesto que nuestro problema principal es el análisis del mundo de la vida cotidiana, que con algunas correcciones puede ser caracterizado, en verdad, como la realidad primaría. En la sección siguiente nos dedicaremos a describir la estratificación de este principalísimo ámbito de sentido. Y al respecto, tendremos que caracterizar el estilo de vivencia, o estilo cognoscitivo, de ese ámbito. Pero ante todo queremos decir algo acerca de otros ámbitos de sentido con estructura de sentido finita, para obtener un trasfondo sobre el cual esta descripción pueda destacarse nítidamente. Tomaremos como ejemplo el mundo de los sueños y los mundos de la fantasía.

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3. Los mundos de la fantasía

Hablamos de «mundos de la fantasía» porque no se trata de uno solo, sino de varios ámbitos finitos de sentido. Aunque, en contraste directo con el mundo de la vida, parecen relacionarse estrechamente unos con otros •—ya que todos ellos ponen entre paréntesis determinados estratos del mundo de la vida cotidiana—, son sin embargo heterogéneos, y no reductibles mutuamente. Esto se hace claro si consideramos como ejemplos las estructuras de sentido internamente congruentes de los mundos del ensueño, los juegos, los cuentos de hadas, las bromas, la poesía. Con todo, diversos elementos esenciales del estilo de vivencia o del estilo cognoscitivo son comunes a esos mundos de la fantasía como tales.

a. Cuando mi atención queda absorta en uno de los diversos mundos de la fantasía, ya no necesito dominar el mundo extemo. No hay ninguna resistencia de Objetos circundantes que deban ser domeñados. Estoy eximido de la urgencia del motivo pragmático, en la cual me encuentro en la actitud natural cotidiana. El tiempo estándar intersubjetivo del mundo de la vida cotidiana ya no me gobierna. El mundo aún está limitado por lo que se halla presente en mi percepción, memoria y conocimiento. Los sucesos y situa-

por ejemplo, la pág. 216, donde se repite este mismo pasaje sobre el «•tiempo estándar» con la única diferencia apuntada. (N. del E.)

dones sobre los cuales carezco de control no me imponen alternativas entre las cuales deba elegir. Mi capacidad productiva no está circunscrita por circunstancias externas; pero, en tanto vivo en mundos de la fantasía, tampoco me es posible «producir», en el sentido de un acto que se inserte en el mundo extemo y lo altere. Mientras me demoro en el mundo de la fantasía no puedo realizar nada, salvo entregarme a la fantasía. En ciertas circunstancias, sin embargo, puedo esbozar de antemano el curso de la fantasía como tal (imaginaré que un hada me concede tres deseos) y rea- iizar entonces este proyecto. Es aún incierto si esto entra en una definición amplia del concepto de «acción». Lo importante es que el fantaseo permanece aislado en sí mismo, que la intención de actuar está ausente, en contraste con el plan de un acto en el mundo de la vida cotidiana que (estrictamente como plan) también es, en cierto sentido, «mero pensar».19

Pero entonces, ¿Don Quijote no actúa? ¿No se inserta en el mundo externo cuando carga contra el molino de viento? Además, debe decirse que Don Quijote no traspasa los límites del ámbito de sentido de la fantasía, al cual imparte el acento de realidad. Para él, el «fantaseador» enfrentado con las realidades de la vida cotidiana (así como, inversamente, para el realista que enfrenta la fantasmagoría de Eulenspiegel), los gigantes son verdaderos gigantes, no creaciones imaginarias. En el episodio de los molinos de viento, debe reconocer, en verdad, que su interpretación del Objeto, ya dada para él, ha sido puesta en tela de juicio por el suceso posterior. En la actitud natural, por supuesto, experimentamos lo mismo cuando esa cosa distante que tomamos por un árbol resulta ser un hombre.20 Pero Don Quijote se comporta diferentemente a nosotros: nada es capaz de sacarlo del ámbito de sentido de su mundo de la fantasía. No admite que los objetos que toma por gigantes sean molinos de viento en todo momento, y que él simplemente se haya equivocado. Debe reconocer, claro está, que los objetos son ahora, en este momento, molinos de viento. No discute la realidad de la experiencia actual: fueron las aspas de los molinos de viento las que lo levantaron violentamente de la montura. Sin embargo, la experiencia actual solo adquiere su sentido en el ámbito del mundo de la fantasía. La conmoción que experimenta es física; no lo cbliga a desplazar el acento de realidad, sino solo a encontrar una explicación del suceso adecuada al ámbito de sentido de ese mundo de fantasía específico.Y Don Quijote encuentra dicha explicación: a último momento, su archienemigo, el hechicero, debe habti transformado a los gigantes en molinos de viento, pues no puede dudarse de que antes eran gigantas. Con esta explicación, Don Quijote se encierra, de modo concluyente en el mundo de su fantasía v elimina la posibilidad de pasar a la realidad cotidiana, ya que ha quitado de ella, en general, el acento de realidad. Los gigantes son reales, los molinos de viento son mera apariencia, fantasmagoría.Recordamos nuevamente la afirmación de William James, según la cual

19 Con palabras de Husserl (Ideen, vol. I y III: Die Phánomenologie und die Fundamente der Wissenschaften, La Haya, Martinus Nijhoff, 1952) podríamos decir que todo fantaseo es «neutral», es decir, carece de la posicionalidad específica de la conciencia tética.20 Véase un análisis preciso de este problema en E. Husserl, Ideent vol.I. § 103, y Erfahrung und Urieil, Praga, Academia, 1939; 29 ed., Hanv burgo, Claassen & Goverts, 1948, págs. 99 y sigs.. 370 y sigs. [Trad. al inglés por James S. Ghurchíll y Karl Ameriks, Experience and Judgment: I*vtstigations in a Genea¡ogy of Logic, Evanston, 111., Northwestern Uni- Bfttllty Presi, 1973. Una nueva edición alemana será pubHcada por Félix

ncr, Hamburgo.]

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€todo objeto que no es contradicho es ipso facto creído y postulado como realidad absoluta».21 A la misma conclusión llega también Husserl,22 quien distingue entre predicados existenciales (cuyos opuestos son negaciones de existencia) y predicados de realidad (cuyos opuestos son predicados de irrealidad, de ficción), y dice: *En la actitud natural, no hay al principio (antes de la reflexión) ningún predicado “real”, ningún género "realidad”-» [las bastardillas son de Husserl]. Solo cuando fantaseamos y pasamos de la actitud de vivir en la fantasía (y, por ende, de la cuasi-ex- periencia en todos sus modos) a las realidades dadas, y cuando vamos más allá de la fantasía particular contingente y lo que en ella se fantasea (tomando esto como un ejemplo de fantasías posibles en general y de las ficciones en general), surge en nosotros el concepto de «ficción» (es decir, fantasía) y, por otra parte, los conceptos de «experiencias posibles en general» y «realidad efectiva» [actuálity] Husserl dice entonces:

-¿Del que imagina (“el soñador”), del que vive en el mundo de la imaginación, no podemos decir que postula ficciones como ficciones; más bien ha modificado las realidades efectivas, realidades efectivas como-si. . . Solo el que vive en la experiencia y a partir de ella se "hunde’' en la imaginación, con lo cual lo imaginado contrasta con lo experimentado, puede tener los conceptos de ficción y realidad efectiva» [las bastardillas son de Husserl].23

De las consideraciones anteriores inferimos que los contextos de compatibilidad de la vida cotidiana no existen en el ámbito de la fantasía. Las estructuras lógicas de la armonía, por otra parte (en la terminología de Husserl: los predicados de existencia e inexistencia) mantienen su validez. Puedo imaginar gigantes, magos, caballos alados, centauros y hasta el movimiento perpetuo, pero no un decaedro regular, pues entonces habría yuxtapuesto conceptos vacíos. En el ámbito finito de sentido de la fantasía pueden ser superadas las incompatibilidades fácticas, pero no las lógicas.b. Agregúese a esto que los límites y condiciones válidos de nuestra espontaneidad en el mundo de la vida no son válidos en el mismo sentido en nuestro fantaseo. El que fantasea puede fanta

21 W. James, Principies of Psychology, vol. II, pág. 289.22 Erfakrung und Urteil, § 74a, pág. 359 y sigs.23 [Ibid., pág. 360.]

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sear lo que quiere (aunque no como quiere). Puede llenar la expectativa vacía de su fantaseo con cualquier contenido concebible. Si es posible designar el fantaseo como acción en el pleno sentido de la palabra, entonces es una acción libremente realizada.c. Además, la perspectiva temporal de k>s mundos de la fantasía difiere fundamentalmente de la perspectiva temporal del mundo de la vida cotidiana. Según Husserl,24 los entes de la fantasía carecen de una ubicación temporal estable en el tiempo Objetivo. Por consiguiente, no están individualizados, y no les es aplicable la categoría de autoidentidad. «El mismo» ente de la fantasía puede reaparecer dentro de una única actividad continua de fantaseo, donde la unidad de esta actividad está garantizada por la continuidad del tiempo interior, en el cual es producida para la percepción atenta. Pero los entes de la fantasía que pertenecen a di-versas series de fantasías (o aquellos, en nuestra terminología, que pertenecen a diversos ámbitos de estructuras finitas de sentido) no pueden ser comparados entre sí en cuanto a su identidad o semejanza. Es insensato preguntarse si la bruja de un cuento de hadas es idéntica a la de otro. El ego que fantasea puede modificar ficticiamente, en sus fantasías, todos los caracteres distintivos del tiempo estándar, con excepción de su irreversibilidad. Puedo fantasear el curso de los sucesos, por así decir, a través de una lupa temporal o una máquina de remontar el tiempo; pero la irreversi- bilidad resiste toda variación a través de la fantasía porque surge de la duración del tiempo interior mismo, que es constitutivo de nuestra fantasía y de los entes producidos en ella. Mientras fantaseo (y también mientras sueño), envejezco. Puedo modificar ficticiamente mi pasado en una fanftsía 6¿tual, pero esta misma llega a constituirse en la duración del flujo de conciencia y porta sus elementos característicos."■i. Si tomo a mi propio yo como objeto del fantaseo, puedo insertarme en todo rol concebible; pero el yo que imagino es experimentado solamente como una parte de mi personalidad completa, como un aspecto del yo que sólo existe gracias a mí. En mi fantaseo, puedo también modificar ficticiamente mi corporeidad viva, pero dentro de las fronteras establecidas por la experiencia primordial de los límites de mi organismo animado. Puedo imaginarme un enano o un gigante, pero siempre como algo interno que está delimitado exteriormente.e. La estructura social de los mundos de la fantasía es compleja. Se puede fantasear solo o con otros; con uno o muchos semejantes con quienes uno está relacionado socialmente; y en masa. El ensueño es solitario; la rantasía común se extiende desde la folie á deux (para dar un ejemplo extremo), pasando por el juego recíprocamente orientado e intersubjetivo de los niños, hasta los fenómenos que investiga la psicología de grupo.Por otro lado, mis semejantes —tanto predecesores como sucesores— y toda suerte posible de relaciones, actos y reacciones sociales

24 Ibid., § 39-42.

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pueden convertir: en contenidos de mis fantasías. Aquí la libertad del ego que fantasea tiene más amplio margen. Es posible, por ejemplo, que la fantasía incluya la cooperación imaginaría de un semejante ficticio en tal medida que la conducta ficticia de ese semejante puede confirmar o anular los productos de mi propia fantasía.

4. El mundo onírico

a. El sueño es la completa relajación de la conciencia y se combina con un total apartarse de la vida. El ego que duerme no tiene ningún interés pragmáticamente condicionado en aclarar y distinguir sus percepciones confusas; es decir, en convertirlas en apercepciones, pero sigue percibiendo, recordando y pensando. Así, ha/ percepciones de su propio organismo animado, del su posición, de su peso, de sus límites; percepciones de luz, sonido y calor. To^ das estas percepciones son pasivas; son percepciones sin observación, sin las actividades de oír y mirar, que convertirían las percepciones en apercepciones; las petites perceptions son experimentadas, pero escapan a la actividad selectiva y formativa que se origina en la atención a la vida (attention á la vie). Aunque no llegan a ser claras y nítidas, sino que permanecen en un estado de confusión, tampoco están ocultas o implícitamente contenidas dentro de las formaciones de nivel superior de una atención activa, pragmáticamente motivada. Es más bien la atención pasiva y, por consiguiente, la totalidad de las petites perceptions en su influencia sobre el centro personal íntimo del que sueña, lo que determina su interés y los temas de su sueño.b. La forma típica de espontaneidad en el mundo onírico tiene cierta semejanza con la que presentan los mundos de la fantasía, pero el ego que sueña no actúa jamás, en el sentido amplio de este concepto. Los mundos de la fantasía se caracterizan por la libertad de consideración, mientras que en el mundo onírico no hay tal libertad. El ego que fantasea puede «voluntariamente» llenar sus anticipaciones vacías con cualquier contenido que desee; v justamente a estos contenidos otorga el acento de realidad. Si le place, puede fantasear que sus posibilidades son facticidades. El que sueña, en cambio, no puede llenar anticipaciones vacias a su gusto ni «efectivizar» sus posibilidades. Las pesadillas muestran con claridad el carácter ineludible de los sucesos oníricos y la impotencia del que sueña.Con todo, el sueño no está restringido exclusivamente a la conciencia pasiva; solo que no tiene proyectos que requieran concreción. Sin embargo, puedo soñarme a mí mismo como actuando, aunque el sueño está acompañado a menudo por el conocimiento de que no actúo «realmente». En este caso, la acción soñada tiene, de hecho, sus proyectos maiiifiestos, sus planes manifiestos, que se originan todos en las anteriores experiencias sedimentadas de la vida cotidiana; pero falta el fíat voluntario.c. La estructura temporal del mundo onírico es extraordinariamente compleja. Antes y después, presente, pasado y futuro, parecen confundirse. La persona que sueña observa los sucesos futuros como si fueran pasados; los sucesos pasados son soñados como Abiertos y modificables, lo cual les asigna un claro carácter futuro; las sucesiones pueden transformarse simultáneamente, etc. Parece como si los procesos subjetivos de los sueños trancurrieran con independencia de la duración interior, de la temporalidad

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del flujo de conciencia. Esta apariencia (por supuesto engañosa) inicia este camino de tal modo que los procesos subjetivos de los sueños son liberados de las categorías fijas del tiempo estándar. No están insertos en el orden temporal Objetivo. Pero, puesto que los procesos subjetivos de los sueños se expresan en el tiempo interior, los procesos subjetivos procedentes de la vida de vigilia del durmiente (y que se basan en las categorías del tiempo estándar, cuyo contexto categorial se disuelve, empero, en el mundo onírico) intervienen en la duración del sueño. La irreversibilidad de esta duración subsiste sin alteraciones hasta en el mundo onírico. Solo la persona despierta que trata de recordar su sueño puede a veces tener la ilusión de una inversión posible.d. Con respecto a la socialidad, debe decirse que el estado del soñar es, en contraste con el del fantaseo, esencialmente solitario. No podemos soñar juntos. La otra persona es siempre solamente el objeto de mis sueños, incapaz de compartirlos. El otro que aparece en mi sueño no se presenta en un presente vivo común, sino en una relación cuasi-social. El otro, aunque yo lo sueñe en aspecto? de su corporeidad viva y en estrecha i Sació*, con mi yo íntimo, aparece como un tipo, que está presente, pero con el cual no vivo. En el estado del sueño, la mónada, con el conjunto dé sus reflejos del universo, incluso los del mundo social, es en realidad solitaria.Esto no? lleva al punto que se mencionó al examinar la estructura temporal del mundo onírico: solo la persona despierta puede comunicarse. Esto entraña una seria dificultad para la descripción de los fenómenos oníricos. Solo en estado de vigilia puedo volverme «conscientemente» hacia el sueño. En este volverme hacia el sueño utilizo los conceptos y categorías (sobre todo, de la estructura del lenguaje) del mundo de la vida cotidiana que están sujetos a los principios fundamentales referentes a la compatibi-lidad de dicho ámbito de sentido. En los sueños no hav ninguna posibilidad de comunicación para la persona que sueña. Esto se hace posible cuando se abandona el ámbito finito de sentido del sueño. No podemos aprehender la esfera de los sueños sino mediante la «comunicación indirecta», para usar una expresión de Kierkegaard. Esto significa, sin embargo, que los procesos subjetivos de los sueños solo pueden ser comunicados, por así decir, mediante un contraste «negativo», o sea, por su diferencia con res-pecto a las estructuras de sentido de las vivencias de la vida cotidiana. El poeta o el artista están mucho más cerca de una descripción adecuada del sentido del mundo onírico que el científico y el filósofo, dado que sus medios de comunicación procuran trascender la estructura de sentido y el lenguaje cotidianos.

[B] . Las estratificaciones del mundo de la vida cotidiana

1. El estilo de vivencia en el mundo de la vida cotidiana

Con respecto a otros ámbitos de realidad con una estructura de sentido finita, el mundo de la vida cotidiana es la realidad primaria. Ya hemos examinado minuciosamente por qué: el mundo de la vida es el ámbito de

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mis actos corpóreos vivos; ofrece oposición y exige un esfuerzo para superarla. La realidad cotidiana me plantea tareas, y debo realizar mis planes dentro de ella. Me permite triunfar o quedar frustrado en mis intentos de concretar mis objetivos. Mediante mis efectuaciones, me inserto en la realidad cotidiana y la modifico. Puedo verificar los resultados de mis actos como sucesos dentro de un mundo intersubjetivo y por ende «Objetivo». Puedo dejar que los verifiquen otros, separados del prcceso subjetivo generador, independientes de las circunstancias, de modo que la realidad cotidiana pueda ser producida mediante mis actos. Comparto esta realidad con otros hombres, con quienes tengo en común, no solo objetivos, sino también medios para la concreción de estos subjetivos. Influyo en otros hombres, y estos en mí. Podemos actuar juntos. El mundo de la vida cotidiana es aquella realidad en la cual es posible la comprensión recíproca.El mundo de la vida cotidiana nos es dado como presupuesto. También hemos analizado exhaustivamente esta circunstancia. El ámbito de sentido de este mundo conserva el acento de realidad mientras nuestras experiencias prácticas confirmen su unidad y armonía. Se nos aparece como la realidad «natural», y no estamos dispuestos a renunciar a la actitud que se basa en ella, salvo que una especial experiencia conmocionante irrumpa en la estructura de sentido de !a realidad cotidiana y nos induzca a transferir el acento de realidad a otro ámbito de sentido. Ahora bien, ¿ cuáles son los rasgos esenciales del estilo de vivencia, o estilo de cogni-ción, que caracteriza al mundo de la vida cotidiana? Haremos una breve caracterización, resumiendo lo anterior y refiriéndonos a análisis más precisos, que aún falta emprender.

a. El estado de alerta es la forma de tensión de conciencia que caracteriza a la vida cotidiana, y se origina en los intereses de la atención plena (attention a la ufe).16

b. La epojé característica es la de la actitud natural, en la cual se

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suspende la duda en cuanto a la existencia del mundo externo y sus

Objetos. Se pone entre paréntesis la posibilidad de que el mundo pueda no

ser como se me aparece en la existencia cotidiana.1*c. La forma dominante de espontaneidad es la acción con sentido que se inserta en el mundo externo mediante movimientos corporales vivos.25

d. La forma específica de sodalidad se basa en la experiencia de otro semejante como dotado de conciencia, que comparte conmigo un mundo intersubjetivo de comprensión y de acción.26

e. La forma característica de la autoexperiencia tiene doble fundamento. Consiste en la posesión socialmente «condicionada» de individualidad, bajo varios aspectos de roles, y de la acción del ego «libre».27®/. La perspectiva temporal es la del tiempo estándar que se origina en el punto de intersección de la duración interna y el tiempo cósmico, como estructura temporal del mundo intersubjetivo.28

Ahora podemos describir las estructuras sociales, temporales y sociales de la experiencia cotidiana que se constituyen en este estilo de vivencia.

2. El ordenamiento espacial del mundo de la vida cotidiana

a. "El mundo al alcance efectivo *

La persona alerta en la actitud natural se interesa sobre todo en el sector de su mundo cotidiano que está a su alcance, y que se ordena espacial y temporalmente alrededor de él como centro. El lugar en que me encuentro, mi «aquí» concreto, es el punto de partida de mi orientación en el espacio. Es el origen del sistema de coordenadas dentro del cual las dimensiones de la orientación, las distancias y perspectivas de los objetos quedan determinadas en el campo que me rodea. Con respecto a mi organismo animado clasifico los elementos que me circundan baje las categorías de derecha, izquierda, arriba, abajo, delante, detrás, cerca, lejos, etc. Llamaremos al sector del mundo que es accesible a mi experiencia inmediata el mundo al alcance efectivo. Este abarca no solo objetos realmente percibidos, ',r>o también objetos que se pueden percibir mediante una observación atenta. El mundo a mi alcance

25 Véase cap. 5 [vol. II].26 Véase cap. 2, B, 5.27 Véase cap. 2, B, 6, y cap. 3, B, 4. .28 Véase cap. 2, B, 4.* Esta expresión debe considerarse equivalente a «mundo al alcance actual», como figura en la traducción de El prohlema de la calidad social y Estudios sobre teoria socit*!. {N. del E.)

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Iefectivo contiene, aparte de la orientación de este sector hacia la proximidad y la distancia, que está centrada en mi, un ordenamiento según las modalidades del sentido. A través de esto me son dados los Objetos de este sector. A este ordenamiento en el campo visual, en el campo auditivo —a decir verdad, en todo campo que esté al alcance— se superpone la identidad (presupuesta en la actitud natural) de las cosas vistas, oídas, etc. Sin embargo, las modalidades de la percepción son de una significación subjetiva mayor aún en el mundo al alcance efectivo, ya que, pese a esfumarse gradualmente en nuestra memoria, los objetos captados por el recuerdo según esas modalidades se hacen cada vez más vividos mediante tipificaciones insertas en contextos de significaciones que están socialmente objetivados o que tienen forma lingüística. Estos últimos, sin embargo, idealizan y anonimizan ampliamente las modalidades de sentido y las perspectivas de aprehensión que siguen obrando en la experiencia actual.29

b. El mundo al alcance potencial i. El

alcance recuperable

El mundo a mi alcance efectivo, el sector del mundo que es accesible en la experiencia inmediata, tiene una estructura fija y un sistema de coordenadas, y recibe sv. punto de referencia de la orientación hacia mi organismo animado. El contenido de este sector está sujeto a cambios constantes, que obedecen a los movimientos de mi organismo animado. Mediante estos, los estratos cercanos del campo se pierden en la distancia, mientras que los estratos distantes se acercan. No hay, en definitiva, ninguna diferencia entre el mundo a mi alcance efectivo y el sector de aquel que hace un momento estaba a mi alcance efectivo. Salgo de mi habitación y comienzo a alejarme de este sector que hasta hace un momento se hallaba a mi alcance efectivo. En la calle, recuerdo que dejé un libro sobre la mesa. El libro estaba antes a mi alcance; ahora ya no lo está. Trasciende mi alcance efectivo, pero en este caso peúenece a mi experiencia de esta trascendencia, y por ello está dentro de mi alcance recuperable. No tengo más que volver a mi habitación, y tendré entonces una elevada probabilidad (para casi todos los fines prácticos de la vida cotidiana, podemos decir que tenemos la certidumbre) de volver a encontrar en ella la mesa y el libro de los que acabo de separarme; los encontraré, en verdad, tal como los dejé. La casa en que vivo seguirá en pie (a menos que un incendio la haya consumido), la mesa estará junto a la ventana (a menos que alguien la haya movido) y el libro estará sobre ella (a menos que alguien se lo haya llevado). Estos supuestos son, naturalmente, ejemplos del supuesto básico de la constancia de la estructura del mundo, o de la idealización de la vida cotidiana del «y así sucesivamente».30 Por lo tanto, ceteris paribus establezco que el sector que antes se hallaba a mi alcance efectivo es constante o constantemente modificable. Además, sé que debo llevar a cabo solamente tales o cuales movimientos, tomar tales o cuales medidas, para poner de nuevo ese sector a mi alcance efectivo. Presupongo que puedo llevar a cabo tales movimientos, tomar tales medidas, sobre la base de la segunda idealización del mundo de la vida: «puedo volver a hacerlo».2® Las experiencias sedimentadas en mi acervo de conocimiento dan cuenta de las acumulaciones empíricas de recuperabilidad: no tengo más que dar la vuelta, y en cinco minutos estaré otra vez en mi casa; para poder trepar a una montaña de 3.000 metros de altura debo sobrellevar un largo y penoso entrenamiento.

29 Véase cap. 3, C, 2.30 Ibid.

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Los sectores del mundo que estuvieron solamente una vez a mi alcance se ordenan superponiéndose imperceptiblemente al ámbito universal del mundo que está a mi alcance recuperable. A través de mi experiencia, estoy más o menos fami);arizado con el ámbito universal. En verdad, trasciende el sector que está actualmente a mi alcance efectivo; pero esta experiencia de trascendencia presenta una experiencia del mundo de la vida cotidiana, la de la trascendencia de un conocido, de un confidente.

ú. El alcance asequible

Tal como la zona de recuperabilidad del mundo al alcance potencial tiene el carácter temporal del pasado (recordado), otra zona se caracteriza por el carácter temporal del futuro. Llamaremos al mundo que nunca estuvo a mi alcance, pero que puede estarlo, el mundo a mi alcance asequible. Mi supuesto de que, en principio, puedo poner a mi alcance el mundo, incluso los sectores de él que todavía desconozco, también se apoya (en general) en la idealización del «y así sucesivamente» y el «puedo volver a hacerlo». Aquí surgen, sin duda, varios problemas. La expectativa fundamental de que puedo poner a mi alcance cualquier sector del mundo que me plazca se ordena empíricamente, no solo según grados subjetivos de probabilidad, sino también según grados de capacidad física, técnica, etc. Mi posición en un tiempo y una sociedad particulares forma parte de esta última limitación. (Un ciudadano de la Edad Media no podía viajar a China sino con enormes dificultades y mucha pérdida de tiempo. Hoy puedo volar a Hong Kong en un día. Mí« hijos tal vez puedan viajar a la luna. No puedo escalar la ladera norte del monte Eiger, aunque otro sí puede, pero quizá yo también podría s i . . . , etc. Todos estos son ejemplos de variaciones en las posibilidades técnicas.) Además, hay que tomar en cuenta mi situación biográfica, los planes

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y jerarquías de planes que se desprenden de ella y las probabilidades subjetivas asociadas a la misma. (Yo podría volar a Hong Kong, pero que lo haga es improbable para mi.)También estoy familiarizado en grado diverso con el mundo al alcance asequible. En todo caso, estoy familiarizado con el conjunto de tipos aplicables por experiencias anteriores sedimentadas en mi acervo de conocimiento. Conozco los Alpes Dolomíticos, pero no la Sierra Madre de México. No obstante, he leído en alguna parte que presentan definidas semejanzas. Conozco el paisaje pluvial subtropical del sur de Estados Unidos, pero no el del Amazonas, etc.Puede concluirse de lo que hemos dicho que las perspectivas de recuperabilidad (o asequibilidad) que corresponden a las dos zonas de alcance potencial no son equivalentes en modo alguno. Precisemos esto con respecto a la dimensión temporal del ordenamiento espacial. En cuanto concierne a la primera zona de potencialidad. debemos tener presente que aquello que ahora tiene la perspectiva de ser un alcance fácilmente recuperable para mí estaba antes a mi alcance efectivo. Mis actos y experiencias anteriores pertenecían al mundo a mi alcance anterior. Por otra parte, están ligados a mi actual estado de conciencia, el cual es lo que es únicamente porque la realidad que ahora es pasado fue una vez mi presente real. La expectativa de tener nuevamente a mi alcance un mundo que fue una vez presente real se funda en los recuerdos de las vivencias «exitosas» que ya he tenido. Las perspectivas de recuperabilidad son, por consiguiente, máximas, ceteris paribus. Mediante la anticipación, la segunda zoúa de potencialidad se basa en mis estados futuros de conciencia. Esta zona está ligada a mis vivencias pasadas, no de manera direcV, sins 'do de modo tal que mis expectativas se originan en mi acervo de conocimiento, que contiene vivencias sedimentadas. Sobre esta base, pusdo considerar las perspectivas de los actos planeados por mí y estimar mi capacidad para alcanzar uno u otro fin. Es evidente que esta segunda zona de potencialidad no es homogénea en modo alguno, sino que está ordenada en subniveles que tienen diversas perspectivas de asequibilidad. Las perspectivas disminuyen típicamente en relación con la creciente distancia espacial, temporal y social de los respectivos subniveles, desde el centro de mi mundo realmente actual.

iii. Un indicio de la dimensión social del ordenamiento espacial

El mundo que está al alcance efectivo de mi semejante se diferencia mucho, pero no totalmente, del mundo que está a mi alcance efectivo. Sobre la base de mi acervo de conocimiento presupongo, en la actitud natural, que todo el sector del mundo al alcance efectivo de otros puede estar a mi alcance efectivo mediante un cambio de ubicación. También aquí surgen problemas especiales de capacidad: aunque yo podría ver «naturalmente» desde su ubicación lo que él ve ahora, no puedo hacerlo porque, por ejemplo, soy miope. Por lo tanto, aunque en términos estrictos los mundos a mi alcance efectivo no son idénticos a los suyos, los sectores se superponen tanto que puedo, en la actitud natural y para todos los fines prácticos, hablar de un mundo circundante común. Nuestras biografías, empero, son diferentes. Sectores del mundo que antes estaban a su alcance, y que ahora están a su alcance recuperable, pueden estar al alcance meramente asequible para mí, y viceversa. Lo que es asequible para mí puede ser asequible en principio para él, pero (considerando las graduaciones de probabilidad subjetiva y de capacidad) probablemente él no acceda a ello. Naturalmente, lo mismo es válido para mí.Además, estas graduaciones del alcance efectivo, recuperable y asequible no solo apuntan a mi mundo y al suyo, sino también a) mundo de una tercera persona, y finalmente, al de <cada uno». Un sistema de ordenamientos

espaciales se extiende así sobre los diversos estratos del mundo social. Este sistema es un aspecto importante de las relaciones sociales. Entra en la diferenciación de intimidad y anonimía, de extrañeza y familiaridad, de proximidad y distancia social (mi esposa y yo, que no compartimos los mismos paisajes de la infancia; mi amigo de la infancia, que fue mi vecino durante diez años; una persona de un pueblito norteamericano con quien no tengo trato directo, pero con quien, comparto una patria, a la que encuentro en Budapest, etc.). Por otro lado, al mismo tiemvo, la diferenciación social según ia intimidad y la anonimía, etc., es un aspecto importante de la experiencia subjetiva de l<t organización espacial de1 mundo de fe vida, cualesquiera que sean las evidencias que surjan, incluso, de una ulterior explicación de los ejemplos mencionados (patria, país extranjero). En el nivel más alto de anonimía social y, al mismo tiempo, de objetividad», se constituye un mundo que es potencialmente accesible a todo aquel que <esté dispuesto y sea apto y capaz».Digamos finalmente, como anticipación, que la estructura formal de la asequibilidad y la recuperabilidad es válida en general para las vivencias subjetivas del mundo social, con total independencia de los aspectos del ordenamiento espacial. Por ejemplo, la recuperabilidad de una relación de amistad con un amigo de la infancia a quien no he visto durante tal o cual período tiene probabilidades específicas más o menos buenas; también las tiene la asequibilidad de cierta relación con el amigo de mi amigo a quien no conozco; hay probabilidades específicas para la asequibilidad de ciertas re-laciones con un granjero cuando yo mismo soy granjero, con historiadores cuando yo soy sociólogo, etc.

3. Zonas de operación•

Este análisis nos ha conducido a problemas referentes al ordenamiento espacial como tal, y que no solo afectan a la estratificación temporal del mundo de la vida, sino también a la estratificación

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joda]. De estas estratificaciones nos ocuparemos en las secciones siguientes de este capitulo. Ante todo, sin embargo, pasaremos a describir una zona que se constituye originariamente en el mundo al alcance. Esta descripción nos conduce nuevamente a los problemas de la acción, que no serán examinados exhaustivamente hasta un capítulo posterior.34

En el mundo al alcance hay una zona en la que puedo influir mediante la acción directa. La denominamos zont de operación. Corresponde a G. H. Mead el mérito de haber analizado la estructura de realidad de los Objetos materiales en relación con la acción humana y, sobre todo, la manipulación de tales Objetos. Lo que llamó la zona manipulativa presenta el meollo de la realidad. Abarca aquellos objetos que pueden ser tocados y vistos, en contraste con la zona de las cosas distantes, que no pueden ser experimentadas por el contacto corporal vivo, pero que están dentio del campo de la visión. Solo la experiencia de objetos materiales en la zona manipulativa nos ofrece la «verificación fundamental de toda realidad», a saber, la experiencia de la resistencia. Solo esta define el «tamaño normal» de cosas que, fuera de la zona manipulativa, aparecen con las deformaciones de las perspectivas ópticas.31

La teoría de Mead, según la cual la zona manipulativa presenta el meollo de la realidad del mundo de la vida, concuerda con nuestra interpretación.2® No debe exagerarse, por supuesto, la distinción que hace Mead entre las zonas manipulativa y distante. Esta distinción tiene gran importancia, en verdad, para el análisis del origen de la experiencia Objetiva, pero no para nosotros. En la descripción de la actitud natural y plenamente alerta del adulto normal nos interesa la experiencia Objetiva. Esto se debe a que dicho adulto tiene a su disposición un acervo de experiencia al cual pertenece la categoría de distancia, y el conocimiento presupuesto de que es posible superar la distancia mediante actos, a saber, cambios de ubicación encaminados a un fin. Dentro de 1? actitud natural, la percepción visual de una cosa distante es inmediatamente vinculada con la expectativa de que esa cosa distante pueda entrar en la zona de proximidad manipulativa mediante un cambio de ubicación. También tiene la expectativa de que corl ello desaparecerán las perspectivas deformadas de los Objetos, y se podrá establecer su tamaño normal. Esta expectativa automática puede cumplirse o no posteriormente (un niño, por ejemplo, puede tratar de tocar las estrellas con la mano) ; pero, para adultos en la actitud natural, las expectativas de este tipo no son sino una inversión del proceso por el cual los objetos de la zona de operación se vuelven distantes al ser inspeccionados y apreciados en todas sus partes. Esta experiencia se extiende a objetos de un «tipo similar», que aún no han sido inspeccionadas y tocados y que se me enfrentan inicialmente como cosas distantes. Naturalmente, aun entre los adultos surgen tipificaciones falsas, aunque acordes con las experiencias anteriores acumuladas en el propio acervo de conocimiento. Querer tocar las estrellas es, por supuesto, una tipificación falsa del niño (más o menos de este tipo: puedo tocar cosas relucientes, como, por ejemplo, esas que cuelgan del árbol de Navidad).Es evidente que el mundo a mi alcance, que incluye mi zona de operación, cambia debido a mis cambios de lugar. Mediante los movimientos de mi organismo animado transfiero el centro Ó de mi sistema de coordenadas a O', y esta circunstancia basta por sí sola para alterar el valor de las coordenadas que corresponden al sistema. Aqui debe hacerse una distinción: los desplazamientos del mundo a mi alcance son típicamente variables. Esta circunstancia debe atribuirse en parte a las peculiaridades de la percepción vi-

31 Véase George H. Mead, Philosophy of the Present, Chicago, Open Court, 1932, pág. 124 y sigs.; Philosophy of the Act, Chicago, Open Court, 1938, págs. 103-06, 121 y sigs., 151 y sigs., 190-92, 196-97, 28284.

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sual : lo que era un trasfondo se convierte en una figura; vuelvo la cabeza y un panorama se despliega ante mi. En parte, sin embargo, debe atribuirse a la división que establecen las modalidades de percepción a través de las cuales se me presenta el mundo al alcance: cruzo el puente y veo «agrandarse» el bosque delante mío, mientra? oigo disminuir el rumor del arroyo, etc. En comparación, mi zona propia de operación se halla más estrechamente circunscrita, y % constituye en el entrelazamiento de cinestesias y locomociones. Si me alejo un paso más, ya no puedo alcanzar "I libro (el vaso, el cable del ancla, etc.). Si una pelota se me escapa por una pendiente, debo correr tras ella. Si lucho contra un enemigo, unos pocos pasos lo ponen fuera del alcance de mis manos, mi cuchillo, mi lanza o mi arco. Así, los límites de la zona de operación propiamente dicha son, dentro de la vivencia subjetiva, por así decir, más asibles, más nítidamente delineados, «más importantes». Pero el último ejemplo indica cierta artificialidad en la definición de la zona de operación, y debemos aseguramos de que hablamos de una zona de operación propiamente dicha. Con ese adjetivo no quisimos, por supuesto, distinguir una zona verdadera de una zona falsa de operación, sino más bien señalar una zona genéticamente (biográficamente) originaria, donde la acción tiene lugar sin mediación y es confirmada por resultados inmediatos (inclusive resultados falsos). Pero cuando, en el ejemplo mencionado, hablamos primero de manos, luego de un cuchillo, etc., ya habríamos transpuesto, acaso imperceptiblemente, los límites de tal ámbito originario de operaciones. Es que el niño, poco despues de aprender a caminar y a coordinar sus manos en una conducta dirigida hacia un fin, aprende también a utilizar herramientas, incluyendo cucharas, sillas, etc., en sus intentos de llegar a lo alto de la cómoda. La zona primordial de operación del niño, Estrechamente limitada, se amplía a pasos agigantados, hasta llegar a los limites tecnológicos establecidos por el acervo vigente de conocimientos de la sociedad.Esta observación nos lleva al siguiente problema, estrechamente relacionado con el anterior y que se desprende de nuestra primera definición de la zona de operación como el ámbito de la acción inmediata. Vivimos en una época en que, per ejemplo, las computadoras han extendido enormemente nuestras posibilidades de acción en cuanto a distancias, cantidades y resultados. Además, esto es válido también para el mundo al alcance: puedo hablar por teléfono, seguir en la televisión acontecimientos que ocurren en otros continentes, etc. Es obvio que, mediante el desarrollo tecnológico, se ha producido un salto cualitativo en el dominio de la experiencia y una ampliación de la zona de operación. Es un verdadero salto, y está vinculado con la linea de invenciones como el arco y la flecha, las señales de humo, la pólvora, etc. En definitiva, esto tiene que ver con las cuestiones referentes al carácter no mediato y mediato de la acción y la experiencia en general; pero no queremos adentramos todavía en estos asuntos. Es útil, por supuesto, establecer una distinción entre la zona primaria de operación (el ámbito de la acción no mediata y, de modo correspondiente, el mundo primario al alcance) y la zona secundaria de operación (y el correspondiente alcance secundario), que se funda en la zona primaria y que ha'la sus límites en las condiciones tec-nológicas vigentes en una sociedad. Con respecto a las zonas secundarias de operación (y los alcances), es necesario también di:- lin^uir entre lo que es posible en virtud de la condición del conocimiento tecnológico de la sociedad y lo que obedece al factor de la extensión de la operación (y del alcance) que es típicamente accesible y utilizablc por personas típicas en la vida cotidiana. La? estructuras sociales tendrán una distribución típica de las perspectivas de acceso a lo presupuesto, lo ocasiona', lo que en casos excepcionales es el estricto control institucional del uso del factor extensional. Este factor debe ser tenido en cuenta en el análisis empírico del mundo lie la vida del esquimal, del norteamericano moderno, etc., aunque no sea necesario hacerlo en el análisis formal de la estructura del mundo de la vida en general.

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Puede decirse ahora que las partes del mundo primario a mi alcance que no pertenecen a la zona primaria de operación la trascienden. Presentan un ámbito de posible operación respecto del cual la posibilidad es típicamente mayor que la del mundo actualmente fuera de mi alcance. Además, le corresponden graduaciones de capacidad que están asociadas con graduaciones de recupera- bilidad y asequibilidad. En contraste, la relación entre zonas secundarias de operación y alcances secundarios es menos simple. Hay intersecciones y superposiciones (que también deben ser entendidas históricamente) entre la zona secundaria de operación y el alcance secundario, mientras que la zona primaria de operación está siempre inserta en el mundo primario al alcance. Podemos bombardear con cohetes la Luna, visible todas las noches, pero no las estrellas fiias, a las que vemos «exactamente del mismo modo».4. El ordenamiento temporal del mundo de la vida cotidiana

a. El tiempo del mundo i. Finitud y

duración del mundo

Guando describimos la trascendencia del mundo al alcance efectivo por el mundo al alcance potencial, nos interesaba principalmente el aspecto espacial de esta trascendencia,32 pero ni siquiera entonces pudimos evitar anticipar sus aspectos temporales, porque se trata básicamente de un problema de alejamiento y acercamiento: el mundo antes al alcance efectivo (el libro sobre la mesa en mi casa), del cual me he apartado (al alejarme), trasciende el mundo al alcance efectivo (la calle por donde camino) hacia el cual me he vuelto (miro las vitrinas). Pero en cualquier momento y por motivaciones diversas puedo volver al mundo que estaba a mi anterior alcance efectivo (veo la vitrina de una librería y recuerdo que quería comprar un libro para mi amigo, y en mi recuerdo ubico el libro todavía en mi casa, sobre la mesa). Ahora el mundo a mi anterior alcance efectivo ya no está a mi alcance. Sin embargo, es el tema de mi actual actividad consciente, en la forma del recuer-do y la anticipación: .el libro aún está sobre la mesa. Ya hemos examinado las idealizaciones que fundan esta previsión. En tales acercamientos y alejamientos motivados, fijo sectores del mundc que trascienden mi alcance efectivo (y cuya simultaneidad con mi duración interior no experimento directamente) como permanentes. Así, esta vivencia cotidiana de trascendencia ya no solo concierne al mundo como extensión, sino también como duración. La vivencia de trascendencia implicada en el sueño posee un fundamento temporal aún más inequívoco. Mediante una alteración radical de la tensión de conciencia, me aparto del mundo cotidiano intersubjetivo. Me concentro en las actividades de conciencia que están dirigidas hacia el «mundo», y la corriente de conciencia fluye pasivamente (el problema de las actividades oníricas, que planteamos en el análisis de los ámbitos de estructura finita de sentido, queda aquí sin resolver). A! despertar, mis actividades de conciencia comienzan allí donde quedaron antes de que me durmiera. No nos ocuparemos aquí de las modificaciones por las cuales los procesos tienen lugar pasivamente en la duración interior.* Antes de dormirme, decidí que saltaría de la cama a la mañana temprano, tan pronto despertara. Ahora me enfrento con esa resolución (al margen de lo que haya soñado en el ínterin).En este sentido, me «encuentro» a la mañana tal como «quedé» la noche

32 Véase cap. 2, B, 2, b, ».* Inner duration; en trabajos anteriores, Schutz empleó inner time (tiempo interior) como sinónimo de la dur/.e íirrpsoniana; véase, por ejemplo. El problema de la realidad social, pág. 204 de la versión castellana. (N. del E.)

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anterior. Al principio, parece que estoy nuevamente vinculado con el tiempo de mi vida de vigilia que se «interrumpió» anoche; pero entre mi alejamiento del mundo de la vida cotidiana y mi reciente retomo a él, «el tiempo no se ha detenido». Ha amanecido. Experimento el mundo como si este hubiera envejecido (ayer era domingo, hoy es lunes). Vivo el tiempo dd .mundo como trascendiendo «mi tiempo». Esta vivencia de trascendencia, aunque cotidiana, concierne al mundo en general en su estructura temporal. La trascendencia del tiempo del mundo puede ser experimentada en el alejarse hacia el sueño y el retomo a la vigilia, sin alusión a la existencia de semejantes. No ocurre así en la experiencia, similar en otros aspectos, de trascendencia del tiempo del mundo que se origina esencialmente en la reflexión dentro del mundo intersubjetivo. Precisamente porque puedo remontarme en la corriente de mi conciencia hasta vivencias bien circunscritas y recordar un primer «este», un primer «aquel», con ello no capto reflexivamente un «comienzo absoluto». Se me ha dicho que he nacido. Lo «sé». Puedo también ubicar mi nacimiento sobre la base de un silogismo que depende de mi conocimiento (todos los hombres nacen, yo soy un hombre; por lo tanto he nacido). No puedo ubi-car mi nacimiento en mi duración interior, aparte de las antinomias que de ello resultarían. Puedo deducirlo solamente como un «retorno» original a un mundo que lo trasciende y es independiente de él. Puedo hacer esto conmigo mismo, al igual que con mis semejantes, las naciones, las estrellas fijas, etc., y »n verdad, de acuerdo con un conocimiento que entraña mayor o menor certidumbre. En la actitud natural, dentro de la cual no reflexiono sobre las condiciones de mi conocimiento, es obvio para mí que el mundo existió antes de mi nacimiento, así como sé que existió antes del. nacimiento de mis hijos y como no dudo de que existió antes del nacimiento de mi bisabuelo.La expectativa de mi muerte como una partida definitiva (del mundo de la vida) también surge de mi existencia en el mundo intersubjetivo. Otros envejecen, mueren, y el mundo continúa (y yo en él). En verdad, una de mis experiencias básicas es que yo envejezco. Envejezco; por ello sé que moriré y sé que el mundo continuará. Sé que mi duración tiene límites. El sistema de significatividades de la actitud natural deriva de los múltiples sistemas mutuamente entrelazados de esperanza y temor, deseos y satisfac-ciones, azares y riesgos que inducen a los hombres a dominar su mundo de la vida, a superar obstáculos, a trazar planes y a llevarlos a cabo.

íi. El curso fijo del tiempo del mundo y «lo primero es lo primero»

El conocimiento de la finitud resalta sobre el telón de fondo de la experiencia de la continuidad del mundo. Este conocimiento

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es el momento fundamental ae todos los proyectos dentro del marco' de un plan de vida, y es determinado a su vez por el tiempo del mundo de la vida. También otros momentos vinculados con lá! estructura del tiempo del mundo de ia vida entran en la realización de proyectos concretos, en la conducción cotidiana de la vida, oomo factores determinados. La estructura del tiempo del mundo de la vida se construye allí donde el tiempo subjetivo ,del flujo de conciencia (de la duración interior) se interseca con el ritmo del cuerpo como «tiempo biológico» en general, y con las estaciones como tiempo del mundo en general, o como calendario o «tiempo social». Vivimos en todas estas dimensiones simultáneamente, pero dado que no existe ninguna congruencia absoluta (ninguna simultaneidad, por así decir) entre los sucesos de estas dimensiones, tenemos como inevitable resultado de esta incongruencia el fenómeno de la espera. Este significativo fenómeno, sumamente ignorado por la filosofía, la psicología y las ciencias sociales, fue investigado por Bergson.33

Si quiero preparar agua con azúcar, debo esperar hasta que el terrón se disuelva. Mi comente de conciencia fluye con independencia de la sucesión de acontecimientos naturales cuyos resultados debo esperar. Carrel y Lecomte de Noüy analizaron un aspecto del tiempo biológico: el proceso de curación de las heridas.34 También aquí hay que esperar. La mujer embarazada debe esperar hasta el momento del parto. El granjero debe esperar hasta la época adecuada para sembrar o cosechar. En la espera, encontramos una estructura temporal que se nos impone. No solo se nos impone 1? incongruencia de las diversas dimensiones temporales (cuyo correlato subjetivo es la espera), sino también una estructura Objetiva de simultaneidad y sucesión que está fuera de nuestra influencia. La posibilidad de concretar una serie de planes, de emprender acciones y de tener experiencias, ya está muy limitada por el tiempo solamente. Puedo hacer una cosa, y tal vez otra más, pero no una tercera, todas al mismo tiempo. La sucesión de acontecimientos del mundo exterior se me impone en mi ritmo corporal y en el calendario social. Debo posponer una cosa y dar prioridad temporal a otra. No solo debo planificar mis actos y decidir entre alternativas diversas de acuerdo con una jerarquía ds valores, sino que debo también ordenar el curso temporal de ¡mis asuntos según sus grados de urgencia. Puesto que a estas jerarquías de valores se les asigna un rango subordinado al curso del día (tal como, en verdad, están condicionadas por la finitud eri general), los grados de urgencia son aspectos de la reali- zabilidad de decisiones valorativas dentro de la estructura cotidiana impuesta de temporalidad. Primero debo ocuparme de este asunto (que en otros aspectos no tiene importancia, es subordinado) para poder pasar luego a algo más significativo (debo afei-

33 [H. Bergson, Creative Evolution, ¿* trad. al inglés por Arthur Mitchdl, Nueva York, Modcrn Library, 1944, págs. 12-13.]34 Véanse Alexis Carrel, Man the Unknown, *r<¡ Nueva York, Harper, 1939; reimpreso en Nueva York, MacFadden-Bartell, 1961, y Lecomte du Noüy, Human Destiny, «*» Nueva York, McKay, 1947.]

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tarme, y por eso tengo que esperar primero a que el agua se caliente, antes de ir a una conferencia cuyo resultado puede ser decisivo para mi vida). Todos los interludios, actos parciales, etc., «sin importancia», que puedo dejar de lado, por ejemplo, en mis ensueños, son elementos necesarios de mi vida en situaciones cotidianas en las cuales la naturaleza y la sociedad, incluyendo su estructura temporal, me ofrecen «resistencia». No puedo saltar por encima de mi sombra, aunque puedo saltar por encima del lugar donde yace mi sombra. No puedo hablar .claramente con la boca llena. Antes de llegar al lugar a donde me dirigía mentalmente, debo entrar en el automóvil, ponerlo en marcha y hacer cien o más movimientos. Debo afeitarme y anudar mi corbata. El curso fijo, impuesto, de estructura temporal, suministra un plan j>ara el día junto al plan de vida determinado por mi finitud. Este plan para el día sólo está determinado de manera mediata por la jerarquía de planes que mi finitud condiciona, pero depende inmediatamente del principio que dice «lo primero es lo primero», el curso fijo de los sucesos en la existencia cotidiana.

iii. Tiempo del mundo y situación

Podemos decir que el tiempo del mundo se experimenta como la trascendencia de mi finitud, y que esta experiencia se convierte en el motivo fundamental del plan de vida. Podemos decir, además, que el curso fijo del tiempo del mundo se expresa en las leyes estructurales de sucesión y simultaneidad en la realidad cotidiana del

* :nu!iüo de la vida, y se convierte en el motivo fundamental del plan del día. Es obv’o que la finitud y el curso fijo del tiempo, el plan de vida y*el plan cotidiano, están vinculados. En la actitud natural, la finitud y el curso fijo del tiempo son experimentados como impuestos e inevitables, como el límite dentro del cual es posible nuestra acción, como estructura temporal básica de la realidad propia, de los antepasados, semejantes y sucesores.El tiempo del mundo, sin embargo, se experimenta como irreversible. Envejezco, y no puedo rejuvenecer. La Revolución Francesa nunca podrá volver a suceder. «Lo mismo», cuando sucede por segunda vez, ya no es un primer acontecer de «lo mismo», sino un segundo acontecer. En verdad, la actitud natural contiene una d'stinción entre el carácter histórico de la natuialeza y el del mundo del hombre. Con referencia a este, las concepciones natural-relativas del mundo difieren mutuamente en otros aspectos. En verdad, se las puede señalar por la certidumbre del eterno retorno aun de sucesos humanos. Sin embargo, el mundo social se expe-rimenta fundamentalmente como histórico, en todos los grados lingüística y culturalmente dados de diferencias entre el mundo de los hombres y el de la naturaleza. Esto es así exclusivamente sobre la base de la experiencia subjetiva de L* sucesión de generaciones (abuelo, padre, hijos). Huelga decir que no es necesario vincular esto en modo alguno con una conciencia reflexiva de la historia,

tal como es más o menos determinante en el pensamiento occidental (nalural-reiativo). Nacido en una familia, yo sé que mi abuelo vivió en «otro tiempo»; sé que la «Edad de Oro», la ¿poca de loj fundadores de la raza, de la caída del hombre, la «Edad Media», etc., han quedado muy atrás. Se me impone que nací en esta época y no en otra. Vivo también esto como un momento temporal fundamental de mi situación histórica. Sé, asimismo, que mis semejantes son afectados conjuntamente por él: no solo son mortales como yo e incapaces de estar en dos lugares simultáneamente, sino que también ellos han nacido en una situación histórica particular. Todos estos son elementos temporales inmodifica- bles de la existencia fáctica del mundo de la vida, pero con una importante diferencia. La finitud y el curso fijo de la temporalidad son tan inmodificables como invariables pero, mientras que la situación histórica de la existencia particular del individuo es, como tal, inalterable, hay una situación histórica diferente para mí, otra para mi bisabuelo y otra para mis hijos.Hemos descrito, entonces, tres aspectos de la temporalidad del mundo de la vida: permanencia/finitud, el curso fijo de la temporali- dad/«lo primero es lo primero», e historicidad/situación. Hemos destacado que la finitud y el curso fijo de la temporalidad y la situación son elementos inalterables, impuestos a la existencia fáctica del mundo de la vida. Dentro de la estructura fundamental que se me impone, dentro de los «límites» inalterables de mi experiencia y mi acción, y finalmente, motivado por mi finitud, me esfuerzo, supero las fuerzas «que se me oponen, actúo. Para mí, los «límites» inalterables (acerca de los cuales casi nunca rafiexiono en la actitud natural, puesto nuc en los sucesos cotidianos no hay, en general, motivo para ello) constituyen la base presupuesta de mis acciones. Al describir la zona de operación^ hemos examinado ya la estructura de mi inserción en el mvndo circundante y su al-i teración por mi acción, aunque desde el punto de vista de la zona en la cual puedo real y activamente insertarme. Ahora podemos ampliar ese concepto y hablar de un ámbito de lo factible en general, que ha sido construido en el acervo de mi conocimiento a partir de mis experiencias en zonas anteriormente reales de operación. Ese ámbito de lo factible halla su limitación absoluta en la estructura ontológica inmodificable del mundo de la vida, especialmente en su estructura temporal. Este ámbito se encuentra también relativamente limitado por el estado tecnológico práctico del conocimiento de la sociedad en que he nacido (así como, de manera un tanto indirecta, por el conocimiento teórico, científico) y por mis experiencias anteriores. El ámbito de lo factible está aún limitado de modo inmediato por mi situación histórica y biográfica.

b. La estructura temporal de la esfera de alcance

Al analizar la esfera de alcance dijimos algo acerca de su estructura temporal; aquí nos limitaremos a una breve exposición.El mundo al alcance efectivo tiene esencialmente el carácter temporal del presente. Las experiencias efectivas se refieren, primero, al acervo vigente y a mano de conocimiento, que ha sido acumulado a su vez mediante sedimentaciones del pasado. En segundo término, las experiencias efectivas se refieren a sus horizontes, los cuales pueden ser, a su vez, efectivizados en pasos futuros de explidtadón.El mundo al alcance potencial tiene una estructura temporal mucho más complicada. El mundo al alcance recuperable se basa en el pasado, en aquello que estuvo antes a mi alcance y en lo que puede estar nuevamente a mi alcance efectivo (como presupongo sobre la base de las idealizaciones del «y así, sucesivamente» y el «puedo volver a hacerlo»). El cambio en el punto de intersección del sistema de coordenadas ha transformado mi anterior Aquí en un Allí. Con las idealizaciones que acabamos de mencionar, presupongo que el actual Allí (el anterior Aquí) puede ser transformado de nuevo en un Aquí actual. El mundo a mi alcance en el pasado tiene así el carácter de un mundo que puede ser efectivi- zado. De este modo, por ejemplo, mi anterior zona de operación también funciona, además, en mi presente, como una zona potencial de operación en el modo de un Allí. Y tiene, como tal, una perspectiva específica de recuperabilidad, que posee igualmente una dimensión temporal.Tal como la primera zona de potencialidad está dominada por el pasado, así también la

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segunda depende de anticipaciones del futuro. En mi alcance potencial se halla también el mundo que en ningún momento estuvo a mi alcance efectivo, pero que es postulado por la idealización del «y asi sucesivamente» como alcanzaba tarde o temprano. La instancia más importante de esta segunda zona es la zona de operación de mi semejante. Aunque estamos en una situación común (espacial, temporal y social), su zona de operación solo coincide parcialmente con la mía, o vez no coincide en absoluto. Para mi, su zona de operación está en el modo de un Allí, pero también sería una zona alcanzable (en el modo de un Aquí) si yo estuviera en su posición, circunstancia que puedo a mi vez lograr mediante un adecuado cambio de ubicación. G. H. Mead llega a una conclusión similar: «La realidad presente es una posibilidad. Es lo que sería si yo estuviera allí en lugar de aquí».35

Por consiguiente, podemos decir con cierta simplificación que la estructura de la esfera de alcance tieiie los siguientes correlatos temporales subjetivos: el alcance efectivo (la fase presente del flujo de conciencia, con su tema efectivamente presente y los horizontes explicables basados en el acervo de conocimiento) ; el alcance recuperable (la memoria); el alcance asequible (la expectativa).

35 «The Objective Reality of Perspectives», en Philosophy of the Pre sent, pág. 173.

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c. 'El'tiempo subjetivo

i. La; actualización temporal del flujo de conciencia

Hasta ahora hemos hablado de los correlatos subjetivos del tiempo del mundo. Ahora debemos referimos al tiempo subjetivo propiamente dicho, la duración interior y su articulación. ¿Hay, entonces, «unidades» temporalmente estructuradas del flujo de con-ciencia? Y si es así, ¿cómo se articulan? El problema que se debe abordar aqui está vinculado muy íntimamente con el problema de la estructura temporal (dada en la duración interior) del sentido de las experiencias. Esta vinculación ha sido advertida y examinada de manera independiente por tres filósofos que influyeron decisivamente en el estilo y el modo de interrogación de la filosofía moderna (Bergson, William James y Husserl). Aquí podemos ocupamos de esto solo en la medida en que tiene importancia directa para la descripción de la estructura temporal de la actitud natural; más allá de ello, remitimos al lector a la obra de esos tres filósofos.*1

La unidad del flujo de conciencia se apoya, como puso de relieve Husserl, en el carácter del tiempo como la forma de las vivencias. En la sucesión fija, un Ahora se transforma en un Ahora-re- ciente y se convierte en un Ahora-pasado. La fase efectiva de impresiones de una experiencia no es nada más que una fase límite de continuas retenciones y protenciones. Toda vivencia efectiva tiene necesariamente un horizonte de pasado y un horizonte de futuro. Este útimo se llena con vivencias anticipadas tipificado- .ras. Las anticipaciones son confirmadas o refutadas en el curso de ser transformadas en la fase de impresiones. Como tales, llevan nuevas anticipaciones y se convierten inmediatamente en retenciones, puesto que las suceden nuevas fases de impresiones.*2 Un principio universal de la conciencia es, como lo demostró Husserl, que en mis actos conscientes «vivo» atento a sus Objetos in-tencionales. no a los actos mismos. Es así que, para captar esos actos, debo atender a ellos reflexivamente; es decir, necesariamente post hoc. Como dice Dewey, debe «detenerme y pensar».*3 Al reflexionar, ya no soy arrastrado por el flujo de conciencia; no «vivo» en las fases realmente presentes como tales. En cambio, me coloco «fuera de ellas» y miro «hacia CLtrás». Quizás esa forma de expresión puede ser mal interpretada. No hay ninguna «ribera» extratemporal en la cual vo pueda salvarme de ser arrastrado por la corriente de conciencia. Mientras atiendo reflexivamente a las

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fases pasadas o «un a las que son un presente reciente, permanezco «en» kt comente; la duración interior es continua, y los actos reflexivas mismos tienen una estructura temporal dentro de aquella. Todo intento de traducir los fenómenos del tiempo interior a expresiones espaciales es engañoso, como lo indicó claramente Bergson.*4 Con esta reserva, sin embargo, la frase de Dewey puede ayudar a dilucidar la estructura temporal de la constitución de sentido de las experiencias. El sentido de una experiencia no es inherente a ella «como tal», sino que le es conferido en una atención reflexiva.Hay dos modos diferentes de «captar» el sentido de experiencias pasadas. Todas las experiencias se constituyen originariamente, paso a paso, en la duración interior (politéticamente, como dice Husserl refiriéndose a este proceso) .** En la observación reflexiva puedo, entonces, comenzar a ejecutar en la conciencia efectivamente presente este proceso politético de construcción. Puesto que todas las experiencias se caracterizan por una constitución politética, puedo, en principio, por consiguiente (para captar el sentido de toda experiencia), realizar reflexivamente la construcción politética de esa experiencia en reflexiones posteriores al hecho. Puedo hacerlo, al menos en condiciones ideales. Por otro lado, debo hacerlo, si quiero tratar de captar el sentido de esas experiencias cuyo sentido está contenido esencialmente en la estructura politética de sus elementos en la duración interior, vale decir, las experiencias de los llamados Objetos temporales. Cuando se trata del sentido de un tema musical, de un poema, etc., debo llevar a cabo politéticamente, después del hecho, lo que se ha construido politéticamente. En verdad, puedo enunciar el «contenido» de un poema en pocas (o en muchas) palabras; pero no puedo captar su verdadero sentido sin atravesar ahora, efectivamente, las fases polltóticas. Para captar el sentido de una composición tengo que reproducirla, por lo menos en mi interior, desde el primero hasta el último de los compases.Con las experiencias que no se refieren a Objetos temporales, puedo en verdad proceder de igual manera, pero no necesito hacerlo. Puedo captar el sentido de experiencias estructuradas politéticamente en un solo acto de aprehensión (o como dice Husserl, mo- notéticamente). Las experiencias relacionadas con el conocimiento formal, tal como el pensar, sobre todo en su sentido estricto, ofrecen importantes ejemplos de ellos.38 La distinción entre captación politética y captación monotética del sentido de las expe-riencias será además de gran importancia para la descripción de la constitución del acervo de conocimiento y su transmisión por la

sociedad, como también para el análisis de la comprensión de los actos de los semejantes.*7

Sin embargo, la distinción ya es importante en este punto, puesto que nos conduce a un asunto esencial referente a la articulación temporal de la conciencia. Hay limites para la posibilidad de resolver continuamente el sentido de una experiencia que puede ser captada monotéticamente en pasos politéticos separados. Una peculiaridad de nuestra conciencia es que sus vivencias no sean ilimitadamente divisibles. Como lo señaló Bergson, la duración interior no puede ser escindida en unidades cuantitativamente homogéneas. En verdad, ciertos fenómenos espaciotemporales resisten un análisis espacializado. Si postulamos que un movimiento esencialmente unitario es lo mismo que un espacio medido, entonces, en efecto, la flecha nunca llegará al blanco, Aquiles nunca vencerá a la tortuga. Las «unidades» de la duración interior no son unidades de medida homogéneas, como se las concibe cuando se las aplica a la extensión y, análogamente, a la «extensión» del tiempo del mundo. Son más bien unidades de articulación temporal difíciles de describir en un lenguaje aprisionado en modos espaciales de expresión. Este problema fue advertido también por Wi- lliam James, quien utilizó la afortunada comparación con el vue lo de las aves y habló de «planos de vuelo y lugares de reposo» 36 para la conciencia.Así, la cuestión de la articulación temporal no puede referirse a las unidades estructurales

36 W. Jamej, Principies of Psychology, vol. I, cap. IX.

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homogéneas de una «extensión» temporal. En cambio, concierne a la exhibición de los marcos temporales de referencia que son la base de la constitución en la conciencia de experiencias bien circunscritas y de nuestra captación de su sentido. Dicho de manera concisa, las «unidades» de la duración interior no son unidades «cuantitativas» homogéneas de sentido. Como ya heme: dicho, no hay experiencias aisladas autoconteni- das. Toda experiencia presente se relaciona con un contexto de experiencias, que consiste en experiencias pasadas, ya «separadas», y de expectativas más o menos abiertas de experiencias futuras. Por consiguiente, la experiencia que ahora se está acumulando realmente en el flujo de conciencia ya fue anticipada, en cierto modo, en fases anteriores de ese mismo flujo de conciencia. Na-turalmente, no es anticipada como esta experiencia específica que se expresa en toda su unicidad, pero se la anticipa, sin embargo, como una experiencia de tal o cual tipo. No interesa si, además de esto, las anticipaciones pasadas se confirman realmente o no. También el sentido de una experiencia «inesperada» (es decir, de una experiencia que refuta la anticipación pasada) se erige en contraste con la experiencia que fue prevista, pero que no tuvo lugar. El contexto de sentido original de mi experiencia, el contexto en el cual una experiencia se constituye como tal y no de otro modo, presupone la relación temporal entre la experiencia

actual, la experiencia pasada y la experiencia anticipada. Las idealizaciones del «y asi sucesivamente» y del «puedo volver a hacerlo», que ya han sido examinadas, pertenecen a la estructura de ese contexto de sentido temporal.No se pueden comprimir las experiencias en unidades que no tomen en cuenta este contexto. Cuando observo un pájaro en vuelo, no veo por separado ahora la fase y luego la fase a¡. Toda fade actual contiene retenciones de las fases recientes; y las retenciones de estas retenciones contienen a su vez retenciones de las fases recientes con respecto a ellas. Además, toda fase efectivamente presente contiene anticipaciones de fases continuas típicas. Bergson llamaba a esto la función cinematográfica de la conciencia.*• Una separación artificial del flujo de fases en «unidades» aisladas unas de otras, —las fotografías instantáneas, por así decir— desmembra el contexto de sentido. Este ejemplo de Bergson es relativamente simple, pero cabe ilustrar esta relación temporal en estructuras de sentido más complejas. La descripción del sentido de un tema musical o de una simple conversación podría servir de ejemplo. Es característico de ambos la sucesión fluida de fases de impresiones, en las que el comienzo (del tema, de la frase) es conservado re- tentivamente y se une a anticipaciones de compleción.Lo que hemos expuesto concierne a una caracterización universal de la vida de Ja conciencia, que no contiene elementos espaciotem- porales homogéneos y uniformes (como sostienen muchas escuelas de psicología). En cambio, se articula en «unidades» de duración interior que son unidades relaciónales. Los «cuantos» de la duración interior dependen de la retención, la impresión y la anticipación. Se ordenan una después de la otra en ritmos característicos, determinados por la tensión de conciencia que prevalece en ese momento. Constituyen la base mediante la cual se hacen posibles la' observaciones reflexivas sobre experiencias pasadas. El hecho de que las observaciones reflexivas sean, por un lado, motivadas, y el hecho de que la motivación, por otro lado, determine el ámbito de retrosDección, así como las «unidades» de sentido que «urjan de este modo, exigen ulterior examen. Por el momento, basta establecer que grados diversos de la tensión de conciencia (y. correlativamente, ámbitos diversos de realidad con estructuras finitas de sentido) tienen su ritmo característico, su «tempo» característico, de modo que estos determinan los «órdenes de magnitud» de vivencias subjetivas del tiempo.

ii. Acerca de la articulación biográfica

La articulación temporal del flujo de conciencia está determinada por la tensión de conciencia, que se modifica con las transiciones de un ámbito de realidad con estructura finita de sentido a otro, como también, en menor medida, con las transiciones de una situación a otra dentro del mundo de la vida cotidiana. Esto, sin embargo, solo nos dice algo acerca de las articulaciones del curso del día. Ciertamente, concierne por tal motivo a las estructuras temporales básicas de la duración interior, en la cual se constituye el sentido de dichas experiencias. Ahora debemos preguntamos, no obstante, si no existe un nivel de significación sobreimpuesto de la articulación temporal. ¿Cómo se inserta el curso del día, junto con sus articulaciones temporales, en el curso de la vida? ¿Cómo se constituye este sentido, con su alcance más amplio, y cómo llega a estratificarse temporalmente en las estructuras de sentido de la vida cotidiana? En esta sección no ofrecemos una respuesta satisfactoria a estas cuestiones, ya que no se la puede derivar del análisis del flujo subjetivo de la duración como tal. La respuesta implica problemas que solo abeldaremos en los capítulos siguientes: la estructura del mundo intersubjetivo total, y la situación sociobiográfica del individuo, con su complejo de estructu-ras de significatividades, jerarquías de planes y alcances de los actos. Las categorías de la articulación biográfica no son realmente categorías de la duración interior como tal, sino más bien categorías que se forman intersubjetivamente y se establecen dentro de la concepción natural-relativa del mundo. Básicamente se imponen al individuo, y este las interioriza. Las estructuras formales de la infancia, la juventud, la madurez, la vejez, etc., apuntan a fluctuaciones sociales globales de alcance y a grandes variaciones de contenido. En verdad, estas diferentes formaciones históricas de categorías que otorgan sentido biográficamente son experimentadas en la actitud nr«íural ,"omo articulaciones presupuestas del curso de la vida. A pesar de esa restricción bárica, que dejamos para exposiciones posteriores,37 hay aí»o que podemos decir acerca de la articulación biográfica.La articulación temporal del curso del día y la articulación temporal del curso de la vida coexisten en una relación reciproca. Por un lado, la articulación biográfica se superpone al ritmo del día. Si atiendo reflexivamente a períodos pasados de la vida, para hacer una breve

37 Véase, sobre todo, cap. 2, B, 6, así como también cap. 3, A, 1, d, y cap. 4, A, 2.

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recapitulación de ellos y examinar su sentido, obtengo monotéticamente dentro de mi captación, en tales interpretaciones post hoc del mayor alcance, enormes extensiones de cursos de días politéticamente construidos (¿cómo «ha sucedido» que me hice borracho?). Análogamente, cuando proyecto planes de mayor alcance, yo, tipificando, anticipo grandes series de días transcurriendo «como un medio para alcanzar el fin». (Me propongo escribir una investigación comparativa sobre los proverbios.) No podemos responder aquí a la cuestión de cómo soy motivado para tales interpretaciones y proyectos.38

Por otro lado, empero, las interpretaciones y proyectos (cuyo ámbito de sentido es el curso de la vida) están insertos en el curso

384! Véase el análisis de las estructuras de significatividades, cap. 3, B, 2, d.

del día de la duración interior. Están no solo determinados por la situación actual, sino también sujetos, de una manera muy general, a las articulaciones de la duración interior (que es esencialmente lo que se obtiene, por ejemplo, en la observación del vuelo de un ave). Así, a este respecto, no son un problema separado no abordado aún.Otro aspecto de la articulación biográfica concierne al flujo y la sedimentación exclusivos de mis experiencias en la duración interior. Como ya pusimos de relieve, mi situación en el mundo de la vida está determinada por la estructura general del tiempo del mundo y por mi finitud dentro de él, por el curso fijo del tiempo del mundo y el principio de «lo primero es lo primero», así como por la historicidad de mi situación. Pero mi situación actual es también «histórica» en otro sentido. Mi situación consiste en la historia de mis experiencias. Hay también elementos autobiográficamente determinados entre los elementos estructuralmente de-terminados de mi situación. Entre ellos hay, a su vez, muchos elementos que pueden ser deducidos del encuadre social de mis experiencias. Además, hay vivencias esencialmente privadas, incomunicables, o, en todo caso, aspectos esencialmente privados de mis vivencias. El aspecto autobiográfico más importante y absolutamente exclusivo (en cuanto puede ser «uniformado» por la superestructura social de las categorías biográficas) es el flujo de expe-riencias en mi duración interior. Puesto que toda situación y toda experiencia tiene un horizonte del pasado, toda situación y experiencia actual está necesariamente codeterminada por la unicidad del curso de la experiencia, de su autobiografía. La secuencia en la cual las experiencias se ordenan de manera sucesiva y, correlativamente, el «lugar» en el curso de la vida en el que suceden ciertas experiencias son muy significativos. Cuando nosotros, como aduitos, nos volvemos hacia segmentos pasados de nuestra vida, podemos descubrir experiencias «decisivas» que posteriormente la determinaron. Estas experiencias desempeñan repetidamente tal papel, no tanto por una cualidad inherente a ellas como por el especial punto del tiempo en el cual sucedieron. Leimos un libro en una fase particular de nuestro desarrollo intelectual; conocimos a una persona en un momento «decisivo»; nos enfermamos en de-terminada oportunidad; nos contentamos o nos desengañamos «demasiado pronto» o «demasiado tarde» por una u otra experiencia, etc. Estas son experiencias sujetas a las mismas leyes estructurales que todas mis otras experiencias, al igual que las experiencias de mis semejantes. Son experiencias típicas de tal o cual género, pero tienen una articulación biográfica exclusiva y, por consiguiente, un sentido específico, porque encajan en un sitio particular del flujo de nuestra duración.5. El ordenamiento social del mundo de la vida de la existencia cotidiana

a. El carácter <.pre-dado> ¿leí Otro y la intersubjetividad del mundo presupuesto

Ya hemos establecido que el mundo de la vida es intersubjetivo desde el comienzo. Pusimos de relieve 39 que en la actitud natural de la vida cotidiana se acepta la existencia de otros hombres como algo presupuesto. Los cuerpos humanos que puedo encontrar en mi mundo circundante están, para mí, evidentemente dotados de conciencia; o sea que, en principio, son similares al mío. Además, es obvio para mí que las cosas del mundo externo son fun-damentalmente las mismas para Otros que para mí. Y es obvio también que puedo entrar en relaciones con mis semejantes, que puedo comunicarme con ellos y, por último, que un mundo social y cultural estructurado ya está dado históricamente para mí y para mis semejantes. Queremos examinar ahora estos aspectos de la actitud natural en mayor detalle, empezando por el carácter «pre-dado» de nuestros semejantes.Los axiomas fundamentales de la actitud natural social son, primero, la existencia de semejantes inteligentes (dotados de conciencia) y, segundo, el carácter experimentable que tienen para mis semejantes los objetos del mundo de la vida (en principio, similar al que tienen para mí). Lo segundo debe incluir momentos modificadores a causa de la experiencia del ordenamiento espacia' del mundo de la vida,4* la experiencia de la propia zona de operación 41

y la experiencia de la propia articulación biográfica.*8 Por 1p experiencia de estas estructuras, sé que «el mismo» Objeto debe necesariamente mostrar diferentes aspectos a cada uno de nosotros. Primero, porque el mundo a mi alcance no puede ser idéntico al mundo a tu alcance, a su alcance, etc.; porque mi Aquí es tu Allí y porque mi zona de operación no es la misma que la tuya. Y segundo, porque mi situación biográfica, con sus sistemas de signi- ficatividades,

39 Véase cap. 1, A.

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jerarquías de planes, etc., no es la tuya y, por consiguiente, las explicaciones de los horizontes de objetos, en mi caso y el tuyo, pueden tomar dii'ecciones en un todo diferentes: las modificaciones del segundo axioma fundamental se apoyan en el primero. Más precisamente, derivan de la explicación de mi experiencia de otros hombres en mi mundo circundante. Pero en la actitud natural, plenamtnte social, esas modificaciones son luego (para todos los fines prácticos de la existencia cotidiana) puestas de lado mediante las siguientes construcciones o idealizaciones básicas pragmáticamente motivadas:Primero, la idealización de la intercambiabilidad de los puntos de vista. Si yo estuviera allí, donde está él ahora, entonces yo experimentaría las cosas en la misma perspectiva, distancia y alcance que él. Y ií él estuviera aquí donde estoy yo ahora, él experimentaría las cosas desde la misma perspectiva que yo.Segundo, la idealización de la congruencia de los sistemas de iig- nificatividades. El y yo aprendemos a aceptar como dado el que las variaciones en aprehensión y explicación que resultan de las diferencias entre mi situación biográfica y la suya carecen de importancia para mis objetivos prácticos presentes y para los suyos, para los nuestros. Así, yo y él, nosotros, podemos actuar y comprendemos mutuamente como si hubiéramos experimentado de un modo idéntico, y explicitado los Objetos —y sus propiedades— que están efectiva o potencialmente a nuestro alcance. Y aprendemos a aceptar como dado que podemos en principio obrar de esta manera, es decir, aprendemos no solo que el mundo que hemos experimentado en común está socializado, sino también que el mundo que aún me falta experimentar es, en principio, socializa- ble (lo cual se añade y se combina con las idealizaciones del «y así sucesivamente» y del «puedo volver a hacerlo»).

Las idealizaciones del carácter intercambiable de los puntos de vista y la congruencia de los sistemas de significatividades forman, en conjunto, la tesis general de la reciprocidad de perspectivas. Esta tesis es, a su vez, el fundamento para la formación social y la fijación lingüística de los Objetos de pensamiento (los «objetos de pensamiento» de Whitehead) 40 que reemplazan o, mejor dicho, sustituyen a los Objetos de pensamiento presentes en mi mundo presocial. Pa^a evitar que se confundan estos Objetos de pensamiento con resultados de un contrato social, debe subrayarse que todo individuo nacido en una situación histórica los en-cuentra ya en el lenguaje. El hecho de que los individuos puedan adquirir la formación lingüística (es decir, social) del mundo de la vida como base de su concepción del mundo se apoya en la tesis general de las perspectivas recíprocas. Ya dijimos, sin embargo que esta tesis general supone como indiscutiblemente dada la existencia de seres semejantes. Esto caracteriza la actitud natural desde el principio hasta el fin. En la actitud natural, plenamente social, se presupone que el mundo de la vida que yo acepto como dado por mí es aceptado como dado también por usted; en verdad, por nosotros; fundamentalmente, por todos.Surge aquí la posibilidad de una ulterior diferenciación. El nosotros, que en principio significa todos, puede ser limitado en su alcance. En la explicación reflexiva de un encuentro social, de una conversación, puedo experimentar que usted, para las consideraciones prácticas de la presente situación, nunca ha experimentado el mundo (en particular, un sector específico del mundo) co

40 [Véase Alfred North Whitehead, Proeess and Reality, A Nueva York, Free Press, 1969, pág. 67.]

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mo yo y como otros con quienes he compartido situaciones similares. Para mantener la tesis general de la reciprocidad de perspectivas (sobre todo la idealización de la congruencia de los sistemas de significatividades), llego a la conclusión de que usted no toma en cuenta para nada mis sistemas de significatividades. Porlo tanto, usted no es como «todos», sino, en cambio, diferente. Así, hay básicamente dos posibilidades: o bien reconozco que, en verdad, no somos como todos (vale decir, que no somos todos iguales), sino que hay diversos tipos de hombres —por ejemplo, nosotros y usted—, o bien es posible también que, como puede inferirse del material etnológico, yo pueda mantener la identidad de nosotros y de todos. En este caso, usted no puede ser un hombre («normal»). Con estas observaciones, sin embargo, adelantamos cuestiones que no podrán ser abordadas sino más adelante. Aquí nos limitaremos a mencionar que es la concepción natural-relativa de] mundo la que convierte a una u otra de estas soluciones en la solución «natural».

b. La experiencia inmediata del Otro

i. La orientación Tú y la relación Nosotros

Toda experiencia de la realidad social se basa en el axioma fundamental que postula la existencia de otros ser^s «como yo>. Las formas en que se sitúa mi experiencia de la realidad social son, en cambio, muy variadas. Experimento a otros hombres en divei- sas perspectivas, y mi relación con ellos se ordena según variados niveles de proximidad, profundidad y anonimia en la vivencia. L?. amplitud de las variaciones en mi experiencia del mundo so cial abarca desde el encuentro con otro hombre hasta vaeas actitudes, instituciones, estructuras culturales y «la humanidad en general». Debemos ahora describir las estructuras en las que se erige el mundo social en la experiencia. Ante todo, podemos establecer una tosca distinción entre la experiencia inmediata de un Otro y la experiencia mediata del mundo social. Como nos proponemos demostrar, en su momento, que la experiencia mediata es derivable en esencia de la experiencia inmediata, comenzaremos por analizar esta última.Percibo inmediatamente a otro hombre sólo cuando este comparte conmigo un sector del espacio y del tiempo del mundo de la vida. Unicamente en estas condiciones el Otro se me aparece en su corporeidad viva: su cuerpo es, para mí, un campo perceptible y explicable de expresión, que hace accesible para mí su vida consciente. Solo entonces es posible que mi flujo de conciencia y el suyo fluyan en una verdadera simultaneidad: él y yo envejecemos juntos. E! encuentro ('a situación cara a cara) es la única situación social caracterizada por la inmediatez temporal y espacial. Esto determina esencialmente, no solo el estilo, sino también la estructura de las relaciones y los actos sociales que tienen lugar en esta situación.¿Cómo llega a constituirse tal situación? Se presupone que dirijo nr atención al Otro. Esta observación, que designamos con la expresión orientación Tú, es una forma universal en la cual un Otro se experimenta «en persona». Posteriormente llamaremos a ese Otro «un semejante». La orientación Tú surge simplemente por el hecho de que experimento algo en el mundo a mi alcance como «igual a mí». Sin embargo, debe subrayarse que aquí no nos interesa un juicio basado en la analogía. La orientación Tú es originariamente p re-predica ti va. No reflexiono politéticamente: «este que está aquí es un hombre, como yo», sino que más bien capto realmente al hombre en su existencia ante mí, en la inmediatez temporal y espacial. Pero el concepto de orientación Tú exige, en consecuencia, que yo también sepa qué tipo de hombre está ante mí (es decir, en su «ser así y así»). Está claro que se trata aquí de un concepto formal. Empíricamente, no hay una orientación Tú «pura». Cuando me encuentro con un semejante, es siempre también un hombre en particular o, en todo caso, un tipo particular de hombre con sus particularidades. La orientación Tú se articula así continuamente en diversas etapas de la aprehensión y la tipificación concreta del Tú.La orientación Tú puede ser unilateral o recíproca. Es posible que yo me dirija hacia usted 41

mientras usted no presta atención a mi existencia, pero también puede ocurrir que yo me dirija a usted tanto como ustc'J hacia mí. En el caso de una orientación Tú recíproca, se constituye

41 [En este fragmento, Schutz utiliza la forma coloquial del pronombre de segunda persona, de acuerdo con su concepto principal: Du-Einstellung (thou-orUntation). Traducimos con el menos específico f.youz-, de con-formidad con el uso inglés habitual, ya que este concepto no evoca, para Schutz, el sentido especial de intimidad comúnmente asignado a la forma coloquial del pronombre por los filósofos existencialistas, por ejemplo. Como dice Schutz, para él la orientación Tú es un concepto formal. [Igual criterio se ha aplicado en las traducciones al castellano. Cuando Schutz (en El problema de la realidad social y en Estudios sobre teoría • social) o sus traductores al inglés (en este caso) emplean you, se ha traducido por la forma «usted» (N. del E.) ]

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una relación social, a la que designaT remos mediante la expre^ón relación. Nosotros. De modr> análogo a lo dicho sobre la orientación Tú, podemos Je nuevo hablar formalmente de una relación Nosotros «puri» que se constituye en una orientación Tú recíproca «pura». No se debe olvidar, sin embargo que la relación Nosotros también se efectiviza solamente en diversas etapas de aprehensión y tipificación concretas del Otro. Por ende, solo puedo compartir la vida consciente de otro hombre cuando nos encontramos uno con el otro en una relación Nosotros concreta. Cuando usted me habla, por ejemplo, puedo explicar la significación Objetiva de sus palabras (hacerlas explícitas en un sistema de signos sumamente anónimo). Además, participo en la constitución paso a paso de su hablar en la genui- na simultaneidad de la relación Nosotros. Como consecuencia de

48 Véase cap. 2, B, 5, c, i-ii.

ello, puedo captar (de manera más o menos adecuada o inadecuada) la configuración subjetiva de sentido que su hablar y sus palabras tienen para usted. Los procesos de explicitación por cuyo intermedio capto la configuración subjetiva de sentido de mi asociado no pertenecen, considerados con precisión, a la relación Nosotros. palabras de mis semejantes son, ante todo, signos en un contexto Objetivo de significación. Además, son también indicaciones («síntomas») del sentido subjetivo que tienen para él todas sus experiencias, incluido su hablar presente. Soy yo, empero, quien explica los signos en contextos de sentido Objetivos y eventualmente subjetivos. El proceso de explicación, en consecuencia, no pertenece a la relación Nosotros, si bien presupone dicha relación.El flujo de experiencias concretas en las cuales se efectiviza la relación Nosotros tiene cabales semejanzas «de contenido» con mi flujo interior de vivencias. Subsiste, empero, una diferencia fundamental: mi flujo de vivencias es un fluir dentro del tiempo interior de mi propia corriente de conciencia. Hay, en verdad, una genui- na simultaneidad del flujo de vivencias en la relación Nosotros, aunque me encuentre con un semejante cuyo Aquí es un Allí para mí. Si bien hablamos de la experiencia «inmediata» de un semejante, esta experiencia es «mediada» internamente, también en el sentido preciso de la palabra. Capto el flujo de vivencias de mis semejantes solo «mediatamente», en cuanto explico sus movimientos,. sus expresiones, sus comunicaciones, como radicaciones de las experiencias subjetivamente provistas de sentido de un «alterego». Pero entre todas mis experiencias del otro yo, lo menos mediato es el encuentro de mi semejante en la simultaiftidad’dcli relación Nosotros. Por eso seguiremos hablando de una experiencia inmediata de nuestro semejante, aunque esto no sea totalmente exacto.Esta inmediatez se mantiene solamente mientras vivo en la relación Nosotros, es decir, mientras participo en el flujo conjunto de nuestras experiencias. Cuando me dirijo reflexivamente a nuestras experiencias, me sitúo, por así decir, fuera de la relación Nosotros. Antes de que yo pueda considerar una relación Nosotros, deben haberse disipado o esfumado sus fases vivientes de vivencia. Vivo en una relación Nosotros y la experimento subjetivamente sólo cuando estoy absorto en nuestras experiencias comunes. Puedo reflexionar sobre ellas, pero únicamente ex post fado. Entonces, las experiencias comunes casadas pueden ser captadas con gran cía ridad y exactitud, como también con escasa claridad y mucha con-fusión. Cuanto más me doy a la reflexión, tanto menos vivo en la experiencia común, y tanto más distante y mediato es mi asociado. El Otro, a quien experimenté inmediatamente en la relación Nosotros, se convierte en la reflexión en el Objeto de mi pensamiento. Más adelante desarrollaremos este punto.48 Se presupone que puedo también decidir, durante un encuentro social, «salir»

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de la relación Nosotros. En esta situación, puedo también decidir transformar a mi semejante en un asociado típico.

ti. El encuentro social

La relación Nosotros «pura», que se constituye en una reciproca orientación Tú, consiste en la mera conciencia de la existencia de un Otro. No incluye necesariamente la aprehensión de sus características específicas; pero tal aprehensión corresponde a todas las relaciones sociales concretas. La medida de mi conocimiento del Otro, naturalmente, puede ser muy variada. Eso significa, por lo tanto, que las relaciones sociales concretas que tienen el carácter de un encuentro se basan, en verdad, en una relación Nosotros «pura». No basta, sin embargo, que yo tenga simpatía por mi semejante y vea que este la tiene hacia mí. Además, debe captar más o menos exactamente de qué modo él tiene simpatía hacia mí. En la comunidad de espacio y tiempo, en la presencia vivida de mi semejante, logro esto por la observación inmediata. En contraste con la captación reflexiva de los rasgos esenciales de la relación Nosotros «pura», yo capto realmente al Otro en una cierta determinación. También nos experimento sólo en la determinación de nuestra relación recíproca. Así, por ejemplo, nos experimento en una relación amistosa entre yo, el máls joven, y él, el mayor; o la bien establecida relación superficial entre yo, cliente, y éi, vendedor. Estos dos ejemplos muestran que la relación Nosotros puede efectivizarsc de varias maneras. Mi copartícipe social se me aparece en perspectivas espacial, temporal y sociobio- gráiicamente diferenciadas de aprehensión que ejercen un cierto control sobre mi experiencia de Otros. Además, no experimento subjetivamente a los copartícipes en relaciones Nosotros con la misma cercanía y profundidad de vivencia. Finalmente, en una relación Nosotros puedo seguir atentamente las experiencias de mi copartícipe. Es decir, puedo «entrar vividamente en» los procesos de su conciencia y en sus motivaciones subjetivas (como ocu- iTe, por ejemplo, cuando una tercera persona observa la conversación sin sentido entre dos amantes). O puedo estar interesado sólo indirectamente y, en cambio, concentrarme en los actos de él y sus consecuencias Objetivas (por ejemplo, cuando estamos aserrando entre dos el tronco de un árbol, puede no importarme «lo que él piensa mientras trabaja», con tal de que mantenga el ritmo del trabajo). O puedo concentrarme en el sentido objetivo de su comunicación (como en el caso de una discusión científica). Las relaciones Nosotros siempre se realizan en las dimensiones citadas. Las graduaciones de inmediatez se desarrollan en diversas conexiones entre esas dimensiones, dentro de la relación Nosotros (formal), constituida mediante una recíproca orientación Tú en una comunidad espacial y temporal. Ilustraremos esta conclusión con un ejemplo.El acto amoroso y una conversación superficial entre dos extraños son ejemplos de la relación Nosotros. En ambos casos, dot semeT jantes se encuentran en una situación cara a cara, como se la denomina en la terminología sociológica. Sin embargo, |qu£ diferencia en la «inmediatez» de la relación! Pero dejando totalmente de lado el hecho de que en un momento se logra una completa sincronización del tiempo interior, mediante las respectivas modalidades de sentido prevalecientes, y en otro momento no se la logra, hay otras grandes diferencias en las perspectivas de interpretación, en la proximidad y profundidad de la vivencia. Pero no son solo mis experiencias de Otros las que varían en estas dimensiones, sino también las de él (según experimento al «reflejarme» en un Otro). Podemos decir que las variaciones en el grado de inmediatez caracterizan a la relación Nosotros como tal. Esto nos conduce a otro problema que tiene gran importancia para la ex-> periencia subjetiva del mundo social, y que tendremos que abordar más detenidamente al analizar la transición de la experiencia inmediata a la experiencia mediata de la realidad social.En un encuentro, la vida consciente del Otro es accesible para mí a través de una máxima abundancia de síntomas. Puesto que él se halla de cuerpo presente ante mí, puedo aprehender los procesos de su conciencia, no solo mediante lo que él deliberadamente comparte conmigo, sino también mediante la observación e interpretación de sus movimientos, su expresión facial, sus gestos, el ritmo y la entonación con que habla, etc. Cada fase de mi duración interior está coordinada con una fase de la vida consciente del Otro. Puesto que percibo sin interrupción las continuas manifestaciones de los sucesos subjetivos en mi semejante, permanezco en sintonía con ellos ininterrumpidamente. Una consecuencia especialmente importante de esta circunstancia es el hecho de que mi semejante, en cierto sentido, está presente ante mí como más «vivo» y más «inmediato» que yo para mí mismo. Desde luego, me «conozco» mucho mejor que a él: puedo recordar mi biografía de una manera infinitamente más detallada que

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cualquier otro. Esto, sin embargo, es un conocimiento acerca de mí, es un recuer do de mi pasado, y exige una actitud reflexiva, pero dado que vivo y me sumerjo irreflexivamente en la experiencia concreta, mi semejante está ante mí, en su relación conmigo, con una mayor abundancia de síntomas que yo para mí mismo, mientras permanezcamos en la comunidad temporal y espacial de la relación Nosotros.Hasta ahora hemos subrayado la inmediatez de mi experiencia de mi semejante; pero a toda situación concreta en la cual me encuentro con un Otro, llevo conmigo mi acervo de conocimiento, es decir, la sedimentación de experiencias pasadas. Este acervo de conocimiento incluye también de modo natural una red de tipificaciones de hombres en general, sus motivaciones típicamente humanas, pautas de acción, jerarquías de planes, etc. Incluye mi conocimiento acerca de esquemas de expresión e interpretación y mi conocimiento de sistemas OhjVtivos de signos, en particular de un lenguaje. A este conocimiento general se subordina además el conocimiento detallado de las motivaciones, los actos, los esquemas de expresión, etc., de ciertos tipos de hombres; por ejemplo, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, sanos y enfermos, agricultores y habitantes urbanos, padres y madres, amigos y enemigos, norteamericanos y chinos, etc. Finalmente, mi acervo de conocimiento puede incluir también experiencias anteriores de tal semejante mío totalmente determinado. En el transcurso de la relación Nosotros utilizo mi conocimiento, lo verifico, lo modifico y adquiero nuevas experiencias. Todo mi acervo de conocimiento está, en todo caso, sujeto al cambio, a veces un cambio insignificante, pero otras veces un cambio decisivo. Mi experiencia de mi semejante en la relación Nosotros se sitúa entonces en un complejo contexto de sentido y de interpretación: es la experiencia de un hombre, es la experiencia de un actor típico en el escenario del mundo social, es la experiencia de este semejante único y totalmente determinado, en esta situación totalmente determinada. Hemos descrito hasta aquí un estrato de mi experiencia de mi semejante. Otro componente esencial de esta experiencia es que yo también capto su actitud hacia mí. También él experimenta mi acción, no simplemente en un contexto de interpretación objetivo, sino asimismo como expresión de mi vida consciente. Además, aprehendo el hecho de que él me experimenta como alguien que experimenta su propia conducta como expresión de su subjetividad. En la relación Nosotros, nuestras experiencias no están solamente coordinadas entre sí, sino que se hallan también recíprocamente determinadas y relacionada^ entre sí. Me experimento a través de mi asociado, y él se experimenta a través mío. El reflejo de sí mismo en la experiencia del extraño (más exactamente, en mi captación de la experiencia que & Otit iiene de mí) es un elemento constitutivo de la relación Nosotros. Como ya lo de-mostrara de manera penetrante Charles H. Cooley, el reflejo recíproco es de alcance fundamental para el proceso de socialización.42 Con todo, debe señalarse que las complejas refracciones de los procesos de reflejo no entran, como rayos individuales, en el dominio de la conciencia. En verdad, ni la relación Nosotros ni el semejante son captados reflexivamente en ella, sino que son experimentados de manera inmediata. Mi experiencia de mi propio curso de vivencia y del curso coordinado de la vivencia de mi semejante es unitaria: las experiencias, en la relación Nosotros son experiencias comunes.Adelantándonos al análisis de la estructura de la acción, conviene señalar que esto es importante no solo para la estructura de las relaciones sociales, sino también para la estructura de la acción social en un encuentro.43 Puedo observar el éxito o el fracaso de los planes concretos de mi semejante durante su acción. Por otro lado, fuera de la relación Nosotros y sobre la base de mi acervo de conocimiento, puedo calcular las probabilidades Objetivas del

42 [Human Nature and the Social Order, Nueva York, Schocken Books, ed. rev., 1964, pigs. 152-63.]43 Véase cap. 4.

