PUROS CUENTOS

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A Dios, que nos puso en este mundo sin decirnos para qu.

Una nueva voz se alza, desde ahora en ms, en el amplio escenario de la literatura saltea. Se trata de la de Oscar Eduardo Saravia que, dejando a un lado su profesin de arquitecto, nos entrega con sinceridad y afecto este libro de Cuentos y Fbulas, producto de su capacidad creadora en donde juegan mltiples facetas del sentimiento humano, inventando historias fabulosas, hechos misteriosos cargados de pasiones y miedos y una buena cantidad de situaciones increbles que hacen a la curiosidad del lector. Saravia pone en sus pginas una verdadera vocacin literaria, con un lenguaje simple y cotidiano, salteo en su forma de decir, sin apartarse de las normas establecidas para estas difciles disciplinas. Es un hbil artesano que maneja un sinnmero de ocasiones y laberintos con total acierto; sus personajes hablan, caminan, gesticulan con la claridad necesaria como para llegar a comprenderlos en toda su intensidad. Sabe ponerles a los hijos de su imaginacin un sabor especial sin caer en lo grotesco ni en lo excesivamente policial, y nos presenta un mundo de casos extraos que, nicamente los pocos privilegiados que laboran estas disciplinas pueden lograr. Nos complace profundamente la voluntad del autor de entregar este libro a la consideracin de los entendidos que, seguramente lo han de recibir con la prudente serenidad de su inteligencia, como as tambin a las manos de la gente comn que vern en l un nuevo captulo de la creacin literaria de esta tierra puesta al servicio, no slo para entretener, sino para continuar andando por los dulces caminos del arte y los firmes propsitos de lo bello. No s si es a m a quien corresponde esta presentacin, pero esta ha sido la voluntad del autor, a la que me someto complacido, no sin pensar que otros la hubieran hecho mejor.

Jos Ros Agosto 1982

Oscar Eduardo Saravia

Puros Cuentos Meras Fbulas

TRAMPA PARA GALLINASNo podan quejarse de la vida. Para sus adentros se ri con satisfaccin, mientras se afeitaba. Era feliz con su mujer y tenan una hermosa casita en las afueras, ubicada en el centro de un amplio terreno, y que les brindaba alegres maanas recibiendo el saludo de los primeros rayos del sol por la ventana del dormitorio. Pero eso no era todo. Ahora, da por medio coman pollo o gallina, segn fuera lo que cayera en la trampa. Todo empez cuando en las otras manzanas se empezaron a radicar nuevas gentes, en general gente humilde pero, por lo que se vea, toda gente laboriosa y honrada. Pero con ellos llegaron las gallinas. Las gallinas que invadieron el precioso jardn que rodeaba completamente la casa, escarbando y cloqueando, arremetiendo hasta con las plantas ms finas e insistiendo en volver a pesar de ser corridas continuamente. Los vecinos dueos de las aves prometan cuidarlas solcitamente ante sus quejas, pero en general todos las tenan sueltas crindose a la buena de Dios en los baldos linderos. En uno de los tantos correteos, en el colmo de la exasperacin, les tir con un mango de hacha que tena en la mano. Justo fue a darle en el cogote a una gallina gorda. De repente la cosa cambi. No se quejaron ms, pero pronto comprendieron que tampoco podan arriesgarse a ser vistos volteando o persiguiendo gallinas. La tapia era apenas de un metro de altura, as que se idearon un sistema sencillo para desquitarse de las gallinas. Bah! Y de paso comerse

alguna, sin riesgo a ser descubiertos. Hacia el garaje que era un simple techo de tejas apoyado en pilares de piedra, daba la puerta de un cuarto que no usaban y a su vez estaba conectado a la parte ntima de la casa. Lo ms sencillo fue dejar esa puerta con una semiabertura y hacer un caminito de maz que penetraba hasta dentro del cuarto, y una vez que la gallina estaba dentro, mientras se la senta cloquear gozosa comiendo vidamente el maz, l o su mujer salan por la puerta principal cerrando la trampa. A veces tuvieron que soltar algunas pues eran excesivas las presas pero el sistema era eficaz, silencioso y limpio sobre todo. Nadie pensara que un matrimonio tan serio y de tan buen ver se dedicara a robar gallinas. Si bien alguien maldecira la prdida de gallinas, nunca nadie se arrim ni a preguntar si ellos sabran algo. Dndole un beso a su mujer, subi al auto y se fue silbando bajito. El hombre caminaba con paso tranquilo y mirando seguido para atrs, mostrando la apariencia de desinters del vulgar caminante. A pesar de ello nadie hubiera imaginado que era el monstruo que haca casi tres meses tena en vilo a la ciudad y fundamentalmente a la polica. Los aberrantes crmenes que haba cometido no se reflejaban ni por asomo en su rostro de rasgos comunes. Ya tena en su haber siete mujeres muertas. Muertas despus de violarlas y someterlas a las aberraciones ms inimaginables que pudiere concebir el demonio ms perverso. Con el poderoso instinto de las bestias salvajes, buscaba refugio en los barrios ms apartados y tranquilos, caminando lentamente y sin apuro cual distrado transente, mirando los jardines de las escasas construcciones o detenindose a oler una flor.

Por un rato se detuvo frente a aquel precioso portn enrejado abierto en todo el ancho que permita el paso de vehculos. A unos diez metros de la tapia del frente se divisaba una casa con un garaje vaco. Por doquier se vean flores: cinnias, azaleas, margaritas y rosas en una orga de colores brillando bajo el maravilloso sol primaveral. La casa pareca vaca. Un silencio total. De lejos llegaba ruido de voces de alguna mujer retando a su cro. Al fondo del garaje se vea una puerta entreabierta. Sin duda los dueos se habran olvidado cerrarla pues la puerta principal estaba cerrada hermticamente y a lo que pareca no haba absolutamente nadie. Luego de haber esperado casi diez minutos en la soledosa vereda, se dirigi resueltamente a la casa. No le vendra mal un poco de alimento y descanso. La mujer que trabajaba en la parte trasera de la casa, levant su bello e inteligente rostro. Dej la palita con que estaba acomodando la planta en la maceta y sin sacarse los guantes se pas el brazo secando el sudor que brillaba en deliciosas gotitas sobre su frente. Ya era hora de cocinar. Acomodando las herramientas de jardn se dirigi a la cocina entrando por la puerta trasera, previa mirada de inspeccin a los resultados de su tarea. Era una mujer ordenada y le gustaba que su marido encontrara todo listo al llegar. Del refrigerador sac el ltimo pollo que haban hecho caer en la trampa. El asunto no le gustaba mucho pero al final era una manera de ayudarse en la economa casera. En el momento en que se dispona a trozarlo, sinti un ruido en el cuarto trampa, as solan llamarlo y se detuvo a escuchar. Casi seguro que su marido se haba olvidado la puerta abierta! Y ella tena tanto miedo cuando estaba sola! Y bueno. Lo ms probable era que fuese una gallina. Dominando su aprensin cruz el pasillo hasta el cuarto. Con un suspiro apoy la mano sobre el pomo de la cerradura y abri la puerta que la introducira a un mundo de horror y muerte.

LA PAJA EN EL OJO AJENO

Haba llovido toda la noche anterior, con esas lluvias persistentes y cantarinas del verano. El cielo estaba difano y el aire penetraba con fuerza en los pulmones, alegrando el corazn. La naturaleza toda era un canto a la vida: en los pequeos charcos, en las pequeas gotas que se desprendan tardamente de los rboles. Bordeando el macizo de flores del patio trasero se arrim a la pileta de natacin. Y all estaba. Mejor dicho estaban: eran dos. Toda la noche se haban escuchado los gemidos, dbiles pero penetrantes, impidindoles dormir bien. -Negra, ven a ver! Su mujer tambin sali y se arrim al borde de la pileta, arrastrando el borde del salto de cama en el pasto mojado. En el fondo de la vaca pileta estaban dos gatitos, despatarrados y ateridos, tras soportar la persistente lluvia nocturna. Uno de ellos apenas alentaba. -Mierda! As que esto era! De dnde diablos salieron? Su mujer lo mir compasiva: -Hay que ser desalmados para tirar estos pobres animalitos en medio de la tormenta! Escalerilla mediante se baj y se aproxim al primero, al que ms vida pareca tener. Con cuidado lo levant y se lo alcanz. Las dbiles uas se hacan sentir a pesar de todo. Cuado recogi el segundo lo not rgido y duro. -Este no creo que viva!

Los pusieron a pleno sol, sobre las baldosas del patio, para ver si el calor los haca reaccionar, arrimndoles un platito con leche tibia. Por si acaso. Dos horas ms tarde uno haba muerto, el otro beba famlicamente con su pequea lengua desesperado por asirse la vida. El matrimonio se mir. Ambos sentan una profunda complacencia, haban salvado una vida, y sus almas estaban plenas de compasin y desdn por la crueldad ajena. Cmo poda haber gente tan despiadada? Nunca haban sentido simpata por los gatos pero sta, con el tiempo descubrieron que era gata, se meti profundamente en sus solitarias vidas de gente madura. Realmente tena colores bonitos, blanco, amarillo y negro, y una vez que empez a echar cuerpo, se transform en una bella y cariosa compaa, sobre todo para la mujer que pasaba la mayor parte del da sola. Ni que decir de los juegos de los nietos cuando llegaban de visita, tan solo por ver el precioso animalito que viva ahora con los abuelos. Sobre todo la mujer tom un nuevo inters con la ocupacin de cuidar y alimentar al nuevo pensionista. Haba que traer leche -antes pasaban das sin comprar- comprar hgado, prepararle la cama mullida con un almohadn viejo en una caja de cartn. Y l tambin de vez en cuando le prestaba atencin, con alguna caricia pasajera, sintiendo que la gata formaba parte de sus ritos cotidianos, quizs por la forma cruel en que la encontraron, a pesar de algunas noches de desvelo cuando los primeros escarceos nupciales desataron infernal barullo. Y bueno! La pobre tambin tena derecho a divertirse, aunque su mujer odiaba los salaces machos que desataban tanta ruidosa lujuria. Sobre todo el gato negro; ese que permanentemente estaba al acecho desde la pared medianera, mirando con satnicos ojos.

Un da al regresar del trabajo, el hombre se encontr con la noticia de la paricin de la gata atendida solcitamente por la mujer. Cuatro preciosos gatitos. Cuatro. Eran unos pomponcitos de algodn de colores: amarillo, negro, blanco mezclados en cada uno. Dbiles maullidos se hacan or mientras a ciegas buscaban las tetas maternales. La gata los miraba orgullosa de su obra. Cuando le dijo a su mujer que haba que colocarlos en alguna parte, estuvieron de acuerdo en darlos a los nietos. Por lo menos uno, y a los otros los repartiran entre la seora del fondo, seguro que no se negara, y una hermana de l que tena hijos chicos. Por de pronto esperaran a que pudieran alimentarse solos, es decir, unos treinta das. Sin embargo, lo que pareca tan simple se fue complicando. La hija y la hermana se negaron terminantemente a tener gato en casa. Una porque le producan una repulsin invencible, la otra porque viva en un departamento demasiado pequeo y estaba prohibido tener animales. La seora del fondo les agradeci muchsimo el ofrecimiento pero tena dos feroces mastines, as que poca vida tendran los gatos con semejante compaa. Cuando ms crecan los gatitos, ms problemas creaban. Ya haban roto unas plantas al subir a una maceta para hacer sus necesidades. No podan haberse acostumbrado como la gata que iba al cantero grande? En el menor descuido se meten a la casa y pfate! Otra vez a limpiar mierdas o a secar meadas! Si bien el gasto en alimentos era poco, ellos no eran muy pudientes que se diga, as que, ensombrecidos, miraban un futuro de maullidos de gatos hambrientos. La pieza de servicio -no tenan empleada- ola a meada de gato en forma harto ofensiva hasta para las narices ms tolerantes.

