Revista de Estudios Sociales No. 3

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Hernán Henao Delgado In Memoriam

Editorial Mauricio Nieto Olarte, Profesor, Departamento de Historia, Universidad de Los Andes.

Historia de las ciencias sociales

Las ciencias sociales, así como sus dominios profesionales, cubren campos diversos y presentan procesos de institucionalización muy distintos que hacen difícil llegar a conclusiones generales y unificadas sobre su historia en el país. No es lo mismo la historia del derecho, con un alto nivel de profesionalización desde la colonia, que la historia de la psicología o de la sociología, las cuales aparecen como disciplinas independientes no hace más de cuarenta años. No son comparables el nivel de institucionalización y la demanda en el mercado profesional que nutren la investigación en economía, con el respaldo que puede encontrar la investigación en historia o en filosofía.

Sin embargo, tanto para las ciencias sociales como para otros campos del conocimiento, es preciso señalar ciertos elementos comunes y determinantes que deben formar parte de cualquier evaluación histórica de la producción académica del país: la historia de las ciencias en Colombia ha sido, en gran medida, la historia de la incorporación, recepción y apropiación de disciplinas y corrientes intelectuales cuyos orígenes se han dado por fuera del país, que han sido propias de tradiciones europeas o más recientemente norteamericanas. Tradiciones que están acompañadas de formas de ver el mundo y marcos teóricos que han nacido bajo problemáticas que no siempre coinciden con nuestras prioridades y con nuestra realidad. Expertos extranjeros, profesores visitantes, el regreso de colombianos formados en el exterior, al igual que la participación de agencias internacionales, son algunos de los elementos comunes de gran importancia en la creación de tradiciones científicas en el país. El desarrollo y la institucionalización de las ciencias sociales en Colombia han sido impulsadas por corrientes extranjeras, que en la mayoría de los casos son el reflejo de intereses políticos tanto internos como externos. De manera que, nos guste o no, la legitimidad y la forma como medimos la calidad de la producción científica siempre ha dependido de la reputación internacional de los pares que la acreditan, lo cual nos ubica y nos reconoce como subsidiarios y periféricos. Esta condición de periferia y de dependencia que caracteriza el desarrollo del conocimiento en países como el nuestro hace difícil identificar una tradición nacional e independiente en la historia del pensamiento científico.

No obstante lo anterior, podemos ver un proceso de adaptación de las tendencias internacionales a los problemas locales, así como el desarrollo y la maduración de un pensamiento social que se nutre de problemas colombianos con el apoyo de instituciones nacionales. La reciente creación de programas de posgrado a nivel de maestría y doctorado en universidades públicas y privadas, la aparición de centros de investigación y de publicaciones especializadas, son un importante esfuerzo en el fortalecimiento de la producción de conocimiento.

Nuestra propia localidad, nuestra historia y nuestros problemas sociales nos enfrentan con debates teóricos y nos ofrecen estudios de caso únicos que nos obligan no solamente a una apropiación crítica de las modas intelectuales extranjeras, sino que nos imponen retos y compromisos de creatividad y renovación académica. Una participación activa y permanente en el ámbito académico internacional es una condición necesaria para el desarrollo de las ciencias sociales. Pero la fortaleza de una comunidad científica no está en su habilidad de repetir y copiar modelos internacionales, sino en su capacidad de construir puntos de vista novedosos. La autonomía no se logra imitando como tampoco ignorando el conocimiento mundial. La independencia y la fortaleza científica consisten en poder identificar los problemas y escoger las preguntas apropiadas. Las ciencias sociales deben reconocer sus fortalezas relativas y ser conscientes

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que desde una perspectiva académica tenemos puntos de vista y objetos de estudio privilegiados, y que sobre ciertos temas-colombianos o latinoamericanos deberíamos estar en capacidad de producir conocimiento de carácter innovador no sólo a nivel local sino internacional.

En este orden de ideas, se hace indispensable una revisión histórica que nos permita explicar los intereses que han hecho posible o han entorpecido los procesos de institucionalización y profesionalización de las ciencias sociales en Colombia, intereses que impulsaron el establecimiento de programas académicos, de publicaciones y centros de investigación.

El origen y desarrollo de los conceptos, las teorías sobre la sociedad y las disciplinas no acontecen en el vacío, y su historia no tiene ningún sentido si no somos capaces de explicar su relación con la sociedad y su papel en la historia del país. Toda reflexión crítica sobre las ciencias sociales debe incluir un examen de su desarrollo histórico en el marco del contexto político, económico y cultural en el cual han tenido lugar.

Una evaluación de la función social de los académicos, de su capacidad de enfrentar y dar respuesta a nuestros problemas sociales, políticos o económicos, no puede limitarse a historias de las ideas, a reconstrucciones cronológicas de las doctrinas o tendencias que han dominado las ciencias sociales en Colombia. Por el contrario, debe estar acompañada de una visión amplia que nos permita explicar las condiciones que han hecho posible la legitimación de ciertas formas de entender la sociedad y no otras. Un examen crítico de los factores internos y externos que han facilitado la difusión y el ingreso de ciertas tradiciones académicas, es un paso importante y necesario para el fortalecimiento de nuestras débiles comunidades científicas.

Con este tercer número y con el cuarto, la Revista de Estudios Sociales ha querido invitar a que, en la sección Dossier, profesionales de los distintos campos de las ciencias sociales reflexionen sobre sus disciplinas para abrir un espacio al debate sobre el papel que han cumplido y que deben cumplir los investigadores y educadores colombianos. Se cuenta con las contribuciones de calificados académicos en las distintas disciplinas de las ciencias sociales en Colombia. Desde sus respectivas trayectorias y perspectivas, los autores nos ofrecen una visión variada y polémica de la historia del pensamiento social en el país.

Dada la extensión y calidad de los trabajos recibidos, se consideró adecuado dedicar dos números consecutivos a este tema, con el fin de abarcar la mayor parte de las disciplinas. En este tercer número se incluyen aquellos trabajos que hicieron un mayor énfasis en una perspectiva histórica de largo plazo. El orden de presentación de los trabajos obedece a la cronología en que los mismos autores presentan el surgimiento de cada una de las disciplinas en Colombia. Es por ello que la sección comienza con la geografía, disciplina de muy larga trayectoria y que parece tener sus raíces en los cronistas de indias; continúa con la antropología, de temprana consolidación especialmente en el terreno de la arqueología; y pasa a través de disciplinas de surgimiento y consolidación más reciente, como es el caso de la economía. Para el siguiente número se incluirán aquellos que enfatizan una perspectiva de las disciplinas en relación con su situación actual o que por sus orígenes se remiten a un periodo reciente, como es el caso de la ciencia política y los estudios sobre comunicación y medios.

Para la sección Debates hemos invitado a algunas personas que han hecho contribuciones importantes y que han vivido en carne propia la maduración de algunas de las ciencias sociales; mientras que en la sección Otras Voces se incluyen reflexiones y puntos de vista de estudiantes o jóvenes profesionales. De manera que la Revista en su conjunto nos ofrece un panorama variado y polémico sobre la historia y estado actual de las ciencias sociales en Colombia. Por razón de la extensión, en este número se excluye la sección Documentos.

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Elementos de Historiografía de la Geografía Colombiana introducción

Gustavo Montañez Gómez.*

En este trabajo el autor identifica seis periodos en la evolución de la geografía en Colombia: los viajeros europeos y la geografía en la conquista y la colonia, 1492-1783; el "pensamiento geográfico" de la independencia, 1783-1831; hacia una geografía del Estado Nación, 1831-1888; el germen de la geografía moderna, 1888-1950; el arranque de la geografía moderna, 1950-1984; y la consolidación académica y profesional de la geografía hasta nuestros días. El artículo describe los principales proyectos geográficos y su relación con la política nacional e internacional al igual que su relación con otros campos de las ciencias sociales.

* Geógrafo, Ph. D., profesor asociado de la Universidad Nacional de

Colombia.

Introducción Cuando se habla de ciencias sociales en nuestro medio, es frecuente que la geografía no figure entre las escogidas, como sí ocurre con la historia, la sociología, la antropología y la economía, entre otras disciplinas. Esta circunstancia parece obedecer, de una parte, a la visión naturalista que ha predominado en el país sobre este ámbito del conocimiento, y de otra, al escaso reconocimiento que los círculos académicos de las ciencias sociales le confieren a la reflexión geográfica, como posibilidad de comprensión del objeto social y su dinámica. Se agrega a estos elementos el bajo status académico y social de la geografía en el país, cuestión que pareciera corresponderse con una cierta intermitencia en su evolución, que sólo se asoma superable en las últimas décadas del presente siglo, cuando ha alcanzado su mayor institucionalización como disciplina y carrera profesional en la universidad colombiana.

Aunque la búsqueda en el pasado de Colombia de ciertas manifestaciones de lo que Preston James1 llamó "pensamiento geográfico" pudiera remontarnos a examinar el comportamiento espacial y la "visión geográfica" de los primeros humanos habitantes de estos territorios, la configuración y desarrollo de la geografía en el país, como cuerpo organizado de conocimientos, es relativamente reciente. Por ello, el intento de esbozar los elementos básicos para la construcción de una historiografía de la geografía colombiana implica considerar, en primer lugar, una fase inicial de tiempo relativamente prolongado, que incluye los períodos prehispánico, colonial y parte del republicano, en la cual aparecen de manera dispersa elementos, principalmente descriptivos, de ese "pensamiento", los cuales no alcanzaron a conformar un cuerpo organizado y articulado de conocimiento geográfico.

A esa fase, le siguió una segunda, que comenzó con los trabajos de Caldas y de Humboldt, y se prolonga hasta el presente, con una evolución hacia la estructuración de la disciplina geográfica y la construcción paulatina de su correspondiente comunidad académica. En efecto, con la venida de Alejandro Humboldt y el extraordinario trabajo del Sabio Caldas se inauguró el germen de la geografía moderna en el país, casi simultánea con su nacimiento en Europa. Pero esta circunstancia, potencialmente afortunada para el desarrollo temprano de la ciencia geográfica en nuestro

1 Preston James, All Possible Worlds A History of Geographical deeas Indianapolis, The Odissey Press, 1972

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medio, habría de truncarse ante la ejecución de Caldas frente a un pelotón de fusilamiento que actuó fiel a la terrible consigna de la "Reconquista": "España no necesita sabios". Desde entonces, el desarrollo de la geografía recorrería un camino un tanto disperso y desarticulado, hasta años recientes cuando la formación sistemática de geógrafos en la universidad se hizo realidad, tanto en el nivel de pregrado como de postgrado. No obstante las intermitencias, el Estado se interesó por promover el avance del conocimiento geográfico del país, pero es extraño que siempre lo hizo a través de personas y cuerpos especializados muy ligados al gobierno. No hubo una decisión clara y contundente por incorporar la formación geográfica de manera amplia, profunda y sistemática en la educación superior. Esta circunstancia sugiere que pese a la necesidad reconocida de extender y profundizar en el conocimiento geográfico, este se mantuvo en determinados círculos, restringiendo el acceso a este dominio por parte de capas más amplias de la población. La razón de este comportamiento del Estado sería la misma que han puntualizado agudos críticos del desarrollo y de la aplicabilidad de la geografía, quienes, como Lacoste2, sostienen que el conocimiento geográfico ha servido de manera predilecta como "un arma para la guerra" y por tanto se manejó durante mucho tiempo como secreto de Estado. En este trabajo se identifican seis períodos en la evolución de la geografía en Colombia: el

2 Yves Lacoste, La geojgrafía: un arma para la guerra. Barcelona, Editorial Anagrama, 1976.

"pensamiento geográfico" de la Colonia, 1492-1871; el "pensamiento geográfico" de la independencia, 1871-1931; hacia una geografía del Estado Nación, 1831-1889; el germen de la geografía moderna, 1889-1950; el arranque de la geografía moderna, 1950-1984; y la consolidación académica y profesional de la geografía, desde 1984 hasta ahora.

El bosquejo historiografía) que aquí se intenta pretende estimular reflexiones más analíticas y elaboradas sobre las continuidades y rupturas de la construcción teórica, metodológica y aplicada de la geografía colombiana; tomando como base la articulación y desarticulación de los esfuerzos académicos individuales, colectivos e institucionales, que en torno a esta disciplina y profesión han tenido lugar en el país. Es obvio que el contexto histórico específico de los diferentes momentos ha marcado en gran medida el carácter, el impacto y la proyección de esos esfuerzos; ese es el telón de fondo bajo el cual se explica la manera como la geografía y su comunidad académica se han venido construyendo, encontrándonos hoy quizá ante las mejores condiciones para encontrar por fin unas bases académicas y un contexto propicio para el despegue definitivo del desarrollo pleno de este campo del conocimiento en el país.

El "pensamiento geográfico" en la Colonia

Durante la época colonial aparecieron numerosas descripciones geográficas e históricas, la mayoría de ellas resultantes de la actividad de los cronistas, de algunos exploradores y conquistadores, o de ciertos notables ¡lustrados. El "pensamiento geográfico" de entonces se encuentra en los escritos de estos personajes al servicio de la Corona española, cuya labor consistía en describir y relatar, con destino al poder colonial las riquezas, características y vida cotidiana de los territorios de su imperio.

Vila3 y Acevedo Latorre4 examinaron el contenido y valor geográfico de las crónicas e historias coloniales. A continuación se hacen algunas anotaciones representativas de estos trabajos y de otras fuentes que muestran un "saber geográfico" de origen intuitivo,

3 Pablo Vila, "Valor Geográfico de las Crónicas e Historias Coloniales", en Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, Volu9 men VIl, Número 1, Julio de 1941.

4 Eduardo Acevedo Latorre, "Las Ciencias en Colombia -Geografía, Cartografía", en Academia Colombiana de Historia, Historia extensa de Colombia. Vol. XXIV, Bogotá, Ediciones Lerner, 1974, págs. 1-284.

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basado principalmente en las descripciones directas o en relatos indirectos, no siempre fidedignos, de territorios y hechos de la época.

Acevedo Latorre5 encontró que Juan de la Cosa -compañero de Colón, Ojeda, Américo Vespucio y Bastidas-, pudo localizar por primera vez el litoral del Caribe colombiano en un mapa de la época durante el año 1500. Martín Fernández de Enciso fue otro pionero explorador y descubridor, quien además de ser el fundador de Santa María la Antigua del Darién (primera ciudad hispánica en tierra firme americana), aparece como el autor del primer texto en donde se incluyen diversas descripciones sobre América, junto con otras de algunas regiones del Viejo Mundo. Su trabajo, llamado Summa de Geografía fue publicado en Sevilla en 1519 y reimpreso en 1974 por la Biblioteca del Banco de la República6.

Pablo Vila7 revisó el Compendio Histórico del Descubrimiento y Colonización de la Nueva Granada de Joaquín Acosta (1848) y otras fuentes, principalmente de cronistas, como Fernández de Oviedo, Cieza de León, Jiménez de Quesada, Juan de Castellanos y Fray Pedro de Aguado, con resultados "satisfactorios" en cuanto al valor de muchas de las viejas crónicas y relaciones historiales.

En el Siglo XVI, Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés escribió la Historia General y Natural de las Indias en 1526, y más adelante la obra Islas y Tierra Firme del Mar Océano. En 1590 se publicó la Historia Natural y Moral de las Indias escrita por el padre José Acosta, y en 1599 Bernardo Vargas Machuca publicó la Descripción de las Indias Occidentales.

Fernández de Oviedo y Valdés, quién participó en la expedición de Pedrarias Dávila y fuera nombrado Veedor de las fundaciones de oro de Tierra Firme, llegó en 1514 a Santa Marta y poco después se estableció en Santa María la Antigua, en el Golfo de Urabá. Después de realizar varios viajes a España, en 1535 publicó en Sevilla la primera parte de su Historia general y natural de las Indias. Esta obra contiene una colección de hechos y observaciones de cosas que vio, otras que le contaron y algunas entresacadas de documentos originales. Entre muchas otras anotaciones, aparecen varias descripciones de animales y de plantas aborígenes, de la manera como

5 Ibid. 6 Héctor F. Rucinque, "Cincuenta años y siglos más de Geografía

en Colombia", en Colombia: sus gentes y regiones, Vol. 1, Instituto Geográfico Agustín Codazzi, agosto de 1985.

7 Pablo Vila, Valor Geográfico...

los indígenas tendían puentes en el Darién y cómo los españoles los imitaron. A partir de lo que le contaron Juan del Junco y Gómez del Corral, participantes de la expedición de Jerónimo Lebrón por el río Magdalena, en 1541, Fernández de Oviedo describió lo que siglos más tarde sería uno de los centros más importantes de explotación de petróleo en el país8:

Una jornada adelante del pueblo de Tora, donde van a desembarcar los bergantines, hay una fuente de betún, que es un pozo que hierve y corre por fuera de la tierra; y está entrando por la montaña al pié de la sierra; y es gran cantidad y es espeso licor. Y los indios traénlo a sus casas y úntanse con este betún para quitar el cansancio y fortalecer las piernas; y es ese licor negro y de olor de pez, o peor, y sírvense dello los cristianos para brear los bergantines.

Un hecho que Vila resalta en la obra de Oviedo es su crítica a la tentación que tenían los conquistadores y expedicionarios de cambiar los nombres que los indígenas tenían a los lugares e hitos geográficos. Consideraba que esos cambios se hacían por pura vanidad y generaban una gran confusión en la toponimia; al respecto Oviedo, citado por Vila, 9 escribía:

Dicho he muchas veces, en aquestas historias, que quisiera e fuera útil a la geografía e asiento de la tierra, que dejaran en su ser los nombres propios que los naturales dan a su patria, así en los puertos e ríos e ancones e promontorios é provincias, como en todas las otras cosas; pero cada marinero e capitán quita e pone lo que se le antoja, e lo nombra como quiere, unos por su devoción e otros con envidia o malicia porque se olvide el premio de los marineros

Pedro Cieza de León publicó en Sevilla la primera parte de su obra La Crónica del Perú en 1553, la cual trataba de "la demarcación de sus provincias, la descripción de las fundaciones de las nuevas ciudades, los ritos y costumbres de los indios y otras cosas extrañas dignas de ser sabidas". Este cronista figuró entre los soldados de Pedro de Heredia que participaron en la exploración del Sinú y luego se incorporó a la expedición de Badillo que siguió hacia la Ciudad de los Reyes, Lima, durante nueve años. Vedia, citado por Vila comenta en relación con el trabajo de Cieza de León lo siguiente10:

El vasto talento de Pedro de Cieza presenta un cuadro de la geografía y topografía del inmenso Imperio de los incas,

8 Ibid 9 Ibid 10 Ibid

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describiéndole con exactitud, expresando la distancia entre los diferentes pueblos... haciendo un bosquejo de sus valles y llanuras, así como de las cordilleras gigantescas, sin olvidar de referir particulares interesantísimos de la población indígena y presentando una descripción de sus trajes, costumbres, etc.

Hay que recordar que las primeras páginas de La Crónica del Perú contienen una descripción de los intentos fracasados de colonización de la costa del golfo de Urabá por parte de Pedro de Heredia y de su hermano Alonso. Como se conoce, los escritos en los cuales Gonzalo Jiménez de Quesada relataba sus conquistas y hacia observaciones sobre las tierras expedicionadas, se perdieron. Sin embargo, se sabe que antes de perderse, estos materiales fueron consultados por varios cronistas, quienes en sus obras algunas veces le dieron crédito y otras no. Jiménez de la Espada, citado por Vila, 11 publicó en 1887 un texto que atribuyó a Jiménez de Quesada, pero que según otros, parece una adaptación del original. A continuación se presenta uno de los apartes del texto mencionado, que es una aproximación a un análisis pionero de la localización y mercado de la sal, un recurso natural importante entre las poblaciones prehispánicas:

Llevábamos antes de llegar a la Tora cierta esperanza caminando por el río arriba, y esta era: que la sal que se come por todo el río arriba entre los indios es por rescate de indios que la traen de unos en otros desde la mar y costa de Santa Marta, la cual dicha sal es de grano y sube por vía de mercancía más de setenta leguas por el dicho río, aunque que cuando llega tan arriba ya es tan poca, que vale muy cara entre los indios y no la come sino la gente principal, y los demás la hacen de orines de hombres y de polvos de palma. Pasado esto diose luego en otra sal, no de grano como la pasada, sino en panes que eran grandes como pilones de azúcar, y mientras más arriba subimos por el río más barata salía esta sal entre los indios y así por esto como por la diferencia que (¿?) de la una y de la otra sal se conoció claramente que si la de granos subía por el dicho río, esta otra abajaba y que no era posible no ser grande tierra de buena, habido respecto a la contratactación grande de aquella sal que por el río abajaba y ansi decían los indios que los mesmos que les venían a vender aquella sal decían que adonde aquella sal se hacía había grandes riquezas y era grande tierra [...]

Juán de Castellanos, el cronista versificador, ofrece en la tupida selva de sus versos una mina de datos y descripciones para la historia y la geografía del país.12

Una muestra de las descripciones que Castellanos13

11 ibid.

escribía se encuentra en el siguiente aparte, donde refiriéndose a la altiplanicie que hoy conocemos como cundiboyacense dice: [...] es una caja rodeada de grandes asperezas su terreno... goza de felicísimos influjos... con templanza graciosa y apacible en todo tiempo, porque raras veces hay tal frío que demande favor a chimeneas ni braseros; aunque también hay hielos y granizos y páramos, no tales que no sean para fértiles mieses apropiados, de todos granos, hierbas y legumbres y cualquier especies de ganados ………………………………… Provincias hay calientes ansi mismo, terrenos de propicias influencias, do fructíferos árboles se crían, ansí de los plantados nuevamente como de los antiguos y nativos de cuyos frutos gozan a sus tiempos los que residen en la tierra fría

El franciscano fray Pedro de Aguado vivió durante quince años en estas tierras, recorriendo los diversos territorios donde tenían presencia los españoles en el Nuevo Reino de Granada, según consta en su Recopilación Historial. Aunque se distinguió más por su solidez y exactitud histórica, dio muestras claras de su capacidad de descripción geográfica, como se evidencia en los siguientes párrafos al referirse a Tocaima14:

Esta [...] situada en la parte y lugar donde Hernando Venegas la pobló y fundó, sin haber mudado a parte alguna, como lo han hecho otros pueblos y ciudades en estas partes de Indias. El sitio en que está es caliente, tanto que desde las nueve horas de la mañana hasta las tres de la tarde no se puede andar por las partes donde no hay sombra y este temple (temperatura) y calor es y dura por todo el año, porque así como en la tierra fría del Nuevo Reino todo el año hace un temple y es de frío, así en esta provincia de Tocaima, que es en las faldas del Reino hace calor todo el año. La diferencia que en estos temples y provincias hay de invierno y verano no es más que el invierno llueve y el verano no llueve; pero los temples lloviendo y no lloviendo, todos son

12 Véase ibid. 13 Juan de Castellanos, Historia del Nuevo Reino de Granada. Madrid, 1589. 14 Pedro de Aguado, Recopilación historial, Volumen IIl, Bogotá, Biblioteca Nacional., págs. 370-371.

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unos en lo ser caliente o ser frío. En este sitio de Tocaima y en sus alrededores se dan todas las frutas que se dan en otras partes calientes, así de España como de las de la tierra: danse muchas uvas, higos, melones, pinas, guayabas, curas -que es una fruta como peras, salvo que tiene unos cuescos grandes dentro-, danse plátanos y muchas otras frutas. Las noches en esta ciudad son tales que con ellas se alivien los trabajos y disgustos de los días, porque son tan suaves y de tan lindo sereno, que aunque se quede un pliego de papel toda la noche en el campo se halla a la mañana tan enjuto como si hubiese estado metido en casa y guardado.

Pero la Corona Española era especialmente celosa con la divulgación geográfica y por ello inició desde el mismo siglo XVI su control riguroso. Esta práctica hacía parte del ejercicio del poder y habría de prolongarse hasta mucho después de la independencia, incluyendo tiempos recientes, como una prevalencia de esa "visión peligrosa" de la geografía. Rucinque15 recuerda que en 1571 la Casa de Contratación de Sevilla, encargada de la administración de las tierras descubiertas en el Nuevo Mundo, creó el cargo de cosmógrafo y cronista mayor de los territorios incorporados a la Corona. Para ejercer esta función por primera vez, se nombró a Juan López de Velasco, quien publicó la Geografía y Descripción Universal de las Indias, obra basada en diferentes informes de funcionarios coloniales, después de que éstos respondieran un formulario prolijo de preguntas sobre los territorios bajo su administración.

Durante el Siglo XVII se elaboraron destacadas obras para la época. Entre ellas merecen mencionarse la Descripción de las Indias Occidentales de Antonio de Herrera, en 1601; la de Fray Pedro Simón hacia el año 1623, que llevo el titulo de Noticias Historiales de las Conquistas de Tierra Firme en las Indias Occidentales, y la Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada en 1688, de Lucas Fernández de Piedrahita.

En cuanto a aproximaciones nuevas de "pensamiento geográfico en el Siglo XVIII", Otto Morales Benitez16 llama la atención sobre el trabajo de Basilio Vicente de Oviedo, cuyos manuscritos existían desde principios del Siglo XVIII, pero que fue publicado sólo hasta 1939, marcando lo que podría denominarse el comienzo de la exploración de nuestro mundo por un hombre de raigambre mestiza.

15 Rucinque, Cincuenta años... 16 Otto Morales Benitez "Geografía ante los mandatos socio-

culturales", en Politeia, Números 23 -24, Santafé de Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1999.

El pensamiento geográfico de la independencia

Si se considera como período de la independencia aquel comprendido entre la Revolución Comunera en 1781 y la creación en 1831, después de la disolución de la Gran Colombia, del nuevo Estado nacional con el nombre de Nueva Granada en 1831, hay que señalar tres grandes empresas que tuvieron lugar en esos tiempos y que adquirieron una importancia considerable desde la perspectiva geográfica; fueron ellas la Expedición Fidalgo, la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y la expedición de Humboldt, las dos primeras concebidas y patrocinadas por el gobierno colonial y la tercera por iniciativa y patrocinio del propio Humboldt.

La Expedición Fidalgo, comandada por el brigadier Joaquín Francisco Fidalgo, se prolongo desde finales del Siglo XVIII hasta 1807 y consistió en un exhaustivo reconocimiento de toda la costa norte de Sudamérica, desde el Río Chagres hasta Maracaibo. Una parte importante de este trabajo fue la elaboración de un impecable trabajo cartográfico de todo el litoral mencionado, acompañado de numerosas y detalladas observaciones geográficas.

La segunda, conocida ampliamente como La Expedición Botánica se inició en 1783 y se extendió hasta el momento de la independencia. Piedras angulares de esta empresa fueron Caldas y Mutis.

En relación con la tarea geográfica, Caldas, quien abandonó su profesión de abogado para dedicarse a la investigación geográfica, escribía:

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[...] la Geografía es la base principal para toda la comunidad política, ya que enseña la extensión del país, en el cual se trata de actuar y trabajar; ella indica las relaciones con los demás pueblos de la tierra, la calidad de los puertos y el grado de navegabilidad de los ríos, las cordilleras que ponen obstáculos, los valles que son utilizables, las distancias entre los diferentes lugares, los caminos que llevan hacia aquellos, y los otros por construir. Ella nos enseña sobre el clima, la temperatura y la altura sobre el nivel del mar; la idiosincrasia y el modo de vivir de los habitantes, de los productos que ofrece libremente la naturaleza, y aquellos que se pueden introducir.17

El Sabio se anticipó treinta años en proponer una expedición análoga a la que más tarde llevaría el nombre de Comisión Corográfica. Restrepo18 cita las palabras de Caldas así:

Si se formase una expedición geográfica o económica destinada a recorrer el virreinato; si ésta se compusiese de un astrónomo, de un botánico, de un mineralogista, de un encargado de la parte zoológica y de un economista, con dos o más diseñadores... no hay duda de que dentro de pocos años tendríamos la gloria de poseer una obra maestra en la geografía y en la política, y de haber, y de haber puesto los fundamentos de nuestra propia prosperidad.

Era evidente la relación clara que Caldas establecía entre el conocimiento geográfico, la política y la prosperidad futura.

Los inicios del Siglo XIX, en los albores de la independencia y con la actividad del talento de personajes como Caldas, parecían anunciar desarrollos precoces de la geografía mestiza que emergía en el decadente Nuevo Reino de Granada. Sin embargo, esta posibilidad se enterró a sangre y fuego, truncando la proyección de los desarrollos científicos de Caldas, quien no tenía ningún complejo en confrontar ideas con Humboldt, uno de los reconocidos fundadores de la geografía científica moderna a nivel mundial. Alejandro Humboldt realizó su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente entre 1799 y 1804, pero su obra fue publicada veinte años más tarde, en 1834, después de un trabajo arduo de su equipo de eruditos, artistas, pintores y grabadores. La obra abarca

17Hermán A., Schumacher, Caldas: un forjador de cultura, Traducción de Ernesto Guhl, Bogotá, Empresa Colombiana de Petróleos, Ecopetrol 1986.

18 Olga Restrepo Forero, "La Comisión Corográfica: avatares en la configuración del saber." Monografía para optar al título de socióloga, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Sociología, 1983.

30 volúmenes e incluye también la Relación histórica... 1799 a 1804 en tres tomos, como lo señala el prologuista de la segunda edición Adalbert Plott.

La intención de Humboldt al preparar su viaje queda plenamente explícita en la carta que le dirige desde Madrid a su amigo Friedlander, el 11 de Abril de 1799:

Dirija una mirada al continente que pienso recorrer desde California a la Patagonia. ¡Cómo me deleitaré en esta naturaleza grandiosa y maravillosa! Probablemente nadie se acercó más a aquella zona con un espíritu tan independiente y tan alegre, con ánimo tan activo. Coleccionaré plantas y animales; estudiaré y analizaré el calor, la electricidad, el contenido magnético y eléctrico de la atmósfera; determinaré las longitudes y latitudes geográficas; mediré montañas, por más que todo esto no sea la finalidad del viaje. Mi verdadera y única finalidad es investigar la interacción conjunta de todas las fuerzas de la naturaleza, la influencia de la naturaleza muerta sobre la creación animal y vegetal animadas [,..]19

El viaje de Humboldt por el Nuevo Continente duró unos cinco años en compañía de Amadeo Bonpland, su secretario y viajero naturalista. Salió de La Coruña, España el 5 de junio de 1799 y regresó a Europa el 3 de agosto de 1804, al puerto de Burdeos, Francia. La primera expedición tardó desde su salida de España en Junio de 1799 hasta el 24 de noviembre de 1800, cuando partió de Venezuela para la Habana, después de haber recorrido más de 2700 Km. por el Orinoco y haber descubierto el Casiquiare, el río que une las cuencas del Orinoco con el Amazonas. La segunda expedición comprendió su primer viaje a la Habana saliendo de Nueva Barcelona en Venezuela el día 24 de noviembre de 1800 y arribando el 19 de diciembre del mismo año. Allí permaneció hasta el 8 de marzo de 1801, cuando inició su tercera expedición hacia Cartagena, Bogotá, Quito y Lima. Allí iniciaría su cuarta expedición que lo llevaría a México pasando por Guayaquil. En aquél país permanecería recorriéndolo por cerca de un año20.

Al regresar a Europa en 1804 se estableció en París donde, junto con sus colaboradores, se dedicó durante 20 años a elaborar monografías científicas con base en los materiales recolectados durante su viaje a América. Una vez terminada esta empresa orientó su trabajo a la redacción del Cosmos y Aspectos de la Naturaleza, obras donde plasmó su concepción filosófica universal,

19 Alejandro de Humboldt, Del Orinoco al Amazonas. Traducción de la segunda edición alemana por Francisco Payarols, Barcelona, Editorial Labor, S. A, 1988.

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"cósmica", sobre la "física del mundo". La circunstancia infortunada de las dificultades de

traducción y la barrera idiomática hicieron que la obra de Humboldt sólo se conociera por círculos muy pequeños de la intelectualidad del naciente país, prácticamente en la segunda mitad del Siglo XIX. Es esta la principal razón por la cual no tuvo el efecto deseado en el impulso del desarrollo de la geografía colombiana durante el Siglo XIX.

Enrique Pérez Arbeláez, investigador fecundo, afirmó que a Humboldt le debemos mucho los colombianos por el interés con que vistió los bienes permanentes de nuestra naturaleza y la incansable búsqueda de la armonía cósmica y por el vigor estético con el cual describió nuestro mundo tropical americano.

Pero además del interés individual por conocer el mundo americano, como fue el caso de Humboldt, por esa época diversos gobiernos y entidades científicas europeas orientaron y patrocinaron viajeros, misiones, expediciones y exploraciones a los territorios americanos. Además del propósito científico de conocer territorios, recursos naturales y aspectos de los pueblos americanos, esos gobiernos buscaban posibilidades de obtener materias primas para su desarrollo industrial y al mismo tiempo sondeaban la potencialidad de mercados para sus productos. Entre los viajeros de este período que escribieron obras y memorias se destacan la del viajero francés Gabriel Lafond con su obra Voyages dans l'Amerique Espagnole pendant les guerres de l'lndependence; el inglés Richard Longeville Vowell con Memorias de un oficial de la legión Británica; el capitán inglés Charles Stuart Cacharane y su Journal of a Residence and Travels in Colombia during the years 1823

20 En Bogotá Humboldt se encontró con Mutis y permaneció durante dos meses a la espera dé la recuperación de su amigo Bonpland, quien se encontraba enfermo. En septiembre de 1801 partieron con destino a Quito a donde llegaron el 6 de enero de 1802. Después de junio de 1802, Humboldt se dirigió a Lima por el valle del Amazonas y la meseta de Cajamarca, arribando en noviembre de ese mismo año. De allí salió con destino a México el 5 de diciembre de 1802, pasando primero por Guayaquil a donde llegó el 9 de enero de 1803. Dejó este puerto el 15 de febrero de 1803 para continuar hacia Acapulco en México. En este país permaneció por cerca de un año haciendo recorridos y observaciones hasta el 7 de Marzo de 1804 cuando abandonó Veracruz . rumbo a la Habana para recoger las colecciones que había dejado en su primera estadía allí y para completar las observaciones sobre Cuba. El 29 de abril de 1804 ya con el plan de regresar a Europa, Humbold y Bonpland salieron primero con destino-a los Estados Unidos y desembarcaron en Filadelfia a finales de mayo. Allí recibieron la invitación del presidente Jefferson para trasladarse a Washington y entrevistarse con él. Luego de permanecer allí por cerca de un mes, Humboldt salió de Filadelfia el 8 de julio de 1804 y llego a Europa el 3 de agosto a través del puerto de Burdeos, Francia.

y 1824; Theodore Gaspard Mollien, quien escribió Viaje por la República de Colombia en 1823; Jean-Baptiste Boussingault con Memorias; el diplomático sueco Carl August Gosselman y su Viaje por Colombia, 1825-1826; Joseph Brown relató el Diario de un viaje de Bogotá a Girón; y el inglés John P. Hamilton con Travels throgh the Interior Provinces of Colombia. Merece destacarse la obra de Boussingault, el ilustre europeo que llegó al país en el año 1822 y fue presentado por Humboldt a Bolívar mediante una carta que él mismo entregó al Libertador. En sus Memorias21 identifica y describe numerosos elementos y rasgos de las cordilleras, los valles, los altiplanos, los llanos del Meta, las regiones ricas en oro y platino, y las condiciones de temperatura y humedad de varios territorios de la joven nación.

Hacia una geografía del Estado Nación, 1831-1889

Con la creación de la Nueva Granada se inician en el país una serie de disputas políticas que se prolongarían durante todo el Siglo XIX. Los liberales radicales serían los que encabezarían un intento modernizador del país. Parte de ese esfuerzo lo constituyó la ¡dea y la organización de la Comisión Corográfica.

La gran gesta de la Comisión Corográfica estaría dirigida por Agustín Codazzi quien, después de desarrollar un extraordinario trabajo en Venezuela, llegó a la Nueva Granada por invitación especial que el propio presidente Mosquera le hiciera, a través de una carta escrita por Manuel Ancízar, en la cual le ofrecía "un puesto de ingeniero geógrafo con 24.000 reales dé sueldo o una plaza superior en nuestro colegio militar, con menor sueldo pero con más descanso"22. Codazzi presentó un ambicioso plan que por su contenido significaría un avance importante en el avance del conocimiento de la geografía nacional. Este consistía en la elaboración de una base cartográfica y otras obras de geografía que Caballero23 enumera así:

Un atlas compuesto de 52 mapas; un libro de geografía dividido en dos partes: la geografía física y la geografía política; un mapamundi de los viajes de los primeros exploradores y pobladores de América; un mapa de los asentamientos indígenas desde la época del descubrimiento; una visión política de toda la

21J. B. Boussingault, Memorias. 5 Tomos, Traducción de Alexander Kopel de León, Bogotá, Ediciones Banco de la República,1985.

22 Olga Restrepo Forero, "La Comisión Corográfica..." 23 Beatriz Caballero, Las Siete Vidas de Agustín Codazzi, Bogotá,

Instituto Agustín Codazzi y Carlos Valencia Editores, 1994, pág. 140.

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América del Sur; resúmenes geológicos de las eras primaria, secundaria y terciaria; dos mapas hidrográficos: uno de los antiguos lagos de las montañas y de las corrientes de agua que ya no existían y otro de la situación en que estaban en ese momento las cuencas hidrográficas; una plancha de las zonas agrícolas, las llanuras y los bosques, las tierras baldías, las regiones productoras de quina, los lagos del interior, las cordilleras más importantes, las principales ciudades y los pueblos; cartas de los climas y las temperaturas, de las corrientes y los vientos, de la pluviosidad de las regiones, de los cultivos en relación con la industria regional y el comercio exterior, de los tipos de madera y demás recursos naturales útiles, del mundo animal según las zonas climáticas; planchas históricas y de las repúblicas vecinas del Ecuador y Venezuela.

Codazzi ilustró este plan mostrando los trabajos semejantes que había realizado en Venezuela. El Congreso de entonces respondió a esta propuesta ordenando "levantar una carta general de la República y un mapa corográfico de cada una de las provincias dentro del término de 6 años contados desde el primero de enero de 1850"24. Así nació la Comisión Corográfica que habría de tener un impacto significativo en el desarrollo científico no sólo de la geografía sino del conjunto académico del país. Acompañaron a Codazzi un pequeño grupo de extraordinarios talentos: Manuel Ancízar, Manuel María Paz, José Jerónimo Triana, Manuel Ponce de León, Carmelo Fernández, Enrique Price y Ramón Guerra.

Como resultado del trabajo tesonero de Codazzi y demás miembros de la Comisión, desde 1856 se inició una serie de publicaciones de documentos elaborados total o parcialmente con la información recogida por la expedición. En este año se publicó la Geografía física I política de las provincias de la Nueva Granada. Después de la muerte de Codazzi en 1859, cuando se dirigía a la exploración de la Sierra Nevada de Santa Marta, se publicaron en 1861 sus mapas sin terminar, gracias a la recopilación que hiciera Ponce de León. En 1862 Felipe Pérez publica la Geografía y se edita en París, con autoría de Triana y Planchón, el primer tomo de Prodomus florae novo-granatensis, dedicado a las fanerógamas. En 1863 Felipe Pérez publicó la Geografía física y política del estado del Tolima, que incluía algunos textos de Codazzi, sin que se discriminasen claramente los créditos específicos de cada autor. En 1864 dio a luz la Carta geográfica de los Estados unidos de Colombia (antigua

24 Olga Restrepo R, "La comisión corográfica..."

Nueva Granada) construida por orden del gobierno general en arreglo a los trabajos del general Codazzi. Pero las obras derivadas de la Comisión no se agotaban aún. Triana terminó en 1867 el segundo tomo dedicado a los criptogramas y publicó también 1871 la monografía sobre las melastomáceas. Entre 1872 y 1873 los Anales de las Ciencias naturales de París incluyeron apartes de la "Flora de la Nueva Granada" que contenía una monografía de las gutíferas. En 1889 salió la edición del Atlas geográfico e histórico de la República de Colombia (antigua Nueva Granada), que contenía 27 mapas, algunos de ellos de Venezuela y Ecuador. Finalmente, sólo hasta 1953, gracias al patrocinio del Banco Popular se publicó La Peregrinación de Alpha y las láminas de los tres pintores de la Comisión Corográfica25. Pero además de las obras mencionadas, Soriano Lleras, autor del libro Escritos de Codazzi presenta una lista de más de 70 títulos de artículos o trabajos elaborados por el ingeniero italiano.

No podría ser más elocuente el resultado del fructífero trabajo de la mayor gesta científica que haya sido formulada y dirigida por el Estado colombiano en toda su historia republicana. Había en ella un claro sentido prospectivo de conducir el país hacia la modernidad, a partir de una amplia base de conocimiento corográfico (geográfico). Por fuera de la gran obra de la Comisión Corográfica hubo en este período varias publicaciones a manera de compilaciones descriptivas de geografía colombiana, algunas de las cuales se orientaban a la enseñanza. Entre ellas vale mencionar el Catecismo de Geografía de la Nueva Granada en 1870; los Rudimentos de Geografía, Cronología e Historia de Sergio Arboleda en. 1872; la Geografía Especial del Estado de Santander de Antonio María Moreno en 1873; la Geografía Elemental de César Guzmán en 1873; el Diccionario Geográfico de los Estados Unidos de Colombia de Joaquín Esguerra en 1879; la Geografía Especial del Estado de Santander de Eladio Mantilla en 1880; y Colombia, una obra conjunta entre Clímaco Calderón y Mr. Edward E. Britton.

El germen de la geografía moderna, 1889-1950

La obra de Vergara y Velasco, por su calidad y fundamentación científica, a pesar de algunos errores, y por las estrechas relaciones académicas que mantuvo con geógrafos e instituciones geográficas internacionales que le sirvieron de soporte, marca un hito sustantivo en la

25 Beatriz Caballero, Las siete vidas…

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evolución de la geografía colombiana. La publicación de su obra, junto con la fundación de la Sociedad Geográfica de Colombia, la creación de la Oficina de Longitudes, que más tarde daría origen al Instituto Geográfico Militar, y la consolidación de la Escuela Normal Superior, fueron los cuatro hechos más importantes para la geografía en este período. La obra de Vergara y Velasco Blanco26 realizó una exhaustiva revisión de la vida y obra del General Francisco Javier Vergara y Velasco, quien había nacido en Popayán en 1860 y desde pequeño tuvo el privilegio de contar con la excelente biblioteca de su padre, por lo cual, después de una buena formación inicial básica, su desarrollo posterior fue autodidacta. Publicó en 1909 un texto de Geografía Universal. Ingresó al ejército a los 26 años; fue fundador de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, SCI, profesor por concurso de Ciencias Militares. En 1881 publicó el Almanaque y guía ilustrada de Bogotá en coautoría con Francisco José de Vergara, obra que según los autores era el primer libro ilustrado que se publicaba en el país.

Blanco resalta que Vergara se atrevió a discrepar radicalmente de lo que desde el barón de Humboldtse había escrito sobre la edad y consistencia de los materiales de la que Hettner denominó en 1892 "Cordillera de Bogotá" o Cordillera Oriental. Entre 1904 y 1909 realizó su Atlas completo de Geografía colombiana, que constaba de siete fascículos y más de cien mapas, incluyendo un mapa que llamó "Carta seismológica de Colombia", quizá el primero en este campo en el país. En un mapa pequeño, de escala 1:15.000.000, Vergara separa claramente las zonas estables de oriente llanero y del Amazonas, de las inestables al occidente del país. Enfatizando la importancia del trabajo cartográfico en geografía, en el prólogo del Atlas mencionado Vergara escribió:

Quien no sabe leer una carta geográfica moderna ni conoce siquiera los procedimientos de su formación, ni puede dibujar un croquis, o ignora hasta el abc del modelado topográfico, ' moralmente está impedido para entrometerse a hablar de geografía.

Una obra cartográfica importante que le mereció el

premio Charles Maunoir, otorgado por la Societé de Geographie de Paris, fue la Carta de Colombia, publicada en 1906, en escala 1:850.000, xilograbada y en tamaño de 55 por 34 centímetros. Adicionalmente, Vergara recibió reconocimientos y galardones especiales de sociedades geográficas de Europa y América27. Ello indica no sólo la calidad de su trabajo sino su preocupación permanente por mantener correspondencia con centros internacionales de ciencia y cultura.

El 30 de noviembre de 1885 recibió una "Patente de Privilegio" firmada por el Presidente de los Estados Unidos de Colombia para publicar y vender la "Geografía de la República de Colombia, conforme a la Constitución de 1886", anticipándose a la nueva organización territorial que ya se vislumbraba para la futura carta constitucional de 1886. Blanco señala que la inscripción legal de la obra se llevó a cabo el 9 de febrero de 1888 ante el Ministro de Instrucción Pública con un nuevo título: Nueva Geografía de Colombia, conforme al sistema natural de regiones geográficas -Compendio programa.

Continúa Blanco indicando que entre Vergara y el geógrafo francés Reclus existió una "decisiva relación de amistad", con frecuente intercambio académico, pese a que el primero tenía 30 años más de edad que el segundo. En 1893 Vergara prologaba la traducción que él mismo había hecho de la obra La Colombie, elaborada por el geógrafo francés. En ese prólogo, refiriéndose a cómo conoció el trabajo de Reclus, Vergara y Velasco escribe: Desde hace años, cuando por diversas causas, consagré mis ocios (¡!) a estudiar él suelo de Colombia, al recoger libros y documentos sobre tal materia, en uno de ellos encontré el nombre de Reclús. Era el Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta, y su lectura produjo en mi ánimo sensación especialísima. Estaba acostumbrado a encontrar en todos los escritos extranjeros, aún en los más serios, páginas negras sobre Colombia, y por primera vez hallaba una voz de aliento y simpatía sobre mi patria, una defensa de ella ante el mundo civilizado que tan mal la trataba, creyéndola habitada por salvajes. Este libro concluye así: "algunos meses después estaba en Europa, y al volver a mi verdadera patria, me parecía pisaba la tierra del destierro". Desde el fondo de mi alma di las gracias a quien tal concepto escribía, y fue para mí desde entonces motivo de singular afecto...

26 José Agustín Blanco B., "Francisco Javier Vergara y Velasco: Historiador, Geógrafo, Cartógrafo", en Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, vol. 41, Número 125, Bogotá, septiembre de 1997, págs. 34-47.

27 Vergara y Velasco fue reconocido como miembro correspondiente extranjero de la Real Sociedad Geográfica de Madrid, de la Sociedad Geográfica de París, de la Sociedad Geográfica de Neuchatel (Suiza) y de la Sociedad Geográfica de Lima.

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Vergara inició una segunda edición de su obra en 1890 y nueve años más tarde el autor preparó una nueva reedición de su obra, aumentada y corregida, con el nombre de Nueva Geografía de Colombia. Citando al hijo de Vergara, biógrafo de su padre, Blanco escribe que "esta edición es un volumen de 1008 páginas, fuera de apéndices, datos históricos, coordenadas, índices, etc..."28.

Para Vergara esta obra era la continuación de la tarea de Codazzi, que había quedado inconclusa. En 1974 el Banco de la República bajo la dirección del geógrafo y cartógrafo Eduardo Acevedo Latorre hizo la reedición en tres tomos de la Nueva Geografía de Colombia, tal como se conoce hoy.

En 1893, Vergara tradujo de los tomos V y XVIII de la Geografía Universal de Eliseo Reclus, con autorización del autor, las partes correspondientes a nuestro país, las cuales fueron publicadas bajo el título de Colombia. En 1958 se publicó una segunda edición de esta traducción con 574 notas de pié de página, de las cuales más de quinientas corresponden a Vergara y otras a Vicente Restrepo. En el apéndice de esta traducción Vergara incluyó un cuadro de 9 regiones y 36 subdivisiones, que más tarde revisó y amplio a 13 regiones y 43 subdivisiones.

Blanco, apoyándose en algunas citas de los escritos de Vergara, afirma que éste era un "determinista físico-geográfico", condición no extraña en el siglo diecinueve. Pero los vastos conocimientos de Vergara no se apoyaban solamente en los incontables recorridos que había hecho por el territorio del país, sino también en la infatigable lectura de la riqueza de la biblioteca que poseía, donde se encontraban autores contemporáneos a él, incluyendo principalmente a franceses, pero también a alemanes y sudamericanos, además de numerosos mapas del país y de Europa, así como decenas de atlas geográficos de Europa.

No hay duda que la geografía de Vergara ya no era parroquial ni sólo descriptiva, tenía un amplio marco de referencia universal. Probablemente esta y otras razones llevaron a Vila a escribir que "Por ello entendemos que el general Vergara y Velasco debe ser considerado como el iniciador de la geografía moderna en Colombia, a pesar de sus defectos y lagunas"29.

La fundación de la Sociedad Geográfica de Colombia

La Sociedad Geográfica de Colombia, Academia Colombiana de Ciencias Geográficas, es una entidad oficial de carácter cultural, se fundó por el Decreto ejecutivo No. 809 del 20 de agosto de 1903 y fue declarada Cuerpo Consultivo del Gobierno Nacional por mandato del artículo 13 de la ley 86 de 1928; está adscrita al Ministerio de Educación Nacional, por medio del cual recibe recursos económicos de la nación. Es miembro del Colegio Máximo de las Academias de Colombia, junto con las de la Lengua, Historia, Medicina, Jurisprudencia, Ciencias Exactas Físicas y Naturales, Ciencias Económicas, y las Sociedades Colombianas de Ingenieros y Arquitectos30.

Publica desde 1907, con algunas interrupciones, el Boletín de la Sociedad Geográfica, que es la revista geográfica de mayor permanencia en el país, alcanzando actualmente el número 127. En ella han publicado no sólo aficionados a la geografía o a la exploración expedicionaria, como ha sido característico de la mayoría de las Sociedades Geográficas del mundo que se crearon desde el Siglo XVIII, sino también geógrafos destacados en el ámbito nacional, como Ernesto Guhl, Eduardo Acevedo Latorre y José Agustín Blanco, o de nivel internacional, como Pablo Vila y Preston James. El objetivo principal de la Sociedad Geográfica de Colombia es: "fomentar de manera especial los estudios geográficos en general, y particularmente los relativos al territorio de la República en sus distintos aspectos". Como cuerpo Consultivo del Gobierno Nacional "suministrará a los distintos órganos del Poder Público las informaciones que se le soliciten y absolverá las consultas que se le formulen en relación con los diferentes aspectos de la realidad geográfica nacional, como textos, mapas y otros"31.

La creación de la Oficina de Longitudes v Fronteras

Después del esfuerzo que significó la Comisión Corográfica, insuficiente para abarcar la magnitud de la tarea emprendida, y debido tanto a la muerte prematura de Codazzi como a las crecientes dificultades para su financiación, los gobiernos que sucedieron a Mosquera y a José Hilario López parecieron perder el interés de

28 Blanco B., "Francisco Javier Vergara y Velasco..." 29 Pablo Vila, "El Aporte Militar a la Geografía de Colombia", en

Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, Volumen VIl, Número 3, Bogotá, mayo de 1944,.

30 Sociedad Geográfica de Colombia, "La Academia hacia el Futuro, Plan de Acción Institucional", 1998.

31 Ibid.

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continuar y profundizar la gesta científica iniciada, entre otras razones, con el argumento de ser una empresa demasiado onerosa. Quizá por ello, pasaron más de 40 años antes de que el Estado decidiera establecer una institución encargada de levantar y mantener la cartografía del país; con este propósito se creó en 1902 la Oficina de Longitudes y Fronteras adscrita al Ministerio de Relaciones Exteriores, la cual sólo comenzó a actuar en 1910, medio siglo después del formidable trabajo inconcluso de la Comisión.

Al frente de esta Oficina se destacó el ingeniero Julio Garzón Nieto, quien organizó el trabajo a través de dos comisiones de ingenieros que se distribuyeron el territorio nacional para adelantar su tarea. Entre 1910 y 1925 determinaron la longitud con respecto al meridiano de Bogotá y la posición astronómica de más de 1000 puntos del territorio del país y otras tantas altitudes. Las longitudes eran identificadas utilizando como método principal el cambio de señales telegráficas y mediante observaciones astronómicas locales de la hora. Las latitudes eran determinadas por pasos meridianos del sol. Las altitudes se estimaban por medio del hipsómetro, método que había sido inventado por Caldas32. La determinación de esta malla de puntos, con sus correspondientes posiciones astronómicas, fue decisiva para la construcción cartográfica de mapas de escalas pequeñas, valga decir menores de 1:500.000, pero insuficiente para una cartografía de mayor escala.

Como se puede inferir, la labor fue intensa y encomiable si se tiene en cuenta que, como en los tiempos de Caldas y Codazzi, los desplazamientos por el vasto territorio del país tenían que hacerse por zonas de difícil acceso o caminos intransitables, teniendo que transportar equipos que exigían un manejo delicado, como eran los teodolitos, los cronómetros, las brújulas y demás instrumentos portátiles, a lomo de mula o a las espaldas.

En adición a las tareas descritas, la oficina estaba encargada de la organización y dirección de las Comisiones Internacionales de Límites, en cumplimiento de lo cual colaboró en la coordinación de la relación con diversas misiones internacionales y en la asesoría de delegaciones, incluyendo la del protocolo de Río de Janeiro, entre Colombia y el Perú.

Esta Oficina desarrollaría su labor de manera continua hasta el año 1935, cuando se funda el Instituto

Geográfico Agustín Codazzi. Pero como fruto de su trabajo se publicó en 1944 la obra Límites de la República de Colombia, en formato de folleto.

La Creación del Instituto Geográfico Militar

En 1935, el Departamento de Levantamiento del Estado Mayor General del Ejército comenzó a funcionar con el nombre de "Instituto Geográfico Militar". Este instituto, dependiente del Estado mayor del Ejército, se creó ante la propuesta, persistencia y prestigio de Belisario Ruiz Wilches, quien justificó la necesidad de conformar esta institución con el fin de mejorar las técnicas y los equipos de levantamiento de la triangulación geodésica, el trabajo aerofotogramétrico y la restitución cartográfica para desarrollar la trascendental empresa de realizar el levantamiento de la carta topográfica exacta del país33. En un principio, además del cuerpo de dirección encabezado por Ruiz Wilches, el Instituto contaba con tres secciones: astronomía y geodesia, aerofotogrametría y cartografía. En 1936 el Instituto inició la publicación de su Revista Geográfica de Colombia que comenzó estableciendo las normas básicas para la elaboración de los primeros trabajos técnicos.

El Instituto Geográfico Militar v Catastral

En 1940 el Gobierno Nacional reorganizó el Instituto fusionándole la Sección Nacional de Catastro y le cambió el nombre por el de Instituto Geográfico Militar y Catastral. Simultáneamente se creó el Departamento de Avalúos, el Servicio Catastral de Suelos y el Departamento Jurídico. Junto con estas unidades el nuevo Instituto conformó el Centro de Investigaciones Geofísicas y Geodésicas, el Departamento Topográfico, el Departamento Administrativo y las Secciones Departamentales de Catastro. Poco tiempo después se inició el levantamiento de mapas agrológicos, deslindes y control geodésico en el levantamiento de planos de ciudades como Medellín, Manizales, Cartagena, Bucaramanga, Ibagué y Cali.

En 1943 se organizó en Washington la Comisión de Cartografía y bajo sus auspicios empezó a funcionar el Servicio Geodésico Interamericano con el propósito de impulsar el establecimiento de la red geodésica

32 José Ignacio Ruiz, "Instituto Geográfico Agustín Codazzi, su historia -primer período 1935-1958", en Instituto Geográfico "Agustín Codazzi", 1935-1985, Origen, desarrollo y realizaciones, Bogotá, Litografía IGAC 1985.

33 José Ignacio Ruiz, El Instituto Geográfico Militar, en Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, vol. IX, 1957, págs. 427-434.

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continental de primer orden. En consecuencia, el Instituto comenzó a trabajar en la triangulación de primer orden con la asistencia del mencionado Servicio Geodésico Interamericano y se adelantó la red de segundo orden, dando inicio también a la nivelación geodésica de alta precisión, lo cual permitió desarrollos importantes en el trabajo aerofotográfico.

La consolidación de la Escuela Normal Superior

Una misión educativa alemana que había venido a Tunja en 1927, dirigida por el maestro Julius Sieber, sería el origen de la Escuela Normal Superior, institución a la cual debe tanto la academia colombiana en todos sus campos. La idea se cristalizó en Bogotá en 1938 cuando se creó oficialmente este ente de educación superior. Fue en ella donde se organizaron por primera vez cursos de geografía a nivel universitario, como parte del currículo de Ciencias Sociales que estuvo orientado a la formación de profesores para la educación secundaria34. Allí serían maestros de geografía varios extranjeros recién llegados al país, como Pablo Vila y Ernesto Guhl, que tendrían una destacada y prolongada figuración en la geografía colombiana, y algunos nacionales de importantes realizaciones, como Eduardo Acevedo Latorre.

El arranque de la geografía moderna, 1950-1984.

En este período continuador de la posguerra se transforman las bases para el desarrollo de la geografía moderna en Colombia y emerge la intensa presencia de geógrafos norteamericanos en el país. El Instituto Geográfico Militar y Catastral pasa a ser una entidad civil; se funda la Universidad de Bogotá "Jorge Tadeo Lozano" y dentro de ella la primera facultad de geografía en Colombia, aunque pronto esta última se reestructurara como Facultad de Ingeniería Geográfica. Los geógrafos norteamericanos que iniciaron sus investigaciones en el país, en su mayoría estaban formándose o habían sido formados en programas posgraduados, algunos doctorales, de diferentes universidades de los Estados Unidos con interés en Colombia y América Latina, circunstancia que favorecía una metodología sistemática en la ejecución de sus investigaciones.

La creación y evolución del Instituto Geográfico "Agustín Codazzi"

Por disposición del gobierno del presidente Ospina Pérez el 8 de febrero de 1950 se ordenó que el Instituto Geográfico Militar y Catastral cambiara el nombre por el de Instituto Geográfico "Agustín Codazzi", IGAC, en memoria de quien hacia 100 años había liderado la Comisión Corográfica. En ese mismo año el presidente Mariano Ospina Rodríguez ordenó la construcción de un nuevo edificio para el Instituto en un predio cedido por la Universidad Nacional de Colombia, la cual se inició en agosto de 195435.

Entre 1949 y 1958, bajo la dirección del ingeniero José Ignacio Ruiz se crearon en el Instituto nuevos departamentos y secciones, como el Departamento de Investigaciones Geoeconómicas, la Sección de enlace con el Servicio Geodésico Interamericano, la sección de recopilación de Cartas y el Observatorio Geomagnético en la Isla de El Santuario.

En 1958, durante el gobierno de la Junta Militar, los servicios del instituto fueron reunificados y se convirtió en un organismo descentralizado. El IGAC continuaba con las mismas funciones establecidas en los decretos previos, pero además incorporaría las oficinas y dependencias que el año anterior habían sido adscritas al Ministerio de Hacienda y otras que aún permanecían en el Ministerio de Guerra; así mismo se autorizaba al gobierno para reorganizar su funcionamiento36. Antes de terminar su gobierno, la Junta organizó detalladamente al Instituto Geográfico "Agustín Codazzi", definiéndolo como entidad descentralizada, con personería jurídica

...encargada de elaborar los mapas del país, de clasificar los suelos, establecer los servicios de meteorología e hidrología, formar y conservar el catastro y realizar investigaciones científicas astronómicas, edafológicas, geodésicas y geográficas para orientar ; los demás servicios del Instituto y promover el intercambio cultural con entidades similares del país y del exterior. A partir de este año, el IGAC se organizó en cinco departamentos: Investigaciones, Cartográfico, Agrológico, Catastro y Administrativo37.

Un hecho para resaltar de esta reestructuración del Instituto fue la incorporación expresa dentro de sus funciones de "realizar investigaciones científicas"

34 Rucinque, Cincuenta años

35 José Ignacio Ruiz, "Instituto geográfico A.C.... 36 Julio Carrizosa U., "Instituto Geográfico "Agustin Codazzi",

Segundo Período 1959-1985", en Instituto Geográfico Agustín Codazzi, 1935-1985. Origen, desarrollo y realizaciones, Bogotá, Litografía IGAC, 1985.

37 Ibid.

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,

(astronómicas, edafológicas, geodésicas, geofísicas y geográficas), lo cual se entendió como la necesidad de equilibrar el predominio del desarrollo de servicios técnicos que había tenido el IGAC, con el fomento de la investigación básica, circunstancia que aproximaba al Instituto a una Universidad de Investigación, lo cual resultaba en una perspectiva muy positiva, especialmente desde el ángulo de las posibilidades para la investigación geográfica. Carrizosa comenta que en una primera fase el Grupo de Geografía, que se organizó con la asesoría de Ernesto Guhl, inició una serie de actividades investigativas, entre las que se mencionan unos estudios regionales para identificar procesos de colonización campesina, un atlas integral para identificar otras regiones colonizables con destino a los programas de rehabilitación de las víctimas de la violencia, un estudio de las regiones "geográfico-económicas" y el inicio de un mapa "socio-geográfico" del país. Fue desafortunado que ninguno de estos trabajos se hubiese publicado.

Entre 1959 y 1960 el IGAC reconstruyó el catastro técnico, inició las investigaciones geográficas y geofísicas, elaboró el Plano de Bogotá a escala 1: 2000 para el Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado, inició la construcción de mapas planimétricos destinados a la realización de programas de colonización de Arauca y elaboró planos de escala 1:5000 para la localización de las estaciones del ferrocarril del Atlántico y los distritos de riego de la caja Agraria en Sinú y Betania, así como los proyectos de riego de Río Prado, Río Nare y Río Sogamoso. En estos mismos años el IGAC, con la colaboración del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, elaboró por primera vez el mapa ecológico basado en el concepto de Zonas de Vida o Formaciones Vegetales de Holdridge. El Instituto lideró la nueva edición del Mapa Histórico-Político del país.

En el año 1961, el IGAC participó activamente en la polémica sobre la necesidad de un cambio en los sistemas de tenencia de la tierra en el país. Su condición de institución depositaría de la información sobre la propiedad raíz y la calidad agrológica de los suelos, le permitía aportar datos básicos para la discusión. El Instituto preparó, a través del padre Enrique Pérez Arbeláez y Ernesto Guhl, una detallada exposición titulada "Geografía y Reforma Agraria" con el fin de ¡lustrar el problema agrario y resaltar el papel del IGAC en un eventual proceso de reforma agraria. El resultado de esta legítima iniciativa del Instituto y de sus avances en el levantamiento catastral fue paradójico: el Congreso solicitó la suspensión provisional de los reavalúos

catastrales so pena de "un alza general de los costos de toda la producción agrícola y pecuaria nacional"38.

De 1962 a 1966 el IGAC recibe ayuda de la Alianza para el Progreso para desarrollar el Proyecto "Estudio de Recursos Básicos", con el cual la institución irá a financiar su desarrollo tecnológico durante casi una década, tanto para la modernización de los métodos cartográficos como para el mejoramiento de los laboratorios para análisis de suelos. Durante estos años, el Instituto hizo la conversión total del predominantemente catastro fiscal en un catastro más próximo a la realidad de la propiedad raíz y se definió el concepto de catastro jurídico-fiscal; inició, también, la elaboración del Atlas de Colombia y del Diccionario Geográfico de Colombia.

En relación con el "Programa de Estudios Básicos" auspiciado por los Estados Unidos, que tomaba forma en estos años, hay que recordar que había resurgido en 1959 cuando en la División de Estudios Económicos del Banco de la República Eduardo Acevedo Latorre, con asesoría de Ernesto Guhl, había iniciado la publicación del Atlas de Economía Colombiana. Esta misma preocupación la había tenido el padre Pérez Arbeláez desde que publicara su obra Plantas Útiles de Colombia y que el padre había continuado con el apoyo del IGAC hasta dar origen a la serie Recursos Naturales de Colombia, cuya utilización provechosa serviría para ejecutar efectivamente la reforma agraria y para lograr medidas adecuadas de conservación de los recursos39.

Lo más importante desde el punto de vista técnico fue la obtención de fotografías aéreas y control geodésico, cartas planimétricas y topográficas, levantamientos catastrales, estudios de suelos, inventarios forestales, revisión de titulación y datos hidráulicos. No menos urgente es la investigación y el entrenamiento de personal requerido para el uso más efectivo de la información para la promoción del desarrollo económico y social de la nación40. Este "Programa de Estudios Básicos" fue especialmente importante para el Instituto ya que permitió el mejoramiento de los laboratorios del departamento Agrológico (suelos y riego), y de equipo e instrumentos de geodesia, cartografía y catastro.

Debido a que la ley 81 de 1960 le otorgó al IGAC funciones relacionadas con el sistema impositivo de las capitales departamentales o de ciudades que

38 Ibid 39 Véase ibid. 40 Ibid.

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sobrepasaran los 100.000 habitantes, las cuales podrían establecer "Zonas de Acción Urbana", previo concepto del Instituto, éste creó en el Departamento de Catastro una Sección de Urbanismo, que bajo la orientación del Dr. Hans Rother de la Universidad Nacional de Colombia elaboró planes de desarrollo urbano para las ciudades de Cartagena, Ibagué, Pereira, Valledupar, Girardot, Pasto y Tuluá.

Por aquel mismo período, y ante las inquietudes sobre el precario desarrollo de la geografía, el IGAC encargó al Dr. Eduardo Acevedo Latorre la elaboración del primer Atlas General de Colombia y del Diccionario Geográfico de la República. Designó también a un grupo de especialistas la elaboración de la "Geografía Extensa de Colombia". Las obras dirigidas por Acevedo Latorre llegarían a publicarse, no así la "Geografía Extensa de Colombia", cuyos borradores no merecieron esa suerte.

Como se sabe, durante el período de 1966 a 1970, el IGAC modificó su dirección, bajo la tutela del ministerio de Hacienda. En ese entonces la idea de planeación permeó todo el andamiaje gubernamental, liderada por el Departamento Administrativo Nacional de Planeación, DNP, recién creado. Los planificadores acudieron al Instituto en busca de fotografías aéreas, cartas topográficas y estudios de suelos para darle sustento a sus diagnósticos y planes. Por iniciativa del padre Pérez Arbeláez se continuó con la serie sobre Recursos Naturales de Colombia, publicándose cuatro títulos: Fronteras Terrestres, Historia de los Terremotos en Colombia, Reseña Histórica de la Geografía de Colombia y Amazonia.

En estos años se inició un programa de reavalúo con base en el concepto de catastro jurídico-fiscal; la presencia del padre Enrique Pérez Arbeláez fue determinante en la iniciación de publicaciones de divulgación o apoyo a la docencia, se creó en 1969 la Dirección de Estudios Geogr.<ficos con el objetivo de "adelantar los estudios e investigaciones que propendan al conocimiento y divulgación de la geografía colombiana para coadyuvar a los planes de desarrollo del país", designando como primer director de esta unidad al General (r) Julio Londoño, quien tuvo como asesores a Acevedo Latorre y Guhl. Esta Dirección continuó el trabajo del Diccionario Geográfico de Colombia, supervisó la primera y segunda edición del Atlas e inició la edición de monografías departamentales con el fin de ordenar el conocimiento existente sobre cada departamento. Se alcanzaron a publicar las monografías de Antioquia y Sucre y se iniciaron las de Risaralda, Cesar, Magdalena y Atlántico. Fue importante la edición del

Atlas Básico de Colombia, que consistió en una reducción y simplificación del Atlas de Colombia, puesto por primera vez al alcance de la población escolar del país; se preparó un mapa vial del país de escala 1:2 000 000 y se inició el diseño, elaboración y publicación de las primeras hojas de ruta con destino a los turistas. Por esta época, el Instituto colaboró con el gobierno nacional en el diseño y gestación de la CAR, el CIAF y el SCMH. También por estos años el IGAC adquirió una prensa litográfica con capacidad para imprimir formatos grandes en varios colores, dotándose de un excelente taller de publicaciones de mapas y libros técnicos. Había alcanzado el IGAC un gran prestigio nacional e internacional, equiparable en América Latina a aquel que desde hacía tiempo gozaba el Instituto Caro y Cuervo.

Entre los años 1970 y 1974 surgió como prioridad el conocimiento de la Amazonia colombiana como resultado de la cooperación con el Comité de Naciones Unidas sobre el Hombre y la Biosfera. En esta tarea tuvo que enfrentarse el Instituto con la escogencia de instrumentos adecuados para el levantamiento de un mapa básico de la Amazonia colombiana y para ello escogió entre varias el Radar Lateral, basado en que éste había sido utilizado en la Amazonia brasileña. La información recolectada sirvió de base para el estudio de los recursos naturales y el potencial de desarrollo de la región a través del Proyecto Radargramétrico finalizado en 1978. Al finalizar este proyecto, con la publicación de los mapas-imágenes el país pudo contar con cartografía moderna de un 85 % de su territorio.

En 1971 se celebró en la sede del Instituto la V Reunión Especial del Comité de Recursos Naturales Básicos del Instituto Panamericano de Geografía e Historia y paralelamente el Primer Congreso Colombiano sobre Recursos Naturales; ésto ocurría un año antes de la reunión de Naciones Unidas en Estocolmo sobre Medio Humano. De estas actividades se originó la propuesta de

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elaborar un Código del Ambiente, idea que se concreto unos años más tarde. Al final de este período el Ministerio de Agricultura contrató con el IGAC el Programa Nacional de Clasificación de Suelos, PROCLAS, para proveer al país de un mapa general de suelos, el cual, junto con el mapa ecológico y otros, deberían ser la base para el fundamento futuro de la política agropecuaria.

En 1971 se ofrecieron por primera vez a través del Servicio Interamericano de Geodesia imágenes de satélite al IGAC mediante el Programa EROS (Sistema de Observación de los Recursos de la Tierra), y se organizaron grupos de trabajo con el Instituto Colombiano para la Reforma Agraria, INCORA, el Instituto Colombiano para la Defensa de los Recursos Naturales Renovables, INDERENA, y otras entidades. Los primeros trabajos se concentraron en la identificación de casos de deterioro ambiental: la bahía de Cartagena y la salinización del Distrito de Riego de Atlántico Sur.

Para responder a la demanda del gobierno por estudios regionales, el IGAC transformó la sección de Urbanismo en la de Investigaciones Regionales, bajo la jefatura del sociólogo Alvaro Camacho Guizado. Con la colaboración de la Universidad Nacional de Colombia, el IGAC desarrolló metodologías de trabajo interdisciplinario y produjo el Plan Piloto de Girardot y un análisis del proceso de colonización en el Putumayo. Este grupo intentó realizar de manera integral el estudio de Urabá y el de la Guajira; además organizó un seminario sobre la Orinoquía. En 1978 el IGAC culminó con éxito el primer Plan Integral que elaboraba, sobre la Región del Darién. Esta trabajo le valió para ser sede del Seminario Nacional sobre "Estrategia y Estudios Integrados para el Desarrollo Regional de la Orinoquia Colombiana" patrocinado por la Organización de Estados Americanos, OEA, y la cooperación holandesa. En 1971 se terminó la labor de recopilación e identificación de topónimos iniciada en 1963 por Acevedo Latorre y se publicó el Diccionario Geográfico de Colombia. Ese mismo año el mismo Acevedo propuso la elaboración de un Nuevo Atlas de Colombia que expresara las conocimientos acumulados de geografía hasta ese momento; este trabajo fue publicado en 1979 y se reeditó con algunas modificaciones en 1985 fecha del cincuentenario del Instituto.

De otra parte, el Instituto continuó con la elaboración y publicación de mapas viales y hojas de ruta, así como de mapas urbanos plegables de varias ciudades del país; se inició un proyecto experimental de divulgación de información geográfica a un grupo de

municipios y productores agropecuarios; se hizo un esfuerzo porque se hiciera Geografía para el Desarrollo poniendo los Atlas, las monografías y los mapas al acceso de muchos colombianos; el archivo técnico se convirtió en Centro de Información Geográfica.

De 1974 a 1978 el Instituto adelantó con la asesoría técnica de Holanda, el proyecto Radargramétrico del Amazonas con el fin de hacer un inventario de los recursos de esa región; amplió y mejoró la cobertura catastral; con la dirección del ingeniero geógrafo Alfonso Pérez Preciado continuó con la elaboración del Nuevo Atlas de Colombia bajo la responsabilidad de Acevedo Latorre; se inició la publicación con asesoría de la cooperación francesa de los Atlas Regionales del Caribe, los Andes, Amazonas, Orinoquía y El Pacífico; se amplió sustancialmente la cobertura aerofotográfica del país; en 1978 se inició la prestación de servicios de Centros de Información Geográfica en once capitales de Departamento facilitando la consecución de documentos geográficos fuera de Bogotá; se publicó el Manual de Iniciación al uso de mapas y Fotografías Aéreas y el Manual de percepción Remota en Geografía Física.

Entre 1978 y 1982 el IGAC publicó 21 mapas departamentales; dedicó esfuerzos significativos en tres proyectos: fomento de ciudades intermedias, conservación de la cuenca alta del río Magdalena y la identificación de límites en nuevos resguardos indígenas; y se fortalecieron los estudios geográficos. Se reestructuró la subdirección de Investigación y Divulgación Geográfica en dos Divisiones básicas: Investigaciones Geográficas y Extensión y Enseñanza Geográfica; se inició una nueva serie de publicaciones, Análisis Geográfico que marcaba un salto en la investigación geográfica, como lo demostraron los dos primeros números: "Aspectos Geográficos del Sector Andino Nariñense" y "Tipologías de Áreas No Polarizadas"; se comenzó un proyecto de caracterización de los procesos de colonización del país y el Estudio Ecodinámico de los Andes, con la asesoría de la Universidad de Amsterdam; se continuó con el Programa de Estudios de Suelos que permitió elaborar por primera vez el Mapa de Suelos a escala 1:1 500 000 que fue publicado en 1983; se entró en un proceso de sistematización adoptando procesos cartográficos ortofostocópicos y la introducción de todo el archivo catastral en memorias electrónicas41.

