PROSPECCIONES Y ESTUDIOS DE ARTE RUPESTRE EN EL NOROESTE DE MURCIA (1990-2004)

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PROSPECCIONES Y ESTUDIOS DE ARTE RUPESTRE EN EL NOROESTE MURCIANO (1990-2004). Miguel Ángel Mateo Saura José Antonio Bernal Monreal Concepción Pérez Moñino RESUMEN Presentamos un resumen de los trabajos de prospección desarrollados entre los años 1990 y 2004 en la comarca del noroeste de Murcia, con una breve reseña de los hallazgos producidos. PALABRAS CLAVE Arte rupestre, prospección, Murcia, Moratalla. ABSTRACT In this article we present a summary of the archaeological prospections between the years 1990 and 2004 in the north-west area of Murcia, with a little description of the discovered sites. KEY WORDS Rock-art, prospection, Murcia, Moratalla.

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Resumen de los trabajos de prospección de arte rupestre desarrollados en la comarca del Noroeste de Murcia entre los años 1990 y 2004.

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PROSPECCIONES Y ESTUDIOS DE ARTE RUPESTRE EN EL NOROESTE MURCIANO (1990-2004). Miguel Ángel Mateo Saura José Antonio Bernal Monreal Concepción Pérez Moñino

RESUMEN

Presentamos un resumen de los trabajos de prospección desarrollados entre

los años 1990 y 2004 en la comarca del noroeste de Murcia, con una breve reseña de

los hallazgos producidos.

PALABRAS CLAVE

Arte rupestre, prospección, Murcia, Moratalla.

ABSTRACT

In this article we present a summary of the archaeological prospections

between the years 1990 and 2004 in the north-west area of Murcia, with a little

description of the discovered sites.

KEY WORDS

Rock-art, prospection, Murcia, Moratalla.

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1. INTRODUCCIÓN

En 1990 nos planteamos como proyecto de investigación el estudio del arte

rupestre prehistórico de la comarca del noroeste murciano, más en concreto de las

serranías del municipio de Moratalla. Éramos conscientes de que era un espacio fértil

en lo que a manifestaciones rupestres prehistóricas se refiere, como ponían de

manifiesto, de otra parte, los descubrimientos hasta el momento producidos, pero en la

que era preciso desarrollar trabajos sistemáticos de investigación, sobre todo los

dedicados a la prospección intensiva del territorio, hasta entonces abandonado a la

suerte de los hallazgos ocasionales.

Desde 1969 se habían editado varios artículos y alguna monografía sobre los

yacimientos que se habían ido descubriendo en la zona, y con el devenir de los años,

la historiografía se veía salpicada de vez en cuando con alguna nueva aportación

referida a esta zona. Pero la realidad es que, si bien en los ambientes académicos y

de investigación existía la sensación de que era un espacio, a priori, proclive a los

hallazgos, lo cierto es que estos, cuando se producían, lo hacían de forma muy

esporádica y siempre casual. No dejaba de ser revelador que el vecino municipio de

Nerpio, que junto a la mayor parte del término municipal de Moratalla forma una misma

unidad geofísica, contara ya por entonces con más de una veintena de yacimientos de

arte prehistórico conocidos, mientras que en el municipio murciano apenas

conociéramos una decena de abrigos.

Esta situación planteaba la necesidad de poner en marcha un plan de

actuación en la zona, con especial incidencia en las labores de prospección. No

obstante, se da la coincidencia de que, también por entonces, otros investigadores de

arte rupestre desarrollen parte de sus trabajos en esta misma zona, lo que sin duda va

a suponer un notable impulso a la investigación del arte prehistórico en esta área, que

se traducirá en continuos descubrimientos y en la actualización de los estudios más

antiguos.

