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Zamora y su distrito en 1844 Roberto Heredia Correa Instituto de Investigaciones Filológicas UNAM El Colegio de Michoacán En 1830 Lucas Alamán, ministro de Relaciones Exteriores e Interiores, propuso la creación de un Banco de Avío para el fomento de la industria, protección de las manufacturas nacionales y ad- quisición de maquinaria. El proyecto, puesto en vigencia por ley de 16 de octubre de ese año, fue recibido con beneplácito por empresarios y por personas de criterio moderado y de ideas eclécti- cas, y criticado acremente por partidarios acérri- mos del libre comercio y enemigos de privilegios. Principales objetivos de su atención fueron los ramos del algodón, la lana, el fierro y la se- da. Empresas mineras, agrícolas e industriales, o mixtas, se fueron estableciendo con su apoyo: de catorce daba cuenta el señor Alamán en su me- moria de 1832, una de las cuales se había organi- zado en Morelia, con el fin de “proteger los teji- dos de algodón y la explotación de las minas de fierro”.1 La precipitación, la inexperiencia y los trastornos políticos dieron cuenta de muchas de estas empresas. En 1842 cesó el Banco de Avío; fue sustituido por una Dirección General de Agricultura e In- dustria, creada por decreto del 2 de diciembre de ese año. Era ésta como cabeza y autoridad de una Junta General de La Industria Mexicana, corpo-

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Zamora y su distrito en 1844

Roberto Heredia Correa Instituto de Investigaciones Filológicas UNAM

El Colegio de Michoacán

En 1830 Lucas Alamán, ministro de Relaciones Exteriores e Interiores, propuso la creación de un Banco de Avío para el fomento de la industria, protección de las manufacturas nacionales y ad­quisición de maquinaria. El proyecto, puesto en vigencia por ley de 16 de octubre de ese año, fue recibido con beneplácito por empresarios y por personas de criterio moderado y de ideas eclécti­cas, y criticado acremente por partidarios acérri­mos del libre comercio y enemigos de privilegios.

Principales objetivos de su atención fueron los ramos del algodón, la lana, el fierro y la se­da. Empresas mineras, agrícolas e industriales, o mixtas, se fueron estableciendo con su apoyo: de catorce daba cuenta el señor Alamán en su me­moria de 1832, una de las cuales se había organi­zado en Morelia, con el fin de “proteger los teji­dos de algodón y la explotación de las minas de fierro”.1 La precipitación, la inexperiencia y los trastornos políticos dieron cuenta de muchas de estas empresas.

En 1842 cesó el Banco de Avío; fue sustituido por una Dirección General de Agricultura e In­dustria, creada por decreto del 2 de diciembre de ese año. Era ésta como cabeza y autoridad de una Junta General de La Industria Mexicana, corpo­

ración inspirada, según Hale, en el gremio de mi­nería formado en la década de 1770.2 Modificado este decreto por otro del 27 de junio de 1843, se facilitó la formación de juntas industriales en muchas poblaciones que carecían entonces de in­dustrias. Uno de los primeros propósitos de es­tas juntas fue proporcionar información estadís­tica que hiciera conocer los elementos de riqueza agrícola, minera, ganadera, e industrial de la re­pública.

En 1841 se había formado, al calor de dulces esperanzas, la Compañía Michoacana de la Se­da. Esta empresa llegó a contar con más de 2 000 accionistas y con ramificaciones en varios depar­tamentos. En opinión de Alamán, esta industria era tal vez el único ramo “susceptible de dar pro­ductos explotables”.3 Desde esta fecha hasta el año de 1845, en que se hizc? patente el fracaso de la empresa, Michoacán vivió una verdadera “fie­bre de la seda” y de la industrialización. Los Re­yes, Colima, Uruapan, Cotija, Ecuandureo, Ta- cámbaro se entregaron a la siembra de la morera de China; en 1843 “había más de millón y medio de árboles de tres a siete varas de alto, producien­do hojas de más de una tercia de diámetro, con las que pueden emprenderse las crías, como se hará en la primavera del año siguiente”.4 En Co­lima se estableció una fábrica de hilados de algo­dón en 1843. Juntas industriales se fueron orga­nizando en ciudades y pueblos, de suerte que en 1844, de las 37 corporaciones de este tipo que exis­tían en la república, 16 se habían establecido en Michoacán: Ario, Colima, Cuitzeo, Huetamo, Ji- quilpan, La Piedad, Los Reyes, Pátzcuaro, Ta- cámbaro, Tancítaro, Tlazazalca, Uruapan, Zaca- pu, Zamora y Zinapécuaro.5 El gobernador del Departamento, contagiado del entusiasmo, pro­movía la formación de juntas locales, requería

noticias de todas ellas y rendía informes oportu­nos y abundantes.

