Rubén·Darío Logoteta en París para América Latina · literaria de Centroaniérica, Revista...

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Rubén·Darío Logoteta en París para América Latina Cuando Octavio Paz dice que/los dones de crítico y animador convirtieron a Daría en "cabeza de movimiento" no hace sino reconocer y recomendar uno de los múltiples aspectos de 'una obra que súele 'ser olvidada eon' sospechosa facilidad. Esos dones, todavía hoy, se enCuentran apehas' én recopilación; casi treinta años después de que se creyó qile Afrodisio Aguado había recogido todo ' el periodismo de Darío, Pedro Luis Barcia,de la Universidad Nacional de La Plata descubre 'im los archivos de La Nación suficiente material olvidado para hacer dos hermosos volúmenes * t]iie sólo dejan il desear un buen prólogo sobre el trabajo periodístico del gran poeta. En efecto,' promotor incansable)' disciplinado, 'Darío no sólo colaboró a la' creación de revistas literarias (Revista literaria de Centroaniérica, Revista Latinoamericana, Revista Nueva, Revista Azul, Revista de América, Mundial Magazine, Elegancias, Helios, Renacimiento, Arte Joven, etc.) sino que participó activamente en el movimiento periodístico naciente de las repúblicas americanas ya corno reporter, ya como corresponsal. Por supuesto, Daría no es el único en recurrir a esa "gimnasia que robustece" -como llamó al periodismo en más de una ocasión- para plantear problemas que iban de la estética a la política o a la religión; ya antes Gutiérrez Nájera en México lo había hecho bajo sus conoddos seudónimos,' lo mismo que "Gil Paz" -Leopoldo Lugones- o Martí. Pero si bien a Gutiérrez Nájera el periodismo le irrita y le quita tiempo, a Daría le encanta. Así, ya lo dice Boyd Carte'r en la edición de las crónicas cjue bajo el título Divagaciones y fantasías hizo para SepSetentas, "su relación con la cosa periodística lleva parentesco, podríase decir, con la del caballero Des Grieux con Manan Lescaut: ambos fueron víctimas de pasiones y necesidades que habrían de destruirlos". Gutiérrez Nájera necesitaba, en efecto, de los periódicos para darse a c()nocer, yeso lo molestaba enormemente: "el arte y el periodismo son incompatibles. No hay arte fácil, como no hay rosas' que se siembren y nazcan en el mismo día"; como periodista, siente que vive "bajo el peso enorme de una pluma" al acecho de "esa idea diaria, esa anguila escurridiza, esa liebre, esa flecha". Se quejaba de que "en México no se aprecia como debiera apreciarse el arte de narrar cosas frívolas con cierto esmero literario" y, quizá aconsejando a los 'futuros cronistas: " Escritos dispersos de Rubén Daría, Pedro Luis Barcia, Ed., Dos tomos, Universidad Na- cional de La Plata, 1977. Nota y selección de Guillermo Sheridan "la' pluma de! cronista debe tener dientes que muerdan de cuando en cuando, pero sin hacer sangre. Debía ' habertlicho con mayor verdad: es fuerza - que la pluma del cronista pellizque con los labios. De otro modo, la crónica oscila entre la gacetilla incolora y el ' artículo 'descriptivo. Para quedar en el justo ' medio se requiere un prodigio de equilibrio". Darío, en cambio, consideraba que "el periodismo no mata sino a los débiles. Un intelectual no encontrará en la tarea sino una gimnasia que lo robustece. El reporter tiene una misión que parece modesta y sin embargo es interesantísima y vasta. Lo que sí hay que tener presente es que el reporter ha de saber su oficio, y una de las principales condiciones de su oficio es escribir bien. Elreporter puede tener un estilo".l Admirador del trabajo periodístico de Louys, Mirabeau y Zolá, Darío se inició muy joven en la crónica. Su consagración vendrá después cuando a solicitud de Martí, le sucede en el cargo de corresponsal de La Nación. Sería inútil considerar si Daría logra ese difícil equilibrio planteado por Puck. El arrojo con e! que se entregó a su oficio sólo es comparable al gusto que le daba vivir en Europa con su sueldo de corresponsal. Es curioso pensar, en este sentido, que quizá el último texto que escribió y dictó Daría, el día de su muerte, se titula "El periodista y su mérito literario" (Afrodisio Aguado, T. l. pp. 880-881) en el que "un escritor y un periodista se han de confundir. La mayor parte de los fragmentarios son periodistas. Séneca es un periodista. Montaigne es un periodista, igual De Maistre, en el amplio sentido de la palabra. Todos los comentadores y observadores de la vida cotidiana han sido periodistas". ¿Justificaciones de Darío para ejercer el oficio que Gutiérrez Nájera consideraba 1 Ibid., "París", Periodismo, T. H, p. 81. sólo ápto para ¡ladrotes y ée!estirui.s? ("para el periodista la idea y la forma son cortesanas a cuyas casas se entra a cualquier . cuando, para el' poeta "son a quienes se enamora con . astucia" dice, en candorosa alegoría de , las relaciones de producción). Sería difícil de sostener cuando incluso una rápida lectura de su periodismo constata que en él puso Darío la misma dosis de elaboración, estilO e intensidad que en su poesía. Disperso, pretensioso, inclusive volátil cuando no francamente contradictorio según los vaivenes políticos o estéticos de la hora, Darío como periodista cuidó no obstante una línea abiertamente personalista que nunca fue en desdoro de su propio proceso de aprendizaje tratase lo que tratase su diario oficio de' "reporter 'que quiere ser artista": el feminismo, los misterios de Mithra, el entierro de Zolá o el debut en París de Isadora Duncan ("¡Canta, oh musa" a Isadora, la de los pies desnudos, y sus danzas ultramodernas de puro arcaicas,y sus piernas de Diana, y los 25 francos que hacían pagar en e! teatro por una butacaJ") o la joven poesía española (los hermanos Machado) o un eclipse en . Asturias con todo y Alfonso XIII que con el pueblo grita ¡Bravo! cuando sale nuevamente el sol "como el final de un ensayo de una nuevO lámpara de luz eléctrica"; o la encuadernación de libros o la vida sexual de las abejas y las toneladas de comentarios literarios que van de Martí a Huysmans pasando por . Gorki, Unamuno o Mallarmé; Edison, el Canal de Panamá, las bicicletas o los autos, Marinetti, el cakewalk, e! skating o el fin de! mundo en 1953. Todo es el testimonio de un tránsito acelerado y, a veces, conmovido de las goteras al corazón de las ciudades; de lo social a lo civil y lo erótico en una enumeración obsesiva de los lugares, las cosas y las personas que poblaron ese cuerpo difuso de referencias ya banales y convencionalizadas que Daría, hoy con su periodismo, hace más habitable. La compulsión de Darío es la del inventario: clasificar barnums, enumerar pandombés, registrar isadoras; nombrar las cosas para ejempl¡Jicar, enseñar, desilusionar, siempre con "palabras de lastre e ideas con sangre", pues, a fin de cuentas, en buena medida, nos estaba descubriendo e! mundo. Era, en el sentido elevado que da Barthes al término hablando de Sade, Fourier y Loyola, un logoteta, es decir: un fundador de lenguas.

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Rubén·Darío

Logoteta en Paríspara América Latina

Cuando Octavio Paz dice que/los donesde crítico y animador convirtieron aDaría en "cabeza de movimiento" nohace sino reconocer y recomendar unode los múltiples aspectos de 'una obraque súele 'ser olvidada eon' sospechosafacilidad. Esos dones, todavía hoy, seenCuentran apehas' én recopilación; casitreinta años después de que se creyó qileAfrodisio Aguado había recogido todo 'el periodismo de Darío, Pedro LuisBarcia,de la Universidad Nacional deLa Plata descubre 'im los archivos deLa Nación suficiente material olvidadopara hacer dos hermosos volúmenes *t]iie sólo dejan il desear un buen prólogosobre el trabajo periodístico del granpoeta. En efecto,' promotor incansable)'disciplinado, 'Darío no sólo colaboró a la'creación de revistas literarias (Revistaliteraria de Centroaniérica, RevistaLatinoamericana, Revista Nueva, RevistaAzul, Revista de América, MundialMagazine, Elegancias, Helios,Renacimiento, Arte Joven, etc.) sino queparticipó activamente en el movimientoperiodístico naciente de las repúblicasamericanas ya corno reporter, ya comocorresponsal. Por supuesto, Daría no esel único en recurrir a esa "gimnasia querobustece" -como llamó al periodismoen más de una ocasión- para plantearproblemas que iban de la estética a lapolítica o a la religión; ya antesGutiérrez Nájera en México lo habíahecho bajo sus conoddos seudónimos,'lo mismo que "Gil Paz" -LeopoldoLugones- o Martí. Pero si bien aGutiérrez Nájera el periodismo le irritay le quita tiempo, a Daría le encanta.Así, ya lo dice Boyd Carte'r en la ediciónde las crónicas cjue bajo el títuloDivagaciones y fantasías hizo paraSepSetentas, "su relación con la cosaperiodística lleva parentesco, podríasedecir, con la del caballero Des Grieuxcon Manan Lescaut: ambos fueronvíctimas de pasiones y necesidades quehabrían de destruirlos". Gutiérrez Nájeranecesitaba, en efecto, de los periódicospara darse a c()nocer, yeso lo molestabaenormemente: "el arte y el periodismoson incompatibles. No hay arte fácil,como no hay rosas' que se siembren ynazcan en el mismo día"; comoperiodista, siente que vive "bajo el pesoenorme de una pluma" al acecho de "esaidea diaria, esa anguila escurridiza, esaliebre, esa flecha". Se quejaba de que"en México no se aprecia como debieraapreciarse el arte de narrar cosasfrívolas con cierto esmero literario" y,quizá aconsejando a los 'futuros cronistas:

" Escritos dispersos de Rubén Daría, PedroLuis Barcia, Ed., Dos tomos, Universidad Na­cional de La Plata, 1977.