41 Julio Carrizosa, "Instituto geográfico...1

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La Fundación de la Facultad de Geografía en la Universidad "Jorqe Tadeo Lozano"

Los fundadores de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en 1954 se inspiraron en la Comisión Corográfica del Siglo XIX y orientaron inicialmente la institución hacia la formación superior en campos relacionados con el conocimiento y manejo de los recursos naturales del país. Con este propósito crearon, entre otras, por primera vez, una Facultad de Geografía en el país. Los fines planteados entonces para la creación de la Facultad nos los recuerda Joaquín Molano Campuzano42, uno de los fundadores de esa Universidad, e incluían el estudio científico de la realidad geográfica de Colombia; la preparación técnica en todas las ramas de la geografía general y de las ciencias conexas con propósitos investigativos; la enseñanza y análisis de la geografía general de la América tropical y de Colombia; y el perfeccionamiento de aquellas personas al servicio del . Estado, los departamentos, los municipios, las federaciones, los consorcios, etc., que por razón de sus cargos necesitaran conocer perfectamente la geografía de Colombia, levantar mapas y planos, hacer análisis integrales de áreas, planeamiento regional y zonificación que deben ser previos a los planes de desarrollo económico.

Años más tarde, la Facultad de Geografía se transformó en Facultad de Ingeniería Geográfica y de ella

42 Universidad Jorge Tadeo Lozano, indice del Boletín Informativo de la Sociedad Geográfica de Colombia, Bogotá, 1974.

egresaron hasta mediados de los años noventa, cuando tuvo que cerrarse por baja demanda y costos, cerca de cuatrocientos ingenieros geógrafos, cuya mayoría se dedicaron a la actividad geográfica y hacen parte de su comunidad académica.

El auge de la investigación extranjera

Durante la primera parte del período que se viene considerando, que coincide con los años subsiguientes a la Segunda Guerra Mundial, se produce una inusitada presencia de geógrafos norteamericanos en el país con el fin de adelantar cuidadosas investigaciones. Para Blanco, el interés de un número significativo de profesores y estudiantes de geografía superior de los Estados Unidos por los países de América Latina obedeció a que muchos ciudadanos de ese país comprendieron que una parte de los problemas norteamericanos tenían sus raíces lejos de su territorio nacional43.

Crist, profesor de la Universidad de Florida, fue quien comenzó en 1952 la lista de los geógrafos estadounidenses que adelantaron importantes investigaciones de geografía regional y sistemática en el país en este período. Publicó en ese año The Cauca Valley y en 1957, con la colaboración de Ernesto Guhl, el artículo "Pioneer Settlement in Eastern Colombia". A estos trabajos, expresión del desarrollo de la geografía humana en Norteamérica en esa época, le seguirían otros artículos sobre diferentes regiones y tópicos de Colombia, la mayoría traducidos al español44.

En el mismo año 1952' Eidt, de la Universidad de California, publicó un artículo sobre "Climatología de Cundinamarca", aplicando el sistema de Clasificación de Koeppen a la identificación climática de este departamento, abriendo un filón para la profundización en el examen de la climatología colombiana45. Aprovechando las notas de campo recogidas durante el trabajo anterior, Eidt publicó en 1954 "Land utilization in the Highland Basins of the Cordillera Oriental, Colombia" acerca del proceso del poblamiento y del uso de la tierra en la Sabana de Bogotá.

43 José A. Blanco B., "Investigaciones Geográficas de Extranjeros en ' Colombia después de la Segunda Guerra Mundial" en El Correo Geográfico, vol. I, Número 2, Bogotá, Diciembre, 1970. 44 Raymond Crist E., Por los Países Tropicales, 1942-1975. Bogotá, Fondo FEN Colombia-Universidad Nacional de Colombia, 1987. 45 obert Eidt, "Climatología de Cundinamarca", en Revista de la Academia de ciencias Exactas, Físicas y Naturales, Número 32,1952.

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West, graduado de la Universidad de Lousiana, elaboró un estudio titulado Placer Mining in Colombia, que fue publicado por esa misma Universidad en 1952 y trata sobre la minería de aluvión en el país de aquel entonces. El interés de West por la geografía del país continuó y en los años siguientes se dedicó a su investigación doctoral sobre "The Pacific Lowlands of Colombia", una obra extraordinaria de geografía integral, física y humana, de esta región.

Blanco hace notar el trabajo de Le Roy Gordon publicado en 1957 con el título "Human Geography and Ecology in the Sinú Country of Colombia", en el cual se describen los procesos de poblamiento de estos territorios, desde la ocupación de los aborígenes, más tarde los españoles y luego los mestizos colombianos46.

Dos años antes del período que venimos considerando, en 1948, haría aparición el primer trabajo de James Parsons bajo el título de Antioqueño Colonization in Western Colombia, traducido al español en 1950 y publicado inmediatamente bajo el nombre de La Colonización Antioqueña. Esta obra, su tésis doctoral orientada en la perspectiva de la geografía histórica y cultural, se convertiría en un clásico de la geografía humana de Colombia; fundamental para comprender el poblamiento de lo que hoy es Caldas, Quindío, Risaralda, el noroccidente de los departamentos deTolima y Valle a finales del Siglo XIX y principios del XX. Pero este era sólo el comienzo de una fructífera y valiosa producción investigativa de Parsons en Colombia y América Latina; le seguirían "The Settlement of de Sinú of Colombia" en 1952, "San Andrés and Providencia English-Speaking Islands in the Western Caribean" en 1956, "Ancient Ridged Fields of the San Jorge River Floodplain, Colombia" en 1966 y "Antioquia's Corridor to Sea: An historical geography of the settlement of Uraba" en 1967. La mayoría de estos trabajos han sido traducidos y publicados individualmente, pero en 1992 se editó una compilación de la mayoría de ellos47. Blanco agrega otros escritos dedicados a la colonización de los Llanos Orientales de Colombia, uno de ellos en compañía del geógrafo suizo Dieter Brunschweiler, radicado en Estados Unidos48.

Para terminar la lista de trabajos de geógrafos

46 Blanco, "Investigaciones Geográficas..." 47 James Parsons J., Las Regiones Tropicales Americanas.

Edición de Joaquín Molano B., Bogotá, Universidad Nacional de Colombia - Fondo FEN Colombia; 1992.

48 Blanco, "Investigaciones geográficas...”

provenientes de los Estados Unidos en este

período se menciona la tesis de Rolf Jürgen Wesche, de la Universidad de Florida, con el título de "The Settler Wedge of the Upper Putumayo River", terminada en 1967, que trata sobre el poblamiento y la lucha por la tenencia de la tierra en la parte alta del Putumayo. No obstante que fue la geografía norteamericana la más activa y trascendental durante este período, la presencia de geógrafos europeos, especialmente alemanes fue también importante, destacándose en primer lugar la labor docente e investigativa de Guhl, quien llegó al país al iniciarse la segunda guerra mundial y se quedó definitivamente, manteniendo una permanente actividad geográfica. Entre sus obras de este período se destacan Temas Colombianos: Estudios Geográficos en 1972, La Geografía de las Comunicaciones en 1975 y Colombia: Bosquejo de su Geografía Tropical en 1976, quizá la obra individual más importante de este geógrafo autodidacta49.

Además de Guhl, otros alemanes realizaron trabajos geográficos en el país, entre ellos Blanco menciona la tesis de licenciatura de Wolfgang Brücher titulada "El Proceso de Colonización del Piedemonte Llanero de 1955 a 1965", de la Universidad deTubingen, y la obra de Carl Troll y otros sobre "El Nuevo Delta del Río Sinú en la Costa colombiana del Caribe. Una interpretación cartográfica de fotografías aéreas" en 196550.

También visitaron el país geógrafos británicos en formación, como fue el caso de Bruce May, quien presentó en 1968 su tesis "An Geographical Study of the Leticia Región in Colombia" y el trabajo de R. A. Donkin terminado en 1970 con el nombre de "Pre-Columbian environment and settlement in the altiplano of Bogotá-Cundinamarca, Colombia", ambos citados por Blanco51.

Pero además del interés académico de los extranjeros mencionados, algunos viajeros visitantes representaban la innegable motivación material de los intereses estadounidenses, cuestión que se colige de la presencia de determinados expertos que vinieron contratados por agencias gubernamentales norteamericanas y por empresas privadas, como fue el caso de algunas caucheras que enviaron exploradores a la Amazonía.

49 Ernesto Guhl, Temas Colombianos: Estudios Geográficos. Bogotá, Instituto Colombiano de economía. 1975. Guhl "La Geografía de las Comunicaciones", en Colombia Geográfica, vol. V, Número 1,1975. Guhl, Colombia: Bosquejo de su Geografía Tropical. Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1976. 50 Blanco, "Investigaciones geográficas… 51 Ibid

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La Fundación de ACOGE

Por iniciativa de Rucinque en 1967 se funda la Asociación Colombiana de geógrafos, ACOGE, con el fin de agrupar de manera corporativa a los pocos académicos y profesionales de la geografía que existían entonces, la mayoría autodidactas o provenientes de otras profesiones afines. Sin duda, esta organización contribuiría a mantener vivas las aspiraciones de los geógrafos colombianos.

Durante este período, ACOGE publico su revista El Correo Geográfico y realizó de manera continuada congresos de geografía así: Villa de Leiva (1969), Villavicencio (1971), Paipa (1973), Villavicencio (1975), Paipa (1977), Armenia (1978), Medellín (1980), Tunja-Paipa (1982) y Barranquilla (1984). El congreso de 1977 en Paipa fue el primer congreso geográfico de carácter internacional con asistencia de destacadas figuras de la geografía latinoamericanista.

La consolidación académica y profesional de la geografía, 1984-...

En este período inicia el proceso de consolidación de la institucionalización académica de la geografía en la educación superior, mediante la creación de los primeros programas de posgrado y pregrado de geografía en el país. Se creó inicialmente el Programa de Estudios de Posgrado en Geografía, mediante convenio entre el IGAC y la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, UPTC, programa que comenzó actividades en 1984; y, diez años después, el primer programa de pregrado en la Universidad Nacional de Colombia, que inició labores en 1994. En esta misma década se abrirían otros dos programas de pregrado en las universidades de Nariño y Cauca.

El programa de Estudios de Posqrado en Geografía, EPG.

Bajo el liderazgo de Héctor Rucinque, la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, UPTC, que desde cuando pertenecía a la Escuela Normal Superior había mantenido la iniciativa en la promoción de eventos orientados al progreso de la geografía, estableció un convenio con el Instituto Geográfico Agustín Codazzi para poner en marcha un Programa de Posgrados en Geografía, cuya actividad inició en el segundo semestre de 1984, con la apertura del primer programa de Maestría en Geografía en el país.

Durante su primera fase, el programa tuvo la fortuna de tener como profesores a tres de los cuatro Doctores en Geografía que había entonces en el país: Héctor Rucinque, Ph. D., de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, Antonio Flórez, Ph. D. de la Universidad de Amsterdam, Holanda, y Gustavo Montañez Gómez, Ph. D. de la Universidad de Florida, Gainesville, Estados Unidos. El primero tenía ya varios años de haber regresado al país, mientras los dos últimos acababan de llegar, después de terminar su doctorado en el exterior. Una porción de los estudiantes de las primeras promociones eran profesores de geografía de diferentes universidades públicas y privadas.

En los cerca de 15 años el Programa ha trabajado intensamente en la formación en teoría geográfica, en la estructuración metodológica y en el dominio de instrumentos y técnicas de investigación. La incorporación de los dos primeros aspectos fue relativamente nueva en la formación sistemática de los geógrafos en Colombia. Por ello, sin duda, los egresados de este programa tienen una formación en la geografía científica moderna, condición que augura nuevos procesos en la construcción de su comunidad académica. Sin duda, la renovación y ampliación de la comunidad de geógrafos en los años recientes se debe en gran medida al papel jugado por el Programa de Estudios de Postgrado en Geografía de la UPTC-IGAC, mediante el cual se han ido formando los nuevos geógrafos, en contacto con enfoques recientes, como la geografía de la percepción, la geografía crítica y la geografía humanística, además de haber incorporado entre sus fortalezas instrumentales la utilización de los Sistemas de información geográfica.

La creación de la carreras de geografía

El Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia se creó en los años sesenta como una unidad de servicios de la Facultad de Educación y logró subsistir después del cierre de ésta al incorporarlo a la actual Facultad de Ciencias Humanas. En un principio, la

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mayoría de sus profesores habían sido formados como licenciados de ciencias sociales o como ingenieros geógrafos egresados de la Universidad Tadeo Lozano; otros fueron esencialmente autodidactas, como Ernesto Guhl, quien como se sabe llegó a ser un personaje importante de la geografía en Colombia. Algunos de ellos cursaron programas de posgrado en universidades extranjeras y se han destacado no sólo en la docencia de la geografía sino también en la investigación, como es el caso de José Agustín Blanco, Camilo Domínguez y Joaquín Molano Barrero. El primero se ha destacado principalmente por sus trabajos significativos en geografía histórica, el segundo es un conocido amazonólogo y el tercero es reconocido en el campo de la biogeografía.

Hay además ahora en el Departamento una nueva generación de profesores que, sin tener la experiencia de campo que caracterizó a la generación anterior, posee una formación básica y posgraduada en teoría y metodología geográfica, e incluso algunos han cursado y obtenido el doctorado en prestigiosas universidades de Europa y Estados Unidos. El trabajo del departamento en términos investigativos se expone principalmente en su revista Cuadernos de Geografía, pero también es frecuente la publicación de artículos y libros por parte de los profesores.

Después de 26 años de funcionar como Departamento de servicios y de haber presentado varios intentos fallidos por crear una carrera de geografía, el Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, bajo la dirección de Joaquín Molano Barrero, con la decisiva colaboración de Gustavo Montañez52 en la redacción del proyecto definitivo, y el apoyo de los demás profesores del Departamento, aprobó la creación del primer programa de pregrado en

52 La justificación y el marco teórico del proyecto de pregrado es prácticamente extractado del ensayo que Gustavo Montañez presentó para ingresar como profesor al Departamento de Geografía de la Universidad Nacional de Colombia.

geografía, hecho notable si se tiene en cuenta que su aplazamiento había demorado tanto tiempo, desde que en los planos originales de las instalaciones previstas en el Alma Mater figuraba un espacio proyectado para la Escuela de Geografía.

La carrera se inició en 1994, con ingreso anual; hasta el momento se han graduado cerca de una decena de geógrafos, con tesis de temáticas y enfoques diversos, indicando la enorme potencialidad de la geografía para abordar diferentes problemas.

Pero a partir de la apertura del pregrado en la Universidad Nacional de Colombia, los años noventa fueron pródigos en la creación de otros programas de este nivel en el país, en la Universidad de Nariño y en la Universidad del Cauca. Además del efecto demostración que significó el Programa de la Nacional, otros factores incidieron en esta tendencia, entre ellos la crisis de los programas de ciencias sociales en las universidades pedagógicas y el reconocimiento explícito que la nueva constitución hizo de la cuestión territorial, además del auge del movimiento ambientalista.

El Colegio de Geógrafos

La persistencia de Héctor Rucinque en su afán de institucionalizar de manera corporativa la profesión de geógrafo lo llevó a preparar un proyecto de ley que tenía como propósito lograr su reconocimiento legal. El Congreso tramitó y aprobó la denominada Ley del Geógrafo en 1993. A partir de entonces los geógrafos tienen el derecho de reclamar espacios para el ejercicio de su profesión. En virtud de esta ley se creó el Colegio de Geógrafos, organismo reconocido por el Estado para expedir las tarjetas profesionales a quienes reúnan las condiciones que la ley y el Colegio exigen.

La consolidación de ACOGE

La Asociación Colombiana de Geógrafos, ACOGE, se consolidó con el ingreso de los graduados de la maestría y los doctorados recién llegados. Continuó con sus congresos académicos en Armenia (1987), Montería (1989), Santa Fé de Bogotá (1992), Florencia (1994), Ibagué (1996), Tunja (1998). Sobresalen como eventos de trascendencia en este período el Primer Encuentro de Geógrafos Latinoamericanos que tuvo lugar en San Juan de Pasto, en Agosto de 1991 y la traída de geógrafos importantes como Horacio Cápela y Milton Santos en la década de los noventa. En cuanto a publicaciones, la Asociación edita ahora su revista con el nombre de

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Trimestre Geográfico, la cual no ha podido mantener una entrega regular en los últimos años.

Las vicisitudes del IGAC

Un hecho para destacar en la historia del Instituto fue siempre el imperativo de cada administración de continuar con la obra de las anteriores, al menos hasta la administración de Gloria Cecilia Barney entre 1990 y 1994, cuando la aplicación de una receta burda del neoliberalismo a una entidad de tanto prestigio nacional e internacional, prácticamente la sacó de su rumbo como una de las más serias y valiosas instituciones del Estado.

Pese a la rica información que el IGAC ha producido, su utilización adecuada y pertinente en los grandes y pequeños proyectos de desarrollo parece haber sido parcial cuando no ignorada. Nuestro pueblo tiene en general muy pocas destrezas en el manejo de mapas y menos una conciencia de los valores geográficos que poseemos como país. El reconocimiento al IGAC se dará en la medida en que se progrese en la educación geográfica, pero para ello se requieren profundos cambios en los contenidos y la pedagogía del proceso enseñanza-aprendizaje de la geografía no sólo en la educación básica sino también la educación superior. Ojala la creciente ampliación y cualificación de la comunidad académica de geógrafos asuma con responsabilidad esta tarea inaplazable y el Estado colombiano no sea inferior a este compromiso.

Perspectivas de la Geografía Colombiana

Nunca antes la geografía colombiana había tenido mejores condiciones para consolidar su desarrollo que al entrar al tercer milenio, cuando se han establecido tres programas de pregrado en Geografía y se mantiene un programa de maestría; todos en diferentes universidades públicas del país; con profesores formados de manera sistemática en la disciplina geográfica en diferentes escuelas del mundo, con diversidad de intereses y tendencias académicas específicas.

Esta comunidad académica de creciente amplitud y formación será la base para garantizar la continuidad de la investigación y producción geográfica, derrotando la intermitencia y el destello individual que nos han caracterizado en el pasado. De esta manera, la geografía podrá en nuestro medio evidenciarse más claramente como disciplina social.

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Inicios de la Antropología en Colombia 1

Roberto Pineda Giraldo*

En el artículo se hace un detallado recuento de los orígenes de la disciplina antropológica en Colombia, partiendo del trabajo pionero de Schottelius y Rivet antes de la mitad del siglo en la Escuela Normal Superior y con la creación del Instituto Etnológico Nacional. Reseñados los orígenes, se hace un examen de la expansión de la disciplina, para lo cual se presta atención a la creación de los parques arqueológicos y los institutos etnológicos en diversas regiones del territorio nacional. Se mira a continuación el surgimiento de los programas de estudios en antropología en distintas universidades, públicas y privadas, así como algunos de los conflictos iniciales en relación con las orientaciones teóricas y metodológicas predominantes. En una segunda parte, se examina el desarrollo de la antropología aplicada en el país, para lo cual se revisa el contexto nacional y temáticas como la de la migración urbana, la salud pública, la seguridad social y la vivienda, en las cuales se hizo efectiva la participación de antropólogos como asesores en dependencias y programas gubernamentales. Este doble recuento llega hasta comienzos de la década del setenta, pero ello no impide cerrar con inquietudes e interrogantes que conservan hoy plena relevancia.

* Antropólogo del Instituto Etnológico Nacional, doctor en ciencias sociales y económicas de la Universidad Pedagógica Nacional, culminó, junto con Virginia Gutiérrez dé Pineda, un libro titulado Miscegenación y Cultura en la Colombia Colonial, que será publicado por la Universidad de los Andes con el patrocinio de Colciencias..

1 Agradezco a los profesores Álvaro Román y Roberto Pineda Capacho, y a Carlos Andrés Barragán,la valiosa ayuda que me proporcionaron para la elaboración de este articulo.

En el tercer decenio de este siglo, la disciplina antropológica tenía ya una larga trayectoria investigativa y teórica en Europa y los Estados Unidos. En las últimas décadas del siglo anterior se habían hecho sentir las influencias deTylor, de Morgan y de Spencer, acompañadas de la evolución darwiniana. En Inglaterra, Malinowski concebía con su doctrina funcionalista una estructura casi sistémica de la cultura; se oponía a las tesis que daban a las supervivencias el valor de evidencias necesarias para entender las formas presentes y enjuiciaba el uso de la historia en las reconstrucciones etnológicas. En América del Norte, Boas hacía de la antropología "una disciplina en la cual se podían probar las teorías", y continuaba exponiendo sus argumentos a favor del particularismo histórico y psicológico. La escuela cultura y personalidad se expandía. El difusionismo culminaba en la elaboración del concepto de área cultural, vista como unidad geográfica basada en la distribución contigua de elementos culturales, que en Europa originó la noción de ciclos culturales o kulturkreise, "grandes complejos de rasgos que habían perdido su antigua unidad geográfica y estaban ahora dispersos en todo el mundo"2.

La ciencia del hombre, como llamó Rivet a la etnología, no figuraba como materia de estudio en los centros universitarios de Colombia. Solamente en la Escuela Normal Superior (creada por la Ley 39 de 1936), un científico alemán, el profesor Justus Wolfram Schottelius, que había huido del nazismo en años anteriores, dictaba la cátedra de etnografía, ocupaba además el cargo de curador del museo arqueológico y etnográfico del Ministerio de Educación y adelantaba investigaciones históricas y etnográficas en Santander. Poco tiempo después, en 1941, año de la muerte de Boas, llegaba al país el científico francés Paul Rivet -que al igual de Schotellius escapaba del nazismo-, invitado por el presidente de la república, Dr. Eduardo Santos, con el encargo de establecer una escuela moderna de etnología. En la Escuela Normal Superior nació así el Instituto Etnológico Nacional, con un profesorado que, además de Rivet y Schotellius, incluía a Gregorio Hernández de Alba, José de Recasens y a varios de los maestros que figuraban en la nómina de la Escuela.

La Escuela Normal Superior, que reemplazó en 1936 como organismo autónomo a la Facultad de Ciencias de la Educación (había sido creada en 1931), era uno de los proyectos educativos bandera de la administración liberal;

2 Marvin Harris The rise of anthropological theory, New York, 1968.

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fomentaba la escuela nueva o activa y tenía como función formar profesores de enseñanza secundaria, especializados en una de las cuatro áreas que conformaban el conjunto -ciencias naturales, física y matemáticas, literatura e idiomas, ciencias sociales-, con los conocimientos científicos más avanzados, con proyección hacia el análisis de los problemas del país; dejando de lado la enseñanza memorística y la sujeción a las doctrinas escolásticas. El positivismo del siglo XIX se imponía.

Los sucesos de Europa le proporcionaron a la Escuela el beneficio de aglutinar en su claustro a una élite de científicos, profesores y profesionales que habían emigrado a raíz de la guerra civil española, de los avances del nazismo y de la II Guerra Mundial. Con ellos y con brillantes figuras jóvenes nacionales, se creó un ambiente intelectual de excepción para ese momento en el país. En lingüística se destacaban las figuras de los profesores Urbano González de la Calle y Francisco Cirre; en matemáticas, el profesor Kurt Freudental; en geografía y geología los profesores Pablo Vila y José Royo y Gómez; en ciencias sociales, los profesores Rudolf Hommes, Justus Wolfram Schottelius, Paul Rivet, Gerard Masury José Ma. Ots Capdequi. Antonio García, Gabriel Giraldo Jaramillo y Gregorio Hernández de Alba figuraban entre los jóvenes colombianos de avanzada que compartían los intereses e ideales de la Normal, en un clima amplio de libertad, de debates de ideas, de superación académica, de experimentación pedagógica y de redescubrimiento de un país que comenzaba a asomarse al siglo XX y al sistema capitalista.

El alumnado del naciente Instituto Etnológico Nacional, IEN, estaba compuesto en su mayoría por estudiantes de la especialización en ciencias sociales, que ese año obtendrían su licenciatura, y se habían involucrado en investigaciones de campo con Schottelius; en el siguiente curso lo serían también los alumnos de segundo año de la misma especialización. La mayoría de ellos serían, más adelante, el cuerpo investigativo y docente del IEN, que se adscribió administrativamente a la sección de extensión cultural y bellas artes del Ministerio de Educación.

Rivet3 se involucró en la disciplina etnológica a principios del siglo, cuando actuaba como médico de la

Misión del Servicio Geográfico del ejército para la medición de un arco del meridiano ecuatoriano en América del Sur y a partir de entonces fue figura central en el movimiento etnológico de su país. Según Lowie4, en Francia la antropología había seguido un derrotero distinto al de los otros países europeos, con un adelanto en la prehistoria, a la que llevó al nivel de preeminencia; igualmente activa estuvo en el estudio del hombre, visto como organismo biológico. Pero poco habían atraído su atención "las artes y las costumbres de los pueblos actuales... En cuanto a investigadores específicamente entrenados para la observación en el campo, hasta fechas recientes no había ninguno". Y concluye:

El remedio para esta situación llegó por un camino inesperado: No fue la etnografía la que estimuló la teoría de la cultura y a través de ella otras ciencias... El impulso para investigaciones de campo emanó de la filosofía. El Instituí d'Ethnologie, cuyos "Travaux et Mémoires", publicados desde 1926, representan al fin el equivalente de tales publica dones en otros países, fue patrocinado por tres hombres; Luden Lévy Bruhle, Marcel Mauss y Paul Rivet. De estos tres, sólo Rivet puede contarse como etnógrafo.

Rivet llegó a Colombia desposeído de su cargo de director del Museo del Hombre. Traía consigo una larga vida científica y un conocimiento prodigioso de sus saberes, algunos de los cuales figuraban en numerosas publicaciones referentes a aspectos etnográficos de varios grupos indígenas, en particular de Colombia, Ecuador y el área amazónica; lo mismo que a lingüística de esa misma área y arqueología, especialmente relacionada con metalurgia y orfebrería; y posiblemente también parte de los materiales de su libro, Orígenes del Hombre Americano, que publicó en francés, y se editó un año más tarde en español, en traducción de José de Recasens. De esos bagajes de conocimiento nos nutrimos sus discípulos.

Y continuamos la obra, en un intento a largo plazo de completar el conocimiento de cada tribu colombiana en etnografía, etnolingüística, antropología física (antropometría, grupos sanguíneos y antropometría), y arqueología, bien fuera en investigaciones continuadas en comunidades particulares, para cubrir todo el horizonte antropológico, o bien con estudios especializados en alguna o algunas de las ramas enunciadas. Gerardo Reichel Dolmatoff lo expresó así:

3 Para una semblanza del profesor Rivet, puede verse el artículo "Paul Rivet: un legado que aun nos interesa" de Roberto Pineda Camacho, en Documentos sobre lenguas aborígenes de Colombia del archivo de Paul Rivet vol. II, compilado por Jon Landaburu, Bogotá, 1998, págs. 53-74.

4 Robert H. Lowie, Historia de la Etnología, México, Fondo de Cultura Económica, 1946(1937].

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En Colombia, la falta de extensas monografías basadas en largas épocas de investigación en el terreno, es muy sensible. Sin embargo ellas son indispensables, sea como base para estudios comparativos o como referencia, si queremos posteriormente profundizar el estudio de ciertos aspectos culturales. Ellas deberían formar una sólida base de hechos registrados y descritos, sin prejuicios ni parcialidad, evitando generalizaciones [bastardillas nuestras]. Esta labor de registrar simplemente datos, es tal vez ingrata en el momento pero creo que en el futuro su valor será más manifiesto y perdurable.5

Un propósito que podría muy bien denominarse etnografía de salvamento: registrar el contenido cultural de las comunidades indias, que corrían el riesgo de desaparecer por extinción de sus miembros o por procesos de incorporación a la vida nacional. Tres factores conspiraron en contra: en primer lugar, la influencia de escuelas antropológicas inglesas y norteamericanas, decididamente interpretativas, que forzosamente violaban la "imparcialidad" (descripción escueta), del investigador y lo incitaban a penetrar en el universo de las relaciones de la sociedad y de la cultura con el individuo; en los procesos de incorporación de las personas al bagaje común, no heredado genéticamente, del idioma, de conocimientos y técnicas, de tradiciones, mitos y creencias, costumbres y modos de comportamiento que lo amoldaban a su entorno social y cultural, en un proceso que se iniciaba con el nacimiento y sólo terminaba con la muerte. En segundo lugar, desde otro punto de vista, la teoría de las invasiones, que lindaba con la arqueología y pretendía explicar las particularidades del proceso de poblamiento en América, para lo cual había que superar la simple descripción de los hallazgos; y en tercer lugar, la división en cuatro grupos de las culturas suramericanas6 que se había propuesto, y que incitaba a la clasificación. Contribuyó también la desintegración del grupo de discípulos de Rivet, reunidos en el IEN, en 1950. Varios de ellos buscaron nuevos horizontes en especializaciones en el exterior, donde podían entablar un debate monológico sobre su haber teórico aprendido hasta entonces y las ideas y orientaciones de nuevos maestros y nuevas

5 Gerardo Retchel Dolmatoff, "Los Kogi una tribu de la Sierra Nevada de Santa Marta", en Revista del Instituto Etnológico Nacional, IV, entrega 1 *., Bogotá, 1949. 6 Véase al respecto el Handdbook of South American Indians, Washington, 1946, 5 volúmenes. Cada uno de los cuatro primeros contiene lo relacionado con uno de cuatro grupos establecidos por Cooper.

Ese grupo inicial había recibido estímulos intelectuales y políticos, que influyeron en el conjunto, o separadamente en cada uno de ellos, más o menos intensamente. José Francisco Socarras le había impreso a la Escuela Normal Superior, que regentaba, una orientación filosófico-pedagógica fundamentada en dos propósitos: formación científica, crítica y amemorística de los futuros profesores de enseñanza media que serían sus educandos, y aplicación de esa formación al conocimiento del país, con claras finalidades de transformación y de rechazo a doctrinas y tendencias manifiestas de menosprecio de valores nacionales y de racismos, que negaban las potencialidades de los sustratos poblacionales negros, indios y mestizos. Como corolario de esta tendencia nacionalista, se vigorizaba un movimiento indigenista, que se nutría de las realidades socioeconómicas de los resguardos indígenas y del estímulo del movimiento mexicano, que irradiaba desde el Instituto Nacional Indigenista de México y culminó en 1942 con la creación del Instituto Indigenista de Colombia.

En el caldeado ambiente político del momento, que llevó al poder al conservatismo en 1946 y propició los sucesos del 9 de abril de 1948, las ideas socialistas buscaban su propio espacio en el ámbito académico. El profesor Rivet había expresado públicamente su adhesión a esas ideas en el homenaje que la ENS rindió al profesor Schottelius, poco después de su muerte (agosto de 1942), y en el bagaje ideológico de los discípulos de Rivet y Socarras. No faltaron manifestaciones claras de esa tendencia, que desataba la oposición sistemática de los cuadros conservadores. El IEN no reflejó en sus publicaciones periódicas, en las que quedaron consignados los resultados de la mayoría de las expediciones de campo-Revista del Instituto Etnológico Nacional, Boletín de Arqueología y Revista de Folklore-, las ideas políticas de sus autores. Pero sí se distingue una cierta dualidad en la información consignada en ellas: la etnológica propiamente dicha y la que, a falta de otro término, denominaré sociológica o política. La primera constituía el contenido de la Revista y se ceñía a los patrones estándares de la descripción pormenorizada de la vida cultural de las comunidades indias estudiadas, los hallazgos arqueológicos y demás resultados de las investigaciones. La otra, que sacaba del aislamiento a las comunidades campesinas y las situaba en el contexto nacional con los campesinos como su contraparte más cercana, que necesariamente estaba inmersa en situaciones de desigualdad social y económica

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extensibles a todo el país y que obligaba a reflexiones políticas, algunas de tendencia socialista, tenía cabida en el Boletín. La Revista versaba sobre los indios y lo indio. El Boletín acogía generosamente pedazos del país nacional, en un momento que presagiaba transformaciones importantes.

La expansión de la disciplina

La actividad del IEN y de su grupo profesional, siguiendo ideas prospectivas de Rivet, rebasó las fronteras de la investigación y expandió el ámbito académico de la disciplina en dos direcciones, la creación de centros filiales y la enseñanza especializada. La presencia de regiones culturalmente caracterizadas, los asentamientos de comunidades indias en ellas y experiencias museográficas recientes, favorecían el ensanchamiento. Con la creación de centros regionales de investigación se buscaba maximizar el aprovechamiento del personal especializado, descentralizar la investigación manteniendo una centralización técnica, aumentar los recursos financieros con aportes departamentales, y fomentar el turismo7, entre otras finalidades. La estrategia fue la creación de parques arqueológicos y de centros etnológicos.

Los parques arqueológicos

El IEN ya contaba con el Parque Arqueológico de San Agustín (creado por la ley 103, 6 de octubre de 1931), asiento antiguo de la cultura agustiniana, investigada en años anteriores por el profesor alemán K.Th. Preuss y más tarde por el español José Pérez de Barradas y el profesor Gregorio Hernández de Alba. A partir de 1943 se iniciaron trabajos en el Parque Arqueológico de Sogamoso, en el antiguo cementerio indígena en donde había existido el famoso adoratorio del templo del sol, actualmente reconstruido. Este organismo servía "como centro de coordinación regional para la investigación arqueológica y etnológica [...] en el departamento de Boyacá"8. Años más tarde, en 1945, se formó el Parque fij Arqueológico Nacional de Tierradentro y en 1946 se adquirió el predio "Cercado de los Zipas" en la población de Facatativá, con el cual se conformó el Parque Arqueológico Nacional de ese nombre. Además de bases de preservación y mantenimiento de monumentos y registros arqueológicos, se convirtieron en centros de investigación en sí mismos y en zonas adyacentes.

Los institutos etnológicos

Carlos Ángulo Valdés, su primer director, decía que el nacimiento del Instituto Etnológico del Atlántico,"[...] se explica, si tenemos en cuenta que, hoy por hoy, la costa colombiana del Caribe sigue siendo un serio problema para la arqueología, no sólo de Colombia, sino de Sur América"9. Esas palabras concretaban el ámbito departamental que tendría el organismo y precisaban el alcance general de su tarea investigativa: la arqueología; no obstante, en él tuvieron cabida el Centro de Estudios Folklóricos y la Sociedad de Amigos de la Etnología, cuyas producciones, todas relacionadas con la cultura popular del Atlántico, se publicaban en la revista Divulgaciones, órgano de difusión del Instituto, en tanto que las de antropología social y arqueología se reservaban para las publicaciones del IEN. Separación que no tuvo larga vida, como se comprueba por el contenido de la publicación correspondiente a diciembre de 1951, que agregó a la sección de folklore otra de arqueología; y la de 1954 (vol. III no. 6), en la que desaparecen los artículos de

7 Véase Luis Duque Gómez, Balance de una tarea cultural 1944-1952, Bogotá, Editorial Minerva, 1952.

8 Ibid., p. 16 9 "Introducción", en Divulgaciones del Instituto de Investigación

Etnológica, Vol 1, No. 1, Barranquilla, abril 1950.

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folklore y el contenido cubre arqueología, lingüística, teoría antropológica y el detallado estudio de Aquiles Escalante, "Notas sobre el palenque de San Basilio, una comunidad negra en Colombia", pionero de la investigación antropológica en el universo cultural de las poblaciones negras. Esta reorientación de la revista puede verse como un brote de independencia de los institutos etnológicos regionales respecto al IEN, que los incorporaba y dirigía técnicamente, en particular en lo atinente a la arqueología.

El Instituto Etnológico del Cauca se superpuso en 1946 a un museo arqueológico que se había montado en 1942 en la Universidad del Cauca. Se le asignaron funciones de investigación, mantenimiento del museo y la enseñanza de algunas ramas de la etnología, que fue suspendida en 1949, cuando se centralizó en el IEN la docencia de la disciplina. El Instituto regional alcanzó a formar un grupo de antropólogos, con la cooperación de profesores del IEN y de los Estados Unidos (John H. Rowe, de la Universidad de California, bajo cuya orientación se realizó el primer estudio de lingüística aborigen, con autoría de un indio guambiano).

Circunstancias especiales lo convirtieron en un centro de actividad investigativa de entidades foráneas: el doctor Andrew H. Whiteford del Beloit College, de Wisconsin, encabezó una misión que venía al país "en desarrollo de un plan de colaboración entre el Beloit College y el IEN para investigaciones de sociología rural en varios sitios del Departamento", un propósito que no se cumplió en lo rural porque Whiteford y sus asociados enfocaron su estudio hacia las clases sociales de Popayán10. Por su parte, Raymond Crist, geógrafo de la Universidad de Gainsville, Florida, participó como profesor del Instituto en la materia de su especialización11.

Con la presencia de los científicos norteamericanos, el Instituto del Cauca, que había sido puesto bajo la dirección de Gregorio Hernández de Alba, se salía de las orientaciones que había trazado el IEN. Formados en otra escuela, operaban con teorías y metodologías

propias, diferentes a las que hasta entonces orientaban el movimiento etnológico nacional; abrían los horizontes intelectuales hacia la antropología social, con cobertura de un campo que parecía pertenecer más a la sociología; rebasaban los límites estrechos de la etnografía indígena, para penetrar en los campos de la geografía y la antropología urbanas.

Las investigaciones arqueológicas y etnográficas de los esposos Reichel en el norte del país se publicaron en la Revista del IEN y estimularon el interés del departamento, que en 1946 creó en Santa Marta el Instituto Etnológico del Magdalena, bajo la dependencia de la Dirección de Educación Pública del Departamento12. La motivación se sustentó en la existencia de numerosas tribus indígenas, dado que el territorio del antiguo departamento comprendía entonces la superficie de los actuales Cesar y Magdalena, en donde se asentaban tribus como los coguis, aruacos y arsarios en la Sierra Nevada de Santa Marta; los últimos representantes de los chimilas, hacia el sur, los yucos o motilones de la sierra de Perijá, y en su límite nororiental parte de los wayúu de la península de la Guajira; además, era asiento de numerosos yacimientos arqueológicos, algunos de los cuales habían atraído la atención de arqueólogos norteamericanos13 y ocupaban ahora la inquietud científica de los discípulos de Rivet. Los Reichel Dolmatoff se hicieron cargo del Instituto y formaron un museo riquísimo en materiales de la cultura tairona, desaparecido años más tarde. La tarea científica de este centro trascendió con los resultados de varias expediciones arqueológicas y con obras etnográficas o de antropología social, tales como Los kogi, una tribu de la Sierra Nevada de Santa Marta y The People of Aritama, entre otras y con la divulgación escrita de temas relativos a la disciplina.

Graciliano Arcila Vélez fue la cabeza de puente para la aparición del Servicio Etnológico de la Universidad de Antioquia, en 1945, que abrió la entrada a "las cátedras de Antropología General y Etnología Americana por primera vez [...] como materias programáticas en la licenciatura de Filosofía y Ciencias Sociales"14. Aunque el Servicio no era en sí mismo un organismo educativo,

10 El resultado de esa investigación se publicó con el titulo An Andean city at mid-century, a traditional urban society, editada por la Universidad de Michigan, 1977. En 1960 publicó Two cities of Latin America, editada por el Logan Museum of Anthropology del Beloit College, que fue publicada en español por la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, en 1963, con el título Popayán y Querétaro. comparación de sus clases sociales

11 Hay dos obras bien conocidas del profesor Crist sobre Colombia: The city of Popayán, un estudio de geografía urbana de la ciudad, y su obra ya clásica, The Cauca Valley.

12 Ordenanza No. 80 de 1946, de la Asamblea Departamental del Magdalena.

13 Alden Mason, Archaeology of Santa Marta, the Tairona Culture 3 vols., Chicago, Field Museum of Natural History, 1936 -1939

14 Graciliano Arcila Vélez, "Palabras de agradecimiento al homenaje del Departamento de Antropología de la Universidad de Antioquia en sus 20 años de fundación, en Boletín de Antropología. Vol. 6, No. 21, Medellín, 1987. ,,.

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Ardía considera como discípulos formados en él, a un filósofo y a un indígena de la tribu kamsá. Hasta la creación del departamento, el Instituto fue un centro responsable del museo, de la regentación de algunas cátedras y de investigaciones etnográficas, arqueológicas y de grupos sanguíneos, la mayoría de ellas en territorio antioqueño, con excepción de algunas en departamentos limítrofes, todas de carácter amerindio. La transformación en departamento vigorizó el antiguo instituto con la presencia de antropólogos de las nuevas promociones; la docencia se combinó con las investigaciones de terreno e introdujo teorías y escuelas nuevas y la ampliación del alcance antropológico a áreas rurales y urbanas.

A la creación de los centros regionales de investigación y divulgación, siguió más tarde la formación de departamentos universitarios de antropología, algunos de ellos fundamentados en los antiguos institutos regionales (Antioquia y Cauca); otros como innovaciones en los prospectos académicos de las universidades de los Andes y Nacional de Colombia.

Pineda Camacho hace intervenir el azar en la creación del Instituto de Antropología en la Universidad de los Andes, por el encuentro casual de Gerardo Reichel Dolmaltoff y su esposa Alicia Dussán, con don Ramón de Zubiría, quien posteriormente ocupó la rectoría de ese organismo académico y propuso la creación de un departamento en la Universidad "...con el ánimo de no duplicar los programas homólogos que se empezaban a establecer en otras facultades, como por ejemplo, el [...] de Sociología de la Universidad Nacional [...] y convenció

a los esposos Reichel para iniciar [los] cursos[…]”15

Los Reichel llegaban a la dirección con un cúmulo importante de estudios y una sólida experiencia investigativa. Sus escritos cubrían amplias zonas de la geografía colombiana, se referenciaban con distintos grupos indígenas, abarcaban prácticamente todas las ramas tradicionales de la etnología e incursionaban en antropología social.

En 1964 se abrió formalmente el programa de Antropología, con un cuerpo de profesores entre quienes figuraron, en diferentes momentos, a más de los esposos Reichel (Alicia fue discipula de Rivet), José de Recasens, Sylvia Broadbent16 Rémy Bastien17, Ernesto Guhl (geógrafo), Jon Landaburu (lingüista), entre otros, y se fue ampliando con antropólogos que habían egresado del IEN. En 1965 se convirtió en Departamento. El pénsum constaba de 144 créditos, de los cuales 48 correspondían a materias antropológicas, que se complementaban con 34 de mesas redondas y 5 meses de prácticas de terreno y elaboración de materiales; y 53 que se dedicaban a un idioma moderno (35) y a humanidades y castellano (18). En el prospecto de estudios se expresaba que "[...] el verdadero campo de la Antropología ha sido siempre el mundo de los primitivos... que aun no han sido asimilados por las grandes civilizaciones y [...] han quedado al margen de los desarrollos del mundo moderno". Pero reconocía que recientemente la antropología se dedicaba también a "las investigaciones de las formas culturales de las sociedades avanzadas o de las llamadas emergentes o de transición" y a los estudios del "campesinado, las comunidades. industriales y aún el carácter nacional de los estados modernos". Muy pronto surgieron dificultades internas. Los estudiantes se rebelaron contra la orientación de los estudios, que consideraban daba amplio campo al relativismo cultural; se regía por la objetividad científica, sin compromisos políticos; concedía demasiada cabida a la teoría, con descuido de la aplicación práctica de las mismas, todo ello agravado con el recorte del presupuesto para investigaciones impuesto por la

15 Roberto Pineda Camacho, "25 años de la fundación el Departamento de Antropología Uniandes" inédito.

16 La doctora"Broadbent obtuvo su título por la Universidad de California; fue discfpufa allí de los profesores Alfred L. Kroeber, Robert H. Lowie, y John H. Rowe, entre otras, a quien nos referimos en el aparte relativo al Departamento de Antropología de la Universidad del Cauca.

17 Desempeñaba entonces el cargo de subdirector del Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento, CINV, de la Organización de los Estados Americanos, OEA.

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Universidad; se le reprochaba también que fundamentara sus teorías casi exclusivamente en estudios de comunidades indígenas y prestara demasiada atención a la arqueología. Los estudiantes aspiraban a la aplicación práctica de las teorías, a intensificación en antropología social, a un contexto cultural de referencia más universal y a un compromiso de su disciplina con la sociedad, con los campesinos, con los problemas urbanos, fortaleciendo la antropología aplicada. Los diferendos se fueron solucionando en sucesivas direcciones, porque los Reichel abandonaron el campo.

La génesis del Departamento de Antropología de la Universidad Nacional, el de aparición más tardía, se gesta en la Facultad de Sociología, que había creado en 1963 la sección de Antropología Social, en la cual se podía obtener el título de licenciado con mención en antropología, previo el lleno de créditos en materias básicas de la disciplina. Su orientación respondía a inquietudes derivadas de la sociología y sus métodos de análisis; a los nuevos movimientos de la antropología, asimilados ya por los discípulos de Rivet; a la influencia de profesionales graduados en otras latitudes, con influjo de otras escuelas; y a un clima y a un ambiente de rebeldía ideológica estudiantil, fuertemente impregnado de marxismo. El currículo incorporaba un seminario sobre antropología cultural y otro sobre antropología económica, dos materias gestadas en los Estados Unidos, y una cátedra de aplicación institucional de la antropología.

La carrera de antropología se estableció en 1966 y ese mismo año se convirtió en departamento. Se integró la Facultad de Ciencias Humanas, y las antiguas facultades y carreras pasaron a la categoría de departamentos. En 1967, el departamento de Antropología fue objeto de una reorganización, que introdujo algunas modificaciones al plan de estudios de 1966, con el fin de ceñirlo más al concepto de integración y a la orientación de estos estudios en centros similares de Colombia y del exterior. En 1970, el pénsum de estudios estaba

constituido por 36 asignaturas que cubrían un total de 124 horas de enseñanza y dos meses de trabajo de campo. Interesante resulta ver que de esas 124 horas, 51 (41.1%) estaban dedicadas a teoría y doctrinas antropológicas, cátedras en las que se analizaban las obras de Durkheim (4 horas), Marx (11 horas), Morgan (14 horas), Malinowski (7) y Lévi-Strauss (7). Lo cual deja traslucir una diferencia marcada con el departamento de antropología de la

Universidad de los Andes en sus comienzos. Los reclamos de los estudiantes diferían también: los universitarios de la Nacional luchaban por ideologías, pero sobre todo por ideologías de izquierda. Los de los Andes pugnaban más por un pragmatismo profesional.

Antropología aplicada

Para entender mejor los comienzos de la aplicación de la antropología a situaciones sociales y culturales determinadas, la sitúo en dos contextos: el nacional, que muestra la intervención, en cierto modo muy temprana, de la disciplina en el escenario gubernamental, más que en el ámbito de la actividad privada; el otro, el internacional, lo traigo como punto de referencia, tanto para lo que concierne a las diversas formas de aplicación, como para los problemas teóricos y éticos que eran motivo de preocupación. No entro en descripciones detalladas ni en análisis críticos de lo que los antropólogos hicimos o dejamos de hacer en los quehaceres profesionales, sólo me refiero muy brevemente a ellos para ilustrar, si no todos, por los menos los principales ámbitos en los que se desenvolvió la participación.

El contexto nacional

A manera de dato histórico, vale la pena anotar que la primera referencia particular a la antropología aplicada en Colombia se le debe a Gregorio Hernández de Alba. Se trata de un artículo18 divulgativo en el que expresa que Colombia"[...] tiene un ancho campo para la antropología aplicada y funcional y debe ya estudiar sus sociedades [...]", y en el que sugiere, con interrogantes, algunos de los campos de aplicación: reacción de las distintas "provincias etnográficas" frente a un nuevo elemento cultural, por ejemplo, o cuáles procedimientos se debían seguir para que una comunidad rural aceptara un nuevo cultivo.

Sus intenciones iban más allá; sugerían un vuelco en la orientación teórica y en el ejercicio de la antropología. Desgraciadamente -escribía- influenciados por la ciencia y la cultura europeas que recibimos directamente y seguimos sin adaptarlas a nuestro medio, hemos venido tomando las directivas antropológicas en un sentido cientifista, cuya mayor finalidad es la de hallar relaciones

18 Gregorio Hernández de Alba, "La Antropología aplicada", en Colombia, órgano de la Contraloría General de la República 1-2, Bogotá, enero-febrero de 1944, págs, 59-61.

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pretéritas entre los pueblos del Continente o de éstos con otros pueblos de más allá de los mares. Proponía que se comenzaran a emplear "[...] los modernos métodos de la investigación antropológica". En otras palabras, romper amarras con el difusionismo pregonado y practicado por Rivet y seguir las metodologías y teorías de los movimientos norteamericanos imperantes, sobre los cuales nada expone, pues en esencia el artículo, fuera de lo ya dicho, se limita a transcribir el índice del libro Su comunidad de Joanna C. Coleord, publicado por la Russell Saga Foundation. Pese a su anuncio de seguir tratando el tema en la mencionada revista, no aparece ninguna contribución suya en los siguientes números.

La antropología comenzó a aplicarse en Colombia hacia la segunda mitad de los años cincuentas, estimulada por la necesidad de solucionar situaciones sociales críticas del momento. Transcurridos escasos tres lustros desde la fundación del Instituto Etnológico Nacional y de la graduación de los primeros etnólogos, su aparición significó un cambio radical. Se daba el salto del estudio de las comunidades indígenas -como única finalidad-, a la captación de realidades culturales y sociales de sectores particulares de la sociedad nacional; a intervenir con propuestas en decisiones políticas de cambio socioeconómico; y a orientar las acciones hacia soluciones de beneficio real para las comunidades o sectores implicados, contando con su participación y aprobación.

El etnólogo dejaba de ser un investigador "puro" de la etnografía americana y se transformaba en un profesional comprometido con el destino inmediato de su sociedad, sin perder su carácter de investigador desapasionado. La redefinición de la posición del indio en el conjunto nacional, de sus derechos como cultura, como etnia y como individualidad propia, y la reivindicación de su derecho a la tierra y a su manejo de acuerdo con la tradición, habían tomado un camino político, en el mejor sentido del término, liderado por quienes conformaron el Instituto Nacional Indigenista, en el que militaban varios antropólogos, entre ellos Milcíades Chaves, Blanca Ochoa, Edith Jiménez, quienes combinaban su papel de etnólogos con el de adalides de reivindicaciones.

La migración urbana como síntoma; la salud pública, la seguridad social y la vivienda como focos de acción.

El fenómeno social más sobresaliente de mediados de siglo fue, tal vez, el desplazamiento masivo de la

población rural (incluida la de poblados con menos de 2500 habitantes), hacia unas pocas ciudades que, por su desarrollo como asientos industriales o de centros de servicios, sirvieron de polos de atracción y recibieron cuotas considerables de migrantes que rebasaban las ofertas de empleo. Las concentraciones urbanas de campesinos exhibieron altos índices de desocupación, acrecentaron críticamente los de demanda de vivienda en las ciudades receptoras y originaron situaciones complejas, con manifestaciones tales como la aparición de tugurios, barrios de invasión y barrios piratas. Los organismos del Estado, tanto nacionales como departamentales y municipales, responsables de solucionar estas situaciones, no estaban preparados para resolver adecuadamente las emergencias resultantes, que los rebasarían. Apreciada desde otro ángulo, la migración rural denunciaba por sí misma la necesidad inaplazable de una reforma agraria integral, que resolviera el des balance secular en la posesión y el usufructo de la tierra y aumentara la productividad agrícola.

En el prefacio a su tesis doctoral, escrita en inglés en 1956 y publicada posteriormente en español, Orlando Fals Borda19, percibía la situación del campesino así:

[...] un sentido sin precedentes de insatisfacción que va penetrando en las masas de agricultores y labradores [...]; es un despertar debido a una creciente conciencia de clase o quizás a un proceso social, difícil de detener, llamado racionalismo.

La salud pública, que implicaba un compromiso político de los gobiernos con la población, propendía por la formación de médicos especializados en el ramo en la Escuela Nacional de Salud Pública e incursionaba en el componente social, con el estudio de las causas de orden cultural en la enfermedad y el estudio de estrategias apropiadas para llevar, con seguridad de éxito, los programas sanitarios a todos los lugares del país, rurales y urbanos y cubrir con ellos a los sectores sociales de más bajos recursos. Era otro intento de penetración en la socialización de la medicina, iniciada años antes con la creación del Instituto de Seguros Sociales.

La seguridad social de carácter integral, con el alcance político de programa de gobierno, tuvo dos manifestaciones de trascendencia: una fue la creación del Departamento Técnico de la Seguridad Social Campesina, en el Ministerio de Trabajo. Este programa

19 Orlando Fals Borda, Campesinos de los Andes, Monografías Sociológicas, Facultad de Sociología, Universidad Nacional de Colombia Bogotá, 1957.

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pretendía ser de larga duración y cumplir el objetivo de estudio severo de las condiciones actuales del campo, "miradas desde el ángulo de las relaciones del habitante y su cultura con su medio ambiente natural, dentro de un proceso dinámico" y formular "un balance realista, con miras al establecimiento de un régimen de seguridad social regional, a partir de los propios recursos y de las disponibilidades de cada zona o región económica..."20. La otra fue la Misión "Economía y Humanismo", conocida también como Misión Levret, que diagnosticó la situación del país, tanto la urbana como la rural21. Los dos proyectos estuvieron precedidos por los resultados de la "Misión Colombia", auspiciada por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, que dirigió el profesor Lauchlin Currie22.

En los ámbitos de la academia y la administración pública prosperaba la conciencia del valor teórico y práctico que las ciencias sociales podían brindar al conocimiento de la cultura y la sociedad y para precisar las causas de los grandes problemas nacionales. La academia estaría así en capacidad de ofrecer soluciones operativas en sus áreas de competencia.

Habían contribuido a la formación de esa conciencia, la introducción exitosa de disciplinas relacionadas con las ciencias sociales, en la educación superior; la especialización y la formación de antropólogos (etnólogos) y sociólogos nacionales en universidades del exterior, principalmente de los Estados Unidos, que incitaban el interés con estudios que llegaban a la raíz misma de las situaciones conflictivas; el conocimiento de proyectos de antropología aplicada en otras latitudes; y los programas de asistencia, bien de los Estados Unidos o de instituciones internacionales (Naciones Unidas)23, que involucraban este tipo de profesionales. El país había tenido una experiencia, no exitosa por desgracia, con el

20 Ministerio del Trabajo, Departamento Técnico de la Seguridad Social Campesina, Caldas, estudio dé su situación geográfica, económica y social, como base para el establecimiento de un régimen de seguridad regional, 2 vols., Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones,1956.

21 Misión "Economía y Urbanismo", Estudio sobre las condiciones del desarrollo de Colombia, Bogotá, Presidencia de la República, Comité Nacional de Planeación, Aedita Editores Ltda., 1958.

22 Banco de la República, Bases de un programa de fomento para Colombia, Informe de una misión dirigida por Lauchlin Currie y asupiciada por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, en colaboración con el Gobierno de Colombia, Bogotá, 2a, Edición,' Talleres Editoriales de Librería Voluntad, S.A., 1951.

23 Véase al respecto: Alfred Métraux, "Applied Anthropology in government: United Nations", en Anthropology Today, An Encyclopedic Inventory, prepared under de chairmanship of Alfred Kroeber, Chicago, The University of Chicago Press, 1953.

programa de antropología social aplicada en Vianí, Cundinamarca, dependiente de la Escuela Normal Superior. Áreas de participación

Algunos antropólogos aceptamos el reto de participar en la solución de problemas nacionales, dirigidos a mejorar la calidad de vida de sectores de población, con instituciones interesadas en ellos, aportando investigaciones puntuales y propuestas concretas (de conocimiento de pautas culturales y costumbres propias de determinados sectores de población, de cambio de actitudes profesionales, de modos de comunicación entre el proyecto propuesto y la comunidad involucrada, de determinación de necesidades sentidas, de participación y organización comunitaria, etc.).

Virginia Gutiérrez de Pineda, fue pionera de la antropología aplicada, con su participación en el área de la salud pública. Durante varios años se desempeñó como profesora de la cátedra de antropología en la Escuela de Salud Pública y en la facultad de Medicina de la Universidad Nacional y contribuyó con varios estudios a la bibliografía en la materia, en el primero de los cuales, afirma:

Las encuestas antropológicas directas; el contacto íntimo con las' gentes en cuyos hogares la muerte acecha constantemente a la población infantil; la penetración cariñosa y profunda en su mundo, conducen al establecimiento de una serie de hechos que, indudablemente, arrojan mucha luz sobre este problema [la mortalidad infantil] y permiten atacar el mal en una de sus raíces más vitales: las convicciones nacidas de la herencia cultural y no sofocadas aún por los adelantos técnicos modernos.24

En el cuerpo profesional del Departamento Técnico de la Seguridad Social Campesina, encabezado por el geógrafo profesor Ernesto Guhl, figuramos cinco antropólogos25, en cabeza de cada uno de los cuales estaba la dirección del proyecto en uno o dos de los departamentos del país, la supervisión de las encuestas de campo y los estudios de carácter cultural y social. Fuimos contratados para una finalidad particular, que abortó tempranamente. Tres trabajos de fondo vieron la luz pública: el mencionado estudio de Caldas,

24 Virginia Gutiérrez de Pineda, "Causas culturales de la mortalidad infantil", en Revista del Instituto Colombiano de Antropología, vol IV, Bogotá, 1955, págs. 11-86.

25 Milcíades Chaves, Julio César-Cubillos-, Luis Duque Gómez, Francisco Antonio Vélez y Roberto Pineda.

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acompañado de su atlas respectivo, el atlas del Departamento del Cauca y una monografía sobre los sistemas de aparcería en la zona de cultivo de tabaco de Santander26, de mi autoría.

Es interesante que la monografía pudiera incluir el texto del decreto que creaba el Instituto de Fomento Tabacalero, promulgado el 10 de diciembre de 1954, del cual decíamos que contemplaba en líneas generales "lo expuesto por nosotros en la última recomendación". La investigación, cuyas conclusiones conocieron las autoridades gubernamentales antes de que se publicaran, demostraban que por el trabajo de toda la familia del aparcero (seis personas en promedio), éste recibía para sí sólo el equivalente de un salario. Por eso, el decreto contemplaba entre sus objetivos el de"[...] estudiar costos de producción y sistemas de cultivo por medio de contratos de aparcería, tendientes a mejorar las condiciones de los cultivadores!...]". Enriquecido con la experiencia de su labor profesional en el Ministerio del Trabajo, Milcíades Chaves fungió como asesor del Instituto Colombiano de Reforma Agraria, INCORA, creado por la ley 135 de 1961, y participó activamente en el experimento de las asociaciones comunitarias. La ley estuvo precedida de un largo debate público, en el que intervinieron profesionales de las ciencias sociales, entre ellos Orlando Fals Borda y T. Lynn Smith, su maestro y director de tesis.

Fals Borda, en su segunda obra -cronológicamente hablando-27, anotaba que frente al mayor atraso en Boyacá, "[...]donde podrían encontrarse documentos vivientes de lo que fue la Nueva Granada [...] poco se ha modificado en el transcurso de los tiempos", ahora aparecía "[...] la mayor industria de Colombia, las acerías Paz de Río, el mayor caballo de Troya del racionalismo dentro de las murallas porfiadamente agrarias de Boyacá". Si se quería implementar al fin una reforma agraria -decía-, su estudio "[...] podría facilitar algunos datos básicos necesarios para legislar y para fijar una política definida y correcta".

Segundo Bernal Villa, también especializado en los Estados Unidos, prestó sus servicios de antropólogo en el Departamento de Planeación del Distrito Especial de Bogotá. La capital del país era la receptora del más alto

26 Roberto Pineda Giraldo, -Estudio de la zona tabacalera santandereana, Bogotá, Ministerio del Trabajo, Departamento Técnico de la Seguridad Social Campesina, Litografía Villegas, 1955.

27 Orlando Fals Borda, El hombre y la tierra en Boyacá, Bases sociológicas e históricas para una reforma agraria, Bogotá, Ediciones Documentos Colombianos, Editorial Antares, 1957.

porcentaje de las migraciones rurales y su crecimiento poblacional, que llegó a sobrepasar el seis por ciento anual, desbordaba las posibilidades inmediatas de satisfacción de demanda de vivienda y servicios públicos, de eliminación de tugurios y barrios piratas y la supresión de las invasiones de tierras expresiones simbólicas de una necesidad real y expresión de protesta y esperanza.

El problema de la vivienda era crítico. La Corporación Nacional de Servicios Públicos, en la que se habían fusionado los institutos de Crédito Territorial (vivienda), de Acueductos y Alcantarillados, y de Fomento Industrial, se propuso enfrentar técnicamente el problema habitacional y comenzó por realizar el primer estudio sobre déficit y demanda de vivienda en el país28. Con anterioridad, el Instituto de Crédito Territorial había concebido el plan de erradicación de tugurios en Cartagena y Barranquilla, de los cuales hizo un estudio informativo de esas zonas deprimidas29.

La Organización de los Estados Americanos, OEA, había tomado a su cargo la formación de personal especializado en vivienda social (ingenieros, arquitectos, economistas, sociólogos, antropólogos, trabajadores sociales), para cubrir las necesidades de América Latina. El proyecto -Centro Interamericano de Vivienda y Planeamiento, CINVA30-, que tuvo larga duración, estuvo respaldado económicamente por la Universidad Nacional de Colombia y el Instituto de Crédito Territorial. Egresados colombianos del mismo fueron los gestores de los planes y estudios del Instituto y de la Corporación Nacional de Servicios Públicos.

Al recobrar su personería jurídica, el Instituto de. Crédito Territorial se impuso la tarea de hacer llegar su acción a los sectores humanos de bajos ingresos en ciudades de más de 10.000 habitantes. Era un desafío arduo de enfrentar, por la dificultad de compaginar ingresos conyugales mínimos con los costos reales de la vivienda, bajo la premisa necesaria de recuperar totalmente el capital invertido por la institución, sin alterar en renglones críticos, como la alimentación, la

28 Corporación Nacional de Servicios Públicos, Departamento de Vivienda, "Déficit y demanda de vivienda en Colombia", en Estudios Socio-Económicos, No. 3, Bogotá, 1956.

29 Se divulgaron en dos folletos: Instituto de Crédito Territorial, "Chambacú, regeneración de una zona de tugurios", en Serie Estudios Socio-Económicos, No. 1, Bogotá, 1955; "'Zona Negra', rehabilitación del un sector urbano", en Serie Estudios Socio-Económicos, No. 2, Bogotá, 1955. .

30 Fui su director entre 1963 y 1972, aproximadamente. Con anterioridad, dirigí el Departamento de Planeación del Instituto de Crédito Territorial, cuando recuperó su persona jurídica.

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satisfacción de necesidades básicas de los beneficiarios en familias de prole numerosa. Las realidades socioculturales fundamentaron a partir de entonces la planeación de los conjuntos residenciales, tanto en sus aspectos humanos como en los de diseño de las viviendas y de la urbanización y en la organización de las comunidades. La antropología aplicada le servía de fundamento.

Creo que por la estrechez del ámbito de la práctica antropológica, no fuimos víctimas del síndrome de la movilidad en el empleo, como lo describe acertadamente Myriam Jimeno31, que convierte al antropólogo en un todero de su profesión, porque la "mayoría del ejercicio profesional se lleva a cabo en el cambio de un tema y de una institución a otros, en contraposición con el modelo 31 Myriam Jimeno, "Desde el punto de vista de la periferia:

desarrollo profesional y conciencia social", ponencia presenta en el Simposio de Antropología Aplicada en el VIH Congreso de Antropología en Colombia, Bogotá, diciembre de 1977 y en el Foro de la Investigación Científica Antropológica y la Reproducción Social en América Latina, 49 Congreso Internacional de Americanistas, Quito, julio de 1997.

de antropólogo especialista de por vida en una región, pueblo o temática".

La antropología aplicada en salud repercutió académicamente por su proyección educativa desde la facultad de medicina de la Universidad Nacional y por la incorporación de la antropóloga responsable al campo profesoral de la especialización de antropología y sociología en el mismo centro académico. No ocurrió lo mismo con la experiencias en lo urbanístico, lo rural y la vivienda, que quedaron restringidos al ámbito de las instituciones administrativas patrocinadoras. No permearon el mundo universitario.

El contexto externo

Una diferencia notoria en los sujetos y objetivos separaba la aplicación de la antropología en el gobierno, en Inglaterra (su patria de origen) y en Holanda, de la de los Estados Unidos y demás países. En los dos primeros, con los criterios colonialistas que los personificaban, se perseguía el objetivo de resolver problemas de relación entre los gobiernos metropolitanos con los habitantes de sus colonias africanas y asiáticas. Conviene anotar que Malinowski percibió muy pronto uno de los peligros de la "Indirect Rule" establecida por el gobierno británico y entendida como "[...] el sistema por medio del cual el poder tutelar reconoce las sociedades africanas existentes y las asiste para adaptarlas a las funciones del gobierno local"32.

En los Estados Unidos, los antropólogos eran los consejeros o mediadores científicos entre los intereses políticos del gobierno federal y las reservaciones indígenas que, no obstante se movían dentro de connotaciones también de sabor colonialista y, por tanto, discriminatorio, se diferenciaban de las inglesas y holandesas, que se daban en colonias de ultramar, por el hecho de realizarse en el territorio nacional.

En la generalidad del resto de países donde se trajinaba con ella, la antropología aplicada se utilizaba para situar en contextos reales de sociedad y cultura

32 .Citado en Bronislaw Malinowski, The dynamics of culture change... Conviene anotar que Malinowski señaló una de las fallas fundamentales de la Indirect Rule: "Aquí la cuestión pertinente es si el"viejo sistema" como opera hoy es aplicable a las condiciones modernas. Porque debe recordarse que aunque la jefatura nativa fue capaz de llenar sus funciones bajo las tradiciones antiguas, no puede ahora, sin cambiarse, adelantar las tareas que imponen la cooperación con los europeos y el mantenimiento de la ley y el orden sobre ella, en una situación de contacto cultural.... puede ser que lo que sobrevive de la vieja jefatura sea a un menos capaz de trabajo efectivo", (pág. 139)

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programas de desarrollo o de mejoramiento de sectores populares, que perseguían resolver situaciones de injusticia social y económica y de salud, sin alterar los regímenes políticos ni el sistema estructural de la sociedad.

Finalmente, organismos internacionales, tales como las Naciones Unidas y sus agencias especializadas, iniciaban con sus programas de asistencia técnica la utilización de antropólogos, aunque en número pequeño y con funciones no muy bien definidas desde el punto de vista profesional.

Independientemente de las diferencias teleológicas de los sistemas políticos implicados, y de la escuela o paradigma teórico que se siguiera, las funciones y responsabilidades de los antropólogos tenían en todos ellos un fundamento común ético, instrumental y teórico. Los iniciados que aplicaban sus conocimientos en el país, debían empaparse de los desarrollos en otras latitudes y evaluarlos a la luz de sus propias experiencias y expectativas. Eran un punto de referencia inevitable, ante la ausencia de una tradición de esta naturaleza en Colombia.

Carecíamos de una institución universitaria de enseñanza formal de antropología aplicada y sólo unos pocos antropólogos habíamos tenido oportunidad de asistir a cátedras sobre la materia en el exterior, pero sin el fogueo de la práctica dirigida. México nos adelantaba, pues desde 1951 la Escuela de Antropología e Historia, con la colaboración del Instituto Nacional Indigenista, había establecido una sección de antropología aplicada en la cual se impartían cursos de antropología social,

sociologia rural, planificación social, psicología social, integración de las ciencias sociales, antropología aplicada, etc. Y en 1959, la Organización de los Estados Americanos había escogido ese país como sede del Programa 104 Interamericano de Ciencias Aplicadas, cuyo objetivo era "hacer frente a los problemas de carácter social que [surgían] como consecuencia de los intentos de evolución económica en los países subdesarrollados".

Dependíamos críticamente de la literatura

especializada para suplir deficiencias, pero no era fácil de adquirir, por lo cual recurríamos a obras de alcance general teórico y espacial, de las que destaco algunas que cubren el período 1853-1964, por su carácter de síntesis y de balance, que representan, en cierta manera, un estado del arte en su momento33, y unas más tardías, como punto de referencia para una actualización en 1978. Para mí fueron fuente de consulta permanente, tanto teórica como ética, porque mirando nuestra situación de entonces con la perspectiva de hoy, creo que estábamos en la posición en que Margaret Mead, en su artículo de 1978, colocaba a los jóvenes antropólogos que se interesaban por la aplicación de ciencia en ese momento:

[...] similar a la de los aislados sacerdotes obreros en Francia que fueron, uno por uno, a trabajar en las industrias y, o bien fueron abandonados por la Iglesia o ellos mismos la abandonaron al fin porque no tenían a nadie para consultar o con quien conversar en el curso de sus decepcionantes experiencias.

Para nosotros, las experiencias universales fueron la iglesia que no nos abandonó. En ellas nos refugiamos y

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de ellas tomamos analíticamente criterios de interpretación y operación. Pero no dejaba de preocuparnos la ausencia de sustentaciones nacionales sólidas de respaldo investigativo.

Inquietudes e interrogantes

En su intervención en el Simposio Internacional de Nueva York en 1952, el profesor Nadel decía que el antropólogo social, en la aplicación de su ciencia, debía llegar a esta síntesis: "Si Ud. hace esto, ocurrirá esto otro". Agregaba que estaba en el deber de anotar qué consecuencias , humanas resultarían de las alternativas puestas en acción. Nosotros lo intrerpretamos como una responsabilidad científica y ética de conocer la cultura ó el problema en cuestión, en tal grado de profundidad que habilitara al antropólogo para proponer una posible acción, y anticipar y dar a conocer entre los interesados (gobierno y comunidad en nuestro caso), las consecuencias que tal acción podría acarrear. Una responsabilidad que guardaba relación estrecha con las posibilidades y limitaciones del antropólogo para adquirir la información válida y suficiente para lograr los

33 Me refiero en primer lugar a las que contienen los resultados del Wenner-Gren International Symposium on Anthropology, reunido en New York en la primavera de 1952, cuyos resultados se publicaron en dos tomos: Anthropology Today. An Encyclopedic Inventory, Chicago, the University of Chicago Press, 1953, que recoge las 50 ponencias presentadas y An appraisal of Anthropology today, Chicago, University of Chicago Press, 1953, que ofrece los resultados de las discusiones sobre cada tema. Este simposio reunió a los especialistas más destacados en cada rama de la antropología pero sobre todo a quienes tenían la capacidad de sintetizar los puntos de vista de otros y el amplio conocimiento de la totalidad de la antropología. En segundo lugar, y en, orden cronológico, a un artículo de Margaret Mead, "Applied Anthropology, 1955" en Some uses of Anthropology, theoretical and applied, editada en Washington D.C. por The AntropologicaI Society of Washington, 1956, págs. 94-108; y en tercer lugar a La Antropología social aplicada en México, trayectoria y antología, de Juan Comas y otros autores, publicada en México por el Instituto Indigenista Interamericano, Serie Antropología Social, 1964. Finalmente, a otro artículo de Margaret Mead. 'The evolving ethics of applied anthropology", en Applied Anthropology in America, edited by Elizabeth M. Eddy and William L. Partridge, Columbia University Press, New York. La obra clave para salud pública fue la de Benjamín Paul, editor, Health, culture and community, "case studies of public reactions to health programs, New York, Russell Sage Foundation, 1955. Para las comunidades campesinas, obras de George M. Foster, tales como Empire's Children: the people of Tzintzuntzan, México D.F., Smith sonian Institution, Institute of Social Anthropology, publication No.6,1948 y su tesis posterior, "Peasant Society and the image of limited good" en American Anthropologist, No. 67, págs. 293-315. Foster publicó después su Applied Anthropology, The Little Brown Series in Anthropology, 1969; y en colaboración con Bárbara Gallatin Anderson, Medical Anthropology, New York, John Wiley & Sons, 1978

efectos perseguidos o, en su defecto, una experiencia previa, un conocimiento completo del área o problema y un equipamiento instrumental al día. Al antropólogo se lo sitúa a menudo ante la urgencia de soluciones inmediatas o inmediatistas para resolver conflictos de larga data que requieren una experiencia extensa previa y un conocimiento certero del área o problema en juego. La premura de tiempo con que se solía presionar al antropólogo para presentar soluciones, lo ponía en el riesgo de sustentarse en generalizaciones vagas, supuestamente justificadas por una teoría.

Nuestro conocimiento de la realidad nacional era incompleto; los intereses profesionales los habíamos puesto al servicio del estudio de comunidades indígenas en los años anteriores y las demandas de ahora recaían en comunidades de la otra parte de la sociedad nacional, que creíamos conocer -y conocíamos en forma intuitiva porque formábamos parte de ella-, pero que en realidad desconocíamos porque nunca había estado bajo la lupa de un inquirir científico. Conocíamos lo que algunos estudios, las estadísticas y otras fuentes nos mostraban, pero ignorábamos la estructura real de la cultura que vivíamos de manera inconsciente.

A medida que nos sumergimos en ella con espíritu analítico, fuimos comprendiendo que las manifestaciones y expresiones que diferenciaban a unos estamentos o clases sociales de otros, tenían alcances más significativos que los meramente folklóricos que se les atribuían y cómo daban cabida a distinciones injustas, que alcanzaban a eliminar de los beneficios de planes de mejoramiento social a grandes sectores de población. La discriminación era la expresión simbólica de una estructura social fuertemente jerarquizada y discriminatoria de hondas raíces en el tiempo. Además de ser un país de variedad cultural regional, lo éramos también de diversidad cultural estamental que, históricamente, había sancionado legalmente determinadas costumbres y pautas practicadas por unos estamentos, mientras desconocía la validez de otras de larga tradición, producto de la época colonial, que continuaban arraigadas en amplios sectores populares carentes de poder

Las inquietudes anteriores nos llevaban a otro dilema de la antropología aplicada: si su énfasis debería estar en lo que la gente quiere (necesidades sentidas), y en ayudarla a conseguirlo, más bien que a cómo podría convencérsela a hacer lo que la gente de otra cultura (o de otro estamento), piensa que es mejor para ella. Los gobiernos están siempre interesados en actuar hoy, de acuerdo con sus intereses políticos y poco

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espacio dejan para atender propuestas emanadas de la comunidad que no generen dividendos políticos a su favor.