2. LOS PRIMEROS TRABAJOS

Ese mismo año de 1990 iniciamos la exploración, muy puntual en verdad, de

una de las zonas más meridionales del municipio, la Sierra Seca, en donde se inscribe

la cima de mayor altitud de la provincia, Revolcadores (2027 m.s.n.m.). Este se nos

presentaba como un espacio vacío de manifestaciones, lo que era difícilmente

explicable por otras razones que no fuera la de una falta real de prospecciones sobre

el terreno. El resultado de nuestros trabajos, concretado en el hallazgo del Abrigo de la

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Fuente, confirmó nuestras sospechas iniciales (fig. 1). Aunque el contenido del abrigo

se puede catalogar de modesto si nos atenemos al escaso número de figuraciones,

tan sólo dos motivos esquemáticos, su simple existencia sí es un hecho sobresaliente

por cuanto permite ir llenando ese vacío espacial reseñado, a la vez que sirve como

nexo de relación con puntos más sureños con arte tanto levantino como esquemático,

como es la zona almeriense de “Los Vélez” o las Tierras Altas de Lorca.

De hecho, posteriores descubrimientos de

otros colegas en puntos próximos a éstos, en

concreto el Abrigo del Cigarrón (Alonso y Grimal,

2004), ha ratificado nuestra idea de que la ausencia

de arte rupestre en torno a la Sierra Seca-

Revolcadores se debiese tan sólo a una falta de

prospecciones.

No obstante, sí debemos incidir en el hecho

objetivo de que hay notables diferencias morfológicas

en el soporte rocoso respecto al de sectores más

septentrionales, al estar determinado por areniscas

poco compactadas, de peor calidad, lo que hace que

los soportes adecuados sean escasos. No podemos

descartar que en su día hubiera más cavidades pintadas, pero lo cierto es que una

gran mayoría de los abrigos carecen de la cobertura rocosa original.

En estos últimos años, algunos estudiosos han insistido en la identidad

levantina de una de las representaciones del Abrigo de la Fuente, relacionándola con

un tipo muy particular de figura humana, característica del núcleo del Alto Segura

(Alonso y Grimal, 2004). En este sentido, ya nos hemos pronunciado en que esta

filiación nos parece errónea por cuanto la figura en cuestión no presenta ninguno de

los rasgos antropomórficos mínimos con que cuentan aquellas otras, al margen de que

tomar como argumento, junto al supuesto formal, el del cuidado trazo que presenta,

que lo relacionaría con el llamado por ellos como “trazo levantino”, nos parece un

argumento excesivamente reduccionista (Mateo, 1999, 2005). Podemos compartir la

idea de que todo lo levantino muestre un trazo cuidado, de perfiles definidos, pero

cuestionamos que todo lo que muestre ese tipo de trazo deba ser, por ello, levantino.

Sabemos, por ejemplo, que en el heterogéneo ámbito de la pintura rupestre

esquemática conviven motivos de trazo “torpe” con otros que presentan unas líneas y

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facturas muy cuidadas, sin que por esto se nos ocurra relacionarlos con el ciclo

levantino.

3. LA CUENCA DEL ALHÁRABE.

En una segunda fase, trasladamos los trabajos de prospección más al norte, a

la cuenca del río Alhárabe, en la que conocíamos la presencia de diversos yacimientos

desde antiguo, descubiertos de forma ocasional en la mayoría de los casos y de la que

desconocíamos que hubiese sido objeto de investigaciones sistemáticas y planificadas

de búsqueda de arte rupestre.

En 1992 comenzamos la inspección desde la cabecera del río hacia su curso

medio, de tal manera que la campaña de ese año se centró en el tramo que discurre

desde la cortijada de La Risca hasta el llamado cortijo de la Dehesilla. Este tramo se

caracteriza por la difícil orografía que ha labrado el río, con encajonamientos de más

de 40 m de altura, y en donde las cavidades rocosas son muy abundantes.

Precisamente, la dificultad del terreno y esa proliferación de abrigos rocosos

ralentizaron mucho la marcha de los trabajos.