L Víase cap. 2, B, 5, a.

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fadto de ciertas metas o actos, planeados por actores típicos, y puedo asociar resultado* típicos de actos; pero solo puedo captar inmediatamente el resultado de un acto de un semejante durante experiencias comunes y en relación con su vida consciente, puesto que do ese modo coexperimento el curso de la acción.Dijimos81 que la actitud natural se caracteriza por el supuesto de que el mundo de la vida que yo acepto como dado es también aceptado como dado por mis semejantes. También demostramos que este «carácter obvio» tocante a la tesis básica de la reciprocidad de perspectiva* se origina en la experiencia del Otro dentro del mundo a mi alcance y pasa a ser un componente de lo que le presupone en la actitud natural totalmente socializada. Este carácter obvio se confirma continuamente como el resultado de relaciones Nosotros en las cuales Otros se convierten en semejantes cuyo mundo al alcance llega, en su mayor parte, a coincidir con el mío. Esa circunstancia es de gran importancia para la construcción de mi acervo de conocimiento como tal. Puedo siempre verificar la adecuación de mis esquemas interpretativos, utilizados para aprehender los esquemas de expresión de mi semejante mediante referencia a los objetos de nuestro mundo circundante común. Cuando se establece que él interpreta de manera similar a la mía sus experiencias o, al menos, los objetos que están ante; nosotros, adquiero un punto de partida en el hecho de que sus esquemas expresivos concuerdan lo suficiente con mis esquemas interpretativos, para los fines prácticos en todo caso.Así, en general, es en la relación Nosotros donde la intersubjeti- vidad del mundo de la vida se desarrolla y se confirma continuamente. El mundo de la vida no es mi mundo privado ni tu mundo privado, ni el tuyo y el mío sumados, sino el mundo de nuestra experiencia común. Además —agreguemos como simple nota marginal—, una ruptura o incluso una restricción radical de la continua confirmación de este carácter del mundo tiene graves consecuencias para el normal desarrollo de su intersubjetividad. El componente de evidencias que constituye el sustento del mundo de la vida al que estamos acostumbrados peligra, por ejemplo, en el confinamiento solitario, y a menudo es demolido. Es muy probable que en la técnica del lavado de cerebro se aproveche esto.

c. La experiencia mediata del mundo social

i. De la experiencia inmediata a la experiencia mediata del Otro

El encuentro cara a cara es solamente una relación, aunque por su inmediatez sea la relación social originaria y genéticamente más importante. Hemos visto, sin embargo, que dentro de la inmediatez temporal y espacial de la relación Nosotros aparecen ya ¡uferencias en la inmediatez de mi experiencia del Otro; diferen-

cías determinadas por las perspectivas de interpretación, por la profundidad, proximidad e intensidad de la vivencia. Esta graduación se extiende, en general, a mi experiencia del mundo social, cuya principal esfera, no experimentada de manera inmediata, consiste en contemporáneos. Caracterizamos de este modo a esos otros hombres con quienes no tengo realmente una relación Nosotros, pero cuya vida corresponde al mismo período actual del tiempo del mundo que el mío. Podemos seguir mejor las graduaciones de inmediatez mediante un sencillo ejemplo de la transformación de una persona en un mero contemporáneo. Me encuentro cara a cara con un conocido. Este se despide, me estrecha la mano y parte. Se vuelve y me grita algo. Cuando está un pocq más lejos, me saluda de nuevo con la mano y desaparece en la esquina. Sería difícil, aun cuando tuviera sentido, determinar exactamente en qué momento terminó la relación Nosotros, cuándo el conocido que me fue dado en experiencia inmediata se convirtió simplemente en un contemporáneo, de quien puedo presumir o sostener con mayor o menor probabilidad una u otra cosa, sobre la base de mi acervo de conocimiento («mientras tanto, es probable que haya llegado a su casa»). Se ha producido un cambio cualitativo en mi experiencia de él, no importa dónde se quiera fijar el punto del tiempo en que aquello ha ocurrido. Se podría ilustrar las graduaciones de inmediatez de ctras maneras; por ejem-

* pío, describiendo formas típicas de comunicación, que van desde una conversación durante un encuentro hasta una conversación »lelór*ca, el intercambio de cartas, las notirias transmitidas por un tercero, etc. En todos esto: casos, se manifiesta una disminución en la abundancia de síntomas a través de los cuales es accesible para mí la vida consciente de una persona. Si bien podemos establecer la diferencia entre experiencia inmediata y

experiencia mediata del Otro, puesto que ello implica algo más que meras diferencias cuantitativas, no debemos olvidar que dicha diferencia supone dos polos entre los cuales hay muchas formas empíricas transicionales. Luego fundamentaremos esta afirmación.La transición de la experiencia directa a la experiencia indirecta del Otro raramente se nos presenta en la actitud natural de la vida cotidiana. En la rutina de esta, unimos nuestra conducta y la de otros hombres en contextos de sentido que son relativamente independientes del hic et nunc de la experiencia concreta. Esta es una razón por la que la inmediatez o mediatez de una experiencia (o sea la relación social) no se convierte en un problema ni exige interpretación en el mundo de la ejecución; pero la razón más profunda de esto es que la experiencia más inmediata del semejante conservaría sus características constitutivas aunque aquel se convirtiera en un mero contemporáneo. La experiencia inmediata actual se convierte en una experiencia pasada, pero al ser nuevamente recordada, inmediata.Comprendemos sin muchos rodeos por qué el semejante con quien hablábamos, a quien amábamos u odiábamos, que era así y no de otra manera, se hace de pronto «diferente» sólo porque no está

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allí en ese momento. Todavía lo amamos o lo odiamos, y nada en el curso cotidiano de los sucesos nos obliga a observar que nuestra experiencia de él ha cambiado esencialmente de estructura. Sin embargo, únicamente mediante una cuidadosa descripción puede probarse que es así. El recuerdo del semejante incluye, de hecho, las características constitutivamente esenciales de la relación Nosotros (pasada), que son fundamentalmente distintas de los rasgos de una actitud (y de los actos conscientes en general) referente a los meros contemporáneos. En la relación Nosotros, dicho semejante estaba corpóreamente presente; pude captar su vida consciente en la mayor abundancia de" síntomas. Estábamos mutuamente sintonizados en una comunidad temporal y espacial. Yo me reflejaba en él, él en mí; sus experiencias y las mías formaban un curso común: envejecíamos juntos. Pero tan pronto como él se aleja, tiene lugar un cambio. Yo sé que él está en un sector del mundo que está ahora en la historia y no a mi alcance actual. Sé que su período de duración está inserto en el mismo tiempo del mundo que el mío, pero nuestros procesos conscientes no están unidos en una genuina simultaneidad. Sé también que él debe haber envejecido y, cuando reflexiono sobre ello, sé que, hablando en términos estrictos, debe haber cambiado con toda nueva experiencia. En la actitud natural cotidiana, sin embargo, dejo todo esto fuera de consideración en forma irreflexiva, y me aferró a la representación familiar de mis semejantes. En verdad, doy crédito a esos componentes de mi acervo de conocimiento que conciernen a este semejante —y que se lian sedimentado en relaciones Nosotros vivas, con invariabilidad— hasta no revocarlos, es decir, hasta adquirir un conocimiento que discrepe con el anterior. Se trata de un conocimiento acerca de un contemporáneo con quien no entro en empatia dentro de una orientación Tú. En todo caso, es un contemporáneo que fue una vez mi semejante y acerca de quien tengo una experiencia de primera mano, y por lo tanto una experiencia que difiere fundamentalmente del conocimiento que tengo acerca de hombres que nunca fueron más que meros contemporáneos.Ésto nos lleva a una cuestión que ya indicamos cuando dijimos que la estructura formal de la asequibilidad y recuperabilidad, que caracteriza a la experiencia espacial del mundo de la vida cotidiana, puede también transferirse a la experiencia subjetiva del mundo social. 44 El mundo social inmediatamente circundante —la relación Nosotros viva— puede ser considerado análogo al mundo al alcance efectivo; la relación Nosotros recuperable, análoga al mundo al alcance recuperable; el mundo social de mis contemporáneos, con su división según diferentes probabilidades de asequibilidad, análogo al mundo al alcance asequible. Para interpretar esta analogía, debemos penetrar en la esencia de estas ¿•elaciones sociales en las cuales (citando a Max Weber) 63 «hay una oportunidad para la continua repetición de una conducta apropiada a un sentido (es decir, válida para él y, por consiguiente, que lo anticipa)». Tenemos el hábito de considerar un matrimonio o una amistad primordialmente como una relación social correspondiente a un tipo de encuentro que tiene cierta intimidad de vivencia. La razón de estos reside en un hecho ya examinado: tendemos a comprender los cursos de actos como unidades dentro de contextos de sentido mayores (y más duraderos), al margen de que esta unidad también se constituya subjetivamente de este modo, en los planes e interpretaciones de las personas implicadas. En un examen más detallado, la unidad (del sentido) de un ma-trimonio o una amistad que así se establece, se resuelve en relaciones multifacéticas ubicadas en el tiempo social («bodas de oro», «amistad de la infancia»), consistentes en parte en relaciones Nosotros vivas y, en parte, en relaciones entre contemporáneos. Hablando en términos estrictos, estas relaciones sociales no son continuas, sino más bien «repetibles».¿ Qué se quiere decir entonces, por ejemplo, cuando dos amigos hablan de amistad? En primer lugar, A, que está en la relación de amigo con B, puede pensar en las relaciones Nosotros pasadas con B. Estas relaciones Nosotros, ante todo, no forman un curso ininterrumpido, sino más bien una serie, dividida por secuencias «solitarias» de vivencias y por diferentes tipos de relaciones Nosotros con Otros. En segundo lugar, A, cuando hable de su amistad con B, puede oensar no solo en relaciones Nosotros concretas pasadas, sino también aludir al hecho de que su conducta como tal, o ciertos aspecto^ de ciertos tipos dp su conducta, están orientados hacia B y, en verdad, a la simple existencia fáctica de B, o a ciertos atributos de este, o aun a cartas alternativas de acción consideradas como posibles parn B. Esto significa que A se sitúa en cierta orientación hacia su contemporáneo B (una «orientación El»), que de tanto en tanto es separada de una orientación Tú inmediata, seguida luego por fases cumplidas por una orientación El pura. Finalmente, A puede también querer decir que la relación Nosotros con B es fundamentalmente recuperable (omitiendo los obstáculos técnicos) y que, con certeza subjetiva, espera también que las profundidades de vivencia, las perspectivas de aprehensión, etc., que distinguieron a las pasadas relaciones Nosotros con B, son recuperables en futuras relaciones Nosotros con B.

44 Víase cap. 2, B, 2, b, iii.

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De lo anterior se desprende una conclusión general: hay relaciones sociales que solo pueden constituirse esencialmente en la inmediatez de relaciones Nosotros vivas. Es obvio que hay, además, ciertas condiciones que se me imponen biográficamente y que suponen roles biosociales, como los de hijos-padres (al menos en un sentido legal, puedo ser hijo de un hombre a quien nunca he visto). Y también hay relaciones elegidas, de las que son constitu -tivas cierta intimidad y profundidad de vivencia: por ejemplo, una relación amorosa, una amistad (fenómenos como las «amistades» epistolares intelectuales del Renacimiento o el apasionamien

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to —aunque unilateral— con estrellas cinematográficas, etc., exigirían un examen especial). Es asi que, aparte de la estructura originaria de tales relaciones sociales, cumplen una importante función las oportunidades para la recuperabilidad de una relación Nosotros viva. ¿Durante cuánto tiempo, por ejemplo, se puede ser padre, marido o amigo a distancia? En este caso, indudablemente, la transformación social del tiempo adquiere también gran importancia.También hay, sin embargo, relaciones sociales que no necesitan formarse primero en relaciones Nosotros vivas; por ejemplo, la relación entre amo y sirviente (aqui es menester observar las variaciones históricas: la relación de vasallaje, por ejemplo, hasta la decadencia del feudalismo, exigiría una relación Nosotros original y básicamente recuperable; la relación entre productor y consumidor, etc.). Debe señalarse que esto plantea una dificultad hasta ahora no definida con suficiente precisión por la sociología empírica, una ambigüedad en los pares conceptuales «comunidad y sociedad», «solidaridad mecánica y solidaridad orgánica», «grupos primarios y grupos secundarios». En qué medida la estructura personal es influida por cambios sociohistóricos a largo plazo en el predominio de uno u otro tipo de relaciones sociales, o por la repetición regular de relaciones Nosotros vivas en contraste con otras series de relaciones sociales, es una cuestión que por el momento deberá quedar en suspenso.Nos ocupamos antes de las transiciones de relacic*ies Nosotros vivas a relaciones sociales entre contemporáneos. Al hacerlo, examinamos una zona limítrofe que se extiende entre la experiencia inmediata y la experiencia mediata del Otro. Cuanto más nos acercamos a esta última, tanto menor es el grado de inmediatez y tanto mayor el grado de anonimía que caracteriza a mi experiencia del Otro. Podemos dividir el mundo de mis contemporáneos en varios niveles: semejantes en anteriores relaciones Nosotros, que ahora solo son contemporáneos, pero con quienes es recuperable una relación Nosotros viva (con mayor o menor probabilidad) ; aquellos con quienes una relación Nosotros ya no es recuperable (están muertos); contemporáneos que fueron antes semejantes de mi copartícipe actual en una relación Nosotros, que son para él, por así decir, «recuperables^, y para mí, semejantes ♦posibles» (tu amigo X, a quien todavía no conozco); contemporáneos de cuya existencia personal tengo conocimiento y a quienes dentro de poco encontraré cara a cara (el señor y, cuyo libro he leído y con quien tengo una cita la semana próxima); contemporáneos de cuya existencia tengo conocimiento «en general», vale decir, cuya existencia puedo inferir sobre la base de mi conocimiento del mundo social como puntos de referencia de funciones sociales típicas (empleados del correo que despachan mi carta) ; realidades institucionales acerca de cuya estructura he sido instruido y cuyo personal es anónimo para mí, aunque podría in-formarme a su respecto (el Parlamento); realidades institucionales que son esencialmente anónimas y que, por lo tanto, nunca podría encontrar (el «mema económico capitalista); contextos de sentido Objetivos formados socialmente (la gramática francesa); y, finalmente, artefactos en el sentido más amplio, que aluden como testigos a contextos de sentido subjetivos de un fabricante, consumidor o espectador desconocidos. Todos estos son ejemplos de los estratos cada vez más anónimos del mundo social de los contemporáneos y las transiciones de la experiencia inmediata del Otro a la experiencia mediata del mundo social.

tt. El contemporáneo como tipo y la orientación Ellos

La inmediatez espacial y temporal, que es una presuposición de la orientación Tú y la relación Nosotros, está ausente en mi experiencia de contemporáneos. Estos no se hallan de cuerpo presente; por lo tanto, no están dados para mí en una experiencia pre-pre- dicativa como tal persona particular única. Tampoco tengo experiencia direota de su existencia fáctica. Solo sé que ciertos contemporáneos, o incluso cierto contemporáneo, coexisten conmigo en el tiempo del mundo. También sé solamente que esos contemporáneos, o este contemporáneo, presentan ciertas características. Lo sé sobre la base de mi experiencia anterior y de mi acervo de conocimiento, con ayuda de diversas idealizaciones del mundo de la vida, pero solo con mayor o menor certidumbre y probabilidad. Mientras que en el encuentro social experimento así concretamente a un semejante de manera inmediata, en su existencia fáctica y su ser de tal y cual modo, capto la existencia fáctica y el ser de tal y cual modo de un contemporáneo únicamente por medio de tipificaciones derivadas. Aunque el problema general de la tipi-ficación será examinado con mayor exactitud más adelante,54 no es posible describir la experiencia del mundo social sin adelantar este análisis. Por ello, es dentro de ciertas limitaciones que pasamos a investigar esas tipificaciones que permiten captar a los con-

54 Véase cap. 3, C.

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temporáneos.Una de las maneras en que puedo experimentar a los contemporáneos se constituye en inferencias extraídas de las experiencias directas anteriores de semejantes. Ya hemos descrito este modo de constitución, comprobando así que el conocimiento construido en la experiencia inmediata del Otro es mantenido constantpn.en- te, a la espera de su anulación, y considerado válido aún después de que el semejante se ha convertido en un contemporáneo. Hay otro modo de experimentar a los contemporáneos que es similar al primero. Los anteriores semejantes de mi semejante presente son captados a su vez, en la medida en que sigo el ejemplo de mi copartícipe en la relación Nosotros y adopto de él el conocimiento de un Otro que él ha adquirido por experiencia direota y ahora mantiene de manera constante. En este caso, no puedo referirme a mis propias experiencias inmediata? (ni siquiera a las pasadas),

primero obtener la información de mi copartícipe persona, antes de poder aceptar como válido obtenido en la comunicación, casos, la experiencia de un contemporáneo m basa en mis propias’ experiencias postulas —tanto mis experiencias inme-diatas comc?mis experiencias mediatas de Otros— o en los comen- tarios transmitidos de un Otro acerca de un tercero. Es obvio que todo conocimiento así transmitido remite a una

experiencia directa originaria de semejantes y se basa en ella, pero también puedo adquirir conocimiento de contemporáneos de otra manera. Mis experiencias de cosas y sucesos del mundo de la vida, de herramientas y artefactos en el sentido más amplio, contienen referencias al mundo social; al mundo de mis contemporáneos y mis antepasados. Puedo siempre interpretarlas como pruebas de la vida consciente de otros seres «iguales a mí», tales como signos, marcas o resultados de actos; pero, en verdad, tales interpretaciones también son inferidas, en todo caso a partir de experiencias de semejantes particulares. En el encuentro con un semejante, yo fui testigo, en una genuina simultaneidad con mi duración interior, de cómo su conducta se construía politéticamente; de cómo él realizaba, paso a paso, sus planes de actos; de cómo pro ducía y utilizaba una herramienta; de cómo creaba y observaba un artefacto y de cómo establecía signos. Puedo interpretar la herramienta terminada, el artefacto, el signo grabado o escrito —o establecido de alguna otra manera en el mundo externo— cierno indicaciones de los procesos graduales subjetivos que los han producido. Sin la posibilidad de tal referencia a una base originaria. las herramientas, íes signos, etc., no serían más que meros objetos del mundo natuialMi experiencia da contemporáneos apunta entonces a una referencia, necesariamente indirecta y mediata, a experiencias originarias; pero esto no significa que no pueda concentrarme en contemporáneos con quienes me encuentro en relaciones sociales para tratar con ellos. Del problema de la acción social tendremos que ocupamos más adelante. Mientras tanto, solo deseamos determinar, por analogía con la orientación Tú (vinculada con semejantes en una relación social), el concepto de orientaciór. Ellos (vale decir, la orientación El relativa a uno o varios contemporáneos) ; nos proponemos describir las características esenciales de tal orientación y, finalmente, investigar las relaciones sociales que en ella se basan.En contraste con el modo en que capto la vida consciente de un semejante, las experiencias de los meros contemporáneos se me aparecen como sucesos más o menos anónimos. El punto de referencia de la orientación Ellos es un tipo para los procesos conscientes de contemporáneos típicos. No es la existencia fáctica de un alterego concreta e inmediatamente experimentado, ni su vida consciente junto con sus contextos de senti'o subjetivos constituidos paso a paso. El punto de referencia de la orientación Ellos se infiere de mi conocimiento y del mundo social en general, y se

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ubica necesariamente en un contexto de sentido post hoc puedo agregar interpretaciones referentes a de sentido subjetivos de un individuo, como se muestra lisis de tipos personales. Mi conodmiento del mundo sedal es un conocimiento típico concerniente a procesos típicos. ¿En la conciencia de quién se manifiestan esos procesos típicos?, ¿a la existencia fáctica de quién están ligados? Puedo dejar básicamente en suspenso estas cuestiones. Mediante su separación de los procesos subjetivos en la duración interior, esos procesos («experiencias típicas de alguien») llegan a contener las idealizaciones dei «y asi sucesivamente» y del «una y otra vez, vale decir, los supuestos de la típica repetibilidad anónima.La unidad del contemporáneo se constituye originariamente en la unidad de mis experiencias; más precisamente, en la síntesis de mi explicación del acervo de conocimiento referente al mundo social. En esta síntesis, puedo coordinar procesos conscientes típicos dentro de una sola conciencia; formo un tipo individualizado. Cuanto más fácilmente puedo asociar este tipo a mis experiencias de un anterior semejante, tanto más simple se hace esto; pero cuanto más reemplazan estos contextos de sentido Objetivos (recíprocamente estratificados y mutuamente dependientes) a los contextos de sentido subjetivos, tanto más anónimo será el punto de referencia de mi orientación Ellos. Un tipo individualizado es fundamentalmente una representación, no una experiencia de un Otro concreto. Los atributos típicos son considerados invariables, de modo que las modificaciones de tal atributo en la duración interior de un Otro concreto no son advertidas. Ilustraremos este punto con unos pocos ejemplos.Cuando echo una carta al buzón, espero que ciertos contemporáneos míos interpreten mis deseos (que expreso poniendo una dirección y una estampilla sobre la carta de la manera socialmente aprobada, de un modo adecuado a ese fin práctico) y que se conduzcan en consonancia con él. Mi expectativa, como dijimos antes, estaba referida a ciertos contemporáneos; pero es evidente que el punto de referencia no eran determinadas personas, sino más bien ciertos tipos de contemporáneos (empleados de correo). La aceptación de dinero depende, según palabras de Max Weber, de la probabilidad subjetiva de que los contemporáneos acepten esos pequeños objetos físicos como pago. Ambos casos son ejemplos de una orientación Ellos referente a la conducta típica de contemporáneos típicos. Cuando me conduzco de cierta manera o cuando omito la ejecución de ciertos actos —para dar otro ejem-plo utilizado por Weber—, lo hago con el fin de evitar la conducta típicamente establecida de contemporáneos típicos (policías, jueces).65

En estos ejemplos, mi conducta está determinada por la expectativa de que es probable cierta conducta por parte de ciertos contemporáneos'.(carteros, comerciantes, policías, etc.). Con respecto a todos ésto* contemporáneos, tengo una cierta orientación. Incluyo a estos contemporáneos en mi propia conducta. En resumen, tengo con ellos una relación social, que caracterizamos mediante la expresión «orientación Ellos». Debe subrayarse que estas relacio-nes no conciernen a otras personas concretas y específicas, sino más bien a tipos a los que asigno ciertos atributos, ciertas funciones y cierta conducta. Ellos son significativos para mí sólo en la medida en que se ajustan a estas tipificaciones (probablemente más o menos «bien»). En la orientación Ellos, baso mi conducta en mi conocimiento del mundo social: hay hombres que son empleados de correo, policías, etc., «típicos». Su conducta se sitúa realmente, para mí, en un contexto de sentido Objetivo. Lo que ellos «piensen acerca de eso» me da lo mismo; es decir, los contextos de sentido subjetivos son, para mí (y para la relación Ellos), no significativos, mientras se conduzcan tácticamente como empleados de conreo, policías, etc. Mis copartícipes en las relaciones Ellos son tipos.

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Llegados a este punto, debemos agregar al análisis de la orientación Tú y la relación Nosotros una observación importante. La tipicidad es un rasgo característico de la orientación Ellos y la relación Ellos; pero eso no significa que se limite a esto. En verdad, no puedo experimentar a meros contemporáneos de otro modo que en tipificaciones, pero lo mismo es válido, como veremos, para los descendientes y los antepasados. Lo más importante es que mi acervo Je conocimiento del mundo social consiste en tipificaciones. Puesto que ya llevo un acervo de conocimiento a todo encuentro inmediato con un semejante, las tipificaciones también desempeñan necesariamente un papel de importancia en la orientación Tú y la relación Nosotros. También capto con la ayuda de tipificaciones al semejante único que está cara a cara conmigo. Básicamente, subsiste una diferencia esencial. Mis tipificaciones de mi semejante son introducidas en su singularidad, que es captada inmediatamente en la relación Nosotros viva y son modificadas por esa singularidad. Las tipificaciones se «vivifican» en la aplicación a mi semejante, se ordenan y subordinan a la realidad viva. Debe señalarse, de paso, que surge la posibilidad, aun estando ante un semejante, de «refrenarse» de la relación Nosotros viva y reemplazarla, digámoslo así, por una relación Ellos. En cierta medida, esto es lo que sucede recíprocamente en los actos institucionalizados, como los que tienen lugar entre compradoresV vendedores. Aquí no podemos investigar el grado en que esto constituye el comienzo de la cosificación de la otra persona.45

45to sociológico de roles. [Para un análisis véase, por ejemplo, István Més- záros, Marx’s Theory of Alienation, Londres, Merlin Press, 1970. Una exposición especialmente clara de la teoría de Marx sobre la alienación aparece también en Klaus Hartmann, Die Marxische Theorie, Berlín, De Gruyter, 1970, págs. 120-24, 149-54, 333-35, 570.]

Solo deseamos, con la ayuda de un único ejemplo, rastrear esta presuposición hasta el origen de este problema en la experiencia del Otro que tenemos en el mundo de la vida.Supongamos que me encuentro cara a cara con varios semejantes. Nuestras experiencias se me aparecen como un flujo ininterrumpido y común, pero también puedo dirigir mi atención a un individuo; puedo disecar el «Nosotros» en yo y él. Supongamos que estoy jugando a las cartas con tres copartícipes. Puedo dirigir mi atención a uno u otro de ellos. En la orientación Tú capto sus procesos conscientes paso a paso, a través de sus palabras, su expresión facial, sus ademanes, etc. Y me sumerjo en los contextos subjetivos en los cuales el juego y sus acciones en el juego se le manifiestan a él. Puedo atender en tal actitud a todos los jugadores, uno después de otro; pero como observador no participante, también puedo efectuar una trasposición: traspongo la situación observada de la inmediatez con los seres humanos semejantes a mí al mundo tipificado de los contemporáneos. Explico la situación sobre la base de mi acervo de conocimiento: los tres están jugando al bridge (o los cuatro, pues también puedo «observarme» en este sentido). Las afirmaciones de este tipo conciernen a la vida consciente solo en cuanto los actos típicos (jugar al bridge) son apareados a contextos típicos de sentido para el jugador, y en cuanto puedo coordinar tales contextos de sentido con la vida consciente de los jugadores individuales. Luego puedo suponer también que, para cada individuo, el proceso existe en un con- te.Vc de sentido subjetivo. Básicamente, empero, solo necesito postular que esU conducta, está orientada (de algún modo, subjetivamente) íi contexto de sentido Objetivo (las reglas del bridge). Este postulado, naturalmente, es válido en general para «personas que juegan al bridge», quienesquiera que sean, cuando quiera y donde quiera que jueguen. Se trata entonces de un postulado tipificador y totalmente anónimo, no limitado en absoluto a los jugadores que están frente a mí. En verdad, ninguna experiencia concreta de A puede ser idéntica a una experiencia de B, por típica que pueda ser en un contexto de sentido objetivo, ya que pertenece a la corriente consciente de un individuo determinado en una articulación biográfica específica. La experiencia concreta no puede repetirse. Solo puede repetirse lo típico «en ella». Unicamente en tanto pongo entre paréntesis a los semejantes concretos, A, B y C, y digo «ellos» juegan a las cartas, puedo captar en ellos a representantes del tipo «jugador de cartas»; pero con esto he emprendido una explicación por la cual se hace anónimos a los semejantes A, B y C.En contraste, puede decirse finalmente que A, B y C, aun cuando juegan a las cartas, son «todavía» mis amigos Gaspar, Melchor y Baltasar. Si esta objeción se dirige a los cursos ya constituidos de vivencia en la actitud natural, está justificada. Con respecto a la constitución de la experiencia cotidiana (p. ej., «mis amigos Gaspar, Melchor y Baltasar están jugando al bridge»), debe decirse que anonimizar el proceso vivo y trasponerlo a un contexto de ientído Objetivo es una presuposición de mi experiencia coherente. El contexto de sentido Objetivo, que fue erigido sobre la base de mi acervo de conocimiento y de los axiomas, idealizaciones y tipificaciones propios de él, puede ser trasladado secundariamente de vuelta a los contextos de sentido subjetivos: también utilizo mi conocimiento típico en situaciones en que participan semejantes. Capto a los semejantes en cuanto «personas como.. pero, al mismo tiempo, los experimento en la relación Nosotros como semejantes únicos cuya vida consciente se manifiesta ante mis ojos. Así, tienen un doble carácter: son «personas como...» y son «Tus». Sobre la base de este doble carácter de los semejantes tiene lugar entonces una tercera trasposición: el mero contemporáneo, experimentado por mí como un tipo, es dotado de una vida consciente, al igual que un semejante. Debe establecerse, sin embargo, que no experimento inmediatamente la vida consciente del contemporáneo, sino que, por así decir, «insuflo» conciencia al punto de referencia de la orientación Ellos, al tipo, mediante un acto mío de explicación. Como resultado de esto, tal conciencia es solamente una conciencia típica, anónima. Es evidente que tocamos aquí un importante problema de las ciencias sociales: el de la base que tiene en el mundo de la vida el llamado tipo ideal. En las páginas siguientes nos proponemos investigar un punto importante para el análisis del mundo de la vida: la significación que tiene la relación de tipificación y anonimía para la experiencia de la realidad social.

iii. Los niveles de anonimía en el mundo social

El momento de fundación de la orientación Ellos es aquel en que uno imagina al Otro, cuya existencia supone o sospecha, como un punto de referencia de virtudes, características, etc., típicas. En esta orientación, aparte de ese momento básico, las experiencias específicas de

Otros son, en la orientación Ellos, diferenciadas en diversos aspectos. La variante más importante es el gradQ de anonimia. Podemos decir que el mundo de los contemporáneos está estratificado según niveles de anonimia. Cuanto más anónimo es el tipo (mediante el cual se experimenta a un contemporáneo) , tanto más vigorosamente objetivado está el contexto de sentido que se introduce subrepticiamente en el Otro.Debemos comentar con mayor detalle la anonimia de un tipo (un tipo social individualizado). Ya hemos dicho que la orientación Tú «pura» surge de la atención inmediata dirigida a la mera existencia del semejante, y que la captación del ser de tal y cual modo de un semejante se funda en esta orientación. Esto no rige para la orientación Ellos, que consiste básicamente en el hecho de que se imaginan ciertas propiedades típicas. En esas concepciones, pos tulo en verdad tales propiedades como existentes, como presentes pal» lúa hombres ahora o antes. No necesito, empero, postular la presencia de tal propiedad en un Otro determinado, en un punto

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determinado del tiempo y en un lugar determinado. La propiedad típica es anónima con referencia a cada persona. Gomo consecuencia de esto, el contemporáneo que, como hemos indicado, puede ser captado sólo mediante tales tipificaciones, es en este sentido en todo caso, anónimo. Esta existencia fáctica del contemporáneo no es experimentada inmediatamente, sino solo sospechada, supuesta o, más bien, postulada como presupuesta. En mi experiencia efectiva, el contemporáneo tiene solamente el rango de un punto de intersección de propiedades típicas; su existencia fáctica tiene, para mí, el carácter de una probabilidad de índole subjetiva.De esto se desprende que el riesgo implicado en aquellos actos míos dirigidos a contemporáneos, aun en encuentros sociales, es mucho mayor en comparación con la estructura del acto, que, como tal y fundamentalmente, tiene un carácter probable. Resta señalar las consecuencias de esta circunstancia para la estructura de las relaciones sociales entre contemporáneos.Pero aún podemos hablar de la anonimía de tipificaciones sociales individualizadas en otro sentido. La anonimía de una tipificación es inversamente proporcional a la plenitud de su contenido. Esta a su vez, depende del grado de generalidad, o sea del detalle y la determinación de mi acervo de conocimiento con respecto a la propiedad típica postulada como invariable. El esquema de interpretación que está en la base de una orientación Ellos puede inferirse de las experiencias inmediatas de un semejante anterior; pero también puede estar relacionado con las generalizaciones acerca dt la realidad social. En el primer caso, el tipo, un tipo personal, será relativamente detallado y lleno de contenido; en el segundo caso,’la tipificación será relativamente general y vacía de contenido. Podemos decir que la plenitud de contenido del tipo social individualizado se ajusta a la relativa inmediatez de las experiencias a partir de las cuales se lo ha constituido.Las tipificaciones, sin embargo, no son en sí mismas esquemas de sentido separados, aislados, sino que están mutuamente ligadas y erigidas unas sobre otras. Cuanto más son las tipificaciones sobre las que se erige un tipo individualizado, tanto más anónimo es este, y tanto más amplio es el ámbito de los esquemas de sentido presupuestos en el tipo como evidentes. Los estratos inferiores de las tipificaciones (es decir, los esquemas tipificadores de sentido) no llegan explícitamente a ser captados por la conciencia y son, de una manera más o menos vaga, postulados conjuntamente como presupuestos y no problemáticos. Es fácil ilustrar esto. Basta considerar cuántos esquemas de interpretación «evidentes» y oscuros subyacen en tipificaciones como «ciudadano del mundo», «vendimiador» [vintager], «intelectual liberal de izquierda», «combatiente», «americano».El grado de anonimía de un tipo social individualizado depende así, podríamos decir, de la facilidad con que la relación constituida mediante él (o la relación constituida conjuntamente) pueda convertirse en una relación Nosotros, Cuanto antes pueda yo experimentar inmediatamente las cara ote rís ti cas típicas de «alguien» como propiedades de un semejante, como componente de su vida consciente, tanto menos anónima es la tipificación aludida. Podemos aclarar esto con dos ejemplos. Supongamos que pienso en mi amigo ausente Juan, quien enfrenta una decisión difícil. A partir de las experiencias inmediatas sedimentadas de mi amigo, tengo el tipo individualizado «mi amigo Juan», que pasa a ser el punto de referencia de mi actual orientación El. Puedo formular también tipos de conducta: la observación «mi amigo Juan enfrenta decisiones difíciles» se convierte en: «personas como Juan» suelen conducirse de tal y cual modo en tales circunstancias. Aunque tratadas como tipificaciones, estas son mínimamente anónimas, su contenido está considerablemente colmado de experiencias pasadas inmediatas. Y se ha inferido de ellas. Además, mi contemporáneo Juan puede convertirse en cualquier momento en e! semejante Juan. Tomemos otro ejemplo: Mi amigo me habla de X, a quien no conozco y con quien se ha encontrado recientemente, y lo describe; vale decir, construye tipificaciones de X en las cuales fija y postula como invariantes sus propias experiencias de las propiedades de X, mediante las categorías de lenguaje de su acervo de conocimiento. La elección de propiedades y su determinación lingüística depende, por consiguiente, del acervo de conocimiento de mi amigo, de su situación biográfica, sus motivaciones y planes cuando encontró a X, así como de sus motivaciones y planes cuando me habló acerca de X. Cuando oigo la descripción de X, explico la descripción de «personas como X» con ayuda de mis esquemas lingüísticos de interpretación, de mi acervo de conocimiento, y en conexión con mis intereses en «personas como X», así como en relación con mi conocimiento de mi amigo. El tipo social individualizado X no puede ser totalmente idéntico para mi amigo y para rní. Hasta puedo cuestionar la caracterización o parte de ella, y ponerla entre paréntesis sobre la base de mi conocimiento tipificador de mi amigo (mi amigo se altera

con facilidad, no se entiende con «personas como X», etc.). Lo común en estos dos ejemplos es que derivan de experiencias inmediatas de un semejante, de primera o segunda mano, y que eslán relativamente colmadas de contenido y no son aún muy anónimas. El recuerdo de semejantes vivos impregna todavía las tipificaciones que realmente reemplazan al semejante. Llamaremos a tales tipos individualizados tipos personales.Otra formación de tipos, al mismo tiempo más débilmente individualizados, solo capta a los contemporáneos con referencia a ciertas funciones típicas. Tomemos de nuevo el ejemplo del empleado de correo. Mi relación con el empleado de correo es mucho más anónima que mi relación con un tipo personal, puesto que no concierne a Otros a quienes experimento, he experimentado o probablemente experimentaré como semejantes. Aunque nos encontremos, es sumamente probable que ambos nos conduzcamos sobre la base de orientaciones Ellos «importadas» a esta situación, ya que implica típicamente la institucionalización de tales sitúa- ciones. Si echo una carta al buzón, no necesito (estrictamente hablando) referirme a un tipo individualizado de «empleado de correo». Podría, empero, al menos reflexivamente, interpolar que su conducta está, para él, en contextos de sentido subjetivos específicos (el sueldo, el jefe, el revisor de cuentas, un trastorno estomacal, etc.: todo esto se refiere a Juan Pérez; más aún, puedo referirme a tipos de conducta puros (maneras uniformadas de despachar una carta, de anularla, de transportarla, de entregarla, etc.). Tiene importancia subordinada que yo asocie entonces los tipos de conducta con alguien («cualquiera») que se conduce de tal modo y no de otro. Caracterizaremos a tales tipificaciones, que se asemejan estrechamente a tipos conducíales puros y que ya han alcanzado un alto grado de anonimia, con la expresión tipo funcionario.En contraste con el tipo personal, el tipo funcionario es relativamente anónimo. Ambos tipos individualizados, incluso el segundo, están relativamente colmados de contenido (y cercanos a la vivencia) si se los compara con los otros esquemas interpretativos tipificadores de la realidad social. Las tipificaciones de los llamados entes sociales colectivos, aunque también contienen individualizaciones, son, por ejemplo, totalmente anónimos, puesto que nunca pueden ser inmediatamente experimentados como tales. La clase de tales tipificaciones se ordena a su vez según niveles de anonimia. «El Parlamento», «el Consejo Directivo de la Fun-dación Rockefeller», «el equipo de bowling», son tipificaciones que muestran una anonimic* relativamente escasa dentro de esta clase, puesto que se erigen sobre la base de tipos funcionamos individualizados o aún tipos personales, que pueden convertirse, al menos en principio, en la experiencia inmediata He semejantes. Tal conversión es más difícil (aunque está sujeta a manipulación institucional) cuando se refiere a entes colectivos cuyos sustratos individualizados sirven como base para distinciones oscuras y fluc- tuantes; por ejemplo, «los enemigos de nuestro pueblo». Cuando las tipificaciones son como «el Estado», tía economía», <las clases sociales», etc., son totalmente inconvertibles en la realidad viva de un semejante. En esas tipificaciones se captan contextos de sentido y contextos de conducta Objetivos, anónimos en grado sumo.67 Todavía nos falta examinar la cuestión de la medida en

57 El enfoque según el cual estos contextos Objetivos de sentido y de conducta podrian ser coordinados en un flujo de conciencia y transformados en un contexto subjetivo de sentido es una concepción histórica o, como diría un sociólogo, ideológica. Las funciones «del Estado», «la voluntad popular», etc., quizá puedan ser explicitadas en un contexto Objetivo de sentido (p. ej„ en el de las ciencias históricas), de modo que queden ocultos los peligros inherentes en dichos términos. De lo contrario, esto no puede significar sino que los diversos aspectos de contextos Objetivos de sentido son momentos típicos de procesos subjetivos, conscientes, de funcionarios estatales, representantes del pueblo, etc. En cuanto a esta última posibilidad, mediante tipos funcionarios y, en principio, también mediante tipos personales, uno puede quedar orientado según una orientación Ellos. Las funciones del Estado no pueden ser adecuadamente la base de un estado de conciencia, de un contexto subjetivo de que los entes colectivos (es decir, los contextos de sentido Objetivos que se les atribuye) se encaman en símbolos que operan instituyendo comunidades, y el modo en que esos símbolos pasan a ser datos presupuestos del mundo social y cultural en que ha nacido el individuo.88

iv. Las relaciones sociales entre contemporáneos

Mientras que las relaciones sociales entre semejantes se fundan en la orientación Tú, las relaciones sociales entre contemporáneos se basan en la orientación Ellos. Los encuentros sociales proceden mediante el recíproco reflejo de la experiencia inmediata del Otro; las relaciones sociales entre contemporáneos, en cambio, consisten en captar al Otro como un tipo (personal o funcionario). En consecuencia, tienen, en principio, un carácter sólo probable. En tales relaciones debo contentarme con Ja probabilidad y la anticipación de que el contemporáneo hacia el cual estoy orientado esté a su vez orientado hacia mí, por medio, en

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verdad, de una tipificación significativamente adecuada y complementaria. Aclararemos este punto con un ejemplo.Cuando tomo un tren, mi conducta está orientada hacia la anticipación de que ciertas personas realizarán ciertos actos que, con toda probabilidad, me llevarán a mi destino. Con esas personas estoy en una relación social entre contemporáneos, o en u;ia relación Ellos, como también podemos llamarla. Esta relación puede daisc, primero, porque mi acervo de conocimiento contiene el tipo funcionario «empleado de ferrocarril» («persona que líáce todo lo necesario para que las personas como yo...»), y segundo, porque en ciertas circunstancias vinculadas con un propósito y una situación, yo oriento mi conducta hacia este tipo. Tercero, como parte de una relación fáctica del mundo de la vida entre contemporáneos, no solo oriento mi conducta hacia cierto tipo, sino que también otros orientan su conducta hacia este tipo, es decir, hacia un tipo complementario («persona que viaja»). Esto significa que atribuyo a mi copartícipe en la relación social un esquema de expectativas e interpretaciones que me contiene corno tipo. En este ejemplo queda clara la índole relativamente anónima del tipo funcionario: yo y mi contemporáneo orientamos nuestra conducta menos hacia tipos individualizados que hacia una tipificación de conductas, o hacia tipos de cursos de actos.

sentido. El problema de un análisis más exacto de los sustratos de las realidades sociales colectivas deberá ser resuelto por la sociología y, sobre todo, por la teoría de la socialización. Estas disciplinas deben mostrar el origen de los sustratos en experiencia inmediata y mediata de Otros. Una investigación de las posibilidades y límites de la transformación de los contextos de sentido de entes sociales colectivos, en los contextos subjetivos de sentido de sus funcionarios (y, con ello, en responsabilidad de los funcionarios), es un problema de especial trascendencia para la jurisprudencia y la ciencia política.58 Víase cap. 6 [vol. III.

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Las relaciones sociales entre contemporáneos se determinan mediante las probabilidades subjetivas de la complanentariedad de sentido adecuado de las tipificaciones usadas por los copartícipes. En lugar de la recíproca confirmación (o modificación, o no-confirmación) de las expectativas en la experiencia inmediata de una relación Nosotros, en las relaciones sociales entre contemporáneos intervienen actos conscientes (reflexiones, concepciones), que presumiblemente orientan la conducta del copartícipe. Cuanto más uniformado es un esquema de tipificación (en una circunstancia de tipo X las personas del tipo A se conducen a la manera del tipo Z, en lo que se refiere a personas del tipo B), tanto mayor es la probabilidad subjetiva de que se confirme la expectativa de cada uno de los copartícipes en la relación. Las probabilidades subjetivas abarcan desde la mera conjetura (él podría tomarme por X o por Z; si me toma por X, podría comportarse de las maneras a, b o c; si me toma por Z, de las maneras d, e o f) hasta la certidumbre subjetiva (él figura en la guía como vendedor de estampillas; si le envío un pedido, solo puede comportarse de tal y tal modo). Los esquemas de tipificación —para plantear una cuestión todavía no analizada— pueden ser uniformados de varías maneras. O bien el ámbito de uso y el tipo de uso están garantizados por instituciones (si no pago el pasaje, personas del tipo «policía ferroviaria» cumplirán acciones típicas orientadas hacia el hecho de que soy una persona del tipo legalmente denominado «individuo que no p’.ga su pasaje», me agrade o no esta tipifica-ción) ; o bien los esquemas de tipificación están tradicionalmente determinados, esto es, yo sé que su ámbito de uso y su tipo de uso tienen una distribución social general, o bien la uniformación se refiere ?.l hecho de que concierne a tipos de cursos de actos

* coordinados con un esquema «racional» de medios y fines.Estas características esenciales de las relaciones sociales entre contemporáneos tienen varias consecuencias importantes. Primero: en contraste con el continuo enriquecimiento de mi experiencia de mis semejantes en una relación Nosotros, en una relación Ellos esto ocurre solamente con limitaciones radicales. Mis experiencias de contemporáneos cambian, en verdad, mi acervo de conocimiento del mundo social, y las tipificaciones que sustentan una relación Ellos pueden modificarse. Sin embargo, esto no sucederá sino en medida insignificante mientras no se modifique la esfera de interés que determinó el uso original de! tipo.89 Nuestro análisis de la tesis general de las perspectivas recíprocas está indicado por el segundo punto digno de mención. En la relación Nosotros, puedo siempre (una y otra vez) hallar la confirmación de que mis experiencias del mundo de la vida son congruentes con tus experiencias de él. Vimos que la extensión de esto a otros hombres ha sido considerada como evidente; pero una confirmación con referencia a meros contemporáneos no es posible.

59 En algunos estudios, el descubrimiento de la escasa influencia de los «contactos personales» en los «estereotipos» sociales ha estado acompañado por una sorpresa algo ingenua.

62 Véase cap. 5 [vol. II].

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relaclw*' > actos, puedo tomar en cuenta las motivacionesAl pfOTec m¡Ar en la medida en que pertenecen en forma expre- rffftiUio a él,

como motivaciones típica; i f f f l t l o i de actos. Si envío una carta por correo, estoy

Á_ ^ipcne de manera indirecta, a través de contem- Solo faetón semejantes y son «recuperables» como tales.pul ^***¡^ nuevamente referencia a las consecuencias delAqirí "i- pjf* y relativo.aiUmi.U**” . — ¿g las relaciones Ellos surgen aquí otros dos pun-D* J* «MM* I°* mencionaremos, adelantándonos al análi-

y de los sistemas de signos. Solamente desde si» d®¿¿terminarse si entre cierto contemporáneo y yo han

afuer* las relaciones supuestas por mí, puesto que lassurgida f**

tienen un carácter de probabilidad subjetiva.««laHílMP y________ _____________I_ a. —________ _____ _________a__1_____________a.1_____!_______

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• é l , c o m o m o t i v a c i o n e s t í p i c a s de actos. Si envío una carta por correo, estoy

los (en este caso, con seguridad subjetiva) en unapresumí"*"! f/ftt empleados de correo, para quienes yo (tam- relartf** nte, es decir, con seguridad subjetiva) actúobién te*- Junto con esto, tomo en cuenta que «per-corn° ,,n , ,rt,vierten en empleados de correo» están lo bastante son a* f|"* para emprender las accionas propias de emplea-motivml"* ‘ N| ¡gual que ellos, por su parte, imaginan (con sedo» de> y*. .en verdad), que «las personas que echan car- guridn^' tienen la finalidad de que su carta sea despatas en ly (llfltrnia subjetivo de sentido en que está para mí el chadn. W n para él la profesión de empleado de correo,escribir •" iwncia para ambos. Er» este aspecto, sus motivos carece ' p '(il(1 VCr con los míos. Ya tendremos oportunidad de nada •»rn^ . difiere esta situación de la estructura de la acción ver “ *¡ ‘L fíiMientro. .500,8 1 iiiirHo »e refiera a la comunicación.61 Cuando me ha- j«ir mi copartícipe en la relación social uso también C25SB- M ; en la relación Ellos me remito casi exclusiva- sistenW» l |(|t ,|e

signos. Ocurre además que cuanto «más anó- menlr *« «nmrlícipe, tanto «más Objetivo» debe ser el uso de nimn» n" aclara nuevamente cuán estrecha es la relacióneso* •«•I* 1 1 (|„ anonimia de la experiencia de la realidad so- entre el V [i()|)||(|M/o de contextos subjetivos de sentido mediante cinl y r ^pmrtllcnmente objetivados. Así, no puedo presuponer sentido» * |(|)0rflneo con quien estoy en una relación Ellos cap- que ull i « |(,|||rt los matices de mis afirmaciones dados por mi te (kIh,,ihi | expresión facial, etc. (asi como por un «conoci- f n experiencias inmediatas, acerca de cómo debe mien(o»i (|(( |(>do ello y qué relación tiene con mi situación ser ¡nterp1 M|| humor momentáneo, etc.). Si conscientemente biogrnfirfli (|,, mies matices con él, debo transponerlos a ca- quiero Cq^ de sentido, con lo cual pierden inevitablemente“-tegon^ ^ (|t, uintices. Además, las comunicaciones con .un con-r»u la

s i»**. ij]-

temporáneo deben ser postuladas como una totalidad. El riesgo de que mi interpretación previa de su reacción sea inexacta se vincula, por consiguiente, con esa totalidad, mientras que yo, en la relación Nosotros, experimento de manera inmediata, paso a paso, si ¿1 me ha entendido correcta o incorrectamente.Para concluir, debe recordarse una vez más la vinculación de la relación Ellos con la relación Nosotros. Las relaciones Ellos caracterizadas por un grado relativamente pequeño de anonimia pueden ser convertidas en relaciones Nosotros a través de varias fases de transición. A la inversa, las relaciones Nosotros de inmediatez y profundidad especiales de vivencia se transforman en relaciones Ellos con un grado reducido de anonimia. Este es un factor im-portante en el desarrollo de un sentido fijo para las relaciones sociales (p. ej-j de la profundidad de vivencia en una amistad), que es relativamente independiente de la estructura de inmediatez y mediatez. Y finalmente, las transiciones de las experiencias inmediatas a las experiencias mediatas, como las que tienen lugar en la actitud natural de la vida cotidiana, son suaves y, por las razones ya examinadas, no se imponen a la conciencia.

v. El mundo de los predecesores, la historia y las generaciones

Cuando he vivido una relación Nosotros o una relación Ellos, puedo reproducir mis experiencias en ellas paso a paso, en mi memoria, o captarlas monoiéticamente en retrospectiva. En ambos casos se conservan las características constitutivas de esas experiencias, su inmediaiez o mediatez; pero esas experiencias, que por su parte fueron experiencias efectivas de mi vida consciente, cambian esencialmente en un aspecto: han recibido la validación de la historicidad, es decir, están concluidas, terminadas. En las fases vivas de la experiencia efectiva había horizontes de futuro abierto; ahora ya no los hay. Aquello que tenía un carácter subjetivo de probabilidad en una relación social —v. gr., mis expectativas con respecto a la conducta futura de mis copartícipes— es ahora algo absolutamente seguro. Las expectativas han sido colmadas o quedaron frustradas. Las estructuras temporales de la experiencia —v. gr., la estructura temporal inherente a la acción— 82 pueden ser reproducidas como tales en la memoria; pero la memoria que colma mi fase consciente actual tiene otra estructura y otra posición en mi situación biográfica. La situación biográfica actual es el horizonte actual de la experiencia recordada: «Primero quise esto, luego busqué los medios para alcanzar mi objetivo, después hice tal y cual cosa, etcétera»; pero a cada una de estas fases recordadas le corresponde también el estribillo: «En realidad, he logrado solamente esto».La línea divisoria entre el mundo de mis contemporáneos y el de mis predecesores no es tajante. Puedo, sin duda, contemplar todos

*00

63 Ibid.

loa recuerdos de mis propias experiencias de Otros como experiencia de la realidad social pasada. En verdad, como acabamos de señalar, las características constitutivas de esas experiencias se conservan en dichos recuerdos. Son experiencias en las que Otros estaban presentes simultáneamente en mi vida. Puedo coordinar las fases pasadas de la vida consciente de esos Otros con fases pasada de mi propia vida consciente. Esto significa, sobre todo, que puedo seguir retrospectivamente en su duración interior la construcción paso a paso de contextos subjetivos de sentido que sé presentan a mi atención.Esto no es aplicable al mundo de mis predecesores en sentido estricto. Este es un mundo definitivamente concluido. No solo están terminadas las experiencias por las que pasaron mis antepasados, sino que también se ha completado definitivamente la articulación biográfica en la cual se unían las experiencias individuales. Con respecto al mundo de mis predecesores, nada más puede esperarse. Por esta razón, no puedo experimentar a los antepasados como libres: ellos ya no pueden actuar. La «libertad» de mis meros contemporáneos, como yo los experimento, también es limitada, puesto que los capto mediante tipificaciones que fijan motivos y cursos de actos como constantes. También a los antepasados los capto sólo mediante tipificaciones; pero, en este caso, no se mantiene constante nada que no sea ya de todos modos invariable. La invariabilidad caracteriza a todo el mundo de mis predecesores. Puedo orientarme hacia el mundo de mis predecesores (hacia mi abuelo, hacia Napoleón, etc.) mediante tipificaciones, pero no puedo actuar con respecto a ellos. Mi actitud hacia los antepasados tiene también un carácter que no es el de la orientación Tú y la orientación Ellos. Mi conducta puede estar orientada hacia la conducta de mis antepasados solo en la medida en que sus actos pueden convertirse en motivos «porque»®3 para mis acciones; pero con respecto a mis antepasados no puedo lograr nada más; con eüos no pueden existir relaciones sociales, que son esencialmente recíprocas. A los actos de mis antepasados que están orientados hacia mí (como el tipo «descendiente» totalmente anónimo) —p. ej., una cláusula del testamento de mi abuelo—, solo puedo responder con una actitud dirigida hacia mi abuelo, aparte del hecho ya mencionado de que el acto puede convertirse en un motivo «porque» de mi conducta (p. ej., estudiar en cierta Universidad elegida oor él).Como es obvio, las experiencias del mundo precedente son indirectas. Pueden ser trasmitidas mediante una comunicación de mis semejantes o contemporáneos, basada en sus propias expe-riencias inmediatas (recuerdos de la infancia de mi padre) o pueden ser inferidas (mi padre me cuenta las experiencias de su tío abuelo en la Guerra Civil). Estos ejemplos vuelven a indicar qué vaga es, en la experiencia cotidiana, la línea divisoria entre los mundos de los contemporáneos y de los antepasados. Mi padre

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está actualmente en una relación Nosotros conmigo; sus propias experiencias de la infancia se relacionan con una época anterior a mi nacimiento; ellas son «historia» para mí. Y sin embargo, son las experiencias de un semejante. Puedo, por lo tanto, coordinar sus experiencias, incluso las que son «historia» para mí, con los contextos subjetivos de sentido del semejante que está presente para mí.Aparte de la función que cumple esa comunicación entre seme jantes y contemporáneos en mi experiencia del mundo de los predecesores, los hechos de mis antepasados son decisivos. Son expresiones de su vida consciente. Podemos distinguir aquí varias posibilidades. Los hechos pueden ser comunicaciones dirigidas hacia los contemporáneos de antepasados; pueden también haber sido dirigidas a los descendientes. Esos antepasados pueden ser personas específicas o tipos totalmente anónimos. En la medida en que los hechos implican comunicaciones, están de todos modos en un contexto Objetivo de sentido, el sistema de signos, siendo entonces anónimos por su misma esencia. Los signos, empero, son también manifestaciones de la vida consciente de quien los emitió, y puedo tratar de exponerlos como tales. Mediante este cambio en mi actitud, me coloco en una especie de seudocontemporaneidad con el sujeto histórico. Pocas veces, en verdad, la investigación histórica se interesa de manera directa en la vida consciente del sujeto histórico. Sin embargo, no debe olvidarse que las fuentes, documentos, jtc., históricos admiten siempre una referencia retrospectiva de ese tipo, puesto que presuponen y trasmiten experiencias de realidad social por parte del sujeto que emitió los signos. El munot) de ío¡> predecesores fue el mundo contemporáneo de los antepasados. Contiene lus mismos ordenamientos fundamentales de experiencias subjetivas del mundo social (más allá de la inmediatez, la anonimia, etc.) que el mundo de los contemporáneos.Mientras que el mundo precedente, igual que el mundo de los contemporáneos, es experimentado mediante tipificaciones, existe, sin embargo, una diferencia importante. El antepasado vivió en un mundo radicalmente divergente del mío. La teoría general de la reciprocidad de perspectivas, que está en la base de la socialización del mundo de la vida, confirmada en la relación Nosotros y extendida, con restricciones, al mundo de los contempo-ráneos, no es aplicable, hablando en términos estrictos, al mundo precedente. Al vincular el mundo de los contemporáneos con el mundo de los predecesores mediante el entrelazamiento de generaciones, procuramos tamoién, de hecho, hacer extensiva al pasado la tesis general. En la actitud natural de la vida cotidiana, no estoy vuelto hacia el pasado de manera reflexivo-teórica; pero, piagmáticamente, la tarea de ampliar la tesis general no puede ser puesta efectivamente ante mis ojos (no hay antiguos teutones que puedan presentárseme —como muy probablemente pu? da haber chinos contemporáneos— para probarme que no «todos» ex-perimentan el mundo como usted y yo). Además (y dejando totalmente de lado la ingerencia de una actitud histórica en la moderna concepción natural-relativa del mundo), es probable que también se comience a sospechar, en la actitud natural, que los contextos de sentido en los cuales se dieron las experiencias de los antepasados divergen decididamente de los correspondientes a contemporáneos. La razón de esto reside en la experiencia de la diferencia en las cosmovisiones de generaciones diferentes.En verdad, es precisamente a través de la transmisión de mi experiencia de los mayores que el mundo precedente se constituye inicialmente en cuanto mundo social «como el mío». Todas las experiencias de mis antepasados eran experiencias pertenecientes a una duración interior, un contexto subjetivo de sentido, además de constituirse en encuentros con Otros y en relaciones sociales mediatas. Estoy en relaciones Nosotros con mi padre; él estuvo en relaciones Nosotros con su padre, y así sucesivamente, hasta el pasado más remoto, que ya no puede ser captado mediante tipificaciones que tengan pleno contenido; pero esto es percibido también como pasado social. Al mismo tiempo, sin embargo, es precisamente en mi experiencia de los mayores donde se desarrolla quizá la más importante modificación de la tesis general de las perspectivas recíprocas. La persona mayor que yo es un semejante en quien se confirman para mí la intercambiabilidad de puntos d<* vista y la congruencia de los sistemas de significatividades; pero también es un semejante en quien experimento el riesgo correspondiente a las evidencias contenidas en la tesis general. El piensa de otro modo que yo acerca de esto y de aquello. Por su intermedio, aprendo a comprender la dependencia de los sistema de significatividades con respecto a la situación biográfica. Y hasta un asociado íntimo («mi padre») «piensa distinto». Es precisamente por mi experiencia de los mayores como *e me impone una diferencia biográfico-histórica dentro del mundo de los contemporáneos. Muchos de los horizontes que para mí, en mi situación biográfica, todavía están abiertos, para el hombre mayor, el semejante en nuestra situación común, están ya cerrados (matrimonio, elección de profesión, el primogénito, etc.) ; lo que en mi experiencia

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actual se relaciona con anticipaciones o expectativas, para él ya está colmado, ya está sedimentado en su memoria. El ya estuvo «en mi posición», vale decir, en una situación típica de un joven típico. El también llegó a esa situación ccm expectativas análogas a las mías actuales, pero ya sabe «qué pasó». Apela a su «experiencia personal» y no puede comprender que no le es posible transmitírmela.Por estática que sea una sociedad, debe haber necesariamente una disposición a la experiencia de las generaciones, y con ella una disposición a percibir de manera ingenua la historicidad del mundo social. Está claro que esto aún no nos dice nada acerca de las condiciones sociales para el desarrollo de una conciencia histórica (y mucho menos de una visión histórica del mundo); pero así como el mundo de los predecesores se constituye para mí a través de la cadena de generaciones, así también tiene lugar, «después del hecho», una modificación de la tesis general de las perspectivas reciprocas. El «contenido» de las relaciones Nosotros de mis antepasados debe haber sido diferente. Ellos se encontraban en contextos de sentido diferentes: la «misma» experiencia, en otro contexto de sentido, no puede haber sido «la misma». Al disminuir la plenitud de contenido y aumentar la anonimia de mis tipificaciones del mundo precedente, llego a un punto en el cual puedo decir solamente: las experiencias de un antepasado eran experiencias humanas; deben haber teinido «algún tipo» de sentido subjetivo. El riesgo de aplicar a antepasados tipificaciones más o menos llenas de contenido es mucho mayor que el de una aplicación semejante al mundo social contemporáneo. Esto es válido hasta para mi interpretación de sistemas de signos, que son Objetivos, pero están depositados en el pasado. Los sistemas de signos son «evidentemente» invariables; no tienen los horizontes «abiertos» de un proceso vivo y consciente. Sin embargo, no puedo verificar directamente la equivalencia postulada de mis esquemas interpretativos de sistemas de signos con los correspondientes esquemas de expresión de mis antepasados. Esto no puede hacerse sino indirectamente, con ayuda de pruebas «internas», fundadas a su vez en supuestos e interpretaciones que se basan unos en otros. ¡Cuánto más simple es la prueba de las aseveraciones referentes al tiempo del mundo (p. ej., la datación de los hallazgos arqueológicos por el método del carbono) que la de las aseveraciones referentes al tiempo histórico del mundo social!

vi. El mundo de los sucesores

El mundo de los sucesores es fundamentalmente «abierto» e indeterminado. Mi experiencia de él puede tener lugar sólo mediante tipificaciones sumamente anónimas. En términos estrictos, no puedo aplicarle legítimamente tipos individualizados; lo más que se puede hacer es aplicar tipos funcionarios, y aun así hay gran riesgo de inexactitud. Tengo un punto de contacto con la posteridad, nuevamente a través de la experiencia subjetiva de las generaciones. Puedo presumir que este niño, o si no él algún otro, seguirá viviendo después de mi muert?, y que las propiedades de su vida consciente que yo experimento ahora de manera inmediata se desplegarán en el futuro. Más allá de esto, solo puedo presumir que, mientras haya una posteridad, mis sucesores ligarán un sentido subjetivo a sus vivencias, que vivirán en un mundo; pero, ¿en cuál? Sin duda, hay diferencias en los mundos de la vida históricos: este interrogante dirigido hacia el futuro no tiene respuesta para nosotros hoy, pues incluso en la actitud natural del hombre de una sociedad estática, la aplicabilidad a este mundo posterior de tipificaciones pertinentes a su mundo contemporáneo está descartada, al menos en principio.

64 Véa»e cap. 2, B, 4, c, ¿i.

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6. El curso de la vida: límites ontológicos, condiciones subjetivas de la articulación biográfica y construcción social

En nuestra descripción de la experiencia del mundo de la vida nos topamos con las condiciones límites de esta experiencia que se imponen a todos. Ellas constituyen las fronteras dentro de las cuales se ordena en determinadas estructuras la experiencia subjetiva del mundo de la vida. Subjetivamente, pueden ser experimentados como trascendencias del mundo cotidiano. El tiempo del mundo limita la duración subjetiva; en él se envejece, y él constituye el límite absoluto de los planes de vida. El curso fijo del tiempo del mundo condiciona la acción subjetiva; impone el principio de «lo primero es lo primero» en los planes cotidianos. La historicidad del mundo condiciona la historicidad de la situación subjetiva en el mundo.En nuestra descripción de las leyes esenciales de la duración interior vimos que, en conjunción con las determinaciones del organismo animado, esas leyes condicionan la estructura de cada experiencia del mundo de la vida. Cada uno es dado a sí mismo como origen de un sistema de coordenadas que presenta un ordenamiento acorde con el alcance efectivo y potencial, y según las zonas efectivas y potenciales de operación.Finalmente, una condición inalterable de la existencia en el mundo de la vida es que el individuo se encuentra con otros. Hemos descrito cómo se experimenta al Otro, mediata e inmediatamente, y cómo a partir de tales experiencias se construyen ciertas estructuras de relaciones sociales; y no solo cómo se constituye un mundo social histórico, sino también cómo se socializa el mundo tota! de la vida.Hemos descrito, por consiguiente, las condiciones límite del curso individual de la vida, así como las estructuras básicas de cada experiencia en él. Aún se nos plantea esta cuestión: ¿Cómo se expresa un curso de vida dentro de esas condiciones límites en las estructuras de experiencia? Ya suscitamos este interrogante cuando hablamos de la articulación biográfica,64

pero tuvimos que limitarnos a inspeccionar aspectos subjetivamente condicionados de la articulación biográfica, es decir, los que resultan de las características esenciales de la duración interior. Comprobamos entonces que la articulación biográfica se superpone al plan del día. En otras palabras, los horizontes de experiencias, interpretacionesV proyectos (cuyo sentido abarca el curso de la vida dentro de sus limitaciones ontológicas) moldean las articulaciones de la duración interior en el ritmo diario y determinan la atribución de sentido con respecto a los planes ciel día. También comprobamos que, por otra parte, los horizontes de experiencias, interpretaciones y planes se adecúan necesariamente al ritmo diario de la duración interior. El segundo aspecto esencialmente subjetivo de la articulación biográfica es, como ya vimos, la sucesión única de experiencias en la duración interior y el orden correspondientemente único de la sedimentación de experiencias en el acervo de conocimiento.También dijimos, sin embargo, que las categorías de articulación biográfica no son realmente categorías de duración interior, sino más bien categorías construidas mucho más intersubjetivamente y transmitidas dentro de la cosmovisión natural-relativa. Estamos ahora en condiciones de liberamos de la limitación inicial impuesta a la observación de los aspectos subjetivos, y de restituir lo que fue pasado por alto. La tarea de la etnología y la sociología em-píricas es, naturalmente, describir los «contenidos» concretos de la construcción social de categorías biográficas, y establecer hipótesis causales acerca de la conexión de ciertas formas con ciertos factores ecológicos, demográficos e institucionales. Debemos también considerar si es posible determinar aspectos generales de la categorización social del curso de la vida, si hay relaciones particulares de fundamentación entre las categorías sociales de la articulación biográfica y la experiencia del mundo de la vida. Primero, debe decirse que las categorías sociales de la articulación biográfica ya están dadas para el individuo, como componente de la cosmovisión natural relativa. Es decir, pertenecen a un sistema de tipificaciones que está históricamente presente y se impone al individuo como componente esencial de una realidad social Objetiva, que adquiere existencia antes que él y es válida para él. Son, por ende, un elemento de la historicidad inmodificnble ds la situación de un ser individualT Aquí, empero, hay que establecer una distinción: la historicidad de la situados se impone al individuo; es una condición límite ontológicr de su existencia fáctica. En contraste con esto, la cosmovisión natural-relativa, vale decir, las categorías sociales de articulación biográfica contenidas en ella, es experimentada por el individuo como algo del mundo de la vida que él debe superar, como perteneciente a la zona potencial de operación que rodea su vida. Las categorías de articulación biográfica no son, entonces, condiciones límites de la situación en el mundo de la vida; son, en cambio, las posibilidades para conducir la vida dentro de esa situación. En verdad, como componentes de la cosmovisión natural-relativa, tienen el carácter de tipificaciones totalmente

anónimas; pero, dado que operan como temas atributivos de sentido para los planes de vida subjetivos, se fusionan con lo que concretamente se presupone en la aprehensión del sí-mismo y de otros.Segundo, es necesario describir con mayor precisión el carácter de las tipificaciones significativas para la articulación biográfica. Dijimos recién que son un componente de la cosmovisión natural- relativa. Esta última es un sistema de tipificaciones comunicables del mundo de la vida como tal, socialmente objetivadas y establecidas en sistemas de signos, ante todo en la lengua materna. Para la construcción social de la biografía son significativas no solo las tipificaciones de la biografía misma, sino también las interpretaciones valora ti vas del mundo social superpuestas a ellas en el sistema de tipificaciones; se expresan en legitimaciones de instituciones sociales, leyes y fórmulas para actos, y rigen la acción social en diversos niveles de anonimía. Son también significativas las evaluaciones de «posiciones sociales» contenidas en las tipificaciones de la estructura social. Todas estas tipificaciones lle-nan el mundo social con contenidos históricamente muy específicos, que el individuo aprende como posibilidades, imposibilidades y presupuestos para su curso de vida. El individuo experimenta el mundo social ya dado y objetivado en la cosmovisión natural-relativa como una escala de probabilidades subjetivas relacionadas con él, como un ordenamiento de deberes, posibilidades y fines fáciles o difíciles de alcanzar. En otras palabras, la estructura social está abierta para él en la forma de biografías típicas. La estructura social es, así, el límite rígido en el cual toman forma concreta su edad, sus planes de vida y, por ende, sus estructuras de prioridades.Cabe agregar a este punto otra observación. Dijimos que la estructura social está abierta para el individuo en la forma de biografías típicas; ahora bien, esta «apertura» es ambigua. Puede significar que en una determinada sociedad, un determinado curso de vida está abierto para determinado tipo de hombres. Entre los comanches, si alguien nacía varón y físicamente fuerte era «obvio» que no podía llegar a ser otra cosa que ladrón de (jabalíos y guerrero. También puede significar que están subjetivamente abiertas a la elección diversas biografías alternativas con diversos grados Objetivos de asequibilidad. Se puede seguir siendo agricultor o tratar de aprender un oficio. Finalmente, puede estar abierta a la elección una serie casi incalculable de biografías típicas posibles, que varían en sus grados objetivos de asequibilidad Esto depende tanto del carácter de la estructura social de una situación histórica dada como de su construcción en la cosmovisión natural-relativa. Las estructuras sociales (v. gr., el feudalis-mo comparado con la sociedad industrial) se diferencian en gran medida por su «grado de libertad» en la elección de diversos cursos de vida. Además, dentro da una estructura social, los «grados de libertad» biográficos se distribuyen socialmente. En cierta sociedad, los hijos de la clase media pueden tener mayor grado de libertad para elegir carreras quj los hijos de reyes. Lo que dijimos acerca de las biografías típicas en el sentido de «carreras» también es válido para ciertas pautas más estrechamente limitadas de actos. Quizá los brahmanes tengan menor libertad de elección en materia de placeres sexuales que los miembros de castas infe -riores.Estos ejemplos ilustran una cuestión adicional: las biografías típicas, tanto en el aspecto total de las «carreras» como respecto de pautas restringidas de acción, se vinculan no solo con la situación social del individuo, sino también con ciertas condiciones fundamentales de su vida. Muchas carreras (guerrero) o modelos de acción (pederastía) están «abiertos» solamente para hombres,

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otras sedo para mujeres (madre, sufragista). Ademis, ciertas carreras, como la práctica de ciertas pautas de acción, no son asequibles ni posibles sino de acuerdo con cierta sucesión inmutable y ontológicamente determinada (para ser un «sabio anciano» es necesario vivir lo suficiente) o prescritas y socialmente estructuradas (para doctorarse hay que pasar antes por la licenciatura). Por consiguiente, «cambiar de tareas», «volver atrás», es posible en ciertas secuencias, pero no en otras.Con respecto a estas exposiciones, sin embargo, se observa que a los mencionados «grados Objetivos de libertad» no corresponde necesariamente un correlato subjetivo inequívoco. La sumisión a lo obvio no tiene por qué ser experimentada subjetivamente como una compulsión. El desarrollo de la conciencia subjetiva de la coacción y la libertad mismas depende de complejas causas so- ciohistóricas. El individuo puede haber elegido una carrera siendo consciente de su completa autonomía o de haber sido obligado a algo por sus padres. Sin embargo, la carrera sería la que un conocedor «Objetivo» de la estructura social habría predicho con un alto grado de certeza. Esta circunstancia puede verse también en otro contexto, cuando observamos la transmisión de biografías típicas a través de ciertos semejantes.Pero antes corresponde mencionar otra característica variable de las tipificaciones relacionadas con cursos de vida. Tales tipificaciones pueden combinarse en biografías inequívocas y coherentes (joven. guerrero, sabio, anciano; pero también escuela secundaria, universidad tecnológica, ingeniero hidráulico), o pueden ser líneas de vida definidas con relativa vaguedad y de cohesión libre (hombre rico, gentUman). Esta variabilidad depende tanto de la facticidad de la estructura social (p. ej., raza de nómades, sociedad industrial) como de ciertos elementos de la cosmovisión natural-re’.ativa (p. ej., ética de cierta posición social, ética profesional) .El tercer punto se refiere a la socialización del individuo en ciertas biografías típicas. Al comienzo, la estructura social y, consecuentemente, la cosmovisión natural-relativa no se enfrentan en su totalidad al individuo como datos Objetivos, totalmente anónimos: son recibidas selectivamente y transmitidas por ciertos semejantes. Al principio, hay ciertos antepasados (|je me transfieren ciertos aspectos y sectores de la cosmovisión natural-relativa, válidos para ellos y «vividos» ñor ellos.46 Los semejantes fundamentales para los primeros encuentros con la realidad social Objetiva son, naturalmente, los mayores, y entre ellos, sobre todo y tínicamente, los padres socialmente definidos como tales (no necesariamente los padres «biológicos»). La cuestión de cuáles son estos mayores constituye naturalmente un elemento de la situación histórica inmutable en que se halla el individuo mismo. En la cadena de las priir;rísimas relaciones Nosotros, se construye para el individuo la validez de las tipificado*** más o menos anónimas aportadas al encuentro por lo» mayores («los runos buenos no hacen eso»). En estas reladones Nowtfoi, las üplfi *d íes aplicadas al individuo por un Otro pasan • «r, en el curso de los procer de reflejo,- ^tipificaciones -«» Cierta elección y nuxhfica- ción, sin duda- e imprimen su feflo a U «tnictura temporal. Las categorías temporales sociales que, por asi decir, desacreditan la duración interior del individuo, pertenecen a las categoras más importantes transmitidas e inteni íicadas de este modo En esta relación Nosotros se desarrolla originarm te el carácter intersubjetivo del mundo de la vida, pero el individuo también en-cuentra los límites de su existencia fáctica en superstructuras sociales (dolce pro patria mori, la recompensa en «otro mundo», etc.), que son transmitidas en la cadena ultenor de relaciones Nosotros y luego, eventualmente, también en relaciones Ellos. El individuo aprende, asimismo, por qué vale la pena esforzarse en su vida, tal como se lo impone su situación. Aprende dentro de «os límites (maquinista, jefe militar, hombre pobre pero honrado) qué se puede soportar (un varón no llora por-eso) y qué es «insoportable» (ningún caballero pjcde tolerar eso; se puede comprender que un hombre pierda la serenidad en tales circunstancias, etc.). A este respecto, se aprende más o menos exactamente no solo el qué, sino también el cómo (aprend.zaje de maquinista; equitación, ballestería; apretar lo* dientes; ter.er accesos de lan- to, etc: El individuo aprende plañe* de vida, y día a día planifica concretar planes de vida, den.ro de una cierta gama de selección e^nciakncnte condicionada por k forma en que le fueron transmitidos a él. Son transmitido, también por algunas otras personas, dentro de los límitaS de la estructura de inmediatez y de anonimia del mundo social que 1" es contemporáneo.En toda sociedad se ofrecen a todo» biografías típicas. Una condición inalterable de cada curso (le vida es que se halle articulado en categorías sociales.

46 Otros aspectos de este problema son expuesto» en el análisis de la transmisión socizl del conocimiento y la socialización de los acervos de conocimiento; véase cap. 4. esp. A, 1 y 2; B, 3, b y c.

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66 El efecto del «e»pejo» de C. Cooley; véase Human Nature and tht Social Order.

3. El conocimiento del mundo de la vida47

[A]. El acervo de conocimiento: su relación con la situación, su génesis y su estructura 1. Acervo de conocimiento y situación

a. La delimitación de la situación como primer elemento fundamental del acervo de conocimiento

El acervo de conocimiento del mundo de la vida se relaciona de muchas maneras con la situación del sujeto que vive la experiencia. Se erige sobre sedimentaciones de anteriores experiencias realmente presentes, vinculadas a situaciones. A la inversa, toda experiencia realmente presente se inserta en el fluir de vivencias en una biografía, según el conjunto de tipos y significatividades que se encuentran en el acervo de conocimiento. Y, finalmente, cada situación es definida y dominada con ayuda del acervo de conocimiento, que así se vincula con la situación (es decir, la experiencia en cuanto ligada a la situación), tanto genética como es-tructural y funcionalmente. Antes de que podamos pasar a describir la génesis y la estructura del acervo de conocimiento es necesario, por consiguiente, investigar en forma más exhaustiva la relación con la situación del acervo de conocimiento. Aunque po

47 En el análisis de las estratificaciones del mundo de la vida, hemos hablado a menudo del acervo de experiencia, o acervo de conocimiento. La descripción de la estructura de experiencias subjetivas del mundo de la vida tuvo que ser interrumpida varias veces; o sea que tuvimos que satisfacernos con una mera alusión a la función del acervo de conocimiento. Sin embargo, en lugares importantes de la exposición, el análisis de lo presupuesto y lo problemático implicaba ya cuestiones que solo podían ser contestadas por medio de una investigación precisa de la estructura y génesis del acervo de conocimiento, las estructuras de significatividades y la tipificación. Lo mismo rige para la descripción del flujo de la experiencia y (en anticipación) para el análisis de la constitución y función del lenguaje en conexión con distintos ámbitos de realidad. En cuanto encaramos ahora una descripción sistemática del acervo de conocimiento, de las estructuras de significatividades y de la tipicidad, podemos remitirnos, por un lado, a anteriores análisis de la experiencia subjetiva de las estratificaciones temporal, espacial y social del mundo de la vida, y por otro, en los sitios donde hubo que interrumpir los análisis, podemos continuarlos y ampliar!?; de acuerdo con las perspectivas sugeridas por el análisis del acervo de conocimiento.

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demos remi timo» ampliamente a los análisis anteriores de las estratifica dones del mundo de la vida,48 el problema actual consistirá en resumir y evaluar los resultados de esos análisis. Se demostrará que el hecho de que la situación esté limitada y los ordenamientos esp adales, temporales y sociales de la experienda subjetiva del mundo de la vida son elementos fundamentales del acervo de conocimiento. Estos elementos cumplen una función distinta y más básica en la construcdón del acervo de conocimiento que las experiencias específicas, las cuales pasan a ser contenidos parciales de aquel. Se demostrará además que la articuladón biográfica de experiencias es decisiva en la construcción del acervo de conocimiento, así como, por otro lado, el acervo de conocimiento actual (articulado biográficamente) interviene en la orientación de la situación; permite dominar esas experiencias.En todo momento de la vida consciente me encuentro en una situación. En sus contenidos concretos, esa situación es, en verdad, interminablemente variable: por un lado, porque está biológicamente articulada, digámoslo así, como el «producto» de todas las situaciones anteriores; por otro lado, porque es relativamente «abierta», o sea que puede ser definida y dominada sobre la base de un acervo actual de conocimiento. Está inalterablemente «de-lineada» por la inserción de la duración interior en un tiempo trascendente del mundo y por la inserción del cuerpo en una estructura del mundo de la vida que se impone al experienciante.49

La trascendencia del tiempo del mundo tiene varios correlatos subjetivos.50 Frente a su permanencia experimento mi finitud. Experimento la necesidad del tiempo del mundo en la espera y en la subordinación de mis acciones al principio de «lo primero es lo primero». La historicidad específica de mi situación está en contraste con la autenticidad del tiempo del mundo. En la experienda concreta, estos correlatos subjetivos de la trascendencia del tiem- DO

del mundo se ¡Intersecan; mi duración interior se inserta a la vez en el tiempo del mundo y en el tiempo social, y se reladona con el tiempo biológico del cuerpo. Si no quiero beber amargo mi café, tengo que esperar hasta que el azúcar se disuelva. Si quiero esquiar, debo esperar a que nieve o a que mi fractura haya curado. Si quiero conocer la suma de diferentes cálculos parciales, debo contar antes los sumandos individuales. Si quiero ser médico, debo estudiar medicina. Si soy casado, no puedo al mismo tiempo ser soltero; y si ya me he casado, solo puedo dejar de serlo como viudo o como divorciado. Como ciudadano de un país determinado en la época en que nací, no puedo conservar una visa de entrada para otros determinados países. Si Don Quijote ha nacido en una época inadecuada, solo Sancho Panza puede afirmarlo en su condición de caballero.Por lo tanto, aunque la situación puede ser también ordenada concretamente en cuanto a su estructura por la «incongruencia» entre el tiempo del mundo, el tiempo biológico, el tiempo social y la duración interior, se halla absolutamente limitada por la trascendencia del tiempo del mundo. En consecuencia, los correlatos subjetivos de la trascendencia del tiempo del mundo ocupan un lugar especial en el acervo de conocimiento del mundo de la vida. Como experiencias concretas, no son contenidos integrantes simples, «latentes», del acervo de conocimiento, que puedan ser aplicados de un caso a otro según la situación. Son más bien un elemento fundamental del acervo de conocimiento que intervienen en toda situación y toda experiencia. Por supuesto, solo en la actitud teórica, mediante la reflexión, puedo lograr que la conciencia se fije en ellos. En la actitud natural, en contraste, son un componente necesario de todo horizonte de experiencia, sin convertirse ellos mismos en el núcleo de la experiencia. Los correlatos subjetivos de la trascendencia del tiempo del mundo son así, como el limite de la situación, un elemento fundamental del acervo de conocimiento, en el cual se basa la orientación en todas las situaciones.

En un sentido afín, cada situación se halla también «limitada» por el carácter «pie-dado» de mi cuerpo, ya que este y su funcionamiento rutinario se presuponen en cada situación y experiencia, sin que pertenezcan necesariamente al núcleo de la experiencia. Los límites de mi cuerpo frente a un mundo cuyos objetos le ofrecen resistencia, y las funciones rutinarias del cuerpo en el mundo, son la base de lo primero que se toma como «obvio» en el acervo

* de conocimiento. Tenemos buenas razones para decir «rutinarias» en lugar de «normales». Si soy ciego de nacimiento, los colores, [vr ej'vpp'.o, no forman p?rte de las realidades obvias o presupuestas de mi experiencia del mundo de la vida. Puedo, claro está, aprender de #tros que «hay» colores; pero este es, entonces, un tipo específico de conocimiento, que se asemeja formalmente a mi conocimiento de que «hay» Montes Urales. Ciertas «evidencias» irreductibles referentes a mi corporeidad en el mundo están siempre «allí». Para dar el

48Véase cap. 2.49Véase, con referencia a esto y lo siguiente, cap. 2, B, esp. 2-4.50Véase cap. 2, B, 4, a.

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ejemplo más obvio: no puedo estar en dos lugares al mismo tiempo. Además, sin haber «¡.adquirido» este juicio paso a paso en experiencias concretas, siempre «tengo conocimiento» acerca de esta realidad fundamental en toda situación. Por trivial y evidente que pueda parecer este ejemplo, solo necesitamos tener en cuenta que es igualmente «evidente» y trivial el hecho nrobable de que puedo hacer dos cosas diferentes al mismo tiempo; por ejemplo, comer y beber. En el plano puramente teórico, es muy concebible un mundo en el cual esto no sea posible; pero respecto de nuestro mundo de la vida, es simple-mente falso. Como lo indicó Merleau-Ponty,51 mi cuerpo no es un objeto en el espacio, sino más bien la condición de todas mis experiencias del ordenamiento espacial del mundo de la vida. En toda situación, mi cuerpo actúa como un centro de coordinación r del mundo, con un arriba y un abajo, una derecha y una izquierda, un delante y un detrás. Ante todo, mi cuerpo y su funciona^ miento rutinario es un elemento fundamental de toda situación. Principalmente, no constituye un contenido integrante especifico y «latetate» del acervo de conocimiento, sino que es en mucho mayor medida una dimensión del acervo de conocimiento continuamente presente en toda experiencia y toda situación. Aquí, sin embargo, hay que mantener una distinción entre esto y la índole de la limitación a la situación que provoca el tiempo del mundo. La corporeidad, en verdad, me es inalterablemente impuesta como tal. Así, por ejemplo, mi «conocimiento» de que no puedo estar en dos lugares a la vez nunca puede ser problemático; ninguna experiencia de! mundo de la vida puede contradecirlo. Pero si fuera ciego de nacimiento y recuperara La vista mediante una operación, de ello resultaría un enriquecimiento empírico de la finitud corporal de mi situación. Las cualidades visuales fundamentales del mundo de la vida pasan a ser un elemento fundamental de todas las experiencias posteriores y pierden su carácter de contenido parcial del acervo de conocimiento. En ninguna circunstancia son elementos «latentes» del acervo de conocimiento, aplicados o no a situaciones de acuerdo con su significati- vidad y tipicidad; tampoco son modificados por experiencias concretas. Con esto llegamos también a la transición desde la índole limitada de la situación, desde la índole inalterablemente impuesta a la estructura ontológica del mundo, hasta la estructura de las experiencias subjetivas del mundo de la vida.

b. ha estructura de las experiencias subjetivas del mundo de la vida como segundo elemento fundamental del acervo de conocimiento

Hemos visto que la situación está «limitada», que esta limitación se impone inalterablemente al sujeto vivo y que es un elemento constante, fundamental, de toda situación y toda experiencia. También hemos podido demostrar ya que las experiencias recogidas dentro de la limitación de la situación tienen un ordenamiento espacial, temporal y social básico. Este ordenamiento es también «impuesto» al sujeto vivo y deriva, en cierto sentido, del carácter limitado de la situación. El ordenamiento de las experiencias subjetivas del mundo de la vida es también «evidente»; el mundo de la vida no puede ser experimentado sino sobre la base de este ordenamiento. Por consiguiente, el ordenamiento no es un contenido parcial del acervo de conocimiento (como, por ejemplo, el saber que una ballena es un mamífero o que el presidente de Estados Unidos debe ser ciudadano nauvo, pero no así los senadores), sino que más bien constituye un conocimiento constante contenido en todo horizonte de experienda.

Puesto que ya hemos descrito en detalle este ordenamiento,8 ha- remas aquí un breve

resumen. En -toda situación me es dado únicamente cierto sector del mundo. Solo parte del

mundo está al alcance efectivo; pero alrededor de este ámbito se diferencian otros ámbitos de

alcance recuperable o asequible, cuyas esferas de alcance muestran una estructura tanto

temporal como social.* Además, solo puedo operar en un sector del mundo. Alrededor de la

zona efectiva de operación hay zonas graduadas que son también recuperables o asequibles,

poseedoras, en todo caso, de una estructura temporal y social.52 Mi experiencia del mundo de

51 Phinominologie de la Perception, m París, Gallimard, 1945, pág. 119. fTrad. al inglés por Colín Smith, Phenomenology of Psrception, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1962, págs. 102-03.]

52Véase cap. 2, B, 3.

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la vida también está ordenada temporalmente: la duración interior es un fluir de vivencia que

surge de fases presentes, retentivas y protentívas, como también de recuerdos v expectativas.