Y lo peor es que todas eran gatas. Nadie quera hembras. Tal vez algn machito, s. Pero gatas no. Con su mujer conversaron el tema varias veces y al final hallaron la solucin. Cuando revoleaba la bolsa con los gatos para tirarla, vio la enorme viga que tena en el ojo.

CANCIN DE CUNA

Con una ternura indescriptible, como si manejara una delicada flor, meci en sus brazos a la criatura, abrazndola estrechamente contra su flccido seno. Suavemente le acomod un rizo que caa sobre la plida frente. Largas pestaas cerraban los ojos sin vida. El canturreo, arrullo de paloma torcaza, sonaba montonamente adormeciendo el espacio circundante. Sentada en un taburete bajo, con la nia en brazos, pareca una madoma pintada por algn Rafael. Pero un Rafael que se hubiera extasiado en pintar la fealdad en persona: los pmulos salientes, la afilada nariz y los flacos brazos conjugaban con las sucias ropas y revueltas crenchas de su pelo un cuadro de miseria y hambruna espantoso. Pero un halo divino se desprenda de su amorosa mirada. Amor maternal, inmenso, que iluminaba ms que la triste claridad que se filtraba a travs de los sucios y rotos vidrios del ventanuco de la pocilga que le serva de habitacin. Haba esperado tanto por ese hijo! Saba que se morira si cualquier circunstancia los separara. Y nunca ninguna madre cant tan bellas canciones ni tan tiernos arrullos como los que ella improvisaba. Su canto era una mezcla de Gracias al Seor y de alabanzas cariosas para el ser que reposaba en sus brazos. Y a medida que pasaban los minutos, todo pareca entrar en un trance hipntico. El cuarto se iba transformando en un regio palacio, donde prncipes y hadas venan a admirar la pequea belleza. El desordenado camastro era ahora una regia cama

con dosel y el banquito un brillante trono tachonado de oro y pedreras. La criatura abri unos hermosos ojos azules y le sonri con dulzura a la madre, extendiendo su pequea manito para acariciar su seno. -Tiene hambre mi ngel? Dijo llevndose la mano al escote. Todos los presentes se retiraron con cortesanos saludos y reverencias, al ver que Su Majestad se dispona a amamantar a la criatura. Esta peg su boquita al regio pecho, trgido de savia vital, succionando con la fruicin de un animalito salvaje que instintivamente sabe que bebe vida en casa sorbo que pasa por su garganta. Pletrica y satisfecha, la criatura entrecerr sus ojitos, mientras la madre reanudaba su cancin hasta que se qued nuevamente dormida. Con gran suavidad se levant del taburete y la acost en la imperial cama. -Vayan a traer a la loca del 101. Orden el jefe de sala a dos enfermeros. Estos se miraron entre s. Menuda tarea les encomendaban. Cuando la loca estaba de mala era terrible. Pero ellos ya saban cmo tratarla. No haba que ofender a la sucia y rotosa mueca que crea su hija. Las veces que haban tenido que elogiar el zaparrastroso juguete! Cuando llegaron y abrieron la puerta, la mujer se enderez de golpe y llevndose el ndice a los labios, les hizo un imperioso SSShhhh! Y agreg casi en un susurro: -Mi hija duerme. -No importa. Djala durmiendo y vamos a ver al doctor que te espera, dijo uno de los enfermeros. Pareca que la cosa hoy iba a ser difcil.

-Dejarla? Jams!! No haba otro remedio que emplear la fuerza. Con disimulo se arrimaron uno de cada lado y sorpresivamente la tomaron de los brazos, pretendiendo arrastrarla con ellos. Como un potro salvaje, la loca se revolvi, gritando: -No! Hija ma! Con una fuerza sobrehumana se desprendi volvindose hacia el camastro llena de angustia. En ese momento, un claro llanto de criatura se oy en la habitacin: cuado se arrimaron a mirar, vieron entre los sucios harapos, una angelical criatura.

LOS VIEJOS Y LA MUERTE

La vida haba transcurrido para ellos larga y montona, tan slo salpicada por algunos acontecimientos espordicos normales en la vida de la gente comn (nacimientos, bodas de los hijos y alguna que otra partida irreparable para el clan familiar). Siempre pegados a la tierra que los vio nacer, dejaron transcurrir los das; l, aferrado a los aperos de lacas que le impona la atencin de la numerosa familia que constituyeron con el curso de los aos. Silenciosos, como la madre tierra, cumplieron con sus tareas sin que jams hubiese escapado de sus labios alguna queja o alguna extempornea expresin de alegra. Hundidos siempre en taciturnos pensamientos, casi no necesitaban hablar para entenderse. Sin embargo, jams estuvieron separados ni siquiera por un da. La casa se llen de voces y de risas cuando nacieron los hijos y ni que decir con la llegada de los primeros nietos. Solo una suave sonrisa se dibujaba en los labios cuando alguno de ellos tomaba entre sus sarmentosas manos, uno de los cros, y una fugaz mirada entre los ancianos delataba la profunda complacencia ante la continuidad de la sangre, asegurada a travs de los retoos sanos y juguetones. Ambos ya ochentones, vieron aliviadas sus tareas, an contra sus arraigadas costumbres, por hijos e hijas que no les permitan hacer nada. Poco a poco se fueron acostumbrando a la nueva situacin y as tomaron el hbito de sentarse en la galera a ver pasar la vida, a calentar los huesos en invierno y a gozar de la fresca sombra en verano. La presencia del uno, hacale inveteradamente silenciosa compaa al otro.

Con la mirada en el horizonte tan querido de esas tierras, dejaban transcurrir las horas sentados en las mecedoras hasta la hora de la cena, sin ser molestados por nadie, salvo alguno de los regalones nietos que vena a sentarse para mecerse en las flacas rodillas de los abuelos. Casi perdidos en la enorme cama matrimonial, reposaban a temprana hora aunque cada vez dorman menos. La viejita observ que el esposo, la mayora de las noches, comenzaba a revolverse en la cama y a veces, creyndola dormida pona las manos cruzadas atrs de la nuca permaneciendo caviloso en la penumbra y mirando al techo. Cul sera su desvelo? En alguno de los raros momentos que quedaron solos en la galera, la viejita interrog preocupada a su cnyuge: -Decime Eulogio qu te tiene tan preocupado? El hombre la mir largamente y tras una pausa tomada quizs para ordenar sus pensamientos, dijo: -No s si a vos te pasar lo mismo, pero de un tiempo a esta parte, no puedo dejar de pensar en que pronto dejaremos este mundo y me preocupa terriblemente lo que nos suceder despus de dar el gran salto. Desapareceremos totalmente despus del ltimo suspiro? -Ay Eulogio!, Ni debieras pensar y mucho menos decir eso, pues no es de cristianos dudar de la Vida Eterna!, exclam la anciana acendrada en su slida fe. Te vas a tener que confesar con el Padre Cura, as Tata Dios perdonar tus dudas. -Y, si. Todo el mundo dice que la vida contina despus de muertos, pero vos sabs de alguien que haya vuelto para contarlo? Para m la nica realidad son los cuerpos putrefactos en el cajn, luego convertidos en polvo con el correr de los aos. La anciana lo miraba aterrorizada al hereje y lo que ms le preocupaba, es que, como una serpiente silenciosa, la duda

iba infiltrndose en ella tambin. Despus de todo, el razonamiento de su marido no careca de lgica y fundamento. Pero ella tena sumamente inculcado el temor Divino! As que continu defendiendo el criterio tradicional cristiano. -Eso que ests diciendo es una hereja. Es negar todo lo que nos ensearon desde nios, y si la Santa Iglesia existe a travs de los siglos, es porque algo de razn debe tener no? La viejita se daba cuenta de la pobreza de sus argumentos, tan pobres como grande era su ignorancia en esas cuestiones. Ella slo saba porque lo saba, as se lo ensearon y con eso era suficiente. -Bueno. Est bien, contemporiz l al ver el horror reflejado en los ojos de la anciana. Debe ser as no ms, pero insisto en que hasta ahora nadie regres a contar qu pasa en el ms all. Y por lo tanto te voy a proponer algo que espero no molestar a tu conciencia: yo te voy a acompaar todas las noches en el rezo del Rosario de ahora en adelante, para que Dios nos conceda una Gracia y quiero que t tambin la cumplas, si nos es concedida. Ella lo mir interrogante, pendiente de lo que le ocurrira a la mente desvariada del viejo. -Quiero que Dios nos conceda la Gracia de que quien quiera que muera primero de los dos, pueda regresar a contarle al otro acerca del Ms All. Y as transcurrieron los das. El viejo no volvi a tocar el tema y devotamente acompaaba a la viejita en el rezo del Rosario de todas las noches. Y lo sorprendente era que dorma como un bendito desde aquella conversacin. Por el contrario, la anciana pasaba las noches desvelada temiendo algn castigo divino por aquella insensata promesa. La pobre se fue consumiendo como una vela, hasta que una maana amaneci dura y fra, pero con la expresin apa-

cible y serena de los justos y buenos que abandonan este mundo, lo que fue tomado por el viejo como una seal de poder salirse con la suya seguro ella volvera a comunicarse con l. Desde que el cuerpo de su esposa reposaba en el camposanto, se volvi taciturno y casi hosco. Ya no permaneca sentado en la galera, sino que daba vueltas por todos los rincones de la casa como buscando algo o alguien. Esperaba la seal, pero sta no llegaba. La familia lo trataba comprensivamente pensando que su sensibilidad haba sido agravada con la desaparicin de la compaera, y ms an, algunos lo consideraban un poco trastornado. Ni qu decir cuando afirmaba que su esposa volvera a comunicarse con l! Despus de los rezos de estilo de las nueve noches, la madrugada del ltimo da, el anciano sinti un ruido como si fuera el roer de una rata. Segua durmiendo en el monumental lecho matrimonial, donde su cuerpo se perda debajo de las frazadas haciendo un bulto insignificante. Con gran esfuerzo se corri hasta el borde de la cama y nerviosamente trat de calzarse las pantuflas. Le haban prohibido levantarse de noche por temor a alguna congestin pulmonar, pues las noches eran bastante fras anunciando el prximo invierno, y su salud ltimamente era precaria. De todos modos, deba correr el riesgo, pues estaba seguro que por fin se producira el contacto tan ansiosamente esperado. No senta ningn temor. Tan slo la ansiedad del que est por descubrir el terrible secreto celosamente guardado a travs de siglos de existencia de la humanidad.El corazn aceler sus latidos, mientras sigilosamente se diriga hacia la habitacin contigua, lugar de origen de los ruidos escuchados. Cuando abri la puerta, mir hacia el centro de la sala: vio la sombra borrosa de un espectro con forma de mujer. Agu-

zando la mirada de sus viejos y cansados ojos, logr distinguir la cara de su amada mujer. Tendi los temblorosos brazos hacia ella, pero sta con una sea, con el ndice en los labios, hizo que la siguiese hasta la pared del fondo de la habitacin. El muro encalado brillaba con mgica blancura, baado por la luz fuerte de la luna otoal que penetraba a travs de los cristales de una enorme mampara. Cuando el espectro lleg al muro, levant el brazo derecho escribiendo sobre el mismo con letras temblorosas: NO ESTA PERMITIDO REGRESAR. A continuacin desapareci y las palabras se borraron un segundo ms tarde. El viejo qued estupefacto: Cmo! Entonces Dios haba hecho una excepcin con su esposa? Tembloroso cay de rodillas: por lo menos ahora tena la certeza de la existencia de otra vida. Fervorosamente or dando gracias por el favor recibido. A primera hora comunicara a toda su familia lo sucedido, para evitar que alguno cayera en el futuro en las tremendas dudas que tanto lo haban torturado. Se levant del suelo dificultosamente y entr de nuevo en su dormitorio Y all vio su cuerpo rgido, sin vida, en la cama. Los familiares lloraban desconsolados alrededor, preparando lo necesario para amortajarlo.

