Reflexión sobre la ideología colectiva, la individual y su interacción

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Asignatura: Sociedad, política y ciudadanía Nivel: IIIro Medio Nombre: Xabier Usabiaga Profesor: Mauricio Navarro Reflexión sobre la ideología colectiva, la individual y su interacción “¿Por qué el perro mueve la cola? Porque el perro es mas inteligente que la cola. Si fuese al contrario, la cola movería al perro” -Larry Beinhart- Terminó la película y (luego de una broma de uno de nosotros) empezó una conversación que no logré seguir con claridad. Recuerdo que hablábamos sobre fascismo, pero que simultáneamente se introducía a ese ir y venir de manos en alto la cuestión de la ideología. Yo entendía al fascismo mismo como un movimiento político basado en una ideología determinada, la cual se llevaba a la práctica mediante métodos que siempre me habían parecido inaceptables, porque anulaban de lleno la necesaria capacidad crítica del individuo. Y la película no sólo hace un buen retrato de lo que fue el experimento en cuestión, si no que también pone en duda exactamente eso acerca de la capacidad crítica; pone en jaque nuestro hipotético valor como agentes pensantes dentro de la ideología de una comunidad más grande. Claro que para el experimento se jugó con un caso extremo como lo es el fascismo, en donde es evidente la nula validez del aporte individual al colectivo, pero ¿a qué grado sucede esto en otras ideologías que sustentan otros sistemas políticos? ¿Estaremos nosotros mismos, en cierto grado, inmersos en una sociedad de ese tipo? ¿Dónde está el límite entre la ideología colectiva y las individuales? Durante los regímenes totalitarios de mediados del siglo pasado existían programas de promoción y propaganda política, en los cuales desde muy temprana edad se comenzaba a implantar fuertemente la idea de pertenencia a una comunidad forjada por la misma sangre, los mismos objetivos y los mismos enemigos. Esto iba acompañado de una brutal censura en los medios de prensa, los cuales eran todos controlados por el Estado fascista. Hitler, Mussolini, Franco y tantos otros vieron en ese método la posibilidad de inmortalizar sus sueños totalitarios, ya que entendían cabalmente que si lograban una comunidad sin divergencias e inspirada por una excusa nacionalista (que para ellos

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Asignatura: Sociedad, política y ciudadaníaNivel: IIIro Medio

Nombre: Xabier UsabiagaProfesor: Mauricio Navarro

Reflexión sobre la ideología colectiva, la individual y su interacción

“¿Por qué el perro mueve la cola? Porque el perro es mas inteligente que la cola. Si fuese al contrario, la cola movería al perro”

-Larry Beinhart-

Terminó la película y (luego de una broma de uno de nosotros) empezó una conversación que no logré seguir con claridad. Recuerdo que hablábamos sobre fascismo, pero que simultáneamente se introducía a ese ir y venir de manos en alto la cuestión de la ideología. Yo entendía al fascismo mismo como un movimiento político basado en una ideología determinada, la cual se llevaba a la práctica mediante métodos que siempre me habían parecido inaceptables, porque anulaban de lleno la necesaria capacidad crítica del individuo.

Y la película no sólo hace un buen retrato de lo que fue el experimento en cuestión, si no que también pone en duda exactamente eso acerca de la capacidad crítica; pone en jaque nuestro hipotético valor como agentes pensantes dentro de la ideología de una comunidad más grande. Claro que para el experimento se jugó con un caso extremo como lo es el fascismo, en donde es evidente la nula validez del aporte individual al colectivo, pero ¿a qué grado sucede esto en otras ideologías que sustentan otros sistemas políticos? ¿Estaremos nosotros mismos, en cierto grado, inmersos en una sociedad de ese tipo? ¿Dónde está el límite entre la ideología colectiva y las individuales?

