PROSPECCIONES Y ESTUDIOS DE ARTE RUPESTRE EN EL NOROESTE DE MURCIA (1990-2004)
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PROSPECCIONES Y ESTUDIOS DE ARTE RUPESTRE EN EL NOROESTE MURCIANO (1990-2004). Miguel Ángel Mateo Saura José Antonio Bernal Monreal Concepción Pérez Moñino
RESUMEN
Presentamos un resumen de los trabajos de prospección desarrollados entre
los años 1990 y 2004 en la comarca del noroeste de Murcia, con una breve reseña de
los hallazgos producidos.
PALABRAS CLAVE
Arte rupestre, prospección, Murcia, Moratalla.
ABSTRACT
In this article we present a summary of the archaeological prospections
between the years 1990 and 2004 in the north-west area of Murcia, with a little
description of the discovered sites.
KEY WORDS
Rock-art, prospection, Murcia, Moratalla.
2
1. INTRODUCCIÓN
En 1990 nos planteamos como proyecto de investigación el estudio del arte
rupestre prehistórico de la comarca del noroeste murciano, más en concreto de las
serranías del municipio de Moratalla. Éramos conscientes de que era un espacio fértil
en lo que a manifestaciones rupestres prehistóricas se refiere, como ponían de
manifiesto, de otra parte, los descubrimientos hasta el momento producidos, pero en la
que era preciso desarrollar trabajos sistemáticos de investigación, sobre todo los
dedicados a la prospección intensiva del territorio, hasta entonces abandonado a la
suerte de los hallazgos ocasionales.
Desde 1969 se habían editado varios artículos y alguna monografía sobre los
yacimientos que se habían ido descubriendo en la zona, y con el devenir de los años,
la historiografía se veía salpicada de vez en cuando con alguna nueva aportación
referida a esta zona. Pero la realidad es que, si bien en los ambientes académicos y
de investigación existía la sensación de que era un espacio, a priori, proclive a los
hallazgos, lo cierto es que estos, cuando se producían, lo hacían de forma muy
esporádica y siempre casual. No dejaba de ser revelador que el vecino municipio de
Nerpio, que junto a la mayor parte del término municipal de Moratalla forma una misma
unidad geofísica, contara ya por entonces con más de una veintena de yacimientos de
arte prehistórico conocidos, mientras que en el municipio murciano apenas
conociéramos una decena de abrigos.
Esta situación planteaba la necesidad de poner en marcha un plan de
actuación en la zona, con especial incidencia en las labores de prospección. No
obstante, se da la coincidencia de que, también por entonces, otros investigadores de
arte rupestre desarrollen parte de sus trabajos en esta misma zona, lo que sin duda va
a suponer un notable impulso a la investigación del arte prehistórico en esta área, que
se traducirá en continuos descubrimientos y en la actualización de los estudios más
antiguos.
2. LOS PRIMEROS TRABAJOS
Ese mismo año de 1990 iniciamos la exploración, muy puntual en verdad, de
una de las zonas más meridionales del municipio, la Sierra Seca, en donde se inscribe
la cima de mayor altitud de la provincia, Revolcadores (2027 m.s.n.m.). Este se nos
presentaba como un espacio vacío de manifestaciones, lo que era difícilmente
explicable por otras razones que no fuera la de una falta real de prospecciones sobre
el terreno. El resultado de nuestros trabajos, concretado en el hallazgo del Abrigo de la
3
Fuente, confirmó nuestras sospechas iniciales (fig. 1). Aunque el contenido del abrigo
se puede catalogar de modesto si nos atenemos al escaso número de figuraciones,
tan sólo dos motivos esquemáticos, su simple existencia sí es un hecho sobresaliente
por cuanto permite ir llenando ese vacío espacial reseñado, a la vez que sirve como
nexo de relación con puntos más sureños con arte tanto levantino como esquemático,
como es la zona almeriense de “Los Vélez” o las Tierras Altas de Lorca.
De hecho, posteriores descubrimientos de
otros colegas en puntos próximos a éstos, en
concreto el Abrigo del Cigarrón (Alonso y Grimal,
2004), ha ratificado nuestra idea de que la ausencia
de arte rupestre en torno a la Sierra Seca-
Revolcadores se debiese tan sólo a una falta de
prospecciones.
