Rapa Nui: Tatuajes y una búsqueda de identidad
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Pontificia Universidad Católica de Chile
Facultad de Filosofía
Instituto de Estética
Arte chileno y americano II
Profesora: María Paz Bajas
Ayudante: Ignacio Helmke
Rapa Nui:
Tatuajes y una búsqueda de identidad.
Cristián Díaz O’Ryan
Introducción
La masiva aceptación del tatuaje dentro de la cultura occidental moderna, es un fenómeno
reciente. Es más, si nos remontamos históricamente a la concepción cristiana-europea del
cuerpo, podremos ver como el acto de “romper” o violentar su “belleza natural” ha sido
considerado como una manifestación barbárica y salvaje fuera de los límites de la
civilización. De esta manera, cualquier otra comprensión estética del cuerpo, que no se
adecuase a las exigencias hegemónicas cristiano-europeas, fueron categorizadas como
inferiores, y por lo cual, excluidas o censuradas. Sin embargo, ubicándonos lejos de esta
concepción, podemos ver al cuerpo ha sido “el espacio social privilegiado de la identidad
social” (Colormbres, p.110). De esta manera, la decoración corporal corresponde a un acto
de apropiación de las formas de un mundo de manera simbólica, por medio del cual un
pueblo se puede reconocer.
El tatuaje como forma de identificación social, lejos de la concepción occidental,
fue una práctica privilegiada del pueblo rapanui. Lamentablemente, debido a las
circunstancias históricas, se llevó a un proceso de aculturación tal que el arte corporal de
los tatuajes rapanui se perdió por completo en su historia moderna. Sin embargo, en la
actualidad ha surgido un proceso de redescubrir el tatuaje como forma de identidad cultural
de la isla. De esta manera, el presente trabajo busca contextualizar, comprender y comparar
la situación actual de tatuaje en relación a su práctica tradicional. Para lograrlo, será
necesario comprender y contextualizar su uso por medio de los registros desarrollados por
navegantes y antropólogos a partir del siglo XVIII hasta el presente.
Rapanui y una contextualización histórica.
Hablar sobre el pueblo y la historia del pueblo Rapa Nui no resulta algo sencillo,
debido a las particulares y crueles características que definieron los hechos que la
constituyen. Esto ha llevado a articular un gran misterio nutrido por su aislamiento, sus
colosales esculturas megalíticas y por la falta de registros que permitan reconstruir de
forma fehaciente su pasado. De esta manera, si comprendemos que esta etnia habita en una
solitaria isla ubicada a más de dos mil kilómetros del poblado más cercano, no resulta
difícil comprender que el holandés Roggeveen, en el momento de su descubrimiento en
1722, la haya asociado con aquel continente perdido: “la Tierra de Davis”. Pero más allá
del misterio geológico, lo que más ha acrecentado la curiosidad occidental son sus
habitantes y su cultura. No por nada los navegantes holandeses se preguntaron “cómo unos
<salvajes desnudos> habían podido alzar aquellos colosos” (Métraux, 1996, p.41).
Definitivamente, son esos colosos, los moai, uno de los elementos que más nutre el
imaginario europeo sobre las islas, y a su vez, el misterio de su producción. Para los
holandeses, aquellos colosos debieron haber sido de arcilla para que estos “salvajes”
pudieran haberlos llevado a cabo. Sin embargo, la evidencia de una escritura en tabletas,
inédito dentro del mundo polinésico, nos reafirma la idea de una compleja cultura que en
algún momento de la historia vio alteradas sus prácticas sociales y culturales, abandonando
entonces ciertos modos de hacer.