Michoacán se había incorporado a esta co­rriente de industrialización un poco a la zaga de otras entidades: Puebla, México, Querétaro ha­bían dado ya grandes pasos; y aun ciudades pe­queñas, como Tlaxcala, Orizaba y Sayula, lleva­ban varios años en ese camino.

Parece seguro que en 1843 se formó la jun­ta industrial de Zamora. El cultivo del lino y la fabricación de telas de esta fibra era otro de los renglones que el Banco de Avío y la Dirección Ge­neral de Agricultura e Industria intentaban fo­mentar. Las muestras de plantas de este género producidas en el valle de Zamora y algunas otras parte de su distrito habían hecho acariciar la es­peranza de otra gran empresa —tal vez una Com­pañía Michoacana del lino—; pero ios zamora- nos pensaban también en sus, en otro tiempo, múltiples telares de mantos y rebozos, en los pa­ños finos y pañetes de Guarachita y Jiquilpan, en sus abundantes ganados vacunos y lanares, en la gran cantidad y variedad de madera que pro­ducía la sierra vecina, en planteles de educación técnica. Además, tenían especial interés en que no se olvidara a Zamora —muchos zamoranos eran accionistas— en el momento de repartir tra­bajos y factorías de la gran Compañía Michoaca­na de la Seda.Informe estadístico que la junta industrial de Za­mora ha dado el 20 de enero del corriente año, a la Dirección General del Ramo, sobre las poblacio­nes que forman el distrito del poniente de Michoa­cán, sus costumbres y ocupaciones de sus habi­tantes*

* Este informe fue publicado en los núms. 221,222 y 223 (7,11 y 14 de abril de 1844) de La voz de Michoacán.

Junta industrial de Zamora — Zamora, villa fun­dada en el año de 1540, obtuvo del héroe Hidal­go en 1810 el título de ciudad, confirmado en 7 de septiembre de 1827 por el honorable congre­so del estado, que hoy es el departamento de Mi- choacán. Es cabecera del Distrito del Poniente del mismo departamento, y dista treinta y seis leguas al P. de Morelia. Se halla situada en el fon­do de un valle fértil y hermoso al N. de la sierra de Michoacán, la cual va por sus inmediaciones de E. a O., introduciendo a los bordes de aquél al­gunas de sus ramas. Su temperamento es húme­do y templado; y aunque no hace muchos años era sumamente insalubre por estar rodeado de ciénegas, hoy que se han disecado todas para cul­tivar los terrenos, han desaparecido las enferme­dades epidémicas que antes añigían a sus mora­dores. El plano del Valle es de unas veintidós le­guas cuadradas de tierra cultivable, incluida en él parte de la de Jacona, pueblo situado al S. de Zamora, a tres cuartos de legua de distancia. Dis­frutan de riego por un cálculo aproximado doce leguas cuadradas: puede darse aún a seis, y el res­to que no lo admite se cultiva en el temporal de las aguas. En la mayor parte del valle hiela, aunque no siempre, ni con fuerzas; mas hay bastantes te­rrenos que están del todo libres de este mal. En las haciendas de S. Simón, Estanzuela, Cruces y otras fincas inmediatas a este lugar, se riega co­sa de seis sitios de ganado mayor, quedando mu­cho más terreno para cultivo de maíz y criaderos de ganado. Debe notarse aquí que las tierras de labor que siguen al N. y O. del valle de Zamora son generalmente fértiles hasta donde terminan los linderos del Distrito; pero las que quedan al E. son estériles, lo mismo que hacia el S., hasta el valle de los Reyes que es más productivo, aun­que comparadas sus tierras con las de Zamora,

son de inferior calidad. El río de Zamora, que se nombra Duero, tiene su origen en la sierra hacia el E. S. E., donde se hallan los once Pueblos, Chil- chota &., y viene a pasar por las orillas de la po­blación al lado del S., dominándola hasta derra­mar en las calles sus aguas en las fuertes aveni­das. A una legua antes de llegar trae la elevación de seis a ocho varas sobre el terreno de la ciudad: de allí se saca la agua para los riegos, conducida al mismo nivel tres cuartos de legua, hasta la ha­cienda de Chaparaco, donde de paso mueve dos o tres máquinas de moler trigo. La agua que se sigue el curso del río es suficiente para bañar las tierras de secano susceptibles de riego en el va­lle, y aun así queda agua sobrante para las ha­ciendas que después de Zamora fertiliza con abundancia, uniéndose a las del río de Jacona. Este se forma de hermosísimas y muy abundan­tes fuentes que nacen arriba de aquel Pueblo, y cuyas corrientes en su caída al cauce principal mueven varios molinos de trigo, y uno de aceite, pudiendo aún hacer obrar, lo mismo que el Due­ro, mayor número de máquinas. La población de Zamora se ha aumentado progresivamente. En la época de la revolución de independencia, no llegaba a cinco mil almas: en 822 el censo dio 6,256, y ya en 836 ascendía a más de doce mil, de­bido su aumento no sólo al progreso natural de las familias originarias del país, sino también a la agregación de los vecinos de otros pueblos, atraídos por la abundancia de subsistencia. Así se explica la despoblación de los lugares vecinos al E. y S. de Zamora, cuyas tierras producen co­sechas miserables, como Tlazazalca, Tangan- cícuaro, Tangamandapeo y otros. Hoy se ha dis­minuido la población por falta de industria. La ciudad y sus alrededores presentan la hermosa perspectiva de una vegetación riquísima: hay