Está intersecada por el tiempo del mundo, el tiempo biológico y el tiempo social, y se halla

sedimentada en la sucesión única de una biografía articulada.53 Y, por último, mi experiencia

está ordenada socialmente. Todas las experiencias tienen una dimensión social, así como

también está «socializado» el ordenamiento temporal y espacial de mi experiencia. En

consecuencia, mi experiencia del mundo social tiene una estructura específica. El Otro me es

dado inmediatamente como un semejante en la relación Nosotros, mientras que las

experiencias mediatas del mundo social están graduadas según los grados de anonimia y

ordenadas en experiencias del mundo contemporáneo, del mundo de los predecesores y del

mundo de los sucesores.®Lo antedicho no se refiere a experiencias específicas, concretas y variables, sino más bien a las estructuras fundamentales de la experiencia del mundo de la vida. En contriste con las experiencias específicas, estas estructuras fundamentales no son captadas por !a conciencia en la actitud natural, como núcleo de Experiencia. Sin embargo, son una condición de toda experiencia del mundo de la vida y pertenecen al horizonte de la experiencia. No son condiciones en el mismo sentido que la circulación de la sangre es una «condición» para la irrigación del cerebro, y esta una «condición» para pensar. Estos son contenidos de mi acervo de conocimiento, que, surgidos de una fase histórica de determinada ciencia, se han incorporado a una cosmovisión natural-relativa y de los cuales he adquirido conocimiento sobre la base de mi situación biográfica, No se han incorporado en modo alguno al horizonte de experiencias de todas mis experiencias, y mucho menos al horizonte de experiencias de otros hombres que no «conocen» nada de ellas. En contraste, cada experiencia tiene «obviamente» o «evidentemente» un ordenamiento espacial, temporal y social inmutable. Este ordenamiento no tiene por qué surgir del conocimiento teórico e incorporarse a la cosmovisión natural-relativa antes de que todo el mundo lo «conozca». En contraste con experiencias y tipificaciones específicas del acervo de conocimiento

53Véase cap. 2, B, 4, esp. B, 4, c; véase también B, 6.

coeairuido «obre ellas (la ballena es un pez), este «conocimiento» nufica' puede llegar a ser problemático. En la actitud natural, además, nunca está articulado como conocimiento específico. Las Experiencias y tipificaciones concretas construidas sobre ellas, por «abstractas» que sean, siempre pueden ser cuestionadas, modificadas y hasta «refutadas» por medio de nuevas experiencias. No ocurre lo mismo con las estructuras fundamentales de la experiencia subjetiva del mundo de la vida. Sin embargo, en cierto sentido pertenecen al acervo de conocimiento. Siempre «tengo conocimiento» de si un Otro me está dado o no inmediatamente, sí un objeto está o no a mi alcance, si algo está o no en mi zona de operación, etc. En todos los casos, cada nueva experiencia contiene tal «conocimiento» en su horizonte de experiencia. La estructura de la experiencia subjetiva del mundo de la vida es, por consiguiente, un elemento fundamental del acervo de conocimiento.No solo el qué, sino también el cómo de la situación individual en el mundo de la vida pertenece al elemento fundamental del acervo de conocimiento. Entre sus elementos fundamentales se cuentan la limitación complejamente estratificada de la duración interior, el curso de la vida, dentro de un tiempo del mundo continuo, fijo e histórico (y, por lo tanto, social), así como la limitación del cuerpo (y de su funcionamiento habitual) frente a un mundo objetivo que ofrece resistencia. Pero las estructuras espaciales, temporales y sociales fundamentales de la experiencia también pertenecen a los elementos fundamentales del acervo de conocimiento. Hay que insistir de nuevo en que esos elementos „ están «presentes» [on hand\ de otro modo que los elementos integrantes específicos, de los cuales podemos decir que simplemente están «a mano» [at hand].54

Están co-dados en el horizonte de toda situación (es decir, en todo horizonte de experiencia), mientras que los elementos integrantes soln tematizados como núcleos de experiencia en ciertas circunstancias, o cumplen una función decisiva en la tematización.

c. La rutina en el acervo de conocimiento: habilidades, conocimiento útil, conocimiento de fórmulas

Entre los elementos básicos del acervo de conocimiento los contenidos específicos que lo integran, el conocimiento rutinario ocu-pa una posición intermedia. Cuando distinguimos entre elementos de conocimiento presentes en toda situación y los que están simplemente a mano, el conocimiento rutinario parece estar ordenado, en parte, de acuerdo con uno de estos tipos, y en parte, según el otro tipo. Examinemos un poco más detenidamente esta curiosa posición híbrida.Entre ciertos elementos fundamentales del acervo de conocimiento y ciertos ámbitos del conocimiento habitual no es posible trazar una línea tajante. El segundo se une al primero. El conocimiento acerca de la corporeidad, su funcionamiento habitual y el ordenamiento espacial y temporal que se funda inmediatamente en él (la organización de la experiencia subjetiva del mundo de la vida) —un conocimiento necesariamente dado en todo horizonte de situación y de experiencia— se vierte en formas específicas de conocimiento acerca del funcionamiento habitual del cuerpo. El conocimiento acerca de la corporeidad como tal (distinguida de un mundo objetivo que ofrece resistencia), así como el conocimiento acerca del funcionamiento, que no es realmente aprendido, sino experienciab'e y, a veces, «conscientemente» realizado (como el respirar y el tragar), deben ser considerados como parte de los elementos constantes y fundaménteles del acervo de conocimiento. Las expresiones específicas del conocimiento acerca de los límites del cuerpo, la «imagen corporal», aunque se basan en elementos fundamentales, son, en cierta medida, aprendidas y, por consiguiente, variables. Puede verse esto en la literatura etnológica y en las investigaciones sobre los efectos de la pérdida traumática de rnieiubros en la imagen corporal.Pero hay también ejemplos cotidianos de esto. Piénsese solamente en reino nos acostumbramos al «agujero en la boca» después de que se nos extrae un diente. Primero nos es totalmente extraño y constituye un motivo para tocarlo continuamente con la lengua. Es «puesto de relieve» por su contraste con las «evidencias» del cuerpo. Con el tiempo,

54 [Aquí se traduce vorhanden por «on hand», y zuhanden por «at hand», en lugar de ajustarse al precedente establecido, verbigracia, por los traductores de Martin Heidegger, Being and Time, John MacQuarrie y Edward Robinson (Nueva York, Harper & Row, 1962), quienes eligieron respectivamente *present at hand* y *ready lo hand». Decidimos nuestra traducción según el uso propio de Schutz. Víase, por ejemplo, Reflections on the Problem of Relevance, ed. por Richard ÍM. Zaner, New Haven, Yale University Press, 1970, págs. 144-45n. También A. Schutz, Collected Papers, vol. I: The Problem of Social Reality, *** ed. por M. Natanson, La Haya, Martinus Nijhoff, 1962, págs. 20, 208.]

«aprendemos» a habituamos a él; se convierte en un elemento totalmente rutinario de nuestro conocimiento habitual.Lo dicho se confirma en mucho mayor medida en cuanto a las unidades funcionales habituales del movimiento corporal. Aunque la experiencia cinética se erige sobre elementos básicos «no aprendidos», estos pueden ser aprendidos. Para caminar hay que aprender. Hay que aprender a nadar, a comer con cubiertos; hasta para observar un partido de tenis hay que aprender en cierto sentido (aparte de aprender el sentido Objetivo de las reglas del juego). Todos estos son ejemplos de experiencias (es decir, actividades) anteriormente «problemáticas» mediante las cuales el problema fue «resuelto» y, en verdad, «definitivamente» resuelto. Es evidente que se trata solo de un «carácter definitivo» empíri-camente relativo. Tal conocimiento mío, en verdad, queda presupuesto como obvio, pero las efectuaciones pueden volverse nuevamente «problemáticas», aunque solo sea en su ejecución. Después de una larga convalecencia, me he «olvidado» de caminar;rango que aprenderlo de nuevo desde el comienzo. Esto es válido, aunque solo en el caso extremo, para la natación. Si alguien quiere volver a esquiar después de una interrupción de quince años, observará la discrepancia entre su «conocimiento» y la ejecución. Llamaremos habilidades a las unidades funcionales habituales del movimiento corporal (en el sentido más amplio) que han sido erigidas sobre los elementos fundamentales del funcionamiento usual del cuerpo.Hay un ámbito del conocimiento habitual que concierne a las habilidades, pero que ya no pertenece realmente al funcionamiento habitual del cuerpo. Lo denominaremos conocimiento útil.55 En la vida cotidiana, o, más exactamente, en la zona de ejecución del mundo cotidiano, hay ciertos objetivos de actos y correspondientes «medios para lograr el fin» que ya no presentan el menor pioblema. Fueron inicialmente «problemáticos», pero han sido resueltos «definitivamente». No hay motivación única presente para los objetivos de los actos, ni hay alteijnativa conocida para los «medios para lograr el fin». Hay actividades que han perdido, en gran medida, el carácter de actos. Yo tendría que aprenderlas, en verdad, pero la continua realizabilidad de los objetivos y la exclusividad de los «medios» que pueden utilizarse han sido confirmadas tan a menudo, y son tan evidentemente «obvias» las habilidades correspondientes, que han adquirido un alto grado de confiabilidad (y de certeza subjetiva). Para nosotros es totalmente «evidente» que «podemos hacer» esto o aquello. Aquí no puede malograrse la idealización del «puedo volver a hacerlo». No nos hace falta reparar en las actividades que constituyan este conocimiento útil; lo hacemos «automáticamente», y la actividad está «uniformada». Ofrezcamos, en primer lugar, ejemplos de este conocimiento útil que todavía se relacionan estrechamente con las habilidades: fumar, cortar leña, afeitarse, escribir, etc. Es ob-vio que el límite de estas habilidades es flexible. Otros ejemplos: tocar el piano, cabalgar, pero también sumar, conversar (un ejemplo especialmente notable: hablar un idioma extranjero, que nos permite observar los procesos de rutinización de modo más o menos consciente). A estos ejemplos se podrían agregar otros, tales como calentar el horno, freír huevos, etc.Por último, podamos distinguir una forma de conocimiento habitual que no está claramente delimitado del conocimiento útil; en muchas áreas se le superpone, pero no es idéntico: el conocimiento de recetas.56 Este conocimiento ya no está asociado a los elementos básicos del acervo de conocimiento que concierne a las habilidades de manera inmediata, pero también está «automatizado» y «uniformado». Esto significa que puede estar presente como una implicación «evidente», especialmente en el horizonte

55 Useful knowledge, más adelante denominado practical knowledge, en cuyo caso hemos traducido «conocimiento práctico». (N. del E.)56 Knowledge of recipes; en Estudios sobre teoría social (pág. 78 de la versión castellana), Schutz lo llama también «conocimiento de libro de cocina» (cook-book knowledge). 'jV. del E.)

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de situaciones, sin llegar a ser tematizado. Por ejemplo: un cazador que sigue un rastro, un marino o un alpinista que se orienta atendiendo a los cambios climáticos, un intérprete que traduce frases «automáticamente», etc. Cuanto más nos alejamos de las intersecciones con este conocimiento práctico, tanto más se acerca el conocimiento de recetas al acervo de conocimiento en el sentido más estrecho: el de «sistema» de contenidos integrantes es-pecíficos.El conocimiento habitual está presente en las situaciones, no simplemente a mano de un caso a otro. (Esto vale en medida decreciente desde las habilidades hasta el conocimiento de recetas.) El conocimiento habitual, en todas sus variantes, comparte esto con los elementos básicos del acervo de conocimiento. En todo caso, no está necesariamente co-dado en el horizonte de cada situación —es decir, de cada experiencia—, sino que solo está continuamente «dispuesto a ser tomado». Se diferencia del acervo de conocimiento en el sentido más estricto en la medida en que no está tematizado y sí automáticamente incluido en situaciones y actos. El conocimiento habitual presenta soluciones «definitivas» a los problemas, que se organizan en el fluir de la vivencia sin que sea necesario prestarles atención. Esto significa que se los puede subordinar a un núcleo de experiencia y coordinarlos con él, sobre todo con un acto predominante. Mientras camino puedo silbar una canción y también pensar en un problema de matemática. Puedo fumar mientras escribo, escribir mientras busco palabras, etc. Puedo ejecutar un instrumento musical sin preocuparme por la digitación, hasta sin ’eer «conscientemente» las notas, y concentrarme «totalmente» en el st?íitido*(ia. articulación temática) de la pieza que ejecuto. Pueden darse tantos ejemplos de esto como se quiera, todos ellos íeferidos a las combinaciones de habilidades, el conocimiento útil o el conocimiento de recetas. Las explicaciones posibles del horizonte de las formas del conocimiento habitual en discusión han sido interrumpidas, no «provisionalmente», para el problema actual y hasta nuevo aviso, sino «de una vez para siempre». El conocimiento rutinario y las habilidades «automatizadas» que se le asocian son válidos como absolutamente confiables, indiscutiblemente realizables. Son aplicables v pueden ser incluidos como elementos obvios, presupuestos, listos para ser tomados en cualquier momento para solucionar «problemas» específicos. Son indiscutiblemente «medios para alcanzar un fin» en la realización de planes manifiestos de actos. Es importante destacar con vigor esta incuestionabilidad. Si quiero, por ejemplo, comprar un regalo para alguien, tal vez tenga en cuenta lo que puede gustarle, cuánto puedo gastar, dónde lo puedo comprar, etc.; pero no incluyo en mis planes los elementos «totalmente automatizados» de mi conocimiento habitual, desde las habilidades hasta el conocimiento de recetas: por ejemplo, que necesariamente debo poner un pie delante del otro para llegar al negocio, que tendré que señalar el artículo, que tendré que hablar con el vendedor, etc.Sin adelantarnos al análisis de las estructuras de significatividades,57 ya se puede afirmar que el conocimiento habitual exhibe una estructura de significatividades paradójicas. Es de la mayor signifi- catividad y sin embargo, por así decir, de significatividad subor-dinada. Una característica determinante de la rutina reside en que puede ser efectuada sin poner atención en ella; por lo tanto, sin hacerse temática en los núcleos de experiencia. La rutina está continuamente lista para ser tomada sin quedar bajo el dominio inequívoco de la conciencia propiamente dicha. El conocimiento habitual es significativo de manera continua, pero marginal.Ahora, no obstante, hay que comprender algo más. En otro aspecto, el conocimiento habitual ocupa una posición híbrida entre los elementos básicos del acervo de conocimiento y el acervo de conocimiento en sentido más estricto. Los primeros elementos son universales y, en principio, invariantes, con las reservas ya indicadas. Por ejemplo: esos elementos básicos no son absolutamente idénticos para el mundo de un ciego y para el mundo de la persona «normal». Los elementos básicos del acervo de conocimiento están presentes para cada cual; son los mismos en cualquier cos- movisión natural-relativa que el individuo haya socializado. Las cosmovisiones natural-relativas se diferencian en cualquier caso respecto del grado en que esos elementos básicos están tematiza- dos y verbalmente objetivados. El acervo de conocimiento en sentido estricto es diferente, en cambio, de una a otra cosmovisión natural-relativa, y manifiesta una distribución más o menos compleja dentro de la sociedad. El conocimiento habitual se s.*.úa en el medio. Al acervo de conocimiento de cada cual pertenece cier ta cantidad de conocimiento habitual (tanto habilidades y «yno- m cimiento útil como conocimiento de recetas). El «contenido» de este conocimiento es variable, por cierto, pero no en el mismo sentido en que los contenidos parciales del acervo de conocimiento son variables de una

57 Véase cap. 3, B.

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sociedad a otra y dentro de una sociedad.Aun en el ámbito limítrofe entre los elementos básicos del acervo de conocimiento y el conocimiento rutinario, hay formas de conocimiento del propio cuerpo que no son las mismas en todas las sociedades ni son necesariamente las mismas dentro de la misma sociedad. Es así que los límites del cuerpo y hasta la experiencia de él como una unidad no están de igual modo, ni siempre en igual medida, socialmente objetivados (o sea, sobre todo, verbalmente) ,58

Esto ocurre en mayor prado aún con las habilidades, que son diferentes tanto de una sociedad a otra, como dentro de la misma sociedad. Imaginar una sociedad de no caminantes es difícil, pero no imposible teóricamente. Que el estilo de caminar varía de una cosmovisión natural-relativa a otra es un hecho bien documentado. Un romano no caminaba como un huno; un esquimal no camina como un norteamericano. Este ejemplo sugiere una dis-

58 Véase, por ejemplo, Bruno Snell, Die Entdeckung des Geistes, Ham- burgo, Claassen, 1955.

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•tribución intrasocial sumamente diferenciada. Un soldado no camina igual que un civil, ni un marinero veterano igual que otro bisoño, ni una prostituta igual que una matrona. Sin embargo, el caminar debe ser considerado como una de las rutinas que más se acercan a constituir un elemento básico del funcionamiento común del cuerpo. Otras unidades funcionales del movimiento, as! como el conocimiento asociado a ellas, presentan una diferenciación intercultural e intrasocial cada vez mayor. Ejemplos de esto son las habilidades laborales específicas y las habilidades marciales, atléticas o artísticas como la ballestería, el tiro al blanco, tocar el piano (también vista solamente como «habilidad digital»), etc. La transición de las habilidades al conocimiento útil y de este al conocimiento de recetas es imperceptible. Piénsese en lina «receta» particular; análogamente, los proverbios o las maneras de trabajar la tierra, de montar a caballo; también, por último, en la cocina, etc. Aquí estamos llegando de nuevo al acervo de conocimiento en sentido estricto. Un libro de cocina, por ejemplo, ya no es conocimiento de recetas en nuestro sentido, sino una tematizadón y una objetivación social de un conocimiento específico.En verdad, al acervo de conocimiento de cada cual pertenece una reserva de conocimiento habitual. Se puede establecer una tipología empírica de la variabilidad del conocimiento habitual. Una sociedad de no caminantes es concebible teóricamente, pero es una imposibilidad empírica. El caso teórico límite de tal tipología sería aquel en que, contextualmente, ciertas formas de conocimiento rutinario fueran diferentes para cada individuo: en este caso, lo que es rutinario para mí sería «problemático» para cualquier otro, y a la inversa. Fundamentalmente, podemos decir que cuanto niás nos alejamos de los elementos básicos del acervo da conocimiento (que deben ser entendidos, sobre todo en este contexto, como el conocimiento relacionado con el funcionamiento habitual del cuerpo), tanto más diferenciadas se hacen la expresión intercultural y la distribución intrasocial del conocimiento habitual.En cuanto al conocimiento habitual, falta señalar además que las habilidades y el conocimiento práctico pertenecen al mundo de la vida cotidiana. También ocurre esto con gran parte del conocimiento de recetas, pero no con el conocimiento do recetas en general. La rutinización puede penetrar también en otros ámbitos de una estructura finita de sentido. En cierta medida (de todos modos, limitada exteriormente) se puede hablar, por ejemplo, de rutinas oníricas. Hay, sin duda, formas de conocimiento habitual en diferentes mundos de la fantasía. Algunas de estas formas bordean las denominadas alucinaciones, que son «evidentes» con respecto a cualquier explicitación o variación adicional de elementos separados en el curso de las fantasías. En el pensamiento científico hay conocimiento habitual, aunque no esté legitimado en términos de la *teoría científica. Hay conocimiento habitual, además, en ámbitos religioso-simbólicos de la realidad. Aquí asu-

•me típicamente la forma de elementos rituales; pero seria erróneo identificar simplemente el ritual como tal (que tiene un sentido socialmente tematizado y objetivado) con el conocimiento prácticamente útil o el conocimiento de recetas.

d. Carácter biográfico del acervo de conocimiento

Tanto la situación como el acervo de conocimiento tienen una his toria. Este último es el «producto» de experiencias sedimentadas en él; la primera es el «resultado» de situaciones anteriores. Aún tendremos que investigar exhaustivamente la génesis del acervo de conocimiento.111 Por ahora, sin embargo, examinemos el aspecto directamente referido a la relación del acervo de conocimiento con la situación: su carácter biográfico. En general, podemos partir de la premisa de que la situación se define mediante la inserción de la existencia individual en la estructura ontológica del mundo. No es «conocida» precisamente como un límite absoluto (finitud, corporeidad, etc.), sino más bien experimentada como la condición para la secuencia de situaciones durante el curso de la vida y como el alcance de la acción en la situación (zona de operación). No se trata solamente de que toda experiencia actual tenga su historia anterior. Toda situación presente está, además, biográficamente articulada con sus límites «conocidos»: es el ámbito de lo que se ofrece al control ahora para mí. En este sentido, el carácter biográfico de la situación presente constituye un elemento de mi acervo de conocimiento. Esto debe ser examinado con mayor detalle.La situación presente se articula biográficamente. Esto significa que «tengo conocimiento», más o menos adecuadamente, de que ella es el «resultado» de situaciones anteriores, y

13 Véase cap. 3, B, 2.

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además, de que esta situación mía es, en ese aspecto, absolutamente «singular». En verdad, el acervo de conocimiento por cuyo intermedio determino la situación actual tiene «u articulación biográfica «singular». E:to se refiere no solo al contenido, al «sentido» de todas las experiencias anteriores sedimentadas en él, en situaciones, sino también a la intensidad (cercanía y profundidad vivenciales), duración y secuencia de esas experiencias. Este hecho tiene singular importancia, ya que constituye realmente la articulación biográfica singular del acervo de conocimiento individual (y, por consiguiente, de la situación actual).Supongamos que do« personas tienen exactamente el mismo acervo de conocimiento. ¿Qué presupondría este supuesto? No solo que ambas personas tuvieron las mismas experiencias —es decir, con respecto a su «contenido»—, sino también que estas experiencias duraron el mismo tiempo en sus respectivos flujos de conciencia, tuvieron la misma profundidad y cercanía experien- ciales, y, sobre todo, que la secuencia de las experiencias indivi-

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duales fue idéntica para ambas. Bergson ha demostrado que, pare admitir que el contenido de conciencia de las dos personas es el mismo, deben darse todas esas presuposiciones, y que entonces ya no se pueda hablar de dos personas.59 Esto ignora completamente la historicidad original de la situación individual. Imaginemos qje Aristóteles —vale decir, un niño con idéntico talento al del Aristóteles histórico— hubiera nacido antes que Platón. ¿ Habría llegado lo mismo a ser «Aristóteles»? (O imaginemos que Platón y Aristóteles hubieraff sido mellizos idénticos!Aunque las experiencias están, en principio, «socializadas» e insertas en contextos de sentido totalmente anónimos, idealizados y, sobre todo, verbahnente objetivados; y aunque- se incorporan en este estado al aceryo de conocimiento del individuo, son singulares en principio, en su articulación biográfica. Tales elementos Objetivos, anónimos e ideales del acervo de conocimiento indican su constitución biográficamente articulada. El acervo de conocimiento tiene siempre un componente «privado».Sin embargo, no todas las experiencias están socializadas de igual manera. Como hemos visto, algunos ámbitos de experiencia están socializados solo de manera mediata, «débil» y fragmentaria; pero tales experiencias también se incorporan a mi acervo de conocimiento, aunque no como las experiencias totalmente socializadas de la vida cotidiana, sino con el subíndice de «experiencias oníricas», «fantasías», etc. Dichas experiencias esencialmente «privadas» también tienen un sentido fundamental para el acervo de conocimiento y para la utilización de este en situaciones del mundo de la vida cotidiana; por ejemplo, al fantasear proyectos de actos posibles. ’Finalmente, debemos examinar otro aspecto del carácter biográfico del acervo de conocimiento. Mi conocimienU>habiVi?'.! está, en principio, biográficamente articulado. Adquiero habilidades diferentes (caminar, hablar, etc.), que todos los demás también ad- • quieren, incluso aproximadamente en la misma secuencia; por ende, las variaciones individuales de la secuencia socialmente ca- tegorizada o hasta prescrita de adquisición pueden ser de gran significación biográfica. Amplios ámbitos de conocimiento práctico también están socialmente distribuidos de manera más o menos similar. Lo mismo ocurre asimismo en vastos ámbitos del conocimiento de recetas. Hay, no obstante, habilidades, conocimiento práctico y conocimiento de recetas que se constituyen específicamente en experiencias «privadas». Un elemento sumamente es-pecífico y biográficamente articulado se incorpora así a la determinación de mi situación efectivamente presente. Y es obvio que la combinación de habilidades, conocimiento práctico y conocimiento de recetas, ignorando totalmente la secuencia de su adquisición, se articula biográficamente y es «singular».En resumen: la secuencia, la cercanía y profundidad vivenciales y la duración de la experiencia (aun con respecto a experiencias de «contenido similar») determinan la articulación biográfica singular del acervo de conocimiento. Esto es válido basta para las experiencias «altamente socializadas», y sobre todo para las experiencias esencialmente «privadas» y diversas constelaciones «privadas»

59 [Véase Henri Bergson, Essai sur les Données ¡mmidiates de la Cons- cienee, A París, Alean, 1938, págs. 139-42.

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de rutina. Por otro lado, debe subrayarse una vez más que la secuencia, la cercanía y profundidad vivenciales y hasta la duración de las experiencias y la adquisición de conocimiento están socialmente objetivadas y determinada. En otras palabras, hay categorías sociales de articulación biográfica.60

e. La determinación de la situación

El curso de la vida es una serie de situaciones. Ocurre, en verdad, que siempre me encuentro «en situaciones» (como afirma la filosofía existencial); pero, al mismo tiempo, la situación está «definida», para emplear un concepto que ha sido adoptado por la sociología desde W. I. Thomas.61® ¿Qué significa esto? Ya nos hemos referido62 al hecho de que la situación, en parte, se impone al individuo, y en parte es, por así decir, «factible». Examinemos con más detenimiento la relación entre estas dos dimensiones de la situación y cómo opera aquella en su determinación.En toda situación se me impone la estructura ontológica del mundo. La situación es absolutamente limitada: saber esto es un elemento básico del acervo de conocimiento.63 También me es impuesta la estrucíara de la experiencia subjetiva del mundo de la vida: el ordenamiento en ámbitos de estructura finita de sentido con su propio estilo experiendal y, además, las estructuras espaciales, temporales y sociales de cada experiencia. En consecuencia, la situación se halla inalterablemente preestructurada: saber esto es un elemento básico del acervo de conocimiento.64 En este aspecto, la situación está limitada desde el comienzo mismo; está articulada y predeterminada.Además, toda situación lleva una huella biográfica. Tiene su historia específica anterior, que yo «conozco». Por añadidura, llego a la situación con un acervo específico y biográficamente articulado de conocimiento habitual de habilidades, conocimiento práctico y conocimiento de recetas.65 De hecho, mi biografía no se me «impone» igual que la estructura ontológica del mundo, pero es igualmente inalterable. Podría haber hecho esto o aquello de modo diferente, en cuyo caso la situación actual sería «otra»; pero no lo hice. Por ende, la situación actual es precisamente esta y no otra.

60 Véase cap. 2, B, 6.61 [Un precursor de la sociología norteamericana (1863-1947). Véase Social Organization and Social Personality, ed. por Morris Janowitz, Chicago, University of Chicago Press, 1960.]62 Véase cap. 2, B, 6.63 Véase cap. 3, A, 1, a.64 Véase cap. 3, A, 1, b.65 Véase cap. 3, A, 1, c-d.

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21 Véase cap. 3, A, 1, f.

Estamos aquí en la transición de los elementos impuestos a los elementos «abiertos» de la situación. Ya no puedo cambiar la historia anterior de la situación, pero dentro de la situación actual hay elementos en los que puedo influir, a los que puedo cambiar. De este modo, establezco a mi vez un fait accompü respecto de situaciones futuras. Esta es una circunstancia adicional que yo «conozco» en la actitud natural.Faia poder actuar en la situación, debo determinarla. Como dijimos, la situación está ya predeterminada a través del conocimiento de la limitación de la situación, el conocimiento de la estructuración en ella de la experiencia subjetiva y el conocimiento de la articulación biográfica de la situación. Todo esto pertenece a los elementos básicos del acervo de conocimiento y se incorpora «automáticamente» a la determinación de cada situación. La situación es también «abierta». ¿Cómo son determinables los elementos «abiertos»?Fundamentalmente, estos elementos pueden ser explicitados sin límite. Toda situación tiene un horizonte interno y extemo infinito; puede ser explicitada según sus relaciones con otras situaciones, experiencias, etc.; con respecto a su historia anterior y a su futuro. Al mismo tiempo, con respecto a sus detalles constituyentes, es divisible e interpretable sin límite. Esto es válido solo en principio. Prácticamente cualquier situación requiere explicitación solo ¡imitadamente. El interés determinado por un plan, que deriva de la jerarquía de planes del curso de vida, limita la necesidad de determinar la situación. Esta no requiere ser determinada sino en la medida en que eilo es necesario para dominarla.21 El interés determinado por el plan elige los elementos «abiertos» de la •’tuación que deben ser determinados con mayor detalle, sobre el fondo de los elementos predeterminados (es decir, preestructura- dos) de la situación. Al mismo tiempo, el interés determinado por el plan limita el proceso de explicitación, por cuyo intermedio la situación es determinada, a lo que es «prácticamente necesario», vale decir, a lo que es pertinente para dominar la situación.La determinación de los elementos «abiertos» de la situación se produce también con ayuda del acervo actual de conocimiento, que es incorporado a la situación. De todos modos, esto no ocurre de la misma manera en que conozco «automáticamente» la predeterminación de la situación, con ayuda de los elementos básicos del acervo de conocimiento. Podemos diferenciar varios tipos de determinación.Primero, la situación puede ser determinada, con ayuda del conocimiento habitual, de modo suficiente para satisfacer el interés determinado por el plan. Todos los elementos «abiertos» de la situación pueden ser determinados rutinariamente. En tal caso, la situación es aproblemática, aun en aquellos elementos suyos que no están ya predeterminados. Denominaremos a este tipo de situación una situación rutinaria.En segundo lugar, los elementos «abiertos» de la situación pueden estar presentes, pero no rutinariamente determinados. Si estos «nuevos» elementos se incorporan a una situación, tengo que «deliberar»; es decir, procuro conscientemente correlacionar dichos elementos con mi acerco de conocimiento. Supongamos primero que los elementos totalmente nuevos son también explidtados recurriendo a esquemas de interpretación y tipificaciones que están presentes, pero no lo suficiente para mi interés determinado por el plan. Mi conocimiento no es lo bastante «claro», lo bastante «seguro», no está exento de contradicción de manera suficiente para que yo pueda manejar la situación actual. Debo, pues, explicitar más los elementos «abiertos» de la situación, hasta que alcancen el nivel de claridad, familiaridad y ausencia de contradicción ya dado en el interés determinado por el plan.66 Denominaremos a tales situaciones situaciones

66 Véase, a este respecto, cap. 3, A, 3.

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problemáticas. En contraste con las situaciones rutinarias, aquí debo adquirir nuevos elementos de conocimiento o tomar elementos viejos que no están aclarados de manera suficiente para la situación actual, y llevarlos a niveles superiores de claridad.Sin entrar en una descripción detallada de la dimensión social de los determinantes de la situación,67 señalaremos por adelantado que la situación está socialmente determinada en un doble sentido. Primero: las categorías de toda determinación de la situación tienen un origen predominantemente social, como el conocimiento general acerca del mundo de la vida. Las categorías son socialmente objetivadas en gran medida, sobre todo en el lenguaje, como sistema sumamente anónimo de sentido.68 Segundo: las situaciones que son sociales en str.tido •.stricto están, sin embargo, recipro-camente determinadas por los copartícipes.69"

f. El dominio de la situación

No podemos contentamos con las anteriores alusiones formales, aunque una descripción exacta del interés determinado por el plan sólo puede hacerse en conexión con un análisis de las estructuras de significatividades.70 ¿ Qué significa afirmar que el interés determinado por el plan entra en la determinación de la situación? Significa principalmente que la elección para interpretar elementos «abiertos» y no rutinariamente determinables de la situación está motivada pragmáticamente. En principio, hay en toda situación posibilidades ilimitadas para la determinación, que no son adoptadas por ser ajenas al dominio de la situación actual. Examinemos esto. Si me ocupo en hachar troncos, la situación está rutinariamente determinada. Supongamos que el interés determinado por el plan es «producir leña» (podría ser, por ejemplo, «perder peso», «hacer ejercicio», etc.). Por supuesto, todos los elementos básicos del acervo de conocimiento intervienen «automáticamente» en la situación: tengo conocimiento de que sólo puedo emplear una cantidad limitada de tiempo en hachar truncos; que me cansaré; que estoy evitando otras posibilidades de trabajo y de experiencia; que puedo lastimarme con el hacha, incluso fatalmente; que deberé realizar movimientos para partir los leños, objetas del mundo externo que me resisten, etc. Llevo a la situación ciertas habilidades: he hachado troncos a menudo y soy un experimentado leñador. Todos estos son elementos predeterminados de la situación, que en parte se me imponen y en parte están biográficamente articulados. Mediante el interés determinado por el plan, también se predetermina la «duración» de la situación: cuando yo haya hachado tal cantidad de leña, puedo suspender (o, de modo correspondiente, si he dedicado una hora a hachar troncos, sudar, perder pe-so, etc.). Se trata entonces de una situación que pertenece totalmente al tipo «situación rutinaria». Si no consigo partir un leño ni siquiera con golpes fortísimos, surge un elemento «nuevos. Supongamos que ese elemento no está rutinariamente determinado: por ejemplo, la madera tiene nudos, el hacha se embotó con el golpe anterior, al resbalar y dar con una piedra. En este caso, la situación no está todavía fuera de la rutina. Ahora es «proble-mática». Debo «recordar»: ¿Qué tipo de razones puede haber para que no pueda partir el leño? recurro a mi acervo de conocimiento: hay tipos excepcionalmente duros de madera; los otros leños son de abeto común pero, por un «accidente», se ha mezclado otro tipo de leño. Observo el leño problemático; en efecto, parece diferente. En cierto modo, el problema está

67 Véase cap. 3, A, 1, e, y cap. 5 [vol. II].68 Véase cap. 4, B, 2.69 Véase cap. 5 [vol. II].70 Véase cap. 3, B, 4-5.

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resuelto para mí: dejo ese leño de lado y sigo hachando los restantes. ¿A qué variedad singular de madera pertenece ese leño?, ¿qué tipo de «accidente» hizo que se mezclara con otros leños?, etc. Tale., preguntas no me «interesan». Son ajenas al dominio de la situación; por lo tanto, no voy «hasta el fondo» de ellas. El «nuevo» elemento de la situación rutinaria está determinado solamente con un errado muy reducido de claridad (en contraste, por ejemplo, con el conocimiento: ¡Ah, es caoba!; el comerciante a quien compré la madera cumplió su amenaza en un momento de locura y serruchó la mesa de caoba favorita de sü mujer, etc.) ; este grado de claridad es pragmáticamente suficiente.O bien tomemos como ejemplo una situación social problemática. Me encuentro con alguien cuya cara reconozco, que me habla en actitud amistosa, pero cuyo nombre y otras señas no puedo recordar en el momento. La situación está nuevamente determinada, en cierta medida, de manera análoga al ejemplo anterior, donde los aspectos obvios, presupuestos e impuestos de una situación en general, de la cosmovisión natural relativa específica, etc., cumplían una función especial. La situación es «abierta» en gran medida: no puedo «ubicar» a mi copartícipe en la situación y debo intentar determinarla con mayor detalle. Utilizo mi acervo de co-

i •

noc¡miento para interpretar los elementas de la situación. Esa períoca me saluda de manera cordial y reconozco su rostro. Parecería ter bastante amiga mía. Conjeturo su edad, su posición social, para obtener una primera reducción de las posibilidades abiertas. Luego la dejo hablar; tal vez mencione a un conocido común, me pregunte por alguna circunstancia especial de mi biografía, etc. En algún momento se me ocurrirá: es el hermano de mi amigo X. Queda satisfecho mi deseo de no ofender a ese hombre teniendo que confesar que no puedo recordarlo, aunque es obvio que ¿1 me conoce bien. La situación está determinada de modo suficiente y puede ser incorporada a una rutina. A su vez, diversos aspectos de la situación, que son determinables en principio, quedan indeterminados, ya que son ajenos al dominio de esta situación.En estos ejemplos podemos ver concretamente cómo el interés de-terminado por el plan determina no solo la elección de los elementos que deben ser determinados, sino también el punto en el cual la exposición puede interrumpirse y dejar la situación determinada de modo suficiente. Es obvio que el interés determinado por el plan está incluido en la situación y, en cierta medida, también es «arrastrado» por la situación y modificado. Por otro lado, es incorporado a una jerarquía de planes. Eso significa que es subjetivamente experimentado como una «tarea» o un «objetivo:», con cierto nivel de urgencia. Esta urgencia deriva del sistema de prioridades en el curso de la vida, que se ramifica en sistemas subordi-nados para el curso del día, para el trabajo y el descanso, para la realidad cotidiana y también para otros ámbitos de sentido (p. ej., para realizaciones específicamente religiosas, etc.). Basta con recordar el ejemplo del leñador: corto leña para poder calentar la estufa de mi estudio, para poder trabajar, sin peligro para mi salud, en un manuscino que quiero escribir..etc. Por otro lado, si me dedicara a hachar troncos para perder peso, este interés podría ser ubicado de modo similar dentro de la jerarquía de mis planes.Conviene agregar otra observación. Como es natural, el interés de-terminado por el plan ha tenido una función determinante en todas las situaciones anteriores. Ha motivado la rutinización de ciertos elementos de conocimiento, habilidades, etc., para situaciones que son «típicamente» de este género. El interés determinado por pl plan no solo es, por consiguiente, un factor inmediato en la determinación y exposición de situaciones problemáticas, sino que también interviene como cosa natural en la formación de situaciones rutinarias y su determinación rutinaria.

2. La adquisición de conocimiento

a. Condiciones para la adquisición de conocimiento

La adquisición de conocimiento es la sedimentación de experiencias actuales en estructuras de sentido, de acuerdo con su signifi-

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catividad y tipiddad. Estas, a su vez, cumplen una función en la de terminación de situaciones actuales y la explicación de experiencias actuales. Esto significa, entre otras cosas, que no puede hallarse el origen de ningún elemento de conocimiento en ningún tipo de «experiencia primordial». Al analizar los procesos de sedimentación que conducen al desarrollo del acervo de conocimiento encontramos siempre experiencias anteriores, a las que debe asociarse un acervo de conocimiento ya determinado, si bien mínimo. Aunque deseamos investigar especialmente la función de las estructuras de significatividades y las tipificaciones en la formación del acervo de conocimiento,71 podemos adelantar este análisis en cierta medida y describir la adquisición de conocimiento como un proceso en la duración interior. Esta adquisición, como sedimentación de experiencia, proviene de situaciones y está biográficamente articulada. Comencemos describiendo las condiciones de la adquisición de conocimiento, ya que podemos hacerlo brevemente. Se refiere, en lo esencial, a las condiciones de la situación y el fluir de la experiencia en el curso del día y en el curso de la vida, que ya hemos investigado.88 Como suceso en la duración interior, la adquisición de conocimiento se articula en las estructuras del tiempo subjetivo.72 Las experiencias se constituyen por el enfoque atento dentro de «unidades de tiempo» que están determinadas mediante la tensión de conciencia y su ritmo; por ende, en los «tramos de vuelo y lugares de descanso» del flujo de conciencia.*0 El horizonte de las fases realmente presentes del flujo de conciencia abarca retenciones y protenciones de fases próximas, así como recuerdos y expectativas cuvo alcance está determinado a través del interés relacionado con la situación. Las experiencias se erigen politéticamente. Su sentido, empero, puede ser captado monotéticamente merced a una focalización «motivada» de la propia mirada. Esto es de suma importancia para los procesos por cuyo intermedio las experiencias se sedimentan en el acervo de conocimiento. En general, el ordenamiento politético de las experiencias es «arrastrado». Solo sil sentido típicamente significativo, monotéticamente captado, se incorpora al acervo de conocimiento como «definidamente» digno de atención. La remisión al ordenamiento politético está necesariamente co-dada, en verdad, pero los pasos politéticos son íolo «más o menos» empíricamente reconstruibles. Como es obvio, esto no rige de igual modo para las experiencias cuya estructura de sentido es esencialmente politética (p. ej., un tema musical). En principio, podemos decir ahora que en el grado de claridad y determinación de un elemento de conocimiento influye de ma-

71 Véase cap. 3, B-C.72 Víase cap. 2, B, 4, c.

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ñera decisiva la posibilidad de reconstruir los pasos politéticos en que la experiencia indicada quedó sedimentada en el acervo de conocimiento. La familiaridad de los elementos de conocimiento también depende, en parte, de esta circunstancia.Los procesos de explicitación, en los que se explícita el horizonte interno y el horizonte extemo de una experiencia problemática o de una situación problemática, son naturalmente procesos en la duración interior y se articulan en las estructuras del tiempo subjetivo.*1 Como es natural, esto vale no solo para la determinación rutinaria de situaciones y el fluir rutinario de experiencias y procesos que son, por así decir, «automáticos», y que presuponen una tensión relativamente escasa de conciencia, sino también para las explicitación es en sentido estricto, es decir, para las premisas, juicios, inferencias, etc.; o sea para el pensamiento que se lleva a cabo, al menos en principio, mediante las categorías de la lógica formal. Toda predicación es un suceso en la duración interior. La realización del juicio «£ es p» es una disección politética de una experiencia «natural» unitaria —«el-mazo-de-cartas- sobre-la-mesa», como William James describió claramente tal experiencia—.*2 Al realizar el juicio, esta experiencia es un desmenuzamiento paso a paso en elementos individuales, que son luego colocados en mutua relación. tS es p» es el resultado de un proceso de explicitación, en el cual, entre otras cosas, se consideró que S es no solo p, sino también q y r, etc. En virtud del interés relacionado con la situación en el problema anterior, la cualidad p de S fue elegida como digna de atención (y re-tmarcable). Después de ese proceso de explicitación, puedo captar entonces mo- notéticamente la relación «5 es p* de tal modo quei las cualidades q, r, s, etc., de S ya no están en mi captación. Un ejemplo tomado de la escuela secundaria ilustra de manera más notable aún la estructura politética-monotética de la adquisición de conocimiento. En la escuela, deducíamos el teorema de Pitágoras de los axiomas y teoremas de Euclides, hasta obtener la clásica fórmula a2 + fr2 = c2. Comprendemos el sentido del teorema sin tener que repetir una y otra vez los pasos de la deducción: en un triángulo rectángulo, la suma de los cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa. En principio, la deducción es siempre reconstruible, aunque la hayamos «olvidado»; pero es evidente que en e! grado de claridad y, en cierto sentido, hasta en el* grado de familiaridad de mi conocimiento del teorema de Pitá- goras, influye esencialmente el hecho de que yo pueda repetir «más o menos» los pasos politéticos de la deducción o no. En este sentido, podemos establecer la articulación temporal de la sedi- * mentación de la experiencia como una condición para la adquisición de conocimiento. Podemos decir, además, que todas las condiciones para la constitución de experiencias en situaciones son, mediatamente, las condiciones para la adquisición de conocimien-to. Sin embargo, es obvio que aun la sedimentación de las experiencias y, por ende, la adquisición real de conocimiento, tiene lugar en situaciones en que las condiciones de la situación son también al mismo tiempo, inmediatamente, las condiciones para la adquisición de conocimiento. De este modo, los límites de la situación son, al mismo tiempo, los límites para la adquisición de conocimiento. Ya hemos señalado que el conocimiento referente a esta circunstancia es uno de los elementos básicos del acervo de conocimiento a mano.*8 La adquisición de conocimiento como tal corresponde al principio de «lo primero es lo primero», en su utilización tanto en el curso del día como en el curso de la vida. Se interrumpe por agotamiento, exige esperar el momento «ad<Mcua- do», etc. Si busco una definición en un diccionario, el interés en el tema puede «desviarme» a consultar una referencia a otra palabra; pero entonces tengo que «sacrificar» tiempo que con anterioridad, en mi plan diario (y mi pian de vida), había destinado a trabajar en un ensayo.Junto con todos los otros elementos impuestos en la situación, las estructuras de las experiencias subjetivas del mundo de la vida son también condiciones para la

33 Véase cap. 3, A, 1, a.

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adquisición de conocimiento. Los ordenamientos temporales, espaciales y sociales que determinan la forma de la experiencia realmente presente quedan contenidos, en principio, en la sedimentación de la experiencia en el acervo de conocimiento. Un aspecto de esto es análogo, en cierto modo, a la conservación de elementos poli té ticos de sentido monotético: las experiencias son codificadas, es decir, idealizadas, anonimiza- das y tipificadas si se incorporan al acervo de conocimiento. Es así que los «esbozos previos» estructurales de la experiencia actual son «neutralizados», o Tea, rAntjdelados. No subsisten en la captación, y normalmente no se convierten en un componente de los elementos del conocimiento. En principio^ no obstante, pueden ser reconstruidos (aunque solo «más o menos» exactamente) en la memoria, y de esta manera pueden «sustentar» el grado de familiaridad en los elementos idealizados y anonimizados del conocimiento correspondiente.Además, el ordenamiento del mundo de la vida en diversos ámbitos con estructura finita de sentido es un factor en la sedimentación de experiencias, si no una «condición» de la misma. Los respectivos «esbozos previos» de las experiencias reales que se están sedimentando se conservan. Van al acervo de conocimiento, incorporándose a los respectivos ámbitos de este último ya sea como experiencias cotidianas, como fantasías o bien como experiencias oníricas.Y, finalmente, la adquisición de conocimiento es —como toda situación— biográficamente moldeada en la situación en que surge. La adquisición de conocimiento como tal tiene su historia: en un sentido estricto, la historia de la sucesiva adquisición de elementos del conocimiento. En un curso de vida individual, esta

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historia puede ser, al mismo tiempo, captada más ampliamente como la «historia de las ideas». Tanto en uno como en otro caso, la adquisición de conocimiento se inserta irrevocablemente en la biografía total.

b. La estructuración del acervo de conocimiento mediante las formas de la adquisición de conocimiento

Debemos partir del hecho de que el acervo de conocimiento del mundo de la vida no es el resultado de sucesos cognoscitivos racionales en la actitud teórica. Los elementos del acervo de* conocimiento del mundo de la vida no son proposiciones claras y exentas de contradicción, sistemáticamente ordenadas en una jerarquía de universalidad. La estructura del acervo de conocimiento del mundo de la vida no se asemeja a la lógica sistemática de una ciencia no empírica —como el álgebra, por ejemplo— ni a la trama de los esquemas interpretativos, taxonomías, leyes e hipó-tesis que se observa dentro de las ciencias empíricas. En la medida en que hay semejanzas, se las debe remitir al hecho de que la actitud teórico-científica se funda en la actitud natural. Sería erróneo proceder a la descripción del acervo de conocimiento del mundo de la vida con un ideal de conocimiento que fuera histó-rica, social y culturalmente limitado, por decisiva que sea la manera en que tal ideal pueda determinar nuestro propio interés en*un análisis exacto del mundo de la vida.Debemos partir, en cambio, del hecho de que el acervo de cono-, cVnient»' dd mundo de la vida es el resultado de la sedimentación de experiencias subjetivas del mundo de la vida. Si la estructura del acervo de conocimiento contiene elementos heterogéneos, su origen puede remontarse entonces, en principio, a la heterogenei-dad de los sucesos en que se adquiere el conocimiento del mundo de la vida. Podemos captar primero tal concepto en un sentido amplio y presumir que el acervo de conocimiento contiene ámbitos de conocimiento que se refieren a experiencias en ámbitos diversos de realidad con estructuras finitas de sentido. Podemos hablar así de conocimiento de los sueños y la fantasía, de conocimiento religioso y de conocimiento cotidiano. Puesto que el mundo de la vida cotidiana es la realidad eminente —sobre todo porque en ella se aloja el medio más importante para la objetivación del conocimiento: el lenguaje—, podemos captar el conocimiento basado en ella como el área fundamental del acervo de conocimiento del mundo de la vida. Queremos dedicar a este ámbito un análisis en profundidad. Por eso nos limitaremos a referirnos esporádicamente a los elementos del conocimiento que se basan en otros ámbitos.Aparte del ordenamiento del mundo de la vida en diferentes ámbitos de realidad, el factor más importante en la estructuración del acervo de conocimiento es la diferencia entre experiencias que lo integran como «unidades» indiscutidas, ya constituidas de la actitud natural, y las experiencias que requieren explicitación en situaciones problemáticas antes de sedimentarse como elementos de conocimiento. Dedicaremos una investigación detallada a la estructura del acervo de conocimiento, pero podemos indicar desde ya que esta diferencia ocupa un lugar decisivo en la sedimentación de elementos y, por ende, en la estructura del acervo de conocimiento. Se vincula con el ordenamiento de elementos de conocimiento según diversos grados de credibilidad. A la par del conjunto de tipos que se encuentra en el acervo de conocimientos, condiciona el grado de certeza de los elementos del conocimiento, yes además la base para la ausencia de contradicción entre los elementos del conocimiento. Por esta razón, antes de que podamos pasar al análisis de la estructura del acervo de conocimiento, debemos investigar primero las formas de su adquisición.

Ahora tenemos que distinguir la adquisición de conocimiento en el sentido más amplio y en el sentido más estricto. En sí misma, la adquisición de conocimiento es idéntica a la sedimentación de toda experiencia efectiva en estructuras de sentido «vinculadas con ella», vale decir, unidas según la significatividad y la tipicidad. Las experiencias que transcurren «indiscutiblemente» y no son interpretadas, no aportan «nada nuevo» al acervo de conocimiento. Se adecúan a los tipos que ya han sido

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esbozados y solo confirman elementos existentes de conocimiento. Por eso, en muchos contextos, puede ser útil hablar de la adquisición de conocimiento en el sentido más estricto, el conocimiento que surge de la sedimentación de «nuevas explicaciones». A este respecto, no debe olvidarse que las experiencias que transcurren cin ser discutidas también contribuyen algo al contenido del acervo de conocimiento, es decir, a la solidificación de los elementos de conocimiento. Y, ade-más, el carácter indiscutido de las experiencias efectivas puede remontarse de manera natural a las explicitaciones anteriores. En toda situación real, sin embargo, se puede establecer una diferencia entre experiencias indiscutidas y experiencias problemáticas, y esto puede servir para definir la adqiánición de conocimiento en el sentido más estricto.La continuación de la adquisición de conocimiento es, entonces, idéntica al flujo de la experiencia. Todo cuanto determina la continuación del flujo de la experiencia determina, al mismo tiempo, la sedimentación continua de los elementos de conocimiento. Todo cuanto determina la interrupción del flujo de la experiencia determina, al mismo tiempo, las interrupciones en la adquisición de conocimientos. Hay que precisar estas afirmaciones, especialmente con respecto a la adquisición de conocimiento en el sentido más estricto.

c. Sobre la continuidad de la adquisición de conocimiento

Los análisis de la estructura de la experiencia y los procesos expli- citativos han brindado ya todos los puntos esenciales para resolverel problema a mano,*4 en la medida en que esto fue posible sin una investigación exacta de la fundón que cumplen las estructuras de significatividades y la tipiddad. Nos limitaremos a resumir esos puntos brevemente.El flujo «presupuesto» de la experienda y los procesos explidta- tivos tienen lugar dentro de las estructuras del tiempo subjetivo. Por un lado están sometidos al ritmo del tiempo interior, a sus aceleraciones y retardos, a los cambios en la tensión de concien- da, etc. Por otro lado, el sentido de las experiencias se inserta en las estructuras de sentido superpuestas, biográficamente articuladas. A causa de esto, tienen especial importanda la construcción politética de las experiencias y la posibilidad de captar su sentido monotéticamente de manera retrospectiva.Las experiendas «presupuestas» y las explicadones ocurren en situaciones. Que una experiencia transcurra incuestionada, o que sea necesaria una explicitación, depende de la concreción situa- donalmente relacionada del motivo pragmático, de la jerarquía biográficamente expresada de intereses. La situadón está limitada de diversas maneras, y el conocimiento subjetivo de esta limitación pasa a ser un elemento básico del acervo de conocimiento del miindo de la vida. Dentro de estos límites, se desarrollan si- tuadones rutinarias: están rutinariamente determinadas y son rutinariamente dominadas. En las situadones rutinarias, las experiencias transcurren «incuestionadas», las explidtadones son «innecesarias» y ningún elemento «nuevo» de conocimiento se agrega al acervo. En situaciones en las que el conocimiento ha -bitual se manifiesta inaccesible —es decir, en situaciones cuya «novedad» está impuesta por el mundo—, las experiencias se hacen problemáticas. Las explidtadones allí iniciadas están determinadas por un motivo pragmático, y son proseguidas h?sta que se satisfacen los requisitos de la situación o hasta que se «impone» una interrupdón de la explic'tadón. Este punto será examinado con mayor detalle al analizar las interrupdones en la adquisición de conocimiento.Además, como ya fue señalado, el ordenamiento del mundo de la vida en diversos ámbitos de realidad con estructuras de sentido finitas tiene importancia decisiva para la continuidad (y, correlativamente, para las interrupciones) de la adquisición de conocimiento. El estilo de vivenda (o el entilo de comprensión) del ámbito que recibe el acento de realidad en la experiencia efectiva (o en la explicitación) determina tanto lo que se presupone como lo problemático en los procesos de experiencia y de explicitación dentro de tal ámbito. Como se mostrará, las interrupciones en los flujos temáticamente conexos de experiencia y procesos de explicitación están

determinadas por transiciones (o «saltos») tanto «motivadas» como «impuestas» de un ámbito de realidad a otro. Por ende, tales transiciones condicionan también las interrupciones en la continuidad de la adquisición de conocimiento.

34 Véase esp. cap. 3, A, 2, a-b, así como también cap. 3, A, 1, a-b.Podemos invertir la cuestión y preguntamos cómo se producen las interrupciones en los flujos temáticamente uniformes de experiencia y procesos de explicitación. ¿Qué consecuencias tienen tales interrupciones para la sedimentación de elementos del conocimiento en el acervo de conocimiento? Aquí podemos volver, en parte, a análisis anteriores, en los que ampliamos sistemáticamente nuestras observaciones acerca de los niveles de los procesos de explicitación.*5 Solo hace falta una evaluación más de los resultados de esos análisis, expresamente relacionada con los problemas de la adquisición de conocimiento. La cuestión es, entonces, cómo se.interrumpe la explicitación iniciada en una situación problemática, aunque el problema no esté todavía «resuelto». ¿En qué circunstancias los análisis se interrumpen solo «por el momento»?En qué circunstancias un problema que fue casi «resuelto» reaparece y exige un nuevo análisis?

d. La interrupción del acervo de conocimiento

i. Interrupciones «definitivas» (la suspensión del flujo de experiencia y el desplazamiento del tema)

El tema de un flujo de experiencia, o el problema de un proceso de explicitación, puede «desaparecer» completamente. Esta interrupción es realmente una suspensión; no es compatible con la intención de plantear el tema o el problema nuevamente. Una de las causas más importantes y frecuentes de suspensión se vincula con e! cambio (percibido subjetivamente comc»an «»i!to») de uno a otro ámbito de realidad con estructura finita de sentido. Con el cambio a otro estilo de vivencia o de comprensión, las es- • tructuras de significatividades que eran exclusivas del primero son "dejadas atrás».Si soñamos, por ejemplo, con una situación problemática, la solución del problema está motivada y determinada por las estructuras de significatividades del mundo onírico. (Si no puedo resolver un problema onírico cuyo nivel de urgencia es elevado, el sueño se convierte en una pesadilla. Si despierto sin haber resuelto el problema en mi sueño, aquel (que también puede ser «com-prensible» para mí en estado de vigilia) pierde totalmente su urgencia. Si rememoramos el sueño, los intereses de este quedan neutralizados. El tema del sueño, con las estructuras de significatividades pertenecientes a él, que se manifiestan en el sueño como niveles de urgencia, posibilidades de solución, etc., aparece en la perspectiva de la vida cotidiana. Si me refiero al sueño, los procesos de explicitación están motivados y limitados por las estructuras de significatividades y el estilo de comprensión de la vida cotidiana, no por el interés del sueño relacionado con la situación.

35 Víase, sobre todo, cap. 3, A, 2, b; véase también cap. 3, A, 2, a.

36 Véase cap. 6 [vol. II].

Supongamos que soñé que alguien roba un objeto costoso de suma importancia para mi. Trato de perseguirlo, pero no puedo, ya que en el sueño (lo descubro con horror) he perdido la capacidad de correr. Si a la mañana siguiente recuerdo el sueño, es obvio para mi que puedo correr, que ya no existe para mi ningún problema específico, tal como lo hubo en el sueño cuando no pude utilizar esa capacidad. Si en el sueño me falta un elemento menos vigorosamente rutínizado de mi conocimiento, el hecho de que lo poseo puede no ser tan obvio en mi estado de vigilia; quizá erv- tonces quiera asegurarme de que lo tengo.El problema de un ámbito de realidad «desaparece» como problema después del «salto» al otro ámbito, pero dejando, en cierto sentido, un «hueco». Todavía puedo «recordar» el problema, aunque ya no es un problema ni exige una explicitación que conduzca a su solución. Las explicitaciones relacionadas con este «hueco», ei problema neutralizado, son interpretaciones del «sentido» del sueño realizadas de acuerdo con las estructuras de sentido» correspondientes al estilo de la vida cotidiana. El «hueco» dejado por el problema del sueño se convirtió entonces, por así decir, en un enclave de un ámbito de realidad con una estructura de sentido totalmente diferente, en cuanto fue llenado por un nuevo problema: ¿Qué significa el sueño? Tales enclaves pertenecen, en cierto aspecto, a los dos ámbitos de realidad. Se «sitúan» en uno de ellos y se «relacionan» con el otro. Un tema que abarca de esta manera dos ámbitos de realidad será denominado símbolo. Llegados a este punto, el símbolo no puede ser aún suficientemente comprendido, ñero hemos revelado un factor importante de su génesis.*®Hemos .“legido un ejemplo que presenta la suspensión de manera ii:uy intuitiva, pero lo mismo es válido, en general, para todas las interrupciones del flujo de experiencia o la adquisición de conocimiento vinculadas con el salto de un ámbito de realidad, de un estilo de vivencia o de comprensión a otro. Se dejan «huecos» que, en principio, pueden ser explicitados en las estructuras de significatividades del otro ámbito de realidad. E! tema de una obra de teatro, el tema de una experiencia religiosa, dejan, en el mundo de la vida cotidiana, enclaves que solo están «simbólicamente» representados en el estilo en que comprendemos la vida cotidiana. Además, la «insuficiencia» de las estructuras de significatividades de la vida cotidiana para la explicitación de los enclaves dejados por otros ámbitos de realidad puede hallar su correlato subjetivo en sentimientos de reverencia o extrañeza. y hasta en una desaprobadora falta de comprensión. Por otro lado, los temas de la realidad cotidiana dejan «huecos» en otros ámbitos de realidad, pero con una diferencia. Los problemas no resueltos de la vida cotidiana, por ejemplo, son irrelevantes en ©1 ámbito de un mundo de fantasía pero, .en principio, no «desaparecen de-finitivamente». No son, por ejemplo, como el problema r.o resue!-

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to de una obra de teatro, una vez que le doy la espalda. El mundo de la vida cotidiana tiene esta peculiaridad: en él los elementos básicos de mi situación son inmutables, y los problemas asociados con ella deben ser resueltos «tarde o temprano». Es por eso que aquí nos ocupamos únicamente de las interrupciones provisionales en la adquisición de conocimiento.Las interrupciones en el flujo de experienda, como señalamos ahora, son impuestas o motivadas; es decir, derivan inmediatamente de mi situación en el mundo o son determinadas por la espontaneidad de la duración interior, y, mediatamente, por las estructuras de sentido biográficamente impuestas. Así, por ejemplo, la realidad de la vigilia se impone después del sueño. El salto al mundo de la tragedia en un libro está tan motivado como puede estarlo el retomo al mundo cotidiano. La diferencia entre interrupciones impuestas y motivadas no se limita a las interrupciones vinculadas con la salida de un ámbito de realidad con estructura finita de sentido. Vamos a demostrar que también vale para las interrupciones que tienen lugar dentro del mismo ámbito de realidad.Ejemplifiquemos la interrupción de un proceso de explicitación, por la cual el problema «desaparece» sin que yo salga del ámbito de realidad. Sentado en mi habitación, escribo una carta. De pronto suena un estampido en la calle. ¿Fue un disparo? ¿Una explosión? Me acerco a la ventana, miro hacia afuera, no advierto nada fuera de lo común y vuelvo a sentarme para terminar la carta. No he resuelto el «problema». Simplemente he determinado con cierta seguridad que, entre las acciones posibles significativas para mí (acudir en ayuda de alguien, buscar refugio, etc.), probablemente no se aplica ninguna. La situación fue problemática para mí sólo en tanto se hallaban en consideración tales posibilidades. Una vez descartadas estas alternativas, interrumpo la explicitación, pues no me «interesa» cuál fue realmente, entre las otras posibilidades, la causa del estampido (p. ej.: un escape de automóvil especialmente sonoro, una chapa de metal que cayó en el sótano de la casa vecina, etc.). En este caso, el tema problemático que debe ser explicitado no deja ningún «hueco», ya que el problema, en términos estrictos, era solo hipotéticamente significativo. En mi acervo de conocimiento, tal vez hasta en el ámbito de mi conocimiento habitual, las explosiones y disparos son sucesos «importantes» que exigen precauciones, aunque en esto no se incluya el ruido de un tubo de escape. Necesito explicitar una interrupción impuesta de mis actividades solamente en la medida en que ello sea necesario para distinguir las posibilidades de interpretación significativas de las que no lo son. Si en el proceso resuelvo el problema, tanto mejor (si las únicas posibilidades son una explosión, un disparo o un escape de automóvil, tengo que explicitar sólo hasta eliminar la explosión y el disparo; aunque sé también que puede haber sido un escape de automóvil, este ronocimiento no me «interesa»). Si no lo resuelvo, no importa, ya que no era, por cuanto sé, un problema significativo para mi.Tendremos que abordar nuevamente el problema de las significa ti vidades hipotéticas cuando lleguemos al análisis de las estructuras de significatividades del acervo de conocimiento.*7 Aqui basta señalar que esta suerte de significatividades hipotéticas, y los niveles de explicitación condicionadas por ellas, intervienen en muchos de los actos más o menos rutinizados de la vida cotidiana, actos caracterizados por un típico estilo « s i , entonces ..Otra forma de interrupción «definitiva» en el flujo de experiencia o en la adquisición de conocimiento es el desplazamiento de un problema por otro nuevo. Un caso especialmente típico es el desplazamiento de un objetivo de actos por nuevos objetivos constituidos en el curso del acto.88 Si tengo un objetivo (anticipo así un resultado de mi acto), debo esbozar entonces los pasos que deberían conducir a su realización. Mientras doy esos pasos uno tras otro, el objetivo original puede perder su significatividad para mí. Esto tiene varias razones.Primero: un «paso» particular que estoy dando puede tener horizontes de experiencias que incluyan consecuencias imprevistas en el flujo de vivencia. Por ejemplo, pueden investir al «paso» particular, anteriormente subordinado al objetivo original, de una importancia que eclipse al objetivo original. El «medio» puede convertirse en «fin».

Segundo: en el curso de un acto, puede haberse evidenciado que el objetivo inicial —en mi plan cotidiano, en mi plan de vida— solo tiene sentido si se subordina a nuevos objetivos. Puedo entonces suspender el acto o proceder con relación al nuevo objetivo, con lo cual el «fin» es degradado a «medio». De tal modo, el objetivo inicial no ha desapareado, pero será radicalmente modificado y solo es significativo en el nuevo contexto de actos. Tercero: en el curso de una acción, puede comprobarse que los pasos necesarios hacia mi proyecto inicial no son factibles. Los medios para el fin no están dentro del ámbito de lo que es factible para mí. En tal caso, se suspende el acto o se proyectan nuevos medios, ocultando los anteriores. En cierta medida, también cambia así el objetivo inicial.Finalmente, en el curso de una acción los pasos pueden resultar factibles, en verdad, pero, una vez llevados a cabo, conducir a resultados que no anticipé. Puesto que el resultado del acto es necesariamente diferente del objetivo proyectado (con las habilidades rutinizadas esto ocurre en una medida muy pequeña, no significativa: pero en otros casos, suele ocurrir en medida importante), esta posibilidad tiene empíricamente especial importancia. Cabe señalar que a menudo hay una inversión de sentido asociada. Rememorando el acto, leo su resultado en el proyecto del acto inicial. Digo que ese resultado estaba implicado u oculto en el objetivo inicial del acto. Retrospectivamente capto entonces el suceso, no como un desplazamiento del objetivo inicial, sino más bien como un descubrimiento. Asi sucede con suma frecuencia si en el cuno del acto se insertan elementos imprevistos de la situación, que se me imponen. La historia de los descubrimientos y las invenciones ofrece muchos ejemplos de esto: los hallazgos de los alquimi'tas que buscaban un procedimiento para hacer oro; el descubrimiento de América por Colón, que buscaba una nueva ruta hacia la India, etc. Pero, tampoco en la vida cotidiana faltan ejemplos: si escribo una carta, nuevas ideas, nuevos matices, por así decir, surgen de mi pluma mientras anoto ideas que ya han sido claramente planeadas. El resultado parece distinto de lo que se proyectó. Por muy rutinariamente que yo adiestre a un perro, el «resultado» está determinado por las características imprevistas del perro. Otros ámbitos de realidad también se caracterizan por este factor: el diseño artístico (la «resistencia del material»), el juego (en una partida de ajedrez, la continua modificación de mi plan, debida a la idiosincrasia de mi adversario), etc. Los últimos ejemplos nos llevan a otra cuestión. En la interacción social, los objetivos de mi semejante, en cierto sentido,38 se me imponen. El desplazamiento de mis objetivos iniciales por proyectos que necesariamente toman en cuenta los objetivos de él, y viceversa, constituye la reciprocidad de la interacción social. Basta pensar en cómo planifica y replanifica un comandante de tropa (y en los «juegos bélicos» del estado mayor general, las maniobras, etc., donde se intenta prever esas circunstancias); cómo se conduce un hombre de negocios bajo la influencia de los actos de sus competidores, etc. El asombro, como correlato subjetivo que acompaña a tal desplazamiento fines, se expresa muy vigorosamente en el ámbito de la acción social, y no está del todo ausente ni siquiera en actos muy rutiniza<¿TS. .

ti. Las interrupciones «temporarias»

La sedimentación de la experiencia puede interrumpirse con la intención de reanudar el flujo de experiencia en los puntos de interrupción o continuar el proceso de explicitación. En este caso, el tema de la experiencia o el núcleo del problema no ha desaparecido ni ha sido totalmente desplazado. Más bien, se difiere la continuación de la experiencia, la explicitación del problema, su significatividad es neutralizada solo temporariamente: es «pospuesta, pero no suspendida». Queda en pie el problema de la reanudación, la significatividad de la reactivación. Las causas de tales interrupciones, como ya hemos señalado, pueden ser impuestas o motivadas, al igual que las interrupciones «definitivas». Comencemos por examinar las primeras.Los datos del mundo impuestos en la situación no permiten que ciertas actividades —como, por ejemplo, ciertas explicitaciones de situaciones y experiencias problemáticas— sean llevadas a cabo de

40 Viaje cap. 2, B, 4, c, it, y B, 6.

una tola vez. La continuidad de la adquisición de conocámieoto está condicionada y limitada sobre todo por los caminos en la tensión de conciencia y el ritmo de la duración interior, que se presentan subjetivamente como los aspectos limitados de la corporeidad, la atención y la «fuerza de voluntad» Los actos cuyo alcance excede la duración de las fases individuales de ese ritmo deben ser interrumpidos para su posterior reanudación. Ciertos actos que se insertan en el tiempo del mundo (las estaciones, el tiempo social, etc.) exigen períodos de espera hasta que llegue el momento «adecuado», y deben interrumpirse cuando ese momento «pasó» para ser reanudados más tarde. (Piénsese en la tristeza del niño cuando oscurece y debe interrumpir su juego, o en el esquiador que espera el invierno, el ritmo del trabajo rurtaJ, etc.). El alcance de los actos se refiere a su vez a elemehtos de la situación que son impuestos sobre todo a las estructuras espaciales, temporales y sociales de las experiencias (debo tomar una serie de medidas para ir de Nueva York a Londres; mientras tanto puedo leer, comer, dormir, etc.; si quiero llegar a profesor de matemática debo, entre otras cosas, aprender áreas de conocimiento graduales, sistemáticamente organizadas, tengo que rutinizar ciertas formas de conocimiento, etc.; mientras tanto, tengo que comer y dormir; puedo convertirme eii padre, ir al cine cincuenta veces, ingresar en un circulo musical, romperme un hueso y sanar, etc.).Los elementos impuestos de la situación, como ya hemos indicado, están mutuamente ligados.40 Los experimento subjetivameiVe como trabas para la continuidad del flujo actual de experiencia; como obstáculos a mi acción que deben ser superados; com» la . necesidad de esperar hasta que pueda reanudar la actividad interrumpida. Sin embargo, las interrupciones del flujo de experiencia no solo se imponen directamente; también pueden estar motivadas. Podría seguir trabajando, pero decido descansar. Podría, en verdad, resolver el problema de una sola vez, pero decido posponer la continuación de la explicitación. Finalmente, las interrupciones motivadas están determinadas por elementos de la estructura del mundo que se imponen a la situación, sobre todo por las expresiones concretas del principio de «lo primero es lo primero» en el curso del día y de la vida. Las jerarquías de planes determinadas por mi finitud determinan las motivaciones de la interrupción. En ambos casos —tanto en las interrupciones directamente impuestas como en las motivadas— el interrogante al que debe responderse es: ¿ Qué sucede con el tema del flujo interrumpido de experiencia durante la interrupción, o con el problema pospuesto? ¿En qué sentido puedo recomenzar mañana donde me detuve hoy?Comencemos con un ejemplo sencillo. Estoy leyendo un libro voluminoso, que no puedo leer todo de una sola vez. Si esta noche leí hasta la página 151, puedo anotar la página o poner un seña-

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lador y cerrar el libro: sé que encontraré la continuación del relato en la página 151 mañana, pasado mañana o el mes próximo. Mientras tanto, puedo dormir; cuando despierte debo ir a la oficina; puedo leer el diario y hasta otra novela. En todas las demás actividades, otros temas ocupan el primer plano de mi atención. Me encuentro en nuevas situaciones, mis experiencias prosiguen rutinariamente o se hacen problemáticas y requieren explicitación. Estas situaciones tienen sus propias estructuras de significatividades; su interés determinado por el plan deriva de mis planes cotidianos y mis planes de vida, que a su vez se subclasifican en programas de trabajo, programas para el tiempo libre, etc. Las estructuras de significatividades apropiadas motivan mi trabajo, mis actividades de los momentos de ocio, etc. Naturalmente las estructuras de significatividades vigentes en la literatura y los ho-rizontes de explicitación dependientes de ellas no son «apropiados» en el trabajo; pero tampoco desaparecen, colo son neutralizados. El tema —p. ej., las aventuras de Don Quijote, que interrumpí después del episodio de los molinos de viento— es accesible en cualquier momento; en principio, también podría reactivarlo durante el trabajo, si el interés determinado por el plan de la situación de trabajo no me lo «obstaculizara»; a la inversa, los temas vinculados con mi trabajo son neutralizados mientras continúo la lectura de Don Quijote.Este ejemplo es totalmente obvio porque la interrupción cae da un «salto-* en otrc ámbito de realidad. De hecho, hay no solo muchas interrupciones «definitivas», sino también muchas interrupciones «temporarias» en la adquisición de conocimiento que están presentes después de tal salto. Pero en situaciones que per- fenecer. al mismo ámbito de realidad con estructura finita de sentido hay estructuras temporarias con pausas, postergaciones, períodos de espera, etc. Si interrumpimos la actividad ai e iniciamos la actividad a% con la perspectiva de continuar a\ después de terminar a-¿, el tema alt con sus significatividades temáticas, ha sido reemplazado por las significatividades temáticas pertenecientes a a2.73 Sin embargo, at no ha desaparecido; su tema, con sus significatividades temáticas, entra en una forma neutralizada en el horizonte del curso de a2- La diferencia con otros tipos de interrupción es obvia. El tema no ha «desaparecido» ni ha sido «definitivamente» desplazado, sino que es reemplazado sólo temporariamente por otro tema y espera «inmutable» su reanudación. Si en la «desaparición» de un tema quelda un hueco, este es in -corporado a las estructuras de significatividades de la situación siguiente. Al ser desplazado, el tema original es modificado, por así decir, hasta tornarse irreconocible. En la interrupción «temporaria», el tema inicial queda preservado, junto con sus estructuras de iignificatividades temáticas. No depende del nuevo tema y ge vincula con ¿1 sólo mediante la unidad del flujo de vivencia. Estrictamente, la observación de que a\ permanece inmutable durante la interrupción no es correcta. Implica las idealizaciones del «puedo volver a hacerlo» y del «y así sucesivamente» propias del mundo de la vida. No puedo reinidar la actividad ai exac tamente «allí» donde la interrumpí, porque durante la interrupción aquella estuvo en el horizonte de 03 y recibió automáticamente una coloración, así sea mínima. La actividad a\ no fue expli- citada desde una perspectiva determinada por la estructura de significatividades de a2, ni fue modificada conscientemente; fue arrastrada durante el flujo de experiencia que fue determinado por las estructuras de significatividades de a2. Si continúo de nuevo ai, la actividad ha obtenido al menos un nuevo molde biográfico: ai después de a2. Subjetivamente, experimento esto como un esfuerzo, grande o pequeño, requerido para «acostumbrarme» nuevamente a a¡,. Para el sentido de «1, es decisivo que las idealizaciones del «puedo volver a hacerlo» y del «y así sucesivamente» hayan intervenido ambas en la interrupción y la reanudación. Con esta restricción, podemos decir correctamente que reanudamos un tema «allí» donde lo dejamos en la interrupción. La función de las estructuras de sentido objetivadas, sobre todo del lenguaje (y especialmente de la escritura, de las marcas significantes, etc.), tiene aquí gran importancia empírica. Esto resultó especialmente claro en el ejemplo de la literatura.

73 Véase la distinción entre significatividades temáticas, interpretativas y motivacionales en cap. 3, B; en este pasaje, anticipamos este material solo en lo que es absolutamente necesario para el problema inmediato. [Véase también A. Schutz, RefUctions on the Problem of Relevance.]

En su mayor parte, las interrupciones «temporarias» motivadas son insertadas en el plan del día y en el plan de vida. Como ya señalamos, las estructuras de significatividades sobreimpuestas, que determinan el interés determinado por el plan en las situaciones y actividades individuales, son también la «motivación» para las interrupciones y reanudación de actividades, procesos de explicitación y flujos de experiencia. En otras palabras, están articuladas como un sistema de continuación de la experiencia e interrupción de la misma. Este sistema, a su vez, se halla extensa-mente rutinizado, de modo que sé más o menos «automáticamente» cuándo ha llegado el «momento de parar y de empezar». Aunque el sistema de las interrupciones motivadas tiende, mediante su regularidad, a convertirse en conocimiento habitual, las interrupciones, principalmente las impuestas, pueden tener en general diferentes cualidades de vivencia. Pueden ser desconcertantes, agradables, pero, sobre todo, perturbadoras. La rutinización deficiente, o aun la destrucción de las cadenas rutinizadas en la continuación de la experiencia y sus interrupciones, pueden conducir a fenómenos psicopatológicos. Estos pueden manifestarse como una «incapacidad» de interrumpir una actividad, sean cuales fueren las exigencias de la situación, como secuencias forzadas de acción e imaginación, ante cuya interrupción se reacciona con una conmoción; o, a la inversa, como una «incapacidad» para «concentrarse» en una actividad que no permite «distraerse».

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3. La estructura del acervo de conocimiento

a. Conocimiento acerca de los elementos básicos de la situación y conocimiento habitual en el acervo de conocimiento

Vimos que la estructura del acervo de conocimiento es derivable, en esencia, de las formas de la adquisición de conocimiento y, por lo tanto, de los procesos de sedimentación de la experiencia. Tal es el caso de los niveles de familiaridad en el conocimiento, tanto como del ordenamiento de los elementos del conocimiento según su claridad, o según su determinación y ausencia de contradicción. Es también el caso del grado de credibilidad que acompaña a los elementos del conocimiento. Antes de entrar en detalles, cabe observar que dos ámbitos del acervo de conocimiento, a saber, sus elementos básicos y el conocimiento habitual, no encajan perfectamente en esas dimensiones.Los elementos básicos del acervo de conocimiento 74 no son el resultado de las sedimentaciones de experiencias específicas. Consisten en conocimiento referente a las condiciones que limitan todas esas experiencias; un conocimiento que está más o menos automáticamente dado junto con toda experiencia. Los elementos básicos del acervo de conocimiento son empero confirmados, modificados o refutados por medio de experiencias particulares, así como mi conocimiento de las condiciones climáticas en las montañas, el carácter de un amigo, etc., que proviene de experiencias especí -ficas, se modifica, y se confirma luego en tales experiencias. El conocimiento del «qué» y el «cómo» de la situación humana en el mundo está dado junto con cada experiencia, aunque de una manera peculiar, es decir, como un dato del horizonte de la situación o experiencia. El conocimiento acerca del límite de la duración interior; acerca de la historicidad y finitud de la situación individual dentro del tiempo del mundo; acerca de los límites de la corporeidad y de las estructuras espaciales, temporales y sociales de la experiencia, constituye el sustrato de la determinación de toda situación concreta. Los elementos específicos del acervo de conocimiento, en cambio, sedimentados a partir de experiencias especificas, son tematizados como el núcleo de una experiencia, o en todo caso, cumplen una función directa en las tematiza- ciones. A este respecto, la «familiaridad» de los elementos básicos del acervo de conocimiento es esencialmente de otro tipo que los niveles de familiaridad en contenidos específicos y adquiridos del acervo de conocimiento.Tampoco el conocimiento habitual75 puede ser coordinado sin más trámite con los niveles de familiaridad en que están ordenados los contenidos parciales del acervo de conocimiento. Debe recordarse que no es posible trazar ninguna linea divisoria entre ciertos elementos básicos del acervo de conocimiento y ciertos ámbitos dd conocimiento habitual. Sobre todo, las habilidades pueden ser consideradas como expresiones o «dimensiones» concretas del conocimiento acerca de la corporeidad viva. Tal conocimiento es un elemento básico del acervo de conocimiento. Como ya se mencionó, el conocimiento habitual ocupa un lugar intermedio entre los elementos básicos y los contenidos del acervo de conocimiento. Los elementos básicos son universales, y no surgen de sedimentaciones de la experiencia. En cambio, el cono-cimiento habitual más o menos variable, desde las habilidades referentes al conocimiento práctico hasta el conocimiento de recetas, es obviamente el resultado de la sedimentación de la experien- , da; pero se diferencia de los elementos explícitos y parciales del acervo de conocimiento por el hecho de que, de manera semejante ¿‘ios 'elementos básicos, está siempre presente. Se puede recurrir automáticamente al conocimiento habitual. Sus elementos ya no son captados como elementos de conocimiento, como temas inde- ípendientes de experiencia, sino que están dados en el horizonte del flujo de la experiencia. Quisiéramos aclarar esto un poco más. Si Aprendemos un idioma extranjero, las palabras, la gramática, d acento, etc., son contenidos parciales específicos de mi acervo de conodmiento que aprendo individualmente. Puedo entonces presentarlos en experiencias específicas como temas especiales del flujo de la experiencia. A este respecto, tendría sentido hablar de

74 Véase cap. 3, A, 1, a-b.75 Véase cap. 3, A, 1, c.

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niveles de familiaridad. Muchas palabras me son más familiares que otras. O también: el francés me es más familiar que V ruso. Llega un momento en que comienzo a «pensar» en ese idioma. Mi conocimiento de él se hace conocimiento habituai. Es discutible, entonces, que aún tenga sentido hablar de niveles de fami-liaridad. Hago uso del idioma, y automáticamente, en verdad, por las más variadas razones. Si pasamos al ejemplo de la lengua materna, en lugar del idioma extranjero, la cosa se adara totalmente. Sin duda, también tuve que aprender mi lengua materna. Fue un largo proceso de sedimentación que fue rutinizado de maneras diversas, y que en definitiva consiste tanto en habilidades como en conocimiento práctico o conocimiento de recetas. La familiaridad transpuso aquí un umbral, por así decir, después del cual no tiene mucho sentido hablar de niveles de familiaridad.Los elementos básicos del acervo de conodmiento, así como del conocimiento habitual, ocupan un lugar especial en la estructura del acervo de conocimiento. Están siempre presentes, no simplemente a mano de un caso a otro, como los contenidos del acervo de conocimiento. Están dados «automáticamente», no articulados como temas de experiencia. Por ello son tan evidentemente «familiares» que ya no deseamos ordenarlos en el acervo de conocimiento según niveles de familiaridad. Es obvio que esto mismo rige para las graduaciones de claridad y credibilidad del acervo de conocimiento, las cuales también derivan, en esencia, de las formas de adquisición de conodmiento. Sería insensato hablar de la credibilidad de la finitud, por ejemplo, o de la claridad y peculiaridad del caminar.