A pesar de la diversas dataciones del poblamiento llevada a cabo por los
investigadores, “las evidencias arqueológicas permiten datar al poblamiento de la isla en el
siglo IV o V d.C” (Gleisner & Montt, 2014, p.18). Todos los relatos tienden a atribuir este
poblamiento al rey o ariki Hotu-Matu’a, que tras verse desterrado de la isla llamada Marae-
renga o Hiva, llega a esta remota porción de tierra guiado por un sueño de Haumaka. De
esta manera, tras su arribo con su pueblo, traen consigo especies y costumbres polinésicas,
que sin embargo lograrán especificarse con el largo de los años. Los moai, serían un rasgo
que desarrollarían de manera específica, y su desaparición respondería, según algunos
investigadores, a un colapso que se desprendió de un agotamiento de recursos naturales, o a
conflictos internos como la guerra entre los Hanau momoko y los Hanau e’epe.
La idea de colapso o crisis, incluso al extremo del riesgo de desaparición de la
misma etnia, es una de las características que se desprende de la narración histórica de la
gente de esta isla. Ya sea por la aparición de otros grupos culturales como los Hanau e’epe
y sus prácticas caníbales, o el secuestro de alrededor de mil isleños llevado a cabo por
negreros peruanos y la posterior infección de viruela desencadenada por los pocos
retornados; como también, la intervención europea llevada a cabo por misioneros franceses
o el amotinamiento llevado a cabo por Dutrou-Bornier. Repercutieron no sólo en un cambio
de costumbres, sino también, en el significativo diezmo de la población hasta alcanzar solo
“175 habitantes en 1872” (Gleisner y Montt, 2014, p. 30). Si a esto sumamos el ingreso de
un reinado tahitiano, o el dominio de capitales extranjeros con el ingreso de la industria
ganadera, justifica que los textos de los investigadores hablen de la cultura rapanui de
forma pretérita, como algo que ya ha acabado. O al menos eso se desprende de las palabras
con que Métraux (1996) describe los cambios vividos en la isla:
La Isla de Pascua cambia lentamente. Esas transformaciones no son de lamentar. No
destruirán nada que no estuviera ya arruinado, porque la vieja civilización de la isla de
Pascua murió entre 1862 y 1870. Después de esa última fecha, ya sólo esperaba un deber de
humanidad: que las personas y la dignidad de los descendientes de los hombres que tallaron
las grandes estatuas fuesen respetadas por los amos de la isla. (p. 61)
Una cultura “perdida” y sus tatuajes
La cultura rapanui, como cultura polinésica, se encontraba profundamente ligada al
mar, razón por la cual no es de extrañar su relación con la pesca y los productos de éster.
Esto produjo un importante desarrollo técnico en piedra y hueso para el desarrollo de
anzuelos; Además, como mencionamos anteriormente, antes del masivo despoblamiento
originado en 1862, se pueden apreciar dos modos de organización social: el primero basado
en un ariki como representante divino heredero de Hotu matua, donde existe una
distribución aristocrática de tierras y casta sacerdotal encargada de transmitir sus
tradiciones; y un segundo organizado por un líder militar-religioso elegido mediante la
celebración del tangata manu u hombre pájaro. De esta manera, podemos notar un cambio
político-religioso desde un culto hacia los antepasados hacia uno que privilegia “los ritos
orientados a la fertilidad asociados al nuevo dios” (Gleisner y Montt, 2014, p. 23) Make
make. Esto lejos de ser un hecho menor, repercute en el surgimiento de nuevas formas de
representación artísticas como el arte rupestre; en consecuencia, surgen manifestaciones
como los petroglifos donde proliferan formas como el komali o vulva, peces, anzuelos o el
mismo dios Make make.
Lo interesante de esto, es que los primeros relatos de los navegantes sobre la cultura
rapanui se producen después de este proceso. Es así como resultó llamativo tanto para
Roggeveen, González, La Pérouse y Cook el verse enfrentado a cuerpos semidesnudos y
“pintorreados” casi completamente. De esta forma, las crónicas destacan los colores con
que pintan sus cuerpos, como también la aparición de múltiples tatuajes. Resulta revelador
en este sentido, los dibujos realizados por Hodges durante la tercera expedición de Cook en
17771, donde es posible ver el rosto de un hombre y mujer rapanui. En ellas
inmediatamente destacan ver su indumentaria, como tocados y arte plumario, y a su vez
modificaciones corporales; en tanto en la mujer, es posible posible apreciar algunos puntos
característicos del tatuaje rapanui llamado retu.