No obstante, a pesar de las

dificultades, los trabajos previamente

planificados fueron desarrollados en

su totalidad. Fruto de éstos fue el

descubrimiento del Abrigo del Molino

de Capel (fig. 2), en el que, en un

primer momento, documentamos una

cuidada figura levantina de ciervo (fig.

3), muy naturalista en sus formas

aunque de estado de conservación un

tanto deficiente, y una segunda representación formada por cortos trazos rectilíneos y

puntos que, a modo de hipótesis, identificamos como un posible elemento vegetal

(Mateo, 1992; Mateo, Bernal y Moñino, 1998). Acompaña a éstas una tercera figura

que en su día incluimos en el ciclo levantino, filiación no compartida por otros

investigadores (Alonso y Grimal, 1999). Fueron, precisamente, esos mismos colegas

los que advirtieron la presencia de una cuarta representación que nosotros no

habíamos documentado en un primer momento, pintada en color negro (fig. 4).

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Esta figura encierra gran

interés por cuanto se corresponde con

una representación humana,

probablemente femenina a tenor de la

prenda con la que va ataviada,

asimilable a una falda, y caracterizada

por la presencia del tocado particular

de la zona del Alto Segura al que

hacíamos referencia al comentar el

Abrigo de la Fuente (Mateo, 2004, 2005).

Las siguientes campañas de prospección

se desarrollaron curso abajo del río Alhárabe,

pero contemplando a la vez puntuales rastreos

en algunos de los cursos menores tributarios

suyos. Este fue el caso de los trabajos de 1993,

centrados en el curso medio del río y en los que

también sondeamos las posibilidades físicas de

uno de sus afluentes en este sector, el Arroyo de

Hondares. En esta incursión localizamos, sobre

un potente frente rocoso, un abrigo pintado con

motivos esquemáticos, entre los que sobresale

un largo trazo serpenteante de más de 100 cm

de longitud, algún trazo vertical y un elemento

cruciforme (Mateo, Bernal y Pérez, 2000) (fig. 5). Si bien nuestro trabajos en el curso

del Hondares se redujeron a esta toma de contacto,

el hallazgo de este conjunto y las características de

la propia orografía convierten a la zona en un área

de especial atención con vistas a futuras labores de

prospección.

También en esta área del curso medio del

Alhárabe se inscriben los conjuntos del Barranco de

Charán, tributario del Arroyo de Benizar. Los

trabajos en el seno del barranco permitieron la

localización de los conjuntos de la Cueva de los

Cascarones y el Abrigo de Charán.

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En la Cueva de los Cascarones documentamos algunos de los motivos más

reiterativos del horizonte de la pintura esquemática de la comarca, como son los trazos

verticales o barras, varios signos cruciformes, alguno de ellos provisto de doble trazo

horizontal, y un motivo formado por varias líneas dispuestas a modo de diente de

sierra que en su día englobamos en el heterogéneo grupo de los llamados

“tectiformes” (Mateo, Bernal y Pérez, 1999) (fig. 6).

Por su parte, en el Abrigo

de Charán las representaciones

documentadas se corresponden

con varias figuras de lagomorfo,

dotadas de un apreciable

naturalismo en sus rasgos

anatómicos. Este tratamiento

formal fue precisamente el que, a

pesar de la falta de paralelos

claros, nos llevó a incluirlos

erróneamente en el horizonte levantino.

Es precisamente la publicación de estos motivos con esa filiación levantina la

que origina una polémica, a nuestro entender, ficticia, estéril e interesada por parte de

algunos colegas, máxime cuando lo publicado sólo era un estudio preliminar, editado

con un mero interés divulgativo, en la Revista de Arqueología (Mateo, Bernal y

Moñino, 1998). En las Jornadas de Arqueología Regional del año 1997, algún colega

insiste en la identidad no levantina de los motivos y defiende con inusitado

enconamiento su edad reciente (Alonso y Grimal, 1999a). No faltó tampoco quien

quiso aprovechar la polémica para adquirir una notoriedad que no era capaz de

obtener por sus investigaciones y aportaciones al tema (Montes y Salmerón, 1998).

