Sada Daniel La Cárcel Posma

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Daniel Sada: La cárcel posma Datos biográficos Torreón, o como antes le llamaban "Donde se cruzan las vías", allá en el siglo pasado era una estación de tren. Claro que en la actualidad hay industrias y comercios, ¿progreso?, ¿relajamiento? Televisión en inglés. Agua en tubos dizque pura. Mucho cine descarado y demasiadas mujeres que bien pudiera decirse: son Ias flores del desierto. De esto último ni hablar, brotan como palomitas, la única diferencia es que ¡ya usan pantalones! También se han multiplicado los tramposos del dinero y los que se vuelven locos. Abunda la delincuencia junto con la borrachera y se oyen por todas partes cumbias, polkas y baladas. Desde luego hay más miseria, pero ¿qué? Así es la vida moderna, según dicen los pudientes... En cambio en aquel entonces se vivía de otra manera, no tranquila, ¡qué esperanzas!: ya que después de algún tiempo la Revolución anduvo por estos alrededores y varios de los de aquí se metieron en la bola, pero, hasta eso, tanto zumbido de bala, tanto matado

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Daniel Sada: La crcel posma

Daniel Sada: La crcel posmaDatos biogrficos

Torren, o como antes le llamaban "Donde se cruzan las vas", all en el siglo pasado era una estacin de tren. Claro que en la actualidad hay industrias y comercios, progreso?, relajamiento? Televisin en ingls. Agua en tubos dizque pura. Mucho cine descarado y demasiadas mujeres que bien pudiera decirse: son Ias flores del desierto. De esto ltimo ni hablar, brotan como palomitas, la nica diferencia es que ya usan pantalones! Tambin se han multiplicado los tramposos del dinero y los que se vuelven locos. Abunda la delincuencia junto con la borrachera y se oyen por todas partes cumbias, polkas y baladas.

Desde luego hay ms miseria, pero qu?

As es la vida moderna, segn dicen los pudientes... En cambio en aquel entonces se viva de otra manera, no tranquila, qu esperanzas!: ya que despus de algn tiempo la Revolucin anduvo por estos alrededores y varios de los de aqu se metieron en la bola, pero, hasta eso, tanto zumbido de bala, tanto matado a mansalva, lleg a ser entretenido, pues los nios ya tenan un pasatiempo: recoger cuanto casquillo, a ver quin juntaba ms. Diario un muerto cuando menos, sin contar sobradamente los fallidos tiroteos. Mas luego de cierto tiempo las matanzas tremebundas disminuyeron bastante y sobrevino la paz. El entusiasmo rein. Las profundas convicciones en cuanto al arraigamiento se fueron distorsionando porque se impuso lo real.

Muy metida en las cabezas la idea enorme del progreso, o sea, hacerle como los gringos, siendo tambin que para ello se necesitaba gente. Tal vez a eso se deba que la prole se casara todava en la inmadurez y tuviese un ejrcito de hijos para ayudar a Torren, que creciera el casero, entre ms pronto mejor. Al principio las familias vivan muy apretujadas en los vagones de tren sobre rieles en desuso, seran como unas cincuenta los y las, considerndose as gente fuerea y pirata quien no viviera como ellos, sino en ingratos jacales o tambin bajo techos de carrizo y con manguardias de adobe. Vida de alborozo y fe por supuesto correlona a la llegada del tren. Venta de tacos chilosos, lonches, gordas por igual, nieve a raudales y aguas. Un tragadero bendito y la basura dejada cuando el tren sala hacia Jurez o hacia Mxico, segn.

Despus se impuso el desorden conforme los crecimientos hasta que hubo presidente, al tiempo que "Donde se cruzan las vas" se declar de una vez municipio y cabecera por resolucin de arriba; en cuanto al nombre oficial: es el que ya conocemos.

De manera provisoria la alcalda estuvo situada en uno de los vagones, buena idea y muy econmica para que con toda calma se concluyera a distancia el inmueble palaciego. El alcalde, entre otras cosas, era un seor de cabello banderolo y ceniciento, buena gente, compadrero, que le gustaban las copas y dictar rdenes leves que acataban de inmediato sus fulanos con rifles y carrilleras propiedad del municipio, esto por lo que concierne a las fuerzas policacas, pero aparte, para asuntos estratgico-civiles, tena a su disposicin un consejero inspector que se saba de memoria las nuevas legislaciones y que adems conoca preceptos de Maquiavelo. Para cuestiones menudas: un tinterillo fif: lenguaraz, traje a rayas y bombn a pesar del calorn, bigotito y correcciones, que era rpido para teclearle a la mquina y aventarse casi al borde de las lgrimas arengas sobre la patria ante hervideros de gente.

