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1 Reflexiones sobre el uso equivocado de la Biblia para oponerse a la ordenación de mujeres. Dr. Javier A. Ortega Badilla 1 Cuestiones Introductorias La pregunta por la ordenación de las mujeres al ministerio, sea este pastoral o cualquier otro, impone una serie de preguntas previas que están fuera del foco de este documento. Podríamos preguntarnos, por ejemplo, ¿de dónde nos viene la práctica de ordenar ministros para la obra del Señor?, ¿qué significa un ritual como ese?, ¿qué poder, del cual se carecía, confiere tal ceremonia a quien reciba la ordenación? o ¿tiene para los evangélicos el mismo carácter sacramental que le asigna la iglesia católica romana? La mayoría de estas preguntas tendrán que quedar en suspenso en este breve ensayo, porque superan largamente la modesta intención del mismo, a saber, reflexionar sobre la manera en que la Biblia es utilizada para negar la ordenación a las mujeres. Otras, en cambio, surgirán nuevamente en la medida en que avance nuestro desarrollo. Por lo pronto, digamos que la ordenación cristiana tiene como modelo la ordenación del presbiterado en la sinagoga. Esto no podría ser de otra forma, porque, en sus orígenes, la iglesia se organizó tomando como modelo la sinagoga, desde donde provenían sus primeros conversos. En dicha institución judía la ordenación confería al presbítero la autoridad para resolver por sí mismo (sin tutores) los temas más difíciles en materia de interpretación de sus escrituras sagradas. Esto todavía es visible en la práctica de algunas iglesias, especialmente cuando la ordenación autoriza a un pastor para conducirse sin un pastor administrativo a quien someter su juicio en materia de gobierno eclesial. Pero el conflicto sobre la ordenación de mujeres no es algo que haya surgido en la época actual. En efecto, es bien temprano que la sabiduría popular, recogida en los evangelios apócrifos, intenta problematizar la ausencia de mujeres en el liderazgo de la iglesia, y lo hacen creando relatos en los que son mujeres y no hombres las que lideran el movimiento de Jesús 1 . Estos relatos no pueden ser leídos como palabra de Dios por la iglesia de hoy en día, pero deben considerarse como testimonio de la presencia de esta problemática en el cristianismo temprano. 2 Semblanza histórica de la discusión A fines del siglo I d.C. se dio un golpe de muerte a cualquier pretensión, por parte de las mujeres, de recibir el reconocimiento apropiado para ejercer la tarea pastoral. Como ya se señaló, durante el siglo I la iglesia se organizó siguiendo el modelo de la sinagoga. Esto es 1 Se puede consultar al respecto el Evangelio apócrifo de Felipe o el de María Magdalena.

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    Reflexiones sobre el uso equivocado de la Biblia para oponerse a la ordenación de

    mujeres.

    Dr. Javier A. Ortega Badilla

    1 Cuestiones Introductorias

    La pregunta por la ordenación de las mujeres al ministerio, sea este pastoral o cualquier

    otro, impone una serie de preguntas previas que están fuera del foco de este documento.

    Podríamos preguntarnos, por ejemplo, ¿de dónde nos viene la práctica de ordenar ministros

    para la obra del Señor?, ¿qué significa un ritual como ese?, ¿qué poder, del cual se carecía,

    confiere tal ceremonia a quien reciba la ordenación? o ¿tiene para los evangélicos el mismo

    carácter sacramental que le asigna la iglesia católica romana? La mayoría de estas

    preguntas tendrán que quedar en suspenso en este breve ensayo, porque superan largamente

    la modesta intención del mismo, a saber, reflexionar sobre la manera en que la Biblia es

    utilizada para negar la ordenación a las mujeres. Otras, en cambio, surgirán nuevamente en

    la medida en que avance nuestro desarrollo.

    Por lo pronto, digamos que la ordenación cristiana tiene como modelo la ordenación del

    presbiterado en la sinagoga. Esto no podría ser de otra forma, porque, en sus orígenes, la

    iglesia se organizó tomando como modelo la sinagoga, desde donde provenían sus primeros

    conversos. En dicha institución judía la ordenación confería al presbítero la autoridad para

    resolver por sí mismo (sin tutores) los temas más difíciles en materia de interpretación de

    sus escrituras sagradas. Esto todavía es visible en la práctica de algunas iglesias,

    especialmente cuando la ordenación autoriza a un pastor para conducirse sin un pastor

    administrativo a quien someter su juicio en materia de gobierno eclesial.

    Pero el conflicto sobre la ordenación de mujeres no es algo que haya surgido en la época

    actual. En efecto, es bien temprano que la sabiduría popular, recogida en los evangelios

    apócrifos, intenta problematizar la ausencia de mujeres en el liderazgo de la iglesia, y lo

    hacen creando relatos en los que son mujeres y no hombres las que lideran el movimiento

    de Jesús1. Estos relatos no pueden ser leídos como palabra de Dios por la iglesia de hoy en

    día, pero deben considerarse como testimonio de la presencia de esta problemática en el

    cristianismo temprano.

    2 Semblanza histórica de la discusión

    A fines del siglo I d.C. se dio un golpe de muerte a cualquier pretensión, por parte de las

    mujeres, de recibir el reconocimiento apropiado para ejercer la tarea pastoral. Como ya se

    señaló, durante el siglo I la iglesia se organizó siguiendo el modelo de la sinagoga. Esto es

    1 Se puede consultar al respecto el Evangelio apócrifo de Felipe o el de María Magdalena.

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    lo que vemos en los escritos neotestamentarios cuando se nombran presbíteros (ancianos)

    en las diferentes iglesias que se iban constituyendo (Hch 14:23; 20:17ss). Como se puede

    suponer, la adopción del modelo sinagogal para la organización de la iglesia cerró muchas

    puertas a cualquier aspiración de liderazgo femenino, debido a la casi nula participación de

    mujeres en el gobierno de la misma2. No obstante, en lo que se refiere a la iglesia, el golpe

    de gracia se dio más tarde.

    A fines del siglo I, Clemente de Roma escribe su carta a los corintios. El conflicto en

    Corinto se había suscitado por una suerte de defenestración de las autoridades de la iglesia

    y la consecuente toma del poder por parte de los jóvenes de la misma. En ese marco,

    Clemente, Obispo de Roma, escribe señalando que todo debe tener un orden en la iglesia, lo

    cual argumenta utilizando como ejemplo la organización del sacerdocio del Antiguo

    Testamento y el servicio en el templo: el obispo fue presentado como sumo sacerdote, el

    presbítero como sacerdote y el diácono como levita. El cambio que experimentaría la

    iglesia posclementina sería fatal para las pretensiones de las mujeres.

    Todo el gobierno de la sinagoga pertenecía al laicado de Israel, es decir, no había

    sacerdotes en la sinagoga, porque en ésta no se ofrecía ningún tipo de sacrificio. En efecto,

    la función principal del presbiterado (los ancianos) de la sinagoga era enseñar las sagradas

    escrituras. Y este es también el origen y trasfondo de la tarea encomendada a quienes,

    siguiendo el modelo de la sinagoga, debían ser los presbíteros (ancianos) de la iglesia

    naciente. Así, apacentar la grey del Señor no es otra cosa que enseñar la Palabra de Dios de

    todas las formas posibles para que el rebaño del Señor no se extravíe, especialmente ante la

    presencia de lobos rapaces (Hch 20:29).

    Con Clemente de Roma se introduce en la iglesia una forma de organización que el

    cristianismo no había conocido hasta ese momento, y la conversión del presbiterado en

    sacerdocio dio origen a la separación clero-laico que persiste hasta nuestros días en algunas

    conciencias, pero que está ausente en el Nuevo Testamento. Adicionalmente, esto trajo

    consigo las pautas de pureza e impureza asociadas al culto del templo, lo cual hizo

    imposible el servicio de cualquier mujer debido a su connatural condición de «impura»

    durante su período menstrual, según se creía en la época.

    Desde el siglo II en adelante, los padres de la iglesia, junto con adoptar el modelo del

    obispado jerárquico de Ignacio de Antioquía y la equiparación del presbiterado con el

    sacerdocio de Clemente, también perpetuaron la separación de la mujer del «sacerdocio».

    En efecto, desde los Padres antiguos hasta mediados del siglo XX, la iglesia mayoritaria ha

    2 Al parecer hubo mujeres que habrían sido designadas con el título de presidente de la sinagoga. Es el caso de

    una judía llamada Rufina, quien, según una inscripción del siglo II d.C., hizo un acto de donación para la

    tumba de su esclavo liberado. En siglo IV y V aparecen otros testimonios: Sofía Gortynia, (presbítera y

    archisynagogisa) y Theopempte. Se discute si son títulos que ejercieron o si son títulos honoríficos: E.W.

    Stegemann and W Stegemann, Historia Social Del Cristianismo Primitivo. Los Inicios En El Judaísmo Y Las

    Comunidades Cristianas, Trad. Miguel Montes González, 2 ed. (Estella (Navarra), España: Verbo Divino,

    2008), 509.