Nota y selección de Guillermo Sheridan

"la' pluma de! cronista debe tenerdientes que muerdan de cuando encuando, pero sin hacer sangre. Debía 'habertlicho con mayor verdad: es fuerza

- que la pluma del cronista pellizque conlos labios. De otro modo, la crónicaoscila entre la gacetilla incolora y el 'artículo 'descriptivo. Para quedar en eljusto 'medio se requiere un prodigio deequilibrio". Darío, en cambio,consideraba que "el periodismo no matasino a los débiles. Un intelectual noencontrará en la tarea periodí~tica sinouna gimnasia que lo robustece. Elreporter tiene una misión que parecemodesta y sin embargo es interesantísimay vasta. Lo que sí hay que tener presentees que el reporter ha de saber suoficio, y una de las principalescondiciones de su oficio es escribir bien.Elreporter puede tener un estilo".lAdmirador del trabajo periodístico deLouys, Mirabeau y Zolá, Darío seinició muy joven en la crónica. Suconsagración vendrá después cuando asolicitud de Martí, le sucede en el cargode corresponsal de La Nación. Seríainútil considerar si Daría logra ese difícilequilibrio planteado por Puck. El arrojocon e! que se entregó a su oficio sólo escomparable al gusto que le daba viviren Europa con su sueldo de corresponsal.Es curioso pensar, en este sentido, quequizá el último texto que escribió y dictóDaría, el día de su muerte, se titula"El periodista y su mérito literario"(Afrodisio Aguado, T. l. pp. 880-881)en el que "un escritor y un periodista sehan de confundir. La mayor parte de losfragmentarios son periodistas. Sénecaes un periodista. Montaigne es unperiodista, igual De Maistre, en el ampliosentido de la palabra. Todos loscomentadores y observadores de la vidacotidiana han sido periodistas".¿Justificaciones de Darío para ejercer eloficio que Gutiérrez Nájera consideraba

1 Ibid., "París", Periodismo, T. H, p. 81.

sólo ápto para ¡ladrotes y ée!estirui.s?("para el periodista la idea y la formason cortesanas a cuyas casas se entra acualquier hora'~, .cuando, para el' poeta"son novia.~ a quienes se enamora con

. astucia" dice, en candorosa alegoría de, las relaciones de producción). Sería

difícil de sostener cuando incluso unarápida lectura de su periodismo constataque en él puso Darío la misma dosis deelaboración, estilO e intensidad que ensu poesía. Disperso, pretensioso,inclusive volátil cuando no francamentecontradictorio según los vaivenespolíticos o estéticos de la hora, Daríocomo periodista cuidó no obstante unalínea abiertamente personalista quenunca fue en desdoro de su propioproceso de aprendizaje tratase lo quetratase ~n su diario oficio de' "reporter

'que quiere ser artista": el feminismo, losmisterios de Mithra, el entierro de Zolá oel debut en París de Isadora Duncan("¡Canta, oh musa" a Isadora, la de lospies desnudos, y sus danzasultramodernas de puro arcaicas,y suspiernas de Diana, y los 25 francos quehacían pagar en e! teatro por unabutacaJ") o la joven poesía española (loshermanos Machado) o un eclipse en .Asturias con todo y Alfonso XIII quecon el pueblo grita ¡Bravo! cuando salenuevamente el sol "como el final de unensayo de una nuevO lámpara de luzeléctrica"; o la encuadernación de libroso la vida sexual de las abejas y lastoneladas de comentarios literarios quevan de Martí a Huysmans pasando por

. Gorki, Unamuno o Mallarmé; Edison, elCanal de Panamá, las bicicletas o losautos, Marinetti, el cakewalk, e! skatingo el fin de! mundo en 1953. Todo es eltestimonio de un tránsito acelerado y,a veces, conmovido de las goteras alcorazón de las ciudades; de lo social a locivil y lo erótico en una enumeraciónobsesiva de los lugares, las cosas y laspersonas que poblaron ese cuerpo difusode referencias ya banales yconvencionalizadas que Daría, hoy consu periodismo, hace más habitable.La compulsión de Darío es la delinventario: clasificar barnums, enumerarpandombés, registrar isadoras; nombrarlas cosas para ejempl¡Jicar, enseñar,desilusionar, siempre con "palabras delastre e ideas con sangre", pues, a fin decuentas, en buena medida, nos estabadescubriendo e! mundo. Era, en elsentido elevado que da Barthes altérmino hablando de Sade, Fourier yLoyola, un logoteta, es decir: unfundador de lenguas.

CABEZA, .PORTAVOZ, APÓSTOL, LENGUA, ­CLARíN: MARTl

José Martí es aquel antiguo corresponsal de La Nación, enNueva York, aquel escritor amazónico, que en tiempo ~n qu~

L(l Nación era inmensa, inundaba con una correspondencia casItoda la pampa de la primera página. Es el escritor más rico delengua española, rico a lo yankee: es el Vanderbilt de nuestrasletras. ' .

Delgado, nervioso, vehemente, tiene tanta fama y gloria:co­mo orador que como escritor. La primera vez que lo he VIsto,fue en una· asamblea o reunión pública de revolucionarios, enel Tanmany-Hall, de Nueva York. Estaba recién llegado deCayo Hueso, adonde había ido por asuntos de la causa, reci~n

pasado aquello de los hermanos Sartorio. Cuando yo hablapreguntado por él a sus amigos y correligionarios, 'no dejé deoir entre palabras respetuosas y elogiosas, uno que otro mur­mu'llo de censura. Censura por algo de los sucesos de los últi­mos días; no recuerdo qué. La cara seria del Dr. Trujillo,director del ya viejo Porvenir, decía muchas cosas. Y avinoque por la noche me dijo un amigo: "Martí te espera en Tan­many-Hall , donde tiene que hablar esta noche." Fui allá y allále conocí. En el público, público de cubanos, estaba la florde la colonia revolucionaria. Damas también había, encanta­doras como todas hlS de la isla; damas de las que han forma­do gr~mios que sirVen a los hermanos luchadores, y que tienensus insignias y sociedades, y una de éstas se llama "José Martí".

Martí estaba en una especie de, antesala. Me presentaron yme echó los brazos, cariñoso y magistral: "¡Hijo!" El públicoimpaciente" aguardaba; Cuando percaté ya estaba, arrastradopor Martí, entre la junta directiva del partido, en el tablado,donde había una a manera de tribuna. Allá se fue Martí direc­tamente y comenzó a hablar. El público estaba frío. No comen-'zó el orador a tratar del asunto que reunía a aquel concurso,sino que mi callada personalidad fue presentada en un mara- .villoso exordio lírico. Martí gasta sus diamantes en cualquiercosa. Sus prodigalidades de Aladino no deben asombrar. Nohay sobre la tierra quien arriende mejor un periodo, y guíe unafrase en un steeplechase vertiginoso, como él: no hay quien ten­ga una troj de adjetivos como la suya, ni un tesoro de adver­bios, ni una ménagerie de metáforas, ni un Tequendama verbal ,como el suyo. Porque Castelar es otra cosa, y Groussac esotra cosa, y Juan Montalvo es otra cosa. Recordad, nomás, lascorrespondencias de La Nación . .. Habló, pues, Mal1í y do­minó a su público predispuesto. Cuando concluyó los aplausoseran una tempestad. Los hombres iban a estrecharle la mano:las mujeres le sonreían. Un negro cigarrero se acercó a "DonJosé" y le ofreció un lapicerito de oro. ,

Vivía en Nueva York consagrado a la causa de Cuba. Noha cesado en su propaganda un solo día. Escribía en inglés enel Su.r¡ de su amigo Dana, en español en el órgano de la revo­lución: Patria; iba y venía con fibra y vigor increíbles, en aquelcuerpo endeble. Viajaba, daba conferencias. Fue a Panamá, aKingston, a Cura<;:ao; dejaba madurar sus planes; creía en eldía que debía llegar. Por Cuba dejó de escribir cosas amables,cuentos y versos; por Cuba dejó de ser cónsul de las repúbli­cas del Plata; por Cuba casi no comía ni dormía, en su obra,en su intención, en su deseo. Es joven: tiene cuarenta y dosaños, y es habanero puro. En España se nutrió espiritualmentey desde entonces tiene inquina a España. Es doctor de Zara­goza; su familia es principal. Ha viajado mucho, ha escritopara el teatro, y hay suyos versos preciosos. Ha sido persegui­do, nadie le odia; le queremos mucho. 1895

LAS TORTILLAS DE rvl0LOCH ,.

Las gentes han estado locas -más que de costumbre- en es~

tos' días, con motivo de la nueva empresa automovilística, lacarrera París-Madrid. Los periódicos han .dedicado largas co­lumnas, los camelots han vendido miles de. programas y mapas,los concurrentes a la prueba han sido mucho más numerososq~é en otras anteriores; los nombres de Michelin, Mors, Mer­cedes, Pauhare, Renault y demás fabricantes de máquinas ve­loces andan en todas las bocas. Es el tiempo en qUf.: un chauj-

. feu.r hábil y osado goza de triunfos y aclamado, es que jam~s

obtendría un Bei-thelot, un Pasteur, un Anatok Franee. Lalocura de la rapidez, que ya creo que ha sido estudiada por los

. médicos, invade de manera alarmante a la ciudad de los .mar­cheurs jóvenes y viejos. Y las mujeres se mezclan Jl el asun~~

Ayer era una ex cantante de café-concert, Bob Wnltcr, la qll~.

ocupaba la pluma de los cronistas hoyes Mme.. Du Gart, ladame au Marque del proceso resonante y mundano, por quienla mano de cierto noble francés cayó sobre la mtjiUa de unviejo abogado; Mme. Du Gart, que va a correr kiló~ letras, amás de ciento treinta y tantos por hora, en su "auto" decoradocon los colores amarillo y rojo: "vive l'Espagne, o/t'. Y unaenorille muchedumbre se ha desvelado para ir a "el" partir alos corredores, y han lanzado gritos de entusiasmo que nooyeron los griegos de ligeros pies y los cochero~ ¡írkos cele­brados por Píndaro. Temeroso delirio colectivo, manicomiosuelto ...

Antes de la primera etapa, los muertos han sido siete, entreellos sportmen ricos, y los heridos muchos. Fuera de los locosde las máquinas, han sido víctimas pobres gente encontradasen los caminos destripadas por la veloz y pesada cucarachade hierro y caucho. Los aduladores de la industria a outrancedicen que el suceso no vale la pena, que los negocios son losnegocios y que "para comer tortillas hay que romper Jos hue­vos". y cuando aquí el consejo de ministros resolvió suspen­der la carrera en territorio francés, parece que el joven Alfonsode España hacía todo lo posible en su real desempeño paraque continuase en la parte española la temeraria competencia.¿Por qué? Fuera de su capricho y curiosidad de adolescente,porque se habían hecho gastos en la tierra de Wamba para re­cibir los automóviles, y porque allá como acá, cierto públicoestaba fuera de sí de contento. Cierto público; lo que es elpueblo, en algunos lugares, recibió al hipógrifo a pedradas.

