Prueba INAP 2013

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La Asociación Colegial de Escritores es una entidad libre e independiente que agrupa a los escri­tores españoles con el fin de fomentar la vida intelectual, las culturas españolas, defender a sus asocia­dos en los derechos que les reconozcan las leyes, propugnar sus reivindicaciones profesionales, repre­sentarlos en los organismos oficiales que les afecten, establecer relaciones de solidaridad y cooperación

con otras entidades análogas mundiales y defender la libertad de expresión.

República de las Letras Revista de la Asociación Colegial de Escritores de España

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS, es una revista no venal. Número patrocinado por

,. * ¡!f GOBIER~O I MINISTERIO 1111 DE ESPANA DE CULTURA

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No la indignación, sino la rebelión, conforman el principio de la disidencia

3

Pensamiento y literatura

Heterodoxos y disidentes

ANDRÉS SOR EL

S in la heterodoxia y la disidencia no ~xiste la libertad. Ni es concebible el progre~o de la Humanidad. Por e:;u, didadure:; , militares, poderes económicos o religiosos, las han persegui­

do siempre. El primer catecismo, el primer Ca dillo, se dieron cuenta de que la censura y la violencia que desembocan en el silencio y el asesinato del contrario eran métodos necesarios para dominar al ser humano. y 'crearon leyes a su servicio, buscaron jue­ces que las aplicaran según sus dictados y policías que con tortu­ras brutales o sofisticadas dominaran a quienes intentaban oponer­se a sus gobiernos que solo necesitaban súbditos fieles y pasivos.

Las ideas, cuando se convierten en actos, on peligrosas para monarcas o mercados{ y as culturas de las diferencias no son aptas para explotaciones de hombres o pueblos . Hoy, en la dicta­dura de los mercados financieros y publicitarios o de los medios de comunicación por ~llos manejados, la heterodoxia, la disidencia, continúan sile ciadas y perseguidas. Nuevas form as , viejos prin­cipios. El últi mo fin de la Europa de los mercaderes, de los Estados Uni'dos imperialista, es convertir a los súbditos de las monarqóías o repúblicas en idiotas pasivos. Con el apoyo de los intelectuales por ellos manejados , comprados y puestos a su se rvi ­cio. Preso no la indignación, sino la rebelión, conforman el prin­CIpió de la disidencia.

Escribe Juan de Mairena: Todo reaccionario consecuente ter­mina en la caverna o en una edad de oro, en la cual soLo y a medias crecía Juan Jacobo Rousseau. Y anticipándose a la quiebra de la civilización que en la década que transcurre de 1936 a 1945 encuentra su punto culminante con el franquismo, España y

Auschwitz , el mundo anticipaba igualmente el fin del humanismo y la degradación del ser humano convertido en ciego burócrata al servicio del mal, escribiría el Mai rena póstumo de Antonio Machado: El hombre de la civilizaci6n occidental v.a para buena persona, excelente padre de familia , que gana el pan cotidiano con­tribuyendo en la modesta medida de sus fuerzas aL futuro aniquila­miento de la especie humana. La técnica del Occidente y con ella su cultura harto dinámica, yo dir(a -mejor- cinética está abriendo horrores fuera y dentro de casa ... Se puede ser lo que se llama /In buen padre, un gran hijo, un buen esposo y hasta un e:r.celenl.e veci­no, y realizar las faenas más abominables, esos viles asesinatos de

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Pensamiento y literatura

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

niños, enfermos, mujeres y ancianos, los crímenes de le,w !wn1!/,­

nidad que la guerra palía y la llamada guerra totalitaria pre­

tende cohonestar.

Se cumple, este año de 2011, el 5000 aniversario del naci­miento de Miguel Servet, paradigma de la represión del pen­samiento y la expresión de las ideas. En su obra La sangre)'" la

ceniza dice Alfonso Sastre a través de Juan el Anabaptista: Se

nos persigue, oh Miguel, por mor de la teología pero más que

nada lo hacen por nuestra predicación del Comunismo

Libertario. ¡Los ricos y los príncipes ven en nosotros, pecadores,

la imagen espantosa del Anticristo! El reparto de la riqueza: esa

es, para ellos, la figura del An.ticristo y defienden su maligna

idea con la fuerza de la opresión. Y Sebastián, el impresor, le contestará a Servet cuando ést ::; le pregunte si él también per­tenece a esa confesión: No, yo no soy, en verdad, ni eso ni lu

otro ... soy más que qtrq c~sa partidario de la ~olerancia ~nl.re las gentes y amante de! dLálogo ... El mundo vwe en medw de

terrores y tambié! ay atroces miserias por todas partes; pero

apenas se abre una bo a con intenciones de decirlo, ya surgen bus­

ques de espadas paza impedir que suenen nuestras voces. Malos tiem­

pos y muy malas( costumbres.

Hemos querido tipificar en él la represión sufrida, a lo largo de la historia~o aquellos hombres o mujeres que lucharon contra el oscura tismo y la tiranía, por la libertad tanto humana como de pens mI to o de creación crítica. Por culpa de ello sufrieron pf'r­secuc'iones, torturas, exilios y asesinatos .

.. ) geguimos con Antonio Machado, sin duda uno de nuestros más e traordinarios poetas y uno de los hombres más auténticos -a la hora de definir un humanismo sincero, crítico y revolucionario- al tiempo que un pensador incisivo y profundo de nuestra historia. Escribía: Parecerá un poco arbitrario definir a España como la tierra de los cua­

tro Migueles (Servet, Cervantes, Molinos y Unamuno). Sin embargo,

mucho más arbitrario es definir a España, como vulgarmente se hace,

descontando a tres de ellos, por heterodoxos, y sin conocer a ninguno d('

los cuatro. De los dos primeros citados nos ocupamos en este número de República de las Letras. Del cuarto en el siguiente.

Iglesias, jueces, poderes económicos, políticos y mediáticos, no gustan de quienes piensan y alientan la diferencia y la libertad y alumbran ideas propias, odiando cualquier clase de catecismo. Imponen la represión, la tortura, el exilio sobre quienes combaten los dogmatismos y las servidumbres.

y el miedo. El miedo que es la peor herent:ia de los fast:isll1o~. Ya lo escribía hace mucho tiempo Montaigne: De nada tengo más

miedo que del miedo. Y el siglo XX es el siglo de las más cruentas

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS 111

Este número es también "una pequeña metáfora de los horrores de la civilización occidental"

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And.·és SOl'el

y masivas persecuciones, holocaustos que (;osla ron la viJa a . millones de personas. Pero también de la destru cción del pensa­miento. La civilización y el humanismo se quebraron. Como subrayábamos, la década que transcurre entre 1936 y 1945 fue sin duda la peor de la historia de la Humanidad. Los éxodos de intelectuales, desde España, Alemania, la URSS y otros países, configuran el mayor acoso que nunca conocieran las ideas y la creación, éxodos para los afortunados que salvaron sus vidas, muchos otros fueron asesinados o empujados al suicidio. Hasta el punto de que algunos filósofos y escritores plantearon la siguien­te pregunta: ¿se puede escribir después de Auschwitz? Pero tam­bién después de Franco, Stalin, la América de McCarthy. Quienes lo hicieron, con dolor e j maginación , creyeron en la necesidad de la pedagogía de la resistencia. Resistir y cri ticar no solo por ellos mismos, sino por la supervivencia del propio Planeta.

Continuamos habitando bajo el poder de un mercado crimi­nal y destructor de las libertades, que no duda cuando es necesa­rio, y la segunda mitad (del siglo XX nos muestra en América

Latina, África, Asia, ~er no olvidemos tambi én ejemplos en paí­ses europeos en mano de las torturas, las masacres, y !;iempre

dominado por las oorrupciones económicas y políticas y la explota­ción de los pueb o,s ercado dominado por unas mafias de fa cine­rosos que se rep rten las riquezas que usurpan y obtienen a cos ta de los esclavos o semiesclavos que trabajan para ellos. Imperios . Bancos. Jueces. Iglesias. Y políticos a su servicio. De ahí, volve­mos a reÚa ar, la necesidad de que a la indignación suceda la utó­pica ebe ión.

bos medios de comunicación son los más combat i vos a la hora de paralizarla. Ellos activan la alienación colec ti va, destruyen el tejido de la libertad, persiguen la indiferencia, apatía y embruteci­miento de los ciudadanos, conducen al mi edo, la pasividad, la estulticia, son fieles criados en suma de los intereses de quienes les pagan y dominan.

A quienes creen en el valor de la palabra no banal, sino refle­xionada antes de ser emitida o escrita, solo les queda la denuncia, la resistencia y la creación estética y filosófica. Desde la soledad. Al margen del mercado. Hozando como el vi ejo topo para que un día pueda construirse una historia distinta.

La memoria histórica, removerla, explicarla, no enterrarla ni tergiversarla, alumbrarla en todo su horror, y grac ias a ella s irvien­do para denunciar no solo a los culpables de las censuras y críme­nes que alentaron, sino a sus actuales descendi entes, es necesari a si se quiere creer en el futuro.

El pensamiento y la literatura en un mundo como el que vivi­mos solamente pueden ser heterodoxos, aunque conlleven, para sus autores la marginación o la expulsión de los mercados.

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República de las Letras

SUMARIO

EDITORIAL. Heterodoxos y disidentes Andrés Sorel

Fernando de Rojas y su Celestina Julio Rodríguez Puértolas

Servet, el español errante Alfonso Sastre

Cervantes. frente al canon ortodoxo o la creación de la novela realista moderna Pedro M. Piñero RalJÚrez

Francisco López de Úbeda. Palabra, sangre, mudanza: La pícara justina (

David Becerra Mayor ~

El Abate Marchena, literatura y revolución Jesús Felipe MartÍnez

Pedro Montengón: Reformador, heterodoxo y utópico Rogelio Blanco MartÍnez

José Blanco White (España y la independencia de América) Juan Goytisolo y M.!! Teresa de Ory Arriaga

Actualidad de Pi y Margall Juan Goytisolo

La heterodoxia en la literatura del siglo XX: el contexto de Alejandro Sawa

Rafael de Cózar

El anarquista de Valle-Inclán Ignacio Amestoy Eguiguren

Corrección de pruebas: Esther Gaitero

122

3

7

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33

49

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Fernando de Rojas y su G1elestina*

JULIO RODRíGUEZ PUÉRTOLAS

Universidad Ant6noma de Ma!lrid

S e hace preciso comenzar por el muy importante prólogo de la

tragicomedia (al que me permito llamar, por razones obvias , .

prólogo filosófico), que se inicia con las conocidas palabras

tomadas de Herácli to: "Todas las cosas ser criadas a manera de

contienda o batalla". Palabras continuadas al poco con otras de

Petrarca: "sin lid y offensión ninguna cosa engendró la Natura,

madre de todo" '. y tras tan rotunda afirmación materialista, sigue

así:

las estrellas se encuentran en el arrebatado firmamento del

cielo; los adversos elementos unos con otros rompen pelea; tre­

men las tie ras; ondean las mares; el ayre se sacude; suenan las

llamas; los . entos entre sí traen perpetua guerra; los tiempos

con tiempos contienden y litigan entre sí, uno a uno, y todos

contra osotros (p. 104).

La g mal ironía de Rojas le lleva a decir poco después de lo

citado: "¿Pues qué diremos entre los hombres, a quien todo lo

sobredicho es subjeto?" (p. 105). Curioso Rey de la creaci6n, en

ereo o. El doctor Francisco López Villalobos, también converso y

compañero de estudios de Rojas en Sal~manca2, escribió algo que

parece puede relacionarse claramente con el prólogo filosófico de

La Celestina:

Cuántas servidumbres y yugos tenga el hombre en este mundo ,

cada uno, si quisiere pensar en ello, lo verá en sí mes mo.

Porque desde que nascemos somos cautivos y subjectos a las

necesidades del mundo adonde venimos , conviene saber: a la

hambre, a la sed, a los grandes fríos y a las grandes calores, a

las enfermedades y dolores, e a las veces a los tirannos e malos

* En parte de lo que s igue resumo y actualizo elementos de algún trabajo mío anterior. I Fern ando de Rojas, La Celestina. edi ción de J ulio Rod ríg~l ez Puértolas, Mad rid, Aka L 1996. p. 104. Todas c itas del texto según esta edición. con s imple señalamiento de la pági na o páginas entre paréntesis . 2 eL Stephen Gilman, TI~e Spain 01 Fernando de Rojas, Princeton Uni ve rs ity Press, 1972, p . 100.

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Fernando de Rojas y su Celestina

El mal y el bien, la prosperidad y la adversidad, la gloria y pena, todo pierde con el tiempo la fuerc;a de su acelerado principio

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

jueces [ .. .]. E finalmen te, ¿a quién no servimos? Servimos a la

tierra, que fue hecha para nuestro servicio [ ... ], y también

somos subjectos a los peligros e des templanzas y corrupciOl~es de la tierra y del agua y del aire, e a los terremotos y a las tem­

pestades del mar, y a los truenos y rayos y relámpagos del fu ego.

y somos subjectos a las guerras y tumulLuaciones y disensiones

del linaje humano. Y en fin, ¿a quién no somos nosotros sub­

jectos?3

En esta cita, tan extensa como imprescindible, destaca esa

extraordina~ia semejanza de pensamiento con el prólogo filosófi­

co de Rojas, y no sólo con él. Lo que importa señalar aquí es esa

coincidencia en una visión del mundo que en La Celestina se

complementa con el fundamental monólogo de Pleberio, verdade­

ro epílogo y resumen de la obra. Recordemos alguno de sus frag­

mentos más significativos, como este:

/'<

Yo pensava en ~ más tierna edad que eras y erél.n tus hechos

regidos por algu a orden; agora, visto el pro y la contra de tus

bienandanzas me pareces un laberinto de errores, un desierto

espantabl , una morada d~ fieras , juego de hombres que andan

en cor o guna llena de cieno, región llena de espinas, monte

alto, campo pedregoso, prado lleno de serpientes, huerto florido

y si fruto, fuente de cuydados, río de lágrimas, mar de mise­

rj ,trabajo sin provecho, dulce ponzoña, vana esperanza, falsa

alegría, verdadero dolor (pp. 300-301).

ierto que casi todo lo anterior -por no decir todo- son tópi­

cos) de diferentes procedencias, mas lo interesante es eso mismo:

cómo Rojas ha utilizado pensamientos de culturas varias para lle­

gar a tan desoladora conclusión. Si el mundo es un laberinto de

errores y un juego de hombres que andan en corro, según dice

Pleberio, y si a ello añadimos todo lo explicitado en el prólogo filo­

sófico, podremos comprender en toda su intencionalidad otros

pasajes básicos de La Celestina. Es el primero el que aparece en el

tercer acto y en boca de Sempronio:

El mal y el bien, la prosperidad y adversidad, la .gloria y pena ,

todo pierde con el tiempo la fuerya de su acelerado principio

[ .... ]. Cada día vemos novedades y las oymos y las passamos y

dexamos atrás . Diminúyelas el tiempo, fázelas contingibles.

¿Qué tanto te maravillarías si dixesen la tierra temhló, o otra

semejante cosa que no olvidases luego? Assí como: elado está

3 Glosa a la canción "Venga ya la dulce muerte ". Biblioteca de Autores Espaiioles. XXXVI. pp. 455-456.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI22

... de tan terrible visión no se libra ni la conquista de Granada por los Reyes Católicos ...

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Julio Rodríguez Puértolas

el rfo, el ciego vee ya, muerto es tu padre, un rayo cayó, gana­

da es Granada, el rey entra oy, el turco es vencido, eclipse hay

mañana, la puente es llevada, aquél es ya obispo, a Pedro roba-'

ron, Ynés se ahorc64• ¿Qué me dirás, sino que a tres dfas pas­

sados o 'a: la segunda vista no hay quien dello se maraville? Todo

es assf, todo passa desta manera, todo se olvida, todo queda'

atrás (pp. 145-146).

Varias cosas llaman la atención de inmediato en este párrafo. Lo primero, el escepticismo cósmico que de él se desprende; lo segundo, la idea del tiempo y de su paso como nivelador y ani­quilador implacable de toda actividad humana; tercero, esa extra­ordinaria "enumeración caótica" (absolutamente racionalizada, por lo demás), en que todo queda medido por el mismo rasero: fenómenos naturales, sucesos históricos y sociales, característi­cas personales, vida y muerte, anécdotas ... De tan terrible visión no se libra ni ]a conquista de Granada por los Reyes Católicos. Que el más imporLanLe suceso de la HisLoria peninsular hasta el ya inmediatodescubrim 'e to del Nuevo Mundo -el cual, por lo

demás ni se menciona- aparezca exactamente al mismo nivel que, por ejemplo, la caí4 de un rayo o el suicidiQ de Y nés, acaso pre­monitorio este deLde Melibea, da con justeza la medida del escep­ticismo universal de quien tal fuera capaz de escribir: "a los tres días no hay qUl n dello se maraville". El siguiente comentario, hecho por un importante especialista en La Celestina, parece lo más apropiado para explicar no sólo el extraordinario fragmento citado, sino tambié n la actitud subversiva general de la obra. Y sin olvidar el muy s' gnificati vo hecho de que dichas palabras están puestas en bo a e un criado: ...

La agresividad mental de Rojas y su nihilismo axiológico llega­

ron hasta el punto de negar aquello que crefan importante todos

los que le rodeaban, el gran acontecimiénto épico de su tiempo.

la cumbre de la historia medieval española: la conqu ista de

Granada;; .

Fernando de Rojas no parece identificarse en modo alguno con el mesianismo histórico de la época, a veces muy característico de

4 La ed ición de Sevilla. 1501. añade aquf "Cristóbal fue borracho". Resulta cu rio­so notar que siglos después -aunque desde perspectivas muy diversas- un nove ­lista como Benito Pérez Galdós escribiera en Fortunata y j acinta algo que pare­ce muy cercano al mencionado pasaj e de La Celestina.: " la insurrección de Cuba. el alza de la carne. lo que se debe hacer para escoger un bonito nltmero en la lole­ría. la frecuencia con que se tiraba gente por el Viaducto de la ca ll e de Segovia. el tranvfa nuevo que se iba a poner y olras menudencias" (ed. de Julio Rodrfguez Puértolas. Madrid. Akal. 2005. p. 1.116). 5 Stephen Gilman. Introducción a La Celestina. ed. de Dorothy S. Severin. Madrid. Alianza. 1969. pp,14-15 ,

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Fernando de Rojas y su Celestina

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otros famosos conversos6• Ni demuestra confianza alguna en el valor

de los actos humanos ni en la Naturaleza. Por lo demás, Alfonso de la Torre, contemporáneo del autor de La Celestina, seguidor tardío de Maimónides y asimismo converso, escribió en un libro muy popular en su momento y que Rojas tenía en su biblioteca' algo bien cercano al texto celestinesco:

Assf el caer de una foja del árbol et matar una araña con el pie

et una mosca con la saliva, o pisar un hombre et matar una hor­

miga, como la destrucción de un reino o el quemar una ciudad,

o la muerte de una gran multitud de gente [ ... ]U .