Conocido como Tatu o Tá kona, el tatuaje rapanui era, según Englert (1948), el
cosmético por excelencia. Esto se ve reafirmado por Métraux (1996) cuando dice: “La
preocupación por el aspecto no se expresaba ni en el modo de vestir ni en el peinado, sino
en el tatuaje, que convertía el cuerpo de algunos hombres en una verdadera obra de arte” (p.
77). Es interesante acá recordar a Colombres (2005) cuando hace notar que el aspecto
estético no excluye lo social, sino que lo refuerza. Y en este sentido, el Tá kona no se puede
separar de su función social. En consecuencia, es importante recalcar el que tatuaje para los
rapanuis, según los registros, tiene el rol identitario tanto individual como a nivel social; de
esta manera, no es extraño ver que se realiza una distinción entre tatuajes masculinos y
femeninos –los primeros tatuados prácticamente completos y las segundas privilegiando
algunas zonas del cuerpo-, pero también, de acuerdo a posiciones sociales y riquezas. “De
esta forma se producía una relación entre la identidad personal (del individuo), y la
identidad de la comunidad, encontrando que una se funde con la otra” (Leyton, 2004, 135).
Con respecto a lo anterior, Colombres menciona la importancia la relación
identitaria que mantiene el cuerpo con lo social, debido que para él siempre una identidad
individual sostenida sobre el cuerpo se mantendrá inserta dentro de una social. Y en este
sentido, el tatu permite dicho reconocimiento social, ya que todos comprenden el
significado de los elementos que se portan, e inserto dentro de él, permite el desarrollo de
1 Ver anexo 1 y 2.
elementos para la individuación. Con respecto a esto, Métraux (1996) reconoce la presencia
de un especialista encargado de llevar a cabo el tatuaje, y que dependiendo del nivel de la
recompensa económica, era llevado a cabo la extensión y belleza del trabajo. En
consecuencia, el valor estético del tatuaje, relacionado a una elaboración técnico-artesanal
con objeto de producir belleza, se encuentra al servicio de una función de distinción social,
ambas no se pueden disociar.
En la siguiente representación, realizada por Choris aborde de la embarcación Rurick
liderada por Kotzebue en 1822, se pueden distinguir no sólo las vestimentas sino también
los tatuajes y pintura corporal. Es interesante comparar la frondosidad masculina en
comparación con la sencillez femenina – tomando en consideración que muchos tatuajes
femeninos no siempre encontraban a la vista.
Este especialista, poseía un saber necesario tanto para la ejecución, la confección y
elaboración de instrumentos necesarios para su ejecución. Es así como Englert (1948),
menciona los diferentes nombres que poseen los tatuajes dependiendo de su ubicación
dentro del cuerpo: retu (frente), mata pea (debajo ojos), panaha’a (mejillas), tu’u ha-
inoíno (espalda), pare (brazos) y humu (pantorrillas). Dependiendo de las partes tatuadas
era la libertad que poseía para el diseño, por ejemplo el retu y panaha’a eran las más
convencionales, pero el resto variaba. Con respecto a esto, Metraux (1996) señala que el
tatuaje integra tanto elementos geométricos como figurativos. De esta manera, en
concordancia con lo que dice Englert, vemos como en el rostro priman construcciones
geométricas, mientras en el pecho figuras como el ao (insignia de mando) o el manai
(anzuelo)
Para la elaboración del tatuaje se utilizaban unas
agujas de hueso según Englert, un rastrillo de hueso
según Metraux, o espinas de pescado según Chauvet
(1946), llamadas uhi. Esta herramienta era introducida
en la epidermis mediante los golpeteos de una maza, de
forma que quedara impregnada la sustancia colorante en
ella. Ésta tinta se realizaba mediante el tizne acumulado
en una piedra pizarra lisa de la quema de hierba ti.