Teníamos, pues, que encarar el cambio cultural como probable resultado de planes de cambio tecnológico o de otro orden, respetando tradiciones culturales arraigadas, y atendiendo a la necesidad de introducir métodos y técnicas nuevas, eliminando de paso patrones obsoletos. Los inicios de la llamada obsolescencia dinámica34 y la bondad de lo moderno, no dejaban de inquietar la conciencia de los antropólogos. Los cuales, por otra parte, eran un símbolo del conservadurismo y pesimismo; en palabras de Margaret Mead, "el especialista que dictamina que los cambios que los economistas y administradores miran como desables serán muy difíciles, imposibles en la práctica o si practicables, destructivos".

La antropología aplicada en los Estados Unidos padecía lo que podrá llamarse una desviación indigenista de sus profesionales. En revista crítica que hizo la autora antes mencionada a los artículos publicados, conjuntamente con el suyo, en Some Uses of Anthropology: Theoretical and Applied, observaba, entre otras cosas de gran interés, que sólo un artículo se relacionaba completamente con problemas de una cultura compleja y también uno solo se refería completamente a problemas internos de la cultura occidental; nada se había tratado en relación con industria, desarrollo urbano, trabajo social, fuerzas armadas, comunicación, guerra, educación, ni relaciones interraciales, "a pesar de ser el año histórico de la decisión de la Corte Suprema sobre la desagregación”.

Sus observaciones críticas eran un llamado a los antropólogos para que no fueran solamente:

[...]gente interesada primordialmente en el destino de las poblaciones indígenas no Occidentales -y con la excepción única del campo de la medicina- no interesada en aplicar lo que había aprendido de culturas y comportamiento humanos en nuestra sociedad.

Nosotros, además de lo sugerido por la Dra. Mead, veíamos en la práctica de la antropología la necesidad inaplazable, que empezábamos a predicar y sustentar, de estudiar nuestra propia cultura, para conocernos a nosotros mismos, para sustentar recomendaciones y derivar soluciones, sin que ello significara abandonar las investigaciones en los grupos indios.

Véase, p. e., la obra de Jules Henry, La cultura contra el hombre.

Bibliografía

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sociológicas e históricas para una reforma agraria, Bogotá, Ediciones Documentos Colombianos, Editorial Antares, 1957.

Gutiérrez de Pineda, Virginia, "Causas culturales de la mortalidad infantil", Revista del Instituto Colombiano de Antropología, vol. IV, Bogotá, 1955, págs. 11-86. Harris, Marvin, The rise of anthropological theory, New York, 1968. Hernández de Alba, Gregorio, "La Antropología aplicada" Colombia, órgano de la Contraloría General de la República, Nos. 1-2, Bogotá, enero-febrero de 1944. Jimeno, Myriam, "Desde el punto de vista de la periferia: desarrollo profesional y conciencia social", ponencia presenta en el Simposio de Antropología Aplicada en el VIII Congreso de Antropología en Colombia, Bogotá, diciembre de 1977 y en el Foro de la Investigación Científica Antropológica y la Reproducción Social en América Latina, 49 Congreso Internacional de Americanistas, Quito, julio de 1997. Lowie, Robert H., Historia de la Etnología, México, Fondo de Cultura Económica, 1946 [1937]. Malinowski, Bronislaw, The dynamics of culture change.An inquiry into race relacions in África, edited by Phyllis M. Kaberry, New Haven, Yale University Press, 1949. Mason, Alden, Archaeology of Santa Marta, the Tairona Culture, 3 vols., Chicago, Field Museum of Natural History, 1936 -1939. Ministerio del Trabajo, Departamento Técnico de la Seguridad Social Campesina, Caldas, estudio de su situación geográfica, económica y social, como base para el establecimiento de un régimen de seguridad regional, 2 vols., Bogotá, Empresa Nacional de Publicaciones, 1956. Misión "Economía y Urbanismo", Estudio sobre las condiciones del desarrollo de Colombia, Bogotá, Presidencia de la República, Comité Nacional de Planeación, Aedita Editores, Ltda., 1958. Pineda Giraldo, Roberto, Estudio de la zona tabacalera santandereana, Bogotá, Ministerio del Trabajo, Departamento Técnico de la Seguridad Social Campesina,- Litografía Villegas, 1955. Pineda Camacho, Roberto, "25 años de la fundación del Departamento de Antropología Uniandes" inédito. Reichel Dolmatoff, Gerardo, "Los Kogi una tribu de la Sierra Nevada de Santa Marta", Revista del Instituto Etnológico Nacional, IV, entrega 1ª., Bogotá, 1949.

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Medio Siglo de Filosofía Moderna en Colombia. Reflexiones de un participante

Guillermo Hoyos Vázquez*

A través de un recuento histórico el autor nos invita a una reflexión sobre el papel de la filosofía moderna en la vida de la nación. El artículo se centra en el desarrollo de la filosofía en Colombia en la segunda mitad del presente siglo con especial atención en la filosofía práctica, la ética y sus aportes a los problemas concretos de la sociedad civil.

"Somos en nuestro filosofar funcionarios de la humanidad" (Edmund Husserl, 1935).

"No el filósofo, sino los ciudadanos deben tener la última palabra"

(Jurgen Habermas, 1997).

Introducción

El 20 de marzo de 1946 se crea el Instituto de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional de Colombia, hecho que ha sido señalado como el inicio de la filosofía moderna en Colombia. Para su fundador, Rafael Carrillo (1907-1996), como lo destacó en su discurso inaugural, se trató "de un acto casi definitivo en la vida de la nación", ya que por medio del Instituto, "más que a través de ninguna otra institución, la universidad podrá en adelante proyectarse sobre la vida nacional".1

En septiembre del año pasado, por iniciativa de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía -EIAF- se celebró en Cáceres y Madrid el I Congreso Iberoamericano de Filosofía, "Un encuentro de mil filósofos"2, en el que la filosofía iberoamericana quería preguntarse por primera vez, reconociéndose como comunidad de lenguaje, por el sentido de su identidad y por sus tareas ante el cambio de siglo. Allí 47 colombianos presentaron sus trabajos, como importante manifestación de lo que se está haciendo en filosofía en Colombia. Ya en julio de 1994 se había reunido en Bogotá el XIII Congreso Interamericano de Filosofía bajo la convocatoria: el trabajo filosófico de hoy en el Continente3. Fue la mejor oportunidad para socializar nuestro trabajo, expuesto en 43 ponencias, entre los colegas de la región.

* Profesor Asociado en el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Agradezco la colaboración de Rubén Sierra Mejía, Germán Vargas, Adriana Urrea, Germán Marquínez y Leonardo Tovar. Me excuso por no poderlo hacer con todos los "participantes" en esta historia.

1 Numas Armando Gil, Rafael Carrillo. Pionero de la filosofía moderna en Colombia, Barranquilla, Universidad del Atlántico, 1997, págs. 73 y 81.

2 Así titulaba ABC Cultural (No 355) "La avalancha del pensamiento" que significaba el Congreso, Madrid, 17 de septiembre de 1998, págs. 14-22.

3 Carlos B. Gutiérrez (Editor), El trabajo filosófico de hoy en el continente. Memorias del XIII Congreso Interamericano de Filosofía, Bogotá, Editorial ABC, 1995.

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Mis reflexiones se centrarán en el desarrollo de la filosofía en Colombia en este medio siglo. Coincido con quienes estiman "que algo nuevo surge a partir de la década de 1940 con la aparición en nuestro medio del cultivo universitario de la filosofía y de cierta producción filosófica", lo que nos permite hablar de una especie de "ruptura", que no debe ser entendida "únicamente como cambio de doctrina, como una renovación en los temas de interés filosófico, sino fundamentalmente como un cambio de actitud"4. Quisiera destacar desde un principio que aquel sentido de filosofía práctica con respecto a la vida de la Nación, que definió los inicios de la filosofía moderna en Colombia, ha sido una preocupación recurrente, necesariamente nunca satisfecha, y hoy más que nunca pertinente. No es casual que al celebrar el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional en agosto de 1996 cincuenta años de actividad, convocara un Coloquio Internacional sobre "Filosofía y Sociedad Civil". Quiero por ello privilegiar en mi reflexión esta perspectiva de la razón práctica5, lo que naturalmente no significa que otros temas de análisis no sean relevantes.

Al señalar la fundación del Instituto de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional como inicio de la filosofía moderna en Colombia, optamos por una periodización, que como todas tiene sus riesgos, pero que parece en este caso ser la más plausible. Como lo destaca Rubén Sierra en su magnífico estudio "Temas y corrientes de la filosofía colombiana en el siglo XX” 6 Tres obras muy relacionadas con el ambiente que da origen al Instituto, "inauguran la filosofía moderna". Se trata de Lógica, Fenomenología y Formalismo Jurídico (1942) de Luis

4 Rubén Sierra Mejía en su "Prólogo" a la compilación: La filosofía en Colombia, (Siglo XX), Bogotá, Procultura, 1985, pág. 9. 5 Asumiendo una insinuación de Victoria Camps en su

Presentación del Tomo 2 de la Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía," Concepciones de la ética, Madrid, Trotta, 1992, pág. 19, caracterizaba "La ética como filosofía primera" en mi presentación del Congreso de Cáceres y Madrid (ABC, op. cit, pág. 19),

6 Revista ECO, No 194, Bogotá, Buchholz, diciembre de 197.7, págs. 113-145.

Eduardo Nieto Arteta (1913-1956), Ambiente axiológico de la teoría pura del derecho (1947) de Rafael Carrillo y Nueva imagen del hombre y de la cultura (1948) de Danilo Cruz Vélez. Es poco lo que tendríamos que añadir a la historia de la filosofía desde la fundación del Instituto, como la ha contado Sierra y como la complementó diez años más tarde en "Un decenio de producción filosófica: 1977-1987"7. Tomando como eje ese momento, podemos decir que hacia adelante tres generaciones de filósofos (los fundadores; quienes vinimos luego; y los que de una u otra forma se iniciaron en la filosofía con los fundadores y con nosotros, y ahora, después de una formación adecuada, nos suceden),han contribuido a la normalización de la filosofía en Colombia para el cambio de siglo. Antes de centrar nuestra atención sobre esta época, se hacen necesarias algunas consideraciones sobre la presencia de la filosofía en Colombia en los siglos anteriores.

- Quienes se han ocupado de la filosofía en la Colonia son conscientes de que "esa historia no se ha hecho"8; coinciden también en que hay fuentes primarias suficientes para el estudio de este período, sin duda -y justificadamente-, más investigado desde la perspectiva de la así llamada "historia de las ideas", que desde un punto de vista estrictamente filosófico. Claro está que acentuar la perspectiva filosófica no impide establecer las relaciones culturales que permitan comprender los procesos sociales. Para que esto sea posible hay que volver a aquellas fuentes, naturalmente en latín, para rescatar, como lo propone Fabio Ramírez, los catálogos de las bibliotecas coloniales, recordar las biografías y bibliografías de los catedráticos de filosofía, esclarecer la catalogación y descripción crítica de los manuscritos, editar las disputas y actos públicos y, con la ayuda de todo ésto, realizar estudios monográficos de la época9.

Este trabajo de investigación ha comenzado, evitando así el recurso a la "historia deductiva", de la que nos advierte el mismo Ramírez: "si en España o en las escuelas católicas de filosofía en esos siglos hubo tal o cual clase de filosofía, aquí también tuvo que ser así"10. El trabajo que ha partido del Centro de Investigaciones

7 En Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. XXV, N° 15, Bogotá, 1988, págs. 51-57. 8 Fabio Ramírez, "La filosofía en la Colonia" en IV Congreso

Internacional de Filosofía Latinoamericana. Tendencias actuales de la filosofía en Colombia, Bogotá, Universidad Santo Tomás, 1988, pág. 59.

9 Ibíd., p. 64. 10Ibíd., p. 60.

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de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Santo Tomás, en estrecha relación con la Editorial El Buho de Bogotá, ha sido significativo en este empeño, como puede verse por esta nota bibliográfica: Germán Marquínez en "La filosofía en el Nuevo Reino de Granada" (págs. 141-174)11 en el colectivo que dirige él mismo con el especialista mexicano Mauricio Beuchot, La filosofía en la América colonial (Siglos XVI, XVII y XVIII), Bogotá, El Buho, 1996, abre horizontes para una investigación específica desde la perspectiva filosófica. Sobra destacar las posibilidades comparativas, especialmente ricas dado el origen común, que ofrece la obra colectiva. En el caso colombiano, Marquínez subdivide su análisis en: a) La época de la Conquista, en la que se interesa sobre todo por "el eco que aquí tuvo el pensamiento de Vitoria y Las Casas" (pág. 142), fecundo con respecto a los derechos humanos, ejemplificado en Juan del Valle (m.1561). b) El orden colonial cerrado, en el que "la inquisición desempeñó un papel esencial como instrumento de implantación de la contrarreforma, contribuyendo al progresivo angostamiento del horizonte político y cultural" (pág. 145). Es el período en el que, además de la polémica acerca de los indígenas, se presenta la relativa a los negros, de la que Alonso de Sandoval (1576-1652) es un iniciador con su De instauranda Aethiopum salute. Sólo con el surgimiento de las universidades en el siglo XVIII se presenta el desarrollo de la filosofía colonial, entre cuyos principales representantes menciona Marquínez a los jesuitas Denis Mesland (1615-1672), conocido de Descartes, y a Juan Martínez de Ripalda (1641-1707), de cuya obra "De usu et abusu doctrinae Divi Thomae" se ha ocupado recientemente12 traduciendo lo más fundamental para comprender su pensamiento. c) Novatores e ilustrados, entre los que destaca la obra de un anónimo jesuita Physica specialis et curiosa (1755)13, a José Celestino Mutis (1732-1808)14, a José Domingo Duquesne (1747-1822), autor de la Historia de un congreso filosófico tenido en el Parnaso por lo tocante al imperio de Aristóteles (1791), burla de las filosofías 11 Véase también La filosofía en Colombia. Historia de las ideas,

Bogotá, El Buho, 1988, trabajo colectivo que recoge la información básica disponible en fuentes y literatura secundaria, sobre todo desde el punto de vista del historiador de las Ideas.

12 Germán Marquínez Argote, Los principios de la intelección humana del M. Javeriano Juan Martínez de Ripalda, Bogotá, CEJA, 1998.

contrarias a la Ilustración15, y a José Félix de Restrepo (1760-1832), maestro de maestros, a quien los ilustrados del Nuevo Reino deben mucho. Con esto ya Marquínez llega a la Independencia, de la cual nos ocuparemos luego.

Lo anterior permite afirmar que la investigación sobre la filosofía en la Colonia, sí puede clarificar que no es lo mismo que no haya habido filosofía a que su historia no se haya escrito, y que esto influye en el desarrollo posterior de la filosofía en Colombia.16 Más allá de la investigación acerca de la filosofía que efectivamente se hacía y de su posible aporte a la así llamada Segunda Escolástica española, siguen vigentes temas fundamentales de nuestra cultura, preparatorios para nuestra constitución como Estado de derecho, que la filosofía de esa época debería ayudar a ilustrar, como son, entre otros, el de la condición de los indios y de los negros, el del sistema educativo y el advenimiento de la ciencia moderna, y en general el de la así llamada ilustración neogranadina.

- Para la filosofía en el siglo XIX contamos con

la obra pionera, punto de referencia obligado de quienes se ocupan del tema, escrita por Jaime Jaramillo Uribe en Hamburgo en 1956, El pensamiento colombiano en el siglo XIX, quien ya desde el prefacio nos indica que en ella busca una "comprensión interpretativa de la obra de

13 Edición bilingüe de Pedro Nel Ramírez, Nueva filosofía natural. Physica specialis et curiosa, Bogotá, USTA,_ 1988. Entre las fueres señaladas por Marquínez hay que destacar además a Fray Jacinto Antonio dé Buenaventura, O.P, Tractatus de actibus humanís. Tratado de los actos humanos, t-1759) (edición bilingüe), Bogotá, USTA, 1984; y las traducciones de apartes de varios manuscritos coloniales de Juan David García Bacca, Antología del pensamiento filosófico en Colombia, {1647- 1761), Bogotá, Presidencia de la República, 1955.

14 Véase Guillermo Hernández de Alba, Pensamiento científico y filosófico de José Celestino Mutis, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1982 (Prólogo de Gonzalo Hernández de Alba); Luis Carlos Arboleda, "Matemáticas, cultura y sociedad en Colombia" en Historia Social de la Ciencia en Colombia, tomo II, Bogotá, Colciencias, 1993, págs. 15-172.

15 En Teresa Hougthon, la ilustración en Colombia, Bogotá, USTA, 1990.

16 Se cuenta con dos bibliografías: Rafael Pinzón Garzón, La filosofía en Colombia. Bibliografía de los siglos XVI, XVII y XVIII, Bogotá, USTA, 1967; y Daniel Herrera Restrepo, La filosofía en Colombia, Bibliografía 1627- 1973, Cali, Univalle.

los más conspicuos escritores colombianos del siglo

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pasado que se ocuparon en filosofía y política y buscaron soluciones al problema de la orientación espiritual del país". Allí mismo caracteriza Jaramillo el método y el objetivo de su investigación, que no consiste en "una historia erudita de lo que se escribió en Colombia durante el siglo pasado sobre la orientación de la cultura, sobre el Estado o sobre filosofía", sino precisamente en comprender el pensamiento de quienes en su tiempo tuvieron "considerable influjo sobre la opinión de sus conciudadanos y que en alguna medida han continuado teniéndolo".

Al iniciar su estudio Jaramillo enfatiza que "la historia del pensamiento político occidental ha girado en los dos últimos siglos alrededor de la concepción liberal del Estado", y añade que en "el caso de Colombia -y en general de los países hispanoamericanos- su importancia es todavía mayor, puesto que... la concepción liberal del Estado fue tan dominante en el siglo XIX, que casi podríamos decir que fue la única existente, ya que algunas de sus ideas constituyeron parte muy importante del pensamiento político aun de aquellos espíritus tradicionalistas que trataban de oponérsele".17

Se trata pues de la génesis y de la constitución misma de nuestro Estado de derecho democrático, tema que ha merecido estudios sustantivos de historiadores, politólogos, sociólogos y antropólogos, y que sigue siendo asignatura pendiente para la filosofía colombiana. Precisamente hoy, a partir de la que hemos llamado "bonanza" de la filosofía moral, política y del derecho, se presenta la oportunidad para volver a los orígenes de nuestra nacionalidad y corregir ética, democrática y jurídicamente las falencias de legitimidad, que ya desde entonces nos lanzaron a la violencia18. Al abordar filosóficamente este problema fundamental de nuestro desarrollo como país, se pueden aclarar, entre otros asuntos, los relacionados con el origen ibérico o ilustrado de las ideas emancipatorias y sus énfasis republicanos y liberales, el sentido de la naciente democracia y la fundación del Estado de derecho, las relaciones entre Estado e Iglesia, la derrota del utilitarismo, la función del positivismo jurídico y el destino de la modernización.19

17 Ei pensamiento colombiano en el siglo XIX, Bogotá, Temis, 1964, pág.lX.

18 Véase Marco Palacios, Entre la legitimidad y la violencia. Colombia 1875-1994, Bogotá, Norma, 1995.

- La filosofía en la primera mitad del Siglo XX20 y hasta la fundación del Instituto de Filosofía de la Universidad Nacional está marcada por la figura de Monseñor Rafael María Carrasquilla. Mientras Jaramillo Uribe destaca su programa neoescolástico en la Facultad de Filosofía del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, heredero de la renovación tomista de la Universidad de Lovaina, como apertura al espíritu científico y a la especulación filosófica, Rubén Sierra considera que su filosofía católica fue nefasta para el desarrollo de la filosofía moderna en Colombia.21

Jaramillo toma este testimonio de Carrasquilla, en una época dominada por el espíritu positivo, para sustentar su visión del reformador:

"Soy de los que creen en la importancia práctica y utilitaria de la metafísica y la juzgan de mayor momento para la felicidad de las naciones que la agricultura, la cirugía o la ingeniería de minas; de los que piensan que Europa surgió de la barbarie después de las irrupciones del Norte, gracias a las escuelas de Carlomagno; que las universidades decidieron en la Edad Media de la suerte del mundo y prepararon el Renacimiento; que los fundadores de Colombia cumplieron los altos hechos que de ellos cuentan las historias, merced a la fuerte educación literaria y filosófica que recibieron en los colegios de San Bartolomé y el Rosario"22.

Este período de comienzos de siglo es, sin duda, uno de los capítulos de nuestra historia de la filosofía que más estudio reposado requiere, dado su influjo en la filosofía colombiana. Porque de la recomendación de la Encíclica Aeterni Patris de León XIII de volver a Tomás de Aquino, así como puede recuperarse una línea de investigación fecunda de la tradición medieval, como la practicada por E. Gilson, M. Grabmann y F. Van Steenberghen, también puede seguirse la línea de J. Maritain y de Carrasquilla, este último amparado por un concordato anacrónico con la Santa Sede y aliado con un partido conservador tradicionalista a ultranza. Hay

19 Un ensayo, todavía tímido*, de lo que puede hacerse en esta dirección desde la discusión actual es el de Oscar Mejía Quintana, Derecho, legitimidad y democracia deliberativa, Bogotá, Temis, 1998, especialmente págs. 11-53.

20 De gran utilidad para el estudio de este siglo es la Bibliografía del siglo XX, La filosofía en Colombiar Bogotá, USTA, 1985, que además de registrar 2734 títulos (algunas traducciones), contiene 54 notas biográficas de los principales filósofos e información sobre las facultades; y programas, las publicaciones periódicas, las sociedades o grupos y los eventos filosóficos hasta 1985.

21 Rubén Sierra, "Prólogo...", págs. 115-118. 22 "El lenguaje de la barbarie escolástica", en Anuario de la

Academia Colombiana de la Lengua, Bogotá/1914, t. III, págs. 55-56 (citado por Jaramillo, Colombia...,págs. 453-4).

tomismos "que parecen ser sistemas del mismo

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orden que los idealismos, los materialismos, los racionalismos, los empirismos y los positivismos" que pretenden criticar, y "parecen tener el mismo tipo de pretensiones epistemológicas inadecuadamente sostenidas que todos ellos"23. Carrasquilla y su escuela, que marcaría la neoescolástica colombiana de gran parte de este siglo, empeñado en la apologética y el antimodernismo dogmático, era ciego a empresas intelectuales muy diferentes. A saber, las que recobrando sistemáticamente la historia de lo que el mismo Tomás de Aquino dijo e hizo, recuperan el sentido de la investigación. Fundada ésta en una concepción integral de la filosofía como forma de vida al servicio del bien común, y en la comprensión de la tradición y de la cultura de su tiempo, base de la "racionalidad analógica" heredada de Aristóteles, propia de su método.

La filosofía en Colombia todavía no se

recupera de cierta herencia ibérica no moderna y menos aun de la época de la Regeneración y de la neoescolástica impulsada por Carrasquilla, cuando comprometida con el espíritu concordatario de la educación católica era ancilla theologiae en épocas en que esto significaba más apologética que filosofía de la religión. Por lo menos hasta iniciados los años sesenta se practicó no sólo en los seminarios, sino también en las universidades donde la Iglesia influía directa o indirectamente una filosofía neoescolástica con más prejuicios que razones. Se trataba de una concepción más sistemática que hermenéutica de la filosofía: lógica y metafísica, teoría del conocimiento, cosmología, psicología natural y teología racional, ética general y especial, historia de la filosofía, algunos cursos complementarios de humanidades. Pero la orientación sistemática en lugar de beneficiarse del método del análisis fomentaba el memorismo. La historia de la filosofía, más en búsqueda de adversarios que de problemas que abrieran la filosofía a preguntas pertinentes, terminaba por ser un resumen de doctrinas y

23 Alasdair Maclntyre, Tres versiones rivales de la ética. Enciclopedia, genealogía y Tradición, Madrid, Rialp, 1992, pág. 109.

posiciones, en lugar de llevar a los textos originales. Tampoco la sistemática, así fuera para fortalecer la argumentación desde los textos clásicos de Aristóteles, Agustín, Tomás o Suárez, se apoyaba en las fuentes primarias. Estas eran reemplazadas por textos tradicionales, orientados a consolidar una doctrina considerada la de la filosofía perenne. Se desperdiciaba pues la formación en filología clásica, óptimo instrumento para interpretar las fuentes, ahora más bien al servicio de un discurso alejado del lenguaje y de la problemática filosófica contemporánea. Así no se llegaba ni a Platón, ni al neoplatonismo de San Agustín o de Descartes, ni a Aristóteles, ni al de Tomás, ni siquiera al Tomás de Suárez, sino al intérprete español o romano de toda esa tradición en términos de defensa de un sistema, que ni teórica ni prácticamente era autónomo, sino que estaba al servicio de una doctrina basada en un dogma que determinaba el campo tanto de la teoría como de la práctica. Allí no había lugar para la auténtica discusión, la que se alimenta de la comprensión del oponente por parte del proponente; por el contrario, el proceso de argumentación es disecado en formalismos programados casi rituales, porque su objetivo no es encontrar, mucho menos construir verdades, sino demostrarlas, refutando al oponente. Esto tiene consecuencias graves desde el punto de vista moral. Si a la razón práctica se le niega su uso pragmático, que fue lo que hizo el conservatismo aliado con la Iglesia al desterrar al utilitarismo de la escuela, y también se le niega el uso moral, porque éste es tutelado por el dogma, sólo le queda un sentido subjetivo de responsabilidad, que sin el equilibrio de lo útil, por un lado, y de lo universalizable, por otro, termina por atrincherarse en los moralismos o en las buenas intenciones, sin posibilidades de incidencia razonable en el espacio público de la sociedad y del Estado. La política es entonces demonizada, si no se deja instrumentalizar para los fines de la religión: no queda motivación posible para un actuar público secular y postmetafísico. Entonces no hay que extrañarse de la "pérdida de valores" que nunca fueron tales, sino más bien imposiciones, de las que inclusive parece sano liberarse, si no es que se aparenta respetarlas, para delinquir más tranquilamente en "derecho". El proceso de modernización sorprende a la sociedad colombiana no preparada para construir autónomamente su sentido de ciudadanía, muy distinto del de la tradición de la "ciudad de dios" como ideal terreno.

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2.- Anormalidad, postergación y normalización.

Nuestra situación filosófica, ya mucho antes de llegar a despertar a la modernidad24 y de evolucionar con el tiempo a "condición posmoderna", ha sido caracterizada por los filósofos colombianos como de anormalidad o de "postergación de la modernidad". Danilo Cruz Vélez, el principal protagonista desde los inicios de esta historia de la filosofía moderna en Colombia, opina "que el rasgo distintivo de nuestro pasado filosófico es la anormalidad"25. Esta tiene mucho que ver con el desarrollo de la filosofía moderna en España, tema del que no podemos ocuparnos aquí26. Pero también esa misma filosofía española influye en los años inmediatamente anteriores a la Fundación del Instituto, especialmente a través de los escritos de José Ortega y Gasset y su empresa cultural. Lo mejor es dejarle la palabra al mismo Cruz Vélez, quien lo relata a Rubén Sierra, en la que yo llamaría la entrevista a la filosofía moderna en Colombia:

"Cuando yo llegué a Bogotá, a fines de la década del 30, encontré un grupo de personas que ya estaban dentro de esa corriente. Las publicaciones de la Revista de Occidente llegaban periódicamente. En las excelentes librerías de viejo que existían en la capital colombiana, empecé a conseguir los números atrasados de dicha revista, las traducciones de los grandes pensadores, las obras de Ortega".

Más adelante enfatiza:

"Para mí es tan importante poner a unos pueblos que nunca habían tenido filosofía a filosofar, poner una lengua como la española que nunca había luchado con los problemas filosóficos a filosofar, es tan importante repito, como escribir las Investigaciones Lógicas".

Se ha señalado como una de las razones que influyeron en nuestra tardía normalización el que muy pocos intelectuales europeos eligieron a Colombia en los años de la emigración. Demos de nuevo la palabra a Cruz Vélez para evaluar nuestro provincialismo:

24 Fabio Giraldo y Fernando Viviescas (edit), Colombia: el despertar de la modernidad, Bogotá, Foro Nacional por Colombia, 1994. 25 Tabula rasa, Bogotá, Planeta, 1991, pág. 23. 26 Veáse Danilo Cruz Vélez, "Nuestro pasado filosófico" en Tabula..., págs.21-115, y "Recepción e incidencias en Colombia de la metafísica contemporánea" en Tendencias actuales de la filosofía en Colombia, págs. 175-183. 27 Rubén Sierra Mejía, La época de la crisis, Conversaciones con DaniloCruz Vélez, Cali, Univalle, 1996, págs. 34 y 36. 28 Ibid, pág. 84.

"La culpa no fue de la España peregrina. La anécdota que le voy a contar es ilustrativa, y quizás ofrezca la mejor respuesta. Poco tiempo después del estallido de la Guerra Civil, la Editorial Espasa Calpe, que había sido, junto con la editorial Revista de Occidente, uno de los más eficaces medios de la occidentalización de España, por intermedio de don Luis de Zulueta, solicitó a nuestro gobierno el permiso para instalarse en Colombia, prometiendo convertir a, Bogotá en un centro de irradiación bibliográfica hacia el sur y hacia el norte de nuestra América. El doctor Luis López de Mesa, nuestro ministro de Relaciones Exteriores, después de examinar la solicitud, la rechazó alegando que no se podía perjudicar a la incipiente industria editorial colombiana permitiendo una competencia como la propuesta"28.

Un fenómeno más de la anormalidad, muy relacionado con el anterior, fue la insularidad, la falta de lo que hoy llaman "comunidad académica", que caracterizaría la actividad de tres "originales" de la época: el mismo López de Mesa (1884-1966), conocido como "el varón docente"; Julio Enrique Blanco (1890-1986), destacado por sus traducciones y ensayos, muy poco divulgados; y Fernando González (1895- 1964)29, el filósofo de la intimidad, cuyas obras están siendo reeditadas y suscitan interés creciente para quienes buscan orígenes "auténticos" de nuestro pensamiento actual. La dedicación heroica de estos filósofos a una actividad marginal llevaba a una existencia fantasmal, "pues una existencia fuera del margen regular dentro del cual se mueve la colectividad está siempre en peligro de caer en la extravagancia"30. El aislamiento en todo sentido y nuestro lento desarrollo económico fueron seguramente causas de la anormalidad; pero lo determinante fue lo que Rubén Jaramillo Vélez ha analizado como "la postergación" de la experiencia de la modernidad en Colombia, que ha consistido en procesos políticos por los que se ha "rezagado el nivel de la conciencia y la cultura ciudadana frente a las exigencias de la modernidad". La

29 Luis Javier Villegas, Viajando hacia la intimidad. Fernando González pensar e historiar en contravía, Medellín, Concejo de Medellín, 1995. 30 Cruz Vélez en entrevista en 1969, citado por Julio Núñez Madachi (compilador), Julio Enrique Blanco y Luis López de Mesa. Correspondencia filosófica (1917-1966), Barranquilla, Uninorte, 1987, págs. XIV-XV.

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Postergación se manifiesta ya en la consolidación de la unidad en la época de la regeneración, la cual se logra gracias a la visión modernizadora de Rafael Núñez pero a la vez en un "patrón rígidamente centralista y una cultura autoritaria, vinculada desde sus orígenes al catolicismo ultramontano antimoderno"31 de Miguel Antonio Caro.

Frente a esto, el proceso iniciado por el Instituto de Filosofía de la Nacional y proseguido más tarde por otras escuelas en la Universidad del Valle, en la de Antioquia, en la de Los Andes, en la Javeriana y en Bolivariana entre otras, condujo a aquella institucionalización que ha permitido la "normalización", lo que en términos de Francisco Romero significa que la filosofía ha ingresado "en el cauce cultural" y que su cultivo es ya "una función ordinaria de la cultura"32.

Van a ser tres lustros que Rubén Sierra, al evaluar este proceso de normalidad, llamaba la atención sobre "el amplio espectro de corrientes filosóficas representadas en Colombia... desde la fenomenología, cuyo cultivo lleva ya varias décadas, hasta la filosofía anglosajona, tradicionalmente ignorada o mirada despectivamente por nosotros"33. Asumiendo las limitaciones que supone toda esquematización, veamos cuáles han sido las principales sendas de este proceso.

Como ya se indicó antes, la orientación inicial del Instituto de la Nacional y el ambiente filosófico del momento animado por el influjo de Ortega y Gasset optaron por la fenomenología como el método privilegiado para la instauración de la filosofía moderna en el país. A los trabajos de Rafael Carrillo, Nieto Arteta, Cruz Vélez, hay que añadir los de Cayetano Betancur34 y Abel Naranjo Villegas35, todos ellos en los caminos de la fenomenología, ya fuera en relación con el derecho o con la antropología filosófica, y de todas formas en el horizonte abierto por Husserl, Scheler y Heidegger en el sentido de una fundamentación de la problemática de las ciencias, en franca oposición al positivismo cientifista y en procura de un discurso tan riguroso para las ciencias del espíritu como para las de la naturaleza. Esta es la tónica del discurso inaugural de

Carrillo, en marzo de 1946, "La filosofía como espacio de las ciencias", al anunciar que la Universidad Nacional pone en la filosofía sus fundamentos: "Las ciencias son ellas y su fundamentación. La universidad son sus facultades científicas y un centro de filosofía sobre el cual se apoyan esas facultades". Si se quisiera justificar más, continúa Carrillo, la fundación del Instituto, "no tendría sino que exponer brevemente la dirección de la filosofía actual que tiene como finalidad la fundamentación de las ciencias de la cultura. Y, junto a los representantes de la filosofía y la ciencia natural, presentaros un grupo no menos egregio de fundamentadores de las ciencias del espíritu"36. La misma orientación fenomenológica quedó como programa para la Revista Ideas y Valores fundada en 1951 por Cayetano Betancur (1910-1982).

Es importante señalar que, aunque todavía en esta época no pocos lectores de Husserl y de Scheler se quedaron en cierta fenomenología esencialista, no del todo ajena al naturalismo o a la metafísica, ya desde un principio nuestros fenomenólogos en diálogo con el derecho, la antropología, la sociología y las humanidades buscaban superar este nuevo tipo de reduccionismo. Lo definitivo de este primer impulso es que, a pesar de los nefastos años de retozo del tradicionalismo reaccionario, que desde 1951 amenazaron el proceso crítico de la universidad colombiana, desterrando la filosofía moderna para volver al pensamiento dogmático, una vez regresados de Alemania, Carrillo y Cruz Vélez continuaron su proyecto.

En 1970 publica Cruz Vélez Filosofía sin supuestos. De Husserl a Heidegger37. Su tema: el de la fundamentación, donde precisamente se dividen esos tres estilos tan paralelos de hacer fenomenología, el trascendental, el metafísico y el hermenéutico, asumidos ya desde entonces por Daniel Herrera, Jaime Hoyos (1928-1993), William Betancourt y Carlos B. Gutiérrez. La fenomenología como nueva forma de fundamentación38, ahora ya no en un sistema sino precisamente en la descripción de la experiencia interna como método para reconstruir la génesis de la constitución de sentido (Sinnkonstitution) y de las

31 Rubén Jaramillo, Colombia: la modernidad postergada, Bogotá, Argumentos, 1998, págs. V-VI.

32 Citado por Rubén Sierra en: Temas y corrientes..., pág. 113; Véase Danilo Cruz Vélez, "El legado de Romero" en Tabula..., pág. 103.

33 La filosofía en Colombia, pág. 12. 34 Véase su Introducción a la ciencia del derecho, Bogotá, ABC,

1953. 35 Véase su Filosofía del derecho, Bogotá, Teoría, 1947.

36 Véase en Numas Armando Gil, págs. 74 y 81; 37 Buenos Aires, Sudamericana. Coincido con Sierra (La época de la

crisis, op. cit, pág. 21) en que se trata de "la obra más importante por su estructura y sus ambiciones de las publicadas por Danilo Cruz Vélez".

38 Yo mismo me ocupé de este problema, más desde la perspectiva de la razón práctica, en mi tesis doctoral, Intentionalität als Verantwortung, Den Haag, M. Nijhoff, 1976, (Intencionalidad como responsabilidad) sobre la filosofía de la historia en Husserl.

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pretensiones de validez de ser (Seinsgeltung), es decir de "verdad", fue abriendo el espacio en el que terminarían por encontrarse dialogando la filosofía y las ciencias39.

Conscientemente omitimos otras corrientes importantes de la filosofía en Colombia en la década de los setenta, para destacar lo que en esos años, con el trasfondo de mayo del 68 y del movimiento estudiantil, significó, desde la perspectiva filosófica, el marxismo en Colombia40. Contra todo señalamiento desde "la derecha" y a pesar de los arrepentidos "de la izquierda", es necesario ante todo rescatar el significativo esfuerzo de pensar la problemática cultural y social de estos países en el paradigma revolucionario marxista desde la más auténtica tradición filosófica, en relación con Kant y Hegel, Nietzsche y Heidegger, de lo cual son testigos los apuntes y la cátedra de Ramón Pérez Mantilla. Esto llevó a la "popularización" de la perspectiva filosófica en los diversos grupos que reclamaban en aquel entonces "la posición correcta": ya fuera desde la así llamada escuela francesa con su problemática epistemológica o desde la teoría crítica de la sociedad de la Escuela de Frankfurt41. La historia intelectual de uno de los maestros más influyentes de esa época en Medellín y Cali, Estanislao Zuleta, lleva emblemáticamente como título: "En el principio era la ética..."42, con lo que ya queda dicho lo fundamental de esta orientación marxista. Este punto de vista ético marcó precisamente las relaciones entre la filosofía y las ciencias, determinando énfasis novedosos en nuestro desarrollo cultural: la crítica al positivismo científico terminó por reconocer la importancia de la ciencia positiva, mientras ésta y la clásica filosofía de la ciencia encontraron su lugar en el paradigma de "ciencia, tecnología y sociedad"; las ciencias sociales y humanas en estrecha unión con la filosofía superaron análisis puramente cuantitativos y empíricos para proponer, sin abandonar su vocación por lo concreto, horizontes normativos cada vez más cercanos a la actual

problemática de la filosofía moral, política y del derecho43. Lo que viene luego, es decir, el fundamentalismo dogmático de unos, la conversión de otros, el escepticismo de la mayoría y la falta de flexibilidad e imaginación política generalizada es ya el proemio de la crisis de los meta relatos.

La filosofía latinoamericana entre la "alta iglesia" y la "baja iglesia". La discusión en torno al asunto "ciencia, tecnología y sociedad", a la que nos referimos antes, ha acuñado el mote "alta iglesia" para la tradición europea, ocupada del problema desde el punto de vista teórico, académico, por naturaleza más abstracto, heredado de la sociología del conocimiento; "baja iglesia" se aplica a la tradición norteamericana, más concreta, práctica y "popular", que denuncia las consecuencias mismas de ciertos desarrollos de la ciencia y la tecnología44.

Los términos pueden ayudarnos a aclarar lo que

39 Para sólo citar algunos ejemplos, ver, además de los trabajos de Miguel Ángel Hernández, Rubén Jaramillo, Usímaco Parra y Guillermo Hoyos para la Misión de Ciencia y Tecnología, (1990), a Carlos B. Gutiérrez (editor), La investigación en Colombia, en las artes, las humanidades y las ciencias sociales, Bogotá, Uniandes, 1991. 40 Además de Controversia, No 115/116, In Memoriam: Marx (1883-1983), publicado por Cinep, ver el documentado estudio de Rubén Caramillo, "Recepción e incidencias del Marxismo en Colombia" en: Colombia: la modernidad postergada, págs. 131-190. 41 Me he ocupado del tema junto con Rubén Jaramillo, mientras Luís Enrique Orozco y Freddy Téllez han hecho una buena recepción del pensamiento de Althuser. 42 Jesús Alberto Valencia, En el principio era la ética... Ensayo e interpretación del pensamiento de Estanislao Zuleta, Cali, Univalle, 1996.

43 De esta época son los dos seminarios internacionales organizados |el CINEP y por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO- publicados como: Epistemología y política. Crítica al positivismo de las ciencias sociales en América Latina desde la racionalidad dialéctica, Bogotá, CINEP, 1980; El sujeto como objeto del las ciencias sociales. Las relaciones entre epistemología y política en ciencias sociales en América Latina, Bogotá, CINEP, 1982, págs. 11-33 44 Marta I. González García, José Antonio López Cerezo y José L Lujan López, Ciencia, tecnología y sociedad. Una introducción al estudio social de la ciencia y la tecnología, Madrid, Tecnos, 1996, págs. 95 ss.

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sucedió a la filosofía colombiana a partir de finales de la década del 60, cuando en América Latina se consolida el primer Estado socialista, el discurso de las ciencias sociales se radicaliza contra los modelos desarrollistas, el "realismo mágico" de la narrativa abre nuevos caminos de identidad y la religión es contagiada por la teología de la liberación. La pregunta es si también hay una filosofía latinoamericana de la liberación. La "alta iglesia" se declara impedida a hablar del tema desde que aprobó "en el IX Congreso Interamericano de Filosofía, celebrado en 1977 en Caracas, una proposición del Profesor Mario Bunge según la cual no volveríamos a hablar de filosofía latinoamericana hasta el año 2000"45. Este compromiso respondía a la declaración de Angel Capelleti en el mismo Congreso: "Exigir (...) una filosofía enteramente original, una verdadera filosofía de América Latina, como han hecho con más entusiasmo que penetración algunos autores contemporáneos, es algo que carece de sentido. No tiene una filosofía propia el que quiere sino el que puede"46.

En la "baja iglesia", "los alumnos de la Facultad de Filosofía, entonces muy numerosos y activos, cuestionaban una docencia que se limitaba a la mera repetición y apropiación de textos filosóficos, sin ninguna referencia a los graves problemas que nuestra sociedad latinoamericana padecía. Acusaban a los profesores de estar inmovilizados en la torre de marfil de un universalismo abstracto e inoperante. En estas circunstancias se planteó por primera vez en la facultad la pregunta por el ser y el sentido de la filosofía. ¿Qué es y para qué sirve la filosofía? Buscando una respuesta a esta pregunta, descubrimos entonces y leímos con pasión la obras de Salazar Bondy, Enrique Dussel, Leopoldo Zea, y de otras autoras, escritas dentro de nuestro horizonte latinoamericano con una fuerte intencionalidad liberadora” 47

Nacía así el proyecto de filosofía latinoamericana en la Universidad de Santo Tomás con muchos seguidores en otras escuelas de filosofía, en sintonía con el movimiento latinoamericanista48. Este se hizo presente en Colombia en ocho Congresos Internacionales de Filosofía Latinoamericana entre 1980 y 1994 y en numerosas

45 Cruz Vélez en La época de la crisis, pág. 60. 46 En: La filosofía en América. IX Congreso Interamericano de Filosofía, Tomo I, Caracas, Sociedad Venezolana de Filosofía, 1979, pág. 80. 47 Germán Marquínez en el homenaje a Daniel Herrera (17 de marzo de1999) 48 Enrique Dussel, Etica de la liberación en la época de la globalización y de la exclusión, Madrid, Trotta, 1998, es quizá la obra que mejor recoge el estado actual de la discusión.

publicaciones periódicas como Análisis y Cuadernos de Filosofía Latinoamericana, espacios de encendidas polémicas, cuando en aquel primer "momento romántico" se descalificaba la enseñanza de los "universalistas abstractos repetidores de discursos foráneos fuera de contexto", se rechazaba maniqueamente todo pasado filosófico, bajo la sospecha de tratarse de ideologías al servicio de los opresores, reivindicando como buenos fundamentalistas el protagonismo de fundadores de una nueva filosofía. No sobra señalar el parentesco de estas posiciones con las señaladas antes desde el marxismo, lo que en parte explica los retozos y las censuras, a que dieron lugar los distintos movimientos de "cristianos y marxistas".

Por mi parte, pienso que hacer hoy en día filosofía en América Latina con el pathos que quiere imprimirle la filosofía de la liberación es hacer filosofía moral y política en el más riguroso sentido de la palabra. Entonces se ve la posibilidad y la conveniencia de inscribir e identificar dicho empeño como uso ético de la razón práctica49, en cuanto esfuerzo por comprender el contexto histórico, cultural y social en el que se reflexiona y como propuesta de solución ético-política a situaciones que exigen cambios, y que comprometen en ellos no sólo a las personas, sino también a las colectividades.

El diálogo como respuesta a la crisis de la modernidad.

Si se parte del agotamiento de los metarrelatos propio de la crisis de la modernidad, podríamos entender la actual situación de la filosofía en Colombia como una respuesta a diversas posiciones más o menos unilaterales: desde las más teóricas hasta las más concretas, poniendo en diálogo toda una gama de tradiciones, corrientes y horizontes del quehacer filosófico. En este sentido, el pluralismo nos ha defendido, quizá inclusive sacrificando algo de rigor crítico, de la confrontación desafortunada entre escuelas, tendencias, o modos de hacer filosofía, que puede terminar en verdaderas guerras. En Colombia se dan las condiciones para el diálogo: la insistencia de la hermenéutica y la fenomenología en partir de la pertenencia mundovital para apropiarse de la multiplicidad de perspectivas que configuran los otros puntos de vista y la exigencia del giro lingüístico de reconocer a los otros en su diferencia, confieren pleno

49 Asi espero haberlo podido mostrar en mi artículo "Filosofía latinoamericana significa uso ético de la razón práctica" en Isegoria, No 19, Madrid, 1999.

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sentido al pluralismo que permite el desarrollo autónomo de las diversas formas del filosofar, orientadas por un telos explícito o implícito, que ciertamente en el caso de la filosofía moral, política y del derecho compromete igualmente otros discursos de las ciencias.

Los planteamientos básicos para superar la falsa controversia entre universalistas y americanistas, a la que nos referíamos en el numeral anterior, se dieron en el IV Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana en julio de 1986, en el cual se expusieron y confrontaron las "Tendencias actuales de la filosofía en Colombia". Algunas de ellas han sido ya mencionadas, y tampoco creo que sea posible aquí hacer un recuento más conciso y acertado que el de Rubén Sierra en los dos trabajos que hemos utilizado aquí50. Pero sí considero necesario, justamente retomando algunos títulos de las ponencias de ese Congreso, ampliar la información: "Presencia de Hegel en Colombia" (Jorge Aurelio Díaz51), "La recepción de la filosofía ética de Max Scheler en Colombia" (Jaime Vélez Sáenz52), "Recepción e incidencia de la filosofía analítica" (Magdalena Holguín53). Esta especie de mosaico quedaría todavía incompleto, si no tenemos en cuenta líneas de trabajo filosófico como las de filosofía antigua y medieval54, la filosofía moderna55 con aportes significativos sobre Kant56, la filosofía del lenguaje57, la estética58, el movimiento fenomenológico y la hermenéutica59, la filosofía francesa contemporánea60 y la reflexión desde nuestra realidad61.

Pero sin lugar a dudas la orientación que predomina

50 Véase mí trabajo "Perspectiva y prospectiva de la filosofía en Colombia 1991" en Ciencias Sociales en Colombia 1991, Bogotá, Colciencias, 1992.

51 Véase sus Estudios sobre Hegel, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1986.

52 Véase su libro Del derecho a la filosofía, Bogotá, USTA, 1988.

53 Véase su Wittgenstein y el escepticismo, Cali, Univalle, 1997. 54 Amalia Quevedo, "Ens per accidens". Contingencia y

determinación en Aristóteles, Pamplona, EUNSA, 1989; Alfonso Rincón, Signo y lenguaje en San Agustín, Bogotá, Universidad Nacional, 1992; Jairo Escobar, Chora und Chronos. Logos und Ananke in der Elementartheorie von Platons 'Timaios', Wuppertal, 1995.

55 Jean-Paul Margot, La Modernidad, una ontología de lo incomprensible, Cali, Univalle, 1995.

actualmente en Colombia es la filosofía moral, política y del derecho. Este desarrollo de la filosofía práctica no ha significado un desplazamiento de la investigación filosófica del campo de la lógica y la epistemología62. También esta temática ha tenido una evolución importante: de una actitud defensiva de la filosofía frente a la ciencia, como parecía percibirse en ciertas críticas al "positivismo científico", se ha llegado a una profundización en las diversas áreas de la filosofía analítica y en el diálogo de la filosofía y las ciencias63, iniciado ya en la Misión de Ciencia y Tecnología (1990) y continuado en la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo (1995).

56 Alejandro Rosas, Kants idealistische Reduktion, Würzburg, 1996; Luis Eduardo Hoyos, Kant und die Idealismusfrage, Mainz, 1995; Carlos Másmela, Presupuestos metafísicos de la critica de la razón pura: una interpretación de la actividad trascendental del ánimo, Medellín, Universidad de Antioquia, 1996.

57 Véase, en general, los trabajos de Rubén Sierra, que reflejan su posición sobre esta perspectiva del filosofar. Véase también Adolfo León Gómez, Lenguaje, comunicación y verdad, Cali, Univalle, 1997.

58 Javier Domínguez, Sprache, Wahrheit and Anschauung. H.-G. Gadamers hermeneutische Neubestimmung der Kunst, Tübingen, 1987. Habría que tener en cuenta la docencia y los trabajos de Bruno Mazzoldi

59 Carlos Maldonado, Introducción a la fenomenología a partir de la idea del mundo: La filosofía de Husserl. Bogotá, CEJA, 1995; Julián Serna, Heidegger y la crisis de la modernidad, Pereira, Biblioteca Pública, 1992; Ana Patricia Noguera, Identidad y diferencia en la fenomenología trascendental, Manizales, Universidad Nacional, 1996; Ménica Marcela Jaramillo, Husserl et Proust, Paris, 1996; Jaime Rubio, Hermenéutica y ciencias humanas, Bogotá, CEJA, 1984.

60 Además de los trabajos de Bernardo Correa y Víctor Florian, Véase el numero monográfico de Ideas y Valores, No 98-99, Bogotá, Universidad Nacional, 1995 (Filosofía francesa contemporánea).

61 Véase en especial de Freddy Salazar, "Filosofía y realidad" en ibid,págs. 515-532.

62 Christian Schumacher, Comprehensive Logic for Epistemic Propositional Attitudes, Berlín, 1994; Francisco Sierra, El sentido y el realismo crítico en B. J. F. Lonergan, Bogotá, 1980; Felipe Castañeda, Aproximación a la gramática filosófica de Ludwig Wittgenstein, Bogotá, 1991.

63 Varios autores, Thomas Kuhn. Cali, Univalle, 1997, y Filosofía & Ciencia, Cali, Univalle, 1997. Jorge Antonio Mejía, Filósofos, dietetas y teúrgos. La disputa por los modelos de conocimiento en la medicina hipocrática, Medellín, Universidad de Antioquia, 1993; Iván Darío Arango, La reconstrucción del saber. Copérnico-Galileo-Descartes, Medellín, Universidad de Antioquia, 1993. Alvaro Corral, Zur Hypothesenbildung. Das problem der epistemologischen Voraussetzungen wissenschaftlicher Prinzipien bei William Whewell, Frankfurt, 1996. Un resultado significativo de este diálogo es el cognitivismo, desarrollado pbr Juan José Botero a partir de la fenomenología, mientras Jaime Ramos lo hace a partir de la filosofía analítica.

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Lo más característico de la mayoría de las discusiones actuales en torno a la moral es su relación implícita o explícita, de continuidad o de ruptura radical con la filosofía práctica de Kant64. En efecto, tanto la ética discursiva (K.-O. Apel y J. Habermas) como el neocontractualismo (J. Rawls),65 están en la tradición kantiana, mientras el comunitarismo (A. Maclntyre), se declara en oposición a él. Además, hay una discusión de principio con relación al papel que en la moral cumple la sensibilidad. Si se habla de una ética que parta de los sentimientos morales, es porque se piensa que cierto racionalismo moral de corte kantiano ha sido demasiado abstracto y poco motivador, deformando así el problema moral mismo. Pensamos que la evolución de la filosofía colombiana en dirección a la ética es una respuesta, no sólo a quienes buscan mayor concreción del discurso filosófico, sino también a quienes hoy preguntan por la pertinencia de la actividad filosófica.

La institucionalización de la filosofía.

Queremos en este aparte considerar muy brevemente todo aquello que, aunque a primera vista no pareciera tener que preocupar al filósofo, es cada vez más importante para el desarrollo normal de la investigación, para la formación profesional y para una intervención pública apropiada.

La actividad filosófica cuenta con un notable soporte en la red de universidades públicas y privadas en todo el territorio nacional. Además de algunos programas de licenciatura en filosofía y otras disciplinas, y de suficientes programas de pregrado en filosofía, se ofrecen estudios de maestría en 7 universidades y de doctorado en 3. A los departamentos o institutos que sustentan estos postgrados se han vinculado en los últimos años bastantes profesores con estudios de doctorado en el extranjero, lo que ha hecho avanzar seriamente la investigación filosófica. Desde el punto de vista de la docencia tanto de pregrado como de postgrado, la filosofía está cada vez más presente en áreas como el derecho, la ciencia política, la psicología, la sociología y la antropología. Esto explica en parte el buen ambiente del que goza la filosofía en general en el ambiente universitario. Además de la Sociedad Colombiana de Filosofía, con un

64 Véase la tesis doctoral de Vicente Duran Casas, Los deberes para consigo mismo en la Metafísica de las costumbres de Kant, Munich, 1995.

65 Véase Óscar Mejía Quintana, Justicia y democracia consensual, Bogotá, Uniandes/Siglo del Hombre, 1997.

perfil claramente definido para quienes se dedican a la investigación, existe la Sociedad de Filosofía del Derecho y Filosofía Social, reconocida como capítulo colombiano de la Asociación Internacional de Filosofía Jurídica y de Filosofía Social, IVR. Desafortunadamente ambas sociedades adolecen de los defectos propios de tales organismos: falta de recursos y de periodicidad en las convocatorias a eventos, seminarios y foros, que garanticen su presencia en la comunidad académica. La Sociedad Colombiana de Epistemología, fundada con el auspicio de Colciencias a finales de los años setenta, lamentablemente dejó de sesionar hace ya varios años, con lo que se perdió un espacio prometedor para el diálogo entre la filosofía y las ciencias.

La investigación filosófica se refleja en las publicaciones. Depende mucho de la iniciativa privada, ya que todavía los grupos de trabajo y los programas correspondientes son débiles. Su fomento por parte del Estado, en especial a través de Colciencias, Colcultura67 e ICFES, está expuesto a las variaciones en las políticas culturales de los gobiernos, que no siempre se orientan por criterios de pertinencia que puedan ser los de la filosofía. Esto hace todavía más significativa la producción filosófica en Colombia en los últimos años. Antes de referirnos a las actuales revistas de filosofía, es necesario destacar la función que cumplió ECO. Revista de la Cultura de Occidente en el proceso de normalización de la filosofía en Colombia. Fundada en mayo de 1960 por Karl Buchholz, constituyó hasta su desaparición en la década de las ochenta fuentes imprescindibles de información cultural y filosófica, en especial por sus traducciones del alemán. Ahora hay una serie de revistas relativamente estables en su periodicidad y con notable esfuerzo en su calidad: Ideas y Valores (Universidad Nacional), Universitas Philosophica (Universidad Javeriana) 68, Estudios de Filosofía (Universidad de Antioquia), Franciscanum. Revista de la ciencia del espíritu (Universidad de San Buenaventura), Praxis Filosófica (Universidad del Valle), y los ya mencionados Cuadernos de Filosofía Latinoamericana

67 Me refiero a los "Premios Nacionales Colcultura", cuyos ganadores en filosofía han sido publicados: Andrés Bobenrieth, Inconsistencias ¿porqué no?Un estudio filosófico sobre la lógica paraconsistente, Bogotá, 1996, y Raúl Meléndez, Verdad sin fundamentos. Una indagación acerca del concepto de verdad a la luz de la filosofía de Wittgenstein, Bogotá, 1998.

68 Debo destacar la sección de Reseñas de esta Revista, la cual ofrece la mejor información sobre la actividad filosófica en el país (eventos, revistas, libros).

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(Universidad de Santo Tomás). Habría que añadir otras Revistas de Ciencias Sociales y Humanas en las que con frecuencia aparecen trabajos de filosofía, como Escritos (Universidad Bolivariana), Revista de Ciencias Humanas (Universidad Tecnológica de Pereira), Revista de la Universidad de Antioquia, UIS-Humanidades de la Universidad Industrial de Santander, Análisis Político, Politeia, Estudios Sociales, Texto y Contexto, Estudios Políticos, Ensayo y Error, y Revista Foro.

En cuanto a los libros, ha sido ya difícil seleccionar en las notas de este ensayo una visión diferenciada de todo lo que se publica en filosofía en Colombia. Universitas Philosophica ha enumerado entre 1986 y 1994,112 títulos de libros de filosofía, unos 14 por año. El ritmo se mantiene y la calidad mejora. Hay que destacar la labor de las diversas "empresas editoriales": la ya mencionada Biblioteca Colombiana de Filosofía de la Universidad Santo Tomás, la Colección Pensamiento Latinoamericano de Editorial El Buho, la Colección Cara y Cruz de Filosofía de Editorial Norma, y los programas editoriales de las Universidades Nacional, del Valle, Antioquia, Javeriana y Andes. La Revista Argumentos, dirigida por Rubén Jaramillo, ha constituido un espacio significativo de discusión y de traducción de textos.

Algo se ha dicho sobre la actividad filosófica en congresos y seminarios. Son de muy diversa índole las reuniones de carácter filosófico: se han tenido nueve Coloquios de Filosofía, organizados por la Sociedad Colombiana de Filosofía y de los cuales hay publicación; doce Foros Nacionales de Filosofía con participación de profesores y estudiantes, algunos de los cuales han sido publicados; el VIl Foro Nacional de Estudiantes de Filosofía se celebró en septiembre de 1997; a ello hay que añadir los Foros Distritales y los Foros internos en diversas universidades. Las relaciones de los filósofos colombianos con sus pares en el extranjero se dan en Congresos y Seminarios, como ya se ha sugerido. En los últimos años se han tenido varios Seminarios en Colombia con la participación de destacados filósofos del extranjero y son muy frecuentes las Conferencias de profesores invitados. La Universidad de la Sabana ha institucionalizado "Las Jornadas Filosóficas", la Universidad del Valle ha impulsado todo un programa en torno a la problemática de los derechos humanos69, la Universidad de Antioquia adelanta una

69 Angelo Papacchini, Los derechos humanos, un desafió a la violencia, Bogotá, Altamir, 1997.

serie de Seminarios Internacionales en torno a su programa de investigación sobre "Ética y Política" iniciado por Francisco Cortés y Alfonso Monsalve70 y el Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional sostiene un programa de Encuentros Franco-Colombianos. Las mejores escuelas de filosofía sostienen convenios con universidades de Alemania, Francia y España. La relación con los filósofos de Venezuela, Perú, Chile, Argentina y México se ha intensificado en los últimos años.

La pertinencia de la filosofía: la de los románticos y la "filosofía a pedacitos".

Precisamente con motivo de los 50 años del Departamento de Filosofía de la Universidad Nacional, considerados como de emancipación laica de la filosofía en Colombia, en el Coloquio Internacional sobre "Sociedad Civil", Christian Schumacher plantea el debate "Acerca del pensador profesional", polémica que es retomada por la Sociedad Colombiana de Filosofía en una discusión acerca de "El trabajo filosófico en Colombia"71. Así el debate apenas esté comenzando, permite esperar los mejores resultados. No ha sido así en otros países, por ejemplo en los Estados Unidos, donde la lucha entre los analíticos, más cercanos a la filosofía de la ciencia, y los así llamados seguidores de la "filosofía continental", más proclives a los temas de la filosofía práctica desde la perspectiva más tradicional del idealismo alemán, ha llevado a excomuniones desfavorables al desarrollo de la reflexión y de la crítica72.

En cuanto a nuestro propio debate, habría que comenzar por el diagnóstico global acerca de nuestra

70 Francisco Cortés y Alfonso Monsalve (editores), Liberalismo y comunitarismo. Derechos humanos y democracia, Valencia (España), Edicions Alfons el Magnánim y Colciencias, 1996.

71 La polémica, en la que también participaron Jorge Aurelio Díaz, Juan José Botero, Germán Meléndez, Lisimaco Parra, Jaime Ramos, Carlos B. Gutiérrez y Alejandro Rosas, ha sido recogida en Ideas y Valores, No 104, Bogotá, Universidad Nacional, agosto 1997.

72 De esto se ocupa en su ensayo introductorio Giovanna Borradori, Conversaciones filosóficas. El nuevo pensamiento norteamericano, Bogotá, Norma, 1996.

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actividad filosófica. Porque, así no haya sido la primera vez que se plantea, la manera como se ha hecho, es ya signo de vitalidad el que un antagonismo tan propio de la filosofía, como el de sus diversas escuelas en plena actividad, asuma la discusión sobre el sentido de su propio quehacer. Se ha hecho el esfuerzo de pasar de la filosofía de manuales a la lectura e interpretación de los textos clásicos. En esta labor han cumplido papel importante los traductores y divulgadores de los clásicos y de los contemporáneos. Pero falta rigor en los estudios de historia de la filosofía y en la interpretación de autores. Para ello se requiere además de muy buena formación, bibliotecas, fuentes de información y posibilidades de intercambio. Por ello la poca "historia de la filosofía" que hacemos, es generalmente mala historia de la filosofía (L. Parra). Para crear filosofía se requiere una relación no ilusoria, sino real con el presente y con la tradición. Pero no nos relacionamos entre nosotros mismos, no nos leemos, ni nos criticamos. Y tampoco hemos hecho "filosofía latinoamericana": es decir, una vez que se pudo superar la mera ilusión de que era posible hacerla sólo por propósito, no hemos podido retomar los auténticos problemas de nuestra tradición intelectual y las necesidades más urgentes de la actualidad para poderles dar un tratamiento filosófico.

Con base en este diagnóstico plantea Schumacher su tesis: la falta de profesionalización de la filosofía en Colombia se debe a que su desarrollo en estos 50 años de "normalización" ha girado más en torno a una imagen "romántica" del quehacer filosófico, no muy lejana de la estampa de Schopenhauer, asociada con la genialidad y el misterio del pensador. Esta imagen ha distorsionado la actividad filosófica y es la culpable de que no estemos en la filosofía de finales del siglo XX, la cual se caracteriza por la internacionalización y la profesionalización. Lo primero crea lenguajes comunes y convierte la filosofía de labor individual en esfuerzo colectivo. Se constituye así la comunidad científica, garantía del progreso paulatino en el saber filosófico. La profesionalización que pone fin a la figura romántica del filósofo nato, gana en calidad gracias a la "supervisión crítica e inescrupulosa de decenas de ojos" de la comunidad científica y al propósito común de hacer "filosofía a pedacitos". Así se hace un uso más consciente de los métodos y de las herramientas filosóficas (J. A. Díaz resumiendo a Schumacher).

Frente pues a la filosofía "romántica" de individualidades, la filosofía profesional es el producto de un esfuerzo común, que va arrojando avances parciales, resultado de un trabajo de cooperación nacional e

internacional: se distribuyen tareas, se especializan las labores, sus resultados son criticados por muchos que aportan a la corrección, es una actividad acumulativa, una filosofía "a pedacitos". Al trabajo global, siempre inconcluso y en cierta forma superficial de los románticos, se opone ahora la penetración en los detalles, el aprendizaje sistemático. La filosofía no es un destino, una vocación, es más bien un oficio, una profesión. La función de la filosofía en las universidades y su financiación con dineros públicos, exige que sea útil para la academia misma y no sólo una satisfacción de unos cuantos. Esto demanda su socialización, desprivatización y orientación de sus temas hacia una práctica social que efectivamente favorezca a la comunidad: la enseñanza debe orientarse hacia un ejercicio profesional y dejar el romanticismo de que cuanto más inútil tanto mejor73. Se debe insistir más en la formación metodológica que en los grandes metarrelatos. Aquí poco sirve el mero talento frente al arte de aprender mediante esfuerzo conjunto un oficio. Lo que no parece acertado desde ningún punto de vista es que por el interés de reclamar más metodología y producción sistemática, se quiera cortar de un tajo con toda una tradición filosófica, distinta de la analítica, a la cual parecen asociarse estas críticas y propuestas. Se responde pues que no conviene caer de un extremo (el de la filosofía romántica), en el otro, el de la analítica. En la unilateralidad estaría el error, y en la complementariedad el camino de solución. Es decir, ni la calidad, ni la utilidad social, ni el sentido mismo de filosofía está exclusivamente de éste o aquel lado del problema. Una reflexión sobre el sentido de la libertad y la moral de acuerdo con Kant no necesariamente es de menos calidad, ni de menor utilidad social, que un pasaje de Robert Alexy precisando las reglas de la argumentación jurídica. Desde nuestra tradición fenomenológica no sobraría recordar el final del Artículo "Fenomenología" para la Enciclopedia Británica (1927), escrito por Husserl y Heidegger: "Repercusión pura de intenciones metódicas quiere decir método efectivo, que pone los problemas en las sendas de un trabajo en el que puede concretamente ponerse manos a la obra y que puede ser concluido. Esta senda es, a la manera de la ciencia genuina, una senda infinita. Por ello la fenomenología exige de los

73 En completa oposición a lo que todavía escribía Th. W. Adorno en "Justificación de la filosofía" (Wozu noch philosophie : para qué todavía filosofía) en Filosofía y superstición, Madrid, Alianza/Taurus, 1969, págs. 9-25.

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fenomenólogos que renuncien al ideal de un sistema filosófico y que, no obstante, vivan como trabajadores más modestos en comunidad con otros en pro de una philosophia perennis"74. Por ello parece mejor planteado el problema en términos de "Defensa del pluralismo"75 se parte de señalar la unilateralidad de las dos formas de argumentar, la del adversario de la filosofía romántica y la del adversario de la analítica. Ante todo el sentido de "profesional" no necesariamente debe ser asociado con el de cierta tradición de la ciencia positiva, es decir no proviene "de la destreza o la competencia técnica, sino del respeto y cumplimiento de ciertos compromisos... con el trabajo intelectual". Esto hace reduccionista todo intento de tipificar en los dos extremos anotados las diversas corrientes, con todos los efectos simplificadores que conlleva el facilismo. El pluralismo propuesto incide en el estilo de trabajo y su reconocimiento por parte de los colegas; pero además tiene que ver con un sentido fuerte de lo público: "como un trabajo dirigido no sólo hacia la comunidad académica sino abierto a y orientado hacia la comunidad en general, aunque sin dejar de mantener las exigencias en cuanto al rigor argumentativo y al objetivo perseguido, Le., la claridad".76 Este sentido de lo público es acentuado por Lisímaco Parra:77 se trata de asuntos que ocupan la atención de la opinión pública, como, por ejemplo, recientes sentencias de la Corte Constitucional, temas propios del filósofo, como también los relacionados con la corrupción o con otros temas de la coyuntura política en general78. Pensamos pues que la inquietud planteada por Schumacher, no así su solución algo simplista, es justificada y nos conduce a la pregunta más general por la pertinencia de la filosofía que hacemos. De ella se espera hoy orientación en lo privado y sobre todo en lo público, lo que hace que la filosofía académica no pueda estar tan distante del mundo de la vida, como quizá otras ciencias. Las expectativas sociales van desde

señalarla como lugar salvífico, en cuanto orientación, dadora de sentido y solución ética, hasta la concepción tradicional de su inutilidad. Pero hay que evitar tanto las falsas imágenes (las suscitadas por los Walter Mercado y los Mauricio Puerta), como el desprestigio de cierta divulgación, propia de su función pública. Cuando la filosofía y, en general, las humanidades y las ciencias sociales, al "descubrir" la investigación como función académica, se dedican a ella minusvalorando la formación a través de la docencia y considerando la intervención pública como mera "popularización", se altera la armonía de la triple función de la universidad y con ello se deja lo público y a la sociedad a expensas de la superchería.

Tres son los aspectos que han dinamizado la pregunta por la relevancia de la filosofía: el debate metodológico, como lo hemos señalado, y los aspectos interdisciplinarios, como los de economía y sociedad, los más específicos de la bioética, los asuntos ambientales, etc.; y las discusiones sobre problemas que la sociedad misma, el hombre normal, percibe como relevantes, tanto en relación con las ciencias como con asuntos más directamente políticos, que comprometen la discusión de ciencia, tecnología y sociedad y la relacionada con la moral, la ética y el derecho79. En esta misma dirección se orienta la mayoría de las inquietudes con respecto a la enseñanza de la filosofía en el nivel medio80 e inclusive también la propuesta de una filosofía para niños.

Esta especie de primacía de la filosofía práctica con

74 Edmund Husserl, Invitación a la fenomenología, Barcelona, Paidos, 1992, págs. 72-73.

75J.J. Botero. 76 Ibid, pág. 44. 77 Lisímaco Parra, "La crisis de la élite" en: Luz Gabriela Arango

(Comp.), La crisis socio-política colombiana: un análisis no coyuntural de la coyuntura, Bogotá, U.N./Fundación Social, 1997, págs. 77-78.

78 Véase Ibid, págs. 73-141; también los aportes de Darlo Botero, Jorge A. Díaz, Carlos B. Gutiérrez, Luis Eduardo Hoyos, Antanas Mockus, Lisímaco Parra y Guillermo Hoyos a Pensar la Ciudad (compilación de Fabio Giraldo y Fernando Viviescas), Bogotá, Tercer Mundo, 1996.

79 Que la discusión no está ausente en la patria del Idealismo, lo demuestra este colectivo sobre "La filosofía académica entre pretensiones y expectativas", del cual tomamos algunas sugerencias: Karl Reinhard Lohmann u. Thomas Schmidt(Hrsg.),Akademische Philosophie zwischen ,Anspruch und Erwartung, Frankfurt a.M., Suhrkamp, 1998, pp. 7-18. Ver también: Ferdinand Fellmann, Philosophie - Was sie kann, was sie will, Reinbek bei Hamburg, Rowohlt, 1998.

80 Véase el Programa de la OEI en los dos libros: Análisis de los currlculos de filosofía en el nivel medio en Iberoamérica y La enseñanza de la filosofía en el nivel medio: tres marcos de referencia, Madrid, OEI, 1998.

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respecto a la teórica, no puede sin embargo llevar a un nuevo reduccionismo ético, que podría terminar en moralismo. Si bien la filosofía en su función integradora, antes como filosofía trascendental, y luego como epistemología en relación con las ciencias, es hoy como razón práctica respuesta a la fragmentación postmoderna, esto no significa que todas sus tareas sean éticas y que la reflexión filosófica deba reemplazarse por una ética aplicada en asuntos ambientales, en los de la ciencia y la tecnología, de los medios de comunicación, y en general de la bioética. Sin ignorar que la gran confrontación hoy es "el problema de la vida y del futuro de la vida" y que por ello "todas las cuestiones, por ajenas que parezcan, acaban siempre convirtiéndose en problemas bioéticos", no creo que todo esto permita concluir en este tipo de reduccionismos81. Hoy la filosofía práctica debe conservarse entre la teoría y la praxis. De aquí su relación interna con las ciencias dentro de la así llamada comunidad científica y su intervención pública en los problemas concretos de la sociedad civil.

Sin negar pues la relación directa de la filosofía con las ciencias naturales, antes en nombre de la cosmología y hoy de la epistemología, parece más conducente hoy una especie de rodeo. A partir de la problemática de "ciencia, tecnología y sociedad", que relaciona la teoría con la sociedad, hay que fortalecer el diálogo entre la filosofía y las ciencias sociales en el sentido propuesto por J. Habermas en cuanto "ciencias de la discusión"82, para encontrar en íntima relación con ellas la comunicación con la sociedad misma, en cuya participación radica la última palabra. La razonabilidad comunicativa amplía en un primer momento la participación en la apertura a otras formas de vida y concepciones del bien, y en un segundo momento posibilita acuerdos sobre mínimos para solucionar los conflictos y superar en común los problemas: "Si la filosofía puede ayudar a que los hombres aprendan a comprender las perspectivas alternativas que se presentan con respecto a los problemas, y con ello a desarrollar más fácilmente soluciones en común, entonces presta quizá un aporte para que los hombres que buscan superar sus problemas en comunidad, sean

81 Lisimaco Parra, "La crisis...; Diego Gracia, "Problemas éticos en medicina" en Osvaldo Guariglia (ed), Cuestiones morales, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía -ElAF-12, Madrid, Trotta, 1996, pág. 274.

82 Guillermo Hoyos y Germán Vargas, La teoría de la acción comunicativa como nuevo paradigma de investigación en ciencias sociales: las ciencias de la discusión, Bogotá, Corcas Editores, 1997.

algo más felices"83. Se trata pues de encontrar en el diálogo con

las ciencias sociales la convergencia entre ética y política84, que permita mostrar la pertinencia de la filosofía con respecto a las expectativas de los ciudadanos. No hay que decir que la filosofía es de coyuntura, para abordar preguntas como: ¿Cuáles son las condiciones de posibilidad para repensar el concepto de una cultura de la paz para el cambio de siglo? ¿En qué pueden las reflexiones originales sobre el ejercicio de la ciudadanía, la apertura de nuevos espacios públicos y las experiencias inéditas de la pluralidad del pensamiento en América Latina, servir como paradigma para una convivencia más humana en una comunidad mundial confrontada con deficiencias en el ejercicio de la ciudadanía, con la violencia y la fragmentación social? ¿Qué papel pueden jugar los filósofos para sensibilizar a los ciudadanos acerca de los valores de la democracia y la paz, especialmente por la generalización de la educación filosófica?85.

En un ensayo de respuesta a estas preguntas y para terminar, quiero señalar el aporte de la filosofía a la discusión actual sobre la paz en Colombia. En el Seminario "Los laberintos de la guerra"86, organizado por Francisco Leal Buitrago en la Universidad de los Andes a finales de 1998, siete destacados científicos sociales se ocuparon de las "Utopías e incertidumbres sobre la paz".

83 Karl Reinhard Lohmann, "Praktische Philosophie zwischen Museumspädagogik und Orientierungswissenschaft" en Lohmann/ Schmidi, Akademische Philosophie..., p. 71.

84 Guillermo Hoyos y Ángela Uribe (compiladores), Convergencia entre ética y política, Siglo del Hombre Editores, Bogotá 1998; Francisco Cortés, De la política de la libertad a la política de la igualdad. Un ensayo sobre los limites del liberalismo, Bogotá, Siglo del Hombre Editores y Universidad de Antioquia, 1999.