El esquema cósmico de Alfonso de la Torre es el mismo que el de Fernando de Rojas. Uno y otro, sin duda de modo tan racional como pesimista, están ridiculizando la idea de un Dios-Providencia y la existencia de un sentido lógico en los acontecimientos de este mundo, Rojas de un modo más escéptico y negativo. Lo menciona­do se complementa co otro pasaje de La Celestina. Esta vez es

Calisto quien habl ~

Todo se rige con un freno igual, todo se mueve con igual

esp lela: rielo, ti erra, mar, fuego , viento, calor, frfo. ¿Qué me

a rovecha a mf que dé doze horas el relox de hierro si no las

ha dado el del cielo? (p. 258).

Pues ocurre que

Los hombres pueden manipular a su voluntad los elemen tos

de la realidad, hacer adelantar, y sobre todo retardar, el paso

de las horas en su "relox de hierro", si no las ha dado el del

cielo, es decir, si esta realidad humana no se modela de

acuerdo con el acuerdo inconmovible del orden [ ... ], no habrá

armonfa, concordia ni paz entre los hombres: seguirán sus

contiendas9•

Así es en La Celestina del principio al fin de la obra, como se anunciaba en el prólogo filosófico, como se ha visto en todo lo anterior. Pero además, marcado por esa inexorabilidad fría y mecánica del tiempo que pasa, arrastrando con él todo lo que el ser humano hace. De ahí ese sentimiento de inutilidad, negativismo, escepticismu radical que se aprecian en lú dicho por Pleberio, por

6 Francisco Rico, La novela picaresca y el punto de vista, Barcelona, Seix-Barral. 2000, pp. 126-127. 7 ¡bid., p. 127." Biblioteca de Autores Españoles. XXXVI. p. 357. 9 Antony van Beysterveldt, "Nueva interpretación de La Celestina ", Segisnwndo. JI, 1975, p. 112. .

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la palabra ... utilizada perversamente ... puede convertirse ... en un instrumento de confusión yengano

11

Julio Rodríguez Puértolas

Sempronio, por Calisto. Es decir, por Fernando de Rojas. Con todo, es cierto que "por entre los resquicios de tanta confusión, asoman las voluntades de quienes intentan emprender un rumbo propio en sus existencias" 111. Intentarlo es una cosa, lograrlo, otra muy distin­

la.

Todo lo hasta aquí mencionado se relaciona con algo propio del humanismo renacentista (o así lo parece, al menos), esto es, el pers­pectivismo subjetivista. Mas lo cierto es que en La Celestina si el perspectivismo individual funciona es para demostrar también su inutilidad y su fracaso. El hombre ha perdido la visión integral de la realidad, y el resultado no es otro que un concepto del mundo como algo ajeno al propio ser humano. Y así, ha podido decirse que

La doctrina del perspectivismo aprobó el sentido renacentista

de lo individual, e hizo de la realidad una función del punto de

vista personal [ ... ]. El énfasis en la perspectiva niega la validez

de toda verdad universal [ ... ]. La realidad se hace problemáti­

ca, el ser del hombre s~pierde en una neblina semántica. 1I

~ y no solo semántica. e trata de un mundo que necesita tra-

ducción. Lo cual pla tea otros problemas: quién hace la traduc­ción, con qué dicc:io ,arios, y a qué lengua. Tengamos en cuenta de modo especial es uténtica confusión de lenguas, en que el trai­

dor ahora se 11a a discreto y al fiel se le llama necio, ahora, esto es, en 1499 y qui ientos años después; no es este, ni con mucho, el único casÓ en La Celestina, pero si probablemente el más significa­tivo. Pu ocurre que ya el lenguaje sirve para ocultar los pensa­mientos) :lel hombre, y que, como se ha dicho más de una vez, si tod f era transparente no sería posible ni la ideología ni la domi­nación. En la obra de Rojas ya no funciona aquello de Veritas est

aedequatio verbi et rei. La palabra, por lo tanto, utilizada perversa­mente, desvirtuada, distorsionada, puede convertirse así no en un instrumento de comunicación auténtica, sino de confusión y enga­ño. Con todo, la privación de la palabra aparece en La Celestina muy obviamente como la privación de toda posibilidad de comuni­cación humana. Quizás el momento más patético de toda la obra -más incluso que la tragedia de Calisto y Melibea; más incluso que la soledad final de Pleberio- sea aquel en que el jovencísimo Sosia cuenta a Tristán lo ocurrido con Pármeno y Sempronio, ejecutados públi camen te:

lO Américo Castro, La Celestina como contienda literaria. (Castas y casticismos). Madrid. Revista de Occidente, 1965, p. 154. 11 István Mészáros. Marx Theory of Alienation. Nueva York. Harper Torchbooks. 1972. p. 288. La traducción es mfa.

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Fernando de Rojas y su Celestina

el jardín de Melibea ese "huerto florido y sin fruto",

REPÚBLICA DE LAS LETRAS121

Nuestros compañeros, nues tros hermanos

[ . . . ].Ya sin sentydo yvan; pero el uno, con

harta difficultad, como me sintió que con

lloro le nlirava, hincó los ojos en mí [ ... ]

como preguntándome si me sentía de su

morir. Y en señal de triste despedida

abaxó su cabeza con lágrimas en los ojos

(XIII.2).

Tras de calificar de compañeros y de hermanos a los condenados a muer-te, Sosia relata emocionadamente que uno de ellos -¿Pármeno, el inocente

corrompido? ¿Sempronio, el cínico?- ya sin palabras clava su mira­da en Sosia, como preguntándome si me sentía de su morir. En el último instante de su eflstencia, un hombre intenta, de modo defi­nitiva e inútilmente sincero, buscar la solidaridad y la comprensión de otro: queda tod,aví la mirada, cuando las palabras han demos­trado su falacia per értida. Un criado, un hombre cualquiera, mar­cha hacia su des ino, hacia la muerte, por fin sin palabras.

Pero re res mos al jardín de Melibea, ese "huerto florido y sin fruto", ese "p ado lleno de serpientes". Ciertamente, la retirada personal al JarJín de Melibea no pueJe ser la solución al problema existencial ni al problema convivencial, pues ello va contra todo lo que es natural en el ser humano, el cual es por naturaleza, un ser sOcible:

)

ese "prado lleno de serpientes"

V Si el hombre es social por naturaleza, desarrolla su verdadera

12

naturaleza solo en la sociedad, y la fuerza de su naturaleza no

puede ser medida por la sola fuerza de un individuo, sino úni­

camente dentro del estándar de la sociedad '2.

y de ese modo, como consecuencia tan trágica como irónica y también seguramente inevitable, Calisto muere -de forma que bien puede calificarse de ridícula- no en su imposible "paraíso dulce", sino en el mundo exterior,en el mundo de la realidad-real. En ese mundo tan negativamente definido por Pleberio, tan escépticamen­le visto por Sempronio, tan inasible y lejano considerado por Calisto.

Escribió Américo Castro que "el ánimo subversivo de Rojas" le lleva a destruir loJo valor establecido" 1:1. y así, en La Celestina, ha

' 2 K. Lowith. "Man SelC-Alienation in lhe Early Writings oC Marx", Social Research. La traducción es mfa. ':1 La Celestina como contienda literaria, p. 119.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

esta admirable "historia de horror" que es, a fin de cuentas La Celestina

J. GOYTISOLO

13

Julio Rodríguez Puérlolas

realizado no solo un profundo y radical análisis de la sociedad de

. ,s.~ lé_poqa y de,la . situaq~ón:~~ftconverso castellano en su momento, si'no también de una destruGtiva negaci6n de la negaci6n. Es decir, la negación de una sociedad en crisis, la feudalista, pero también la negación de las mediatizaciones modernas o burguesas . Todo ello teniendo en cuenta, además y en todo momento, su propia condi­ción de converso l1

.

El problema de Fernando de Rojas podría compararse con el de algunos enciclopedistas del siglo XVIII y el de cier­tos novelistas del XIX. Si Rousseau y Diderot se integraron en el nuevo orden de la modernidad burguesa recién inaugu­rada "para salvarse de la podredumbre social del feudalis­mo", Balzac y Zola _

intentan salvarse de la podredumbre social del capitalismo sin

saber dónde pueden hallar la salvación. Por eso los primeros

. son a pesar de todo optimistas, y los segundos pesimistas l5•

¿ y Rojas? Sin d da más cerca de los últimos, pero sin duda también de mod~ más pesimista y escéptico: ganada es Granada, un laberinto de errores .... Pues como se ha dicho, La Celestina

Es una an stiosa llamada al individualismo, opuesto a la falsa

segurid d ofrecida por el conformismo acrítico de las tradicio­

nes 'terarias y de los puntos de vista del cristianismo [ .. . ], asis­

t1mos a un agresivo ataque contra las normas de conducta esta­

b ecidas en la Edad Media española y a una subversión de la

literatura consolatoria de la filosofía y de las costumbres socia­

les que conformaron la tópica existencia que rodeaba y sin duda

acorralaba a Fernando de Rojas l6•

En efecto, y con palabras de Juan Goytisolo sobre Rojas, "el 'cuento de horror' que le ha referido la sociedad se convertirá en esta admirable 'historia de horror' que es, a fin de cuentas, La Celestina 17

• Acaso podríamos terminar con la consideración de que Fernando de Rojas pretendió demostrar, y lo consiguió, "desen­mascarar las falsas pretensiones de transcendencia es pedir y

14 Cf. Rica Amran, DejudCos a "ju.deolcorwersos". Reflexiones sobre el "ser" con­verso, París, Indigo-Université de Picardie Jules Verne, 2003. 15 Franz Mehring, apud Georg Lukács, Aportaciones a la historia rk la estética. México. Grijalbo. 1966, p. 464. 16 E. Michael Gerli, "Pleberio's Lament and Two Literary Topoi: Expositor and Planctll,s", Romanische Forschungen, 88,1976, p. 73. La traducción es mía. 17 Juan Goytisolo, "La España de Fernando de Rojas". Disidencias. Barcelona,Seix-Barral, 1978, p. 17.

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Fernando de Rojas y su Celestina

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luchar por una transcendencia real" 111. Los personajes tienen, pues, conciencia de sí mismos, de sus propias vidas, de su importancia y dignidad personales. Pero una cosa es lo que los personajes pien-. s~n, ~qUello de 1'0 que tienen conciencia -de su propio valer, en esta caso- y otra lo que en verdad pueden hacer con sus vidas, atra­padas en un condicionamiento siniestro y, a lo que parece, sin sali­da. Areúsa expresa sin ambigüedad posible el querer ser frente al tener que ser: "nunca alegre vivirás si por la voluntad de muchos te riges" (IX.2). Cualquiera que haya sido su final, estos hombres y mujeres del mundo celestinesco son, justamente, hombres y muje­res dignificados en la literatura y elevados a una categoría en ver­dad humana, esto es, trágica. Y así la ironía, la distorsión, la paro­dia absurda o trágica, la desmitificación, la descontextualización. La Vida y la Muerte. El resultado no es otro, como escribiera

Américo Castro l9, sino que

Lo hecho por Rojas carece de antecedente y de paralelo en su tiempo. Rojas no hizo "evolucionar" las formas o géneros lite­rarios; opusó a dazmente y en forma grotesca lo que podría lla­

marse -para entendernos-la dimensión épica [ ... ] y la dimen­sión lírica íntima, sensible y erótica [ ... ]. Al mismo tiempo, los marco típicos aparecen como contenidos incongruentes e inesperados [ .... ]. Todo al revés, todo trastornado.

Detal e final. La vida hizo coincidir -provisionalmente- en las aulas de la Universidad de Salamanca a dos hombres de muy dis­tinto origen y cuyos recorridos existenciales habrían de ser asimis­mo ien diferentes. Ambos estudiaban Leyes. Uno era Fernando de Rojas. El otro se llamaba Hernán Cortés.

'R Marshall Bennan. Todo lo s6lido se desvanece en el aire. A experiencia de la nwdemi­dad. Madrid. Siglo XXI. 1991. p.l18. '" Op.cit. en nota 10. p. 154.

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Servet, el español errante

ALFONSO SASTRE

"Honor, gloria y riqueza serán la recompensa de

vuestras fatigas; sobre todo, no dejéis de purgar al país

de esos ganapanes fanáticos que incitan a los pueblos

contra nosotros. Semejantes monstruos deben ser sofo­

cados, como yo lo hice con Miguel Servet, español".

(De Cal vino al marqués de Poet, 30 de septiem­

bre de 1561. Citado por Voltaire) .

"Libertas conscientiae diabolicum dogma".

(Teodoro de Beza).

'Y estalló una guerra en el cielo".

(Apocalipsis. Citado por Servet en la primera

página de su "Christianismi Restitutio".)

'~arecerá un poco arbitrario definir a España como la tierra

e os cuatro Migueles (Servet, Cervantes, Molinos y Unamuno).

Sin embargo, mucho más arbitrario es definir a España, como vul­

garmente se hace, descontando a tres de ellos, por heterodoxos, y

sin conocer a ninguno de los cuatro".

(Antonio Machado).

Alrededor de un monumento

Marzo de 1971. Estamos en el Parque Municipal Clauidius Montessuit, de Annemasse (Alto Saboya), a dos pasos de la fronte­ra con Suiza y de la ciudad de Ginebra. Bajo un fuerte viento alpi­no -"¡la bisel, ¡la bise!"- y a quince grados bajo cero. A pocos pasos de la verja, a la entrada . ..

Este lugar, ¡tan real!, es el sitio (imaginario) del comienzo de una pieza teatral que uno escribió hace ya algunos años, y que aún hoy

Este texto, enviado por Alfonso Sastre para su publicación en este número de REPÚBUCA DE LAS LETRAS. fue publicado originariamente en la revista Triunfo el 6 de noviembre de 1971.

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Servet, español errante

Monumento a Servetus en Vienne del Delfinado. donde ejerció la Medicina

durante varios años

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permanece casi mundialmente desconocida: Unos soldados alema­nes derribaban la estatua de Miguel Servet para fundirla y, conver­tida en armamento, "guardar el orden público". Etcétera, etcétera.

¡ y sin embargo, la estatua está aquí! ¡Esta figura sedente, estas manos que se abrazan, que se estrechan con desesperación, este rostro torturado por el bronce!

Leemos su inscripción delantera y hasta la transcribimos bajo el frío mortal de esta mañana de marzo. Dice así:

A Miguel Servet

Ap5tre de la libre croyance né a Villenueve d'Aragon le 29 septembre 1511 bnllé en effigie a Vienne par l'Inquisition Catholique le 17 juin 1553 et bnllé vif a Geneve le 27 octobr:e 1:;553 a l'instigation de Calvin.

Rodeamos ~ estatua para recoger lo que ella tiene de breve biografía g aBada en esta piedra: Michel Servet, helléniste, géograp­

he, medecin, phisiologiste, a bien merité de l'Humanité pars ses decouv ¡: s scientifiques, son dévouement aux malades et aux pauv­

res h :ldomptable indépendence de son intelligence et de sa cons­de 6e. Y al otro lado: Enfermé dans une prison humide, malade et

(! 'vé de tout secours Servet écrivait a ses juges: "Je vous supplie qu'il vous plaise abréger ces grandes dilations. Vous voyez que CALVIN pour son plaisir me veut ici faire pourrir en la prisi6n, les poux me mangent vif, mes chausses son dechirées et n'ai de quoi changer ni pourpoint ni chemise qu'une méchante ... ".

A los pies de la figura leo los siguientes sellos o contrastes: "Clotilde Roch, Geneve" y "Cire perdue, M. Pastori, Geneve, Suisse". El primero es el nombre de la escultora que la hizo a principios de siglo. Pero entonces ...

¿Entonces no hubo tal destrucción del monumento? ¿la imagina­ción voló, como se dice, arbitrariamente o trabajó mal documentada? La trasera del monumento nos explica suficientemente lo sucedido, en un texto que seguramente se transcribe ahora por primera vez:

Erigée une premiere fois en 1908 livrée aux Allemands en 1942 cette statue

a été rétablie par souscription publique et inaugurée a nouveau le 4 septembre 1960.

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),""'lIL : " ~' .

Alfonso Sastre

El más reciente biógrafo - y, por cierto muy docu­mentado, aunque hemos podido advertir algunas notables lagunas en su bibliografía, que señalaremos al final de este artículo- de Miguel Servet tendrá que revisar segu­ramente el capítulo XXI de su libro (Miguel Servet, su

vida y su obra; por José Barón Fernández), a la vista de estos datos. En este libro se transcriben unos textos (con una cita de Voltaire) que no coinciden con los actuales, y se da una curiosa versión de la destrucción de la estatua, transmitida, según nos informa, por el doctor Somolinos, el cual dice haber oído a los habitantes de Annemasse

Servetus, en la prisi6n de Ginebra. por Picasso

que la existencia del monumento a Servet perturbaba la venta de legumbres y aves a la ciudad de Ginebra, lugar de la combust:ón del español, y que por eso - para evitar el "boicot"- labía sido destruido. Entonces, ¿a qué su reconstrucción? ¿Los ginebrinos habrían levantado, unos años después, el "boicot"? La historia es, sin duda, dife­rente: Si es cierto, como se ve, que los alemanes no la desmontaron mate ialmente - y póngase el prólogo de la

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obra teatral con ada en la cuenta de la imaginación crea­dora . .. -, también es cie o que les fue entregada por las autoridades locales dependientes del Gobierno de Vichy, como se hizo con otras muchas en otros lugares para su fundición y transformación en mate­rial de guerra. Además, el señor Barón Fernández tendrá que revisar las fechas de retirada y reinauguración del monumento; cuya recons­trucción, en efecto, fue posible, como muy bien dice el citado autor, por "haber sido encontrados los moldes en casa de los descendientes de la escultora".

Pero basta de estatuas... ¿ Quién fue y cómo era, en realidad, Miguel Servet? Hemos de renunciar, desde luego, a su imagen físi­ca. El grabado que se viene reproduciendo con variaciones como su efigie, originariamente realizado en cobre, se hizo por Cristóbal de Sichem, en Ámsterdam, con bastante posterioridad a lo que alguien (el anabaptista David Joris) llamó "el injusto incendio de Servet" . Que el joven Sichem o, mejor dicho Sichem el Joven, trabajara sobre un "retrato robot" procurado por alguien que hubiera conoci­do a Servet en vida, es una posibilidad que no hay que deshechar, pero no parece lo más probable. Uno se lo imagina cojeando quizá por causa de su hernia -"cortado de un lado (se supone que care­cía de un testículo, por causa de una operación sufrida cuando tenía cinco años) y roto del otro (herniado)"-, y poca cosa más puede imaginarse con algún grado de certidumbre. Desde Menéndez Pelayo a Stefan Zweig se ha asimilado su persona a la del Caballero de la Triste Figura, y por ahí entran Gustavo Doré y otros ilustradores del "Quijote" en la inspiración de la posterior iconografía de Servet.

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Servet, español errante

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Portada del libro que. junto con la efigie del actor. fue quemado en España

Huir sin cejar para no morIr en el sentido más profundo ... ¡Servet! ¡Servet!