LAS HORMIGAS

El hombre era gigantesco. Su descomunal talla se extenda por el suelo ocupando unos dos metros de largo. Estaba de espaldas totalmente extendido sobre el pasto, y nicamente se adverta vida en sus ojos que se movan constantemente siguiendo la trayectoria de las hormigas que cubran casi todo su desnudo cuerpo. Lo ms horroroso era ver como los pequeos monstruos se introducan por todos sus agujeros visibles: por la boca, nariz y an por los orificios ms ntimos. Enderezando un poco la cabeza, poda ver las pequeas protuberancias que formaban las hormigas circulando por sus venas superficiales. El cosquilleo de millones de patas era insoportable. No saba si rer con un loco impulso o llorar desesperadamente. Era prisionero de las hormigas! Haca veinte aos que estaba en sa situacin. Por una extraa simbiosis, los alimentos que almacenaban los insectos en su interior, le permitan hacer los procesos digestivos normales, encargndose las mismas hormigas, luego, de sacar los residuos de sales y minerales que no utilizaba su organismo para mantenerse vivo. Por algn raro misterio estaba vivo, pero con el cuerpo totalmente paralizado. nicamente sus cinco sentidos funcionaban normalmente: ver, or, oler, gustar. Todo su cuerpo senta las sensaciones que el tacto le transmita. Viva los cambios de estaciones, sufriendo en los crudos inviernos y en los trridos veranos. Senta las lluvias y las granizadas. Gozaba con los tibios das primaverales y con perfume de las flores renacidas, escuchando las distintas melodas de los pjaros del bosque cercano. Poda distinguir

los cantos de cada uno de ellos: el mirlo, el chalchalero o la calandria. Hasta los humildes gorriones hacan su aporte para hacer ms llevadera su prisin. Pero la tortura peor era cuando las hormigas estaban de fiesta. Mediante un derivado del cido frmico que producan en grandes cantidades y combinando con las diversas hojas que traan, hacan un licor espirituoso que a l mismo embriagaba. Era infernal el alboroto en su cerebro, lugar favorito de la colonia para sus jaranas. Un ruido de matracas y de serruchos raspados en una lija eran su msica predilecta. Con qu lo haran? Estas fiestas las hacan durante el verano y fundamentalmente con la entrada de la Primavera. Si hasta pareca que tuvieran un calendario! Lo que l consideraba seran fines de semana, coincidan con las francachelas ms espantosas. A veces sala alguna hormiga tambaleante por su nariz o por su boca a respirar el aire puro de la noche; y entonces, generalmente vena lo peor: abriendo su acorazada boca, dejaba caer un vmito negro y ftido que le produca nuseas indescriptibles, hacindole a l tambin devolver todo lo de su interior, corrindole entonces por la comisura de los labios una mezcla de detritus y hormigas ebrias. Y desde cundo se encontraba en semejante situacin? En un lejano rincn de su memoria, reson el grito de su mujer: -Las plantas! Ven a ver lo que hicieron las hormigas! Calmosamente fue a mirar. Las hermosas prmulas, las calndulas que con tanto esmero cuidaban, esa maana amanecieron peladas. Rastros por todos lados de la masacre, quedaban esparcidos por los maceteros y el jardn: pedazos de hojas, flores y an trozos de tallos de los limoneros. Cmo! Si las hormigas siempre respetaron los limoneros de su jardn. Qu clase de hormigas seran stas?

El vandlico atentado demostraba una saa y ferocidad poco comn. La enormidad de los destrozos pareca ser producto de un feroz y enorme bicho, o por lo menos de un enjambre gigantesco de hormigas. Si bien estaban a principios de otoo, cuando an no escasea tanto la comida, los animales haban osado emprenderla hasta con la higuera. Sali al jardn y mir alrededor. Todo era desolacin. Hasta los rboles ms corpulentos estaban pelados. Langostas? Haca aos que haban sido extinguidas en el mundo. Eran un mal recuerdo del pasado, adems nunca fueron silenciosas en sus correras y por lo menos resto de ellas hubieran quedado comiendo los ltimos tallos pelados que quedaban. Por lo sigiloso del ataque nocturno, dedujo que no podran ser otra cosa que las hormigas. Y de alguna especie nueva. Porque hasta la terrible marabunta tambin haba sido exterminada en frica. La nica forma de averiguarlo sera investigar por la noche. Trat de encontrar alguno de los tan conocidos senderitos que dejaban marcado las hormigas comunes, pero no encontr ninguno. Sali del predio en direccin a las casas vecinas, y con una sorpresa rayana en el pavor, comprob que casi toda la gente estaba sobre el camino; contemplaban azorados el desastre, que a lo que pintaba, era regional. O tal vez universal? Volvi a su casa y prendi el aparato fonovisor automtico. Era la ltima palabra en sistemas de comunicacin masiva. Captaba imgenes y ondas de todo el mundo, y an de los nuevos mundos que el hombre estaba colonizando. De inmediato apareci en la pantalla una imagen de la China, donde un locutor mostraba el mismo aspecto desolado y depredado de su pas y mediante un traductor automti-

co, poda entender claramente las expresiones de consternacin y pavura con que describa el desastre. Cambi de onda sintonizando Europa. La misma imagen; pas frica, la India, Rusia, Norteamrica en todas partes los mismo. El desastre era Universal! Pero sern las hormigas? No poda creer que esos animalitos causaran tanto dao. El siempre haba simpatizado con ellas. Hasta podra decir que senta cario y admiracin por esos bichitos tan laboriosos y tan organizados. Siempre pens que los humanos tenan mucho que aprender de las hormigas. En la estacin local de emisin, radiaban mensajes de prudencia: recomendaban no salir de noche, pues era la hora de producirse los ataques. Y al haberse terminado todo lo que era comestible, no sera raro que se produjeran ataques a seres humanos. Las fuerzas de seguridad de todo el mundo saldrn a patrullar y enfrentarse con el enemigo. Siempre haba pensado que tantos experimentos con la energa nuclear, tantas explosiones atmicas, hasta los mismos hormiguicidas reforzados mediante la desintegracin de los tomos del Gamexane, podran en determinado momento crear una falla biolgica, alguna mutacin peligrosa para la misma existencia de la humanidad. Harto de tanto avance tcnico y cientfico, se haba retirado a ese lejano villorio, para alejarse un poco de los adelantos que da a da se producan. Y hoy la humanidad deba enfrentar las terribles consecuencias de su ceguera y fatuidad. Si hasta se estaba pensando en la creacin de un Homo Sapiens totalmente artificial! A pesar de la fuerte oposicin de su mujer, a la medianoche sali con una linterna, armado con un fuerte hormiguicida. El tena que averiguar!

Y lo supo. El suelo pareca burbujear como el agua hirviente. Sinti que perda el equilibrio como si caminara sobre una ondulante alfombra. Cuando reventaba cada burbuja, vea salir millares de hormigas. En segundos se sinti indefenso, rodeado por una masa informe de insectos. Fue en ese momento que perdi pie, cayendo al suelo cuan largo era. Una fuerza impresionante lo levant as como estaba y se sinti transportado. Trat de levantarse, ms una serie de pinchazos paralizaron su cuerpo, quedando a merced de los extraos monstruos. A medida que era arrastrado, pudo distinguir como su casa empezaba a cubrirse desde la base, por un enorme manto negro, tapndola en segundos por completo. Fuertes alaridos salan desde el interior. Pobre su mujer! Fue su ltimo pensamiento antes de perder totalmente el conocimiento. Cuando despert, no tena idea del tiempo transcurrido. Se encontr en un bosquecillo, sobre una verde alfombra de pasto, sirviendo de hormiguero. Pareca que las hormigas respetaban ese lugar, no tocando nada de la vegetacin existente. Y as transcurrieron soles y lunas, estaciones fras y clidas, permitindole llevar un control rudimentario del transcurso del tiempo. Una hermosa maana de primavera, sinti un terrible alboroto dentro de su cuerpo. Qu pasara? Entornando lo poco que poda los ojos, con gran sorpresa alcanz a distinguir en el linde del claro, una mujer que se aproximaba acompaada de un extrao animal. Era una mujer muy hermosa, y el animal un ser bastante raro y deforme. Rastre en su entumecida memoria, buscando catalogar al grotesco ser; en alguna lmina lo haba visto; era un oso hormiguero.

Quiso advertir a la mujer del peligro de las hormigas, pero no poda ms que levantar levemente la cabeza. Con desesperacin la vio dirigirse hacia l, caminando lenta y tranquilamente. El oso en cambio, tiraba desesperadamente de la correa que lo sujetaba. Y en cuanto la mujer lo solt, dio un salto dirigindose hacia l. El revuelo de las hormigas fue infernal. El animal peg su boca a sus labios y empez a succionar introduciendo su larga lengua. Cmo! Este animal poda destruir a los monstruos? Poco a poco fue sintiendo un gran vaco interior. En menos de quince minutos la labor del oso estuvo acabada, con gran alegra y esperanza por parte del hombre. Trat de levantarse cosa que hizo dbil y tambaleante. Veinte aos son muchos. Estara muy viejo? Por esta fecha debera tener como cincuenta aos. Agradecido se arrodill a los pies de la mujer tratando de besarle las manos. El oso se relama saboreando an el tremendo banquete que se haba dado. Antes que pudiera decir nada, la mujer lo levant y abraz clidamente, diciendo: -Por fin!- Gracias a Dios que encuentro un ser humano vivo! El hombre la mir asombrado. -Un ser humano vivo? Y los otros diez mil millones? -Todos eliminados, dijo la mujer. Cuando se desat la catstrofe, las hormigas arrasaron con todo. Pretendieron enfrentarlas con toda clase de armas, pero nada, ni el fuego ni el agua, y an como ltimo recurso desesperado emplearon la radioactividadTodo intil. Devoraron todo: tanques, aviones, los ms duros aceros eran blanda manteca en sus poderosas mandbulas. Ni los mismos barcos pudieron salvarse. Las colonias ultra estelares quedaron totalmente aisladas, as que puede haber una remota esperanza de existencia de sobrevivientes.