Hipógrifo violentoque corriste parejas con el viento,¿Dónde, rayo sin llamas,pájara sin matiz, .pez sin escamasy bruto sin instintonatural, al confuso laberintode estas desnudas peñaste desbocas, te arrastras y despeñas?

Unos hipógrifos violentos se desbocaron, y otros se despeña­ron y se deshicieron contra los árboles.

Y los aficionados y los apasionados esperan en una veloci­dad aún mayor, lo cual será la coronación inaudita de la in­dustria francesa, pues es en Francia donde esa arma sporticiapriva y vence con mayor fuerza y más elementos que en partealguna: coronación que hará progresar los negocios de tales ycuales fabricantes y de tales y cuales campeones, sobre uncampo de rotas crismas y de huesos deshechos. Ya el buenpopulo encarnado en Dranem, canta con razón: J'eu ai soupé

..'

d'l'automobile! Y el automóvil ha soupé y continúa manducan­do pobres diablos de peatones que tienen la mala suerte deencontrar en una calle o camino real al desbocado armatostehomicida.

La invención es buena, es útil, vino con el progreso; con elprogreso, que tiende a la posesión del infinito por la supresióndel tiempo y del espacio. Todo lo que el adelanto humano crea,todo lo que los inventores inventan, va a ese afán de dioses:suprimir el espacio y el tiempo. En el sport moderno se com­plica ese afán con la neurosis colectiva. Todo lleva al exceso;exceso de goce, exceso de negocios, .fiebre de velocidad. Y elespíritu yanqui invadiendo el mundo impone el record. Elmundo tiene la necesidad de comprender el inglés: trust, re­cord, looping, the-loop, cake-walk.

Al! right!¿Es inglés el autor de ese refrán culinario-nietzscheano: "Pa­

ra comer tortillas hay que romper los huevos"? A mí me pa­rece más bien español, y llamarse don Pero Grullo: o francésy llamarse M. de la Palice. Pero la aplicación feroz del prolo­quio creo que es modernísima y está entre las cosas quehabló Zarathustra. Es un filósofo excelente para los que comen,e inquietante para los que son comidos. En el caso del superchauffer, no cuenta para nada el desventurado que tiene la pe­rra suerte de ser aplastado por el automóvil. El super chaufferes el representante de la energía humana y la omnipotenciade la industria, del capital: ¡ay del que se presente en su ca­mino! Sucede que él también, el super-chauffer, se revienta lapersona contra un tronco, o contra un barranco. Todo está

perfectamente. El patrón necesita que su fábrica triunfe, quela potencia industrial aumente; que Moloch coma su tortilla; ypara comer tortilla hay que romper los huevos.

La lógica de ese principio se aplica en asuntos mayores.Buena tortilla fue la que saboreó Moloch cuando la Gran Bre­taña aplastó al pequeño Transvaal. Los negocios son Jos nego­cios, y las aplicaciones de la ley zarathustresca se llaman CecilRhodes, se llaman Chambedain. .epoca espantosa en verdad,más que ninguna otra de la historia del hombre. El corazóndel mundo está enfermo; la vida hace daño, la inquietud uni­verSal se manifiesta de mil maneras, peor que en el año mil.Porque en el año mil había siquiera fe y esperanza y el hombreha asesinado a ambas. Todo se reduce a la victoria del mo­mento, por la fuerza, por la violencia, por la habilidad. LaGloria está amenazada de muerte, como el viejo Honor queagoniza, y el Pudor, y la Caridad. Los degenerados de arribaestán en vísperas de ser suplantados por los energúmenos deabajo. Los reyes se van y los pueblos no saben adónde ir. Yel porvenir viene- en automóvil, velozmente, desbocadamentematando, estallando. La medianía socialista cree ver desde hacetiempo en el actual progreso, allá en el oriente, una aurora.y es un incendio, a menos que no sea una erupción, un Ve-subio o un Montagne-Pelée. .

Todo lo que en otro tiempo había sido aprovechado en ven­taja de la fraternidad soñada de las razas, en favor de los idea­les cristianos, se aplica ahora a la destrucción y a la guerra; laguerra, que soñaba Víctor Hugo, desaparecida en los comien­zos del siglo xx, adquiere mayores alcances, a pesar de laspatrañas diplomáticas y de los idilios pacüicadores de retra­sados ideólogos. Desde el momento en que el dinero suple hoylos antiguos ideales, la disputa de la tierra y de la riqueza sehace más enconada; y el crack de la moral trae el más absolu­to desastre. Jamás el ser humano ha sido menos ángel; jamásha sido más bestia fiera. Y esto con automóviles, con telégrafosin hilo, con cinematógrafo, con la omnipotencia de la máqui­na en la industria y del oro en todo.

***Todo eso es irracional. Pero, toda la vida, dice Tolstoi, es

irracional. Es irracional que el hombre tenga órganos inútiles,y que el caballo tenga un vestigio del quinto dedo; es un gastoinútil de energía. Los gastos inútiles de energía los autoriza elprogreso. La utilidad de una carrera loca de automóviles es ab­solutamente absurda. Eso pasa en el reino del irracional. Unhombre rico, sano, quizás feliz va, deja sus comodidades, suhogar, su bella mujer, sus hijos, para lanzarse a devorar espa­cio. Y muere. Muere y mata. Antaño se iba a las Cruzadas;y más antes, Jasón iba al ideal. .

Hoy el heroísmo tiende a la especulación por un lado y alanonadamiento por otro. Una raza de inquietos, de bovaristas,de neurasténicos, marcha hacia la confusión infinita. Y Mo­loch engorda con sus tortillas humanas; Moloch, el eterno, elindestructible, el dios apetito y el dios crueldad.

"¡Oh qué la vie est quotidienne!" decía Jules Laforgue elmontevideano. Laforgue debía haber vivido hasta el siglo xx,pues la época encontraría en su ironía hamletiana y ultramo­derna su verdadero poeta. Mas él también murió, aplastado porsu tiempo, herido por el mal común.

¡Oh, la delicia de la mediocridad! ¡No poder pensar, aislar­se en la inconsciencia! ¡Poder entusiasmarse por un biciclista!

Se siente crujir los huesos del cráneo. Me apresuro a ponerpunto final, pues corre peligro este artículo periodístico de aca­bar en poema en prosa. Y esto ya sería grave.

1903

BAUDELAIRE: EXTASIS, ABATIMIENTOS

¡Pobre y grande Baudelaire! Hasta en la inmortalidad ha sidodesgraciado, como VerIaine. Después de los insultos de Bru­netiere y otros sub-Doumies, no ha habido para pagar los gas­tos del mausoleo. Hace tiempo se abrió una suscripción en laredacción de La Plume con ese objeto, y se recogió, en Fran­cia y en el extranjero, una buena suma.. Muerto León Des­champs, director de la revista,· no se supo dónde fue a pararel dinero, y si no hubiera sido el desprendimiento del escultorJ. de Charmoy, no tendría el poeta su figura tumbal extendi­da como una momia egipcia y el Pensamiento torturado, enuna estela, con los rasgos conocidos de la máscara del cómicoMax.

Se ha vuelto a recordar la vida atormentada del desgracia­do, del poeta verdaderamente maldito; si ha habido plumasmiserables que han manchado la piedra de su sepulcro, escri­tores buenos le han llevado flores. Grande y hermoso fue elbouquet que le ofreció CatulIe Méndes; y amable y grata lapresencia de los jóvenes portaliras y citaredas· que fueron asaludar su recuerdo, almas frescas y aladas en esta desolanteedad·de prosa y lucro.

Su "estremecimiento nuevo" es hoy tan viejo ... ; su ino­cente charlatanería enfermiza está hoy tan superada por el ci­nismo del snob corrompido y triunfante; su "pose" de colegialen delirio es tan sencilla ante la "pose" de tanto muñeco fa­moso del arte y de la literatura, de la escena y aún del labora­torio y de la clínica, que es verdaderamente cruel e injusta lahazaña de los que infaman su memoria, triste y respetable paratodo hombre de intelecto, decorada de flores del mal. Que undía estuvo mordiéndole la cola a un gato durante "cuatro ho­ras" para sublevar la seriedad de su amigo el duro y graveLeconte de LisIe; que otra vez se tiñó de verde el cabello yotra se afeitó cabello y rostro, hasta las cejas, para asombraral mismo austero colega, que, por otra parte, no se asombró,a despecho de Baudelaire; que llegaba a los café donde habíadignos burgueses a alabar el "sabor de los sesos de niño", yotras cosas por el estilo, no son motivo para declararle ende­moniado, discípulo de Satán, perverso y vampiro. Era, másbien, lo que llaman en España "guillao", y aquí loufoque ymaboul, los que se complacen en.el argot. En Criollacia habríatenido patente de "loco lindo" y nada más. Sus locuras le cau­saron muchos disgustos en vida y en la muerte y en la gloria,el enojo de M. Gastón Jovillet, que protesta contra la estatua.

Pero antes que la protesta de M. Gastón Jovillet, redactorde "un periódico de la mañana", creo yo que mis lectores pre­ferirán el voto del maravilloso Swinburne, rey de la poesíainglesa en todo el cielo Victoriano. El voto del lírico de ultra­Mancha está expresado en una de esas odas suyas, ardientes,soberbias, llenas de. antorchas, de coronas, de vuelos de águi­las pajo los astros. Él ha cantado a su "hermano" en la olím­pica fraternidad genial. Ha sido justo como la nobleza, bon­dadoso como la armonía, caritativo como la luz. Ha ceñido delaureles la cabeza del mártir de la vida que clamaba en supena.

Ah! Seigneur, donnez-moi la force et le courageDe contempler mon corps el mon coeur sans dégout.