No obstante, sí debemos incidir en el hecho
objetivo de que hay notables diferencias morfológicas
en el soporte rocoso respecto al de sectores más
septentrionales, al estar determinado por areniscas
poco compactadas, de peor calidad, lo que hace que
los soportes adecuados sean escasos. No podemos
descartar que en su día hubiera más cavidades pintadas, pero lo cierto es que una
gran mayoría de los abrigos carecen de la cobertura rocosa original.
En estos últimos años, algunos estudiosos han insistido en la identidad
levantina de una de las representaciones del Abrigo de la Fuente, relacionándola con
un tipo muy particular de figura humana, característica del núcleo del Alto Segura
(Alonso y Grimal, 2004). En este sentido, ya nos hemos pronunciado en que esta
filiación nos parece errónea por cuanto la figura en cuestión no presenta ninguno de
los rasgos antropomórficos mínimos con que cuentan aquellas otras, al margen de que
tomar como argumento, junto al supuesto formal, el del cuidado trazo que presenta,
que lo relacionaría con el llamado por ellos como “trazo levantino”, nos parece un
argumento excesivamente reduccionista (Mateo, 1999, 2005). Podemos compartir la
idea de que todo lo levantino muestre un trazo cuidado, de perfiles definidos, pero
cuestionamos que todo lo que muestre ese tipo de trazo deba ser, por ello, levantino.
Sabemos, por ejemplo, que en el heterogéneo ámbito de la pintura rupestre
esquemática conviven motivos de trazo “torpe” con otros que presentan unas líneas y
4
facturas muy cuidadas, sin que por esto se nos ocurra relacionarlos con el ciclo
levantino.
3. LA CUENCA DEL ALHÁRABE.
En una segunda fase, trasladamos los trabajos de prospección más al norte, a
la cuenca del río Alhárabe, en la que conocíamos la presencia de diversos yacimientos
desde antiguo, descubiertos de forma ocasional en la mayoría de los casos y de la que
desconocíamos que hubiese sido objeto de investigaciones sistemáticas y planificadas
de búsqueda de arte rupestre.
En 1992 comenzamos la inspección desde la cabecera del río hacia su curso
medio, de tal manera que la campaña de ese año se centró en el tramo que discurre
desde la cortijada de La Risca hasta el llamado cortijo de la Dehesilla. Este tramo se
caracteriza por la difícil orografía que ha labrado el río, con encajonamientos de más
de 40 m de altura, y en donde las cavidades rocosas son muy abundantes.
Precisamente, la dificultad del terreno y esa proliferación de abrigos rocosos
ralentizaron mucho la marcha de los trabajos.
No obstante, a pesar de las
dificultades, los trabajos previamente
planificados fueron desarrollados en
su totalidad. Fruto de éstos fue el
descubrimiento del Abrigo del Molino
de Capel (fig. 2), en el que, en un
primer momento, documentamos una
cuidada figura levantina de ciervo (fig.
3), muy naturalista en sus formas
aunque de estado de conservación un
tanto deficiente, y una segunda representación formada por cortos trazos rectilíneos y
puntos que, a modo de hipótesis, identificamos como un posible elemento vegetal
(Mateo, 1992; Mateo, Bernal y Moñino, 1998). Acompaña a éstas una tercera figura
que en su día incluimos en el ciclo levantino, filiación no compartida por otros
investigadores (Alonso y Grimal, 1999). Fueron, precisamente, esos mismos colegas
los que advirtieron la presencia de una cuarta representación que nosotros no
habíamos documentado en un primer momento, pintada en color negro (fig. 4).
5
Esta figura encierra gran
interés por cuanto se corresponde con
una representación humana,
probablemente femenina a tenor de la
prenda con la que va ataviada,
asimilable a una falda, y caracterizada
por la presencia del tocado particular
de la zona del Alto Segura al que
hacíamos referencia al comentar el
Abrigo de la Fuente (Mateo, 2004, 2005).
Las siguientes campañas de prospección
se desarrollaron curso abajo del río Alhárabe,
pero contemplando a la vez puntuales rastreos
en algunos de los cursos menores tributarios
suyos. Este fue el caso de los trabajos de 1993,
centrados en el curso medio del río y en los que
también sondeamos las posibilidades físicas de
uno de sus afluentes en este sector, el Arroyo de
Hondares. En esta incursión localizamos, sobre
un potente frente rocoso, un abrigo pintado con
motivos esquemáticos, entre los que sobresale
un largo trazo serpenteante de más de 100 cm
de longitud, algún trazo vertical y un elemento
cruciforme (Mateo, Bernal y Pérez, 2000) (fig. 5). Si bien nuestro trabajos en el curso
del Hondares se redujeron a esta toma de contacto,
el hallazgo de este conjunto y las características de
la propia orografía convierten a la zona en un área
de especial atención con vistas a futuras labores de
prospección.