Salvo que alguna nave hubiera llevado la plaga a otros mundos. -Pero t cmo te salvaste? -Yo era una criatura en aquella poca y mi padre era un cientfico que investigaba con osos hormigueros y su poder sobre las hormigas. No se. Debe ser el destino o alguna extraa premonicin que hizo coincidir las investigaciones de mi padre con la ulterior catstrofe. La cuestin es que tambin por una extraa mutacin eran inmunes y a la vez letales para las hormigas. Fue terrible el combate que libraron los varios osos que posea contra la plaga! Resistieron innumerables asaltos hasta que por fin cesaron de atacar nuestra residencia. Permanecimos aislados durante meses, por suerte mi padre, hombre previsor, tena una despensa llena de alimentos concentrados como para vivir cien aos. T sabes el miedo colectivo que haba por una tercera guerra mundial. Lo peor vino cuando dej de existir todo alimento sobre la tierra. Los asaltos de las hormigas fueron ms feroces que nunca. Cunta valenta de nuestros fieles guardianes! Una vez convencidas de la inutilidad de sus esfuerzos, se volvieron las unas contra las otras devorndose entre ellas. Hacan un ruido infernal triturndose las duras caparazones, embistindose con saa enormes grupos, unos contra otros. Esta batalla dur unos tres das en los cuales cremos enloquecer. Luego cay un silencio de muerte sobre el mundo. Las pocas hormigas sobrevivientes desaparecieron sin dejar rastros. Pasaron diez aos, cuando mi querido padre muri de un ataque cardaco. Pobre! Despus de haber aguantado tan tremenda prueba, vino a morir cuando la Naturaleza poco a poco empezaba a revivir! Ya se vean rboles y flores. De tanto en tanto se escuchaba el canto de algn pjaro solitario. Pero un da mejor dicho una noche, tuvimos un ataque sorpresivo de las hormigas. La batalla fue dura, pero triunfa-

mos. Entonces decid, armndome de valor, salir a explorar, no slo por tratar de describir las ltimas colonias, sino con la esperanza de encontrar a alguien. La soledad me agobiaba tanto que por momentos crea enloquecer. Tomando al ms fiel de mis osos, sal tan slo guiada por su instinto. Y as fue como te encontramos, termin su relato la mujer, agregando: -Lo que no explico, es como te salvaste t. -No s. Creo que a lo mejor las hormigas me necesitaban, a lo mejor, como yo les tena en cierto modo, algo as como afecto, me eligieron para nido y en alguna manera pareciera ser que les serva para su reproduccin, pues permanentemente senta en mis rganos genitales como se reproducan segundo a segundo millones de ellas. Nunca descifraremos este misterio! Mira que estuve vivo durante veinte aos: me imagino como estar de aspecto. Si bien con cincuenta aos me siento extraadamente joven, debo parecer un anciano. -Anciano? Si te miras en un espejo te dars cuenta que no aparentas mas de treinta aos. La verdad es que el corpulento hombre se senta en la plenitud de sus fuerzas y la juventud le rebosaba por todos los poros. Siempre haba sido un hombre de fsico atractivo, sano, robusto. A los minutos de desaparecer la ltima hormiga habase recuperado totalmente. Mir largamente a la mujer y le pregunt: -Cmo te llamas? -Eva. Y t? -Adn. El hombre era gigantesco. Su descomunal talla se extenda por el suelo ocupando unos dos metros de largo. Estaba de espaldas totalmente extendido sobre el pasto, inmvil. nicamente se movan sus ojos siguiendo la trayectoria de las hormigas que cubran casi todo su desnudo cuerpo

Como la vez anterior, las hormigas haban acudido en un perodo crucial de su vida: su matrimonio con Eva haba entrado a la rutina y los restos de humanidad en general no funcionaban como deba ser. Lo importante es que cuando aparecieron, casi, casi podra decir que las recibi como liberadoras o haban acudido por algn llamado misterioso de su mente? De todos modos ya aparecera otra Eva

LAS ABEJAS

La maana era hermosa. Un sol esplndido calentaba el fresco aire invernal. Los pjaros revoloteaban piando en el azul, lmpido y puro, slo salpicado por alguna que otra nube de forma caprichosa y nvea. Se hubiera pasado la maana contemplando el agradable paisaje desde el techo de su casa, pero desgraciadamente tena una tarea que cumplir: limpiar los tanques de agua. Era uno de los mnimos inconvenientes que presentaba el hecho de haberse ido a vivir en el campo. Su casa estaba enclavada en un pequeo valle, ms bien una quebrada, con unos altos cerros hacia el frente y otros hacia la parte trasera. En el invierno se tornaban amarillos los pastos y en el verano de un verde refulgente, tan slo interrumpido por las breves manchas oscuras de los pocos rboles que crecan en sus laderas. Realmente era el lugar ideal, segn sus gustos, para vivir. Su mujer al principio se opuso, pues todos los das deba quedar sola cuando l se iba a trabajar, pero con el correr de los das se fue acostumbrando, y hasta pareca que disfrutaba tambin del paisaje y del aire puro de la montaa. En realidad no estaba muy lejos de la zona urbana, pero el lugar era prcticamente poco visitado por la gente de la ciudad, salvo algunos domingos en que haba carreras de autos, y se dirigan al autdromo que se hallaba en una hoyada prxima, pasando el camino frontero a su casa. Hoy era domingo, as que tena que realizar la tarea que estuvo postergando a lo largo de la semana. Uno de los pequeos inconvenientes, de las delicias de la vida de campo, como deca irnicamente: Las avispas. Al llegar el invier-

no escasea el agua pues son inviernos absolutamente secos, de una temperatura agradablemente tibia. Y al escasear el agua, enjambres de avispas del monte, las comnmente llamadas balitas, peridicamente se dirigan a los tanques de reserva, para hacer sus panales dentro de los mismos. Por las mismas razones de escasez de agua, haba colocado interconectados, dos tanques de fibrocemento de quinientos litros casa uno. Y el problema radicaba en que ya sea en uno o en otro tanque las avispas hacan sus nidos y empezaba con el tiempo a ensuciarse y pudrirse el agua por las abejas muertas o pedazos de panal que caan. Estas avispas se caracterizaban por su gran agresividad y su picadura bastante dolorosa, por lo tanto l, para evitar cualquier contingencia desagradable, las sola matar durante la noche munido de una linterna, para encandilarlas, y de un fuerte insecticida que las liquidaba prcticamente en el acto. Al otro da por la maana vaciaba y limpiaba los tanques, pues eran tantas las avispas muertas que llegaban a trancar las caeras de agua. Y esa maana era una de esas. Menos mal que no era un trabajo pesado. La vista que se le ofreca de los alrededores era tan bonita, y el aire que le llenaba los pulmones, era tan puro, que lo encar casi con alegra y decidido a transformarlo en placer ms que en trabajo. Vaci los tanques abriendo la vlvula de purgacin, dejando correr el agua por el techo, sin cerrar abajo la llave de alimentacin pues as se poda limpiar ms a fondo. Mir alrededor y hacia abajo. Su mujer estaba, seguro, en la cocina. La llam dos o tres veces, pero era indudable que no lo oa. Apenas le llegaba el zumbido de la lustraspiradora. Abajo el ruido sera infernal Su mujer y la mana de los pisos brillantes! No se anim a bajar de nuevo. La subida hasta los techos era un poco pesa-

da y la lasitud que senta le tiraba ms bien a hacer los mnimos esfuerzos posibles. Se sent a disfrutar del da en el borde de una pared que sobresala. No tena ningn apuro. Son tan pocas las veces que disponemos de tiempo de gozar de un da esplndido! Mir hacia la vlvula de limpieza. En grandes montones negros salan las avispas. Por momentos el agua cesaba de salir, se trancaba la caera. Y luego en un solo borbotn rebulla de nuevo el agua con miles de avispas. En cierto modo se sinti casi culpable: despus de todo, los bichos no tenan ninguna defensa. Casi un genocida. Y era una cosa desagradable para un da tan hermoso. Pasados unos minutos, cuando ya no escuch el ruido de la lustraspiradora, se arrim al borde de la cornisa y grit llamando a su mujer: -Negraaa! Sinti que se abra la puerta trasera y apareci sta, mirando hacia arriba: -Qu quers? le pregunt. -Alcanzame una escoba y un haragn con un trapo de piso o una toalla! Ella se meti a la casa y pasados unos segundos reapareci con los elementos de limpieza solicitados. -Revolealos y tiralos que yo los recibo indic. Tras varios intentos por fin consigui hacerse del equipo. -No vas a necesitar ms nada? -No! Pero por las dudas, te ruego, estate atenta a cualquier llamado mo. Suspend esa mquina por un rato, quers? Por fin los tanques estaban vacos, pues apenas sala un chorro de agua, el correspondiente al de la caera de alimentacin. As que con la escoba se puso a limpiar las avispas muertas adheridas a las paredes y al fondo del tanque.

Estaba en esa tarea cuando volvi a sentir el zumbido de la mquina. Realmente su mujer era as. No poda pasarse mucho tiempo sin su dichosa maquinita. Con un suspiro, reanud el trabajo. Menos mal que el equipo estaba completo y no crea poder necesitar ms nada. Termin con el tanque subsidiario y luego pas al tanque donde estaba la entrada de agua con su flotante. Repiti la operacin de pasar la escoba y luego, colocando la toalla en el haragn empez a limpiarlo ms a fondo. Ya que estaba en esto, quera hacer una buena limpieza. De repente la toalla escap del haragn cayendo en el fondo. Trat de engancharla de nuevo, pero no lo consigui a pesar de las tentativas que hizo, pues en una de esas se qued solo con el mango en la mano al salirse la parte que sujetaba los trapos de piso. Carajo! No se por qu me habr dado el haragn viejo. Y ahora? Cmo hago para llamarle para que me alcance el nuevo? Como si anduviera una avispa enorme se senta el zumbido de la lustraspiradora. No haba caso. Sinti que la maana no era tan idlica como haba empezado. Entonces vio un bloque de hormign que haba colocado para apretar el techo de zinc. Eso servira: el tanque no tendra ms de un metro de profundidad y la tapa superior tendra un dimetro de cincuenta centmetros. Pisando en el bloque podra introducirse parcialmente y recuperar los objetos cados. Arrim el bloque a la pared donde se apoyaba el tanque, pisando sobre l, introdujo, haciendo equilibrio, la mitad superior de su cuerpo en el tanque, sostenindose con un brazo del borde del mismo y con la otra mano intentando agarrar los elementos cados.