Este era raspado y colocado dentro de una calabaza,
en la cual se mezclaba con zumo de caña de azúcar y
saliva. La ejecución del tatuaje era un acto muy doloroso, y a su vez producía fiebre, por
esta razón los tatuajes se realizaban durante largos periodos de la vida.
Colombres (2005) circunscribe esta práctica bajo el concepto de violencia
simbólica. Para él dicho concepto abarcara a toda acción que se ejerce sobre un individuo,
ya sea con consentimiento o de manera tácita, con el fin de imprimir una marca indeleble,
una deformación o mutilación. En consecuencia, esta acción genera una huella permanente
en el cuerpo, todo esto ya sea por una función estética, identitaria o incluso mágica. Como
vimos anteriormente, la relación de belleza con la identidad del tatu es inseparable, pero
además se puede asignar ciertos valores mágicos. De acuerdo a Cobo de la Maza (2005), el
tatuarse figuras con connotación divina, como el dios Make make, permitiría manifestar una
alianza con esa divinidad. Si profundizamos dicha tesis, la misma aparición de elementos
Ilustración realizada por Stolpe en 1899, en ella se podría apreciar tanto el retu como el panaha’a, (Gell, 1993, p. 330)
como el komali, el ao, o el manai, como elementos figurativos que tendían a ser
representados sobre el pecho, no sólo podría estar ligado a un carácter de identidad al
manifestar un gusto personal, sino talvez, estableciendo un vínculo de relación con la
fecundidad, el poder y la pesca.
El tatuaje en la Isla de Pascua actual.
Como mencionamos previamente, todas estas características culturales son relatadas
como un pasado perdido, debido a que dichas costumbres fueron desapareciendo frente a
las matanzas y actos de violencia que se vio enfrentado el pueblo rapanui. Y en el caso del
tatu, ya en tiempos del sacerdote capuchino “ya no queda ningún tatuaje en la isla”
(Englert, 1948, p.213). De hecho, ya los trabajos realizados por Thompson y Routledge son
realizados en tiempos donde los misioneros habían ejercido un tipo de violencia sobre la
concepción del tatuaje, por lo que ya sólo se encontraban en personas mayores. De esta
manera, cuando Métraux llega a la isla la práctica de tatuajes ya se encontraba en desuso
debiendo incluso utilizar las ilustraciones que La Perouse había hecho siglos atrás para que
las conocieran.
Fotografía tomada por Alfred Métraux en 1934, en ella puede apreciarse el abandono de vestimentas tradicionales, como la ausencia de tatuajes visibles. Imagen obtenida del archivo virtual del museo de Quai Branly.
Sin embargo, como Ana María Arredondo (1997) comenta: “En los últimos 15 años, ha
ocurrido un movimiento de revitalización del tatuaje, no solo en Rapa Nui, sino en toda la
polinesia” (citado en Leyton, 2004). Es importante notar que dicho proceso se ha visto
relacionado con la moda internacional, en el cual la valorización de los tatuajes se ha sido
masificando; como también por proceso de redescubrimiento identitario tras la restauración
del Ahu A Kivi.
El resurgimiento de esta práctica, manifiesta claras
diferencias con respecto a la tradicional. Primero en su
proceso de elaboración, ya que lejos de utilizar la tinta
tradicional o el uhi de hueso o espina, se emplea una
máquina con agujas quirúrgicas en adhesión de tintas
industriales. Pero además, los diseños, como los elaborados
por el tatuador Mokomae, tienen una inspiración en
motivos tradicionales recatados de tabletas y petroglifos.