También en esta área del curso medio del
Alhárabe se inscriben los conjuntos del Barranco de
Charán, tributario del Arroyo de Benizar. Los
trabajos en el seno del barranco permitieron la
localización de los conjuntos de la Cueva de los
Cascarones y el Abrigo de Charán.
6
En la Cueva de los Cascarones documentamos algunos de los motivos más
reiterativos del horizonte de la pintura esquemática de la comarca, como son los trazos
verticales o barras, varios signos cruciformes, alguno de ellos provisto de doble trazo
horizontal, y un motivo formado por varias líneas dispuestas a modo de diente de
sierra que en su día englobamos en el heterogéneo grupo de los llamados
“tectiformes” (Mateo, Bernal y Pérez, 1999) (fig. 6).
Por su parte, en el Abrigo
de Charán las representaciones
documentadas se corresponden
con varias figuras de lagomorfo,
dotadas de un apreciable
naturalismo en sus rasgos
anatómicos. Este tratamiento
formal fue precisamente el que, a
pesar de la falta de paralelos
claros, nos llevó a incluirlos
erróneamente en el horizonte levantino.
Es precisamente la publicación de estos motivos con esa filiación levantina la
que origina una polémica, a nuestro entender, ficticia, estéril e interesada por parte de
algunos colegas, máxime cuando lo publicado sólo era un estudio preliminar, editado
con un mero interés divulgativo, en la Revista de Arqueología (Mateo, Bernal y
Moñino, 1998). En las Jornadas de Arqueología Regional del año 1997, algún colega
insiste en la identidad no levantina de los motivos y defiende con inusitado
enconamiento su edad reciente (Alonso y Grimal, 1999a). No faltó tampoco quien
quiso aprovechar la polémica para adquirir una notoriedad que no era capaz de
obtener por sus investigaciones y aportaciones al tema (Montes y Salmerón, 1998).
Para entonces, una vez realizadas algunas comprobaciones sobre el terreno,
con pruebas de pigmento entre otras, que pusieron de manifiesto que las
representaciones se encontraban por debajo de la potente capa negruzca y no por
encima como se apuntada desde los sectores más críticos, lo que denotaba, a su vez,
cierta antigüedad para estas representaciones, ya habíamos entregado el informe
preceptivo en el Servicio de Patrimonio Histórico de la C. A. de la Región de Murcia
(Mateo y Bernal, 1999). En él descartábamos esa filiación levantina otorgada en un
primer momento, de tal forma que concluíamos que este conjunto era un caso más de
arte rupestre de cronología histórica, de los que Moratalla cuenta con numerosos
7
ejemplos, y que se justifican desde causas muy diversas, ya sea económicas,
religiosas o de simples fenómenos de mímesis para con el arte prehistórico. Por cierto,
que algunos estudiosos, indocumentados también porque ignoran la existencia de
esas y otras publicaciones a pesar del tiempo transcurrido desde su edición (Mateo y
Bernal, 1999; Mateo, 1999; 2005), sigue insistiendo de forma malintencionada en la
vieja polémica suscitada en su día.
En 1995 desarrollamos trabajos en el entorno de la llamada Molata de
Fuensanta, lugar en el que años atrás A. Alonso había descubierto la Hornacina de la
Fuente del Buitre, merced a unos supuestos trabajos de prospección efectuados en la
zona. No obstante, las referencias publicadas sobre el mismo eran escasas, tan sólo
hacía alusión a su contenido, pero no a su localización o a las características del
abrigo, entre otros (Alonso, 1993).
Nuestros trabajos de inspección se desarrollaron desde la Rambla de Lucas,
en Bajil, hasta la parte septentrional de la Molata de Fuensanta, siguiendo el curso de
un barranco tributario de la rambla. Se inspeccionó una decena de abrigos, algunos de
ellos de buenos soportes, si bien el grupo más interesante se localizó en la parte alta
del barranco, a la espalda de un caserío actualmente abandonado. El examen de las
distintas cavidades dio como resultado el hallazgo de cuatro abrigos pintados, que
denominamos entonces con el topónimo de la zona, Abrigos de Fuensanta I-IV.