El agua que caa de la vlvula le moj la cabeza. Si su mujer hubiera escuchado le podra haber hecho cerrar la llave de paso. De repente perdi el equilibrio, y cay totalmente dentro del tanque, quedando solo sus pies afuera, y apoyando las manos en el fondo. Realmente era una ridcula postura. Trat de elevarse presionando con los brazos y no pudo. No poda meter todo el cuerpo ni tampoco salir. Sinti como un mal presagio, pero trat de no angustiarse. Seguro que su mujer saldra en cualquier momento; claro que no sabra como actuar en la emergencia pero el vecino del fondo Tal vez. Por de pronto trat de alcanzar el flotante. Levantndolo cerrara la entrada de agua que lo estaba empapando. Estir lo ms que pudo el brazo contorsionado lo poco que poda su cuerpo. No pudo alcanzarlo. Y ahora que recordaba L HABIA CERRADO LA VALVULA DE DESAGOTE! Ya no pudo ms con sus nervios. Siempre le haba tenido terror a los encierros. Y este era mucho peor. Cuando vio, espantado, que el agua haba subido unos centmetros en el fondo dej, escapar un alarido -NEGRAAAA! Volvi a repetir su grito desesperado y call. Solo escuch el zumbido de la mquina, aunque ms bien pareci que era el zumbido de una avispa. Y el agua sigui subiendo

BUEN VIAJE

El pueblo estaba sumido en el sopor de la siesta. nicamente se vea algo de actividad frente a la cantina donde estaba estacionado el mnibus de pasajeros que haba arribado con algunas averas en el motor. Modelo antiguo el vehculo que semanalmente traqueteaba entre los distintos pueblos de aquellos remotos lugares. Sucios de sudor y tierra los viajeros se dedicaban a distintas actividades hasta que repararan el mnibus. La mayora busc la sombra bienhechora de algn pelado rbol o de algn alero para protegerse del terrible sol que azotaba ese desierto. El chofer y el guarda estaban metidos dentro del motor tratando de repararlo salpicando con escupidas y maldiciones el clido aire de la tarde. Aquel hombre de mediana estatura, rasgos comunes, diramos hombre de campo mezcla de gringo y criollo para definirlo mejor, caminaba distradamente por la polvorienta calle. No tena ningn apuro. El chofer haba calculado por lo menos dos horas de trabajo en reparaciones as que llev a su madre, que viajaba con l , hasta la casa de una amiga tan anciana como ella y que, como suele suceder en el campo, haca muchsimos aos que no vea. Lgicamente l prefiri dar un paseo por el vetusto pueblo mientras las dos amigas conversaban y rememoraban aosos recuerdos. Perdido en pensamientos agradables vag sin rumbo sin tener en cuenta los minutos pasados, pero de todos modos no haba transcurrido mucho del plazo fijado para la partida del mnibus. Enderez despaciosamente en la direccin en que haba dejado a su madre, para luego retornar al lugar de sali-

da del transporte. Su paso espant unas gallinas remolonas que cloqueaban en la vereda despareja. De repente en la silenciosa tarde estall una explosin. Apur el paso, al reconocer el ruido caracterstico del motor de la cafetera que pomposamente llamaban mnibus. Caramba Lo haban arreglado antes de lo previsto! El gordo chofer estaba resultando mejor mecnico de lo que pareca. Al sentir un ruido ms parejo como de motor en marcha, se lanz a correr con un poco de premura, pues a pesar de estar cerca, le pareci que el mnibus estaba andando. Ojal mi madre haya estado en el lugar de partida, pens para s con un poco de afliccin. El ruido del motor era ms fuerte, indicando que se aproximaba a la calle transversal por la que l corra. Efectivamente, corriendo ya desbocado, dio vuelta a la esquina y vio que el vehculo traqueteante se aproximaba por la calle principal de salida a la ruta. Le hizo desesperadas seas al conductor, quien al verlo disminuy la velocidad sin parar del todo como si temiera que al hacerlo no pudiera despus hacer andar la catramina. De un salto estuvo en el estribo. El mnibus sigui andando ante la indiferencia de los cansados pasajeros que casi ninguna atencin prestaron al nimio incidente de un retrasado que llegaba prcticamente con la lengua afuera. Luego de ascender el otro escaln, dirigi la mirada hacia el asiento donde hasta ahora haba viajado con su madre. Estaba ocupado por otras personas, as que trat de localizarla en los otros asientos, ya con honda preocupacin. Algo le deca interiormente que sus premoniciones se iban a hacer realidad. Empujando un poco bruscamente a los que iban parados trat de ver en el sector opuesto de asientos. Nada! Todas caras indiferentes y apticas. Su madre debi confiarse demasiado en el tiempo, as que el mnibus haba par-

tido sin ella. Con hondo desaliento se enfrentaba a una situacin para la que no estaba preparado, tratando de pensar rpidamente acerca de lo que poda hacer. Su mente estaba acostumbrada a problemas simples, y esto era una emergencia que escapaba a sus alcances. Se dirigi a la parte delantera del vehculo, exclamando: -Chofer, pare. El sudoroso gordo que manejaba le ech una mirada por el espejo retrovisor, como si fuera un bicho raro. Lo nico que faltaba Parar! Se hizo el indiferente como si no oyera nada y sigui la marcha. En un primer momento se qued estupefacto, desconcertado, sin atinar a nada, pero al ver de reojo que ya abandonaban el pueblo, descarg su ruda mano sobre el hombro rooso del chofer exclamando. -Par gordo hijo de puta! Se dio cuenta que estaba descontrolado y que poda cometer cualquier locura. El conductor vio que las cosas estaban espesas, as que despus de lanzarle una ligera ojeada y volviendo de nuevo la vista al camino, trat de darle una explicacin. -Escuchame morocho -hablaba en tono ciudadano y canchero- si llego a parar este artefacto infernal, no arrancamos ms de aqu y no llegaremos a ninguna parte, as que por favor trat de tranquilizarte, agreg tutendolo confianzudamente. Estas palabras, lejos de tranquilizarlo, tuvieron el efecto de levantarle una sorda ira interior que amenazaba ahogarlo si no la descargaba lo ms pronto posible. Arrebatadamente extendi sus dos manos hacia el sucio cogote del cerdo interlocutor, exclamando: -Vas a parar o no, hijo de puta! Repiti el insulto con toda su alma, y con unas ansias asesinas de vengar tremenda injusticia pensando que segundo a segundo el vehculo lo

alejaba ms de la madre. Y como nunca, lamentaba no haber trado su cuchillo que solo en esta ocasin que iba a la ciudad se haba permitido dejarlo. Entre el guarda y algunos pasajeros comedidos pudieron librar al chofer del amargo trance por el que estaba pasando, logrando evitar que el vehculo fuera a parar a la cuneta. Al fin pudieron hacerlo sentar, mientras alguien le explicaba que al llegar a la ciudad podra tomar otro mnibus y volver a buscar a su madre. Se sumi en profundas reflexiones y en amargos deseos de venganza. Nunca en su vida haba sentido tanto odio por nadie como por el cerdo asqueroso que estaba al volante, quien, de rato en rato, le diriga miradas socarronas por el espejo. Si. El muy hijo de puta se sonrea solapadamente. Claro, el podra rer feliz. El tremendo papeln de un hombre acostumbrado a pasar siempre desapercibido, que ahora senta mil ojos posados sobre l, y en su alma rstica y sencilla que por primera vez se enfrentaba a una emergencia desconocida, le provocaba honda satisfaccin. Por supuesto, que cuando su vecino de asiento le refiri que cuando una viejita llegaba corriendo al mnibus sin aliento y gritando, y que el gordo haba arrancado lo mismo sonriendo sarcsticamente, desencaden un nuevo huracn de violencia estando a punto de levantarse de nuevo y acogotar al maldito como si fuera una gallina para la olla. Tras largas horas de agotador viaje entraban en la ciudad. Por fin pavimento. Slo el que alguna vez ha viajado por los caminos del Chaco, o el oriente salteo puede saber de la sublime delicia que es sentir rodar un vehculo suave y parejito sobre el pavimento. Entraron por calles apartadas hasta arribar a la Terminal de lnea. Ni bien se detuvo el coche, el chofer se lanz del mnibus metindose en las oficinas. Ja! Pens nuestro hom-

bre. Ni cagazo te alzaste! Dentro de todo no dejaba de tener gracia la cosa ahora que todo haba pasado. Con paso tardo, despus de haber retirado su hatillo de ropas se dirigi a averiguar de que modo poda regresar el camino andando. De reojo alcanz a distinguir al gordo a travs de una vidriera, que colgaba un aparato telefnico. Se puso en la cola a esperar turno. Los otros viajeros se alejaban presurosos hacia las paradas de taxis. Dentro de todo ya haba superado el incidente as que con su calma habitual se aprest a esperar pacientemente frente a la ventanilla Una pesada mano se le asent sobre el hombro. Pensando en un primer momento que alguien estaba dispuesto a atacarlo, se revolvi con ligereza, pero al mirar hacia atrs vio un polica vestido con el caracterstico color azul marino. Los ojos del vigilante no presagiaban nada bueno. No se explicaba porque; pero algo le deca que perteneca a la misma raza de cerdos del chofer. -As que vos sos el que perturba el orden, gallito carachento. Hay una denuncia por intento de homicidio, alteracin de orden y lesiones. Vas a tener que acompaarme a la comisara. Y calladito que tengo pocas pulgas. Desde un primer momento el hombre se sinti perdido. De solo verle la cara se dio cuenta que clase de bicho le haba tocado de guardin. Rojo de humilde vergenza -era la primera vez en su vida que lo detenan- se dirigi a la salida. En el lugar del brazo en donde le cea la mano del agente se concentraba toda la rabia y el dolor de una vida callada y honesta, mancillada en un momento por la injusticia del destino. Y para mayor desilusin alcanz a ver al cerdo que desde un rincn no muy lejano lo miraba con rostro como un queso, pleno de satisfaccin y sdica alegra.

Pasaron treinta interminables, eternos das. No tena el dinero suficiente para pagar absolutamente nada, ni multa, ni abogado, as que calladamente cumpli su condena rumiando planes de venganza para cuando saliera. Si hubiera trado su cuchillo, probablemente podra haber hecho volver al gordo cuando salan del pueblo maldito, donde comenzaron sus desgracias. Y por que no le haba retorcido el cuello como era su primera intencin? En su interior se daba cuenta que era un hombre temeroso de la ley. Pero esta vez s se olvidara de la ley. Slo vivira para vengarse. Ms bien no para vengarse sino para hacer justicia. Y un profundo dolor le aguijoneaba cuando se acordaba de su madre, de la cual no volvi a tener noticias. Ninguno de ellos saba leer, y por ende, escribir. Eran prcticamente unos marginados del mundo. Cmo podan entonces conectarse? Cuando sali de la comisara, empez a caminar sin rumbo, totalmente desorientado. No conoca nada ni a nadie. Y ni un peso en el bolsillo. Pero como si fuera la mano del destino que lo guiara, tras muchas vueltas, arrib a la Terminal de mnibus. Bueno, despus de todo, esa era su meta. En algn momento tendra que aparecer el gordo. Desde ya empez a paladear el miedo que le metera cuando lo viera. Se vea metiendo un cuchillo en su gorda panza, vea sus ojos abiertos al mximo, en los ltimos estertores de la agona. Un cuchillo!, de repente tom nocin de que no tena ni un alfiler. Pero algo haba aprendido estando preso y era muy fcil improvisar un arma. Se dirigi a la confitera y restaurante de la Terminal. Con un poco de aprensin se arrim a una mesa ocupada por unos alegres viajeros que mataban la espera con grandes vasos de cerveza. Pidi una limonada. Todos lo miraron, sorprendidos pues no era el tipo de mendigo a los cuales estaban acostumbrados. En realidad, fsicamente y por su