Por cierto que al mandams se le ocurri un da de tantos poner en otro vagn --y contiguo al carro verde que serva como alcalda-- un casino esplendoroso. Se advierte que para entonces lo agrcola empezaba a rendir frutos y pues la villa desierta necesitaba digamos una diversin para hombres que todo el da se la pasan de sol a sol en la friega. Gran medida refrescante. Aparte, entindase que con esto se evitara la violencia al aire libre --no toda pero s mucha-- y desde luego la venta de pisto o de cosas peores de manera clandestina. A su vez la autoridad podra controlar la apuesta y los posibles desmanes. Anda!, eso sirvi de pretexto, porque en el fondo de todo: aquello era un negociazo.

Como regla perentoria: que se cobrara la entrada y por qu no el diez por ciento del monto de los envites. Al cabo acondicionar --por afuera y por adentro-- algn carro ya tartana ponindole desde luego una fachada vistosa y metiendo unas tres mesas de lmina para que al reborujar las fichas en la cubierta se escucharan simulacros de aguaceros con granizo; ruido infame para atraer ms clientela.

Se jugara al fichero.

Con igual mira orden pegar fotos blanco y negro de mujeres con vestido levantado enseando sus tamalones de piernas. Darle un nombre a este lugar: Casino de La Laguna o Casiiio de Todo el Pueblo, aunque pensndolo bien: lo ltimo inconveniente; en realidad el mandn deseaba tener contacto con la burguesa futura, que aquello se convirtiera en crculo de accionistas, un mbito prohibido o exclusivo finalmente. Para ello mand poner un tapiz color marrn y una alfombra azul turquesa. Hubiera querido all espejos checoslovacos y comprar naipes ingleses, pero sera demasiado en vista que an no contaba con un recinto decente para tanta ensoacin. Ah, casino tipo Pars, ojal que alguna vez... Por lo pronto hizo el anuncio oficial y, s, con mecheros rarefactos que se encendan a partir de la cada del sol por supuesto hubo clientela. Los ms pudientes de all?

Ya para eso de las ocho se acercaban jugadores llevando por si las dudas una pistola en el cinto. No haca falta, en confianza, que pasaran, pero, hubo un muerto luego luego a causa de una trampa? Lo cierto es que: se arm la comunidad: aspavientos de protestas debido a la alteracin del orden: en general suplicando se clausurara el casino. No, al revs, por terquedad. Se le ocurri al mandams poner en otro vagn la crcel municipal --contigua al carro-casino-- y lo hizo, aunque cuidado!, no poda meter en ella a los clientes fervorosos, es decir-, a los ricachos, ya que de hacerlo arriesgaba hasta su puesto, asimismo: el negocio se iba abajo. De hecho que arma a sus seis hombres ponindoles sus cachuchas policas. Le encarg a su tinterillo que pronunciara un discurso a bien de justificar la importancia de la apuesta y del entretenimiento.

Regular conformidad de parte de los escuchas. En resolucin al vuelo estableci un requisito para la entrada al casino: la despistolizacin. Norma, en fin, que no sirvi porque en una de esas noches de jugada se agarraron a trancazos los pudientes a tal grado de tirarse con las sillas. Luego, pese a tanto lesionado y a la serie de reproches que se desat en Torren no hubo un preso que inaugurara el recinto carcelario, por lo que era menester que alguien estuviese adentro para hacerla ponderosa, pero quin? El consejero inspector recomend al mandams que introdujera a fuereos por cualquier motivo incierto a modo de que la crcel representara ahora s el supremo correctivo.

Dicho y hecho se pusieron a buscar los policas en los ltimos jacales a fuereos, sobre todo, con cara de transgresores, acusados, segn esto, de ser paracaidistas. Fue muy fcil la captura. A jalonazos trajeron a los ms depauperados.

Esa noche cinco batos inocentes durmieron en el vagn.

Crcel sombra, pobretona.

Sin ningn respiradero.

Atmsfera de hediondez: calor y asfixa teidos.