Al analizar el contenido de los paneles de estos nuevos abrigos descubiertos
nos percatamos de que el catalogado con el número III se correspondía con el
publicado por A. Alonso (1993) como Hornacina de la Fuente del Buitre. A pesar de
ello, decidimos mantener la denominación de todo el conjunto como Fuensanta,
aunque haciendo siempre la salvedad de la dualidad del nombre del abrigo III con el
fin de evitar equívocos (Mateo y Bernal, 2002).
Por otro lado, esta circunstancia puso de manifiesto, de una parte, la necesidad
de cuidar la metodología de prospección, a todas luces deficiente y altamente
mejorable en el caso reseñado, pero de otra, la exigencia de que la publicación de
cualquier conjunto reúna unos datos mínimos de localización y descripción.
Los Abrigos de Fuensanta se inscriben en el horizonte levantino, siendo
paneles con pocas representaciones, pero de particular interés por cuanto muestran
algunos tipos que son poco frecuentes en los conjuntos de este estilo en la zona,
como es el caso de los humanos pintado únicamente hasta la cintura. En el abrigo I es
un arquero, del que tenemos como único paralelo el pintado en la Fuente del Sabuco I
(Mateo, 1999; 2005) (fig. 7), mientras que en el abrigo II, los humanos, sin piernas
8
también, se pintan por encima de
sendas oquedades del soporte
rocoso. Además, uno de ellos
sujeta en la mano derecha un
objeto que podríamos identificar
como un posible boomerang, que
ya hemos propuestos en otros
yacimientos como el Cortijo de
Sorbas III de Letur (Mateo y
Carreño, 2003) o en la Fuente del
Sabuco I de Moratalla (Mateo, 2005), y fuera del Alto Segura, en el Abrigo del Chopo
de Obón (Picazo et alii, 2001-2002). De hecho, un reciente e interesante trabajo ha
puesto de relieve que es un objeto más frecuente de lo que podríamos pensar dentro
de los paneles levantinos (Picazo y Martínez, 2005).
En el abrigo de Fuensanta III nos encontramos con una figura humana en
actitud de marcha hacia una representación de cáprido, lo que podría determinar una
escena típica de caza, extremo este que no podemos confirmar porque no quedan
restos de la posible arma (fig. 8). En el abrigo IV sólo documentamos restos muy
fragmentarios de pintura, que parecen pertenecer, al menos, a tres figuras humanas,
posiblemente arqueros (Mateo y Bernal, 2002).
También ahora, desde la
Dirección General de Cultura
recibimos el encargo de estudiar el
llamado Abrigo de la Ventana,
localizado en los alrededores del
Calar de la Santa y muy conocido
por los lugareños, lo que obligaba
a su pronta documentación y
estudio (Bernal y Mateo, 1999;
Bernal, Mateo y Pérez, 2003). En dicho abrigo, junto a varios restos de pintura,
registramos un motivo soliforme y una treintena de elementos cruciformes, provistos
de un número de trazos horizontales que varía desde uno a cuatro, todos ellos
englobables en el horizonte de la pintura esquemática (fig. 9).
Igualmente, en las labores de revisión del entorno inmediato de dicha cavidad,
localizamos un segundo abrigo, apenas 100 metros al norte de aquel, en el que
9
advertimos débiles restos de pintura que parecen corresponder a una figura levantina
de cuadrúpedo, en concreto a la parte del cuerpo del animal y al arranque de la
cabeza y las extremidades.
Durante los estudios de
documentación de los Abrigos de
Fuensanta, compaginamos éstos
con la prospección sistemática del
curso de la Rambla de Lucas y áreas
adyacentes, con unas
consecuencias positivas en lo que a
los descubrimientos se refiere. Así,
en la cara suroeste de la Molata de
Zaén encontramos dos abrigos con arte esquemático. En el abrigo I vemos un
esquema formado por cuatro trazos verticales que parecen converger en la base (fig.
10), mientras que en el abrigo II el motivo pintado es un elemento circuliforme (Mateo y
Bernal, 1999; 2002).
Sin embargo, los mejores resultados se
produjeron en el curso de la propia rambla, en la que
sabíamos de la existencia de las pinturas de
cronología medieval y moderna de las Cuevas del
Esquilo I-II (Mateo, 1993), pero en la que
desconocíamos que se hubiesen realizado trabajos
sistemáticos de prospección. En nuestras
inspecciones localizamos tres nuevos conjuntos, el
Abrigo del Molino, de estilo levantino, el Rincón del
Gitano, de estilo esquemático, y los Abrigos de las
Alubias I-II, con motivos de cronología medieval y
moderna.