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    seguido esta misma línea. Solo en el siglo XII el tema fue discutido en la iglesia católica

    romana, pero con resultado negativo3.

    Entre las razones que se han dado para mantener tal marginación tenemos del más diverso

    orden. En un lado encontramos los argumentos que toman los relatos bíblicos como

    modelos históricos replicables. Así, si Jesús solo escogió hombres para formar parte de su

    grupo cercano de doce apóstoles, la iglesia de hoy debería seguir el mismo comportamiento

    y elegir solo hombres como ministros gobernantes de la iglesia. En el mismo sentido otros

    señalan que debido a que Jesús fue un varón, solo un varón podría hablar o actuar en su

    nombre, con lo cual se descarta la posibilidad de que una mujer ejerza el gobierno de una

    iglesia4.

    En otro lado tenemos a quienes parten del supuesto, explícito o implícito, de que las

    mujeres son inferiores a los hombres. En algunos círculos católico-romanos, aunque

    también se podría ver esto en algunos grupos protestantes, la percepción de Tomás de

    Aquino resultaría determinante: «en el sexo femenino no se puede significar una dignidad,

    ya que la mujer tiene un estado de sujeción. De donde se sigue que la mujer no puede

    recibir el sacramento del orden»5. En este caso, la inferioridad de las mujeres se da por

    descontada y la demostración se hace innecesaria.

    Estas dos razones6 esgrimidas para evitar la ordenación de las mujeres han sido

    contundentemente refutadas a lo largo de la historia. Por un lado, casi nadie se atrevería a

    señalar algún tipo de inferioridad inherente al género femenino, que pudiera impedir el

    ejercicio del gobierno en una iglesia o en cualquier lugar. Los estereotipos que definían a

    las mujeres como más débiles, menos intelectuales o más emocionales que los hombres han

    sido desmontados uno por uno.

    Subsiste, sin embargo, la otra objeción a la ordenación de mujeres, a saber, que Jesús solo

    llamó a apóstoles hombres7, y que solo un hombre podría hablar en su nombre. Es difícil

    imaginar cómo una postura de este tipo pudo subsistir por tanto tiempo en la historia de la

    iglesia. Es cierto que Jesús solo llamó a hombres al ministerio, pero también es cierto que

    solo llamó a judíos. Si se opta por imitar de manera radical el ejemplo de Jesús, sería

    3 Antoni M. Tortras, "¿Mujeres Presbítero O Mujeres Diácono? Apuntes Para Una Ordenación De La Mujer"

    Estudios eclesiásticos 55, no. 214 (1980): 357. 4 Ibid., 357.

    5 Citado en: ibid., 357.

    6 No nos detendremos a analizar razones de tipo político, como, por ejemplo, lo peligroso que puede llegar a

    ser para ciertos grupos de poder la ordenación de mujeres, a causa del apoyo mayoritario que pudieran tener

    de parte de sus congéneres en cualquier proyecto propuesto. Las iglesias no están exentas del cálculo político

    a la hora de tomar decisiones. 7 Aunque esto no es completamente cierto. Hay bastante consenso en el sentido de que Junias, que aparece

    entre los apóstoles (Rom 16:7), es nombre de mujer. Sobre la base de análisis lingüísticos ver: John Thorley,

    "Junia, a Woman Apostle" Novum Testamentum 38, no. 1 (1996): 18-29.. Por otro lado, la discusión sobre la

    posibilidad de un trasfondo semita, y masculino, es presentada en: Albert M. Wolters, "Ιουνιαν (Romans

    16:7) and the Hebrew Name YĕḤUnnī" Journal of Biblical Literature 127, no. 2 (2008): 397-408.

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    imposible ordenar ministros provenientes de otras nacionalidades8. Lo mismo vale para la

    cuestión de la verdadera representación de Jesús por parte de los que hablen en su nombre.

    Si se supone que solo puede ser un hombre, también debería suponerse que solo puede

    hacerlo un judío, solo en arameo, etc.

    Pero la objeción más persistente radica en la tesis según la cual la prohibición para la

    ordenación de mujeres puede ser deducida de la lectura no forzada de ciertos textos

    bíblicos.

    3 La Biblia dice

    ¿De qué manera la Biblia se opone a la ordenación de mujeres? El peso argumentativo

    descansa en el valor simbólico que trae implícita la expresión “La Biblia dice”. Líderes de

    la religión cristiana saben muy bien que si una instrucción puede ser respaldada con una

    cita bíblica, provocará entre los feligreses la obligación de cumplir con la misma. En lo que

    nos interesa aquí, la expresión “La Biblia dice” es la fórmula con que se inician los

    argumentos que todavía se mantienen en pie para oponerse a la ordenación de las mujeres.

    Intentaremos mostrar que aunque parezca del todo espiritual una postura como la de “La

    Biblia dice”, y aunque esta expresión haya sido utilizada por honestos líderes cristianos, un

    uso irreflexivo de la misma puede llevarnos muy lejos de la Palabra de Dios.

    La ordenación implica la autoridad para gobernar (entiéndase, pastorear) la iglesia de

    Jesucristo. Ahora bien, dicho gobierno se realiza por medio de la exhortación y la

    enseñanza (1Tim 3:1-7; Ti 1:5-11), para lo cual se requiere tener y ejercer autoridad (1Tes

    5:12-13; Heb 13:17). Es en esto, en la enseñanza y el ejercicio de la autoridad como

    elementos inherentes al gobierno de la iglesia, donde los opositores a la ordenación de

    mujeres encuentran el mayor obstáculo para aceptar que una mujer reciba tal

    reconocimiento. Diríamos entonces que la pregunta por la posibilidad de ordenar a una

    mujer para el ministerio pastoral es equivalente a la pregunta por la posibilidad de que una

    mujer enseñe y/o ejerza autoridad en el marco del gobierno de la iglesia.

    Nos detendremos en el análisis global e integrado de tres textos emblemáticos para el

    debate sobre la ordenación de mujeres. Nos parece que esto es suficiente para demostrar

    nuestro punto y mostrar una metodología que podría ser aplicada a cualquier texto bíblico

    que trate el tema, con similares resultados.

    4 El varón es cabeza de la mujer (1Cor 11:2-16)

    4.1 Breve presentación del texto

    8 Adicionalmente, Suzanne Tunc ha sugerido con mucha razón que, dadas las características de la época, la

    única manera de asegurar la transmisión del evangelio era nombrando hombres como apóstoles; una mujer no

    habría podido predicar en una sinagoga o en la asamblea griega (ekklesía): Cfr. Suzanne Tunc, También Las

    Mujeres Seguían a Jesús, Trad. Gregorio de Pablos (Santander: Sal Terrae, 1999), 23.

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    El pasaje que nos ocupa forma parte de un texto mucho mayor, del cual no puede

    desconectarse si quiere entenderse bien. Los capítulos 7 al 14 de 1Cor constituyen las

    respuestas a una serie de preguntas, algunas de las cuales fueron realizadas por escrito a

    Pablo. Se trata de temas domésticos, propios de la vida y desarrollo de la iglesia en su día a

    día. En realidad, si hay algo que caracteriza la literatura paulina es que es literatura surgida

    a partir de necesidades concretas de las iglesias. El apóstol ya ha dado instrucciones sobre

    el matrimonio, divorcio, nuevo matrimonio (Cp. 7). También ha entregado sus

    recomendaciones sobre qué hacer con la comida sacrificada a los ídolos, a la cual los

    creyentes corintios pueden acceder con facilidad (Cp. 8), y ha explicado que el

    conocimiento que algunos tienen respecto de que los ídolos son nada no justifica que se

    pase por alto la debilidad de otros, por lo que les pide, a los que tienen conocimiento, que

    nieguen lo que podría ser un derecho y se hagan condescendientes con los débiles, cuyas

    frágiles conciencias podrían ser dañadas si los vieran (8:10). El mejor ejemplo de esto sería,

    según el capítulo 9, el propio apóstol, quien, reconociendo una serie de derechos propios de

    cualquier apóstol, prefiere negarse haciéndose débil a los débiles (9:22). La instrucción,

    entonces, es que los corintios adquieran la madurez suficiente para discernir lo que

    conviene, más allá de lo que es lícito (10:23), sin ser tropiezo ni a judíos, ni a gentiles

    (10:32) así como el propio Pablo agrada a todos, no buscando su propio beneficio, sino el

    de muchos (10:33).

    En el marco de las mismas instrucciones domésticas, un tema, en el que se espera que los

    creyentes corintios se preocupen de no ser tropiezo a judíos ni gentiles, sino de agradar a

    todos para que sean salvos, es el que se produce a raíz de la vestimenta de las mujeres que

    participan en las reuniones de los cristianos (Cp. 11). Recordemos, la consigna es no ser

    tropiezo a judíos ni gentiles; ese es el mensaje.