Baudelaire era un cierto aristócrata en su ensueño artístico,y por lo tanto, no era el poeta de la Bohemia tradicional. Has­ta en sus locuras hay la tendencia a singularizarse. y luego ensus declaraciones íntimas, las únicas que valen, se encuentran

propósitos y principios como éste: "ser un santo y un grandehombre para sÍ'mismo". En su vida misma, también hay com­plicaciones y dudas. No se aviene bien su conocida historia deamores disolutos y de amancebamiento, con la declaraciónde amigos íntimos suyos, como los pintores Alfred Stevens yFelicien Rops, que afirma haber muerto el poeta, digno de lapalma de las ·doncellas, en las condiciones de Parsifal. Si él nofue un santo y un grande hombre para sí mismo, es que no lopudo ser'y porque la desgracia de los tiempos lo impedía, diceGustave~ahn. Los que han leído Mon coeur mis a nu, podráncertificar la> desesperanza de ese luchador de la yida intelec~

tual y sensitiva; en medio de la enfermedad y de la muerte.No' es un inconsciente de su estado tenebroso y atemorizadorel que ~scribía úna 'vez, delante de ese mismo Rops, negro pin­tor de las pesadillas simbólicas del pecado moderno: "Hoy hes·entido pasar sobre mi cabeza el aletazo de la imbecilidad".Funestas cosas. .:. '. El mismo Gustavo· Kahn, tan comprensivo, tan hondo, tanvaliente, .a propósito de una página de M. de Reunieres, haescrito que la· característica especial de Baudelaire cería unavisión muy abandonada de la vida, y antinomias profundas queno permiten la felicidad sino en algunos minutos de excitación,en que se puede, elevarse por el éxtasis y que se pueden bus­car por medios artificiales, pagándolos enseguida con terriblesabatimientos; y hay en su obra, agrega, la fuerza al hábito quemenoscaba día por día la vida y eterniza el mal, la falta deéxtasis intelectual, de lo que él ha llamado la salud poética, así~sa visión triste de la mujer egoísta y fútil, animal cruel o ani­mal cansado, bestia de voluptuosidades rumiantes, del hombreuncido a actos idénticos, cuya tontelÍa conoce, peJO que vuel­ve a ellos por el poder moral. .. j Kahn tiene razón!: era elacre y doloroso poeta un vaso lleno de amor '":,¡ el amor sedebió callar ante las voces indiferentes o malas de las cosas".

1902

PARIS

Llegué a París con todas las ilusiones, con todos jos entusias­mos. Mi deseo era poder oír de cerca la palabra de los maes­tros, intimar con los nuevos escritores, aprender, sentir al ladode ellos el fuego secreto, la misteriosa llama que hace pensar yrealizar tan bellas cosas. Recibir lecciones de consagración, defidelidad a un ideal, a un alto objeto moral, a un culto artísticoy humano. Desde lejos el miraje era ciertamente encantador.Llegué, vi, quedé desconcertado. El.arte, la literatura, ha sufridola esclavitud de todas las demás disciplinas: el industrialismo.El objeto principal, si no el único, es ganar dinero, más dinero,todo el dinero que se pueda. Aislados, resplandecientes defervor, muy pocos, los raros maestros de severidad y de vir­tud, los espíritus que no se inclinan al viento reinante. Yo séde la vida fastuosa de los mandarines de salón, de las gangas delos sátrapas del año, del mes, de la semana, de las eminenciasde la temporada. He visto el imperio de la pose, y la insopor­table comedia de los "queridos maestros", a la que sólo superala lamentable humillación de los seguidores y quemadores deincienso. He visto poetas que yo soñaba semejantes a príncipesde leyendas, convertidos en los cafés en tipos cuasi ridículosentre cómicos obtusos y mujeres de alquiler. Escritores que secorrompen y corrompen a su vez, en sus puestos de los diarios.Me he convencido de que la fama se compra y las afirmacionesde un Camille Mauclair, de un Gustave Geofroy y de un Stuart

MerriU sobre la venalidad de los altos órganos, se me ha hechoclara y desconsoladora. La producción es absolutamente indus­trial. La crítica tiene su base en la administración del periódi­co. Se "lanza" un escritor, como se "lanza" una mujer. Lostalentos fuertes e independientes no encuentran un campo deacción, un rincón de trabajo en las publicaciones más en boga.Los editores acogen por influencias. La intriga impera. Alguienque tiene esperanza de ser crítico teatral, pongo por caso, deéste o aquél diario, está esperando con ansia que mueran losredactores actuales. Todo por el puesto, por el sueldo. Y lamordidita, el pellizco, la frase maligna lanzada en la terraza,en el foyer, a la hora del aperitivo, o en el entreacto, se hacennotar. Como en Madrid, como en Buenos Aires ... Adviértaseque hablo de la literatura corriente y a la moda, de 10 que hierveen la gigantesca olla podrida de la publicidad parisiense; deningún modo de los solitarios obreros, de los trabajadores con­cienzudos que forman una especie de aristocracia, fuera de lainfluencia oficial y del consentimiento de la multitud, un Rémyde Gourmont, un Paul Adam, un Mauclair, un Mirabeau, unGustave Kahn. Aún brillan ejemplos de nobleza, de dignidadmental, unida la obra a la vida, como en el caso del difuntoMallarmé, de Elemir Bouges, del mismo Jean Moréas.

Los antiguos centros de entusiasmo, como el Barrio Latino,el actual Montmartre, son más mercados de amor que nido deideas. Por un Golberg, por un estudioso, por un artista fervientey serio, hay cien hombres de farra, de largos cabellos, que ba­rajan paradojas o boberías entre el humo de las pipas y la es­puma de la cerveza. Aquí están los que ahogan con besos fáci-

les el pensamiento que podrían mantener, allá los poetas decabaret, argóticos, gacetillescos u obscenos, que dan al odiadoburgués motivo para ,el más razonado de los desprecios. Demáspensar en Mecenas, en Proculeyo, en Fabio, en CoUa, en Len-tulo. . . ' .

.Ser "hombr~ de letras", es decir, no vivir la vida sino los li­bros: envenenarse paulatina y voluntariamente el carácter, ma­tand? toda. e?~rgía personal, al influ~o de vanidades y en unambIente fiCtiCIO. Ser hombre, es deCIr, tener conciencia de lapropia vitalidad mental, perseguir la comunicación del almaindividual con el destino universal, contribuir a la felicidad cielmundo, así sea con un movimiento, de átomo tener la concien­cia de no causar el mal; aspirar siempre a io perfecto. Tod~lo demás es literatura., En elJardín del !-uxemburgo, cerca del palacio, al lado delas galenas del Odeon, muchas veces he encontrado a diferentespers0l!as que dan de comer a los pajaritos; pero, sobre todo,no deJO nunca de ver a un viejo pequeño, de aspecto venerable,de ropas modestas, que lleva en su solapa la cinta de la Legiónde .Honor. ¿Qué sabio, qué poeta será? ¿Qué filósofo ancianoque venga co~ un espíritu semejante al de su antepasado Des­cartes, a admIrar la mano de DIOS, y a "conocer y glorificar alobrero por la inspección de sus obras?" Otras veces es un ca­ballero enorme, que se sienta en los bancos para llenar su obli­gación, varón de gordura extraordinaria que tiene la cabezade niño gigantesco. Los pájaros se le posan sobre el extensísimop~~ho, ~obre los hombr?s de elefante, le revuelan por el mag­mfIco VIentre, y en ramIlletes temblorosos se le prenden de lasm~nos regordetas llenas de bizcochos deshechos. No puedodejar .d~ ~ensar: bueno como todos los gordos. CeI:ca de él,una VIejeCIta de luto, con un niño, reparte también su ración.A veces conversa con los pájaros, a veces con el niño; a am­bos les habla con el mismo tono. Los animales les conocen atodo~, pero con. el anciano de la Legión de Honor hay mayoresrelaCIOnes. Le SIguen, cuando les deja, a saltitos;se diría que lehablan en su idioma; se le sientan en el veterano sombrero decopa, le llaman de lejos. :Él se vuelve, les sonríe, parece que sedespide hasta el día siguiente.

y nada es más suavemente impresionante, en la frescura dela mañana, o en la melancolía de la tarde. Acaba uno de leerlos diarios, de ver la obra del mal, del odio, la lucha de laspasiones, el hervor de los vicios. Larga lista de crímenes, deescándalos, de injusticias. Los asesinatos, las infamias, las in­trigas, todo el endemoniado producto de una inmensa ciudadde tres millones de habitantes. Va uno por los bulevares y vepintada en la mayor parte de los rostros con que se enc~entra,la codicia, la ferocidad, la vanidad y la lujuria; habla uno conprójimos, con conocidos, llenos de hieles, de ponzoñas, de vi­hiolos; encuentra uno más allá astucias, intrigas, rebajamien­tos, prostituciones; la casa al sou, la caza al franco, la caza alluis, al billete, al cheque; los aires de neurosis que soplan sobrelas terrazas; los asesinos elegantes, los espadachines cobardeslos ambiciosos, los ralés; la venganza de abajo, el crimen d~arriba; Sodoma por una parte y Lesbos por otra; lo artificialentronizado; las podredumbres cotidianas, la farsa continúa lanegación a Dios ... ¡Y hay aquí estas gentes que vienen a darde comer a los pajaritos!

Sí, porq~e París tiene un vasto cuerpo, es un vasto cuerpo,como el CIelo de Swedenborg o el universo de Campanellatiene un organismo propio, semejante a los astros de Bruno'animali inlelleclualis tiene una cabeza, unos brazos, un corazón'un vientre y un sexo: tiene sus grandes pensamientos y su~grandes sentimientos, y sus buenas y malas acciones, y sus be-

llos gestos, y la banda gris del Sena que refleja los diamantescelestes.

Por el barrio en que habito está el cerebro, está la cabeza.Por algo en el argot parisiense, sorbonne quiere decir cabeza.Aquí está el órgano pensante, la juventud de las escuelas, lasgrises perlas que vieron pasar a Abelardo, el hogar de la ense­ñanza. Unos cuantos meditativos viejos, en sus encierros silen­ciosos, compulsan los conocimientos del pasado, trabajan enla ciencia del presente, piensan en el porvenir; un ejército dejóvenes se prepara a continuar la obra de los maestros. Es elColegio de Francia, es el Instituto, la escuela de medicina, to­das las escuelas y laboratorios y talleres, en donde se formany se desarrollan los sabios y aprenden a concretar su sueño losartistas. Es el Panteón; son los museos.

Las células de ese centro están en actividad. Profesores yalumnos siguen por el camino comenzado desde hace largosaños. Aquí se escucha el ruido de la humanidad, se busca cómopenetrar el misterio de las cosas, cómo mejorar la existencia;la filosofía investiga, induce, deduce; la ciencia experimenta,analiza; se labora por el mejoramiento social, por el perfeccio­namiento individual. De las cátedras se expande un continuorío de ideas, de que se benefician la industria, el comercio, lasalud. Y los ojos de París están también aquí, en el observato­rio, escudriñando la altura, fijos en los astros.