Para entonces, una vez realizadas algunas comprobaciones sobre el terreno,

con pruebas de pigmento entre otras, que pusieron de manifiesto que las

representaciones se encontraban por debajo de la potente capa negruzca y no por

encima como se apuntada desde los sectores más críticos, lo que denotaba, a su vez,

cierta antigüedad para estas representaciones, ya habíamos entregado el informe

preceptivo en el Servicio de Patrimonio Histórico de la C. A. de la Región de Murcia

(Mateo y Bernal, 1999). En él descartábamos esa filiación levantina otorgada en un

primer momento, de tal forma que concluíamos que este conjunto era un caso más de

arte rupestre de cronología histórica, de los que Moratalla cuenta con numerosos

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ejemplos, y que se justifican desde causas muy diversas, ya sea económicas,

religiosas o de simples fenómenos de mímesis para con el arte prehistórico. Por cierto,

que algunos estudiosos, indocumentados también porque ignoran la existencia de

esas y otras publicaciones a pesar del tiempo transcurrido desde su edición (Mateo y

Bernal, 1999; Mateo, 1999; 2005), sigue insistiendo de forma malintencionada en la

vieja polémica suscitada en su día.

En 1995 desarrollamos trabajos en el entorno de la llamada Molata de

Fuensanta, lugar en el que años atrás A. Alonso había descubierto la Hornacina de la

Fuente del Buitre, merced a unos supuestos trabajos de prospección efectuados en la

zona. No obstante, las referencias publicadas sobre el mismo eran escasas, tan sólo

hacía alusión a su contenido, pero no a su localización o a las características del

abrigo, entre otros (Alonso, 1993).

Nuestros trabajos de inspección se desarrollaron desde la Rambla de Lucas,

en Bajil, hasta la parte septentrional de la Molata de Fuensanta, siguiendo el curso de

un barranco tributario de la rambla. Se inspeccionó una decena de abrigos, algunos de

ellos de buenos soportes, si bien el grupo más interesante se localizó en la parte alta

del barranco, a la espalda de un caserío actualmente abandonado. El examen de las

distintas cavidades dio como resultado el hallazgo de cuatro abrigos pintados, que

denominamos entonces con el topónimo de la zona, Abrigos de Fuensanta I-IV.

Al analizar el contenido de los paneles de estos nuevos abrigos descubiertos

nos percatamos de que el catalogado con el número III se correspondía con el

publicado por A. Alonso (1993) como Hornacina de la Fuente del Buitre. A pesar de

ello, decidimos mantener la denominación de todo el conjunto como Fuensanta,

aunque haciendo siempre la salvedad de la dualidad del nombre del abrigo III con el

fin de evitar equívocos (Mateo y Bernal, 2002).

Por otro lado, esta circunstancia puso de manifiesto, de una parte, la necesidad

de cuidar la metodología de prospección, a todas luces deficiente y altamente

mejorable en el caso reseñado, pero de otra, la exigencia de que la publicación de

cualquier conjunto reúna unos datos mínimos de localización y descripción.

Los Abrigos de Fuensanta se inscriben en el horizonte levantino, siendo

paneles con pocas representaciones, pero de particular interés por cuanto muestran

algunos tipos que son poco frecuentes en los conjuntos de este estilo en la zona,

como es el caso de los humanos pintado únicamente hasta la cintura. En el abrigo I es

un arquero, del que tenemos como único paralelo el pintado en la Fuente del Sabuco I

(Mateo, 1999; 2005) (fig. 7), mientras que en el abrigo II, los humanos, sin piernas

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también, se pintan por encima de

sendas oquedades del soporte

rocoso. Además, uno de ellos

sujeta en la mano derecha un

objeto que podríamos identificar

como un posible boomerang, que

ya hemos propuestos en otros

yacimientos como el Cortijo de

Sorbas III de Letur (Mateo y

Carreño, 2003) o en la Fuente del

Sabuco I de Moratalla (Mateo, 2005), y fuera del Alto Segura, en el Abrigo del Chopo

de Obón (Picazo et alii, 2001-2002). De hecho, un reciente e interesante trabajo ha

puesto de relieve que es un objeto más frecuente de lo que podríamos pensar dentro

de los paneles levantinos (Picazo y Martínez, 2005).