vestimenta humilde pero no destrozada, no pareca una persona que hubiese llegado al extremo ltimo de tener que pedir para vivir. Alguno le estir un par de pesos, pero la mayora pareci mirarlo como diciendo: -And a trabajar, vago! Pasado el primer trago amargo sigui por otras mesas, pidiendo y pidiendo con la vista puesta en donde haba gran cantidad de cubiertos. Cuando pas por ella, al no ser observado pues ya su figura era familiar, con rpido movimiento agarr un cuchillo y se lo guard en la camisa. Con un suspiro de alivio sali de la confitera, y se dirigi a los baos pblicos. Una vez dentro del rooso bao (no hay nada ms sucio que un bao de Terminal) observ atentamente el arma. Estaba completamente sin filo y no tena punta. Pacientemente se puso a afilarlo en la parte que faltaban unos azulejos, donde el revoque era ms spero y rstico. Tras dos horas de trabajo se dio por satisfecho. Ahora si tena un arma. Pacientemente esper en medio del gento. No quiso ni preguntar si el gordo llegara o partira con algn viaje. Confiaba en el destino, que a lo mejor ahora estara de su parte pues ya bastante haba pasado su trago de amargura. Slo tena que esperar, mirando hacia las oficinas y hacia el andn donde recordaba que atrac el da de su infausta llegada. Tras largas horas de espera, se sinti al fin recompensado: el gordo se diriga con paso bamboleante hacia las oficinas. El corazn le saltaba dentro del pecho pensando en los sucesos que se desencadenaran en unos instantes ms. No deba fallar. As que decidi esperar el momento oportuno. Prcticamente su presa no tena escapatoria. Se arrim con disimulo a la puerta de la oficina, hasta una gruesa columna que estaba a unos tres metros de la misma, y que lo ocultaba parcial-

mente. El gordo tendra que pasar por all, as que se prepar, pues quera matarlo de frente y que viera bien a su matador. Pasados unos minutos, lo vio parado en la puerta, hablando con alguien del interior de la oficina. Solt una risotada, esa risa tan odiosa, y empez a caminar hacia donde l estaba escondido. Meti la mano dentro de la camisa, apretando con fuerza el cuchillo, el que deba soltar slo cuando estuviera seguro de cumplir su misin. -Seor, Ud. no sabe que mnibus debo tomar para ir a Cachi? Se dio vuelta con rapidez y vio una carita aindiada, morena, de un chico de unos diez aos. Sus grandes ojos negros, le miraban por debajo de un flequillo rebelde que se escapaba de su sombrerito coya. Se qued mudo. Qu podra decir? De reojo alcanz a ver que la odiada figura del gordo suba a un mnibus. Se le haba escurrido de entre los dedos! -No se nada chango, ni conozco nada de lo que me preguntas. El chico se retir como avergonzado de preguntar. Y eso que le pregunt a l porque haba credo ver a un hombre de campo, a un igual. Presuroso el hombre se dirigi hacia un empleado que estaba cerca del andn de salida del mnibus del gordo. -Dgame No sabe cundo regresa ese mnibus? -Dentro de dos das, contest el empleado. Dos das! Dos das ms de espera. Y bueno, el tena todo el tiempo del mundo. Dos das bastantes desagradables que aumentaron su rabia y amargura. Comiendo lo poco que poda mendigar y durmiendo salteado, helndose en un rincn del parque que se encontraba frente a la Terminal.

El da que deba retornar su vctima se apost desde temprano a aguardar la llegada. Su figura ya era familiar como la de tantos mendigos y lustrabotas que pululaban en las estaciones, as que nadie le prestaba atencin. Con alegra vio de repente que el mnibus entraba derecho enfilando hacia el andn. Ni bien par se abri la puerta y empezaron a bajar los pasajeros. Se deleitaba imaginando el momento en que bajara su presa. Probablemente sera la ltima en bajar. Y efectivamente, cuando descendi el ltimo pasajero vio que el chofer se levantaba de su asiento. No lo poda creer No era el gordo! Se arrim despacio hacia el mnibus para cerciorarse. Efectivamente: era otro. No pudo ms con su inquietud y le pregunt: -Perdn, pero Y el otro chofer? -Qu otro chofer? El gordo? Est de licencia y hasta dentro de quince das no retoma servicio. Sintindose casi derrotado. No poda ser. Seguira esperando. Esos quince das los pas casi sin comer y sin dormir. No poda creer en la irona del destino. Enflaqueci hasta parecer una ruina. Sus ropas estaban rotas por todas partes y l mismo heda, heda con ese olor de largos tiempos de roa, siguindole las moscas en un halo de suciedad extrema, como si estuvieran coronando al rey de los crotos. Lo nico que se conservaba limpio y brillante era el cuchillo, que cada vez era ms agudo y filoso. Todos los das le daba una repasada en cualquier lugar donde hubiera una superficie rugosa. Cortaba ms que una navaja. Cumplidos los quince das, se dirigi a su ya eterno apostadero. Como siempre, mir hacia la calle por donde debera arribar el mnibus. No deba confiarse pues, aunque era casi imposible, podra llegar ms temprano. En el momento crucial, se sinti desfallecer. Los pensamientos se le cruzaban, entre

recuerdos de su infancia all en el campo, y los amargos momentos pasados en la crcel. Saba que esta vez era definitivo. Y a la crcel no regresara. Antes muerto. Recordaba a su madre tan simple y tan humilde, siempre ocupada, hablando casi nada, y l silencioso y taciturno dando vueltas alrededor de la cocina, esperando que le dieran de comer. Despus de una espera, tres horas de atraso, apareci por la calle de acceso la cafetera, humeante y tosiendo. Por fin! Un suspiro escap de su pecho. Cuando el mnibus se detuvo mir ansiosamente hacia el asiento del chofer. Ah estaba. Mir esa cara de cerdo con odio reconcentrado. Por fin se daba la buena. Descendieron todos los pasajeros, quedando al ltimo el gordo que lentamente empez a bajar. Por suerte el guarda ya se haba retirado hacia las oficinas, y el gordo estaba prcticamente solo, salvo algn pasajero rezagado que ya se retiraba. Despaciosamente, como una Nmesis justiciera camin hacia el gordo. Este estaba distrado y si lo vio no lo reconoci. Cuando meti la mano dentro de la camisa, empuando el cuchillo, recin prest atencin y lo mir intrigado. Luego, al ver al hombre que resueltamente se diriga hacia l -ya con el cuchillo empuado- abri los ojos como dos huevos fritos y lanz un grito abriendo su boca al mximo. En ese segundo, l se dio cuenta que no haba sido reconocido. Y as la venganza perda su sabor. En el momento que iba a darse a conocer, alcanz a ver que desde atrs del gordo, aparecieron tres policas corriendo en la direccin en que ellos se encontraban. Se detuvo aturdido. Por Dios! La crcel no! En un segundo se vio de nuevo privado de su libertad, y tom la decisin final: dirigi el cuchillo hacia su vientre y apretando con firmeza, se abri desde la ingle hasta el pecho.

EL QUE A HIERRO MATA

Caminaba pensativo bajo la fra llovizna otoal, sin fijarse en los salpicones de las baldosas flojas de la vereda. No haba caso: el problema con su mujer pareca insoluble. Tena que confesar que la amaba. Pero haca un tiempo en que las cosas iban de mal en peor, y todo por encontrarse en una encrucijada, un punto cero al que haba llegado en sus investigaciones. Era verdad que la tena prcticamente abandonada, pero es que no poda entender que un hombre se debe a la humanidad, a las grandes incgnitas de la existencia? Haba tanto por descubrir! Absorto en su trabajo se olvid que tena familia, hasta que su mujer le hizo despertar y hablndole seriamente plante la posibilidad de divorcio. Estaba dispuesta a abandonarlo e irse con el nico hijo que tenan. Ni tiempo para hacerle otro ms se haba dado! Estaba seguro que con otro hombre menos sabio pero ms tierno llevara una vida plena de compaerismo y amor. (Segn sospechaba l, en sus pocos momentos de atencin a las cosas terrenales, ese hombre ya haba aparecido: un amigo de la familia de su mujer que siempre los visitaba. Encantador y lleno de amabilidades: un perfecto pazguato). Si hasta su hijo pareca preferir la compaa del idiota ese antes que la suya. Tena apenas tres aos la criatura as que no poda comprender la abstraccin permanente de su padre, disfrutando ms con las moneras del tercero en discordia. Pero era tan importante su futuro descubrimiento! Vendra la fama, el dinero No poda ser un poco ms paciente

su mujer? Absorto en sus cavilaciones, se llev por delante a un corpulento hombre que vena en sentido contrario. En el momento que iban a cambiar airadas palabras se reconocieron. -Gran sabio! No poda ser otro que t!, le salud palmendole torpemente la espalda. Su hola fue una mezcla de malhumor y despecho (el grandote este jams le haba tomado en serio y en el fondo un resabio de envidia le haca ser reticente y parco con l). Justamente tena que encontrarlo! -Ven, vamos a tomar un caf, que tengo que contarte mis ltimas hazaas, le dijo tomndolo del brazo y arrastrndolo prcticamente en busca de algn bar prximo. No pudo negarse a pesar de su nimo poco propicio a escuchar los autoelogios que se prodigara su amigo. Disfrutando de una fortuna incalculable se pasaba la vida viajando y corriendo por todo el universo conocido. Era un explorador de nota, muy a su pesar haba que reconocerlo, y tena varios descubrimientos en su haber, cosa que le provocaba una diarrea de envidia. Menos mal que sus encuentros eran solo de vez en cuando. Sentados frente a sendos cafs en una confitera ruidosa, donde por poco tenan que hablar a los gritos, se aprest a escuchar el relato del grandote. -No se si recordars que hace tres meses part a explorar el planeta XXZ210 ubicado en el sistema planetario de Alfa Centauro. Algo recordaba por haber ledo en los telediarios, donde con bombos y platillos, se destacaba la riesgosa misin del audaz explorador. Luego se haba olvidado casi completamente de su amigo hasta que inexplicablemente, fuerza era reconocerlo, las ltimas semanas anteriores al encuentro, haba acudido a su

mente el recuerdo de su viejo compaero de escuela. Tena que hacer un esfuerzo para dejar de lado las molestas reminiscencias. -Sabrs que las pas duras en ese dichoso planeta, retorn a penetrar en sus odos el vozarrn de su interlocutor. Tiene un clima hmedo y tropical ms fuerte que el del corazn del Amazonas, y pese que estbamos perfectamente protegidos por cascos y ropa climatizante, casi todos enfermamos con unas terribles fiebres acompaadas de vmitos y clicos intestinales que nos dejaron a la miseria. Sin embargo los esfuerzos de los mdicos de la expedicin consiguieron curar a todos, menos a m. Esos tres meses fueron un infierno. Haba das en que de golpe mejoraba por un rato y luego volva a caer en el delirio y la agona, hasta que en las ltimas semanas, cuando estbamos por emprender el regreso, empec a mejorar lentamente, con decirte que cuando subimos a la aeronave ya estaba completamente sano. Como un clarn de atencin las ltimas palabras del explorador le hicieron poner los cinco sentidos alertas para no perder detalle. Con el corazn palpitante, esperaba que el otro no se diera cuenta de su emocin, presinti que all tena la clave de sus investigaciones. -Si no es ser muy curioso Podras darme las fechas exactas de tus enfermedades? De ser posible son horas y minutos. -Imposible que las recuerde, pero es muy fcil conseguir la ficha mdica. All est anotado todo, hora a hora y maana te la puedo hacer llegar, pues est archivada en el Sanatorio Mundial y como paciente, en el acto puedo conseguir una copia. Lo que no entiendo es para que la quieres. -Simple curiosidad, pues casualmente estoy investigando los fenmenos parasicolgicos provocados por la fiebre y las calenturas.