Por último, hay que insistir en que los elementos básicos del acervo de conocimiento y del conocimiento habitual tienen diferentes orígenes. El segundo surgió de elementos adquiridos y específicos de conocimiento, en contraste con los elementas básicos universales y «autónomos» del primero, pese a los puntos de contacto entre ellos que hemos mencionado. El conocimiento habitual surge de elementos que se ordenaron inicialmente en niveles de familiaridad (y también, fundamentalmente, según los grados de claridad y credibilidad) en el acervo de conocimiento. En la estructura actual del acervo de conocimiento ocupan —tan pronto como son rutinizados— un lugar similar al de los elemente» básicos del conocimiento.

b. La familiaridad de los elementos del conocimiento i. Niveles de

familiaridad

La palabra «familiaridad» puede caracterizar varias situaciones heterogéneas. Queremos, por consiguiente, limitar su sentido para nuestro uso. En sus Principios de psicología, William James distingue entre dos tipos de conocimiento: conocimiento acerca de y conocimiento por trato directo.** Esta distinción se basa en la idea según la cual sabemos muchas cosas: sabemos que hay «tal cosa», hemos «oido hablar de ella» y tenemos nociones más o menos confusas al respecto. Por otro lado, hay algunas cosas con las que estamos realmente familiarizados. Comprendemos la Índole de esas cosas y su conexión con otros objetos y circunstancias. La distinción establecida por James cumple, sin duda, una función respecto de la claridad en el conocimiento, aunque no conduce a la determinación de graduaciones finas de familiaridad. Es útil, sin embargo, como primera distinción entre conocimiento totalmente familiar y no familiar. Es equívoco hablar, como hacen muchos psicólogos, de «cualidades de trato», como si estas se anexaran a objetos y sucesos, por así decir, como cualidades terciarias. No hay duda de que experimentamos objetos y sucesos como más o menos familiares. Ahora debemos investigar en detalle los procesos de conciencia que son la base de tal familiaridad. Ilustremos primero esta cuestión con algunos ejemplos.Quien haya cocinado huevos sabe que estos quedan «pasados por agua» después de hervir aproximadamente tres minutos, y «duros» después de algunos minutos más. Pese a un alto grado de familiaridad con este elemento de conooimiento, casi nadie tiene idea clara de cómo se logra «realmente» este resultado. Sé «como algo evidente» que los árboles que ahora, en invierno, están sin hojas, volverán a tenerlas en primavera, sin estar familiarizado con los procesos que conducen a ello. Oprimimos botones y movemos interruptores, y sabemos cuáles serán las consecuencias: la luz se enciende, el ascensor sube al primer piso, etc. Envío una carta y sé que llegará al destinatario en pocos días. No todos los elementos de conocimiento de estos ejemplos tienen, por cierto, iguales grados de credibilidad. Por ejemplo: sé «con seguridad» que los árboles reverdecerán; pero solo sé con «suma probabili- lidad» que la carta llegará al destinatario. El grado de claridado determinación y la ausencia de contradicción de los elementos de conocimiento son empero necesariamente idénticos. Todos los ejemplos están elegidos de tal modo que, en principio, seria posible un conocimiento adicional: podría informarme sobre los procesos químicos que ocurren a cierta temperatura en la clara y la yema del huevo. Podría buscar explicaciones biológicas, religiosas o mágicas sobre la foliación de los árboles, y explicaciones físicas sobre los procesos tecnológicos. Podría investigar con suma exactitud acerca de oficinas y personal de correo, traslado de correspondencia, etc. Los ejemplos, en general, están elegidos de tal modo que sé que hay explicaciones «más precisas» para los sucesos que me son familiares, incluso que hay ciertas «personas» que pueden transmitirme este conocimiento: científicos, funcionarios de correo, electricistas, hechiceros, etc. Aunque lo sé, no me interesa realmente adquirir más conocimiento al respecto. Mi familiaridad es suficiente para «mis propios fines». El interés en juego aquí es, en el sentido más amplio, pragmático, y determina la adquisición y la interrupción del

45 Véase cap. 3, A, 3, f.

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conocimiento. Quizá, en principio, me «interesaría» saber má* acerca de esas cosas, pero siguiendo el principio de «lo primero es lo primero» no tengo «tiempo» para eso, ya que «primero» debo *dquis:r un conocimiento más significativo para mí. Quiero conservar un «lugar» disponible para experiencias más impertan- tes o más urgentes. Cu*ndo describamos la opacidad del mundo de la vida,45 examinaremos el otro caso, en el cual sé que determinados elementos de conocimiento no pueden ser adquiridos en principio.En general, no nos interesan en igual medida todos los ámbitos del mundo de la vida ni todos los objetos y sucesos que ocupan allí un lugar. El interés determinado por el plan y relacionado con la situación (en el modelado biográfico de la adquisición de conocimiento) organiza el mundo en estratos de mayor o menor sig- nificatividad. Ante todo, se eligen los objetos y procesos del mundo a mi alcance efectivo y potencial que se incorporan a la ejecución de mis planes como medios y fines, como obstáculos y condiciones, o que podrían entrar en consideración durante la ejecución de planes meramente propuestos. Así ocurre, naturalmente, con ambos planes de articulación biográfica: tanto el plan cotidiano como el plan de vida. Me familiarizo con los elementos y aspectos «significativos» del mundo solamente en la medida en que ello es menester para dominar la situación. No se debe entender este enunciado en un sentido radicalmente pragiTiático, ni siquiera conductista. Se refiere no solo a situaciones del mundo de la vida cotidiana sino también a situaciones que se dan en otros ámbitos de realidad. No se refiere simplemente a la satisfacción de algunas «necesidades biológicas».En la vida cotidiana nos concierne sobre todo, aunque no exclusivamente, el dominio de situaciones típicas y recurrentes. Una amplia gama de objetivos, medios, condiciones y obstáculos se nos presenta una y otra vez. La razón más importante de esto es que en todas las situaciones encontramos los elementos universales, in-mutables e impuestos de una situación. Nuestros planes, naturalmente, también están biográficamente articulados, e integran el modelado biográfico de estructuras de significatividades y de intereses. Las explicitaciones de ciertos objetivos, medios, condiciones y obstáculos para la realización de nuestros planes son corres-pondientemente rutinizadas e integran el ámbito del conocimiento habitual. Otros actos, aunque no estén rutinizados por completo, se basan en objetivos que son recurrentemente familiares y que han demostrado serlo en grado suficiente; estos actos utilizan precisamente esos medios y superan precisamente esos obstáculos. La ausencia de toda necesidad de emprender explicaciones ulteriores se confirma una y otra vez. Como totalidad, los elementos del conocimiento implicados en tales actos constituyen el grado de familiaridad del acto complejo y del conocimiento complejo. Tal es el caso (para destacarlo una vez más) de los elementos del conocimiento que tienen los niveles de claridad más variados, como se mostró con los ejemplos de los huevos hervidos, la correspondencia, etc.Si empezamos por determinar niveles de familiaridad dentro de la experiencia real, podemos establecer ciertas diferencias generales. Primero se reconocen objetos y sucesos como similares a los que se ha encontrado en experiencias anteriores. Segundo, se captan objetos y sucesos como similares, en sus características esen-ciales, a los experimentados antes. Tercero, solo pueden ser similares a objetos y sucesos anteriormente experimentados en algunas de sus características; en otros aspectos, son diferentes. Por último, hay objetos y sucesos que figuran en el conjunto de| tipos almacenados en el acervo de conocimiento. Además, puede haberse visto también que una determinación de familiaridad se basa en la adquisición subjetiva de conocimiento de un Objeto de experiencia realmente presente. Los Objetos nos resultan más o menos familiares según concuerden en mayor o menor medida con experiencias anteriores.Volvemos de esta manera al origen de la graduación de la familiaridad, las formas de la adquisición de conocimiento. El grado de familiaridad de un elemento de conocimiento depende de la medida en que han sido explicitados los horizontes interno v externo de las experiencias que integran el acervo de conocimiento. En verdad, el grado de familiaridad se constituye en la circunstancia de la adquisición de conocimiento. Hemos visto que, en esta, el interés determinado por el plan motiva la

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determina

46 Véase cap. 3, A, 3, b, ií.

ción de la situación y la explicitación de las experiencias, prescribe el nivel de explicitación y de este modo establece cuándo la explicitación debe ser interrumpida, es decir, suspendida. En otras palabras: la explicitación de una situación o experiencia se interrumpe, en general, cuando el conocimiento constituido por la explicitación basta para el dominio de la situación. Muchas posibilidades de explicitación no alcanzan significatividad; muchas continuaciones posibles de la explicitación resultan innecesarias. Esto significa que la explicitación puede ser interrumpida o finalizada en los más variados niveles de claridad y credibilidad, y no obstante ser «suficiente» para el interés determinado por el plan y relacionado con la situación. Toda explicitación legitimada en general por una situación establece también un grado de familiaridad suficiente para esta situación. El elemento de conocimiento así constituido es suficientemente familiar para todas las situaciones que son iguales o similares. Esto se apliaa a todas las situaciones (o experiencias) rutinarias percibidas «incuestionablemente» como similares, así como a situaciones o experiencias no del todo rutinizadas, pero típicamente recurrentes. Los elementos de conocimiento así incorporados son sumamente familiares sobre la base de su historia anterior, sea cual fuere su grado de claridad; la familiaridad de la experiencia o situación real es, entonces, también juzgada de acuerdo con esto. Este punto anticipa en cierta medida el análisis de las relaciones del conjunto de tipos y el grado de familiaridad.*®

Aunque el grado de familiaridad de los elementos del conocimiento puede ser derivado de las circunstancias de la adquisición del mismo, es decir, de las explicitaciones legitimadas por la situación, queda por averiguar por qué no todos los elementos del conocimiento son sumamente familiares. Para esto hay tres razones. Primero: continuamente encontramos nuevas situaciones, que «resisten» nuestro intento de determinarlas por medio de elementos familiares del conocimiento. Nuestros planes no conducen al resultado deseado; no se puede dominar la situación si se los determina exclusivamente con el acervo de conocimiento a mano. Esto hace que nuevamente reanudemos las explicitaciones, inicialmente consideradas ccmo cerradas, hasta que se pueda determinar la situa-ción realmente presente y, en consecuencia, dominar el problema. Se vuelve familiar la situación que se presentó como lo contrario. Los elementos significativos de conocimiento, antes sumamente familiares, demostraron ser insuficientemente familiares en su utilización, y fueron trasladados a una nueva familiaridad. Resulta claro aquí que, en esta coyuntura, las dimensiones de familia-ridad y de claridad (o sea, la determinación y la ausencia de contradicción) se encuentran en armonía, por diferentes que sean en esencia.Procuramos determinar como familiares nuevas situaciones. Solo "cuando ellas resisten tal determinación las consideramos «proble-

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máticas». Hay que rastrear el origen de la resistencia de la situación en los elementos que ella nos impone. Con esto llegamos también a la segunda causa de la no familiaridad de elemetitos del conocimiento. La mencionaremos aqui parí luego examinarla por separado: es la opacidad fundamental del mundo de la vida, que se me impone, en cierto sentido, como un elemento de mi situación.76 Tercero-, ciertos elementos del conocimiento no son familiares para mí porque interrumpí su explicitación inicial antes de que el interés determinado por el plan fuera suficiente para esta situación. Nuevas situaciones se interpusieron antes de que yo pudiera dominar la situación inicial; la explicitación tuvo que ser interrumpida porque, en función del principio de «lo primero es lo primero», tuve que abordar nuevos problemas, etc. La conexión entre las interrupciones en la adquisición de conocimiento y los elementos impuestos en la situación de la adquisición de conocimiento, junto con el modelado biográfico de los planes de vida y los planes diarios, ya ha sido descrita.*8

Además, las interrupciones en la adquisición de conocimiento no solo son impuestas y motivadas sino que también lo es, en cierto sentido, su continuidad. Llegamos a situaciones en las que, malgré nous, no podemos interrumpir la adquisición, y nos familiarizamos más con ciertos elementos de conocimiento. Considerada en sí misma, la continuidad de la adquisición de conocimiento, al igual que el incremento en su grado de familiaridad, es primariamente inmotivada; sin embargo, la omisión de la interrupción es motivada. Encohtramos en las situaciones socir»'es los ejemplos más importantes de tales continuidades de la adquisición de conocimiento motivadas mediatamente o, por así decir, secundariamente. Sucede que me convierto en «prisionero» de una situación social y escacho «sin interés» los interminables discursos de un entusiasta aficionado al fútbol sobre las hazañas del «Club de la Liga» durante la temporada anterior. Me familiarizo así con ámbitos con los que de ningún modo «quería» familiarizarme. Ese conocimiento, sin embargo, queda «estancado». Tal adquisición no es motivada por los intereses reales o potenciales relacionados con la situación, pero la situación en que tiene lugar la adquisición de conocimiento solo puede ser dominada cuando no interrumpo la adquisición —como sucede, en el ejemplo dado, si el aficionado al fútbol es mi jefe—. En cualquier caso, la distinción entre continuidad impuesta y motivada de la adquisición de conocimiento, asi como entre interrupción impuesta y motivada, no debe ser concebida como si fueran independientes entre sí. Su recíproca vinculación queda especialmente clara en situaciones sociales y, muy particularmente, en la acción social recíproca: los motivos del semejamte son impuestos a un copartícipe de la situación, y viceversa.77 ti. Familiaridad y típicidad

Como ya hemos visto, entre familiaridad y tipiddad hay una estrecha conexión. El prdblema de los tipos almacenados en el acervo de conodmiento debe ser examinado más en detalle aún. Ahora podemos describir cuidadosamente esta vinculadón: ¿Cómo ocurre el hecho de que las experiencias efectivas son más o menos familiares?Podemos estar familiarizados con un objeto en derto sentido, asi como con relaciones entre objetos, y con personas, de modo tal que conocemos su «identidad». La experiencia efectiva de un objeto o una persona remite a una experiencia anterior del mismo objeto o la misma persona. Reconocemos de nuevo al objeto o la persona. Este reconodmiento no se limita necesariamente a niveles elevados de claridad y determinación de una experiencia anterior. Puedo reconocer un tramo de camino por donde viajé una vez hace años, así como puedo reconocer la calle que transito dia-riamente. Puedo reconocer ■al mendigo de una esquina por donde raramente paso, y al amigo con quien me he reunido a menudo y durante mucho tiempo. Los niveles de claridad y determinación del Objeto de la experiencia, su cercanía vivencial, su inserción en mi biografía, etc., difieren radicalmente como es natural. Y aunque los grados de familiaridad ligados a esas dimensiones de las experiencias pueden ser diferentes, tienen algo en común: son adecuados para las situaciones en examen y se

76 Véase cap. 3, A, 3, f.77 Véase cap. 3, A, 2, d.

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reladonan con un objeto de la experiencia reconocido como idéntico. Tales elementos totalmente específicos constituyen un sector importante del acervo de conocimiento, que tal vez convenga denominar el ámbito de la memoria.Hay, sobre todo, otro sector más importante para el dominio de situaciones nuevas: el ámbito de las tipificaciones almacenadas en el acervo de conocimiento. Este sector contiene elementos de conocimiento no relacionados con objetos y personas específicos, si no más bien con aspectos y atributos típicos de objetos, personas y sucesos. Además, hemos tenido nuestros motivos para no hablar de los sucesos como elementos del ámbito de la memoria. Ellos son experienciables hasta en la actitud natural de la vida cotidiana, antes de toda observación filosófica, como típicamente repetibles, como análogos, pero no «realmente» como idénticos. En cambio, los objetos y personas son experimentados como los mismos aunque, debido a las circunstancias, hayan cambiado. No hace falta considerar aquí que puede existir también un problema filosófico de identidad entre objetos y personas, ya que la identidad es presupuesta en la actitud natural.Si me encuentro con objetos, personas o sucesos que no me fueron dados en una presencia real en experiencias anteriores, y a los cuales, por ende, no puedo reconocer, la experiencia presente de ellos es entonces «nueva», pero no necesariamente «novedosa». Para investigar lo que implica este enundado, comencemos con un '■jemplo sencillo y gráfico. No podemos evitar el adelantamos al posterior análisis del conjunto de tipos,50 pero lo haremos solo en la medida en que sea absolutamente necesario para la comprensión presente.Supongamos que encuentro en la calle utí*perro. Este perro particular no me es familiar. No puedo identificar su raza, quién es su propietario, qué edad tiene, si muerde o no, etc. Con una mirada advierto su forma corporal, su tamaño, su estilo de movimiento, su «actitud» en líneas generales. Todas estas posibilidades de de-terminación confluyen en una unidad familiar de experiencia: perro. Nunca he visto este perro en particular, pero en mi experiencia real hay otros innumerables animales que tuvieron las mismas posibilidades de determinación de este animal. En la conti-nuidad de la adquisición de conocimiento, el tipo «guau-guau», que incluia todo aquello móvil que emitía sonidos, se circunscribe a un tipo único que contiene solamente animales de cierto orden de magnitud. Al circunscribirlo aún más, obtengo luego un tipo que contiene solo perros, en oposición a gatos, zorros, lobos, etc. El animal realmente presente y percibido abarca toda posibilidad de determinación (forma corporal, estilo de movimiento, etc.) compatible con el tipo «perro», sedimentado en experiencias anteriores. Al mismo tiempo abaica, en un contraste «negativo», lo que de manera significativa no es. Para mí, en mi estado actual de conocimiento, no es significativo que el objeto de la experiencia no sea un cristal de nieve, un árbol, un elefante, etc.; pero es significativo que corretee mansamente por la calle y, por lo tanto, muy probablemente no sea un lobo; que no se mueva como un gato y, por ende, no sea un gato. En resumen: dentro de una situación fanilia? para mí y con referencia a posibilidades típicas de determinación familiares para mí, el Objeto de experiencia realmente presente me es faitiiliar.Aunque como «perro» el animal me es familiar, y hasta muy familiar, en otro aspecto no me es familiar. Aclaremos con este ejemplo la relación de los niveles de familiaridad con el conjunto de tipos del acervo de conocimiento. El animal no me es familiar con respecto a la raza a que pertenece; o sea que no hay, en mi acervo de conocimiento, ningún tipo con el cual las características determinantes de este perro sean indiscutiblemente compatibles. Esto (según la situación) puede también serme indiferente. En tal caso, prosigo y el perro «desaparece» como «perro» de mi situación; pero si me interesa una determinación más exacta, se inicia un proceso de explicitación. El animal no encuadra en un subtipo de las razas caninas que están presentes en mi acervo de conocimiento. Si comparo las características determinantes percibidas con las determinaciones de esos subtipos, reconozco solamente concordancias fragmentarias. El perro tiene el tamaño y la piel de un mastín, pero el hocico y las orejas colgantes de un perdiguero. Puedo presumir que el animal es una cruza de esas razas, o que pertenece a lina raza no familiar para mí. Si soy esperto en razas caninas,

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esta última posibilidad queda excluida, y el problema se resuelve inequívocamente: es una mezcla. Sobre la base de esos procesos de explicitación, he convertido asi la experiencia en una nueva familiaridad y, al misidb tiempo, en un nivel más específico de determinación. Si me es requerido hacerlo, puedo llevar más adelante aún la explicitación y plantear otras posibilidades de deter-minación con relación a los elementos de conocimiento del tipo. Llego, por último, a un punto on que este perro no me es familiar en su particularidad, y en que ya no puedo hallar ningún elemento típico de conocimiento significativo para la percepción y congruente con ella.Llegado a este punto puedo, según la situación, contentarme con el nivel recientemente adquirido de familiaridad con el Objeto experimentado. Si estoy motivado por la situación (p. ej., como cartero que quiere aprender a conocer a todos los perros del vecindario desde el punto de vist? de «si muerden o no»), puedo familiarizarme con el perro en su «individualidad». Debo observar su conducta en circunstancias diversas durante un tiempo considerable. Busco a su dueño, lo interrogo, etc. Entonces, hay que subrayarlo, también capto al perro según tipificaciones siempre nuevas (si muerde o no, si tiene una mancha blanca en el cuello, etc.) cuya constelación individual me permite finalmente reconocer de nuevo a este perro como este perro particular, que ahora se ha vuelto familiar para mi.Hemos ilustrado con este ejemplo, la relación entre niveles de familiaridad y tipicidad, así como los niveles de claridad o determinación de! acervo de conocimiento. Adelantándonos al análisis de la tipiridad, podemos generalizar. El conjunto de tipos es más o menos anónimo. Cuanto más anónimo es y (de modo correspondiente) cuanto más lejos está el tipo del sector de la memoria, tantos más aspectos de la experiencia pueden ser captados en él (es dtcir, son compatibles con él). Un tipo en un nivel determinado de anonimía es suficientemente familiar para el dominio de situaciones en las que deben ser determinados objetos, personas, sucesos en el mismo nivel de anonimía. Dicho con más exactitud: los objetos, personas y sucesos percibidos y realmente presentes aparecen, en este caso, como suficientemente -familiares. Cuanto más anónimo el tipo, tanto mayor la cantidad de características no significativas para el tipo que manifiesta el Objeto de la experiencia (y, en la circunstancias, tanto más atípico es). Pero cuando la determinación de esas características es necesaria para el dominio de la situación —p. ej., si debo captar los objetos, personas y sucesos en una concreción «total», aunque en mi acorvo de conocimiento no esté presente ningún tipo correspondiente totalmente específico—. se me manifiestan como no familiares. La situación se mantiene problemática hasta que puedo convertirla en un nuevo estado de familiaridad. Un perro que corre por la calle sigue siendo un «perro», pero si soy un cartero, debo al menos advertir si muerde. Y si tengo un perro, quiero también distinguirlo de todos los otros perros. En resumen: tener familiaridad sufi-

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cíente con algo significa que este algo puede ser «concretamente» determinado con ayuda de tipificaciones a mano en el acervo da conocimiento para encarar las necesidades de la situación determinadas por el plan.La familiaridad se caracteriza así por el hecho de que las nuevas experiencias pueden ser determinadas con la ayuda, de un tipc constituido en experiencias anteriores, y esta determinación es útil para el dominio de la situación. La incuestionabilidad relativa corresponde a los niveles de familiaridad con los cuales las características determinantes (en verdad, ya «selectivamente percibidas») de la situación o experiencia se presentan en la unidad típica de un tipo de situación o experiencia. En la aplicación del conocimiento habitual, esto ocurre en síntesis totalmente pasiva de reconocimiento; la captación del tipo es «automática». El Objeto de experiencia demuestra ser típico sin un proceso de explicitación: tiene aspectos típicos similares, iguales o que se asemejan a los de la experiencia anterior. Cuando más cuestionable es el acuerdo entre el tipo y las características determinantes de la experiencia actual, tanto menos familiar me parece. Si finalmente la experiencia actual no se manifiesta «suficientemente típica» para la determinación y el dominio de la situación, se inducen procesos de explicitación en los que se hacen familiares nuevas tipificaciones en otros niveles de determinación.

c. La determinación de los elementos del conocimiento

Con la descripción de la conexión entre familiaridad y tipicidad, establecimos que hay diversas relaciones entre las variadas dimensiones del acervo de conocimiento. Puede hallarse la razón de esto en su origen común en las situaciones de la adquisición de conocimiento Sin embargo, en la estructura prevaleciente de un acervo subjetivo de conocimiento, la familiaridad, la claridad, la determinación y la credibilidad de ningún modo son idénticas, ni tampoco implican aspectos diferentes del mismo contenido. Un elemento de conocimiento totalmente familiar puede, al mismo tiempo, ser oscuro en alto grado, y un elemento inequívocamente claro de conocimiento puede ser menos creíble, según hasta dónde se desarrolló la explicitación, qué intereses determinaron las situaciones originarias de la adquisición de conocimiento, en qué circunstancias se interrumpió la adquisición de conocimiento, etc. En el análisis de la adquisición de conocimiento, así como en la descripción de los niveles de familiaridad, hemos encontrado ya la dimensión de la claridad en los elementos del conocimiento, pero todavía no los hemos investigado minuciosamente. Ahora llenaremos esta laguna. Primero, debemos distinguir entre claridad v determinación, a las que hasta ahora hemos mencionado unidas. Es probable que la claridad y la determinación estén muy especialmente ligadas entre sí como caracteres del acervo de conocimiento del mundo de la vida. Sin embargo, es la determinación de loselementos del conocimiento lo que constituye una dimensión independiente del acervo de conocimiento. Por otro lado, la claridad es un aspecto «compuesto de esos elementos; se funda inmediatamente en su grado de determinación, pero se basa en su mutua ausencia de contradicción. Estar libres de contradicción no es, además, un atributo de los elementos del conocimiento, sino que más bien implica sus relaciones recíprocas y debe investigárselo por se- 'parado. Después de analizar el grado de determinación y la ausencia de contradicción, no necesitaremos describir por separado la claridad del acervo de conocimiento. Podemos ya admitir la premisa de que los elementos del conocimiento, que poseen un grado establecido de determinación y se hallan en cierta relación más o menos libre de contradicción con otros elementos del conocimiento, pueden ser ordenados en niveles adecuados de claridad.Si nos preguntamos qué son los grados de determinación, podemos remitir a ciertas analogías con los niveles de familiaridad. Así como no hay una familiaridad absoluta, tampoco hay una determinación absoluta. Es posible estar tan familiarizados con un Objeto de experiencia que este ya no pueda ofrecer «más sorpresas» en experiencias similares y en situaciones similares;

51 Vésse cap. 3, A, 2, a.

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pero es fundamentalmente imposible estar tan totalmente familiarizado con él que ya no haya nada no familiar que descubrir. Aparte de la función que cumplén las nuevas situaciones en cuanto a convertir lo aparentemente familiar en algo extraño, esta situación se halla asociada con la relatividad del gradoTie determinación. ¿Qué significa esto?Todo Objeto de experiencia tiene necesariamente un horizonte de experiencia. Hay en él elementos impuestos, determinados, a los que puedo apelar sin vacilar en la fase siguiente del flujo de experiencia. El horizonte es abierto; contiene elenfjntos que aún están indeterminados. Dejaremos totalmente Je lado el problema d,_ lo fundamentalmente indeterminable, hacia lo cual dirigiremos más tarde nuestra atención. Aquí indagaremos solo aquello que está indeterminado, pero es potencialmente determinable.Todo Objeto de experiencia tiene un horizonte interno; sus detalles están indeterminados, imprecisamente determinados o determinados con precisión. Un Objeto de percepción puede ser escindido así en detalles: el dibujo del mantel en sus elementos ornamentales, el bosque e¡* árboles, etc. El horizonte interior de un Objeto experimentado puede haber sido ya politéticamente experimenta- ido con respecto a algunos o muchos de sus elementos. De manera correspondiente, el horizonte interior de un Objeto realmente presente que es captado monotéticamente está más o menos determinado. Hemos destacado ya la significación de la construcción po 1 Iitética de la adquisición de conocimiento para la estructura del acervo de conocimiento: 51 la posibilidad de remitir un elemento monotéticamente captado de conocimiento a la constitución poli-tética de su sentido co-condic¡ona de manera decisiva el grado de • determinación del elemento.El Objeto de experiencia tiene también un horizonte extemo que contiene elementos ya determinados e indeterminados, pero de- terminables. Las posibilidades de determinación se relacionan, por un lado, con cosas esencialmente conectadas con el tema de la experiencia; por el otro, con rasgos situadonales «accidentales» del Objeto experimentado. Con respecto a este Objeto, la inserción presente de la experiencia en la duración interior y su lugar en la biografía son singularmente «accidentales». Para el Objeto experimentado, es un «factor accidentalmente asociado» que yo haya leído los cuentos de hadas de Andersen a los siete años, estando en cama con difteria; que el teorema de Pitágoras me haya sido explicado por un senil profesor de matemática, etc. En cuanto a este Objeto, es esencial que esté inserto en la estructura del mundo y que sea temáticamente explicitado en el contexto de la experiencia. Las posibilidades de determinación incluyen aquí explicita- ciones de la relación del Objeto experimentado con otros Objetos y sucesos, así como con las cualidades de vivencia «necesariamente» asociadas con él. Se remiten a las estructuras espaciales, tempora-les y causales en ¡as que el Objeto aparece y ha aparecido típicamente. Por ejemplo: el género, distribución geográfica, relación ecológica con el ambiente, color, crecimiento, modo de reproducción, etc., del árbol pueden pertenecer al tema «árbol».78 El horizonte externo, como el interno, contiene elementos en parte ya de-terminados, en parte aún indeterminados Las posibilidades de determinar el horizonte externo son, en principio, ilimitadas, como es inmediatamente obvio. La sola explicación de las «conexionas causales» podría ser llevada hasta el infinito. Sin embargo, pueden distinguirse diversos grados prácticos de determinación, que van desde un ordenamiento por lo demás inespeclfico en un ámbito de realidad, hasta una determinación precisa de relaciones significativas para el Objeto de experiencia. En un caso límite, este nuede ser determinado simplemente como un Objeto onírico, o como un objeto del mundo externo, etc. Puede ser determinado como un árbol bastante grande, manifiestamente provisto de espinas y sin duda perteneciente al reino vegetal, que probablemente se autorreproduzca de algún modo y muy posiblemente requiera cierto tipo de suelo, etc.; o como una picea excelsa, que crece

78 Véase un análisis más preciso de los problemas que aquí son apenas tocados, en Aron Gurwitsch, Théorie du Champ de la Conscience, París, Desclée de Brouwer, 1957. [Trad. al inglés, The Field of Consciousness, Pittsburgh, Pa„ Duquesne University Press, 1964.]

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principalmente en tierras arenosas y secas, produce pinas y simientes en le. misma estación, etc., etc. Nuestro ejemplo, de todos modos, no debe inducirnos al error de creer que solo los sistemas científicos tienen un alto grado de determinación. Nuestras observaciones se aplican también, a menudo en grado aún más vigoroso, a los sistemas clasificatorios utilizados por sociedades «primitivas», pero las diferencias globales en el grado de determinación de las experiencias se advierten subjetivamente. A título de ejemplo: para un hipocondríaco, diversos síntomas corporales se hallan altamen-

53 Víase cap. 4, B, 3, y C, 2.

te determinados y son interpretados de acuerdo con variados síndrome de enfermedades, mientras que no tiene sino una vaga idea de la topografía de la ciudad en que vive; otra persona sabe únicamente que se siente «bien» o «mal», pero conoce cada callejuela de su pueblo.Hemos hablado hasta aquí de la determinación y la determinabi- lidad del Objeto de experiencia. Ahora bien; la experiencia del Objeto en su determinación relativa como un elemento de conocimiento integra el acervo de conocimiento. En verdad, la determinación del tipo «accidental» no tiene importancia, en principio, para la sedimentación de experiencias en el acervo de conocimiento. Solo aquello que parece esencial para el tema de la experien-cia es una posible determinación significativa para el acervo de conocimiento. Se basan en esto las explidtadones necesarias en la situación y también las previstas como necesarias para una situación posterior típicamente similar. Ni siquiera aquí es superada la relatividad del grado de determinación. Qué es «esencial» y qué «accidental» son funciones de estado de conocimiento vigen-te: modificables entre la infancia y el estado de conocimiento del adulto, diferentes según la cosmovisión natural-relativa y socialmente distribuidas dentro d« una sociedad.Entonces, aunque no hay ninguna base absoluta para la definición de los grados de determinación, se puede establecer que existen diferencias empíricas en el grado de determinación de los elementos del conocimiento. Esto es válido, en cierto sentido, para la estructura del acervo de conocimiento subjetivo del mundo de la vida. De todos modos, queda en pie psta cuestión: en qué es comparable, por ejemplo, la determinación de los elementos del . conocimiento referentes al reino animal con la determinación de elementos similares que corresponden a nociones religiosas. Aunque la familiaridad es, ante todo, definible significativamente de modo subjetivo, lo que basta para el dominio de una situación me es familiar: los grados de determinación tienen también un componente social. En el mundo de la vida intersubjetivo, sé desde el inicio que hay determinaciones «adecuadas a un tema» que ya han sido encontradas por «Otros» (antepasados, «expertos», etc.) y que, en principio, puedo aprender. Una definición empírica de los grados de determinación debe tener en cuenta primero la relación de los grados de determinación en un elemento de cono- < cimiento y un ámbito de conocimiento, así como las posibilidades de determinación dentro de una cosmovisión natural-relativa, y luego también la distribución social del conocimiento.63 Por otro lado, puede demostrarse formalmente que el grado de determinación de un elemento del conocimiento es mayor cuanto más lejos se lleva la explicitación de los horizontes externo e interno de la experiencia implicada, mientras que una experiencia que se destaca solo vagamente «uno una unidad en el flujo de la experiencia tiene un grado correspondientemente pequeño de determinación.

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Hemos visto que tales grados de determinación, como los de familiaridad, son constituidos en los procesos de explicitación en la adquisición de conocimiento. Queda por contestar esta pregunta: ¿Existe ya, en la adquisición de conocimiemto, una diferencia entre la constitución de los grados de determinación y niveles de familiaridad? Simplificando un poco las cosas, esta pregunta puede ser contestada afirmativamente. Los niveles de familiaridad se constituyen con relación al dominio subjetivo de situaciones típicas mediante explicitaciones típicamente «suficientes» para la tarea. Están así condicionadas por el motivo pragmático, aunque enl un sentido estricto. Los grados de determinación se relacionan, en verdad, con las posibilidades «Objetivas» de determinación; pero esas posibilidades son fundamentalmente «históricas» y relativas. Empíricamente, deben ser definidas entonces sobre la base del estado de conocimiento en la cosmovisión natural-relativa —según cuál sea la cuestión— o aun de acuerdo con las «posibilidades típicas de acceso» del individuo a determinado estado de conocimiento. La diferencia entre niveles de familiaridad y grados de determinación se origina, pues, en la adquisición de conocimiento. La situa-ción de la adquisición de conocimiento ■—la «ocasión» para la familiaridad, así como para la determinación— es evidentemente la misma. Lo que dijimos acerca de los momentos impuestos y motivados de la adquisición de conocimiento es válido para el origen de todas las dimensiones de la estructura del acervo de conocimiento. La situación puede haber requerido una determinación exhaustiva del horizonte de un Objeto experimentado o puede haber «exigido» tal explicitación. Un catador de vinos profesional, por ejemplo, se ve como necesitado de adquirir un conocimiento altamente determinado, establecido en todos sus detalles, acerca de variedades de uvas, composición del suelo, localidades, fermentación, almacenamiento, etc., mientras que un bebedor común probablemente se contente con determinaciones como vino tinto (Chianti), vino blanco (Mosela), etc. Estos elementos de conocimiento con tal variación en sus grados de determinación pueden tener niveles elevados de familiaridad con el vino, aunque solo en el nivel de determinación en que el vino se diferencia de la cerveza, el vino tinto del vino blanco, etc.Los grados de determinación se constituyen también (como los k niveles de familiaridad) en una interacción de elementos impuestos y motivados de actos que dfectúan la continuidad o interrupción de la adquisición de conocimiento. Puedo, por ejemplo, adquirir un conocimiento muy determinado de los cuartetos para ► cuerdas de Mozart, no porque esté específicamente motivado para hacerlo, como lo está un músico o un crítico, sino porque me han regalado las grabaciones de los cuartetos y las escucho una y otra vez porque tengo pocos discos.Hemos indicado ya que las determinaciones de los Objetos de experiencia son depositadas en el conjunto de tipos del acervo de conocimiento. Por otro lado, toda determinación de un Objeto de experiencia depende del conjunto de tipos hallados en el acervo

54 Véase cap. 3, A, 3, b, ir, as! como también cap. 3, C.

de conocimiento. En esto se apoya la conexión entre grados de determinación y niveles de familiaridad. Un animal que veo es determinado como un «perro» y me es familiar como «perro». Esto significa, primero, que las características determinantes que percibo y considero sobre la base de las tipificaciones significativas presentes del acervo de conocimiento son compatibles con el tipo «perro»; y segundo, que la situación no exige ninguna determinación que trascienda este tipo. El animal, como sé también siempre, puede ser determinado en mayor detalle. Solo si me veo inducido a buscar una determinación mayor, y si no se puede hacer coincidir las características perceptibles con un tipo ya presente, el animal se me aparece como insuficientemente determinado y, al mismo tiempo, como no familiar. En tal situación, tengo entonces un motivo para adquirir un nuevo conocimiento, que me conduzca a una determinación más minuciosa del tipo, a su modificación o a la formación de subtipos. Mediante una ulterior determinación, los grados superiores de determinación del elemento de conocimiento (el tipo), junto con la experiencia real, son convertidos en un grado superior de familiaridad.El tipo condiciona la unidad de la experiencia o el relieve del Objeto presente en el flujo de la experiencia. El tipo mismo se constituye en explicitaciones de los horizontes de la experiencia. En cierto sentido, traza la línea divisoria entre lo determinado y lo indeterminado, lo familiar y lo no familiar.64 La determinación del tipo se funda en la determinación de las experiencias en él sedimentadas, y, a su vez, condiciona el grado de determinación en la experiencia actual que inicia en ese momento. Tal estado de cosas es evidente, si tenemos en cuenta las posibilidades de determinación dadas en el horizonte interno de la experiencia, cuyo límite es establecido ante todo por el tipo actualmente introducido en la experiencia.El grado de determinación de una experiencia está condicionado también por la explicitación del horizonte extemo de tal experiencia sedimentada en el acervo de conocimiento. Depende así de la determinación del objeto de la experiencia en sus relaciones con otros Objetos; más exactamente, con los tipos de Objetos de ex-periencia; y ante todo, en verdad, con todos los tipos del mismo nivel de determinación o de un nivel superior. Tomemos como ejemplo un Ohjeto con cierta complejidad, cuyo horizonte interno puede ser determinado en «experiencias parciales» múltiples y po- litéticas. Conozco mucho, y, de hecho, con un alto grado de determinación sobre las melodías, la instrumentación, el arreglo de los cuartetos para cuerdas de Mozart. Conozco mucho asimismo, y, de hecho, también de manera altamente determinada, sobre la relación de esos cuartetos con las otras composiciones de cámara de Mozart, con sus sinfonías, y sus óperas, etc., su relación con los cuarte<- tos de cuerdas de los italianos contemporáneos, los cuartetos de cuerdas de Haydn, su lugar en la biografía de Mozart, etc. Pero

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también puedo saber mucho «cerca del primer grupo de posibilidades de determinación y poco acerca del segundo, o viceversa, puedo saber mucho o poco acerca de ambos, etc. La cuestión es mucho más simple con Objetos de experiencia que no tienen una estructura tan compleja ni suponen situaciones históricas y aspectos de la experiencia provenientes de diversos ámbitos de realidad. En principio, sin embargo, debe afirmarse que el grado de deter-minación de un elemento de conocimiento depende tanto del horizonte interno como del horizonte externo.De lo anterior se desprende que la explicitación de los horizontes externos de un Objeto de experiencia se halla también necesariamente en relación con el conjunto de tipos hallado en el acervo de conocimiento. En primer lugar, la unidad de la experiencia y, por ende, también el limite entre lo que es actualmente horizonte externo y lo que es horizonte interno, están condicionados por el tipo significativo actual. En vez de «todos los cuartetos para cuerdas de Mozart» (una unidad compleja, politéticamente construida y «de largo alcance» del sentido de la experiencia), podemos igualmente tomar uno de sus miembros como el Objeto de experiencia que realmente ocurre; por ejemplo, el «Adagio» del Adagio y fuga en Do Mayor para cuarteto de cuerdas (K. 546), a cuyo «horizonte externo» pertenecería ya la fuga. Más importante) es, sin embarco, el hecho de que hay no solo Objetos típicos de experienda, sino también relaciones típicas entre Objetos que están igual-mente sedimentadas en í.1 conjunto de tipos en el acervo del conocimiento. Aquí aludimos a una nueva dimensión del acervo de conocimiento: la ausencia»de cí>rtradicdón entre lo; elementos del conocimiento. Se trata, en verdad, de una dimensión diferente, ya que concierne a la relación entre elementos de conocimiento, no a los atributos de un elemento. Por ello, se la uebe distinguir formalmente de las relaciones típicas entre Objetos sedimentadas en el acervo de conocimiento. Desde el punto de vista fáctico, la relación entre elementos del conocimiento se funda inmediatamente en conocimiento referente a las reladones entre los Objetos de la experiencia a los que dichos elementos remiten.

d. La compatibilidad entre elementos del conocimiento

Como dijimos, la ausencia de contradicción es una dimensión del acervo de conocimiento de otro género que la familiaridad y la determinación. Mientras que los elementos del conocimiento son graduados individualmente según la familiaridad y la determinación, ¡a ausencia de contradicción concierne a la relación entre elementos del conocimiento. El acervo de conocimiento del mundo de la vida contiene determinaciones de experiencias de Objetos de experiencia, así como relaciones entre Objetos de experiencia que no concuerdan unos con otros. Conocemos la razón formal general para que exista un acuerdo deficiente entre elementos del conocimiento, merced al análisis de la adquisición del conocimiento. Loselementos del conocimiento son sedimentados en diversas situaciones y se relacionan con el dominio de situaciones heterogéneas. Los elementos específicos no están «siempre presentes», como el conocimiento de los elemento: básicos de la situación y el conocimiento habitual en sentido restringido. Están simplemente «a maho»; son utilizados de un caso a otro según su significatívi- dad para el dominio de una situación actual. En la actitud natural, no hay ninguna motivación para mantener todos los elementos del conocimiento en un acuerdo fundamental. Aunque haya elementos de conocimiento que estén «teóricamente» en mutua contradicción, es decir, aunque se contradigan entre sí dentro de un sistema de conocimiento cerrado, formal y lógicamente ordenado, no tienen por qué discrepar en la actitud natural. Solo hay conflicto si los elementos de una situación que hasta ahora han sido considerados significativos de una manera presupuesta, resultan insuficientes para el dominio de la situación, haciendo ne-cesario entonces apelar a los elementos que hasta ahora aparecían como «menos» significativos. Si estos elementos, a los que ahora se recurre, son incompatibles con el elemento inicialmente empleado, en cuanto a su sentido, ambos elemejntos

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de conocimiento se hacen problemáticos. Ambos son verificados entonces junto con un nivel provisional de credibilidad. Después de evaluar la credibilidad relativa y, si es preciso, después de explicitar y determinar más los Objetos y relaciones de la experiencia implicados en la situación, se toma una decisión. Esta confirma la credibilidad de un elemento y ar.ula el otro, o desarrolla un nuevo elemento de conocimiento subordinado, respecto del sentido, al elemento anterior, y poseedor de un nivel de credibilidad suficiente para adecuarse’ a la situación. Así, la contradicción que se había presentado entre elementos del conocimiento en la situación es convertida en un estado exento de contradicción. Es posible que en una situación la contradicción entre elementos del conocimiento llegue a ser captada por la conciencia, aunque el dominio de la situación no brinde ninguna solución para dicha contradicción. En este caso, hasta las contradicciones que se hicieran conscientes podrían seguir como tales dentro de la estructura del acervo de conocimieínto.Se afirma así que, fundamentalmente, los elementos del conocimiento que son «en teoría» contradictorios no tienen por qué discrepar en la actitud natural. El origen de la contradicción «teórica» deriva de la heterogeneidad de las situaciones en que se adquiere conocimiento. La continuidad del carácter contradictorio «teórico» en el acervo de conocimiento del mundo de la vida, por otro lado, deriva de la heterogeneidad de las situaciones en que se usan los elementos del conocimiento. Si estos «no tienen nada que ver unos con otros», si carecen mutuamente de significatividad, su valor (determinación actual, credibilidad actual) permanece invariable aunque sean «teóricamente» incompatibles. Debemos examinar esto más detenidamente.Subrayémoslo una vez más: estamos considerando el acervo de conocimiento del mundo de la vida, no la estructura de una ciencia

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o un sistema lógico. Nos corresponde describir la adquisición de conocimiento tal como surge de la experiencia pre-predicativa del mundo de la vida y del «pensar» basado en ella. Este pensar consiste en los procesos de explicitación exclusivos del estilo de conocimiento en la vida cotidiana. No consiste en las predicaciones, juicios, conclusiones, etc., de la lógica formal. Husserl abordó esta cuestión para mostrar que las categorías de la lógica formal se basan en las estructuras de las experiencias p re-predica ti vas. Para los fines de la presente investigación, basta mostrar que las cate-gorías de la lógica formal pertenecen a niveles especiales de conocimiento, y que las formalizaciones ubicadas en la base de esos niveles de conocimiento se expresan de maneras divergentes en diversas cosmovisiones natural-relativas. No son objetivadas idénticamente en lenguajes diferentes. Aquí nos ocupamos de las formas subjetivas de la adquisición de conocimiento y de la estructura subjetiva del acervo de conocimiento del mundo de la vida en general, y ahora abandonaremos hasta más tarde las diversas superestructuras culturales o lingüísticas.La simplificación que está en la base de este método de inspección es reconocida expresamente: todo conocimiento es, en realidad, subjetivamente adquirido. No obstante, la adquisición de conocimiento no se cumple necesariamente mediante procesos subjetivos de explicitación. Como se mostrará más adelante, el conocimiento, en una medida empíricamente muy significativa, no solo está so-cialmente distribuido, sino también ya presupuesto en la cosmovisión natural-relativa y, sobre todo, en el conjunto de tipos del lenguaje.65 Fsto no supone una genealogía de la lógica, una sociología empírica del conocimiento ni una semántica histórica. Las comprobaciones acerca de las formas básicas de la adquisición de conocimiento y la estructura básica del acervo de conocimiento del mundo de la vida deben ser válidas para la actitud natural en general, ya se erija socialmente sobre ella una imagen del mundo «científica» o «mágica».¿ Cuáles son las condiciones estructurales más importantes que hacen que los elementos del conocimiento «no tengan nada que ver unos con otros»? En particular, los elementos que se han formado a partir de experiencias de ámbitos diferentes He realidad con estructuras finitas de sentido se caracterizan fundamentalmente por carecer recíprocamente de significatividad.68 Los estilos de vivencia o conocimiento sobre los cuales se basan las experiencias difieren radicalmente entre si. Las experiencias son sedimentadas en el acervo de conocimiento con sus correspondientes «indicaciones anteriores» y están, por consiguiente, insertas en estructuras de sentido que no se intersecan, dejando fuera de consideración el caso especial de los «enclaves». En general, ocurre que los elementos de conocimiento que remiten a diferentes ámbitos de realidad no tienen lipa relación mutua de sentido. En consecuen-

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cía, d examen de esos elementos no supone una genuina contradicción ni ausencia de contradicción, en el sentido apropiado de las palabras. Ilustremos esto con un ejemplo. He soñado repetidamente que vuelo. Mi posibilidad de volar (a veces, a menudo, siempre) pertenece al acervo de mi conocimiento sobre mi realidad onírica. En el mundo de la vida cotidiana no puedo hacerlo, como sé muy bien desde un malhadado intento en mi infancia. Esos dos elementos de conodmiento no están en una genuina contradicción entre sí; carecen mutuamente de significatividad. Aunque los elementos del conocimiento que se originan en ámbitos diferentes de realidad no están, en principio, relacionados entre sí, los elementos del conocimiento que llevan las «indicaciones anteriores» del mismo estilo de conocimiento lo están, en principio, pero no necesitan estarlo. Ya hemos aclarado la razón: siendo adquiridos y empleados en situaciones diferentes, elementos potencialmente contradictorios del conocimiento no entran en mutuo contacto. Los elementos heterogéneos del conocimiento se encuentran solo en situaciones modificadas o nuevas, y solo entonces se actualiza la contradicción potencial. La relación entre los elementos llega entonces a ser captada por la conciencia. Estos elementos y sus mutuas relaciones se hacen problemáticos. Se presenta así una ocasión para continuar adquiriendo conocimiento, para una mayor explicitación y cambio, o para anular los elementos del conocimiento aceptados hasta ahora como incuestionados. Lo que se dijo acerca de la adquisición de conocimiento en general es válido aquí, aunque no concierne realmente a la explicitación de la experiencia o situación como tal, sino más bien a la explicitación de los elementos del conocimiento significativos para ella y sus relaciones recíprocas. Naturalmente, también ocurre esto cuando los elementos de conocimiento en cuestión son considerados significativos dentro de una situación y para lograr el dominio de situaciones típicas. Es válido también para los elementos de conocimiento que remiten a Objetos de la experiencia («este es un abeto; este es un pino; pero ¡un momento! ambos tienen piñas iguales, igual distribución de las hojas, etc.; quizás este también sea un abeto»; surge entonces la motivación hacia una solución: «bueno, me da lo mismo»; o: «pronto tendré que dar un examen de silvicultura; debo aprender a diferenciarlos, etc»), así como para las relaciones entre Objetos de experiencia y sucesos («perro que ladra no muerde; este perro aúlla sin cesar, y ahora me ha mordido»). (Jota respecto a los elementos de conocimiento constituidos dentro del mismo ámbito de realidad, hay mayores y menores probabilidades de relación, que dependen inmediatamente del grado de determinación de los tipos implicados. Por un lado, un elemento de conocimiento que tiene un menor grado de generalidad puede modificar un elemento de conocimiento con un grado mayor, si se relaciona con las mismas experiencias; o puede reducir su cre-dibilidad. Por otro lado, puede ?er puesto entre paréntesis como «excepción» (no es cierto que «perro que ladra nc rr.uerde», o «en general es cierto, pero en cada caso particular, no se sabe»).

Es obvio que lo que interesa aquí son los procesos de explicitación sobre los cuales se basa la inducción fonñal. Hay aquí una diferencia esencial. Los procesos de explicitación son pragmáticamente motivados, mientras que los grados de credibilidad en discusión remiten a jerarquías subjetivas de inte reces, y no a un canon científico.Elementos de conocimiento con un mismo grado de generalidad pueden entrar «en competencia» unos con otros durante la explicitación de una experiencia realmente presente y problemática («¿Ese objeto que se divisa entre la niebla es un árbol junto a la calle o un peatón en medio de ella?»). En este caso, esto no supone realmente una

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contradicción entre elementos de conocimiento como tales. Lo problemático no es la relación entre esos elementos. Ocurre más bien que dos elementos diferentes, «hipoté-ticamente» significativos en cuanto a la ulterior determinación de Ja experiencia realmente presente, son momentáneamente creíbles por igual. No se trata entonces de la ausencia de contradicción en el acervo de conocimiento, sino de la cuestión de la credibilidad 79 y de las estructuras de significatividades.80

Resumamos. La estructura ya dada del mundo y la estructura subjetiva de la experiencia —especialmente las formas de la adquisición de conocimiento en su expresión biográfica— originan la formación de relaciones más cercanas o más distantes entre elementos del conocimiento y, al mismo tiempo, condicionan la carencia mutua de significatividad de ciertos elementos. Cuanto más cercana es la. velación, tanto más posibilidad hay de que* las contradicciones potenciales en situaciones actuales sean captadas por la conciencia y (con motivaciones dadas) se conviertan en '¿n estjdo libre de contradicción. En este último caso, el elemento de conocimiento A es captado según su «sentido» (determinación, tipo, credibilidad, etc.) en cuanto se relaciona con el elemento B, ya la inversa. Según las necesidades de la situación, la contradicción es puesta entonces entre paréntesis (la contradicción «no tiene importancia») o resuelta, en cuyo caso A y B (o bien A o B) cambian, o, en el caso extremo, son anuladas (p. ej., «me habré equivocado», «lo percibí incorrectamente», «en la escuela de la vida tuve que revisar mucho de lo que me enseñaron en la infancia», o incluso «sobre eso hay dos opiniones», «es asi o así», etc.).

e. La credibilidad de los elementos del conocimiento

La familiaridad, la determinación y la ausencia de contradicción entre los elementos del conocimiento son dimensiones esenciales de la estructura del acervo de conocimiento. La credibilidad de los elementos es, en cierto sentido, la dimensión más importante. Está más inmediatamente entrelazada con la acción en el mundode la vida que las otras, pues determina las consideraciones acerca de la factibilidad de los proyectos de acto.5* Además, es subjetivamente más fácil de captar como componente del conocimiento del mundo de la vida que las otras dimensiones. Habitualmente la fa -miliaridad es captable solo en lo negativo, mediante los «efectos de alienación! que se producen cuando algo hasta entonces familiar «estalla» repentinamente. La determinación está tan finamente graduada, es tan variable de una experiencia a otra y tan presupuesta en los tipos insertos en el lenguaje, que pocas veces llega a ser captada, o solamente lo es en los casos relativamente infrecuentes de explicitación consciente de predicados. En cambio, la credibilidad también se nos aparece en la actitud natural como una característica de los elementos del conocimiento. Normalmente, podemos decir sin dificultad qué peso se asigna a un elemento en uuestro acervo de conocimiento. El lenguaje ofrece muchos giros que caracterizan a las graduaciones de esta dimensión, desde la mayor credibilidad («lo sé con suma certeza»), pasando por niveles diferentes e intermedios («muy probablemente», «posiblemente», «si no me equivoco»), hasta la menor credibilidad («así me parece», «tal vez sea así... aunaue por otro lado ...», etc.). Es significativo que, en muchas lenguas, las referencias a la credibilidad de las aserciones penetran hasta en la determinación formal de la predicación.En los análisis de la familiaridad y la determinación de elementos del conocimiento, así como en la descripción de la ausencia de contradicción entre ellos, hemos tenido ocasión de aludir a la vinculación de esas dimensiones con la credibilidad de los elementos. Kemos visto que esta ha sido rastreada hasta su origen común. Ahora nos resta precisar esta aserción general con respecto al origen de los grados de credibilidad.Muchos elementos del acervo de conocimiento son sedimentados como presupuestos a partir de experiencias más o menos inexpli- cadas. Su credibilidad se basa en el carácter directamente dado de esas experiencias, y en la circunstancia de que se han mantenido sin contradicción en el flujo ulterior de la experiencia. Podemos presumir como caso límite hipotético, que una experiencia se integra al acervo de conocimiento sin ninguna

79 Véase cap. 3, A, 3, e.80 Véase cap. 3, B.

59 Víase cap. 5 [vol. II].

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explicación; su grado de credibilidad sería similar a la «fe animal» de que habla Santayana. En todo acervo de conocimicnto hay, además, muchos elementos cuya explicitación fue tan pronto interrumpida (esto suele significar: en un nivel muy bajo de determinación) que no pudo haber ninguna contradicción ^ potencial) con otros ele-mentos de conocimiento ya establecidos. En la situación menos ex- plicitada, la experiencia apareció, de todos modos, como suficientemente familiar; no hubo interés alguno en tener una mayor familiaridad, o el interés fue tan débil que otros intereses lo eclipsaron «inmediatamente». »lay un grado algo maynr de credibilidad en los elementos del conocimiento sedimentados a partir de experiencias en que un acuerdo al menos provisional pareció compatible con otros elementos del conocimiento que eran significa-tivos en la situación y ya estaban establecidos. Todos estos matices en los grados de credibilidad se caracterizan por el hecho de que ¡a sedimentación inicia] del elemento de conocimiento no es cuestionada por experiencias similares ulteriores. Podemos caracteri-zar mejor el ámbito total de estos grados de credibilidad con la expresión «creíble hasta nuevo aviso». En tales elementos del conocimiento, la credibilidad, aun con grados relativamente altos de familiaridad, es provisional y reducida. Por ejemplo: si oigo un trueno lejano en un cielo despejado, quizás esté tan ocupado en otras cosas que no me importe determinar el suceso con más cuidado. Sin contemplar realmente el horizonte de otros temas realmente presentes de experiencia, «presumo» que no implica un suceso meteorológico; acaso sea una explosión, prácticas de tiro, etc. No examino esas posibilidades detenidamente, ni las comparo entre sí. Quizás el suceso se repita muy a menudo. Todavía no tengo ninguna «explicación» para él, ni la busco; pero, en cierta medida, me he familiarizado con él. Si se repite, y también esto lo registro solo a medias, puedo aún prever de modo nebuloso que se repetirá otra vez. Sin duda, no puedo predecir la repetición, pues no tengo una «explicación» para el suceso como tal; no me interesa explicarlo ni predecirlo. Nada ha contradicho las causas posibles, que no fueron realmente expuestas con claridad y que advertí solo vagamente. Se ha sedimentado así un elemento de conocimiento con cierta credibilidad, aunque reducida, que se expresa en mi vaga e indiferente «presunción» de que el suceso se repetirá.Hay, además, elementos del acervo de conocimiento que son sedimentados a partir de experiencias inicialmente cuestionadas, y con las cuales la explicitación ha avanzado hasta cierto punto. Las diferencias en la «totalidad» de la explicitación determinan las diferencias en el grado de credibilidad del elemento de conocimiento aludido. El caso en que la explicitación fue interrumpida antes de haberse formado alternativas genuinas es incluido así en el ya mencionado ámbito de los grados de credibilidad. (Oigo que algo pasa a mi lado en el bosque; según las circunstancias, puede no carecer de importancia para mí averiguar qué fue, poro hay muchas posibilidades: yo sólo imagino que fue el viento, o un animal, tal vez un ciervo, un perro, un zorro, etc.). La causa de que la explicitación se interrumpa, aunque me interesaba la situación inicial, puede residir en la «desaparición» del problema, es decir, de los Objetos de experiencia a los que el problema remite! (como en el ejemplo anterior). Sin embargo, la explicitación también puede haberse interrumpido porque un nuevo interés condicionado por la situación desplazó al interés inicial. (P. ej.: quiero buscar «Timbuktú» en el diccionario, sabiendo solamente por el contexto inicial que presumiblemente tiene «algo que ver con Africa». Pero al pasar las páginas, encuentro el encabezamiento de «Tibet». Como solo me interesaba «Timbuktú» porque tal vez

la palabra me ¿rviese algún día para resolver un crucigrama, o con fines de «cultura general», etc.; y puesto que lo mismo es válido para «Tibet», leo primero el artículo sobre Tibet Después salgo para acudir a una cita, y el problema «Timbuktú» queda sin ex- plicitar. Que tiene «algo que ver con Africa» puede poseer un alto grado de credibilidad; pero, dado que esta determinación no es suficiente para mí, posibilidades de determinación más detalladas y tal vez ya consideradas— «dudad, río, montaña», etc.— tampoco tienen un grado elevado de credibilidad.) Las explicitaciones interrumpidas «demasiado pronto» tienen (con respecto al grado vigente de determinación del elemento de conocimiento) un gTado correspondientemente bajo de credibilidad («podía haber sido esto o aquello, pero también otra cosa», «nada puede decirse de eso con certeza ...»).Además, la explicitación puede haber servido hasta el punto en que surgieron alternativas genuinas, pero el valor indicado del Objeto de experiencia no basta para llegar a una decisión mediante las tipificaciones almacenadas en el acervo de conocimiento. (Lo que tengo ante mí es de todos modos un hongo, pero no estoy seguro de si es comestible o venenoso.) Este caso incluye también el antes examinado. Aunque ya hayan surgido alternativas genuinas, el problema puede «desaparecer» (el hongo que me llevé se deshizo en el morral, y no puedo hallar más hongos del mismo tipo), o puede ser desplazado por nuevos intereses (un importante mensaje me espera en casa, y «olvido» consultar el libro sobre hongos). Esta elase de elementos de conocimiento tienen un grado singular de credibilidad. Las alternativas son muy creíbles conjuntamente, porque todas las otras posibilidades ya han sido excluidas mediante el proceso previo de explicitación (es un hongo comestible o venenoso; Timbuktú es una ciudad del Sudán meridional o del Sudán occidental; las piceas son piros o abetos; y apostaría el sueldo de un mes contra quien sostuviera otra cosa- que encontré una papa; que Timbuktú es una montaña del Tibet; que en Alemania del Norte se llama «pinos escoceses» a las piceas. El grado de credibilidad de cada alternativa es relativamente bajo en sí, y, en todo caso, subjetivamente percibido como provisional. Puesto que no se tomó ninguna decisión fundamentada entre las alternativa', aunque se presume posible hacerlo, uno tiende a abstenerse de juzgar la credibilidad de las alternativas individuales. Si más tarde se tuviera ya realmente algo que decir acerca de la credibilidad de las alternativas, se podría decidir, según cómo se presenten las circunstancias, en favor de una u otra de ellas.Si se llega a una decisión después de examinar el valor indicado de las alternativas individuales con respecto a otros elementos de conocimiento ya establecidos, una de las alternativas se integra entonces a mi acervo de conocimiento como un elemento altamen-te creíble. Inicialmente, ambas alternativas eran más o menos creíbles, y se planteaba la duda sobre cuál tendría la prioridad. Una vez tomada la decisión según el propio «leal saber y entender», la credibilidad de una alternativa es revaloriaada, hasta que se hace idéntica a la credibilidad combinada de ambas. Al mismo tiempo, se anula la credibilidad de la otra alternativa. En la actitud natural, apenas somos conscientes de que tales niveles de credibilidad («estoy muy seguro», «nada puede cambiarse con respecto a eso») también son válidos solamente «mientras nada los contradiga». Por improbable que pueda parecerme, cierto elemento de conocimiento también puede ser modificado por nuevas experiencias, y, en el caso extremo, hasta pueden ser anuladas explicitaciones adicionales. Este nivel de credibilidad corresponde al caso de la «certeza empírica» ®° que Husserl describió en detalle. La certeza ha surgido empíricamente, ha sido discernida empíricamente, pero, en principio, también puede ser contradicha empíricamente.Hemos rastreado así las diferencias principales en los grados de credibilidad hasta los procesos de la adquisición de conocimiento. Los procedimientos de consideración y decisión no son totalmente comprensibles sino después de analizar las estructuras de signifi- catividades que los determinan.81 Lo que se ha dicho basta para ordenar la credibilidad en niveles típicos. Estos se relacionan únicamente con la adquisición de conocimiento mediante procedimientos subjetivos de explicitación. Nuevamente hemos dejado de lado una circunstancia de importancia decisiva para la constitución de niveles de credibilidad. Solo una parte del acervo subjetivo de conocimiento es

81 Véase cap. 3, B.

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adquirida .nediante procedimientos subjetivos de explicitación. Un ámbito más amplio de los elementos del conocimiento está socialmente distribuido^, y solo en pequeña medida es subjetivamente «puesto a prueba de nuevo» mediante procedimientos de explicitación. En gran parte, ta¿ conocimiento proviene de estructuras de sentido monotétic?s, cuya construcción politética se presupone —en «recetas», métodos de pensamiento y de acción, etc., que han sido «aprendidas»—. Tales elementos del conocimiento pueden tener un alto grado de credibilidad aunque no se disponga de alternativas genuinas por las cuales se pueda llegar a una decisión «establecida» mediante procesos subjetivos de explicitación. El grado de credibilidad del conocimiento socialmente distribuido está bastante más esencialmente codeter- minado por la «autoridad» de la fuente. Los problemas que afectan a la relación entre el acervo de conocimiento, la adquisición de conocimiento y la sociedad serán abordados por separado más adelante.82 i. Sobre la estructura del conocimiento negativo*3

L Las limitaciones del acervo de conocimiento y la relativa intransparencia del mundo de la vida

Aunque grandes ámbitos del acervo de conocimiento están rutini- zados (con lo cual grandes zonas del mundo de la vida son familiares y presupuestas), la adquisición de conocimiento, en principio, nunca termina. El acervo de conodmiento del mundo de la vida nunca puede estar «completo», aunque quizá baste para dominar muchas situaciones subjetivamente prededbles, y hasta para la mayoría de días. Hay, sin duda, diferencias empíricas: en poder explidtar de nuevo sucesos anteriores y en la apertura respecto de nuevas cosas; en los «talentos» individuales, entre diferentes niveles de edad, etc. Ciertos elementos, en especial los míticos y religiosos de muchas cosmovisiones natural-relativas, se hallan también relativamente cerrados en comparadón con la visión moderna del mundo. Por otro lado, un mundo totalmente aletargado, en el que la adquisición de conocimiento hubiese llegado a su conclusión definitiva, es imposible para la persona normal sobre la base de la situación del individuo en el mundo de la vida: la opaddad relativa y !a intransparencia absoluta del mundo de la vida se imponen a la situación individual en dicho mundo. Cabe mostrar con mayor detalle que así ocurre. • Mientras que la adquisición de conodmiento como tal nunca puede concluir en prindpio, es posible incorporar al acervo de„ cu- . nodmiento elementos específicos de conocimiento como sufiden- temente familiares, y considerar «definitivamente» concluida la explidtación de los Objetos de experiencia y las situaciones concernientes. Está en la esencia de una explidtación el ser selectivamente dirig'da a un problema situacionalmente condicionado, y todas las explidtadones de la actitud natural están determinadas esendalmente por un motivo pragmático. Uno conoce lo que conoce porque quiere o debe conocerlo. El acervo de conocimiento es la sedimentación de todo esto: aquello de lo cual hay que «ocuparse» y con lo cual hay que entendérselas. Pero también sucede lo opuesto, como queremos demostrar: todo lo que uno no conoce es también derivable de la historia de la adquisición de conodmiento.La relación del conocimiento negativo con esa historia es dara en el caso del elemento de conocimiento que se procuró incorporar al acervo de conodmiento, pero cuya explicación se «debió» interrumpir antes de que fuera suficientemente determinado y familiar. Si se interrumpe una explicitación, también se es consden- te, en la actitud natural de la vida cotidiana, del hecho de que el

problema «no está resuelto», de que algo aún inadvertido se oculta detrás de la situación o el Objeto de experiencia. Lo insuficientemente familiar indica algo no familiar; lo inadecuadamente determinado, algo indeterminado. En la medida en que lo no familiar e indeterminado es considerado, en principio, susceptible de hacerse familiar y determinable, las explicaciones interrumpidas en ámbitos contiguos del mundo de la vida con una opacidad solamente relativa tienen una opacidad consistente en una intransparencia «accidental» y «provisional».

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Lo mismo es válido, en principio, para las explicitaciones que son vistas por el sujeto como «definitivamente» terminadas. En todo momento, el acervo de conocimiento del mundo de la vida contiene también algunos elementos de conocimiento que parecían suficientemente explicitados en la situación inicial de la adquisición de conocimiento, cuando la explicitación fue concluida «definitivamente», pero que, según se determinó en situaciones posteriores, requerían explicitación adicional. Puede retirarse de tales elementos el «carácter definitivo» de la explicitación inicial. Aun entonces, la opacidad relativa del mundo de la vida puede ser subjetivamente captada; pero en la actitud natural no se generaliza la sospecha de que ¡as explicitaciones «definitivamente» concluidas podrían ser, en principio, similares a las explicitaciones meramente concluidas. Probablemente esa sospecha sea transferida a resultados específicos de las explicitaciones, cuando ya se presentan otros motivos que debilitan el grado de credibilidad, pero sin que esto conduzca a una comprensión de la limitación fundamental del acervo de conocimiento y la absoluta intranspa- ienáa dei mundo de la vida.

* Podemos afirmar, sin embargo, que la explicitación por la cual se constituyen elementos específicos de conocimiento es fundamentalmente incompleta. El horizonte interno y extemo de las experiencias a las que se refieren las explicitaciones es, en principio, ilimitado, pero las explicitaciones mismas son fundamentalmente limitadas. Tal es el caso de las explicitaciones interrumpidas, cuando el residuo intransparente aparece como significativo o potencialmente significativo, de modo que la op?xúdad relativa del mundo de la vida se incorpora a la conciencia. Pero también es el caso de las explicitaciones «definitivamente» concluidas, donde el residuo intransparente aparece como significativo, de modo que la opacidad del mundo de la vida está dada solamente en el horizonte lejano de la explicitación. En el primer caso, el residuo inadvertido «amenaza» el grado de familiaridad del Objeto de experiencia o elemento de conocimiento; en el segundo caso, no disminuye su familiaridad.Otra circunstancia de la historia de la adquisición de conocimiento remite la experiencia subjetiva a la opacidad relativa o provisional del mundo de la vida. Todo el que adquirió un conocimiento relativamente completo de A, B y C sabe que esto sólo fue posible porque, al mismo tiempo, «enunció» a un conocimiento más completo de X, Y y Z. Por la fuerza de la situación del mundo de

la vida en términos del principio de «lo primero es lo primero», y sobre la base de la jerarquía de intereses subjetiva y biográficamente expresada, A, B y C eran mis importantes o más urgentes para ¿1. Aunque X, Y y Z no carecieran de importancia, tuvo que decidir si utilizaría d tiempo «a su disposición» para completar su conocimiento acerca de A, B y C o de X, Y y Z. En la actitud natural, esta circunstancia indica también una limitación solo «accidental» (se podría haber decidido también por X, Y y Z) del acervo de conocimiento. De ahí la opacidad relativa del mundo de la vida («no tuve tiempo de indagar más en eso», «no me interesó lo suficiente», «inicialmente vacilé entre el estudio de la biología y la teología», etc.).Pero no solo las explicaciones interrumpidas y «definitivamente» concluidas remiten a la opacidad relativa del mundo de la vida y la dejan penetrar en la conciencia. También lo hace la refutación de las explicitaciones anteriores. En las diversas situaciones en que las explicitaciones anteriores se hacen problemáticas y se elaboran otras nuevas, puede suceder que la original sea expresamente confirmada. De este modo se fortalece su grado de credibilidad, pero si la determinación original entra en contradicción con la nueva determinación real fundada en la observación del Objeta de experiencia y por medio de otros elementos del conocimiento, el grado de credibilidad de la primera puede quedar totalmente anulado. La validez del elemento de conocimiento en cuestión es* anulada y desplazada por un nuevo elemento de co- nocimWito.Supongamos »jue evites haya supuesto que la ballena es un pez porque vive en el agua. Entretanto, he aprendido algo acerca de la estructura del cuerpo de los animales y ,1a clasificación del reino animal basada en ella. Se que todos los peces viven en el agua, pero que, no todo lo que vive en el agua es un pez. La ballena debe ser determinada como perteneciente al tipo «mamífero», recién establecido. Queda anulado así el grado de credibilidad del elemento original de conocimiento; la determinación es negada y desplazada por una nueva determinación. El Objeto de experiencia, inicialmente determinado como pez y que era familiar como tal, ahora es determinado como mamífero y es familiar como tal. Sin embargo, la anterior determinación familiar «pez» queda pro-visionalmente en el horizonte con un signo negativo, por así decir. Se experimenta, entonces, a la ballena como «no-pez: mamífero», y luego como «mamífero: no-pez, qué tonto fui al creerlo», hasta que finalmente la determinación «no-pez» queda «comple-tamente» desplazada. Desde entonces, hace falta una cuidadosa explicación de la adquisición de ese elemento de conocimiento para «descubrir» la determinación anulada «pez» en el horizonte de la experiencia efectiva. Tendremos que examinar más deteni-damente esta circunstancia, que es pertinente para 1?. estructura del conocimiento negativo. Por el momento sostendremos que la* «dad relativa del mundo de la vida es aprendida, no solo a í*r de los aspectos

«positivos» del acervo de conocimiento, loselementos creíblemente determinados de conocimiento, sino también de las determinaciones «negativas» contenidas en el horizonte de esos elementos del conocimiento. En unos y otros, la limitación del acervo de conocimiento es subjetivamente captable. Hasta ahora nos hemos detenido en la adquisición de conocimiento en el sentido estricto de la palabra: la historia de las explicita- ciones especificas; pero también se puede comprender la adquisición de conocimiento más ampliamente, como la sedimentación de las experiencias en general. Llegamos así a la opacidad del mundo de la vida piara el individuo, cuyas experiencias de ese mundo están temporal, espacial y socialmente ordenadas; en otras palabras, temporal, espacial y socialmente limitadas.*4 A partir de las fases actuales de la conciencia, con sus retenciones y protenciones, fluyen los recuerdos y las explicitaciones. Los ámbitos re-cuperables, asequibles y no asequibles son ordenados alrededor del sector del mundo al alcance. El mundo social contemporáneo, el mundo anterior y el mundo posterior se estratifican alrededor del entorno social inmediatamente dado. Los horizontes temporal, espacial y socialmente ordenados de cada experiencia o situación efectiva se extienden, en general, en la dirección de una familiaridad, determinación y credibilidad decrecientes. Apuntan a horizontes distantes de la opacidad relativa; a ámbitos temporal, espacial y socialmente ordenados del mundo de la vida que no son familiares ni están determinados sobre la base de la anterior adquisición de conocimiento. Esto rige, en principio, para los

64 Véase cap. 2, B.

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horizontes interno y externo de todas las experiencias. Por consiguiente, las experiencias «evidentes», que siguen su curso de manera aproblemátira como «unidades naturales», contienen en su horizonte una referencia a la opacidad del mundo de la vida. En este sentido, las experiencias «evidentemente» limitadas son también «abiertas».Tales unidades «evidentes» o presupuestas de experiencia son el resultado de procesos anteriores de explicitación, aunque el recuerdo de las explicitaciones específicas se ha oscurecido. Lo que se dijo acerca de la relación ¡entre los procesos de explicitación y la opacidad del mundo de la vida es válido en principio para las unidades «ingenuas» de experiencia, con la diferencia de que la opacidad del mundo de la vida no puede ser subjetivamente captada en ellas. Solo si las unidades «estallan» en situaciones pro-blemáticas y revelan «nuevas conexiones», es decir, solo si tienen lugar procesos específicos de explicitación, la índole limitada del acervo de conocimiento penetra en la conciencia en la actitud natural. Se produce entonces aquí lo que ocurre en general en situaciones nuevas. Sobre la base de la historia de la adquisición anterior de conocimiento, se sabe que los objetos y sucesos inicialmente no familiares e indeterminados pueden ser familiarizados y más minuciosamente determinados. Por consiguiente, los actuales aspectos «aún» intransparentes de la situación son experimen

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tados, en principio, como susceptibles de hacerse transparentes y ser inspeccionados mediante los tipos almacenadas en el acervo de conocimiento. La opacidad relativa del mundo de la vida ya se ha formado, mediante el ordenamiento de la experiencia subjetiva del mundo de la vida. Puede ser aprendida de los grados decrecientes de familiaridad y determinación en d horizonte de la experiencia; se impone a la percepción subjetiva, cuando la unidad ingenuamente delineada de la experiencia se hace problemática y sus horizontes interno y externo deben ser de nuevo expli- citados.La opacidad del mundo de la vida y la índole limitada del acervo de conocimiento se presentan con sumo vigor cuando hay que predecir el futuro, cuando se proyectan actos, se pondera su factibilidad y se calculan sus consecuencias.82 Las situaciones y los flujos de experiencia, los sucesos del mundo natural y del mundo social, son esbozados de antemano, y se ajustan las propias acciones sobre la base del acervo de conocimiento a mano y, sobre todo, con ayuda del conjunto de tipos en él almacenado. Una y otra vez, el acervo de conocimiento demuestra bastar solo de manera muy limitada para la determinación del futuro. Se nos imponen situaciones imprevistas, y elementos situacionales relativamente nuevos surgen en forma repetida. De hecho, hasta nos sorprenden situaciones totalmente nuevas o, al menos, elementos situacionales. La historia de la adquisición de conocimiento es la historia de tales sorpresas. La intransparencia del futuro es ¿imilar, en cierto sentido, a la opacidad relativa del mundo de la vida presente y pasado. Muchas sorpresas son muy leves, ya que pertenecen al ámbito de una tipic'dad «de redes amplias» \wide-meshed\. Agreguemos que el futuro no debe ser captado como «absolutamente» intransparente, sino solo como «temporariamente» opaco. En cierto sentido, entonces, pasado, presente y futuro aparecen en el mundo de la vida como opacos solamente por razones «técnicas», «accidentales». Si uno se hubiera tomado el trabajo de conocer mejor X, sabría más acerca de X. En principio, hasta se podría repetir esto. Si X está en el futuro, no hay más que «esperar» a que aparezca, y entonces informarse al respecto. En todo caso, nos hemos referido aquí a una nueva dimensión de la opacidad, que ni siquiera puede ser subjetivamente rastreada hasta una limitación puramente «accidental» del acervo de conocimiento. Las «dificultades técnicas» son de otro tipo. Puesto que el pasado presenta una cadena de realidades entre muchas posibilidades congruentes, el futuro es un ámbito de puras posibilidades. Estas tienen, por cierto, diferentes «pesos», en la medida en que, como tales, pueden ser ordenadas en el conjunto de tipos almacenado en el acervo de co-nocimiento. En esto se basan la posibilidad de acción, la confirmación de predicciones y la restricción de las sorpresas. Con todo, una y otra vez hay sorpresas extremas. El conocimiento de este hecho indica el carácter limitado de la situación del mundo de la vida en general, no simplemente la limitación biográficamente «accidental» del acervo de conodmiento. La vivencia de sorpresas extremas remite vigorosamente a la intrasparencia fundamental del mundo de la vida.

». La intransparencia fundamental del mundo de la vida

Hemos visto que toda experiencia que integra el acervo de conocimiento está limitada por la situación de k. adquisición de conocimiento. Toda explicitación apunta a otras explicitaciones, análogamente posibles. Hasta las explicitaciones «definitivamente» concluidas contienen la posibilidad de una explicitacióh adicional. Hasta 'los elementos creíbles del conocimiento pueden ser refutados. En toda situación pueden aparecer elementos nuevos. Puesto que toda experiencia tiene horizontes internos y externos explici- tables, ilimitados en principio, siempre se esboza algo no familiai detrás de lo familiar, algo indeterminado detrás de lo determinado, aunque los procesos de explicitación mismos están biográficamente articulados de manera necesaria y, por ende, limitada. Estos «residuos» de opacidad, que pueden ser demostrados en todo elemento de conocimiento, anuncian la intransparencia del mundo de la vida. En la actitud natural,

82 Véase un análisis más preciso de los problemas aquí implicados en cap. 3, C, 4, y cap. 5 [vol. II].

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además, esta intransparencia paree, ser solo relativa, puesto que deriva de una limitación del acervo de conocimiento que indica las articulaciones biográficas «accidentales» de la adquisición de conocimiento. El mundo de la vida es expedientado como solo relativamente intransparente (con respecto al estado vigente del conocimiento), pero transparente en principio. La limitación «accidental» del acervo de conocimiento del mundo de la vida está determinada por la limitación esencial de la adquisición de conocimiento por la situación del mundo de la vida. Mostraremos que su origen debe rastrearse en la intransparencia fundamental del mundo de la vida. Aun en la actitud natural, la intransparencia relativa del mundo de la vida puede ser captada subjetivamente en cualquier momento. Cualquier proceso especifico de explicitación puede servir de ocasión para esto; pero én la reflexión teórica, la vivencia de la insuficiencia de explicitaciones específicas conduce a una percepción de la índole esencial de la limitación del acervo de conocimiento del mundo de la vida en general. Mientras que en la actitud natural no hay ningún motivo a mano para generalizar la sospecha de insuficiencia que surge en explicitaciones específicas, no hay, por otro lado, ninguna razón para excluir teóricamente cualquier explicitación específica de esta «sospecha». Este hecho afecta a todo elemento de conocimiento y, por ende, también al acervo de conocimiento en su totalidad. Teóricamente, se sabe que él conoce solo «contenidos parciales» del mundo de la • ida, y aun estos solo «en parte», y que ello no es un «accidente» biogiáfico («soy un ajedrecista experto, pero no sé nada de agricultura»), sino una condición del conocimiento del mundo de la vida en general, dado a través de la situación del mundo de la vida («uno no puede sabeilo tocio»).La finitud y la historicidad de la situación del mundo de la vida condicionan y limitan la expresión biográfica de la adquisición de conocimiento. Toda situación real, toda fase de la adquisición de conocimiento, se articula biográficamente. Toda situación es el resultado de una cadena de hechos anteriores, obtenida a partir de un número incontable de meras posibilidades. El curso de la vida (y con él la adquisición de conocimiento) resalta sobre situaciones y experiencias que son consideradas, temidas o deseadas, pero no realizadas. Esto, sin más, cuida de la actitud natural; pero én la actitud teórica también podemos captar el curso de la vida en contraste con un trasfondo de posibilidades temidas. No hemos tenido que considerar, no hemos deseado ni temido, posibilidades que subjetivamente ni siquiera han aparecido como tales («¿Cuál habría sido el curso de mi vida si no hubiera sido sumerio?», «¿Qué experiencia podría yo tener si pudiera viajar a otro sistema solar?»). Cuando la experiencia subjetiva llega al límite de la situación del mundo de la vida en general, los ámbitos de opacidad relativa fluyen a un ámbito de intransparencia fundamental («eso excede mis posibilidades de captarlo»). Podemos decir que la limitación de la situación que se impone al sujeto encuentra su correlato de conocimiento en la intransparencia fundamental del mundo de la vida. Hasta la limitación biográfica «accidental» del acervo de conocimiento es un elemento esencial de la limitación de la situación. A Ti enttíiúida, la opacidad relativa para el sujeto individual deriva de la intransparencia fundamental del mundo de la vida para todos. *Desde el punto de vista teórico, el conocimiento del mundo de ia vida es, entonces, necesariamente fragmentario, aunque la limitación del conocimiento aparece subjetivamente como e! resultado de «accidentes biográficos». En la actitud natural, la intransparencia fundamental del mundo de la vida no se convierte en un «problema». El acervo de conocimiento del mundo de la vida se confirma.en el dominio de las situaciones, y los ámbitos relativamente opacos del mundo de la vida pueden ser dilucidados paso a paso, en la medida en que son importantes. Pero esto es así solamente paso a paso, y solo en tanto el interés pragmáticamente] motivado baste, y a través de una elección que se hace mediante el principio de «lo primero es lo primero». Dicho del otro modo: la «sospecha» de una insuficiencia fundamental del acervo de conocimiento del mundo de la vida no puede surgir en la actitud natural, o no se confirma en ella. Lo que se presupone en la vida cotidiana puede ser dominado rutinariamente; las nuevas situaciones pueden ser determinadas y ordenadas. Prácticamente, el acervo de conocimiento es válido en su totalidad', aunque con bastante frecuencia no lo es en elementos específicos de conocimiento. La «sospecha*, si afecta a los diversos momentos de la opacidad relativa

del mundo de la vida en general (principalmente me

diante el impacto de «crisis» no fácilmente dominadas), puede motivar un «salto» hacia ámbitos no cotidianos de realidad. Desde estos ámbitos, el acervo de conocimiento del mundo de la vida puede manifestarse totalmente insuficiente. £1 mundo puede convertirse en un misterio que solo se hace transparente-mediante un conocimiento que trasciende la realidad cotidiana: un conocimiento de tipo religioso, filosófico o científico. Si la fundamental intransparencia del mundo de la vida en general llega a ser captada por la conciencia, parece surgir una necesidad de volver a dilucidarlo mediante ideas «superiores, metafísicas».

iii. Los huecos del acervo de conocimiento

Hemos descrito las condiciones de la limitación del acervo de conocimiento, y mostrado que el origen de la opacidad relativa así como de la intransparencia fundamental del mundo de la vida debe buscarse en los límites de la situación Individual, correspondiente al ordenamiento de las experiencias subjetivas y a la inmutable limitación de las explicitaciones. Ahora hay que mostrar cómo el conocimiento y el conocimiento negativo se ensamblan mutuamente en la estructura del acervo de conocimiento.Vimos ya que todos los elementos del conocimiento contienen determinaciones negativas, junto a otras positivas. Estar familiarizado con un Objeto de experiencia significa también estar familiarizado con lo que este no es. Hasta la familiaridad con las determinaciones negativas debe ser remitida a procesos de explicitación y, por ende, a la situación de adquisición de conocimiento. Por consiguiente, está condicionada por la significatividad. (El horizonte familiar del elemento de conocimiento «ballena» contiene típicamente, por ejemplo, la determinación negativa «no-pez», pero no «no-árbol», aunque formalmente ambas son correctas y posibles en principio.) Solo aquello que. en ciertas circunstancias, podría ser tal vez un Objeto de experiencia sobre la base del con -junto vigente de tipos almacenado en el acervo de conocimiento llega a la captación de la conciencia, primero en las explicitaciones y luego en la utilización del elemento de conocimiento. Aquí es necesario distinguir dos posibilidades íntimamente relacionadas. En ¡a explicitación inicial, las determinaeinnes que poseen una credibilidad hipotética pueden ser comparadas. Uno llega a una decisión «según su leal saber y entender». Una alternativa se incorpora al acervo de conocimiento como una determinación positiva (una determinación con un grado positivo de credibilidad) ; la otra, como determinación negativa; pero aun las determinaciones que son inicialmente incorporadas al acervo de conocimiento con un grado positivo de credibilidad pueden hacerse problemáticas en su posterior utilización. Si más tarde pierden su grado de credibilidad y son reemplazadas por nuevas determinaciones positivas, permanecen fijas en el elemento üe conocimiento como determinaciones negativas.Las determinaciones positivas constituyen el núcleo del elemento de conocimiento. Se relacionan con otras determinaciones que tienen niveles superiores o inferiores de generalidad, pero excluyen otras determinaciones positivas del mismo nivel de generalidad. Esto no rige para las determinaciones negativas, de las cuales podemos decir, en general, que van en dirección de nna significa tivi- dad decreciente. Las determinaciones negativas solo pueden ser diferenciadas tal como fueron adquiridas, sobre todo en relación con las determinaciones positivas. Así, inicialmente pueden haber sido determinaciones creíbles, positivas, anuladas luego en un acto específico de explicitación. Al principio pueden haber sido simplemente posibilidades hipotéticas de explicitación, ya negadas en el acto originario de explicitación en favor de otras determinaciones. Por último, pueden implicar posibilidades de determinación que aparecen solo vagamente en el hoiizonte de la explicitación inicial, sin convertirse en alternativas genuinas, en contraste con las determinaciones realmente válidas. Debe señalarse también que las determinaciones positivas pueden «ser confirmadas» típicamente en el uso posterior y reforzadas, rutinizándose tal vez totalmente. En el caso normal, sin embargo, Jas determinaciones ne)gativas (como determinaciones expresamente negativas) no sufren tales «confirmaciones» y son arrojadas una y otra vez al horizonte indeterminado del elemento de conocimiento o el Objeto de experiencia.

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El acervo de conocimiento consiste así en elementos de conocimiento que contienen determinaciones no solo positivas, sino también negativas Unos y otros provienen de la situación inherente a 1* situación de conocimiento y son incorporados (con las dife-rencias recién mencionadas) a la estructura del acervo de conocimiento. El mundo de ¡a vida es captado no solo como lo que es, sino también como lo que no es. Lo dicho acerca de las limitaciones del acervo de conocimiento y de las fuentes de esas limitaciones es válido, naturalmente, para ambas formas de captación. De este modo, los aspectos negativos del acervo de conocimiento no pueden ser realmente percibidos como huecos en este último, aunque remitan a la opacidad relativa del mundo de la vida. En ellos, no obstante, se hace más claro que en las determinaciones positivas el hecho de que el acervo de conocimiento está potencialmente lleno de huecos. Al captar determinaciones específicas se puede -como fue planteado antes— dar con el hecho de que tras cada determinación se ocultan «residuos» que no se han hecho transparentes. En las determinaciones negativas específicas, se agrega algo más. Se ez consciente de que( las determinaciones positivas pueden ser anuladas, o sea que pueden ocultar un elemento de ignorancia. Las determinaciones negativas actuales, por ende, remiten a huejos que están ocultos por un falso conocimiento; a la inversa, las determinaciones negativas son cono-cimiento de la ignorancia anterior. Para ellas existe, en principio, la posibilidad de «rehabilitación». Esta posibilidad aparece en el caso de experiencias específicas por las cuales ciertas determinaciones con un grado negativo de credibilidad debieron ser reconocidas, sobre la base de nuevas explicitaciones, como poseedoras de un grado positivo de credibilidad. En este sentido, las determinaciones negativas ofrecen un conocimiento velado por determinaciones positivas, pero que puede ser nuevamente develado. Pronto volveremos a este punto.Con ayuda de las determinaciones negativas, se puede obtener entonces una idea general de la Índole potencialmente fragmentaria del acervo de conocimiento. El conocimiento subjetivo acerca de huecos específicos tiene otro origen. En el análisis de la estructura del acervo de conocimiento se ha visto que los horizontes externo e interno de los elementos de conocimiento, o las experiencias con las que estos se relacionan, se desarrollan en una direo ción de familiaridad, determinación y credibilidad decrecientes. El ordenamiento de los elementos mismos del conocimiento y, por consiguiente, de sus núcleos de sentido, se basa en esto, según grados de familiaridad, determinación y credibilidad. Hemos in-vestigado también cómo se modifican, completan y amplifican elementos específicos de conocimiento, y cómo su grado de credibilidad es confirmado, aumentado, disminuido o anulado. Mucho de lo que se presenta como adecuadamente determinado debe serlo más detenidamente; mucho de lo que antes satisfizo con un grado relativamente bajo de credibilidad debe ser convertido en un grado superior de credibilidad. Hemos indicado, además, que esos momentos de la estructura del acervo de conocimiento son la fuente de la percepción subjetiva de la opacidad relativa del mundo de la vida; que mediante ellos la conc'encia puede captar las limitaciones del acervo de conocimiento. Aun sin reflexión teórica, se sabe que no se lo conoce todo. Momentos similares en la estructura del acervo de conocimiento ponen también ante la conciencia huecos específicos en el acervo de conocimiento. Esto ocurre en forma de «comparaciones:».En la actitud natural también se es motivado, a veces, para comparar elementos de conocimiento o ámbitos de elementos de conocimiento del propio acervo de conocimiento en cuanto a su familiaridad, determinación y credibilidad. Uno se dice, por ejemplo, que entiende más de plantas que de animales, pero también que no todo lo del reino vegetal lo conoce con la misma profundidad, ya que sabe más de árboles que de flores. O uno se dice que puede cocinar buenos budines, pero no le salen realmente bien las sopas, etc. Ahora bien; tales comparaciones están condicionadas, en la actitud natural, por la significatividad de la situación. Se pueden comparar entre sí algunos ámbitos de conocimiento, otros no. De este modo, empero, se origina en la actitud niatu- ral un tipo de conocimiento acerca de la estructura del acervo de conocimiento. Se puede decir sobre qué se conoce mucho, poco o nada.La comparación de elementos de conocimiento y ámbitos del propio aceiyo de conocimiento con el conocimiento correspondiente de ciertos semejantes tiene aún más

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importancia que las simples

174 *

comparaciones «internas» para el origen de tal «conocimiento estructural». Tales comparaciones tienen lugar en las situaciones sociales más diferentes, y suelen ser motivadas por las exigencias de la acción común o por conflictos. Más importante aún como motivo es la necesidad de consultar a «expertos» para aprovechar su conocimiento o para «utilizarlo» sin adquirirlo uno mismo. Así, por ejemplo, uno percibe que su padre sabe más de asuntos monetarios, de fútbol, etc., que uno mismo. Uno va a la escuela, y el maestro transmite conocimiento acerca de ámbitos totalmente nuevos. Uno consulta a un hechicero, a un viejo sabio, a un médico, etc. Sobre la base de tales comparaciones, se toma conciencia de nuevas lagunas específicas en el propio acervo de conocimiento. Es evidente que tales comparaciones tienen una relación directa con la distribución social del conocimiento.6®Finalmente, se compara el propio acervo de conocimiento con el conocimiento «Objetivo». En la actitud natural, este es observado como previamente fijado en el mundo de la vida, como un dato que se puede, hasta cierto punto, adquirir mediante el «descubri-miento», el aprendizaje, etc. También otros pueden adquirirlo o ya lo han hecho; era conocido por generaciones anteriores y desde entonces se ha perdido; tal vez hay descubrimientos que se mantienen reservados para generaciones posteriores. Sin entrar en el origen del conocimiento «Objetivo»,83 afirmamos que es intersubjetivamente válido en la actitud natural y es percibido, en su mayor parte, como libre de la organización subjetiva de la experiencia y de la articulación biográfica «accidental» de la adquisición de conocimiento.Las comparaciones «internas» de elementos del conocimiento, las comparaciones del propio conocimiento con ei de Otros y las comparaciones con el conocimiento «Objetivo» conducen así a la percepción de la naturaleza fragmentaria del propio acervo de conocimiento; establecen huecos específicos y promueven el desarrollo de un conocimiento estructural acerca de este. Según el estado del propio interés y los contextos motivacionales realmente presentes, los huecos específicos pueden carecer de significatividad (o sea que no se predice ninguna situación en la cual el conocimiento faltante pueda ser necesitado con urgencia), o bien este conocimiento faltante es considerado como significativo, pero susceptible de ser dejado para los «expertos». Finalmente, los huecos dej conocimiento pueden ser juzgados como peligrosos. En este caso se está, por así decir, «estructuralmente» motivado para la adquisición de conocimiento, no por la situación efectiva, sino por los requisitos de conocimiento típicamente anticipados. Los huecos en el acervo de conocimiento, así como los procesos mediante los cuales son «llenados», están entonces en conexión inmediata con las estructuras subjetivas de significatividades 84

iv. El conocimiento negativo como conocimiento potencial

La relación del conocimiento negativo oon el conocimiento puede ser descrita por analogía con el ordenamiento espacial de la experiencia del mundo de la vida. El sector del mundo al alcance efectivo está rodeado de sectores al alcance potencial, y, en verdad, de un sector al alcance recuperable y un sector al alcance asequible.49 El conocimiento negativo, en la medida en que no se relaciona con la intransparencia fundamental del mundo de la vida, puede ser visto, de manera correspondiente, como conocimiento potencial. Este consiste en conocimiento recuperable y conocimiento asequible.El conocimiento recuperable es un conocimiento anterior que se ha perdido o está oculto por otro. Cuando hablamos de pérdida de conocimiento, se implican dos estados de cosas diferentes. Puede significar que ciertos aspectos de un elemento del conocimiento han sido «olvidados», aunque perdura su «meollo». El ejemplo más importante de esto es el olvido de la constitución politética del conocimiento mientras perdura su sentido monotético (p. ej., el enunciado del teorema de Pitágoras). Hay muchos ejemplos coti-dianos: se «maneja» cierta información sin poder explicar cómo; se sabe algo sin poder recordar «todos los detalles». Esto es válido ante todo para el acervo subjetivo del conocimiento, pero también en la distribución social del conocimiento se pierden «deta-

83 Véase cap. 4, B.84 Véase cap. 3, B.

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lles», mientras subsiste el sentido, verbigracia, de cierta tradición (el hombre camina a la izquierda de la mujer). Por otro lado, el contexto de sentido en el cual existe un elemento de conocimiento puede perderse, aunque subsistan ia¡.* determinaciones individuales dd Objeto de experiencia. No están presentes otras conexiones «lógicas» entre elementos del conocimiento q&e se establecieron en alguna oportunidad, en especial las relaciones con-tradictorias y sus conexiones típicas. Este caso, pese a que hay de él ejemplos cotidianos, ilustra con sumo vigor el derrumbe (en gran medida patológico) de la unidad funcional de la acción dotada de sentido, como en ciertas formas de afasia.El conocimiento negativo como conocimiento oculto surge de anteriores determinaciones positivas que han sido anuladas y reemplazadas por nuevas determinaciones positivas ocultadas, de modo que ya no están dadas en el horizonte familiar del elemento de conocimiento.85

El conocimiento negativo como conocimiento asequible, en cambio, nunca estuvo presente en el acervo de conocimiento. Hay ámbitos del mundo de la vida acerca de los cuales no se sabe nada. casi nada o muy poco. No se ha sido motivado para adquirir mayor instrucción, se ha postergado la adquisición de conocimiento o se la ha interrumpido. Sobre la base del conjunto de tipos almacenado en el acervo de conocimiento, este conocimiento

85 Véase cap. 3, A, 3, f, iii.

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176

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ahora sea «demasiado tarde» ■ ^ plano. y que nróh *ípt0 que lo de todo, modos, pero Venlad> ¿ei^í^ntedicarle tiempo suficiente S¿ ZOnas de interés m» lntentar-n> au"T«- '-ay muchos SC""? Md?Tde* gusto y mi olfato no son ~ ' ? COCmer^ porque mJ*“**** aprenderé árabe durante W L^"05' Per° esL ble en principio, sino oue i , os años. Esto i 9ue penenci s an eneres I , ¡ , *de“a*-. «Of seguro <fa *n e P05’- mo posteriormente aceptan* de idioraas pm ° P°r ex'llenar este hueco ,¡enC el país de 3,?^

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“ zzssztSrKclara la interdependencia de ambos, podemos contentamos con ir los resultados

de esta descripción, presuposiciones para el desarrollo de elementos específicos del tocimiento están dadas en la limitación de la situación del inunde la vida y en el ordenamiento de las experiencias subjetivas J mismo. Estas presuposiciones son también, al mismo tiempo, la iusa de las limitaciones del acervo de conocimiento del

mundo la vida. El «conocimiento» de estas presuposiciones o limitaos está co-dado en el horizonte de toda experienda y toda exlicitación, e integra el acervo de conocimiento como un elemento LÍÍCO. En cambio, los elementos específicos de conocimiento se irman en procesos de explicitación específicos y biográficamente icldeados. Su sedimentación en el acervo de conocimiento y su tilización en situaciones específicas se articulan biográficamente :n todos los casos. Sobre la base de la situación biográfica, se ru- lizan ciertos elementos de conocimiento. Tal conocimiento, que incluye habilidades, conocimiento práctico y conocimiento de re- :etas, tiene un lugar mediato entre los elementos básicos «siempre iresentes» del acervo de conocimiento y los elementos específicos Idel mismo. Estos últimos constituyen un «sistema» que contiene las dimensiones de la familiaridad, la determinación y la credibi-lidad. La conexión («sintáctica») entre los elementos del conocimiento se expresa en la dimensión de la ausencia de contradicción. El contexto de sentido («semántico») entre los «contenidos» de los elementos del conocimiento se basa en el conjunto de tipos, que se «ofrece» para las explicitaciones como significativo para los Objetos de la experiencia. La estructura del acervo de conocimiento d.'-l mundo de la vida consiste, así, en contextos de sentido condicionados por la signitícatividad entre determinaciones típicas más o menos familiares y más o menos creíbles, que se hallan en relaciones mutuas más o menos no contradictorias.Los elementos específicos del conocimiento remiten a la situación originaria de la adquisición de conocimiento y al modelado biográfico de las sedimentaciones de experiencia. Por un lado, los elementos específicos del conocimiento —en la medida en que están totalmente rutinizados— limitan con los elementos básicos del acervo de conocimiento. Por otro lado, el conocimiento específico pasa al conocimiento negativo. La estructura de este último indica, en todo caso, los límites de la situación del mundo de la vida, el ordenamiento de las experiencias subjetivas del mismo y la articulación biográfica de la adquisición de conocimiento.A la pregunta referente a cómo se delinea el mundo de la vida en el acervo de conocimiento podemos dar entonces, en primer lugar, una respuesta formal. Una zona central del mundo de ¡a vida se presenta como relativamente determinada y suficientemente familiar y creíble para el dominio de situaciones típicas. Es un ámbito de relativa transparencia biográficamente lograda. Con este limita un ámbito de relativa intransparencia biográficamente condicionada; un ámbito que, en principio, podría ser dilucidado mp- diante conocimiento específico. Junto a este hay un ámbito que

es opaco en prinápio, donde la experiencia subjetiva toca los 1¡. mires de la situación del mundo de la vida en general.Con esta respuesta formal todavía no hemos resuelto satisfactoriamente la pregunta formulada al comienzo. La organización del mundo de la vida en ámbitos relativamente claros, relativamente opacos y fundamentalmente intransparentes, deriva de la estructura del acervo de conocimiento. En la actitud natural, sin embargo, el conocimiento «estructural* —es decir, el conocimiento acerca del acervo de conocimiento— no se desarrolla sino en pe-queña medida. Por ello, ahora debemos preguntar cómo se presenta concretamente el mundo de la vida en la actitud natural, mediante el acervo de conocimiento.Ciertamente, el mundo de la vida es captado en la actitud natural en forma de un acervo de conocimiento estructurado. No se presenta como un sistema —bien circunscrito y exento de contradicción— de lo familiar, lo creíble y lo determinado, que se inserta en un ámbito —igualmente bien circunscrito— de lo relativamente opaco, rodeado a su vez por una zona de lo intransparente (en principio). Más bien, la relación entre la estructura estratificada de lo relativamente claro y lo relativamente opaco determina toda experiencia individual de los Objetos del mundo de la vida y la percepción del vínculo entre ellos sin que entren, como tales, en la captación de la conciencia. Podemos imaginar esto gráficamente de la siguiente manera: sobre los Objetos de experiencia se esbozan contornos sombreados, en situaciones que se han formado como elementos de conocimiento mediante procesos de explicitación. La densidad del sombreado depende de los niveles de familiaridad, determinación y credibilidad. Alrededor de estos sombreados están los «lugares vacíos» de lo relativamente opaco, pero se sabe que bastaba con examinar esos lugares para poder sombrearlos de manera análoga. El mundo de la vida está esbozado en el acervo de conocimiento como una «totalidad» perfilada de asuntos tomados como obvios o «evidentes». Según la relación entre las franjas sombreadas y las vacías, los contornos son más nítidos o más brumosos. Solamente lo que es intransparente en principio constituye una genuina térra incógnita.¿De qué tipo es esta «totalidad»? El acervo de conocimiento se origina en sedimentaciones de unidades de experiencia cuya constitución está determinada tanto por la resistencia del mundo (duración interior trascendente) como por los procesos de explicitación (siguiendo la «lógica» de la actitud natural). Pero esta «lógica» se objetiva en una cosmovisión natural-relativa y en las correspondientes formas de lenguaje, y constituye así un elemento básico del a priori social. Se impone al individuo y cumple una función importante en la formación de las unidades presupuestas de la experiencia y la explicitación subjetivas. El curso mismo de la sedimentación está biográficamente modelado «de manera accidental», pero tiene un carácter sistemático total en cuanto las unidades da la experiencia son llevadas a contextos de sentido amplios e inclusivos, dentro de la perspectiva defl curso de la vida. A estodebe agregarse que el modelado del curso Ve la vida está socialmente superestructurado por las categorías objetivadas de los típicos «cursos de la vida dotados de sentido». Podemos dedr entonces que el mundo de la vida está esbozado como una «totalidad» en el acervo de conocimiento en un doble sentido. Por un lado, aparece como una totalidad de «adentro para afuera», iluminada por la biografía subjetiva. Por otro, se presenta en contextos de sentido sistemáticos, que siguen la «lógica natural» socialmente objetivada (agricultura, alquimia, cocina, caza de renos, arte marcial, etc.). Así, el mundo de la vida no está señalado en el acervo de conocimiento como lina simple acumulación de experiencias individuales sedimentadas u Objetos de experiencia; además, no se presenta como una copia de la estructura del acervo de conocimiento y, con toda seguridad, no

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tiene la sistematicidad de una ciencia —una estructura de sentido «Objetiva» que está libre, en su mayor parte, de la organización subjetiva de la experiencia y la articulación biográfica—.El mundo de la vida es captado así con la ayuda del acervo de conocimiento, de modo muy semejante al utilizado para orientarse en una región con ayuda de mapas. Las explicaciones de signos, descripciones de lugares, etc., están tomadas de la geografía «Objetiva» vigente. La elección de mapas y, sobre todo, la elección de la escala que se usará, está motivada subjetivamente. Hay mapas especiales para viajes en los cuales se indica con suma exactitud los contornos de las regiones diariamente atravesadas. En parte, estos contornos son ya tan familiares que casi no hace falta remitirse ai mapa de este modo. También hay mapas, siempre en escala relativamente pequeña, de zonas que se atraviesan con bas- • tante frecuencia. En líneas generales, los contornos de esas zonas también son familiares, pero se llega una y otra vez a situaciones en las cuales hay que remitirse al mapa. También se puede poseer algunos mapas preparados por uno mismo, donde las escalas se confunden. En ellos hay regiones por las cuales se ha viajado alguna vez. Se han registrado varios contornos generales y tal vez varios detalles; pero un mapa semejante no bastará para orientarse adecuadamente después de un período prolongado. Por último, hay mapas hechos en gran escala, que bastan para ubicar el «resto» del mundo con respecto a las regiones para las cuales se cuenta con mapas especiales. En tales mapas, las indicaciones se limitan a los contornos más generales, y contienen muchas zonas vacías. ¿De dónde provienen estos mapas? Muchos tuvieron que ser laboriosamente trazados por alguien; incluyen muchos detalles y muchas anotaciones puramente «privadas», que serían incomprensibles para otros. Los hay tomados, en verdad, de Otros, pero entre tanto su confiabilidad puede haber sido examinada. Los hay que pueden haber sido adoptados simplemente sobre la base de la fe y la creencia. En general, uno sabe que sus mapas especiales de ir de excursión presentan partes de zonas para las cuales Otros tienen solamente mapas en mayor escala. Y a la inversa, uno sabe con gran probabilidad que podría trazar mapas especiales de zo-ñas para las cuales ti£ne mapas muy inexactos, en caso de que no hubiera ninguno ya en otras manos. La escala y la exactitud de los mapas preparados por uno mismo se relacionan con la atención que uno ha prestado a las zonas recorridas. La conversión de las propias percepciones én contornos, demarcaciones, sombreados, etc., del mapa, presupone (tal vez no se lo haya olvidado todavía) las idealizaciones y anonimizaciones del mundo de la vida.