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En el. que es de ver una imagen arquetípica del español errante -ya que no, como otros lo son, del "peregrino (extraño, raro) en su patria" o "exiliado interior"-, y del hombre secreto o clandestino, condición esta a la que, en general, no se le ha dedi­cado la atención que merece; tampoco nosotros lo hicimos a pesar de haberlo proyectado, no se sabe si por falta de tiempos o de talentos, o de ambps difíciles circunstancias y condiciones,

Miguel Servet: hombre que huye y que no ceja

Buscado por la Inquisición española, que, destacó a su pro­pio hermano, mosén Joan Servet, a Alemania, con objeto de atra­erle patrióticamente al suplicio casero; puesto a la cabeza de una lista de perseguidos en Toulouse de la Francia; condenado desde su más temprana juventud por las iglesias reformadas de Alemania y Suiza, después de la publicación de sus Errores de la Trinidad; procesado en París por enseñanza de "astrología judi­ciaria" o adivinatoria; asaltado en Charlieu por los secuaces de un colega envidtos ; detenido al fin -después de doce años de clandestinidad- "Y condenado a la hoguera en Vienne del

Delfinado po la Inquisición católica, que habría de contentarse -ante su huiO~ con incendiar en lugar de sus carnes una efigie o muñeco de sus características, amén de sus libros, y quemado al fin en la más uda realidad, con leña verde, en la ciudad de Ginebra, su vi fue una huida sistemática y permanente afirmación de su deJeého a pensar, investigar y comunicar los resultados de su tra­bajo práctico-teórico. Huir sin cejar para no morir en el sentido más profundo ... ¡Servet, Servet!

Miguel Servet: el hombre clandestino

Por el año 1532, a sus veintiún años, "muere" públicamente en Alemania y en Suiza Miguel Servet (es un decir, pues habría de resucitar en 1553 para morir en seguida otra vez y ésta, ay, de ver­dad y para siempre en su carne mortal, ya que no en los caracteres de su contradictorio e indomable espíritu), y nace en Francia -París, Lyon, Montpellier, Charlieu ... - un "vilanovano", que en Vienne habría de ser el locamente famoso doctor en Medicina "Michel de Villenueve", que se nacionalizaría francés (1548) y asistiría durante años, como buen católico, a sus misas dominicales y otros oficios religiosos, como el más humilde hijo de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, mientras preparaba en la soledad de su hombre secreto y verd~dero la andanada que él pretendía mortal contra los errores de su tiempo y que sólo lo fue para su propia vida: su RestÍluci6n del Cristianismo.

Hereje clandestino durante doce años en la Vienne del

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Eso cuando no le llamaban -como Lutero-"el Moro" o le decían mahometano, o judío, o agente del Gran Turco

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Alfonso Sastre

Delfinado, bajo la protecci6n de quien fue su amigo en la vida universitaria de París, Pedro Paulmier, que había llegado por sus méritos a la sede arzobispal de Vienne, nos lo imagina­mos conviviendo con las cat6licas fuerzas vivas de la ciudad, como un ·hombre ameno, docto e integrado, y lanzando a la par sus manifiestos y cartas, firmadas por un Servet no localizable, tal la que se suele citar como dirigida a Viret y otras veces al ministro gine­brino Abel Poupin: "En vez de Dios tenéis un perro de tres cabezas. Por fe tenéis un sueño determinista. Según vosotros, las buenas obras son imágenes vagas, sin contenido. Vuestra fe es mero humo. El hombre es para vosotros un tronco inerte y Dios una quimera de la volun­

tad esclava. ¡Qué pena, qué pena, qué pena!".

Miguel Serve!': propaganda ilegal

A sus veinte afios -después de haberse metido en líos en Toulouse, a donde s padre, notario de Villanueva de Sigena, le había enviado a estudiar Derecho- intent6 publicar su primer libro, Los errores de la Trinidad, en Basilea, pero el impresor Comado Rouss, a quien se había dirigido, no se atrevi6 a ello, por temor a la represi6 , adas las ideas del muchacho.

El cual se dirigi6 entonces a Juan Setzer, editor más "lanzado", si así p,uede decirse, quien imprimi6 el librito, sin caer, desde luego, n la torpeza de poner pie de imprenta en tan incendiario objeto. Esta edici6n se hizo en Haguenau, no lejos de Estrasburgo; y lleg6 a sospecharse quién la había hecho, no por los caracteres o tipos empleados, sino por el estilo de las historiadas capitulares. El caso es que el libro fue secuestrado en Estrasburgo y prohibida su venta en todo el territorio.

Por cierto que un ejemplar de este libro fue conducido por manos piadosas a las no menos piadosas del arzobispo de Zaragoza, y ya desde entonces se decidiría en España quemar el libro junto a la efigie de su autor, así como proceder a su persecuci6n. No es raro, en estas circunstancias, que nunca más volviera a la tierra que le vio nacer: Servetus o el Español Errante .. . De modo que lleg6 a riaturalizarse francés, durante su estancia burguesa en Vienne, por dos razones, muy seguramente: de un lado, para asegurarse contra una posible extradici6n a España, y, del otro, para ponerse en bue­nas condiciones civiles frente al chauvinismo y la discriminaci6n social de los franceses. Es curioso observar la cantidad de veces que, en sus discusiones, se le indica su condici6n de "español", o

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Servet, español errante

Odio teológico, "el peor de todos", como dice Voltaire

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sea, de extranjero; pero ello no es sólo en Francia, sino también en Alemania y en Suiza. Eso cuando no le llamaban -como Lutero- "el Moro", o le decían mahometano, o judío, o agente del Gran Turco ...

Veintidós años después volvería a los ajetreos de la impre­sión clandestina, con su magna obra, en la que incluyó su famo­sa descripción de la circulación menor (pulmonar) de la sangre: la Christianismi Restitutio.

Acabado el primer manuscrito en 1546, siguió corrigiéndolo durante siete años, a la par que ejercía la Medicina en Vienne, y no sólo para los ricos (aunque tenía una buena clientela entre las autoridades), sino también para los pobres del hospital, respetado y querido por todos, hasta que decidió emprender públicamente (sin mengua de su clandestinidad) la gran batalla, que duraría sólo unos meses, y durante la cual sería condenado, como se ha dicho, por dos Tribunales -el católico de Vienne y el calvinista de Ginebra- a morir en 1 hoguera, y sería quemado también por dos

[j . ") . . d d veces: una en e IgIe y otra en su propIa, tnste y asen erea a carne. "Y estalló úna guerra en el cielo", había escrito en griego -citando el Apoca ipsis de San Juan- sobre la primera página de

su obra. Terrible guerra. Odio teológico, "el peor de todos", como dice Voltaire en el fa oso pasaje de su Ensayo sobre las costumbres y el esp(ritu de las naciones.

Las primeras gestiones para la impresión de su libro no die­ron, ló icamente, resultado. El libro iba a aparecer sin firma, aun­que con nas iniciales (M. S. Y.: Miguel Servet de Villanueva) muy reveladoras; pero los riesgos del editor eran enormes en tan opre­siv clima de terror. Por fin llega Servet, o mejor el "doctor Villeneuve", a un acuerdo con un impresor lyonés, Baltasar Arnoullet (que había establecido sigilosamente una imprenta en las inmediaciones de Vienne), de proceder a la impresión clan­destina del libro, con obreros -Du Bois, Papillon y Straton- des­conocedores del latín en que la obra había sido escrita e iba a ser publicada, lo que no les libró, por cierto, de la posterior represión: a los complicados en la edición y la distribución del libro les salió una media de tres años de cárcel, y actuaron en la causa las juris­dicciones civil-por propaganda, aunque le libro no llegó a salir ni en la Feria de Frankfurt, a la que se envió un paquete, ni en cual­quier otra parte- y eclesiástica, que entendía precisamente de las "intenciones" aunque éstas no hubieran llegado a objetivarse en hechos públicos.

La denuncia desde Ginebra, dirigida por el mismo Calvino, reveló la verdadera personalidad (¡Miguel Servet!) del doctor Villeneuve, y éste, por más que se defendió con astUcias, negándo­se a sí mismo, dio con sus huesos en los calabozos del Palacio Delfinal, después de varios molestos interrogatorios.

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Juan Cal vino. a los cincuenta y tres años de edad

Sigue resultando extrañísimo que Servetfuera empapelado por una causa criminal sin otras pruebas contra él que la tentativa de expresar en libros sus ideas

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Alfonso Sastre

El viajero de hoy que vaya por carretera hacia Lyon desde el Sur, dejará a su derecha la ciudad de Vienne sobre su colina, mientras remonta por su margen izquierda el curso del Ródano. Por aquellos parajes (señalados hoy por otro monumento a Servet, entre las frondas de un parque) se desarrolló la emocionante esce­na de su fuga. Juzgado en rebeldía, fue d tndenado a la hoguera por "sedición, cisma, perturbación de la unidad y la tranquilidad pública, rebelión, desobediencia y evasión con fractura" (aunque, al parecer, se marchó abriendo las puertas necesarias).

El17 de junio de 1553 se cumplió la sentencia quemando su efigie en la plaza de Charneve con todos los libros suyos que pudieron ser recuperados. Por entonces, aunque él no lo supiera, le quedaba de vida hasta: octubre.

Proceso en Ginebra

Detenido en Ginebra "e 13. de agosto, por agentes del Consistorio -institución que Stefan Zweig ha denominado como una "Gestapo de las costumbres"-, comenzó inmediatamente su proce­so, sin que se sepa a cienc' a cierta por qué habría elegido aquella ciudad teocrática, espiritualmente recogida por Calvino (enemigo suyo de toda la vida,J, como etapa de su errabunda escapatoria o, lo que sería más raro aún, como objetivo de su viaje; pues hay quie­nes.piensan que Servet fue allá con el deseo de enfrentarse dialéc­ticamente co el austero, astuto y, al decir de algunos enemigos suyos, como Bolsee, sodomita Calvino.

Incid aquí la hipótesis de un Servet político que, conocedor de las tensiOl es entre los oprimidos liberales de Ginebra (libertins) y el rígido teócrata, hubiera tratado de cubrirse con esa contradicción e incluso favorecer así la liberación de aquella ciudad, tan divertida y alegre en otros tiempos. Sí parece cierto que Servet, durante el proce­so, tuvo algún momento de mayor gallardía -contra lo que llamó la "tiranía sorbónica" de Calvino- que parece coincidir con el ( ' nrn~ n l,l ­

miento entre el libertino Philibert Berthelier (Philibert y no Felipe, como leemos en la biografía citada de Barón Hernández) y el Pequeño Consejo, por un lado, y Calvino y el Consistorio, por el otro. Pero esta hipótesis es generalmente rechazada, aunque ya la sentencia de Vienne señalaba las acciones de Servet como atentatorias a la seguri­dad del Estado. En cuanto a su condición de anabaptista (los comu­nistas de la época, perseguidos por todas partes a sangre y fuego), parece seguro que Servet se hizo rebautizar, pero también lo es que él dijo, no sabemos si para quitar hierro a la acusación1 no ser partida­rio de la comunidad de bienes: idea y práctica en las que residía la carga subversiva, político-social, del anabaptismo.

Sea como fuere, sigue resultando extrañísimo que Servet fuera empapelado por una causa criminal sin otras pruebas contra él que

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la tentativa de expresar en libros sus ideas. Pues, si se sigue con alguna atenci6n el proceso de Ginebra, se evi­dencia que se trat6 meramente de un juicio a las ideas teo16gi9¡;lS de . Serve!: a sus objeciones al dogma de la Trinidad; a s·u · opi~i6n contra la eternidad del Hijo de Dios; a su crítica de la predestinaci6n y de la justificaci6n por la fe; a su panteismo; a su rechazo del bautismo de los párvulos o de la pecaminosidad de las acciones antes de los veinte años ...

Aunque es muy cierto que, durante lo que se suele llamar el segundo acto del proceso (el primero y el terce­ro tienen este contenido teo16gico), salen a relucir aspec­tos privados -¿vida licenciosa?, ¿impotente?- y públicos -¿actividades sediciosas?- de la vida personal del desdi-chado doctor. ,.

Algunos ejemplos: PROCURADOR.-¿Es usted casado o no? SERVETrIYo. PROCÚRADOR.-¿Por qué? SERVErr.-Porque no me siento capaz, de resultas de

una ope aci6n. PROCURADOR.-¿Qué edad ten{a cuando fue operado? SERVET.-Creo que tendr{a unos cinco años. PROCURADOR.-A usted se le ha o{do comentar que no es nece-

sario casarse habiendo tantas mujeres en el mundo. ERVET.-No recuerdo haber dicho eso nunca, pero quizá lo

dijera alguna vez bromeando y para ocultar mi impotencia. "Y en otro momento:· PROCURADOR.-¿Han sido sus antepasados jud{os o ha tenido

relaci6n con ellos? SERVET.-No he tenido relaciones de ninguna clase con jud{os

sobre asuntos religiosos, y yo no soy jud{o. PROCURADOR.-¿A qué personas conoce usted aqu{ en

Ginebra? No podemos seguir aquí el curso complejo del proceso.

Remitimos, para esta informaci6n, a cualquiera de los libros que anotamos al final, en la sucinta bibliografía que acompañamos a estas notas, y llamamos la atenci6n sobre la forma y contenido de la "bárbara sentencia", que así ha sido, muy justamente, califica­da. (Páginas 209 y siguientes de nuestras Flores rojas para Miguel Servet, Editorial Rivadeneyra, Madrid, 1967).

La circulación de la sangre

El pasaje de la Christianismi Restitutio -espléndido, según la opini6n de los especialistas- en que Servet describe la circulaci6n

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... presentaba un color parecido al de la ceniza y una herida visible que algunos tomaron por una consecuenCIa de la tortura

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Alfonso ' Sastre

de la sangre, no fue objeto de controversia alguna durante sus procesos. Así, pues, nada sería más falso que la imagen -"a la galilea", por decirlo así- de un Servet condenado a la hoguera por mantener la hipótesis científica de dicha cir­culación. Servet sería, según tan falsa imagen, una especie de anti-Galileo, que habría muerto en la hoguera antes de renunciar públicamente a la afirmación de una determina­da trayectoria para la sangre. Sobre e;te tema -dadas su extensión y especialización- hay que remitir también a la bibliografía, pero no puede cerrarse aquí sin que digamos algo que nos parece esencial. Lo haremos en varios puntos:

1.0 El hecho de que la famosa descripción fuera inclui­da en un libro de-teología -en vez de, por ejemplo, en su obra propiamente médica Tratado de los jarabes- no exclu­ye que fuera el resultado de sus manipulaciones y observa­ciones experimentales. Es sabido que trabajó en disección con el maestro Wintex:ius (Juan Günther) y que éste le dis­tinguió con sus elogio&, al nivel de su otro discípulo -que llegaría a ser fa oso anatomista- Andrea Vesalio.

2.° Sin embargo, también es cierto que el hilo conduc­tor o el marc! general de la investigación está en una línea teológico-Q16tafísica: la consideración de la sangre como

espíritu vital: 1 v' da o el alma de la carne residiría en (o se iden­tificaría con) a sangre.

En nue tro anterior "Ensayo sobre Drácula" (ver Triunfo núm. 460) hacíamos referencia a esta tradición, en la que se inserta la célebre 00 a de Stoer; al antecedente servetiano y al, más antiguo e ilustz;e, 'cristológico". El párrafo, por intervención quizá de los lla­mados Buendes de la imprenta, quedó ininteligible. Nuestra refe­rencia era al Antiguo Testamento (detallamos ahora: Génesis, cap. 9,4,5 y 6; Levítico, cap. 7,26-27, y Deuteronomio, cap. 12,23-24), a la institución de la Eucaristía y al Servet de la sangre como espí­ritu "vital" y por tanto incomprensible estáticamente: sólo concebi­ble o pensable en movimiento. También hay que recordar la Epístola 1 de San Juan (cap. 5, 7-8), según la cual "tres son los que testifican: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en uno". Versículo relacionado, por lo demás, con el principal caballo de batalla de Servet: el problema de la Trinidad.

3.° Sin restar méritos a la descripción de Servet, ya hoyes cosa sabida -y el señor Barón Fernández nos informa muy justamente sobre ello-la existencia manuscrita de una descripción muy anterior: la del médico árabe Ibn An-Nafis -autor también de un Tratado sobre el pulso- en un "Comentario sobre la anatomía en el Canon" de Avicena. Por lo demás, la definitiva notación científica del descubri­miento se debe a Harvey, que nació en 1578 y publicó en 1623 su obra Sobre la circulaci6n de la sangre y el movimiento del coraz6n.

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... el condenado, en la posición genuflexa, empezó a dar grandes voces que decían; "¡ Hoguera no! ¡El hacha, el hacha!

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Por la calle de la amargura

Reproducimos ahora, para ir acabando, nuestra des­cripción (obras citadas, páginas 217 y siguientes) del último trayecto de Servet en este perro mundo.

Cuya vida -a la que nuestro Miguel nos referimos- fue toda ella como una calle de la amargura, con un último tramo que no sabríamos describir de otra manera a como ya lo hicimos del modo que reproducimos ahora. Extraño en el mundo, desventurado outsider, peregrino en su Patria y fuera de ella, español errante -como aquel holandés maldi­to o el famoso judío de las viejas historias-, homo viator y cojitranco de las molestias de su quebradura, triste figura con una vena de majara sublime, ahí lo tienen ustedes, cómo llega a su término:

"Se formó la comitiva, con tiempo ventoso y amenaza­dor de lluvia, a la puerta del obispado, y se hizo salir al Servet, el cual presentaba un color parecido al de la ceniza y una herid '"\" ~1; ·ble que algunos tomaron por una conse­

cuencia de tortura. V Se recorrierón sin incidentes dignos de mención los trescientos

treinta y tres sos que hay desde el obispado hasta la fachada del Ayuntamie to .. aunque con cierta lentitud por el inseguro paso del reo, que andaba vacilante y como a punto de caer y derrumbarse por lo sne os, y con estremecimientos debidos, quizá, al frío del ambiente.

a fachada estaba dispuesta al efecto con un estrado, sillones para as personas ilustres (que fueron tomando asiento en tanto que la comitiva se aproximaba) y escudos y gallardetes de la República de Ginebra. Se había reunido bastante público, aparte el que acompaña­ba al cortejo desde el obispado, que también fue tomando posiciones frente la fachada, al desembocar la comitiva en el lugar donde iba a celebrarse la ceremonia previa a la ejecución del hereje.

Allí se le hizo ponerse de rodillas y el síndico municipal, D'Arlot, vestido de negro, dio lectura ante el pueblo a la sentencia; a lo cual, el condenado, en la posición genuflexa, empezó a dar grandes voces que decían: "¡Hoguera, no! ¡El hacha, el hacha"!, suplicando sin duda con ello la gracia -de que se le cortara la cabeza antes de quemarlo, "con el fin -dice el autor- de que el dolor no le llevara a la desesperación" en los últimos momentos. También se le oyó decir: "Yo no he hecho nada que merezca la muerte .

Se le aproximó entonces el señor Guillermo Farel, recién lle­gado de Neuchatel para la ceremonia, y le preguntó si estaba a abjurar de su doctrina; a lo que el español respondió que no.

Se puso en marcha la procesión, precedida por los trompeteros que entonaban la marcha fúnebre de los condenados a muerte y

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Era un sabio -dijo piadosamente-, pero cayó en las garras del demonio ...