muchas huertas dentro de Zamora y Jacona, y también en el campo; contienen árboles fruta­les de todas las clases que producen los climas templados, y muchos de los que se reputan pro­pios de las tierras calientes, aclimatados con ven­taja en la calidad de sus frutos, como el plátano, chico zapote y otros. Abundan las cidras, naran­jas, limas, limones, guayabas, membrillos y otras frutas con diversas especies en cada clase. Hay pocos olivos por haberse descuidado el cultivo, pero los que existen rinden en abundancia la acei­tuna, igual en tamaño y calidad a la sevillana. El perón, pera, manzana &., se crían con escasez, pero excepto el primero, las últimas vienen de la sierra inmediata. La propiedad territorial está dividida entre muchos. Dan las labores dos co­sechas en el año, y producen trigo, maíz, linaza y otras semillas, caña de azúcar y toda clase de legumbre. Ninguna planta deja de crecer: el al­godón y las moreras se han criado muy buenos, aunque no se cultivan. La agricultura se redu­cía antes a pocas labores, porque la mayor par­te de las tierras eran cenegales. Sucesivamente, se han aumentado, disecadas aquellas; y hoy continuarían sus progresos, si no fuera que ya los consumos estacionados hace algún tiempo, han comenzado a disminuirse sensiblemente. Los caminos públicos, en tiempo de seca, son bue­nos por el E., a cuatro leguas más de allí adelan­te hay cuestas elevadas y pedregosas, que impi­den el tránsito de los carros: es el camino que va a Morelia. Al N. hay tres leguas transitables con comodidad, el resto hasta el pueblo de La Piedad, es poco menos malo que el camino anterior. Al S. después de una legua hasta Jacona, es imposible llevar coches: este es el camino a la tierra calien­te. Al O. se camina bien hasta Jiquilpan con uno ú otro paso embarazoso; y tampoco es muy malo

el camino que va a Guadalajara entre N. y O. La causa de ser tan malos estos caminos, es la de ha­ber los propietarios dejándoles los pedregales y cuestas o barrancas, cerrando las tierras limpias para sus labores. En las lluvias fuertes todo el valle se pone intransitable. La multitud de gana­dos mayores y menores de clase superior, que se mantienen en este valle y sus alrededores no se­rá fácil calcularla: los productos de la leche son abundantísimos, y el queso que se fabrica, de bue­na calidad, aunque pudiendo mejorarse no se tra­ta de ello. El ganado lanar produce varias clases de lana: una basta que llamamos achivarrada, otra más o menos fina, como la de las muestras que el Sr. Prefecto ha reunido, a la cual aventa­ja muy poco la lana de merinos. Podría mejorar­se y aumentarse, separando las ovejas que dan ésta lana, de las que la dan grosera, poniéndo­las en pastos a propósito, cuidando de su limpie­za y haciendo las trasquilas en tiempos oportu­nos. El aumento de pedidos para su consumo, es el mejor estímulo que se puede dar a los criado­res, unido a algunas franquicias. La industria en años pasados o al principio de nuestra indepen­dencia comenzó a tener en Zamora un lugar in­teresante, sus habitantes y los de los pueblos cir­cunvecinos se dedicaron de preferencia a fabri­car hilo y tejidos de algodón y de lana, sin otras máquina que el huso, la rueca y los telares imper­fectos que sólo conocíamos en aquel tiempo con el nombre de malacates, tornos y telares. No había familia que no se ocupara en hilar algodón o la­na, cuyos efectos fomentaban mucho el comercio, daban ocupación a un grande número de telares, y consumo a muchos pueblos del distrito; mas con la introducción de hilazas extranjeras concluyó la del país. Entonces los brazos que se ocupaban en hilar, se dedicaron a fabricar mantas y rebo­

zos de algodón, habiendo mejorado muchos tela­res que aquí mismo se hicieron al estilo de los de la América del Norte: pero de nuevo quedaron aquellos sin oficio, cuando, prohibida la introduc­ción de hilaza extranjera queda permitida la de mantas, porque se encareció aquélla y abarata­ron éstas, y ya no costeó comprar caro el hilo, te­jerlo, y vender baratas las mantas. Algo más ha mantenídose la fabricación de rebozos, aunque con desfalcos ruinosos por falta de consumos, re­ducidos hoy a los de la población, puesto que en toda la República se fabrican.