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[B]. La significatividad 1.El conocimiento, la significatividad y el ejemplo de Carnéades

En el análisis de la adquisición del conocimiento y la descripción de la estructura del acervo de conocimiento, llegamos repetidamente a un punto en el cual nos vimos obligados a interrumpirlo y contentamos con indicar que este o aquel suceso estaba «condicionado por la significatividad*. Lo mismo sucedía con la constitución de un tema circunscrito en el flujo de la experiencia y con la determinación de la situación. Es también eil caso del modo en que ciertas experiencias se hacen problemáticas y de las explicitaciones relacionadas con las experiencias problemáticas, especialmente de su suspensión en cierto nivel de explicitación, y, finalmente, de la sedimentación de los resultados de la explicitación en ell acervo de conocimiento. ¿Qué significa cuando afirmamos que todos estos procesos están condicionados por e! sistema de significatividades del sujeto actual?En el mundo de la vida debe establecerse una distinción entre lo que Husserl caracterizó, en otro contexto, como las actitudes de «vivir en las significatividades* (con lo cual las significatividades mismas no llegan a ser captadas por la conciencia) y el «contemplar las significatividades* reflexivo (aunque no necesariamente «teórico»).86 Aun en la actitud natural, nos preguntamos si vemos «las cosas correctamente», si debemos limitar nuestro «interés» a un problema determinado, si algo «realmente nos importa», etc. Al hacerlo, indagamos conscientemente en nuestros sistemas de significatividades, que consideramos elementos dados, subjetivos y obvios. De este modo, las estructuras de significatividades, que determinan la adquisición de conocimiento y, con ello, la estructura del acervo de conocimiento, son también a su vez un componente de este último. Alguien puede, as¡, decir de sí mismo: «Sé que tales cosas no me interesan»; o de un conocido: «En tales circunstancias, actuará siempre como si este género de asuntos no tuvieran ninguna importancia para él».Todas las experiencias y todos los actos se fundan en las estructuras de significatividades. Toda decisión introduce más o menos explícitamente, además del actor, una serie de significatividades. El problema de la significatividad es acaso el más importante y, al mismo tiempo, el más difícil que deba resolver la descripción del mundo de la vida. ¿Qué función cumplen las estructuras de significatividades en la constitución de las situaciones del mundo de la vida?¿Cómo determinan el curso de las explicitaciones, y cómo establecen una reacción entre el acervo vigente de conocimiento y entre las experiencias y actos efectivos?El escéptico griego Caméades proporcionó ya una investigación sumamente cuidadosa de cuestiones que conciernen de manera inmediata al problema de la significatividad. Dicha investigación está contenida en un informe de Sexto Empírico (Adversus lógicos V I I ) . Comenzaremos nuestra propia investigación con los análisis de Caméades, que desarrollaremos en particular con ayuda del famoso «tercer ejemplo».87

86 [La distinción que aquí se establece es la que hay entre la vivencia de las significatividades y la reflexión acerca de las significatividades Husserl afirmaba que dicha reflexión no distorsionaba aquello sobre lu cual se reflexiuuaua. Véase Cartesianiscfu Meditationen und Pariser Voi- tráge, A La Haya, Martinus Nijhoff, 1950, 34 y 46. Trad. al inglés por Dorion Cairas, Cartesian Meditations, La Haya, Martinus Nijhoff, 196U.]87 Al presentar la teoría de Caméades, recurriremos a la excelente descripción de Léon Robín, Pyrrhon et le scepticisme grecque, París, Presses Universitaires de France, 1944. [Véase también el análisis de Schutz en Reflectiojis on the Problem of Relevance.]* Traducimos plausible por «persuasivo» de acuerdo con Rodolfo Mon- dolfo [El pensamiento antiguo, Buenos Aires: Losada, vol. II, pág. 150 y sigs.) y con el Diccionario de filosofía de Nicola Abbagnano (México y Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, pág. 914). En su tratamiento de este problema en el cap. 2 de Reflections on the Problem of Relevance, Schutz

Caméades comienza su investigación de lo persuasivo (jtiOavóv; probabile)* cc.i una crítica de la utilización estoica de ese concepto, especialmente por parte de Crisipo. Es Le divide las representaciones entre las^que son persuasivas y las que no lo son, y sostiene que ambos tipos son verdaderos, falsos, o ni verdaderos ni falsos. Caméades rechaza decididamente esta división, y niega la posibilidad de que alguien llegue a captar «lo verdadero». En cambio, distingue entre lo que es incomprehensivo para nosotros (áxatáXrinrrov; incomprehensible) [unknown] y lo que es incierto (<S8t|Xov ; incertum) [uncertain].** «Lo verdadero» como tal no existe; solo hay verdades para nosotros; verdades, por ende, ne-

dice: «El término griego radavóv debe traducirse [ai inglés] a veces por probable, a veces por permissive, pero la palabra plausible es la que transmite más exactamente su significado» (págs. 17-18). (N. del E.)** Todos los términos griegos mencionados por Schutz eijj lo que sigue fueron traducidos de acuerdo con Mondolfo, op. cit. Las formas '•"letra y latina, que figuran entre paréntesis, son dadas por Schutz; a continuación agregamos entre corchetes el vocablo inglés empleado por sus traductores. (N. del E)

cesa ñámente problemáticas. Aunque las representaciones humanas no pueden captar «lo verdadero», pueden ser más o menos persuasivas. La persuadívidad de una representación está condicionada por el estado en que uno se encuentra en ese momento. Que una representación sea persuasiva o no depende de que esté en contradicción con otra o concuerde con ella. Naturalmente, la concep-ción básica de Caméades contrasta de manera aguda con la teoría estoica de la representación comprehensiva (qxnrraóla xmalr\mxá) [comprehensible representaron], la representación que capta las cosas como son y que rige la conducta del sabio. Para el escéptico, también el sabio puede ser sólo un hombre, y la verdad que capta sólo una verdad humana. El sabio 110 está hecho de piedra, sino que se desplaza de un lado a otro con un cuerpo y un alma. Sus impresiones, percepciones y conocimientos están condicionados por su naturaleza humana. El hombre verdaderamente sabio, por consiguiente, no abrirá juicio acerca de la verdadera índole de las cosas. Análogamente, en su conducta y su acción prácticas no aguardará un conocimiento que se le negará siempre. Por ejemplo : si emprende un viaje por mar, no sabe, hablando estrictamente, cómo terminará; pero aunque la conclusión del viaje sea «in- comprehensiva» (axarctt.r]jtTOv), el sabio no estará necesariamente en la incertidumbre (fiSr^ov) acerca de él. Si ha elegido un buen barco, comandado por un capitán de confianza, y si el tiempo es favorable, se cree seguro de llegar a puerto sano y salvo. Si tuviera que aguardar un verdadero conocimiento, estaría condenado a la inactividad. Actúa sobre la base de tales representaciones más o menos probables que sirven como sus*’«fon*Jia agendi ut non agendi», según formuló Cicerón este principio. Aunque el sabio es, epistemológicamente, un escéptico, no dejará de verificar los grados de credibilidad de las representaciones o motivos que impulsan su conducta práctica. Comprende, en verdad, que «la certeza» es solo una forma de creencia; pero, al mismo tiempo sabe que hay motivos y causas definidos que lie sirven de base, y que estos pueden ser evaluados. Los motivos son bases comprensibles y detcrminables para sostener una opinión. Las causas, en cambio, no tienen la comprensibilidad de las razones. Implican pasiones, prejuicios, hábitos, así como la restricción impuesta por las circunstancias sociales. Lo opuesto de la certidumbre es la incertidumbre, pero entre estos dos extremos —certidumbre bien fundada e incertidumbre total— hay muchos niveles intermedios, para los cuales Carnéades ofreció una tipología.Dos posibilidades contrarias pueden tener la misma probabilidad simple. Sexto Empírico proporciona los siguientes ejemplos: perseguido por enemigos, veo un foso, que podría servirme como escondite. Sobre la base de mi conocimiento anterior, sin embargo, también existe la posibilidad de que en ese foso se oculten otros enemigos. Como no puedo verificar si está fundada mi primera esperanza o el temor subsiguiente, ambas posibilidades siguen abiertas para mí. En le atinente a mi conducta práctica, quizá sea más seguro, en tal caso, que busque otro lugar para ocultarme.Una representación puede también trascender la probabilidad «simple:». Puede ser «torcida» o «dada vuelta» (jieploxaoTOs) [tuñsted, bent] o, como tal vez sea mejor enunciarlo, contradicha [annulled]. Veamos cómo Allceste fue traída del mundo subterráneo por Hércules. Este la lleva ante Admeto, quien no da crédito a sus ojos. La idea de una «Alceste viva» es contradicha por su conocimiento anterior de que está muerta. Sin este conocimiento anterior, la idea no habría sido contradicha y tendría un grado relativamente alto de probabilidad.Finalmente, una representación confirmada tiene la mayor credibilidad. Presupone la probabilidad «simple». En todo caso, presupone que no ha sido contradicha. Si es confirmada, hay entonr ces una base adicional disponible para la propia «certidumbre». La relación entre los niveles individuales de persuasividad es clara en el tercer ejemplo de Caméades. Un hombre entra en

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una habitación mal iluminada y cree ver una soga enrollada en un rincón del cuarto. Pero apenas ve el objeto, y se pregunta entonces si es realmente una soga enrollada. ¿No podría ser también una serpiente? También esto es posible. (Este es el primer nivel, comparable con la probabilidad «imple» del primer ejempllo y correspondiente a las alternativas problemáticas, tal como Husserl las define.) 88 Puesto que la segunda posibilidad es análogamente probable, el hombre desconfiará de su primera impresión. Se vuelve insegvro y vacila entre las dos posibilidades. Cuando se acerca al objeto, este no se mueve. Las sogas enrolladas no se mueven; tal vez el objeto sea realmente una soga. Entonces el hombre recuerda que las serpientes son de color similar al objeto del rincón, y que al entumecerse con el frío del invierno, no se mueven. Puesto que estamos en invierno, la inmovilidad no puede ser razón suficiente para considerar que el objeto es una soga enrollada. Por consiguiente, el hombre hace una gira de inspección (jieqiÓSevois) , por así decir, alrededor de su representación.* En el proceso, descubre que cada alternativa tiene su propia ponderación, que equi-libra la de las otras alternativas. No tiene, por lo tanto, base suficiente para decidirse a dar su asentimiento (ouyxatádEOig) a una u otra alternativa. En este estado de cosas, a cuál de las alternativas dará mayor crédito, o qué alternativa se inclinará a contradecir, dependerá solo de que sienta temor o no. Si quiere obtener un grado mayor de rertidumbre, tendrá que buscar más bases para una decisión. En consecuencia, como dice Sexto Empírico, tendrá que utilizar el método de los tribunales atenienses, encargados de examinar las pretensiones de los candidatos a cargos públicos, o el método de los médicos cuando tienen que diagnosticar. Esto significa que el hombre puede no confiar en los «síntomas» individuales, sino tomar en consideración la conexión de todos los síntomas, el «síndrome». Si el síndrome no contiene ninguna contraindicación, podrá decir que la representación es «verdadera». Si el hombre toca «fl objeto con un palo y aquel no se mueve, habrá adquirido la convicción de que, en verdad, no puede ser una serpiente. Con esta última prueba ha completado la recorrida de inspección en todos los detalles necesarios (BiiioBog). Ahora pue-de dar su asentimiento a la convicción de que debe haberse equivocado al confundir el objeto con una serpiente. Por consiguiente, el único criterio válido de todas las convicciones debe buscarse en un dominio bien fundado y metódico ((8i¿^o6og)) de las probabilidades y grados de probabilidad (itiOavóv) [probability].Cabe 'eñalar que hay grandes semejanzas entre la teoría de Caméa- des sobre los grados de probabilidad o de persuasividad (ju&avóv) y el análisis de Husserl sobre las posibilidades problemáticas en Erfakrung und Urteil.1* En general, se ha presumido que la teoría de Carnéades se refiere solamente al ámbito de la acción práctica; ipero Robín,89 después de un examen muy cuidadoso, llega a la conclusión de que se relaciona con todas las formas de pensar, juzgar y percibir. Esto concuerda también con la concepción husser- liana. En todo caso, es manifiesto que Carnéades, en su teoría, solo tuvo presentes los actos del pensar, mientras que para Husserl la constitución de las posibilidades problemáticas se origina en la esfera pre-predicativa y se funda en las síntesis pasivas de identidad, semejanza, etc. De todos modos, podemos empezar con las consideraciones de Carnéades, y utilizar su tercer ejemplo como punto de partida para un análisis de ias diversas formas de sig-nificatividad*

88 [Erfahrung und Urteil, § 21.]* Nos apartamos en este caso de la traducción de Mondolfo, «examina en cada r,na de sus partes», para respetar más fielmente la forma elegida por los traductores de Schutz en inglés: rr.akes an inspection tour. Probablemente haya cierta analogía con la frase habitual en castellano, «dar vueltas a una idea en la cabeza», en el sentido de ponderar todos sus aspectos. (N. del E.)89 L. Robín, Pyrrhon et le scepticisme grecque.

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2. Significatividad temática

a. La atención obligada (significatividad temática «impuestat)

Si examinamos más detenidamente el ejemplo de Carnéades, surgen varias cuestiones. Podríamos preguntamos por qué el hombre vacila precisamente entre esas dos posibilidades: la serpiente y la soga enrollada. ¿ El objeto del rincón no podría ser también otra cosa? Si respondemos que otras posibilidades no son «significativas» para él, introducimos entonces un problema que trataremos en detalle en el análisis de la significatividad interpretativa.79 Y si decimos que para una persona aprehensiva, en tal situación, tiene especial importancia decidir si el objeto puede ser peligroso,

para poder tomar entonces medidas apropiadas, rozamos un problema que será investigado más detenidamente en el análisis de la significatividad motivacional.90

Gomo paso preliminar, sin embargo, fiásemos a la pregunta formulada inmediatamente al comenzar con el ejemplo. ¿Por qué le «interesa» al hombre precisamente ese objeto del rincón, sea lo que fuere? Sin duda, en ese rincón hay otros objetos, como hay también otros rincones con objeto6, igualmente difícilles de ver; pero esos objetos no le «interesan». Aunque están en su campo de percepción, «no son conspicuos», «no son puestos de relieve», «no atraen su atención». ¿ Por qué?Hay cuatro formas principales de significatividad temática «impuesta»; lo no familiar atrae la atención dentro de lo familiar circundante; se encuentran nuevos temas en el «salto» de un ámbito de realidad con estructura finita de sentido a otro; cambios en la tensión de conciencia dentro del mismo ámbito de realidad pueden conducir a cambios de tema «no motivados»; o la atención puede ser impuesta socialmente.La primera forma es, en cierto sentido, la más importante. Está en la base de otras formas, si se las capta de acuerdo con sus características generales. Volviendo al ejemplo de Caméades, aclaremos cómo lo no familiar es conspicuo dentro de lo familiar circundante, y es puesto de relieve por esto último. En este contexto, podemos remitimos a los resultados del análisis anterior de la familiaridad como dimensión del acervo de conocimiento.91

Supongamos que el hombre del eje¿npllo anterior vuelve a su habitación, con la cual está completamente familiarizado por una larga frecuentación. O sea que el horizonte externo (la ubicación de las habitaciones en la casa, etc.), así como el horizonte interno (los diversos objetos de la habitación, su orden, etc.), de üa habitación están suficientemente determinados, y las determinaciones han pasado a ser un componente del conocimiento habitual de ese hombre mediante el uso y la actividad continuos. Puede orientarse rutinariamente en la habitación. De esto se desprende que el hecho de volver a su habitación no contiene en sí mismo nada problemático para el hombre. Es por eso que, cuando entra en la habitación, está inmerso en otros pensamientos —p. ej., recuerda una conversación que tuvo poco antes con un conocido—; pero con esos recuerdos, que constituyen el tema de su flujo de experiencia realmente presente, pone rutinariamente un pie delante del otro y abre rutinariamente la puerta. Espera así automáticamente, sin tematizar su expectativa, volver a encontrar su habitación como la dejó pocas horas antes. La automaticidad de esta, expectativa se basa en las idealizaciones que ya han sido examinadas en diversos aspectos: el «y así sucesivamente» y el «puedo volver a hacerlo».Para aclarar malentendidos, debemos describir el estado de cosas con mucha exactitud. Los recuerdos de la conversación constitu- .yen, como dijimos, el tema del flujo de experiencia. En algún momento el hombre puede, por ejemplo, pensar en cierta fase dq la conversación: esto constituye el núcleo temático realmente presente. Las otras fases de la conversación, lias representaciones del hombre, lo que realmente debió haber dicho, cómo pudo haberlo formulado mejor, etc., no pertenecen, en verdad, al núcleo realmente presente, sino al campo temático, para utilizar una importante distinción introducida por A ron Gurwitsch.78 Es obvio que la conciencia del proceso motor del caminar, la sensación concomitante de fatiga, la conciencia de los ruidos de la calle, así como las expectativas automáticas que implica la habitación, están en contraste, no en el núcleo temático ni en el campo temático, sino simplemente en el horizonte del flujo de experiencia realmente presente. (Dejaremos aquí de lado la diferencia entre análisis noético y análisis

90 Véase cap. 3, B, 4. [Véase también, Reflections on th¿ Problem of Relevance, págs. 45-52, 53-74.}91 Véase cap. 3, A, 3, b.

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noemático.)Si de hecho el hombre encuentra su habitación igual que antes, las percepciones concomitantes reales de aquella pueden quedar en el horizonte del flujo de la experiencia. Nada podría impedir que en su pensamiento siga inmerso en la conversación. Esto no ocurre; hay allí un objeto no familiar. Las percepciones reales de la habitación no «confirman» das expectativas automáticas. La unidad del campo visual «se derrumba», puesto que hay en él un elemento inesperado. Como el hombre espera rutinariamente solamente lo familiar de su habitación, el elemento inesperado percibido se hace «problemático»: esto es, el objeto debe ser tematiza- do. Salta del horizonte del flujo de experiencia, en el cual habría permanecido de haber estado inserto en las expectativas automáticas, en el centro de dicho flujo. Al mismo tiempo, es abandonado el tema anterior, el recuerdo de la conversación. Como destacamos al investigar la continuidad y las interrupciones de la adquisición de conocimiento, hay aquí dos posibilidades. O bien el tema es abandonado «definitivamente», o bien solo es dejado de lado «provisionalmente».92 Por ejemplo: si antes de entrar en la habitación el hombre había estado meditando sobre un importante problema, tendrá entonces que recurrir al principio de «lo primero es lo primero», es decir, al objeto del rincón como nuevo problema. Esto introduciría, por así decir, un hueco que deberá llenarse más tarde. En nuestro ejemplo, en cambio, el hombre no tenía nada mejor que hacer en ese momento, y había recordado la conversación sin que esta fuera problemática para él. Ahora abandona definitivamente el tema.Hemos establecido con esto el caso más importante de significatividad temática «impuesta»: surge de un cambio de tema forzado, que ocurre como resultado de una ruptura en las expectativas automáticas (más en general, como resultado de una cesación de las idealizaciones del mundo de la vida). El nuevo tema se inserta en la forma de algo conspicuo y no familiar.Un cambio no motivado —y, por ende, dicho estrictamente, un cambio impuesto en el tema— puedo ser causado, además, por un «salto» de un ámbito de realidad con estructura finita de sentido a otro. Mediante el cambio radical en la tensión de conciencia y el estilo de vivencia o conocimiento, se interrumpe un flujo de experiencia con su tema, y se encara un nuevo tema. Gomo ya fue examinado, este caso de significatividad temática «impuesta» puede ser captado, en general, como un caso especial de la cesación de las idealizaciones del mundo de la vida. Puesto que hemos investigado en otro contexto 93 los procesos mediante los cuales se «salta» de un ámbito de realidad a otro, aquí bastará con mencionarlos.Otros cambios de tema pueden tener lugar como resultado de cambios en la tensión de conciencia y en ciertas dimensiones del estilo de vivencia o conocimiento, sobre todo en la dimensión temporal y en la profundidad de la vivencia, aunque esto se produzca en los flujos de experiencia dentro del mismo ámbito de realidad.94 Con respecto a los dos últimos casos mencionados de cambio de tema, debe comprenderse claramente que solo podemos advertir los «saltos» entre ámbitos de realidad, y los cambios en la tensión de conciencia dentro de las mismas esferas de realidad, que no son «motivados» sensu strictu. De lo contrario, los mismos procesos, en el caso de que sean motivados, pertenecen mucho más exactamente a la categoría de 1> significatividad temática, que examinaremos en la próxima sección: la categoría de la advertencia voluntaria [voluntary advertence].*

92 Véase cap. 3, A, 2, c-d.93 Véase, ante todo, cap. 2, A.94 Véase cap. 2, B, 1; también cap. 3, A, 2, c-d.* En la traducción inglesa, los términos advertence y attention, attentive- ness, parecen algunas veces utilizarse como equivalentes, y otras, con un sentido algo distinto; hemos traducido el primero siempre por «advertencia» y los segundos por «atención». (N. del E.)

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Finalmente, debe mencionarse otra forma de significatividad temática «impuesta»: la «impuesta» socialmente. En la vida cotidiana, esta tiene suma importancia. Las acciones de los semejantes (en verdad, los cursos de los actos, tanto como sus resultados) plantean al individuo temas que este debe abordar.95 Esta forma de significatividad temática «impuesta» se interseca seguramente con otras formas. Los cursos y los resultados de los actos pueden ser, por ejemplo, totalmente inesperados; no son incorporados a las expectativas rutinizadas que remiten a los semejantes. Es obvio que, en tal caso, esta forma de significatividad temática «impuesta» supone que lo no familiar es conspicuo o se destaca contra ej fondo de lo familiar. Sin embargo, los semejantes también pueden entrar en un flujo de experiencia y forzar nuevos temas al individuo sin que su acción se presente como atípica o no familiar en la interpretación resultante.

95 Véase aquí esp. cap. 5 [vol. II],

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b. La advertencia voluntaria (significatividad temática tmotioada»)

i. Cambio de tema

No toda significatividad temática es «impuesta» en el sentido recién investigado. Otra estructura de significatividades se manifiesta en la advertencia voluntaria a un tema. El hombre del ejemplo estaba ocupado en otros pensamientos cuando entró en la habitación. No tendría sentido presumir que el flujo de vivencia del hombre estaba previamente inestructurado, «sin un tema». Ya fue necesario, entonces, hablar aquí de un cambio de tema. Fue allí donde un nuevo tema se introdujo «por sí mismo», como consecuencia de su no familiaridad, que fue puesta de relieve frente al campo familiar. Basta, simplemente, con variar un poco el ejemplo para obtener otra forma de cambio de tema: el cambio «motivado».Supongamos que el hombre del ejemplo de Carnéades no está jmuy familiarizado con la habitación. No es suya, sino que ha entrado antes en ella ocasionalmente. De esto se desprende que tiene expectativas automáticas, que no son totalmente vacías de contenido sino que, sobre la base de sus experiencias anteriores de la habitación, demuestran cierta determinación contextual. Polo el objeto del iTiicón le es totalmente desconocido; el resto de los objetos integran sin mayores problemas su; expectativas automáticas. De tal rr^do, da ruptura en sus expectativas automáticas y el carácter conspicuo de lo no familiar le imponen también un nuevo tema. ,Ahora, sin embargo, deseamos variar aún más el ejemplo. Imaginemos que el hombre nunca estuvo antes en esa habitación y, además, que ella no le ha sido descrita por su ocupante. Aun así, sus expectativas no serán totalmente vacías de contenido. Conciernen a las habitaciones en general, derivan del conjunto de tipos acumulados en su acervo de conocimiento. El hombre sabe aproximadamente qué margen de variación existe para las habitaciones típicas. Sabe dentro de qué margen hay objetos típicos en habitaciones típicas, y en qué ordenamientos típicos pueden estar. Si entra en la habitación, el objeto del rincón le «llamará la atención», nuevamente, porque no está incluido en ese conjunto de tipos. Consideramos que es innecesario seguir insistiendo en este punto, puesto que ya ha sido examinado con cierta hondura en otro lugar.96

Aquí, sin embargo, llegamos a un aspecto importante. Seguimos hablando de expectativas típicas, pero ya no es obvio que esas expectativas sean automáticas. Podemos afirmar en general que, cuanto menos familiar sea una situación total, tanto mayor será la atención que uno dirige hacia ella «por sí mismo», digámoV.o así. La situación total no familiar que se aborda ya está temati- zada desde cfl comienzo. Con lo cual los diferentes elementas de esta situación son subtematizados de acuerdo con la secuencia, hasta que se los puede ordenar y disponer como más o menos típicos y familiares. En otras palabras: si no es posible orientarse rutinariamente en una situación, hay que explidtarla. Y si se sabe esto de antemano, también de antemano se vuelve hacia ella «voluntariamente». Esto significa también que no se puede estar ilimitadamente inmerso en «otros pensamientos», sino que se es motivado para pasar «rápidamente» a la situación o a ciertos aspectos de ella. Es obvio que rápidamente se conecta de modo íntimo con el principio de «lio primero es lo primero», y con los niveles típicos de urgencia sedimentados en el acervo de conocimiento para el dominio de situaciones y de problemas típicos. Aplicando esto a la última variante del ejemplo, significa que el hombre ya había abandonado «voluntariamente» sus recuerdos de la conversación con su

96 Véame las exposiciones de familiaridad y tipicidad, cap. 3, A, 3, b, ii.

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conocido tan pronto como entró en la habitación y tematizó ia situación inmediata: la habitación no familiar para él o su orientación en ella. De acuerdo con esto, estaría «motivado» para cambiar de tema. Después de una explicitación más o menos atenta de la situación total, el objeto del rincón, como ya señalamos, le sorprende como especialmente atípico.He aquí una consideración adicional. Las diferentes variantes dd ejemplo indican que es difícil trazar una línea divisoria tajante entre cambios de tema «impuestos» y «motivados». Entre la atención obligada v la advertencia voluntaria hay diferencias graduales. Todo flujo de experiencia en sus diferentes dimensiones, y toda situación en sus diferentes aspectos, demuestran un entrelazamiento y una interacción de momentos impuestos y motivados. Esto es lo que ocurre, en general, no solo con la significatividad temática, sino también con las estructuras de significatividades como tales.97

Ya se mencionó qué significa, en este aspecto, advertencia «rápida». Este factor también cumple un papel en la distinción entre advertencia «impuesta» y «motivada». El hombre del ejemplo pudo haber estado tan ocupado recordando la conversación anterior (p. ej., si ella le hubiera planteado tomar decisiones vitalmente importantes), que «olvidó» reorientarse «rápidamente» en la nueva situación. En este caso, el cambio de tema tendría lugar más tarde, y no sería «motivare.», sino más bien «impuesto». Que una significatividad temática sea considerada como principalmente «impuesta» o «motivada» depende también de la «ponderación» que tenga el tema actual en una situación determinada, de la importancia de su dominio en relación con ila situación inmediata y de la «personalidad» del actor (p. ej., su inseguridad bio-gráficamente condicionada con respecto a situaciones nuevas en general, su inseguridad con respecto a situaciones de este tipo específico, etc.). En general, la significatividad temática se entrelaza con la estructura de la significatividad motivadonal como tal, mediante ¡a distinción entre «impuesto» y «motivado». Como ya se indicó en el análisis dq la significatividad temática «impuesta», el cambio de tema puede estar vinculado no solo con «saltos» de un ámbito de realidad a otro, sino también con alte -raciones menos decisivas en este estilo de vivencia del conocimiento, en la dimensión temporal dominante, en la. profundidad de la vivencia, etc. Esto sucede asimismo, en general, con tas -sigriHica- tividades temáticas no «impuestas». Solo que, en este caso, los «saltos», las alteraciones y los cambios de temas vinculados con ellas están «motivados».

ii. Desarrollo del tema

Además de la significatividad temática «voluntaria», que hemos descrito como cambio «motivado» de tema, hay otra forma de esta significatividad. El tema del momento puede permanecer captado por la conciencia: por lo tanto, no se produce ningún cambio de tema. Sin embargo, se originan cambios temáticos «motivados»: se vuelve a la explicitación de las implicaciones del tema del momento. Como ya hemos descrito en otro crmtcxlo los aspectos más importantes de dicho proceso, en er.te apartado podemos limitarnos a aplicar los resultados de esta descripción a] problema actual.Husserl demostró que todo tema tiene, en principio, uiT hori‘oírte interne y externo limitados.®8 El horizonte, externo contiene todo lo que está dado contemporáneamente con el tema en la conciencia. Contiene, por consiguiente, lias retenciones y los recuerdos que remiten a la constitución original del tema actual y las protenciones y expectativas que remiten hacia posibles desarrollos ulteriores del tema. Además, todo lo que está vinculado con el tema en síntesis

97 En el análisis de las formas de conocimiento y la adquisición continua de conocimiento; véase cap. 3, A, 2.

pasiva de identidad, semejanza, etc., pertenece al horizonte externo. El horizonte interno, en cambio, incluye todo lo que está contenido «en el tema» mismo; por consiguiente, los diversos elementos en que puede «resolverse» el tema, las estructuras parciales de estos elementos y su contexto total, a través de los cuales se convierten en un tema homogéneo. Utilizaremos aquí el resultado del desarrollo posterior que hizo Gurwitsch de la línea de pensamiento de Husserl.98 Como él, distinguimos entre los componentes del horizonte que pertenecen «esencialmente» al tema y los que «realmente» no tienen nada que ver con el tema. A los últimos pertenecen, por ejemplo, Jos atisbos continuos, casi siempre pasivos, de la conciencia del propio cuerpo, las percepciones que se «imponen» a ella, pero que no llegan a la tematiza- dón, tades como un ruido no muy fuerte producido en la caHe mientras uno lee un libro en la habitación, etc. Estos componentes del horizonte ie hallan, como sostuvo Gurwitsch, en relaciones puramente temporales con el tema. En el horizonte del tema, también hay asnee tos que se hallan en una conexión perceptual (perspectivas de explicitación) o un contexto de sentido (relaciones contextúales) con el tema dado en el flujo realmente presente de la experiencia. Siguiendo a Gurwitsch, llamaremos a estos el campo temático. Imposibilitados de entrar en detalle en d análisis que hace Gnrvrit9ch de lo noético y lo noemático, nos contentaremos can enunciar que el campo temático consiste en significati- vidades temáticas que implícitamente pertenecen al tema y se hallaban iniciihnente almacenadas en experiencias anteriores o están dadas en la experiencia actual.Se puede advertir «voluntariamente» el campo temático. Uno es «motivado» a no contentarse con el tema, ya que seria captado simplemente en su núcleo. La atención se desplaza más bien hacia los «detalles» (el horizonte interno) o hacia las relaciones del tema con otros temas (el horizonte externo). Se mantiene el tema principal en la captación de la conciencia, pero solo aquello que estaba pre-dado implícitamente en el campo temático es hecho explícito cu la atención. En otras palabras: el tema principal es desarrollado más a fondo en varias subtematizaciones.En generad, la diferenciación entre cambio de tema y desarrollo del nana tiene también el carácter de un tipo ideal. Solo pode- iüos hablar de desarrollo del tema en tanto el tema principal no es ehmmado 'de la captación de la conciencia. Es obvio, empero, que hay la posibilidad de que el desarrollo del tema fluya de modo más o menos notorio hacia el cambio de tema, si el tema principal es abandonado en favor de una subtematización. Los artículos de un diccionario brindan claros ejemplos. Se comienza con un artículo que parece más significativo para responder ?. un punto en discusión. Luego se siguen las implicaciones del problema inicial, consultando las referencias dadas en el primer artículo. Más tarde, leyendo otro artículo, se «descubre» un nuevo pro-blema fascinante. Suele ocurrir entonces que x olvida el problema inicial junto con sus implicaciones, y uno se detiene en los artículos que nada tienen que ver con aquel problema. Sin embargo, se ha seguido una cadena de conexiones temáticas, en este sentido, se ha «desarrollado más a fondo» el tema inicial hasta que, en cierto punto^ se ha «abandonado» el tema.Puesto que consideramos como una categoría de significatividad temática «voluntaria» el desarrollo de un tema a través de la atención dentro, del campo temático, debemos aceptar ahora cierta limitación. Si'i duda, se da eil caso de que la advertencia al campo temático y su ulterior desarrollo es «motivada». Exige un acto «voluntario». El campo temático, por otra parte, está implícitamente contenido «en el tema»; así como, a la inversa, no hay

98 Véase A. Gurwitsch, Thiorie du Champ de la Conscience.

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88 Véase cap. 3, A, 2, d, i.

ningún tema aislado, uno que ya es puesto de relieve por un campo temático. En este sentido, el campo temático tiene una historia anterior «impuesta» inalterable, por así decir. Esto significa que la dirección para el desarrollo ulterior del tema y para bu posibilidades de las subtematizaciones están, en cierta medida, pre-dadas. Mientras que el horizonte total del tema es, como ya se dijo, ilimitado en principio, el campo temático está «prácticamente» circunscrito con más o menos claridad, es decir, en vista de la historia anterior, realmente presente, de la experiencia.Debe señalarse, por último, que el desai-rollo del tema puede ser captado como un proceso de explicitación. Actúa así en el ámbito de las estructuras de significatividades interpretativas.

c. Significatividad hipotética

Las significatividades temáticas previamente exajmi nadas conr- ciemen solamente a la estructura temporal más simple del flujo de la experiencia, la que es puesta reailmente de relieve en el momento, así como los cambios temáticos realmente motivados, etc. Solo en una variante del ejemplo, cuando el hombre abandonaba «rápidamente» el viejo tema y pasaba a otro nuevo, aludimos a una estructura temporal menos simple. Hay, sin embargo, una forma de significatividad que apunta a una estructura temporal mis complicada; 'la llamaremos la significatividad hipotética. Digamos de antemano que. en la significatividad hipotética, todas las fsrmas.principales de estructuras de significatividades (no solo significatividades temáticas, sino también interpretativas y mo- tivaciokiales) se ha!lan*muy estrechamente entrelazadas. La examinaremos aquí solo porque, en todo caso, implica por fuerza una estructura de significatividades temáticas.De hecho, además, ya encontramos el problema de la significatividad hipotética al describir las formas de interrupción en la adquisición de conocimiento.88 Allí desarrollamos el problema con ayuda de un ejemplo: sentado en mi habitación, me ocupo de escribir una carta. De pronto oigo en la calle un fuerte estampido, que atrae mi atención. Interrumpo la escritura. Un estampido de tal intensidad, sobre la base de las experiencias sedimentadas en mi acervo de conocimiento, no forma parte de los suceso: típicamente «familiares» que tienen lugar en la calle; por ejemplo, el ruido de los motores de los automóviles, las voces de los hombres, etc. Hasta ahora, concierne a una significatividad temática de un género que ya fue descrito: algo no familiar surge sobre un fondo familiar. Si pongo mi «advertencia» en el suceso, sabré que probablemente fue un disparo o el escape de un automóvil. Si fue un disparo, estoy motivado hacia ciertas reglas de conducta. Voy a la ventana, no noto nada fuera de lo cfimún y, sobre esa base, elimino dicha posibilidad como improbable. Este caso se asemeja evidentemente al tercer ejemplo de Carnéades: «¿serpiente o cuerda enrollada?». En ambos casos, estoy motivado a efectuar un «giro de inspección» del tema. ¿En qué medida es «hipotético» este tipo de significatividad?Los disparos están ordenados en mi acervo de conocimiento como sucesos típicamente importantes que habitualmente requieren ciertos modos de conducta. Este elemento de conocimiento se acopla asi a ciertas significatividades motivacionales. Tal acoplamiento es de un tipo especial. Al suceso X corresponden los modos de conducta Y y Z. Esto es, Y y Z son «neutralizadas», pero de tal modo que pueden ser «activadas» de nuevo, en cualquier momento, por X. Pero ocurre que no puedo decir con certeza sub-jetiva si X se produjo o no. Solo sé que el suceso podría ser |del tipo X. Dicho en términos estrictos, por consiguiente, el suceso me «impuso» una significatividad hipotética. Si el suceso fue un disparo, entonces fue

temáticamente significativo (o sea que mi advertencia obligada no fue «superflua»), y es, por ende, moti- vacionalmente significativo. Pero si, después de los pasos de explicitación necesarios, resulta que el suceso no fue un disparo, entonces ia significatividad temática de tipo motivacional del suce-so es contradicha retrospectivamente.Nuestra conducta en el mundo de la vida cotidiana está, en gran medida, co-guiada por significatividades hipotéticas. Nuestra acción es frecuentemente ajustada para originar situaciones en que es posible determinar si una significatividad hipotética debe ser convertida en una significatividad «válida» o debe ser considerada nula. Si tales confirmaciones o contradicciones son independientes de nuestra acción, a menudo se debe simplemente «esperar». Entonces, las expectativas de sucesos futuros, ignorando todas las otras estructuras de sentido que las caracterizan, son también ajustadas para descubrir si un suceso pasado, hipotéticamente significativo, fue «realmente» significativo o no. Por último, muchas «precauciones» o «medidas de seguridad» rutinarias se originaron en significatividades hipotéticas. A menudo «no es posible permitirse» suspender las reglas de conducta hasta que los hechos del caso estén definitivamente establecidos. Naturalmente, también IPS

estructuras de significatividades hipotéticas tienen gran importancia er» ia acción social, sobre todo en la acción institucionalizada.Con todo, corresponde decir algo acerca de la estructura temporal de las experiencias y su relación con las significatividades hipotéticas. La significatividad hipotética es ahora «realmente» significativa, dado que no es posible decir con certeza si la «hipótesis» se confirmará o no en el futuro. La diferencia con respecto a las significatividades no hipotéticas consiste en el hecho de que la captación realmente presente del tema es, por así decir, trans-puesta al futuro, y, por ende, a un futuro en el que la significatividad hipotética realmente presente será «pasado», con lo cual habrá demostrado ser «realmente» significativa o no. Caracterizaremos mediante la expresión modo futuri exacti a la es-tructura temporal de tales experiencias, qu« cumplirá una función importante en la descripción de la acción en general.8*La significatividad hipotética se entrelaza de muchas maneras con las estructuras de significatividades motivado nales. Ya se dijo que un tema hipotéticamente significativo motiva dertos modos de conducta, pero también debe observarse que 'las posibilidades de confirmadón o contradicdón (futura) de un tema hipotéticamente significativo no debe tener la misma ponderación subjetiva. Esto depende, en parte, del conjunto de tipos almacenados en el acervo de conocimiento: la experienda ha indicado que algunas significatividades hipotéticas se presentan, algunas más a menudo, otras menos, como «realmente» significativas. Pero uno puede temer la confirmación de la significatividad hipotética; la puede ansiar o quedar neutral ante ella. Según la biografía y eí «carácter», se puede «estar en guardia contra todo lo posible», o ser habitualmente «demasiado perezoso», o «correr el riesgo» por el placer del peligro, etc.

3. Significatividad interpretativa

a. Coincidencia rutinaria entre el tema y los elementos del conocimiento (significatividad interpretativa €Ímpuesta»)

La descripción de la significatividad temática «impuesta» y «voluntaria» giraba alrededor de procesos por los cuales un tema es impuesto a la condenda o recogido en actos motivados da conciencia. Pero, ¿qué sucede una vez que un tema está «allí»?

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Al dirigir la advertenda hacia un tema, no lo captamos como único y sin relación con otras experiencias. Así como el tema está constituido para la conciencia, es llevado a coincidir con elementos «significativos» del conocimiento. Aquí tratamos, obviamen- - te, de algo diferente de la significatividad tqmática. Lo llamaremos la «significatividad interpretativa».El concepto de «interpretación» debe ser entendido con amplitud. Podemos distinguir dos formas principales de significación interpretativa, de las cuales solo una supone exp'¡citaciones en sentido estricto. Un tema puede ser rutinariamente coincidente con elementos del acervo de conocimiento suficientemente familiares y seguros. Aquí, «suficientemente» significa: lo suficiente para el dominio de la situación dada. En tal caso, no hay problemas y las experiencias siguen como antes. Solo si no se produce una coincidencia adecuada, en este sentido, entre el tema y el elemento de conocimiento, el flujo rutinario de la experiencia vacila y el tema se convierte en un problema. Este debe ser resuelto; el tema, explicitado. Con la coincidenda rutinaria, la «interpretación» es automática. No se produce ninguna explicitaciónexpresamente judicativa en la cual el tema por una parte, y los elementos significativos del conocimiento por la otra, sean captados separadamente por la conciencia para ser «comparados» entre sí. Esta forma de significatividad interpretativa pertenece a la categoría de las significatividades «impuestas». Si el tema se convierte en un problema, surge entonces un motivo para una explicitación más o menos expresa que «juzgue» paso a paso. En este caso, hay implicada una significatividad interpretativa «motivada». No hace falta destacar que esta distinción también tiene un carácter típico-ideal. Diversas transiciones van desde la coincidencia totalmente automática hasta la explicitación clara y expresa, en la cual se comparan el tema y los elementos del conocimiento, hasta que puede lograrse un juicio fundado de semejanza, similitud, etc.Aunque la significatividad interpretativa no es, por lo tanto, idéntica a la significatividad temática, se halla sin embargo estrecha y sistemáticamente asociada con ella. Esto concuerda, en general, con el sentido de la significatividad interpretativa; toda interpretación presupone estructuras temáticas de significatividades. El entrelazamiento de esas estructuras es, sin embargo, muy especialmente claro en la coincidencia rutinaria entre el tema y los elementos del conocimiento. En este caso, la significatividad interpretativa no se incorpora por separado a h percatación consciente, sino que se presenta ya interviniendo en la constitución del tema. Para una investigación más detallada de esta forma, volvemos al ejemplo ofrecido por Carnéades. *Cuando el hombre entra en la habitación, un objeto no familiar atrajo su vista. Lo que se puso de relieve como algo n¡\ familiar en un ambiente familiar se presentó en distintos atisbos visuales como una forma más o menos definida. Desde el comienzo, sin embargo, fue experimentado no simplemente como algo visualmente captado y no familiar que, por así decir, tenía «acciden-talmente» esa forma particular, sino más bien como «un objeto en el rincón, quizás una soga enrollada», o como «un objeto en el rincón, quizás una serpiente». El tema coincide automáticamente con ciertos elementos del conocimiento, tal como se constituye en los atisoos visuales en cuanto Objeto perceptual. Se lo experimenta como algo típico. En el ejemplo de Carnéades, no obstante, hay dos posibles tipificaciones en mutuo conflicto, de modo que no tiene importancia cuál de las dos se presentó «.primero». El tema se hace problemático y exige una explicitación paso a paso. Por consiguiente, tal como está, el ejemplo pertenece al segundo nivel de la significatividad interpretativa. Podríamos, naturalmente, ignorar el hecho de que no hay ninguna coincidencia adecuada; pero tal vez sea menos confuso tomar otro ejemplo. Supongamos

que el hombre entra en una habitación oscura y tropieza con un objeto duro. La significatividad temática se «impone» una vez más; aquí, hasta en un sentido palpable. Al constituirse el tema, surge automáticamente una coincidencia con un tipo que está presente [on hand] y se halla exclusivamente libre de contradicción y acumulado en el acervo de conocimiento: un mueble.En ambos niveles de significatividad interpretativa —el de la coincidencia automática y el de la explicitación del problema- solo se toman ciertos elementos ded conocimiento, o sea que la mayoría de los elementos presentes en el acervo de conocimiento siguen carentes de significatividad. El hombre sabe, por ejemplo, que el sol sale por el Este, que dos más dos es igual -a cuatro, que los carniceros venden salchichas, que Jos patos son aves, que el vino dulce no le cae bien (para tomar solo unos pocos elementos de su acervo de conocimiento). Ninguno de ellos es efeotivizado en la situación dada. Otros elementos se presentan «por sí mismos». A veces, experiencias anteriores de objetos similares son efectivizadas en su individualidad, pero sobre todo se presentan las tipificaciones de objetos de dimensión, forma, color, similares D, en los casos límites, iguales. Es obvio que estas tipificaciones son el resultado de experiencias individuales sedimentadas, que ya no hace falta activar por separado.La significatividad interpretativa tiene, entonces, un carácter notablemente doble. Por un lado, hay ciertos aspectos del objeto percibido; más en general, ciertos elementos temáticos son puestos de relieve, son «ofrecidos» y son significativos para la interpretación. Por otro lado, hay ciertos elementos del acervo de conodmiento— y, en verdad, en este preciso momento, estos y no otros— que están dentro de la captación del tema actual y son significativos para la interpretación. No todos los aspectos del tema ni todos los elementos del conocimiento son significativos para la interpretación, o son significativos de manera similar.De ningún modo es cierto que todos los elementos del conocimiento «pasen junto» al tema en algún orden de secuencia, hasta que se llega al elemento de conocimiento «pertinente». Las experiencias son sedimentadas en el acei vo de conocimiento según su ti- picidad. Un tema determinado, con sus determinaciones, activa sólo elementos típicamente similares del conocimiento. Estos son puestos en coincidencia con el tema y sus determinaciones en un suceso.Hay que investigar aún más exhaustivamente lo que se entiende por coincidencia rutinaria. Para ilustrar el proceso, podría decirse que ciertos elementos del conocimiento son «elegidos» y «mantenidos ante» el tema, como, por otro lado, ciertos elementos temáticos que son puestos de relieve son llevados «a un acuerdo» con los elementos del conocimiento. Al hacerlo, hay que cuidarse de presumir que intervienen necesariamente actos de con-ciencia (en el sentido estricto de actos del ego) en los procesos a través de los cuales el tema es puesto en correlación con elementos del conocimiento. Como lo señaló Husserl en Erfahrung und Urteil, este tipo de procesos pertenecen a las esferas pre-!predica- livas; forman la base para una explicitación judicativa.80 La percepción realmente presente (el tema presente) evoca temas del mismo tipo sedimentados en el acervo de conocimiento. La coin-cidencia se produce en una síntesis pasiva.Debe insistírse una vez más en que la coincidencia entre el tema y los elementos del conocimiento no tiene que ser «total». La coincidencia «total» implicaría que el objeto es reconocido nuevamente como el mismo, y de este modo requeriría una síntesis de identidad. Se trata de un caso limite que no carece, en verdad, del importancia, pero no hace falta que lo sigamos tratando aquí. Además, el tema, como ya se dijo, puede ser puesto en coindden- 'cia con objetos recordados del mismo tipo, con lo cual la individualidad de estos objetos se convierte en un futuro individual. La coincidencia solo concierne entonces a semejanzas típicas. El caso más importante para nosotros es el más

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frecuente en la orientación de la vida cotidiana: la coinddenda entre el tema y el tipo acumulado en el acervo de conodmiento. La reladón con expe riendas específicas anteriores es, en este caso, «indirecta», en tanto el tipo está sedimentado precisamente en esas experiendas anteriores. En todos estos casos se producen transiciones graduales de la coinddenda a la coinddenda parcial y a la falta de coinddenda.La «medida» de la coincidencia debe bastar para el dominio de la situadón real, como lo indica daramente el modo en que se entrelazan las significatividades interpretativas y motivadonales. Sj la coincidenda es sufidente en este sentido, dicha suficienda nnnca llega a ser captada como tal por la conciencia. La expe-rienda sigue rutinariamente. Solo en el caso negativo, cuando la coiiüádemia as insuficiente y, por ende, cuando surge un problema, llega esta circunstancia a 'a condencia. Como se mostrará más adelante, la metida y sufidencia de la coincidencia se constituyen como dimensiones más o menos expresas de los procesos de explicitación que son instituidos sobre esa base.De lo dicho se desprende que, en la estructura de la significatividad interpretativa, la significatividad inequívoca y la no-signifi- catividad inequívoca representan solamente casos límites. En la coinddencia rutinaria, parece no tener sentido hablar de elementos más o menos significativos de conocimiento. Un árbol es experimentado como un árbol si el flujo de la experiencia sigue rutinariamente y sin interrupción. De hecho, será más fácil en el análisis de los procesos expresos de explidtación desarrollar la tesis de que ia significatividad interpretativa puede serio «más o menos».

b. La explicitación de un problema (significatividad interpretativa «motivadas>)

En el análisis de la explicitación de un problema, podemos remontamos a los resultados de diversas investigaciones anteriores. Tal es el caso, ante todo, de la descripdón de la coincidencia

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rutinaria entre el tema y los elementos del conocimiento. Gomo ya se indicó, las explicitaciones expresas de problemas se fundan en procesos automáticos de las esferas p re-predica ti vas. Además, ya nos hemos encontrado con la cuestión referente a cómo el flujo rutinario de la experiencia se interrumpe, y cómo esto constituye un problema. Ocurrió cuando nos ocupamos por primera vez de la relación entre lo que se da por supuesto y lo problemático,*1 y después cuando analizamos la adquisición de conocimiento y, especialmente, las interrupciones en esta adquisición.*2

Ya hemos intentado describir en esos lugares los procesos que están en la base de la solución del problema, una vez que se lo ha puesto de relieve. Esto fue posible solo en un grado limitado, sin una definición de las estructuras de significatividades situadas en la base de esos procesos. Antes de pasar a tal definición, queremos resumir brevemente los resultados de esos análisis.Surge un problema cuando una experiencia actual no «encaja» fácilmente en un tipo presente en el acervo de conocimiento (y, en verdad, en el nivel de la significatividad situacional determinada por el tipo). O sea que puede surgir un problema cuando no se logra ninguna coincidencia rutinaria entre el tema y los elementos del conocimiento. También puede surgir, sin embargo, cuando la experiencia encaja en un tipo presente pero la deter-minación del tipo no basta para el dominio de la situación; es decir, si los procesos de explicitación sedimentados en el tipo fueron interrumpidos «demasiado pionto». Puede presentarse también un problema cuando, sobre la base de una experiencia real, adquirimos conciencia ds la incompatibilidad («contradicción») entre Hos elementos del conocimiento que hasta ahora coexis-

• tían de manera presupuesta en el acervo de conocimiento. Esto ocii rre, entonces, cuando un tema realmente presente debe sei; puesto en coincidencia con dos elementos del conocimiento quo se presentan como significativos, pero estos elementos son recíprocamente incompatibles. Con ayuda del ejemplo de Carnéades, podemos ahora proseguir con los procesos de la explicitación de problemas.¿Cómo se produce una coincidencia entre el tema «objeto en el rincón» y el elemento de conocimiento «soga enrollada típica»? En este ejemplo, es sobre todo la forma percibida del objeto lo que concuerda con la forma tipo «soga enrollada». Por consiguiente, la dimensión del orden de los elementos de la totalidad percibida coinciden con el tipo. Así, por ejemplo, el «mismo» ordenamiento de elementos, con un decuple incremento en el tamaño, ya no sería compatible con el tipo «soga enrollada». El entrelazamiento de diferentes experiencias anteriores sedimentadas en el tipo se hace ya claro. Por accidente, el hombre del ejemplo puede no haber visto nunca una soga enrollada, pero es probable que haya visto sogas en otros ordenamientos: anudadas,

sueltas, extendidas, etc. Por otra parte, puede no haber visto rollos de sogas, sino solo de lana. Ambas tipificaciones son compatibles entre sí e interpretativamente significativas en su uso combinado («soga enrollada») para la percepción actual. En cambio, otras características similarmente percibidas de ese objeto —su color, por ejemplo— carecen de significatividad en relación con el tipo «soga enrollada». El hombre puede haber visto sogas enrolladas de diferentes colores, de modo que, sin duda, ciertos colores pueden haber aparecido en su experienda más a menudo que otros. Pero, puesto que todos los colores son compatibles con leí tipo «soga enrollada», el color del objeto perdbido no tiene una significatividad interpretativa inmediata. El objeto del rincón podría, por consiguiente, exhibir un color que el hombre del ejemplo nunca ha visto en una soga, sin que esta circunstancia sea incompatible con la interpretación «soga enrollada». Por otro lado, es preciso

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señalar que si el objeto del rincón tuviera un color que el hombre experimentó como «de muy frecuente apa- ridón en sogas», esta circunstancia sustentaría la interpretación «soga enrollada». Además, para mayor exactitud, si dos tipificaciones —«soga enrolladas y «serpiente»— fueran «igualmente pro-bables» sobre la base de las significatividades interpretativas «más importantes», una interpretadón de «segundo orden», tal como el color, podría contribuir a la decisión. Por último, si el hombre del ejemplo únicamente vio siempre sogas enrolladas amarillas, podemos presumir que el color también sería, para él, del primer orden de significatividad interpretativa. Pertenecería psencial-! mente a la determinación de tipo «soga».En general podamos dedr, por lo íanto, que la significatividad interpretativa, tanto «impussta» como «motivada», conduce a la coincídenda entre aspectos recíprocamente «activadores» de un tema y las determinaciones de elementos del conodmiento. No todos los momentos temáticamente significativos son interpretativamente significativos; en todo caso, no tienen por qué serlo. Y no todas las experiencias sedimentadas en el acervo de conodmiento son significativas, sino solo aquellas cuyas determinaciones típicas son compatibles con el tema. Por lo tanto, estamos en condiciones de decir ya, sobre la base de estas consideraciones, que la significatividad interpretativa es una fundón del acervo vigente de conocimiento y, por consiguiente, de la biografía del individuo.En derto sentido, la significatividad interpretativa se halla también situacionalmente condicionada. Supongamos, en primer lugar, que hubo una coincidencia entre el tema y el tipo «soga enrollada». ¿Qué credibilidad tiene esta interpretación? Esto se vincula con las diversas significatividades interpretativas de «segundo orden», por así decir, algunas de las cuales remiten a toda la situación. Si el hombre entra en la cabina de un barco, el tipo «cabina» es totalmente compatible con el tipo «soga enrollada». La expe-riencia «objeto en el rincón de esta cabina» puede ser interpretada con suma credibilidad como una «soga enrollada»; es decir, como una «soga enrollada en la cabina». El hombre del ejemplo puede haber tenido a menudo tales experiencias y estar totalmente familiarizado con ellas. En este caso, es incluso muy probable que el objeto del rincón, aunque no sea inequívocamente deter-minado en la primera percepción (como sucedió también con ]og otros objetos de la habitación), sea experimentado mediante coincidencias rutinarias. No habría que introducir para nada el tema de la atención. Esto es así aunque el tema, por otras razones, haya sido puesto de relieve como necesitado de explicitación. Por ejemplo, si el hombre hubiera llevado consigo a un niño, y este le (hubiera preguntado: «¿Qué hay allí?», la interpretación «una soga enrollada» se habría presentado con la mayor «evidencia». Debe observarse que, debido a la relativamente escasa determi- nabilidad del objeto en la primera percepción, está siempre presente la posibilidad de que, en el curso de experiencias ulteriores y con mayor determinación del tema, sea necesario eliminar esa interpretación. Solo si la interpretación tuvo desde el comienzo una elevada credibilidad, no se presenta ocasión o motivo para una ulterior explicitación. Esto significa que, en tal caso, la interpretación es eliminada solamente si se introducen significatividades temáticas adicionales (la «soga enrollada» se mueve) que son incompatibles con la interpretación inicial.Estudiaremos ahora la dependencia situacional de da significatividad inteiy.-etativa mediante otra variación del ejemplo. Supongamos que el hombre no entró en la cabina de un barco, sino en la habitación ¿le un amigo que es marino de profesión. Como, basándose en sus experiencias anteriores, el hombre no entr? en la* habitaciones (inclusive las ocupadas por marinos) con la expectativa automática de hallar una soga enrollada entre los objetos de la habitación, mesas, sillas, etc., no se produce ninguna coincidencia rutinaria. El objeto en el rincón atrae su atención. Al advertir el tema, se produce

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nuevamente una coincidencia con ciertos elementos del conocimiento: el tipo «soga enrollada» no contiene determinaciones que sean incompatibles con las determinaciones realmente presentes, perceptibles e interpretativamente significativas del objeto. Al mismo tiempo, la determinación Jel tipo es suficiente (no hay por qué inquietarse por una sogn. enrollada) para resolver el problema presente, dando por sentado que la interpretación sea lo bastante creíble. ¿Qué credibilidad tiene esta? El hombre ya estuvo en esa habitación una vez, pero no vio ninguna sog£. enrollada. En su experiencia, no es usual que los marinos se lleven a casa sogas enrolladas. Por otro lado, sin embargo, muchas personas se llevan a casa todo objeto concebible; tal vez lleven, de vez en cuando, sogas enrolladas. Puesto que los marinos utilizan sogas enrolladas en su profesión, quizá la probabilidad de que las lleven a su casa sea mayor que en el caso de otras personas. 'Resumiendo lo dicho: la interpretación «soga enrollada» es compatible con el tema, y además tiene, dentro de la situación total típica, cierta credibilidad suficiente en esa circunstancia. ¿Qué significa «en esa circunstancia»? Supongamos, un poco artuicial- mente, que la única otra interpretación posible fuera «serpiente inofensiva» (en un país donde no hay serpientes venenosas), aunque esta interpretación parezca algo menos creíble (la casa está en una zona donde no hay serpientes). Así, aunque el hombre no esté subjetivamente seguro de que fuera una simple soga enrollada, ninguna de las otras posibilidades de interpretación menos creíble es amenazadora. Aunque la interpretación resulte falsa, no se requieren medidas especiales. Aun cuando la interpretación «soga enrollada» contenga todavía la estipulación de que otras determinaciones del objeto podrían resultar incompatibles con el tipo «soga enrollada», la cnedibilidad de esta primera inr terpretación es suficiente en estas circunstancias.Variemos aún más el ejemplo. Imaginemos que se trata de una habitación con la que un hombre ha estado familiarizado durante algún tiempo. La situación total cambia. Sabe con absoluta certeza que no llevó a su casa una soga enrollada, y que es sumamente improbable que otras personas puedan haber tenido acceso a su habitación. Esto, hasta ahora, ha sucedido una sola vez, y el intruso fue un ladrón, que se llevó algo y, seguramente, no dejó una soga enrollada. El tema, sin embargo, es compatible en su determinación actual con el tipo «soga enrollada». Esto significa que esta interpretación es «posible» en principio, pero tiene una credibilidad muy pequeña en la presente situación total. ¿Qué sucede ahora? Básicamente, vuelve a ser concebible que el hombre deje de lado el problema sin resolverlo. Teniendo en cuenta las circunstancias aducidas en la situación total (objeto no familiar en su habitación no iluminada), esta posibilidad es sumamente improbable.Presumamos, con Carnéades, que el hombre es de carácter ansiosa Sería inconcebible entonces que dejase de lado el problema. La solución «soga enrollada» tuvo poca credibilidad; por ende, el problema no está resuelto. El hombre busca otras interpretaciones, que sean, al menos, igualmente compatibles con Jas determinaciones realmente presentes, pero, además, posean mayor credibilidad en esta situación. Omitiremos el hecho de que si un hombre ansioso observa la presencia de un objeto no familiar en su habitación a oscuras, es probable que no comience con la interpretación «soga enrollada» si otras posibilidades más amenazadoras de interpretación son compatibles con ell tema. Dadas dos interpretaciones «igualmente compatibles» con las significatividades temáticas, la secuencia de activación mental se vincula con otra estructura de significatividades todavía no examinada: la de la significatividad motivacional. Presumamos, por consiguiente, que el hombre no adoptaría la interpretación «soga enrollada» como solución del problema, a causa de su escasa credibilidad. Se le ofrecen otras interpretaciones compatibles con el tema; por ejemplo, «serpiente enroscada», pero tampoco

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esta interpretación tiene una credibilidad muy elevada ya que la habitación estaba cerrada. Y supongamos, además, que ninguna otra interpretación

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es compatible con el tema. Hemos llegado asi nuevamente a una situación en la cual las tipificaciones «serpiente» y «soga enrollada» son «posibles» (judavóv) [possible]; es decir, ambas interpretaciones son compatibles con las determinaciones realmente presentes del tema. Esto corresponde a la situación que Caméades caracterizaba con la expresión Jiepíortaotog («torcida» o «dada vuelta»). ¿Qué sucede ahora?Las determinaciones interpretativamente significativas del tema son compatibles primero con dos tipos almacenados en el acervo de conocimiento; pero ambos contienen más determinaciones que las percibidas hasta ahora en el tema real. Las significatividades interpretativas del tema no bastan para la elección entre las dos tipificaciones interpretativamente significativas que se ofrecen. Si ignoramos la situación total, las dos son «igualmente posibles». El acervo de conocimiento como tal bastaría, en verdad, para la solución del problema; es el objeto de experiencia el que no está suficientemente determinado. Por consiguiente, el problema sólo puede ser resuelto cuando se determinen aspectos defl tema que no fueron captados inmediatamente o no pudieron serlo en la situación original. El proceso de explicitación (ftEQufóEUoig) debe ser llevado adelante hasta encontrar en el tema determinaciones que sean compatibles con las determinaciones interpretativa-mente significativas del tipo A, pero no del tipo B. Hay que lograr una mejor iluminación del cuarto, o tomar un palo y golpear el objeto. Entonces, si con más luz es discemible en el objeto el dibujo tipico de la piel de una serpiente, o si el objeto comienza a moverse «solo», las determinaciones ulteriores son compatibles con el tipo «serpiente», pero no con el tipo «soga enrollada», que a partir de entonces pierde toda credibilidad.De las diferentes variantes del ejemplo pueden inferirse algunas generalizaciones. En primer término, la significatividad, tanto interpretativa como temática, no existe aisladamente. En ambos casos, forma una estructura coherente. Esto es válido para ambos correlatos de la significatividad interpretativa: para los aspectos interpretativamente significativos de la experiencia real que han sido puestos temáticamente de relieve, y también para los esquemas interpretativos que se han desarrollado en el acervo de cono-cimiento sobre la base de experiencias anteriores sedimentadas de acuerdo con sus aspectos típicos. Estas sedimentaciones (y la estructura del acervo de conocimiento en general) remiten a la historia («biografía») y a las condiciones para la adquisición de conocimiento. En otras palabras: se ha «aprendido» a interpretar. Esto rige naturalmente, no solo para las explicitaciones expresas del problema, sino también para los procesos interpretativos en la esfera pre-predicativa. En cambio, el uso actual de los esquemas interpretativos está situacionalmente condicionado de modo que la captación de la situación en ¡>u tipicidad es función, por otra p>arte, del estado actual de conocimiento y, por ende, de la caiiuc- tura subjetiva de la significatividad interpretativa.Con esto queda totalmente claro por qué el adulto despierto y

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normal, por lo menos, no experimenta nada, ni aun lo que ve en un rincón oscuro, como algo simple. En la interacción de las significatividades temática e interpretativa, los elementos puestos de relieve, y el flujo de la experiencia son captados por su tipo «desde el comienzo mismo». Aunque el hombre del ejemplo de Caméades vacile entre las interpretaciones «serpiente» y «soga en-rollada», nunca se le ocurre que pueda ser un elefante, una mesa, etc. En general, la estructura de la significatividad interpretativa está determinada por el principio de compatibilidad: compatibilidad entre el tema actual (sus determinaciones, que son presentadas como «típicas») y los esquemas interpretativos del acervo de conocimiento; pero también compatibilidad entre los esquemas interpretativos en sus relaciones mutuas. Y con frecuencia es interpretativamente significativo más de un esquema. Así, un objeto puede ser interpretado como un pino albar, un árbol, o también, posiblemente, como «más un arbusto que un árbol», pero no como un poste de teléfono. El ordenamiento de los esquemas, tipificaciones y elementos del conocimiento en general, según su coherencia decreciente o creciente, ya fue descrito en el análisis de la estructura del acervo de conocimiento.®3 Aquí sollo hay que ex-traer la conclusión: los actos «motivados» de explicitación no son, además, absolutamente «libres»; están más bien «prescritos» por la situación y el tema actual, así como por el estado actual de conocimiento v el ordenamiento de los esquemas interpretativos en el acervo de conocimiento. . 'Antes de concluir el análisis de la significatividad interpretativa, nos falta aclarar qué se quiere decir al afirmar que, en situaciones dudosas, se «elige» entre interpretaciones diferentes. ¿Supone esto una oscilación entre dos temas diferentes? Esto es lo que parecen presumir muchos autores, incluyendo a Husseil.99 La cuestión puede ser otra. Si un tema se constituye como problemático, permanece en ¡a captación de la conciencia. Si se procede a una explicitación, la dirección de la atención cambia en la medida en que los elementos que hasta entonces se hallaban en el campo temático no son llevados al núcleo de Ja experiencia. En los procesos interpretativos, se «sostienen» diferentes esquemas o tipificaciones, pero ¡a atención no está dirigida primero al esquema A y luego al esquema B, sino más bien a la relación (medida y coincidencia) entre el objeto preservado como tema y el esquema A, y luego al esquema B. También se podría hablar de subtematizaciones particularizadas, situadas en el primer plano de la atención en las «comparaciones» entre el tema principal y los dos esquemas interpretativos. Como es obvio, también puede suceder que se abandone el tema principal. En este caso, ya no se trata de un proceso uniforme de explicitación, sino de cambio de tema.4. Significatividad motivacional

a. El proyecto de acción (motivación en et contexto para)

Ya ha quedado claro que, además de la» otra* do», hay una tercera estructura de significatividad: la significatividad motivacional. En la descripción de la significatividad temática, examinamos así las advertencias «rápidas» al tema y su «ponderación». Al respecto, hubo que señalar también que las temaüzaóones se relacionan con el dominio de la situación y con los aspectos biográficamente condicionados de la «personalidad». El entrelazamiento de la significatividad temática y motivacional es claramente demostrado por las significatividades hipotéticas. En el análisis de la signiíica- tividad interpretativa se mostró, además, que el flujo de la experiencia no se interrumpe, y que la coincidencia subsiste automáticamente entre el tema y los elementos del conocimiento en tanto este proceso basta para el dominio rutinario de la

99 E. Husserl, liten, vol. I, § 106-07.

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situación. Vimos por último que los procesos de explicitación propiamente dichos son impulsados hasta el punto en que el problema está «resuelto» o sea, hasta que se satisface el «ínteres» realmente presente en la situación, omitiendo los casos en que el problema no es desplazado por otros problemas nuevos, «más urgentes» o «más importantes». Todos estos enunciados remiten claramente al hecho de que las significatividades tanto temáticas como interpretativas están indisolublemente ligadas con el vínculo motivacional.Sin embargo, la distinción básica entre lai formas «impuestas» y «motivadas» de la significatividad interpretativa y temática apunta ya a la función otorgada a la significatividad motivacionai en el contexto de las estructuras de significatividades. Aquí se plantea, sin duda, la cuestión de si la significatividad motivacional como tal debe ser distinguida como una estructura separada, o simplemente considerada como un aspecto básico del ordenamiento de los niveles «motivados» y «no motivados» de significatividad en la tematización y la interpretación. Y, además, si ya se puede hablar de significatividad motivacional como una estructura separa-da, ¿no es ridículo distinguir dos niveles por analogía con las otras dos estructuras de significatividades? Solo la investigación sistemática. que nuevamente enfrenta el ejemplo de Carnéades, puede responder a estas cuestiones. Aquí queremos anticipar el resultado de esta investigación, y establecer que, en verdad, se justifica hablar de la propia estructura de significatividades motivacionales, y que esa estructura presenta dos formas, una «libre» y otra «condicionada». La primera es la cadena de motivaciones determinada por el proyecto de acción futura; la segunda es la «actitud» biográfica determinada por motivos sedimentados.En el ejemplo de Carnéades, el hombre se vio ante dos interpretaciones. Estas se manifestaban igualmente creíbles sobre la base del material temático anterior interpretativamente significativo. Por consiguiente, no pudo quedar satisfecho en la situación realmentepresente. (Aquí debemos introducir una reflexión. Ya se estableció que no se inician interpretaciones hasta que se puede «estar de acuerdo con el resultado de la explicitación». En principio, te puede hacer esto en todos los niveles de credibilidad, tal como fueron distinguidos por Caméades. Se tiene un mayor grado de interés en la certeza subjetiva si hay que decidir entre las alternad- vas «soga enrollada/serpiente» que si las alternativas son «soga enrollada/traje arrugado».) En el presente ejemplo, al hombre le «interesa», por lo tanto, poder estar, con certeza subjetiva, «de acuerdo con» una de las dos alternativas. Para él es «importante» llegar a una decisión bien fundada. Es obvio que las expresiones «interés» e «importante» no se refieren aquí a la estructura de significatividades temáticas: el tema no ha cambiado; no ha puesto de relieve nada «nuevo». Sin embargo, estas expresiones tampoco se basan en las estructuras de significatividades interpretativas: todo e>l material disponible fue evaluado, y fue precisamente así como el hombre llegó a dos interpretaciones análogamente creíbles. Por ello, las expresiones deben remitir más bien a la estructura de significatividades motivacionales. Una decisión interpretativa es motivacionalmente importante para el hombre. Esto significa que es importante para su conducta, para su acción y, finalmente, para su manera de vivir.Cuando el hombre entró en la habitación, quería irse a dormir. La necesidad del dormir le es impuesta al hombre por su cuerpo viviente, situado en el mundo. Mientras duerme, quiere estar ruti- nariamen'»' protegido de la lluvia, el frío y otras perturbaciones y peligros posibles. Por consiguiente, quiere dormir en una habitación. En el momento en que se encuentra con un objeto no familiar es interferida la realización de su intención (más o menos) vital. Si solo se tratara de una soga jnrollada, no habría entonces ninguna razón para no

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llevar a cabo su intención. La consideraría una «falsa alarma». Si la situación implicara una serpiente potencialmente peligrosa, irse a dormir estaría conectado con un peligro, en cuyo caso el hombre tendría que cambiar su intención. Su acto proyectado, la decisión de actuar de tal o cual manera, exige una decisión interpretativa. En este ejemplo, la importancia de la motivación para la decisión interpretativa se basa en un proyecto de acción futura. Podemos formular esto en términos generales: la importancia motivacional consiste en decisiones que están en el contexto de sentido de las jerarquías del plan. O sea que la significatividad motivacional sitúa la conducta en la situación petual en una relación significativa con los planes de vida y los planes co- ¿tidianos, en el caso tanto de las decisiones rutinarias anteriores como de las decisiones «extraordinarias».Examinemos más detenidamente Qa importancia motivacional de la decisión interpretativa en el ejemplo expuesto por Carnéades. De las dos interpretaciones ofrecidas como similarmente creíbles, una es motivacionalmente no significativa. En la situación actual, la soga enrollada no es peligrosa ni, por lo demás, «interesante». Si el hombre puede estar de acuerdo en que esta interpretación se

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halla bien fundada, ello significaría que la interferencia oon la intención íniríal de dormir (y la interrupción deQ flujo rutinario de la experiencia per el objeto no familiar) era «supeiflua», «injustificada». «Serpiente», por el contrario, significa peligro; en este caso, la interrupción de la rutina estaría «justificada». £1 hombre tendría que abandonar o, en todo caso, modificar su intención inicial. Habría que elaborar otros proyectos de acto.En la situación actual, empero, tal decisión permanece aún en el futuro. Por ahora, ambas interpretaciones son todavía igualmente posibles.100 El peligro, por el momento, es solo hipotético. Aquí se debe añadir otra reflexión. Naturalmente, es posible conducirse, antes de una decisión interpretativa entre dos alternativas, de modo tal de evitar simplemente el peligro hipotético planteado. El hombre podría salir de la habitación enseguida, después de advertir un objeto no familiar en el rincón. Puesto que, como sabe, tiene que dormir en alguna parte, puede tratar de pasar la noche en casa de un amigo; pero este vive en el otro extremo da la ciudad, muy lejos. Y el amigo, según sospecha, divulgaría lo sucedido. Todos se burlarían de su temor. Este desarrollo adicional del ejemplo basta para indicar que no se puede, sin límites, evitar simplemente peligros hipotéticos. A veces, un peligro hipotético postulado encontrará necesariamente un peligro hipotético que se postula como mayor; una maniobra de escape choca con la otra. Expresado formalmente: los nivele» de urgencia e importancia y el principio de «lo primero es lo primero», condicionado por la situación (finitud, corporeidad, eíc.) del hombre en el mundo, determinan las jerarquías del plan para 1¿T acción y la conducta en el curso del día y en el curso de la vida. Dadas estas jerarquía; de planes, no se pueden evitar todos los peligros posibles, meramen-te hipotéticos (en principio, ilimitados en número). Es necesario adoptar decisiones interpretativas, guías de la conducta, orientadas, poi un lado, por el acervo de conocimiento; ante todo, por las tipificaciones que contiene acerca de la probabilidad de ciertos sucesos, como los peligros («el año pasado hubo tal número de víctimas en los accidentes de tránsito»). Por otro lado, sin embargo, las decisiones son determinadas por planes sobreimpuestos («no puedo quedarme encerrado en mi habitación simplemente porque tes “peiligroso” cruzar las calles»).En general, por consiguiente, las decisiones interpretativas de este tipo adquieren gran importancia motivacional. Si bien esto no se aplica también a cada caso individual (es probable que alguna vez, al menos, se pueda escapar de serpientes simplemente hipotéticas), es válido en la mayoría de los casos para las decisiones rutinarias, en curso, vitales, cotidianas («¿Ya es hora de dormir?», «¿Hay en esta sopa un condimento que no me cae bien?», «En esta línea aérea hubo ya muchos accidentes; ¿debo viajar por ella?», «Uno puede arriesgarse a bajar por este glaciar sólo cuando hace buen tiempo. ¿Seguirá tiendo bueno?», etc.) Al realizarlo no hace ninguna falta formular expresamente que tales decisiones «ocukan» jerarquías de planes sobreimpuestas («Tengo que comer», «Quiero bajar», etc.).En consecuencia, el hombre de! ejemplo de Carnéades debe decidir si la posibilidad de que haya una serpiente es real. Para poder tomar una decisón bien fundada, debe adquirir un material interpretativamente significativo adicional. Para adquirirlo, debe modificar la situación, vale decir, sus posibilidades de observación en la situación. A tal fin, tiene que influir en el objeto en cuestión, de manera que aparezcan nuevos aspectos. Esto es, debe tocar el objeto —'la serpiente hipotética—, puesto que sabe, sobre la base de la

100 Véase cap. 3, A, 1, c.*.Víase el análisis de los motivos «para» y los motivos «porque» en El problema de la realidad social, p&gs. 50-51 y 88-89 de la versión castellana, y en Estudios sobre teoría social, pág. 24 y sigs. de la versión castellana. (N. del E.)

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tipificación sedimentada en su acervo de conocimiento, que las serpientes «reales» comienzan a moverse cuando se las toca. Para tocar el objeto, debe utilizar un palo, a fin de no exponerse al pdigro hipotético de que la serpiente hipotética lo muerda. Para poder utilizar un palo de este modo, tiene que mover eil brazo de una manera habitual, tiene que abrir y cerrar los dedos de la manera habitual, etc. No hace falta desarrollar más el ejemplo para ilustrar la intima interdependencia de los elementos específicos de conocimiento, habilidades y conocimiento de recetas que están en la base de toda acción.9® Todos los «para» en estas frases revelan un eslabón en una cadena de significatividades motivaciona- les, en la cual lo que debe hacerse motiva lo que «primero» <}ehe hacerse como su presuposición. Esta cadena de motivaciones, por consiguiente, conduce al mismo tiempo «hacia atrás», de «después» a «antes»: desde el objetivo de un acto, a través de las etapas in-termedias del provecto, hasta el comienzo del acto.*Podemos decir, por lo tanto, que el objetivo del acto (en nuestro ejemplo, la adquisición de material interpretativo adicional) motivó el acto en las fases de su duración. Al comenzar nuestras descripciones, dijimos que la decisión interpretativa es motivacional- mente importante para la conducta futura (si es una serpiente ... entonces debemos evitarla). ¿Cómo se relacionan estos dos enunciados? En la estructura temporal del flujo de la experiencia, ¿qué es lo motivado y qué lo motivante? Sin decidir de antemano acerca de la prioridad temporal o «causal», podemos decir que la relación entre elementos motivantes y motivados es recíproca. Hemos demostrado sollámente una cadena de motivarión, en la cual la significatividad de un eslabón para el otro se produce «al mismo tiempo», pero con la relación de significatividad «opuesta». Sin embargo, esta cadena motivacional puede ser contemplada desde dos perspectivas temporales diferentes. Para ampliar esto, hay que anticipar el análisis de la acción en el mundo de la vida.101

Dijimos que el objetivo de un acto motiva la proyección de este en cus diversas fases, incluyendo su comienzo; vale decir, el objetivo del acto precede a la acción real. El acto se realiza para alcanzar el fin. Este es un resultado defl acto, un futuro estado de cosas que es anticipado realmente, o sea que es un modo futuri exacti fantaseado. Tan pronto como se aloanra este objetivo, como fue explicado en el ejemplo, se pueden seguir los eslabones entrelazados de la cadena: «volviendo» desde la decisión interpretativa al movimiento de la mano que asió el palo. Cuando lo formulamos: el objetivo de un acto motiva el acto; cambiamos de lugar, hablando estrictamente, una fase del flujo de la experiencia que precede al completamiento del acto.Si volvemos al acto resultante y examinamos su curso, la cadena motivacional se nos presenta en otra perspectiva temporal. Esto, además, rige también para el caso en que, en cierta medida, «nos detenemos» en el curso del acto, pero antes de alcanzar su objetivo, y observamos retrospectivamente las fases recién dejadas atrás. Imaginemos que, en el ejemplo de Caméades, uno de los conoci -dos del hombre haya entrado en la habitación después de él. En el preciso momento en que tomaba el palo, fue interrumpido en la ejecución de su proyecto con una pregunta sobre lo que estaba haciendo. La conversación podría haberse desenvuelto aproximadamente de este modo: «Voy a golpear ese objeto con este palo». «¿Por qué lo hace»?». «Porque quiero ver si ese objeto comienza a moverse». «¿Y por qué quieres ver eso?». «Porque quiero saber si es una serpiente». En síntesis, la cadena de motivaciones, que inicialmjnte describimos con frases «para», podría expresarse en fiases «porque». Ambas frases se basan en el objetivo de un acto como elemento motivador, y aprehenden los acios parciales de las fases individuales de un acto como elementos motivados. Aunque una forma de frase parece ser

101 Véase cap. 5 [vol. II],

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«ideológica» y la otra «causal», ambas son equivalentes en sentido. La diferencia reside pura y simplemente en 'la perspectiva temporal en que se examina la cadena de motivaciones. Lo que es «teleológicamente» significati-vo cuando es visto desde el comienzo, se presenta desde el fin como «causalmente» significativo. Esta consideración nos retrotrae, por consiguiente, al anterior enunciado, según el cual la relación entre elementos motivadores y elementos motivados de lia cadena es reciproca. Debe agregarse que las frases acerca de este tipo de contexto «causal» pueden ser traducidas, en principio, a frases acerca de contextos motivacionales, asi como, por otro lado, las frases acerca de resultados «libres» pueden ser transcritas a oraciones «causales» de este iipo. Esto, naturalmente, es válido sólo en 3a medida en que supone acción humana en el sentido más restringido, es decir, en el sentido de conducta planeada.Aquí es necesario hacer una íorisideración adicional. Acabamos de determinar que las cadenas de motivación son expresables en frases «para» o en frases «porque» «ficticias» (así deseamos caracterizar las frases «porque» pasibles de ser transcritas a frases «para»). ¿Significa esto que el análisis previo del contexto moti- vacional depende esencialmente de los datas de cierto lenguaje, de (a expresión de cierta cosmovisión natural-relativa? Podemos responder a la pregunta negativamente, pero no sin reservas. En ella hay que separar dos momentos diferentes. No hace falta detenerse en el hecho, trivialmente evidente, de que todo análisis, incluso un análisis de las estructuras prelingüísticas de la experiencia, se formula lingüísticamente. Sin embargo, es inevitable cierto «enredo» lingüístico del análisis, ya que no hay ningún lenguaje «en sí», sino solo lenguajes concretos con peculiaridades semánticas y sintácticas. Hay otra consideración más importante. Como hemos visto, la acción como conducta planeada tiene una estructura sintáctica, que solo desaparece en la acción totalmente rutinizada. Puede hablarse así de acción en el sentido pleno, en contraste con la conducta «simple», solo con respecto a personas que están socializadas y son, por consiguiente, capaces de usar el lenguaje. Esto significa que la acción en el mundo de la vida está empíricamente ligada, no solo con el lenguaje «en si» (como una presuposición de proyectos sintácticos de acción), sino también con determinado lenguaje que tiene sus propias formas semánticas y sintácticas. Formalmente contemplada, la acción se funda en la estructura temporal del flujo de la experiencia. Es esencialmente independiente de las peculiaridades de un lenguaje concreto. Esto justifica nuestra respuesta negativa a la pregunta formulada.Ahora cabe agregar una limitación. Las perspectivas temporales de la experiencia en la actitud natural encuentran expresiones diversas en diferentes lenguajes r> en diferentes cosmovisiones natural-relativas. Esto se haiia suficientemente verificado por el material lingüístico y etnológico. Las perspectivas temporales lingüísticamente objetivadas influyen de manera decisiva en el pensar habitual acerca de los cursos de actos y las cadenas de motivación. Cada uno está socializado en tales formas de pensar .habitual. En consecuencia, tiene a su disposición formas lingüísticamente objetivadas de pensar habitual acerca de perspectivas temporales que están, en cierta medida, «separadas» de la estructura temporal básica del flujo de la experiencia, los cursos de actos y las cadenas de motivaciones en ellos implicadas. Con ayuda de tales formas puede explicar su propia acción, así como (la acción de sus semejantes. Junto con esto, hay la posibilidad de que se desarrollen estilos típicos para considerar cursos de actos y contextos de motivación dentro de grupos y sociedades que enfrentan situaciones típicamente similares y sobrellevan un destino típicamente similar; por ejemplo, predominantemente «teleológicos» o predominantemente «causales», típicamente «dinámicos» o típicamente «estáticos». Dichos estilos de consideración pueden, por lo tanto,

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variar históricamente de una a otra cosmovisión natural-relativa. También pueden estar socialmente distribuidos dentro de una sociedad; por ejemplo, según los estratos sociales y diversos ámb'tos institucionales.

b. La índole biográficamente condicionada de la actitud (motivación en el contexto €porque»)

Hasta ahora se ha descrito una sola forma del contexto motiva- cional: la cadena recíprocamente significativa de cursos de acto; o actos parciales, motivada por el objetivo del acto. Esa forma del contexto motivacional, según hemos visto, se expresa en frases «para», pero también puede ser formulada en frases «porque» si la perspectiva temporal en que la cadena de motivaciones es observada se desplaza. A las frases «porque» que pueden ser expresadas mediante frases «para» las caracterizamos como «ficticias». Pero, ¿hemos descrito exhaustivamente todas las posibilidades del contexto motivacionalmente significativo? ¿Son todas las frases «porque» en que se expresa esta significatividad transcribibles a frases «para»?Volvamos al ejemplo de Carnéades. Dijimos que la decisión interpretativa (serpiente o soga enrollada), actuando como un objetivo para el acto, motivó los actos (levantar el palo, golpear el objeto, etc.) que son necesarios para reunir nuevo material interpretativamente significativo (ed objeto se mueve/el objeto no se mueve). Esta decisión interpretativa es significativa para la conducta futura del hombre; es, para él, inmediata o mediatamente «vital». ,Todas estas frases sustentan, como es obvio, cierta manera de considerar las cosas. No hemos concluido la situación como no todavía definitivamente pasada, sino más bien como mutable; la hemos considerado «manipulable» dentro de ciertos límites. De modo correspondiente, la conducta ddl hombre aparece de- terminable por él, así como codeterminable dentro de los límites de esta situación del mundo de la vida. Su conducta aparece, por lo tanto, como acción potencial. Si observamos la misma situación, la misma conducta del hombre, desde la perspectiva del pasado, la situación ya no se presenta como «obvia», ni la conducta como un proyecto en el futuro. En cambio, la situación se nos manifiesta como condicionada por experiencias ya pasadas. Lo que era «libre» en relación con el horizonte futuro se ha convertido en «condicionado» desde la perspectiva del pasado.Si aplicamos al ejemplo este método de consideración, podemos decir que e! hombre quiere saber si el objeto es una serpiente porque teme a las serpientes. Si aquí pretendemos expresar la oración mediante una frase «para», tropezamos con un absurdo obvio. No tiene sentido decir que el hombre teme a la serpiente para querer decidir si el objeto es una serpiente o una soga enrollada. Aunque tal traducción fracasa, queda, sin embargo, una cuestión de significatividad motivacionaü cuya estructura se diferencia de la antes descrita. Si no temiera a las serpientes, no le interesaría una decisión interpretativa. Así, por ejemplo, no nos interesa mu- jcho decidir si un árbol que vemos entre otros árboles desde el tren, al pasar, es un pino o un abeto, pero casi siempre nos interesa establecer si el insecto que acaba de posarse en nuestro brazo es un mosquito o un insecto «inofensivo».¿ En qué reside la diferencia, en la forma anteriormente examinada del contexto motivacionai? La cadena de motivaciones fue aprehendida 'allí como determinada por el objetivo del acto; el objetivo del acto mismo aparece como motivado. En realidad, también aquí es una cuestión de desplazamiento de la perspectiva temporal. En todo caso, el desplazamiento no es ahora libre. El temor a las serpientes «precede» en cada caso al proyecto del un acto, y mucho más al curso del acto. Esta es también ía razón por la cual una transcripción al contexto «para» es en este caso imposible. Caracterizaremos tales significatividades motivacionales como contextos «porque» «genuinos».Pero, ¿qué es este miedo a las serpientes? ¿De qué manera está presente en la conciencia, y de qué manera puede actuar como motivo? ¿Y cómo se originó en primer lugar?Antes de entrar en la habitación, el hombre pensó en la anterior conversación

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con su amigo. En ningún caso pensó en serpientes, ni en el hecho de que les teme. Las serpientes y el temor a las serpientes no están continuamente en su conciencia, ni como tema ni en el campo temático que incluye todos los otros temas del flujo de la experiencia. El hombre no piqnsa que verá una serpiente en todo objeto no familiar, ni todos los Objetos de experiencia remiten, por su sentido, a las serpientes; no son, por así decir, «similares a serpientes». Tampoco al hombre registra todos Jos rincones y debajo de todas las camas para ver si allí hay serpientes. ¿De qué modo, entonces* se «dan conjuntamente» en su conciencia las «serpientes» y el temor a ellas?«Serpiente» es un tipo almacenado ¿n su .vprvo de conocimiento que se formó en sedimentaciones a partir de experiencias anteriores. En ciertas situaciones, el tipo puede ser efecti\«zado, «activado» por la significatividad interpretativa de cicUos elementos temáticos que sobresalen. Al igual que con otros elementos específicos del conocimiento y del acervo de conocimiento, este tipo también está «co-dado», hasta cierto punto, en toda experiencia, pero en una forma «neutralizada». Es llevado a la conciencia, no a través de otros objetos típicos (v. gr., elefantes), sino solamente en relaciones recíprocas con elementos típicos e interpretativamente significativos que se destacan en el tema real.'¿ Cuál es el carácter del temor a las serpientes? No es un elemento específico del conocimiento como el tipo «serpiente», riño más bien un «síndrome», que proviene de diversos elementos. El síndrome contiene expectativas típicas concernientes a sucesos hipotéticos que se presentan como más o menos «vitales» («me morderá; moriré»). Las expectativas se vinculan, por ende, con típicos «estados de ánimo», cuya intensidad está determinada por los límites de la situación en el mundo de la vida (finitud, «lo primero es lo primero», etc.), y de la jerarquía de planes biográficamente condicionada del modo de vida. Por consiguiente, la intensidad del «estado de ánimo» está apareada [covpled] a 'los diferentes grados de importancia y de urgencia. Las expectativas, relacionadas con sucesos hipotéticos, son al mismo tiempo «soluciones» a proyectos típicos para un acto («huir inmediatamente»). No hace falta destacar que los proyectos para actos, por su parte, presuponen diferentes habilidades y recetas, inmediata o mediatamente. Caracterizaremos a tal «síndrome», consistente en expectativas, significatividades hipotéticas, planes para actos, habilidades y otros elementos del conocimiento habitual, así como en «estados de ánimo», con la palabra «actitud». Aunque los distintos elementos de una actitud pertenecen a diversas dimensiones del acervo de conocimiento —y se entrelazan con estructuras de significatividades temáticas e interpretativas—, podemos decir que una actitud es, desde el punto de vista motivacional, una posesión totalmente habitual. Quedará más alaro lo que esto significa mediante una investigación de las circunstancias en que se activan actitudes.La actitud (temor a las serpientes) se activa cuando la interpretación «serpiente» se hace realmente presente con certidumbre subjetiva, o bien por coincidencia automática entre el tema y el elemento del conocimiento (tipo «serpiente»), o bien mediante procesos más o menos expresos de explicitación («este animal es una serpiente»). Se activa también cuando la interpretación tiene un carácter hipotético («podría ser una serpiente»). La actitud, por consiguiente, está «ya allí», pero solo es activada en circunstancias típicas. La posesión motivacionalmente habitual está apareada a elementos explícitos de conocimiento, o a significatividades temáticas o interpretativas. Aun en este caso, la relación es recíproca. Acabamos de decir que la actitud es activada por la interpretación. A la inversa, sin embargo, la actitud es motivacionalmente significativa en cuanto al grado de credibilidad necesario para una interpretación; en el ejemplo presente, hasta el punto ien que el hombre concuerda con la interpretación «serpiente» o «soga enrollada». Además, la

I214

actitud ya está incluida en la formación de las alternativas de explicitación: «soga enrollada/sejpien- te» en lugar de «soga enrollada/traje arrugado». Podríamos imaginar así el caso extremo de una persona que «ve serpientes» en todas partes, donde la determinación temática de los Objetos de experiencia no excluye positivamente esta posibilidad, dado su estado de conocimiento («casa», «elefante»). Pero de esto se despren- ide que, según cuál sea el motivo, la actitud interviene hasta eji la constitución del tema, y, sobre todo, en poner de relieve lo no familiar contra un trasfondo de lo familiar.Una actitud, por ende, está pronta, en circunstancias típicas, para poner en movimiento maneras típicas de conducta, así como cadenas típicas de motivación «para»; y, en verdad, de modo inmediato, sin tener que «planear» primero. Por ejemplo: si el hombre en cuestión viajara por un territorio donde sabe que no hay serpientes, entonces los objetos que antes evocaban siempre el tipo «serpiente» podrían aun aquí hacer pensar en «serpientes», y la actitud «temor a las serpientes» podría acoplarse a esto. Puesto que la aplicación del tipo entra en conflicto con las tipificaciones sobreimpuestas («territorio sin serpientes»), sería natural que posteriormente eliminara la credibilidad de la interpretación y, al mismo tiempo, «neutralizara» de nuevo la actitud. Con esto, se hace particularmente claro que las actitudes se hallan estrechamente acopladas a elementos específicos del conocimiento, y que se relacionan necesariamente con otros elementos del conocimiento en la estructura del acervo del conocimiento.Se puede comparar al hombre del ejemplo con un general que tiene un plan global a con proyectos tácticos 1, 2 y 3 listos para la situación estratégica A, y que para la situación estratégica B tiene listo el plan b con los proyectos 4, 5 y 6. Según la situación, puede poner en práctica inmediatamente el plan a o b de manetra casi automática. Examinada con mayor detenimiento, la comparación es imperfecta. En primer término, la actitud en su totalidad no es un «plan», sino, como ya hemos dicho, un «síndrome» estratificado. Este «síndrome» no fue elaborado por el estado mayor en actos explícitos de pensamiento; más bien es efl «resultado» de experiencias heterogéneas que se han sedimentado en diversos niveles de la conciencia y se hallan entrelazadas. En segundo lugar, el hombre del ejemplo debe dominar no solo situaciones con serpientes, como el general que enfrenta situaciones bélicas, sino también una gran cantidad de situaciones heterogéneas de la vida cotidiana. A pesar de su temor a las serpientes, no está «adaptar do» a «situaciones con serpientes» del mismo modo que el general lo está para la guerra, aunque, en cierto sentido, está «siempre preparado» para las serpientes.Hasta ahora, hemos procurado mostrar cómo se activa una actitud. Hay una cuestión aparentemente relacionada con esta, perc básicamente diferente: cómo entra una actitud en la conciencia. Esto replantea la distinción, tan a menudo mencionada, entre «vivir <*i las significatividades» y «contemplar las significatividades». En principio, es posible que una actitud se haya desarrollado y sea motivacionalmente eficaz sin que nunca haya sido captada reflexivamente como tal. En verdad, todo elemento del acervo de conocimiento remite a situaciones originarias de adquisición y, por ende, a «problemas» anteriores. Corno se ha demostrado,102 las sedimentaciones de la experiencia pueden ser cubiertas, en el acervo de conocimiento, por experiencias posteriores. En todo caso, de este modo se hacen inaccesibles a la captación inmediata de la conciencia reflexiva. Esto es verdad especialmente con respecto a los elementos de posesión habitual fundados en el conocimiento habitual. Además, las actitudes no se constituyen típicamente en una «sola» experiencia, por lo cual no está presente en la memoria ninguna situación

102 Véase, ante todo, cap. 3, A, 2, d.

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específica de adquisición. Es por eMo que, con frecuencia, las actitudes no contienen ningún recuerdo específico de la situación de adquisición, son difíciles de tematizar y no son accesibles sino con dificultad para la conciencia reflexiva. Sin embargo, actúan «inconscientemente» como «motivos», en la forma de contextos «porque» específicos.