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Alfonso Sastre

flanqueada por los arqueros, y por las antorchas, encendidas-debido a lo tem­prano de la hora y lo oscuro del día. El Itmerario fue el siguiente: Ayun­tamiento, Puerta del Castillo (antigua arcada y plaza de Bourg-le-Four), calle de los Caldereros, hasta salh fuera de la ciudad por la Puerta de San Antonio, y tomar, por la ruta de la Malasombra, el camino de la colina de Champel. Antes de cruzar la puerta de la ciudad, conforme a la ordenanza, se le instó de i

- nuevo a la retractación de sus errores y volvió a negarse a ello.

El paisaje era el propio del otoño. Los árboles desnudos, el viento y la

humedad, unido todo a los ge ~idos del condenado que repetía sin cesar: "Jesús, salva mi alma, e~ús, ten piedad de mí", y a las ropas negras, y al himno fúnebre, encogían el ánimo de algunas gentes que, o bien abandonaba~ 1 cortejo y volvían a sus casas, o perma-necían en él mudos omo temerosos. -

Sobre este corhe '~ corren multitud de leyendas, como la que dice que maese Calvino lo vio partir desde una ventana próxima y que se sonrió ocultándose un poco el rostro con la mano y que "esto turbó a mucho~ hombres piadosos y engendró el escándalo de los escándal /r aejó memoria larga e imborrable", y esa otra de que Servet, vie~do a un pobre muchacho descalzo que caminaba jup to a él y le ¡raba compasiva y amistosamente, se quitó los zapatos y se los dio 8iciendo que él ya no había de necesitarlos más.

Guillermo Farel asistió espiritualmente al condenado durante el camino hasta el Campo del Verdugo, y trató de convencerle con buenas palabras de lo conveniente de su retractación, a lo que Servet, que en esos momentos parecía un hombre de muchísima edad, respondió diciendo que ojalá Dios fuera misericordioso con sus acusadores; provocación a la que el señor Farel respondió ame­nazando con abandonarle "y no hacerle más compañía, aunque su deseo era acompañarle hasta que hubiera exhalado el último suspi­ro", y le dijo así: "Después de todo lo que has hecho, ¿todavía te quieres justificar?". El condenado entonces guardó silencio y siguió después con su soliloquio, que era como un murmullo: "Dios, ten piedad de mí".

Llegados al Campo del Verdugo, donde ya estaba preparado el poste y junto a él los haces de leña, se detuvo la com°itiva. oFarel dirigió a los asistentes un discurso en el que acusó al Servet de haber pecado contra "el hijo eterno de Dios", pero en ese momen­to fue interrumpido por el condenado con estas palabras: "¿Cómo?

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Servet, español errante

... con una cuerda fuerte le sujetaron el cuello al poste ... , se le colocó en la cabeza una corona de paja y ' azufre ...

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS1U

¿El hijo eterno de Dios? Si es hijo, ya no es eterno, ¡ignorante!". El señor Farel se dirigió entonces a todos haciéndoles ver, por esta muestra, el poder que ejerce Satanás sobre algunas almas. "Era un sabio - dijo pia­dosamente- , pero cayó en las garras del demonio, que ya no le soltará nunca. Tened cuidado de que a voso­tros no os suceda lo mismo".

"A continuación, el ejecutor de la justicia trató de sujetar al condenado al poste; lo cual había de hacer­se con cadenas para evitar que, de amarrarlo con cuer­das, al quemarse éstas el cuerpo del condenado se desplomara sobre el brasero. Pero el condenado se resistió, y arrojándose al suelo restregaba su rostro por la tierra a la par que lanzaba espantosos aullidos, cosa poco conforme, verdaderamente, con la serenidad con que suelen morir los mártires.

(Mediod'a del 27 de octubre: la sentencia es cum-plida.) )

Lo SQ etaron por fin, con mucho trabajo, entre varios i y dantes, y fue atado al poste del siguiente mo o: el cuerpo con varias vueltas de cadena, y las ma s sujetas una con otra, del mismo modo, y entre

ellas un ejem r de su obra. Con una cuerda fuerte le sujetaron el cuello al pO,.~t ,dándole cinco o seis vueltas, hasta que él pidió, por favor, 1--ub-nú le apretaran más, que no podía resistirlo y que se aho­gaba~.se e colocó en la cabeza una corona de paja y azufre y, ya todo aispuesto, se cantó un salmo.

NI terminar el salmo, preguntó el señor Farel al condenado si t ' a algo más que decir, y él manifestó que pensaba en Dios y no se le ocurría palabra alguna. Se dio señal al verdugo y éste encen­dió una antorcha y la mostró al público trazando círculos con ella por encima de su cabeza.

Al ver el fuego de la antorcha, el condenado "dio un grito cla­moroso con tal horror que el pueblo retrocedió espantado, pero no pudiendo moverse por razón del cuidado con que se habían hecho las ligaduras, el ejecutor no tuvo dificultad alguna para prender fuego a los haces de leña y a la corona, cuyas llamas azules surgie­ron en su cabeza entre los gritos bestiales del condenado.

La ejecución se realizó con alguna dificultad por razón de que la leña estaba bastante húmeda "con el rocío de la noche" y tam­bién porque empezó a soplar "un gran viento", que desviaba las lla­mas del cuerpo que tenían que quemar, así como porque la leña no era muy abundante. Por todo ello, la ejecución duró aproximada­mente dos horas. El condenado, "envuelto entre el fuego y el humo, se retorcía de dolor" y "pedía a grandes gritos la muerte", vocife­rando ante sus ejecutores: " ¡Qué! Con lo que me habéis robado, ¿no

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REPÚBUCA DE LAS LETRASI22

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Alfonso Sastre

habéis tenido para leña? ¿No habéis podido reunir la suficiente para consumir a este mísero?".

Corren varias leyendas sobre los incidentes sobrevenidos en el cumplimiento de esta sentencia y posteriormente. Así se dice que algunas gentes piadosas traían leña seca y la ofrendaban en la hoguera para abreviar la duración imprevista del suplicio; también que maese Calvino asistió a la ejecución desde una casa próxima; también que Nicolás de la Fontaine - su acusador privado- apare­ció acuchillado en el bosque poco tiempo después; también que algunos de los asistentes a la ejecución murieron locos.

Por fin la ejecución llegó a su término, y entonces se pudo ver, entre el humo, "una cadena incandescente y una masa carboniza­da". Según informes no comprobados, "por orden de Juan Calvino fueron aventadas las cenizas", en ese mismo día 27 de octubre del año de gracia de 1553. LAUS DEO.

ALGUNA". IBLIOGRAFÍA

BARÓN FERNÁNDEZ, JOSÉ .-Miguel Servet, su vida y su obra. Espasa­

Calpe, S. A., Madrid 19-70. Remitimos a la interesantísima bibliografía

contenida en esta ob a, a la que habría que añadir algunos títulos intere­

santes, entre ellos.

VILANOVANO, M GUEL.-Descripciones geográficas del estado moderno

de las regiones en la geografía de Claudio Ptolomeo Alejandrino. Edición

del doctor osé Goyanes Capdevila. Biblioteca Clásica de la Medicina

españo a. T mo X. Madrid, 1932.

RILLIET, JEAN.-Calvin. (Cap. 14: "La tragédie de Michel Servet".)

Fayard. París, 1963.

STEPHAN, RAOUL.-Histoire duprotestantismefranrais. (Cap. 6: "Calvin

a Geneve".) Fayard. París, 1961.

ZWEIG, STEPHAN.-Castellion contre Calvin. Grasset. París, 1946.

CASTELLION, SEBASTIAN.-"De Haereticis an sint persequendi".

Librairie E. Droz. Ginebra, 1954. Reproducción en facsímil con una

introducción de Sape van der Woude.

VOLTAIRE.-Ensayo sobre las costumbres y el espCritu de las naciones .

Biblioteca Hachette de Filosofía. Buenos Aires, 1959. Cap. CXXXIV: "De

Calvino y de Servet".

KINGDOM, ROBERT M.-Registres de la Compagnie des Pasteurs de Geneve

au temps de Calvin. Tomo 11, 1553-1564. "Accusalion et proces de Michel

Servet", par Jean Franyois Berger. ¡Contiene las actas del proceso!

SASTRE, ALFONSO.-Flores rojas para Miguel Servet . Editorial

Rivadeneyra, Madrid, 1967.

Idem.-ll sangue e la cenere, dialoghi di Miguel Servet. Feltrinelli. Milán,

1967.

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Servet, español errante

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REPÚBLICA DE LAS LETRASI22

Existe también una curiosa obra teatral de José Echegaray, en la que

Miguel Servet es un principal personaje: La muerte en los labios. Ver

"Premios Nobel", de la Editorial Aguilar.

CRONOLOGÍA

1511. Nacimiento en Villanueva de Sigena.

1526. Entra como paje al servicio de Quintana, confesor de Carlos V.

1528. Abandona España y se establece como estudiante en Toulouse.

1529. Abandona Toulouse acompañando a Quintana en el cortejo del

Emperador.

1530. Asiste a la coronación del Emperador en Bolonia.

1531. Se pone a la venta su primer libro: De Trinitatis erroribus.

1532. Publicación de su segundo libro: Dialogorum de Trinitate.

La Inquisición de Zaragoza empieza su proceso a Servet.

Se decreta su detención en Toulouse.

Primeras estancias de Servet en Lyon y París, utilizando ya el nombre de

Michel de Villeneuve. Estudia en el colegio de Calvi y enseña matemáti­

cas en el colegio de los bombardos, de París.

1535. Aparece su ed~c\6n de la GeografCa de Ptolomeo en Lyon.

1537. Publica su obra propiamente médica Syruporum Universa Ratio

(Raz6n universa p,e los jarabes) , en París.

1538. Audiencia ante el Parlamento de París, acusado de practicar la

astrología judiciaria o adivinatoria, a propósito de su obra impresa en este

año, Apologetia disceptatio pro astrologta.

Enra ecido para él el ambiente de París, traslada su residencia a Charlieu

(LoJrt!), donde ejerce la Medicia durante dos o tres años. Asaltado en es ta

C) dad por unos partidarios de cierto médico enemigo de Servet, és te

hiere a uno de ellos y abandona Charlieu .

1541. Vive en Lyon.

Segunda edición de la GeografCa de Ptolomeo.

1546-1547. Establecido como médico en Vienne del Delfinado, mantiene

correspondencia con Calvino, dirigente de la teocracia ginebrina. En el

curso de esa correspondencia, le envía un manuscrito de su magna obra:

Christianismi Restitutio, obra que contiene su famosa descripción de la

circulación menor de la sangre y cuya impresión se acaba a principios del

año siguiente.

1553. Febrero. La identidad de Servet es denunciada desde Ginebra a las

autoridades católicas de Vienne, donde Servet ha venido trabajando como

médico durante los últimos años bajo el nombre de Docteur Michel de

Villeneuve. Marzo y abril. Interrogatorios a Servet en Vienne.

7 de abril. Servet se evade de la prisión de Vienne, donde es condenado

,. a morir en la hoguera, sentencia que se ejecuta "en efigie".

13 de agosto. Servet es reconocido y detenido en Ginebra, donde comien­

za inmediatamente su proceso.

27 de octubre. Es quemado en la colina de Champel, a las afueras de Ginebra.

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Noticiario

ALFONSO SASTRE

- Ginebra, octubre, Una mujer ha dicho públicamente: "Servet es un mártir de Jesús". Ha sido arrestada.

- Varios sabios han abandonado la ciudad. Se interpreta su conduc-ta como muestra de disconfonnidad con la ejecución de Miguel Servet.

-La policía guarda silencio ante las críticas. - No hay comentarios oficiales. -1554. Juan Calvino publica sus obras Declaraciones para mante-

ner la verdadera fe y Defensio orthodoxae fidei de Sacra Trinitate contra

prodigiosos errores Michaelis Serveti. Se justifica en ellas la ejecución del español y se le ataca con dureza y extremado rigor:

"Documentos de feroz barbarie" (Menéndez Pelayo). "Escritos... con las manos m nchadas en la sangre de Servet"

(Castellion, 1554). \::J -14 de octubre 1554. DI Melanchton a Calvino: "Doy gracias al

Hijo de Dios que fue el bitro de tu combate. A ti la Iglesia te debe y te deberá, ahora y en el orvenir, gratitud. Estoy completamente de acuer­do con tu juicio. El Es ado te da las gracias y seguirá haciéndolo en el porvenir. Has hecho fiien condenando a muerte a ese blasfemo después de un juicio re . "

o - Bullioger: "Un ejemplo piadoso y memorable para toda la posteri-

dad". ') -lO/ de febrero de 1554: de Nicolás Zurkinder, canciller de la

República de Berna, a Juan Calvino (Confidencial): "Confieso que yo soy también de los que quisieron restringir lo más posible el uso de la vio­lencia para la represión de los adversarios de la fe, incluso de aquellos cuyo error es voluntario. Lo que me detennina a ello sobre todo ... es el ejemplo de la manera cómo se actúa con los anabaptistas. Yo mismo he visto arrastrar al patíbulo a una mujer de ochenta años, así como a su hija, madre de seis niños: y ellas no habían cometido otro crimen que negar el bautismo de los niños ... Yo preferiría que las autoridades se hicieran culpables de un exceso de dulzura e indulgencia antes de acu­dir a la violencia."

"Entre nosotros no deberían reinstalarse los suplicios y los verdu­gos."

"Pero yo permaneceré mudo mientras pueda" . -"Servet..., varón bueno y piadoso." ("De iniusto Serveti ince~dio".

David J oris. Anabaptista. Descubierta su verdadera personalidad des­pués de muerto, fue desenterrado y quemado su cadáver.)

Final del libro Flores rojas para Miguel Seroet de Alfonso Sastre. Editorial Hiru, 1997.

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-"Servet era hijo del diablo" (pedro Mártir). -"Es que Servet (en la prisión) acogió a Calvino con violencia y

planteó querella contra él, y escandalizó a los jueces" (Raoul Stephan. Escrito en el siglo XX).

-"Deplorable catástrofe" (Voltaire). - "Libertas conscientiae diabolicum dogma" (Teodoro de Beza.

Discípulo de Calvino). - "Fue el poder político quien ejecutó a ServeL Juan Calvino fue un

consejero técnico" (Francois Wendel). -"Semejantes monstruos deben ser sofocados, como yo lo hice con

Miguel Servet, español" (Juan Calvino, carta al marqués de Poet, 30 de

septiembre de 1561): - "Lo hizo quemar vivo y gozó de su suplicio" (Voltaire).

- Marzo de 1554. A los pocos meses de la ejecución de Miguel Servet está circulando clandestinamente el Manifiesto ''Tratado de los Herejes", contra la violenc·a. Está preparado por un grupo de intelec­tuales que ocultan sus ombres. Se sospecha que bajo el nombre de "Martín Bellius", a o del prefacio, se esconda la personalidad del inte­lectual rebelde SebaJtián de Castellion, partidario de la "tolerancia". Sebastián de Castellion nació en 1515. Murió en 1563.

"La her~f -se lee en este Manifiesto- es una noción no absoluta, relativa. Consideramos herejes a los que no piensan como nosolros. Miguel Se e no ha sido muerto a petición de Cristo, sino por orden de

(

Juan Calvino. Hay que poner fin de una vez para siempre a esta locura de eonsiderar necesario torturar y matar a hombres sólo porque tienen otms opiniones que los poderosos del momento. Oh, Cristo rey del mundo, ¿tú ves estas cosas? ¿Has cambiado tanto, te has hecho tan sal­vaje y contrario a ti mismo?".

-Declaración del historiador inglés Sr. Gibbon (siglo XVIII): "Esa ejecución Oa de Servet) me ha conmovido más profundamente que los otros miles de ellas por la Inquisición".

- "Ellos Oos calvinistas) que habrían sido inmolados en París con Ana Dubourg, quemaron vivo a un teólogo sincero y lleno de genio ... " (Emilio Saisset, 1849).

-Unas palabras de Eliseo Reclus: "Qué hizo Calvino una vez dueño del poder? Quemar a Miguel Servet, uno de esos hombres de intuición científica como tal vez haya diez o doce en la historia de la Humanidad".

-Comentario de Teodoro de Beza al conocer el "Tratado de los Herejes": "Ese impío ha vomitado" (por Castellión). (29 marzo 1554).

-"Desde el comienzo del cristianismo no se habían oído blasfemias semejantes ... Esa caridad diabólica ... es la peor de las crueldades. Más vale un tirano que la fantasía ... Decir que no hay que castigar a los pani­cidas, sólo que aquéllos son infinitamente peores. Sabemos quienes sois,

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Bellius; y tú y tu pandilla de intelectuales quedáis advertidos." (De la respuesta encargada a Beza por Maese Calvino y sus pastores.)

- "El 27 de octubre del año pasado, el español Miguel Servet fue quemado vivo. Yo no defiendo la doctrina de Servet; ataco la mala doc­trina de Calvino. Después de haber hecho quemar vivo a Servet con sus libros, ahora se ensaña con él, muerto. Servet no te combatió por las armas, sino con la pluma. Y tú has contestado a sus escritos con la vio­lencia. Matar a un ·hombre no es defender una doctrina; es matar a un

hombre" (Del libro de Castellion, firmado con su nombre, Contra libe­llum Calvini.)

-Se prohibe la publicaci6n de Contra libellum Calvini. Circulan clandestinamente algunas ·(ó;opias. El libro no podrá aparecer hasta casi

un siglo después. I

-Ginebra, 16 de mayo (1555). Como resultado de la reciente revuel­ta, se han producido cuatro ejecuciones capitales por complot contra la seguridad del Estado.

-Prohibición de publicar escritos del profesor Sebastián de Castellion. \

tE2XXVII OCTOBRE MDLIII

mourut sur le bucher

ACHAMPEL MICHEL SERVET

DE VILLENUEVE DARAGON NÉ LE XXIX SEPTEMBRE MDXI

FILS RESPECTUEUX ET RÉCONNAISSANTS

DECALVIN NOTRE GRAND REFORMATEUR

MAIS CONDAMNANT UNE ERREUR QUI FUT CELLE DE SON SIECLE

ET FERMEMENT ATTACHÉS A LA LIBERTÉ DE CONSCIENCE

SELON LES VRAIS PRINCIPES DE LA RÉFORMATION ET DE VEVANGILE

NOUS AVONS ÉLEVÉ CE MONUMENT EXPIATOIRE LE XXVII OCTOBRE MCMIII

(Inscripciones del monumento de Champel)

-1903: "El domingo, 1 de noviembre, hacia las dos, varios centena­re de personas se agrupaban en Champel, creca del Hospital Cantonal, en la confluencia de los caminos de Beauséjour y de la Roseraie. En el pequeño triángulo en cuesta que hay en la intersección de los dos cami-

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nos, se ha elevado un enonne bloque de granito que todavía pennanece invisible al público. Está rodeado con una tela que tiene los colores de la antigua República de Ginebra: negro y violeta.

"A las dos y unos minutos, el presidente del Comité del Monu­mento ... " (De un relato de su inauguración.)

-"Es algo vergonzante y se halla emplazado en el recodo del cami­no del campo de Champel y no en la colina donde se instaló la hogue­ra ... De la inscripción parece deducirse que fue más bien levantado el bloque en honor a Calvino ... " (Dr. Coyanes Capdevila).