Los tejidos de lana cayeron también, porque está reducido su consumo al de las clases prole­tarias de estos pueblos. En Guarachita sin em­bargo, se trabajan sayales y pañetas de más o menos calidad, habiendo algunos tejidos superio­res: con flojedad sí, por lo costoso de las prepa­raciones y el poco aprecio de las obras. Las ma­deras de todas clases se hallan en el distrito con mucha comodidad, porque provée ellas sobre- abundantemente la sierra, excepto las finas, que se traen de la tierra caliente. Carecen de esta abundancia los pueblos del distrito que quedan al N. de Zamora, donde tienen triple o cuádruple valor las maderas, por las dificultades de su trans­porte. Los vecinos de Zamora se dedicaban tam­bién a fabricar toda clase de obras de madera fi­na, y hacían progresos notables cuando lograron su consumo por los años de 1827 y 1834; más, ha­biéndose privado a Zamora de la feria anual que disfrutaba, faltaron consumos, y quedó la indus­tria reducida a obras corrientes de madera ordi­naria. Los mismos pasos que ésta llevó la herre­ría tanto en su progreso como en su caída. En esos pocos días de progreso, Zamora tenía a sus habi­tantes en continuada ocupación: todo era vida y movimiento; así se castigaba la ociosidad con

otra pena que la que imprime el desconcepto pú­blico. Hoy está destruida la industria, están des­quiciados los medios por los cuales Zamora se sostenía decentemente. Para evitar su ruina, es necesario ver el país, y poner en acción sus ele­mentos de riqueza. Que las tierras produzcan to­dos los frutos que pueden producir, lo que se lo­graría asegurando los consumos; y que para ello estos frutos reciban todas las formas de que son susceptibles por medio de la industria. Antes de proponer nuestras ideas sobre los modos de fo­mentarla, daremos los datos que tenemos rela­tivos a los demás pueblos del distrito. Jacona, situado en el mismo valle de Zamora, de cuya fer­tilidad ya se ha hablado, rico en ganados, ha su ­frido las mismas alternativas en su industria ma­nufacturera. La población no ha disminuido des­de el año de 836 en cuyo tiempo tenía más de cua­tro mil almas, siendo así que en 822, apenas con­taba 1 973. Tangancícuaro es pueblo situado al S.E. de Zamora, con pocas tierras de regadío; sus aguas vienen al río Duero, y produce trigo, maíz y lentejas. En 822 tenía poco mas de dos mil al­mas, en 836 ascendió su número a 5,707, y hoy apenas llega a tres mil. Su industria reducida a la arriería, ha decaído del todo, y cada día de­saparecen las familias por la falta de subsisten­cia. Son los terrenos que posee de muy poca ferti­lidad. Santiago Tangamandapeo está al S. O. de Zamora; es estéril su terreno, y de cinco mil al­mas que contaba en 836, incluso Chavinda, hoy tiene aquel pueblo 1,700, y Chavinda 2,170. Cha­vinda es un valle de tierras fértiles en cosechas de maíz y garbanzo, sus habitantes se dedican a la labranza y a engordar cochinos, cuyo recurso no tienen los de Santiago, que a más de la agri­cultura miserable que poseen, sólo se dedican hoy a pocos tejidos de lana groseros. Ixtlán es un pue­

blo muy pobre sin industria alguna, sino la del beneficio de los salitres que hay a sus inmedia­ciones, del que se fabrica sal en poca cantidad; las haciendas de su curato son riquísimas en la­bores y ganados. La población de este pueblo y sus haciendas es de siete mil habitantes: todos labradores y ganaderos con muy pocas excepcio­nes. El pueblo de Pajacuarán se incluye en el cómputo anterior. Guarachita tiene en su recinto varios artesanos que fabrican telas de lana, algu­nas de superior calidad, el resto se compone de la­bradores y ganaderos. Su población, con la de sus haciendas, asciende a seis mil y aun más habi­tantes. Sahuayo con San Pedro Caro y Cojuma- tlán se compone de tierras fértiles, y su pobla­ción, de 11 mil almas, se ocupa en la labor de tie­rras, crías de ganado y pesca de la Laguna de Chapala: se fabrican algunas telas ordinarias de lana. Jiquilpan, cabecera de partido, es muy fér­til, y mantiene cuatro mil habitantes dedicados a la agricultura y al comercio, con brazos que re­claman ocupación. Cotija, igualmente fértil, cuenta con cerca de seis mil habitantes de los cua­les una pequeña parte se dedica a la agricultura, y su mayoría a la arriería, para cuyo giro han sido felices. Sin embargo de esto, falta a mu­chos ocupación; mas hoy las moreras que se han cultivado con buen éxito, deben darles que ha­cer en la cría de gusanos de seda. El pueblo de Los Reyes, cuyos terrenos son fértiles, disfruta de buena temperatura en el tiempo seco de invierno y primavera; el resto del año, desde que comien­zan las lluvias, es enfermizo; parece probable que las causas de las enfermedades la producen la multitud de vástagos de plátano que hay en el recinto de la población, y la de sementeras de ca­ñas de azúcar que cubren todo el valle: los mias­mas fermentados que produce la putrefacción de