A un lado y otro se extienden los brazos. Es el París quetrabaja, las extremidades llenas de fábricas, cuajadas de usinas,de telares, de chimeneas. Por allí constantemente bullen lasmuchedumbres de obreros que forman la vitalidad productora;los obreros que saben leer y luchar, los trabajadores que salende sus labores y van a las universidades populares a comunicarcon sus hermanos intelectuales, ya en el faubourg Saint-Antoine,ya en Montreuil-sous-Bois, en Grenelle o en Boulogne-Billan­court, de un punto a otro, de Asnieres a Charenton, de Vin­cennes a Puteaux, a Levallois, a Courberoix. Pues los brazosde París manejan alternativamente herramientas y libros, antor­chas e ideas. Son brazos robustos e inteligentes, y tambiénterribles.

El inmenso vientre y el sexo está en el centro, en ese trechoen que los grandes bulevares juntan todos los apetitos, deseosy vicios nacionales y extranjeros, desde la Magdalena hasta laplaza de la República y los alrededores de la Ópera. Allí se co­me bien y se peca mejor. La riqueza y el lujo hacen su exhi­bición; la gula encuentra cien dorados refugios en qué saciarsus más exquisitos caprichos, y el amor fácil halla el suntuosoy babilónico prostíbulo ambulante que ha dado a esta capital,digna de superior renombre, el de ser el lugar de cita y el casinode las naciones.

y el corazón de París late por todas partes, y riega su sangrepor todo el resto de su magnífico cuerpo. Ese corazón animaa las individualidades silenciosas y discretas que hacen el biencallado, a los hospicios y lugares de asilo, a los conventos enque sin engaño se reza y se sostiene, como dice Huysmans elde la Oblación, el pararrayo. Cuando ese corazón quiere hablarse llama Severine, como se llama Luisa Michel. Él hace ir sinpompa a las viejas caritativas a llevar pan o carbón a sus po­bres; él sostiene a las infinitas muchachas honestas que vivien­do con el lupanar a la vista prefieren ir a la fábrica para darde comer a la madre inválida o al hermanito enfermo; él serevela, por fin, en los que se ahogan por salvar suicidas, en elmédico que va a ver al infeliz y le deja con la receta el dineropara pagarla, en las nobles cooperativas, y hasta en el cocheroviejo que se acaba de matar porque se le murió el caballo que

era su amigo compañero ¡El buen París! ¿Quién dice que tansólo hay aquí muñequitas de carne y hombres con profesiónde pez? ¡Que vengan a ver los talleres llenos, las iglesias,las universidades populares, y ... y a los hombres que dan decomer a los pajaritos!

No hay que reír mucho de Margot si llora por el melodra­ma, y si la vieja solterona se enamora de sus gatos. No hayque buscar el lado cómico de las sociedades protectoras deanimales. No debe ser ridiculizado ningún sentim.iento de origennoble. Y el cariño hacia la naturaleza -paisajes, animales, oflores, o aguas- y la simpatía por las manifestacionts amablesde ella, proclamarán siempre su origen generoso. Sin anonadarnuestra personalidad humana en la ataraxia de Zenón a la apa­tía epicúrea, tengamos la pasión del universo, la tendencia anuestra unidad. Así como nada conforta tanto como la presen­cia de los bosques o la contemplación del océano, nada suavizamás las asperezas del espíritu como la visión de una rosa en sutallo o un pájaro sin trabas ni jaula, que salta y vuela por don­de quiere y canta sin inquietudes bajo el cielo. Quizá la lumi­nosa alegría que nada podrá destruir en el alma de esta Galiafeliz, viene de su simbólica alondra, maestra de libertad, aman­te de claridad, ebria de frescor y de canto matutino. Maeter­linck en el libro admirable que conocéis, ha oído ¡~ iniciadavoz de Virgilio:

Esse apibus partem divinae mentis el hauslusaethereos dixere: Deum nanque ire per omnesterrasque, trtU:tusque marís, coelumque pl'OfUlldwll.

:.

Nada más conmovedor que la petición que acaban de dirigiral congreso belga los ministros de un instituto de ciegos. Sa­bido es que en muchas partes a los pájaros cantores para quecanten mejor, les sacan los ojos, sin duda acordándose deldivino Melesigenes, que tan bien supo ser armonioso sin lossuyos. En Bélgica hacen lo mismo; yesos ciegos dd institutohan intercedido por los ojos de los pajaritos.

Yo sé que hay gentes que sonríen de toda esas cosas, quehallan todo sentimentalismo fuera de moda, y que juzgan ne­felibatas a los que no se levantan todos los días con el únicopropósito de aumentar sus rentas, por la buena o por la mala.Yo sé que hay muchas gentes que retorcerían con gusto el pes­cuezo a todos los cisnes del Caistro, y enviarían una buena per­digonada a los ruiseñores de las melodiosas florestas. Yo séque en filosofía priva mucho actualmente la ferocidad, el egoís­mo, la crueldad. Pero esos son nietzschistas furiosos y danzan­tes, ante los cuales iría yo a dar un abrazo al doctor Alba­nacín.

Ignoro si entre nosotros hay leyes que protejan a los pája­ros de Palermo, a los chingolos, o a los gorriones importados.Aquí bien se guardaría cualquiera de matar o hacer daño a unanÍDlalito de éstos; la policía estaría sobre él en seguida. Yademás de la policía, mil brazos detendrían y amenazarían alosado.

Acaban de condenar a la guillotina a un padre que muchosjuzgan inocente, acusado por el asesinato de cinco hijos; y aca­ban de absolver a un asesino verdadero y confeso. Cuando veotantas cosas horribles y temerosas en la capital inmensa, creoestar en un país abandonado de la mano de Dios. Pero pasopor Luxemburgo, y me reconcilio con París, a causa de' lasgentes que van a dar de comer a los pajaritos.

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LA INVASION ANGLOSAJONA

Centro América yanqui

París, 15 de marzo de 1902

Un minIstro de la República de Nicaragua -el señor Gó­mez- decía al célebre escritor colombiano Vargas Vila: "Quelos americanos nos han de comer, es un hecho. No nos quedamás que escoger la salsa con que hemos de ser comidos." Lareceta culinaria con que ha de ser preparado el suculento gibiertropical, ha sido redactada recientemente, en el tratado Hay­Paucefote, firmado en Washington. Los Estados Unidos y ]aGran Bretaña han convenido en que "e] canal puede ser cons­truido bajo los auspicios del gobierno de los Estados Unidos,sea directamente, a su propio costo, sea por medio de dona­ción o préstamo de dinero a individuos o corporaciones, o seapor suscripciones, o compra de stocks o acciones, y con su­jeción a las provisiones del presente tratado; dicho gobiernotendrá. y disfrutará todos los derechos incidentales de tal cons­trucción así como el derecho exclusivo de proveer a la regula­ción y manejo del canal. Estados Unidos adoptan como base deneutralidad de dicho canal para buques, las siguientes reglas,como sustancialmente fueron incorporadas en el convenio deConstantinopla, firmado el 28 de octubre de 1888 para la librenavegación del canal Suez, a saber: 10.) el canal estará librey abierto para todos los buques de comercio y de guerra de to­das las naciones que observen estas reglas, en términos decompleta igualdad, y sin distinción contra ninguna de ellaso de sus ciudadanos o súbditos con respecto a condiciones ocargo de tráfico o de cualquiera otra clase. Tales condiciones

y cargo de tráficos deberán ser justos y equitativos. 20.) El ca­nal nunca será bloqueado, y no se ejercerá dentro de él nin­gún derecho de guerra ni ningún acto de hostilidad. EstadosUnidos, sin embargo, estará en libertad de mantener a lo largodel canal la policía militar que sea necesaria para protegerlode la anarquía y del desorden. 30.) Los buques de guerra de losbeligerantes no podrán volverse a proveer de víveres, ni hacerprovisiones en el canal salvo cuando sea estrictamente necesarioy el tránsito de dichos buques por el canal se efectuará con lamenor dilación posible, según las reglas en vigor y con la solaintervención que pueda resultar de las necesidades del servicio.Las presas, en todo sentido, estarán sujetas a las mismas reglasque los buques de guerra de los beligerantes. 40.) Ningún be­ligerante desembocará tropas, municiones de guerra, ni elemen­tos bélicos en el canal, excepto cuando ocurran obstáculos ac­cidentales en el tránsito, y en tal caso, éste se reasumirá contoda la celeridad posible. 50.) Las disposiciones de estos ar­tículos se extenderán a las aguas adyacentes al canal, hasta tresmillas de distancia por cada extremo. Los buques de guerra delos beligerantes no permanecerán en dichas aguas más de 24horas cada vez, a menos en caso de calamidad (distress), casoen el cual partirá lo más pronto posible; pero ningún buque deguerra de ningún beligerante, partirá antes de que se hayancumplido 24 horas desde la partida de un buque de guerra delotro beligerante. 60.) La planta, establecimientos, edificios, ytodas las obras necesarias para la construcción, conservación yoperación del canal, serán considerados como partes de él, paralos efectos de este tratado, y en tiempo de guerra como entiempo de paz, estarán libres de todo ataque y perjuicio de par­te de los beligerantes y de todo acto calculado para menoscabar

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su utilidad como parte del canal" (Artículo Il). En el artículoIII se expresa que "se acuerda que ningún cambio de sobe­ranía territorial y de relaciones internacionales en el país opaíses atravesados por el canal, afectará el principio generalde neutralidad y las obligaciones de las altas partes contra­tantes". Este tratado como se ve no manifiesta claramente ungran peligro para las repúblicas cercanas a la influencia de losconstructores y dueños del canal; pero ya se sabe lo que sonlos documentos diplomáticos, y como dice un avisado publi­Cista, ellos valen n<;> por lo que dicen, sino por lo que quierendecir, y sobre todo por lo que evitan expresar. Lo que es unhecho, es que dentro de no lejano tiempo, la tietTa en que henacido -algunos de mis lectores sabrán que soy originariode Nicaragua- pasará a ser dependencia de la gran repúblicadel norte; el resto de Centro América lo será después; ya sesabe cuál es la manera pacífica de conquistar que tienen loshombres de los ferrocarriles y de los dollars.