Durante los regímenes totalitarios de mediados del siglo pasado existían programas de promoción y propaganda política, en los cuales desde muy temprana edad se comenzaba a implantar fuertemente la idea de pertenencia a una comunidad forjada por la misma sangre, los mismos objetivos y los mismos enemigos. Esto iba acompañado de una brutal censura en los medios de prensa, los cuales eran todos controlados por el Estado fascista. Hitler, Mussolini, Franco y tantos otros vieron en ese método la posibilidad de inmortalizar sus sueños totalitarios, ya que entendían cabalmente que si lograban una comunidad sin divergencias e inspirada por una excusa nacionalista (que para ellos era verdad indiscutible), lograrían llevar a cabo la sociedad fascista que buscaban. En poco términos, durante estos períodos existía una ideología que, sembrada en la más tierna inconciencia e impuesta estratégicamente, teñía del mismo color todo lo demás. Con sutileza (y a veces no tanta) se ponía a prueba el límite de influencia de las creencias de uno en la vida de todos.

Muchas veces a lo largo del día, nos dejamos llevar por nuestros pares en pequeñas cosas sin darnos el tiempo de preguntarnos por qué lo hacemos. (El otro día me descubrí repitiendo acerca de un libro exactamente la misma opinión que un amigo me había dicho días atrás, la cual había sonado muy bien, pero de la que no entendía realmente nada). En primera instancia, es un método bastante eficaz para facilitarnos las cosas y utilizar a nuestro favor el racionamiento colectivo, pero ¿a qué escalas seguimos repitiendo el mismo patrón de comportamiento? Es increíble la cantidad de gente que ríe aún sin haber comprendido el sentido de un chiste y que al mismo tiempo marcha por “una educación gratuita y de calidad para todos”. La manera en que el entendimiento general decanta con tanta facilidad y dureza en el nuestro particular me hace inevitablemente pensar en que cada vez son más las situaciones y las escalas en las que damos paso a estas clases de (si se me permite jugar brutalmente con los términos) pequeños fascismos

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pasivos, con los cuales dejamos de lado, casi a conciencia, la actividad de procesar con mayor detención las cosas.

El ejemplo más cercano que podemos vivenciar, en el que es profundamente polémica la relación que entabla el entendimiento colectivo con el individual, es el del sistema escolar actual; la manera en que está planteado supone que exista un paradigma estático, el cual todos tienen que promulgar y aprender. Se transmite un método, un camino determinado, expresado en qué y cómo se enseña, y si existe algún desvío dentro de ese mecanismo lógico, se está equivocado y se evalúa con una mala calificación. Esto provoca que todo el dinamismo intelectual e ideológico dentro de una cultura forjada en el miedo al error se vea atrofiado, dificultando el buen desarrollo cultural, político y social de la comunidad. ¿Cuándo es que tenemos que comenzar a sospechar de los que se nos enseña? ¿Dónde es que hay que establecer una diferenciación entre cómo piensa el programa educativo del gobierno y cómo piensa el estudiante? ¿Están realmente las creencias colectivas conformadas por las visiones individuales?

Ese es el motivo del éxito del profesor Wenger al conducir a sus alumnos a algo que incluso ellos consideraban aberrante: simplemente porque el modelo educativo lo permite.

En resumen, la interacción entre estos paradigmas “comunes” con nuestras ideas personales es bastante controversial, ya que en muchas instancias de nuestra vida cotidiana se desdibujan los límites de influencia, generando una relación homogeneizante entre ambas. Quizás estar conscientes de esto, ayude a que nos mantengamos siempre atentos y dispuestos a generar un diálogo constructivo y sincrético con lo que se nos muestra, en vez de aceptarlo con antelación y sin duda alguna, sólo porque “así es”. Con respeto y fundamento ser capaces de divergir, al tiempo que nos mantenemos abiertos a otro sinfín de verdades y posibilidades. Sólo así, creo yo, podríamos erradicar (o al menos amainar) esos pequeños fascismos pasivos y cotidianos.