    En primer lugar, tenemos una expresión bien clara de una aparente estructuración

    jerárquica presentada por Pablo. Cristo es cabeza de todo varón el varón es cabeza de

    toda mujer y Dios es cabeza de Cristo (v.3). Esta declaración ha sido objeto de no poco

    debate debido a que una lectura llana del texto parece respaldar con claridad la

    subordinación del hijo respecto del Padre. No podemos entrar en ese detalle en este texto,

    pero se debe señalar que no cabe duda del carácter jerárquico de la expresión de Pablo,

    dado que se está utilizando como el ejemplo supremo de la relación entre hombres y

    mujeres. En todo caso, de lo que se trata no es de la cristología, sino de la manera de vestir

    adecuada en una reunión pública de la iglesia, para no ser tropiezo a judíos ni a gentiles.

    Un hombre que se cubre la cabeza (κατὰ κεφαλῆς ἔχων) cuando ora o profetiza, avergüenza

    (καταισχύνω) a su cabeza (4) y lo mismo hace una mujer que ora o profetiza con la cabeza

    descubierta (ἀκατακάλυπτος)9, porque, tener la cabeza descubierta al orar o profetizar es

    equivalente a afeitarse o raparse la cabeza (ξυράω) (5).

    9 La palabra ἀκατακάλυπτος, que se suele traducir por «descubierto», se usa también en la LXX, en Lev

    13:45, donde traduce una palabra hebrea (ַרע que significa «despeinar» o «soltar el cabello». Encontramos (פָּ

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    Para el lector del siglo XXI resulta difícil entender qué puede tener de vergonzoso llevar la

    cabeza rapada. Desde la perspectiva de una exégesis saludable, la única forma de explicar

    esto es señalar que, en la época en que el apóstol vivió, esta era una convención aceptada

    por todos. En efecto, dada la manera en que Pablo argumenta, nos podemos dar cuenta de

    que él sabe que comparte con sus lectores la convicción de que estos elementos

    denunciados son, efectivamente, vergonzosos, y por eso Pablo puede señalar con toda

    naturalidad que no cubrirse es tan vergonzoso como cortarse el cabello (6).

    Los lectores y lectoras constatarán que Pablo siempre, indefectiblemente, dirigirá alguna

    instrucción al comportamiento de la mujer. ¿Está Pablo obsesionado?, no. ¿Es Pablo un

    misógino?, no. Siendo el honor la categoría fundamental de estructuración social del mundo

    mediterráneo del siglo I, éste aparece cuando confluyen los rasgos denominados: 1) poder,

    2) status basado en el género y 3) religión. El poder refiere a la habilidad de ejercer el

    control sobre otros; el status basado en el género se refiere a los deberes de hombres y

    mujeres, tal como estos se reconocen en un grupo social determinado; y la religión se

    refiere a la conducta que un individuo debe adoptar frente a quienes controlan su

    existencia10

    . En lo que nos interesa en este documento, el honor depende de que el rol

    asignado por la sociedad a ambos géneros se cumpla plenamente. Esta es la razón por la

    que Pablo se preocupa de que al interior de la iglesia no se alteren los roles dados por la

    sociedad mediterránea del siglo I a la mujer.

    El honor puede ser desafiado en cualquier momento, por alguien o algo que impide que el

    reconocimiento merecido se produzca. En tal caso, la sociedad entera esperaría que el

    desafío sea respondido para que el hombre no permanezca en estado de vergüenza11

    .

    En el siglo I, una mujer que no vestía acorde al rol que la sociedad le asignaba o dejaba de

    llevar el ornamento en el cabello que la sociedad esperaba como señal de autoridad, traía

    deshonor al hombre, el cual es su cabeza, así como Dios es la cabeza de Cristo y, en el

    marco de la iglesia, esto sería tropiezo a judíos y gentiles. Esta jerarquía se ejemplifica con

    dos recursos: uno escriturario y el otro natural. Por un lado, el apóstol refiere a la creación

    para respaldar lo que viene diciendo; la mujer procede del varón y no al revés (8), y la

    mujer fue creada por causa del varón y no al revés (9). Esta manera de entender la creación,

    característica de gran parte del judaísmo del siglo I, se supone tan conocida y aceptada que

    resultaría imposible que una mujer de la época decidiera sublevarse y no llevar señal de

    la misma expresión hebrea en Nm 5:18, donde se señala que a una mujer se le «soltará» el cabello. Tomando

    en cuenta que las mujeres griegas usaban cintas y peines ornamentales, algunos han interpretado que la que

    deshonra su cabeza es la mujer que lleva el cabello suelto, sin las trenzas y cintas que le permiten adosarlo a

    su cabeza: Alan Padgett, "Paul on Women in the Church: The Contradictions of Coiffure in 1 Corinthians

    11:2-16" Journal for the Study of the New Testament 20(1984): 70. 10

    Bruce J. Malina, El Mundo Del Nuevo Testamento: Perspectivas Desde La Antropología Cultural (Estella,

    Navarra Verbo Divino, 1995), 48-49. 11

    Para profundizar en estudios antropológico-culturales aplicados a la Biblia: ibid; Bruce J. Malina, El Mundo

    Social De Jesús Y Los Evangelios : La Antropología Cultural Mediterránea Y El Nuevo Testamento,

    Presencia Teológica (Santander: Sal Terrae, 2002).

  • 7

    autoridad sobre su cabeza (10). Es un error pensar que Pablo introduce aquí por primera vez

    el tema de la autoridad del hombre respecto de la mujer, como si esto fuera una enseñanza

    cristiana. En realidad, lo que hace es utilizar la idea conocida y aceptada socialmente, para

    reforzar la cuestión de la vestimenta de las mujeres cristianas, no sea que terminen siendo

    tropiezo a judíos o gentiles.

    El segundo elemento que sirve al apóstol de ejemplo es la naturaleza (13-16). Igual como

    sucede con el recurso a la creación, el apóstol supone, entre los destinatarios, un consenso

    tal que le permite expresarse como lo hace en el versículo 13: «juzguen por ustedes mismos

    si acaso es propio [πρέπω, propio, adecuado] orar a Dios sin cubrirse la cabeza» (13). El

    apóstol supone que todos saben que la naturaleza enseña lo deshonroso que es para el

    hombre dejarse crecer el cabello (14). Como se puede ver, Pablo comparte con sus

    contemporáneos su lectura de la naturaleza, lo cual explica por qué no se detiene a clarificar

    a qué aspecto de la naturaleza se refiere, o en qué aspecto de la naturaleza encuentra el

    modelo de lo deshonroso12

    . Tampoco explica lo que significa «deshonroso», lo cual

    muestra que es terreno común a él y sus lectores. Y en la misma línea, también Pablo

    supone, en sus interlocutores, el conocimiento de lo honroso que es que la mujer tenga el

    cabello largo (15), algo que, seguramente, decía mucho a los lectores del siglo I, pero que

    en nuestros tiempos es difícil de entender.

    Como se puede observar, hay mucho en el pasaje que no es novedad cristiana, sino que es

    parte de la cultura que el apóstol comparte con sus interlocutores. Así, por ejemplo: la

    importancia que se atribuye a la vergüenza y al honor, la concepción de lo que la naturaleza

    enseña respecto del tamaño del cabello, la subordinación de la mujer respecto del hombre

    entendida a partir de una interpretación del relato de la creación13

    . Lo novedoso, el

    mensaje, es que Pablo insiste en que el creyente debe evitar ser tropiezo (10:31-33), porque

    ser contencioso no es costumbre en las iglesias de Dios (11:16). Este es, como veremos, el

    mensaje de toda esta gran sección de 1Cor.

    Conocer estos elementos histórico-culturales es fundamental para entender el mensaje de

    un pasaje bíblico aplicable a nuestros días. Pero esto supone un esfuerzo adicional para los

    intérpretes honestos de la Biblia, a saber, el de discernir si junto con el mensaje eterno de la

    Palabra de Dios se exigirá también en nuestra época que se adopten los elementos

    culturales del siglo I.

    4.2 El uso de este texto para oponerse a la ordenación de mujeres

    Para los opositores a la ordenación de mujeres, el elemento más significativo de este texto

    es que prueba la subordinación de la mujer respecto del hombre. Es cierto que el texto está

    hablando de la manera en que las mujeres deben ornamentar su cabello en el culto público,

    algo que, uno debe suponer, era de tremenda importancia en la cultura grecorromana del

    12

    Algunos piensan que llevar el cabello largo era asociado con la homosexualidad: J. Murphy-O'Connor, "1

    Corinthians 11:2-16 Once Again" The Catholic Biblical Quarterly 50, no. 2 (1988): 268. 13

    Volveremos sobre el tema de la creación más adelantes, al comentar 1Cor 14.

  • 8

    siglo I d.C., pero también es cierto que para respaldar esta instrucción Pablo recurre a un

    argumento según el cual dicha forma de ornamentar el cabello mostraría la señal visible de

    una subordinación por todos aceptada; un uso distinto implicaría ir contra la naturaleza y

    las costumbres conocidas.