~in sus peligros y exageraciones, bien venga la influencia dela)má norteamericana. Aprovéchese lo que debe seguirse, sígan­se los ejercicios de la energía. Mas no se pierda lo bueno con­seguido y asimilado de otras civilizaciones. En un libro exce­lente, y hermosamente escrito, dice el doctor C. O. Bunge:"Pienso que no acertará quien se aparte del alma nacional; ypienso que no será verdadera, empresa alguna que no la re­fleje." Y luego: "Por ligeramente que se analice nuestro espí­ritu nacional, resulta como su último substractum el cosmopo­litismo. Hemos hecho poco menos que la tabula-rasa de nuestrahistoria y tradiciones; hemos improvisado por revolución e imi­tación; hemos dado a los extranjeros franquicias que no hubie­ron en ningún otro país del globo; y éstos han venido de loscuatro puntos del horizonte a constituir la masa de nuestropueblo, masa cosmopolita que ha dado por fruto un espíritucosmopolita."

Pero ¿existe, o no existe un alma nacional? Los yanquis tie­nen esa alma; y son cosmopolitas. Son cosmopolitas paraafuera. Hay que ser nacionalista para adentro; y cosmopolitapara afuera ... ¿Está claro?

~~ROOSEVELT: EL YANQUI REPRESENTATIVO

Hay un grupo fotográfico del presidente y su familia, querevela el ambiente de su horneo Están en un jardín, con la copade un frondoso arbusto por fondo. Está la señora Roosevelt,sonriente, con su niño menor a quien abraza; está Ted junior,parecido a su padre, como él miope y de rostro enérgico, aun­que delicado de constitución; está Alice, de ojos sensualmentesoñadores, de una belleza misteriosa e inquietante, a pesar desu educación americana; está Quentin, fino y travieso, Kermity Archibald, de aspecto de niños estudiosos y dulces; y la otrahermanita, vigorosa y bien empernada, llena de salud y fra­gancia de vida; y está el papá terrible y bonenfant, con botasde montar y el panamá en las rodillas. Se ve una familia feliz,llena de las comodidades que da el dinero, pues el presidentees muy rico, y dichoso en el mutuo afecto y en el libre gocede la existencia.

Y así quieren los yanquis a su presidente, que lo mismo sepone la toga oscura y el cuadrado gorro de la universidad deYale, como coge la carabina y se va al monte, gran cazadordelante del Eterno; o pronuncia un discurso, o comete el sa­crilegio norteamericano de invitar a comer a un negro, aunqueese negro se llame Bocker Washington, o dirime una cuestiónsportiva en el campo mismo del ejercicio; o indica una me-

jora en el ejército, o habla de versos y de arte con su ministroHay, que es poeta. Y en tal señalado día se deja triturar la:diestra presidencial por los innumerables ciudadanos de losEstados Unidos, que van a estrecharle la mano; y siempre aten~

to a la máquina gubernamental, da la dirección que convienea su política, halaga el espíritu nacional, el orgullo de esosmodernos romanos; conversa afable con los periodistas, com".prendiendo que la potencia actual se basa en la inconstrasta­ble fuerza de la prensa; predica el cultivo del propio individuoen páginas que son lecciones de voluntad humana; da graciasa Dios oficialmente un día al año, en la libertad de todos loscultos y en comunión con todas las razas de la tierra que sefunden en el crisol anglosajón; es el campeón de la vida in­tensa; se manifiesta como un escepcional obrero de progreso,en ese inmenso y pletórico país, como UD ejemplar de hom~

bre completo, en la actividad constante de todas su~ energías;fuerte de la fuerza de su carácter y tan lejos del buen hombreRicardo como del mal hombre Zarathustra; 'pero, y esto es lograve para nosotros los hispanoamericanos, cOIlstit· yendo unpeligro para la América conqtlÍstable, el peligro de un directorde apetitos imperialistas que se han manifestado desde Filipinasy Puet10 Rico; hasta la reciente broma de Panamá. Ese esun buen capítulo del arte de ser presidente de la república,para el antiguo combatiente de Siboney y de las Guasimas.

Por lo demás, se prepara actualmente para un nuevo perio­do, a pesar de la temible competencia del honesto y grave juezParker, neoyorquino puro, tiene en su sangre el hervor de lasoberbia metrópoli; su tenacidad es heredada de aquellos sustíos maternos los BuIlock, que anduvieron a cañonazos en laguerra de sucesión, y de los tíos Roosevelt, que no por tenermuchos millones dejaban de bregar en duros trabaio~;. Fue edu-:,cado al aire libre y hecho a la vida libre, y cuénta, e que suslecturas de infancia fueron historias de aventureros audaces,hazañas narradas por Irving y Fenimore Cooper, y los cuentosy sagas de los navegantes escandinavos, de los ,vikings, narra­ciones de combatientes y gestas de conquistadores. "A los seisaños, dictaba a su madre pequeñas fabulaciones de su inven­ción, en que los animales hablaban como los l1ümbres, y endonde los héroes eran todos Sansones y Hércules". Ya despuésha demostrado perseverar en el gusto por arduas proezas. Esdigno de su pueblo. Es un y!,lnqui representativo. Tiene en sucerebro grandes cosas. Tengamos cuidado.

GIDE: LE ROl CANDAULE

He asistido a la representación, umca y casi privada del dra­ma de M. André Gide, joven autor naturista, (no corrija el co­rrector naturalista, como lo ha hecho alguna vez, pues soncosas distintas en este París de las escuelas y capillas); pre­senta su obra en un prólogo orgulloso que ha puesto en sucontra a la mayor parte de los críticos. La pieza, bella sinduda alguna en su concepción, y simbolista a pesar de loscontrarios deseos del autor, está escrita en verso libre, en esteverso libre francés, del cual quiere hacer cada cual lo que sele antoja. La fábula es de un hermoso idealismo y de alta no­bleza mental.

M. Gide es un pensador que se ha hecho respetar en el ele­mento nuevo desde la publicación de Paludes, del V oyaged'Uries y sobre todo después de su Promethée mal enchainé.

En su drama, ha dado un paso más, aunque puéde señalár­sele más de una deficiencia. Es de todas maneras la obra de

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un espíritu elevado y lleno de orgullo, a quien interesan losgrandes problemas de la vida y que pone al servicio de su pen­samiento un lenguaje excelente y armonioso. Sólo que nodeja de ser en veces confuso lo interior. ¿A qué encerrar unabruma dentro de un cristal?

~~ARTTSTAS DE NUESTRA AMf:RICA

ÁNGEL ZÁRRAGA*París, noviembre de 1911

Entre las abominaciones de idiocia bufa, salidas de trogloditasebrios, o bien mistificaciones del detestable humor de malignospintamonas, en que el desde luego desacreditado salón de otoñoha sido este año tan pródigo, hay un refugio para los ojos, unoasis para el espíritu, una tranquila confianza para el ánimoen la labor, dos cuadros tan sólo, expuesta por el pintor meji­cano Angel Zárraga. Es la sensación de un vaso de agua fresca,o de vino amable, después de haberse quemado el paladar concapsicuns y mostazas, rabiosos rakis, cañas y tafias. Y no merefiero únicamente al horror del viaje y a la obscenidad cubista.Lo mejor, sí, lo mejor de todo lo expuesto en el Gran Palais, eslo que un hispanoamericano expone, son los dos cuadros deÁngel Zárraga. y este es un motivo que aprovecho para habla­ros de ese artista que, en otras partes celebrado, es en nuestromundo del arte escasamente conocido.

~, En Opiniones (1904) ya conocíamos un ~xcelente boceto de Daríosobre el genial pintor mexicano.

Es joven, muy joven, y desde los comienzos de su adolescen­cia se consagró al arte con un amor todo hecho de' fe y unavoluntad toda hecha de esperanza. Nacido en familia: afortuna'"da, se vio pronto que más tendía al libro' y al carboncillo queal ·auto 'y' la' raquéta; y; conforme con las previsiones que seña­lara Gautier, la prudencia paternal temió quizá las 'consecuen­cias fatales que atrae ·la aureola invisible de los preferidos delensueño. Con un áDima leonardesca, Angel Zárraga se entregóa la belleza-del mundo; 'Y demostró, tilla vez venido' a tierrasde' Europa y entregado a su pasión ideal, vigor sereno paraapartar las tentaciones de la bohemia de largos cabellos; y unapersistencia en estudio y labor que le viene de la sangre vascaque a Durango llevaron sus ascendientes. .

Desde el principio de sus tentativas, hoy conquistas excelen­tes, dividió las complacencias de sU espíritu entre el arte delos ritmos verbales y de las ideas ~oniosas,. y el arte delcolor y de la línea. Y a este'último dio por fin sus principalesesfuerzos, a modo de adquirir por la 'contemplaci6n del almaprofunda de los maestros en las pinacotecas, y por la' valori­zaci6n de las técnicas una seguridad de rumbo y una provisióóde ciencia que asombran a sus años. .

De su patria nativa fue a España a impregnarse de la tradi­ci6n de los abuelos; y así entre Velázquez y Goya, Zurbarány El Greco, hizo acopio de fuerzas para ir a ponerse en íntimacomunión con los grandes y seductores italianos del Cincue­cento con los flamencos y holandeses en el Louvre. Dondequiera que fue llam61a atenci6n de los inteligentes y de losveedoresde porvenir, que hicieron las más gratas profecías.Así complace recordar las palabras de un Alberto Lumbroso,que escribiera a prop6sito de un envío de Zárraga a una expo­siei6n veneciana .. ; "mi aseguro che non perda la fede nellasua visione pittorica, che me sembra ammirabile, l'entusiasmoper utt'arte non volgare e non facile, e sopratutto quella graziaalqtiOnto arcaica che aggiunge un gran fascino al suoi cuadri,del' quali ho udito a Venezia «un uomo» come Ettore Tifoparlare ammirazione non meno sincera che rara; ed un inten­ditore come l'artista Carozzi affermare che sono «piú che unasperanza: giá una certezza per l'Arte . ..»"