Adems la incertidumbre al no saber ni uno de ellos cunto tiempo ban a estar encerrados sin comida y no pudiendo ir al bao. Entre los presos hablaban con tono de indignacin en lo amargo de lo oscuro; ni una risa entremetida solventando la ocurrencia. Esta muestra de poder le sirvi al mandn de all para crearse ante la vista de todos una imagen resoluta, con afanes terrorficos. De seguro que la gente ya estara bien advertida de lo que l era capaz.

Sin embargo los parientes de los presos no tardaron en hincrsele al mandn suplicndole con lloros que siquiera al da siguiente los soltara, l les dijo, haciendo gala de fintas y de muecas enojonas, que se fueran a sus casas porque si no les pegaba una bola de fregazos en vez de darles un tiro, a saber: dejndolos bien heridos. Dijo que no iba a informarles, que al respecto la nica explicacin se apoyaba en una ley antiqusima referente a la invasin de terrenos, pero que el libro legal en donde se contemplaba la dicha pues no lo tena a la mano, ni modo de andar buscndolo; a lo que: pues la condena, fuera de un mes o mnimo unas dos noches, sera observada de acuerdo al comportamiento de ellos: tanto de los familiares como de los mismos presos. Las preguntas condolidas procedentes de la parte pariental en el fondo eran los gritos que reprobaban la pena, arguyendo, y con razn, que en todo caso haba otros invasores...

La insistencia dur poco: slo cosa de unos tres o cuatro das. En cuanto a los prisioneros: aguantndose el coraje: muertos-de-hambre, agnicos y consunos ya para estas alturas. Desde la primera noche, recin cerraron la puerta, golpearon a puo y pies el fierro dizque pared llorando desesperados. A ver si se condolan los cuidadores cercanos dejndolos escapar. Bueno fuera. La pestilencia y la -asfixia se hacan crculo vicioso.

Sus plticas de "no hay de otra": hacer all para colmo sus necesidades ntimas, aunque no precisamente dado que: eso deba depender de los zampes de comida, y de darles: pues qu les iban a dar? Los runrunes exteriores ellos los oan apenas. Aguacero chipichipi en el casino de al lado, y disparos muy lejanos. Bisbiseos de averiguatas. En cambio, lo que los presos decan sonaba sordo y enfermo.

Un pespunte, haz en lnea inmiscuida, anunci el primer amanecer.

De inmediato que se abre la puertona del vagn para que una mano gorda arrojara tres bolillos a los presos y luego sin mayor trmite que la cierran por afuera con fiereza. Por supuesto: aquello era el desayuno. Sombra firme y: dnde qued el sustento? Aquellos fueron a rastras como animales hambrientos habiendo para acabarla moquetes y puntapis, por jalonar los pedazos. Tan heridos sufridores, perversas sobrevivencias al odiarse los fuereos a causa de los mendrugos sin siquiera conocerse. Al medioda nuevamente se abri la puerta nuy poco para que la mano gordii les echara tres naranjas y un jarro con agua fresca. A la hora de la cena les tiraron un medio kilo de nueces siendo ya como una burla. Los das-noches subsecuentes cada vez menos comida, y los presos, ya con las escasas fuerzas que tenan para vivir, golpeaban el fierro viejo pidiendo agua nada ms. Lo curioso: tampoco metan a nadie, a otro que fuera inocente.

De pronto medio bolillo o tres nueces o un tomate.

Aunado a aquellos olores de cagazn y sudor estaba lo batalloso: sendas torturas mentales entendiendo resignados su futura pudricin. Producto de las anemias nuevos morbos renacian: viles anhelos decrpitos, pensando en su muerte sucia como si ella a final de cuentas pudiera ser algo ms.

Eso s: cada instante aseguraba el camino hacia la nada: ese pozo que emborrona todo mrito remoto y que por ello se hace tan discreto y amigable. Un futuro hecho quimera y un presente que se atsfixia y enceguece poco a poco. Los percances porteriles no inquietaban a los presos que atribuan su desgracia a un mandato divino. Por lo tanto, nunca ver ya a sus familias, no disfrutar de Torren. Aquel vivir legendario ahora penda de un hilo: el ahogo soportado con un mnimo de orgullo. Dejarse as para siempre perdonando a la desgracia: que es mujer y que es muy mala.