85 Con estas preguntas prosigue la UNESCO el programa iniciado con la encuesta: Roger-Pol Droit, Philosophie et démocratie dans le monde, Paris, Unesco, 1995.

85 Francisco Leal Buitrago (Editor), Los laberintos de la guerra, Bogotá, Tercer Mundo/Uniandes, 1999 (se cita en el texto por el autor de cada articulo y la pág.); ver también: Alfonso Monsalve y Eduardo Domínguez (editores), Colombia: democracia y paz, Medellín, Universidad Bolivariana, 1999.

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Su discurso está en la frontera con la filosofía moral, política y del derecho, mostrando que uno y otro discurso se necesitan, si pretenden poder llegar a los ciudadanos, quienes en última instancia son la democracia participativa. Sin entrar a detallar el significado de esta convergencia entre filosofía y ciencias sociales, hay que destacar categorías y análisis que no se agotan en la descripción desde la perspectiva del observador (el investigador que analiza), sino que comprometen al ciudadano, cuya perspectiva de participante implica un "punto de vista moral", una concepción normativa de las gramáticas de la política, propia del uso ético de la razón práctica.

La paz como imperativo moral, según la clásica expresión de Kant "no debe haber guerra", y el diálogo como principio comunicativo de la política deliberativa y por tanto como único camino posible hacia la pacificación, son el presupuesto de todos los análisis. De aquí se sigue la importancia dada a la “sociedad civil" (J. A. Bejarano, págs. 251 ss.), si se quiere llegar al pleno sentido de la democracia participativa, aprobando así la que Marco Palacios considera como "asignatura pendiente: la democracia" (págs. 59 ss.). Debe entonces tratarse efectivamente de un diálogo en el que crean y se comprometan las partes (M. Deas, págs. 171 ss.): sin credibilidad no hay ética de la autenticidad ni de lo público. El objetivo del diálogo es reconstruir el sentido del derecho y del Estado de derecho democrático, a partir de la "inclusión del otro" en la realización de los derechos humanos, es decir, de la dignidad de las personas, en la activación de la participación política de todos y en la lucha por la justicia como equidad. Son "las utopías de la paz" (Leal, págs. 109 ss.), que construyen su topos gracias a la esperanza normativa, a esa especie de performatividad de la democracia participativa. Es en definitiva el lugar de encuentro de la filosofía y las ciencias sociales animando la participación ciudadana.

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Las Ideas Psicológicas en Colombia

Rubén Ardila*

El interés en los problemas que hoy llamamos psicológicos se encuentra en todas las grandes civilizaciones. En América existieron importantes ideas psicológicas en los Mayas, Aztecas, Incas y en los pobladores de la actual Colombia. La psicología en su conceptualización moderna comienza en 1879 con la fundación del primer Laboratorio de Psicología Experimental en la Universidad de Leipzig por obra de W. Wundt. Hoy la psicología como disciplina es tanto una ciencia como una profesión, y tanto una ciencia natural como una ciencia social. En el contexto colombiano el origen está ligado a la fundación del Instituto de Psicología Aplicada de la Universidad Nacional de Colombia, el 20 de noviembre de 1947, con el cual comienzan los estudios profesionales de psicología en Colombia y en el resto de Latinoamérica. En este artículo se analiza el estado de la psicología como disciplina, como campo de investigación y como área de aplicación profesional. Se concluye que es necesario enfatizar más los aspectos científicos, además de los profesionales y trabajar en contextos multi e interdisciplinarios, con otros profesionales de las ciencias naturales y sociales.

"Todas las verdades pasan por tres estadios: primero se las ridiculiza. Luego encuentran oposición violenta. En el tercer estadio se las acepta como evidentes".

Arthur Schopenhauer

Introducción

Revisar el desarrollo histórico de la psicología en Colombia es una tarea que puede hacerse desde diversas perspectivas. Pueden analizarse los orígenes de los conceptos psicológicos en Europa y su implantación en América con la llegada de los colonizadores europeos. Pueden considerarse las ideas de los primigenios habitantes americanos del territorio que hoy llamamos Colombia y la forma como han evolucionado, se han adaptado y en parte han sobrevivido. También puede describirse el desarrollo de la disciplina psicológica, en sus aspectos complementarios de ciencia y profesión y la forma como está insertada esta disciplina en la sociedad colombiana de finales del siglo XX.

Aquí tomaremos una perspectiva múltiple, incluyendo diversos aspectos. No pretendemos hacer una revisión exhaustiva y remitimos al lector a trabajos anteriores sobre el tema.1 Consideraremos en primer lugar factores conceptuales y de contexto sobre lo que es la psicología y la forma como ha evolucionado. La psicología en Colombia se caracteriza porque existe un desfase muy grande entre la disciplina y su imagen pública, entre lo que es la psicología y lo que el "gran público" cree que es. Este desfase no ha beneficiado al gran público ni ha beneficiado tampoco a la psicología como disciplina.

¿Qué es la psicología?

Los problemas que hoy llamamos "psicológicos" han existido desde que nuestra especie ha tenido conciencia de sí misma. En las grandes civilizaciones —Sumeria, Babilonia, Egipto, China, India, los Hebreos, Persia, el Imperio Inca, el Imperio Azteca, Roma, el Islam, etc.—, se propusieron ideas psicológicas altamente elaboradas. Fueron conceptualizaciones acerca del ser humano y su lugar en el mundo, acerca del pensamiento, la conducta de las personas, las diferencias entre los géneros, el ciclo

* Psicólogo e investigador. Ph.D. Autor de numerosos libros, en diversos idiomas. Profesor visitante en Alemania, Estados Unidos, España y otras naciones. Director de la Revista Latinoamericana dePsicología y actualmente profesor de la Universidad Nacional de Colombia.

1 R Ardila,. La psicología en Colombia, desarrollo histórico- México, Editorial Trillas, 1973, R Ardila, Psicología en Colombia. Contexto social e histórico, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1993.

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vital humano, el aprendizaje, la memoria, la motivación, la educación de los niños y jóvenes, la salud física y mental, la vida y la muerte, la sexualidad, la pareja, la familia, la organización social, el mundo del trabajo, la relación entre los procesos psicológicos y el organismo (ante todo el cerebro y el corazón), y muchos otros temas semejantes.

En esas grandes civilizaciones a dichos problemas se les dio importancia primordial. En China, por ejemplo, existió en el siglo V antes de nuestra era un elaborado sistema de selección de personal basado en aptitudes y capacidades psicológicas. En el Islam encontramos las primeras ideas de lo que podríamos denominar relación cuerpo-mente como fundamento para lo que hoy llamamos psicología de la salud. En el México anterior a la llegada de Hernán Cortés existieron elaboradas conceptualizaciones sobre psicopatología y enfermedades mentales.

Los ejemplos podrían multiplicarse. La comprensión de los fenómenos que hoy llamamos "psicológicos" fue una parte central en todas las grandes civilizaciones.

Con Grecia los distintos campos de conocimiento tomaron una forma más definida ante todo debido a los numerosos trabajos de Aristóteles. Dentro de la concepción general de "filosofía" como conocimiento en un sentido amplio y global, aparecen los campos específicos que hoy llamamos física, psicología, política, ética, lógica y muchos otros. En el caso específico de la psicología Aristóteles se centró en los fenómenos del alma (psicología como estudio de la psique o alma), y escribió obras específicamente psicológicas. Estas obras se han traducido al español con los siguientes títulos: Del Alma, Del Sentido y lo Sensible, y De la Memoria y el Recuerdo.2 En sus otros libros también hay muchas referencias a temas psicológicos. Las contribuciones de Aristóteles a la psicología fueron principalmente en los campos de la percepción, la emoción, la memoria, la motivación, la educación parvularia, la psicología moral, la psicología política y la psicología sistemática. Podemos afirmar que en términos amplios, Aristóteles es el creador de la psicología en el sentido en que la entendemos en la cultura occidental.

Esa psicología como estudio del alma o de la psique se transformó durante la Edad Media para acomodarse a las ideas de San Agustín y Santo Tomás. El "alma" dejó de ser la concepción griega de "psiquis" para convertirse

2 Véase Aristóteles, Obras, Traducidas de! griego, Madrid, Editorial Aguilar, 1964.

en la conceptualización cristiana, dualista, de un alma que supuestamente sobrevivía a la muerte del cuerpo.

El Renacimiento fue muy importante y no sólo en las artes y en la filosofía. También lo fue en las ciencias. Copérnico, Galileo, Kepler y Newton, los creadores de la ciencia moderna, postularon una conceptualización del mundo diferente —muy diferente—, de la conceptualización cristiana, aunque sin atreverse a romper completamente con dichas ideas. El universo propuesto por Newton en su gran síntesis fue un universo mecanicista y determinista. El mundo funcionaba como un gran reloj, siempre exacto y perfecto, que no se atrasaba ni se adelantaba. Obviamente según el razonamiento de la época, un reloj como éste suponía la existencia de un Relojero que fuera su artífice.

En el contexto del universo newtoniano aparecen las disciplinas científicas. Aunque sus fundamentos están en los griegos incluyendo los filósofos presocráticos, Sócrates, Platón y Aristóteles, es en esta época postrenacentista que nace la ciencia moderna. La física fue siempre el modelo a seguir, fue la ciencia por antonomasia. La física fue la ciencia per se.

El modelo newtoniano del universo influyó considerablemente en los orígenes de la psicología científica. También tuvo gran relevancia Darwin y la teoría de la evolución, con su insistencia en la continuidad psicológica entre animales y hombres. Sólo un contexto evolutivo podría explicar satisfactoriamente la conducta y la mente humanas.

Wundt y el laboratorio de Leipzig

La ciencia psicológica tiene como evento clave en sus orígenes la fundación del Laboratorio de Psicología Experimental en la Universidad de Leipzig, Alemania, en el otoño de 1879. El creador de este Laboratorio fue Wilhelm Wundt (1832-1920), un científico interesado en problemas filosóficos, que aplicó los métodos de la ciencia de finales del siglo XIX a la investigación de problemas tradicionales de la psicología. Wundt había estudiado medicina e investigado en fisiología sensorial antes de volver los ojos a los problemas de la psicología.

De esta conjunción de temas filosóficos y de métodos fisiológicos nace la psicología como disciplina independiente. El año es 1879, el sitio es la Universidad de Leipzig y el autor es Wilhelm Wundt. Como todos los "mitos de nacimiento" éste también es bastante relativo y cuestionable dado que había antecedentes en la obra de Weber, Helmoholz y Fechner, también en Alemania, y de varios investigadores en Francia, además de las ideas

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de los asociacionistas británicos. Los orígenes de la psicología como disciplina autónoma son múltiples. Sin embargo el Laboratorio de Psicología Experimental de Wundt fue la culminación de todo el proceso, y se considera que la psicología como ciencia comienza con Wundt en 1879.

En Leipzig estudiaron centenares de personas provenientes de todo el mundo, interesados en la nueva psicología. Llegaron de Estados Unidos, Inglaterra, Suiza, Rusia, Japón, China, Francia, otras regiones de Prusia, Italia, incluso México y muchos otros países. Ellos obtuvieron su doctorado en Leipzig siguiendo el modelo de Wundt y regresaron a sus países de origen y a trabajar en la nueva psicología. El mensaje era claro y específico: la psicología no era una parte de la filosofía, no se basaba en especulaciones sino en datos, era una ciencia de laboratorio similar a la física y a la fisiología.

La nueva psicología experimental se centró fundamentalmente en la investigación de los siguientes tópicos: psicofisiología de la vista, el oído, el tacto y los demás sentidos; tiempos de reacción; psicofísica, incluyendo medición de estímulos y sensaciones; asociación, incluyendo su medición por medio de cronoscopios; psicología del lenguaje; psicología social o de los pueblos. Esta última fue el origen de la psicología transcultural, uno de los campos de más rápido desarrollo en nuestros días. Según Wundt los procesos sociales no podían ser estudiados en sentido estricto por los métodos de la ciencia experimental, dado que estaban condicionados por ideas morales, convicciones ideológicas y hábitos lingüísticos. El objetivo de Wundt fue hacer una ciencia de la mente, tan exacta como la fisiología, que no se basara en especulaciones de sillón ni en las ¡deas tradicionales de la época. Esta ciencia de la mente no era parte de la :. filosofía, como lo había sido desde Aristóteles, sino que era una disciplina independiente.

Wundt tuvo discípulos de muchos países del mundo. En lo que respecta al panorama latinoamericano, dos mexicanos estudiaron con Wundt en Leipzig. Además Carl Jessinhaus, un alemán que estudió con Wundt y recibió su doctorado en 1912, se radicó en Buenos Aires y fue uno de los pioneros del enfoque experimental en Argentina. Por otra parte, cuando se fue a crear el Laboratorio de Psicología Experimental de la Universidad de Chile, Wundt seleccionó personalmente los instrumentos para el nuevo laboratorio por solicitud de los psicólogos chilenos

a cargo de la creación del laboratorio (Jorge Enrique Schneider y Guillermo Mann, en 1908). Por lo tanto la influencia de Wundt y la nueva psicología fue relativamente importante en América Latina, ante todo en México, Argentina y Chile.

Las "escuelas" psicológicas

El enfoque de la nueva psicología de Wundt no dejó de tener opositores, psicólogos que consideraron que su estudio de la conciencia era estático y que se limitaba a investigar la "estructura" de la mente y no su función. El método experimental no se cuestionaba pero se insistía en que era preciso ampliar la perspectiva y sobre todo incluir lo relacionado con la adaptación de los organismos a su ambiente.

La teoría de la evolución de Darwin tuvo gran influencia en la naciente psicología. Los organismos habían desarrollado capacidades para adaptarse al ambiente en forma flexible, por medio de procesos que se denominaron de aprendizaje, los cuales implicaban que un animal o un ser humano adquiría pautas de conducta que aumentaban sus probabilidades de adaptación al ambiente. Las pautas de conducta habían permitido dicha capacidad de adaptación, y en la misma forma como la estructura de un organismo influía en sus posibilidades de supervivencia, también lo hacía su conducta.

Esto dio origen a una nueva "escuela" psicológica, el funcionalismo, que se contrastó con el estructuralismo de Wundt. El funcionalismo ya estaba comenzando a cobrar importancia en otras disciplinas y llegó muy pronto a la psicología. También aparecieron otras escuelas, formas de describir, analizar, explicar y formular leyes sobre fenómenos psicológicos. La reflexología fue obra de Ivan P. Plavov en Rusia con importantes apartes de Bechterev. El conductismo fue obra de John B. Watson. El psicoanálisis se debe a Freud y fue desde el comienzo una escuela psicológica que tuvo gran impacto social, numerosos seguidores y numerosos enemigos. Otras importantes escuelas psicológicas fueron la gestalt, la topología, y la psicología existencial. Todas estas escuelas se propusieron entre 1879 y 1950.

Más adelante desaparecieron, en algunos casos porque sus afirmaciones dejaron de ser controvertidas y se integraron a la corriente principal de la psicología. En otros casos porque evolucionaron hacia sistemas. Las escuelas psicológicas clásicas (estructuralismo,

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funcionalismo, reflexología, conductismo, psicoanálisis, gestalt, topología y psicología existencial), dieron origen a los sistemas psicológicos contemporáneos: neo-conductismo, neo-psicoanálisis, psicología histórico-cultural y psicología humanista. Estos cuatro sistemas coexisten en la actualidad y forman partes muy importantes de la psicología de finales del siglo XX, tanto en su aspecto de ciencia como en su aspecto de profesión. El siguiente paso es la formulación de un paradigma integrador para la psicología, que es lo que hemos denominado síntesis experimental del comportamiento.3

¿Ciencia natural o ciencia social?

El lugar de la psicología en la clasificación de las ciencias ha sido problemático, dado que el estudio de los fenómenos que llamamos psicológicos comparte la metodología de las ciencias naturales y de las ciencias sociales, y que además su objeto de estudio es parte de la naturaleza y es parte de la sociedad. Los fenómenos psicológicos se dan necesariamente en seres vivos, dotados de sistema nervioso, y en este sentido la psicología está muy cerca de las ciencias biológicas. Los seres humanos son seres sociales, cuya conducta adquiere sentido por la relación con los demás miembros de su grupo social. La psicología es una ciencia social y como tal ha sido clasificada en las últimas décadas.

Para Wundt, Freud, Pavlov, Skinner y los demás creadores de la psicología ésta era una ciencia natural. Su objetivo era entender los fenómenos de la mente y de la conducta desde la perspectiva de las ciencias naturales. Esto fue un objetivo explícito en los creadores de las escuelas psicológicas clásicas. Además no era muy clara en esa época la especificidad de las ciencias sociales ni se habían definido los problemas de historicidad y de significado que han sido tan importantes en las ciencias sociales de las últimas décadas.

Como una manera de entender el lugar de la psicología en el contexto de las ciencias sociales, podemos revisar su cubrimiento en la International Encyclopedia of the Social and Behavioral Sciences. Esta

3 R Ardila, Síntesis experimental del comportamiento, Bogotá, Editorial Planeta, 1993.

importante obra de referencia sobre ciencias sociales y del comportamiento aparece por primera vez con el título de Encyclopedia of the Social Sciences (1930-1935), y luego con el nombre de International Encyclopedia of the Social Sciences (1968, en 17 volúmenes). La nueva versión tiene 26 volúmenes y se publicará en el año

2001. En las tres versiones el papel de la psicología ha ido cambiando y ha aumentado proporcionalmente a otras disciplinas. En la última versión el título International Encyclopedia of the Social and Behavioral Sciences, reconoce la clasificación de ciencias del comportamiento como parte de las ciencias sociales pero con ciertas características específicas. En esta nueva versión la psicología no ocupa una sola sección sino tres: Psicología Clínica y Aplicada; Psicología Cognitiva y Ciencia Cognitiva; y Psicología del Desarrollo, Psicología Social, de la Personalidad y Motivacional. Además existe otra sección para Psiquiatría y otra para Neurociencia Comportamental y Cognitiva. Esta Enciclopedia es un análisis del estado actual de cada una de las ciencias sociales a nivel internacional. El reconocimiento de la psicología como ciencia social es muy claro en este contexto.

Podemos concluir afirmando que la psicología es tanto una ciencia natural como una ciencia social. Comparte las metodologías de otras ciencias naturales y de otras ciencias sociales. La psicología pertenece al International Council of Scientific Unions, ICSU, al lado de la física, la química, la biología, etc. Y pertenece al International Social Science Council, ISSC, al lado de la sociología, la antropología, etc.

El contexto colombiano

La psicología como área de conocimiento y como campo de reflexión tiene una larga historia en Colombia. Desde los habitantes primigenios de América, hasta nuestros días ha existido un gran interés por los problemas que hoy llamamos psicológicos. En el territorio de lo que es hoy Colombia existieron asentamientos humanos desde hace 10.000 años por lo menos. A la llegada de los europeos a América los grupos indígenas estaban

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organizados en sociedades con distinto nivel de estructuración, unas más "avanzadas" que-otras. El concepto de "avanzada" es siempre muy relativo y cuestionable, dado que se trataba de formas diferentes de organización social. Los mayas, aztecas e incas habían organizado sociedades más "avanzadas" que los demás grupos americanos. Los indígenas que poblaron el territorio de la actual Colombia poseían niveles de organización social intermedia, menos compleja que los mayas, aztecas e incas pero mucho más adelantada que los grupos humanos de otras regiones de América.

En esos grupos humanos existían ideas de naturaleza psicológica, que se referían a problemas tales como la forma de relacionarse unas personas con otras, el ciclo vital humano, lo aceptable socialmente y lo no aceptable, la forma como conocemos el mundo, como aprendemos, como entendemos la naturaleza, la educación de los niños, la sexualidad, la vejez, las emociones humanas, etc. Todos estos son temas que nosotros llamamos psicológicos. Aunque los muiscas, caribes, tolimas, guanes, etc, no los llamaran así, se referían específicamente a asuntos psicológicos.

Es importante señalar que el estudio de la comprensión psicológica del mundo que se encuentra en la cosmovisión de los habitantes primigenios de la actual Colombia, es un estudio que aún falta por emprender. No así la investigación acerca de las ideas psicológicas de otros pueblos americanos, como mayas y aztecas, que se ha llevado a cabo en las últimas décadas. Tenemos una visión de la manera como aztecas y mayas consideraban los fenómenos psicológicos, y esbozos de la forma como los consideraban otros grupos humanos, entre ellos los pobladores de la actual Colombia. Es de esperarse que pronto se investigue este importante asunto en nuestro país de manera más sistemática.

Con la llegada de los europeos a partir de 1492, llegaron también las ideas psicológicas predominantes en Europa, centradas ante todo en la filosofía escolástica y en los conceptos psicológicos de San Agustín y Santo Tomás. Especialmente este último tuvo importancia primordial en la forma como se enseñó la psicología en las Facultades de Filosofía, Teología, Medicina y otras, durante la Colonia, aquí en la Nueva Granada.

Con la independencia de los países americanos comienza también una reacción anti-española y un interés por las ideas más "liberales" y de avanzada que se cultivaban en otras naciones

europeas, ante todo en Inglaterra y Francia. Con estas nuevas corrientes ideológicas vinieron las ideas de los enciclopedistas franceses, de la ciencia europea, de una concepción laica de la sociedad y de una educación más librepensante. Durante el período formativo de la actual Colombia, que abarca las décadas que siguieron a la independencia de España, estas ideas arraigaron y pasaron a ser parte de la nueva Colombia.

Con ellas llegaron concepciones científicas en biología, psicología y sociología. El interés en estas disciplinas aumentó considerablemente durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. Los médicos, filósofos y educadores fueron los autores de los primeros trabajos de psicología en Colombia. Se destaca especialmente Luis López de Mesa (1884-1967), un médico colombiano que se había especializado en psiquiatría en la Universidad de Harvard, que fue Rector de la Universidad Nacional de Colombia, Ministro de Educación y Ministro de Relaciones Exteriores. A López de Mesa se debe el primer test de inteligencia realizado por un colombiano.

Mercedes Rodrigo y la sección de psicotecnia

Se considera que la psicología como profesión en Colombia comienza con Mercedes Rodrigo Bellido (1891-1982), una destacada psicóloga española que había estudiado con Claperéde en Ginebra y recibido su diploma en psicología expedido por la Universidad de Ginebra en 1923. Mercedes Rodrigo regresó a España y trabajó en psicotecnia al lado de José Germain (1879-1986) que se considera como el "padre" de la psicología española en su sentido moderno. Mercedes Rodrigo llegó a ser Directora del Instituto Nacional de Psicotecnia de Madrid.

Con la Guerra Civil Española (1936-1939), muchos intelectuales destacados abandonaron el país. José Germain se marchó a Francia. Mercedes Rodrigo se fue a Suiza, en compañía de su hermana María Rodrigo y de José García Madrid. De Suiza pasaron a Colombia, invitados por el rector de la Universidad Nacional, Agustín Nieto Caballero, un destacado educador que fundó el Gimnasio Moderno y estaba muy bien informado acerca de las nuevas tendencias pedagógicas a nivel mundial. Mercedes Rodrigo llegó a Bogotá en agosto de 1939. Fundó la Sección de Psicotecnia de la Universidad Nacional. Esta Sección tenía ante todo funciones de medición y evaluación psicológica. Hubo una íntima relación entre la Sección de Psicotecnia, dirigida por

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Mercedes Rodrigo desde su fundación, y el Laboratorio de Fisiología de la Facultad de Medicina. Alfonso Esguerra Gómez, profesor e investigador del Laboratorio de Fisiología y profundo admirador de la psicología, se convirtió en uno de los principales apoyos de Mercedes Rodrigo. Lo mismo Agustín Nieto Caballero.

Los trabajos realizados por Mercedes Rodrigo y su grupo de colaboradores de la Sección de Psicotecnia, entre 1939 y 1947 se centraron en la selección de estudiantes a las diversas facultades de la Universidad Nacional. Se utilizaron como tests el Army Alfa, una prueba de cultura general, el test de Toulouse-Pierón, el Test de Aptitud Médica de Moss, Hunter y Hubbard (adaptado al medio colombiano, y que se aplicó únicamente a estudiantes de Medicina), el Thurstone de inteligencia lógica (para Derecho), y el de Inteligencia Espacial de Donaiewsey (para Ingeniería).

Además de la Universidad Nacional de Colombia, la Sección de Psicotecnia prestó sus servicios al Gimnasio Moderno, al Instituto Pedagógico Nacional, la Escuela de Enfermeras, la Escuela Industrial Bavaria, el Tranvía Municipal de Bogotá, etc. Fue el origen de gran parte del trabajo profesional en psicología educativa y en psicología industrial/organizacional. Una descripción de este trabajo se puede encontrar en algunas de las publicaciones de Mercedes Rodrigo sobre el tema.4

El instituto de psicología aplicada

En 1947 la Sección de Psicotecnia había crecido mucho y era imposible satisfacer todos los pedidos de servicios

que se le solicitaban. Mercedes Rodrigo y sus colaboradores -muchos de ellos estudiantes de medicina de la Universidad Nacional- eran insuficientes para esas labores. Ella decidió entonces crear la carrera de psicólogo para satisfacer dichas demandas de servicio profesional.

Sin embargo, es importante indicar que la carrera de psicólogo en Colombia es una consecuencia de la madurez de la psicología como disciplina en el país, y no sólo de estas necesidades de trabajo aplicado. Durante las décadas de 1930 y de 1940 se había trabajado mucho en psicología y Colombia había recibido la influencia de los nuevos enfoques científicos y profesionales de la psicología a nivel mundial.

También es importante señalar que la universidad colombiana, con su estructura rígida, no permitía fácilmente la apertura de nuevas carreras. Gerardo Molina (1906-1991), fue uno de los líderes y promotores de nuevas carreras, que se centraron en Institutos. En la Universidad Nacional se crearon con su apoyo y colaboración directa tres Institutos: el de Psicología Aplicada, el de Economía y el de Filosofía y Letras. El primero de ellos estuvo adscrito a la Facultad de Medicina, y los Institutos de Economía y de Filosofía y Letras fueron parte de la Facultad de Derecho. Gerardo Molina fue rector de la Universidad Nacional entre 1944 y 1948. Lo sucedió Luis López de Mesa a partir del 23 de mayo de 1948.

En relación con este esfuerzo por modificar la estructura tripartita de los estudios superiores (medicina, derecho e ingeniería,) por una organización más flexible, Gerardo Molina dio apoyo a esfuerzos tales como los de Mercedes Rodrigo (psicología) y de Rafael Carrillo (filosofía). Afirma Gonzalo Cataño:

De este esfuerzo transformador surgieron tres institutos que en pocos años se convirtieron en Facultades autónomas: el de Psicología Aplicada adjunto a la Facultad de Medicina, los de Economía y Filosofía y Letras adscritos a la Facultad de Derecho. Al frente del primero estuvo la española "transterrada" Mercedes Rodrigo, el segundo fue dirigido por Antonio García y el tercero por Rafael Carrillo.5

La propuesta de creación de la carrera de psicólogo tuvo

4 M. Rodrigo, Informe de la Sección de Psicotécnica, 1940-1941, Bogotá, Editorial Minerva, 1942. M. Rodrigo, Introducción al estudio de la psicología, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1949.

5 G. Cataño, "El filósofo Rafael Carrillo" en Ideas y Valores, 101; 1996, pags. 1445.

muchas implicaciones. Una de ellas fue una invitación a Mercedes Rodrigo por parte de la

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American Psychological Association, APA, a visitar los principales centros de formación de los psicólogos en Estados Unidos. Recordemos que en ese momento no existía carrera de psicólogo en ningún país latinoamericano (estaba iniciándose únicamente en Chile), tampoco en España ni tampoco en muchas naciones de Europa. En 1947 la profesión de psicólogo estaba en proceso de consolidación a nivel internacional, aunque la investigación científica en psicología había avanzado considerablemente. El Instituto de Psicología Aplicada se convirtió en Facultad de Psicología mediante el acuerdo 59 del 12 de noviembre de 1957. Comienza como tal en 1958, siendo la primera Facultad de Psicología de América Latina. Su primera Decana fue Beatriz de la Vega. Debido a una reforma general de la Universidad Nacional, que buscó "departamentalizar" las Facultades, en 1966 (Acuerdos 49 y 71), la Facultad de Psicología se convirtió en Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Humanas. Entre 1947 y hoy se han creado muchos programas de psicología en Colombia, la mayor parte Facultades de Psicología. Los dos períodos de máximo crecimiento han sido los comienzos de la década del 70 y los comienzos de la década del 90. Las fechas de creación de las primeras Facultades de Psicología (o programas de formación profesional) en Colombia son las siguientes:

Universidad Nacional de Colombia, (Bogotá), 1947

Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá), 1962

Universidad del Norte (Barranquilla), 1971

Universidad Católica (Bogotá), 1971

Universidad Incca (Bogotá), 1971

Universidad de San Buenaventura (Medellín),1972

Universidad de Manizales (Manizales), 1972

Universidad de Los Andes (Bogotá), 1973

Universidad Metropolitana (Barranquilla), 1975

Universidad del Valle (Cali), 1976

Universidad de Antioquia (Medellín), 1977

Universidad Santo Tomás (Bogotá), 1978

Fundación Universitaria Konrad Lorenz (Bogotá) ,1981

Pontificia Universidad Javeriana (Cali), 1984

En la década del noventa con base en la autonomía universitaria garantizada por la Constitución Nacional de 1991, se crearon muchas nuevas Facultades. Están respaldadas por la Ley 30 de 1993 que consagra dicha autonomía universitaria. En el caso de psicología, existen en este momento 94 Facultades de Psicología (programas de entrenamiento profesional), en todo el territorio nacional. Hay 12.000 psicólogos graduados y aproximadamente 20.000 estudiantes de psicología. Existe una asociación gremial, la Sociedad Colombiana de Psicología (personería jurídica N° 43 del 15 de enero de 1979). La profesión de psicólogo está reconocida por la ley colombiana (Ley 58 de 1983). El Día del Psicólogo se celebra el 20 de noviembre, para conmemorar la fundación del Instituto de Psicología Aplicada de la Universidad Nacional de Colombia.

Investigación científica

Los orígenes de la investigación científica en la psicología colombiana son similares a los de otras ciencias sociales. A comienzos de la década de 1940, con la creación de la Sección de Psicotecnia de la Universidad Nacional de Colombia toma cierto auge. Antes de esa época había existido investigación científica en psicología, casi siempre por parte de individuos aislados, "pioneros" que en algunos casos estaban vinculados a instituciones de educación superior (la Universidad Nacional, la Universidad Javeriana, la Escuela Normal Superior, algunas instituciones de Medellín, Barranquilla, Manizales, y otras ciudades "de provincia"). En este período inicial anterior a la Sección de Psicotecnia se destaca el trabajo realizado por médicos, educadores y filósofos sobre temas específicamente psicológicos. En algunos casos fueron tesis de grado y versaron sobre temas tales como el retardo mental, la hipnosis, la esquizofrenia, la adolescencia, la sexualidad, el pensamiento, la percepción, etc.

La Sección de Psicotecnia fue fundada por Mercedes Rodrigo en 1939, como parte de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional. En ella se estandarizaron tests psicológicos de aptitudes, intereses, inteligencia, personalidad, valores. Se construyeron otras pruebas específicamente para el medio colombiano. La mayor parte de los tests que se tradujeron y estandarizaron (ver antes) fueron de origen francés, aunque en algunos casos también se trabajó con tests estadounidenses. En esta época, que hemos llamado etapa psicométrica de la psicología colombiana, el énfasis se colocó en aspectos

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educativos, en el mundo del trabajo, en selección de personal, motivación y capacitación. Las investigaciones psicométricas tuvieron cierta calidad y se enmarcaron dentro de la tradición europea (y ante todo española), de psicotecnia. Con la creación de la carrera de Psicólogo en la Universidad Nacional en 1947, por obra de Mercedes Rodrigo, esta labor se diversificó y dejó de centrarse únicamente en procesos de evaluación y selección. En la siguiente época predomina el psicoanálisis, por obra de médicos psiquiatras que fueron los profesores y decanos de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional, el único centro de formación profesional de psicólogos que existió en Colombia entre 1947 y 1962. Estos médicos psiquiatras dieron un énfasis clínico al trabajo investigativo. Esta etapa psicoanalítica se extendió hasta comienzos de la década de 1970.

La etapa experimental, a partir de la década del 70, se caracterizó por la "lucha de paradigmas", por el énfasis en la rigurosidad y también por la búsqueda de identidad profesional para los psicólogos. Fue en esta época que se fundaron los nuevos programas de psicología, en la Universidad de Los Andes, en la Universidad del Norte (Barranquilla), en la Universidad Católica de Colombia, la Universidad de Manizales, y otras.

La investigación científica en psicología ha estado muy ligada a las Universidades, a institutos de investigación, a los Ministerios de Educación y de Salud, al ICFES, Colciencias, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, y fundaciones privadas. Es algo similar a lo que ha sucedido en otras ciencias sociales, tal como señala Colciencias en su Plan Estratégico 1997-2002, del Programa Nacional de Ciencias Sociales y Humanas. En lo que respecta a los problemas que la investigación científica en psicología ha tenido que enfrentar, podemos señalar los siguientes:

Poca tradición investigativa en la psicología colombiana.

Desconocimiento de la sociedad acerca de las posibilidades de la psicología como ciencia.

Insuficiente inserción en programas interdisciplinarios y multidisciplinarios.

A pesar de estas dificultades existe investigación científica, en algunos casos de nivel internacional. Las dos áreas en las cuales más se ha trabajado (a juzgar por el número de investigaciones publicadas), son las siguientes:

Psicología social.

Análisis experimental del comportamiento.

Existen también trabajos investigativos en otras áreas, que tienen relevancia y publicaciones internacionales: Neuropsicología y psicobiología. Cognición. Psicología de la salud. Investigaciones en psicología clínica. Aprendizaje. Psicología evolutiva del ciclo vital. Psicología transcultural.

El nivel de la investigación científica en la psicología colombiana es más elevado en unas áreas que en otras. En todos los casos es conveniente organizar equipos de investigadores, aumentar las redes nacionales e internacionales, participar más en congresos nacionales e internacionales, y en general integrar al contexto de la ciencia mundial los trabajos que se están realizando en Colombia.

Áreas de aplicación

La psicología colombiana ha presentado una tendencia altamente profesionalizante, ante todo en los últimos años. Esta tendencia es clara en los planes de estudio de las Facultades de Psicología, en los intereses de los psicólogos y en las demandas de la sociedad. Como indicábamos antes, la profesión se encuentra reconocida por el Estado (Ley 58 de 1983), y existe una alta demanda social de psicólogos en distintos campos de la actividad práctica. Con el fin de indagar las áreas de aplicación de la psicología en el país, la Sociedad

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Colombiana de Psicología, principal asociación profesional, llevó a cabo un estudio cuyos resultados presentamos a continuación. Los psicólogos trabajan ante todo en las siguientes áreas de aplicación:

1. Psicología clínica: 42% de los profesionales. 2. Psicología educativa: 20.6%. 3. Psicología industrial/organizacional: 16.6%. 4. Psicología social aplicada: 5.3%.

Otras áreas con menor porcentaje de profesionales

son:

Psicología deportiva. Psicología de la salud. Psicología jurídica y criminológica. Neuropsicología. Psicología gerontológica.

Estas áreas de aplicación profesional pueden estar interrelacionadas, por ejemplo un psicólogo clínico puede trabajar también en aspectos educativos; un psicólogo social aplicado puede dedicarse a la rehabilitación de delincuentes; un psicólogo industrial/organizacional puede dedicar parte de su actividad a la psicología deportiva, y así sucesivamente.

Conclusiones El desarrollo de una disciplina en un contexto como el nuestro está muy influido por factores culturales, históricos y económicos. Tiene que ver con centros de influencia, con estructuras de poder, con medios de comunicación, con el "imaginario social" y con muchos otros factores similares. En el caso de la psicología estamos refiriéndonos a una disciplina que tiene una larga historia, y que en Colombia comienza en su aspecto profesional antes que en otras naciones latinoamericanas. Es además una ciencia que ha tenido una historia muy variada, que en sus primeros estadios se centró en el problema de las "escuelas" y a la que le costó mucho trabajo librarse de semejante lastre y buscar la unificación. Es una disciplina que utiliza tanto los métodos de las ciencias naturales como de las ciencias sociales, y puede clasificarse como una o como otra (o como ambas, ciencia natural y ciencia social). Es una ciencia y una profesión. Se preocupa por encontrar leyes científicas en su campo específico de trabajo, y también para realizar cambios de carácter práctico. En los últimos años la psicología colombiana ha enfatizado más

ese aspecto profesional. El interés en ser útil, en investigar los procesos psicológicos del hombre colombiano,6 dar luces sobre los graves problemas que atraviesa el país, es característico de la psicología colombiana de finales del siglo. Es deseable que la psicología del futuro cercano colabore más en equipos interdisciplinarios, tanto de ciencias sociales como de ciencias naturales. Que se integre a grupos de trabajo con otros profesionales afines para estudiar problemas que por su misma naturaleza requieren una perspectiva múltiple y un enfoque interno transdisciplinario. Que redescubra sus fundamentos de ciencia y vuelva a ser un campo de investigación científica además de ser una profesión. En esta forma logrará satisfacer los objetivos de los fundadores de la disciplina y de quienes reflexionaron sobre dicho campo de conocimiento a este lado del Atlántico, antes y después de la llegada de los europeos a América.

Bibliografía

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6 Ardila, Psicología del hombre colombiano, Bogotá, Editorial Planeta, 1992.

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Apuntes sobre el Pensamiento Económico Colombiano en la segunda mitad del Siglo XX

Luis Bernardo Flórez Enciso"

A partir de dos preguntas centrales: ¿cuáles son los problemas centrales y las soluciones que han planteado los economistas en Colombia?, y ¿a qué orden de preocupaciones responden esos problemas y esas soluciones?, el trabajo explora el desarrollo del pensamiento económico colombiano de la segunda mitad de este siglo. En ese examen revisa tres asuntos básicos: las fuentes teóricas y de política económica, el escenario político e institucional dentro del cual este pensamiento se ha desarrollado; y los debates y opciones de teoría y política que aquí se han presentado. Con respecto al primero, lo fundamental es la interpretación de la influencia de las diversas teorías económicas en los economistas colombianos. Con respecto al segundo, lo central es el examen del contexto político e institucional que ha enmarcado el desarrollo del pensamiento político colombiano. En cuanto al tercero, hay una revisión concreta de las propuestas y discusiones conceptuales y de política económica, que se derivan de los dos asuntos previamente tratados. * Director, Junta Directiva del Banco de la República y Profesor

de la Universidad Nacional. Agradezco las valiosas y detalladas observaciones de César González a una versión anterior de este articulo y las pacientes horas que él y varios amigos me han dedicado para escuchar y controvertir mis inquietudes sobre este tema. En especial, Antonio Hernández, Gabriel Misas, Alberto Corchuelo, Roberto Junguito, Consuelo Corredor y Astrid Martínez.

Preámbulo

Mi buen amigo Francisco Leal me ha solicitado un escrito de 40 páginas (en letra Times Roman 14), sobre la historia de la economía en Colombia y me ha impuesto dos requisitos: primero, que lo despoje de los tecnicismos propios de nuestra disciplina y sea, por lo tanto, accesible a públicos no especializados; y, segundo, que muestre "fuerza en las descripciones y el análisis, y claridad y sencillez en el lenguaje". Supongo que estas advertencias tienen que ver con lo que los no economistas aprecian como un lenguaje enredado y abstruso, que es característico de los escritos de los economistas, y que hace difícil su comunicación con públicos amplios y le confiere un aire esotérico y místico a esta ciencia.

Así que a la complejidad del tema tengo que sumar las apropiadas indicaciones que se me han hecho sobre el estilo de exposición. Confieso que en el último par de meses en los que he estado pensando en esta tarea, estuve a punto de abandonarla varias veces, a pesar del entusiasmo que me ha despertado. En todo caso, entrego a Pacho y sus lectores esta versión (extractada de un documento más amplio y aún inconcluso), sin estar seguro hasta donde he cumplido alguno de los requisitos.

Por fortuna, la solicitud también me exime, esta vez, de empezar con un primer capítulo de "consideraciones metodológicas" con el cual, ante todo, los economistas buscamos liberar nuestros espíritus de los fantasmas que nos acosan al abordar un tema cualquiera, sobre el alcance, las perspectivas y la lectura epistemológica de-nuestras reflexiones y angustias. Esas consideraciones, que pocos entienden, son una forma de precaverse de las críticas por lo que se dice y lo que no se dice, por anticipar la postura científica de lo que se afirma o lo que se niega y, en fin, por ubicar (con mayor o menor suerte), la disciplina económica en el devenir teórico de la historia o de la sociología de las ciencias1. Mi incursión en el tema busca, en esencia, abordar dos preguntas que pueden resumir su alcance: ¿Cuáles son los problemas centrales (y soluciones), que han planteado los economistas en Colombia? ¿A qué orden de preocupaciones responden esos problemas? Para ello, exploro el desarrollo del pensamiento económico colombiano (posterior a 1950), alrededor de tres temas

1 Remito al lector a Jesús A. Bejarano, quien acaba de escribir otro ensayo ilustrativo sobre el tema y a las consideraciones metodológicas de Jorge Orlando Melo sobre la historia de la actividad científica: Jesús Antonio Bejarano (comp.), Hacia Dónde Va la Ciencia Económica en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1999; Jorge Orlando Melo, básicos: primero, sus fuentes teóricas y de política económica; segundo, el escenario político e institucional dentro del cuál se ha desarrollado; y, tercero, los debates y las opciones de teoría y política que se han presentado en nuestro país. Los diversos

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temas están interrelacionados, por lo cual, dadas las limitaciones establecidas para esta reseña, seré selectivo en su discusión.

El primero de los temas tiene que ver, en buena parte, con la influencia que las diversas teorías económicas han ejercido sobre nuestros economistas, como teóricos o como hacedores de políticas. El segundo se refiere, en particular, al contexto político e institucional que ha marcado el desarrollo del pensamiento económico en nuestro medio. El tercer tema se concreta en las propuestas y discusiones conceptuales y de política económica y recibe su influencia directa e indirecta de los dos anteriores.

Naturalmente, el contenido de las preguntas y el orden de preocupaciones se han modificado ante el profundo cambio económico que registró Colombia en estas cuatro décadas. Hubo un crecimiento acumulativo y casi continuo del ingreso per-cápita, la población y la actividad económica pasaron a ser predominantemente urbanas, disminuyó aceleradamente la tasa de crecimiento demográfico, se desarrolló y diversificó la producción para el mercado local y para las exportaciones, la educación se expandió en forma notable, mejoraron drásticamente las condiciones de salud, una proporción creciente de la gente accedió a la seguridad social, los servicios públicos se extendieron a la mayor parte de la población y la infraestructura física se multiplicó y modernizó.

Este proceso de crecimiento elevó sustancialmente las condiciones de vida de la población, redujo en forma importante el nivel de pobreza y mejoró la distribución de los ingresos. Ciertamente, aún subsiste una considerable proporción de colombianos en situaciones de pobreza, necesidades básicas insatisfechas, desnutrición y limitadas oportunidades de acceso a mayores niveles de educación.

Este proceso se ha dado en medio de coyunturas políticas violentas, en períodos de políticas económicas cambiantes o incoherentes y, aún, en situaciones internacionales desfavorables. Sin duda, las fuerzas adversas han debilitado el ritmo de progreso en algunas épocas (casi haciendo perder las esperanzas o invadiendo de pesimismo el espíritu colectivo), pero no han logrado frenarlo del todo. El curso histórico de evolución económica y social también ha interactuado con un notable cambio cultural, auspiciado por los enormes avances tecnológicos y por las poderosas fuerzas de la globalización. Con ello, se han generado nuevos valores y mentalidades, para bien o para mal, y a veces más para mal que para bien. Como lo escribe con envidiable estilo, Jorge Orlando Melo:

En los más alejados y remotos rincones de la

geografía nacional y en todo el espectro político, el mundo que rige la vida personal es el del capitalismo salvaje, el del individualismo más radical, el del consumo frenético de lo que pueda conseguirse, el del sacrificio de cualquier consideración para el logro de las metas personales, el de la violencia latente o visible. Y no son pocas las pruebas que la moral de origen religioso ha perdido casi toda eficacia, desde el plano menos dramático de la vida sexual, hasta el respeto a la vida ajena2.

Esto refleja, en alguna forma, que lo que se ha dado en el país ha sido un acelerado proceso de modernización pero sin una modernidad equivalente del Estado, la política y la sociedad, por lo cual han sido inevitables los choques y conflictos de alta intensidad3.

Los fundamentos teóricos

Auge y crisis de la síntesis neoclásica

La segunda mitad del siglo puede caracterizarse, desde el punto de vista del pensamiento o paradigma económico dominante, como un ciclo teórico de auge y decadencia de lo que se ha denominado la síntesis neoclásica (o el "keynesianismo bastardo", para usar un término acuñado por la Profesora Joan Robinson, una de las discípulas excepcionales de Keynes. Ciclo que, un poco arbitrariamente, se puede dividir en dos períodos de 25 años, correspondientes a sus épocas de auge y decadencia.

La síntesis neoclásica derivó su nombre de la

"La Historia de la Ciencia en Colombia", en Revista Universidad dé Antioquia, Medellín. No. 203,1986. En todo caso, los economistas en nuestro país se han ocupado muy poco por estos temas. Destacaría los artículos incluidos en el libro de Bejarano antes referenciado y el ensayo de Salomón Kalmanovitz, "Notas para una Historia de las Teorías Económicas en Colombia" en Ciencia, Tecnología y Desarrollo, No. 3-4, Bogotá, 1986. Buena parte de lo que se ha escrito se ha dedicado a efectuar reseñas biográficas y bibliográficas, sin mayor rigor y con mucha prevención o apasionamiento, dependiendo de la antipatía o simpatía que despierte el autor que se reseñe.

2 Jorge Orlando Melo, "Colombia: Perspectivas", en Gran Enciclopedia de Colombia, Bogotá, Círculo de Lectores, 1991, pág. 617.

3 Véase la sugestiva reflexión que sobre estos temas hace Consuelo Corredor, Los Límites de la Modernización, Bogotá, CINEP, 1992.

adaptación de la teoría de Keynes (formulada en los años veinte y treinta), a los cánones del modelo competitivo de equilibrio general de la teoría neoclásica, incorporándole el concepto keynesiano de desempleo involuntario asociado a deficiencias en la demanda agregada de la economía4. Básicamente, la propuesta derivada de

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esta corriente señalaba que en condiciones de flexibilidad de precios se daría un equilibrio en todos los mercados con pleno empleo; sin embargo, en situaciones de inflexibilidad en salarios y precios, se obtendrían equilibrios con niveles de empleo inferiores al pleno, ante insuficiencias en la demanda agregada (en el consumo o en la inversión, públicos y privados, o en las exportaciones en el caso de un modelo de economía abierta). Estas situaciones podrían ser duraderas, por lo cual se hacía necesaria la adopción de políticas que estimularan la demanda agregada y, con ello, el nivel de empleo. Una parte del debate entre distintos autores tuvo que ver con la eficacia mayor o menor de las políticas fiscales frente a las políticas monetarias.

La síntesis neoclásica se completó con la noción de una relación inversa y estable entre el desempleo y la inflación (que se derivó y generalizó de estudios empíricos y se patentó conceptualmente como la "Curva de Phillips", a finales de los años cincuenta). De esta forma, podían adoptarse políticas de estímulo a la demanda agregada que produjesen una combinación aceptable entre tasas de desempleo bajas y tasas de inflación moderadas. El núcleo esencial de la concepción así desarrollada era que la modificación de variables nominales podía afectar los niveles de variables reales tales como la producción y el empleo.

Esta construcción teórica apuntaló durante un cuarto de siglo dos procesos simultáneos: en la teoría, un consenso creciente alrededor de sus postulados y el consiguiente desarrollo cada vez más formal del modelo en términos de su contrastación, su verificación empírica, su incorporación de nuevas hipótesis y nuevos resultados; y en la política económica, un marco de orientación y manejo, con unos organismos internacionales

4 La propuesta original fue desarrollada por el Profesor Hicks con una atractiva presentación diagramiática que todos los estudiantes de economía en todo el mundo aprendieron como 'el esquema IS/LM" (y algunos calificaron como keynesianismo hidráulico), mediante el cual se determinaban los niveles de equilibrio del ingreso y la tasa de interés en los mercados de bienes y dinero. Con una curva de producción agregada bagada en la oferta de trabajo, la productividad marginal del trabajo y el salario se cerraba el sistema para obtener los valores de equilibrio de la producción y el empleo. El profesor Samuelson, a finales de los cuarenta, le dio los entornos definitivos al modelo y su libro de Economics, convertido en texto básico en todas las escuelas de economía, se encargaría de difundir el nuevo esquema. Ambos autores han sido laureados con el Premio Nobel a la Economía.

(Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial), que le prestaban su apoyo, todo ello inscrito en una concepción más amplia sobre la intervención del Estado en la vida económica y social -un "Estado de Bienestar"-, como fue denominado por algunos5.

Las políticas que surgían de esta visión acompañaron durante veinticinco años la expansión sin precedentes de las economías capitalistas desarrolladas,, con bajas tasas de inflación y de desempleo y con crecientes y extendidas coberturas y protecciones de seguridad social a toda su población, de tal manera que se consideró que el desempleo masivo y las grandes depresiones eran fantasmas del pasado. Los costos de este esquema, referidos al exceso de regulaciones, al tamaño que adquirieron los estados, al alto costo de su financiamiento y al enorme poder que desarrollaron grupos particulares de interés al amparo de este modelo de desarrollo, quedaron ocultos o fueron aceptados en la medida que se percibían claramente sus beneficios netos.

Desde los años setenta, la historia empezó a desenvolverse en un curso contrario. Las economías capitalistas desarrolladas vieron acelerar sus tasas de inflación y de desempleo en un marco de menor crecimiento económico (el llamado fenómeno de la estanflación), y se extendieron los desarreglos en el sistema monetario internacional. Diversos shocks y desequilibrios se asumieron como síntoma evidente del colapso de las ideas y propuestas que habían dominado desde la época posterior a la segunda guerra mundial.

Los críticos achacaron la responsabilidad del desfallecimiento económico al marco de ideas, teorías y políticas que habían constituido el paradigma dominante Su crisis, sin embargo no fue abrupta y, más bien, procedió a través de una progresiva declinación que empezó en la discusión académica y se convirtió, más tarde, en una crítica de fondo a la concepción política del! Estado que había estado vigente.

Entre los años sesenta y comienzos de los setenta, la

5 En asociación con la síntesis neoclásica se elaboraron modelos de crecimiento económico que asignaban una función crucial al ritmo de progreso técnico. Determinado exógenamente, solamente de él dependen la tasa de crecimiento de la economía en el largo plazo. En este marco, las variaciones en la tasa de ahorro podrían alterar la tasa de crecimiento económico, pero sólo transitoriamente, ya que en el largo plazo aquella convergería hacia la trayectoria determinada por el progreso técnico (y el crecimiento de la población, en algunas versiones). El capital productivo se consideraba el único factor acumulable y automáticamente garantizaba la financiación del crecimiento. Estos modelos ejercieron influencia importante en diagnósticos y políticas de desarrollo que se formularon en América Latina.

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controversia teórica provino de los ataques de la escuela monetarista, liderada por Milton Friedman, y se enfocó sucesivamente en supuestos claves sobre la demanda de dinero, la velocidad de ajuste de las variables y la validez de la curva de Phillips. En el curso de esta controversia, se fueron modificando las posiciones de los contendientes, haciendo "difícil recordar qué es realmente lo que se discute, dificultad que es sentida por sus protagonistas principales"6.

Blaug resume las fases de evolución de la teoría monetaria de Friedman. Empieza con la especificación de la teoría cuantitativa del dinero como una teoría de la demanda de dinero que es estable e inelástica a la tasa de interés, por lo cual los incrementos en la cantidad de dinero sólo tendrían efectos sobre los precios sin afectar variables reales. En un segundo momento, expresa su posición mediante el modelo IS/LM (lo que le vale el rechazo de algunos de sus colegas monetaristas), para señalar que las diferencias tienen que ver con el mecanismo de transmisión de los cambios en la oferta monetaria sobre los precios y el ingreso. En la tercera fase cuestiona la curva de Phillips indicando que sólo tiene validez en el corto plazo ante la existencia de ilusión monetaria, pero que en el largo plazo los agentes económicos ajustan sus decisiones de acuerdo con los niveles observados de inflación, por lo cual las políticas de estímulo a la demanda agregada son inefectivas y el desempleo se sitúa en su "tasa natural". Finalmente, descarta la relevancia de la curva de Phillips en el corto plazo al considerar que las desviaciones frente a la tasa natural de desempleo sólo expresan desajustes transitorios en las expectativas de los agentes causadas por sorpresas inflacionarias. De allí pasa a reafirmar la permanencia de las condiciones de equilibrio y a retornar a la antigua noción de que todo desempleo es voluntario.

Las prescripciones que surgen de estas consideraciones teóricas son fáciles de inferir y

6 Mark Blaug, The Methodology of Economics, Cambridge, Cambridge University Press, 1980, pág. 222. Btaug agrega que el debate de dos décadas 'debe clasificarse como una de las controversias más irritantes y frustrantes en toda la historia del pensamiento económico, que recuerda con frecuencia lo peor de las discusiones medioevales. Una y otra vez se efectúan violentos reclamos polémicos que luego se retiran (...) y se reservan las críticas a las posición extremas de la oposición" (pág.222). Blaug destaca que el debate se convirtió a la postre en una querella sobre lo que realmente dijo Keynes. La literatura es, por supuesto, abundante. Un relato sencillo para no especialistas de los temas básicos de discusión puede consultarse en Luis Angel Rojo,. "Sobre el Estado Actual de la Macroeconomía", en Pensamiento Iberoamericano, No 1, Madrid, Enero-Junio, 1982. Estos artículos me servirán de guía para los comentarios que enseguida formulo.

representan un ataque frontal a las políticas intervencionistas: el sistema económico tiene una tendencia a autoestabilizarse; las políticas de manejo de demanda agregada no mejoran el empleo ni la producción y, por el contrario, pueden ocasionar fuerte inestabilidad; el equilibrio fiscal y un crecimiento constante en la cantidad de dinero son las políticas más eficaces. En fin, el mercado debe dejarse funcionar libremente, sin la interferencia del Estado. Las adaptaciones de la síntesis neoclásica

recogieron varios de los planteamientos de la escuela monetarista, pero argumentaron que seguía siendo relevante la adopción de políticas estabilizadoras, ante la amplitud que podrían tener los desajustes y el tiempo requerido para su autocorrección. Pero el asunto era más de fondo que la sola crítica teórica: lo que el monetarismo ponía en cuestión era toda una concepción sobre la orientación y el papel del Estado en la economía y lo que ofrecía era una propuesta alternativa de reforma radical que ganaría audiencia creciente en los gobiernos de los países desarrollados (con el péndulo de poder girando a la derecha), y en las instituciones multilaterales. Todo ello, a su vez, influiría sobre el curso de la política y las decisiones en los países de América Latina7. Con todo, desde los años setenta, y con mayor intensidad en los ochenta, en los medios académicos empezó a conformarse una explicación teórica alternativa que se distanciaba tanto de la síntesis neoclásica como del monetarismo, aunque más de la primera que del segundo. Esta vertiente tuvo su punto de partida en los trabajos de Robert E. Lucas y se expandió, difundió y ganó creciente número de adeptos hasta llegar a calificarse como la "revolución de las expectativas racionales" (supongo que para buscar fundar un paradigma alternativo a la revolución keynesiana de varias décadas atrás). En esencia su postura teórica recurría a recuperar los fundamentos microeconómicos de

7 El mensaje teórico y práctico fue recogido y codificado

posteriormente en un conjunto de iniciativas y propuestas de reformas de política para América Latina bajo el nombre de “Consenso de Washington"; al cual se hará referencia más adelante.

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la economía a través del principio (o,el axioma), de las decisiones racionales de los agentes económicos, como sustento de los modelos de equilibrio general8.

Bajo este axioma, el "agente representativo" toma sus decisiones de maximización con base en toda la información relevante para la formación de sus expectativas y la anticipación del futuro. Las cantidades y precios de mercado que de allí resultan permiten establecer un sistema de equilibrio general dinámico. De este contexto se extrae una conclusión esencial sobre el alcance de las políticas económicas: en la medida que sus efectos se anticipan, se tornan ineficaces y contraproducentes9. Se llega así a unas implicaciones similares a las postuladas por la escuela monetarista en cuanto al papel del Estado, pero al decir de Heilbroner menos "vulnerables analíticamente".

Pero, a diferencia de Friedman, las propuestas de Lucas ni siquiera implicaban la adopción de una "norma" como guía de política económica. Llevaban, en su lugar, a una total pasividad de las políticas ante tres consideraciones teóricas: primera, la existencia misma de las expectativas racionales; segunda, los retardos y rezagos con los que operaban dichas políticas conducían, al final, a resultados azarosos; tercera, en cualquier caso los efectos eran muy difíciles de evaluar y predecir debido a la variabilidad de los parámetros ante cambios en las políticas.

Ciertamente, el debate teórico tuvo y sigue teniendo una gran riqueza de matices y opciones, como en épocas anteriores. La llamada nueva economía keynesiana aceptó la hipótesis de las expectativas racionales pero consideró que las imperfecciones de mercado ante la inflexibilidad de precios y salarios, las fallas de coordinación y las asimetrías de información no garantizan un equilibrio de pleno empleo, recuperando así el concepto de desempleo involuntario (aunque desde

8 Con esta opción teórica sé redefine asépticamente, a la manera de una ley natural, el quehacer científico del economista: "Para Lucas, el atributivo distintivo de la economía cifra su fundamento científico en la elección individual raciona!. Según esto, la obligación del economista es dedicarse a la lógica de sus fundamentos (...) La política y el papel político que desempeña el economista tienen un efecto muy negativo en la macroeconomía". Ver, Robert Heilbroner, y W. Milberg, La Crisis de Visión en el Pensamiento Económico Moderno, Madrid, Ediciones Paidós, 1998, pág.81. Lo que sigue se apoya en este refrescante texto.

9 Solamente cuando se presentan políticas aleatorias o no sistemáticas se pueden generar errores en las anticipaciones de lo cual surge una explicación de los ciclos: "Esta teoría ofrece asi modelos cíclicos de equilibrio que explican las fluctuaciones simultáneas de las magnitudes monetarias, las variables reales y los precios en base a una información imperfecta de los agentes que induce reacciones que después resultan inadecuadas". Rojo, "Sobre el Estado..." pág. 65.

una causalidad que nada tiene que ver con insuficiencias de demanda agregada), y abriendo espacio a la acción del Estado para superar o compensar esas "fallas de mercado". La nueva escuela clásica, por su parte, avanzó su proyecto de investigación alrededor de la naturaleza real de los ciclos a partir de grandes fluctuaciones aleatorias en el cambio tecnológico que inciden sobre los precios relativos, el consumo y la oferta de trabajo. En uno y otro caso se acudió a la construcción de modelos formales, fundamentados en las matemáticas y las técnicas econométricas, considerados por sus proponentes como expresiones del rigor y el carácter cada vez más "maduro" de la actividad científica del economista.

Surgieron también nuevos enfoques orientados a explicar los diversos factores de los cuales depende el crecimiento económico, cobijados bajo el apelativo de teorías del "crecimiento endógeno"10. Aquí, el progreso técnico deja de ser una variable exógena e inexplicada. Factores como el capital humano, los avances científicos y tecnológicos, el grado de desarrollo del capital institucional de un país y la profundización financiera, serían los responsables de la tasa de crecimiento en el largo plazo. Un tema crítico en esta discusión consiste en que la tasa de crecimiento endógeno no es generalmente óptima, por los efectos externos positivos asociados a la difusión del conocimiento11. En estas condiciones hay campo para la intervención correctora del Estado dirigida a establecer esquemas regulatorios y políticas que mejoren la eficiencia de la actividad privada.

La importancia del financiamiento es explícita en la literatura del crecimiento endógeno: los intermediarios financieros pueden ejercer una influencia determinante sobre la tasa de crecimiento de la economía. A través de la selección de proyectos financiables, inciden en la composición del acervo de capital y en el desarrollo de actividades promotoras de crecimiento y de externalidades positivas12.

Así mismo, frente a las teorías tradicionales que argumentaban sobre el prerequisito de una alta desigualdad de ingresos para fortalecer el ahorro y

10 David Romer, "Increasing returns and long-run growth", en Journal of Political Economy, No. 94,1986. Este tema es reseñado en Luis Bernard Flórez E. y Mauricio Avella, "El Ahorro en Colombia y las Opciones para Futuro", en Agenda párae/ Fin del Milenio, Bogotá, Asobancaria, 1998.

11A. Sehleifer, "Extematidades como motor del crecimiento" en F. Barbosa R. Dornbusch y M. Simonsen, De la estabilización ai crecimiento en América Latina, Santiago, CINDE, 1992.fg

12 Joseph E. Stiglitz, "Financial markets and development", en Oxford Review of Economic Policy, 1989.

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acelerar el crecimiento, los nuevos enfoques han destacado que, por el contrario, la concentración de ingresos es un factor que restringe el ahorro y limita poderosamente la dinámica del crecimiento13.

Al margen de la corriente principal, y relegados del protagonismo académico, otros enfoques teóricos (como los representados en las corrientes institucionalistas), continuaron y continúan desarrollándose, con base en posturas metodológicas radicalmente diferentes y con severas críticas al reduccionismo y al exceso de formalismo de aquella. Lo primero, por aprehender sistemas en esencia complejos a partir de un comportamiento dado (racional), del individuo14. Lo segundo, puesto que el exceso de formalización matemática cambia la relevancia por el rigor, excluye problemas esenciales no susceptibles de los ejercicios de modelación, condiciona la explicación teórica a la validez de la prueba econométrica y modifica el contenido mismo de los conceptos que busca analizar15.

Para los propósitos de caracterizar la época actual, tras la crisis de la síntesis neoclásica, Heilbroner destaca que no existe un nuevo "centro conceptual capaz de influir dentro y fuera de la profesión económica", en por lo menos tres sentidos: no se dispone de una descripción convincente del fenómeno económico; se carece de una orientación para tratar los problemas económicos al postular que la política es irrelevante; y la teoría se ha encerrado en su lógica interna que privilegia la precisión sobre la verdad y el rigor sobre la importancia.

Faltaría, claro, saber si estos elementos desoladores dominan, como argumenta Heilbroner, el panorama del pensamiento económico y hasta dónde se reflejan en nuestro medio académico y político.

13 Véanse, por ejemplo, Alberto Alesina, "Economía Política del

Crecimiento"; y Nancy Birsdall, y R. Sabot, "La Desigualdad como una Restricción del Crecimiento en América Latina", en Varios Autores, Crecimiento Económico: Teoría, Instituciones y Experiencia Internacional, Bogotá, Banco Mundial-Banco de la República, 1994.

14 "En este sentidoja la economía contemporánea no explica nada. Sólo si los mercados no se contemplan simplemente como máquinas de asignación de recursos, sino como ideas sociales que sirven a una función social, el papel de la estructura organizativa, las innovaciones tecnológicas y las normas culturales y hábitos se integrarán de un modo más adecuado en el análisis económico". Heilbroner, La crisis de..., pág.138.

15 Sobre ésto, véase un debate reciente en "Controversy: Formalism in Economics" en The Economic Journal, No. 108, November 1998.

Teoría y Política Económica: el debate en América Latina

En términos sintéticos, el debate teórico-político en América Latina del último medio siglo ha tenido dos protagonistas centrales y por lo menos dos planos diferentes. Los protagonistas han sido, de una parte, los economistas de la síntesis neoclásica, en muy diferentes versiones dentro del amplio espectro de posiciones teóricas que refleja esta corriente16; y, de la otra, los estructuralistas, identificados por la explicación del sistema económico a partir de las condiciones históricas y estructurales de la región, pero diferenciados por los marcos teóricos que orientan sus análisis.

Los planos de las controversias han sido: uno, la aplicabilidad de las hipótesis y proposiciones neoclásicas al campo del desarrollo, el crecimiento y el comercio internacional de América Latina; el otro, la viabilidad y los determinantes históricos del desarrollo de la región. En ambos casos, los debates vinculan teoría, política económica y concepciones alternativas sobre el Estado.

La importancia de los problemas objeto de análisis se ha modificado, como es apenas obvio, a lo largo de estas décadas.

Entre los años cincuenta y setenta se refirieron a los modelos y estrategias de desarrollo y a su capacidad para enfrentar los bajos niveles de ingreso per cápita, el lento crecimiento económico, el desempleo masivo, la elevada inflación, la alta desigualdad y la extendida pobreza que, en grados diversos, afectaban a todos los países de la región. En las siguientes dos décadas, después de la crisis de la deuda y los años "perdidos para el desarrollo", las preocupaciones se centraron en el corto plazo, en los programas de ajuste y en las propuestas de reformas económicas (apertura económica, liberalización financiera y cambiaría y privatización)17. En los últimos años, con la creciente globalización y tras el impacto de la crisis de exitosas economías asiáticas, se empieza a despertar un renovado interés por replantear los paradigmas de desarrollo, pero también por estudiar los problemas microeconómicos de eficiencia de los mercados y de las instituciones, desde diversos ángulos teóricos. En cada

16 Me he sentido inclinado, como se acostumbra, a agruparlos bajo

el calificativo de "ortodoxos", pero hay muchos puntos de ruptura en los análisis, los diagnósticos y las propuestas de política, por lo cual no les haría justicia y el calificativo nada agregaría. De pronto su agrupamiento bajo la denominación de "síntesis neoclásica" tampoco es del todo afortunado. Pero dejo estas reflexiones a mis lectores, pues me interesa más el contenido que el calificativo,

17 José Antonio Ocampo, "New Economic Thinking in Latin America", en Journal of Latin American Studies, Cambridge, February 1990.

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una de esas épocas la confrontación teórica en América Latina tiene un reflejo inevitable de la que ha sucedido en el mundo desarrollado, pero con su propia identidad.

A. Las posturas analíticas de los economistas neoclásicos se derivan del tronco común que se presentó en la sección anterior, pero los diagnósticos y las implicaciones de política están mediados por la naturaleza de los problemas claves que han enfrentado estas economías en sus diversas etapas de desarrollo. Lo que quisiera subrayar es que la referencia exclusiva al modelo de equilibrio general competitivo no es suficiente para entender el cuerpo teórico de quienes han escrito sobre los problemas del subdesarrollo; por el contrario, resulta evidente que el medio social en el que actúan, y que buscan explicar, condiciona su tarea científica. En cierto sentido, de eso se trata la "teoría del desarrollo" en la que se engloban estas contribuciones18.

Como puede intuirse, entre diversos autores existen amplias divergencias en el diagnóstico de los problemas y en el papel que le asignan al Estado y al mercado en las soluciones. El deficiente e insuficiente funcionamiento de las fuerzas y de los incentivos de mercado coexisten en todos los análisis, pero las explicaciones de su permanencia pueden ser radicalmente distintas. Recurriendo a la analogía de los círculos viciosos, el subdesarrollo puede originarse en una insuficiente acumulación de capital o en un bajo nivel de demanda e ingreso percápita. Aunque, aparentemente, esa diferenciación no tendría mayor importancia, sí resulta esencial a la hora de definir las políticas de desarrollo, puesto que las causalidades de los círculos viciosos que resulta necesario romper condicionan las prioridades de las políticas.

Con base en la identificación de las restricciones claves surgen propuestas alternativas para superarlas: unas enfatizan la necesidad de programas masivos y coordinados de inversión (apoyados en ahorro interno y externo), para impulsar las economías hacia tasas más altas de crecimiento; otras destacan la existencia de encadenamientos entre distintos sectores, de tal forma que el impulso a sectores con mayores complementariedades y economías externas y de escala,

pueden provocar un círculo virtuoso de desarrollo; otras, con base en los conceptos de división del trabajo, especialización y movilidad de los recursos, le asignan un papel estratégico a sectores con alta demanda potencial, pero cuyo crecimiento ha estado obstaculizado por restricciones institucionales y financieras. En otras propuestas las restricciones al desarrollo se originan en el dualismo entre sectores modernos y atrasados (capitalistas/pre-capitalistas; industriales/agrícolas), y su superación se sustenta en la transferencia de recursos y mano de obra excedentaria desde las actividades atrasadas hacia las modernas.

En el marco de estas posturas se definen, así, orientaciones muy diferentes en referencia al papel prioritario que se asigna a distintas alternativas -la industria o la agricultura, el ahorro o la inversión, las exportaciones o el mercado interno, el crecimiento o a la distribución-, para desencadenar un proceso general y continuo de crecimiento económico. Las respectivas estrategias de desarrollo se formulan, al final, mediante variadas acepciones: gran impulso, desarrollo balanceado, desarrollo desequilibrado, despegue hacia el crecimiento auto sostenido, sectores líderes, romper la trampa de bajo nivel, etc.

El único autor colombiano que tuvo resonancia internacional en estos formulaciones teóricas y de política económica fue el profesor Lauchlin Currie, aunque él siempre expresó su molestia porque lo clasificaran como un "teórico del desarrollo", argumentando que no era correcto hablar de una economía del desarrollo sino de la aplicación de la teoría económica a los problemas del desarrollo. Desde la publicación de su libro Desarrollo Económico Acelerado: La necesidad y los medios en 1963, libro que recibió un premio internacional, el profesor Currie cuestionó la aplicabilidad de los conceptos derivados de los enfoques keynesianos y argumentó con profundidad contra los modelos y estrategias de desarrollo que basaban sus diagnósticos en las restricciones de capital y de divisas. Según Currie, se había omitido que en estos países el problema central era la insuficiencia de demanda real, la cual surgía de un desempleo disfrazado masivo, de baja remuneración y

18 La literatura es amplísima, por lo cual es imposible cubrir todos sus contenidos en un breve espacio. Una compilación que incluye varias de las contribuciones de los autores de "la teoría económica del desarrollo" se encuentra en A.N. Agarwala y S. P. Singh (Eds.), The Economics of Underdevelopment, New York, Oxford University Press, 1963. Cabe destacar a autores como Ragnar Nurkse, Paul Rosenstein Rodan, Arthur lewis, Albert Hirsehman.

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baja productividad, concentrado en la agricultura tradicional. Este desempleo nada tenía que ver con el desempleo de tipo keynesiano (inclusive, según Currie, la demanda keynesiana podía ser excesiva, como lo mostraba la inflación crónica de estos países).

En los siguientes treinta años Currie siguió trabajando en la elaboración de sus conceptos y diagnósticos hasta presentar una teoría coherente y completa del crecimiento19. La explicación que ofreció su teoría tiene que ver con el tamaño y la tasa de crecimiento del mercado -o de la demanda real en el sentido de Say, un concepto que no ha sido totalmente entendido por sus críticos- y sus efectos recíprocos sobre la creación y aprovechamiento de economías internas y externas, la adopción de tecnologías más productivas y más rentables, la especialización y el cambio en la proporción de uso de los factores, elementos que en su conjunto generan nuevos aumentos de demanda real en una tendencia dinámica y acumulativa. La operación de estas fuerzas procede a través del funcionamiento del sistema de precios, de la movilidad de recursos y de la competencia, pero puede ser restringida por factores exógenos, entre ellos por shocks externos o por políticas económicas inadecuadas. El logro de una tasa de crecimiento alta y continua es así -según una afortunada analogía de Currie-, el resultado neto de dos fuerzas que se contraponen en un campo de batalla: de una parte, la tendencia inherente del sistema al crecimiento; de la otra, los choques contra esa tendencia (exógenos o de política), y los bloqueos al funcionamiento más eficiente del mercado.

La tendencia misma puede estar debilitada por largos períodos, de tal forma que la tasa de crecimiento per-cápita del producto sea muy baja. De un lado, por la concentración de la fuerza de trabajo en actividades que generan bajas remuneraciones y escaso poder de compra, reproduciendo, con ello, un círculo vicioso de pobreza y lento crecimiento. De otro, por la presencia de elevadas tasas de crecimiento de la población -asociadas con la prevalecía misma de la pobreza-, y que conducen a mantener deprimidos los salarios, a obstruir la adopción de tecnologías más productivas y a diluir el crecimiento

19 Los escritos de Currie son muy abundantes y fueron publicados en diversas revistas internacionales de renombre. En la revista Cuadernos de Economía Universidad Nacional, No. 18-19, Bogotá, 1993, se recopilan algunas de sus más importantes contribuciones a la teoría y la política económica. Una "guía" integral a su vida y obra se encuentra en Roger Sandilands, Vida y Política Económica de Lauchlin Currie, Bogotá, Legis Editores, 1990.

del producto entre un mayor número de gente sin mejorar su calidad de vida.

Frente a ello, no sólo es posible sino necesario acelerar la tasa de crecimiento de la economía operando sobre sectores con alta demanda latente, la cual no se ha hecho real debido a restricciones institucionales o de otro tipo, los famosos "sectores líderes" de Currie. Su propuesta se convierte, entonces, en una estrategia de intervención del Estado para desbloquear la operación de las fuerzas de mercado.

Con esta concepción, Currie criticó por igual los modelos neoclásicos de crecimiento más tradicionales, en los cuales las funciones de producción eran de rendimientos constantes a escala y el progreso técnico era exógeno; y las teorías más recientes de crecimiento endógeno para las cuales el crecimiento era el resultado de las inversiones en investigación y en capital físico y humano, que generan externalidades y economías de escala. Aunque la incorporación de estos factores constituía un avance al especificar los componentes de la función de producción, las teorías endógenas seguían amarradas a la vieja concepción de que el crecimiento dependía de un incremento previo en alguno o algunos de dichos componentes. Por el contrario, las economías externas y de escala, el grado de especialización, el cambio tecnológico y la combinación y remuneración relativa de los factores productivos dependían del tamaño y la tasa de crecimiento del mercado.

Una de las implicaciones notables de este aporte teórico de Currie fue su planteamiento de una teoría de la distribución de ingresos, que constituía a la vez una crítica a la irrelevancia teórica y al irrealismo empírico de la teoría neoclásica basada en la productividad marginal de los factores. Estas contribuciones fueron, sin embargo, pasadas por alto en los temas centrales del debate académico.