- "Vergonzante ... Es más una reivindicación de Calvino que una reparación a nuestro ilustre filósofo." (pompeyo Gener).

- "A Miguel Servet, quemado vivo en MDLIII." (Inscripción del Monumento de Montrouge, París.)

-EL MONUMENTO A SERVET HA SIDO DESTRUIDO POR LOS NAZIS. (Annemasse, Alta Savoya.)

- "El repu ivo pederasta Calvino, ordenó la ejecución y levantó la hoguera con sas-propias manos, presenciando el suplicio. Calvino, un vil canalla ... " (Del diario La Patrie, 17-X-1911. Cito Coyanes.)

- "¡Señores, muy conmovidos por el recuerdo de los horrores de la hogu ra de Servet... de esas llamas que nosotros quisiéramos apagar con todas nuestras lágrimas ... !" (profesor Aug. Chantre. Calvinista).

CJ -"Un crimen judicial" (Stefan Zweig).

-Imagínense que mañana los periódicos pubican la siguiente noti­cia: "El nuncio de París ha llegado a Roma y Pío X le ha comunicado inmediatamente un proyecto por el que, según parece, siente una gran devoción. Se trata de elevar un Monumento expiatorio de la noche de San Bartolomé. Para probar que desaprueba, en nombre de la Iglesia, la parte que ésta ha tomado en las persecuciones, en las intolerancias de los siglos pasados, el Papa ha decidido erigir enfrente del Louvre, a la som­bra de la iglesia Saint-Gennain-l'Auxerrois, cuya campana dio la señal para la famosa matanza, un bloque de granito con esta simple inscrip­ción: "En nombre de la Iglesia y de la cristiandad católica: pecacavi­mus". El monumento será inaugurado el 24 de agosto próximo.

(profesor Emile Doumergue. De su discurso en la inauguración del monumento de Champel.)

- "La hoguera de Servet recibió la aprobación de los más grandes hombres de la Refonna ... de todos los que tenían sentido de sus res­ponsabilidades." (Benedetto Croce).

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No quiero irme con la corriente del uso

Cervantes frente al canon ortodoxo o la creación de la novela realista

moderna

PEDRO M. PIÑERO RAM1REZ

Universidad de Sevilla

Cuando Cervantes vuelve a España en 1580 luego de su cautiverio, dejaba atrás la dura experiencia de un largo y

espantoso lustro en los baños de Argel, que recreó en más de una ocasión; también los a - os más heroicos e ilusionantes de

su existencia: la participac· qn en empresas militares en el Mediterráneo, en especia~ ~u actuación en la batalla de Lepanto, que tantas veces recordará on orgullo, y asimismo el tiempo inol­vidable de su estancia en Italia, donde se familiarizó con sus escri­tores, que en aquella e'P0ca eran de referencia inexcusable para cualquiera que quisie a adentrarse en el mundo de las letras.

A buen se uro que volvía lleno de ilusión y de proyectos, pero en la Peníns la lo esperaba la realidad más descarnada. En un país lleno de aven ureros y atiborrado de soldados «heroicos», que reclamaba la atención de la administración de Felipe II y el reco­nocimient< de los servicios prestados a la corona, y al imperio, nadie se iba a acordar de Miguel de Cervantes por muchas cartas de recomendación que trajera consigo. De todas formas le quedaba la literatura, y a ella se dedicó.

Se encierra -es una expresión poco adecuada para hablar de la vida y la escritura de Cervantes- y escribe La Galatea. El bagaje de lecturas que trae de su fructífera estancia en Italia le inclina a este género que además estaba tan en boga cuando a finales de 1569 había salido escopetado para Roma, después del incidente del duelo con Antonio de Sigura. La Diana, y sus continuaciones, estaban entonces en pleno apogeo. Cervantes compone también comedias. Vende dos texto~, La confusa y El trato de Constantinopla y muerte de Celen, a Gaspar de Porres. No acierta ni con la novela ni con las comedias. Los libros de pastores han toma­do la cuesta abajo camino de su declive, la moda está pasando, y es una insensatez querer vivir publicando estas historias que reflejan un mundo fuera de la realidad, que huele a pasado. El teatro ha cambiado radicalmente, y en los corrales de comedia se está impo­niendo sin resistencia alguna el nuevo modo de hacer comedias que

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

.. . pasa una larga década ... en un continuo encontronazo con los caciques terratenientes, por no hablar de la poderosa clerecía ...

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el gran Lope ha ilustrado con sus propios textos representados en todos los escenarios, y fijado con su exposición teórica, el tan leído Arte nuevo. Las cosas van, está bien claro, por otro camino. Los gus­tos están cambiando y da la impresión de que Cervantes no se pone al paso de los tiempos.

Además había que tomarle, de nuevo, el pulso a la vida, seguir los ritmos marcados por la cotidianidad, y, cómo cada hijo de veci­no, se casó en 1584 con Catalina de Palacios en Esquivias. Luego, apenas unos años después, vinieron las comisiones y empleos de la administración que lo conducen a Sevilla, donde pasa una larga década viajando de pueblo en pueblo por caminos polvorientos y con un sol de pecado que cae a plomo sobre los hombres, en un continuo encontronazo con los caciques terratenientes, por no hablar de la poderosa clerecía, que tiene y utiliza a su antojo las llaves del paraíso, yeso sí que es poder. Todos -también los menos pudientes- se niegan a colaborar con la hacienda, nadie quiere declarar, nadie quiere arrimar el hombro para aligerar las necesi­dades del estado. Y para colmo, la huida del banquero Simón Freire, que se lleva los dineros que guardaba de lo recaudado por el alcalaíno, lo ~one, en 1597, entre rejas en la populosa y atibo­rrada cárcel sevillana, a un paso de la calle de las Sierpes.

La novela urbana, que le ocupa estos años, debe en buena parte su nacimien to a la azarosa estancia de Cervantes en la capital andaluza. Las Novelas ejemplares -ese muestrario sorprendente y variado e textos, que hubiera bastado para dar a su autor la pri­mací en el arte de la novela moderna- se van redactando, en gran me~l a, entre los sobresaltos de las comisiones, los trapicheos mer­cantiles para ir pasando, las tertulias sevillanas con algunos escri­tores -pocos, desde luego- de la ciudad, y las noticias de la fami­lia, una familia siempre problemática. Pero sobre todo escribe estas novelas con el contacto caliente de la calle muy presente, zambu­llido sin miramientos en la vida de la bulliciosa Sevilla, o con el recuerdo de toda aquella experiencia cuando ya está lejos de esas tierras.

A principios del siglo XVII Cervantes ha dejado Andalucía y vivirá ya desde entonces y hasta su muerte primero en Valladolid y finalmente en Madrid. Pero poco antes, en 1599, cuando todavía reside a las orillas del Guadalquivir, aparece la Primera parte de

Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. La obra va a marcar una nueva era en la literatura española, y universal. Mateo Alemán está abriendo, definitivamente, el camino de la novela realista moderna. Ni que decir tiene que los lectores más conspicuos, los más y mejor preparados se dan cuenta del alcance que va a tener esta obra, y la leen con sumo interés, prontos para la crítica pero también muy dispuestos para sacarle el mejor partido posible y seguir los pasos marcados por el escritor sevillano. Y, sobre todo, aprovecharse de

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

Mateo Alemán había encontrado la clave de la novela moderna .. .

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Pedro M. Piñero RamÍrez

sus logros -y Cervantes será el primero- , pues Alemán ha hecho aflorar un gran público que estaba oculto para la literatura. Ha descubierto la gran mayoría de lectores.

Alemán ensaya una nueva manera de escritura, una diferente comunicación con el lector, un modo distinto de establecer la rela­ción entre realidad y ficción . Y lo hacía desde la soledad o, mejor dicho, desde la reducida minoría -sin duda marginada- del grupo del que formaba parte. De entrada, era un gran desconocido, no contaba para nada en el mundo de la li teratura, que regentaban otros, desde una orilla diferente cuando no opuesta. Ahora bien, estaba «bien pertrechado -escribe Márquez Villanueva- con un sentido racionalista de la moral política, conforme a las preocupa­ciones que en España y fuera de ella giraban alrededor de la emblemática» l.

Lo cierto es que la obra fue -a la vista están los datos- un éxito editorial de primera magnitud . De la noche a la mañana, Alemán, hasta entonces igno ado escritor, se había hecho con el

gran público lector en la histOrIa editorial española, publicando una obra que podía contentar a unos y a otros, al «discreto lector» lo mismo que al «enemlg vulgo ». «Mal año para Lazarillo de Tormes y para todos c a tos de aquel género se han escrito o escri­bieren», diría años má15 tarde Ginés de Pasamonte, en cierto modo el álter ego de Guzmán creado con toda la zumba del mundo por Cervantes (Quijote 1, 12) .

Entre burlas, ironías y guiños, se ponían de manifiesto verda­des inconte~ta les de un éxito sorprendente. Éxito sorprendente, sí, y también envidiable y envidiado -puntualiza Francisco Rico. Alem n ha ía encontrado, como digo, la clave de la novela moder­na, y s' no la había logrado en su plenitud había marcado el cami­no para ello. Faltaba por desnudar la conseja del, a veces , pesado ropaj e del consejo, pero la historia que se contaba, el soporte narra­tivo de las reflexion es, era de tal calibre y de tan manifiesta cerca­nía para el lector, que este se entregó con avidez a devorar sus pági­nas buscando el entretenimiento que la autobiografía del pícaro le

proporcionaba. Había pretendido Alemán, y lo había logrado, presentada his­

toria de un hombre integral, su retrato completo, acentuando, sin duda, la pintura de la imperfección humana, pero con la intención -dec ía él mi smo- de provocar' en el lector el rechazo del vicio, la

I Francisco Márquez Villanueva. «Sobre el lanzamiento y recepción del Guzmán de Alfarache», Hommage a Maxime Chevalier. Bulletin Hispaniqtte . 92. 1 (1990). pp. 549-577 (pp. 554-55). Para lo que estoy exponiendo véase mi trabajo .. La publicación del Guzmán de Alfarache (Madrid , 1599) y la invención de la novela modern a» . en Atalayas del Gvzmán de Alfarache (Seminario internacional sobre Mateo Alemán. IV Centenario de la publicac ión de Gu.zmán de Alfarache. 1599-1999). ed. Pedro M. Piñero Ram(rez. Sevill,!l . Un ivers idad de Sevilla y Diputación de Sevilla, 2002. pp. 13-26. I o:· <:< .:.

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Cervantes no fue reconocido nunca por sus contemporáneos, ni en muchos años después de su muerte ...

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huida de la maldad, de toda la maldad de que es capaz el hombre. El acierto estaba, sobre todo -en palabras del mismo Rico, en línea con otros destacados alemanistas-, en que aquella "poética histo­ria" se presen taba

como ficción, pero, al revés que las ficciones al uso (y aun quizá contra la propia naturaleza de la ficción), construi­da de acuerdo con los mismos cánones de verosimilitud que todos utilizaban para bandearse en la vida diaria: un largo relato, lleno de sabrosa cotidianidad, en una prosa a menudo vecina a la conversación, que mantenía al lector prendido, divertido y a ratos turbado con la intimidad y las peripecias de un personaje probable y sin embargo fasci­nante2

Cervantes fue muy crítico con la obra de Alemán, y en varios lugares de sus libros se Il)anifiesta en este sentido, como hizo en las páginas de esa joya qu es)el Coloquio de los perros:!. Pero lo cierto es que aprendió, y muc o, de los aciertos y de las propuestas nue­vas del escritor sevill ' no, con el que comparte no pocas situaciones en el duro vivir ~ . ario y más de una analogía en su trayectoria de escritor. Dos pe sonalidades tan distintas en muchos aspectos que sin embargo le an con harta frecuencia caminos paralelos.

A los hl toriadores de hoy llama la atención lo poco que se sabe de la ida del autor del Quijote. En la memoria de sus con­temg [ neos apenas si dejó huellas, y los documentos qu~ nos han llegado son escandalosamente escasos, en comparación con los que e 1 s han conservado de otros muchos escritores de muy segunda ila, por no hablar de los de primerísima línea como Lope de Vega,

del que se puede seguir el día a día de su existencia, tal es la can­tidad de papeles que nos dejó. Desde la perspectiva de hoy, da la impresión de que su obra no fue entendida por los lectores de aque­lla época, ni por los lectores ni por los compañeros de oficio. Cervantes no fue reconocido nunca por sus contemporáneos, ni en muchos años después de su muerte. Empezó a valorarse tarde y, para colmo, fuera de España.

Las cosas están claras: los referentes de escritores de la época fueron Lope, Quevedo, Tirso, Gracián, Calderón. Miguel de Cervantes estaba muy lejos de ellos, como si perteneciera a otro

2 Francisco Rico, "Don Quijote, Madrid, 1604, en prensa", Bulletin Hispanique. 101 , n° 2 (1999), pp. 415-434 (p. 416). Me sirvo del trabajo de Rico para la expo­sición que hago del éxito del Guzmán. 3 Véase F. Márquez Villanueva, Trabajos y días cervantinos, Alcalá de Henares. Centro de Estudios Cervantinos, 1995, cap. VII. "La interacción Alemán­Cervantes", pp. 240-297. Además, el trabajo de Antonio Rey Hazas. «El Guzmán de Alfarache y las innovaciones de Cervantes », en P. M. Pi ñero. ed .. Atalayas del Gvzmán. cit.. pp. 177-217.

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Cervantes se convierte en un heterodoxo, rompedor del sistema establecido; se rebela ... contra la poética oficiaL . . muy lejos del academicismo postridentino de la época

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mundo literario. Y así era. Estos contemporáneos - y a su zaga, toda una legión de escritores- son los que verdaderamente hacen la escritura que está de moda. Es la literatura seria, la considerada cal)ónica. Es cierto que en muchos casos la mejoran, que en más de una obra de aquellos años la imitatio se ve reforzada por la inven­tia, pues no en balde la época se denomina Siglo de Oro; pero no se salen de los gustos de entonces . Escriben, dentro de los cánones consabidos, una literatura esperada, como Dios manda. Recorren una y otra vez los géneros consagrados: la épica culta, el drama, la comedia española, la bucólica al modo italiano, todo dentro de un marco correcto, ortodoxo,Jiterario. El mundo de lo imaginario no es que esté lejos de lo cotidiano, sino que se opone a las vidas diari as, grises, sin relieves, de los hombres de la época, de los hombres de siempre4

El canon cervantino por propia decisión, pero también reforza­do y alentado por la obra exitosa de Mateo Alemán, que había pues­to patas arriba de una vez por todas y para siempre los géneros de ficción, va por otro camino. Alemán le brindó un campo abierto a otros aires, y por él entr el escritor alcalaíno a pleno pulmón . Cervantes se convierte en un heterodoxo, rompedor del sistema establecido; se rebela -sin mayores aspavientos, pero se rebela­contra la poética oti . al que viene de lejos, de los clásicos, afian­zada en los gustos (mpuestos por el Concilio de Trento: una litera­tura para la d' versión de los cultos, los de siempre, los que saben de qué va larco) a, de los escogidos, los que manejan y entienden un lenguaje specializado, hermético, críptico para la gran mayoría; es un lenguaje solo para ellos, los iniciados. En definitiva, un juguete para entretenimiento de un puñado de sabios, según los postulados de la estética heredada de la Antigüedad clásica.

Nada de esto tiene que ver con la escritura de Cervantes , en especial la de las Novelas ejemplares y, naturalmente, la del Quijote, que se presentan al lector como obras modernas, nuevas, y quizá por ello apenas entendidas en su tiempo, y en especial por los escritores consagrados que las ven tan alejadas de su canon poéti­co. Para Miguel de Cervantes la poesía, y por extensión la literatu­ra, significa la autonomía por excelencia de la belleza para restituir la dignidad al hombre y lograr su felicidad, lejos, pero que muy lejos, del academicismo postridentino de la épocas .. Cervantes mar­cha contra corriente, y es muy consciente de ello.

El Guzmán de 1599 fue -como bien acepta una parte de la crí­tica- el chispazo que puso en marcha la existencia misma del

4 Véase Javier Blasco Pascual. Miguel de Cervantes Saavedra, regocijo de las mllsas. Valladolid. Universidad de Valladolid. 2005. pp. 11-20. . 5 Véase F. Márquez Villanueva. «Cervantes. libertador literario » y «Las bases intelectuales» . en su Cervantes en letra viva. Estudios sobre la vida J' la obra. Barcelona. Reverso Ed iciones. 2005. pp. 23 -73.

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.. .las charlas de caballero y escudero ... en más de una ocasión ... son más jugosas que la

propia aventura

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... el diálogo llega a ser uno de los logros más señalados del Quijote

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Quijote. Con la mirada puesta 'en la obra de Alemán, Cervantes adquirió plena conciencia de su propia valía literaria, y vio con absoluta claridad por dónde debía ir su creación, en un momento en que los caminos que hahía tomarlo -los libros de pastores y el tea­tro de configuración anterior a la comedia lopesca- no lo conducí­an a ningún lugar. La Primera parte del Guzmán lo sacó de un calle­jón sin futuro y lo colocó en un lugar de privilegio para tomar la salida en la creación de la novela realista moderna, que debía basarse en la manifiesta cercanía de la historia narrada, la verosi­militud incuestionable de esta historia y la escritura en una prosa adecuada a los protagonista,s, elevando el estilo cotidiano, humilde, a un plano literario. El decoro de esta nueva literatura exigía que sus personajes hablaran la lengua del día a día. Los personajes y el narrador.

Estos son los elementos fundamentales que soportan la confi­guración del nuevo género según estaban desarrollados en la obra de Alemán, y que suponen un n evo canon literario, abiertamente heterodoxo con el que regía la escritura de la época. A Cervantes, además, le ofrecía, aunqu H contrario, otros aspectos clave que aportará a la creación del n evo género, definitivamente pergeñado en su obra.

De la lectura c í . ca e iluminadora del Guzmán, Cervantes sacó también -como digo- otras conclusiones que puso en práctica. Había que aba onar la narración autobiográfica, que conducía, de manera inev'table, a la exposición con predominio absoluto de un solo punt de vista, el del protagonista narrador. Para romper con este condic ' onante, sus narraciones huyen del autobiografismo, que, en ~o o caso, se combate con la estructura dialogística de la novela. Y el diálogo -es bien sabido- llega a ser uno de los logros más señalados del Quijote, alcanzando la plenitud de su desarrollo en las páginas del de 1615. El placer por la conversación, la frui­ción por la tertulia sin fin que llena los días de un pueblo manche­go de entonces -aquellos primeros siete capítulos deliciosos del Quijote [J, en los que lo único que se hace es hablar-, las charlas de caballero y escudero antes y, sobre todo, después de cada aven­tura o acontecimiento que comentan con diferentes puntos de vista, hasta tal manera que en más de una ocasión los comentarios son más jugosos que la propia aventura. Porque, naturalmente, el diá­logo favorece, al menos, dos opiniones diferentes. De este modo la novela moderna -tal como la concibió Cervantes- descubre al lec­tor la rica variedad de las perspectivas multiplicadas, que mani­fiestan unos y otros, ilustrando al lector para que desconfíe de las verdades absolutas, y en las páginas de la novela el mundo se llena de una vari edad de pareceres enriquecedora y liberadora.