estas plantas, y en tanta abundancia, deben ser perjuiciosos a la salud. El cultivo de la caña y la fabricación de piloncillo en los muchos ingenios de sus alrededores, dan ocupación no sólo a los vecinos de aquel lugar, sino también a muchos que ocurren de diversas partes. Hoy está estable­cido el cultivo de moreras, y no será difícil que, conocidas sus ventajas, se conviertan los caña­verales en bosques de árboles de aquella especie. Esto basta para que se extingan (destruyendo también los platanales) las enfermedades men­cionadas. Este pueblo, que debe de ser uno de los grandes jardines de Michoacán, se llenará de gentes, ya por sus naturales atractivos, ya por los nuevos elementos permanentes de subsisten­cia. Tingüindín, pueblo situado en el centro de la sierra, con su comarca, cuenta sobre cinco mil habitantes, que se ocupan en la labranza, algu­nos en fabricar aguardiente de caña de buena ca­lidad, y todos ocurren a Los Reyes en la tempo­rada en que se hacen los trabajos del piloncillo. El pueblo de La Piedad con su comarca tiene ocho mil almas, un comercio regular, y la clase traba­jadora, a más de la agricultura, tiene instruccio­nes en la labor de la piedra cantera, que ocupa bastantes operarios; las siembras de maíz, la cría y engorda de ganados vacuno y de cerda, ha­cen su riqueza principal. Esto mismo puede de­cirse de Yurécuaro, con cinco mil habitantes. Ta- huenguato, con tres mil, Ecuandureo con cuatro mil, y con seis mil Zináparo. Las tierras de estos pueblos aunque no tienen aguas para su riego, son fértiles en cosechas de maíz, y los pastos muy buenos a los ganados. Hay algunos tejidos gro­seros de lana; y muchos vecinos de estos pueblos se ocupan en la arriería, especialmente en Ziná­paro. Tlazazalca, cabecera de partido, tenía en el año de 1836 más de tres mil habitantes, y hoy

apenas pasan de mil; sus tierras son estériles, aunque hay más de una legua cuadrada que reci­be riego. Sus hermosas fuentes, que brotan en una ladera al extremo de las calles del pueblo, al pie del Cerro que llaman de la Cruz, tienen una elevación suficiente para el uso que se quiera dar a la agua: desde una vara de altura puede levan­tarse hasta treinta ó más en el declive del terre­no inmediato; y a una distancia progresiva hasta de doscientas varas. Las tierras sólo pueden ser­vir para criaderos de ganado; mas los vecinos las cultivan, a pesar de sus mismas cosechas, por no haber otra ocupación que les produzca más.

Purépero, inmediato a Tlazazalca, tiene en medio de la esterilidad de los terrenos una pobla­ción de cerca de diez mil almas. Todos aquellos vecinos se ocupan en la arriería y tienen disposi­ción de ejercer otra cualquiera industria menos penosa, con tal que les deje los recursos de aque­lla. Penjamillo se compone de cinco mil habitan­tes, dedicados al comercio y agricultura, con bue­nos terrenos para siembras de maíz, garbanzo y trigo, y criaderos de ganado. Once pueblos se llama un grupo de poblaciones de que la princi­pal es Chilchota; se compone de indios dedicados a la labranza y corte de maderas de la sierra en que se hallan situados. Aunque las tierras no son en general sino de poca fuerza, hay una cañada que recibiendo las lomas a todas las alturas que la rodean y con abundante riego produce muy buenas cosechas de trigo. Tienen los Once Pue­blos cerca de cinco mil habitantes. Haciendo una regulación general a los terrenos del Distrito, no con exactitud matemática, sino por aproxima­ción tenemos que contendrán mil leguas cuadra­das, que encierran ciento nueve mil habitantes más que menos, pues el total de su población en 836 era de ciento veinte mil; una parte de ella se