En el abrigo de Fuensanta III nos encontramos con una figura humana en

actitud de marcha hacia una representación de cáprido, lo que podría determinar una

escena típica de caza, extremo este que no podemos confirmar porque no quedan

restos de la posible arma (fig. 8). En el abrigo IV sólo documentamos restos muy

fragmentarios de pintura, que parecen pertenecer, al menos, a tres figuras humanas,

posiblemente arqueros (Mateo y Bernal, 2002).

También ahora, desde la

Dirección General de Cultura

recibimos el encargo de estudiar el

llamado Abrigo de la Ventana,

localizado en los alrededores del

Calar de la Santa y muy conocido

por los lugareños, lo que obligaba

a su pronta documentación y

estudio (Bernal y Mateo, 1999;

Bernal, Mateo y Pérez, 2003). En dicho abrigo, junto a varios restos de pintura,

registramos un motivo soliforme y una treintena de elementos cruciformes, provistos

de un número de trazos horizontales que varía desde uno a cuatro, todos ellos

englobables en el horizonte de la pintura esquemática (fig. 9).

Igualmente, en las labores de revisión del entorno inmediato de dicha cavidad,

localizamos un segundo abrigo, apenas 100 metros al norte de aquel, en el que

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advertimos débiles restos de pintura que parecen corresponder a una figura levantina

de cuadrúpedo, en concreto a la parte del cuerpo del animal y al arranque de la

cabeza y las extremidades.

Durante los estudios de

documentación de los Abrigos de

Fuensanta, compaginamos éstos

con la prospección sistemática del

curso de la Rambla de Lucas y áreas

adyacentes, con unas

consecuencias positivas en lo que a

los descubrimientos se refiere. Así,

en la cara suroeste de la Molata de

Zaén encontramos dos abrigos con arte esquemático. En el abrigo I vemos un

esquema formado por cuatro trazos verticales que parecen converger en la base (fig.

10), mientras que en el abrigo II el motivo pintado es un elemento circuliforme (Mateo y

Bernal, 1999; 2002).

Sin embargo, los mejores resultados se

produjeron en el curso de la propia rambla, en la que

sabíamos de la existencia de las pinturas de

cronología medieval y moderna de las Cuevas del

Esquilo I-II (Mateo, 1993), pero en la que

desconocíamos que se hubiesen realizado trabajos

sistemáticos de prospección. En nuestras

inspecciones localizamos tres nuevos conjuntos, el

Abrigo del Molino, de estilo levantino, el Rincón del

Gitano, de estilo esquemático, y los Abrigos de las

Alubias I-II, con motivos de cronología medieval y

moderna.

En el Abrigo del Molino documentamos dos representaciones de mujer,

conservadas lamentablemente hasta la mitad, pero que denotan las características

generales de las representaciones femeninas de la zona del Alto Segura, con cuerpos

alargados y estilizados, a los que acompañan unas piernas cortas, con las nalgas

salientes, y con peinados grandes y de forma triangular (Bernal y Mateo, 2000; Mateo

y Bernal, 2004) (fig. 11).