Raro es no encontrar en un joven, en estos tiempos de arri­bismo .a todo trance~ tendencias a las fáciles campanadas ygolpes de gongo, o bien estallidos de chinescos triquitraques,para hacer volver la cabeza al transeúnte, escandalizar el juicioy monopolizar la admiraci6n de los zopencos; sobre todo, siese joven ha frecuentado París, y visto los éxitos de gaceta ycenáculo que logran traídos y llevados gráficos saltimbanquis.Cuando se tiene por norma "honradez, sencillez y profundi­dad", nada se tiene que ver con la vanagloria, y menos con lacodicia que habita el alma de pulpero, o de "chef-derayon", sigustáis, de tanto traficante del color y del chiton aceitado. Muyotro es el mejicano que según Lumbroso "ha de mistico, dell'esteta e dell'antiqual'io", y que en cuerpo y alma entregado a lamagia religiosa de sus visiones, junta en el artista y el artífice,el vuelo de la intuición y la conciencia del oficio. Oificium,obligación y deber en el sentido ciceroníano.

Como en todo, se buscan en Ángel Zárraga las afinidadesy parentescos y quién le hace un seguidor de Zuloaga por en­contrar una igualdad de temas en una igual afición segovianao toledana, quién le convierte en un resucitado discípulo delos pintores del Renacimiento. Lo cierto es que se ha compe­netrado del poder y del encanto haciendo "sur des penséesnouveaux des tableaux antiques", sino de los maestros de an­taño y ha expresado así su sentir moderno, no buscando tra­ducción con la sapiencia serena de los creadores pretéritos,

impresiones y preocupaciones de su tiempo a través de su pro­pia e íntima personalidad.

Para ello no ha dejado de oir un solo instante la voz de losgrandes directores y ha expresado las violencias e ímpetus queen los primeros años llevan casi siempre a los descalabros yfracasos. Y al triunfar de sus propias fogosidades, sabía por elincomparable Vinci que "no puede haber ni menos ni másgrande señorío que el señorío de sí mismo". Ciertamente, que,como sucede en todas las artes, en temas y caminos, hay en­cuentros, las más de las veces relaciones de concepción, o porunánime sugestión, o simpatía. Mas luego, cuando hay verda­dero vigor, se ve el triunfo de la independencia y el paso hol­gado de la libre individualidad. Maestros tiene Zárraga, peroellos hace tiempo que habitan en palacios de gloria, al amparode las venerables piedras de los museos. Se diría que el bizarroamericano sale en pleno siglo veinte, de un taller de la viejaFlorencia, o que ha oído las lecciones de Theothocopoulos, odel gran don Diego, tan lejos se halla de los caballetes de "ChezMaxim's" y de las inspiraciones de palace-hotel que se disputana golpes de cheque los potentados de Rastaville y los mecenasde Porcópolis.

Hay en Zárraga una gran virtud decorativa, y es un pintorque sin tender, gracias a sus dioses, a una pintura literaria,pone en todo lo que ejecuta una nota poemal eso es, llena aun tiempo de música y concepto. Un escritor italiano, Giachettiha llamado a Zárraga, "un artista psicólogo".

"La psicología, antes de ser una ciencia, es un arte, un artenatural y privilegiado, porque se resume en un don que no seadquiere: la intuición. Intuir en pintura, significa, según midébil parecer de profano, tomar la relación que hay entre laslíneas exteriores y el carácter, entre el ambiente y la persona,entre el color y la entonación psíquica del individuo. De estaserie de relaciones nace espontáneamente la armonía del con­junto, y, algunas veces, la obra maestra." Zárraga "está entrelos pocos privilegiados que «siente». todo el inmenso valor deestas relaciones". La singularidad intelectual de Zárraga le hizopasar aprendiendo desde luego lo aprendible, por el taller deSorolla, sin agravio ninguno a Psiquis, ni encadenamiento a latiranía técnica del levantino. De tal manera puede leerse enuna monografía de Rodolfo Panichi: "ll Rembrandt, il Morone,il Tintoreto, il Velázquez, il Gaya, sono i veri maestri che loZárraga ha nell'anima e nell'occhio ed egli si pone el principioche coi mezzi meravigliosi dei veneti del decimosesto secolo edegli spagnuoli del decimosettimo si possa esprimere tutta lacomplessitá e l'inquietudine della vira contemporanea." Y ellovale por el mejor de los elogios. Tal sapiencia y conciencia hasido alabada por los críticos serios, como los de Le Temps yde Le Figaro, con motivo de los dos cuadros del Salón deOtoño.

Una realidad estupenda en una idealidad intensa he visto yadmirado en las obras de este artista.

Tanto el color como el dibujo han sido objeto de sus predi­lecciones. No me referiré al Poseído de una exactitud psiquiá­trica tal que se diría estudio. clínico. He allí l.a Mala conse!e~a,transposición pictórica, arCaIca en su modernidad, de la cIaslc.aCelestina. La Alegría del Otoño, de una que se llamaría reah­dad mitológica, que hace pensar en el Ticia~~, un desnudonoble y armonioso, un fondo evocador, un vleJ~ faunesco, yun conjunto decorativo que hace alabar la elegancia de factura.En Marta y María, siempre evocando la inspiración antigua,hay una opisición de intenciones y un simbolismo completa-

mente de nuestros días; habla la voluptuosidad y pasa el pecadoentre las vibraciones de la vida. En El hombre solo hay unanota en que aparece la influencia española, como en Ías figurasde Isabel, Pedro y Pastora, llenas de cosas del alma de España.Por el Zárraga españolizante, se piensa en el Arcipreste de Hitay en los tipos de la novela picaresca.. Los dos cuadros que han motivado este artículo el uno crea­ción místico-pagana e intimamente "actual", en que un SanSebastián muy distinto del dannunziano, llama la vista de losvisitantes; y una composición alegórica, ambos cuadros ricosde entonaciones, reveladores de estudio y regocijo de los queaman el arte sincero y la vital poesía, son una consagración.

Batamos palmas.1911

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UN INSTANTE LA POEStA HACE OLVIDARLA GUERRA(SER DECADENTE)

Barcelona, agosto de 1914

. Acabamos de leer los telegramas que dan noticias de loshorrores guerreros allá en la dulce Francia, ailá en la bravaBélgica. El poeta centroamericano Santiago Argliello, gloriade Nicaragua, me cuenta sus impresiones al salir de París. Ycomunicados nuestros sentimientos mutuos de solidaridad lati­na, nos quedamos en silencio. De pronto yo le hablo de nues­tros ideales de arte, y él me revela sus luchas, sus realizacioneslíricas, sus proyectos. Y un instante la poesía hace olvidar laguerra. Al amor del jardín de mi torre el poeta dice:

-Nací a la vida mental cuando el "decadentismo" tronabaen casteIlano por toda la América española en torno a un nom­bre augusto, vilipendiado y admirado. Él fue portador de labuena nueva, sembrador del germen en la gran masa virgene ingnara. y -tal las momias clásicas de Francia ante el cha­leco rojo de Gautier- los buenos críticos andino5 bufaron deira ante el escándalo, indignados hierofantes que echahan san­gre sacra por los ojos, frente a la profanación de] templo clá­sico.

y ora el decadentismo iba enganchado en un gracejo deaquel pobre hombre forrado en Larra, que fue risa y doct.rinay férula, suprema allá en mi patria y que se llamó d~n EunqueGuzmán' o abofeteado por el sayón brutal; o despreclado comocosa de ~rates por los pedagogos del mesón de Roque Barcia,aquéllos que pasaban horas muertas limpiando, fijando y dan­do esplendor a sus botonaduras idiomáticas.

Y, con todo, nadie sabía qué era aquello de "decadentism~".Y, parece mentira, casi nadie lo sabe todavía. L.o que no debie­ra asombramos, si se mira que en la misma clUd~d de Gour:mont, hay Gastan Deschamps que a sí mismos lo Ignoran. Ahlno más están los mil doctos, que viven o pernoctan entre lastelarañas de la Revue des Deux Mondes.

Una rima nueva: ¡decadente! Una melodía recóndita que sedeshorma del sonsonete de jarabe y marimba: ideca~ente! ¡Ydecadente el neologismo vivo y ágil, o el vocablo arCaICO engas-tado en verso de oro, que suena a novedad! . .

Buenos hombres que ignoran que el decadentismo es pr.eclsa­mente lo contrario. El francés, --estrafalario, a veces, ~I ~s­

táis, por odio y huida del clisé, no por pobreza- era mas biencaso de plétora, que no de decadencia.

Se les llamó decadentes por el montón ilustre, y ellos reco­gieron el insulto, e hicieron del trapo irrisorio una ?ande;a. .

Antes "se expresaba, se decía". Ellos fueron mas alla; sugl-

rieron. Se pasó de la expresión lógica a la sugestión del súubolo.y apareció el simbolismo.y el verso sabio del Parnaso se tiñó del crepúsculo y sinfo­

niz6 la emoción. Del plano de la materia densa se pasÓ al planoastral de la música inaudible, del sentimiento de la lejanía, delcontorno impalpable, del misterio de las selvas del' ensueño. '

Ser decadente es haber perdido fuerza y glóbulo, músculo yesbeltez; es sentirse cacoquimo; es buscar en el traje lo que nopuede dar ya la carnación.

Un poeta es decadente, si "decae". El poeta decadente esforzosamente bizantino. Se da a la filigrana de la frase, al ~dor­

no de la expresión, al estilo exquisito. Buscáis tras su cristalalguna imagen, y nada. ¡Molduras! ...

y ese decadente puede aún "decaer" más. Del arte exquisito,de la pedrería verbal, y de la sabia moldura"de ritmo y rIma,baja a pegar en teta fláccida su boca seca y pálida. Se tomagramático, y dase a pulimentar su elocución en limpieza depurismo. y se deleita con sus trozos sin un tropiezo cacofónico,sin el escándalo de un abominable neologismo, sin solecismosde mal género, con una sintaxis de anuncios de emulsión sindefectos.

El decadente borda la casulla; no celebra la misa. Cuandomás, recita el latín del rituaL Nunca prende el brasero mágico,ni sube las escaleras de Jacob, ni sabe de transustanciaciones.

Él no conoce la hora extática. Nunca en sus labios diluye aDios en músicas de estrofas; y en cambio sabe engastar en susintaxis sin mácula la corrección de un gerundio; echar a esco­bazos todo verso inarmónico para las declamaciones de velada,y despanzurrar con deleite de auto de fe la impiedad de un

galicismo., Literatura de p~nto y coma, Baralt y Roque Barcia.,:, 'Pero el ,qecadentismo francés -sin carácter distintivo incla­sifiGable, por ello mismo ¡-se pulverizó en capillas: fue unmanicomio .de exquisitas insanias, funambulizó lo, sublime, pusocasc~beles en la misa)deal .. '. ¡y pasó!