Paul Krugman ha destacado recientemente dos razones por las cuales la economía académica predominante omitió el análisis y la consideración de tesis como las de Currie, y las de los teóricos del desarrollo como Hirschman: primera, por no haber sido expresadas con rigor técnico en el sentido en que lo entiende dicha economía, es decir, mediante modelos formales y matemáticos "que se volvieron el único lenguaje de discurso del análisis económico" a partir de los años setenta; segunda, sólo cuando técnicamente se pudieron modelar conceptos como los de economías externas y rendimientos crecientes -que son esenciales para el análisis económico del desarrollo-, se empezó a reconocer su relevancia

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general para la teoría y su importancia para la política económica (como lo han mostrado las teorías del crecimiento endógeno)20. La pregunta que se hace Krugman, y que queda sin responder, es cuánto hubiera podido modificarse la perspectiva del análisis económico y el diseño de las políticas de no haberse dado esos dos obstáculos metodológicos.

B, La concepción más radicalmente vinculada a las proposiciones de Keynes, por su parte, expuso otras posibilidades para el análisis del subdesarrollo. Así, Joan Robinson destacó el contexto social y político en el cual se generaban los problemas de inversión, ahorro, desempleo y distribución de ingreso, interpretándolos a la luz de las aportaciones de Kalecki -otro de los grandes economistas del siglo-, y de la modernización de los esquemas clásicos de acumulación de capital.

En esta perspectiva, el desarrollo tenía que ver más con la composición del producto que con su crecimiento y con la estructura de la demanda agregada, en particular con los patrones de inversión y las formas de propiedad agrícola. El aumento de la tasa de acumulación requería incrementar la producción de bienes salario y restringir la demanda de bienes de consumo de los capitalistas. En el caso de la agricultura, era necesario modificar el patrón de propiedad como condición para mejorar su productividad, aumentar la producción de alimentos y elevar los niveles de ingreso de la población más pobre21.

C. En el campo del estructuralismo, la Comisión Económica para América Latina, CEPAL, trabajó con varios de los elementos analíticos keynesianos (y de los clásicos), adecuándolos al contexto histórico específico de la región: las circunstancias históricas de evolución de los países subdesarrollados hacían inaplicables los esquemas teóricos propuestos en las economías desarrolladas Su visión política y su análisis económico -promulgados desde fines de los cuarenta-,

20 Paul Krugman, "The Fall and Rise of Development Economics" en Rodwin and Schon (Eds,.), Rethinking the Development Experience, 1994. Krugman argumenta que es inevitable y necesario para el análisis económico basarse en modelos, aunque el costo de ese mayor conocimiento sea una mayor ignorancia de aspectos esenciales de la realidad, como en el caso anterior.

21 Joan Robinson, Aspects of development and underdevelopment, Cambridge, Cambridge University Press, 1979. Otros autores keynesianos trabajaron desde la perspectiva de los modelos de crecimiento para establecer las condiciones en las cuales el producto podía crecer continuamente con base en incrementos en el ahorro y la inversión, dada una relación constante entre el capital y el producto; en particular, el popular modelo "Harrod-Domar", que tuvo amplia influencia en las técnicas "cepalinas" de programación económica en la región.

le dieron base conceptual a las políticas proteccionistas y de sustitución de importaciones que las principales economías de la región ya habían puesto en marcha. La CEPAL fundó su problemática inicial en la crítica a las teorías neoclásicas del comercio internacional mediante el examen del curso de las relaciones económicas internacionales, el cual había generado una división internacional del trabajo que conducía al deterioro de los términos de intercambio para los países subdesarrollados (la periferia), y limitaba sus tasas de inversión al restringir su capacidad de importaciones. En consecuencia, la industrialización, mediante el diseño de una política deliberada de protección e impulso, se constituía en la alternativa necesaria para lograr el desarrollo y enfrentar esas relaciones externas desfavorables.

La otra crítica importante a los planteamientos neoclásicos tuvo que ver con la interpretación de los fenómenos inflacionarios de la región. Para la CEPAL, su explicación básica había que encontrarla en las restricciones estructurales de las economías: en el sector externo, puesto que los términos de intercambio desfavorables y las políticas de devaluación generaban altos efectos sobre los precios de los bienes importados, que se transmitían a toda la economía debido al alto componente importado de la producción interna; y en la agricultura, dado que la estructura de propiedad y tenencia de la tierra llevaba a una baja productividad y a una alta inelasticidad en la oferta de alimentos. En este contexto, las políticas monetarias y fiscales sólo jugaban un papel como "mecanismos propagadores" de la inflación, que podían ser más intensos a medida que la inflación desencadenara una pugna por la redistribución de los ingresos entre los diversos grupos sociales.

El análisis cepalino constituyó, así, una crítica triple a los supuestos fundamentales del esquema neoclásico de mercado: a su problemática, que dejaba por fuera las

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preguntas pertinentes para el estudio del subdesarrollo; a sus conceptos, que estaban vacíos de contenido histórico e imposibilitados para comprender el capitalismo periférico, al excluir categorías esenciales para el análisis como la del excedente; y a sus predicciones teóricas que habían quedado invalidadas por los hechos22.

Las restricciones y desequilibrios generados por los modelos de sustitución de importaciones produjeron variadas reacciones en distintos frentes teóricos y de política económica.

Para la CEPAL se desvanecía el sueño de la modernización, pues las formas asumidas por la sustitución de importaciones habían generado nuevos desequilibrios de balanza de pagos, elevados ritmos de inflación (e hiperinflaciones), alta concentración de ingresos, patrones de heterogeneidad tecnológica y marginalidad social. Celso Furtado, uno de los abanderados de las tesis cepalinas, empezaba a enfatizar que era un "mito" pretender seguir la ruta de desarrollo económico de los países industrializados, con los patrones de consumismo y despilfarro de recursos a que daban lugar (si bien, las clases dominantes de América Latina hacían caso omiso de esas advertencias)23. Tal vez a la industrialización se le había pedido más de lo que podía ofrecer, como decía Hirschman: "Se esperaba que la industrialización cambiase el orden social y todo lo que hizo fue suministrar manufacturas"24. Esta opinión, un tanto extrema, refleja de todas maneras el ambiente pesimista que sobrevino tras la primera euforia cepalina.

Sobre esas bases se desarrolló la crítica efectuada por los enfoques de la dependencia, varios de cuyos autores habían trabajado bajo el alero cepalino: mostrando las limitaciones de las interpretaciones existentes -las de la CEPAL y la marxista tradicional-, y señalando que el proceso de industrialización sólo era una nueva fase de la dependencia estructural en las economías latinoamericanas, que nada tenía que ver con los ideales de independencia económica, igualdad y

22 Raúl Prebisch, "Las Teorías Neoclásicas del Liberalismo Económico", [en Revista de la CEPAL, Santiago, Abril 1979. Un escrutinio de los orígenes y aportes teóricos de la CEPAL se puede consultar en FH.Cardoso, "La originalidad de la copia: la CEPAL y la idea de desarrollo" en Revista de la CEPAL, Santiago, Segundo Semestre de 1977. Un estudio integral del estructuralismo cepalino encuentra en Octavio Rodríguez, La Teoría del Subdesarrollo de la CEPAL, México, Siglo XXI Editores, 1980.

23 Celso Furtado, El Desarrollo Económico: Un Mito, México, Siglo XXI Editores, 1976. .

24 Albert Hirschman, "The Political Economy of Import-Substituting Industrialization", en A Bias for Hope, New Haven, Yale University Press, 1971, p.123.

democracia25. Para los teóricos de la dependencia, la historia y las estructuras de las economías subdesarrolladas no eran ni tendían a ser una repetición de las de los países del centro. Desarrollo y subdesarrollo eran dos caras del proceso de expansión del capitalismo a escala mundial, que había consolidado unos patrones de división internacional del trabajo dominados por las corporaciones multinacionales y cuyo producto era la conformación de unas relaciones asimétricas de dominación/dependencia. Esas relaciones eran cambiantes históricamente y conducían internamente a un sistema de dominación política y explotación económica y externamente a la transferencia de excedentes de los países dependientes a los dominantes. Concluían, así, que la acumulación en situaciones de dependencia era la que generaba las restricciones estructurales en la balanza de pagos, el empleo, la tecnología y la concentración de ingresos26.

Según estos enfoques, los planteamientos cepalinos iniciales al omitir el estudio de las leyes del capitalismo dependiente habían interpretado erróneamente como desarrollo lo que era una profundización de la dependencia. Ello quedaba comprobado al comparar las expectativas teóricas que se había forjado la CEPAL del proceso de industrialización, y su complemento con una estrategia exportadora, con sus resultados: la industria en crisis era realmente la expresión de un capitalismo en crisis.

Desde décadas atrás, un escritor colombiano, el profesor Antonio García, había producido contribuciones significativas al análisis teórico e histórico de las economías latinoamericanas desde una perspectiva metodológica similar a la de los enfoques de la dependencia. Con una amplia riqueza conceptual y un detallado conocimiento de estos países expuso cómo se conformaban las estructuras de dominación y dependencia que generaban un atraso estructural, vinculado a los procesos de internacionalización de las economías liderados por las empresas transnacionales. La concentración, el predominio de los monopolios y la marginalidad social constituían rasgos característicos de estos países, en el marco de un capitalismo monopolista

25 Theotonio Dos Santos, "La crisis de la Teoría del Desarrollo y las Relaciones de Dependencia en América Latina" Santiago, 1969.

26 La literatura sobre estos temas es muy amplia. Véase por ejemplo Fernando H. Cardoso, "Notas sobre el estado actual de los estudios sobre dependencia" en José Serra, Desarrollo latinoamericano: Ensayos críticos, México, F.C.E., 1974.

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de Estado basado en regímenes autoritarios y populistas27. Sin embargo, los aportes de (Sarcia fueron poco comentados y discutidos en el curso de los debates de la región.

Las tesis de la dependencia se vieron sometidas, a su turno, a una intensa crítica. Primero, se indicó que el concepto de dependencia era defectuoso para definir un capitalismo sui géneris puesto que en todos los países se encontraban grados distintos de dependencia (tecnológica, comercial, financiera). Segundo, se mostró que más que dependencia lo que había era un proceso de desarrollo capitalista -con todo y sus contradicciones-Tercero, las experiencias de cada país eran muy variadas, así que lo valioso era estudiar esas situaciones concretas para las cuales el enfoque de la dependencia no ofrecía muchas pistas. Finalmente, se contra argumentó que sólo a riesgo de ir en contravía de los hechos se podría postular que los salarios reales en estos países no aumentarían, o que los obreros no podrían consumir bienes modernos o que toda política económica sería de sobre explotación28.

Los hechos de los años setenta y ochenta fueron contundentes para los diversos enfoques y en medio de una situación de crisis -que abarcó países desarrollados y subdesarrollados-, marcaron el regreso de las tesis neoclásicas en sus versiones monetaristas y de liberación y apertura de los mercados, en particular las que llegaron a popularizarse como las teorías y políticas de los "Chicago boys". Al igual que en el debate que se estaba dando en los países desarrollados, se consideró que las políticas intervencionistas en lugar de resolver los problemas de inflación y desempleo los habían agudizado y que el exceso de regulaciones y de participación del Estado había impedido el funcionamiento eficiente de los mercados. El debate, sin embargo, fue también ideológico y político en cuanto remitía a la concepción del Estado y, en varias economías de la región, al contexto antidemocrático y de supresión de las libertades públicas en que se inscribían las reformas económicas.

En todo caso, las teorías estructuralistas habían perdido gran parte de su vitalidad y de la relativa influencia que habían logrado en medios académicos o

27 Véanse, por ejemplo, sus libros Atraso y Dependencia en América Latina: Hacia una Teoría Latinoamericana del Desarrollo, Buenos Aires, Librería El Ateneo, 1972; y Reforma Agraria y Desarrollo Capitalista en América Latina, Bogotá, CID, Universidad Nacional, 1986.

28 Véanse, por ejemplo: Sanjaya Lall, "Is Dependence a useful concept in anatysing underdevelopment?, en World Development, Vol. 3, No. 11-12, 1975; y Jorge Castañeda y E. Hett, El Economismo Dependientista, México, Siglo XXI Eds., 1978.

en algunas instancias de decisión de política económica. Más adelante la CEPAL, después de haber perdido la ilusión del estado reformador, intentaría reformular sus planteamientos teóricos y de política para interpretar el nuevo curso de desarrollo de las economías latinoamericanas, sus restricciones y sus opciones, pero su impacto sería marginal29.

D. Con la crisis de la deuda en América Latina, las mismas discusiones sobre estrategias y modelos de desarrollo quedarían relegadas ante el predominio de los programas de ajuste macroeconómico acordados con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. En estos programas se hacía énfasis en la recuperación de los equilibrios fiscales y de balanza de pagos, en la liberación comercial y financiera y en las desregulaciones estatales, como requisitos necesarios para restablecer el crecimiento económico y reducir drásticamente las altas tasas de inflación30.

El conjunto de estas ideas y propuestas -que tendrían influencia decisiva en toda América Latina- se recogió como un cuerpo de posiciones teóricas y políticas y de reformas estructurales que Williamson denominó el "Consenso de Washington"31. Según dicho autor, el Consenso involucra a los políticos, las agencias gubernamentales y los tecnócratas del gobierno de Estados Unidos, a los funcionarios de las entidades multilaterales y a las universidades y centros de think tank. Como se aprecia, el enorme poder político y financiero de sus integrantes ha sido la base de la extendida influencia de sus recomendaciones.

Las tres proposiciones esenciales que sustentan el Consenso -políticas macroeconómicas prudentes, orientación de las economías hacia fuera y capitalismo de libre mercado-, se basan en la teoría económica predominante y hacen caso omiso de las contribuciones de los autores que trabajaron en la

29 Véase, CEPAL, Transformación Productiva con Equidad, Santiago, 1990. Una revisión reciente y exhaustiva de la historia de las ideas económicas en América Latina, su desarrollo y su crisis, se puede consultar en: Joseph L Love, "Economic ideas and ideologies in Latin America since 1930" en Leslie Bethell (ed.), Ideas and Ideologies in Twentieth Century Latin America, Cambridge, Cambridge University Press, 1996. En este examen detallado, y con una amplísima bibliografía, no se menciona a Colombia y de los autores colombianos sólo se hace referencia en una nota a pie de página a Salomón Kalmanovitz por su trabajo sobre dependencia 'desde un marco de economía marxista formal (pág.261).

30 Véase una animada discusión de estas políticas desde el ángulo estructuralista en "El Retorno de la Ortodoxia", Pensamiento Iberoamericano, No. 1, Madrid, Enero-Junio, 1982.

31 Véanse las contribuciones de diversos autores al libro de John Williamson (Ed), Latin American Adjustment How much has happened? , Washington, Institute for International Economics, 1990.

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teoría del desarrollo32. No es difícil identificar que dichas proposiciones asignan la explicación de la crisis de América Latina al exceso de intervencionismo y proteccionismo y a las políticas "populistas" que provocaron amplios desequilibrios macroeconómicos.

La solución a Jas crisis involucra, entonces, dos acciones claves: primera, la adopción de programas de estabilización económica en las áreas fiscal (a través de reformas tributarias, eliminación de subsidios y concentración del gasto público en salud y educación), cambiaria (tasas de cambio competitivas y de mercado) y financiera (tasas de interés positivas y de mercado); segunda, la puesta en marcha de reformas dirigidas a reducir el tamaño del Estado y afianzar el funcionamiento más libre del mercado, tales como la apertura comercial, el estímulo a la inversión extranjera, la privatización de actividades públicas, la desregulación de las economías y la garantía de los derechos de propiedad.

Estas diversas acciones -cuya prioridad, secuencia e impactos ha generado amplias controversias- han constituido el núcleo de las políticas adoptadas en todos los países de América Latina desde los años ochenta.

Ideas, teorías y políticas en Colombia

En Colombia, los debates económicos siguieron, con menor intensidad, las tendencias antes expuestas para el mundo desarrollado y para América Latina. Los temas de controversia han tenido que ver, como en otras partes, con las hipótesis y proposiciones neoclásicas e involucran concepciones divergentes sobre el Estado y sus políticas. Hasta los años setenta se refirieron a los modelos y estrategias de desarrollo; a partir de entonces se han centrado más en el corto plazo, en los programas de ajuste y en las reformas adelantadas en materia de apertura económica, liberalización financiera y cambiaría y privatización33.

En cada una de esas épocas la confrontación reflejó la que se presentó en los países desarrollados y en América Latina, pero con perfiles propios. La hibernación

32 Véase el artículo de John Williamson, " What Washington means by Policy Reform" en el libro anteriormente citado.

33 Con su acostumbrada capacidad de síntesis, Miguel Urrutia -uno de los protagonistas de estas épocas-, indica tres grandes períodos para los temas dominantes en la segunda mitad de este siglo los años sesenta, el apogeo deI estructuralismo; los setenta y ochenta, los desequilibrios macroeconómicos y sus impactos sobre el crecimiento y la distribución de ingresos; y los noventa, el papel del Estado y la privatización. Véase, "Políticas Económicas e Instituciones", en Borradores Semanales de Economía, No. 52, Bogotá, Banco de la República, 1996.

ideológica producto del Frente Nacional y la relativa autonomía de la tecnocracia a que dio lugar produjeron un entorno más consensual dentro del establecimiento -más con diferencias de grado que de fondo-, y dieron vía libre a un sistema institucional para el manejo de la política económica, caracterizado por el gradualismo, el pragmatismo y una alta estabilidad. Los términos básicos del acuerdo económico pueden resumirse en: estabilidad en la tasa de cambio, aceptación de una inflación moderada y déficit también moderados en la balanza de pagos y en las cuentas fiscales. Estos temas llegaron a ser casi paradigmáticos para los autores internacionales que han reflexionado sobre la historia contemporánea de Colombia: estable en sus fundamentos económicos y excluyeme y violenta en sus procesos políticos.

El contexto político

Entre los autores que han escrito sobre el sistema político de la segunda mitad del siglo hay un alto grado de consenso sobre el impacto ocasionado por el Frente Nacional pactado en 1958 entre las dos agrupaciones políticas que han dominado el escenario nacional. Buscando clausurar un largo período de confrontación violenta, el Frente Nacional "desideologizó" las posiciones partidistas y definió un sistema de alternación del poder y de paridad de la burocracia y de la representación política entre las dos colectividades. Una vez concluido formalmente en 1974, sus esquemas siguieron extendiéndose hasta los ochenta, mediante la representación adecuada y equitativa del partido perdedor en los altos cargos estatales.

Entendido más como un régimen de consolidación del poder de las élites económicas que como un proyecto de desarrollo económico y social, no cabía esperar reformas esenciales -por ejemplo, en la redistribución de la propiedad o de los ingresos—, ni una reconformación de la actividad del Estado en el campo económico. En su lugar, se tenían como prioridades las de acelerar el crecimiento en un contexto de estabilidad, así como

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realizar políticas sociales y de servicios públicos que llegaran a los más pobres y adelantar acuerdos políticos de repartición regional del presupuesto como "paliativos para calmar y controlar a los grupos de más bajos ingresos"34.

Se conformó, entonces, un sistema que en su aspecto político privilegiaba las relaciones de clientelismo como instrumentos del ejercicio político mediante el acceso a los recursos presupuéstales y que implicó que los líderes políticos, y en particular los que desde el nivel regional mantenían las maquinarias políticas y electorales, centraran su interés en la distribución de las asignaciones presupuéstales. En su aspecto económico, el sistema derivó hacia una alta autonomía en las decisiones de política macroeconómica, que se empezaron a considerar y, posteriormente, a consolidar como campo específico de un ejercicio tecnócrata no relacionado directamente con las presiones de las fuerzas políticas. Evidentemente, su fortaleza dependería de la creciente incorporación de una tecnocracia cada vez mejor capacitada para realizar las tareas, imbuida de un propósito "racionalizador" de las actividades del Estado y bastante independiente de compromisos partidistas o de posturas ideológicas radicales. El propio hecho de que se careciera de una clara diferenciación ideológica en los programas económicos de las corrientes políticas dominantes interactuó con esta especie de consenso tecnocrático.

En su dimensión de relación con los grupos empresariales, las agencias de decisión económica operarían a través de un complejo esquema de subsidios y de programas específicos de apoyo crediticio y presupuesta!, con cambiantes prioridades sectoriales a lo largo del tiempo, pero en un contexto de relativa estabilidad en los parámetros macroeconómicos35. Estas interrelaciones, a su vez, se verían alimentadas y reforzadas por la fluida movilidad de la alta tecnocracia entre los sectores público y privado.

El sistema político del Frente Nacional contribuyó por lo tanto a "despolitizar la estructura gubernamental (y a) materializar la modernización

34 R. Albert Berry, "The National Front and Colombia's Economic Development", en Politics of Compromise: Coalition Government in Colombia, New Brinswick, Transaction Books, 1980, p. 292. Véase también Francisco Leal Buitrago, Estado y Política en Colombia, Bogotá, Siglo XXI Editores, 1984.

35 Miguel Urrutia, "On the Absence of Economic Populism in Colombia", en Rudiger Dornbush and S. Edwards, The Macroeconomics of Populism in Latin America, Chicago, The University of Chicago Press, 1991.

política bajo la forma de un Estado más tecnocrático"36. Con todo, cabría anotar que éste ha sido un fenómeno más selectivo que general; en efecto, diversos institutos y entidades públicas, sea por las funciones que cumplen o por su accionar regional más directo, se han considerado integrantes de los acuerdos de repartición clientelista -lo que algunos han denominado como feudos políticos-, con la inevitable falta de coordinación y coherencia en la ejecución de las políticas públicas.

Una de las implicaciones de este contexto político fue el relacionamiento especial que se produjo entre la "élite tecnocráctica" -el equipo económico, como se le denominó después-y las entidades multilaterales internacionales, según el detallado examen que hace Cepeda en el estudio antes citado. Mediante diversos mecanismos, dichas entidades han influido sobre los procesos de decisión por cuatro razones principales: primera, un amplio número de técnicos nacionales muy preparados (especialmente economistas e ingenieros), han trabajado alternativamente en cargos en Colombia y en esas entidades; segunda, a través de la conformación de Grupos de Consulta y de Misiones Técnicas se han acordado las bases de las políticas económicas y del financiamiento externo y los proyectos de inversión; tercera, las entidades multilaterales han jugado un papel activo para la creación de institutos públicos especializados, más autónomos y técnicos (74 establecimientos creados entre 1954 y 1974), hacia los cuales se ha producido la canalización preferencial de los préstamos y las asesorías técnicas y sobre los que ha podido ejercerse una mayor supervisión; cuarta, sobre esas bases se ha definido buena parte de las prioridades de endeudamiento externo y de inversión pública, lo que ha reforzado las calidades técnicas internas y las posibilidades de evaluación costo/beneficio de los créditos externos. Cepeda señala que con esos criterios se otorgaron más préstamos a los sectores de transporte, energía e industria y se justificaron menos los dirigidos a la agricultura o la justicia.

En suma, "el Frente Nacional removió muchos temas básicos de la política de desarrollo de su exposición directa al debate político, (...) se incrementaron las probabilidades de que los asuntos de la estrategia económica pudieran definirse como técnicos y se resolvieran en ese campo. (...) Al nivel individual, las

36 Fernando Cepeda Ulloa and C. Mitchell, "The Trend Towards

Technocracy: The World Bank and the International Labor Organization: Colombian Politics", en Politics of Compromise...., pág.237.

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calificaciones técnicas se volvieron requisito principal de acceso para influir sobre el diseño de la política"; con ello, la tecnocracia ganó más autonomía política y, al final, "para la definición de la política pública la iniciativa política popular se volvió menos y menos relevante"37.

Los años posteriores al Frente Nacional, hasta 1990, no parecen haber modificado en lo fundamental este esquema y las políticas económicas mantuvieron una alta dosis de continuidad, sin rupturas abruptas, con un énfasis variable en la combinación de políticas "ortodoxas" de estabilización y, claro, con las identidades propias de cada gobierno en materia de diagnósticos y de estrategias de desarrollo. Al lado de esta relativa estabilidad macroeconómica, sin embargo, fue creciendo la debilidad del Estado para resolver los conflictos sociales y enfrentar las violencias provenientes de la guerrilla, el narcotráfico y la delincuencia común amparadas en un sistema de justicia poco eficaz38.

El Sistema Institucional de Decisiones

El sistema institucional y regulatorio desarrollado para las decisiones económicas ha respondido al marco de acuerdos políticos que se acaba de mencionar. En materia de principios generales se ha privilegiado durante gran parte de este largo período la operación de un esquema de economía mixta orientado al crecimiento y la estabilidad; aunque cada gobierno ha elaborado sus propios planes de desarrollo de "largo plazo" -que son discutidos intensamente-, el núcleo central de las decisiones ha tenido que ver con las condiciones de las coyunturas y las políticas macroeconómicas39. En particular, los ciclos de auge y crisis cafetera y los arreglos institucionales alrededor de este sector han sido determinantes principales de dichas políticas.

No obstante, pueden determinarse dos períodos de muy diferente visión en las concepciones sobre el Estado

37 Ibid,pags.245 y 253. 38 Francisco Leal Buitrago, "Antecedentes y Contexto Político de los

Años Noventa: Tesis y Esquema de Interpretación" en ¿Hacia dónde va el Salto Social?, Bogotá, FESCOL, 1995.

39 Véase un examen detallado de estos temas en Miguel Urrutia, "The Changing Nature of Economic Planning in Colombia", en Development Planning in Mixed Economies, The United Nations University, 1988. Urrutia destaca que "ambos partidos apoyan la economía mixta y la intervención del Estado en la economía, pero han sido renuentes a establecer empresas estatales fuera del llamado sector de servicios públicos y del sector de explotación de recursos naturales" (pág. 156). Sin embargo, la década actual ha marcado un viraje sustancial en esa concepción hacia una intensa reducción en el alcance de la intervención del Estado, inclusive en esos sectores.

y las restricciones al desarrollo nacional, en el papel de las instituciones económicas y en el alcance de las regulaciones adoptadas.

El primero, que se prolongó hasta comienzos de los años setenta fue, por decirlo así, más marcadamente cepalino en cuanto se dio prioridad a las políticas para apoyar la industrialización por sustitución de importaciones, aunque complementadas con estímulos tempranos a la diversificación de exportaciones. Los sistemas regulatorios incluyeron un variado número de controles, subsidios, créditos dirigidos y regímenes arancelarios proteccionistas. Las instituciones de planeación y los planes de desarrollo elaborados orientaron esa estrategia y la aplicación de las regulaciones y políticas correspondió al número creciente de entidades públicas creadas en estos años. Las instituciones de regulación monetaria combinaron los objetivos de estabilidad de precios y de estímulo al desarrollo productivo, mediante la creación de cupos de fomento, créditos selectivos y subsidios inflacionarios a los sectores público y privado. De igual modo, como en otros países, las restricciones de divisas y las necesidades de financiamiento externo condicionaron las decisiones y llevaron a la alta influencia, que se ha indicado, de las entidades multilaterales en los procesos económicos internos.

El segundo período, que se desenvuelve desde los setenta, se sustenta en una crítica a los esquemas anteriores y a sus resultados y en la concepción más neoliberal del desarrollo de mercados libres, expresada en la disminución de las regulaciones estatales, de los controles y subsidios, de los niveles proteccionistas de los aranceles. Las pautas de planeación se orientan más hacia el corto plazo, con énfasis en la evaluación de proyectos de inversión y su financiamiento externo -la "planeación de proyectos", como la denomina Urrutia- y en los programas de ajuste macroeconómico. Las autoridades monetarias buscan dar prioridad a las regulaciones estrictamente monetarias y a sus efectos sobre la inflación40. En su conjunto, se observa un desmonte paulatino y gradual de las instituciones y regulaciones de la época precedente, que se acelera notablemente a partir de los años noventa.

40 En su análisis de las instituciones y regulaciones monetarias, Lorente reseña dos grandes períodos en Colombia: entre 1951 y 1971, el período keynesiano; y a partir de 1974, una visión clásica del manejo monetario. Véase Luís Lorente, "Políticas Monetarias e Inflación: Colombia 1951-1989", Cuadernos de Economía, No. 15, Bogotá, Universidad Nacional, 1991.

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Como se ha mencionado, las crisis y auges de corto plazo llevaron en ambas épocas a la aplicación de políticas de estabilización cuyos instrumentos y objetivos (mayores o menores controles y regulaciones), no necesariamente guardaban consistencia con las teorías y visiones del modelo de desarrollo predominante en cada época. Este ha sido, paradójicamente, el núcleo de la continuidad y el pragmatismo y de la mayor estabilidad en las principales variables de la economía, que muchos analistas externos han ponderado repetidamente.

Para su permanencia resultaron claves dos instituciones pragmáticas y flexibles: el régimen cambiario adoptado desde 1967, después de varios años de inestabilidad e intensos desajustes, y el papel que han tenido la economía y las instituciones cafeteras.

En efecto, el amplio consenso alrededor del régimen cambiario vigente entre 1967 y 1991 y de las regulaciones y controles en los cuales descansaba, fue fuente esencial de la mayor estabilidad económica del país frente a otros de América Latina. Podía haber diferencias de matices, pero se valoraba su flexibilidad para el manejo de situaciones de escasez o de abundancia de divisas y para la adopción de políticas gradualistas41. Era un sistema tan flexible que ante coyunturas de alta apreciación de la tasa de cambio o de excesivas devaluaciones permitía la adopción de instrumentos variados tendientes a sus correcciones y a retornar a un sendero de tasas de cambio reales estables.

En cuanto a las instituciones y regulaciones cafeteras, dada la influencia política, social y económica del sector cafetero en la vida nacional, resulta evidente su significación para el manejo de la política

41 Véase el interesante y sugestivo estudio de Juan Carlos

Jaramillo, Roberto Steiner y Natalia Salazar sobre las bases políticas e institucionales del manejo cambiario, 'The Political Economy of Exchange Rate Policy in Colombia", Bogotá, FEDESARROLLO, 1999. Entre otras cosas, allí argumentan sobre las condiciones que permitieron mantener la estabilidad del régimen cambiario durante tanto tiempo, en particular mediante la aplicación de políticas compensatorias para sectores afectados en otra coyuntura por la búsqueda de dicha estabilidad.

macroeconómica y para garantizar un marco de desenvolvimiento estable de la economía. Por ello, la dirigencia cafetera ha tenido una importante representación en el escenario político y a través de su gremio, la Federación Nacional de Cafeteros, ha sido un destacado actor para la concertación de políticas en organismos como el Comité Nacional de Cafeteros o en altas instancias de decisión económica como el Consejo Nacional de Política Económica y Social, CONPES42.

La Tecnocracia y las bases de sus decisiones

El sistema político del Frente Nacional y las instituciones de decisión y regulación económica abrieron un amplio espacio de autonomía, maniobra y control a la tecnocracia -los equipos económicos. Ese espacio se reforzó considerablemente a partir del gobierno de Lleras Restrepo, en 1966, con su visión sobre la importancia de la planeación, con su política de fortalecimiento del Departamento Nacional de Planeación y con la creación de entidades públicas técnicas y especializadas. Pero sólo pudo ser utilizado con intensidad cuando se empezaron a incorporar grupos cada vez más numerosos de economistas (e ingenieros), con estudios de especialización en el exterior, especialmente en Estados Unidos43.

Es cierto que algunos economistas habían participado con anterioridad en las tareas de diseño y ejecución de las políticas, pero la concepción y organización de las instituciones económicas provino, ante todo, de los aportes de misiones y técnicos extranjeros, en particular en áreas como las de planeación, técnicas de programación, regulación tributaria, monetaria y cambiaría. Estas Misiones y Comisiones se han constituido en instrumentos preferidos para el diagnóstico y la propuesta de reformas económicas de amplio alcance y sólo con posterioridad empezó a primar la participación de los técnicos colombianos44. El lento proceso de avance en la

42 Uno de los economistas que ha dedicado largo tiempo a reflexionar con profundidad sobre los temas de economía, instituciones y política cafetera ha sido Roberto Junguito. Véase, por ejemplo, su más reciente obra en colaboración con Diego Pizano, Instituciones e Instrumentos de la Política Cafetera en Colombia, Bogotá, Fedesarrollo-Fondo Cultural Cafetero, 1997.

43 Miguel Urrutia, "The Changing Nature...", pág. 170. 44 Un estudio detallado y muy crítico del papel que han tenido los

asesores en Colombia, y que despertó amplia controversia, se encuentra en Lauchlin Currie, Evaluación de la Asesoría Económica a los Países en Desarrollo: El Caso Colombiano, Bogotá, CEREC, 1984.

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formación económica en el país está en la base de las anteriores consideraciones. De hecho, los años cincuenta habían dejado un incipiente legado en la formación académica del economista y hasta mediados de los sesenta seguía presentándose un amplio debate sobre la orientación que debía tener la profesión en nuestro medio, que en muchas universidades era una especie de combinación entre economistas, abogados, administradores y contadores. Una información recolectada para el Primer Congreso de Economistas de la Universidad Nacional de 1966 mostraba que de los 1400 egresados de Economía de las diferentes universidades, hasta 1963, apenas se había graduado una tercera parte.

Solamente desde la segunda mitad de los sesenta y durante los setenta la enseñanza de la economía se tornó más especializada, los programas académicos hicieron mayor énfasis en las principales teorías y políticas económicas -con acentos variables en unas u otras corrientes de pensamiento económico en distintas universidades-, y se presentó una creciente profesionalización, aunque la calidad de la formación siguió siendo muy desigual más allá de las siete u ocho facultades de economía de las principales universidades45.

La vinculación de los economistas al proceso de toma de decisiones desde los años setenta estuvo enmarcada, como se tuvo oportunidad de señalar, en un contexto pragmático y poco ideológico -excluidos, naturalmente, los discursos y las consignas-, sin que la adscripción partidista haya determinado los cursos básicos de acción de las políticas económicas, aunque sí ha conducido a énfasis diferentes en la utilización y combinación de los distintos instrumentos de la política.

¿Qué factores han estado detrás de la conformación de esta especie de consenso tecnocrático? Meisel ha argumentado varias razones, entre las cuales quiero destacar dos: primera, la naturaleza de la formación académica y de la experiencia profesional; y segunda, el papel que ha ejercido Fedesarrollo, desde que se creó en los setenta, en la investigación, la crítica económica y la

45 Por supuesto este es un tema esencial y de amplia riqueza de análisis discusión que no puedo tratar dadas las limitaciones de espacio. Las características de formación del economista, el contenido y orientación de los programas académicos y su relación con la investigación, han sido temas recurrentes de discusión en las universidades. El reciente libro compilado por Bejarano, Hacia dónde va la Ciencia Económica... ofrece un panorama pertinente y muy documentado sobre estas cuestiones.

formación de opinión46. Las dos razones remiten a raíces comunes: el predominio de la llamada síntesis neoclásica, tanto en las universidades que han formado la tecnocracia como en Fedesarrollo, a lo cual esta última entidad ha agregado su carácter de ser una expresión -al nivel académico-, del proyecto político bipartidista.

Las cifras sistematizadas por Meisel muestran varios hechos interesantes para el período 1974-1996: de las 55 personas que han llegado a las más altas posiciones en el equipo económico, un 89% habían tenido experiencia previa en el gobierno (el rasgo de continuidad), el 56% había hecho sus estudios profesionales en la Universidad de los Andes o en los Estados Unidos y el 91 % tenía estudios de postgrado especialmente en Estados Unidos.

Roberto Junguito ha indicado que los equipos económicos de todos los gobiernos desde los setenta han sido liderados por antiguos investigadores de Fedesarrollo (y varios también han sido dirigentes gremiales); y, de otra parte, anota que la tendencia predominante en el pensamiento económico colombiano ha sido, al igual que en otros países de América Latina, el desarrollo de un consenso en torno a las ventajas de la economía de mercado y la consiguiente adopción de reformas estructurales orientadas hacia la liberalización de la economía y la reducción de controles, licencias y subsidios discrecionales por parte del Estado47.

La investigación económica

Más allá de las posiciones más uniformes y menos críticas reflejadas en la política económica, las contribuciones académicas de varias universidades, centros de investigación y algunas entidades públicas (como el Banco de la República, el DNP, la Contraloría General de la República y el DANE), han tenido una mayor riqueza conceptual.

46 Adolfo R. Meisel, "Why no Hyperinflation in Colombia?: On the Determinants of Stable Economic Policies", en Borradores Semanales de Economía, No. 54, Bogotá, Banco de la República, 1996.

47 "Fedesarrollo: su Contribución al Análisis y Pensamiento Económico Colombiano", en Hernando Gómez Buendía, (Editor), Economía y Opinión, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1995, p. 19. Otro de los autores de este libro hace una reflexión distinta, que vale la pena mencionar: "Fedesarrollo se ha vuelto experto en el manejo del instrumental de la economía aplicada y cada vez reflexiona menos sobre los supuestos (...) Fedesarrollo tiene que hacer un esfuerzo muy grande para evitar caer en el gravísimo error metodológico de hacer recomendaciones de política económica a partir de modelos construidos con supuestos que son muy problemáticos, aún desde la lógica neowalrasiana". Jorge Iván González, "Fedesarrollo y la Economía Positiva" p.140.

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En el campo de la investigación económica, desde los setenta se multiplicaron los estudios dirigidos a interpretar -con mayor rigor y sustento analítico y con la sistematización de información empírica detallada-, la economía, la sociedad y la historia económica de Colombia. Las bases teóricas y metodológicas de los estudios se enmarcaron en las distintas corrientes del pensamiento económico. De esta manera, se pueden encontrar análisis más ortodoxos desde las perspectivas neoclásica, keynesiana o monetarista, así como estudios sustentados en los enfoques poskeynesianos, cepalinos, dependentistas y marxistas. Así mismo, hubo intensos ejercicios de réplica y contrarréplica, algunos de ellos estimulados por el calor de las posiciones políticas e ideológicas que se manifestaban en las universidades48.

Destacaría algunos ejemplos. Desde el "grupo de Fedesarrollo" se publicó en 1971 un libro con estudios originales sobre la economía colombiana, que se convirtió rápidamente en texto de referencia, Lecturas sobre Desarrollo Económico Colombiano, en el que se analizaron temas de distribución de ingreso, crecimiento económico, empleo, política monetaria y fiscal, planeación, sector externo y sector agropecuario. Entre los autores se encontraban académicos que han trabajado ampliamente sobre Colombia, como Albert Berry, y economistas que tuvieron influencia decisiva como "policy makers" en las siguientes décadas: Miguel Urrutia, Eduardo Wiesner, Francisco Ortega, Roberto Junguito, Guillermo Perry, Antonio Urdinola, Eduardo Sarmiento. A partir de entonces siguieron múltiples investigaciones en diversos campos de la realidad colombiana: historia económica (José Antonio Ocampo), agricultura (Roberto Junguito), macroeconomía (José Antonio Ocampo, Eduardo Lora y otros), y muchos más.

Desde el "grupo de la Nacional" y de otras universidades se trabajaban, por su parte, contribuciones estructuralistas, poskeynesianas o marxistas para la interpretación de la economía colombiana. Así, en el DANE en los setenta, se conformó un grupo de investigación que elaboró investigaciones sobre la concentración industrial colombiana (Gabriel Misas, Alberto Corchuelo), el desarrollo de la agricultura, las críticas a los planteamientos de la teoría de la dependencia en Colombia y la historia económica (Salomón Kalmanovitz). En el Centro de Investigaciones

48 Remito al lector a la síntesis que hace Kalmanovitz sobre las principales contribuciones y debates que se produjeron y sobre las posiciones teóricas que reflejaban, "Notas para una Historia " Capítulo IV.

de la Universidad de Antioquia se producían contribuciones sobre el desempleo, la industria y los ciclos económicos en Colombia (Juan Felipe Gaviria, Santiago Peláez, Hugo López). Y en revistas independientes, como Cuadernos Colombianos (dirigida por Mario Arrubla) se publicaban ensayos sobre historia, desarrollo económico colombiano y política económica (Jesús Antonio Bejarano, Álvaro Tirado, Germán Colmenares, Carlos Esteban Posada).

Con el paso del tiempo, la investigación económica y las respectivas publicaciones se centrarían en entidades como Fedesarrollo, la Universidad de los Andes49, los simposios de Asobarcaría, las revistas de Economía de la Universidad Nacional y de la Universidad de Antioquia, la de la Contraloría General y las del DNP y el Banco de la República. Aunque con diversos énfasis, los temas centrales de análisis estarían relacionados con las políticas macroeconómicas, la estructura económica colombiana y sus aspectos sectoriales y regionales, además de algunas contribuciones y síntesis de teorías económicas alternativas a la neoclásica.

En un ensayo reciente sobre el estado de la investigación económica en el país se examinan e ilustran sus secuencias, desde una perspectiva analítica valiosa: de los grandes debates teóricos y políticos de los años sesenta y setenta sobre el desarrollo del capitalismo en Colombia, se pasó en los ochenta a temas de corto plazo, relativos a la estabilización y la coyuntura macroeconómicas, y en los últimos años se asiste al dominio del formalismo técnico, expresado en el uso de técnicas de modelaje cada vez más sofisticadas que, sin discutir la relevancia de los preceptos teóricos, buscan encontrar los mejores resultados econométricos y estadísticos50.

Los autores representativos de la primera época serían Mario Arrubla -con su muy famoso y debatido libro de 1963 de Estudios sobre el Subdesarrollo Colombiano-, y Lauchlin Currie, por sus visiones y teorías opuestas sobre las posibilidades de desarrollo capitalista en Colombia. En la segunda época se situarían las múltiples contribuciones a los debates sobre política

49 Aquí habría que hacer una mención especial a los estudios pioneros de Alvaro López Toro, sus contribuciones a la teoría demográfica pura y sus aportes a la interpretación de las relaciones entre crecimiento demográfico y desarrollo económico. Véase una colección con comentarios de sus obras en Alvaro López Toro, Ensayos sobre Demografía y Economía, Bogotá, Banco de la República, 1991.

50 Munir Jalil y Boris Salazar, ""El Estado de la Investigación Académica; del Vacío a la Comunidad Virtual", en Hacia Donde va la Ciencia Económica en Colombia, pags. 143 -178.

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económica -a las que he hecho referencia-, y se destacaría José Antonio Ocampo por su posición heterodoxa, una especie de síntesis entre el poskeynesianismo y el estructuralismo, y en todo caso distanciada de las posturas monetaristas de política económica.

Finalmente, en la era del formalismo técnico, se incluirían los economistas de los modelos de equilibrio general, de las teorías de crecimiento endógeno y de las hipótesis de las expectativas racionales, como Juan Luís Londoño, Alberto Carrasquilla y los economistas de la última generación que trabajan en entidades como el DNP o el Banco de la República. La revista de Ensayos de Política Económica del Banco, a su vez, sería ejemplo de "una tradición de virtuosismo técnico y de independencia con respecto a la política económica del gobierno, que se intensifica en el tiempo, hasta constituir una pequeña sociedad discursiva, construida alrededor del virtuosismo econométrico y de la voluntad de derivar recomendaciones de política, a partir de pruebas econométricas cada vez más sofisticadas"51.

El debate académico

Sin embargo, el debate propiamente académico, entre las universidades y dentro de las universidades, ha sido relativamente escaso en nuestro medio, lo cual puede estar relacionado con la orientación prioritaria de nuestros economistas hacia temas de políticas públicas, su mayor dedicación profesional en organismos y entidades públicas y la falta de desarrollo de comunidades académicas y científicas.

Tal parece que el medio académico en Colombia ha sido refractario a la controversia de fondo en materia de teorías económicas, que ha estado poco dispuesto a apreciar y valorar las pocas pero importantes contribuciones que en estas cuestiones se hacen, y que son precarios los esfuerzos para divulgar y transmitir sus resultados. Parece existir una gran falta de comunicación, un sentimiento prejuiciado de rechazo y una mínima

51 Ibid, pág.169. 52"Sorprende la falta de discusión académica en el país (...) No hay

interés en ahondar en las hipótesis planteadas por el colega. Este aislamiento es más notorio cuando los artículos tocan temas de alto contenido teórico (...) Quien se atreve a incursionar en estos campos permanece solo. Quizás tenga la suerte de que algún otro solitario se atreva a comentarlo". Jorge Iván González, Fedesarrollo y la Economía..." pág.144. Bejarano expone preocupaciones similares, en su obra citada, sobre el efecto pernicioso del aislamiento de los investigadores al obstruir "el carácter acumulativo propio del progreso científico"(pág.190).

consideración con los aportes de los colegas52. Sin duda, ésta es una de las expresiones de la

ausencia de una verdadera comunidad académica en Colombia, de la falta de un medio ambiente más receptivo al trabajo de sus científicos, de las actitudes de subvaloración del esfuerzo propio y de sobre valoración de lo que proceda de otros países y en otros idiomas. Quisiera apenas ilustrar este punto, mediante una observación y dos ejemplos.

Primero la observación. Hace treinta y cinco años el Profesor Currie, con todo y ser un economista destacado y reconocido internacionalmente, se quejaba del ambiente casi hostil y, en todo caso indiferente, para el avance científico en los países subdesarrollados:

Una de las consecuencias de ser un país subdesarrollado es la desventaja bajo la cual trabajan los científicos a quienes no se les reconoce el lugar que les corresponde y quienes tienen dificultad de ser escuchados. Algunas veces me pregunto, cuál hubiera sido la suerte de la "Teoría General del Empleo", si Keynes hubiera sido un latinoamericano y hubiera escrito en español. (...) Tal vez, si yo hubiera publicado la teoría básica de la Operación Colombia, como Profesor en Harvard o Cambridge, bajo el árido título de "Desarrollo Acelerado a Través de Cambios Estructurales Inducidos", hubiera recibido una acogida más respetuosa en Colombia53.

53 Lauchlin Currie, La Responsabilidad de ¡os Economistas en la

Programación Nacional, Bogotá, Fundación para el Progreso de Colombia, 1963, p.1.

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Dos ejemplos, en distintas dimensiones, son ilustrativos. Después de un esfuerzo de trabajo de muchos años, Hornero Cuevas, un destacado académico y profesor universitario que ha publicado varias ediciones de un libro sobre Introducción a la Economía -texto de referencia en varias universidades-, produjo en 1980 una contribución original al controvertido problema de la transformación de valores en precios. Pues bien, aparte de unos pocos comentarios sobre sus resultados, algunos desapacibles, no hubo mayor referencia en el país. Sin embargo, internacionalmente, se había originado un intenso debate sobre estos resultados, incluyendo comentarios de economistas tan destacados como los Profesores Paul Sweezy y Paul Samuelson54.

El otro ejemplo se refiere al escaso interés que han despertado los aportes de Eduardo Sarmiento, quien ha trasegado largamente por temas teóricos y de política económica, aunque es más conocido por estos últimos a través de sus polémicas columnas en la prensa. Sarmiento ha trabajado en el desarrollo y la adaptación de modelos básicos de análisis económico, ha cuestionado supuestos centrales de la teoría neoclásica walrasiana y de las teorías endógenas de crecimiento económico y ha presentado interpretaciones teóricas alternativas, así como las implicaciones de política económica que de allí surgen, todo ello apoyado en elaboraciones empíricas sobre la situación colombiana55. Sin embargo, estos temas no han contado con la receptividad y el debate que debería dispensarle un medio académico que estuviera más interesado en la investigación y el avance de la ciencia y menos en la confrontación política, incluyendo la que promueve Sarmiento.

Posiblemente la falta de una consideración integral de los problemas económicos, del papel del economista en la sociedad y del planteamiento de opciones políticas alternativas pueda superarse si se logran ampliar los espacios y mejorar las actitudes de discusión y comunicación académica. Pero no parece que esa sea la tendencia actual. En un estudio reciente realizado por

54 La primera versión se publicó en 1980. En 1986 se editó la versión definitiva. Véase Hornero Cuevas, Valor y Sistema de Precios, CID, Universidad Nacional de Colombia, 1986. En esta edición Cuevas reseña los debates internacionales a que dio lugar su investigación. El tema tiene que ver con aspectos fundamentales de la teoría del valor trabajo para la determinación del ingreso real, el sistema de precios y la distribución de ingresos y ha sido elemento de aguda controversia desde hace largo tiempo entre economistas de muy diversas posturas teóricas.

55 Véanse, por ejemplo, sus libros: Funcionamiento y Control de una Economía en Desequilibrio, Bogotá, FESCOL, 1984; y Fallas de mercado y motores de crecimiento económico, Bogotá, Ediciones Uniandes, 1993.

Jorge Iván González se concluye que los programas de las principales facultades de Economía han tendido hacia la uniformidad, que el núcleo de los cursos básicos corresponde a la nueva macroeconomía clásica, que en los cursos de economía aplicada los enfoques dominantes son los de la síntesis neoclásica, que raramente autores como Keynes aparecen en los programas y que "prevalece la enseñanza de la cultura por retazos"56. Los debates de política económica Sin duda, el área más prolífica de discusión por parte de nuestros economistas ha sido la de los "modelos de desarrollo", en particular las estrategias y políticas de cada gobierno al momento de lanzar su respectivo plan de desarrollo. En universidades, centros de investigación y medios de opinión resulta imprescindible discutirlas y controvertirlas. Lo paradójico de esta intensa actividad es que no ha conducido a rectificaciones esenciales en las propuestas oficiales, por lo cual el debate se convierte en un asunto rutinario y con escasa capacidad para influir sobre las políticas. Aún así, es valioso que se produzcan los debates y que logren ejercer algún grado de orientación e información en la opinión pública.

A. En los años cincuenta, la guía para la política económica estuvo dada por las recomendaciones formuladas por la Misión del Banco Mundial, dirigida por Currie, que realizó un exhaustivo diagnóstico de la economía colombiana y mostró que los problemas de la época tenían que ver con la subutilización y la utilización ineficiente de la tierra y la mano de obra en la agricultura y con la falta de integración del mercado nacional57. Para enfrentar lo primero propuso diversas formas de tributación, que no tuvieron acogida, y para lo segundo, un plan de infraestructura que recibió el apoyo del Banco Mundial. Igualmente, como efecto de sus recomendaciones se puso en marcha un Consejo Nacional de Planeación que sería el embrión para la posterior creación del Departamento Nacional de Planeación.

Entre los sesenta y comienzos de los setenta, hay un

56 Jorge Iván González, "La Fetichización del Currículo y la Absolutización del libro de texto", en Hacia dónde va..., pags 53- 85.

57 Bases de un Programa de Fomento para Colombia, Misión dirigida por Lauchlin Currie y auspiciada por el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial), Bogotá, 1951. Además de sus otros impactos, este informe, según Urrutia, "le mostró a la primera generación de economistas colombianos cómo podían aplicarse la teoria y el análisis económico a los problemas específicos de su propia economía", The Changing Nature..., pag. 165

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amplio contraste en la inspiración de los modelos y estrategias de desarrollo.

B. En los años sesenta, los planes, basados en el pensamiento cepalino, destacaban dos restricciones esenciales al crecimiento económico: la limitación de capital y divisas y la baja productividad de la agricultura debida a la estructura de propiedad y tenencia de la tierra. De allí la necesidad de proseguir las políticas de sustitución de importaciones, incentivar nuevas exportaciones, disponer de suficiente financiamiento externo y emprender políticas de reforma agraria58. Estas propuestas se materializaron en la alta disponibilidad de créditos externos -vía los programas de la Alianza para el Progreso-, y en los primeros desarrollos de la ley de reforma agraria, en particular durante el gobierno de Lleras Restrepo.

La principal controversia provino de Currie, quien hizo duras críticas al plan cepalino por la ausencia de un análisis riguroso, la falta de bases adecuadas para suponer que la restricción clave se originaba en la escasez de ahorro y divisas, el deficiente diagnóstico sobre los problemas de la agricultura y la carencia de políticas específicas. Currie presentó en 1963 un programa alternativo, la "Operación Colombia", que proponía la generación de empleo masivo en las ciudades a través de la vivienda y los servicios públicos con un sistema de financiamiento de largo plazo que garantizara mantener el valor real de los préstamos y los intereses59.

En sus asuntos fundamentales, el debate remitía a concepciones opuestas sobre la naturaleza del problema agrario y sus soluciones y en él participaron muchos otros economistas de distintas tendencias ideológicas60. Para los adherentes de la Cepal, el problema previo por resolver era la baja productividad agrícola y la insuficiente

58 Departamento-Administrativo de Planeación, Colombia: Plan General de Desarrollo Económico y Social, Bogotá, 1960.

59 El análisis detallado de estos temas y su crítica implacable a las propuestas de la CEPAL se encuentran en Desarrollo Económico Acelerado, Méxicp, Fondo de Cultura Económica, 1968. Inclusive para Currie, la profunda crisis económica e inflacionaria de principios de los sesenta hizo que el Plan de la CEPAL muriera antes de nacer y que fuera causa del descrédito de la planeación global. Sus críticas se extendieron luego, en forma irónica, a la actividad del Departamento de Planeación: "nadie estaba seguro de lo que estaba haciendo pero se propaló la impresión de que se trataba de un grupo teóricamente competente que se ocupaba de asuntos importantes", Evaluación de la Asesoría..., pág. 123. Probablemente ello explica la intensa crítica que a su vez recibió Currie en la siguiente década cuando sus ideas se acogieron por el gobierno de Pastrana.

60 Véase por ejemplo la colección de artículos en Mario Arrubla, (Compilador), La Agricultura Colombiana en el Siglo XX, Biblioteca Básica Colombiana, Bogotá, Colcultura, 1976

oferta de alimentos, mediante programas de reforma agraria y estímulos a los pequeños productores. Para Currie, por el contrario, el problema residía en el exceso de competencia entre la agricultura comercial y la tradicional y en la baja movilidad de la mano de obra rural, que impedían la mayor tecnificación y mantenían a la mayor parte de los productores en condiciones de pobreza; en estas circunstancias, un incremento previo en la productividad agrícola y en la superficie cosechada, ante la baja elasticidad de la demanda de productos agrícolas, llevaría a empobrecer aún más a la población rural. Por ello, la solución al problema agrario estaba en la creación de empleos urbanos.

Otro tema crítico y muy controversial antes de la adopción del Estatuto cambiario de 1967 -con su manejo flexible de la tasa de cambio- se refirió a las políticas de devaluaciones abruptas, ante la acumulación de fuertes deterioros cambiados, junto con las medidas complementarias de liberación o control a las importaciones recomendadas por el Fondo Monetario Internacional. Probablemente los eventos más ilustrativos de este asunto tuvieron que ver con la controversia generada alrededor de la devaluación de 1962, tras los intensos desequilibrios externos y fiscales que se venían presentando, la caída en el crecimiento económico y la aceleración de la tasa de inflación. En noviembre de 1962, después de una discusión pública muy amplia y prolongada, se reajustó el precio de la divisa, cuando ya los diversos agentes económicos habían anticipado sus beneficios o buscaban protegerse contra sus costos, incluyendo una alta elevación en salarios, precios y tarifas. El debate fue esencialmente político e involucró a los líderes de las distintas agrupaciones políticas representadas en el Congreso, mientras que fue escasa la vocería de los economistas. Como luego diría uno de sus protagonistas, fue tan desafortunado el manejo de todo el tema que el propio término de devaluación pasó a considerarse durante varios años una palabra reprobable y a excluirse del léxico de política económica61.

61 Los principales discursos y debates se encuentran recogidos en el libro Devaluación 1962: Historia Documental de un Proceso, Bogotá, Ediciones Tercer Mundo, 1963. El contexto previo a la adopción del Estatuto Cambiario de 1967 fue también muy polémico, en este caso entre el gobierno y el Fondo Monetario internacional.

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C. En los primeros años de los setenta, la visión que inspiró el modelo de desarrollo estuvo basada en la adopción de las ideas y propuestas de Currie con el Plan de las Cuatro Estrategias62. Allí, Currie siguió elaborando sobre la insuficiencia de demanda como la restricción clave al crecimiento, debida a la baja productividad y baja remuneración de la mano de obra en la agricultura. Resultaba necesario, entonces, impulsar la demanda de empleo en sectores con alta potencialidad de crecimiento, como la construcción y las exportaciones. En el primero se concentraron las políticas y programas, mediante el diseño del Sistema Unidades de Poder Adquisitivo Constante, UPAC, pues se estimaba que no eran necesarias políticas adicionales para las exportaciones que estaban creciendo a altos ritmos.

La controversia se desarrolló como una crítica radical a la estrategia de sectores líderes de Currie y a sus potenciales efectos inflacionarios. Los opositores invitaron a Colombia al Profesor Gustav Ranis (uno de los teóricos del dualismo), para reforzar sus posiciones. Desde el plano teórico se criticó el diagnóstico basado en el concepto de insuficiencia de demanda real -o demanda "a lo Say"-, y se argumentó que para absorber el exceso de mano de obra agrícola era necesario incrementar previamente la productividad agrícola para crear un excedente que financiara la inversión en la industria. También se hicieron otras críticas desde el enfoque más neoclásico de la tasa natural de desempleo y se cuestionó la relevancia de los conceptos de subempleo. Desde el punto de vista de la estrategia líder de la construcción se argumentó que su efecto sobre el crecimiento sería débil por tratarse de un bien de "consumo" y no de una inversión productiva y que ocasionaría una mayor inmigración de población a las ciudades que incrementaría el desempleo urbano. En cuanto a sus impactos, se señaló que el incremento en la demanda generaría presiones inflacionarias, las cuales se acentuarían ante las restricciones en la oferta de bienes agrícolas y bienes industriales de consumo masivo y el exceso de concentración de recursos en la vivienda63.

Las respuestas de Currie y otros autores defensores del Plan reafirmaron la validez de su enfoque de crecimiento -que ya he expuesto varias páginas atrás-, y

62 Departamento Nacional de Planeación, Las Cuatro Estrategias Bogotá, 1972.

63 Controversia sobre el Plan de Desarrollo, Bogotá, CORP, 1992, Además de Ranis, entre los críticos se encontraban Miguel Urrutia, Guillermo Perry, Guillermo Calvo y Jorge García, fedesarrollo estuvo también en contra de los planteamientos de Currie y del sistema UPAC.

mostraron la inadecuada comprensión de los conceptos básicos del Plan. En los siguientes años la crítica se intensificó, en especial ante el aumento que registraba la tasa de inflación, lo cual parecía confirmar la tesis del sesgo inflacionario de la estrategia líder de la construcción que se estaba implementando. En medio de esta controversia, un destacado monetarista como Francisco Ortega afirmó, por ejemplo, que la inflación colombiana cuestionaba la validez de la teoría monetarista y que había que mirar otras causas como las climáticas que afectaban la agricultura y las derivadas de las rigideces de los sectores productivos64. Desde las toldas currisianas se contargumentó, mediante el análisis de los efectos inflacionarios que estaba ocasionando la utilización de políticas monetarias y fiscales expansivas y se desvirtuaron las críticas que asignaban su causa al sistema UPAC65.

Como se aprecia, Currie estuvo en el centro del debate a lo largo de estos años, en todos los temas centrales que tienen que ver con el desarrollo de la economía en Colombia y con sus propios aportes a la teoría económica. Fue protagonista de modificaciones esenciales en la enseñanza de la economía; inspiró cambios en la concepción y la naturaleza de la política económica; fue un agudo polemista. Catalizó mucho de la controversia, con la izquierda y con la derecha. Fue estigmatizado como defensor de los intereses de los terratenientes, incomprendido en sus postulados, atacado duramente en el medio académico por sus propuestas de sectores líderes, pero también logró crear a su alrededor una red de apoyo intelectual y empresarial.

D. Desde mediados del setenta el debate se desplazó a las propuestas del gobierno dirigidas a la liberación comercial y financiera y, en especial, a las críticas a McKinnon y a sus recomendaciones de asegurar altas tasas reales de interés como mecanismo fundamental para promover la acumulación de capital. En el área de política económica se luchó precisamente por aclimatar las propuestas de liberación, que sucumbieron ante las realidades de

64 Francisco J.Ortega, "Política Monetaria y Precios", en El Mercado de Capitales en Colombia, Bogotá, Asociación Bancaria-Banco de la República, 1974, pags. 33-41.

65 Véase especialmente el trabajo de Antonio Hernández "El Plan y la Inflación" en El Plan de Desarrollo Colombiano en Marcha, Seminario de la Sociedad Colombiana de Economistas, Bogotá, 1974. En muy diversos trabajos, desde esas épocas, Hernández ha contribuido a explicar con rigor y pedagogía los problemas de teoría y política monetaria y ha sido un activo partícipe en los debates sobre los objetivos de la banca central.

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entonces y la aparición de una bonanza cafetera66. Desde esa época ha adquirido mayor

importancia -y a veces exclusiva-, el debate sobre los temas del ajuste macroeconómico, en particular tras la crisis internacional de la deuda de comienzos de los ochenta y tras los programas de estabilización fiscal y cambiaría adoptados en el país en 1984, para enfrentar el dramático deterioro de todos los indicadores económicos y como prerequisito para acceder a recursos externos de financiación.

Uno de los principales promotores del debate fue Ocampo quien desde el Centro de Estudios sobre el Desarrollo Económico, CEDE, de la Universidad de los Andes organizó un seminario de crítica a las políticas ortodoxas de ajuste y planteó otras alternativas de política67. Para Ocampo, la grave crisis de los ochenta había hecho evidente la enorme debilidad de los enfoques neoliberales que se venían aplicando en América Latina:

Si en la década del 70 presenciamos el opacamiento del neokeynesianismo y del enfoque cepalino tradicional, en los últimos años hemos visto el desmoronamiento de los modelos neo-liberales de manejo económico que, en mayor o menor grado, habían venido sustituyendo a dichas escuelas en los diferentes países.

En el seminario se argumentó teórica y empíricamente contra el laissez faire financiero, se analizaron los impactos inflacionarios y recesivos de la devaluación y se señalaron las limitaciones del manejo monetario en un escenario de precios administrados. Entre diversas políticas, se propuso utilizar el margen monetario que surgía del déficit de balanza de pagos para financiar el déficit fiscal y reactivar la economía, así como complementar la política de tasa de cambio con controles a las importaciones y subsidios a las exportaciones.

La concentración de la política en el ajuste de corto plazo también recibió diversas críticas por sus resultados de estabilización-sin-crecimiento y se cuestionó si la

66 El libro de Ronald McKirmon que sirvió de apoyo conceptual a

los esquemas de liberación financiera es Dinero y Capital en el Desarrollo Económico, México, CEMLA, 1974. Un debate a las tesis de los "modelos neoliberales de desarrollo" se encuentra en varios de tos artículos recogidos en el libro Modelos de Desarrollo Económico: Colombia 1960-82, Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 1982.

67 José Antonio Ocampo, (Editor), la Política Económica en la Encrucijada, Bogotá, Editorial Presencia, 1984. Otros autores participantes en el seminario, con posiciones similares, fueron Carlos Díaz- Alejandro, Unce Taylor, Edmar Bacha, Guillermo Perry, Armando Montenegro, Carlos Caballero y Juan Carlos Jaramillo.

política económica debía restringirse a ello. Precisamente en el gobierno de Barco, aunque se reconoció la importancia del retorno de la economía a un sendero más estable, se cuestionó el sesgo cortoplacista de las decisiones y los altos costos que habían generado sobre la producción y el empleo; por ello, se propuso una estrategia basada en el concepto de "Economía Social" y orientada a lograr una tasa de crecimiento alto y estable, mediante el estímulo a la inversión privada y la reorientación de la inversión pública hacia la infraestructura física y hacia programas sociales enfocados en la lucha contra la pobreza68.

En estas épocas puede señalarse todavía una amplia identificación en torno a las virtudes de una "economía mixta", de tal forma que la privatización no hacía parte de la agenda de discusión y nadie propugnaba por una liberación radical de la economía. A este respecto es diciente el debate que en 1987 organizaron Ocampo (en Fedesarrollo) y Sarmiento (en la Universidad de los Andes) para cuestionar las tesis del libro de Balassa y otros autores que inspiraron las propuestas del Consenso de Washington69.

Los participantes en el foro destacaron la importancia de seguir con una estrategia de sustitución de importaciones, señalaron los peligros de una apertura indiscriminada y los costos de la liberalización financiera, indicaron la importancia del Estado en la sociedad y propusieron, entre otras cosas, mantener estrategias que complementaran la promoción de exportaciones con el desarrollo del mercado interno, efectuar si era necesario

68 Departamento Nacional de Planeación, Plan de Economía Social 1987-1990, Bogotá, 1987. Esta concepción tuvo defensores, pero también críticos muy agudos. Véanse los artículos recogidos en Comentarios sobre el Plan de Economía Social, Bogotá, FESCOL, 1988.

69 Beta Balassa et. al., Hacia una Renovación del Crecimiento Económico en América Latina, México, 1986

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desmontes de controles pero en forma gradual y selectiva, utilizar mecanismos forzosos para elevar el ahorro interno, proseguir las políticas de manejo de la deuda externa que se habían adoptado pero resistir las posiciones liberacionistas del Banco Mundial e incrementar las inversiones públicas de alta rentabilidad social aún si ello implicaba elevar los impuestos70.

A comienzos de 1990 el gobierno de Barco dio inicio a la modificación del modelo de desarrollo, buscando aumentar el grado de competitividad de la producción doméstica, fortalecer el crecimiento exportador y generar estímulos para la reestructuración productiva. El Programa asignó a las exportaciones el liderazgo en la dinámica del crecimiento económico, con base en dos acciones estratégicas: la aplicación de una política de apertura gradual y el mantenimiento de una tasa de cambio competitiva71.

70 José A. Ocampo y Eduardo Sarmiento (Editores), ¿Hacía un Nuevo Modelo de Desarrollo?: Un Debate, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1987. ntre los economistas que contribuyeron a este examen de teorías y políticas, además de los editores, están Javier Fernández, Antonio Urdinola, Jorge Méndez, Carlos Caballero, Manuel Ramírez, Roberto .> Junguito y Eduardo Lora. No se pretende sugerir que todos estuvieran identificados con el conjunto de propuestas que se han mencionado, entre otras cosas, porque cada uno abordó temas específicos, sino más bien que habia una visión compartida más o menos critica de las tesis de Balassa. La única persona que favoreció abiertamente la privatización en este debate fue Rodrigo Marín BernaI.

71 CONPES, "Programa de Modernización de la Economía Colombiana". Departamento Nacional de Planeación, Documento DNP-2465-J, Bogotá, Febrero de 1990.

La época actual: el nuevo modelo Los años 90 han marcado una ruptura en muchos sentidos con las épocas anteriores y requieren, por ello, una consideración aparte, en un marco de evaluación aún incompleta, dada la incertidumbre sobre la evolución política y económica futura. Las decisiones de los noventa clausuraron un prolongado período de la historia nacional durante el cual el manejo de la política económica colombiana se caracterizó por la aplicación de ajustes graduales y flexibles.

Así que en el tema económico, las rupturas de la década son, quizás, las referentes a los consensos y el gradualismo. Pero eso no fue fortuito. Las políticas y reformas que se empezaron a promover quedaban imbuidas por los esquemas en que se basaba el "Consenso de Washington". La crisis de gobemabilidad intentaba resolverse con un nuevo consenso alrededor de una nueva Constitución. En el medio académico, los economistas llegados de escuelas norteamericanas de postgrado, entrenados en las hipótesis de las expectativas racionales, estaban deseosos de aplicar y difundir sus conocimientos para enfocar desde los fundamentos microeconómicos la explicación de nuestros problemas72. Pero el tema académico fue de menor cuantía. Algo más de fondo empezó a desarrollarse.

El Gobierno del Presidente Gaviria colocó el programa de apertura como eje del nuevo modelo de desarrollo y aceleró su ejecución con una "nueva caja de herramientas para la apertura y la modernización"73. Para apoyar la apertura de la economía, en la legislatura de 1990 se adoptaron reformas de amplio alcance mediante un paquete de unas doce leyes dirigidas a establecer nuevas reglas del juego.

El sello distintivo de estas nuevas reglas del juego fue la desregulación y liberación de los diversos mercados, inspirado en el criterio de que el exceso de controles e intervenciones por parte del Estado había ocasionado un funcionamiento ineficiente y poco competitivo de nuestro sistema económico. Bajo esta

72 De un total de 69 economistas que han recibido doctorado hasta 1996,40 se han graduado después de 1980 en universidades norteamericanas. En total, cerca de 30 de los economistas con título de doctor trabajan en entidades del gobierno o en el Banco de la República. Las cifras las he tomado de Adolfo Meisel.

73 Departamento Nacional de Planeación, La Revolución Pacífica: Modernización y Apertura de la Economía, Volumen I. Bogotá, Febrero de 1991. Véase Luis Bernardo Flórez E., Ricardo Bonilla y Lucía C. Hernández, "Gestión Económica y Adaptación Institucional", en Colombia: Gestión Económica estatal de los 80's. Del Ajuste al Cambio Institucional, Bogotá, CID-Universidad Nacional, 1994.

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óptica se modificaron en forma sustancial los instrumentos de regulación de los mercados financiero, laboral y cambiario y se definieron nuevos regímenes en diversas materias: tributaria, de inversión extranjera, de endeudamiento, de comercio exterior y, más adelante, de seguridad social. Las leyes aprobadas señalaron también el camino para sustituir instrumentos tradicionales de intervención del Estado: así, las reformas relacionadas con el manejo portuario, la infraestructura vial y con el sistema de vivienda privilegiaron mecanismos tales como las concesiones al sector privado y la adopción de esquemas de subsidios directos a la demanda, en reemplazo de las actividades directas de construcción, operación y administración por parte del Estado y de los trabajadores estatales. El contenido de estas reformas mostraba un nuevo perfil ideológico que se apartó de la orientación tradicional y pragmática que había exhibido la intervención del Estado en Colombia.

Cuando el país estaba empezando a acomodarse a las reglas anteriores, la Constitución de 1991 plasmó un nuevo pacto social y político, con la propuesta de nuevos derechos, nuevas instituciones y nuevas maneras de participación ciudadana. En la norma constitucional se consagraron modernos derechos individuales, sociales y colectivos; se transformaron la organización y las formas de administración de la justicia; se redefinió el modelo de relaciones intergubernamentales, con una mayor autonomía al nivel regional y local apoyada en crecientes transferencias de recursos fiscales; y se modificaron aspectos básicos de la organización del sistema económico en materia de planeación, presupuesto, prestación de servicios públicos y manejo de las políticas macroeconómicas.

La sola mención de las anteriores modificaciones ilustra la enorme complejidad y variabilidad de los nuevos factores y relaciones que subyacen tras el funcionamiento

actual de la economía colombiana y sus posibilidades futuras. Al situar dichos cambios en una perspectiva histórica adecuada, puede afirmarse que el país se encuentra en una etapa de transición semejante a las que en el curso de su historia determinaron reorganizaciones profundas de sus estructuras económicas y sociales74. 74 Por ejemplo, la transición histórica que culminó en el predominio

de la economía primario-exportadora o a la que consolidó el esquema de desarrollo basado en la industrialización por sustitución de importaciones. Cada una de esas etapas implicó una reestructuración no sólo en el aparato productivo, sino en las relaciones sociales y en las estructuras de poder político que gestaron los nuevos rumbos de la sociedad colombiana.

Como toda etapa de transición, ha sido una época de incertidumbres, expectativas y reacciones contrapuestas por parte de los distintos actores sociales: actores que cuentan con diferentes capacidades y poderes relativos para enfrentar los nuevos riesgos o para mantener o negociar los privilegios del esquema anterior. Se asiste, así, a una mezcla entre antiguas y nuevas reglas e instituciones, sin haberse definido claramente la capacidad de liderazgo de las nuevas. Implica, además, la redefinición de los principales instrumentos y objetivos básicos de política económica. En fin, genera incertidumbres respecto al impacto y al resultado efectivo de las políticas aplicadas75.

La duración del período de transición -aparte, por supuesto, de los eventos políticos y externos que han afectado al país-, depende de la maduración efectiva de las nuevas instituciones y reglas de juego, de la capacidad de reorganización del sistema económico, de la consistencia y estabilidad de las políticas, del grado de credibilidad de los actores sociales en ellas, así como de la consolidación de las fuerzas sociales que apoyen los nuevos procesos.

El debate de la década ha pasado en gran parte por la confrontación de tesis y posiciones alrededor del gradualismo y su rompimiento.

Los defensores de la apertura gradual tomaban en cuenta el tiempo requerido de ajuste en la movilidad y reasignación de recursos y, por tanto, la necesidad de minimizar los costos de la transición sobre la producción y el empleo; ello implicaba, además, que la disminución de diversos subsidios sería progresiva y que el Estado intervendría en apoyo de los esfuerzos de reconversión productiva y readecuación tecnológica. Así mismo, el proceso gradual permitiría la generación de nuevas ventajas competitivas basadas en la adopción de nuevas tecnologías, la creación de economías externas y, con ello, el logro de una mayor tasa de crecimiento de la producción y la demanda, sustentada en empleos más productivos y salarios reales más altos.

Para quienes han apoyado un modelo de apertura indiscriminada, la decisión de acelerarla, privándola de los beneficios potenciales del gradualismo, se explicó argumentando que el programa gradual de cambios arancelarios estaba generando escasos resultados en materia de inversiones, importaciones y competencia.

75 Una interpretación polémica pero pertinente sobre lo que se

podría denominar la economía política de las reformas se encuentra en Hommes, Rudolf, "Efectos Políticos de la Apertura", Planeación & Desarrollo, DNP, Bogotá, enero/abril, 1994

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Pero más allá de esta argumentación, la decisión fue consistente con las nuevas visiones sobre el papel del Estado, el Consenso de Washington, la desregulación de los mercados y las concepciones teóricas de crecimiento endógeno en que se apoyaban las nuevas reformas estructurales.

El rompimiento del gradualismo marcó un nuevo rumbo. Mientras el gradualismo y la alta regulación macroeconómica que lo acompañó constituyeron fuente de la estabilidad del país por largo tiempo, la aceleración de la apertura económica y sus reformas concomitantes han llevado hasta ahora a hacer más inestable nuestra economía76.

