Sborovsky - La voracidad

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Carolina Sborovsky LA VORACIDAD I Cuesta entender cómo semejante mole salió de algo tan chiquito. Mi vieja es tan menuda, de voz suave y huesos mínimos. Mi hermano es un pantagruel gritón, excesivo por donde se lo mire; uno de esos vínculos que se entienden más como gesto de fe que de sentido común, si algo así existe, y más si se da a luz en el 77. II enero de 1976 Por qué no decorás un poco, cuenta mamá que le aconsejó otra detenida en Córdoba. No vale la

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Cuesta entender cómo semejante mole salió de algo tan chiquito. Mi vieja es tan menuda, de voz suave y huesos mínimos. Mi hermano es un pantagruel gritón, excesivo por donde se lo mire; uno de esos vínculos que se entienden más como gesto de fe que de sentido común, si algo así existe, y más si se da a luz en el 77. enero de 1976 Por qué no decorás un poco, cuenta mamá que le aconsejó otra detenida en Córdoba. No vale la II I

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Carolina Sborovsky

LA VORACIDAD

I

Cuesta entender cómo semejante mole salió de algo tan chiquito. Mi vieja es tan menuda, de voz suave y huesos mínimos. Mi hermano es un pantagruel gritón, excesivo por donde se lo mire; uno de esos vínculos que se entienden más como gesto de fe que de sentido común, si algo así existe, y más si se da a luz en el 77.

II

enero de 1976

Por qué no decorás un poco, cuenta mamá que le aconsejó otra detenida en Córdoba. No vale la

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pena, en cualquier momento salgo, le contestaba ella. Estaba a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, por esos días tecleante pero aún vigente. Parece que eso la salvó. Pero ese cualquier momento se estiró demasiado, y un jueves decidió que ya era hora de que algo cambiara y decoró la celda. Al otro día mi hermana tomó la teta mirando posters de boxeadores en shorcitos turquesa.

III

enero, febrero y principios de marzo de 1976

“Los martes, orquídeas” pienso ahora como posible título del fragmento. Los martes era día de cine en la cárcel. Entonces se juntaba el pabellón de mujeres con el de hombres. A nadie le importaba qué película pasarían. Seguro alguna nacional, aleccionadora, pudo haber sido “Los martes, orquídeas”, por qué no. A Nora, otra detenida en Córdoba que hizo buenas migas con mi vieja, empezó a gustarle Alfonso y parece que viceversa. Uno de esos martes, alguno después de que mi

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vieja decorara su parte de la celda, Nora también tomó una decisión. Empezó a chapar con Alfonso.

IV

principios de marzo de 1976

Tenía un pantalón de lino blanco patas de elefante y otras reliquias que le prestaron algunas detenidas: zuecos de cuero, un corpiño sin bretel, alargador de pestañas. Una pena que le habían sacado la vincha. Dice mamá que estaba muy linda, salvo el detalle de la musculosa que se había transpirado en la sisa. Le ofreció su ropa. Nora eligió una remerita azul, de streech, escote en v. Y marchó a la visita higiénica, la primera, que habían pedido con Alfonso unos días atrás. Todo un pabellón pendiente del evento.

Mi vieja se perdió saber cómo le fue porque ese mismo día, y sin que nunca supiera por qué, le avisaron que salía. Ya. Volvió a ver, feliz, las calles de Córdoba a la intemperie, pasó por el cine Odeón y se acordó de Nora con su remera azul –¿qué tal la

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estaría pasando con Alfonso? –. Después sintió un deseo voraz de tener otro hijo.

V

En enero del ´77 nació mi hermano. Inmenso.

Con sus casi 5 kilos, cuenta mamá que nació solo, facilísimo.

VI

Unas semanas después de que mi vieja saliera de la cárcel aparecieron noticias de Nora en “La voz del Interior”. Decía que durante el traslado de detenidos, el unimog del ejército había sido interceptado por la guerrilla, que así había muerto.

¿Cómo le habrá ido con Alfonso?

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VII

Nadie puede creer que semejante persona salió de ese cuerpito. A veces hacemos chistes. Que mi hermano, monstruo angurriento, se tragó a su gemelo, que tendría que hacerse ver si esos quistes que tiene nos son los restos de otro bebé con quien compartió los primeros meses de gestación, que pasó por Chernobyl, que es hijo de un N.N., un boxeador de gira o un militar robusto pero de poca monta, enterrado en alguna fosa común cerca de Río Tercero. A veces no decimos nada porque nos damos cuenta de que ya nos estamos pasando.