S, la puerta se entreabra al cabo, en el suelo les ponan una toronja pelada o una tuna sin pelar que ellos por insuficiencia no conseguan alcanzar: creyendo que eran tesoros ya carentes de valor. Ah, dilaciones de agonas, y tambin: entremezclados recuerdos acompaaban las horas, en ellas precisamente aprisa iban deambulando los quehaceres cotidianos, reducidos a detalles donde un abrazo, un saludo, la ms tibia cortesa, significaba calor, calor bueno.

No obstante, les seguan metiendo vveres a lo que ellos embebidos de quebranto no deseaban como antes. El antojo, en este caso, se recosa en sus entraas, tan pegado al espinazo, tan falaz. Mejor pensar en la vida, en los ltimos momentos donde lo turbio parece un bello relajamiento. Recordando a sus familias a sabiendas que caeran en la miseria ms frrea, ms macabra, y as dicindole adis a su querido desierto; adis hijos, adis madres... Adis Torren que, por cierto, ya era una villa formal, con sus calles polvorientas. En el casino: disputas, jugarretas de opiniones, mas, si iba de por medio lana, siempre tenan desviacion; violencia que terminaba en disparos a mansalva. De haber bandos haba crimen, por ende, muchos difuntos para la gloria perenne de los honores rancheros. Y no metieron a nadie a la crcel ni por sas. Si ya para el quinto da hubo disparos incluso contra el fierro del vagn, lo que a ellos benefici: cada agujero de bala era un filtro bienhechor, aunque leve, pero fresco, comparado a como estaban. Si quisieran, si pudieran, en el vano de la puerta haba algo de comer.

Al cabo de una semana un preso se muri de hambre, no resisti tanto ayuno, y los otros preocupados por la cuestin de apartarlo aunque a dnde?, adems sus vagas fuerzas, dijrase, ajenas debilidades insuflando todo intento para dejarlo en deseo: que su voluntad de ayuda quedara para otra vez, porque la verdad estaban casi muertos como el otro, tan pestilentes y amargos, tan imposibilitados...

Por concluyentes razones de bandas, tregua y venganza fue entonces que sucedi un asunto en las afueras. En la noche unos fulanos zafaron el vagn-crcel. Podemos atribuirlo a que fueron los de un bando de fuereos los encargados de hacer la maniobra a toda prisa a fin de engancharlo firme a una mquina de lea ya lista para arrancar. De modo que un jalonazo sirvi para que sin ms ni ms se pusiera en movimiento una hilera de vagones. Se escuchaba tremebundo el ruido de aquellas ruedas gastadas que al avanzar provocaban el bamboleo rechinn del espacio carcelario.

Los presos predestinados a morir en unas horas tuvieron para su suerte una angustiosa alegra. Se robaron el vagn y se jalaron a otros para colmo! S?, pues qu decir: la agona se transformaba en arbitrio porque tena por lo menos una doble direccin. O sea: voces graves al azar con un tinte de vehemencia, las cuales, dado el suceso, ya podan conjeturar que el casino y la alcalda tambin venan tras de ellos, siendo as que en las tinieblas naca la felicidad. El casino: lujo intil y arrastrado. La alcalda: con los papeles volando.

A saber: a medida que avanzaban los dolientes animosos se acercaban a la puerta tratando de incorporarse. Esos locos que engancharon la ringlera de vagones quin sabe si imaginaran que haba personas adentro, tal vez s, el caso es que muy despus la mquina meti freno en la estacin Picardas y totalmente se abri la puerta que se entreabra, llenando de claridad, se quisiera sabrosura al recinto sepulcral.

Un misterio para ellos que primero se asomaron por no creer lo que pasaba. No haba nadie vigilando a la vera de los rieles. En efecto, comprobada aquella hazaa hecha por sepa quin diablos: a correr! Los enfermos prisioneros se bajaron a la brava para ir agarrando monte sin temer a los posibles disparos y dieran a lo que dieran, prestos pues, cae que no cae. Mas no tron nada atrs, nadie tampoco cay: todo bien: pese a sus debilidades. Entonces, perdindose entre los cactos cada uno tom su rumbo, a ver si llegaban lejos. Uf!, ya no dejarse morir, quererse para la vida al lado de sus familias. Por lo tanto, si alguno de aquellos presos ahora cmodo en su casa leyera estas cuantas lneas, debe saber de una vez lo que bien se les desea: Ojal que desde entonces se salieran con la suya!

Del libro Registro de causantes