    Los opositores a la ordenación de mujeres enfatizan el hecho de que aquí el término

    «cabeza» (κεφαλή) representa una metáfora que refiere a la autoridad14

    , y, en efecto, la

    indicación de cómo llevar el pelo no sería sino la expresión visible de la jerarquía

    establecida entre hombres y mujeres:

    «El pelo del hombre debe ser corto, y no debe cubrirse la cabeza (no puede

    llevar sombrero), mientras que el pelo de la mujer debe ser largo, como

    reconocimiento visible de la sumisión al orden de Dios, y debe llevar un velo,

    no para cubrir su rostro (como hacen los musulmanes), sino para cubrir el resto

    de la cabeza»15

    .

    Con esto, Culver, de quien tomamos esta cita, se nos presenta como un pensador realmente

    consecuente con la postura opositora a la ordenación de mujeres: el autor lamenta que

    cuestiones tales como que las mujeres deben llevar pelo largo y sombrero, o velo, hayan

    quedado en el olvido; le parece una incoherencia que las mujeres asistan con pelo corto y

    peinados de todo tipo a las reuniones, y que no se cubran la cabeza16

    . La mujer debe

    cubrirse, se señala, porque tiene al hombre como autoridad, mientras que el hombre no,

    porque a nadie tiene por autoridad salvo a Jesús.

    Por otro lado, a los opositores de la ordenación de mujeres les parece que el uso que hace

    Pablo de la creación para respaldar su postura es la correcta y debe ser tomado como relato

    arquetípico. Es decir, los elementos que Pablo rescata del relato de la creación serían

    elementos descriptores de la relación jerárquica entre los hombres y mujeres de todos los

    tiempos: 1) La mujer derivó del hombre, independientemente de que después el hombre

    proceda de la mujer…2) la mujer fue creada a causa del hombre y no al revés17

    .

    Ahora bien, la única manera de sostener que la subordinación de la mujer respecto del

    hombre es un elemento transcultural y, por tanto, aplicable en todos los tiempos, es negar el

    carácter cultural a todos los elementos del pasaje estudiado: la interpretación de la creación,

    la concepción de la naturaleza, la concepción de la vergüenza y el honor, y, finalmente el

    uso del velo. Y así lo hacen:

    14

    El ejemplo del velo refuerza la idea de que se trata de la autoridad: Robert E. Allard, "'Freedom on Your

    Head' (1 Corinthians 11:2-16): A Paradigm for the Structure of Paul's Ethics" Word & World 30, no. 4 (2010):

    403. 15

    Notemos cómo el orden, que Pablo atribuye a la naturaleza, es atribuido aquí a Dios directamente. Nos

    encontraremos con este mecanismo interpretativo frecuentemente. Robert D. Culver, "Una Postura

    Tradicionalista: «Las Mujeres Guarden Silencio»," en Mujeres En El Ministerio, ed. Bonnidell Clouse and

    Robert G. Clouse (Barcelona, España: CLIE, 2005), 34. 16

    Ibid., 34. 17

    Ibid., 37.

  • 9

    «Para relativizar los mandamientos bíblicos para las mujeres, se ha utilizado un

    principio hermenéutico que consiste en la consideración del contexto histórico,

    cultural y geográfico [...] No obstante, ser consciente de la cultura y costumbres

    de la época no debe relativizar el mandamiento. Dios escogió el momento y la

    época para revelar aquel mandamiento, y Dios no está limitado ni por el tiempo

    ni por el espacio. Lo único que nos podría sugerir el carácter temporal o

    limitado del texto sería alguna indicación concreta que apareciera en el mismo

    texto»18

    .

    Uno pudiera pensar que si Dios escogió «el momento y la época…», debió haber tomado en

    cuenta la cultura del «momento y la época», porque de lo contrario su comunicación

    hubiera sido incomprensible. No obstante, el argumento de Foh convierte la revelación de

    Dios en algo absolutamente atemporal y ahistórico y, por ende, incomprensible.

    La aplicación de esta interpretación a nuestro tiempo tiene consecuencias obvias para la

    ordenación de mujeres. Si la ordenación implica autoridad del ministro sobre aquellos a

    quienes se tiene que pastorear, no se puede ordenar a una mujer, porque la Biblia enseña

    que ésta debe ocupar un lugar subordinado respecto del hombre, de lo cual debiera llevar

    señal visible en su cabello cuando participe del culto. Foh señala:

    «1 Corintios 11:2-16 enseña que la mujer puede y debe participar activamente

    en la adoración, orando y profetizando. El único requisito es que se cubran para

    que la gloria sea para Dios, en lugar de para sus maridos: este requisito es

    necesario porque su marido es la cabeza»19

    .

    En esta interpretación se pierde el mensaje del texto, que consistía en no poner tropiezo a

    gentiles ni a judíos, y se rescata el elemento cultural del pasaje, a saber, la manera en que,

    en el siglo I se entendía la relación hombre-mujer, el decoro, la vergüenza y el honor.

    Lamentablemente no es el único texto que ha sufrido la imposición de una hermenéutica

    literalista y concordista.

    5 «La mujer calle en la iglesia» (1Cor 14:34-37)

    5.1 Breve presentación del texto

    La contextualización literaria del pasaje debe retomar lo que decíamos al analizar 1Cor 11.

    Pablo continúa dando respuesta a temas domésticos relacionados con las reuniones de los

    cristianos corintios. En la segunda mitad del capítulo 11, el apóstol introduce la cuestión de

    los abusos en las reuniones donde celebraban la cena del Señor, para seguir, a continuación,

    con la instrucción sobre el adecuado ejercicio de los dones del Espíritu (Cp. 12), mismo que

    debiera tener como telón de fondo el amor (13). Se trata de instrucciones para la óptima

    18

    Susan Foh, T., "Una Postura En Pro Del Liderazgo Masculino: «La Cabeza De La Mujer Es El Hombre»,"

    en Mujeres En El Ministerio, ed. Bonnidell Clouse and Robert G. Clouse (Barcelona, España: CLIE, 2005),

    70. 19

    Ibid., 89-90.

  • 10

    participación del culto en el contexto de una iglesia formada por judíos y gentiles, pero

    fundada en el seno de una ciudad como la de Corinto y en un tiempo que Pablo entiende

    como el tiempo previo antes del fin. En efecto, el apóstol se ha expresado al respecto

    señalando que «el tiempo es corto» (7:29). En estas condiciones, siguiendo lo que

    mencionábamos al presentar el pasaje del capítulo 11, el comportamiento de los corintios

    debe ser medido cuidadosamente a la luz de la voluntad de Dios, pero también ante el

    contexto de la ciudad toda. Esto se hace evidente cuando Pablo compara el comportamiento

    de los corintios con el de los gentiles, para señalar que el pecado corintio es peor (5:1), y

    cuando se pregunta si acaso no hay gente lo suficientemente sabia dentro de la iglesia como

    sí la hay afuera, para resolver los litigios de los hermanos (6). Todas estas cuestiones

    ocasionaban la deshonra de la iglesia ante el entorno corintio, preocupación, por lo demás,

    muy presente entre los escritores del Nuevo Testamento (Cfr. entre otros, 1Tm 3:7; 1Pe

    4:15s)

    El capítulo 14 continúa con el tema de los dones haciendo foco en el de hablar en otras

    lenguas y en el de profecía. En este contexto, el apóstol entrega instrucciones específicas

    para las mujeres, lo cual en nada es extraño si se considera la importancia que éstas tenían

    en la relación honor y vergüenza, que estructura, en gran medida, las sociedades

    mediterráneas del siglo I. Bruce Malina ha señalado, precisamente, que la mujer juega un

    rol esencial en la mantención del honor de un grupo natural como son la familia u otros (la

    iglesia, por ejemplo). Se trata de la división moral de las tareas o la «la división basada en

    el género». El no cumplimiento del rol de la mujer dañará indefectiblemente el honor

    grupal20

    ; de ahí la preocupación de Pablo por instruir específicamente sobre el

    comportamiento de las mujeres.

    En nuestro texto, el apóstol señala que la mujer debe hacer silencio (σιγάω) en la iglesia

    (ἐκκλησία), porque no les es permitido hablar (ἐπιτρέπεται) (34). Es interesante que el

    verbo que traducimos por «no les es permitido» esté en pasivo (de ἐπιτρέπω), de lo cual se

    puede deducir que no se trata de una instrucción original de Pablo, sino de una normativa

    existente, conocida también por los destinatarios de la carta. En efecto, según Pablo, sería la

    misma ley la que señalaría (καθὼς καὶ ὁ νόμος λέγει) que la mujer debe estar en sujeción o

    subordinación (ὑποτάσσω).

    ¿De qué ley se trata? Ya en una primera mirada al texto resulta muy extraño que Pablo se

    refiera a la ley judía para respaldar una norma de comportamiento en la asamblea. Es

    extraño en un sentido doble: en primer lugar, Pablo considera la ley judía como una nodriza

    necesaria hasta que el tiempo se haya cumplido, cuestión ya acaecida con la venida de

    Cristo (Gál 3:24ss). La ley no es la que rige el comportamiento cristiano, a pesar de haber

    tenido su valor en la historia, sino Cristo.