Los nuevos criterios y la desregulación de mercados han generado un marco de menor estabilidad en variables tales como la oferta monetaria, la tasa de interés y la tasa de cambio, frente al de épocas anteriores. Los objetivos conflictivos y no claramente resueltos en lo corrido de la década tienen que ver con el balance entre crecimiento y política anti-inflacionaria, con el manejo cambiario y con sus implicaciones sobre el crecimiento económico a mediano plazo77. Así, el conjunto de decisiones y eventos se ha manifestado en un crecimiento de la economía inferior a sus potencialidades y, sobre todo, no ha permitido que se materialicen claramente los impactos de las decisiones de apertura acelerada.

En relación con el consenso resulta paradójico que mientras en la reforma política se consideraba esencial, en la reforma económica no se estimó necesario. Posiblemente ello tuvo que ver con la urgencia relativa de una y otra.

En efecto, a diferencia de otros países de América Latina, la urgencia de las reformas no estuvo sustentada en la crisis económica ni en la consecuente necesidad de adelantar severos programas de ajuste. De lo que se trataba era de una crisis de gobernabilidad, de falta de legitimidad de las instituciones, debilitadas en sus mecanismos de control sobre el orden público, de aplicación de justicia, de garantías ciudadanas.

76 José Antonio Ocampo, "Reforma del Estado y Desarrollo Económico y Social en Colombia", en Análisis Político, No. 17, Bogotá, 1992. Este artículo incluye una visión crítica de los diagnósticos y políticastiel Plan de Desarrollo de la Administración Gaviria.

77 Lauchlin Currie, "¿Estabilidad de precios o estabilidad cambiaría?", en Estrategia Económica y Financiera Bogotá, julio 1992.

En palabras de Fernando Cepeda, Colombia era una "democracia que funcionaba formalmente pero que estaba desconectada de una sociedad convulsionada y criminalizada. Las elecciones se ganaban pero había poca capacidad para gobernar. (...) Lo que había que devolverle a Colombia era la gobernabilidad", en fin, resolver "la crisis política de una sociedad bloqueada por su propia juricidad y amenazada por las fuerzas ilegales, la guerrilla, el terrorismo, el narcotráfico y el narcoterrorismo, el paramilitarismo y las secuelas inevitables de la criminalidad común"78.

En estas circunstancias el nuevo consenso político no tuvo un equivalente al nivel de las reformas económicas. Estas últimas fueron aprobadas sin una amplia discusión, mientras la sociedad estaba concentrada en los cambios políticos.

Podría mencionarse el caso de la creación del Banco de la República como ente autónomo y a la prioridad social que se le asignó a la lucha contra la inflación. El proyecto original del Gobierno era más limitado y el entonces Ministro de Hacienda no estaba enterado de un proyecto alternativo preparado por el Banco -que el Presidente finalmente acogió-, e incluso lo criticó al indicar que la Junta Directiva que se proponía podría ser sólo una "junta de bolsillo" del Gerente. En el mundo académico, prestantes voceros se oponían a la propuesta de que el gobierno no se pudiera financiar con emisión monetaria y consideraban inadecuado que el manejo monetario, cambiario y crediticio de la nación descansara en manos de unos tecnócratas sin responsabilidad política. Para algunos, la presencia del Ministro de Hacienda como Presidente de la Junta, desvirtuaría la

78Fernando Cepeda Ulloa, Dirección Política de las ReformasEconómicas en Colombia, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1994, p.57.

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autonomía que se buscaba y podría llevar a una excesiva influencia del gobierno en sus decisiones79. "El ministro Hommes, c0onsignó así su interpretación sobre esta reforma:

Sin embargo el presidente estaba convencido de que este cambio institucional tenía que darse inexorablemente. Señaló, en primer lugar, que lo que estaba pasando en el mundo era precisamente que se le otorgaba autonomía a los bancos centrales, y que incluso había evidencia estadística de que dicha autonomía coincidía con menores tasas de inflación, cuando se llevaban a cabo comparaciones entre varios países desarrollados. Finalmente, el presidente dio otro argumento contundente a favor de la independencia del Banco: "Imagínese que salga electo Navarro o Samper". Se refería a la necesidad que existía de dotar a la economía de una institución fuerte e independiente que defendiera la racionalidad económica y resistiera los embates de un Gobierno de corte populista, comprometido con una contrarreforma económica80.

Así que en lugar de buscarse un acuerdo para que la inflación y su control por un ente autónomo pasaran a ser parte de las prioridades políticas y sociales, se privilegió una visión política en nombre de la "racionalidad económica" del gobierno de la época. Probablemente, por ello, la independencia del Banco ha estado sujeta a mayor vulnerabilidad y a mayores ataques políticos y el propósito de luchar contra la inflación ha tenido menos apoyo y compromiso social que en otros países. Y

79 Véase un resumen de estas diversas posiciones en Roberto Steiner (Editor), La Autonomía del Banco de la República: Economía Política de la Reforma, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1995.

80 Rudolf Hommes, "El Proyecto del Gobierno y su evolución durante la Constituyente", en Steiner, La autonomía.., pág. 35.

posiblemente esa también ha sido la causa de los varios intentos para proponer una nueva reforma del Banco que limite su independencia y modifique sus objetivos.

Entre las reformas políticas y económicas han operado otros desencuentros. De un lado, el modelo de desarrollo busca la apertura de un mayor espacio al mercado y a la iniciativa privada en áreas antes reservadas al Estado. Del otro, la carta constitucional estipula unos principios sociales para la acción del Estado orientados a lograr la distribución equitativa de las oportunidades y los beneficios del desarrollo y a garantizar el acceso de la población, y en particular la de menores ingresos, a los bienes y servicios básicos. Por lo tanto no necesariamente existe plena coherencia entre uno y otro objetivo y, en todo caso, ocasiona enormes tensiones que al final se resuelven vía desequilibrios fiscales o cambíanos. En estas condiciones, el nuevo marco político y económico contiene componentes endógenos no resueltos de incertidumbre e inestabilidad.

En el Gobierno de Samper se buscó reorientar algunas de las políticas vigentes, para enfrentar dichos conflictos. Para buscar la transición hacia tasas de inflación más bajas, pero con menores costos en

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producción y empleo -dada la alta inercia de la inflación colombiana-, se propuso un pacto de precios, salarios y productividad que complementara las políticas macroeconómicas. Para hacer más sostenibles los procesos de apertura se diseñó una política de competitividad dirigida a apoyar el desarrollo tecnológico, la formación de capital humano y la reconversión productiva. Para fortalecer la competencia de las exportaciones y de la producción nacional se adoptó una política de modernización de la infraestructura física, los transportes y las telecomunicaciones. Para lograr que el crecimiento económico se acompañara de un desarrollo social más alto y equitativo se pusieron en marcha y se reforzaron programas de inversión social. Pero la intensa crisis y polarización política que acompañó su mandato restringió sus logros y ha impedido evaluar con menos apasionamiento sus objetivos y resultados.

Posiblemente los acuerdos de épocas anteriores, basados en consensos y pocas disputas ideológicas, han hecho crisis a través de un debate económico que aunque parece ser técnico es ideológico y político. Y ello es positivo si conduce a fundar una nueva visión sobre el alcance de la política económica y las orientaciones del Estado; como lo expresa Hernando Gómez Buendía, si frente a "la estrategia del pragmatismo, de la ortodoxia sin estridencia, del término medio, del gradualismo, de la adaptación continua", se empieza a reflexionar "si aislar la política económica de la política ha impedido que nuestra política resuelva por eso los violentos conflictos sociales; o si en la prudencia macroeconómica de corto plazo debe agotarse la responsabilidad económica del Estado"81.

Pero mientras ello se reconoce explícitamente, entre tanto las posiciones se han vuelto más dogmáticas e intolerantes, se ha perdido capacidad de diálogo y el debate académico se ha vuelto irascible y apasionado. Esta fractura de la comunicación ha ido de la mano con la creciente polarización, la embestida de fuerzas ilegales y una cierta des legitimidad del régimen, a pesar de que las reformas políticas aspiraban a lograr un sistema más legítimo y gobernable.

Desde la perspectiva internacional dos factores de distinto orden empiezan a condicionar la definición de políticas.

En el campo político, el nuevo consenso que busca Washington en el mundo desarrollado poco tiene que ver con las reformas económicas y se refiere más bien a una

81 "Nota de Cierre", en Economía y Opinión, pág. 299.

nueva geopolítica internacional sobre cuestiones como el tratamiento de los conflictos políticos internos de los países, los derechos humanos, el narcotráfico y el medio ambiente. Todos estos temas hacen parte hoy del escenario colombiano.

En el campo del pensamiento económico, la insatisfacción con los alcances de las reformas económicas del "Consenso de Washington" ha empezado a generar propuestas alternativas, en las cuales se vuelve a plantear la necesidad de pensar en paradigmas y estrategias cuyo "objetivo esencial sea la transformación de la sociedad", basada en una visión más amplia de los objetivos del desarrollo: "esta visión necesita incluir una perspectiva de la transformación de las instituciones, la creación de nuevo capital social y de nuevas aptitudes, en algunos casos reemplazar instituciones tradicionales que inevitablemente se debilitarán en el proceso de desarrollo. En otros casos, las nuevas instituciones contendrán elementos de las antiguas; habrá un proceso de evolución y adaptación (...) Una estrategia de desarrollo necesita exponer cómo se va a crear, revisar y adoptar el proceso de participación, los medios por los cuales se van a obtener el dominio y el consenso"82.

En Colombia, en lo corrido de la década actual se ha producido un fuerte y continuo deterioro del ahorro interno cuya contrapartida ha sido un alto desequilibrio externo apenas en curso de corrección. Estos factores, junto con la declinación del crecimiento y el disparo del desempleo, constituyen las restricciones más agudas para restablecer un proceso de desarrollo sostenido, estable y equitativo. A su solución tendrá que sumársele el alcance de los eventuales acuerdos políticos con las fuerzas guerrilleras, más tarde o más pronto, que implicarán la transformación institucional, política y económica del país y que producirán, seguramente, un nuevo marco de consensos entre las fuerzas sociales, políticas y económicas. No son pocos, pues, los retos que deberá asumir el pensamiento económico colombiano para la próxima década.

82 Joseph Stiglitz, ."Towards a New Paradigm for Development Strategies,BNIO Policies and Processes", Prebisch Lecture at UNCTAD, Geneva, 1998, pp. 8 y 9. Véase también su artículo "More Instruments and Broader Goals: Moving Toward the Post-Washington Consensus", en The WIDER Annual Lectures, Helsinki, 1998. El más reciente premio Nobel de Economía, Amartya Sen, ha elaborado reflexiones similares destacando los temas de desarrollo social, democracia, valores sociales compartidos y capacidad humana, para cuyo logro se combinen la acción del Estado, el mercado y las organizaciones de la sociedad civil. Véase, "Las Teorías del Desarrollo a Principios del Siglo XXI", Cuadernos de Economía, No. 29, Bogotá, Universidad Nacional, págs. 75-100.

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La educación pública y el sueño de la república liberal:

Tres intelectuales maestros en el proyecto de hacerse nación. Ángela Rivas Gamboa Antropóloga de la Universidad de los Andes

Las páginas que siguen, más que un ensayo son un intento por explorar sentidos y significados presentes en la formulación de políticas públicas e iniciativas oficiales relacionadas con la formación de las nuevas generaciones. En esta tarea, a pesar de remitirme al pasado, me aparto de los recuentos históricos; y si bien me centro en la exploración de planes y propuestas, también me alejo de la evaluación de logros y realizaciones, para detenerme en un conjunto de ideas y propuestas en torno a la educación nacional, e indagar a través de ellas acerca de los proyectos culturales y políticos que animaron el despertar de Colombia al siglo XX y tuvieron su máxima expresión en La República Liberal (1930-1945).

Un país sometido al control clerical, perplejo ante el incierto progreso de su pueblo, inconcluso como Estado y como nación, desorientado entre los modelos que le llegaban de Europa y Norteamérica, aislado del mundo e incomunicado en su interior: tal era la situación de Colombia en las primeras décadas del siglo XX y el escenario en que emergieron grupos de pensadores que propusieron reformas educativas como medio para transformar la sociedad nacional. En este contexto, el letrado fue sustituido por un nuevo tipo de intelectual:

"el intelectual-maestro"1 que, imbuido de un espíritu reformista y una ilimitada confianza en la educación como herramienta transformadora, construyó proyectos culturales en los que la tarea educativa aparecía como vehículo de la "salvación" y el progreso nacionales.

Este tipo de intelectual se encarna en figuras como Germán Arciniegas, Agustín Nieto Caballero y Darío Echandía; tres pensadores que desde diferentes orillas buscaron incidir en la orientación de la educación nacional. Al hacerlo, se mostraron contrarios a postulados anclados en la degeneración racial y el determinismo geográfico, a la vez que proclamaron su fe en la educación como herramienta de construcción y engrandecimiento nacional2, lucharon por eliminar del campo educativo los sectarismos políticos y religiosos, y abogaron por dar a la formación de las nuevas generaciones una orientación práctica y acorde a los momentos que vivía el país.

Por supuesto, ni las iniciativas en torno a la educación nacional, ni los proyectos culturales que animaron la época se agotan en los planteamientos de estos tres pensadores. No obstante, sus consideraciones acerca de la educación como epicentro de la formación de la nacionalidad y la reconstrucción3 nacional, dan cuenta de ideas y debates que más allá de las propuestas educativas, pero a través de ellas, dejan entrever formas de pensar la nación, y lugares de construcción de país, que desde diversos ámbitos intelectuales y a partir de distintas corrientes de pensamiento marcaron las primeras décadas del siglo XX en Colombia.

1 Sobre esta expresión véase Gonzalo Sánchez, "Intelectuales... poder... y cultura nacional", en Análisis Político, No 34, Bogotá, IEPRI, mayo a agosto de 1998, págs. 115-138.

2 Estos postulados tienen como telón de fondo los debates sobre el progreso de la nación, propios de las primeras décadas del siglo XX que, superando las fronteras nacionales, hicieron de la raza, el medio, la higiene y la educación, temas centrales en el pensamiento de la época. En este contexto, se perfilaron dos grandes tendencias de pensamiento: por un lado, la de aquellos que veían a los pueblos latinoamericanos como victimas de una degeneración racial que sólo podía subsanarse mediante la inmigración de europeos. Y por otro lado, la de quienes, a igual que Arciniegas, Nieto Caballero y Echandía, sostuvieron que los problemas iberoamericanos eran un asunto de educación e higiene y que, por consiguiente, eran estos los mecanismos apropiados para crear hombres capaces de responder a la modernización del continente. Véase entre otros Carlos Uribe, Los Años veinte en Colombia: Ideología y Cultura, Bogotá, Ediciones Aurora, 1985; y Charles Hale, "Ideas sociales y políticas en América Latina" en Leslie Bathel, América Latina: Cultura y Sociedad 1830-1930, Historia de América Latina Vol. 9, Barcelona, Editorial Crítica, 1993, págs. 3-64.

3 Empleo el término reconstrucción para referirme a nuevas formas de construcción de la nación. Es decir a propuestas que nacen de otra mirada, de otra forma de pensar la sociedad y la cultura colombianas, y que expresan así el deseo de transformar la realidad nacional.

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Educación y cultura propias4

Como personificación de la juventud intelectual de las primeras décadas del siglo XX, Germán Arciniegas luchó por transformar la educación nacional y convertirla en núcleo de la reconstrucción del país. Sus propuestas se nutrieron del pensamiento iberoamericano de la época, en particular de las corrientes americanistas y de los intelectuales que lideraron movimientos de reforma universitaria y transformación educativa a lo largo del continente. Inspirado en tales ideas, Arciniegas abogó por la implantación de una educación centrada en las realidades del país y las características de la cultura nacional, defendió la función política de la universidad y buscó la democratización de la educación, entendida como la ampliación del acceso a los distintos niveles de formación y la extensión del conocimiento a las clases populares.

En el campo de la educación, como en otros terrenos, las actuaciones de Arciniegas se orientaron a la búsqueda de las particularidades de nuestra cultura y la exploración de estrategias adecuadas al ser de la nación. A partir de estas pesquisas, Arciniegas señaló que los colombianos tenían patria pero no nacionalidad; la afirmación de la nacionalidad colombiana debería partir, por tanto, del conocimiento íntimo de la tierra por parte de sus habitantes y de lo que les pertenecía como nación. Fiel a esta convicción, en su labor docente en el campo de la sociología5 buscó impulsar la investigación empírica y el estudio de aspectos sociales.6 De esta forma, Arciniegas participó en el despertar de los estudios de la cultura y la sociedad colombiana, en donde sus

4 Sobre las propuestas que se presentan en esta sección véase Germán Arciniegas, La Universidad Colombiana, Bogotá, Imprenta Nacional, 1933; Diario de un Peatón, Suplemento de la Revista de las Indias, Bogotá, Imprenta Nacional, 1936; Memorias del Ministro de Educación Nacional, Bogotá, Imprenta Nacional, 1942; Memorias del Señor Ministro de Educación Nacional al Congreso de 1946, Bogotá, Imprenta Nacional, 1946. Así mismo, véase entre otras: Revista de las Indias (1936-1944), sábado (1921-1922), universidad (1921-1922) Primera época (1927-1929) Segunda época.

5 Las enseñanzas impartidas por Germán Arciniegas en el campo de la sociología se encuentran recogidas en su libro América, tierra firme, publicado en Chile por Editorial Ercilla en 1937.

6 La participación de Arciniegas en el campo de la sociología se inscribe en lo que, según Gonzalo Cataño, sería el segundo periodo de la historia de la sociología en Colombia hasta mediados del presente siglo. Este periodo que va de 1930 a 1959, según el mismo autor, se caracterizó por una serie de intentos dirigidos a impulsar la investigación empírica y la reflexión en torno a la evolución social colombiana .Véase Gonzalo Cataño, "Historia de la Sociología en Colombia", en Varios Autores, Nueva Historia de Colombia, Vol. 11, Bogotá, Planeta Editorial Colombiana, 1989, págs.235-246.

propuestas además de incorporar elementos novedosos en las formas de enseñanza,7 anticiparon en parte, posteriores desarrollos de los estudios sociales que tuvieron como focos destacados la Escuela Normal Superior y el Instituto Etnológico Nacional.

Para Arciniegas la educación era una obra colectiva y una tarea eminentemente popular, pero sobre todo era un valor inalterable, en el que residía la capacidad de triunfo de una nación. La relación entre la realidad del país y la educación de sus habitantes debía afectar por igual los contenidos y los sistemas de enseñanza. En su concepto, era necesario cambiar los métodos literarios por el estudio basado directamente en la vida real. El pénsum también debía ser modificado, era necesario elaborar nuevos programas, identificar nuevos centros de interés y adoptar nuevos métodos de estudio. En suma, tanto el enfoque pedagógico como el contenido de la educación debían ser redefinidos de acuerdo con la realidad y la cultura nacionales.

Una pedagogía buena y científica, señalaba Arciniegas, debería cimentarse en el estudio del pueblo al cual iba dirigida. Por esto, sin desdeñar los aportes de la ciencia universal, lo que en primer término se debería consultar era la vida misma del colombiano. Los adelantos que en materia de educación se habían hecho en otros países, debían considerarse como valiosos accesorios para una labor que debía inspirarse en la tradición y el carácter del pueblo colombiano, las peculiaridades de su territorio y los ideales de su nacionalidad.8 En la misma medida, estos elementos debían orientar el contenido de la enseñanza. La labor educativa era uno de los factores de construcción y afirmación de la nacionalidad, de donde se desprendía la importancia de educar a las nuevas generaciones a partir de imágenes reales y verídicas del país, y formar colombianos capaces de entender y manejar el panorama en que debían moverse.

De igual forma, y más allá de las aulas, la labor educativa del Estado debía propender por el estudio de lo autóctono y la difusión de su conocimiento. En este sentido, Arciniegas además de respaldar al arte y la

7 La labor docente de Arciniegas fue novedosa tanto por su contenido como por la metodología que utilizaba en sus cursos. En ellos, el afán por vincular a las nuevas generaciones con la realidad nacional se tradujo en visitas directas, estudios prácticos y elaboración de monografías por parte de los estudiantes.

8 La postura critica de Arciniegas frente a la asimilación de avances extranjeros en materia educativa se puede advertir en sus apreciaciones en torno a la introducción de las propuestas de la escuela activa. Véase Germán Arciniegas, Diario…, pág. 151.

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cultura nacionales, buscó dar a conocer el legado indígena, exaltando las culturas de San Agustín y Tierradentro, organizando exposiciones arqueológicas y creando museos. En esta tarea, inspirado en los postulados del americanismo y desde una perspectiva indianista9, Arciniegas subrayó la importancia de tomar en consideración los antecedentes indígenas que, junto al legado hispano y criollo, integraban la nacionalidad y la identidad de los colombianos.10

La iniciativa de construir la identidad colombiana buscando raíces en el pasado estuvo acompañada además por una visión del futuro nacional ligada a la idea de progreso. Una de las preocupaciones tocantes a la orientación y al contenido de la educación nacional fue la coherencia con las necesidades del país. Para Arciniegas era urgente formar verdaderos profesionales, cuya preparación respondiera a la realidad y la actualidad nacional. En este sentido, la grandeza del país descansaba en la creación de una universidad nacionalista,11 que además de ser el espacio propicio para discutir los problemas nacionales, sería la institución encargada de formar ciudadanos cuya conciencia cívica y patriótica fuera la base de su instrucción como profesionales. Tal universidad era para Arciniegas el pilar de un sistema de democracia estilizada, en donde la ciencia, la técnica y el conocimiento de la realidad económica y social serían las directrices de la nación y los cimientos de su grandeza.

9 La noción de indianismo la tomo de Fernando Mires, quien la define como la creencia de que "lo indio" sólo tiene su zona de residencia en un supuesto pasado precolombino al que hay que descubrir para recuperar» Fernando Mires, El discurso de la indianidad: la cuestión indígena en América Latina, Colección 500 años, No 53, Quito, Ediciones Abya-Yala, 1992, pág.164.

10 Estos postulados frente a lo indígena se reflejan en la labor de Arciniegas en la Revista de Indias. Esta publicación tuvo como telón de fondo la literatura indigenista y acogió, aunque tímidamente, el tema de los indígenas. Lo hizo fundamentalmente desde la arqueología, reivindicando lo indoamericano, pero distanciándose del indigenismo revolucionario. En otras palabras, bajo la dirección de Arciniegas la revista hizo eco de los postulados del americanismo, que concebían lo indígena desde una perspectiva indianista y lo consideraban un elemento que debía ser articulado al legado hispano para integrar de ese modo la identidad de las naciones latinoamericanas.

11 Arciniegas defendió la idea de universidad nacionalista, en contraposición a la idea europea de universidad universal. Apoyó su argumentación en la tesis de que existían necesidades materiales y morales peculiares de cada país, y que no se trataba de tomar un modelo y copiarlo, ya que la universidad empezaba a definirse como la síntesis de cada pueblo, como el instituto donde se patentizaban sus modalidades interiores, sus ambiciones y su fe. Germán Arciniegas, La Universidad colombiana...

Formación integral, grandeza nacional y ciencia universal12

Movido por sus inquietudes sobre el progreso y la unidad nacional, Nieto Caballero combinó los postulados de la escuela nueva con los del pensamiento liberal y los de los centénaristas. De esa combinación nació una propuesta educativa fundada en los conocimientos científicos de la pedagogía y la medicina escolar, y en ideales de tolerancia, libertad y rechazo a los sectarismos. Tales ideales fueron la piedra angular de las actividades de Nieto Caballero tanto en ámbitos privados como públicos, en los que, fiel a su condición de intelectual reformista, propugnó por la transformación de la educación nacional a través de la creación de un nuevo maestro y la modernización de los conceptos de escuela, pedagogía y educación.13

Agustín Nieto Caballero definió su propuesta de educación pública como una empresa encaminada a reconstruir el pueblo por medio de la educación. Y al hacerlo, subrayó que no se trataba solamente de darle instrucción informándolo de todo aquello que ignoraba, sino sobre todo de "fortificar su cuerpo, iluminar su conciencia y orientar su espíritu". En suma, se trataba de darle al pueblo una formación integral que le permitiera tener "mayor independencia económica, más seguro bienestar, y más noble manera de pensar y de vivir". De esta manera, señalaba, sería posible asegurar el porvenir de la patria, gracias a la formación de trabajadores fuertes y empresarios audaces, cuya preparación científica estuviera aunada al carácter firme y al espíritu comprensivo de los problemas sociales.

12 Sobre las propuestas que se presentan en esta sección véase entre otros: Agustín Nieto Caballero, Sobre el Problema de la Educación Nacional, Bogotá, Editorial Minerva, 1924; "La Educación en Colombia" en Revista de América, vol.10, No 28, abril 1924, págs. 113-127; Rumbos de la Cultura, Bogotá, Antares, 1963; Los Maestros, Bogotá, Antares* 1963; La Segunda Enseñanza y reformas de la educación, Bogotá, Antares, 1963; Una Escuela, Bogotá, Antares-Tercer Mundo SA 1966 ; Palabras a la Juventud, Bogotá, Canal Ramírez-Antares, 1974; La Escuela y la Vida, Bogotá, Instituto Colombiano de Cultura, 1979. Así mismo, véase entre otras: Cultura (1915-1920); Educación (1933-1935) Primera época (1936-1938) Segunda época.

13 Las propuestas en torno a la educación nacional de Nieto Caballero se relacionan con los proyectos culturales y actividades intelectuales en las que tomo parte. En este sentido, además de citar el proyecto cultural que dio vida al Gimnasio Moderno e inspiró la fundación del Gimnasio Femenino, cabe mencionar la vinculación de Nieto Caballero con círculos intelectuales nacionales e internacionales dedicados al estudio de la educación y la pedagogía, así como su participación en publicaciones periódicas dedicadas a la difusión de ideas y propuestas en torno a la educación.

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Al formular su propuesta educativa, Nieto Caballero hizo énfasis en que el progreso y la grandeza cultural de la patria no radicaban en el número de escuelas ni en la estadística de los asistentes escolares, sino, antes bien, en la calidad de la educación. En este orden de ideas, abogó por la introducción de sistemas pedagógicos Intuitivos y" experimentales, en lugar de los métodos dogmáticos de enseñanza. Con esta transformación, sostenía, se establecerían las bases de una educación práctica e idealista, que permitiría la realización de los anhelos patrios. Dicha educación sería práctica en dos aspectos. Por un lado, porque prepararía al hombre para "una vida útil, intensa y expansiva"; por otro, porque se basaría en ejercicios de investigación personal y en experimentos comprobatorios de las teorías científicas, oponiéndose así a los estudios memorísticos. Esta educación a su vez sería idealista, apartándose enfáticamente del practicismo y relacionándose estrechamente con la situación del ser humano, en sus dimensiones corporales y espirituales.

Así mismo, y con la intención de darle un hondo sentido social a la educación publica, Nieto Caballero desarrolló una campaña encaminada a mejorar las condiciones físicas y fisiológicas de las escuelas.14 Según él, el punto neurálgico de la vida escolar estaba en la salud del niño, menoscabada por locales estrechos, sin luz y sin aire, por la deficiente nutrición, la falta de higiene personal, las enfermedades endémicas y el escaso cuidado en el hogar y por parte de las autoridades. Para remediar esta situación, Nieto Caballero pensaba que era preciso convertir a cada maestro en un colaborador social, un centinela que diera la voz de alerta ante las entidades públicas y ante la sociedad. Así mismo señalaba que era necesario, en primer término, contemplar la dimensión estética de los locales escolares, la cual pasaba por la necesidad de despertar en el maestro la obsesión por la pulcritud y el buen gusto, y en segundo término, implementar una pedagogía activa, basada en el buen sentido, sin vocabularios exóticos y vinculada a los intereses y realidades del niño y a las circunstancias de cada localidad.

Para Nieto Caballero la grandeza nacional era

14 En este sentido, la propuesta de reforma educativa impulsada por Agustín Nieto Caballero se inscribe en esas múltiples búsquedas que caracterizaron las primeras décadas del siglo XX y que, como indica Zandra Pedraza, vieron en encuerpo uno de los principales componentes para alcanzar el progreso del país. Para una visión más amplia de los programas y políticas en este campo véase Zandra Pedraza Gómez, "El Cuerpo y el Alma: Visiones del progreso y de la felicidad" Berlin Dissertation zur Erlangung der Doktorwürde am Fachbereich Erziehungswissenschaften der Freien Universität, 1996.

producto de la intensificación de la cultura propia por medio de centros de intensa investigación cuya labor formadora estuviera alejada del pragmatismo sin ciencia y sin ideales. La meta de la educación debía consistir, por consiguiente, en formar al individuo de acuerdo a un "nuevo humanismo, definido como la intención de abarcar la esencia de todo lo conveniente al hombre. La propuesta educativa, basada en este nuevo humanismo articulado a los conceptos de libertad y dignidad, apuntaba explícitamente a formar jóvenes que estuvieran en condiciones de incidir en los destinos nacionales. Para ello, además de propender por su formación integral y su vinculación con la actualidad del país, Nieto Caballero abogó por inculcar en las nuevas generaciones una actitud abierta, pero a la vez crítica, frente a las ideas procedentes de otras latitudes. Desde esta perspectiva, la búsqueda de lo autóctono, como si fuera un "tesoro perdido" y el rechazo a la incorporación de los avances de la ciencia universal, no eran más que posturas inconducentes, que negaban al país la posibilidad de conectarse con las ideas y saberes contemporáneos.

En resumen, la construcción de la nación colombiana representaba para don Agustín una tarea que debía atender a las propias raíces, pero a la vez tenía que vincularse a las tendencias culturales y científicas que surgían en el mundo. Las instituciones educativas debían ser lugares en los que pudieran convivir las ideas actuales con las del pasado y donde tendrían cabida las ideas nacionales junto a las provenientes de otras latitudes. Así, la "cruzada" por la reconstrucción nacional emprendida por Nieto Caballero, estuvo estrechamente relacionada con una suerte de nacionalismo integrador, es decir, un nacionalismo entendido, no como fuerza expansionista, sino como un propósito colectivo nacido de una experiencia histórica concreta y del examen de las realidades propias sin caer en la exaltación de sus fuerzas ni en el ocultamiento de sus debilidades.

Para don Agustín, un pueblo instruido, pero carente de valor moral, de voluntad de engrandecerse y de lealtad para cumplir sus compromisos, sería peor que un pueblo ignorante. Por ésto, la escuela debía ser un escenario de formación ciudadana y democrática y como tal debía estar centrada antes que en la instrucción, en la educación. Es decir, debía estimular el esfuerzo individual, estructurar el carácter, forjar la voluntad, orientar el espíritu, despertar la sensibilidad social y cultivar la personalidad de las nuevas generaciones. Además, como formadora de ciudadanos, la escuela, sin dejar de ver el pasado y el presente, debía mirar hacia el porvenir, de cara al país pero con sus puertas abiertas a todos los

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horizontes. Si la transformación de la escuela era central para

Nieto Caballero, la formación de un nuevo maestro fue la piedra angular de su propuesta educativa. Para él, resultaba inaplazable la formación de un maestro alejado de fanatismos religiosos y partidistas, imbuido en las nuevas propuestas pedagógicas y sobre todo dedicadas a educar y no simplemente a instruir. La formación de tal maestro, señalaba, era una tarea imprescindible si se quería formar a las nuevas generaciones como ciudadanos, que a su vez formarían la nación. La labor del maestro, afirmaba, era similar a la del sacerdote. Uno y otro debían alejarse de las luchas partidistas, su labor estaba en un plano distinto al de las contiendas políticas, si éste buscaba "salvar almas para el cielo", aquel buscaba "salvar almas para la patria". Este paralelo además de cuestionar la falta de independencia que hasta el momento habían tenido ambas instituciones, frente al partidismo, deja entrever un proyecto secular de nación, a saber: la formación de lo colombiano a partir de la escuela y no del pulpito, propugnando por la separación de la iglesia católica y la educación nacional. Por otro lado, la descripción de la labor del maestro como una tarea encaminada a "salvar almas" para la patria, una vez más hace del magisterio y la educación los agentes por excelencia de redención del pueblo colombiano y, por consiguiente, los pilares de la grandeza nacional.

La formación de ciudadanos, en términos de don Agustín, significaba hacer de las nuevas generaciones "hombres rectos y útiles", que fueran un motor de cambio social. Para ello, había que darles a los jóvenes

una formación integral, que les permitiera desarrollar al máximo sus capacidades físicas, intelectuales y morales. Esta formación además debía estar marcada por el rechazo a los sectarismos, vinculada con la realidad del país y abierta a las corrientes de pensamiento que recorrían el mundo y a los avances científicos desarrollados en otras latitudes. La propuesta educativa de Nieto Caballero se revela, así, como un proyecto cultural que se proponía encauzar los sentimientos, pensamientos y acciones de las nuevas generaciones, ajustándose a un modelo ideal de ciudadano. La materialización de dicho ideal, además de ser el fin primordial de la labor educativa, sería el garante de la riqueza y el progreso de la nación.

Estado, ciudadanía y unidad nacional15 En su condición de estadista destacado y echando mano de la noción de función social,16 propia del derecho solidarista, Darío Echandía lideró una propuesta educativa anclada en dos metas estrechamente relacionadas: la ampliación de la ciudadanía y la organización democrática de la sociedad colombiana. Estos propósitos, a su vez, fueron recreados en tres proyectos complementarios: la democratización de la

15 Sobre las propuestas que se presentan en esta sección véase Darío Echandía, Memorias del Ministro de Educación Nacional, Bogotá, Imprenta Nacional, 1936; "Libertad y Democracia. Postulados del Gobierno Liberal" (conferencia dictada en la Casa Liberal) en Acción Liberal, Año 2, No 22, Tunja, diciembre 1934 págs. 999-1007; "Tierra y cultura son los dos grandes postulados que el partido liberal realiza desde el poder para beneficio de las clases populares", (Conferencia dictada en el Teatro Municipal en el ciclo organizado para celebrar la Semana Liberal, el lo. de diciembre) en Acción Liberal, No 42, Tunja, diciembre 1936, págs.57-68; "Discurso Programa pronunciado en la grandiosa manifestación en que el pueblo de Bogotá proclamó su candidatura presidencial para el período constitucional 1938-1942" en Acción Liberal, No 45, Tunja, marzo 1937; "Educación Controlada" (Respuesta como Ministro de Educación a los prelados Ismael, Arzobispo de Bogotá:, Tiberio Arzobispo Administrador Apostólico de Medellín, Leónidas Obispo de Socorro y San Gil, y Luis Calixto Obispo de Barranquilla, sobre la intervención del Estado en la Educación, diciembre 7 de 1935) en Darío Echandía, Obras Selectas, Tomo IV, Bogotá, Banco de la República, 1981, págs. 47-55.

16 Esta noción hace parte de la teoría del derecho social desarrollada por León Duguit. Ella concibe al hombre como un ser que siempre ha vivido y sólo puede vivir en sociedad, y al derecho como un fenómeno social que no depende de ideales y definiciones abstractas, sino de su adaptación a la situación particular de cada pueblo. En oposición a la doctrina individualista, Duguit afirma que la idea de un hombre natural, islado de sus semejantes, y la de unos derechos individuales y naturales adquiridos por todo individuo en el momento de nacer no son más que abstracciones. Los derechos de cada individuo existen sólo en la medida que se consagren a la realización de la solidaridad social, esto es, en cuanto tengan una función social.

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propiedad, la cultura y el derecho.17 En la realización de estos proyectos radicaba para Echandía la posibilidad de construir una nación compuesta de ciudadanos. Hombres mental y económicamente libres, regidos por una legislación fundada en la idea de derecho adquirido y no de derecho innato, cuyo bienestar y autonomía serían los pilares del progreso nacional.

Las existencia de ciudadanos auténticamente libres, más allá de su relación con el progreso nacional, significaba para Echandía la posibilidad de construir una democracia organizada. "El grado de cultura y el grado de riqueza de un pueblo son los que determinan el grado en que ese pueblo participa efectivamente en el ejercicio del poder",18 afirmaba. De ahí que viera en la cultura y la educación los caminos para alcanzar la libertad espiritual, y en la propiedad y el progreso económico los elementos indispensables para lograr la libertad material. Cultura y riqueza eran inherentes a la transformación sociocultural del país y fueron los pilares de la campaña de democratización de la propiedad y la educación que acompañara la reforma agraria, y que bajo el lema "Tierra y Cultura" lideró Echandía. Para él, junto a la alfabetización y los conocimientos elementales de las ciencias agrícolas, era necesario dotar al campesino de tierra, restaurantes, maestros preparados y servicios médicos.19.

La propuesta de Darío Echandía, además de manifestar su preocupación por las condiciones de vida rurales y de coincidir con los propósitos de la "Revolución en Marcha", respondió a su concepción de educación como un camino que permitiría al pueblo conocer sus derechos y una forma de liberación material y espiritual. La educación, para Echandía, era ante todo una herramienta de democratización de las funciones

17 La ideas de Echandía en torno a la noción de función social, puede apreciarse en los debates que precedieron la sanción de la "Ley de Tierras", en la cual el gobierno introdujo una nueva noción de la posesión de inmuebles, estableció el principio de dominio basado en el aprovechamiento económico y consagró las doctrinas de enriquecimiento indebido, abuso del derecho y fraude a la ley. Además de los cambios que introdujo en la dimensión conceptual y jurídica, la "Ley de Tierras" estuvo muy relacionada, en los planes de gobierno de López Pumarejo, con iniciativas lideradas por el Ministerio de Educación, que estuvieron centradas en el campo de la cultura y la educación, tales como la campaña de "Cultura Aldeana y Rural" adelantada durante el ministerio de Luis López de Mesa y el programa "Tierra y Cultura" gestado bajo el ministerio de Dario Echandía.

18 Darío Echandía, "Discurso Programa..." pág. 85 19 "Echandía", en Jaime Jaramillo U., "El proceso de la Educación, del virreinato a la época contemporánea" en Varios Autores, Manual de Historia de Colombia, Tomo 3 siglo XX, Bogotá, Procuftura, 1984, pág.283.

estatales y el núcleo de un proyecto que, por ponerlo en términos de Thomas Marshall20, apuntaba a ampliar la ciudadanía civil y social. Así mismo, la propuesta de Echandía respondía al ideal de adecuar al hombre colombiano a su actualidad por medio del conocimiento sistemático y la cultura del trabajo, es decir, mediante la formación de individuos capaces de desempeñarse en la vida económica, ser independientes y participar activamente en la vida intelectual del país21.

Para Echandía, la formación de tales hombres no podía desligarse de una gran campaña de higiene en las escuelas y las zonas rurales. La meta de esta campaña, era procurar a los colombianos "un mejor temple moral, una mayor elevación de espíritu y una educación técnica más completa y acorde con la actualidad". La realización de tal objetivo, señaló, permitiría el "engrandecimiento de la patria" y la "redención moral y económica de los ciudadanos". Esta campaña, considerada por Echandía como la labor más trascendental en el campo de la educación popular y como una empresa imprescindible en el empeño de levantar el nivel biológico y cultural del pueblo, además de combatir las enfermedades, buscaría mejorar las condiciones de vida de los colombianos, es decir, su alimentación, su vestido y su vivienda22. Todo esto, mediante la transmisión de las "nociones elementales" de higiene y la inculcación de "normas de vida para mantener sano el cuerpo". La conjunción de la pedagogía y el higienizo que dieron vida a esta propuesta, en términos de Echandía tenían como fin enseñarle a las clases populares "como pueden y deben vivir en mejores condiciones para dar mejor rendimiento a su familia y a la sociedad".23

Junto a la preocupación por lograr el progreso del país y el empeño de ampliar la ciudadanía, la propuesta de Echandía adhirió al proyecto de unificación nacional planteado por la administración de López Pumarejo24. Este gobierno quiso imprimirle a la educación un sentido realista y un contenido nacionalista, adecuando los métodos de enseñanza a la situación de los colombianos

20 Véase Thomas H. Marshall, (s.f) "Citizenship and Social Class" en Tom Bottomore y Thomas H.Marshall, Citizenship and Social Class, Londres, Pluto Press págs.3-51.

21 Véase entre otros Jorge Zalamea, Literatura, Política y Arte, Bogotá, Biblioteca Popular, 1978.

22 La propuesta de Echandía de mejorar las condiciones de vida y salud de la población colombiana apuntaba a una de las cuestiones de interés colectivo. A lo largo de la década, del treinta, en efecto, proliferaron las campañas, los manuales y las cartillas de difusión de normas higiénicas y de cuidado corporal, publicadas con la intención de transformar costumbres que atentaban contra la salud y, por ende, contra el progreso nacional. Véase Pedraza, "El cuerpo y..."

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e infundiendo a través del aparato educativo un sentido de pertenencia a la nación. En este contexto, como ministro de educación, Echandía observó que, sin desconocer los aportes pedagógicos de otros países, el gobierno deseaba poner algunos obstáculos "arancelarios" a la pedagogía de laboratorio que exportaban Suiza, Bélgica y Alemania , a la que tildó de pedagogía para el deleite de aficionados y la confusión de la infancia. De igual forma, señaló que a través de la educación primaria el gobierno buscaría dar a conocer al niño la tierra propia para que la amara espontáneamente y que, por lo tanto, todo lo aprendido debería girar en torno a Colombia. Esta educación guiada por el ideal de inculcar amor a la patria fue considerada además como el camino por excelencia para forjar una nación definida e independiente. La construcción de la nación colombiana representaba para Darío Echandía una satisfacción espiritual, producto del afianzamiento de una educación constante fundada en los valores tradicionales de la patria25. De ahí la urgencia de transformar la estructura interna de la escuela para hacerla "más viva, más autóctona y más adecuada a las necesidades del pueblo colombiano".

De esta forma, la unificación de la nación, al igual que el progreso nacional, quedaron íntimamente ligados a la educación, entendida como una de las tareas prioritarias del Estado y como una esfera de injerencia exclusivamente estatal. En su opinión, el Estado debía garantizar una instrucción integral, sin más limitaciones que las aptitudes naturales y sin que las condiciones económicas impidieran a los más pobres acceder a los grados superiores de enseñanza. De igual forma, el

23 Además de plantear una preocupación por las condiciones de vida de la población rural, esta propuesta da cuenta de la fe en que los adelantos científicos garantizarían el progreso nacional. Los planteamientos de Darío Echandía coinciden de esta forma con los de Agustín Nieto Caballero, por cuanto subrayan el papel crucial de la medicina y la pedagogía en la reconstrucción nacional. Si bien para Nieto Caballero el maestro debía ser el agente de esta transformación, en tanto que para Echandía debía ser el Estado el principal gestor del cambio, en ambos pensadores es posible hablar de un proyecto de “civilización" cimentado en la normatización e higienización del cuerpo. Se trataría, en este sentido, de tesis que parecen hacer eco de los autores que, desde finales del siglo XIX y sobre todo en los inicios del XX, señalaron que la salud corporal y la orientación cientifica del desarrollo físico eran los requisitos del progreso nacional.

24 Sobre este proyecto véase por ejemplo Aline Helg, La educación en Colombia 1918-1957: Una historia social, económica y política, Bogotá, Cerec, 1987.

25 Véase entre otros Juan Lozano y Lozano, (1981) "Darío Echandía 1897" (tomado del litro Mis Contemporáneos, Medellín, Editorial Bedout, 1944) en Darío Echandía, Obras Selectas, 1981.

Estado debía liderar la difusión de la cultura y el conocimiento a través de campañas educativas entre el campesinado. La escuela debía armonizar con el principio constitucional de libertad de conciencia. La inspección y vigilancia de los institutos de educación privados, por su parte, debería ser una preocupación constante del gobierno, de tal manera que se asegurara la libertad de enseñanza sin detrimento moral, mental y físico de los estudiantes. En síntesis, la educación del pueblo debía ser "la preocupación central y preferida" del Estado.

Esta mirada hacia las propuesta educativas de Arciniegas, Nieto Caballero y Echandía, muestra que a pesar de comulgar entre sí en la búsqueda de cambios en el campo educativo, y de recurrir para ello a nociones como ciudadanía, identidad nacional y progreso; sus postulados e iniciativas respondieron a proyectos culturales y políticos distintos. En ellos, las propuestas de reconstrucción nacional se inspiraron en corrientes de pensamiento como el americanismo, la escuela nueva y el derecho solidarista; y fijaron su materialización en ámbitos diferentes como la academia, el magisterio y el Estado.

En este sentido, es posible hablar de tres Colombias imaginadas26: Una, la de Arciniegas, volcada hacia sus realidades y anclada en sus particularidades sociales y culturales; de cara a un futuro prometedor, gracias a la labor de las nuevas generaciones de universitarios capaces de conocer las realidades del país, y de entender e incidir en los destinos de la nación. Otra, la de Nieto Caballero, compuesta de ciudadanos con una formación integral, hombres rectos y útiles, amantes de su patria y garantes del cambio social, contrarios a los sectarismos, vinculados con la realidad del país y abiertos, de manera crítica, a las corrientes de pensamiento y a los avances científicos desarrollados en otras latitudes. Otra más, la de Echandía, habitada por ciudadanos auténticamente libres y fervorosamente patrióticos, regidos por un Estado democrático, capaz de garantizar el acceso a la propiedad, la difusión de la cultura y el ejercicio del derecho.

26 Empleo la noción de "Colombia Imaginada" para hacer referencia a dos aspectos de los proyectos de nación formulados por estos intelectuales. Por un lado, me remito al trabajo de Benedict Anderson para pensar la nación como una comunidad imaginada, y en este caso imaginada desde el aparato educativo. Por otro lado, dejando da lado la propuesta de este autor, empleo el termino imaginada, para hacer referencia a la condición ideal, discursiva y de alguna forma onírica, de dichos proyectos. Véase Benedict Anderson, Imagined Communities, Londres, Verso, 1983; hay versión en español, Benedict Anderson, Comunidades imaginadas: reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, México, FCE, 1993.

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El Museo Arqueológico y Etnográfico de Colombia (1939-1948): La puesta en escena de la nacionalidad a través de la construcción del pasado indígena* Marcela Echeverri Muñoz

Antropóloga, Universidad de Los Andes

El presente artículo explora la arqueología en el país en los años en que se institucionalizó como práctica, y se le dio un carácter científico como conocimiento. He decidido utilizar la imagen del Museo Arqueológico y Etnográfico como representación de la labor arqueológica, con el fin de dar cuenta del objetivo central de tal arqueología: la construcción y difusión de una ideología nacionalista basada en la descripción, representación, revalorización y el rescate de los legados prehispánicos.

Durante los años treinta y cuarenta en Colombia, la práctica de la arqueología se vió legitimada por el Estado, dentro del marco de las políticas de la República Liberal1. Sobresale en sus inicios la figura de Gregorio Hernández de Alba, quien dentro del Ministerio de Educación fundó en el año de 1938 el Servicio Arqueológico Nacional2,

* Una versión anterior de este trabajo fue presentada como ponencia en el VIl Congreso de Antropología en Colombia, Universidad Nacional de Colombia, Santafé de Bogotá, diciembre de 1997. Agradezco los comentarios de Nicolás Ronderos y Luis Bernardo Mejía para la preparación de la presente versión.

1 Jaime Arocha y Nina S. de Friedemann, Bibliografía anotada y Un siglo de Investigación social. Antropología en Colombia, Bogotá, Etno, 1984; Milciades Chávez, Trayectoria de la antropología colombiana, Colección científica Colciencias, Bogotá, Ed. Guadalupe, 1986; Luis Duque G. "Notas sobre la historia de las investigaciones antropológicas en Colombia", en Jaime Jaramillo Uribe (director), Apuntes para la Historia de la ciencia en Colombia I, Documentación e historia de la ciencia en Colombia, Bogotá, Fondo colombiano de investigación científica 'Francisco José de Caldas' Colciencias, 1970; Marcela Echeverry, "La Institucionalización de la Antropología durante la República Liberal. Una Historia social de la Antropología científica en Colombia desde las perspectivas de localidad y género" Tesis de Grado, Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes, 1997; Roberto Pineda Camacho, "La reivindicación del indio en el pensamiento social colombiano (1850-1950)" en Arocha y Friedemann (Eds.) Un siglo de investigación social, Pgs. 197-252; Carlos Alberto Uribe, "La antropología en Colombia" en América Indígena, Vol XI, No. 2, abril-junio, 1980.

institución encargada de las investigaciones relacionadas con los restos de las culturas prehispánicas que habitaron el actual territorio nacional. Este evento dio gran fuerza al desarrollo de una arqueología nacionalista.

En este contexto, el Museo Nacional se transformó en el Museo Arqueológico y Etnográfico a partir de 19393, con el fin de dar apoyo al proyecto arqueológico dirigido por Hernández de Alba, así como para promover una difusión de los descubrimientos arqueológicos que daban forma a la imagen de una identidad prehispánica.

A través de una mirada socio-histórica sobre estos hechos, pretendo dar cuenta de la relación entre la arqueología colombiana y los intereses del Estado nacional, así como revisar críticamente sus contenidos en el proceso de construcción del pasado indígena, que tuvo lugar entonces y que tiene continuidad en la arqueología científica que se profesionaliza en los años posteriores dentro del Instituto Etnológico Nacional (1941-1950).

A continuación realizaré en primer lugar un recuento de los eventos que dieron lugar a la fundación del Museo Arqueológico y Etnográfico en el marco del Servicio de Arqueología, explorando luego su apropiación por la ciencia etnológica institucionalizada en el país a partir de 1941. Todo esto tendrá como eje de análisis la construcción del pasado indígena, y su utilización con fines nacionalistas por la élite liberal de aquellos años.

Hernández de Alba: El desarrollo de una Arqueología nacionalista

La República Liberal, período definido entre 1930 y 1946, se refiere a los gobiernos consecutivos del partido Liberal en Colombia con intereses comunes hacia la modernización del país. Para esto se propuso como uno de sus principales fines la consolidación del Estado, promoviendo fuertemente una ideología en pro de lo nacional, que sustentaba los intereses económicos y sociales en la base de tales proyectos. Es reconocido en la historiografía sobre el período, el fuerte apoyo que se dio a las reformas educativas que venían a cumplir un papel principal en el doble sentido de las reformas liberales: primero el modernizador, a través de la

2 Jimena Perry, "Biografía Intelectual de Gregorio Hernández de Alba", Tesis de Grado, Bogotá, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes, 1994. 3 Clara Isabel Botero, "La apropiación del pasado y presente indígenas: conformación de colecciones arqueológicas y etnográficas del Museo Nacional (1823-1938) y Museo Arqueológico y Etnográfico (1939-1948)" Tesis de Grado, Bogotá, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes, 1994.

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renovación del pensamiento de la población hacia uno . racional y científico, y segundo el nacionalista, que se alimentaba de las ideas románticas sobre el pasado prehispánico y lo difundía en la población para generar y solidificar la unión del país4.

Durante estos años es también interesante reconocer el auge de este sentimiento en la literatura y el arte, donde se buscó rescatar los legados precolombinos como parte de la identidad, para dar a estas expresiones un sentido autónomo que representara la identidad propia al alimentarse de lo indígena en sus aspectos artístico, cultural y racial, y de la cultura popular en tanto la raza mestiza era representativa de aquellos legados en la actualidad. En este sentido se consolidaron décadas antes movimientos artísticos y literarios como Los Nuevos y el Bachué, que manifestaron una reacción de este tipo, dentro de una búsqueda por enfrentar las estéticas anteriores y aquellas que parecieran extranjerizantes, en la revaloración de lo no-hispánico5. Fue en este contexto del modernismo literario y artístico de auge de la valoración intelectual y artística de las culturas marginadas, concretamente en el movimiento Bachué, que surgió tal interés en Gregorio Hernández de Alba6. Entre 1934 y 1938 aparecen sus primeros escritos publicados especialmente en el periódico El Tiempo. Hernández de Alba tenía ya una tradición en el medio público, y se encontraba para entonces afiliado al proyecto político de Luís López de Mesa como funcionario del Ministerio de Educación. Desde allí Hernández de Alba exploró la importancia de generar conciencia nacional a partir de la recuperación del pasado indígena, y lo que es más interesante, abordó el problema inicialmente desde el aspecto físico, es decir de la raza, que entonces era central en la concepción del indio como inferior dentro de la sociedad colombiana7.

4 Elssy Bonilla, "Ideología y Educación en Colombia. Notas para su análisis." en Desarrollo y Sociedad, No. 1, Bogotá, 1979, págs 75-85; David Bushnell, The making of modern Colombia, a nation in spite of itself, Oxford, University of Caligornia Press, 1993; Jaime Jaramillo Uribe, "La educación en Colombia 1946-1957" en Varios Autores, Nueva Historia de Colombia, Bogotá, Planeta, 1989.

5 Ivonne Pini, "Aproximación a la idea de "lo propio" en el arte latinoamericano a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX" en Historia Critica, No. 13, Bogotá, Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Unversidad de Los Andes, julio-diciembre.1996, Págs. 5-15.

6 Nina S. de Friedemann, "Ética y política del antropólogo. Compromiso profesional." en Arocha y Friedemann, Un siglo..., Págs. 381-428; Perry, "Biografía intelectual..."

7 Laureano Gómez, "Interrogantes sobre el progreso en Colombia" en Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol 18, No 1. Bogotá, 1981, Págs 5-30; Richard Graham (Ed), The idea of Race in Latin America (1870-1940), Austin, Universtity of Texas Press, 1990.

Sus artículos expresan el deseo de defender lo americano empezando por redefinirlo; están llenos de elogios sobre lo indígena, haciendo uso de descripciones de cronistas en que se hace alusión a características positivas de lo indio, las que Hernández de Alba expone como pruebas sobre el tema8. En este punto, su discurso se había desplazado del ámbito literario para aproximarse a la mirada científica, e inclusive autoincluirse en una tradición de estudios arqueológicos, tal como se venían realizando en Europa desde hacía algunos años.

Por lo demás, la importancia de su labor está en la legitimidad que obtuvo al realizarse dentro de los marcos institucionales, particularmente dentro del Ministerio de Educación, y desde el año de 1935 con la creación de una sección dentro de tal Ministerio dedicada al impulso de la Arqueología y la Etnología en el país. Para ello recibe el apoyo de Gustavo Santos, entonces director de la Extensión Cultural y de Bellas Artes del Ministerio, y funda el Servicio Arqueológico Nacional en el año de 19389. Durante aquellos años, Hernández de Alba realizó expediciones arqueológicas a lo largo del país. Con el fin de promocionar sus actividades y de difundir el pensamiento nacionalista que giraba en torno a éstas, organizó una exposición que tuvo lugar en la celebración del IV Centenario de la fundación de Bogotá que diera cuenta de tales intereses, con el apoyo del entonces Museo Nacional, los coleccionistas particulares y los vendedores de antigüedades del país10. Como resultado de esta exhibición, el Ministerio de Educación editó la publicación Colombia Compendio Arqueológico que resultó ser un catálogo de la exposición escrito por el mismo Hernández de Alba11. Allí se describe detalladamente cada una de las culturas representadas en la exposición, y el enfoque de ésta se hace explícito en las palabras de Hernández de Alba en la introducción al Compendio:

Cuatrocientos años hace que Cristo eclipsó el brillo de Sue y el poderío de Chiminigagua; que Gonzalo Jiménez derrotó a Tisquesusa; que el frío ladrillo se impuso sobre el abrigador

8 Gregorio Hernández de Alba, "Raza de América" en El Tiempo, Página Editorial, Bogotá, noviembre 4 de 1934; "Los indígenas" en El Tiempo, Bogotá, diciembre 13 de 1934.

9 Clara Isabel Botero y Jimena Perry, Pioneros de la antropología. Memoria Visual, 1936-1950, Bogotá, Colcultura- Instituto Colombiano de Antropología-Banco de la República, 1994.

10 Ibid. 11 Gregorio Hernández de Alba, Colombia Compendio Arqueológico,

Bogotá, Ministerio de Educación Nacional-Departamento de Extensión Cultural y Bellas Artes-Servicio de Publicaciones, Editorial Cromos, 1938.

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empaje del bohío (...) Cuatrocientos años hace que con algotras causas importantes, el gran afán de un nuevo sistema económico acabó y por siempre con el arte de los indígenas de este noble fragmento de la América. Muerto el arte, sustituida la creencia, cambiada íntegramente la manera de vida, mas viviendo aun la sangre y escondido el espíritu del nativo por un prejuicio de vergüenza, nos olvidamos del indio.

Con el fin de rescatar el elemento indígena -en su dimensión prehispánica-, este escrito, así como la exposición que representa, revelan una concepción de lo indígena heredada desde mediados del siglo pasado, que pretende dar cuenta del alto grado de civilización presente en las sociedades prehispánicas del territorio nacional, comparándolas ya fuera con el elemento hispánico, o con las culturas mesoamericanas o peruanas. Ello generó que en Colombia hasta entonces sólo se prestara atención a los grupos que se asemejaban a estas condiciones como fueron los muiscas o chibchas y los tairona12.

Así, de las culturas reseñadas en el Compendio las más importantes son San Agustín y Tierra dentro, pues los hallazgos en esta zona revelaron un contenido arqueológico que fue motivo de gran orgullo para la sociedad nacional; la aparición de grandes estatuas y grandes entierros fue interpretada como signo de un desarrollo cultural importante en la zona sur-andina del país, y ello fue esencial, pues en palabras de Hernández de Alba:

son estas regiones las que en el importante ramo de la arqueología monumental están dando a Colombia un destacado lugar entre la arqueología general de América13.

Fue tal el éxito de la exposición y la importancia que se le dio al proyecto arqueológico, que desde el año de 1939 el Museo Nacional pasó a llamarse Museo Arqueológico y Etnográfico, al que se pretendía que se dirigieran los hallazgos arqueológicos con el fin de coleccionarlos, conservarlos y exhibirlos14. Ello además fue respuesta al llamado de Hernández de Alba a:

el gobierno y el pueblo para que pronto se establezca un Museo arqueológico donde se guarden para siempre, se preserven y se enseñen las pocas piezas arqueológicas que de la voracidad de la conquista, primero, y de la inquietud de los guaqueros después, se salvaron en Colombia15.

12 Priscila Burcher, Raíces de la arqueología en Colombia, Medellín,

Editorial Universidad de Antioquia, 1985; Pineda, La reivindicación... 13 Hernández de Alba, Colombia... 14 Botero, “La apropiación”

En la época de la República Liberal la Arquelogía representaba una novedad para la sociedad Colombiana. En primer lugar porque lo indio estaba totalmente marginado de la sociedad, y consecuentemente como objeto de estudio sólo se le tenía en cuenta en su aspecto material, con el fin de coleccionar objetos exóticos, valorados sobre todo por su antigüedad. Esta fue la misma idea que se hizo esencial en el desarrollo de los estudios arqueológicos y la organización de colecciones oficiales, pues la imagen de lo indio era fácilmente comercializable a través del Museo. Con ello me refiero a la popularización de referentes de lo no-occidental como objetos de consumo, en tanto la visión del indio en un país poscolonial como Colombia ha sido el reflejo de la identidad de los europeos y criollos en el proceso de su construcción a través de la diferencia16.

En términos políticos, pues, el museo es un escenario en el que la élite inventa o reinventa una tradición sobre la relación etnicidad-nación; en palabras de Blanca Muratorio, ello consiste en que:

la burguesía usa a los indios como peones-semióticos para sus propios intereses iconográficos y para legitimar sus propios intereses económicos17.

En tanto la mayoría de la población era analfabeta en el país, la forma didáctica en que se presenta la información en un museo, es decir el lenguaje visual que es imperante, hizo y ha hecho de éste una herramienta adecuada para la difusión y comunicación de los mensajes nacionalistas sobre el pasado. Como dice García Candini:

El museo es la sede ceremonial del patrimonio, el lugar en que se le guarda y celebra, donde se reproduce el régimen semiótico con que los grupos hegemónicos lo organizaron.18

Hasta aquí pretendo señalar el interés que sustenta la creación de una rama institucional en el país que promoviera los estudios arqueológicos, así como la difusión de los mismos. Este se expresa en el uso que se le dio al oficio arqueológico en el marco de tal ideología, a favor de la unificación y centralización nacional. Así, la

15 Ibid pág 1 22. 16 James Clifford, "On Collecting art and culture", en Simon During

(editor), The Cultural StudÍes Reader, London,, Routledge, 1933. Págs. 49-73; Blanca Muratorio (Editora), Imágenes e Imagineros. Representaciones de los indígenas ecuatorianos en los Siglos XIX y XX, Quito, Flacso, Sede Ecuador. Serie Estudios Antropológicos, 1994.

17 Ibid. 18 Néstor García Canclini, Culturas Híbridas: Estrategias para entrar y

salir de la modernidad, México, Grijalbo, 1990. Pág. 158.

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interpretación sobre el pasado a través de artefactos arqueológicos se realizó a favor de la legitimación del proyecto vigente durante los gobiernos liberales: la consolidación de la Nación. En cuanto al Museo, éste se organizó de tal manera que generara una experiencia directa de las personas con la magnificencia del pasado arqueológico19.

Habiendo reseñado brevemente este enfoque y su proceso de institucionalización, con su representación en el proyecto del Museo Arqueológico y Etnográfico, pasaré a explorar la forma en que ello se dio en el marco del Instituto Entológico Nacional, es decir, a partir del proceso de profesionalización de la Antropología en Colombia.

La profesionalización de la Antropología y el Museo Arqueológico y Etnográfico de Colombia

La profesionalización de la antropología en Colombia determinó que la práctica de la arqueología, así como el conocimiento al que estaba sujeta, se orientara hacia los presupuestos de la etnología francesa, a partir de la influencia de Paul Rivet quien en 1941 fundó en Bogotá el Instituto Etnológico Nacional con el apoyo del entonces presidente Eduardo Santos. Teniendo en cuenta la posición de Hernández de Alba hasta entonces, es importante resaltar que a pesar del carácter institucional de su labor, a la llegada de Rivet ésta fue señalada como poco científica. Por el contrario, en vista de sus intereses explícitamente nacionalistas y por sus antecedentes en el ámbito literario, fue desplazado eventualmente por fuera de la práctica de la arqueología legítima, definida entonces por los intereses neutrales de la ciencia20. Es importante señalar, sin embargo, que fueron precisamente las relaciones entre Hernández de Alba y Rivet las que le dieron la posibilidad al etnólogo francés de establecerse en el país durante los años de la Segunda Guerra Mundial21. Desde la exhibición organizada por Hernández de Alba con motivo del IV Centenario, a la cual asistió Rivet como expositor de sus teorías sobre el origen del hombre americano, se generó una relación entre ambos en la que Rivet, siendo fundador del Museo del Hombre en París, invitó amablemente a Hernández de Alba a estudiar allí.

19 Bruce Trigger, "Alternative Archaeologies: Nationalist, Colonialist, Imperialist" en Man, No. 19,1984. Págs. 335-370.

20 Echeverri; "La institucionalización..." 21 Perry, "Biografía..."

La influencia de Rivet sobre Hernández de Alba en este sentido fue primordial, pues a su regreso de Francia el colombiano manifestó su interés en darle la forma de Museo-Laboratorio al Museo Arqueológico, tal como funcionaba el Museo del Hombre en París. A pesar de que ello no fue así, y principalmente en vista de la marginalización de Hernández de Alba del proyecto antropológico científico, el Museo adquirió características importantes durante la estadía de Rivet en el país, y sobretodo mantuvo un lugar esencial dentro del mencionado proyecto.

El papel del Museo continuó siendo central en el proyecto de difusión del pensamiento antropológico y bajo la influencia de Rivet se hizo aún más riguroso. Fue entonces que se desarrolló la práctica en Museología, liderada sobretodo por Blanca Ochoa, quien era una de las egresadas del Instituto Etnológico en su primera promoción. Así escribía el mismo Rivet orgulloso de esta labor, al respecto de su importancia en el marco de la Antropología nacional: el resultado de todo este esfuerzo, que hubiera podido escapar a la masa del pueblo, se concreta ahora en un admirable museo donde cada hombre, aún el más inculto, puede darse cuenta de lo que vale, de lo que representa este patrimonio nacional, puesto en valor por un puñado de hombres de ciencia, animados del patriotismo más puro22. Cabe resaltar que para Rivet la función del Museo estaba dada en relación con el bajo nivel de educación o de cultura del pueblo colombiano, manifestando con este punto de vista su fe en la razón, la ciencia y la educación. Por ello, como parte del proyecto de difusión de la ideología nacionalista, el Museo dentro del Etnológico . viene así mismo a contribuir al fin educador de los gobiernos liberales. Teniendo en cuenta que este objetivo se mantiene a través de la profesionalización de la disciplina en el país, es importante considerar el contenido del pensamiento de Rivet en la etnología como marco interpretativo de la arqueología colombiana en esta época.

El difusionismo es uno de los elementos teóricos y conceptuales fundamentales en el enfoque que tenía Rivet de una ciencia etnológica. Su interés hacia el origen del hombre americano se sustentaba en una práctica arqueológica fuertemente orientada a la comparación de los materiales hallados, variando frente a la arqueología

22 Paul Rivet, "Visita del profesor Rivet" en Boletín de Arqueología, Vol II, 1947. Págs. 289-290. Énfasis mió.

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realizada por Hernández de Alba hasta entonces, principalmente por la percepción de la cultura material como documentos que debían ser registrados, clasificados e investigados como un medio para conocer las culturas estudiadas y sus relaciones23. La mirada científica sobre los restos arqueológicos determinó que se diera mayor valor a éstos, asociándolos a los grandes procesos de evolución y difusión de las sociedades e interpretándolos como evidencias del desarrollo tecnológico de aquellos pueblos. En palabras de Clara Isabel Botero:

La reliquia, antigüedad, curiosidad y obra de arte indígena del (...) pasado se convierten por el discurso científico en un artefacto, evidencia de la cultura material de un grupo, etnia o sociedad que está dentro de un museo que concede gran importancia al trabajo como principio de las sociedades modernas24.

Esto se refleja en el hecho de que a través de las investigaciones arqueológicas sólo se buscara una reivindicación de los indígenas de tierras altas, mientras que los de tierras bajas no constituyeron un objeto de estudio por su organización social tribal que era considerada inferior. Las interpretaciones sobre el origen de tales culturas las encontraba en su interrelación con las grandes culturas del sur y mesoamericanas, lo que les daba un status de arqueología monumental.

Sin embargo, en tanto la arqueología se constituye en una disciplina científica, su carácter político se encubre al ser valorada como neutral. Así, a pesar de la vigencia de la perspectiva científica sobre los restos arqueológicos, no pueden perderse de vista los intereses señalados que dieron legitimidad y que sustentaban en ese entonces la práctica arqueológica y museológica en el país describiendo y representando unas y no otras culturas. Puede decirse entonces que aún dentro del marco del Instituto Etnológico Nacional el Estado-Nación colombiano manipuló el pasado, utilizando los sitios arqueológicos, los artefactos y las teorías científicas para fines nacionalistas, y para legitimar su autoridad y poder25.

Para hacer más claro mi análisis sobre la ambigüedad de las representaciones de lo indígena a través de su apropiación por la arqueología del pasado prehispánico como imagen nacional, es interesante contemplar brevemente el contenido de las políticas de aquellos años referentes a las comunidades indígenas

23 Botero, "La apropiación" 24 Ibid, pág. 165. 25 Don Fowler, "Uses of the pasfc Archaeology in the service of trie

State", en American Antiquity, Vol. 52, No.2,1987, Págs. 229-248.

habitantes del país, y retomar críticamente las representaciones que en el Museo mismo se hicieron de las culturas estudiadas en el aspecto etnográfico.

Conclusión: El carácter colonialista de la arqueología nacionalista

Habiendo analizado en primer lugar el carácter político de la actividad arqueológica en Colombia tal como fue institucionalizada durante la República Liberal, y la pretensión de neutralidad -es decir de verdad-, que adquirió como ciencia, es interesante considerar algunos puntos de vista acerca de la imposibilidad de generar una representación neutral de una cultura. Por lo demás, es claro que tal era el interés de las exposiciones del Museo, así como la clasificación de las colecciones pretendía una labor objetiva de representación.

Quisiera aquí retomar la reflexión de James Clifford26 acerca del carácter estratégico y selectivo de la actividad concreta de representar una cultura. El proceso de dar forma a las colecciones arqueológicas consiste en la selección de ciertos objetos, su descontextualización y revalorización en un nuevo orden de significados dados por el interés de tal práctica. Este fenómeno de revalorización viene acompañado de la mistificación de los significados y las formas de presentación de las colecciones como si fuesen una representación adecuada de la realidad27.

Por lo demás, no es ajeno a la labor del Etnológico, así como fue explícita en la del Servicio Arqueológico, una actitud de denuncia frente al encuentro español en América de 1492 y al creciente proceso de extinción de los habitantes nativos, que se veía llegar a su fin en los años treinta28. Esta es, en parte, una actitud de nostalgia imperialista: es el lamento por la desaparición de aquello que uno mismo ha destruido29. En este sentido el Museo viene a dar cuenta de tal proceso de etnocidio, a la vez que a representar el interés por revivir, reinventar aquello que ha desaparecido para siempre, y así darle un sentido y un significado nuevo y propio. En este caso, las culturas prehispánicas fueron -y aún lo son-, un instrumento para valorar internacional y nacionalmente el elemento racial

26 Clifford, "On collecting..." pág. 61. 27 Ibid., pág. 54. 28 Luis Duque Gómez, "El instituto Etnológico Nacional y el Servicio de

Arqueología en 1945" en Boletín de Arqueología, Vol I, No 1, Bogotá, 1945, Pág. 209-227.

29 Renato Rosaldo, Cultura y Verdad: Nueva propuesta de análisis social, México, Editorial Grijaibo, 1989

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indígena, despreciado hasta entonces a través de las teorías y políticas de determinismo racial y geográfico.

En cuanto al ámbito internacional se constituyeron en un medio de prestigio para representar a Colombia a través de valores positivos que menguaran la representación negativa que como nación había tenido hasta entonces, midiéndose por la escala de valores impuesta por Occidente desde tiempos coloniales. En cuanto al sentido nacional, ello posibilitó el desarrollo del país a través de la valoración de su capacidad humana, dándole fuerza al proyecto de industrialización a través de la inserción de la totalidad de la población como mano de obra, a la vez que con la difusión del sistema educativo moderno a lo largo y ancho del país.

Además, este hecho coincide con la negación del elemento indígena en el país en su dimensión presente: el interés de los gobiernos liberales sobre la población indígena era el de asimilarlos e integrarlos al proyecto de modernización, promoviendo su civilización. El establecimiento de un nuevo régimen de tenencia de la tierra para estos grupos resultó en la desarticulación étnica y social de las comunidades indígenas de resguardo, que hasta entonces habían estado protegidas por la ley 89 de 189030. Ante este proceso la antropología científica mantiene una posición neutral, y responde al llamado de la ciencia de recolectar materiales para fines académicos31. En palabras de Roberto Pineda Giraldo, un egresado del Instituto Etnológico:

Fue muy importante el hecho de trabajar muy duro en las expediciones para recuperar lo que hubiera de las comunidades indígenas que se sabía que estaban declinando. Era recopilar material en grandes cantidades para que ese material no se perdiera32

. Encuentro que el proceso de inserción de las comunidades indígenas al país durante estos años es a la vez contradictorio y consecuente con la construcción del pasado indígena como pilar de la nacionalidad. Además, la representación que se hace de ellos en el Museo Arqueológico y Etnográfico, donde el propósito no era sólo mostrar el pasado prehispánico sino también el

presente indígena, plantea una apropiación de los grupos étnicos del país en el mismo sentido de las piezas arqueológicas. La relación que se genera con el presente indígena a través de su estudio y su inclusión en el museo, hace parte de un contexto de ideas en que el indígena, como primitivo, es la representación viva del pasado.

En este sentido cabe concluir que la arqueología colombiana durante la República Liberal tuvo un enfoque nacionalista que generó la puesta en escena de una identidad común basada en el elemento indígena pasado; a la vez que coexistió con los proyectos de modernización que se plantearon la meta de integrar a los grupos indígenas habitantes del país, buscando finalizar su proceso de civilización. Ambas situaciones se reflejan en la disposición del Museo Arqueológico y Etnográfico, que tiene sobre todo el interés de resaltar el patrimonio arqueológico nacional, a la vez que rescatar la cultura material de los grupos indígenas que se encontraban en vías de extinción, con una actitud de nostalgia imperialista -en este caso de colonialismo interno-desconociendo que, como antropólogos, las condiciones de posibilidad de sus investigaciones son una cara de los procesos de cambio drástico que conllevan a la desaparición de su objeto de estudio33.

30 Francois Correa, "El indigena ante el Estado Colombiano", en Esther Sánchez (editora), Antropología Jurídica, normas formales, costumbres legales en Colombia. Memorias del Simposio de Antropología Jurídica, Bogotá, 1992, págs. 71-102.

31 Marcela Echeverri, "El proceso de profesionalización de la Antropología en Colombia. Un estudio en torno a la difusión de las ciencias y su institucionalización", en Historia Crítica, No. 15, Bogotá, junio-diciembre-de 1997, págs. 67-80.

32 Botero, "La apropiación...", pág. 141.

33 Rosaldo, Culturay...

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Deseos y Temores: ¿reconocer la sociedad en la violencia? Ingrid Johanna Bolívar

Politóloga, Investigadora de CINEP y profesora de la Universidad de Los Andes.

Preguntarse por el desarrollo, o mejor, por la manera como se ha venido configurando un terreno particular de reflexión, el de la ciencia política en Colombia, implica reconocer que la política no es un "objeto dado" de pensamiento, sino que se hace tal en la medida en que la sociedad al actuar sobre ella misma, al autofundarse, reconoce y redefine permanentemente los límites de la vida social.1 En ese sentido, cobra relevancia la afirmación de Lechner según la cual la definición de los límites entre lo político y lo no político forma parte de la lucha política, de la tensión y confrontación sociales:

el problema de producción y reproducción de los límites sociales me parece central al hacer política. La política es la lucha que

busca ordenar los límites que estructuran la vida social, es el proceso de delimitación en que los hombres, regulando sus divisiones se constituyen como sujetos.2

A partir de este referente general el artículo pretende problematizar algunos de los elementos conceptuales que enmarcan la realización de un "balance de las ciencias sociales en el país". Más que ocuparse de la discusión de los problemas y de los referentes concretos desde los cuales tales ciencias han construido sus líneas de investigación, el texto pretende contextualizar este tipo de debates en un horizonte que reconoce la ciencia como proceso social y que hace visibles sus vínculos con las transformaciones del entramado particular en el que la actividad científica participa. Además, se trata de mostrar cómo en el análisis de ciertas figuraciones sociales se actualizan y expresan algunas de las limitaciones del pensamiento desarrollado por las ciencias sociales. Limitaciones que sin ser esenciales tienden a desconocer la mutua mediación entre sujeto y objeto, a naturalizar las dificultades del conocer y a esconder tal proceso tras la inmediatez de los "deseos y temores" de la sociedad.