Además , Cervantes combatió también el sentido tiránico de la autobiografía del Guzmán con la creación de numerosas parejas de

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

.. . una verdadera poética de la libertad artística, abierta y tolerante ...

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personajes: Don Quijote y Sancho, Gris6stomo y Ambrosio, Cipi6n y Berganza, Rinconete y Cortadillo, Campuzano y Peralta, y un largo etcétera, que, frente a la soledad del pícaro, logran el que­branto del riguroso perspectivismo esencial a la picaresca, tal como la crea Alemán, tan contrario a la multiplicaci6n de los puntos de vista de la novela concebida por Cervantes. De este modo, frente a la estética novelesca dogmátiGa y cerrada de la Atalaya, la obra cervantina opone la suya, claramente contraria, una verdadera poé­tica de la libertad artística, abierta y tolerante, propiciada por el cruce continuo de pareceres diferentes.

A diferencia del determinismo que fatalmente condiciona al pícaro, que arrastra una prehistoria de la que no puede zafarse, Don Quijote con absoluta libertad escoge lo que quiere ser. Él decide, para asombro de todos, ser caballero andante, contra corriente y sin el peso de la herencia familiar; y lo es sin más en un ejercicio ele voluntad incuestionable. Este principio de libertad singulariza a los personajes cervantinos, los coloca en una tesitura nueva, la de su propio hacerse, que va a desarrollar la novela moderna. Cada uno es hijo de sus obras, y Don Quijote, libre de ataduras de antece­dentes familiares y co,ndicionamientos previos que determinen su vida, la puede forjar en libertad. Es este un principio intocable de la nueva literaN a que Cervantes está inaugurando, superando con mucho la estela del escritor sevillano.

Así pues, ante la sorpresa del lector el protagonista, en el comienzo de la obra, no se presenta ni glorificado por su ascenden­cia - coffiÓ Amadís de Gaula, o cualquier otro héroe de la caballe­ría medieval- ni encenagado -como Guzmán, o como Lázaro-, sino

01 mediocrizad06: un modesto hidalgo de aldea, con cincuenta

afios a cuestas, que vivía de manera muy austera, con un patrimo­nio insignificante y en un enmarque familiar mínimo y an6nimo. Por no tener no tenía ni el nombre bien definido. Pero el personaje -el hombre- hasta de la propia medianía gris, burguesa o rural, se puede alzar a pulso, por su propia decisi6n consciente y volunta­riosa, hasta alcanzar las cimas del heroísmo espiritual, para llevar a cabo un limpio ideal 'de conducta que será, desde ese momento, norte de su existencia:

No quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pen­samiento -se cuenta en los preámbulos de su primera sali­da-, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, según eran los agravios que pen­saba . deshacer, tuertos ' que enderezar, sinrazones que

6 Véase Juan Bautista Avalle-Arce, «Tres comienzos de novela (Cervantes y la tra­dici6n literaria. Segunda Perspectiva»>, en Nuevos deslindes cervantinos. Barcelona, Ariel, 1975, pp, 215-243.

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... para Cervantes la libertad de los personajes -del hombre- es innegociable

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enmendar y abusos que mejorar y deudas que satisfacer. (Quijote 1, 2)

Es evidente -como han señalado Avalle-Arce y otros estudio­sos- que para Cervantes la libertad de los personajes - del hombre­es innegociable. En su escritura reacciona contra la cuadrícula de la tradición literaria que encasilla a los protagonistas según para­digmas establecidos. Ante estos encorsetamientos se ha lanzado, sin titubeo alguno, por el camino de la libertad, dejando a Don Quijote que tome sus propias decisiones y se convierta en modelo ejemplar de la más ahincada, aspiración del hombre: la aspiración a ser libre en la elección de su forma de ser incluso dentro del marco impuesto por el destino o las circunstancias.

De este modo quedaba muy clara la libre voluntad del escritor de romper con las rígidas normas de la creación artística de su tiempo, que giraba alrededor de la fuerza gravitatoria de la tradi ­ción constriñendo y limitand,o iránicamente la libertad creadora. Desde el pórtico de su obra a Cervantes no le tiembla el pulso para no hacer caso a los dict le es de la tradición dominadora y crear una realidad literaria de novedad radical, al tiempo que proclama la libertad del artista al colocar el querer del escritor por encima

del deber de los Gá\ones 7•

De manera e Cervantes no solo rompe con el canon de la lite­ratura de sus G.on emporáneos, sino que también con algunos ele­mentos es ciales de un canon más moderno, más novedoso, el de Mateo J\lemán, que le ha servido de lanzadera para encontrar el camino e su escritura, el de la novela realista moderna. Aquí está, a n estro entender, la esencia de su valiente heterodoxia frente a lo estaolecido y sólidamente fijado por los escritores que son la refe­rencia de su tiempo aceptada -aclamada- por la inmensa mayoría.

Cervantes se independizó del neoaristotelismo y de «las hipo­tecas artúricas que pesaban sobre el género caballeresco», lo mismo que vació de consejo toda la narrativa practicada por Alemán en el Guzmán. Como escribe el profesor Márquez Villanueva, con una fina ironía -sin más ruidos y sin alardes exce­sivos de rebeldía- se distanció de los escarceos académicos en que debatían los teóricos y los escritores de España e Italia.

Frente a tanto dómine y frente a tantos pedantes de ambas penínsulas, Cervantes daba a cuerpo limpio su voto por la ficción pura, integral y sin hojas de parra. Por eso, y en vez de un diluvio de octavas reales sobre Lepanto [como había hecho Lope de Vega en su Jerusalén conquistada,

7 Cfr. ibidem. pp. 234-237.

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Cervantes frente al canon ortodoxo REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

... rompe el lector único, selecto y culto, al que iban dirigidas las obras del canon ortodoxo. : .

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1609] o sobre cualquier otro mito oficial o religioso, puso en nuestras manos el heroísmo ideal de don Quijote y los sabrosos donaires de Sancho, la lucha contra la naturale­za del celoso Carrizales y esa máxima estilización o espi­ritualización narrativa con que hace discurrir a los perros de Mahúdes en la noche febril del hospital de la resurrec­ción de ValladolidH

Esa libertad, clave de su heterodoxia, se extiende, como no podía ser de otra manera, a los lectores. El prólogo del Quijote de 1605 es una pieza que no tiene desperdicio para lo que aquí estamos expo­niendo. Un texto rompedor, con la verdad del yo del autor por delan­te pero cubierta con un fino velo de ironía -tan cervantina-que no es suficiente para ocultaciones de ningún tipo a los ojos del lector pers­picaz. Pocos textos hay -sobre todo en aquella época- que sean más fieles a las normas de un género archiestablecido como los prólogos, y Cervantes, guardando (en apariencias) las formas que la retórica ha establecido con tanta rigidez para estos escritos preliminares, acaba reventando el sistema. Y lo expresa con toda la claridad del mundo: «no quiero irme con 1 corriente del uso».

De entrada lace un guiño al lector, con el que quiere estable­cer una relaci n de complicidad, y para ello comienza llamándolo «desocupado ector», esto es 'lector ocioso' y también 'suave', pero sobre todo 'lector libre'. Libertad que volverá a poner sobre la mesa unos párra os más abajo, recordándole que «tienes tu alma en tu cue~ y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donue eres señor della, como el rey de sus alcabalas [ ... ] todo lo

ual e esenta y hace libre de todo respecto y obligación». De la nueva retórica que el «amigo de Cervantes» le ofrece

para componer su escrito de presentación y que remarca la novedad de un canon heterodoxo, quisiera destacar dos o tres puntos por no alargar demasiado este ensayo.

El reconocimiento de una variedad de lectores de muy distin­tos niveles, que rompe el lector único, selecto y culto, al que iban dirigidas las obras del canon ortodoxo. Su «amigo» aconseja a nuestro autor: «Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la des­precie, ni el prudente deje de alabarla», y esta galería variopinta de lectores aparece más de una vez en las páginas de las obras cer­vantinas.

La referencia en el prólogo a la lengua de esta nueva escritura es fundamental. Ya se ha dicho que Alemán había usado en la historia del p{caro «una prosa a menudo vecina a la conversación». Cervantes lleva

8 F. Márquez Villanueva, Ceroantes en letra viva, cit., pp. 27-28.

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... en sus páginas la lengua cotidiana se eleva a lengua literaria de primer orden ...

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este proyecto a su máxima realización: la lengua base del Quijote es una muestra inagotable del empleo de la lengua común, del bien entendido «escribo como hablo», que supuso un giro definitivo y determinante para la fijación de la lengua de la novela realista moderna, y del uso del espa­ñol en general. En sus páginas la lengua cotidiana se ele~a a lengua lite­raria de primer orden. La prosa cervantina adquiere una fluidez de tal calibre que comunica con cualquier lector, democratiza -¿es aquí váli­do el término?-la novela dejando partido en dos el canon literario de la época, a favor incontestable de la literatura para la mayoría.

A Cervantes le aconseja su «amigo»: «procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo, pintando en todo lo que alcanzáre­des y fuere posible vuestra intención, dando a entender vuestros con­ceptos sin intrincarlos y oscurecerlos». Tan a pecho se tomó Cervantes la recomendación, que no nos cabe hoy duda de que la verosimilitud del Quijote se sustenta, fundamentalmente, en la prosa con que está escrita la novela, tanto o más que en lo que en sus páginas se cuenta. El triunfo que consiguió Alemán, primero, y luego -muy por encima de él- Cervantes se sostiene, sin lugar a duda, en la lengua en que están escritos estos libros Cuestionando de paso -no es necesario insistir mucho en ello- las obras que seguían el canon establecido -numerosas y, a b en seguro, excelentes muchas de ellas en tantos aspectos- a un campo reducido de lectores, una minoría preparada para su lectura aifícil y en muchos casos casi hermética.

En este ~epaso, a vuela pluma, de los elementos que singulari­zan la 1 or e Cervantes en la creación de la novela y de cómo se construy el canon del gran género de la literatura moderna, me inte esa detenerme en un aspecto fundamental: la risa. No siempre la crítica ha resaltado, con suficiente atención y hasta sus últimas consecuencias, el valor de la risa en el Quijote en especial, y en el resto de la obra cervantina en general. A pesar de que el autor insistiera en ello, una y otra vez, hasta el cansancio.

Lo dejó claramente dicho en el prólogo del Quijote de 1605, y lo hemos ya recordado párrafos más arriba: su «amigo» le había recomendado «Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente». Cervantes, fiel a este amigo -fiel a sí mismo- aprobó por buenas estas razones. De manera que la risa es el gran motor que pone en marcha la escri­tura del Quijote. No debe caber la menor duda de esto, y cada vez que viene a cuento lo recuerda. Escribe en el Viaje del Parnaso:

Yo he dado en Don Quijote pasatiempo al pecho melancólico y mohino en cualquiera razón, en todo tiemp09.

9 Cito por la ed. de Vicente Gaos, Poes{as completas, 1 Viaje del Parnaso, Madrid, Castalia, 1974, cap. iv, vv. 22-24.

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~ .. Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós regocijados amigos, que yo me voy muriendo y desearos veros presto contentos en la otra vida ...

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La parodia es uno de los dispositivos más eficaces para pOSICIonarse en una actitud heterodoxa frente a lo establecido

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Anthony Close, en una obra de todo punto imprescindible para esta cuestión, analiza el famoso prólogo al Persiles, un texto -como es bien sabido- escrito días antes de su muerte, que Cervantes pre­sentía ya muy cercana, Y" sin embargo lleno de humor. Nuestro escritor con dos amigos regresa de Esquivias a Madrid, y un estu­diante se les une al grupo. Cuando este descubre que uno de los tres viajeros es el gran escritor alcalaíno, el muchacho se tira del burro en el que cabalga y agarra afectuosamente la mano izquierda, que quedó inutilizada en Lepanto, y exclama: «¡Sí, sí; este es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, fin almente, el regocijo de las Musas! ». Es como si Cervantes, por boca del estu­diante, estuviera escribiendo su epitafio.

A tan caluroso saludo y sorprendente reconocimiento, Cervantes responde dándole un cordial abrazo; y en el transcurso del camino le cuenta que se encuentra en fase terminal de su enfer­medad de hidropesía, que días después lo llevará a la sepultura. Despedido el estudiante con otro amistoso abrazo al llegar a Madrid , Cervantes concluye el conmovedor prólogo con este final asombroso: «Adiós, gr 9 as; adiós, donaires; adiós , regocij ados amigos, que yo me voy mu'ríendo y deseando veros presto contentos en la otra vida» . «La significativa conjunción de la vida con la risa y la amistad -com nta el hispanista británico- sugiere que estas eran las dos cosas que Cervantes más valoraba»lO.

Pues bien,.Jla a conseguir que este concepto de lo cómico que pone la risa primer plano de las intenciones y los objetivos de la escritura-- cer antina, mirando sobre todo a «dar pasatiempo al pecho melancóli co y mohino», el autor echa mano de algunos ele­men tos que contribuyen sólidamente a formar el canon de este nuevo género que se levanta por encima de la obra de sus contem­poráneos en clara disidencia. En los recursos de la comicidad encuentra nuestro autor los medios para cuestionar determinados estereotipos seguidos mecánicamente por más de un escritor de su época, y en definitiva para enterrar modelos ya viejos cuando no

trasnochados. La parodia es uno de los dispositivos más eficaces para posi­

cionarse en una actitud heterodoxa frente a lo establecido. Los ejemplos son fáciles de encontrar en las páginas del Quijote, y me voy a detener en uno de excepcional importancia que afecta nada menos que a Dulcinea del Toboso. La parodia de la dama creada con

lfI Anthony Close ha insistido en no pocos trabaj os publicados a lo largo de las últimas décadas del siglo XX en el valor de lo cómico en la obra de nuestro escri­tor. estudios que se cierran con un libro definitivo sobre el asunto que. en su ver­s ión española realizada por Leticia Igles ias y Carlos Conde. se titula Cervantes y la mentalidad c6mica de stL tiempo . Alcalá de Henares. Centro de Estud ios Cervantinos . 2007. Para lo aqu í expuesto véase en especial pp . 40-42. Es tam­bién de obligada consulta para este asunto, el es tudio de F. Márquez Villanueva «Las bases intelectuales», en Cervantes en letra viva , cit. , pp. 48-73.

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tanto mimo y notable acierto por Don Quijote comienza bien pronto en el desarrollo de la historia del caballero manchego. Esta parodia se va fraguando a medida que avanza la novela, con momentos determinantes y etapas significativas. Punto de partida -a mi enten­der- es el retrato que, por atender a la petición del caballero Vivaldo, un socarrón de más de la marca, Don Quijote hace de ella con los elementos esenciales del modelo consagrado de la belleza de la dama tal como la concibe la poesía del momento:

Su nombre es Dulcinea; su patria el Toboso, un lugar de la Mancha; su calidad por lo menos ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía; su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los impo­sibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente cam­pos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, ala­bastro su cuelto,., mármol sus pecho, marfil sus manos, su blancura n ' e, y las partes que a la vista humana encu­brió la hone tidad son tales, según yo pienso y enti endo, que solo la discreta consideración puede encarecerlas, y no cOl pararlas. (Quijote 1, 13)

Ante el retrato que, siguiendo con todo rigor el código estable­cido p r Id poesía al uso, el enamorado caballero ha hecho de Dulc'n{ , la sonrisa de Vivaldo y su compañero de viaje se refleja en s rostros, lo mismo que se acrecienta la risa en el desocupado ecto de la obra. A partir de es te momento, la parodia de la dama

va creciendo, sobre todo en manos de Sancho. El escudero será, con sus mentiras atrevidas e invenciones grotescas, el que abre las puertas para el «encantamiento» de Dulcinea de consecuencias imprevisibles para la historia y tremendas para el ánimo del adolo­rido caballero. Sancho volverá a retorcer ya groseramente ese códi­go fijado por la poesía cuando da cuenta a su señor, que está emboscado a las afueras del Toboso, de que ha visto a Dulcinea con otras dos doncellas -tan rústicas mozas como ella- y que deben salir a su encuentro. Dice Sancho:

Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos; los cabellos, sueltos por las espaldas, que son otros tantos rayos del sol que andan jugando con el viento; y, sobre todo, vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas, que no hay más que ver. (Quijote 11, 10)

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El Quijote ... está basado en la intertextualidad, sometida las más de las veces a una parodia compleja y mantenida de la que brota la risa del lector

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Desde aquella dolorosa y desconcertante visión de Dulcinea encantada una melancolía sin alivio invade al caballero que no des-

J cansará en su afán de lograr desencantarla. Y para ello se encami­na a la Cueva de Montesinos con el proyecto de bajar a su sima para hacerse con la verdad y rescatar de sus estancias de ultratumba a la dama de sus sueños, en una imitación paródica del descensus ad inferos de tanto prestigio en el mundo clásico.

En efecto, allí se la muestra Montesinos: Dulcinea y sus rústi ­cas compañeras siguen la misma estela de la procesión presidida por Belerma, sumándose a la galería de sombras que deambulan por los pasajes elíseos, como respuesta distorsionadora del mito de la Edad de Oro, que Don Quijote expuso ante los atentos cabreros en el capítulo 11 del primer Quijote . Todos están encantados, todos se han incorporado al pasado, todos muertos.

[Montesinos le] mostró tres labradoras -cuenta Don Quijote a Sancho y al primo- que por aquellos amenísi­mos campos iban saltando y brincando como cabras , y apenas las hube . s.t , cuando conocí ser la una la sin par Dulcinea del To so, y las otras dos aquellas mismas labradoras qú venían con ella, que hallamos a la salida del Toboso ~ . . . ] Habléla, pero no me respondió palabra, an tes me v Jvió las espaldas y se fue huyendo con tanta priesa, q e no la alcanzara una jara. Quise seguirla, y lo hici ¡: si no me aconsejara Montesinos que no me cansa-

e, e ello, porque sería en balde. (Quijote /1, 23)

J;:n buena parte la escena es una réplica paródica de la visión que Eneas tuvo, entre el Aqueronte y el Tártaro camino de las maravillas de los campos elíseos, de la sombra de la fenicia Dido, que se oculta del héroe virgiliano en la densa floresta de un bosque umbroso, según se narra en La Eneida, (VI, vv. 449-476) .

Para algunos de los primeros lectores las fuentes del episodio resultarían conocidas. Es imprescindible que se perciba con nitidez la imitación sobre la que se levanta el pasaje, porque sin esta premisa la parodia quedaría muy debilitada. La sorpresa y la novedad, para este lector consciente, están en el humor desbaratador de los géneros clási­cos y establecidos de que se surte el episodio parodiado; el humor des­monta los códigos que establecen las normas de la literatura ortodoxa de la época. Es el genio cómico de Cervantes, maestro inconmensura­ble en el manejo de la escritura paródica, el que consigue poner en cuestión el canon literario que rige entonces. El Quijote, y este episodio es cifra paradigmática de ello, está basado en la intertextualidad, some­tida las más de las veces a una parodia compleja y mantenida de la que brota la risa del lector, y con la que se rompe el sistema establecido en

un ejercicio de marcado signo heterodoxo.