Fue un solo instante. , ' 'No fue una .escuela; fue un ímpetu,. un reactivo contra las

frlatitudesmedanescas, contra las fatigas enumeratorias de losCéard, de los Rosny, de los técnicos, del inventario. Fue lare.surreGciÓn del ensueño, el resurgimiento del ideal sepJlltadoentre arroyos.

:Y quedaron armonías que vuelan en lo íntimo, sobre la ar­monía del sentido; alga esotérico, de cripta iniciativa, para usod~ oídos suprasensibles, en el peldaño del epapta; algo que vametodizando paralelamente con la idea. '

y hubo fortalezas de hierro en las sangres del pensar, y ma­tices de ensueño en el sentir.

Sobre la frase, el aleteo de la evocación, y el lejano amanecerdel infinito. . . .

Pues he aquí que mi pubertad mental se abrió en plena"eclosión" decadente, cuando el nombre "Darío" era ya' unabandera continental del pensamiento invasor y de la Estéticarebelde; una bandera acribillada a flechazos por los Valbuenaspamperos, y arrullada de dianas por las trompeterías exultantesde una juventud cuyas narices, ávidas de oxígeno, se ensancha­ban olfateando las savias y presintiendo las tormentas fecunda­doras, entre el moho de los' Lillos y de los Pezas, ramplonesy gaiteros.

y "decadenticé", como todos..Nosotros no reaccionábamosde nada; más éramos pulmones sólidos que buscábamos aire,fuerzas comprimidas que ansiaban expandirse; espíritus quesentíamos próxima a nosotros la electricidad de lo nuevo, entreSelgas, Zorrillas y, Esproncedas de América y correctos.

y nos apoderamos del fino buril galo, e hicimos versos queno eran cosa de antes, sino otra cosa, labrada, exquisita, sabia,perfecta de virtuosidad. Versos de escándalo, que aguzaron lasburlas de los pedagogos del periódico, y humillaron las calvasen seguida con el eco de la marcha triunfal y el sonoro aletazode las banderas desplegadas.

Buscamos lo raro. Lo raro en la expresión. Y nos olvidamosde la médula, a fuerza de labrar la corteza. Se enrareció laidea" sonó la estrofa a hueco. Y la burla halló asperezas dondeenganchar su garfio.

En mí pasó pronto el contagio. Siempre he tenido un fuertenudo de músculos en mi brazo consciente y voluntario, y unvasto amor por la personalidad. Ser pequeño, no importa;"ser yo".

y púseme a "ser yo".y resultó lo que había de resultar; un colorista y un sinfo­

nista. Me embriagué de sol y de montaña y de torrente. Mebebí el trópico, e hice De Tierra Cálida, obra que huele a ubresporosas.

La música nueva, la factura admirable del Parnaso y la suti­leza decadente me sirvieron para desmenuzar en tonos y armo­nías el alma pánica de aquella Nicaragua selvática y prodigiosa,que abanica su calor con palmeras, que se irriga en los chorrosde sus saltos, que luce por las tardes su mantón de crepúsculosy el collar de jade de sus lagunas verdes.

Puse el verso decadente junto al horno solar, y resultó enmis manos el verso ecuatorial.

Aún no habían pasado por mi espíritu los nublados del co­lor. Nací en primavera, y no había visto sino flores. Mas enmí había una fuerza; una fuerza que pugnaba. Y brotó el color,

y sentí en mis cuerdas el estremecimiento de una borracherade fulguraciones. Fue cálido, no pudiendo ser sensible. Mesenté en las rodillas, en un escaño rustico, bajo las filtracio­nes de las peñas que sudaban perlas y de las altas copas quedestilaban trinos, a la musa campesina, de redondeces flamen­cas, pudores huraños y frotes de pantera.

y fue la cópula salvaje, bajo las calcinaciones del Sol. Y elhimno de los versos chispeaba en aquel ambiente de canículade mis nupcias de fuego.

. Después de fatigar mis dedos en sabidurías y paciencias deun Benvenuto de la frase; después de conocer todo el secretoorquestal de la palabra; después de haber aprendido a tejercomo un arácnido los tisúes del verbo, caí como otros mu­chos, el Ángel ya había volado, llevándose la humedad de suslágrimas a fecundar otras liras.

Mas torcí rumbo a tiempo. Impelí mi camello por más an­cha vereda; y le solté las riendas sobre el cuello.

Hoy ya he vivido,. y. ya he sufrido. Y ya he aprendido.¡Lagrima raerum! ¡Llevo dentro de mí la clave del misterio,

el alma del mundo y la lágrima universal!¡Se fue el encanto de la forma excelsa! ¡Volaron las frases

ebrias de sonoridad y encollaradas de grandilocuencia!y hoy la flauta dulce y solitaria dice, en la piedra del ca­

mino, la tristeza de la hora.y seguía así discurriendo el intenso y noble poeta de mi

Nicaragua.

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tvlEDITACIONES DE HOSPITAL

Al verme con mi blusa blanca en una cama de hospital, nodejé de pensar en aquél de "sus" hospitales, de "sus cuartelesde invierno" parisienses, aquel Lélian, que a todo el que se leasemeja física o intelectualmente lleva mala sombra.

El hospital... En España la palabra es oída con horror,et pour cause. Aquí yo sé que los hospitales americanos -so­bre todo uno soberbio, judío- son confortabilísimos y hastalujosos y alegres. El French Hospital, sin duda por no perdersu carácter latino, es bastante mediocre y anticuado. Casi na­die habla francés.

Solamente la sister superior es de Francia. Hay hermanasreligiosas, con su oscuro uniforme y sus almidonados pectora­les, y hay nurses, enfelmeras profesionales y laicas. Éstas,por lo general, son de una belleza excepcional. Jovencitas,sonrosadas, con caras de querubines, o de princesas de cuentoazul, hacen los más repugnantes menesteres.

Una de las nurses que me cuidan, parecida a la reina Gui­llernlina de Holanda cuando era joven, llega cada tres horasa tomarme la temperatura. Intenta hablarme algo en francés,con un gorjeante acento de miss, y desolada por no hacersecomprender, se ruboriza, un poco se pone de mal humor, yhace que me tome la medicina que me trae, en seguida.

La impresión de encontrarse en un cuarto de hospital, quetiene algo de prisión y de convento, por la presencia de lasreligiosas, es en realidad deprimente. La soledad parece quese duplicase. El aislamiento, la casi destrucción de la perso­nalidad, el sentirse solitario, abandonado, olvidado, ponen enel alma una inexpresable opresión de angustia y de desespe­ranza, sobre todo, en un pueblo de seres distintos, de idiomadistinto, de espíritu y mentalidad distinto.

A través de los mismos cristales por donde ayer entraba elsol a acariciar los cálidos rosados de la fina y como estilizadaflor de Holanda, veo caer la nieve. Nieva, nieva, nieva, con

una monotonía melancólica que yo siento áquí más que enotras partes. Primero ha sido un ligero polvo blanco, después,en mayor cantidad, una lluvia de plumón de cisne. Y el con­traste de ayer y hoy, del día dorado de fuego sajar y este díaargentado como los cortinajes de los funerales, y un tácito si­lencio por todas palies, me impregnan de tristeza. Y veo que,en efecto, el aislamiento del hospital, aunque el cuarto seapagado como un cuarto de hotel, aunque haya la distracciónde la lectura, aunque se viaje en las alas 'de la memoria o dela fantasía, es hondamente penoso. Bien fue penslldo el anti­guo mandamiénto, que todavía cumplen algunas almas de bon­dad, aun en medio de los grandes y agitados centros: Visitara los enfermos.

Nieva. Un mundo de recuerdos me llena el cerebro. Todosmis afectos están lejos de mí. Soy algo que apenas existe en­tre diez millones de hombres duros, prácticos, que hacen sulabor de cíclopes y de gnomos, de edificios mOlls1ruosos, deuna estética jnfernal. Y si me fijo más en la montaña que hier­ve, llego a pensar que ya no soy ni algo; oy nadie:· no soy.Aquí el amor, la caridad, el hogar, la amistad, la generosidad,todo tiene un fin utilitario. Se cambia de sentir con facilidad,y con tranquilidad. No hay el apasionamiento ni el relámpagolatinos. No hay duda de que se debe sufrir menos. o no sedebe sufrir. Pero tanto la pena como la alegría, se arreglaqcon el cheque.

Nieva. ¡Ah, París! ¡ah, Barcelona! ¡ah, Ml.\drid! Vuestranieve no tenía esta infusiva desolación.

Ahora se aparece un francés, un legítimo médiC0 francés,con su blusón de facultativo y una cara de inquisi.dor.

-¡Vamos a ver esa sangre! -me anuncia con complacen­cia de ogro.

Le miro manipular frascos y aparatos. Después de haberdado con lo que· busca, me toma una mano, que es semejantea un manojo de estalagmitas de cera.

Elige un dedo, dos. Los trucida, los traspasa, los transver­bera, amlado de un punzón como para matar un cochinillode Indias, o una rata de égOfll. Brota el rubí. El sacrificador,que me ha dejado la mano dolorida, con unos tubos de cristaly goma en la boca recoge la sangre, la coloca en los cristalespara el microscopio. "Bon jour". Y se va.

Pienso escribir largamente en La Nación, sobre el desarro­llo mental de la mujer en Estados Unidos. No me refieroa la literata profesional, ni a las authoress que inundan denovelas y cuentos todos los estudios de la Unión. Me refiero,por ejemplo, a esa encantadora Mrs. Woodruff, cuyos librosexquisitos son para pocos, y la cual tuvo la gentileza de pre­sentarme como guest en una recepción que presidía el ex em­bajador MI'. Choate, a lo más brillante de la intelectualidadde la imperial ciudad; estando unidos a la ilustre señora losmiembros de la League oi Authors.

Hay la creencia en nuestros países de lengua española deque en los Estados Unidos, y sobre todo en Nueva York,porque existe una Wall Street, ni el arte ni la poesía tienencabida; sin saber que pasa lo mismo en Buenos Aires ... Lasmontañas de negocios y las cordilleras financieras dejan vermuy poco, ciertamente, la obra intelectual; pero si se comparacon lo que hay en el resto del continente, uno encuentra unasuperioridad vasta, tanto de manera individual como de ma­nera colectiva.

Estoy dictándole a mi hijo estos párrafos cuando se aparecela Sister Superior a darme la medicina correspondiente. Des­canso ...

Agosto de 1915