    En segundo lugar, como ya se ha dicho, Pablo no organiza la iglesia siguiendo el modelo

    del Antiguo Testamento, sino el de la Sinagoga. Los que suponen que aquí Pablo se refiere

    20

    Malina, El Mundo Del Nuevo Testamento: Perspectivas Desde La Antropología Cultural, 68.

  • 11

    a la ley judía del Antiguo Testamento encontrarán verdaderas dificultades para equiparar el

    silencio en la ekklesia con el silencio en el templo. Tiene mucho más sentido que Pablo se

    refiera a la ley grecorromana según la cual las mujeres no pueden hablar en las asambleas

    públicas. En la práctica normal de la época, las mujeres «ni siquiera participaban en la

    asamblea popular (ekklesia), el órgano de decisión política más importante junto con las

    magistraturas. En efecto, aquí no podían ni votar ni tomar la palabra»21

    . Ahora bien, este

    recurso a la ley común, por parte de Pablo, no tiene por qué extrañarnos, porque Pablo es

    un ciudadano de su tiempo, que busca la mejor manera de que la iglesia viva sin

    contratiempos innecesarios.

    Por otro lado, el verbo ὑποτάσσω, que traducimos como subordinación o sometimiento en

    34, es el mismo que se utiliza en Rom 13:1, donde se señala que toda persona debe

    someterse a quienes están en autoridad. Esto significa que aquí se trata de un sometimiento

    jerárquico, exactamente como se entendía la relación hombre-mujer en el siglo I d.C.

    Pero si la mujer quisiera aprender, debe inquirir en casa, preguntando a su propio marido,

    porque es vergonzoso (αἰσχρός) que una mujer hable en la iglesia (ἐκκλησία) (35). Una vez

    más, tenemos que decir que esto de que sea vergonzoso que una mujer tome la palabra en la

    asamblea es tomado por Pablo de la práctica habitual de la sociedad grecorromana. Como

    ya mostramos antes, se sabía que una mujer no podía tomar la palabra en la asamblea

    pública (ekklesia), pero es posible que el mensaje del evangelio hubiera hecho creer a las

    mujeres corintias que las cosas en este punto habían cambiado en el marco de la asamblea

    de Dios (iglesia de Dios). Pablo, dadas las condiciones de la ciudad y de los tiempos que se

    viven, tiene que velar para que las cosas se hagan de acuerdo a lo que, en la sociedad de la

    época, se entendía como «decentemente y con orden» (1Cor 14:40). Un texto de algunos

    siglos anteriores a Pablo, pero influyente en la formación de los valores culturales de la

    época, ilustra la manera en que una mujer entendía su rol en la sociedad; se trata de un

    extracto de Lisístrata de Aristófanes:

    «Así pues, durante el primer período de la guerra, nosotras, en nuestra

    sabiduría, hemos soportado de vosotros los hombres —sin que nos dejarais

    refunfuñar siquiera— todo lo que hicierais: a pesar de que no me gustaban en

    absoluto. Pero os comprendíamos bien: y con frecuencia, aun estando en casa,

    nos dábamos cuenta de que habías decidido mal en un asunto importante. Y a

    pesar de sentir dolor dentro de nosotras, os preguntábamos sonriendo: “¿Qué

    habéis decidido hoy, en la asamblea, inscribir en la estela respecto a la tregua?”.

    Y él, el hombre decía: “¿Qué tiene que ver contigo? ¿Quieres callarte?”...

    Después llegábamos a saber por cualquier otra vuestra decisión, y

    preguntábamos “¿Cómo es posible, marido mío, que hayáis llevado este asunto

    de una manera tan estúpida?”. Y él me miraba de mala manera y me decía que

    21

    Stegemann and Stegemann, Historia Social Del Cristianismo Primitivo. Los Inicios En El Judaísmo Y Las

    Comunidades Cristianas, 494.

  • 12

    si no me ocupaba de tejer la trama, la cabeza me dolería mucho tiempo. “La

    guerra es cosa de los hombres”»22

    .

    Que la mujer calle en la iglesia, y que aprenda preguntando en casa, es la fórmula paulina

    para que la iglesia no sea acusada de indecencia ni de desorden (Cf. 14:40). Pero

    recordemos que de lo que se trata es de que cuando entre un incrédulo o indocto a la

    reunión, no piense que todos están locos (14:23) o que todos son indecentes y viven en

    desorden (14:40). El mandato de silencio a la mujer no es un fin en sí mismo, sino que tiene

    como objetivo evitar que la iglesia de Corinto venga a ser tropiezo a judíos o gentiles.

    5.2 El uso de este texto para oponerse a la ordenación de mujeres

    No es difícil ver la razón por la que este pasaje es utilizado por quienes se oponen a la

    ordenación de mujeres. Se trata simplemente de que el texto prohíbe a la mujer hablar en la

    iglesia, y si una mujer no puede hablar en la iglesia, ¿cómo podría ejercer las tareas propias

    del gobierno eclesial como la de enseñar?

    Culver ha hecho notar, con razón, que el término utilizado para caracterizar este silencio es

    σιγάω, que significa simplemente “dejar de hablar”. En el contexto de un culto abierto al

    debate, como parece haber sido el del cristianismo temprano, una interrupción del mismo

    estaría prohibido a la mujer23

    . De todas maneras, los opositores a la ordenación de mujeres

    destacan el aspecto positivo de este pasaje toda vez que posibilitaría el aprendizaje de las

    mujeres:

    «Cuando Pablo dice que las mujeres han de preguntar en casa, está

    ofreciéndoles un espacio para aprender; vemos que Pablo no niega la educación

    a las mujeres. Es importante que las mujeres aprendan, pero no deben tomar

    parte en la enseñanza oficial de la Iglesia»24

    .

    Pero aquí también se trata de un error en el rigor exegético, que luego induce a errores

    teológicos. Como mostramos en la cita de Aristófanes, aprender en casa era lo aceptado

    como normal desde hacía varios siglos antes de Cristo. Lo que hace Pablo es repetir que la

    iglesia tiene que hacer lo que es decente y ordenado, y esto, respecto de la mujer,

    significaba, según la sociedad de la época, el silencio en la asamblea y el aprendizaje en

    casa.

    Los opositores a la ordenación de mujeres perciben la orden de silencio como el mensaje de

    Dios para la iglesia de Corinto, algo que ya es extraño si uno supone que toda la sociedad

    de la época consideraba el silencio de la mujer en la asamblea como la norma. Al hacer

    esto, una vez más se toma el camino equivocado de universalizar el elemento cultural,

    22

    Aristófanes, Lys. 505-520. Citado en ibid., 546. 23

    Culver, "Una Postura Tradicionalista: «Las Mujeres Guarden Silencio»," 40. 24

    Foh, "Una Postura En Pro Del Liderazgo Masculino: «La Cabeza De La Mujer Es El Hombre»," 87. Para

    respaldar la dimensión positiva que permite a la mujer aprender ver: Adam Hensley, "ΣιγάΩ, ΛαλέΩ, and

    ΥποτάΣσω in 1 Corinthians 14:34 in Their Literary and Rhetorical Context" Journal of the Evangelical

    Theological Society 55, no. 2 (2012): 360.

  • 13

    ocultando la real orientación paulina que consiste en mantener los lazos adecuados con la

    sociedad circundante para que el mensaje del evangelio no sea rechazado a priori.

    6 «La mujer aprenda en silencio» (1Tm 2:8-15)

    6.1 Breve presentación del texto

    El apóstol Pablo inicia su exhortación a la oración en 2:1, indicando que tal oración debe

    ser ofrecida a favor de (ὑπὲρ, o en nombre de) todos los seres humanos (ἄνθρωπος). El

    breve listado que sigue a esta instrucción, y que explicaría en quién estaba pensando el

    escritor cuando utilizaba la palabra ἄνθρωπος, incluye a reyes y a todos aquellos que están

    en eminencia (2:2). Se trata de una oración que tiene como propósito que los creyentes

    efesios vivan en las condiciones apropiadas para ejercitar la piedad (2:2,3). Estos que están

    en autoridad no deben ser excluidos como objeto del amor de Dios, porque, en efecto, Dios

    quiere que todos los seres humanos sean salvos (2:4ss), y no existe otro camino, sino la

    única mediación de Jesucristo (5). De hecho, para esto vino Jesucristo (6), y para esto existe

    el ministerio del apóstol (7). Es decir, se debe orar por quienes están en eminencia, porque

    en la medida en que ellos vengan a la salvación, que también se les ofrece, los creyentes

    podremos «vivir quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad» (2).