Esperaba que el otro no se diera cuenta de la terrible ansiedad que le consuma y que se tragara la mentira urdida velozmente. -Oh! Si es por eso no te preocupes. Te las har llegar an cuando creo que como siempre no obtendrs ningn resultado. Contest rindose el estpido. Ya iba a saber quien era l! Se despidieron en la puerta del bar y emprendi el regreso a su casa con el corazn henchido de esperanzas. El grandote era un hombre de palabra, as que estaba seguro que al otro da tendra esas fichas tan importantes para l. Ya se haba olvidado de su mujer y de todo. Ante la mirada asombrada de los transentes dio un salto cayendo sobre una baldosa floja salpicando a medio mundo. Era el ao 2680 y no se arreglaban las veredas. Sus investigaciones haban partido de la teora nihilista que niega la realidad y la existencia del Universo, suponiendo que ste se circunscribe a cada individuo o entidad pensante, tomando la realidad tangible como un producto mental de la imaginacin de cada uno. Es decir que cada persona crea su propio universo animado por seres y cosas que viven mientras la percepcin los hace llegar al cerebro mediante los cinco sentidos, o la memoria que tiene los datos almacenados los retrotrae a la mente. Es el caso de un amigo que vive a gran distancia: vive en la mente. El lugar y el tiempo de su vida, si no tenemos una percepcin directa por los sentidos es real? De ah se plante una pregunta clave: Qu pasa si una persona puede borrar voluntariamente una cosa o persona de su memoria? Podra producir esto la desaparicin fsica de esa cosa o persona? Hasta ahora no haba logrado nada a pesar de haberse embarcado en farragosas investigaciones de los fenmenos

volitivos, mediante tediosos cursos de hipnotismo y yoga, tratando de dominar la energa mental dirigindola a producir resultados concretos. Sin embargo, al estudiar la ficha mdica del explorador se le abri un enorme y optimista panorama: los perodos de enfermedad del mismo coincidan con los que l lo tena borrado de su mente, y sus mejoras, con las veces en que lo recordaba ya sea involuntariamente o por tener noticias directas a travs de la informacin periodstica. Coincidencia demasiado grande como para dejarla de lado. Adems su deseo ms ntimo sera borrar para siempre al cargoso individuo, lo que afirmaba ms su presentimiento de estar bien encaminado. Con un ansia tremenda decidi empezar su experimento. El mismo explorador le servira de conejillo de indias, ya que pareca ser el ms indicado. Probara por un perodo de tres das, para lo cual puso la alarma de su reloj para que sonara pasado ese lapso de tiempo. Se concentr, auto hipnotizndose mediante el mtodo yoga, para eliminar todo rastro de la existencia del explorador. Si se encontrara frente con l ni siquiera lo vera, pues ya nada podra romper la barrera mental que haba creado, an cuando al salir del trance su vida continuara normalmente como todos los das. Una vez despierto, sali del estudio y se dirigi a la sala. All encontr a su mujer en animada conversacin con el otro, (no quera pensar ni su nombre) que la tena de una mano. -Oh!, querido No quieres que Ral te lea las lneas de la mano? Te aseguro que es brbaro. Mirndolos despreciativamente pregunt: -No les parece que son bastante grandes para creer en esas estupideces? -Siempre el mismo mal educado. Yo no se para que fuiste a la universidad. Contest airada su mujer. Ven Ral, vamos

a dar una vuelta, no quiero que pienses que en esta casa somos todos caverncolas. Dicho esto, tom de la mano al pazguato y se fue a la calle, dejando al sabio hirviendo de rabia y rencor. No recordaba bien pero estaba trabajando en algo que si se concretaba les hara pagar todas estas humillaciones. Fue a la cocina y como siempre, se tuvo que preparar el caf que quera tomar. A los tras das exactos son la alarma del reloj y en el acto recuper la nocin de los hechos relacionados con su amigo el explorador. Conect el peridico televisado en la pgina de los obituarios recorriendo ansiosamente los avisos de esos tres das. Con un poco de desencanto, pas a sociales: all recuper la confianza, gravemente enfermo el conocido explorador Peter Peters de una dolencia desconocida. Los eminentes mdicos que le atienden atribuyen la misma a un nuevo virus contrado en su ltimo viaje. Restregndose las manos con satisfaccin se dirigi al fonovisor marcando la numeracin correspondiente a la residencia de Peter. En la pantalla apareci la imagen del rimbombante living del explorador, con sillones ampulosos forrados en pieles y alfombras peludas de osos del rtico. Este estaba tirado en un gran divn, vestido con una robe de chambre de seda natural china y con el fono en la mano. -Qu sorpresa, gran sabio! Pensabas que ibas a encontrarte con un funeral Ja! Una fiebrecilla no va a derribar a este roble. -Me alegro que ests bien. Para sus adentros no se alegraba nada, mientras pensaba en que poda haber fallado. Me puedes decir como te enfermaste? -Hablando en serio, contest con rostro preocupado tengo un jabn brbaro! Pas tres das infernales y hoy a las cuatro de la tarde san como por encanto y lo peor es que

nadie puede decirme cual es la causa de mi enfermedad. Yo creo que si esto segua un par de das ms No contaba el cuento. Eso! Un par de das ms! Se haba quedado corto en sus clculos. Si supiera el bastardo la que le esperaba! -Espero que te mejores y ya sabes, cualquier cosa que yo pueda hacer -la verdad que hara bastante por el tipo- me llamas. Cort la comunicacin y puso manos a la obra. Seal la alarma para sonar en diez das y se concentr de nuevo borrando de su mente al enfermo. Pasados los diez das fue sacado de trance hipntico por la alarma del reloj. vidamente conect el diario mural y empez a recorrer el obituario devorando las primeras pginas. Al sptimo da encontr lo que buscaba. En grandes titulares se lea: Famoso explorador muere vctima de enfermedad desconocida. Alarma en la poblacin por temor al virus importado de otro planeta. Ja! Ya tendrn tiempo de alarmarse cuando se enteraran que sus vidas dependan de la voluntad de un solo hombre. Era el poder casi divino. Poder y gloria. Exultante sali de la habitacin dirigindose en busca de su mujer. Ahora s que tendra que respetarlo por derecho natural como amo y seor. Y si no era as, que se atuviera a las consecuencias. La busc por toda la casa hasta llegar al dormitorio. Antes de llegar a la puerta automtica que franqueaba la entrada, escuch unos susurros y jadeos mezclados con suspiros. Estara enferma? Acelerando el paso entr como una tromba en la cmara. El espectculo era digno de verse para un espectador imparcial, pero l sinti que el mundo se le vena abajo. La muy bellaca y el no menos bellaco de su amante refocilaban y retozaban sobre la cama matrimonial absolutamen-

te en cueros, como Dios los trajo al mundo, totalmente olvidados de las buenas costumbres que ensean a respetar la mujer del prjimo, por lo menos dentro del hogar del mismo. -Perra! Ramera! Se abalanz sobre el lecho (si no los gritaba eran capaces de seguir). Y t, basura que no supiste respetar mi techo, te voy a matar. El amante de un salto se puso contra la pared y por tapar sus partes pudendas no atinaba a defenderse del ataque verbal del enardecido sabio. Menos mal que ste no levantaba la mano, as que por ese lado, poda quedar tranquilo. Adems la mujer levantndose impdicamente desnuda (tuvo que reconocer que era realmente hermosa) lo enfrent hecha una fiera, que digo, una leona a la que le quitaron los cachorros. -Djalo tranquilo y deja de hacer papelones, porque aqu si alguien va a matar a alguien soy yo! (Qu bonita estaba enojada) Y te comunico que desde este instante todo ha terminado entre nosotros. Qu pretendas de m? Hace diez das que ni siquiera me miras ni me hablas. Y no es la primera vez que pasa y si te piensas que me voy a pasar la vida sola y abandonada, ests muy equivocado. Menos mal que Ral siempre tuvo la gentileza de acompaarme y consolarme de tu abandono. Y todava vienes con ridculas escenas de marido engaado? Como estars de chiflado que hace tres das te avis de la muerte de Peters, tu gran amigo, el que siempre te trat como a un ratn de biblioteca y me sales diciendo que no conocas ningn Peters. La olmpica verborragia era incontenible y en algn momento que pudo pensar le dio la razn. Era un imbcil y ella la pobre no poda hacer otra cosa que buscar en otra parte lo que l no le daba. Pero ahora cambiaran las cosas. -Y te aviso que no voy a tolerar un minuto ms tu presencia repelente Renacuajo! Y que me voy a vivir a Marte con

Ral donde l tiene un hermoso departamento en el tnel ms residencial, y no en sta tapera donde me haces vivir t. La verdad que la casa era hermosa, llena de los ltimos detalles de confort. Pero a los ojos de una mujer enamorada de otro hombre -Y nos vamos con el chico porque es conveniente alejarlo de la nefasta influencia de un -No! No te vayas. Te juro que he descubierto algo sensacional y nuestra vida cambiar totalmente. Tendremos poder y riqueza. Podemos ser dueos del mundo! -Estas cada vez ms chiflado. Dueo del mundo. Me reira a carcajadas si no fuera que te odio tanto. Hazte a un lado que nos vestiremos, har las valijas y nos vamos. El sabio haba terminado prcticamente suplicante despus del enojo inicial, pero ahora se irgui en su corta estatura amenazante. -Si me llegas a dejar te destruir a ti y al pazguato ste. -No te tengo miedo, ratn. Te aseguro que desde hoy en adelante rezar todos los das para que te mueras. Y ahora, por favor, djanos solos y espranos en el living frente al Registro Civil automtico. Quiero dejar mi situacin legalmente aclarada. Mientras terminaba de hablar lo empuj con furia hacia la puerta cerrndola a continuacin con el seguro a prueba de ladrones. Una hoguera de odio descomunal arda en el interior de su pecho cuando recordaba todo el calvario que tuvo que pasar. Parados los tres frente al R.C. automtico manejado por computadoras, un invisible juez de paz rompi los vnculos conyugales y en el acto la uni a su rival tan solo declarando que Mary Smith Pereyra pasaba a ser Mary Smith Pompadour (francs y con que apellido el desgraciado) y Ral Pompadour Smith.

Y Giusseppe Pereyra Smith (como odiaba su nombre), que era el sabio, qued en Giusseppe Pereyra. Luego de la ceremonia partieron con el chico hacia una nueva vida dejndolo slo tragando cicuta. Cuando se seren un poco se puso a la tarea de liquidar a los amantes. Iban a escapar si eran brujos! Deseando intensamente la muerte de los dos puso el reloj marcando alarma para diez das despus tal como le haba dado tan buen resultado con el finado Peters. Se concentr para autohipnotizarse en la postura yoga ms efectiva. Nada. En el momento en que iba a entrar en trance, se le cruz la imagen de su mujer y el otro en la cama. En el acto saltaba como resorte tirndose los cabellos y maldiciendo a troche y moche. Hizo varias tentativas pero siempre la misma imagen idlica cortaba su trance, hasta que decidi dejarlo para otro da en que estuviera menos nervioso. Probara con otras personas, de paso perfeccionaba el sistema iniciando la guerra sicolgica que pondra el mundo en sus manos. Como primera medida liquid a su suegra bastndole esta vez solo tres das. Sigui el cartero, al que odiaba no saba por qu. Prob con un grupo de seis personas de la familia de su mujer y obtuvo un cien por cien de resultado. A medida que liquidaba gente se senta ms y ms entusiasmado y haba llegado a matar a cincuenta personas en un solo da. No necesitaba ms de quince minutos para la cantidad de gente que fuera como si tuviera razn el aforismo: la funcin hace al rgano. Su arma mortal se perfeccionaba da a da y pronto, con un segundo de concentracin y olvido, podra liquidar todos los conocidos. Constantemente estaba informado del pnico universal ante las inexplicables muertes y pronto tendra que darse a conocer y hacerles saber del poder que tena.