Sucede así, que el actor mismo no está de ningún modo en una

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situación privilegiada para descubrir actitudes «por sí mismo», como es el caso

de las cadenas motivacionales en un contexto «para». En cambio, las

motivaciones en un contexto «porque» pueden también ser adecuadamente

captadas por observadores atentos de la conducta típica de semejantes en

situaciones típicas. Agreguemos a esto el hecho de que, en el mundo de ia vida

cotidiana, se está motivado con más frecuencia para descubrir tales contextos

«porque» en semejantes que en uno mismo, puesto que se puede orientar

pragmáticamente la propia conducta hacia tal conocimiento. Sue- Je ocurrir así

que, como espectador, se descubren a menudo en los semejantes contextos

motivacionales de esta variedad, de los cuales el semejante mismo no era

consciente. Por último, mediante laboriosas interpretaciones de tales contextos

motivacionales, mediante una sistemática acumulación de conocimiento y

tipificaciones generalizadoras, algunas personas pueden llegar también a poseer

cierto conocimiento experto en materia de motivaciones humanas. Debe verse

en esta circunstancia una base importante de Ja predilección del pensamiento

sociológico por tales contextos motivacionales cuasi-causales (dejando de lado

las consideraciones metodológicas).En el ejemplo de Caméades, tenemos un caso en el cual la actitud (temor a las serpientes) es subjetivamente tematizable. No hace falta que el hombre sea capaz de «explicar» antes cómo es que teme a las serpientes; sabe que las teme. En ciertas circunstancias, puede reflexionad acerca de este temor, y hasta tratar de reconstruir la «historia» de su actitud. En efecto; como todas las pose-siones habituales, vmo iodos los componente» del acervo de conocimiento en cuanto tales, toda actitud tiene su «historia». Es Un dato biográfico. Queremos reconsí.uirla para dilucidar el ejemplo anterior y con ello, al mismo tiempo, responder a la pregunta formulada al comienzo acerca del origen de Jas actitudes.Una vez, el niño que luego sería el hombre del ejemplo fue a pasear con su padre por ed bosque. En esa época, el niño aún no conocía las serpientes. Dentro de su acervo de conocimiento, había ya tipificaciones mediante las cuales, de acuerdo con ciertas características de forma y movimiento, podría haber descrito una serpiente como un animal, aunque no como una serpiente. Ya se había desarrollado una actitud general hacia los animales: hasta entonces, los animales que habian aparecido en su vida no eran todos peligrosos, en especial los que eran pequeños y mansos. Además, las vivencias de animales ya habían perdido su novedad fundamental, estaban rutinizadas y, en general, no eran problemáticas. Durante su paseo por el bosque, el niño vio un animal que parecía, en parte, típicamente similar a los animales que co-nocía, y, en parte, diferentes. Por ello, le prestó atención y se acercó a él. Entonces su padre gritó asustado, corrió hacia el niño y lo retuvo bruscamente.

Le enseñó que las serpientes puede» SPT venenosas (el padre sabía que no todas las serpientes pueden ser venenosas, pero juzgó prudente infundir en el niño una aversión general hacia las serpientes) y que su mordedura era peligrosa.Además, le enseñó ciertas reglas de conducta que el niño ya conocía en su tipicidad por encuentros anteriores, al menos en una forma opuesta («no tienes por qué huir de los pollos»). Así, para el niño, ciertos elementos expresos de conocimiento estaban ligados a cadenas motivacionales «para», habilidades, conocimiento de recetas y, al mismo tiempo, a cierto «estado de ánimo».Las expresiones de la actitud derivan de la situación originaría de adquisición. En nuestro ejemplo, van desde «todas las serpientes son peligrosas, casi pisé una, papá se asustó terriblemente; muy peligroso, escapar inmediatamente» hasta «las serpientes venenosas son peligrosas, si una serpiente es venenosa, mejor no acercarse», y luego hasta «en esta zona hay un solo tipo de serpiente venenosa; mejor no pasar por aquí, otras son inofensivas y útiles». Como es obvio, a estas diversas formulaciones corresponden diversas actitudes, que van desde el miedo pánico hasta el descuido total.Deben agregarse aquí otras dos consideraciones. Primero: no hay actitudes «aisladas». La situación originaria 'de adquisición ya puso la experiencia en relación con otras actitudes y dlementos del conocimiento. El niño, por ejemplo, ya había tenido experiencias desagradables con otros animales que su padre caracterizó como inofensivos. Por ello, su advertencia en este caso fue tanto más eficaz. Si, por el contrario, el niño hubiera tipificado al padre como innecesariamente aprensivo, la advertencia habría sido emitida en un contexto totalmente distinto. Segundo: hay que considerar los cambios en las actitudes que derivan de experiencias post2riorcs significativas. El niño, por ejemplo, es posteriormente ridiculizado por sus compañeros a causa de su ansiedad cuando ellos, como cosa corriente, guardan lombrices en los bolsillos, mientras el niño huye temblando. Por otro lado, quizás el niño haya ignorado las normas establecidas por su padre y, como resultado, puede haber estado a punto de morir picado por una serpiente. La actitud «temor a las serpientes» se desarrolló (y modificó) en todas esas variaciones temáticas, interpretativas y motivacionales de la situación originaria de adquisición, así como de las experiencias posteriores. La actitud funciona de manera correspondiente como un motivo «porque» en una situación realmente presente.Llegamos con esto al final de nuestro análisis de la significatividad motivacional biográficamente condicionada. Queda solo por analizar la justificación que tiene la división entre el proyecto «libre» y la actitud «condicionada» Hemos trazado esta división con suma nitidez: dijimos que los enunciados «porque» «genuino» no pueden ser transcritos en frases «para». Son métodos de consideración básicamente diferentes, y no solo desplazamientos de la perspectiva temporal. Sin embargo, ¿ no se trata, en realidad, del mismo fenómeno?El temor a las serpientes es un «genuino» motivo «porque» para el objetivo de un acto, a saber, la decisión interpretativa entre «soga enrollada» y «serpiente». Transferir el enunciado a un contexto «para» parece ridículo. A la inversa, también parece sin sentido

sostener que el temor a las serpientes funciona como un «genuino» motivo «porque», por ejemplo, para blandir él palo. Parece) asi, al principio, como si nuestra pregunta tuviera una respuesta simple: d proyecto y, con ¿1, el curso de un acto, está, motivado por el objetivo dd acto, mientras que este está motivado por medio de la actitud. ¿Significa esto que la actitud y, por ende, la forma «condicionada» de la significatividad motivacional, adquiere una prioridad esencial y que, por consiguiente, la «libertad» del proyecto es, al mismo tiempo, una ilusión del método de consideración? ¿O se pueden invertir las cosas más o menos llanamente, afirmando que toda actitud es di «resultado» de proyectos «libres», y que la «causalidad» motivacional nada tiene que ver con la acción humana? Ambos modos de expresión absolutizan un modo de consideración. Si decimos que el objetivo de un acto está motivado por la actitud, esto es válido sólo en tanto captemos d curso de un acto aisladamente. Cuando se lo examina en forma detenida, todo objetivo especifico de un acto es sólo un objetivo pardal Todo objetivo parcial, sin embargo, está en un contexto «para» con objetivos sobreimpuestos: decisión interpretativa (serpiente/soga enrollada) para poder dormir sin preocupaciones; dormir para estar descansado al día siguiente; estar descansado para poder conduir de ma-nera competente una tarea importante, etc. En resumen: los planes están insertos en jerarquías de planes, que finalmente remiten a los límites de la situadón humana en el mundo de la vida. Esto significa que inmediatamente, o al menos mediatamente, toda conducta puede ser ordenada en contextos de significatividad motivacional «libre». A la inversa, sin embargo, todo acto y toda conducta tienen en principio una «historia». Un «primer» proyecto es inimaginable, mientras nos contentemos con la descrip- dón del mundo de la vida. Fundamentalmente, toda conducta y todo acto pueden ser entendidos en contextos de significatividad motivacional «condidonada». No obstante, esta afirmación no debe ser interpretada como si los contextos «porque» fueran, en cierto sentido, más «objetivos», como si implicaran una variedad «más real» de «causalidad», por las razones ya examinadas (accesibilidad por el observador, por el científico sodal).

5. La interdependencia de las estructuras de significatividades

Como hemos visto, las estructuras de significatividades temática, interpretativa y motivacional son interdependientes. En las descripciones particulares de estas estructuras, hubo que antidpar re- petidaniente los resultados de un análisis sistemático de la interconexión de esas estructuras. Ahora se puado subsanar esta carencia. Sirven como claves dos cuestiones reladonadas entre sí. ¿Cómo fundonan las estructuras de significatividades en la constitu- dón de una experiencia, de una conducta? Y, .de modo corres

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pondiente, ¿cómo funcionan en ¡a activación del acervo de conocimiento a mano en el dominio de una situación efectiva? Y, además, ¿cómo funcionan las estructuras de significatividades en la sedimentación de una experiencia como elemento de la estructura del acervo de conocimiento?Una experiencia se constituye originariamente al dirigir ia propia atención a un tema bien circunscrito en la situación actual. Esta es la condición para la adquisición de conocimiento. El análisis de la significatividad temática demostró que un tema puede introducirse en la propia atención, que se «impone» dentro de la* situación efectiva. Esto puede ocurrir cuando lo no familiar es puesto de relieve dentro del marco de lo familiar, como resultado de «saltos» de uno a otro ámbito de realidad con estructuras fini-tas de sentido, como resultado de cambios en la tensión de conciencia en el flujo de experiencia dentro del mismo ámbito de realidad, o cuando la atención es impuesta socialmente.®9 Por otro lado, empero, la advertencia al tema puede estar «motivada». Esto sucede particularmente en los cambios de enfoque «abruptos», cuando se abordan situaciones más o menos no familiares, en interrupciones de la rutina y reiniciaciones de los cursos de actos dentro del plan cotidiano, y en el desarrollo de temas dentro del marco de un «programa de trabajo».103

Por lo dicho, la interdependencia de las tres estructuras de ¡>igni- ficatividades surge claramente en la constitución originaria de una experiencia. Las significatividades motivacionales, en forma de# actitudes, influyen en la determinación inicial de la situación y, por consiguiente, «dirigen» la atención (ignorando las advertencias «motivadas»). Las significatividades motivacionales, especial- m mente en forma de cadenas de motivaciones «para», cumplen una importante función en las anticipaciones «abruptas» y en los cambios de tema, en especial en el cambio de tema rutinario dentro del marco de «programas de trabajo». Además, está claro que un tema nunca es puesto de relieve como tal sin aJgún tipo de determinaciones tipificadoras; aquí funcionan, por consiguiente, las significatividades interpretativas. Y con el desarrollo temático, la diferencia entre significatividades temáticas e interpretativas puede mantenerse solamente para los fines del análisis.Un tema desarrollado a partir de esto puede coincidir rutinariamente bastante bien con los elementos de conocimiento que están suficientemente determinados con respecto a la actitud predominante y a las cadenas de motivaciones «para» en efl curso del ao- to.104 Por otra parte, si no hay una coincidencia rutinaria con los elementos del conocimiento, que están presentes con suficiente determinación y familiaridad dentro del acervo de conocimiento, el tema actual es experimentado como un problema que exige explicitación. En otras palabras, surge un motivo para la explici-

tación del tema actual. Este motivo puede derivar de una actitud específica (temor a las serpientes) o puede relacionarse con la cadena motivacional de un proyecto específico para un acto (¿cómo derribo este árbol?). El motivo para la explicitación puede ser también de un tipo general, si se lo puede remitir a una cesación en las idealizaciones del mundo de la vida; por ejemplo: si las protenciones automáticas o expectativas expresas que caracterizan una fase del flujo de la experiencia son radicalmente desmentidas en fases subsiguientes, como si se las hiciera «explotar», entonces 'lia idealización del mundo de la vida dell «y así sucesivamente» que está en la base de esos sucesos se detiene. Podemos recordar aquí el ejemplo de la parte anterior y posterior del hongo, utilizado en el primer capítulo. Aunque de ello no resulte ninguna actitud específica (relacionada con ed hongo) y ningún proyecto específico (relacionado con el hongo) para un acto, la experiencia actual (del hongo)

103 Víase cap. 3, B, 2, b.104 Víase cap. 3, B, 3, a.

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se haae problemática. Podemos caracterizar mejor la actitud no específica que funciona como motivo para la cesación de esta idealización mediante la expresión «curiosidad». Esta deriva de un inüerés en mantener las idealizaciones del mundo de la vida. Análogamente, esto sucede también con la idealización «puedo volver a hacerlo». Esta se basa en habilidades, en una conducta determinada por el conocimiento de recetas, en cadenas rutinizadas «para» de motivaciones en general. Si surge una resistencia imprevista en el uso de las habilidades o en el completamiento de cadeiias rutinizadas «para», «si el asunto no marcha como debería», «s^ las cosas no resultan», tino trata de restaurar la rutina, de «poner las cosas en orden», sin consideración alguna por el interés real específico en el tjominio de la situación. Este interés motiva, según aquello c. lo cual concierne, modos de conducta «experienciales», una «rectificación» de ciertos miembros de la cadena de motivación «para», o también, en cierta medida, «la preparación por condicionamiento» en el caso de las habilidades. Si observamos la situación desde la perspectiva del1 pasado, experimentamos un problema, enunciado en general, como necesitado de una explicitación sobre la base de actitudes específicas o aun generales. Si observamos !a situación desde el punto de vista, de la'«apertura» al futuro, podemos mostrar, de modo correspondiente, que surge un problema como resultado de la orientación de la experiencia o de la conducta de! acuerdo con un proyecto específico para un acto, o también según ía posibilidad de cualquier actuar.El problema que exige explicitación efe interpretado, en cuanto lo que temáticamente se pone realmente de relieve es «comparado» con los elementos «disponibles» del conocimiento («resultados» de la interpretación de problemas anteriores). Estar articulado con referencia a «problemas de conducta» específicos significa: en el curso de un acto, se procura vencer las resistencias por medio de habilidades y recetas «disponibles» y hasta modos «experimentales» alternativos de conducta. Por una parte, los procesos de explicitación consisten en desarrollo del tema, subtematizaciones y

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búsqueda «motivada» de material interpretativamente significativo que no era accesible en la situación en la cual se originó el tema. Por otra parte, dichos procesos consisten en «sondear» elementos de conocimiento más o menos significativos (tipificaciones y esquemas de interpretación). La interpretación puede set proseguida hasta que lo no familiar sea suficientemente familiar; vale decir, hasta que la resistencia imprevista sea satisfactoriamente superada. Las expresiones «suficiente» y «satisfactorio» se refieren, como es obvio, al motivo de explicitación prevaleciente, realmente presente. Los procesos de interpretación, sin embargo, tam-, bien pueden ser interrumpidos antes de la satisfacción del motivo actual para proceder a una explicitación; por lo tanto, antes de que el problema sea «resuelto». Así ocurre si se introduce en el flujo de la experiencia problemas «más importantes» o «más urgentes». Se trata de problemas inducidos por actitudes (es decir, que se orientan hacia planes) que en la jerarquía de las significatividades motivacionales se superponen a las actitudes (o planes) con los que se relaciona el «viejo» problema. Por supuesto, esta manera de introducir nuevos problemas puede ser «impuesta», o puede estar vinculada con los contextos motivacionales ru- tinizados de! plan cotidiano y la manera de vivir.En síntesis: en el desarrollo de un problema que exige explicitación, tanto como en la dirección que toma dicha explicitación, y en la conclusión o interrupción de los procesos explicitativos, se manifiesta con claridad que la estructura de la significatividad motivacional se entrelaza muy íntimamente con la estructura de la significatividad interpretativa. No hace falta subrayar que toda interpretación presupone tematizaciones anteriores y que, por otro lado, en el curso de una interpretación pueden incorporarse nuevos temas al flujo de la experiencia.¿Y qué sucede con la sedimentación de la experiencia en el acerve de conocimiento? Las experiencias que no son presentadas como problemas que exigen explicitación no introducen ningún elemento nuevo de conocimiento en el acervo de este. Tampoco modifican las estructuras de significatividades o elementos de conocimiento (tipificaciones y esquemas de interpretación) que participan en su constitución. En todo caso, no modifican expresamente las determinaciones de los elementos del conocimiento en cuestión. En contraste, «confirman» ía aplicabilidad típica de esos elementoí del conocimiento, y corroboran la eficacia de las estructuras de significatividades. Esto significa que las determinaciones de los elementos afectados del conocimiento (p. ej., las ca-racterísticas de un tipo) se hacen más familiares y más incuestionables. Y, además, significa que las habilidades se coordinan mejor, y que ías recetas se hacen más presupuestas, las actitudes más «firmes» y las cadenas de motivación «para» más «automatiza- clis». En otras palabras: las experiencias que se depositan rutinariamente en el acervo de conocimiento contribuyen a la rutini- zación de elementos expresos del conocimiento, la extensión del ámbito del conocimiento habitual y el reforzamiento de las ruti-ñas ya existentes. Finalmente, este proceso tiene repercusiones en las significatividades temáticas, que están en la base de tales experiencias: estas pierden cada vez más su carácter «bien circunscrito», y pueden sumergirse totalmente en el trasfondo de lo totalmente familiar y ser presupuestas en el flujo de la experiencia. Algo distinto ocurre con las experiencias problemáticas que requieren explicitación. Toda interpretación, ya sea concluida o interrumpida, «definitiva* o «provisional», condujo a un «resultado». Este resultado agrega «nuevos» elementos al acervo de conocimiento o modifica los elementos ya presentes. Dado que no se puede establecer un «cero absoluto» para el estado de conocimiento, hasta los «nuevos» elementos de conocimiento pueden ser considerados como variantes de los ya presentes. En todo caso, sucede que las estructuras de significatividades cuya eficacia quedó demostrada en la aplicación de ciertos elementos del conocimiento a la constitución de una experiencia problemática, o no problemática, también determinan la sedimentación de la experiencia implicada en un «lugar» correspondiente de la estructura del acervo de conocimiento; vale decir, en un conjunto de tipos, esquema interpretativo, receta de conducta, cadena motivacional «para» rutinizada, actitud, habilidad, etc. Naturalmente, esta afirmación general no se aplica de igual modo a las experiencias no problemáticas que a las problemáticas. Las primeras no requieren mayor dilucidación, más allá de lo dicho; pero las segundas necesitan una aclaración más detallada. Aquí es útil la distinción entre la

constitución politética de una experiencia y la captación monotética de su «sentido. Ya se ha señalado con insistencia que el sentido poli fóticamente constituido de las experiencias puede ser ^posteriormente captado en una aprehensión monotética. Apliquemos esto a nuestro problema. Lc6 procesos de explicitación que conducen a un «resultado» interpretativo tienen un obvio carácter politético; las estructuras de significatividades que toman parte en ellas operan paso a paso. Tor consiguiente, lo que resalta como temáticamente significativo en una fase de¡- terminada de la adquisición de conocimiento puede ser presentado en las fases siguientes como «no esencial»; por ejemplo, como determinaciones que es posible variar libremente, al contrario de la presunción inicial inherente a un tipo. Los intentos de interpretación que se manifiestan en una fase de los procesos de explicitación, para llevar a una solución del problema, pueden ser presentados en fases siguientes como «callejones sin salida». En síntesis, las significatividades eficaces en una fase determinada de la adquisición de conocimiento pueden ser presentadas en fases posteriores como no significativas. En este caso, son desplazadas por las significatividades que han conservado su «validez» hasta la «última» fase. Solo estas muestran el resultado de la explicitación, su «lugar» en la estructura del acervo de conocimiento.Esta circunstancia tiene otras consecuencias. La aplicación del resultado de la explicitación como un elemento del conocimiento en el dominio de una situación realmente presente, típicamente similar, está determinada solamente por aquellas estructuras de significatividades que conciernen al resultado final de la explicitación, su sentido monotético, y no por todas las estructuras de significatividades que están más o menos en la ba'e del proceso politético de explicitación. Esto es válido también para la captación reflexiva del sentido de un elemento del conocimiento, tanto en la actitud natural como en las actitudes más o menos teóricas. Las significatividades «valoradas» han sido salteadas, y ya no surgen «por sí mismas»; pero el motivo para intentar una reconstrucción politética de la adquisición de conocimiento se halla habitualmente ausente. Al considerar este «desplazamiento», puede dejarse como problema abierto el grado en que tales reconstrucciones son posibles mediante las estructuras de signifioativi- dades «finalmente válidas». En todo caso, lo que se ha vuelto carente de significatividad es un «lastre». Estrictamente hablando, hay que distinguir los siguientes niveles de operación de las estructuras interdependientes de significatividades. Primero: las significatividades temáticas que, en conexión con Jas estructuras de significatividades interpretativa y motivacional, determinan la constitución originaria de una experiencia. Segundo: las significatividades motivacionales que, en conexión con las estructuras de los tipos temático e interpretativo, pueden hacer problemática una experiencia. Tercero: las significatividades interpretativas que, en conexión con las estructuras de significatividades temática y motivacional, determinan la «dirección» de los procesos de explicitación. Cuarto: las significatividades motivacionales que, en conexión con las estructuras de significati'ddades interpretativa y temática, provocan la conclusión o interrupción de los procesos expJicitativos. Quinto: los tres aspectos mutuamente dependientes de la significatividad no «desvalorizados» en el curso de la explicitación, que guían la sedimentación del resultado de la explicitación en la estructura del acervo de conocimiento. Sexto: las estructuras de significatividades que dan origen a la aplicación del elemento sedimentado del conocimiento en el dominio de nuevas situaciones realmente presentes, con lo cual se cierra el círculo y estamos nuevamente en el primer punto. Y si queremos utilizar la distinción entre «vivir en las significatividades» y «contemplar las significatividades», debemos agregar finalmente las estructuras de significatividades que se destacan en la aprehensión reflexiva de la conciencia de un elemento del conocimiento «ya constituido».Con estas exposiciones, queda en claro una vez más el carácter íntimamente entrelazado de las tres estructuras de significatividades. Ya se ha subrayado suficientemente que a ninguna de las tres corresponde ningún tipo de prioridad, y así lo corroboran estos enunciados. No tendría sentido decir que, en el flujo de la experiencia, cualquiera de las tres estructuras de significatividades es eficaz «en primer término». Solo en ‘la reflexión puede aparecer una u otra «en primer término», en cuyo caso puede ser captada como la significatividad «fundamental», mientras que las otras dos aparecen como condicionadas por ella. Extraer la con-clusión de que le corresponde una prioridad «esencial» sería injustificado. Sin entrar en una crítica de posiciones (como las del pragmatismo, el

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opeiacionalismo o hasta el idealismo ético), cabe señalar que estas posiciones pueden ser caracterizadas por el hecho de que determinan tales prioridades con demasiado apresuramiento.

[C]. La tipicidad 1. Acervo de conocimiento, significatividad y tipicidad

Ya se ha dicho algo acerca de la conexión entre la familiaridad de los elementos del conocimiento y los tipos incluidos en el acervo de conocimiento,105 pero no se pudo ofrecer un análisis exacto de la tipicidad. Aún no habían sido investigadas las estructuras de significatividades que están en la base del acervo de conocimiento y su conjunto de tipos. Recién ahora, después de analizadas las primeras, se puede reanudar el examen de la tipicidad. Hemos distinguido ya las dos formas principales de familiaridad. Por un 'lado, está la familiaridad basada en el hecho de que los objetos, personas, etc., son reconocidos nuevamente, y lo son, en verdad, como los «mismos» que ya se habían dado en experiencias anteriores. Esta forma de familiaridad se basa, como dijimos, en el «sector concreto de la memoria». Por otro lado, hay una forma de familiaridad en la cual los objetos, pegonas, propiedades y sucesos no son captados como los «mismos», sino como objetos, personas, propiedades o sucesos previamente experimentados y «similarmente» determinados, con lo cual las estructuras de significatividades predominantes en la situación actual no exigen ninguna determinación que trascienda esta «semejanza». Esta forma de fa-miliaridad reposa, por consiguiente, en el conjunto de tipos del acervo de conocimiento. Las nuevas experiencias son determinadas mediante un tipo constituido en experiencias anteriores. En muchas situaciones de la vida cotidiana, el tipo basta para el dominio de la situación actúa!. Naturalmente, el «sector concreto de la memoria» y la forma de familiaridad en él basada se fundan en el conjunto de tipos del acervo de conocimiento. Esto se debe a que los objetos, personas, etc., reconocidos, fueron en algún momento experimentados «por primera vez». Al hacerlo, como es obvio, no lueron captados simplemente en su existencia fáctica, sino también, al mismo tiempo, en su típico «ser de tal y tal modo». Después de este resumen de la descripción anterior de la relación de tipicidad y familiaridad,106 es menester investigar la relación de

105 Véase cap. 3, A, 3, b, ti.106 Ibid.

104 Véase cap. 3, 3. 3.

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la tipicidad con las otras dimensiones de la estructura del acervo de conocimiento y, sobre todo, con la determinación de los elementos ded conocimiento. Pero antes, debemos preguntamos qué es un tipo, cómo surge y qué conexión tiene con las estructures de significatividades.Todo tipo del acervo de conocimiento del mundo de la vida es un contexto de sentido «establecido» en experiencias del mundo de la vida. Dicho de otro modo: el tipo es una relación uniforme de determinación sedimentada en experiencias anteriores. Ahora hay que explicar en detalle este enunciado.Del mismo modo que los elementos del conocimiento en general, el tipo se constituye como una «unidad» de determinaciones, en una situación «originaria» de adquisición. Lo que se dijo acerca de la génesis de los elementos del conocimiento como tales, y lo que se puso de manifiesto acerca de la estructura de significativi -dades que está en la base de esa génesis, rige también, naturalmente, para las tipificaciones. La situación de adquisición está determinada por significatividades motivacionales. El individuo entra en la situación con una actitud particular, y sus experiencias son incorporadas a la cadena de motivaciones de un contexto específico «para». En la situación de adquisición, se pone de relieve un tema. Esto puede hacerse coincidir rutinariamente con elementos interpretativamente significativos del conocimiento, y 'la situación puede ser dominada rutinariamente, en cuyo caso se 'lleva a cabo la captación del núcleo de experiencia mediante determinaciones en procesos «automáticos»; pero si, por las razones ya expuestas,104 no se produce ninguna coincidencia rutinaria, surge un problema. En los procesos de explicitación que entonces se úii- cian, son captadas posibilidades de determinación que no estiban todavía en la captación de la conciencia en el campo temático, es decir, en el horizonte interno y el horizonte externo temáticamente significativos del núcleo de experiencia. Esto ocurre sólo en 'la medida en que se manifiestan como interpretativamente significativos en la situación actual, de acuerdo con el estado vigente de conocimiento. Los procesos de explicitación —como ya se aclaró en el análisis de la significatividad interpretativa— originan, por consiguiente, una relación «simultánea» y recíproca entre lo que ha sido puesto de relieve temáticamente y Jas posibilidades de determinación que son significativas para el dominio de la situación, y que, en experiencias anteriores, han sido depositadas en el acervo de conocimiento. Si se produce una coincidencia adecuada entre estos dos aspectos de la significatividad interpretativa, se «resuelve» un problema.A través de toda «solución de un problema», algo «nuevo» pasa a ser, en consecuencia, algo «viejo». Lo «viejo» consiste en las posibilidades de determinación ya presentes en el acervo vigente de conocimiento, en un contexto establecido, interpretativamente significativo («cuadrúpedo», «mueve la cola», «ladra»). Lo «nuevo», por el contrario, consiste en la captación activa de las posi-bilidades de determinación que estaban inicialmente «ocultas» en el tema, que habian sido pasadas por alto y que, en la situación actual, han demostrado ser interpretativamente significativas («muerde»). La «nueva» determinación ingresa en la relación de determinación; se «establece» un contexto de sentido entre las determinaciones que antes eran significativas y las que ahora pasan a serio: se constituye un tipo («perro»: cuadrúpedo, mueve la cola, ladra y muerde).En otras palabras: de una solución situacionalmente adecuada para una situación problemática, surge un tipo mediante la nueva determinación de una experiencia que no pudo ser dominada con ayuda del acervo de conocimiento ya presente. Aquí esto significa: con ayuda de una «vieja» relación de determinación. Podemos, en consecuencia, concebir un tipo como una línea demar- catoria que pasa entre las determinaciones explicitadas sobre la ba.- se de las estructuras de significatividades «hasta ahora existentes» (que están en un contexto de sentido) y las posibilidades en principio ilimitadas para la determinación de la experiencia. El contexto de sentido de las determinaciones se «establece» por medio de las significatividades temáticas e interpretativas predominantes en la situación de adquisición, actuando al unisono con las significatividades motivacionales. De esto se desprende que no puede haber tipos como tales, sino solo tipos orientados hacia problemas. Todo tipo contiene una referencia a su constitución, el estado «originario» del problema, que a su vez se cons-tituyó mediante las tres estructuras de significatividades actuando al unísono. En

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consecuencia, todo tipo tiene una «historia», que abarca desde la situación «originaria» de adquisición hasta la aplicación actual. Antes de aclarar este punto debemos examinar otra implicación fundamental dei análisis anterior.En 'la constitución de un tipo, debe presuponerse ya un acervo de conocimiento, por exiguo que este sea. El análisis descriptivo no puede ser llevado hasta un estado de «cero absoluto» del conocimiento. Solo teóricamente es posible construir tal estado. Sin embargo, también debe tenerse en cuenta que ninguna experiencia puede ser pensada como «pretípica». En cambio, debemos, con Husserl, concebir la experiencia y el tipo como «igualmente originarios».107 Así, todo tipo es, en términos estrictos, solo una variación de tipificaciones ya disponibles, por simples y poco definidas que sean (p. ej.: comestible/desagradable, penoso/placentero, etc.). Tales variaciones pueden ser triviales, y pueden conducir solamente a un tipo superior de determinación para el tipo ya presente. También pueden conducir a una división dei tipo en subtipos. En realidad, no podemos hablar de un «nuevo» tipo sino cuando la relación inicial entre 'las posibilidades de determir nación queda disuelta y se establece un nuevo contexto de sen" tido entre posibilidades de determinación «ya» típicas.Otra implicación del análisis anterior es que no puede haber ningún tipo «definitivo» en el acervo de conocimiento del mundo de la vida. Todo tipo formado en un estado de problema «originario» es utilizado en posteriores situaciones rutinarias y estados problemáticos. Si continúa mostrándose adecuado para d dominio de las situaciones, puede ser relativamente «definitivo». Se tradar da al ámbito del conocimiento habitual, y su aplicación puede volverse totalmente «automática».Aquí debemos indicar la relación del conjunto de tipos con las dimensiones de la estructura del acervo de conocimiento. Hemos visto que los tipos almacenados en el acervo de conocimiento se vinculan directamente con los grados de determinación de los elementos del conocimiento. En todo caso, la relación de los tipos con los niveles de credibilidad ya ha sido examinada. Ahora solo hay que agregar que las tipificaciones de géneros complejos y, por ende, los tipos como relaciones de determinación también pueden ser más o menos creíbles, y que están en relaciones de compatibilidad entre sí. Cuanto más creíble es un tipo, con tanto mayor frecuencia será «confirmado» y tanto más compatible será con otros tipos y elementos del conocimiento, así como tanto más «definitivo». De ahí que, para nosotros, las tipificaciones como «árbol», «perro», etc., sean relativamente «definitivas»; pero hasta las tipificaciones relativamente «definitivas» pueden ser presentadas luego como «provisionales», y en un doble sentido, en verdad. Primero: un tipo que hasta ahora se ha demostrado verdadero una y otra vez puede aparecer, en una nueva situación problemática, como insuficientemente determinado. Segundo: la relación de determinación, aun de tipos relativamente «definitivos», puede tener que ser resuelta o parcialmente resucita. En algún momento, nuestros antepasados tuvieron que modificar radicalmente el tipo «ballena» (que contenía la determinación «pez»); pero aun en el estado vigente de un acervo de conocimiento del mundo de la vida subjetivo, algunas tipificaciones llevan el subíndice de provisionales. En la cons-titución originaria del tipo, en verdad, algunas determinaciones del contexto de sentido pueden aparecer como menos creíbles, o ser cuestionadas en experiencias posteriores. En caso de que ninguna decisión acerca de la significatividad interpretativa alcance tal determinación, o en caso de que , la determinación cuestionable no pueda lograr un grado superior de credibilidad, no es necesario, por cierto, descartar totalmente el tipo. Su uso contiene, sin embargo, la significación subjetivamente captable de ser «provisional».

2. Tipicidad y lenguaje

Hasta ahora se ha dejado de h o la función del lenguaje al examinar la constitución y estructura de la tipicidad. Esto estuvo justificado en la medida en que la constitución de tipos, así como la estructura de tipos, es concebible en principio sin lenguaje, deigual modo que pueden concebirse también, en cierto sentido, experiencias «prdingüísticas». Esto es válido de dos maneras. Primero: las relaciones de fundación son tales que la estructura del lenguaje presupone la tipificación, pero no a la inversa.

107 [E. Husserl, Erfahrung und Urteil, § 83a-fr.]

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Segundo: los esquemas tipificad ores empírico-genéticos también pueden ser demostrados positivamente en niños que todavía no hablan.Lo anterior no dice nada fundamenta] sobre la relación entre d lenguaje y el tipo. Cada uno nace en una situación donde el lenguaje —o, más exactamente, cierto lenguaje— ya le es dado como componente del mundo histórico social. El 'lenguaje es algo que el niño tiene que aprender. Le es transmitido por semejantes; en primer lugar, por aquellos que están en relaciones especialmente inmediatas de cercanía vivencial.108 El lenguaje es un sistema de esquemas tipificadores de la experiencia, basado en idealizaciones y anonimizaciones de la experiencia subjetiva inmediata.108

Estas tipificaciones de la experiencia separadas de la subjetividad son objetivadas socialmente, con lo cual pasan a ser un componente de lo a priori social previamente dado al sujeto. Para la persona que crece de manera normal en la actitud natural, la tipificación se entrelaza muy íntimamente con el lenguaje. Podemos describir brevemente los aspectos principales de este entrelazamiento.Los esquemas significativos de experiencia predominantes en una sociedad, o la cosmovisión natural-relativa, son «imitados» por el ordenamiento del lenguaje en campos semántico-sintácticos. El lenguaje «contiene», dentro de un sollo medio objetivador homogéneo, los resultados de la constitución de tipos y la variación de tipos que han sido acumulados durante muchas generaciones y han demostrado ser dignos de confianza. Todo tipo adquiere un «valor posicional» en el ordenamiento semántico del lenguaje mediante te objetivación lingüística. Esto#significa que los tipos están inmersos en un contexto de tipoí. que se halla aún más ampliamente separado que el tipo individual de la experiencia subjetiva inmediata. Al mismo tiempo, esta inmersión significa que la constitución de tipos y la variación son acumulativas dentro del sistema;o sea que el cambio de «valor posicional» que afecta a un tipo tiene consecuencias para el «valor posicional» de otros tipos dentro del sistema. Para el tipo incluido en el acervo subjetivo de conocimiento, esto tiene consecuencias decisivas. Sin duda, durante el desarrollo Hel niño hay tipificaciones prelingüísticas. Sin duda, para el adulto también hay determinaciones típicas, que operan en la experiencia subjetiva sin ser lingüísticamente objetivadas. La capacidad de formar tipos recíprocamente dependientes en una sucesión de etapas presupone el lenguaje como un sistema socialmente objetivado de sentido. Los procesos de explicitación que se emprenden expresamente son imposibles sin el ordenamiento semántico y las infinitas posibilidades sintácticas de combinación en el lenguaje.La gran mayoría de las tipificaciones del mundo de la vida se objetivan lingüísticamente. Todo lo que es típicamente significativo pora el individuo ya fue, en su mayor parte, típicamente significativo para sus predecesores y, por consiguiente, ha depositado sus equivalentes semánticos en el.lenguaje. En síntesis: puede concebirse al lenguaje como la sedimentación de esquemas experien- ciales típicos que son típicamente significativos en una sociedad. Se puede considerar a los cambios en el sentido de un lenguaje como consecuencia de cambios en la significatividad social de determinados esquemas experienciales. Muchos de estos pierden su significatividad y desaparecen del lenguaje «vivo»; nuevos esquemas adquieren significatividad suficiente para los individuos, grupos, clases, etc. Esto origina nuevos campos de sentido, es decir, la remodelación de aquellos que están ya más presentes.Es evidente que, en gran medida, un lenguaje históricamente pre- dado alivia ai individuo de la responsabilidad de la formación independiente de tipos. En el lenguaje, como elemento pre-dado de la situación biográfica, el mundo está pretipificado. Subsiste la posibilidad de constitución separada de tipos; pero aun aquí el lenguaje desempeña un papel decisivo, ya que establece ios tipos desarrollados a través de la objetivación de sonidos y la inmersión en «matrices» semánticas. La recíproca relación entre el lenguaje y la tipificación es un factor importante en la formación del pensamiento y la conducta habituales.Así, la formación originaria del lenguaje es impensable sin la capacidad subjetiva para la constitución de tipos. La presupone fundamentalmente. Al mismo tiempo, no obstante, un lenguaje históricamente dado tiene significación decisiva para el origen subjetivo de los tipos, en cuanto, por un lado, contiene tipos ya constituidos que se aprenden, mientras que, por el otro, estabiliza los tipos formados independientemente.

108 Véase cap. 4, B, 1-2.

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Podemos decir, por consiguiente, que el ordenamiento semántico de un lenguaje corresponde en gran medida a los esquemas experienciales típicamente significativos dominantes en una sociedad. Por lo tanto, corresponde asimismo, en gran medida, al conjunto de tipos incluido en el acervo subjetivo de conocimiento del individuo socializado en determinada sociedad y determinado lenguaje.

3. Lo atípico

En !a formación de toda experiencia bien circunscrita, en verdad,lo que se pone temáticamente de relieve es captado en sus determinaciones típicas. Hablando estrictamente, solo se podría imaginar una «primera» experiencia como completamente atípica, mientras que una captación ya tipificadora integra todas las experiencias «siguientes» mediante la comparación con las determinaciones recordadas de la «primera» experiencia. La distinción entre experiencia, suceso, acto, etc., típico y atípico, que encontramos en la actitud natural, no es disparuuiúa, pero sí tan ambigua que el

problema de lo atípico en el mundo de la vida exige un breve examen.Primero: podemos hablar de lo atípico si en el flujo experiencia! de la atención se introducen significatividades temáticas que no tienen equivalente en las tipificaciones ya sedimentadas en el acervo subjetivo de conocimiento vigente. O sea que, como se demostró en ei análisis de las estructuras de significatividades, la coincidencia entre el tema real y los elementos potencialmente significativos del conocimiento no es suficiente para el dominio de la situación en cuestión. Es obvio que, en este punto, determinaciones típicas (p. ej., cualidades de forma, orden temporal, etc.) son también captadas en el tema (sucesos, objetos, etc.). Estas determinaciones no bastan para captar el tema actual en su contexto concreto haciendo justicia, al1 mismo tiempo, a la situación. La razón de esto es que no puede encontrarse en el acervo de conocimiento ningún contexto de determinación establecido en experiencias anteriores, ningún tipo en el sentido restringido, que pueda llegar a una coincidencia interpretativa con el contexto concreto de las significatividades temáticas reales. Por eso ed tema (el suceso, el objeto, etc.), en su realidad presente, es experimentado como atípico. Está claro que la experiencia es atípica solo en relación con el estado vigente del acervo de conocimiento biográficamente articulado; pero el tema sigue siendo fundamentalmente tipificable. Si se hace de la experiencia atípica el tema de los actos de explicitación, puede «establecerse» un contexto de determinación, un tipo, que sea «adecuado» para el tema concreto, y que baste para ei dominio de la situación actual. 3i, por ejemplo, se me acerca silgo que es captado como un animal sobre la base de su forma, su movilidad, etc., típicas, el tipo «animail» no es suficiente. Aunque sean captadas las determinaciones «cuatro patas», y «cuernos», no puedo ordenar el animal en ningún subtipo presente en mi acervo de conocimiento (búfalo, vaca, etc.), pues contiene una determinación incompatible con los subtipos presentes (cubierto de escamas). Sin embargo, no puedo contentarme con la caracterización general «animal», porque no sé si ese animal es peligroso o no. El animal es «atípico»; es decir, no corresponde a un tipo situacionalmente adecuado establecido en experiencias anteriores. Es evidente, además, que aquí se halla presente una forma de signi-ficatividad hipotética: el animal «atípico» podría ser peligroso: en consecuencia, soy motivado a conducirme como si lo fuera, hasta que pueda tomar la decisión interpretativa de si es realmente peligroso o no. Si en los actos siguientes de explicitación experimento que se trata de un animal totalmente inofensivo, de una especie conocida, ya no.se me presentará como «atípico» en el futuro. Segundo: podemos hablar de un tipo menos «radical» de lo atípico. Supongamos que un tema (objeto, suceso, etc.) es captado, no solo en algunas determinaciones típicas, sino también en un contexto de determinación hasta ahora captado como adecuado (p. ej., como planta oceánica). Características imprevistas surgen en el tema realmente presente, que es percibido primero como representante típico de esta especie, siendo atípicas sus características en relación con el anterior contexto de determinación. Aquí hay que distinguir dos posibilidades principales. En primer lugar, las de-terminaciones atípicas pueden ser compatibles con el tipo ya instituido (p. ej., ia planta oceánica cambia de color en poco tiempo bajo la influencia del sol). En este caso, el tipo ya instituido se enriquece solamente con nuevas determinaciones típicas («muchas plantas oceánicas cambian de color bajo la influencia del sol»). En segundo lugar, sin embargo, la determinación atípica puede ser incompatible con el contexto de determinación ya instituido («el objeto se mueve»). En este caso, debe modificarse radicalmente el anterior contexto de determinación («hay algunas plantas que se mueven»), lo cual significa que se modifican las amdiciones mismas para la compatibilidad. Hay, además, otra posibilidad. Si deben considerarse inmutables las condiciones para la compatibilidad en el estado actual de conocimiento, el contexto de determinación antes constituido se disuelve, y otro nuevo se reconstruye (el tipo «planta oceánica» ya no incluye el subtipo, en el cual lo ordené hasta ahora, y a cuyos representantes atribuí movilidad). La «línea demarcatoria» entre contextos de determinación se desplaza, en consecuencia, porque la movilidad es radicalmente «atípica» para un tipo; vale decir, incompatible con él, pero no para otro. Como ya fue expuesto, el tipo es un contexto de determinación en el cual se suprimieron las posibilidades no significativas para la determinación de experiencias concretas. Toda experiencia concreta debe contener.,

108 Véase cap. 2, B, 6.

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por consiguiente, elementos «atípicos». Agregúese a esto que toda experiencia integra el flujo de la experiencia en un lugar singular y es, por ende, «irrepetible», con 'lo cual ya exhibe características «atípicas». En la actitud natural1, donde predomina el motivo pragmático, estos aspectos «atípicos* —o sea singulares e irrepetibles— de las experiencias, no presentan, en general, ningún interés. En cambio, la correspondencia entre las experiencias concretas reales y el contexto típico de determinación mismo es típicamente significativa. Pero en la rutina del experimentar cotidiano, especialmente en «situaciones excepcionales» y, sobre todo, en las transiciones a otros ámbitos de realidad con estructuras finitas de sentido —en particular los ámbitos religiosos— dependo de la singularidad y la irrepetibilidad de la experiencia, pero no de su tipicidad. Otra complicación es que ciertos «sucesos aislados» biográficos pueden ser socialmente tipificados. Esto es evidente, por ejemplo, en los ritos de pasaje. Lo que no es repetible en la biografía subjetiva puede ser socialmente pretipificado.108

4. Tipicidad y predicción

En la actitud natural, el acervo de conocimiento del mundo de la vida sirve, sobre todo, al propósito de determinar y dominar situaciones actuales. Como lo ha mostrado el análisis de las estructuras de significatividades que determinan la constitución y la estructura del acervo de conocimiento, esto supone la utilización rutinaria del conocimiento habitual sedimentado de experiencias pasadas o la explicitación y reexpJicitación de experiencias y situaciones anteriores. El acervo actual de conocimiento opera, por consiguiente, como una pauta «automática» de conducta o como un esquema interpretativo expreso. La determinación y el dominio de las situaciones reales también suponen una orientación hacia el futuro. Hasta ahora, no hemos examinado sistemáticamente el papel del acervo de conocimiento en este proceso. Soío en la descripción de las estructuras de significatividades —ante todo en e¡l análisis del contexto motivacional «para»—, se hizo referencia a algunos aspectos de la orientación futura de la conducta cotidiana.. Pero ahora, después de haber investigado el conjunto de tipos incluido en el ace-vo de conocimiento, podemos abordar esta cuestión: cómo tiene lugar el conocimiento acerca de sucesos futuros en la actitud natural de la vida cotidiana.Primero, hay que distinguir dos aspectos de esta cuestión intimamente relacionados entre sí. Por qué se anticipan sucesos futuros, y por qué interesa anticipar ciertas experiencias o situaciones como posibles o imposibles, probables o improbables, son cuestiones que remiten fundamentalmente al sistema de significatividades subjetivo que guía al individuo en la actitud natural de la vida cotidiana. Ya tocamos esta cuestión al analizar la sic«iificatividad hipotética y la motivacional. Los elementos dados iiimutables del mundo, los contextos «causales» de las relaciones «Qbjctiv.as». son experimentados subjetivamente en la realización de planes como trabas o como medios para alcanzar fines. En su carácter de «ámbito» de aplicabilidad» para las idealizaciones del «y así sucesivamente» y e'l «puedo volver a hacerlo», estas relaciones ocupan su lugar en las jerarquías subjetivas de planes en la forma de conocimiento acerca de lo impracticable y lo impuesto, acerca de las condiciones límites y posibilidades de la acción, acerca de las presuposiciones de lo factible y lo alcanzable. En el marco de estas condiciones limitativas, se está bajo la presión de diversas urgencias (que son determinadas por el motivo pragmático predominante en la actitud natural); interesa, ante todo, la predicción de los propios actos; más exactamente, el resultado de las propias intenciones; pero como los propios actos están insertos en los contextos de actos de los semejante; y en las consecuencias impuestas de sucesos «naturales», interesa, al mismo tiempo, la predicción de las relaciones sociales y naturales que están más o menos fuera del control de la propia acción.Qué se anticipa y cómo se lo anticipa son cuestiones a las que se debe responder con ayuda de una investigación más detallada de la estructura del acervo de conocimiento y su conjunto de tipos. Antes de pasar al problema de la predicción en el sentido exacto de la palabra, queremos recordar que toda experiencia está «orientada hacia el futuro». Con referencia al análisis husserliano de la

conciencia del tiempo interior, se ha destacado ya, en la descripción de la estructura temporal del flujo de la experiencia, que toda fase real de duración interior contiene también, además de retenciones de fases que acaban de transcurrir, protenciones de fases futuras. Estas protenciones nunca están totalmente vacias de contenido, sino que son más o menos específicas sobre la base de las idealizaciones del mundo de la vida, o sea que están llenas de tipificaciones automáticas que derivan del ámbito del conocimiento habitual. Como ya se expuso, mientras las protenciones automáticas no son «refutadas» en el flujo futuro de la experiencia no se produce ninguna interrupción del flujo rutinario. Es evidente que el «contenido» de las protenciones consiste en tipificaciones, no en anticipaciones de sucesos singulares e irrepetibles, vivencias, etc. Las protenciones están más o menos indeterminadas, pese a su «plenitud de contenido», y los aspectos inciertos dé las protenciones están «llenos», a su vez, de los aspectos «singulares» e irrepetibles de la experiencia concreta actual. Si se habla de una «refutación» de protenciones, esto se refiere entonces a significatividades temáticas «atípicas», «inesperadas», pero situacionalmente signifi-cativas, de la experiencia efectiva.Las protenciones automáticas no son realmente «predicciones». Estas últimas presuponen actos sintácticos del pensar, cuyo «contenido» deriva de elementos explícitos del acervo de conocimiento. No hace falta subrayar que la predicción se funda en protenciones, que las tipificaciones utilizadas en la predicción se basan en tipificaciones automáticas. Como en las protenciones automáticas, tampoco en las predicciones expresas son captado' los aspectos «singulares» e irrepetibles de los sucesos futuros, sino solo la posibilidad, la probabilidad, etc., de secuencias típicas, relaciones típicas, métodos típicos de actuar, etc., que se hacen nuevamente verdaderos. Es obvio que, estrictamente hablando, las experiencias no puedeu repetirse. No puede haber dos experiencias «idénticas», puesto que toda experiencia tiene necesariamente una expresión biográfica «singular». Dos experiencias «similares» en su tipicidad difieren ya únicamente en su «valor posicional» biográfico, según que se hayan insertado antes o después en el flujo de la experiencia. Están necesariamente en un contexto de sentido diferente. Aunque deje-mos de lado todos los otros cambios posibles en el acervo de conocimiento y el «envejecimiento», la segunda experiencia se diferencia de la primera por el hecho de que se la puede hacer coincidir con los aspectos interpretativamente significativos que se sedimentaron, a partir de la primera experiencia, en el acervo de conocimiento. A través de esto, la segunda experiencia puede ser reconocida como «similar» a la primera. En el momento de la segunda experiencia hay, por consiguiente, un acervo de conocimiento disponible que la diferencia, mediante el elemento E, si no, en definitiva, mediante alguna otra cosa del acervo de conocimiento que estuvo disponible en el momento de la experiencia E.I o dicho acerca de las experiencias en general también es válido, naturalmente, para los actos. Si consideramos dos actos «similares»,

Hxi y Hx2, debe observarse lo siguiente: Hxlt que comenzó en la situación Sxít

conduce al resultado Rxv Si ha comenzado el acto «similar» Hx2, la situación Sx2

necesariamente diverge de Sxi en que el acervo de conocimiento contiene en ella este elemento de conocimiento: Hx-i en Sxi condujo e Rxi. Este conocimiento no estaba presente en Sxi. En Sxlt el conocimiento de que el «acto típico» Hx conduce al «resultado típico» Rx tal vez habia sido transmitido socialmente, sin haber sido confirmado en las propias experiencias. Quizá se haya observado que los semejantes que realizan movimientos típicos en el agua, nadan. Se realizan los «mismos» movimientos con la esperanza de lograr el «mismo» resultado. Si esta expectativa se ha confirmado una vez, se entra en el agua por segunda vez con un nuevo elemento específico de conocimiento. Otra posibilidad, empero, es que éí acto especial Hl no haya comenzado en absoluto con el conocimiento de que Hx {Hxs, Hx2, Hx¡, etc.) conduce a Rx (Rxi , Rx2, Rx3, etc.), sino en la expectativa de que conduciría al resultado Ryi- Después del acto completo, .resulta que conduce al resultado Rxi. En en cambio, ya no se espera Ry, sino Rx. Dicho de otro modo: Ry es el motivo «para» en Si, pero en S2 el motivo «para» es Rx. La situación S2, por consiguiente, está determinada de manera diferente. La historia de los descubrimientos e invenciones «inesperados» ofrece muchos ejemplos de tales situaciones.

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La praxis de la vida cotidiana se caracteriza, en general, por estar el individuo interesado, no en la singularidad de Si, Ru Hi y £1, sino en la repetibilidad típica de S, E, H y R. En la sedimentación •> de «V, E, H y R en el acervo de conocimiento, los aspectos típicos, «repetibles» en principio, tie S, E, H y R (o sea, Sx, Ex, Hx y Rx, o Sy, Ey, Hy y Rf) son, en general, interpretativamente significativos. Por medio de las idealizaciones del «y así sucesivamente» y el «puedo volver a hacerlo», son predecibles entonces situaciones, experiencias, actos y resultados de acto; no singulares, sino típicos. Si realmente estos tienen lugar, pueden ser «atípicos» (ni Ex ni Ey, etc.) —frustran la expectativa— o pueden confirmar la expectativa en su tipicidad, de modo que se pueden omitir los aspectos necesariamente «singulares» de la experiencia, situación, etc., concreta (£1, £2, Hi, H2).Resumamos. Por medio de las tipificaciones incluidas pn el acervo de conocimiento, y sobre la base de las idealizaciones del «y así sucesivamente» y el «puedo volver a hacerlo», el acervo de conocimiento hace posible la orientación del flujo de Ja experiencia hacia el futuro. Toaa situación actual, o la conducta en ella, tiene un horizonte futuro que se llena automáticamente de contenidos típicos y típicamente significativos. El acervo de conocimiento funciona como un esquema rutinario para la conducta. Además, el acto también se orienta hacia el futuro, con lo cual cursos típicos de actos v resultados de actos son establecidos como posibles, probables o también como subjetivamente seguros. Al mismo tiempo, debe volver a destacarse que, en la vida cotidiana, no puede prer decirse nada exactamente como sucede en verdad. Lo que sucede

nunca podría haber sido exactamente predicho. Dado, sin embargo, que bajo d predominio dd motivo pragmático este tipo de predicción exacta no es, en general, significativo, mientras que son de interés precisamente los aspectos típicos y típicamente repe tibies de la experiencia y de la acción, la predicdón dei «futuro» en la actitud natural es posible y, a pesar de su carácter aleatorio, logra «éxito».

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2 Véase cap. 2, B, 6, y cap. 3, A, 1, a.

4. Conocimiento y sociedad

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[A] . El carácter socialmenTe condicionado DO Lo )oo^ del acervo subjetivo de conocimiento

1. Los elementos de la situación biográfica ya socialmente presentes

a. La estructura social que está «detrás» de las primeras relaciones Nosotros

El hecho de que el mundo de la vida cotidiana no sea una realidad privada, sino intersubjetiva y, por ende, social, tiene una serie de consecuencias sumamente importantes para la constitución y estructura del acervo de conocimiento. Fuesto que un individuo nace en un mundo histórico social, su situación biográfica está, desde el comienzo, socialmente delimitada y determinada por elementos sociales dados que encuentran expresiones específicas. Desde el comienzo, las estructuras subjetivas de significatividades se desarrollan en situaciones intersubjetivas o, al menos, son situadas mediatamente en contextos de sentido socialmente determinados. Esto tiene especial significación para la constitución de las significatividades interpretativas subjetivas o para el conjunto de tipos y sig- r.ificatividades motivacionales. La sedimentación de elementos es-pecíficos en el acervo subjetivo de conocimiento está socialmente condicionada, y lo está, en verdad, de dos maneras. Primero: las circunstancias de la sedimentación de la experiencia son indirecta y también socialmente determinabies, ya que se basan en las estructuras de significatividades subjetivas socialmente condicionadas. Segundo: los elementus específicos del conocimiento, los «contenidos» típicos del acervo subjetivo de conocimiento, no son adquiridos, en su mayor parte, mediante procesos de explicitación, sino que tienen origen social. Esto es, son tomados del «acervo social de conocimiento», o sea de los resultados socialmente objetivados de las experiencias y explicitaciones de Otros. La mayor parte del acervo de conocimiento df-1 adulto normal no es inmediatamente adquirido, sino «aprendido».109 Estos diferentes aspectos de la índole so-cialmente condicionada y determinada del acervo subjetivo de conocimiento

deben ser examinados con más detenimiento. Consideremos ahora los elementos de las situaciones biográficas que ya están socialmerte dados.Como dijimos en otros pasajes,2 la situación biográfica está delineada desde el comienzo. Cüertos elementos de la estructura del mundo son irrevocablemente impuestos al individuo. Una estructura social histórica, que tiene una cosmovisión natural-relativa específica, forma parte de los elementos de la situación biográfica ya presentes. Las relaciones sociales mediatas e inmediatas son, en parte, inequívocamente institucionalizadas y, en parte, moldeadas por contextos de sentido, que son, a su vez, socialmente objetivados en el lenguaje y las instituciones. Sin embargo, se hala expuesto y tipificado no solo el mundo social en el sentido más es-tricto, sino también la realidad en general (ante todo, el mundo de la vida cotidiana, pero no solamente él, sino también los otros ámbitos de estructuras finitas de sentido). Los enfoques y esquemas interpretativos habituales para la naturaleza, la sociedad y la conducta en general están objetivados en el lenguaje y1 más o menos firmemente institucionalizados en la estructura social. Todo esto exige un análisis aún más preciso. Aquí nos interesa cómo es subjetivamente experimentado este elemento social a priori, ya dado en la situación biográfica.La estructura social histórica ya está «causalmente» presupuesta en las primeras experiencias del niño. Aquí no necesitamos examinar esta circunstancia más a fondo; es obvio *que la estructura social (madre, proveedor, protector, maestro, etc.) cumple siempre una función en la supervivencia del niño; pero la estructura social histórica no solo está «causalmente» presupuesta en las primeras experiencias de este, sino que también está incluida en ellas cffmo contexto de sentido. Tampoco podemos examinar las experiencias «presociales» puras de un niño que todavía no ha aprendido a hablar. Es admisible, por supuesto, hablar de elementos presociales en la estructura de fundación de toda experiencia; pero desde una perspectiva empírico-genética solo es posible demostrar experiencias presociales, esquemas interpretativos y actos abstrayéndose más o menos artificialmente del contexto de sentido intersubjetivo y social del flujo de la experiencia. Aquí es decisivamente importante que el sí-mismo, sobre el cuai está basada la unidad consciente de las experiencias subjetivas y los actos, se educa mediante sucesos intersubjetivos y presupone con ello una estructura social histórica. Esto debe elaborarse en mayor detalle.La referencia explícita de toda experiencia, de todo acto, a un sí-mismo experimentante y actuante presupone dos cosas. Primero: las síntesis automáticas inherentes a las fases temporales de la duración interior, o, para más exactitud, los procesos de reflejo intersubjetivos. Estos procesos permiten una comprehensión mediada del sí-mismo; mediada a través de la experiencia inmediata de un

109 [Alfred Schutz, Reflections on the Problem oj ueievance, ed. por Richard M. Zaner, New Haven, Yale University Press, 1970, págs. 84-85.]

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2 Véase cap. 2, B, 6, y cap. 3, A, 1, a.

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2 Véase cap. 2, B, 6, y cap. 3, A, 1, a.

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3 Véase también cap. 2, B, 5, b.

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Otro, que experimenta inmediatamente el sí-mismo en desarrollo. Además, la «responsabilidad» por los propios actos, tanto pasados como presentes, se «impone» al individuo por medio del Otro. La identidad personal de un sí-mismo puede expresarse primero como una consecuencia de tal «responsabilidad», cuyo contexto explí-cito conecta los actos pasados, presentes y (en derivación subjetiva planeados, presuponiendo, por lo tanto, la temporalidad pre- social

del flujo de la experiencia. Pero esto entra por primera vez en la captación consciente cuando el individuo sufre el reproche de Otros. Y así como el flujo de la experiencia compromete a un sí-mismo personal de origen social, también ocurre lo mismo con una disociación (p. ej., la que es una posibilidad integrante en la fantasía «irresponsable» y en los mundos oníricos), obstaculizada, en el mundo de la vida cotidiana, por el control social.De estas consideraciones se desprende que podemos imaginar ana-líticamente experiencias «presociales», pero que estas se sitúan en un contexto de sentido social, ya que se hallan necesariamente ligadas a un sí-mismo personal. No podemos, sin duda, considerar como provisto de tal sí-mismo al niño que no se encuentra todavía en las primeras relaciones Nosotros.Se puede presumir que el grado de conciencia, claridad y determinación de los primeros encuentros sociales es relativamente bajo, y también que tales encuentros no se presentan inicialmente en marcada distinción con respecto a las experiencias «no sociales». Sin embargo, el niño ya está implicado en ellas como un tipo de relación Nosotros. Lo que está dado es la inmediatez de la experiencia del Otro y la atención recíproca. La relación social es, en cierto sentido, ya recíproca para el niño antes de que se desarrolle un sí-mismo personal. Por supuesto, la reciprocidad que nos interesa es «impuesta» al niño, en cierto sentido. Quien está frente a él (p. ej., su madre) siempre se conduce de modo que presupone una cierta reciprocidad por parte del niño. Al principio, esta puede consistir solamente en una cuasi-relación Nosotros, pero uno de los copartícipes se conduce como si fuera una relación Nosotros genuina. Al fin de cuentas, esa cuasi-relación Nosotros puede existir también entre una solterona y su canario, con ila diferencia de que no surge la completa reciprocidad de una genuina relación Nosotros. La reciprocidad de una relación Nosotros es «forzada» al niño a través dél Otro. Es un elemento socialmente pre-dado de su situación geográfica, pero, por otro lado, depende también de su subjetividad «presocial». Esto significa que también se basa en las «capacidades» estructurales del niño. Es necesario destacar una vez más que las condiciones «presociales» de la experiencia subjetiva, de la adquisición de conocimiento y del sí-mismo personal son, en realidad, solo condiciones con las que se asocia necesariamente el reflejo intersubjetivo. Solo en este proceso multifacético de experiencia del Otro, y del sí-mismo por medio de la experiencia del Otro, 8 se despliega la identidad del niño.Los semejantes que entran en contacto con el niño en las primeras relaciones Nosotros han desarrollado ellos mismos un sí-mismo personal mediante primitivas relaciones Nosotros con Otros, y han modificado, diferenciado y consolidado esto en una posterior re-lación Nosotros. Su acción está determinada por instituciones socia-les, sus experiencias llevan el sello de la cosmovisión natural-relativa conocimiento». Es así que, con respecto al niño, se conducen de maneras que son determinadas por instituciones sociales (matrimonio, paternidad, etc.), y el niño es aprehendido por

4 Véase cap. 3, C, 2.

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ellos en formas típicas de origen social (tales como primogénito, hijo, bendición de Dios, apoyo, etc.).A partir de las primeras relaciones Nosotros, el niño es incluido en un contexto motivacional recíproco, cuyas estructuras de significatividades (objetivos, medios y actitudes) están socialmente delimitadas como prescritas y sancionadas de un modo presupuesto. Así el niño, ante todo, experimenta la estructura soc<al histórica, que es un componente impuesto a su situación biográfica, en la forma de relaciones Nosotros inmediatas. A través de sucesos de reflejo intersubjetivo, «aprende» aspectos significativos de la estructura social e «internaliza» la cosmovisión natural-relativa. Todas sus experiencias, incluidas las de índole «privada», están in-sertas en contextos intersubjetivamente significativos, socialmcnte determinados y predelineados de motivación e interpretación. Falta agregar algo. Aunque hay una estructura social histórica concreta «detrás» de las relaciones Nosotros, y hasta «detrás» de las primeras relaciones Nosotros que son especialmente importantes para el desarrollo de un sí-mismo personal en el niño, esas relaciones no se acotan en su «representación» de la estructura social. Están sociahrente determinadas, es cierto, pero no de manera inalterable. Así como hay «buenos» y «malos» padres, así también hay grados de variación de la conducta subjetiva (estructuralmente predeterminados, claro está) dentro de esas relaciones. Y, por último, el sentido específico de toda relación Nosotros es naturalmente «singular» en su articulación biográfica especial (para el niño tanto como para sus copartícipes), con toda su tipicidad socialmente predeterminada.

b. El lenguaje y la cosmovisión natural-relativa en las primeras relaciones Nosotros

Es necesaria una descripición minuciosa de la constitución del lenguaje en las relaciones Nosotros y de la estructura del lenguaje como un sistema socialmente objetivado de signos, incluyendo la relación del lenguaje con la tipicidad * del mundo de la vida. Aquí nos limitaremos a utilizar los resultados de estos análisis para el problema que nos concierne: el df la función que desempeña el lenguaje como elemento ya presente en la situación biográfica.Recordemos, en primer término, cuál es la fuadón del lenguaje para el individuo.Todo lenguaje se adecúa a una cosmovisión naturai-Telativa determinada, y la forma interna del lenguaje concuerda con sus estructuras de sentido fundamentales. La estructura semántica y sintáctica objetiva las experiencias típicas y los resultados de su exp'Kátación por los miembros de una sociedad. Esto presupone diferentes formas de separación (idealización y anonimización) de las experiencias subjetivas inmediatas. Es exactamente así como el lenguaje puede funcionar en cuanto sistema socialmente objetivo de signos y en cuanto componente de lo «histórico social a pñori», como un «modelo» para las estructuras experienciales subjetivas de «cada cual». Más exactamente, puede funcionar como una multiplicidad coherente de «modeíos regionales» (campos y ámbitos de sentido) para la experiencias de miembros típicos de la sociedad. La estructura semántica y sintáctica del lenguaje indica las advertencias típicas (significatividades temáticas), los modelos de explicitación (significatividades interpretativas) y las pautas de contextos «porque» y «para» (significatividades motivacionales) presentes en la experiencia subjetiva. El lenguaje determina qué se diferencia habitualmente en la experiencia subjetiva de un miembro típico de la sociedad, y qué

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diferencias potenciales se descartan. Determina qué objetos, propiedades y sucesos son rutinariamente interrelacionadus, y cuáles pertenecen a ámbitos de sentido, sistemas de clasificación, etc., heterogéneos; qué objetivos son obligatorios en general o solo en circunstancias especiales, y cuáles son aprobados, desaprobados o tolerado?; cuáles son deseables y elogiables, ote.; qué medios típicos conducen a tales objetivos, y, fiíialmente, qué momentos típicos de experiencias típicas están unidos a actitudes típicas. En síntesis, las estructuras de sentido de la vida cotidiana, del «mundo de la naturaleza» tanto como de la «sociedad», son indicadas y expresadas en el lenguaje junto con la línea demarcatoria entre estos dos ámbitos que pueden ser trasladados de una a otra cosmovisión natural-relativa. Lo mismo se aplica a otros ámbitos de realidad que tienen una estructura finita de sentido, aunque no a todos en la misma medida.El niño no se encuentra de una sola vez con esta realidad lingüísticamente señalada y estabilizada: antes de la adquisición de un lenguaje, tiene experiencias que seguramente no se agotan en su actualidad concreta, y en las cuales ya suelen incluirse tipificaciones y esquemas de explicitaciór En cierto sentido, pues, tiene experiencias prelingüísticas. Como se ha enunciado, estas se entrelazan muy íntimamente con las primeras relaciones Nosotros. Aun antes de la adquisición del lenguaje; aun antes del encuentro concreto con la realidad gramaticalmente indicada y consolidada, el lenguaje se manifiesta al niño como un elemento ya presente de la relación Nosotros. Los semejantes, esn quienes el niño está primero en una cuasi-relación Nosotros y hiegc en genuinas relaciones Nosotros, hablan. Desde el comienzo, el lenguaje, como habla de sus seme-jantes, se entrelaza para el niño con sus expresiones faciales, sus

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gestos y su conducta típica. Esto significa que dentro de la relación Nosotros, el lenguaje está vinculado desde el principio a contextos típicos de experiencias y actos (al margen de lo rudimentaria que pueda ser esta relación en el nivel prelingüístico). En la inmediatez de la relación Nosotros, el sentido de los signos lingüísticos remite primero a experiencias de la «ituación actual, a los ambientes natural y social. Por un lado, el desarrollo de esos sentidos presupone las tipificaciones y esquemas de experiencia que están ya prelingüísticamente establecidos al menos en parte. Por otro lado, sin embargo, presupone los procesos de reflejo intersubjetivo en la relación Nosotros, en la cual el lenguaje mismo se constituye mediante reflejo intersubjetivo, la «socialización» de indicaciones subjetivas y diferentes formas de distanáamiento de la experiencia inmediata. Aunque aquí no debemos embarcarnos en un análisis detallado de la adquisición del lenguaje, podría señalarse que los mismos procesos que son «filogenéticamente» operativos en la constitución social del lenguaje son también presupuestos, en una forma modificada, en la «ontogénesis» verbal, en la adquisición subjetiva del lenguaje. Dado que este se haCa implicado en el comienzo mismo de las primeras relaciones Nosotros y en los procesos de reflejo intersubjetivo que origina, el lenguaje se manifiesta al niño como un elemento de experiencia directa de los semejantes, como un elemento de la realidad social inmediatamente dada. La consolidación y estructuración de la realidad prelingüística (es decir, de las tipificaciones orientadas hada la realidad y los esquemas prelingüísticos de experiencias) tiene lugar en relaciones Nosotros específicas y concretas, de acuerdo con el conjunto estructural semántico y sintáctico del lenguaje o de la cosmovisión natural-relativa. La impregnación de las estructuras subjetivas de significatividades por el lenguaje, y la consiguiente influencia indirecta hasta de la formación de tipos y explicitación autogeneradas, también tienen lugar en relaciones Nosotros específicas y concretas. V lo mismo se aplica a la transferencia del «acervo social de conocimiento» lingüísticamente objeóvado. Nos ocuparemos luego, con algún detalle, de una importante consecuencia de esto.Por ahora, sostendremos que la relación de lenguaje con experiencias que trascienden los ambientes natural y social n— sdiatos presupone una relación inicial con experiencias inmeü'as que han sido modeladas por la relación Nosotros concreta. Adeziás. presupone que esta relación se construye sobre la base de elics. La realidad concreta de la relación Nosotros es la base social pera el aprendizaje individual de un lenguaje como sistema de sendos que remite a «cualquier realidad». Una vez adquirido coco estructura semántico-sintáctica coherente, el lenguaje se independiza, en gran medida, de la relación Nosotros concreta y de la inmediatez de la experiencia (el grado en que esto sucede puede varar de un lenguaje a otro). El lenguaje puede brindar, entwx». conocimiento acerca de realidades que no solo trascienden la experiencia actual del individuo, sino que también son inaccesibles pera él práctica

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mente, si no en principio. El lenguaje provee así un conocimiento que tiene su origen en las experiencias y las explicitaciones de an-tepasados o contemporáneos. Y, por último, el lenguaje puede ofrecer un conodmiento que remite a ámbitos de sentido que son en prindpio, inaccesibles en la experiencia inmediata.Podemos dedr, pues, que la realidad ante la cual el niño gradualmente despierta y crece es «filtrada» y consolidada mediante el lenguaje, de acuerdo con las estructuras de sentido de la cosmovisión natural-relativa. Este despertar y credmiento depende de una realidad social «fáctica» de la relación Nosotros concreta que es primero prelingüística, pero que luego el lenguaje impregna cada vez más. Las estructuras de sentido tipicas de la experiencia del adulto normal están determinadas esencialmente por el lenguaje (y, en consecuen- da, por la cosmovisión natural-relativa propia de una sodedad). En la medida en que el lenguaje se hace habitual para el individuo, este puede hacer distindones rutinarias entre lo que merece observarse o no, entre lo obvio y lo problemático, entre lo que merece ser comunicado y lo que debe ser forzosamente comunicado. Al mismo tiempo, ya no necesita, en general, emprender explicitaciones independientes de problemas y formaciones de tipos autogene- radas. Como resultado de esto, las experiencias subjetivas de diferentes miembros de una sociedad se estabilizan, por así decir, alrededor de los «valores medios» para las experiencias típicas en un?, cosmovisión natural-relativa. Mediante la estabilización de las experiencias que se produce alrededor de estos «valores medios típicos», y que surge a través de la objetivado» en d lenguaje, las experiencias subjetivas se hacen comparables entre sí en el flujo subjetivo de la experiencia y en- la 'biografía del individuo. Estas experíendas pueden constituir entonces la base de planes expresos de actos e interpretaciones expresas del pasado. De aquí en adelante, ios resultados de la explicitación son comunicables y pueden llegar a formar parte de un acervo social acumulativo de conodmiento.Ahora debemos anticipar un análisis detallado de la distribución social del conocimiento con respecto a un punto cuya importancia ya se ha evidenciado en el examen anterior. Es obvio que la estructura social dada y el car-ícter fáctico, «causal», de lo que es dado en ellas condicionan las estructuras de sentido vigentes en una cosmovisión natural-relativa, así como en los contextos típicos de experiencias y actos modelados por ellas. Difieren de una a otra cosmovisión natural-relativa, y pueden cambiar históricamente. También se diferencian dentro de una determinada sociedad. Los contextos típicos de experiencias y actos serían los mismos para todos los miembros de una sociedad, únicamente si no hubiera división del trabajo ni diferenciación de roles; por ende, únicamente en una sociedad que no tuviese ninguna estructura social, en el sentido exacto de la palabra. Solo en tal «sociedad» el acervo social de conocimiento estaría distribuido de una manera totalmente homogénea. Como experimento mental, quizá se pueda imaginar tal «sociedad». Pero todas las sociedades históricas se caracterizaron

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por una diferenciación de funciones y una heterogeneidad en la distribución del conocimiento, por mínimas que sean. Las estructuras típicas de la experiencia no son las mismas para todos los miembros de la sociedad, sino que muestran, a su vez, una distribución social, puesto que están condicionadas por diversos roles socialmente objetivados y, en parte, también institucionalizados (así como condicionados por las determinaciones de la situación que depende de ellos). Por ejemplo: lo que se presupone en una sociedad de cazadores puede ser problemático para los agricultores; lo que es digno de comunicación para las mujeres puede habitualmente permanecer inadvertido para los hombres, etc. Están distribuidos socialmente no solo los contextos típicos de experiencias y actos sino también el conocimiento significativo en ellos, al igual que sus correspondientes estructuras lingüísticas (sobre todo el vocabulario, el ordenamiento semántico y también la sintaxis y la morfología, como el estilo general de lenguaje).A consecuencia de esto, las estructuras de sentido de la cosmovisión natural-relativa y sus correspondientes estructuras lingüísticas no son accesibles para todos los niños de igual manera. La distribución social deil conocimiento y del lenguaje determinan los ¿contenidos» concretos de las primeras relaciones Nosotros en que el niño crece. No es el lenguaje, sino una versión definida de él (p. ej., un dialecto, el lenguaje de una casta, etc.) lo que el niño encuentra como su «lengua materna», la posesión presupuesta y habitual de los Otros que es significativa para él. No necesitamos detenernos en la multiplicidad de la? variaciones empíricas que pueden funcionar concretamente como un «filtro» la apropiación del lenguaje y de la cosmovisión natural-relativa (p. ej., e! grado de variación históricamente dada entre las versiones soeialmente distribuidas del lenguaje, los acuerdos o desviaciones en las versiones del lenguaje que los Otros expresan y que son significativas para el niño, sin mencionar el problema especial del bilingüismo). De todos modos, las estructuras de sentido del mundo de la vida tal como se expresan en una cosmovisión natural-relativa se obtienen a través de una versión definida de un lenguaje histórico definido, versión «filtrada» por las relaciones Nosotros. El lenguaje y la cosmovisión natural-relativa como elementos de la situación biográfica que están ya socialmente presentes pueden ser considerados solo en términos de su especificidad histórica.

2. La dependencia social de las estructuras subjetivas de significatividades

a. La dependencia de las significatividades subjetivas con respecto a lo dado en la situación social

Las estructuras subjetivas de significatividades que operan en el flujo de la experiencia y en los actos de un adulto normal en el mun-

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do de la vida cotidiana están socialmente condicionadas de mu-chas maneras. Las diferentes formas de esa dependencia social pueden ser clasificadas en dos clases principales: la dependencia realmente presente de las estructuras subjetivas de significa ti vida- des con respecto a los datos vigentes de la situación sociad, y el carácter social de las estructuras subjetivas de significatividades en la biografía del individuo. En la sección siguiente estudiaremos la segunda forma principal, la «socialización» de las estructuras de significatividades. Aquí empezamos con un examen de la primera forma principal.El curso de experiencia del adulto normal en el mundo de la vida cotidiana está determinado por una sucesión de situaciones sociales. Esta sucesión es ininterrumpida. Ya que el mundo de la vida cotidiana es una realidad esencialmente social. En ella no se manifiestan situaciones «no sociales», que solo pueden ser concebidas como casos límites teóricos. El carácter social de las situaciones cotidianas no es igual en todas partes. Las diferencias en la socialidad de una situación están determinadas por dos dimensiones principales entrelazadas: por el ordenamiento formal de las experiencias subjetivas del mundo social en ámbitos de mediatez e inmediatez, y por los niveles prescritos de anonimía en la cosmovisión natural-relativa que acompañan al sentido de las experiencias subjetivas en el mundo social.8

En algunas situaciones, el individuo tiene relaciones inmediaias con sus semejantes, mientras que en otras el sentido de su conducta se basa simplemente en los datos sociales más anónimos; pero las relaciones sociales inmediatas también pueden variar gradualmen- * te según su sentido. Cuando los semejantes son captados con la mayor concreción y plenitud de síntomas, la relación puede ser caracterizada por la advertencia al sentido subjetivo de las experiencias del Otro (esto sucede típicamente, verbigracia, al hacer el amor). En las relaciones Nosotros, en cambio, la atención puede estar dirigida al sentido Objetivo de los actos o comunicaciones del Otro, como, por ejemplo, en una conversación orientada hacia un propósito. El sentido que acompaña a la inclusión ded copartícipe en la relación social inmediata puede ser individualizado («mi viejo amigo X») o sumamente anónimo («vendedor de cigarrillos»), Otras situaciones en las que Otros están inmediatamente dados pueden ser unilaterales y no recíprocas, como en el caso de las relaciones sociales que acabamos de mencionar. En el simple «imaginar», la atención puede estar dirigida también al sentido subjetivo de las experiencias de Otros (p. ej., a la observación de las expresiones faciales de una persona que cree no ser observada), o bien puede concentrarse en el sentido Objetivo de su conducta (p. ej., en la observación de tropas enemigas que pasan por un puesto avanzado).Pero las diversas situaciones sociales en que Otros no son inmedia-tamente aprehendidos se diferencian también según su «mediatez»

5 Véase cap. 2, B, 5.

y los niveles de anonimia que acompañan a su aprehensión. Asi, por ejemplo, la plenitud de síntomas en que está dado el Otro disminuye, según se trate del intercambio de cartas, de noticias que son obtenidas mediante una tercera persona, etc. Para ejemplificar las variaciones de la anonimia, basta pensar en la diferencia que se manifiesta en el intercambio de cartas entre dos personas casadas, por un lado, y una carta comercial, o un testamento que remite a generaciones futuras, transacciones bursátiles, disposiciones judiciales, etc., por el otro.Recuérdese, además, que las situaciones sociales surgen exclusivamente de actitudes simples, o bien contienen diversas formas de acciones sociales. Las actitudes sociales pueden relacionarse, por un lado, con un individuo concreto («mi padre ausente»), o también con grados diferentes de grupos sociales anónimos, roles, instituciones, objetivaciones sociales, etc. (aversión a los abogados, temor a la policía, respeto por el código napoleónico, preferencia por el idioma italiano, etc.). La acción social, además, presenta una estructura análogamente compleja. Puede ser mediata o inmediata, unilateral o recíproca, única o de repetición regular, referente a un individuo concreto o a representantes anónimos de elementos sociales dados.Las situaciones sociales están determinadas —como se dijo al principio— por el ordenamiento formal de las experiencias subjetivas en el mundo social, y por las estructuras de sentido prescritas y típicas de conductas y acción sociales en la cosmovisión natural-relativa. Esta última circunstancia deriva de la «socialización» de las significatividades interpretativas y motivacionales y de lo conectado con ellas: los esquemas experienciales y los modelos de explicitación, tipificaciones y clasificaciones, así como los contextos «porque» y «para». En contraste, el ordenamiento formal de ex-periencias subjetivas en el mundo sociai determina los límites y las formas de la dependencia real de las significatividades subjetivas con respecto a lo dado en la situación social vigente.Cuando el individuo entra en una situación, lleva consigo un acervo de conocimiento biográficamente modelado y, en gran medida, de origen social; por consiguiente, un sistema sumamente «socializado» de significatividades interpretativas y motivacionales. Por otro lado, en la situación encuentra elementos sociales realmente presentes que, en cierto sentido, se le «imponen». Hay que diferenciar aquí dos aspectos: las significatividades temáticas ínter- subjetivas, «socializadas» por así decir, en la situación actual, y los elementos sociales dados en el sentido restringido (v. gr., semejantes, instituciones, etc.). Examinemos más detenidamente estos aspectos.Solo en la relación Nosotros los copartícipes comparten el mismo sector espacial y temporal del mundo de la vida. En consecuencia, solamente en las relaciones Nosotros las significatividades temáticas que se «imponen» a una persona se «imponen» de igual manera a otra. Los «mismos» sucesos, objetos, etc., se imponen a la atención de una y otra persona. Sin embargo, las perspectivas

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de aprehensión en que se presentan las significatividades temáticas no son idénticas, en términos estrictos. Gomo resultado de esto, las significatividades interpretativas y motivacionales biográficamente modeladas que los copartícipes «llevan» a la relación Nosotros no pueden ser idénticas, aunque tienen congruencia suficiente en cuanto a la «socialización» similar de los copartícipes para la determinación y manejo de la situación. En principio, los «mismos» sucesos, objetos, etc., pueden tener siempre un sentido distinto para cada uno de los copartícipes. Para poder hablar de las «mismas» significatividades temáticas, hay que recurrir de nuevo a la identidad de las condiciones límites relativas a la situación del hombre en el mundo de la vida: su corporeidad viva, su temporalidad, etc. Cuanto más varían, en la relación Nosotros, las significatividades interpretativas y motivacionales de los copartícipes, tanto más difiere el sentido de la situación específica, de los sucesos y los objetos, y, por ende, tanto más importancia adquiere el carácter común impuesto de las significatividades temáticas de la situación. Esto se debe a lo siguiente: el organismo animado del otro copartícipe está dado también a cada partici-pante en la relación Nosotros, junto con los sucesos, objetos, etc., comúnmente pre-dados. Las significatividades temáticas subjetivas son también temáticamente significativas para el Otro; esto puede observase en el organismo del copartícipe, que es un campo de expresión para la mayor plenitud de síntomas. Las significatividades temáticas subjetivas de ambos copartícipes se entrelazan en los procesos de reflejo intersubjetivo, y se hacen «intersubjetivas» a su vez. Como quiera que una u otra persona expliquen el sentido de un suceso, un objeto, etc., el sentido básico «ya dado a nosotros dos», «significativo para nosotros dos», se ha constituido en la relación contemporánea con el tema y con el Otro.Pero esto también determina la función que cumplen las signifi- catividades temáticas intersubjetivas en la «socialización» de las significatividades interpretativas y motivacionales. Aun cuando presumamos que este último contexto —en el cual un tema particular se da primero a los copartícipes en una relaci¿p Nosotros— es diferente, en los procesos de reflejo intersubjetivo no solo es aprehendida conjuntamente la advertencia (al «mismo» tema) sino también el tipo de captación y, al menos en forma rudimentaria, el tipo de interpretación del copartícipe. Esta es la presuposición para cada socialización «originaria» de las significatividades interpretativas y motivacionales, en la medida en que dicha presuposición va más allá de la identidad (condicionada por las limitaciones de la situación humana en el mundo de la vida) de las estructuras de significatividades subjetivas. Aunque el individuo, en general, se apropia de tipificaciones, motivos, etc., socialmente aprobados, a través del lenguaje, desde »na cosmovisión natural-relativa, el aprendizaje de un lenguaje (como su constitución «originaria») ya presupone una comunidad de estructuras de significatividades que van más allá de esta identidad básica de la situación del mundo de la vida. Es exactamente esta comunidad la que se constituye en los procesa. vcn circunstancias prc- lingüisticas) de reflejo intersubjetivo que remiten a un tema comúnmente ya presente. Además, las significatividades temáticas naturalmente intersubjetivas pueden ser utilizadas una y otra vez en la verificación de la congruencia de

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Jos esquemas de experiencia y explicitación «llevados a» una relación Nosotros por los copartícipes. Este hecho desempeña una función importante, especialmente en situaciones en las cuales (por una u otra razón) el lenguaje «fracasa».Puesto que la intersubjetividad de las significatividades temáticas depende del ordenamiento formal de las experiencias subjetivas en el mundo social, también tiene gran importancia para la «socialización» de las significatividades interpretativas y motivacionales. Además, determina el modo de darse del Otro en situaciones sociales, y hasta condiciona la dependencia real de las signiiicati- vidades subjetivas con respecto a elementos sociales dados en sentido restringido. El sentido que acompaña a la experiencia de los últimos es, en verdad, relativamente independiente de la mediatez o la inmediatez de la experiencia. Un amigo sigue siendo un amigo esté o no ausente en el momento, aunque, por otro lado, un amigo al que no se ha visto en veinte años ya no es «el mismo», y la relación con él, debido a ello, se modifica necesariamente, incluso en su sentido. En cualquier caso, el modo de darse del Otro ya es subjetivamente significativo en la situación actual. El Otro inmediatamente dado es «problemático» de modo apremiante como contemporáneo, o hasta como antepasado o sucesor. Motiva inmediatamente la conducta en la situación actual, por muy «a corto plazo» que pueda ser la conducta, y poco importante el sentido de esa conducta, en la biografía total de ese individuo. Si una persona tropieza con otra en la calle en medio de una multitud, esto carece habitualmente de importancia, pero exige urgentemente apartarse, disculparse o algo similar. El otro, podríamos decir, es un elemento social dado en el sentido restringido, que es temáticamente «impuesto». «A la larga», como es natural, la conducta del individuo está determinada mucho más decisiva y perdurablemente por el sentido de la experiencia que por el modo de darse del Otro (p. ej?, orientando una carrera de muchos años según el «hor.oi de la familia»).Las significatividades subjetivas de la situación actual del adulto normal dependen así de elementos sociales dados, pero las interpretaciones y los motivos que han sido «socializados» en el curso de la biografía cumplen una función decisiva en cuanto a determinar y dominar la situación. Las significatividades interpretativas y motivacionales «socializadas» remiten, a su vez, a situaciones «originarias» de adquisición basadas en significatividades temáticas intersubjetivas y formadas por elementos sociales dados inmediatos.