    El versículo 8 es el momento en el que el texto retoma el punto del versículo 2, luego del

    extenso paréntesis de 3-7. O sea, para vivir «quieta y reposadamente» ahora vienen otras

    indicaciones similares a las anteriores, una de las cuales es la manera en que las mujeres

    deben vestirse (9-10)25

    . Dadas las características de la época, el cristianismo atraería sobre

    sí una poco deseable atención por parte de quienes están en eminencia, si las mujeres que

    pertenecen a las comunidades efesias no se visten de la manera adecuada. Si quieren vivir

    quieta y reposadamente, deben orar por quienes están en eminencia, pero también deben

    evitar atraer, producto de extravagancias que la sociedad de la época condenaba, la mirada

    crítica de quienes por ahora permitían el culto cristiano. Esta es la intención que tiene el

    segmento parenético que trata sobre las mujeres, dentro del cual están los versículos que

    nos ocupan.

    De especial relevancia para nuestro tema son los versículos 11 y 12, donde se manda que la

    mujer aprenda en silencio, calma, serenidad (ἡσυχία), en toda sumisión (ὑποταγή) (11). Ya

    señalamos, al analizar el texto de 1Cor, que el hecho de que el apóstol permita a la mujer

    «aprender» debiera ser algo altamente valorado, aunque vimos que no era novedad del

    cristianismo, ni de Pablo. Esto, no obstante, no debe ser utilizado para opacar el otro

    aspecto, que tampoco es novedad paulina, según el cual el apóstol no permite a la mujer

    enseñar (διδάσκω), ni dominar (αὐθεντέω) al hombre, lo que probablemente refleja una

    situación en la cual las mujeres efesias tomaron parte difundiendo la herejía gnóstica (1Tim

    25

    Más arriba hablamos del rol de la mujer en la mantención del estado de honor de los grupos en los que

    participaba. Pablo no podría evitar dar instrucciones a la mujer, en grupos donde las hubiera.

  • 14

    5:11-15; 2 Tm 3:6-7)26

    . De esta forma, que la mujer no deba tener autoridad se refiere a que

    no debe ejercer influencia alguna (αὐθεντέω) sobre su marido, especialmente, en el

    contexto religioso que vive la comunidad de Éfeso. Como argumento histórico, Pablo

    utiliza una interpretación del relato de la caída, según la cual Eva fue culpable de la caída

    de la primera pareja (13-14). Esto se conoce como el «argumento creacional».

    Ahora bien, este argumento creacional utilizado en el Nuevo Testamento no debe ser

    interpretado de manera exagerada. Como se puede ver, mientras que en 1Cor 11 Pablo

    utiliza el relato de la creación como modelo de la prioridad del hombre respecto de la

    mujer, por el orden en que fueron creados, aquí la superioridad radica en que la engañada

    fue la mujer. El argumento de la creación pudiera parecernos algo irrefutable, porque la

    creación no es una cuestión cultural sino transcultural, pero de lo que se trata aquí no es de

    la creación, ni del relato de la creación, sino del uso y la interpretación que se da a tal

    relato. Nos detendremos en esto un momento.

    Como se sabe, Génesis contiene dos relatos de la creación; el, así llamado, yavista (Gn 2) y

    el denominado sacerdotal (Gn 1), los cuales tienen particularidades en las que aquí no

    podemos profundizar. Pablo escoge el relato yavista (Gn 2:7, 21-22) como evidencia de la

    posición subordinada de la mujer, lo cual es muy interesante, porque si hubiera escogido el

    relato sacerdotal (Gn 1:26-28) hubiera concluido que hombre y mujer fueron creados al

    mismo tiempo27

    . Ahora bien, en el relato yavista, utilizado por Pablo, no hay indicio alguno

    de subordinación ni de jerarquización. En efecto, según Gn 2, el hombre no recibe dominio

    sobre otros seres humanos, sino que, al ser considerado por Dios como un ser solitario, es

    dividido a la espera de que encuentre algún día la parte que lo completa (Gn 2:24). En este

    punto ya resulta extraño el uso que hace Pablo de un relato que, finalmente, no respalda lo

    que se dice que respalda.

    Pero Pablo también hace otra referencia al relato de la creación en este párrafo. En 1Tm

    2:14 se señala que Eva, al haber sido engañada, incurre en una transgresión cuyo tipo

    parece no ser imputable al hombre, lo cual es presentado como razón para prohibir a la

    mujer enseñar y ejercer dominio sobre aquel. Como veremos más adelante, la imaginación

    interpretativa ha dado a luz todo tipo de especulaciones sobre el elemento, presente en la

    mujer y ausente en el hombre, que ocasionaría una suerte de facilidad para ser engañada, y

    que justificaría una prohibición para enseñar.

    Una vez más, de lo que se trata aquí, es de la manera en que Pablo interpreta Gn 3:1-13, y

    no del texto de Génesis propiamente tal. El relato de Gn 3 nunca dice la razón por la que la

    serpiente se acercó primero a Eva, por lo cual no deberíamos adjudicar algún significado a

    26

    Andrew C. Perriman, "What Eve Did, What Women Shouldn't Do: The Meaning of Authenteō in 1

    Timothy 2:12" Tyndale Bulletin 44, no. 1 (1993): 138. 27

    De manera casi poética alguien ha señalado que en el relato sacerdotal «el hombre y mujer entran en la

    creación al mismo tiempo y sus responsabilidades permanecen indiferenciadas»: Karen W. Hoover, "Creative

    Tension in 1 Timothy 2:11-15" Brethren Life and Thought 22, no. 3 (1977): 164.

  • 15

    la selección28

    y, por otro lado, el castigo que la primera pareja recibió muestra que para

    Dios no hubo diferencia alguna entre la responsabilidad de ella y la de él: los ojos de ambos

    fueron abiertos, ambos experimentaron la vergüenza, ambos serían expulsados del huerto;

    Dios los castigó a todos (Gn 3:14-19). Es más, una de las señales de un mundo caído es el

    gobierno de él sobre ella (Gn 3:16)29

    .

    El estudiante de la Biblia se preguntará: ¿Debemos tomar esta interpretación que Pablo

    hace de los relatos del Gn como normativa por todas las generaciones o como parte de su

    propio acervo judeo-helenístico? La respuesta se encuentra en la aplicación de la

    antropología cultural al el estudio del Nuevo Testamento. El especialista en esto, Bruce

    Malina, señala:

    «El judaísmo precristiano había desarrollado tradiciones relativas a la relación

    entre Adán, por un lado, y al pecado y muerte, por otro. Estas tradiciones eran

    propiedad común del mundo de enseñanzas judío en los tiempos de cristianismo

    temprano y antes30

    ».

    En efecto, para la época de Pablo había tradiciones que atribuían a Eva el origen del

    Pecado. Así, por ejemplo en Sir 25:24, (presente en la LXX, 130 a.C.), se dice que: «Por

    una mujer comenzó la culpa, y por ella morimos todos» (BPer). Se debe recordar que en la

    época de los escritores del Nuevo Testamento no existe un canon establecido y algunos

    escritores del NT consideraron como autoritativos, textos que algunas iglesias de hoy

    rechazan. Este es el caso de la epístola de Judas (Jd 12-14), que considera al libro de Enoc

    como autoritativo, razón por la cual lo cita como autoridad31

    . El hecho de que Judas

    considere autoritativo ese libro no significa que la iglesia cristiana debiera imitarlo en ese

    punto, pero muestra que los escritores del NT recibieron una fuerte influencia de literatura

    que la iglesia de nuestros días suele desconocer.

    Así, Pablo hace una interpretación del Gn que se aleja del sentido llano del propio relato,

    pero que sigue una línea interpretativa propia de su tiempo según la cual la mujer es la

    culpable de la transgresión. Esta forma de entender el relato de la caída ya está presente en

    otras dos obras cercanas al año 70 como son: Vida de Adán y Eva 332

    y Apocalipsis de

    Moisés 24:133

    y passim, donde se pone casi exclusivamente la culpa sobre Eva. La datación

    de estas obras (cerca del año 70), y su contenido, es suficiente para mostrar que en la época

    28

    Ibid., 164. 29

    Ibid., 164. 30

    Bruce J. Malina, "Some Observations on the Origin of Sin in Judaism and St Paul" The Catholic Biblical

    Quarterly 31, no. 1 (1969): 18. 31

    No solo Judas, sino también Pedro y otros autores del Nuevo Testamento citan, muchas veces sin

    mencionarlo, porciones del libro de Enoc, especialmente del libro conocido como «Los vigilantes». 32

    “Y Adán se levantó y caminó siete días sobre todo ese territorio, y no encontró provisiones como las que

    tenían en el paraíso. Y Eva le dijo ¿Quieres matarme? Que puedo morir. Y tal vez Dios el Señor te llevará al

    paraíso, porque por mi culpa has sido empujado de ahí” (Vida de Adán y Eva, Cp.3) 33

    «Dios dijo a Adán: “Puesto que has hecho caso omiso de mi mandamiento y has escuchado a tu mujer,

    maldita será la tierra de tus labores», Apocalipsis de Moisés, 24:1

  • 16

    paulina había una línea de pensamiento, entre los sabios judíos, que encarnaba la misma

    lectura que hacía Pablo del relato de la creación y de la caída. Esta línea fue lo

    suficientemente fuerte para producir literatura e influenciar a su generación. Una vez más,

    como no puede ser de otro modo, Pablo, en la búsqueda de que la iglesia viva en buen

    testimonio para evitar la persecución gratuita, utiliza el conocimiento común entre él y sus

    lectores con el fin de instruir.