Sin embargo, los principales causantes de su desgracia parecan inmunes a tal poder. Cada vez que intentaba concentrarse, la imagen de los amantes en la cama rompa el trance, repitindose los saltos y las maldiciones. Pasados un par de meses ya no aguant ms, as que decidi efectuar una llamada a Marte. Ojal los encontrara discutiendo o peleando, entonces cambiara la imagen maldita por otra ms favorable a sus designios y as poder liberarse de la sombra de ella que lo persegua. La central automtica le dijo que haba interferencias provenientes de un cometa errante y que demoraran unas horas en localizar la nueva residencia de Mary Smith Pompadour. Se sent a esperar frente al fonovisor (la pantalla ocupaba una pared de tres metros por dos) comindose las uas impacientemente. Se puso en un estado febril y angustioso. Cuando pasaron dos horas de espera su estado era lamentable, y de pronto se le hizo la luz. Con un grito angustioso se dirigi a revisar la lista de la gente que liquid. La fiebre aument cuando descubri que no quedaba nadie vivo de los que le conocieran Estpido! El tambin morira al no quedar ninguna imagen suya en la mente de algn ser humano. De un salto volvi al fonovisor (ya la fiebre le devoraba) y angustiosamente apur a la computadora pidiendo una llamada de urgencia. Su mujer era la nica que podra salvarlo. O su hijo. En el otro no quera pensar y lo ms probable es que no estuviera en casa. Al volver su imagen a la mente de ella estara salvado. Por suerte todo se arregl y le comunicaron con Marte. Con un suspiro de alivio vio la imagen de su mujer en un coqueto living. A su lado jugueteaba su hijo con un osito de felpa. Qu hermosos estaban! Le pedira perdn y que volviera a su lado.

-Sra. Mary Smith Pompadour. De la tierra le llaman. Con el llamado de la computadora los dos levantaron la vista hacia l. Pareca que estuvieran al otro lado de la pared de cristal con tanta nitidez se vea. -Mary!... Mary! Soy yo! alcanz a tartajear. Contrariamente a lo esperado la fiebre pareci aumentar. Apenas alcanz a escuchar la vocecita de su hijo que preguntaba: -Mam Quin es ese hombre que hace esos gestos tan feos? -No se hijito. No lo conozco. Y luego dirigindose hacia la computadora. Corte la comunicacin. Llamado equivocado. Con el Clic! del aparato, supo que estaba perdido. -Mam Por qu ese hombre pareca conocer tu nombre? -Puede ser que perteneciera a mi pasado. No s. Hace una hora muri tu padre en un accidente horrible, as que nos lavaron el cerebro para evitar el sufrimiento.

LA FUERZA DEL DESTINO

Era enfermante tratar con esta gente. Acostumbrado al ritmo violento de la ciudad, la pachorra campesina de los coyas, lo sacaba de las casillas. Justamente a l, fuente de nerviosa energa ejecutiva, le vino a tocar codearse con la dejadez personificada. Sus ancestros teutones se revolvan histricos dentro de sus clulas ms ntimas, devorados por las ansias de actividad y trabajo, exaltados por el lento y cansino ritmo del andar de la mula. Joven y ambicioso ingeniero se haba embarcado en la aventura de construir un puesto sanitario en un inaccesible paraje de la cordillera, tan solo acicateado por la posibilidad de obtener jugosas ganancias. La empresa adjudicataria se present a la licitacin porque l personalmente le plante las posibilidades: nadie se presentara por la impracticabilidad de la realizacin de la obra pues slo se poda llegar al lugar de emplazamiento en caballo o mula (un da de viaje) o en helicptero. La segunda posibilidad se descart de inmediato: transportar todos los materiales por medios mecnicos, pondra los costos en alturas siderales. En cambio l se animaba a organizar el transporte terrestre a fin de poder realizar la obra. Con una centena de burros resolvera el problema por cuanto el grueso de material, piedra, arena, sobraba en el lugar segn las referencias del llamado a licitacin. De acuerdo a lo previsto se presentaron con un fuerte precio ganando la licitacin. Con tal motivo, dos das antes haba salido de la ciudad manejando la camioneta de la empre-

sa, rumbo a los altos valles calchaques, desde donde se dirigan a lomo de mula, hacia la futura obra. Viaj con rapidez suicida manejando por los caminos de cornisa con la inconsciencia propia de los apurados, obviando el infernal estado de la ruta llena de curvas, vueltas y revueltas, teniendo la suerte de llegar a la hora prevista a la estancia donde deba encontrarse con el arriero que lo iba a guiar. All se encontr con el primer contratiempo: a pesar de haber mandado un parte una semana antes, el arriero no haba bajado con los animales, debiendo por lo tanto esperar, aceptando la corts invitacin del dueo de la estancia para pernoctar en su casa. Trat de mostrarse amable, disimulando la contrariedad que senta por la demora, escuchando atentamente los consejos del dueo de casa, hombre experto y conocedor de los peligros del cerro, sobre todo de los sorpresivos cambios de clima. Tormentas repentinas y violentas, o bajones de temperatura capaces de congelar a un hombre en minutos. Como ratificando lo dicho por don Andrs, el dueo de la estancia, cuando el sol inici el descenso con el ocaso empez a correr un viento helado que cortaba como afilado cuchillo. La temperatura baj casi a cero en forma brusca, obligando al ingeniero a recurrir a sus ropas de abrigo, que prudentemente haba llevado. -Por estas partes no son raros los fros fuertes a finales de septiembre, asever don Andrs. Hay veces que caen nevadas. Para sus adentros rog a sus manes tutelares que al otro da mejorara el tiempo, mientras se diriga a dormir en la cama ofrecida por su anfitrin. Nada agradable debe ser dormir en campo raso con esa ventisca! Apagando la vela que le alumbr mientras se desvesta, se dio vuelta y durmi de un solo tirn hasta las cuatro de la

maana, hora en que se despert completamente despejado. Se explic esto porque nunca se acostaba a la oracin como prcticamente lo hiciera el da anterior. El fro arreciaba a esa hora de la madrugada, as que se qued entre las cobijas disfrutando del calorcillo y pensando si no haba sido demasiado optimista en sus clculos de las dificultades de la obra. Alej esos molestos pensamientos. l saldra adelante! Si haba gente que aguantaba esos recios climas viviendo permanentemente en ellos, no iba a aguantar un poderoso descendiente de la raza germana? A las seis de la maana no pudo con sus nervios y se levant maldiciendo interiormente el ocio forzoso que estaba pasando. No se levantara nunca esta gente? Dnde estaban los campesinos madrugadores? Se visti a la luz de la vela pues todava era noche cerrada y sali al patio a orinar. El viento fro lo salud con una fuerte rfaga hacindolo salpicar el orn en los pantalones, motivo que acrecent su odio al lugar. Empez a dar vueltas alrededor de la casa sin advertir signos de vida. El silencio ms absoluto reinaba con el fro no vindose ni uno siquiera de los numerosos perros que en la vspera le hicieran ruidosa recepcin. Se los imagin acurrucados en la ceniza caliente del fogn de la cocina, y no pudo menos que compararlos a sus amos. Vagos como ellos, -pens despreciativamente- cuando mir la casa de adobe y techo de paja y tierra Cmo podra ser que el propietario de semejante finca viviera casi en las mismas condiciones que los peones? No tena luz, ni siquiera agua corriente a pesar de tener un hermoso arroyo de aguas limpias lindero a la casa. Con el desnivel y la fuerte pendiente poda perfectamente funcionar una pequea turbina proveyendo de energa elctrica a toda la casa y las dependencias accesorias.

Dios da pan al que no tiene dientes! La civilizacin milenaria creadora de comodidades le impeda comprender los gustos sencillos y rsticos, ajenos al confort, de aquella gente. A las siete de la maana un sol tmido y arrebolado empez a asomar por los cerros, iluminando los colores violetas y rojos arcillosos de las laderas contrastando con el intenso verde de los alfalfares y de los sauces llorones que crecan a la orilla del ro. Desde el otero donde estaba ubicado el casero se distingua un paisaje imponente por su belleza recortado en un cielo azul rojizo alumbrado por los primeros rayos solares. Ajeno a todo este esplendor se dirigi a la cocina donde los primeros ruidos anunciaban la actividad del da comenzado. En el comedor se encontr con el dueo que se aprestaba a saborear un humeante caf, quien le invit a compartir el desayuno a la vez que le saludaba. -Haba sido madrugador el mozo observ con aire socarrn. En mi juventud tambin lo fui, pero los aos me hicieron ms calmoso, agreg haciendo ver que notaba la impaciencia que consuma al otro. -Tengo que darle una buena noticia. El arriero lleg al filo de la medianoche, as que dentro de un rato va a estar aqu. Cmo diablos sabra esto si l la noche anterior no haba sentido nada, cuando el vuelo de una mosca sola despertarle? Como si le hincaran alfileres en el cuerpo trag apurado el pan y el caf y sali al guardapatio a esperar el arribo del gua, an cuando don Andrs trat de retenerlo en el comedor dicindole: -No se apure. El hombre va a venir con el sol alto y hace fro para esperar afuera. No hubo caso; se paseaba nerviosamente mirando el reloj, mientras la peonada empez a llegar a recibir las rdenes

del capataz e iniciar las tareas del da. Todos miraban con extraeza al hombre con pinta de gringo y se cruzaban comentarios entre ellos, pues ya estaban enterados de su misin y de los riesgos del viaje. El tiempo prometa ser tormentoso y gordos y plomizos nubarrones pronosticaban agoreras lluvias. O alguna granizada. Sin embargo cuando apareci el arriero con las mulas, despus de una larga hora y numerosos cigarrillos fumados uno tras otro, un sol esplendente calentaba la atmsfera. El cielo estaba despejado y azul. Las nubes se recostaban en los cerros ms lejanos, dndole la sensacin que la suerte le iba a acompaar. Al final estos criollos encuentran cualquier pretexto para no cumplir con su deber, y magnifican los peligros con tal de quedarse sentados tomando mate a la orilla del fogn. Con voz seca y desapacible se dirigi al arriero quien respetuosamente se aprestaba a saludarle. -Qu le pas? Usted deba estar aqu por ayer. Le resultaba desagradable la presencia del hombre chato y moreno quien le miraba con aire sorprendido por el exabrupto, acostumbrado a la cortesa criolla desde la infancia y tras una breve vacilacin habl con la tonada propia de los cerreos. -Ust hay disculpar patrn pero me ha agarrao una nevada en Pampallana y me i teno que meter bajo una piedra grande hasta que pase. -Est bien. Pero por lo menos hoy podra haber llegado temprano, son las ocho y media y todava no hemos salido. Me parece que a usted lo que le gustan demasiado son las sbanas. El hombrecito lo mir con ojos fosforescentes debajo del enorme sombrero aln y por un momento pareci que iba a contestar con la misma altanera pero apacigundose y dirigiendo la mirada al suelo contest:

-Yo creo que no conviene salir aura. El tiempo est fiero palau del cerro y tal vez maana componga. -Maana? Est loco. Ya. En este preciso instante vamos a salir. Se volvi con paso airado hacia el dueo de la es