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Tal y como se presenta Dulcinea en su antipática rusticidad, con sus dos rudas y grotescas compañeras, y vendiendo su faldellín por seis reales -y ya se sabe que el faldellín es una prenda íntima de la mujer de entonces- personaliza la parodia, sin paliativos, del petrarquismo triunfante en la poesía del siglo XVI. Convertida en los sueños míticos del caballero manchego en «la dama platónico­cortesana por excelencia, en el objeto soñado, idealmente perfecto, del amor imposible» 11, queda destrozada por la lograda parodia cer­vantina de una comicidad llevada a los límites más extremos. Dulcinea, la más gloriosa, sin duda alguna, de las creaciones artís­ticas de Don Quijote en su proyecto de vivir según parámetros dic­tados por el arte y la literatura, que había habitado por largo tiem­po encerrada en la mente del caballero dibujada siempre, a su anto­jo y en un acto voluntariamente artístico, con los atributos y las cualidades supremos de la dama ideal, ahora, en esta visión de la estancia maravillosa de la cueva, se le ha escapado definitivamen­te de su área de influencias l2

• El lector no puede engañarse: asiste, en compañía del perplejo on Quijote, a la quiebra irreversible del ideal amoroso del Sig o de Oro. Se ha firmado la definitiva desmi­tificación del mundo de la literatura caballeresca y se ha puesto en severa cuestió e canon que regía la literatura l3

Fue la de ervantes una heterodoxia sin mucho ruido, pero una heterodoxia una proyección inconmensurable, preñada de futu­ro, necesaria e inevitable para la creación de la novela realista modern' , 1 género por excelencia, desde entonces, de la literatura unive sa . La meditada lectura del Guzmán le sirvió de acicate para rebelarse con decisión firme contra el código literario imperante en sll'-época, y de esa rebeldía rompedora nació la novela.

11 Edward C. Riley. Introducci6n al «Quijote». Barcelona. Crítica. 1990. p. 54. 12 lean Canavaggio, «Don Quijote baja a los abismos infernales: la cueva de Montesinos ». en Pedro M. Piñero Ramfrez. ed .• «Descensos ad in/eros ». La aven­tura de ultratumba de los héroes (de Homero a Goethe). Sevilla. Universidad de Sevilla. 1995. pp. 155-174 (p. 172). " Trato por extenso el episodio de la Cueva de Montes inos (Quijote n. 22-23) en mi trabajo «La bajada de don Quijote a los infiernos: los lfmites de su aventura caballeresca». en Rogelio Reyes Cano. ed .. Don Quijote en el reino de lafantasCa. Realidad y ficci6n en el universo mental y biográfico de Cervantes. Sevilla. Fundación Focus-Abengoa. 2004. pp. 167-197.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina

1

DAVID BECRERRA MAYOR

Universidad Aut6noma de Madrid

En 1605, año de la publicación de la primera parte de El Quijote de Cervantes, aparece, según una voz tan autorizada en la materia como la del hispanista francés Marcel Bataillon, "uno de los libros más difíciles del Siglo de Oro y una creación fuera de serie en el sector llamado de la novela picaresca "l. N os estamos refiriendo, claro está, a la no ela del médico toledano Francisco López de Úbeda titulada 'Libro de entretenimiento de la pecara justina. No obstante, y fre e a esta suerte de comentario, ha per-

durado "la obstinación de ver en ese libro una obra provinciana, marginal, arcaizante, asada de moda antes de nacer"2. Un descré­dito que asimismo contribuyó a fomentar el propio Cervantes, que

en su Viaje de( Parnaso "presenta al autor de La pecara justina

como uno e os adalides de los invasores del Parnaso y parece que lo sitúa) ntre los sátiros que divierten y adulan a los podero­SOS"3. Dl e,n así los versos de Cervantes:

ljaldeando venía y trasudando

el autor de La Pícara justina,

capellán lego del contrario bando;

y cual si fuera de una culebrina,

dispar6 de sus manos su librazo,

que fue de nuestro campo la rüina (Cap. VII, vv. 220-225)

Observamos que "el autor de La Pecara justina", que en los versos cervantinos aparece señalado pero no nombrado, es pre­sentado con aspecto clerical, muy lejos, probablemente, de la imagen que debiera proyectar el médico toledano. Esta caracteri­zación sirvió para arrebatarle a López de Úbeda la autoría de su obra y atribuírsela al joven fraile dominico leonés, fray Andrés Pérez. Uno de los argumentos que esgrimieron quienes asegura­ban que la obra pertenecía al joven fraile es el conocimiento que

1 Maree! Bataillon, P(caras y picaresca. La p(cara justina. Madrid, Taurus, 1982,

p.104. 2 ¡bid., p. 47. 3 ¡bid., p. 103.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

La pícara Justina es una novela no sólo difícil, como quería Bataillon, . -SIno oscura,

plagada de interrogantes, de claves enigmáticas, de problemas narrativos y de interpretación

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de la ciudad de León demuestra el autor de La pecara Justina en algunas de sus páginas centrales. No obstante, y como se encarga de clarificar de nuevo Bataillon, la respuesta que verifica a López de Úbeda como autor de la novela se encuentra, precisamente, en su condición de adulador y de personaje siempre apegado a los pode­rosos, como así quedó retratado por el mismo Cervantes. Porque en febrero de 1602 López de Úbeda se desplaza, acompañando a la comitiva real, hasta la ciudad de León con motivo de la prerrogati­va de los Reyes de Castilla y de León de poseer una canonjía en la Catedral de la ciudad; y, según parece, de esta visita el médico tole­dano no extrajo una visión demasiado positiva ni de la ciudad ni de las costumbres de sus habitantes. La descripción burlesca de León que se ofrece en la novela, por lo tanto, "no se debe a una antigua y filial familiaridad con la venerable ciudad", como habría de haber mostrado Fray Andrés Pérez, "sino que es fruto de una experiencia reciente, turística (que diríamos hoy) y totalmente irrespetuosa" ~.

La pecara Justina fl una novela no sólo difícil, como quería Bataillon, sino oscura" plagada de interrogantes, de claves enigmá­ticas, de problemas J1m;rativos y de interpretación. Una novela cuya complejidad radica, Hásicamente, en una double entendre que pro­vocaría carcaja s a sus lectores contemporáneos, que asociarían de inmediato la referencias a pasajes y personajes coetáneos, pero que cuyo sen 'do nosotros -desgajados de su contemporaneidad­no pode os aprehender en su totalidad. Y aunque Bataillon, en su magnulC ensayo ya citado, desenmascaró algunas de esas referen­cias encubiertas, todavía hoy resulta difícil hallar cada uno de los refe..rentes que la novela oculta. Es, de igual modo, una novela extraña, peculiar, que no termina de encajar en el celebrado géne­r¿ hispano de la novela picaresca, pues como coinciden los autores de la Historia social de la literatura española no es más que "una imitación superficial de la obra de Alemán [Guzmán de Aifarache]; su técnica narrativa autobiográfica -esencial en el significado de la picaresca- es, como ha llegado a decirse, un absurdo postizo" ;;. De este modo lo apuntó Francisco Rico:

... en La pícara justina la autobiograffa es un absurdo pos­

tizo: ni surge necesariamente de los demás factores del libro

(carácter, trama, intención ... ), ni les añade ningún sentido; no

pasa (con un giro acreditado) de forma vacfaó•

4 ¡bid .. p. 105. 5 Julio Rodrfguez Puértolas. Carlos Blanco Aguinaga. Iris M. Zavala. Historia social de la literatura española (en castellano). Madrid. Akal. 2000. vol. 1. p. 395. 6 Francisco Rico. La novela picaresca y el punto de vista. Barcelona. Seix-Barral. 2000. pp. 126-127.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

51

David Becerra Mayor

y seguidamente:

... en La p(cara justina esa coincidencia de ver y escribir, pro­

fusamente avivada ante el lector, no pertenece ni a·la heroína ni

a la supuesta autora, pues nada justifica. En Justina -figura de incoherencia casi escandalosa-, los oficios de "mirona" y

"escritora" son sólo otros dos pegotes a los que incluso sin ellos

sería un desordenado hilván de retazos humanos . El común

denominador del libro es diluir el relato (y cito a la letra) en

melindres, dulces facecias, símiles, apodos, conceptillos, cuen­

tos accesorios, fábulaS', jeroglíficos, humanidades, erudición,

refranes .. . Pero ni la manera estilística ni la perspectiva -ni la

una en el papel de la otra- tienen menor relación con Justina:

son propiedad exclusiva de López de Úbeda7•

De hecho, la misma protagonista afirma que "la bondad de la

historia, no tanto consiste en óon ar la sustancia de ella, cuanto en

decir algunos accidentes, diqo acaecimientos transversales, chis­

tes, curiosidades y otras cos lS a este tono, con que se saca y ador­

na la sustancia de la histona" (Libro II, Parte III, Capítulo IV, p .

848)8. Tal vez esta sea l a causa por la cual, a diferencia de lo que

ocurre en el género picaresco, en La pícara ]ustina el autor apa­rezca y desaparezca constantemente, situándose muchas veces por

encima de s opio personaje. De este modo lo ha dicho Oltra

Tomás:

os es dado a observar en nuestro autor una tutela permanente

( sobre su personaje: las anotaciones marginales, las poesías

encabezadoras de capítulos y los números y la inserción de esos

aprovechamientos al final traen la presencia del autor en la bio­

grafía: Justina es una constante ficción9•

La voz del autor, incluso, suplanta en ocasiones a la de su cre­

ación, olvidándose de que quien habla -o debería estar hablando­

es precisamente ella: "Mas, ay, que se me olvidaba que era mujer y

me llamo Justina" (Introducción, p. 721). Pero la ambigüedad del

yo, presente a lo largo de las páginas de la novela de López de

Úbeda, lejos de considerarse un error o un problema narratológico,

es, en la opinión de Antonio Rey Hazas, un elemento buscado:

7 [bid .. p. 127. ft Todas las citas remiten a la edición de La pecara justina de Ángel Valbuena y Prat, en La novela picaresca española, Madrid, Aguilar, 1946, pp. '703-885. 9 José Miguel Oltra Tomás, La parodia como referente en La pecara justina. León. Institución Fray Bernardino de Sahagún. 1985. p.130.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

Oltra Tomás sugiere que hay que situar [la novela] en un ambiente político preciso: La oposición a Rodrigo Calderón, valido del Duque de Lerma

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La confusión, conscientemente buscada, entre autor y persona­

je es relativamente frecuente , porque no interesa en absoluto

crear un ser de auténtica calidad humana, sino un ente, hecho

a trompicones, que pergeñe sin cesar una burla tras otra lO•

Pero, dejando de lado la cuestión formal de la obra, observa­remos que no menos problemas suscita determinar el lugar polí­tico que ocupaba Francisco López de Úbeda y su novela en el entramado ideológico y social de la España de Felipe III . La tesis más extendida en la actualidad, propuesta por Marcel Bataillon, sitúa La pícara Justina en la órbita propagandística de don Rodrigo Calderón, a quien está destinada la "Dedicatoria" de la obra; la novela perseguiría enaltecer públicamente la figura de un Rodrigo Calderón que, entre 1604 a 1611, llega a sufrir hasta seis encuestas genealógicas para hacerse con el ansiado hábito de Santiago, tras un más que dudoso proceso genealógico. No obstante, y como advi rte Oltra Tomás, hay que tener en cuenta lo que sigue:

. .. difícilment puede considerarse como halago la dedicatoria

de una <6 ra que bromea constantemente sobre la genealogía,

agitan 0 renéticamente la bandera de la impureza de sangre,

b rlánaose de los afanes cortesanos y, además , de algo tan que-

ido por don Rodrigo como es la Orden de Santiago" .

l Q{Jmto, y contrariamente a lo dicho por Bataillon, y contra lo qu e infiere de la "Dedicatoria" de la novela, Oltra Tomás sugie­e que "hay que situar [la novela] en un ambiente político preciso:

la{ posición a Rodrigo Calderón, valido del duque de Lerma"'2. Sea como fuere, e independientemente del papel que represen­

tara La pícara Justina en la coyuntura histórica de los primeros años del siglo XVII, nuestro análisis pasa por observar el modo en que la novela de Francisco López de Úbeda reproduce las contra­dicciones entre dos mundos en colisión, o mejor dicho, entre dos modos de producción en lucha, a través de tres elementos clave como son la palabra, la sangre y la mudanza. La coexistencia -o la contradicción- entre los residuos ideológicos de la sociedad feudal ,

IruI vías de descomposición, y los elementos emergentes de la inci­piente sociedad burguesa van a marcar el curso de esta peculiar y original novela picaresca.

10 Antonio Rey Hazas, "La compleja faz de una pícara. Hacia una interpretación de La pecara ]ustina", Revista de literatura, nO 90 (1983), p. 9l. 11 José Miguel Oltra Tomás, Op. cit., p. 57. 12 [bid. , p. 54.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

como dice J ustina ... "en España, y aun en el mundo, no hay sino sólo dos linajes: el uno se llama tener, y el otro no tener"

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David Becerra Mayor

11

La sociedad que el género picaresco describe, y La pícara Justina no es una excepción, está dominada por unas relaciones de producción y explotación que podemos tildar, sin temor a equivocarnos ni a cometer anacronismo alguno, de capitalistas. Si en la sociedad feudal, cuyos residuos ideológicos todavía perviven en la superestructura, el categorizador social era la san­gre -la sangre determinaba el quién es quién del cuer­po social-, en la incipiente sociedad burguesa la cues­tión sanguínea va a ser desplazada por elementos emergentes como el ingenio, la virtud, el trabajo

-categorizadores, todos ellos, que tienen su correlato en el dinero. La nueva sociedad burguesa, finalmente, establecerá una división de clase radicalmente distinta a la feudal; de este modo, como dice Justina, en un tono muy similar al empleado por Sancho en El Quijote de 1615'\ "en España, y aun en el mundo, no hay sino sólo dos linajes: el uno se llama tener, y el otro no tener" (Libro 1, Capítulo 11, p. 730). E por ello que, como vamos a tratar de demostrar, Justina, en la novela, se muestra menos preocupada por su abolengo que por s"aber actuar con astucia, según la nueva lógi­ca del beneficio.

Porque, en efecto, Justina no tiene ningún inconveniente en repetir, a lo largp de la novela, que sus orígenes son poco limpios; con lo cua , po resulta complicado inferir, con Luc Torres, que "Justina es una pícara que tiene claros antecedentes semfticos"H. Ella misma se encarga de hacérnoslo saber en el primero de los cuatro 1 bros que conforman la novela, titulado "La pícara monta­ñesa". De sus páginas extraemos, a modo de ejemplo, que "de otros abuelos de parte de padre no sé otra cosa más que eran un poco más allá del monte Tabor" (Libro 1, Capítulo 11, p. 733), esto es, de Israel; mientras que "los parientes de parte de madre son cristia­nos más conocidos, que no hay niño que no se acuerde de cuando se quedaron en España por amor que tomaron a la tierra" (Ibid.), Le., judíos que se convirtieron al cristianismo para evitar sufrir la expulsión de 1492. Este alarde de origen poco limpio bien debiera suponer un desafío en aquella España obsesionada por la limpieza de sangre, anquilosada en la ideología del organicismo feudal; de

este modo lo expone Bataillon:

13 Recordemos las palabras de Sancho: "Dos linajes solo hay en el mundo. como decía una aguela mfa. que son el tener y el no tener". Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha 1/. ed. de John Jay Allen. 1998. cap. XX. p. 180. 14 Luc Torres. "Los moriscos de La p{cara lu,stina", en Isafas Lerner et al. (eds.). Actas del XIV Congreso de la Asociaci6n Internacional de Hispanistas, Delaware. Juan de la Cuesta. 2004, p. 547. .

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara Justina REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

como dice Bataillon "era natural ver una descripción satírica y barroca de ciertos aldeanos, que iba destinada a la diversión de ciertos aristócratas"

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Una de las provocaciones del libro más curiosas se encuentran

en las numerosas páginas que la pícara dedica a su "abolengo"

( ... ) A lo largo del libro aquella "montañesa" burlesca aprove­

cha todas las ocasiones que se le ofrecen para insinuar que ella

no es de limpia ascendencia, pero sin dejar de presentarse,

tranquilamente, como toda una hidalgal 5•

No es baladí, en efecto, el epíteto "montañesa" que acompaña a la pícara en la primera parte del libro. La ideología casticista de los llamados Siglos de Oro mistifica el origen montañés en relación con la pureza de sangre, entendiendo que quien es propio de dicha región se encuentra libre de sospecha de tener en la sangre mancha judía o morisca y, por consiguiente, el montañés no puede sino reci­bir trato de hidalgo, como así procede Justina. Contra esta mistifica­ción de lo montañés parece arremeter La pícara Justina, al poner en

solfa la ecuación montañesa/hidalga de la ideología del casticismo español, al confundir "e una sola persona pícara, condición más des-preciada, y montañes prestigio de la hidalguía inmemorial"16.

El mismo meca :l mo se pone en funcionamiento ante los astu­rianos. Resulta ' ñ' eresante que en la tercera parte del libro n, titu­lado "La pícara o era", se describe de forma harto jocosa a aque­llos que, para la ideología feudalizante de la reacción organicista, constituía la Guna histórica de la reconquista y el símbolo de la lim­pieza d s ngre por antonomasia. La protagonista se burla de sus vestid s/ calzado, de su entrada en escena con guadañas en los homi~os, de su forma de hablar "siempre en tonillo de pregunta", de la fealdad de sus caras, de los usos de la tierra de "Asturias [que] ha sido y será el muro de la fe" (Libro n, Parte III, Capítulo IV, p. 851) . No de forma muy distinta se refiere a su pretendiente vizcaíno del Libro IV. El hecho de que el autor de esta novela pica­resca haya elegido a asturianos y vizcaínos no es tampoco casuali­dad: el autor -o su inconsciente ideológico- parece querer desen­mascarar un sistema de categorización social en el que se pri vile­gian a ciertos individuos que carecen de ingenio, valor y virtud, pero que en el cuerpo social merecen respeto y reconocimien to de hidalguía por su ascendencia sanguínea. Como dice Bataillon, "era natural ver en aquella [ época] una descripción satírica y barroca de ciertos aldeanos, que iba destinada a la diversión de ciertos aristó­cratas "1 7. Así es, pero con matices. En efecto, en los Siglos de Oro la imagen del aldeano, como la del asturiano en nuestra novela, se asociaba con la noción de castellano viejo (pensemos en la forma en

15 Maree! Bataillon. Op. cit .• pp. 160-16l. '6 ¡bid .• p. 160. 17 ¡bid .. p. 130.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

Esta burla arremete, directamente, contra la nobleza de cuño tradicional y su forma de organización social

55

David Becerra Mayor

la que Sancho se jacta de su condición de aldeano o acordémo­nos de los campesinos en la comedia barroca 18), pero a juzgar por

lo que se pone en juego en La pícara Justina bien parece que existiera una nueva aristocracia -a la que se refiere Bataillon­

que se divertía con esas burlas contra la ideología del casticismo; el motivo de tal divertimento - no olvidemos tampoco que el títu­lo completo de la novela de López de Úbeda es Libro de diverti­mento de la pícara Justina- pasa por desmontar o desarticular el entramado ideológico de la reacción organicista que pretendía

perpetuar la categorización social de la sangre; frente a esto,

"ciertos aristócratas", acaso 'burgueses cuyo origen estaría en la plebe pero que por mérito y virtud merecerían ocupar las altas esferas políticas, reivindicarían unas nuevas relaciones sociales,

un nuevo categorizador que haga menos herméti¡¿as las fronteras sociales . Las burlas de la novela contra los asturianos y contra los hidalgos exteriorizan un sentir contra la ideología de la pureza de

sangre qu e está perpetuando) una hidalguía, una casta o clase dominante, ridícula, medioí:re, incompetente . No sería, por lo tanto, descabellado pe ar que el propio don RGdrigo Calderón,

destinatario de la obra, fu ra uno de estos nuevos aristócratas que sufre el humillante imperativo de someterse a encuestas genealógi­cas como única vía para medrar políticamente. Lo mismo podría aplicarse a su auJor, Francisco López de Úbeda, descendiente de

conversos. Por u , en efecto, esta burla contra asturianos, vizcaí­nos y monta - eses arremete, directamente, contra la nobleza de

cuño tra i«ional y su forma de organización social

( .. . burlándose de la pretensión común de los nobles de todo

nivel de tener su cuna o en las montañas de León o en las de Asturias, como, de modo análogo, algunos hidalgos más modes­

tos se gloriaban de ser 'briundos de Vizcaya, otra región cuya población no habfa sido contaminada por moros ni judfos ( ... )

Pues bien, la pfcara de López de Úbeda parece empeñada en poner en duda el axioma "Vizcafno, luego hidalgo" I".