En el Abrigo del Molino documentamos dos representaciones de mujer,
conservadas lamentablemente hasta la mitad, pero que denotan las características
generales de las representaciones femeninas de la zona del Alto Segura, con cuerpos
alargados y estilizados, a los que acompañan unas piernas cortas, con las nalgas
salientes, y con peinados grandes y de forma triangular (Bernal y Mateo, 2000; Mateo
y Bernal, 2004) (fig. 11).
10
El descubrimiento de este Abrigo del Molino propició otro caso paradójico en la
historiografía del arte rupestre de la Región de Murcia. En el transcurso de nuestros
trabajos de documentación fueron editadas las actas de las Jornadas de Arqueología
Regional de 1990, en las que se recoge un estudio de A. Alonso y A. Grimal (1996) en
el que estos autores aluden al desarrollo de una campaña de prospección de arte
rupestre realizada por ellos en el curso de la rambla. Producto de éstos, fue el hallazgo
de un nuevo abrigo pintado con restos “tan sumamente fragmentados que no fue
posible determinar formas concretas, aunque sí confirmar que, tras un análisis puntual,
deben corresponder a elementos esquemáticos” (Alonso y Grimal, 1996: 25). Estas
eran prácticamente todas las referencias publicadas sobre el nuevo conjunto, al que
además no dan nombre alguno, pero que nos obligaban a revisar todas las cavidades
que nosotros habíamos inspeccionado, puesto que sí habíamos localizado, unos
trescientos metros al norte del Abrigo del Molino, otra cavidad con varios motivos
esquemáticos bien conservados, fácilmente identificables, pero no el de los “restos
sumamente fragmentados” que ellos citan.
Realizadas las obligatorias labores
de comprobación, llegamos a la conclusión,
posteriormente confirmada por estos
mismos autores (Alonso y Grimal, 2005), de
que ese supuesto abrigo esquemático no
puede ser otro que el que nosotros
denominamos como Abrigo del Molino, lo
que pone de relieve, a la vez, que
adscribieron de forma errónea al horizonte
esquemático los motivos claramente
levantinos en él contenidos. Recientemente,
aprovechando la edición de las actas de las
Jornadas de Arqueología Regional de 1998,
intentan puntualizar esta controversia, en
un texto plagado de inexactitudes (Alonso y
Grimal, 2005). En primer lugar, siendo quizás un detalle poco trascendente, el
topónimo del conjunto fue determinado por nosotros atendiendo a unas marcas
existentes en el suelo del abrigo, que nos recordaban bastante los puntos de anclaje
de piedras de moler, de ahí lo de Abrigo del Molino, por lo que el topónimo del
conjunto en ningún caso se corresponde con el que los lugareños dan al lugar. Todo
11
este paraje, no el abrigo de forma concreta, es conocido como Rincón del Gitano,
denominación que nosotros reservamos para citar el otro abrigo, el de estilo
esquemático, descubierto aguas abajo del curso de la rambla y que, como hemos
justificado, tampoco podía corresponderse con el que ellos localizaron en su día con
los restos fragmentados.
Por otro lado, atendiendo a la “elemental cortesía” a que los autores aluden
(Alonso y Grimal, 2005), no nos hubiera importado reseñar que este mismo abrigo,
aunque erróneamente adscrito al estilo esquemático, en caso de confirmarse este
extremo, ya había sido descubierto por otro investigador. Es algo que ya hicimos al
publicar las tres nuevas covachas en el paraje de Fuensanta que habían pasado
desapercibidas a quienes localizaron la Hornacina de la Fuente del Buitre (Fuensanta
III) (Mateo y Bernal, 2002). Pero, lo cierto es que el abrigo visto por ellos era
“esquemático” y el nuestro era claramente “levantino” y, por tanto, cabía la posibilidad
de que fueran dos abrigos distintos. La edición de las actas de las Jornadas de
Arqueología Regional de 1998 y su reacción ante esta circunstancia, revelan de forma
clara que, efectivamente, se trata del mismo abrigo, un abrigo al que ahora sí
denominan como del Barranco de Lucas.
En cualquier caso, este hecho sólo pone de manifiesto, una vez más, los
riesgos que conllevan los trabajos de prospección poco rigurosos, plantea la
necesidad, ya reseñada, de hacer publicaciones mínimamente detalladas en
cuestiones de localización y descripción, aunque se trate de aparentes “restos de
pintura muy fragmentados”, y sobre todo, impone la conveniencia de nominar a todo
abrigo en el momento de su descubrimiento y no varios años después, en un claro
intento de justificación de un error, que como tal error humano es perfectamente
entendible de otra parte.