Sin embargo, no se respetan las convencionalidades
relacionadas con el rostro, ni tampoco su circunscripción
en un tatuaje generalizado en el cuerpo. El diseño tiende a
ser individual, que responde en gran medida al turismo.
Conclusiones.
El empleo del tatuaje tradicional rapanui, se emplea como una forma de
representación estética que busca intensificar sus significados sociales. Como elemento de
identidad, se utiliza como segunda piel al ser introducido sobre el cuerpo bilógico, ya que si
bien es de carácter permanente, como bien relata Métraux (1996), es también usado para ser
potenciado y relacionado con la pintura corporal y los perfumes como el caso de la
Tatuaje realizado por Mokomae. Imagen rescatada de www.imaginaisladepascua.com
cúrcuma. El tatuaje, como experiencia estética global, invade los sentidos y significa
socialmente. De esta manera, si para Colombres la segunda piel corresponde a una
cotidiana y la tercera a una excepcional, una cuarta es posible como forma inauténtica que
se ajusta a los estereotipos y demandas de exotismo occidentales con respecto a una cultura.
¿Sería este el caso del tatuaje rapanui moderno?
Como comenta Leyton (2004), si bien no se mantienen las funciones tradicionales
del tatuaje o tatu, si existe un proceso de identificación por medio de la revaloración de esta
práctica. Mediante el tatuaje, los jóvenes rapanui buscan identificarse con su pasado y
tradiciones; y a su vez, reutilizan y resemantizan elementos externos, como tahitianos y
maoríes, apropiándose de ellos y dándoles un valor propio. Eso es lo que busca de cierta
manera Mokomae, al no tatuar ningún elemento que no tenga algún sentido para la
comunidad, y a su vez se permite el desarrollo creativo sobre los elementos tradicionales.
En palabras de Ticio Escobar (1991), esto podría corresponder a una forma de arte popular,
en respuesta a la hegemonía cultural occidental. Sin embargo, esto aún da para pensar,
sobre todo considerando que los valores estéticos que se desarrollan sobre el tatuaje son
absolutamente occidentales, al asignar un valor a la perfección de la ejecución de la línea, y
a una decoración determinada por el mercado. Si bien el tatuaje rapanui se destacaba del
polinésico por su libertad y fantasía, hay una rigidez que se da en la exigencia sanitaria y
estética que impiden una valoración otra de lo que el tatuaje debe ser. El tatuaje antes
significaba una instancia de riesgo y valentía, que contrapuesto al pensamiento occidental,
representa una forma distinta de conocimiento del cuerpo. Entonces, sin ser una cuarta piel,
esta práctica corre el riesgo de caer en una fetichización del pasado sin una real valoración
del conocimiento y reconocimiento que sus prácticas traían.
Anexo.
Anexo 1.
Anexo 2
Bibliografía
Cobo de la Maza, C. (2005). Tatuaje polinésico en Isla de Pascua. Pharos, 12 (2), 15-30.
Colombres, A. (2005). Teoría transcultural del arte: hacia un pensamiento visual
independiente. Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Sol.
Englert, S. (1948). La tierra de Hotu Matu’a: Historia, Etnología y Lengua de la Isla de
Pascua. Valdivia, Chile: San Francisco.
Escobar, T. (1991). El mito del arte y el mito del pueblo. En Acha, J., Colombres, A &
Escobar, T, Hacia una teoría americana del arte. Buenos Aires, Argentina:
Ediciones del Sol.
Flores, J. (1965). Te pito te henua. Santiago, Chile: Orbe
Gell, A. (1993). Wrapping in images. Nueva York, NY: Oxford University Press.
Métraux, A. (1996). Isla de Pascua. Barcelona, España: Laertes.
Leyton, D. (2004). Hacia una antropología del cuerpo: Significación Cultural de los
Cuidados Corporales de las Mujeres Rapa Nui. (Tesis licenciatura, Universidad de
Chile, Santiago, Chile.) Recuperada de
http://repositorio.uchile.cl/handle/2250/106384