La revisión y el análisis del tipo de preguntas y problemas que han orientado el desarrollo disciplinar de las ciencias sociales tiene que partir de una reflexión acerca de quién conoce y qué se puede conocer. A diferencia de lo planteado por la teoría clásica del conocimiento y de la ciencia que "investiga como procede un sujeto, o sea una persona individual, en el pensar, en el conocer, en el trabajo científico", se sostiene aquí, siguiendo los planteamientos que Norbert Elias retoma de Auguste Comte, que la que conoce es la sociedad y que "el proceder de las personas individuales en el pensar, el conocer y el trabajo científico se apoya en lo logrado por las generaciones anteriores".3 Cuando se hace sujeto del conocimiento a la sociedad y ya no al individuo, la pregunta por el desarrollo de la ciencias

1 Una discusión sobre el carácter autofundante de la sociedad

burguesa y su capacidad para actuar (y desbordarse) a sí misma, puede leerse en los distintos textos compilados por Josexto Beriain, Las consecuencias perversas de la modernidad, Barcelona, Editorial Anthropos, 1996. Especialmente los textos de Z. Bauman y U Beck. No se puede dejar pasar este punto sin recordar el acuerdo de Hegel y Comte en el sentido de que "la sociedad burguesa va adelantándose a sí misma". Véase Theodor Adorno, Introducción a la sociología, Barcelona, Editorial Gedisa, 1996, Clase # 1, Págs. 13-22.

2 Norbert Lechner, "Una conversación preliminar" y "Especificándola" política" en La conflictiva y nunca acabada construcción del orden social, Madrid, CIS, Siglo XXI, 1986, págs. 15 y 22.

3 Norbert Elias, Sociología Fundamental, Barcelona, Editorial Gedisa, 1993, pág. 42 y 43, especialmente capítulo 1. Véase del mismo autor Compromiso y Distanciamiento, Barcelona, Ediciones Península, 1990 y "¿Ciencia o ciencias? Contribución para una discusión con filósofos ajenos a la realidad" en La civilización de los padres y otros ensayos, Santa fe de Bogotá, Editorial Universidad Nacional y Grupo Editorial Norma, 1998.

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sociales desborda los círculos profesionales o la revisión detallada de la producción intelectual de algunos centros para indagar y problematizar las formas en que la ciencia social al tiempo que se autonomiza y se "separa" de la vida en sociedad, se vuelve contra ella transformándola y en ocasiones haciéndola irreconocible. Y es que así como "en las primeras fases de socialización el niño es totalmente incapaz de distinguir entre la objetividad de los fenómenos naturales y la de las formaciones sociales" así, algunos espacios del mundo social enfrentan al individuo de modo análogo a cómo lo enfrenta la realidad del mundo natural.4 Es el desarrollo de las ciencias sociales el que puede mostrarle a los individuos y a las sociedades que figuraciones o tipos particulares de relación social que se consideran naturales, han sido creadas históricamente, y que en la mayoría de los casos son el resultado no buscado de procesos concretos en que la sociedad fue ganando complejidad o en los que por lo menos se hizo más densa, más "apretada", su red de relaciones y de dependencias funcionales. Un ejemplo de cómo la ciencia social puede devolverse sobre la sociedad y hacerla en cierto sentido "irreconocible" son algunos de los hallazgos de Norbert Elias en su estudio sobre el proceso de la civilización. El autor muestra que los sentimientos de vergüenza, pudor, "estremecimiento ante lo humano", así como las tradicionales distinciones entre "razón", "espíritu", "alma", "conciencia",... no son producto de una esencial naturaleza humana, sino configuraciones históricamente condicionadas de la estructura emotiva de las sociedades. De ahí que se insista en que la estabilidad peculiar del aparato de autocoacción psíquica, que aparece como un rasgo decisivo en el hábito de todo hombre civilizado se encuentra en íntima relación con la constitución de institutos de monopolio de la violencia física y con la estabilidad creciente de los órganos sociales centrales. Solamente con la constitución de tales institutos monopólicos estables se crea ese aparato formativo que sirve para inculcar al individuo desde pequeño la costumbre permanente de dominarse; sólo gracias a dicho instituto se constituye en el individuo un aparato de autocontrol más estable, que en gran medida, funciona de modo automático y en el que cada vez se 4 Peter Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la

realidad, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1998, págs. 81-82. Primera edición en castellano 1968.

presentan menos descargas emocionales repentinas, propias de la sociedad guerrera.5

Ahora bien, insistir en la mediación histórica del complejo emotivo de las sociedades es negar el efecto terapéutico que sobre ellas (las sociedades), produce el considerar tal complejo como algo natural y dado.

No como la expresión de relaciones sociales concretas que se han ido sedimentado y que son el resultado no necesariamente planeado o intencional de decisiones y vínculos entre distintos actores, relaciones que por tanto están sujetas a la acción y transformación social. Así pues, al tiempo que se señala que la que conoce es la sociedad y no los individuos concretos, se insiste en que lo que se puede conocer y cómo se conoce esta condicionado por las características del entramado social particular.

El mismo mundo que, para el individuo, es algo en sí presente, que él debe aceptar y considerar, es también en la forma en que existe y persiste, producto de la praxis social general. Lo que percibimos en torno de nosotros, las ciudades y aldeas, los campos y bosques, lleva en sí el sello de la transformación. No sólo en su vestimenta y modo de presentarse, en su configuración y en su modo de sentir son los hombres un resultado de la historia, sino que también el

5 Norbert Elias, El proceso de la civilización. Investigaciones Psico genéticas y Socio genéticas, México D.F,. FCE, 1986, págs. 453-454. Véanse especialmente los capítulos dedicados a "las transformaciones de la agresividad" y a los cambios en las actitudes frente a las necesidades naturales".

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modo como ven y oyen es inseparable del proceso de vida social que se ha desarrollado a lo largo de milenios. Los hechos que nos entregan nuestros sentidos están preformados socialmente de dos modos por el carácter histórico del objeto percibido y por el carácter histórico del órgano percipiente. Ambos no están constituidos sólo naturalmente, sino que lo están también por la actividad humana.6

Ahora bien, la mediación social de lo que se conoce y de lo que se puede conocer no significa que la ciencia o las ideas tengan el papel de registrar (y legitimar) sin más lo existente. La profunda relación entre las formas de juicio y las distintas épocas históricas7 permite reconocer que las ideas tienen un carácter fáctico, pero más que eso, que a través del ejercicio de la razón se puede crear una realidad, "cambiar el ser". En otras palabras, las ¡deas o, en términos más amplios, la reflexión científica, no está condenada a constatar y reproducir la realidad material existente. La investigación científica produce realidad cuando al tiempo que descubre crea un problema; cuando lo inventa, cuando, en palabras que se toman de Lyotard "hace ver que hay algo que no puede ser visto". Así, las ideas pueden jalonar la realidad pero ellas se configuran y son explicables no sólo, o no tanto, por la genialidad de unos hombres particulares, como por las condiciones de un entramado particular que hace legítima, o sólo posible, una pregunta determinada. Para complejizar la falsa contraposición sobre si las ideas sólo "registran" o también "crean y descubren", "exigen" una realidad cabe señalar que

la honradez, es decir, la rigurosa abstención de todo fraude, la expresión -sin miramiento alguno por razones tácticas-, de aquello que se conoce, debería ser algo obvio. [Pero] en el curso real de la ciencia suele abusarse con intención terrorista de esta norma. Que uno se entregue limpiamente a la cosa viene a significar algo así como que no allegue nada propio a la misma, que se convierta en una máquina registradora; renuncia a la fantasía o escasez en la productividad acaban siendo presentados

6 Max Horkheimer, 'Teoría tradicional y teoría critica" en Teoría

Crítica, Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1998, pág. 233. Fecha del manuscrito 1937, primera publicación en castellano 1974.

7 "El juicio categórico es típico de la sociedad preburguesa: es asi, el hombre no puede cambiar nada. La forma hipotética y la disyuntiva de los juicios responde especialmente al mundo burgués: en determinadas circunstancias puede aparecer este efecto, es así o bien de otra manera. La teoría critica afirma: no debe ser así, los hombres pueden cambiar el ser, las circunstancias para ello están ahora presentes". Ibid, pág. 257.

como ethos científico [...] como honrado suele ser considerado sobre todo, incluso en el ámbito científico, aquel que piensa lo que todos piensan, ajeno a la presunta vanidad de querer vislumbrar algo especial, y por ello dispuesto a emitir los mismos berridos.8

La pertinencia de estas acotaciones queda más clara a partir de los siguientes elementos. "Las ciencias no existen en el aire... Al ejercer y recibir influencias, el estado de desarrollo de las ciencias humanas, como el de las ciencias naturales, es representativo de una situación específica del ser humano".9 De ahí que sea pertinente resaltar que las sociedades sólo pueden conocer científicamente cuando sus respectivos entramados cumplen ciertas características particulares y cuando las relaciones de sus distintos elementos son lo suficientemente esenciales para definir las características de unos y otros.10 Entonces, lo que esta en juego aquí, es la tesis de que el pensamiento racional es una modalidad tardía de pensamiento, andada a una experiencia histórica particular por medio de la cual se consolida la sociedad burguesa11 y que contrario a la imagen tradicional no permea por igual los distintos espacios de relación social.

8 Theodor Adorno, "Sobre la lógica de las ciencias sociales" en La disputa del positivismo en la sociología alemana, Barcelona- México D.F, Ediciones Grijalbo, 1973, págs. 126-127. Primera edición en alemán 1969.

9 Norbert Elias, La sociedad de los individuos, Barcelona, Editorial Península, 1987, pág. 99. 10 "Lo que llamamos sociedad en un sentido preciso implica un cierto tipo de entrelazamiento que, en cierto sentido, lo incluye todo y al cual también pertenece esencialmente el hecho de que los elementos individuales de tal Sociedad son concebidos como relativamente ¡guales, como poseedores de la misma razón,...elementos que a través de su relación se determinan y conforman esencialmente".

Véase Theodor Adorno, Introducción...

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En palabras de Elías que se citan por extenso:

la tradicional concepción de una razón o una "racionalidad" que habría sido dada al hombre por naturaleza, como característica esencial del género humano, y que, como la luz de un faro, iluminaría de forma pareja todos los alrededores, a no ser que se topara con un obstáculo, se ajusta sólo de manera muy imperfecta a lo que puede observarse efectivamente en los seres humanos. Usual como es hoy en día esta concepción corresponde a una imagen del ser humano en la que las observaciones comprobables están aún muy entremezcladas con fantasías nacidas de deseos y temores...12

Se ha insistido en que el pensamiento racional es una modalidad tardía de pensamiento y que hay espacios o momentos de la vida social en los que no ha penetrado aún, o en los que su "avance" se ha visto comprometido no tanto por la voluntad de los científicos como por las condiciones de la sociedad misma, sus deseos y temores. Interesa dejar claro que los deseos y temores que aquí se señalan no son esenciales a los objetos del mundo social, sino que aparecían y (aparecen) también en la comprensión de los fenómenos naturales. Las sociedades tuvieron que enfrentar importantes transformaciones antes de poder conocer "científicamente" los fenómenos de la naturaleza. Así pues, la alusión a los deseos y temores con que una sociedad conoce no se puede ni hipostasiar ni diluir en la simple diferenciación entre los objetos del mundo natural y del social. Esta cuestión no se resuelve haciendo un llamado a la

"erradicación" de tales deseos y temores, sino en su consideración reflexiva, en el análisis de su modelación histórica y de su particular relación con el pensamiento.13

El alcance diferenciado con que el pensamiento racional enfrenta en la historia distintos fenómenos de las sociedades humanas tiene en el estudio de la violencia un importante referente. Como acertadamente señala el politólogo mexicano Fernando Escalante, la sociedad burguesa quiere, frente a la violencia, antes que una explicación "un conjuro". "La era de la burguesía se concibe esencialmente pacífica, universo del diálogo y de la negociación, del contrato", de ahí su tendencia a hacer de la violencia un abismo, un sin sentido, la evidencia de lo irracional, convirtiendo las relaciones sociales que se ocultan y transmutan su sentido en y con la violencia en simples perversiones cuando no en datos aislados de la biografía de los "más brutales" criminales.14

Aquí empata, aunque sea de modo muy artificial, la reflexión particular sobre el desarrollo de las ciencias sociales en Colombia con las preguntas más generales acerca de cómo la sociedad es movilizada por los procesos de conocimiento científico. Basta insistir en que la breve alusión a la violencia se utiliza como muestra de "los deseos y temores" que impiden a la sociedad burguesa y con ella al pensamiento racional dar cuenta de "sus servidumbres", reconocer sus mediaciones en la especificidad de ciertos fenómenos. No se insinúa que la razón este impedida "esencialmente" para desvelar "la sociedad que late en la violencia". Pero, se recalca que tal impedimento tiene en la auto imagen de la sociedad burguesa como una sociedad pacífica su más importante referente. Todo esto, aún sin desconocer que es esta misma sociedad burguesa la que "legitima el conflicto", la que recalca su carácter "constructivo", aunque eso sí restringiéndolo a los límites sociales que aseguran que la reproducción de la vida material no sea transformada y que tampoco pueda transformar las condiciones estructurales de la sociedad. El conflicto

11 Un análisis de las estrechas relaciones entre lo que se conoce hoy como razón y/o pensamiento racional y las características propias de la sociedad burguesa, puede leerse en Horkheimer y Adorno, "Sobre el concepto de la razón", en Sociológica, Madrid, Editorial Taurus, 1966.

12 Norbert Elías, "La sociedad...", pág. 98.

13 Una discusión detallada de estos problemas y de lo

tranquilizante que resulta referir las dificultades para conocer lo social a supuestas esencias del objeto (impredecible, mudable...humano) puede verse en Norbert Elias, Compromiso y...

14 Fernando Escalante, La política del terror. Apuntes para una teoría del terrorismo, México D.F., FCE. 1986, págs. 36-37 y 40.

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se acepta e incluso se promueve porque al estar perfectamente encuadrado en los márgenes de lo existente se revela altamente inofensivo y muy terapéutico.15

Y es que en el estudio del conflicto como en la consideración de la violencia, hay algo desalentador en la certeza de que nuestra versión del terror, tiene, al cabo, mucho de sedante; sin duda tranquiliza poder señalar en lo terrible una aberración, pero...tales terrores no son más que espantajos, coartadas que nos construimos para no reconocer que convivimos con el espanto,... que ha sido fácil dejar al mal afuera (para) vivir el mito de la inocencia social… NO existe el seguro cerco de la sin razón como un mundo aparte: si hay monstruos, son nuestros monstruos, producto (inevitable) de nuestra forma de la razón, producto -a

15 Que la sociedad burguesa legitima el conflicto ha sido sostenido por distintos autores. Véase Albert 0. Hirschman, "Los conflictos sociales como pilares de la sociedad de mercado" en Revista La Política. Liberalismo, comunitarismo y democracia, No.1, Buenos Aires, Paidós, 1996. Ahora bien, una critica a esa supuesta legitimación del conflicto, por su carácter inofensivo y su "hipostaseasión como una categoría formal de la sociedad, independiente de su fundamento y su contenido social especifico..." puede leerse en Theodor Adorno, Introducción…

fin de cuentas de intereses y pretensiones bien tangibles—,16

Se insiste entonces en que las ciencias sociales en Colombia tienen que desnudar la sociedad que vive en y de la violencia, "liquidar el sentido común" y los dulces eufemismos que, escondidos tras los deseos y temores sociales más íntimos, imaginan una "gente de bien" que es sorprendida y mancillada en su "lastimero bienestar" por las descarriadas "fuerzas oscuras", por "elementos desconocidos". La brutalidad, la sinrazón, lo "inhumano"... no pueden seguir siendo los desvanes con que la sociedad pretende hacerse inteligible.

Es preciso tomar distancia respecto de las construcciones sociales, tomar sus temores como indicios útiles, no como apoyo y límite del análisis. Es preciso iniciar la discusión donde suele concluirse, en la revelación del último absurdo del artificio de la Razón, del orden: desfondarlo para reconocerlo...17

De ahí que se insista en que la sociedad, de la mano de las ciencias sociales, tiene que pensar la violencia como una forma particular en que se expresan y actualizan las tensiones de un entramado que encuentra en ella el límite de su sentido.

Ahora bien, esta insistencia en que la vinculación ciencias sociales - sociedad debe ocuparse de "penetrar" la violencia, no desconoce los múltiples trabajos que desde hace más de 30 años hacen de ella un objeto de pensamiento. Un recorrido sugestivo de las vías interpretativas por las que la sociedad colombiana ha tramitado su comprensión de la violencia puede leerse en la contribución de Carlos M. Ortiz a la compilación sobre historiografía de Colombia.18 En tal trabajo, el autor logra mostrar los desplazamientos y las tensiones sociales y políticas que enmarcan y dan sentido a las lecturas de la violencia en términos de "sujetos de inculpación", causas, autores y banderas partidistas. También es pertinente revisar \a discusión que Ortiz hace de las lecturas dicotómicas de la violencia que contraponen al "complot comunista internacional de subversivos", un "Estado represivo-autoritario" y que en últimas enfrentan una "violencia buena" con una "violencia mala".19 Y es que el autor logra diferenciar, sin

16 Fernando Escalante "La política..." 17 lbid. 18 Carlos M Ortiz,, "Historiografía de la violencia" en La historia

al final del milenio. Ensayos de historiografía colombiana y latinoamericana Bogotá, Editorial Universidad Nacional, 1994, tomo 1.

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proponérselo explícitamente, los deseos y temores que están arropados bajo esta lectura de los fenómenos violentos y que según su propia autocrítica hacen que la academia responda a los tabús de ciertos sectores de "derecha", con los tabús propios de la "izquierda":

En nuestros medios universitarios queríamos rasgar ese tabú <que los paramilitares eran una "violencia buena" frente a la insuficiencia del Ejército y los abusos de la guerrilla>, denunciar tales grupos, pero esta información también la leíamos en el viejo esquema guerrillas-ejército-Estado, en una lógica binaria: los paramilitares hacen parte de la violencia "mala", son los de la derecha (la violencia buena obviamente es la que pertenece a la izquierda), y como tales hacen parte orgánica del Estado-Ejército,...20

Aún, en nuestras lecturas de las formaciones histórico sociales sobrevive parte de esta contraposición entre "violencias buenas y malas", entre violencias defensoras "sin más" del stato quo y violencias ya no tan revolucionarias, pero si interesadas, esencialmente, en transformar la sociedad. Sin negar el momento de verdad que seguramente le cabe a estas lecturas de los hechos violentos, y teniendo como antecedente la importante autocrítica que Ortiz y otros han emprendido, se observa que las ciencias sociales del país están intentando pensar de otro modo las violencias.21 En palabras que hacen eco a los reclamos de Escalante antes citados, los compiladores de una reciente publicación sobre violencias insisten,

hemos tratado de ir más allá de la victimización del hecho violento, pues estereotipa las condiciones y los sujetos. Supone que paz y violencia, conflicto y armonía, son tan sólo categorías morales y se encuentran como opuestos en la vida social. En efecto, toda sociedad delimita, con mayor o menor ambigüedad,

lo que considera agresión inaceptable o antisocial y al hacerlo traza límites morales y diseña sistemas de sanción y de castigo para los infractores. Pero el analista no puede mirar tan sólo a través de ellos, so pena de diluir la especificidad social y psicológica de los hechos violentos y caer en la bipolaridad simplista.22

19 Ibíd, especialmente, pág. 407-410. 20 El texto que esta entre<>es añadido por nosotros para mejorar la

comprensión de la cita. El texto entre () procede del original. Ibíd, pág. 408

21 Véase por ejemplo la reseña de la colección Sociedad y Conflicto publicada por CINEP, y la discusión sobre la manera como en ella se piensa el vínculo poblamiento-conflicto social y violencia. Ingrid Bolívar, "La construcción de referentes para leer la política" en Una opción y muchas búsquedas CINEP, 25 años, Bogotá, CINEP, 1998. También es importante destacar los distintos trabajos de María Victoria Uribe, pero sobre todo sus esfuerzos por hacer que el pensamiento enfrente las masacres como expresión de lo social. Véase "Matar, rematar y contramatar. Las masacres de la violencia en el Tolima (1948-1964)" en Controversia, # 159-160, Bogotá, CINEP, 1990.

Distintos autores han insistido en las múltiples

racionalidades, sentidos y pautas de acción que convergen en la acción violenta. Al mismo tiempo, han señalado las dificultades para que el concepto de cuenta cabal de un fenómeno que está siempre presente, que es constitutivo de la vida social y que participa de ella aún cuando se manifieste como un tipo particular de ausencia, como un límite de lo social. Las publicaciones recientes revelan el interés por

22 Jaime Arocha, Fernando Cubides y Myriam Jimeno, "Introducción" en Las violencias: inclusión creciente, Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional, Colección CES, 1998.

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configurar un mapa que haga inteligible las violencias pero que atienda tanto al descentramiento de la política, como a las figuraciones que se están tejiendo entre lo público y lo privado. Se intenta, en parte, ir "contra la marea",23 "sorprender" la forma en que se piensa la violencia recordando que la definición weberiana del Estado "como una comunidad humana que se arroga (con éxito) el monopolio del uso legítimo de la fuerza física dentro de un territorio dado" es cuando menos históricamente debatible.24 Se trata, entonces, de reconocer en la violencia un problema que exige al pensamiento dar cuenta de las estructuras, de la objetividad de lo social, pero también de la manera como los actores configuran el sentido particular de su acción. Y es que descubrir la violencia como proceso en el que la sociedad se da límites y construye una imagen de sí misma, exige ver a los actores armados, como actores colectivos, como redes de poder, pero también como agentes racionales. Así, se busca reconciliar analíticamente la mirada sobre la estructura y la perspectiva del sentido, reconocer esbozos de movimiento social, pero discutir también con el agente racional, mirar de frente las representaciones sociales, los imaginarios y los discursos, pero no volverlos falsos o "mera ideología" al contraponerlos a los tipos de estrategia y las fuentes de financiación.25 En últimas, se trata de recordar que "la sociedad es contradictoria y sin embargo, determinable; racional e irracional a un tiempo, es sistema y es ruptura, naturaleza ciega y mediación por la conciencia".26 Condiciones todas que son movilizadas y potenciadas por el hecho violento, que tientan al pensamiento y a la sociedad a quedarse en un espacio de relación social en el que sea posible huir de las contradicciones... Y es que nada como la

violencia permanece apuntalado en los lugares liminales de lo racional y de lo incomprensible. Permitir que el análisis de la violencia disuelva, diluya, las contradicciones propias del "objeto" en la coherencia intrateórica es olvidar que "la sociedad que no se reconoce en la violencia, la hace, consecuentemente irreconocible".27

23 Maria Emma Wills, "En contra de la marea o sobre cómo las violencias, a veces, producen democracia" en Revista de Estudios Sociales, # 1, Bogotá, Uniandes y Fundación Social, 1998.

24 Charles Tilly, Coerción, capital y los Estados Europeos 990-1990, Madrid, Alianza Editorial, 1992, pág. 113. Véase también Elias, El proceso de la civilización....Especialmente el capítulo dedicado a la génesis social del Estado.

25 Una discusión pertinente sobre las principales características de las dicotomías analíticas e históricas con que se ha venido reflexionando sobre la violencia en el país puede leerse en Teófilo Vásquez, "Un ensayo interpretativo sobre la violencia de los actores armados en Colombia" (borrador), Mimeo, Bogotá, ICAN-CINEP, 1999 (Sin publicar).

26 Theodor Adorno, "Sobre la lógica de las ciencias sociales" en La disputa del positivismo en la sociología alemana, varios autores, Barcelona- México D.F, Ediciones Grijalbo, 1973, pág.122. Primera edición en alemán 1969.

27 Escalante, "La política..." pág 14.

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Debate

Opiniones sobre la historia de las ciencias sociales en Colombia

Jaime Jaramillo Uribe, Carlos Gaviria, Orlando Fals Borda, José Rodríguez Valderrama y Fernando Cepeda Ulloa

En esta ocasión, además de las colaboraciones sobre cada una de las disciplinas que se publican en la sección Dossier de este número y del siguiente, se ha querido recabar la opinión de algunas de las figuras más representativas.

¿Cuáles son, según su impresión, los rasgos centrales del desarrollo de su disciplina en Colombia hasta el presente y cuál es la situación actual? ¿Corresponde a lo sucedido en las ciencias sociales?

Jaime Jaramillo Uribe, historiador, profesor Departamento de Historia Universidad de los Andes: En la historia de nuestra historiografía podríamos establecer cinco etapas. La primera, que podríamos llamar tradicional, comienza, para establecer una fecha, después de la Independencia nacional, de la cual algunos intelectuales y hombres públicos que fueron actores de ella hicieron relatos históricos. Por ejemplo, José Manuel Restrepo, el llamado por antonomasia "el historiador Restrepo", que escribió la Historia de la revolución de independencia, o el Coronel Joaquín Acosta que escribió una Historia del descubrimiento y colonización de la Nueva Granada. La segunda etapa corresponde a las obras escritas por los miembros de nuestra Academia de Historia, personas de profesiones variadas, generalmente abogados, letrados, periodistas, rentistas, en fin, profesionales de diferentes áreas, que realizaron una encomiable labor de fomento del interés por la historia. De la Academia salió un buen número de obras útiles, escritas por personas de mucho mérito intelectual, pero que no poseían lo que denominaríamos una formación científica y profesional y una dedicación completa a la investigación y la enseñanza de la historia. Esa etapa duró hasta una fecha que podríamos señalar en 1940. La tercera etapa, que podríamos llamar "reformista", comienza aproximadamente en la fecha mencionada, es decir, en 1940. Está señalada por la aparición de ciertas obras como Economía y cultura en la historia de Colombia de Luís Eduardo Nieto A., Industria y protección en Colombia, de Luís Ospina Vásquez, De los chibchas a la colonia y a la república de Guillermo Hernández Rodríguez, Rafael Nuñez y más tarde Los grandes conflictos económicos de nuestra historia de Indalecio Liévano Aguirre y finalmente varias obras de historia colonial de Juan Friede, entre las cuales podríamos mencionar El indio en la lucha por la tierra y Los quimbayas bajo la dominación española. Pero en este caso también podríamos decir que se trataba de amateurs en el mejor sentido de la palabra, pues Nieto era abogado, lo mismo Hernández Rodríguez e Indalecio Liévano, Luís Ospina Vásquez había estudiado Ingeniería Industrial en los Estados Unidos y Juan Friede, aunque había hecho fragmentarios estudios universitarios, había venido al país como comerciante. La cuarta etapa se inicia con la fundación de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, bajo la rectoría de Gerardo

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Molina en 1942-46 y para el caso de la historia económica, con la creación del Instituto de Ciencias Económicas que en un principio dirigió Antonio García y que más tarde sería elevado a la categoría de Facultad. Allí se establecieron varias cátedras de historia. Luego, a partir de 1950 y sobre todo en la década del sesenta, se creó, en la Facultad de Filosofía el departamento de Historia y se fundó el Anuario de historia social y de la cultura. Este proceso culminó en años recientes con el establecimiento de la carrera de historiador. De allí salió la primera generación de historiadores en sentido estricto, entre ellos los principales colaboradores del Manual de historia de Colombia (3 Vol.), publicado por iniciativa de Gloria Zea, quien entonces dirigía el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, manual que algunos críticos consideran como el punto de partida entre nosotros de la llamada "Nueva Historia". La quinta etapa, muy reciente, está caracterizada por la amplia producción del grupo ya mencionado. A los temas de la historia económica, la social y de la cultura, se han agregado temas muy sofisticados como la historia de las mentalidades, la historia urbana, etc. Siguiendo las huellas de la Universidad Nacional, se han establecido departamentos de historia en otras universidades como la Javeriana, los Andes, la de Antioquia, el Valle, etc. En la historia se ha producido, pues, un proceso similar al que se ha dado a partir de la década del cincuenta en la economía, la sociología, la antropología, la filología y la ciencia política. Es decir, un proceso de especialización y profesionalización.

Carlos Gaviria, abogado, magistrado de la Corte Constitucional y catedrático: A mi juicio el derecho (como disciplina del conocimiento), ha tenido un precario desarrollo en Colombia, hasta fecha muy reciente. Creo que esta afirmación choca con una fuerte tendencia, muy nuestra, a sobrevalorar personas y obras. Salvo unas pocas obras pioneras y algunas otras significativas en cada una de las disciplinas particulares (me abstengo de nombrarlas para no herir susceptibilidades), la literatura jurídica colombiana podría desaparecer sin que el derecho sufriera mengua. Creo que en la actualidad el ambiente académico es bastante mejor y, me atrevo a decir, promisorio. Hay un buen número de juristas jóvenes, sintonizados con lo que ocurre en el resto del mundo, con una visión nueva, más fresca, de la experiencia jurídica, y en posesión de mejores herramientas mentales que las que hemos usado sus predecesores. Me parece que, en términos generales, la situación es similar a la del resto de las ciencias sociales aunque me inclino a pensar que a partir del

momento en que éstas empezaron a separarse del derecho, que muchas veces fue su origen o su motor, ganaron su identidad y se hicieron más rigurosas. Encontraron su rumbo más rápidamente que su progenitura. Resultaría prolijo conjeturar aquí las razones del hecho, pero tengo la convicción de que es así.

Orlando Fals Borda, sociólogo, profesor del IEPRI de la Universidad Nacional de Colombia: En 1959, cuando se profesionalizó la carrera entre nosotros, la sociología enfocó de preferencia el mundo rural y se vinculó a planes de desarrollo social tales como la reforma agraria y acción comunal. Se enfatizó la investigación sobre realidades políticas y económicas, regionales y nacionales. Se establecieron fuertes vínculos con colegas latinoamericanos, norteamericanos y europeos. En décadas siguientes, se fueron diversificando los intereses de la carrera para incluir ramas como la sociología industrial y urbana y de la cultura, y aspectos teóricos. La necesidad de reenfocar la problemática nacional, en especial la violencia y la descomposición social, fue abriendo campo desde los años setenta a metodologías no ortodoxas, como la investigación-acción, IAP, escuela que se ha venido integrando a la docencia formal a nivel universal y también aquí en Colombia. No creo que este desarrollo se asemeje a lo ocurrido en otras ciencias sociales en las que percibo tendencias más estables o clásicas, como la economía, la psicología y la geografía. No obstante, el ascenso reciente de una polito logia interdisciplinaria me parece destacable. José Rodríguez Valderrama, psicólogo, profesor de la Universidad Nacional; Fundador del Servicio Nacional de Pruebas del ICFES: Puedo hacer un comentario acerca de cómo he visto la psicología. Esta ha sido ante todo una psicología profesional en Colombia. En cuanto a su relación con el conjunto de las ciencias sociales, no estoy tan seguro que la psicología sea necesaria y exclusivamente una ciencia social y si es así, no sé hasta donde puede estar ligada con el desarrollo de las ciencias sociales. En Colombia cuando nació la psicología no estaba para nada ligada a las ciencias sociales. La psicología nació ligada a la medicina; dentro de eso muy rápidamente se volvió un aspecto específico hacer mediciones antropométricas o mediciones de características humanas psíquicas y psicológicas. El énfasis en medición la hacía mucho más cercana a la medicina y luego a la educación. Al acercarse a ésta, pienso que fue el momento en que empezó a aparecer como algo que podría ser considerado como una ciencia social. Como las personas que formaban psicólogos venían de dos vertientes: del campo de la

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medicina y del campo de la filosofía y la educación, rápidamente salieron esas dos vertientes. La vertiente de la medicina era más una vertiente psiquiátrica pero rápidamente pasó a tener un enfoque psicoanalítico, y coexistía con éste el enfoque cuantitativo de la medición que tendía a acercarse al campo de la psicología educativa. Esos dos orígenes iniciales, en la medición y en la parte clínica derivada del psicoanálisis, marcaron los comienzos y el desarrollo de la psicología durante buen tiempo, hasta que llegó el aporte de los conductistas del comportamiento que trajeron otro enfoque que se llamaba en ese momento un enfoque más científico en contraposición a otros. Aquí pienso que hubo otra etapa, la etapa del desarrollo de la psicología comportamental que me parece que marcó un rumbo importante en la psicología en la década de fines de los sesenta y los setenta y vino después el impulso de los psicólogos cognitivos, los cuales buscan ahora congraciarse e integrarse con los del enfoque comportamental. En cuanto a la relación de la psicología con las ciencias sociales, ella podría parecer una especie de puente entre lo biológico y el área social; un puente que va de desde lo biológico hasta lo exacto y matemático. El enfoque general del comportamiento me parece que cabe más dentro de la disciplina de las ciencias que en las ciencias sociales. Aquí en Colombia la psicología no está considerada legalmente como ciencia social ya que es vigilada en su ejercicio profesional por el Ministerio de Salud y el consejo profesional está adscrito a ese Ministerio y el ejercicio está dado como una de las ciencias de la salud.

Fernando Cepeda Ulloa, abogado y politólogo, profesor de la Facultad de Administración de la Universidad de los Andes: La ciencia política en Colombia tuvo una ventaja al haber nacido en una universidad privada de prestigio, como los Andes. La historia sería otra si hubiera surgido en otro tipo de universidad. Tuvo, además, una posibilidad de desarrollo y de consolidación académica en virtud del hecho de que las personas que trabajamos inicialmente renunciamos al activismo político. Habría sido imposible consolidarla si se hubieran mezclado las dos cosas. Adicionalmente, los profesores de ciencia política no se fueron a trabajar al sector público, en eso hubo generosidad de varias personas lo que facilitó darle un lugar a la disciplina. Fue importante, también, el hecho de que hubiera nacido antes que la Facultad de Derecho. No fue un producto de esta facultad, sino quizás lo contrario. La Facultad de Derecho fue una hija legítima de ciencia política, como lo fue el Centro de Estudios

Internacionales, CEI, y el Centro Interdisciplinario de Estudios Regionales, CIDER. Ese desarrollo de la disciplina en la Universidad de los Andes permitió su consolidación en la universidad y en Colombia. Así en la universidad se haya debilitado, como se ha debilitado el CEI, precisamente en los momentos en que el país más los necesita. En el desarrollo de la disciplina fue fundamental que el departamento comenzó con una buena dosis de investigación, no obstante las dificultades. En especial con dos: un banco de datos electorales y un estudio del comportamiento legislativo. En ambos casos fueron rigurosas, empíricas, bien fundamentadas y de carácter cuantitativo. Colombia tuvo una ventaja, desaprovechada, con respecto a otros países en cuanto a la ciencia política: el hecho de ser una democracia. En perspectiva histórica, se ha logrado apoyo, la población estudiantil crece constantemente, se ha logrado el financiamiento rutinario de Colciencias, lo cual es una innovación en América Latina. No obstante lo señalado, el departamento siempre ha sido débil económicamente. Aún más, en sus primeros quince años estuvo en tela de juicio dentro de la universidad. Se intentó cerrarlo en dos ocasiones, cosa que también ocurrió con el CEI y el CIDER. La ausencia de un presupuesto de investigación generoso es clave en este debilitamiento, porque este es un departamento que no se puede alimentar solamente de las clases. Como ningún otro departamento, tiene que estar atento a la realidad nacional y a la coyuntura política, no sólo como coyuntura sino como expresión de historia y de estructura. Y eso vale mucha plata. A diferencia del campo económico en el cual existen todos los mecanismos para el análisis: los datos, los elementos, las estadísticas, las instituciones, la dimensión política no tiene nada de esto. Es muy difícil, pues hay que inventar desde el primer dato. Esto complica pensar en una docencia relevante, pertinente, sin ese aparato investigativo. En un principio, ayudaron mucho los investigadores, los candidatos a doctorado que vinieron de Estados Unidos y Europa. Pero en la medida en que se ha reducido bastante su presencia por la situación del país, el departamento ha sufrido mucho. Entre otras porque esa era una fuente no contabilizada de recursos de enseñanza y de investigación. Y se ha debilitado en el momento en que se ha debido diversificar. Adicionalmente, el departamento no recibió el apoyo que merecía en el momento apropiado y en el momento en que Colombia más lo requería: del gobierno Barco para acá, cuando Colombia ha vivido simultáneamente una transformación y una crisis con la introducción de un nuevo modelo económico y de una nueva Constitución

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(un nuevo modelo político), a lo que se sumó la crisis del gobierno Samper y las dificultades en las relaciones con Estados Unidos. La ciencia política ha debido dar cuenta de todos estos asuntos. Sin embargo, no hemos podido jugar el papel que hemos debido jugar y por el contrario, instancias como el CEI afrontaron sus peores crisis. Esto resulta sorprendente, paradójico, inaceptable. La historia de la ciencia política en Colombia fue la del departamento hasta la creación del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia, IEPRI. Este instituto desbordó al departamento y por sus recursos pudo abordar temas que este no abordaba: violencia, drogas, relaciones internacionales. La disciplina, sin embargo, logró carta de ciudadanía, al punto de que incluso los que no lo son prefieren que los llamen politólogos. Por otra parte, si se mira a nivel regional se requieren centros de análisis político que miren la cuestión a este nivel, en sí misma y en relación con el centro y con el mundo. Esta última relación no la ven en las regiones. El estudio de la política local ha sido escaso y no hay una prioridad al respecto. En los estudios regionales está el antecedente del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia. Participé en su creación. Luego se suspendió y creo que lo reabrieron. Si ese Instituto hubiera funcionado, seguramente se hubieran podido ver las consecuencias políticas del problema de la droga. Igual en Cali. Probablemente no hubiéramos dejado llegar tan lejos un fenómeno que reventó el sistema político y el sistema económico. Hoy veo con preocupación que algo que comenzó como exótico, muy raro, ha dado lugar a una proliferación de programas en el país, sin que existan los recursos ni los elementos que se necesitan para que funcionen con el rigor requerido y menos en las condiciones que serían necesarias para asumir los riesgos que esta disciplina implica en un país como Colombia. Hay demasiados programas de docencia y muy pocos de investigación. Es un riesgo formar tanta gente de pregrado porque eso termina por desacreditar la disciplina. La ciencia política debería enseñarse a nivel de posgrado en Colombia. Así se tiene más madurez, más formación, conocimiento de otros campos. La ciencia política, aparte de que requiere un núcleo en ciencia política, debe ser una disciplina de formación en todas las demás disciplinas. Así se creó en los Andes como departamento de servicios. Por las razones anteriores, veo con preocupación esta etapa nueva en la cual está de moda. ¿Considera usted que en ese desarrollo ha primado una tendencia hacia el aislamiento disciplinar o hacia el establecimiento de vínculos estables que han permitido el trabajo inter, multi y/o transdisciplinario? ¿Sería deseable

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mantener esta tendencia? ¿Qué sugiere usted para mantener o modificar la tendencia o tendencias que identifica como prevalecientes?

JJU: En general, los nuevos historiadores están conscientes de la necesidad de colaboración con otras disciplinas sociales, y aún con otras no estrictamente sociales como la estadística. De ahí que, en los planes de estudio de la carrera de historiador se hayan incorporado disciplinas como la sociología, la economía, la ciencia política, la antropología, etc. Esta tendencia hacia la "interdisciplinariedad" ha resultado muy fecunda, pero no deja de tener sus peligros. Uno de ellos es que se pierda lo específico y propio de la historia, que en mi opinión es la temporalidad, el cambio histórico partiendo del pasado y moviéndose hacia el presente. Que se pierdan, en un enmarañado esquema de disciplinas y temas, aspectos históricos tan esenciales como los grandes conflictos que se suceden en torno al poder político o a otros tipos de poder, para dar algún ejemplo. De todas maneras, el historiador moderno tiene que tener contacto con esas disciplinas y ese es un criterio que no puede abandonarse, pero que debe manejarse con cautela. CG: El derecho ha vivido (nuevamente con pocas excepciones), en un aislamiento disciplinar casi absoluto, aunque un vano discurso tradicional, muy sintomático de su atraso, pregone otra cosa. El abogado que generalmente se ha propuesto como paradigma es el prototipo del diletante, con un conocimiento superficial de muchas cosas, pero desprovisto de rigor y método para aproximarse al área que le incumbe. Sólo en época muy reciente se ha replanteado, sobre bases epistemológicas, la posibilidad y conveniencia de una relación interdisciplinar. La circunstancia feliz de que algunos juristas jóvenes se hayan aplicado al cultivo de disciplinas como la sociología jurídica y la filosofía del derecho ha catalizado esa tendencia. Juzgo que una nueva concepción académica que se orienta hacia la práctica interdisciplinaria sobre fundamentos más sólidos resulta provechosa para todos y particularmente produce una oxigenación, demasiado urgente, para la jurisprudencia. Creo que lo correcto es mantener esa tendencia y alimentarla con proyectos de investigación que exijan y propicien enjuiciamiento de un mismo objeto bajo diferentes perspectivas. Ya existen centros de investigación muy conocidos, comprometidos con esa línea de acción. Pienso, además, que la realidad colombiana ofrece, en profusión, asuntos que demandan esa clase de examen. OFB: Como lo sugiero en la primera respuesta, el trabajo

interdisciplinario se está abriendo campo. Por allí se dibuja un futuro interesante y útil para todos (universidades y sociedad), que obligará a reorganizar a las instituciones con base en una diferente división del trabajo intelectual, inclusive formando nuevas disciplinas donde las actuales se tocan. Los defensores del statu quo se encuentran hoy a la defensiva, a causa de la crisis insoluble que crearon con sus técnicas y enseñanzas tradicionales. Estas hoy tienden a ser, en general, incongruentes con las necesidades colectivas más sentidas, u obsoletas desde el punto de vista científico. De allí el desgano con que las reciben los estudiantes y profesionales más exigentes. FC: En definitiva, la ciencia política ha sido un campo encerrado. Nos ha hecho mucha falta trabajar interdisciplinariamente. Hubiera sido una buena ruta, porque hubiera sido como colincharse de otras disciplinas y otros proyectos. Pero lo clave es que para la ciencia política era difícil este trabajo cuando las otras disciplinas eran cerradas. Adicionalmente, no se le reconocía al departamento todo el nivel académico pues era nuevo, sin doctorados. Se suponía que había otras unidades con mejor nivel. Creo que eso ha cambiado y ahora el desarrollo académico de la universidad es más homogéneo y, por tanto, resulta más viable la interdisciplinariedad. En la Universidad de los Andes, hubiera sido de esperar una mayor colaboración y cercanía con la Facultad de Derecho, sin embargo no fue así por la debilidad de dicha Facultad en materia de investigación. De otro lado, la relación entre economía y política tampoco se ha logrado por la resistencia de la Facultad de Economía a mirar la dimensión política. Esto genera un vacío que ahora se está sintiendo. A pesar de la creación del CEI y el CIDER, que apuntaban en esa dirección, la relación interdisciplinar no ha respondido a estos esfuerzos independientes. Esto es algo asociado a la Universidad, que aunque contempla la interdisciplinariedad no ha sido exitosa en facilitarla y crear esos espacios. Estos rasgos no sólo continúan, sino que se han agravado. Ha sido necesario crear esos focos disciplinarios y luego integrarlos ha sido muy difícil. Ahora bien, no se requiere que estén integrados en un solo centro, pero si que haya mecanismos de cooperación que funcionen. Se han dado procesos compartidos exitosos, pero incluso en estos casos se mantiene la distancia. Sorprende lo "recalcitrante" de esta característica. Pero la interdisciplinariedad va a ocurrir más, por necesidad. Hoy los economistas reconocen la importancia de la política y hasta se están robando el tema. Reconocen la importancia de lo jurídico, al punto de que los

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economistas hacen más investigación que la Facultad de Derecho sobre la justicia. Reconocen más temas políticos como el del desarrollo institucional o el de la violencia. El problema es si en el futuro se va a trabajar interdisciplinariamente o los economistas y los abogados van a asumir los temas. Y eso tiene problemas tremendos, porque hay deficiencias metodológicas y analíticas que afectan y debilitan los resultados. Pienso que hay una oportunidad que debería examinarse, plantearse, lucharse y lograrse. ¿Qué tipo de vínculos ha establecido su disciplina en Colombia con el desarrollo de al disciplina a nivel mundial? ¿Hay contactos permanentes, interrelación estable, o se ha caracterizado por el aislamiento y

provincianismo propio del mundo cultural colombiano? ¿Corresponden estos rasgos generales a los de las ciencias sociales colombianas en general?

JJU: Tengo la impresión de que en el campo de la historiografía, como en muchos otros campos, nuestra posición sigue siendo bastante insular. Sin embargo, en materia de contactos con el exterior se han hecho en las últimas décadas significativos progresos. Por ejemplo, en el caso de la historiografía, muchos colombianos han ido a Francia, a Inglaterra, a los Estados Unidos y en menor medida a Alemania a realizar estudios de postrado y a obtener doctorados. En lo que se refiere a la historia en este aspecto, deben destacarse los historiadores que han pasado por la Escuela de Altos Estudios de la Universidad de París, y que han recibido la influencia de la Escuela de los Anales. Además, un buen número de doctorados obtenidos en universidades americanas e inglesas, particularmente en historia económica, han fertilizado nuestros estudios. Lo mismo podríamos decir de Inglaterra, que tiene (y ha tenido siempre), una vigorosa e innovadora historiografía. En este campo, por ejemplo, han sido muy fecundos los contactos con la Universidad de Oxford, gracias sobre todo a la actividad del historiador Malcolm Deas, uno de los más activos colombianitas del Reino Unido. También hemos tenido otra forma de contacto que ha sido muy provechosa para nuestros estudios históricos. Me refiero a la presencia entre nosotros de un buen número de investigadores norteamericanos, ingleses y en menor medida franceses y alemanes que han escogido la historia de Colombia como especialidad. La lista sería bastante larga y se correría el peligro de excluir nombres. Pero en realidad, estos contactos han sido más individuales que institucionales. Para concluir, creo que los nuevos historiadores colombianos no viven hoy tan aislados de las corrientes del pensamiento histórico universal como antaño, y un poco como ogaño. Que el provincialismo se ha superado en buena medida y que lo mismo se ha logrado por los economistas, los sociólogos, los politólogos, etc. Desde luego, todo lo que represente avances en este aspecto será conveniente y fecundo para nuestras ciencias sociales y para nuestra cultura. CG: A mi juicio, esos vínculos no se han establecido como sería deseable, entre una comunidad científica (la de los juristas colombianos), y las comunidades homólogas de otros países, sino entre personas singulares (y pudiera decirse que un poco insulares), destacadas en su campo y sus pares de otras latitudes. Esa circunstancia ratifica el hecho de que hasta ahora no ha existido propiamente, en Colombia una comunidad científica (uso la expresión

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en un sentido bastante convencional), de juristas, aunque sería injusto y contrario a la realidad desconocer que siempre ha habido exponentes muy destacados en las distinta áreas del derecho, con reconocimiento internacional. No me siento autorizado para emitir un juicio acerca de la situación en el campo de las demás ciencias sociales, aunque mi percepción de observador externo me dice que es un tanto mejor. Creo que en torno a la sociología, a la antropología y a la historia, verbigracia se han conformado comunidades científicas más consistentes que en torno al derecho. No es sorprendente que en un país económica y culturalmente atrasado las comunidades científicas, en todos los campos, apenas se den embrionariamente, pero me parece que en el derecho el fenómeno es aún más acentuado por razones relacionadas con el carácter contingente y local de su objeto y la manera como tradicionalmente se ha tratado. OFB: Desde el principio de la carrera ha habido vínculos de intercambio con universidades y otras entidades extranjeras, y en la Asociación Internacional de Sociología algunos colombianos hemos asumidos posiciones de dirección. Bogotá ha sido sede de muchos congresos y seminarios latinoamericanos de sociología. Quizás el acontecimiento reciente de mayor envergadura en este campo fue el octavo Congreso Mundial de Investigación Participativa (IAP), que se realizó en Cartagena en 1997, con el auspicio de nuestras instituciones. No veo pues síntomas de provincianismo en nuestra carrera. Al contrario, percibo que a nuestro país se le toma en cuenta a nivel hemisférico y mundial en lo que tiene que ver con nuevos desarrollos metodológicos y de orientación en ciencias sociales. Esto puede constatarse en los últimos manuales universales sobre nuestros temas, y en la producción de artículos en las revistas profesionales de circulación mundial. JRV: Yo creo que la psicología aquí ha tratado de ser mas profesional. No veo que en Colombia haya todavía mucho desarrollo distinto del profesional, bueno claro que hay muchos proyectos de investigación, pero me parece que básicamente es un campo profesional y un campo aplicado. En Colombia la psicología ha estado muy aislada de la psicología mundial, tal vez todavía puede ser falta de desarrollo, pero fuera de los esfuerzos individuales de tres, cuatro psicólogos no creo que sean más los que han tratado de integrarse al concierto internacional y mundial de la psicología. Los demás hacen una psicología muy aislada sin tratar de vincularse a organizaciones internacionales aunque están enterados de lo que se hace en otros países. En el país hay más un

ejercicio profesional que un desarrollo de la disciplina. Es simplemente un área aplicada que está teniendo mucho éxito y está atrayendo mucho a los jóvenes colombianos. La psicología hace años que viene entre las diez carreras preferidas por los bachilleres y en la Universidad Nacional está en el cuarto lugar. La psicología no está produciendo respuestas a los problemas que tenemos en el país, lo cual se debe, en parte, a que la educación avanzada en psicología sigue siendo muy incipiente. Hoy en día no hay formación seria en postgrados que pueda generar un doctorado en psicología; no es simplemente hablar del nombre, sigue siendo mas una formación de profesionales. FC: En la década de los años ochenta y en la de los noventa se debilitaron esos nexos. Mucho tuvo que ver con la propia crisis resultante de los movimientos estudiantiles dentro de la universidad, en los diez años de crisis que vivió la universidad. A estos se sumaron las dificultades provenientes de los problemas de inseguridad, que afectaron la posibilidad de que vinieran profesores jóvenes visitantes. Siempre me interesó traer jóvenes profesores norteamericanos, ingleses -que hubo muy pocos-, franceses y alemanes. Me parecía que era necesario compensar la tendencia del departamento que siempre fue muy americana. Siempre hubo grupos de estos profesores y se trabajaban los mismos libros que se utilizaban en las universidades norteamericanas, por eso no había dificultades para las transferencias. El material era conocido. Desgraciadamente, esos vínculos internacionales se debilitaron. A primera vista es la sensación que se tiene. No estamos aprovechando la red de personas que tuvieron nexos con el departamento, pero no se están buscando sistemáticamente. Sé lo difícil que resulta esto ahora, por las condiciones del país. Además Colombia se volvió un país muy caro, más que los Estados Unidos. Antes no, un estudiante extranjero podía vivir muy bien en Bogotá. Pero hoy es más caro vivir en Colombia que en Washington. Para un profesor joven es complicadísimo. Venían a vivir bien, ahora mal. Ahora bien, en términos de las tendencias teóricas y metodológicas, siempre he creído que en el departamento debe haber un equilibrio entre la metodología rigurosa y las aproximaciones no estrictamente metodológicas. Por una sencilla razón, porque en Colombia no hay plata para pagar los estudios que se requieren. Nuestro deber como académicos es buscar caminos alternativos que mezclen algo del rigor metodológico con algo de intuición de los estudios políticos. No tenemos los recursos para hacer un estudio sobre Congreso cada cinco años como deberíamos. Por

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eso tenemos que aprender a ser rigurosos y a manejar, simultáneamente, métodos heterodoxos. Soy partidario de que al estudiante se le exija rigor y cierta metodología como parte de su formación. Pero no hay que amarrarlo. Esta es la evolución natural de la disciplina, aunque su vocación sea el mayor rigor metodológico. Hay que hacer unas concesiones.

En este sentido, el primer problema que tuvo el departamento fue demostrar que la ciencia política no era derecho, donde había una tradición más que centenaria al respecto que los igualaba. Lo segundo fue demostrar que tenía un rigor creíble. En esto el enfoque marxista le hacia daño a la disciplina porque nos colocaba en una situación muy difícil para su consolidación. Ahora, que hubiera un enfoque pluralista en el departamento me parece vital. El monopolio de una sola aproximación, de un solo enfoque, me parece fatal. Hay que reconocer, sin embargo, que la disciplina, incluso en Estados Unidos, está en un problema teórico y metodológico. Está en una especie de crisis que no sé si ha visto bien aquí. Como que llegó un momento en que la cuestión suena repetitiva, no se avanza, hay un problema. Y luego hay un mundo completamente nuevo que requiere nuevas maneras de ver el fenómeno político. Como es por ejemplo el fenómeno de la globalización, que sin duda afecta a todo los países y a Colombia, no obstante su parroquialismo, mucho más que a otros países latinoamericanos. Y ahí la ciencia política se ha quedado. No ha hecho la interpretación sobre la relación entre la globalización y los fenómenos políticos internos. Los problemas colombianos actuales pasan por el tema internacional: corrupción, derechos humanos, paz, violencia, medio ambiente. Por eso me parece tan fundamental la relación del departamento con el CEI. Y la relación con derecho, porque el problema institucional de Colombia es formidable y hay que enmarcarlos en el tema jurídico, en el tema administrativo, en el tema político y por supuesto en el tema internacional. Esto se ha hecho más difícil, antes era más fácil. Como nunca el país necesita estos estudios. Para mi ahora hay dos enfoques, el institucional y el de gobernabilidad. Partidos políticos, grupos de presión, comportamiento electoral, Congreso, todos en relación con la gobernabilidad, como problema eje. No para ponernos a la moda, sino asumiendo de verdad el tema. El enfoque es institucional. No sólo lo formal, sino las reglas. Ahí se puede dar un paso enorme, que implica un cambio en las lecturas, bastantes cambios y difíciles. Pero aquí este es el tema.

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Municipios y Regiones de Colombia

Una mirada desde la sociedad civil

Fundación Social Ediciones Antropos, Santafé de Bogotá, 1998,427 páginas, 96 mapas en color CD-ROM (contiene las bases de datos utilizadas en el estudio para 1052 municipios colombianos) Clemente Forero Pineda Presidente del Consejo Nacional de Planeación Facultad de Ciencias Económicas y coordinador del postgrado en Economía de la Universidad Nacional, exdirector de Colciencias. Tuve la suerte de que, por distracción y por entusiasmo, no empecé la lectura de este libro ni por el índice ni por las conclusiones, como recomiendan los expertos en lectura rápida. Eso me llevó a un itinerario lleno de sorpresas y a formarme una idea global del libro sólo al final. También me permitió hacer unas reflexiones que, más que un juicio u observaciones al trabajo, son paralelas al texto, hechas desde la perspectiva de quien ha abordado los temas de la vida municipal y regional, y el entrelazamiento entre los espacios territoriales, desde la teoría; y, por otro lado, tiene la convicción de que un próximo plan de desarrollo debe centrarse en una estrategia para la recuperación de la vida municipal.

Me limitaré a reportarles algunas reflexiones que he hecho sobre el enfoque del libro, especialmente sobre su conceptualización de lo regional, y otras más sobre lo que, especulo, puede ser el proyecto político que anima estos valiosos trabajos; a hacer algunos comentarios sobre los resultados de la exploración de la sociedad civil en Colombia que se propone en el libro; y concluiré finalmente con una breve apreciación global sobre el colosal trabajo que nos ha entregado la Fundación Social. Haré algunas referencias puntuales a algunos de

los trabajos, injustas con los que no mencionaré, porque debo confesar que también me enriquecieron sobre temas que decidí no abordar para no hacer el hilo demasiado largo. En un reciente trabajo del Consejo Nacional de Planeación, la Trocha Nacional Ciudadana, se aventura la hipótesis de que los tres problemas centrales de nuestra nacionalidad son la estrechez de los canales democráticos, el estrangulamiento de lo público y el ordenamiento territorial. Los tres convergen en el enfoque que nos propone el proyecto de investigación dirigido por Libardo Sarmiento.

El ordenamiento territorial en Colombia A veces uno se pregunta cómo han podido sobrevivir estos estados napoleónicos, centralizados y divididos por comportamientos con ejércitos burocráticos de ocupación de los distintos territorios. Y se ve obligado a adelantar hipótesis interpretativas de la persistencia de esta institución, basadas en las peculiaridades de nuestra historia. La Constitución de 1886 puede ser vista como un Pacto que erigió una esfera nacional de la política, no sólo por encima de la vida regional y local, sino insensible a esos espacios. El poder se centralizó en el ejecutivo y el legislativo se convirtió en correa de transmisión con las regiones, dando lugar a lo que casi un siglo después caracterizaríamos como clientelismo: el intercambio de favores, por intermedio de los parlamentarios, entre el poder central omnímodo y los habitantes de las regiones. Para sobrevivir y hacerse viable económica y políticamente (minimizar costos de transacción, como decimos ahora los economistas), el centralismo necesitó concebir como primogénito al clientelismo. Y, a pesar de

haberse impuesto en el sagrado nombre de la unidad nacional no impidió, como lo recuerda Rodrigo Escobar con frecuencia, la secesión de Panamá. Ni tampoco las guerras civiles de comienzos, cuartos, mediados y fines del siglo XX en Colombia. El recurso metodológico a la complejidad, que proponen los autores, es un paso fundamental que trasciende el plano del abordaje científico y tiene implicaciones fuertes en los proyectos políticos. Uno de los postulados de ese nuevo paradigma es el que sugiere una relación entre lo micro y lo macro que supera la simple agregación, e introduce fenómenos que involucran una gran diversidad de formas de relacionamiento, que con frecuencia modelamos como procesos estocásticos, en una clara muestra de humildad frente a la complejidad. Lo importante es que hemos dejado de agregar con sumas y de considerar la jerarquía como el único orden posible, dándole espacio a las redes y a interacciones mucho más ricas que la simple jerarquía. Aquí haré la primera de unas muy pocas observaciones sobre los instrumentos estadísticos disponibles en Colombia para abordar un estudio como el propuesto: si concentramos nuestra atención en las relaciones, debemos desarrollar instrumentos estadísticos que permitan ver mejor las relaciones entre las unidades, por ejemplo entre los municipios o entre las regiones, porque los que tenemos se centran en las características de cada unidad y dejan totalmente de lado la manifestación estadística de las relaciones.

Autores citados en el libro conciben la región como una población que comparte un territorio y una complejidad estructural. Pienso que también es una historia, como se reconoce, pero igualmente un

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proyecto de futuro. Se enriquece una visión como éstas con el punto de partida que propone Jesús Martín Barbero, según el cual la región no se define por la homogeneidad sino por la articulación de las diferencias. Pero aunque los instrumentos estadísticos no logran captar esas articulaciones y conexiones, el enfoque histórico propuesto en el planteamiento metodológico del libro, y puesto a funcionar en varios de sus capítulos de aplicación, remedia en buena parte la deficiencia de nuestras estadísticas. El proyecto político Al introducir la complejidad como forma de abordar las relaciones internas de una nación, se vislumbra un proyecto político. ¿Cuál es? Es precisamente el que ve a la región, y aún a las localidades, como sujetos del proceso de crecimiento y desarrollo, alimentándose de la observación histórica de que el crecimiento económico no tiene una dinámica ni nacional ni local, sino regional, en unos hechos estilizados que se pueden sintetizar así: una región entra en relación directa con el mercado internacional y vive un episodio de rápido crecimiento; luego se dan vertimientos de los beneficios de ese crecimiento a las regiones circundantes, mediados por las reglas de un Estado nacional; terminado el episodio de esta región, surge otra región en otro envión provocado por la demanda del mercado internacional.

Se trata del proyecto político que animó las reformas de la década de los años ochentas y la Constitución de 1991, en materia de ordenamiento territorial. Es el proyecto de las autonomías y el que desde ya propone ajustes al proceso descentralizado, con miras a incorporar en él dos componentes (autonomía y participación ciudadana),

absolutamente cruciales para que la descentralización no sea simplemente de la ejecución sino de las decisiones, y para que no conduzca tampoco al establecimiento de un reino de pequeñas satrapías sin control ciudadano directo. Se trata del proyecto que ve necesarias una mayor autogeneración de recursos y el despertar de una solidaridad entre los territorios, sobre todo en lo que se refiere a superar la pobreza y la exclusión.

Es también el proyecto abierto a que las regiones sean multicéntricas (muchas de las europeas lo son), a que no necesariamente respeten las fronteras nacionales (San Diego-Tijuana, entre ellas) y a otorgarles territorios, no necesariamente conexos, no sólo en función de sus componentes sino en correspondencia con las relaciones que puedan establecerse con la globalidad.

El libro indudablemente contribuye a la formulación de ese proyecto. Aún quedan puntos en la agenda. Regiones y provincias tienen sentido no solamente histórico y cultural sino también económico y social. La provincia es quizá el espacio donde mejor puede florecer la sociedad civil alrededor de espacios públicos; donde compartir (por ejemplo fuentes de agua, inversiones en educación superior, desarrollo tecnológico agrícola, telecomunicaciones, periódicos y radios locales, y hasta parte de la infraestructura tradicional), tiene un sentido y una racionalidad económicas. Es la escala óptima de muchas actividades y organizaciones sociales de fin común, cuando los espacios municipales quedan desbordados por los avances técnicos y en especial por las nuevas posibilidades de comunicación y

telecomunicación. Pienso que a la propuesta de la Comisión de Ordenamiento Territorial apenas está por llegarle su cuarto de hora. La oposición cerrada del viejo poder de los parlamentarios le ha impedido abrirse paso. Trabajos como el ejercicio de regionalización con criterios que ofrece el libro de la Fundación Social y desarrollos inmediatamente visibles de este trabajo, por ejemplo en la dirección de mirar las provincias o asociaciones de municipios, anticipan la que puede ser solución para muchas décadas al problema del ordenamiento territorial, en la que provincias y regiones tejen una red que confluye en un espacio público -el de todas ellas-, constitutivo de la Nación. Esta visión, esbozada apenas en la Constitución de 1991 en concordancia con los principios de la multiculturalidad y la armonía de la diversidad, y argumentada en la propuesta de la Comisión del Profesor Orlando Fals Borda, puede ser precisamente el antídoto para la eventualidad de una fragmentación del territorio nacional.

Anotación sobre las regiones no conexas No resisto dejar a un lado una anotación marginal. Se trata de las regiones no conexas territorialmente. Cuando Colciencias construyó la pequeña utopía de unas regiones articuladas de ciencia y tecnología, la realidad llevó a reconocer que importantes programas de investigación no tenían una base territorial conexa; que determinados proyectos -recuerdo uno sobre el potencial bioquímico y el habitat de las palmas- se estaban desarrollando en regiones tan distantes como el Valle, Quindío, Magdalena Medio y Amazonia; que la tecnología de la moderna metrópolis era la misma en las grandes urbes. Esto llevó a

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pensar que era posible definir comunidades que, sin conexión territorial necesariamente, compartían un proyecto de futuro. Creo que, en un ambiente que reconozca la complejidad, es posible pensar en relaciones muy fuertes que se establezcan entre territorios geográficos no conexos. Sólo para especular y para pensar un poco, en el próximo plan de desarrollo del país podríamos definir una entidad, inclusive con espacios de gobierno autónomo, con vida temporal, para enfrentar los comunes problemas de todos nuestros desplazados.

Las tipologías y el índice sintético de desarrollo y sostenibilidad social ambiental Una reflexión a la que lleva el monumental ejercicio de construir una tipología de municipios, departamentos y regiones del país es precisamente sobre el propósito de las tipologías. ¿Para qué la tipología y el índice sintético? Es claro que las tipologías propuestas tienen las limitaciones de las estadísticas disponibles. También lo es que en casi todos los ensayos del libro se presentan concepciones que trascienden esas limitaciones. El índice sintético de desarrollo y sostenibilidad social ambiental (independientemente de la clásica y cómoda observación de sumar peras con manzanas), tiene con seguridad un propósito. Quizá no logré captarlo del todo en mi lectura -ojala me corrijan los autores-, pero lo deduzco de trazar su genealogía a los demás índices que en el país se han hecho con el propósito de orientar mejor y focalizar la inversión pública (quizá las acciones de organizaciones civiles también), o establecer condiciones especiales para la cofinanciación de determinados proyectos. Estos índices son útiles para eso y también nos dan cuenta de la desigualdad regional. Pero debo confesar que, si me ubico desde el punto de vista de

quien diseña una estrategia de desarrollo, me sirven más las tipologías cualitativas que los índices unidimensionales. Y que las mismas tipologías esconden una valiosa información que está contenida en el libro y en sus bases, la cual ¡ permitiría -otra vez hablando desde la utopía del planificador- plantear un abanico de opciones estratégicas para los distintos tipos de municipios colombianos, ajustables a su vez a las especificidades de cada uno, pues las tipologías no pueden conducir a los planes municipales estándar sino más bien a abrir espacios de construcción colectiva entre los municipios y las regiones. Esto lo digo para señalar un posible derrotero para extensiones muy viables, casi inmediatas, de esta investigación, que tendrían una gran utilidad para la estrategia de resucitar la vida municipal, sobre todo si en este ejercicio, por lo que se trata de algo más propositivo que investigativo, se procede participativamente, involucrando a la población. Lo digo también con cierto desagradecimiento de quien mucho se divirtió y aprendió al cruzar las estadísticas electorales de las primeras elecciones de alcaldes con los índices del Banco Central Hipotecario.

Me permito ilustrar brevemente el valor de esa riqueza. Los municipios de cerca de 30.000 habitantes (categoría 4 en el estudio sobre sociedad civil), presentan características especiales, que orientarían hacia allá la estrategia de recuperación de la vida municipal. Como en esa reflexión hay que empezar por el principio, apelaremos al estudio de María Eugenia Alvarez, Diana Castillo y Rodrigo Villar sobre el capital cívico que representan las

organizaciones de la sociedad civil. Resulta que en ese tipo de municipio se observa una participación de la sociedad civil ascendente. Es también esa una categoría donde se observa una concentración de movilización social más que proporcional a lo que se esperaría de su tamaño. También exhiben una densidad especialmente alta de alcaldes elegidos por movimientos cívicos y se observa una alta diversidad organizacional. Del estudio de Pedro Muñoz deduzco que son municipios donde hay un desarrollo represado de proyectos, en cuanto son aparentemente superavitarios en recursos financieros, que fluyen hacia otras categorías de municipios donde el dinamismo de la inversión es mayor. Esto es algo que se observa a simple ojo: son municipios afectados por el desempleo juvenil (si bien en algunos María José Pérez observa una buena calidad de los empleos existentes), que no cuentan con instituciones de educación superior y cuyo capital humano es drenado sin misericordia por centros que lo devoran; que se ven hoy afectados por una criminalidad que los ha sorprendido indefensos. La primera etapa de un plan de recuperación de la vida municipal obtendría resultados relativamente fáciles si se concentrara en esta categoría de municipios.

La sociedad civil El capítulo sobre organización y participación de la sociedad civil citado le llegó como anillo al dedo a las especulaciones intuitivas que con frecuencia hacemos sobre este tema en el Consejo Nacional de

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Planeación. Seguramente me he perdido de muchos trabajos sobre el tema, pero es la primera vez que veo un abordaje estadístico tan valioso. Sus conclusiones coinciden con algunas de las cosas que sospechábamos. Colombia parece ser un nido de organizaciones de la sociedad civil. El libro habla de 182.000, lo cual representa una alta densidad organizacional, 170 en promedio por municipio, concentradas como es obvio en las grandes urbes. Y se pregunta con razón (pág. 127), ¿cuál es la calidad del tejido social configurado? Este alto número y la rápida calificación de las organizaciones que también observamos son fruto de un proceso que me parece reciente. El clientelismo impidió, primero, su surgimiento y luego contaminó muchas de estas organizaciones, surgidas a la sombra de la intención de los gobiernos de impulsar sus políticas en estos espacios de participación, lo que frenó su desarrollo autónomo. Es el caso de las juntas de acción comunal, vehículo que fueron de los auxilios parlamentarios, y el de las asociaciones de usuarios campesinos. En ambos casos, a partir de la Constitución de 1991 que prohibió los auxilios, se ha venido dando una impresionante depuración. Pero el Gobierno persiste en controlar en su favor estos espacios de participación ciudadana. Las estadísticas del Ministerio del Interior reportan como gastos en participación más de 500.000 millones de pesos en 1997, que se ejecutaron dentro de mecanismos de participación social todavía subyugados a las políticas gubernamentales, mientras el apoyo estatal a los organismos autónomos de participación de la sociedad civil (los consejos del Sistema Nacional de Planeación) se hizo durante el gobierno Samper a regañadientes y en cantidades inferiores a una milésima de la cifra reportada.

El libro confirma lo que para nosotros es una paradoja. En el Consejo nos preguntamos: si es cierta la hipótesis de Toqueville-Putnam según la cual la solidez de una sociedad está en proporción a su densidad organizacional y si los vínculos de confianza que se establecen entre los actores sociales son factor de estabilidad y de desarrollo, ¿cómo pudieron fenómenos como el narcotráfico y la corrupción tomarnos inermes? La respuesta que en algunos escritos recientes le dábamos a este interrogante era que el objeto de gran parte de estas organizaciones no es propiamente público, y que no trasciende los intereses de los miembros y usufructuarios directos de su actividad. El estudio no sólo confirma esta especulación que hacíamos sino que le da un sustento empírico y la proyecta. Observa cómo la falta de autonomía de estas organizaciones, particularmente frente al poder del Estado, frena su posibilidad de actuación social.

Sin embargo, una proyección de la tendencia que se observa hacia la calificación de estas organizaciones (particularmente a la redefinición de su objeto en términos de un interés auténticamente público), que sólo podría darse si impone una limitación al intervencionismo del Estado en organizaciones asistencialistas de la más diversa índole, alimenta y justifica el optimismo y entusiasmo con que trabajan muchas colombianas y colombianos en estas organizaciones: estoy convencido que con una densidad organizacional tan alta, una vez depurada, la fortaleza y solidez de la sociedad colombiana para enfrentar esos fantasmas será

arrolladora.

Comentario final El libro de la Fundación Social reporta la construcción de un instrumento de observación de la compleja realidad de las regiones y municipios de Colombia. Pero va más allá. Un valioso desarrollo teórico guía esta tarea de dimensiones colosales. El análisis que ofrece es tan rico, que el mismo índice sintético de desarrollo y sostenibilidad social ambiental, parece que hubiera sido apenas el pretexto para un fecundo ejercicio intelectual sobre el país y sobre su ordenamiento territorial. Bien hubiera podido titularse La Expedición Regional o, más bello aún, La Expedición Municipal, pero quizá el sabor enciclopedista de este título hubiese reñido no sólo con el enfoque analítico y sus propuestas teóricas sino con el mismo talante intelectual de sus autores.

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Crimen e impunidad: precisiones sobre la violencia Mauricio Rubio Bogotá, TM ditores-Ediciones Uniandes, 1999,269 págs. Francisco Gutiérrez Sanín Profesor del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional

Imprecisiones sobre la violencia

El debate académico, se ha repetido una y mil veces, es demasiado infrecuente en nuestro medio. Hay que agradecer, pues, a esos economistas que, desde varias ópticas, han intentado poner en cuestión algunas de las conclusiones y perspectivas del área de estudios conocida en Colombia como "violentología". En lo que sigue de este texto, analizaré críticamente la última, hasta donde conozco, de tales producciones, Crimen e impunidad de Mauricio Rubio (en adelante todas las citas y páginas van referidas a este libro). Al resaltar algunas de sus debilidades no me anima la intención ni de negar sus méritos evidentes — por ejemplo, la cuidadosa labor de "limpieza" de las cifras sobre homicidios -ni tratar de crearle "barreras a la entrada" a los economistas y estadísticos con una suerte de patriotismo disciplinario. Por el contrario, creo que se necesitan más y mejores trabajos cuantitativos sobre la violencia. A la vez, considero que varias de las líneas de argumentación de Rubio van en la dirección equivocada y revelan falta de claridad mental- un bien relativamente escaso en nuestras ciencias sociales, y en cuya defensa uno esperaría, en vano según veo, que los economistas fueran leales aliados.

Aunque es difícil encontrarle un hilo conductor a Crimen e impunidad, posiblemente su tesis central sea la

de que la violencia no admite gradaciones (pág. 75). El autor va más allá, afirmando que a través de la jerarquización "se llega, de manera casi automática, a la justificación, abierta o implícita, de la violencia política" (pág.75). Un instante de reflexión convencerá al lector de la flojedad de tal tesis. Las jerarquizaciones no sólo son posibles, sino necesarias. La técnica jurídica, por ejemplo, permite distinguir entre un homicidio y otro, entre otras cosas por su gravedad. Un criterio de distinción muy importante, y que constituye la béte noire de Rubio, es l de las intenciones (v.gr., el homicidio preterintencional, distinto del agravado o del culposo; estas figuras NO constituyen una extravagancia únicamente colombiana1; al respecto ver un breve comentario al final). No sólo en el plano jurídico, sino en el de la evaluación moral razonada, se puede conjugar la condena de todos los homicidios, sin excepción, con la admisión de que hay algunos más graves que otros. Por ejemplo, que yo enuncie la frase: "mi amiga que mató a su marido en una riña no merece el mismo castigo que Hitler" no tiene por qué convertirme en un defensor del uxoricidio. De hecho, una expresión semejante no sólo no tiene nada de objetable sino que su inversa ("sí merece el mismo castigo...") constituye una injusticia ostensible. Uno comprende la exasperación de Rubio con la contabilidad por partida doble de varios analistas y escritores que condenan los crímenes de la derecha, pero en cambio justifican ciegamente los de izquierda, a veces con los argumentos más peregrinos que uno pueda imaginar. Esto

1 En países con una larga tradición de derecho penal, como Italia, hay especialistas en cada una de estas figuras.

implicaría una crítica de formas específicas de jerarquización, no de la jerarquización como método de evaluación2. Con todo, si Rubio fuera consistente en su esfuerzo salvaría parte de su análisis "por mostración" (aunque no por demostración). Aunque sus reproches estuvieran mal fundados, dejaría ver que hay otras formas, quizás mejores, de hacer las cosas. Se puede, con beneficio, buscar la ruta a India y descubrir América. Pero Rubio es inconsistente y cae en los mismos defectos que critica.