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b. La «socialización» de las significatividades motivacionales e interpretativas

Hemos descrito de qu£ moao la significa ti vjaaaes subjetivas dependen de los elementos sociales dados de la situación actual. Señalamos que el individuo en la situación compara datos temáticos socialmente condicionados, pero entra en aquella con un acervo «socializado» de significatividades interpretativas y motivacionales, el cual es, en general, bastante amplio. Consideramos necesario analizar con mayor detenimiento el significado que esto tiene para el individuo.El individuo nunca entra en la situación «completamente», y jamás capta sus datos temáticos en su singularidad absoluta, realmente presente. Lleva a la situación actitudes, planes y esquemas de actos definidos, así como un acervo de tipificaciones y expli citaciones preformadas; en suma, entra en la situación con un sistema de significatividades interpretativas y motivacionales. De este sistema depende no solo cómo capta los datos temáticos, sino asimismo, en cierta medida, lo que capta en general de los elementos temáticos dados dentro de la situación.9 El sistema subjetivo de significatividades que «lleva consigo» condiciona lo que se experimenta en la situación actual como algo obvio y rutinario, o bien como algo problemático y, por consiguiente, necesitado de explicitación y dominio.Las actitudes, planes, tipificaciones, modelos de explicitación, etc., en resumen, el sistema subjetivo de significatividades interpretativas y motivacionales que es efectivo en la situación actual, tiene naturalmente una «historia anterior». Como ya se dijo antes, ha sido adquirido en una sucesión de situaciones efectivas vigentes. Estas situaciones han sido sociales o, al menos, socialmente condicionadas. Ello significa que este sistema subjetivo de significatividades tiene una prehistoria «social».En el sentido estricto de la palabra, no hay un sistema autónomo de significatividades interpretativas y motivacionales; en todo caso, no lo hay en el mundo de la vida cotidiana. Ifeto no quiere decir que todas estas significatividades sean «sociales» de igual modo. Todas ellas tienen, es verdad, una prehistoria «social»; pero hay también algunas entre ellas que se destacan como «socializadas» en el sentido total de la palabra. Aquí cumplen una función decisiva tres circunstancias que examinaremos más detenidamente en los párrafos siguientes; ellas son, en primer término, el variable carácter «social» de la situación de adquisición; luego, el carácter «social» de los procesos de explicitación, y, por último, el variable origen de los elementos adquiridos de conocimiento, es decir, de las significatividades.El carácter social de la situación en que se desarrollan estas sig- íiificatividades abarca desde situaciones en que Otros están inme-diatamente dados hasta situaciones en que solo están dados los

6 Véase cap. 3, B. esp. § 5.

resultados de los actos de Otros, y hasta situaciones en que el sentido de las experiencias subjetivas (en recuerdos, actitudes, explicitaciones) está dirigido solo mediatamente hada Otros o hacia los sultados de sus actos. Sin embargo, no solo la situadón como tal, sino también los procesos en qut estas significatividades se constituyen dentro de esta situadón, pueden distinguirse

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con respecto a su carácter social. En diversas situadones —y también en aquellas en las que Otros están inmediatamente dados—, pueden efectuarse explidtadones subjetivas paso a paso y sedimentaciones politéticas de actitudes sin hacer referenda inmediata a las explidtadones y motivaciones de Otros. Dicho de otro modo: las interpretaciones y motivaciones pueden ser desarrolladas en fases politéticas «independientes». Por otro lado, empero, Dueden ser desarrolladas, en el completamiento subjetivo (ex post jacto) de las explidtadones y motivaciones de Otros. Y finalmente, pueden llegar al estado en que solo se adopta el sentido monotético de las actitudes y motivos de Otros.Aunque hay muchas transiciones y etapas intermedias, podemos determinar las tres formas principales más importantes de la «so- dalidad» de las significatividades motivacionales e interpretativas. Primero: hay explicitaciones y motivos que se han desarrollado, es cierto, en situaciones socia'lmente condicionadas, pero en procesos politéticos «independientes» y sin referenda inmediata a las explicitaciones y motivos de Otros. Segundo: hay explidtaciones y motivos que se han constituido en situaciones social» (en el sentido restringido) en los completamientos politéticos (ex post fació) de los de Otros. Tercero: hay explidtaciones y motivos que consisten en la aceptación del sentido monotético de actitudes y resultados de explidtadones de Otros. Podemos hablar, por consiguiente, de interpretaciones y motivos «independientes», «em- páticos» y «socializados». A los efectos del análisis que desarrollaremos aquí, solamente nos interesan los últimos, puesto que los problemas vinculados con los primeros han sido más minuciosamente examinados, en parte, en el análisis formal de las estructuras de significatividades,110 y en parte en el análisis de las experiencias inmediatas del Otro.111

Las significatividades interpretativas y motivacionales «socializadas» derivan de las interpretaciones y motivos psíquicos, lingüísticamente objetivados, predominantes en la cosmovisión natural- relativa. En términos generales, estos incluyen actitudes, pautas de actos, tipificaciones, modelos de explidtación, etc., que inicialmente se constituyeron en las experiencias subjetivas de Otros. Si bien contienen una referencia básica a una constitudón politética subjetiva, su sentido monotético está «objetivamente» determinado: en sistemas de signos, sobre todo en el lenguaje (y en este, especialmente, en el ordenamiento semántico) y en pautas de actos, vale decir, en las «explicaciones» y 'legitimaciones institudo-

110 Véase cap. 3, B.111 Véase cap. 2, B, 5, b.

9 Véase cap. 4, A, 1.

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nal izadas de pautas de actos. Los Otros, cuyos resultados de experiencia y explidtación son «objetivados», tanto pueden ser semejantes como meros contemporáneos o antepasados. No hace falta considerar aqui si el individuo que acepta los resultados de la experienda y las explidtadones de Otro capta a estos Otros como semejantes concretos (p. ej., el propio padre, cuya codicia adopta, y que aquel adquirió en la pobreza de su juventud) o los aprehende sólo en diferentes niveles de anonimia (p. ej., «el noble» cuyos «deberes» son imperativos, o la «lengua popular» cuya «sabiduría* se adopta, para no mendonar las tipificadones estableadas en d lenguaje, como ser los conceptos del lenguaje ju- didal). Es fundamental que las interpretadones y los motivos que aquí nos condemen no son el resultado de experiencias y explicitaciones independientes, ni completamientos «empáticos» ex post facto de las experiencias de semejantes en relaciones Nosotros, sino que están, de una u otra manera, socialmente «objetivadas» y, por ende, fundonan para el individuo como parte de lo a priori social.Las significatividades «socializadas» en cuestión son «aprendidas». Como se aclaró en una secdón anterior,9 las primeras reladones Nosotros son de fundamental importanda en los procesos de aprendizaje. El niño aprende elementos espedficos de conocimiento, y las estructuras de significatividades básicas para estos, principalmente en sucesos de reflejos inte.subjetivos. «Detrás» de los Otros con quienes el niño se encuentra en las primeras relaciones Nosotros hay siempre una estructura social específica. Al prindpio, las estructuras de sentido de la cosmovisión natural-relativ?., el lenguaje, los elementos del acervo social de conodmiento #v, simi- larm'.'nte, las estructuras de significatividades en ellos incluidas, son accesibles al niño solamente a través de un «filtro» de Otros. Las significatividades fundamentales que el niño adquiere en las primeras relaciones Nosotros están, pues, no solo sodalmen- te «objetivadas», sino además, en cierta medida, «filtradas» a través de la estructura social.Aquí debemos hacer una consideración adicional. En la apropiación de las significatividades interpretativas y motivacionales fundamentales, el «efecto de filtro» es imperativo. Esto es, podríamos decir también que se impone biográficamente al niño; pero aun en subsiguientes procesos de aprendizaje y relaciones sociales sigue siendo efectivo e! «efecto de filtro». Con todo, es posible, en principio, que disminuya hasta derto grado, que ya no sea impuesto de la misma manera imperativa. Después de aprender un lenguaje y de consolidar una estructura personal, el individuo puede adoptar elementos definidos presentes en el acervo social de co-nocimiento (p. ej., modelos de explicitación). Puede hacerlo en «actos de elección» subjetivamente motivados y en «procesos de aprendizaje» que son relativamente independientes de semejantes específicos y de lo que está dado socialmente de manera inmedia-

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ta. Es obvio que esa independencia del «efecto de filtro» social no puede ser sino relativa, y que el grado de independencia, por su parte, está social e históricamente condicionado. Aquí no podemos abordar este problema, pero queremos exponer, al menos, algunas de sus importantes dimensiones. El grado relativo de independencia. con respecto al «efecto de filtro» social depende, por ejemplo, de que la sociedad en que el niño ha nacido sepa escribir o no; pero aunque se trate de una cultura avanzada, las oportunidades para aprender a escribir están desigualmente distribuidas. Además, el grado de independencia se vincula con la existencia, en la sociedad considerada, de instituciones especializadas para la transmisión del conocimiento. Y si estas existen, depende de cuán autónomas sean estas instituciones en relación con otros ámbitos de instituciones. Los procesos predominantes de socialización en diferentes sociedades conducen típicamente a diferentes niveles de «individualización», lo cual se vincula a su vez con las posibilidades típicas de «distanciarse» de los propios roles en una estructura social dada. Todos estos factores están en un contexto causal con dos dimensiones históricamente modificables de la estructura social: la división del poder (es decir, las relaciones de autoridad) y la división del trabajo.En resumen: el sistema subjetivo de significatividades tiene generalmente una prehistoria «social» que contiene significatividades interpretativas y motivacionales «independientes» tanto como «empátícas» y «socializadas». Estas son derivaciones de las estructuras de significatividades predominantes en la cosmovisión natural-relativa, estructuras que son «filtradas» a través de una estructura histórica y social específica.Puesto que las significatividades «independientes» y «empáticas» cumplen genéticamente la función principal y son el presupuesto para la adopción de las significatividades «socializadas», ocupan una zona más vasta del sistema de significatividades cotidiano del adulto normal. La rutina para dominar la vida (desde las habilidades hasta el conocimiento de costumbres que son típicamente necesarias para los miembros de cierta sociedad) se hallan socialmente objetivadas en formas típicas. Los otros que están frente al niño en sus primeras relaciones Nosotros, las consideran como «obvias» para cualquier persona educada, y así san impartidas al niño. No hace falta considerar aquí si las rutinas deben ser adquiridas paso a paso por el individuo, quizás a través de una asimilación «empática» de modelos sociales (p. ej., un estilo típico de andar) o de procesos de aprendizaje más o menos conscientes (p. ej., recetas, la sencilla sabiduría de los proverbios, etc.). En cualquier caso, todas las rutinas contienen estructuras de significatividades típicas. Estas son adoptadas, entren o no en la conciencia las significatividades mismas. Mediante la adopción de las rutinas «socializadas'», lo q’.ie socialmente se presenta como obvio o presupuesto está delimitado de lo que, para el individuo, se presenta socialmente como problemático; pero también se adoptan modelos típicos para explicitar lo problemático. Así. las solu- done* típicas a los problemas y las condiciones típicas en las cuales se puede considerar resuelto un problema son de origen social, junto con las determinaciones típicas de lo que es de naturaleza problemática.£11 sistema subjetivo de significatividades del adulto normal está, entonces, ampliamente «socializado»; pero no debe olvidarse que esto se halla biográficamente impreso en todo su ser, totalmente aparte de las significatividades «independientes». Está, en verdad, extensamente «socializado», y muestra amplias y típicas semejanzas con los sistemas subjetivos de significatividades de los semejantes y contemporáneos. En las relaciones sociales, tales semejanzas son presupuestas, por así decir, hasta nuevo aviso, y proporcionan la base para la comprensión intersubjetiva, para las explicitaciones adecuadas del comportamiento entre semejantes, etc. Sin embargo, puesto que los sistemas subjetivos de significatividades están biográficamente modelados, no pueden ser «idénticos», como es natural. Son la posesión «singular» del individuo, y toda vez que el individuo se vuelve hacia sus propias significatividades, estas se le aparecen en su «singularidad». Visto desde afuera, el resultado de la socialización de las estructuras subjetivas de significatividades es la típica semejanza en el comportamiento de contemporáneos que son entendidos como típicos. Vistas desde adentro, tales semejanzas son accidentales. El hombre socializado es un hombre «singular».

[B] . El origen del acervo social de conocimiento

1. El origen subjetivo del conocimiento social

Antes de comenzar a describir la estructura del acervo social de conocimiento, debemos preguntarnos cómo surgen estos acervos. No hace falta destacar que aquí no nos interesa la formulación de hipótesis histórico-causales o esquemas de sentido. Esta labor corresponde al ámbito de la sociología empírica del conocimiento. Nos interesa, en cambio, una cuestión básica: cuáles son las presuposiciones generales para la constitución de un acervo social de conocimiento. Con ello, invertimos el orden del interrogatorio mediante el cua'l investigamos la dependencia social del conocimiento subjetivo. En esa indagación, nos limitamos a unir el carácter pre-dado de un acervo social de conocimiento con la biografía subjetiva, sin examinar los problemas que tal aceptación ocultaba. Ahora será nuestra tarea enfocar precisamente estos problemas. Aquí serán de especial utilidad los resultados de !a indagación anterior.Comprobamos que el acervo subjetivo de conocimiento consiste solo en parte en resultados «independientes» de experiencia y expli-

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252 • fc.CÍX'.Na Ofc Oajaci^ojYO.

citación. Deriva principalmente de elementos del acervo wcial de conocimiento. Además, los elementos «independientemente» adquiridos de conocimiento también están insertos en el contexto total de un acervo subjetivo de conocimiento ampliamente «socializado*, puesto que las más importantes significatividades de interpretación y motivación están «socializadas» (totalmente aparte del hecho de que el desarrollo del acervo subjetivo de conocimiento esté condicionado, desde el comienzo, por una estructura social «fáctica»). Por consiguiente, no se puede hablar realmente de dementes absolutamente «independientes» en el acervo de conocimiento del adulto alerta normal. Pese a esta prioridad empírica del acervo sodal de conocimiento en reladón con cualquier acervo particular subjetivo, la adquisidón subjetiva de conocimiento sigue siendo el origen de todo conocimiento social. No hay, en principio, ninguna dificultad para imaginar un acervo subjetivo de conocimiento que consista en sedimentaciones «independientes» de experienda y explidtación. En el análisis formal de la adquisición subjetiva de conocimiento, d carácter pre-dado de un acervo social de conocimiento y la «sodalizadón» de elementos subjetivos de conocimiento pueden ser puestos entre paréntesis sin distorsionar con dio las formas básicas de la adquisición subjetiva de conocimiento.10 Tal acervo hipotético de co-nodmiento adquirido de manera totalmente «independiente» sería, sin duda, indescriptiblemente inadecuado en comparación con d conocimiento de un adulto normal (aunque fuera el conocimiento del miembro ;:más obtuso» de la sociedad «más primitiva»). No obstante, un acervo subjetivo de conocimiento independiente del acervo social es concebible sin contradicdón. En contraste, imaginar este último como si se hubiese desarrollado independientemente de la adquisidón subjetiva de conocimiento es un puro dislate. A lo sumo, se puede hablar, en un sentido ana<- lógicamente transferido (que fácilmente conduce a error), de experiencias sociales, en otras palabras, de experiencias de una sociedad.Se puede buscar eíl origen del acervo sodal de conocimiento —más exactamente, de los elementos que lo integran— solo en experien- rias y explicitaciones subjetivas, pero esto significa que, en último análisis, el acervo social de conocimiento apunta a experiencias y explicitaciones «independientes». Esto es lo que sucede, cualquiera que sea la medida en que las situaciones en las cuales surgen las experiencias y las explidtadones estén condicionadas, si no por la «sociedad» en todo el alcance del concepto, al menos por medio de lo que está «fácticamente» dado de manera social.Habiendo establecido la prioridad fundamental del acervo subjetivo de conocimiento (y, por último, del conocimiento basado en las experiencias «independientes») en contraste con el acervo social de conocimiento, debemos decir que, en su desarrollo real, las cosas son de otro modo. Los elementos subjetivos de conod-

10 Véase cap. 3, A, 2.

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miento que integran él conocimiento social no son adquiridos «in-dependientemente» sino en grado reducido, y esto sólo en el sentido restringido de la cindependencia» ya indicada. Cada vez que incorporamos ese mínimo acervo social de conocimiento (y esto ocurre, por definición, en toda sociedad humana), la mayoría de los elementos subjetivos de conocimiento que integran su posterior desarrollo derivan del estado vigente, ya dado, de este acervo de conocimiento. Huelga señalar que tales elementos socialmente derivados del conocimiento pueden ser modificados en procesos de explicitación más o menos «independientes». Pueden, por ejemplo, ser «mejorados» antes de canalizarlos hacia el acervo social de conocimiento.Una vez que los análisis previos evidenciaron la casi total dependencia social del acervo subjetivo de conocimiento, fue necesario destacar la prioridad fundamental de las experiencias y explicita- ‘ dones «independientes» en la constitución del acervo sodal de conocimiento. Sin embargo, esto no debe suscitar falsas conclusiones. Pese a la prioridad fundamental de la adquisición subjetiva de conocimiento, el acervo social de conodmiento no puede ser entendido en modo alguno (ni siquiera formalmente) como la «suma» de acervos subjetivos de conodmiento. Basta preguntar «¿qué acervos de conodmiento?» para advertir que tal idea conduce inevitablemente a dificultades insolubles. £1 acervo sodal de conocimiento contiene no solo «más» que el subjetivo, sino tam-bién «más» que la «suma» de ellos. Esto quedará claro en los exámenes siguientes, especialmente en el análisis de la estructura del acervo social de conocimiento y la división social del conodmiento.11

Debe agregarse aquí que el acervo social de ronodm¡ento contiene también «menos» que cualquier acervo particular subjetivo de conodmiento. Así, por ejemplo, el acervo subjetivo de conocimiento puede contener elementos que se han sedimentado a partir de experiencias «nuevas» y, por lo tanto, no podrían ser incorporados «todavía» al acervo social de conocimiento. Además, aquel contiene elementos que no satisfacen las presuposiciones para la aceptación del conocimiento subjetivo en el segundo. También contiene elementos que remiten a la «singularidad» biográfica de experiencias subjetivas y a elementos que eluden una objetivadón en el lenguaje.Estas consideraciones nos enfrentan con un problema que abordaremos en la sección siguiente: ¿Cuáles son las presuposiciones para la aceptación de conocimiento subjetivo en el acervo social de conocimiento? La respuesta a esta pregunta nos permitirá describir las formas básicas de los procesos por intermedio de los cuales se pueden transferir a dicho acervo elementos subjetivos de conocimiento.

11 Véaie cap. 4, C.

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2. Presuposiciones de la socialización de conocimiento subjetivo

a. «Objetivaciones» (fe la adquisición subjetiva de conocimiento

La presuposición general y fundamental para 4a aceptación de elementos subjetivos de conocimiento en el acervo social de conocimiento es su «objetivación:». Con esta expresión se quiere carac- hmmt terizar, en generad, la corporización de procesos subjetivos en los objetos y sucesos del mundo de la vida cotidiana. Por consiguiente, todos los actos que se insertan en este, asi como sus «resuEtadop», serán entendidos como «objetivaciones» en la medida en que puedan considerarse derivados de esos actos. También debe caracte-

• rizarse de esa manera a las formas de expresión en el sentido más amplio: ademanes, gestos faciales, etc. En este punto, nos interesan solamente las «objetivaciones» que, en efecto, son captadas e interpretadas por Otros como indicaciones de procesos subjetivos, y, entre ellas, principalmente las que pueden ser interpretadas por Otros como «objetivaciones» de explicitaciones subjetivas o de resultados subjetivos de explicitaciones del conocimiento ge-neralmente subjetivo. Por ejemplo: cuando A observa cómo estornuda B, el estornudo exprtáa, en verdad, sucesos subjetivos, si seguimos este concepto lo bastante lejos, pero no se lo puede concebir como una «objetivación» de conocimiento subjetivo. No es posible trazar una línea demarcatoria unívoca y tajante, puesto que todas las experiencias pueden sedimentarse como conocimiento subjetivo. En otras palabras: ninguna ’xperiencia es definible, en esencia, como «no problemática».Según se mostrará en lo que sigue, podemos distinguir entre diversos niveles de «objetivación» según conciernan a «objetivaciones» continuas correspondientes a la adquisición subjetiva de conocimiento, o a las ya presentes como indicaciones de conocimiento subjetivo, o a «traducciones» de conocimiento subjetivo al sistema de signos. Comenzaremos con una descripción en el nivel más simple.Supongamos que A deambula por una región desconocida para él y debe cruzar un río. Abandonado totalmente a sus propios recursos, tendría que emprender una serie de pasos para descubrir en qué lugares el río es demasiado profundo para vadearlo, dónde tiene apariencia de ser poco profundo, etc., hasta que pudiera decidirse a probar suerte en uno u otro lugar. Entonces tendría que volverse en medio del río, porque cerca de la otra orilla^ la corriente ha cavado un canal demasiado profundo. Después de todas estas deliberaciones e intentos, llegaría finalmente a la otra orilla y sabría dónde se puede cruzar. Si volviera al mismo río, le sería útil este conocimiento «independientemente» adquirido. Pero supongamos ahora que al llegar al río, A observa que B lo cruzó en determinado lugar. Advierte de dónde salió B, lo contempla mientras cruza y llega a salvo a la otra orilla. Con ello, A se

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13 Véase cap. 3, B, 2.

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13 Véase cap. 3, B, 2.

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ahorra una serie de pasos «independientes»; puede reemplazarlos mediante la observación de los pasos apropiados que dio B.Hemos comenzado intencionalmente con este himple ejemplo, porque aquí carece relativamente de importancia en qué contextos de sentido subjetivo esdste para B el cruce del río, y ya es dáro que lo mismo da que concibamos a B como un hombre o un caballo. Además, el ejemplo está elegido de tal modo que no puede crear un problema de «falsa interpretación». Por otro lado, no tiene importancia el que presumamos que B ya sabía dónde hallar un paso, sin adquirir por ello, hablando estrictamente, ningún «nuevo» conocimiento, o haya tenido que iniciar él mismo los procesos que caracterizan a la adquisición de nuevo conocimiento. Tomemos ahora un ejemplo que ilustra el mismo nivel de «objetivación», pero donde las cosas son un poco más complicadas. Si A quiere comprobar si el agua de una olla está caliente o fría, puede llegar a una decisión entre las dos posibilidades mediante una serie de pasos «independientes». Cuando ve, en cambio, que B introduce el dedo en el agua y lo saca inmediatamente con expresión de dolor, puede interpretar la conexión entre el acto de B y su expresión facial como una indicación de que B enoontró caliente el agua. Por consiguiente, puede aceptar su observación de la adquisición de conocimiento de B como un sustituto o, dicho con más exactitud, como un sustituto de diversos pasos «in-dependientes» en su propia adquisición.

Mediante 'os rasgos ccmunes de los dos ejemplos podemos obtener una caracterización general de esta «objetivación». En este nivel, no es un elemento subjetivo de conocimiento como tal, sino el suceso de la adquisición subjetiva de conocimiento, que se «objetiva)* en los sucesos continuos del mundo de la vida

cotidiana. Los sucesos son observados por un Otro, y luego interpretados de modo tal que son considerados como pasos

«independientes» de sus propios procesos de adquisición. Podemos decir entonces, aquí sólo en un sentido muy restringido, que A ha tomado un elemento de conocimiento de B. Si se nos permite repetir al respecto un concepto que utilizamos en el análisis de las estructuras de significatividades: A «toma» de B ciertos pasos en la inspec- - ción de un problema, pero debe interpretar él mismo los pasos «ahorrados» mediante conclusiones analógicas más o menos expresas. Aquí sostendremos que estamos en este nivel de «objetivación», ya implicados en una «derivación social» de conocimiento, aunque limitada.De lo antedicho se desprende claramente que la transferencia de conocimiento en este nivel de «objetivación» está indisolublemente ligada a la situación concreta. La «aceptación» de conocimiento por A presupone una interpretación análogamente sincronizada de las observaciones de las «objetivaciones continuas» (del flujo.de la experiencia de B). Además, según el contexto del problema, se presupone una mayor o menor congruencia de las significatividades subjetivas de A y B. Para decirlo concretamente: en muchas situaciones problemáticas, un caballo puede propor-

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donar pasos «independientes» en la explicitación de un problema, mientras que en otras solo puede hacer esto un hombre análogamente constituido, talentoso, etc.En este nivel de objetivación, no origina ninguna diferencia real que B sepa que su conducta es observada e interpretada por A. Naturalmente, si B es motivado a adquirir d conocimiento que A tiene presente respecto de él, e impartirlo a A, puede dirigir conscientemente las «objetivaciones» de sus procesos subjetivos. Puede, por ejemplo, tratar de fadlitar a A la interpretadón de «objetivaciones» exagerándolas intencionalmente; pero, por otro lado, también puede tratar de impedir que A intente adquirir conocimiento sobre su conducta, limitando u ocultando las «objetivaciones» de sus procesos subjetivos, y oscureciendo así su sentido. Hasta puede tratar de confundir al otro'colocando ante A «falsas» objetivaciones como anticipadón de interpretaciones típicas. Si es malévolo, B puede, por ejemplo, controlar su expresión facial, aunque se haya quemado, con la esperanza de que A también se queme. En este nivel de «objetivadón», por consiguiente, si A y B están en una reladón Nosotros, es posible, en principio, el intercambio motivado, no solo de conocimiento «correcto», sino también de conocimiento «falso». Esto sucede aunque el intercambio de conocimiento «falso» esté limitado de tal modo que A y B tengan el mismo acceso inmediato a -los demás componentes de la situación.

b. Las «objetivaciones» de conocimiento subjetivo en indicaciones

En el primer nivel de «objetivación», A interpreta una serie continua de sucesos como alusivos a la adquisición «simultánea» de conocimiento por A. En el caso típico, A y B llegan, por lo tanto, a un conocimiento típicamente similar en procesos análogamente sincronizados de interpretación, de modo que A puede utilizar las conductas y las acciones de B como sustitutos de pasos «independientes» de explicitación (en el contexto de interpretación con los demás componentes inmediatamente captados de la situadón). En el segundo nivel, hay elementos de conocimiento ya plenamente constituidos y encamados en los sucesos u objetos de la vida cotidiana. Estas «objetivaciones» son interpretadas por Otros como indicación de conocimiento definido.112 En todo caso, no se puede trazar una línea divisoria tajante entre los dos niveles de «objetivadones», puesto que las transiciones son posibles sin más ni más. Supongamos que A no ve cómo B pone el dedo en el re-cipiente lleno de agua, sino que lo observa sólo de pie junto a la olla y soplándose el dedo con una expresión dolorida. Aún puede llevar las indicaciones a un contexto interpretativo, junto con los otros componentes de la situación, y decidir que la olla muy probablemente contenga agua caliente, aunque no haya participado en las fases individuales de la adquisición cognoscitiva de B. En general, una interpretación adecuada se hace más difícil cuando A dispone de menos componentes de 'la situación inicial. La interpretación será tanto más difícil cuanto mayor sea la disparidad entre el conocimiento que B adquirió inicialmente y la indicación a utilizar para la interpretación. El,segundo nivel de «objetivación» es también relativamente dependiente de la situación, aunque hay, en comparación con el primer nivel, cierta independencia respecto de la ^situación de adquisición.

Volvamos al primer ejemplo y variémoslo un poco. Imaginemos nuevamente que A llega a un río que desconoce y busca un lugat para cruzarlo. Después de reflexionar un poco, empieza a cruzar el río en determinado lugar. Entonces advierte que B le hace enérgicas señas desde la otra orilla, señalándole otro lugar. A puede explicar los movimientos de B como indicación de que este sabe algo que es posiblemente significativo para A, y está tratando de comunicárselo. En conexión con la situación anterior y sus componentes, llega a la conclusión de que muy probablemente ese algo se refiere a algún conocimiento sobre el problema de cruzar el río. Por ello, no tiene realmente importancia si B ncaba de adquirir este conocimiento, o lo tiene desde hace

112 [Víase el análisis de las indicaciones en ColUcted Papers, vol. I: The Problem of Social Reality, A ed. por Maurice Natan'on, La Haya, Nijhoff, 1962, págs. 310-11; víase también The Phenomenology of tne ¡Social World, A trad. al inglís por George Walsh y Frederick Lehnert, Evanston, 111* Northwestern University Press, 1967, pág. 119.]

un tiempo, o aun si le adquirió de modo «independiente» y simplemente lo adoptó. Lo que «Stá «cbjeiivado» en indicaciones no es la adquisición de conocimiento, sino sus result?dos. así, la transferencia de conocimientos, su «objetivación» en indicaciones, está ya separada de la situación inicial de su adquisición; pero la interpretación de indicaciones de un ¡Otro, la aceptación de conodmiento objetivado (como se señaló antes), todavía se vincula más o menos firmemente con la aprehensión inmediata de los componentes de la situación inicial significativa para la constitución de los elementos epistémicos.La adquisición de conocimiento en este nivel de «objetivación» no depende necesariamente del hecho ide que aquel cuyo conocimiento es «objetivado» en indicaciones «ponga» [posit] 113 conscientemente estas indicadones. De los gestos de B, sus expresiones fadales y otros componentes similares de la situación significativos para la interpretación, A puede inferir algún conodmiento particular que tiene B, aunque este mismo crea no ser observado. En principio basta entonces, que A pueda interpretar dertos sucesos o circunstancias como indicadones de cierto conocimiento definido por parte de B, esté o no motivado B para formular estas indicadones.

113 En lo sucesivo agregaremos comillas al verbo «poner» y sus derivados cuando sea traducción de to posit (alemán: Setzen) ; para positioning o acción de «poner» emplearemos «ponencia». (N. del E.)

En todo caso, una motivación reciproca para «poner» e interpretar indicaciones acompaña ya a los casos más importantes para la adquisición social de conocimiento en este nivel de «objetivación». Fue por tal razón que elegimos este nivel como caso ilustrativo, en el cual B «ponía» indicaciones en actos «objetivadores» (señales). Pero aquí se aplica con especial fuerza lo que se esta -bleció respecto del primer nivel: cuando B sabe que A está interpretando su conducta como una indicación de algún conocimiento, puede enfatizar, ocultar o fingir tales indicaciones. En una partida de póquer, por ejemplo, cuando B recibe cartas y se le iluminan los ojos, A puede tomar esto como indicación de que B tiene un buen juego. Pero si B prevé esto, puede disimular o fingir satisfacción aunque tenga malas cartas. Puede hacer otras maniobras engañosas, además de esta: un bluff doble, triple, etc. Cuanto más separado está el elemento cognoscitivo de la situación de su adquisición inicial por B, tanto más inaccesible son los componentes de la situación para A y, en general, tanto más simple es para B ocultar este conocimiento o transmitir a A un conocimiento «falso». No queremos anticipar demasiado el curso detl análisis, y ante todo la investigación de los procesos de socialización; pero debemos insertar aquí una reflexión sobre la función de las «objetivaciones» en la estructura del acervo social de conocimiento en los dos niveles examinados. Hemos establecido que las «objetivaciones» en es-tos niveles están todavía sumamente ligadas a la situación (o, más exactamente, a la situación de adquisición de conocimiento), aunque aquí puede intervenii cierta separación de la transmisión de conocimiento con respecto a la situación de su adquisición. Por consiguiente, el conocimiento idealizado («abstracto») y anónimo no puede ser socializado mediante tales «objetivaciones». Por el contrario, tales «objetivaciones» son de la mayor importancia para la socialización de otros elementos que pertenecen al acervo de conocimiento. Si no queremos limitar indebidamente el concepto de acervo social de conocimiento al conocimiento explícito o las «formas superiores de conocimiento», podemos hablar también de habilidades socializadas o, en todo caso, de componentes sociales de las habilidades. En cierto sentido, empero, Otros pueden adoptar habilidades sin presuponer necesariamente una adquisición de ' conocimiento expresa; por ejemplo, lingüística. Aquí se aplica lo que se dijo en general acerca de las «objetivaciones» en los dos primeros niveles. Así, por ejemplo, A puede observar cómo nada B. Si después trata de imitar a B, se habrá ahorrado varios «pasos» en la adquisición «independiente» de conocimiento. A ya no necesita experimentar con diversas combinaciones alternativas de movimiento. O bien, si A observa cómo B hace un hacha, él mismo puede producir un hacha imitando el «mejor método» >para hacer hachas que acaba de observar.Siempre nue Otros adoptan habilidades (y, más en general, «objetivaciones» en los niveles presimbólicos), ya está presente la presuposición básica para la socialización. Todavía nos falta investigar qué significa esto, pero ya podemos afirmar que la trasmisión

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expresa de conocimiento (p. ej., las «objetivaciones» en el nivel de los sistemas de signos) no está necesariamente presupuesta. Las «objetivaciones» en estos niveles presimbólicos pueden ser incorporadas como tales a las «posesiones» de un grupo o una sociedad. Como «tradiciones» de ciertas habilidades y, más en general, como recetas de conducta, constituyen un componente del a priori social. Todo el que nace en una sociedad adopta tales tradiciones presuponiéndolas en alto grado, sedo porque no necesita aprenderlas expresamente. Aunque la transmisión expresa no está necesariamente presupuesta en la aceptación de conocimiento «objetivado» en estos niveles, debe señadarse que la aceptación tipica de habilidades, modos de conducta y «tradiciones» socializadas ocurre habitualmente en una trama de aceptación imitativa de recetas «objetivadas» en la conducta de Otros, pasos «independientes» de adquisición y transmisión expresa de conocimiento en el nivel lingüístico.1® Así, por ejemplo, un estilo típico de andar, un estilo típico de trabajar y un estilo típico de arte

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contienen estos componentes de la adquisición cognoscitiva en proporciones diferentes. En general, cuando en el examen anterior hablamos de «tradiciones», no quisimos anticipar un análisis de los problemas de la «duración social» vinculados con la socialización del conocimiento. Sobre todo, no necesitamos pensar siempre en los componentes a largo plazo del acervo social de conocimiento, ya que algo simi lar vale también para las «modas» de breve duración (p. ej., cierto estilo de anudar una corbata).Las «objetivaciones» en los nivele* presimbólicos pueden cumplir también una función subordinada, pero no carente de importancia, en la transmisión de elementos expresos del acervo social de conocimiento. Esto es verdad especialmente en el ámbito de las recetas prácticas para dominar situaciones cotidianas. En la aceptación de tales recetas, la observación y la imitación de habilidades v ejemplos de conducta (que son «objetivados» una y otra vez en las relaciones con Otros) entran en el aprendizaje de reglas explícitas mediante proverbios, máximas, etc. Aun en la apropiación de «formas superiores de conocimiento», las «objetivaciones» pueden cumplir cierta función en los niveles presimbólicos.Finalmente, debe señalarse que tales «objetivaciones» tienen un sentido decisivo para las primeras etapas de la «socialización» del niño. Antes de que un niño haya aprendido un lenguaje, no es posible transmitirle expresamente elementos explícitos y más o menos «abstractos» (idealizados y anónimos) del acervo social de conocimiento; pero pueden ser re-concretados para él en los niveles presimbólicos de «objetivación». Aparte de este hecho, tales «objetivaciones» cumplen, naturalmente, un papel mediador en el aprendizaje del lenguaje mismo, vale decir, en la apropiación de matrices de sentido cuasi-ideales y anónimas del lenguaje.ST) jocxJji • P'octi^j , )S (CT*(

c. Los productos como ^objetivaciones* </<• conocimiento subjetivo

Definimos la «objetivación» como la corporízadón de procesos sub- , je ti vos en hechos y objetos cotidianos. Hasta ahora, solo hemos descrito las «objetivaciones» en la forma de sucesos del mundo de la vida, dejando de lado la posibilidad de «objetivaciones» en objetos del mundo de la vida. En otras palabras: hasta ahora nos hemos limitado a la descripción de la «objetivadón» de procesos subjetivos en actos y formas de expresión. En to que sigue, consideraremos la corporízadón de procesos subjetivos en los «resultados» de actos.La obtendón de conocimiento subjetivo tomado de Otros en los dos niveles de «objetivadón» previamente descritos no presupo nía el carácter histórico pre-dado de un sistema de signos ni la constitución intersubjetiva de signos. Presuponía, no obstante, que la formulación de «objetivaciones» por una persona y su interpre-tación por un Otro tenían lugar «al mismo tiempo». En el primer nivel de «objetivación», esto implica la corporízadón del acervo subjetivo de conocimiento en sucesos del mundo de la vida que ahorran al Otro pasos «independientes» en la adquisición de conocimiento mediante procesos análogamente sincronizados de interpre- tadón. En el segundo nivel de «objetivación», había ciertos elementos subjetivos de conocimiento que se corporizaban en sucesos del mundo de la vida y eran interpretados por el Otro como indicaciones de deitos elementos de conocimiento. El segunde nivel fue caracterizado así por cierta separación de la transmisión del conocimiento con respecto a su adquisición original. Sin embargo, en ambos niveles áe «objetivación» la adquisición cognoscitiva exige necesariamente que aqud de quien se acepta conocimiento y aqued que lo acepta estén situados en una relación Nosotros o, en todo caso, que uno de ellos pueda observar inmediatamente al Otro. Pero cuando consideramos la posibilidad de la «objetivación» de procesos subjetivos en objetos, ya no en sucesos del mundo de la vida cotidiana, esa condición no rige. Cuando los procesos subjetivos no se «objetivan» en forma de expresión o en actos, sino ep. los «resultados de actos», la interpretación de las «objetivaciones» (y, con ella, la aceptación del conodmiento subjetivo a través de un Otro) no está ligada al presente de aquel cuyos procesos subjetivos se han corporizado de ese modo. Pero, ¿qué significa cuando decimos que estos procesos pueden ser «objetivados» en los resultados de actos?

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Los actos que se insertan en el mundo de la vida cotidiana lo modifican: este es un hecho básico. Algunos actos de este tipo pueden modificar el mundo de la vida de una manera tan nimia que el cambio permanece inadvertido, al menos para ia observación rutinaria. Algunos actos, en cambio, dejan en los objetos del mundo de la vida rastros que son también aprehensibles mediante las advertencias cotidianas. Podemos describir formalmente Tales rastros como los resultados de actos, al margen de que sean el objetivo central, el objetivo secundario o hasta una drcunstancia con-

comitente de la acción. Todos esos resultados de actos pueden ser interpretados como «objetivaciones» de la acción. A partir de determinados cambios en objetos del mundo de la vida es posible inferir una acción determinada y, a partir de esta, ciertos procesos subjetivos; sobre todo, determinado conocimiento subjetivo. Naturalmente, la interpretación de ios resultados de actos como «•objetivaciones» de procesos subjetivos en general, y de conocimiento subjetivo en particular, no exige que el proceso de interpretación se realice al mismo tiempo que el curso de la acción. En este caso, por consiguiente, para que A pueda aceptar conocimiento de B, ya no hace falta q«e sea su semejante: su interpretación ya no está ligada al carácter pre-dado inmediato del Otro. No existe, en principio, ningún límite temporal para la adopción del conocimiento, con la sola excepción de un límite técnico: la perduración natural o artificial de objetos en los que se han impreso actos. Por medio de «objetivaciones» de este tipo, se puede transmitir conocimiento a contemporáneos y a sucesores.No hace falta destacar que la preparación de ejemplos utilizados para la interpretación (significatividades interpretativas mediante las cuales se pueden interpretar los resultados de actos con total independencia del curso del acto) se origina en situaciones en que la conexión entre el curso del acto y el resultado del mismo puede ser observada de manera inmediata. Es decir, la interpretación de los resultados de actos como «objetivaciones» de procesos subjetivos presupone fundamentalmente la interpretación de actos y formas de expresión en '■elaciones Nosotros o situaciones de observación inmediata.Ya hemos dicho que caracterizaremos todos los cambios en objetos del mundo de la vida provocados por actos humanos como «objetivaciones», o sea como «resultados de actos» ya sean estos cambios simplemente circunstancias que acompañan a la acción, ya sean ellos mismos el resultado de una acción motivada. Sin embargo, queda por hacer una distinción entre tales resultados de actos. En verdad, las meras circunstancias concomitantes o «rastros» de una acción, pueden, como «objetivaciones» de procesos subjetivos, transmitir conocimiento a Otros; pero tienen mucho menos significación en la socialización del conocimiento que motivó los cam-bios, a los que llamaremos «productos». Por lo tanto, nos bastará con ejemplificar brevemente el primer paso, a fin de pasar a una descripción más cuidadosa de los productos.Si A se pierde en el bosque, puede tropezar de pronto con huellas que indican cierta dirección. Para A es obvio que las huellas fueron dejadas por alguien que caminaba. Ha observado cómo una persona semejante, £ o él mismo, dejaba huellas en la tierra blanda. Puede explicar las huellas como resultados de un acto, en el sentido de «circunstancias concomitantes» de determinada acción. Surge la posibilidad de que B, quien dejó las huellas, estuviera perdido a su vez. En ese caso, .las huellas.no son sino las «objetivaciones» de la adquisición de conocimiento de B. Por esa razón, A no sabe si para B (e, hipotéticamente, en verdad para A) esa búsque-

%

14 [A. Schutz, Collected Papers f vol. I, págs. 308-09.]

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da de conocimiento resultó exitosa. Pero si hay un camino abierto, entonces A decidirá que muy probablemente lo conduzca a un poblado, y que 4a huella, por lo tanto, «objetiva» cierta parte del conocimiento de B que es significativo para A. En este caso, lo mismo da que B quiera dejar las huellas o no; ellas transmiten conocimiento a A. Sin embaigo, ya podemos ver en este ejemplo que la linea demarcatoria de los productos motivados no es tajante. Solo necesitamos cambiarla ligeramente y presumir que estamos ante un camino cultivado hallado por A; entonces, ya hemos transpuesto 4a línea divisoria hacia los productos.Comencemos con una descripción de los productos. Cabe destacar que solo nos interesan en un contexto muy restringido; a saber, solo en cuanto puede decirse que «objetivan» un conocimiento subjetivo y lo transmiten a Otros. Esta 'limitación es importante. Podemos distinguir tres formas principales de productos: marcas,14

herramientas y obras de arte. Está claro que una investigación amplia de estas formas nos conducirá, por un lado, a los problemas empíricos de la tecnología y, por el otro, a los problemas teóricos e históricos del arte.Las marcas son los resultados de actos creados por el actuante a fin de consolidar un elemento definido de conocimiento y recordarlo. Si alguien pasa por un terreno difícil y quiere asegurarse de que encontrará el camino de vuelta, puede hacer muescas en los árboles en el trayecto. Está claro que el límite de las «objetivaciones» antes examinadas es flexible. Por ejemplo, un hombre puede asegurarse de que deja huellas claras. Aunque estas solo sean «circunstancias concomitantes» de su acción, pueden servirle como marcas. Lo mismo rige, en general, para la interpretación de las marcas hechas por Otros. Ya hemos visto así cómo pueden ser interpretados los «rastros», por ejemplo, las huellas. Si otra persona cruza la misma región y descubre las muescas, estas pueden servir como marcas también para él.Lo que se dijo en general acerca de la preparación de modelos interpretativos para las objetivaciones de los resultados de actos, y su separación del curso de actos (o sea, que remiten a las situaciones de la observación inmediata de la conexión entre el acto y su resultado) es cierto especialmente en cuanto a las marcas. De esto se desprende que tales modelos interpretativos tienen diversos grado* de probabilidad. Que el intérprete pueda aceptar una interpretación específica con mayor o menor seguridad subjetiva depende de que pueda poner las marcas en una relación razonable con los otros componentes de la situación (es decir, depende de la sencillez con que pueda resolver una asociación entre marcas típicas y «problemas acerca de marcas» típicos). Si alguien se pierde en un laberinto subterráneo, pero descubre una cuerda sujeta a la pared, la seguirá confiado, basándose ,en esta interpretación: «Probablemente alguno conocía el camino para salir del laberinto, y es muy verosímil que lo señalara con esta cuerda». Por otro lado, si alguien halla en la calle un pañuelo con un nudo, sabe que ese nudo estaba destinado a recordar algo a alguien, pero ese nudo no le permite adquirir .ningún conocimiento significativo acerca de ese «alguien». La enorme cantidad de típicos «problemas acerca de marcas» para los que,un niu^o suede servir como marca típica, en contraste con el ejemplo de las muescas regulares en los árboles, no permite una interpretación específica sin alguna aclaración adiciona}. En el último ejemplo, podemos ver que otro hecho cumple una función en la interpretación de marcas. S' se reconoce el pañuelo como propiedad de un íntimo amigo que continuamente olvida los cumpleaños de su mujer y sus hijos, se puede asignar al nudo una interpretación especifica con cierto grado de verosimilitud. Podemos decir, en general, que cuanto mas alejada está una marca de la situación inicial en que fue establecida, o cuanto menos a mano están los componentes significativos de la situación inicial para la interpretación, o cuanto más anónimo es aquel que hizo la marca para quien la interpreta, tanto menos puede la marca transmitir conocimiento específico.No obstante, cuando se socializan marcas típicas para típicos «problemas acerca de marcas», es decir, cuando su interpretación queda estandarizada, ya hemos transpuesto el límite de las «objetivaciones» presimbólicas. En todo caso, tales «marcas» tienen entonces la función de signos, aunque no sean todavía elementos de un sistema elaborado de signos. Cuando se elaboran sistemas de «marcas» socializadas, el uso de esa expresión ya es engañoso. En este caso, se trata de signos que encuentran su «objetivación» en los resultados de actos y, por ende, en objetos ,del mundo de la vida, en contraste con el lenguaje, que se encama en formas

de expresión. Precisamente por esta razón, «sistemas de marcas» como la escritura pueden servir para «traducir» a un medio más «estable», «sistemas de signos» que han sido «objetivados» inicialmente en formas de expresión, como el lenguaje. En este punto queda atrás naturalmente, el nivel de las objetivaciones» presimbólicas. Volveremos a esto más adelante.Las herramientas, como todos los productos, son también «objetivaciones» de conocimiento subjetivo. Como se mostrará luego, difieren de las marcas (así como de las obras de arte) en aspectos esenciailes. Las marcas son productos motivados, cuyo motivo es «objetivar» para el sujeto un determinado elemento subjetivado de conocimiento. De este modo, como hemos indicado, tales «objetivaciones» pueden ser interpretadas en ciertas circunstancias, también por Otros. Por otro lado, las herramientas son objetos del mundo de la vida cotidiana utilizados en actos que lo modifican. En un caso límite, no necesitan ser ellas mismas resultados de actos; basta con que estén incorporadas como medios útiles en los cursos típ ¡coz de actos. La situación normal (el modo en que se imagina típicamente una herramienta) es que el objeto del mundo de la vida sea producido o hecho, y pueda ser caracterizado así como el resultado de un acto. Al ser el resultado de un acto, la herrar mienta misma está dentro del curso típico de un acto. Podemos considerar las herramientas como «objetivaciones» de partes componentes de contexto «para», sobre todo 'las que se asocian con habilidades que se han hecho rutinarias. El motivo que sustenta la elaboración de la herramienta no es, por consiguiente, una objetivación de conocimiento en un sentido literal, ni la «objetivación» de una habilidad. En principio, se puede inferir, a partir de una herramienta que ha sido considerada como resultado de un acto, el acto y el conocimiento en ella encarnados. La interpretación de úna herramienta remite esencialmente a su función en un con-texto «para» (a una habilidad), mientras que el productor especifico puede permanecer anónimo en principio. Todo lo que se presupone para una interpretación adecuada es que A, que aprehende la herramienta como una «objetivación», ha dominado un problema cotidiano similar al de B, que produjo la herramienta, y que el problema se presenta para A en una «cadena funcional» similar. En este caso, puede aprehender y aceptar la herramienta como una «solución».En la vida cotidiana, muy raramente una herramienta es interpretada como una «objetivación» de elementos específicos de conocimiento. Esto se debe a que ei uso de herramientas, con las habilidades correspondientes a ellas, está en general socializado y rutinizado, mientras que la obtención de elementos específicos de conocimiento encuentra medios «más apropiados». El hecho de que t.iles interpretaciones son posibles en principio permite ver que, en ausencia de otras «objetivaciones» —p. ej., en ausencia de inscripciones históricas, etc.—, la arqueología emplea precisamente tal interpnJíaciój? de herramientas como el elemento de juicio más importante para la reconstrucción del acervo social de conocimiento («cultura») de sociedades prehistóricas.Algo diferente sucede con las obras de arte. Estas son, en verdad, productos en el sentido estricto de la palabra; pero se diferencian tanto de las marcas como de las herramientas en un aspecto sumamente importante. Solo en un oaso teórico, límite, se puede imaginar que el motivo para la creación de una obra de arte es que sea una «objetivación» solamente para el productor, como en el caso de las marcas, o que esté inserta en «cadenas funcionales» puramente pragmáticas en el dominio cotidiano de la vida, como en el caso de una herramienta. Empero, pueden concebirse obras de arte que se superpongan con marcas y con herramientas. Los factores esenciales que caracterizan a un producto como obra de arte son, precisamente, que esta es creada como una interpretación para Otros, y que «objetiva» la «solución» de problemas en productos cotidianos. Estos factores remiten a la relación entre niveles cotidianos y no cotidianos de realidad. Nada más puede decirse aquí al respecto, pues para proseguir el análisis deberíamos elaborar una teoría de los símbo'os. Contentémonos aquí con establecer que las obras de arte, igual que las marcas y herramitntas, pueden interpretarse como «objetivaciones» de conocimiento subjetivo, pero de un conocimiento que expone intentos de resolver los problemas que trascienden el mundo de la vida cotidiana.

. Las tobjetivaciones» de conocimiento bjetivo en signos

Los niveles anteriormente examinados de la corporizadón de procesos subjetivos en indicaciones y producto^ tenían una cosa en común, pese a todas las diferencias en las formas de «objetivación». La dependencia de nuestra interpretación con respecto a una situación limita mucho las posibilidades de transmitir conocimiento. Las «objetivaciones» pueden ser. interpretadas, en verdad, como indicaciones de conocimiento subjetivo, separado, en cierta medida, de las situaciones en que este conocimiento fue inicialmente adquirido. La interpretación de productos puede llevarse a cabo hasta en ausencia del productor. En estos niveles de «objetivación», la transferencia de conocimiento subjetivo presupone necesariamente un acuerdo de largo alcance entre: 1) las estructuras de experiencia y significatividades, a partir de las cuales quien inicialmente adquiere el conocimiento elabora un elemento específico de conocimiento, y 2) las estructuras de experiencia y significatividades del Otro, quien interpreta algunas de las «objetivaciones» de procesos subjetivos del primero como indicaciones de un proceso específico de conocimiento. Desde el comienzo, el problema cuya solución se «objetiva» en determinadas indicaciones o productos debe ser presentado al que adopta la solución de un modo similar, a través de una interpretación de esta «objetivación» tal como es presentada a quien inicialmente halló la .oludón. Que se puedan interpretar tales «objetivaciones» como indicaciones útiles para la solución de problemas defiende, en gran medida, del hecho de que, en la situación interpretativa, estén dados lós «mismos» elementos que en la situación problemática inicial. En estos niveles de «objetivación», por consiguiente, el conocimiento subjetivo, que ha sido separado de la estratificación espacial, temporal y social de experiencias cotidianas por «anonimización» e «idealización», no puede transmitirse a Otros.Esta limitación radical no afecta a las posibilidades de comunicar conocimiento en el nivel de la «objetivación» (que será examinado enseguida), en el cual el conocimiento subjetivo es «traducido» a signos. En este nivel, puede transmitirse conocimiento subjetivo a Otros, aunque esté separado de las estratificaciones espaciales, temporales y sociales de experiencias a partir de las cuales fue sedimentado originariamente. Aquí la interpretación es, en gran medida, independiente de los eLmentos previamente dados de la situación interpretativa y las estructuras de significatividades de las experiencias realmente presentes defl intérprete. De tal modo, puede obtenerse conocimiento que solo hipotéticamnte es significativo para él. Por medio de signos pueden transmitirse no solo «soluciones a problemas», sino también «actitudes ante problemas». Como fue subrayado antes, la transmisión de conocimiento subjetivo en los niveles presimbólicos de «objetivación» presupone solo cierto grado de acuerdo entre Jas estructuras de experiencia y signifi- catividadea de aijvel que produce la «objetivación» y las del que las interpreta. No presupone, sin embargo, que ambos tengan ya una zoita de conodmiento en común antes de la transmisión de un ele-mento específico de conocimiento. En contraste con esto, la transmisión de conocimiento subjetivo mediante signos presupone siempre un conocimiento común; quien «objetiva» su conocimiento en signos y quien los interpreta deben estar familiarizados con el mismo sistema de signos. Solo entonces hay algo que corresponde a los procesos por los cuales el primero retraduce a su conocimiento subjetivo.Cuando nos preguntamos cómo el conocimiento subjetivo puede ser transmitido a Otros mediante signos, llegamos necesariamente al problema de la constitución intersubjetiva de signos. O bien, cuando deseamos poner entre paréntesis este problema, llegamos al problema del carácter histórico pre-dado y la apropiación sub-jetiva de un problema de signos. Examinaremos estos problemas más adelante.15 Aquí solo podemos indicar los resultados principales de estas investigaciones.Ya hemos dicho que el conocimiento subjetivo (que, en gran medida, está libre de las estratificaciones de experiencias inmediatas en el mundo de la vida cotidiana) también puede ser transmitido mediante sistemas de signos. Debe recordarse que un gran distan- ciamienío de las experiencias subjetivas, con respecto a las estratificaciones espaciales, temporales y sociales de las experiencias cotidianas, es justamente lo que presupone la constitución de sistemas de 'ignos. Esta separación («anonimización» e «idealización»)

15 Véase cap. 6 [vol. II].

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tiene su origen en los procesos de reflejo intersubjetivo. A causa de este distanciamiento, las «objetivaciones» de procesos subjetivos (y hasta las que se refieren a objetos comúnmente experimentados) son, por su parte, comúnmente experimentadas en la comunidad espacial y temporal inherente a la relación Nosotros. Es así como pueden elaborarse «objetivaciones» intersubjetivamente válidas y recíprocamente interpretables. En principio, se puede imaginar la elaboración de tales «objetivaciones» simbolizadles en cada relación Nosotros «genuina»; pero en la realidad histórica no ocurre así. Todo individuo encuentra sistemas de signos preparados, totalmente elaborados. Los sistemas históricos son un elemento «impues-to» de la situación biográfica; constituyen un componente esencial de lo a priori social en el cual «nace» cada individuo. Solo hay que agregar que la apropiación subjetiva de sistemas históricos de signos también tiere lugar, naturalmente, mediante procesos de reflejo intersubjetivo (sobre todo en las primeras relaciones Nosotros). Ejemplifiquemos estas consideraciones con ayuda de una modificación de nuestro ejemplo anterior. Si A quiere cruzar el rio en un lugar que desconoce totalmente, buscará un punto adecuado. Puede tratar de hallarlo en pasos «independientes» de la adquisición de conocimiento. Puede observar cómo otra persona busca y encuentra el punto, y luego seguirla. Puede ser notificado de él*mediante las formas de expresión de un Otro (ademanes, gri

tos, etc.). Puede también hallar postes en el río a determinada distancia, y decidir que probablemente alguien cruzó el río utilizándolos. En cualquier caso, está olaro que el problema de cruzar el río en una zona que A desconoce totalmente se presenta por primera vez cuando A llega, al río, es decir, cuando d problema se hace realmente significativo. Además, puede adoptar el conocimiento de B acerca del cruce sólo cuando observa a B utilizando realmente ese conocimiento, o cuando Jos productos de B pueden ser llevados a la situación actual en una relación inequívoca con el problema de cruzai el río.Supongamos, sin embargo, que A y B se encuentran en un hotel situado ,a diez kilómetros del rio (de cuya existencia A todavía no está advertido, pero cuyos puntos de cruce B conoce exactamente). Supongamos además que, por la dirección en que A se acerca, B infiere que probablemente A llegue del otro lado de río, y que B, por ciertas razones, quiere impedir que A pierda una hora buscando por dónde cruzar. Puesto que ni el río ni el cruce están «presentes» en la situación actual, la posibilidad de compartir su conocimiento mediante «objetivaciones» presimbólicas está totalmente excluida. SI A y B, al encontrarse, no poselen ningún sistema común de signos, B tendría que ir hasta el río con A para transmitirle su conocimiento. En la situación problemática entonces realmente significativa, podría transmitir su conocimiento a A mediante «objetivaciones» en el plano presimbólico; por ejemplo, mostrándole el cruce. Presumamos que B conoce otro rio al que A probablemente llegue durante su peregrinación. Puede entonces, remitiéndose al río real y a recodos visibles en él, grupos de árboles, etc., tratar de trazar con A un sistema cartográfico primitivo, «escrutando» tam- biéfx cómo lo interpreta aquel. Con ayuda de tal sistema primitivo de signos, trataría luego de informar a A sobre di cruce de río siguiente, transmitiéndole así un conocimiento «idealizado» y «anónimo» que, para él, solo es hipotéticamente significativo.Pero si A y B llevan consigo esquemas interpretativos congruentes para «objetivaciones» simbolizables; por ejemplo, si hablan un mismo lenguaje o (lo cual bastaría en este caso) si disponen de un sistema cartográfico limitado, A puede averiguar, por medio de B, no solo la índole del problema, sino también su solución. B no necesita sino decirle que él, A, llegará a un río, y que puede vadearlo únicamente en determinado lugar; a, saber, donde h?y tres sauces junto al segundo recodo del río, después de que este baja de las colinas a la llanura. La constelación de constituciones de tipos totalmente anónimos e idealizados (curvas del río, sauces, tres, segundo, etc.) está separada de las circunstancias concretas y las significatividades realmente presentes de la situación en que A y B se encuentran actualmente (p. ej., hotel) y de las personas A y B. Para A, la constelación de signos como tal es significante. Puede transformar las matrices significantes del sistema de signos en conocimiento subjetivo, aunque no conozca a B, nunca haya visto el río y no piense caminar en esa dirección.Es difícil imaginar adecuadamente la motivación para eilaborar un sistema de signos, así como es difícil ejemplificar los procesos mismos de constitución. En nuestro ejemplo, por consiguiente, dijimos que solamente Ay B elaboran mediante procesos intersubjetivos un «sistema» cartográfico primitivo limitado a un ámbito estrecho de aplicación. Tomemos, ,no obstante, un ejemplo de «contrucción die lenguaje» algo románticamente simplificado, aunque muy descriptivo. Si un hombre y una mujer pertenecientes a dos tribus diferentes, que llevan consigo un conocimiento subjetivo diferente («independientemente» adquirido y socialmente transmitido), y que hablan lenguas diferentes, son llevados a una isla, no hace falta ninguna fantasía especial para imaginar la motivación para elaborar un lenguaje común. Aquí no nos interesa la constitución intersubjetiva de un sistema de signos ex nihilo, sino «solamente» la construcción de un lenguaje común. Aunque los medios lingüísticos que «llevan consigo» pueden cumplir una función importante, los procesos intersubjetivos, la «objetivación» de experiencias comunes, etc., son decisivos. Naturalmente que, des-pués de haber creado un lenguaje común, pueden compartir conocimiento no solo recientemente adquirido, sino también previamente adquirido; no solo efectivamente significativo, sino también hipotéticamente significativo.Podemos hacer el siguiente resumen: la transmisión de conocimiento subjetivo que está separada, en gran medida, de las estratificaciones de las experiencias subjetivas implicadas en la adquisición de conocimiento, y de las estructuras de

significatividades actuales de la situación en que se transmite el conocimiento, presupone que el conocimiento del «mismo» sistema de signos fue introducido en la situación en que se transmite el conocimiento, oique en la situación se crea un sistema común de signos. Dadas estas presuposiciones, puede traducirse el conocimiento subjetivo a las matrices interpretativas «idealizadoras» y «anónimas» de un sistema de signos, y transformarlo nuevamente en conocimiento subjetivo por medio de una retraducción adecuadamente significativa.18 Se indicó que las «objetivaciones» pueden ser también inmotivadas en los niveles presimbólicos. (Es decir, que el «motivo» que acompaña a la «objetivación» puede ser otro que el de la transmisión de conocimiento) ;17 pero en estos niveles la interpretación de «objetivaciones» y, en consecuencia, la aceptación de conocimiento, también están, por supuesto, motivadas. En el nivel de las «objetivaciones» del conocimiento subjetivo en signos, tanto la transmisión de conocimiento como la aceptación del mismo son motivadas; o sea que la «ponencia» de signos está, para quien los «pone», dentro del contexto subjetivo «para» o «porque» perteneciente a la transmisión de conocimiento. Y la interpretación de estos signos está referida, en este contexto, a la aceptación de conocimiento por quien interpreta las «objetivaciones». (Aquí no

!6 [Véase la discusión sobre la función de los signos en Collected Papers, vol. I, págs. 321-23.]17 Véase cap. 4, B, 2, a-c.

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consideraremos las excepciones, tales como un monólogo que se oye por casualidad.) Esto tiene consecuencias tanto para el «ponente» de los signos como para su intérprete. El primero presume que el Otro interpretará las «objetivaciones» de acuerdo .con el sentido de los esquemas interpretativos «objetivos» del sistema de signos, pero también presume que el Otro lo hará de maneras típicas, y que lo mismo será válido para las desviaciones subjetivas típicas de los esquemas de interpretación «objetivos». Cuanto mejor conozca al Otro, tanto mejor puede prever las «retraducciones» típicas del Otro. Tal conocimiento entra en dos actos originarios de «ponencia» de signos, y puede modificarlos según los contextos subjetivos «para» o «porque» en que aparecen. Quien interpreta los signos sabe, por otro lado, que las «objetivaciones» son los actos motivados ded «Dónente», que «controla» lo que comunica y cómo lo comunica. La comunicación de conocimiento en este nivel tiene, pues, la estructura formal de una acción social recíproca. Hay que agregar otra consideración. Aun en el nivel presimbólico, las «objetivaciones», si son motivadas, pueden conducir a ciertas anticipaciones de su interpretación por Otros. Esto puede llevar a «exageraciones» motivadas, así como a «engaños» motivados. En la transmisión de conocimiento en el nivel del sistema de signos, la posibilidad de la construcción y la transmisión motivada de conocimiento «falso» ocupa el lugar de control más o menos consciente de las «objetivaciones» (p. ej., el control de la expresión facial) . Ciwnto más alejada está la transmisión de la adquisición, tanto más separado está el conocimiento transmitido de las estratificaciones de la experiencia inmediata del mundo de la vida y, por ende, tanto más elude el conocimiento transmitido una reconsideración cotidiana y pragmática por parte de quien adopta el conocimiento. Esto no carece de importancia para el carácter y la función social del «conocimiento especial».Estas consideraciones tocan un problema que aquí sólo podemos señalar. Debe observarse que el hecho de traducir el conocimiento subjetivo a categorías cuasi-ideales y anónimas de sentido en un sistema de signos tiene como consecuencia necesaria una «falsificación» de este conocimiento. La construcción politética inherente a la adquisición de conocimiento y la dimensión temporal específica del conocimiento subjetivo son «superadas». Las alternativas y los atolladeros de la adquisición desaparecen. La constelación biográfica singular de las estructuras subjetivas de sentido en que son insertados los elementos subjetivos de conocimiento quedan entre paréntesis. Los contextos de sentido subjetivos son «reemplazados» en gran medida por el contexto de sentido «Objetivo» perteneciente al sistema de signos. Este último pertenece, sin embargo, a un nivel histórico-social de realidad que trasciende al individuo (el que «pone» los signos y el que los interpreta). Los criterios cotidianos y pragmáticos para escrutar el conocimiento pierden su significación para el que se ha apropiado de esta realidad, quien la considera una cosa común y corriente. En el nivel presimbólico de «objetivación», puede establecerse como obvio un criterio prag-

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mático y propio del mundo de la vida para kt diferenciación entre conocimiento «correcto» y «falso»; pero en el nivel simbólico de la «objetivación», el nivel subjetivo es colocado en relación con dimensiones «ideales», históricamente maduradas, de realidad, a las cuales ya no es aplicable el concepto cotidiano y pragmático de «exactitud» o «falsedad». No podemos detenemos aqui en esW problema; queremos señalar solamente que la difusión social de conocimiento «falso» reposa en las mismas presuposiciones formaUs: de anonimia, idealidad, historicidad del .estrato simbolizare de realidad, y sobre todo, naturalmente, del lenguaje.Como consecuencia de su traducción a un sistema anónimo de signos, el conocimiento subjetivo mismo se hace anónimo. Cuando A toma de B un elemento de conocimiento «objetivado» en signos, lo capta en este carácter «Objetivo», en este sentido anónimo, pcro conoce su origen en las experiencias subjetivas de B. Los elementos de conocimiento aludidos pueden pasar de A a C, D, E, rtc., sin que cambie esencialmente su sentido «Objetivo» como un elru'í“n,° transmitido de conocimiento, aunque su origen para C, D, c,f- puede ser completamente anónimo. Por otro lado, si se quiere establecer el origen específico de cierto elemento de conocimiento, es necesario un

acto específico de «historización». Esto es, m' quiere una aserción específica acerca de su origen, que o su vcz utiliza las posibilidades temporales, espaciales y personales <lc cate- gorización que se encuentran en las matrices de sentido del sistema de signos. («Mi amigo me dijo que .. .»; «Loki enseñó a nuestros antepasados el arte de forjar metal».) No hace falta insistir rn ql,e tales «historizaciones» pueden corresponder a «hechos», pero también pueden ser legendarias o ficticias. («Nicola Testa inventó la lamparilla eléctrica»; «Moisés recibió los Diez Mandamientos en el monte Sinaí». Tales «historizaciones» se originan en motivos socialmente condicionados. Donde estos no existen, el conocimiento «objetivado» y socializado en signos asume !a anonimia <l c

lingüísticamente presupuesto; por ejemplo, de una organ'^ción semántica rutinariamente empleada, la anonimia de un proverbio, una receta. («Todos saben que...»; «Se lo ha sostenido desde tiempos inmemoriales».)La «idealización» y la «anonimización» de conocimiento subjetivo (que tiene lugar necesariamente en la «objetivación» drl conocimiento subjetivo eu las categorías de sentido de un sistema de signos) cumplen un papel decisivo en la corporización di' l()S

rc" sultados subjetivos de la experiencia y las explicitación''» <‘U C1 acervo social de conocimiento. El sentido «Objetivo» pertrnecieii- te a elementos de conocimiento puede ser transmitido it Otros con relativa independencia de la singularidad biográfiríi de su adquisición. Otros pueden captar el sentido «Objetivo» de elementos transmitidos con relativa independencia de su situación biográfica singular. El sentido del conocimiento transmitido es, en gran parte, independiente de las estructuras concretas de significatividades y las condiciones ^límites espaciales, temporales y Per" sonales de la adquisición, la transmisión y la adopción dr ronoci-

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miento. La «idealización» y la «anonimización» de conocimiento subjetivo en el curso de su «objetivación» en un sistema de signos es, por consiguiente, ia presuposición para la acumulación social de conocimiento. Esta última, relativamente independiente de «tiempo y lugar», es la condición para el desarrollo de «formas superiores de conocimiento», vale decir, para el desarrollo de sistemas de elementos expresos de conocimiento en un nivel superior de «idealidad».A fin de subrayar otro aspecto de la «objetivación» de conocimiento subjetivo en sistemas de signos, debemos anticipar el análisis de la socialización del conocimiento. El conocimiento simbolizado «objetivado» puede, según su socialización, preservar la autoridad específica de un origen legendario (p. ej., «histórico»)o la autoridad anónima de nuestros «antepasados» (p. ej., «todos»), Es así, como hemos señalado, que el conocimiento llega a tener una independencia abrumadora y, al mismo tiempo, presupuesta, que en definitiva se basa en los resultados subjetivos de la experiencia y las explicitaciones, pero que contrasta con el individuo y la subjetividad de sus experiencias y situaciones. Huelga decir que la validez social de tal conocimiento «objetivado» puede sobrevivir a su significatividad social original. Este hecho tiene decisiva importancia para el desarrollo de las tradiciones y, como consecuencia de esto, para el desarrollo de una realidad histórica social como tal (es dedr, de una cosmovisión natural-relativa). Esta realidad, que está inserta entre un individuo presocial (hipotético) y una realidad presocial (hipotética), guarda escasos rastros de su origen subjetivo.Una vez más debemos referimos al hecho de que el individuo que ha adquirido un sistema histórico de signos, y especialmente un lenguaje, puede «objetivar» esto en su conocimiento subjetivo y, en verdad, «independientemente» adquirido. Más exactamente, esta observación ss válida solamente para el conocimiento subjetivo que no trasciende las categorías de sentido del sistema de signos presente. AI respecto, es claro que las «objetivaciones» regularmente repetidas de conocimiento ya socializado (p. ej., en los procesos de socialización) no nos interesan. Es obvio que aquí no hay ningún «problema de objetivación», sino más bien un problema acerca de la transferencia institucionalizada de conocimiento. Aun el «nuevo» conocimiento puede ser nuevo solo en «contenido» y no plantear ningún problema en cuanto a las «posibilidades de objetivación» en las categorías de sentido del sistema de signos entonces presente. Esta es la regla para el «nuevo» conocimiento que es significativo para superar problemas del mundo de la vida cotidiana. Tal conocimiento puede ser transmitido a Otros, en su mayor parte sin dificultades, mediante el sistema de siglos disponible, de un modo adecuado para los fines prácticos cotidianos.Pero ed «nuevo» conocimiento no puede ser «objetivado» sino con dificultad, aun cuando es solo relativamente atípico respecto de las categorías de sentido del sistema de signos presente. Las posi

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bilidades rutinarias de objetivación dentro de este último no b** tan para transferir adecuadamente un «nuevo» conocimiento, p¿* ro d sistema de signos puede contener «posibilidades de objetiv*' ción» no rutinarias. Su utilización exige actos creativos en los q«* el nuevo conocimiento del individuo y la historia de la sociedad (que es sedimentada en el sistema de signos) actúen conjunto* mente. Examinemos aquí las posibilidades casi inagotables la formación de analogías, expresiones metafóricas, etc., cpretttt* tes» en un sistema diferenciado de signos tal como un lengUAJ Más allá de esto, sin embargo, un conocimiento radicalmente pico y, en esencia, verdaderamente «novedoso» puede llevar * cambios en el sistema de signos presente; en casos límites, conducir a que se constituyan nuevos signos y sistemas de ¡ igive»- Utilicemos una vez más como ejemplo los cambios en el lenguaje Estos pueden ir desde el cambio de sentido en palabras aislAda'. mediante la formación de nuevas palabras, hasta el desarrollo vtoe nuevos ámbitos de sentido (p. ej., «lenguajes técnicos», etc.). AMH la aprehensión de «objetivaciones» no rutinarias —v. gr., la prensión de una analogía— exige 'la reefectuación del acto «on'rt* dor» originario. Esto, naturalmente, es tanto más válido CUB*HK* concierne a la adopción de «nuevo» conocimiento «objetivad»'* en «nuevos» signos. En general, obsérvese que el conocimif"1" esencialmente «novedoso» se origina principalmente en ex[x>ní'i'- cias que remiten a realidades no cotidianas. Si queremos l"'^’ guir con el examen de la «objetivación» de conocimiento csoi"1'*"" meme «novedoso» debemos considerar, antes que cualquier cosa, el papel de los «avances» mitológicos, religiosos. poéH'-* ) (en ciertos niveles históricos del desarrollo de «formas ?upc'''"l<'* de conocimiento») filosóficos y científicos en las dimensión*'» •>'" cotidianas de la realidad.Resumiendo: la presuposición básica para la incorporación do nocimientos subjetivos all acervo social de conocimiento es su jetivación». Lt conocimiento subjetivo puede ser «objetivado* ,,,, diferentes niveles, según el grado de ligazón de su transícrr*” a la adquisición de conocimiento, según que el conocimicnlo jetivo esté corporizado en procesos u objetos del mundo di* 1,1 vida y que el conocimiento subjetivo esté traducido o no 11,1 sistema de signos idealizador y anonimizante. El acervo «ot'lnl 1 1

conocimiento contiene elementos de diversos niveíles de «c*l »j*'* ' ción». Incluye habilidades (tales como una manera típica 1,11 dar, un estilo de trabajo típico, etc.) que en el comportaiiii,’,

-'"1 V la acción de Otros están pre-dados al individuo como m"' Contiene productos, recetas y elementos expresos de conociml''1111' Estos se hallan objetivados en sistemas de signos, espcci¡'l,,,rM|1 en él lenguaje. Los sistemas de signos —y, de nuevo, esptvM|lirl1 te el lenguaje— son, por su parte, un componente del nrriv" •" cial de conocimiento y el «medio» para la «objetivación» df f11 mentos expresos de conocimiento. Son, de este modo, la pt1‘,"l’'” ción para la acumulación social de conocimiento y para <‘l (l‘ rrollo de

formas superiores de conocimiento.

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3. La socialización de conocimiento «objetivado»

a. Significatividad social del conocimiento

El conocimiento subjetivo debe ser «objetivado» de alguna manera antes de poder ingresar en el acervo social de conocimiento; pero su «objetivación» no basta para incorporarlo a este. Hay que tener en cuenta que solo una fracción de todos los resultados subjetivos de las experiencias y explicitaciones es «objetivada»; pero sedo una fracción del conocimiento subjetivo que fue «objetivado» de algún modo ingresa también en el acervo social de conocimiento. Además de la presuposición básica —a saber, la «objetivación» en alguna forma—, es obvio que deben satisfacerse también otras condiciones antes de que el conocimiento subjetivo pase a ser un componente del acervo social de conocimiento. La pregunta que debemos formularnos ahora es, entonces, por qué determinados elementos subjetivos del conocimiento son socializados después de su «objetivación», mientras que otros no lo son. Para hallar una respuesta, debemos considerar primero cuáles son ,las estructuras de significatividades que están en la base de una «objetivación» inicial de conocimiento subjetivo, así como en la base de la posterior aceptación del conocimiento «objetivado».Como se ha indicado, la adquisición subjetiva de conocimiento está determinada por estructuras de significatividades subjetivas (aunque ampliamente socializadas). Por otro lado, la «objetivación» de tal conocimiento adquirido puede ser inmotivada en el nivel presimbólico de la «objetivación», o sea que el motivo para la «objetivación» puede ser otro que para la transferencia de conocimiento. Solo su aceptación (es decir, la interpretación de la «objetivación») está ya, en principio, motivada en este nivel. Esto significa que quienes interpretan captan la «objetivación» como una corporización de conocimiento real o hipotéticamente significativo. La aceptación de conocimiento en el nivel presimbólico depende de la semejanza típica de los problemas; vale decir, presupone que el contexto del problema para quien, en pasos «independientes», encontró la «solución» al problema es el mismo que para qu'ei. acepta la «solución».Esto se aplica también a la transferencia de conocimiento subjetivo mediante signos, con una importante diferencia: como hemos dicho, la transferencia está «recíprocamente» motivada. El motivo típico para la «objetivación» inicial es la transferencia del propio conocimiento a Otros. Más precisamente; la transferencia es el típico motivo «para» de la «objetivación», cualquiera que sea el contexto «porque» en que aquella tiene lugar (p. ej.: inquietud por un Otro, deberes hacia Otros, el trabajo conjunto en ciertos problemas, etc.). No hace falta destacar que el contexto «para» y el contexto «porque» correspondientes a la transferencia de conocimiento están ampliamente socializados y derivan de una estructura social existente (madres, maestros, etc.). No solo la aceptación de conocimiento depende del nivel simbólico de «objetivación:», sino que la «objetivación» inicial depende de la semejanza típica de los problemas. Quien transmite sus conocimientos subjetivos a Otros presume, sobre la base de su conocimiento de un Otro determinado o de Otros típicos, que el elemento de conocimiento en cuestión es o será tan significativo para ellos o para sus problemas típicos como lo fue para £1.Podemos decir que, en todos los niveles de «objetivación», la aceptación de conocimiento «objetivado» depende de la semejanza típica de las estructuras subjetivas de significatividades, y además que, en el nivel simbólico, la transferencia de conocimiento depende de que se admita la semejanza típica de las estructuras sub-jetivas de significatividades. Eil conocimiento que ofrece «soluciones» a problemas típicamente similares para una persona tanto como para el Otro es intersubjetivamente significativo. (Como se explicará más adelante, ai,menos en sus orígenes es yá socialmente significativo.)Tratemos de ilustrar estas consideraciones volviendo a un ejemplo que hemos utilizado ya repetidas veces. B se encuentra con A y le dice por dónde puede cruzar el río B, que adquirió ese conocimiento «independientemente», ofrece la solución para un problema que ya era significativo. Presume que el «mismo» problema será significativo también para A si continúa en esa dirección y, puesto que, por alguna razón, quiere transmitir a

A el conocimiento, le ofre*2 su «solución». Podríamos citar como ejemplos innu-merables contextos «porque»: porque tiene buena disposición para con los extraños, porque le interesa el turismo, porque A es su sobrino, etc. A y B comparten ahora cierto elemento de conocimiento que tiene para ellos Ja «misma» significatividad típica. La solución del problema fue «objetivada» y adoptada. ¿Podemos hablar ya aquí de un acervo social de conocimiento? Aunque se cumplen ya dos presuposiciones formales para la socialidad de elementos del conocimiento, no podemos utilizar aquí este concepto, porque A y B no constituyen una «sociedad» y porque el ejemplo concierne a un solo elemento.Por otro lado, sin embargo, es imposible agregar un criterio cuantitativo a las dos presuposiciones formales para la socialidad de un elemento del conocimiento. ¿Cuántas personas deben compartir un elemento de conocimiento, cuántos elementos de conocimiento deben intervenir, antes de que podamos hablar de un acervo social de conocimiento? Hay idiomas hablados por algunas docenas de personas; hay sociedades en las que solo unos «pocos» elementos de conocimiento pertenecen al público en general. Esto no significa, naturalmente, que las cuestiones cuantitativas no sean muv importantes para los análisis histórico-causales en la sociología empírica del conocimiento. Así, por ejemplo, la magnitud de la población, densidad demográfica, densidad de comunir.ación, etc. —para tomar solo unos pocos factores de este tipo—, inciden sin duda de algún modo en la diferenciación del acervo de conocimiento y en su distribución social. No obstante, con Ha ayuda de otro ejemplo que ya utilizamos antes, procuraremos demostrar que la socialidad del demento del conocimiento no puede ser adecuadamente determinada sobre esta base.Supusimos antes qu= un hombre y una mujer diferentes razas y sin un lenguaje común se hallan abandonados en una isla desierta. Cada uno lleva consigo un diferente acervo de significatividades interpretativas y motivacionales socializadas, pero se les impone un deRino «común». Se les presenta una amplia gama de problemas típicos. El que «independientemente» encuentre la «solución» para un problema cotidiano definido (o ya la «Heve» consigo) puede transmitirla a la otra persona. Esto probablemente implicará, en primer lugar, «objetivaciones» en el nivel presimbólico. Durante continuas relaciones Nosotros, debidas a motivos compulsivos y con la ayuda de los dos lenguajes «que ellos llevan consigo», se desarrollará un lenguaje común, en el cual pueden compartir ureconocimiento relativamente «ideal» y «anónimo». Tenemos ahora, entonces, una «sociedad» consistente en dos personas: un «destino común», es decir, problemas típicamente similares; una estructura social fáctica, en este caso limitada a la relación Nosotros; un lenguaje común y ún acervo común de co-nocimiento.Este acervo común de conocimiento se refiere principalmente a problemas «comunes» y típicamente similares. Tiene, por ende, «validez general», aunque aquí el público consiste solamente en dos personas. Además de los elementos de conocimiento que ambos comparten, cada uno de ellos tiene un acervo de conocimiento subjetivo que no es «objetivado», en parte porque tal vez no sea fácil de «objetivarlo», pero en parte también poique se relaciona con problemas significativos únicamente para uno y no para el otro. Para dar un ejemplo: hay problemas solo significad ves *para ia mujer ccmo mujer, y otros solo para el hombre como hombre. No hay ninguna razón urgente para transmitir las «soluciones» existentes para esos problemas. Sobre la base de significatividades «comunes», se forma un acervo de conocimiento común casi social para elementos subjetivos de conocimiento. El hecho de que esto no sea simplemente la suma de elementos subjetivos de conocimiento queda especialmente claro en este ejemplo.El concepto de acervo social de conocimiento parece estar todavía fuera de lugar en la descripción de este ejemplo; pero esto en modo alguno depende de la magnitud de la «sociedad» ni de la cantidad de sus elementos comunes de conocimiento. La razón pa-ra que caractericemos a la primera como cuasi-social reside en el hecho de que esta «sociedad» no tiene «historia», si no se quiere que esta expresión signifique la intersección de las biografías de A y B. Cuando ellos mueran, su conocimiento común morirá con ellos. Las soluciones a problemas por ellos adquiridas no serán adoptadas por otros, sino que deberán ser adquiridas de nuevo «independientemente». Pero cuando hablamos de un acervo social de conocimiento, pensamos principalmente en las transferencias de conocimiento durante generaciones. Por supuesto, hay que

18 Véase cap. 4, A, 1.

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subrayar que aquí no puede establecerse ningún criterio cuantitativo útil.Volviendo a nuestro ejemplo, presumamos que a A y B se agrega C: la pareja tiey un hijo. En contraste con A y B, el niño no lleva consigo significatividades motivacionales e interpretativas socializadas, ni tiene conocimiento de un sistema de signas. El len-guaje y el,acervo (cuasi-)social de conocimiento jane Jos padre? le dan de antemano cumplen esa función. Son imponentes de lo que-«s ya para C u n a priori histórico social. A y B tienen ,un motivo urgente para transmitir su conocimiento a C; es decir, en cuanto presumen que los problemas que se les presentan también se presentarán a C y , por ende, que las «soluciones» serán también significativas para C. Por otro lado, C se apropia de ese conocimiento en sus primeras relaciones Nosotros. Como estos procesos fueron ampliamente examinados en otra pajcíp,18 podemos contentamos aquí con llamar la atención sobre estéTiecho: la estructura social que está «detrás» de las primeras relaciones Nosotros de C no es otra que la estructura de la relación Nosotros entre A y B. Queremos agregar que esta estructura debe ser necesariamente modificada por la llegada de C y las nuevas significatividades que ella conlleva. Esta es una cuestión que debe conducir a un análisis de la institucionalización de la acción. Aquí queremos considerar solamente qué sentido tiene afirmar que el conocimiento de A y B pasa a C.Ya hemos dicho que no todo lo que es significativo para A tiene que serlo también para B. El conocimiento que se refiere exclusivamente a las estructuras de significatividades de uno u otro solo no será típicamente «objetivado», ni entrará en su acervo común de conocimiento. Puede haber también conocimiento significativo y común para ellos, pero no significativo para C, es decir, considerado por ellos como no significativo para C. En este caso, no surge ningún motivo para transmitir este ámbito deil acervo común de conocimiento. Podemos citar como ejemplo las «soluciones» para la relación entre A y B que provienen del modo particular en que cada uno la enfoca; pero ellos pueden considerar otras «soluciones» a esta relación como «soluciones» a problemas típicos surgidos en la relación entre hombre y mujer y, por consiguiente, transmitirlas a C como hipotéticamente significativas para él. Sin embargo, también puede haber un conocimiento q’*t no pertenezca a su acervo común de conocimiento porque A lo consideró no significativo para B o viceversa, pero que ahora es juzgado por uno u otro como hipotéticamente significativo para C. Para dar un ejemplo: las «soluciones» de problemas significativos para A como mujer fueron vistas por ella como no significativas para B, el hombre, pero como hipotéticamente significativas para C, el hijo. Este conocimiento es, por así decir, «objetivado» por primera vez y transmitido a C. De este modo, interviene ya cierta diferenciación del acervo soc'al de conocimiento: conocimiento perteneciente a A, B y C, conocimiento perteneciente a A y Bt conocimiento perteneciente a A y C, etc. Esta diferenciación, como es obvio, se relaciona con ciertas tipificaciones anonimizadoras. Algunos elementos de conocimiento fueron tomados como típicamente significativos para A y B, otros como típicamente significativos para personas de tipo A y de tipo B, algunos como típicamente significativos para personas del tipo A y C, algún conocimiento —por otro laA— como típicamente significativo para personas de los tipos A, B y C, y otro conocimiento, finalmente, como típicamente significativo para «todos».114 Ya hemos analizado extensamente el problema que aquí se .plantea en el análisis de la dis-tribución social del conocimiento, aunque desde otro punto de vista.1®

b. La transferencia social de conocimiento

Por pequeña y simple que sea una «sociedad», toma sus recaudos contra la «extinción» del conocimiento significativo para ella. Esto es: hay una diferenciación inicial del conocimiento según cuál es (o se lo considera) significativo para ciertos problemas típicos y para ciertas personas típicas. En el ejemplo anterior (una sociedad de A, B y ,C), la significatividad social y la transferencia de conocimiento

114 Everyone designa a la vez una totalidad de individuos («todos») y cada uno de los integrantes de esa totalidad («cada cual») ; hemos traducido de una u otra manera según los casos. (N. del E.)19 Véase cap. 3, C.

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están todavía inmediatamente ligadas a los motivos subjetivos de A y B, y a su punto de vista subjetivo sobre lo que podría presentar problemas típicos para C. Esto es lo que diferencia de las sociedades históricas a la «sociedad» del ejemplo anterior. En aquellas, el conocimiento socialmente significativo es, en su mayor parte, independiente de puntos de vista subjetivos y de estructuras de significatividades subjetivas. En las sociedades históricas, está predeterminado, en su mayor parte, cuáles son los problemas típicos, a quiénes conciernen, quién debe transmitir las soluciones y a quién son transmitidas. Las respuestas a estas preguntas son, a su vez, elementos del acervo social de conocimiento. Por este medio, la transferencia de conocimiento socialmente significativo se inserta en la estructura social.La «estructura social», en la cual se transmitía conocimiento en el ejemplo anterior, estaba limitada a la estructura de las relaciones Nosotros entre A, B y C. En verdad, de esta estructura se desprende cierta diferenciación con respecto a la transferencia de conocimiento. Así, el conocimiento que tiene «validez generai» (conocimiento que ofrecía las soluciones para problemas significativos tanto para A como para B y para C) fue adoptado por C en relaciones sociales con A o B. En cambio, el conocimiento significativo para personas de los tipos A y C, pero no B, fue adoptado por C en relaciones sociales con A, como, por otra parte, el cono

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cimiento significativo para personas de los tipos B y C, pero no A, fue' adoptado por C en relaciones sociales con B. Aun en esta estructura social simple hay, pues, una independencia inicial de la significatividad y «validez» del conocimiento con respecto a las relaciones sociales sumamente específicas, «singulares», entre A, B y C. La significatividad y la «validez» se relacionan con ciertas tipificaciones (personas de tipo A, B y C). A esto es inherente la tendencia a la asociación de ámbitos del conocí ríftnto en redes sociales. Esta asociación es el requisito previo para vincular la transferencia de conocimiento a roles sociales; pero en este ejem- pflo, tanto el motivo para la transferencia como las tipificaciones del Otro ( C ) , que están en la base de las presunciones de la significatividad hipotética de un elemento de conocimiento para C, están todavía esencialmente determinados por las estructuras subjetivas de significatividades, vale decir, por las significatividades motivacionales e interpretativas.

¿Cómo son, empero, presentados a C los procesos de adopción de conocimiento? Las tipificaciones utilizadas por A y B al com- prehender a C determinan, naturalmente, su conducta en relación con C. Por consiguiente, esas tipificaciones son «leídas» por C en la conducta de A y B z las tipificaciones de ios procesos de refleje intersubjetivo son transformadas en facetas de la autotipificación de C. Las tipificaciones ajenas que están en la base de la transferencia de conocimiento de A y B a C (es decir, sus primeras relaciones Nosotros en general) cumplen, de tal modo, una función decisiva en el desarrollo de la autoimagen de C. Pero al mismo tiempo estas tipificaciones transfieren a C un conocimiento inicial sobre el ordenamiento del mundo social»pues» (en la medida en que son captadas por C) contienen ya una anonimización rudi-mentaria de A y B (y también de C). Por ende, están disponibles, en principio, para ser comprehendidas por D, E, F, etc. C se capta a sí mismo COCDO típicamente similar a Otros (y como típicamente necesitado de conocimiento definido) o como típicamente diferente de Otro*. Para C, es obvio que determinadas soluciones a problemas son significativas para personas de un tipo definido. C experimenta, además, que determinadas necesidades de conocimiento son típicamente satisfechas por ciertas personas (padre, madre, etc.). Pasa a presuponerse que determinado conocimiento debe ser trasmitido a personas definidas. Para C, en términos estrictos, la percepción de la significatividad hipotética de determinados elerte^tos de conocimiento para Otros definidos, y el motivo para transmitir conocimiento, ya no son originados de modo «independientes, sino de modo social. Agregúese a esto que el cómo de la adquisición inicial de conocimiento (tomado de A y B) constituye, parz. C, un caso que sienta precedentes y a través del cual se predeterminan los modos y medios de seguir transmitiendo conocimieniE. a D, E, F, etc.Con estas consideradores, hemos llegado a la transición hacia el problema de la transmisión se ..al de conocimiento en sociedades históricas. En estas. efecto, la transmisión de conocimiento so

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20 Vía«e cap. 4, A, 1, a.

cialmente significativo, para quién lo es y a quiíalótó^^teSB' transmitido, son

elementos que pertenecen al íicatividades interpretativas y motivacionales tos ámbitos drf acervo social de conocimiento son vStSSesXXXj' tí" picamente significativos para determinados rnlei menos «anónimos», y k transmisión del conocimj¿4|2SM^Eite está ligada a ellos. Esto significa, en consecuencia, t,que%$:"^6eEVO social de conocimiento de una sociedad histórica, conturatu&piiig- tema «socializado» de significatividades hipotéticas, raaaansido con las «soluciones de problemas» que han maduradojflentrolde ella. De tal modo, no sólo las «soluciones de problemas»^ * sino también la transmisión de las «soluciones de problemas^: tiene conexión con los roles sociales.Las primeras relaciones Nosotros poseen decisiva importancia para la transferencia de conocimiento «universalmente válido».' «Todos» aprenden un lenguaje por medio de ellas, aprendiendo, al mismo tiempo, ciertas habilidades y normas «generales» de con-ducta. Las primeras relaciones Nosotros están típicamente determinadas por la estructura del sistema de parentesco. Para el niño, la familia es, típicamente, 1? primera realidad social experimentada de ¿nanera inmediata; una realidad comprehensible ya condicionada por la estiuctura social total que está «detrás» de la familia.20

La transmisión de un vasto ámbito de los elementos básicos del acervo social de conocimiento, para las soluciones generalmente significativas a problemas, está ligada a los roles sociales dentro de la familia. Además del lenguaje y las habilidades y normas generales de conducta, también se transmite, dentro de la familia, conocimiento, un conocimiento significativo para los problemas que están esencialmente vinculados con redes biográficamente «impuestos», tales como los roles asociados con el sexo. De tal modo, las madres típicas transmiten a sus hijas «soluciones de problemas» diferentes, específicas.Aquí debemos continuar con cautela. Las estructuras históricas sociales y las

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cosmovisiones natural-relativas son extraordinariamente variables y, en verdad, no sedo en cuanto ed «contenido» del acervo de conocimiento, sino asimismo en cuanto al modo en que la transmisión de conocimiento está arraigada en la estructura social. La importancia de la famiila en la transmisión de ios elementos básicos del conocimiento social (que coincide con la función decisiva de la familia en la «socialización» inicial de la persona) es virtualmente universal, aunque aun aqui hay excepciones. Con todo, los ámbitos «universalmente válidos», de conocimiento, talcx como los vinculados con roles «impuestos»^»ueden *er trans-

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20 Vía«e cap. 4, A, 1, a.

muidos más allá de la estructura familiar. Por ejemplo: aspectos esenciales del conocimiento significativo para los roles vinculados con el sexo son transmitidos, en algunas sociedades, mediante ligas masculinas; en otras, mediante grupos más o menos informales» de la misma edad. Y en las sociedades modernas, donde la escolaridad general es obligatoria, vastos ámbitos de conocimiento «generalmente válido» son transmitidos por instituciones especializadas en transferir conocimiento (p. ej., las escuelas primarías).El conocimiento significativo para problemas que no están esencialmente vinculados con roles biográficamente «impuestos» (como ocurre con muchas profesiones en sociedades relativamente simples) suele transmitirse por otros medios que las instituciones de parentesco. En general, puede decirse k> siguiente: donde las soluciones para problemas socialmente significativos se cristalizan en formas rutinarias de actos, que están vinculadas a su vez con una estructura institucionalizada de roles, la transferencia de conocimiento se halla también típicamente institucionalizada, y es rutinariamente adoptada por ciertos ocupantes de roles. Hay así maestros y patrones, «suboficiales de capacitación» y «oficiales» en el ámbito de las instituciones religiosa?, comerciales y políticas. Cabe señalar que, si bien aquí nos ocupamos de lia transmisión de conocimiento vinculada con ciertos roles, esta no es necesariamente la función exclusiva de tales roles sociales. El desarrollo de ro-les sociales cuya función exclusiva es la transmisión de conocimiento no es totalmente universal. Una institucionalización en formas

• establecidas de la independencia inherente a la transmisión de conocimiento tiene lujar solamente en determinadas circunstancias históricc>»)Ociales. La clarificación de las causas y condiciones de tal desarrollo corresponde al ámbito de la sociología empírica del conocimiento. También aquí, en efecto, rige la limitación propuesta acerca del arraigo de la transmisión de conocimiento en la familia. La extraordinariamente amplia variabilidad histórica de la transmisión institucionalizada de conocimiento permite solamente la determinación formal de que, en toda sociedad histórica, la transmisión de conocimiento socialmente significativo se independiza de las estructuras subjetivas de significatividades, y que está rutinariamente arraigada en la diferenciación social de roles sobre la base de estructuras «socializadas» de «ignificatividades. Las determinaciones hechas a partir de esto en forma de hipótesis «causales» deben ser probadas mediante material etnológico e histórico.

c. La acumulación social de conocimiento

El arraigo de la transmisión del conocimiento socialmente significativo en la estructura social garantiza su mantenimiento durante generaciones, pero, ¿qué sucede con les elementos de conocimiento que, una vez «objetivados» en procesos intersubjetivos, son trasladados rutinariamente r. la estructura social sobre la base de su significatividad social?