ocupa en la agricultura y crías de ganado mayor y menor, otra en el comercio, y la más pequeña en algunos ramos de industria de poca conside­ración, mal dirigidos y de utilidades miserables. Al decir que estos habitantes tienen ocupación, solo entendemos por empleados en ella a los pa­dres de familia. Estas viven generalmente en la ociosidad y nada hace más que la preparación de los alimentos. De aquí es que no pudiendo el hom­bre de la casa hacer acumulaciones de riqueza porque su trabajo tiene muchos consumidores, deja cuando muere, que es pronto porque jamás descansa, una familia huérfana, llena de mise­ria. Abundan entre nosotros, y creemos que en pocas partes de la República no suceda lo mismo. Tantos males no pueden remediarse sino con el fomento de la industria. En este distrito es nece­sario establecerla ¿de qué modo? Nosotros en cuanto nos ha sido posible, hemos procurado dar una idea del país y de los elementos con que cuen­ta para sus progresos; pero no podremos acertar en los medios de ponerlos en movimiento; expon­dremos no obstante nuestras ideas. Debe favo­recerse a este distrito proporcionándole máqui­nas e instrumentos de industria, ya para hilados o tejidos, ya para el ejercicio de otras artes, como carpintería, herrería, etc. Vendiéndosenos en las puertas de nuestras casas, ¡con qué velocidad se perfeccionarían las artes, cuando los ciudadanos pudiesen adquirir con facilidad instrumentos o maquinarias para su profesión! No las tienen por la dificultad en adquirirlas. Algunas valen todo el capital de un ciudadano, ¿cómo a éste se le mo­verá a realizarlo y remitirlo a países extranjeros con todos los peligros del viaje, convirtiendo su haber positivo en esperanzas? Prefiere, pues, un comercio ruinoso v.g. a una empresa industrial que lo haría rico. Debe también ponerse en el dis-

trito dos establecimientos, a lo menos, de ense­ñanza industrial; ciento nueve mil habitantes merecen en su consideración. Para el progreso de las artes es absolutamente necesario, a nues­tro entender, el establecimiento dicho, en que po­drían enseñarse matemáticas puras, dibujo li­neal y algunos oficios de artes, eligiendo las que se quieran cultivar en el distrito de preferencia. En los pueblos donde no haya estas escuelas, se debe reglamentar el aprendizaje, que entre noso­tros está en total abandono. Zamora y Jiquilpan podrían admitir estas escuelas, ayudando al últi­mo Sahuyo y Cotija, para la que allí se establez­ca. Zamora puede producir mucha riqueza y ha­cerse importante a la Nación bajo varios aspec­tos, concediéndole algunas franquicias, proteje un capital de que podrá después sacar provecho­sos recursos. Así creemos que de preferencia se le debe conceder una feria anual, que algunos días del año le proporcionen un mercado que se nos permitirá llamarle nacional. Esto será un arbitrio de animar el espíritu de industria en los capitalistas que pueden protejerla eficazmente, pues la clase de artesanos que desean ocupación no necesita otro estímulo que los de la habilita­ción y los consumos. Se decidirán a emprender la abertura y mejora de caminos, de cuya necesidad convencidos ya, solo necesitarán ver una espe­culación segura que les compense de sus gastos. Habrá un aliciente a los artesanos instruidos pa­ra concurrir a Zamora, que o se radicarán entre nosotros, o nos dejarán a lo menos útiles leccio­nes de mejora. Capitalistas de otros países, con motivo de la feria, verán las ventajas de emplear sus capitales en la industria de este país con pre­ferencia a los que carezcan de elementos para progresar. Y tantos hombres, tantas familias que hoy no hayan ocupación en todo el distrito, co­

menzarán a ayudarse con pequeñas empresas, mientras es posible establecerlas de más impor­tancia. Preferimos a Zamora para la feria, por­que es la población que en el distrito tiene todas lag comodidades para verificarla, y ofrece todas las ventajas que de su establecimiento se desean; basta para convencerlo, añadir a lo que antes he­mos dicho de Zamora, que está situada en el cen­tro del distrito, cuyos pueblos la nombran por los cuatro vientos, y nos atrevemos a decir que en su mayoría están éstos de acuerdo con nuestra opi­nión. Las razones que se dan contra las ferias, suponen establecida la industria y sistemado el comercio, y se prescinde de la situación y elemen­tos del pueblo privilegiado o se recuerda alguno que carece de ellos, y al cual no han servido de provecho más de cincuenta años de franquicia fi­nal. Dijimos que con una feria en este distrito, se promoverán desde luego pequeñas empresas, mientras se verifican otras mayores: fin princi­pal que nos proponemos. La elevación de la agua en Zamora, Jacona y Tlazazalca, se presta al es­tablecimiento en estas poblaciones de máquinas de hilados, tejidos y otras que necesitan de aquel elemento para moverse. El ramo de hilados y te­jidos de lana cuenta con las materias primeras abundantes y de superior calidad. Se aumenta­rán cuando se aumenten los consumos. Guara- chita contiene bastante ganado en su comarca y en las inmediatadas, y operarios que hacen sa­yales y pañetas y telas de una y otra clase, tan fi­nas que pueden competir con los paños y casimi­res europeos, sin otra falta que la del lustre que no les dan, o porque no saben, o porque les es cos­toso. Para los hilados y tejidos de lino, se cuenta igualmente con la materia prima. Se ha cultiva­do en Zamora y Tlazazalca sin más interés que el de la semilla para extraer el aceite, y por la abun­