En nuestros trabajos de
prospección en la rambla
localizamos también el ya
mencionado abrigo esquemático
del Rincón del Gitano y los Abrigos
de las Alubias I y II. En el Rincón
del Gitano, los motivos
representados son una
aglomeración de 23 elementos
puntiformes, aunque el número original de éstos debió ser mayor, ya que un gran
12
desconchado ha destruido parte del soporte, varios trazos verticales y una figura
formada por tres círculos concéntricos (Bernal y Mateo, 2004) (fig. 12).
Por su parte, los Abrigos de las Alubias I y II constituyen un nuevo testimonio
de arte rupestre de cronología no prehistórica (Mateo y Bernal, 2005). Las
representaciones son fundamentalmente cruces, algunas de doble brazo horizontal
(fig. 13), que bien podríamos relacionar con las pintadas en las cercanas Cuevas del
Esquilo, y ambas, al tiempo, con los importantes movimientos eremíticos producidos
en la zona del noroeste murciano una vez que se ha producido la caída del reino
nazarí de Huéscar en 1488 y, sobre todo, el de Granada cuatro años después. Son
numerosos los conjuntos con que contamos en la
comarca en los que la Cruz, otrora elemento
revitalizador que invita a la lucha contra el infiel, se
convierte ahora en una forma de exorcismo popular
por medio del cual se recupera simbólicamente
para la cristiandad un territorio durante mucho
tiempo sometido al Islam. Otros claros ejemplos
son los conjuntos del Abrigo de Capel y Abrigo de
las Buitreras II, entre otros (Mateo, 2005).
A lo largo de nuestra exposición hemos
hecho alusión repetidas veces a los trabajos de
campo realizados por otro equipo de investigadores
en el mismo municipio de Moratalla. Sin duda, la
colaboración entre ambos equipos hubiera podido suponer una optimización del
trabajo con la unión de esfuerzos, lo que, a su vez, hubiese redundado en unos
resultados más positivos. Sin embargo, esta colaboración era difícil por cuanto,
conocidas las numerosas lagunas en la investigación por parte de aquel otro grupo,
concretadas en los “olvidos” de diversas cavidades pintadas en el entorno de otras
cuya presencia sí fue advertida, como sucede con las tres cavidades de Fuensanta o
las dos de la rambla de Bajil ya comentadas, además de algún otro caso fuera del
territorio moratallero, como es el de un tercer abrigo en el Cortijo de Sorbas de Letur o
un segundo en el Arroyo de los Covachos de Nerpio (Mateo y Carreño, 2003),
quedaba de manifiesto que la metodología empleada en las prospecciones era en
exceso deficiente, quizás al estar sometida más al arbitrio de los hallazgos ocasionales
en el entorno de las covachas ya conocidas que a una verdadera prospección
sistemática del territorio
13
Todo ello nos llevo a considerar que, tal vez, de lo que realmente carecía ese
otro grupo de trabajo era de un proyecto global de estudio del arte rupestre en todo el
territorio moratallero. De hecho, los continuos hallazgos que todavía se producen
merced a los trabajos de prospección que aún desarrollamos (Abrigo de Arroyo
Blanco, Cueva Negra, Abrigo de los Ciervos Negros o Abrigo del Toro Negro, entre
otros) confirman nuestras sospechas.
Los últimos trabajos de campo se han desarrollado en el entorno del Lomo del
Herrero, en Mula. Se trató de una actuación muy limitada espacialmente, pero muy
positiva puesto que permitió el descubrimiento de un nuevo conjunto levantino, en el
que el protagonismo lo acaparan las representaciones de animales, posiblemente
cervinos (Mateo y Bernal, 2007) (fig. 14).
El municipio de Mula
se convierte, gracias a
estos recientes hallazgos,
en una zona de buenas
expectativas, en la que, a
pesar de conocer tres
conjuntos de arte rupestre,
es necesario abordar un
proyecto sistemático y
global de estudio. Mientras,
Moratalla, con los 59 conjuntos conocidos hasta el momento, se erige en el territorio
más destacado de la Región de Murcia en lo que respecta al arte rupestre prehistórico.
No obstante, a pesar de este elevado número de yacimientos, estamos convencidos
de que en modo alguno se trata de un área agotada en lo que a los hallazgos se
refiere.
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