281

La solución primera y originariamente «objetivada» para un problema dependía todavía, en gran medida, de las estructuras subjetivas de significatividades del individuo; pero la «objetivación» en signos ya somete las soluciones a una anonimización inicial. El uso repetido de los elementos de.conocimiento en cuestión en situaciones problemáticas típicamente similares (pero no totalmente idénticas) por parte de personas a quienes el problema se presenta de una manera típicamente similar (pero no totalmente idéntica) desgasta constantemente los demás momentos subjeti-vamente condicionados de la solución del problema. Durante la transmisión social de esta, tiene 'lugar cierto «mejoramiento» en la solución (en todo caso, con respecto a su significatividad inicial). Supongamos, por ejemplo, que el problema originario era matar a un animal salvaje. La solución originaria puede haberse presentado a dos cazadores del siguiente modo: uno permanecerá al acecho, mientras el otro lleva el animal a la trampa. Cuando esta solución es transmitida a otras personas, estas querrán imitar primero exactamente la solución originaria. En el curso de su utilización repetida, a alguien se le ocurre hacer uso de la magnitud del grupo participante —unas veinte personas, por ejemplo— para rodear a la presa de modo que no pueda ir a ningún sitio excepto a la trampa. Desde entonces, la solución modificada, «la batida en grandes grupos», pasa a ser un componente permanente del acervo social de conocimiento. La producción de herramientas es otro ejemplo que ilustra con eficacia ei «mejoramiento» de elementos de conocV.iient* a lo largo ae muchas generaciones. Las formas subjetivas de la herramienta «originarias que solo accidentalmente se relacionan con la ap!»cabihdad general de las herramientas van desapareciendo, hasta elaborarse un estilo social de la «mejor» forma de las herramientas.El «mejoramiento» de elementos de conocimiento en el curso de su transmisión social entra en conflicto con otra condición, asociada a su mantenimiento en el aoervo social de conocimiento: la «rigidez» de la fijación originaria. Un acervo social de soluciones para problemas típicos tiene, sobre todo, la función de ahorrar al individuo la necesidad de adquirir «independientemente» vastos ámbitos del conocimiento. Normalmente, no hay ninguna razón para que el individuo busque otras soluciones «mejores» para un problema que va está «resuelto», un problema cuya solución «evi-dente» es de origen social. Su demostración social tiende a trabai ¡as modificaciones «independientes», vale decir, la aceptación de modificaciones en el acervo social de conocimiento. El grado de «rigidez» (o, a la inversa, de «apertura») está vinculado con ]a estructura social y las características generales de la cosmovisión natural-relativa, y solo puede ser determinado en estudios históricos y etnológicos comparativos. Para ilustrar el problema, pue^e pensarse, por ejemplo, en el conservadorismo que caracteriza al uso de una forma de arado en una sociedad, o, por otro lado, en la rápida difusión de la electricidad como fenómeno natural cotidiano.Finalmente, debe destacarse que aquí hablamos solamente de *o- luciones para problemas cotidianos. La radical modificación de perspectivas, la «inversión» de problemas que caracteriza al pensamiento religioso, filosófico y científico en ciertas circunstancias, es ajena a la actitud natural. Este tipo de modificaciones radica* les pueden, sin embargo, infiltrarse de manera mediata en el aeer» vo cotidiano de conocimiento de una sociedad desde cualquier ámbito de pensamiento y conocimiento.El mantenimiento de elementos de conocimiento en un acervo social (al margen de ciertas modificaciones y «mejoras») presupone dos cosas. Primero, la cadena social de transmisión, o sea la estructura social, debe ser preservada en sus rasgos esenciales. Si esta es afectada por cambios radicales (un suceso vinculado con cambios de largo alcance en el acervo social de conocimiento), Irt cadena de transmisión puede interrumpirse para ciertos elemento» de conocimiento, y hasta para ámbitos enteros del mismo. Estos, son, entonces, totalmente olvidados. Naturalmente, sin embann' el conocimiento puede ser «redescubierto» si, además de ser transmitido por tradición oral, es también fijado de manera indepen diente de una cadena social ininterrumpida de transmisión (p. <\j > en forma de inscripciones, textos, etc.). En este caso, no obstante, ha cesado de ser propiedad presupuesta del individuo socializad'' en la cosmovisión natural-relativa. Queda todavía por menciona' otra posibilidad. Dada cierta complejidad de la estructura sociM. pueden ser suprimidos de la transmisión «oficial» de la estructuro social elementos y ámbitos definidos de conocimiento, que pueden ser transmitidos clandestinamente en grupos o sstvat'" sociales periféricos. La historia de las ideas ofrece muchos ejemplos de tales tradiciones clandestinas de

282 .

conocimiento.La segunda presuposición para el mantenimiento de elementos «I'1 conocimiento en el acervo social es la continua significatividad «I'* los problemas cuyas «soluciones» son ofrecidas por esos elemcnt'* Cuando el problema deja de ser socialmente significativo, la sol" ción se desdibuja y es, en el caso típico, eliminada del acervo m* cial de conocimiento. Si los ciervos desaparecen del entorno una sociedad, no hay ninguna razón para transmitir conocimiento acerca de su caza.Aquí, sin embargo, hay que tener en cuenta una restricción. I1'' dicho es válido, sobre todo, para las técnicas expresamente pro*l máticas para dominar problemas cotidianos de la vida. Gnfli'io más conocimiento incluye acerca de ámbitos no cotidianos tío I'* realidad (p. ej., conocimiento religioso), tanto más probable o* !■* retención de este conocimiento, aunque probablemente en foinwt modificada, tal vez mitológica. Obsérvese, además, la posibilM"1' de que un conocimiento que se ha vuelto no significativo cierto punto de vista sea transmitido rutinariamente, ya qne presente un aparato social para su transmisión. Solo si apAro'1''11 motivos explícitos y socialmente significativos para la eliminm I"" de este conocimiento del acervo social de conocimiento, y pi**' **' lecen frente al «Orden Establecido», si ocurre una «reformn* "

nna «revolución», este conocimiento desaparece de lo que se transmite rutinariamente. La transmisión de conocimiento socialmente no significativo (si consideramos el concepto de significatividad de manera restringida y pragmática) se vincula con un factor que analizamos antes. Cuando el elemento originario de conocimiento está fijado de modo histórico o mitológico ocupa típicamente un lugar importante en la jerarquía del acervo de conocimiento. Aunque considerado de manera estrictamente pragmática se haya vuelto socialmente no significativo, sigue teniendo sentido para lo que se presupone y para la conciencia de la tradición en esta sociedad. Por consiguiente, se lo puede seguir preservando en la transmisión rutinaria de conocimiento socialmente significativo. Volvamos, empero, a nuestro tema principal. El acervo social de conocimiento transmitido al individuo le ahorra la necesidad de resolver «independientemente» toda una serie de importantes hechos cotidianos. Como consecuencia de esto, el individuo tiene, en principio, la posibilidad de dirigirse hacia problemas «nuevos» y, por ello, aún no resueltos, que tal vez ni siquiera han sido recó- noddos. Esto ocurre no solo con «nuevos» problemas en la vida cotidiana. Lo más importante es que al aliviarse de ese modo puede encarar problemas no cotidianos.El uso de esta oportunidad de adquirir nuevo conocimiento «independientemente» se halla, a su vez, sociabnente condicionado. Puesto que el acervo social de conocimiento vigente libera a cada individuo de la necesidad de hallar soluciones «independientes» para vastos ámbitos de problemas típicos cotidianos, se podría presumir, en principio, que de soluciones subjetivas más o menos «independientes» para «nuevos» problemas fluyen siempre nuevos elementos al acervo de conocimiento. (Debe agregarse que la necesidad de trabajar conspira contra esto: los problemas deben ser no solo resueltos, sino también efectivamente dominados una y otra vez.) El incremento del saber, la acumulación de nuevo conocimiento en el acervo social, constituye un proceso histórico que depende de la estructura social vigente, así como de 'las dimensiones básicas prevalecientes de la cosmovisión natural-relativa. Los procesos históricos de la acumulación de conocimiento pueden originar diferencias extraordinariamente amplias, tanto en c! ritmo de la acumulación romo en las estructuras de sentido que se «acumulan».Tomemos dos ejemplos extremos: un acer/o social de conocimiento totalmente estable en una sociedad donde todo; os problemas han sido ya «definitivamente» resueltos y en la cual no se producen avalices «independientes» en su adquisición; y, por otro 'lado, un acervo social de conocimiento erigido nuevamente desde el principio, de una generación a otra. Es obvio que estos ejemplos extremos soi? construcciones teóricas. Ninguna sociedad, por «primitiva» que sea, tiene un acervo de conocimiento absolutamente fijo; ninguna sociedad, por revolucionaria que sea en su autotrans- formación, erige un nuevo acervo de conocimiento a partir de cero. Diferentes sociedades (es decir, tipos de sociedades) pueden

%284acercarse a uno u otro de los casos extremos. Compárese, por ejemplo, la elaboración del hacha de piedra o la formación de la «sabiduría popular» durante incontables generaciones, con el cambio extraordinariamente rápido de amplios dominios de la «saludable comprensión humana» bajo la influencia de las revoluciones tecnológicas en los últimos siglos.Una de las tareas más importantes de la sociología empírica del conocimiento es el examen de los factores estructurales (p. ej., la densidad de comunicación) y las dimensiones de la cosmovisión natural-relativa (p. ej., la «fijeza» de algunas tradiciones reforzada por la religión), que cumplen un papel decisivo en los pro-cesos históricos de la acumulación de conocimiento. En todas las variaciones históricas puede discernirse un hecho fundamental: tan pronto como una estructura social toma los recaudos para la transmisión rutinaria de conocimiento socialmente significativo, el principio de la división del trabajo se corporiza en el acervo social de conocimiento en una dimensión histórica, como una «división del trabajo» entre generaciones.

d. Sobre el desarrollo de formas superiores de conocimiento

El análisis de la significatividad social del conocimiento demostró que, además del conocimiento significativo para «todos», también se incorpora al acervo social el conocimiento que solo es significativo para problemas vinculados con roles sociales específicos.21 Sin embargo, aunque el conocimiento generalmente significativo es rutinariamente transmitido a «todos»,22 el conocimiento signi-ficativo para roles sociales específicos es transmitido solamente de manera rutinaria al «ocupante del rol». En síntesis: por simple que se imagine la estructura de una sociedad, un análisis constitucional de los acervos sociales de conocimiento muestran que estos deben presentar necesariamente cierta diferenciación. Al res-pecto, se podría agregar que la etnología no conoce ninguna sociedad tan «primitiva» como para poseer una cultura «totalmente homogénea», es decir, un acervo de conocimiento absolutamente indiferenciado.En verdad, cuando aludimos a una diferenciación del acervo social de conocimiento, nos referimos únicamente a que la transferencia rutinaria de determinados elementos del acervo de conocimiento está diferenciada, pero debe establecerse que, en este nivel, todo el acervo de conocimiento sigue siendo fundamentalmente accesible a «todos». Esta primera forma de diferenciación es importante aquí en cuanto constituye la presuposición básica para la especiali- zación del conocimiento y el desarrollo de «formas superiores de conocimiento».Indagaremos ahora las presuposiciones adicionales para las especia-

21 Véase cap. 4, B, 3, a. O. D '."•AiJC22 Véase cap. 4, B, 3, b.

— o, rr^bo'üJ s f)’*'

285

lizadones del conocimiento. Es fácil hallar una respuesta abstracta para esta cuestión: el proceso histórico de la acumulación de conocimiento. Está claro, en todo caso, que el conocimiento generalmente significativo presenta sólo cambios comparativamente leves, y, además, sumamente lentos. El conocimiento de significatividad universal es altamente anónimo, y presenta soluciones a problemas que deben ser dominados una y otra vez por «todos» en la rutina de la vida cotidiana. En una sociedad determinada, la «esfera» de tales problemas permanece relativamente inmutable.Otra cosa sucede con los ámbitos diferenciados del acervo social de conocimiento. Aquí la transmisión y adquisición de conocimiento están dentro de propósitos y contexto de sentido institucionalizados. De tal modo, el conocimiento específico de roles, se inclina mucho más hacia cierta sistematización y (utilizaremos aquí el concepto con cautela) «racionalización» que en el «sentido común». La relación de medios a fines está mucho más claramente circunscrita en problemas específicos de roles. Las soluciones de problemas pueden ser aprendidas en general y transmitidas de manera expresa. Hay así mayor probabilidad de que tales soluciones lleguen a ser captadas por la conciencia reflexiva. Por último, si bien el conocimiento generalmente significativo puede ser transmitido de «cada cual» a «cada cual»,115 el conocimiento específico de roles se transmite de ocupantes específicos de roles a otros ocupantes específicos de roles. Surge entonces la oportunidad para aislar institucionalmente este conocimiento. Pronto volveremos a este punto; pero antes debe establecerse que los procesos históricos de acumulación de conocimiento tienden, en general, a enriquecer más los ámbitos diferenciados del acervo social de conocimiento que los que tienen significatividad universal.El conocimiento generalmente significativo en el acervo social de conocimiento es, como es obvio, un conocimiento que «todos» pueden aprender en principio. Esta circunstancia se vincula con la relativa invariabilidad del «ámbito» del «sentido común». La acumulación de conocimiento diferenciado en el acervo social tiene como consecuencia el hecho de que ciertos ámbitos de conocimiento ya no son explorados por «todos». No solamente «todos» no están motivados para aprender cierto conocimiento específico de roles; no solamente todo conocimiento diferenciado rutinariamente no es transmitido a «todos»; sino que, además, para asimilar el co-nocimiento se requieren procesos de aprendizaje cada vez más tediosos y complicados. As., una persona puede aprender solo uno, y otra persona solo otro ámbito diferenciado del acervo social de conocimiento. Dicho formalmente: la distribución social de conocimiento es necesaria debido a la acumulación de conocimiento di-ferenciado. No importa aquí si el aprendizaje de conocimiento específico está socialmente condicionado, si concierne a roles socialmente «impuestos», o si la elección de roles y el aprendizaje del conocimiento específico de ro’es quedan librados a motivos subjetivos. Es un problema «estructural», que encuentra diferentes «so-luciones» en diferentes tipos de sociedades. En todo caso, la transmisión rutinaria de este conocimiento se inserta en la estructura social vigente.De esto se desprende otra consecuencia. Puesto que el conodmiento específico (p. ej., su aplicación) está inserto en la estructura social, «todos» no necesitan aprenderlo para compartir la utilidad pragmática de la solución del problema. Guando un no iniciado enfrenta un problema para cuyo dominio no alcanza su propio conocimiento, le basta dirigirse a quien está iniciado en él (el herrero, el médico, etc.). Aquí la presuposición es solo que, «donde» puede recurrirse al conocimiento específico, este es un com-ponente del conocimiento general; pero como es obvio que tal conocimiento es generalmente significativo, es objetivado y transmitido de manera rutinaria a todos.Recíprocamente, el conocimiento acerca de la posibilidad de consultar a especialistas en problemas específicos funciona como un motivo adicional para dejar ámbitos diferenciados de conocimiento a «especialistas».23 Por su parte, dos «especialistas» pasan a ser no iniciados en otros ámbitos de problemas, si la división del trabajo en la sociedad no los exime totalmente de la solución (es decir, el dominio cotidiano) de ciertos problemas «generales», tales como la búsqueda de alimento. Si ocurre esto, pueden dedicarse tanto más intensamente a su «especialidad». Esto, a su vez, acelera la acumulación adicional de conocimiento en ámbitos diferenciados del mismo. La «eximición» de que acabamos de hablar tiene su base institucional en la divisióirdel A

115 Véase la nota del editor en pág. 278.

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abajo, o sea en la diferenciación de roles que divide el trabajo. Esto, empero, conduce a ;u vez al arraigo institucional de diferentes ámbitos dél conocimiento: su adquisi-ción, transmisión y cultivo están vinculados exclusivamente o casi exclusivamente con roles sociales específicos. Esto, en verdad, ofrece la condición básica para una mayor sistematización de diferentes ámbitos, la que es decisiva para el desarrollo de formas superiores de conocimiento. El conocimiento que se vincula con roles sociales específicos, que es sustentado por estos roles y cuya ulterior transmisión integra la gama de tareas que pertenecen a ellos, puede ser liberado del contexto inmediato de actos implicados en las soluciones concretas de problemas: puede convertirse en el objeto de reflexión. Ciertas soluciones de problemas pueden ser captadas como referidas a problemas que poseen una relación típica. Pueden ser examinadas con respecto a su compatibilidad, pudiendo entonces ser ordenadas en contextos de sentido más o menos sistemáticos. Cuanto más progresa esta sistematización (institucionalmente establecida), tanto más los elementos de conocimiento relacionados forman inequívocamente un ámbito delimitado de conocimiento, cuya estructura de sentido interior obtiene cierta autonomía frente a otros ámbitos. Como consecuencia de ello, tal ámbito de conocimiento elabora, hasta cierto punto, su propia lógica y su propia

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23 Véase cap. 4, D, 2, b.

metodología, así como debe tener su propia «pedagogía» (por los requisitos de la transmisión de conocimiento vinculada a roles). Cou esto hemos mencionado todas las presuposiciones fundamentales necesarias para el desarrollo de formas superiores de conocimiento. Está daro que, hasta cierto punto, es arbitrario fijar el nivel de un desarrollo histórico dado en que se puede hablar de formas superiores de conocimiento. Tan pronto como se cumplen las presuposiciones básicas, un ámbito de conocimiento se separa y alcanza cierta autonomía en su estructura de sentido. Pero puede quedar para el análisis histórico-social establecer si utilizará la formación de una actitud teórica inequívoca a partir de contextos de actos de conocimiento más o menos «despragmatizados» como criterio primario de separación y autonomía, o si recurrirá a criterios institucionales. Así, ¿hay que hablar de formas superiores de conocimiento en el caso del pensamiento presocr'ático, o solo después de la creación de la Academia? No hace falta destacar que, en la sistematización de un ámbito de conocimiento, en 4a «pedagogía» del conocimiento implicado, etc., la existencia de una tradición escrita cumple una importante función empírica, en contraste con una tradición simplemente oral.Hablar de cierta «despragmatización» del conocimiento y de la formación de una actitud teórica no implica todavía, do ningún modo, el desarrollo de un conocimiento puramente teórico. La inserción de ámbitos incluso ampliamente sistematizados de conocimiento en la estructura social estipula, para comenzar, que el conocimiento sólo se separa incompletamente del contexto de ac-

• tos Inmediato y las necesidades de su uso en situaciones concretas. De tal modo, los «especialistas del conocimiento» siguen siendo precisamente «especialistas de actos», «médicos clínicos» por así decir, para mantener el ejemplo utilizado antes. Por otro lado, sin embargo, los procesos de especialización institucional, la separación y sistematización de ámbitos del conocimiento y la iniciación de una actitud teórica, que ya han sido examinados, son la base para la ulterior posibilidad de desarrollo histórico: la separación del conocimiento respecto de la acción, de la teoría respecto de la práctica. La separación de zonas teóricas de conocimiento de contextos de actos de la vida cotidiana, ia gradual despragmatización, es un proceso histórico-social sumamente específico, que obedece a la ins- titucionalización político-económica de la «teoría» y la «autorregulación» de la historia de las ideas. La dialéctica entre condiciones institucionales y condiciones intelectuales es alai'a en la función cumplida por la biblioteca de Alejandría durante el florecimiento del saber en la Era Helenística, pero cabe destacar que la «apli- cabilidad» del conocimiento teórico debe todavía presuponerse en principio, aunque se inserte una serie de niveles institucionalizados entre el conocimien'A y el uso («investigadores dedicados a la cien

- cia aplicada», «profesionales», etc.).> Debemos agregar que, durante el desarrollo de formas superiores | de conocimiento, surge una cierta separación entre la «técnica» de dominar problemas pragmáticos de la

vida cotidiana (en el sentido

VJM\

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24 [Véase Collected Papers , vol. II, págs. 120-34.]

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más restringido) y los ámbitos de conocimiento relacionados «son niveles no cotidianos de realidad. El tipo y el grado de esa separación se expresan, sin duda, de diversas maneras (piénsese por ejemplo, en ios momentos práctico y religioso en el pensamiento pitagórico, comparados con la concepción de la matemática después de Newton). Además, la línea divisoria entre los niveles cotidianos y no cotidianos de realidad se traza de diferente maner? en diferentes sociedades. Está claro que, en las sociedades «primitivas», una «técnica» más o menos sistematizada (caza, agricultura, conducción de la guerra) está en una relación de sentido más estricta con niveles no cotidianos de realidad (p. ej., la mitología, la magia). Es discutible incluso que tales relaciones de sentido hayan sido totalmente abolidas en la sociedad moderna, pese a la «racionalidad de objetivos» en sus instituciones y la separación de las jurisdicciones de la tecnología, la ciencia y la religión.Aquí debemos darnos por satisfechos si hemos podido mostrar la relación general entre, por un lado, la diferenciación del conocimiento en el acervo social de conocimiento, en los procesos históricos de la acumulación de conocimiento y la institucionalización de especialidades en el conocimiento, y, por otro, el desarrollo de formas superiores de conocimiento. El examen del entrelazamiento de estos factores en procesos históricos concretos, así como la verificación de hipótesis causales y funcionales acerca del desarrollo de formas superiores del conocimiento en diversas sociedades, pertenecen al dominio de la sociología empírica del conocimiento. Señalemos meramente algunos de los problemas todavía no suficientemente explicados. ¿Qué limitaciones impone la tradición oral al ritmo de la acumulación de conocimiento y la sistematización de ámbitos del mismo? ¿ Cuáles son las presuposiciones económicas mínimas para la institucionalización de la transmisión especializada de conocimiento, para la formación de escuelas, etc.? ¿Qué función desempeña la escritura en la fijación de las tradiciones «científicas»? ¿Qué importancia tienen los momentos ecológico (ritmo de la comunicación), político (p. ej., la «escritura de la historia» promovida dinásticamente), etc., en el desarrollo de formas superiores de conocimiento?

[C] . La estructura del acervo social de conocimientoi

1. El acervo social de conocimiento y la distribución social del conocimiento 24

Las experiencias subjetivas sedimentadas constituyen el acervo subjetivo de conocimiento en el mundo de la vida. Las primeras estáncondicionadas por las estratificaciones del mundo de la vida, y la sedimentación de experiencias en el acervo de conocimiento resulta de estructuras subjetivas de significatividades. La estructura del acervo subjetivo de conocimiento está determinada por los procesos de la adquisición de conocimiento.28 El ordenamiento de elementos en el primero, según diferentes grados de credibilidad, familiaridad, coherencia y exactitud, remite, por un lado, a la limitación de un flujo subjetivo de experiencia y biografía, y, por el otro, a la unidad de dicho flujo.El acervo social de conocimiento remite sólo mediatamente a la adquisición subjetiva de conocimiento.116 Los elementos del acervo social de conocimiento surgen, como es obvio, de los procesos inherentes a la adquisición subjetiva de conocimiento, pero la incorporación de elementos adquiridos subjetivamente al acervo social presupone procesos intersubjetivos de objetivación y la expresión de significatividades sociales. Y 4a acumulación histórica de conocimiento depende de procesos institucionalizados en da transmi- dón del conodmiento. El desarrollo de un acervo social del cono-cimiento no es de ningún modo análogo al desarrollo de un acervo subjetivo. En vista de los análisis anteriores, quizá parezca innecesario que volvamos a subrayar aquí este punto. Sin embargo, es importante tener en cuenta una drcunstancia conexa: la

116 Véase cap. 4, B, 1.

289

estructura del acervo social no tiene dimensiones correspondientes a las del acervo subjetivo. Puesto que la estructura del primero, que se desarrolla a través de los procesos de acumulación histórica deí conocimiento, es determinada por los procesos institucionalizados en la transferencia de conocimiento, ella corresponde a la distri-bución social prevaleciente del conocimiento.Estas consideraciones presentan un problema fundamental. La des- cripdón del acervo subjetivo de conocimiento y su estructura podría remitir, en general, a los aspectos característicos de la subjetividad. Los procesos y estructuras descritos dependen directamente de las acumulaciones temporales, espaciales y sociales de experiencias subjetivas en el mundo de la vida. Dependen de la estructura de significatividades subjetivas, de la unidad del flujo de experien- da y de la finitud de una biografía; pero, como ya se expuso, la estructura dd acervo social depende solo mediatamente de los aspectos característicos de la subjetividad; no puede ser derivada directamente de ellos. Depende, primero, de los aspectos característicos de la intersubjetividad; a saber, de las condidones de la comunicación, es decir, de la objetivadón e interpretación del conocimiento. En el examen que sigue veremos, por lo tanto, en qué medida es posible dedudr la estructura de «cualquier» acervo social de conodmiento a partir de las condiciones para la génesis de «cualquiera» de ellos. Segundo, la estructura de los acervos históricos de conocimiento deriva de procesos históricos específicos de acumuladón de conocimiento y de su transmisión institudonalizada.Las cuestiones referentes a cómo son distribuidos, en una sociedad cualquiera, elementos objetivados en el acervo social, y también las que aluden a qué elementos concretos son rutinariamente transmitidos a ciertos tipos institucionalmente fijos de personas («ocupantes» de roles específicos) no pueden responderse sino en el marco de la sociología capí rica del conocimiento. Aqui debemos contentarnos con elaborar los tipos formales para la distribución social del conocimiento a partir de las condiciones generales para la génesis de un acervo social «cualquiera». De tal modo, nos proponemos señalar el espectro de variación en la diferenciación estructural de acervos históricos de conocimiento, tal como son condicionados por la acumulación del conocimiento.

á

2. Tipos formales de la distribución social del conocimiento

a. Imposibilidad de una distribución uniforme

Tratemos ahora de construir un tipo formal de la distribución del conocimiento, correspondiente a ciertos supuestos de la actitud natural. En otro lugar 27

examinamos el hecho de que la experiencia de los semejantes y del mundo social procede, en conjunto, a partir de la tesis general dj la reciprocidad de perspectivas: presumo que los semejantes son «esencialmente» similares a mí. experimentan el mundo fundamentalmente de igual manera que yo. La implicación de esta tesis que "aquí Tíos interesa es 'la presunción de que los semejantes conocen las mismas cosas que yo, y viceversa. Pero, ¿qué estructura debe tener un acervo social de conocimiento para corresponder a estas presunciones, de manera no solo aproximada o suficiente para ciertos propósitos prácticos, sino exacta?Para que A sepa lo mismo que B, C, etc.; B lo mismo que A, C, etc;.C lo mismo que A, B, etc., la «gama» del acervo social de conocimiento debe ser idéntica a la «gama» de los acervos subjetivos de conocimiento. ¿Qué presuposiciones deben cumplirse para el desarrollo de un acervo social de conocimiento tan total y uniformemente distribuido? Primero: todo conocimiento subjetivamente adquirido debe ser socialmente significativo. Esto podría ocurrir solamente si todos los problemas impuestos a A lo fueran también a B, C, etc., y todos los problemas impuestos a B lo fueran también a A, C, etc. Segundo: es necesario dejar de lado das condiciones de la comunicación en el espacio y el tiempo: la objetivación del conocimiento y la

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interpretación de la objetivación deben ser totalmente congruentes para evitar «cambios» en el elemento de conocimiento durante su transmisión. Tercero: los efectos de las secuencias biográficamente condicionadas y subjetivamente diferentes de adquisición de conocimiento deben ser excluidos del «conte- <

ti Véase cap. 2, B, 5, a.

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nido» y la distribución de los elementos del acervo social de conocimiento. Y cuarto: debe eliminarse completamente la posibilidad de una mayor acumulación de conocimiento: la capacidad de absorber más conocimiento no es ilimitada, como consecuencia de las necesidades de la praxis, del continuo dominio rutinario de los

* problemas recurrentes, ya «resueltos», cjj la vida cotidiana. Después de que el acervo social común de conocimiento ha alcanzado cierta «gama», debe suprimirse toda adquisición posterior de conocimiento, mientras no agreguemos la presunción —aún más irreal— de que toda adquisición ulterior trae consigo la correspondiente eliminación de «viejos» elementos del acervo, que es pareja, simultánea e idéntica para todos.Está claro, pac Jo tanto, que la concepción de una distribución totalmente similar del conocimi nto se basa en supuestos insostenibles. El supuesto de una «naturaleza presocial» indiferenciada del hombre es contrario a la realidad. Como quiera que se expresen socialmente las diferencias entre hombre y mujer, jóvenes y viejos, fuertes y débiles, no podemos presumir que toaos los problemas se les imponen de igual manera, ni que los «mismos» problemas se les presentan de idéntico modo. Además, la exclusión de una expresión social de las diferentes significatividades contradice los resultados del análisis de la acumulación social de experiencias subjetivas a partir del mundo de la vida. Contradice también los resultados del análisis de las estructuréis subjetivas de signi* cativida- dcs. La exclusión de las secuencias biográficamente condicionadas en la adquisición de conocimiento y de las condiciones intiysubje- tivas para su comunicación contradice una de las presuposiciones esenciales para el desarrollo del acervo social de conocimiento. Lo mismo es válido para el supuesto que excluiría los efectos necesarios de la transferencia de conocimiento a su acumulación.De esto debemos concluir que no puede existir una distribución del conocimiento social totalmente uniforme. Por el momento, sin embargo, dejemos de lado el hecho de que los supuestos que están en la base de la construcción de un tipo de esa índole para la distribución del conocimiento son tan irreales como incompatibles con las condiciones para la elaboración de cualquier acervo social de conocimiento. De este modo, hasta la construcción misma de un tipo tal contiene la tendencia a una falta de uniformidad en la distribución del conocimiento, por insignificante que pueda ser. Tan pronto como A adquiere un elemento de conocimiento y lo transmite a B, el «mismo» elemento adquirido por A «independientemente» es para B «de origen social». Asimismo, el acervo subjetivo de conocimiento de A difiere del de B en cuanto a la «identidad de contenido». La objetivación y la interpretación de todos los elementos adicionales de conocimiento dependen así necesariamente de los acervos subjetivos de conocimiento y las estructuras de significatividades que están diferenciadas, por poco que sea. No obstante, la «identidad» de elementos de conocimiento suficiente para la mayoría de ¡es fines prácticos depende de los procesos de idealización y anonimiaacióij^Estos presuponen, sin

embargo, las condiciones intersubjetivas de comunicación y una diferenciación al menos mínima de significatividades sociales. En cualquier caso, por consiguiente, el conocimiento absolutamente homogéneo es inimaginable.

mb. La distribución social simple del conocimiento

Como se acaba de mostrar, los supuestos que habría que «poner» como base de una distribución completamente uniforme del conocimiento en la sociedad son insostenibles. Si tratamos de construir el tipo formal de una distribución sociail del conocimiento caracterizada por la menor disparidad posible podemos, sin jVttbargo, partir de esos supuestos. Hay que abandonarlos gradualmente, solo para tomar en cuenta los datos

básicos de la experiencia subjetiva en el mundo de Ja vida y las condiciones para la comunicación intersubjetiva, y hasta que sean compatibles con las presuposiciones estructurales para la génesis de un acervo social de conocimiento. Tan pronto como esto suceda, se los puede sostener como los supuestos válidos que están en la base del caso más simple de la distribución social del conocimiento.En primer lugar, debe considerarse establecida una diferenciación en la «naturaleza presocial» del hombre, por mínima que sea. No hace falta ocupamos aquí de la cuestión referente al estatuto on- tológico de esta diferenciación. Los problemas implicados en la corporeidad viva del hombre que esta cuestión supone pertenecen, en todo caso, al campo de investigación de la antropología filosófica y biológica. Para nuestros tfines, basta con haber establecido que una diferenciación en la «naturaleza presocial» del hombre es un componente dado del mundo de la vida, que puede ser tomado como punto de partida para la expresión de diferencias relativamente simples en las significatividades sociales. No es necesario subrayar que las significatividades sociales «biológicamente» establecidas no son simplemente reductibles a diferencias biológicas. En el presente contexto, lo único importante .para nosotros es que las diferencias más simples en las significatividades sociales se basan en algún género de diferenciaciones presociales. De los muchos ejemplos concretos posibles, solo expondremos el más a mano: la manera en que se delinean las estructuras de significatividades sociales diferenciadas para hombres y mujeres.Además, damos por sentado que las diferencias temporales y biográficas en los flujos subjetivos de experiencia codeterminan una perspectiva individual en estructuras de significatividades que están, por lo demás, estrictamente «socializadas»; estructuras de significatividades sobre cuya base las experiencias son sedimentadas en el acervo subjetivo de conocimiento. En esto, las diferencias cumplen una función en los procesos mediante los cuales se transmiten elementos del acervo social de conocimiento. Son socialmente significativas y están ellas mismas «socializadas» en cierto sentido: las secuencias de aprendizaje están insertas en contextos sociales

de significatividades. Los procesos de transmisión se diferencian en kt dimensión del tiempo social, y con referencia a categorías biográficas socialmente delineadas. Un obvio ejemplo concreto es la conjunción socialmente determinada de niveles de edad con secuencias de aprendizaje (es decir, categorías socialmente definidas, no «biográficas» o «psicológicas»)^Y, como último punto, se debe abandonar el supuesto de una ruptura completa de la acumulación de conocimiento. En la construcción del tipo o modelo formal de una distribución sociaíl simple del conocimiento,, podemos presumir que este se acumula sólo muy lentamente, y, en consecuencia, que la especialización del conocimiento es solo de pequeñas proporciones, y no desarrolla «formas superiores de conocimiento» cuasi-autónomas. De esto se desprende una circunstancia muy importante para la caracterización de una distribución social simple del conocimiento: todo conocimiento madurado en el acervo social es, en principio, aocesible a todos. Más exactamente: no hay nada en la estructura del conocimiento que impida su adquisición por cualquiera. Si no tenemos en cuenta las barreras institucionales que (por razones que nada tienen que ver con la estructura del conocimiento como tal) impiden la adquisición de cierto conocimiento por tipos sociales particulares (p. ej., conocimiento secreto), la distribución desigual del conocimiento se basa todavía exclusivamente en la diferencia social de procesos rutina*'os de transmisión.Con la construcción de este modelo formal, partimos, por así decir, del hecho di jue no todos los problemas se imponen de igual modo a todas las personas y de que no pueden imponerse z todos al mismo tiempo. Si esto ocuny dentro de estructuras de significatividades sociales hasta .'»< una forma simple, se determina con ello una diferenciación de la transferencia rutinaria de la «solución del problema» : primero, de acuerdo con los tipos socialmente definidos de personas para quienes las soluciones

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son significativas; y segundo, de acuerdo con momentos biográfico-temporales socialmente definidos. Un acervo social de conocimiento que no presentara, al menos, una desigualdad de distribución de sus elementos en estas dos dimensiones, sería totalmente inimaginable.Procuremos ilustrar entonces, con ayuda de los ejemplos concretos mencionados, esa distribución social concebiblemente simple del conocimiento, tomando en cuenta lo que está fundamentalmente dado en la experiencia subjetiva del mundo de la vida y las presuposiciones de la comunicación intersubjetiva. La reserva básica del acervo social de conocimiento consiste en elementos significativos para todos. Estos elementos son rutinariamente transmitidos a «todos», y la transferencia rutinaria se logra por vía institucional. Los procesos de transmisión son graduados en cierto modo (también institucional) atemporal y biográficamente;#por ejemplo, según niveles de edad («jóvenes» y «adultos»). En cada momento, todos los «adultos normales» poseen, por consiguiente, todos aquellos elementos del acervo social de conocimiento que están socialmente establecidos como significativos para «cada cual». Los jó

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venes, en contraste, solo poseen una parte de tales elementos de conodmiento, que también se halla sociaimente establecida; pero al mismo tiempo, los jóvenes saben que adquirirán, en el curso de su biografía, los elementos generalmente significativos de conocimiento aun no disponibles para ellos, y en un momento que está asimismo socialmente establecido. Según la relativa complejidad del conocimiento por adquirir, y según la medida en que secuencias esencialmente necesarias de aprendizaje deban seguirse una a otra, habrá preparativos relativamente breves para la iniciación, que prescribe institucionalmente transiciones (p. ej., ritos de la pubertad), o períodos relativamente tediosos de enseñanza y aprendizaje. .■ i; | 4|¡|j En este acervo social de conocimiento hay, además, elementos significativos solamente para los hombres, y otros para las mujeres. Un tipo será rutinariamente transferido a hombres; el otro, solo a mujeres. Así, los «hombres normales» deben poseer conocimiento generalmente significativo y conocimiento significativo solo para hombres. Además, las «mujeres normales» deben poseer asimismo conocimiento generalmente significativo y conocimiento que Iq es solamente para las mujeres; pero, dado que la diferenciación biográfico-temporal socialmente prescrita de los procesos de transmisión rige también para los elementos «masculino» y «femenino», se agrega otro aspecto. En términos estrictos, solo los «hombres adultos normales» poseen en un momento cualquiera los elementos de conocimiento significativos para todos, además de los que lo son solo para los hombres, mientras que los «hombres jóvenes no* males» no poseen sino los componentes socialmente prescrito: de los elementos generales de conocimiento y los significativos para hombres. Como es obvio, lo mismo vale también para las «mujeres normales» jóvenes y adultas.Aunque hemos utilizado ejemplos concreto' obvios (y también, quizá, los más importantes empíricamente) de divisiones según la edad y diferencias según el sexo, cabe destacar que no es posible una determinación material de los ámbitos del acervo social de conocimiento que tenga validez general. Probablemente pueda decirse que las condiciones que sirven de base a una distribución social simple del conocimiento determinan el ordenamiento del acervo social en «conocimiento general» y «conocimiento especial»; pero lo que pertenece a esta última categoría en una sociedad puede ser conocimiento general en otra. Y lo que en un momento determinado es específico en una sociedad, puede también pasar a ser conocimiento general sin convertirse en un tipo más complejo de distribución social del conocimiento, y reciprocamente.Aunque utilicemos las categorías más generales elaboradas en ei análisis del acervo subjetivo de conocimiento, llegamos a la imposibilidad de una determinación material de la estructura del acervq social. Tanto el conocimiento general como el especial pueden incluir habilidades, u:os, recetas y elementos expresos de conocimiento. Hay, sin duda, habilidades definidas, conocimientos prácticos y conocimiento de recetas que pertenecen casi universalmente al cono-

cimiento general «normal»: eJ. caminar; las orientaciones típicas en el tiempo y el espacio; las normas «generalmente válidas» de conducta, etc. Mediante el lenguaje, ellas forman la reserva básica de la cosmovisión natural-relativa de «cada cual»; pero más allá de esto, nada puede decirse, si uno no quiere aventurarse en la esfera de actividad perteneciente a la sociología empírica del conocimiento. Y, seguramente, no hace falta subrayar que los materiales nistóricos y etnológicos muestran suficientemente la multiplicidad que corresponde al ámbito del conocimiento especial de habilidades, usos y recetas.Hay otra consideración que se debe retomar en el análisis de los correlatos subjetivos de la distribución social del conocimiento.28 El conocimiento general es rutinariamente transmitido a todos, y el conocimiento especial solamente a determinados tipos sociales; pero todo conocimiento es fundamentalmente accesible a todos. Aunque no haya un motivo para que «cada cual» aprenda el conocimiento especial; aunque haya barreras institucionales que se opongan a tal adquisición, «cada cual» sabe, en las distribuciones sociales simples de conocimiento, qué tipos sociales están en posesión de determinadas formas de conocimiento especial. En otras palabras: la distribución social del conocimiento especial es, a su vez, un elemento de conocimiento que pertenece al conocimiento general. Es así que, en las distribuciones sociales simples, la realidad y, sobre todo

28 Viaje cap. 4, D.

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el mundo social, son todavía relativamente explorables por «cada cual».

c. La distribución social compleja del conocimiento

En la descripción anterior se hizo una distinción entre el conocimiento general, que es parejamente distribuido, y el conocimiento especial, que presenta una distribución específica de roles y, por cl¡o, desigual. La igualdad o desigualdad de la distribución fue así, al mismo tiempo, un criterio para distinguir el conocimiento general y el especial. Si el tipo formal de una distribución social compleja del conocimiento debe caracterizarse de este modo -—es decir, si cierta «desigualdad» es análogamente manifiesta en la distribución del conocimiento general—, hay que explicar entonces con mayor detalle qué se entiende por tal «desigualdad».P.ecordemos que el conocimiento general consiste en las soluciones socialmente objetivadas a los problemas que son significativos ¡para «todos». Sin embargo, ¿qué significa aquí «todos»? No es necesario insistir en que los problemas que se presentan a «todos» también aparecen individualmente en el horizonte de sentido de una biografía «singular». Por consiguiente, las soluciones típicas y . socialmente objetivadas de problemas que son adoptadas por el individuo sufren por fuerza ciertas variaciones idiosincrásicas dentro de su contexto «singular» de sentido subjetivo. Además, la

29 Véase cap. 4, A, 1, a.

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* transmisión de los elementos del acervo social de conocimiento tiene lugar en relaciones sociales concretas, que para el individuo se dan dentro dél horizonte de sentido de la «singularidad». También esto es una fuente de modificaciones «idiosincrásicas» de las soluciones típicas de problemas. Todo esto, sin embargo, solo significa que la igualdad absoluta en la distribución de los elementos del acervo social de conocimiento es imposible en principio (circunstancia ya mencionada); pero cuando a uno solamente le interesan las modificaciones «idiosincrásicas» que se producen solo después de la adquisición subjetiva de los elementos socialiaente objetivados de conocimiento, ellas están esencialmente desprovistas de sentido para la estructura del acervo sociail de conocimiento. Podríamos afirmar justificadamente que la distribución social simple se caracteriza, entre otras cosas, por el hecho de que ol conocimiento general está parejamente distribuido (con más exactitud: de manera relativamente igual). Aquí, las inevitables desigualdades en la distribución del conocimiento general no están ligadas a roles, sino que pueden ser consideradas más bien «accidentales» (respecto de la estructura social y la estructura del acervo social de conocimiento) .Tales variaciones puramente «accidentales» en el conocimiento general (como las que no tienen significatividad para la estructura del acervo social de conocimiento) pueden suponerse para las formas sumamente simples de sociedad. Solo en sociedades con divisiones del trabajo extremadamente simples y sin «stratos sociales establecidos, los problemas que se imponen a «todo¡>» se presentan también a todos en perspectivas y contextos de significatividades esencialmente similares. Pero tan pronto como la división del trabajo tstá apenas un poco más desarrollada, y tan pronto como se establecen niveles sociales, declinan las perspectivas en que ser. aprehendidos los «mismos» problemas. Aquí no se trata de la progresiva diferenciación del conocimiento especial que, como es obvio, acompaña a la progresiva división del trabajo. Lo que ocurre, en cambio, es que las «biografías» similares (vale decir, las categorías biográficas similares de experiencias subjetivas) se desarrollan en el curso de la división progresiva del trabajo. Estas biografías cons-tituyen la base para perspectivas de aprehensión más o menos unificadas. Tales perspectivas, que son condicionadas por el mundo social, están en parte socialmente establecidas —p. ej., en las estructuras comunes de significatividades de niveles sociales más o menos bien definidos—. La transmisión de elementos del conoci-miento general se diferencia de acuerdo con esto. Los aspectos básicos de tal estado de cosas ya fueron señalados en el análisis del «efecto del filtro» de la estructura social que está «detrás» de las primeras relaciones Nosotros.29

El lenguaje ofrece un ejemplo evidente de las versiones y transmisión diferenciadas del conocimiento general. Como elemento integrante del conocimiento general de toda sociedad, el lenguaje

puede estar distribuido de manera relativamente pareja, porque * las variaciones subjetivas en la forma de los usos idiosincrásicos son socialmente no significativas. Dada cierta complejidad de la estructura social, el lenguaje es convertido en eversiones» sociajínente condicionadas, establecidas y transmitidas: como dialecto, lenguaje cortesano, «dialecto social», etc. Pero lo mismo es válido en otros ámbitos de conocimiento general, que abarcan desde las habilidades —p. ej., el estilo de caminar peculiar de una clase (del soldado, del habitante urbano, etc.)— hasta elementos y ámbitos expresos de conocimiento —p. ej., el «conocimiento religioso» (el catolicismo de la población rural, el catolicismo de los intelectuales)—.Está claro que aquí no se trata de un conocimiento especializado que es específico de roles, sino de conocimiento general, aunque este surja en «versiones» socialmente diferenciadas. Se trata todavía de soluciones de problemas generalmente significativos, cuyos caracteres básicos se presentan en todas partes. Solo en este sentido restringido se puede hablar de una «desigualdad» en la distribución social dei conocimiento general; pero precisamente esta «desigualdad» constituye una de las características más importantes de la distribución social compleja del conocimiento.Esta última supone una nueva partición y «especialización» del conocimiento especial. En comparación con la distribución social simple, se la puede considerar, ante todo, como una diferencia meramente cuantitativa. Mediante 1* partición y la «especialización» progresivas, los diversos ámbitos del conocimiento especial

30 Véase cap. 4, B, 3, d. »

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obtienen cierta «autonomía», aunque limitada: se «alejan» gradualmente cada vez más del conocimiento general. Aumenta la distancia entre «legos» y «expertos». Por un lado, presuposiciones significativas (secuencias de aprendizaje) relativamente complicadas y más o menos tediosas llegan a preceder a la adquisición de conocimiento especial. Por otro, hasta la transmisión de conocimiento especial depende cada vez más de requisitos específicos de roles. Esto equivale a decir que los diversos ámbitos del conocimiento especial son «especializados» como estructuras de sentido, así como la transmisión misma del conocimiento se especializa ins-titucionalmente.De esto se desprende que la adquisición de conocimiento especial pasa necesariamente a ser cada vez más una «carrera». Por encima y más allá de las barreras institucionales, la finitud de la biografía individual impide el aprendizaje de conocimiento especial en su totalidad. No nos referimos aquí al hecho de que la adquisición de conocimiento especial en su totalidad es improbable en el caso concreto —ya que difícilmente exista motivo alguno para ello en una sociedad con división del trabajo— o al hecho de que las barreras institucionales permiten solo a ciertas personas típicas, socialmente determinadas, adquirir determinados ámbitos del conocimiento especial. En verdad, es significativo que, dada una distribución social compleja del conocimiento, el conocimiento especial (en su totalidad) ya no sea en principio accesible «a todos».‘Esto tiene otra consecuencia, característica de las distribuciones sociales complejas del conocimiento. El hecho de que haya diferentes ámbitos de conocimiento especia] es parte del conocimiento general. La distribución social fáctica del conocimiento especial ya no forma parte de la reserva de conocimiento general «parejamente» distribuido. En general, además, hasta el conodmiento de las líneas generales de la estructura del conodmiento especial y su contenido básico se hace más indistinto. Esto implica, primero, que el acervo social de conocimiento en su totalidad ya no puede ser explorado por el individuo, y, en segundo lugar, que esta falta de visión totalizadora está, a su vez, diversamente «distribuida» dentro de la sociedad. Las repercusiones que esto tiene para las estructuras sociales es una cuestión de sumo interés para la sodolo- gía empírica del conodmiento. Aquí solo se puede señalar que el conocimiento puede convertirse cada vez más en un factor de poder en las distribuciones sociales complejas del conocimiento. Los grupos de «expertos» constituyen uno de los catalizadores institucionales de la concentración de poder. Por otro lado, existe siempre la posibilidad de un conflicto entre diferentes grupos de «ex-pertos» en su lucha por un «monopolio de poder». Otra posibilidad de significación sociológico-epistemológica, asociada con la complejísima distribución social del conocimiento, es que algunos «expertos» se vuelvan casi por completo invisibles socialmente.I^as características principales de una distribución social compleja del conocimiento son la desigualdad en la distribución del conocimiento general, la partición y especialización progresiva dd conocimiento especial en varios ámbitos más o menos «autónomos», y la correspondiente especialización institucional de la transmisión del conocimiento especial. La inexplora'oilidad del acervo social de conocimiento en su totalidad es un correlato subjetivo adicional.Puesto que, en ese caso, podemos hablar también de una distribución social compleja del conocimiento aunque no haya formas superiores del conocimiento, bastará indicai brevemente la relación de las formas superiores de conocimiento con tal sociedad. En los comentarios acerca de las formas superiores de conocimiento,30 mostramos qae la separación de los elementos del conocimiento en ámbitos «autónomos» de sentido y su especialización institucional encierra la posibilidad de la gradual «despragmatización» v «teorización:». Si, por lo tanto, el tipo o modelo formal de la distribución social compleja del conocimiento no incluye necesariamente la disponibilidad de formas superiores de conocimiento, al menos las presuposiciones básicas para el desarrollo de estas formas están ya presentes en este tipo de distribución del conoci- ¡miento. Si entonces se desarrollan, en efecto, formas superiores de conocimiento, debe observarse ante todo que estas presentan jiña distribución social específica de roles, análoga, en general, a la distribución de los ámbitos altamente específicos y relativamente

31 Véase también cap. 4, D.

«autónomos» del conocimiento especial, y que la transmisión de formas superiores está muy especializad^ institucionalmente. Si en verdad se alcanza un gTado superior de «autonomía» —lo cual ocurre solo cuando se dan presuposiciones histórico-sociales jBuy definidas—, las formas superiores de conocimiento establecen «con-textos ideales de sentido», estructuras de «conocimiento puro». En cierta medida, estos pueden separarse de la estructura social e independizarse relativamente de la transmisión rutinaria del conocimiento. Esto de ningún modo implica que las formas superiores de conocimiento no estén condicionadas, objetivadas y socialmente transmitidas; pero en su especial «destino» histórico, como «conocimiento puro», se hacen de nuevo accesibles a «todos». El individuo que re-ejecuta las «secuencias» de aprendizaje significativas puede captar el sentido Objetivo de este «conocimiento puro», aunque esté alejado varias generaciones y dentro de los más diferentes contextos de significatividades subjetivos y socialmente condicionados. No podemos detenemos aquí en las cuestiones referentes a las perspectivas socales por las cuales el sentido Objetivo del «conocimiento puro» es aprehendido, ni en las formas de objetivar el conocimiento que esto supone. Estas cuestiones pertenecen al ámbito de la sociología empírica (p. ej., la accesibilidad, por así llamarla, de las Piérides a los «textos»). Además, no hace falta destacar que estas observaciones no indican una teoría acerca de una «inteligencia libremente flotante», ni otorgan necesariamente un carácter ontológico especial a los «contextos ideales de sentido».

3. Acerca del cambio en la distribución social del conocimiento

La descripción de los tipos formales de la distribución social del conocimiento tiene especial significatividad dentro del marco de la presente investigación. Aclara importantes presuposiciones sociales necesarias para el desarrollo de semejanzas típicas y diferencias típicas en los acervos subjetivos de conocimiento;31 pero, además, los tipos formales de la distribución social del conocimiento pueden tener hasta cierto valor heurístico para la sociología empírica del conocimiento. A fin de que puedan servir como «modelos» para el análisis de estructuras concretas de los acervos sociales de conocimiento, deben ser ajustados a los esquemas explicativos «causales» para la reciprocidad histórica entre estructuras sociales y acervos sociales de conocimiento. Penetrar en detalle en las cuestiones vinculadas con esto sería, naturalmente, ir mucho más allá del alcance de nuestra investigación. Sin embargo, el anterior análisis formal puede servir como punto .de partida para hacer varias consideraciones generales acerca de ia dinámica del cambio en la distribución jocial del conocimiento. Estas pueden tener entonces

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cierta pertinencia para U sociología empírica del conocimiento. Es obvio que la «proporción» del conocimiento general con respecto al conocimiento especial es variable. En las distribuciones sociales simples, el conocimiento general ocupa un ámbito mucho mayor del acervo social que el conocimiento especial. En todo caso, la acumulación histórica del último está en una relación necesaria, aunque de-ningún modo sencilla, con la cantidad prevaleciente de conocimiento general.Aparte de esto» el «contenido» de conocimiento general y del conocimiento especial varía. Por ejemplo: establecer que en una tribu nómade el conocimiento de un sistema de clasificación de las plantas (pragmáticamente orientado) pertenece al conocimiento general, pero la lectura y la escritura pertenecen al conocimiento especial, mientras que ocurre precisamente lo contrario en una sociedad industrial moderna, es tan trivial como establecer una «línea» desde la astrología babilónica hasta la astronomía moder-na mediante una historia de las ideas. De qué manera se vincula ese cambio de «contenidos» con el cambio en las «proporciones» de conocimiento general y especial, y mediante qué relación «causal» se vincula con el cambio en la estructura social, son cuestiones que la sociología del conocimiento debe investigar mucho más sistemáticamente.Lo que en una generación es conocimiento directo y general y se transfiere rutinariamente a «cada cual», puede aparecer tarde o temprano en «versiones» notablemente diferentes, condicionadas por la estructura social. Este conocimiento puede convertirse más tarde en conocimiento especial, que es transmitido entonces solamente dentro de una clase social, una secta, etc. Y, por otro lado, pueden aparecer «nuevos» problemas que afecten potencialmente a «cada cual», pero cuya significatividad todavía no es captada por «cada cual». Las «soluciones» pueden ser entonces socialmente estabilizadas como conocimiento especial perteneciente a un grupo de expertos. ¿En qué condiciones pasa este conocimiento especial a ser conocimiento general? Ciertas instituciones pueden limitar la transformación del primero en el segundo, hacerlo imposible o promoverlo; pero esta transformación puede suponer también una filtración automática de este conocimiento de una clase codal a otra. ¿Qué motivaciones sustentan el sentido «Objetivo» del conocimiento, qué se desprende de esta dinámica o de la 'opuesta? Es obvio que no se puede avanzar más con categorías tales como «desarrollo intelectual», «regresión», etc.Para concluir, falta mencionar todavía un problema particular. La diferenciación de «versiones» del conocimiento general puede seguir, dadas ciertas presuposiciones histórico-sociales, hasta el punto en que amplios ámbitos del conocimiento general se convierten finalmente en propiedad especial de grupos, clases, etc., sociales, a menudo en la forma de «ideología». Si, en un caso extremo, el ámbito del conocimiento común y las significatividades comunes se reduce más allá de un punto crítico, la comunicación dentro de la sociedad se torna casi imposible. Surgen sociedades dentro de

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«la «sociedad». Que todavía se pueda hablar de una sociedad común depende, naturalmente, no solo de lasestructu(? del acervo social de conocimiento, sino también de la estructura social fáctica; pero, sobre todo, depende de la distribución del poder. En general, en las sociedades industriales modernas, tal diferenciación de las «versiones» del bien común surge entre los más variados puntos de vista ideológicos, y habitualmente es presentada como un problema «social» y, en verdad, «politico». Por esta razón, se intenta con frecuencia garantizar una transmisión .«igual» de los ámbitos esenciales del bien común, y de garantizar el «mismo» acceso a diferentes ámbitos de conocimiento especial. Esto se hace creando instituciones sumamente especializadas de transmisión, con lo cual se reduce al mínimo el «efecto de filtro» de la familia.

[D] . Los correlatos subjetivos del acervo social de conocimiento

1. El acervo social de conocimiento como posesión subjetiva, como estructura ideal de sentido y como objeto de la experiencia subjetiva

Hemos examinado diversos aspectos de la relación entre el acerbo social y el acervo subjetivo de conocimiento como dimensión básica de la dialéctica que se establece entre el hombre y la sociedad. Después de un análisis de las presuposiciones y estructuras básicas del acervo subjetivo de conocimiento, se describió el origen del acervo social de conocimiento en el conocimiento subjetivo. Luego se mostró cómo ingresan los elementos de lo social en el acervo subjetivo de conocimiento. Sin embargo, todavía queda por responder una pregunta: ¿Cómo se presenta el acervo social de conocimiento en la experiencia subjetiva?Ante todo, cabe señalar que los elementos esenciales del primero no aparecen como tale® en la segunda; es decir, no aparecen para nada como datos sociales «objetivos», como aspectos de la estructura social fáctica, como «convenciones», etc. Son en cambio, para el individuo, una posesión presupuesta, un componente de su subjetividad. Los hábitos derivados del acervo social de conocimiento son sus hábitos; los elementos expresos de conocimiento tomados de él son su conocimiento; las estructuras de significatividades que en él se originan funcionan como sus motivos y categorías de explicación. Dado que este punto fue extensamente examinado en el análisis anterior, no necesitamos profundizarlo aquí. Podemos limitarnos a subrayar que, para el adulto normal en la actitud natural de la vida cotidiana, el acervo social de conocimiento está despojado de su carácte- social, en la medida en que

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ha ingresado en el acervo subjetivo de conocimiento. Se manifiesta en la forma «le una posesión subjetiva presupuesta.No obstante, ciertos ámbitos del acervo social de conocimiento —p. ej., las estructuras cu?si-autónomas del conocimiento especial y, sobre todo, las formas superiores del conocimiento— pueden presentarse al individuo como sistemas más o menos ideales. Esto ocurre aunque sean incorporados en el acervo subjetivo de conocimiento como explícitos. También este punto ha sido ya extensamente examinado. Queremos destacar solamente que tales estructuras de sentido cuasi-autónomas, más o menos ideales, se manifiestan al individuo de una manera despojada tanto de su carácter social como de su carácter subjetivo. El grado de idealidad que un modo de manifestación posee es históricamente variable. Depende tanto de la historia de las ideas en ese ámbito ded conocimiento como de las condiciones estructurales implicadas en liberar conocimiento de la estructura social. El lenguaje puede ma-nifestarse así como posesión subjetiva y como algo socialmente dado, pero, en determinadas condiciones, también puede manifestarse como un sistema ideal, según la situación histórica (y biográfica) del individuo. Puede pensarse en el «incremento» en la idealidad de la geometría, para dar otro ejemplo. Sobre todo, la historia de las ideas occidentales contiene muchos ejemplos de la transformación de formas superiores de conocimiento en estructuras de sentido que se manifiestan solamente como idealidad «pura», como «espíritu» liberado úe la sociedad y la subjetividad. Finalmente, el acervo social de conocimiento tiene un modo de manifestación en la experiencia suVjetivr» que remite expresamente a la índole social del conocimiento: los elementos análogos subjetivos de la distribución social del conocimiento. *«Gada cual», es decir, cada adulto normal, tiene conocimiento de que su conocimiento no es «completo», y de que conoce algunas cosas mejor que otras. Esta conciencia de no conocer, y de conocer con variable calidad, es el correlato básico de la distribución social del conocimiento. Preguntamos ahora qué experiencias corresponden a este conocimiento, para dirigir nuestra atención hacia la descripción de la expresión específica de este conocimiento en su relación con la distribución social del conocimiento.El curso biográfico de la adquisición subjetiva de conocimiento contiene en su horizonte de sentido (aunque omitamos considerar el hecho de que gran parte de los elementos subjetivos del conocimiento son de origen social) la implicación de que la adquisición de conocimiento nunca se cierra «definitivamente», en realidad. Surgen nuevos problemas, para los cuales hay que encontrar nuevas soluciones. Además, algunas situaciones exigen que se modifiquen elementos de conocimiento ya sedimentados en el acervo. Por ejemplo, deben ser transformados en grados superiores de claridad. Esta implicación, necesariamente presente en el horizonte de sentido de la adquisición subjetiva de conocimiento, puede conducir a la admisión consciente de que no se sabe todo, y de que incluso aquello que efectivamente se sabe podría resultar inade-

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cuado. En verdad, esta admisión se presenta así como tal en la experiencia subjetiva. 117

A esto se debe agregar algo más. El conocimiento adquirido es adquirido «independientemente» solo en parte. Es, en gran medida, de origen social. El individuo sabe que lo aprendió de Otro*. Puesto que elementos esenciales del acervo subjetivo de conocimiento fueron transmitidos por ciertas personas, estos scmejantei son necesariamente captados por el individuo como personal qur conocen «más» o «mejor», al menos en un momento inmediatu mente anterior a la apropiación subjetiva del conocimiento alu dido. Tales experiencias, naturalmente, prevalecen mucho en luí primeras relaciones Nosotros. La «omnisciencia» de los padres in tegra típicamente las primeras fases de socialización; pero nun<|in- se alcance el nivel de conocimiento de los padres, los adulto» mu males no pueden negar la posibilidad de que otros semejantci, di-una u otra manera, conozcan «más» o «mejor». Esta posibilidad se confirma repetidamente en situaciones sociales concielu. Sr confirma de modo inequívoco para la apropiación subjrtivu do ciertos ámbitos de conocimiento especial. Cada cual descubre, no solo que puede aprender algo sobre cosas definidas de irmr|iinlr« definidos, sino que a menudo debe hacerlo. Una experirm m «»• pecialmente frecuente es que lo que se conoce tan solo rn lim .n generales, ciertos semejantes pueden conocerlo inás chirumrntr, con más certeza y menos contradicciones. En otras palnbni»: rlr mentos que pertenecen al propio conocimiento por trato dim¿<> * están a mano, para ciertos semejantes, en forma de conociin¡r:iln por familiaridad total. En síntesis: los procesos de fociaimiiVui tanto primarios como secundarios, llevan a la idea de qur tanto 11 «qué» como el «cómo» del conocimiento están distribuidos ux iul mente. Esta idea, aunque en grados diferentes de claridad, i un componente inevitable de la experiencia subjetiva en el inundo cotidiano de la vida.Debemos averiguar ahora qué expresiones específica» recibe rile correlato subjetivamente fundamental de la distribución social drl conocimiento. En fin de cuentas, como vimos, el conocimiento sobre la distribución social de este no es totalmente el resultado du una implicación contenida en e! horizonte de sentido de la adquisición subjetiva de conocimiento, sino que también deriva de Ins experiencias subjetivas de determinados semejantes. Por esta razón, el conocimiento sobre esa distribución social debe consistir ya rn elementos específicos de conocimiento; a saber, en tipificaciones que conciernen a la relación del conocimiento y de la falta de conocimiento de uno mismo con los de determinados semejantes. Y, además, debemos recordar que el conocimiento sobre la distribución social del mismo es socialmente significativo. En toda so-ciedad, puf lo tanto, ei objetivado y rutinariamente Iranuniüdo al individuo, ^ste conocimiento no ci en modo alguno un rlnuou- to limpie e indiferenciadi- d>*l horizonte ilr «-nlidn <lr U 9'JqnuU ción dibjt <ivii ilc conocimirnto. Tftuipoco <|tinU limiliuln n lua ll|»fi( -icionoi (Ir MWiMljA.li IfJ ¡iiilivliliutl'a, iIihi <|ii<« iiuiikIi i> i i ¡mulita |inin 1« inlr.ipitiliit ion t|iir ir Imiuii pii l« |«<<• •!<'>*i tl|i|* h <lr I oiiih lili ¡rulo li|ili o [mJ( |mi Ir 4Ir lilleniliit ■ 111111 il> In l> ilml1.11 toilii un irilml, rl ndullo mu....................I mIh i | im |m«.. , i lnm nim II

117 Knowledge of acquaintance; para la diferenciación con el «conocimiento acerca de» (knowledge about), véase El problema de la realidad social, págs. 44 y 76 de la versión castellana, y Estudios sobre teoría so cia¡, pígs. 97-99 y 260 de la versión castellana. (N. del E.)

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t306

en una vinculación e ncial con el conocimiento especial, una forma que es de importancia social primordial: la diferenciación típica de los especialistas frente a los legos. Cada cual sabe que, para problemas de tipo A, hay personas típicas que poseen el conocimiento especial correspondiente: especialistas del tipo A. Con respecto a los problemas de tipo A, todos los demás son legos. Además, cada cual sabe que, para problemas de tipo B, hay especialistas de tipo B, mientras que todos los demás, incluyendo los especialistas de tipo A, son legos. Individualmente, los semejantes pueden ser captados, por ende, como especialistas de tipo A o, si no es este el caso, como legos, así como el individuo experimenta que es captado por los semejantes de manera correspondiente, y como él mismo puede finalmente captarse también. Una dimensión esencial de la experiencia de otros y de la experiencia de tí mismo consiste en conexiones típicas entre ser un experto y ser un lego. Además, el conocimiento de las circunstancias típicas en las cuales el conocimiento de los especialistas puede ser transmitido pertenece al tipo «especialista». Cuando el conocimiento especial en cuestión es inaccesible «en principio», tiene particular importancia saber en qué circunstancias típicas este conocimiento será aplicado en beneficio propio. También el impulso a aprender conocimiento especial que es accesible en principio disminuye tan pronto como se hace típicamente posible para los legos participar en sus resultados. Esto es válido, en todo caso, mientras se puedan satisfacer las condicic.nes establecidas por los especialistas. Es así que una tipificación referente a los motivos de los especialistas pertenece también al tipo «especialista».Resumamos. J?1 ace’vo social de conocimiento se manifiesta, como una posesión subjetiva presupuesta, como un elemento de subjetividad. Determinadas zonas de él pueden ser presentadas en experiencias subjetivas como estructuras de sentido ideales. En el conocimiento subjetivo acerca de la distribución social del conocimiento, el acervo social de este se manifiesta en su carácter específicamente social. Desde esta perspectiva, teniendo en cuenta la forma de especialización y el rol de lego, el acervo social de conocimiento determina una ulterior dimensión esencial de la captación de sí mismo y de otros, y, por ende, de la orientación en el mundo social en general.

2. Acerca del cambio histórico en los correlatos subjetivos de la distribución social del conocimiento

a. Los correlatos subjetivos de la distribución social simple del conocimiento

El conocimiento referente a la distribución social del conocimiento es un componente del acervo social de conocimiento. Por consiguiente, está socialmente distribuido a su vez, y, puesto que la distribución social del conocimiento cambia históricamente, también cambia el conocimiento acerca de ella. Por esta razón, los correlatos subjetivos de la distribución social del conocimiento asumen diversas formas históricamente condicionadas. Por lo tanto, no podemos contentamos con la descripción de las características báskas de los correlatos subjetivos de la distribución social del conocimiento. En toda sociedad, en verdad, el individuo captará diferencias típicas entre especialistas y legos. Y en toda sociedad este será un momento de la experiencia de sí mismo y

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de otros, y un momento de orientación hacia el mundo social en general. La expresión histórica vigente de la distribución social del conocimiento determina las formas y el contenido de ser un especialista y ser un lego, y su significación para la orientación en ei mundo social. Con el cambio histórico en las bases estructurales de la distribución social del conocimiento, las características básicas de sus correlatos subjetivos se expresan de diversas maneras. No hace falta destacar que una investigación de la multiplicidad histórica de sus expresiones excedería el alcance de esta obra. Esta es una tarea que le corresponde a la sociología empírica del conocimiento. Nos limitaremos a exponer aquellas implicaciones de la diferencia típico-ideal entre las distribuciones sociales simple y compleja del conocimiento que son pertinentes para el presente problema.Comencemos examinando la distribución social simple del conocimiento. Esta fue caracterizada por la «uniformidad» en la distribución del conocimiento general; por la ausencia de una multiplicidad de ámbitos desarrollados y cuasi-autónomos de conocimiento especial, y por un grado apenas trivial de especialización de su base institucional. ¿Qué correlatos subjetivos tienen estas características?Todo adulto normal se halla en plena posesión del conocimiento general. Las diferencias individuales son solamente secundarias: en todo caso, no tienen ninguna significatividad social. Todo adulto normal puede ser considerado típicamente como competente en alto grado. Además, puesto que solo una parte relativamente limitada del acervo social de conocimiento consiste en co-nocimiento especial, todos los problemas cuyo estatuto es el de poder ser dominados «en principio» son, asimismo, típicamente dominados por todos. I.a realidad del mundo de la vida es relativamente fácil de ser examinada por cada cual; la orientación (aunque no necesariamente la vida) en el mundo social es relativamente aproblemática. Si no quisiéramos limitar el concepto de especialista a los expertos en las diferentes áreas del conocimiento especial, podríamos decir que, en el ámbito de uso del conocimiento general, todos son especialistas.Hay solamente unos pocos especialistas en el sentido prevaleciente de la palabra (p. ej., el hechicero y el herrero). En consecuencia, solo unos pocos individuos de esta sociedad pueden ser especialistas y legos al mismo tiempo (p. ej., los hechiceros con respecto a la forja de metales). La mavoría de los miembros de la 6oeie-

3,08

dad son solamente legos. Sin embargo, es importante señalar que los legos no se comprenden a sí mismos y a otros expresamente como legos sino en unas pocas relaciones sociales bien definidas, o sea, en situaciones problemáticas. Raramente se presentan, en la rutina de la vida cotidiana, situaciones problemáticas en las cuales el factor de ser lego sea prominente. Por lo tanto, la competencia en el conocimiento general debe cumplir una función pre-dominante en la aprehensión de uno mismo. Hay una excepción: a saber, el encuentro con los pocos especialistas cuya especialidad se perfila de manera tajante. Aquí los legos se hallan en una situación típicamente similar a la de los especialistas que son socialmente visibles de una manera preeminente. Con ellos, comparten relaciones sociales típicamente similares. Cada cual tiene, en esencia, el mismo conocimiento acerca de los especialistas: quiénes son, cuál es su «ámbito de jurisdicción», qué estructuras motivacionales típicas pueden atribuírseles, etc. Cada cual sabe cuándo, dónde y cómo se apela a los especialistas. En otras palabras: el conocimiento sobre la distribución social del conocimiento se halla distribuido de manera relativamente uniforme y, en correspondencia con esto, los correlatos subjetivos de la distribución social del conocimiento se expresan de una manera típicamente similar para la mayoría de los miembros de una sociedad.Los contornos del conocimiento son idénticos para los «meros legos»; solo varían los correspondientes a los pocos especialistas. La aceptación por el individuo de que los semejantes son «iguales» a él es repetidamente comprobada en las relaciones sociales, como consecuencia importante de la gran similitud entre las estructuras de significatividades socialmente condicionadas de los «meros legos» (si dejamos de lado la expresión social de las categorías bio-gráficas y la diferencia entre los sexos). Unicamente los especialistas no son «iguales»; su «diferencia de tipo» se perfila así de manera más tajante.Una distribución social simple del conocimiento tiene entonces, como hemos demostrado, importantes consecuencias para la aprehensión de uno mismo y de otros, y para la orientación subjetiva en el mundo social. Por otro lado, las formas históricamente específicas de la aprehensión de uno mismo y de otros tienen obvias repercusiones en la estructura social y la distribución del conoci-miento. La investigación de tales repercusiones es también un problema que concierne a la sociología empírica del conocimiento. Por ejemplo, esta se interesa por averiguar en qué medida la ausencia de una diferenciación socialmente estabilizada y significativa del conocimiento, junto con la vigorosamente expresada «diferencia de tipo» de los especialistas que monopolizan el conocimiento especial, influye en la distribución del poder en la sociedad entre los «meros legos».

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b. Los correlatos subjetivos de la distribución social compleja del conocimiento

Una característica importante de la distribución social compleja del conocimiento es la desproporción socialmente condicionada en la distribución del conocimiento general: una estructura social compleja, especialmente en forma de instituciones políticas y económicas altamente desarrolladas, condiciona la estabilización de estratos sociales relacionados con la autoridad y la actividad económica, y de estructuras de significatividades específicas de cier-tos estratos sociales. De estos surgen versiones diferenciadas del conocimiento general. A ello agregamos el hecho de que la transmisión de versiones diferenciadas arraiga primordialmente en la estratificación social. Esto significa que cada cual no es iniciado en el «mismo» conocimiento general, sino que aprende la versión correspondiente a la clase en que ha nacido. Estas versiones son evaluadas de manera diferente en la sociedad en su conjunto. En ninguna circunstancia deben ser consideradas «del mismo valor». Este hecho tiene, naturalmente, importantes consecuencias para la orientación en el mundo social, así como para la evaluación de uno mismo y de otros.Aparte de la socialización en diferentes versiones (que no son vistas típicamente como «de igual mérito»), la estructura social y el estrato social condicionan diferencias socialmente significativas en la adquisición subjetiva de conocimiento general. Mientras que en las distribuciones sociales simples, las diferencias en la competencia que po*x respecto del conocimiento general son de índole esencialmente individual, er» las distribuciones sociales complejas las posibilidades típicas ¿le acceso al conocimiento general dependen de la estructura social y dei estrato social Tales diferencias de competencia son, entonces, «socialmente causadas», y cumplen, como características socialmente «impuestas», un papel importante en la aprehensión de uno mismo y de otros, sobre todo como un momento fundamental en las tipificaciones de rango y de clase; por ejemplo, el «lenguaje» (vocabulario, gramática, acento) de los agricultores, los habitantes urbanos, la aristocracia, etc. El vigor con que se expresan las diferencias de competencia en el conocimiento general depende, naturalmente, de la medida y la índole de las limitaciones estructurales que dificultan la transmisión del conocimiento general.Las tipificaciones características de uno mismo y de otros, y las evaluaciones de uno mismo y de otros, se desarrollan así a partir de la experiencia de diferencias socialmente condicionadas y significativas de competencia con respecto al conocimiento general, y a partir de la comprensión de la diferenciación de este último en versiones que no son «equivalentes». Mientras que estas tienen, generalmente, menos repercusiones directas sobre la estriíctura social (que las tipificaciones de uno mismo y de otros en cuanto a ser un especialista y ser un lego), no carecen de significación para la orientación subjetiva en el mundo scciai. Es importante, ante todo, que el individuo puede solamente presumir la «equivalencia» de las estructuras de significatividades de sus semejantes de una manera condicionada, sujeta a revocación. Este estado de cosas‘es acentuado por la relación que existe en múltiples niveles, entre ser un especialista y ser un lego en las distribuciones sociales complejas del conocimiento.Cuanto dividido está el conocimiento general en versiones diferentes, tanto más difícil es para el individuo explorarlo en su totalidad (y su ámbito de uso: el núcleo de la realidad cotidiana). A esto se agrega el hecho de que el grado en

que se puede explorar la realidad está socialmente distribuido. Esta afirmación se basa únicamente en la realidad social como un todo. Desde adentro de los «mundos parciales» diferenciados, es inadmisible comparar la competencia en materia de conocimiento general. Dentro de su «mundo», el granjero puede ser tanto o más competente que el habitante de la ciudad dentro del suyo.Volvamos a los correlatos subjetivos referentes a la configuración característica de las distribuciones sociales complejas del conocimiento, una configuración de ámbitos comparativamente especializados de conocimiento especial que son relativamente independientes unos de otros. La base estructural de este desarrollo es la progresiva división del trabajo, pero cuanto más división del tra-bajo hay en una sociedad, tanto más se convierte cada cual en un especialista en un área determinada del conocimiento especial, significativa para complejos de actos en uno de los diversos ámbitos institucionales de la división del trabajo. Mientras que, en las distribuciones sociales simples del conocimiento, los «meros legos» son numéricamente dominantes, su cantidad decrece cada vez más por la progresiva división del ti abajo, hasta ser válida para todos los «adultos normales» la afirmación de que cada cual es, al mismo tiempo, un lego y un especialista.Una importante consecuencia de la progresiva división del trabajo es la modificación en las proporciones de conocimiento general y especial dentro del acervo social de conocimiento. Con la expansión del conocimiento especial, aumenta la importancia de ser un especialista como una dimensión de la tipificación de uno mismo y de otros. Con una progresiva división del trabajo, sin embargo, no solo se modifica la proporción de conocimiento general y es-pecial en el acervo social de conocimiento, sino que también cambia la estructura del conocimiento específico. Este se compone de una multiplicidad de ámbitos heterogéneos, cuyas estructuras de sentido presentan poca o ninguna cohesión. Es «en principio» imposible convertirse en experto en todas las áreas de conocimiento especial.Además, como consecuencia de la cuasi-autonomía de las áreas de conocimiento especial, de la restricción institucional al ámbito de aplicación de las áreas individuales del conocimiento, y de la acumulación histórica de conocimiento dentro de las áreas, es posible que la complejidad de las estructuras de sentido aumente dentro de cada ámbito de conocimiento especial. En correspon

dencia con este hecho, cambia el carácter del conocimiento experto. En verdad, cada cual es un especialista de una u otra manera, pero, para la mayoría de los miembros de la sociedad, su condición de experto se limita a los complejos de actos que son cada vez más vigorosamente e institucionalmente especializados mediante la progresiva división del trabajo. La acción en los diferentes ámbitos institucionales requiere cada vez más la apropiación del conocimiento especial; correlativamente, el ámbito de aplicación se limita a las áreas individuales de conocimiento especial. Aunque este último puede poseer todavía estructuras ho-mogéneas de sentido, lo que se transmite a la mayoría de los miembros de la sociedad no son sino subámbitos específicos de conocimiento especial significativo para complejos limitados de actos. En general, los especialistas, es decir (como quizá se debería Mamarlos), los «sub»-especialistas, ya no exploran toda su propia área de conocimiento experto.Explorar la totalidad de un área de conocimiento especial requiere procesos relativamente prolongados y especializados de aprendizaje, en los que se captan más o menos sistemáticamente las estructuras de sentido del área. En otras palabras: es necesaria una educación «teórica». De tal modo, el conocimiento experto se diferencia dentro de un área dada de conocimiento especial. El cono-cimiento experto «parcial» y el «tota!» no tienen la misma significatividad social, y su evaluación social es diferente. Se elaboran clasificaciones tradicionales del conocimiento experto, cuyo criterio primordial es la amplitud de aplicabilidad del conocimiento; pero, como este depende tanto de Kt sistematización del área de conocimiento como de la «extensión» de la educación, el conocimiento experto puede «profesionalizarse». Sus clasificaciones son ordenadas según las clasificaciones ya existentes de la significación mutua de las ámbitos institucionales (p. ej.: el oficio del herrero frente a la caza, o la religión frente a la economía). De tal modo, los niveles de competencia se refuerzan socialmente, y hasta se institucionalizan en ciertas circunstancias (v. gr., en organizaciones profesionales). Hay, naturalmente, diferentes niveles de competencia en el conocimiento experto, aun en las distribuciones sociales simples del conocimiento, pero son de índole principalmente individual (buen herrero, mal herrero), en la medida en que no se basan en categorías biográficas relativamente simples que tipifican los pasos en la adquisición del conocimiento especial (p. ej., un joven aprendiz de hechicero). En las distribuciones sociales complejas del conocimiento, la transmisión y la adquisición de conocimiento especial están, en general, ampliamente especializadas en el plano institucional, y el lugar de los expertos es «testificado» en categorías institucionales totalmente anónimas (oficial de artillería de marina).El conocimiento experto está diferenciado no solo de acuerdo con la significación tradicional del ámbito institucional, con el cual se relaciona el presente ámbito de conocimiento especial, sino también de acuerdo con la función del respectivo complejo de actosen el ámbito institucional y el grado de competencia socialmente «verificada» en el conocimiento especial. De ello surge una red de tipificaciones de uno mismo y de otros que se vinculan con el co-nocimiento etpecial: una «escala de prestigio de las ocupaciones» socialmente estabilizada y anónima que está, en su mayor parte, reparada del individuo. Esto cumple un papel fundamental en la orientación subjetiva en el mundo social, e influye de modo decisivo en la formación

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de la autoimagen subjetiva. No hace falta subrayar que tal estado de cosas, inicialmente condicionado por la progresiva división del trabajo, la estratificación social y la estructura del conocimiento especial, tiene sus propias repercusiones sobre la división del trabajo, los estratos sociales y el conocimiento especial.Sin duda, si hay diferencias socialmente condicionadas entre los expertos de la misma área de conocimiento especial, en cuanto a la competencia y a su capacidad para explorar el área de conocimiento, ello ocurre con tanta más razón para aquellos que no son expertos en un área determinada. En general, las áreas del conocimiento especial no son explorables de ningún modo por los legos. El conocimiento está típicamente limitado a fórmulas para aquellas situaciones en que es significativa la aplicación de conocimiento especial, la consulta a expertos. Es así que cada cual sabe típicamente que hay médicos a quienes se debe recurrir cuando se está enfermo; pero algunos pueden saber, además, que deben acudir a internistas en algunos casos, a cirujanos en otros.. Aunque el conocimiento especial, en su diferenciación, ya no es explorable en conjunto por nadie, la exploración relativa del ámbito de conocimiento expsrto está socialmente distribuida. Aquí * desempeñan un papel importante dos factores, ante todo: el ordenamiento de las instituciones, vale decir, él adecuado ordenamiento del conocimiento especial (se entiende algo de un área conexa, pero nada de áreas inconexas) y la estratificación social (cierta orientación en el ámbito de especialidad dentro de una sociedad corresponde típicamente a las versiones «refinadas» del conocimiento general).Aquí tocamos otro problema. Como consecuencia de la cuasi- autonomía, la diferenciación interior y la acumulación de estructuras de sentido que acompañan a la estratificación del conocimiento experto, el abismo entre el lego y el experto aumenta; pero al mismo tiempo las «aplicaciones» y las «consecuencias» del conocimiento especial se afirman caüa vez más profundamente en la vida cotidiana del lego, con frecuencia hasta de una manera más incisiva. Tomemos un ejemplo del mundo moderno. Los efectos de la tecnología ilustran con sumo vigor tal estado de cosas. Todos utilizan la electricidad: se aprieta un botón; no se ponen los dedos en el tomacorriente; pero pocos «entienden» qué es la electricidad; la mayoría apenas puede reparar un interruptor defectuoso. Se conduce un automóvil sin ser mecánico, más aún, sin conocer las leyes en que se basa el motor de combustión interna. Pero esto no ocurre solamente en el ámbito de la tecnología. Se

guarda dinero en el banco sin ser economice, se vota sin ser experto en política, etc. Todos estos ejempb ilustran la insólitá conexión de dos factores: el creciente abisn» catre el conocimiento experto y la falta de él, y la dependente» creciente, casi continua, del lego con respecto al experto.En la experiencia subjetiva, tal estado de casas se refleja en una unión en múltiples niveles (que en las distribuciones sociales más simples del conocimiento no existe de nira^n modo, o solo de manera incipiente) de desconocimiento, semiconocimiento y conocimiento de «poder» y dependencia. Cada cual es, al mismo tiempo, lego y experto, y con ello se le da b oportunidad de captar conscientemente el abismo que separa al conocimiento experto de la falta de él. Pero, cuando esto sucede, surge un

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fuerte impulso a disminuir la dependencia respecto de los expertos en áreas donde se es lego, áreas que tienen alcances decisivos en la vida cotidiana. La adquisición de tales conocimientos especiales es típicamente imposible; pero, a la vez, es posible en principio adquirir las «perspectivas», los métodos principíales y las presuposiciones básicas de áreas individuales de conocimiento especial. Esto basta para permitir que se acuda a los expertos «correctos», que se forme juicio acerca de expertos contradictorios y se tomen deci-siones más o menos bien fundadas para las propias acciones. Aquí se trata, entonces, de un tipo de orientación en el mundo de la vida cotidiana situado entre el conocimiento experto y la falta de él. Llamémoslo el tipo «bien informado». Este se diferencia del lego, sobre todo, por el hecho de que no está dispuesto a aceptar irreflexivamente la dependencia con respecto al juicio del experto; y se diferencia del experto por la carencia de un conocimiento explícito y específico en el área referida.Efi las distribuciones sociales complejas del conocimiento, la orientación subjetiva en la realidad social total puede ser así aprehendida típica-idealmente por medio de tres tipos: el lego, el bien informado y el experto, cuyo conocimiento incluye otros grados socialmente definidos de competencia. La mutua relación concreta de estos tipos, y las consecuencias de esa relación para la aprehensión de uno mismo y de otros, son determinadas mediante la es-tructura social y la estructura del acervo social de conocimiento.118

3 A. Schutz. Refhctions on the Problem of Relevante, ed. por Richard M. Zaner, New Haven, Conn., Yale University Press, 1970.

3 [George Santayana, Dominations and Powers, A Nueva York, Scribner,1951, pág. 146.]

9 La expresión es utiluada aquí en el sentido que le da Max Scheler.3 Ibid, cap. 21.

15 Véase cap. 2, A, 2.

16 Ibid.22 Véase cap. 1, B.24 [Cap. 5 (vol. II).]26 [Alfred Schutz, Collected Papen, vol. I: The Problem of Social Rea- lity, A ed. por Maurice Níta""*", La Haya, Martinus Nijhoff, 1962, págs. 306-08.31 Véase también A. Schutz, «William James’s Conccpt oí the Stream of Thought Phenomenologically Interpreted», en Collected Papxrs, vol. III: Studies in Pkenomenological Philosophy, ed. por Use Schutz con Introd. de Aron Gurwitsch, La K» ya, Martinus Nijhoff, 1966, págs. 1-14.32 Conviene comparar esto con el concepto de «presente especioso» de W. James, Principies of Psychology, vol. I, pág. 608 y sigs.33 [A. Schutz, Collected Papers, vol. I, págs. 214-15.]

34 [Essai sur les Données Immédiates de la Conscience, págs. 136 y sigs., 142 y sigs., 174-80.]35 [E. Husserl, Vorlesungen zur Phánomsnologie des inneren Zeitbe- wusstseins, *** Halle, Niemeyer, 1928, § 11. [Trad. al inglés por James S. Churchill, The Phenomenology of Infernal Time-Conseiousness, Bloom- ington, Indiana University Press, 1964.]36 [Ibid.]

37 Véase cap. 3, ejp. i 2, y cap. 4, esp. § 2-3.39 [H. Bergson, Creative Evoíution, págs. 340-43 ]43 Véase cap. 2, B, {.44 Véase cap. 2, B, 3.45 Véase cap. 2, B, 4, c, ii.53 Víase Wirtschaft und Ocsclhchaft,*** Tubinga, J. C. B. Mohr, 1925, pág. 14, tema 4.55 A. Schutz, Collected Papcrs, vol. II: Studies in Social Theory, f. ed. por y con Introd. de Arvid Brodenen, La Haya, Martinui Nijhoff, 1964, págs. 44-45.

118 [Aquí termina el capítulo 4. Los capítulo* 5 y 6 serán incluidos en el volumen II.]

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56 Hay una literatura que aumenta constantemente en este campo, empezando por el concepto de alienación en Marx? así como por el concep

5 Víase cap. 2.6 Víase cap. 2, B, 2, y cap. 2, B, 4, b.9 Véase cap. 2, B, 5.28 Víase cap. 2, B, 4 y 6, y cap. 3, A, 1.30 [Frase tomada de William James; véase Principies of Psychology, A Nueva York, Henry, 2 vols., 1890, vol. I, pág. 243. Véase también A. Schutz, Reftections on the Problem of Relevance, pág. 86. [William James trazaba una analogía entre el flujo de conciencia y el vuelo de un pájaro. (N. del E.) J31 Véase nuevamente cap. 2, B, 4, asi como también cap. 1, B.32 W. Jamei, Principies of Psychology, vol. I, págs. 278-79.37 Véase cap. 3, B, 2, c.38 Véase el análisis de la acción en el capítulo 4.44 [W. James. Principies of Psychology, vol. I, pág. 221 y sigs.]

49 Véase cap. 5 [vol. II].55 Véa3e cap. 4, A, y cap. 4, B, 3, b.56 Véase cap. 2, A.60 Véase Edmund Husserl, Erfahrung und Urteil, Praga, Academia, 1939; 2a ed., Hamburgo, Claassen & Goverts, 1948, págs. 368-71. [Trad. al inglés por James S. Churchill y Karl Ameriks, Experience and ¡udgment: Investigations in a Genealogy of Logic, Evanston, 111., Northwestern Uni- versity Press, 1973. Una nueva edición alemana será publicada por Félix Meiner, Hamburgo.]62 Véase cap. 4.

63 [Como lo señala el profesor Luckmann, esta sección fue desarrollada «por referencia a la sugestión» hecha en el anterior manuscrito inconcluso de Schutz, publicado con el título Reflections on the Problem of Relé- vanee; véase esp. cap. 6].66 Véase cap. 4, C.69 Véase cap. 2, B, 2.74 [Ibid]76 Véase cap. 3, B, 3. [Véase también Reflections on the Problem of Re- levance, págs. 35-45, 53-74.]79 [A. Gurwitsch, Thiorie du Champ de la Conscience.]86 [Véase E. Husserl, Ideen, *** vol. I: AUgeouine Einführung in die reine PhSnomenologie, La Haya, Nijhoff, 1950, § 82, 113-14. [Trad. a] inglés por W. Boyce Gibson, Ideas: General Introduction to Puré Plie- nomenology, Londres, Alien & Unwin, 1931]. Véase también Erfahrung und UrUil, § 8-10.]50 Erfahrung und Urteil, § 8, 22, 24-26, 80 y esp. 83a-b.

91 Véase cap. 1, B.92 Véaie cap. 3, A. 2, esp. A, 2, d.

93 Véase cap. 3, A, 3, d.95 Véanse también las exposiciones acerca de la significatividad hipotética, cap. 3, B, 2, c.

99 Véase cap. 3, B, 2, a.106 Véase cap. 4, A, 1, b.13 [Véate un análisis de la adquisición de recetas en Collected Papers, vol. II: Studies in Social Theory,ft ed. por y con Introd. de Arvid Bro- derien, La Haya, Nijhoff, 1964, pág. 95.]25 Véase cap. 3, A, 2, b.