dancia de sus productos se puede sostener que si no se diera en otra parte de la República, este va­lle y sus alrededores proveerían a los consumos de toda ella. Nada se ha hecho sin embargo, pa­ra trabajar el lino por la ignorancia del arte de prepararlo y la falta de máquinas de hilarlo y te­jerlo. Una madeja de hilo que verá esa Dirección general, prueban el deseo de estos artesanos de­dicarse a su elaboración y la imperfección en que se ha hecho por falta de instrucción y de máqui­nas. Si a una empresa de tejidos cuando queda li- bre'de privilegios exclusivos, este ramo procedie­se el establecimiento de una fábrica de papel de lino, la industria y agricultura al mismo tiempo recibieran un sumo beneficio. Multitud de arte­sanos hay inclinados a la ca. pintería y abundan las materias primeras en Zamora, Tangancícua- ro y Tlazazalca, donde mas fácilmente tendrán salida sus obras: los capitales necesarios a la pro­tección de este ramo suponemos no es necesario sean cuantiosos, y por esto no podemos menos que recomendarlo hoy, especialmente que la em­presa de la seda debe ocuparse de la fabricación de máquinas para su cultivo; lo mismo debemos decir de la herrería como que es preciso camine a una con la carpintería. Los pueblos de Jiquil- pan y Sahuayo tienen iguales elementos para es­tas artes.

El ramo de la seda está próximo a plantear­se; Zamora es accionista en parte muy conside­rable y no se ha suscrito a esta empresa sólo por interés de las utilidades que ella se ha propues­to recibir inmediatamente, sino con el deseo de participar de las ventajas que importa la ocupa­ción de muchas familias que la desean. En las di­versas operaciones que necesita la preparación y la elaboración de la seda, debemos esperar no sea olvidado Zamora y los pueblos del distrito

más necesitados de ocupación, como Tlazazalca y Tangancícuaro, con algún otro que se halle en circunstancias a corresponder a los pedidos a la empresa según las obras que se les encomienden. Los pueblos de Los Reyes, Cotija y Ecuandureo, en que se han decidido al cultivo de las moreras, tienen ya ocupación para muchos brazos en la cría de gusanos. Los demás ramos de industria se irán perfeccionando con el arreglo de la enseñan­za y con la salida de sus producciones, ¿qué mas podremos decir de ésta? Mas, ¿con qué capitales se cuenta para el fomento de estos ramos de la in­dustria? Para surtir de máquinas este distrito, lo mismo que otros pueblos de la República, ne­cesitamos de la protección del Gobierno. Este de preferencia debe destinar los rendimientos de uno de los ramos de la hacienda pública a la compra de aquellas. Cuando ya no se necesite res­puesta la hacienda pública de las cantidades in­vertidas en ella por las ventas que haya hecho, tendrá el Gobierno la gloria de haber fomentado la industria sin costo alguno. Para el estableci­miento de las escuelas de enseñanza industrial, deben dejarse al distrito los rendimientos que en el mismo producen las pensiones pertenecien­tes a fondos de instrucción pública, y que hoy se extraen de aquí para otros pueblos del Departa­mento: estos rendimientos, unidos a las sumas que de los fondos municipales, se invierten en las escuelas de primeras letras, con las contribucio­nes de los padres de familia que pudieran darlas, formarían respectivamente en cada pueblo de es­tos el fondo necesario para plantear las de ense­ñanza industrial sin perjuicio de las de primeras letras, si aún conviniese siga esta distinción. A las empresas particulares pueden destinar los ciudadanos muchos miles que ocupan hoy en un comercio ruinoso, del cual están sumamente fas-