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El descubrimiento de este Abrigo del Molino propició otro caso paradójico en la

historiografía del arte rupestre de la Región de Murcia. En el transcurso de nuestros

trabajos de documentación fueron editadas las actas de las Jornadas de Arqueología

Regional de 1990, en las que se recoge un estudio de A. Alonso y A. Grimal (1996) en

el que estos autores aluden al desarrollo de una campaña de prospección de arte

rupestre realizada por ellos en el curso de la rambla. Producto de éstos, fue el hallazgo

de un nuevo abrigo pintado con restos “tan sumamente fragmentados que no fue

posible determinar formas concretas, aunque sí confirmar que, tras un análisis puntual,

deben corresponder a elementos esquemáticos” (Alonso y Grimal, 1996: 25). Estas

eran prácticamente todas las referencias publicadas sobre el nuevo conjunto, al que

además no dan nombre alguno, pero que nos obligaban a revisar todas las cavidades

que nosotros habíamos inspeccionado, puesto que sí habíamos localizado, unos

trescientos metros al norte del Abrigo del Molino, otra cavidad con varios motivos

esquemáticos bien conservados, fácilmente identificables, pero no el de los “restos

sumamente fragmentados” que ellos citan.

Realizadas las obligatorias labores

de comprobación, llegamos a la conclusión,

posteriormente confirmada por estos

mismos autores (Alonso y Grimal, 2005), de

que ese supuesto abrigo esquemático no

puede ser otro que el que nosotros

denominamos como Abrigo del Molino, lo

que pone de relieve, a la vez, que

adscribieron de forma errónea al horizonte

esquemático los motivos claramente

levantinos en él contenidos. Recientemente,

aprovechando la edición de las actas de las

Jornadas de Arqueología Regional de 1998,

intentan puntualizar esta controversia, en

un texto plagado de inexactitudes (Alonso y

Grimal, 2005). En primer lugar, siendo quizás un detalle poco trascendente, el

topónimo del conjunto fue determinado por nosotros atendiendo a unas marcas

existentes en el suelo del abrigo, que nos recordaban bastante los puntos de anclaje

de piedras de moler, de ahí lo de Abrigo del Molino, por lo que el topónimo del

conjunto en ningún caso se corresponde con el que los lugareños dan al lugar. Todo

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este paraje, no el abrigo de forma concreta, es conocido como Rincón del Gitano,

denominación que nosotros reservamos para citar el otro abrigo, el de estilo

esquemático, descubierto aguas abajo del curso de la rambla y que, como hemos

justificado, tampoco podía corresponderse con el que ellos localizaron en su día con

los restos fragmentados.

Por otro lado, atendiendo a la “elemental cortesía” a que los autores aluden

(Alonso y Grimal, 2005), no nos hubiera importado reseñar que este mismo abrigo,

aunque erróneamente adscrito al estilo esquemático, en caso de confirmarse este

extremo, ya había sido descubierto por otro investigador. Es algo que ya hicimos al

publicar las tres nuevas covachas en el paraje de Fuensanta que habían pasado

desapercibidas a quienes localizaron la Hornacina de la Fuente del Buitre (Fuensanta

III) (Mateo y Bernal, 2002). Pero, lo cierto es que el abrigo visto por ellos era

“esquemático” y el nuestro era claramente “levantino” y, por tanto, cabía la posibilidad

de que fueran dos abrigos distintos. La edición de las actas de las Jornadas de

Arqueología Regional de 1998 y su reacción ante esta circunstancia, revelan de forma

clara que, efectivamente, se trata del mismo abrigo, un abrigo al que ahora sí

denominan como del Barranco de Lucas.

En cualquier caso, este hecho sólo pone de manifiesto, una vez más, los

riesgos que conllevan los trabajos de prospección poco rigurosos, plantea la

necesidad, ya reseñada, de hacer publicaciones mínimamente detalladas en

cuestiones de localización y descripción, aunque se trate de aparentes “restos de

pintura muy fragmentados”, y sobre todo, impone la conveniencia de nominar a todo

abrigo en el momento de su descubrimiento y no varios años después, en un claro

intento de justificación de un error, que como tal error humano es perfectamente

entendible de otra parte.

En nuestros trabajos de

prospección en la rambla

localizamos también el ya

mencionado abrigo esquemático

del Rincón del Gitano y los Abrigos

de las Alubias I y II. En el Rincón

del Gitano, los motivos

representados son una

aglomeración de 23 elementos

puntiformes, aunque el número original de éstos debió ser mayor, ya que un gran

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desconchado ha destruido parte del soporte, varios trazos verticales y una figura

formada por tres círculos concéntricos (Bernal y Mateo, 2004) (fig. 12).