    Todo esto refuerza la idea según la cual nuestro texto no puede ser interpretado como

    mandamiento universal y a perpetuidad. La carta de Pablo, precisamente porque es Palabra

    de Dios, fue dicha para un contexto específico y en el marco cultural específico. Por eso

    puede (y debe) utilizar como argumento el motivo, aceptado en su contexto, de que la

    mujer es inferior por haber sido engañada primero.

    6.2 El uso que se hace de este texto para oponerse a la ordenación de mujeres

    El uso que se hace de este texto, por parte de los opositores a la ordenación de mujeres, es

    variado. Algunos, como hemos señalado antes, enfatizan, no tanto la prohibición de

    enseñar, sino la posibilidad de aprender34

    , porque, después de todo, Pablo al menos permite

    a la mujer aprender, lo cual sería más de lo que se estilaba en aquellos días. Pero salvo esta

    línea, este pasaje es utilizado como un duro golpe contra las pretensiones de ordenación de

    cualquier mujer. En opinión de los opositores a la ordenación de mujeres, aquí Pablo…

    «Respalda su afirmación apostólica de que las mujeres no pueden ser la

    autoridad gobernante de una iglesia ni enseñar a los hombres haciendo

    referencia a la naturaleza de la mujer. En el incidente de la tentación, la mujer

    demostró ser más susceptible a la tentación mediante el engaño que el hombre.

    Esta es la tradición que encontramos en 1Ti 2:14, expresada de forma similar en

    1Cor 11:3»35

    .

    De acuerdo a esta postura, la razón para la prohibición de enseñar estaría afincada en la

    naturaleza misma de la mujer. En efecto, este autor indica una razón para la caída de la

    mujer, algo que está ausente tanto en el relato de Génesis como en 1Tm: ella sería «más

    susceptible a la tentación mediante el engaño…».

    En un sentido similar y tratando de explicar las implicancias prácticas de la expresión «la

    mujer aprenda en silencio», John MacArthur comenta:

    «Cuando Pablo escribió en 1 a Timoteo 2:11: “La mujer aprenda en silencio,

    con toda sujeción”, quiso decir que las mujeres no deben enseñar durante las

    reuniones oficiales de la iglesia. La responsabilidad de predicar, enseñar, o

    34

    Foh, "Una Postura En Pro Del Liderazgo Masculino: «La Cabeza De La Mujer Es El Hombre»," 82. 35

    Culver, "Una Postura Tradicionalista: «Las Mujeres Guarden Silencio»," 43.

  • 17

    dirigir la oración en el culto de adoración es un papel ordenado para los

    hombres»36

    .

    De todas formas, la facción menos radical de los opositores a la ordenación de mujeres

    resalta el hecho de que el alcance de la prohibición estaría dado por el contexto, el cual es,

    según señalan, el del culto público37

    , por lo cual no se trataría de una prohibición de

    enseñar en cualquier escenario, sino solo en la reunión pública. O, dicho de otro modo, la

    mujer podría enseñar en su casa, por ejemplo, o en reuniones informales. Pero, como

    señalamos, esta es la línea menos radical.

    Los opositores a la ordenación de mujeres han utilizado profusamente la referencia que

    hace Pablo al relato creacional, señalando que el mandamiento no trata de cuestiones

    culturales, sino universales. Ellos proponen que el relato de la caída mostraría los

    elementos esenciales que hoy encontramos en los hombres y las mujeres por separado. Así:

    «Eva fue engañada por una atractiva mentira; su hombre se vio persuadido por el lazo de

    afecto que les unía. Ella fue engañada, pero él no»38

    . Y de ahí, yendo mucho más lejos de lo

    que Pablo pudo siquiera imaginar, se señala que habría algo inherente al género que

    impediría a una mujer adquirir las competencias para gobernar una iglesia.

    «Tanto Adán como Eva pecaron, pero Adán no fue engañado. Pecó muy

    consciente de la magnitud del pecado que estaba cometiendo voluntariamente.

    Eva, por otra parte, fue completamente engañada…Ambos se vieron implicados

    en el pecado, pero solamente uno (Eva) se dejó engañar. Según Bengel… “El

    engaño indica una habilidad inferior en la comprensión, y por esta limitación a

    la mujer no se le permite enseñar” … En nuestros días, no podríamos encontrar

    una ilustración más vívida de la diferencia esencial entre las naturaleza

    masculina y femenina. …La catástrofe del Edén es la guía para todas las

    generaciones cuando los sexos repiten la necedad de Eva y Adán, y confunden

    su posición y función características»39

    .

    Como se puede apreciar, la gran debilidad de esta manera de interpretar la Biblia radica en

    su consciente o inconsciente negligencia a la hora de vincular los textos bíblicos con su

    entorno sociocultural. Por eso, en lugar de explicar los textos a la luz de la época de Pablo,

    preguntándose qué se creía en su época sobre el engaño de Eva, se interpreta eligiendo la

    explicación de Bengel, quien señala que el «engaño indica una habilidad inferior en la

    comprensión».

    7 ¿Por qué no basta con citar la Biblia?

    36

    John MacArthur, El Llamado Sublime De Dios Para La Mujer, Trad. Elizabeth Cantú de Márquez (Bogotá,

    Colombia: CLC, 2011), 60. 37

    Foh, "Una Postura En Pro Del Liderazgo Masculino: «La Cabeza De La Mujer Es El Hombre»," 82. 38

    Culver, "Una Postura Tradicionalista: «Las Mujeres Guarden Silencio»," 44, cursivas en el original. 39

    Ibid., 44.

  • 18

    No es la primera vez que la iglesia se ve enfrentada a temas que parecen de resolución

    compleja. En realidad, no es primera vez que la iglesia resuelve un camino a seguir,

    desviándose de lo que «dice la Biblia», como lo demuestra la posición que la mayoría de

    las iglesias evangélicas tienen respecto de la esclavitud o de la violación, por poner algunos

    ejemplos. En efecto, mientras que la Biblia manda claramente al esclavo que sirva a su amo

    como al Señor (Ef 6:5)40

    , deben ser muy pocos los cristianos evangélicos que insistirían en

    que este es el camino que debe tomar un esclavo en la actualidad. Por el contrario, es

    esperable que las prácticas esclavistas y de trata de personas sean duramente rechazadas por

    cualquier cristiano, con lo cual tomamos posiciones diferentes de aquellas contenidas en la

    Biblia.

    Algo parecido se puede decir respecto de un tema tan delicado como es el de la violación.

    También en este caso debiéramos esperar el rechazo más absoluto de tan deleznable

    práctica, y a nadie (o a muy pocos) se le ocurriría siquiera sugerir que una mujer violada

    reclame como derecho el de casarse con su violador. Por aberrante que esto parezca, esto es

    lo que encontraría un creyente que quisiera basar su conducta en lo que la Biblia dice

    literalmente (Dt 22:28-29)41

    .

    Lo que se puede observar en estos casos es que la iglesia, muchas veces intuitivamente, ha

    interpretado estos textos asumiendo que, junto con transmitir la Palabra de Dios, portan

    elementos culturales propios de la época en la que fueron escritos. Esto conduce a la

    inevitable cuestión hermenéutica: ¿por qué hay textos en la Biblia sobre los que afirmamos

    con convicción que contienen expresiones ancladas en la cultura, y otros, algunos dentro de

    los mismos libros que aquellos, sobre los cuales afirmamos que deben ser obedecidos sin

    mediar ni la más mínima reflexión exegético-hermenéutica? En este caso, lo que se debe

    analizar no es la Biblia, sino la ideología del propio intérprete. Pero no podemos ocuparnos,

    por ahora, de esto último.

    Para decirlo pastoralmente, se trata de temas sobre los cuales la iglesia no tiene tranquilo el

    corazón. A la iglesia le parece que algo de estos mandatos sobre la esclavitud o la violación

    no cuadra con el Espíritu de Cristo, aunque no pueda explicar qué es y aunque no encuentre

    en la Biblia una contraorden que anule las que parecen aberrantes. Entonces, en medio del

    temor y temblor, decide ir más allá de la Biblia, confesando que el esclavo no debe

    obedecer a su amo, sino que debe denunciarlo y exponerlo como un malhechor por el

    simple hecho de atreverse a tener esclavos. Otro tanto debe suceder con el violador.