La novela reivindica un nuevo categorizador social frente al

sistema sanguíneo establecido. La presencia de un "suj eto libre"

que por medio de su ingenio, de su astucia y de su codicia puede

cambiar de estado, que pone en funcionamiento el género picares­co, supone una legitimación del discurso de una nueva clase social, la burguesía, que necesita franquear las barreras sociales impues-

,. Vid. Julio Rodrfguez Puérlolas. «El campesino en la comedia del Siglo de Oro ». en De la Edad Media a la Edad Conflictiva. Madrid. Gredos. 1972. págs . 325-

338. '" Marcel Balaillon. Op. cit .. p. 159.

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Palahra, sangre, mudanza: La pícara ]ustina REPÚBLICA DE LAS LETRAS122

.. . se disfraza de pobre para pedir limosna en la puerta de una iglesia ...

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tas por la nobleza feudalizante2o• Es por ello que en La pícara

Justina -así como el grueso de las denominadas novelas picares­cas- su protagonista medra socialmente llevando a cabo todo tipo de burlas, robos y engaños por medio de sus juegos de ingenio. Y resulta interesante, a la par que esclarecedor para nuestro propó­sito, que cada uno de sus "acaecimientos", que diría Justina, se llevan a cambio por med io de la mudanza.

Es sabido, y no es preciso tratarlo aquí en profundidad, que la noción de mudanza era inconcebible para ideología del organicis­mo feudal, en tanto que era interpretado como signo de corrupción; todo debía permanecer en un estado de quietud en corresponden­cia con el perfecto mundo supralunar de las estrellas fijas de la epistemología escolástico-aristotélica. Inclusive la sociedad, qu e por medio del sistema sanguíneo del organicismo, impedía la per­mutación de clase: todo el mundo nacía y moría en el mismo lugar, en definitiva. Pues bien, con la descomposición del sistema feudal y la irrupción burguesa a concepción del mundo cambia; y el género picaresco -o un parte del mismo- funcionará como un ins­

trumento de legitimac' ón del cambio, de la movilidad, de la mudan­za y, acaso también,\ de la permeabilidad social. En La pícara Justina el camb' o de estado -la mudanza- no sólo es posible sino que funciona ca o el método con el que poner en práctica los enga­ños de la pícara, que, a su vez, servirán para cambiar el status de

la protagonista. Por ejemplo, véase la escena en la que Justina, encont ándose en la romería, se disfraza de pobre para pedir limos­na en a puerta de una iglesia con el objetivo de gastar el dinero

recaudado en la compra de un joyel de oro. Justina se muestra vir­tuo J en su capacidad de reunir el dinero sin la necesidad de pros­tit irse, de empeñar su honra:

Aquí verán mi virtud, pues estando yo en tiempo en el cual

pudiera yo hacer dinero empeñando la honra, no consentí en tal

tentación, ni nunca Dios tal permita, porque tenía yo muy de

coro una sentencia que vi escrita en el pedestal de una cruz de

canto ( ... ) que dice: "Antes reventar que pecar". Y así eché a

volar mi pensamiento para cazar una traza conveniente con que

cumplir mi deseo sin pecar. Y crean que las mujeres, en orden

a cumplir un antojo de galas, somos extrañas, y si nos determi­

namos a comprar una gala nos ha de venir a las manos aunque

nos cueste la manzana de París. Es herencia de Eva (Libro 11,

Parte 11, Capítulo IV, pp. 811-812) .

20 Vid. Juan Carlos Rodríguez, Teor(a e historia de la producci6n ideol6gica. Las primeras literaturas burguesas, Madrid, Akal, 1991. y Juan Carlos Rodríguez. La literatura del pobre. Granada, Comares, 2001.

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REPÚBLICA DE LAS LETRASl22

... para mezclarse y pasar desapercibida entre las hilanderas ...

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David Becerra Mayor

La pícara urde un plan que consiste en, una vez

cubierto el rostro con un manto, sentarse

... a la puerta 'de la iglesia como pobre envergonzante;

puse sobre mis rodillas un pañuelo blanco para que los

que me hubiesen de tirar limosna diesen en el blanco

( ... ) y como la gente de la romería viese a la puerta de la

iglesia, cosa allí pocas veces usada, una mujer de buen

talle, compadecíanse de mí, y decían: "Ah triste de ti ,

que te hace la pobreza ser niña grande, echada en la arca

de la miserieordiá!". Mucha fue la limosna. Sin duda creo

quedaron todos descuartizados, según los cuartos muchos

que me echaron sobre mis rodillas (p. 813)

De forma parecida habrá de actuar en el libro tercero, titula­

do "La pícara pleitista", que acontece en un enigmático Rioseco,

que bien podría ser Madrid, donde Justina decide "mudar pellejo

como culebra, quiero decir, 'ln,udar de vestido" (Libro III, Capítulo

II, p. 857) para mezclars\ pasar desapercibida entre las hilan­deras a las que les esper un nuevo engaño por parte de nuestra

protagonista. Este engaño -astuto, virtuoso- que consiste en

humedecer la lana para que pese más y poder vender más caro a

los cardadores barbados (es decir, moriscos), permite a Justina

subir unos e daños de la escala social, pues como ella misma

reconocerá:

... vine a revivir y juntar muy buenos reales, con que hice mis

negocios pasando como marquesa, y de lo restante compré una

borrica, que me costó veinte ducados, que las borricas de aque­

lla tierra andan muy subidas (Libro I1I, Capítulo I1I, p. 859).

El episodio de Rioseco, o de la morería, es de gran interés por­

que en él nuestro autor nos muestra en qué ha derivado la convi­

vencia de las tres castas que poblaron temporalmente la Península

Ibérica. La interpretación de Bataillon resulta muy acertada:

En el episodio de la "morería" reside una de las grandes origi­

nalidades de La p(cara justina, libro cuyo autor, procedente

sin duda de "cristianos nuevos", era particularmente sensible

a todos los problemas heredados de la España de las tres reli­

giones. En cierto sentido, el libro III equilibra el libro l, domi­

nado completamente por la cuestión de la genealogía de

Justina y de la impureza judía de su "abolengo". López de

Úbeda desahoga sus inquietudes de la España ~e Felipe IIl,

obsesionada y exasperada por las encuestas de "limpieza de

sangre" al ofrecerle como diversión esta agria ficción pintores-

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara Justina REPÚBLICA DE LAS LETRASI22

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ca, en la que una descendiente de judíos hace su agosto explo­

tando a los sobrinos y laboriosos hijos del Islam2 1

Porque, en efecto, la conversa Justina no estafa únicamente a los cardadores de Rioseco sino que también finge ser nieta de una vieja hechicera y morisca para poder heredar su fortuna una vez que esta muera. Resulta interesante, y aun contradictorio, por otro lado, observar el pretexto -muy en concordancia con la ideología casticista del momento- del que se sirve Justina para justificar su

engaño:

Parecióme que si ella muriera con su lengua, mandara aquella

hacienda a algún morisco, lo cual fuera como quien lleva armas

a infieles, y por tanto, me pareció a mí que era mejor ahorrar de

estos inconvenientes a España, y meter en ella paz bien pagada

y mejor merecida. Por esta causa me pareció en el pleito de pro­

piedad y herencia entenciar en mi favor en vista y revista, y me

hice poseedora ~n,gu lina, como dicen los escribanos (Libro III.

Capítulo IV, p 864)

/ Pero, insistí nos, en la ideología de Justina no interviene la

cuestión de la sl1 gre, sólo la lógica del beneficio. Así lo ha demos­trado a lo largo e la novela.

III

En este universo social descrito por La pícara Justina , donde la ategoría de la sangre parece haber sido reemplazada por otros ins­

trumentos como la astucia y el ingenio, va adquirir suma importan­cia un elemento, hasta el momento inédito para estas cuestiones, como es la palabra. En la época feudal la palabra era transparente, unívoca y no tenía más significado que el que Dios le había otorga­do. No había lugar para la interpretación ni para la tergiversación del sentido. Pero con la descomposición del sistema de producción feudal, y con el desarrollo del primer capitalismo, la palabra asi­mismo se descompone y se fragmenta en distintos significados . De este modo, y como afirma Julio Rodríguez Puértolas en sus estudios sobre La Celestina, la palabra "utilizada perversamente, desvirtua­da [se convertirá] no en un instrumento de comunicación auténtica, sino de confusión y de engaño" 22

• Y no de otra forma la utiliza la ingeniosa y virtuosa pícara J ustina en algunos de los acaecimientos que protagoniza en la novela.

2 1 Marcel Bataillon, Op. cit ., p. 125. 22 Julio Rodríguez Puértolas, "La Celestina o la negación de la negación". en Literatura, Historia, Alienaci6n, Barcelona, Labor, 1976, p.54.

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REPÚBLICA DE LAS LETRAS l22

"la liebre búskala en el Kantón, i la puta en el mesón"

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David Becerra Mayor

No obstante, y por una cuestión meramen­te espacial, aunque Justina se sirve de la pala­

bra par~ cometer múltiples engaños a los per­sonajes que se cruzan por su camino, no vamos sino a ci lar solo uno de ellos; tal vez el más grave: el engaño al lector. Porque quien en mayor grado sufre las artimañas lingüísticas de Justina para tergiversar la realidad por medio de la palabra no es otro que el lector -al

que se le evoca con gran frecuencia- que se encuentra' leyendo su historia. Porque el lec­tor, si obedece a lo que Justina dice, creerá leer una confesión sincera de su interlocutora,

que afirma que "me me metido a escritora" porque "he dado en que me lean el alma" (Libro n, Parte In, Capítulo I, p. 824). Sin embar­go, ella misma pone en alerta al lector al recordarle, con cierta fre ­cuencia, que es una mujer y i n anto que pertenece al género femí­neo es dada a las ficcione ,a quimerizar, a encubrir la realidad con dulces palabras (Libro II Parte n, Capítulo n, p. 834). Pero sus advertencias no parecen h\aber surtido efecto. Porque, como señala Antonio Rey Hazas, i'llcluso la crítica literaria cayó en las redes en sus palabras trampo!:¡as:

. . .la g eralidad de los críticos pensaba conveniente definirla como

una. asta doncella, quizá pecando de cierta ingenuidad. No obstan­

t , este enjuiciamiento tiene su justificación, puesto que Justina

ctúa siempre en el devenir de su autobiografía como una casta don­e celIa, y no sólo eso, sino que además se jacta de su virginidad, orgu­

llosa de una pureza que, según dice, no poseen las demás mujeres2:' .

Ciertamente, Justina trasmite al lector su castidad, pero, como añade Rey Hazas, una cosa es "la realidad que nos muestra las accio­nes de la pícara, sin duda impecables, y otra muy distinta la que ponen de manifiesto sus palabras, que ocultan al tiempo que sugieren la auténtica realidad" 24. Sin embargo, parece difícil que los lectores de su época creyeran a pie juntillas las palabras de alguien que se reconoce como heredera de Celestina y que, además, ejerce la profe­sión de mesonera. Porque, como sigue argumentando Rey Hazas, el hecho de que la protagonista trabaje o haya trabajado en un mesón "está henchido de significación en la novela, puesto que los españo­les del Siglo de Oro pensaban que mesonera y puta eran sinónimos"25. De hecho, como se encarga de sacar a colación el propio Rey Hazas, un refrán legitima dicha asociación sinonímica: "la liebre búskala en

23 Antonio Rey Hazas, Art. cit., p. 96. 2·' ¡bid., p. 98. 25 ¡bid., p. 100.

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Palabra, sangre, mudanza: La pícara Justina REPÚBLICA DE LAS LETRAS 122

La pícara es paloma, esto es, que está calva a consecuenCIa de una enfermedad

, venerea ... SU calidad de buscona ...

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el kantón, i la puta en el mesón ". Lo mismo ocurriría con la con­dición de romera de nuestra protagonista, que, a partir los múl­tiples refranes, sus lectores confundirían de inmediato con ramera. Por ejemplo: "moza mui distantera, o gran rromera o gran rramera" o "muchas van en rromería ke paran en rrame­ría". Del mismo modo, su carácter locuaz y alegre, según de nuevo Rey Hazas, implicaría el ejercicio de la prostitución, pues "la rramera, gran parlera, y la parlera, rramera" y "moza rrisadera, o puta o parlera"26.

Por tanto, descubrimos que la protagonista -y, por exten­sión, la novela- miente. La prueba del engaño, de hecho, se encuentra -podríamos decir- encriptada en su introducción general, titulada "La melindrosa escribana", donde encontra­mos a Justina en el momento de comenzar a escribir su historia:

Un pelo tiene esta mi negra pluma. ¡Ay pluma mía, pluma mía!

¡Cuán mala sois para amiga, pues mientras más os trato, más a

pique estáis pe prender en un pelo y borrarlo todo! ( ... ) ¡oh

pelos de micpll:tma! Cuánto me honráis, y cuánto os debo, pues,

para decir mis yerros, mis tachas y mis manchas, hacéis lengua

de vuesLr6s pelos, como si fueran yerros de real persona, que las

malvas1 0 pregonan ( ... ) ¿Ofrecéisme ese pelo para que cubra

las anchas de mi vida, o decfsme, a lo socarr6n, que a mis

m nchas nunca las cubrirá pelo? (pp. 710-711)

cE pelo, que cae sobre su escritura, amenaza con borrar su historia, la co strucción falseada de su vida; la presencia del pelo sobre el papel élescubre las manchas y los yerros que J ustina va a tratar ocular por medio de su escritura. Porque, como sostiene Antonio Rey Hazas,

... el pelo que atraviesa en su pluma cuando se dispone a escribir

su autobiografía quiere decir, mediante barroca alusi6n disémica,

que la pícara es pelona, esto es, que está calva a consecuencia de

unas bubas que, a su vez, proceden de una enfermedad venérea. No

puede estar más clara la definici6n de su calidad de busconaP

Y, consiguientemente, no puede estar más claro que Justina nos ha estado mintiendo a lo largo y a lo ancho de toda la obra. Utiliza la pala­hra para encubrir la realidad; cuenta su vida para ocultar o modificar aquellos pasajes que la denigran. Toda una transgresión, sin duda, para el lector de su época que, educado en la tradición escolástica, creía en la verdad de El Libro --en mayúscula, entendido como el libro de Dios­y que ahora descubre que los libros mienten.

26 Todos estos refranes. y algunos más. aparecen citados en Antonio Rey Hazas. ¡bid. pp. 87-109. 27 ¡bid .. p. 103.

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AC E -Asociación Colegial de Escritores de España

ANO XXXIV

HAN SIDO MIEMBROS DE LA JUNTA DIRECTIVA DE ACE EN ESTOS 34 AÑOS DE HISTORIA

Rafael Alberti VíctorAlperi Carlos de Arce Enrique Badosa Teresa Barbero Marcos Ricardo Barnatán Carlos Barral Antonio Beneyto Esther Benítez Carmen Bravo-Villasante Jesús Campos Josep M.a Carandell Guillermo Camero Antonio Colinas Carmen Conde José Corredor-Matheos Rafael de Cózar Guillermo Díaz Plaja Luis Mateo Díez Ana Diosdado Antonio Ferres Jesús Fernández Santos Gregorio Gallego . Francisco García Pavón José Luis Giménez Frontín Antonio Gómez Rufo Juan Manuel González Félix Grande Alfonso Grosso Raúl Guerra Garrido Eduardo de Guzmán Antonio Hernández Ramón Hernández Paula Izquierdo Diego Jesús Jiménez

Juan Ángel Juristo Agustín Lafourcade Luis Landero Enrique Lenza Ángel María de Lera

Jacinto López Gorge Joaquín Marco J ulián Marcos Adolfo Marsillach Fernando Martínez Laínez

José María Merino Mario Merlino

Pau Miserachs i Sala ::-J Juan Mollá ~ Isaac Montero <\1 Ana María NavaleZ") Lauro Olmo <­

Ángel Palomino ~ Salvador Pánlke,r

Jesús Pardo Pedro J. áe la Peña

,/

Meliar\o Peraile Carmen Posadas C' sá eo Rodríguez Aguilera Mercedes Salisachs Ramón Sánchez Lizarralde

Gonzalo Santonja Santos Sanz Villanueva Ramón Solís Andrés Sorel Elena Soriano Daniel Sueiro Francisco Vélez Nieto Alonso Zamora Vicente

JUNTA DIRECTIVA DE ACE

PRESIDENTE:

JUAN MOLLÁ

VICEPRESIDENTES:

FÉLIX GRANDE ANTONIO GÓMEZ RUFO

SECRETARIO GENERAL:

ANDRÉs SOREL

TESORERO:

ENRIQUE LENZA

ASESOR JURÍDICO:

JUAN MOLLÁ

VOCALES:

ANTONIO HERNÁNDEZ Régimen interior

RAMÓN sÁNCHEZ LIZARRALDE Organización

FERNANDO MARTÍNEZ LAÍNEZ Actividades culturales CARMEN POSADAS

Publicaciones PAULA IZQUIERDO

Relaciones con los medios de comunicación JUAN ÁNGEL JURISTO Vocal de Asuntos Sociales

CONSEJEROS:

RAMÓN HERNÁNDEZ RAÚL GUERRA GARRIDO

ANTONIO COLINAS MANUEL QUIROGA CLÉRIGO

SECCIONES AUTÓNOMAS

ASTURIAS:

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ANDALUCÍA:

JOSÉ GARCÍA PÉREZ

TRADUCTORES:

MARÍA TERESA GALLEGO

AUTORES DE TEATRO:

JESÚS CAMPOS GARCÍA

REPÚBLICA DE LAS LETRAS, es una revista no venal. Número patrocinado por

~.~ GOBIERNO 11 MINISTERIO

_ DEESPANA DE CULTURA

Ministerio de Cultura Dirección General del Libro,

Archivos y Bibliotecas

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1. S. S. N .: 1133-2158