Por su parte, los Abrigos de las Alubias I y II constituyen un nuevo testimonio

de arte rupestre de cronología no prehistórica (Mateo y Bernal, 2005). Las

representaciones son fundamentalmente cruces, algunas de doble brazo horizontal

(fig. 13), que bien podríamos relacionar con las pintadas en las cercanas Cuevas del

Esquilo, y ambas, al tiempo, con los importantes movimientos eremíticos producidos

en la zona del noroeste murciano una vez que se ha producido la caída del reino

nazarí de Huéscar en 1488 y, sobre todo, el de Granada cuatro años después. Son

numerosos los conjuntos con que contamos en la

comarca en los que la Cruz, otrora elemento

revitalizador que invita a la lucha contra el infiel, se

convierte ahora en una forma de exorcismo popular

por medio del cual se recupera simbólicamente

para la cristiandad un territorio durante mucho

tiempo sometido al Islam. Otros claros ejemplos

son los conjuntos del Abrigo de Capel y Abrigo de

las Buitreras II, entre otros (Mateo, 2005).

A lo largo de nuestra exposición hemos

hecho alusión repetidas veces a los trabajos de

campo realizados por otro equipo de investigadores

en el mismo municipio de Moratalla. Sin duda, la

colaboración entre ambos equipos hubiera podido suponer una optimización del

trabajo con la unión de esfuerzos, lo que, a su vez, hubiese redundado en unos

resultados más positivos. Sin embargo, esta colaboración era difícil por cuanto,

conocidas las numerosas lagunas en la investigación por parte de aquel otro grupo,

concretadas en los “olvidos” de diversas cavidades pintadas en el entorno de otras

cuya presencia sí fue advertida, como sucede con las tres cavidades de Fuensanta o

las dos de la rambla de Bajil ya comentadas, además de algún otro caso fuera del

territorio moratallero, como es el de un tercer abrigo en el Cortijo de Sorbas de Letur o

un segundo en el Arroyo de los Covachos de Nerpio (Mateo y Carreño, 2003),

quedaba de manifiesto que la metodología empleada en las prospecciones era en

exceso deficiente, quizás al estar sometida más al arbitrio de los hallazgos ocasionales

en el entorno de las covachas ya conocidas que a una verdadera prospección

sistemática del territorio

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Todo ello nos llevo a considerar que, tal vez, de lo que realmente carecía ese

otro grupo de trabajo era de un proyecto global de estudio del arte rupestre en todo el

territorio moratallero. De hecho, los continuos hallazgos que todavía se producen

merced a los trabajos de prospección que aún desarrollamos (Abrigo de Arroyo

Blanco, Cueva Negra, Abrigo de los Ciervos Negros o Abrigo del Toro Negro, entre

otros) confirman nuestras sospechas.

Los últimos trabajos de campo se han desarrollado en el entorno del Lomo del

Herrero, en Mula. Se trató de una actuación muy limitada espacialmente, pero muy

positiva puesto que permitió el descubrimiento de un nuevo conjunto levantino, en el

que el protagonismo lo acaparan las representaciones de animales, posiblemente

cervinos (Mateo y Bernal, 2007) (fig. 14).

El municipio de Mula

se convierte, gracias a

estos recientes hallazgos,

en una zona de buenas

expectativas, en la que, a

pesar de conocer tres

conjuntos de arte rupestre,

es necesario abordar un

proyecto sistemático y

global de estudio. Mientras,

Moratalla, con los 59 conjuntos conocidos hasta el momento, se erige en el territorio

más destacado de la Región de Murcia en lo que respecta al arte rupestre prehistórico.

No obstante, a pesar de este elevado número de yacimientos, estamos convencidos

de que en modo alguno se trata de un área agotada en lo que a los hallazgos se

refiere.

4. BIBLIOGRAFÍA

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