    ¿Se inquieta el corazón cuando analizamos nuestra costumbre sobre el pastorado de una

    mujer? ¿Estamos incómodos e inquietos de espíritu cuando hoy decimos a una mujer que, a

    40

    «Esclavos, obedezcan a sus amos terrenales con respeto y temor, y con integridad de corazón, como a

    Cristo». (Ef 6:5 NVI) 41

    «28

    Si un hombre se encuentra casualmente con una joven virgen que no esté comprometida para casarse, y

    la obliga a acostarse con él, y son sorprendidos, 29

    el hombre le pagará al padre de la joven cincuenta monedas

    de plata, y además se casará con la joven por haberla deshonrado. En toda su vida no podrá divorciarse de

    ella». (Dt 22:28-29 NVI)

  • 19

    pesar de todas sus capacidades, en obediencia a un mandato bíblico, no puede ejercer una

    tarea de gobierno eclesial? Aparentemente, lo que hace brotar una y otra vez la cuestión de

    la ordenación de las mujeres es, precisamente, esta intuición de la iglesia, según la cual,

    algo no cuadra entre la manera que interpretamos el texto y el espíritu de Cristo.

    Para concluir este parágrafo digamos que, así como no es primera vez que la iglesia va más

    allá de la lectura llana de la Biblia cuanto percibe que el Espíritu la lleva, tampoco es

    primera vez que la iglesia se equivoca practicando la lectura llana. En efecto, al decir de

    Pierce, una lectura llana del Sal 104:5 e Is 51:16 llevó a Lutero, Calvino, Owen y Wesley a

    condenar las ideas de Galileo, así como una lectura llana de Ge 3:16 hace que muchos

    consideren hereje a una mujer que recibe algún tipo de ayuda médica durante el parto42

    .

    La expresión «la Biblia dice» suena tremendamente espiritual e intimidante, y quienes la

    usan saben perfectamente que provocarán esa impresión en sus lectores. La siguiente cita

    tomada del muy influyente predicador John MacArthur es un ejemplo de la forma en que

    los creyentes son intimidados por quien quiere imponer su interpretación. MacArthur

    señala:

    «En la iglesia de hoy, como en Éfeso, algunas mujeres están insatisfechas con

    los roles que Dios les dio. Ellas quieren posiciones prominentes, incluyendo

    oportunidades para ejercer autoridad sobre los hombres. Hay una sola forma

    bíblica de tratar esas situaciones para el bien de todos los involucrados, y es

    hacer lo que Pablo hizo. Él directamente privó a las mujeres de tomar los roles

    autoritativos de pastor-maestro en la iglesia»43

    .

    Como hemos mostrado al analizar los textos de 1Tm, MacArthur interpreta de manera

    errónea, por no estudiar el contexto sociocultural, e induce a cientos hacia el mismo error.

    En una iglesia evangélica, tan deseosa de estudiar la Palabra de Dios, autores que citan la

    Biblia de manera tan asertiva parecen dignos de toda confianza. Esto hace que bajemos la

    guardia y terminemos adoptando como ley divina la interpretación ideológicamente

    condicionada de un autor determinado. En efecto, uno debiera preguntarse si esos roles de

    los que habla MacArthur son realmente dados por Dios, o si, más bien, reflejan las

    convenciones de la época. Nada en la fraseología indica que estos textos aducidos por

    MacArthur sean diferentes a los que hablan de la esclavitud o de la violación o de la tierra

    como centro del universo. Sin embargo, es difícil (aunque no imposible) imaginar que este

    predicador esté a favor de la esclavitud solo porque la Biblia lo dice. Pero sí está en contra

    de la ordenación de mujeres, y la lectura simple, en estos casos, le sirve para justificar su

    propia creencia.

    42

    Ronald W. Pierce, "Evangelicals and Gender Roles in the 1990s: 1 Tim 2:8-15: A Test Case" Journal of the

    Evangelical Theological Society 36, no. 3 (1993): 345. 43

    John MacArthur, "Can Women Exercise Authority in the Church?," in

    http://www.gty.org/resources/Blog/B1030829 (2013).

  • 20

    En realidad, cuando uno deja a un lado, metodológicamente hablando, sus propias

    ideologías y construcciones culturales, el estudio de la época bíblica muestra con mucha

    claridad que los roles que uno percibe en la Biblia no son novedad cristiana, sino que son el

    reflejo de la sociedad de la época. Esto no puede ser de otra manera, porque, como

    decíamos más arriba, si la Palabra de Dios, no se hubiera comunicado en lenguaje y cultura

    compartida por los primeros lectores, hubiera sido incomprensible. La tarea del estudiante

    de la Biblia es buscar ese mensaje eterno que nos viene oculto en vasijas de barro, pero no

    confundir el precioso mensaje con la vasija44

    .

    8 Consideraciones finales

    Digamos lo siguiente a modo de resumen final. En primer lugar, los textos aquí analizados

    forman parte de una orientación tendiente a cuidar el testimonio frente al mundo, en medio

    del cual la iglesia desarrolló su servicio a Dios en el siglo I d.C. En este contexto, el tema

    de la vestimenta, comportamiento y lugar de la mujer en el plano de lo público no es el

    tema central, sino solo uno de varios aspectos en los que las iglesias debían poner cuidado.

    En una sociedad donde el honor de un hombre podía ser mancillado si la mujer se salía de

    su rol, la iglesia no podía ser ingenua respecto de las implicancias que tal deshonra le

    acarrearía.

    En segundo lugar, la instrucción que se da a las mujeres en estos textos refleja lo que la

    sociedad de la época entendía como decente. Esto incluye la forma de vestirse u

    ornamentarse el cabello, la forma de participar en una asamblea pública, ya sea enseñando

    o aprendiendo, pero también nos muestra la manera en que la sociedad de la época utilizaba

    ejemplos de la naturaleza o de las sagradas escrituras para explicar la subordinación de la

    mujer respecto del hombre. Esto es lo decente, para Pablo, que vive en el tiempo y lugar en

    que estos textos surgieron. Un comportamiento diferente hubiera generado el mal

    testimonio de la iglesia ante los de afuera y, eventualmente, la persecución.

    44

    Entre los estudios que abordan el tema antropológica y socioculturalmente destacan: Richard A. Horsley,

    Jesús Y El Imperio: El Reino De Dios Y El Nuevo Desorden Mundial, Trad. Ricardo López Rosas, Ágora

    (Verbo Divino) (Estella (Navarra): Verbo Divino, 2003); Richard A. Horsley, "Religion and Other Products

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    the Study of the New Testament, no. 26 (1986): 3-27; Malina, El Mundo Del Nuevo Testamento: Perspectivas

    Desde La Antropología Cultural; Malina, El Mundo Social De Jesús Y Los Evangelios : La Antropología

    Cultural Mediterránea Y El Nuevo Testamento; Luther H. Martin, Hellenistic Religions: An Introduction

    (New York: Oxford University Press, 1987); Emil Schürer, Historia Del Pueblo Judío En Tiempos De Jesús.

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    1985); Emil Schürer, Historia Del Pueblo Judío En Tiempos De Jesús. Instituciones Politicas Y Religiosas,

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    Eucaristía: El Banquete En El Mundo Cristiano Antiguo, Agora (Estella: Verbo Divino, 2009); Rafael

    Aguirre, "La Casa Como Estructura Base Del Cristianismo Primitivo : Las Iglesias Domesticas" Estudios

    eclesiásticos 59, no. 228 (1984): 27-51; Rafael Aguirre, Del Movimiento De Jesús a La Iglesia Cristiana.

    Ensayo De Exégesis Sociológica Del Cristianismo Primitivo (Navarra, España: Verbo Divino, 1998);

    Stegemann and Stegemann, Historia Social Del Cristianismo Primitivo. Los Inicios En El Judaísmo Y Las

    Comunidades Cristianas; Gerd Theissen, La Religión De Los Primeros Cristianos. Una Teoría Del

    Cristianismo Primitivo, Trad. Manuel Olasagasti (Salamanca, España: Sígueme, 2002).

  • 21

    Como se ha podido observar, la única manera de utilizar la Biblia para oponerse a la

    ordenación de mujeres es omitiendo toda consideración sociocultural a la hora de hacer la

    tarea exegética. Proceder de esta manera, sin embargo, aunque tiene apariencia de

    espiritualidad por la utilización de expresiones rimbombantes que hablan del respeto por la

    palabra de Dios, en realidad implica, por el contrario, la negación de toda posibilidad de

    comunicación de la misma. La única Palabra de Dios que el ser humano pudo entender en

    cualquier época es aquella que se ha encarnado en la historia y la cultura, con las

    consecuentes determinaciones que ello implica.

    Finalmente, digamos que existen muchos campos de debate sobre la ordenación de

    mujeres; aquí solo nos ocupamos de la parte bíblica, utilizando un abordaje exegético

    global e integrador de los textos emblemáticos del debate. El análisis de otros textos podría

    seguir un modelo exegético similar y llegarían a conclusiones parecidas: no existe razón

    bíblicamente fundada que impida la ordenación de mujeres en la iglesia, ni para la tarea

    pastoral ni para la diaconal45

    .

    45

    En la iglesia católica romana el diaconado requiere ordenación, razón por la cual no tienen diaconisas.

  • 22

    Bibliografía

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