Incluso a veces, lo que resulta divertido, toma prestados esquemas del repertorio al que ha querido atacar. Dos ejemplos bastarán para ilustrar el punto. Rubio tiene toda la razón al condenar con energía los espantosos crímenes de la guerrilla, pero cuando llega al tema de las violaciones de los derechos humanos por parte de agentes del Estado le parece que es una ficción de "una élite intelectual y política, desconfiada y paranoica como pocas de sus fuerzas militares" (pág. 2). Y más adelante: "Es innegable que en Colombia hay problemas de violación de derechos humanos. ¿Cuál es su verdadera incidencia? Nadie lo sabe. Ni siquiera parece haber interés en

2 Rubio sólo critica una forma específica de jerarquización, la que usa Orozco para distinguir entre delincuente político y delincuente común. Aunque no estoy de acuerdo con la propuesta de Orozco -por razones que rebasan los límites de este texto- no puedo compartir las imputaciones que le hace Rubio. Primero, la diferenciación de. Orozco no tiene por qué implicar complicidad. Segundo, es verdad que el trabajo de Orozco - "el más comprehensivo en el país" sobre el tema, informa Rubio (pág. 107); la palabra comprehensivo no existe en el castellano- no trata sobre los Llamados delitos conexos, pero eso apenas se puede tomar como un reproche serio: lo que importa es si la diferenciación analítica es correcta o no. Y el único argumentó de Rubio para derribarla es el de la complicidad (si diferencias, justificas), que es insostenible.

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averiguarlo" (pág. 30). Esto es cháchara, tan irresponsable y : desconsiderada como la de los que se conformaban con que "Machuca es un complot para desprestigiar al ELN". Mucha gente se ha hecho matar precisamente por su "interés en averiguarlo"; no son decenas, sino cientos. Ahora, ser valiente y jugarse la vida no es garantía de decir la verdad o de tener la razón, pero sí es una credencial suficiente de interés genuino. Por lo demás, decenas de informes y publicaciones, nacionales e internacionales, muestran que sistemáticamente el Estado colombiano peca por acción y omisión en el terreno de los derechos humanos. Uno tiene todo el derecho de querer desmontar las acusaciones y evidencias una por una; pero no de negar que existen ni que se han hecho esfuerzos, pagando un altísimo precio, para aclarar el panorama. El segundo ejemplo está relacionado con los paramilitares. En su confuso argumento sobre el tema (págs. 18 y s.), Rubio afirma que ellos deben ser tenidos en cuenta seriamente porque "cuando a un ambiente generalizado de impunidad se suma...el ingrediente de las sanciones discriminatorias, se tienen dos consecuencias: los agresores buscarán alcanzar la categoría que conduce a un mejor tratamiento, y las víctimas, desatendidas por las instancias oficiales, buscarán retribución, venganza, por la vía de la justicia salvaje privada" (pág. 20). Es decir... ¡jerarquización de la justicia con base en las intenciones (venganza), precisamente la primera cosa que no se debe hacer, según el recetario de Rubio! Con varios agravantes. En el mundo de los actos intencionales hay una diferencia importante entre razón y motivación, estando colocada ésta en el último peldaño de las justificaciones posibles

(siendo el rencor y la venganza, precisamente, algunos de los motivos más innobles). Peor aún, Rubio no nos presenta la más mínima argumentación de que efectivamente las víctimas de los paramilitares (por ejemplo, los que mueren en una masacre), les hayan causado un daño previo; me parece que la evidencia empírica apuntaría en la dirección contraria (a propósito, esto parecería poder ser cuantificado o al menos aproximado). El mismo patrón explicativo que al final del libro le aplica a la guerrilla (intereses económicos, dimensiones delincuenciales), se lo podría haber aplicado a los paramilitares. En fin, Rubio también ha quedado preso de una grosera contabilidad por partida doble, sólo que en la dirección contraria.

Aspectos metodológicos

El método expositivo de Rubio es emprenderla a bastonazos contra la "sabiduría convencional". El método es erróneo desde varios puntos de vista y empobrece el debate. Para ver por qué, sugiero al lector simplemente cambiar la expresión "sabiduría convencional" por "moda" (sabiduría convencional=está de moda decir que...). Hay modas malas, como digamos escupir en la calle, y modas buenas, como la minifalda. Ponerle a una aserción la etiqueta de "convencional" o "a la moda", ni la descalifica ni la refuerza; el valor de verdad de una tesis es neutral respecto de su popularidad. Pero además Rubio mete en la fosa común de aquella sabiduría demasiadas cabezas: tesis belisaristas, las conclusiones de la Comisión de Violentólogos de la década del 80, todos los argumentos académicos con los que discrepa,

justificaciones de los grupos guerrilleros, expresiones gubernamentales a favor de la paz, citas periodísticas. Esto le impide criticar sistemática y ponderadamente tesis específicas -claro: ésto es más difícil y menos vistoso que rasgarse las vestiduras-, pero le da pie para emprenderla contra "hombres de paja"3 y golpearlos a gusto. Pero aquí el libro guarda una pequeña y deliciosa sorpresa al lector atento. El autor pone unas reglas completamente desiguales: arma un espantapájaros como adversario, le amarra las manos, dispone de los árbitros... ¡y pierde la pelea! (en el mejor de los casos, termina dependiendo de una decisión dividida). Debo decir que comencé a ver con alguna simpatía un par de tesis que jamás hubiera considerado con atención; el intento de refutación de Rubio es tan flojo que de alguna manera las resucita. Doy dos ejemplos que ilustran el punto y que están en el centro del debate alrededor de la "sabiduría convencional". ¿Violencia urbana o rural? Rubio considera que una de las convicciones fundamentales de la sabiduría convencional es la del predominio de la violencia urbana sobre la rural, y hace una paráfrasis de la conocida conclusión de la Comisión de Estudios sobre la Violencia para afirmar que "tanto como las de la calle nos están matando las violencias del monte y del campo"4 (pág. 78). Pero su querella hace retroceder, y no avanzar, el debate. La razón es

3 Straw men, es decir, tesis a favor de las cuales nadie nunca se ha pronunciado y que se imputan. arbitrariamente a un adversario. El juego limpio académico implica precisamente lo contrario: de entre todas las defensas posibles de la posición adversaria, enfrentarse a la mejor.

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sencilla. Como lo puede comprobar cualquiera con las mismas cifras de la Policía que Rubio demuestra son las más confiables: a finales de la década del ochenta, cuando estaba escribiendo la Comisión, efectivamente las violencias de la calle habían llegado a su momento álgido y eran las más prominentes. A partir de la década del noventa -cuando la violencia metropolitana comenzó a ceder gracias a varios procesos5- la guerrillera y paramilitar ocupó su lugar. Si Rubio se hubiera preocupado por colocar en una hoja de cálculo las cifras de homicidios de

4 A propósito, la afirmación de la Comisión representó en su momento un giro claramente “anti-convencional" y muchos autores mostraron su desacuerdo parcial y/o total con ella. Si mal no recuerdo, Francisco Leal, por ejemplo, solía afirmar que la guerra es la madre de todas las violencias, mucho antes que Rubio. Rubio no se da por enterado, quizás porque esto derrumba su fantasía del frente convencional contra él sólito que, al contrario del mundo injusto, se atreve a revelar la verdad.

5 Desmantelamiento del cartel de Cali, tal vez pactos de paz como en Medellín quizás políticas públicas. Rubio sospecha que estas últimas no han jugado un gran papel — sospecha que comparto — pero no dice, como debería, que los que creen que sí han jugado un papel tienen buenos argumentos a su favor: la caída significativa de la tasa de homicidios por 100 mil habitantes en Bogotá, Medellín y Cali en los últimos años.

Bogotá, Medellín y Cali, y después las hubiera comparado con las del resto del país, se hubiera dado cuenta que no estaba refutando a la "sabiduría convencional". Lo único que está diciendo es que los tiempos han cambiado, pero en su momento la Comisión tenía buenas razones para hacer su afirmación. A propósito, Rubio mezcla dos tesis distintas: la de la violencia principalmente descentralizada6 y la de la violencia urbana (págs. 73 y ss.). La violencia puede ser altamente centralizada y predominantemente urbana, como precisamente sucedía a finales de la década del 80, con el narco-terrorismo, la actividad desaforada de los carteles de la droga, etc.. ¿Tiene que ver la desigualdad con la violencia? El epítome de la sabiduría convencional, y no sólo para Rubio, . es la convicción de que hay una relación entre la distribución de la riqueza y la violencia. Sobre este tema hay ya un trabajo que constituye un punto de referencia obligado, el de Montenegro y Posada (1995). En otro comentario (1999), en principio no destinado para la publicación, critiqué la forma expedita en que Montenegro y Posada se enfrentaban al problema, pero omití resaltar el trabajo metodológico cuidadoso y serio de los autores. En relación con ellos, Rubio da varios pasos atrás. En lugar de presentar un modelo explicativo alterno — como sí hacen Montengro y Posada — se embarca en un confuso relato (págs. 82 y ss.), con una casuística heterogénea en la que se mete en el mismo cajón a la Cepal,

6 La idea de que la violencia es principalmente descentralizada y producto de una 'cultura de intolerancia" también está rotulada de sabiduría convencional. Yo mismo he criticado fuertemente esa noción (Gutiérrez, 1998), pero el libro de Rubio me ha puesto a dudar. No toco el tema pera no extenderme demasiado.

el marxismo, argumentos jurídicos de Cancino y el supuesto izquierdismo de Pablo Escobar (una mala lectura de "El Patrón", 1998, pues su autor, un periodista al que no se le puede exigir tener formación académica, llega a conclusiones mucho más equilibradas).

¿Cómo se enfrenta Rubio con la evidencia académica sólida de que efectivamente sí hay relación entre desigualdad y violencia? Tomemos los valiosos análisis de Alfredo Sarmiento y otros (por ejemplo, Sarmiento y Becerra, 1998). Estos trabajos son fruto de una investigación sistemática, presentando unos supuestos y después estableciendo unas correlaciones. Merecen ser debatidos en el mismo plano: o criticando los conceptos que usa (inferencias, supuestos, formas de categorizar), o demostrando que su manejo de las cifras es erróneo. Esta última opción implica refutar cifras con cifras, hacer un trabajo estadístico serio y detallado. Rubio opta por insinuar: se "sorprende" de la "seguridad" con la que Sarmiento llega a sus conclusiones y propone dos contra argumentos (en realidad son tres, pero el tercero dejémoslo en reserva para el final de este texto). Primero, que el coeficiente Gini — una de las

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medidas de desigualdad — sólo explica la evolución de la violencia en la submuestra de municipios con violencia creciente (pág. 91). Segundo, que hay que ampliar el período, porque en la década del ochenta las cosas fueron distintas. Estas dos líneas de defensa son también fácilmente derribables7, pero además no permiten escamotear los resultados de Sarmiento. Rubio no parece consciente de que incluso una versión debilitada de las conclusiones de Sarmiento derrumban las suyas (y hacen insostenible su pretensión de retratar a los que consideran que hay relación entre desigualdad y violencia como cómplices de Mao, la Cepal y Cancino).

Resbalones teóricos

En lugar de consideraciones teóricas sistemáticas y serias, Rubio ofrece una erudición que no parece de muy buena ley. En esto, a propósito, no hace sino seguir los malos pasos de Gaitán (1995). El costo de discutir muchos autores, temas y problemas con un conocimiento apenas superficial -aparte del evidente de la incoherencia-, es que se presentan como concluyentes afirmaciones erróneas o por lo menos dudosas. Como a partir de ahí se van haciendo inferencias y montando argumentaciones, el crecimiento del error es geométrico.

7 Entre otras cosas por problemas técnicos que Rubio estaría obligado a conocer. Por ejemplo, las mediciones de la desigualdad hasta 1993 están afectadas por el conocidísimo problema del truncamiento a seis cifras en la captación de los datos de ingresos en la Encuesta Nacional de Hogares. Los economistas han desarrollado varios métodos para destruncar los datos, pero aún así es posible que haya subestimaciones de la desigualdad. Véase por ejemplo Acosta, 1997 No tiene nada de sorprendente que un autor desee centrarse en la década del noventa, en la que cuenta con datos más seguros.

Es claro que a medida que Rubio se ya acercando a las ciencias sociales da más y más traspiés. En este caso sólo se le puede criticar que hable de lo que no conoce muy bien. Es más justo ver si cuando "juega de local" lo hace adecuadamente. Nueva y molesta sorpresa: los resultados son casi igual de malos. Un buen ejemplo es el de la teoría de la decisión racional, que está en el centro de la economía y cuya influencia en casi todas las disciplinas sociales es bastante significativa. ¿Qué tiene que decir de ella Rubio? "Una sugerencia, típicamente económica, sería la de no seguir desconociendo los fundamentos de la teoría de la escogencia racional que, a pesar de sus grandes limitaciones, ha mostrado ser una herramienta útil para el análisis de un buen número de fenómenos sociales. Del modelo económico del comportamiento se han derivado unas pocas verdades básicas que tienen validez universal. Una de ellas es que los individuos escogen su ocupación buscando la satisfacción de sus intereses personales, por lo general un ingreso monetario" (pág. 241). ¡Precisamente no! Si Rubio hubiera estudiado con un mínimo de seriedad la teoría de la decisión racional se hubiera encontrado con que apenas hay autores respetables que defiendan una sicología tan primitiva. De hecho, el creador de la teoría, Von Neumann (1972 [1944]) -una de las mejores mentes científicas de este siglo-, fue en una dirección totalmente contraria a esa concepción ingenua de las preferencias con su teoría de la utilidad abstracta, que a la postre resultó ser una de las áreas más fructíferas y discutidas en economía, ciencias de la decisión y matemática aplicada (investigación de operaciones). Cualquier manual de

teoría de juegos elemental puede servirle a Rubio para aclarar su confusión. Todos los silogismos subsiguientes sobre la guerrilla (págs. 241 y ss.) quedan entonces en el aire. En general, le queda a uno la sensación de que le hubiera ido mejor a Rubio siendo más sistemático, focalizando mejor los temas y comprendiendo mejor la teoría que discute. En este caso se aplica plenamente el aforismo aquel de que "el que mucho abarca poco aprieta".

Una reflexión final sobre el tono

Rubio sugiere que "la inspiración del diagnóstico [del enfoque convencional...era, y parece seguir siendo, la ideología y no la observación objetiva y neutra de lo que ocurre en el país" (pág. 74). Demandar la neutralidad no es serio. Pero la candidez siempre inspira simpatía, y una vez más si Rubio fuera consistente en su esfuerzo el resultado podría haber sido interesante. Pero el libro de Rubio está lleno de estridencias penosas, todo lo contrario de lo que se pediría a un científico o, siquiera, a alguien de ánimo ponderado. La sugerencia permanente de que quienes discrepan con el autor han de ser cuasi-cómplices de la guerrilla, es una majadería y además una majadería maluca. Cito, para que no se crea que el atentado contra la lógica y la estética es invento: "El discurso de la guerrilla colombiana en materia de violencia se impuso de tal manera, o la subversión se apoderó tan hábilmente de la sabiduría convencional sobre la violencia, que en la actualidad uno y otra son inseparables" (pág. 226). La tercera refutación de Sarmiento, de la que hablé atrás, va precisamente en esa dirección: se le achacan a Sarmiento las consecuencias de unas políticas

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sociales que ocurrieron antes de que éste escribiera su artículo, que no fueron tan desastrosas como se insinúa y que en realidad son totalmente independientes de la tesis en discusión (el tomador de decisiones puede adoptar caminos opuestos partiendo de una misma conclusión).

Las insinuaciones paranoicas aparecen una y otra vez, y a cada momento uno espera que se le cuente al lector desde qué logia, u ovni, se está tramando tan grande conspiración8. Una conspiración únicamente colombiana, se nos anuncia. "Sólo aquí...". Por esa vía se llega a posiciones increíblemente provincianas, como cuando se cuenta con estupor que "la médula del régimen penal para menores en Colombia, por ejemplo, es la 'inimputabilidad' penal" (pág. 96). Lo es aquí, y en casi todas partes (y sin comillas).

La noción de la sabiduría convencional complotista permite mezclar enunciados académicos y políticos y discutirlos como si fueran de la misma clase. Este es un error argumental muy básico. Parte del oficio del político es disimular, y es una gran ingenuidad pedirle que sea riguroso o que siempre diga la verdad. Al político se le critica más sobre las consecuencias de lo que dice y hace que sobre la lógica interna de sus enunciados. Lo contrario de lo que sucede con los

8 ¿Y por qué los "representantes del sistema" siguen tan candidamente el juego? Rubio se manifiesta genuinamente sorprendido por ello, pero no se da cuenta de que para alguien que cree en una versión tan esquemática de la teoría de la decisión racional este “desinterés por los propios intereses", esta actitud suicida, constituye una anomalía mayúscula que tendría que implicar o un abandono de la teoría (y por consiguiente de todas las explicaciones basadas en ella) o una justificación detallada (que no ofrece).

académicos. Rubio confunde los papeles, y ataca a los académicos por la supuesta consecuencia de sus actos y a los políticos por su falta de rigor. Por lo demás, los patrimonios intelectuales como la violentología de la década del ochenta y principios de la del noventa no se denuncian ni se botan en bloque a la basura; se evalúan (a veces muy severamente), y se analizan.

Lo peor de todo es que Rubio sí tenía buenas ideas y novedades que aportar. Algunas de las debilidades que encuentra a ciertas tesis de la violentología sí son verdaderas; algunas áreas inexploradas que insinúa sí merecen ser atendidas; algunos de los lugares comunes que rechaza sí deben ser atacados implacablemente. Pero en lugar de razonar prefirió gritar, y se perdió buena parte del esfuerzo. Dommage

Bibliografía Acosta, Olga Lucia, "¿Al fin qué ha pasado con la distribución del ingreso en Colombia?", en Coyuntura Social, No. 17, Noviembre de 1997 págs. 41-47. Cañón, Luis,, El patrón. Vida y muerte de Pablo Escobar Bogotá, Planeta, 1998. Deas, Malcom y Gaitán Fernando, Dos ensayos especulativos sobre la violencia, Bogotá, Fonade-Dnp-Tercer Mundo, 1995. Gutiérrez, Francisco, La ciudad representada. Política y conflicto en Bogotá, Bogotá, IEPRI-Tercer Mundo, 1998. ------------------------ /"Siete proto-tesis sobre el futuro de la violencia" en Gómez Buendía, Hernando (comp) ¿Para dónde va Colombia?, Bogotá, Tercer Mundo-Colciencias, 1999, págs. 170-175. Montenegro, Armando y Posada, Carlos, "Criminalidad en Colombia" en Coyuntura Económica, vol. 25 no. 1,1995, pp. 82-95. Rubio, Mauricio, Crimen e impunidad. Precisiones sobre la violencia, Bogotá, Tercer Mundo-Cede, 1999. Sarmiento, Alfredo y Becerra, Lida Marina, "Análisis de las relaciones entre violencia y equidad", policopiado, 1998. Von Neumann, John y Morgenstern, Oskar, Theory of games and economic behavior, Princeton, Princeton University Press, 1972 [1944].

El Juego del Poder:

Historia, Armas y Votos

Andrés Dávila Ladrón de Guevara Cerec Ediciones, Uniandes, 1998,243 págs. General (r) Álvaro Valencia Tovar Profesor universitario y de la Escuela Superior de Guerra, escritor

Este excelente libro del catedrático y politólogo Andrés Dávila Ladrón de Guevara viene a enriquecer la bibliografía sobre el desgarrador conflicto interno de la actualidad colombiana. Su aporte es singularmente valioso porque, además de la versación del autor en el tema, penetra un campo ciertamente inexplorado a fondo: la participación y la influencia de las Fuerzas Armadas en el decurso político del Estado colombiano. Por otra parte, su notable trabajo se caracteriza por la imparcialidad y el ánimo desprevenido con que aborda la materia, en contraste con el prejuicio y la animosidad que suelen afectar la intelectualidad del país en cuanto se refiera al estamento militar.

El presente comentario cubre más los aspectos controvertibles de la obra que los abundantes acuerdos de fondo que superan a los disentimientos. De eso se trata en un comentario bibliográfico. Sin embargo, se destacarán puntos en los que el consenso con el autor lo amerita por su trascendencia dentro del contexto del libro.

Si en algunas instancias el juicio del autor se aprecia afectado por posible desinformación, es fácil advertir que no existe propósito deliberado sino utilización de fuentes no siempre inspiradas en el ánimo desprevenido e imparcial de Andrés Dávila. Para mala fortuna del estudio sociológico y de la verdad histórica

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sobre la realidad colombiana, el universo académico nacional se halla afectado por actitudes adversas hacia las Fuerzas Armadas, en particular el Ejército al que corresponde la carga principal en la guarda del orden público. Se evidencia antipatía que toca los bordes del rechazo consciente o subjetivo y desconocimiento de lo que podríamos llamar el alma militar. Tampoco busca escrutar el pensamiento castrense en medio de un conflicto sociopolítico, que compromete a las instituciones armadas en defensa del Estado del cual son espina dorsal.

Por otra parte, los militares poco escriben. Es como si el síndrome de la no deliberación se apoderara de la mentalidad castrense hasta silenciar la expresión escrita, aún después del retiro del servicio activo. Algo más. Si escriben, sus obras no son tenidas en cuenta por investigadores e intelectuales, lo que impide contraponer sus tesis con las de la izquierda beligerante. Es así como la historia contemporánea y los estudios sobre la violencia, emergen de las toldas marxistas o antimilitaristas al paso que a los autores militares se les desdeña por suponerlos insustanciales o irrelevantes.

Ello explica que Andrés Dávila adopte de buena fe teorías como la relativa a la Doctrina de Seguridad Nacional y las influencias que se supone, sin bases consistentes, tuvieron en su formulación el Pentágono y el Cono Sur.

Enuncia el autor la "pretensión del trabajo": "a partir de una definición de la ubicación y el papel de las Fuerzas Armadas, mostrar la validez y alcances del examen realizado en el caso escogido". Para aplicar este importante criterio, toma como base "la evolución institucional y el espectro cambiante de las

relaciones entre civiles y militares". Quizá habría sido más apropiado decir entre políticos y militares. De todas maneras, el enunciado revela por sí solo la trascendencia de este trabajo.

Plausible por demás el alcance y la profundidad de la investigación realizada por el autor. Extenso estudio de bibliografía nacional y foránea lo capacitan para acometer un trabajo que debería ser objeto de debate nacional, académico y universitario en especial. Algo apto para atraer a los medios de comunicación hacia territorios menos propicios para la frivolidad y el sensacionalismo. Siendo las Fuerzas Armadas el pivote sobre el cual ha girado la confrontación que desangra al país desde hace medio siglo, este "actor de conflicto" como suele calificarse colocándolo al mismo nivel de las fuerzas insurrectas o simplemente delincuenciales, debería merecer estudios de fondo como el de Andrés Dávila en vez de juicios precipitados de innegable ligereza.

La metodología empleada asegura un trámite ordenado y de notable claridad analítica. Comienza por ubicar el caso colombiano dentro del régimen político democrático en el cual actúan las Fuerzas Armadas. Prosigue con su evolución institucional a la luz de la Constitución y de la jurisprudencia generada por ella desde la aparición del Frente Nacional. Pasa a ocuparse en una tercera instancia de algo que viene a ser esencia filosófica de la obra: el dilema subordinación-autonomía que a su juicio imprime su impronta en las relaciones entre civiles (políticos), y militares, para culminar con un epílogo bien significativo y una serie de cuadros en los que compara los contenidos de las Constituciones de 1886 y 1991 en todo lo tocante al régimen castrense.

El epílogo, resumen de aspectos modulares de la obra, contiene además tesis y conceptos que bien podrían ser -y ojala así lo considere el autor- prólogo de una nueva obra. Para citar alguno de estos criterios, la frase final basta: "No se encuentran, desgraciadamente, muchos argumentos para proponer y defender creíblemente la deseable opción de construir unas Fuerzas Armadas democráticas para un proceso democrático y pacífico".

No habría un militar colombiano que no se desconcertara con esta afirmación y que no se preguntara: ¿qué son entonces las Fuerzas Armadas que han permitido la supervivencia del Estado democrático en medio de la borrasca y del desastre moral del propio Estado?, ¿Una simple fuerza pretoriana?, ¿Qué es lo que he defendido?, ¿Un régimen político antidemocrático?, ¿He sido apenas parte del "obstáculo insalvable para la profundización de la democracia" como lo afirma reiteradamente el profesor Dávila?

¿Cómo?, ¿Por qué?, ¿Será que para dejar de ser obstáculo tendremos que desobedecer al poder civil y abrir la compuerta a las fuerzas de ruptura? Cómo sería de importante que el autor diese respuesta a estos y a otros muchos interrogantes que sugiere su importante libro.

Resulta sensible que Andrés Dávila no hubiese acometido su plausible esfuerzo investigativo a

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partir del desencadenamiento de la violencia bipartidista que cubrió el decenio 1947-1957, incluyendo el mal denominado Gobierno de las Fuerzas Armadas. Sería interesante conocer su calificada opinión sobre el rol militar en ese período turbulento y terrible, así como el papel desempeñado bajo la Junta Militar para el restablecimiento de la institucionalidad democrática en esa época que constituye apenas preámbulo del libro. Dentro del propósito ya expuesto, la tesis nuclear de la obra viene a ser el título del tercer capítulo: "Subordinación y autonomía en las relaciones entre civiles y militares 1958-1994". Existe, a juicio del autor, insalvable oposición entre los dos términos. Conflicto en el cual las Fuerzas Armadas habrían soslayado su dependencia del poder civil, a fin de manejar el orden público a su manera, prescindiendo del Ejecutivo y el Congreso.

Andrés Dávila atribuye parte de la responsabilidad en este dilema crucial al sector civil, atávicamente desentendido de la función conductora y del manejo de la seguridad nacional, lo que habría dado pie a la búsqueda y desarrollo de tal autonomía, sin duda ilegítima al eludir la dependencia debida a la jefatura suprema de la nación y de las mismas Fuerzas: el Presidente de Ja República. Sin duda está en lo cierto.

El tema es apasionante. Lo que interesa dilucidar es si tal autonomía fue un proceso institucional calculado, o efecto de la incompetencia del poder civil para apersonarse de su responsabilidad constitucional y legal. El autor aunque acepta la validez de ambas hipótesis, privilegia la primera a lo largo del libro, excepto cuando afirma: "La autonomía de las Fuerzas Armadas es, en tal sentido, un producto de las carencias estatales y sus consiguientes respuestas represivas y defensivas de carácter coyuntural." (pág.22) Tiene razón en este aspecto. La clase política, de la que emana el poder civil, jamás entendió ni la dimensión ni el alcance del conflicto, que no ha sido simple alteración del orden sino confrontación de amplio espectro. Originado en la reyerta liberal-conservadora de 1947-57, evolucionó hacia la insurgencia ideológica, en cierta forma autóctona, en parte resultante del conflicto Este-Oeste, o por él acentuado, durante la Guerra Fría.

Durante el Frente Nacional el mando militar buscó la participación del Estado para erradicar un conflicto de múltiples raíces, que no podía tratar con criterios represivos, fracasados ya en la reyerta sangrienta liberal conservadora. La acción cívico-militar, las operaciones sicológicas, la novedosa metodología en el manejo de los conflictos rurales dentro de criterios sociológicos, suscitaron suspicacias en la clase política, ante la creciente acogida popular a las Fuerzas Armadas en los estamentos agrarios, lo que vino a culminar con la salida del general Alberto Ruiz Novoa del ministerio de Defensa.

Cuando se hizo forzoso ocupar las llamadas repúblicas independientes en Marquetalia. Riochiquito, Pato y Guayabero ante la

agresividad desplegada por las guerrillas allí asentadas a la sombra de la amnistía decretada por el primer gobierno del Frente Nacional, el Comando del Ejército preparó planes a fin de reincorporar tales regiones a la vida económica y política del país que salía de la barbarie sectaria. Solamente uno de ellos, el de Riochiquito, se desarrolló a medias y eso por tratarse de territorio caucano con un presidente del mismo terruño. Y fue esa región la que permaneció en relativa calma durante el auge guerrillero posterior.

Las anteriores reflexiones acentúan la trascendencia que Andrés Dávila asigna con justa razón al aspecto represivo que ha primado en el tratamiento del orden público y agregan un elemento valioso de análisis al obstáculo que, según él, configuran las Fuerzas Armadas a fin de "interferir esfuerzos tendientes a ampliar el espacio político e incorporar fuerzas y sectores marginados al proceso democrático". Obstáculo insalvable que no habría sido creado por voluntad de los militares, sino por determinación de una política de Estado esencialmente represiva, de la cual la Fuerza Pública resulta instrumento, no siempre voluntario sino por efecto de la subordinación.

Lo acaecido con los paros ocurridos en Barrancabermeja en 1975 y con alcance nacional pero centralizado en Bogotá el 14 de septiembre de 1977 citado por el

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autor (Pág.147) como ejemplo de "panorama de subordinación explícita y autonomía represiva (con que) las Fuerzas Armadas" enfrentaron la segunda de estas dos incidencias, ocurridas ambas bajo la presidencia de Alfonso López Michelsen, justifica una aclaración de fondo. En Barranca, el Comando del Ejército adoptó las medidas precautelativas para encauzar el pago anunciado en forma que evitara incidentes violentos y se anticipara al previsible sabotaje del Ferrocarril del Atlántico y de los oleoductos vecinos. Estas y otras muchas medidas de seguridad que incluyeron el desplazamiento del comandante de Brigada desde Bucaramanga para conducir la Fuerza Pública con criterios preventivos, persuasivos y remedíales en caso de atentados terroristas -que ocurrieron y fueron atendidos de inmediato-, permitieron el desarrollo armonioso del delicado evento sin un solo choque o incidente violento.

Hacia el medio día, el gobernador joven e inexperto decidió ordenar la apertura de los bancos. Ello hubiese significado romper el paro y propiciar choques, desobediencias laborales, pretextos a los agitadores para desatar una violencia ausente hasta esa hora. La diferencia de criterios llegó por vía directa del gobernador a la Presidencia. El doctor López Michelsen llamó en persona al Comando de la brigada y recriminó

duramente al general el desobedecimiento de las órdenes del gobernador. La acción del comandante del Ejército a través del ministro de Defensa, consiguió rectificar la determinación gubernamental y el paro terminó sin una sola víctima ni el más infinito enfrentamiento con la población civil. Sin embargo, esta colisión de criterios culminaría semanas después con la destitución del comandante del Ejército.1

¿Dónde, pues, se halla el espíritu represivo en el manejo del orden público? En el Paro Nacional del 14 de septiembre de 1977, otros fueron los criterios predominantes pero, como en el caso precedente, con el mismo origen y ninguna autonomía militar, dominada por completo por la subordinación. Igual cosa ocurrió en múltiples instancias cuyo tratamiento excedería el alcance del presente comentario.

Las disposiciones legales citadas por Andrés Dávila en el segundo capítulo de su libro mediante las cuales se reorganizó el ministerio de Defensa y se fijaron los documentos básicos de la Defensa y la Seguridad de la nación, se originaron en el Ministerio de Defensa bajo la responsabilidad del general Hernando Currea Cubides durante la presidencia de Misael Pastrana Borrero. Allí se revivió el desueto Consejo Superior de la Defensa Nacional como órgano supraministerial y se creó la Secretaría Permanente del Consejo. Se trataba, precisamente, de darle al poder civil plena entrada al ámbito de la seguridad y la defensa. Si el organismo y sus funciones no recibieron debida atención de los

1 Véase Arturo Alape, La paz, la Violencia: Testigos de excepción, Bogotá, El Ancora Editores, págs. 368/374.

sucesivos gobiernos, no fue a causa de una marginación buscada de manera tortuosa por los militares para señorear estos campos.

Así se llega en la obra al muy debatido tema de la Doctrina de Seguridad Nacional. Enunciado que ha venido a adquirir dimensiones diabólicas en el pensamiento académico civl. Se la supone inesperada por el Pentágono estadounidense y por las dictaduras del Cono Sur, casi como carta blanca para exterminar, desaparecer personas con el fin de reprimir, no importa por cuáles medios, las insurgencias latinoamericanas. Nuestra doctrina es en realidad una concepción militar autóctona en la que poco tuvo que ver el Pentágono y nada el militarismo del Cono Sur. De ella tomó el Pentágono parte de la suya en lo tocante a los Conflictos de Baja Intensidad, como denominaron los militares norteamericanos a los que plagaron el Tercer Mundo a lo largo del período conocido como de la Guerra Fría. Para ambos, Pentágono y mandos militares colombianos, la esencia de tal Doctrina reside en la combinación de procedimiento dirigidos a basar la seguridad en el desarrollo más que en la represión, dentro de criterios humanísticos y sociológicos de nuestra realidad nacional.

Digno de destacar en la obra que se comenta, el concepto de profesionalización expresado por

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Andrés Dávila y su acertado . tratamiento. Las obras de Huntington y Finer utilizadas por él como referencia, se toman como sustentación pero con fuerza analítica propia, concordante con nuestra realidad. Significativa de la observación en el sentido de que "no existe contradicción tajante entre profesionalización y politización". Cabría aquí definir lo que se entiende por politización, pues en ello reside buena parte de los criterios prevalecientes en nuestros medios políticos sobre la prohibición constitucional de deliberar para los militares. Estos, y que nadie se asuste en nuestro prevenido mundo político, deben recibir y complementar por sí mismo una educación política democrática que permita entender los conflictos ideológicos y sus expresiones revolucionarias, con obvia exclusión de consideraciones partidistas, y sujeción doctrinaria al poder civil.

En la imposibilidad de tratar con amplitud esta materia vital, basta destacar la nota de pie de página 78, en la que el autor define con claridad meridiana el concepto de profesionalización.

Tres ideas-fuerza del autor ameritan comentario especial:

La incapacidad militar para derrotar al enemigo histórico No es el Ejército el que puede derrotar al enemigo histórico, sino el Estado. De otra manera nos situaríamos en el terreno represivo que el autor descalifica con razón para la solución de un conflicto polifacético.

Las Fuerzas Armadas no se han constituido en sector institucional líder de un proyecto global para la nación

La verdad es que no es ese su papel dentro del Estado. Cuando lo han intentado para llenar el vacío

abierto por el estamento político, sus líderes fueron calificados como deliberantes y destituidos, pese a que sus empeños no tendían a sustituir el poder civil sino a fortalecerlo, eliminando las causas de perturbación y no sus efectos violentos.

Imposibilidad de conseguir un perfeccionamiento institucional del esquema dentro del cual desempeñan sus funciones.

Este esfuerzo sí se ha cumplido. Dentro del período histórico cubierto por Andrés Dávila en su obra, se efectuó a plenitud en el decenio de los sesenta. Tomando como base las desastrosas experiencias de la refriega sectaria, se realizó una de las reformas más trascendentales del presente siglo en los campos doctrinarios, procedímentales, orgánicos, vale decir de profesionalización integral. Fruto en parte de la autonomía legítima del estamento armado, en parte con aceptación, respaldo y algún grado de inspiración presidencial durante los gobiernos de Alberto y Carlos Lleras.

De 1982 en adelante, justo es reconocerlo, el proceso evolutivo sufrió un estancamiento que desembocó en los reveses de los dos últimos años. También debe aceptarse una acentuada divergencia de criterios dentro de la institución militar, en torno al predominio que debería tener la escuela que podría denominarse sociológica o la puramente represiva que caracterizó el período 1975-1982. Renovada energía transformadora se evidencia en el momento actual. Ante la incertidumbre que rodea a los procesos de paz en curso, Colombia debe disponer de unas Fuerzas Armadas idóneas, con visión del futuro, estructuradas mental y físicamente para jugar un papel

decisivo sea en la larga convalecencia que seguiría a la paz formal, sea en la prolongación -que sería catastrófica-, del conflicto armado.

En suma, el profesor Andrés Dávila Ladrón de Guevara entrega con su obra un valiosísimo aporte al pensamiento colombiano, sobre el Juego del Poder en las interrelaciones sistema democrático bajo su actual régimen político, el ordenamiento constitucional, las Fuerzas Armadas, el poder civil y los conceptos aparentemente antagónicos de subordinación y autonomía. Mucho queda por decir sobre la obra con su enfoque novedoso, original y en cierta medida audaz que invita a un comentario más extenso y profundo que el permitido por la comprensible tiranía del espacio.

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Cómo se legitima una conquista:

Fe y Derecho en la conquista española de América

Rodolfo R. de Roux Bogotá, Editorial Nueva América, 1998,166 págs.

Felipe Castañeda Filósofo, director del Departamento de Filosofía y Letras de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Los Andes

"La pólvora contra los infieles es incienso para el Señor."

(Fernández de Oviedo)

Con motivo de la conquista de América se generaron reflexiones de carácter filosófico y teológico en España hacia la mitad del siglo XVI, en relación con la legitimidad de la guerra contra los indígenas, su status de humanidad, su derecho a la propiedad, las relaciones entre fieles e infieles, la jurisdicción de la iglesia cristiana frente a asuntos del gobierno, entre otros temas. El carácter de esas reflexiones presenta especial interés ya que se trató no solamente del cuestionamiento y crítica de la forma como se adelantó el proceso de la conquista, con las implicaciones que pudiese tener pensando en el credo y las formas de pensamiento propias de los

españoles de entonces, sino porque supuso el encuentro entre pueblos y culturas completamente desconocidas y novedosas, lo que puso a prueba los conceptos y argumentos tradicionales relacionados con los temas antes mencionados. Es conveniente tener en cuenta que la forma de entender, por ejemplo, la infidelidad, se acuñó pensando en la existencia de grupos humanos no creyentes, pero de los cuales el cristianismo tenía noticia. La posibilidad de seres humanos que no hubiesen tenido ningún tipo de conocimiento del credo cristiano solamente se planteó como una posibilidad teórica, por llamarla así, para explicar la infidelidad de pueblos anteriores a Cristo, o de eventuales casos de desconocimiento por ignorancia invencible, pero no frente al conocimiento de la existencia actual de culturas relativamente populosas, completamente ignorantes del cristianismo y con las cuales era oportuno mantener relación. Rodolfo de Roux presenta las posiciones de Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria y Juan Ginés de Sepúlveda en relación con el tema de la legitimidad de la conquista, articulando su exposición en función de la identificación de lo que él considera las tesis principales de cada uno, así como con algunas indicaciones de carácter histórico. La obra se puede entender como un trabajo introductorio al problema, lo que constituye su mérito principal. Se trata de un ejercicio de síntesis que permite comparaciones entre distintas posiciones, que van desde la defensa del derecho de guerra por

parte de los españoles en Sepúlveda -cap. 4, "Insistir en la inferioridad del conquistado y presentarse como su benefactor"-, hasta la condena casi incondicional del uso de la violencia en de las Casas -cap. 3, "Obtener el consenso de los nuevos subditos"—, pasando por las consideraciones intermedias de Vitoria -cap. 2 "Proclamar un derecho virtualmente universal y realmente particular"—. En relación con la exposición de las tesis de este último, vale la pena comentar que gran parte de su planteamiento se apoya en la idea según la cual el Derecho Natural proviene de la Ley Eterna en la que se expresa directamente la voluntad de un dios que se entiende como omnipotente, sumamente sabio y bondadoso, así como en cierta idea del hombre como agente libre, apoyándose en planteamientos de Tomás de Aquino. Por lo tanto, la Ley Divina, es decir, la voluntad de este mismo dios expresada en los textos bíblicos, no puede estar en contradicción con el Derecho Natural, ya que ambas instancias expresan la voluntad de un mismo legislador, de tal manera que la interpretación de la Biblia no puede negar premisas básicas del Derecho Natural. Y ya que el Derecho Positivo se desprende del Natural, en la medida en que la Ley Humana resulta del ejercicio de la libertad, el uso de razón y el reconocimiento de la necesidad de hacer operativo y aplicable el Derecho Natural, el Derecho Divino no puede negar las leyes que establece el hombre mismo que correspondan y estén sustentadas en el Natural. En este sentido, es importante entender las tesis de Vitoria como parte de un sistema, y no meramente como una especie de suma inconexa de planteamientos. De ahí que la exposición tanto de los

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títulos legítimos como ilegítimos para la Conquista planteados en la Relectio de Indis, deban ser entendidos como parte de un mismo pensamiento, que desde cierto punto de vista permite dar razón de ciertas conductas, pero que desde otro, pero por la misma lógica interna, las rechaza. En otras palabras, tanto el derecho a la propiedad, como el del establecimiento de gobiernos, son avalados por el mismo Derecho Natural, que legitima la comunicación entre los pueblos, el comercio, así como la defensa, violenta si es necesario, de los mismos. El eje del planteamiento radica en una determinada concepción del derecho Natural, del que se desprenden diversas tesis, y no en la defensa de diversas tesis por planteamientos independientes, o en hacer prevalecer arbitrariamente unas sobre otras. En este sentido, considero poco afortunadas expresiones del autor en las que presenta a De Vitoria como una especie de ecléctico que justifica según su arbitrio sus propias posiciones personales: "Ya Vitoria quitaron una mano lo que había dado a los indios con la otra" (pág. 72) o "El padre del derecho internacional moderno, que comenzó su reelección' abogando por la igualdad ante el derecho de los españoles e indios, termina confiscándole a estos últimos la libertad que les otorgó un instante, reduciendo a gesticulación retórica el esplendor de su alegato"(pág. 87). Como el mismo autor afirma "Nuestro teólogo (de Vitoria) es demasiado lógico para terminar vaciando de contenidosus propios postulados sobre la independencia y la soberanía de los pueblos" (pág.85).

Como es sabido, en la obra de Las Casas se entremezclan fuentes -filosóficas, teológicas, históricas, antropológicas y científicas de muy

sdiversa índole, que van desde los tratados de Hipócrates en relación con la influencia del clima sobre las disposiciones y facultades humanas, pasando por la concepción aristotélica del alma, relatos mitológicos griegos y romanos, sus propias descripciones antropológicas de los pueblos indígenas descubiertos, el andamiaje conceptual de un Tomás de Aquino, así como de diversas autoridades escolásticas y patrísticas, hasta las bulas papales y su propia interpretación de los textos bíblicos. Lo anterior explica la dificultad de una exposición sistemática y a la vez introductoria de su pensamiento, que evite caer en lo superficial. En este sentido, la presentación que hace Roux de la posición de Las Casas tiene el mérito de seleccionar y presentar de una manera coherente algunas de sus tesis, enfocando su exposición al problema del status de humanidad de los indígenas, la validez de los principios generales del Derecho Natural para los mismos, así como una alternativa de evangelización ajustada a lo anterior. El autor sintetiza su punto de vista afirmando que "Las Casas reformula la doctrina universalista del cristianismo medieval bajo las categorías de la racionalidad, subjetividad y libertad [...]" (pág. 113). Esta conclusión motiva las siguientes preguntas: ¿Plantea De las Casas conceptos novedosos en relación con la racionalidad, subjetividad y libertad? ¿Se trata más bien de un aporte en la determinación de criterios para aplicarlos a una realidad inesperada como lo fue el encuentro con un Nuevo Mundo? ¿Consiste su mérito en un cambio en la forma de entenderlos, en la medida en que los utiliza pensando en un estudio comparativo de las culturas recién

descubiertas con las europeas, así como con sus antecedentes griegos y romanos? ¿Prima una intención de defensa de los indígenas y de la eventual evangelización de esos pueblos desde el punto de vista que convenga -teológico, filosófico, científico, etc.-, siempre y cuando sirva para alcanzar el fin previsto y que condiciona la manera como se conciben los mencionados conceptos? Para terminar conviene recordar que el estudio de las reflexiones que se generaron sobre la legitimidad de la Conquista, no sólo representan una muy buena puerta de entrada a la filosofía y el pensamiento de la Edad Media y de Grecia Clásica que tuvieron algún tipo de incidencia sobre nuestra realidad latinoamericana, sino que como anota de Roux "la trágica relevancia del asunto reside, también, en que las dudas acerca de la capacidad humana de los indios y el prurito de 'civilizarlos' han sido compartidos secularmente por buena parte de las élites latinoamericanas" (pág. 148). Lo anterior se puede complementar si se piensa en la actualidad acerca de los necesarios vínculos entre culturas y pueblos, en los que se presenta una tendencia casi natural a proyectar en los otros los propios defectos no asumidos y a imponer dogmáticamente verdades, eventualmente válidas para el patio de la propia casa. Las reflexiones de pensadores como Sepúlveda, De las Casas y De Vitoria pueden servir como referencia teórica para criticar o fundamentar posiciones en un momento de inevitable contacto con el otro, teniendo algo de conciencia sobre la propia identidad, que entre otras se manifiesta en los propios credos, así como en las diferencias de poder entre los pueblos. Por lo anterior me parece pertinente la aparición del trabajo del profesor De Roux.

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La ciudad representada:

Política y conflicto en Bogotá

Francisco Gutiérrez Sanín Bogotá, TM Editores-IEPRI,

1998,246 págs.

Andrés Dávila Politólogo, profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes

Hay libros que llenan vacíos en el conocimiento de algún tema o problema específico. Hay libros que sugieren nuevas miradas sobre viejos problemas y, en ese camino, descubren que hay, también, nuevos problemas que sería deseable mirar.Y hay libros que intentan, con mayor o menor éxito, aplicar teorías, esquemas analíticos, modelos conceptuales y metodologías sobre realidades concretas que en principio no parecerían adecuarse a tales perspectivas. Pues bien, este trabajo de Francisco Gutiérrez Sanín que con todo mérito recibió mención de honor en el concurso de Ciencias Sociales que anualmente convoca la Fundación Alejandro Ángel Escobar, cumple a cabalidad con los tres rasgos descritos.

En efecto, el trabajo de Gutiérrez Sanín aborda un objeto de estudio específico, Bogotá, y dentro de él sólo algunas temáticas particulares: los modos de actuar y relacionarse políticamente los bogotanos, y las formas tradicionales y nuevas de tramitar y gestionar los conflictos y las diferencias de intereses. Igualmente, es un texto que sugiere y desarrolla nuevas miradas sobre viejos problemas: la participación, la creación de ciudadanía y sus dilemas, "el clientelismo y sus enredos", la traumática y épica construcción de democracia; pero en este mismo proceso muestra cuántos temas y problemas, viejos y nuevos, apenas si han sido observados, considerados,

tangencialmente tenidos en cuenta por las todavía endebles ciencias sociales colombianas y bogotanas. Como si ésto no fuera suficiente, La ciudad representada es un compendio sugerente, desafiante, armónico hasta donde le es posible y a veces algo críptico. En él se mezclan conceptos, modelos de análisis y metodologías de muchísimo vigor en otras partes y en disciplinas distintas a la ciencia política y la antropología, al menos para lo que hoy en día es más común en el caso colombiano.

Desde esta perspectiva, indudablemente el trabajo comentado constituye un aporte fundamental en los varios aspectos señalados. Como aproximación a la política actual en Bogotá y, con toda seguridad, en Colombia. Como examen cuidadoso y teórica y empíricamente documentado de aquellos temas sobre los cuales se pontifica con facilidad sin que haya mayor sustento investigativo: la participación en sus reales condiciones, las conductas de la gente, los mecanismos de resolución de los conflictos. Como ejercicio de aplicación de enfoques que por ignorancia, desconocimiento y supuestos reatos ideológicos, la mayor parte de los académicos se han negado siquiera a considerar.

El trabajo está dividido en una introducción y dos partes fundamentales, además de un completo prólogo en el cual Antanas Mockus presenta a su vez una lectura juiciosa, interesante y sugestiva del trabajo de Gutiérrez. En la introducción, el autor nos cuenta con toda claridad el alcance y los límites de su investigación. Como lo señala, "no me he propuesto una reflexión sobre Bogotá, sino sobre la naturaleza de algunos procesos que ocurren allí, y que en algunos casos podrían también ocurrir, bajo una u

otra forma, en otras partes del país" (pág. 1). Pero evidentemente, Bogotá es simplemente una excusa para delimitar con precisión el objeto de estudio y para conservar el rigor necesario en el ejercicio de investigación empírica que se adelanta y que sustenta suficientemente la reflexión adelantada. Los temas, y Gutiérrez lo tiene muy claro, trascienden Bogotá y, seguramente también, las ciudades colombianas. La cuestión de fondo que aborda el autor es la manera como la vida colectiva de los ciudadanos colombianos, en sus aparentes contradicciones y paradojas, en sus resultados concretos muchas veces cuestionables e indeseables, no es resultado de procesos e interacciones irracionales. Por el contrario, dependen de los mecanismos racionales que les permiten, por su fuerza cultural y social, propiciar resultados que si bien en conjunto no son los deseables, resultan necesarios en tanto son la principal posibilidad para cada uno de los actores sociales e individuales.

Para llegar a estos resultados, Gutiérrez entra sin escrúpulos en varios temas polémicos. Es así como el contexto de su discusión y de su análisis está en el terreno de la cultura y más exactamente de la cultura política, aun cuando la noción y los enfoques que utiliza para el análisis choca de entrada con las perspectivas organicistas prevalecientes. En este terreno, utiliza como eje de la indagación y el análisis la noción de representación en sus varias acepciones y permite discernir cómo éstas se entrelazan: en tanto mecanismo de agregación y tramitación de intereses, espacio necesariamente cercano al de la democracia; y como escenario en donde se desempeña un rol, se juega

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un papel, dentro de ciertos parámetros. Pero además, y tal como lo sugiere Antanas Mockus, "el tercer sentido de ciudad representada corresponde a la forma en que el libro está escrito, renunciando a cualquier narrativa de conjunto e intentando aproximaciones analíticas que permiten mirarla desde ángulos distintos que se enriquecen mutuamente" (pág. IX).

Con esta línea directriz, en la primera parte "Intuiciones básicas sobre política y ciudadanía" estudia las relaciones entre ciudadanía y participación. En tres capítulos desglosa los varios componentes de esta compleja interacción. En el primer capítulo imprime el tono claro de su análisis pues no arranca por las comunes disquisiciones sobre el sentido y los contenidos de la participación popular, sino más bien por una juiciosa mirada a la participación realmente existente. Y sobre ella puede decir algunas importantes consideraciones en la medida en que trabaja con el apoyo de una amplísima base de datos sobre las juntas de acción comunal. Es así como cuestiona la supuesta virtuosidad de las medidas para promover la participación a partir del nuevo entramado institucional derivado de la Constitución del 91. Muy al contrario, constata cómo este entramado desincentiva a la acción comunal, la organización de mayor trayectoria y vigencia, con independencia del peso del clientelismo y las adhesiones tradicionales no democráticas en ella presentes. También muestra que a diferencia de los supuestos sobre mayor participación en comunidades consolidadas, ésta parece concentrarse más en los denominados "pueblos jóvenes": el capital social y el tiempo de residencia resultan inversamente

proporcionales. Adicionalmente, reflexiona alrededor de la entropía participativa, es decir, de aquellas prácticas que no por convencionales e indeseables mantienen plena vigencia y tienden a reproducirse, expresión clara de lo que el autor denomina "esquizofrenias de nuestra vida pública". Aquí da cabida al tema del civismo y la pedagogía, en tanto reflejan algunas de las soluciones propuestas para incidir en situaciones caracterizadas como anómalas. Su planteamiento resulta desafiante pues indica con precisión los alcances y límites de estos esfuerzos cuyo último referente anida en la compleja temática de la moral pública: la educación cívica se asemeja a las medicinas alternativas en tanto se sabe que actúa, más no en qué sentido; y resulta muy potente cuando lo hace (pág. 10).

En el segundo capítulo aborda el tema del clientelismo desde una doble perspectiva, reviviendo y enriqueciendo un debate central pero olvidado. En efecto, desarrolla primero una revisión cuidadosa de bibliografía, con algunas ausencias, en una perspectiva que resulta sugerente para reenfocar adecuadamente este tema y volverlo a ubicar en la agenda de investigación. Esta revisión del concepto le permite precisar el objeto de estudio al cual se aproxima con estudios de caso centrados en lo que el autor denomina redes clientelares. Al tratar la cuestión en esta doble dimensión, conceptual y empírica, consigue el autor una propuesta analítica que rompe con una retórica empobrecedora que se agota en la taxonomía miope de los supuestos vicios de nuestra maltratada clase política. Muy al contrario, Gutiérrez sugiere que resulta indispensable repensar, replantear y mirar empíricamente estas prácticas, para concluir que por su carácter de intermediación parecen conservar en grado significativo las claves para la comprensión de cómo se gesta y se ejerce la política en Colombia. Al utilizar esta perspectiva, el autor tiene la sutileza de entrever que los juicios descalificadores ocultan una densa red de interrelaciones que contienen la explicación de cómo se accede, se ejerce y se reproduce el poder y por qué vastos sectores de la población se pliegan a sus requerimientos. Gutiérrez da un paso adicional, pues indaga algunas de las razones para que estas prácticas se adapten y adapten exitosamente contextos institucionales modificados, para lo cual sugiere una cierta idea de clientelismo de mercado. Su propuesta analítica y las inquietudes no resueltas se manifiestan claramente cuando señala que, "el

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clientelismo amerita algo más que una atención puramente hospitalaria (...) más que una patología es una mutación, inscrita en el código genético de nuestra normalidad. Estaba ahí desde el principio, como parte entrañable de nuestro proyecto de democracia" (pág. 120).

En el tercer y último capítulo de esta primera parte, hay un nuevo cambio de metodología y de referentes. En "Micropolítica, democracia y pesimismo" hay "una lectura casi optimista del pesimismo" (pág. 11). En efecto, el autor se preocupa ahora por los juegos del lenguaje y las reglas que de allí se derivan para tramitar las relaciones de poder. En una perspectiva que deriva deWittgenstein y Hintikka, justifica plenamente una revisión de los discursos y los enunciados de quienes desarrollan relaciones políticas y apunta a explicar cómo se construyen, en la realidad real, consensos, adhesiones, aceptación de normas y reglas que no necesariamente pasan por la institucionalidad. La conclusión podría ser devastadora, en tanto sale a relucir no la escasez de recursos materiales sino la de recursos culturales que se anudan en el pesimismo, pero a cambio es casipositiva en tanto indica que existe aún una salida. El pesimismo no genera sólo desconfianza, impotencia y desidia moral, todo indica que genera también una suerte de forma laica y desencantada, moderna en algún sentido, de vivir y representar el poder (pág. 158).

En la segunda parte, Gutiérrez se centra en la gestión de los conflictos. Su punto de partida, fundamentalmente intuitivo, destaca no tanto la virtud intrínseca asociada a la necesaria existencia de conflictos y diferencias de intereses que deben ser resueltas, sino al hecho constatable de una tendencia creciente a configurar fórmulas destructivas de éstos. Por tanto, lo

característico de los colombianos, a quienes se les "salta la piedra" con facilidad, es la recurrente incentivación de los defeccionadores, de los halcones, de aquellos que se aprovechan de un sesgo estructural constatable al revisar los argumentos, las reglas y excepciones que rigen sus mapas mentales acerca de la solución a los conflictos. Lo más curioso de esta constatación es la pregunta reformulada que el autor se hace: por qué, en las condiciones mencionadas, los bogotanos (comparativamente), cooperamos tanto (pág. 15). Ciertamente, Gutiérrez nos muestra la potencialidad del enfoque de lo racional y lo estratégico, a medida que se aparta de las nociones que han hecho carrera en torno a una supuesta "cultura de la violencia o de la intolerancia". Y es aquí donde asume el reto más grande al mostrar que la supuesta ruptura entre los enfoques institucionalistas y culturalistas no es un hecho, sino apenas una construcción proveniente de las preferencias y los sesgos de los analistas. En consecuencia, muestra diversas posibilidades para tratar simultáneamente tales problemas y para encontrar los complejos nexos entre instituciones, contratos, leyes y prácticas culturales. Ciertamente, en algunos de los desarrollos de estas intuiciones adquiere mucha fuerza la jerga asociada al enfoque privilegiado por el autor y se sugieren temáticas difíciles de apropiar para los neófitos. Hay allí riqueza conceptual y analítica, pero seguramente lo que los lectores alcanzamos a entrever dista mucho de lo que el autor alcanza a sugerir. Lo críptico debería dar paso a fórmulas más digeribles que, por lo mismo, permitan conocer y debatir los resultados y las intuiciones propuestas.

En el capítulo cuarto, "Las retóricas de la defección", se plantean los recursos retóricos y estratégicos que apuntan a justificar comportamientos cuyos desenlaces resultan indeseables. Para esto, se trabajan los

seguimientos detallados a más de cien conflictos no resueltos, con entrevistas y grabaciones minuciosas de las circunstancias. El enfoque hunde sus raíces en consideraciones acerca de la dimensión estratégica de la racionalidad, las cuales ofrecen el sustento requerido para apoyarse en lo que el autor denomina una cultura estratégica en la cual diversas racionalidades dialogan y se descifran mutuamente. La búsqueda apunta en definitiva a saber cómo y bajo qué condiciones los actores de los conflictos se adaptan a determinadas reglas de juego. Y es allí, bajo las constataciones acerca de la redistribución de la culpa, la caracterización del otro -bien como sujeto moral y sujeto estratégico-, y la "lógica del neurasténico", aquel que acude a ser fuerte con los débiles y débil con los fuertes, que el autor encuentra una estructura que premia a los faltones, mientras refuerza al neurasténico. En el capítulo quinto se indaga por las instituciones, los contratos y las leyes, como dimensiones que apuntan a la construcción social de la justicia. Se examina primero la disonancia disciplinaria, es decir, las razones que conducen a que el régimen prometa una cosa y se haga la contraria. Y, segundo, la imitabilidad de los lenguajes públicos, los cuales permiten a los oportunistas aprovecharse de la confusión de manera que no resulte posible diferenciar entre el original bueno y la imitación tramposa. Por esta vía se llega a Orwell y se compara el leguleyismo colombiano con la neolingua propia del mundo por éste propuesto en calidad de distopía.

En el último capítulo se examinan dos parámetros obvios, pero ignorados, del conflicto y los dilemas sociales: el tiempo y el espacio. De ellos dependen, en buena parte, las posibilidades de cooperación y de resolución de conflictos. Como bien lo indica el autor, en el capítulo más breve

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apenas si se organizan las intuiciones surgidas a partir de lo que los resultados investigativos ofrecen en relación con estos dos aspectos. La intuición es potente y la propuesta novedosa: sin considerar adecuadamente y a cabalidad estas dos coordenadas que enmarcan la gestación y resolución de los conflictos, su comprensión siempre resultará parcial y con sesgos. Dentro de ese mismo carácter intuitivo y seguramente como producto del cansancio propio de la culminación de un esfuerzo analítico pretensioso, en el buen sentido de la palabra, incluye allí unas sucintas conclusiones sobre la segunda parte, que comprenden más bien un esfuerzo ordenado de recapitulación de los principales hallazgos.

Se ha querido, con esta reseña minuciosa, mostrar el alcance y la riqueza indudable del texto examinado. En su compleja construcción se echa de menos una conclusión general, a manera de evaluación conjunta de lo intentado, lo logrado y lo que falta por hacer para continuar el análisis. Concretamente, queda pendiente retomar con todas sus letras la discusión y el análisis de la propuesta que creemos subyace a lo largo del libro: la de abordar los asuntos de la cultura desde los enfoques de la racionalidad y los microfundamentos

de la política, y arriesgar algunas reflexiones tentativas sobre sus logros, sus limitaciones, sus posibilidades y sus desafíos. Vale también, hacer un llamado marginal que más bien tiene que ver con la edición. A lo largo del texto hay un manejo muy bien logrado de las notas de pie. Ellas constituyen, por sí mismas, un texto lleno de sugerencias y críticas para el análisis. Por ello, la ausencia de una cita, la número 28 en la página 170, "Introducción a la segunda parte", se nota mucho más y amerita, incluso, este señalamiento. Cabe resaltar, para terminar, que habría mucho que discutir y cuestionar, en pro de mayor claridad y de objetivos más concretos de investigación hacia un futuro próximo. Si se ha preferido avanzar en una reseña minuciosa aunque algo acrítica obedece a una decisión consciente. Antes de prejuzgar, juzgar y enmascarar la complejidad de muchos de los planteamientos, parece mucho más importante reseñarlos en conjunto, apuntando a mostrar su coherencia y su valor intrínseco en tanto da múltiples señales, conceptuales, metodológicas y empíricas para entender la urdimbre menuda de la política, sobre la cual se entretejen realidades institucionales y políticas que hasta el momento no han dado campo para un pensamiento más elaborado acerca de su configuración y sus dinámicas. Sólo así, abriendo brecha rigurosamente, podrá reanimarse la exploración de cómo y por qué nuestra vida política insiste en ser terca, paradójica y absurdamente mal comprendida por quienes deberíamos ayudar a conocernos.

Organización y gestión de la investigación en la universidad: El Instituto de Estudios Rurales Rafael Avila Bogotá, Pontificia Universidad

Javeriana. Colciencias. Ediciones Átropos, 1998,223 págs.

Carlos Dávila Profesor Titular, Facultad de Administración Universidad de los Andes

¿En qué condiciones se produce la investigación sobre ciencias sociales en Colombia?, ¿Cómo lidian con un entorno hostil -o en el mejor de los casos displicente- los científicos sociales en este país?, ¿Por qué es común que los profesores universitarios de las ciencias sociales investiguen muy poco y publiquen aún menos? Abordar estos y otros interrogantes de la sociología del conocimiento es indispensable para el fortalecimiento de la labor investigativa, en este caso la relacionada con las ciencias sociales. Pero poca atención han prestado los investigadores sociales colombianos a escudriñar su oficio con los métodos que les son propios, de modo que resultan escasos en extremo los estudios sobre el quehacer de la investigación social en este país. En consecuencia, se merman las posibilidades de aprendizaje institucional, grupal y personal sobre la experiencia investigativa acumulada por investigadores, grupos, universidades y centros de investigación; de manera que los síndromes del "borrón y cuenta nueva" o del "vuelve y juega" encuentran así un campo eternamente abonado en el campo de la investigación. En estas circunstancias, la reflexión sobre las condiciones de trabajo y el proceso de producción

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intelectual en ciencias sociales en Colombia, generalmente no traspasa los círculos de colegas que comparten amarguras y logros con un entendimiento implícito de estar sometidos a la incomprensión y la marginalidad. Por ello, es reconfortante encontrarse con este libro aleccionador sobre la organización y gestión de la investigación en la universidad, que sumerge al lector en la experiencias de carne y hueso de un grupo de investigación, agudamente descritas y creativamente interpretadas por su autor, el sociólogo Rafael Ávila Penagos.

Afortunadamente este profesor de larga trayectoria en la Universidad Pedagógica Nacional, educado a nivel doctoral en la Universidad de Lovaina, tomó el riesgo de adentrarse en un estudio de caso en profundidad, el del Instituto de Estudios Rurales, IER, de la Universidad Javeriana al que describe como "una organización micro dentro de una organización de tamaño mezzo", (pag. 178) y como "una idea innovadora en una institución sobrecargada de docencia" (pág. 180). Este instituto es obra de un proyecto de vida de un grupo de quijotes que completa ahora veinte años de vicisitudes. Avila no se deja arrinconar por el temor de ser tachado de empirista, así que no se queda en generalidades sobre la "investigación en la universidad colombiana". En cambio, prefiere penetrar en la realidad de una de

ellas como objeto/sujeto de estudio.

El caso tratado en este libro cautiva la atención del lector desde un comienzo. Está lleno de paradojas. El grupo de

investigación estudiado no proviene de graduados de la universidad en que se asientan: son "javerianos" por adopción, venidos de otras universidades privadas, públicas y extranjeras. Algunos son economistas de formación amplia, no ortodoxos neoclásicos; otros son sociólogos y antropólogos independientes y con un estilo de vida poco convencional que disonaba en un medio formalista, capitalino y solemne. Desde un comienzo optan por una labor que exige dedicación de tiempo completo, figura que en su momento era una novedad en una institución donde predominaban los "catedráticos" de tiempo fugaz. Y se embarcan en el mundo rural colombiano, un campo que a juicio de un directivo entrevistado,

economista a la par que decano

...no es un ámbito económico, pero dentro de lo rural, lo económico

juega un papel importante [....] el componente económico que hay en el IER es muchísimo menor del que debería ser. Y el poco que tiene, tampoco es el que debería tener [....] Y los economistas que tiene son economistas socio logizados (pág.149).

Para terminar de completar sus complicaciones, en vez de sumergirse en la docencia tradicional desvinculada de la investigación, proponen dedicarse a la investigación participativa con campesinos alejados de la gran ciudad en la que aspiran a trabajar los futuros economistas así como los administradores, pero también los contadores, que estudian en la Facultad de Ciencias Económicas de la Javeriana. Ninguno de estos tres grupos futuros profesionales encuentran, en consecuencia, afinidad con estos investigadores, hippies y de mochila que marcan un contraste relumbrante con los catedráticos magistrales de la tradicional facultad. La experiencia de estos investigadores, quijotes y desafiantes del statu quo universitario, tiene tintes de ejemplarizante -en el sentido kuhniano del término-. El libro reseñado logra rescatar algunos de esos tintes, acudiendo al rigor del análisis antes que a la apología o demonización de unos u otros actores (miembros del equipo del IER, campesino, directivo que apoyaron

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el proceso, colegas opositores, directivos enemigos, colegas impasibles, etc.). El texto está' estructurado en doce capítulos dispuestos en dos partes. La primera de ellas, de la que forman parte seis capítulos, concentra su atención en el particular enfoque metodológico de la investigación participativa, que desde un comienzo se propusieron los artífices del Instituto. La segunda parte del libro, compuesta por otros seis capítulos, trata sobre su particular modo de gestión de la práctica investigativa. El libro gira alrededor de una hipótesis: las contribuciones que ha hecho el instituto en cuestión tanto en el ámbito de la metodología como en el de la gestión de la investigación constituyen una innovación organizacional y de gestión. Como tal, el estudio, originado en una tesis de maestría (en dirección universitaria), en la Universidad de los Andes está inscrito dentro de un proyecto internacional comparativo sobre organizaciones exitosas e innovadoras en países subdesarrollados (el Internan Innovation Programe). Ojalá este libro abriera trocha para que otras experiencias investigativas en universidades públicas y privadas se estudiaran con el grado de detalle y con el rigor desplegado en este trabajo.

Para realizarlo, el autor parte de dos "aclaraciones" pertinentes: por una parte, las prácticas sociales se visualizan como fuentes potenciales de conocimiento y de aprendizaje, y no como un "simple lugar de aplicación del conocimiento elaborado por las diferentes tradiciones disciplinarias" (pág. 23); por la otra, se valoran las "diferencias culturales" (pág. 25). Acorde con estos supuestos, el libro se guía por una "comprensión

semiótica de la cultura" (pág. 27) que desemboca en una metodología anclada tanto en la hermenéutica de textos escritos por el IER a lo largo de dos décadas, como en la interlocución directa con los autores de la innovación.

En el libro se analizan treinta textos que Avila ordena alrededor de los siguientes temas críticos en la vida del instituto: "Contradicciones y tensiones entre campesinos y sociólogos" (capítulo II), "El potencial de la investigación concertada" (capítulo III), "La antinomia sujeto-objeto" (capítulo IV), "La unidad de criterios y posibilidad de variaciones" (capítulo V) y "Una modalidad diferente de investigación participativa" (capítulo VI). En cuanto a las entrevistas en profundidad se adelantaron dieciseis con innovadores y actores próximos a su experiencia. Sobre los investigadores, Avila precisa que

"han sido actores pero también, y más que todo, autores de la alternativa. Han padecido las consecuencias de la cultura académica vigente, pero han construido paciente e inteligentemente una alternativa" (pág. 160).

Entre los otros actores, Avila entrevistó antiguos decanos que apoyaron al grupo, así como aliados en las directivas y colegas de la facultad; los dos decanos que más enconadamente persiguieron al grupo, no se dejaron entrevistar. Su silencio es un elocuente testimonio que habla por sí solo.

Treinta textos son bastantes, especialmente, porque el análisis que Avila hace de cada uno de ellos es juicioso, permitiéndole tejer una trama que revela la intensidad del debate intelectual dentro del grupo, su resistencia a la adversidad y la vitalidad reflejada en tensiones, éxitos, fracasos. Pero representan sólo

una parte de un extenso inventario de textos que suma una revista bianual (Cuadernos de desarrollo rural que llegó también a sus veinte años de vida), 20 libros, 20 capítulos en libros, 57 ponencias en congresos y seminarios, 31 artículos en publicaciones distintas a las de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas a la que por largo tiempo perteneció el IER hasta que se convirtió en un instituto aparte, además de 60 informes de investigación. Llama la atención que sus colegas de la facultad en la que acamparon como extraños ocupantes durante los primeros dieciocho años de su agitada existencia, no quisieron percatarse de este caudal de producción intelectual que contrastaba con la penuria de la de aquellos. Optaron, en cambio, por algo más fácil y efectivo: descalificar a los estudiosos del mundo rural sin siquiera haberlos leído. Fue así como a pesar de esta extensa producción intelectual y del reconocimiento internacional recibido, el IER tuvo que abrirse paso a codazo limpio, recibiendo a menudo golpes sucios, como lo muestra en forma vivida el libro, especialmente en su segunda parte. Allí hay un capítulo (el séptimo), que indaga sobre el imaginario colectivo del grupo del Instituto acerca de la ciencia, la relación docencia-investigación, la gestión de la investigación y la lógica interdisciplinaria. Las situaciones conflictivas con el entorno y dentro del grupo mismo, son el tema de otro capítulo (octavo), mientras que los procesos de organización y gestión que se han ¡do urdiendo a lo largo de los años son el centro del capítulo noveno. El libro concluye con dos capítulos que se preguntan si la experiencia documentada constituye un caso de innovación organizacional

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y de gestión en el mundo universitario. Para este propósito el marco de referencia construido por el autor, que le permite en los primeros diez capítulos tener una comprensión inicial de las innovaciones de este grupo de investigación, se utiliza de manera muy apta y convincente en este apartado final como un instrumento heurístico para responder la pregunta en cuestión.

Este libro es de indudable interés para quienes tienen que ver con la investigación en ciencias sociales. Por una parte, por su temática, pertinente y provocadora, inspirada en la tradición que escudriña, con buena dosis de imaginación sociológica, procesos y relaciones organizacionales desde la mirada de actores diferentes. En este caso se trata de investigadores y directivos universitarios interactuando en espacios donde están presentes procesos tales como las tensiones entre el poder académico y las autoridades universitarias formales, la legitimación de prácticas innovadoras, la dinámica del conflicto y la negociación que éstas generan, las vicisitudes en la gestión de la financiación y las formas alternativas de inserción de la labor investigativa dentro de la estructura formal universitaria.

Por otro lado, la forma como está tejido, hace que este texto -por lo demás impecablemente escrito-, atraiga al lector al lograr una simbiosis entre el relato ágil y pleno de citas textuales de entrevistas y un claro propósito analítico. Aquí el marco teórico de referencia no es un formalismo de manual, sino un asidero que le da sentido y significado a los episodios que marcan la génesis y desarrollo a lo largo de dos décadas del grupo de investigación estudiado. Por estas razones, el libro de Avila puede

resultar de interés para directivos y decanos universitarios que encuentran allí evidencias de cómo la fragilidad de nuestras instituciones universitarias, deja espacio para que desde un mismo cargo directivo sus ocupantes pasajeros, tengan a su arbitrio la posibilidad tanto de reprimir como de apoyar la investigación. Sirve también a otra audiencia, que puede verse reflejada en el libro: Quijotes como éstos existen en varias universidades colombianas; el libro puede animarlos a seguir nadando contra la corriente. Vale la pena intentarlo aunque a menudo el costo personal y profesional sea tan alto que no tiene cabida dentro de los cálculos del costo de oportunidad que preocupa a los analistas de la eficiencia del gasto académico.

El libro reseñado puede también servirle a los funcionarios que en universidades y entidades gubernamentales aún creen, equivocadamente, que la investigación se fortalece a punta de reglamentaciones, incisos, parágrafos y retórica vacua sobre lo que ésta debiera ser. En efecto, si algo ilustran las vicisitudes del IER es el valor de las políticas de verdad enraizadas en las prácticas concretas, investigativas y de gestión, nacidas en la cotidianidad del oficio investigativo. Ojalá lo leyeran también los estudiantes de tantos postgrados colombianos convertidos en un ejercicio de simulación colectiva: mecanismos de movilidad social disfrazados de supuestos intereses científicos. El autor del libro es atípico: su tesis de maestría, que luego se cristalizó en el libro objeto de esta reseña, la realizó en un programa para directivos universitarios que siempre ha creado desasosiego en la Universidad de los Andes. Resulta que la suya es una de

las pocas tesis que en aquel programa se han concluido y que pueden exhibirse sin rubor. Un dato biográfico más que una disquisición epistemológica ayudan a entender la situación: Avila se embarcó en esta maestría cuando ya tenía bajo el brazo un doctorado en sociología otorgado por Lovaina así como tres libros publicados entre 1988 y 1994. Definitivamente, era muy diferente del promedio de participantes en estos programas.

Bienvenido este libro que se suma a otro reciente, con casos notoriamente menos detallados (Hernando Gómez y Hernán Jaramillo (compiladores), 37 modos de hacer investigación en América Latina, Bogotá, Colciencias-TM Editores, 1997). Cuatro de ellos se refieren a instituciones que hacen investigación en ciencias sociales, de las cuales tres son colombianas y nunca tan polémicas ni deviant como el IER, a saber: el Cede de la Universidad de los Andes (creado en 1958), Fedesarrollo (que data de 1972), y el lepri de la Universidad Nacional de Colombia (el más joven de los tres, fundado en 1986). Una conclusión del volumen de Gómez y Jaramillo está en plena concordancia con la interpretación del libro que aquí se ha reseñado: "...la ciencia -la buena ciencia- es una construcción improbable y tensa. Improbable, porque siempre y cada vez tiene que ir derrotando la entropía: siempre y cada vez es más fácil no hacer ciencia o hacerla menos buena" (pág. 372).

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