lidiados. Falta sólo excitar entre ellos el espíri­tu de empresas y facilitar su acción inspirándo­les confianza en los resultados de las que se pro­muevan. ¿Qué más? Conocidos los elementos de prosperidad de este distrito, la Dirección gene­ral sabrá elegir de preferencia al ramo ó ramas de industria a que pueda dar su protección, y que puedan también establecerse más pronta y fácil­mente. Esta traerá nueva empresa a que ayuda­rán los productos que las primeras han rendido, y en progresión sucesiva caminaremos hasta co­nocer los bienes de la vida social. Las circunstan­cias que sobrevengan conducentes a los objetivos propuestos, nos harán comunicar a esa Dirección general la conveniente, sin perjuicio de que des­de luego mire a este país con la predilección que merece su actual estado y aproveche las oportu­nidades que se presenten para favorecerlo. Era industrioso Zamora, pero no su industria efíme­ra y tan precaria como la que se ejercía moliendo el trigo a fuerza de brazos, antes de que se inven­taran los molinos. Puestos estos, aquellos no pu­dieron seguir en su trabajo sino con pérdida no­table. Así nosotros tenemos muy costosas las po­cas obras que fabricamos. Efectos de esta clase de esfuerzos naturales sin ayuda del arte ilustra­do, son las varias muestras de hilaza y tejidos que recibirá esa Dirección general del Sr. Prefec­to de esta ciudad que las ha recogido con este fin.

Concluimos dudosos de haber llenado los deseos de esa Dirección general en nuestro informe es­tadístico, pero seguros de que se convencerá de los que hemos tenido de cumplir nuestro deber, y de la buena disposición que nos anima para dar las más explicaciones que se crean necesarias.Junta industrial del Distrito de Zamora, enero 20 de 1844. José María García, Francisco Silva,

Secretario. Es copia que certifico. Zamora, Mar­zo 8 de 1844. Ignacio Amescua Torres, Secretario.

Epílogo. Todavía en plena “fiebre de la se­da” —aún no asomaba el fracaso de la Compañía Michoacana—, en Zamora un grupo de vecinos, reunidos en asamblea el 15 de agosto de 1844, formaron una asociación para el cultivo y manu­factura del lino. “El cultivo de lino”, comentaba Lucas Alamán “es tanto más interesante, cuanto que de su progreso depende en mucha parte el que debe esperarse de las fábricas de papel, principal­mente para la buena calidad de éste”.6 Con accio­nes de 50 pesos se reunió el capital necesario a fi­nes del mismo año, y la empresa inició sus labo­res. Comenta Alamán: “se hizo un extenso plan­tío, se mandaron construir más de cien ruecas y un tórculo para la maceración, se contrató para director a D. Luis Brutio, de origen francés, y se tomó por la empresa una casa cómoda para esta­blecer las manufacturas. La cosecha dio ocho­cientos quintales de yerba de linaza, y cosa de veinte cargas de semilla. Un considerable núme­ro de niñas y mujeres aprendieron en pocos días el hilado, y el hilo se tejió en los telares corrien­tes, resultando telas ordinarias. Los costos del hilado y tejido y la clase de lienzos llamaron la atención de los accionistas, los cuales en junta que celebraron al efecto, acordaron suspender por entonces toda erogación, persuadidos de que la empresa no podía progresar sin simplificar y hacer más económicas las manipulaciones, por el uso de la maquinaria moderna.”7.

La junta zamorana pidió entonces instruc­ciones a la Dirección General; ésta, después de consultar con personas instruidas en la materia, recomendó el tipo de maquinaria que debía em­plearse. Todavía en noviembre de 1845 la junta informaba que “se estaban dando pasos para am­

pliar el fondo de la sociedad a fin de comprar la maquinaria”.8 Las dificultades económicas, los amagos de guerra e invasión por parte de los Es­tados Unidos, y poco después las primeras accio­nes de esta guerra y los trastornos del pronun­ciamiento por la federación y Santa Anna, la mo­vilización general de Michoacán y seguramen­te causas de otros órdenes ocasionaron la sus­pensión de los trabajos de esta empresa.

La “fiebre de la seda” apareció esporádica­mente, en forma por cierto muy benigna, a lo lar­go del siglo XIX. La del lino, que no llegó a ser fie­bre, sino sólo afección sencilla, al parecer quedó erradicada.

NOTAS

1. Alamán, Lucas, Obras IX: “Documentos diversos (inéditos y muy raros)”, tomo Primero, México, Editorial Ins, 1945 p. 411- 413.

2. Hale, Charles A., El liberalismo mexicano en la época de Mo­ra (1821-1853). Siglo XXI Editores (1972), p. 287.

3. Alamán, Lucas, Op, cit., p. 67.4. Alamán, Lucas, Op. cit., X: “Documentos (inéditos y muy ra­

ros)”. tomo Segundo, p. 64-65.5. Ibid., p. 167-168.6. Op. C it, X, p. 136. Para entonces ya se habían establecido seis

fábricas de este ramo: dos en el departamento de México, dos en el de Puebla y dos en el de Jalisco. Ibid., p. 288-9.

7. Op. cit., vol. X, p. 255.8. Ibid., p. 256.